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Braulio J. Soto

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Dedicatoria:

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Índice

Introito

Los visigodos 011

Final Imperio Romano 021

Primeros visigodos en Hispania 031

Capítulo I

Ambientes 033

Capítulo II

Chindasvinto 055

Capítulo III

Recesvinto 069

Capítulo IV

Wamba 077

Capítulo V

Ervigio 101

Capítulo VI

Égica 117

Capítulo VII

Égica-Witiza 131

Capítulo VIII

Witiza 137

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Theudemir

Capítulo IX

Rodrigo 151

Capítulo X

Theudemir 177

Capítulo XI

Conquista árabe, Achila. Damasco 187

Capítulo XII

Abd al-Aziz, Pelayo, Ardón. 201

Capítulo XIII

Pelayo, Guerra Civil, Final 217

Bibliografía 225

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Introito

Los visigodos

Tratando, como se pretende, hacer la reseña de

un personaje de la talla de Theudemir, visigodo ilustre

de finales de dicho imperio en Hispania, creo importante

realizar, aunque sea someramente, un resumen que

hable de quienes eran y de cómo y porqué llegaron a la

península ibérica y durante cuantos siglos

permanecieron en ella.

El visigodo fue un pueblo originariamente

asentado en la delta del Danubio y que emigró de sus

lares presionado por los hunos. Se adentró en Europa,

no sin el consentimiento del Imperio Romano, habiendo

pactado con el Emperador Teodosio I su

establecimiento en una región conocida por Moesia que

limitaba con Dalmacia, Dardania, Dacia, entre otras

provincias latinas. Lo hicieron como foederatus, pueblo

confederado. Hoy estos territorios pertenecen a Serbia y

Bulgaria.

Formaron, desde entonces, parte de las tropas del

Emperador y lo hicieron como mercenarios, a pago

convenido.

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Theudemir

Las primeras noticias de Alarico, colocándole al frente

de las mencionadas mesnadas, datan del año 394.

Alarico fue determinante para su pueblo y puede que

también lo fuera en la caída del Imperio Romano de

Occidente.

Cuando aconteció la muerte del Emperador

Teodosio I, año 395, los visigodos, motu propio,

rompieron la hasta entonces lealtad a Roma y sin

preocuparse por notificar novedades a los herederos del

Imperio, Honorio y Arcadio se desmarcaron como

foederatus y aprovecharon el momento para proclamar

Rey a Alarico, hasta entonces jefe militar.

Un año más tarde, 396, al mando de sus tropas, invadió

Macedonia, Tracia, Beocia y Fócida, destruyendo y

arruinando ciudades como Esparta, Corinto y Argos.

Atenas consiguió eludir asedio, destrucción y saqueo

previo pago de importantes cantidades de oro.

Fue esta una ocasión en la que pusieron en graves

apuros al Emperador de Oriente; pero Arcadio les

contuvo y frenó por medio del General Estilicón e hizo

que vieran las ventajas de replegarse, tras

determinados acuerdos, a unas tierras alejadas de

Bizancio.

El Emperador de Oriente, Arcadio, hijo mayor de

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Theudemir

Teodosio I, pactó con Alarico y consiguió asentar a los

visigodos en la Provincia de Iliria, lugar perteneciente al

Imperio de Oriente, pero muy cercano a Italia.

Esto fue lo más parecido a quitarse unos problemas de

encima para pasarlos a su hermano Honorio, como así

fue.

La estratagema del Emperador Arcadio molestó en gran

manera al General Estilicón que con su ejército

intervenía en los graves asuntos de ambos imperios

romanos separados y que él consideraba obligados a

defenderse mutuamente.

La desavenencia debió ser grave pues, desde entonces,

se desinhibió de los asuntos provenientes del de

Oriente.

Tuvo razón Estilicón y el tiempo se encargó de

dársela. El año 400 Alarico y sus visigodos,

descontentos con las tierras de Iliria, zona muy

montañosa, marchó con sus guerreros sobre Italia y fue

arrasando lo que le venía al paso y así hasta que, otra

vez Estilicón, consiguiera detenerle y vencer en Verona.

Algo más tarde le derrotó nuevamente en la Batalla de

Pollentia y le obligó a retirarse de Italia. Esto último

sucedía un 6 de Abril del 402.

Es probable que, esta vez, el Emperador Honorio

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Theudemir

y el General Estilicón llegaran a algún nuevo tipo de

acuerdo con Alarico, más justo sería decir alianza,

porque los problemas que ocasionaban las invasiones

bárbaras de norte eran cada vez más preocupantes en

el Imperio Romano de Occidente. Con suma urgencia

era necesario reducir el número de frentes de

confrontación y quitarse de encima uno tan importante,

como la presión visigoda, era muy aconsejable. Debían

frenar los acosos que llegaban por doquier.

A la insurrección de las tropas en Britania, se sumaba

que los suevos, vándalos y alanos, cruzaron el Rhin en

el 406, y se dedicaban a la devastación y recogida de

botín. Estos contratiempos lo fueron de mayor gravedad

cuando godos y vándalos hicieron acto de presencia en

el Norte de Italia.

En estos tiempos de encuentros y desacuerdos

entre romanos y visigodos, hubo un momento en el que

el Emperador Honorio, en definitiva Roma, convino con

Alarico unir sus ejércitos para ir contra el Imperio de

Oriente, pero al punto de llevar a efecto estos planes,

murió Arcadio y se abortaron los proyectos. Era el 408,

el mismo año en el que Alarico exigió al Senado

Romano, por medio de Estilicón, una compensación por

los planes fallidos y que el gobierno romano accediera a

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Theudemir

la petición. Pero muy poco después cayó en desgracia

Estilicón y el Emperador Honorio mandó su ejecución y

ordenó anular los acuerdos de pago por indemnización

a los visigodos.

Lo que sucedió posteriormente viene a confirmar que

fue una decisión desacertada. Alarico invadió Italia, otra

vez más, y forzó a Honorio a refugiarse en Rávena,

ciudad prácticamente inexpugnable.

Corriendo el año 410, tras varios intentos de

llegar a un acuerdo con Honorio, entre los que figuraba

el ser reconocido como Magíster Militum, General de los

Ejércitos del Imperio, cosa que nunca llegaría a lograr,

sitió y saqueó Roma, exigiendo un gran rescate,

además del botín adquirido, entre el cual se hallaba el

rapto de Gala Placidia, hermana de Honorio.

Al parecer el gran sueño de Alarico fue la

conquista del Norte de África, granero del Imperio

Romano. El abastecimiento de sus hombres le había

dado grandes quebraderos de cabeza hasta entonces.

Hizo alguna intentona de acercarse hasta allá, como

cuando se llegó a Reggiana con la intención de

embarcar y una larga y gran tormenta le disuadió del

cometido.

Murió Alarico siendo muy joven, a la edad de 35

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Theudemir

años en la ciudad de Cosenza y le sucedió en el cargo

su cuñado Ataulfo. Corría el año 410.

Los visigodos, con Ataulfo al frente, abandonaron

Cesena y se alejaron de Italia yendo a asentarse al sur

de La Galia.

El General Constancio, nombrado nuevo

Magíster Militum, amigo del Emperador Honorio e

interesado por la hermana tomada como rehén en

Roma, consiguió que el Emperador exigiera la entrega

de Gala Placidia, todavía en poder de los visigodos.

Ataulfo se negó en redondo a la petición y otra vez más

renació la guerra entre ellos. Los visigodos acosaron

Marsella, donde tenían intención de saquear los víveres

que tanto comenzaban a necesitar; pero sin éxito. El

Conde Bonifacio les venció en toda regla.

Se retiraron de la contienda y se dirigieron hacia el

oeste ocupando Tolosa, Narbona, Burdeos y otras

ciudades del Sur de Las Galias. A final del 413

dominaban Aquitania, Narbonense, también llamada

entonces Gallia Transalpina, y Novempulania o

Aquitania III.

El año 414, Ataulfo casó con Gala Placidia que lo

aceptó de buen grado, acaso pensado que de este

modo cesarían las hostilidades entre romanos y

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visigodos; aunque el efecto ocasionado fue el contrario.

El Emperador Honorio se sintió agraviado y no es que

continuara con su hostilidad hacia Ataulfo, sino que la

agrandó. Fue entonces cuando ofreció la mano de su

hermana Gala al General Constancio, siempre que

lograra hacer desaparecer de Las Galias a Ataulfo y sus

gentes

Constancio reunió un numeroso ejército, se enfrentó a

los visigodos y obtuvo una importante victoria en

Narbona, apoderándose de toda esa zona costera

mediterránea.

Por las noticias llegadas hasta nuestros días, se sabe

que Gala convenció a Ataulfo a renunciar a la lucha

para defender y retomar el gobierno de la Narbonense,

dejándola para otra ocasión más propicia. Así que a

finales del año 414 pasaron los Pirineos y se instalaron

en Barcino, ciudad de la Tarraconense, sin ni siquiera

intentar luchar para echar del lugar a Constancio.

Esta inacción enojó y enfrentó a más de un jefe

visigodo, esos que se mostraban contrarios a

abandonar la zona sin presentar oposición.

Este fue el año, el 415, en el que los visigodos pisaron

por vez primera las tierras de Hispania.

A finales o principios del siguiente, Gala Placidia dio a

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Theudemir

luz un niño al que puso por nombre Teodorico. Debido a

este acontecimiento se intentó otra nueva

reconciliación; pero Honorio se mantuvo en sus trece y

no aceptó. El pequeño Teodorico murió a las pocas

semanas.

Ataulfo, después de estos acontecimientos, no

gozó de larga vida. Fue asesinado por un esclavo de

nombre Dubius por, no existe certeza, mandato de un

tal Sigerico. Uno de esos disconformes con la actitud

tomada de abandonar Galia. Otros dicen que por orden

de un noble de nombre Barnulfo que pretendía la mano

de Gala Placidia.

Antes de morir Ataulfo nombró sucesor a su

hermano Walia. Pero el caso es que los descontentos

consiguieron llevar al trono a Sigerico.

Efímero reinado el del mencionado. Sigerico tan solo

estuvo en el poder durante una semana.

Asesinado Sigerico, Walia que era el hermano

a quien había señalado Ataulfo antes de su muerte, fue

proclamado Rey.

A Walia se le achacó el incitar la muerte del antecesor.

Puede que estos sean los primeros casos con los que

se diera comienzo al conocido Morbus gothorum.

Walia firmó un nuevo pacto de alianza con

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Theudemir

Honorio en el que figuraba, la obligación de los

visigodos a vigilar y defender las fronteras romanas,

además de liberar y entregar a Gala Placidia, hecha

prisionera por Alarico I y retenida por Ataulfo,

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Theudemir

Final del Imperio Romano

El otrora grande, invencible y todopoderoso

Imperio Romano se hallaba en horas bajas y acosado

por los cuatro costados. Dividido en dos, Imperio de

Oriente e Imperio de Occidente, ambas partes tuvieron

que soportar el acoso y las embestidas de las hordas de

los llamados bárbaros del norte.

El Emperador Teodosio I, Soberano de Roma del año

379 al 395, repartió el Imperio entre sus dos hijos. Al

mayor, Flavius Arcadius, que estuvo en el poder desde

el 395 al 408, año de su muerte, le puso al frente del

que se conoció como Imperio Romano de Oriente con

capital en Bizancio.

Bizancio había sido construida el año 330 por

Constantino I el Grande que la bautizó con el nombre

de Nueva Roma; pero el pueblo muy pronto comenzó

a denominarla Constantinopla, aunque por ambos

nombres fue conocida desde su fundación.

Este Imperio Romano de Oriente que más tarde cambia

de nombre y es conocido como Imperio Bizantino,

estuvo conformado por Los Balcanes, Anatolia y

Egipto. Fue capaz de resistir los embates de muchos y

diversos ataques, resistiendo múltiples invasiones .

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Theudemir

Arcadio rechazó repetidas veces, durante los años de su

reinado, a los visigodos. Y también Teodosio II que

hizo inexpugnable la capital reforzando sus murallas,

consiguió que los esfuerzos de los hunos fueran

infructuosos. Con estos llegó, por medio de

gravámenes, a pactos para que sus afanes de

conquista fueran desviados hacia otras tierras y sus

ejércitos se dirigieran a otras zonas.

Estas negociaciones se mantuvieron vigentes hasta la

muerte de Atila, momento en el que los hunos dejan de

ser motivo de preocupación.

Otro tanto consiguió el Emperador Zenón, en el poder

del año 474 al 491, con Teodorico El Grande, rey

ostrogodo, al que logró conjurar en su invasión y desviar

a Italia.

Este Imperio Romano de Oriente, Imperio Bizantino, se

alargó en el tiempo hasta el año 1.453, casi un milenio

más que el de Occidente.

Teodosio I entregó ese mismo año 395 la otra

parte, desde entonces Imperio Romano de Occidente,

con capital en Roma, a su hijo menor Flavius Honorius.

El territorio estaba integrado por Italia, Galia, Gran

Bretaña, Hispania, Magreb y las Costas de Libia.

Honorio, calamitosamente, reinó durante 28 años

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Theudemir

y durante éstos sucedieron todas las desdichas e

infortunios que pudieran darse.

La historia del Imperio de Occidente, como tal, es corta

y dolorosa. Se desvanece el año 476 cuando Rómulus

Augustus, llamado cáusticamente por el pueblo

Rómulus Augustulus, fue depuesto por el germano

Odoacro. Apenas ochenta y un años de duración.

En aquellos tiempos el Imperio tuvo que soportar las

invasiones de los suevos, vándalos haslingos, vándalos

silingos, alanos, godos, hunos, francos, gépidos,

sármatas, hérulos y otras diferentes tribus de las que

nunca pudo olvidarse por completo; algunas de ellas

venían hostigando a menor escala desde principios del

siglo primero.

En lo que respecta a los pueblos que invadieron

Hispania y de cómo llegaron los visigodos a asentarse y

hacerse con el dominio del suelo peninsular es en lo que

se centra este escueto resumen para dar ubicación a la

procedencia del personaje Theudemir y del medio social

en el que se llegará a encontrar. Theudemir fue un

importantísimo personaje en los finales del Imperio

Visigodo de Hispania.

Los Montes Pirineos no significaron un

importante obstáculo para los Bárbaros del Norte. A

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Theudemir

finales del 409, suevos vándalos y alanos pasaron la

barrera montañosa y entraron en Hispania por Somport

y Roncesvalles.

Durante un par de años anduvieron haciendo disparates

sin hallar freno a sus desmanes de saqueo, muerte y

destrozo de todo cuanto encontraban a su paso. Las

guarniciones romanas no pudieron hacer frente, ni tan

siquiera detener un poco, la barbarie de sus incursiones.

Fue entonces que el Emperador Honorio envió al

General Constancio, Magíster Militum, a frenar estas

embestidas sangrientas sobre los pueblos de la

península ibérica; aunque fuese a base de algún tipo de

tratado. Corría el año 411.

Como resultado de aquellos contactos surgió el

compromiso de que la provincia Tarraconense y las

zonas costeras del Mediterráneo no serían atacadas y

se respetarían como patrimonio romano bajo la tutela

del Emperador y que el resto peninsular sería distribuido

para el asentamiento de las diferentes tribus invasoras,

hallando, pues, un lugar donde establecerse, dedicarse

a la agricultura y ganadería abandonando la práctica del

acoso y saqueo.

Así fue que los suevos se acomodaron en lo que hoy es

Galicia con zonas de costa y en el norte de Portugal,

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Theudemir

Ocuparon los vándalos asdingos el resto de la antigua

Gallaecia, las zonas comprendidas en torno a Clunia,

región de los arévacos, localizada hoy en el término

municipal de Coruña del Conde, Burgos, importante

convento jurídico en tiempo romano, y las tierras

comprendidas en los conventos asturiacenses, Astúrica

Augusta, actual Astorga en la provincia de León. Los

otros vándalos, los silingos, fueron acomodados en el

sur de la península, en la Bética. Y los alanos quedaron

ubicados en la Lusitania y la Cartaginense.

El arreglo duró bien poco. A los nuevos mandatarios

peninsulares les dio por hostigar a la población

permanente, acosándola con impuestos en el mejor de

los casos y despojándola violentamente de sus

posesiones la mayoría de veces.

La situación empeoró cuando abiertamente se dieron a

la guerra y saqueo entre ellos.

El pacto del rey visigodo Walia, que se mantuvo

en el poder desde el 415 al 418, y tenía firmado con

Honorio, por medio del General Constancio, le puso al

frente de su ejército para marchar contra los vándalos

silingos de Bética.

Los visigodos vencieron y capturaron a su Rey

Fredevaldo. Los restos del pueblo vándalo silingo fueron

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Theudemir

diseminados por la geografía más cercana y muchos

se cobijaron y confundieron entre sus paisanos

asdingos del norte de la península.

También es verdad que esta gran dispersión no duró

mucho. Pocos años más tarde estaban de nuevo

congregados en la Bética y Roma de nuevo con la

intención de recuperar esta provincia.

Walia pretendió entonces pasar al Norte de

África, idea que desde Alarico rondaba en la cabeza de

los visigodos, pero desistió y lo dejó de considerar. Lo

más probable es que le faltara convicción. No es lo

mismo desplazar una población de 60.000 u 80.000

personas, formando una enorme y larguísima caravana

de carros, carretas, animales de corral, ganado,

mujeres, hombres de guerra y criaturas pequeñas por

caminos de tierra y empedradas vías romanas, que ya

era un abrumador trabajo, que todo ello pasarlo al otro

lado del mar. Llevaría mucho tiempo, aún hallando

naves para tal efecto. Esto debió ser muy importante

para anular un sueño de tantos años; aunque el peso de

la falta de abastecimiento para tan gran masa itinerante

siempre fue una losa preocupante para los visigodos

que ya se habían trasladado por toda Europa y

asentado, sin éxito, en varios lugares. La intendencia

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Theudemir

necesaria para abastecer a un pueblo errante tan

numeroso es, sin dudas, algo ímprobo.

Walia, al regreso de la Bética, la emprendió

contra los alanos de la Lusitania a los que venció

rotundamente. También en esta ocasión logró capturar

al rey, Adax, al que dieron muerte.

Como los vándalos silingos, también los alanos que

lograron sobrevivir, fueron a cobijarse en tierras del

norte peninsular y muchos de ellos se unieron a los

suevos de Galicia.

En reconocimiento, o acaso como parte de lo ya

pactado, el Emperador Honorio concede a Walia y su

pueblo, como confederados, un suelo donde poder

asentarse y olvidar la vida nómada que llevaban

arrastrando tantos años. Se trataba de La Aquitania II

con capital en Tolosa. Es entonces y ahí cuando se

inicia el Imperio Visigodo de Tolosa que se mantuvo en

vigor desde el 418 hasta el 507.

Poco más tarde en Tolosa, corriendo el año 419, murió

Walia. Le sucedió en el trono Teodorico I, conocido

también por Teodoredo y que reinó durante los treinta y

dos años siguientes, hasta el 451 que fue muerto en la

batalla de Los Campos Cataláunicos.

Entre tanto, en ese ínterin, vino a acontecer, tras

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Theudemir

la muerte en el 428 de Gunderico, Rey de los vándalos,

que el sucesor Genserico en el 429 pasó al Norte de

África y abandonó con sus gentes el sur peninsular,

dejando libre la Bética.

Pasados unos pocos años había formado un fuerte

reino con capital en Cartago. El sueño visigodo había

sido llevado a efecto por uno de sus enemigos.

A finales del siglo V los suevos galaicos habían

ampliado sus dominios a costa de la vecindad y se

habían anexionado todo el norte del actual Portugal y

también Asturias. Con el camino libre en Bética por la

salida de los vándalos hacia África, hacen incursiones

de saqueo en Bética, Lusitania y la zona cerealista del

norte de la Cartaginense.

Roma , por medio del General Aecio, pacta y frena

estas incursiones; pero no duran los acuerdos, hasta el

438.

Los suevos que ya eran muy poderosos, se habían

hecho con el control absoluto de toda la Gallaecia. Ese

mismo año 438, el Rey Hermerico abdica en su hijo

Requila y a este le falta tiempo para dedicarse a

saquear y conquistar Hispania. En el 439 se hace con

Mérida, en el año 441 con Sevilla y una extensa zona

bética.

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Theudemir

Muere Requila el año 448 y su hijo Requiario le sucede

en el trono. Al año siguiente ya estaba llevando a cabo

acciones militares contra Vasconia, Cartaginense, atacó

Zaragoza sin éxito, y la Tarraconense, conquistando

Lérida.

Parece ser que suevos y visigodos tuvieron esos

años alguna especie de tratado de no agresión. Los

visigodos seguían asentándose en Aquitania II y no

mostraban ganas de moverse, bastante tenían con

repeler a quienes aspiraban esos mismos territorios,

como los francos. Pero el año 453 muere el rey visigodo

Turismundo y le sucede en el trono Teodorico II.

Este año los suevos pactan con los romanos la

devolución de los territorios conquistados en

Tarraconense y Cartaginense. En teoría parecía que

iba a reinar la paz durante una larga temporada. Y no

fue así.

Dos años más tarde Requiario retoma las acciones de

rapiña, saqueo y asentamientos en la Cartaginense.

Roma exige que se le restituya los territorios invadidos y

Requiario no solo no hace caso sino que repite la acción

en la Tarraconense, penetrando y conquistando

territorios.

En esos momentos era Eparchius Avitus Augustus,

30

Theudemir

conocido por Avito, el Emperador de Roma.

Avito y su mejor aliado Teodorico II, hay que tener en

cuenta que Avito había sido el preceptor de Teodorico,

unen sus fuerzas y deciden atacar a Requiario.

Cruza Teodorico a la península por Roncesvalles,

cuando los suevos se hallaban de saqueo en la

Tarraconense.

Ambas fuerzas acaban frente a frente en un punto del

río Órbigo, en la zona actual donde está ubicado el

pueblo Hospital de Órbigo y allí mismo, el 5 de Octubre

del 456, se libra la conocida Batalla del Río Órbigo que

supuso la derrota absoluta de los suevos.

El Rey huyó a Oporto; pero allí fue hecho prisionero y

ejecutado. En diciembre de ese año, Teodorico entró en

Braga y entronizó a Agiulfo

31

Theudemir

Los primeros visigodos en Hispania

Aprovechando la campaña militar contra los

suevos, Teodorico II dejó varios asentamientos, en

determinados puntos que fueron conocidos en primera

instancia como Campus Gallaeciae. Más tarde esos

mismos lugares tomaron el nombre de Campi

Gothorum, Campus Gothorum, Campos Góticos y

Tierra de Campos. Este territorio no es otro que el Valle

del Duero cuando transcurre por el norte de la meseta.

La zona en cuestión fue ensanchando y repoblándose

paulatinamente, pero sin cesar, desde el primer

momento de su creación.

A la muerte de Teodorico II, asesinado por su

hermano Eurico, hechos que acontecieron el año 466,

los visigodos eran ya dueños de casi toda Hispania o , al

menos, de la mayor parte.

Eurico consolida los territorios que fueron

anexionándose y deja de depender del Imperio Romano

y firma con el suevo Remismundo el límite de fronteras

entre ellos, era el 468.

A excepción de las zonas norteñas de cántabros y

vascones el resto de Hispania estaba ya en manos

visigodas.

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Theudemir

Durante su reinado que se alargó hasta el 484, el

Imperio Romano de Occidente fue totalmente

desmantelado y finiquitado. El último Emperador,

Rómulo Augustulo, muere el 476.

Con Alarico II, 484 al 507, los visigodos pierden

la Aquitania II por los continuos ataques de burgundios

y francos. Los visigodos son derrotados y el Rey

muerto en la Batalla de Vouvillé. Encuentro que se

produjo el año 507.

De la Galia únicamente pudieron conservar la

Septimania y ello gracias al apoyo recibido de los

ostrogodos. Era el año 508. Es entonces que se da

inicio al Reino de Toledo y de esta manera que los

visigodos acaben de instalarse en la península.

Procedentes de Aquitania II, llegaron a Hispania

y se asentaron con preferencia en Campi Gothorum,

gran multitud de visigodos. La migración se mantuvo

latente casi veinte años, entre los del 490 y el 510.

33

Theudemir

Capítulo - I

Ambientes

Cuando Theudemir tiene la suerte o desventura

de nacer, vivir y hasta morir fue por aquellos últimos

casi cincuenta años del siglo VII y otros cuarenta y tres

del VIII. Fueron tiempos repletos de acontecimientos

vitales para el reino visigodo que acabó yéndose al

garete por una alevosa traición witizana que lo puso en

manos del sarraceno.

Estas épocas depararon gran cantidad de hechos

relevantes que van a narrarse en torno al personaje que

no tuvo más opción u obligación que presenciarlos,

convivir con ellos o, al menos, ser coetáneo y conocedor

de tales noticias.

Es por esto que no se trata de novelar la vida de un

personaje famoso de esos años, sino de contar, dentro

de un orden cronológico, una serie de hechos

importantes que sucedieron en cada momento de su

larga vida.

El personaje que se glosa, con lo que hasta el

momento conocemos de él y su tiempo, queda ubicado

entre una supuesta fecha de nacimiento, año 653, y otra

contrastada por la crónica donde dice que murió siendo

34

Theudemir

muy anciano en el 743. Se le ha dado un total de 91

años de vida, prácticamente los mismos que vivió

Chindasvinto. Su tiempo tuvo por escenario la Hispania

del final del reino visigodo y los siguientes 32 tras la

invasión árabe.

Hasta nuestros días ha llegado a nosotros con los

nombres de Theudemir, Teudimero, Theodomirus,

Theodomiro, Teodomiro, Tudmir, Tadmir y Todmir y es

posible que aparezca en algún cronicón de fecha

antigua con nombre parecido o similar grafía, según

proceda de textos árabes, latinos y más o menos

próximo al transcurso de los acontecimientos.

De la España de aquellos días se toman los

sucesos más cercanos a nuestro prócer, aquellos que

por su importancia tuvieron que incidir en él o en su

entorno más o menos próximo.

Por otra parte, a falta de más datos concretos de

nuestro personaje, parece oportuno hacer una ligera

exposición de los ambientes que imperaban en aquellos

años en los que fijamos su devenir histórico. Son los

que le tocó vivir. De algunos de aquellos momentos

existen suficientes noticias como para tener presente los

diferentes movimientos políticos, sociales e, incluso,

económicos y de salud que fueron imperando en cada

35

Theudemir

período que transcurre.

Como inicio, es conveniente subrayar que el

reino visigodo era lo más parecido a un avispero, donde

cada magnate se movía casi a su antojo, con arreglo a

los poderes u oportunidades que en el momento tuviese

a mano.

Comenzando por la realeza, es importante manifestar,

en primer lugar, que el poder se dirimía entre dos

grandes grupos y en ocasiones en alguno más y,

también, que no siempre imperaban las buenas y

educadas formas que pudieran imaginarse tratándose

de lo más reluciente de la aristocracia goda. Aunque en

el proceso para acceder al trono se contemplara el paso

por la libre elección entre nobles, ocasionalmente se

hacía por vías poco democráticas. El uso de la fuerza o

envenenamiento también era un atajo utilizado para

acceder a la corona. Es obvio, por consiguiente, que los

desbarajustes estuvieran a la orden del día durante

muchos años.

Dicho esto, habrá alguien que pensará que los godos

eran firmes defensores de la democracia y algún otro

que opinará todo lo contrario a este aserto. Había para

todos los gustos. Sin dudas que las conjuras y

derrocamientos eran frecuentes y que, además, siempre

36

Theudemir

se mantenía alguno al pairo de los vientos que pudieran

llegar al cabo de los años, dependiendo de quien

estuviese en el trono en ese instante, dispuesto al

asalto.

Más de uno ha llegado a creer que estos godos

andaban mal de la molondra y puede que fuera cierto.

Sobre el particular ya se comentaba en aquellos años,

lo dicen algunas crónicas, que este era el mal de los

godos: matarse entre ellos.

Tanto política como en ocasiones militarmente, los

seguidores de uno de esos grandes bandos declarados,

no cesaban en sus intrigas desde el instante de ser

entronizado el candidato diferente al que ellos hubiesen

deseado. Y si no fuera bastante, no hay que echar en el

cesto del olvido las discrepancias unilaterales de algún

que otro noble godo que, en la creencia del poder de

sus fuerzas y la fe ciega de que ha llegado su

oportunidad o en ambas cosas al mismo tiempo, atenta

por su cuenta y riesgo. Entonces se lanza a la aventura

del poder por la fuerza bruta, comprando voluntades de

algún que otro colega con promesas de honores y

dineros que es como se hace siempre.

Tampoco hay que dejar en el olvido que, de vez en

cuando, algún gobernante de provincia alejada de la

37

Theudemir

corte, alentando deseos de mando supremo, se revela

autoproclamándose rey, como en el caso del duque

Paulo.

Y si no fuera suficiente para estar entretenidos haciendo

estas batallitas, también había otros que no remitían de

sus acostumbradas embestidas de recolección de botín

con feroces acometidas a los poblados de su entorno.

Era sistemático y casi anual que cántabros, vascones,

emeritenses o béticos anduvieran dando ejemplo de

hostigamiento a los pueblos de frontera, al tiempo que

se enriquecían con el botín usurpado a quienes hallaban

a su paso, arrasando con todo lo que se les enfrentaba

en sus encuentros de rapiña.

Dentro del grupo de nobles con capacidad de

mando existía siempre algún insatisfecho con su status

y que pretendía mayores reconocimientos. Pertenecían

éstos a una importante sección de la clase alta de

hispanos romanos o nativos peninsulares, algunos de

los cuales incluidos en el también dominante y culto

sector eclesiástico, los menos. Desde tiempo no muy

atrás, estos escogidos hispanos, por mor de una ley

hecha por godos y para godos, no tuvieron nunca más

la opción a reinar. No podían pertenecer al grupo

selecto de los escogidos para la corona. El trono

38

Theudemir

quedaba para uso exclusivo de la clase de sangre noble

y alta que, desde entonces, no era otra que la de los

grandes magnates visigodos. Por algo tenían las armas

y eran quienes desalojaran a los bárbaros invasores de

la península y continuadores de Roma tras su caída.

Lo anterior referido exclusivamente a política,

porque a estos altos grupos todopoderosos se oponían,

con frecuencia sistemática, los religiosos que querían

obtener sus prebendas arrimando el favor interesado al

mejor postor. No en vano debían apoyar y ungir al

nuevo soberano, escogiéndole con sus votos y

bendiciéndole más tarde cómo legítimo Rey.

