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Traducción Libro Papá

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Memoria de Golondrinas

Véronique Inchauspé

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Memoria de “Golondrinas”

Una historia de jóvenes muchachas.

La emigración femenina navarro-aragonesa a Mauleón (1880-1930)

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Al encuentro de un episodio de la historia en Mauleón

Al decidir, en otoño de 1999, movernos por el “Camino de las Golondrinas”, el Centro Cultural Uhaitza, la asociación Ikherzaleak, la Misión Local Rural, la Oficina de Turismo, el ayuntamiento y los establecimientos escolares de Mauleón deseaban proseguir el admirable trabajo de memoria “150 años de alpargata en Mauleón” publicado en junio de 1986 por los miembros de Ikherzaleak e ilustrado por una exposición cuya calidad amerita un marco a su medida en un lugar adaptado y permanente. El proyecto común de estos miembros/interlocutores locales consistía, antes de que la huida del tiempo borre para siempre su recuerdo, en dar un nuevo testimonio sobre el lugar, tan discreto si no desconocido, como importante, que jóvenesmuchachas, venidas de otro monte, han ocupado en la actitvidad, la estructura social, en una palabra, en la vida de nuestra ciudad, desde finales del siglo XIX. Era el tiempo del desarrollo de fábricas que iban a hacer de la Capital de la pequeña provincia vasca de Sola, Sous prefectura bastante apacible, un polo (bassin) industrial extendido por la mecanización y por una explosión de la producción tal que, a falta de encontrar en el lugar una mano de obra suficiente, acude a las poblaciones de los valles vecinos de Navarra y de Aragón.

Una novela, hoy olvidada, si acaso ha conocido un día alguna notoriedad, describe la estancia y los encuentros de un empleado de las Postas, extranjero en el país y designado en Mauleón a comienzos del siglo XX. Él evoca noablemente esta migración femenina, en el origen del término “Golondrina” que, ignorando el aspecto infranqueable de la cadena de los Pirineos, ha dado, de una y otra parte, su otro sentido a la palabra “cadena”, la de un vínculo que se ha forjado en la época y que todavía subsiste, en la conciencia popular, tanto en Mauleón-Lichare como en los pueblos de Fago, Isaba, Ansó, Uztárroz, entre otros.

He aquí un extracto de ella: “… EN los çultimos días del otoño, se ve llegar por todas las rutas que descienden del Sur, bandas compuestas sobre todo de muchachas jóvenes. Cada una de ellas lleva, como todo su equipaje, un petate doblado en un pañuelo y estaba munida de un mobiliario poco voluminoso: un pequeño banco en madera blanca que ha servido de asiento, durante los altos de un intermiable viaje a pie a través de la montaña.. El responsable de la caravana conoce ya la ciudad por haber pasado allí muchas estaciones. Conduce a su grupo hacia la casa habitual, arrenda la habitación donde se instala por cinco o seis meses, en ocho, diez o doce. La noche, se acuesta en el mismo suelo o sobre colchones malos, apretadas unas contra otras… Estas hormigas, más laboriosas que las de la fábula, hacen economías en invierno y, cuando vuelven los bellos días, retoman el camino de retorno, el petate desmesuradamente engordado por las compras que han podido hacer…”

Como se puede fácilmente imaginar, hay un largo camino entre toda la poesía que puede sugerir el título “camino de las golondrinas” y la dura realidad de los senderos pasando por Juan Pito et Urdaite, después a la llegada, la de la usina y de la vida cotidiana en los barrios populares de la Alta Ciudad, del Plachot de Licharre o la Ville en Bois. Numerosas son portanto estas inmigrantes de antaño que han elegirdo establecerse en Mauleón a pesar de las malas condiciones de viviendo y los largos viajes de trabajo. Numerosas son las que han fundado un hogar, criado sus hijos con la amición de ofrecersles una existencia digna y feliz. Así, sin renegar nada de su pasado, ellas han aporrtado a su tierra de acogida, el color y los valores de sus valles de origen.

Durante más de un año, las iniciativas se han mutiplicado para recolectar documentos, viejas fotografías, recoger esta parte de historia local frecuentemente callada, por pudor o modestia car cima de sacrificios y de penurias, para revelarsela al público y especialmente a los jóvenes y a los niños de las escuelas. Un grupo de seis “golondrinas de hoy” se ha encargado de reparar y de balizar los itinerarios emprendidos en la época, con la ayuda de estelas originales creadas a

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tal efecto, para suscitar una aproximación e intercambios entre los valles de Sola, Navarra y Aragón, repartiendo este patrimonio común.

