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Andrea Pascual Villar
Estrella Marín Fernández
Escuela Universitaria de Enfermería
Grado en Enfermería
2015-2016
Título
Director/es
Facultad
Titulación
Departamento
TRABAJO FIN DE GRADO
Curso Académico
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia
Autor/es
© El autor© Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones, 2016
publicaciones.unirioja.esE-mail: [email protected]
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia, trabajo fin de gradode Andrea Pascual Villar, dirigido por Estrella Marín Fernández (publicado por la
Universidad de La Rioja), se difunde bajo una LicenciaCreative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden solicitarse a lostitulares del copyright.
ESCUELA UNIVERSITARIA DE ENFERMERÍA
EL DUELO ANTE LA MUERTE EN LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA
ANDREA PASCUAL VILLAR
TRABAJO FIN DE GRADO
D. ª ESTRELLA MARÍN FERNÁNDEZ
Logroño, Junio 2016
CURSO ACADÉMICO: 2015/2016
CONVOCATORIA: Ordinaria
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
1
ÍNDICE
RESUMEN ...................................................................................... 2
1. INTRODUCCIÓN .................................................................... 5
2. OBJETIVOS ........................................................................... 9
3. METODOLOGÍA ................................................................... 10
4. DESARROLLO ..................................................................... 11
4.1. EL DUELO ................................................................................................... 11
4.2. REACCIONES INFANTO-JUVENILES NORMALES ................................... 15
4.3. FASES Y TAREAS DEL DUELO ................................................................. 22
4.4. DIFERENCIAS ENTRE EL DUELO INFANTIL Y ADULTO ......................... 29
4.5. EL DUELO PATOLÓGICO Y SUS FACTORES DE RIESGO ...................... 32
4.6. FACTORES EN EL PROCESO DE DUELO ................................................. 39
4.7. EL DUELO EN LAS DISTINTAS ETAPAS DEL DESARROLLO INFANTIL 44
4.7.1. El duelo en el bebé y el niño hasta los 2 años .................................. 45
4.7.2. El duelo en el niño en edad preescolar (3-6 años) ............................ 46
4.7.3. El duelo en la etapa escolar (6-10 años) ............................................ 51
4.7.4. El duelo en la preadolescencia (10-13 años) ..................................... 55
4.7.5. El duelo en la adolescencia ................................................................ 57
4.8. PROGRAMA DE EDUCACIÓN PARA LA MUERTE ................................... 60
5. PROCESO DE ATENCIÓN DE ENFERMERÍA (P.A.E.) ....... 67
6. CONCLUSIONES ................................................................. 72
7. ANEXO: Material útil para ayudar a los niños en el duelo 75
8. BIBLIOGRAFÍA .................................................................... 78
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
2
RESUMEN
A lo largo de la historia el concepto de muerte y, por tanto, la forma de vivir el duelo
han sufrido variaciones con los años. Antiguamente se afrontaba como parte de la
vida, pero actualmente la muerte es un tabú social y el duelo infantil un gran
desconocido. La mayoría de los adultos no entienden que los niños perciben la pérdida
y necesitan adaptarse a ella. Es decir, obvian la necesidad infantil de elaborar un
duelo.
Los objetivos principales del trabajo son, en primer lugar, visibilizar y concienciar a la
sociedad de la existencia del duelo infantil. En segundo lugar, formar a los
profesionales sanitarios para que sean capaces de asesorar a los padres basándose
en unos conocimientos contrastados, pudiendo así prevenir conjuntamente problemas
de salud mental. Partiendo de la base de que la muerte es inevitable y siempre causa
sufrimiento, se pretende que los niños sean capaces de llevarla a cabo de la forma
más sana posible.
Para alcanzar los objetivos planteados en este trabajo la metodología que se ha
llevado a cabo es una búsqueda bibliográfica en las principales bases de datos
biomédicas (PUBMED, IBECS, SCIELO) a partir de las palabras clave. Además se han
revisado otros portales de difusión científica como Dialnet y páginas web específicas
de cuidados paliativos (SECPAL, Paliativossinfronteras, Duelia).
La parte central del trabajo trata sobre el duelo pediátrico, explicando las
características específicas de las reacciones infantiles y juveniles ante la muerte. Se
exponen también las fases o tareas necesarias para superarlo y los factores que
influyen en su elaboración. Lo que nos ayuda a reconocer los factores de riesgo para
detectar precozmente duelos patológicos.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
3
Además, puesto que sabemos que se hace muy difícil acompañar a los niños en sus
inquietudes y en su dolor si los adultos también estamos sufriendo; se exponen pautas
de actuación para padres con el fin de ayudarles a tratar el tema de la muerte y el
manejo del duelo con los niños en las diferentes edades. Posteriormente, el relevante
papel de enfermería como responsable de la educación sanitaria y la prevención
queda reflejado en un Proceso de Atención de Enfermería mediante la taxonomía
NANDA, NOC, NIC.
Finalmente, las conclusiones de este trabajo refieren que lo que impide principalmente
a los niños elaborar adecuadamente el duelo es que sus familiares nieguen el impacto
de la muerte, ocultándoles los sentimientos de dolor y apartándoles del duelo familiar.
Lejos de protegerles de esta vivencia dolorosa como se pretende, se les aleja de una
experiencia necesaria y enriquecedora para su desarrollo.
Palabras clave
Duelo infantil, muerte, afrontamiento, niño, sufrimiento, dolor, perdida, adolescente,
tipos, etapas, factores, miedos infancia, fases, sensaciones y emociones.
ABSTRACT
Throughout history the notion of death and, therefore, the way grief is experienced
have undergone variations over the years. In former times it was dealt with as a part of
life, but currently death is a social taboo and childhood grief is the great unknown. Most
adults cannot understand that children perceive the loss and need to get used to it.
That is, they leave out the child’s need to devise grief.
The main aims of the essay are, firstly, make it visible and raise awareness of the
existence of childhood grief. Secondly, train medical assistants for them to be able to
give information to parents, basing on some verified knowledge, making it possible to
prevent mental health problems jointly. Considering that death is unavoidable and it
always brings about suffering, children are expected to be able to carry it out in the
healthiest possible way.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
4
In order to achieve the aims set out within this essay the methodology that has been
carried out is a bibliographical search on the main biomedical database (PUBMED,
IBECS, SCIELO) from key words. Moreover, other scientific websites such as Dialnet
and specific websites on palliative care (SECPAL, Paliativossinfronteras, Duelia) have
been examined.
The central part of the essay deals with paediatric grief, explaining the specific
characteristics of child and youth responses to death. The stages or tasks which are
necessary to overcome it and the factors that influence on its elaboration are also
stated. This helps us recognise the risk factors in order to detect pathological grief
early.
Furthermore, since we know that it is rather complicated to accompany children in their
concern and sorrow if adults are also suffering; action guidelines for parents are
exposed in order to help them deal with the issue of death and with children at different
ages. Thereafter, the relevant role of nursing as responsible for health education and
prevention is reflected on a Nursing Care Process by means of the taxonomy NANDA,
NOC, NIC.
Finally, the conclusions drawn from this essay imply that what mainly prevents children
from developing grief adequately is that their relatives deny the impact of death, hiding
their feelings of sorrow and separating them from family grief. Far from protecting them
from this painful experience as it is expected, they are moved away from a necessary
and enriching experience for their development.
Keywords:
Children mourning, grief, bereavement, death, coping, child, suffering, pain, loss, teen,
types, stages, factors, childhood fears, phases, feelings and emotions.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
5
1. INTRODUCCIÓN
La muerte siempre ha sido objeto de profundas reflexiones filosóficas, religiosas y,
actualmente, científicas. Sin embargo, en las sociedades postindustriales es difícil el
simple hecho de nombrarla y aceptarla como parte de nuestras vidas, de modo que las
actitudes hacia ella han sufrido una evolución desadaptativa. Hemos pasado de unas
actitudes saludables del afrontamiento, a las prefóbicas de la inquietud que produce su
temor y a las fóbicas de su negación1.
En Occidente podemos observar una serie de cambios o retrocesos socioculturales
respecto a la vivencia de la muerte. La Institucionalización Hospitalaria ha marcado un
antes y un después. Antes la muerte se pensaba como parte natural de la existencia,
pero a partir del cambio radical del Hospital ha aumentado la atención tecnológica en
detrimento de la empático-afectiva. Podemos considerarnos una sociedad
tanatofóbica, en la que, paradójicamente, hasta los profesionales sanitarios, presos de
su propio entorno cultural, también temen a la muerte1.
Si nos remontarnos a la Grecia clásica, al mundo romano, paleocristiano y a la Edad
Media veremos como el fenómeno de la muerte era percibido como algo lógico,
asumible, tolerable y no desesperanzador1.
En cambio, en las últimas décadas, hemos nombrado a la muerte y al morir
inconfesables temores, les hemos apartado de nuestra existencia y de nuestra casa,
construyendo tanatorios y eliminándola incluso de nuestro lenguaje. En este ritual de
negación, se ha expulsado a la muerte de lo cotidiano1.
Por otra parte, somos conscientes de que en los últimos tiempos morir se ha
convertido en un acontecimiento aislado, privatizado, lento e, incluso, adjetivado
(muerte cerebral, muerte asistida, etc.). Las manifestaciones públicas ante la muerte
han cambiado a lo largo de la historia y cultura humanas y están cambiando cada vez
más. Podemos plantearnos si este cambio no es demasiado rápido, si estamos
preparados para esa rapidez, ya que puede implicar no tener el tiempo suficiente para
asumir la elaboración del duelo y favorecer así la negación de la experiencia.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
6
Los ritos de duelo tradicionales están desapareciendo y no están siendo sustituidos
por ningún otro, esto puede facilitar la negación de la actividad que los procesos de
duelo requieren. Cada día se celebran más funerales en la intimidad. Esa intimidad,
en ocasiones es causa y consecuencia de la racionalización del duelo2.
Además, los valores sociales dominantes (éxito, bienestar, alegría...) están en
contradicción con las vivencias de sufrimiento o enfermedad. El resultado de estos
valores y esta nueva ideología de ocultación y aislamiento del duelo, refuerza la
tendencia hacia la negación2.Teniendo en cuenta esta realidad, no nos puede extrañar
que los dolientes hagan como si nada hubiese pasado, sintiéndose presionados por
las personas de su alrededor que les incitan a olvidar, a reponerse enseguida, a no
sentir o a no expresar el dolor en público. Antes, morir era un problema del hogar y del
grupo, hoy es un problema-proceso de las clínicas y los hospitales, de ahí que la
enfermería tenga un papel protagonista3.
Actualmente la muerte es un tema tabú, la alejamos porque a todos los seres
humanos nos angustia enfrentarnos a ella. Es uno de los motivos por los que el duelo
infantil es una temática poco tratada, hablar de la muerte y particularmente si se trata
de hablarlo con los niños está mal visto, no es lo normal.
Otra de las principales causas es que la mayoría de los adultos pensamos que los
menores, sobre todo los más pequeños, no se dan cuenta de lo que sucede tras la
pérdida. Creemos, o necesitamos creer, que son demasiado pequeños para ser
plenamente conscientes y poder entender lo sucedido4. Es comprensible la
permanencia de esta creencia, puesto que el conocimiento de este sufrimiento ante las
pérdidas es relativamente reciente, en 19705.
Es cierto que el concepto de muerte y la forma de reaccionar ante la misma es
diferente en los niños y en los adultos, pero eso no significa que los niños no sientan la
muerte o no necesiten hablar sobre ella. Ellos también tienen que pasar por el proceso
del duelo para adaptarse a la nueva situación.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
7
En oposición a las creencias populares, las investigaciones y la experiencia clínica con
niños ha demostrado que los niños son capaces de darse cuenta de los cambios que
suceden a su alrededor tras la muerte de una persona significativa para ellos4.
Afrontar el duelo ante la muerte de un ser querido es difícil para todos, pero para los
niños especialmente, porque al no tener las herramientas y capacidades que tienen
los adultos, dependen de ellos para entenderla y afrontarla. Por lo que la
responsabilidad del duelo infantil recae sobre ellos. El problema es que a veces los
adultos, lejos de ayudarles, les excluyen del duelo familiar. En la mayoría de las
ocasiones por la creencia errónea de que están haciendo lo mejor para sus hijos,
omitiendo el hecho de que elaborar las pérdidas es parte de la estructuración psíquica
que debe atravesar el ser humano6.Incluso en otras ocasiones por sus propios miedos
y la angustia que les provoca pensar en darles la noticia a sus hijos. En resumen, para
protegerles y protegerse de situaciones incomodas.
Con la certeza de que la dependencia del adulto en la infancia es fundamental y
considerando que a la mayoría de los adultos nunca nos han dado un método para
enfrentarnos a la muerte, tenemos carencias a la hora de transmitir esta información a
los niños. Es por ello que se necesita formar e informar a los padres, profesores y
sanitarios, ya que hay un vacío en nuestra educación respecto a estos temas y
nuestras creencias están más basadas en la cultura de nuestro entorno que en las
demostraciones e investigaciones científicas.
Cabe destacar que las estadísticas a escala mundial demuestran que la mayoría de
los niños perderán a alguno de sus abuelos a lo largo de su infancia y hasta el 3.5-4%
a uno de sus progenitores o hermanos. Además, un tercio de los pacientes que
acuden a las consultas de Atención Primaria presentan problemas de salud mental y
aproximadamente una cuarta parte del total presentan problemas que podrían
considerarse relacionados con algún tipo de pérdida7.Otro dato interesante a tener en
cuenta es que hasta el 40% de los niños en duelo padecen algún tipo de trastorno un
año después de la pérdida.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
8
Si recurrimos a estos datos nos percatamos de la cantidad de niños que tienen que
elaborar duelos y la trascendencia que puede tener para la salud mental de su futuro
ayudarles a afrontarlos5. No hay mayor demostración de la magnitud del problema que
reconocer que la muerte es un hecho ineludible y todos vamos a tener que
enfrentarnos a ella, necesitamos ,por tanto, disponer de recursos para afrontarla de la
mejor forma posible.
Al igual que ocurre en la sociedad, en la educación oficial se hace como si la muerte
no existiese, y como si nada tuviese que ver con la formación. No se tiene en cuenta
que la muerte puede ser objeto de estudio, ya que además de concienciar a la
sociedad en general y a los padres en particular, podemos enseñar a los propios niños
a gestionar sus emociones. Al mismos tiempo que podemos desmitificar la muerte,
podemos liberarla del miedo al que muchas veces esta unida, dado que el niño no
tiene más miedo a la muerte que el que se le inculca. De modo que, una educación
que tuviera la muerte más libre del miedo les favorecería8.
Los niños no están preparados para todo lo que sea inevitable y doloroso, así que,
cuando se encuentran con alguna limitación, su frustración es tan grande y sus
recursos son tan escasos que la posibilidad de una elaboración adecuada se hace
tremendamente difícil4. Es ahí donde la “Educación para la Muerte” toma protagonismo
como alternativa a esa frustración, quizás como solución. Consideramos que es uno
de esos temas esenciales e inexistentes de la educación de los que se podría
encargar una enfermera de colegio o de Atención Primaria. Recapitulando, el bienestar
psicosocial del niño es en gran parte, responsabilidad de los profesionales sanitarios,
ya que desde nuestra posición accesible y cercana a las familias, podemos
asesorarlas. Es inevitable que los niños sientan dolor ante una pérdida, pero podemos
evitar que sufran en silencio.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
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2. OBJETIVOS
2.1. GENERALES
• Visibilizar la existencia del duelo infantil ante la muerte.
• Enseñar a los profesionales sanitarios y a las familias cómo ayudar a los niños
a afrontar el duelo, adaptándose a la edad y madurez cognitiva e intelectual del
niño.
2.2. ESPECÍFICOS
• Informar acerca del proceso de duelo ante la muerte y de sus fases,
entendiendo los factores que influyen en la elaboración del duelo y explicando
las características del duelo en el adulto y en el niño o joven.
• Identificar emociones y sentimientos más frecuentes y saber gestionarlos
diferenciando entre reacciones normales y patológicas del duelo infantil.
• Ayudar a las familias a comunicar a los niños la muerte de un familiar y a
facilitar a los niños el afrontamiento en esta difícil etapa.
• Resaltar la importancia de la formación en este ámbito.
• Evitar que se aleje a los niños del duelo y conseguir que sean capaces de
llevarlo a cabo de la forma más sana posible.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
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3. METODOLOGÍA
En orden cronológico se han ido realizando las siguientes tareas:
Búsqueda, lectura y extracción de la información relevante encontrada en los artículos
que satisfacen los objetivos que se persiguen en este proyecto. La búsqueda se ha
llevado a cabo en las principales bases de datos biomédicas (PUBMED, IBECS,
SCIELO) y en otros portales de difusión científica como DIALNET o Google
Académico. Además se han revisado páginas web específicas de cuidados paliativos
(SECPAL, Paliativossinfronteras, Duelia) a partir de las palabras clave. Principalmente
se ha consultado en DIALNET porque se trata de un servicio de carácter gratuito y es
un proyecto iniciado en la Universidad de La Rioja.
Los documentos utilizados han sido artículos publicados en los últimos 15 años,
aunque por la relevancia de la información obtenida en algunas publicaciones
anteriores también se ha extraído información de artículos publicados con anterioridad.
Este texto se trata de un trabajo descriptivo redactado a partir de los conocimientos
obtenidos mediante una búsqueda bibliográfica previa, tras la contrastación del
planteamiento de los diferentes autores y aportando con palabras propias las ideas
generales extraídas.
Las referencias bibliográficas se han citado siguiendo la normativa de Vancouver,
según los requisitos de uniformidad para manuscritos presentados en revistas
biomédicas.
Finalmente se ha verificado el cumplimiento de los objetivos propuestos y revisado que
la redacción cumple los criterios de cohesión y adecuación.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
11
4. DESARROLLO
4.1. EL DUELO
Para poder entender el duelo del niño es importante tener primero unas nociones
básicas acerca del duelo. El término duelo viene del latín dolus, que significa dolor.
Dolor considerado como un proceso normal, una respuesta natural o una experiencia
humana. Quizás lo que no sería natural es la ausencia de respuesta9.
