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UN ASPECTO DEL MESTIZAJE AMERICANO: EL PROBLEMA DE LA TERMINOLOGíA por Isidoro Moreno Navarro LA REALIDAD DE LAS TRES RAZAS El continente americano, debido a razones de situación y a diversas circunstancias histórico-culturales, ha sido el esce- nario donde se han mezclado más intensamente todos los gran- des troncos raciales aceptados como básicos. Y esto, en gran parte, ha ocurrido, y sigue actualmente ocurriendo, en un ho- rizonte temporal muy próximo a nosotros. De aqui la posibili- dad de un profundo estudio sobre el mestizaje americano en todas sus vertientes. El mestizaje ha sido tan intenso que puede decirse que cada tribu indígena se ha cruzado en algún grado con europeos, asiáticos y africanos, para producir hibridos, colectivamente definidos como mestizos» (Steggerda, 1950, 105). Pero no ha de pensarse que el proceso comenzó con la llegada de los españoies. Ya antes se había producido entre las diferentes etnias amerindias, e incluso entre éstas y po- blaciones transpacíficas, si aceptamos las conocidas teorías de Paul Rivet (1964) y otros autores. Concretamente en el valle de México, las sucesivas culturas prehispánicas, aunque aglutinadas en cada momento en torno a una etnia determina-

UN ASPECTO DEL MESTIZAJE AMERICANO: EL PROBLEMA DE …

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UN ASPECTO DEL MESTIZAJE AMERICANO:

EL PROBLEMA DE LA TERMINOLOGíA

por Isidoro Moreno Navarro

LA REALIDAD DE LAS TRES RAZAS

El continente americano, debido a razones de situación ya diversas circunstancias histórico-culturales, ha sido el esce-nario donde se han mezclado más intensamente todos los gran-des troncos raciales aceptados como básicos. Y esto, en granparte, ha ocurrido, y sigue actualmente ocurriendo, en un ho-rizonte temporal muy próximo a nosotros. De aqui la posibili-dad de un profundo estudio sobre el mestizaje americano entodas sus vertientes.

El mestizaje ha sido tan intenso que puede decirse quecada tribu indígena se ha cruzado en algún grado con europeos,asiáticos y africanos, para producir hibridos, colectivamentedefinidos como mestizos» (Steggerda, 1950, 105).

Pero no ha de pensarse que el proceso comenzó con lallegada de los españoies. Ya antes se había producido entrelas diferentes etnias amerindias, e incluso entre éstas y po-blaciones transpacíficas, si aceptamos las conocidas teoríasde Paul Rivet (1964) y otros autores. Concretamente en elvalle de México, las sucesivas culturas prehispánicas, aunqueaglutinadas en cada momento en torno a una etnia determina-

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da, ampliaron su base humana mediante cruzamientos, y suacervo cultural gracias a procesos de aculturación. La propiaciudad de México es mencionada como .el lugar de esperay encuentro de las gentes de las cuatro partes del mundo»,esto es, de los cuatro puntos cardinales (Jiménez Moreno,1962, 196).

A partir de la llegada de los españoles y otros europeos alcontinente, el fenómeno del mestizaje cobra una importanciaexcepcional, tanto por su intensidad como por el hecho de quelas poblaciones que se mezclan son genéticamente muy dis-tintas. Pero si bien la trascendencia del mestizaje entre blan-cos e indios ha sido en todo momento reconocida, siendolas diferencias de opinión sólo referentes a su intensidad ysignificado, no ha ocurrido lo mismo en lo referente a lapresencia del elemento negro en Iberoamérica y su contri-bución a la mestizacióri general del continente.

Salvo en aquellos paises donde el número de descendien-tes de antiguos esclavos africanos es lo suficientementegrande como para hacerse patente directamente, los negrosno han sido tenidos prácticamente en consideración, hastahace muy poco tiempo, como factor coadyuvante a la forma-ción de la actual población americana. Para el caso mexicanohasta 1944 no fue señalada su trascendencia, en un pequenoestudio de Joaquín Roncal (Roncal, 1944). Poco después pu-blicarla Aguirre Beltrán su magnífica obra sobre los negrosen México, investigación profunda y modelo en su género, queabrió amplias perspectivas sobre el tema (Aguirre, 1946).

