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UNKIDO REVISTA OTOÑO 2012

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REVISTA UNKIDO

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UNKIDO OTOÑO

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Momentos de cambios

Vivimos tiempos intensos, tiempos de cambios. Vivimos tiempos que suponen un reto para todos los que en este momento estamos vivos sobre este maravilloso planeta al que llamamos Tierra. La incertidumbre sobre qué tipo de herencia vamos a dejar a nuestros sucesores, cada día es más grande, y suerte que también lo es una preocupación creciente por el medio, aunque todavía sea muy inferior a los cuidados que necesita el planeta.

Si nos detenemos a observar algo más profundamente, podremos ver que la Tierra se mueve al compás de nuestras mentes, se agita, se desconcierta con nuestros actos, grita, llora, sufre... no nos olvidemos que ella misma es un ser vivo.

Hemos querido hacer este número especial de la Revista Unkido, para poder incluir artículos pasados que ahora toman más vigencia que nunca, y añadir nuevas aportaciones que consideramos que pueden servir de ayuda para viajar en las turbulentas aguas de la actualidad.

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El Arte de la IntuiciónPor José Mataloni

La Intuición

Aunque ser intuitivo nos parezca una realidad

lejana, en realidad, ciertas experiencias pueden

resultar más cotidianas y podemos haberlas

sentido más de una vez. Por ejemplo, suele

pasar que sentir a una persona en un

determinado momento, y enseguida sabemos

de ella por otros medios, o directamente se

comunica con nosotros.

La intuición no es sólo para algunos elegidos,

está presente en todos nosotros, y es algo

mucho más común y sencillo de lo que

pensamos. Por supuesto, algunos están más

cualificados, sobre todo aquellos que ejercitan

y “escuchan su intuición”. Está más despierta

en los niños, aunque ellos no se “den cuenta” y

respondan en forma inconsciente. Sin embargo,

de adultos parece perderse esa cualidad, en vez

de volverse más consciente, y eso sucede, entre

otras cosas, “por falta de un ejercicio de la

consciencia”.

El ejercicio es simple, se trata de escuchar la

intuición, y para ello es necesario hacer un

silencio de la imaginación, calmar la mente, y

activar la atención consciente. Al prestar

atención a lo que está sucediendo en el

momento presente, por ejemplo, se amplifica

esta cualidad de la consciencia. También

puede funcionar si enfocamos un hecho que

haya sucedido en cualquier momento, o si

evocamos una persona, o si leemos un libro. Si

prestamos atención, en algún momento la

intuición viene “espontáneamente”, y podemos

captarla. Es decir, no podemos provocar la

intuición, porque es espontánea y natural, pero

sí podemos estar alerta para detectarla y

hacerle caso.

Más allá de los beneficios que las filosofías

milenarias nos vienen aconsejando sobre la

atención consciente y el desarrollo de la

percepción, nos encontramos con que también

muchos científicos de la actualidad están

empezando a observar y comprobar que las

decisiones que tomamos a través de la

intuición, pueden ser más fructíferas que las

que se toman por la simple elección lógica. A

la cabeza de estas investigaciones se encuentra

el psicólogo alemán Gerd Gigerenzer

(“Decisiones instintivas”), que trata de

demostrar que la ignorancia parcial suele tener

mejores resultados que un conocimiento

amplio. Según afirma él, cuanta mayor

información sobre un determinado tema, más

nos cuesta tomar una decisión y,

estadísticamente, elegimos peor. Sin embargo,

si al tener menor información sobre un asunto

nos decantamos por usar aquello que llamamos

intuición, los resultados son más positivos.

Por supuesto, no se trata de ignorar un tema

para poder elegir; el conocimiento es

importante. Se trata, no obstante, de mantener

una apertura mental, como si realmente no

supiéramos nada. Como veis, aquella frase

socrática de “sólo se que no se nada”, puede ser

una parte vital y fundamental del

funcionamiento de la mente intuitiva.

Sincronicidad

Otro grupo de hechos en donde también

confluye la intuición y que no tienen explicación

racional, son las sincronías. Son sucesos que

convergen, co-inciden en un momento o lugar,

aparentemente más allá de la casualidad, como

si respondieran a una razón invisible, una que

hay que ver con ojos profundos. Y esa

profundidad es un aprendizaje que siempre

puede perfeccionarse, para que uno pueda

“darse cuenta” de todo lo que implica la

sincronicidad. Por lo tanto, nuestra lectura

siempre será parcial y perfectible.

