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Ética y Discurso Ethik und Diskurs Ethics and Discourse ISSN 2525-1090 E + D 1 (1 ) - 2016: pp. 159 - 174 159 RESEÑAS - REZENSIONEN - BOOKS REVIEWS Dietrich Böhler, Verbindlichkeit aus dem Diskurs. Denken und Handeln nach der sprachpragmatischen Wende, Freiburg / München: Verlag Karl Alber, 2013, 591 páginas. (por Santiago Prono) En su último libro publicado, Verbindlichkeit aus dem Diskurs. Denken und Handeln nach der sprachpragmatischen Wende (591 páginas), y editado por Verlag Karl Alber (Freiburg-München) en 2013 1 , Dietrich Böhler realiza, en la primera parte del mismo (“Maestros antiguos – Lecturas nuevas”), un recorrido conceptual por los principales filósofos de la antigüedad clásica (Platón, Aristóteles), del medioevo (Agustín, Tomás de Aquino) y de la modernidad (Descartes, Hobbes, Kant), y en la que analiza los paradigmas filosóficos y su vinculación con el lenguaje y la filosofía práctica. Se trata de un estudio de estas tradiciones en base a las implicancias pragmático-discursivas de la racionalidad, cuyas raíces acaso podamos ubicar en Sócrates, en tanto que “defensor incansable del discurso”. Así, ubica el autor en este filósofo el punto de partida de su análisis sobre el problema del descubrimiento de la intersubjetividad discursiva como práctica dialógica del pensar. (Böhler, 2013: 22ss.) A su vez, analiza Böhler también la ética pragmático-convencional de Aristóteles (p. 89 ss.), considerándola como “la puerta de entrada” del solipsismo metódico (Böhler, 2013: 101ss.) al “cortar desde la base los principios socráticos del diálogo”. En esta línea se aborda también en el libro el dualismo cristiano, y su desconocimiento de las pretensiones de validez del discurso, tanto en Agustín como en Tomás de Aquino, en quienes se expresa un esquema cognoscitivo de carácter acomunicativo. También se tematiza respecto del trasfondo filosófico de la Modernidad, en el que se expresa el

Ética y Discurso ISSN 2525-1090D/E+D-1-1-2016/09-E... · 1/1/2016  · Ética y Discurso Ethik und Diskurs Ethics and Discourse ISSN 2525-1090 E + D 1 (1 ) - 2016: pp. 159 - 174

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Ética y Discurso Ethik und Diskurs

Ethics and Discourse

ISSN 2525-1090

E + D 1 (1 ) - 2016: pp. 159 - 174

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RESEÑAS - REZENSIONEN - BOOKS REVIEWS

Dietrich Böhler, Verbindlichkeit aus dem Diskurs. Denken und Handeln

nach der sprachpragmatischen Wende, Freiburg / München: Verlag Karl

Alber, 2013, 591 páginas.

(por Santiago Prono)

En su último libro publicado, Verbindlichkeit aus dem Diskurs. Denken und

Handeln nach der sprachpragmatischen Wende (591 páginas), y editado por

Verlag Karl Alber (Freiburg-München) en 20131, Dietrich Böhler realiza, en la

primera parte del mismo (“Maestros antiguos – Lecturas nuevas”), un recorrido

conceptual por los principales filósofos de la antigüedad clásica (Platón,

Aristóteles), del medioevo (Agustín, Tomás de Aquino) y de la modernidad

(Descartes, Hobbes, Kant), y en la que analiza los paradigmas filosóficos y su

vinculación con el lenguaje y la filosofía práctica. Se trata de un estudio de

estas tradiciones en base a las implicancias pragmático-discursivas de la

racionalidad, cuyas raíces acaso podamos ubicar en Sócrates, en tanto que

“defensor incansable del discurso”. Así, ubica el autor en este filósofo el punto

de partida de su análisis sobre el problema del descubrimiento de la

intersubjetividad discursiva como práctica dialógica del pensar. (Böhler, 2013:

22ss.) A su vez, analiza Böhler también la ética pragmático-convencional de

Aristóteles (p. 89 ss.), considerándola como “la puerta de entrada” del

solipsismo metódico (Böhler, 2013: 101ss.) al “cortar desde la base los

principios socráticos del diálogo”. En esta línea se aborda también en el libro el

dualismo cristiano, y su desconocimiento de las pretensiones de validez del

discurso, tanto en Agustín como en Tomás de Aquino, en quienes se expresa

un esquema cognoscitivo de carácter acomunicativo. También se tematiza

respecto del trasfondo filosófico de la Modernidad, en el que se expresa el

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dualismo Sujeto-Objeto, a la vez que el correspondiente desplazamiento de la

comunicación a favor del punto de vista del solipsismo, al buscar “el interés por

el fundamento de la forma científico-emancipadora, que al mismo tiempo debe

garantizar la autonomía del conocimiento y la seguridad de la verdad, en la

filosofía del sujeto y de la conciencia” (Böhler, 2013: 178).