Duelo es un término que, en nuestra cultura, suele referirse al conjunto de procesos
psicológicos y psicosociales que siguen a la pérdida de una persona con la que el
sujeto en duelo estaba psicosocialmente vinculado .Podemos considerar que el duelo
es producido por cualquier tipo de pérdida, y no sólo es aplicable a la muerte de una
persona. Aunque si la pérdida es radical y definitiva, como en ese caso, se verán
afectadas más dimensiones de la persona, por no decir todas (dimensión física,
emocional, cognitiva, conductual, social y espiritual)10. Por tanto, podemos considerar
el duelo como una experiencia global, que afecta a la persona en su totalidad.
Podemos afirmar que el duelo se produce siempre que tiene lugar una pérdida o
separación significativa, no sólo cuando se trata de una persona, sino también cuando
se pierde algo con valor, real o simbólico. Se puede experimentar ese sentimiento de
pérdida a través de una larga enfermedad, un divorcio o una pérdida de empleo7, 10.
Desde el punto de vista del constructivismo social el duelo es un proceso emocional y
como tal tiene que ver con cómo las personas construyen los acontecimientos que
ocurren a su alrededor. El duelo es el proceso por el que los supervivientes son
capaces de reconstruir su mundo, y por tanto a sí mismos, sin el objeto perdido7.
Freud y M. Klein11, han sido pioneros en describir el duelo, sus teorías tan
fundamentales dentro del psicoanálisis nos permiten la comprensión de este proceso
de duelo en cualquier tipo de pérdida.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
12
En este texto llamaremos duelo al proceso por el que una persona que ha perdido algo
importante para ella se adapta y se dispone a vivir sin ello7.
Hay muchas definiciones que reflejan las ideas de los diferentes autores, pero todas
tienen en común que no se trata de un sentimiento único, sino de un proceso complejo
que se experimenta y se afronta de muchas y muy variadas formas. El duelo es un
proceso personal y único, pero produce reacciones humanas comunes. Esto se debe a
que parte de una información básica heredada y en íntima relación con nuestra
supervivencia. En efecto, todos tenemos la noción de duelo como experiencia de
dolor, lástima, aflicción o resentimiento. Sin embargo, se manifiesta de diferente forma
según la experiencia, el aprendizaje, la personalidad, y otra serie de vínculos o
factores externos. Todo ello moldea de forma individual la respuesta de duelo en cada
individuo y la intensidad de los sentimientos, emociones, pensamientos y
comportamientos que aparecen tras la muerte de un ser querido10. El fallecimiento de
una persona ocasiona, en quienes mantenían un vínculo estrecho y significativo con el
fallecido, cambios importantes en el concepto que tienen de sí mismos y del mundo
que les rodea12.
Los sentimientos que se manifiestan más habitualmente y que son normales si no se
cronifican son: la tristeza, el enfado, la culpa, el miedo, la ansiedad, la soledad, la
añoranza, la desesperanza, la sensación de abandono y la productividad inhibida10.
Además de todo lo comentado el duelo es también una experiencia ambivalente, ya
que no sólo se presenta como riesgo, sino también como posibilidad. Posibilidad de
maduración, que hace que el ser humano emerja del proceso como persona diferente. Esto se debe a que la elaboración normal del duelo conduce a la reconstrucción del
mundo interno, enriquecido por esta nueva experiencia y por una confianza básica
acrecentada13.
La mayoría de las personas ha experimentado en su familia como, ante el fallecimiento
de un ser querido, se altera el equilibrio del sistema familiar. Por consiguiente, también
se modifica la adaptación a la pérdida que supone una reorganización. En esta
reestructuración, a corto y a largo plazo, las etapas de duelos familiares e individuales
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
13
se influyen recíprocamente12. Para conseguir una elaboración satisfactoria del duelo la
familia debe permitir que cada uno de los miembros viva el proceso de duelo a su
propio ritmo. El trabajo del duelo requiere tiempo y paciencia y no puede hacerse en
un plazo de tiempo fijo. Los tiempos de resolución del duelo son diferentes para cada
persona. El duelo representa una desviación del estado de bienestar y necesita un
período de tiempo para que el doliente vuelva a un estado de equilibrio similar al
habitual14.
Freud9, describía que existe un proceso normal del duelo el cual ni siquiera requiere un
apoyo más allá del propio tiempo, que se encargará de restablecer el equilibrio
perdido. Es cierto que el tiempo es importante, ya que hay que tomarse el necesario
para aprender a descargar el dolor y adaptarse a vivir de manera diferente. Sin
embargo, estudios posteriores han demostrado que no es sólo el tiempo el que ayuda
a superar la muerte, sino que es lo que las personas en duelo realizan durante ese
periodo. Elaborar el duelo es una experiencia de la persona que le reportará un
aprendizaje al tener que afrontar de manera activa tareas cognitivas, emocionales,
actitudinales y relacionales encaminadas a la aceptación de la pérdida.
Otra definición de duelo que se centra en la aceptación como principal finalidad del
proceso es la siguiente: conjunto de representaciones mentales y conductas
vinculadas con una pérdida afectiva, cuyo objetivo es aceptar la realidad de la pérdida
y adaptarse al nuevo entorno15. Para ello la persona en duelo tiene que llevar a cabo,
no sólo la aceptación racional, sino también la emocional. El familiar puede ser
intelectualmente consciente de la pérdida mucho antes de que las emociones le
permitan aceptar plenamente la información como verdadera10. Poder aceptar la
muerte del otro significa aceptar una ausencia de futuro en el proyecto imaginario
común que se hubieran trazado16.
Como se ha venido diciendo para adaptarse a la pérdida siempre se necesita elaborar
un duelo. El duelo no es sólo un esfuerzo de emociones y sentimientos, exige cambios
en muchos aspectos de la vida, por ejemplo en los roles de las personas dentro de
una familia12. Durante este proceso el adulto moviliza una gran carga de energía
mental, de pensamientos, de fantasías para recordar las cualidades del ser perdido,
imaginando como sería si todavía viviese, etc16.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
14
Es importante que las personas en duelo conozcan una serie de aspectos acerca del
duelo que les tranquilicen en determinadas situaciones. El proceso de duelo no es
gradual ni lineal, supone avances, retrocesos y fases entremezcladas. De esta forma
no se desanimarán cuando, después de haber mejorado, tengan pequeñas recaídas
que requieran trabajarlo de nuevo12. También es conveniente que entiendan que el
duelo es un proceso a largo plazo, y su culminación no será un estado como el que
tenían antes del mismo, ya que se trata de un proceso de transición hacia una nueva
identidad12,14. A pesar de que mucha gente lo confunde por la similitud de los
síntomas, el duelo no es ni un estado, ni una enfermedad. Según M.Klein2, el duelo
difiere de la depresión sólo en que tiene un fin y un objetivo: la recuperación o
reparación de objetos internos dañados.
Si nos centramos en el niño, el proceso de elaboración del duelo vendrá determinado
por la etapa evolutiva del desarrollo en que se encuentre, por su temperamento y por
la actitud de los adultos que le rodean, es decir, por su entorno social15. Al mismo
tiempo, se halla directamente vinculada con los medios de contención emocional y las
capacidades de resiliencia individuales y sociales. Para que se dé un desarrollo
emocional y social óptimo, los niños necesitan una experiencia segura, afectiva,
individualizada y continua de cuidados. Es aconsejable que estos cuidados provengan
de unos pocos cuidadores que interactúen con ellos de forma sensible5. Los procesos
de duelo que cursan sin complicaciones generan conocimiento y recursos para el
desarrollo de intervenciones que desbloquean los procesos de duelo complicado17.
Centrándonos en el final del duelo, todos los dolientes son capaces de volver a invertir
sus emociones en la vida y en los vivos, si ponen de su parte la intención de cambiar,
la fuerza de voluntad y el valor suficientes9,10. Klein11, plantea que el vencimiento de
éste se da cuando el sujeto reinstala sus objetos internos buenos, lo que le permite
volver a obtener confianza en los objetos externos, es decir, “en la persona amada
perdida” .La finalización del proceso de duelo implica la aceptación de la ausencia del
fallecido, aceptación que, en cierto modo, encierra una despedida12.
El trabajo en esta etapa de la vida, llamada duelo, no va orientado a olvidar, ni a dejar
de amar a la persona a la que estuvimos unidos. Sino que su propósito es encontrarle
un sitio en la vida emocional del superviviente que le permita llevar a cabo sus nuevos
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
15
retos vitales. A pesar de lo que mucha gente cree, elaborar un duelo no es olvidar, es
aprender a vivir sin alguien15.
Por consiguiente, podemos considerarlo resuelto cuando la persona recupera el
interés por la vida, cuando se siente más esperanzada, cuando experimenta
gratificación de nuevo, cuando se adapta a nuevos roles, cuando consigue establecer
nuevas relaciones y puede volver a vincularse con aquello que la vida le ofrece en el
presente14,15.
En el marco de la familia decimos que se ha superado cuando todos sus integrantes lo
han resuelto. Es decir, cuando son capaces de recordar a la persona fallecida y pensar
en él sin sufrir profundamente, angustiarse, ni desconcertarse15.
Solamente una vez finalizado este periodo uno es capaz de tomar conciencia y
sorprenderse de haber sufrido una transformación interna y un aprendizaje que marca
un hito en su existencia. A pesar de todo el sufrimiento que provoca, el duelo y el dolor
por la pérdida de un ser querido es algo normal y se supera13. De forma sencilla
podemos concluir diciendo que el duelo es el pasaporte que nos saca del sufrimiento y
permite que el dolor pase15.
4.2. REACCIONES INFANTO-JUVENILES NORMALES
La experiencia de duelo no es universal, tiene matices socioculturales. Hay una gran
variedad de formas en las que los niños reaccionan frente al hecho de la muerte de
un familiar. Aquí se exponen algunas de ellas, aunque unas pueden no aparecer
nunca, otras pueden manifestarse sólo en las crisis y otras pueden presentarse
posteriormente al suceso de duelo16. En nuestro entorno las vivencias más comunes
clasificadas en las diferentes dimensiones son:
a) Dimensión física. Engloba las molestias físicas que pueden aparecer a la
persona en duelo, considerando el duelo una situación estresante7, 10, 14.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
16
Disfagia (dificultad para tragar) o dificultad para articular.
Sequedad de boca.
Dolor o sensación de “vacío” en el estómago.
Alteraciones del hábito intestinal, molestias gástricas.
Opresión en el pecho y en la garganta.
Hipersensibilidad a los ruidos.
Disnea y sensación de falta de aire. Los suspiros son un correlato cercano a la
sensación física de falta de respiración.
Palpitaciones.
Falta de energía.
Tensión o debilidad muscular.
Inquietud.
Alteraciones del sueño. Pueden manifestarse mediante dificultad para dormir o
despertar temprano por la mañana, en los duelos normales se corrige con el
paso del tiempo. Estos trastornos pueden simbolizar algunas veces miedos,
miedo a soñar, a estar en la cama solo e incluso a no despertarse. Si persisten
estas alteraciones del sueño pueden indicar un trastorno depresivo o un duelo
patológico, ambas dos se deben explorar por un profesional. Además es
común soñar con la persona fallecida, tanto sueños normales como
angustiosos o pesadillas. A veces estos sueños sirven para clarificar o
diagnosticar la situación de la persona en el curso de su duelo.
Alteraciones del apetito. Aunque se pueden manifestar comiendo demasiado o
demasiado poco, la pérdida de apetito y, por consiguiente, de peso, es una
conducta más frecuente.
Fatiga. A veces manifestada como apatía o indiferencia.
Mareos.
Sensación de despersonalización.
En los niños predominan las manifestaciones de tipo fisiológico, al ser mayor la
dificultad para expresar las emociones y los sentimientos. En cambio en los
adolescentes, es más frecuente el malestar psicológico. En cualquier caso, en los
niños no es demasiado frecuente la tristeza o el abatimiento como en los adultos. Las
manifestaciones del duelo suelen centrarse más en cambios de conducta y de humor
o alteraciones en la alimentación y el sueño18.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
17
b) Dimensión emocional: Los sentimientos más habituales son:
Tristeza. Aunque los niños están tristes por la pérdida, no lo manifiestan como
los adultos. Normalmente no tienen este sentimiento tan presente y continuo,
sino que es más intermitente y breve. La pena en los niños no es permanente
porque la capacidad de los niños pequeños de sentir emociones intensas es
limitada. Es más habitual que los niños la expresen de vez en cuando, pero
por largo tiempo, ya que generalmente dura más. Sin embargo, es posible que
un niño muestre poca aflicción inmediata, pero por ello no podemos concluir
que el niño no ha sido afectado por la muerte18,19.
Enfado. En muchas ocasiones producido por la sensación de frustración por no
haber podido hacer nada para evitar la muerte. Puede ser uno de los
sentimientos más desconcertantes y está en la base de muchos de los
problemas del proceso de duelo. El enfado que experimenta el doliente para
llevarse a un desenlace sano ha de identificarse y dirigirse apropiadamente
hacia el fallecido. El niño habitualmente toma la muerte de una persona como
una afrenta personal por parte del difunto, que lo ha abandonado, por lo que
puede reaccionar de forma hostil contra éste14,16.
Desplazamiento. Aparece cuando el enfado se controla de forma menos eficaz
y se dirige hacia otra persona, culpándola de la muerte. Los principales
acusados son los padres en el caso de los niños. Mientras que para los adultos
son los médicos, los directores de las funerarias, los miembros de la familia, los
amigos insensibles o Dios14. Una de las desadaptaciones más peligrosas del
enfado es la postura de dirigirlo hacia sí mismo.
En toda pérdida importante hay una tendencia a la regresión, a sentirse
desamparado e incapaz de existir sin esa persona. Esto significa que el menor
puede tener comportamientos correspondientes a niños más pequeños,
además de rabietas o llamadas de atención20. Es como un retorno a etapas
anteriores del desarrollo emocional, con conductas más infantiles. Por ejemplo
exigiendo más comida, hablando como un bebé o temiendo a la oscuridad.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
18
Ira por haber sido abandonados. Es una reacción normal que se puede
expresar de forma indirecta mediante juegos violentos, pesadillas, irritabilidad o
enfado hacia otros miembros de la familia. Por lo que a veces pasa
inadvertida18,20.
Rabia, incluida la rabia contra sí mismo que puede ser peligrosa, ya que puede
desembocar en ideas de suicidio. La mejor herramienta para combatirla es
expresarla, la actividad física con gran esfuerzo suele ser una buena forma de
canalizarla7,10.
Culpa, en muchas ocasiones es fruto de nuestras autoexigencias más que de
la realidad. Autorreprocharse por no haber sido más amable, por haber perdido
la oportunidad de expresar su cariño…suelen ser las principales causas de
remordimientos y culpabilidad en los adultos. La mayoría de las veces la culpa
tiene una base irracional y se mitiga al confrontar la realidad14.
Por otra parte, a los niños lo que les atormenta es la idea de haber originado la
muerte por haber deseado en algún momento que el fallecido se fuera.
Algunos menores se sienten responsables directos de la muerte de la persona
querida porque creen firmemente que portarse mal puede ser una causa de
muerte y ven su mal comportamiento como causante principal. A partir de estas
creencias falsas, los niños elaboran sus fantasías de la muerte y se dan sus
propias explicaciones de la misma. Ante sentimientos de culpabilidad es
imprescindible explicar que frases fruto del enfado como “no quiero verte más”
o “ya no te quiero” no causan la muerte. Ante el fallecimiento del familiar
también pueden presentar algunas conductas inapropiadas fruto de su propio
malestar, desconcierto y dificultad para gestionar su dolor4,16,20. Este
sentimiento de culpa se manifiesta sobre todo si en vida el fallecido le hizo
comentarios como “un día vas a matarme” o “¡basta ya, vas a acabar conmigo!”
por su mala conducta. También aparece en niños que no pueden o no saben
expresar la tristeza que sienten15.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
19
Miedo a perder al progenitor que sigue viviendo o a ser abandonado por éste.
Los niños sienten la necesidad de permanecer con las personas supervivientes
por temor a nuevas pérdidas. Les preocupa muchísimo que otra de sus
personas queridas pueda morir también y quedarse sin nadie que los cuide. Es
uno de los temores más frecuentes e importantes en los menores10,21.
Ansiedad. Puede oscilar desde una ligera sensación de inseguridad a fuertes
ataques de pánico. A mayor intensidad y perpetuación de la ansiedad, más
sugiere una reacción de duelo patológica. Esta sensación la provoca el temor
de aquellos supervivientes que presienten que no podrán cuidar de sí mismos
por sí solos, la preocupación por quién les cuidará en el futuro o la conciencia
de la sensación de muerte personal. La muerte produce en el niño un estado
de ansiedad que se puede ver reflejada mediante síntomas físicos y/o
emocionales14.
Negación. El niño niega que la muerte haya ocurrido y actúa aparentemente
como si no le hubiese afectado. La negación es un mecanismo de defensa que
el niño utiliza cuando la pérdida ha sido demasiado grande para él y sigue
pretendiendo que la persona esté viva16. Se trata de un intento de aislarse del
dolor que no soportan y no saben cómo gestionar. Se puede ver manifestada
tanto mediante comportamientos agresivos, como indiferentes o excesivamente
eufóricos y juguetones. Los niños que niegan la muerte de un ser querido lo
que suelen necesitar son oportunidades para llorar15.
Soledad, desamparo10.
Impotencia, sensación que se presenta a menudo en las primeras fases de la
pérdida10.
Cansancio existencial e indefensión.
Añoranza, anhelo, desesperanza, abatimiento10.
Alivio, liberación10.
Amargura y sentimiento de venganza10.
Insensibilidad o anestesia emocional. Es la ausencia de sensibilidad y ocurre
porque hay demasiados sentimientos que afrontar y permitir que se hagan
todos conscientes sería muy desbordante; así la persona experimenta la
insensibilidad como una protección de su flujo de sentimientos14.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
20
Aunque tanto los niños como las niñas aparentan tener el mismo tipo de respuesta
emocional ante la experiencia de la muerte, las niñas suelen ser más emotivas y
expresan con mayor facilidad sus sentimientos16.
c) Dimensión cognitiva. Esta dimensión hace referencia a los procesos mentales.
Ciertos pensamientos podemos considerarlos normales en las primeras fases del
duelo y generalmente desaparecen tras un breve espacio de tiempo. Pero a veces
los pensamientos se mantienen en el tiempo y desencadenan sentimientos que
pueden producir una depresión o problemas de ansiedad7, 10, 14, 16.
