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Contenido

Presentación............................................... 7

1. No sé qué me pasa: la bendición de las anomalías ..................................... 17

2. La búsqueda a oscuras: ¿qué ayuda? ....... 41

3. Asideros: las pequeñas cosas.................. 67

4. Mi cuerpo, mi amigo: primeros encuentros ............................... 93

5. ¿Esto es mío?: re-apropiarme.................. 119

6. ¿Pero soy yo?: re-conocerme .................. 145

7. Los sueños: sabiduría interior ................ 171

8. Mi poder: el mundo interior.................. 197

9. Mi saber: el mundo exterior .................. 223

10. El ciclo de la vida: terminar-empezar .. 247

Conclusión................................................. 273

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Presentación

Algunos escollos

Suena narcisista, lo sé. Con todo lo que ya hasido publicado, “todavía” un título así suena egocén-trico, entendiendo “egocéntrico” como equivalente anarcisista. O sea, que suena mal. Y, sin embargo,somos mucha gente, cada vez más, quienes noshemos convencido, después de años y, muchasveces, de un largo proceso de trabajo personal, deque se trata de la gran premisa. Y no porque nosresulte desconocida, sino por la obviedad de que,siendo conocida, no tenemos ni idea de lo quequiere decir. En la tradición filosófica antigua de losgriegos ya está presente el axioma del “conócete a timismo”, y más de un filósofo ha señalado que se tra-ta de la gran proeza humana. Igual de antigua, si nomás, es la tradición judeocristiana, que prescribeamar a los demás como a sí mismo, poniéndose elamor a sí mismo como supuesto y condición al de losdemás. La historia occidental, vista a través de susresultados, dice que no hemos entendido lo que sig-nifica. Esta historia ha antepuesto el mandato del

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amor a los enemigos (cristiano) y el de la abnegaciónpropia sin haber pasado primero por el amor a unmismo. No sé si alguna catequesis hizo, de tapadillo,otra cosa. A mí, desde luego, no me alcanzó.

El segundo obstáculo es el punto de vista. Comopsicoterapeuta, estoy acostumbrada a mirar desde elángulo de la patología. No es, ni mucho menos, unmal punto de vista, pero soy consciente de que nopuede ser ni el único ni el principal de cualquierprofesional de la psicología. Para que la psicoterapiano sea el punto de vista que organice mi percepciónde la realidad psíquica humana, he tenido quemantenerme alerta y consciente, pues resulta fácilque se convierta en un automatismo, una especie dereflejo. Pues bien, mi intención es incluir la dimen-sión terapéutica, con su punto de vista, dentro deotra más amplia, que haga justicia a lo que somos ypodemos ser los humanos. No me refiero solamen-te a la perspectiva de la “psicología positiva”, sino auna posición previa que mire a cada sujeto humanocomo la realidad compleja y admirable que es. Pues-to que no se trata de algo obvio, me veo en la nece-sidad de explicitarlo.

El ser humano y la humanidadContemplo al ser humano como alguien entra-

ñable, por una parte, como un boceto de aquello enlo que puede convertirse, en lo que, seguramente,sueña con convertirse, y, por otra, como la ambiva-

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Introducción

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lente realización, fruto de generaciones, que ha idoperfeccionando sus mecanismos psíquicos para bieny para mal, propio y ajeno, y que ha ido, igualmen-te de manera ambigua, atrofiando muchas de susposibilidades físicas y psíquicas1. Y, así, me veo a mímisma como proyecto inacabado y como realización(en curso) de aspectos de mi persona que se vanampliando o van quedando atrás como obsoletos.Afortunadamente, sigo siendo un proyecto incom-pleto e inacabado.

Mi concepción del ser humano es positiva. Con-sidero a las personas sujetos complejos. Esa comple-jidad es siempre una fuente de riqueza que provie-ne de dentro, pero también de fuera. Este ser huma-no, interiormente complejo y rico, es un sujetosocial, o sea, situado en un contexto preciso ydeterminado. No solo ser social, sino histórico-cul-tural y, por ello, un sujeto moral, con derechos yresponsabilidades. Este sujeto, complejo, inteligen-te, emocional, social, histórico, cultural y ético, esalguien que, por estar vivo, es sensible, es decir,capaz de sufrir y gozar en una gama de infinitosmatices. Es alguien que no se detiene en lo inme-

1 Por poner un ejemplo conocido: hemos perdido la percepciónglobal afinada de los humanos antiguos, que debían estar alerta alos signos de su entorno para sobrevivir. Hemos perdido la capaci-dad de visión nítida a larga distancia, debido a las condiciones dela vida postindustrial. Hemos ganado en autorreflexividad y se haampliado la parte cerebral de nuestro conocimiento, especialmen-te en las nuevas generaciones.

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diato, sino que, a partir de lo inmediato, presente yactual, sueña, puede amar y entregarse a personas,causas, ideas..., proyecta su vida, necesita ser reco-nocido y tiene un fondo que llamaremos “espiri-tual” en el que late capacidad para la trascendencia.Se mueve por valores y por objetivos. Es modeladopor la historia, la individual (biografía) y la cultural.A la vez, modela su propia historia y la historia en supropio contexto. Es un ser, por lo tanto, creativo,en relación de ida y vuelta (retroalimentada) con elentorno. Su dimensión creativa, como un rasgo uni-versal y, por ello, democrático, le empuja hacia delan-te y hacia arriba. Con esto digo, implícitamente, quehay algo que viene de atrás y de abajo, si es que pode-mos hablar con estas categorías. De atrás, porque harecibido mucho, incluso en el caso de las personassupuestamente “fallidas” (discapacitadas). Al princi-pio lo recibe todo o casi todo. De abajo, porque merefiero a la profundidad y la interioridad, porque esoque ha recibido de lo humano y del cosmos-universoes un verdadero potencial. Aquí tengo que hacer otroinciso, pues hablar del potencial humano me obligaa diferenciar entre aquello a lo que tenemos accesoinmediato y aquello que, siendo más amplio, no esfácilmente accesible.

