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Unidad 1. Revolución Científica

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Período que va de finales del s. XVI a principios del s. XVIII. Marca el fin de la Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna. Se produce el paso de la cosmovisión aristotélica a un paradigma heliocéntrico y mecanicista. Sus protagonista destacados fueron Copérnico, Galileo Galilei y Kepler, entre otros. En este contexto ocurre el nacimiento de la filosofía moderna, cuya figura principal fue René Descartes.

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Unidad 1. Comienzos de la Edad Moderna: Renacimiento y Revolución científica.

1.1 Contexto histórico

1453. Caída de Constantinopla: emigración a Italia de intelectuales de oriente

1473. N. Copérnico. (M.1543)

1492. Descubrimiento de América

Toma de Granada por los Reyes Católicos

1512. Miguel Ángel esculpe el Moisés

1516. Tomás Moro escribe Utopía

1517. Rebelión luterana

1543. Copérnico escribe De revolutionibus orbiu coelestium

1545. N. Giordano Bruno (M.1600)

1564. N. Galileo Galilei (M. 1642)

1575. N. Kepler (M.1630)

1596. N. Descartes (M. 1650)

1633. La Inquisición fuerza a Galileo a reconocer sus “errores” y herejías.

1642. N. Newton (M. 1727)

El período histórico del Renacimiento, llamado así porque para los pensadores y artistas de la época significó el renacer de las ciencias y las artes del mundo clásico greco-romano, puede comprenderse como el fin de la Edad Media y el nacimiento de la cultura moderna europea. En un sentido estricto abarca los siglos XV y XVI, pero ya en la segunda mitad del S.XIV comienzan a darse las primeras manifestaciones de renovación cultural (en realidad anticipadas durante toda la Baja Edad Media), y podría extenderse hasta la primera mitad del S.XVII. Durante estos tres siglos cabe destacar los siguientes procesos culturales fundamentales:

� el Renacimiento artístico (Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel Buonarrotti),

� el Humanismo literario (Tomás Moro, Erasmo de Rotterdam),

� la Reforma protestante (Lutero) y

� la Revolución Científica (Copérnico, Galileo, Kepler, Newton).

La referencia filosófica principal de este período fue el racionalismo, corriente de pensamiento que puso en cuestión el dogmatismo religioso medieval, y cuyo principal exponente, Descartes, al proponer la autonomía de la razón inauguró la filosofía moderna.

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1.2 Finalismo y mecanicismo

La física de Aristóteles, tal como ya lo vimos en el apartado 8.6 del Dosier 1 (Filosofía antigua y medieval, p.52), se había caracterizado por una concepción finalista y esencialista del movimiento. Es finalista porque, según Aristóteles, los cuerpos que caen o se elevan lo hacen porque “buscan” ocupar su “lugar natural”: será hacia abajo en el caso de los cuerpos pesados, y hacia arriba en el caso de los cuerpos ligeros. Se dice que es esencialista porque el tipo de movimiento depende de la propia naturaleza del cuerpo: cuando un cuerpo pesado está en una zona elevada tenderá a actualizar la forma que le es propia, es decir ocupar su lugar natural, que es “abajo”.

Por el contrario, la Revolución Científica, principalmente a partir de la física de Galileo, cuestionó la física aristotélica imperante durante la Edad Media, y propuso en su lugar una concepción

mecanicista del comportamiento de los cuerpos físicos: no buscará explicaciones en las características intrínsecas de los cuerpos, sino que establecerá regularidades o leyes físicas que pueden ser formalizadas matemáticamente.

El Cosmos fue entendido por Aristóteles como un sistema geocéntrico, cerrado y finito, teleológicamente ordenado. Presenta una composición heterogénea: un sistema formado por esferas cristalinas concéntricas que, tomando como frontera la esfera de la luna, se divide en dos: el mundo

sublunar (mundo del cambio, la corrupción, el movimiento rectilíneo), formado por los elementos tierra, agua, aire y fuego; y el mundo supra-lunar (mundo de las esferas celestes, eterno, perfecto e incorruptible), compuesto por una sustancia llamada “éter cósmico”.

