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Philippe Aldrin Pensar el rumor Una cuestion discutida de las ciencias sociales Genèses 50, mars 2003, p. 126-141 La cuestión de los rumores obtuvo desde el comienzo de los años 1990 un renovado entusiasmo científico del que dan testimonio algunas obras y artículos que abordan exclusivamente este fenómeno u otros fenómenos sociales conexos 1 . Esta afluencia de publicaciones puede sorprendernos especialmente por la curiosidad multidisciplinaria que suscita el fenómeno. Todas estas publicaciones invocan una segunda observación: aunque son divergentes, tanto por sus planteos como por sus conclusiones, una parte de los trabajos presentados tienen el objetivo común de subvertir el tratamiento académico «tradicional» de la cuestión del rumor. El enfoque propuesto por ciertos autores se opone claramente a los marcos paradigmáticos que han prevalecido hasta hace unos quince años para el abordaje de este objeto. Medio siglo después de los trabajos de Gordon Allport y Leo Postman 2 – trabajos que la tradición sociológica considera «fundadores» – estos últimos esfuerzos ofrecen la ocasión de reabrir la discusión acerca de las certezas teóricas 1 El fenómeno de los rumores corresponde a la difusión de una noticia moral y académicamente descalificada, como lo recuerda la etimología de la palabra «rumor», que subraya el carácter incierto y fabulador de la noticia que “arrastra”. Esta noticia de estatus de verdad contestable tiene la particularidad de “expandirse” de forma repentina en la opinión. En razón de las interacciones que dan cuerpo a los rumores, su estudio se inscribe en las modalidades sociales de intercambio de informaciones no verificadas. También, la consideración académica de los rumores no puede ignorar fenómenos vecinos como el cotilleo, el chisme, la desinformación o las leyendas urbanas . 2 Gordon Allport y Leo Postman, The Psychology of Rumor, New York, H. Holt and Co, 1947. Hay versión en español. 1

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Philippe Aldrin

Pensar el rumor Una cuestion discutida de las

ciencias sociales

Genèses 50, mars 2003, p. 126-141

La cuestión de los rumores obtuvo desde el comienzo de los años 1990 un renovado entusiasmo científico del que dan testimonio algunas obras y artículos que abordan exclusivamente este fenómeno u otros fenómenos sociales conexos1.

Esta afluencia de publicaciones puede sorprendernos especialmente por la curiosidad multidisciplinaria que suscita el fenómeno. Todas estas publicaciones invocan una segunda observación: aunque son divergentes, tanto por sus planteos como por sus conclusiones, una parte de los trabajos presentados tienen el objetivo común de subvertir el tratamiento académico «tradicional» de la cuestión del rumor.

El enfoque propuesto por ciertos autores se opone claramente a los marcos paradigmáticos que han prevalecido hasta hace unos quince años para el abordaje de este objeto. Medio siglo después de los trabajos de Gordon Allport y Leo Postman2 – trabajos que la tradición sociológica considera «fundadores» – estos últimos esfuerzos ofrecen la ocasión de reabrir la discusión acerca de las certezas teóricas largamente expandidas en las ciencias sociales sobre el asunto.

La atención académica sobre los rumores parece registrar los efectos, sin duda con algún contratiempo, de esta suerte de madurez a la que han llegado hoy las ciencias sociales. El asunto del rumor durante el medio siglo pasado ha crispado varias veces la efervescencia académica. Después de las primeras generalizaciones sobre el asunto del rumor, todavía inspiradas por el proyecto de establecer la «psicología de las multitudes»3 , el objeto ha sido tomado como una prenda característica en el enfrentamiento de las corrientes antagónicas de las ciencias sociales. También ha sido un objeto de atención privilegiado para los promotores de la matematización de las conductas sociales4, y ha

1 El fenómeno de los rumores corresponde a la difusión de una noticia moral y académicamente descalificada, como lo recuerda la etimología de la palabra «rumor», que subraya el carácter incierto y fabulador de la noticia que “arrastra”. Esta noticia de estatus de verdad contestable tiene la particularidad de “expandirse” de forma repentina en la opinión. En razón de las interacciones que dan cuerpo a los rumores, su estudio se inscribe en las modalidades sociales de intercambio de informaciones no verificadas. También, la consideración académica de los rumores no puede ignorar fenómenos vecinos como el cotilleo, el chisme, la desinformación o las leyendas urbanas.

2 Gordon Allport y Leo Postman, The Psychology of Rumor, New York, H. Holt and Co, 1947. Hay versión en español.3 Ibid.4 Voir Stuart Dodd, “Diffusion is Predictable: Testing Probability Models for Laws of Interaction”, American Sociological Review, n° 20, 1955, pp. 392-401 ; Jean Duhamel, “La théorie mathématique des épidémies y de los rumores”, La Presse médicale, n° 68, 1955, pp. 717-718.

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servido para que cristalizaran las divergencias entre estructuralismo5 e interaccionismo6. También sirvió para ilustrar las disputas entre sociologismo7 e individualismo8, antes de haberse filtrado en la rehabilitación académica de los relatos populares9. Después de haber acompañado, pues, los principales debates teóricos del siglo XX, el enfoque de los rumores quedó en la trampa de la indeterminación académica y así, cada investigador podía interpretar a su gusto las manifestaciones del fenómeno.

Los rumores fueron considerados tanto la respuesta colectiva inconsciente a un desorden social10, como la reaparición crónica del «pensamiento primitivo» en las sociedades modernas o aún como la actualización de los fondos mitológicos de un grupo social11. En suma, se ha podido decir cualquier cosa de los rumores, toda vez que, como lo deploraba hace diez años Alain Corbin, no existe ningún «estudio sistemático»12 que hiciera referencia exclusiva a este asunto.

Revisaremos las publicaciones recientes más notables sobre el asunto del rumor, especialmente algunos elementos que parecen haber abierto una brecha en la situación académica que venimos comentando. Al considerar la historia del tratamiento académico de los rumores, la última generación de trabajos parece proponer una concentración de puntos de vista entorno de un enfoque más comprensivo del fenómeno. Se trata, claro de un acercamiento fortuito, debido sobretodo a dos cambios principales en la actitud de los investigadores. Por un lado, una verdadera crispación teórica, apoyada por cierto pragmatismo metodológico. Y por otro lado – pero ambas circunstancias van juntas– la ampliación del marco de análisis hizo que el asunto del contenido de los rumores desbordase para indagar en el fenómeno de las prácticas sociales de la toma de la palabra. De este modo, de formas diversas, se expresa una sociología de los rumores fundamentalmente interesada en observar el fenómeno en situación y que por eso es más apta para romper con las interpretaciones normativas o exaltadas de otrora. Este procedimiento convive todavía en medio de otros especialistas que no comparten (conscientemente o no estas nuevas disposiciones y se rehúsan, de alguna forma, a revisar las proposiciones teóricas univocas y definitivas acumulados desde hace tanto tiempo en los archivos epistemológicos del objeto.

