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Kenneth E. Boulding Las tres caras del poder Paidós Barcelona-Buenos Aires-México

Tres caras del poder boulding (2)

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Kenneth E. Boulding

Las tres caras del poder

~Ediciones Paidós Barcelona-Buenos Aires-México

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SUMARIO

AGRADECIMIENTOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. J 0 I NTRODUCCIÓN . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. . . . . . . . 11

l . La naturaleza del poder................................. ................. 17 2. El poder como estn1ctura social.. .. ....... ......................... 41 3. Los objetos del poder ...................................................... 61 4. Las patologías del poder............. .................... ................ 77 S. El poder personal destructivo.. ..... .. ............................... 95 6. El poder personal económico . . ....... .. ... .. .... .... .... ... ... ... ... 11 3 7. El poder personal integrador....................... ... ............... 129 8. La dinámica del poder.................... ... ............................. 147 9. Organizaciones para la destrucción ....... ... ..... ............... 167

10. El poder económico de las organizaciones...... .. ........... 185 11 . Las organizaciones como poder integrador ..... ...... ....... 205 12. La dinámica del poder de las organizaciones............... 225 13. El poder en la evolución física y biológica.... ... ............ 243 14. El poder en la evolución social....... ......... ...................... 259 15. El poder y el f-uturo.................. ................ ..................... .. 283

APÉÍ'<'DJCE: Propuestas para utilizar lAs tres caras del poder como libro de texto............................................................ 301

INDlCE ANALITICO..... . ................................ .. . . . . . . . . . . .. . . . . . .. . . . . . . . . . . . 311

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La administración y la persuasión son siempre los instrumen­tos de gobiem o más fáciles y más seguros, mientras que la fuer­za y la violencia son los peores y los más peligrosos; sin embar­go, al parecer Ja nalural insolencia del hombre es tan grande que casi nunca se digna utili zar el buen instrumento, excepto cuando no puede o no se atreve a utilizar el malo.

Adarn SMITH, La riqueza de las naciones

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INTRODUCCIÓN

Este libro es fru to de mis propias reflexiones durante muchos años sobre la naturaleza de los sistemas sociales más que de las ¡·eflexiones de otros especialistas en la materia. La bibliografía sobre el tema del poder es enorme y se remonta a muchos siglos atrás. Que yo sepa, se ha estudiado muy poco la historia del pen­samiento sobre el poder, sobre todo en comparación con la his­toria del p ensamiento económico. Quizá se deba a que el con ­cepto de poder abarca muchas discipli nas. La bibliografía con­siste principalmente en obras de ciencias políticas y de fi losofía, pero en realidad el concepto de poder abarca desde las ciencias físicas basta las ciencias sociales. Por eso el estudio del poder como un sistema total se ha deslizado por las grietas abiertas en­tre las diferentes disciplinas y no ha conseguido convertirse en una discipli na independiente. La influencia recíproca en tre las diferentes formas de poder es tan grande que si el estudio del po­der se limitara a un solo aspecto, como el poder polftico, el eco­nómico o el social, se perderían elementos imp ortantes para la comprensión de ]a dinámica del poder en su conjunto.

Mi propio interés por la cuestión del poder se remonta al in­terés de hace afio por integrar 1as ciencias sociales y a la con­vicción de que todas ellas estudian Jo mismo -el sistema social en su totalidad- desde diferentes perspect ivas. De ahí surgió la creciente convicción de que el mismo sistema social formaba

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parte de un conjunto más amplio -el sistema biológico, ecológi­co y físico-, lo que me llevó a interesanne por los sistemas gene­rales y a fundar, junto con otras personas, la Sociedad Inter­nacional para la Investigación de los Sistemas Generales (In­ternational Societ)r for General Systems Research).

Quizá en los sistemas sociales es donde el concepto de poder es más importante y este libro se dedica principalmente a anali­zar el poder en los sistemas sociales, aunque los últimos capítu­los sitúan la cuestión en un marco evolutivo más amplio. Uno de los grandes problemas que surge al construir una teor ía general del poder son las dificultades taxonórrúcas. La palabra poder se utiliza con una gran valiedad de significados, como se ve en el apéndice 1 del primer capítulo. donde figuran las definiciones del Oxf01'd Englísh Dictionary. En los sistemas sociales y en la conducta humana existe un concepto más amplio de poder: ¿hasta qué punto, y cómo, podernos conseguir lo que querernos? Y dentro de él existe un concepto más pequeño por el que las ciencias políticas tienen cierta inclinación, que consiste en nues­tra capacidad para conseguir que otras personas hagan cosas que contribuyen a lo que nosotros queremos.

El concepto más amplio es el que empleamos en esta obra. Dentro de él existen muchas clasificaciones o formas de poder. En este libro distingo tres categorías principales, que denomino poder amenazador, poder económico y poder integrador -el bas­tón, la zanaholia y el abrazo-. Están estrechamente relacionadas con otra división tripartita: el poder de destruir, el poder de pro­ducir y de intercambiar y el poder de integrar, es decir, el poder de crear relaciones como el amor, el respeto, la amistad, la legiti­midad. El poder amenazador concierne en especial a las ciencias políticas; el poder económico, a la economía. El estudio del po­der integrador al parecer no incumbe a ninguna disciplina en particular. La sociología tiene motivos para considerarlo un tema suyo, aunque no lo haya estudiado de una forma muy explícita.

La tesis principal de este libro es que el poder integrador es la forma de poder más influyente y más importante, en el sentido de que ni el poder amenazador ni el poder económico pueden conseguir gran cosa si falta la legitimidad, que es uno de los as-

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Introducción 13

pectos más importantes del poder integrador. Sin legítimidad, tanto la amenaza como las riquezas están «desnudas». El gran error, especialmente del pensamiento político, con siste en elevar el poder amenazador a la categoría de poder más influyente, cuando en realidad clista mucho de serlo. El no entender esto es la causa de muchos erTores en las decisiones humanas, tanto en el plano individual como en el plano de quienes dirigen organi­zaciones.

Las ideas de este libro, por lo tanto, son en gran parte fruto de mis propias reflexiones. Sin duda eJ lector p erspicaz se dará cuenta de que mi vida como economista y como cuáquero ha in­fhúdo en mi pensamiento. Cuando ya tenía casi concluido el li­bro, ciertos escrúpulos de conciencia me han empujado a leer vaiias obras que abordaran el tema saliéndose de mis especiali­dades; debo decir, quizá con un poco de vergüenza, que la expe­riencia no me ha hecho cambiar las ideas. La obra que quizá más se acerca al planteamiento de este libro es La anatomía del poder, escrita por otro economista, John Kenneth Galbraith,1

quien también clasifica el poder en tres categorias, a las que de­nomina poder «Condigno», «COmpensador» y «condicionado». La terminología me parece un poco torpe, pero se corresponde a grandes rasgos con mis categorias de poder «amenazador», «eco­nómico» e «integrador». El libro de Galbraith, como era de espe­rar, está lleno de observaciones muy acertadas; pero, a mi juicio, no analiza la estructura del sist ema, que es lo que más me inte­resa, particularmente en lo que se refiere a los aspectos dinámi­cos del poder en su conjunto.

También he consultado libros de historia, y me han confirma­do que no pongo demasiado orden en un mundo caótico. La obra de William H. McNeiJl, The Pursuit of Power: Technology, Armed Force, and Society Since A.D. 1000,2 es un libro extraordi­nario que explica admirablemente las repercusiones del conoci-

L John Kenneth Galbraith, The Anatomy of Power, Boston. Houghton Mifflin, 1983.

