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UNIVERSIDAD DE JAÉN
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Trabajo Fin de Grado
Trabajo Fin de Grado Imagen corporal e
insatisfacción con el propio
cuerpo en Trastornos de
Conducta Alimentaria en
adolescentes
FA
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Alumno: Macarena López García
Tutor: D. Silvia Moreno Domínguez
Dpto: Psicología
Junio, 2016
1
Índice
1. Objetivos…………………………………………………………….………......3
2. Introducción………….………………………………………………………….4
3. ¿Qué es la imagen corporal?.................................................................................8
3.1. La imagen corporal en la adolescencia........................................................11
3.2. La insatisfacción con el propio cuerpo........................................................12
3.3. Factores socioculturales en la insatisfacción corporal.................................16
4. Trastornos de la conducta alimentaria.................................................................18
4.1. Epidemiología..............................................................................................21
4.2. Factores implicados en los TCA..................................................................22
5. Evidencias acerca de la relación entre TCA e imagen corporal en
adolescentes..........................................................................................................25
6. Conclusiones.........................................................................................................29
7. Referencias bibliográficas.....................................................................................33
8. Anexos...................................................................................................................36
2
Resumen
Éste trabajo consiste en una revisión bibliográfica de los estudios más relevantes que se
han llevado a cabo durante los últimos años sobre la relación entre imagen corporal y los
Trastornos de la Conducta Alimentaria en adolescentes. Se pretende conocer qué es lo que se
entiende por imagen corporal, enfocándose la imagen corporal en la adolescencia. Se estudia
también la insatisfacción corporal como factor implicado en el desarrollo de TCA y la
incidencia de los factores socioculturales en la misma. Se ofrece una explicación extensa de
estos trastornos y su prevalencia en la población, especialmente en la adolescente. Por último,
se analizan algunos de los principales estudios que se han llevado a cabo sobre este tema, los
cuales ponen de manifiesto la repercusión que tienen los problemas con la imagen corporal en
la predisposición a los trastornos de la conducta alimentaria en la población adolescente.
Palabras clave: imagen corporal, adolescentes, insatisfacción corporal, trastornos de la
conducta alimentaria.
Abstract
This work is a literature review of the most relevant studies that have been carried out in
recent years of relationship between body image and eating disorder in teenagers. The
intention is to know what is meant by body image, focusing body image in adolescents. It is
studied too body dissatisfaction as a factor involved in eating disorders development and
sociocultural factors impact in the same. It is offers an extensive explanation of these
disorders and their prevalence in population, especially in teenagers. Finally, it is analized
some of the major studies that have been conducted about this issue, which show impact that
body image’s problems have in eating disorders predisposition on teenager population.
Keywords: body image, teenagers, body dissatisfaction, eating disorders.
3
1. Objetivos
Los objetivos que persigo con éste trabajo son los siguientes:
Conocer la definición de imagen corporal y los diferentes puntos de vista que han
existido sobre la misma a lo largo del tiempo.
Conocer la repercusión de la imagen corporal durante la adolescencia y entender por
qué adquiere una gran importancia durante ésta etapa del desarrollo.
Comprender la relevancia de la insatisfacción corporal como factor predisponente de
los trastornos de la conducta alimentaria, así como las diferencias de sexo y edad
existentes en cuanto a la insatisfacción corporal.
Ser conscientes de la importancia de los factores socioculturales en la insatisfacción
corporal, de cómo influye el ideal de delgadez promovido por los medios de
comunicación en el aumento de la insatisfacción con el propio cuerpo.
Entender en qué consisten los trastornos de la conducta alimentaria, y su creciente
incidencia en las sociedades occidentales.
Tener conocimiento de la prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria,
sobre todo su prevalencia en la población adolescente.
Comprender los factores implicados en los TCA, los factores predisponentes y las
variables implicadas en el desarrollo y mantenimiento de dichos trastornos.
Conocer algunas evidencias existentes acerca de la relación entre imagen corporal y
TCA en adolescentes, incluyendo los resultados y las conclusiones obtenidas en dichos
estudios.
4
2. Introducción
El concepto de imagen corporal es un constructo teórico predominante en el ámbito de la
psicología, la psiquiatría, la medicina en general y la sociología. Esto se debe a que la imagen
corporal es considerada crucial para explicar aspectos importantes de la personalidad como
son la autoestima o el autoconcepto, o para explicar ciertas psicopatologías como los
trastornos dismórficos y los trastornos de la conducta alimentaria, y también para explicar la
integración social de los adolescentes. La insatisfacción corporal, una alteración de la imagen
corporal, se ha considerado clave dentro de los posibles factores predisponentes de los
trastornos de conducta alimentaria y, por otro lado, las distorsiones perceptivas del tamaño
corporal, que constituyen otra alteración de la misma, se ha considerado un criterio
diagnóstico de dichos trastornos. Por ello, el estudio de la imagen corporal ha recibido gran
atención en las últimas décadas (Baile, 2003).
La adolescencia es la etapa más vulnerable para la aparición de problemas con la imagen
corporal. Esto se debe a que a lo largo de la adolescencia se experimentan una serie de cambios
(fisiológicos, emocionales, sociales, etc.) que pueden desencadenar una insatisfacción con el
propio físico. Pero ésta preocupación por el físico resulta diferente entre chicos y chicas; los
chicos adolescentes suelen preocuparse más por la musculatura mientras que las chicas
adolescentes se centran más en la delgadez (Moreno, Ramos y Rivera, 2010).
La importancia que se le concede al peso y al cuerpo se debe al hecho de que su percepción
explica alrededor del 25% de nuestra autoestima (Latorre, Liberal, Pérez de Eulate y Ramos,
2003). La insatisfacción corporal es uno de los principales factores de riesgo en el desarrollo
de la patología alimentaria y los resultados de salud relacionados y existen evidencias que
demuestran la existencia de una clara relación entre insatisfacción corporal y trastornos de la
conducta alimentaria (Bucchianeri, Eisenberg, Fernandes, Hannan, Loth y Neumark-Sztainer,
2015). Generalmente, han sido siempre frecuentemente las chicas en edad adolescente las que
5
han mostrado mayores preocupaciones con el físico e insatisfacción corporal, pero
últimamente ha aumentado la frecuencia con la que los chicos también tienden a manifestar
dichas preocupaciones (Moreno, Ramos y Rivera, 2010). Álvarez, López, Mancilla, Mateo,
Ruiz y Vázquez (2005), afirmaron que los hombres tienden a realizar ejercicio físico excesivo,
mientras que las mujeres suelen realizar dietas limitativas rígidas o bien ayunar (Moreno y
Ortiz, 2009).
Teniendo en cuenta la sociedad en la que vivimos, no es de extrañar que aumente cada
vez más la preocupación por la apariencia física. La presión social para conseguir un cuerpo
bonito y deseable, o, en otras palabras, la presión social hacia la belleza es mucho mayor en
las mujeres que en los hombres, así como también es mucho mayor la prevalencia de
trastornos alimentarios en éstas (Raich, 2004). La imagen corporal y sus trastornos son
fenómenos sujetos a la cultura. El ideal de la belleza femenina es una característica cultural de
la sociedad occidental actual. En 1874 Charles Darwin observó cómo iban variando a lo largo
del tiempo los criterios sobre el atractivo del cuerpo femenino en diferentes culturas. Mientras
que en las sociedades pobres destacan las mujeres robustas y de hecho suelen ser consideradas
un símbolo de estatus, en las sociedades desarrolladas, por el contrario, destacan las mujeres
con un cuerpo delgado, y constituye la figura femenina socialmente aceptada. En el mundo
occidental industrializado, la figura femenina socialmente aceptada suele ser preferible para
los hombres y por lo general promovida por los medios de comunicación (Hannöver, Mantero,
Papa y Ruggiero, 2000).
Los trastornos del comportamiento alimentario (TCA) que actualmente en el DSM-5
reciben el nombre de Trastornos de la Conducta Alimentaria y de la Ingesta de Alimentos hoy
en día forman parte del grupo de las enfermedades crónicas más frecuentes en adolescentes y
mujeres jóvenes. En los adolescentes, los trastornos más comunes son la anorexia nerviosa y
la bulimia nerviosa (AN y BN). Los trastornos de conducta alimentaria se encuentran
íntimamente relacionados, como causa y/o efecto, con los cambios de la imagen corporal. Por
6
este motivo, una distorsión de la imagen corporal es considerada como uno de los criterios
diagnósticos de los TCA (Latorre, Liberal, Pérez de Eulate y Ramos, 2003). Según la
Organización Mundial de la Salud (OMS), los TCA representan en la actualidad el problema
de salud más relevante de la sociedad, tanto por el número cada vez más creciente de personas
afectadas, como por las muertes que produce. Se trata de trastornos que necesitan un
tratamiento largo, además de poder convertirse en enfermedades crónicas y conducir a la
muerte. Frecuentemente, suelen convivir con otras enfermedades como son la depresión, el
consumo de sustancias tóxicas o los trastornos de ansiedad. El ideal de belleza basado en la
extrema delgadez que propagan los medios de comunicación tiende a afectar a dichos
trastornos (Baldares, 2013).