Es cierto que desde los tiempos de Recaredo,

gobernó del 586 al 601, que de los godos se afirma que

habían abandonado el arrianismo y abrazado las

creencias católicas romanas. No parece más que eso

de pasar de una creencia a otra era algo así como

cuando se hace un huevo frito: se echa en aceite

caliente y en un plis plas está hecho. O sea, que hoy te

acuestas creyendo lo contrario a lo que se profesará a

la mañana del día siguiente y todo ello pareciendo de lo

más normal.

La realidad fue que no dejó de ser un intento de

unificación entre arrianos y atanasianos para conseguir

39

Theudemir

algún que otro gobierno con un poco más de sosiego y

algo menos de sobresaltos. Eran buenas intenciones

para evitar matarse entre ellos con algo menos de

asiduidad, pues era una realidad que venía

sucediéndose con mayor frecuencia de la deseada.

Cuando se fija la fecha de nacimiento de nuestro

prócer visigodo únicamente habían transcurrido

cincuenta años de este acontecimiento de unificación de

credos. Es evidentemente que no los suficientes para

echar en el cesto del olvido las creencias que venían

profesándose desde tiempo atrás, antes de invadir la

península. Los visigodos fueron siempre arrianos.

Estos grupos religiosos, parte de los escogidos que

siempre son unos pocos, con sus respectivas

disensiones internas, componían, a grandes rasgos, una

parte del entramado de la sociedad. Eran esa alta

sociedad que, para no desentonar y como desde que el

mundo es mundo, corre en pos del poder económico.

En general, una mayoría considerable de godos de

mayor edad, fuese en secreto o en privado, continuaban

fieles a su fe que era que la recibida de sus

antepasados y, sin dudas, que la transmitieron a sus

hijos y nietos.

La unificación del país, propuesta o implantada por

40

Theudemir

Recaredo mediante la religión, sirvió para la tranquilidad

de unos pocos años. A la larga para nada, pues con el

tiempo causó el efecto contrario del que se buscó al

inicio.

Mención aparte para los de siempre, los judíos que,

desde que se conoce su existencia en Hispania,

sirvieron de convulsión. Fueron, en este caso, el cáncer

que se llevó a la tumba al Reino Visigodo. Los aliados

que sufragaron con sus bienes la campaña del invasor y

quienes les abrieron las puertas de las murallas, como

se comentará en su momento.

Estos clanes aristocráticos, el de los godos, el

romano indígena y el conocido como eclesiástico,

mezcla de ambos, mangoneaban a sus anchas por

aquellos años. Cohabitaban, por decirlo de manera

discreta, aunque no revueltos, en las grandes y bien

fortificadas ciudades ubicadas, por lo general, en el

interior del país.

El pueblo llano, compuesto en un considerable número

por la población libre, se desenvolvía, por lo general, en

el medio rural, donde vivía dedicado a la agricultura y

también a la ganadería, especialmente lanar, caprina y

caballar.

La autonomía de los hombres libres, importante

41

Theudemir

subrayar, era un poco relativa, pues las provincias y

grandes ciudades tendían al auto abastecimiento y, por

ende, a enormes latifundios. Los magnates de entonces,

como los de ahora, disponían de grandes extensiones

de terreno donde cosechar y apacentar ganado y,

además de tener siervos propios, necesitaban también

de otros, semi libres, con los que trataban unos

rendimientos fijos a cambio de cultivos y cría de ganado.

En tiempos de Wamba se promulgó una ley en la que

se diferenciaba al pueblo laico haciendo una

especificación de clases: nobilis, mediocrior viliorque

persona (nobles, mediocres y siervos).

Esta división era importante para el tesoro real y de gran

trascendencia, pues los dignatarios godos, comparados

con la población en general, eran poquísimos en

número y no pagaban impuestos a la corona; pero sí lo

hacía los mediocres que eran muchos y tanto

propietarios como arrendatarios debían abonar los

cánones establecidos.

En época de Chindasvinto se definían a los mediocres

como “aquellos que acostumbran a suministrar caballos

y pagar impuestos a la Caja Pública” Eran libres, private

possessores, no teniendo en cuenta la dependencia

directa de quienes gobernaban, pero no formaban parte

42

Theudemir

de la jerarquía.

Las labores de cuidado y pastoreo del ganado así como

el cultivo de la tierra eran los oficios practicados por la

mayor parte de la población en esas fechas.

En el grupo de mediocres están incluidos los mandos

medios empleados en el arte de la guerra y también los

pertenecientes a una larga lista de oficios, tanto laicos

como clericales. Entre otras profesiones liberales se

citan las de artesanos en sus múltiples especialidades:

ceramistas, herreros, fabricantes de armas, escultores,

canteros, orfebres, sastres así como la de los escribas,

clérigos dedicados a la enseñanza, pedagogos laicos,

recaudadores de impuestos, médicos y un largo

etcétera.

Respecto al comercio y actividades inherentes al caso,

era desarrollado, mayoritariamente, por judíos; aunque

también por algún cristiano. Especial hincapié a los

negocios de allende las fronteras. Se llevaba a efecto en

unas lonjas conocidas como cataplús. Entre las

actividades de estos comerciantes figuraba también la

de prestamista y el interés de cobro permitido se fijaba

en un sueldo de cada nueve, lo que vendría a suponer

el 11,11%

El comercio al por menor se realizaba en tiendas y

43

Theudemir

mercados conocidos por conventus mercantium.

Hasta aquí la sociedad de altos dignatarios

visigodos, Seniores gothorum, altos dignatarios de casta

indígena o romana, Senatores, incluidos clérigos, y una

tercera de hombres libres; pero es obvio que no todos

los habitantes estaban encuadrados en esta trilogía de

privilegiados. Hay que citar a los semi libres y a los

siervos.

Hablar de semi libres es hacerlo de pequeños

propietarios o antiguos dueños que han quedado en la

nada o en poco y, por consiguiente, para poder

subsistir, deben prestar sus servicios a un poderoso.

Por lo general lo hacían como arrendatarios al frente de

cultivos, cuidado del ganado o cualquier otra actividad

pactada. Buena parte de estos trabajadores, a veces

considerados libres, lo fueron por cuenta ajena como

braceros o jornaleros asalariados. No eran siervos, es

verdad, pero tampoco totalmente libres al tener que

depender, para sobrevivir, de un superior. Esta clase

social sí era la que componía el grueso de la población

hispano goda.

A tener en cuenta, en este apartado de semi libres, la

gran cantidad de siervos que fueron emancipados y

pasaron a libertos sub obsequium. Dicho en otras

44

Theudemir

palabras, siguen al servicio de su antiguo dueño pero en

vez de considerarle propietario, ahora lo hacen como

patrono.

Finalmente, otra parte numerosa de la población era la

de siervos.

Subrayar que algunos siervos vivían bastante mejor que

muchos libres y mediocres y que eran muy envidiados

según en qué puestos ejercían. A estos siervos se le

conocía como idóneos, entre los que se contarían

maestros, servidores domésticos, escribas y otros que

eran muy estimados. Sería, en caso súmmum, el de

algunos siervos del rey, duques, condes o altos cargos

de la Iglesia que gozaban de confianza total y ocupaban

cargos muy relevantes y delicados.

Gran mayoría de siervos estaban dedicados al cultivo de

tierras y, en este sentido, grandes extensiones

pertenecían a la Corona. A los empleados en estos

menesteres, a cargo del Tesoro Público, se les conocía

por fiscalinis. Al resto de propietarios como privati. Eran

la plebs de los latinos, plebeyos por oposición a

patricios, población sujeta a pago tributario.

Tanto fiscal como socialmente, comparando fiscalinis y

privatis, no existía diferencia.

Resaltar que dentro de las obligaciones de los siervos

45

Theudemir

fiscalinis se contemplaba el deber de incorporarse al

ejército siempre que fueran convocados para repeler un

peligro, fuera rebelión interior o viniese del exterior.

También condes, duques y seniores en general debían

presentarse con sus siervos, adecuadamente armados,

a cualquier convocatoria real. Era éste un asunto

preocupante y por ello estaba altamente legislado e

inspeccionado.

Hubo determinadas épocas en que llegó a ser un factor

de gran desestabilización la enorme fuga de siervos

rurales, pues al quedar las tierras sin cultivo, terminaban

convirtiéndose en un erial, perdiendo gran parte de su

valor y las arcas, por consiguiente, los tributos. Amén de

reducir posibilidades de formación de un ejército de

emergencia. Los fiscalinis formaban el grupo social del

que dependía la magnificencia del reino.

La huida de siervos, a finales del siglo VII y

comienzos del VIII, se convirtió en un mal endémico

que preocupó en gran manera a los mandatarios de

esos tiempos. En anales de Égica se dictó una ley en la

que se podía leer: “No existe ciudad, castillo, aldea, villa

o posada donde no se oculte algún siervo fugitivo“.

También esta situación queda reflejada bastante años

antes cuando el obispo Braulio de Zaragoza deja

46

Theudemir

constancia en alguna de sus epístolas que, en

ocasiones, los hombres temían dirigirse a determinados

lugares. Cabe pensar que la inseguridad lejos de las

ciudades no era causa determinante para evitar

desplazamientos, siempre que se hiciese custodiado por

una guardia suficiente de hombres armados.

A la fuga de siervos, generalmente dados al pillaje por la

geografía central de la península, había que sumar los

saqueos por causa de las incursiones llegadas por mar

y que de vez en cuando se daban en el territorio, en

especial en la franja mediterránea que va de Denia a

Cádiz.

Este último punto es para dejar constancia que los

desplazamientos a campo abierto, entre ciudades o

núcleos habitados, podría ser inseguro y que tal

sentimiento estaba arraigado en el ánimo de los

pobladores, especialmente en zonas donde fuera

necesario el paso por ciertas serranías.

Se da por sentado que, cuando se producían

alzamientos como los del Conde Froia u otros, aunque

no estén bien reseñados en las crónicas de antaño, o

incursiones de otros pueblos, como el bizantino, que por

esas zonas de encuentros no fuera aconsejable

transitar. Desplazarse sería tanto como pretender

47

Theudemir

meterse en la boca del lobo o cruzar por mitad de un

campo de batalla.

El medio rural, esto parece evidente, estaba infectado

de rebeldes, fugados de la justicia, entre ellos judíos,

represaliados de purgas entre bandos que no pudieron

llegar al poder y todavía sin opción de dar el salto a la

otra ribera del Mediterráneo o allende los Pirineos,

Narbonense o M. Tingitana, que eran donde acababan

todos ellos y las gentes de mal vivir. Aunque no todos,

en honor a la verdad, subsistieran de asaltar caminos.

La inseguridad era un hecho generalizado en algunas

zonas muy determinadas para aquellos pocos que,

cargados con mercancías, debían hacer su traslado de

uno a otro lugar con los medios lentos del momento,

carros o carretas, salvo que marcharan debidamente

salvaguardados, por personal pertrechado de armas.

Grandes grupos de viajeros, cruzando por cualquier

zona, nada tendrían que temer, pues no existen

alusiones en este sentido en las crónicas y en aquellas

épocas hubo grandes y a veces continuos traslados por

toda la geografía. Se desprende por los múltiples

concilios celebrados que daban lugar a gran número de

viajes desde todas las provincias a Toledo y por el fluido

contacto comercial exterior, así como por los emisarios y

48

Theudemir

carteros reales, ducales o clericales que también

tendrían un frecuente transitar a lo largo y ancho de la

Península.

Como mayor incidencia en los males que

acuciaron aquellos años, insisto, de apariencia nada

tranquilos por lo que ha llegado de entonces, referencia

hecha de los tiempos que van de Tulga a la invasión

árabe, el territorio, además de la escabechina llevada a

cabo por Chindasvinto, tuvo que sufrir varios

enfrentamientos armados con importantes bajas, así

como unas hambrunas que se enquistaron hasta

parecer endémicas, agravadas por las fugas de los

siervos que abandonaban los campos de labranza, con

la consiguiente depauperación de los terrenos, plagas

de langosta, sequías duraderas y lo peor del conjunto

de reveses que pudiera darse: la peste. Todo ello,

puede asegurarse porque existen crónicas que así lo

manifiestan, dejó el total de la población rebajada en un

tercio. Debacle tan descomunal se hace de difícil

comprensión y de arduo trabajo para encontrar en la

historia algo similar en cualquier otro pueblo del planeta,

aún teniendo en cuenta las plagas bíblicas que tuvo que

soportar el poderosísimo Egipto faraónico. Hay que

imaginar esos campos de la meseta cómo se

49

Theudemir

presentarían a nuestros ojos semejando inmensas

praderas resecas o repletas de matorrales donde en la

lejanía, a lo sumo, se dejaría ver el verde prado de

algunas tierras de labranza que darían el punto de color

al desolado paisaje.

También señalar, porque fue de notable

influencia, el tema relativo a la religión o religiones del

país. La oficial, la dependiente de Roma, andaba de

capa caída en esos finales de siglo y principio del VIII.

Se diga lo que se diga y se predique como interese,

cuando los dioses no se muestran amigables y sólo se

dejan notar y aparecen con la cólera en una mano, la ira

en la otra y dejando hacer a sus representantes una

justicia poco o nada inteligible al ser humano, el pueblo

se aferra a cualquier esperanza en la forma que sea y

venga de donde venga. Y si hay que invocar a los

infiernos, pues al averno que se llega para tocar a la

puerta y ver si alguien sale que le mejore un poco el

panorama. Es comprensible que en las tierras apartadas

de los grandes núcleos urbanos, las más lejanas de las

capitales de provincias y Toledo que lo era del Reino,

renacieran todo tipo de viejas creencias, suponiendo

que alguna vez hubieran sido erradicadas.

Repetir que cuando los dioses del momento o las

50

Theudemir

religiones del presente no solucionan problemas y estos

crecen en vez de menguar, todo núcleo urbano de

mayor o menor número de almas, apartado de las

influencias clericales, retoma sus antiguas creencias y

ritos ancestrales de forma descarada. En este caso, hay

que presumir con casi certeza absoluta, que nunca

fueron abolidos del fondo de las almas de aquel pueblo

que moraba en la península. Era evidente y lógico

pensar que la idolatría renacería con pujanza y sin

miramientos de ninguna clase. Era lo natural cuando se

está apartado de toda influencia eclesiástica, lejos de

las iglesias locales.

Los poblados rurales se convirtieron en focos de

idólatras y consumidores de todo tipo de magias

ancestrales. Estos, unidos a los que llamaban politeístas

romanos, a seguidores de Arrio y a judíos, formaban un

buen mosaico de creencias, donde cada cual marchaba

a su ritmo casi en una continua guerra y enemistad

abierta.

La división de Hispania en época romana que los

godos aceptaron como buena hasta la llegada de

Leovigildo, se componía de cinco provincias:

Tarraconense, Cartaginense, Bética, Lusitania y

Galecia. Posteriormente se anexionó Mauritania

51

Theudemir

Tingitana, zona del norte de África (se podría decir que

comprendía el territorio del norte del Marruecos actual,

ídem del de Argelia y el de Tunicia) Amplia zona ancha

que llegaba desde el Atlántico, pasando por el Riff,

hasta aproximadamente lo que actualmente sería la

frontera con Libia. A partir de ahí comenzaba Mauritania

Cesárea.

Los visigodos perdieron esta provincia que fue

conquistada por los bizantinos; pero recuperaron la

Narbonense o Septimania situada a la otra parte de los

Pirineos.

La división de Hispania, realizada por Leovigildo

en el 579, modifica la de los antiguos romanos y la

amplía a ocho ducados o provincias y estos en un total

de 75 condados, de los que 7 pertenecían al Ducado de

Aurariola. Especial mención al de Aurariola porque

nuestro personaje Theudemir era Duque de esta zona.

Es seguro que los romanos hicieron la partición

pensando en su control administrativo, mientras los

visigodos necesitaban algo más. En aquellos momentos

era importantísimo la defensa del territorio. Así que de

una parte de la antigua Oróspeda, franja que

comprendía de Denia a Cádiz y gran parte de Bética y

estuvo en poder de los griegos bizantinos, posiblemente

52

Theudemir

por los pactos habidos entre el Emperador Justiniano y

el Rey Atanagildo como pago a las ayudas recibidas

para el derrocamiento de Agila, se constituyó el ducado.

Agila fue Rey durante el periodo arriano comprendido

desde 549 al 555. Derrocado Agila y Atanagildo en el

poder, los bizantinos continuaron su particular estrategia

de guerrillas y pequeñas anexiones de territorio en la

Bética, lo que llevó a grandes quebraderos de cabeza a

Leovigildo, último Rey del período arriano español 571 -

586.

Tras grandes esfuerzos y lucha, logró conquistarla a los

bizantinos. Pero el territorio peninsular continuaba

metido en pequeños y continuos levantamientos

producidos por cántabros, navarros, vascones,

bizantinos, mauris en el Norte de África, hispanos

romanos en Lusitania y suevos en Galecia. Estas

constantes hizo que Leovigildo reestructurara el

territorio conquistado y se prometiera acabar con todas

ellas, cosa que, al menos en apariencia, tras arduos

esfuerzos, consiguió.

De ahí la nueva ordenación que dejó conformada en:

Gallecia, Astúrica, Austrigonia, Iberia, Lusitania, Bética,

Híspalis y Aurariola.

Tal como se apuntó más arriba, la provincia de Aurariola

53

Theudemir

se formó con parte de la antigua Oróspeda arrebatada a

los bizantinos. Su razón de ser no fue otra que la de

contención a los asaltos que se venían produciendo por

mar y los de los bizantinos residentes en el territorio sur

de la península.

De ella comenta Ravenate al describirla: Etsi modica

existit, tamen omnio fertilis et speciosissima esse

dinoscitur (Aunque se creó pequeña, sin embargo en

todo lo fértil y excelente se distingue).

Parecido interés parece haberse suscitado para la

creación de las otras pequeñas provincias, dos al norte

y otra al sur: Austrigonia, Astúrica e Híspalis

respectivamente.

El territorio de Aurariola y las costas del sur de la

península es el hábitat por donde Theudemir más se

prodigó durante los muchos años de su larga vida.

Se van a relatar los hechos más preponderantes

de los reinados en los que Theudemir vivió. Se partirá

del anterior al nacimiento por su importancia y secuelas

que dejó sobre los reinados venideros. Por esto, aunque

se fija el 653, como fecha del natalicio, coincidiendo con

el comienzo en solitario del reinado de Recesvinto, se

dan inicio a los mencionados hechos relevantes con la

subida de Chindasvinto al poder en el año 642.

54

Theudemir

55

Theudemir

Capítulo II

CHINDASVINTO ( Rey 642 a 649 / 653)

El disparatado convivir en el que se había

convertido aquella convulsa Hispania, necesitaba con

urgencia que alguien impusiera orden y paz. Tanto

Tulga, anterior Rey, como otros predecesores habían

sido incapaces de conseguir la tranquilidad que tanto

necesitaba el país. Gobernaron en medio del caos

producido siempre por el bando contrario de poderosos

magnates godos, eclesiásticos y alto linaje hispano que

en todo momento andaban dispuestos a la insurrección.

Y para evitarlo únicamente había o aplicaban un

remedio. Cualquier concesión era preferible antes de

poner en peligro la realeza que ostentaban o renunciar a

las prerrogativas dimanantes de ello. Dicho en otras

palabras: Nadie y nada por encima del Rey, ni tan

siquiera el reino con sus intereses.

Pero, comentando sobre Tulga, algo importante

hay que otorgar a favor de Tulga. No permaneció en el

poder gran número de años (639 - 642), pero en ese

tiempo promovió el plan contra el analfabetismo y lo

patrocinó durante su mandato. Las escuelas creadas

con anterioridad a su llegada al trono recibieron un

56

Theudemir

fuerte impulso y a partir de entonces comenzaron a dar

resultados satisfactorios. Buena parte de la población

abandonó el analfabetismo por la potenciación de la

docencia con clérigos y doctos laicos y determinados

tipos de clases privilegiadas se prepararon para

desempeñar profesiones de estado como escribanos,

recaudadores o jueces.

Sucedió en Abril del 642 que Chindasvinto,

arropado con un elevado grupo de nobles, derrocaron a

Tulga.

Dicen algunos historiadores que veían en él la línea

familiar y continuista de su padre Khintila, anterior

monarca, y que ésta sería la causa principal; pero sin

olvidar que otro motivo añadido hubiera podido ser su

carácter poco o nada beligerante. Ambas cosas juntas,

para los godos hispanos, era poco menos que pecado

mortal.

Reunidos los nobles en Pampalica, Burgos,

Chindasvinto se proclamó rey contra la voluntad de los

obispos.

Cuando se produce un derrocamiento, aunque no sea

cruento, importa muy poco lo que opine el resto que

está enfrente.

Tulga abdicó de acuerdo con los sublevados,

57

Theudemir

probablemente por temor a perder la vida y es por esto

que aceptaría vestir los hábitos monacales y ser

tonsurado.

Esta acción imposibilitaba tanto el acceso a la corona

como permanecer con ella, según lo establecido en el VI

Concilio de Toledo. El canon diecisiete establece que

los eclesiásticos no pueden reinar, deben dedicarse al

culto divino en exclusiva.

Tulga permaneció recluido en un monasterio hasta el

final de sus días.

Los godos estaban en contra de las dinastías

hereditarias, sin que mediara elección entre los

Seniores Gothorum y se regían, en este aspecto, por los

dictados del Aula Regia. Esto era admitido por todos

siempre que no se estuviese en el trono, porque todo el

que llegaba al poder pretendía perpetuar a la familia en

el ordeno y mando.

Chindasvinto sabía de la propensión de los

godos al derrocamiento; era muy mayor y habría

presenciado muchos de ellos. En los últimos cincuenta

años había conocido un total de nueve reyes: Liuva II,

Witerico, Gundemaro, Sisebuto, Recaredo II, Suinthila,

Sisenando, Khintila y Tulga. Lo que él acababa de

hacer, para los visigodos, debía ser de lo más normal.

58

Theudemir

En solitario reinó Chindasvinto seis años y otros

cinco más que lo hizo compartiendo el poder con su hijo

Recesvinto. Once en total. Desde el primer momento,

puesto que el reino andaba envuelto en luchas,

revueltas y grandes males, intentó, apoyado por los

nobles que le habían aupado al poder, poner orden en

aquel maremágnum que se había convertido el reino

visigodo.

Ya cuando accedió al poder era muy añoso, contaba

setenta y nueve años, dicen las crónicas. En esos

momentos el poder real no era fuerte y quedaba

expuesto a los vaivenes de los intereses personales de

los nobles.

La alta aristocracia de los Seniores Gothorum, la

Eclesiástica y la de los Senatores tenía diferentes

puntos de vista políticos y todos ellos pretendían un alto

nivel de independencia territorial y económica.

Chindasvinto y el grupo de leales que le

encumbraron, entendieron que debían fortalecer el reino

y la figura regia. Posiblemente rememorando las

figuras, política, militar y legislativa, de Leovigildo y su

hijo Recaredo, a quienes deberían imitar en el gobierno

del reino.

Leovigildo ascendió al poder en el 572, aunque

59

Theudemir

ya estuvo gobernando con su hermano Liuva I durante

los tres años anteriores.

Chindasvinto que había nacido en el 563, cuando a

Leovigildo le sucedía Recaredo en el 586 ya contaba

veintitrés. Era, por consiguiente, conocedor de primera

mano de lo mucho acaecido desde entonces y de los

grandes trabajos para conseguir la unidad.

Leovigildo había intentado recuperar la provincia en

manos de los bizantinos, la Bética. No logró sus

propósitos, pero consiguió que éstos quedaran

relegados en una estrecha franja mediterránea que iba

de Cádiz a Denia. También se enfrentó a vascones y

cántabros, a los que sometió y consiguió una

momentánea paz. Se las tuvo que ver con los suevos

afincados en Gallecia y norte de Lusitania a los que

dominó. Y si lo anterior no fuera suficiente, tuvo que

dirimir contra su hijo Hermenegildo que, aliado con los

bizantinos de la Bética, se le alzó en rebelión en Sevilla.

Tras el asedio de dos años cayó la ciudad y sometió a

los revelados; pero Hermenegildo consiguió huir a

Córdoba. Aquí fue vencido y hecho prisionero.

Hermenegildo pide perdón a su padre y consigue que

Leovigildo se lo conceda y lo exilie a Valencia.

El revolucionario hijo que no ha escarmentado, se

60

Theudemir

compincha con los francos en un nuevo intento de

derrocar al padre. Otro nuevo baño de sangre que sólo

sirvió para ganarse la irremisible ejecución que fue

llevada a efecto en Tarragona. Año 585.

De hecho, salvo la franja bizantina mediterránea,

Leovigildo consolidó y estabilizó el reino. También

legisló e hizo promulgar el Códex Revisus que sustituía

el vigente Código de Eurico.

Sabido que los visigodos eran mayoritariamente

arrianos y que los hispanos romanos eran católicos.

Todo un problema. La unión de credos, conseguida más

tarde por Recaredo, facilitaría el convivir de los

españoles de entonces y consolidaría los trabajos de

Leovigildo. Era una excelente idea, al menos en

apariencia, la proyectada unión de pueblos y credos.

No todos los visigodos estuvieron conformes con la

obligación de renunciar de la fe que siempre profesaron

y menos que lo fuera por decreto. Y no fueron pocos los

que se alzaron en armas, especialmente en Septimania,

pero Recaredo derrotó a todos ellos.

El hecho de conversión al catolicismo debía servir para

un mejor entente de la alta sociedad reinante y al menos

en apariencias así fue. A partir de entonces los

visigodos intervinieron en los Concilios y también la

61

Theudemir

Iglesia, representada por sus Obispos, en cuestiones

políticas.

A la muerte de Recaredo en 601 se sucedieron

la larga retahíla mencionada anteriormente de Reyes

Godos. En ese año, el 601, Chindasvinto contaba

veintiocho años.

Chindasvinto accedió al poder y de inmediato

acometió con gran saña contra quienes perturbaban la

integridad del reino u osaron conspirar algo más tarde.

Algunos Condes y Duques, como altos mandatarios de

la Iglesia y sociedad hispano romana llegaban a

reconocer la realeza siempre que les fuera bien a sus

intereses. Se comentaba por entonces que, al fin y al

cabo, el Rey podría dejar de serlo siempre que ellos le

retirasen sus apoyos y esto, dicho sea de paso, con

Chindasvinto, que únicamente confió en quienes le

auparon al poder, no tuvo ni mucho ni poco éxito. No se

ajustaba a la nueva realidad del anciano Rey.

Chindasvinto intentó frenar el declive controlando

a los nobles y, en esta misión, se comportó implacable.

Desde el primer instante pensó que debía existir una

sola ley por la que se rigieran todos los estamentos del

reino y en ello puso todo su empeño. En primer lugar y

con especial énfasis eliminando los obstáculos que

62

Theudemir

impidieran el normal desarrollo de la monarquía para

que nadie pensara en la destrucción de la unidad que

tanto costó conseguir.

No dudó, para conseguir su propósito, hacer una gran

campaña que resultó brutal, incluso cruel, que llegó

hasta la eliminación de muchos de ellos, amén de la

confiscación de bienes que pasaron a engrosar los de la

corona para sufragio de grandes campañas y otros

gastos de mantenimiento de la corte. Y, por supuesto,

también para premiar a los nobles fieles que le

mantenían en el trono.

De manera cruel y a veces inicua, ordenó la muerte de

muchos que habían conspirado contra anteriores reyes

y contra aquellos que conocía que no estaban de

acuerdo con su designación y elección al trono. A otros

les desterró y a todos ellos confiscó los bienes, mujeres,

hijas y siervos que entregó a sus fideles.

Represalió levantamientos de muchos de ellos y no

dudó ni le tembló el pulso llevando a cabo crueles

matanzas y confiscaciones que llegaron a prolongarse

durante largos años.

A lo largo de su reinado llegó a ejecutar setecientos

nobles. Según la crónica de Pseudo Fredegario,

doscientos optimates godos y quinientos mediocres

63

Theudemir

perdieron la vida y otros tantos fueron condenados a

destierro. Esta descomunal purga causó gran impacto,

escándalo y temor en los ánimos de los nobles, algunos

de los cuales buscaron aterrorizados la tranquilidad y

paz en el exilio voluntario. Muchos se cobijaron en la

Narbonense, tras los Pirineos, otros pasaron al Norte de

África.

Sin embargo ni los más leales veían con buenos ojos

que esta represión fuera tan severa ni que el Rey

llegara a ser tan fuerte y poderoso que pudiera

prescindir, en un momento dado, de alguno de ellos,

simplemente porque entendiese que ya no le

necesitara.

Durante el segundo año de reinado fue cuando

publicó la Ley contra la Traición. En ella aparecía la

obligación de juramento de fidelidad a la corona tanto

por obispos como por los grandes mandatarios. Severas

y cruentas sanciones se establecieron para quienes

fueran descubiertos conspirado contra el Rey. Se

legislaba, entre otras medidas, que los conspiradores

sufrieran rigurosos castigos que iban de la ceguera a la

muerte. Amén de la confiscación de bienes propios y de

los que hubiesen sido donados a familiares o, incluso, a

la misma iglesia.

64

Theudemir

Para los godos, esta fue una severísima normativa que

al fin y a la postre no sirvió, ni tan siquiera, para

granjearse el aplauso de sus seguidores, más bien al

contrario.

En un conato de suavizar la aplicación de esta ley que

hacía cumplir a raja tabla, llegaron a alegar, contra la

vocación de elección por mayoría de un nuevo Rey, que

era necesario por su elevada edad que anexionara al

trono a su hijo Recesvinto, medida de continuidad

familiar nunca bien vista por la nobleza goda. Incluso el

Obispo Braulio de Zaragoza y el Obispo Eutropio,

conjuntamente con sus sacerdotes y diáconos y también

Celso, Dux de la Tarraconensis, se unieron a la petición

de los muchos que lo solicitaron encarecidamente.

Las razones alegadas, como se ha dicho, eran la alta

edad del Rey y los cuidados necesarios para mantener

el orden fuera de la corte.

Convencieron a Chindasvinto para que atendiese sólo

los aspectos políticos del reino y dejara en manos de su

hijo Recesvinto los temas militares.