Exposiciones y festividades transfronteriales han constituido, con la tradicional jornada de la alpargata, tiempos fuertes de la estación estival 2001, mientras que a la manera de un “hilo rojo”, durante toda la duración de la puesta en obra del proyecto, Véronique Inchasupé elaboró, a parti de fotos y de testimonios de golondrinas sobrevivientes o de descendeientes, la presente obra, preciosa contribución a la “memoria de golondrina”, a nuestra memoria colectiva.

Jean Lougarot

“Memoria de golondrinas” – “Memoria de Mauleón”

“Memoria de Golondrinas” habría podido tener por título “Memoria de Mauleón” en tanto es verdad que estas muchachas venidas de Aragón y de Navarra han influenciado la historia, la cultura de nuestra comunidad.

Abandonando los valles de Hecho, Ansó, Roncal o Salazar, ellas franquearon corajudamente la montaña por senderos abruptos. Una verdadera expedición de dos o tres días por Isaba, Belagua, Juan Pito, el cuello de Urdaité…

Ellas venían a hacer la estación de la alpargata en Mauleón. Los viajes en las usinas eran largos y penosos que no impedían los placeres, los cantos, la alegría de vivir. Instalados en su mayoría en los barrios populares de la Haute Ville, de Licharre o de la Ville en bois, ellas compartían la mayoría de las veces una misma habitación durmiendo sobre un colchón en el mismo suelo.

El pequeño peculio recogido durante su trabajo invernal les permitía comenzar a confeccionar un ajuar, de comprar algunos objetos que ellas llevaban en su pueblo (village) natal.

Un número de entre ellas se radicaron sin embargo en Mauleón casándose con solatinos (Souletins). La integración de esta comunidad española ha engendrado una importante evolución cultural y social haciendo la originalidad de Mauleón en Sola y en todo el País Vasco. Así, las noches de fiestas, de match, de bodas resuenan en Mauleón tanto los cantos vascos, franceses, como españoles.

Incitado desde más de veinte meses a la iniciativa del Centro Cultural Uhaitza, el proyecto “Camino de las Golondrinas” ha llegado a su término. Tengo un pensamiento muy particular por estas seis jóvenes muchachas que se han investido plenamente en esta aventura humana, no escatimando sus esfuerzos para juntar los documentos de época en los archivos.

En la lectura de la obra de Véronique Inchasupé, verdadero rejunte de testimonios de las “Golondrinas” sobrevivientes, seguramente algunos mauleoneses revivirán algunos fragmentos de su juventud.

¡Gracias por este pequeño viaje en el tiempo, gracias por haber escrito la historia de estas “golondrinas” cuyo buen número de entre nosotros somos descendientes!

Denis Barbe-Labarthe

Ellas iban y venían

Existe, en el interior de los Pirineos, valles frontales que, de este hecho, han sido traídas desde siglos inmemoriale relaciones conflictivas para defender y proteger

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sus intereses propios. Y más particularmente se trata de valles cuyo desarrollo y vida están basados en la elevación.

Esto engendra frecuentemente polémicas, conflictos y pleitos con respecto a la utilización de los pastos y de las fuentes situadas en las zonas poco claramente delimitadas. Un ejemplo muy significativo de las relaciones entre los valles de este tipo es el que existía entre la Sola y el valle de Roncal, esta última y la de Anso o Barétous, que, aunque limítrofes, pertenencían a reinos o estados diferentes.

Esta proximidad y los contactos cotidianos entre sus habitantes, perimitían, por otro lado, una resolución rápida de los conflictos y, todavía mejor, un convenio natural y una relación enriquecedora de la que todos eran beneficiarios. No hay que olvidar que los conflictos no eran sino ocasionales. Los períodos de paz y de armonía eran cosa habitual, las polémicas respecto de las pasturas eran reguladas por acuerdos y la instauración de pastos comunes.

Curiosamente, lo que ha perdurado, hasta nuestros días, son los enfrentamientos y los pleitos generados por estas pequeñas crisis. No se habla, o muy poco, de las asambles o reuniones entre los valles: se reunían allí una vez al año para confirmar sus buenas resoluciones, escuchar los eventuales planteos, con la voluntad unánime de limar las asperezas y de incitarse a respetar los acuerdos, condiciones de una paz duradera. Hoy, el único encuentro que sobrevive es “la Junta de Ernaz”. Esto se debe a la cláusula de perpetuidad instaurada por pago del Tributo de los Tres Vacas.

