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¡Un ángel me cuida! · Yo más que nadie sé por todo lo que Andrea tuvo que pasar. Estuve con ella en todos esos gratos momentos, y también en toda la pesadilla que tuvo que vivir

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¡Un ángel me

cuida!

Andrea Trejo López

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“La vida no consiste en esperar a que pase la tormenta,

sino en aprender a bailar bajo la lluvia”

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Agradecimientos

Le doy las gracias a una persona muy importante

para mí: mi abuelita Nicandra, quien actualmente ya

no se encuentra conmigo, pero en mi corazón si lo

está y desde donde quiera que esté, me cuida;

principalmente fue ella quien me inspiró a escribir

este libro, es a ella a quien se lo dedico.

Agradezco a mis papás, a mis hermanas, a mi papi

Efraín y a mami Tere, quienes también me

inspiraron a escribir un libro sobre mi propia vida,

porque dicen que me admiran por ser valiente desde

aquel día en que empezó todo. Les agradezco a mi

familia y amigos cercanos que me han apoyado

desde que empecé a escribir, soportando mi mal

humor; día con día me veían muy estresada, pero

gracias a ellos y las cosas que me decían, se me

hizo menos pesado escribir. Me aleje un poco de

mis amigos para dedicarme a terminar mi libro

porque traía el tiempo encima, pero ellos

entendieron y siempre me apoyaron y me

aguantaron. Pero a quien le debo todo es a mi

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maestra de Taller de Lectura Yadhira, no había día

en que no nos presionara para terminar nuestro libro

pero sinceramente se lo agradezco, sin ella este

proyecto no hubiera sido posible, ella fue quien tuvo

esta maravillosa idea: Un pequeño gran escritor.

Gracias a todos los que me han apoyado desde que

empecé con este proyecto.

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Prólogo

Yo más que nadie sé por todo lo que Andrea tuvo

que pasar. Estuve con ella en todos esos gratos

momentos, y también en toda la pesadilla que tuvo

que vivir.

El libro es una autobiografía que aunque no es muy

extensa, relata lo más destacado y lo más

impactante en la vida de Andrea. Lo que nos deja

para reflexionar es lo mucho que tenemos que

valorar nuestra vida, que si se nos presenta un

obstáculo jamás debemos de rendirnos, no importa

cuán duro y difícil esté el camino, no debemos de

bajar la cabeza, tenemos que tomar las experiencias

como aprendizaje para seguir adelante y sobre todo,

valorar lo que tenemos, porque en cualquier

momento, en un abrir y cerrar de ojos, todo habrá

cambiado.

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Índice

Capítulo 1……………………………………………. 14

Capítulo 2……………………………………………. 17

Capítulo 3……………………………………………. 20

Capítulo 4……………………………………………. 24

Capítulo 5……………………………………………. 27

Capítulo 6……………………………………………. 31

Capítulo 7……………………………………………. 34

Capítulo 8……………………………………………. 38

Capítulo 9……………………………………………. 41

Capítulo 10…………………………………………... 45

Capítulo 11…………………………………………… 51

Capítulo 12…………………………………………… 55

Capítulo 13…………………………………………… 58

Capítulo 14…………………………………………… 62

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Capítulo 15…………………………………………. 67

Capítulo 16…………………………………………. 75

Capítulo 17…………………………………………. 78

Capítulo 18…………………………………………. 83

Capítulo 19…………………………………………. 88

Capítulo 20…………………………………………. 92

Capítulo 21…………………………………………. 102

Capítulo 22…………………………………………. 106

Capítulo 23…………………………………………. 111

Capítulo 24…………………………………………. 118

Capítulo 25…………………………………………. 121

Capítulo 26…………………………………………. 123

Capítulo 27…………………………………………. 126

Para pensar………………………………………… 129

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Capítulo 1

Les contare una historia. A algunos les puede

parecer interesante, a otros no tanto. Pero se las

quiero compartir. Es una historia corta pero para

muchos, como para mi familia, es sorprendente y

doloroso ya que he pasado por muchas cosas, he

aguantado de todo desde aquel día, día en que mi

vida dio un giro de trescientos sesenta grados. Y

aunque sé que hay peores casos que el mío, fue

extraño e inesperado lo que me sucedió ya que

desde chiquita había sido una niña muy sana. Pero

con esto no sólo cambio mi vida, sino también la de

mi familia: papas, hermanas y abuelos. Les quiero

compartir lo que he vivido porque me han pasado en

realidad tantas cosas a partir de mi situación.

En tan poco tiempo, aproximadamente tres años, he

vivido tantas experiencias, algunas no muy buenas

pero que me han dejado lecciones, me han

enseñado a ver la vida desde otra perspectiva, a

valorar cada instante y salir adelante a pesar de las

circunstancias. Y finalmente, siempre ver hacia

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adelante sin ver atrás porque vida sólo hay una y

hay que vivirla y disfrutarla sin volver al pasado, ese

pasado que tal vez puede ser doloroso. Éstos son

retos que nos pone la vida para ver qué tan fuertes

somos. No debemos rendirnos, todo tiene y tendrá

solución, como dijeran por ahí “lo único que no tiene

solución es la muerte”, y si, así es. Ante cualquier

situación no debemos de rendirnos ni perder la

esperanza, yo nunca me di por vencida y hoy en día

sigo aquí. Yo aprendí a no verle el lado malo a la

vida por mi situación, aprendí a ver lo bueno, a

valorar que estoy con mi familia muy feliz. Hice a un

lado lo que me ocurrió y seguí adelante. Me costó,

pero salí.

Mi caso no es el primero, como el mío hay miles y

hasta peores. Al mirar a mí alrededor la verdad yo

me sentía en la gloria. Pero verán que la vida aun

así no es fácil y que deben valorarse tal y como son.

No debemos quejarnos por cosas insignificantes,

porque en realidad no conocemos la vida de otras

personas, lo que sufren y están sufriendo en estos

momentos, no sabemos por lo que han pasado, no

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logramos ver su dolor, ese dolor que esconden tras

su sonrisa, sonríen porque son fuertes aunque por

dentro se estén muriendo. Miren a su alrededor y

podrán ver que ustedes están en la gloria. La vida

sigue. Disfruten su vida, cada día como si fuera el

último, porque nunca saben que puede suceder. La

vida te sorprende a cada instante. Existen tantas

enfermedades en el mundo y tan malignas que

nunca sabes si te pueda tocar a ti. Es por todas mis

experiencias, por todo lo que he visto y vivido, que

me gustaría compartirles esto. Mi historia.

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Capítulo 2

Delgada, cabello castaño claro, estatura media, ojos

claros, piel morena clara, en fin, una joven guapa

llamada Inés, hija de un campesino y de una ama de

casa, la penúltima de diez hermanos y nacida en

Puente de Ixtla, vivió desde su infancia en un

pequeño pueblo, tranquilo y maravilloso, donde se

escuchaba el bello canto de los pajaritos por las

mañanas, entre otras maravillas de la naturaleza,

dicho pueblo llamado San Gabriel Las Palmas, en

Amacuzac; de donde era perteneciente toda su

familia. La situación de ésta no era muy buena pues

eran diez hermanos y su padre, como campesino,

ganaba muy poco. Pero eso no le impedía cumplir

su sueño, que era seguir estudiando para superarse,

por supuesto tenía que salir de su pueblo para poder

lograrlo. Estudió una carrera técnica para poder

trabajar y así también ayudar a sus padres.

A sus 18 años, logró entrar al Instituto Mexicano del

Seguro Social de Cuernavaca, empezando como

secretaria en el departamento de tesorería. Siguió

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estudiando una Licenciatura y así, poco a poco con

su esfuerzo y dedicación se fue superando, y en el

trabajo, para poder ir subiendo de puesto año con

año, lo cual era muy bueno.

A la edad de 25 años, conoció a Eduardo, un joven

que ingreso a trabajar ahí mismo. Era alto, piel clara,

cabello claro, guapo, ojos verdes, y buena persona,

hijo de comerciantes. Él la pretendía, cada día le

mandaba cartas, peluches, rosas, pequeños detalles

y la buscaba, pero ella no lo aceptaba y se llegó a

cansar de la situación, llegó a sentirse acosada, por

los rumores, él no le agradaba. Eduardo no se daba

por vencido y decidió seguir, le gustaba demasiado.

Al paso de los días, Inés se dio cuenta de la buena

persona que era Eduardo y decidió darle una

oportunidad. Salieron varias veces y cada día él la

enamoraba con detalles. Ella lo aceptó, aunque al

inicio sus padres no aceptan esa relación ya que, él

era un hombre divorciado y con un hijo. Al conocerlo

más y ver lo feliz que hacía a su hija, terminaron por

aceptarlo. Fueron novios durante dos años. Estaban

muy enamorados y él le pidió matrimonio.

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Decidieron unir sus vidas, se amaban… Pasaron

meses y meses, y su amor iba creciendo, Y por fin,

llegó el día más esperado: el 11 de marzo de 1995

unieron sus vidas en matrimonio.

Como resultado de su amor, el 20 de enero de 1996

llegó a sus vidas su primera hija, a quien pusieron

por nombre Montserrat. Piel clara, ojos claros, Esa

hermosa niña que les cambió su vida e hizo que

creciera más su amor. Claro que para los abuelos

era solo felicidad, pues Montse era su primera nieta,

la princesa de la familia.

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Capítulo 3

Inés y Eduardo estaban muy felices, pues el médico

les dio una muy buena noticia: después de dos años,

estaban esperando a su segundo bebé. Ellos

estaban más que felices con esa nueva bendición de

Dios. Para Inés, así como para toda madre, poder

sentir esa sensación en su vientre por segunda vez

era hermoso. El primer mes todo pareció excelente,

todo estable y por supuesto, ella contenta; hasta que

un día mamá empezó a sentir esos típicos dolores

de parto, claro eso es natural pero… ¿que a los dos

meses se presenten esos dolores? ¿Qué raro, no?

Asistió al médico para que la revisaran

–Todo estaba en perfectas condiciones durante su

primer mes de embarazo, pero al revisarla–el

médico hace una pausa y mira los resultados y a

Eduardo– tiene placenta previa y corre el riesgo de

abortar–termina de decir con cara de preocupación.

Mi mamá no se esperaba esta mala notica, ella lo

que más quería era tenerme entre sus brazos y lo

más importante, sana y salva. Pero, ¿Cómo? A tan

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poco tiempo de su embarazo ya tenía amenaza de

aborto por accidentes que le ocurrían.

A los dos meses de embarazo varias veces mi

mama se cayó, por suerte no eran muy graves las

caídas pero si la mandaban a descansar, esperando

que esto no llegara a causar un daño mayor, aunque

la opinión de su médico fue que tal vez esa podía

ser la causa de la amenaza de aborto o una de

muchas más

–Para que usted se mejore, tendrá que guardar

reposo absoluto, claro que también tomado sus

medicamentos–comenta el médico–siga al pie de la

letra las indicaciones y esperemos que esta

situación se mejore, por su bien y el de su bebé –

añade.

–No me importa cuánto tiempo este así, seguiré sus

instrucciones–contesta con lágrimas–para que mi

niña nazca sana.

En efecto, le mandó reposo absoluto a mi mamá, por

lo que se la pasó en cama por siete meses, es decir,

los que faltaban para mi nacimiento. Todos los días

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mis papás y mis abuelos le pedían a Dios que todo

saliera bien, le pedían que me trajeran al mundo

como él lo decidiera pero que naciera. Mi mamá no

disfruto mucho su embarazo como otras madres

normalmente lo hacen, no lo disfruto porque era muy

incómodo estar acostada diario y sólo pararse para

algunas cosas, y más incómodo aún si la panza era

enorme, si, así es, de sus tres embarazos yo fui la

más grande. Durante estos meses sufrió mucho mi

mamá, pues se la pasaba sola en casa todo el día

hasta lloraba, ya que mi papá se iba a trabajar

desde temprano y llegaba hasta por la noche, y mi

abuelita se llevaba a mi hermana de dos años ya

que mi mama no la podía atender, pero a pesar de

todo esto nada ni nadie le quitaban la alegría de que

pronto iba a ser madre por segunda vez y de otra

hermosa niña. Cada día mejoraba, la salud de

ambas; aunque aún era necesario tener ciertos

cuidados porque en cualquier momento podría

correr el riesgo. Por más que quisiera, en este

embarazo no le organizaron un baby shower por lo

mismo de la situación, pero familia y amigos le

llevaban obsequios para mí.

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En casa, durante el día a menudo recibía visitas:

suegros, hermanos, cuñados y unos cuantos

amigos; ella llegaba a pensar que a veces

exageraban un poco la situación pero no era más

que recibir buenos cuidados. Por las noches llegaba

mi papá de su trabajo y la atendía, la consentía ella

y a la pequeña Montse. Esa era fue su rutina diaria

durante 7 meses. ¿Bello, difícil y aburrido embarazo,

no creen?

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Capítulo 4

Cachetona, de piel clara, ojos color miel-como una

combinación de los ojos de papá y mamá, y en parte

de la abuela- y un gran e increíble parecido a mi

papá. Un nuevo angelito llegó a la familia el 1 de

agosto de 1998, era una niña hermosa. Por fin,

después de siete meses de estar en reposo absoluto

mi mama, nací yo Andrea. Toda la familia estaba

muy feliz por mi nacimiento. A pesar de todos los

problemas que tuvo mi mamá durante los nueve

meses de embarazo nací muy sana, pero eso sí,

gordita, pues pesé 4 kilos 100 gramos midiendo 52

centímetros. ¡Sí! Estaba mega gorda de pequeña y

me veía enorme pero lo importante era que nací

sana y salva, a pesar de todo por lo que tuvo que

pasar mi mamá durante el embarazo.