A pesar de esto, no pocos autores han continuado sus-tentando el criterio de que el elemento de origen africano nollegó a tener apenas importancia en la América hispana. Así,Barón Castro ha mantenido que, salvo para Panamá —y estoen época contemporánea, debido a las obras del Canal—, enlo que fueron dominios españoles, «las mezclas no han tenidotrascendencia sino entre el aborigen y el blanco- (Barón,1947, 22).

Ideas como la anterior contradicen la realidad y hacenque se escape, o al menos se rebaje, la importancia de unaspecto tan trascendente del mestizaje americano como es elde los cruzamientos donde interviene el negro. Estudios tan

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positivos como los de Konetzke (1946) y Rosenblat (1954)adolecen de esta falla.

Ha podido escribirse sin exageración, refiriéndose a laépoca anterior a 1944, que cia fusión racial de negros y eu-ropeos en Hispanoamérica continental ha sido descuidada;la de negros e indios ha sido completamente ignorada» (King,1944, 20). Y, desgraciadamente, aún sigue en gran parte vi-gente esta aseveración, si bien obras, como la ya citada deAguirre (1946), y algunos estudios como los de Zavala (1946),West (1948), y otros autores, han comenzado a profundizaren esta cuestión.

Aunque pueda parecer superfluo, creemos necesario in-sistir aquí en que de los tres troncos raciales que intervienenen la mestización —realmente también ha estado presente uncuarto, el asiático, aunque su mayor importancia ha sido pos-terior a la época colonial—, ninguno de ellos es uniforme, racialni culturalmente. Ni indios ni negros constituian originariamen-te una única etnia, sino un gran número de ellas, aunque alos ojos de los españoles pudieran parecer grupos homogé-fleos. Y tampoco éstos lo eran, racial, cultural, ni socialmente.

De aqui la gran variedad de formas que adoptó el mesti-zaje. Su intensidad e índole dependieron, esencialmente, deJa proporción relativa de las diversas etnias entre si, del estadocultural de las mismas en el momento del contacto, y del ca-rácter de éste.

Las culturas de los diversos grupos indígenas marcabanya la disposición psiquica a sus miembros para aceptar o no,y en caso afirmativo hasta qué grado, las relaciones con ungrupo étnico distinto. Y no hay que olvidar que el propiocruzamiento, a pesar de situarse estrictamente en el planobiológico, es una de las posibilidades cJe estas relaciones.

La existencia de altas culturas prehispánicas en algunaszonas del continente favoreció grandemente el fenómeno dela mestización, tanto por la densidad demográfica indígenacomo por su situación cultural, que les permitía una mayorreceptividad que a otros grupos de cultura menos compleja.Además, fueron estas regiones las más atractivas para losespañoles, debido principalmente a sus evidentes recursos,

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por lo que el contacto entre los dos grupos raciales fue, desdeel primer momento, intenso y continuado.

De una forma esquemática puede señalarse que es enlos altiplanos interiores donde se da el mayor índice de mes-tizaje indio-español. Como en ellos la actividad económicase basa en el trabajo del indígena y, más tarde, también de¡mestizo, no penetra el negro en proporciones tan acusada-mente masivas como en las zonas bajas costeras y en lasislas. Será, pues, en estas últimas donde se dé con mayorintensidad el mestizaje hispano-negro y el indio-negro, asicomo el fenómeno de la «trihibridación.: mestizaje en cuyoproceso han intervenido individuos de tres razas diferentes.

Pero, aunque aceptemos este esquema general, es precisasubrayar fuertemente la acusada personalidad de las ciuda-des como focos de intensa trihibridación. El poblamiento es-pañol de América fue esencialmente urbano, por lo que sedio en ellas muy pronto Ja presencia de representantes delos tres grandes troncos raciales a los que estamos haciendoreferencia. Esto hizo que el número de combinaciones posiblesde cruzamiento pudiese ser casi ilimitado, al multiplicarse encada nueva generación.