Los datos epidemiológicos han mostrado que el ideal de delgadez representa una grave
amenaza para la sociedad, además de un problema grave de salud pública. La anorexia y la
bulimia han llegado a provocar la muerte en el 6% de ocasiones (Fairweather-Schmidt y
Wade, 2016). Existe una mayor vulnerabilidad entre las mujeres jóvenes a padecerlos,
especialmente en la adolescencia o la adultez temprana (Baldares, 2013). La prevalencia de
éstos trastornos se sitúa en torno al 0.5% y 1% (Dayan y Schvili, 2000). Pero el riesgo para
padecer trastornos alimentarios se acentúa durante la adolescencia en las chicas, con una
prevalencia de entre el 13% y el 15% (Fairweather-Schmidt y Wade, 2016).
En los últimos años se ha investigado en gran medida sobre las características biológicas,
psicológicas y sociales de los trastornos alimentarios, pero aun así se encuentra difícil
identificar las causas de estos trastornos debido a que están multideterminados. Algunas
características propias de éstos pacientes son las restricciones en la dieta, el miedo intenso de
ser obeso, el deseo por estar delgado y la vulnerabilidad a los estereotipos culturales
(Rivarola, 2003). El hecho de sentirse gordo/a es una de las principales causas que influyen en
la aparición de los trastornos alimentarios, aunque no es necesario que exista un sobrepeso
real. La consecuencia que se sigue normalmente a la preocupación por el peso es el
7
cumplimiento de métodos de control, sobre todo el seguimiento de dietas. Por tanto, la
insatisfacción con el propio cuerpo y con el peso da lugar a la aparición de conductas de
control y, como resultado, de desórdenes alimentarios (Calado, Fernández, Lameiras y
Rodríguez, 2002). Entre los principales factores de riesgo de los TCA se encuentran la
influencia de la alimentación, el peso y la imagen corporal en el estado de ánimo, una pobre
autoestima y la utilización de las variables de afrontamiento de acción impulsiva y expresión
emocional (Baldares, 2013).
A lo largo de los últimos años se han realizado numerosos estudios que ponen de
manifiesto la relación de la imagen e insatisfacción corporal con los trastornos de la conducta
alimentaria en los adolescentes, persiguiendo diferentes objetivos como conocer la relevancia
de algunos aspectos cognitivos y socio familiares que se encuentran relacionados con la
insatisfacción corporal en adolescentes y también la frecuencia con que se pueden ver
conductas de riesgo relacionados con el control del peso en ellos; conocer las diferencias entre
chicos y chicas adolescentes en variables que son fundamentales en el desarrollo de trastornos
de la alimentación, entre las que se encuentran la imagen corporal; o analizar la presencia de
desórdenes alimentarios y la influencia que sobre ellos puede tener el grado de insatisfacción
corporal entre los adolescentes, entre otros. Algunos de esos estudios se encuentran recogidos
de manera resumida en el presente trabajo.
8
3. ¿Qué es la imagen corporal?
En el año 1962 del siglo XX, Bruch puso de manifiesto por primera vez la importancia de
la imagen corporal al proponer los rasgos psicopatológicos de las pacientes anoréxicas, donde
figuraba la alteración de la imagen corporal como criterio diagnóstico de dicho trastorno. A
partir de ese momento en el mundo científico se comenzó a adquirir conciencia de la
necesidad de conocer qué es la imagen corporal y de cuáles podrían ser las técnicas de
evaluación de la misma (Baile, 2003).
Desde un punto de vista neurológico, la imagen corporal constituye una representación
mental esquemática de la conciencia corporal de cada persona. Además, desde este punto de
vista, también se sostiene que las alteraciones de la imagen corporal se deben a una
perturbación en el funcionamiento cortical (Raich, 2004).
Por otro lado, las teorías psicoanalíticas durante la primera mitad del siglo XX centraron
sus estudios en explicaciones sobre el cuerpo, la imagen corporal y aspectos psicológicos
asociados, poniendo énfasis sobre todo en las manifestaciones inconscientes (Baile, 2003).
Aunque hay varias explicaciones de qué es la imagen corporal, la más clásica se la
debemos a Schilder (1950), que fue el pionero en el análisis multidimensional del concepto de
imagen corporal. Paul Schilder propuso la primera definición de imagen corporal sin recurrir
a aspectos exclusivamente neurológicos. En su definición, se combinan aportaciones
procedentes de la fisiología, del psicoanálisis y de la sociología, definiéndola como:
«La imagen del cuerpo es la figura de nuestro propio
cuerpo que formamos en nuestra mente, es decir, la
forma en la cual nuestro cuerpo se nos representa a
nosotros mismos» (Schilder, 1950) (Baile, 2003).
9
Thompson (1990), concibe el constructo de imagen corporal constituido por tres
componentes:
Un componente perceptual: que se refiere a la precisión con que se percibe el tamaño
corporal de diferentes partes corporales o del cuerpo en su totalidad.
Un componente subjetivo (cognitivo-afectivo): que incluye las actitudes, sentimientos,
cogniciones y valoraciones que se experimentan en el cuerpo, especialmente el tamaño
corporal, peso, partes del cuerpo o cualquier otro aspecto de la apariencia física (ej.
satisfacción, preocupación, ansiedad, etc.).
Un componente conductual: referido a conductas provocadas por la percepción del
cuerpo y los sentimientos asociados (ej. conductas de exhibición, conductas de evitación,
etc.)
(Raich, 2004)
Debemos asumir que nos encontramos ante un constructo teórico multidimensional, y que
sólo podremos comprenderlo si hacemos referencia a varios factores implicados en el mismo.
El hecho de inclinarse hacia una definición u otra de imagen corporal dependerá de la
orientación científica del investigador, del punto concreto de la imagen corporal que se va a
investigar o incluso de la técnica de evaluación disponible (Baile, 2003).
Cash y Pruzinsky (1990) proponen la existencia de varias imágenes corporales
interrelacionadas:
Una imagen perceptual: referida a los aspectos perceptivos con respecto a nuestro cuerpo,
que incluiría información sobre tamaño y forma de nuestro cuerpo y sus partes.
Una imagen cognitiva: que abarca pensamientos, auto-mensajes y creencias sobre
nuestro cuerpo.
10
Una imagen emocional: referida a nuestros sentimientos sobre el grado de satisfacción
con nuestra figura y las experiencias que nos proporciona nuestro cuerpo.
Para Cash y Pruzinsky, el concepto de imagen corporal tiene las siguientes características:
1) Es un concepto multifacético.
2) La imagen corporal está relacionada con los sentimientos de autoconciencia (cómo nos
percibimos a nosotros mismos).
3) La imagen corporal está socialmente determinada, es decir, desde que nacemos existen
influencias sociales que determinan la autopercepción del cuerpo.
4) La imagen corporal no es fija o estática, sino un constructo dinámico, que va variando a
lo largo de la vida en función de las propias experiencias, de las influencias sociales, etc.
5) La imagen corporal influye en el procesamiento de información, la forma en que
percibimos el mundo está influenciada por la manera en que sentimos y pensamos sobre
nuestro cuerpo.
6) La imagen corporal influye en el comportamiento, tanto la imagen corporal consciente,
como la preconsciente y la inconsciente.
(Baile, 2003)
Otros autores como Slade (1994), basan su explicación de imagen corporal en una
representación mental, de forma que ésta es originada y modificada por diversos factores
psicológicos, individuales y sociales. De esta forma Slade elaboró un modelo explicativo
sobre la imagen corporal, como se muestra en la Figura 1 (Anexo 1) (Baile, 2003).
11
Recogiendo todas estas y otras aportaciones, Baile Ayensa propone la siguiente definición
integradora de imagen corporal:
«La imagen corporal es un constructo psicológico complejo, que se refiere a cómo la
autopercepción del cuerpo/apariencia genera una representación mental, compuesta por un
esquema corporal perceptivo, así como por las emociones, pensamientos y conductas
asociadas» (Baile, 2003).
3.1. La imagen corporal en la adolescencia
La imagen corporal es un constructo que varía a lo largo del tiempo, no es fija ni estable, y
toma un mayor anclaje durante la infancia y adolescencia (Latorre, Liberal, Pérez de Eulate y
Ramos, 2003).