El día que nací recibimos muchas visitas: mis

abuelitos, algunos tíos y mi hermana nos iban a

visitar y felicitaban a mi mamá. Afortunadamente,

salimos del hospital al siguiente día de mi

nacimiento

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-Ambas ya están en perfectas condiciones, ya las

podemos dar de alta y que descansen en su casa-

dice el médico con un tono agradable-Y felicidades

de nuevo-concluye.

–Muchas gracias doctor–responde mi mamá con

una sonrisa hermosa.

Todo era felicidad con mi llegada. Yo estaba muy

grande hasta parecía de tres meses y era

impresionante eso, por eso fue que mi mamá hizo

conmigo una panza algo grande, más de lo normal.

La ropita que le regalaron para mí, no me quedaba y

tuvieron que comprarme más ropa nueva. No

importaba mucho eso, lo que importaba más que

nada es que por fin mi mamá me tenía en sus

brazos como tanto lo deseaba.

–Gracias Diosito por mandarme a mi niña Andrea

sana y salva, hoy a pesar de todo está conmigo

entre mis brazos y así será siempre, la cuidaremos y

amaremos–abrazando a mi papá, agradeció mi

mamá con lágrimas en los ojos pero de felicidad.

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–Ha sido un embarazo un poco complicado por

riesgos que no sólo corrías tú, sino también nosotros

como familia, pero gracias a Dios todo salió bien,

tanto tú como mi hermosa bebé están sanas y es lo

que importa y lo que me hace inmensamente feliz,

tener una bella familia a la que amo– añadió mi papá.

Este es el comienzo de mi historia, de mi vida.

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Capítulo 5

A mis primeros meses, ya estaba enorme y era muy

comelona y muy risueña. Todas las amigas de mi

mamá y algunos familiares siempre le decían que

me veía muy grande para los pocos meses que

tenía de nacida, pues parecía de ocho meses

cuando en realidad tenía cinco. Cuando mamá

regresó a trabajar, a mí me cuido Heidi, hasta que

meses después mis papás contrataron a su

hermana Edith, ya que no sólo era cuidarme a mí,

sino también a Montse. Nos pasábamos las

mañanas en mi casa -en ese entonces vivíamos en

unos departamentos en Clavijero- y por las tardes

había veces en que llegaba mi abuela Teresa por

nosotras a quedarse con nosotras o nos íbamos a

su negocio que se encontraba ahí mismo en

Clavijero. Nos quedábamos ahí con ellos y hasta

había veces que llegaban mis primos y jugábamos

con ellos. Convivíamos mucho hasta que por las

tardes que salía del trabajo pasaba por nosotras mi

mamá e íbamos a casa. Así era casi a diario, la

misma rutina pero lo importante nos divertíamos, a

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unos cuantos meses, todo era diversión, carcajadas

y todo, estando con mis abuelitos. Nos encantaba

estar horas y horas con ellos.

¿Y por qué no irnos con la familia de mi mamá?

Claro que nos llevaban con nuestra abuela Nicandra,

a aquel pueblo San Gabriel Las Palmas. De cierta

forma cuando íbamos yo me divertía más porque

tenía muchos primos de mi edad, y siendo bebés

hacíamos las típicas travesuras divertidas para los

pequeños. En casa de mi abuelita vivían dos tíos

solteros, y siempre que íbamos nos quedábamos ahí

ya que nos gustaba mucho ir con ellos y nos daban

mucho amor y cariño. A mí también me gustaba

mucho ir porque tenían una tienda de abarrotes y

hacia travesuras cuando tenía mi andadera, y

siempre me acompañada a hacerlas Montse como

hermana mayor. ¡Imagínense! Por eso y muchas

más cosas mi hermana y yo amábamos ir a ese

pequeño pueblo.

Mi abuelita era muy buena persona, muy dulce,

amable, honesta, noble, humilde, con una mirada

llena de ternura, y mucho más; la queríamos mucho,

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siempre nos consentía hasta cuando no nos lo

merecíamos. Ella nos daba mucho cariño y nosotros

a ella. Era una mujer, que a pesar de su edad,

seguía ayudando en el trabajo de la tienda de

abarrotes que tenían; y era quien cocinaba: sus

platillos eran únicos, todos los hijos y los nietos

amábamos lo que cocinaba; amábamos su forma de

ser y de tratarnos. Cuando íbamos, nos sentábamos

en la sala junto a ella y no importaba lo que

hiciéramos, con tan sólo el estar a su lado nos hacía

felices. Ella y mi abuelito nos cuidaban y nos querían

por igual a todos los nietos. ¡Simplemente la mejor!

Ahí nos divertíamos con nuestros primos: Alfonso, a

quien llamamos de cariño Ponchito; María Fernanda,

de cariño Mari o Marifer; Anahí; y con nuestros

sobrinos Daniela, Toño y Marcos. Nuestras edades

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eran cercanas. Con ellos las cosas que hacíamos

eran geniales: nada de aburrimiento.

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Capítulo 6

Ya casi un año de edad & aún yo no era bautizada.

Mis padres deseaban que yo tuviera mi primer

sacramento, así que decidieron bautizarme.

Organizaron bien

todo para que a

parte de la

ceremonia por la

iglesia tuviera mi

fiesta. Finalmente,

fui bautizada el 31

de Julio de 1999 en

la Iglesia de San

Luis Obispo. Toda mi familia estaba muy feliz, pues

a pesar de todo lo que ocurrió durante el embarazo

yo ya estaba bien de salud, era una niña muy sana

que recibió su primer sacramento. Efraín y Teresa,

mis abuelos paternos, fueron mis padrinos, y tanto

ellos como mis padres con lágrimas en los ojos de

felicidad le agradecieron a Dios.

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Al siguiente día cumplí mi primer año. La familia de

mi mamá me organizo una pequeña fiesta allá en su

pueblo San Gabriel, Me hicieron la fiesta en la casa

de mi abuela y de mi tía Ana. Todos mis tíos y

primos asistieron, todos me felicitaban. Yo era muy

comelona y antes de partir el pastel que era enorme

yo ya quería comerlo y agarraba un poco, terminaba

chupando los dedos. Recuerdo que recibí muchos

regalos, y yo misma intentaba abrirlos de la emoción

pero se me caían y mi mamá me ayudaba. Aunque

hubo momentos en que lloraba, me divertí mucho,

disfrute mi primer cumpleaños.

Pero esta no fue ni la primera ni la última fiesta que

me harían por mi cumpleaños. Me hicieron varias

fiestas durante mis primeros años de vida, las cuales

disfrutaba bastante, recuerdo que lo que más me

gustaba de mis fiestas era comer de mi delicioso

pastel.

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Cuando cumplí 2 años, me hicieron una fiesta en

casa de mi abuelita Teresa, en Yautepec. La fiesta

no fue sólo para mí, sino también de Montse que

meses antes cumplió 4 años. Fue una fiesta en

grande, fueron muchos tíos y primos, y por supuesto

que también asistieron algunos tíos de San Gabriel

que no podían faltar. Mi mamá nos vistió de “Tatiana”

a Montse y a mí. ¡Nos veíamos hermosas! Todos le

decían eso a mi mamá. Toda la decoración y el

pastel fueron de diferentes cosas. Hubo piñata,

varios juegos uno de ellos el de “las sillitas”, y

mucho más cosas para divertirnos. Ese día fue mi

segunda fiesta de cumpleaños en la cual me divertí

mucho.

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Capítulo 7

Fue al 1 y medio cuando empezaba a caminar un

poco más. Si aun sin caminar era muy traviesa, ya

cuando caminaba era aún peor. Tomaba cosas y me

las metía a la boca. Una ocasión en el departamento,

mi abuelita estaba preparando la comida y dejo la

cebolla en una mesa, yo sin saber qué era eso la

alcance, me la lleve a la sala y me la comí como si

fuese una manzana. Al poco rato que la iba a ocupar

mi abuelita no la encontró:

–Heidi, ¿dónde ésta la cebolla que deje hace un

momento en esta mesa? –pregunta mientras

buscaba–no la encuentro y la deje justo aquí.

–No sé doña Tere, yo estaba en el cuarto, no vi

quien la tomó–responde mientras checaba en el

refrigerador si no había otra.

En ese momento, Heidi se dirigió a la sala y me

encontró comiendo lo último de la cebolla.

– ¡Doña Tere! –Le llama– ¡aquí esta!

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–Ay Andrea, ay Andrea–dice mientras ríe–y ate la

comiste, pues ¿a qué te supo? Ya verás, le diré a tu

mamá cuando llegue del trabajo-me regaño, pero a

la vez no paraba de reír; yo termine llorando.

Pero es normal cuando alguien va empezando a

caminar. Así fue durante mis primeros 3 años, yo

con mis típicas travesuras.

Le dieron la noticia a mi mama. Otra muy buena

noticia después de 3 años: estaba esperando a su

tercer bebé. De nuevo todo era aún más felicidad en

la familia, yo estaba muy feliz, tendría una hermanita

o hermanito menor que yo. Más adelante el doctor le

dio la noticia de que tendría otra hermosa niña. Todo

iba bien con su embarazo, pero una vez que íbamos

de visita a San Gabriel, justo llegando a casa de mi

abuelita mi mamá se cayó en las escaleras, tenía

dolores muy fuertes y mi papá la llevó al doctor y

gracias a Dios no fue nada de alto riesgo, sólo le

dieron reposo y unas cuantas medicinas a parte de

las que ya tomaba. De ahí en fuera, mi mamá tuvo

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un embarazo muy bonito, o al menos lo disfruto más

que el mío por todo lo que paso. A pesar de su caída

mi mamá nos cuidaba a Montse y a mí, no se

separaba de nosotras; y cuando lo llegaba a hacer,

era yo quien se le pegaba.

El 30 de noviembre de 2000 falleció mi abuelito -

papá de mi mamá-, a causa de una enfermedad. Él

era la adoración de mi mamá, por tanto, si le dolió

bastante su partida, pero finalmente es parte de la

vida, solo tenía que hacerse la idea de que ya no

estaría físicamente con nosotros. Le afectó un poco

a su estado emocional, más porque estaba

embarazada, pero al paso de los días ya era menos

el dolor, pues todos los hermanos tenían que ser

fuertes más que nada por mi abuelita, que fue a

quien más le afecto ésta pérdida.

Fue el 22 de mayo del 2001 cuando llegó una nueva

criatura a la familia a quien pusieron por nombre

Sandra Teresa. Esa criatura que iluminó de nuevo a

mi mamá después de la pérdida de una gran

persona. Mi papá estaba con mi mamá y la bebé en

el Seguro, y para la tarde nos llevó Heidi a mí y a

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Montse a conocer a nuestra nueva hermanita.

Podían notar sonrisas en nuestros rostros por la

llegada de Sandy, y al salir mi mamá corrí y la

abracé. Llegando a casa, y durante los primeros

días del nacimiento de Sandy, me daban celos que

ahora a quien ponían más atención era a ella y ya

no a mí, pero tenía que entenderlo, aunque yo tenía

2 años, casi 3, la

bebé en la casa era

ella. Yo trataba de

llamar la atención de

mi mamá pero ya no

era lo mismo, poco a

poco me tuve que

acostumbrar. Yo era

medio celosa, o

digamos que muy celosa y más porque yo sentía

que toda la tención era para Sandy.

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Capítulo 8

¿Abuelos jóvenes? ¿Abuelitos? ¡No! Ellos son mami

Tere y papi o carnal. Mis abuelos paternos han sido

como nuestros segundos padres para todos los

nietos y tenemos mucho que agradecerles por eso.

Siempre han cuidado de nosotros, están muy al

pendiente de nosotros. Más que nuestros abuelos

son nuestros amigos de toda la vida y lo seguirán

siendo.

Cuando nació el primer nieto de mis abuelos

paternos, Daniel hijo de su hija Alicia, mi abuelo

tenía 47 años y mi abuela 39, a mi abuelo no le

gustaba que le llamara Abuelo porque era aún joven

y se sentía incómodo, y por eso y más razones que

sólo la familia conoce.

Todo comenzó porque al nacer Daniel -su primer

nieto- mi abuelo fue a visitarlos a mi tía y a mi primo

y no sabían cómo iba a querer que lo llamaran: si

abuelo, papá mayor o ¿cómo?

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–Yo no seré ni su abuelo ni su papá mayor,

seremos carnales–con una sonrisa comentó mi

abuelo.

Desde ese día toda la familia mencionaba eso y así

Daniel oía y desde niño comenzó a decirle carnal a

mi abuelo y mami Tere a mi abuela, a mis abuelos

les agrado y así se quedó. Pero claro que para las

nietas sería diferente la forma de llamarle a su

abuelo, porque para la abuela seria exactamente lo

mismo. Montse como primera nieta, llamaba a su

abuelo papi y él como negarse si le gustaba la forma

en que lo decía su pequeña nieta. Desde ese

momento de cariño todos los nitos llamamos mami

Tere a mi abuela y papi o carnal a mi abuelo.