En la segunda y más extensa parte (“Responsabilidad sobre el futuro desde

el discurso”), se centra el filósofo en la pragmática discursiva para el análisis de

la ética desde el punto de vista de la responsabilidad, abordando

filosóficamente desde aquí problemas relacionados con la política, el estado de

derecho, la protección del medio ambiente (cambio climático, energía nuclear,

etc.), y demás cuestiones concernientes al futuro de la humanidad. Esta parte

del libro se subdivide a su vez en el estudio, de la pragmática discursiva y de

los fundamentos de la ética relacionados con el diálogo argumentativo (Böhler,

2013: 235 ss.), y de la ética de la responsabilidad y de la dignidad humana.

(Böhler, 2013: 407 ss.) En este contexto Böhler pone en práctica el método

dialógico de deliberación racional, subrayando el carácter apriórico de los

presupuestos del discurso argumentativo vinculados con el reconocimiento de

la moral, e inherentes a la racionalidad tanto práctica como teórica. (Böhler,

2013: 287ss.) Así, desarrolla el filósofo en varios pasajes diversos diálogos

argumentativos con otros interlocutores (imaginarios o reales y en un estilo

cuasi socrático), quienes asumen una concepción monológico-solipsista de la

racionalidad (Böhler, 2013: 238-244, 300-316), una actitud escéptica frente a

las pretensiones de validez de la razón (Böhler, 2013: 451-453), o de la ética

del discurso y de sus ineludibles presuposiciones teóricas para toda pretensión

de fundamentación racional de normas morales. (Böhler,2013: 529) Se trata de

un método dialéctico de exposición, en el que se expresa el carácter

esencialmente intersubjetivo y comunicativo de la racionalidad, y de sus

correspondientes presupuestos morales.

En base a su planteo pragmático-trascendental y ético de la responsabilidad,

conceptualmente ubicado luego del giro lingüístico, pragmático y hermenéutico

de la filosofía contemporánea, Böhler analiza entonces problemas de la

filosofía práctica centrando su interés en el estudio de problemas éticos

fundamentales, característicos de la civilización tecnológica. Y es precisamente

en este ámbito de la ética de la responsabilidad sobre temas concretos en

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donde el autor despliega, con verdadera maestría y solidez filosófica, toda su

capacidad intelectual.

Como se mencionó antes, el autor también analiza problemas relacionados

con la política. Se trata ésta de una tematización que el filósofo realiza a partir

de su discusión con Hans Jonas, y la relativización que este último lleva a cabo

respecto de las instituciones del estado democrático de derecho. (Böhler, 2013:

473ss.) En este sentido cuestiona Böhler toda interpretación exclusivamente

empírica de la democracia, en la que el único criterio a tener en cuenta para la

legitimidad de las decisiones depende las mayorías que la apoyan. En efecto,

el filósofo subraya una y otra vez la necesidad del reconocimiento de principios

morales sobre los que se basan las instituciones democráticas del estado

constitucional de derecho, y que las mismas no pueden contradecir. Estos

principios, en tanto que fundamentos ético-jurídicos, “se expresan en los

derechos humanos, en el principio de la opinión pública, la protección de las

minorías y del medio ambiente y la naturaleza, y cuyo primado se garantiza

frente a toda decisión mayoritaria” (Böhler, 2013: 474). El punto en cuestión en

este planteamiento, es que tales principios, que en conjunto expresan las

normas fundamentales del estado democrático de derecho, se explicitan en

función de la reconstrucción de los presupuestos de la argumentación, que

todo interlocutor discursivo desde el comienzo ya siempre reconoce. Estas son,

en opinión de este discípulo de K.-O. Apel y principal representante berlinés de

la ética del discurso, las condiciones de posibilidad de toda justificación moral,

y las condiciones de validez de las decisiones políticas. (Böhler, 2013: 476).

Ahora bien, y desde un punto de vista ya no meramente descriptivo, también

cabe señalar lo siguiente en relación con el análisis de lo político que realiza el

autor. Si bien Böhler desarrolla su concepción de la política en base a los

presupuestos inherentes a la dimensión pragmática del discurso argumentativo,

que no pueden cuestionarse sin incurrir en auto-contradicción performativa, aun

así queda la duda de si con ello él mismo acaso no incurre en una reducción de

la política a la ética, en el sentido de concebirla a aquélla sólo como un

problema de aplicación de esta última, y específicamente de la ética del

discurso. Entre otras cuestiones, habría que analizar si esto no implicaría

quizás un problema epistémico, relacionado con el hecho de que poner énfasis

de un modo excluyente en el punto de vista de la ética del discurso para el

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análisis de la política, impide apropiarnos de las herramientas conceptuales