La dimensión de fácil acceso es la consciencia,una parte de nuestra mente a la que solemos llamar“proceso secundario” (pensamiento, conocimiento,lenguaje...), y la dimensión oscura (ese “continenteoscuro”) es el inconsciente, que no se deja atrapar

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más que de manera indirecta (los sueños, los actosfallidos o equivocaciones, los símbolos, el arte...) yen la que se encuentra lo que llamamos “procesoprimario” (emociones, impulsos...). Con esto pre-tendo decir que en la profundidad de ese mundonuestro, inexplorado, se encuentran increíbles teso-ros, muchos de ellos heredados, como por ejemplolos arquetipos2, un verdadero patrimonio de lahumanidad.

Por lo tanto, concibo al ser humano comoalguien cuya humanidad no está nunca conseguidadel todo, pues en la historia nada ni nadie ha dichotodo y del todo sobre lo que sea, en concreto,“humano”. Contamos con horizontes de sentidoque orientan eso que llamamos “humanidad”. Eneste horizonte hay personajes con una influenciamuy potente acerca de la humanidad. Estos mode-los los han brindado, hasta ahora, las grandes reli-giones y, en algún sentido, más restringido, la filo-sofía. Un ámbito de humanidad profunda es y hasido la espiritualidad, más en concreto la mística,que, hasta hace muy poco, ha crecido y se ha desa-rrollado en el ámbito de las grandes religiones (yahora se independiza de ellas).

Mi contexto de sentido es el judeocristiano y laherencia del pensamiento occidental. En él cuento

2 El público lector conocedor de la psicología advertirá misgrandes pilares de psicología dinámica, en parte de cuño freudianoy en parte jungiano.

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con un personaje concreto, Jesús de Nazaret resu-citado. En realidad, si me pronuncio desde mi fe, nopuedo llamarle “personaje”, porque para mí es unapersona viva en la que creo y en cuyo círculo comu-nitario me muevo existencialmente. Este modelode humanidad que es Jesús me ha sido dado a cono-cer, básicamente, a través de tres grandes medios:las y los testigos (lejanos y cercanos), las Escriturascristianas, concretamente los evangelios, y mi pro-pia experiencia en relación con otras experienciasrelacionales y comunitarias. De Jesús he aprendi-do la concepción positiva, confiada y abierta(siempre en camino) del ser humano. Contraria-mente a lo que podría pensarse, esta concepciónno coloca en el centro la cruz ni el sufrimiento,sino la Pascua, que es precisamente el paso de lamuerte a la vida, del sufrimiento al gozo. En elcentro y en la meta, por tanto, está la resurrec-ción, ese punto misterioso y creativo de continuatransformación, metamorfosis, cambio hacia laplenitud. La plenitud es imposible conocerla yaprehenderla, porque, por definición, jamás se ter-mina. Esta dimensión otorga a mi percepción delser humano eso que solemos llamar “misterio”. Enel ámbito espiritual, por tanto, mi concepción delser humano es la del misterio. Por ello, es inalie-nable y su dignidad se acerca a esa condición divi-na de la que ya el libro judío del Génesis da cuen-ta: es semejante a Dios.

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La autoayudaEste es un libro de autoayuda. “Autoayuda” es un

término muy traído y llevado en las últimas déca-das. La autoayuda, según la voy a entender aquí, seidentifica con la idea de que la propia persona,bien orientada, tiene autonomía y recursos suficien-tes para llevar las riendas de sí misma y de su vida,para solucionar la mayor parte de sus problemas ytender, desde sí misma, a la felicidad. Entiendo laautoayuda en relación con la capacidad de interio-ridad del ser humano y de su autorreflexividad, suinalienable conciencia y su capacidad de soledadcreativa y productiva. Evidentemente, eso de “bienorientada” alude a las fuentes en las que bebe, allugar del que viene la orientación, con qué fines ysobre qué... Yo soy una profesional, como tantasotras personas habilitadas en el mundo de la psico-logía. Mi orientación, seguramente, difiere de otras.La ciencia de la psicología, por fortuna, se ha diver-sificado mucho. El mercado de la “autoayuda”, porsu parte, es ingente y muy diverso.

“Autoayuda”, según la entiendo, alude a necesi-dades y presupone una persona consciente de seralguien limitado, necesitado e incompleto. No sig-nifica, sin embargo, identificar inmediatamentelimitación con problema, ni necesidad con patolo-gía. “Limitación” es, a mi parecer, un término liga-do a “incompleto” y, por ello, en camino y orien-tado hacia una plenitud siempre mayor. “Necesi-dad”, desde mi punto de vista, sugiere carencia y la

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carencia conecta con el deseo y el camino quehacen posible la realización. Estos y otros supues-tos van a guiar este libro. Habrá ocasión de irviéndolos, tranquilamente, en su dimensión con-creta y práctica.

Mi condición de profesional de la psicología nose ha construido ni se ha realizado al margen de laconcepción de lo humano expresada arriba, ni demi fe en Jesús, sino con ellas. Obviamente, mi con-dición religiosa no aparece en mi trabajo profesio-nal, pues pertenece a otra dimensión. Tampocoaparecerá en este libro. Se encuentra en su trasfon-do. Yo he aprendido mucho de autoayuda median-te el estudio y la lectura de los evangelios, contem-plando las transformaciones que se producían enlos personajes de los relatos y el profundo sentidohumano para la vida cotidiana de quienes, comomuchos de ellos, son seres necesitados, limitados,en camino, y profundamente aceptados, valorados yamados por sí mismos, sin tener que demostrar nadani hacer nada para recibir reconocimiento y amor.He ido descubriendo la potencia sanadora y creati-va de una determinada forma de amor, la quecomienza por una o uno mismo.