A ellos les gusta que les digamos así como sus

nietos que somos, porque ellos sienten bonito, y es

una forma más de demostrarles nuestro cariño y

cuanto los queremos. Hasta la fecha, los seguimos

así, incluso mi primo Daniel, a sus 22 años de edad

sigue llamando carnal a mi abuelo y mami Tere a mi

abuela; y a ellos les encanta que aun a esa edad los

llame así.

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Desde que éramos chiquitos, ellos cuidaban de

nosotros mientras nuestros padres se iban a trabajar

y nos encariñábamos aun muchísimo más con ellos

y ellos con nosotros. Los llamemos como los

llamemos siempre serán para todos los nietos

nuestros segundos padres y los amaremos toda la

vida. Simplemente son increíbles, los mejores

abuelos que alguien pueda tener.

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Capítulo 9

Discoteca Musical se llama el negocio de mis

abuelitos, donde desde que éramos unas niñas

hemos estado yendo del diario. Ese negocio de

discos-como su nombre lo dice-es de discos ya muy

antiguos y lo tienen desde que eran muy jóvenes.

Diario íbamos. La verdad es que no nos aburrimos

ahí gracias a la gran compañía que tenemos: papi,

mami Tere y de vez en cuando, mis primos y mi tía.

Con mis abuelitos era más que suficiente para

disfrutar nuestras tardes. Infinitas pláticas, chistes,

bromas, llantos entre otras cosas. Ellos nos

contaban historias, y no exactamente hablo de las

que todos los padres o abuelos les cuentan a sus

hijos o nietos, de fantasía o no reales; hablo de

historias de sus vidas. A pesar de nuestra corta

edad, nos interesaban y prestábamos mucha

atención, y más por la forma en que las contaban:

simplemente nos atrapaban. Hasta la fecha, lo

hacen.

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Ese pequeño local, es muy importante para toda la

familia. Son tantas cosas las cosas hermosas que

hemos pasado ahí. Año con año, como ya es

costumbre, celebramos ahí todos los cumpleaños:

estamos en familia-pocos o muchos-, mami Tere

hace la comida favorita del cumpleañero, compra

pastel, cantamos las mañanitas y todos estamos

contentos, juntos como familia.

De chiquita me llevaba súper con mi hermana menor

Sandy, jugábamos y hacíamos travesuras juntas,

casi no peleábamos-más que por cositas

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insignificantes- pero era increíble. Por las tardes al

llegar de la escuela-cuando aún estábamos en

curso-nos íbamos con mi papi a su negocio y eran

las tardes perfectas para nosotras que éramos unas

niñas aún.

Una vez, cuando yo tenía seis años y Sandy tres

años, eran aún vacaciones y estábamos aburridas y

se nos ocurrió algo.

–Hay que jugar Andrea pero, ¿a qué?

– ¡Ya se! Hay que jugar a que éramos novio y novia

y nos íbamos a casar, ¿va?

– ¡Sí!–contestó con una sonrisita Sandy

Fui y busque juguetes para poder hacer el juego

como más divertido, y si encontré. Sandy iba a ser la

novia así que le puse una cubeta de Barbie que

teníamos, con una sábana de estrellas como si fuera

el velo; yo era el novio. Fue divertido y gracioso a la

vez, mis papás estaban riéndose por nuestras

ocurrencias. Ésta, una de nuestras tantas cosas

divertidas-para nosotras- que se nos ocurrían.

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Capítulo 10

–Ya es tiempo de qué nuestra niña entre al kínder –

dice mi mamá a mi papá con esa hermosa mirada y

sonrisa que tiene –ya tiene la edad para entrar.

–Sí, iremos a inscribirla hi mismo en la Cristóbal

Colón con su hermana–.

Ya tenía la edad de 3 años, apenas hace unos días

cumplidos, edad para poder entrar a Preescolar.

Montse tenía 5 años y ya estaba en tercero de

Preescolar, en la Colón, una escuela militarizada del

centro, aquí en Cuernavaca. Mis padres tuvieron

varias razones para inscribirla en esa escuela.

Principalmente porque mi papá estudió ahí, al igual

que su hermanos y ya conocían a la directora del

kínder y a otros maestros, aparte de que ya tenía

confianza; también mi mami Tere le gustaba y le

tenía demasiada confianza a esa escuela, pues ella

llegó a conocer al Padre Armando Vargas, fundador

de la escuela. La escuela quedaba cerca del

negocio mi mami Tere, así para poder irnos a

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recoger, esa fue otra de las razones por las cuales

estudiamos ahí.

En Agosto de 2001 ingresé al Preescolar en la Colón,

como mis padres lo decidieron. El primer día de

clases, todos los padres llevaron a sus hijos, la

mayoría de los niños lloraban, ya que no se querían

separar de sus padres era difícil. Me incluyo. Tengo

que admitir que yo si lloré.

–No llores princesa, tienes que quedarte aquí, es tu

nueva escuela, solo será unas horas–me decía mi

mamá limpiándome las lágrimas–vendrá tu mami

Tere por ti a la hora de la salida–. Esas palabras me

tranquilizaban.

Como todos a inicio de ciclo escolar, la directora dio

la bienvenida y se presentaron los maestros

responsables de cada grupo.

–Buenos días padres de familia y alumnos de nuevo

ingreso, iniciaremos un nuevo ciclo escolar 2001-

2004, sean bienvenidos–habla por el micrófono la

directora de Preescolar Guadalupe–la maestra

Mireya Macías será la maestra para primer año; la

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maestra Gabriela, de segundo año; y la maestra

Alejandra, para tercer año–añade a su presentación

y pasa el micrófono a cada una de las maestras.

Después de dejar a cada uno de sus hijos en su

grupo al que corresponden, todos los padres se

retiraron y dieron el timbre para el comienzo de la

primera clase. Mi nuevo grupo con la maestra

Mireya Macías. Hicimos algunas actividades, juegos

y de más para irnos conociendo: primero antes que

nada la típica presentación. Conocimos en el

transcurso del día a los diferentes maestros que nos

darían clases durante el año escolar. Y por supuesto

que hice amigos -o ellos me hablaron a mí, no

recuerdo,-he sido muy tímida desde chiquita. A las

primeras niñas que conocí fueron Yolanda y Alexa,

como olvidarlas: fueron mis primeras amigas.

–Hola me llamo Yolanda ¿y tú?

–Andrea–contesté tímida.

–Vente vamos–me contesta sonriendo.

–Hola, ¿cómo te llamas?

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–Alexa, ¿y ustedes?

–Yolanda.

–Andrea.

– ¿Jugamos?–con una sonrisa en el rostro nos

preguntó Yolanda.

– ¡Sí!

La salida del kínder era a las 12 del día, y para

aquellos padres que no podían recoger a sus hijos a

esa hora, estaba una guardería para cuidar a los

niños mientras esperaban a sus padres, a cargo de

la maestra Mireya. No fue mi caso quedarme ahí, a

excepción de algunas veces. Ese primer día mi

Mami Tere nos fue a recoger a Montse y a mí.

– ¿Cómo les fue a mis niñas en la escuela?

– ¡Muy bien mami!– con una sonrisa y muy contenta

responde Montse.

– ¡Qué bueno hija! Y a ti Andrea, ¿cómo te fue en tu

primer día en el kínder?

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–Bien mami hice dos amigas nuevas: Yolandita y

Alexita.

–Qué bueno que les haya muy bien princesas, y que

hayas hecho ya dos amigas.

Fuimos al departamento a quitarnos el uniforme y

dejar nuestras mochilas; y mi mami a hacer la

comida. Mientras, nosotras veíamos un poco de

televisión. Por la tarde nos fuimos directo al negocio

para comer y ver a mi papi. Al llegar corrimos a

abrazarlo y darle un beso. Como siempre, empezó

con sus típicas bromas, esas que tanto amábamos y

que nos sacaban sonrisas a diario. Comimos ahí y

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Montse les contó cómo le fue en la escuela;

mientras tanto, yo dormía. En punto de las cuatro de

la tarde, mi mamá pasó por nosotras para irnos al

departamento, y ahí esperar a mi papá. Todas las

tardes era así. La misma rutina, pero amábamos

estar con ellos, eran tardes perfectas y divertidas

para nuestra edad.

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Capítulo 11

Durante los tres años que estuve en el preescolar,

salí en muchos

festivales como:

primavera, día de las

madres, día del

padre, navidad,

etcétera. Me divertía

mucho con mis

amigos, aunque

tenía las típicas

peleas entre niñitos. Hacía muchas travesuras con

mis compañeros y amigos. Mis primeros amigos de

kínder y a quienes por supuesto nunca olvidaré

fueron Alexa, Yolanda, Juan Carlos, Paco, Omar y

David. Hasta la fecha siguen siendo mis amigos, son

de esas personas que siempre te apoyan y que pase

el tiempo que pase, siempre estarán contigo.

Generación 2001-2004. Llegó el día de mi clausura

de preescolar. El vestido fue rosa pastel. Baile mi

vals con mi amigo Omar quien fue mi pareja.

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Entregaron diplomas y de más. Ese día fue muy

importante para mí, me eligieron para decir un

discurso de despedida y mis padres se sintieron muy

orgullosos por ello.

Como todas las vacaciones nos llevaban con la

familia de mi mamá - semana santa, verano e

invierno-éstas de verano no serían la excepción; nos

llevaron a San Gabriel, para estar unos días

acompañando a mi abuelita y a mis tíos. Pasar seis

semanas divirtiéndonos con nuestros primos, y estar

en compañía con tu abuelita y tíos. Por las mañanas,

luego de desayunar, mi tía nos llevaba con nuestros

primos y jugábamos con ellos, mientras mi tía

platicaba con nuestros tíos. A veces, ellos eran

quienes iban a la casa de mi abuelita a visitarla, y de

paso, a nosotras, para jugar y divertirnos con

nuestros primos. Yo era la que tenía más primos y

sobrinos de mi edad; pero eso no era impedimento

para que mis hermanas no jugaran con ellos. Todos

nos divertíamos juntos.

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Algunas veces, por las noches, nos gustaba reunir a

nuestros tíos en el patio para el comienzo de nuestro

show: en los tendederos colgábamos sábanas, cada

quien con un talento, un presentador, todo listo.

Estaban presentes mi tía Ana, mi tía Esther, mi tío

Alfonso, mi tío Víctor, mi tía Linda; de mis primas

mayores nos acompañaban Mónica y Chela; pero

claro, no podía faltar la presencia de mi abuelita

Nicandra.

– ¡Buenas noches señoras y señores!– Iniciaba

Montse– esta noche tenemos varios talentos

impresionantes para ustedes, recibamos a nuestros

participantes con un fuerte aplauso.

No eran talentos así como la gran cosa, pero en ese

tiempo, para unos niñitos como nosotros, si lo era.

Sandy bailando con Daniela, que se llevaban por un

año; Mari haciendo muñequitos con la sombra de su

mano; Montse cantando sus canciones favoritas;

Ponchito haciendo fuercitas con Toñito; y por último

yo contando chistes.

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–Esperamos que nuestro primer show les haya

gustado mucho, gracias.

Todos aplaudían, algunos con sonrisas y otros que

no paraban de reír. La mayoría de las noches eran

así, pero con distintos talentos y cambiando el rol.

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Capítulo 12

A tan corta edad yo ya estaba aprendiendo a

manejar. ¡Sí! Mi tío Ángel, cuñado de mi mamá, me

daba clases de manejo todas las tardes. Ponchito

me prestaba su tractor y en él, mi tío me enseñaba.

Era pequeño, verde con líneas amarillas, asiento

para una sola persona, y me encantaba. Parecía

que yo era la dueña de ese pequeño tractor, pues

cada mañana al despertar iba y lo tomaba sin pedir

permiso, como si fuera mío; y empezaba a

manejarlo. Ya por la tarde, llegaba mi tío y

comenzaban mis clases.

Ni importaba con quienes ni con que objeto jugar, la

cuestión era divertirnos al máximo.

En ocasiones, por las tardes-noches salíamos a la

calle a jugar con la pelota: ponchados, futbol, béisbol,

andar en bicicleta, entre otros juegos muy comunes.

Jugábamos todos los primos con algunos amigos

vecinos, que igual algunos eran primos-es un pueblo

donde la mayoría es nuestra familia-. Por ser

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pequeño, y no muy peligroso, nos gustaba mucho,

nos sentíamos libres de hacer ciertas cosas.

Un día estábamos aburridas, y a mi tía Esther, se le

ocurrió hacernos una casa de cartón para jugar.

Bien arreglada como una casa común: con su puerta

a cierta altura, sus ventanas, bien pintada de rojo y

azul. Era bonita y la hizo para que jugáramos de

forma más real.

Nuestro primo Diego, quien vivía en el Distrito

Federal, nos visitaba a mediados de las vacaciones,

y nos gustaba estar con él jugando.

Al término de las vacaciones, un viernes, mis papás

nos fueron a recoger.

– ¡Hola mis niñas! ¿Cómo se la pasaron?

– ¡Súper mami! Jugamos con todos nuestros primos

con la pelota, a las escondidas, hicimos muchas

cosas divertidas y vino Diego.

– ¡Qué bueno! ¿Se portaron bien las niñas, mamá?

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–Excelente, son unos angelitos– dice mi abuelita con

una sonrisa–muy lindas las tres.

–Si mami, nos portamos bien, déjanos quedar más

tiempo, ¿sí?