Dentro de ese aprendizaje, podemos darnos

cuenta de que aquellas coincidencias no son

hechos aislados, sino que tienen una trama

lógica en el tiempo, y que ésta va de acuerdo a

nuestra lectura de la realidad. Allí donde

muchos no ven nada, para uno puede tener

sentido. Es decir, la sincronicidad y su

valoración, suele ser hechos íntimos, aunque

puedan involucrar a muchas personas.

Por ejemplo, uno sacado de mi realidad. Estoy

pensando en mi amigo Carlos, al que hace

mucho que no veo. Me doy cuenta que la

relación no quedó del todo bien, o que sucedió

un malentendido que podrían arreglarse, si

cedemos cada uno un poco. Veo lo fácil que es

ir hasta el chat para hablar con él… ¡y en el

preciso momento que quiero poner “Hola,

Carlos”, se me adelanta y me saluda como si no

hubieran pasado dos años sin hablarnos! Por

supuesto, se nota en él una intención de

conciliación, entre otras coincidencias.

Fue nada menos que Carl Gustav Jung quien

denominó sincronicidad a este tipo de

fenómenos, definiéndolos como una

“coincidencia significativa” que tiene un

trasfondo subjetivo, no aleatorio. Es decir, que

es precisamente cuando encontramos ese hilo

conductor que ofrece un sentido adicional a

varios sucesos que aparentemente no se

relacionan, cuando entra en juego la

sincronicidad.

Alejandro Jodorowsky, -artista y tarólogo

contemporáneo-, habla poéticamente de ello

desde el título de un libro que le pertenece: “La

Danza de la Realidad”. Justamente cuando

descubrimos ese sentido oculto de los sucesos

de la vida, parece emerger una unidad que se

asemeja con la bella continuidad de la danza.

Pongamos, pues, un ejemplo clarificador

precisamente con un bailarín que se mueve al

compás de un tambor que él solo escucha.

Supongamos que el ritmo que lleva el tambor no

tenga un pulso constante, sino que varía

continuamente, inspirando al bailarín a seguirlo,

cambiando los pasos. Para otra persona, incapaz

de escuchar aquel sonido, podría parecerle que

el bailarín ha perdido el juicio y que se mueve

sin sentido alguno. Sólo si escuchara el tambor,

encontraría el significado oculto del aparentemente ilógico proceder del bailarín.

Estar Presentes

Las intuiciones y las sincronías son de la misma naturaleza, y ambas se reconocen con el crecimiento

de la capacidad de atención consciente, nada más ni nada menos que aquel sencillo ejercicio de “estar

presentes”. Es una forma también de hacerles lugar a estas experiencias y facultades naturales, de

crearles un espacio en nuestra mente, donde se pueda aprender a callar el incesante parloteo mental.

Ciencia, Salud y EspiritualidadLos descubrimientos científicos han sido siempre ojo de críticas y alabanzas. Siempre ha habido, y habrá, quienes se aferren a lo conocido, y quienes se lancen hacia el abismo de lo que está por descubrir. Por otro lado, siempre habrá quienes, en nombre del avance científico, dejen de lado toda apreciación moral, y quienes lleven a su extremo sus “normas” religiosas para atajar los cambios. La cuestión es que en este mundo tan dispar, siempre habrá gustos para todos, al menos, hasta que no llegue la ciencia para decir lo contrario...

Hoy en día estamos asistiendo a una de esas etapas reveladoras en las que una gran parte de la ciencia está tomando un rumbo muy diferente al que hemos venido presenciando hasta ahora. Nos dicen los expertos que el descubrimiento del “bosón de Higgs” tiene la envergadura del descubrimiento de la electricidad, lo que nos da una idea de las dimensiones que pueden tener sus consecuencias. Es decir, que la ciencia nos afecta de un modo mayor de lo que nos podemos suponer cuando escuchamos una noticia científica en el noticiario. Imaginemos lo que eran nuestras vidas antes de la aparición de la televisión, el teléfono móvil o internet... Sí, la ciencia ofrece grandes cambios a los ciudadanos, aunque a nosotros nos interese muy poco lo que sucede en el acelerador de partículas de Suiza.

