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MÉTODOS Y TÉCNICAS DE MANEJO DE GRUPOS UNIDAD Nº I
Fundamentos de las dinámicas grupales
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Introducción
En el presente documento se abordan elementos de la unidad 1, donde se puede
destacar la apreciación de la inteligencia emocional como herramienta central para el
desarrollo del manejo y aplicación de dinámicas grupales, además del desarrollo personal e
individual.
Se plantea la definición de los elementos que componen a la inteligencia emocional,
destacando a su vez la relevancia de las habilidades comunicacionales de asertividad y
escucha empática, tanto con uno mismo, como en la interacción social con otros.
Además, se desarrolla el modelo de resolución de conflictos, que tiene de base a la
negociación -con sus respectivas etapas- de negociación, mediación y arbitraje.
Finalmente se desarrolla el concepto de trabajo en equipo desde la colaboración, como
un elemento central en las actividades que se pueden realizar en las dinámicas grupales,
destacando en todos los puntos anteriormente señalados, que el moderador o dinamista de
grupos, debe ser diestro en estas habilidades para tener mejores resultados en sus
funciones.
SEMANA 2
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Ideas Fuerza
• La inteligencia emocional destaca como una excelente herramienta para el trabajo en
dinámicas grupales por la versatilidad en su aplicación en la interacción social.
• La inteligencia emocional se define como la capacidad de reconocer nuestros propios
sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las
relaciones.
• Dentro de la inteligencia emocional se destaca el reconocimiento de las propias
emociones; la capacidad de controlar las emociones; la capacidad de motivarse uno
mismo; el reconocimiento de las emociones ajenas; y el control de las relaciones.
• El buen uso de habilidades comunicacionales es fundamental para el logro de una
interacción social positiva.
• La resolución de conflictos y el conocimiento del trabajo en equipo es muy importante
para el dinamista de grupos, debido a su utilidad práctica en situaciones de interacción
entre grupos y equipos.
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Fundamentos de las dinámicas grupales
La inteligencia emocional como herramienta para el manejo de grupos
Como se mencionó en el material de estudio N°1, la dinámica de grupos corresponde
a los elementos de carácter práctico, es decir, aquellas técnicas grupales que se aplican en
diversos ámbitos y sobre múltiples problemas de la actividad humana, con muchos
propósitos que se ajustan a los intereses del grupo y/o del moderador, ya sea en función del
aprendizaje o de una experiencia.
Lo anterior posee estrecha relación con el término “inteligencia emocional” que ha sido
ampliamente utilizado en la actualidad, el cual posee un desarrollo teórico bastante extenso,
-desde que se acuña el concepto por P. Salovey y J. Mayer en 1990- principalmente desde
los aportes del psicólogo, periodista y escritor estadounidense, Daniel Goleman.
Si bien, aún no se desarrolla en el texto la comprensión de lo que significa “inteligencia
emocional”, -ya que se verá en el siguiente apartado-, se puede desde un inicio esbozar la
gran relevancia que posee esta “habilidad” para un moderador o dinamista de grupos, debido
a la necesidad de una serie de características y competencias que son centrales para su
óptimo desempeño en los grupos.
Antes de desarrollar en profundidad los planteamientos de Daniel Goleman para su
respectivo análisis en relación con las dinámicas grupales, es posible hacer una revisión de
los conceptos que componen esta habilidad a trabajar, en primer lugar está la palabra
“inteligencia” y por otro lado el concepto “emocional”.
En el diccionario de psicología de Galimberti, U. (2002) si bien se señala que no existe
una definición unívoca de inteligencia, es posible reflejar diversas definiciones del concepto
dependiendo de la línea de pensamiento en que se basa, donde es posible reconocer 3
grupos.
1) Definiciones generales, en las que la inteligencia se ve como ese
proceso que permite al hombre o al animal dotado de estructura cerebral
evolucionada resolver nuevos problemas que implican una reestructuración de
la relación de adaptación con el ambiente;
2) Definiciones específicas, que consideran la inteligencia como un
conjunto de procesos mentales específicamente humanos que abarcan el
razonamiento lógico, la capacidad de formular valoraciones, la capacidad de
perseguir un fin incluso a largo plazo, eligiendo los medios apropiados, la
capacidad de autocorrección y autocrítica;
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3) Definiciones operativas, nacidas por la dificultad de desembocar en una
definición unívoca de inteligencia, por lo que se prefiere someter algunos
aspectos a determinados tests cuya solución define, en cada ocasión, el
comportamiento inteligente. Este tercer grupo de definiciones no se refiere a la
inteligencia en su conjunto, ni mucho menos la mide, sino que se ocupa sólo
de los aspectos previamente establecidos sobre los cuales se construyó el test.
(p. 621)
Mientras que por otro lado, la definición de emocional, considerada desde el singular
“emoción”, corresponde según el autor (ibid.) a:
Reacción afectiva intensa de aparición aguda y de breve duración,
determinada por un estímulo ambiental. Su aparición provoca una modificación
en el nivel somático, vegetativo y psíquico. Las reacciones fisiológicas ante una
situación emocionante afectan las funciones vegetativas como la circulación,
respiración, digestión y secreción, las funciones motrices con hipertensión
muscular, y las sensoriales con diferentes trastornos en la vista y el oído. Las
reacciones viscerales se manifiestan con una pérdida momentánea del control
neurovegetativo y la consiguiente incapacidad temporal de abstracción del
contexto emocional. Las reacciones expresivas interesan a la mímica facial, las
actitudes corporales, las formas habituales de comunicación. Las reacciones
psicológicas se manifiestan como reducción del control de sí, dificultad para
articular lógicamente acciones y reflexiones, disminución de las capacidades de
método y de crítica. (p. 377)
Además, es posible señalar que en la comprensión de las emociones, se debe tener en
cuenta que se trata de una experiencia multidimensional con al menos 3 sistemas de
respuesta que vienen siendo (Chóliz, M. 2005. P. 3):
• Cognitivo/subjetivo
• Conductual/expresivo
• Fisiológico/adaptativo
Por lo tanto, es fundamental reconocer que cualquier proceso psicológico -como lo es
la participación en una dinámica de grupos- conlleva una experiencia emocional de diversa
intensidad y cualidad, por lo que la reacción emocional es un fenómeno omnipresente en los
procesos psicológicos de las personas (ibid.).