–No Andy, ya el lunes entran a la escuela, y

tenemos que ir a comprar sus uniformes y útiles.

Despídanse de su abuelita y de sus tíos.

–Está bien–respondí triste mientras me dirigía a

despedirme.

–Cuídense, nos vemos pronto–se despidieron mi

abuelita y mi tía Ana.

Al llegar a Cuernavaca, desempacamos, cenamos y

dormimos. Al siguiente día nos levantamos

temprano y fuimos a comprar nuestros útiles; y a

preparar otras cosas de la escuela. Montse ya

entraría a tercero de primaria, y yo estaba muy

emocionada porque al fin entraba a la primaria. Una

nueva etapa para mí. Pero para Sandy ni se diga:

por fin entraría a la escuela, al Preescolar.

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Capítulo 13

Agosto del 2004. Mis padres decidieron dejarme en

la Colón, para ahí que ahí estudiara toda la primaria.

Mi primer día de clases me gustó mucho. Me tocó en

el grupo A y como maestra, Marcela Ramírez.

Estatura normal, piel clara, rubia, ojos de color, esa

mi maestra, quien era muy buena dando clases

aunque algo enojona, pero muy amable. En la Colón,

la primaria se divide en dos partes: primaria chica y

primaria grande. La chica era de primero a tercer

año; la grande era de cuarto a sexto.

Todos mis amigos del kínder se quedaron en la

Colón, y afortunadamente les tocó en el mismo

grupo que a mí. Aún era muy penosa, creo la

mayoría, pero gracias a las dinámicas que hacía mi

maestra para conocernos e ir agarrando un poco

más de confianza, hice más amigos enseguida, ese

mismo día. Conocí a María Fernanda Gama, entre

otros; y conocí a más compañeros. Conocí a una

persona muy importante para mí, que hasta el día de

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hoy, sigue siendo mi amiga a pesar de los años y

que se cambió de escuela: Alejandra Gómez.

Se presentaron los maestros durante el transcurso

del día. El director Miguel Rosales, la prefecta

Angelita y la secretaria Carmelita formaban parte de

la dirección de primaria.

Pasaban los días y el ciclo escolar transcurría. En

diciembre se hizo un festival donde sólo alumnos de

sexto de primaria participaron en la pastorela,

mientras el resto de los grupos participamos en

villancicos, tanto en español como en inglés; y la

mayoría, pidiendo posada: todo esto a cargo de la

maestra Guadalupe, la catequista de la escuela.

Se hicieron varios festivales como se acostumbra.

Como años anteriores, para el 30 de abril día del

niño, se organiza una kermés donde se incluye

como un concurso de talentos llamado Play Back, a

cargo de las psicólogas de la escuela: Xóchitl y

Oralia. Cada grupo podía participar individualmente

o en pequeños grupos bailando, cantando, o

haciendo algún otro talento que se tuviese. Siendo

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mi primer año, quería participar y me integre a un

grupo que ya estaba hecho; dicho grupo estaba

conformado por Alexa, Ale Gómez, Valeria, Mafer

Gama, Maribel, Ale Franco, Azul, Sofía, entre otras

niñas. Recuerdo perfectamente que, al entrar yo,

sacaron del grupo a Maribel. Nunca entendí el por

qué. No le preste mucha atención y me seguí

dispuesta a bailar. Todos los pasos los ponían entre

Azul y Sofía. Estaba ya todo listo. Pero justo ese día,

me ganaron los nervios y me estaba arrepintiendo,

ya no quería bailar. Observé llorando a Maribel y le

cedí mi lugar en el grupo para bailar. Ella se puso

muy contenta por poder participar. Se presentaron

varios grupos bailando diferentes canciones de

distintos géneros musicales. Montse, iba en tercer

año, y participó con dos amigas y tres amigos,

bailaron súper padre, muy buena su coreografía,

incluso hasta llevaron su vestuario igual y muy

bonito. Al finalizar, dijeron el grupo ganador.

–Felicidades a todos los grupos que participaron, lo

hicieron excelente–dije por el micrófono la psicóloga

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Oralia– pero esto es un concurso y debe de haber

un primer lugar.

–En efecto, gracias por su participación a todos,

gracias al jurado que nos apoyó. El primer lugar es

para… – hace una pausa la maestra Xóchitl

mientras mira a cada grupo – ¡tercer año grupo A, a

cargo de la alumna Sheila! ¡Muchas felicidades!

Gritando de la emoción, recogieron su premio y

comenzaron las fotos. Eran solo felicitaciones por

parte de todos, y como ganadores, repitieron su gran

baile.

Hasta la fecha, aún guardamos el video de ese gran

día.

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Capítulo 14

–Pues ya no nos pudimos organizar para ir a la

playa…

–Sí, aparte no me dieron vacaciones en el trabajo.

– ¡El chiste es salir y divertirnos! Vamos en familia a

nadar al Rollo –nos dice entusiasmado mi papá–

vamos con Alicia sus hijos y mis papás.

–Está más que perfecto.

Nos organizamos para que el siguiente fin de

semana fuéramos a nadar al Rollo todos juntos: mis

papás, hermanas, mi tía Alicia, mi tío Erick, mis tres

primos, mi mami Tere y mi papi. Llevamos la comida

ya hecha, e íbamos bien preparados para divertirnos

al máximo y que nada nos faltara. Creo que la más

emocionada era yo, porque tenía mucho tiempo que

no salíamos juntos como familia.

– ¿Ya vamos a llegar?

–No, aún no.

– ¿Cuánto falta?

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–Como unos 30 minutos…

Hacíamos esas preguntas cada cinco minutos, como

todos los niños cuando están emocionados por

llegar a un lugar y más si se trata de un divertido

parque acuático.

Al llegar al Rollo, escogimos una mesa y dejamos

ahí las cosas, mis primos, mis hermanas y yo

estábamos ansiosos por ir ya a la alberca. Yo fui la

última en ponerme el bloqueador; y mis primos y

hermanas ya se habían adelantado con mi tío Erick

a los toboganes. Mi tía Alicia se quedó a esperarme.

Cuando terminé, me puse mis chanclas como pude

y quedaron, y salí disparada a la alberca. Atrás de

mí iba mi tía. Corriendo y luego sin mis chanclas

bien puestas, hizo que me cayera a medio camino,

antes de llegar a la alberca.

– ¡Ay! ¡Me duele!–gritaba mientras lloraba.

–Ay Andrea, ya ves, por andar corriendo, ven–me

carga y me lleva de regreso a la mesa donde

estaban mis papás– Se cayó Andrea por ir corriendo

y se raspó.

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–Ay Andrea, ven te lavaré–me dijo mi mamá.

–Es que me duele–respondo aun llorando.

Tengo que admitir que yo era muy especial,

demasiada nena para cosas así de pequeñas como

éstas.

–Listo. Ya puedes ir a nadar.

– ¡No, ya no!– Dije mientras hacía mi cara de

pucheros–me arde y así ya no.

Todos se atacaron de la risa, pues yo estaba

exagerando, era una simple raspadita y sólo por eso,

ya no quise nadar. Como a esa edad un pequeño

rasponcito te puedo arruinar tus planes de diversión,

¿verdad? Bueno, aquí yo era la exagerada. Todo el

día estuve enojada.

Al siguiente día, mi mami Tere me iba a bañar

porque sabía que era mega especial con esto de las

raspadas y pues creía que necesitaba de su ayuda.

–A ver, mójate la cabeza

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– ¡No! ¡No!–le gritaba mientras lloraba– ¡Déjame!

¡Me arde!

– ¡Ay Andrea! Ya no exageres y báñate bien.

– ¡No! Me arde. ¡Déjame, yo me baño!

–Ay Andreita, Andreita–me decía mientras se reía–le

diré a tus papás–me dejó sola y salió del baño.

A los diez minutos regresó y me encontró sólo

mojándome la cabeza y todo el cuerpo afuera, sólo

por no querer mojarme mi raspada.

– ¡Andrea! ¡Eso no es bañarse! ¡A ver ven acá! – y

me mete a la fuerza a la regadera, toda completa.

– ¡Ay! ¡Me duele mami!–Gritaba mientras lloraba–

¡Me arde!

Como lo dije, exageraba de más. Pero esa no fue ni

la primera ni la última vez que actúe de esa forma.

Otra ocasión, no recuerdo por qué pero me raspé las

dos rodillas y los dos brazos; e igual al bañarme me

comporté de una manera similar. Solo que esta vez,

mi mami Tere, al irme a ver al baño, me encontró

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como en posición de un zombi: tenía los dos brazos

fuera del chorro de agua que caía, al frente los dos;

las piernas como de la misma manera, pero una al

frente y la otra a un lado; y la cabeza inclinada hacia

atrás para que me cayera el agua. Literal.

–No inventes Andrea–dice enojada y al mismo

tiempo riéndose a más no poder–enserio que te

pasas de exagerada.

–Ay, ¿por qué? Si me duele mucho…

– ¡Tienes que bañarte bien chamaca! A ver, ven de

nuevo.

Me metió completa a la regadera y yo terminé dando

gritos y llorando. Al llegar mi mamá, mi mami Tere le

contó, y que ya era la segunda vez que ocurría. Mi

mamá, aunque no paraba de reír, si me regañó.

Y hasta la fecha, recuerdo todas esas cosas así y

me rio de mí misma; y con mi familia ni se diga,

también se ríen de mí y me hacen burla.

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Capítulo 15

Fueron tantas las cosas que pase a lo largo de la

primaria, y tantas personas importantes a las que

conocí, incluyendo amigos y maestros.

Principalmente, desde que entre a primaria, conocí a

una persona maravillosa: la prefecta Angelita. Esa

persona que siempre está al pendiente de ti, que te

cuida, te da unas buenas regañadas, ríe contigo,

aquella que hace cualquier cosa por sacarte una

sonrisa y verte muy feliz. Era una persona muy linda,

amable, simpática, noble, responsable, muy buena

amiga, maestra y compañera. Siempre podías

contar con ella, a pesar de todo, siempre la veías

con una sonrisa en su rostro. Con ella, yo me sentía

en confianza; me dejó muchos aprendizajes, y

consejos que me dio durante mis seis años de

primaria. De la misma forma, era una gran amiga de

mi familia. Pero salir de la primaria no implicaría que

le dejara de hablar. Aun estando en otros niveles,

seguía teniendo contacto con ella. Hasta hace

apenas un año, desafortunadamente falleció. Fue un

gran golpe para todos, perder a esa increíble

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persona, ese gran ángel que ya no estará más con

nosotros. Tuvimos que hacernos la idea. Ella está y

estará en nuestros corazones siempre.

En primaria chica conocí a una persona que,

actualmente igual ya no está con nosotros, pero le

agradezco infinitamente muchas cosas. Una buena

persona, amiga, consejera, maestra, es quien fue mi

maestra de tercero de primaria, mi tocaya, Andrea.

Cuando iba en segundo, la conocí, porque mi

maestra Rosy faltó a clases y ella fue quien la

sustituyó. A simple vista se veía que era muy

enojona, y ese día que estuvo en mi grupo, la

verdad es que me dio miedo su carácter; pero llegué

a pensar que ella no era realmente así, que sólo por

no ser su nosotros su grupo, se comportaba así de

exigente. Tal vez yo la creía así porque no la

conocía. Total. Deseaba tanto que no fuera mi

maestra en tercer año. Pero, sorpresa…

Al inicio del ciclo escolar 2006-2007…

–En tercer año grupo A con la profesora Andrea

están David Botello, Alejandra Gómez, Maribel

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Martínez, Alexa Villegas…–leía la lista la prefecta

Angelita–Andrea Trejo y por último Omar Trejo–

concluye.

Por más, aunque me hubiese encantado quedarme

en el otro grupo, no podría haber sido posible

porque en primer y segundo año me había tocado

en grupo A, y ya era de esperarse que me tocaría de

nuevo en el A, siempre quedaban igual los grupos:

los del A seguirían así, y de igual forma, los del

grupo B. Lo bueno fue que mis amigas se quedaron

conmigo: Alexa y Ale; desafortunadamente, Yolanda

se tuvo que cambiar de escuela por algunos

problemas que se presentaron.

La verdad, nunca me arrepentí que me haya tocado

como maestra ella. Fue una de mis maestras

favoritas. De que era enojona, lo era; pero tenía que

serlo. Ella tenía un problema de salud, aparte de que

tenía mal su pierna derecha, incluyendo su pie, y no

podía caminar bien, tenía que usar bastón. Nosotros

como alumnos, le ayudábamos cuando lo

necesitaba. Ella nos daba muchos consejos sobre

cómo salir adelante ante cualquier circunstancia que

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se nos pudiera presentar cuando estuviéramos más

grandes. Hasta la fecha, recuerdo algunos y si los

sigo. Ella me dejó tantas enseñanzas, mi maestra

Andrea, quien tanto me dio, quien nos enseñó a no

darnos por vencidos, a siempre salir adelante,

infinitas cosas: más que nuestra maestra, era

nuestra amiga.

Otra gran maestra, amiga y persona a la que tuve el

gusto de conocer fue la profesora Martha Ávila, mi

maestra de quinto año. Desde antes, quería que

fuera ella mi maestra, como le dio clases a Montse,

me decía que era una excelente maestra y muy

buena onda. Al oír esas palabras de mi hermana,

pues con mayor razón la quería como maestra.