En la simbiosis cultural, social y económica que, desde siglos, se ha producido entre estos valles, puede observarse dos vínculos muy importantes.

Por un lado, la utilización de la lengua vasca, no oficial y enriquecida por diferentes variantes locales. A pesar de esto, el vasco hablado en Ansó recordaba mucho al Euskara roncalés o al soletino, el único reflejo del pueblo que sobrevive hoy. La utilización popular de una misma lengua facilitaba las relaciones y la comprensión entre estos valles.

Por otro lado, y es la razón de ser de este libro, existía un cordón umbilical entre estas regiones, era el camino o sendero que utilizaban sus habitantes para ir de un valle al otro. Y es precisamente este camino, redescubierto hoy, que se ofrece a nosotros como un símbolo de unión cultural y social entre las dos vertientes. Una unión de las más necesarias, puesto que estos valles son afectados por problemas comunes, tanto al nivel de la identidad, como del plan social, cultural o demográfico….

Es bajo el nombre de “Camino de las golondrinas” que nosotros conocemos este sendero, en recuerdo de las generaciones de mujeres roncalesas o “ansotanas” que, durante las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del XX han generado un movimiento migratorio semejante, en cuanto a la época del año, al de las Golondrinas. Estas mujeres se desplazaban de sus valles hasta Mauleón, para trabajar allí en la industria de la alpargata. Este camino afirma nuestra voluntad manifiesta de reunir estos valles en una misma causa.

La recuperación de esta vía supone, por otro lado, un homenaje solemne a un camino milenario. En efecto, fue utilizado por los peregrinos de Saint Jacques, gracias a la profunda devoción se inspiran las reliquias de Saint Engrâce. Es así que, sobre este camino, aparecieron importantes etapas consagradas al culto de Saint Jacques, como la abadía de Sainte Engrâce o el monasterio de San Martín en Roncal. Fue igualmente conocido bajo el nombre de “Camino de lana”, por el cual circulaban, con sus mulas, los mercaderes de lana, y es por él que, tradicionalmente roncaleses y “ansotanos” se ponían en marcha en Mauleón cuando el silo XX estaba ya bastante comenzado.

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Ha sido, también, durante los siglos precedentes, una vía de acceso para los carpinteros y, no hace tanto tiempo, para los contrabandistas.

Vía de acceso igualmente para las sandaleras o golondrinas que recorrían todo el valle de Roncal y encontraban en Belagua a las “ansotanas” que, desde Ansó, seguían también su propio camino de las golondrinas. Este penetrtaba en el valle de Roncal por la Sierra de Berrueta, después de haber costeado el Calveira, las golondrinas alcanzaban el camino roncalés una vez franqueada la creta de Ezkaurre, entre el primer y el segundo picos.

Pero este camino milenario no era solamente tomado por las mujeres de Ansó y de Roncal; los soletinos lo animaron durante muchos años, yendo a la capilla roncalesa de ZUberoa, a Garde, donde las mujeres poseídas por el demonio (autxas o auchas) eran liberadas de él. Por él pasaban también los soletinos que venían a tierras roncalesas a rencontrar la santidad en las termas del valle de Roncal, y más precisamente a Mitxate y a Urralegui asíi como los que veían a trabajar en la construcción de bordas (bordes).

Finalmente ha llegado el momento de reemprender la ruta, el largo de este mismo sendero, siempre el mismo! Ha llegado el momento de reencontrarse de nuevo, de marchar en conjunto en la misma dirección. Los problemas comunes que nos afectan, y son numerosos, relegan las fronteras a segundo plano, dejando la prioridad y el primer rol al hombre pirineiano. Es simplemente una cuestión de supervivencia. Y tenemos un largo camino a recorrer.