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En este sentido, considerando las definiciones expuestas y dependiendo de la
conjugación que se realice sobre ellas, es posible intuir ciertas aproximaciones a lo que viene
siendo la inteligencia emocional. Se podría considerar por ejemplo, que es la capacidad de
las personas para resolver problemas que surgen de las reacciones afectivas que se
producen por diversos estímulos ambientales.
Lo anteriormente expuesto implica tener una gran consideración sobre: ¿cómo se
producen esas reacciones afectivas intensas? y ¿qué repercusiones tienen tanto en el
individuo como en el entorno?
Daniel Goleman y la inteligencia emocional
Para el presente apartado, se trabaja el desarrollo fundamentado principalmente en los
aportes del libro Inteligencia emocional de Daniel Goleman (1996), que servirá de guía para
orientar los contenidos expuestos, sin embargo, cabe destacar que se trata de una
compilación de las ideas centrales, puesto que abordar el fenómeno de la inteligencia
emocional en su totalidad -en el presente documento- no es posible, por la amplitud y
profundidad que eso requiere, pero de todas formas se abordarán los elementos
fundamentales que son necesarios para los objetivos del curso.
En el inicio, el autor (ibid.) destaca el papel de las emociones como un elemento central
en el ser humano, señalando que éstas permiten afrontar situaciones complicadas, que no
podrían ser resueltas exclusivamente con las capacidades del intelecto, las emociones nos
sitúan de un modo para la acción, y cada emoción nos señala una forma de afrontar cada
escenario en función de lo que en el pasado ha resultado adecuado para la resolución de las
diversidades a las que se ha sometido la existencia humana. (p. 12-13)
Por otro lado, cualquier comprensión del ser humano donde se disminuya la influencia
o el poder de las emociones, estará sesgada en su visión, puesto que la ciencia ha
demostrado diversas pruebas que sitúan a las emociones como parte central en nuestras
vidas, inclusive, el termino -homo sapiens- (especie pensante) podría estar errada en su
conceptualización, puesto que es sabido desde la experiencia propia de los humanos, que
nuestras decisiones y acciones dependen del pensamiento y muchas más veces de los
sentimientos. Se ha otorgado un valor exacerbado a los elementos puramente racionales,
(intelecto – CI -coeficiente intelectual-), pero, para bien o para mal, en los momentos en que
las personas son arrastradas por las emociones, la inteligencia se ve desbordada. (p. 13)
En la misma línea, se plantea que todas las emociones son impulsos que nos motivan
a un actuar, de forma automática en base a la evolución, en este sentido, cabe destacar que
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la etimología de emoción proviene del latín “movere” que significa “moverse”, además del
prefijo “e” que puede entenderse como un “movimiento hacia”. (p. 14)
Según Chóliz, M. (2005), las emociones poseen diversas funciones, las que les
confieren utilidad y permiten que las personas ejecuten de la mejor forma sus reacciones
conductuales, destacando que hasta las emociones más desagradables poseen funciones
relevantes en la adaptación social y el ajuste personal. (p. 4)
A continuación se plantean 7 emociones desarrolladas por Goleman, D. (1996) con las
respectivas reacciones fisiológicas que producen en el cuerpo de la persona que está
experimentando dicha emoción. (p. 15):
Enojo: Aumenta el flujo sanguíneo a las manos, haciendo más fácil empuñar un arma
o golpear, también aumenta el ritmo cardiaco y la tasa de hormonas como la adrenalina,
generando gran cantidad de energía que es necesaria para realizar acciones vigorosas.
Miedo: La sangre se retira del rostro, -lo que permite explicar la palidez y la sensación
de quedarse helado-, y fluye a la musculatura esquelética larga -como las piernas-,
favoreciendo el escape o la huida de una situación. Al mismo tiempo, el cuerpo pareciera
paralizarse, aunque sea por pequeños instantes. También se desencadena una respuesta
hormonal por las conexiones nerviosas de los centros emocionales en el cerebro, las que
llevan al cuerpo a un estado de alerta general, generando inquietud y una predisposición a
la acción, mientras que la atención se centra en la amenaza inmediata con el fin de evaluar
la mejor respuesta.
Felicidad: Consiste en el aumento en la actividad de un centro cerebral que se encarga
de inhibir los sentimientos negativos y aquietar los estados que generan una preocupación,
al mismo tiempo que aumenta el caudal de energía disponible. En este caso, no hay un
cambio fisiológico particular, salvo, una sensación de tranquilidad que hace que el cuerpo se
recupere más rápidamente de la excitación biológica que provocan las emociones
perturbadoras. Esta condición proporciona al cuerpo un reposo, entusiasmo y disponibilidad
para el afrontamiento de cualquier tarea que se esté llevando a cabo, y fomenta también la
consecución de una amplia variedad de objetivos.
Amor: Aquí los sentimientos de ternura y la satisfacción sexual, activan el sistema
nervioso parasimpático -el opuesto fisiológico de la huida-lucha, que se corresponde al miedo
y la ira-. Esta reacción parasimpática genera un conjunto de reacciones que impactan a todo
el cuerpo, llenando de calma y satisfacción a la persona, favoreciendo su convivencia.
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Sorpresa: Se produce un arqueo en las cejas, lo que aumenta el campo visual,
permitiendo que penetre mayor cantidad de luz en la retina, lo que proporciona más
información sobre el acontecimiento que generó la sorpresa, lo que a su vez, facilita el
descubrimiento de lo que ocurre, permitiendo elaborar un plan de acción adecuado.
Disgusto: Produce un gesto que parece ser universal, el cual transmite un mensaje
que expresa la sensación de que algo resulta -literal o metafóricamente- repulsivo para el
gusto o el olfato. Se trata de un acto que busca cerrar las fosas nasales para evitar un olor
nauseabundo o para expulsar un alimento tóxico.
Tristeza: Permite ayudar a las personas a asimilar la pérdida irreparable -como el
fallecimiento de algún ser querido o un gran desengaño-. Provoca la disminución de energía
y del entusiasmo por actividades vitales -especialmente el placer y la diversión- y cuando
más se profundiza su intensidad, más se acerca a la depresión, disminuyendo más el
metabolismo corporal. Dichas reacciones permiten llorar una pérdida o una esperanza
frustrada, sopesas sus consecuencias y planificar, puesto que cuando se logra retornar la
energía, se puede lograr un nuevo comienzo.
Así podemos notar que estas predisposiciones biológicas a la acción, son modeladas
en función de las experiencias de vida y por el medio cultural en el que cada persona está
inserta, permitiendo entender que si bien, el fallecimiento de un ser querido de forma
universal provoca tristeza y aflicción, no todas las personas expresaran esa emoción del
mismo modo, ya que esto depende de la cultura, la personalidad, la cercanía con la persona,
etc.
