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Le bonheur n’a pas de rides: traducción al español de seis capítulos y comentario Dánae Bohigues García Tutora: Lourdes Bigorra Seminari 109: Traducció francès Curs 2018-2019

traducción al español de seis capítulos y comentario

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Page 1: traducción al español de seis capítulos y comentario

Le bonheur n’a pas de rides: traducción al español de seis

capítulos y comentario

Dánae Bohigues García

Tutora: Lourdes Bigorra Seminari 109: Traducció francès

Curs 2018-2019

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ABSTRACT

This paper provides the first translation into Spanish of six chapters of Le bonheur n’a

pas de rides, by Anne-Gaëlle Huon, a not very well known contemporary French

author. The novel tells the story of Paulette, an eighty-five-year-old woman.

Unfortunately, she has to move to an inn in the middle of the countryside in France.

There she will discover what the guests are hiding and, despite the disagreements they

have with Paulette, her happiness.

This work aims to offer my proposed translation of the passage mentioned into Spanish

and to help readers follow the story. Furthermore, it could help to introduce her work to

a wider public. This translation tries to show the natural spontaneity of the dialogues,

this novel’s main feature, and the empathy and optimism that readers feel thanks to the

descriptions and characters experiences. Later, I have provided a commentary based on

possible difficulties that appear in the text. Keeping in mind the distinctive features of

French, this analysis focuses on those which are more frequent in the chosen text:

phraseology, on and vous pronouns, possessives, participles and some terms, more or

less technical, about gastronomy and equestrianism.

To do this, I have explained some different examples in this paper with which it is

shown, through several translation techniques, how fluency has been achieved in the

target text and the following solutions explained with reference to the translation into

Spanish.

Key words: French translation, on, vous, possessive, participle

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RESUMEN

Este trabajo presenta la primera traducción al español de seis capítulos de Le bonheur

n’a pas de rides de Anne-Gaëlle Huon, una escritora francesa contemporánea poco

conocida. La novela narra la historia de Paulette, una anciana de ochenta y cinco años

que, desgraciadamente, acaba en un albergue en la campiña francesa donde descubrirá

los secretos que esconden los huéspedes y, a pesar de las desavenencias que tienen con

Paulette, la felicidad.

El objetivo del trabajo consiste en ofrecer la propuesta de traducción al español del

fragmento en cuestión e incitar al lector a entender la obra, además de poder dar a

conocer a la su autora. La traducción trata de reflejar la naturalidad que se muestra en el

diálogo, característica principal de la novela, y la empatía y el optimismo que siente el

lector gracias a las descripciones y las vivencias de los personajes. Seguidamente, se

presenta un comentario realizado a partir de las posibles dificultades que presenta el

texto. Teniendo en cuenta las diferentes particularidades de la lengua francesa, este

análisis se centra en aquellos aspectos más frecuentes en el fragmento que se ha

escogido: la fraseología, los pronombres on y vous, los posesivos, los participios y

algunos términos más o menos especializados relacionados con la gastronomía y la

hípica.

De este modo, en el trabajo se explican varios ejemplos con los que se muestra, a través

de diferentes técnicas de traducción, cómo se ha conseguido la fluidez del texto meta y

las posteriores soluciones argumentadas de la traducción al español.

Palabras clave: traducción francés, on, vous, posesivo, participio

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RESUM

Aquest treball presenta la primera traducció a l’espanyol de sis capítols de Le bonheur

n’a pas de rides d’Anne-Gaëlle Huon, una escriptora francesa contemporània no gaire

coneguda. La novel·la narra la història de Paulette, una dona gran de vuitanta-cinc anys

que, per un infortuni, arriba a un alberg en un poble rural francès on descobrirà els

secrets que amaguen els hostes i, malgrat les discrepàncies que tenen amb Paulette, la

felicitat.

L’objectiu del treball consisteix en proposar la traducció a l’espanyol del fragment en

qüestió i convidar el lector a comprendre l’obra, a més de poder donar a conèixer la

seva l’autora. La proposta de traducció tracta d’assolir la naturalitat que es mostra al

diàleg, característica principal de la novel·la, i l’empatia i l’optimisme que sent el lector

gràcies a les descripcions i les vivències dels personatges. Tot seguit, es presenta un

comentari realitzat a partir de les possibles dificultats que presenta el text. Tenint en

compte les diferents particularitats de la llengua francesa, aquesta anàlisi se centra en

aquells aspectes amb més freqüència al fragment escollit: la fraseologia, els pronoms on

y vous, els possessius, els participis i alguns termes més o menys especialitzats

relacionats amb la gastronomia i la hípica.

D’aquesta manera, al treball s’expliquen diversos exemples amb els quals es mostra,

mitjançant diferents tècniques de traducció, com s’ha aconseguit la fluïdesa del text

meta i les posteriors solucions argumentades de la traducció a l’espanyol.

Paraules clau: traducció francès, on, vous, possessiu, participi

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0

ÍNDICE

1. Introducción y contextualización .................................................................................. 1

2. Propuesta de traducción ................................................................................................ 3

2.1. Historia 1 ............................................................................................................... 3

2.2. Historia 2 ............................................................................................................. 12

3. Comentario de la traducción ....................................................................................... 24

3.1. La fraseología ...................................................................................................... 24

3.2. Los pronombres personales on y nous ................................................................. 31

3.3. El voseo y el tuteo ............................................................................................... 33

3.4. Los posesivos ....................................................................................................... 35

3.5. Los participios ..................................................................................................... 38

3.6. El vocabulario en Le bonheur n’a pas de rides ................................................... 40

4. Conclusiones ............................................................................................................... 43

5. Bibliografía ................................................................................................................. 45

6. Anexos ........................................................................................................................ 46

6.1. Anexo 1: texto original en francés ....................................................................... 46

6.2. Anexo 2: conversación con pronosticador profesional ........................................ 67

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1. INTRODUCCIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN

El trabajo que he realizado abarca la traducción literaria, ámbito por el que siempre he

mostrado gran interés, de seis capítulos de la novela francesa Le bonheur n’a pas de

rides de Anne-Gaëlle Huon. La escogí principalmente por dos razones: nunca se ha

traducido al español y está protagonizada por una mujer de la tercera edad,

característica fuera de los cánones de la literatura.

Proponer una primera traducción era una gran ocasión para poner en práctica los

conocimientos que he ido adquiriendo durante los cuatro años del grado. Decidí buscar

novelas en francés, la lengua extranjera que personalmente mejor domino, que no

tuvieran su versión en español, mi lengua materna. Encontré varias obras de la escritora

Anne-Gaëlle Huon, una francesa treintañera que actualmente vive en Nueva York. Al

investigar sobre la autora, me llamó la atención que tres de sus cuatro obras estuvieran

protagonizadas por mujeres mayores; la que elegí es su segunda novela publicada en

2017. Además, combina narraciones con descripciones y diálogo, lo que resulta

exigente y al mismo tiempo gratificante para el traductor. Ambientada en el sur de

Francia, cuenta la historia de Paulette, una mujer de ochenta y cinco años con mucho

carácter que finge haber perdido la cabeza para que la ingresen en la residencia de sus

sueños y poder vivir tranquila de una vez. No obstante, la suerte le juega una mala

pasada y su hijo la lleva a un albergue en medio de la nada. Al principio, la relación

entre la anciana y los huéspedes no es afable, pero poco a poco todos entablan grandes

amistades. Finalmente, Paulette acaba sus últimos días con quien menos esperaba y es

cuando comprende que nunca es tarde para ser feliz.

La novela es muy extensa y tuve que seleccionar un número de capítulos que se ajustara

a la longitud de este trabajo. Además, los capítulos narran las vivencias de cada

personaje, por eso la mayoría de las veces el capítulo siguiente no continúa con el final

del anterior. Teniendo en cuenta todo esto, escogí tres capítulos que contaran una misma

historia y otros tres con otra para tener mínimamente un planteamiento, nudo y

desenlace. La primera historia —capítulos 9, 12 y 17— la protagonizan el señor Yvon,

el dueño del albergue, y Nour, la cocinera. Una noche, Nour y el señor Yvon se

encuentran el restaurante destrozado y creen que les han robado. No obstante, en los

siguientes dos capítulos se descubre que no es así. La segunda historia —capítulos 13,

19 y 24— transcurre en un bar del pueblo donde el señor Georges, un veterano huésped

del albergue, va a apostar en las carreras de caballos. Una mañana, Paulette va al bar y,

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viendo que puede ganar mucho dinero, le pide al señor Georges que le enseñe a ganar

en las apuestas.

Este trabajo incluye la traducción al español de los seis capítulos escogidos, separados

en las dos historias que se han comentado anteriormente, y un análisis donde se explican

los problemas de traducción que he considerado más relevantes del texto original, como

la fraseología, los posesivos o el vocabulario. Las traducciones más significativas que

acompañan estas explicaciones se muestran en recuadros, a la izquierda con el texto en

francés y a la derecha con el texto en español, subrayando la palabra o el sintagma que

se analiza. Además, en algunas ocasiones he utilizado tablas para mostrar claramente

mis decisiones de traducción. Por último, este trabajo se cierra con una breve conclusión

sobre la traducción y el comentario realizados.

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2. PROPUESTA DE TRADUCCIÓN

2.1. Historia 1 9

Nour abrió los ojos.

La luz de la luna acariciaba los pies de la cama. Se incorporó y aguzó el oído. Se oyó

el ruido de unas cazuelas caerse desde el patio.

Léon, tumbado a su lado, ni se inmutó. El reloj marcaba las cinco de la madrugada.

Pero, ¿quién podría estar haciendo tanto escándalo tan temprano? Además, ¿quién

estaría en su cocina?

Nour sintió que se le aceleraba el corazón.

Cogió su bata y bajó las escaleras con pies de plomo. Los escalones crujieron bajo

sus pies. Contuvo la respiración.

Una puerta se cerró de un portazo sin que pudiera adivinar de dónde venía. Léon, que

no era muy valiente, la observaba desde el rellano de la habitación con los ojos

brillantes en la penumbra.

Nour cogió un objeto alargado y metálico que el señor Yvon había colgado en la

pared del pasillo a modo de decoración. Oyó un fuerte ronquido que venía de la

habitación de Marceline.

Se paró antes de llegar a la planta baja. En la penumbra se distinguían las mesas, que

ya estaban preparadas para el desayuno.

—¿Señor Yvon? —dijo en voz baja.

Después, más fuerte:

—¿Hay alguien ahí?

Solo le contestó el gran silencio del restaurante. A medida que sus ojos se

acostumbraban a la oscuridad, miró fijamente el espejo grande de detrás de la barra que

le daba una mayor visión de toda la sala. Los cuadrados rojos y blancos de los manteles

se reflejaban sin parar.

Atravesó la sala del restaurante antes de abalanzarse sobre el interruptor. Al mismo

tiempo, Léon pasó entre sus piernas desnudas. Nour gritó.

—¡Léon, algún día me matarás! Si te…

Se detuvo, estupefacta, y gritó:

—¡Señor Yvon! ¡Señor Yvon! ¡Nos han robado! ¡Venga rápido, señor Yvon!

El señor Yvon, con su camiseta blanca arremangada por la barriga, estuvo a punto de

caerse por las escaleras.

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—¿Qué? ¿Qué pasa? Pero, por Dios, Nour, ¿qué hace con mi cuerno de caza a estas

horas?

Nour levantó la cabeza hacia el señor Yvon. Señaló la nevera de postres donde unas

horas antes había media docena de mousses de chocolate. Se habían llevado el mantel

de una de las mesas. Dos pastelillos de queso yacían en el suelo y las tartas de limón,

medio devoradas, estaban tiradas sobre las baldosas blancas y negras. Una silla volcada

completaba la escena de este singular campo de batalla.

Les llegó una corriente de aire desde la cocina. La contraventana estaba abierta de

par en par. La hojarasca se metió en la pequeña sala. Nour tiritó bajo su camisón.

El señor Yvon se lanzó sobre la caja. Estaba intacta, igual que la puerta de entrada

que daba a la calle y las ventanas del escaparate. Con el bigote despeinado, el dueño se

limitó a sacudir la cabeza. Evidentemente, el culpable ya se había ido.

—Venga, cierre la ventana, Nour, por favor. Seguro que son unos niños que jugaban

a asustarse. Mañana cambiaré el cerrojo y me aseguraré de hablar con los padres del

pueblo.

Nour levantó una ceja disimuladamente mientras recogía los trozos de los pastelillos.

—No hablemos más de esto —insistió el señor Yvon, aparentemente con prisa de ir a

dormir—. No deberíamos asustar a los huéspedes.

Una vez todo limpio, subieron a sus respectivos pisos para aprovechar la última hora

de sueño que les ofrecía el sol.

Nour se metió en la cama. Afuera, unos pájaros comenzaban a cantar.

El robo la atormentaba. En sus quince años en el albergue nunca había pasado algo

así. ¿Quién robaría un restaurante a las cinco de la madrugada? ¡No tenía ningún

sentido! ¿Y por qué parecía que era la única que se preocupaba?

Dio vueltas en la cama sin parar, nerviosa por pensar que el señor Yvon pudiera

conciliar el sueño sin problemas.

En el piso inferior, bajo el parqué desgastado que separaba su habitación de la del

dueño, tampoco era posible dormir. Con los ojos bien abiertos en la penumbra que ya

desaparecía al amanecer, el señor Yvon miraba fijamente el techo, incapaz de dormirse.

El robo era una advertencia del autor de las cartas anónimas. ¿Qué otra cosa podía

ser? Hoy el carrito de postres, mañana la caja, ¿y luego qué? ¿Hasta dónde estaba

dispuesto a llegar? El señor Yvon tragó saliva, tenso.

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Volvió a pensar en la carta que había recibido la noche anterior. Una más que añadir

a la serie de amenazas que se dirigían a él desde hacía casi un mes. El último mensaje

no podía ser más claro: el señor Yvon no era la víctima del chantajista.

La víctima, era Nour.

¿Por qué? ¿Cómo? Solo Dios lo sabía. Y la cocinera probablemente también. El

autor de las cartas les debía haber observado durante un tiempo antes de deducir que el

señor Yvon era la víctima ideal. Él era el propietario del albergue. El que estaba en la

caja. El que no mataría ni una mosca, y menos aún si de esta dependía la supervivencia

del restaurante. El que, al fin y al cabo, se sentía responsable de todo y de todo el

mundo. Y sobre todo de Nour.

El señor Yvon se acurrucó en la cama. Se sentía terriblemente solo. ¿Cómo se

suponía que iba a afrontar todo eso? Las cartas, las amenazas. Y ahora, el robo. ¡El

primero en treinta años de servicio! ¡Y encima las ausencias de Paulette! ¡No hacían

falta! Le daba un poco de pena. Abandonada por su familia, perdida en su mundo

imaginario que hacía agua. Y su hijo, ¡que parecía que no le importara un comino!

No, no se suponía que iba a afrontar todo eso solo. El recuerdo de Roland le vino a la

mente. Su saxo sobre el hombro. Siempre sonriendo. Nunca nada era un problema para

él. «¡No te preocupes, hermanito!» decía él. «¡Todo se arreglará!».

Un gallo cacareó en la lejanía.

¡Y si encima alguien pudiera torcerle el cuello a ese animal! ¡Vaya! ¡Haría un buen

estofado y lo pondría en el menú del día! El señor Yvon suspiró bajo el bigote gris y, al

día siguiente, decidió con gran pesar levantarse.

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Los huéspedes dormían a pierna suelta cuando Léon maulló aterrorizado.

Nour se sobresaltó. Con los sentidos en vilo, se aseguró de que no había soñado.

Dormía con un ojo abierto desde el robo, asustada por la idea de que alguien entrara en

su habitación en plena noche para degollarla.

Se oyó un ruido sordo desde el patio. Tembló y se levantó a toda prisa de la cama. Se

arrodilló sobre el parqué sabiendo que era fino y susurró hacia la habitación del señor

Yvon que dormía unos metros más abajo:

—¡Señor Yvon! ¡Señor Yvon! ¡Levántese, han vuelto! ¡Señor Yvon!

Pegó su oreja al suelo, pero solo le respondió el silencio.

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Armada con el cuerno de caza, bajó las escaleras y se detuvo a pocos pasos de la

planta baja.

De pie, delante de la nevera de postres y ligero de ropa, el señor Yvon miraba

fijamente la hilera de natillas de chocolate, como aturdido.

—¿Señor Yvon?

No reaccionó, contento de coger una cuchara sopera de la bandeja de cubiertos.

Ella se acercó sin hacer ruido.

El señor Yvon le dio un mordisco a una tarta de limón, con la mirada perdida. Unas

migajas cayeron a sus pies. Su boca estaba cubierta de crema pastelera.

—¡Señor Yvon!

Nour se quedó boquiabierta.

El dueño del albergue comía deprisa y a lo bruto. Parecía un oso hurgando en una

colmena en busca de miel. Cuando ya se había comido la tarta de limón, cogió

torpemente una natilla de chocolate. El corazón de Nour empezó a latir otra vez con

normalidad. Entonces era eso, un sonámbulo glotón…

Le hizo mucha gracia la idea de que alguien pudiera sorprenderlos, ella en camisón y

con un cuerno de caza en la mano, y el señor Yvon en calzoncillos y con la cabeza

metida en la nevera de postres.

Recordó que había leído en algún sitio que no hay que despertar a los sonámbulos.

Pero los postres desaparecían a la velocidad de la luz. Se deslizó hasta el otro lado de la

nevera e intentó salvar las cremas catalanas que había preparado para el día siguiente.

Dos horas de trabajo que el señor Yvon engullía sin escrúpulos.

—Señor Yvon, estos postres son para los clientes —le susurró.

El quincuagenario no reaccionó.

—¡Señor Yvon! ¡Vuelva a la cama o ya no tendremos nada para servir mañana!

El hombre bigotudo no pareció escucharla. No obstante, unos minutos más tarde,

dejó la cucharilla, se frotó su mejilla inerte y fue a su habitación pisando huevos.