El principal avance de las contribuciones recientes reside en su deliberada abstención por edificar una teoría objetivista y universal. Comparten también una visión

5 Max Gluckman, “Gossip and Scandal”, Current Anthropology, vol. 3, n° 4, 1963, pp. 07-316; “Psychological, Sociological and Anthropological Explanations of Witchcraft and Gossip: A Clarification” Man, vol. 3, n° 1, 1968, pp. 20-34.6 Robert Paine, “What is gossip about? An Alternative Hypothesis”, Man, vol. 2, n° 2, 1967, pp. 278-285 y “Gossip and Transaction”, Man, vol. 3, n° 2, 1968, pp. 305-308. 7 . Edgar Morin y al., La rumeur d’ Orléans, Paris, Seuil, 1982 [1969].8 Raymond Boudon, L’art de se persuader des idées douteuses, fragiles o fausses, Paris, Seuil, 1990.9 Véronique Campion-Vincent y Jean-Bruno Renard, Légendes urbaines. Rumeurs d’aujourd’hui, Paris, Payot, 1992.10 Robert Knapp, “A Psychology of Rumor”, Public Opinión Quarterly, vol. 8, n° 1, 1944, pp. 22-27.11 E. Morin y al., La rumeur…, op. cit.12 Frente a su proyecto de remontar el camino de las palabras y de los actos que llevaban a los paisanos de Dordogne a quemar viva a una joven noble, Alain Corbin escribe: “Lo esencial para el historiador reside en la génesis, el contenido y el funcionamiento del rumor, a propósito del cual no nos disponíamos, ¡caramba! de ningún estudio sistemático.” A. Corbin, Le village des “cannibales”, Paris, Flammarion, 1995 [1990], p. 16.

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amoral y pluralista de los fenómenos asociados a los rumores. A través de los puntos de acuerdos científicos que se pueden observar en estas contribuciones, se asumió que el rumor es un objeto complejo y entero (y ya no un mero índice de otros fenómenos sociales) de las ciencias de lo social. Sin dramaturgia excesiva, podemos considerar que estas se encuentran ahora en un importante sitial en el marco general del objeto. En esta lógica, la actualidad del debate académico no encuentra sentido y se interesa en la perspectiva en que las nuevas reflexiones se prolongan, corrigen y critican las proposiciones anteriores.

La larga indeterminación académica de los rumores

Prácticamente, el fenómeno de los rumores corresponde a un proceso social de intercambio de una noticia (una información acerca de un acontecimiento) no verificada. Los relaciones sociales que enmarcan este intercambio componen un conjunto de técnicas expresivas y lingüísticas específicas que permiten evitar los convenciones sociales del decir (del “bien decir “). En tanto acto social, enunciar un rumor, es enviar un relato o emitir una opinión para un auditorio colocándose detrás de un escudo impersonal y anónimo («Se cuenta que…»). Ahora bien, hay muchas maneras de estudiar este intercambio particular de informaciones.

Ciertos autores se concentraron en el mensaje del rumor, y analizaron su proceso de producción, de difusión (distorsión- validación) y su «función social». Otros autores se interesaron sobre todo en el sentido y en la intención que los actores sociales invierten en la enunciación des rumores. Tantas perspectivas diferentes para fundar el estudio del objeto y tantos puntos de vista posiblemente divergentes.

Esta multitud de perspectivas en la comprensión de los rumores explica en gran parte los rasgos generales de la historia de su tratamiento académico. Y, primeramente, el aspecto parcializado de los sucesivos proyectos de teorización. También, explica la permanencia de la curiosidad pluridisciplinaria para un objeto que puede tanto ilustrar el estudio de los mecanismos de influencia social, las representaciones comunes, la construcción de las interacciones, el contexto de un acontecimiento, etc. Este atractivo ampliado traduce igualmente el fracaso (pero esto ¿está mal?) de las diferentes tentativas de apropiación disciplinaria del discurso académico legítimo sobre el objeto. Esta situación explica que, cerca de sesenta años después de los primeros trabajos verdaderamente académicos sobre los rumores, ninguno de los campos disciplinarios académicos – al menos tal y como están institucional y académicamente construidos – puede prevalecer como el depositario exclusivo de este asunto. Pero, aunque los rumores hayan producido tantas maneras de definirlos como maneras de aprehenderlos, existen similitudes entre los trabajos publicados en el curso de la segunda mitad del siglo XX.

Muy esquemáticamente, y con la distancia nos dan los años, podemos decir que hay dos grandes tendencias. Por un lado, una tendencia que analiza el proceso de “eclosión” y de transmisión de un rumor como manifestación de espasmos irracionales propio de las multitudes atemorizadas. Por otro lado, una tendencia de inspiración interaccionista.

La tendencia anómica ha sido inaugurada por G. Allport y L. Postman y a partir de ellos fue ampliamente prolongada. Reclutados durante la Segunda Guerra Mundial para una

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oficina gubernamental13, estos dos psicosociólogos publicaron a partir 1945 los resultados de una investigación realizada en laboratorio14. Allí afirman que el rumor funciona como un mecanismo colectivo de “transferencia de la agresividad” por el que el cuerpo social proyecta una “angustia colectiva” sobre un grupo minoritario (élite política o social, administrativa, comunidades extranjeras, etc.). Los rumores surgirían cuando, en torno a un acontecimiento, se encuentran dos factores: la ambigüedad (incapacidad del cuerpo social para interpretar la significación del acontecimiento) y la implicación (alto grado de interés de los miembros del cuerpo social para con el acontecimiento y su interpretación). A la vez que implican un buen número de prejuicios sobre la transmisión de rumores, estas conclusiones, y el postulado anómico y psicopatológico que ellas defienden sobre el fenómeno, se impusieron como un marco de referencia indiscutido. Toda manifestación de rumor iba a ser desde entonces analizada como la reacción expresiva natural del cuerpo social a una situación crítica15.

Una segunda tendencia, surgida en los años 60’ y menos explorada, se concentró en indagar en las convenciones, las técnicas y los razones del intercambio de rumores. Los autores que se podría agrupar en torno a este objetivo adopten una escala de observación microsocial y proponen análisis sociográficos detallados. Interesados en las conductas individuales de enunciación de rumores, estos trabajos han contribuido a realentar un enfoque más interaccionista del fenómeno.

Los estudios de Robert Paine, de Norbert Elias16 o de Ulf Hannerz17 presentan el mismo objetivo de comprender cómo las tácticas y las expectativas individuales del “chimentero” se articulan con las lógicas del grupo al que pertenece. De esta manera, mientras que por la enunciación de un rumor los individuos pueden mejorar su posición en la interacción y en la organización social, simultáneamente el contenido del rumor se elabora en el seno de los valores y de las normas que dan fundamento a la identidad del grupo y actúa como un índice éstas. Para explicar cómo interactúan en el cotilleo las acciones individuales y la dinámica de los grupos, las descripciones aportadas por N. Elias se distinguen por su eficacia.

En su investigación en el barrio de Winston Parva, N. Elias contribuyó a esclarecer la articulación entre los usos individuales y colectivos del cotilleo. Este último no se define según él en tanto tal, sino en relación a la génesis propia del grupo. Chusmear permite a cada uno de los miembros del viejo barrio (los «establecidos» o los «ocupantes» para traducir la palabra inglesa established) afirmar el «carisma positivo» de su grupo y

13 Los autores evocan su participación activa durante la Segunda Guerra Mundial en el proyecto gubernamental denominado “clínicas de rumores”, destinado a desmentir todo rumor y a incitar a los ciudadanos a no creer o repetir un rumor. 14 G. Allport y L. Postman, The Psychology…, op. cit., pp. 1-32.G. Allport y L. Postman, «The Basic Psychology of Rumour», in Transactions of the New York Academy of Sciences, vol. 8, n° 2, 1945.15 En el perímetro de este campo axiomático, véanse: M. Gluckman (el rumor como medio de reestablecer el orden des valores de cara a cualquier acontecimiento desestabilizador) y E. Morin (el rumor como medio para manifestar la “represión fantasmática” de la parte conservadora de una ciudad de provincias conmovida por los cambios rápidos de la sociedad). 16 Norbert Elias et John L. Scotson, Logiques de l’exclusion, Paris, Fayard, 1997 [1965].17 Ulf Hannerz ha demostrado los limites de la acción cohesiva del «cotilleo » (gossiping). Su investigación en un barrio afroamericano de Washington DC ha señalado que la fuerza cohésiva del cotilleo dependen del nivel de lealtad reciproca de los miembros del grupo de «chismeros». U. Hannerz, «Gossip, Networks and Culture in a Black American Ghetto», Ethnos, vol. 4, n° 1, 1967, pp. 35-59.