Salud y enfermedadYa dijo Freud, en su momento, que lo que sepa-

ra salud y enfermedad es una línea continua. Se tra-ta de una afirmación muy interesante. Permite

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manejar estas dos ideas-fuerza sin esencialismos.Tienen el inconveniente de estar expresadas en tér-minos de oposición, al que se añade una dificultad:que este continuo es fácilmente convertible en tér-minos cuantitativos y, por ello, manipulables.

Según mi concepción, salud no se contrapone aenfermedad. Todos conocemos casos de mujeres yhombres que, estando enfermos, destacan por susalud. Esta paradoja es muy importante a la hora depresentar la dimensión conflictiva del ser humano,los problemas, las patologías o enfermedades. Unsujeto sano es alguien que puede integrar la enfer-medad, sobre todo si llega a ser incurable. Puede ysabe hacerlo, ese es el truco. No identifico, portanto, curación con salud. La salud es un concep-to más amplio que el de curación. Y puesto que notrataré la patología como el punto de mira o elpresupuesto de mi perspectiva, intentaré no recu-rrir a términos que habitualmente asociamos conenfermedades.

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1No sé qué me pasa: ¡benditas anomalías!

Lo primero es el miedo. Da miedo que de prontonos pasen cosas y no saber por qué. Da miedo

no entender la propia reacción. Lola se quedó undía pasmada. Su hija de seis años había tocado elbotón de la lavadora y esta se había parado. Al verasí la lavadora y mirar a la niña, autora del “delito”,fue hacia ella y le gritó tanto y de tal manera que sedetuvo en seco, dejó a su hija llorando y se encerróen su cuarto, completamente asustada. Como unfogonazo, le vinieron a la memoria otros momentosparecidos: los gritos y la furia la habían invadido yaumentaban siempre un poco más; se descargabacon sus hijos pequeños; los motivos aparentes eranpropios de críos, eso lo sabía, pero la desproporciónentre el motivo y la furia que salía de ella era enor-me, cada vez mayor. Estaba asustada. “No sé qué mepasa”.

Decírselo a sí misma así de claro, le da muchomiedo. Miedo de sí, miedo por sus hijos: “Qué estoy

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haciendo”. La invade un tremendo desasosiego, unaintranquilidad duradera. Le da vueltas, pero no salede ahí. No se atreve a contarlo, pues a ella misma leparece algo muy gordo. “Cómo puedo tratar así amis niños”, se dice. O: “Un día les haré daño si nome controlo”. Piensa, de golpe, que lleva dentroalgo malo. Un poco más adelante piensa que esmala. Lo primero es el miedo y, después, la culpa.Todo esto tiene que ver con lo que llamamos en psi-cología “desplazamientos”.

El desplazamiento es un mecanismo de defensa(inconsciente) que consiste en trasladar un síntoma,un problema, un sentimiento, un significado, de suverdadero objetivo a otro que al sujeto le resultamenos “peligroso”.

La desproporción entre el motivo y la reacciónde Lola es un signo de que se ha roto la normalidad.Lo primero que piensa, seguramente, es que algo nova bien3. Creer que hay algo malo en ella y deducir,en seguida, que es mala también es preocupante,pues una anomalía concreta ha dado paso a unjuicio general. El miedo es así: se extiende como latinta de un calamar y oscurece la mente. El fan-tasma de la culpa, que ronda y ronda, se ha insta-

3 Sería adecuado hablar de síntomas, pero dado que se trata deuna palabra que solemos utilizar para hablar en términos de enfer-medad y terapia, prefiero sustituirla por “anomalía”, “signo”...

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lado un día, sin que nos demos cuenta. La culpa esun huésped incómodo y malévolo. Y muy difícil deexpulsar, pues se metamorfosea y cuesta reconocerlo.Más “desplazamientos”.

Con el miedo, se hace más patente la incerti-dumbre. Incertidumbre e inseguridad se dan lamano. La culpa, en cierto modo, da un poco detranquilidad, pues, en lugar de la incertidumbre,se instala la certeza de ser mala o, por lo menos, detener algo grave por dentro que no se sabe si sepuede controlar, que es dañino.

Hasta aquí, he utilizado varias palabras quehe unido como eslabones de una cadena: miedo-recuerdo de situaciones parecidas-consciencia dela desproporción entre estímulo provocador y lareacción-culpa-incertidumbre-sensación de caos-generalización de la culpa. Y ahora, ¿qué?

Hay varias opciones. Algunas personas rompeneste circuito mental y emocional y siguen, como sinada, hasta la próxima vez. Para tranquilizarse sedicen: “Eso no va a pasar más”, y se convencen deque lo pueden controlar. Otras, asustadas, irán acontarlo al marido, a la amiga... o al médico. Lo quesuceda después dependerá del sentido común decada oyente de la historia y de su capacidad para vermás allá de lo inmediato. Hay quienes buscarán unmomento adecuado y se pararán a escucharse pordentro. Estas personas son las que ponen en marchalos procesos de autoayuda. Todavía no son mayoría,pero el número de ellas crece, especialmente si son

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mujeres. En el capítulo siguiente veremos lo queesto significa.