Afortunadamente, quede en su grupo. De nuevo

grupo A. Si se veía tranquila y muy buena onda,

pero en la primera semana de clases si me dio

miedo, recuerdo perfectamente lo que pasó.

–Andrea, ¿tienes la tarea de español?–me preguntó

Ale, justo minutos antes de que llegara la maestra.

–Si…

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– ¿Me la pasas? Es que se me olvidó hacerla…

–Pero la maestra ya llegará y se enojará.

–No, ándale por favor

–Bueno, está bien, pero te apuras.

– ¡Si, gracias!

Yo estaba preocupada porque sabía que no era

correcto pasarle la tarea a Ale por más que fuera mi

mejor amiga, y peor aún, no sabía cómo era la

maestra Martha con esas cosas ni cómo se iba a

poner…

– ¡Buenos días niños! – va entrando al salón.

–Ale, el cuaderno…–le susurraba a mi amiga desde

mi lugar–Ale, dámelo ya por favor.

– ¿Qué estás haciendo?–Pregunta la maestra a Ale

notándosele el enojo en su cara – ¿estas copiando

la tarea?

–No… –contestó Ale.

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– ¡Eso no se hace niña! ¿De quién es el cuaderno?–

Alza su voz volteándome a ver – ¡Vuelvo a ver que

le pasas la tarea y las repruebo a las dos!

¿Entendieron?

–Si–contestó Ale muy seca y asustada por los gritos

de la maestra

–Si maestra–dije con mi voz bajita y mirando a Ale.

Desde ahí, por una cosa así de pequeña, nos dio

miedo la maestra Martha y pensábamos que se la

iba a traer contra nosotras.

–Genial, inicio de ciclo escolar y empezarlo así,

tendremos problemas –dije medio triste.

–No, no lo creo. Este es el comienzo, tu solo

espera–me dijo Ale con una sonrisa y mientras me

guiñaba el ojo.

Y así fue. Tuve paciencia y mi ciclo escolar fue

excelente en varios sentidos. Ya no era muy tímida

como antes-aunque aún lo era un poco-, hacia más

amigos y le hablaba más a mis compañeros. Con mi

maestra ya no tuve problemas de ningún tipo, ni mi

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amiga Ale, éramos excelentes alumnas; y nos

llevábamos súper con ella. En los recreos comíamos

juntas en el salón, platicábamos, reíamos,

contábamos nuestras choco aventuras y de más.

Fuera de lo académico, la maestra Martha, era muy

buena amiga; de mis maestras favoritas.

De todos mis profesores de primaria, los que más

me gusto haber tenido como maestros fueron ellas,

y la maestra Edith, de computación. A pesar de que

los quise mucho, y por más que me deseaba que

siguieran siendo mis maestros por la confianza que

ya les tenía, ya no podía ser así, el rol cambiaba.

Pronto tendría nuevos profesores.

Pero sin duda alguna, a quien le debo muchas cosas,

todo el apoyo que nos ha brindado a mi y a mi

familia, es a una maravillosa persona: Teresa Solís.

El 18 de agosto de 2007 hice mi Primera Comunión.

Mi madrina fue ella, Tere. Una persona increíble,

muy linda, bondadosa, noble, carismática y de más;

una en un millón. Desde que la conocí, me pareció

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una persona muy amable, y de esas que nunca

busca problemas con los demás sin tener razón

alguna. Por eso y más quise que fuera mi madrina y

así fue. Yo la quiero y admiro mucho.

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Capítulo 16

¿No es bonito que a pesar de los años, sigas

teniendo amistades del kínder o de primaria? Yo

creo que si lo es. Tener esas amistades que, a pesar

del tiempo que ha transcurrido y de la distancia, te

sigan a poyando; y aun las que falta por conocer.

A lo largo de la primaria, conocí a más personas,

hice más amigos y me acerque más a lo que ya

conocía.

Ale Gómez, quien conocí en primer año y fue una de

mis mejores amigas; es una persona increíble,

éramos idénticas. Nos gustaban las mismas cosas,

siempre estábamos juntas. Más adelante, éramos

ella, Valeria y yo: las tres inseparables. Son

personas que han sido muy especiales en mi vida, y

lo seguirán siendo, a pesar del tiempo que ha

pasado. Pase tantas cosas con ellas cuando éramos

unas niñas.

Desde primer año, en mi salón iba un niño llamado

Miguel Giles. Durante ese ciclo escolar no le hablé.

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Fue hasta segundo año cuando él me empezaba a

hablar, me parece que yo le parecía bonita y fue por

eso que empezó a hablarme. La verdad es que me

caía mal, siempre estaba pegado a mí, y eso no me

agradaba mucho. Por esa cuestión, de que me

sentía incómoda, me aleje de él y le deje de hablar.

Toda la primaria nos tocaba en el mismo grupo, y

aun estando juntos, le hablaba pero no me llevaba

con él. En quinto año, fue un poco más lo que

hablaba con él pero fue en sexto cuando me

empecé a llevar más con hombres, y a tener más

amigos varones. En primer año de secundaria

quedamos en el mismo grupo y hablarle para mí era

muy equis, pues yo volví a mis tiempos de ser tímida.

En segundo año, nos separamos y al vernos o pasar

uno cerca del otro, solo nos saludábamos.

Conocí en quinto a Heidi, quien desde que la conocí,

ha estado conmigo cuando más la necesito aunque

no nos llevemos mucho; Abril quien nunca me dejó

sola, siempre haciéndome reír y sacándome

sonrisas con cualquier tontería; y por último Hassan,

esa persona que, cuando conocí se me hizo alguien

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muy raro y casi no le hablaba, pero aprendí a que

primero, antes de hablar, tenía que conocer a las

personas, y sí, me di el gusto de conocerlo: es un

chavo increíble, a pesar de que nos distanciamos,

sé que puedo contar con él. Son personas muy

importantes en mi vida, quienes actualmente siguen

mis amigos y quiero mucho. En realidad, muchas

personas que aunque no les hable, las llevo en mi

corazón.

Son muchas personas importantes que si les

hablara de cada una, jamás acabaría. Sólo basta

con decir que hay amigos que, jamás te abandonan.

Que están contigo en las buenas y en las malas; y si

no es así, no son tus verdaderos amigos.

“La persona que baile contigo bajo la lluvia… será

quien camine contigo bajo la tormenta…”

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Capítulo 17

Todo comenzó en sexto de primaria, sin darme

cuenta.

Recuerdo que algunas veces, sentía como que se

me endurecía mi cachete y a la vez sentía

hormigueos; no podía hablar bien. No le daba

importancia.

Un día, estaba en clase y me sentía igual, de esa

misma forma, sólo que esta vez también lo sentía en

mi brazo; pedí permiso para ir al baño pero al

momento de querer dejar mis cosas en la butaca, se

me cayeron y sentí al instante mi brazo como flojo,

débil. Ale se levantó de su butaca y me ayudó.

-¿Que tienes Andrea?-dice con tono de

preocupación-¿Que te sucedió?

-No... Lo... Sé... -conteste haciendo pequeñas

pausas-pero yo creo que si voy al baño.

-Está bien, con cuidado.

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Baje al baño, y me lavé la cara. Recuerdo

perfectamente ese día. Me sentía igual y apenas

podía caminar porque sentía mis piernas algo

débiles. Me dirigí a la dirección, y le dije a la prefecta,

aún casi sin poder hablar bien: sentía que la boca la

tenía ya de lado.

-Maestra, me siento mal.

-¿Que tienes? ¿Qué sientes?

-Es que... Tengo... -me quedo callada, le quise

explicar pero no pude-Ale... sabe... bien...

-¿Que Ale?-pregunta

-Gómez.

De inmediato subieron al salón por ella, y le explico

a la prefecta que fue lo que vio. Enseguida llamó a

mi mami Tere, ya que mis papás estaban en el

trabajo.

-Si... Mire... Será mejor que venga por ella... Si, para

que la lleve al doctor, porque yo no la veo muy

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bien...-dice hablando con mi mami Tere al teléfono-

está bien, hasta luego.

No tardó ni quince minutos en llegar. Angelita le dijo

que fue lo que me había sucedido y nos fuimos.

Mi mami Tere me llevó al doctor, con una doctora de

Similares, la que le tenemos mucha confianza: la

doctora Perla Rangel. No recuerdo exactamente qué

fue lo que tenía; solo recuerdo que me mencionó

que debía ser más relajada, menos nerviosa y dejar

de preocuparme. Me dio medicamento & me puse

como bien. O bueno, al menos físicamente, y eso

creía yo. Seguí mi ciclo escolar como una niña

normal.

En noviembre, de hizo una excursión a Oaxaca,

donde asiste secundaria e invitan a sexto de

primaria. Montse, iba en segundo se secundaria, y

por supuesto iba a ir.

-Yo quiero ir papá, ¿puedo?

-Pero aún estás chica.

-No, bueno si pero quiero ir, irá Montse... ¿puedo?

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-Veremos-fue la última palabra de mi papá.

Al siguiente día, me dio la sorpresa: si iría. Me dio el

dinero para pagar. ¡Yo estaba muy emocionada! ¡Mi

primera excursión! Y lo mejor... Sin mis papás.

La salida fue un día de noviembre en la entrada

principal de la Colón, en punto de las diez de la

noche. Mis padres se despidieron de nosotras.

Subimos al autobús. Y por último, nos despedimos a

través de la ventana.

En el autobús, me senté con mi hermana y sus

amigos. Tengo que aceptar que, por ser mi primera

excursión estaba muy nerviosa; tan sólo de pensar

que dormiría lejos de mis papás, que estaría fuera

de casa durante tres días y por último, que no iban

mis amigas. Sí. Llore.

En la mañana, del siguiente día, llegamos al hotel ya

en el estado de Oaxaca, Era un hotel pequeño, que

estaba en remodelación. Cada quien podía escoger

sus compañeros de cuarto: yo me quede en el

cuarto de mi hermana con dos de sus amigas.

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Cambiamos tres veces de habitación porque por lo

mismo de que estaba en remodelación, tenía ciertas

fallas. En el último cuarto donde nos quedamos, se

salía el agua, de modo que escurría por las paredes

y llegaba mucho el olor a gas; pero ya no había

forma de que nos cambiarán.

Lo importante fue que en esa excursión nos

divertimos mucho. Yo me la pase con Montse y sus

amigas, y a veces me juntaba con mis compañeros,

de mi misma edad. Visitamos Monte Albán, Hierve

El Agua, El árbol de tule, entre otros lugares. Nos

divertimos mucho. Mi primera excursión fue lo

máximo, a pesar de esos pequeños inconvenientes.

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Capítulo 18

Para diciembre, por ser nuestro último año en

primaria, nos hicieron un convivió sólo para sexto

año. Colocaron mesas en el patio principal, sirvieron

el desayuno & estábamos todos juntos. Yo me senté

en una mesa con todas mis amigas y uno que otro

compañero.

Sucedió lo mismo: sentí esos hormigueos en mi

brazo derecho y en mi cachete; si sonreía, sentía

que se me iba el labio muy de lado; no podía mover

ni mi brazo ni mi mano derecha; lo mismo pero peor.

Me tuve que quedar quieta por unos minutos hasta

que se me pasó. Y continúe en mi convivió normal,

como si nada hubiese pasado.

Por la tarde, se repitió. Mi mami Tere fue por

nosotras a la escuela, y me venía tomando de la

mano, ya que me sentía muy débil. No podía ni

sostener bien las cosas porque se me caían.

Consultamos varias opiniones y sólo decían que era

por mis nervios, que me preocupaba & estresaba de

más.

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Hice eso a un lado por un momento, y seguí

disfrutando de mi último año de primaria. Participé

en la pastorela como un bello ángel; el día de las

madres, en el festival, participé diciendo una

hermosa poesía; y finalmente, en junio, hice Mi

Confirmación en la Catedral.

Y por fin llegó el día más esperado. Mi graduación.

En junio, fue mi clausura de sexto año.

En ese día tan importante me acompañaron mis

hermanas, mi papá, mi mami Tere, mi tía Ana y mi

abuelita Nicandra.

Yo formaba parte de la escolta, & salí en mi clausura,

para el cambio de escolta. Para el baile-vals-mis

compañero Hassan y Diego fueron mis

acompañantes, quienes bailaron conmigo. Mi

vestido fue lila con morado, no fue largo como se

acostumbra, esta vez lo elegimos corto. Con el

último pase de lista y entrega de diplomas, se

concluyó el evento.

Una mañana, ya estando de vacaciones, desperté

con mucha comezón y ardor en la cabeza. A mi

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mamá se le hacía raro y me checaba la cabeza. Ella

notó que tenía muy rojo en la parte de arriba de la

cabeza; pensó que eso era la consecuencia de que

yo me estuviera rascando y sólo me dijo que lo

dejara de hacer. Yo le hice caso. Pero con los días,

el ardor iba aumentando y más si estaba mucho

tiempo al sol: éste era muy fuerte y no lo aguantaba;

aparte, me dolía mucho la cabeza y se me caía

mucho cabello, algo que ya no era nada normal.

–Esto ya no me está gustando, te llevare al

dermatólogo–me dijo preocupada mi mamá.

–Sí, porque me duele mucho y tengo muy rojo.