Nour se dejó caer en una silla. Por lo que ella recordaba, nunca había sido testigo de

semejante escena. Ya era hora de que ella y el señor Yvon se sentaran a hablar en serio.

Algo iba mal.

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7

17

La tarde caía en el albergue.

El rocío del atardecer se posó gratamente sobre las plantas. Sentado en el jardín, el

señor Yvon miraba fijamente el cielo con un aire pensativo. Su corazón aún latía deprisa

sin que pudiera regularlo. ¿Cuándo se había vuelto tan complicado el mundo? Se

acordaba de su padre sirviendo patatas fritas, como también lo hizo su abuelo en otro

tiempo, en verano en la terraza y en invierno cerca de la chimenea. Se dirigía a los

huéspedes por su nombre, con su sonrisa peculiar y un plato de aceitunas verdes. ¡En

aquel entonces nadie iba a amenazarte a tu casa por un puñado de billetes!

Preguntó a su padre en busca de una señal. ¿Qué había que hacer? Las estrellas lo

miraban fijamente en silencio. ¿Qué habría hecho Raymond en su lugar? El cielo del

señor Yvon estaba lleno de estrellas que lo calmaban; desaparecieron demasiado pronto.

El señor Yvon recordó los años felices cuando, junto con su hermano gemelo, iban

en monopatín cabeza abajo para impresionar a las niñas del barrio. También los vasos

de limonada, a la sombra de los tilos. La cintura delgada de sus admiradoras, que

escuchaban embelesadas sus historias de aventureros. Las noches en que jugaban a

cartas y que Raymond y él siempre ganaban. Su complicidad valía todas las artimañas y

una sola mirada les permitía ganar cualquier partida.

Le invadió una gran nostalgia. Sabemos cuándo la felicidad llama a la puerta. Eso es

lo que dicen, ¿no? Deslizando la mano por la gabardina, rebuscó su pipa lentamente y la

sacó. Fue entonces cuando Nour decidió reunirse con él, con una infusión entre las

manos. Se sentó en silencio.

El rostro del señor Yvon era inexpresivo, con cara de cansado. Crujía los dientes sin

parar.

—¿Va todo bien? —dejó caer ella dulcemente.

El señor Yvon no se inmutó, concentrado en la oscuridad que ya cubría los campos

en el horizonte. Los contornos de las siluetas se hacían más confusos. Solamente los

ojos coloridos del señor Yvon brillaban en la penumbra; dos bolitas brillantes y de

diferente tamaño.

Ella se disponía a darle las buenas noches cuando el señor Yvon rompió el silencio:

—Hay que regar la menta. Tiene sed.

Nour asintió en silencio. Un perro ladró a lo lejos.

—Menudo día… —soltó el señor Yvon sacudiendo la cabeza de un lado a otro.

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Se levantó y cogió la manguera. El agua fría salpicó el pequeño huerto. Un olor a

tierra mojada se mezcló poco a poco con el aire de la noche. El señor Yvon regó una a

una las plantas aromáticas. Un perfume agradable de menta y albahaca cosquilleó la

nariz de la cocinera.

El señor Yvon refrescó el tallo de lilas, los dos manzanos, la mimosa. Y acabó con el

peral que siempre dejaba para el final. El sonido cristalino del agua, ensordecido por la

tierra que se sorprende y se empapa, lo llevó al origen del ser humano. ¿Cuántas

generaciones antes que él habían refrescado en silencio sus plantas, rindiéndose a la

contemplación de la naturaleza? Este gesto dulce y reconfortante, en la intimidad de la

noche, llevaba consigo la promesa de unos días mejores. No obstante, esta vez la

perfección del momento no logró ahuyentar los demonios que rondaban el pensamiento

del jardinero.

Nour, acostumbrada a este ritual, lo observaba en silencio. El señor Yvon le parecía

tan frágil, con la espalda encorvada, pendiente de hacer feliz a sus plantas como si todo

lo demás ya no tuviera importancia. Pero ella lo conocía demasiado bien como para no

darse cuenta de la angustia que lo acompañaba esa noche. Se le puso un nudo en la

garganta.

Como un encantador de serpientes, el señor Yvon enrolló con cuidado la manguera

sobre la base. Después se dejó caer en la silla. Un cansancio evidente entorpecía sus

movimientos.

Se quedaron así durante un buen rato mirando el cielo. En silencio. Sus oídos eran

tan finos como el de Léon que podrían oír a las estrellas susurrar a lo lejos.

—Señor Yvon —dijo ella de repente—, sé quién es el ladrón de la vitrina de postres.

Y no le va a gustar.

El señor Yvon, con el ceño fruncido, se enderezó.

Se sacó la pipa de la boca.

—¿Quién? ¿Quién es?

Nour lo miró fijamente sin responder.

—¿Los hijos de Mireille? ¿El de Violaine Parmentier?... Los hijos de Mireille, ¿no?

¡Lo sabía! ¡Les voy a…!

Nour lo detuvo.

—No, señor Yvon. Es usted.

El señor Yvon la miró como si hubiera perdido la razón.

—¿Cómo que «es usted»?

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—Señor Yvon, ¿ha padecido alguna vez algún episodio de sonambulismo?

Se acarició el bigote, desconcertado.

—No, no, no que yo sepa, bueno, puede que de niño, pero de eso hace mucho…

—Señor Yvon, ¿le preocupa algo?

Suspiró. Una lechuza ululó en la lejanía. Un grillo le respondió.

—Ya nos vamos conociendo un poco —dijo Nour—. No estamos siempre de

acuerdo con la comida que poner en el menú, pero…

—Nour, no creo que haga falta que la meta en todo esto.

Nour fingió ignorar el tono firme del señor Yvon.

—¿Quién le ha escrito esas cartas que se empeña en esconder?

El señor Yvon se estremeció. Los secretos nunca seguían siéndolo durante mucho

tiempo en ese pueblo minúsculo. Le dio una calada a la pipa antes de suspirar con

pesadez.

—No tengo ni idea… Todo lo que sé es que ese hombre la conoce. Dice saber cosas

sobre su pasado que no nos conviene dejar que se sepan.

Nour se quedó sin respiración. Su corazón latía a más no poder.

—Escúcheme, Nour… —continuó—. No me quiero meter donde no me llaman. El

albergue la necesita y quiero que sepa que puede contar conmigo para…

—Le ha pedido dinero, ¿no?

—Sí.

—¿Mucho dinero?

—Creo que se podría decir que sí.

Nour tragó a duras penas.

—Para serle sincero, ya habría pagado a ese hombre si la caja del albergue estuviera

un poco más llena —dijo el señor Yvon.

—¡Vaya, señor Yvon! —gimoteó Nour.

Acababa de abrirse un abismo bajo sus pies. Lo miraba, tirado sobre la silla de jardín,

de normal tan grande, y de repente tan frágil, en medio de ese pequeño mundo de

clorofila. Se sorprendió al temer por él antes que por ella misma.

Se armó de valor.

—Señor Yvon, le debo una explicación… En fin, yo… No sé muy bien por dónde

empezar… Puede que por el final. ¿Se acuerda de cuando llegué por el anuncio? ¿De

cuando buscaba una cocinera nueva?

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—Sí, claro… Hace un siglo. Fue justo antes de que llegara Hippolyte. Ese invierno

había hecho mucho frío, los junquillos…

No se tomó la molestia de acabar la frase.

—Exacto… y bueno… Y bueno, ese día me salvó la vida. Acabábamos de… En fin,

acababa de dejar a mi marido. Un hombre violento, física y moralmente. Un día era la

más guapa, me regalaba joyas, me hacía cumplidos, le gustaba cómo cocinaba y el color

de mis ojos. Al día siguiente, bueno… al día siguiente me ofendía delante de nuestros

amigos y me insultaba delante de mi madre. La noche antes de irme, con la excusa de

que la mesa no estaba puesta al volver del trabajo, me tiró a la cara una sartén llena de

aceite hirviendo. Conseguí taparme los ojos, pero aún tengo heridas en los brazos.

Se apretó el jersey sobre el pecho. El señor Yvon notó que estaba temblando.

—Por un montón de excusas, me quedé mucho tiempo esperando a que cambiara. Y

un día, decidí marcharme. Ya no tenía otra opción.

Dejó pasar el silencio.

—Pero allá de donde vengo, en mi país, es un hombre poderoso. Conoce a mucha

gente. Sabía que nunca lo olvidaría. Temía que me estuviera buscando. Y si todavía

estoy para contarlo es porque usted, señor Yvon, usted quiso confiar en mí. El albergue

era bastante discreto. Un pueblo en el que hay más vacas que habitantes… ¿Quién iba a

venir a buscarme aquí? Me cambié de nombre, de peinado. Y pasé desapercibida. Al

menos es lo que pensaba.

Se estremeció. El señor Yvon le puso la mano sobre el hombro. No sabía qué decir.

Y entonces, de hecho, claro que lo sabía.

—Nour, vamos a encontrar ese dinero. Se lo daremos a ese hombre para que se calle

y olvidaremos todo esto.

Con la mirada, el señor Yvon le rogaba que aceptara. Para pasar página. Para decirse

que la tranquilidad aún existía. Para, al fin y al cabo, vivir.

Nour sabía que nunca nada era tan simple. Pero esa noche, bajo las ramas del peral

que ocultaban las estrellas, decidió confiar en el señor Yvon y en su mejilla inerte.

—Lo que nos hace falta son ideas, Nour. Ideas productivas.

El hombre esbozó una media sonrisa y le cogió la mano.

El corazón de Nour se llenó de gratitud. Rezaba cada noche por ese hombre que le

había salvado la vida, incluso cuando se peleaban por unos calabacines o unas patatas

fritas. Dio las gracias a Dios por haberlo puesto en su camino.

Se oyó un maullido en la oscuridad.

Page 16: traducción al español de seis capítulos y comentario

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—Creo que Léon está esperando la leche de cada noche…

—Buenas noches, Nour.

—Buenas noches, señor Yvon. Y gracias.

El señor Yvon se quedó un rato en la oscuridad de la noche para escuchar los

insectos. Normalmente hablaba a las babosas. Las amenazaba amablemente con

ponerlas en el plato del día si atacaban a las lechugas. Pero esa noche lo hizo a desgana.

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2.2. Historia 2 13

Paulette metió el sobre en su bolso.

Se calzó un par de zapatos cómodos y salió a toda prisa con el sombrero puesto.

¡Tenía que tomar el aire! Ya no podía soportar estar encerrada aquí, con la sola

compañía de Marceline que comentaba todo el día la sección de sucesos del periódico,

cuando no se obsesionaba con los boletos de rasca y gana. ¡Y qué calor hacía! Ni un

soplo de aire en el restaurante, solamente un ventilador en un rincón que removía el aire

caliente.

Todavía era pronto. A buen paso, se fue al pueblo vecino, el que presumía de tener

una peluquería y una pequeña oficina de correos.

Léon la observaba desde lo alto de un pequeño muro. Meneó la cola y maulló.

Paulette trató de espantarlo sacudiendo el abanico. Léon, lejos de la mujer, no se

inmutó. Paulette odiaba a ese animal; no paraba de husmear por doquier. ¡Incluso

encontraba pelos del gato en su cojín! Parecía que se apresuraba a informar a la cocinera

de todos y cada uno de sus movimientos y gestos. Maldijo al gato hasta que desapareció

de su vista. ¡Maldito bicho!

Se volvió a poner el bolso en el hombro. El cheque para la reserva de la residencia

Hauts-de-Gassan lo enviaría hoy. En el contrato, había falsificado la firma de Philippe

para asegurarse de que las próximas facturas llegaran a su domicilio.

A su paso, una vaca mugió y cazó una mosca con el típico golpe de cola. Los rayos

del sol ya reverberaban en el asfalto. Paulette se limpió el sudor de la frente. Se oyó un

claxon detrás de ella. Unos segundos más tarde, una furgoneta blanca se paró a su lado.

En la parte lateral del vehículo, unas letras grandes indicaban el nombre del negocio

PETITJEAN Père et Fils. Alrededor, un festival de colores de frutas y verduras estaba

medio recubierto de polvo.

—¿La llevo a algún sitio? —le dijo Paolo por la ventanilla.

Por una vez que el pobre chico era útil, ¡no tenía por qué rechazarlo!

Paulette subió al estribo y se deslizó detrás del parabrisas. Suspiró. Paolo, que le

rozaba el pantalón blanco inmaculado, le sonrió antes de poner primera.

—Hoy va a hacer calor, ¿eh?

Ella se abanicó.

—¡A mí me lo va a decir!

—¿Dónde va?

Page 18: traducción al español de seis capítulos y comentario

13

—A la oficina de correos.

Paolo arrancó mientras silbaba.

En la radio, un periodista anunciaba las noticias internacionales. Un tsunami en una

isla del Pacífico, un accidente de tráfico en las montañas, un escándalo político en las

urnas. Y al final, el deporte, lo único un poco agradable en este mundo en vías de

extinción. Paolo protestó:

—Se pasan el día dándonos malas noticias. La muerte de uno por aquí y el colmo de

no sé qué por allá. Aunque, sinceramente, cuando buscamos noticias buenas, ¡las hay!

Verdad, ¿no?

Paolo, que empezaba a conocer a Paulette, no esperó respuesta. Le dio al botón de la

radio y cambió de frecuencia. Un clásico de Jean-Jacques Goldman empezó a sonar.

Para sorpresa de la mujer, Paolo tarareó. La furgoneta redujo la velocidad al acercarse a

un resalto. Entraron en un pequeño pueblo florido. Paolo saludó tocando el claxon a

media docena de personas antes de detenerse delante de un sendero arbolado.

—Pues hale, ya ha llegado.

Paulette buscó por dónde se abría la puerta.

Paolo soltó:

—Por cierto, le quería decir…

—¿Qué? —gritó la mujer, más bruscamente de lo que habría querido.

Paolo la miró fijamente antes de desviar sus ojos hacia la carretera.

—Nada, olvídelo… Adiós, señora Paulette.

La mujer se esperó un momento en el asiento agujereado. Después, al notar el calor

que entraba en el vehículo, cogió su bastón y desapareció bajo la sombra de un castaño.

La oficina de correos aún no estaba abierta. Maldijo la holgazanería provincial antes

de ver a lo lejos un bar con terraza con parasoles rojos y blancos.

En el interior hacía fresco. Del techo colgaba una cinta adhesiva llena de moscas

negras y grandes. Sus alas batían lentamente por el movimiento de las aspas que giraban

en el techo. La mujer se puso detrás de una pequeña mesa y pidió un té helado. «¡Y un

cruasán!» le dijo a la dueña del bar que estaba detrás de la barra. Esta le dio un paquete

de tabaco a un joven que llevaba un peto. Tenía la piel morena del sol y llevaba una

gorra descolorida clavada en la cabeza.

—Y dos boletos para la quiniela —añadió el joven.

Page 19: traducción al español de seis capítulos y comentario

14

El bar parecía ganar dinero tanto con los boletos de rasca y gana como con los

cigarros. Paulette pensó que eso, indudablemente, tenía que ver con la melancolía

ambiente de ese rincón olvidado de Francia. Dio un sorbo al té, saboreando la frescura

que apareció por sorpresa en su paladar. Poco importaba que la mesa estuviera pegajosa

y la silla coja: los cubitos que chocaban en su vaso lo excusaban todo. Mordió el

cruasán un poco seco. En ese mismo momento, la dueña del bar gritó dirigiéndose al

hombre al que le había dado el boleto:

—¡Tres y cuatro caballos en orden! ¡Quinientos ochenta y cinco euros! ¡Por haber

apostado cuarenta y cinco euros! ¡Toma!

Un cliente con la cara roja del alcohol aplaudió:

—¡Bravo, señor! A este ritmo, ¡nos va a arruinar la casa de apuestas de caballos!

—¡Póngame un poco más! —le dijo el de al lado al camarero, con el pantalón a ras

de la cintura—. ¡El señor Georges invita!

Paulette levantó la ceja. Cerca de la barra, el señor Georges brindaba a su pesar con

esos dos clientes del bar. Apretaba en su mano el recibo, muy molesto.

—¡Entonces, dinos, Joe! Te podemos llamar Joe, ¿no? —preguntó uno de los dos al

señor Georges—. ¿Qué hace para ganar tanto? ¿Qué tenemos que apostar nosotros hoy?

—Bueno… —dudó el hombre.

—Venga, ¡no te hagas el interesante y dale al pico!

Le arrebató al señor Georges el último número de la revista de las apuestas de

caballos que tenía bajo el brazo.

—Mire, este por ejemplo, Prince du Verger, ¡es un bonito nombre! El número 4.

¿Este va a ganar, Joe?

—Si fuera usted, no apostaría por ese… —dijo el señor Georges.

—¿Entonces por cuál? Venga, ¡te escuchamos!

—Bueno… El hipódromo de Cagnes-sur-Mer consta de una ruta de 1 600 metros,

pista de arena… Le recomendaría sobre todo Aticus que quedó tercero en una apuesta

de los cinco primeros en orden del Premio de Cagnes en césped. Es una carrera de

referencia que le hace justicia y…

—¿Pero tú entiendes algo de lo que dice? —preguntó el borracho al de al lado.

El otro, con la nariz en el vaso de vino, negó con la cabeza.

El señor Georges cogió una pequeña hoja cuadriculada y tachó algunos números

antes de dársela a sus interlocutores.

Page 20: traducción al español de seis capítulos y comentario

15

—Ya está. Son 2 € la apuesta por los cinco primeros caballos en orden. Si yo fuera

usted, eso es lo que jugaría.

Los dos hombres miraron fijamente el papel asintiendo con la cabeza. El señor

Georges aprovechó para escabullirse procurando recuperar el periódico.

Se sentó en la mesa y pidió un café. Cuando la camarera desapareció, Paulette

apareció en su campo de visión. El señor Georges se puso pálido. Ella le regaló su

mejor sonrisa.

—¡Parece que le gustan los caballos! —exclamó la mujer.

—Eh… ¡buenos días, señora Paulette! —dijo el señor Georges antes de desaparecer

detrás del periódico.

—Yo también conocí bien a un caballo en mi juventud… Se llamaba Bourdon.