necesarias que permitirían conocer, e identificar, el modo más adecuado de

proceder para reducir las condiciones que dificultan la implementación de

determinados programas políticos para intentar solucionar, por ejemplo, el

problema del conflicto, siempre presente en las interacciones humanas. La

justificación de los sistemas político-democráticos constituye un importante

campo de aplicación de la ética del discurso. Y ello no sólo en lo que respecta

a la reconstrucción de las condiciones que permiten el desarrollo de procesos

deliberativos, como respeto recíproco, honestidad, y demás reglas de simetría,

sino también al análisis crítico de las consecuencias de las decisiones

adoptadas. Sin embargo, la concepción del discurso práctico que concibe

Böhler no parece del todo adecuado para servir de modelo a los

procedimientos racionales de toma de decisiones en el ámbito de la política, en

donde no sólo entran en juego razones morales, sino también razones

específicamente políticas, o meramente pragmáticas.

Por supuesto, nada de esto hace mella en la rigurosidad conceptual de esta

obra, que constituye un aporte substantivo, no sólo para la consolidación y

ampliación o desarrollo de la ética del discurso desde el punto de vista

pragmático-trascendental, sino también para su aplicación a problemas

prácticos, relacionados con la ética de la responsabilidad.

Nota

1. En verdad este libro tiene en 2014 una nueva edición, con otro subtítulo: Verbindlichkeit aus

dem Diskrurs. Denken und Handeln nach der Wende zur kommunikativen Ethik - Orientierung

in der ökologischen Dauerkrise. Sin embargo, se trata esta de una edición que, además de

algunas correcciones y la incorporación de los primeros comentarios de colegas, realiza

también unas pocas ampliaciones, por ejemplo respecto del reconocimiento de un presupuesto

implícito en la argumentación, y con en el que el autor procede a una mayor especificación de

las implicancias del actuar estratégico, justificado desde el punto de vista de la auto(co)-

responsabilidad para los casos de situaciones de moralidad adversa que ponen en peligro la

vida. (Böhler, 2013: 298-299)

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Ewa Nowak (2013). Experimental Ethics. A Multidisciplinary Approach.

(Serie: Development in Humanities, ed. por Z. Drozdowicz y S. Sztajer, T.

6). Münster (Alemania): LIT. ISBN 978-3-643-90375-4, 168 págs.

(por Jutta Wester)

No hay dudas de que ya el título Experimental Ethics del libro de la filósofa

polaca Ewa Nowak es un desafío: la ética no suele entenderse como ciencia

empírica y experimental sino más bien como una disciplina filosófica que valida

sus conocimientos mediante la argumentación lógica y racional, y cuya validez

no depende de la corroboración por medio de contrastaciones empíricas.

Ciertamente que, desde hace unos treinta años, la ética filosófica opera con

una serie de conceptos que surgen de estudios empíricos -como los conceptos

de desarrollo de juicio moral, de moral convencional y de moral

posconvencional-, conceptos acuñados por estudios empíricos del psicólogo

moral Lawrence Kohlberg. Kohlberg, que había llevado a cabo un gran número

de estudios empíricos con niños y jóvenes provenientes de diferentes contextos

culturales, observó en ellos regularidades del desarrollo de su competencia de

juicio moral y extrapoló estos resultados al desarrollo moral en un nivel

filogenético de la especie humana.

Estos estudios, pero sobre todo la idea de un nivel posconvencional del

desarrollo de la moralidad, llegaron a ser claves también para la ética del

discurso cuyos fundadores, Karl-Otto Apel y Jürgen Habermas, la entienden

como una teoría ética para la época de la transición del desarrollo convencional

al posconvencional de la eticidad y como teoría ética postmetafísica: como

sabemos, la teoría ética y el contexto histórico se involucran mutuamente, a

más tardar, desde Hegel. En el caso de la ética del discurso, no obstante, la

interrelación entre el ámbito ideal de la reflexión ético-filosófica sobre los

principios éticos universales, sus implicancias pragmático-universales, su

fundamentación última y su reflexión sobre las condiciones a priori

transcendentales de sus pretensiones de validez tienen que articularse con el

ámbito histórico de los discursos fácticos en los cuales tienen que ponerse a

prueba los principios universales hallados, y en los que hay que dirimir su

aplicabilidad, su exigibilidad y las correspondientes condiciones histórico-

situacionales.

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Aunque no es la intención explícita de Ewa Nowak, su libro puede ser

considerado como una contribución al esclarecimiento de los conflictos y los

dilemas éticos que surgen en este campo de tensión de la aplicación de

principios éticos en situaciones históricas concretas, situaciones en los que el

agente moral se ve desafiado por situaciones de acción moral extremadamente

complejas, que exigen de él no solo vastos conocimientos especializados, sino

también una conciencia y una competencia de juicio moral sumamente aguda,

avezada y crítica.