De hecho, lo que magnates y el clero deseaban

ardientemente era un régimen menos severo. El

anciano Rey se mostraba inflexible.

Cierto que el ejército godo tenía gran trabajo debiendo

65

Theudemir

pacificar las múltiples y casi sucesivas insurrecciones

que por la geografía hispana aparecían. Y ello sin contar

los continuos asaltos a las poblaciones costeras del

Mediterráneo que acostumbraban a realizar tanto los

beréberes como los bizantinos.

Finalmente, Chindasvinto aceptó la anexión al trono de

su hijo y desde el año 649 correinó con él.

Esta asociación, atisbaba el Rey y sus más fieles

allegados, era una forma de continuidad familiar en el

trono y un paso para que la nobleza alzara a Recesvinto

al trono sin grandes contratiempos. Como así fue.

Chindasvinto, basándose en el Códex Revisus

de Leovigildo, intentó unificar las leyes para que todos

pobladores del reino fueran iguales. Pero tuvo la

desgracia de quedar en eso, en intención.

El 30 de Septiembre del 653 muere el anciano Rey; dos

meses y medio antes de ser aprobadas en el VIII

Concilio de Toledo. Habían pasado cuatro años

correinando con su hijo.

Gran parte de La Iglesia que estuvo

enconadamente en contra de tan implacable e inflexible

figura regia, respiró con su muerte. Tan es así que el

Obispo Eugenio II de Toledo escribió para Chindasvinto

un injurioso epitafio que rezaba:“Amigo de los hechos

66

Theudemir

malvados, responsable de crímenes, impío, obsceno,

infame, repulsivo y malvado que no procuraba lo mejor y

valoraba lo peor”

Parece ser, por lo evidente, que le tenía ganas y estuvo

reteniéndose hasta que no pudiera ponerle la mano

encima.

Apenas contaría Theudemir unos pocos meses

cuando murió Chindasvinto. De su reinado, 642 - 653,

no podría recordar momento alguno, pues se estima

que naciera en esas fechas en las que se produjo el

óbito del soberano.

Sus vivencias, en realidad, empezaban con Recesvinto,

el hijo; pero supo desde la niñez que hubo una época en

la que había correinado con el padre. Fueron tiempos

difíciles y dolorosos, con momentos duros para quienes

los vivieron, como para intentar olvidar lo antes posible.

Aunque lo importante, por comentarios que nos han

llegado, parecía lo contrario, que fueran difíciles de

olvido.

Los primeros recuerdos que hubieran podido

llegar a la memoria de Theudemir se perderían entre las

mil historias escuchadas, comentando las hazañas del

Rey Chindasvinto y esto de boca de sus maestros u

otras personas que le conocieron.

67

Theudemir

De Theudemir, por los elogiosos comentarios de

estratega y esforzado guerrero, amén de sabio, que de

sus enemigos nos han llegado de él, podría afirmarse

que, desde la niñez, básicamente nada existiría con

tanta fuerza en su interior como el fervor hacia estas

disciplinas.

Es evidente que se debía a la educación recibida de sus

doctos mentores y de la que entonces se impartía sobre

las artes de guerreras.

No podría enajenarse de las acciones de lucha que a

diario corrían de boca en boca. Eran frecuentes las

noticias que llegaban de toda la geografía de las

continuas reyertas.

Con anterioridad a Recesvinto, en su pequeña memoria

no cesaban de dar vueltas los inquietantes informes con

Chindasvinto como protagonista.

68

Theudemir

69

Theudemir

Capítulo III

RECESVINTO ( Rey 649/653 a 672)

A la muerte de Chindasvinto continuó Recesvinto

ejerciendo el poder en solitario; aunque los visigodos,

consecuentes con la inflexible política de intransigencia

que de repente había invadido el ámbito de cierta

nobleza goda desde la elección y subida al poder de su

padre, a la desaparición de éste, comenzaron a surgir

grupos disidentes. Los disconformes eran muchos y

esperaban agazapados el momento idóneo para dar el

salto al poder.

No todos estuvieron conformes con la continuidad de

Recesvinto en el trono. Como se comenta, esto se

produce a la muerte del implacable Rey. A partir de

entonces eran pocos los que aparentaban estar

integrados entre los fieles seguidores del hijo y muchos

no querían serlo ni en apariencias. Esperarían mejor

postor. Estos godos oposicionistas, muchos de ellos

continuaban siendo poderosos, se unieron y en grandes

hordas se dieron a hostigar los territorios peninsulares,

alzándose contra todo lo establecido y contra el nuevo

Rey.

Este es el caso del levantamiento del noble Froya que

70

Theudemir

intentó derrocar con todas sus fuerzas al reciente y

solitario poder establecido.

Unidos en la sedición se hallaban los descontentos de

mandatos anteriores, un buen número de prófugos,

narbonenses y algunas tribus vasconas siempre

dispuestas con tal de que hubiese botín de por medio.

Con absoluto descaro e indudable enfrentamiento,

iniciaron sus despropósitos lanzándose al pillaje y

devastación a todo lo largo del Valle del Ebro. Pueblos,

campos, aldeas, iglesias y lo que hallaron al paso quedó

arruinado.

En esta penetración llegaron y sitiaron Cesar Augusta

(Zaragoza) que estuvo cercada por algún tiempo.

Recesvinto, advirtiendo la grave importancia de los

hechos, montó un gran ejército y, al frente del mismo,

se plantó en pocas fechas en aquellas tierras.

Los insurrectos no debieron calibrar muy bien sus

efectivos y la lucha no debió estar muy nivelada.

Recesvinto, en pocos días, les propinó una severa

derrota. En la refriega Froya fue prendido y, aplicada la

Ley de Traición promulgada por su padre, decapitado.

Es de pensar que esta insurrección y otras

muchas de menor calado que se fueron propagando con

asiduidad, fueron motivo suficiente para que Recesvinto

71

Theudemir

se diera a pensar y, aconsejado por sus allegados,

tomara suficiente conciencia de lo conveniente de

suavizar el estado de exigencias impuesto desde el

reinado anterior. Verdaderamente, Recesvinto deseaba

un mandato menos cruento y más tranquilo. Quería

consolidarse en el trono atrayéndose a nobles e iglesia.

El 16 de Diciembre del 653, dos meses y medio

tras la muerte de Chindasvinto, convocó el VIII Concilio

de Toledo donde, entre otras, expone muchas

modificaciones acerca de la Ley de Traición dictada por

su padre y propone y hace que se apruebe el Fuero

Juzgo, Líber Iudiciorum o Lex Visigothorum, que de las

tres maneras es conocida.

Se trata de un conjunto de leyes que anula las dictadas

con anterioridad y sobre las cuales estuvo trabajando

largo tiempo su padre y no pudo promulgar al llegarle la

muerte antes que estuvieran aceptadas y corregidas por

los hombres del saber de entonces; entre ellos Braulio,

Obispo de Zaragoza.

Las presenta Recesvinto como de obligado

cumplimiento para toda la población.

Con estas nuevas leyes se establecen, entre otras

muchas, la diferencia esencial entre hispano romano y

visigodo que, resumiéndola básicamente, consistía en

72

Theudemir

que los segundos podían optar a los altos cargos

públicos y ser elegidos Reyes, mientras que de los

primeros continuarían saliendo únicamente, altos

dignatarios y, principalmente, rectores de la Iglesia.

De alguna manera pudiera decirse que el proceso de

reunifación que comenzó Recaredo alejándose

oficialmente del arrianismo, llegaba a término con el

Fuero Juzgo para todos. Ahora bien, sólo oficialmente.

Entre estos dos grandes bloques sociales con el tiempo

se produjo un público y profundo distanciamiento.

No se conocen muchos más acontecimientos

destacados durante este largo reinado de Recesvinto,

por lo que se deduce que se trataría de un período

floreciente para el pueblo visigodo.

El único inconveniente mayor entre ellos debía tratarse

de la sucesión al trono, pues más de uno estaría a la

expectativa pensando en evitar la continuidad familiar.

Hasta el momento los hijos podían, aunque no todos,

contando con el beneplácito del Aula Regia, correinar

ayudando a su padre en las tareas del reino. Incluso

continuar en el poder en solitario; pero una tercera

generación consecutiva no era probable que se diera.

Sería como perpetuar en el poder a una familia en

detrimento de las del resto de magnates. Una sucesión

73

Theudemir

dinástica era impensable en esos momentos. Existían

muchos importantes y poderosos godos pensando

ostentar la dignidad real. Las cábalas de muchos de

ellos, conforme pasaban los años de reinado de

Recesvinto, debían ir encaminadas en este sentido.

Antes de su muerte, entre lo mucho que durante

su reinado de 19 años legisló, cabe sobresacar la norma

sobre la sucesión al trono que debía ser electiva; pero

puntualizando que dicha elección debía realizarse en

Toledo o en el lugar donde falleciera el Rey. Esta opción

pudo ser aplicada en la primera ocasión, pues el día uno

de Septiembre del 672, Recesvinto muere en Gérticos,

pueblo cercano a Salamanca donde se había

desplazado con numeroso séquito de nobles palatinos.

Al parecer era ahí donde tenía instalada su residencia

de verano. Allí mismo fue electo el futuro Rey de los

Godos.

Cuando el 1 de Septiembre del 672 muere

Recesvinto, Theudemir había alcanzado la edad de 20

años. Para entonces había recibido instrucción con

arreglo a las normas que regían, recogidas en el tratado

Institutionun disciplinae. Durante la niñez el aprendizaje

74

Theudemir

de las primeras letras y, posteriormente, el trivium

(gramática, retórica y dialéctica) y el quatrivium

(aritmética, geometría, música y astronomía). La

formación también comprendía deportes y ejercicios

físicos.

El Obispo Isidoro de Sevilla hace resaltar la destreza

militar de los godos, dice: Son notables en el arte de la

guerra y entran en combate ecuestre no sólo con las

lanzas sino con los dardos; pero confían sobre todo en

la carrera veloz de sus caballos.

El adiestramiento militar era disciplina importantísima.

Continúa el Obispo Isidoro: Se dedican con gran esmero

al entrenamiento en el manejo de las armas y al ensayo

de sus combates. A diario realizan competiciones

deportivas.

Las continuas refriegas entre visigodos, narbonenses,

vascos y bizantinos servían para los jóvenes en su

última etapa de formación, como ejercicios de

entrenamientos en los que adquirían experiencia en el

arte de la guerra.

Culturalmente existía un modelo pedagógico para

jóvenes laicos y otro que se impartía a los dedicados a

la vida eclesiástica. Las escuelas monásticas rivalizaban

con las de las catedrales y los estudiantes, al llegar a la

75

Theudemir

edad de catorce años, debían optar por continuar

perteneciendo al clero o abandonar la escuela y

contraer matrimonio, según lo establecido en el II

Concilio de Toledo en el canon 1.

Cuando Theudemir contaba los veinte años,

además de gran formación escolar, había ya

demostrado grandes dotes y capacidades de mando en

la milicia, así como una pericia especial en rechazar

pequeños adentramientos, procedentes del norte de

África, que se producían en las costas.

La ribera opuesta del Mediterráneo estaba habitada,

además de los nativos beréberes, por gran cantidad de

siervos, libertos, judíos, bizantinos y nobles que,

perseguidos en reinados anteriores, se vieron obligados

al destierro para salvar la vida o reiniciar otra nueva.

Con relativa frecuencia montaban expediciones de

saqueo que llevaban a efecto en ciudades no

fortificadas, haciendas rurales y pequeños núcleos

campesinos compuestos de varias alquerías.

Estas incursiones no duraban más de dos o tres días.

Desembarcaban antes de las luces del alba, llevaban a

cabo sus pillajes durante dos jornadas de luces y otra

de noche de manera que, con las sombras nocturnas

del segundo o tercer día, retomaban las barcazas y,

76

Theudemir

cargados con el botín, se retiraban a sus montañosos

territorios a disfrutar de la cosecha. Atrás dejaban un

gran reguero de muertes, lisiados, violaciones, aldeas y

viviendas quemadas y una larga suma de iniquidades.

Theudemir, desde tan joven edad, comenzó a repeler

con éxito y fiereza los usuales desmanes y a adquirir

fama y temor entre aquellos que habían hecho del pillaje

mediterráneo su forma de vida.

El que sería poco más tarde Conde de la pequeña

Provincia de Aurariola ya daba señales de estratega,

saber y valor.

Hasta aquí una ligera semblanza, con los hechos

más sobresaliente de los reinados de Chindasvinto y su

hijo Recesvinto, épocas, como se ha comentado, de las

que no son muchos los datos que nos llegaron y en las

que no se profundizó dado a que, en esos entonces, la

vida de nuestro personaje había discurrido entre las

distintas disciplinas educacionales que ya comentadas.

77

Theudemir

Capítulo IV

WAMBA ( Rey 672 a 680)

La subida de Wamba al poder se llevó a efecto

con, al menos, aparente urgencia. Los nobles palatinos,

el mismo día de la muerte de Recesvinto, le eligieron

Rey. Era el uno de Septiembre del año 672 y parecía

que tuviesen prisas, como si quisieran evitar la posible

continuidad en el trono de algún familiar o, por lo

sucedido casi de inmediato tras estos luctuosos hechos,

que pudieran estar esperando la muerte del soberano

para dar un golpe de estado. Debía conocerse, al

menos presumir, que algo importante estaba a punto de

llegar o cabían serias opciones de que pudiera suceder.

O también pudieran barajar la posibilidad de tanta

urgencia por evitar la posible elección de algún otro

magnate no palatino que les despojara de sus

prerrogativas actuales.

Wamba, además de fiel amigo y hombre de

confianza del difunto Rey, era un importante y

sobresaliente magnate de la corte que ya al cuarto año

de mandato en solitario de Recesvinto, que se alargó a

15, le encargó la lectura, en el Concilio X de Toledo, de

las disposiciones de Martín de Dumio, también conocido

78

Theudemir

como Martín Dumiense y Martín de Braga, haciendo

hincapié que la responsabilidad de su cumplimiento

recaía en los reyes sucesivos en el trono godo.

San Martín de Braga nació en Panonia, actual Hungría,

en torno al 510, murió en Braga sobre el 580. La obra

de éste, De correctione rusticorum, condena la idolatría,

adivinación, brujería y augurios. Llegó Martín a Gallecia

alrededor del 550. Funda un monasterio en Dumio y

aproximadamente en el 556 es nombrado Obispo de

esta ciudad. Consiguió que el suevo Rey Teodomiro

abjurase del arrianismo y que se bautizase católico.

Wamba no quería ser Rey y se opuso

enérgicamente a su elección alegando los muchos años

que ya tenía encima; pero nada consiguió. Puede que

sea verdad o no lo sea, pero existe la leyenda de que un

noble, con el espadón en la mano, le apremió con la

frase: De aquí sales Rey o sales muerto.

Aceptó Wamba la elección de sus compañeros que era

legal y le constituía como legítimo Rey, aunque con la

condición de ser confirmado y ungido por los magnates

eclesiásticos en Toledo. Al parecer ya preveía ciertos

desacuerdos que de inmediato no llegaron pero no

tardaron en hacer acto de presencia.

En la residencia veraniega de la corte, Gérticos,

79

Theudemir

Wamba se encargó de las reales pompas fúnebres de

Recesvinto.

La ratificación de la elección y unción real en

Toledo se pospuso hasta el 19 de Septiembre y fue

oficiada por el Obispo Quirico en la iglesia de San Pedro

y San Pablo.

Según su contemporáneo Julián de Toledo que fue

quien escribió y dejó constancia de estos eventos en su

Historia Wambae, el nuevo Rey deseaba ardientemente

confirmar su cargo públicamente y dejar constancia ante

todos que no había usurpado el poder y que su elección

era por libre resolución de los nobles y que estaba

bendecida y ungida por la iglesia y también refrendada

por el ejercito.

No erró el recién electo monarca ni quienes le

auparon al poder, puesto que si lo hicieron pensando en

inmediatos posibles problemas, estos llegaron de

repente y sin anunciar.

En la primavera de año siguiente, el 673, surge el

conflicto casi endémico y anual del norte peninsular. En

esta ocasión debió ser de cierta magnitud y mayor de lo

que generalmente venían permitiéndose a los vascones,

pues habían realizado una amplia incursión en el Valle

del Ebro y Cantabria cobrando fuerte botín en sus

80

Theudemir

correrías y quemando y destruyendo todo lo que les

salía al paso.

El mismo Rey, tras la convocatoria para formar un

importante contingente armado, marchó al frente del

ejército con la intención de propinar un gran

escarmiento que no olvidasen durante algún tiempo.

A los pocos días de hacer frente a las

escaramuzas y antes que se retiraran a las montañas,

donde la orografía del terreno hacía más difícil el control

de los asaltantes, se recibieron noticias poco

agradables. En la Narbonense se habían sublevado y

estallado una gran revuelta al mando del Comes de

Nimes Hilderico, apoyado por el Obispo Gumildo de

Maguelone, el Abad Ranimiro, gran número de judíos

exiliados de gobiernos anteriores y otros. A ellos debía

unirse una importante fuerza de ayuda de parte de los

francos.

Durante siete días el ejército de Wamba atacó

con gran ferocidad a los vascones con la intención de

acabar lo antes posible e ir a sofocar la sublevación y al

cabo de la semana ellos mismos fueron quienes

pidieron el cese de hostilidades.

Se hizo la paz, se fijaron condiciones, entre las que se

contaba con la promesa de no más incursiones, entrega

81

Theudemir

de rehenes y la fijación de una cuota de tributos.

Según lo anterior, se deduce que era esta una pequeña

zona donde los visigodos no mantenían su total

autoridad real y los núcleos de pobladores de la

montaña iban a su aire y con un permitido descontrol,

siempre que no se excediesen en sus correrías.

Encargó entonces Wamba a un noble de su

confianza, el Dux Paulo, según algunos emparentado al

Rey y miembro de la alta aristocracia goda, que

sofocara la insurrección de la Narbonense.

Paulo, como sin prisas en llevar a término el encargo

real, se tomó su tiempo para llegar a la zona de los

insurrectos. Hizo el camino sin prisas y hoy, con las

perspectivas que da el tiempo, podrían intuirse los

motivos.

El Duque Paulo, en su partida hacia Narbona,

aprovechaba la ocasión para ir ganando prosélitos que

le auparan y fortalecieran en el poder. Sabe Dios con

qué promesas; aunque no hay que esforzarse gran cosa

para adivinar que se trataría, como de costumbre, de

enormes prebendas.

Conocidas las intenciones de Paulo, que no eran otras

que las de alzarse contra el poder y proclamarse Rey de

una zona bajo la influencia visigoda, el Obispo de

82

Theudemir

Narbona, Argebado, envió misivas a Wamba poniéndole

a corriente de los hechos, al tiempo que intentó

resistirle. Es evidente que no lo consiguió y que todo

parece indicar que no tuvo más que aliarse con él.

Probablemente fuera quien le ungió como Rey Oriental.

Conseguido sus propósitos, al menos de

momento, envió un mensaje a Wamba en la que le

nombraba Rey del Mediodía y él se autoproclamaba Rey

Oriental. Así lo reafirmaba con su firma a final del

despacho: Flavius Paulus unctus Rex Orientalis.

Paulo había estado buscando aliados y los

encontró en los amotinados de Nimes con Hilderico, en

Narbona, aunque al principio se le resistiera y también

en otros rebeldes exiliados de mandatos anteriores, en

el Dux Ranosindo de la antigua Tarraconense, en esos

momentos llamada Iberia (suma de la Cartaginense y

Tarraconense) en las plazas de Barcelona y Gerona, así

como los puestos de acceso a los Pirineos, de los que

sobresalían Calahorra y Huesca.

Fue entonces que, habiendo conocido Wamba la

misiva, reunió a sus principales y pidió a los magnates

godos el reclutamiento de un gran ejército para achantar

el levantamiento que amenazaba con la división del

imperio. Y con la idea puesta en una campaña con visos

83

Theudemir

de ser larga, se proveyó de una fuerte intendencia

capaz de mantener en pie de guerra a un numeroso

contingente de hombres armados.

Wamba partió desde Cantabria con su numeroso

y recién y formado ejército con la intención de sanear el

territorio norte peninsular mientras se dirigía a

Barcelona. En el trayecto, no queriendo dejar enemigos

a sus espaldas, atacó y se hizo con el control de

Calahorra, Huesca y varias ciudadelas y castillos

militares (castra) Ganó Barcelona (Barcino) y Gerona

(Gerunda) e hizo prisioneros a sus jefes rebeldes.

Fue entonces que al llegar a Lérida (Ilerda)

decide atravesar los Pirineos tomando del grueso del

ejército tres numerosas columnas de diez mil guerreros

cada una de ellas, para que accedieran a la Narbonense

por otros tantos puntos diferentes.

Cada una de ellas tendría la misión de ir dejando sin

capacidad de agresión todo tipo de ciudadelas, castillos,

pueblos y aldeas. Se trataba de apaciguar a los

insurrectos sin dejar tras sus espaldas alguna posible

resistencia que les pudiera atacar por retaguardia,

según se iba avanzando y adentrándose en el interior de

la Galia Narbonensis.

Una columna remontó Los Pirineos y penetró por el valle

84

Theudemir

del río Tech. Otra, la segunda, accedió a la Galia

Narbonense, pasando por Vich, y por La Cerdeña

subiendo los montes para recorrer las laderas

septimanas en dirección a Ceret. La tercera columna lo

haría por la costa, donde se hallaba la calzada romana.

Con todos los núcleos pirenaicos hallados al paso

sometidos, las tres divisiones que se habían dado cita

previa en Ceret, fueron unidas al cuerpo general del

ejército y volvieron a constituir una sola fuerza de

ataque.

El número de soldados congregados en el ejército de

Wamba ascendía a setenta mil guerreros.

Todo salió según la estrategia programada y los

acontecimientos fueron sucediéndose con celeridad.

Wamba, allende Los Pirineos, tomó Clausurae,

Castrum Libiae, Manguelone. Berziers y Narbona. Ésta

última fue muy reciamente atacada por tierra y mar. Es

posible que sea esta la primera vez de la que existe

constancia de la Armada Visigoda en acciones de

guerra.

Entre tanto el Dux Paulo, cuando hubo conocido que

Wamba con sus leales había cruzado la cordillera

pirenaica y se encontraba en la Septimania, abandonó

Narbona para recluirse con sus mejores tropas en

85

Theudemir

Nimes, además de con los cómplices de su rebelión,

sus mercenarios y un fuerte continente de francos

armados.

Otra vez, al igual que hizo en Narbona, Wamba envió

por delante un fuerte cuerpo de ejército al mando de

cuatro Duces y al alba del 31 de Agosto, tras una rápida

marcha nocturna, se hallaban a las puertas de la ciudad.

Los defensores, acampados en las afueras de Nimes,

en vez de atacar o hacer frente a los hombres de

Wamba optaron por resguardarse tras las murallas en

espera de la ayuda, al parecer prometida, de los

francos.

Tras un largo día de ataques sin conseguir algo positivo,

temiendo que los esperados refuerzos francos llegaran,

Wamba envió otros diez mil hombres que también

hicieron el camino durante la noche y antes que acabara

el segundo día de asedio, habían llegado a Nimes.

La lucha continuó toda esa noche hasta que a las

primeras horas del alba pudieron quemar las puertas de

la ciudad y penetrar en ella.

Un buen número de sitiados, con el Dux Paulo, se

refugiaron en el anfiteatro, donde llegaron a producirse

grandes altercados entre ellos.

Sus previsiones no les habían salido bien y conocían

86

Theudemir

que el pago por la derrota era una muerte que se

presentaba con las nuevas luces.

El día 2 de Septiembre Paulo envió al Obispo Argebado

a parlamentar con Wamba. Pedía suspender el

derramamiento de sangre y que los rebeldes no fueran

castigados.

El Rey ciertamente aceptó parte de lo solicitado.

Únicamente accedió a lo primero, el no más

derramamiento de sangre, y mandó suspender todos los

ataques y el saqueo a la ciudad.

El Dux Paulo y cerca de una treintena de

exmagnates visigodos fueron duramente castigados.

Algunos historiadores hablan de más de cincuenta que,

aunque salvaron la vida cuando esperaban la muerte,

cuanto menos les sacaron los ojos, sufrieron

decalvación, fueron depuestos de sus cargos y a todos

les confiscaron los bienes.

Seis meses duró la campaña de Wamba desde

que saliera de Toledo para la pacificación de vascones y

prosiguiera la lucha hasta conseguir la derrota de los

insurrectos de la Narbonense. Todo un paseo militar en

el que no tubo necesidad de emplear la totalidad de su

ejercito.

Según el Obispo Julian de Toledo en su Historia

87

Theudemir

Wambae todo había salido a pedir de boca; pero no

parece que el Rey pensara lo mismo, pues apenas unos

meses más tarde, el 1º de Noviembre, dicta su famosa y

dura Ley Militar. Distingue en ella dos tipos de

agresiones al estado. Uno referido a levantamientos

internos y otros a los provenientes del exterior, de

afuera las fronteras.

¿Con qué problemas debía enfrentarse el Rey a la hora

de afrontar una rebelión o rechazar al enemigo?

Se comentó más atrás que cada alto dignatario,

eclesiástico o laico, tenía su personal armado. También

que perteneciente a la corona, había siervos dedicados

a las tareas del campo, conocidos por fiscalinis, con la

obligación de incorporarse al ejército cuando fueran

requeridos; pero cada vez era menor el número que

acudía a las convocatorias y mayor el que hacía oídos

sordos o el magnate que se presentaba con unos pocos

hombres armados para engrosar el ejército.

La nueva ley especificaba, en referencia a incursiones

extranjeras, que correspondería a cualquier funcionario

o gran propietario, sea eclesiástico o seglar que tuvieran

residencia en un radio de 100 millas hacer frente de

inmediato, en primera instancia, al enemigo.

Una milla terrestre en tiempos romanos equivalía a

88

Theudemir

1.478,5 m. y debían ser las que continuaran en vigor. En

la actualidad equivale a 1.609 m.

Quiere esto decir que la nueva ley ordenaba que

todos los que estuviesen en un radio de unos 150

kilómetros, desde el punto de incursión, tenían la

obligación de acudir armados, una vez conocida la

noticia, o a la convocatoria de un Dux Provinciae,

Comes Civitatis o un Thiufadus (General de tropa y Juez

militar).

La ley especificaba que debían presentarse con la

totalidad de sus fuerzas armadas y ampliaba la

obligatoriedad a Vicarius, Obispos, clérigos en general y

a todo lo hombre libre, fueran nobles, mediocriores o

viliores.

Para las rebeliones internas, segundo caso, quedaban

establecidas las mismas normas. Las diferenciaciones

estaban en las penas a cumplir. Todas muy severas.

En aquellas fechas, era el año 675, la expansión

y conquista del Norte de África por los árabes era todo

un hecho.

Parece obvio que los visigodos estuvieran al tanto de las

novedades que venían sucediéndose en esas zonas

que podrían constituir verdadero peligro para su

integridad. Por lo tanto, también es indudable que de

89

Theudemir

alguna manera se estuviese a la expectativa para

sopesar el desenvolvimiento de los hechos y se

anduviese preparado para alguna posible intervención

más o menos rápida.

Según la Crónica Rotense, las costas españolas

sufrieron ese año el primer conato de invasión a la

península a través del estrecho y por medio de una

armada compuesta de 270 naves.

Esta primera vez los musulmanes sufrieron tal derrota

que les costó la destrucción e incendio del total de la

flota.

Wamba parece que había accedido al trono con

buen pie, en lo que a la resolución de problemas se

refiere; pero el reino no acababa de conseguir una

tranquilidad estable. Por si acaso no fuera suficiente con

lo ocurrido y necesitara un poco más de acción,

navarros, cántabros y vascones continuaron con sus

incursiones de pillaje anual. De momento sin atreverse a

alejarse mucho de sus montañas y sin llevar a cabo las

largas correrías de años atrás.

Wamba, aunque de edad, era hombre fajador,

guerrero infatigable y dotado de fuerte carácter, esto

nos lo ha dejado patente la historia, pero aún así, entre

el grupo que le tenía aupado en el poder, había

90

Theudemir

seguidores que ardían en deseos de implantar medidas

tan drásticas y severas como las que recordaban de

Chindasvinto. Había que hacer una purga tan profunda

que acabase con todos los posibles descontentos e

insurrectos, incluidos los familiares más directos.

Por suerte algunos otros nobles fieles, menos belicosos,

comentaban que se habían adoptado ciertas

prevenciones para evitar enfrentamientos y no se debía

hacer mucho más. De haber un traidor, este podía estar

agazapado entre ellos y ser quien menos se espera.

¿Qué mejor ejemplo que el de Paulo, hombre de la total

confianza del Rey que fue enviado a sofocar una

rebelión y resultó que se auto proclamó Soberano de

Oriente y se alió con el enemigo?

De momento, todo lo que se debía hacer era esperar y

desenmascarar a los posibles inquisidores, cuando

hubiese pruebas.

Acaso porque la rectitud de Wamba se mostraba

severa e inflexible para todos, fueran cuales fueran las

inclinaciones políticas, la insatisfacción en algunos

nobles comenzó a dar muestras de presencia. Parecía

palpable, demasiado clara.

Los remedios para evitarlo seguían siendo los mismos:

otorgarles más poder, más prebendas, más bienes.

91

Theudemir

Esta solución no era de resultado final inequívocamente

positivo. Aunque causara efecto favorable al primer

instante, únicamente podría servir para exacerbar más

los ánimos de aquellos que no se vieran reconfortados

satisfactoriamente. No era la panacea.

Lo evidente era que determinados magnates

continuaban ansiosos de poder y que las gentes del

pueblo, marginadas y sin decisión, veían impotentes sus

luchas intestinas. También es verdad que no les

importaba ni mucho ni poco y eran meros observadores

de cómo se lo repartían todo entre ellos. No estaban

pendientes de unas esferas, tan lejanas que era mejor

divisarlas desde la lontananza.

La indiscutible verdad de aquel momento era que, el

Rey y su grupo de fideles, no lograban ponerse de

acuerdo con el resto de los poderosos del Reino.

A los pocos años de gobierno ya corría el rumor que

Wamba no gobernaba bien porque nunca quiso ser rey.

Que había sido electo contra su voluntad y no tuvo otra

opción que la de aceptar una corona impuesta.