En realidad, lo de Lola le pasa a mucha gente, agente normal y corriente, que ni está enferma nisufre especiales trastornos. Es propio de los hom-bres que descargan las frustraciones del trabajocon las mujeres; del profesorado que maltrata a susamistades desplazando en ellas su impotencia. Lointeresante es darse cuenta de que el desplaza-miento de las emociones siempre se orienta dequienes tienen más poder a quienes tienen menos,de quienes tienen más fuerza y recursos a quienesson más débiles, frágiles, vulnerables y, por reglageneral, cercanos a la persona que desplaza susreacciones (de rabia, impotencia, frustración, ver-güenza, humillación), quienes, a su vez, son ajenosa las personas o circunstancias que las han origi-nado... Estas situaciones suceden a diario y pordoquier. Es conveniente escucharse para averiguarla fuente de esas emociones, pues así se rompe elcircuito que canaliza las aguas bravas en el lugarinadecuado. Quererse, en este momento, para ayu-darse a sí misma pasa por escucharse rompiendo elmiedo a hacerlo.

Charito últimamente no saca buenas notas en launiversidad. Esta vez le han quedado tres materias.Sabe que cuando se lo cuente a su padre, él la va amirar fijamente a los ojos y ella no podrá soportar-lo (su madre no cuenta, no interviene). Siempre lesucede lo mismo: se queda como paralizada y, cuan-

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do se le pasa, se va a la calle y echa a andar sin rum-bo. No piensa en nada; es como si se hubiera vacia-do por dentro. La otra noche, que era viernes, fue aparar a la parte más peligrosa de su barrio. Salíantres chicarrones de la discoteca y ella estaba segurade que habían olido su miedo, pues la rodearon yempezaron a meterse con ella y a darle empujones.Charito se sentía como clavada en el suelo. Suerteque salió el portero y les plantó cara. Cuando sefueron, Charito empezó a temblar de pies a cabeza.El portero le dijo de buenos modos que se fuera a sucasa, pero ella siguió allí, sin poder moverse, duran-te un ratito. No sabe por qué le tiene miedo a supadre, pues él no le dice nada, no la castiga. Solo lamira... Charito se culpa, pues en el fondo cree quehay algo malo en ella; no da la talla y si, total, noda la talla ni nunca la va a dar, para qué esforzarse.Antes sacaba buenas notas, pero cuando su padre lamiraba sentía que no era suficiente y su alegría seconvertía en malestar. No se veía bien a sí misma ypensaba: “Si pudiera ser mejor”... Un día capituló:ya no tenía ganas de estudiar. Y, a partir de enton-ces, llegaron los suspensos.

Charito es una chica normal, aunque se sientaun poco rara y crea que tiene algo malo o que noes lo suficientemente buena. Como Lola, tambiénella desplaza sus emociones, pero con algunas dife-rencias. Reacciona como a destiempo. Se paralizade mente (se queda en blanco) y de cuerpo (sequeda quieta) y se expone, peligrosa e inconscien-

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temente, a la saña de otros (yendo, por ejemplo,un viernes por la noche a un lugar nada seguro).En el caso de Lola, los que sufren el desplazamien-to de las emociones son sus hijos pequeños, peroen Charito es ella misma quien se castiga ponién-dose en peligro, sin pretenderlo conscientemente.La culpa, también generalizada (“no doy la talla”),se vuelve contra sí misma. La reacción de miedo,que se expresa en el temblor posterior, es una reac-ción desplazada. La anomalía estriba en que siteme a su padre, parecería lógico temblar antes deverlo o en su presencia, pero no paralizarse. Elinconsciente de Charito, sin embargo, que la pro-tege como sabe y como puede, desplaza el temblora una situación en la que escapa de la sensación deestar a merced de la mirada implacable de supadre. Y ahora, ¿qué?

También en este caso encontramos diversasposibilidades: Charito puede fracasar del todo ensus estudios, como una manera de castigar a supadre, pero también a sí misma. Esto tiene suimportancia, pues se convierte en lo que llamamosen psicología la profecía autocumplida. “Creo queno doy la talla-me inhibo en el estudio-tengomalas notas-estas confirman que tengo razón; porlo tanto, es verdad que no doy la talla”. Charitotambién podría autoestimularse, en una escaladaperfeccionista, para decirse a sí misma y a su padreque es mucho mejor de lo que imagina. Esto escomo una bomba de relojería, pues se necesita

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mucha energía para mantenerse en ese punto en elque se es siempre la mejor, convencida, sin embar-go, de no serlo. También sería muy fácil deslizarsepor la ladera de la autocompasión y la tendenciaautodestructiva, pero un día podrían darle un buensusto. Un problema serio de esta chica es que se vea sí misma con unos ojos muy parecidos a los de supadre (los que ella cree que son los ojos exigentesde su padre). Llamamos a esto una mirada paternainternalizada. El problema más grave no es la mira-da del padre, sino la mirada de Charito sobre símisma.

Con la expresión “profecía autocumplida”, o “auto-rrealizada”, también conocida como Efecto Pigma-lión, la psicología se refiere a cómo las expectativasde un sujeto, ya sean positivas o negativas, influyenen el comportamiento de dicho sujeto y en los resul-tados que se derivan de él.

Hay más alternativas. Charito puede ayudarse así misma. Necesita encontrarse consigo. Como esjoven, el ambiente no la ayuda demasiado, peronadie ha dicho que no pueda ser. Ese encuentropodría tener lugar mientras habla con una amiga ocon su novio, o un día que se va a dar un paseo asolas, o cuando decide escribir un diario para “acla-rarse”. También podría ocurrir si decide implicar asu madre de alguna manera. Lo importante es parar-se para escucharse. Esta oportunidad que Charito se

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daría a sí misma puede cambiarle la vida y orientar-la hacia la felicidad4.