Incredulidad. Suele ser el primer pensamiento que se tiene cuando se conoce
una muerte, especialmente la muerte súbita.
Preocupación e ideas repetitivas generalmente relacionadas con el difunto. Se
trata de una inquietud que a menudo incluye pensamientos obsesivos sobre
cómo recuperar a la persona perdida. A veces esta preocupación toma la forma
de pensamientos intrusivos o imágenes del fallecido sufriendo o muriendo.
Confusión y conmoción. Los niños sienten que no pueden ordenar sus
pensamientos.
Dificultades de memoria, atención y concentración.
Embotamiento mental.
Falta de interés por las cosas.
Sensaciones de presencia. Es el equivalente cognitivo de la experiencia de
anhelo. La persona en duelo puede pensar que el fallecido aún está de alguna
manera en la dimensión de espacio y tiempo de los vivos.
Alucinaciones. Tanto visuales como auditivas. Suelen ser experiencias
ilusorias, generalmente transitorias y seguidas de crítica.
Idealización: El niño sobrevalora las cosas buenas del difunto y elimina los
recuerdos de sus defectos, llegando incluso a falsear los recuerdos respecto al
carácter y la vida real del difunto.
d) Dimensión conductual10, 14, 16, 7, 22:
Hiperactividad o inactividad.
Conductas de búsqueda. Buscar y llamar en voz alta a la persona querida no
es extraño.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
21
Llanto.
Aumento del consumo de tabaco, alcohol, psicofármacos u otras drogas. Conducta de riesgo habitual sobre todo en los adolescentes.
Evitación de recuerdos del fallecido. Algunas personas evitan los lugares o
cosas que les provocan sentimientos dolorosos. Cuando la persona en duelo
se libra rápidamente de todas las cosas asociadas al fallecido, deshaciéndose
de ellas de cualquier forma, puede derivar en un duelo complicado.
Normalmente no es una conducta sana y suele indicar una relación
ambivalente con el fallecido.
Visitar lugares o atesorar objetos que recuerdan al fallecido. Es lo opuesto de la
conducta de evitación. Muchas veces esta conducta refleja el miedo a olvidar al
fallecido.
Sustitución. El niño rápidamente comienza a buscar el afecto de otros con el fin
de sustituir la figura del difunto.
El niño asume las maneras de actuar del difunto, intentando conseguir sus
mismas características.
Hiperfagia o anorexia.
Inquietud e hiperalerta.
Jugar imaginariamente con la muerte.
e) Dimensión social16,14.
Resentimiento hacia los demás. Es común en el niño culpar a otros de la
muerte acaecida, por lo que las reacciones hacia los otros se pueden volver
hostiles.
Aislamiento social. No es extraño que las personas que han sufrido una pérdida
quieran aislarse del resto de la gente. Es normalmente un fenómeno efímero y
se corrige solo. Este retraimiento social también puede incluir una pérdida de
interés por el mundo externo, como no querer ver la televisión.
f) Dimensión espiritual. Se replantean las propias creencias y la idea de
trascendencia10.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
22
Estas manifestaciones son formas de respuesta normal ante una situación anormal,
pero cuando se evidencia una intensidad y persistencia de la sintomatología se puede
determinar la existencia de un duelo no resuelto21. Todas estas manifestaciones
normales de dolor se pueden dar en los niños, y como tales deben ser atendidas y
acogidas. Sin embargo, debemos estar también atentos a la forma en la que
evolucionan y a cómo pueden complicarse.
En el DSM-IV se reconoce el duelo como problema que puede ser objeto de atención
clínica; indica que durante los dos primeros meses pueden presentarse síntomas
depresivos característicos de un episodio depresivo mayor que pueden considerarse
normales si no se prolongan16.
Algunas señales que pueden identificar a los niños con problemas a la hora de
elaborar el duelo y que necesitan ayuda externa son: trastorno de estrés
postraumático, percepciones distorsionadas, enuresis, ira manifestada en juegos
violentos, imitación excesiva de la persona desaparecida, expresiones repetidas de
deseo de unirse con ella, involucrarse con toxicomanías, aislamiento, persistencia
durante mucho tiempo de pesadillas o insomnio, llanto excesivo, apatía o
insensibilidad y pérdida de peso o apetito21,22.
4.3. FASES Y TAREAS DEL DUELO
No hay coincidencia en la literatura respecto a la elaboración del duelo. Hay autores
que defienden la evolución del mismo mediante diferentes fases que el doliente tiene
que pasar, mientras que otros hablan de una serie de tareas que tiene que realizar.
A este tema se han referido algunos autores tan significativos como Parkes, Bolwy,
Worden, Rando, Engel o Sanders. Desde la perspectiva de aquellos autores que
creen en las etapas se ha discutido cuáles son éstas y su validez empírica, puesto
que son muy variables23. Estos autores han definido diferentes fases en las que se
pueden apreciar elementos comunes aunque con algunos matices. Estas fases son un
proceso y no secuencias o etapas fijas, de tal manera que no se observa un corte
claro entre una y otra fase, y existen fluctuaciones entre ellas10.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
23
Además, tampoco se ponen de acuerdo respecto al número de etapas, puesto que
algunos exponen que las principales etapas son tres: las fases de rechazo y negación,
la de confrontación y la de la acomodación23. Mientras que otros alegan que la
persona en duelo puede pasar por más etapas: shock, negación, depresión, culpa,
miedo, agresión y reintegración12 .
Si nos centramos en el niño que sufre la pérdida de un familiar podemos hacer otra
división del proceso de duelo en otras tres etapas diferentes pero similares18:
1. Protesta. El niño añora amargamente al progenitor fallecido y llora suplicando
que vuelva.
2. Desesperanza. Comienza a perder la esperanza de que vuelva, llora
intermitentemente y puede pasar por un período de apatía,
3. Ruptura de vínculo. Empieza a renunciar a parte del vínculo emocional con el
fallecido y a mostrar interés por el mundo que le rodea.
Paralelamente, Bowbly y Parkes 23, defienden o describen cuatro etapas en el
proceso de elaboración del duelo que aparecen en el paciente terminal, en familiares y
allegados, pero por razones obvias no al mismo tiempo, puesto que el paciente finaliza
el duelo al concluir su vida.
a) Breve fase de shock, aturdimiento o embotamiento mental
Esta fase se caracteriza esencialmente por la incapacidad de aceptar la realidad, un
sentimiento de incredulidad que invade todos los aspectos de la vida y hace que estén
muy presentes en el doliente las conductas automáticas1. Este impacto físico y
psicológico, normalmente se da en las primeras horas o días tras la muerte. Es normal
sentir gran desconcierto y experimentar pena y dolor. En el niño se puede dar un
bloqueo afectivo, caracterizado por la falta de expresión de emociones o el
desbordamiento emocional9. Cuando sucede la primera situación, este período de
insensibilidad o entumecimiento defensivo ayuda a desatender el hecho de la pérdida
al menos durante un breve período de tiempo14. El shock es un mecanismo protector
que da a las personas tiempo y oportunidad de abordar la información recibida, es
decir, ayuda a amortiguar el impacto de la pérdida10. Por tanto, es una reacción normal
y que nos ayuda en primera estancia, no hay que preocuparnos por ella mientras que
no se prolongue excesivamente9.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
24
b) Fase de anhelo y búsqueda de la persona querida
En esta etapa aparecen sentimientos de injusticia, rabia, depresión y culpa
acompañados de insomnio y ansiedad. La persona puede aparecer inquieta e irritable.
Esa agresividad a veces se puede volver hacia uno mismo en forma de
autorreproches, pérdida de la seguridad y/o de la autoestima10. El niño busca
ansiosamente al ser querido y esto se manifiesta en actuaciones como desear vestir
con la ropa de su hermano muerto de manera insistente o ir persistentemente al lugar
donde su padre o madre le llevaba9. Si los sentimientos citados previamente son muy
intensos o perpetuán en el tiempo, o si los deseos de reencuentro se cronifican,
podemos pensar en la existencia de un duelo patológico1.
c) Fase de desorganización y desesperación
Esta fase está marcada por la dificultad y longitud de la misma. Al haberse superado
las dos etapas anteriores el deudo va tomando conciencia de que el ser querido no
volverá. Por ello se experimenta una tristeza profunda, una tendencia a abandonarse y
a romper los esquemas de su estilo de vida personal. Esto se debe al desinterés y
apatía que siente hacia su realidad actual10. También están presentes los sentimientos
depresivos y la falta de ilusión, ya que la persona en duelo encuentra difícil funcionar
en su medio, puesto que éste ha cambiado y todavía no se ha adaptado al cambio. Es
el momento en el que suelen aparecen acentuados los síntomas del duelo infantil14.
d) Fase de reorganización
El afectado va adquiriendo conciencia de lo que ha perdido tras atravesar episodios de
llanto, nerviosismo, miedo, enfado, vergüenza, desamparo y falta de visión de futuro24.
Se van adaptando nuevos patrones de vida sin el fallecido, y se van poniendo en
funcionamiento todos los recursos de la persona10. Si se van superando las fases
anteriores con éxito poco a poco surge el afrontamiento y se reorganiza la propia
existencia. Se puede definir brevemente como la etapa en la que la persona va
recuperando su vida14. Sin embargo, si no se llega a esta fase el duelo se cronifica de
forma patológica, podemos considerarlo así cuando la depresión o distimia supera el
año tras la pérdida. Aunque hay otras manifestaciones patológicas como puede ser la
ausencia de aflicción consciente reflejada en el exceso de autocontrol lo que pospone
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
25
el duelo. Incluso la presencia de euforia, casi maníaca, que en algunas ocasiones está
unida a la negación de la muerte1.
Las secuencias temporales de este proceso son muy variables y pueden reactivarse
ante otros duelos, nuevas pérdidas o acontecimientos biográficos como cumpleaños o
aniversarios23. Cronológicamente podemos decir que la incredulidad tiene un pico al
mes de la pérdida, la añoranza a los 4 meses (es el factor negativo más común que el
ánimo depresivo), el enfado a los 5 meses y la depresión a los 6 meses24.
Aunque no hay consenso, las etapas del duelo más conocidas popularmente son las
cinco etapas del duelo descritas por Kübler-Ross. Se trata de un proceso de duelo
individualizado, en el que no todos experimentan todas ellas, ni en el mismo orden.
Este modelo ha sido ampliamente difundido y con gran impacto mundial a través de la
literatura de autoayuda. Las cinco fases son las siguientes15,6:
1. Negación y aislamiento: Puede corresponderse con la etapa de shock
emocional, comentada anteriormente. Lleva a la incredulidad del hecho, de
esta manera el afectado se crea una defensa personal o barrera, que nos
permite amortiguar el dolor ante una situación inesperada y nos da un tiempo
para reaccionar.
2. Ira: El doliente siente enojo, agresividad y resentimiento; estos son los
resultados de percibir una pérdida de control hacia la gente que le rodea. Los
padres no deben vivir esta fase como algo personal contra ellos, ya que al
reaccionar también con ira, se fomenta la conducta hostil del niño. No se trata
de consentirle, pero tampoco de reñirle mucho, hay que tener más paciencia y
tiempo para hablar y explicar las cosas con calma.
3. Pacto y negociación: El superviviente trata de negociar la pérdida a cambio de
algo, propone negociaciones al médico o a Dios, a cambio de la curación o la
recuperación del ser querido. Intenta posponer la pérdida hasta que se cumpla
el plazo de vencimiento que la misma persona ha marcado. Es una fase que
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
26
puede no darse durante el duelo, pero si se da tiene una duración corta y con
connotaciones infantiles.
4. Depresión: Cuando la realidad no se puede seguir negando se siente una
profunda tristeza y dolor durante largos periodos, unidos a la desmotivación
interna y con muestras de no querer seguir luchando. Las personas cercanas al
doliente deben respetar y comprender el dolor, evitando animar con frases del
tipo: “no te preocupes” o “no llores”, ya que sería contraproducente.
5. Aceptación: Cuando finalmente se han superado las anteriores etapas
satisfactoriamente, se logra adaptarse y seguir adelante con la vida cotidiana.
Esta aceptación se observa en comportamientos como: el superviviente puede
encontrarse bien estando solo o acompañado, no tiene tanta necesidad de
hablar del propio dolor como al principio...etc. Se puede asemejar a la etapa de
reorganización.
En el niño, además de poder presentar las anteriores etapas, también están vigentes
dos etapas adicionales6:
Desorganización: Por lo general, cuando los adultos no reaccionan bien ante
una pérdida, hacen que el niño se sienta desubicado y no sepa qué hacer ni
entienda lo que está sucediendo.
Culpa: A veces surge en la mente de los niños la fantasía de que si se
hubiesen portado mejor no hubiese ocurrido la pérdida.
En contraposición al tránsito pasivo por etapas o fases, por no entenderlo como un
proceso lineal a las ideas de los autores anteriores, Worden15 presentó un
revolucionario enfoque del duelo. Se mostraba a la persona doliente como sujeto
activo con tareas por resolver. Las tareas que implica el proceso de duelo pueden
aplicarse no sólo a los adultos sino al contexto familiar en general y a las necesidades
de los niños, en particular. Sería un gran error interpretar que sólo los adultos
desarrollan este proceso y, más aún, suponer que deberían hacerlo al margen de los
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
27
niños. Tanto ellos como los adolescentes, sin olvidar a los ancianos, también deben
llevar a cabo las siguientes tareas17:
Tarea I: Aceptar la realidad de la pérdida. Cuando alguien muere, incluso cuando la muerte es esperada, siempre hay cierta
sensación de que no es verdad. Pueden darse dos casos que impiden la realización
de esta tarea22:
a) La negación de la realidad de la pérdida puede variar en el grado, desde una
ligera distorsión a un engaño total. Lo más probable es que la persona guarde
posesiones del fallecido en un estado momificado, muy habitual es conservar
su habitación tal como estaba, preparada para si vuelve. Esto no es
preocupante a corto plazo, pero se convierte en negación si se mantiene
durante años. Un ejemplo de distorsión, sería la persona que ve al fallecido
personificado en otro familiar.
b) La negación del significado de la pérdida. Toda negación persigue el objetivo
de bienestar, aunque sea a corto plazo. Afirmaciones como “no era un buen
padre”, “no estábamos tan unidos” o “no le echo de menos” hace que la
perdida se pueda ver menos significativa de lo que realmente es. Deshacerse
de las ropas y acabar con todos los recuerdos del fallecido es lo opuesto a la
“momificación” y minimiza la pérdida. Los supervivientes tratan de protegerse a
sí mismos mediante la ausencia de recuerdos que les hagan afrontar cara a
cara la realidad de la pérdida.
La creencia y la incredulidad son intermitentes mientras se intenta resolver esta tarea.
El funeral ayuda a muchas personas a encaminarse hacia la aceptación, aunque es
especialmente difícil si el superviviente no ve el cuerpo del fallecido. Los que no están
presentes en el entierro pueden necesitar otras formas externas de validar la realidad
de la muerte.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
28
Tarea II: Trabajar las emociones y el dolor vinculado a la pérdida.
El doliente siente tanto el dolor físico, como el dolor emocional y conductual asociado
a la pérdida. Es necesario reconocer y trabajar este dolor o éste se manifestará
mediante síntomas u otras formas de conducta disfuncional, si no se elabora el dolor
se puede arrastrar toda la vida. Todo aquello que evite o suprima de forma continua
este dolor es probable que prolongue el curso del duelo. En general, la sociedad está
incómoda con los sentimientos de dolor, y por ello, da a los afectados el mensaje de
que no es necesario elaborarlo. Esto interfiere con las propias defensas individuales
de la persona, llevándole a obviar la necesidad de elaborar los aspectos emocionales
de su duelo, bloqueando así sus sentimientos y negando lo que siente. Este intento de
abstenerse de cumplir la segunda tarea se ve reflejado en conductas como evitar
pensamientos dolorosos, refugiarse en el alcohol o las drogas y viajar de un lugar a
otro buscando cierto alivio emocional. Abandonarse al dolor está estigmatizado como
algo insano, se considera más apropiado distraer a la persona de su dolor que
ayudarle a gestionarlo. Lo opuesto y saludable es permitirse dar rienda suelta al dolor,
sentirlo y saber que un día pasará. Es saludable y necesario sufrir la pena y los
aspectos emocionales de la pérdida, expresando los sentimientos y el dolor para
avanzar en el mismo. Podría decirse que aquellos que evitan el duelo consciente
sufren un colapso, que habitualmente se manifiesta en forma de depresión22.
Tarea III: Capacitarse para desenvolverse en el mundo sin el fallecido. Muchos supervivientes se resienten porque tienen que desarrollar nuevas habilidades
y asumir roles que antes desempeñaban sus familiares o parejas. Los intentos de
cumplir con el papel del fallecido pueden fracasar y esto, puede provocar sentimientos
de frustración. La pérdida a causa de una muerte puede cuestionar los valores
fundamentales de la vida y sus creencias filosóficas. No es extraño sentir que se ha
perdido la dirección en la vida y buscarle un significado o sentido a esta pérdida, sirve
para recuperar cierta sensación de control. Si el doliente se detiene en esta tarea es
porque no ha sido capaz de adaptarse a la pérdida y por tanto, no desarrolla las
habilidades de afrontamiento necesarias. Para no asumir las exigencias del medio, se
aísla de él22.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
29
Tarea IV: Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo.
La disponibilidad del superviviente para empezar nuevas relaciones no consiste en
renunciar a la persona fallecida, sino en encontrarle un lugar apropiado en su vida
psicológica y emocional, un lugar importante pero que le permita establecer nuevos
vínculos con los demás, un lugar que le permita continuar viviendo de manera eficaz
en el mundo. Para muchas personas, esta tarea es las más difícil de completar22.
Geoffrey Gorer14, formula que la manera de tener cierta información acerca del punto
del proceso del duelo en el que está el doliente está firmemente relacionado con la
forma en que la persona responde a las condolencias verbales. La aceptación
agradecida de las mismas es uno de los signos más destacados de que la persona lo
está resolviendo satisfactoriamente.
Si alguna de las tareas anteriormente explicadas no se completa adecuadamente, o si
el superviviente se bloquea en alguna de las fases y no consigue evolucionar en la
elaboración del duelo, puede ser necesaria terapia psicológica.