El desagrado de unos cuantos, exagerando un mal

devenir diario, exaltando los malos resultados del

gobierno, era la expresión clara de algo por llegar en un

futuro inmediato. Era falso, Wamba fue uno de los

92

Theudemir

grandes reyes visigodos; pero la oposición siempre es

así. Exagera o miente contra todo lo que está por arriba

con tal de alcanzar el derrocamiento. Es aquello de toda

la vida: “Quítate tú que me pongo yo”

Es sabido, por otra parte, que el deporte favorito

de los visigodos estaba por darse una vez más. Si no

me quitas te quito o lo que es igual, si no me apartas te

aparto. Y así fue.

Llevaba Wamba en el poder ocho años y aquella

tarde algo importante debía suceder o había acontecido.

Muchos eran los que esperaban el advenimiento de un

suceso especial o raro, porque, tras las murallas que

circundaban a la imperial capital del estado, parecía

vivirse un ambiente distinto al de un día normal.

Con el alba nuevo día se confirmaron los augurios. El

rumor de la tarde anterior tomó cuerpo. La comidilla

estaba servida. El Rey Wamba, sucesor de Recesvinto,

había sido envenenado.

De nada sirvió su demostrado valor y sus buenos oficios

de gobernante ni sofocar la rebelión de la Narbonense

ni derrotar a Paulo que se había proclamado

independiente ni, tampoco, salir victorioso de cuantas

campañas emprendió contra francos, vascones u otros.

La envidia y el ansia de poder de algunos nobles estuvo

93

Theudemir

en esos momentos primando sobre todas las cosas.

El enemigo estaba en casa, entre ellos, como en

otros lejanos tiempos o, por mejor decir, como siempre,

como en todos los tiempos.

Determinados nobles eran partidarios de

mantener siempre a la misma familia real en el trono.

Siempre que fueran sus elegidos. Se alegaba que con

esta medida se evitaba tener que forzar promesas de

favores, exención de impuestos y prebendas de quienes

pretendieran acceder al trono derrocando al Rey de

turno para ganarse los votos de una facción. Desde

luego que ese monarca, así colocado en el trono,

premiaría únicamente a sus prosélitos dejando en el

olvido a los demás. Pero esto lo pensaban, como

mínimo, dos familias descendientes de antiguos reyes;

pero no eran los únicos. Había quien, no perteneciendo

a ninguna de ellas, también quería tener opción de ser

rey.

Aunque resultara peligroso para la seguridad del Reino

y sus gentes que por medio de la conjura, tan habitual,

se pudiera acceder al trono, era éste el mejor

procedimiento.

Estos razonamientos se escuchaban con frecuencia y

eran más audibles cuanto más cercana estaba la fecha

94

Theudemir

de un Golpe de Estado. Eran los emisarios que llegan

adelantados anunciando el evento.

En esta ocasión, nunca mejor dicho,

embromaron malamente al Rey.

Wamba esa tarde tomó una infusión de hierbas, a casi

todos los que se han interesado por este Monarca dicen

que era su costumbre; pero que el brebaje estaba

emponzoñado con una fuerte carga de esparteína.

Esparteína es el nombre científico de la retama.

Contiene un alcaloide usado como medicamento tónico

del corazón y regularizador de su movimiento.

Dicho esto, es de pensar que algún despistado le

suministró una súper dosis que le dejó privado de

sentido y a las puertas del paraíso.

El Rey tomó la tisana y casi en el acto cayó al suelo en

estado de coma.

Los magnates palatinos leales llegaron a creer

que el Monarca se había situado en el umbral de la

muerte y, con el fin de que lo hiciese como buen

cristiano, decidieron, de acuerdo con el Obispo Julián de

Toledo, que fuese tonsurado, convertido en monje y

vestido con el hábito de penitente.

El Obispo Julián, el médico real y algunos nobles, entre

ellos Ervigio, formaban parte de la conjura.

95

Theudemir

No se ha dicho, pero es importante subrayar ahora que,

desde el IX Concilio de Toledo, Wamba andaba

fuertemente enfrentado a los eclesiásticos.

Se obró el milagro. Poco a poco al Rey le fue

pasando el colocón y la recuperación llegó hasta el

punto de hallarse bien del todo. El pesar llegó cuando

se encontró con el chasco de, al pertenecer a la iglesia,

ya no podía continuar siendo el Rey. Estaba cesado de

todas sus funciones.

Intentó, sin duda, incluso con algunos allegados a dejar

las cosas en el lugar donde se encontraban; pero nada

se pudo hacer. La propia Ley de los Visigodos estaba

en contra. Por más que se esgrimió la involuntariedad

del monarca al contraer los hábitos monacales, el

Obispo y sus prosélitos no claudicaron y se mantuvieron

en sus trece.

Al día siguiente, lunes, Ervigio era elegido Rey

de los visigodos por una fracción de magnates

palatinos, pese a la resistencia de unos pocos.

Wamba, esa semana, desprotegido y sin apoyos

suficientes, suscribió dos documentos preparados por

los maquinadores de la trama. Uno de ellos era el que

designaba a Ervigio como sucesor al trono y el otro

dirigido al Obispo Julián para que le ungiera con la

96

Theudemir

fórmula real.

También debió realizarse un tercer documento que más

tarde fue exhibiéndose en el Concilio. Se trataba de una

declaración firmada por los grandes de la corte en la

que se certificaba la toma de hábitos clericales de

Wamba y su tonsura. Era el Domingo 14 de Octubre del

680.

Wamba se retiró al Monasterio de los Monjes

Negros de San Vicente en Pampliega, donde fallecería

ocho años más tarde.

Durante los años que se mantuvo en vida, estuvo

en contacto con muchos de sus fieles, reclamó su

puesto y se quejó de la impiedad de quienes,

apoyándose en ardides, le apartaron de su lugar.

Aparentemente no tuvo éxito en sus reclamaciones;

pero todavía incidió y mucho en la política y devenir del

futuro, como se verá.

Cuando Wamba se vio destronado de tan

torticera manera, Theudemir tenía 28 años y hay que

resaltar que, desde los últimos del reinado de

Recesvinto, Theudemir había entrado de pleno en la

vida y quehacer del reino. El punto de apogeo en la vida

del hombre, en aquellos tiempos, era el período

comprendido entre los veinte y cincuenta años.

97

Theudemir

Cuando fue ungido Rey, Theudemir contaba veinte

años. Vivió pues en directo y posiblemente muy

intensamente todos los sofocamientos de reyertas de la

época.

Unos cuantos años más tarde, como en su

momento se dirá, aparece Theudemir infringiendo duras

derrotas, como Almirante de la armada visigoda en el

Mediterráneo, a sarracenos que hacían intentos de

penetración en la península.

Es por ello que, en la tan brillante intervención que

desde el mar hiciera la armada en el sitio de Narbona,

fuera lo más racional concebir que estuviese al mando

de ella nuestro personaje. Como es sabido por crónicas

árabes, era famoso y de gran nombradía desde mucho

tiempo atrás, antes de la irrupción sarracena en

Hispania.

Theudemir, sin dudas, conoció las leyes dictadas

por Wamba en las que pretendía frenar los abusos que

los Obispos y buena parte del clero y por las que más

tarde llegaría a pagar con la conjura y el trono. Era

patente el descontento general de la clase rectora de la

Iglesia, pues les hizo perder por decreto grandes

privilegios de los que no estaban dispuestos a ceder en

favor de la corona.

98

Theudemir

Y desde luego, Theudemir, por vivir esa época, fue

conocedor de primera mano de los grandes estragos

que, para más inri, causó durante los tres o cuatro

últimos años de mandato de Wamba, la sequía pertinaz

y la devastadora plaga de langosta que anualmente se

había acostumbrado a campar a sus anchas

recrudeciendo estragos.

Los campos se transmutaron en pedregales puros,

áridos, con resquebrajadas tierras liberadas de matas,

arbustos y árboles.

La anterior devastación, unida a la huída sistemática de

siervos encargados de las labores, abandonando

cultivos, rebaños, apriscos y viviendas, que poco a poco

el tiempo se encargaba de ir desmoronando, mostraba

una devastada panorámica del agro español.

Sólo en franjas de terreno limítrofes con ríos o

humedales podía lucir el verde de los árboles y el color

de sus frutos y cosechas.

De dichas cuestiones, si bien de estos destrozos nadie

sale de rositas, nuestro personaje en cuestión quedaba

mejor librado que otros compañeros. Estos embates

climáticos o de plagas devastadoras quedaban

suavizados en su Ducado, porque la mayor parte del

territorio estaba ubicado en tierras fértiles y bien

99

Theudemir

regadas. Aunque bien sabía sobre semejantes

devastaciones porque algunas zonas altas y

perimetrales del interior del ducado lo eran de cultivos

de secano.

Theudemir combinaba sus obligados

quehaceres, pues debía repeler las incursiones

terrestres de piratas al territorio en toda la costa que

comprendía la Provincia de Aurariola y otro tanto, como

Jefe de la Armada, la ribera mediterránea hasta Cádiz,

con viajes a la Corte, Toledo, y el estudio.

Es de resaltar estos puntos puesto que ha quedado

constancia de su buen hacer y amplia cultura en las

crónicas árabes de entonces.

Una semana más tarde de los hechos acaecidos

en Toledo, al domingo siguiente, Ervigio era ungido Rey

de los visigodos por el Obispo Julián, Metropolitano de

Toledo.

100

Theudemir

101

Theudemir

Capítulo V

ERVIGIO ( Rey 680 a 687)

El Conde Ervigio era hijo de Ardabasto.

Cualquiera podría llegar a pensar que, dicho así, el tal

Ardabasto fue un personaje súper conocido de quien

todo el mundo ha debido escuchar algo de su

interesante vida o, como mínimo, saber algo en

particular de él. Pero, como no es así, queda dentro de

toda lógica que nos preguntemos quién y qué fue el tal

señor.

Y si, Ardabasto fue un magnate bizantino que llegó a

Hispania en tiempos de Chindasvinto, expulsado o

huyendo de la corte de Constantinopla, tras las

revueltas en Bizancio a la muerte del Emperador

Heraclio.

La Crónica Rotense recoge que Chindasvinto le recibió

con gran pompa y, por consiguiente, se puede deducir

que no era un pelagatos, que debió ser una

personalidad de importancia y nombradía por esas

fechas. Un Rey no recibe a un extraño mediocre como

si de un personaje influyente te tratara. El tal prohombre

debió llegar cargado de obsequios y poseer un enorme

caudal. Un desconocido o es tremendamente rico o no

102

Theudemir

le saludan ni los mendigos.

Está claro que Ardabasto se acomodó a sus nuevos

pagos de Hispania y no tuvo mucho inconveniente en

cambiar al bando visigodo.

No muchos años después casó con un familiar de

Chindasvinto y de esta manera entroncó con la nobleza

reinante. Esta unión introdujo a Ardabasto en la nobleza

visigoda y especialmente incorporó a los nacidos de su

matrimonio, por lo que Ervigio, desde el inicio de sus

días, quedó integrado en la alta aristocracia como

descendiente del clan Chindasvinto.

En tiempos de Wamba, Ervigio llegó a ser un

conocido miembro agregado al séquito personal del Rey

y, por consiguiente, una persona allegada y de su total

confianza. Además de Comes, había casado con

Liuvigoto, prima del Rey. Parecía, por consiguiente,

poco probable, casi imposible, que la retorcida jugada

para desbancarle del poder pudiera estar tramada

desde el interior de su propia familia.

A eso, en todos los tiempos, se le llamó traición.

Muchos nobles, en especial algunos eclesiásticos,

defendían la maquiavélica trama alegando y

pregonando a los cuatro vientos que con Ervigio se

desbarataban los posibles malos pensamientos de

103

Theudemir

luchas por el poder entre los nobles de las dos casas

reinantes, pues en él confluían la de Chindasvinto y

Wamba.

De lo que no cabe duda es que Ervigio la pifió desde la

entrada hasta la salida y que de ello, era perverso y

traidor pero no tonto, se percató casi desde el primer

instante de llevar a cabo su maquiavélica acción.

El sigilo y las prisas de cómo se llevó a término

el acceso de Ervigio al poder bien podía haber sido el

resultado de los comentarios sobre las intenciones de

los descendientes de Recesvinto y, en particular de sus

hijos. Las intenciones de Favila y Teodofredo eran las

de encabezar y representar a un nutrido grupo de

magnates y acceder al poder.

No eran sólo ellos quienes andaban postulándose para

alcanzar el trono de Toledo, también contaban los

nobles partidarios de Wamba y algún que otro cuyas

escondidas pretensiones debieron quedar en el

anonimato es espera de mejor ocasión. Lo cierto es que

ninguno de ellos podía esperar un desenlace tan

imprevisto e inusual.

Aunque debieron ser bastantes los nobles que

estuvieron de acuerdo con el derrocamiento, los

cabecillas principales, en ello están de acuerdo

104

Theudemir

prácticamente todos los historiadores, fueron el Obispo

Julián de Toledo, con el tiempo San Julián, y el Conde

Ervigio.

Wamba y un puñado de seguidores no se

sintieron satisfechos, como es natural, e intentaron con

todas sus fuerzas que careciese de valor su ingreso en

el clero, por haberse realizado sin voluntad expresa del

interesado y, siendo más grave todavía, cuando se

encontraba sin conciencia para llevar a efectos actos

tan relevantes. No triunfaron sus tesis. Ervigio y Julián

se dieron las suficientes prisas por asumir sus nuevos

cargos y prerrogativas que, al parecer, tenían pactado.

A poco más de dos meses, 9 de Enero del 681,

ya estaba llevándose a efecto el XII Concilio de Toledo.

Cuestión de hacerse con el apoyo del mayor número

posible de nobles y eclesiásticos. Y la fórmula era bien

sencilla por conocida. Siempre se repetía y sus efectos

estaban bien contrastados.

En este Concilio, en particular, se fue a ratificar a Ervigio

como nuevo Rey. Debía demostrarse, al menos dejando

constancia oficial, que todo aquel tinglado se había

llevado a término teniendo en cuenta las más exigentes

normas de legalidad. Así que se exhibieron los

documentos pertinentes donde se demostraba la toma

105

Theudemir

de hábitos de Wamba y su dimisión a favor de Ervigio.

El hecho de admitir las pruebas que allí exhibían sin

escándalos ni aspavientos llevaba consigo otras leyes

que se proponían con el ánimo de ganar nuevos

prosélitos. Tanto es así que se acuerda el perdón oficial,

ya previsto con alguna anterioridad por el soberano,

antes de concurrir al Concilio, y se condonan las penas

a los culpados de alta traición. Y también se reducen las

aplicadas al incumplir la Ley Militar promulgada por

Wamba, restituyéndoseles propiedades y títulos

nobiliarios.

En general, la Iglesia de entonces, encabezada por el

Metropolitano de Toledo, el Obispo Julián, estaba

enfrentada con el poder real desde que Wamba les

obligase a intervenir cada vez que el Estado se viese en

un conflicto militar. Esta implicación consistía en

aportación tanto de personal de armas como de dineros.

Con Ervigio en el trono se veía liberada de semejantes

compromisos y, por si no fuera suficiente,

recompensada con otras concesiones adjuntas.

No se acabó aquí. Más tarde, Ervigio siguió

haciendo amigos cuando el 1 de Noviembre del 683

perdona a los magnates todos los impuestos sobre

esclavos que estuviesen pendientes de pago antes de

106

Theudemir

su acceso al poder. Necesitaba más apoyos y

reconocimientos, acaso porque se temiese alguna

importante encerrona. El que la debe, la teme.

En ese año 683 parece que hubo una importante

revuelta, por parte de los todavía seguidores de

Wamba, con la intentona de derrocar a Ervigio. No tuvo

éxito; pero dio pié a pensar en la conveniencia o

necesidad de reforzarse con nuevos adeptos y preparar

la convocatoria un nuevo Concilio.

El 4 de Noviembre de ese mismo año, el 683, sin

haber pasado dos desde que se celebrase el anterior,

se inicia el XIII Concilio e Toledo.

Llama la atención la continuidad del perdón, el

reconocimiento de títulos de nobleza y la restitución de

bienes, siempre que siguieran perteneciendo a estado,

para los sublevados en la Narbonense y todos los

prosélitos que se unieron a Paulo luchando por la

segregación del Reino. Pero para mayor prodigalidad y

empobrecimiento del reino, se hizo extensa

retrotrayéndose hasta los tiempos de Khintila que reinó

del 636 al 639.

A cambio de lo anterior y en compensación a tan gran

magnanimidad, se promulgaron y aceptaron normas en

defensa de la familia real, para cuando el Rey dejara de

107

Theudemir

serlo por cualquier circunstancia, condenando a

aquellos que osaran quitarles la vida, o convertir a la

esposa, hijas, nueras o hijos en eclesiásticos o

condenarles al destierro. Y, por supuesto, las

mencionadas leyes también estaban encaminadas a

salvaguardar el patrimonio familiar.

Las noticias que han llegado de aquellos

tiempos, dejan entrever que Ervigio, ya se apuntó más

arriba, estaba temiéndose lo peor. No eran solamente

los seguidores de Wamba los que no dejaban de

apretar, reclamar el lugar usurpado y mostrar su

descarado descontento, como se ha dicho, también se

les unía el desencanto de los seguidores de los hijos de

Recesvinto. Ambas facciones eran reiterativas en

mostrar sus estados de insatisfacción.

Al año siguiente, 14 de Noviembre, se volvió a convocar

otro nuevo concilio. Era el XIV Concilio de Toledo; pero

en esta ocasión los asuntos a tratar no eran políticos,

estuvo dedicado, en exclusiva, a temas propios de la

Iglesia.

Del reinado de Ervigio podría comentarse que

fue un continuo goteo de legislación tendente a

satisfacer las continuas peticiones de nobles e iglesia y

ello en detrimento del estado que perdía sin cesar

108

Theudemir

bienes y territorios y, por supuesto poder.

Para ser ecuánime hay que mencionar a favor de

Ervigio, el más importante trabajo llevado a cabo

durante su mandato: la revisión del Fuero Juzgo, el

Líber Judiciorum que promulgó Recesvinto.

Y resaltar también la saña con la que legisló contra los

judíos. Siempre se había mostrado con magnanimidad,

como un perdonavidas; pero llegaban noticias que en el

Norte de África, los judíos estaban colaborando con los

árabes en su rápida conquista. Les concedió un año

para convertirse al cristianismo e implantó una serie de

normas de obligado seguimiento para comprobar el

comportamiento y veracidad del cambio de religión.

Dictó su propia Ley Militar, suavizando la del

predecesor; pero dejando en claro las penurias y

trabajos que se requerirían para lograr un cuerpo de

ejército; aunque, a la postre, viniera a garantizar su

reclutamiento y formación.

Esta ley ya no contempla obligatoriedad alguna de

incorporación a los ejércitos de los eclesiásticos. Como

es de suponer, era lo más lógico después del trato que

venía otorgando a la Iglesia a golpe de leyes y en

compensación a su apoyo.

Con la de Wamba todos los magnates estaban

109

Theudemir

obligados a concurrir para repeler incursiones o estados

de sublevación y, además, con todos los efectivos

disponibles. Es cosa que ,al parecer, no se alcanzaba ni

en un veinte por ciento de los mismos y que esto era

práctica habitual.

Ervigio deja reducido el número al diez y ese porcentaje

comprende las clases más bajas.

No altera, sin embargo, la composición del cuerpo

general militar que a partir de ese momento podría estar

formado en un cincuenta por ciento de tropa con

personal de nobles visigodos y otro tanto de milicia

configurada con personal del pueblo llano.

Con ello libera a los Nobles a la incorporación forzosa a

la milicia de sus fideles, cosa venía haciéndose desde

tiempos remotos.

A partir de este momento Dux, Comes y Thiufadus

tienen sus grupos armados particulares formados por

personal perteneciente a la casta más baja, los siervos.

Esto que les permitía el uso de armas, no hace mucha

gracia a un nutrido grupo de magnates.

Con la anulación de la anterior ley puso remedio a

quienes se hallaban incursos por infamia, pues

semejante situación colocaba a casi la mitad de la

población en la pérdida de derechos, entre los que

110

Theudemir

sobresalía el de testificar en juicios.

Cuando sintió que le llegaba la hora de su

muerte y era el momento de pasar el cetro, Ervigio

retomó voluntariamente la fórmula que impuso

solapadamente a Wamba para alejarlo de los ajetreos

mundanos.

Por cierto, en esos momentos todavía estaba morando

en Pampliega y aún tuvo la suerte de vivir un par de

años más, para gozar de unos cambios que sin duda le

satisfarían.

El Rey Ervigio, sintiéndose gravemente enfermo,

era el jueves catorce de Noviembre del año 687, habló

con Égica, el cual había desposado con su hija Cixilona,

y le nombró sucesor.

En primer lugar, como no queriendo enmendar el yerro

cometido años atrás con el derrocamiento de Wamba,

cuando usurpó el poder, y reafirmando lo realizado con

el sistema usado, retomó idéntica fórmula, como se ha

dicho. En esta ocasión la diferencia era abismal, pues

fue el propio interesado quien en verdadero y total

estado de conciencia, solicitó los hábitos monacales. En

segundo término no señaló como sucesor a uno de sus

hijos, que hubiese sido casi lógico en un personaje con

semejante catadura moral, sino que se inclinó a favor

111

Theudemir

del marido de su hija. Era Égica, además de su yerno,

sobrino de Wamba.

Al día siguiente, viernes, Égica se presentó,

acompañado de una gran comitiva de magnates

palatinos, en los aposentos reales y, en presencia de

todos, el enfermo es tonsurado y recibe los hábitos

monacales en señal de pertenecer, desde ese instante,

a la Iglesia. A partir de entonces ya no había opción de

vuelta atrás.

Como se ha comentado, Ervigio fue ungido el

veintiuno de Octubre del 680 y el sucesor, Égica, lo fue

el veinticuatro de Noviembre del año 687. Fueron estos

pasados siete años y un mes suficientes para poner

cuesta abajo las finanzas de lo que fue un estado rico y

floreciente.

Resumidamente, no tuvo Ervigio un largo reinado

ni muy tranquilo. Fueron tiempos muy difíciles para el

pueblo llano, clases medias y grandes de estado, para

todos.

Cuando un alto dignatario es malo de solemnidad y un

esforzado inútil, el resultado de todas sus gestiones se

parecen a una pandemia de peste. De los males no se

escapa nadie, alcanzan a todos.

112

Theudemir

Lo anterior, es de suponer, tiene al Dux de la

Aurariola, Theudemir, al pertenecer a la nobleza goda,

convertido, como mínimo, en protagonista circunstancial

de los hechos mencionados, muchos de los cuales le

llegan a afectar directamente por su condición. Pero no

es lo único, pues tanto él como toda la población y de

forma alarmante, han tenido que soportar penosas

adversidades de las que los historiadores no dicen gran

cosa ni hacen mucho hincapié. Pasan de puntillas sobre

ellas.

Anualmente, venía sucediendo desde el reinado de

Wamba, renace y recrudece la plaga de langostas que

asola el país sistemáticamente sin dejar brizna allá por

donde sobrevuela, sembrando el pavor y acabando con

toda vida vegetal. Wamba ya legisló por el año 676 con

el fin de paliar en lo posible los muchos estragos que

ocasionaban.

En estos últimos años del reinado de Ervigio se

recrudeció el problema y nada ha trascendido, sin

embargo, de métodos o medios que se tomaran para

paliar los quebrantos.

Y con ser mucho el soportar una plaga, como es la de la

langosta y que se convertía en puro endemismo anual,

113

Theudemir

si hubiera sido únicamente eso, acaso los habitantes de

pueblos y masías o casas rurales en general, hubieran

podido soportar, aún con enormes sacrificios, el diario

convivir con circunstancias tan adversas.

Las tierras de cultivo, no solo tenían que pasar por la

afilada guillotina de las siempre insatisfechas langostas,

estaban soportando año tras año unas tremendas

sequías que dejaban enormes extensiones peninsulares

reducidas a sequeros resquebrajados y estériles.

En semejantes circunstancias lo único que parece

lógico es que el personal residente en tales predios se

largara con la música a otra parte y abandonase los

campos que antes le dieron de comer y las viviendas

que les cobijaron.

El agro quedó absolutamente despoblado. Los siervos,

desaparecidos de su medio, andaban huidos de sus

lugares y el Estado, sin quererlo, no podía más que

recuperar terrenos yermos por mor de sequías

extremas, plagas de langostas y unas desgraciadas

hambrunas.

El Tesoro, en esos tiempos, quedó sin ingresos fiscales

y falto de personal. Si hubiese sido necesario montar a

todas prisas un ejército, esto hubiera generado un gran

problema añadido a la cuenta de resultados del Rey

114

Theudemir

Ervigio.

Merecido o no, el balance final sobre los hechos

acaecidos no deja en muy buen lugar la política ejercida

durante esos años por Ervigio.

Y todavía resta una añadidura que, aunque nada o poco

hubiera podido hacer sobre el particular, de alguna

manera puede decirse que salió airoso de aquellos

trances, puesto que Theudemir se encargó de ello.

La zozobra reinaba en los pueblos costeros que van de

Denia a Gibraltar y era grande. Escuchar lo de hay

mauris en la costa producía gran desorientación y, en

ese tiempo, hubo mucho que repeler.

Durante los años en los que Ervigio reinó, las riberas

mediterráneas de la península se vieron acosadas por

pequeñas y continuas incursiones de beréberes, esos

habitantes de la zona a los que los romanos llamaron

mauris, de ahí los nombres de Mauritania Cesareae y

Mauritania Tingitana que le dieron a esas provincias y el

que nosotros digamos moros a los habitantes de esas

tierras. Y también comenzaron los árabes a hacer de las

suyas con rápidas escaramuzas que servían de saqueo

y estudio de posibles futuros ataques más serios. Los

que conducen a una nueva conquista de territorios. El

Norte de África estaba siendo tomado con relativa

115

Theudemir

facilidad. Únicamente algunas tribus beréberes,

esporádicamente, se mostraban fuertes.

Desde el año 670 que los árabes conseguían hacerse

presentes y consolidarse en muchos lugares. Acaso la

fecha clave fuera la que se produjo en el 686, cuando

ganan Cartago a los bizantinos. Aunque estos la

recuperasen de nuevo entre el 695 y 698, los árabes se

quedaron por los alrededores.

En el año 701 ya poseían contingente armado

importante, con asentamiento en Ifriquiya, capaz de

continuar con sus conquistas. Poco después, el 705,

Musa Ibn Nasair fue nombrado primer Walí.

Oficialmente se reconoce al año 711 como fecha final

de la conquista del N. de África.

Theudemir tomaba la defensa del territorio con

acciones conjuntas de mar y tierra, infringiendo serias

derrotas a todo invasor que se acercaba a las costas.

Por estas acciones que se iteraban con una insultante y

casi periódica continuidad, el nombre de Theudemir era

motivo de admiración, odio, respeto y temor.

Cuando Ervigio muere y Égica accede al poder,

el Duque Theudemir contaba treinta y cinco años.

116

Theudemir

117

Theudemir

Capítulo VI

ÉGICA ( Rey 687 a 702 )

Sabemos cómo Égica accedió al poder y que se

mantuvo reinando durante quince años, pese a los mil

avatares que se irán desgranando de a poco. Pero,

retrocediendo un poco en el tiempo, nos vendrá a la

memoria la refinada crueldad con la que Ervigio y el

Obispo Julián de Toledo despojaron del trono al Rey

Wamba.

Opino, más que una consideración se trata de una

profunda convicción, que Wamba devolvió la jugada a la

familia de Ervigio y a sus seguidores de antaño,

corregida y aumentada. Estoy convencido que desde su

morada del Monasterio de Pampliega en Burgos, en

perfecta armonía con sus fieles seguidores y familia,

planificó una no menos elegante estrategia de recuperar

el trono para los suyos. Y, esto es evidente, lo consiguió

tan limpiamente o más que su antecesor y con similares

torticeras y maquiavélicas armas.

Su sobrino Égica, hijo de una hermana, con todas las

bendiciones habidas y por haber, incluso la del

mismísimo Ervigio y las altas instancias eclesiásticas, no

sólo desposó a hija del Rey, Cexilona, convirtiéndose en

118

Theudemir

yerno, sino que, además, juró que defendería a la prole

real, a su señora suegra, Liuvigoto, los bienes de todos

ellos, el que nadie le pudiera tocar ni la menor de las

pertenencias, incluso ni un cabello de la cabeza y, por

consiguiente, no podrían ser tonsurados, convertidos en

monjes, etc., etc.,. y todo ello en presencia de los

nobles del reino en un Concilio General.

El bueno de Wamba, que ya había demostrado

ser un gran estratega, dispuso de mucho tiempo libre y

lo había planificado. Para su regocijo y muchos de los

suyos todavía estaba vivo y coleando para frotarse las

manos y complacerse con su victoria. El topo

introducido en la familia de Ervigio funcionó según lo

previsto.

Bien sabía el viejo zorro que, como diría un refrán

castellano muchos años después, que muerto el burro,

la cebada al rabo.

Égica entroncó directamente con la familia de

Ervigio, por el casamiento con la hija y juró todo lo que

hacía falta jurar y lo que le pusieran por delante y

consiguió que los ocultos propósitos se convirtieran en

realidad y, además, para mayor INRI de la Santa Madre

Iglesia, con la bendición expresa de los Obispos

mandamases. Los mismos que pocos años antes

119

Theudemir

hicieron encajes de ganchillo para sacar del trono a

Wamba, ahora los harían de bolillos para desmontar

todos los juramentos formulados por Égica.

El 11 de Mayo del 688, en el XV Concilio de

Toledo, el flamante Rey presentó públicamente sus

problemas de conciencia y se sometió al veredicto de

los sabios y santos conductores de almas. El juramento

hecho a su suegro Ervigio de defender a su familia y de

impartir justicia al pueblo era imposible de llevar a feliz

término por incompatibles entre sí.

Por las muchas tropelías realizadas por Ervigio al

pueblo, durante su reinado, ahora, para impartir justicia,

Égica estaba obligado a retornar a sus antiguos

propietarios las muchas usurpaciones que habían

pasado a engrosar las pertenencias de sus familiares

políticos. El juramento dado al moribundo Rey estaba

formado de dos partes contrapuestas. Una anulaba a la

otra. A la duda que embargaba a su conciencia no le

hallaba respuesta. O defendía los bienes de la familia ex

real o defendía al pueblo.