Bueno, más bien era un poni. ¿También apuesta por ponis?

Sin esperar respuesta, cogió su sombrero y se sentó en la silla enfrente de él.

—¡Todas esas moscas arman un escándalo insoportable! Aquí no hay quien se oiga.

El señor Georges miró a su alrededor antes de recordar el estado mental de esa

mujer. Se calmó. Paulette levantó el vaso, invitándolo a brindar con su taza de café.

—¡Por la victoria y las herraduras! Porque todo está en manos de los caballos,

¿verdad? —exclamó ella.

El señor Georges brindó de mala gana, preocupado por si se le caía el café sobre el

mantel de papel por el ímpetu de la mujer.

—¿No se come la galleta? —preguntó Paulette.

Se apresuró a comérsela. Ahora comprendía la importancia que el señor Georges le

daba al periódico. Y el ojo que siempre tenía pegado a la televisión del señor Yvon: al

señor Georges le gustaba el juego.

—A mí me encantaba ir al trote—continuó ella—. ¡Uno, dos! ¡Uno, dos! Me acuerdo

de que tenía que apoyarme bien sobre la pata del poni… ¿Le suena de algo?

El señor Georges negó con la cabeza. Parecía más concentrado en las hojas que en la

conversación con la mujer.

—¿Gana mucho dinero con las apuestas? —preguntó inesperadamente.

El señor Georges bajó el periódico y enrojeció. Había dado en el clavo.

—No, no precisamente, bueno, eso depende de lo que entienda por mucho…

Cambió de tema.

—¿Ha venido a pie?

Page 21: traducción al español de seis capítulos y comentario

16

De repente, Paulette se acordó de la carta que tenía que enviar antes de las doce del

mediodía a la residencia Hauts-de-Gassan. Entonces sonrió pensando en la cantidad del

cheque.

—¡Me alegra haberlo encontrado aquí! —dijo levantándose—. ¡Que pase un buen

día, señor Georges! Ah, ¡y buena suerte con sus ponis!

Le guiñó el ojo y desapareció dejando un olor de rosas y de flor de azahar.

El señor Georges suspiró y reflexionó. Con todas las mentiras que Paulette contaba,

no había nada que temer. Tendría que pasar mucho tiempo antes de que el señor Yvon y

los demás supieran lo que hacía con el dinero que le prestaban. Después, cogió el

periódico y se sumergió en las estadísticas de las últimas carreras de caballos.

19 Paulette le pidió un café a la dueña del bar. Su voz se perdió entre la barra y la

cafetera.

En el fondo, el señor Georges, con la camisa blanca remangada por los codos, estaba

inmerso en la lectura de la revista de las apuestas. Se estaba acabando el cruasán sin ni

siquiera levantar los ojos del periódico, pero con cuidado de que no se le cayeran

migajas al pantalón. Todas las mañanas, iba al pueblo vecino y apostaba en las carreras

a salvo de las miradas ajenas. Paulette se acercó a la silla vacía de delante de él.

—Buenos días, señor Georges.

El hombre se sorprendió.

—Eh… Buenos días, señora Paulette. ¡Resulta extraño verla por aquí de buena

mañana! ¿Cómo está?

La mujer cortó las formas de cortesía como si nada. Se inclinó hacia él y lo miró

fijamente a los ojos para asegurarse de que la entendiera bien.

—Necesito que me enseñe a jugar. No, rectifico: necesito que me enseñe a «ganar».

El señor Georges bajó lentamente el periódico. Sonrió.

—¿Usted? ¿Apostar en las carreras? Pero, ¿por qué?

—Eso no le incumbe.

El señor Georges se llevó la taza de café a los labios.

—Em, bueno, señora Paulette, así es un poco complicado, ¿por qué no juega usted a

la lotería? ¿O al tres en raya, como Marceline?

Page 22: traducción al español de seis capítulos y comentario

17

El tono vagamente paternalista del señor Georges acabó por molestar a Paulette.

Cogió el periódico y lo dejó en la mesa de un golpe seco. Por un momento, se hizo un

silencio en las mesas de alrededor. La dueña y algunos clientes la miraron de arriba

abajo. Paulette continuó con voz más calmada:

—Señor Georges, aunque venga a pedirle consejo, no crea que siento admiración por

usted. Si fuera tan listo, me apostaría lo que fuera a que no viviría en ese nido de ratas

donde come las patatas fritas muy grasosas del señor Yvon y aguanta los chistes malos

de Marceline. En mi opinión, creo que está jugando con dinero que, en gran parte, no es

suyo. Y también imagino que esos prestamistas no tienen ni idea de lo que hace cada

mañana con su dinero. ¿Me equivoco, señor Georges?

El hombre se estremeció.

—Entonces, escúcheme bien. Si siente tanto aprecio por su reputación como por su

habitación en el albergue, le aconsejo que me enseñe lo que sabe para ganar mucho en

poco tiempo. ¡De lo demás ya me encargo yo!

Dejó el periódico en la mesa antes de dejar atrás la silla.

El señor Georges se quedó sin habla. ¡Paulette parecía haber recuperado la razón!

¿Qué mosca le había picado? Pero sobre todo, ¿cómo había llegado a sus oídos las

deudas que acumulaba en el pueblo?

Estaba perdido. Se enderezó en la silla y carraspeó.

—Señora Paulette, se equivoca, yo…

La mujer levantó la cabeza con un aire amenazante. El señor Georges se batió en

retirada.

—¿Pero cómo lo quiere hacer? Enseñarle llevaría un tiempo, meses, por no decir

años, y…

«¡Y tiene que estar en su sano juicio!» pensó para sí mismo.

—¡Oiga! Pare, ¡eh! ¡Si hiciera falta un título para venir a jugar aquí, las apuestas de

caballos tendrían que echar el cierre!

El señor Georges suspiró. Hizo sitio en la pequeña mesa de aluminio y pidió prestado

un lápiz a la camarera que pasaba por su lado. Después sacó una hoja blanca de una

pequeña bandolera. Se secó la frente con su pañuelo de tela antes de volver a metérselo

delicadamente en el bolsillo. A Paulette le gustaban esas formas que contrastaban

extrañamente con el bar anticuado donde se preparaba para recibir su primera clase de

hípica.

Page 23: traducción al español de seis capítulos y comentario

18

El señor Georges se rascó la cabeza con el lápiz. No sabía por dónde empezar.

Además, ¿qué es lo que quería saber? Le mostró un boleto. Al menos eso era lo que le

podía enseñar. El rectángulo de papel estaba lleno de pequeñas casillas amarillas y

blancas, marcadas con un número. En la izquierda, el apostador tenía que elegir el tipo y

la cantidad de apuesta y la estrategia de juego antes de elegir los caballos.

—Pues mire. Hay que apostar por cinco caballos en orden cuando hay dinero en el

fondo de juego, generado por el trío y la apuesta de cuatro caballos en orden, o ver el

colocado, la sucesión de apuestas o la gemela colocada.

Paulette lo escuchaba con los ojos centrados en el extremo del papel de color.

—Y entonces, te tienen que gustar los caballos, las estadísticas, o aún mejor: las dos

cosas. Algunos apostadores disfrutan jugando con artimañas conocidas. La más simple

consiste, por ejemplo, en dividir las ganancias del favorito entre el número de

participantes…

Dicho esto, rodeaba las cifras en el periódico abierto. Sin previo aviso, Paulette cogió

su bastón y lo dejó caer sobre la mesa. El señor Georges se sobresaltó.

—¡No entiendo ni papa de lo que me está contando! —dijo la mujer enfadada.

El señor Georges levantó la mirada sin comprender nada.

—¿Por quién me toma? ¿Por una matemática y una veterinaria que se ha pasado la

vida en los hipódromos? ¡Ni siquiera sé jugar al bingo! Así que, por favor,

¡explíquemelo como Dios manda! ¡Me está irritando!

El señor Georges se disculpó. Es que no tenía la costumbre de que alguien le

preguntara por ese tipo de cosas. Por consejos y por números sí, pero para explicar así

todo eso a una novata, nunca.

—Pues va, ¡inténtelo! ¡Y sería mejor para usted que lo consiguiéramos!

La camarera se acercó. El señor Georges pidió un agua con sabor a melocotón.

Paulette echó a la joven con un gesto de la mano.

El señor Georges se secó de nuevo la frente.

—Bueno, pues… Las carreras son con caballos…

Paulette puso los ojos en blanco.

—Mejor dicho, con purasangre, para ser exactos. Hay caballos que corren en carreras

cortas, los velocistas, y otros en más largas, los de medio fondo o los fondistas. Corren

al trote o a galope, según su especialidad.

Le echó un vistazo a la mujer para asegurarse de que lo seguía. Dio un buen sorbo al

agua azucarada antes de continuar:

Page 24: traducción al español de seis capítulos y comentario

19

—El total del dinero que se gana depende, por supuesto, de la cantidad que se

apuesta… Pero eso depende también de las posibilidades del caballo.

—Sí, si se apuesta por un caballo en una carrera de cinco se gana menos que

apostando por uno en una de treinta. Eso lo sé, gracias.

—Exacto.

El señor Georges pensaba. ¡Tenía tanto que decir! ¿Cómo explicar que, más que una

cuestión de pronósticos, las carreras eran arte? Estudiar el rendimiento del caballo, su

capacidad dependiendo de la distancia, el tipo de entrenamiento y de yóquey, las

condiciones del hipódromo…

Su padre siempre había tenido caballos. Unos purasangre que confiaba a un criador

al que le hacían ganar mucho. El señor Georges había crecido con la emoción de las

carreras, el entusiasmo de los apostadores y el miedo a la salida en falso. El chasquido

de los boxes al abrirse, la aceleración de las pezuñas en la pista y los gritos de los

aficionados.

Paulette estaba perdiendo la paciencia. El juego ya le aburría.

—Entonces —continuó el señor Georges—, puede jugar con la posición de los

caballos, en orden o no…

De repente, los dos borrachos de la última vez irrumpieron en el bar. Uno de ellos le

dio una palmada en la espalda al señor Georges. Este último estuvo a punto de tirarse el

vaso encima.

—¡Caramba, Joe! ¿Qué tal, amigo mío?

El señor Georges, avergonzado, echó un vistazo a su compañera.

—¿Sabes que Gérard y yo hemos ganado? ¡Treinta y dos con quince euros! ¡Por

haber apostado dos euros! Va, Gérard, ¡enséñale el boleto!

Su amigo buscó en los bolsillos del pantalón, uno azul del trabajo desgastado y

manchado que llevaba demasiado bajo de las caderas. Paulette desvió la mirada.

—¡Bueno, Joe! ¿Cuándo nos dirás lo que necesitamos para apostar? ¡Encima

acabamos de cobrar la paga! ¡Esta vez vamos a jugar fuerte!

Desde la barra, la dueña les sermoneó:

—¡Eh, tranquilito, Jean-Claude! ¿Pero tú sabes qué pensaría tu pobre mujer de esto?

—Bah, ¡ya está, Mireille! Si tú no se lo dices, ¡no se enterará de nada! ¿Y quién te ha

dicho que no le voy a hacer un regalo con lo que gane? ¿Ah?

Le guiñó un ojo al señor Georges y le dio de codo a su amigo.

—¡Venga, va, Joe, dale caña!

Page 25: traducción al español de seis capítulos y comentario

20

—Em, bueno… —dijo el señor Georges—. Hay una carrera en Chantilly. Acaba con

una cuesta, así que hay que evaluar bien a los caballos. Yo prefiero a Divine

Charentaise. Cannelle des Prés, el del yóquey de chaqueta amarilla, está bastante bien

valorado, yo…

—¡Espera, Joe! ¡No volverás a hacer tu numerito! Gérard y yo solo queremos las

posiciones. Tú nos dices lo que tenemos que marcar y nosotros lo marcamos. ¿No,

Gérard?

Gérard rio escandalosamente, dejando ver los dientes que le faltaban.

—¡Pues sí! ¡Nosotros marcamos y nosotros ganamos el bote!

De repente, Paulette tuvo una idea.

—Señores —les interrumpió—, el señor Georges no tiene tiempo que perder con

gente como ustedes.

Los dos hombres se miraron, desconcertados.

—¿Qué le pasa a la vieja esta? ¿Es tu chica, Joe? ¡Nos la tenías que presentar!

¡Mírala toda enfadada!

El señor Georges enrojeció. Paulette, firme, continuó:

—Si quieren pronósticos, tienen que pagar. La última vez era de prueba. Han visto

que el señor Georges es un apostador de primera calidad. Si quieren un consejo, ya

saben lo que tienen que hacer.

Los dos juerguistas se miraron. ¿Les estaba tomando el pelo?

Gérard estaba muerto de risa. El otro lo cortó con un codazo en las costillas:

—¿Y cuánto por las previsiones de «el señor Georges»?

Jean-Claude alardeó al pronunciar su nombre.

—La mitad de vuestras ganancias, con un adelanto del primer juego que me tienen

que dar en efectivo.

Los dos hombres la miraron de arriba abajo, desconcertados.

—O lo toman o lo dejan.

La mujer cogió el periódico y fingió que se ponía a leer.

Jean-Claude y Gérard se miraron. Después, en señal de aprobación, cogieron una

silla y se sentaron respetuosamente alrededor de la mesa.

En su interior, Paulette sintió una gran alegría. A falta de entender las reglas, ella

sabía dictarlas. Y era una apuesta segura que, con ese sistema, ella tenía todas las de

ganar.

Page 26: traducción al español de seis capítulos y comentario

21

24

Paulette volvió a contar los billetes.

Después, anotó con su lápiz el nombre de los jugadores y la apuesta en cuestión.

—¡Siguiente!

Fuera, delante de la puerta del bar, se había formado una multitud de apostadores con

gorras. La camarera estaba agobiada.

—Por favor, ¡poneos en fila india! ¡Ya no podemos movernos! La señora Paulette se

ocupará de vosotros.

Los habitantes de los pueblos vecinos se habían puesto de acuerdo enseguida. ¡Había

dinero que ganar en la casa de apuestas en la plaza de la iglesia! ¡Dinero fácil, y además

sin hacer nada! Y encima tenían que estar listos para enfrentarse al mismísimo demonio

vestido de mujer que recibía una parte de sus ganancias.

—¿Pero cómo lo hace la vieja para saber quién va a ganar? —preguntó uno con un

cigarro en los labios.

—No te preocupes por nada, Jeannot —le respondió el otro—. No es la vieja, es Joe

allí en el fondo, el que está detrás de la pantalla. Es el que nos hace ganar la pasta; la

vieja es la que nos cobra…

—¿Ella nos cobra?

—Pues sí, ella nos cobra…

Le lanzaron una mirada desafiante a Paulette, un poco más lejos.

—No provoques, amigo mío, ¡al final todo el mundo gana! Eso es lo que cuenta.

Venga, dale tu pasta.

La camarera se acercó con tres chupitos de anís que se bebieron a la salud de Joe

mientras Paulette marcaba en su tablón sus nombres y la cantidad de su contribución.

Trazó una raya bien definida con la regla y tecleó en la calculadora.

—¡Siguiente!

Desde que habían comenzado su pequeña empresa unos días antes, cada vez eran

más las apuestas en el bote y Paulette lo gestionaba todo con gran destreza. El señor

Georges daba los números, Paulette apostaba en nombre de todos y después se repartían

las ganancias, procurando que ella se quedara con una parte generosa a cambio de las

predicciones buenas y fiables.

En el fondo del bar, protegido de la multitud y del ruido, el señor Georges estaba

atento a la retransmisión del Gran Premio de París en una pantalla de ordenador. Paolo

Page 27: traducción al español de seis capítulos y comentario

22

le había instalado una estación de control de última generación, con la máquina

conectada a Internet. Paulette puso fin a la conversación cuando Paolo le intentaba dar

más detalles sobre la instalación técnica. Eso no le interesaba. Lo que ella quería era que

el señor Georges tuviera acceso a toda la información necesaria.

—¿Qué tendríamos que hacer para ganar más? —le preguntó la mujer la noche

anterior, cuando sus ganancias batían el récord.

—Bueno, ¡para eso podríamos ir a los hipódromos! —soltó el señor Georges

bromeando.

—¿Para qué? —preguntó Paulette muy en serio.

—¡Pues para ver a los caballos!

Paulette reflexionó en esa frase mientras movía el té con la cuchara. Y al día

siguiente, Paolo llegó con todo su revoltijo de cables y su charlatanería interminable.

Desde entonces, el señor Georges, con el ceño fruncido, examinaba la silueta de los

purasangre, la actitud de los yoqueis, la calidad de la pista. Rehacía mentalmente el

recorrido, estudiaba los pasos de los équidos, vigilaba el pesaje de los corredores y las

nubes que se amontonaban en el cielo parisino. Sus ojos iban y venían entre la revista de

apuestas, los comentaristas del Gran Premio y su bloc notas en un vaivén tenso e

inquieto.

—Bueno, ¿y cuándo nos toca jugar a nosotros? —refunfuñó Gérard impaciente en la

barra.

Paulette le lanzó una mirada sombría. Bajo los ojos del señor Georges, los caballos

se presentaban al público. Los yoqueis, acuclillados en la silla de montar, hablaban en

voz baja con su entrenador sobre los desafíos de la carrera.

La mirada de Paulette se detuvo en el hombre. Parecía preocupado. Metió los fajos

de billetes en su bolso, dejó su sitio y fue con él. Se empezó a oír un griterío de

desaprobación en la fila.

—¿Le falta mucho para acabar? —preguntó Paulette.

El señor Georges levantó la cabeza.

—¿Cuánto hemos recaudado?

Paulette le susurró una cifra. Se quedó boquiabierto. La mujer le preguntó con una

mirada. Él le dio un papel.

—Aquí están los cinco caballos en orden por los que yo jugaría. No tengo ninguna

duda de que estos caballos…

Pero no estaba seguro; ella se enfadó.

Page 28: traducción al español de seis capítulos y comentario

23

—¡Va, venga! ¿Por qué esa cara de tonto? ¡Desembuche, hombre!