En la Introducción, en la que sintetiza los conceptos básicos con las que

opera, Nowak (2013: 7s.) parte justamente de estas situaciones de la reflexión

ética en las que la definición cognitiva de la moralidad personal y las

definiciones normativa y afectivamente fundamentadas son cuestiones

cruciales para considerar porqué las personas no son capaces de seguir los

valores, las normas y los ideales que sostienen declarativamente, y porqué se

comportan de modos que no coinciden con sus razones, a veces bien

elaboradas y sumamente racionales; cuestiones acerca de las características

de la cultura contemporánea que parece dispersa, “líquida” y que no le ofrece

consistencia a la moralidad personal; preguntas relacionadas con un sistema

educativo que debería centrarse más en el desarrollo personal e interpersonal,

y ofrecer oportunidades de aprendizaje moral; o interrogantes de índole más

personal en vista de los contextos éticos de las prácticas profesionales.

Desde un punto de vista teórico, y en lo que concierne a la interrelación

entre la reflexión ética y las dimensiones afectiva, emocional y de la

comunicación pre-verbal, Nowak (2013: 8ss.) revisa aportes filosóficos que

parten de Aristóteles, Hutcheson, Hume y A. Smith, y que llegan el

pensamiento contemporáneo y teorías como las de W. James, Frege,

Vygotsky, Wittgenstein, Arendt, Levinas, etc. Lo que interesa poner de relieve

es el papel de la dimensión afectiva de las decisiones éticas, cuyo control

depende del desarrollo cognitivo de la competencia de juicio moral. En este

punto, Nowak sigue la teoría dual del desarrollo de la conciencia moral del

psicólogo alemán Georg Lind, discípulo de Kohlberg y autor de un método

(Konstanzer Methode der Dilemma-Diskussion) de educación moral que

fortalece la dimensión cognitiva como recurso crítico al momento de

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implementar lo que la persona valora y lo que le parece significativo para obrar.

(Nowak, 2013: 9)

Mientras que los procesos cognitivos regulan la construcción de juicios

morales lógicamente correctos y aportan justificación argumentativa, corrección

y legitimación, la afectividad juega el papel de facilitar, activar y apoyar en

diferentes grados los valores y los ideales de una persona. (Nowak, 2013: 10)

Nowak opina que, tomando el juicio moral en un sentido normativo y evaluativo,

la psicología moral puede arrojar luz sobre su origen y su naturaleza.

Nowak deja en claro que el concepto de afectividad utilizada en sus estudios

no remite a fuentes irracionales de fundamentación o a la mera aprobación o

desaprobación de juicios de valor. Por el contrario, el rol de la afectividad en la

formación de juicios morales es el de activar, facilitar y apoyar ciertos procesos

cognitivos que hacen posible la construcción de juicios morales lógicamente

correctos y que aportan una base para su posterior justificación, corrección y

legitimación argumentativa. (Nowak, 2013: 10) La afectividad y la racionalidad

se entretejen a lo largo del desarrollo de la competencia moral: mientras que en

los estadios más bajos de desarrollo la afectividad juega un papel

preponderante, la relevancia del escrutinio racional y la búsqueda de razones y

del mejor argumento aumentan en la medida en que avanzan los niveles de

desarrollo del juicio moral. Las razones y acciones comunicativas pueden

estimular los procesos afectivos; y el desarrollo de la sensibilidad y la habilidad

para percibir problemas morales contribuyen a la formación del juicio moral,

también en los estadios superiores.

El libro consiste principalmente en la presentación de una serie de estudios

empíricos realizados en Polonia por Ewa Nowak, publicados en parte

anteriormente en diversas revistas y como capítulos de libros. Coinciden en su

objetivo de esclarecer la relación entre cognición y afectividad en la toma de

decisión ante dilemas morales y en una diversidad de contextos de acción.

El primer capítulo (Nowak, 2013: 13-33) aborda la pregunta acerca de la

contribución de la afectividad al juicio moral. Parte de una revisión de la

relación entre afectividad y racionalidad, poniendo énfasis en las contribuciones

de Jean Piaget a la comprensión del desarrollo humano, en la relación que

Habermas establece entre ambos conceptos, como en los estudios en el área

de psicología social y cognitiva de Vygotsky, Damasio y Craig. Partiendo de la

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interrelación entre afectividad y racionalidad, relata un estudio llevado a cabo

con alumnos de doce años de edad y de docentes mayores (entre 26 y 60

años), que consistió en la identificación de emociones de personas en

diferentes imágenes y en la correspondiente argumentación a favor de las

respectivas asunciones. El resultado mostró un nivel de cognición socio-

emocional mayor de los alumnos que de los docentes, ya que en las

argumentaciones de los últimos prevalecieron prejuicios y estereotipos,

mientras que los alumnos se refirieron claramente a experiencias sociales y a

contextos personales y sociales. Se puede concluir que, en una edad en la que

la capacidad de identificar estados emocionales de otros aún se está

desarrollando, ya existe la capacidad para operaciones cognitivas complejas;

en el caso de los docentes, Nowak observa una debilidad de crear relaciones

humanas basadas en la comprensión de los estados de ánimo del otro.