Según Reeve, 1994 en Chóliz, M. (2005) las funciones principales de las emociones
son: Funciones adaptativas; Funciones sociales; Funciones motivacionales.
Las funciones adaptativas
Esta función prepara al organismo para ejecutar de forma eficaz la conducta exigida
por las condiciones del ambiente, lo que moviliza la energía necesaria para ello, mientras
que a su vez, dirige la conducta hacia un objetivo determinado.
Según Plutchik, 1980, en Chóliz, M. (2005), se destacan ocho funciones principales de
las emociones, abogando por establecer un lenguaje que es funcional que permite identificar
cada una de las reacciones junto a su función adaptativa, por lo tanto, es posible graficar la
correspondencia entre emoción y su función en el siguiente cuadro (p. 4):
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Lenguaje subjetivo Lenguaje funcional
Miedo Protección
Ira Destrucción
Alegría Reproducción
Tristeza Reintegración
Confianza Afiliación
Asco Rechazo
Anticipación Exploración
Sorpresa Exploración
Fuente: Plutchik 1980, en Chóliz, M. (2005). Psicología de la emoción, el proceso
emocional. (p. 5)
La relevancia de las emociones como mecanismo adaptativo, ya había sido
desarrollado por Darwin (1872/1984), argumentando que la emoción sirve para facilitar una
conducta apropiada, en función de la adaptación (p. 5).
Las funciones sociales
Como una de las grandes funciones de las emociones es preparar la conducta
apropiada, la forma en cómo se expresan las emociones, permitirá a los demás predecir el
comportamiento asociado a estas mismas expresiones, lo que posee un indudable valor en
las relaciones interpersonales. Dentro de las funciones sociales se pueden destacar la
facilitación de la interacción social, el control de la conducta de los demás, la comunicación
de estados afectivos, promoción de la conducta psicosocial, etc.
Emociones como la felicidad fortalecen los vínculos sociales y relaciones
interpersonales, mientras que la ira puede generar respuestas de evitación o confrontación,
por lo tanto, en cualquier caso la expresión de las emociones se puede considerar como una
serie de estímulos que facilitan la interacción social.
En los casos en que se reprime una emoción, esto tendrá una gran relevancia en la
función social, ya que de forma adaptativa, es necesario inhibir ciertas reacciones
emocionales que puedan alterar las relaciones entre las personas o afectar la estructura o
funcionamiento de grupos, organizaciones o sistemas. También se puede destacar que en
algunos casos, la expresión de emociones puede inducir en otros conductas altruistas o
positivas, mientras que en ciertos casos, la inhibición puede producir malentendidos y
reacciones indeseables, que no hubiesen ocurrido en el caso de que los demás si hubiesen
conocido el estado emocional en que se encontraba la persona. (p. 6)
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Las funciones motivacionales
Para la descripción de estas funciones se cita lo señalado por Chóliz, M. (2005) quien plantea lo siguiente:
La relación entre emoción y motivación es íntima, ya que se trata de una
experiencia presente en cualquier tipo de actividad que posee las dos principales
características de la conducta motivada, dirección e intensidad. La emoción
energiza la conducta motivada. Una conducta "cargada" emocionalmente se
realiza de forma más vigorosa. Como hemos comentado, la emoción tiene la
función adaptativa de facilitar la ejecución eficaz de la conducta necesaria en
cada exigencia. Así, la cólera facilita las reacciones defensivas, la alegría la
atracción interpersonal, la sorpresa la atención ante estímulos novedosos, etc.
Por otro lado, dirige la conducta, en el sentido que facilita el acercamiento o la
evitación del objetivo de la conducta motivada en función de las características
alguedónicas de la emoción. (…) La relación entre motivación y emoción no se
limitan al hecho de que en toda conducta motivada se producen reacciones
emocionales, sino que una emoción puede determinar la aparición de la propia
conducta motivada, dirigirla hacia determinado objetivo y hacer que se ejecute
con intensidad. Podemos decir que toda conducta motivada produce una
reacción emocional y a su vez la emoción facilita la aparición de unas conductas
motivadas y no otras. (p. 6)
De vuelta a los postulados de Goleman, tomando en consideración uno de sus relatos,
donde plantea que tuvo un compañero de clase que obtuvo excelentes puntuaciones en
diversas pruebas de rendimiento académico, pero que sin embargo, demoró bastante tiempo
en lograr graduarse, debido a que pasaba la mayor parte del tiempo tumbado, durmiendo
tarde, y sin asistir a clases. De este relato se puede destacar que el CI no es suficiente para
explicar el desarrollo de una persona que cuenta con educación, perspectiva y oportunidades
similares, en este sentido, el autor señala que muchos estudiantes de una prestigiosa
universidad -con excelentes calificaciones-, no alcanzaron un éxito laboral significativamente
superior sobre sueldo, productividad o desarrollo profesional, que los compañeros que
habían alcanzado calificaciones inferiores, lo que reafirma la noción de que el componente
CI no es el único factor central en el desarrollo personal y profesional (p. 36).
Goleman (1996), define la inteligencia emocional como la capacidad de reconocer
nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar
adecuadamente las relaciones. Lo que implica la capacidad para la auto-reflexion, en el
sentido de identificar las propias emociones y regularlas, y también la habilidad para
reconocer lo que los demás están pensando y sintiendo, donde destacan las habilidades
sociales, como empatía, asertividad, etc.
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En un punto del texto, el autor (ibid.) destaca la relación entre “inteligencia emocional”
e “inteligencia personal” como sinónimos, en términos de que efectivamente la inteligencia
emocional implica una inteligencia en sí misma “personal”, por lo que, desde este punto es
posible adentrarse a una definición de las inteligencias personales o emocionales (p. 43).
Según Salovey en Goleman, D. (1996) es posible organizar las inteligencias
personales, hasta el punto de abarcar cinco competencias principales, las que se detallan a
continuación:
Inteligencia personal o emocional
El conocimiento de las propias emociones: El conocimiento de uno mismo, es decir,
la capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece, constituye
la piedra angular de la inteligencia emocional. La capacidad de seguir momento a momento
nuestros sentimientos resulta crucial para la introvisión psicológica y para la comprensión de
uno mismo. Por otro lado, la incapacidad de percibir nuestros verdaderos sentimientos nos
deja completamente a su merced. Las personas que tienen una mayor certeza de sus
emociones suelen dirigir mejor sus vidas, ya que tienen un conocimiento seguro de cuáles
son sus sentimientos reales, por ejemplo, a la hora de decidir con quién casarse o qué
profesión elegir. (ibid. p. 44)
La capacidad de controlar las emociones: La conciencia de uno mismo es una
habilidad básica que nos permite controlar nuestros sentimientos y adecuarlos al momento.