El mestizaje se inició desde el momento mismo del descu-brimiento, debido, sobre todo, a la carencia entre los conquis—tadores de mujeres de la propia etnia. Los españoles buscaronen las indias, fundamentalmente, la satisfacción de sus apeti-tos sexuales, que de otro modo se hubiesen visto condenadosa la frustración. Y esto, •sin pararse a considerar diferenciasde raza, ni a medir consecuencias futuras- (Barón, 1942, 147).

En los tres siglos que duró el dominio hispano en América,la proporción de mujeres emigrantes al nuevo continentepermaneci6 casi idéntica: sólo un 10 por 100 aproximadamentede la emigración total, por lo que la necesidad biológica datmestizaje continué existiendo para la mayor parte de los es-pañoles. Todos aquellos que no pudieron conseguir titulosde encomiendas u otros privilegios, no tuvieron generalmentemás posibilidades para realizar sus actividades sexuales querecurrir a las indigenas, pues las pocas mujeres blancasexistentes estaban, en su mayor parte, acaparadas por laclase social alta.

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Respecto a la proporción de sexos entre los negros, fuede 2/3 de varones por sólo 1/3 de mujeres. Esto arranca deuna ordenanza real de 1524 (Herrera, 1601, II, 6) y se man-tuvo en las licencias y asientos posteriores. Este desnivel en-tre ambos sexos, marcado para el puerto de origen de lasexpediciones de esclavos, debió ser mayor al llegar a Améri-ca, pues las penalidades del durisimo viaje desde Africa re-percutirían más en las mujeres que en los hombres. Por con-siguiente, como dice Borah (1962, 184), los negros debieronentrar en la mezcla de razas proporcionalmente con una in-tensidad mayor de la que su número inicial podría hacernospensar. Lo general fue que, aparte la reproducción dentro delpropio grupo, los negros varones se mezclaran con las indias,lo que ocurrió muy frecuentemente, tanto en las ciudades comoen aquellas zonas adonde huían de la esclavitud. Respecto alas negras, sus relaciones sexuales fuera de su grupo étnicofueron casi siempre con españoles, y de carácter casi exclu-sivamente extramatrimonial.

De todos modos, y a pesar de las prohibiciones repetida-mente dictadas en contra de los contactos entre negros eindios, fue este el tipo de relaciones sexuales más comúnpara los individuos racialmente negroides.

EL PROBLEMA DE LA TERMINOLOGíA

Los individuos resultantes del cruzamiento interracial fue-ron llamados genéricamente mestizos, aunque, dada la multi-tud de combinaciones que pueden efectuar las diversas cla-ses de mestizos entre sí y con los tres grupos primitivos, lasdenominaciones se complicaron extraordinariamente, de formaparalela a la mayor complejidad del fenómeno biológico.

Pero si la realidad de los cruzamientos es un hecho pura-mente biológico, la denominación de sus resultados es siemprearbitraria y responde a unos determinados condicionamientossociales. De aquí la importancia del estudio de la termino-logía.

El hecho, por ejemplo, de que los resultados de unos de-terminados cruzamientos tengan un nombre preciso, y no asíotros, nos está señalando claramente la existencia de un

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interés social marcado hacia aquéllos y menor hacia éstos.También, otro aspecto que es grandemente aleccionador, enorden a la conceptuación de cada producto de mezcla, esel sentido originario del término que se aplicó para designar-los. Aunque actualmente muchas de estas denominacionesse hayan perdido totalmente y otras estén exentas de implica-ciones emotivas, no fue así en la época en que comenzarona utilizarse. La propia terminología, por consiguiente, nos re-flejará en no pequeña medida la valoración de la sociedadsobre los individuos a los cuales se aplicaba una determinadadenominación.

La colección más nutrida de apelativos se presenta, indu-dablemente, en las diversas series de Cuadros del mestizajeamericano (1), que se encuentran en diversos museos y otroslugares de Europa y América. El objetivo principal de estasobras pictóricas fue representar los distintos tipos de cruza-miento entre las diversas razas. En todos los cuadros figuranlos dos progenitores y el individuo resultante, señalándose eltono de color de la piel y otras caracterfsticas fisicas, ademásde sus indumentarias y ocupaciones ordinarias. Una leyendaindica la denominación de cada uno de los personajes.