2. Willia m H. McNeill, The Pursuit of Power: Technology, Armed Force, and Society Since A.D. 1000. Chicago, University of Chicago Press, 1982.

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miento humano y de la técnica, sobre todo en el poder destructi­vo, pero también considera que la amenaza es la fuerza creadora de sistemas más bien inestables, y que actúa casi como una inte­rrupción en los procesos más grandes y más duraderos del desa­rrollo integrador y del poder productivo. Otra obra histórica es la de Michael Mann, The $ources of Social Power. El volumen 1 se titula A History of Power· from the Beginning to A.D. 1760.3 Que yo sepa, los volúmenes 2 y 3 aún no se han publicado. Se trata, también, de una obra de gran erudición e int~ligencia, y a mi jui­cio confirma las conclusiones de McNeill con respecto a las re­percusiones generales del crecimiento del conocimiento y las ha­bilidades del hombre sobre las complejidades de la estructura del poder.

Existe abundante bibliografía de los psicólogos sobre el po­der. Dos ejemplos: Power: Iñe Inner Experience, de David C. McClel1and,4 y A Social Psychology ofPower, de Ng Sik Hung.5 La psicología, debo confesarlo, siempre ha sido para mí la ciencia social más difícil de entender, quizá porque nunca me ha pareci­do que tenga mucho que ver con lo que sucede en mi propia mente. Y me temo que estas obras no son ninguna excepción, pero me han revelado que, quizá debido a que soy fundamental­mente un economista, en mí pensamiento existe algo que es in­completo: la cuestión de la dinámica de la .personalidad en la búsqueda del poder y en la resolución de los problemas en la me­dida en que concierne aJ individuo. McClelland, sobre todo, ha puesto en práctica varios principios suyos, por ejemplo al desa­rrollar habilidades de empresario en la India, lo cual, desde lue­go, es muy valioso. Sin embargo, en general los psicólogos tien­den a hacer caso omiso de la distinción, muy importante en mi pensamiento, entre acercadores y evitadores, fonnulada por pri­mera vez hace varias décadas por Neal Miller en «Experimental

3. l'vlichae1 Mann, The Sources of Social Power~ vol .L A Histoty of Power from the Beginning to A.D. 1760, Nueva York, Cambridge University Press, 1986.

4. David C. McClelland, Power: The bmer F.xperience, Nueva York, Irvington!Halsted, 1975.

S. Ng Sik Hung, A Social Psychology ofPower, San Diego, Academic Press, 1980.

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lmroducción 15

Studies of Conflict»,6 pero que no ha gozado de mucha difusión. Toda la dinámica del aprendizaje humano es, por supuesto, de gran importancia en la teoría general del poder - ¿cómo apren dió Hitler a ser Hitler?- y debo confesar que me inquieta mucho mi ignorancia en la materia. Sin duda aquí hay algo de la psicología que se me escapa. ¿Es porque la psicología suele estudiar mues­tras pequeñas y parciales del género humano. desde los novatos en la univer idad a los perturbados mentales. mientras que los economistas se interesan por los «asuntos ordinarios de la vida», por decu·Jo con palabras de Alfred Marshall? En esta cuestión, naturalmente, estoy dispuesto a aprender.

Me sorprende que la contribución de la ociologfa al tema del poder sea tan escasa. Benjamin Kidd, el sociólogo americano que escribió The Science of Power,1 fue un precursor en este cam­po; todavía hoy el libro contiene muchas cosa útiles, pero pare­ce que se ba quedado sin sucesores intelectuales. Dennis H. Wrong, a quien podríamos calificar corno sociólogo político, ha escrito un libro excelente, Power: fts Forms, Bases, and Uses,8 que, una vez m~s. confirma muchos de mis prejuicios.

Existen, por supuesto, muchos trabajos de ciencias políticas dedicados al poder~ especialmente en las revistas, donde se ha producido un gran debate entre los empiristas sobre si debería­mos estudiar el poder a partir de las decisiones que toma la gen­te o a partir de las reputaciones que tienen. Aunque parezca ex­traño, encontré un tratado sistemático sobre la teoda del poder escrito por un especialista en ciencias políticas. El pequeño libro de Steven Lukes. Power: A Radical View,9 es un ensayo corto y brillante, pero a mi juicio no muy profundo. Dos libros que reú­nen artícu los -Power, de R. Champlin (cotnpilador), 10 y Power and Political Theories: Sorne European Perspectives, Bryan Barry

6. Neal Millu, •Experimental Studies of Confiict-•, en Personality and the Behavior Disorders, comp. J . M. Hunt, Nueva York, Ronald, 1944.

7. Benjamln Kidd. The Science of Power. Nueva York, G.P. Putnam, 1918. 8. Denn.is H. Wrong, Power: lts Forms, Bases, fmd U:.es, Nueva York, Harper

& Row, 1980. 9. Steven Lukes, Pow~: A Radical View, Nueva York, Macmillan, 1974. 10. John R. Champlin, comp., Power, Nueva York, Norton, 1971.

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(compilador) 11- ofrecen quizá una buena visión general del pen­samiento en este campo. Debo confesar que me pareció que ni confirmaban ni refutaban mis planteamientos.

Y por último, naturalmente, tenemos a los filósofos. También es difícil encontrar un tratado sistemático sobre el tema del po­der escrito por un filósofo. El libro de Bertrand RusseU, Power: A New Social Analysis,ll quizá sea el mejor ejemplo; es una obra brillante e inteligente, aunque adolece de una actitud muy inge­nua ante ]a economía, quizá más característica de la época que del autor, pero a mi juicio no logra trazar una estructura siste­mática realmente satisfactoria. La lectura de obras filosóficas aportarla sin duda muy buenas citas, pero no muchos elementos con una orientación sistemática, con la posible excepción de Hobbes.

Tras esas advertencias y puntualizaciones, invito al lector a que haga una excursión por las ideas de un pensador bastante impenitente, a pesar de LOdo capaz, así lo espero, de cambiar de ideas gracias al ejercicio del poder de la discusión, de la persua­sión y de los datos que puedan aportar los lectores.

Kenneth E. Boulding

11. Bryan Bar.ry, comp., Power and Política/ Theories: Some European Perspectives, Nueva York, John Wiley, 1976.

12. Bertrand Russell, Power: A New Social Ana/y~is, ueva York, Norton, 1938.

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CAPÍTULO 1

LA NATURALEZA DEL PODER

El poder como la capacid ad de conseguir Jo que queremos

El término poder, como la mayoría de las palabras importan­tes, tiene muchos sign ificados. 1 El significado más amplio es el de potencial para cambiar. En física tiene significados muy espe­ciales: la rapidez con que la energía se transfiere o se convierte en trabajo. El concepto de poder no se utiliza mucho en las cien­cias biológicas, pero es de gran importancia en los sistemas so­ciales y humanos, los cuales constituyen el tema principal de este volumen. Para los seres humanos tomados individualmente, el poder es la capacidad de conseguir lo que uno quiere. Sin em­bargo, la palabra poder también se utiliza para describir la capa­cidad de lograr objetivos comunes por parte de familias, grupos, organizaciones de todo tipo, iglesias, empresas, partidos políti­cos, Estados nacionales y asi sucesivamente. En este sentido hu­mano el poder es un concepto que no significa nada si no se tie­nen en cuenta las opiniones y las decisiones humanas. La deci­sión es una elección entre tma variedad o conjunto de ideas del

t . Véase el apéndice 1 de este capítulo, con las definiciones del poder del Oxford Bnglish Dictior~ary.