En el capítulo II, Nowak (2013: 34-56) intenta responder la pregunta acerca

de qué hacemos cuando argumentamos. Sobre la base de una observada

diversidad y pluralidad de juicios morales, problematiza la relación entre

“disonancia normativa” y el orden de la argumentación moral. Logra elaborar

una taxonomía de argumentos morales sumamente interesante y de gran

utilidad para futuros estudios, la cual pretende cuantificar la competencia de

juicio moral y avanzar hacia una descripción comprensiva de las reflexiones y

argumentaciones subyacentes a los juicios morales. En un sistema

democrático, la ética no provee de respuestas únicas; pero el pluralismo de

argumentaciones permite detectar un patrón que devela una estructura

universal de los juicios morales más allá del pluralismo de valoraciones

particulares.

Los capítulo III, IV, V y VI tienen un carácter más bien teórico: En el tercer

capítulo, Nowak (2013: 56-78) parte de la comparación del encuentro con el

otro como un experimento, remite a los aportes de Levinas sobre la otredad y el

misterio de su experiencia, y establece un paralelismo entre la experiencia del

otro y la experiencia estética. En el cuarto capítulo (Nowak, 2013: 79-97),

revisa el concepto de respeto desde Aristóteles, Adam Smith y Kant, bajo la

dicotomía de reflexión y afectividad. Siguiendo a autores contemporáneos

como Dworkin y Darwall establece una diferenciación de tipos de respeto. La

pregunta sobre qué es universal guía los análisis del capítulo V (Nowak, 2013:

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99-114) que discuten la problemática de la universalidad junto con los

conceptos de subjetividad e intersubjetividad, y los relaciona con el

reconocimiento del otro y la solución de pacífica de conflictos. El capítulo VI

(Nowak, 2013: 115-139) trata de teorías legales, especialmente la de Kelsen y

de Radbruch, y su elaboración de la dicotomía tradicional entre legalidad y

moralidad ya presente en la filosofía del derecho de Hegel.

Por más que la democracia y el Estado de derecho han estado presentes

como trasfondo de las discusiones de los capítulos anteriores, el capítulo 7

(Nowak, 2013: 141-155), con el que cierra el libro, los tematiza explícitamente

desde una perspectiva empírica. Nowak constata la distancia fáctica entre los

ideales democráticos y el comportamiento ciudadano para afirmar que “la

democracia comienza en la mente”, y para demostrar la relevancia de una

educación cívico-democrática ya pregonada por Kohlberg y su discusión de

dilemas morales y central en el método de discusión moral [KMDD]

desarrollado por Georg Lind de la Universidad de Konstanz (Alemania).

Concluye con una revisión de la competencia cívica en cuanto que simple

competencia para emitir el voto que, en los sistemas democráticos existentes,

en su mayoría representativos, es la acción cívica por excelencia. Ésta, sin

embargo, está sometida a algunas condiciones personales previas que los

votantes tienen que desarrollar y cultivar: por ejemplo, conocimientos básicos

sobre el sistema democrático, la conciencia política, la autonomía del voto, el

respeto mutuo y la confianza en el poder político del voto propio; condiciones

personales insertas en un marco institucional y contextual previo, como el

Estado de derecho, la transparencia del sistema legal, la existencia de una

educación cívica orientada en los derechos humanos y la igualdad de todas las

autoridades morales tradicionales. La competencia para emitir el voto tiene que

estar enfocada, en consecuencia, en la construcción de sistemas democráticos

en los que las deliberaciones públicas directas entre los ciudadanos sean

posibles, y en los que se reconozca la importancia de enseñar y de aprender a

realizarlas.

Ya por su diseño editorial, el libro de Ewa Nowak no ha sido concebido como

tratado sistemático de la ética aplicada, de problemas teóricos en torno a la

relación entre racionalidad y afectividad o de teorías del desarrollo del juicio

moral. No obstante, ofrece una serie de explicitaciones teóricas y una

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pormenorizada revisión de conceptos constitutivos de esas teorías. En este

sentido, representa un aporte muy interesante para cualquier estudio teórico,

como así también una invalorable ayuda para la construcción de marcos

teóricos de referencia para estudios empíricos en los más diversos contextos

que, sin embargo, tienen como horizonte común la educación para la

democracia y la correspondiente competencia de juicio moral.

Alberto Damiani, Guillermo Lariguet, Ricardo Maliandi, Ética y conflicto,

Remedios de Escalada: UNLa, 2012, 326 págs., ISBN: 978-987-1326-80-8

(por Marcelo Eduardo Bonyuan)

La presente obra es fruto del diálogo crítico sostenido entre los filósofos

argentinos Ricardo Maliandi, Alberto Damiani y Guillermo Lariguet. El marco

sobre el cual se desarrolla es el debate sobre determinados puntos clave de la

Ética Convergente de Ricardo Maliandi.