De las trece series que conocemos, todas menos una pro-ceden de México, siendo obras de la segunda mitad del si-glo XVIII. La excepción la constituye una colección basada enla terminología utilizada en Cartagena de Indias, Lima y otraszonas de América del Sur.

Aunque las colecciones mexicanas pueden clasificarse envarios grupos, es afin a todas ellas la confusión en cuantoa la aplicación de determinados nombres. Todas las seriescoinciden en representar los mismos tipos de mestizos, conidénticas denominaciones, paré los cruzamientos en que inter-viene directamente un español. No existen, en cambio, apenascoincidencias en cuanto a las restantes posibilidades, repre-

(1) En una obra de próxima aparición, Los cuadros del mestizaje ame-ricano. Estudio antropológico, realizarnos una detenida descripción de todaslas serles —ras ya conocidas y las nuevas que descubrimos en el curso denuestra investigación— y un estudio critico de las mismas, tanto en su sig-nificado antropológico-fisico como en el etnográfico y sociológico. Remiti-mos a ella para cualquier discusión sobre puntos concretos que en el pre-sente trabajo puedan quedar insuficientemente aclarados.

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sentando cada colección determinados casos concretos, nosiempre correspondientes a los de otras colecciones. Esteextremo se agrava considerablemente en relación con los tri-hibridos.

En muchas ocasiones la representación pictórica se realizóbasándose en la terminoolgía y no en la realidad biológica oen un un patrón genealógico concreto. Son excepción todoslos cruzamientos de retorno al tronco español, que están re-basándose en la terminología y no en la realidad biológica ocomo terminológicamente.

En efecto, todas las series de México coinciden en señalarque, tras el cruzamiento entre español e india, produciendoun mestizo, son precisos dos nuevos cruzamientos con indi-viduos españoles en las sucesivas generaciones para quesus descendientes puedan vo/ver e la raza blanca. Si el cru-zamiento originario fue entre español y negra, a la cuartageneración de retorno se produce un fenómeno de atavismo,según el cual aparece un individuo con características total-mente negroides, quedando asi interrumpido el retorno a la.raza blanca. Se trataría de un caso de Torna atrás, según laterminología fielmente repetida. La sucesión es, en todos loscasos, mulato-morisco-albino-torna atrás.

No creemos preciso subrayar demasiado la carencia totalde base científica para la afirmación de la presencia. a lacuarta generación, del Torna atrás. El color de la piel no es en.el hombre una carácter de herencia monómera, sino polimera.al ser producido por la acción conjunta de varios genes loca-izados en distintos cromosomas. Por esta razón no se pre-

senta a la segunda generación la disyución regular que sedaría si estos caracteres siguiesen estrictamente las leyes deMendel. Al combinarse entre sí los genes responsables def•colors, el resultado es, la inmensa mayoría de las veces,intermedio entre el de sus progenitores. No obstante, existeuna pequeña posibilidad de que se combinen los genes co-rrespondientes a alguno de los dos fenotipos extremos, per&lo que no es cierto es que este fenómeno se dé regularmente,ni siquiera con una frecuencia superior a lo verdaderamenteexcepcional. Y menos aún que estos casos sean más corrien—

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tes en los resultados de cruzamientos entre caucasoides ynegros.

La aparición del negro torna atrás que se señala en lasseries como resultado del cruce entre español y albino, esun fenómeno totalmente irreal y sin base alguna biológica.El individuo resultante, por el contrario, se encontraria en suscaracteres raciales más cerca de su progenitor español queel albino. La razón de la unanimidad en cuanto a la aparicióndel torna atrás hemos de buscaría en otro campo diferentedel biológico.