La capacidad de tranquilizarse a uno mismo, de desembarazarse de la ansiedad, de la
tristeza, de la irritabilidad exageradas y de las consecuencias que acarrea su ausencia. Las
personas que carecen de esta habilidad tienen que batallar constantemente con las
tensiones desagradables mientras que, por el contrario, quienes destacan en el ejercicio de
esta capacidad se recuperan mucho más rápidamente de los reveses y contratiempos de la
vida. (ibid. p. 44)
La capacidad de motivarse uno mismo: El control de la vida emocional y su
subordinación a un objetivo, resulta esencial para espolear y mantener la atención, la
motivación y la creatividad. El autocontrol emocional -la capacidad de demorar la gratificación
y sofocar la impulsividad- constituye un imponderable que subyace a todo logro. Y si somos
capaces de sumergirnos en el estado de “flujo” estaremos más capacitados para lograr
resultados sobresalientes en cualquier área de la vida. Las personas que tienen esta
habilidad suelen ser más productivas y eficaces en todas las empresas que acometen. (ibid.
p. 44)
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El reconocimiento de las emociones ajenas: La empatía, otra capacidad que asienta
en la conciencia emocional de uno mismo, constituye la “habilidad popular” fundamental. Es
importante considerar el coste social de la falta de armonía emocional y las razones por las
cuales la empatía puede prender la llama del altruismo. Las personas empáticas suelen
sintonizar con las señales sociales sutiles que indican qué necesitan o qué quieren los demás
y esta capacidad las hace más aptas para el desempeño de vocaciones tales como las
profesiones sanitarias, la docencia, las ventas y la dirección de empresas. (ibid. p. 44)
El control de las relaciones: El arte de las relaciones se basa, en buena medida, en
la habilidad para relacionarnos adecuadamente con las emociones ajenas. Estas son las
habilidades que subyacen a la popularidad, el liderazgo y la eficacia interpersonal. Las
personas que sobresalen en este tipo de habilidades suelen ser auténticas “estrellas” que
tienen éxito en todas las actividades vinculadas a la relación interpersonal. (ibid. p. 44)
Con lo expuesto anteriormente, se debe destacar que no todas las personas poseen el
mismo nivel de dominio en cada uno de los puntos señalados anteriormente, hay quienes
son sumamente diestros en el control de la propia ansiedad, pero son incapaces de
apaciguar los trastornos emocionales ajenos, sin embargo, existe una esperanza positiva,
que refiere a la posibilidad de desarrollar la habilidad emocional, al punto de lograr dominar
diversas de las habilidades señaladas anteriormente, en función de un conjunto de hábitos y
reacciones que se pueden mejorar con el esfuerzo adecuado. (ibid. p. 44-45)
También se debe destacar que el CI y la inteligencia emocional, no son precisamente
conceptos que se contraponen, sino que, más bien son diferentes. Cada persona posee una
combinación particular entre el CI y las emociones, hay quienes tienen un elevado CI y un
elevado dominio y conocimiento de sus emociones, mientras que hay otros que poseen CI
normal y un elevado dominio y conocimiento de sus emociones, como también los hay
quienes poseen un alto CI y nulo dominio y conocimiento de sus emociones, etc. (ibid. p. 45)
A continuación, es posible hacer una aproximación a ciertas orientaciones que permiten
observar a grandes rasgos, cómo se podría percibir la inteligencia emocional en hombres y
mujeres.
Los hombres que poseen un elevado CI, suelen tener características ligadas a intereses
y habilidades intelectuales, a lo que suman ciertas tendencias a la ambición, la producción,
son predecibles, tenaces y reparan poco en sus necesidades, suelen ser críticos,
condescendientes, aprensivos, inhibidos e incluso pueden sentirse incómodos con la
sexualidad y las experiencias sensoriales en general, no son tan expresivos, y pueden ser
emocionalmente fríos y tranquilos. (ibid. p. 45)
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Por el contrario, los hombres que poseen una elevada inteligencia emocional, suelen
ser más equilibrados en lo social, extravertidos, alegres y poco tímidos. Tienden a demostrar
una notable capacidad para comprometerse con causas y con las personas, adoptan
responsabilidades y mantienen una visión ética de la vida, son afables y cariñosos en sus
relaciones. Sus vidas emocionales son ricas y apropiadas, por lo que se sienten a gusto con
ellos mismos, con sus semejantes y con el entorno social en el que viven. (ibid. p. 45)
Las mujeres con un elevado CI, tienden a manifestar una gran confianza intelectual,
siendo capaces de expresar claramente sus pensamientos, valoran los elementos teóricos y
presentan un amplio repertorio de intereses estéticos e intelectuales. También suelen ser
introspectivas, con predisposición a la ansiedad, la preocupación y la culpabilidad,
mostrándose poco dispuestas a expresar de forma pública su enfado. (ibid. p. 45)
Mientras que las mujeres emocionalmente inteligentes, suelen ser enérgicas, con la
tendencia a expresar sus sentimientos, también poseen una visión positiva de sí mismas y
para ellas la vida siempre tiene sentido. Similar a lo que ocurre con los hombres, también
son abiertas y sociables, expresando sus sentimientos adecuadamente, y soportan la
tensión. Su equilibrio en el ámbito social les permite hacer nuevas amistades y se sienten lo
bastante a gusto consigo mismas, como para mostrarse alegres, espontáneas y abiertas a
las experiencias sensuales, suelen no sentirse ansiosas o culpables, y sin ahogarse en
preocupaciones. (ibid. p. 46)
De todas formas, se debe destacar que las características señaladas anteriormente son
muy reduccionistas, puesto que cada persona es el resultado de una combinación extensa
de diversas proporciones de CI, inteligencia emocional, personalidad, etc. Pero de todas
formas, resulta bastante ilustrador poder identificar este tipo de aptitudes específicas que se
pueden observar en ambas dimensiones (ibid. p. 46)