Fernando Hualde Gallego

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Sobre los caminos de la memoria…

Es a principios de los 2000 que me adherí al proyecto “Reunión de la memoria colectiva”, una investigación que había sido iniciado por Maddi Oihehart, Pieere-Paul Dalgalarrondo y Román Pérez. El objetivo era reunir recuerdos de “Golondrinas”. Después de haber escuchado, retranscrito y leído los testimonios de las últimas “Golondrinas” mauleonesas y de sus descendientes, he decidido efectuar un retorno a las fuentes. Durante el verano del 2000, con Nanou Barbe-Labarthe, hemos surcado las rutas de Navarra y de Aragón, parándonos aquí y allá, en Isaba, Uztárroz, Urzainqui, Ansó, Fago…tantas ciudades antaño rebosantes de “Golondrinas”. Se descubren así dos formas de la memoria: la memoria de las “Golondrinas” mauleonesas y la de sus hermanas, parientes, amigas… llegadas al país. La palabra de estas mujeres teje la trama del relato. Cada una recuenta su historia: recuerdos personales hechos de memoria y de olvido, a veces cargados de silencio, siempre grabados de emoción. A veces, la voz de los hombres responde en eco. Es por palabras que cada una de las “Golondrinas” – hoy damas muy entradas en años – inscribe su destino individual sobre el bosquejo de un relato colectivo. Del tiempo de su juventud, era con sus iniciales que ellas marcaban la ropa de su ajuar…

Véronique Inchauspé.

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En el país de las “Golondrinas”

La montaña, lugar del intercambio

“La montaña, lejos de representar la barrera física y humana que se ha vuelto en nuestros días, formaba por el contario un terreno de encuentro natural entre los pastores de las dos vertientes. Es necesario por otro lado recordar que durante siglos los condes y soberanos reinaron sobre los Estados que englobaban las dos vertientes. Esto no fue paradójicamente sino cuando se declara: “No hay más Pirineos”, que esos se levantan para separar pueblos profundamente unidos hasta entonces”.Jean-François Soulet, La vie quotidienne Dans les Pyrénées aux 17e et 18e siècles. (La vida cotidiana en los Pirineos en los siglos 17 y 18).

Hablar de la montaña, no sólo en términos de frontera o de barrera sino más bien como de un lugar de intercambios y de encuentros entre la Sola, la Navarra y el Aragón nos devuelve, de entrada, la imagen de los pastores del norte y del sur de los Pirineos, reunidos sobre el camino de los pastos alpinos. Francisco Pérez Gastón, un hombre originario de la ciudad de Ansó (Aragón), de 97 años, se zambulle en sus recuerdos de juventud para sacar las imágenes alegres y coloridas de una amistad entre pastores aragoneses y soletinos: “Siendo pastores, teníamos mucha amistad con los soletinos. Yo tenía un amigo que se llamaba Pierre, “Pierra”. Le gustaba mucho divertirse, no conmigo porque yo no bebía ni vino ni agua. Había allí otro que se llamaba Ambroise, se lo llamaba “Moustaches” (bigotes); y luego estaban François y Jean. Y todos se divertían mucho. No conmigo, le digo, sino entre ellos, bromeaban mucho. Los aragoneses traían a los soletinos una cantimplora de vino. A los soletinos les gustaba mucho el vino de aquí, decían que les daba mucha fuerza. Y entonces, animados por el vino, todos se ponían a cantar y a bailar “jotas” del infierno (¿o desmesurado?).”

Este gusto de los pastores soletinos por el vino aragonés y navarrés, este amor dividio por el canto y el baile ha sido recordado por el escritor navarrés Mariano Estornés Lasa (1). Su novela, Oro del Ezka, es una “pequeña novela, una ficción, basada en la vida real”, un relato que no tiene otro personaje que el clan roncalés de finales del siglo XIX. En el seno de este grupo encontramos la figura del pastor. Estamos aquí en las colinas de Añabarkandia. Botilibar, el pastor soletino en pies ágiles y a la voz magnífico acaba de dejar a su amigo Frantxo, un pastor navarrés: “…. Allí hacía largas horas que Botilibar, el soletino, había desaparecido bajo la cumbre de la montaña, bajo el interior de la zona rocosa. La pregunta del viejo resonaba todavía en sus orejas: Arno gorri litro bat enetako (un litro de vino tinto para mí). Tal era la pregunta (demanda) del pastor, pues en las ciudades de Sola el vino es raro, , es tomado de Petarra y tiene poca fuerza. Es por allí que ellos preferían el vino navarrés que llegaba a las montañas, este vino de jugo espeso, que se lo puede prolongar con agua. Con su boina puntiaguda, descosida, sus piernas bailarinas burlándose de las rocas, había desaparecido bajo la cumbre de la montaña, silbando en el aire montañçes la marcha de los caldereros”.