Durante la adolescencia, hay varios retos biológicos y psicosociales (ej. pubertad,
transiciones en la escuela, etc.) que pueden influir negativamente en el ajuste psicosocial del
individuo y contribuir a una mayor insatisfacción con la apariencia (Canavarro, Frontini,
Gouveia, y Moreira, 2014).
La adolescencia es la etapa más frágil para la aparición de problemas con la imagen
corporal, ya que es la fase del ciclo vital caracterizada por cambios emocionales, cognitivos,
fisiológicos y, especialmente sociales, que dan como resultado una mayor preocupación por la
apariencia física. Algunos autores (de Gracia, Marcó y Trujano, 2007; Godás, Merino y
Pombo 2001; Holbert, McArthur y Peña, 2005) subrayan que ésta preocupación por la
apariencia resulta diferente según el sexo, es decir, mientras los chicos se interesan más por
tener una imagen corporal en la que predomine la musculación, por otro lado, las chicas
12
presentan mayores preocupaciones por la delgadez y, en numerosos casos, inferior incluso de
una talla saludable (Moreno, Ramos y Rivera, 2010).
La adolescencia temprana es un período de desarrollo importante para las chicas en
relación con preocupaciones de la imagen corporal, debido a que los cambios físicos que se
experimentan asociados a la pubertad tienden a alejarlas del anormal y extremadamente
delgado cuerpo ideal promovido por los medios de comunicación. A diferencia, entre los
chicos, la pubertad no constituye un riesgo similar, ya que los cambios físicos asociados a la
misma tienden a incrementar la musculatura, con lo que los niños se sitúan más cerca del
ideal social (McLean, Paxton y Rodgers, 2015).
Las adolescentes tienden a creer que pesan más kilos de los que realmente tienen, o a
desear perder algunos kilos porque su peso y apariencia ideales aún no se ajusta a sus
aspiraciones. Realmente existe una presión socio-cultural para adelgazar, como lo demuestran
los trabajos de Foreyt y Godrick (1982) o Leon y Finn (1984) entre otros, y dicha presión se
traduce en el caso de los jóvenes adolescentes en la insatisfacción con el propio cuerpo.
Muchos trabajos (p.ej., Garner y Garfinkel, 1982) han demostrado que existe una relación
entre sobre-estimación corporal y adolescencia (Baños y Perpiñá, 1990).
3.2. La insatisfacción con el propio cuerpo
Hay personas que se preocupan demasiado por su imagen corporal, no se gustan a sí
mismos, pudiendo incluso sentir pena, rabia, ansiedad, asco, etc. El hecho de poseer una buena
o mala imagen corporal influye significativamente en nuestros pensamientos, sentimientos y
conductas, además de influir en la manera en cómo nos perciben los demás (Latorre, Liberal,
Pérez de Eulate y Ramos, 2003).
13
Bruch (1965) es la primera autora que expone la existencia de un trastorno de la imagen
corporal en pacientes con anorexia y bulimia nerviosa, entendiendo a dicho trastorno como: a)
una alteración del propio concepto corporal; b) alteración de la percepción e interpretación
cognitiva de los propios estímulos interoceptivos, y c) percepción de descontrol respecto a las
propias funciones corporales. En dichos pacientes con anorexia y bulimia, el trastorno de la
imagen corporal puede presentarse desde dos formas de expresión distintas. La primera es
“perceptual”, y se refiere al grado de inexactitud con que el paciente valora sus dimensiones
corporales. La segunda, denominada “componente afectivo o emocional”, consistiría
directamente en cogniciones y actitudes que se mantienen respecto al propio cuerpo, e
indirectamente, al nivel de satisfacción o insatisfacción con respecto al mismo (Rivarola,
2003).
Desde ésta primera afirmación de la existencia de un trastorno de la imagen corporal,
numerosos estudios han mostrado su interés por dicho fenómeno en los trastornos de la
conducta alimentaria (Baños y Perpiñá, 1990).
J.C. Rosen y colaboradores (1990) definen el trastorno de la imagen corporal como una
preocupación exagerada, que produce inquietud hacia algún defecto imaginario o real de la
apariencia física. En el DSM III R, DSM-IV, DSM-IV TR y DSM-5, este trastorno recibe el
nombre de trastorno dismórfico corporal. En éste trastorno se incluyen aspectos perceptivos,
cognitivos y conductuales:
Perceptivamente, la persona ve su defecto como mayor, más exagerado o mucho más
distinto de lo que es en realidad. A este aspecto se le llama distorsión perceptiva.
Cognitivamente, las personas con este trastorno desprecian su apariencia
significativamente, imaginan que la otra gente se fija en su defecto, conceden mucha
14
importancia al defecto de su apariencia y cuando realizan una clasificación de valores
personales, lo suelen posicionar en primer lugar, por lo tanto, tienden a sobreestimarlo.
Conductualmente, organizan su forma de vida en función de su preocupación corporal.
Hay personas que evitan mirarse al espejo, mientras que otros tienden a hacerlo
consistentemente. Suelen solicitar de forma continua información apaciguadora sobre su
defecto y tienden a compararse con otros individuos. Además, también pueden realizar
estrategias de camuflaje (p.ej. tapándose con ropas holgadas) y sobre todo tienden a evitar
aquellas situaciones sociales en las que piensan que otras personas pueden fijarse o que
serán rechazados por su apariencia. Estas conductas suelen, mediante reforzamiento
negativo, mantenerse y además incrementar la ansiedad por su aspecto físico (Raich,
2004).
La insatisfacción corporal ha sido establecida como uno de los factores predisponentes
más importantes de los trastornos de la conducta alimentaria. Entre las chicas, las
preocupaciones por la imagen corporal, así como los trastornos de conducta alimentaria
suelen incrementar rápidamente en la adolescencia temprana, encontrándose más del 45% de
chicas adolescentes que informan de insatisfacción corporal (McLean, Paxton y Rodgers,
2015).
Aunque generalmente suelen ser las chicas las que tienen mayor probabilidad de sufrir
alteraciones de la imagen corporal y por tanto llevar a cabo un mayor número de conductas
que vayan dirigidas a controlar el peso, algunos expertos indican que las chicas poseen una
puntuación en Índice de Masa Corporal más adecuada que los chicos, es decir, sus
puntuaciones en IMC se encuentran con mayor frecuencia dentro de los valores normales en
comparación con los varones (Briones y Cantú, 2003; Ivarsson, Litlere, Nevonen y Svalander,
2006; Moreno, 2006; Moreno, Muñoz, Pérez y Sánchez, 2005; Ortega y Requejo, 2000). Sin
embargo, algunas evidencias sugieren que cada vez viene siendo más habitual que los chicos
15
presenten problemas asociados al control de peso (Law y Peixoto, 2002; McCabe y
Ricciardelli, 2003). Estos autores también señalan el hecho de que en los últimos años está
aumentando la frecuencia con que los chicos se preocupan por su imagen corporal, así
mientras algunos de ellos desearían tener un cuerpo más delgado, otros preferirían un cuerpo
más musculado. Por otro lado, la conducta que tiende a seguirse a dicho descontento con la
imagen corporal es realizar algún tipo de dieta con el fin único de perder peso y, en la mayor
parte de ocasiones, las dietas se basan en disminuir la ingesta energética habitual por debajo
de las cantidades aconsejables y saludables. Además, suelen ser las chicas las que llevan a
cabo con mayor frecuencia alguna especie de dieta para controlar su peso (Moreno, Ramos y
Rivera, 2010).
Por otra parte, algunos estudios (Perpiñá, 1988; Wardle, 1987) están mostrando la
importancia que tienen aquellas actitudes y conductas asociadas a lograr un cuerpo
socialmente deseable, que son factores que se encuentran tanto en pacientes anoréxicas o
bulímicas como en los adolescentes normales (Baños y Perpiñá, 1990).
Numerosos estudios (Bain, King y Jones, 2008; Cohane y Pope, 2001; Lewis y Rosenblum,
1999; McCabe y Ricciardelli, 2011; Paxton y Wertheim, 2011; Smolak, 2011), que se han
realizado esencialmente entre jóvenes de peso normal, han intentado aclarar las diferencias de
edad y género que existen en la insatisfacción con la imagen corporal. Éstas evidencias sugieren
que, aunque los niños en edad escolar ya pueden demostrar descontento con la forma del cuerpo,
debido a que reciben frecuentemente mensajes sociales de otros importantes, compañeros, o
medios de comunicación sobre el tamaño y la forma del cuerpo socialmente aceptable, la
insatisfacción con la imagen corporal aumenta sustancialmente en la adolescencia. En cuanto a
las diferencias de género, se ha encontrado que las chicas reportan mayores niveles de
insatisfacción corporal que los chicos. En general, las chicas son más propensas a preocuparse
por la delgadez, mientras que los chicos tienden a preocuparse por su peso y musculatura. Se ha
sugerido que altos niveles de insatisfacción corporal se asocia con varios resultados negativos,
16
tales como trastornos de la alimentación, ansiedad social, baja autoestima, la ansiedad y la
depresión entre jóvenes con peso normal (Canavarro, Frontini, Gouveia y Moreira, 2014).