—Tengo un buen presentimiento con Belle-de-jour. Es muy joven, pero ya ha

ganado otras dos carreras antes. Buenas piernas, un trote experimentado. No es de los

favoritos y con todo lo que vamos a apostar… Podríamos ganar un buen pellizco.

Los ojos de Paulette brillaron.

—¡Pues adelante!

—¡Pero también podemos perder mucho! Un golpe demasiado fuerte de fusta y

queda descalificado…

Paulette lo hizo callar. No entendía ni una palabra de esas historias de fusta y de

caballos con nombres rebuscados. Todo lo que sabía era que, en negocios, no había que

dudar nunca.

—¡Señor Georges! A nuestra edad, podemos decir y hacer lo que queramos.

El hombre cogió aire y garabateó unas líneas en el papel; la mujer las cogió y volvió

a su escritorio improvisado. Echó un vistazo al reloj. Al hombre le quedaba menos de

un cuarto de hora para recaudar el dinero de las apuestas y entregar su apuesta en

común a la dueña del local.

En el bar, la cerveza corría a raudales. Una mezcla de emoción con un toque de

miedo vagaba en el aire mientras los clientes brindaban acechando a Paulette y al señor

Georges de refilón. ¡Les habían dado una tremenda cantidad de dinero!

De repente, una furgoneta aparcó delante de la terraza. Paolo bajó corriendo.

—¡Señora Paulette! ¡Señora Paulette! ¡El señor Yvon la busca por todos lados!

—¿Le ha dicho dónde estaba? —preguntó, dispuesta a tirársele al cuello.

—¡Claro que no! Pero he pensado que le interesaría saberlo.

—¡Saber qué, por Dios!

—Su hijo ha llamado. La estaba buscando.

Paulette se puso pálida. ¡Con todo ese frenesí de apostadores borrachos casi había

olvidado su misión!

—¿La llevo? —preguntó Paolo.

No estaba segura.

—¡Venga a por mí dentro de una hora!

Después, cogió los billetes que le daba un hombre mayor con peto y la nariz

enrojecida por el vino.

Page 29: traducción al español de seis capítulos y comentario

24

3. COMENTARIO DE LA TRADUCCIÓN

La traducción al español de Le bonheur n’a pas de rides presenta diversos problemas de

traducción lingüísticos y extralingüísticos que merecen una explicación detallada para

este trabajo: la fraseología, los pronombres personales on y nous, el voseo y el tuteo, los

posesivos, los participios y el vocabulario de gastronomía e hípica.

3.1. La fraseología

En primer lugar, cabe destacar la cantidad de fraseología, modismos e idiotismos que

aparecen en el texto original. La mayoría de estas expresiones presentan una

información mediante una imagen, una comparación o una metáfora que el lector debe

interpretar. Es por eso que cada lengua, según su cultura, sus costumbres y su historia,

las construye de forma diferente y, en muchos casos, no existe un equivalente en otras

lenguas que corresponda palabra por palabra, pero muchas veces sí en cuanto al

significado. Por lo tanto, para este trabajo he detectado todo tipo de fraseología en los

capítulos que he traducido de esta novela y he buscado su equivalente en español

teniendo en cuenta su significado. A continuación, se muestra la tabla 1 que recoge

alfabéticamente las expresiones en francés, su equivalente en español y el significado.

Más adelante, he comentado la traducción de otras expresiones que me han resultado un

poco complicadas.

Francés Español Significado

À contrecœur A su pesar Con disgusto o repugnancia

de hacer algo

À défaut de A falta de En caso de ausencia de

algo

À flots A raudales En abundancia

À l’abri des regards A salvo de las miradas

ajenas

Sin detrimento de los

demás

À tout rompre Hasta más no poder Al máximo

Avoir les yeux dans le

vague

Tener la mirada perdida No mirar a ninguna parte

por estar abstraído

Page 30: traducción al español de seis capítulos y comentario

25

Francés Español Significado

Avoir tout sa tête Estar en su sano juicio Estar cuerdo, lúcido

Avoir tout à gagner

Tener todas las de ganar Tener muchas posibilidades

de ganar algo

Avoir vent de

Llegar a oídos de Llegar la información a

alguien

Battre en retraite Batirse en retirada Irse para evitar algo

C’est la fin des haricots Es el colmo Todo está perdido

Ça fait un bail Hace un siglo Hace mucho tiempo

Claquer la porte

Dar un portazo Cerrar la puerta de un

golpe

D’un bon pas A buen paso Aceleradamente, deprisa

D’un aire songeur

Con un aire pensativo Pensativo, que está absorto

en sus pensamientos

D’un revers de la main Como si nada Muy fácilmente

De l’eau a coulé sous les

ponts

Pasar el tiempo Muchas cosas han sucedido

desde entonces

Descendre à pas feutrés

Andar con pies de plomo Andar despacio, con

cuidado y precaución, con

movimientos lentos y

pisando fuertemente

Donner un coup de coude à

Dar de codo Avisar a quien está cercano

y advertirle de algo

tocándole recatadamente

con el codo

Dormir à poings fermés Dormir a pierna suelta Dormir profundamente

En faire son affaire Encargarse de Ocuparse de alguna cosa.

En guise de A modo de Como, a manera de

Page 31: traducción al español de seis capítulos y comentario

26

Francés Español Significado

En petite tenue

Ligero de ropa Que viste únicamente ropa

interior o con poca ropa

Envoyer la sauce

Dar caña Aumentar la velocidad o la

intensidad de algo

Être tout grand

Estar de par en par Dicho de abrir las puertas o

ventanas: enteramente

En toute hâte A prisa Rápidamente

En éveil En vilo Estar atento, alerta

Jeter un coup d’œil à

Echarle un vistazo a Mirar algo sin mucho

detenimiento

Jouer gros

Jugar fuerte Aventurar al juego grandes

cantidades

Le cœur n’y est pas Hacer a desgana Realizar algo sin placer

Lever les yeux au ciel Poner los ojos en blanco Denotar gran asombro

Manquer de Estar a punto de Faltar poco para que se

haga u ocurra algo

Mettre la clef sous la

porte

Echar el cierre Cerrar un negocio

Mettre en garde

Poner en guardia Advertir de un peligro, en

actitud de prevención o

sobre aviso

Ne dormir que d’un œil

Dormir con un ojo abierto No poder dormir por estar

intranquilo, pendiente de

lo que pueda suceder

Ne pas bouger

No moverse ni un pelo No realizar ningún

movimiento bajo ningún

concepto

Page 32: traducción al español de seis capítulos y comentario

27

Francés Español Significado

Ne pas comprendre un

traître mot de

No entender ni papa de No entender nada de lo

que se dice

Ne pas faire de mal à une

mouche

No matar ni una mosca Ser una persona inofensiva

Ne pas tourner rond No estar bien de la cabeza Estar loco

On aurait dit Parecía Para hacer una comparación

On ne peut plus clair No poder ser más claro Evidente, patente

Perdre la raison Perder la razón Volverse loco

Pour tout dire Para ser sincero Para hablar francamente

Prendre l’eau

Hacer agua Presentar debilidad o

síntomas de ir a fracasar

Prendre la peine de

Tomarse la molestia de Obligarse a hacer algo,

hacer el esfuerzo necesario

para hacer algo

Prendre son courage à

deux mains

Armarse de valor Decidirse por fin,

utilizando toda su energía,

a hacer algo pese a una

dificultad o al miedo

Quelle mouche l’a piqué ?

¿Qué mosca le ha picado? ¿Por qué se enfurece de

repente y sin razón aparente?

Rester bouche bée Quedarse boquiabierto Estar muy sorprendido

Retrouver la raison Recuperar la razón Recobrar la lucidez

Rouler les mécaniques Alardear Jactarse de algo

Sauter à la gorge Tirársele al cuello a Atacar a alguien

S’en soucier comme de sa

première chemise

Importarle un comino No preocuparse en absoluto

por algo

Page 33: traducción al español de seis capítulos y comentario

28

Francés Español Significado

Se donner de la peine Hacer grandes esfuerzos Esforzarse mucho

Se faire (tout) petit

Pasar desapercibido Evitar que se hable de uno

mismo, no llamar la atención

Se mêler de ce qui ne le

regarde pas

Meterse donde no lo

llaman

Entrometerse en lo que no

le incumbe

Se passer le mot Ponerse de acuerdo Entenderse

Se mettre sur le chemin de

quelqu’un

Interponerse en el camino

de alguien

Impedir a alguien que haga

su voluntad

Se retourner dans son lit

Dar vueltas en la cama Ir de un lado para otro en la

cama por preocupación o

insomnio

Sentir le ventre se nouer

Ponérsele un nudo en la

garganta

No poder hablar por susto,

pena o vergüenza

Tendre l’oreille

Aguzar el oído Afinar un sentido para que

preste más atención

Trancher la gorge

Degollar Matar a alguien cortándole

la garganta o cortándole y

separando totalmente la

cabeza del cuerpo

Tabla 1. Fraseología francés-español. Fuente: Elaboración propia a partir del Diccionario temático de

locuciones francesas con su correspondencia española y del Diccionario de la lengua española.

Uno de los fragmentos que merecen especial atención es la oración que me dispongo a

comentar en el ejemplo 1. Contiene la expresión coloquial à vitesse grand V, según el

diccionario Le Trésor de la Langue Française informatisé (2002). Hay diferentes

opciones de traducción, entre las que destacan el adverbio rápidamente o la locución

adverbial a prisa. Con la primera se pierde una expresión del original que no se

reproduciría en el texto meta, y con la segunda se repite una locución que ya se ha

utilizado anteriormente con en toute hâte, recogida en la tabla 1. Por este motivo,

descarté ambas opciones. Mi elección final, a la velocidad de la luz, es una frase que no

Page 34: traducción al español de seis capítulos y comentario

29

está documentada en el diccionario, pero aparece en más de noventa ejemplos del banco

de datos CREA, Corpus de Referencia del Español Actual, lo que significa que su uso

es bastante frecuente.

Elle se rappela avoir lu quelque part

qu’il ne fallait pas réveiller les

marcheurs de nuit. Mais les desserts

disparaissaient à vitesse grand V.

Recordó que había leído en algún sitio

que no hay que despertar a los

sonámbulos. Pero los postres

desaparecían a la velocidad de la luz.

Ejemplo 1

En el ejemplo 2, la expresión en español a pasos de oso no es de uso común porque no

aparece documentado en ninguno de los corpus más extensos de la lengua española. En

este momento, la imagen que la narración nos regala es la del señor Yvon que vuelve a

su habitación tambaleándose como si fuera a caerse y yendo poco a poco porque está

inmerso en su somnolencia. A paso de tortuga o de buey podría ser una opción válida,

ya que está recogida en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia

Española (2018), de ahora en adelante DRAE, y significa «con mucha lentitud», pero se

perdería el matiz de la pesadez del personaje y de los movimientos a un lado y a otro.

Por lo tanto, me decanté por la locución adverbial andar o ir pisando huevos, cuyo

significado es «caminar lentamente, o mejor, con una lentitud desesperante», como

recoge Buitrago (2002: 49) en el Diccionario de dichos y frases hechas. 5.000 dichos y

frases hechas diferentes y 3.000 variantes de los mismos. Me pareció acertada porque la

imagen del adjetivo desesperante se puede aplicar a esos movimientos tambaleantes

propios de un sonámbulo.

Le patron moustachu ne sembla pas

l’entendre. Pourtant, quelques minutes

plus tard, il lécha sa petite cuillère,

gratta sa joue invalide et s’en retourna

dans sa chambre de son pas d’ours.

El hombre bigotudo no pareció

escucharla. No obstante, unos minutos

más tarde, dejó la cucharilla, se frotó su

mejilla inerte y fue a su habitación

pisando huevos.

Ejemplo 2

Otro caso es el de sentir son ventre se nouer en el ejemplo 3. Nos encontramos en una

escena en la que Nour observa detenidamente al dueño del albergue, preocupada por lo

que le pueda atormentar. El Dictionnaire de la langue française de Larousse (2019), de

ahora en adelante DLF, recoge la expresión nouer la gorge, l’estomac, cuya definición

Page 35: traducción al español de seis capítulos y comentario

30

es «serrer la gorge, l’estomac, en parlant d’une émotion». Dada la similitud en cuanto a

significado y ubicación corporal entre las palabras estomac y ventre, decidí dar como

válida esta definición y trasladar el significado al español. Ponérsele un nudo en la

garganta es mi propuesta de traducción porque, según el DRAE, se refiere a una

persona que no puede hablar por susto, pena o vergüenza; aquí es el miedo y la

preocupación que Nour siente por lo que pueda estar pensando el señor Yvon.

Mais elle le connaissait trop bien pour

ne pas percevoir la détresse qui

l’accompagnait ce soir. Elle sentit son

ventre se nouer.

Pero ella lo conocía demasiado bien

como para no darse cuenta de la angustia

que lo acompañaba esa noche. Se le puso

un nudo en la garganta.

Ejemplo 3

Por último, me parece relevante explicar la traducción del ejemplo 4. Mettre tout ça

derrière eux se podría traducir palabra por palabra porque en francés se trata de una

imagen y se entendería fácilmente en español: dejar todo eso atrás. Otra opción sería

traducirlo por el verbo olvidar, ya que sería conveniente en este caso por el contexto,

pero ya aparece en el texto meta una línea más arriba y, además, no es una imagen —Se

lo daremos a ese hombre para que se calle y olvidaremos todo esto—. No obstante, he

decidido traducirlo como pasar página porque, según el DRAE, significa «dar por

terminado algo».Otra locución posible sería hacer borrón y cuenta nueva, pero es una

expresión coloquial y, aunque en otros fragmentos del original aparecen coloquialismos,

he creído conveniente no utilizarlo para respetar el registro estándar de este fragmento.

Du regard, Monsieur Yvon la priait

d’accepter. Pour mettre tout ça derrière

eux. Pour se dire que l’insouciance était

encore possible. Pour vivre, enfin.

Con la mirada, el señor Yvon le rogaba

que aceptara. Para pasar página. Para

decirse que la tranquilidad aún existía.

Para, al fin y al cabo, vivir.

Ejemplo 4

Page 36: traducción al español de seis capítulos y comentario

31

3.2. Los pronombres personales on y nous

La lengua francesa se caracteriza por el uso constante del pronombre personal on, cuya

interpretación y traducción varía dependiendo de la situación comunicativa porque no

existe un pronombre equivalente en español.

Tomando como obra de referencia la Grammaire du français contemporain de Larousse

(1980), de ahora en adelante GFC, se explicarán los diferentes valores del pronombre on

y se ejemplificarán con un fragmento del original y mi propuesta de traducción.

El principal valor del pronombre on es su equivalencia con el pronombre de primera

persona del plural nous. El ejemplo 5 muestra este valor y resulta interesante

comentarlo para explicar la interpretación que he hecho de la escena. Nour le está

contando a su jefe por qué dejo su hogar. Balbucea —acción representada con puntos

suspensivos— porque le cuesta hablar. Entonces, utiliza el pronombre on para referirse

a que, en un primer momento, la ruptura con su pareja había sido decisión de los dos.

Luego lo rectifica al utilizar la primera persona del singular, je venais de quitter. Este

cambio de pronombre personal es lo que he querido reflejar en la lengua meta y, en este

caso, he hecho que Nour cambiara la conjugación verbal.

— Voilà… eh bien… Eh bien ce jour-là

vous m’avez sauvé la vie. On… Enfin je

venais de quitter mon mari. Un homme

violent. Physiquement et moralement.

—Exacto… y bueno… Y bueno, ese día me

salvó la vida. Acabábamos de… En fin,

acababa de dejar a mi marido. Un

hombre violento, física y moralmente.

Ejemplo 5

Otro valor del pronombre on es referirse a un individuo cuya identidad no se conoce. En

el ejemplo 6, el emisor es el señor Yvon y se queja del cacareo de un gallo, al que

desearía que matara fuera quien fuera. Teniendo en cuenta esto, lo he traducido por

alguien.

Un coq cria au loin. Si on pouvait lui

tordre le cou à celui-là aussi. Tiens ! Il

mettrait un coq au vin au menu du jour !

Un gallo cacareó en la lejanía. ¡Y si

encima alguien pudiera torcerle el cuello

a ese animal! ¡Vaya! ¡Haría un buen

estofado y lo pondría en el menú del día!

Ejemplo 6

En el ejemplo 7, aparece el pronombre on en dos frases seguidas y con un valor

diferente en cada caso. En el primero, el pronombre engloba una totalidad porque hace

Page 37: traducción al español de seis capítulos y comentario

32

referencia a una generalización que todo el mundo conoce. El emisor es el narrador y da

a entender que lo que está diciendo es una verdad universal. En el segundo caso, hace

referencia a un grupo de gente cuya identidad no es del todo precisa, como ocurre con

los rumores y las habladurías. El emisor es el narrador y con esta pregunta se refiere a la

frase anterior como algo que se dice y se oye habitualmente entre la gente.

On reconnaît le bonheur au bruit qu’il

fait en claquant la porte. C’est ce qu’on

dit, n’est-ce pas ?

Sabemos cuándo la felicidad llama a la

puerta. Eso es lo que dicen, ¿no?

Ejemplo 7

Por el contrario, el pronombre nous aparece muy puntualmente en el texto original. En

la segunda historia abunda mucho más el pronombre on, ya que los personajes que

aparecen tienden a utilizar coloquialismos y tonos informales. El único personaje que lo

utiliza poco más de tres veces es el señor Yvon en la primera historia, concretamente en

situaciones donde quiere expresar seriedad, como en el ejemplo 8, ya que con este

pronombre el lenguaje es más serio y formal.

— N’en parlons plus, insista Monsieur

Yvon, visiblement pressé d’aller se

recoucher. Il ne faudrait pas effrayer les

locataires.

—No hablemos más de esto —insistió el

señor Yvon, aparentemente con prisa de ir

a dormir—. No deberíamos asustar a los

huéspedes.