Antonia es ama de casa, con cinco hijos e hijasentre los 10 y los 25 años. Echa horas cuidandoancianas porque no le llega con el sueldo de sumarido; el hijo mayor busca trabajo, pero demomento sigue en paro. Antonia era una mujerguapa y atractiva. Lleva, sin embargo, muchos añosabandonada. No le importa arreglarse. Cuando estáen su casa pasa el tiempo metida en la cama. Noquiere saber nada de nada ni de nadie, ha perdidoel interés por todo y solo se encuentra bien cuandoduerme. Se siente muy cansada. Se refugia en larutina. Necesita soledad, pero, a la vez, la soledad leaterra, porque, si hay algo que no desea, es hacersepreguntas. Un día coincide con una amiga del cole-gio y se van a tomar un café. La amiga le hace pre-guntas y ella va respondiendo con tópicos hastaque, en un determinado momento, se derrumba. Ensu casa, se va a la cama y llora con un sentimientode aflicción tan profundo que no sabe de dónde lenace. Su familia le dice que está deprimida, peronadie mueve un dedo por ella; el médico cree quees solo la menopausia, que tal vez sería bueno algún

4 Conozco casos de jóvenes, entre los 19 y los 28 años, que handado un giro decisivo a sus vidas. Encontramos, además, literaturasobre jóvenes que lo han hecho. Un caso bastante conocido ahoraes el de Etty Hillesum, la joven judía holandesa que murió en uncampo de concentración nazi y cuyos escritos dan cuenta de unproceso de maduración sorprendentemente rápido y profundo.

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tratamiento hormonal... Antonia se da cuenta deque es una persona muy diferente a la que era antesde casarse. Entonces tenía vitalidad e ilusión.Había estudiado un grado medio y tenía un trabajo.Hacía proyectos, nada se le ponía por delante, eraalegre y divertida, le podía la curiosidad y se sentíafeliz. Ahora, alguna vez, se pregunta cómo es posi-ble que se haya convertido en alguien tan diferen-te. En esos momentos no se reconoce.

Las señales que ha emitido Antonia puedenreferirse a la menopausia, es verdad, pero ¿en quésentido?, ¿de dónde se ha sacado el patriarcado quelas mujeres en la fase de la menopausia están enfer-mas o han acabado sus vidas?, ¿no vemos todos losdías a mujeres, entre los 50 y los 70 pasados, lucien-do espléndidas, radiantes, a la reconquista de unasvidas que detuvieron cuando se casaron como si setratara de un paréntesis o a la conquista de la quesiempre desearon? Cuando Antonia percibe la indi-ferencia de su familia hacia ella, sus exigencias, lautilización de su persona para la solución de las milcosas diarias, cotidianas, a las que tiene que seguirprestando atención, porque para eso es la esposa yla madre, se le van de golpe todas las ganas de vivir.Vale, ¿y qué?

Mucho. La menopausia es un tiempo interesan-tísimo para las mujeres, ya sean amas de casa, traba-jadoras de doble jornada, como Antonia, o exitosasacadémicas y empresarias. El cuerpo dice a cadamujer que está por comenzar una etapa diferente.

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Dice a cada una, con sus propios códigos, que eshora de mirar por sí y de ocuparse de ella misma. Esuna puerta a la libertad y a la realización de lasmujeres cuando están en su mejor momento. Loscódigos de Antonia, que son los de su propia bio-grafía, solo ella puede descifrarlos, pero desde fuerapodemos observar algunas cosas. Su cuerpo, su pre-sencia exterior, su recurso al sueño como huida deuna realidad tan poco estimulante, le dicen a gritosque se mire al espejo y se haga preguntas. La másinmediata es la pregunta sobre su pelo, su cara, susojeras, su vestido... Luego llegarán otras, como:quién soy, quién quiero ser, qué es mi vida, quéquiero y puedo hacer con ella, si me gusta vivir ycómo deseo hacerlo, por dónde puedo empezar.

Una posible salida, bastante recurrente en unamujer como Antonia, es el lamento continuo sobrelo que pudo ser y no ha sido. El victimismo. El victi-mismo es para las mujeres más destructivo que elcáncer. Cosa diferente es la consciencia de que sees víctima de múltiples factores: educativos, sociales,económicos, emocionales, de relación... Pero laconsciencia de ser víctima difiere de la actitud victi-mista, que, en el fondo, es una reclamación indirec-ta y sufriente de derechos. La mujer que adopta unaactitud victimista ante la vida es una reivindicaciónandante. El victimismo reclama, pero lo hace de talmanera que, en lugar de lograr lo que pretende, per-petúa la situación. Es un refinado producto delpatriarcado; no solo del patriarcado exterior, estruc-

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tural, de nuestro mundo, sino del patriarcado interiore interiorizado. Antonia puede vivir la transiciónde la menopausia como víctima autodestructiva ocomo víctima destructora y saboteadora de la vida delas personas cercanas y queridas; puede, también,levantar la cara cuando se mira al espejo y decirse:“Esto hay que cambiarlo”. Puede hacer preguntassencillas de respuestas sencillas: ¿Cómo puedomejorar mi aspecto?: yendo a la peluquería, com-prándome ropa que me guste y favorezca, saliendo adar un paseo con mi nuevo look yo sola... ¿Cómopuedo sentirme mejor?: leyendo una novela cuyointerés me atrape, haciendo un curso de los que orga-niza el ayuntamiento, revisando algunos aspectos demi salud física, por si necesito mejorar... Todo esto,mientras se prepara para preguntas más complicadasy de respuestas necesarias, aunque más difíciles.

Los suspensos de Charito son signos que dan quepensar, porque era una chica de notables y sobresa-lientes. Cierto, no estudia, pero no estudiar es tam-bién un dato y una anomalía en su línea normal deactuación. Antes, las buenas notas eran signo delo mucho que disfrutaba estudiando y aprendiendo.Detrás de la anomalía actual se encuentra otra máspreocupante: su parálisis ante la desaprobaciónpaterna, andar como perdida por la calle e ir a parara una zona peligrosa donde parece repetirse el ciclode los síntomas: parálisis, sensación de pérdida yvacío. La furia de Lola es un signo de otra cosa, y susensación de culpa, también, pero ¿por qué la des-

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carga contra sus hijos pequeños? El abandono de síy la huida de Antonia, por su parte, son signos quedan que pensar en una mujer a punto de ser cin-cuentañera. Signos, anomalías...