También es posible destacar que existen diversos estilos de personas, con respecto a
la forma en que atienen o tratan sus emociones, según Mayer en Goleman, D. (1996) es
posible encontrar los siguientes 3 tipos:
La persona consciente de sí misma: Son aquellas personas que son conscientes de
sus estados de ánimo, mientras los expresan van gozando de una vida emocional más
desarrollada, poseen claridad emocional que impregna su personalidad, por lo tanto, son
autónomos y seguros de sus propias fronteras, cuando estas personas caen en un estado
de ánimo negativo, no se obsesionan con ello, por lo tanto, logran salir rápidamente de ese
estado, su atención les ayuda a manejar sus emociones. (p. 48)
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Las personas atrapadas en sus emociones: Son personas que suelen sentirse
desbordadas por sus emociones, puesto que se sienten incapaces de escapar de ellas, lo
que los lleva a una sensación de esclavitud sobre sus estados de ánimo. Suelen ser muy
volubles y no muy conscientes de sus sentimientos, lo que en base a su falta de perspectiva,
los lleva a sentirse abrumados y perdidos en las emociones, lo que trae como consecuencia
que se sienten incapaces de controlar su vida emocional, y no intentan escapar de los
estados de ánimo negativos. (p. 48)
Las personas que aceptan resignadamente sus emociones: Son personas que
pueden percibir con claridad lo que sienten, pero también aceptan pasivamente sus estados
de ánimo, por lo que no tratan de cambiarlos, en este caso, se podría señalar la existencia
de dos tipos de aceptados, por un lado, aquellos que suelen estar de buen humor y se hallan
poco motivados para cambiar su estado de ánimo, y por otro lado, aquellos que pese a su
claridad, son susceptibles a los estados de ánimo negativos, aceptándolos con una actitud
que los lleva a no intentar cambiarlos a pesar de la molestia que generan, como suele
suceder en las personas deprimidas que se resignan a la situación que los tiene así. (p. 49)
Con respecto a la práctica o la implementación de la inteligencia emocional, es posible
señalar que para que las diversas estrategias que uno pueda emplear sean útiles en
momentos emocionalmente críticos, deben estar grabadas en nuestro repertorio
mental/conductual. El hecho es que nuestro cerebro emocional tiende a reaccionar de
manera automática con aquellas respuestas emocionales que aprendimos a lo largo de
nuestra vida en los repetidos momentos de enfado y de sufrimiento emocional, de modo que
terminan dominando todo nuestro panorama mental. La memoria y la reactividad están
relacionadas a las emociones y es por eso que en los momentos emocionalmente críticos,
resulta más difícil evocar respuestas ligadas a las situaciones de calma. De este modo, si no
nos familiarizamos y entrenamos en dar respuestas emocionales positivas, resultará difícil
llegar a evocarlas cuando estemos alterados. (Goleman, D. p. 129)
Además, el adiestramiento en respuestas emocionales positivas, permite la posibilidad
de hacerlas automáticas, lo que proporciona la oportunidad de recurrir a estas en medio de
una crisis emocional. Por ello, si se busca que las estrategias de inteligencia emocional
surjan de forma espontánea -o que al menos no se demoren demasiado en aparecer-, y que
formen parte del repertorio emocional personal, será necesario ensayar y practicar dichas
emociones en los momentos de tranquilidad y también en los momentos de crisis como una
discusión, de este modo será posible contribuir a la forja de la inteligencia emocional. (ibid.)
A continuación, se muestra una viñeta que se plantea en el texto de Goleman, D. (1996)
que permite ilustrar de buena forma la aplicación de una parte de la inteligencia emocional.
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Según cuenta un viejo relato japonés, en cierta ocasión, un belicoso
samurái desafió a un anciano maestro zen a que le explicara los conceptos de
cielo e infierno. Pero el monje replicó con desprecio:
- ¡No eres más que un patán y no puedo malgastar mi tiempo con tus
tonterías!
El samurái, herido en su honor, montó en cólera y, desenvainando la
espada, exclamó:
-Tu impertinencia te costará la vida.
-¡Eso -replicó entonces el maestro- es el infierno!
Conmovido por la exactitud de las palabras del maestro sobre la cólera que
le estaba atenazando, el samurái se calmó, envainó la espada y se postró ante
él, agradecido.
-¡Y eso -concluyó entonces el maestro-, eso es el cielo!
La súbita caída en cuenta del samurái de su propio desasosiego ilustra a la
perfección la diferencia crucial existente entre permanecer atrapado por un
sentimiento y darse cuenta de que uno está siendo arrastrado por él. La
enseñanza de Sócrates “conócete a ti mismo” -darse cuenta de los propios
sentimientos en el mismo momento en que éstos tienen lugar- constituye la
piedra angular de la inteligencia emocional.
Fuente: Goleman, D. (1996). Inteligencia emocional. (p. 47)
En vista de lo expuesto sobre la inteligencia emocional, y en base al reconocimiento de
que cualquier dinámica grupal, de por sí implica un proceso psicológico individual-grupal o
colectivo, es posible señalar la importancia de que un moderador desarrolle en su mejor
potencial las habilidades de la inteligencia emocional, puesto que sirven de sustento para
trabajar con los grupos, logrando una buena convivencia, un clima de respeto y cohesión,
centrados en la confianza y la apertura a la experiencia y aprendizaje de cada dinámica.
A continuación, se desarrollan algunas habilidades que son sumamente relevantes para
un moderador o dinamista de grupos, y que a su vez, contribuyen a un desarrollo de la
inteligencia emocional del individuo.
Habilidades comunicacionales
Antes de adentrarse a la definición de la comunican y la comprensión de las habilidades
que de ella se desprenden, es relevante destacar que la comunicación está indudablemente
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relacionada a elementos de la cultura, los que permiten comprender de forma contextual el
contenido de los signos o símbolos que se expresan.