EL relato de Fidel Zalguizuri nos invita a dejar las cumbres pirenaicas para redescender a la llanura. Gracias a él, descubrimos cómo los navarreses y los soletinos atravesaban la montaña para tejer relaciones comerciales “Hubo un tiempo donde la gente de Isaba iba a comprar cosas al mercado de Tardets, instrumentos de albañil o de cosas como ésas. Sí, la gente de Isaba iba a Tardets. Y mi madre se acuerda de que cuando ella era muy pequeña, a comienzos del siglo, los “Engrâciens” (¿?) llegaban incluso a vender pequeños cerdos a Isaba. Había también una mujer, se la llamaba “la Irarcheta”, “señora Irarcheta”. Ella pasaba por las calles cantando “nahi duzu piper?” (Queréis pimientos?). Ella venía de Tardets a vender pimientos a Isaba. Pasaba por la casa de mi abuelo. MI abuelo no hablaba vasco pero mi abuela lo hablaba. Ellas se quedaban las dos largas horas a discutir en vasco. Y luego, estaban los pastores. Eran los hombres de Santa-Engrâce que venían a hacer el queso de Isaba; el que daba el último truco al queso

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era siempre un “Engrâcien”. Ellos venían justo a hacer la temporada, la temporada del queso. Y hasta la guerra de 36 e incluso después, los Engrâciens tenían el hábio de venir a las fiestas de ISaba. En la época, aquí, no había necesidad de carta de identidad para pasar la frontera. Sí, siempre ha habido relaciones entre Isaba y Santa-Engrâce… Y entonces, para la gente de Isaba que habitaban Belagua, los Engraciens eran verdaderamente como de la familia. Hoy todavía, en Santa-Engrace, la mayor parte de las personas mayores hablan perfectamente el español. La gente de Larrau tenía muchas relaciones con Uztárroz y Ochagavia, por razones de proximidad, se entiende… Por el contrario, a pesar de todos estos intercambios, no ha habido casamientos entre Isaba y Sainte-Engrace. Es verdad también que las muchachas de Santa-Engrace no tenían la costumbre de venir a las fiestas de Isaba. Eran los hombres los que venían… Y por tanto, es curioso, muy a menudo cuando se ve gente de Sainte-Engrace, se dice: “vaya, auqel se parece a tal tipo de Isaba, aquel a tal otro…”. Se encuentran parecidos físicos entre gente de Isaba y gente de Santa-Engrace, sí, eso nos pasa muy a menudo, es curioso, eso”.

Un pequeño “aire de familia” entre comunidades vecinas, aunque geográficamente alejadas. Y todavía, ningún casamiento entre los jóvenes de Isaba y los de Sainte-Engrâce pues “una vez en Isaba, las uniones con extranjeros eran muy mal vistas (2)”. Son las jóvenes muchachas navarresas y aragonesas que van a realizar este sueño de consanguinidad imaginada por nuestro interlocutor. A contracorriente de los pastores soletinos que iban a Isaba por la temporada de queso, las “Golondrinas” dejan los valles aragoneses de Ansó, Hecho y la canal de Berdún, los valles navarrenses de Roncal y Salazar para volar al país soletino. Cruzando los cuellos pirineos, pasando los pueblos de Haute, Soule, ellas avanzan hasta alcanzar Mauléon, en Basse-Soule. (Sole Baja). Estas jóvenes mujeres – tales vínculos de una larga cadena de intermcabios – continúan ampliando la red de relaciones que estas tres provincias fronterizas, compartidas sonre las dos pendientes pirineas, tienen entre sí. Por su viaje, las “Golondrinas” van a dar nacimiento a una nueva forma de alianza; una alianza que pasa a menudo por los intermcambios matrimoniales entre gente joven y muchachas jóvenes de Soule, de Navarra y de Aragón.

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Contratapa:De 1880 a 1930, jóvenes muchachas abandonan sus tierras de Navarra y de Aragón para exiliarse a Mauleón en las usinas de alpargatas el tiempo de constituirse un ajuar.Nuestra investigación nos ha llevado de Mauleón a Isaba, Fago, Ansó, Garde… pueblos antaño rebosantes de “golondrinas”. Se alumbran así dos formas de la memoria: la memoria de las “Golondrinas” mauleonesas y la de sus hermanas, parientes y amigas que volvieron al país. La palabra de estas mujeres teje la trama del relato. Es por palabras que cada una de las “Golondrinas” –hoy damas muy entradas en años- inscribe su destino personal sobre el bosquejo de un relato colectivo. Del tiempo de su juventud era con sus inciales que las “Golondrias” señalaban la ropa de su ajuar…