Un ámbito de estudio que es poderosamente revolucionario tanto para la ciencia como para la sociedad, es el de los avances en biología, gracias, en parte, a la aplicación de la física cuántica en sus investigaciones, o al menos, a la aplicación de la nueva mentalidad que la física cuántica nos ofrece. El biólogo celular Bruce H. Lipton, nos explica en su libro “La biología de la creencia” (Ed Palmyra), cómo el entorno afecta a la vida celular en contra de la apreciación tradicional darwinista que nos dice que estamos controlados por los genes. Las investigaciones del doctor Lipton han sido precursoras de un nuevo campo de la biología que se ha denominado Epigenética, la cual estudia el modo en el que el entorno, nuestros hábitos, o nuestra alimentación, afectan a nuestra genética. De modo que estos nuevos

estudios nos sacan de la apreciación determinista a la que venimos acostumbrados años atrás: “tu vida será lo que tus genes digan”, para decirnos: “tus actos son determinantes, incluso, en tu salud”.

La doctora Candance Pert (“Molecules of emotion”), profesora investigadora del Departamento de Fisiología y Biofísica de Georgetown University Medical Center, nos dice que también los pensamientos y las emociones afectan a nuestra salud. Sus experimentos le han llevado a concluir que “las emociones no son solo unas moléculas físicas del organismo, sino una vibración, una energía que influye sobre el mundo. De hecho, creo que las emociones son un puente no solo entre la mente y el cuerpo, sino también entre lo físico y lo espiritual”.

Como decíamos anteriormente, la física cuántica nos hizo transformar la mentalidad “material” para introducir el concepto de energía, que habita en todas partes. Por tanto, la aplicación de este concepto a la biología, ha conseguido que podamos llegar a conclusiones como la que la doctora Pert nos ofrece: que es necesario cuidar nuestros pensamientos y emociones para poder tener una vida saludable.

En una línea similar, la catedrática de Fisiología de la Universidad Complutense, Mónica de la Fuente, nos ofrece a través de sus investigaciones unas conclusiones fascinantes: “si quieres ser feliz, vivirás más y mejor”. De la Fuente nos habla de un índice llamado “edad biológica”, que se trata la edad que se corresponde con el estado funcional de los órganos de un individuo, en relación con lo que podría esperarse de alguien de su edad. Es decir, que según este concepto, podemos tener 82 años cronológicos pero tener una edad biológica de 30 debido a que tenemos un sistema inmunitario joven, llevamos una vida saludable... etc. De la Fuente nos dice que un 75% de esta edad biológica depende de la calidad de vida, y que el resto es genética.

De modo que, para todos aquellos que han creído toda su vida que van a tener una determinada enfermedad porque ésta se ha dado en varias ocasiones en su familia, tienen en estos descubrimientos una puerta abierta a lo desconocido que les está diciendo que en la vida no hay nada determinado y que son justamente nuestras creencias, nuestros actos y nuestras

formas de vida las que actúan en nuestro cuerpo de forma positiva o negativa, afectando también a la salud. El mismo temor afecta negativamente a las células, como nos dicen estas investigaciones.

No hay más que observar el poder del efecto “placebo”

La ciencia tradicional está aún lejos de aceptar que la mente y el cuerpo tengan una relación tan estrecha como para aseverar que las enfermedades tengan algo que ver con nuestro comportamiento y creencias. Sin embargo, hay ya un nutrido grupo de científicos que apoyan estas teorías en base a sus experimentos y a la unificación de conocimientos interdisciplinares.

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La búsqueda del “culpable”

La mente utiliza mecanismos muy astutos para enredarnos en pensamientos que la mayor parte de las veces, no solo son parciales, e incluso inciertos, sino que también desgastan nuestras energías y ocupan nuestra capacidad para solucionar el verdadero problema.

Uno de estos mecanismos es la búsqueda del “culpable”. La mente tiende a focalizar la causa de nuestros problemas en un “agente externo”. De esta forma nos estamos librando de total responsabilidad. Sin embargo, también nos estamos quitando la oportunidad de tener en nuestra mano la solución del problema.

En nuestra cabeza circulan a diario frases como éstas: “Yo hago todo el trabajo, y los demás no hacen nada”, “Estoy cansado/a de ser siempre yo quien tira del carro”... etc. Este tipo de frases llevan impreso que uno está culpabilizando a los demás de su sufrimiento. Sin embargo, si nos fijamos en profundidad, quizás estemos haciendo un trabajo que no nos corresponde, de mala gana, y tenemos la oportunidad de no hacerlo. Pero no queremos. No hacerlo supondría (creemos), un sufrimiento mayor que hacerlo de mala gana. Por eso preferimos continuar en determinadas rutinas, y preferimos seguir quejándonos de lo desafortunados que somos.