Una de las primeras definiciones que surge del concepto de comunicación, es aquella
que señala que proviene de la tradición judeocristiana, que implica “compartir” o “comulgar”,
es decir, la idea de unión o de estar juntos, de la capacidad de encontrarse con el otro,
aunque dicha definición -con el paso del tiempo- fue variando en función de los cambios que
sufrieron las diversas sociedades, considerando también lo que era correcto y lo que no,
dentro de cada grupo social. (Pedranti, G. et al, 2012. p. 41)
Posteriormente, en el siglo XX, se elaboraron múltiples definiciones del concepto de
comunicación, donde se incluyen aspectos como la transmisión de información, hasta la
construcción de sentidos. Para comenzar a introducir el concepto, se puede tomar una
definición más tradicional que propone a la comunicación, como un proceso en virtud del cual
A envía un mensaje a B, lo que provoca un efecto en este -algunos autores señalan que el
efecto se produce en ambos al momento de enviar el mensaje-. Esta definición permite el
surgimiento del modelo de Harold Lasswell en 1948, que se resume en la siguiente pregunta:
“¿Quién dice qué, en qué canal, a quién y qué efecto le produce?”. Sin embargo, la
comunicación no es un fenómeno tan simple como la mera transmisión de información,
inclusive, con la diversidad de cambios que existen en el siglo XXI, dicha definición no
alcanza para considerar todos los elementos de la comunicación. (ibid. p. 41-42)
Según Ackerman, S. et al (2012), Kurt Lewin conceptualizó a la comunicación como un
enmarañado sistema de acciones y vinculaciones personales, interactivas y grupales, a
través del cual un sujeto transmite un mensaje a otro y éste a su vez responde, lo que provoca
un movimiento circular y continuo. (p. 9)
Independientemente de la definición textual que se utilice para comprender el fenómeno
de la comunicación, es normal encontrar un punto en común que se refiere a que
indudablemente la comunicación es un proceso a través del cual las personas se vinculan
entre sí, tal como ocurre en las dinámicas de grupos.
Por lo tanto, sabiendo que las dinámicas de grupos implican necesariamente la
comunicación entre los diversos actores que componen la situación, y que además, este
fenómeno de la comunicación es vinculante entre las personas, se generará en las diversas
dinámicas, un ambiente de interacción e intercambio de mensajes con ideas, experiencias,
propuestas, acciones, etc., que deben ser bien formuladas por el emisor y también deben
ser comprendidas por los participantes para evitar malos entendidos durante la dinámica y
para lograr que se cumplan los objetivos de la misma.
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En este sentido, es que se abordan algunos elementos que son directamente
habilidades comunicacionales que favorecen el entendimiento y la transmisión de mensajes
en la comunicación, para disponer dinámicas grupales eficientes.
Asertividad: Según Ares, A. (2003) se puede definir del siguiente modo:
La conducta asertiva es una acción interpersonal en la cual siento y expreso
de manera directa, honesta y adecuada (congruente), quedándome satisfecho
(ganando autoestima) y siendo instrumental (ayuda a conseguir el objetivo.
Conducta operante) Exige libertad emocional: permiso interno para sentir y
expresar emociones “auténticas” (enfado, temor, tristeza, admiración, afecto,
comprensión, etc.). Un adecuado entrenamiento en habilidades sociales, permite
producir espontaneidad y autenticidad. (p. 6)
Según Castanyer, O. (2014) también se puede definir como: “la capacidad de
autoafirmar los propios derechos, sin dejarse manipular y sin manipular a los demás”.
Desde los planteamientos de (ibid.) con respecto a la aplicación y utilidad de la
asertividad, ésta permite a las personas en diferentes instancias sociales y/o grupales, lograr
diversos hitos como pueden ser (p. 4):
• Sabe decir “No” o mostrar su postura hacia algo.
• Sabe realizar peticiones.
• Se autoafirma
• Resuelve conflictos de forma que se respeten ambas partes.
• Reacciona con autoestima ante las críticas.
• Emite críticas de manera respetuosa y constructiva.
• Sabe expresar sus sentimientos.
• Tiende a ser menos agresivo.
• Sabe contener a otras personas.
• Permite ser asertivo con uno mismo.
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Además de lo expuesto anteriormente, se puede destacar que la asertividad es parte
de un perfil complejo que se compone de 3 dimensiones, donde es posible encontrar: La
agresividad; la asertividad; y la sumisión.
Todas las personas tienden a recorrer un continuo entre estas tres dimensiones a lo
largo de los días, dependiendo del contexto y las personas con quienes se encuentran, un
jefe por ejemplo podría hacer que el empleado se muestre más sumiso, mientras que un
diálogo con un amigo o familiar podría promover más asertividad, sin embargo, existen
ciertos “patrones de conducta” que son una especie de tendencias a responder a una forma
u otra en ciertas situaciones. (ibid. P. 6)
Las principales características de estos patrones de conducta son:
La persona agresiva: Defiende en exceso los derechos e intereses personales, sin
tener en cuenta los de los demás. A veces no los tiene realmente en cuenta, otras carece de
habilidades para afrontar ciertas situaciones. En el momento de emitir la respuesta agresiva,
la persona parece que no está “viendo” realmente a quien tiene delante (aunque a veces
esto sucede porque no posee las suficientes habilidades empáticas como para ponerse en
el lugar del otro). Por lo tanto, es difícil que ante una respuesta agresiva, la otra persona se
sienta respetada. El agresivo se muestra casi siempre -aunque solo sea aparentemente-
como un ganador nato (o por lo menos lo intenta), mientras que el sumiso tiene la permanente
sensación de salir perdiendo en la mayoría de sus encuentros sociales. (ibid. P. 6-7)
La persona sumisa: No se respeta a sí misma ni defiende sus propios derechos. A
veces, se pone “demasiado” en el lugar del otro y se olvida de sí misma en su afán de
complacer a los demás. La sumisión está directamente relacionada con la baja autoestima.
Sin embargo, la persona sumisa no está tan alejada de la agresiva como pueda parecer.