La obra se estructura en dos bloques. El primero de ellos corresponde al

intercambio argumentativo entre Maliandi y Damiani. El mismo refiere a la

controversia sobre la posibilidad, sostenida por la Ética Convergente, de una

fundamentación pragmática trascendental de un “principio de individualización”

y de un “a priori de la conflictividad”. En el segundo bloque se desarrolla la

discusión entre Maliandi y Lariguet. La misma se centra en la problemática que

representan los dilemas morales trágicos para con los planteamientos ético

convergentes de un a priori de la conflictividad y de un meta principio de

convergencia.

En su primera intervención (Cap. I, pp. 13-29), Maliandi destaca, en

referencia a la fundamentación de un paradigma de aplicabilidad de normas

morales, la necesidad de reconocer la ilicitud de una aplicación directa e

irrestricta del principio procedimental del discurso (entendido como forma del

principio de universalización1). Tal reconocimiento deriva de la exigencia de no

contravención de los compromisos previamente contraídos por todo agente

moral con algún sistema de autoafirmación (familia, amigos, partidos políticos,

etc.). A partir de ello plantea el deber de asumir el compromiso de un

cumplimiento progresivo (in the long run) de tal principio. En este marco

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Maliandi asume la distinción entre una letra y un espíritu del principio. Por

medio de este último el principio se revela como una “idea regulativa” que

indica constantemente la dirección del camino a seguir: “maximizar la

‘discursividad’ de los conflictos y minimizar en cambio los recursos

‘estratégicos’” (p. 21)

El novedoso aporte de la Ética Convergente se presenta en el hecho de que,

a diferencia de la Ética Discursiva, no asume tales contextos de autoafirmación

como meras instancias propias de lo histórico y lo contingente. Contrariamente,

afirma que tales aspectos restrictivos representan el cumplimiento de un

principio, al cual Maliandi denomina “principio de individualización” (P.I.). Éste

mantiene una relación estructural a priori de mutua oposición y suposición con

el principio de universalidad, al representar cada uno de ellos auténticas

exigencias morales. A partir de aquí el autor infiere la necesidad de reconocer

un a priori de la conflictividad entre estos dos principios (a la cual denomina

conflictividad sincrónica), como así también un metaprincipio de convergencia.

Maliandi afirma que este P.I. se encuentra presupuesto en la argumentación

misma, particularmente en la que se emplea en un discurso práctico.

En su primera intervención (Cap. II., pp. 31-36), Damiani cuestiona la tesis

mencionada. Argumenta que la exigencia de atender a lo individual no

representa una condición de posibilidad del discurso práctico, sino más bien un

criterio alegado en el discurso; por lo tanto, el mismo se sitúa en la parte

proposicional de un argumento práctico. En cambio, la exigencia de consenso

(implicada en la pretensión de validez presupuesta en todo acto de habla

argumentativo) sí se sitúa en la parte performativa de un argumento práctico,

motivo por lo cual debe asumírsela como una condición de posibilidad del

sentido de la argumentación.

De este modo, la pretensión de asumir un principio de individualización –

como lo concibe Maliandi – no representaría más que una exigencia

injustificada. Para Damiani, la conflictividad normativa existente entre estos

supuestos principios debe reconocerse, simplemente, como un hecho del

ethos, salvo que pueda cumplirse con las siguientes condiciones: “Por un lado,

debería tratarse de una situación en la que los involucrados atiendan

exclusivamente a la fuerza del mejor argumento. Por el otro, debería mostrarse

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que en esa situación la relación entre dos normas igualmente válidas es tal que

si se obedece una, necesariamente se transgrede la otra y viceversa.” (p. 36)

A continuación (Cap. III, pp. 37-56), Maliandi responde a tales objeciones

distinguiendo entre el principio de universalización y la universalidad de un

principio. El argumento consiste en mostrar que el P.I. no sólo no implica

contradicción alguna con el principio de universalización sino que en tanto

principios comparten la característica de su validez universal. Para Maliandi

esto se evidencia en el hecho de que si bien puede asumirse la existencia de

restricciones contingentes, sin embargo debe reconocerse el hecho de que no

puede dejar de haberlas. Esto conlleva a la necesidad de asumir la tesis de una

contingencia necesaria, lo cual bien podría incorporarse al plano de

fundamentación bajo la idea de P.I.. Al respecto, reafirma la tesis de que tal

principio se encuentra presupuesto en la argumentación misma. Pero en estas

instancias aclara: “…Si esas argumentaciones [las que realizan los sujetos en

discursos prácticos] fueran reflexivas, y consistieran en explicar sus propios

supuestos normativos, tendríamos por cierto un tipo de discurso práctico no

demasiado ortodoxo, ya que en él habrían de someterse a discusión también

principios, y no sólo normas situacionales.” (p. 55)