Este rasgo común de la representación fija de los mestizosde retorno al tronco español nos está señalando la gran pre-ocupación de la época —segunda mitad del siglo XVIII— porreglamentar la posible admisión en el grupo español de losdescendientes de hibridos. Además, ya vimos que en el casode los cruzamientos entre individuos de las -razas» blanca ynegra el número de generaciones de retorno que habian detranscurrir para que sus descendientes fuesen considerados«españoles» era claramente superior al de los cruzamientosentre español e india, representados por la secuencia mestizo-castizo-español. E incluso la aparición del torna atrás podíaimpedir este retorno. La razón de este trato desigual a loshíbridos respectivos estriba en la muy diferente conceptuaciónsocial que tenian para los españoles, indios y negros.

Esto se ratifica en la serie procedente de Sudamérica, enla que la terminología alude a las pretendidas proporcionesde sangre. Para los cruzamientos de retorno español-indiola sucesión es la siguiente: mestizo-cuarterón de mestizo-quin-terón de mestizo-español, mientras que para los de retornoespañol-negro es de mulato-cuarterón de niulato-quinterón demulato-requinterón de mulato-gente blanca-casi limpios de ori-gen.

Como puede apreciarse, aquí no aparece ningún tornaatrás, pero son precisas cinco generaciones para que seaaceptada la -limpieza de origen» de ¡os descendientes de uncruzamiento hispano-negro frente a las tres que se indicanpara los provenientes de un anterior mestizaje español-indio.

Fuera de estos cruzamientos de retorno, cada colecciónrepresentó determinados casos de dihíbridos y trihibridos, no

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señalando una misma denominación igual tipo de cruzamientoen las diversas series.

Además, es preciso tener en cuenta que la terminologíano fue la misma en todas las épocas ni en todas las regionesde América, complicándose a medida que fueron posiblesnuevos tipos de mezclas raciales, hasta culminar en la ricay confusa nomenclatura de las colecciones de «Cuadros delmestizaje», muchos de cuyos términos apenas tendrían másvigencia que la exclusivamente taxonómica, como veremos masadelante.

Tampoco ha de pensarse que este fenómeno clasificatoriofue privativo de la América española. Se dio asimismo en Bra-sil y en las posesiones francesas e inglesas del NuevoMundo, como lo demuestran las observaciones y estudios quesobre las respectivas regiones hicieran Hutchinson (1948),Saint-Mery (1797) y iohnston (1910).

El problema respecto a Hispanoamérica ha sido tratadoen diversas obras, aunque no siempre con la suficiente pro-fundidad. Tanto Cícero (1895) como León (1924), Pérez deBarradas (1948), Woodbridge (1948), Rosenblat (1954, III) yotros autores se reducen las más de las veces a presentaruna relación de términos sin su correspondiente explicacióny critica. Solamente Aguirre (1946) nos brinda una exposiciónhistórica aceptable de la cuestión, aunque comete el error deseñalar que la terminología utilizada en los -Cuadros» fuefruto de los primeros años del siglo XIX, cuando sabemos quelas diversas series surgieron en el XVIII.

Ya en los primeros tiempos de la conquista, recién iniciadoel proceso de mestización, se adoptaron diferentes denomina-ciones para designar a los individuos resultantes. En sus Co-mentarios Reales, el Inca Garcilaso de la Vega señala la exis-tencia de mestizos —resultantes de la unión de indias y es-pañoles—, mulatos —de la unión de españoles y negras—,cholos —hijos de mulatos—, cuatralbos —provenientes delcruzamiento entre españoles y mestizas— y tresalbos —demestizos e indias— (Garcilaso, ed. 1942, 1.0 parte, libro IX,capítulo XXXI).

Desde fines del siglo XVI y durante todo el XVII se des-arrolló en México una terminología basada en el color de la

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piel. Aguirre (1946, 167, ss.) la reconstruyó, investigando enel Archivo General de la Nación, en México, principalmentesobre los procesos del Tribunal de la Inquisición. En ellosfigura un apartado con el título de ‘Caía y Cata», dondese bosqueja la figura de los procesados con una termino-logia en que, junto. a la denominación del mestizo respectivo,figura otro nombre o adjetivo que denota el tono de sucolor. Asi, por ejemplo, mulato pardo designaba el resultadodel cruzamiento entre negro e india; mulato lobo, el del ante-rior e india; mestizo prieto, el de mestizo y negra, etc. Ade,más, los propios individuos pertenecientes a cada una de estascastas procuraban hacer resaltar su origen ‘blanco» e inclu-so ‘indio», para escapar a la consideración de mulatos, puesestos estaban considerados como de sangre vil y sujetos alpago de tributo, lo que no les ocurría a los procedentes decruzamientos entre españoles e indios.