Los signos que se presentan como anomalíasasustan, como es natural. Es lo suyo: llamar la aten-ción, alarmar, zarandear para que nos demos cuen-ta de algo que necesita ser escuchado y atendido.Pueden estar apuntando a un conflicto e incluso auna enfermedad, pero no necesariamente, puessimplemente pueden estar indicando un cambioque requiere atención; pueden referirse a una trans-formación, a realidades que solo requieren ser mira-das de frente. Físicamente sucede igual, con la dife-rencia de que consideramos los signos, ya de entra-da, como síntomas y reaccionamos con mucha másceleridad: la fiebre, los vómitos, las migrañas, losbultos, el dolor agudo... Cualquiera de estas alarmasnos mueve hasta la consulta del médico. Dejamosque sean los profesionales de la medicina quienesescuchen por nosotros, les dejamos todo el poder.Ellos realizan una exploración, concluyen con undiagnóstico y ofrecen unas indicaciones terapéuti-cas, muchas de las cuales son medicamentos paraeliminar los síntomas, a no ser que se descubra queestos llevan a otros. El proceso se repite y la indica-ción terapéutica puede llegar a incluir una inter-vención quirúrgica que extirpe el mal.

Este ciclo de síntomas-consulta-terapia-revi-sión-remisión lo tenemos introyectado con toda

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naturalidad. Las anomalías nos asustan, pues damospor supuesto que no deberían existir. Este supuesto,a la vez, se apoya en otro que viene a decir que elestado ideal no sufre anomalías. Cuando sobrevie-nen, se inicia el ciclo, las identificamos inmediata-mente con síntomas y solicitamos diagnóstico ymedicación. Esperamos que con esta última desapa-rezca el mal. Y el mal, creemos, desaparece cuandoremiten los síntomas. Luego comprobamos que lascosas no son tan simples, pero eso no impide que laspercibamos y experimentemos sobre esta plantillainterpretativa. El problema se agudiza cuando lossignos de supuestas anomalías son físicos, pero “elmal” no lo es; cuando son físicos y psíquicos a la pary no sabemos a dónde acudir; cuando son físicos,psíquicos y espirituales, y los confundimos, bienreduciéndolos a lo orgánico, bien a lo imaginario o,todavía peor, a lo moral. ¿Cómo puedo decir,entonces, que las anomalías son una bendición...?

Sistemas defensivosNuestro cuerpo es un organismo complejo con-

cebido para funcionar sobre la base de automatis-mos que dejen paso a lo imprevisto, incierto, nue-vo... Los automatismos inducen a nuestra dimen-sión física y orgánica no solo a cumplir sus ciclos,sino a intentar superar sus supuestos límites y, porello, evolucionar. Es una interesante paradoja.Nuestros automatismos nos preparan para superar-

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los. Cambiamos las dietas, los patrones de esfuerzomuscular, los records de resistencia... Estos cambiosse incorporan de tal manera, que las generacionesposteriores nacen y crecen incorporando, a su vez,la herencia mejorada y evolucionada. Esto, que hahecho la humanidad durante miles de años entrela naturaleza y la cultura, se ha acelerado ahoramediante la sofisticación científico-tecnológica.

Dentro de los automatismos, me ocupo del siste-ma defensivo, que es donde se alojan las anomalíasy, en su caso, los síntomas. Nuestro cuerpo estáadmirablemente preparado para la autoprotección.Los párpados protegen los ojos del exceso de luz ydel polvo. Los reflejos protegen de los golpes ines-perados. Los automatismos protegen también de lasaturación de información en el cerebro. El termos-tato de la piel sabe cuándo necesitamos ponernos yquitarnos ropa. La sensibilidad de las terminacionesnerviosas registra los golpes, las invasiones de ani-males dañinos o de factores externos nocivos parael funcionamiento interno. Registra el dolor ytodo tiene su lugar, su dinamismo, su natural fun-cionamiento. Cuando algo va mal o, simplemente,se aleja de los automatismos y del patrón funcio-nal básico, se encienden nuestras alarmas y, confrecuencia, lo hacen de manera confusa e indeter-minada, de modo que, antes de nada, sentimosincertidumbre. Nuestros hábitos nos llevan ainterpretar cualquier anomalía como un síntoma,y este, como peligro o amenaza, de forma que es

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como un grito de auxilio. Cambiar esta interpreta-ción, que es casi refleja, requiere mucho trabajo.Podemos empezar por algo más sencillo, como porejemplo intentar entender globalmente lo que sig-nifica nuestra misma interpretación. ¿Qué signifi-ca que mi cuerpo y mi mente tengan un sistemadefensivo automatizado?