El Sínodo, en esta ocasión compuesto por 66 Obispos.

8 Abades, 3 altos Dignatarios Catedralicios y 26

magnates palatinos, tomaron en consideración la

exposición del nuevo Rey, aunque sólo en parte.

120

Theudemir

Concluyeron que por encima del bien personal debía

primar el general.

No tuvieron en cuenta el total de lo propuesto, era lógico

por estar presidiendo el Obispo Julián de Toledo,

antiguo promotor con Ervigio del derrocamiento, con

premeditación y alevosía, de Wamba; pero Égica

quedaba suficientemente liberado como para comenzar

a pasar cuentas con su particular sentido de equidad y

dar satisfacción a su viejo tío Wamba y sus fieles

partidarios que ahora lo eran del sobrino.

El reciente monarca había quedado libre del

juramento dado de defensa familiar e iniciaba a su

personal vendetta que fue rotunda y continuada. Una de

las primeras que llevó a efecto fue el repudio de su

esposa Cexilo. Dice la Crónica Rotense que por

indicación de Wamba. Todo es posible en este punto y

habrá quien opine que el selecto monje a la fuerza se

quedó algo corto.

Casi a los dos años y medio del nuevo reinado,

murió el Obispo Julián de Toledo. Era el 6 de Abril del

690. Más tarde la Iglesia le canonizaría convirtiéndole

en San Julián. Ocupó su cargo el Obispo Sisberto, que,

tomando ejemplo de su predecesor, también se metió

en un jardín de padre y muy señor mío. Al poco de

121

Theudemir

asumir el cargo ya andaba promoviendo otro

derrocamiento, el del propio Égica, que no llegó a darse

porque le descubrieron el pastel antes de tiempo, para

su desgracia. No se conoce de él a partir de aquel

entonces; únicamente que desaparece de todas las

crónicas.

Desde que fue electo y ungido Rey, Égica se

dedicó a crear su propio equipo, en detrimento del que

servía a Ervigio, retomando a todos aquellos que tan

buena colaboración habían dado al tío.

Desde ese instante la corte estuvo dividida. Las

medidas no gustaban a muchos y mostraban sus

descontentos con maquinaciones a escondidas que el

clero, la familia de Ervigio y los magnates que perdían el

favor real, mostraban tras ser despojados de grandes

bienes y fincas que regresaban a sus antiguos

propietarios.

Cierto que los hijos del anterior Rey llegaron a pensar

que la sucesión al trono recaería en uno de ellos y

también que algún descendiente de Recesvinto lo

llevaría en mente. Se deduce de los sucesos que se

produjeron poco más tarde. Ninguno sospesó la

posibilidad de que Ervigio escogiera al marido de su hija

como el más adecuado sucesor al trono.

122

Theudemir

Égica, al principio de su reinado, tuvo su mayor

escollo en el Obispo Julián, que por suerte para él murió

relativamente pronto. Durante el par de años que

coexistieron en el tiempo, tuvo ocasiones para

incordiarle más de lo que hubiese deseado. Ya hemos

dicho que le visitó la parca un 6 de Abril del 690. El

sucesor, el Obispo Sisberto, prosiguió la línea marcada

por Julián, así que, respecto al cambio, no hubo ni

mucho ni poco. Era, éste, todavía más beligerante que

su predecesor y se le enfrentaba enconadamente con

buena parte del clero toledano y sin muchos recatos.

Pero Égica no estaba dispuesto a frenar sus planes y

mucho menos cambiarlos.

El nuevo Obispo de Toledo no fue óbice para

servir de freno. El 1 de Noviembre del 691, Égica,

sabiendo que en Toledo podría tener demasiada

oposición eclesiástica, convoca un nuevo sínodo; pero

esta vez en Zaragoza y consigue los beneplácitos del

clero que le hubieran podido negar y de hecho rebatían

en Toledo.

Una de las leyes aprobadas disponía que las reinas

viudas no pudieran volver a casarse ni seguir laicas.

Todas, obligatoriamente abrazarían la vida monástica y

deberían recluirse en un convento.

123

Theudemir

Ni que decir tiene que a la ex de Ervigio, Liuvigoto, con

ganas de marcha e intervención en la política activa, no

le hizo mucha gracia; aunque tampoco, pensaría Égica

y los suyos, le fue grato a Wamba, tras el engaño, tener

que estar recluido en Pampliega.

Con todo este revuelo de eclesiásticos enfrentados, un

importante grupo de magnates godos desplazados del

mando e influencias, como cuando vivía el anterior Rey,

y una familia política, suegra, cuñados, esposa, y demás

queriéndole rebanarle el cuello a rodajas, lo más lógico

pensar era que alguien estuviese tramando una severa

conjura para su derrocamiento, amén de pasar por las

armas tanto a él como a sus nobles fieles.

Hay que subrayar, una vez más, que si en la

anterior conspiración anduvo metido hasta el cuello el

Obispo Julián de Toledo, Ervigio y los entornos

palatinos, esta que ahora se llevaba a efecto estaba

acaudillada por el Obispo Sisberto, el Conde

Suniefredus y un importante grupo de altos mandatarios

godos.

La diferencia con la anterior es que la presente tenía

previsto que fuera cruenta. Afirmación basada en lo

descubierto. En esta ocasión debían quitar de en medio,

dicho así para evitar el verbo matar, en primer lugar y

124

Theudemir

para mayor seguridad de sus acciones, a varios

magnates principales. En el listado figuraban Flogelo,

Teodomiro (Theudemir), Liuvila, Liuvigoto, Tecla y otros.

Hay que hacer notar que no eran éstos los únicos

interesados por el trono, eran varios los grupos

deseosos de hacerse con la corona, pues la ex reina

Liuvigoto y el equipo de apoyo que sostuvo a Ervigio en

el poder también optaban a sacarle el trono a Égica.

De momento, en esta ocasión, Suniefredo y el Obispo

Sisberto se les adelantaron y hasta tuvieron su poquito

de gloria, tras la rebelión, unos cuantos meses. Final del

692 y principios del año siguiente. Sisberto fue

proclamado Rey y ungido por Sisberto.

Para darle fuerza a esta designación y en un intento de

reforzar la continuidad, en ese cortísimo espacio de

tiempo se llegó a acuñar moneda.

Égica, evocando las jornadas que sin duda vivió,

cuando Wamba tuvo que reprimir la sublevación de La

Narbonense y el conato de usurpación del trono por

parte del dux Paulo, montó un fuerte ejército y entró en

Toledo casi sin ningún tipo de resistencia o muy poca.

Y no lo pensó mucho. De inmediato convocó un

Concilio, el XVI de Toledo. El mencionado acto debió

sufrir un pequeño retrasó, el tiempo necesario para

125

Theudemir

nominar otro Metropolitano, una vez depuesto Sisberto.

Esta vez recayó el cargo en Félix, a la sazón Obispo de

Sevilla, ocupando esta sede episcopal el que lo era de

Braga, el Obispo Faustino. Cambios que supervisó el

Rey y agradó a todas las partes. No quería más

sobresaltos.

El día 25 Abril del 693 se inicia el XVI Concilio de Toledo

y llegó a su clausura el 2 Mayo de ese mismo año.

Se conocen los cambios episcopales porque figuran

reflejados en las actas, detallando lo que le vino a

suceder a Sisberto; pero nada se escribe de Suniefredo.

No debió tampoco ser algo bueno. Como mínimo le

sacaron los ojos que era la medida menor en estos

casos.

¿Quién era el rebelde Suniefredo o qué se sabe de él y

porqué se levantó en armas? De estas preguntas se

desconoce casi todo.

El comportamiento de Égica contra de los familiares de

Ervigio y en especial el empeño mostrado en la mengua

de bienes y poder, disgustó a buena parte de la nobleza

goda, esa parte que también gozó de semejantes

favores. Pero lo de Suniefredo es difícil de entender,

salvo que era visigodo. No era lógico que fuera uno de

los hijos de Ervigio cuando en sus planes entraba

126

Theudemir

asesinar a Liuvigoto, en teoría su madre. Es sabido de

Suniefredo que, en época de Ervigio, en el XIII Concilio

de Toledo, dos de los altos dignatarios que firmaron las

actas como duces eran: “Égica Comes Scanciarum et

Dux similiter” - subscripsi - y “Suniefredus Comes

Scanciarum et Dux similiter” - Subscripsi.

El primero fue el Rey que le siguió en el trono y el

segundo el que se lo quiso sacar por las bravas.

Suniefredo podría ser un descendiente de Chindasvinto

o simplemente un godo más de los muchos que dieron

golpe de estado, con ánimos de reinar. Por la

animadversión a quienes figuran en las actas del

Concilio y tenía previsto asesinar, no puede decirse que

fuera amigo de Égica Rey, Theodomirus Dux de

Aurariola, Liuva posiblemente el Dux de Cantabria,

Flogelo, Tecla y de la ex Reina Liuvigoto que se sepa.

A partir de este instante Égica se dedico a purgar

a los godos pocos afectos. Desde luego que hizo una

fuerte reforma en los cargos palatinos y no se sabe si lo

hizo con la saña de Chindasvinto; pero en la Crónica

Mozárabe se lee que les persiguió con rencor, sin

misericordia.

Acaso para intentar suavizar las relaciones con su

familia política se reconcilió con su esposa que ya en

127

Theudemir

siguiente Concilio de Toledo figura de nuevo como

Reina; aunque la suegra Liuvigoto no tuvo la misma

suerte y tuvo que investir los hábitos monacales, dando

por acabada su vida pública, y recluirse en un

monasterio.

Égica no tiraba la toalla y la emprendía furibundamente

contra los judíos, tal y como lo habían hecho otros

monarcas anteriores, dictando leyes que les obligasen

al comportamiento requerido por las ordenanzas y

dejasen de subvencionar levantamientos.

Por entonces por las costas españolas no hacían más

que desembarcar numerosos griegos y algún judío

huyendo de las refriegas que se daban, entre bizantinos

y árabes en el N. de África. Era como añadir leña al

fuego, no eran acogidos con muestras de muchas

confianzas; pero se les daba cobijo y amparo.

Égica volvió a convocar un nuevo concilio cuyo

tema principal no era otro que el judaico, el XVII Concilio

de Toledo que dio inicio el 9-XI del 694. En su ánimo no

había más que la destrucción absoluta del judaísmo y,

esta vez, el Rey acusó abiertamente a los judíos de

estar compinchados con los hebreos de otros pueblos

para luchar contra los cristianos. Pese a los esfuerzos y

medidas adoptadas por sus antecesores éstas no

128

Theudemir

habían obtenido grandes éxitos. Inquietaba

especialmente que los judíos en el Norte de África se

compinchasen con los conquistadores musulmanes,

cosa que podría repetirse en la península.

Lo cierto era que los árabes preocupaban a todos los

pueblos mediterráneos. Entre el 682 y 683, al mando de

un tal Uqba ya habían llegado, en un barrido de

prospección, hasta el Atlántico; pero los beréberes

lograron chafarse de ellos y recuperar el terreno

perdido. Pero en el año 686 conquistaron Cartago, a la

sazón en manos bizantinas.

La gran expansión musulmana era conocida, temida y

parecía no tener fin. En todo lugar encontraban gran

apoyo de parte de los judíos y, en especial, lo hallaron

en las dos antiguas provincias romanas del Norte de

África, las Muritanias Tingitana y Cesareae, zonas

donde habían consolidado sus vidas tras la expulsión de

los países de Europa.

Égica se las arregló para sacar adelante una serie de

normas anti judaicas que a punto estuvo de hacerlos

desaparecer para siempre. Se tomó muy en serio el

gran peligro que representaban para el reino e intentó

subsanarlo como mejor creyó. Respecto a negocios que

era su principal oficio, aquellos que continuaban

129

Theudemir

profesando su credo, únicamente podrían vender o

comprar a otros judíos; prohibición absoluta de llevar

transacciones con los cristianos. Tampoco podían

vender en los mercados y los negocios con otros países

quedaban en manos de católicos. Los que abdicaran y

siguieran practicando su fe a escondidas serían

condenados a ser despojados de sus bienes, separados

de la familia, esparcidos y vendidos por todo el territorio,

desterrados y entregados como esclavos por la ancha

geografía peninsular. Los hijos, al cumplir la edad de

siete años, entregados a una familia de probada fe, para

ser educados en la religión cristiana. Se escogería, de

entre sus criados cristianos, a quien adjudicar las

propiedades para que fueran estos quienes se hiciesen

cargo de pagar los impuestos que hasta ese momento

se satisfacían al fisco.

En resumen que Égica se las puso difíciles a los judíos

pero que, a cambio, buscó y encontró a otro enconado

enemigo que ayudaría a cualquiera que intentara

despojarle del trono.

Y tenía razón Égica de temer como temía a los

judíos. Los árabes estaban consolidando sus posiciones

en torno a los territorios de Cartago y aunque los

bizantinos recobraran un poco más tarde la ciudad,

130

Theudemir

continuaban asentados en esos territorios y preparando

próximas conquistas.

Égica, durante los quince años que duró su

reinado, no pudo disfrutar de mucha quietud y tuvo que

ir desplazándose con su corte de palatinos de lugar en

lugar, incluso llegando a acuñar moneda, cosa que hizo

en Córdoba, además de Toledo y, acaso, aún pudiera

salir alguna ceca más. Las posibles razones del

incesante peregrinar debieron ser, amén de las

probables ramificaciones de descontentos, la tan

tremenda plaga de peste que se cebó sobremanera en

La Tarraconense y La Narbonense. Ello no es óbice de

que algunos brotes menores se dieran en el resto

peninsular.

Fue esta una incómoda época de insatisfechos

magnates godos pretendiendo funcionar a su aire o al

socaire del mejor postor.

Al final de su vida, le quedaban dos años hasta su

muerte, adjuntó a su hijo al trono para que le ayudase

en una zona que comenzaba a ser molesta y requería

atenciones directas.

131

Theudemir

Capítulo VII

ÉGICA - WITIZA 670 - 702

En Galicia, los descendientes de los suevos no

gozaban de gran calma ni se hallaban tampoco muy

contentos que se diga con los aconteceres del reino.

Todos los godos de entonces llevaban un rey dentro del

cuerpo y querían su trono particular, su cetro y su

corona y en esta zona del norte no iban a ser menos.

Aunque a decir verdad, más que los descendientes

suevos, los intranquilos eran descendientes de

Chindasvinto. Especial mención para los hermanos

Favila y Teodofredo.

Égica, aconsejado por sus fieles, adjuntó al trono

a su hijo Witiza, al que le faltaba un par de años para

cumplir los veinte y nombrándole Dux de Gallecia, le

envió hacia allá colocando su sede en Tuy.

Resaltar que la capitalidad de Gallecia en esos

momentos era Braga y que, eludiéndose todo contacto,

el padre colocó a Witiza alejado de ella.

Desde allí, como si de un reino dividido se tratara,

correinó con su padre que, ya anciano, empezaba a

dejar de estar en su sano juicio y a desvariar en más

ocasiones de las aconsejables. En otras palabras, que

132

Theudemir

empezaba a chochear. Sobre este particular se comenta

en algunas crónicas de antaño.

También se dice que Witiza tuvo sus más y sus menos

con Favila, Dux de Gallecia, con el hermano de éste,

Teodofredo y al menos con uno de los descendientes de

Favila, su hijo Pelayo.

Witiza, habiendo acusado de conspiración a Favila, le

hace matar tras haberle exhibido montado en una burra

y con la diestra amputada en señal de traición. Ello para

afrenta y vergüenza de su estirpe y de él mismo. Pero,

no satisfecho con el escarmiento dado al padre, también

hace perseguir al hijo, Don Pelayo; aunque éste se zafa

del acoso y consigue refugiarse entre los cántabros

logrando salvar la vida.

No muchos años después conseguiría rehacerse de

tanto oprobio; pero, por desgracia, no le sirvió de gran

cosa y ni le duró tiempo. Como se contará, estuvo

presente en ese amargo final del reino.

No hace otro tanto con Teodofredo, pero pensando que

también conspiraba, lo cual podría ser cierto tras los

hechos acaecidos con su hermano, ordena que le

saquen los ojos y lo destierra lejos de Galicia.

Teodofredo, con su familia, se recoge en Córdoba

donde años más tarde acabarían sus días.

133

Theudemir

A partir de entonces, también Teodofredo, allá

en Córdoba, sumido en la oscuridad de su permanente

noche, aguardó en silencio maquinando su venganza

que llegaría por medio de su hijo Rodrigo y al alimón

con su primo Pelayo.

A estos años tan convulsos, tiempos de

sequeras, abandono del agro, plaga de langostas, peste

bubónica e insurrecciones sólo les faltaba alguna

invasión extranjera para completar el panorama caótico

del momento.

El asalto de los bizantinos, que poco antes habían

reconquistado a los árabes la ciudad de Cartago en el

N. de África, se reprodujo a gran escala en tierras de la

Provincia de Aurariola, específicamente en zonas

aledañas a Cartagena.

Era el preludio de invasión que, por falta de unión entre

godos, cualquier potencia extranjera pudiera estar

esperando y que unos años más tarde realizarían los

ejércitos árabes, previa petición expresa de una facción

visigoda.

Esta vez, según la Crónica Mozárabe, los bizantinos

salieron mal librados y fuertemente derrotados por el

Duque Teodomiro (Theudemir), a cargo de la armada y

ejército de la zona. Y acaso este fuera uno de los pocos

134

Theudemir

eventos positivos que ocurriesen en época tan agitada y

desgraciada.

Égica estuvo legislando e intentando sacar a

flote y fortalecer el reino hasta casi el final de sus días.

Poco antes promulgó la Ley sobre esclavos fugitivos. El

agro español mesetario presentaba una absoluta

desertización; cero cultivos y nada de labriegos.

En Diciembre del 702 fallece Égica de muerte

natural. Witiza, en solitario, se hace cargo del reino.

Era al año 672 cuando Theudimer contaba veinte

y Wamba accedió al poder por imposición de los

magnates. Desde entonces habían pasado por el trono

su yerno, Ervigio, y también el sobrino del primero,

Égica, y el hijo de éste último, Witiza, se hallaba en el

trono. Ahora tiene cincuenta y en todos los cambios de

poder ha visto la que elección del nuevo soberano, se

llevaba a efecto escogiendo por votación entre los

magnates godos, con mayor o menor truculencia en

algunos casos, y más tarde la unción del mismo por la

Iglesia.

Los godos, pese a la sugerencia que pudiera darse de

seguidores de casas específicas para mantenerse en el

135

Theudemir

poder, nunca fueron amantes una casa real de dinastía.

Es importante tener este punto en cuenta para mal

comprender los reinados que se produjeron aquellos

años y las continuas revueltas entre ellos para ostentar

la corona. En los últimos tiempos parecía que el interés

de los visigodos se inclinaba en la posesión por cada

Gran Señor de su particular reino; aunque se tratara de

un pequeño territorio.

Égica emuló a su tío Wamba y fue contundente

en el seguimiento de la leyes promulgadas. Persiguió

con saña a los judíos conversos que no lo eran, a los

insurrectos, a los poco afines a la corona y a los

esclavos que desertaban de sus puestos en el campo.

Durante su reinado sufrió y padeció peste negra,

sequías, malas cosechas, hambrunas, conatos de

invasión extranjera, revueltas internas, rebeliones por

todo lo alto, como la de Suinifredo y observó, sin poder

hacer gran cosa, que no había unión entre ellos y que

se deterioraba, empobrecía y despoblaba el reino.

Es evidente que Theudimer (Teodomiro) era

hombre de Wamba y figura entre los fijos de Égica, del

que las crónicas citan como uno de los escogidos para

matar junto al Rey en la conjura del Obispo Sisberto. Su

rastro se sigue como Dux de Aurariola en la crónica

136

Theudemir

mozárabe cuando, al frente de sus hombres, rechaza

una invasión bizantina en las costas de Aurariola.

Lo anterior son unas notas para tener en cuenta

en qué pudo estar empleado Theudemir esos años.

Amén de ser el responsable de los cobros de impuestos

en su zona para mantenimiento del reino y ejercer de

juez supremo en sus tierras.

Estos acontecimientos fueron vividos en primera

persona por su condición de Dux o lo fueron de

expectación por lo que pudiera suceder. Nada le fue

ajeno y razones tenía para la preocupación por lo que

pudiera sobrevenir; aunque sólo fuera porque la

población menguaba de forma alarmante.

137

Theudemir

Capítulo VIII

WITIZA ( Rey 702 a 710 )

Cuando apenas contaba veinte años fallece su

padre Égica y es entonces que Witiza accede al poder

en solitario. Era el momento de abandonar Tuy y

trasladar su particular corte a Toledo.

Durante los primeros años de reinado, no parece más

que tuviera prisas, el joven e inepto Rey, junto con

algunos fieles seguidores y familiares, se dedicó a

arruinar e echar por los suelos el efectivo poder real.

Prácticamente se podría decir que se las arregló para

deshacer en un abrir y cerrar de ojos lo poco o mucho

del fortalecimiento que vinieron realizando durante

tantos años reyes como Wamba, Ervigio y su padre

Égica. Y lo cierto es que lo consiguió.

Witiza convocó el XVIII Concilio de Toledo y es

evidente que a partir de ahí quedaron patente las

irreconciliables desavenencias entre los dos grandes y

diferentes bandos. Una mayoría importante de

eclesiásticos y magnates, se pusieron de acuerdo para

formar la base donde se asentarían las calamidades

futuras que llevaron al reino a la ruina absoluta..

Del mencionado Concilio una de las pocas cosas que se

138

Theudemir

conoce es que se realizó. Dicho en directo, se tienen

noticias de su convocatoria y ejecución porque de las

actas con sus resoluciones se hace mención que se

vieron durante la Edad Media, (s.V al s. XV). Es de

suponer que del s. VIII en adelante; pero que

únicamente se hizo una copia y ésta se ha perdido.

También es para tomar como lógico que se perdieran,

pues aunque se desconozca por el momento el total del

contenido, son de sobra sabidos los cambios tan

radicales que se ocasionaron y los nefastos efectos que

causaron en aquellos tiempos. Amén de lo que ha

llegado desde entonces por conducto oral.

De entonces, las noticias más fieles, por cercanas a los

acontecimientos y por lógica las menos partidistas, nos

llegan de La Crónica Mozárabe de 754.

Parecido a lo que Ervigio había realizado, nada más

llegar al poder, con determinados represaliados de

Wamba, copia Witiza la fórmula y anula los débitos de

todos aquellos nobles godos con deudas pendientes

con el reino y condona las penas de quienes se habían

alzado contra el rey o el reino poniendo en peligro la

integridad de uno u otro.

Es sabido que Witiza nunca gozó del aplauso general

de los nobles godos; especialmente a partir del Concilio;

139

Theudemir

pero tenía la mayoría y había sido electo por ellos, a

petición de su padre y, también, ungido por la Iglesia.

Aunque muy a regañadientes, era bastante para que se

le respetase y mantuviese en el poder sin grandes

sobresaltos internos.

Este rey había llegado al trono tal como lo mandaban

los cánones visigodos y era reconocido como tal. Es por

ello que no tuviera necesidad de ganarse nuevos

adeptos que le arroparan a cuenta del erario público. Y

mucho menos restituir en el poder a quienes habían

practicado la rebelión contra el Estado, contra el Rey y

contra parte de los nobles más señalados.

Resumiendo, que a aquellos perseguidos y condenados

por sus antecesores, especialmente por su padre, les

repuso en sus cargos y dignidades y les devolvió las

tierras confiscadas y en general todos sus bienes. Pero

no quedó ahí la condonación de agravios y deudas, sino

que extendió el indulto a todos los deudores con el fisco

en general y, para hacer más patente y creíble sus

intenciones, públicamente quemó todas las escrituras

de débitos para con el Estado y que Égica les había

hecho firmar confirmando sus compromisos de pago.

No hay que olvidar que Suinifredo y el Obispo

Sisberto con sus prosélitos que eran muchos, estuvieron

140

Theudemir

a punto de fraccionar el estado y reinaron por algún

tiempo, incluso acuñando moneda, en Toledo. Y que de

la época en la que el joven Witiza, 18 a 20 años, estuvo

correinando con su padre, manteniendo residencia en

Tuy, las noticias que nos han llegado, no son muy

halagüeñas ni a su favor y ni al de sus fideles.

Anduvieron haciendo de las suyas ensañándose, entre

otros, con el Dux Favila, Pelayo y otros. Pues bien, le

dio por alargar el perdón y no quedó limitado a

magnates godos golpistas y libres hispanos romanos

con obligaciones de pago de impuestos, también

alcanzó a la comunidad judía a la que suavizó en gran

manera las penas pendientes.

¿Qué se escondía tras estas jugadas? Estas cosas no

se hacen sin ton ni son.

Lo preocupante en esos momentos, visto desde la

lejanía del tiempo, es que puso en su contra a toda una

gran facción del clero que entonces estaba en la cima

del poder en Toledo y zonas de Bética y Aurariola. No

caben dudas que algún desencuentro grave debió

suceder entre la realeza, la iglesia oficial y un buen

número de magnates godos. No ha llegado a la

posteridad tales desavenencias plasmadas en esas

actas del Concilio XVIII, porque se han extraviado. ¡Qué

141

Theudemir

cosa tan rara! ¡qué gran torpeza! Por otra parte, la

pérdida no parece que fuera tal, sino más bien

desaparición y retirada de circulación con total

premeditación por parte eclesiástica en algún momento

posterior a los graves acontecimientos que no tardarían

en hacer acto de presencia.

Algunas medidas conocidas, tomadas hasta ese

momento por Witiza y sus fieles, no eran para echarse

encima a la Iglesia, acaso para todo lo contrario. El

perdón es algo que La Iglesia siempre recomendó y ha

aplaudido. ¿Qué podría ser ese algo tan enigmático y

ofensivo? ¿qué era ese algo tan irreconciliable?

De la guerra, entre ellos, nos ha llegado un cruce de

inculpaciones mutuas de promiscuidad. Mientras la

iglesia oficial acusaba al Rey de lujurioso y depravado,

Witiza respondía que más les valdría a ellos quitarse el

disfraz del celibato que les servía de excusa y, puesto

que todo el clero convivía embarraganado, que

olvidaran el concubinato y se casaran, como ciudadanos

normales, en vez de vivir amancebados.

Existen noticias en las que se afirma que Witiza abolió

el celibato a la clase sacerdotal y animó a los clérigos a

tomar esposa y, también, que negó con rotundidad la

obediencia debida a Roma. Estos pudieron ser una

142

Theudemir

buena parte de los puntos acordados en el concilio y por

lo que las citadas actas hayan desaparecido

misteriosamente.

El tema de fondo, mejor decir los temas de fondo eran

no menos de cuatro. Y Witiza y sus hermanos, de

momento, y para sus intereses, lo trataron bien.

El primero era mantener a la familia en el presente,

futuro inmediato y para siempre en el trono a toda costa

y pese a quien pese. Instaurar la dinastía familiar.

Era esta una preocupación reciente entre los godos que,

a toda costa, cuando son elegidos, piensan perpetuarse

en el trono, no antes. El que conseguía llevar la corona

sobre su frente, quería siempre tener a su familia en

todo lo alto y, desde luego, lograba tener en contra a un

grupo que buscaba la opción de reinar mediante la

elección. Amén de la tradición, era el sentimiento más

predominante de los godos y estaba la ilusión de llegar

a ser el supremo en todo y para todos.

El clan Witiza, para conseguir sus propósitos, buscó

rodearse de fieles partidarios y para ello nada mejor que

perdonar y colocar en sus antiguos puestos, incluso con

devolución de haciendas, a tantos como habían sido

despojados de cuanto tenían por alzarse en rebelión.

Esto incluía a los judíos y grandes hombres que

143

Theudemir

permanecían deudores con el estado. No importó a

Witiza que esta operación empobreciera a la Corona

hasta límites insospechados porque a cambio conseguía

para su clan familiar un enorme número de deudos

adeptos y fieles seguidores agradecidos.

En segundo lugar figura el poder económico de la

familia real. Fuera de la manera que fuese, el clan

terminó siendo propietario de la mayoría de territorios de

la Tarraconense, Narbonense, y gran parte de la

Cartaginense. Los territorios de la Bética de momento

estaban controlados al pertenecer, en grandes

extensiones, al patrimonio de la Corona. Era algo de lo

mucho que hubo y que todavía conservaba el Tesoro.

En pocos años habían desamortizado los bienes de la

corona y todo apunta que de alguna manera los habían

hecho llegar a sus patrimonios personales. También era

este punto muy repudiado por la oposición al trono que

se veía altamente en desventaja ante el enorme poder

que acumulaba la familia real.

En tercer lugar, puede que el más preocupante, queda

la lucha interna entre las dos facciones de la Iglesia.

Unitarios y Trinitarios nunca dejaron de lado a sus

creencias ni las defensas de sus cánones y dogmas.

Desde tiempos de Chindasvinto los gobernantes se

144

Theudemir

entendieron mejor con los llamados unitarios, arrianos,

al tiempo que se enconaban, cada vez más, las

relaciones con la Iglesia de Roma, trinitarios. No hay

que olvidar que el Papa llamó a San Isidoro y a San

Braulio, entre otros Obispos, “Perros ladradores” Las

relaciones de una parte eclesial no se llevaba muy bien

con la oficial romana. Sin embargo, la iglesia oficial del

reino no podía aceptar públicamente la ruptura con la

facción opuesta. Era tanto como reconocer que el cisma

estaba presente y servido. Era preferible callar y esperar

tiempos mejores que llegarían con otros monarcas y

pontífices en el poder.

Esto es tan importante que aclararía, de una vez por

todas, las causas de la desaparición de las actas del

XVIII Concilio de Toledo.

Cien años, desde que un rey abdicara de su fe por

intereses políticos, son insuficientes para hacer olvidar

los credos generacionales de toda una población

visigoda más cercana a la conciencia cristiana de sus

primeras épocas que a la nacida en el Concilio de

Nicea, año 325 o el de Constantinopla en el año 381.

En poco menos de diez años la sede

metropolitana de Toledo había visto pasar a tres

mandatarios: Félix de Toledo, Gunderico y Sinderedo.