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estigmatizar el «carisma negativo” que evidenciaban según éstos los comportamientos de los habitantes del nuevo barrio (los “intrusos”, outsiders).

Dos «tradicionales» enfoques de los rumores se han cristalizado, pues, en el curso de los años 60’. Y dos oposiciones fundamentales tornaron de inmediato muy difícil el diálogo entre los representantes de estas dos tradiciones. Por empezar, la oposición registrada tiene que ver con lo que cada postura daba como definitorio del rumor. Para los partidarios de la primera tendencia, el rumor es un mecanismo de respuesta, de defensa del cuerpo social frente a una situación anómica. Para los representantes de la segunda tendencia, el fenómeno está en estricta relación con las modalidades de interacción de la sociabilidad. Por eso, es diferente la escala de análisis que cada postura elige.

Para los primeros la escala de análisis serán los discursos sociales y sus funciones. Para los segundos, los procedimientos de sociabilidad para el intercambio de informaciones. A pesar de que esta divergencia, la visión anómica-psicopatológica ha ejercido más influencia sobre los trabajos notables desarrollados durante más de treinta años sobre el fenómeno18.

En el curso de los años 60’y 70’, hubo muchas tentativas por escapar del análisis de los rumores propuesto por la versión anómica. Con su enfoque sobre los mecanismos de cooperación que los actores sociales utilizan en el proceso del rumor (elaboración y difusión de un relato no verificado), el sociólogo americano Tamotsu Shibutani19 definió la circulación del rumor como una «transacción colectiva» en la que los individuos comparten sus conocimientos a fin de ajustar el sentido que deben darle a un acontecimiento. El rumor se concretiza bajo la forma de una cadena informal e improvisada de información que tiene por objeto atemperar el mutismo o la deficiencia (excepcional o notoria) de los canales «oficiales» de información.

Merecen citarse como una ampliación interaccionista de esta postura los trabajos de Michel-Louis Rouquette20 o los de Ralph L. Rosnow y Gary Alan Fine sobre el «oí-decir»21, los cuales se esforzaron (en vano) por reintroducir el postulado de continuidad en el análisis psicosociológico de los rumores22.

A partir de los años 80’, el abordaje del asunto del rumor estuvo limitado a la corriente conocida como de “las leyendas urbanas”. El proyecto de teorización global y monodisciplinaria ya había sido abandonado, y el objeto “rumores” había sido en cierta forma acaparado por los investigadores – en su mayoría etnólogos, sociólogos y psicosociólogos – que compartían el gusto de recolectar los relatos legendarios que integran

18 J. Duhamel, «La théorie mathématique…», op. cit. ; Jules Gritti, Elle court, elle court, la rumeur,Ottawa, Stanké, 1978.19 Tamotsu Shibutani, Improvised News. A Sociological Study of Rumour, Indianapolis, The Bobbs-Merrill Co, 1966.20 Michel-Louis Rouquette, Les rumeurs, Paris, Puf, 1975. 21 Ralph. L. Rosnow y Gary A. Fine, Rumor and Gossip.-The Social Psychology of Hearsay, New York-Oxford-Amsterdam, Elvesier, 1976. 22 M.-L. Rouquette escribió: “los rumores no so una aberración patologica o una expresión temporaria, de crisis o de desgarros, sino un modo de expresión privilégiado del pensamiento social”. M.-L. Rouquette, Les rumeurs, op. cit., p. 8.

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las problemáticas de la sociedad moderna23, a fin de clasificarlos en tipos24 y analizar los contextos en que circulan. En tres decenios, la corriente de las «leyendas urbanas» se impuso como disciplina universitaria exclusiva (con objetos propios, metodología común y saberes acumulativos, publicaciones y coloquio especializadas)25, yendo más allá incluso de los planteos multidisciplinarios que inicialmente la cuestión de lo rumores había demandado.

Como en continuidad con el trabajo de los folkloristas26 del siglo XIX, los investigadores de esta corriente descubren en las leyendas contemporáneas elementos útiles para comprender el mecanismo de las representaciones comunes. Todo relato legendario es tomado y analizado como un fragmento del pensamiento social, y más precisamente como un índice significativo de las preocupaciones de la sociedad por donde ha circulado. El análisis se refiere a la relación entre estos relatos (considerados como piezas de creencia o de mitificación) y los angustias colectivas27 , sin importar las razones sociales concretas por las cuales los actores sociales intercambian esto relatos.

Concentrado en el contenido de las leyendas, el trabajo de los neofolkloristas deriva los asuntos aferentes a una etnografía situada y transaccional de la transmisión de estos relatos28 . Los estudios de las leyendas urbanas se fundamentan en el postulado de que la (re)creación y la circulación de las leyendas cumplen una función normal de expresión de las inquietudes colectivas. Consecuentemente, la ocurrencia de un relato legendario en un espacio geográfico determinado se considera una prueba de la existencia de un nuevo nido de creencias; siguiendo en esto una concepción deformada del acto de creer definido como una aptitud universal29 . La creencia popular se deduce aquí de la función que se atribuye a las leyendas. La actualización de antiguas raíces legendarias es considerada como la voluntad inconsciente de un grupo por advertir a sus miembros más frágiles (niños y adolescentes) acerca de los peligros de diverso orden: noticias prácticas, elementos extraños, innovaciones tecnológicas30.

23 Siendo estos relatos fundamentalmente urbanos, estos autores propusieron la denomicación de “leyendas urbanas” o “leyendas contemporáneas”.24 Aanti Aarne y Stith Thompson, «The Types of the Folktales. A Classification and Bibliography”, Folklore Fellows Communications (Helsinki), n° 184, 1984.25 Por ejemplo, se produjo la créación de la International Society for Folk Narrative Research en los años 70’. 26 En France, desde 1976, se publican los Cahiers de littérature orale (CLO), que tienen el objetivo de reunir y promover los estudios sobre el “folklore vivo”. Pero los neofolkloristas franceses debieron esperar a 1990 para que se reivindicase “esta nueva corriente, que integran el aporte folklórico anglosajón a la tradición sociológica francesa”. V. Campion-Vincent y J.-B. Renard (éd.), Communications, n° 52, 1990, “Rumeurs et légendes contemporaines”.27 Begt Klintberg, “Legends and Rumours about Spiders and Snakes”, Fabula, n° 26, 1985, pp. 274-287.28 Sin moverse de sus respetivas ciudades, ciertos autores estudian la manifestación de leyendas en los cuatro rincones del mundo y discuten las fobias populares que ellas revela. V. Campion-Vincent, “La méprise tragique. Transformation de un récit traditionnel”, CLO, n° 45, 1999, pp. 11-36.29 Siempre es aventurado inferir las creencias subyacentes a partir de la enunciación de un relato. Sobre este problema, véase la descripción que Gérard Lenclud ha consagrado a la “trampa conceptual” de la creencia. G. Lenclud, “Vues de l’esprit, art de l’autre”, Terrains, n° 14, 1990, pp. 5-19. Véase también Nicolas Mariot, “Conquérir unanimement les coeurs”. Usages politiques et scientifiques des rites: le cas du voyage présidentiel en province (1888-1998)”, tesis de doctorado de l’EHESS, 1999. 30 Gillian Bennett, Paul Smith, John David Allison Widdowson (ed.), Perspectives on Contemporary Legends, Sheffield (GB), Sheffield Academic Press, coll. “CECTAL conference papers series”, 1984-1990.