Ejemplo 8

Page 38: traducción al español de seis capítulos y comentario

33

3.3. El voseo y el tuteo

El pronombre personal tu «désigne explicitement un interlocuteur unique (que celui-ci

soit présent ou absent)», según Charaudeau (1992: 123) en la Grammaire du sens et de

l’expression. Si comparamos esta definición con la del pronombre vous de esta misma

gramática, descubrimos que hay un ligero matiz: «désigne explicitement un

interlocuteur unique (ou multiple) aux mêmes condition que tu, lorsque le locuteur

s’adresse à celui-ci avec politesse». A partir de estas definiciones, se puede concluir que

vous es una forma de cortesía y de formalidad, mientras que tu designa todo lo

contrario. Dicho esto, a continuación he analizado las apariciones de estos pronombres

en el fragmento que he traducido.

Los personajes que intervienen en los capítulos 9, 12 y 17 son el señor Yvon, el dueño

del albergue, y Nour, la cocinera. A pesar de conocerse desde hace muchos años,

siempre utilizan el pronombre vous por la relación profesional jefe-empleada que los

une. Además, Nour se dirige al hombre con la forma señor, apelación que refleja y

recuerda su avanzada edad, además de ser un aspecto característico de la formalidad y

del voseo. He decidido mantener en español este trato con la forma usted, como se

muestra en el ejemplo 9, porque así se pueden diferenciar las situaciones en que otros

personajes utilizan el pronombre tu, como Nour cuando se dirige a su gato.

Qui vous écrit ces lettres que vous vous

obstinez à cacher?

¿Quién le ha escrito esas cartas que se

empeña en esconder?

Ejemplo 9

Respecto a la segunda historia, Paulette siempre se dirige con el pronombre vous, ya sea

hacia Paolo, los borrachos del bar o el señor Georges. Por eso, en los tres casos he

decidido mantener en la traducción la forma de usted, como se muestra en el ejemplo 10

al dirigirse a Gérard y Jean-Claude, los borrachos del bar.

— Si vous voulez des pronostics, il faut

payer. La dernière fois, c’était pour

essayer. Vous avez vu que monsieur

Georges est un parieur de qualité. Si

vous voulez un conseil, vous savez ce

qu’il vous reste à faire.

—Si quieren pronósticos, tienen que

pagar. La última vez era de prueba. Han

visto que el señor Georges es un

apostador de primera calidad. Si quieren

un consejo, ya saben lo que tienen que

hacer.

Ejemplo 10

Page 39: traducción al español de seis capítulos y comentario

34

Un caso especial es el de Gérard y Jean-Claude porque, aunque entre ellos se tuteen,

mezclan las formas de vous y tu cuando se dirigen al señor Georges, además de llamarlo

Joe. He supuesto que esto sucede porque están borrachos y en lo último que piensan es

en cómo hablarle. Así pues, he decidido mantener esta discordancia en la versión en

español para también reflejar la actitud indiferente de estos dos ebrios. En los ejemplos

11 y 12 se puede comprobar cómo utilizan el voseo y el tuteo, respectivamente.

Comment qu’vous faites pour gagner

autant ?

¿Qué hace para ganar tanto?

Ejemplo 11

— Attends Joe ! Tu vas pas nous refaire

ton show là !

—¡Espera, Joe! ¡No volverás a hacer tu

numerito!

Ejemplo 12

Page 40: traducción al español de seis capítulos y comentario

35

3.4. Los posesivos

Según la GFC (1980: 247), la función del adjetivo y del pronombre posesivo es

«marquer un rapport d’appropriation et d’être ainsi l’équivalent de compléments du

substantif introduits par de». No obstante, este valor se utiliza con mucha más

frecuencia en la lengua francesa que en la española. Por eso, es de especial interés

comentar la traducción de los posesivos que aparecen en los capítulos que he traducido.

A continuación, he escogido diferentes ejemplo para mostrar las diferentes opciones de

traducción y evitar la excesiva repetición del posesivo en español.

Como se muestra en el ejemplo 13, he mantenido el posesivo en español porque va

acompañado del adjetivo respectifs y, por su significado de correspondencia, resulta

necesario conservar el posesivo para una mejor comprensión del texto.

L’affaire nettoyée, ils remontèrent à

leurs étages respectifs pour profiter de la

dernière heure de sommeil que leur

offrait le soleil.

Una vez todo limpio, subieron a sus

respectivos pisos para aprovechar la

última hora de sueño que les ofrecía el

sol.

Ejemplo 13

La siguiente oración, en el ejemplo 14, hace referencia a la miel que el señor Yvon está

buscando. El francés utiliza el posesivo porque refleja que este alimento es de su

posesión porque se lo va a comer. En español no se utiliza en este contexto porque se

daría a entender, por ejemplo, que en el tarro de miel hay una etiqueta con el nombre del

señor Yvon.

On aurait dit un ours en train de fouiller

une ruche pour y chercher son miel.

Parecía un oso hurgando en una colmena

en busca de miel.

Ejemplo 14

En el ejemplo 15, he optado por omitir el posesivo en francés y utilizar el pronombre

personal le porque, además de no repetir innecesariamente el posesivo, no se pierde el

matiz de referirse a Nour.

Elle frissonna. Monsieur Yvon posa une

main sur son épaule.

Se estremeció. El señor Yvon le puso la

mano sobre el hombro.

Ejemplo 15

Page 41: traducción al español de seis capítulos y comentario

36

En la siguiente oración, en el ejemplo 16, se sobreentiende que el felino toma leche cada

noche como de costumbre. El posesivo en francés denota esta práctica que Nour expresa

con el verbo attendre, ya que el gato no esperaría que le diese de beber si no fuera lo

habitual. Por lo tanto, en español he utilizado el adjetivo cada para mostrar esa rutina.

Je crois que Léon attend son lait du

soir…

Creo que Léon está esperando la leche de

cada noche…

Ejemplo 16

Los ejemplos 17, 18 y 19 reflejan el análisis en conjunto que he hecho de las

apariciones del sintagma son voisin, que permite encontrar la mejor opción de

traducción en cada caso.

La primera aparición de este sintagma se muestra en el ejemplo 17, escena en la que un

cliente del bar grita entusiasmado al haber ganado una apuesta de caballos. Entonces

intervienen Gérard y Jean-Claude, aunque en este momento el lector no los conoce. Así

pues, he decidido eliminar el posesivo son, pero dar a entender que los personajes están

uno al lado del otro como se sobreentiende en francés con voisin.

— Vous m’en remettez un petit ! ordonna

son voisin au serveur, le pantalon au ras

des fesses.

—¡Póngame un poco más! —dijo el de al

lado al camarero, con el pantalón a ras

de la cintura—. ¡El señor Georges invita!

Ejemplo 17

En el siguiente capítulo, el lector reconoce a estos dos personajes en la narración: «les

deux ivrognes de la dernière fois». En el diálogo que sigue a esta escena, se descubre el

nombre de uno de ellos, Gérard. En el momento que continúa la narración, aparece un

posesivo acompañado del sustantivo collègue, y entonces se da por hecho que Gérard y

el otro personaje tienen una mínima relación de amistad. Por esta razón, en el ejemplo

18 he optado por dejar el posesivo en español y acompañarlo del sustantivo amigo.

Son collègue fouilla les poches de son

pantalon, un vieux bleu de travail taché

qu’il portait bien trop bas sur les

hanches.

Su amigo buscó en los bolsillos del

pantalón, uno desgastado y manchado de

color azul del trabajo que llevaba

demasiado bajo en las caderas.

Ejemplo 18

Page 42: traducción al español de seis capítulos y comentario

37

Esto me lleva al comentario del ejemplo 19. Al contrario que en el anterior ejemplo con

el sustantivo voisin, esta vez lo he traducido como amigo porque en el texto original ya

ha quedado claro con la apelación collègue que Gérard y Jean-Claude, el otro personaje,

son amigos.

Il fit un clin d’œil à monsieur Georges et

donna un coup de couse à son voisin.

Le guiño un ojo al señor Georges y le dio

un codazo a su amigo.

Ejemplo 19

A modo de resumen, he creído conveniente ilustrar en la tabla 2 el proceso de

traducción que he seguido en estos tres ejemplos para esclarecer cómo me ha

condicionado cada decisión de traducción de este sintagma nominal.

Tabla 2. Resumen de la traducción del sintagma son voisin. Fuente: Elaboración propia.

Por último, en la oración del ejemplo 20 se utiliza el posesivo para expresar que algo es

característico de la personalidad de Paolo. Es un chico de pueblo que trabaja en el

negocio de frutas y verduras de su padre. En esta frase, el primer posesivo se utiliza

efectivamente para designar no solo que los cables son suyos, sino también ese

desorden que se da a entender en francés con fatras. Además, con el segundo posesivo

se sobreentiende que Paolo es un charlatán.

Et le lendemain, Paolo était arrivé avec

tout son fatras de fils et son bavardage

incessant.

Y al día siguiente, Paolo había llegado

con todo su revoltijo de cables y su charla

interminable.

Ejemplo 20

Primera aparición Son voisin El de al lado

Condicionamiento Son collègue Su amigo

Segunda aparición Son voisin Su amigo

Page 43: traducción al español de seis capítulos y comentario

38

3.5. Los participios

La lengua francesa posee dos tipos de participio: el participe présent y el participe

parfait. En este apartado he explicado, con la ayuda de diferentes ejemplos, las

decisiones que he tomado a la hora de traducirlos al español.

El participe présent, según la GFC (1980: 374), «s’appuie (sauf cas d’emploi absolu)

sur un substantif ou un pronom qu’il qualifie, à la façon d’une subordonnée relative.

[…] Il fonctionne comme un adjectif». Teniendo en cuenta esta definción, en la oración

del ejemplo 21 he traducido el participio donnant por una oración subordinada de

relativo en función de adjetivo.

Celle-ci était intacte, tout comme la

porte d’entrée donnant sur la rue, ainsi

que les fenêtres de la devanture.

Estaba intacta, igual que la puerta de

entrada que daba a la calle y las ventanas

del escaparate.

Ejemplo 21

Además, este participio «peut marquer un temps différent de l’époque du verbe

principal. Le sujet du participe est différent du sujet du verbe principal», según la GFC

(1980: 375). En el ejemplo 22, el sujeto del verbo principal es el señor Yvon y la acción

ocurre en el presente, mientras que el sujeto del participio es el padre del señor Yvon y

se refiere al pasado. Para traducirlo, he utilizado el gerundio porque posee carácter

adverbial.

Il se souvenait de son père, servant des

pommes de terre frites, comme son

grand-père auparavant, l’été en terrasse,

l’hiver au coin du feu.

Se acordaba de su padre sirviendo

patatas fritas, como también lo hizo su

abuelo en otro tiempo, en verano en la

terraza y en invierno cerca de la

chimenea.

Ejemplo 22

El participe parfait expresa una acción o proceso finalizado y manifiesta simultaneidad

con el verbo principal, como se explica en la GFC (1980: 377). Este valor temporal

corresponde al participio de la lengua española, razón por la que he traducido allongé

por el participio tumbado en el ejemplo 23.

Page 44: traducción al español de seis capítulos y comentario

39

Léon, allongé près d’elle, ne se donna

pas la peine de bouger.

Léon, tumbado a su lado, ni se inmutó.

Ejemplo 23

En los capítulos que he traducido me he encontrado en diferentes ocasiones con una

misma estructura de participio: un sintagma entre comas que describe el sustantivo al

que se refiere, cuyo núcleo es el verbo en participio. Así pues, en la oración del ejemplo

24 he decidido traducirlo por la preposición con y el participio en cuestión.

Au fond de la salle, monsieur Georges,

chemise blanche retroussée sur ses

avant-bras hâlés, était tout à la lecture

de Tiercé Magazine.

En el fondo, el señor Georges, con la

camisa blanca remangada por los codos,

estaba inmerso en la lectura de la revista

de las apuestas.

Ejemplo 24

Por último, dado su valor temporal de acción acabada, otra de las posibles traducciones

es utilizar el adverbio cuando o el sintagma una vez y el participio en español, como se

muestra en el ejemplo 25.

L’affaire nettoyée, ils remontèrent à

leurs étages respectifs pour profiter de la

dernière heure de sommeil que leur

offrait le soleil.

Una vez todo limpio, subieron a sus pisos

respectivos para aprovechar la última

hora de sueño que les ofrecía el sol.

Ejemplo 25

Page 45: traducción al español de seis capítulos y comentario

40

3.6. El vocabulario en Le bonheur n’a pas de rides

En las dos historias que he traducido aparecen diferentes referencias a comidas y

bebidas francesas, y en la segunda destaca el vocabulario referente a las apuestas de

carreras de caballos y a la hípica en general.

En primer lugar, cabe decir que la gastronomía es una característica cultural de cada

país. Teniendo en cuenta esto, he utilizado diferentes técnicas de traducción

dependiendo del contexto, de las connotaciones de la comida o bebida en cuestión y del

conocimiento del futuro lector de la versión en español. A continuación, en la tabla 3 se

muestran las técnicas de traducción que he utilizado con estos términos gastronómicos,

ordenados alfabéticamente. Como obras de referencia, he consultado La gastronomía

francesa de la A a la Z: diccionario gastronómico francés-español de Temmerman y

Chedorge (2001), de ahora en adelante DGFE, y Traducción y traductología.

Introducción a la traductología de Hurtado (2014), de ahora en adelante TYT. Más

adelante, he comentado aquellas palabras que, a mi parecer, han sido interesantes a la

hora de traducirlas, marcadas con un asterisco.

Francés Español Técnica de traducción

Coq au vin* Buen estofado Adaptación

Crème au chocolat Natilla de chocolate Adaptación

Crème brûlée Crema catalana Adaptación

Crème pâtissière Crema pastelera Traducción literal

Mousse de chocolat Mousse de chocolate Préstamo y traducción

Pastis* Chupito de anís Amplificación y adaptación

Porto Vino Generalización

Ramequin Pastelillo de queso Descripción

Spéculoos Galleta Generalización

Tarte au citron Tarta de limón Traducción literal

Vittel pêche* Agua con sabor a melocotón Descripción

Tabla 3. Técnicas de traducción de comidas y bebidas franceses. Fuente: Elaboración propia a partir de

DGFE y de TYT.

Page 46: traducción al español de seis capítulos y comentario

41

Para la traducción de coq au vin he decidido utilizar en español buen estofado. Ambos

platos se caracterizan por su proceso de elaboración —lo que en español he enfatizado

con el adjetivo buen—, típicos en sus países y cuya connotación podría ser una comida

en familia un domingo. La traducción de pollo al vino habría resultado extraña para el

lector en español, ya que no hubiera identificado este plato con un gran acontecimiento

o una reunión familiar, tal y como se sobreentiende en el texto original.

La palabra pastis en francés corresponde en significado a la española pastís, recogida en

el DRAE como «bebida alcohólica, a base de anís, típica de la región francesa de

Provenza, que suele consumirse mezclada con agua». Al traducirlo al español, he

pensado que la palabra chupito encajaría en el contexto porque, en mi opinión, el verbo

vider hace pensar que los personajes se beben el alcohol rápidamente. Además, en

español he especificado el tipo de alcohol para que no se pierda este matiz que en el

texto original ya se expresa con pastis.

Para la traducción de Vittel pêche he utilizado la técnica de descripción al traducirlo

como un agua con sabor a melocotón. He creído conveniente explicar que el señor

Georges no había pedido una simple botella de agua, ya que a lo largo de la novela se da

a entender que es un señor refinado, metódico y con carácter.

En segundo y último lugar, en la tabla 4 he recopilado el vocabulario específico de

apuestas de carreras de caballos y de hípica. He encontrado la información sobre las

apuestas en las páginas webs oficiales del PMU, empresa que se encarga de las apuestas

de carreras de caballos en Francia, y del Hipódromo de la Zarzuela de Madrid, el que

tiene más juego en España. Además, estuve en contactado con un pronosticador

especializado en carreras de caballos para poder conocer de primera mano este mundo.

Francés Significado Español

Casaque Chaqueta de seda de los yoqueis Chaqueta

Coupé placé Apostar por dos caballos que lleguen

entre los tres primeros, con once o más

participantes

Gemela colocada

Jockey Jinete profesional de carreras de caballos Yóquey

Miler Caballo especializado en carreras de entre

1 600 y 2 400 metros de distancia

Caballo de medio

fondo

Page 47: traducción al español de seis capítulos y comentario

42

Francés Significado Español

PMU Pari Mutuel Urbain. Apuestas de carreras

de caballos a escala nacional en Francia

Casa de apuestas de

carreras de caballos

Pur-sang Caballo de una raza que es producto del

cruce de la árabe con las del norte de

Europa

Purasangre

Quarté dans l’ordre Apostar por cuatro caballos en el orden

exacto de llegada

Apuesta por cuatro

caballos en orden

Quinté+ Apostar por cinco caballos en el orden

exacto de llegada

Apuesta por cinco

caballos en orden

Report placé Sucesión de apuestas de cualquier tipo en

diferentes carreras en un mismo día

Sucesión de apuestas

Simple placé Apostar por un caballo que llegue entre

los tres primeros si participan más de

once; entre los dos primeros si participan

menos de once

Colocado

Sprinter Caballo especializado en carreras de

menos de 1 600 metros de distancia

Velocista

Stayer Caballo especializado en carreras de más

de 2 400 metros de distancia

Fondista

Tiercé dans l’ordre Apostar por tres caballos en el orden

exacto de llegada

Trío

Turfiste Persona interesada en las carreras de

caballos, sobre todo para apostar en ellas

Aficionados

Tiercé Magazine Revista francesa especializada en

apuestas de carreras de caballos

Revista de apuestas

de carreras de

caballos

Tabla 4. Vocabulario de apuestas de carreras de caballos e hípica. Fuente: Elaboración propia a partir de

las páginas webs oficiales del PMU y del Hipódromo de la Zarzuela de Madrid, del DRAE, del DLF y de

preguntas a un pronosticador profesional.

Page 48: traducción al español de seis capítulos y comentario

43

4. CONCLUSIONES

Como se muestra en el trabajo, he traducido al español seis capítulos de Le bonheur n’a

pas de rides y, seguidamente, he comentado los seis aspectos del francés con más

concurrencia en el texto original.

