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 TITO LIVIO-LA TRAGEDIA DE LUCRECIA 56. Mientras se ocupaba de estos asuntos, se vio un prodigio horrible: saliendo de una columna de madera, una serpiente originó en terror y la confusión en el palacio real y sobrecogió el ánimo del propio rey con un súbito terror no tanto como lo llenó de angustiosas preocupaciones. Así pues, aunque para los prodigios públicos sólo hiciese uso de los adivinos etruscos, aterrado por esta visión, que parecía referirse a su familia, decidió enviar una embajada a Delfos, el oráculo más famoso sobre la tierra. Y, no atreviéndose a confiar las respuestas del oráculo a ningún otro, envió a Grecia a dos de sus hijos a través de países desconocidos y de mares más desconocidos en aquel tiempo. Marcharon Tito y Arruns; les acompañó L. Junio Bruto, hijo de Tarquinia, hermana del rey,  joven de muy distinto carácter del que aparentaba. Como hubiese oído que su tío había matado a los principales de la ciudad, entre éstos a su hermano, resolvió albergar en su carácter nada que el rey hubiese de temer, ni en su condición nada que hubiese de codiciar, y buscar la seguridad en el desprecio desde el momento en que había poca protección en la justicia. Así pues, habiéndose dedicado de propio intento a fingirse loco, como consintiese al rey disponer de su persona y de sus bienes, no rechazó tampoco el sobrenombre de Bruto para, al abrigo de ese sobrenombre, aquel espíritu libertador del pueblo romano aguardar oculto su momento favorable. Llevado en esta ocasión por los Tarquinios a Delfos, como juguete, más que como compañero, se dice que llevó como ofrenda a Apolo un bastón de oro oculto en otro de cornejo, horadado para tal fin, símbolo de su carácter en términos enigmáticos. Después que se llegó allí, una vez cumplidas las órdenes de su padre, se apoderó del ánimo de los jóvenes el deseo de consultar a cual de ellos le correspondería el reino de roma. Se dice que una voz respondió desde el fondo de la gruta: “Poseerá el supremo mando de Roma quien de vosotros, jóvenes, dé el primero un beso a su madre”. Los Tarquinos, para que Sexto, que había permanecido en Roma, desconociese la respuesta y quedase privado del reino, ordenan guardar religiosamente el secreto; ellos entre sí confían a la suerte cuál de los dos daría el primero un beso a su madre al llegar a Roma. Bruto, pensando que las palabras de la Pitonisa tenían otro sentido, como si al resbalar se hubiera caído, tocó la tierra con un beso, evidentemente porque esta era la madre de todos los mortales. De allí regresan a Roma cuando se preparaba con sumo ímpetu la guerra contra los rútulos. 57. La ciudad de Ardea pertenecía a los rútulos, pueblo muy poderoso por sus riquezas en relación con aquel país y aquellos tiempos; y esta fue precisamente la causa de la guerra, que el rey romano, arruinado por la magnificencia de las edificaciones públicas, buscaba enriquecerse él mismo, y al mismo tiempo calmar con el botín el ánimo de sus súbditos, que, independientemente de otra ciudad cualquiera, también eran hostiles a la monarquía porque estaban indignados de que el rey les hubiese ocupado tan largo tiempo en funciones de obreros y trabajos serviles. Se probó la situación, por si Ardea podía tomarse al primer asalto; pero cuando esto dio poco resultado, se comenzó a atacar a los enemigos mediante el asedio y fortificaciones. En el campamento, como sucede en una guerra prolongada más que violenta, los permisos estaban bastante permitidos, aunque más para los jefes que para los soldados; los jóvenes príncipes efectivamente empleaban a veces sus ocios en festines y francachelas entre ellos. Bebiendo éstos mientras cenaban en la tienda de Sex. Tarquino, donde también estaba Tarquino Colatino, hijo de Egerio, por casualidad la conversación recayó sobre las esposas. Cada uno alababa a la suya de manera extraordinaria. Habiéndose avivado la disputa por esta causa, Colatino dice que no hay necesidad de palabras; que sin duda puede saberse en pocas horas cuánto aventajaba su Lucrecia a las demás. “Si somos jóvenes y vigorosos, ¿Por qué no montamos a caballo y observamos en personas los dotes de nuestras esposas? Que cada uno tenga como definitivamente probado lo que se le presente a la vista ante la imprevista llegada del marido”. Se habían enardecido con el vino. “Ea, pues”, dicen todos; a galope tendido vuelan a Roma. Habiendo llegado a Roma al empezar a oscurecer, de allí prosiguen a Colacia, donde encuentran a Lucrecia en modo alguno como las nueras del rey, a las que habían visto gastando el tiempo en un festín suntuoso con sus amigas, sino trabajando la lana a altas horas de la noche sentada en medio de su habitación entre las