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Al comienzo de los años 90’, el conocimiento académico de los rumores se presentaba aún como un proyecto fragmentado. Por un lado un conjunto de trabajos inspirados en el enfoque anómico y por otro lado el que continuaba la corriente de las leyendas urbanas. Poniendo su nivel de observación a escala del discurso, estos trabajos se caracterizan ya sea por su funcionalismo (el rumor sirve para expresar y calmar la angustia)31 , ya sea por su objetivismo (el rumor surge sistemáticamente de un contexto social tipificable), ya sea por su patologismo (el rumor es la reacción de un cuerpo social afectado), ya sea, por último, debido al cúmulo de muchas de esas tres tendencias. Por otro lado, los estudios interaccionistas y comprehensivos de las manifestaciones de rumores, casi siempre a partir de sociografías aisladas, se inscriben en la continuidad de las pistas abiertas por R. Paine o por N. Elias, o en un proyecto de sistematización más amplio, detrás de los trabajos de M.-L. Rouquette o T. Shibutani. Los proposiciones teóricas del enfoque macro-social y del enfoque anómico no permitían elucidar las motivaciones por las que los actores sociales toman la palabra para transmitir un rumor, ni los intercambios de rumores no vinculados con mecanismos de creencias, o las manifestaciones del fenómeno no vinculadas a situaciones críticas. Los estudios que proceden de la tendencia interaccionista evitan construir una teoría explicativa acerca de los efectos aglutinantes y de giro irracional de ciertas manifestaciones de los rumores.

Quedaba, entonces, por encontrar un fundamento para el enfoque que articulara las manifestaciones anómicas y no anómicas del fenómeno pero también había que considerar los diferentes tipos de conductas (y de usos) que pueden intervenir en el rumor. Para esto, era necesario elaborar un enfoque capaz de tomar simultáneamente a cargo los dos procesos juntos e indisociables que componen el fenómeno del rumor: la puesta en relato de una información (de un acontecimiento) y el proceso de intercambio de este relato. En el curso de los diez últimos años, ciertos trabajos publicados sobre el asunto del rumor han contribuido a tender puentes entre estas dos tradiciones.

El agotamiento del projecto taxonómico y el difícil diálogo interdisciplinario

Actualmente, en el estudio sobre los rumores, la corriente de las «leyendas urbanas» prevalece por la cantidad de trabajos publicados y por la actividad de sus epígonos (coloquios, conferencias…). Cuando los rumores ponen en relato acontecimientos importantes de la actualidad32, los periodistas consultan con los neofolkloristas para obtener una interpretación académica. En una obra aparecida en 199933 , Jean-Bruno Renard propuso una distinción clara en la constitución de los rumores y de las leyendas como objeto del saber académico:

«El rumor y la leyenda aparecen como la forma simple y la forma compleja, o mejor aún como las dos caras , de mismo fenómeno colectivo » de manera que

31 En un articulo sobre la dimensión pluridisciplinaria del objeto «leyendas urbanas», V. Campion-Vincent escribió: “El estudio de las leyendas urbanas permite de apreciar la persistencia del pensamiento salvaje [negritas del autor], pensamiento irracional y mitológico.” V. Campion-Vincent, “Les légendes urbaines. Rumeurs du quotidien, objet de étude pluridisciplinaire”, CLO, n° 24, 1988, pp. 75-91.32 Recientemente después de las inundaciones de La Somme (Francia), los atentados contra el World Trade Center o la explosión de la usina AZF de Toulouse.33 J.-B. Renard, Rumeurs et légendes urbaines, Paris, PUF, 1999 (actualizado en 2002).

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podemos considerar que el rumor es el momento de la vida de la leyenda en que esta se transmite activamente en un medio social34

La obra de Renard permite analizar la contribución real de esta corriente a la comprensión académica del rumor. El autor recuerda la distinción que prevalece para el empleo respectivo de las nociones de «rumor» y de «leyenda» El término «rumor» es empleado con la sola intención de especificar el estado de difusión intensiva de una leyenda en un espacio preciso, en un momento dado. Sin indicar si el rumor es falso o abusivo, esta acepción no da totalmente cuenta de la realidad sociológica o etimológica del rumor. La idea de noticia acerca de un acontecimiento es abandonada35 para designar un estado activo de difusión de un relato legendario a través del boca a boca o por otro medio de comunicación36.

La cuestión de la relación entre la creencia que movilizan estos relatos y los actores sociales no es entonces ni discutida ni matizada. Tampoco son observadas las intenciones de los enunciadores de tales relatos (informar, alertar, divertir, alentar, crear vínculos, etc.). Semejante concentración en el sentido es índice de una postura exclusivamente consagrada al análisis «etnopsiquiátrico» de los discursos de ficción, que consisten en clasificar los tèmas incluidos en los rumores y relacionarlos con las formes de inquietud colectiva correspondientes para descifrar el mensaje inscrito en lo más profundo del «inconsciente colectivo”37.

Entre los pocos autores opuestos a la «psiquiatrización»38 de los fenómenos del rumor, los neofolkloristas se inscriben en el giro axiomático (anomia y psicopatología) inaugurado por la escuela americana. También, a pesar de su trabajo masivo y estimulante, las investigaciones sobre las leyendas urbanas descuidan dos dimensiones constitutivas del fenómeno de los rumores. Por empezar, el asunto de las relaciones diferenciadas (creencia, incredulidad, indiferencia, ignorancia) que los actores sociales entablan con los relatos legendarios: cómo aprehender las motivaciones e intenciones que animan a los enunciadores de rumores? En segundo lugar, el asunto de los usos sociales de los relatos de rumores. La interrogación no es tanto por qué se expande un rumor sino sobre todo: qué es lo que lleva a los actores sociales a utilizar los registros expresivos del rumor en detrimento de otras formas de intercambio?

Contra un análisis fundado en s los discursos de rumor, ciertos investigadores han llegado a pensar, con razón, que el fundamento de un enfoque sintético de los rumores

34 Ibid., pp. 54-56.35 El rumor relata un acontecimiento pero, al solidificarse, este relato puede adquirir la forma y el estatuto social de una leyenda. En el proceso de “leyendarización” de un rumor intervienen siempre la voluntad de un grupo de actores sociales afectos a salvar del olvido “su” versión del acontecimiento. Philippe Aldrin ha analizado este aspecto de los rumores en “El rumeur en politique. Une sociologie de la pris de parole politique”, thèse de doctorat en science politique, Paris I, 2001, chap. VI.36 El asunto del rumor tiene que ver con el estado de las técnicas de difusión de la información. Laurent Taïeb, “Persistance de la rumeur. Sociologie des rumeurs électroniques”, Réseaux, n° 106, 2001, pp. 231-271.37 En un obra consagrada a las leyendas urbanas más recientes (los complots del «11 de septiembre», el terrorismo islamita, las teléfonos celulares, V. Campion-Vincent y J.-B. Renard consideran la función de advertencia colectiva debida al carácter de ejemplaridad de estos relatos (De source sûre. Nouvelles rumeurs de aujourd- hui, Paris, Payot, 2002).38 Rumeurs. Le plus vieux média du monde (Paris, Seuil, 1987), Jean-Noël Kapferer dénuncia la “psiquiatrización de los rumores” que facilita el análisis pero que implica una visión parcial (pp. 20-21).