Tomar ciertas decisiones en la vida puede ser difícil. Darnos cuenta de que nosotros mismos generamos muchas de las situaciones por las que protestamos, es duro; pero si queremos salir de aquel pensamiento arraigado y largamente doloroso, tenemos que dar ese paso valiente que nos ayudará a dar un salto en el que, más tarde, estaremos, sin duda, mucho mejor situados.

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La Tierra Vs La Mente Humana

Uno observa a las sociedades, a las personas, y puede tratar de descubrir cuáles son las principales motivaciones que nos impulsan a los humanos. Hoy en día la preocupación del hombre y la mujer suele ser la búsqueda de la estabilidad, porque relacionamos directamente a ésta con la felicidad. (Esto sin tener en cuenta a todas aquellas personas, demasiadas, cuya principal motivación es la supervivencia, puesto que carecen de los recursos necesarios)

Creemos que un trabajo estable, un matrimonio estable, una familia estable… etc., serán capaces de mantener nuestras expectativas de felicidad. En resumen, no nos gustan los cambios. Y para conseguir esto ¿qué sacrificamos? Las parejas trabajan para mantener una estabilidad económica y social, y para mantener una serie de “útiles” que hemos comenzado a ver como “necesarios” y que hace tan solo unos años nos resultaban “lujos”. Y podemos preguntarnos: “si, trabajamos mucho, pero más trabajaban los campesinos de la Edad Media, o los obreros de la Revolución Industr ia l” y efect ivamente, hemos alcanzado cierto nivel de comodidad laboral en ese aspecto, con mejoras de todo tipo; sin embargo, la diferencia no se encuentra en el número de horas laborales, sino más bien en los motivos. Mientras que antes se trabajaba para el sustento, como se viene haciendo en el porcentaje más elevado de la población, nosotros, los “afortunados”, trabajamos para el sustento del “lujo”, para no quedarnos atrás en la carrera por la competencia y la comparación. Estamos sumidos en la rueda del deseo, del ansia por tener más, y no nos damos cuenta de ello. El que trabaja mucho para subsistir, no tiene tiempo para la avaricia.

De modo que alimentamos una especie de “dependencia” de la acumulación y el consumismo, y estamos tan enganchados a nuestros aparatos electrónicos, como el yonqui a su jeringa. No podemos vivir sin televisión, sin móvil, sin portátil, sin

lavadora, lavavajillas… y un largo etcétera de utensilios que nos hacen la vida más fácil. Estoy, por supuesto, totalmente a favor del progreso tecnológico, y soy la primera beneficiada del nacimiento del lavavajillas, al cual, de vez en cuando, pongo una vela en señal de santificación por hacerme la vida más feliz, sin embargo, más allá del beneficio que producen estos artículos, como siempre, el problema no está en la herramienta, sino en el uso de la misma.

La preocupación desmesurada por el mantenimiento de una vida tecnológica y en la línea de aquellos que viven “mejor” que uno mismo, conlleva un sufrimiento constante por no poder alcanzar el punto en el que consideramos que seríamos “felices”. Es decir, entrar en esta rueda implica aceptar las reglas de este juego: “siempre queremos más”. Por tanto, la visión se centra siempre en el futuro, olvidándonos así de un presente maravilloso al que agradecerle todo lo que ya tenemos, y disfrutar de todo aquello que conseguimos, dejando ver la parte de felicidad que tiempo atrás pensamos que nos proporcionarían los logros que ya hemos alcanzado y que, sin embargo, ahora, una vez obtenidos, ya nos parecen insuficientes.

¿Qué quieren las personas una vez que han conseguido una pareja, unos hijos, un trabajo estable y un cierto estatus económico? ¿Se sentirán entonces felices, o seguirán buscando “otra cosa”? ¿Por qué queremos más? ¿Por qué nunca terminamos de sentir esa ansiada felicidad?

Como vemos, existe un conflicto entre la imagen de lo que las personas creemos que es la felicidad, y lo que sentimos en el día a día. Hay un claro desfase entre ambas, y eso es lo que proporciona el desaliento. Nos imaginamos siempre una vida “más ideal” que la que ya tenemos, y no conseguirla nos produce sufrimiento. Esa brecha separa, divide la visión mental de la realidad. De modo que nuestras cabezas viven esa

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TA división que se torna en dificultad constante; problemas, problemas…. problemas.