El movimiento propio del mundo supra-lunar es el movimiento circular, puesto que es el tipo de movimiento que puede ser infinitamente constante en un espacio finito. (Esto se relaciona con las dos características que para el pensamiento griego en general debía tener el cosmos: eternidad temporal y finitud espacial). El origen de este movimiento se produce a partir de la esfera de las estrellas fijas, frontera última del Cosmos, y se produce por causalidad final o teleológica: las esferas se mueven buscando la perfección del Primer Motor Inmóvil. Este primer motor no puede ser causa eficiente, puesto que de ser así entraría en contacto con las esferas, dejaría de ser inmóvil y, en consecuencia, necesitaría a su vez de otro primer motor. Para entender la relación teleológica entre el movimiento de las esferas celestes y el primer motor inmóvil se le compara con la búsqueda del amante de su objeto de deseo: la aproximación del amante es provocada por el deseo (causa final) del amado.

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Unidad 1. Comienzos de la Edad Moderna: el Renacimiento y la Revolución Científica

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La Revolución Científica modificará esta visión del Cosmos, proponiendo un sistema heliocéntrico, tendiente a ser cada vez más abierto, homogéneo (todo el sistema está regido por las mismas leyes físicas, y compuesto por el mismo tipo de sustancias), y que puede ser explicado mecánicamente a través de regularidades matemáticas. El Cosmos de los antiguos griegos se convirtió así en Universo.

1.3 La Revolución Científica: características generales.

La revolución científica, iniciada en la primera mitad del S.XVII gracias, sobre todo, a la obra de Kepler y Galileo, tuvo su campo de batalla más espectacular en el ámbito de la astronomía, al eliminar la concepción geocéntrica del universo, sustituyéndola por el heliocentrismo. Junto con la astronomía, la nueva ciencia socavó los fundamentos y principios básicos de la física de Aristóteles: finitud del universo, heterogeneidad de las sustancias terrestre y celeste (esta última incorruptible e inalterable), interpretación finalista del movimiento, uniformidad y circularidad del movimiento de los cuerpos celestes, distinción entre movimientos violentos o antinaturales, etc. El resultado fue la destrucción definitiva de la imagen aristotélica del universo.

A esta transformación científica, cuyo primer protagonista fue Copérnico, contribuyó la traducción y conocimiento de los científicos griegos, proporcionando una actitud platónico-pitagórica ante la realidad, que se puso de manifiesto al concebir la naturaleza con una estructura matemática. La configuración de la nueva ciencia y la primacía concedida a las matemáticas en la interpretación del universo determinaron, en fin, una nueva manera de entender la razón humana y el surgimiento de una nueva forma de conocer la realidad, esto es, el método científico.

1.4 Nicolás Copérnico

Copérnico fue un clérigo polaco (1473-1543), cuya obra más importante, “Sobre las revoluciones de

las orbes celestes”, fue publicada después de su muerte.

Las novedades del sistema copernicano fueron principalmente las siguientes: el Sol es el centro del sistema planetario (heliocentrismo); la Tierra no está inmóvil sino que realiza tres movimientos: rotación diaria axial, movimiento anual orbital, movimiento cónico y anual del eje terrestre respecto del plano de la elíptica.

Sin embargo, su modelo mantiene el movimiento uniforme y circular de los astros, y pone el límite del Universo en la esfera inmóvil de las estrellas fijas, tal como propusieran Aristóteles y Ptolomeo.

1.5 Kepler

Johannes Kepler (1571-1630), astrónomo y matemático alemán, fue una figura clave en la Revolución Científica. Conocido sobre todo por sus tres leyes sobre el movimiento de los planetas en sus órbita alrededor del Sol. Su obra más importante fue “Astronomía Nova”.

La relevancia de los descubrimientos de Kepler ser pusieron de manifiesto en la 1ª y 2ª ley del movimiento celeste, las cuales significaron la caída definitiva del movimiento circular y uniforme, característico del sistema aristotélico-ptolemaico, y en la 3ª ley que establece una relación armónica entre todos los elementos del sistema solar.

La primera ley dice que la órbita que describen los planetas es elíptica, estando el Sol en uno de sus focos; y la segunda, que cada planeta se mueve de forma areolarmente uniforme, es decir, la línea

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que une su centro con el del Sol barre áreas iguales en tiempos iguales, con lo cual el movimiento de los planetas no puede ser uniforme.