145

Theudemir

De los dos últimos, las crónicas subrayan que eran

godos que se distinguían por su santidad, afirmación,

como mínimo, para poner en cuarentena, pues del

segundo se deja constancia que por incitación de Witiza

condujo con gran dureza y opresión al clero que halló en

Toledo y que estaba compuesto por hombres ancianos

y dignos de toda verdad.

Este mismo Obispo Sinderedo fue el que huyó a Roma,

cuando la invasión árabe, olvidándose y abandonando a

todos los fieles cristianos. No puede decirse que se

comportara como un buen pastor, mas bien todo lo

contrario, como tahúr ventajista que juega con dos

barajas.

En cuarto lugar hay que hacer notar la nueva formación

militar existente en esos momentos en el país.

Prácticamente todos los cronicones que dejan noticias

de esta época, comentan y no acaban de la incipiente,

algunos dicen manifiesta, guerra entre ellos.

Las taifas que surgieron cuando desapareció el Califato

de Córdoba, todo parece indicar que fueron inspiradas

en estos años de Witiza en los que el descontento y

querer ir por libre se hacía presente en muchos

cabecillas con algo de poder territorial.

Witiza se encargó de hacer las cosas más sencillas para

146

Theudemir

cuando sus tropas tuvieran que sofocar algún tipo de

rebelión. Era tan simple como demoler las murallas de

las ciudades, para que no fuera muy costoso en tiempo

y dineros atacarlas con un fuerte grupo de hombres

armados. Barato y rápido. Pero todavía lo era más si el

personal repartido por la geografía del estado se veía

obligado a trocar sus armas en rastrillos y útiles de

labranza.

Witiza recompuso el ejército. Durante su reinado la

defensa de los territorios estaba encomendada y en

manos de los duques y comes así como de los

magnates pudientes que tenían su propio personal de

armas. Cada provincia, condado, ciudad importante o

propiedad de gran hombre disponía de casi autonomía

total. Las obligaciones para con la Corona se limitaban

al pago de los impuestos que cada noble estaba

obligado a satisfacer al Tesoro. También a concurrir con

sus hombres de armas cada vez que el Rey se viese en

la necesidad de formar un ejército para afrontar al

enemigo.

Si todo este batiburrillo no fuera suficiente para

mantener en estado de alerta cualquier atisbo de

tranquilidad, para que el pueblo pudiera medrar un poco

y convivir con algo de alegría, añadamos las malas

147

Theudemir

cosechas por pertinaces sequías en los últimos cuatro

años del gobierno de Witiza y las grandes hambrunas.

También el rebrote de peste negra que asoló la

península con la consiguiente mortandad que, según

algún cronista, alcanzó a casi un tercio de la población.

El clan de Witiza era, principalmente, el formado por los

tres hijos de Égica y sus respectivos descendientes.

Nos referimos a: Witiza Rey, Don Oppas Obispo de

Sevilla y el Duque Sisberto.

Witiza tuvo tres hijos en cuyos nombres no se ponen de

acuerdo los cronistas de la época. Unos dicen que se

les conocía por Aquila, Olmundo y Ardabasto; otros,

manteniendo los mismos nombres, que Aquila era el

menor de los tres. Los hay que están de acuerdo con

dos de ellos; pero sustituyen el nombre de Aquila por el

de Romulus y los hay que los denominan Flavio, Evanco

y Akila. Todo parece indicar que los verdaderos

nombres fueron los de Olmundo, Ardabasto y Rómulus.

También figura perteneciente al clan otro de los

próceres de entonces Rechesindo, Duque de Bética,

tutor de los mencionados hijos de Witiza.

Cuando murió Witiza, el mayor de los hijos tenía

diez años y no parece que correinara con el niño ni que

le nombrase Dux de la Tarraconense. Éste infante, junto

148

Theudemir

con sus hermanos, debió estar tutelado por allegados

de confianza en Toledo o en Bética.

Con todo este material explosivo por delante, un

mal día Witiza, no contando todavía treinta años, fallece

en Toledo de muerte natural.

No era previsible que un rey godo muriese de edad tan

temprana y mucho menos que el óbito se produjese

tranquilamente en cama. No fueron muchos los reyes

godos que pudieron hacerlo.

El desenlace, no esperado, lo aprovecharon sus

contrincantes declarados, ya era sabido el

enfrentamiento entre arrianos y trinitarios, y las dos

grandes casas ex reinantes, para con presteza elegir a

un nuevo monarca que restituyera el orden establecido

en tiempos de Recaredo.

A partir de ese momento se acelerarán unos

acontecimientos que acaban en los desastres de una

guerra civil declarada y otra masiva invasión extranjera

a la península.

Retomando el nombre de Aquila. Lo que sí parece

lógico es que el mencionado Achila o Akila, que acuñó

moneda como Rey en las cecas de Zaragoza, Narbona

y Tarragona, desde el año 710, el mismo en el que

murió Witiza, se proclamara soberano de parte de la

149

Theudemir

Tarraconense, de la Narbonense y que, por supuesto,

no era hijo del difunto Rey Witiza. Debió tratarse de un

conde godo que, al igual que el Duque Paulo,

aprovechando la inestable situación que se daba por los

enfrentamientos para ocupar el trono entre ambos

grupos mayoritarios, se proclamó Rey del Oriente.

Utilizó el enquistamiento entre los seguidores de la casa

Chindasvinto y el de la de Wamba en la confianza que,

estando divididos y entretenidos entre ellos, podría

gozar de impunidad y esperar a que el tiempo corriera a

su favor.

Cuando Witiza comenzó el reinado en solitario, el

Conde Theudemir contaba cincuenta años y cuando se

produjo el óbito del Rey estaba ya en cincuenta y ocho.

No puede decirse que le tocara vivir, hasta esos

instantes, una época boyante, pacífica y repleta de

éxitos. Acaso lo fuera durante su juventud, cuando

Recesvinto y nada más.

150

Theudemir

151

Theudemir

CAPÍTULO IX

RODRIGO ( Rey 710 a 711)

El uno de Marzo del 710 Roderic que conocemos

por Don Rodrigo, fue proclamado y ungido rey. Alcanzó

el poder por votación mayoritaria entre la nobleza

visigoda y eclesiástica y es necesario resaltarlo porque

existen versiones tanto arrianas como witizianas que

proclaman desvergonzadamente que Don Rodrigo

usurpó el poder, siendo que el electo, de entrada,

rechazó el cargo. Así que hay que hacer notar que la

elección fue realizada con arreglo a lo establecido y

que, desde un principio, aceptada por todos; aunque

algunos lo hicieran con mayor regocijo que otros e,

incluso, los hubiera sin ningún tipo de alegría, caso del

clan witizano y allegados.

Al principio los familiares y partidarios del difunto

Monarca dieron a entender que aceptaban, aunque de

malos modos, la elección del nuevo Rey. Desde el

primer instante habían estado intentando, por todos los

medios, proseguir en el poder presentando como

heredero al mayor de los hijos del Rey. No habían

obtenido suficiente quórum y Don Rodrigo fue el

designado, tal y como lo indicaban las leyes godas en

152

Theudemir

esos tiempos y, por consiguiente, declarado y ungido

como Soberano los visigodos hispanos.

Es a partir de este momento que se dieron

determinados comportamientos contrarios y de los que

la historia se ha encargado de dejar constancia. Nos

queda, antes de seguir adelante, resaltar que algunos

de los grupos enfrentados eran fuertes, tanto

económicamente como de número, y que existen

disparatadas versiones para todos los gustos que van

desde una guerra civil, generalizada y abierta, a

determinadas escabechinas por parte del recién poder

establecido o persecución amedrentadora y revanchista

de los que ostentaron el mando a los partidarios del

nuevo Rey, como pago a la elección que no debieron

hacer.

Si en algo están de acuerdo todas las crónicas de

antaño es que el clan Witiza no pudo hacerlo peor.

La subida al poder de D. Rodrigo pudo crear

muchos resquemores y era hasta lógico que se

produjesen, en especial entre la familia del extinto

Monarca. No hay que olvidar, asunto a tener presente,

que Witiza se ensañó con Teodofredo, padre de D.

Rodrigo, al que trató de subversivo y mandó sacar los

ojos y que a Favila, hermano de Teodofredo, tío de Don

153

Theudemir

Rodrigo y padre de D. Pelayo, por conspiración, le

detuvo, paseó en burra con la mano diestra amputada

para mofa y escarnio de él y de todos sus familiares y a

posteriori ordenó matar. Y no hizo lo mismo con Pelayo

porque éste logró zafarse; pero le persiguió

enconadamente hasta que el tiempo le desanimó por no

hallarle en ningún lugar. Ahora habían llegado las tornas

y Rodrigo era legítimo Rey y Pelayo, el primo acosado y

perseguido, nombrado Duque Spartario, general de las

tropas visigodas.

Witiza había perecido; pero al mando del clan habían

quedado los más próximos allegados, sus hermanos, el

Obispo De Sevilla Don Oppas y el Duque Sisberto,

amén de sus hijos, esposa etc. De la esposa e hijos no

se puede decir mucho. El mayor de ellos apenas

contaba diez años.

Existían, además, con el alma en vilo y temiéndose lo

peor, aquellos que habían atentado contra el poder y los

reyes del momento habían castigado severamente.

Esos deudos a los que Witiza había ganado para su

causa perdonándoles los débitos para con el estado,

entre los que cabe mencionar a los sublevados en la

Narbonense, los partidarios del Duque Paulo, los de

Suinifredo y el Obispo Julián, los judíos hechos regresar

154

Theudemir

y repuestos en todo aquello que habían perdido por sus

conjuras contra el estado. Dice el refrán: El que la debe,

la teme. Todos estos y alguno más debían estar

espantados con lo que pudiera venirles. Y

engrandeciéndose el pavor con las sugerencias de Don

Oppas y el Duque Sisberto que desde un principio, al no

ver aceptadas sus propuestas de encumbrar al mayor

de los hijos de Witiza en el trono, con diez años era

impensable que los godos aceptasen tal decisión, se

dedicaron a buscar prosélitos para derrocar al

legalmente establecido, como Rey, Don Rodrigo.

Desde el primer instante, a la chita callando,

soterradamente en determinadas ocasiones y otras con

total descaro, se dedicaron a incitar entre sus

paniaguados a la sublevación. Ellos no se mostraban

abiertamente enconados, para ese menester tenían a

sus fieles seguidores. Se hacía importante permanecer

en segundo plano.

Entraba en los planes del siniestro Obispo tener al Rey y

a sus partidarios entretenidos sofocando pequeñas y

medianas sublevaciones que llevaban al exterminio a

gran número de hombres, mientras él buscaba apoyos

extra peninsulares que se enfrentasen a un diezmado

ejército real. No sería la primera vez que algún monarca

155

Theudemir

visigodo recurriera a la ayuda exterior para deponer del

trono al antecesor. Lo hizo Atanagildo con la ayuda de

los bizantinos y también Sisenando que se procuró el

apoyo de los francos.

Así fue como el Duque de Bética, Rechesindo, tutor de

los hijos de Witiza, se alzó en Sevilla contra los

partidarios de Rodrigo instalados en Córdoba. No le

salió ni medianamente bien la jugada puesto que el

mismísimo Rechesindo perdió la vida junto a otros

muchos que intervinieron en la revuelta.

Era necesario sofocar las sublevaciones los antes

posible para que no cundiera el ejemplo y este

alzamiento de Bética, recién electo Don Rodrigo podía

ser la llama que prendiese en toda la península.

Don Rodrigo y familia tenían su sede en Córdoba,

donde moraban desde muchos años atrás.

Existe constancia de que los mejores hombres de

guerra apoyaban a Don Rodrigo e, incluso, que él

mismo era un excelente estratega, valiente y esforzado

guerrero.

A partir de la sofocación de este levantamiento, Roderic

nombró Duque de Bética a su sobrino Evantius.

Y, aunque se logró que no hubiesen de momento

grandes revueltas, sobre lo ancho y largo de la

156

Theudemir

geografía peninsular, no pudo evitarse que comenzaran

a surgir pequeños focos de insurrectos que

sangrientamente se enfrentaban a los afines del

flamante Rey que, suponiendo que esto ocurriría, según

algunas crónicas antañonas, en primera instancia había

declinado semejante nombramiento y negado su

voluntad de ser proclamado Rey.

Es preciso recordar que el ejército o personal de armas

era patrimonio de cada magnate visigodo y que de éstos

dependía tanto el mantenimiento de la tropa como el

aprovisionamiento de útiles, armas y caballos. En caso

de agresión externa, incluso interna, a petición real,

esas mesnadas debían configurar el cuerpo del ejército

visigodo. También el Rey tenía su propia guardia

personal y un cuerpo armado de intervención. El

nombramiento de Conde Espartario, General de todos

los ejércitos, como se mencionó más arriba, y que

designó Don Rodrigo nada más acceder al poder,

recayó en su primo Don Pelayo.

Don Rodrigo reinó poco tiempo, desde el uno de

Marzo del 710 hasta el 23 Julio del 711, fecha más

probable, en la que pereció en batalla. Durante este

tiempo no hizo más que sofocar pequeñas rebeliones e

intentar apaciguar los ánimos exaltados que promovían

157

Theudemir

los witizianos. Ya en la primavera del 710, a pocos

meses de haber sido electo, como premonición de lo

que vendría más tarde, tuvo que verlas con una invasión

árabe, compuesta por cien jinetes y trescientos hombres

de a pie y que se realizó por el estrecho, siendo

trasladados en unas naves pertenecientes a un tal Don

Julián.

Theudemir se encargó de deshacer esta escaramuza;

aunque sin poder evitar el copioso botín que arrancaron

en las ciudades limítrofes a las costas gaditanas.

Hay quienes sostienen la poca relevancia de esta

acción, basándose en que fue una toma de contacto, un

estudio previo de los árabes, una preparación a lo que

llevaban en mente realizar a lo grande un año más

tarde. Es posible, esto no se puede negar ni confirmar;

aunque parece de toda lógica que nadie avise al

enemigo ni le advierta para que esté preparado porque

un día, cuando le venga a bien, vendrá a masacrarte y

entrará a tu casa por esa puerta llamada Estrecho de

Gibraltar.

Esta fue, sin lugar a dudas, una acción premeditada y a

todas luces preparada por los partidarios de Oppas, y

que el tal Julián, deudo, simpatizante de la familia Witiza

o con ansias de revancha hacia los peninsulares en

158

Theudemir

general, montó para incentivar la conspiración y

fomentar los aires de inseguridad de la nueva soberanía

recién constituida. Es posible, también, que los árabes

buscasen el lugar más idóneo donde desembarcar y

montar un cuerpo adelantado para reforzar la llegada de

otras fuerzas; pero esto no puede ser más que una

suposición. La realidad de los hechos es que uno de los

generales de Musa ibn Nusair, el lugarteniente de

nombre Tarif ben Malluk, fue derrotado

estrepitosamente con sus gentes y obligado con los

superviviente a retroceder al Magreb, cuando pretendía,

cabe dentro de lo posible, todo lo contrario. Formar una

cabeza puente para sucesivas avenidas de personal

armado. Es seguro que el número de invasores no era

muy grande; pero en un país salpicado de pequeñas

luchas civiles podía darse de todo, incluso una pequeña

invasión para ver qué acontece y procurar pasar

desapercibido, sin mostrar grandes muestras de

prepotencia o importancia.

Durante el tiempo que transcurre desde este

acontecimiento y el desembarco que se llevó a efecto

de las tropas árabes, beréberes y reclutadas por Julián

un año más tarde, tanto el Duque Sisberto como el

Obispo Oppas se dedicaron a buscar, soterradamente,

159

Theudemir

alianzas extranjeras que les permitiera alzarse contra el

poder de Don Rodrigo y fueran capaces de aniquilar a

quienes tenían por enemigos mortales. Y ciertamente

que lo intentaron con los francos, algo escamados

desde tiempos de Wamba y que no le otorgaron ni

mucha ni poca atención y también con los árabes que,

en primera instancia, tampoco estuvieron de acuerdo en

seguir los planes de D. Oppas. Probablemente dejaron

transcurrir algo de tiempo para poder negociar desde un

estatus más favorable a sus intereses. No estaban por

la labor, tal que así. En primer lugar debían calcular los

gastos de la intendencia de la tropa y preparar a

conciencia todos los detalles antes de volver a la

península. Y lo que parecía más importante: estar

seguros que no se trataba de nada raro contra ellos y

ésta operación no fuera una maquinación del Obispo

Oppas y Don Yulián, que así le llamaban los beréberes,

para dar una severa lección a las tropas invasoras

árabes.

Todo parece indicar que fue este Conde Julius, Yulián o

Don Julián, se le trata en alguna crónica de Duque

visigodo de Ceuta, quien se encargó de hacer los tratos

y convencer a Abu abd ar-Rahman Musa ibn Nusair,

Gobernador del Magreb y de Ifriqiya, actual Túnez y una

160

Theudemir

pequeña zona de Argelia, de dar todo tipo de facilidades

para pasar el estrecho, así como información exhaustiva

del poder de las tropas, las plazas fuertes y ciudades

amuralladas, las riquezas de los nobles e iglesias, el

permiso de saqueo durante un tiempo, con libertad de

masacrar y violar a la población, así como una

importante cifra económica y asegurar que todos los

gastos serían sufragados por él mismo, en primera

instancia, y con los tesoros de la familia Witiza más

tarde.

El Obispo Don Oppas y el Conde Sisberto y

todas sus parentelas y seguidores witizianos debían

estar locos al confiar en los árabes y en el más

peligroso, todavía, Don Julián. ¿Creyeron alguna vez

que, una vez derrotado Don Rodrigo y sus leales, se

retirarían de unas tierras tan fácilmente conquistadas y

que se hallarían sin defensa alguna o inferior a la que

habían hecho frente y subyugado?

Ha quedado un detalle importante sin relatar

hasta llegado este momento. Se ha dejado adrede hasta

llegar aquí. Se trata, nada más y nada menos, que de la

conquista de Ceuta. Esta plaza con sus territorios

circundantes la perdió Witiza en el año 709, casi dos

antes de morir. Don Julián, supuesto que alguna vez

161

Theudemir

hubiera sido un fiel clientelar de Witiza y nominado y

colocado a dedo en ese puesto ¿a quien debía

obediencia? ¿al Rey de Toledo Don Rodrigo o a Musa

ibn Nusair? ¿habría perdonado, a estas alturas, que

dejaran en manos enemigas a la plaza, a él y a los

suyos? ¿en estos momentos era arriano, católico, judío,

visigodo, beréber, militar o mero negociante al servicio

del mejor postor? ¿no será, acaso, que siempre fue un

importante negociante del lugar con el que se venía

haciendo negocios desde bastante tiempo atrás?

Es sabido que Yulián era un hombre rico y poderoso al

que los árabes habrían dejado mangonear en Ceuta y

que negociaba con los visigodos y con quien le pudiera

dejar algún tipo de ganancia sustanciosa. Por ello y por

ser conocido por las partes, sirvió de intermediario del

inmenso disparate que urdió el, desde entonces,

vilipendiado y odiado Obispo Oppas.

La noche del 27 al 28 de Abril del año 711,

cuatro grandes naves propiedad del llamado Don Julián

comenzaron a pasar árabes armados a la península. Así

continuaron durante varios días hasta completar un

número aproximado de 7.000 guerreros con sus

pertrechos de guerra, caballos e intendencia militar

precisa.

162

Theudemir

Cuando la noticia de los asentamientos árabes en el sur

de Hispania le fue dada a conocer a Evantius, éste, al

frente de un nutrido grupo de gente armada se aprestó

a repetir, otra vez más, la operación que un año atrás

había ejercitado Theudimer; pero la situación ni era

igual ni se parecía en lo más mínimo. Enseguida se

percató que esta irrupción iba en serio y que no se

trataba de una de esas incursiones, a las que les tenían

acostumbrado, de puro saqueo y retirada con el botín.

Era una invasión a toda regla.

Evantius tomó conciencia de los hechos y envió con

toda urgencia la noticia a Don Rodrigo que, a la sazón,

se hallaba sofocando un nuevo alzamiento en

Pamplona. Puede que este alzamiento no fuera mero

azar y perteneciera a la amplia trama planificada por el

clan Witiza con un fin muy definido: dispersar la

atención y el poder del ejército hacia otros lugares que

no fueran los del sur de Hispania y ganar tiempo para

establecer un asentamiento con totales garantías para

los incursionistas.

Don Rodrigo creyó de inmediato en la gravedad de los

hechos, consideró como mal menor las refriegas que

estaba sofocando y se apresuró en acudir a la zona

invadida con la intención de repeler al enemigo.

163

Theudemir

Tres meses le llevó poder conseguir un ejército que

rondaba los veinte mil hombres y ello contando con la

ayuda, en ese momento inestimable, de los

pertenecientes al solapado clan Witiza.

Witiza se había encargado con su Ley de Guerra que

cada noble tuviese su propia defensa y se creyese un

independiente reyezuelo dentro de su territorio. Ahora

costaba un trabajo ímprobo el reclutamiento de fuerzas

para la defensa. Tres meses le llevó a Don Rodrigo

formar un ejército suficientemente capaz de repeler la

invasión extranjera. Tres meses que también sirvieron

para que los árabes afianzaran sus asentamientos y

estudiasen la zona en la que presentarían batalla al

enemigo visigodo.

También Tariq se enteró de los efectivos que Don

Rodrigo venía enrolando en su paulatino acercamiento a

la Bética y solicitó a su jefe, el Gobernador de Ifriquiya,

un reforzamiento de hombres que se unieran a los siete

mil guerreros ya desembarcados, acampados y

debidamente pertrechados. Musa Ibn Nusair consolidó

su ejército con otros cinco mil nuevos hombres, llegando

a formar un cuerpo armado de doce mil soldados.

Cabe pensar que Musa era conocedor de lo que

acontecería en un futuro inmediato y que no enviaría

164

Theudemir

tontamente a doce mil de sus hombres a la muerte,

dejando el recién territorio del Norte de África

desamparado y poniendo en peligro hasta su propia

existencia, en el supuesto de un fracaso. A esos doce

mil hombres habría que sumarle un fuerte contingente

de guerreros judíos y beréberes subvencionados con el

patrimonio de Yulián u otros negociantes judíos a los

que Witiza condonó sus deudas y repuso de nuevo en

sus cargos y bienes.

El ejército musulmán estaría en torno a los dieciocho o

veinte mil hombres armados.

Se conoce que el ejército visigodo era superior en

número y que el enemigo estaba en conocimiento del

contingente armado al que debía enfrentarse. Pero,

siendo grande la diferencia, y sabiendo que ésta le

llevaría a la derrota segura, se enfrentaron a la

conquista del nuevo territorio. Algún secreto muy bien

guardado debía esconderse detrás de todo este

galimatías para que se llevase a efecto un encuentro

armado entre visigodos y árabes que a todas luces

tenían perdido los sarracenos antes de comenzar. Y

esto fue lo que aconteció en las primeras escaramuzas

armadas entre ambos grupos. Siempre las tropas

visigodas salían victoriosas.

165

Theudemir

El 19 de Julio del 711 ambos cuerpos de ejército

se encontraron en lo que los árabes llamaron Wadi

Lakkah. Lugar que viene identificándose con las tierras

comprendidas entre el Río Guadalete y el Barbate por lo

que los encuentros muy bien pudieron llevarse a efecto,

afinando el lugar de los hechos, entre la actual Laguna

de La Janda y el río Barbate. Esta es la fecha oficial en

la que dieron inicio las fuertes y sangrientas refriegas

que acabaron el 26 del mismo mes y año.

Los primeros días, encuentros de tanteo, y también los

siguientes fueron de claro dominio visigodo de manera

que, pese a lo violento y sangriento de las reyertas, se

estaba llegando a una clara, rápida e incuestionable

victoria.

Lo espeluznante e increíble viene cuando, con los

sarracenos literalmente vencidos, los dos cuerpos

armados que componían las alas del ejército visigodo se

revelan contra el núcleo central que dirigía el Rey y

revolviéndose contra sus compañeros, producen la gran

masacre. Don Oppas y el Duque Sisberto con los nobles

fieles del clan Witiza, atacaron feroz y directamente a

Don Rodrigo y sus leales que se vieron rodeados de

enemigos por todas partes.

Los musulmanes, atónitos, veían como se mataban

166

Theudemir

entre ellos y de sentirse apabullados pasaron a crecerse

y a tomar conciencia que podrían ganar la batalla que

tenían perdida.

Y es lo que sucedió. El grueso del ejército visigodo

mandado por D. Rodrigo y sus mejores tropas se vieron

asediadas por todos los costados y de ser superiores en

número pasaron a inferiores por la deserción y pase al

enemigo de los witizanos y de ir ganando la batalla a

perderla.

Nunca más se supo de Don Rodrigo del que se

llegó a comentar que fue muerto en la batalla y que

hallaron su caballo y el botín de unos de los pies.

Según la Crónica Rotense, se halló años después una

lápida en Viseu con la inscripción: HIC REQUIESCIT

RUDERICUS REX GOTHORUM, aquí descansa

Rodrigo Rey de los godos.

Casi todas las versiones y supuestos caben como

hipótesis. Rodrigo pudo huir pensando en recomponer

sus huestes para intentar más tarde recobrar el reino.

Rodrigo pudo llegar a Viseu gravemente herido de la

batalla y no sobreponerse a las heridas, muriendo en

ese lugar. Y también que el cuerpo de Don Rodrigo fue

recogido por sus fieles y llevado hasta allí para darle

cristiana sepultura.

167

Theudemir

Con esta traición y derrota, ante los árabes, se

da fin al reinado de Don Rodrigo que se convierte en el

últimos de los Reyes Godos de España. También cabe

decir que los sarracenos no se quedaron quietos en la

Bética, pues, instruidos por los traidores, se desplazaron

hacia las plazas en busca de botín de guerra y ello

prácticamente sin oposición, salvo los pequeños núcleos

armados que hallaron a su paso hacia Córdoba, Toledo

y Guadalajara y más tarde Sevilla, Mérida, etc. .

Habrá que hacer notar que cuando los traidores

hermanos de Witiza, el Obispo Don Oppas y el Duque

Sisberto que encabezaban a sus fieles, preocupados

por la extensión de los territorios conquistados y el

saqueo de tan grande porción de territorio peninsular,

amén de las ingentes muertes indiscriminadas de los

nobles que habitaban en grandes ciudades, dijeron a los

árabes que ya no les necesitaban y podían retirarse a

los lugares de donde procedían, ya era muy tarde. Éstos

no estuvieron de acuerdo y manifestaron a las claras

que sus intenciones eran las de perpetuarse en los

nuevos lugares conquistados.

En esos momentos estaba deshecho el poder visigodo y

la conformación de un ejército suficiente era cosa

improbable.

168

Theudemir

Sobre este particular dice Don Marcelino Menéndez y

Pelayo en su Historia de España: Averiguado está que

la invasión de los árabes fue inicuamente patrocinada

por los judíos que habitaban en España. Ellos les

abrieron las puertas de las principales ciudades porque

eran numerosos y ricos y, ya en tiempos de Égica,

habían conspirado poniendo en grave peligro la

seguridad del reino. El concilio XVII los castigó con

harta dureza, reduciéndolos a esclavitud (Canon VIII);

pero Witiza los favoreció otra vez y a tal patrocinio

respondieron conjurándose con todos los descontentos.

La población indígena hubiera podido resistir al puñado

de árabes que pasó el Estrecho; pero las torres estaban

por tierra y las lanzas convertidas en rastrillos. No

recuerda la historia conquista más rápida que aquella.

Ayudábanla a porfía godos y judíos, descontentos

políticos, venganzas personales y odios religiosos.

La familia de Witiza, en pago a la traición a los

suyos, estuvo recompensada, según algunas crónica de

entonces, con la propiedad tres mil latifundios y aldeas

de la Bética que eran antigua propiedad de la Corona.

Debieron escuchar lo de: Roma no paga a traidores de

cuando Viriato fue traicionado por algunos de los suyos

y el Cónsul Marco Pompilio se negó a cumplir lo

169

Theudemir

prometido. Pero esta vez no fue así.

Algunos núcleos, aislados entre sí, resistieron

más o menos tiempo al invasor. Al frente de uno de

ellos se encontraba Theudemir en la Provincia de

Aurariola, Pelayo en Asturias y algún otro hubo que se

vio obligado más tarde a pactar como es el caso del

Duque Casius.

De Theudemir, Teodomiro, comenta Isidoro Pacense:

Era hombre sabio, elocuente y muy hábil en el arte de la

guerra y ya en tiempos de Égica y Witiza había ganado

a los moros victorias importantes. Al tiempo de la

irrupción les ganó algunas batallas y logró ajustar con

Abd al Aziz una honrosa paz. Pasó después a Levante y

en Damasco fue alabado de los cristianos y muy

honrado del Califa que confirmó y mandó observar el

tratado de Teodomiro con Abd al Aziz.

De Don Pelayo, acerca de su figura y gestas, se ha

escrito lo suficiente como para que sea conocido. Son

muchos libros los que sobre la Reconquista y Reino de

Asturias se han escrito.

Del Duque Casius es posible que no sepamos tanto

como de los anteriores, puesto que se trata del que

menos noticias llegaron hasta hoy; pero hay las

suficientes como saber que era Conde de Cantabria y

170

Theudemir

que pactó con los árabes ventajosamente, acaso por

convertirse en muladí.

Antes de pasar página sobre las vivencias de

Theudemir en tiempos de Don Rodrigo, nos vamos a

hacer eco, someramente, de un aprovechado de

nombre Aquila que, con anterioridad a la invasión árabe,

en el 710, a la muerte de Witiza, se autoproclamó Rey

de la franja mediterránea de la Tarraconense y de la

Provincia Narbonense y que llegó, incluso, a acuñar

moneda. Y también de una leyenda que habla de los

motivos que se esgrimen para que el Conde Don Julián

quede justificado, siendo godo, cristiano y amigo de los

witizianos, el que obrase de manera tan pérfida.