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podría obtenerse de un diálogo interdisciplinario. En una obra publicada en 1999, Françoise Reumaux propone un programa pluridisciplinario donde se coordinan diversas contribuciones sobre el tema39. De la lectura del subtítulo de la obra, Les raisons du rumeur, se podía esperar que el objetivo fuera abrir una reflexión acerca de las motivaciones (las razones de actuar) por las que los actores sociales se ven inducidos a participar en el proceso de un rumor. La formulación de la problemática central, por otra parte, traduce la voluntad de pensar el rumor ya no como un fenómeno autógeno sino como un «movimiento social». Pero las expectativas en ese sentido no fueron satisfechas y está ausente el diálogo pluridisciplinario a que invitaba esta publicación. Su realización, según la coordinadora de la obra, no pudo hacerse sino «reintroduciendo al actor social, sus representaciones y sus sistemas de valores40». Ahora bien, tal proyecto se hallaba en las antípodas del modelo teórico desarrollado hasta entonces por F. Reumaux. Para comprender las esperanzas decepcionadas de este ejercicio colectivo, aunque prometedor, es necesario volver un instante a las hipótesis que Reumaux precedentemente había defendido.

En el .ámbito de la sociología francesa, los trabajos de F. Reumaux han legado en los años 90’41 una obra por lo menos original. En un primer texto, Toute la ville en parle, publicado en 1994, F. Reumaux expone la teoría de los rumores que había élaborado unos años antes en su doctorado de estado42. Desde el vamos, elle utiliza la triada larva-ninfa-imago estudiado por los entomólogos como fundamento para sus hipótesis teóricas acerca de las metamorfosis de los rumores. La autora no se contenta con usar estas virtudes heurísticas (si es que son tales) de la analogía insecto/rumor, sino que hace descansar toda una parte de su demostración en esta similitud43. Además, elle propone una taxonomía de modelos de aparición de los rumores basada en patologías mentales. Los rumores terminaron de este modo siendo analizados en función del aspecto «esquizoide», “paranoide”, “histérico”, «perverso» o «fóbico» de su estructura44. El problema es que en ningún momento F. Reumaux precisa cómo es que una disfunción de la psiquis individual puede afectar de forma homogénea y simultánea a una población de individuos. Cuando se trata de analizar un fenómeno de comunicación social, la aplicación a un grupo social de síntomas comportamentales propios de la psiquis individual parece ser tirado de los pelos. ¿Es necesario resolver la existencia de una psiquis colectiva sensible a los estímulos y sometida a los mismos esquemas de reacción que la psiquis individual?

En este texto, como en el que comentamos a continuación, aparecido en 199645, la explicación del fenómeno de los rumores reposa en la analogía con otros fenómenos, a veces sin guardar relación con los comportamientos humanos en la sociedad46.

39 39. Françoise Reumaux (éd.), Los oies del Capitole o los raisons de la rumor, Paris, CNRS, 1999. 40 Ibid., p. 7.41 Entre las primèras publicaciónes de F. Reumaux: figuran: “L’aventure du héros de l’ombre”, CLO, n° 15, 1984, pp. 61-80 ; “Un rite oral urbain, el rumeur», CLO, n° 24, 1988, pp. 123-139. 42. 42 Título en español:“Esbozo de una teoría de los rumores. Análisis de algunos modelos sociológicos”, Paris V, 1990..43 F. Reumaux, Toute la ville en parle. Esqui sse de une théorie des rumeurs, Paris, L’Harmattan, 1994, p. 9.44 Ibid., pp. 16 a 26. 45 F. Reumaux, La veuve noire. Mensaje y transmission de la rumeur, Paris, Méridiens Klincksieck, 1996.46 Este modelo fue presentado con un nuevo montaje analógico cuya justificación es sorprendente: “La imagen [del rumor] hace pensar en los anillos de un serpiente […] diremos, calcando en la estructura del aparato venenoso, la idea de lo que parecería ser una tipología des rumores. [...]Diremos que la modedura de

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La demostración consiste a menudo en utilizar tipologías analógicas para ejemplos de muy diversos de rumores47.

La pretensión de la autora de confirmar los rasgos invariantes de los modelos preestablecidos de rumores prevalece entonces a toda observación in situ y a toda déconstrucción del fenómeno. La demostración analógica tiende a veces a confundir peligrosamente los destellos de la similitud con las luces de la verdad. Por lo demás, F. Reumaux muestra un gusto inmoderado para con los juegos analógicos48. Pero ella entrega por fragmentos un pensamiento pertinente, como esas interesantes líneas de reflexión en propone una lectura de la relación entre el acontecimiento y el rumor según la teoría de la figura y el /fondo49. Al final, el conjunto resulta en un enfoque del fenómeno funcionalista, objetivista y patológico.

Objetivista, pues el rumor es presentado como un fenómeno autoproducido, generado por la configuración de acontecimientos y no por la acción de los actores sociales que forman parte de ellos. Funcionalista, pues el rumor es definido como la respuesta colectiva los desórdenes anómicos de la sociedad. Y patológico, pues el rumor, al menos como síntoma, traduce un malestar como lo indican el repertorio terminológico y la tipología analítica elegidas. En razón de estas consideraciones, esta sociología de los rumores puede leerse como el perfeccionamiento del instrumental analítico propuesto por Edgar Morin en 1969.

En cuando a Les oies du Capitole50, la ausencia de un programa critico común dio como resultado un “efecto de catálogo”, que provoca en el lector un sentimiento de asistir a un inventario estéril y muy conocido51; la mayor parte de las contribuciones se limitan al ejercicio de “el objeto visto desde mi disciplina”. Al final de cuentas, sólo hay contribuciones breves y compartimentadas que no discuten a fondo el mismo fenómeno y que no evitan la trampa de ceder a las trivialidades acerca del fenómeno52. Y, cada vez que F. Reumaux intenta una síntesis53, en lugar de esbozar los avances que surgen de la confrontación –lo que debería ser el único objetivo de una obra tal– se contenta con retomar las conclusiones de los diferentes autores en provecho de su propio modelo teórico.

los rumores es sorprendentemente análoga a la mordedura de las serpientes y distinguiremos, según el modo de mordedura, tres grandes tipos de rumores. 1) Los rumores proteroglifos [...] 2) Los rumores solénoglifos [...] 3) Los rumores ospitoglifoss [...]. Así son los rumores: te matan de un tiro de veneno te paralizan poco a poco o te degluten vivo sin que te dees cuenta”, ibid., pp. 26-27.47 El rumorde Nogent o de Saint-Christophe en Cergy en 1994 ; el veneno lapu-lapu, las arañitas en las yuccas o la laucha de Montana en 1996. 48 F. Reumaux analiza el rumor comparándolo con un circuito eléctrico (Toute la ville…, op. cit., p. 145) y luego con un hechicero (ibid., p. 146). 49 Ibid., p. 15 y La veuve noire…, op. cit., pp. 55 ss.50 F. Reumaux (ed.), Les oies du Capitole…, op. cit.51 V. Campion-Vincent, «Les légendes urbaines.Rumeurs du quotidien, objet d’étude pluridisciplinaire »,CLO, n° 24, pp. 75-91. 52 M. Revault d’Allonnes, «Rumeur et espace commun», in F. Reumaux (éd.), Les oies du Capitole…, op. cit., pp. 49-55.53 Ibid., pp. 7-37 y pp. 203-206.

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Más allá de estas objeciones, destacan las contribuciones de Arlette Farge, de M.-L. Rouquette y de Michel Miaille54 . Para A. Farge55 y Para M.-L. Rouquette56, los textos propuestos retoman lo esencial de los trabajos más voluminosos publicados en otras partes. El aporte más original es sin duda es el de M. Miaille, que propone una lectura jurídica del rumor. Argumenta que el derecho no se ocupa más que de manera intermitente de comprender una noción tan lábil como la de rumor, no obstante estar relacionada con las nociones huidizas de «renombre», de «notoriedad pública», de «reputación» o de «difamación»57. En detalle, el texto de M. Miaille demuestra que el rumor es tanto una técnica de información violada como una práctica estratégica: “una forma autónoma de saber social». A este respecto, considera que el rumor es una forma privilegiada y libre (sin restricciones jurídicas) de expresión de las opiniones políticas58. Este forma de exploración del fenómeno, como técnica social de toma espontánea de la palabra y de evitación de lo prohibido, ha encontrado otros ecos.

