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primeros conceptos de cabildo
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TRAS LAS HUELLAS DE CABILDO
Julio 9 de 2015, jueves, 10.33 A: M
No ha sido fácil comprender qué es un proyecto cultural que al “mismo” tiempo se convierte(a) en proyecto pedagógico. He ahí un dilema del Cabildo de la Normal Superior de Cartagena de Indias.
Desde las discusiones, oposiciones, planteamiento que se vislumbran, pareciera que lo cultural no tuviese “contenido” educativo y quedara como mera forma, como superficie en la cual se inscribe la propuesta de formación de maestros en la Escuela Normal Superior Cartagena de Indias.
Cabildo, El cabildo de la Normal donde “Todos somos Cabildo”; El macro proyecto institucional, el proyecto paraguas es motivo de controversias, tensiones que ponen en duda su continuidad y queda, entonces, reducido, recluido a eventos culturales, actividades aisladas que se sostienen en el tiempo y los espacios de la ENSCI, desde el año 1994.
Para escrutar los significados que puede adquirir Cabildo, quizás sea indispensable acceder a su sentido histórico y tomar distancia de lo que hasta ahora ha sido considerado.
Y un primer paso, en sentido histórico, implica escribir sobre Cabildos.
Antes de los cabildos de los afrodescendientes en distintos países como Colombia, Venezuela,
Cuba… habría que considerar los cabildos indígenas. Este asunto parece no importar mucho en un
Cartagena de Indias cuyo referente indígena manifiesto es una estatua inmóvil cuya imagen no ha
contribuido o no se considera dentro de los elementos identitarios de nuestra ciudad. Cartagena,
la ciudad de todos, es la ciudad colombiana en la cual se otorgan los premios India Catalina. La
imagen esbelta del personaje, su presencia inmóvil en la historia de la ciudad, su calidad de
premio, es el único referente aparte de ser considerada, más bien, una traidora en su función de
traductora de los españoles.
Colombia, a diferencia de países como Bolivia y Ecuador, que en sus últimas constituciones (2007
y 2008 respectivamente) se consideran plurinacionales, se identifica como país trietnico. “Suma”
de tres etnias bien diferenciadas; los afrodescendientes son negros, los indios tienen territorio y
vida política, social y jurídica propia y los blancos, son eso, blancos, cercanos a lo Europeo,
distantes de los afros y los indígenas. El concepto de mestizaje parece borrar las huellas de
identidad y produce un todo homogéneo, un país sin diferencias étnicas: el país del Sagrado
Corazón de Jesús.
La religión católica se encargó de borrar, acabar, satanizar cualquiera de las manifestaciones de las
poblaciones negras para liberarlas de la esclavitud del espíritu. El agua bendita lavó el pecado de
creencias y costumbres paganas: las costumbres de aquellos cuyos territorios y bienes fueron
usurpados por la corona española y la de aquellos que fueron traídos a la fuerza y esclavizados
desde diversas regiones del continente africano.
El proceso de homogeneización del ser colombiano encuentra en la(s) iglesia(s) y la escuela, las
instituciones más efectivas para acabar con las diferencias. Lo blanco, sinónimo de pureza, pasa a
ser dominante; lo negro y lo indio es lo otro, lo negado. El asunto va más allá del color, es todo un
simbolismo que se entreteje desde lugares de poder que favorecen el reconocimiento de Uno y el
desconocimiento de los otros, los menos, los pobres, los negros, los indios…De esta manera
parece consolidarse la Unidad nacional, el concepto de nación. Mientras naciones que son vistas
como menos que la colombiana, (Bolivia y Ecuador) reconocen nacionalidades en una nación, la
nación colombiana es una sola, sin nacionalidades. Una sola a partir de tres etnias cuyas
diferencias se agotan en lo que ha sido considerado como ideal: el proceso de blanqueamiento. Un
mestizaje que une y da lugar a una nomenclatura propia de la clasificación en razas y clases
sociales. Y, de nuevo, este proceso no se agota en el color de piel, en la apariencia, sino que
atraviesa el ejercicio de un poder colonial cuyos vestigios se niegan a desaparecer. Por algo, en
Cartagena, se sigue hablando de una “ciudad moderna” con características coloniales.