Como nuestras cabezas sufren, nuestros actos diarios, que son un reflejo de lo que sucede en nuestras cabezas, tienen también ese aliño de sufrimiento que constantemente discurre dentro de nosotros. La vida se convierte en una continua preocupación. Y aparece aquí una nueva división. Lo que tengo en mi mente, no sólo no encaja con lo que tengo dentro, sino que tampoco encaja con lo que tengo fuera. El mundo que me rodea no es como yo desearía y, por tanto, los actos de cada día no son como yo desearía que fueran. Nuevamente la división nos lleva al desequilibrio.

Vamos a pensar en un poquito más grande. Los políticos, que son el reflejo de las sociedades, están en constante división, a la gresca, con las uñas fuera, dispuestos a discutir y, por supuesto, trabajando por conseguir el poder, como fin primordial de sus esfuerzos, antepuestos estos al bien de la sociedad, que es, en realidad, para lo que deberían trabajar. Vemos entonces una nueva división: la esencia del político es trabajar por las personas, sin embargo, trabajan por lo mismo que todos, por conseguir más poder económico, más posición social…etc. Aunque en otra escala, es el mismo sentimiento que nunca termina y nunca sacia.

Hemos partido de la división de la sociedad en ricos y pobres, en subsistores y buscadores de estabilidad. Hemos continuado con la división producida entre la mente y la esencia del individuo, y seguimos con la división entre la persona y su mundo exterior. También hay división en el escenario político, entre las naciones…etc., y así podemos continuar hasta una infinidad de divisiones presentes que conforman nuestra realidad. La fricción, la pelea en la dualidad, la lucha por la diferencia, constituye el desaliento de las personas.

Del mismo modo, la tierra ruge por su fricción interna, sufre el empeño del hombre por “evolucionar” tecnológicamente sin tenerla en cuenta. Nos olvidamos del lugar en el que vivimos, nos olvidamos constantemente de que la tierra es nuestra casa, y en nuestra casa nunca se nos ocurriría soltar gases tóxicos, o tipo alguno de contaminación. Sin embargo, nuevamente la división entre el hombre y su entorno nos lleva a observar la tierra desde la lejanía, como si fuera un ente que nos sujeta en el espacio, inmóvil e inerte.

Se nos presentan así claras pistas con los movimientos de la Tierra sobre su semejanza con los movimientos de nuestras mentes. El terremoto es una fricción de placas tectónicas, es división, es enfrentamiento. ¿Acaso no sucede lo mismo en nuestras vidas? Nuestros ánimos están calientes, abiertos a disputas, y calentamos también el planeta con nuestros movimientos.

En fin , que cada d ía , como meros observadores podemos comprobar más semejanzas entre el comportamiento de ambos, y es obvio que la tierra se comunica con nosotros a través de su movimiento y sus reacciones. Como comencé este artículo, creo que, en estos momentos de obvio desequilibrio, podemos tomar un mensaje positivo: “tenemos una oportunidad”, surge ante nosotros una excelente ocasión para aprender del planeta que nos cobija, para aprender de aquellos que tenemos a nuestro alrededor, para aprender a convivir como un conjunto y no como una división.

Del mismo modo, relajar el calentamiento de nuestras mentes, el terremoto de nuestros pensamientos, el volcán de nuestros impulsos más primarios, puede ser el primer paso necesario para calmar el ánimo general y devolverle por fin a la Tierra aquello que nos lleva regalando tantos años, que es la oportunidad de vivir.

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Se dice que nuestro enemigo es nuestro mejor maestro. Al estar con un maestro, podemos aprender la importancia de la paciencia, el control y la tolerancia, pero no tenemos oportunidad real de practicarla.

La verdadera práctica surge al encontrarnos con un enemigo.Dalai Lama

Vivimos como si estuviéramos rodeados de enemigos: el jefe, el compañero, los políticos, las

grandes empresas, el cajero del súper, el cliente, el profesor de nuestros hijos… etc.

Cualquiera de ellos puede activar en nosotros la pestaña que enciende la ira, con tan solo un

comentario, o una mirada atravesada, o un gesto subjetivamente impertinente. Todo depende

de cómo tengamos el día, de qué pensamientos se crucen por la cabeza, o de cuántas horas

hemos dormido la noche anterior.