Consiguió cita con el dermatólogo enseguida para la

siguiente semana y me llevó. No recuerdo con

exactitud que me dijo que era; sólo recuerdo que me

dio tratamiento: pastillas y una pomada. Estuve dos

meses asistiendo con ese dermatólogo y con ese

tratamiento, pero no se me quitaba; al contrario, iba

aumentando.

–Te tendré que llevar con el doctor Villada.

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–Está bien.

El doctor Villada era un médico de Zacatepec, al que

mi mamá le tenía ya mucha confianza, pues era

quien atendía a mi abuelita Nicandra, era muy buen

doctor.

–Su hija tiene una infección muy fuerte que a lo

mejor agarró en algún lugar público en el que haya

estado y que éste no haya estado en buenas

condiciones…–da su diagnóstico.

–No doctor, cómo si casi ni salimos a lugares y

menos así…

–Mamá–interrumpí–fui a Oaxaca, recuerda cómo te

dije que el hotel estaba…

– ¡Oh cierto!–Ahora ella me interrumpe–me

comentaste que el hotel estaba en remodelación.

–Puede que ahí le haya caído algo y así, agarró esa

infección y que por lo mismo es la caída del cabello.

–Tal vez, ¿entonces doctor?

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–Le daré estas medicinas, incluyendo esta crema,

pero para poder ponérsela y que vaya bien el

tratamiento, se tendrá que cortar el cabello, muy

corto para que la crema se la ponga y haga bien

efecto.

–De acuerdo, muchas gracias doctor, tome–saca

dinero y le paga–Hasta luego–estrecha su mano y

nos vamos.

Esa misma tarde, me cortaron mi cabello, como un

corte de hombre. Enserio, no me era agradable,

pero era por mi bien.

Ese doctor también me revisó porque me

últimamente me cansaba mucho al hacer cualquier

tipo de esfuerzo. Me checó y dijo que tenía un soplo

funcional, pero que no necesitaba algún tratamiento

en especial, que por lo mismo de ser funcional, no

era para nada peligroso.

No les convenció, y decidieron llevarme con otros

cardiólogos, igual en particular. Recurrimos con dos

cardiólogos y dijeron que si era un soplo.

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Capítulo 19

Para la secundaria, me quede igual en la Colón.

Inicie en el curso propedéutico muy bien, y muy

contenta ya que Viridiana, una de mis mejo5res

amigas en ese entonces, era la única de mis amigas

que se había quedado; Ale no pudo por problemas

económicos y Valeria porque no quiso.

–No te preocupes por eso Andy, conocerás a más

amigas–con una sonrisa en rostro me dijo mi mamá.

–Si mira, mi amiga Rebeca tiene una hermana de tu

edad, que igual entrara al curso, es muy buena onda

y al principio igual de tímida, puedes hablarle a ella,

la reconocerás porque es idéntica a Rebe–me

comentó Montse minutos antes de irme.

El primer día del curso, llegue tarde y el Sub

Teniente Giles me regañó, y como ya estaban en

clases, me mandó rápido.

–Te toca en el primer salón, ¡ve ya!

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Al entrar, me lleve la gran sorpresa de ver a

Viridiana y a otras amigas. Aunque me sentía sola

aún y era muy tímida, de nuevo. Mi primer día me lo

pase en ese salón. Pero al siguiente, un maestro al

pasar lista…

– ¿Quién no escucho su nombre en la lista?

–Yo…–alzo la mano y digo tímidamente.

–Entonces ven, acompáñame, tú no eres de este

grupo, has de estar en la lista del otro grupo–me

toma y me lleva al otro salón. –Tienes en tu lista a

esta alumna, Andrea Trejo?

–Sí, aquí va.

–Perfecto.

En ese salón no conocí a nadie. Me senté en una

esquina y trate de ser amable y socializar, pero no

me sentía muy a gusto. Todos se veían muy… raros.

Tocaba clase de Instrucción militar. Bajamos, nos

formamos y a lado de mi se puso una chava, que

desde que se colocó a mi lado, me empezaba a

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mirar raro. Yo no hacía caso y seguía normal. De

pronto, fue ella quien rompió el silencio.

–Oye, tu no ibas aquí en este grupo, ¿o sí?

–Sí, bueno no. Estaba en esta lista pero ayer que

entré me mandaron por error al otro salón, y ya hoy

checaron bien y estoy en este.

– ¡Oh ya! Con razón ayer no te vi, ya decía yo que

no estaba loca–se rió.

–Sí, y ¿cómo te llamas?

–Viridiana ¿y tú?

–Andrea.

Viridiana Tuyin, la primera amiga que hice en

secundaria. Para mi suerte, entrando ya bien a

clases, le tocó en mi grupo. De mis amigas de

primaria en mi grupo estaban Mafer, Sofía, Abril,

Bianca, Dariana y obviamente, Viridiana Tuyin. Mi

asesor fue el profesor Noé Solís, un muy buen

maestro y amigo.

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Empecé mi ciclo escolar excelente, sin ningún tipo

de problema. Me gustaba. Poco a poco se me iba

quitando la pena, aunque no del todo. Lo que más

me daba pena o me incomodaba era que mi cabello

lo tenía aún corto y me sentía como un hombre, me

sentía pelona. Creo que eso era lo de menos.

Como a mi amiga Viridiana le tocó en otro grupo,

nos separamos un poco, pues había cambiado

mucho. Puedo decir que mis únicas amigas, y con

las que más me juntaba eran Viridiana Tuyin,

Dariana y Mafer. Aunque sentía que Mafer a veces

se aprovechaba de mí, y de lo inocente que era.

Pronto habría de darme cuenta. A pesar de eso y

más, disfruté mi primer mes en la secundaria.

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Capítulo 20

A pesar de que estábamos en curso escolar, los

fines de semana nos íbamos a San Gabriel, a visitar

a mis tíos y a mi abuelita Nicandra. En septiembre,

un día entre semana, recuerdo que mi tía llamó a mi

mamá para decirle que fuera, porque se había caído

en la noche y como ya estaba mal de la rodilla, pudo

haberse lastimado peor y era necesario llevarla al

médico. Mis hermanas y yo estábamos en el

negocio de mi mami Tere, y sólo nos avisó que iría a

San Gabriel, pero no nos dijo a que iba, para no

preocuparnos, fue hasta la noche cuando nos dijo.

–Me dijo Ana que en la noche tu abuelita se levantó

al baño, y no vio el escalón, y se cayó, pero no se

preocupen, la llevamos con el doctor Villada y ya

está mucho mejor, sólo tiene que descansar y tener

varios cuidados.

–Ay mamá, ¿por qué no nos dijiste antes?

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–Ya les dije que para no preocuparlas. El fin de

semana iremos a verla, es más, todos los fines de

semana.

Mi mamá nos decía que mi abuelita estaba bien,

pero evidentemente no lo estaba. Estaba aún en

cama, y se veía muy enferma, nosotras apenas nos

estábamos enterando de que con su caída se

fracturó la cadera. Si era algo grave el asunto.

La operaron de la cadera, le pusieron una prótesis, y

afortunadamente salió bien, y sólo era necesario

guardar reposo. Pero se complicó un poco la

recuperación, por varias cosas: por lo mismo de que

era una persona ya de la tercera edad, tenía

diabetes y sufría de asma; y el doctor explicó que al

pasar la anestesia, el acero se enfriaría y poco a

poco así también ella.

Recuerdo perfectamente la fecha. Un domingo 10 de

octubre fuimos a visitarla, y a estar más tiempo con

ella, nos sorprendimos al ver que recibía muchas

visitas de nuestros familiares. Estaba muy débil,

pero aun estando así se preocupaba por los nietos.

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–Ana…–dice con trabajo mi abuelita–ven.

– ¿Qué pasó, mamá?

–Ya haz la comida. Hazte unos… huevos duros con

arroz…–dice tomando a mi tía de su mano–pero a

Ponchito le haces dos, porque le gustan mucho.

Se acordaba de todo, y seguía al pendiente de todos

sus nietos, seguía siendo la misma persona linda de

siempre. Cuando me acercaba a ella, tomaba su

mano y la acariciaba mientras la veía dormir; y

cuando despertaba, platicaba con ella hasta donde

podía porque no se podía esforzar mucho.

–Niñas, despídanse bien de su abuelita y de sus tíos,

ya nos vamos–nos avisó mi mamá.

–No mamá, no me quiero separar de mi abuelita–

dije a punto de dejar caer mis lágrimas –por favor

deja que me quede.

–No Andrea, mañana tienen que ir a la escuela.

De las tres, yo era la única que tuvo ese

presentimiento, sentía como si me estuvieran

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oprimiendo el corazón, algo dentro de mí me decía

que no debía dejar a mi abuelita, que tenía que

quedarme más tiempo a su lado, esa extraña

sensación que no podía quitármela… Pero tuve que

despedirme.

–Adiós abuelita, cuídate– le di un beso, la tome de la

mano y un abrazo como pude…Nunca creí que

fuera el último…

Durante el camino, venía mirando en la ventanilla y

no dejaba de pensar en mi abuelita…

–Si tan sólo me hubiera quedado…–pensé y lo dije

en voz alta.

– ¿Qué dices hija?–preguntó mi mamá.

–Nada… Es sólo que…

– ¿Qué?

–No, nada olvídalo–contesto, y volteo de nuevo a la

ventanilla, con lágrimas cayendo por mi rostro.

Por la noche, igual había algo que no me dejaba en

paz, la misma sensación de la tarde, no podía dormir.

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Tardé horas en hacerlo. Al siguiente día, asistimos

normal a la escuela, y en el trascurso del día,

pensaba en mi abuelita y en su salud, en como se

encontraría en esos momentos.

Mis clases terminaron a las 2:30 y como todas las

tardes, me quedé a mi grupo disciplinario. Al mirar a

la reja que llevaba al patio de primaria, me

sorprendió ver que iba llegando mi mami Tere, venía

muy a prisa.

–¡Qué pasó mami?–pregunté–Aún no salgo de mi

grupo, tengo que quedarme.

–Vengo por ustedes, pide permiso, Sandy ya esta

arriba, anda.

–Si, pero ¡qué pasó?–dije preocupada.

–Vamos ir a San Gabriel, tu abuelita se puso mal. Tu

mamá ya está allá.

Enseguida avisé en mi grupo mientras mi mami

buscaba a Montse. Tomé mis cosas y nos fuimos.

Afuera nos esperaba mi madrina Tere en su carro,

nos subimos y nos fuimos: primero a nuestra casa a

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cambiarnos el uniforme, y luego nos dirigimos a

Amacuzac. En el camino nadie decía nada, fui yo

quien rompió el silencio con una de las tantas dudas

que tenía.

–Mami, ¿y mi papá dónde está? ¿Por qué ustedes

nos trajeron y no mi papá?

–Porque tu papá fue quien llevó a tu mamá.

–Oh...

Nada me cuadraba. ¿Por qué si se puso mal nos

traen a nosotras? Ha de ser algo grave sino mi mami

Tere no hubiera ido por nosotras hasta la escuela.

De pronto, al pensar en eso, volví a sentir como si

me apretaran el corazón… Al parecer, yo era la

única inquieta, mis hermanas venían escuchando

música con sus audífonos. Cuando íbamos llegando

a Puente de Ixtla, escuchaba que hablaban mi

madrina y mi mami Tere, entre ellas.

–Ya hay que decirles tocaya…–le murmuró mi

madrina a mi mami Tere.

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–Pero se van a poner mal ahorita, mejor cuando

lleguemos.

–No, de una vez. Si llegan y ven todo, será peor.

¿Decirnos qué? Por lo que se murmuraron, y por el

tono de voz en que lo hicieron, por más que no

quería, ya me imaginaba lo peor…

–Está bien. Niñas, escúchenme las tres por favor

– ¿Qué pasó?–preguntamos preocupadas y yo,

apunto de llorar.

–Tienen que ser muy fuertes mis niñas–hizo una

pausa y respira profundo–su abuelita ya se fue a un

lugar mejor, ya no está con nosotros…

Al oír esas palabras de mi mami Tere, que me

confirmara lo que ya estaba pensando, sentí lo

mismo de aquella vez, que me oprimían muy fuerte

el corazón pero peor y que el mundo se derrumbó

ante mí en cuestión de segundos. Las tres nos

soltamos a llorar. Mi mami, al vernos de esa manera,

no pudo evitar llorar.

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–Mis niñas, lloren. Lloren todo lo quieran–nos dijo mi

madrina viéndonos por el retrovisor, nosotras

seguíamos llorando–desahóguense todo lo que

quieran, llegando tienen que ser fuertes para apoyar

a su mamá.

– ¿Por qué madrina? ¿Por qué tuvo que pasar?–dije

entre llantos.

–Mi vida, desafortunadamente así es la vida, tu

abuelita ya no pudo más y ahora está en el cielo,

con Diosito –dijo dejando caer algunas lágrimas –tu

abuelita ya podrá descansar en paz.

Durante el camino restante, nos la pasamos llorando.

Llorando y pensando las cosas…

–No me hago a la idea de que mi abuelita… ya no

estará… con nosotros–lloro aun más.

Al llegar al pueblo e ir acercándonos al área donde

están la tienda y la casa, pareció que en tan sólo

unos segundos, se nubló todo, se hizo todo gris y

más triste aún. Pasamos en el carro y vimos la

tienda que estaba cerrada. No me quería ni imaginar

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todo el dolor y sufrimiento que estaba por venir.