Akila II o Aquila II, dicen algunos cronistas que

era hijo de Witiza. Otros dejan constancia que los

nombres de los hijos eran: Olmundo, Ardabasto y

Rómulo, por consiguiente, de hijo no tenía nada. En

este punto no hay acuerdo, porque, de serlo, no sería el

mayor de ellos, como asegura más de uno, sino el

menor de todos. Está muy definido que el mayor era

Olmundo y que le seguía Ardabasto. Únicamente cabría

especular con el nombre de menor de ellos. Este detalle

le coloca en la edad máxima de siete años cuando

accede al poder. Es del todo imposible que pudiera

171

Theudemir

llevar a efecto la enorme cantidad de hechos malos y

buenos que le atribuyen. Pero se puede decir lo mismo

de todos ellos, pues el mayor apenas llegaría a diez

años de existencia. Acaso fuera, es otro supuesto, uno

más de los hermanos de Witiza; aunque siempre

comunicó la historia que estos eran dos: el Obispo de

Sevilla Don Oppas y el Conde Sisberto, nadie más.

Pudiera ser, también, algún familiar más o menos

allegado a la familia.

Estima algún que otro historiador que se trató de uno de

esos inconformistas de la Septimania que,

aprovechando el desastre interior y el desbarajuste

reinante, se hizo proclamar soberano de la zona

mediterránea de la Tarraconense y de la Narbonense.

Algunos textos dicen que nació el 681, el mismo año

que Witiza y que murió el 716. De ser así, es del todo

imposible el parentesco paterno filial.

No es probable que fuera de los estuvieron en

Guadalete dando la cara y defendiendo el reino, más

bien parece que se mantuvo tras los Pirineos y

aprovechó las circunstancias, pensando que a río

revuelto, ganancias de pescadores y aprovechando el

momento para afianzarse. Acuñó moneda en las cecas

de Tarragona, Gerona, Narbona y Zaragoza y su

172

Theudemir

reinado, suponiendo que se quiera tomar como tal,

comienza el año 710, cuando Don Rodrigo y los godos

fieles se dedican a apagar el fuego de la rebelión que

salpicaba la geografía peninsular, a solucionar

diferencias entre clanes godos y a formar un ejército

con garantías que repitiese los hechos que Wamba

había realizado tiempo atrás.

Cuando los árabes dejaron de hacer el cafre y se

tomaron la conquista de la península con un poco más

de organización y seriedad, pasaron sobre la

Tarraconense sin grandes esfuerzos. Los que pudieron

huir se cobijaron en la Narbonense que tampoco duró

mucho en ser conquistada.

De Aquila que abdicó del cargo y del que se

comentará algo más en páginas posteriores, le sucedió

Ardón. Éste pudo mantenerse en el poder, tras los

Pirineos, hasta el 720, fecha que también fue tomada

por los árabes esta última provincia visigoda.

Respecto a la leyenda que pretende justificar al

llamado Conde Don Julián, buscándole un motivo por el

que traicionó a los suyos, y pretenden que sean los

cristianos godos peninsulares, habrá que comenzar

recordando que de Don Julián no se tiene claro a estas

173

Theudemir

fechas si era Conde, visigodo, romano, judío o griego o,

incluso si alguna vez, en vida, le trataron de Don.

También que algunos le otorgan el cargo de

Gobernador de Septem, Ceuta, y suponiendo que lo

fuera, si se mantuvo en el poder tras la conquista de la

plaza por los árabes el año 709, fue porque cambiaría

de lealtades. Y respecto al cristianismo debemos

recordar las luchas entre arrianos y atanasianos. ¿Con

cual de las facciones estaba?

Lo más probable es que, todo este embrollo, se

fabulase para tratar de desviar la atención que sobre la

familia Witiza y seguidores revoloteaba y salvar un poco

la deshonra histórica que se les vino encima por el

desastre al que condujeron a toda la nación. Las culpas,

compartidas, se diluyen y parecen menos culpas. Por

grande que sea un error, si es de muchos aparenta ser

pequeño.

La leyenda que no es de versión única, narra que Don

Julián envió a su hija a la corte de Toledo, como todos

los grandes magnates de entonces, para recibir

instrucción y darse a conocer entre los de su igual.

Otros dicen que fue Sevilla y hay quien coloca el lugar

de los hechos en Córdoba. Resultado de la estancia,

donde quiera que estuviese, fue la violación por parte

174

Theudemir

del Rey que llegó a enamorarse locamente de la

mencionada hija.

Este es, en resumen, el argumento que se arguye. Las

distintas versiones dicen que si fue en palacio o en las

orillas del Tajo. Pero cambian los actores según el

cronista. El Chronicón de Moissac nos presenta a la hija

del Conde como la violada y a Witiza como violador. La

Historia Silense dice que fue Don Rodrigo quien se

sobrepasó con la muchacha que, además, es conocida,

en los muchos romances que hablan de ella, con

diferentes nombres tales como: La Cava, Oliba,

Florinda, Frandina o Alacaba. Jiménez de Rada y el

Poema de Fernán González no dicen que se trate de la

hija del Conde Julián como la persona ofendida y

violada sino que se trataba de la esposa del tan traído y

llevado Julián.

De hecho, la leyenda que le endosan a la supuesta hija

del Conde. ya era conocida en aquellos tiempos por los

árabes, los visigodos e, incluso, muy anteriormente, por

los romanos, pues Tito Livio achacó la caída del último

Rey de Roma a la desaforada pasión que Sexto

Tarquinius, hijo del Rey Lucius Tarquinius Superbus,

sentía por Lucrecia y la posterior violación que se

produce, siendo que la dama se resiste y no estaba por

175

Theudemir

la labor. Tras la violación, los romanos se sublevaron, lo

expulsaron y se instauró la república.

Concretando, es éste un argumento base de varias

obras novelescas que ha sido tratado por muchos

autores en diferentes épocas; pero nada fidedigno como

para tenerse como parte de la historia que lleva a la

desaparición paulatina del reino visigodo en España.

Verdaderamente da que pensar y mucho en que

no hubo conquista más rápida ni reconquista más lenta

en ningún lugar del mundo ni en época histórica, desde

los tiempos de Adán y Eva.

176

Theudemir

177

Theudemir

Capítulo X

THEUDEMIR (711 a 743)

Tras la desbandada general que con mayor o menor

orden se produjo, tras las deserciones y ataques

witizanos a los hombres de D. Rodrigo y el desconcierto

de no saber quien era quien y el alcance de la rebelión

de los hombres seguidores de Don Oppas y Sisberto,

viendo que las tropas se batían en una bastante

desconcertada huida, Theudemir reunió sus mesnadas

y se retiró a las tierras que tan bien conocía, dando

órdenes precisas para la defensa, formas de vivir y

cuidado de las plazas.

Durante un tiempo, por aquellos lares y limítrofes no

habría donde reclutar un ejército que plantara cara con

un mínimo de garantías, por grande que fuera la

soldada ofrecida. ¿Dónde hallar hombres para hacer

frente a los moriscos? La noticia de la derrota y del

afianzamiento de los intrusos en las zonas conquistadas

constituía un freno.

Teodomiro se hizo fuerte en sus ciudades y

desde ellas realizó incursiones rápidas de castigo a las

tropas árabes que durante unos años llegaron a sentir

pavor al adentrarse en las tierras de Todmir que es

178

Theudemir

como conocían aquellos sarracenos a Teodomiro.

Los árabes, acaso sería más propio decir beréberes,

eran mayoría en esos momentos, no habían olvidado los

grandes castigos sufridos, al ser sorprendidos en sus

incursiones al territorio de Todmir en tiempos anteriores,

le temían y respetaban nada más escuchar su nombre.

Pisar ahora sus tierras, tras el hostigamiento al que

sometía a sus patrullas, era poco menos que tabú.

Durante dos años continuos estuvo Teodomiro

haciendo y ordenando recorridos para evitar

incursiones, saqueos y asentamientos en sus tierras.

Grandes fueron las bajas que estas intervenciones

causaron en puestos y avanzadillas musulmanes, pero

continuaban entrando árabes de todo tipo por el

estrecho y no decrecía su número ni el afán de saqueo

de cada morisco que pisaba suelo peninsular.

Los nuevos reclutamientos musulmanes comprendían a

gentes persas, egipcias, sirias, palestinas, damascenas,

jordanos y, también de Emesa. Todos se unieron para

llevar a cabo la conquista. Sin embargo, Theudemir no

podía sustituir las bajas y el número de hombres

armados menguaba alarmantemente tras cada

intervención.

Musa ibn Nasair, lugarteniente de las tropas del

179

Theudemir

Califa, se desplazó con sus hijos para dirigir

personalmente la conquista del reino de los visigodos

con distintos cuerpos de invasión.

Así que a mitad del año 712, en junio, desembarcó por

Algeciras con un fuerte contingente armado que

ascendía a dieciocho mil hombres, como refuerzo a los

que ya habían pasado. Y siendo que Tariq, su

lugarteniente, se había dedicado a someter las grandes

plazas fuertes amuralladas donde saquear con

satisfacción y sin grandes esfuerzos o costos de

hombres, ello por indicación del clan witizano, comenzó

sometiendo a pequeñas ciudades y núcleos armados

que habían quedado por Bética en manos visigodas,

caso de Carmona o Alcalá de Guadaira. Ese mismo

verano, sin grandes esfuerzos, entra en Sevilla que

estaba prácticamente desguarnecida. El personal de

armas había sido evacuado para reforzar al de Mérida,

plaza fuerte más difícil de tomar y bastión de confianza

para los godos.

Mérida fue una de las resistencias más fuertes halladas

por Musa, pero aún así, el asedio que le llevó todo el

final del 712 y el comienzo del 713, acabó con la toma

de la ciudad.

Musa dividió en dos columnas su ejército y una de ellas

180

Theudemir

la encomendó a su hijo Abd al Aziz para que, volviendo

sobre sus pasos, regresara a Sevilla y Málaga y desde

allí se llegara a Granada y, encaminándose a las zonas

del Mediterráneo, llegase al este de la península, las

tierras de Teodomiro.

El sudeste de Hispania, La Provincia de Aurariola, hasta

el momento había sido defendida con éxito frente a

varios grupos de invasores dedicados al saqueo por su

cuenta y al intento de establecerse en sus tierras.

La fama de Teodomiro, entre los musulmanes, sirvió

para que se tomaran tiempo y lo pensaran bien. Primero

otras zonas menos azarosas. Pero finalmente llegó el

día en el que, habiendo formado una numerosa tropa,

irrumpieron con ánimos de conquista y permanencia en

la zona.

Tras dos años de continuas y exitosas guerrillas,

Theudimer y sus hombres vieron como el ejército que

comandaba Abd al Aziz, se adentraba en sus tierras con

plenas garantías de éxito.

Durante varios meses Teodomiro y sus hombres

hostigaron al enemigo con escaramuzas y refriegas

encaminadas a desmoralizar los ánimos y fomentar el

desaliento para que dirigieran sus pasos hacía otros

lugares. Pero lo cierto es que todo fue sin fortuna.

181

Theudemir

El cuatro de Abril del 713, el grueso de los

hombres de Abd al Aziz dieron con los de Teodomiro

que venían de una tremenda lucha por la defensa de

Lorca, donde habían combatido hasta la casi

aniquilación, y cogidos en campo abierto en tierras de la

actual Sangonera, tras feroz y sangrienta lucha hicieron

que, con Teodomiro al frente de no muchos

supervivientes, emprendieran la retirada para cobijarse y

hacerse fuerte tras las murallas de la capital Aurariola.

Cuando las puerta de las murallas se cerraron tras

ellos, Teodomiro, sin tomarse tiempo para el respiro,

dispuso que, a la mayor urgencia posible, las mujeres

de Aurariola fueran a las murallas y, con el pelo suelto

sobre los hombros, también cubriendo parte de la cara,

se entremezclaran con los escasos hombres que

restaban y, armadas de lanzas o altas cañas, se dejaran

ver y, todos, dando grandes alaridos, confundieran al

enemigo en un intento de amedrentarle.

Era consciente Theudemir que en la plaza de Lorca

había sufrido una gran derrota y quedado sin personal

de armas y que, alarmantemente, ello había mermado

su defensa, pese a infringir gran número bajas a las

tropas árabes. Ahora debía darle a entender a Abd al

Aziz que, si quería ganar la capital, debía redoblar los

182

Theudemir

esfuerzos y prepararse para una toma larga, sangrienta

y sin garantías de éxito a primera vista.

Todos los historiadores coinciden en afirmar que

Teodomiro era un guerrero astuto y poseedor de

grandes conocimientos militares.

Con las primeras sombras de la noche llegaba el

ejército árabe y se asentaba frente a las murallas, con

ánimos de asedio y toma de la plaza.

El aspecto de las almenas, repletas de gentes armadas,

daba a entender al enemigo que una fuerte guarnición

defendía la ciudad tan robustamente cerrada.

La semi-oscuridad de la recién entrada noche se alió

con Teodomiro y sirvió de ofuscación a los árabes. Y, en

efecto, entendieron y pensaron los árabes en los arduos

esfuerzos que deberían realizar si querían conquistar la

capital. Tales cábalas de sangrientos días de guerra y

calamidades que deberían transcurrir antes de vencer al

mítico Todmir, debieron hacer mella en su ánimo.

Llegada la media noche envió Teodomiro un

mensajero al campo enemigo para que solicitara y

recogiera un salvoconducto de manos del jefe de las

tropas adversarias. Planeaba parlamentar con ellos y

para tal fin había indicado al enviado que notificase la

llegada de dos emisarios. Recibirían la visita de un

183

Theudemir

faraute y un intérprete.

Poco más de una hora tardó en volver con los

documentos solicitados. Estaban firmados por Abd-al-

Aziz, hijo de Musa ibn Nusair, la máxima autoridad del

ejército enemigo. Teodomiro entendió que era muy

buena señal que fuera así y se le otorgara con tanta

celeridad el parlamento. Entonces vistió las ropas de

uno de sus farautes y con un docto eclesiástico salió de

la ciudad.

El resto de la noche la pasaron pactando hasta

que llegaron a los acuerdos que ratificaron, en

documentos para ambas partes, con sus firmas.

Fue entonces, a partir de ese instante, que Teodomiro

se dio a conocer.

Su presencia fue acogida con grandes muestras de

admiración y agasajos. La fama sobre su persona había

llegado a ellos.

A las primeras horas del nuevo día acompañó a

los árabes al interior de la ciudad. Pero cuando Abd-al-

Aziz y sus lugartenientes se percataron que no existían

efectivos capaces de ofrecer resistencia, se afligieron

por el tratado firmado; no obstante, lo respetaron y

cumplieron su palabra.

Entre ellos comentaban sobre la sagacidad de

184

Theudemir

Teodomiro y lo beneficioso del pacto conseguido, pues

en los acuerdos figuraba:

Que ningún árabe se impondría a él o a los suyos.

Que no serían despojados de cuanto poseyeran, ni se

les sometería a esclavitud.

Que no serían separados de sus mujeres e hijos.

Que a todos se les respetarían las vidas y no se les

daría muerte.

Que no se les prohibiría el culto de su religión ni

quemarían las iglesias. Que podrían seguir siendo

cristianos.

Y que se les concedía la paz a cambio de la entrega de

siete ciudades: Orihuela, Villena, Alicante, Mula,

Begastro, Ojos y Lorca, en tanto no se quebrantara ni

se violara lo acordado.

También que no se daría asilo al que huyera de esas

tierras o sea enemigo.

Y no se mantendrían en secreto las noticias que se

supieran del enemigo. Sobre Teodomiro y los suyos

pesaría un impuesto anual de un dinar, cuatro almudes

de trigo, cuatro almudes de cebada, cuatro de vinagre,

dos de miel y uno de aceite. Todo esclavo pagaría la

mitad.

Por este pacto, más que capitulación era un

185

Theudemir

tratado de paz, Teodomiro y los cristianos de sus

territorios continuaban con pleno derecho en el ejercicio

de sus funciones en idénticas condiciones a las que

tenían antes de la firma.

Se entendía por la entrega de las ciudades, las zonas

de acuartelamiento, o sea, alcazaba y castillo.

Del pacto habido entre ambos mandatarios han llegado

a estas fechas cuatro versiones: La primera versión es

la de ad-Dabbi, la segunda versión es de al-Himyari, la

tercera versión de al-Udri y la cuarta Crónica de 1344

Las ciudades y poblados, en especial las plazas

entregadas a los seguidores de Abd-al-Aziz, tuvieron

que acostumbrarse a la presencia árabe. No fue fácil

sustituir la imagen de los caballeros cristianos sobre las

cabalgaduras, por la del jinete musulmán de amplias y

cómodas ropas recogidas a la cintura y tocado con

turbante. Pero, a cambio, quedaban a buen resguardo

todos los intereses de la comunidad tanto físicos como

religiosos. Era un pequeño inconveniente, teniendo en

cuenta el gran mal que se había apoderado de todo el

reino.

Continuó Teodomiro, ahora convertido en Rey,

gobernando su antiguo Ducado de Aurariola, por mor de

la invasión árabe y posteriores capitulaciones y desde

186

Theudemir

entonces conocido por los árabes por Todmir. Al

territorio le llamaron "Cora de Todmir" y a la capital por

Madina Todmir.

No fue sencillo este nuevo estatus iniciado, pues

no faltaron peripecias que resolver, promovidas por los

asentamientos de gentes africanas que, aunque

hallaban solución satisfactoria para los intereses de los

habitantes de este pequeño y nuevo reino cristiano, lo

cierto es que, en ocasiones, causaban fuertes

quebraderos de cabeza.

187

Theudemir

Capítulo XI

CONQUISTA - ACHILA - DAMASCO

El año 714, Musa ibn Nusayr, tomando pueblos y

ciudades que apenas o nada de resistencia le ofrecían

al invasor, mientras recogía botín de guerra e

implantaba condiciones de vencedor a quienes

subyugaba, se iba acercando a Toledo. Allí pasó el

invierno. Los árabes no acostumbraban a hacer

campaña con los fríos. Éste año tenía previsto dedicarlo

a la conquista de Guadalajara, Zaragoza, Cantabria,

Lérida y Tarragona con sus zonas limítrofes. Enviaba

divisiones de su ejército, según la resistencia

encontrada.

Musa, antes de arremeter para ganar Tarragona, al

parecer propuso algún tipo de pacto a Achila, con el fin

de evitar la guerra directa. Éste, no mucho tiempo antes,

se había proclamado Rey de los territorios del norte de

la Tarraconense, en los que estaba incluida Zaragoza

que ya había perdido y dejado en manos árabes.

Pretendía alcanzar nuevos y rápidos sometimientos de

obediencia al Califa de Damasco en los territorios que

restaban por conquistar.

No parece que consiguiera nada positivo porque decidió

188

Theudemir

enviar a sus hombres de armas y, con él al frente, tomar

a las bravas el territorio peninsular que Achila pretendió

tener bajo su mando. De la ciudades importantes no

sólo fue Zaragoza, también Lérida, Barcelona y

Tarragona.

Achila había tratado de convencer a sus fieles para

alcanzar algún tipo de pacto satisfactorio para todos y,

no consiguiéndolo, a finales del 714 renunció de sus

cargos y abdicó al trono. Se retiró a la Narbonense,

donde falleció un par de años más tarde, en el 716.

Es entonces cuando, en un intento de continuar en la

independencia conseguida por rebelión, nombran

sucesor al trono a Ardón.

Durante la campaña de conquista de nuevas

ciudades y territorios, encontrándose dedicado a la toma

de la ciudad de Zaragoza, recibió Musa el comunicado

del Califa que le ordenaba presentarse en Damasco

para saber de los avances hasta la fecha y rendir

cuentas sobre el montante de los saqueos. La Corte no

parecía estar muy conforme con el estado de cuentas

acerca de la administración de lo conquistado.

En Septiembre de ese año, Musa ben Nusayr y su

lugarteniente Tariq dejan los nuevos territorios para

dirigirse a Damasco.

189

Theudemir

Antes de partir deshizo los caminos andados y se llegó

a Sevilla, donde estuvo un tiempo delegando todas las

funciones de los territorios peninsulares por él

administrados en el menor sus tres hijos, Abd al Aziz.

Se dirigió posteriormente al estrecho y habiendo

cruzado el mar para desembarcar en Tánger, también

pasó un tiempo haciendo otro tanto sobre las

responsabilidades del Magrib, incluida la plaza de

Ceuta, en su hijo segundo Abd al Malik, al que se le

conoce, además, con el nombre de Marwan. Al hijo

mayor, Abd Allah, le colocó al frente de Ifriquiya, zona

del Norte de África que viene a corresponder a la

antigua provincia romana de Mauritania Cesareae.

En la antigua Cartago, hoy Túnez, se unió a la comitiva

de Musa ibn Nusayr y Tariq ben Ziyab, la formada por

Teodomiro, pues tenían los árabes como medida

preceptiva, que los pactos alcanzados por los jefes de

sus ejércitos fueran confirmados por el Califa en la

Corte de Damasco.

Desde la fecha de la recepción del emisario

pidiendo a Musa y Tariq que se personaran ante el

Califa de Damasco pasaron muchos meses, desde

Septiembre del 714 a finales del 715.

No parecía tener mucha prisa o ya se temía lo peor;

190

Theudemir

pero tanto si se trataba de una cosa u otra, acaso las

dos juntas, lo cierto es que un éxodo compuesto de tan

gran número de personas y animales no es algo con lo

que se pudiera conseguir gran movilidad, especialmente

contando con las fatigas y privaciones de un viaje tan

largo, hecho a pié por un gran número de prisioneros y

que duró más de un año por tierras tan áridas y

abrasadoras como las del Norte de África.

La comitiva transportaba grandes cantidades de oro,

plata, zafiros, otro tipo de piedras preciosas, obras de

orfebrería, gran número de esclavos y otras muchas

cosas.

Según algunos historiadores Musa se presentó en

Damasco con no menos de 30.000 prisioneros, algún

cronista los cifra en 100.000, incluyendo los personajes

que iban a confirmar sus tratados, y con 30 carretas

llenas de oro y joyas robado en casas de grandes

magnates y propias de damas y caballeros.

El Califa Al Walíd, en el trono desde el año 705,

se hallaba muy enfermo y se preveía una muerte

inminente, como así sucedió. Estaba previsto que le

sucediera en el califato su hermano menor Soleiman ibn

Abd al Malik al cual le había nombrado Gobernador de

Palestina. Soleiman había fundado la ciudad de Ramlá y

191

Theudemir

la había convertido en la capital omeya de la provincia,

donde tenía fijada su residencia.

En la actualidad Ramlá es una ciudad del Distrito Centro

de Israel que dista 15 kilómetros al este de Tel Aviv.

Musa que había llegado a Damasco y estaba

preparando su entrevista con el Califa, recibió a los

enviados de Soleiman que le pedían no entrevistarse

con Walíd porque estaba muy grave y moriría en breve

tiempo.

Era evidente que el futuro nuevo Califa deseaba ser

quien recibiera los tesoros arrancados en las campañas

hispanas.

No está del todo claro este punto, pues algunos

historiadores árabes dicen que Musa entregó los

tesoros a Walíd y otros que a Soleiman.

En lo que si están conforme es en que Walíd I murió,

que su califato llegó del 705 al finales del 715, y que le

sucedió su hermano Soleiman I.

También en que Soleiman condenó a muerte a Musa

por no estar conforme en la manera del reparto del botín

conseguido; pero que le conmutó la pena capital por el

pago de una gran fortuna. Tanto él como Tariq tuvieron

prohibido volver a pisar las tierras conquistadas. De

manera que Musa y Tariq no regresarían nunca al reino

192

Theudemir

ganado a los visigodos. Morirían poco después víctimas

de las envidias e intrigas palaciegas.

Abu Abd ar Rahman Musa ibn Nusayr ibn Abd ar-

Rahman Zayd al-Lajmi, conocido por MUSA, el gran

general conquistador yemení, un año más tarde, en el

716, fue asesinado mientras hacía oración en una

mezquita de Damasco.

Teodomiro, al que ahora le nombraremos por el

nombre dado por los árabes, Todmir, encontró acomodo

en casa de un rico hacendado árabe que tenía una

mansión de recreo en las afueras de Damasco.

Algunas comunidades cristianas de aquellos

lugares se enteraron de la llegada de Todmir y no

tardaron en visitarle y aplaudir su resistencia y defensa

de la fe.

Supo, entonces, Todmir que su nombre era conocido y

respetado, desde hacía muchos años. En aquellos

lugares poseía gran nombradía como hombre de guerra

y consumado estratega. Los éxitos alcanzados a costa

de bizantinos y árabes le habían hecho famoso; pero no

sólo por las hazañas guerreras que se cantaban como

gestas sobresalientes, sino que alcanzaban al vasto

conocimiento cultural y a la reciedumbre de su fe

religiosa.

193

Theudemir

Los acompañantes del Rey, repuestos del azaroso viaje,

eran también colmados de atenciones. Se trataba de los

hombres de Todmir.

La gran comitiva no hubiera podido pasar

desapercibida por aquellos lugares, por muchos

esfuerzos que hubieran hecho para conseguirlo. Todos

pretendían ver la leyenda viva que llegaba a sus tierras.

Nadie quería perderse el acontecimiento. Su pacto era

conocido por las comunidades

mozárabes de aquellas tierras y, además de ser

admirado, servía para solicitar iguales o parecidas

prebendas.

En el ánimo de Todmir estaba sacar provecho de la

popularidad que le precedía. No era necesario

esforzarse para ser notorio. Por una vez, desde hacía

bastante tiempo, se hallaba con ánimo tranquilo y

confiando que la batalla a librar se inclinaría a su favor y

confirmarían el pacto suscrito con Abd al Aziz.

En palacio, conocedores de su llegada, le esperaban.

Resultaba normal que las entrevistas se

aplazaran hasta mas allá de tres meses. Tanta prontitud

en recibir al Rey Todmir dejaba a las claras la curiosidad

por conocerle y el saber de aquellas tierras tan

recientemente incorporadas a sus dominios.

194

Theudemir

En la fecha indicada, Todmir y sus acompañantes

fueron recibidos en palacio con gran boato y muestras

de admiración. Los nobles departieron con los altos

cargos árabes sobre el pacto firmado años atrás.

El tratado fue ratificado en todos sus puntos. Era un

éxito pleno conseguir y mantener sin rectificaciones lo

alcanzado en su día.

En Damasco se interesaron por el devenir diario de los

mandos políticos y militares que había en la península y

fue cuando, esto no es más que un supuesto,

Teodomiro estimó oportuno hablar de Abd-al-Malik ibn

Qatán.

El informe no podía ser otro que una declaración de

tallada de tropelías. Algo así:

- Parece ser, según noticias, que la fértil Al-Ándalus ya

no lo es tanto y que, en el mejor de casos, tardará

mucho en recuperarse. Las persecuciones a que son

sometidos los cristianos por Ibn Qatán los ha diezmado

y, cuando no tiene con quien apagar su sed de sangre,

se dedica a incendiar campos y talar árboles. A este

paso una zona siempre próspera se ha convertido, y

aún se convertirá todavía más, en un árido desierto.

Pocos de los que la hayan visto podrían reconocerla

nuevamente. Acaso no sea el más idóneo para

195

Theudemir

aconsejar lo que se debe hacer en aquellos lugares

para que recobre el esplendor que siempre tuvo; pero

no vendría mal a los intereses del Califa que se enviase

a una persona recta y fiel para que le informe de los

hechos en esa y otras zonas, como la de los vascones

de Zaragoza. Por lo que a mis territorios respecta ……

Al llegar a este punto narraría determinados desmanes

que venían sucediéndose en Cartagena y la violación

del pacto, pese a conocerlo, haciendo burla y caso

omiso, incluso añadiendo: "No parece más que pretenda

independizarse" y proseguiría reafirmándose: Si estos

comentarios quieren que les sean de provecho, envíen a

esa persona, antes aludida, y dará fe a lo comentado y

aún de más.

Posiblemente no esperarían escuchar algo

parecido y en plena lógica quedarían estupefactos y

enmudecidos. Las palabras de Todmir les dejaría sin

habla. Debían esperar elogios y alabanzas por el recién

ratificado pacto y en su lugar escucharon alguna queja y

una grave recriminación. No contra ellos, pero si de la

incapacidad del representante, y tenían visos de total

certidumbre.

Los altos mandatarios de Damasco debieron llegar a la

conclusión que la ineptitud de sus enviados era suplida

196

Theudemir

con brutalidad y que el miedo se encargaba de lograr un

falso respeto a costa de arrasar y convertir en ruina todo

lo que se mantuviese en pie. Lo cual, era absolutamente

notorio, iba en pragmático detrimento de los intereses

generales del Califato.

Era conveniente poner de manifiesto la ineptitud de

Abd-al-Maliq y que tenía la mente ocupada, tan sólo, en

el pillaje.

Desde ese momento el prestigio de Abd-al-Maliq quedó

en entredicho y la desconfianza se cernió sobre él.

Todmir, feliz con la ratificación del tratado y

contento de conseguir el fin que le había llevado a tan

lejanas tierras, daba por bien empleados los sinsabores

e inconvenientes del viaje de ida y regreso. Todavía

quedó en aquellas tierras durante varias semanas, tras

la audiencia, huéspedes de personajes mozárabes. Los

cristianos de allá no querían dejar pasar la ocasión de

conocer y admirar a tan afamado caballero. También los

hombres de saber le pedían audiencia para conversar y

cambiar impresiones.

La comitiva del Rey Todmir aprovechó la ocasión

de permanecer en aquellos parajes para visitar los

Santos Lugares. De Damasco partieron a Cafarnaum y

de allí, bordeando el lago Tiberíades, hasta el camino

197

Theudemir

que conducía a Nazaret. De allá, retomando la ribera del

río Jordán hasta cerca del Mar Muerto, se desviaron

para pasar por Jericó. Cuando abandonaron esta

población marcharon a Jerusalén y posteriormente a

Belén.

Al regreso, de camino a Cesarea, desde cuyo puerto

iniciarían el retorno, se detuvieron varios días en

Jerusalén.

Llegado el tiempo de retomar la marcha, la

embarcación se adentró en el mar dejando atrás la

estela de un Todmir culto, de gran convicción en la fe

que profesaba y con una agrandada y enigmática figura

que, lejos de empequeñecerse, se agigantaba aún más.

Aunque la presencia del héroe siempre desmitifica

hechos, en esta ocasión sucedió al contrario.

El barco navegaba con las bodegas repletas de

obsequios con los que habían sido agasajados en

aquellas tierras y otros que, en recuerdo de aquel viaje,

se habían adquirido a distintos mercaderes de Tiro,

Damasco, Jerusalén o ciudades al paso.