En el XVIII la riqueza y complejidad de la terminologíautilizada llega a su punto máximo en las ya aludidas coleccio-nes de ‘Cuadros del mestizaje americano». Dejando a un la-do la serie procedente de América del Sur, que presenta unanomenclatura basada en las proporciones de sangre, las deno-minaciones que figuran en ellas, con sus correspondientessignificaciones, son las siguientes:

Mestizo: Individuo resultante del cruzamiento interracial.Su aplicación estricta se reservó para el de españoles eindios.

Castizo: Persona de buen origen y casta. Su utilizacióndesigna siempre al producto de mestizo y español, es decir,al individuo con tres abuelos españoles y uno indio. En lanomenclatura~de Sudamérica equivale al cuarterón de mestizo.

Español: Se considera como tal tanto a quien no presentamezclas de otras razas como al resultado concreto del cruza-miento entre castizo y español. Según la serie peruana, haciafalta para obtener dicha categoria una generación más, aligual que ocurría también en México en una época anterior,en que entre el castizo y el español figuraba el puchuel en lasucesión de mestizos de retorno al tronco español.

Mulato: Producto del cruce entre individuós de razés «bIen-ca» y ..negra». La denominación hace referencia a la muía.

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pues si ésta provenía de dos especies diferentes, así tambiéneran consideradas la -blanca- y la <negra».

Morisco: El término alude al color de la piel, más claraque la del mulato, pero aún acentuadamente morena, lo quela asemejaría a la de los moriscos. Es el cuarterón de mu/atosudamericano.

Albino: También se refiere al color de la piel, pues en estosindividuos, al igual que en los denominados albinos, seriamuy clara pero con pequeñas manchas de color castaño. Es-tos mestizos eran ya casi «blancos-, pero aún conservabanla huella de su origen. Correspondian a los quinterones demestizo de América del Sur.

Torna atrás: Señala este término con gran expresividadla supuesta regresión ya aludida hacia los caracteres negroi-des del producto del cruzamiento entre un albino y un español.Al señalar la aparición de un negro en esta generación, secortaba la posibilidad de que en un próximo cruzamiento deretorno sus descendientes fueran considerados como espa-ñoles.

En la serie sudamericana no figura este fenómeno deatavismo, correspondiendo al torna atrás el requinterón demestizo, quien al cruzarse con un español daría ya genteblanca, y en la siguiente generación casi limpios de origen.

En el III Concilio Mexicano (Rivera, 1859) se siguió tam-bién este último sistema, es decir, que a la quinta generaciónde retorno a partir del mulato el individuo era legalmente con-siderado como español. En la práctica, no obstante, como se-ñala Jorge Juan (1826, 173), se haría prácticamente imposibledistinguir fisicamente a un recién llegado de la Península deun individuo perteneciente a una de estas generaciones deretorno.

Hasta aquí todas las series originarias de México presen-tan unanimidad en cuanto a la terminologia, que corresponderigurosamente a unos tipos de cruzamiento bien determina-dos. Pero en todos los demás casos posibles donde no in-terviene directamente un español, que son el resto de losrepresentados en los <Cuadros», las confusiones son grandes,ya que no hay correspondencia entre cada denominación y

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un determinado cruzamiento. Así, las denominaciones másusuales son las siguientes:

Zambo o Zambaigo: En un primer momento el términode Zambo designó al resultado del cruce racial negro-indio.Más tarde, para ello se utilizó la denominación de mulatopardo en México, mientras que en América del Sur pasóZambo a significar el hijo de negro y mulata, y Zambo de indioel de negro e india.