TITO LIVIO-La Tragedia de Lucrecia

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56. Mientras se ocupaba de estos asuntos, se vio un prodigio horrible: saliendo de unacolumna de madera, una serpiente originó en terror y la confusión en el palacio real ysobrecogió el ánimo del propio rey con un súbito terror no tanto como lo llenó deangustiosas preocupaciones. Así pues, aunque para los prodigios públicos sólo hiciese

uso de los adivinos etruscos, aterrado por esta visión, que parecía referirse a su familia,decidió enviar una embajada a Delfos, el oráculo más famoso sobre la tierra. Y, noatreviéndose a confiar las respuestas del oráculo a ningún otro, envió a Grecia a dos desus hijos a través de países desconocidos y de mares más desconocidos en aquel tiempo.Marcharon Tito y Arruns; les acompañó L. Junio Bruto, hijo de Tarquinia, hermana del rey, joven de muy distinto carácter del que aparentaba. Como hubiese oído que su tío habíamatado a los principales de la ciudad, entre éstos a su hermano, resolvió albergar en sucarácter nada que el rey hubiese de temer, ni en su condición nada que hubiese decodiciar, y buscar la seguridad en el desprecio desde el momento en que había pocaprotección en la justicia. Así pues, habiéndose dedicado de propio intento a fingirse loco,como consintiese al rey disponer de su persona y de sus bienes, no rechazó tampoco elsobrenombre de Bruto para, al abrigo de ese sobrenombre, aquel espíritu libertador del

pueblo romano aguardar oculto su momento favorable. Llevado en esta ocasión por losTarquinios a Delfos, como juguete, más que como compañero, se dice que llevó comoofrenda a Apolo un bastón de oro oculto en otro de cornejo, horadado para tal fin, símbolode su carácter en términos enigmáticos. Después que se llegó allí, una vez cumplidas lasórdenes de su padre, se apoderó del ánimo de los jóvenes el deseo de consultar a cual deellos le correspondería el reino de roma. Se dice que una voz respondió desde el fondo dela gruta: “Poseerá el supremo mando de Roma quien de vosotros, jóvenes, dé el primeroun beso a su madre”. Los Tarquinos, para que Sexto, que había permanecido en Roma,desconociese la respuesta y quedase privado del reino, ordenan guardar religiosamente elsecreto; ellos entre sí confían a la suerte cuál de los dos daría el primero un beso a sumadre al llegar a Roma. Bruto, pensando que las palabras de la Pitonisa tenían otrosentido, como si al resbalar se hubiera caído, tocó la tierra con un beso, evidentemente

porque esta era la madre de todos los mortales. De allí regresan a Roma cuando sepreparaba con sumo ímpetu la guerra contra los rútulos.

57. La ciudad de Ardea pertenecía a los rútulos, pueblo muy poderoso por sus riquezas enrelación con aquel país y aquellos tiempos; y esta fue precisamente la causa de la guerra,que el rey romano, arruinado por la magnificencia de las edificaciones públicas, buscabaenriquecerse él mismo, y al mismo tiempo calmar con el botín el ánimo de sus súbditos,que, independientemente de otra ciudad cualquiera, también eran hostiles a la monarquíaporque estaban indignados de que el rey les hubiese ocupado tan largo tiempo enfunciones de obreros y trabajos serviles. Se probó la situación, por si Ardea podía tomarseal primer asalto; pero cuando esto dio poco resultado, se comenzó a atacar a los enemigosmediante el asedio y fortificaciones. En el campamento, como sucede en una guerra

prolongada más que violenta, los permisos estaban bastante permitidos, aunque más paralos jefes que para los soldados; los jóvenes príncipes efectivamente empleaban a vecessus ocios en festines y francachelas entre ellos. Bebiendo éstos mientras cenaban en latienda de Sex. Tarquino, donde también estaba Tarquino Colatino, hijo de Egerio, por casualidad la conversación recayó sobre las esposas. Cada uno alababa a la suya demanera extraordinaria. Habiéndose avivado la disputa por esta causa, Colatino dice que nohay necesidad de palabras; que sin duda puede saberse en pocas horas cuántoaventajaba su Lucrecia a las demás. “Si somos jóvenes y vigorosos, ¿Por qué nomontamos a caballo y observamos en personas los dotes de nuestras esposas? Que cadauno tenga como definitivamente probado lo que se le presente a la vista ante la imprevistallegada del marido”. Se habían enardecido con el vino. “Ea, pues”, dicen todos; a galopetendido vuelan a Roma. Habiendo llegado a Roma al empezar a oscurecer, de allíprosiguen a Colacia, donde encuentran a Lucrecia en modo alguno como las nueras del

rey, a las que habían visto gastando el tiempo en un festín suntuoso con sus amigas, sinotrabajando la lana a altas horas de la noche sentada en medio de su habitación entre las