Un análisis del rumor como práctica de producción, de intercambio y de usos de los discursos sociales

Es innegable que los rumores tienen que ver con los mitos, las creencias de una comunidad y, más en general, con la construcción de las identidades colectivas. Por lo tanto, hay que cuidarse de la tentación que consiste en sobreinterpretar las relaciones entre rumores e «inconsciente colectivo». La dificultad principal que concierne a la teorización de los rumores reside en la paradoja de querer explicar un fenómeno de apariencia colectiva tomando en consideración los elementos sociales de su proceso sin acreditar la existencia de una voluntad colectiva (inconsciente pero orientada hacia un fin). Los trabajos que vamos a citar a continuación contribuyeron a un enfoque en el que se articulan todos los elementos constitutivos del fenómeno del rumor.

En su estudio de la guerra del Líbano, Fadia Nassif Tar Kovacs59 ha tratado de mostrar que el intercambio de rumores servía para reforzar la cohesión de una comunidad reactivando sus mitos fundacionales y para que sus miembros sobrellevaran los inconvenientes. La autora considera muchos tipos de rumores (los rumores del miedo, los

54 Otro texto estimulante es el de Bernard-Pierre Lécuyer publicado por primera vez en 1981 en R. Boudon et al. (éd.), Sciences et théorie de l’opinion publique, Paris, Retz, 1981, pp. 170-187.55 De este modo Arlette Farge recuerda las formas multiples de los rumores y los usos diférenciados que ofrecen a sus enunciadores. Según Farge, el intercambio de los rumores abre un marco donde se délibèran asuntos políticos desde el momento en que , en el siglo XVIII, se reunen los ciudadadnos para formar “la opinión pública”. Farge, “Rumeur, espace y societé au XVIIIe”, in F. Reumaux (éd.), Los oies du Capitole…, op. cit. pp. 67-74 ; Logiques de la foule. L’affaire des enlèvements de enfants, Paris 1750, Paris, Hachette, 1988 (en colaboración con Jacques Revel).56 M.-L. Rouquette actualiza su perspectiva a-patológica de los rumores. En una breve exposición, évoca el “valor pragmático de todo rumor” acessible al intérior de la identidad del grupo. M.-L. Rouquette, «Rumeur et vérité», en F. Reumaux (ed.), Los oies del Capitole…, op. cit., pp. 163-16557 Michel Miaille, «La rumeur entre société civile et État », en F. Reumaux (ed.), Les oies du Capitole…,op. cit., pp. 75-89.58 A propósito de los días anteriores al escrutinio en que la ley prohíbe la publicación de encuestas, escribe: “el rumor político, por su carácter flexible y difuso, no tiene fuerza para inquietar: se manifiesta como el último refugio de la libertada política antes del proceso electoral, el momento más “verdadero” de la decisión política.”, Ibíd., p. 88.59 Fadia Nassif Tar Kovacs, Les rumeurs dans la guerre du Liban: le mots de la violence, Paris, CNRS, 1998.

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rumores de secuestros y de tortura, los rumores de extranjeros monstruosos) antes de proponer tres grandes categorías: los «rumores profanos», los «rumores políticos» y los «rumores religiosos». Según Nassif, cada comunidad confesional implicada en el conflicto fomenta rumores anclados en un imaginario a fin de dar sentido al caos, y esperanza y sostén a sus combatientes. Sobre todo, estos relatos extremistas permiten a los miembros de cada grupo justificar las atrocidades perpetradas contra el adversario60.

F. Nassif Tar Kovacs nos sumerge en las representaciones y en los discursos que los Libaneses crean e intercambian para hacer frente a la situación de guerra en la que aprenden a vivir cotidianamente. Este estudio de los rumores ilustra también los mecanismos de ajuste permanente por los cuales, acontecimiento tras acontecimiento, los actores sociales enfrentan tal situación. La autora muestra con claridad su ambición de proponer una «sociología clínica» del fenómeno en el conflicto libanés61 . La modelización ad hoc que elabora para esto le permite actualizar los usos políticos identitarios que las comunidades beligerantes hacen de los rumores. Pero las propiedades tópicas de este modelo de análisis restringen su aplicación a las manifestaciones de rumores que emergen en un contexto y en una población diferentes que los de la investigación.

El trabajo de F. Nassif Tar Kovacs está conectado con la sociología de los rumores propuesta por N. Elias62, en la que el fenómeno es considerado como un sesgo expresivo, cohesivo y normativo de las identidades comunitarias. En efecto, la opción de situar la observación de los rumores exclusivamente en una coyuntura anómica ubica a este trabajo en una perspectiva objetivista. El rumor es considerado y presentado como el ejemplo típico de fenómenos colectivos irracionales implícita pero íntimamente asociados a las nociones acumuladas de multitud y de desarreglos sociales.

Para despejar el estudio de los rumores de la obsesión objetivista y de esta doxa sociológica que define su emergencia como la respuesta previsible de la sociedad frente a ciertos desordenes sociales, habría que comenzar con la afirmación de que el rumor no es ineluctable: los actores sociales disponen de medios de expresión y de información alternativos a los del rumor. Hay, pues, razones para actuar que conducen a los actores sociales a recurrir a las modalidades de transmisión y de narración propias de los rumores. Reintroduciendo el postulado de continuidad, los autores a los que haremos referencia seguidamente defienden la idea según la cual los rumores intercambiados en los interacciones rutinarias de la sociabilidad operan a través de modalidades sociales de intercambio idénticas a las de los rumores más efervescentes (como los rumores que desencadenan fenómenos de pánico). En esta lógica, los mecanismos sociales del rumor (intercambio y discusión de noticias no verificadas) estarían funcionando permanentemente en la sociabilidad de los grupos sociales. Se amplificarían en situaciones en que los actores socialed experimentan una fuerte necesidad de obtener informaciones (acontecimientos dramáticos, catástrofes, guerras, etc.) o de amortiguar las deficiencias de los circuitos de información habituales (estados policiales, monopolio de la información,

60 En los “rumores sobrenaturales” del campo cristiano (milagros, aparición de la Virgen, etc.), la autora interpreta “el refuerzo inmediatamente político de estos rumores; la sacralización de la guerra santifica la acción del grupo y, de ahí, consagra el odio confeso al adversario; en definitiva, santifica las tomas de posición políticas y militares”. Ibid., p. 111.61 Ibíd., p. 12.62 N. Elias y J. L. Scotson, Logiques…, op. cit.

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etc.). Excluyendo del postulado la idea de ruptura o de anomia63, este procedimiento consiste en analizar con precisión los circuitos ordinarios de información antes de observar el rol que ocupa el intercambio de rumores. No pretendemos ni una rehabilitación amoral de los rumores ni exaltar sus virtudes culturales64. Proponemos sí considerarlo como una práctica modulable de las relaciones sociales; una práctica de intercambio de información y de sociabilidad que los actores sociales ajustan al nivel de su actividad relacional. Los procesos de intensificación y de validación en el intercambio de información révèlan en las inversiones que sufre el sentido que los diferentes componentes del cuerpo social se comprometen de cara al acontecimiento y los rumores. Esta postura de análisis permite, por una parte, encontrar una solución al hiato entre las ocurrencias banales y las ocurrencias críticas del fenómeno y, por otra parte, superar la oposición entre los dos enfoques tradicionales.