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futuro que consideramos factibles. El poder de decisión está re­lacionado con el número de ideas potenciales del futuro. Una persona postrada en la cama que se está muriendo de cáncer tie­ne una variedad muy pequeña de futuros posibles y una lista muy pequeña de decisiones, que de hecho se reduce a lo que piensa el paciente. Una persona rica en la flor de la vida y go­zando de buena aJud dispone de una vai;edad muy amplia de futuros posibles. A medida que subimos en la jerarquía de las or­ganizaciones hacia gen te como Gorbachov,* el papa o el presi­den te Bush, las decisiones afectan no sólo a la situación y a )as cir cunstancias personales propias, sino a la situación y a las cir­cunstancias de un gran número de personas; en un caso extre­mo, las decisiones pueden afectar a todo el planeta.

Muchas veces se confunde el concepto de poder con la idea de «fuerza», que es un concepto mucho más limitado. Si a un au­ditorio le pidiéramos que hiciese un gesto que ilustrara el con­cepto de ((poden>, la mayoxía levantaría los puños, indicando así el poder de amenazar o el poder de hacer daño. Ahora bien, como veremos más adelante, esto sólo es tm aspecto, y no preci­samente el más importante, del concepto general de poder. La fu erza va unida al concepto de dominio, el cual, en realidad, constituye sólo una pequeña parte de la naturaleza general del poder. Entre los seres humanos existe cierta tendencia a relacio­nar el poder con la capacidad para la victoria, es decir, para ven­cer a otra persona, voluntad o institución. Se trata también de un concepto muy limitado del poder y de ningún modo el más importante. En mecánica tenemos el concepto de caballo de fuerza,* que es la que se necesita para levantar 550 libras un pie en un segundo, y expresa el concepto más amplio de poder en términos de conseguir hacer algo que queremos. Tal vez sea sig­nificativo el que no exista e) concepto de (<fuerza de caballo».** La unidad de fuerza en el sistema centímetro-gramo-segundo es la dina, que es la fuer:ta necesaria para comunicar a un gramo la

*. En inglés horsepower, literalmente «poder del caballo». [T.) *". En inglés horse force. Huelga decir que la e.>-'Plicación funciona en in­

glés, pero no en la traducción castellana. (T.]

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La naturaleza del poder 19

velocidad de un centímetro por segundo. Casi se podría desctibir como «fuerza saltamontes». Tiene un poco el sentido de vencer a la gravedad·saltando. Es interesante señalar que en electricidad lo que vence a la resistencia y produce la corriente se llama «po­tencia», la cual también es una forma de poder. Las (<líneas de fuerza» (power lines) transportan potencia eléctrica de un sitio a otro.

Existe cierto paralelismo entre el concepto de poder y el con­cepto, forjado por los economistas, de frontera o límite de las po­sibilidades, que divide el conjunto total de posibilidades futuras entre las que una persona puede hacer y las que no puede hacer. En las próximas 24 horas yo podr.ía ir a Nu.eva York en avión, no podría ir a la Antártida y, desde luego, no podría ir a la luna. A eso cabría llamarlo la «última frontera del poden>. Sin embargo, esa última frontera (;)uizá no sea muy importante, porque dentro de ella hay oh·as fronteras que limitan nuestras decisiones. Una es la «frontera del tabú», que divide la última zona del poder en dos partes: la parte que está dentro de la frontera del tabú -que comprende las cosas que podemos hacer y que no creemos que debamos abstenernos de hacer- y la parte más allá de la frontera del tabú -que comprende las cosas que podemos hacer pero que nos abstenemos de hacer-. En todas las sociedades, con la ex­cepción de los campos de nudistas, existe un fuerte tabú contra el hecho de que un conferenciante se quite la ropa mientras da la conferencia. No sé de ningún caso en que se haya roto dicho tabú, aunque en términos físicos no hay ningún obstáculo para ello. Además, dentro de la fron tera del tabú hay muchas cosas que podemos hacer, pero que no querernos hacer. Ordenamos las distintas opciones de la lista de posibilidades por orden de prefe­rencia y, al menos según los econom.istas, escogemos la que va primera en nuestro orden de preferencia, es decir, lo que más de­seamos.

En general los economistas dan por sentado que lo que más queremos se halla en la frontera de las posibilidades. Con ello quieren decir que lo que más queremos no está dentro de mtes­tro poder, es decir, está más allá de la frontera. No existe ningún principio de la conducta humana que diga que esta suposición

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sea verdad. Hay muchos ejemplos de decisiones humanas que se mantienen perfectamente dentro de la frontera de las posibilida­des. Los monarcas abdican, los ricos crean fundaciones y repar­ten su dinero, los monjes hacen votos de «pobreza, castidad y obediencia», los santos sufren y los mártires mueren. De hecho, es posible que eJ acto más libre de la voluntad sea la renuncia al poder. Si creemos que hemos de ejercer el poder que tenemos, quedamos atrapados en una situación casi determinista. Muchas veces los economistas dan por sentado que las preferencias hu­manas no se pueden analizar ni criticar. La historia y la expe­riencia humanas demuestran lo contrario. Casi todo e] mundo ha experimentado cambios en sus preferencias y en sus opinio­nes. Existe el principio de las «Uvas amargas»: lo que no pode­mos conseguir decidimos que no lo queremos, lo que siempre es un gran consuelo. En el otro extremo de la escala nos encontra­mos con el principio de la adicción: lo que no podernos conse­guir es lo que más deseamos. Los tabús no consisten sólo en lo que la sociedad nos impone. Nosotros creamos nuestros propios tabús. Algunas personas son abstemias, otras vegetarianas. La castidad es algo excepcional, pero no desconocido.

La definición más sencilla del poder humano -la capacidad de conseguir lo que querernos- resulta ser muy compleja, como acabamos de ver, incluso sólo con preguntar: ¿Cómo sabemos lo que queremos? Se hace aún más compleja al preguntar: ¿Quiénes somos? Todas las decisiones las toman los individuos, pero casi siempre «en nombre de,, una entidad m ás grande. Así ocurre hasta con las decisiones más personales e individuales. Un individuo no es un sistema mental aislado, sino que contiene una diversidad de personalidades. Creo que fue Bismarck el que dijo: «Soy un comité». Cada persona posee una gran variedad de papeles, y algunos de ellos pueden entrar en conflicto. Nuestras decisiones como padre, como empresario, como feügrés, como ciudadano de un Estado nacional, como presidente de una orga­nización nacional o como capitán de un eqLtipo pueden ser dife­rentes en cada papel, lo que puede originar conflictos internos. Cada decisión se adopta en nombre de1 comité que somos noso­tros. A medida que se asciende en las jerarquías, lo que se decide

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y «en nombre de quién » se vuelve cada vez más amplio y más complejo. La decisión que toma el padre de cambiar de trabajo afecta a toda la familia. La decisión que toma un alto cargo de una empresa de ceiTar una fábrica afecta a un gran número de familias, colectivos y otras organizaciones. Una decisión del pre­sidente de los Estados Unidos puede afectar a todo el género hu­mano. Las decisiones de los poderosos a veces conciernen a una parte considerable del estado total del mundo, hoy día hasta del sistema solar. ¿Hemos de dejar basura en la luna?

Todo e1 mundo está de acuerdo en que el cargo trasciende y sobrevive a la persona que lo ocupa. El conceplo de <tintereses nacionales» (podríamos añadir el de «intereses de la empresa» o «intereses de la Iglesia>>) implica que, independientemente de quien ocupa los cargos de más poder, las decisiones y las prefe­rencias coiTespondientes no cambian mucho, aunque, por su­puesto, cada ocupante del cargo en cierto modo lo cambia un poco. El concepto general de «representante», tanto si se trata de un diputado como del presidente, presupone que las decisiones tieJ"!en que trascender los intereses personales, ya que un repre­sentante debe tomar las decisiones en nombre de los votantes. Quizá el poder consista en conseguir lo que uno quiere, pero este logro depende de quién sea «uno» y de cómo uno sabe lo que «unO» quiere. Ha quedado claro que no es, ni mucho menos, un concepto sencillo.