4.4. DIFERENCIAS ENTRE EL DUELO INFANTIL Y ADULTO
Los niños realizan el duelo de manera distinta a los adultos. Para poder entender y
ayudar en el desarrollo del duelo infantil es importante conocer sus características
específicas y distintivas del duelo del adulto. Básicamente los niños tienen distintos
mecanismos de defensa y diferentes reacciones21,25,4,22, 23,5 ,16,15,10:
Mantienen la capacidad de disfrutar las situaciones agradables. Se permiten
disfrutar de los juegos y los amigos sin sentir que traicionan a la persona
fallecida. Los niños no se retraen con el dolor, buscan sustitutos.
Normalmente no pierden la autoestima.
Podrían no demostrar sus sentimientos tan abiertamente. No suelen expresar
la tristeza o apatía, a veces incluso dejan de hablar del fallecido.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
30
Tienen modos de expresión particulares. Su pena tiende a expresarse más con
el cuerpo y el comportamiento que con la palabra (mediante los juegos, los
dibujos y los cuentos).
Las expresiones intensas, tanto emocionales como de comportamiento, no son
continuas en los niños. Los niños están tristes sólo ocasionalmente, no se
muestran acongojados todo el tiempo.
La inmadura estructura de los niños pequeños les impide reaccionar con una
verdadera depresión, pero pueden sentirse afligidos. Esta aflicción tiende a ser
breve porque su yo, para mantenerse, tiende a adoptar rápidos mecanismos de
defensa como la negación, la sustitución y la represión.
Desarrollo cognitivo menor, lo que conlleva una inmadurez afectiva, una
necesidad más intensa de que los objetos estén realmente presentes.
Menor información acerca de la muerte, lo que les hace menos dueños de su
duelo. Dependen de los adultos para expresar y consolar su dolor. Los niños
requieren la presencia de sus figuras de apego, generalmente sus padres, para
avanzar en su desarrollo evolutivo. Los adultos en cambio, ya tenemos
incorporadas de alguna forma estas figuras parentales y nos es menos
necesaria la presencia física.
Rara vez tienen la posibilidad de llevar a cabo la búsqueda de personas que
les comprendan en su pena y en su duelo.
Menor comprensión de la muerte que los adultos. Esto no significa que no la
perciban sino que las explicaciones que se dan de la pérdida están teñidas por
sus propias interpretaciones y éstas suelen estar dominadas por su
pensamiento mágico, concreto y literal. Así como por lo que son capaces de
tolerar en cada momento de su desarrollo a nivel emocional.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
31
Generalmente tienen mucha curiosidad y presentan un fuerte deseo de saber.
Esto conlleva que pregunten sobre aspectos de la muerte que a los adultos nos
incomoda hablar.
Necesitan sentir que sus necesidades son satisfechas tras la perdida y buscan
seguridad en su entorno. A diferencia del adulto que tarda mucho en entablar
nuevas relaciones y satisfacer de nuevo sus necesidades.
Frecuentemente sus emociones oscilan y pasan de momentos de pena a
concentrarse y ocuparse de otras cosas como jugar, ver la tele o charlar con un
amigo. Esto no significa que haya olvidado al familiar, sino que su condición de
niño hace que sus estados de ánimo sean más cambiantes.
Puede destruirse cualquier adquisición lograda en la esfera intelectual, afectiva
o psicomotriz (conductas regresivas como chuparse el dedo, enuresis,
pesadillas, trastornos de la atención, obsesiones, fobias, tics nerviosos…etc).
La equivalencia enfermedad-muerte es uno de los signos más frecuentes en el
niño. Cualquier síntoma, fiebre, catarro, pequeña herida, etc., le hacen temer
que se va a morir.
Generalmente manifiestan su pena mediante cambios de humor, disminución
del rendimiento escolar, problemas de sueño o alimentación, miedos, ansiedad
y reacciones de cólera o desafío.
La pena en un niño, al igual que los sentimientos más comunes del duelo,
suelen aparecer de manera más intermitente y corta que en los adultos. Sin
embargo, el proceso de duelo dura más tiempo porque normalmente necesitan
volver sobre él una y otra vez en diferentes momentos de su desarrollo. Con
frecuencia reviven la pérdida durante su periodo de crecimiento, especialmente
en circunstancias vitales trascendentes.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
32
A los adolescentes generalmente les cuesta mucho hacer duelo ya que son
todavía emocionalmente niños.
Los niños no comprenden el concepto de muerte como los adultos porque
muchos de los conceptos abstractos que necesitan para entenderla están en
desarrollo. Además la falta de introspección y la propia individualidad hacen
que la muerte no tenga para los niños el mismo sentido angustioso y cruel que
tiene para los adultos. Para ellos es más una sensación de ausencia,
separación o abandono.
Otra peculiaridad en los niños la observamos en la fase de readaptación al
medio tras la ausencia del objeto, se necesita mucha más ayuda externa que
en el caso de los adultos. Frecuentemente estas readaptaciones dejan marcas
caracteriales. Por esto queremos hacer de nuevo hincapié en el papel
fundamental de los adultos, de los que se requiere una atención comprometida
y perseverante para acompañar a los niños en su lucha por lograr el bienestar.
Es decir, para garantizar la reparación de la pérdida y seguir creciendo
constructivamente.
4.5. EL DUELO PATOLÓGICO Y SUS FACTORES DE RIESGO
El duelo es una etapa difícil en la que los pensamientos, sentimientos y conductas
pueden confundirse o ser muy similares a los de una depresión. Es importante, por
tanto, saber diferenciar el proceso de duelo normal del patológico, que normalmente,
requiere ayuda de un profesional. Muchas veces, es la enfermera de Atención Primaria
la persona capaz de detectar la necesidad de ayuda profesional, de ahí la relevancia
de una buena formación en este aspecto.
En primer lugar, para saber distinguir y detectar un duelo complicado, comenzamos
recordando el duelo normal. Si nos centramos en psiquiatría infantil se maneja más el
término de duelo funcional o no complicado. En este proceso de duelo los niños son
capaces de ajustarse a la pérdida del ser querido, por lo que no es necesaria ayuda
externa del especialista15.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
33
Podemos definir el duelo sano como el esfuerzo exitoso de un individuo por aceptar
que se ha producido un cambio en su mundo externo y que él debe realizar los
cambios correspondientes en su mundo interno, representacional, y reorganizar en
consecuencia su conducta de apego5.
Por otro lado, definimos el duelo patológico o complicado como aquel proceso de
duelo que nunca empieza, o bien se detiene en alguna de sus fases. A veces el shock
inicial es tan intenso que no se sale de la primera fase, y otras se cronifica porque se
recicla indefinidamente15. En el duelo patológico el dolor del superviviente se vuelve
crónico y el doliente se vuelve incapaz de rehacer su vida, puesto que considera que
es una ofensa hacia el difunto restablecer cierta normalidad10. En la literatura clínica se
aprecian muchos casos en los que a los familiares se les atasca la elaboración del
duelo porque les aterroriza despedirse del difunto. Esto ocurre porque se sienten
culpables cuando empiezan a dejar de sufrir en exceso por la pérdida24.
El primer modelo sobre psicología del duelo lo propuso S. Freud15 y ya diferenciaba
entre duelo normal y patológico. En su obra de 1917 ya equiparaba o hacía
equivalentes la melancolía y el duelo patológico. Este tipo de duelo se produce ante
una pérdida que puede o no ser real y provoca un estado de ánimo deprimido,
desinterés por el mundo externo, autorreproches, autodenigración, insomnio y
productividad inhibida13.
Otros autores psicoanalíticos como Klein7, defienden que las personas que sufren
duelos patológicos nunca han conseguido superar con éxito la posición depresiva que
constituye una etapa del desarrollo infantil normal, o establecer una buena relación
que les permita sentirse seguros dentro de su mundo interno.
La presencia o no de duelo patológico se va a caracterizar, fundamentalmente, por la
intensidad y la duración de la reacción emocional. Es sobre todo en las fases
tempranas del duelo donde la intensidad y la sintomatología pueden entrecruzarse con
signos y síntomas de un duelo complicado, que se reducen lentamente en el tiempo
para los que experimentan un duelo normal. Algunos signos de estas alteraciones
pueden verse hacia los 6 meses. Sin embargo, es difícil establecer un tiempo
determinado ya que cada persona necesita tomarse su propio tiempo y hay muchos
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factores que pueden retrasar el proceso, incluso tratándose de un duelo normal. Por
ejemplo, estos plazos pueden alargarse en caso de muerte inesperada o de muerte no
natural, como es el caso del suicidio o el homicidio24.
En los adultos ya nos resulta complicado establecer los límites entre pena normal y
complicada, pero los límites en los niños y adolescentes están menos entendidos y
definidos aún. Esto se debe a que los niños pueden desarrollar reacciones de pena
patológica a causa de sus limitaciones en la comprensión de la muerte, la falta de
información y/o los cambios que esta conlleva en su vida21.
A pesar de estas dificultades, algunos de los criterios del duelo complicado en el niño
son15:
Estrés por la separación afectiva y el trauma psíquico que supone la muerte.
Sintomatología presente, al menos, 6 meses después del fallecimiento.
Importante deterioro de la vida familiar y escolar.
Además de estos, encontramos otros indicadores o factores de riesgo obtenidos
gracias a la observación de los cambios significativos de la conducta infantil. Estos
signos deben alertar al adulto del riesgo de mal pronóstico del duelo infantil. Algunas
de las manifestaciones inmediatas a la pérdida cursan sin compilaciones; no obstante,
debería observarse una mejoría de las mismas en el año y dos años posteriores a la
pérdida y no un empeoramiento.
Puesto que se sabe que los niños manifiestan más su dolor con su comportamiento
que con la expresión de sus sentimientos, nos podemos centrar en que el duelo
patológico se caracteriza por una intensificación del dolor que invade a la persona.
Dicho dolor bloquea sus mecanismos para la elaboración del duelo y el resultado
generalmente, se manifiesta en conductas no adaptativas, tales como21, 5, 17, 9, 20, 18:
Dificultades persistentes para aceptar la realidad o para hablar de la persona
fallecida. En los niños, a menudo es difícil determinar el grado de aceptación
de la pérdida, pues pueden persistir fijaciones o momentos de intenso anhelo
años después, aunque poco visibles. Por esto hay que tener en cuenta a la
hora de evaluar el duelo en el niño el tiempo prolongado que transcurre sin
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
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intentar distraerse, jugar o aproximarse a nuevas figuras de vinculación. Todo
ello nos aporta información, ya que deja ver la vivencia de la pena y el
sufrimiento, demasiado intensos y cronificados.
Quejas constantes de síntomas físicos, de problemas de salud frecuentes o
somatizaciones.
Dificultades de concentración, problemas de aprendizaje continuados,
resistencia a la hora de ir a la escuela. Alteración del rendimiento escolar o
rechazo a la escuela.
Accidentes.
Rabietas frecuentes y prolongadas.
Retraimiento.
Manifestaciones de ansiedad y temores.
Trastornos del sueño, pesadillas.
Negación del dolor prolongada.
Incremento del sentimiento de tristeza acompañado de llanto excesivo durante
largos periodos de tiempo.
Intranquilidad, desasosiego.
Cansancio, poca energía.
Emotividad excesiva, pasando de la ira al llanto muy fácilmente.
Irritabilidad y susceptibilidad excesiva.
Mantener, de manera persistente, pensamientos sobre temas de muerte, del
más allá, de espíritus desafiantes o deseos de escaparse de casa, por sentirse
incomprendido.
Disminución continua del interés por actividades previamente placenteras para
el niño (el juego).
Alteración de la socialización o aislamiento de sus amigos.
Disminución del interés por la vida y por el futuro, y pensamientos negativos
acerca del mismo.
Apatía e insensibilidad.
Episodios delincuentes como robar, vandalismo, promiscuidad, abuso de
alcohol y otras drogas.
Imitación excesiva de la persona fallecida y copia de los síntomas del fallecido.
Ambiente inestable con alternancia en la figura responsable de los cuidados18.
Forma inadecuada de reaccionar del progenitor superviviente, ya que sirve de
modelo.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
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Pérdida de la madre para las niñas menores de 10 años y pérdida del padre
para varones adolescentes.
Falta de consistencia en la disciplina impuesta al niño o adolescente.
Suicidio u homicidio del progenitor fallecido.
Cuando se dan muchos de estos signos de alerta, y sobre todo si se prolongan en el
tiempo, podemos pensar que hay indicios de la existencia de un duelo sin resolver o la
presencia de una posible depresión. En cualquier caso, es necesario buscar la ayuda
de un especialista que intervenga trabajando conjuntamente con los padres y los hijos,
ayude a controlar el estrés de la situación de pérdida y fortalezca las habilidades
familiares de comunicación o interacción positiva9,15.
Por último, la persistencia de niveles altos de los indicadores negativos del duelo
(anhelo, depresión, enfado) a los 6 meses son altamente predictivos de alteraciones y
complicaciones a los 13 y 24 meses post pérdida. Otros elementos a considerar son la
persistencia de la culpabilidad, los elevados niveles de añoranza, la idealización
prolongada o los patrones de adaptación inadecuados, cuya acumulación puede
retrasar la resolución de la aflicción24.
Los predictores de riesgo cumplen, por tanto, la función de identificar a aquellos niños
y adolescentes que necesitan apoyo y ofrecérselo. Los adolescentes especialmente
necesitan que les favorezcamos un entorno donde poder expresar sus sentimientos
más abiertamente18.
OTROS TIPOS DE DUELO
Además del duelo normal y el patológico podemos hablar de otros tipos de duelos23,10:
El duelo anticipatorio es un tipo de duelo en el que el doliente empieza la
elaboración del dolor de la pérdida sin que esta haya ocurrido. Es una forma de
adaptación previa que prepara al familiar para lo que le depara el futuro. Este
tipo de duelo se lleva a cabo principalmente en familiares de pacientes con
enfermedades terminales. Se ha discutido si este tipo de duelo, de elaboración
previa a la pérdida, ayuda a su resolución. Los resultados de los estudios son
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
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contradictorios. Desde la experiencia terapéutica cabe afirmar que no es el
hecho de que la muerte pueda ser previsible lo que ayuda a la elaboración,
sino que haya habido una capacidad y un trabajo efectivo de elaboración
previos.
Las personas en duelo crónico no terminan de superar la etapa de dolor y
pueden arrastrarlo durante años, unido muchas veces a un fuerte sentimiento
de desesperación. La persona es incapaz de rehacer su vida, se muestra
absorbida por constantes recuerdos. Podría decirse que toda su vida gira en
torno a la persona fallecida, considerando una ofensa hacia el difunto
restablecer cierta normalidad.
El duelo congelado o retardado es llamado también duelo inhibido, aplazado o
pospuesto. Lo sufren las personas que prolongan el embotamiento afectivo.
Además suele estar favorecido por la dificultad para la expresión de
emociones. Es frecuente en los adolescentes que deciden retrasar la
realización de su duelo.
En el duelo enmascarado la persona experimenta síntomas (somatizaciones) y
conductas que le causan dificultades y sufrimiento, pero no las relaciona con la
pérdida del ser querido. Suelen acudir al médico por diferentes problemas de
salud que el médico trata por separado hasta que detecta la relación entre ellos
y el verdadero origen.
El duelo ambiguo es el que más ansiedad provoca, ya que la muerte
permanece sin aclarar y está presente la duda de si la persona muerta sigue
presente. La forma en la que se plantea la pérdida ambigua concreta
peculiaridades emocionales, que afectan de forma prolongada o no a los
dolientes. Es muy común en personas con enfermedades progresivas con
deterioro cognitivo irreversible o en personas que han sufrido daño cerebral y
se encuentran en estado vegetativo persistente. Los duelos no terminados
están presentes también en los familiares de los desaparecidos.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
38
El duelo en psicóticos tiene una mayor discordancia e imprevisibilidad, puede
constituir un factor desencadenante o manifestarse mediante síntomas psi-
cóticos y necesitar una mayor atención. No obstante no implica un peor
pronóstico, sus manifestaciones pueden ser incluso más tardías con intervalos
de aparente normalidad. Clínicamente puede observarse que, la mayoría de
las veces, el duelo no se convierte en patológico.
Además de los tipos de duelo explicados anteriormente, según el vínculo del niño con
la persona fallecida, podemos observar diferentes características en la etapa de duelo:
El duelo por la muerte de los padres supone una crisis que puede influir
decisivamente en la evolución posterior, en muy diversos sentidos. El duelo
está muy influido por los sentimientos de dependencia y por las modificaciones
posteriores de la relación con los hermanos o familiares. Existe el sentimiento
de orfandad y soledad a cualquier edad, en algunas ocasiones puede mitigarse
o adelantarse por la enfermedad prolongada.
La pérdida de hermanos o amigos con los cuales la persona se identifica y se
encuentra en un nivel de igualdad, pueden alterar la estabilidad del
superviviente. Además de hacerle enfrentarse de una forma más directa y
personal a la realidad de la muerte. Se ha observado que la muerte imprevista
o violenta de algunos hermanos puede dar lugar a procesos patológicos o
síntomas identificatorios. Esta muerte es siempre traumática para el menor y
conlleva serios riesgos para él. El dolor por la pérdida de un hijo es tan intenso
para los padres, que en algunas ocasiones se olvidan de que hay otro hijo
superviviente, con lo que los padres no toman conciencia de la crisis y el estrés
del niño hasta que su conducta se convierte en un problema. En este tiempo la
dificultad se ha podido cronificar9, 23.
Según el estudio “Seguimiento de pacientes que consultan por duelo” 23, la relación de
parentesco resultó significativa en cuanto a la dificultad de elaboración de la perdida.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
39
4.6. FACTORES EN EL PROCESO DE DUELO
Podemos diferenciar cuatro grupos de factores que afectan de forma relevante al
duelo:
a) Los factores psicológicos: Una misma pérdida tiene un significado diferente para cada persona que la sufre,
porque cada una la percibe de manera distinta. Esto depende de14,13:
El sentido, calidad e inversión emocional de esa relación para el doliente. La
reacción emocional aumentará su gravedad proporcionalmente a la intensidad
de la relación afectiva.
La relación conflictiva o ambivalente. Si las relaciones con el ser querido han
sido conflictivas, el dolor no es únicamente por la pérdida, sino que se suma la
culpa que se echa el doliente por no haber cuidado su relación con el fallecido.