Cabildo, referido a los afrodescendientes, se relaciona con el cimarronaje y los palenques. Los
cabildos aparecen como organizaciones relacionadas primero con el cuidado a los esclavos
enfermos, que eran cuidados por otros esclavos. Luego se relaciona con una organización social
admitida por los españoles y es considerada una forma de re-integración pasiva. La re-integración
activa se da con el movimiento cimarrón y la creación de palenques. El levantamiento, la
insurrección, la resistencia activa de los afrodescendientes, no tiene en los cabildos su referente.
Uno es el afrodescendiente que se adapta y libera de la esclavitud al lado de la organización
colonial- los cabildos- y uno-otro es el afrodescendiente que se fuga. Una es la libertad concedida
a través de las figuras como la manumisión, la automanumision, la libertad de vientres y una-otra
es la libertad ganada en la fuga y consecuente enfrentamiento con todo poder relacionado con la
colonia. Sobre todo con el poder de los criollos que se adaptan al poder colonial. El enemigo,
también, está adentro. Tal vez, por eso, Manuel Zapata Olivella llego a decir que no bastaba con
liberarse de las cadenas físicas sino de las cadenas mentales. Aunque, habría que indagar las
formas de resistencia propias de quienes hacían parte de los cabildos.
En 1851, fue abolida la esclavitud en Colombia cuando ya muchos de los esclavos habían
comprado su carta de libertad.
Los palenques se constituyeron en territorios de defensa y resistencia de una cultura entendida
como organización social, política, económica, guerrera.
Entonces el Cabildo, en sentido histórico, no está relacionado con el enfoque socio crítico pues
desde dicho lugar, la libertad es algo circunscrito al colonialismo español. El enfoque socio critico
exigiría una postura como la de los palenques y la figura de los cimarrones pues se trata de una
postura libertaria que pone en cuestión las estructuras de saber y poder homogeneizantes,
paralizantes, esclavizantes.
Entonces, para lo que se pretende desde la ENSCI, el concepto de Cabildo, poco ayuda a la
propuesta de formación de maestros, concebida desde el enfoque socio crítico para la
investigación y la enseñanza problemica como enfoque pedagógico.
La pregunta es si habría que cambiarle de nombre al proyecto a sabiendas que sus significados
carecen del sentido que se le ha querido dar a la propuesta de formación de maestros para
preescolar y básica primaria. O si se hace indispensable considerar no solo Cabildo, sino Palenque,
cimarronaje y diáspora africana, e, incluso, Cabildos indígenas.
De igual manera tendríamos que cuestionar si la propuesta no se ha ido agotando en los nombres.
Esto es, se dice acerca de lo socio-critico sin que las prácticas pedagógicas correspondan con su
significado. Lo mismo pasaría con el enfoque problemico. El Cabildo sería algo añadido, nombre
sin sustancia, cultura sin contenido, educación sin cultura.
De todos modos hay que reconocer que los procesos identitarios se dieron tanto en los
afrodescendientes que hicieron parte de los Cabildos como de aquellos que decidieron crear sus
propios territorios, huir del lugar esclavizante de la colonia. Al momento actual la escuela y la
iglesia han logrado sostener el modelo colonial bajo la vestidura de lo moderno y apelando desde
arriba a una democracia, también de nombre.
Desde el proyecto Cabildo se ha insistido en el valor de la cultura. Los ejes del mismo le apuestan a
la identidad cultural, la memoria colectiva y la salvaguarda de tradiciones- antes rescate de
tradiciones-. Desde un referente, presente en el P.E.I, como Abraham Magendzo se concibe un
currículo relacionado con la cultura. Desde los proceso de investigación se insiste en leer la
realidad social, los contextos sociales de los cuales procede la población estudiantil. Sociedad y
cultura son concepto indisociables; educación y currículo son inconcebibles sin considerar la
cultura. La cultura, lo que ella es en una sociedad, implica comprender las comunidades. Entre
comunidad y cultura hay, más que una relación, un vínculo.