El poder en conflicto

Otro elemento que complica el concepto de poder en los sis­temas sociales es el que las diferentes fronteras de posibilidades de una persona están donde están debido a las decisiones y al poder que ejercen otra persona u otras personas u organizacio­nes. El conflicto estalla cuando un cambio en la frontera de las posibilidades ent.re dos partes reduce en cierta medida el poder de una y aumenta el de la otra. Se produce un conflicto costoso y prolongado cuando A empuja la frontera hacia B, B la empuja hacia A, A otra vez hacia B, y asf sucesivamente. Para resolver el

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conflicto es preciso establecer líneas de propiedad pactadas en­tre ambas partes, de modo que ninguna de las dos intente au­mentar su poder empujando hacia afuera la frontera de las posi­bilidades a cosla de la otra. Las terceras partes, en especial en forma de ordenamientos juridicos y organismos estatales, a me­nudo contribuyen a este proceso al imponer más fronteras o lími­tes mediante amenazas contra la parte que no respete las líneas de propiedad. Sin embargo, se puede quebrantar la ley si una u otra paxte intenta tomar el poder del Estado o desafiar la ley, co­sas que a veces suceden y que oliginan culturas de la violencia, como en el Ulster, el Líbano o Sri Lanka, con pérdidas cuantio­sas y trágicas para toda la sociedad.

La manera cómo los individuos juzgan el poder y el bienestar de los otros constituye un elemento importante en la estructura total del poder. Cabe distinguir, ante todo, una escala que va de la benevolencia a la malevolencia con el egoísmo como punto cero.2 A es benevolente con respecto a B si, al ver que aumenta el bienestar de B, ve que aumenta a su vez su propio bienestar. A es egoísta si, al ver que aumenta el bienestar de B, ve que ello no afecta a su propio bienestat~ A es malevolente con respecto a B si, al ver que aumenta el bienestar de B, ve que disminuye su propio bienestar. Tanto la benevolencia como la malevolencia se manifiestan en varios grados. os sentimos un poco benevolen­tes ante el dependiente de la tienda donde compramos algo. Hablamos del tiempo e intercambiamos palabras corteses. Nos sentimos muy benevolentes con nuestros hijos, con los miem­bros de nuestra familia, con los amigos íntimos y con la gente con la que cooperamos en varias tareas y diversiones. Del mismo modo, nos sentimos algo malevolentes con el conductor que en una ca1Tetera estrecha circula delante de nosotros muy por de­bajo del límite de velocidad. Nos sentimos bastante malevolentes con los oponentes en una elección y, en una guen·a, muy malevo-

2. Kennelh E. Boulding, The Economy of Lave and Fear: A Preface to Grants Economics. Belmont, California, Wadsworrh, 1973, pág. 94. (Trad. cast.: La economia del amor y del temor. Una inrroducción a la economía de las donaciones, Madrid. Alianza Editorial, 1976.)

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lentes con los enemigos. En realidad es bastante raro que adop­temos una actitud de egoísmo, el simple grado cero de la escala, ante la gente con la que nos relacionamos. En cambio, es normal ante gente lejana con la que no nos relacionamos: pero, aun así, las noticias de una catástrofe en un pafs lejano inspiran fácil­mente compasión. Muchas veces tales noticias mueven a la gen­te a hacer aportaciones para paliar los efectos de la catástrofe. La benevolencia es más fácil de expresar que la malevolencia. Para sonreír hay que mover menos músculos que para fruncir el ceño. Con frecuencia cuesta más esfuerzos hacer daño a alguien que ayudarlo.

La envidia y los celos, sen timientos de insatisfacción ante nuestra situación en la estructura del poder, son resultado, y a veces causa, de ]a malevolencia. En la envidia sólo intetvienen dos partes, y el envidiado a veces no se entera de su existencia. La envidia puede con·omper profundamente al envidioso, ya que le desvia la atención hacia intentar disminuir el poder del envi­diado, a menudo sin lograrlo, en vez de dedicarse a aumentar su propio poder. Lo celos son la envidia de una relación entre otras dos personas. Al envidioso le gustaría desplazar a una de ellas, lo que también puede ser muy destructivo y perjudicial para todas las partes, aunque probablemente perjudica más al envidioso que al envidiado.J

La medición del poder

Otra cuestión importante, pero muy di fícil, es saber si se pue­de medir el poder tanto en la suma total del poder que hay en el mundo como en su distribución entre los individ uos, los gmpos y las organizaciones. Como el poder es un concepto mul tidimen­sional , es difícil de cuantificar y medi1~ Tal vez ]o que más se acerque a una medida de poder sea la unidad monetaria, aunque

3. Helmut Schoeck, Bnvy: A The01y of Social Behaviour (traducido del ale­mán por Michael Glenny y Betsy Ross), Nueva York, Harcourt, Brace & World, 1969.

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sólo mide ciertos aspectos del poder y no sirve para determinar la cuantía del poder en su conjunto. A pesar de todo, el concepto de cantidad de poder es importante, aunque sea un concep­to vago y de tipo cualitativo. No se puede negar que el poder del género humano sobre su entorno, principalmente sobre la tierra, pero que hoy en día se extiende al sistema solar y hasta más allá de él, ha aumentado de un modo constante y a un ritmo acelera­do en el curso de la historia de la humanidad. Durante los 40.000 años, más o menos, del paleolítico, el poder humano no era muy grande. Es probable que la p1imera aceleración en el poder hu­mano se produjera aJ descubrir cómo utilizar el fuego, lo cual quizá fue anterior al Horno sapiens. Casi con toda segulidad, el uso del fuego multiplicó la población que lo utilizaba, pero tam­bién introdujo una nueva causa de incendios en los bosques, los cuales probablemente afectaron a amplias zonas de los ecosiste­mas del mundo. Caben pocas dudas de que los hombres extermi­naron al mamut y a otros grandes mamíferos, sobre todo en América de] Norte, hace unos 10.000 o 15.000 años.

Con la aparición de la agricultura, la población humana expe­rimentó un aumento considerable, y la acción del hombre tuvo grandes repercusiones en el ecosistema y en el paisaje, ya que los bosques y los prados dieron paso a los campos cultivados y a las granjas. Todo ello condujo rápidamente a la civilización y a la creación de ciudades, resultado del excedente de alimentos que se almacenaban de la agricultura y de la mejora de los medios de transporte, gracias a los vehículos con ruedas, las barcas y la do­mesticación de caballos, butTOS y camellos. El poder humano so­bre la tieiTa se tradujo en el auge de Babilonia, Roma y demás ímperios, con inmensas modificaciones en las características ecológicas de la superficie de la tierra. Los objetos creados por el hombre, que fonnan parte del ecosistema del mundo tanto como los objetos biológicos, no han parado de crecer en complejidad y número, con ocasionales estancamientos y retrocesos.

Luego surge la ciencia moden1a, que nació hace unos 500 años. A mediados del siglo XIX, al aplicarse la ciencia en muchos campos de la técnica -en la química, La electricidad, la sanidad y la medicina, la agricultura y la ganadería, los transportes ... - sur-

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ge el «mundo moderno» y se produce una explosión enorme de la población humana, la cual en el siglo XX ha aumentado más del doble. El mundo ha sido explorado de cabo a rabo, de las profundidades más abismales hasta los polos y las cumbres más elevadas, incluso hasta la luna. Nuestros mensajeros han ido más allá de los límites del sistema solar. No se puede negar que este proceso representa una extensión del poder humano en su totalidad.