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esclavas, que hacían lo mismo en vela. La gloria de la disputa sobre las mujeres quedó enpoder de Lucrecia. Recibió amablemente a su marido y a los Tarquinos al llegar; vencedor,el marido invita alegremente a los jóvenes regios. Entonces se apodera de Sex. Tarquinoel funesto deseo de deshonrar a Lucrecia por la fuerza; le incitan su hermosura y suprobada castidad. Y finalmente, después de la diversión juvenil de la noche, vuelven alcampamento.

58. Pasados algunos días, Sex. Tarquino vuelve a Colacia con un solo amigo sin saberloColatino. Como le hubiesen recibido amablemente, desconocedores de la situación, ydespués de la cena hubiese sido conducido a la habitación de los huéspedes, loco depasión, una vez que la situación en torno suyo le pareció suficientemente segura y quetodos dormían, con la espada desenvainada se llega a Lucrecia, que dormía, y oprimiendoel pecho de la mujer con la mano izquierda le dice: “Silencio Lucrecia; soy Sex. Tarquino;tengo una espada en la mano; morirás si dices una palabra”. Sobrecogida de terror por elbrusco despertar, viendo la mujer que no había ninguna ayuda y que la muerte erainminente, entonces Tarquino le confiesa su amor, le suplica, mezcla las amenazas a losruegos, conmueve por todos los medios su corazón de mujer. Después que ve que eraobstinada y que ni siquiera se doblegaba por miedo a la muerte, añade al miedo el

deshonor: le dice que junto con su cadáver colocará desnudo a su siervo degollado, paraque se diga que ella ha muerto en mezquino adulterio. Como mediante esta amenaza lapasión, triunfante por así decirlo, hubiese vencido a la obstinada castidad y Tarquinohubiese marchado de allí orgulloso de haber sometido el honor de una mujer, Lucrecia,abatida por una desgracia tan grande, envía un mensajero a Roma a su propio padre y aArdea a su marido para que vengan con sendos amigos fieles; que así es necesario por laurgencia del hecho; que ha ocurrido un horrible suceso. Sp. Lucrecio viene con P. Valerio,hijo de Voleso; Colatino, con L. Junio Bruto, con el que volvía a roma casualmente cuandoel mensajero de su esposa lo encontró. Hallan a Lucrecia sentada y afligida en suhabitación. A la llegada de los suyos se deshace en lágrimas y al preguntarle su marido:“¿Estás bien?”, “En absoluto” –le dijo-; “pues ¿Qué bien le queda a una mujer que haperdido el honor? En tu lecho, Colatino, están las huellas de un hombre extraño; pero sólo

mi cuerpo ha sido violado, mi alma es inocente; mi muerte te lo atestiguará. Pero dadme lamano y juradme que el adúltero no quedará sin castigo. Sex. Tarquino es quien, enemigoen vez de huésped, durante la pasada noche me arrebato por la fuerza un goce funestopara mí y para él, si sois hombres”. Todos, uno tras otro, le dieron su palabra; la consuelande su tristeza eximiéndola a ella, que ha sido forzada, de la culpa que imputan al autor deldelito: le dicen que delinque el espíritu, no el cuerpo, y que no hay culpa donde no hayintención. Ella responde: “Vosotros veréis qué le está destinado a él; yo por mi parte,aunque me absuelvo de la falta, no me eximo del castigo. Que en el futuro ninguna mujer pueda vivir deshonrada tomando como ejemplo a Lucrecia”. Un cuchillo que teníaescondido bajo el vestido se lo clavó en el corazón y, desplomándose sobre la herida, cayómoribunda. Su marido y su padre rompen en gritos.