Numerosos hallazgos (Agras, de Zwaan, Hayward, Jacobi y Kraemer, 2004; Blechert,
Caffier, Svaldi y Tuschen-Caffier, 2009; Naumann, Svaldi y Trentowska, 2013; Stein y col.,
2007; Stice, 2001) resaltan la importancia de la insatisfacción corporal en el mantenimiento
de la patología central de los trastornos de conducta alimentaria. Por lo tanto, el manejo tanto
de la insatisfacción corporal como de la sobrevaloración de la forma y el peso es un objetivo
importante con respecto a la reducción de los episodios compulsivos en los desórdenes
alimentarios (Naumann y Svaldi, 2014).
3.3. Factores socioculturales en la insatisfacción corporal
Para Chavez (2004) «la imagen corporal representa una construcción social con referentes
biológicos, psicológicos, económicos y socioculturales, por lo que espacios culturales
diversos dan lugar a patrones estético corporales específicos para cada uno». Los medios de
comunicación contribuyen en la existencia de un modelo ideal de belleza instaurado y
compartido socialmente, lo que se entiende en términos de una presión representativa para los
miembros componentes de una sociedad, debido a la importancia que se atribuye al atractivo
para poder triunfar en todos los sectores de la sociedad. Carbajal, Montero y Morales en el
2004, demostraron que los adolescentes suelen desestimar un cuerpo con sobrepeso, debido a
que socialmente se mantiene la creencia de que un cuerpo esbelto es el ideal (Moreno y Ortiz,
2009).
La insatisfacción con la imagen corporal, las dietas y las ideas sobrevaloradas de un
cuerpo delgado son factores que podemos encontrar en la mayoría de las adolescentes y
jóvenes de la actualidad. Además, también existe una presión social publicitaria que anuncian
17
modelos que tienden a fomentar la delgadez junto la preocupación que existe en toda la
población general por la simple cuestión de sentirse atractivo por el otro, aunque
especialmente se encuentra entre las mujeres adolescentes y jóvenes. La mayoría de los
investigadores establecen que los factores socioculturales constituyen los tipos de influencia
más relevantes en la distorsión de la imagen corporal dentro de las culturas occidentales. Tal
parece que ahora lo que prevalece es «la cultura de la delgadez», como se demuestra en una
investigación realizada por Mancilla y cols. (1998), en la cual de una población de 524
universitarias se obtuvieron 44 casos de chicas con trastornos alimentarios lo que se traduce
en el 8.3 % de la población. Esto puede deberse a las presiones que existen por parte de los
medios de comunicación, los cuales fomentan imágenes estereotipadas en las que plasman
que el hecho de poseer un cuerpo delgado da un cierto estatus a las personas, en especial a las
mujeres, quienes son rechazadas por su medio social si no cuentan con dichas exigencias,
incluyendo tanto el núcleo familiar como sus amistades, pareja y el medio social general que
las rodea. Desde el punto de vista sociocultural, se ha argumentado que la presión existente
con la imagen corporal lleva a restringir las pautas de alimentación, restricción considerada
tanto insana como peligrosa Ésta presión que ejercen los medios de comunicación, los
familiares y la cultura hacia la obligación de estar delgado, conlleva la aparición de conductas
y actitudes alimentarias insólitas como pueden ser la obsesión por la delgadez y la
insatisfacción con la imagen corporal, lo cual se encuentra estrechamente ligado con
sentimientos de ineficacia e inseguridad, es decir, con una auto-evaluación negativa (Penna y
Rivarola, 2006).
Las adolescentes parecen ser más vulnerables a las influencias de los medios de
comunicación en comparación con sus semejantes masculinos y realizan más comparaciones
sociales de la apariencia, ambos de los cuales son factores de riesgo para la insatisfacción
corporal. La internalización de los medios de comunicación, más generalmente referida a la
internalización del ideal de delgadez, se refiere a la medida en que los individuos tienden a
suscribirse a las normas sociales de la apariencia física y aspiran a alcanzar dichos estándares.
18
De acuerdo con Thompson y col. (2004), la internalización puede ser conceptualizada no solo
como la aprobación del ideal de los medios de comunicación sino también como
modificaciones del comportamiento de uno mismo para lograr una mayor aproximación a
estos estándares, como una forma de poder compararse con la imagen ideal que propician los
medios de comunicación. La internalización de los medios de comunicación se ha
hipotetizado que conduce a incrementar la insatisfacción corporal debido a que el estándar de
belleza promovido por los medios goza de un fuerte respaldo, lo cual pone de relieve la
brecha existente entre el ideal de belleza inalcanzable en gran medida y la propia apariencia
física de uno mismo, que da como resultado sentimientos de insatisfacción (McLean, Paxton
y Rodgers, 2015).
4. Trastornos de la conducta alimentaria
Perpiñá definió los trastornos de la alimentación como: «aquellas alteraciones en las
cuales la conducta alimentaria está perturbada, fundamentalmente, como consecuencia de los
dramáticos intentos repetidos que las pacientes hacen para controlar su cuerpo y su peso
corporal» (Perpiñá, 1994).
Los TCA se consideran trastornos mentales caracterizados por una conducta alterada ante
la ingesta de alimentos y/o la aparición de comportamientos dirigidos a controlar el peso.
Presentan como características principales un comportamiento alterado de la alimentación y
una preocupación exagerada por la autoimagen y el propio peso corporal. Pueden provocar en
algunas ocasiones problemas físicos y problemas del funcionamiento psicosocial. Se tratan de
un tipo de enfermedades psicosomáticas graves, con una etiología multifactorial y que
solamente pueden entenderse por la interacción de múltiples factores psicológicos y
fisiológicos. Los factores socioculturales constituyen una causa esencial para la aparición de
19
los TCA, y tanto la insatisfacción corporal como el deseo de delgadez son características
necesarias (Baldares, 2013).
En la actualidad, los TCA se consideran un problema de salud pública endémico, debido
a su gradual incidencia, la gravedad de sus síntomas, su resistencia al tratamiento y por su
presencia cada vez más frecuente en edades progresivamente más tempranas, y su persistencia
hasta la edad adulta (Moreno y Ortiz, 2009).
El DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, 2013)
caracteriza a los Trastornos de la Conducta Alimentaria y de la Ingesta de Alimentos como
«una alteración persistente en la alimentación o en el comportamiento relacionado con la
alimentación que lleva a una alteración en el consumo o en la absorción de los alimentos y
que causa un deterioro significativo de la salud física o del funcionamiento psicosocial».
Incluye diferentes tipos (trastorno de rumiación, el trastorno de evitación/restricción de la
ingesta de alimentos, la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno de atracones),
pero se pueden considerar la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa como los trastornos más
relevantes.
La anorexia nerviosa tiene tres características básicas: la restricción de la ingesta
energética persistente, el miedo intenso a ganar peso o a engordar (o un
comportamiento persistente que interfiere con el aumento de peso) y la alteración de la
forma de percibir el peso y la constitución propios. El individuo mantiene un peso
corporal que está por debajo del nivel mínimo normal para su edad, sexo, fase de
desarrollo y salud física (Tabla 1; Anexo 2).
La bulimia nerviosa tiene tres características principales: los episodios recurrentes de
atracones, los comportamientos compensatorios inapropiados y recurrentes para evitar
el aumento de peso, y la autoevaluación que se ve influida indebidamente por el peso
20
y la constitución corporal. Un «episodio de atracón» se define como la ingestión, en un
período determinado de tiempo, de una cantidad de alimentos que es claramente
superior a la que la mayoría de las personas ingerirían en un período similar y en
circunstancias parecidas (Tabla 2; Anexo 3) (American Psychiatric Association,
2013).