Sobre este punto regresan las críticas de Damiani (Cap. IV, pp. 57-92). A su

juicio, Maliandi sólo se ha limitado a afirmar el carácter a priori y trascendental

del P.I. y del supuesto conflicto presente entre éste y el principio de

universalidad, más no a dar una fundamentación consistente del mismo. Para

Damiani, la tesis de que el PI se configura como obstáculo (restricción) y a la

vez como condición de posibilidad del discurso práctico, representa una

afirmación paradójica. Conjuntamente sostiene que la fundamentación de un

P.I. debe dilucidarse por medio de la denominada prueba reflexiva, consistente

en mostrar que su negación conduce a una autocontradicción performativa y su

deducción a una petitio principii, procedimiento que Maliandi no habría aplicado

(pp. 67- 80). Finalmente, concluye que la Ética Convergente opera, más que

como un sistema trascendental, como una herramienta heurística, “apta para

descubrir… todas las dimensiones de los complejos problemas éticos, que se

presentan tan pronto intentamos aplicar normas a situaciones concretas y

conflictivas.” (p. 92)

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Al respecto, Maliandi arguye (Cap. V, pp. 93-159) que reconocer la exigencia

del principio del discurso implica, simultáneamente, reconocer la “siempre

probable presencia de algún ‘sistema de auto-afirmación’” (p. 98, 101). Sin

embargo, ello no implica asumir a tales sistemas, como al P.I. que los mismos

expresan, desde el mero punto de vista restrictivo: “No se trata sólo de una

‘condición de imposibilidad’ del discurso, sino de la condición de posibilidad del

cumplimiento de una exigencia distinta.” (p. 99, 110-128). Maliandi intenta

mostrar, conjuntamente, que el P.I. puede dilucidarse como presupuesto de la

argumentación por medio de la prueba reflexiva. En esta línea sostiene que los

argumentos específicos “que no remiten (en cuanto exigencia en ellos

presupuesta, como su “condición de posibilidad”) al discurso práctico, sino que

lo integran –o, dicho de otro modo: [que] no lo exigen, sino que lo cumplen-,

está también presupuesto el reconocimiento de una especie de contrapolo de

lo que se está buscando.” (p. 129). Aquí se refiere a la inevitable articulación

entre conflicto y consenso. Posteriormente el autor desarrolla la tesis de que la

prueba reflexiva por la cual se valida el P.I. depende de la asunción de un

carácter bidimensional de la razón (Fundamentación y Crítica) por el cual no se

prioriza solamente el aspecto fundamentador de la razón. Para Maliandi, en la

postura apeliana -y de Damiani- se hace patente esta unilateralidad, a la cual

identifica como unidimensionalidad pragmática (p. 142)

Como puede advertirse, el trasfondo problemático que rige el presente

intercambio argumentativo refiere al alcance de la denominada prueba reflexiva

y los presupuestos pragmáticos trascendentales ligados a la misma. En este

sentido, la discusión entre estos dos pensadores desentrama la posibilidad de

una controversia en el núcleo mismo de la ética discursiva.

La segunda parte de la obra (discusión Maliandi - Lariguet) comienza con

una intervención de Lariguet (Cap. VI, pp. 161-188). El autor sostiene que la

Ética Convergente asume deficitariamente la cuestión de los dilemas morales,

principalmente de los dilemas morales trágicos. Según Lariguet, Maliandi no

realiza una clara distinción entre conflictos morales y dilemas morales: sostiene

que “para la mayoría de los dilemas morales la ética de la convergencia no

puede ser aplicada, al menos no fácilmente y sin antes hacer matices y

distinciones relevantes.” (p. 164), dado que en un dilema moral (por ejemplo,

en el conflicto entre dos principios) es inevitable la lesión de uno de ellos al

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momento de dar cumplimiento a otro. Esta situación torna problemática la

posibilidad de sostener un metaprincipio de convergencia, como el postulado

por Maliandi. Lariguet ve en este metaprincipio la pretensión (errónea) de una

solución plena del problema que se presenta en el caso de los dilemas, como si

dicha solución no implicara el sacrificio de una de las partes en juego. Tras

desarrollar algunas implicancias al respecto del tratamiento de los dilemas

morales, el autor da paso al análisis de la plausible articulación entre dilemas

morales y relativismo, y de la cercanía de éste último con la defensa de un

pluralismo moral. (pp. 179-188) Con ello sienta las líneas de una posible

controversia con la defensa ético convergente de un pluralismo limitado de

principios.

A continuación (Cap. VII, pp. 189-259) Maliandi dedica una extensa

respuesta a los planteamientos críticos de Lariguet. Comienza exponiendo una

relevante distinción en el marco de su ética, entre las ideas de solución,

resolución y disolución de los conflictos. A su juicio, no queda muy claro este

punto en los comentarios de Lariguet, debido a que utiliza la ambigua expresión

“salida” para abordar el tema de la paradoja de los dilemas morales. A

continuación, precisa algunos detalles sobre el sentido del metaprincipio de

convergencia. En primer lugar sostiene que bajo el mismo se asume la

incomposiblidad de los óptimos, pero a su vez la posibilidad de un

cumplimiento parcial y gradual de los mismos. (pp. 197-213, 229) Cumplimiento

no significa aquí solamente resolución, también comprende, según el caso,

regulación, minimización de las transgresiones y equilibrio; nunca la

identificación de la idea de convergencia con la de solución plena o

composibilidad de los óptimos (219-233). Por último, responde a la crítica de

Lariguet sobre la cercanía entre pluralismo y relativismo sosteniendo que la

misma consiste, básicamente, en una confusión entre facticidad y validez (pp.