El concepto de comunidad se relaciona con comunicación. Una comunidad es un grupo de
personas que tienen intereses, expectativas, ideas, imaginarios que son comunicados,
transmitidos, enseñados, aprendidos. Compartir un mismo territorio, vivir en un mismo espacio
no establece una comunidad- caso de la comunidad LGTBI-. La comunidad educativa es algo
difuso, concebido como la reunión en un mismo lugar de estudiantes, maestros, directivos,
administrativos; además de la distante relación con la familia.
Las características de la comunidad educativa, lo que se concibe como común en ella, esta
mediado por la enseñanza de saberes considerados valiosos para la sociedad. Sin embargo, la
presencia incondicional de dichos saberes, en su reproducción formal, desconoce los saberes
encarnados en las comunidades. Lo que viven, lo que sucede en las comunidades representa un
interés mínimo en la enseñanza. Tal vez por eso, las actividades culturales son el añadido del
currículo o la manifestación de lo extracurricular. Por eso mismo, los elementos de la cultura han
sido desconocidos y desconsiderados como ideas fuerza para la enseñanza de los saberes. Y ello
ratifica porque la concepción de Cabildo se sostiene como algo ajeno al desarrollo curricular, algo
que difícilmente toma forma en la enseñanza y el aprendizaje de los saberes escolares.
Es de destacar que la estructura curricular ahora pensada para los ciclos 1, 2, 3 y 4 y que se
proyecta para el ciclo 5 y 6, concibe la presencia de Cabildo como concepto articulador en el
intercampo. Y el primer principio, común a todos los campos, indica que la enseñanza de los
saberes, promueve los procesos identitarios de la comunidad educativa. Y es allí donde se abren
las posibilidades tanto para lo negado de las comunidades negras como para otras comunidades
históricamente excluidas en los procesos de construcción de la nación colombiana.
Cartagena es un corralito de piedra que no solo tiene una mayoría de población negra sino que en
su configuración, han entrado a hacer parte otras identidades, otras etnias cuyas características
son, también, poco reconocidas en la escuela. El currículo oficial, los temas de la enseñanza
obligatoria, la pobreza en la reflexión pedagógica favorecen las prácticas de homogeneización y
empobrecen los contenidos culturales. El currículo sin cultura es una carrera hacia el
empobrecimiento de las prácticas educativas. Lo mecánico se toma el espacio del aula; la escuela
parece a prueba de todo. Mientras los cambios y transformaciones sociales, transforman al
sujeto, en la escuela el tiempo se detiene. Las mismas prácticas, preguntas, problemas y
obsesiones, pretenden negar los avances sociales. Las dinámicas de la vida social, las nuevas
formas de concebir el mundo por parte de niñas, niños y jóvenes, encuentran en la escuela su
principal freno.
Aunque Cartagena es mayoritariamente de población afrodescendiente, los procesos identitarios y
la educación “miran con desprecio” la herencia africana, el legado negro. El sonido del tambor es
apenas un ruido estremecedor de un pasado negado, de una historia sin héroes, de unas
poblaciones sin destino. De un todo que dejo de ser negro y paso a ser pobre, marginal, vulnerado,
vulnerable. De una mayoría que ha encontrado en otras manifestaciones de la vida social,
identidades diversas sin ninguna identidad. El futbol, las nuevas tecnologías, los medios de
comunicación marcan las identidades de niñas, niños y jóvenes que solo encuentran en la escuela
mecanismos de control social propios de un proceso de homogeneización social.