La incidencia de estos trastornos va incrementándose trágicamente en las sociedades
occidentales, afectando principalmente a las mujeres, sobre todo a aquellas que están
excesivamente preocupadas por su peso y cuerpo. Los pacientes con trastornos alimentarios
comparten características psicológicas en común, como la dificultad para identificar y
expresar las propias emociones, sensaciones o estados afectivos. A veces, ésta confusión de
las sensaciones internas puede expandirse al hambre y a la saciedad. Además, suelen ser
personas que dudan sobre su propio valor, lo que conlleva a una mayor necesidad de
aprobación externa, necesidad que fortalece su tendencia a someterse al ideal de belleza
existente en la sociedad y a tratar de cambiar su aspecto corporal con el fin de alcanzar dicho
ideal. En el plano cognitivo, los pacientes piensan consistentemente y con gran preocupación
en un mismo tema (p.ej. miedo a ganar peso), siendo incapaces de poder tomar una decisión
eficaz ante ese problema y suelen cometer errores de interpretación, como pueden ser el
pensamiento dicotómico, magnificación, ideas de autorreferencia, ideas catastróficas,
absolutismo y abstracción selectiva. Estos errores de interpretación son generalmente
automáticos y generan problemas y sentimientos negativos (p.ej. ansiedad, que se encuentra
presente durante toda la psicopatología). Los pacientes con TCA también presentan un pobre
control de impulsos, y como consecuencia, actúan de forma imprudente, sin tener en cuenta
las consecuencias de su comportamiento (Rivarola, 2003).
Como ya se ha señalado H. Bruch (1962) es la primera autora que supone la existencia de
una alteración de la imagen corporal en la anorexia nerviosa, y es a partir de entonces cuando
comienzan a aparecer numerosas investigaciones sobre las alteraciones de la imagen corporal
21
como síntoma principal de los TCA. Desde ese momento, se ha considerado necesaria la
alteración de la imagen corporal como criterio diagnóstico en los TCA y así se puede observar
en las continuas ediciones del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales
de la American Psychiatric Association (APA) (Baile, 2003).
4.1. Epidemiología
Los datos epidemiológicos señalan que el ideal de delgadez constituye una grave
amenaza y un problema grave de salud. Además, se ha constatado que la anorexia y la bulimia
provocan la muerte en el 6% de los casos de pacientes que sufren estas enfermedades
(Fairweather-Schmidt y Wade, 2016).
Los datos epidemiológicos sobre TCA también establecen que existe mayor
vulnerabilidad entre las mujeres jóvenes a padecerlos, especialmente en la adolescencia o la
adultez temprana (Baldares, 2013).
En cuanto a la prevalencia, Dayan y Schvili (2000) señalan que ésta oscila entre el 0.5 y
el 1% para los cuadros clínicos de anorexia y bulimia de acuerdo al DSM-IV (2002), aunque
existen contradicciones acerca de cuál de todos los TCA es el más prevalente. Barriguete, en
el 2003, afirma que éstos trastornos tienen una mayor prevalencia en las sociedades
occidentales industrializadas y tienen lugar en todas las clases sociales, no solo en los grupos
sociales de nivel socioeconómico medio y alto. Anaya en el 2004, estableció la tendencia de
morbilidad de éstos trastornos llevando a cabo una revisión de estudios realizados desde el
año 1970 al 2002, indicando que existía un 17% de prevalencia y un 6% de incidencia de
éstos trastornos. Respecto a la edad de inicio de dichas alteraciones, se establece que la edad
promedio es de 17 años, aunque existen otros datos que proponen edades entre 14 y 18 años.
Taylor, en el 2007, argumentó que las mujeres entre 15 y 24 años son las que se ven más
22
afectadas por éstas enfermedades, aunque también existen casos en niños de apenas siete años
y en ancianos de más de ochenta años. Por género, se ha observado un aumento de la
incidencia de los trastornos alimentarios durante los últimos años en las chicas adolescentes
de los países de occidente (Moreno y Ortiz, 2009).
La prevalencia de desórdenes alimentarios durante la adolescencia tardía se sitúa
alrededor del 13% al 15% (Allen, Byrne, Crosby y Oddy, 2013; Marti, Jaconis, Shaw y Stice,
2009; O’Shea y Wade, 2015). Sin embargo, múltiples estudios han mostrado que los
desórdenes alimentarios no aumentan sistemáticamente para todas las chicas adolescentes,
sino que va a depender de la influencia fundamental de fuentes tanto genéticas como
ambientales en los TCA, con una varianza genética media considerada del 52%
(Fairweather-Schmidt y Wade, 2016).
De entre los factores demográficos relacionados con los TCA se encuentran: sexo, edad,
ser hijo único, ser de familia monoparental y haber sufrido la muerte de algún progenitor.
Además, los pacientes con TCA se acompañan de una mayor incidencia de trastornos
afectivos con respecto a la población general, presentando una mayor prevalencia de
depresión mayor (Baldares, 2013).
4.2. Factores implicados en los TCA
De entre los factores que se encuentran implicados en el desarrollo de los trastornos de la
conducta alimentaria, hay que distinguir tres tipos:
Factores predisponentes: condiciones que favorecen su aparición, como pueden ser
factores biológicos, factores de personalidad, demandas socioculturales, etc.
23
Factores precipitantes: son los que están directamente relacionados con su aparición,
por ejemplo, la pubertad, traumas del pasado, una autoevaluación única del peso, la
figura o apariencia; una pobre autoestima, etc.
Factores perpetuantes: actúan manteniéndolo, por ejemplo, control, logros
conseguidos, etc.
La insatisfacción corporal y la preocupación excesiva por el peso son considerados los
principales factores de riesgo en la psicopatología de los TCA. La preocupación por la imagen
corporal cuenta con una etiología multifactorial, englobando causas psicopatológicas,
socioculturales y familiares. En cuanto a las causas socioculturales, se encontraría aquellas
influencias de la sociedad que idealizan modelos de cuerpos de hombre y mujer que se alejan
bastante de la media y por lo tanto son difíciles de conseguir, lo cual puede producir
distorsiones cognitivas sobre el propio peso y deseos de cambiar. En cuanto a las causas
familiares, la influencia de la madre es también un factor importante, así como la presión de
los amigos, ya que se puede observar que aquellas mujeres con amigas o con madres que
siguen dietas muestran mayor propensión hacia trastornos alimentarios (Latorre, Liberal,
Pérez de Eulate y Ramos, 2003).
Baile, en el 2002, afirma que «una alteración de la imagen corporal o insatisfacción
corporal, se ha considerado clave dentro de los posibles factores predisponentes a las
distorsiones en la percepción del tamaño corporal, como un criterio diagnóstico, y ha
provocado que se estudie como una variable asociada a los trastornos de la conducta
alimentaria». Autores como Rosen y Ramírez (1998) y Toro (1996) destacan que uno de los
principales síntomas que se pueden encontrar en las personas que padecen trastornos de la
alimentación es la baja autoestima, manifestándose en forma de inseguridad y escasa
aprobación y respeto hacia sí mismas. La preocupación por el peso y la insatisfacción
corporal representan los dos elementos básicos sobre los que se basa esta baja autoestima, que
24
son el resultado de creencias e inferencias que en la mayoría de ocasiones se encuentran
distorsionadas (Moreno y Ortiz, 2009).
Aimé y col. (2008) encontraron que la externalización e internalización de los problemas
de conducta conlleva un aumento de trastornos de la alimentación. Fay y Lerner (2003),
encontraron que los síntomas depresivos predicen con mayor medida deseo por la delgadez
(Fairweather-Schmidt y Wade, 2016).
En definitiva, en base a toda la evidencia científica que existe sobre la etiología de los
TCA, se pueden proponer como causas de dichos trastornos los factores socioculturales, tales
como el ideal de delgadez, la predisposición familiar, la normalización de los roles de género,
haber sufrido experiencias de abuso sexual y los conflictos en el entorno familiar; factores
biológicos, como una predisposición genética, la presencia previa de psicopatología o su
desencadenamiento como efecto secundario de la desnutrición; y características personales
como una baja autoestima, el tipo de personalidad, factores cognitivos y emocionales y un alto
nivel de autoexigencia. Como factores de riesgo, se han propuesto: la ansiedad-rasgo, la
dificultad para reconocer y expresar las emociones, baja autoestima, una actitud negativa
hacia la expresión de emociones, una percepción negativa de las emociones, la incidencia de
la alimentación, el peso y la imagen corporal en el estado de ánimo, una necesidad de control
y ciertas formas de regular las emociones (Baldares, 2013).
25
5. Evidencias acerca de la relación entre TCA e imagen corporal en adolescentes
A lo largo de los años, se han realizado numerosos estudios sobre la imagen corporal y
los trastornos de la conducta alimentaria basados en los adolescentes, que ponen de manifiesto
la relación existente entre ambos, así como la relevancia de la imagen corporal como factor
predisponente de los desórdenes alimentarios. A continuación, expongo algunos de los
estudios realizados a lo largo de los últimos años.