Este trabajo es el resultado de mis cuatro años de estudios de traducción, una ocasión

que he aprovechado para trabajar en las dos lenguas que mejor domino, el francés y el

español. El texto que he traducido presenta diferentes dificultades, pero cabe decir que

la más conflictiva ha sido el vocabulario relacionado con la hípica. Era todo un reto que

podía resolver gracias a este trabajo, pero el camino hasta llegar a las soluciones que he

propuesto no ha sido fácil. Investigué varias páginas web en francés y en español sobre

apuestas de carreras de caballos y, después de descifrar los términos en francés, contacté

con un pronosticador profesional que me facilitó algunos términos en español. Para mí,

fue todo un desafío académico y personal porque, a pesar de no conocer el mundo de las

apuestas ni de la hípica, tuve que indagar sobre el tema. Este es uno de los encantos que

ofrece la traducción literaria, ya que el traductor que se dispone a traducir una obra

nunca sabe qué tipo de lenguaje encontrará en esas páginas.

Asimismo, creo que con este trabajo se ha conseguido aunar las principales dificultades

de traducción del francés al español. Por un lado, el pronombre on, el tratamiento de

vous y la constancia con la que se utilizan los posesivos y los participios son algunas de

las principales cuestiones que he estudiado a lo largo del grado. Por el otro lado, la

fraseología y el vocabulario son propios de cada lengua como consecuencia de su

cultura, por lo que supone una dificultad de traducción en cualquier combinación

lingüística. Gracias a este trabajo, he podido comprobar de primera mano que,

efectivamente, todas estas cuestiones son un verdadero problema en la traducción del

francés al español. Igualmente, he tenido el privilegio de traducir un texto de mi

elección y poder ponerme en la piel de una traductora que tiene en sus manos un

encargo de traducción real.

En relación con este hipotético encargo, no he podido traducir toda la obra por falta de

espacio y limitación de este trabajo. Por este motivo, más adelante me gustaría

continuar con esta traducción para poder tenerla completa en español, e incluso podría

proponer su publicación en una editorial. Aparte de las dificultades que acarrearía este

futuro trabajo, tendría que traducir su carta de presentación: el título. Le bonheur n’a

Page 49: traducción al español de seis capítulos y comentario

44

pas de rides es una clara metáfora de la historia de Paulette, quien encuentra por fin la

felicidad a su avanzada edad. Mis propuestas de traducción para el título de la novela en

su versión en español serían La felicidad no tiene arrugas, La felicidad no entiende de

edad o Nunca es tarde para ser feliz. También son metáforas en la lengua meta, ya que

la primera es una traducción literal y las otras dos muestran paralelismo con las

expresiones populares españolas el amor no entiende de edad y nunca es tarde para

[hacer algo].

Este trabajo ha conseguido finalmente sus objetivos: proponer una traducción natural y

fluida en la lengua meta siendo fiel al texto original, y un comentario donde se han

analizado las principales dificultades de traducción con sus respectivas soluciones y

explicaciones. A raíz de estos resultados, los ejemplos pueden ayudar a personas de este

ámbito de estudio a comprender las posibles traducciones que puede tener un aspecto

lingüístico. Además, el trabajo puede incitar a plantear nuevos trabajos de investigación.

La búsqueda que he hecho sobre la terminología de las apuestas podría dar el

pistoletazo de salida para, por ejemplo, completar la base de datos terminológica

Termium Plus del gobierno de Canadá. En este extenso glosario se recopilan términos

en francés que aparecen en el texto original pero clasificados en otro ámbito, otros se

recogen en inglés y en francés, pero no en español, y otros simplemente no aparecen.

Por último, cabe destacar que este trabajo me ha ofrecido la oportunidad de poner en

práctica mis conocimientos de traducción, despertar mi parte investigadora y disfrutar

de las dos lenguas que más me apasionan, el francés y el español, a las que quiero

dedicarme profesionalmente en un futuro.

Page 50: traducción al español de seis capítulos y comentario

45

5. BIBLIOGRAFÍA

Buitrago, A. (2009). Diccionario de dichos y frases hechas: 5.000 dichos y frases

hechas diferentes y 3.000 variantes de los mismos (3ª ed.). Madrid: Espasa.

Charaudeau P. (1992). Grammaire du sens et de l’expression. París: Hachette

Éducation.

Chevalier, J. C., Arrivé, M., Blanche-Benveniste, C. y Peytard, J. (1964). Grammaire

Larousse du français contemporain. Paris: Libraire Larousse.

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https://www.larousse.fr/dictionnaires/francais-monolingue

Hipódromo de La Zarzuela. (s.d.). Hipódromo de La Zarzuela de Madrid. Consultado

en https://www.hipodromodelazarzuela.es/apuestas

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Hurtado, A. (2014). Traducción y traductología: Introducción a la traductología (7ª

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Zone Turf. (2019). Consultado en https://www.zone-turf.fr/definition/

Page 51: traducción al español de seis capítulos y comentario

46

6. ANEXOS

6.1. Anexo 1: texto original en francés

Historia 1

9

Nour ouvrit les yeux.

Un rayon de lune caressa le pied de son édredon. Elle s’assit dans son lit et tendit

l’oreille. Un bruit de casseroles renversées lui parvint de la cour.

Léon, allongé près d’elle, ne se donna pas la peine de bouger. Le réveil indiquait cinq

heures. Qui pouvait donc faire autant de vacarme à une heure si matinale ? Dans sa

cuisine qui plus est ?

Nour sentit son cœur s’accélérer.

Elle attrapa sa robe de chambre et descendit à pas feutrés dans l’escalier. Les

marches craquèrent sous ses pieds. Elle retint son souffle.

Une porte claqua sans qu’elle puisse dire d’où cela provenait. Léon, peu téméraire,

l’observait depuis le palier de la chambre, ses yeux luisant dans la pénombre.

Nour se saisit d’un objet oblong et métallique que monsieur Yvon avait fixé au mur

du couloir en guise de décoration. Un ronflement puissant lui parvint de la chambre de

Marceline.

Elle s’arrêta à l’approche du rez-de-chaussée. Dans le clair-obscur se dessinaient les

tables, déjà dressées pour le déjeuner.

— Monsieur Yvon ? souffla-t-elle.

Puis plus fort :

— Qui est là ?

Seul le silence boisé de la brasserie lui répondit. Alors que ses yeux s’habituaient à

l’obscurité, elle fixa le grand miroir derrière le bar qui lui donnait une vue sur toute la

salle. Les carreaux rouges et blancs des nappes s’y reflétaient à l’envi.

Elle traversa la salle de restaurant avant de se ruer sur l’interrupteur. Au même

moment, Léon glissa entre ses jambes nues. Nour poussa un cri.

— Léon ! Tu me tueras un jour ! Si je te…

Elle s’arrêta, stupéfaite, et hurla :

— Monsieur Yvon ! Monsieur Yvon ! On a été cambriolés ! Venez vite ! Monsieur

Yvon !

Page 52: traducción al español de seis capítulos y comentario

47

Monsieur Yvon manqua de tomber dans les escaliers, son marcel blanc retroussé au-

dessus du ventre.

— Quoi ? Qu’y a-t-il ? Que se passe-t-il ? Mais enfin Nour ! Que faites-vous avec ma

corne de chasse à une heure pareille ?

Nour leva la tête vers monsieur Yvon. Elle tendit le bras vers le frigo à desserts où

quelques heures plus tôt trônait une demi-douzaine de mousses au chocolat. Une nappe

avait été arrachée de l’une des tables. Deux ramequins brisés gisaient au sol tandis que

les tartes au citron, à moitié dévorées, s’affalaient sur le carrelage en damier. Une chaise

renversée complétait le tableau de cet étrange champ de bataille.

Un courant d’air leur parvint de la cuisine. La porte-fenêtre était grande ouverte.

Quelques feuilles mortes s’engouffrèrent dans la petite salle. Nour frissonna dans sa

chemise de nuit.

Monsieur Yvon se rua sur la caisse. Celle-ci était intacte, tout comme la porte

d’entrée donnant sur la rue, ainsi que les fenêtres de la devanture. La moustache

ébouriffée, le patron se contenta de secouer la tête. De toute évidence, le coupable était

déjà parti.

— Allons, fermez la fenêtre Nour s’il vous plaît. C’est probablement un groupe

d’enfants qui a joué à se faire peur. Je mettrai un verrou supplémentaire demain et

m’assurerai de parler aux parents du village.

Nour leva un sourcil circonspect tout en ramassant les bris de ramequins.

— N’en parlons plus, insista monsieur Yvon, visiblement pressé d’aller se recoucher.

Il ne faudrait pas effrayer les locataires.

L’affaire nettoyée, ils remontèrent à leurs étages respectifs pour profiter de la

dernière heure de sommeil que leur offrait le soleil.

Nour se glissa dans son lit. Dehors, quelques oiseaux s’éveillaient.

Ce cambriolage la tourmentait. En quinze ans passés à l’auberge, cela n’était jamais

arrivé. Qui cambriolait un restaurant à cinq heures du matin ? Ça ne faisait aucun sens !

Et pourquoi semblait-elle être la seule à s’en inquiéter ?

Elle tourna et retourna dans son lit, agacée à l’idée que monsieur Yvon puisse

terminer sa nuit sans souci.

Un étage plus bas, sous le parquet usé qui séparait sa chambre de celle du patron,

l’heure n’était pas non plus au repos. Les yeux grands ouverts dans la pénombre déjà

Page 53: traducción al español de seis capítulos y comentario

48

déclinante du petit matin, monsieur Yvon fixait le plafond, incapable de trouver le

sommeil.

Le cambriolage était une mise en garde du corbeau. Qu’est-ce que ça pouvait être

d’autre ? Aujourd’hui le chariot à desserts, demain la caisse, et après ? Jusqu’où était-il

prêt à aller ? Monsieur Yvon déglutit, crispé.

Il repensa à la lettre qu’il avait reçue la veille. Une de plus à ajouter à la série de

menaces dont il était l’objet depuis bientôt un mois. Le dernier message était on ne peut

plus clair : monsieur Yvon n’était pas la cible du maître-chanteur.

La cible, c’était Nour.

Pourquoi, comment, Dieu seul savait. Et la cuisinière aussi probablement. L’auteur

des lettres devait les avoir observés un moment avant de déduire que monsieur Yvon

ferait une victime idéale. C’était lui le propriétaire de l’auberge. Lui qui était derrière la

caisse. Lui qui n’aurait pas fait de mal à une mouche, et encore moins si d’elle

dépendait la survie du restaurant. Lui, enfin, qui se sentait responsable de tout et de tout

le monde. Et surtout de Nour.

Monsieur Yvon se recroquevilla dans son lit. Il se sentait terriblement seul. Comment

était-il supposé faire face à tout cela ? Les lettres, les menaces. Maintenant le

cambriolage. Le premier en trente ans de service ! Et puis la Paulette avec ses absences !

Ça aussi, on s’en serait bien passé. Elle lui faisait presque de la peine. Abandonnée par

sa famille, perdue dans son monde imaginaire qui prenait l’eau. Et son fils qui semblait

s’en soucier comme de sa première chemise !

Non, il n’était pas supposé faire face à ça tout seul. L’image de Roland s’imposa à

lui. Son saxo sur l’épaule. Toujours souriant. Rien n’était jamais grave pour lui.

« T’inquiète frérot ! » qu’il disait. « Ça va s’arranger ! »

Un coq cria au loin.

Si on pouvait lui tordre le cou à celui-là aussi. Tiens ! Il mettrait un coq au vin au

menu du jour ! Monsieur Yvon soupira sous sa moustache poivre et sel et, le jour

venant, se résolut à contrecœur à sortir de son lit.

12

La maisonnée dormait à poings fermés quand Léon poussa un miaulement terrifiant.

Nour sursauta. Les sens en éveil, elle s’assura qu’elle n’avait pas rêvé. Elle ne

dormait que d’un œil depuis le cambriolage. Terrifiée à l’idée que quelqu’un

s’introduise dans sa chambre en pleine nuit pour lui trancher la gorge.

Page 54: traducción al español de seis capítulos y comentario

49

Un bruit sourd lui parvint de la cour. Elle frissonna et sortit en toute hâte de son lit.

S’agenouillant sur le parquet qu’elle savait fin, elle souffla en direction de la chambre

de monsieur Yvon qui dormait quelques mètres plus bas :

— Monsieur Yvon ! Monsieur Yvon ! Réveillez-vous, ils sont revenus ! Monsieur

Yvon !

Elle plaqua son oreille au sol, mais seul le silence lui répondit.

Armée de la corne de chasse, elle descendit les escaliers avant de s’immobiliser à

quelques marches du rez-de-chaussée.

Debout devant le frigo à desserts et en petite tenue, monsieur Yvon fixait la rangée

de crèmes au chocolat, comme hébété.

— Monsieur Yvon ?

Ce dernier ne réagit pas, se contentant de saisir une cuillère à soupe dans le casier à

couverts.

Elle s’approcha sans un bruit.

Monsieur Yvon croqua dans une tarte au citron, les yeux dans le vague. Des miettes

s’écrasèrent à ses pieds. Sa bouche était couverte de crème pâtissière.

— Monsieur Yvon !

Nour resta bouche bée.

Le patron mangeait vite et salement. On aurait dit un ours en train de fouiller une

ruche pour y chercher son miel. La tarte au citron engloutie, il saisit maladroitement une

crème au chocolat. Le cœur de Nour se remit à battre plus lentement. C’était donc ça.

Un somnambule gourmand…

Elle pouffa à l’idée que quelqu’un puisse les surprendre, elle en chemise de nuit, une

corne de chasse à la main, et monsieur Yvon en slip, la tête dans le frigo à desserts.

Elle se rappela avoir lu quelque part qu’il ne fallait pas réveiller les marcheurs de

nuit. Mais les desserts disparaissaient à vitesse grand V. Elle se glissa de l’autre côté du

frigo et entreprit de sauver les crèmes brûlées qu’elle avait préparées pour le lendemain.

Deux heures de travail que monsieur Yvon engloutissait sans scrupule.

— Monsieur Yvon, ces desserts sont pour les clients, lui souffla-t-elle.

Le quinquagénaire ne réagit pas.

— Monsieur Yvon ! Retournez vous coucher ou nous n’aurons plus rien à servir

demain !

Page 55: traducción al español de seis capítulos y comentario

50

Le patron moustachu ne sembla pas l’entendre. Pourtant, quelques minutes plus tard,

il lécha sa petite cuillère, gratta sa joue invalide et s’en retourna dans sa chambre de son

pas d’ours.

Nour se laissa tomber sur une chaise. D’aussi loin qu’elle s’en souvienne, elle n’avait

jamais été témoin d’une telle activité nocturne. Il était temps qu’elle et monsieur Yvon

aient une sérieuse discussion. Quelque chose ne tournait pas rond.

17

Le soir tombait sur l’auberge.

Une rosée bienvenue perla bientôt sur les plantes. Assis dans le jardin, monsieur

Yvon fixait le ciel d’un air songeur. Son cœur battait encore à un rythme soutenu sans

qu’il puisse le mettre au pas. Quand le monde était-il devenu si compliqué ? Il se

souvenait de son père, servant des pommes de terre frites, comme son grand-père

auparavant, l’été en terrasse, l’hiver au coin du feu. Il accueillait les clients par leur

prénom, avec son sourire de travers et une coupelle d’olives vertes. En ce temps-là,

personne ne venait vous menacer chez vous pour une poignée de billets !

Il interrogea son père en quête d’un signe de sa part. Que fallait-il faire ? Les étoiles

le fixaient en silence. Qu’aurait fait Raymond à sa place ? Le ciel de monsieur Yvon

était peuplé d’étoiles bienveillantes, parties trop tôt.

Monsieur Yvon se rappela les années tendres où, avec son jumeau, ils faisaient de la

planche à roulettes sur les mains pour impressionner les filles du quartier. Puis les

verres de limonade, à l’ombre des tilleuls. La taille fine de leurs admiratrices, qui

buvaient leurs récits d’aventuriers. Les soirées où on jouait aux cartes et où Raymond et

lui raflaient toujours la mise. Leur complicité valait tous les stratagèmes et un seul

regard leur permettait de remporter n’importe quelle partie.

Une vague de nostalgie le submergea. On reconnaît le bonheur au bruit qu’il fait en

claquant la porte. C’est ce qu’on dit, n’est-ce pas ? Glissant sa main dans sa gabardine,

il en tira sa pipe qu’il fourragea lentement. C’est le moment que choisit Nour pour le

rejoindre, une tisane au creux des mains. Elle s’assit en silence.

Le visage du patron était fermé, ses traits tirés. Ses mâchoires se contractaient à

intervalles réguliers.

— Tout va bien ? glissa-t-elle doucement.

Monsieur Yvon ne cilla pas, concentré sur l’obscurité qui déjà recouvrait les champs

au loin. Les contours de leurs silhouettes se faisaient plus flous. Seuls les yeux vairons

Page 56: traducción al español de seis capítulos y comentario

51

de monsieur Yvon luisaient dans la pénombre ; deux petites billes brillantes et de tailles

inégales.

Elle s’apprêtait à lui souhaiter bonne nuit quand monsieur Yvon brisa le silence :

— Faut arroser la menthe. Elle a soif.

Nour acquiesça en silence. Un chien aboya au loin.

— Foutue journée… lâcha monsieur Yvon en secouant la tête de droite à gauche.

Il se leva et saisit le tuyau d’arrosage. L’eau fraîche éclaboussa le petit potager. Une

odeur de terre mouillée remonta dans l’air du soir. Monsieur Yvon arrosa les plants

d’aromates un à un. Un parfum gourmand mêlé de menthe et de basilic chatouilla le nez

de la cuisinière.

Monsieur Yvon désaltéra le pied de lilas, les deux pommiers, le mimosa. Et termina

par le poirier qu’il gardait toujours pour la fin. Le bruit cristallin de l’eau, assourdi par

la terre qui sursaute et s’abreuve, le ramenait à l’origine de l’Homme. Combien de

générations avant lui avaient désaltéré en silence leurs plants, s’abandonnant à la

contemplation de la nature ? Ce geste doux et rassurant, effectué dans l’intimité du soir,

portait en lui la promesse de jours meilleurs. Pourtant, cette fois-ci, la pureté de l’instant

ne réussit pas à chasser les démons qui peuplaient l’esprit du jardinier.