Ente los trabajos que parecen haber abierto el camino para esta exploración del objeto, figuran en primer lugar aquellos que se han inclinado por el asunto del rumor conocido como «radio-pasillo»65. Existen numerosas investigaciones que abordan este fenómeno66, ente ellas el artículo de Stephen Ellis dedicado a los rumores que se expandieron en Lomé, en 1991, cuando la caída del régimen de Gnassingbé Eyadéma67, que merece una atención particular. Para este autor el radio-pasillo no está compuesto únicamente de rumores sino que igualmente consta de bromas, de juegos de palabras y de anécdotas que pasan de boca a boca. El se interesa en el rol activo del ciudadano ordinario en aquellas reuniones donde toma cuerpo el radio-pasillo, especialmente participando en la construcción de una imagen propiamente popular del gobierno. Contra una visión universal y funcionalista del rumor, S. Ellis describe los vínculos existentes entre las diversas formas de rumores y el grado de conocimiento político o el estatuto político de los diferentes hablantes.

Resulta, escribe S. Ellis, que cada uno, desde la cima del estado hasta su base, escuchaba y participaba del radio-pasillo. Existían, en efecto, formas más o menos elaboradas del rumor que podían ser medidas por relación a la proximidad de cada uno de los interlocutores con el poder68.

Así, para los rumores relativos a la información política, el trabajo y las conclusiones de este autor permiten de confirmar la existencia de una correlación muy fuerte entre usos y usuarios del rumor en relación a la posición que ocupan estos últimos en la división del trabajo politico. Pero, como lo indica S. Ellis al término de su estudio, no hay que pensar que no existen más usos estratégicos de las informaciones de un rumor. Hay una parte non intencional, espontánea, en el radio-pasillo. Siempre con el objetivo de

63 Élisabeth Rémy, «Comment saisir el rumor?» , Ethnologie française, vol. 23, n° 4, 1993, pp. 591-602.64 Investigadores americanos intentaron hacer ver que el chisme éra siempre inteligente, astuto, util. Robert Goodman y Aaron Ben Ze’ev (ed.), Good Gossip, Lawrence, University Press of Kansas, 1994.65 . La noción de “radio-pasillo” (elaborada a partir de una expresión de los países africanos francófonos) déscribe el acto de conversación sutil que tiene lugar en ocasión de reuniones populares donde los miembros de una población comparten informaciones insólitas, anécdotas y rumores acerca del poder. Sobre estas prácticas , pueden consultarse los trabajos de Jean-François Bayart acerca de “la política por lo bajo” en Afrique, especialmente L’État en Afrique.La politique du ventre, Paris, Fayard, 1989. 66 Cornélis Nlandu-Tsasa, Le rumeur au Zaïre de Mobutu. Radio-trottoir à Kinshasa, Paris, L’Harmattan, 1997.67 Stephen Ellis, “Rumour and Power in Togo», Africa, vol. 63, n° 4, 1993, pp. 462-476. 68 Ibíd.

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doblegar la ecuación crisis/rumor, Maurice Enguéléguélé retoma “la hipótesis de la continuidad”, tal como la propuso Michel Dobry para el análisis de las crisis políticas69, a fin de aplicarla al estudio de un rumor apparecido en Camerún70 . Describe la circulación de este rumor como el uso (inconsciente) que hace la población de una de las actividades tácticas del fenómeno. Y, en la aparición del rumor, ve la expresión de una contestación (camuflada) del orden político. Aunque despliega suficientemente toda la lógica de su demostración, el autor se propone demostrar esta hipótesis:

La aparición y propagación del rumor crean un espacio de juego para cuestionar el orden dominante y hacen participar formas de expresión de reivindicaciones y de descontentos desplegados por los actores sociales en las coyunturas dinámicas”.

A partir de un caso, que défine como arquétipico de “coyuntura dinámica”71, intenta mostrar cómo la circulación del rumor es utilizada por la población camerunesa al modo de una “forma de expresión de los descontentos sociales”. Desde el momento de su partida como una acusación contra el poder, el rumor se révéla al observador como una toma de palabra subversiva contra el orden social dominante. Esta dimensión fundamental del fenómeno ya ha sido enfatizada por el trabajo de historiadores en los archivos del Renacimiento 72, desde los siglos XVII73 , XVIII y XIX74. La réciente incorporación de los historiadores médiévalistas a las problématica de la comunicación social 75también ha demostrado que la atención a las condiciones historicas de la circulación de la información no se limita a la historiografia de las técnicas (mensajeros, intercambios épistolares, servicios postales) y de las cérémonias pública de la información. La traza archivistica de un rumor tampoco es sistématicamente tomada como la’huella de una creencia aberrante.

Trabajando con sociedades désprovista de los artefactos médiaticos más élémentales, los médiévalistas han remontado el curso social de ciertos rumores y han revisado los usos estratégiques que los agrupamientos de actores podían hacer de los s rumores76 . Pero no se satisfacen con el análisis de esta dimension del fenómeno. Como podemos constatar en los trabajos de N. Elias o de S. Ellis, el rumor permite expresar

69 Michel Dobry, Sociologie des crises politiques, Paris, FNSP, 1992 [1986].70 Maurice Enguéléguélé, “Le rumuer de la “disparition des sexes” au Cameroun. Contribution au étude des modes de expression politiques alternatifs dans les “conjonctures fluides”“, en Éric Darras et al., La politique ailleur, Paris, Puf (Curapp), 1998, pp. 355-370. 71 Esta noción es tomada de M. Dobry. Las conjonctures fluides (coyunturas dinámicas ) se caracterizan por una desectorización de la movilización que permite la transformación de una sociedad compleja.72 Marie-Thérèse Jones-Davies (éd.), Rumeurs et nouvelles au temps de la Renaissance, Paris, Méridiens Klincksieck, 1997,73 73. Gudrun Gersmann, “Le monde des colporteurs parisiens des livres prohibés. 1750-1789”, en Roger Chartier y Hans-Jürgen Lüsebrink (ed.), Colportage et lecture populaire, Paris, IMEC/MSH, 1996, pp. 37-47. 74 A. Corbin, Le village…, op. cit. ; M.-L. Rouquette, Le rumeur et le meurtre. L’affaire .Fualdès, Paris, Puf, 1992. 75 Michel Balard, Philippe Contamine et al., La circulation des nouvelles au Moyen Âge, Paris, Publications de la Sorbonne, 1994.76 La investigación de archivo realizada por Marie Anne Polo de Beaulieu demuestra la utilización de un rumor por parte del Papa, gracias a la ejemplaridad del relato, que clarificaba la doctrina del purgatorio y demostraba la eficacia de la hostia. M. A. Polo de Beaulieu, “De la rumeur aux textes: échos de l’apparition du revenant d’Alès (aprés 1323)”, in M. Balard, Ph. Contamine y al., La circulation …, op. cit, pp. 129-156.

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intenciones de naturalezas muy diversas: burlas, denegaciones, heroizaciones, profetismo, etc.

De acuerdo con otros autores, S. Ellis y M. Enguéléguélé afirman que las informaciones que circulan bajo la forma social del rumor son informaciones que no pueden transitar bajo otras formas más convencionales de comunicación. Y que, en toda sociedad, el contenido de los rumores forma parte integral de las nociones de lo prohibido, de lo secreto o de la no-conveniencia. Estos trabajos amplían el estudio de los rumores con un análisis de las condiciones socialmente construidas para la toma de la palabra política en el espacio público. Invitan así a analizar un rumor según la configuración de su ocurrencia, es decir según la distribución y la relación entre los siguientes elementos: organización social (dinámica, identidad y antagonismos sociales), formas y prácticas de sociabilidad (intercambios, reuniones, discusiones) y condiciones de toma de la palabra (convenciones del callar y del decir, economía de la información). Relacionados con la tensión creada por el acontecimiento de que tratan los rumores, estos elementos permiten estudiar los usos espontáneos (no premeditados y cuyos efectos esperados son inmediatos) y los usos estratégicos (premeditados y cuyos efectos esperados son inmediatos pero también mediatos) de los diferentes rumores.