Esto se debe a que el superviviente pierde la esperanza que tenía de mejorar
la relación en el futuro. En este caso, podría decirse que la muerte resucita
conflictos antiguos que no han sido resueltos con anterioridad: historias de
abuso sexual o físico, miedos, ansiedades, conflictos, dependencia y/o
seguridad en las relaciones padres-hijo. El doliente tiene que enfrentarse, por
tanto, a la pérdida actual y a viejas pérdidas.
La dependencia o independencia que ha generado. Cuando se trata de una
relación de dependencia el pronóstico de cara a la elaboración del duelo es
negativo.
La cantidad y calidad de los asuntos que han quedado sin resolver entre el
doliente y el fallecido.
Las características del fallecido (edad, sexo, personalidad). Se lleva mejor la
muerte de una persona mayor porque se entiende que es más justa.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
40
La percepción del doliente sobre la realización o satisfacción que la vida ha
aportado al fallecido.
El rol y funciones del fallecido para el doliente, la familia y el sistema social en
que se movía. Estas van a dar lugar a un determinado número de pérdidas
secundarias.
b) Los recursos personales
La respuesta a la pérdida y la manera de afrontar el duelo se puede predecir, puesto
que es análoga a otras respuestas vitales de la persona. Dependen de14,13, 9:
La personalidad, el carácter de la persona y la capacidad de adaptación. Si
acostumbra a inhibir o expresar sus sentimientos, el manejo que hace de la
ansiedad o cómo afronta las situaciones estresantes. Además, en casos más
específicos como las personas diagnosticadas de ciertos trastornos de
personalidad, como los borderline o narcisistas, pueden pasar momentos
difíciles al manejar la pérdida.
La salud mental previa. Los antecedentes históricos reflejan la forma en la que
se han afrontado las pérdidas o problemas anteriores. Por ejemplo, la
presencia de una depresión en su biografía se considera un factor negativo de
cara al duelo.
El grado de confianza en sí mismo. Una baja autoestima no favorece la
evolución normal del duelo.
El nivel de madurez e inteligencia emocional, relacionados de manera positiva
con una buena resolución del duelo, porque favorece que entiendan el sentido
de la muerte.
El haber sufrido y superado otros duelos, ya que influye y ayuda el saber que la
tristeza intensa se acaba pasando y la situación se supera.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
41
La posibilidad o imposibilidad de expresar el duelo.
La existencia y afluencia de otras crisis personales que complican el duelo,
dado que cada una de ellas demanda energía y atención, en momentos en que
no se tiene.
Edad y sexo son las variables que pueden influir en los recursos personales de
cada niño. Numerosos estudios de la década de los noventa concluyeron que
los niños menores de 7 años que elaboran un duelo tienen más efectos
negativos a largo plazo que los más mayores. Esto se debe a la inmadurez
emocional y cognitiva, la pérdida del apego y el trato que reciben de los adultos
de su entorno, que es diferente del que se da a niños más mayores.
Además, aunque no se puede generalizar, las investigaciones determinan que
los niños tienen más tendencia a actuar con agresividad y problemas
externalizados o de conducta. Mientras que, por otra parte, las niñas presentan
más riesgos de tener problemas internalizados, es decir, muestran más tristeza
y aflicción.
Todos los factores anteriores se encuentran a la vez influidos por el propio sentido de
la existencia y las creencias religioso-filosóficas, culturales y sociales del doliente.
c) Circunstancias específicas de la muerte
La forma en que la persona fallece y el momento de la muerte influye en los
supervivientes y, por consiguiente, en el desarrollo del duelo. La forma en la que
muere la persona nos informa acerca de cómo va a elaborar el duelo el superviviente.
Tradicionalmente las muertes se han catalogado bajo las categorías NASH: Natural,
Accidental, Suicidio y Homicidio. No es lo mismo14,13:
La muerte de un anciano que la de un niño. En la primera los familiares se
consuelan pensando que ya ha vivido lo suficiente para cumplir sus sueños. En
cambio en la segunda, se percibe y experimenta como antinatural e injusta.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
42
La muerte por una enfermedad terminal, que la súbita e imprevista (accidente
de tráfico, laboral o infarto). No se puede negar que se sufre ante una
enfermedad terminal que finaliza su evolución con la muerte, pero a veces el
sentimiento de alivio por dejar de ver al familiar sufrir, el haber podido
despedirte de él o el haber anticipado el duelo hace la elaboración del duelo
más llevadera. La muerte anunciada siempre da a los allegados la oportunidad
de prepararse al desenlace que es impensable en las muertes repentinas. Ante
la muerte súbita hay más posibilidades de reaccionar quedándose en estado
de shock y de complicaciones en el duelo, teniendo en cuenta que se va a
tardar más en aceptar la muerte13.
La muerte por suicidio o actos violentos (asesinatos, violaciones) que la
natural. Son las muertes más dramáticas y además de provocar sentimientos
de culpa profundos, los dolientes sufren mucho imaginándose lo que el
fallecido habrá tenido que sufrir. A veces se obsesionan con ello y esto les
impide avanzar y progresar en su duelo.
d) Los apoyos externos o apoyos sociales
Los afectados viven su duelo en una determinada realidad social, que influye
en el proceso de recuperación. La familia es el contexto fundamental y puede
ayudar o entorpecer la elaboración del duelo. Según si se permite exteriorizar
la pena o, por el contrario, se premia la fortaleza y entereza de aquellos que no
expresan sus sentimientos. En toda familia hay una cultura que conlleva una
serie de comportamientos, tradiciones, valores sociales y expectativas13.
De forma similar, el resto de personas cercanas como los amigos, los
profesionales, la Iglesia o los grupos de personas que han sufrido experiencias
similares son otras tantas posibilidades de apoyo y consuelo. El ser humano
vive apoyado psicoemocionalmente en relaciones con los demás y en muchos
casos estos soportes son fundamentales para nuestro íntimo equilibrio
psíquico13.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
43
En algunas ocasiones los niños tienen más problemas para encontrar buenos
apoyos externos, es difícil que otros niños hayan pasado por lo mismo.
Además las familias muchas veces actúan como si los niños, por ser
pequeños, estuviesen exentos de vivir el duelo. No se dan cuenta, pero no
percibir el apoyo familiar recibido es un factor de mal pronóstico en el duelo24.
Hay que tener en cuenta también, que si los ritos funerarios no son
excesivamente rígidos, poseen un valor simbólico que ayuda en los procesos
emocionales de los individuos en duelo. Además de poseer un valor
comunicacional y de cohesión social13.
Los estudios sobre el comportamiento realizados por Kranzler 9 muestran una
correlación entre los síntomas del niño y la psicopatología y/o comportamientos
del progenitor. Se puede observar una clara relación entre las actitudes del
padre o la madre superviviente y el duelo adecuado o patológico de su hijo.
Así, madres que han padecido trastornos psiquiátricos están más
desorganizadas, menos activas y efectivas y muestran más sobreprotección o
menos afecto al niño, lo que constituye un estrés adicional al producido por la
pérdida. La respuesta del progenitor superviviente es una de las influencias
más relevante sobre el niño en duelo. Los niños que viven con un padre o
madre con fuertes síntomas de abatimiento tras la muerte del otro cónyuge,
tienen más riesgo de desarrollar problemas en su proceso de elaboración del
duelo9.
En dicho estudio los niños que no presentaron riesgos ni complicaciones en su duelo
formaban parte de familias en las que el superviviente fue capaz de afrontar la nueva
situación de forma activa, mostraba bajos niveles de estrés y depresión en los dos
años siguientes a la muerte del cónyuge y relataba pocos pensamientos intrusivos
sobre el difunto. Estos niños pertenecían a familias con bajos niveles de tensión,
pocos cambios y disrupciones en su vida cotidiana y rutinas, así como pocos
estresores añadidos a la pérdida. A su vez, se mostraban socialmente activos,
mantenían un sentimiento de autoeficacia, influencia y un nivel adecuado de
autoestima17.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
44
No es exclusivamente la adecuación de los cuidados recibidos por el cónyuge
superviviente lo que altera al niño, sino que hay muchas otras circunstancias que
impactan en el desarrollo normal del duelo infantil9.
4.7. EL DUELO EN LAS DISTINTAS ETAPAS DEL DESARROLLO INFANTIL
En el duelo por la muerte de un familiar el afrontamiento del niño depende de diversos
factores, como hemos expresado anteriormente, pero la edad es un factor a destacar.
Sin desvincularla y teniendo en cuenta que los niños van a comprender la muerte y a
reaccionar ante ella de diferentes maneras, dependiendo de su momento evolutivo, su
desarrollo cognitivo y su grado de madurez.
La edad en la que se puede empezar a hablar de duelo suscita muchas controversias
entre los distintos autores y corrientes teóricas, desde una minoría que niegan su
existencia antes de la adolescencia, hasta los que observan manifestaciones de duelo
a partir de los seis meses de vida18.
Las edades utilizadas para comprender las diferentes etapas son a título orientativo,
ya que Piaget16, se hallaba más interesado en las etapas que en la edad en que
aparecían. Esta idea se entiende fácilmente imaginando a varios niños de la misma
edad, no todos tienen la misma capacidad de conceptualizar, el mismo coeficiente
intelectual, ni han vivido las mismas experiencias vitales. Tampoco su mundo
emocional, ni los patrones culturales y estilos educativos de sus padres coinciden.
Dado que tanto R. Cousinet como Piaget16, defienden el proceso evolutivo del niño
ante la muerte en cuatro etapas, se pueden resumir éstas de forma conjunta. En la
primera, el niño es totalmente incapaz de comprender el problema, para él todo es
consciente y todo lo activo está vivo. Posteriormente en la segunda, la muerte sería
una especie de ausencia, de desaparición provisional y sólo son conscientes las cosas
que están en movimiento y consideran que sólo estas tienen vida. En la tercera, la
muerte se integra en una imagen del mundo por los elementos sociales concretos con
los que se revela al niño (ceremonias, entierros, luto, etc.) y sólo son conscientes los
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
45
objetos dotados de movimiento propio. Finalmente, en la cuarta etapa, se elabora la
idea de su irremediable destrucción. De esta forma, la imagen que el niño tiene de la
muerte va pasando desde lo más abstracto a lo concreto según éste va madurando.
Aunque Piaget no llegó a estudiar el desarrollo del concepto de muerte en el niño, fue
capaz de ver la importancia que la idea de la muerte tiene para éste.
No hay una edad ideal para adaptarse a la pérdida, pero cada uno tiene que
habituarse a la situación cuando le sucede. Cada edad tiene sus características,
capacidades y estilos de afrontamiento particulares que veremos a continuación9.
4.7.1. El duelo en el bebé y el niño hasta los 2 años
Según la etapa madurativa en que se encuentre el niño, será distinta la manera de
entender el concepto de muerte y la forma de expresar su duelo, por lo que decimos
que la comprensión de la muerte va cambiando con la edad.
Para los niños pequeños, estar muerto significa prácticamente lo mismo que estar
lejos. En la mente infantil, la muerte equivale a una separación, la máxima agresión o
ausencia posible, acompañada de sensación de peligro y miedo. Una separación que
deja al niño solo y que, en mayor o menor intensidad, percibe como un abandono o
amenaza para su seguridad y bienestar15,16.
Es por eso que, a pesar de que a esta edad no se posee el pensamiento operacional,
ni la capacidad de comprender un concepto tan complejo como la muerte, podemos
ver manifestaciones de angustia en los niños26.Los niños, desde muy temprana edad,
son capaces de percibir el dolor y el cambio en el estado de ánimo de sus cuidadores
cuando se ven afectados por la muerte. Quizás algunas de las rabietas o arranques de
ira de los bebés se deben a un intento por hacer que la persona fallecida regrese.
Pueden sentir que, si llora con intensidad, su ser querido volverá para calmarlo. Es
posible que a esta edad los niños busquen con frecuencia y durante un tiempo a la
persona que han perdido. En ocasiones incluso manifiestan el malestar que padecen
perdiendo el interés por sus juguetes y por las actividades que normalmente realizan.
Inicialmente son comunes las reacciones de llanto, inquietud y actitudes de alerta que
con el tiempo darán paso a un estado de apatía4,15.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
46
Cuando el niño tiene uno o dos años es de gran ayuda contar, desde antes del
fallecimiento, con una persona cercana que pueda cubrir las labores de maternaje. Se
propone mitigar así, en lo posible, el shock que puede suponer la pérdida de la
persona de referencia. Es preciso que la persona con la que contemos sea una figura
estable y significativa para ellos, que les proporcione un entorno conocido y tranquilo4.
Ante la muerte de un ser querido, los niños necesitan recibir mucho afecto y cariño
adicional. Considerando que perciben cómo su mundo está cambiando, necesitan
confirmar que no dejarán de ser atendidos y queridos. No debemos olvidar que los
niños necesitan sentir que su mundo es predecible4.
4.7.2. El duelo en el niño en edad preescolar (3-6 años)
En esta etapa evolutiva es muy poco probable que los niños sean capaces de
comprender lo que significa el fin de las funciones vitales, por consiguiente, imaginan
que la persona fallecida sigue viva de alguna manera y puede pensar, hablar o
mirarnos4. La muerte sigue siendo un hecho temporal y reversible para ellos, por lo
que pueden pensar que los muertos siguen sintiendo y preguntan si comen o van al
cuarto de baño. La mayoría de los autores defienden que hasta los 3 ó 4 años hay una
ignorancia relativa del significado de la muerte porque no se considera como definitiva
y se confunde frecuentemente con el dormir o la ausencia temporal18.
Pueden creer también que la muerte o las enfermedades que la causan son
contagiosas y que otras personas de su entorno pueden morir. No obstante, esto se
alterna con la creencia de que sus padres y ellos mismos son eternos y nunca morirán,
lo que refleja que todavía no son capaces de comprender en su totalidad el concepto
de universalidad de la muerte4.
La idea de la muerte se confunde al principio con circunstancias externas y el niño no
parece sentirla como una amenaza para sus propios instintos vitales. Es decir, todavía
no les preocupa que puedan ser ellos los siguientes porque no se imaginan que eso
pueda ocurrir. La muerte es algo así como un estado diferente: los muertos y aquellos
que pueden morir pertenecen para ellos a otra categoría humana16.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
47
Ante la duda de si sus padres se van a morir, podemos explicarles que lo harán
cuando sean muy, muy, muy mayores. Durante toda la infancia debemos intentar
calmar la necesidad que tiene el niño de seguridad y confianza. Es una forma de
tranquilizar al niño sobre la salud de los padres y su intención de seguir
cuidándoles4,16.
Además de la universalidad de la muerte, tienen también dificultad para comprender lo
que la muerte tiene de irreversible, a veces preguntan reiteradamente donde está el
fallecido o cuando va a volver. La comprensión íntegra de la muerte no se adquiere
antes de los cinco años, considerando que implica entender conceptos considerados
los componentes básicos de la muerte18:
1. Es irreversible, definitiva y permanente.
2. Consiste en la ausencia de funciones vitales (inmovilidad).
3. Es universal, todo el mundo algún día morirá.
A pesar de que su concepto de la muerte aún es limitado, los niños de preescolar
experimentan la pérdida de un ser querido y son capaces de llorar y sentir emociones
intensas4.
En EE.UU. se realizó un estudio acerca del concepto de muerte en los niños de entre
tres y cinco años, provenientes de familias de buen nivel económico y cultural. Los
resultados afirman que el niño pequeño sí tiene el concepto de muerte, en el sentido
de darse cuenta de que ésta es inevitable. Sin embargo, desarrolla defensas
psicológicas tales como el pensamiento mágico dirigido16.
A la hora de comunicar la muerte a los niños, es importante no insistir en que la
comprendan en el momento en que se les explica. Es posible que un niño pequeño
muestre poca pena inmediata, pero por ello no podemos concluir que el niño no ha
sido afectado por la muerte. La reacción defensiva no tiene por qué significar que no
han entendido que su familiar ha muerto o no les ha afectado, más bien muestra la
dificultad para poder asimilar los hechos. En algunas ocasiones los niños pueden
darnos muestras de que han entendido y aceptado lo que ha sucedido tras explicarles
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
48
el fallecimiento del familiar y, sin embargo, al cabo de unos días o semanas preguntan
de nuevo cuándo volverá o le buscan por la casa. Esta conducta, en la que el niño
trata de comprobar la realidad de la pérdida, forma parte de un patrón de
comportamiento habitual que responde al proceso de asimilación4.
A esta edad el niño suele sentir rabia por el abandono y la expresa proyectándola
hacia sus familiares. Puede volverse más irascible, enfadarse a menudo o tratar a los
demás con exigencia, porque lejos de empatizar con el dolor ajeno, se mueve por su
propio temor a ser descuidado. También se puede observar manifestada esta rabia
mediante juegos agresivos, travesuras, irritabilidad o pesadillas4,15.
Ante estas reacciones, lo primero que debemos tener es mucha paciencia e intentar
no responder a estas conductas con enfados. En la mayoría de los casos, y si las
conductas no son excesivamente disruptivas, es bueno dejarlas pasar por un tiempo.
Cuando sea la ocasión adecuada, habrá que traducirle al niño lo que verdaderamente
le pasa, es decir, reflejarle su inquietud y su enfado con lo que ha sucedido. Podemos
decirle que comprendemos su queja, pero que negarse a vestirse, por ejemplo, no va
a ayudar a que se sienta mejor. Al revés, los adultos vamos a comprobar que en vez
de hacerle sentirse más protegido se va a sentir más estresado por salir de su rutina o
ambiente natural4.
Algún autor también opina que el niño no distingue entre la vida y la muerte como lo
hace el adulto porque tiene diferente idea del tiempo16.
En este periodo los niños suelen mostrar mucha curiosidad por el lugar donde está y
por cómo se encuentra la persona que ha fallecido. Si esta curiosidad no la satisfacen
los familiares y el niño se queda con dudas se las resolverá él mismo, inventando
posibles respuestas fruto de su imaginación. Esto se debe a que lo que el niño vive
con mayor angustia es que sus intuiciones queden sin explicación4.