Un estudio realizado por Latorre, Liberal, Pérez de Eulate y Ramos (2003) perseguía
como objetivo conocer la relevancia de algunos aspectos cognitivos y sociofamiliares
asociados a la insatisfacción corporal en adolescentes vascos (12-18 años), y comprobar la
frecuencia con la que se presentan conductas de riesgo de control del peso, así como conocer
si existen diferencias de género. Se encuestó a 4657 adolescentes mediante un cuestionario
basado en el BSQ (Body Shape Questionnaire de Cooper and cols, 1987) que mide la
insatisfacción con la imagen corporal y el EAT (Eating Attitudes Test de Garner and
Garfinkel 1979), y de ellos se seleccionaron aquellos ítems relacionados con el control del
peso y con la autoimagen. Los resultados obtenidos han mostrado que: al 47% de los jóvenes
les gustaría estar más delgados; el 16% piensa que la ropa le quedaría mejor con una talla
menos; el 37% considera que el resto de los jóvenes pesan menos que ellos/ellas; el 29%
presenta errores cognitivos sobre el peso de los adolescentes de la misma edad; el 79%
comenta recibir algún tipo de presión familiar; el 53% querría adelgazar para mejorar su
aspecto físico, encontrándose mayor número de mujeres (63%) que de hombres (44%). Estos
datos demuestran la importancia que los jóvenes conceden a la imagen corporal y su papel
como factor predisponente, en la mayoría de los casos, de los TCA.
Moreno, Ramos y Rivera (2010) examinaron las diferencias entre chicos y chicas
adolescentes (11-18 años) en variables importantes para el desarrollo de trastornos
alimentarios, que serían el Índice de Masa Corporal, la autopercepción y satisfacción con la
26
imagen corporal y las conductas de control de peso. La muestra estuvo compuesta por un total
de 21.811 adolescentes, seleccionados a través de un muestreo aleatorio de un centro
educativo. El procedimiento consistió en administrar el cuestionario HSBC en el que se
recogieron datos sobre diferentes temas relacionados con las formas de vida de los
adolescentes. Posteriormente se calculó el Índice de Masa Corporal de cada participante y,
para conocer la imagen corporal de los adolescentes se evaluaron dos aspectos: la
autopercepción, utilizando la pregunta «¿Piensas que tu cuerpo es…?»; y la satisfacción
corporal, para la cual se utilizó la subescala de sentimientos y actitudes hacia el cuerpo, que
pertenece al Body Investment Scale (BIS; Orbach y Mikulincer, 1998). A pesar de que las
chicas tenían una puntuación en el Índice de Masa Corporal más normalizada con un menor
nivel de sobrepeso y obesidad, se comprobó que eran ellas las que se percibían más obesas,
las que presentan mayor insatisfacción con su imagen corporal y las que realizaban con más
frecuencia conductas de control de peso para adelgazar (dietas). Se encontró también que la
causa por la que chicos y chicas tienden a realizar dietas para adelgazar no es el peso corporal
real, sino el peso corporal percibido, además de cómo de satisfechos se encuentren con él. Por
lo tanto, en este estudio se encuentran diferencias importantes existentes entre chicos y chicas,
que se debe de tener en cuenta en el diseño y realización de los diversos programas que vayan
destinados a la prevención de problemas con la imagen corporal y la conducta de control de
peso. (Tabla 3 y 4; Anexo 4)
Por otro lado, Moreno y Ortiz (2009) estudiaron la relación entre la imagen corporal, las
conductas de riesgo de trastorno alimentario, y la autoestima en un grupo de adolescentes de
la escuela de Secundaria (13-14 años). La muestra estuvo formada por 298 adolescentes, de
los cuales 153 eran chicas y 145 chicos. Se elaboró un cuestionario de datos generales para
encuadrar a la población, y se registró la talla y peso actual de cada uno con el fin de obtener
el índice de masa corporal (IMC). Se empleó el Test de Actitudes Alimentarias (EAT) de
Garner y Garfinkel (1979), que evalúa las características anoréxicas: motivación para
27
adelgazar, miedo a engordar y patrones alimentarios restrictivos. También se utilizaron el
Cuestionario de la Figura corporal (BSQ) de Cooper (1987) y el Cuestionario de Evaluación
de la Autoestima para Alumnos de Enseñanza Secundaria (CEA) de García (1998). En cuanto
a los resultados obtenidos, la medida del índice de masa corporal permitió comprobar 33
casos de desnutrición (13 en chicos y 20 en chicas) y 41 casos de obesidad de tipo I y II en los
chicos y 37 en las chicas. Como se aprecia en la Tabla 5 (Anexo 5), se detectó riesgo de
trastorno alimentario en el 4% de los hombres y el 12% de las mujeres y la patología ya
establecida en un 10% en ambos sexos. La edad en la que se presentan con mayor frecuencia
el riesgo y los casos clínicos es a los 14 años, con mayor prevalencia en las chicas, aunque
también se presenta en los hombres, con un incremento de la insatisfacción corporal conforme
avanza la edad. En cuanto a la autoestima, los casos se acumulan más en el nivel medio en
ambos sexos. Ésta información permite confirmar que la relación entre la conducta de riesgo
de trastorno alimentario y la imagen corporal es positiva, lo que quiere decir que, a mayor
puntuación en riesgo de trastorno alimentario, mayor insatisfacción con la imagen corporal,
resultados que afirman la hipótesis de investigación de este estudio, es decir, que las
conductas de riesgo de trastorno alimentario mantienen una relación directa con la
insatisfacción de la imagen corporal en los adolescentes.
Rivarola en el 2003, estudió la asociación entre trastornos alimentarios con la
insatisfacción de la imagen corporal. Se utilizó una muestra de adolescentes mujeres que no
presentaban diagnóstico médico de trastornos alimentarios, constituida por un grupo de 60
sujetos de edades entre 12 y 14 años, y otro grupo de 60 sujetos con edades de 18 a 20 años.
Se le aplicaron como instrumentos el EDI-2 (Inventario de Desórdenes Alimentarios de
Gamer y Olmstead, 1983), y el BSQ (Cuestionario del Esquema Corporal de Cooper, 1987).
Los resultados mostraron que ambos grupos de adolescentes mantienen sentimientos de
incapacidad general e inseguridad, sentimientos que están relacionados con una escasa
autoestima, temor a la madurez y percepción errónea de los estados emocionales, todos ellos
factores psicológicos estrechamente relacionados con la insatisfacción con el propio cuerpo.
28
También se presenta en los dos grupos el concepto sobrevalorado del control de peso corporal,
las conductas de control de peso y el miedo a engordar, todas estas variables se encuentran
presentes en la mayoría de trastornos alimentarios. El análisis de los resultados permitió
confirmar una correlación positiva entre la insatisfacción corporal y variables de los trastornos
alimentarios, sin existir diferencias entre ambos grupos. Dichos resultados advierten del valor
predictivo de la insatisfacción con la imagen corporal en la presencia de desórdenes
alimentarios.
En el mismo año, Calado, Lameiras y Rodríguez (2003) llevaron a cabo un estudio
descriptivo transversal mediante encuestas dirigido a evaluar las conductas de riesgo de los
TCA. En el estudio participaron 451 estudiantes universitarios (32,8% de chicos y 67,2% de
chicas) con una media de edad de 19,6, elegidos aleatoriamente. Los instrumentos utilizados
fueron el Inventario de los Trastornos del Comportamiento Alimentario (EDI) (Garner,
Olmstead y Polivi, 1983), el Cuestionario sobre el comportamiento alimentario (Machado y
Soares, 2000), y además se evaluaron variables antropométricas: peso, altura, peso máximo
alcanzado con la altura actual, peso mínimo alcanzado con la altura actual, peso máximo que
el sujeto podría aceptar, peso ideal e índice de masa corporal. En cuanto a los resultados, se
encontró que las chicas presentan una mayor insatisfacción con la imagen corporal y miedo a
engordar o a estar gorda. El 70% de las chicas y el 52,8% de los chicos desearían pesar menos.
Estos datos permiten considerar que la mayoría de las estudiantes no se sienten satisfechas
con su aspecto físico, aunque presenten valores normales de peso (84,2%), siendo éstas
además las que con mayor frecuencia acuden a las dietas para adelgazar para alcanzar al peso
ideal. Además, el grupo de chicas son las que presentan mayormente variables cognoscitivas y
comportamentales de riesgo para el desarrollo de trastornos alimentarios.