Lo primero que me dice ese sistema defensivoautomatizado es que yo soy importante para mí. Micuerpo está preparado para decirme lo que necesitoy cuándo lo necesito: hambre y sed, frío y calor,movimiento y reposo... Mi cuerpo mira por mí, meaprecia, me cuida, me avisa, sale al paso con o sinpermiso del yo. La individualidad que cada cualsomos modela a su modo todo este funcionamientobásico. El funcionamiento general (humano) sepersonaliza. El programa común se individualiza.Por eso las “anomalías” no son iguales en todas laspersonas ni significan lo mismo. Los profesionalesde la medicina y los profesionales de la psicología losabemos. Un dolor de cabeza, por ejemplo, puedesignificar muchas cosas, y cada persona tiene sucódigo particular de interpretación. Puede ser resul-tado de un esfuerzo e indicar mero cansancio o unexceso de esfuerzo de la vista, o expresar un ele-mento de la tensión premenstrual para algunasmujeres. También puede ser síntoma de un tumor ola simple resaca de una borrachera o de un llantoprolongado; puede ser indicio de una depresión o elcomienzo de una crisis epiléptica, o el aviso de que

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se acerca alguien con quien, inconscientemente,no queremos relacionarnos. Depende. Lo impor-tante es que ejerce su misión de llamada de aten-ción. Y si está bien configurado, no parará hastaque le hagamos caso. Si no se le hace, inclusopodría aliarse con otras anomalías, hasta que se leescuche y se busque su sentido y se sepa lo que sig-nifica, para poner remedio a lo que sea que estédiciendo. Se expresa en función de nuestro perso-nal bienestar.

Esto es un lugar común, en mayor o menor sen-tido. Y da mucha tranquilidad saber que el propiocuerpo va a protestar o se va a dejar sentir cuandolo necesite. Hasta aquí todos de acuerdo. Es unabendición saber lo bien preparado que está el pro-pio organismo para avisarnos. Y no es que las ano-malías o los signos sean siempre fáciles de interpre-tar. En absoluto. Pero ahí seguirán en su tareamientras sea necesario.

Las cosas se complican mucho cuando pasamosde plano y focalizamos las anomalías en la dimen-sión psíquica. En primer lugar, tenemos menos con-ciencia de nuestro sistema defensivo. Hasta tal pun-to es así, que a menudo el cuerpo tiene que salir alrescate y los signos psíquicos acaban poniéndose lacareta de los físicos. No porque los psíquicos quie-ran disfrazarse, sino porque saben con toda certezaque no serán tenidos en cuenta. Y echan mano delo orgánico: anda, por favor, préstame el dolor decabeza; ¿me dejas un amago de infarto?, ¿no te

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importa si tomo prestado un eczema?; tranquilo,que voy a hacerme un esguince; perdona, pero ten-go que caerme...

Ojo con los presupuestosCuando abordamos la vida y la realidad desde la

perspectiva de las anomalías y los síntomas, corre-mos muchos riesgos. El primero de todos es reforzaruna poderosa creencia que viene a decir que lonormal es estar mal, “tener algo”. Si todo el mundo“tiene algo” y yo me siento bien y no parece que mepase nada, puede que en realidad esté mucho peorque la mayoría, puede que “tenga algo” y no lo sepa;un cáncer, vamos a suponer.

Vivimos inmersos en una cultura en la quehemos internalizado tanto y de tal manera el sufri-miento que pensamos que lo “normal” es “teneralgo” que ande mal. Los niños, porque son niños yhay que vigilar sus posibles traumas. Los adoles-centes, porque ya sabemos que lo pasan fatal y lonormal es que vivan conflictos y nos los haganpadecer a los adultos. Los adultos, porque senti-mos las exigencias que nos vienen de todos lados:en el trabajo, si es que lo tenemos, o en su ausen-cia, en el peor de los casos; con la familia, la pare-ja, los hijos, los padres ancianos, o casi, los fami-liares enfermos; en la necesidad de realizarse, lashabilidades emocionales... Los hombres, porqueno acaban de situarse en este mundo cambiante

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que pide una identidad nueva. Las mujeres, por-que todavía no han logrado lo que se supone queestá conseguido, o bien están cansadas de tantalucha, o frustradas, o porque han capitulado antela regresión en la consecución de sus derechos.Problemas, problemas, problemas. Un mundo decontinuo sufrimiento que parece dar la razón anuestras madres (las de mi generación, claro)cuando decían (a y de las mujeres) que “hemosvenido a este mundo a sufrir”. En realidad no que-remos sufrir, pero no solo parece inevitable, sinoque los mensajes sociales parecen decir que cadacual sufre porque quiere y que dejar de sufrir esuna opción de cada uno.

Estos presupuestos, que algunas y algunos estu-diosos se han encargado de mostrar y demostrar,son muy difíciles de eliminar. Estaría bien mantenerabierto el ojo crítico, porque de estos supuestos sebenefician muchos, siempre los mismos (el Estado,el mercado, las falsas religiones, los que tienen elpoder, el patriarcado...), que parecen entidades sinrostro, aunque los rostros existen y tienen nombresy apellidos.

El estupendo sistema defensivo de nuestro cuer-po es un mensaje importante: “Lo normal es estarbien”, dice Christianne Northrup (Cuerpo de mujer,sabiduría de mujer, 2000) con toda razón. Puesto quelo normal es estar bien, el cuerpo busca los modosde mantener su buen funcionamiento y, por ello,indica si hay anomalías que ese buen funciona-

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miento no sabe integrar. En general, las anomalíasforman parte de la normalidad en su calidad deinformantes y llamadas de atención no solo cuandoalgo va mal, sino cuando la persona está preparadao en proceso de preparación para crecer, evolucio-nar, cambiar y aumentar su bienestar, su equilibrioo su felicidad. Esta forma de equilibrio y reequili-brio tiene algunas leyes comunes, pero muchas deellas son singulares, están personalizadas. En gene-ral, tenemos un conocimiento inconsciente de estefuncionamiento. Eso nos da tranquilidad. Está pen-sado para darnos tranquilidad y no para infundirnosmiedo. El miedo puede ser bueno en algunas oca-siones, pero muy dañino en otras. A veces dependede los supuestos y creencias con que abordamos lasalud física y la psíquica.