La distribución del poder

También somos conscientes del hecho de que el poder huma­no, sobre todo a partir de la aparición de la agricultura y de la ci­vilización, está distribuido de un modo muy desigual. En las so­ciedades cazadoras-recolectoras no hay mucho poder que distri­buir, pero el que existe está distribuido de un modo bastante igualitario. Los buenos cazadores y los buenos recolectores no comen mucho más que los peores cazadores y recolectores. Aunque haya chamanes, narradores y dirigentes que detentan ciertas formas de poder sobre los demás, todos viven casi igual. Sin embargo, con la agricultura y el auge de las ciudades e impe­rios, crece la jerarqufa al crearse organizaciones basadas en la amenaza, instituciones para la recaudación de impuestos y así sucesivamente. Entonces el género humano se divide entre un grupo muy pequeño que detenta el poder, un grupo inmenso de gente relativamente indigente y sin poder -los campesinos, los soldados, las clases sirvientes- y una clase media pequeña de ar­tesanos, mercaderes arquitectos, etc.

Al desarrollarse, a partir de 1850 (e incluso un poco antes), la técnica basada en la ciencia, la clase media pasa a ser la mayoría de la sociedad, con el poder político limitado por la democracia y el poder económico por los impuestos progresivos y los merca­dos fluctuantes. pero dejando marginada a una parte considera­ble de personas pobres y sin poder, las cuales no pueden encajar en los sectores de la sociedad que están en expansión.

En la actualidad nos encontramos en una situación en la que

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la técnica basada en la ciencia está bastante extendida en las dos zonas templadas. Aunque parezca irónico, probablemente son los países comunistas, con su ideología de igualdad, los que pre­sentan las mayores desigualdades del poder en general, porqu e el poder de decisión está extremadamente concentrado en la cúspi­de de la jerarquía, sin los controles y contrapesos que ofrecen las instituciones democráticas, aunque ahora incluso esta situación se está modificando. Con todo, la mayoría de las sociedades tro­picales aún son pobres y tienen muy pocos sectores modernos. De ahí que la distribución general del poder en el mundo aún sea extremadamente desigual. Una parte del género humano, quizá el 25 por ciento, vive aún en un estado de extrema pobreza, mal alimentada, bajo la constante amenaza del hambre, y se mueve muy lentamente, cuando se mueve, hacia una situación mejor.

El poder destructivo

Junto con el poder de cultivar cosechas, construir ciudades, hacer volar aviones y disponer de un sistema de comunicaciones a lo largo y an cho del mundo, el género humano también au­mentó los poderes de destrucción. Eso viene de lejos, con la fa­bricación de lanzas, arcos y flechas en las sociedades cazadoras­recolectoras, espadas y catapultas en las primeras civilizaciones, y luego la pólvora y el cañón, los cuales pusieron fin al feudalis­mo y crearon el Estado nacional. En nuestros dias disponemos de bombas y de armas nucleares que, como mínimo, tienen sufi­ciente potencia para destruir toda la Tierra. El poder de destruc­ción se puede utilizar productivamente para el género humano, como en la caza, en el uso de explosivos para construir canales, presas y obras por el estilo, aunque incluso esas construcciones, que a menudo resultan beneficiosas, pueden acarrear consecuen­cias desastrosas e inesperadas para la ecología y la sociedad.

El lado oscuro del poder de destrucción son, por supuesto, la violencia y la guerra. Esto se remonta a mucho tiempo atrás, como demuestra la historia de Caín y Abel. Hasta ahora el au­mento de los poderes de destrucción no ha impedido una extra-

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La naturaleza del poder 27

ordinaria expansjón de los poderes de producción en su conjun­to. Ha habido ciertas épocas y lugares en que los imperios, por ejemplo, se han derrumbado a causa del empleo de los poderes de destrucción, lo que ha ocasionado la decadencia pasajera de los poderes de producción, como ocurrió en Mesopotamia, en Europa después de la ca"ída del Imperio Romano y en otras par­tes. Tales episodios, sin embargo, han durado muy poco tiempo. En Europa, por ejemplo, las técnicas de producción, que habían permanecido bastante estancadas durante el Imperio Romano, empezaron a mejorar un siglo después de su caída, quizá como resultado de la creación de las órdenes monásticas y de las nue­vas técnicas que llegaban de China. Los conllictos bélicos, que fi­guran en un Jugar prominente de los libros de historia, raras ve­ces ocupan más del 1 O por ciento del tiempo y de las energías humanas. El restante 90 por ciento, más o menos, se emplea en arar, sembrar, cosechar, tejer, edificar y fabricar muebles, utensi­lios, herramientas y cosas por el estilo. No deja de ser irónico que el aumento de los poderes de destrucción sea en cierto modo una secuela de la fue11e tendencia a aumentar que tienen los po­deres de producción. La agricultura produce un excedente alma­cenable de alimentos, con el que se abastece a los ejércitos; la metalurgia produce armas y arados; los artesanos producen ca­rretas y carros de combate; y la fisión nuclear puede producir tanto energía eléctrica como bombas.

Con todo, se ciernen dudas sobre el futuro, porque ha au­mentado enormemente la capacidad destructiva de los arma­mentos y han disminuido los gastos de transporte de los mectios de destrucción, gracias a los aviones, los misiles y, por supuesto, las armas nucleares. En la historia de la hwnanidad se han dado pocas ocasiones en las que los hombres hayan renunciado a al­guna forma de poder destructivo, como hicieron los samurais en Japón en los siglos XVI y xvn, al renunciar a las armas de fuego que llegaban de Europa. Esperemos que las instituciones políti­cas del mundo cambiarán en proporción a los poderes de des­trucción.

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Tres clases d e poder: d estructivo, productivo, integrador

La estructura del poder es muy compleja: El primer paso para entenderla consiste en plantearse la siguiente pregunta: ¿Cómo distinguimos y clasificamos las diferentes fuentes de poder? Uno de los mayores obstáculos con que tropieza el conocimiento hu­mano es la dificultad en enconu-ar las categorías idóneas, es de­cir~ las casillas apropiadas para clasificar realidades complejas. Hemos de clasificar como mfnimo para poder emplear el lengua­je. No podemos hablaY de uno en uno de los 5.000 millones de se­res humanos. Lo mismo ocurre con la gran cantidad de plantas, rocas, nubes y demás cosas. Ahora bien, siempre existe el peligro de que al clasificar apliquemos categorias -es decir, casillas- ina­propiadas. Metemos cosas distintas en una casilla y separamos cosas iguales entre varias casillas. El fracaso de la alquimia y el éxito de la química r epresentan un gran homenaje a las virtudes de las clasificaciones correctas. Mientras se pensaba que la tien·a, el aire, el fuego y el agua eran los elementos, no se iba a ninguna parte. o son elementos, sino agregados muy heterogéneos de co­sas. La química fue posible al distinguir correctamente los ele­mentos como hidrógeno, oxígeno y carbono. La misma dificul tad se presenta, más acentuada aún, en los sistemas sociales, con su inmensa diversidad de pueblos, culturas, organizaciones y estruc­turas de toda índole. De modo que siempre metemos gente muy diversa en la misma casilla (como «raza») y dispersamos cosas muy similares, como la capacidad de aprender, entre much as ca­sillas diferentes. Si nos adentramos en el mundo de las ideas abs­tractas, Las dificultades de la clasificación se acentúan. Al parecer no existe ninguna teoria formal sobre la cuestión; sólo podernos confiar en los tanteos para saber lo que funciona.