Entramos en la calle, y ahí dejó el carro. Enseguida

bajamos y nos recibió mi papá con un fuerte abrazo

a las tres, él estaba llorando y al verlo así y ver todo,

lloramos como nunca lo habíamos hecho. El portón

abierto, mi tío colgando un moño negro arriba, gente

que llegaba con ramos de flores, todos vestidos de

negro: eso me destrozaba más, no me hacia a la

idea.

–Hijas, sé que duele–hace una gran pausa y llora

más– por favor sean fuertes para poder darle

fuerzas a tu mamá, ella está destrozada.

¡Por eso no quería irme a Cuernavaca! Sabía que

algo iba a suceder. Pero ya era demasiado tarde.

Al entrar, vimos a mi mamá destrozada, llorando

como no se imaginan. El dolor de perder a una

madre es muy fuerte, una madre que te lo dio todo.

La abrazamos y lloraba más. Ver a mi tía llorar me

partía más el corazón: pensar en que se quedaría

sola, sin su mamá, sola con mi tío.

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Pensar que la vi por última vez el día anterior, y que

si me despedí de ella, me tranquilizaba un poco más,

pero si seguía triste. Tan sólo quería verla. Una

última vez. Era todo lo que pedía. Mi papá me

abrazaba.

–Papá, quiero entrar a ver a mi abuelita, ¿puedo?

–Sólo entraremos.

–Pero quiero verla… una última vez… por favor…–

dije con lágrimas aún.

–No hija, no te lo recomiendo, mejor desde aquí, a

unos pasos…–decía mientras me tenía abrazada–es

mejor que te lleves el bonito recuerdo de ella de

como la viste ayer por última vez, a de cómo está

ahorita…–finalizó dándome un beso en la frente.

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Capítulo 21

Mis tías no dejaban de llorar, verlas así me partía el

corazón, hacía que llorara más; por más que quería

ser fuerte, no podía, me ganaba el llanto. Pasaban y

pasaban las horas, ya era muy noche y teníamos

que descansar. Mis padres se quedarían en el

velorio.

–Hijas, váyanse. Tere los llevará a la casa y sus

papis se quedarán con ustedes.

–No papá, nos queremos quedar–contesté

enseguida–o al menos yo si.

–Mis niñas, tienen que descansar después de todo

esto por lo que acaban de pasar…–decía mi mami

mientras me limpiaba las lágrimas–iremos a su casa

y me quedare con ustedes.

–Me quiero quedar con mi tía Ana y mi mamá–dije

aun llorando y mientras volteaba a ver a mi tía–no

las quiero dejar enserio.

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–Y no las dejaras, solo será durante la noche.

Mañana temprano regresaremos.

Nos fuimos, y todo el camino veníamos llorando; yo,

veía por la ventana pensando y tratando de hacerme

a la idea de que mi abuelita ya no estaría más con

nosotros.

Al llegar a casa, me senté en el sillón, deje de llorar

y me tranquilicé un poco, pero de nuevo no soporté

el dolor y deje venir de nuevo esas lágrimas…

–Llora. Llora todo lo que quieras –me decía mi

abuelita mientras me abrazaba–desahógate.

– ¿Por qué se tuvo que ir, mami?

–Mi amor, ya te explique, ella ya está con Diosito…

Sentía un gran dolor y no dejaba de llorar, pensando

en qué sería de mis tíos sin mi abuelita, me

preocupaba mucho.

–Duerman ya mis niñas, tienen que descansar un

poco.

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Subimos y nos acomodamos para ya dormirnos. Yo

no podía dormir en mi cuarto porque sentía más

soledad; así que me fui al cuarto donde estaban mis

papis. Me relaje y me dormí un poco más tranquila.

Por la mañana, me desperté de golpe, como si

alguien o algo me hubiera dicho que me despertara

ya en ese momento; sentí como una punzada en mi

corazón, como un gran vacío en mi pecho. No pude

evitar llorar al recordar que mi abuelita había

fallecido el día anterior…

– ¿Qué tienes?–preguntó mi papi preocupado.

–Recuerdo a mi abuelita… –hice una pausa y luego

continúe–Papi, ¿por qué se fue? ¿Por qué nos dejó?

–Ya era tiempo, pero desde el cielo las cuidará, ya

estaba sufriendo mucho, te aseguro que allá estará

bien, ya no sufrirá.

Nos arreglamos desde temprano para ir al entierro.

Primero fue la misa; todos sin excepción alguna,

estábamos llorando. Recordar todos esos momentos

llenos de alegría y felicidad con mi abuelita, la buena

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persona que era, esa tierna mirada y que ya no

tendremos más con nosotros, me hacia llorar más.

De la misa-como es un pueblo-cuatro de mis tíos

cargaron el ataúd y fuimos todos caminando hasta el

panteón, que estaba saliendo a la autopista

enseguida. En el entierro, una prima ya mayor se

desmayó por toda la presión. Yo me encontraba a

lado de mi papá, yo traía puesto su rosario; me tenía

abrazándome. No podía ni mirar a mi mamá ni a mi

tía Ana, no estaban nada bien. Todos los hermanos

eran quienes estaban alrededor del ataúd.

“¿Cómo fue que paso? ¿Por qué ella? ¿Por qué

Dios se la llevó siendo una gran persona? ¿Qué

hubiera pasado si el domingo nos hubiéramos

quedado con mi abuelita? ¿Aún seguiría aquí con

nosotros?” Tantas preguntas me daban vueltas en la

cabeza. Pero el hubiera no existe. Fue el 11 de

octubre de 2010 el día en que nuestras vidas

cambiaron.

Sentir de pronto ese gran vacío en el corazón, fue

muy fuerte; hasta la fecha, lo es.

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Capítulo 22

Con el paso de los días, aún sentíamos ese dolor:

de la noche a la mañana no era tan fácil dejar de

sentirlo; el perder a un gran ser querido es muy

doloroso. Ya habían pasado dos semanas desde

que falleció mi abuelita, y ya estábamos un poco

mejor. Año con año, en esas fechas en el mercado

de Cuernavaca se ponen puestos de dulces por el

día de muertos y la mayoría de mis tías son quienes

tienen esos puestos; cada año íbamos a ver, y nos

daban. Ese año, no quería ir, pero mi mami Tere me

convenció. Íbamos bajando al mercado, y yo venía

platicando con mi mami, cuando de la nada empecé

a arrastrar mi pierna izquierda, sentía muy flojo mi

brazo izquierdo: no los podía controlar; sentía que

mi boca se me iba de lado y ya no podía hablar muy

bien, me costaba mucho trabajo.

– ¿Qué tienes hija? –dijo preocupada y tomándome

del brazo.

–No se… no me siento bien…vámonos… mejor…–

fue lo único que pude responder.

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Regresamos al negocio y mi mami me tomó mi

brazo y empezó a sobar, al igual que mi cara. Se

notaba preocupada y yo le decía cómo me sentía

exactamente. Se preocupó más al escucharme y

notar que no podía hablar muy bien. Llamó a mi

mamá y a mi papá y les aviso. Con los masajes que

me daba mi mami, se me calmaba todo, pero aún

seguía mal, seguía sin sentirme bien. Al otro día no

fui a la escuela y me fui a Yautepec con mi mami y

mi papi, nos llevó mi papá. Por la noche, no podía

estar quieta: mi brazo no lo podía controlar de

nuevo; mi mami preocupada empezó de nuevo a

sobarme. Toda la noche estuve así, llorando porque

no sentía ni mi brazo ni mi pierna, los movía

inconscientemente. Al otro día mi papá fue temprano

por nosotros y me llevaron con la doctora Perla. Me

revisó y me dijo que me había dado una parálisis

facial, que comúnmente dan por tanto estrés y

tantas preocupaciones que tenemos. Mi mami le

comentó que apenas hace dos semanas había

fallecido mi abuelita y yo últimamente me

preocupaba mucho por mi tía Ana y mi tío Víctor que

se quedaron solos, y por lo que sucedería en la

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familia: las peleas que ya había y las que faltaban

aún. Y todo era verdad, desde que falleció mi

abuelita, no había día en que no dejara de pensar en

los problemas familiares que estaban por venir.

La doctora me dio Complejo B, unas dolorosas

inyecciones… ¡Uf! ¡Con lo que amo las inyecciones!

El tratamiento era por diez días y con eso estaría

mejor. Me puso la primera inyección y nos fuimos.

Cuando llegamos al negocio, me senté en lo que

abrían y me puse a pensar de nuevo en mi tía, y no

sé si estaba imaginando o realmente era así, pero

escuché su voz.

–Sí, gracias. Voy a pasar…–escuché la voz de mi tía.

Si, era ella entrando al local con su hermano, mi tío

Efraín. Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando la vi.

–Hola Andrea, ¿cómo estás? –me dio un beso y un

abrazo.

–Pues no muy bien tía., ¿y tú?

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–Muy preocupada por ti, ya me dijeron tu mamá y tu

mami Tere lo que tienes–dijo con tono de

preocupación.

–Sí. Tía me preocupo mucho por ti, por mi tío, por

los problemas que tienen entre todos los hermanos y

los que vendrán…

–Ay, no te preocupes por nosotros, estamos bien,

enserio–decía con lágrimas–y tu no deberías

preocuparte por los problemas de adultos, son cosas

que normalmente ocurren.

–Sí, pero me preocupo…–dije llorando.

Después de hablar un poco, se tuvieron que ir.

–Gracias por venir tía, cuídate.

–Me preocupe por ti, y por favor ya estate tranquila,

no te preocupes ya, tienes que mejorarte tú–me dio

un abrazo, un beso y se fue.

Vino desde Amacuzac solo a ver como estaba, y lo

aprecie mucho. Verla y que me dijera que no me

preocupara, que todo estaba y estaría bien, aunque

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en el fondo sabía que no era así. Pero me quede

más tranquila.

Con el complejo B iba mejorando, aunque no podía

mover mucho mi mano izquierda, no tenía mucho

movimiento. Mi mamá me llevó con una señora que

daba masajes y tratamientos naturales. Me dio unas

gotas y me compró con ella un aparato que era

como un electro; me colocaba cuatro parches con

cables conectados: uno en la mano, y los otros tres

en el brazo, pero en ciertos puntos. Cada día tenía

que ir aumentando de intensidad para que yo fuera

mejorando. Me mantuve bien con ese tratamiento,

sentía ya que había mejorado.

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Capítulo 23

Deje ese tratamiento, pues ya estaba mejor. De

nuevo, empezaron esos fuertes dolores de cabeza,

notaba que bajaba de peso, tenía como fatiga,

mareos y más cosas, no le tomé importancia y no

avise a mis papás. Cada día aumentaban más esos

dolores; cuando me acostaba y cerraba los ojos, al

levantarme y abrirlos me dolía mucho la cabeza y

sentía como si me fuera a explotar, y veía cuadritos

negros que poco a poco iban desapareciendo. Se

me hacía muy extraño.

Un día, mi papá nos llevó a Sandy y a mí con un

oftalmólogo de aquí de Cuernavaca, a revisión. Con

Sandy no tardó mucho, le dio su diagnóstico: usaría

lentes; en cambio conmigo tardó más en revisarme,

no serían buenas noticias.

–Su hija al parecer tiene desprendimiento de retina,

¿no recuerda si se dio un golpe fuerte en la cabeza

sin querer o algo así?

–No, ¿o si, Andrea? –me preguntó mi papá.

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–No que yo recuerde.

Nos dijo que era recomendable que nos atendiera

en el Distrito Federal.

Aparte de eso, decidieron llevarme al seguro social

por lo de la parálisis que me había dado. Fui

atendida por un neurólogo en la clínica 1 de aquí de

Cuernavaca. Me mandó a hacer una Resonancia

Magnética, una Polisomnografía y estudios de

sangre. Para la siguiente cita, checó los resultados

y dijo que lo que tenía era Epilepsia. ¿Cómo si

nunca había convulsionado? El neurólogo nos

explicó, pero no tenía sentido. Me recetó muchas

medicinas, pero dudamos porque aparte de que

eran muchas, me las dio para tomar en diferentes y

muchas dosis. ¡Era muchísima la dosis! A mi papá

no le pareció y la verdad, dudamos mucho con ese

doctor.

–Hija, es mucho. No te lo tomes, te llevaremos con

un médico particular.

Mi madrina le recomendó a mi papá un neurólogo

del Distrito Federal al que ella ya le tenía confianza

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ya que, atendió a su hijo de niño. Le dio el número y

la dirección y mi papá no lo pensó dos veces, en ese

momento llamó para sacar cita.

Me llevó el día que teníamos cita, y el médico revisó

todos mis estudios. Nos dijo que no podía ser

epilepsia, que hay varios tipos de ésta y que no en

todos hay convulsiones; pero nos aseguró que lo

mío no era eso, nos explicó el por qué. No recuerdo

que fue exactamente lo que nos dijo, pero decidimos

ya no acudir con ese neurólogo.

–Sabes, mejor que nos la manden al Siglo XXI, en el

Distrito Federal–dijo mi papá preocupado y

desesperado.

–Sí, mejor pide el envío.

Después de todo el papeleo necesario, mi primera

cita en neurología fue un viernes de enero. Nos

fuimos en el autobús del seguro mis papás y yo.

Llegamos al hospital y nos atendieron. El neurólogo

Rayo y la doctora-residente- Carmona, checaron

todos los estudios que me habían hecho en

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Cuernavaca. Sólo con checar esos, nos dijo el

diagnóstico.