Entre los tres y los siete años, el pensamiento pre-operacional centrado en la intuición,
trae consigo la búsqueda de mecanismos causa-efecto para lo que va sucediendo. Es
entonces cuando tiene cabida la idea de la muerte, pero como un fenómeno temporal
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
49
con atribuciones mágicas que responden a su pensamiento pre-operacional26. Por
tanto, el concepto de muerte, puede adquirir propiedades tenebrosas si predomina el
pensamiento mágico y se piensa que los deseos pueden hacerse reales, en el sentido
de que pueden creer que un mal pensamiento suyo causó esa muerte. Por ello es
necesario reiterarles lo ocurrido y su significado con un lenguaje claro y sencillo, que
no pueda dar lugar a interpretaciones erróneas15.
Cuando a un niño de estas edades se le aparta de la persona a la que se encuentra
apegado, su respuesta inicial es de protesta y de gran esfuerzo por recuperar a la
figura perdida27. Además de otras respuestas comunes en la etapa preescolar como
son:
Perplejidad: Antes de esa edad es muy escasa la tendencia a llorar por un
duelo, lo que suele haber es confusión y negación ante lo ocurrido. Buscan a la
persona fallecida y preguntan por ella reiteradamente, quieren saber cuándo va
a volver18.
Regresión: Están presentes comportamientos regresivos ante la inquietud y
desconcierto provocados por la pérdida. Es común que los primeros días
después de la pérdida los niños manifiesten dificultades para realizar
actividades sencillas y cotidianas y sea necesario ayudarles. Pueden necesitar
ayuda para realizar actividades que antes hacían solos, mostrarse
excesivamente dependientes de los padres, negarse a comer solos, no
controlar esfínteres, quejarse o llorar con mayor facilidad. Es decir, vuelven a
realizar algunas conductas que ya tenían superadas. Al principio del duelo
estos pequeños retrocesos en su autonomía y el no querer apartarse del
progenitor superviviente son absolutamente normales4.
Los niños viven y sienten la muerte de un ser querido, en mayor o menor
intensidad, como una forma de abandono. No se deben dejar de cumplir las
rutinas diarias, tampoco verse alterados los cuidados que normalmente les
dispensa un adulto en el día a día. Si se dejan de cumplir los horarios de las
comidas o se descuida el colegio, puede suponer nuevos duelos por la
inseguridad e incertidumbre que provocan en el niño los cambios. Es necesario
restaurar lo antes posible su vida externa para favorecer el restablecimiento de
su vida interna, ahora en situación de duelo4.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
50
Ambivalencia en las respuestas: A veces no dejan de llorar y otras, en cambio,
parece que no les afecte en absoluto la muerte. Lo que no significa que la
hayan aceptado, pero comprenden lo que ha sucedido22. En algunas ocasiones
puede parecernos que responden de forma inadecuada, por declaraciones
contradictorias o conductas consideradas inapropiadas desde el punto de vista
del adulto. Se alternan fases de preguntas y expresión emocional con fases de
indiferencia y silencio18.
Expresión del dolor a través del juego: Suelen sentir rabia y enfado y lo
expresan mediante juegos ruidosos, travesuras…Además es un
comportamiento normal en el duelo infantil el jugar a morirse27.
Toman a sus padres como modelo: No es malo que los niños vean el dolor y la
tristeza, les permite expresar sus propias emociones. Unos padres que no se
inmuten después de una muerte para no entristecer a sus hijos pueden hacer
que estos congelen sus emociones22. Los adultos somos su ejemplo de
aprendizaje en la expresión emocional de su dolor. Si negamos u ocultamos lo
que sentimos, ellos harán lo mismo27.
Establecen vínculos afectivos: Necesitan mantener la relación con la persona
fallecida, por lo que establecen lazos afectivos con alguno de sus objetos
personales conservándolos como un tesoro. También se pueden entablar
vínculos con alguien que se parezca al fallecido o con un padre o madre
imaginario18.
Aparecen con frecuencia los siguientes mecanismos de defensa: angustia de
separación, negación de la realidad y aislamiento o desapego15.
Cuando vayamos a hablar con el menor acerca de las inquietudes, temores o
creencias erróneas que hemos detectado es importante hacer preguntas abiertas que
no incidan excesivamente en sus emociones, porque podría bloquearse. También es
aconsejable evitar expresiones directas del tipo: “¿Cómo estás tú?”, “¿Tienes miedo?”,
“¿Piensas mucho en papá o mamá?”, ya que pueden aumentar su angustia4.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
51
Para concluir, como reglas generales, las preguntas deben contestarse con
simplicidad y sencillez pero sin cerrar el camino a otras posibles preguntas. Además
se deben eludir, en lo posible, las respuestas que provoquen ansiedad en el niño.
Evitando por ello, toda descripción morbosa. A partir de los seis años, en general el
niño comienza la búsqueda de la causa de la muerte y de su significado. En principio
hay una regla de oro acerca de cómo enfocar el tema ante el niño: cariño y
naturalidad, paciencia y amabilidad16.
4.7.3. El duelo en la etapa escolar (6-10 años)
Las edades son aproximaciones, no siempre se va a cumplir que un niño de
determinada edad cumpla las siguientes características, porque influyen más factores.
Sin embargo, esta información cronológica nos puede ser muy útil puesto que ayuda a
tener unas nociones básicas sobre la evolución que va viviendo el concepto de la
muerte y el duelo a medida que el niño va creciendo.
Hacia los seis años comienzan las reacciones afectivas ante el hecho de morir,
principalmente el temor a la muerte de la madre, sin tener conciencia de la posibilidad
de la propia muerte. En casi todas estas edades, el hecho de la muerte se piensa
como algo ajeno que sólo les ocurre a los demás. En todo caso, y aunque el niño
todavía no tenga una clara representación de su muerte, tiene miedo de sufrir, de estar
enfermo, de ser apartado, en definitiva, del abandono16.
Aproximadamente es con siete años cuando los niños pueden diferenciar la fantasía
de la realidad. Esta comprensión es imprescindible para llegar a la aceptación, es
decir, para superar el duelo. A pesar de ser capaces de distinguir la realidad, los niños
no comprenden el concepto de la muerte hasta mínimo los 8 ó 9 años de edad, en los
que ya tienen la capacidad cognitiva suficiente para interpretar los conceptos que
Piaget define como conformadores de la idea de muerte apropiada: la universalidad, la
irreversibilidad y la inmovilidad 9. Por otro lado, el niño es capaz de ver las situaciones
desde distintos puntos de vista, pero aún es incapaz de generar un pensamiento
abstracto que le haga comprender lo permanente y absoluto de la muerte. Es en la
etapa escolar cuando aparece el pensamiento operacional y se van adquiriendo estos
diferentes conceptos26.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
52
Algunos niños no procesan una pérdida que han sentido profundamente hasta la
adolescencia, que es cuando comprenden el concepto de muerte íntegramente. Es
posible que sea por esto por lo que el proceso de duelo en los niños surge durante
diferentes períodos del crecimiento (al empezar la escuela, el día en que los padres
visitan la escuela, el campamento de verano…etc). Puede ser doloroso seguir
recordando la pérdida una y otra vez, pero los niños necesitan paciencia, comprensión
y apoyo para completar su duelo. Si a los padres les resulta muy abrumador pueden
consultar con un profesional, pero en la mayoría de los casos no es necesario19.
Finalmente, Childers y cols.16, realizaron un completo estudio que separaba dos de los
componentes del concepto: la universalidad y la irreversibilidad. Según los resultados
de dicho estudio la toma de conciencia de la universalidad aparece después de los
nueve años, lográndose ésta con la progresión de la edad. Respecto a la
irreversibilidad, los autores exponen que, a pesar de que algunos niños de cuatro años
declararon la muerte como irreversible, ningún grupo de edad mantenía
completamente este punto. Incluso niños de diez años o más estaban inseguros
respecto a la irreversibilidad de la muerte16.
En cuanto a la pérdida de las funciones vitales, los niños entre 5 y 10 años ya
consideran la muerte como final, pero para los niños los muertos conservan algunas
funciones biológicas. En muchos niños antes de los 10 años, la muerte consiste en el
cese definitivo de todas las funciones biológicas18. Hasta los 8 años domina la falta de
movimiento como característica fundamental de la muerte, entendida por el niño como
lo contrario a la vida. Las principales características que sus mentes manejan son la
falta de sensaciones y la imposibilidad de realizar la vida cotidiana. Además, hacen su
aparición las razones de enfermedad y edad avanzada como causas que la
producen16.
Es a esta edad, o en esta etapa, cuando los niños muestran una gran curiosidad y
deseo de aprender sobre las cosas que les rodean. Al mismo tiempo, muestran mucho
interés por saber qué puede causar la muerte y se interesan por los ritos de despedida
de nuestra cultura: el funeral, las tumbas, el entierro, los cementerios…etc. Poco a
poco, van mostrando más curiosidad hacia lo que sucede después de morir: “¿A
dónde van las personas que mueren? ¿Cómo es el cielo?”. Es una etapa en la que los
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
53
adultos nos enfrentamos a un intenso bombardeo de preguntas, algunas de las cuales
pueden resultar ciertamente comprometedoras y desconcertantes.
Lo importante es que los padres entablen un diálogo con los niños y les pidan que les
pregunten todo lo que necesiten saber4. Nunca se debe mentir al pequeño ni elaborar
abstracciones o respuestas complicadas16. Se trata de escucharles teniendo en cuenta
que sus preocupaciones irán orientadas a averiguar qué le pasa al cuerpo cuando
muere y a saber cómo va a afectar a su vida si alguien de su entorno enferma o
muere4.
A partir de los 8 años un niño puede participar en las ceremonias de despedida si lo
desea, aunque como hemos dicho anteriormente la edad no es un requisito
indispensable y rígido, va a depender de la madurez del niño.
Si va a asistir al funeral, lo fundamental es procurar que el niño esté siempre
acompañado y explicarle con antelación en qué consisten estos ritos de despedida.
Pueden mostrarse entonces más activos y juguetones, o intentar estar alegres en un
intento de alejar el dolor o la preocupación por saber en qué medida su vida va a
cambiar. Este comportamiento suele confundir al adulto, que se sorprende o enfada al
pensar que al niño se muestra insensible ante la pérdida. Sin embargo esto no es así,
en realidad el niño está sufriendo, pero ésta es la única forma que ha encontrado para
defenderse de un dolor difícil de expresar.
En algunas ocasiones pueden buscar a la persona que ha fallecido o esperar que de
alguna manera vuelva a aparecer. A diferencia de los niños más pequeños, ellos
saben que esto no va a suceder, sin embargo pueden continuar haciéndolo porque, de
algún modo, les sirve para ir lidiando con el dolor de la pérdida. Los padres pueden
explicar a sus hijos que a ellos también les gustaría volver a ver a la persona fallecida
y que buscarla o creer que la hemos visto o sentido es la forma que tenemos de
combatir con nuestro dolor. Es bueno que les tranquilicemos diciéndoles que este
sufrimiento irá disminuyendo4.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
54
En el colegio es habitual que el niño esté desconcentrado, a menudo sus sentidos no
estarán puestos en la tarea escolar, sino en su mundo emocional ahora dañado y
confuso a causa del impacto de la muerte. Algunos niños se sienten muy angustiados
al tener peores resultados y ver su retraso respecto al ritmo del resto de la clase. Esto
puede hacerles entrar en una espiral de estrés y ansiedad que les haga sentirse aún
más impotentes para remediar su situación. El temor a que otro de sus seres queridos
muera se suma al miedo a que sus compañeros le discriminen por este hecho. No es
de extrañar el caso del niño al que le cuesta quedarse en el colegio, por temor a
separarse de sus padres o porque se siente incómodo y observado. A lo largo del día
puede sentirse abrumado por todas las emociones que siente o preocupado por sus
demás parientes. Las alteraciones en la conducta o los conflictos con compañeros o
profesores pueden ser otras de las causas de que el niño no quiera acudir al colegio.
Una forma de intentar prevenir un aumento de su malestar es asignar a una persona, a
ser posible en la que el niño confíe, para que el menor disponga de un espacio de
respiro en compañía de alguien que le transmita cercanía. Si fuese necesario, también
es de gran ayuda que el menor reciba visitas de la persona de apoyo, que se le
permita realizar llamadas telefónicas e incluso salidas en fechas especiales. Es la
manera de hacerle un seguimiento más regular y fomentar un desarrollo del duelo
favorable4.
En este periodo evolutivo los niños van acercándose progresivamente al concepto real
de muerte, siendo hacia el final de esta etapa cuando comienza a formarse el duelo en
forma semejante a la del adulto. La mayoría de los niños a los 9 y 10 años, ya son
capaces de tener una noción completa de lo que significa verdaderamente morir,
puesto que han desarrollado una comprensión de la muerte como final e irreversible y
han tomado verdadera conciencia de que la muerte nos sucede a todos21. Es entonces
cuando puede aparecer el temor y la angustia ante la idea de que a ellos o a sus
familiares les puede ocurrir algo y morir, lo que se denomina primera crisis existencial9.
En este grupo etario cabe destacar el hecho de que ya se diferencia la fantasía de la
realidad, y también están presentes los sentimientos de culpabilidad. Puede ocurrir
que el niño tenga habilidades para comprender la muerte, pero no para afrontarla
adecuadamente. Entre las respuestas adaptativas más frecuentes que se pueden dar
en el niño se encuentran15,18,1:
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
55
La negación.
La idealización de la persona fallecida, estableciendo una relación imaginaria
con su familiar que “era perfecto”.
El miedo y la vulnerabilidad se encuentran casi siempre enmascarados en
comportamientos hostiles, que pueden llevar a una cierta agresividad con las
personas del entorno.
La asunción del papel adulto del fallecido, pueden asumir un rol de cuidadores
de sus hermanos menores o asumir tareas del padre difunto.
En la niñez se suelen desarrollar juegos para controlar el miedo y/o la pena que
les evoca la muerte, también pueden producirse cambios de conductas. Sin
embargo, en algunos casos a estas edades el temor a la muerte suele
disminuir porque se consuelan justificando que está en el cielo o con el Niño
Jesús.
4.7.4. El duelo en la preadolescencia (10-13 años)
En la preadolescencia y adolescencia es difícil establecer pautas fijas, puesto que
son etapas complejas en sí mismas. De todas formas, ya se empieza a establecer el
temor a la muerte relacionado con el proceso terminal (dolor, sufrimiento, soledad)1.
En esta etapa suelen hacerse muchas preguntas sobre las creencias religiosas o
culturales que comparte la familia, pueden mostrar razonamientos críticos y sentirse
escépticos al respecto. Los preadolescentes ya son más conscientes y capaces de
proyectarse en el futuro y ver de qué forma la muerte del ser querido va a cambiar su
vida4.
En este periodo evolutivo suelen reflexionar a menudo sobre su propia mortalidad, que
en ocasiones les provoca miedo. Sin embargo, les cuesta mucho poner palabras y
verbalizar sus inquietudes. Tienden a bloquear estos sentimientos, precisamente por el
coste y la dificultad que les supone afrontarlos, ya que comprender la muerte no es lo
mismo que tener recursos para abordarla. A pesar de que comprenden que la persona
ha muerto, mantienen vínculos con el fallecido porque necesitan seguir hablando con
él o imaginándolo27.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
56
Puede ser de gran utilidad recopilar fotos de la familia en las que aparezca la persona
fallecida, hacer un álbum de recuerdos y escribir cartas o poemas. Al mismo tiempo,
puede confortarles mucho que adultos cercanos compartan con ellos sus sentimientos
o les cuenten experiencias de duelo que hayan atravesado cuando eran jóvenes.
Necesitan escuchar que, aunque la muerte duela, se puede seguir adelante4.
A esta edad es importante que favorezcamos la participación de los preadolescentes
en los ritos funerarios, ya que ahora más que nunca, por tener plena conciencia de lo
que ha sucedido, necesitan despedirse de la persona querida de la misma forma que
el resto de sus parientes4.
Probablemente se sientan muy invadidos y abrumados ante la muerte del familiar e
intenten reprimir cualquier emoción de dolor que les desborde. Se pueden ver
reflejados estos sentimientos por medio de reacciones agresivas o episodios intensos
de rabia. Su irritabilidad y su conducta rebelde o desafiante se deben
fundamentalmente al enfado que sienten por ver su vida trastocada. Además de por
sentirse vulnerables y diferentes a sus iguales. Aunque sufren un profundo dolor por
haber perdido a la persona que querían, su rabia se concentra en la sensación de que
su mundo ya no será igual. Como les resulta tremendamente difícil hablar de ello,
pueden manifestar su miedo enfermando, mostrándose malhumorados o desarrollando
problemas para comer o estudiar. La mayoría son incapaces de mostrar las emociones
y procuran no mostrarse afectados, ni llorar en público4.
Además de siendo más irascibles, pueden mostrar el dolor volcándose en el cuidado
de los demás, asumiendo el rol del fallecido. No es extraño ver preadolescentes y
adolescentes que reaccionan ante la muerte del ser querido, sobre todo si se trataba
de uno de los padres, asumiendo su papel.
Para que estos cambios no perjudiquen el desarrollo del menor, debemos seguir
respetando y fomentando lo que es importante para su edad, es decir, no debemos
permitir que el niño asuma roles que no le corresponden. Frases como “Ahora tú eres
el hombre de la casa” o “Tu madre se sentiría muy orgullosa de ti porque estás siendo
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
57
como una pequeña mamá” pueden llevar a que los chicos se sientan muy presionados
y no vivan su duelo y su dolor desde el lugar que les corresponde4.
Es importante concienciarles sobre la importancia de mantener su grupo de amigos. Debemos insistir en que no tiene nada de malo divertirse, invitar amigos a casa, bailar
o escuchar música en grupo4.
Alrededor de los once años los niños consideran las causas biológicas o naturales
como las fundamentales culpables de la muerte. En el niño, de una manera general, el
concepto de muerte pasa de una concepción concreta a una concepción abstracta. Es
hacia los doce años cuando se presenta el concepto de muerte aliado a la capacidad
de abstracción. Estos rangos de edad pueden ser variables, dependiendo de la
experiencia y madurez de cada niño26.
En esta franja de edad y en la adolescencia la importancia de la intervención
psicológica es avalada por las pruebas que existen de que los trastornos depresivos y
los intentos de suicidio son más frecuentes en los adultos que vivieron durante su
infancia esta pérdida. Respecto a esto, quizás la etapa más vulnerable esté entre los
10 y los 14 años18.