La figura 1.1 ilustra una selie de categolias del poder que se­rán fundam entales a lo largo de este libro. Ninguna de las cate­gorías es perfectamente clm-a. Todas ellas son lo que los mate­máticos llaman «conjuntos bmTosos», porque cada ejemplo del poder es en cie1to modo único, al igual que los seres humanos. No obstante, ofTecemos esas categorías como un método para organizar una realidad extremadamente compleja de una forma

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que quizás ayude a realizar juicios más realistas sobre la clase de creencias y acciones que crea el poder.

Ante todo dividirnos el poder en tres categorfas p1incipales desde el punto de vista de sus consecuencias: el poder destructi­vo, el poder productivo y el poder integrador. El poder destmc­tivo es el poder de destruir las cosas. Presenta dos aspectos muy diferentes, que se reflejan en los medíos de destrucción. De éstos algunos son armas, con el objetivo de matar a la gente o de des­truir cosas de valor. Sin embargo, los medios de destrucción también incluyen los bulldozers, los arados, los hornos, las sie­rras, los cuchillos, es decir~ todo el material que forma parte del proceso productivo.

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Figura 1.1 . Categorías del poder: amenaza, intercambio y amor.

El poder productivo se encuentra en los huevos fertilizados, en los proyectos, en las ideas, en las herramientas y máquinas que fabrican cosas, en la actividad de los cerebros y músculos humanos que siembran y cosechan, tejen y edifican, construyen, pintan y esculpen.

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Se puede considerar que el poder integrador es un aspecto del poder productivo que lleva aparejada la capacidad de construir organizaciones, de formar familias y grupos, de inspirar lealtad, de unir a la gente, de crear legitimidad. El poder integrador tiene la vertiente negativa de crear enemigos, de reñir con la gente; tie­ne un aspecto destructivo y otro productivo.

El poder de la amenaza

En la figura puede verse una tripartición que incluye las con­ductas características que, de un modo aproximado pero no exacto, corresponden a las tres primeras categorías. La conducta que está estrechamente relacionada con el poder destructivo es la amenaza. La amenaza se origina cuando A dice a B: «Haz algo que quiero o haré algo que no quieres». Para cumplir la amena­za A debe disponer de algún poder destructivo contra personas o cosas que B valora. La dinámica de la amenaza depende en gran parte de cómo responde B a la amenaza. La amenaza puede ser explícita o implícita, pero siempre entraña algún tipo de comu­nicación. Hay varias respuestas posibles por parte de B. Una es la sumisión: B hace lo que le pide A y la amenaza no se cumple. Esa actitud es muy frecuente y, de hecho, es la causa de que pa­guemos los impuestos, o de que paremos el coche en el arcén de la carretera cuando la policía de tráfico nos lo ordena. También explica en parte, aunque sólo en parte. por qué los hijos obede­cen a los padres y los estudiantes a los profesores. Las naciones derrotadas en la guerra se someten a los conquistadores; las co­lonias se someten a las potencias imperiales. La vida social sería muy difícil de organizar sin algún elemento de amenaza-sumi­sión. Pero hay diferentes grados en la voluntad o «mala gana» a someterse; una sumisión muy de mala gana puede ser inestable.

El desafío constituye otra reacción posible. B dice a A: «No haré lo que quieres)). Esa actitud probablemente es menos fre­cuente que la sumisión, pero no es, ni mucho menos. descono­cida. Acto seguido la pelota vuelve a estar en manos del amena­zador, quien ha de decidir si cumple o no ]a amenaza. A veces

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cumplir la amenaza acarrea pérdidas cuantiosas; a veces el amenazador no tiene el poder destructivo de que alardea y el de­safío puede triunfar, sobre todo si está muy extendido, es cons­tante y los desafiadores están dispuestos a sufrir. Aquí radica el secreto del éxito de la resistencia no violenta, de la que la histo­ria nos ofrece numerosos ejemplos (Gandhi es uno de los más conocidos).

La comraamenaza constituye la tercera reacción: «Si me ha­ces algo desagradable, yo te haré algo desagradable». En este caso, la parte amenazada debe tener medjos de destrucción, o fingir de modo convincente que los tiene. La pelota también vuelve a] campo del primer amenazador, que puede intentar cumpHr la amenaza o no cumplir la; las dos actitudes miginarán una serie de consecuencias sutiles y a menudo imprevisibles. La conn·aamenaza lleva a una situación de disuasión, cuya estabili­dad, como veremos más adelante, es muy discutible; a pesar de todo, la disuasión se ha convertido en la característica funda­mental de las relaciones internacionales y sirve para justificar los enormes gastos militares.

La huida consti tuye otra reacción posible ante la amenaza. Hay muchos ~jemplos. De hecho, si el género humano se extien­de por todo el globo tetTáqueo, la huida es uno de los factores determinantes de ello. A lo largo de la historia los refugiados, como los padres peregrinos, han causado profundas transforma­ciones en la distribución geográfica del género humano. El éxito de la huida depende del principio que he descrito como «cuanto más lejos, más débil» -cuanto más nos alejamos de la base de operaciones del amenazador, más difícil es que cumpla la ame­naza, ya que el cumplimiento ·de la amenaza siempre tiene un precio de transporte.4 En nuestros días, con la enorme reducción en los gastos del transporte de la amenaza en forma de arma­mento, es muy diHcil huir, porque tal vez no quede ningún sitio fuera del alcance de la amenaza. Pero el gran número de refugia-

4. Kennetb E. Boulding, Conflict and De{ense: A General Thwry, Nueva York, Harpcr, 1962; nueva edición en Lanham, Maryland, University Press of America, 1988.

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dos que ha habido estos últimos años indica que aún se recurTe a la huida.

La quinta reacción ante la am enaza cabe denominarla «COn­ducta desannadora». Se trata de la «respuesta flexible que desac­tiva la ira»: el amenazado es capaz de integrarse con el amenaza­dor en algún tipo de asociación o estructura integradora.

El poder de la amenaza tiene un elemento productivo en la capacidad de producir los medios de destrucción, como las ar­mas, y un factor integrador cuando la amenaza corre a cargo de un gntpo, como el ejército, que necesita «espíritu de equipo» para funcionar bien.

El poder del intercambio

Otro tipo importante de conducta es el intercambio. Al igual que la amenaza, exige como mínimo dos partes y abarca un con­junto de actividades, desde el comercio formal y contractual has­ta la reciprocidad informal. El intercambio empieza cuando A dice a B: «Haz algo que quier o y yo haré algo que quieres». Si B puede elegir entre aceptar o rechazar la invitación, al aceptar se produce el intercambio. En la forma simple del comercio, A da algo a B y B da algo a A. La relación de intercambio - es decir; cuanto da uno por unidad de lo que le da el otro- constituye una cualidad importante de la transacción . Sin embargo, el intercam­bio es un concepto más amplio que el de comercio. Comprende cosas como la conversación, los servicios recíprocos y así sucesi­vamente. La dinámica del intercambio es mucho más simple que la de la amenaza. Si B acepta, se produce el intercambio; si no, no se produce el intercambio. Sin embargo, a veces se dan con­secuencias más sutiles. Si B acepta el intercambio pero luego no queda satisfecho con lo que le da A, se pueden cambia r los tér­minos en que se hagan otros intercambios en el futuro. Cabe lla­marlo el «principio de la chapuza».