La tercera ley dice que si T es el período de un planeta dado y R el radio medio de su órbita, entonces: T2=K.R3, siendo K una constante con el mismo valor para todos los planetas. Esta tercera ley, a través de K, consigue enlazar en un sistema a todos los planetas; por ello se denominada la ley de la armonía del sistema planetario. El mundo resulta un maravilloso mecanismo de relojería, regido por leyes inmutables y extrínsecas a los cuerpos, con lo cual se produce la superación del antiguo concepto griego de physis (Φυσις), teleológico y heterogéneo.

1.6 Galileo Galilei

Galileo nace en Pisa en 1564 y muere cerca de Florencia en 1642. Su obra más importante fue: “Diálogo sobre los dos sistemas máximos del mundo: el ptolemaico y el copernicano”.

Las aportaciones más importantes de Galileo en la construcción de la nueva ciencia fueron:

a. En astronomía, como propulsor de la revolución copernicana. b. En Física, como fundador de los principios de la dinámica clásica. c. Como teórico y fundador del método experimental en la ciencia.

En 16O9 construyó en Venecia el anteojo ocular divergente que lleva su nombre, con el que consiguió notables descubrimientos: las concavidades y montañas lunares; las manchas y la rotación del Sol; los anillos de Saturno y los satélites de Júpiter (las estrellas Mediceas); las fases de Venus y Martes; y que la Vía Láctea no es una región continua de luz, sino que se resuelve en una aglomeración de estrellas. Estos descubrimientos significaron una nueva corroboración del heliocentrismo copernicano en contra del sistema aristotélico-ptolemaico y la inmutabilidad de los cielos, puesto que los cuerpos celestes, incorruptibles hasta ahora, estaban compuestos de una materia no cualitativamente diferente que la de la Tierra.

En la física de Aristóteles tiene primacía la entidad (la naturaleza intrínseca de los cuerpos). El movimiento es visto siempre como la corrección de una deficiencia: como un “tender hacia” (potencia) la perfección (acto). Por el contrario, en Galileo lo importante son las propiedades del movimiento en cuanto tal, no las causas de que algo esté en movimiento ni las razones por las que deje de estarlo. Galileo no se pregunta por la esencia del móvil, del espacio o del tiempo, sino por la proporción numérica entre estos últimos.

Galileo distingue tres tipos de movimientos: el movimiento uniforme, el movimiento uniformemente acelerado (caída de los graves), y el movimiento de los proyectiles. Lo primero de que Galileo se cuida es de dar una definición, para cada tipo de movimiento, expresable matemáticamente, para incluir, luego de esa definición, un conjunto de axiomas.

Se considera a Galileo como uno de los fundadores del método científico moderno. Este se puede describir como la integración de dos aspectos fundamentales: la experimentación y las matemáticas. Mediante la formulación matemática la experiencia se convierte en experimento, y la descripción de la naturaleza en formulación de sus regularidades o leyes que explican sus fenómenos. La experiencia es una observación ingenua, pretende ser fiel a lo que aparece, a lo que se ve y toca. Pero introduce subrepticiamente creencias y modos de pensar acríticamente asumidos, a través de la tradición y la educación. El experimento, por el contrario, es un proyecto matemático que elige de antemano las características relevantes de un fenómeno (aquellas que sean cuantificables) y desecha las demás.

Galileo afirmaba que la filosofía está escrita en el libro del Universo, pero no puede ser leído hasta que no hayamos aprendido el lenguaje en que está escrito: el lenguaje matemático.

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Si bien para Galileo la experimentación es uno de los pilares del método científico, no pudo sustraerse al ambiente platónico y pitagórico en boga en la Italia del siglo XVII, y que impregnó toda la filosofía racionalista encabezada por su contemporáneo René Descartes. La Razón es autónoma y tiene primacía sobre la información empírica. Una ley natural sólo lo será al verse confirmada en la prueba experimental. Sin embargo, si esto no ocurre, sigue teniendo el valor de proposición consistente en sí misma. No se desecha, sino que queda en espera del avance experimental. La razón impone sus leyes a la experiencia, hasta el punto de que esta última se convierte en un mero índice de la potencia del intelecto. La razón se desliga de toda autoridad, sea la de la tradición o la de los sentidos.