No sé lo que me pasa... pero me encantaría saberlo

Somos un “misterio” y, también, un enigma.Los misterios no se destripan para buscarles el sen-tido, pues lo propio es que se revelen o nos digansu sentido. El enigma es diferente: es interesante yatrae, impulsa e induce a la búsqueda de su reso-lución. Un enigma está cerca de la aventura.Cuando hay un signo que nos lleva a decir “no séqué me pasa”, podemos adoptar diferentes actitu-des. Podemos decidir seguir como si no hubieraalgo que estuviera pidiendo atención. O bien

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optar por el camino fácil y medicalizar lo queinterpretamos como un trastorno. Podemos enfa-darnos con nosotros o nosotras mismas y generar,así, mayor tensión. O pasarles el tema a otros ydejarnos en sus manos a ver qué dicen o sugieren.Podemos cambiarlo de plano y, si es físico, hacer-lo psíquico o, si es psíquico, convertirlo en físico oen espiritual5.

También podemos percibir las anomalías o lossignos que reclaman nuestra atención como enig-mas que piden ser resueltos. Puedo convertirme enla aventurera o el aventurero de mi propio territo-rio e internarme en él llena de curiosidad y de esegusanillo del suspense. No hay aventura más inte-resante que la de descifrar qué y quiénes somos,qué llevamos dentro, por qué y para qué querien-do una cosa hacemos otra, de qué manera cuandoparece que nos precipitamos en el vacío algo den-tro de nosotros nos toma de la mano y nos salva...Somos un interesante, diverso y complejo enigma.Descifrarnos puede llevarnos toda la vida, peropuede ser algo no solo bueno y heroico, sino diver-tido, apasionante y sublime. Dejaremos huella enla humanidad y esa huella pasará a las generacionesfuturas.

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5 En ambientes religiosos es bastante común. Si una personasiente malestar o está ansiosa o sufre insomnio, no es extraño quese le diga que rece más, que examine sus compromisos o su dimen-sión moral... Y, a veces, sucede al revés y lo espiritual se interpretacomo un problema psíquico e incluso físico...

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El exceso de controlEn esta sociedad y con los supuestos de un

entorno física y psíquicamente medicalizado,hemos activado un sistema de alerta cuya alimenta-ción requiere mucha energía, una energía que segu-ramente necesitamos para otras cosas. Prestarnosatención, dedicarnos a descifrar el enigma quesomos, buscar el sentido de nuestros signos e inten-tar desentrañar el significado de nuestras anomalíaspara recolocarlas en un contexto de normalidadtiene también sus riesgos. Uno de los que más mepreocupan es el riesgo del control. Es muy fácildeslizarse del ocuparse de sí al controlarse. Nuestracultura tiende a la desconfianza como un modo degestionar el miedo y la incertidumbre. Los resulta-dos tienen mucho que ver con la otra cara de esterasgo cultural: el afán de seguridad (o, mejor, de“seguridades”). La salud se ha convertido en unmedio privilegiado para buscar la seguridad. Seríamuy largo detenerse aquí, pero basta de momentocon este apunte, pues lo que interesa resaltar es quela autoayuda no es garantía de las seguridades quebuscamos, pues resulta contradictorio con el presu-puesto y con la experiencia de que somos seresincompletos. La seguridad debemos situarla bien,y por eso la distingo de las seguridades, en plural.Si convertimos la autoayuda en un medio paraalcanzar las seguridades, entendiendo que estas songarantía de bienestar y felicidad, estamos equivo-cando el camino. La autoayuda no debe ser un sis-

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tema de control. Solo puede pretender convertir-se en la humilde guía y en la fiable compañera enel camino del autoconocimiento, la autoexplora-ción y el amor sereno, sanante y creativo de sí. Laautoayuda pretende liberarnos de dentro afuera; nobusca internalizar los sistemas externos de controlconvirtiendo nuestro interior en una dictadura,bajo la mirada implacable de la autoexigencia. Estoadopta muchas formas. Solo nos faltaba tener den-tro un Gran Hermano...

Resumen

1. Soy una persona humana. Los humanossomos una maravilla. Hay motivos de sobrapara la admiración. Puedo mirarme, darmecuenta de cómo funciono.

2. Mi cuerpo me quiere desde que nací. Es unaliado, aunque pueda equivocarse al expre-sarlo. Se ocupa y preocupa por mí. Es dignode mi cariño, de mi admiración. Cuando micuerpo dice algo, es que quiere hablar con-migo. Está bien que lo escuche: puede quequiera decirme algo importante, puede quesolo desee mantenerse en contacto.

3. Soy un enigma. Eso es apasionante. Puedodesentrañarlo, resolverlo hasta donde sepa,hasta donde pueda. Mi vida evoluciona deenigma en enigma.

4. Lo que hago conmigo y para mí, lo hago,también y aunque no sea consciente de ello,

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por y para la humanidad. Las generacionesfuturas podrían beneficiarse de ello.

5. La autoayuda es una posibilidad inscrita enmi cuerpo y en mi psiquismo. Puede estimu-lar mi crecimiento, mi bienestar, mi tenden-cia a la felicidad.

Sugerencias

1. Buscar un momento (¿al día?, ¿a la semana?,¿al mes...?) para tomar conciencia de que elpropio cuerpo y la mente se expresan.

2. Escuchar su lenguaje (qué dicen) y el modo deexpresarse (cómo lo dicen: ¿pensamientos?,¿gestos?, ¿anomalías?, ¿sentimientos?...).

3. Anotar todo (aunque a primera vista parez-can piezas de un rompecabezas sin sentido).

4. Intentar (sin agobio) buscar el sentido. Con-fiar en que irá llegando y se hará haciendovisible, accesible.

5. Disfrutar estos momentos de silencio, sole-dad, autoexploración... y compartirlos, si asíparece mejor, con quien me pueda y mesepa escuchar, acompañar, quizás entender,y disfrutar conmigo.

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