Otra complicación: el intercambio puede implicar o no el re­gateo. Gracias a la costumbre del precio fijo, gran parte del in­tercambio se realiza sin regatear. El vendedor A ofrece intercam-

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biar a cierto precio, o relación de intercambio, y el comprador B acepta o no la oferta. Si A pide un precio demasiado elevado, no encontrará a nadie con quien intercambiar. Entonces A bajará el precio. Si A pide un precio demasjado bajo, corre el riesgo de quedar inundado de compradores, y en ese momento lo más pro­bable es que suba el precio. Ahora bien, en algunas circunstan­cias B puede empezar a regatear - «Aceptaré el inter cambio, pero a un precio más bajo»- . A puede responder ofreciendo el inter­cambio a un precio algo más elevado del que pide B, y así suce­sivamente, hasta que se llega o no a un acuerdo.

El intercambio está estrecham ente relacion ado con el poder productivo por el simple hecho de que, a n o ser que exista pro­ducción, no hay mucho para intercambiar. Además, como señaló acertadamente Adam Smith, el desarrollo del intercambio au­menta el poder productivo mediante la especialización y el pro­ceso de aprendizaje de los hombres.

E l in tercambio tiene un elemento integrador, por el simple hecho de que, sin algún tipo de confianza y cortesía, es muy difí­cil que se produzca. De todos modos, el intercambio es una rela­ción en la .que se suman los factores positivos y ambas partes se benefician de ello; la posibilidad del intercambio crea el tipo de estructura in tegradora que lo hace posible. Existen viejas histo­rias que hablan del «Comercio silen cioso»: dos tribus hostiles con diferentes recursos realizan el intercambio sin verse; una t ri­bu deposita el producto de su especialidad en un lugar mutua­mente acordado, y la otra tribu viene, lo coge y deja su propio producto; luego vuelve la primera tribu y se lo lleva. No está del todo claro si esto ha sucedido alguna vez en realidad, p ero, si ha sucedido, representa un gran paso hacia el establecimjento de un mercado en el que la gente puede encontrarse gracias a la con­fianza mutua y a la cortesía. He aquí el factor integrador del in­tercambio.

El intercambio también puede contener una pequeña parte de elemento destructivo aJ establecer un ordenamiento jurídico que castigue el incumplimiento de los contratos y la desobedjen­cia a los principios de propiedad, es decir, el robo. El robo es muy destructivo pam la relación integradora. La confianza es ne-

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cesarla para que florezca el intercambio. Muchas veces también se da un elemento dest1uctivo en la producción de bienes para el intercambio, por el simple hecho de que la producción implica la transformación de cosas poco valiosas en cosas más valiosas, lo cual significa la destrucción o alteración de las cosas menos va~ liosas; por ejemplo, del trigo se saca la ha rina y se cuece ]a hari­na para producir pan, Jos picapedreros destrozan laderas, los mi­neros extraen minerales.

El poder del «amor»

Además de La amenaza y del intercambio, existen relaciones que, a pesar de sus numerosos significados, se pueden definir con la palabra amor, tomándola en el sentido más amplio posible como un aspecto de la estructuTa integradora. En la relación amorosa, esencialmente, A dice a B: «Haces algo por mí porque me amas». Puede tratarse de un cónyuge a otro; de un dirigente que habla a un seguidor; de un monarca, sobre todo si es consti­tucional, que habla a sus súbditos; un gobernan te, a sus ciudada­nos; un general, a sus soldados; un dirigente religioso, a su grey. Si la palabra amor suena demasiado fuerte, se puede sustituir por respeto. En el amor hay varios grados, como en todo. También en el amor son importantes la respuesta y la reacción. Si A pide de­masiado, existe la posibilidad de que B diga: «Pues bien, no te amo tanto». Entonces A dirá: «Mira lo que he hecho por ti», y la situación se conviex1e en un intercambio. El amor también está estrechamente relacionado con ]as estructuras integradoras del orgullo, la vergüenza y quizá también de la culpa. A puede decir a B: «Si no haces algo para mí, te avergonzarás de ti mismo, te sen­tirás culpable». Se trata de relaciones, sutiles pero muy importan­tes, que explican muchas cosas de la conducta humana. El poder destructivo -el poder de herir- también puede desempeñar un pa­pel, pequeño pero complejo, en la relación amorosa.

El amor, desde luego, tiene sus aspectos negativos en el odio. y la capacidad de crear odio está relacionada con el poder des­tmctivo. A puede decir a B: «Te haré esto porque te odio». Se tra-

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ta de una actitud bastante diferente de la amenaza, aunque has­ta cierto punto presente la misma estructura de respuesta. La compleja dinámica de la conducta que hace crecer el amor o el odio es uno de los grandes enigmas de Jos sistemas sociales.

El poder político y núlitar

La segunda serie de categorías del poder, como indica la figu­ra 1.2, se refiere a las instituciones que ejercen el poder y que también se corresponden bastante con los dos primeros conjun­tos de categorías. Tenemos el poder polftico y militar, que se basa fundamentalmente en los sjstemas amenazadores y en el poder destructivo, aunque haya en él un elemento de poder pro­ductivo y de intercambio, ya que es casi imposible que las insti­tuciones políticas y mmtares funcionen, al menos a gran escala, sin dinero, pues tienen que comprar comida, vestidos, edificios, así como armas, para alimentru~ vestir, alojar y armar a los em­pleados y a los soldados.

Político­militar

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Figura 1.2. Categorías de poder: político-militar, econó~co y social.

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Las instituciones políticas necesitan algún tipo de cuentas de ingreso, aunque por regla general no se parecen mucho a las cuentas de capital. A pesar de que a menudo recWTen a la ame­naza, como en el reclutamiento y en la recaudación de impues­tos, por ejemplo, existe, sin embargo, un importante elemento de intercambio. También hay un elemento de poder amoroso, como indica la figura. A no ser que un gobernante o un país sean ama­dos en mayor o menor grado, o al menos respetados, el poder de organizar grandes sistemas de amenaza se vería muy menosca­bado, como demuestra la historia de las revoluciones y del de­rrocamiento de los gobiernos.

El poder económico

El poder económico es aquel del que los ricos tienen mucho y los pobres, muy poco. Tiene mucho que ver con la distribución de ]a propiedad. Es característico, sobre todo, de instituciones como la casa, la empresa, la compañía, la sociedad anónima y los organismos económicos -bancos, compañías de seguros, bol­sa de valores- . Su núcleo son los sistemas de poder productivo y de intercambio. EL poder productivo y el intercambio constitu­yen la base de la renta, aunque !os fru tos del poder productivo no siempre van a parar a quienes los producen . Hay un pequeño elemento de amenaza en el poder económico, que se puede ver fácilmente en la esclavitud. En efecto, el dueño de los esclavos les dice a éstos: «Ü trabajáis para mf u os mataré o al menos os haré cosas muy desagradables». Hay cierto elemento de amena­za en todas las relaciones de propiedad, y hay mucho de ella en las instituciones juridicas y en la policía. Las fuerzas del orden representan una amenaza pública para quienes amenazan priva­damente a la acntal distribución de la propiedad. El poder eco­nómico también tiene un elemento integrador. El espíritu de equipo quizá no sea tan importante para una empresa como para el ejército, pero no es insignificante. Los actuales organis­mos económicos no podrán fu ncionar muy bien a no ser que se acepten ampliamente como legítimos.