Ambas quieren mostrar una conducta concreta para obtener del exterior algo que las refuerce
(en el caso del sumiso, afecto y valía; en el caso del agresivo, reconocimiento, poder) y
ambas tienen mucha necesidad de protegerse y no mostrar cómo se sienten realmente. La
persona sumisa difiere de la agresiva en que es más consciente de su problema, digamos
que lo sufre más. (ibid. P. 7)
La persona pasivo – agresiva: Es la tercera forma de conducta, que mezcla la
conducta sumisa y agresiva. Como está a caballo entre las conductas sumisas y agresivas,
se le llama “pasivo-agresivo” o “sumiso-agresivo”. Su principal estrategia es el chantaje
emocional, es decir, lograr que los demás le hagan favores, le refuercen, le acompañen, a
base de hacerles sentir culpables o en deuda con ellos. También pueden provocar en los
demás la sensación de “no llegar nunca”, o suscitar agresividad. (ibid. P. 7)
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De vuelta al asunto de la asertividad, es importante saber que para poder trabajarla, es
fundamental contemplarla como un conjunto de “pensamientos; sentimientos; y conductas”
que hacen sentir a la persona ser respetada y también que respeta a los demás. Estos tres
sistemas de respuesta están entrelazados entre sí, por lo que no se puede obviar ninguno
de ellos para forjar la asertividad, si cambia uno cambiarán los otros dos, por lo tanto, para
cambiar algún aspecto personal, es necesario cambiar los pensamientos, sentimientos y la
conducta. (ibid. P. 7)
Los pensamientos no asertivos son aquellos que temen o sobrevaloran la opinión de
los demás en detrimento de la propia: “van a pensar que soy un…”, “Si digo esto, me van a
rechazar…”, “Si me muestro como soy, voy a quedar mal”, etc. (ibid. P. 7)
Los sentimientos no asertivos son los que se viven cuando se supedita la propia
persona a la evaluación de los demás: inseguridad, miedo, vulnerabilidad y también excesiva
ira, desesperación, rabia. (ibid. P. 7)
Las conductas no asertivas pueden situarse en dos polos opuestos: pueden ser
conductas sumisas, que son todas aquellas que supeditan al otro, como callarse, seguir el
juego de las otras personas, sobreadaptarse a los deseos de la otra persona; o conductas
agresivas, como son faltar el respeto, imponer o abusar. (ibid. P. 8)
Los pensamientos asertivos pueden ser: “tengo derecho a quejarme y me quejaré”, “No
estoy de acuerdo con esto, aunque todos piensen de forma distinta”, “Entiendo que se sienta
así, pero yo lo siento de otra manera”. (ibid. P. 8)
Los sentimientos asertivos son muy parecidos a los que se tienen cuando hay
autoestima alta: seguridad, coherencia, paz interior. (ibid. P. 8)
Las conductas asertivas son todas las que reflejan el respeto hacia sí mismo, igual que
hacia los demás: expresar una opinión, aunque ésta sea impopular; saber decir “No” sin
agredir al otro; discrepar o discutir, mostrando respeto a los demás, etc. (ibid. P. 8)
Además de esto, la autora (ibid.) destaca que en las conductas, los componentes no
verbales poseen la misma importancia que los elementos verbales (p. 8). Por lo tanto, es
muy importante que un moderador o dinamista de grupos reconozca los siguientes elementos
y los trabaje.
• La mirada: Las personas asertivas miran más mientras hablan que las personas
sumisas, y con menor intensidad que las personas agresivas.
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• La expresión facial: La persona asertiva adopta una expresión facial que está de
acuerdo con el mensaje que quiere transmitir.
• La postura corporal: La persona asertiva adopta por lo general una postura cercana y
erguida, mirando de frente a la otra persona.
• Los gestos: La persona asertiva muestra desinhibición y naturalidad. Sugieren
franqueza, seguridad en uno mismo y espontaneidad.
• Los componentes lingüísticos: En este punto se consideran elementos como el
volumen, el tono, la fluidez y la velocidad. Las personas asertivas sitúan en un término
medio: ni muy elevados ni muy inhibidos, acordes a la situación y respetando a la
persona.
Escucha empática: Según Goleman, es escuchar con intención de comprender los
sentimientos y perspectivas de los demás, lo que le otorga una gran importancia sobre la
empatía. Permite abrir espacios de cercanía y relación, hacer sentir cómodo al otro. Habla
bien de lo propio, mientras que mejora el autoestima. También genera mejores relaciones
interpersonales.
Según Covey (1997) se pueden distinguir distintos niveles de escucha:
Ausente Ignora al otro, no lo escucha.
Fingida Solo simula escuchar.
Selectiva Escucha solo ciertas partes (enfocado en el interés personal).
Activa Pone atención al otro, pero sin la intención de comprender.
Empática Escucha para comprender al otro. Implica: aceptar al otro como legítimo
otro.
Negociación y resolución de conflictos
El conflicto es un concepto que al igual que varios de los elementos que se han
trabajado en el material, posee diversas definiciones, sin embargo, pese a que suele
observarse el conflicto como un elemento negativo, es posible atribuirle características
positivas que lo transforman en un elemento proactivo que permite cambios favorables y
posibles resoluciones de sí mismo.
Según Guedán, M. y Ramírez, R. (2004) se puede establecer la existencia de conflicto
en los siguientes casos:
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➢ Cuando personas, grupos u organizaciones económicas, políticas, sociales
o culturales persiguen objetivos opuestos, de manera competitiva en un
mismo espacio, tiempo o lugar, defendiendo sus valores o queriendo
imponer sus opiniones sobre el resto.
➢ Cuando dos o más partes perciben que, parcial o totalmente, tienen
intereses divergentes o metas mutuamente incompatibles, produciéndose
así una discordancia entre sus conductas, percepciones, objetivos y/u o
afectos.
➢ Cuando dos o más instancias (personas, etnias, partidos políticos, grupos
o países) perciben como incompatibles sus intereses, valores o conductas.
Estas situaciones de desavenencia producidas en los ámbitos familiar,
educativo, laboral, intergubernamental, interregional, etc., pueden
percibirse como un asunto indeseable o como una oportunidad de cambio.
➢ Cuando existe una confrontación de intereses, percepciones o actitudes
entre dos o más partes. (p. 16)
Con respecto a la resolución de conflictos, existen diversas técnicas o estrategias para
que esto ocurra de forma satisfactoria, sin embargo, en base a la propuesta de (ibid.) es
posible distinguir 3 fases, que vendrían siendo: negociación, mediación y arbitraje.
En la negociación se utilizan herramientas cognitivas y de acción, que tienen por
objetivo generar acuerdos sobre un conflicto de intereses. En este punto, es relevante
considerar el contexto, el entorno y el tiempo, ya que se trata de un fenómeno complejo de
abordar, por lo tanto, para tener una estructura mínima para la negociación se debe
considerar tanto el lenguaje verbal como no verbal, así como importa el ¿qué?, ¿por qué?,
¿cómo?, ¿quién?; también importa el lenguaje corporal, los movimientos, la distancia entre
las personas, los silencios, la mirada y los distintos tipos de contacto físico. (ibid. P. 35-36)
También es posible destacar que un buen negociador, llevará a cabo las siguientes
etapas, para la resolución de conflictos, las que vienen siendo:
Planificación: es importante definir la estrategia a utilizar, qué se espera lograr, cómo,
etc.;
Ejecución: Luego de la planificación es necesario su implementación para observar su
resultado;
Verificación: El negociador debe evaluar si hay avances, retrocesos o estancamientos
en la negociación;
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Ajuste: Se debe considerar si hay elementos que modificar o cambiar;
Firma de acuerdo: se llega a la resolución de conflicto con un acuerdo -idealmente por
escrito- que garantiza y otorga validez al proceso y a la negociación. (p. 38-39)
Esta orientación es muy importante para un moderador o dinamista de grupos, ya que
el conflicto es un fenómeno que puede surgir en cualquier instancia social -como se
mencionó en la definición-, por lo tanto, el moderador deberá tener el conocimiento y las
herramientas para poder trabajar el conflicto y resolverlo de forma positiva para un correcto
desarrollo del grupo y de las dinámicas.
