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Una de Las Pesadillas Recurrentes Del Escritor Suele Situarse en Dos Planos Muy Distintos de La Realidad

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Mario Bellatin

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Una de las pesadillas recurrentes del escritor suele situarse en dos planos muy distintos de la realidad: en una maceta de violetas colocada en la sala del departamento de su madre y en un escenario donde se va a llevar a cabo un espectáculo de danza contemporánea. El sueño acostumbra comenzar cuando la mirada del escritor queda fija en una de las flores de su madre durante largo tiempo. Poco a poco logra introducir todo su cuerpo en la supuesta esencia de esta flor. Una vez cruzado el corazón de las violetas, el personaje se halla dentro de un escenario. De pronto se encuentra, con el torso desnudo, frente a un público que comienza a reír de su cuerpo deforme. Cuando llega al centro de la escena, repara en la falta de su pierna de metal. Se ha desplazado dando pequeños saltos. Recuerda entonces una explicaci6n psicol6gica, que escuch6 en la adolescencia, que afirma que una pr6tesis colocada en pacientes menores de dos afijos produce, cuando se es despojada del cuerpo, la sensaci6n al usuario de sentirse desnudo. Todo ha comenzado una hora antes, en los camerinos de un teatro de reciente construcci6n. Del techo sobresalen unos tubos rojos. Alrededor hay varios bailarines que se preparan para salir a escena. Hombres y mujeres que, extrañamente, se despojan todos al mismo tiempo de sus trajes de ballet para colocarse unos leotardos que apenas cubren sus cuerpos. El escritor se encontraba frente a un espejo viendo c6mo las correas, fierros y plástico que lleva en sustituci6n de su pierna derecha contrastaba con la delicada tela de aquellos leotardos. Se demoró más de lo habitual, pues se puso a ejercer un curioso juego consistente en atrapar, dentro de la luna del espejo y con una hebilla que sujetaba el borde de la pierna, la tela de los trajes de los demás bailarines. A pesar de realizarse s6lo en la imagen reflejada a algunos les molestaba el juego, aunque la mayoría afirmaba que los transportaba a fantasías de carácter er6tico. En determinado momento, alguien entr6 de improviso a los camerinos. Se trataba del portero del teatro, quien en voz alta dijo que habría problemas con la obra programada para esa noche. En la calle aguardaba una gran cantidad de público, prosiguió, que no parecía dispuesto a aceptar la representación que se anunciaba en el cartel. Proponía, entonces, que el espectáculo girase alrededor del escritor, para lo cual tendría que salir a escena despojado de su pierna ortopédica. Debía abandonar el pie falso, calzado ya con la zapatilla de ballet

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La pierna fabricada con carbono, así como las correas y hebillas que servían como uni6n con el cuerpo. Al escritor le sorprendi6 que nadie discutiera las opiniones del portero. Si bien es cierto que el director y los demás responsables de la obra habían desaparecido, no era posible que un portero asumiera de ese modo el mando. Sin embargo, en vista de la sumisa conducta de los demás, no parecía quedarle otra alternativa que aceptar las nuevas instrucciones. Después& de que se coIoc6 el leotardo que le correspondía, la primera bailarina lo ayud6 a caminar. Alguien sac6 la pierna de los camerinos y la puso al lado de la puerta. Por alguna raz6n que el escritor no entendía en ese momento bien, los demás bailarines no quisieron participar de la funci6n. Se negaron a formar parte de un espectáculo cuya coreografía se improvisaría en ese momento. Entre las bailarinas existía una bastante diminuta, era flaca y muy bajita, que aseguraba ser su prometida. Pero el escritor nunca la había visto, ni en la realidad ni en sus sueños. La pequeña mujer afirmaba, sin embargo, que estaban pr6ximos a casarse. Mientras la escuchaba, el escritor fue conducido casi hasta al borde del escenario. El público ya había ingresado en la sala.. En ese momento el escritor gii6 la cabeza y obseiv6, a lo lejos, su pierna ortopédica abandonada al lado de la puerta del camerino. Recoid6 entonces la hilera de macetas de violetas colocadas en la sala del departamento de su madre. El escritor comenzó a extrañar su pierna, Sali6 de su ensimismamiento cuando observ6 que unas enfeimeras cruzaion velozmente el escenario empujando una silla de ruedas ocupadas poi dos nifios. Al ver a las criaturas, el público empez6 a gritar. Esos niños parecían ser los gemelos Kuhn. El público vociferaba. Era extraño que se presentase una reacci6n de esa naturaleza pues, por motivos que el escritor jamás podrá entender del todo, la apariencia de esas criaturas no guardaba relaci6n con la de los gemelos Kuhn tal como eran en la vida real. Se trataba de una suerte de falsos gemelos Kuhn que, sin embargo, causaban un efecto entre el público aún más estrepitoso que los verdaderos. Cuando las enfermeras llegaron al centro del escenario arrojaron a los gemelos al suelo. El público río al unísono. Los gritos que se empezaron a oír, aclamándolos, se hicieron cada vez más fuertes. Las enfermeras, una vez que dejaron el escenario, volvieron rápidamente. Todo había parecido indicar que después de dejar abandonados a los gemelos iban a llevar las sillas al dep6sito de utilería. Pero no fue así. Cambiaron de pronto el rumbo y se dirigieron directamente hacia el punto donde estaba ubicado el escritor. Parecieron tener la intención de atropellarlo. Para evitar la colisi6n, el escritor tuvo que entrar a escena dando pequeños saltos. Antes de escuchar la reacción del público ante su presencia, miró hacia arriba y, a través de las potentes luces de la sala, advirtió la esencia del corazón de las violetas de su madre.