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El poder social

Es difícil en contrar un nombre general para las instituciones que se basan, fundam entalmente, en el poder integrador: La fa­milia, huelga decirlo. es una de ellas. Ot ros ejemplos son las iglesias, las organizaciones religiosas y carita tivas , las más o menos 10.000 organizadones internaciona les no gubernamenta­les, las organizaciones activistas y reformistas, y otras p or el es­tilo. Como puede apreciarse en la figura l .2, el poder social es la característica principal de las instHuciones integradoras. El po­der social es la capacidad de hacer que la gente se in tegre en al­guna organización a la que entrega la lealtad. Una pa rticulari­dad de semejantes organizaciones es que generalmente se finan­cian con donaciones más que con el intercambio, es decir. con transferencias en una sola dirección, procedentes de miembros leales o afiliados, en forma de dinero, bienes o trab ajo, lo que cabrfa llamar. «donaciones volun tarias >> . También h ay donacio­nes involuntarias que se hacen bajo amenaza, como en el caso de los impuestos o de un a traco. Puede haber a lgún elemento de amenaza en las organizaciones fundamen talmente integradoras. Las organizaciones religiosas a veces recurren a la amenaza del fuego del infierno; las organizaciones seculares recurren en oca­siones a la amenaza de la desaprobación, e] ostracismo y la ver­güenza.

Las fuentes del poder

Poclríamos definir la cuarta serie de categorías del poder como tas fuentes del poder en que se basan todas las otr as for­mas. Evidentemente existen fuentes del poder físicas, químicas y materiales. El ejercicio del poder siempre supone algún tipo de transformaciones, y muchas son o bien físicas o químicas, o am­bas a la vez. A menudo se considera la energía sinónimo de po­der y, en efecto, un aspecto de la energia consiste en que produ­ce transformaciones. La energía es w1a condición muy impor­tante tan to del podet· destructivo como del constructivo. Sin

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energía no podemos hacer explotar las cosas ni desplazadas. Las estructuras físicas y químicas imponen límites al poder. No po­demos hacer compuestos con el helio ni con el neón; en cambio, podemos activarlos para que irradien luz. Los compuestos quí­micos son posibles con arreglo a los principios de la valencia en la estructura espacial. Las condiciones previas, físicas y quími­cas, imponen límites al poder. Ahora bien , no hay que confundir las condiciones previas con el poder humano. Las estructuras e instrumentos del poder humano -armas, casas, muebles, así corno personas u otros seres vivos- siempre se originan en lo que cabe denominar el factor genético, tanto si es una idea en la mente de una persona como el DNA en un huevo fertilizado. El factor genético encien-a el potencial para el poder, tanto del des­tructivo, como del productivo o del integrador. Sin embargo, la realización del potencial depende de la capacidad de la estructu­ra genética para tomar energía y para transportar y transformar los materiales apropiados en el producto, tanto si se trata de una ciudad bombardeada, de bienes económicos o de una iglesia. Podríamos definir la energía y los materiales como factores limi­tativos, a los que cabe añadir el espacio y el tiempo. El factor ge­nético consiste, fundamentalmente, en conocimientos en gene­ral, conocimientos para saber hacer cosas, información y capaci­dad para comunicarse. Esos elementos constituyen la base de todas las formas de poder y son particularmente importantes en el poder integrador, en el que la comunicación desempeña un pa­pel fundamentaL La comunicación, por supuesto, necesita ins­trumentos físicos y qillrnicos para codificar la información que se comunica, y la ausencia de dichos instrumentos limitará la co­municación. Las estructuras físico-químicas del cerebro humano permiten una inmensa cantidad de información y comunicación, mientras que las estructuras físicas y químicas de una roca no lo permiten. Ahora bien, se puede codificar la comunicación en una gran variedad de estructuras físicas y quúnicas -en ondas de luz, ondas sonoras, una página impresa, un cuadro, un gesto, una expresión facial, y así sucesivamente- . A medida que pasa­mos de los sistemas destructivos hacia los productivos y los inte­gradores, la cantidad del sustrato de energía física y qillmica

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:;Jrobablemente disminuye, mientras que los conocimientos, la i..11formación y la comunicación aumentan.

En todas las formas de poder existe un elemento que las concti­dona de un modo limitativo y que cabe definir como la «vulnera­":Jilidad» ante los entornos que cambian. Los cristales de sal son :nuy vulnerables si los metemos en agua; en cambio, los diaman­:es no. Algunas rocas son flojas y se derrumban con facilidad; otras son sólidas y pueden aguantar toda clase de condiciones am­oientales. Algunas personas son maleables, otras no. Algunas insti­:-uciones son maleables, otras no. El que lleva una armadura es in­\ulnerable a las flechas, pero no a las balas de cañón. En todas las .:ategorias del poder la adaptabilidad puede disnúnuir la vulnera­bilidad. Con respecto a la vulnerabilidad cabe distinguir entre el poder defensivo, que es ·la capacidad de impedir cambios no de­seados, y el poder de producir cambios deseados, que podríamos Uamar poder «activo». La estructura general y la distribución del poder con frecuencia reflejan las estructuras, en constante evolu­.:ión, de Jos poderes defensivo y activo, lo cual reviste particular importancia cuando se produce con la amenaza y el poder militar; aunque todas las formas de poder están sujetas a este fenómeno. A Yeces hasta nos defendemos del amor. La liquidez de las organiza­.:iones económicas constituye una defensa contra lo inesperado.

Apéndice 1

El Oxford English Dictionary 5 define el poder de la siguiente manera: L Como una cualidad o propiedad:

l. La capacidad para hacer o efectuar algo o influir sobre una persona o cosa; b) con una o varias facultades. Facultad par­ticular del cuerpo o de la mente; e) a veces el plural no implica facultades diferentes, sino que el poder se aplica en varias direc­ciones o en varias ocasiones.

S. Oxford English Dictionary, Oxford, Inglaterra, Clarendon Press, 1933; nueva edición en 1961; lo citamos con la debida autorización.

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2. La capacidad para influir en algo o afectarlo profunda­mente; fuerza, vigor, energía físicos o mentales; fuerza de carác­ter; fuerza eficaz, efecto; b) fuerza política o nacionaL

3. De cosas inanimadas: propiedad activa; capacidad de pro­ducir algún efecto; el principio activo o la virtud de una hierba, etc.; b) el sonido que se expresa mediante un carácter o símbolo; el significado que se expresa mediante una palabra o frase en un contexto particular; e) minería. Grosor o profundidad (de una vena).

4. Posesión de autoridad o mando sobre otros; dominio, au­toridad; gobierno, dominación, predominio, mando; dirección, influencia, autoridad; b) autoridad dada o contraída; por lo tan­to, a veces libertad o permiso para actuar; e) los límites dentro de los que se ejerce el poder administrativo; el) influencia, ascen­dientes personales o sociales; e) influencia o ascendientes políti­cos en el gobierno de un pais o Estado.

S. Capacidad o aptitud legales, o autoridad para actuar. .. ; b) documento, o la cláusula de un documento, que da autoridad le­gaL II. Como una persona, grupo o cosa:

6. Persona o cosa que posee o ejerce poder, influencia o auto­ridad; persona, grupo o cosa influyente o dirigente; (uso antiguo) alguien con autoridad, soberano, gobernante; b) (uso posterior) Estado o nación considerados desde el punto de vista de su auto­ridad o influencia internacionales.

7. Ser celestial o espiritual que tiene dominio o influencias: deidad, divinidad. Sobre todo en plural, debido a su aplicación a las divinidades paganas; a menudo en adoraciones o exclamacio­nes ...

8. En angelología medieval, el sexto coro de ángeles en laje­rarquía celeste.

9. Grupo de hombres armados;~fuerza de combate, hueste ejército ...

10. Un gran número, una multitud, una «hueste» de personas (no una fuerza militar); b) un gran número, cantidad o suma dt cosas; abundancia, mucho, un montón.