En las series mexicanas de «Cuadros» reapareció el tér-mino. aunque sin señalar exactamente un cruzamiento deter-minado, sino alguno en que interviniese un individuo negroo indio, por una parte, y un dihibrido negro-indio, por la otra.• Según Ortiz (1926, 492), la palabra se usaba <para distin-guir a la bestia caballar de color bayo-oscuro».

Lobo: En casi todas las colecciones designa al productodel cruzamiento entre negro e indio, es decir, a quienes enun principio fuer¿n denominadós zambos. En otras, no seajusta concretamente a este tipo de mezcla, aunque siemprese refiere a cruzamientos donde intervienen individuos conacentuados caracteres negroides o amerindios.

La denominación alude al color de dichos individuos, cuyapiel pardusca se pareceria al pelaje de estos animales.

Cambujo: <Dicese del caballo o yegua de color negro ro-jizo.» También se denominan asi <las aves con patas rojasoscuras» (Diccionario de Agricultura, Zootecnia y Veterina-ria, 1939).

CoMo puede suponerse, la denominación designó a losmestizos provenientes de enlaces entre individuos negros oindios ‘ étrds dihíbridos negro-indios.

China:’ Ño está clara la procedencia de tal denominación.Cicero (1895, 88) dice que se utilizó para designar a quienestuviesen los cabellos ensortijados, siendo esto usual en losmestizos de individuos negros con otros de distinta raza. Noobstante esta apreciación, la realidad es que el término fueusado en muchos lugares de Hispanoamérica con diferentesentido.

En los países andinos pueda que provenga de la voz que-chua chiua, que alude a la hémbrade cualquier animal, exten-diendo su significación, más tarde~ a las criadas de servicio

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(García lcazbalceta, 1905, 151). En México se aplicó corriente-mente a aquellas mestizas bien parecidas y de vida alegre,caracterizadas por su indumentaria pintoresca y provocativay sus modales desenvueltos. La denominación se conservóprincipalmente en Puebla y el tipo a que aludia ha pasadoal folklore mexicano.

Barcino: Es palabra que designa a los animales de «pelajepardo y blanco rojizo, como ciertos cerdos, perros y toros.(D. A. Z. y y., 1939).

Chamizo: «Arbol o leño chamuscado o a medio chamus-car» (O. A. Z. y y., 1939). Su utilización respecto a un tipodeterminado de mestizos es clara. Se refiere, por analogía,a un color de la piel.

Coyote: Alude al animal existente en México, parecido allobo y de color gris amarillento. Aunque en varias coleccionesse refiere al producto del cruzamiento entre un mestizo y unindia en otras su utilización es totalmente arbitraria.

Grito: Esta denominación era comúnmente empleada enlas Antillas francesas para designar a cierto tipo de mulatos.Por difusión, el término pasó a México, aunque fue poco em-pleado.

Jarocho: Término usado en la región de Veracruz paradesignar los resultados del cruzamiento de individuos concaracterísticas negroides e indias. Deriva del epíteto <jaro-.procedente del árabe, que designaba al gato montés (Klun-der, 1945, 30). Añadiendo un sufijo despectivo se formó lapalabra definitiva jarocho.

Calpamulato: Denominación aplicada a aquellos trihíbri-dos en que las características negroides eran predominantes.

Tente en el aire: Eran todos aquellos productos de crucesinterraciales en que las caracteristicas físicas se manteníanintermedias entre las razas primitivas sin acercarse a ningu-na de ellas.

AM te estás: Concepto similar al anterior. El propio térmi-no es suficientemente explicativo.

No te entiendo: Tal designación aludía a los individuos queno presentaban los caracteres esperados del tipo de cruza-miento del que eran resultantes, o cuyas características repe-tian las de algún ancestro poco definido racialmente.

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Salta atrás: Es todo aquel individuo que, en lugar de acer-carse a la raza blanca está más lejos de ella que sus proge-nitores. Un caso típico lo constituiría el Negro torna atrás yaanalizado.