Por último, Bolaños y cols. (2009) realizaron un estudio que perseguía como objetivo
comprobar la presencia de alteraciones alimentarias y la influencia que puede tener sobre ellas
el grado de insatisfacción corporal entre los adolescentes. Fueron encuestados 841
29
adolescentes, de siete institutos públicos de Sevilla, con un rango de edad de 12-19 años ya
que fue considerado de mayor riesgo para el desarrollo de conductas alimentarias anómalas,
según la mayoría de los estudios existentes. De los 841 adolescentes encuestados, 402 fueron
varones (47,8%) y 439 eran mujeres (52,2%). Se emplearon los cuestionarios Sick Control On
Fat Food (SCOFF), Eating Attitudes Test-40 (EAT-40) y la subescala de insatisfacción
corporal del Eating Disorders Inventory-2 (BD-EDI-2). Con respecto a los datos obtenidos
mediante estos instrumentos, se observó un descenso del riesgo en las mujeres y un
incremento en los varones comparando con otros estudios realizados en años anteriores. Se
presentaba una mayor insatisfacción corporal en las adolescentes de 12 a 17 años, y las
diferencia entre chicas y chicos en desórdenes alimentarias se sitúa en los 14-16 años. Por
tanto, se encontró una correlación positiva y significativa entre la insatisfacción corporal y el
Índice de Masa Corporal, EAT-40 (síntomas y conductas alimentarias anómalas) y SCOFF
(presencia de señales de alarma de anorexia y bulimia).
6. Conclusiones
En función de todo lo analizado en el presente trabajo y de los resultados que se han
obtenido en los estudios anteriormente expuestos, se pueden extraer una serie de
conclusiones.
Es muy importante la percepción subjetiva que cada persona posee de su propio cuerpo,
además, en la insatisfacción corporal lo que verdaderamente influye es la percepción que tiene
la persona sobre su imagen corporal y no su imagen real (Baños y Perpiñá, 1990). Los
adolescentes tienden a sobreestimar su peso y pensar que tienen más kilos de los que
realmente tienen. En el estudio realizado por Baños y Perpiñá (1990), todas las chicas
adolescentes que participaron en el mismo tendían a sobreestimar la forma de su cuerpo.
30
Existe una gran cantidad de evidencia de que aquellos adolescentes con altos niveles de
insatisfacción corporal, son más propensos para desarrollar trastornos de la alimentación así
como problemas psicológicos, pudiendo considerarse definitivamente la insatisfacción
corporal como un factor de riesgo importante y principal en los trastornos de la conducta
alimentaria (Brausch y Gutierrez, 2009; Coovert, Obremski- Brandon, Thompson y van den
Berg, 2002; Frost y McKelvie, 2004; Johnson y Wardle, 2005; Keery, Thompson y van den
Berg, 2004; Neumark-Sztainer, Paxton y col., 2006; Paxton y col., 2006; Shaw y Stice, 2002;
Stice, 2002; Tiggemann, 2005).
Se ha constatado la relación que existe entre trastornos de la conducta alimentaria,
imagen corporal y autoestima en los adolescentes, comprobándose que las mujeres presentan
un mayor riesgo para estos trastornos (Moreno y Ortiz, 2009). Tanto las chicas como los
chicos adolescentes, se encuentran en una fase de desarrollo y experimentan una gran
cantidad de cambios, por tanto, esto conlleva a una autoevaluación continuada, una baja
autoestima y una insatisfacción con la imagen corporal, lo cual puede conducir a la
realización de conductas de control de peso. De forma que el hecho de conocer que existe una
estrecha relación entre estos tres aspectos (TCA, imagen corporal y autoestima) puede
utilizarse para el diseño de programas dirigidos a la prevención y tratamiento de los trastornos
de la conducta alimentaria.
Existe una gran cantidad de adolescentes que llevan a cabo conductas para controlar el
peso, bien sea mediante la realización de dietas estrictas, que normalmente consisten en
reducir drásticamente la ingesta energética muy por debajo de las cantidades necesarias, o
bien mediante la realización excesiva de ejercicio físico, dedicando más tiempo al mismo del
que los expertos recomiendan, y pudiendo llegar a convertirse en una obsesión. A veces
incluso se combinan los dos tipos de conductas, lo cual llega a constituir un riesgo para la
salud aún mayor. Además, dichas conductas las suelen realizar con mayor frecuencia las
chicas adolescentes, siendo éstas las que presentan mayor número de distorsiones cognitivas
31
acerca de la comida, procurando comer alimentos que no engorden o bien comer lo mínimo
durante el día, y además son éstas las que llevan a cabo con mayor frecuencia dietas para
bajar de peso y le conceden una mayor importancia al ejercicio físico en comparación con los
chicos, según han demostrado los resultados de estudios (p.ej. Latorre, Liberal, Pérez de
Eulate y Ramos, 2003).
En cuanto a la autoimagen, es mayor el número de chicas adolescentes que conceden una
gran importancia al peso y a la imagen corporal, encontrándose que existe un elevado
porcentaje de chicas que desearían adelgazar y estar más delgadas, que no se encuentran
satisfechas con su cuerpo concediendo una gran importancia a la delgadez. Se destaca la
enorme presión hacia la delgadez que existe sobre todo en el caso de las mujeres, presión que
no solo se observa por parte de los medios de comunicación y de la sociedad, sino también
por parte de la familia (Latorre, Liberal, Pérez de Eulate y Ramos, 2003).
Teniendo en cuenta los resultados de estudios como el de Moreno, Ramos y Rivera
(2010), existen diferencias significativas entre chicos y chicas adolescentes con respecto al
Índice de Masa Corporal, encontrándose que las chicas presentan con mayor frecuencia
valores normales de su IMC mientras que los chicos presentan con mayor frecuencia valores
anormales del mismo, obteniendo una mayor puntuación en sobrepeso y obesidad, hallazgos
que también se encuentran respaldados por el Instituto Nacional de Estadística (2006). Pero a
pesar de que las chicas obtienen mejores puntuaciones en el IMC, son éstas las que con mayor
frecuencia perciben a su propio cuerpo con sobrepeso y, por tanto, muestran mayores niveles
de insatisfacción corporal. Estudios como los de McCabe y Ricciardelli (2003) descubrieron
que cada vez venía siendo más frecuente que los chicos también puntuaran alto en
insatisfacción corporal, pero teniendo en cuenta que los chicos obtienen mayores
puntuaciones en sobrepeso y obesidad, es probable que un gran porcentaje de éstos deseen
estar más delgados.
32
Los datos obtenidos en el estudio de Penna y Rivarola (2006), mostraron que los valores
socioculturales que existen actualmente y las influencias familiares, correlacionan
fuertemente con el desarrollo de desórdenes alimentarios en los adolescentes. Existe un
consenso entre los especialistas en considerar que el modelo actual del ideal de delgadez que
es promovido por los medios de comunicación puede constituir un factor predisponente para
los TCA (Penna y Rivarola, 2006). Por lo tanto, resulta necesario concienciar de los efectos
que la publicidad, la moda, la promoción de operaciones quirúrgicas y la promoción para
llevar a cabo dietas insanas, puede tener a la hora de desarrollar trastornos como anorexia y
bulimia sobre todo en el caso de las chicas jóvenes y adolescentes.
El estudio de McLean, Paxton y Rodgers (2015), aportó datos sobre la relación
longitudinal que existe entre la internalización de los medios de comunicación, la
comparación social de la imagen y la insatisfacción corporal, y por tanto se añade a la
evidencia ya existente que sugiere que los medios de comunicación desempeñan un papel
fundamental en el desarrollo de insatisfacción corporal, tanto de forma directa como de forma
indirecta (Cafri y col., 2005). Estos resultados acentúan la importancia de desarrollar
programas que vayan dirigidos a reducir las preocupaciones por la imagen corporal tomando
en consideración estos tres aspectos relacionados, sobre todo en la adolescencia temprana ya
que constituye un período crítico para el desarrollo de insatisfacción con la imagen corporal.
Por lo tanto, teniendo en cuenta todo esto, sería conveniente considerar los siguientes
aspectos:
Realizar mayor número de campañas dirigidas a promover la educación y prevención
acerca de los problemas asociados a la imagen corporal y su predisposición a
desarrollar algún tipo de trastorno de la conducta alimentaria, sobre todo dirigidas a
adolescentes porque constituyen la población con mayor riesgo para desarrollar estos
problemas.
33
Sería necesario concienciar sobre la importancia de llevar a cabo una dieta sana y
equilibrada que aporte la energía diaria necesaria y la importancia de realizar ejercicio
físico diario, pero no en exceso, y concienciar del peligro que supone para la salud
ciertos tipos de dietas restrictivas.
Igualmente es necesario que la gente tome conocimiento sobre la presión que existe
para lograr un cuerpo bonito, y cómo dichas presiones pueden llegar a provocar un
problema grave de la imagen corporal en un chico/a adolescente, indicaciones que
deben ir dirigidas a los medios de comunicación, así como a la familia.