La economía de mercado, la dinámica de la globalización en todos los sentidos, borra las etnias. La
diversidad cultural es negada por los valores promovidos por quienes determinan que tiene o no
valor social. Y quienes determinan tales valores no son precisamente gentes cultas. Son pocos los
herederos de la cultura africana e indígena quienes tienen presencia e influencia suficiente como
para resistir a los embates de una cultura de mercado. Lo bueno, lo bello, lo verdadero toman la
forma de mercancía y se intercambian con el dinero. Todo se vuelve fácil. Si todo se vuelve fácil
con dinero, lo importante es conseguirlo a cualquier precio. Y el estudio, la educación, la cultura
de lo bueno, lo bello, lo verdadero, son difíciles. El camino fácil no es estudiar, no es darle
importancia a la cultura. Lo difícil es vivir la cultura que nos hace sujetos en una comunidad. Vivir
los valores de la cultura es hacerse humano entre otros humanos, seres iguales y diferentes, seres
cuyas vidas requieren de algún sonido, de un ritmo que los lleve a un lugar común.
El sonido del tambor es un lazo de comunión y comunicación. De allí su importancia en las
tradiciones, ritos y cultos de los afrodescendientes. El sonido del tambor comunica con los
antepasados y con los dioses. Comunica el presente con el pasado. Anuncia el futuro.
Tocar el tambor es algo más que tocar un instrumento. Es propiciar el encuentro social. Y en dicho
encuentro el sonido no solo del tambor sino de los instrumentos que lo acompañan, va diciendo
cosas, va sacando palabras y sentimientos, va propiciando el conjuro, la magia, los movimientos.
Lo fúnebre, lo festivo, la locura son propiciados por el toque del tambor. De allí que la cultura
afrodescendiente pueda que pensarse desde todo el simbolismo alrededor del tambor.
En cuanto a lo curricular se hace indispensable pensar de qué manera las culturas que hacen parte
del entramado social cartagenero, dan lugar a los contenidos o se asumen en sus contenidos. Lo
que se conoce como enfoque intercultural nos indica que la cultura se constituye desde la
diversidad, no desde un todo único. Las manifestaciones populares contienen elementos de la
cultura que no pueden ser menospreciadas en la escuela, por la escuela. No se puede pretender
que exista un purismo cultural o uno contenidos procedentes de las ciencias que sean asépticos.
Los saberes populares, las creencias, las formas de hacer, pensar y sentir de las comunidades son
el punto de partida para diseñar, construir, movilizar el currículo.
Quizás nos falte a los maestros una mayor cercanía con aquello a lo cual le encuentran sentido
niñas, niños, adolescentes cartageneros. Sus gustos, intereses, saberes no pueden ser
desconocidos, menospreciados. Tenerlos en cuenta como material y materia de aprendizaje y
enseñanza puede llevarnos a encontrar los sentidos de Cabildo.
Cuando se mira al pasado, los nombres de los proyectos de aula son sugestivos, siguen siendo
sugestivos así sigan siendo eso: nombres. “Agua paso por aquí”; “Cartagena en palabras e
imágenes”; “Cartagena ayer y hoy”;”Malu”, son vestigios de una enseñanza que le apunta a
saberes locales, al contexto de ocurrencia de la educación en Cartagena. Quizás sea “el tiempo”
de retomar dichas ideas, de darles cuerpo, de acceder a otros nombres y sobre todo, de acceder a
las practicas pedagógicas que sugieren dichos nombres.
Los esfuerzos que muchas veces hacemos seguramente se acercan a la idea de Cabildo. La
profundidad y la superficialidad con la cual tratamos los temas de la enseñanza, sus problemas y
los procesos de aprendizaje, sus dificultades, se convierten en retos para deconstruir aquello que
hemos venido haciendo. Los actores y autores de la educación van cambiando, pasando,
transformándose. Muchos de quienes al comienzo tomaron el timón de Cabildo se han ido o
apartado del proyecto. Muchos de quienes llegaron, apenas tienen ideas vagas sobre sus
posibilidades. El relevo que se va dando es parte de una dinámica que hay que comprender en sus
riesgos y posibilidades. Quien llega trae consigo su herencia cultural y educativa, tanto maestras,
maestros y estudiantes. El otro, lo otro hace la diferencia. Y es precisamente la diferencia, las
diferencias las que pueden darle otras formas al proyecto: enriquecerlo, transformarlo.