244-251)

En su última intervención (Cap. VIII, pp. 261-296) Lariguet desarrolla la tesis

de que la inconmensurabilidad de los dilemas no admite graduación. Siguiendo

con el planteamiento de la imposibilidad de no lesionar alguno de los principios

o normas que configuran un dilema, sostiene que la propuesta de una tercer

vía (así denomina al metaprincipio de convergencia) representa un ideal muy

alto y aplicable solamente a unos pocos casos. Ello se debe a su pretensión de

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satisfacción de ambos principios, aun cuando se afirme que la misma es

parcial.

Cerrando la presente obra (Cap. IX, pp. 297-326), Maliandi concede a

Lariguet que los dilemas implican sacrificio, aunque en un sentido diferente al

modo en que éste último lo concibe. Para Maliandi, el sacrificio nunca es

asumido como unilateral, en pos de la posibilidad de concretización óptima,

indemne, no lesionada, de uno de los principios en cuestión. Más bien, el

sacrificio, como así también el cumplimiento de cada uno de los principios,

deben ser siempre un sacrificio que implique un cumplimiento mutuo y gradual.

(pp. 309-310)

Al respecto puede considerarse que la tesis central de Lariguet sobre los

dilemas morales supone que la aplicación de los principios se determina u

opera según la “letra” del principio y no según su “espíritu” (por el cual se

asume que lesionar un principio no implica negar la posibilidad de su

realización/aplicación gradual).

El presupuesto central de los argumentos de Lariguet es que en el caso

especial de los dilemas morales trágicos, estos traen ínsita la imposibilidad de

redimir o compensar la no aplicación simultánea, directa e irrestricta de los

principios en juego. Desde el punto de vista de los dilemas trágicos, lesionar un

principio equivaldría a negarlo, sin posibilidad de cumplimiento gradual alguno.

De este modo, la tragicidad de los dilemas morales se plantea en términos de

una inevitable determinación (decisión) que debe operar el agente moral sobre

una u otra de las opciones en juego.

Sobre este punto, y como crítica a Lariguet, Maliandi sostiene que esa

insolubilidad (implicada en la idea de dilemas trágicos) no puede conocerse de

antemano. (p. 307). Teóricamente, de modo abstracto, un dilema trágico

implica todo los puntos centrales especificados por Lariguet. Ahora bien,

fácticamente “Los conflictos en general (y por lo tanto también los dilemas) no

son entidades abstractas, sino acontecimientos dinámicos que están en el

tiempo; son procesos en los que pueden introducirse modificaciones

significativas.” (p. 309)

Al respecto, vale aclarar, las críticas esbozadas por Maliandi no se dirigen a

mostrar una especie de concepción atemporal de los dilemas trágicos en los

planteamientos de Lariguet. Simplemente advierten que en sus tesis éste

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presupone que el agente moral conoce (o puede llegar a conocer) la totalidad

de opciones posibles, algo de por sí cuestionable desde el punto de vista de la

propia finitud humana; y que tales opciones configuran, entre sí, una mutua

negación excluyente, por lo cual la situación se convierte en dilemática y

trágica.

Aun así, para Maliandi, incluso si se supusiese (pp. 316-318) que tales

conflictos representan dilemas trágicos, igualmente lo que contaría como un

deber sería la intención de minimizar la “tragicidad” (p. 303), el esfuerzo que se

haya realizado para armonizar los términos en conflicto.

La presente obra representa, en su estructuración dialógica y crítica, un

aporte central en el marco de la clarificación de determinados puntos clave de

la Ética Convergente y la Ética Discursiva. Un aspecto meritorio de los

intercambios argumentativos que la componen es la explicitación de un

conjunto de críticas centrales al proyecto filosófico de Maliandi, las cuales han

conllevado al autor a afrontar el desafío de una puesta a prueba del proyecto

Ético Convergente.

A través de las observaciones perspicaces de Damiani y Lariguet, el lector

encontrará interesantes lineamientos para un abordaje crítico de la Ética

Convergente. Conjuntamente advertirá la lucidez de Ricardo Maliandi, quien no

deja de sorprender al momento de abordar profunda y renovadamente la

discusión y fundamentación de los supuestos de su propio proyecto filosófico.

Nota

1. A lo largo de la presente obra el lector advertirá que Maliandi utiliza indistintamente las

expresiones: “principio de universalidad” y “principio de universalización”.