4.7.5. El duelo en la adolescencia
La adolescencia es una etapa de importantes cambios que pueden vivirse con
sensaciones de profunda ambivalencia y confusión, unidas a la incesante búsqueda de
su propia identidad, ya que el adolescente necesita formar su propio yo4.
Esta etapa supone una crisis madurativa, quizás la más decisiva en cuanto a la
configuración definitiva de la personalidad. En el adolescente, las tendencias y
cambios respecto a la identidad suelen ser muy intensos y pueden serlo más si esas
modificaciones de la identidad suceden al perder a alguien cercano23. En resumen, a
la situación de pérdida del ser querido se le añade la superación de los cambios y
conflictos personales propios de su etapa madurativa15.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
58
El adolescente tiene plena conciencia de lo que la muerte significa y puede formarse
una explicación tanto desde un punto de vista biológico y científico, como desde una
perspectiva filosófica, ideológica o religiosa. Los adolescentes entienden las
consecuencias existenciales de la muerte y teorizan sobre ella a medida que
adquieren las capacidades para el pensamiento formal y abstracto4.
Como afirmamos, comprenden su propia muerte y pueden fantasear sobre ella con
menor o mayor angustia. En ocasiones estos pensamientos pueden provocar
ansiedades de tipo hipocondríaco. Un adolescente puede preguntarse muchas cosas
sobre la muerte, pero sobre todo va a necesitar dar su opinión y exponer sus
argumentos. Aunque en determinados casos el adolescente puede aferrarse al mundo
fantástico de etapas anteriores, en un intento de protegerse del impacto real de la
muerte. Hay que respetar estos caminos, mientras no sean perjudiciales para su salud
emocional, esto significa permitirles que ellos mismos puedan ir asimilando poco a
poco la realidad de la muerte4.
Es importante integrar al adolescente en todos los ritos de despedida que vayan a
tener lugar y ofrecerle la posibilidad de participar activamente en ellos. Los jóvenes
necesitan sentirse parte de la familia y ser tenidos en cuenta. Si es necesario, porque
vemos que el adolescente se aísla, hay que animarle a que retome su vida y sus
relaciones sociales. Pasar tiempo con sus amigos siempre es de gran ayuda y más en
esta edad. Hay que animarles a que hablen con alguien en quien confíen, no tiene por
qué ser con los padres, que muchas veces tienen un difícil acceso a las emociones de
los adolescentes, puede ser con un amigo u otro pariente con quien se sientan a
gusto4.
En ocasiones, el adolescente se siente tan alejado de la realidad de la muerte que le
parece que, mientras sea joven, puede ser inmune a ella, es entonces cuando
aparecen las conductas de riesgo, puesto que no ven el peligro que corren. Se
pueden mostrar tanto conductas de riesgo deportivas, como sexuales o por consumo
abusivo de drogas4.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
59
La actitud pesimista a veces caracteriza este grupo de edad. En los casos en los que
así sea, la muerte tendría el efecto de confirmarles que la vida no puede ofrecerles
nada bueno, por lo que podrían reaccionar mostrándose rebeldes y desafiantes,
empeorando en los estudios o frecuentando malas compañías4.
Es posible incluso caer en una depresión, aislarse de su entorno, no desear
comunicarse con nadie y pasar mucho tiempo solos o durmiendo. Es común en esta
etapa vital que se muestren conductas autodestructivas en un intento de expiar la
culpa que sienten4.
También es frecuente la identificación con personas del entorno, por ello las figuras
sustitutivas juegan un importante papel. Si se da una fuerte identificación con el
fallecido podría darse una peligrosa actitud suicida1.
No obstante, en contraposición a lo expresado anteriormente, podemos ver otro punto
de vista más optimista considerando otra característica de los fenómenos de duelo
adolescentes. La energía y curso ascendente de la vida, tienden a favorecer la
evolución y la resolución de las crisis23.
La necesidad de aislamiento, la presencia de sentimientos de culpa y el sentirse
incapaces de cumplir las expectativas familiares, complican más aún el duelo. Es
frecuente la presencia de insomnio, pérdida de amistades y apatía15. Además se les
suman otras necesidades adheridas a esta etapa, como es la necesidad de sentirse
independiente y autónomo a nivel intelectual y emocional4.
En los adolescentes hay dos formas fundamentales de reaccionar18,15 :
a) Con pena, agresividad y culpa, que puede traducirse en escuchar música
estridente o andar todo el día con los amigos.
b) Haciéndose el fuerte y quitando importancia a la situación. A veces, el
adolescente renuncia a vivir su propio dolor, lo aplaza y lo termina
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
60
transformando en rabia, miedo e impotencia, pudiendo aparecer incluso
ideaciones suicidas.
En esa frágil y confusa etapa de la vida, los efectos de un duelo complicado pueden
ser muy importantes. Simultáneamente, pueden producir baja autoestima, fracaso
escolar o delincuencia. En cualquier caso, no cabe duda de que se quiebra la línea de
la vida del adolescente y se da cuenta de que tiene que madurar y hacerse más
responsable18. Es por ello que el duelo en estas edades determina, a veces, el paso
de una etapa a otra, de la infancia a la adolescencia o de ésta a la edad adulta, de
forma repentina o forzada, lo que origina cambios psíquicos diversos. Aunque también
hay algunos casos en los que puede dar lugar a cierto detenimiento de la evolución o
tendencias regresivas, es menos común esta conducta23.
4.8. PROGRAMA DE EDUCACIÓN PARA LA MUERTE
Esta guía se ha redactado con el objetivo de ayudar a los adultos para que sepan
cómo actuar antes, durante y después del fallecimiento con los niños. Con estos
consejos prácticos tratamos de evitar los errores adultos más frecuentes a la hora de
facilitar a los niños el proceso de adaptación.
4.8.1. A la hora de informar a un niño ante la situación de enfermedad terminal de un familiar.
Es conveniente hacerlo de manera sencilla, utilizando frases que señalen la gravedad
como: “El abuelo está muy, muy, muy enfermo…”para que no haya confusiones y
relacionen directamente la enfermedad con la muerte20. Al tratarse de una situación en
la que se prevee el fallecimiento, se debe ir preparando al niño con antelación, lo que
le permite ir incorporándose al proceso de duelo previamente15. Antes de la muerte del
familiar es positivo que los niños participen, en la medida en la que su edad se lo
permita, en los cuidados del enfermo20. Sería conveniente implicarles de alguna
manera. Siendo los encargados, por ejemplo, de que al paciente no le falten pañuelos,
agua o las zapatillas18. Además puede que necesiten despedirse del enfermo, no es
necesario que haya una conversación, el niño puede hacerle un dibujo o simplemente
mostrarle gestos de cariño o su presencia20. Visitar al enfermo en el hospital les ayuda
a tomar contacto con la realidad y asimilar mejor el concepto de enfermedad grave15.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
61
4.8.2. Cuando tiene lugar el fallecimiento
Se debe compartir con el niño la realidad de la pérdida. No hay que retrasar dar la
noticia, se le debe comunicar en cuanto sea posible, pasadas las primeras horas de
dramatismo. A la hora de informarle de la muerte es importante decirlo en un ambiente
tranquilo, con un lenguaje sencillo, evitando eufemismos y frases hechas como «se ha
ido», «se ha quedado dormido para siempre», «Dios se lo ha llevado»...porque puede
crear esperanzas de retorno. Por ejemplo, una forma adecuada de comunicarlo es:
«Tengo que decirte algo triste: papá ha muerto. Ya no estará más con nosotros porque
ha dejado de vivir. Le queríamos mucho, igual que él a nosotros. Le echaremos mucho
de menos, pero tendremos que acostumbrarnos a vivir sin verle»15. Es importante
mostrarse cercano y tener extrema delicadeza y autenticidad. Además de darle mucha
seguridad para no alimentar su miedo a morir o a ser abandonado y generarle más
angustia9.
La forma más adecuada de hacerlo es de manera clara y natural, según la capacidad y
el momento evolutivo del niño. Es aconsejable explicarles lo sucedido sin ocultarles
información, para que puedan atribuirle un significado a lo que está pasando en su
entorno. Evitando así la confusión y culpabilidad que les puede generar la
incertidumbre. A la hora de decidir el momento adecuado para contar lo ocurrido es
importante evaluar el propio estado emocional; a veces se prefiere tener a otra
persona presente cuando se le anuncie al niño18 : Tabla 1.
Palabras que pueden ayudar
Palabras que pueden herir
Siento tanto que haya muerto tu…
Me preocupo por ti.
Cuéntame sobre tu…
Estoy aquí para escuchar si quieres
hablar.
Sé cómo te sientes.
Se te pasará.
No llores.
Sé valiente.
Tabla 1: Frases auxiliares e hirientes19.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
62
4.8.3. ¿Cómo hablar de la muerte con los niños?
Es importante entregar un concepto claro de muerte, dado que la primera fase de un
duelo es reconocer la realidad de muerte, para lo cual se debe tener en cuenta que no
se va a ver nuevamente al difunto. Para los niños en fase preoperacional y operacional
una buena definición sería: " estar muerto es no volver a vivir, es no respirar, no sentir
dolor, no moverse, no hablar ni tener hambre“. Lo complicado es encontrar las
palabras apropiadas, y no entregar a los niños los propios miedos de los adultos26.
Los niños comienzan a preguntar sobre la muerte cuando ven a un animal muerto; es
en ese momento cuando hay que responder todas sus dudas para que se formen en
ellos una adecuada idea de la muerte22.
Si el niño pregunta por los detalles, responderle con delicadeza y dando importancia a
la pérdida, no al detalle. Es decir, hablar del suceso de forma general, sin entrar en
detalles macabros y dolorosos9.
Los niños pequeños pueden pensar que pronto les tocará morir a ellos o a otros
familiares, por lo que hay que tranquilizarles y hablarles con naturalidad de la muerte.
Hacerles verla como un proceso que forma parte integral de la vida, evitando así que
desarrollen fantasías aterradoras15.
4.8.4. Funeral ¿sí o no?
En la actualidad los niños suelen ser alejados del duelo familiar, sin embargo, se les
debe ofrecer la opción de ir o no al funeral, y si deciden ir, o ver al fallecido, resulta
favorable explicarles previamente lo que se van a encontrar22. En la mayoría de los
casos, es bueno que se unan a la familia en sus rituales, puesto que asistir y participar
en los ritos funerarios les ayuda a aceptar la perdida, comprender el significado de la
muerte y de los ritos y elaborar un duelo adecuado18. Es importante explicarles en todo
momento y de forma sencilla todo lo que está ocurriendo para evitar que los menores
fantaseen. Hay que aclararles que el cuerpo no siente nada, no sufre, evitando así las
ideaciones erróneas que les puedan angustiar15. Acompañarles en el duelo no significa
apartarles de la realidad que están viviendo con el pretexto de ahorrarles sufrimiento.
Aunque realmente esto es lo que la mayoría de las personas mayores hace con los
niños, se llevan a cabo entonces conductas sobreprotectoras que consiguen el efecto
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
63
contrario al deseado, ya que dificultan la resolución adecuada del duelo18. En
definitiva, no es justo apartar al niño de la realidad que le rodea con la intención de
evitarle sufrimiento porque esto sólo se lo enquista15.
Si el niño no quiere ver el cadáver o participar en el entierro, no hay que obligarle ni
hacer que se sienta culpable por no haber ido. Y si los padres o supervivientes están
demasiado afectados para ocuparse de las necesidades del niño, debe hacerlo algún
familiar cercano que favorezca la expresión de sus emociones o dudas15,18.
Solamente es aconsejable apartar al niño, aunque sea durante las primeras horas, en
el caso de las muertes repentinas. Aunque es bueno que el niño perciba que los
mayores lo están pasando mal o que lo sienten tanto como él, es mejor evitar que
presencie escenas de intenso dolor y pérdidas de control de los adultos. También es
importante que nos sintamos relativamente tranquilos, ya que los niños tienden a
comportarse y reaccionar imitando a los adultos. Si al hablar con ellos estamos muy
angustiados o desesperados, los niños entenderán que así es como deben
comportarse o sentirse cada vez que aparezca el tema de la muerte18.
4.8.5. Errores frecuentes en las fases de elaboración del duelo8
La creación de ‘relaciones ficticias’: “Al abuelito puedes pedirle lo que quieras,
porque como está en el cielo y es un ángel, te ayudará en todo”, estos
comentarios violentan su pensamiento mágico. Frases como “No puedes
hablar con tu abuelo por teléfono, porque está muerto”, son más complicadas
de decir a un niño pero le ayudan a comprender la realidad.
El empleo de la figura perdida como medio de chantaje: “Yo me voy, ¿eh? Pero
cuidado con lo que haces, que tu abuelo te está viendo y me lo va a contar
después” o “¿Es que quieres que me muera, como el abuelito?”.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
64
4.8.6. Principales estrategias de afrontamiento que hay que tratar de llevar a cabo
Hacer sentirse al niño valioso, querido y aceptado, por sí mismo, sin que tenga
que sustituir a nadie8.
Confiar en que el niño o el adolescente lo superará con sus propias habilidades
personales8.
Generar un sentimiento de protección en el niño. A pesar de que son muchas
veces usadas con buena intención, frases como "Todos vamos a morir algún
día" pueden asustar y generar angustia en los niños. Sin mentirle si nos lo
pregunta, pero hay que evitar provocar en el niño nuevos miedos26. Sobre todo
si la muerte fue causada por un crimen violento, es crucial demostrar al niño
que estará protegido de todo peligro19.
Prevenir o contener sentimientos de culpa y rabia. Si ante la muerte de un hijo
lo idolatramos, el hermano superviviente en la natural competencia por
destacar ante los padres, sentirá envidia y rabia hacia el hermano muerto.
Estos sentimientos se cargan en soledad y culpa. Una frase bien intencionada
y común en padres en duelo es "Se lo llevó, porque era bueno" o la arraigada
frase “Siempre se lleva a los mejores”. La reacción puede no ser la esperada
ya que el niño vivo se pregunta "¿Por qué yo me quedo?, ¿Soy malo?". Un
fenómeno bastante habitual, es la incapacidad de los padres para contener a
los hermanos en el momento de perder a uno de los hijos. Se encierran,
comprensiblemente, en la supervivencia de su propia crisis. El niño acaba
cargando con los padres con la esperanza de volver a la normalidad,
asumiendo roles o responsabilidades que no le corresponden26.
Estar cerca del niño, escucharle, abrazarle y llorar con él. Algunos niños
piensan que todo va a cambiar en casa y sienten inseguridad. Es necesario
tranquilizarles y explicarles que serán capaces de adaptarse a los cambios,
aunque poco a poco y aprendiendo a pedir ayuda a sus mayores cuando se
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
65
sientan angustiados. Es crucial en todo momento hacerle ver que estamos con
él, que le queremos, que entendemos su dolor9,15.
No cohibir los sentimientos de dolor ante los niños. Los padres son modelos de
imitación, y cuando expresan sus sentimientos ante sus hijos (por supuesto sin
dejar cabida a manifestaciones histriónicas), éstos les perciben más cercanos,
además de enseñarles algo tan importante para su desarrollo personal como
es compartir sus emociones. Si los mayores optan por aparentar «frialdad
emocional» por miedo a que los niños sufran y con la equivocada intención de
protegerlos, ellos aprenderán también a «congelar» sus sentimientos y el daño
psicológico será mayor. Les estarán privando del aprendizaje de los modelos
adultos de afrontamiento del dolor, que les conducirán con éxito en situaciones
de pérdida a lo largo de su vida adulta15. Deben evitar suprimir el llanto o
expresión de pena ante los niños, sin olvidar educarles para que sepan que no
está mal reanudar las actividades cotidianas, así como volver a jugar, divertirse
y reír. En estas situaciones de tristeza ayuda mantener a la familia unida y que
el niño tenga un rol importante acorde a su edad. Hay que recordar una regla
de oro “Nunca hay que tratar de fingir que no ha pasado nada”22.
Animarles a hablar sobre la muerte y a expresar lo que sienten. Para algunos
niños supone un reto no preocupar a sus padres, y en lugar de expresar su
angustia la somatizan sufriendo dolores psicosomáticos como cefaleas o dolor
abdominal recurrente15. En cambio, si los niños perciben que sus emociones
son aceptadas por su familia, fácilmente las expresarán y resolverán antes su
duelo. Frases como «no llores», «no estés triste», «tienes que ser valiente y
portarte como un mayor» les reprimen y prolongan su angustia. Unas palabras
más acertadas podrían ser: «Si tienes ganas de llorar y estar triste a solas, me
parece muy bien, pero después de estar así un rato, sería bueno que hablaras
con alguien de cómo te sientes. Si quieres, puedes compartir tus sentimientos
conmigo».
También es útil proponerles escribir un diario, así expresan emociones difíciles de
verbalizar para muchos de ellos. Esto constituye un recurso terapéutico eficaz para el
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
66
niño y también para los padres en la identificación de sus temores o dudas. Es
primordial dar al niño la oportunidad de expresar lo que siente, validando sus
sentimientos y animándole a que se manifieste emocionalmente con libertad9. Sin
excederse al estimular la expresión de los sentimientos del niño (“tú lo que tienes que
hacer es llorar”). Ni todo lo contrario reprimiendo sus emociones (“no llores más”) o
interrumpiéndoles cuando han encontrado la forma de expresar su aflicción (“¿qué me
has dicho?”, “habla más claro)28.
Tener en cuenta el medio familiar y procurar considerando que la actuación
debería ser más específica en los casos de riesgo como antecedentes
patológicos, pérdidas múltiples, situaciones de desestructuración o catástrofe
familiar29.
Permitir al niño que exprese su dolor a través del juego. Los padres y
educadores deben considerar normal que los niños jueguen a enfermar,
morirse, al entierro...dado que representa una forma adecuada y correcta de
elaborar su duelo. Es positivo acompañar y animar a los niños a que dibujen,
jueguen o inventen historias, porque estas serán sus herramientas para tratar
de comprender y elaborar su duelo, además podemos pedirles que nos
cuenten el dibujo15,4.
Aprovechar la escuela como punto de apoyo, dado que el personal docente
escolar se relaciona diariamente con el alumno. Esto ayuda a las familias
porque permite llevar a cabo un estrecho seguimiento de sus emociones y
estar alerta para la detección precoz de posibles alteraciones conductuales y
del rendimiento académico15.