EL ENEMIGO COMO MAESTRO

En definitiva, nuestro estado emocional depende de acontecimientos externos; sin

embargo, paradójicamente, son los diversos resortes internos los que se activan,

convirtiendo un día maravilloso en un día nefasto, y viceversa (lo cual es bastante más

difícil de conseguir)

¿Podemos, de alguna manera, trabajar en estabilizar esos resortes internos para que,

sean cuales sean las circunstancias externas, seamos capaces de sostener el vendaval

de emociones que se desatan con los acontecimientos?

Trabajar internamente, observar nuestro carácter, presenciar como espectador el

concierto de emociones que se producen en nosotros ante determinadas situaciones, es ya un paso muy importante. La observación clarifica, nos hace conscientes. La

observación nos hace comprender que aquello que juzgamos en otros, muchas veces,

también habita dentro de nosotros. Observarse a uno mismo es el mejor trabajo que

podemos hacer para comprender el mundo que nos rodea. Entonces el “enemigo”, al que

antes juzgábamos y criticábamos sin piedad, generando en nuestro interior una ira corrosiva perjudicial para cuerpo, mente y espíritu, se transforma en lo que realmente es:

un maestro. Observando las emociones que nos produce el otro internamente, podemos comprenderlo mejor, y podremos extraer la esencia de aprendizaje que nos traecada

encuentro.

Tomar a quien tienes delante como el maestro que teva a enseñar justamente aquello que

necesitas en ese momento, no es tarea sencilla. La mayoría no llega a comprender la importancia de este acto, pero aquellos que comprendan y trabajen, serán capaces de

transformar el mundo.

“Observarse a uno mismo es el mejor trabajo que podemos hacer para

comprender el mundo que nos rodea”

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TA Cómo salir de la repetición y la rutina

¿Cuál es el problema?

Uno de los problemas más grandes que nos enfrentamos como seres sociales, es que pasada la excitante adolescencia, tendemos a generar rutinas y a encerrarnos en la repetición, entre otras cosas, para sentirnos seguros. Pero, tarde o temprano, nos pesa el estado de desilusión, aunque nos refugiemos en el conformismo. El tedio llama a la falta de inspiración, al aburrimiento, a mirar hacia afuera, a la ansiedad, a los rencores,

y a otros muchos núcleos egóicos, o falsos yoes. Observa cómo uno de éstos atrae a los otros, como si se tratara de un sistema gravitatorio, incluso, con soles, satélites, asteroides, etc.Esta falta de visión inspiradora es de hecho una enfermedad espiritual que afecta la psicología, y también la fisiología. Por ejemplo, la rutina puede generar sedentarismo, falta de interés por el cuerpo, como también, por el cultivo de la mente.

¿Dónde se genera el problema?

Todo va de acuerdo a su dueño, dice un dicho popular. Esa vida externa monótona y repetitiva, es un reflejo de la forma de pensamiento que tenemos. Hablo ahora en

plural, porque me refiero a algo que es denominador común, el inconsciente colectivo, al que hemos adoptado como el "yo" o personalidad.

Observa cómo se repiten constantemente los mismos pensamientos en tu mente, las mismas ideas. De igual manera, puedes darte cuenta también que, funcionan como engranajes de un gran reloj que va marcando la hora de los deberes, obligaciones, y lo que se espera de cada uno de nosotros.

Propuestas

Si podemos cambiar las bases de nuestra forma de pensar, todo lo demás se da por simple añadidura, con mucho menos esfuerzo que si intentáramos cambiar aquel sistema, mirando los egos uno por uno. Al prestar atención al cuerpo, a la respiración, se abre la oportunidad de mirar el pensamiento automático sin que nos identifiquemos con él, como hacemos sin darnos cuenta. Al poder diluir los engranajes pequeños de la rutina, los grandes engranajes pierden estabilidad, hasta que se rompen.

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UNKIDO REIKIPracticamos una forma alternativa de aprender Reiki, que está basada en la propia vivencia a intuición. Así nace un proceso flexible para cada persona, y formas de

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Kotodama, cuyo significado en japonés es “el espíritu de la palabra”: aquellos sonidos que consiguen elevarnos, que nos ayudan a fijar la atención, a aquietar el

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Relajación y MantrasPosturasDanzas

Las Danzas del Universo están creadas en base a los movimientos naturales de aquello que nos rodea, aquello a lo que pertenecemos, y están inspiradas en los

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