Proporcionar con mayor frecuencia información general a toda la población sobre los
problemas asociados a la imagen corporal y los TCA para que de éste modo se pueda
realizar una detección precoz y por tanto evitar que se desarrolle un problema mayor.
Llevar a cabo una formación de los profesores para que trabajen desde la educación
sobre estos aspectos.
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Penna, F. y Rivarola, M. F. (2006). Los factores socioculturales y su relación con los
trastornos alimentarios e imagen corporal. Revista intercontinental de psicología y
educación, 8(2), 61-72.
Raich, R. M. (2004). Una perspectiva desde la psicología de la salud de la imagen
corporal. Avances en psicología Latinoamericana, 22(1), 15-27.
Rivarola, M. F. (2003). La imagen corporal en adolescentes mujeres: su valor predictivo
en trastornos alimentarios. Fundamentos en humanidades, (7), 149-161.
36
8. Anexos
Anexo 1
Figura 1. «La imagen corporal es una representación mental amplia de la figura
corporal, su forma y tamaño, la cual está influenciada por factores históricos,
culturales, sociales, individuales y biológicos que varían con el tiempo» (Slade,
1994).
(Baile, 2003)
37
Anexo 2
Tabla 1. Criterios Diagnósticos de Anorexia Nerviosa según el DSM-5
A. Restricción de la ingesta energética en relación con las necesidades, que conduce a un peso
corporal significativamente bajo con relación a la edad, el sexo, el curso del desarrollo y la salud
física. Peso significativamente bajo se define como un peso que es inferior al mínimo normal o, en
niños y adolescentes, inferior al mínimo esperado.
B. Miedo intenso a ganar peso o a engordar, o comportamiento persistente que interfiere en el
aumento de peso, incluso con un peso significativamente bajo.
C. Alteración en la forma en que uno mismo percibe su propio peso o constitución, influencia
impropia del peso o la constitución corporal en la autoevaluación, o falta persistente de
reconocimiento de la gravedad del bajo peso corporal actual.
Especificar si:
(F50.01) Tipo restrictivo: Durante los últimos tres meses, el individuo no ha tenido episodios
recurrentes de atracones o purgas (es decir, vómito autoprovocado o utilización incorrecta de
laxantes, diuréticos o enemas). Este subtipo describe presentaciones en las que la pérdida de
peso es debida sobre todo a la dieta, el ayuno y/o el ejercicio excesivo.
(F50.02) Tipo con atracones/purgas: Durante los últimos tres meses, el individuo ha tenido
episodios recurrentes de atracones o purgas (es decir, vómito autoprovocado o utilización
incorrecta de laxantes, diuréticos o enemas).
Especificar si:
En remisión parcial: Después de haberse cumplido con anterioridad todos los criterios para la
anorexia nerviosa, el Criterio A (peso corporal bajo) no se ha cumplido durante un período
continuado, pero todavía se cumple el Criterio B (miedo intenso a aumentar de peso o a
engordar, o comportamiento que interfiere en el aumento de peso) o el Criterio C (alteración de
la autopercepción del peso y la constitución).
En remisión total: Después de haberse cumplido con anterioridad todos los criterios para la
anorexia nerviosa, no se ha cumplido ninguno de los criterios durante un período continuado.
38
Especificar la gravedad actual:
La gravedad mínima se basa, en los adultos, en el índice de masa corporal (IMC) actual (véase a
continuación) o, en niños y adolescentes, en el percentil del IMC. Los límites siguientes derivan de
las categorías de la Organización Mundial de la Salud para la delgadez en adultos; para niños y
adolescentes, se utilizarán los percentiles de IMC correspondientes. La gravedad puede aumentar
para reflejar los síntomas clínicos, el grado de discapacidad funcional y la necesidad de supervisión.
Leve: IMC >17 kg/m2
Moderado: IMC 16-16,99 kg/m2
Grave: IMC 15-15,99 kg/m2
Extremo: IMC < 15 kg/m2
39
Anexo 3
Tabla 2. Criterios Diagnósticos de Bulimia Nerviosa según el DSM-5
A. Episodios recurrentes de atracones. Un episodio de atracón se caracteriza por los dos hechos
siguientes:
1. Ingestión, en un período determinado (p. ej., dentro de un período cualquiera de dos horas),
de una cantidad de alimentos que es claramente superior a la que la mayoría de las personas
ingerirían en un período similar en circunstancias parecidas.
2. Sensación de falta de control sobre lo que se ingiere durante el episodio (p. ej., sensación de
que no se puede dejar de comer o controlar lo que se ingiere o la cantidad de lo que se ingiere).
B. Comportamientos compensatorios inapropiados recurrentes para evitar el. aumento de peso, como
el vómito autoprovocado, el uso incorrecto de laxantes, diuréticos u otros medicamentos, el ayuno o
el ejercicio excesivo.
C. Los atracones y los comportamientos compensatorios inapropiados se producen, de promedio, al
menos una vez a la semana durante tres meses.
D. La autoevaluación se ve indebidamente influida por la constitución y el peso corporal.
E. La alteración no se produce exclusivamente durante los episodios de anorexia nerviosa.
Especificar si:
En remisión parcial: Después de haberse cumplido con anterioridad todos los criterios para la
bulimia nerviosa, algunos, pero no todos los criterios no se han cumplido durante un período
continuado.
En remisión total: Después de haberse cumplido con anterioridad todos los criterios para la
bulimia nerviosa, no se ha cumplido ninguno de los criterios durante un período continuado.
Especificar la gravedad actual:
La gravedad mínima.se basa en la frecuencia de comportamientos compensatorios inapropiados
(véase a continuación). La gravedad puede aumentar para reflejar otros síntomas y el grado de
discapacidad funcional.
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Leve: Un promedio de 1-3 episodios de comportamientos compensatorios inapropiados a la semana.
Moderado: Un promedio de 4-7 episodios de comportamientos compensatorios inapropiados a la
semana.
Grave: Un promedio de 8-13 episodios de comportamientos compensatorios inapropiados a la
semana.
Extremo: Un promedio de 14 episodios o más de comportamientos compensatorios inapropiados a la
semana.
41
Anexo 4
Tabla 3. Distribución de las respuestas referidas a la autopercepción de la imagen
corporal según el sexo
Total (%) Chico (%) Chica (%)
Demasiado delgado
Un poco delgado
Tiene la talla
adecuada
Un poco gordo
Demasiado gordo
2,64
15,13
48,08
30,76
3,38
3,03
19,13
49,99
25,35
2,50
2,30
11,56
46,37
35,60
4,18
«En el estudio de Moreno, Ramos y Rivera (2010), al registrar las diferencias entre
chicos y chicas sobre la percepción de la propia imagen corporal, se puede observar como
existe un mayor porcentaje de chicos que se perciben como demasiado o un poco delgados,
mayor porcentaje de chicos consideran situarse en un peso adecuado, y existe un porcentaje
significativamente mayor de chicas que se consideran un poco o demasiado gordas».
(Moreno, Ramos y Rivera, 2010)
42
Tabla 4. Índices descriptivos de la satisfacción con la imagen corporal según el sexo
Total Chico Chica
N válido
Media
Mediana
Desviación típica
11567
3,80
4,00
0,88
5408
4,02
4,17
0,79
6159
3,61
3,67
0,90
«En el estudio de Moreno, Ramos y Rivera (2010), se analizó también las diferencias
entre chicos y chicas con respecto a la satisfacción con el propio cuerpo. Los resultados
mostraron que la media de chicos que se encuentran satisfechos con su cuerpo es mayor en
comparación con la media de chicas, siendo mayor la mediana en el caso de los chicos, lo
cual significa que entre las chicas se encontraron puntuaciones más bajas y encontrándose
también una desviación típica mayor en éstas, lo cual quiere decir que sus puntuaciones
tienden a desviarse más de la media, pudiendo considerar por tanto entre las chicas mayores
índices de insatisfacción corporal».
(Moreno, Ramos y Rivera, 2010)
43
Anexo 5
Tabla 5. Distribución de la muestra por nivel de riesgo de trastorno alimentario
según el sexo
«En el estudio de Moreno y Ortiz (2009), los resultados del Test de Actitudes
Alimentarias (EAT-40) mostraron la existencia de un 4% de chicos con riesgo de trastorno
alimentario (5 casos de 145) mientras que en las chicas el riesgo se sitúa en un 12% (19
casos de 153); por otro lado, se observa la existencia de casos clínicos ya desarrollados en el
10% de los chicos (15 casos de 145) al igual que en mujeres (15 casos de 153)».
(Moreno y Ortiz, 2009)