-Viendo las radiografías, a su hija le dio un infarto

cerebral del lado derecho.

-Entonces ¿por qué le dio la parálisis del lado

izquierdo?

-Porque siempre afecta al hemisferio contrario-

explica el doctor-De todas formas, se tendrá que

quedar hospitalizada para que le hagamos una serie

de estudios y podamos saber con exactitud qué es

lo que tiene.

Regresamos el domingo en la tarde para

hospitalizarme. Me dejaron descansar esa tarde;

pero al siguiente día, desde la mañana empezaron

mis estudios. Principalmente fueron análisis, y

radiografías, y me hicieron otra polisomnografía.

También me revisó cardiología, por el supuesto

soplo que tenía. El cardiólogo dijo que no era un

soplo lo que tenía, que podía ser otra cosa, pero

nada del corazón, así que para el siguiente día, ya

está reumatología conmigo. El doctor Baca y su

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residente, la doctora Bárcenas me revisaron, el

doctor Rayo y la doctora Carmona les dieron un

antecedente mío y el cardiólogo le comentó lo que

pudo notar cuando me revisó.

–Señora, no importa cuánto tiempo se queden pero

de aquí no se van hasta que sepamos qué es lo que

tiene su niña–dijo el doctor Baca.

Esas palabras son las que más confianza y

seguridad le dieron a mi mamá sobre los doctores

del Siglo XXI y su atención hacia nosotros los

pacientes, más que nada.

El doctor Baca checó mis estudios y me mando a

hacer otros: más análisis, radiografías, una

angiografía, otra resonancia magnética, una

recolección de líquido cefalorraquídeo (LCR), entre

otros muy dolorosos. Sufrí bastante. Para mí, el

estudio más doloroso que me hicieron fue el LCR,

que es un examen para evaluar el líquido que rodea

el cerebro y la médula espinal.

Por último, por lo de mi retina, me atendieron en

Oftalmología. El doctor Soto me hizo una serie de

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estudios, los que normalmente se hacen y otros

especiales.

–El problema de su hija es de la retina,

desprendimiento, para ser exactos, –decía el doctor

Soto–pero aquí en este hospital no tenemos

especialista en retina.

– ¿Qué sugiere entonces, doctor? –preguntó mi

mamá.

–Probablemente la atiendan en el Hospital General

La Raza, tendríamos que hacer el mandarla para

allá, si gustan.

Después de estar hospitalizada una semana

haciéndome bastantes estudios, y de ver todos los

síntomas, el doctor Baca nos dijo que era realmente

lo que tenía.

–Su hija tiene una enfermedad llamada Arteritis de

Takayasu, la cual es una inflamación de la aorta, la

arteria que lleva sangre desde el corazón al resto del

cuerpo, y de sus ramificaciones mayores.

– ¿Y por qué se da esa enfermedad?

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–La causa es desconocida aún, Andrea es el primer

caso de Arteritis de Takayasu que tenemos en el

Seguro Social.

– ¿Y es malo? ¿Tiene cura doctor?

–Esta enfermedad no tiene cura, pero si se controla

con tratamiento, y dependiendo de cómo vaya con

éste tratamiento, veremos si es necesaria una

cirugía: angioplastia o colocación de stent, para

suministrar sangre o despejar la constricción.

Me dieron de tratamiento esteroides y otros más, y

al siguiente día me dieron de alta. Así como también,

ese día me dieron de alta de Neurología. Nos fuimos

contentos porque ya tenía un diagnóstico, y por la

buena atención que recibimos ahí, fue mucho mejor.

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Capítulo 24

Mientras tanto, por el desprendimiento de retina que

tuve fue por la misma enfermedad; y ya que, en ese

hospital no había especialista en retina, el doctor

Soto nos recomendó en particular el al doctor Bravo,

quien trabajaba en el Hospital Ángeles.

Un miércoles, a las cinco de la tarde fue la cita en

ese hospital, mi papá fue quien me llevó. Me revisó

el doctor Bravo, un especialista en retina, y me dijo

que si era el desprendimiento, tal vez por la misma

enfermedad, y por eso es que poco a poco fui

perdiendo la visión de mi ojo izquierdo. Después de

la revisión, habló con nosotros.

–Es necesario que se le haga una cirugía, se la

podemos realizar aquí pero la verdad si está algo

cara y los resultados tal vez no sean los esperados–

dijo.

– ¿Urge la cirugía? Si es así no importa lo que

cueste, lo importante es que se realice.

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–Sería recomendable que se le hiciera ya para que

no pierda más visión de la que ya ha perdido –

decía–pero como le comentó, si es cara y los

resultados podrían ser no tan buenos. Yo le

recomendaría que se fueran al Hospital de la

Ceguera que está en Coyoacán, ahí empezaría de

nuevo haciéndole todos los estudios necesarios y

así ver que se puede hacer.

– ¿Y mientras doctor? ¿No le afectaría más

esperar?

–Lo que podemos hacer ahorita es aplicarle láser.

Me inyectaron la anestesia y me aplicaron el láser.

Si me dolió, pero era por mi bien, para no afectar

más mi visión de lo que ya estaba.

Llegó el día en que por fin fuimos al Hospital de la

Ceguera. Me hicieron de nuevo todos los estudios

necesarios y me atendieron muy bien. Entré a la

especialidad de Retina para la siguiente cita. Ahí

empezaron a atenderme.

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Si era muy necesaria la cirugía, pero para no

afectarme en la escuela, me la programaron para el

mes de julio, que estuviera de vacaciones.

Si me operaron en julio. Estaba muy nerviosa por

ser mi primera cirugía, y por eso, para tranquilizarme

un poco más, me pusieron anestesia general y no

local. Lo que hicieron fue ponerme silicón. No sentí

nada, más que en la recuperación.

Hasta hace apenas un año, tuve mi segunda cirugía,

pero ésta segunda fue para retirar el silicón.

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Capítulo 25

– ¡Qué bueno que sólo me quede hospitalizada una

semana! Aunque extrañaré la comida que me daban,

estaba muy rica–dije mientras me reía.

Al otro día, mi papá recibió una llamada del doctor

Baca, y le dijo que urgía que me hospitalizaran para

que me hicieran un estudio para ver si no tenía una

infección.

–Como dijiste que extrañabas la comida del hospital,

ahora regresaras.

–No papá, lo decía en broma. No quiero regresar, no

me gusta.

–Pero tienes que ir, enserio no bromeo, me habló el

doctor Baca.

Genial. De nuevo, me hospitalizaron. Me hicieron la

prueba cutánea (PPD), es un método utilizado para

el diagnóstico de la infección de tuberculosis (TB)

silencioso. Y me mandaron a Infectología ya que la

prueba dio positiva. Me dieron tratamiento.

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Estuve como paciente de esa especialidad como por

un año y medio, porque cuando ya el virus había

desaparecido totalmente, me dieron de alta.

Hasta la fecha, después de cuatro años, sólo me

siguen viendo en Reumatología y estoy asistiendo a

citas cada tres o cuatro meses.

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Capítulo 26

Por momentos llegué a pensar que estaría sola en

todo esto, pero me di cuenta que no lo estuve.

Siempre estuvieron conmigo mi familia y amigos

brindándome todo su apoyo.

En segundo de secundaria conocí a varios amigos, y

les hablé más a otros. Primero está Miguel Mezo,

quien iba desde primero de secundaria pero lo

conocí en segundo ya que iba en mi salón y aún no

le hablaba mucho, sólo era un amigo más, le

hablaba por pequeñas e insignificantes cosas.

En tercer año, nos tocó en el mismo grupo y cada

vez le hablaba más y más. ¿Quién conoce a alguien

empezándole a hablar de la persona que te gusta?

Yo. Me gustaba un chavo y yo le contaba a Mezo

sobre él, y él me contaba sobre la chava que era su

novia, mi amiga Alexa Villegas. Cada día en el salón

nos la pasábamos juntos, nos contábamos todo y

así nos íbamos conociendo cada día más. En un

año, se convirtió en una persona muy especial para

mí. Mi mejor amigo. Él, el que siempre me escucha,

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me apoya, me regaña, con el que me rio a más no

poder, con el que me la pasaba siempre y no me

aburría y muchas cosas más. Con el tiempo, se ha

convertido en un hermano para mí.

Fue en ese año, en tercero, cuando ya no era tan

tímida y conocí a más amigos: conocí más a Jael,

que me ha apoyado bastante en todo, siempre me

hacía reír con las cosas que decía y hacía, me ha

enseñado a siempre salir adelante, y que nunca, por

nada del mundo, debo dejar de sonreír, por más

triste que me encuentre.

Por otra parte, se encuentra Miguel Giles, a quien le

hablé más ese año. Esa persona que, al principio

me cayó mal, se volvió alguien importante para mí.

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Siempre me escuchaba y se reía cuando le contaba

cosas. Él junto con Jael y otros amigos, se divertían

molestándome y haciéndome enojar, a mí me

divertía y con ellos nunca me aburría, eran sólo risas.

Ahora, los visito y siguen igual.

Conocí a Julissa, Azul, Abril y Eunice, quienes

siempre estuvieron apoyándome en todo y nunca

me dejaban sola. Juntas, hacíamos de las nuestras.

¡Sin duda alguna, ese año fue el mejor para mí! A

pesar de la distancia, nunca me dejan sola, siguen

apoyándome y preocupándose por mí, siguen

siendo mis amigos, a los cuales quiero mucho.

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Capítulo 27

Dicen que la mejor etapa de uno es la adolescencia,

y que mejor que pasarla en una escuela que más

que eso, es como una familia para mí. Estudio mí

primer año de preparatoria en el Bachillerato

Internacional UNINTER. Al principio tenía miedo de

entrar ahí, pues toda mi vida había estudiado en la

Colón, era algo nuevo para mí; separarme de mis

amigos y de una escuela que, a pesar de que ya no

me gustaba, iba a echar de menos. Estaba nerviosa,

creía que por mi situación y por todo, no encajaría

ahí.

Mi amiga Eunice decidió entrar conmigo, pero no le

tocó en el mismo salón que a mí. En el curso

propedéutico conocí primero a Paulina, Samanta,

Ambar, Brenda y Mariana. En primer semestre en mi

grupo quedamos juntas Sam, Pau, Ambar y yo, fue

lo que me gustó. Y aunque al principio odiaba mi

grupo, termino gustándome, somos muy unidos a

pesar de las diferencias. Todos me han dado su

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apoyo en todo y sé que cuento con ellos, así como

ellos conmigo.

Mis amigas Pau, Ambar, Eunice y Sam, son las que

más me han apoyado y las que siempre están y

estarán conmigo. También he conocido a maestros

que me han apoyado bastante.

En el cumpleaños de mi amiga Samanta, llevó a su

mejor amigo Marcel. Sam nos lo presentó y cuando

lo conocí, me dio equis, era como un conocido más,

porque yo tenía novio; pero me empezó a hablar, y

nos hicimos amigos. Con el tiempo me di cuenta que

es una persona increíble. Es alguien muy importante

para mí, sin conocerme, me dio su confianza, me ha

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apoyado bastante, a pesar de que casi no nos

vemos, está conmigo cuando más lo necesito y sé

que cuento con él, en las buenas y en las malas, es

de las pocas personas que considero mi amigo.

Actualmente, estoy en segundo semestre. Conocí a

dos amigos que me han apoyado mucho: Alfredo, de

mi salón; y Yair, de cuarto semestre.

Siempre que conozco a alguien nuevo, tengo miedo

de que me rechacen por mi forma tan extraña de ser

y más que nada por mi enfermedad. Pero me doy

cuenta que no es así. Puedo decir que ambos son

mis únicos amigos de ahí. Son especiales para mí,

porque a pesar de que llevo poco tiempo de

conocerlos, me han dado su amistad, su apoyo, su

confianza, me sacan sonrisas siempre, y no importa

qué situación se presente, sé que estarán conmigo.

En el Bachillerato, somos una familia, y por eso y

más con el tiempo, me gusta mucho estudiar ahí.

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Para pensar…

La vida no es fácil. Yo siempre fui una niña muy

sana desde chiquita y era muy feliz, y por lo mismo

nunca pensé que me sucedería algo así. Las cosas

llegan cuando menos te lo esperas, buenas o malas,

llegan. Lo que me paso se me desarrolló más

después de que falleció mi abuelita, y la verdad

sentía que todo estaba perdido. La pérdida de mi

abuelita y con la enfermedad que me diagnosticaron.

Con los días aprendí a no mirar hacia atrás. ¿Por

qué derrumbarme si aún me queda mucha vida por

delante? Lo importante es que tengo a mi familia

bien conmigo, y siempre me han apoyado, ellos

fueron quienes me dieron las fuerzas para salir

adelante.

Cuando estaba hospitalizada, miraba a mí alrededor

y me sentía mal por los niños, unos con Lupus,

problemas de los riñones, Leucemia, enfermedades

del corazón y más; aunque no eran familiares míos,

verlos así me dolía mucho.

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Tal vez mi enfermedad no sea tan grave o si lo es,

pero no parece así, pero finalmente es una

enfermedad la cual no se la deseo a nadie. Pasar

por todo esto ha sido muy difícil y hasta la fecha,

después de cuatro años, sigue siendo muy pesado

todo.

Valoren y disfruten la vida que tienen, porque nunca

saben lo que les pueda pasar y en qué momento.

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