59. Entregados ellos al dolor, Bruto, que tiene ante sí chorreando sangre el cuchillo sacadode la herida de Lucrecia, dice: “Por esta sangre tan pura antes del ultraje regio, juros y ospongo por testigos a vosotros, dioses, que yo perseguiré con la espada, con el fuego y concuanta violencia de ahora en adelante me sea posible a L. Tarquino el Soberbio juntamente con su criminal esposa y toda la estirpe de sus hijos, y no consentiré que ellosni algún otro reinen en Roma”. Luego entrega el cuchillo a Colatino, después a Lucrecio ya Valerio, que se quedaban atónitos ante el hecho maravilloso, por el que había un nuevotemperamento en el alma de Bruto. Juran como se les había mandado; y todos cambiandel llanto a la cólera, siguen a Bruto como jefe, que ya les llama de allí para derrocar larealeza.Tras sacar de casa el cuerpo de Lucrecia, lo llevan al foro y amotinan a la multitud, comosuele suceder, debido al asombro y la indignidad de un hecho inusitado. Cada uno por suparte deplora la violencia criminal del príncipe. Les conmueve la aflicción del padre, y

también Bruto, quien recrimina las lágrimas y los lamentos inútiles y les aconseja lo queconviene a hombres, a romanos: empuñar las armas contra los que se permiten ser sus

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enemigos. Los jóvenes más audaces se presentan voluntarios con las armas; les siguetambién el resto de la ciudad. Dejado el padre como jefe [ante las puertas de Colacia] ymontada vigilancia para que nadie anuncie al rey este levantamiento, los demás marchanarmados de allí a Roma al mando de Bruto. Cuando se llegó allí, por dondequiera quepasa la multitud armada siembra el pánico y la confusión; pero cuando ven que losprincipales de la ciudad van a la cabeza, piensan que lo que sea no es sin motivo. Y tan

atroz crimen no produce en Roma una indignación menor que la que había producido enColacia; así pues, de todas partes de la ciudad se acude al foro. Tan pronto como se llegóallí, un pregonero convocó al pueblo ante el tribuno de los celeres, magistratura queentonces ocupaba casualmente Bruto. Allí pronunció un discurso, totalmente impropio delespíritu y del carácter que había simulado hasta aquel día, acerca de la pasión brutal deSex. Tarquino, de la execrable violación de Lucrecia y de su lamentable muerte, de laperdida de la hija por parte del Tricipinto, para quien la causa de la muerte era más indignay deplorable que la muerte de su hija. Añadió la soberbia del propio rey y las miserias y lasfatigas de la plebe sumergida en fosos y cloacas que había de limpiar; que los ciudadanosromanos, vencedores de todos los pueblos vecinos, habían sido convertidos en obreros ycanteros en vez de en guerreros. Les recordó la indigna muerte de Ser. Tulio y a la hijaque pasó sobre el cuerpo del padre con el carro impío, e invocó a los dioses vengadores

de los padres. Tras haber recordado estos y otros hechos más atroces, creo, que laindignación del momento de los hechos en modo alguno los presenta fáciles de describir alos historiadores, indujo a la excitada multitud a desposeer del mando al rey y a mandar aldesierto a L. Tarquinio con su esposa e hijos. El mismo, una vez reunidos y armados los jóvenes que se alistaban por propia iniciativa, marchó de allí al campamento de Ardea parasublevar al ejército contra el rey: deja al mando de la ciudad a Lucrecio, ya anteriormentenombrado prefecto de la ciudad por el rey. En medio de esta confusión Tulia huye delpalacio entre las execraciones e invocaciones de los hombres y mujeres a las furias de lospadres por dondequiera que pasaba.

60. Llevadas las noticias de estos hechos al campamento, como el rey, alarmado ante larevuelta, se dirigiese a Roma para reprimir el levantamiento, Bruto modificó su ruta (pues

se había enterado de su venida) para no encontrarse con él; y casi al mismo tiempo por caminos distintos llegaron Bruto a Ardea y Tarquino a Roma. A Tarquino se le cerraron laspuertas y se le notificó el destierro; por el contrario, el campamento recibió con alegría allibertador de Roma y de él fueron expulsados los hijos del rey. Dos de ellos siguieron a supadre para ir al destierro a Ceres, en Etruria. Sex. Tarquino, que marchó a Gabies como asu propio reino, fue asesinado por los vengadores de las antiguas enemistades que élmismo se había granjeado con matanzas y rapiñas.L. Tarquino el Soberbio reinó veinticinco años. La monarquía romana había duradodoscientos cuarenta y cuatro años desde la fundación de la ciudad hasta su liberación.Después se nombraron dos cónsules, L. Junio Bruto y L. Tarquino Colatino, en loscomicios por centurias convocados por el prefecto de la ciudad de acuerdo con losprocedimientos de Servio Tulio.