Atenderle permanentemente, aunque parezca que el niño ha superado el
duelo8.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
67
4.8.7. Los adultos tienen que respetar los derechos de los niños a27,15:
Tener sus propios sentimientos ante la muerte o incluso ninguno. Quizá observemos
que les cuesta expresarse, se enfadan o lloran. Sea como sea, es importante respetar
que así es como el niño intenta manifestar el dolor, por lo que debemos ser cariñosos
y pacientes con él.
Expresar sus sentimientos a su manera: jugar y reír cuando lo necesiten sin ser
juzgados por ello. Hay que permitir que el niño exprese sentimientos intensos
libremente.
No hablar de su dolor si no quieren hacerlo.
Recibir ayuda de los adultos para asimilar su dolor.
Preguntarse y querer saber sobre la muerte.
Tener su propio ritmo en su particular proceso de duelo.
Superar su duelo y, con el tiempo, sentirse feliz.
Compartir sus recuerdos del ser querido. Esto fomenta una continuidad
saludable en la orientación de la persona a un futuro que ha quedado
transformado por la pérdida. Hay que ser paciente con el niño que ha sufrido la
pérdida.
En resumen, se puede ayudar al niño siendo sincero, abierto y claro; no evitando
hablar del tema si él lo sacó a colación; discutiendo los detalles las veces que sea
necesario y haciendo sentir al niño disponibilidad, predictibilidad y apoyo22,30,31.
5. PROCESO DE ATENCIÓN DE ENFERMERÍA (P.A.E.)
Con el fin de defender la importancia de la formación en el duelo en los profesionales
de enfermería específicamente, se ha realizado un P.A.E. (proceso de atención de
enfermería) en el que se reflejan diagnósticos (NANDA), objetivos (NOC) e
intervenciones (NIC) que se puede plantear enfermería ante un adolescente en
duelo32.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
68
NANDA: 00136-Duelo
NOC
1304- Resolución de la aflicción
2601- Clima social de la familia
1208-Nivel de depresión
NIC
5290-Facilitar el duelo
7140-Apoyo a la familia
5230-Aumentar el afrontamiento
5290-Facilitar el duelo
NANDA: 00053-Aislamiento social
NOC
0116-Participación en juegos
1604-Participación en actividades de
ocio
1502-Habilidades de interacción social
1503-Implicación social
2601-Clima social de la familia
NIC
0200-Fomento del ejercicio
4362-Modificación de la conducta:
habilidades sociales
5100-Potenciación de la socialización
5440-Aumentar los sistemas de apoyo
5340-Presencia
7100-Estimulación de la integridad
familiar
NANDA: 000146-Ansiedad
NOC
1211-Nivel de ansiedad
1402-Autocontrol de la ansiedad
1302-Afrontamiento de los problemas
NIC
4920-Escucha activa 5270-Apoyo emocional
5820-Disminucion de la ansiedad
5880-Técnica de relajación
6040-Terapia de relajación simple
5230-Aumentar el afrontamiento
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
69
NANDA: 00172-Riesgo de duelo complicado
NOC
1302-Afrontamiento de problemas
2608-Resistencia familiar
NIC
5230-Aumentar el afrontamiento
5270-Apoyo emocional
7140-Apoyo a la familia
NANDA: 00124-Desesperanza
NOC
1201-Esperanza 1204-Equilibrio emocional
NIC
5290-Facilitar el duelo
5310-Dar esperanza
NANDA: 00069-Afrontamiento inefectivo
NOC
1302-Afrontamiento de problemas
1405-Autocontrol de los impulsos
1212-Nivel de estrés
1211-Nivel de ansiedad
NIC
5400-Potenciacion de la autoestima
5230-Aumentar el afrontamiento
5440-Aumentar los sistemas de apoyo
5820-Disminución de la ansiedad
NANDA: 00188-Tendencia a adoptar conductas de riesgo para la salud
NOC
1209-Motivación 1305-Adaptación psicosocial: cambio de
vida
1904-Control de riesgo: consumo de
drogas
4500-Prevención del consumo de
sustancias nocivas
NIC
4360-Modificación de la conducta
4510-Tratamiento por el consumo de
sustancias nociva
6486-Manejo ambiental: seguridad
1702- Creencias sobre la salud:
percepción de control
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
70
NANDA: 00198-Trastorno del patrón de sueño
NOC
0004-Sueño
0003-Descanso
1204-Equilibrio emocional
NIC
1850-Mejorar el sueño
NANDA: 000148-Temor
NOC
2109- Nivel de malestar 1210-Nivel de miedo
1404- Autocontrol del miedo
NIC
5380-Potenciación de la seguridad
5340-Presencia
5820-Disminucion de la ansiedad
NANDA: 00067-Riesgo de sufrimiento espiritual
NOC
2011-Estado de comodidad:
psicoespiritual
2001-Salud espiritual
NIC
4470-Ayuda en la modificación de sí
mismo
5240-Asesoramiento
5300-Facilitar la expresión del
sentimiento de culpa
NANDA: 00139-Riesgo de automutilación
NOC
1403-Autocontrol del pensamiento
distorsionado
1406-Control de la automutilación
NIC
4354-Manejo de la conducta: autolesión
6486-Manejo ambiental: seguridad
6450-Manejo de ideas ilusorias
4470-Ayuda en la modificación de sí
mismo
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
71
NANDA: 00073-Afrontamiento familiar incapacitante
NOC
2600-Afrontamiento de los problemas de
la familia
2604-Normalización de la familia
NIC 5230-Aumentar el afrontamiento
7110-Fomentar la implicación familiar
7150-Terapia familiar
7200-Fomentar la normalización familiar
NANDA: 00072-Negación ineficaz
NOC
1302-Afrontamiento de problemas
NIC
4820-Orientación de la realidad
NANDA:00055:Desempeño inefectivo del rol
NOC
1208-Nivel de depresión 2211-Ejecución del rol de padres
NIC
5370-Potenciación de roles
NANDA: 00152-Riesgo de impotencia
NOC
1614-Autonomía personal
NIC
4480-Facilitar la autorresponsabilidad
5250-Apoyo en toma de decisiones
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
72
NANDA: 00099 - Mantenimiento ineficaz de la salud r/c afrontamiento individual ineficaz
NOC
1603-Conducta de búsqueda de salud
0313-Nivel de autocuidado
1908-Detección del riesgo
NIC
4420-Acuerdo con el paciente
6610-Identificación de riesgos
5510-Educacion sanitaria
4480-Facilitar la autorresponsabilidad
6. CONCLUSIONES
En la literatura hay controversia o falta de consenso en varios de los temas tratados a
lo largo del trabajo. Desde si el duelo se pasa superando fases o realizando tareas,
hasta el desacuerdo de los autores para fijar una edad a partir de la cual los niños
inician el sentimiento de dolor por la perdida. Hemos podido comprobar que a pesar de
las discordancias hay similitud entre las etapas y las tareas, y no tienen porque verse
como visiones separadas del duelo, sino que pueden entenderse como
complementarias. Por lo tanto concluimos con la idea de que para el completo
restablecimiento de una pérdida, el deudo atravesará una serie de etapas o fases y
deberá realizar cuatro tareas fundamentales10.
Simultáneamente, en lo que atañe a las etapas etarias, se ha observado que no todos
los autores las clasifican entre los mismos intervalos de edad. De todas estas
discrepancias se trata de sintetizar las más demostradas y unificar las ideas similares.
Sin olvidar que el objetivo de nuestro trabajo es difundir y ayudar de forma práctica, y
es esta la razón por la que hemos expuesto la información de forma general y
fácilmente comprensible.
Por otro lado, en contraposición a lo que la mayoría de la gente piensa, muchas de las
cosas que la sociedad tiene como saludables a la hora de ayudar a un niño en el duelo
que sufre por la muerte de un familiar, se hacen en detrimento de la salud del niño. De
ello nos hemos percatado tras realizar este trabajo. Las posiciones que los adultos
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
73
solemos adoptar ante el duelo infantil son más cómodas que las propuestas en este
trabajo, pero eso no significa que sean más apropiadas.
No cabe duda de que la muerte de alguien cercano es dolorosa. Es comprensible que
los adultos nos angustiemos cuando vemos a los niños enfrentarse a ella y tratemos
rápidamente de amortiguar sus efectos. El dilema es que los niños, al percibir nuestra
incomodidad, se dan cuenta que es mejor no preguntar, lo que no significa que su
deseo de saber quede satisfecho, sino todo lo contrario: su inquietud puede aumentar
al ver el malestar e intranquilidad que sus preguntas generan en el adulto4.
Las falsas creencias arraigadas culturalmente de que los niños no se enteran o no
entienden la muerte nos suele dejar más tranquilos, porque para nosotros la muerte es
también algo difícil de elaborar. El problema es que estas creencias, unidas al no
poder soportar ver el dolor y pena de los niños, nos llevan a los adultos a actuaciones
poco eficaces para el niño.
Con el objetivo de evitar la intensidad del sufrimiento, la vivencia y la expresividad del
dolor infantil, disociamos, negamos, racionalizamos e intelectualizamos la muerte. Es
entonces cuando cometemos el clásico error de sobreprotegerles y no hacerles
participes del duelo de sus seres queridos, lo que les impide cerrar las heridas que a
su manera sufren. Les alejamos de esas experiencias que les hacen aceptar la muerte
como parte de la vida y ser más humanos. Además, la infancia implica una sucesión
de pérdidas y duelos a elaborar, que como cualquier etapa evolutiva, les hacen
madurar4.
Efectivamente, el concepto de muerte de los niños tiene matices respecto al de los
adultos, esto repercute en el duelo, pero no por eso deja de existir el duelo infantil o
tiene menos derechos que el duelo adulto. Es un gran error interpretar que sólo los
adultos desarrollan este proceso, pero lo es más aún, suponer que deberían hacerlo al
margen de los niños. La sociedad ignora la dependencia que tienen los niños de sus
adultos de referencia a la hora de que les guíen en este proceso de aprendizaje.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
74
Los niños necesitan aprender a expresar lo que sienten y, entre estos sentimientos,
está su dolor por la muerte de la persona fallecida4. Si los supervivientes transmiten la
necesidad de ser valiente y no llorar la pérdida, los niños aprenderán que no hay que
manifestar emociones como la tristeza y no tendrán la oportunidad de compartirla y
avanzar.
La enfermería trata al paciente de forma holística, atendiéndole bio-psico-socialmente,
es imprescindible por tanto, que también trate así al paciente o familiar pediátrico.
Normalmente es la falta de formación en este ámbito la que nos permite seguir
actuando omitiendo la existencia del duelo infantil. Para poder satisfacer todas esas
necesidades del niño, el personal tiene que conocer las características específicas de
este duelo. Tenemos que estar preparados para hacer frente a estos sucesos, ya que
se ha demostrado que no tiene menos importancia que otras actuaciones de
enfermería.
Resaltamos así la importancia de formar a los profesionales sanitarios. En primer
lugar, porque a todos los enfermeros se nos va a morir algún paciente y vamos a tener
que saber actuar ante las familias. De hecho, se nos mueren muchos pacientes, pero
a los familiares sólo se les muere una vez su madre, padre, abuelo o hermano.
Recordarán de manera muy diferente este suceso traumático dependiendo de nuestra
actuación, sin darnos cuenta estaremos favoreciendo o empeorando su proceso de
duelo.
En segundo lugar, porque el papel de enfermería es crucial como responsable de la
educación sanitaria y la prevención. Así pues, considerando que los duelos en la
infancia pueden condicionar el posterior desarrollo biográfico y configurar aspectos de
la personalidad. Sería muy beneficioso ayudar en la elaboración de los duelos
desarrollando recursos y dando herramientas para cuando aparezcan situaciones
difíciles. Además, con la información adecuada se pueden reducir los duelos infantiles
complicados y sus posibles repercusiones en la salud. Paralelamente se podría abrir
una nueva línea de investigación para analizar la efectividad de la formación de los
profesionales sanitarios en este ámbito y comprobar si los niños a los que se les ha
entendido y ayudado en el duelo tienen un mejor desarrollo del duelo y, por tanto, una
mejor salud en el futuro.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
75
En conclusión, la invisibilidad social del duelo infantil y el no ser capaces de entender
la muerte como la ven los niños, es lo que hace que no se pongan medios para
favorecer la elaboración del duelo infantil. En pocas palabras, cuando se cree que no
existe un problema, no se trata de resolverlo. Por eso, visibilizar su existencia y la
necesidad que tienen los niños de que los adultos les guíen, puede servir para que
cada vez a menos niños se les prive de este proceso de aprendizaje que es el duelo.
Finalizamos atendiendo a la idea de que la persona sana es aquella que no intenta
escapar del dolor, sino aquella que sabiendo que ocurrirá intenta saberlo manejar10.
De modo que si queremos criar futuros adultos sanos, tenemos que darles las claves
durante la infancia.
7. ANEXO: Material útil para ayudar a los niños en el duelo
7.1. JUEGOS
Existen en el mercado algunos juegos concebidos para facilitar la expresión emocional
de los sentimientos en el duelo infantil. El más famoso de ellos con un tablero y unas
tarjetas se llama “Adiós Tristeza”. En niños pequeños la intervención psicológica a
través del juego puede ser fundamental porque les permite el despliegue de los
sentimientos, de sus temores y de sus fantasías, que muchas veces no pueden
expresar de otro modo. Con un buen trabajo, el niño puede elaborar el duelo más
fácilmente que un adulto. Esto se debe a que no tiene el prejuicio del “qué dirán”, es
más espontaneo, tiene menos sentimiento de culpa que el adulto y nunca se niega a
rehacer su vida y ser feliz18.
7.2. LIBROS4, 20
Caracoles, pendientes y mariposas. Alvarez A. Ed. Edelvives, Madrid 2002
Los niños y la muerte. Kübler-Ross E. Ed. Luciérnaga, Barcelona 1992.
Osito y su abuelo. Gray N. Ed. Timun Mas, Barcelona 1999.
Recuerda el secreto. Kübler-Ross Ed. Luciérnaga, Barcelona 1992.
Te echo de menos. Paul Verrept, Ed. Juventud. Barcelona 2000.
Consejos para niños antes el significado de la muerte. Wolfelt A. Ed.
Diagonal,
Barcelona 2001.
Mamá, ¿qué es el cielo?. Shriver M. Ed. Salamandra, Barcelona 2000.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
76
Se ha muerto el abuelo. Saint Mars D. Bloch S. Ed. Galera, Barcelona 1998.
Carta a un Adolescente. Andreoli, V. (2005). Barcelona: RBA.
¿Está la abuelita en el cielo? Como tratar la muerte y la tristeza. Baum, H.
(2003). Barcelona: Ed. Oniro.
¡Buenas Noches abuelo! Bausa, R y Peris C. (2004). Salamanca: Loguez Ed.
Mamá se ha marchado. Hein, C (2005) Colección El barco de vapor. Madrid:
SM.
Desde que murió mi hermano. Muñoz Khiene, M. (2000) Omaha, Nebraska:
Centering Corporation.
Para padres
Cómo ayudar a los niños a afrontar la pérdida de un ser querido. Un manual para adultos Kroen W. C. (1996).. Barcelona: Ediciones Oniro, S.A.
El duelo y los niños. Santamaría C. (2010). Cantabria: Editorial Sal Terrea.
Cómo hablar con niños y jóvenes sobre la muerte y el duelo. Guía para padres. Turner M. (2004). Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica.
Cuando los niños sufren. James J. W., Friedman R., Landon L. (2002).
Madrid: Editorial Los libros del Comienzo.
Cuentos para el adiós. Ibarrola B. (2006). Madrid: Ediciones SM.
Para profesores
La muerte y el duelo en el contexto educativo. Reflexiones, testimonios y actividades. Poch C. y Herrero O. (2003). Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica.
La muerte y su didáctica. Manual para Educación Infantil, Primaria y Secundaria. De la Herrán Gascón A. y Cortina Selva, M. (2006). Madrid:
Editorial Universitas, S.A.
¿Todos los caracoles se mueren siempre? Cómo tratar la muerte en educación infantil. De la Herrán Gascón A., González I., Navarro Mª.J., Bravo
S. y Freire V. (2000). Madrid: Ediciones de la Torre.
El niño que está en duelo en el aula. Highmark Caring Foundation.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
77
Para los más pequeños (hasta los 6 – 7 años)
Te echo de menos. Verrept P. (2001). Barcelona: Editorial Juventud.
Para siempre. Durant A. y Gliori D. (2004). Barcelona: Grupo editorial Ceac,
S.A.
Nana vieja. Wild M. y Brooks R. (2000). Venezuela: Ediciones Ekaré.
Para los medianos (de los 7 a los 12 años)
Cuando estoy triste. Ante la pérdida de un ser querido. Mundy M. (2001).
Madrid: Editorial San Pablo.
Cuando fallece un ser querido. Guía para niños ante la muerte de alguien. Mundy M. (2010). Madrid: Editorial San Pablo.
Cuando faltan mamá o papá. Un libro para consolar a los niños. Allen R.
W. y Grippo D. (2010). Madrid: Editorial San Pablo.
El ángel del abuelo. Bauer J. (2011). Salamanca: Lóguez Ediciones.
Mi amiga invisible. Canals M. y Aguilar S. (2011). Barcelona: Salvatella
Editorial.
El corazón y la botella. Jeffers O. (2010). Méjico: Fondo de cultura
económica.
El jardín del abuelo. Gil Vila M. y Piérola M. (2007). Barcelona: Editorial
Bellaterra.
Los recuerdos viven eternamente: Un libro de recuerdos para los niños afligidos por una muerte. Rugg S. (1997). EEUU. Publicado por Sharon
Rugg, LCSW.
Para los adolescentes
Consejos para jóvenes ante el significado de la muerte. Wolfelt A. (2003).
Barcelona: Editorial Diagonal.
El arco iris de la abuela. Bunnag T. y Jaume E. (2008). Barcelona: La liebre
de marzo. S.L
El pato y la muerte. Erlbruch W. (2007). Barbara Fiori Editora.
El duelo ante la muerte en la infancia y adolescencia Andrea Pascual Villar
78
7.3. OTROS RECURSOS DE INTERÉS
Blog para personas que estén viviendo un proceso de duelo con contenidos de ayuda.
http://www.vivirlaperdida.com/ninos.html
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