En esta lógica, los reflexiones de Marc Bloch sobre las noticias falsas de la Gran Guerra77, reeditadas cerca de ochenta años después de su primera publicación, se prestan a una relectura estimulante. El testimonio del historiador nos retrotrae a un tiempo antiguo y olvidado, en que prevalecía el enfoque del rumor como práctica modulable de la sociabilidad. Una práctica ordinaria de las sociedades humanas, ajustable al contexto y cuya génesis, por consiguiente, reside en los desafíos y las tensiones propias de la configuración social de aparición del fenómeno.

No pretendemos alabar la «sorprendente modernidad» de este texto, sino subrayar el rastro de pistas teóricas hace mucho dejadas en el olvido. Con el aire de cinismo que no le faltó al decidir implementar el proyecto, M. Bloch afirmaba que «el historiador que [intenta] comprender la génesis y el desarrollo de noticias falsas» no puede satisfacerse con la experimentación de laboratorio de los psicólogos ya que dispone de la Gran Guerra y de “su inmensa experiencia de psicología social, que es de una riqueza inaudita”.

El horror y el absurdo de la guerra todavía presentes en la mente equivalen, para él, a un argumento metodológico:

El error no se propaga, no se amplifica, no vive sino por una condición: hallar en la sociedad donde se difunde un ambiente cultural favorable. En ese ambiente, inconscientemente, los hombres expresan sus prejuicios, sus odios, sus temores y todas sus emociones fuertes78.

De la escuela americana a F. Nassif Tar Kovacs, el estudio de los rumores está marcado por la guerra79 . Pero M. Bloch propone un análisis bien diferente. Más allá del contexto, insinúa sin formularlo claramente, que el intercambio de noticias falsas cumple la

77 Marc Bloch, Réflexions d’un historien sur les fausses nouvelles de la guerre, Paris, Allia, 1999. Reedición de un artículo aparecido en 1921 en la Revue de Synthèse Historique. 78 Ibid., p. 17.79 Marie Bonaparte, Mythes de guerre, Paris, Puf, 1946 ; Guy Durandin., Les rumeurs. Leçons de psychologie sociael, Paris, Éditions de la Sorbonne, 1957 ; NKU. Nkpa, “Rumormongering in Wartime», Journal of Social Psychology, n° 96, 1975, pp. 27-35.

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función de operador de sociabilidad, sobre todo en una sociedad tan singular como “la sociedad de rebanadas”, marcada por la desdiferenciación de los márgenes de acción y el acceso a la información de los actores que la constituyen.

En la distribución de los rumores se marca la voluntad de saber pese a y contra una censura cuyas víctimas ya no quieren ser ingenuas. En los rumores que intercambian, los “peludos” expresan diferentemente sus miedos y sus esperanzas en relación con la posición que ocupan en el conflicto. Por ciertos, para M. Bloch, la propagación de los rumores se explica principalmente por las condiciones que aminoran el «sentido crítico». Y el intelectual confiesa haber dado crédito a ciertos rumores:

Me acuerdo, escribe, que en los últimos días de la retirada, uno de mis jefes me anunció que los Rusos bombardeaban Berlín. No tuve el coraje de refutar esta imagen seductora; sentí vagamente lo absurda que era y ciertamente la hubiese rechazado si hubiera sido capaz de reflexionar sobre ella; pero era suficientemente agradable para que una mente deprimida en un cuerpo herido tuviera la fuerza de aceptarla.80

Por su introspección sincera sobre la circulación de noticias falsas, el texto de M. Bloch, para quien «ninguna pregunta merece apasionarse más que aquellas con las que podemos reflexionar sobre la historia81», vale de entrada como un testimonio razonado sobre la cuestión. Pero, es más: su confesión y la contextualización que hace de este rumor dejan caduca toda conceptualización basada en la lógica del contagio de lo irracional por imitación . De esta experiencia vivida que respalda el análisis, resulta que cada uno de los actores sociales que participan en un proceso de rumor lo hace con motivaciones personales determinadas por su historia propia, por la relación social y el contexto preciso en que se encuentra.

Haciéndose eco de las reflexiones de M. Bloch, ciertas publicaciones más recientes confirman la necesidad de revisar al estudio de los rumores del paradigma patológico e irracional que hace mucho tiempo ha servido de modelo para pensar la cuestión. “Locos rumores” y «pequeños chismes” anodinos se inscriben en el espacio de las prácticas de la sociabilidad. El intercambio de los rumores puede entonces analizarse como una práctica ordinaria des relaciones sociales apta para obtener informaciones, tejer la sociabilidad, definir colectivamente el sentido de un acontecimiento o conocer sus versiones alternativas (sin que haya obligatoriamente creencias de por medio). En situaciones tensas o dramáticas, estos procedimientos de intercambios se intensifican, se aceleran, y registran los efectos de la pérdida de sentido crítico de ciertos actores sociales. Entre los últimos trabajos que hemos citado, algunos integran también los principios propuestos por dos tradiciones iniciales de las nuevas direcciones de análisis (el proceso del rumor como dinámica de la toma de palabra o como repertorio de la acción colectiva). Con una ambición teórica moderada y una metodología de enfoque atenta al aspecto plural del fenómeno, establecen pasarelas entre los postulados hasta hace poco opuestos irreversiblemente. Además, estas ultimas contribuciones al conocimiento académico de los rumores demuestran que en el seno de un único y mismo marco de análisis es posible articular la parte social y la parte de los actores en la aparición de los rumores. Queda ahora por revisar la recepción que merecerán estas nuevas disposiciones teóricas y metodológicas tanto en los trabajos futuros

80 M. Bloch, Réflexions…, op. cit. pp. 49-50.81 Ibid, p. 14.

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sobre el rumor, como para el postulado patológico que es el más solidamente enquistado, es decir en los diccionarios de sociología y también en la enseñanza o en los manuales generales que abordan los fenómenos de comunicación social.

Ouvrages commentés • Marc Bloch, Réflexions de un historien sur los fausses noticias de la guerre, Paris, Allia, 1999 (réédition de un article paru en 1921 en la Revue de Synthèse Historique).

• Stephen Ellis, “Rumour and Power in Togo», Africa, vol. 63, n°4, 1993, pp. 462-476.

• Maurice Enguéléguélé, “El rumorde la “disparition des sexes” au Cameroun. Contribution a el estudio des modes de expression políticos alternatifs en los “conjonctures fluides”“, in Éric Darras y al., La politique ailsus, Paris, Puf (publicación s del Curapp), 1998, pp. 355-370.

• Fadia Nassif Tar Kovacs, Los rumores en la guerre del Liban: los mots de la violence, Paris, CNRS, coll. “Sociología”, 1998.

• Jean-Bruno Renard, Rumores y leyendas urbanas, Paris, Puf, coll. “Que sais-je ?», 1999 (mis a jour en 2002).

• Françoise Reumaux, Toute la ville en parle. Esque sse de una théorie des rumores, Paris, L’Harmattan, 1994 ;

La veuve noire. Mensaje y transmission de la rumor, Paris, Méridiens Klincksieck, 1996.

• Françoise Reumaux (éd.) Los oies del Capitole o los raisons de la rumor, Paris, CNRS, coll. “CNRS-Comunicación», 1999.

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