Nour, habituée de ce rituel, l’observait en silence. Le patron lui semblait si fragile, le

dos voûté, attentif à rendre ses végétaux heureux comme si tout le reste n’avait plus

d’importance. Mais elle le connaissait trop bien pour ne pas percevoir la détresse qui

l’accompagnait ce soir. Elle sentit son ventre se nouer.

Tel un charmeur de serpents, monsieur Yvon enroula avec soin le tuyau sur sa base.

Puis il se laissa retomber sur sa chaise. Une lassitude palpable alourdissait ses

mouvements.

Ils restèrent ainsi un long moment à regarder le ciel. Sans bruit. Leur ouïe eût-elle été

aussi fine que celle de Léon, qu’ils eussent pu entendre les étoiles chuchoter au loin.

— Monsieur Yvon, lâcha-t-elle soudain, je sais qui est l’auteur des cambriolages de

l’armoire à desserts. Et ça ne va pas vous plaire.

Monsieur Yvon se redressa, les sourcils froncés.

Il sortit la pipe de sa bouche.

— Qui ? Qui est-ce ?

Nour le fixa sans répondre.

— Les petits de la Mireille ? Le fils de Violaine Parmentier ?... Les petits de la

Mireille ! Ah ! J’en étais sûr ! Je vais m’en…

Page 57: traducción al español de seis capítulos y comentario

52

Nour l’arrêta.

— Non, monsieur Yvon. C’est vous.

Monsieur Yvon la regarda comme si elle avait perdu la raison.

— Comment ça : « C’est vous » ?

— Monsieur Yvon, avez-vous déjà fait des crises de somnambulisme auparavant ?

Il se caressa la moustache, perplexe.

— Non, non, pas que je sache, enfin peut-être étant enfant, mais ça remonte à loin…

— Monsieur Yvon, est-ce que quelque chose vous tracasse ?

Il soupira. Une chouette hulula dans le lointain. Un grillon lui répondit.

— On commence à se connaître un peu, dit Nour. On n’est pas toujours d’accord sur

les légumes à mettre au menu, mais…

— Nour, je ne pense pas qu’il faille que je vous implique dans tout ça.

Nour feignit d’ignorer le ton ferme de monsieur Yvon.

— Qui vous écrit ces lettres que vous vous obstinez à cacher ?

Monsieur Yvon tressaillit. Les secrets ne le restaient jamais longtemps dans ce

village minuscule. Il tira lentement sur sa pipe avant de soupirer lourdement.

— Je n’en ai aucune idée… Tout ce que je sais c’est que lui vous connaît. Il prétend

savoir des choses sur votre passé que nous n’aurions pas intérêt à laisser s’ébruiter.

Nour ne respirait plus. Son cœur battait à tout rompre.

— Écoutez, Nour… reprit-il. Je ne veux pas me mêler de ce qui ne me regarde pas.

L’auberge a besoin de vous et je veux que vous sachiez que je suis là pour vous…

— Il vous demande de l’argent, c’est ça ?

— Oui.

— Beaucoup d’argent ?

— Je crois qu’on peut dire ça, oui.

Nour déglutit péniblement.

— Pour tout vous dire, j’aurais déjà payé cet homme si les caisses de l’auberge

étaient un peu plus remplies, dit monsieur Yvon.

— Oh monsieur Yvon ! gémit Nour.

Un gouffre venait de s’ouvrir sous ses pieds. Elle le regardait, avachi sur la chaise de

jardin, lui d’habitude si grand, et soudain si fragile, au milieu de ce petit monde de

chlorophylle. Elle se surprit à craindre pour lui davantage que pour elle-même.

Elle prit son courage à deux mains.

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53

— Monsieur Yvon, je vous dois une explication… Voilà, je… Je ne sais pas trop par

où commencer… Peut-être par la fin. Vous vous souvenez de quand je suis venue pour

l’annonce ? Quand vous cherchiez une nouvelle cuisinière ?

— Oui, bien sûr… Ça fait un bail. C’était juste avant l’arrivée d’Hippolyte. Il avait

fait très froid cet hiver-là, les jonquilles…

Il ne prit pas la peine de finir sa phrase.

— Voilà… eh bien… Eh bien ce jour-là vous m’avez sauvé la vie. On… Enfin je

venais de quitter mon mari. Un homme violent. Physiquement et moralement. Un jour

j’étais la plus belle, il me couvrait de bijoux, de compliments, adorait ma cuisine et la

couleur de mes yeux. Le lendemain, eh bien… le lendemain il me dénigrait devant nos

amis et m’insultait devant ma mère. La veille de mon départ, sous prétexte que la table

n’était pas mise à son retour du travail, il m’a jeté au visage une poêle pleine d’huile

bouillante. J’ai réussi à protéger mes yeux, mais mes bras en gardent encore la trace.

Elle resserra son chandail sur sa poitrine. Monsieur Yvon remarqua qu’elle tremblait.

— Pour plein de mauvaises raisons, je suis restée longtemps en espérant qu’il

change. Et puis un jour, j’ai décidé de partir. Je n’avais plus le choix.

Elle laissa passer un silence.

— Mais là d’où je viens, au pays je parle, c’est un homme puissant. Il connaît

beaucoup de monde. Je savais qu’il ne laisserait jamais tomber. Je me doutais qu’il me

chercherait. Et si je suis encore là pour en parler, c’est parce que vous monsieur Yvon,

vous avez accepté de me faire confiance. L’auberge était suffisamment discrète. Un

village qui compte plus de vaches que d’habitants… Qui allait venir me chercher ici ?

J’ai changé de nom, de coiffure. Et je me suis faite petite. Enfin… C’est ce que je

pensais.

Elle frissonna. Monsieur Yvon posa une main sur son épaule. Il ne savait pas quoi

dire. Et puis en fait, si, il savait.

— Nour, cet argent, on va le trouver. On va le donner à cet homme pour le faire taire.

Et ensuite on oubliera tout ça.

Du regard, monsieur Yvon la priait d’accepter. Pour mettre tout ça derrière eux. Pour

se dire que l’insouciance était encore possible. Pour vivre, enfin.

Nour savait que rien n’était jamais aussi simple. Mais ce soir, sous les branches du

poirier qui cachaient les étoiles, elle décida de croire monsieur Yvon et sa joue

immobile.

— Tout ce qu’il nous faut, c’est des idées Nour. Des idées lucratives.

Page 59: traducción al español de seis capítulos y comentario

54

Il sourit à demi et lui prit la main.

Le cœur de Nour s’emplit de gratitude. Elle priait chaque soir pour cet homme qui lui

avait sauvé la vie. Même quand ils s’accrochaient sur une histoire de courgettes ou de

pommes de terre frites. Elle remercia à nouveau le ciel de l’avoir mis sur son chemin.

Un miaulement se fit entendre dans l’obscurité.

— Je crois que Léon attend son lait du soir…

— Bonne nuit Nour.

— Bonne nuit monsieur Yvon. Et merci.

Monsieur Yvon resta un moment dans le noir à écouter les insectes. D’habitude il

parlait aux limaces. Il les menaçait gentiment de les mettre au plat du jour si elles

s’attaquaient aux laitues. Mais ce soir, le cœur n’y était pas.

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55

Historia 2

13

Paulette glissa l’enveloppe dans son sac à main.

Elle enfila une paire de chaussures confortables et se dépêcha de sortir, son chapeau

sur la tête.

Il fallait qu’elle prenne l’air ! Elle n’en pouvait plus d’être enfermée ici, avec pour

seule compagnie une Marceline qui commentait du matin au soir la rubrique des chats

écrasés, quand elle ne s’escrimait pas sur ses tickets à gratter. Et cette chaleur ! Pas un

brin d’air dans le restaurant, tout juste un ventilateur posé dans un coin qui brassait de

l’air chaud.

Il était encore tôt. Elle partit d’un bon pas en direction du village voisin, celui qui se

targuait d’avoir un salon de coiffure et un petit bureau de poste.

Léon l’observait du haut d’un muret. Il secoua la queue et miaula. Paulette tenta de le

chasser d’un coup d’éventail. Léon ne bougea pas, hors d’atteinte de la vieille dame.

Paulette détestait ce greffier. Sans cesse à fureter partout. Elle retrouvait même des poils

de chat sur son oreiller ! On aurait dit qu’il s’empressait de rapporter à la cuisinière ses

moindres faits et gestes. Elle maudit le chat jusqu’à ce qu’il disparaisse de sa vue. Sale

bête.

Elle remonta son sac à main sur son épaule. Le chèque d’engagement pour les Hauts-

de-Gassan partirait ce jour. Sur le contrat, elle avait imité la signature de Philippe en

s’assurant que les prochaines factures soient envoyées à son domicile.

Une vache meugla sur son passage ; elle chassa une mouche d’un coup de queue

habitué. Le bitume réverbérait déjà les rayons du soleil. Paulette s’épongea le front. Un

Klaxon se fit entendre derrière elle. Quelques secondes plus tard, une camionnette

blanche s’arrêta à son niveau. PETITJEAN Père et Fils s’affichait en grosses lettres sur

le flanc du véhicule. Autour, une farandole de fruits et légumes multicolores était

partiellement recouverte de poussière.

— Je vous dépose ? lui lança Paolo par la portière.

Pour une fois qu’il savait se rendre utile celui-là, c’était pas de refus !

Paulette escalada le marchepied et se glissa derrière le pare-brise. Elle poussa un

soupir sonore. Paolo, rasé de près dans son jogging blanc immaculé, lui sourit avant

d’enclencher la première.

— Va faire chaud aujourd’hui hein !

Elle s’éventa.

Page 61: traducción al español de seis capítulos y comentario

56

— À qui le dites-vous !

— Vous allez où ?

— À la Poste.

Paolo démarra en sifflotant.

Dans la radio, un journaliste égrenait les nouvelles du monde. Un tsunami dans une

île du Pacifique, un accident de la route dans le Larzac, un scandale politique dans les

urnes. Et enfin, le sport, seule touche de légèreté dans ce monde en voie d’extinction.

Paolo protesta :

— Ils passent leur temps à nous donner de mauvaises nouvelles. Et la mort d’untel

par-ci, et la fin des haricots par-là. Alors que franchement, quand on en cherche des

bonnes nouvelles, il y en a ! C’est vrai c’que j’dis non ?

Paolo, qui commençait à connaître la Paulette, n’attendit pas de réponse. Il tourna le

bouton et changea de fréquence. Un classique de Jean-Jacques Goldman se fit entendre.

À la surprise de la vieille dame, Paolo chantonna. La camionnette ralentit à l’approche

d’un dos-d’âne. Ils entrèrent dans un petit bourg fleuri. Paolo salua d’un coup de

Klaxon une demi-douzaine de personnes avant de s’arrêter devant une allée arborée.

— Et voilà, vous y êtes.

Paulette chercha comment ouvrir la porte.

Paolo lâcha :

— Au fait j’voulais vous dire…

— Quoi ? aboya-t-elle, plus brusquement qu’elle ne l’aurait voulu.

Paolo la fixa avant de détourner ses yeux vers la route.

— Non, laissez tomber... Au revoir madame Paulette.

Elle s’attarda un instant sur le fauteuil troué. Puis, sentant la chaleur qui s’insinuait

dans l’habitacle, elle attrapa sa canne et disparut à l’ombre d’un marronnier.

Le bureau de poste n’était pas encore ouvert. Elle pesta contre la paresse provinciale

avant d’apercevoir un troquet et sa terrasse aux parasols rouges et blancs.

La salle était fraîche. Au plafond pendait un ruban adhésif recouvert de mouches

noires et grasses. Leurs ailes s’agitaient doucement sous l’effet des pales qui tournaient

au plafond. Elle se glissa derrière une petite table et commanda un thé glacé. « Avec un

croissant ! » ajouta-t-elle à l’intention de la patronne derrière le comptoir. Celle-ci tendit

un paquet de cigarettes à un jeune homme en salopette. Il avait la peau brunie par le

soleil et une casquette décolorée vissée sur le crâne.

Page 62: traducción al español de seis capítulos y comentario

57

— Et deux tickets de Loto, ajouta ce dernier.

Le bar-tabac semblait débiter autant de tickets à gratter que de cigarettes. Paulette

songea que cela avait sûrement à voir avec la morosité ambiante de ce coin oublié de la

France. Elle prit une gorgée de son thé, savourant la fraîcheur qui prenait d’assaut son

palais. Peu importait que la table fût poisseuse et la chaise bancale : les glaçons qui

s’entrechoquaient dans son verre excusaient tout. Elle croqua dans un croissant un peu

sec. Au même moment, la patronne s’exclama à l’attention de l’homme qui lui avait

tendu son ticket :

— Tiercé et Quarté dans l’ordre ! Cinq cent quatre-vingt-cinq euros ! Pour quarante-

cinq euros de mise, tiens !

Un habitué au visage rougeaud applaudit :

— Bravo monsieur ! Vous allez nous siphonner le PMU à ce rythme-là !

— Vous m’en remettez un petit ! ordonna son voisin au serveur, le pantalon au ras

des fesses. C’est le ‘sieur Georges qui paye sa tournée !

Paulette leva un sourcil. Près du comptoir, monsieur Georges trinquait malgré lui

avec les deux piliers du bar. Il serrait dans sa main son reçu, mal à l’aise.

— Alors, dites-nous Joe ! On peut vous appeler Joe hein ? demanda l’un d’eux à

monsieur Georges. Comment qu’vous faites pour gagner autant ? Faut qu’on mise quoi

nous autres aujourd’hui ?

— Eh bien… hésita le vieil homme.

— Allez, soyez pas pansu quoi ! Faites donc voir vot’ baveux là !

Il s’appropria le dernier numéro de Tiercé Magazine que monsieur Georges tenait

sous son bras.

— Tenez, c’ui là par exemple, Prince du Verger, c’est un beau nom ça ! Numéro 4. Y

va gagner c’ui là Joe ?

— Si j’étais vous, je ne parierais pas sur lui… dit monsieur Georges.

— Lequel alors ? Vas-y, on t’écoute !

— Eh bien… Cagnes-sur-Mer c’est un parcours en seize cents mètres, piste en sable

fibreuse... Je vous recommanderais plutôt Aticus qui était 3e d’un Quinté+ du Prix de

Cagnes sur gazon. C’est une course de référence qui plaide bien en sa faveur et…

— Tu comprends c’qui dit toi ? demanda le rougeaud à son voisin.

L’autre, le nez dans son verre de porto, secoua la tête.

Monsieur Georges saisit une petite feuille quadrillée et cocha quelques numéros

avant de la tendre à ses interlocuteurs.

Page 63: traducción al español de seis capítulos y comentario

58

— Voilà. C’est 2 € le Quinté. Si j’étais vous, c’est ce que je jouerais.

Les deux hommes fixèrent le papier en hochant la tête. Monsieur Georges en profita

pour s’éclipser en prenant soin de récupérer son journal.

Il s’attabla et commanda un café. Lorsque la serveuse disparut, Paulette apparut dans

son champ de vision. Monsieur Georges blêmit. Elle lui décocha son plus beau sourire.

— Vous aimez les chevaux on dirait ! s’exclama la vieille dame.

— Oh bonjour madame Paulette ! lança monsieur Georges avant de disparaître

derrière son journal.

— J’ai bien connu un cheval moi aussi dans ma jeunesse… Il s’appelait Bourdon.

Enfin, c’était plutôt un poney. Est-ce que vous misez sur des poneys aussi ?

Sans attendre de réponse, elle attrapa son chapeau et se glissa sur la chaise en face de

lui.

— Toutes ces mouches, ça fait un vacarme insupportable ! On ne s’entend plus

parler.

Monsieur Georges regarda autour de lui avant de se rappeler l’état mental de la

vieille dame. Il se détendit. Paulette leva son verre, l’invitant à trinquer avec sa tasse de

café.

— À la victoire et aux fers à cheval ! Car tout est dans le sabot, non ? s’exclama-t-

elle.

Monsieur Georges trinqua de mauvaise grâce, soucieux de ne pas voir son café

s’étaler sur le set en papier sous l’engouement de la vieille dame.

— Vous ne mangez pas votre spéculoos ? demanda Paulette.

Elle s’empressa de croquer dans le biscuit. Elle comprenait maintenant l’importance

que monsieur Georges accordait à son journal. Et l’œil qu’il avait rivé en permanence

sur le téléviseur de monsieur Yvon : monsieur Georges avait le goût du jeu.

— Moi j’aimais bien le trot, reprit-elle. Une, deux ! Une, deux ! Je me rappelle qu’il

fallait caler le lever de fesses sur la patte du poney… Ça vous dit quelque chose ?

Monsieur Georges secoua la tête. Il semblait plus absorbé par ses feuillets que par la

conversation de la vieille dame.

— Vous gagnez beaucoup d’argent avec vos paris ? demanda-t-elle subitement.

Monsieur Georges abaissa son journal et rougit. Elle avait tapé juste.

— Non, pas vraiment, enfin ça dépend ce que vous appelez beaucoup…

Il changea de sujet :

— Vous êtes venue à pied ?

Page 64: traducción al español de seis capítulos y comentario

59

Elle se rappela soudain la lettre qu’elle devait faire partir avant midi aux Hauts-de-

Gassan. Puis elle sourit en pensant au montant du chèque.

— J’étais ravie de vous rencontrer ici ! lança-t-elle en se levant. Bonne journée à

vous monsieur Georges ! Oh, et bonne chance avec vos poneys !

Elle lui fit un clin d’œil et disparut dans un sillage de rose et de fleur d’oranger.

Monsieur Georges poussa un soupir et se raisonna. Avec toutes les salades que cette

Paulette racontait, il n’y avait pas grand-chose à craindre. De l’eau coulerait sous les

ponts avant que monsieur Yvon et les autres aient vent de ce qu’il faisait de l’argent

qu’ils lui prêtaient. Puis il saisit son journal et se plongea dans les statistiques des

dernières courses hippiques.