Levaron anclas en Cesarea para recalar en Rodas, era

la primera etapa. De Rodas a Creta que les venía cerca,

de ésta rumbo a Malta, de allí surcaron hasta Ibiza y,

finalmente, desembarcaron en Cartagena.

198

Theudemir

Aunque el viaje por tierra a la capital Aurariola se

prolongara y anduvieran deseosos por llegar al hogar,

era importante que se tomara tierra en Cartagena. Ibn

Qatán y sus hombres debían aceptar las órdenes que

llevaba Teodomiro y admitir su inmediata retirada de los

pueblos y lugares que no eran los estipulados en el

pacto. Así fue como se hizo.

Antes de atracar ya era esperado por una gran fuerza

militar árabe situada en el muelle. Al mando estaba uno

de los capitanes de Abd-al- Maliq. Puerto y poblado

habían sido convertidos, en tan corto espacio de tiempo,

en una auténtica alcazaba.

Temeroso y obediente por la ratificación del

tratado que exhibía el Rey Todmir, en pocos días

levantaron los asentamientos realizados en torno a la

ciudad y distribuidos entre Córdoba y otros lugares.

Ningún Emir árabe osó, desde entonces,

penetrar en tierras de Todmir, a no ser de paso o a las

plazas pactadas, nada de nuevos asentamientos en

tierras que no fuesen las pertenecientes a los

conquistadores.

Poco después Abd-al-Maliq fue apartado del poder,

relegado al mando de tropas y destituido de sus

prerrogativas políticas y administrativas.

199

Theudemir

Los árabes no consideraban como botín de

guerra las tierras que iban conquistando, pues pasaban

a su Administración. En ellas asentaban a los nuevos

colonos traídos de otros lugares a los que, a cambio,

cobraban las rentas que mantenían al Califato.

200

Theudemir

201

Theudemir

Capítulo XII

ABD al-AZIZ- PELAYO - ARDÓN - OTROS

Durante el tiempo pasado por Todmir en

Damasco, ratificando su pacto con el Califa, Abd al Aziz

casó con Egilón, según algunos historiadores era la

antigua Reina, la mujer de Don Rodrigo, y otros dicen

que se trataba de la hija, y continuado consolidando el

territorio conquistado. Anexionó otras plazas, tales como

las del sur de Lusitania (Coimbra, Santarem, Évora) y

otras repartidas más al norte de la Tarraconense, como

Pamplona o al sur peninsular como los territorios y

pequeños núcleos de los alrededores a las ciudades de

Granada y Málaga que seguían en posesión de los

godos cristianos.

Hay que recordar que en el 714 la familia de Witiza

había intentado que Tariq en primer lugar y Musa algo

más tarde, esto vino a suceder cuando los árabes

decidieron permanecer en el territorio y tomarlo como

botín de guerra, le reconocieran como de su propiedad

los derechos sobre la Tarraconense y la Narbonense.

Como se dijo, en este aspecto no tuvieron mucha

suerte; aunque recibieron, a cambio de la traición, 3000

propiedades en la Bética que eran del Erario Real,

202

Theudemir

además, como propiedades personales de Witiza,

otorgaban, repartidos a cada uno de los hijos, diferentes

predios. Olmundo varias poblaciones y terrenos cerca

de Sevilla. Ardabasto otro tanto en los alrededores de

Córdoba y Rómulo algo similar en los entornos a

Zaragoza.

En este ínterin también sucedieron varios

acontecimientos importantes. Abd al Aziz recibe noticias

de la muerte del Califa Al Walíd y que en su lugar es

nombrado su hermano Soleiman. Llega también a sus

oídos que su padre, Musa Ibn Nusair, es condenado a

muerte y que, tras largas deliberaciones, se consiguió

que le conmutasen la pena capital a cambio del pago de

una inmensa fortuna; pero que se le prohíbe a él y a

Tariq regresar a las tierras conquistadas. Pero

desconoce totalmente que el nuevo Califa estaba siendo

predispuesto en su contra y que algunos le han metido

el demonio en cuerpo con la idea de que él pretende

independizarse de Damasco y desea formar un nuevo

imperio.

Desde luego que Abd al Aziz no debería estar muy

contento ni muy conforme con la Corte Damascena, tras

el trato dispensado a su padre y a Tariq. Al fin y al cabo,

tanto el Norte de África como el reino de los godos lo

203

Theudemir

habían conquistado ellos. Tampoco dejaban mucho

lugar a la confianza para fiarse, de entonces en

adelante, ni mucho ni poco, de lo que le pudiera llegar.

Era, como mínimo, como para pensarlo.

Según algunos cronistas se comentaba, entre otros

muchos cotilleos, que Abd al Aziz había adoptado

costumbres paganas y que su nueva esposa le llevaba a

gobernar como se hacía antaño en la Corte de Toledo.

Abd al Aziz, a primeros de Marzo del año 716,

mientras hacía oración en la antigua iglesia de Santa

Rufina de Sevilla, reconvertida en mezquita, fue

asesinado por un sicario del Califa Soleiman cuyo

nombre era el de Ziyad ben Udhra. Su cabeza fue

enviada a Damasco.

A Abd al Aziz le sucedió en el cargo, en el que

apenas duró seis meses, uno de sus primos de nombre

Ay yub ben Habib al-Lajmi y permaneció en el poder

hasta que llegó el nuevo delegado del Emir de

Qayrawan, cuyo nombre era el de Al-Hurr ben Abd al

Rahman ben Utman al-Thakifi que se mantuvo en la

gobernación del territorio del 716 al 719.

Al-Hurr llegó con cuatrocientos notables dependientes

del Emir de Ifriquiya que tenía la capitalidad en

Qayrawan. También, a veces estos nombramientos

204

Theudemir

llegaban directamente del Califa de Damasco.

Al-Hurr cambió la capitalidad que hasta entonces había

sido ostentada por Sevilla, a Córdoba y el 719 Córdoba

es proclamada oficialmente capital del Al-Ándalus.

Cuando el año 714 Musa ibn Nusair y Tariq

fueron requeridos por el Califa de Damasco Al Walíd,

para ajustar cuentas de la conquista del reino visigodo,

Otman ibn Neza, más conocido como Munuza, fue

nombrado valí del tercio noroccidental de la península

cuya capital fue alternativamente Astorga, Lucus

Asturum (Lugo de Llanera, Asturias) y Gijón.

Corriendo el año 718 todavía gobernaba en Gijón

este walí musulmán Munuza.

Se podría decir de Otman que era un guerrero muy

adiestrado pues pertenecía a ese primer grupo árabe

que hizo su incursión en la península acompañando a

Tariq ben Ziyad.

Durante este año se produjo la sublevación por

diferentes focos de lo que fue antigua provincia o

ducado visigodo de Austrigonia. Don Pelayo, con

notable predicamento entre los notables de la zona fue

el escogido para comandar la rebelión. El Walí de

Córdoba era en esos momentos Al Hurr ben Abd al

Rahman que también se hallaba enfrascado en la

205

Theudemir

preparación de la conquista de la Septimania, cosa que

al final llevó a término, su continuador en el mando, Al

Samh ben Malik.

En principio Munuza atajó, como mejor pudo, el

levantamiento; pero en vista de la extensión del mismo y

de los pocos efectivos que disponía, solicitó apoyo

militar a Al Hurr. De acuerdo a la petición, Otman era un

guerrero experimentado, necesitaba el apoyo de un

pequeño contingente armado para reprimir la

sublevación. Se estima, como definitivo y poco

refutable, según historiadores, que la fuerza armada de

Don Pelayo ascendía a 300 soldados y que la de los

árabes, dirigidos por Al Qama, rondaba entre los 800 y

1.400 hombres armados. El resultado de los encuentros

y escaramuzas entre ambos bandos fue que del

pequeño ejército de D. Pelayo quedaron 30 hombres

y10 mujeres contando a D. Pelayo y que los árabes

perdieron en las refriegas unos 600 hombres, incluido el

propio Al-Qama.

Don Pelayo y sus hombres, huyendo, se refugiaron en

Covadonga.

En realidad esta escaramuza es la famosa Batalla de

Covadonga; aunque la importancia radica por ser el

momento en que cambia la tendencia de la conquista

206

Theudemir

árabe en Hispania.

Durante los gobiernos de Ambasa ibn Sohayun al Kalbí

y siguientes debieron producirse varios encuentros

armados, puesto que de ellos quedan referencias en las

crónicas de entonces, tanto cristianas como árabes.

Se transcriben algunas de ellas.

Crónica de Alfonso III

Pelayo se dirigió hacia la tierra montañosa,

arrastró consigo a cuantos encontró camino de una

asamblea y con ellos subió a un monte llamado Auseba

y se refugió en la ladera de dicha montaña en una

cueva que sabía era segura. Desde ella envió

mensajeros a todos los astures que se congregaron en

una junta y lo eligieron príncipe.

Alqma, el dirigente musulmán, mandó entonces

comenzar el combate y los soldados tomaron las armas.

Se levantaron los fundíbulos, se prepararon las hondas,

brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e

incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se

mostraron las magnificencias del Señor: las piedras que

salían de los fundíbulos y llegaban a la casa de la Santa

Virgen María que estaba dentro de la cueva, se volvían

contra los que las disparaban y mataban a los caldeos.

Y como Dios no necesita las lanzas sino que da la

207

Theudemir

victoria a quien quiere, los cristianos salieron de la

cueva para luchar contra los caldeos, emprendieron

estos la fuga, se dividió en dos su hueste y allí mismo

fue al punto muerto Alqama. En el mismo lugar murieron

125.000 caldeos.

Crónica Albeldense

Alqama entró en Asturias con 187.000 hombres.

Pelayo estaba con sus compañeros en el monte Auseba

y que el ejército de Alqama llegó hasta él y alzó

innumerables tiendas frente a la entrada de una cueva.

El Obispo Oppas subió a un montículo situado frente a

la cueva y habló así:“Pelayo, Pelayo, dónde estás? El

interpelado se asomó a una ventana y respondió: Aquí

estoy. El obispo dijo entonces: Juzgo hermano e hijo

que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda

España unida bajo el gobierno de los godos y brillaba

más que los otros países por su doctrina y ciencia y

que, sin embargo, reunido todo el ejército de los godos

no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas ¿podrás tú

defenderte en la cima de este monte? Me parece difícil.

Escucha mi consejo vuelve a tu acuerdo, gozarás de

muchos bienes y gozarás de la amistad de los caldeos.

Pelayo respondió entonces: ¿No leíste en las Sagradas

208

Theudemir

Escrituras que la Iglesia del Señor llegará a ser como el

grano de la mostaza y de nuevo crecerá por la

misericordia de Díos? El obispo contestó:

Verdaderamente así está escrito.

………… Tenemos por abogado cerca del Padre a

Nuestro Señor Jesucristo que puede librarnos de estos

paganos …………

Alqama mandó entonces comenzar el combate y los

soldados tomaron las armas. Se levantaron los

fundíbulos, se prepararon las hondas, brillaron las

espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente

se lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las

magnificencias del Señor. Las piedras que salían de los

fundíbulos y llegaban a la casa de la Virgen Santa María

que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que

las disparaban y mataban a los caldeos. Y como a Díos

no le faltan lanzas sino que da la palma de la victoria a

quien quiere, los caldeos emprendieron la fuga.

Crónica Albeldense datada en el año 881.

Crónica de Al-Maqqari

Dice Isa ibn Ahmand al Razi que en tiempos de

Ambasa ibn Sohayun al Kalbí se levantó en tierras de

Galicia un asno salvaje llamado Belay (Pelayo). Desde

209

Theudemir

entonces empezaron los cristianos en Al-Ándalus a

defender contra los musulmanes las tierras que aún

quedaban en su poder, lo que no habían esperado

lograr. Los islamitas luchando contra los politeístas y

forzándoles a emigrar, se habían apoderado de su país

hasta llegar a Ariyula de la tierra de los francos y habían

conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado

sino la roca donde se refugia el rey llamado Pelayo con

trescientos hombres. Los soldados no cesaron de

atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y

no quedaron en su compañía sino treinta hombres y

diez mujeres. Y no tenían qué comer sino la miel que

tomaban de la dejada por la abejas en las hendiduras

de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser

penosa y al cabo los despreciaron diciendo: Treinta

asnos salvajes ¿qué daño pueden hacernos?. En el 133

murió Pelayo y reinó su hijo Fáfila. El reino de Belay

duró diecinueve años y el de su hijo dos. Después de

ambos reinó Alfonso hijo de Pedro, abuelo de los Banu

Alfonso que consiguieron prolongar su reino hasta hoy y

se apoderaron de lo que los musulmanes les habían

tomado.

Llegó el 719 y Al Samh ibn Malik que había

sucedió a Al Hurr durante la segunda mitad de ese

210

Theudemir

mismo año, con un fuerte ejército cruzó a la Septimania

con el ánimo de integrar aquellos territorios al Califato

de Damasco. Narbona resistió los primeros embates

tras la bien amurallada ciudad. Los árabes no se

esforzaron mucho y esperaron a que pasara el frío

invierno, asentados en las inmediaciones. Llegada la

primavera arremetieron con nuevos bríos y Narbona que

había sido considerada reducto inexpugnable por los

seguidores de Ardón, tras una breve resistencia, acabó

siendo conquistada. Todos los defensores fueron

pasados a cuchillo.

Achila que había abdicado al trono, había fallecido con

anterioridad a estos sucesos. Su muerte aconteció el

año 716.

Al Samh se instaló en Narbona a la que hizo su

residencia, creando un valiato islámico, y la mantuvo

como capital.

Dejando en ella una importante guarnición armada,

prosiguió con su cruzada de conquistas arremetiendo

contra las ciudades limítrofes que ofrecieron oposición;

no obstante mediante generosas condiciones pacificó la

zona y fueron muchas las que se sometieron con

facilidad. Algunas ciudades todavía controladas por

comes o condes godos, fueron controladas sin gran

211

Theudemir

esfuerzo, caso de Alet, Béziers, Agde, Lovede y

Magalona; tan sólo Nimes ofreció férrea resistencia.

Al Samh que había pedido refuerzos para continuar la

contienda, en el 721 recibió el apoyo solicitado. Ese

mismo año partió de Narbona y puso sitio a Tolosa. Tras

varios meses de asedio, en Junio, consiguió entrar en la

ciudad. Poco después llegaron los refuerzos esperados

por los tolosanos y las tropas del Conde Odón entraron

en liza.

Todos los planes de adentrarse en la Aquitania se

vinieron abajo. En la conocida como Batalla de Tolosa,

Al samh sufrió numerosas bajas ante las tropas de

Odón y no tuvo más que batirse en retirada, incluso, él

mismo fue tan gravemente herido que por esta causa

falleció poco después en Narbona. Era el 10 de Junio

del 721.

Allí mismo, en Narbona, en el lugar de los hechos, el

General Abd al Rahman ibn Abd allah al-Gafiquí fue

proclamado Walí. Permaneció en el cargo durante un

mes, fecha en la que fue nominado Ambasa ibn

Sohayun al Kalbí, por el Gobernador del Norte de África,

como Walí de Córdoba.

Pese a la derrota de Tolosa, la Septimania siguió

en poder de los árabes que estaban solidamente

212

Theudemir

asentados en Narbona y que, gracias a su puerto de

mar, pudieron proseguir su expansión por el este,

durante la década del 720, llegando hasta Autun en la

Borgoña.

En el 720 crean los árabes centros

administrativos en Mérida, Tolaitola (Toledo), Sarakusta

(Zaragoza) que con el de Kortuba (Córdoba), conforman

el Al-Ándalus. Dependen directamente del walí de

Córdoba y todos del Emirato de N. de África con capital

en Qayrawan.

Durante alguno de los años que siguen a la

contienda de Covadonga, el desaparecido de las tierras

astures, Munuza, es nombrado valí de Narbona. En las

crónicas francesas aparece en franca camaradería con

el Conde Odón, con el que había emparentado por

casar con un familiar de este godo.

El Conde Odón que es conocido y denominado por

algunos cronista franceses como Rey Eudes, había

fijado la capital de Aquitania en Tolosa.

El año 731 éste valí de Narbona y de la región de

Cerdaña, Otman ibn Neza, insistiendo que es el

conocido Munuza, el que llegó a la península el 711 a

las órdenes de Tariq, se alza contra el valí de Córdoba y

como algunos otros antecesores de la Narbonense,

213

Theudemir

caso del Duque Paulo, Achila y el sucesor Ardón, se

proclama independiente.

Abd al Rahman ben Abd Allah al Gafiquí que por

segunda vez había sido nombrado Walí de Córdoba y

que ya conocía esas tierras cuando diez u once años

antes había estado con Al Samh para someter a Ardón,

no podía permitir la rebelión y al frente de un fuerte

grupo armado se personó en Narbona y se le enfrentó

duramente, derrotándole y le dándole muerte.

Al Gafiquí quiso aprovechar la ocasión para hacer algo

de botín de guerra y conquistar nuevos territorios y con

esta fuerza armada, relativamente pequeña para la

empresa que intentaba reemprender, se adentra en

Aquitania. El Duque Odón hace frente a los árabes otra

vez más; pero se ve desbordado y superado por los

musulmanes. Es entonces que pide ayuda a los

carolingios que se hacen de rogar y acuden cuando las

tropas de Eudes están poco menos que derrotadas.

Carlos Martell se une a la refriega y entre Tours y

Poitiers consigue que sea Abd al Rahman al Gafiquí

quien les ataque en el lugar escogido para llevar a

término la batalla. Las tropas de Carlos Martell y Odón

eran muy superiores; pero apenas si tenían caballería.

El tropel árabe se componía, aunque muy inferior en

214

Theudemir

número, de una diestra y experimentada caballería, lo

cual le ponían en franca ventaja.

Sucedió en Octubre del 732 y Al Gafiquí no solamente

fue derrotado, también pereció en la Batalla de Tours.

Poco después, para el valiato de Córdoba, fue

nombrado sucesor Abd al Malik ibn Qatán al Fihri.

Respecto a la dependencia del Califato de

Damasco a través del waliato del Norte de África, dos

fueron los gobernadores que rigieron los designios del

nuevo reino desde la invasión árabe en el 711 al 716. El

primero, Musa ibn Nusair y después, su hijo Abd al Aziz

ibn Musa.

Por veinticuatro se cuentan los walies que desde

Córdoba gobernaron la península desde el 716 al 756.

El primero, Ayub ibn Habib al-Lajmi lo hizo el 716 y el

último, en el756, Yusuf ibn Abd al Rahman al Fihri.

Año 750. El Califa de Damasco y la familia Omega es

derrotada por los abasíes, tras una traición en la que

fueron asesinados todos sus miembros menos uno. El

único superviviente de la matanza, Abd al-Rahman, en

compañía de un liberto de nombre Badr, huyó de

Damasco, atravesó el Norte de África y consiguió llegar

a Al-Ándalus. En la península consiguió la adhesión de

los partidarios de los Omeyas de Córdoba y la de los

215

Theudemir

yemeníes, enemigos del Gobernador Yusuf.

Año 756. Con Yusuf ibn Abd al-Rahman al-Fihri se llega

a la finalización del Emirato Dependiente de Damasco y

se inicia el Califato Independiente de Córdoba.

216

Theudemir

217

Theudemir

Capítulo XIII

PELAYO - GUERRA CIVIL- FINAL

Desde el tratado con Abd al-Aziz, los problemas

de Theudemir en los territorios bajo su gobierno

dimanaban, por lo general, de la convivencia entre los

propios del lugar y los nuevos y continuos grupos

árabes que llegaban para su asentamiento. La

migración fue un constante goteo de grupos venidos de

diferentes lugares, además que en determinadas

ocasiones llegaran en grandes contingentes, como

cuando con Musa en el 712 entraron en la península

dieciocho mil colonos y otros grupos menores en

número en el 716 con Al-Hurr y en el 720 con Al-Samh

ibn Malik al Jawalani.

Las gentes eran de tan dispares culturas y lugares como

para contar entre ellas grupos llegados de Hichaz

(Región de la Península Arábiga), Yemen, Irak, Siria,

Egipto, Libia y resto del Norte de África (Mauritania

Cesareae y M. Tingitana).

Hasta el momento los grupos mayoritarios eran los

qaysies (pastores nómadas de la Península Arábiga,

básicamente cabreros y camelleros) y yemeníes,

enemigos irreconciliables que se trajeron con ellos sus

218

Theudemir

odios antiguos y pelearon por apropiarse de las mejores

tierras, fueran de quien fuese.

Hay que dejar constancia que muchos, atraídos

por las ventajas sociales y económicas que reportaba

ser musulmán, se pasaron de bando y se islamizaron. A

estos nuevos musulmanes se les conoce por muladíes,

vocablo que viene a significar nuevo musulmán. Les

llamaron mozárabes a los cristianos que vivían entre

árabes.

Queda patente que las tensiones entre cristianos,

árabes y judíos eran muy fuertes y continuas. Ni que

decir que los árabes hacían lo posible para manipularlas

a su favor y tan fue así que el año 721, cuando Ambasa

ibn Sohayun al-Kalbi fue nombrado Walí,

tendenciosamente informado, obligó a judíos y

mozárabes a pagar el doble de los tributos convenidos,

llegando a confiscar bienes y propiedades. Cuando

accedió al valiato Yahyá ibn Sallamh al-Kalbí (726 al

728) reparó estos abusos.

Los doce años que siguen sirvieron para que el odio

entre los diferentes grupos prosiguiese en aumento y

para que los gobernadores, enviados desde Norte de

África, en su afán recaudatorio, continuaran haciendo,

uno tras otro, nuevos censos de población.

219

Theudemir

En el 737 se produjo la muerte de Don Pelayo y

la sucesión de Favila en el trono. Breve tiempo el de su

reinado, puesto que falleció dos años más tarde.

El nuevo rey fue Alfonso, hijo del Duque de Cantabria,

don Pedro, y que había casado con Ermesinda, hija de

Don Pelayo.

En el 740, como si ya no tuviesen suficientes

problemas en la península, a los beréberes les da por

meterse en guerra, rebelándose en lo que fue la

Mauritania Tingitana (actual Marruecos), contra el

gobernador árabe del Norte de África. Desde Damasco

envía el Califa una columna de diez mil jinetes

pertenecientes al chund (milicias) sirio. Pero esta

columna fue vencida en las inmediaciones del río Sebú

(Río que desemboca en el Atlántico a unos 12

kilómetros de Kenitra). Los beréberes residentes en

España toman partido por los suyos y dan comienzo a

los enfrentamientos entre ellos.

Del chund sirio, lo que se salvó de la refriega en las

inmediaciones del Río Sebú, al mando de Baly ibn Bisr

al-Quaharí, llega a Ceuta y pide a Abd al-Malik ben

Qatan, walí de Córdoba, que le permita pasar a la

península.

Abd al-Malik, puesto que la rebelión beréber se extendía

220

Theudemir

por todo Al-Ándalus, permitió el paso pensando en el

refuerzo que serían para pacificar la situación.

Los hechos se complican porque los sirios consiguen

dar muerte a Abd al-Malik y colocar en su lugar a su jefe

Baly ibn Bisr. Tampoco, Baly, dura mucho en el poder

que en el 742 muere y ocupa la vacante uno de sus

oficiales de nombre Talaba ibn Salama al-Amilí.

El año 743 llega a Al-Ándalus en nuevo Walí Abu-l-

Jattar Husam ibn Dhirar al-Kalbí.

Abú-l-Jattar, aconsejado por Ardabasto, uno de los hijos

de Witiza, separó los chunds (milicias) y los colocó en el

territorio de la antigua Bética y los de Aurariola.

El chund egipcio acabó en las tierras de Todmir. Los

grandes perjudicados fueron los godos del sureste, pues

se les expropió un tercio de las haciendas para

entregarlas a las milicias.

Otras crónicas comentan, esta es la versión más

creíble, que era el año 742 cuando Baly, Lugarteniente

del Califa Hisham, hallándose en Ceuta, fue llamado por

Ibn Qatán para que le ayudase con sus hombres a

resolver un levantamiento interno de tribus beréberes.

Desde el norte de África pasó a la península y se instaló

en Al-Ándalus. Al poco, con siete mil hombres a caballo,

anuló el movimiento de insurrección.

221

Theudemir

El trato ofrecido, a cambio de ayuda militar, fue el de

grandes sumas de dinares en plata y oro, así como los

bienes de los vencidos. Pero Abd-al-Maliq no cumplió y

Baly, sintiéndose engañado y humillado, marchó con

sus hombres hasta la residencia de este en Córdoba y

le arrojó de ella y permitió que sus hombres le dieran

muerte.

Había un lugarteniente de Baly, de aquellos que

pasaron desde Ceuta en ayuda del asesinado Ibn Qatán

que se trataba de un joven culto, de familia adinerada,

con padre influyente en Damasco y con la creencia de

que podía hacer en la tierras de Todmir cuanto le viniera

en gana.

Su primer asentamiento lo hizo en Córdoba, ciudad en

la que llegó a gozar de gran relevancia, incluso una de

las puertas de entrada a la ciudad llevaba su nombre,

era conocida por "Puerta de Bad-al-Jatar"; pero,

deseoso de más amplios espacios y por su condición de

sirio, marchó al Reino de Todmir, donde creó serias y

tensas situaciones con los administradores del Rey.

Nada especial logró conseguir, tras muchos esfuerzos,

ni tan siquiera la menor prerrogativa sobre el resto de

los asentados. Acabó aceptando los terrenos otorgados

y adaptándose al quehacer cotidiano. Pero

222

Theudemir

paulatinamente fue cambiando de actitud. El contacto

con los hombres ilustres y el interés por la cultura y

costumbres de los cristianos, terminaron granjeándole la

amistad de muchos. Al Jatar era instruido y sus

conocimientos sobre las artes y ciencias árabes rayaban

a gran altura.

Era bueno para los cristianos que el cabecilla sirio

estuviera en cordiales relaciones con los dirigentes del

Reino de Aurariola. Ello podría evitar más de un

enfrentamiento entre las dos comunidades.

El Rey Todmir, ya con muchos años, lúcido como

en sus mejores épocas de la vida, aunque repleto de

achaques, pensaba que no le quedaría mucho por vivir y

que sus nobles, como en tiempos de Égica o Vitiza,

podrían rivalizar para adjudicarse el trono. No era lo

mismo, pero si apetecible.

Es seguro que sabía lo que quería para los suyos y que

era consciente de su edad. Todmir vio la ocasión de

reforzar el bienestar de los cristianos bajo su amparo,

en tiempos tan convulsos, y no tardó en poner en

práctica lo que sería su última jugada de estrategia.

Poco tiempo después la hija de Teodomiro casaba con

el sirio Al-Jattar.

Todmir dotó a los casados con dos aldeas, una

223

Theudemir

de ellas Tarsa, cerca de Elche y el segundo poblado

situado a menos de una hora a caballo desde la capital,

a unas ocho millas, sobre la cima de un pequeño cerro

que desde entonces se llamó Tal-al-Jattar o Colina de

Jattar.

No duró mucho la alegría en el Reino. Poco más

de un año había pasado de esta efemérides cuando

murió Teodomiro. Era el 743.

Ni que decir que el luto invadió los hogares de Aurariola.

El dolor de los cristianos se hacía más hondo con el

tañer de las campanas y las gentes quedaban en casa

doliéndose por la pérdida de tan entrañable figura. La

ciudad aparecía desierta y el dolor afloraba por doquier.

Únicamente quedaba en pie la esperanza de su último y

perdurable pacto político. La boda de su hija con Abd-al-

Jattar.

El entierro del Rey Todmir fue llorado hasta por

los árabes. El pueblo, expectante y dolido, aguardaba la

decisión que deberían tomar los Nobles y el Clero de las

Iglesias. Estos se afanaban por dar muestras de

serenidad, mientras se hacían los preparativos para la

elección del sucesor.

Pasados los días de luto, fue electo un nuevo rey

para el Territorio de Todmir.

224

Theudemir

Crónica mozárabe de 754

En el año 782 falleció el belicoso Teodomiro, el cual en

diversas partes había causado cuantiosas matanzas de

árabes y después de …………

Resta comentar que el segundo Rey de

Orihuela, el hombre encargado de continuar rigiendo el

destino de los cristianos y administrar las tierras de

Todmir, fue Atanagildo que prosiguió la labor de su

antecesor, no sin problemas; pero de forma acertada.

Los descendientes del Rey Teodomiro, los Banú-

Jattar, desempeñaron un preponderante papel durante

varios siglos.

FINAL

225

Theudemir

BIBLIOGRAFÍA

Algunos libros y artículos leídos o consultados

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Editorial. Madrid 2007.

Gregorio Mayans. Defensa del Rei Witiza.

Reproducción L. Paris Valencia. Valencia. 1998.

José Luís Olaizola. Don Pelayo. Editorial Temas de

Hoy s.a. Madrid. 2006.

José Orlandis. Historia del Reino Visigodo Español.

Rialp s.a. Madrid 2006

La vida en España en tiempos de los godos. Rialp s.a.

2006.

Juan Antonio Cebrián. La Aventura de los Godos. La

Esfera de los Libros s.l. Madrid, 2006

Juan eslava Galán. Historia de España contada para

Escépticos. Planeta. Barcelona. 2003

Marcelino Menéndez y Pelayo. Historia de España.

Cultura Española. Valladolid. 1938

Mª Isabel Loring, Dionisio Pérez, Pablo Fuentes. La

Hispania tardo romana y visigoda, siglos V-VIII. Editorial

Síntesis, s.a. Madrid. 2007

Pablo C. Díaz Martínez, Clelia Martínez Maza,

226

Theudemir

Francisco Javier Sanz Huesma. Hispania tardo

antigua y visigoda. Ediciones Istmo, s.a. Madrid. 2007.

Antonio José Sánchez Pérez, Rosario del Carmen

Alonso de la Cruz. Territorio alicantino en las fuentes

geográficas árabes medievales (siglos IX - XV)

Fernando Gil, Ricardo Carleto. Losa Concilios

Toledanos durante la España Visigoda. 1999.

J. García Antón. Sobre los orígenes de Tudmir

Javier Albert Gutiérrez. La España visigoda.

Julia Montenegro, Arcadio del Castillo. En torno a la

conflictiva fecha de la Batalla de Covadonga.

P. de Palol. Las excavaciones del conjunto de “El

Bobalar” Seros (Segría, Lérida) y el reino de Akhila

Pío Beltrán. Judila y Suniefredo, reyes visigodos.

Estudio numismático.

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