CONCLUSION

Aunque la anterior relación de términos no pueda consi-derarse exhaustiva, la creemos suficientemente reveladorapara demostrar que la mayor parte de las denominacionesproceden del vocabulario zóológico, con la excepción de lasque designan a algún producto de cruzamientos en que hayaintervenido directamente un español, salvo el caso de losmulatos en que este término venía siendo utilizado de anti-guo.

Las ideas de menosprecio que esta terminología implica-ha son claras, pues la connotación de las propias denomina-ciones y el origen de su uso están fuera de dudas. Mientrasesto sucedía en México, en la América del Sur la terminologiaseñalaba generalmente las proporciones de sangre de cadaraza que se entendía existían en las diferentes categoríasde mestizos:

Todo nos hace creer que esta complicada y confusanomenclatura fue en gran parte pura invención de la época enque fueron creados los «Cuadros del mestizaje- o, al menos,que en ella a algunos términos ya existentes se les quisodotar de validez científica, con objeto de realizar una clasifi-cación de los tipos de mestizos originados por los diferentescruzamientos interraciales. Para algunos de éstos, la nomen-datura estaba ya consagrada por el uso desde siglos antes,e incluso había sido utilizada en el texto de ciertas normaslegales —nos referimos -a la terminología de los cruzamien-tos de retorno a la etnia española—, pero en los demás casosapenas existiá tradición en tal sentido.

El momento en que surgen los <Cuadros» no era, además,el más adecuado para intentar una popularización de las di-ferencias existentes entre todas y cada una de las clasesde híbridos, pues en realidad éstos se agrupaban en muypocos estratos socialés y no en la multitud de pequeños gru-

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pos que señalan las series pictóricas. El carácter hiriente ydespectivo de las denominaciones que se intenta preconizarno halla corroboración en la práctica social de su tiempo,en que incluso a negros y mulatos se les comienza a denomi-nar con los eufemismos de morenos y pardos respectivamen-te, a raíz de la decadencia de la esclavitud en el altiplano deMéxico.

La terminología respondería entonces a un interés esen-cialmente taxonómico, aun itie en ella se reflejara la idea dela inferioridad étnica y social de las castas. No hay que olvidarla influencia que en todo el mundo tuvo durante el siglo XVIIIel método clasificatorio que propugnara Linneo. El espiritucientífico y racionalista de la ilustración contribuyó grande-mente a despertar esta inquietud cíasificatoria, que dio comouno de sus frutos las conocidas series de <Cuadros del mes-tizaje americano». Estas constituirían, además, una pruebade la originalidad racial del continente y de sus rasgos dife-renciadores respecto a Europa, idea esta que es una de lasconstantes más destacadas de la ilustración americana.

En lo que respecta a la nomenclatura, apenas se ha con-servado, pues el proceso se desarrolló precisamente en elsentido opuesto: englobar a toda la población en unos pocosgrandes estratos. Así, la clasificación en blancos, indios, ne-gros, mestizos y mulatos expresaría luego unas categoríasculturales y sociales más que estrictamente raciales.

Los criterios para la fijación de los conceptos correspon-dientes pueden tener una base cultural, lingúistica o psicológi-ca, pero nunca una exacta validez racial, ya que las caracte-risticas biológicas no son dables examinarlas directamente.

En nuestros días los censos tienen muy poco valor racial,siendo, sobre todo, una consideración de <status». En unanación como México en que oficialmente su condición mesti-za es motivo de orgullo, se consideran mestizos a muchos in-dividuos que en ciertos paises sudamericanos recibirían laconsideración de blancos y en otros incluso la de indios.

Lo mismo podría decirse respecto a los mulatos, pues enpaíses como los Estados Unidos un individuo se considerageneralmente como ‘negro» en el momento en que algún ca-rácter pueda denunciar este origen remoto. Las mismas per-

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sonas, en la mayoría de Hispanoamérica, serían aceptadascomo totalmente «blancas..

Como afirma Rosenblat (1954, 1, 19), las actuales estadís-ticas raciales reflejan, más que la realidad, el ideal de cadapaís, en unos casos, y el grado de sus prejuicios, en otros. Laterminología utilizada sigue teniendo un valor extraordinariopara la comprensión del fenómeno del mestizaje y de susconsecuencias.

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