Colaboración y trabajo en equipo
Por último, considerando los elementos ambientales y contextuales de las dinámicas
de grupos, donde es posible encontrar elementos como el espacio físico, la cantidad de
participantes, los propósitos u objetivos de la dinámica, etc., cobra especial relevancia el
desarrollo de la habilidad del trabajo en equipo, ya que será una herramienta muy poderosa
si se utiliza de buena manera. En este sentido, se convierte en una excelente opción a la
hora de trabajar dinámicas grupales con muchos participantes, ya que el trabajo en equipo
permite la participación de todos los individuos, logrando su involucramiento en la dinámica
y en la experiencia de aprendizaje.
Con respecto al concepto de trabajo en equipo, según el Manual trabajo en equipo, de
Colectivo de autores (2011), es posible definir el trabajo en equipo del siguiente modo:
Trabajar en equipo implica trabajar colaborando con otras personas que
forman parte de ese equipo de trabajo, es decir, ese conjunto de personas que
forman el equipo. Además implica realizar el trabajo comprometiéndose con los
miembros del equipo. Desarrollar la tarea existiendo liderazgo, armonía,
responsabilidad, creatividad, organización, cooperación entre quienes participan
en ese equipo de trabajo. El trabajo en equipo requiere que los miembros que
formen parte de él tengan las mismas metas y objetivos para llevar a cabo la
tarea encomendada. (p. 10)
En este sentido, según los autores (ibid.) es posible destacar ciertas etapas en el
desarrollo de un equipo, las que vendrían siendo (p. 11):
• Etapa de constitución: Donde se reúnen los miembros del equipo para que juntos
puedan establecer una amistad y que además puedan discutir sus expectativas.
• Etapa de tormenta: Aquí los miembros comienzan a expresar sus diferencias acerca de
los objetivos y procedimientos del equipo.
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• Etapa de normalización: Se resuelven los conflictos y se llega a un acuerdo de los
objetivos y valores que movilizaran al equipo.
• Etapa de desempeño: Cada integrante realiza las tareas y funciones que tiene en el
equipo.
• Etapa de suspensión: Se completa el trabajo y se disuelve el equipo hasta que sea
necesario volver a conformarlo.
En todas las etapas señaladas anteriormente, el rol del moderador de la dinámica para
el trabajo de equipos será fundamental, puesto que debe proveer el espacio y el ambiente
para que los miembros se conozcan y puedan dialogar de las expectativas; debe generar la
apertura para que puedan expresar sus ideas, lo que provocará el surgimiento de
discrepancias, sin embargo, también deberá desarrollar un espacio de acuerdo, compromiso
y resolución sobre las diferencias para seguir avanzando; posteriormente se comenzarán a
desarrollar las actividades y funciones que se hayan establecido en función de la dinámica y
finalmente se podrá hacer un cierre de la sesión para observar los resultados y los logros de
la instancia.
Se puede destacar a su vez la posibilidad de distinguir los roles en el equipo de trabajo,
donde es posible encontrar al menos los siguientes dos roles: El facilitador de tareas y el
creador de relaciones.
El facilitador de tareas prioriza ayudar al grupo a la consecución de objetivos y tareas,
desempeñando su rol desde la dirección, buscando y entregando información, coordinando
y encausando las ideas (ibid. P. 11).
El creador de relaciones se enfoca en mantener la armonía en el equipo a través del
apoyo a los miembros, mitigando las tensiones, motivando y entusiasmando al equipo,
mientras que facilita las interacciones entre los individuos (ibid. P. 12).
El moderador debe saber identificar estos roles en los equipos donde se desempeña,
puesto que servirán de apoyo para sus funciones y para el desarrollo óptimo de las dinámicas
que se trabajen con el equipo.
Finalmente, se pueden considerar algunas ventajas que emergen del trabajo en equipo,
donde es posible destacar elementos positivos como: (ibid. P. 12-13)
• Crear un espíritu de grupo.
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• Incrementa la flexibilidad.
• Aprovecha la diversidad de las capacidades de los integrantes.
• Incrementa el rendimiento.
• Aumenta la motivación.
• Otorga mayor compromiso.
• Conduce a mejores ideas y decisiones.
• Produce resultados de mayor calidad.
• Desarrolla relaciones interpersonales.
• Incrementa la creatividad.
• Aumenta el nivel de productividad individual y grupal.
• Entre otros.
De todas formas, se debe destacar que los beneficios del trabajo en equipo dependen
de una serie de factores que pueden aumentar o disminuir estos niveles de eficiencia y que
dependen de las condiciones ambientales y contextuales, por lo que no todas las dinámicas
que se trabajen con el mismo enfoque tendrán los mismos resultados, sin embargo, en la
próxima unidad: psicología de grupos, se aborda el rol del facilitador o moderador, que
permitirá reconocer esas características y habilidades que debe poseer y desarrollar un
dinamista de grupos para tener mejores resultados.
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Conclusión
A modo de conclusión sobre lo expuesto en el texto, se puede destacar que antes de
adentrarse en la comprensión de técnicas y modelos de aplicación para dinámicas grupales,
es necesario disponer de un repertorio de habilidades personales que son centrales para una
correcta aplicación de las técnicas de trabajo grupal.
Por lo tanto, es posible señalar que la inteligencia emocional se sostiene como un pilar
básico para el desarrollo de un moderador de instancias grupales, puesto que le permite a
éste, reconocer aquellos elementos que se ponen en tensión en las instancias sociales,
generando la posibilidad de planificar e intervenir los elementos que se tornan complejos de
abordar.
También se puede destacar la importancia de las habilidades comunicacionales, de
asertividad y escucha empática, en conjunto con la resolución de conflictos y el trabajo en
equipo, como elementos que son necesarios de conocer al momento de plantearse frente a
un grupo de trabajo, para fomentar la consecución de los objetivos y metas que se hayan
establecido para dicha sesión o sesiones.
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