19

Paulette commanda un café à la patronne du troquet.

Sa voix s’égara entre le comptoir et le percolateur.

Au fond de la salle, monsieur Georges, chemise blanche retroussée sur ses avant-bras

hâlés, était tout à la lecture de Tiercé Magazine. Il finissait son croissant sans même

lever les yeux de son journal, en prenant soin néanmoins de ne pas mettre de miettes sur

son pantalon. Tous les matins, il partait au village voisin et misait sur les courses à

l’abri des regards. Paulette avisa la chaise vide face à lui.

— Bonjour monsieur Georges.

Le vieil homme sursauta.

— Oh bonjour madame Paulette. C’est drôle de vous voir ici de bon matin !

Comment allez-vous ?

Elle chassa ces formules de politesse d’un revers de la main. Puis elle se pencha vers

lui et le regarda droit dans les yeux, pour être sûre de bien se faire comprendre.

— J’ai besoin que vous m’appreniez à jouer. Non, je reprends : j’ai besoin que vous

m’appreniez à gagner.

Monsieur Georges baissa lentement son journal. Il sourit.

— Vous ? Jouer aux courses ? Mais pourquoi ?

— Ça, ça ne vous regarde pas.

Monsieur Georges porta une tasse de café à ses lèvres.

— Et bien, madame Paulette, c’est un peu compliqué comme ça, pourquoi ne

joueriez-vous pas plutôt au Loto ? Ou au Morpion comme Marceline ?

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60

Le ton vaguement paternaliste de monsieur Georges acheva d’énerver Paulette. Elle

attrapa le journal et l’abaissa d’un coup sec sur la table. Le silence se fit

momentanément aux tables alentour. La patronne et quelques habitués les dévisagèrent.

Paulette reprit d’une voix mesurée :

— Monsieur Georges, si je viens vous demander conseil, n’allez pas croire pour

autant que je vous tiens en admiration. Si vous étiez si malin, il y aurait fort à parier que

vous n’habiteriez pas dans ce trou à rats, à manger les frites trop grasses de monsieur

Yvon et à endurer l’humour douteux de Marceline. Il m’est d’avis que vous devez jouer

de l’argent qui pour une grande partie n’est pas le vôtre. Et j’imagine aussi que les

prêteurs concernés n’ont aucune idée de ce que vous faites chaque matin avec leur

argent. Est-ce que je me trompe, monsieur Georges ?

Le vieil homme tressaillit.

— Alors, écoutez-moi bien. Si vous tenez à votre réputation autant qu’à votre

chambre à l’auberge, je vous conseille de m’apprendre ce que vous savez pour gagner

vite et bien. Le reste, j’en fais mon affaire !

Elle jeta le journal sur la table avant de se laisser aller en arrière sur sa chaise.

Monsieur Georges resta sans voix. La Paulette semblait avoir retrouvé la raison !

Quelle mouche l’avait donc piquée ? Et surtout, comment avait-elle eu vent des dettes

qu’il accumulait dans la commune ?

Il était perdu. Il se redressa sur sa chaise et se racla la gorge.

— Madame Paulette vous vous trompez, je…

La vieille dame leva le menton d’un air menaçant. Monsieur Georges battit en

retraite.

— Mais comment voulez-vous qu’on s’y prenne ? Vous former prendrait du temps,

des mois, si ce n’est des années et…

Et il faut avoir toute sa tête ! ajouta-t-il en lui-même.

— Oh ! Arrêtez, hein ! S’il fallait un diplôme pour venir jouer ici, le PMU pourrait

mettre la clef sous la porte !

Monsieur Georges soupira. Il fit de la place sur la petite table en aluminium et

emprunta un crayon à la serveuse qui passait à leur hauteur. Puis il sortit une feuille

blanche d’une petite sacoche à bandoulière. Il s’épongea le front avec son mouchoir en

tissu avant de le remettre délicatement dans sa poche. Paulette appréciait ces manières

qui contrastaient étrangement avec le bar-tabac défraîchi où elle s’apprêtait à recevoir sa

première leçon de turfiste.

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61

Monsieur Georges se gratta la tête avec son crayon. Il ne savait pas par quoi

commencer. Que voulait-elle savoir d’ailleurs ? Il avança un ticket de jeu devant elle.

C’était toujours ça qu’il pouvait lui montrer. Le rectangle de papier était rempli de

petites cases jaunes et blanches, marquées d’un numéro. À gauche, le parieur était invité

à choisir le type de pari, la mise et la formule de jeu avant de miser sur les chevaux.

— Alors voilà. Au Quinté, il faut jouer quand on a de la cave, elle-même générée par

le Tiercé, le Quarté, ou voire le Simple placé, le Report placé ou le Coupé placé.

Paulette l’écoutait, les yeux rivés sur le bout de papier coloré.

— Ensuite, il faut aimer les chevaux, les statistiques, ou encore mieux : les deux.

Certains parieurs aiment à jouer des martingales connues. La plus simple consiste par

exemple à diviser le rapport du favori par le nombre de partants…

Ce disant, il entourait les chiffres sur la double page de son journal. Sans prévenir,

Paulette saisit sa canne et l’abattit sur la table. Monsieur Georges sursauta.

— Je ne comprends pas un traître mot de ce que vous racontez ! s’énerva-t-elle.

Monsieur Georges leva vers elle un regard plein d’incompréhension.

— Pour qui me prenez-vous ? Pour une mathématicienne doublée d’une vétérinaire

qui aurait passé sa vie sur les champs de courses ? Je ne sais même pas jouer au Bingo !

Alors, bon Dieu, expliquez-moi ça correctement ! Ah ! Vous m’agacez déjà !

Monsieur Georges s’excusa. C’est qu’il n’avait pas l’habitude qu’on lui demande ce

genre de choses. Des conseils, des numéros, ça oui, mais tout expliquer comme ça à un

néophyte, jamais.

— Et bien, essayez ! Et ça vaudrait mieux pour vous qu’on y arrive !

La serveuse s’approcha. Monsieur Georges commanda un Vittel pêche. Paulette

chassa la jeune femme de la main.

Monsieur Georges s’essuya à nouveau le front.

— Bon eh bien… Les courses se font avec des chevaux…

Paulette leva les yeux au ciel.

— Enfin, avec des pur-sang plus exactement. Il y a des chevaux qui courent des

courses courtes, les sprinters, et d’autres plus longues, on les appelle les milers ou les

stayers. Ils courent au trot ou au galop, selon leur spécialité.

Il jeta un coup d’œil discret à la vieille dame pour s’assurer qu’elle suivait. Il aspira

une longue gorgée d’eau sucrée avant de poursuivre :

— Le montant du gain dépend bien évidemment de la somme que l’on mise… Mais

ça dépend aussi de la cote du cheval.

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62

— Oui, à cinq contre un, on gagne moins qu’à trente contre un. Ça, je connais, merci.

— Bon.

Monsieur Georges réfléchissait. Il y avait tant à dire ! Comment expliquer que bien

plus qu’une affaire de pronostics, les courses relevaient de l’art ? Étudier les

performances du cheval, l’aptitude à la distance, la forme de l’entraînement, celle du

jockey, la nature de l’hippodrome…

Son père avait toujours eu des chevaux. Des pur-sang qu’il confiait à un éleveur et

qui lui rapportaient beaucoup. Monsieur Georges avait grandi avec l’excitation des

courses, l’enthousiasme des parieurs et la crainte du faux départ. Le claquement des

stalles à l’ouverture, l’accélération des sabots sur la piste et les cris des turfistes.

Paulette s’impatientait. Déjà, le jeu la barbait.

— Donc, reprit monsieur Georges, vous pouvez jouer des numéros de chevaux, dans

l’ordre ou le désordre…

Soudain, les deux ivrognes de la dernière fois firent irruption dans le bar. L’un d’eux

tapa dans le dos de monsieur Georges. Ce dernier manqua de renverser son verre sur ses

genoux.

— Et bien Joe ! Comment ça va mon ami ?

Monsieur Georges jeta un coup d’œil gêné à sa voisine.

— Tu sais qu’avec Gérard on a gagné ? Trente-deux euros et quinze centimes ! Pour

deux euros de mise ! Vas-y Gérard, montre-z’y voir le ticket !

Son collègue fouilla les poches de son pantalon, un vieux bleu de travail tâché qu’il

portait bien trop bas sur les hanches. Paulette détourna les yeux.

— Alors Joe ! Quand c’est que tu nous dis c’qui faut qu’on joue encore ? On a reçu

not’ paye en plus ! On va jouer gros c’te fois-ci !

Depuis le comptoir, la patronne les harangua :

— Hé mollo Jean-Claude ! Tu sais c’que ta femme elle penserait de ça ?

— Oh ça va la Mireille ! Si tu lui dis pas, elle en saura rien ! Et pis qui c’est qui t’dit

que j’vais pas lui faire un cadeau avec c’que j’vais gagner hein ?

Il fit un clin d’œil à monsieur Georges et donna un coup de coude à son voisin.

— Allez vas-y Joe, envoie la sauce !

— Et bien… dit monsieur Georges. Il y a cette course à Chantilly. Ça se termine par

une montée, donc il faut bien jauger les chevaux. J’ai une préférence pour Divine

Charentaise. Cannelle des Prés en casaque jaune est plutôt bien cotée, je…

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— Attends Joe ! Tu vas pas nous refaire ton show là ! Nous avec Gérard, on veut

juste les numéros. Tu nous dis c’qui faut cocher, et puis nous on coche. Hein Gérard ?

Gérard rit bruyamment, découvrant deux dents manquantes.

— Ouais ! Nous on coche et on empoche !

Soudain, Paulette eut une idée.

— Messieurs, les coupa-t-elle, Monsieur Georges n’a pas de temps à perdre avec des

gens comme vous.

Les deux se regardèrent, interloqués.

— Qu’est-ce qu’elle a la vieille là ? C’est ta gonz’ Joe ? Fallait nous la présenter,

regarde elle est toute contrariée !

Monsieur Georges rougit. Paulette, inébranlable, poursuivit :

— Si vous voulez des pronostics, il faut payer. La dernière fois, c’était pour essayer.

Vous avez vu que monsieur Georges est un parieur de qualité. Si vous voulez un

conseil, vous savez ce qu’il vous reste à faire.

Les deux noceurs se regardèrent. Est-ce qu’elle plaisantait ?

Gérard explosa de rire. L’autre le coupa d’un coup de coude dans les côtes :

— Et c’est combien les prévisions de « monsieur Georges » ?

Jean-Claude roula des mécaniques en prononçant le nom du vieil homme.

— La moitié de vos gains, avec une avance pour le premier jeu à me régler en

espèces.

Les deux hommes la dévisagèrent, perplexes.

— À prendre ou à laisser.

Elle attrapa le journal et feignit de se plonger dans sa lecture.

Jean-Claude et Gérard se regardèrent. Puis, en signe d’assentiment, ils attrapèrent

une chaise, et s’assirent respectueusement autour de la table.

Intérieurement, Paulette jubilait. À défaut de comprendre les règles, elle savait les

dicter. Et il y avait tout à parier que dans ce système, elle avait tout à gagner.

24

Paulette recompta les billets.

Puis à l’aide de son crayon, nota le nom des joueurs et la mise concernée.

— Au suivant !

Dehors, devant la porte du bar-tabac, un attroupement de parieurs en casquettes

s’était formé. La serveuse était débordée.

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— S’il vous plaît, mettez-vous en ligne ! On ne peut plus circuler ! Madame Paulette

va s’occuper de vous.

Les habitants des communes voisines s’étaient vite passé le mot. Il y avait de l’argent

à gagner au PMU de la place de l’Église ! De l’argent facile, et rien à faire en plus !

Encore fallait-il être prêt à affronter le cerbère en col de dentelle qui encaissait une

partie de vos gains.

— Mais comment qu’elle fait la vieille pour savoir qui va gagner ? demandait l’un,

un mégot collé aux lèvres.

— T’inquiète de rien Jeannot, lui répondit l’autre. C’est pas la vieille, c’est le Joe là-

bas au fond, celui qu’est derrière sa téloche. C’est lui qui ramène les fafiots, la vieille

elle, elle encaisse…

— Elle encaisse ?

— Ouais, elle encaisse…

Ils coulèrent un regard méfiant vers Paulette quelques mètres plus loin.

— Cherche pas mon vieux, au final tout le monde est gagnant ! C’est ça qui compte.

Vas-y, donne-z-y tes pépettes.

La serveuse s’approcha avec trois pastis qu’ils vidèrent à la santé de Joe tandis que

Paulette marquait dans son tableau leur nom et le montant de leur contribution. Elle tira

un trait bien net à la règle et pianota sur sa calculette.

— Au suivant !

Depuis quelques jours qu’ils avaient commencé leur petite entreprise, les mises au

pot avaient pris une belle ampleur et Paulette gérait le tout d’une main de maître.

Monsieur Georges donnait les numéros, Paulette pariait en leur nom à tous, puis ils se

répartissaient les gains, la vieille dame prenant soin de s’en attribuer une part généreuse

en échange de ses bons et loyaux calculs.

Au fond du café, à l’abri de la foule et du bruit, monsieur Georges était tout à la

retransmission du Grand Prix de l’Étoile sur un écran d’ordinateur. Paolo lui avait

installé une station de contrôle dernier cri, reliant l’engin à Internet. Paulette avait mis le

holà quand Paolo avait tenté de lui donner plus de détails sur son installation technique.

Ça ne l’intéressait pas. Tout ce qu’elle voulait, c’était que monsieur Georges ait accès à

toutes les informations nécessaires.

— Qu’est-ce qui ferait qu’on gagnerait plus ? lui avait-elle demandé la veille, alors

que leurs gains atteignaient des records.

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— Ah ! Pour ça il faudrait se rendre sur les champs de courses ! avait lancé monsieur

Georges en plaisantant.

— Pour quoi faire ? avait demandé Paulette, le plus sérieusement du monde.

— Eh bien pour regarder les chevaux !

Paulette avait médité sur cette phrase en tournant sa cuillère dans son thé. Et le

lendemain, Paolo était arrivé avec tout son fatras de fils et son bavardage incessant.

Depuis lors, monsieur Georges, le front plissé, scrutait la silhouette des pur-sang,

l’attitude des jockeys, la qualité de la piste. Il refaisait mentalement le parcours, étudiait

le pas des équidés, guettait la pesée des coureurs et les nuages qui s’amoncelaient dans

le ciel parisien. Ses yeux faisaient des allers et retours entre le Tiercé Magazine, les

commentateurs du Grand Prix et son carnet de notes dans un va-et-vient tendu et fébrile.

— Bon, quand c’est qu’on joue, nous autres ? râla Gérard, qui s’impatientait depuis

le bar.

Paulette lui jeta un regard mauvais. Sous les yeux de monsieur Georges, les chevaux

se présentaient au public. Les jockeys, accroupis sur la selle, discutaient à voix basse

avec leur entraîneur des enjeux de la course.

Le regard de Paulette glissa vers le vieil homme. Il avait l’air soucieux. Elle fourra

les liasses de billets dans son sac à main et abandonna son poste pour le rejoindre. Une

clameur de réprobation se fit entendre dans la queue.

— Vous êtes bientôt prêt ? demanda Paulette.

Monsieur Georges leva la tête.

— Combien avons-nous récolté ?

Paulette lui murmura un chiffre à voix basse. Il ouvrit de grands yeux ahuris. La

vieille dame l’interrogea du regard. Il lui tendit un papier.

— Voilà le Quinté que je jouerais. Je n’ai aucun doute sur ces chevaux…

Il hésitait. Elle s’agaça.

— Bon et bien alors ! Pourquoi cette tête de merlan frit ? Accouchez, que diable !

— J’ai un très bon pressentiment sur Belle-de-jour. Elle est toute jeune, mais elle a

déjà remporté deux courses à Enghien. Belle jambe, un trot avancé. C’est un outsider et

avec tout ce qu’on a à miser… Ça pourrait rapporter très gros.

Les yeux de Paulette brillèrent.

— On y va.

— Mais on peut perdre beaucoup aussi ! Un coup de cravache de trop et c’est la

disqualification…

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Paulette le fit taire. Elle ne comprenait pas un mot à ces histoires de cravaches et de

canassons aux noms alambiqués. Tout ce qu’elle savait, c’est qu’en affaires il ne fallait

jamais hésiter.

— Monsieur Georges ! À notre âge, on peut tout dire et tout tenter.

Le vieil homme prit une grande respiration et griffonna quelques signes sur le

papier ; la vieille dame s’en saisit et retourna à son bureau improvisé. Elle jeta un œil à

l’horloge. Il lui restait moins d’un quart d’heure pour encaisser les mises et transmettre

leur pari commun à la patronne.

Dans le bar, la bière coulait à flots. Un mélange d’excitation teintée d’appréhension

traînait dans l’air alors que les buveurs trinquaient en guettant Paulette et monsieur

Georges du coin de l’œil. C’est qu’ils avaient lâché une sacrée somme !

Soudain, une camionnette se gara devant la terrasse. Paolo en descendit en courant.

— Madame Paulette ! Madame Paulette ! Monsieur Yvon vous cherche partout !

— Vous lui avez dit où j’étais ? demanda-t-elle, prête à lui sauter à la gorge.

— Non bien sûr ! Mais je me suis dit que ça vous intéresserait de savoir.

— Savoir quoi, bon Dieu de bois !

— Votre fils a appelé. Il cherchait à vous joindre.

Paulette se décomposa. Avec toute cette frénésie de parieurs alcoolisés, elle en avait

presque oublié sa mission !

— Je vous emmène ? demanda Paolo.

Elle hésita.

— Passez me prendre dans une heure !

Puis elle saisit les billets que lui tendait un vieil homme en salopette, le nez rougi par

le vin.

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6.2. Anexo 2: conversación con pronosticador profesional

A continuación, se muestran las capturas de pantalla de la conversación que mantuve

vía Twitter con un pronosticador profesional de carreras de caballos en España. He

incluido las partes del chat donde aparece la información más relevante para este

trabajo.

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