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Sumaq Hotel Baños termales en el Perú Las numerosas y notables fuentes termales del Perú son más antiguas que el Perú. Nacieron con los Andes, que se crearon por el desplazamiento (9 cm. por año) de la placa de Nazca debajo de la Placa sudamericana. Aunque recibe el nombre genérico de Andes, en el Perú existen varias cordilleras. Algu- nas como las de Salkantay y Carabaya emergieron durante el periodo Jurásico, hace 150 millones de años, cuando todavía reinaban los dinosaurios. Mientras que la Cordillera Occidental se formó durante el periodo Cretácico, hace más de 60 millones de años, cuando los dinosaurios ya se habían extinguido, y por supuesto no habían países ni fronteras, ni siquiera seres humanos. Pero sí fuentes termales: y es que los Andes albergan fuego en sus entrañas (por la constante fricción de las Placas), prueba de ello son los constantes sismos y la proliferación de volcanes en esta cordillera que recorre 7.400 kilómetros en Sudamérica, desde la Tierra del Fuego hasta Maracaibo en Venezuela. Perú está en el corazón de los Andes, en la zona más ancha de este sistema orográfico. Bueno, gracias a este fenómeno geológico, nuestro país, como pocos en el planeta, tiene un inmenso potencial para el turismo termal. El relajo de Atahuallpa Todas las culturas precolombinas peruanas: mochicas, paracas, waris, nazcas, incas, entre otras, tenían al agua como un recurso vital para su economía y, a la vez, lo consideraban un elemento digno de veneración. En la parte práctica, para fines agrícolas, diseñaron canales que son obras de arte de la ingeniería hidráulica: venciendo a la gravedad o conduciendo el agua en forma subterránea. Muchos de estos canales aún están en uso. Como el de Cantayoc, en Nazca. Asimismo, estas antiguas civiliza- ciones, usaban el agua en rituales de saneamiento, en baños previos a ceremonias religiosas o festivi- dades importantes, no precisamente para limpiar sus cuerpos sino para purificar su espíritu. Estos baños litúrgicos son visibles en varias ruinas incas, incluso en Machu Picchu. En 1844 los españoles prohibi- eron estos rituales por considerarlos paganos. Claro, los antiguos peruanos tenían también en muy alta estima los beneficios que brindaban al cuerpo esas aguas que brotaban de las profundidades de la tierra, e incluso conocían las propiedades curativas de cada poza y las aprovechaban cuando tenían la salud resquebrajada. En especial eran usadas por la nobleza y los sacerdotes, aunque también, como sostienen algunos cronistas por los Incas Huayna Cápac y Atahuallpa, que las tenían en muy alta estima. Incluso, en 1532, en uno de los momentos históricos más trascendentes para el Perú y gran parte de América, mientras Francisco Pizarro prepa- raba minuciosamente la estrategia para capturar a Atahuallpa en Cajamarca; el Inca estaba disfrutando una temporada de descanso en Inti Puquio (“manantial del sol”, en quechua), ahora llama- dos Baños del Inca. No se sabe si la historia hubiera cambiado, pero lo cierto es que el cronista Pedro Pizarro, testigo de este acontecimiento, señala que Atahuallpa iba muy distendido para reunirse con los españoles, con muchos indios bailando y cantando delante de él, y que tardó una eternidad en cubrir la distancia entre los baños termales y Cajamarca. Como digo, tan solo es un juego especulativo, pero de pronto las templadas aguas de Inti Puquio, y el consecuente relajo de Atahuallpa, fueran en parte culpables que los incas perdieran el Tahuantinsuyo, de lejos, el imperio más poderoso de Sudamérica.

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Baños termales en el Perú

Las numerosas y notables fuentes termales del Perú son más antiguas que el Perú. Nacieron con los Andes, que se crearon por el desplazamiento (9 cm. por año) de la placa de Nazca debajo de la Placa sudamericana. Aunque recibe el nombre genérico de Andes, en el Perú existen varias cordilleras. Algu-nas como las de Salkantay y Carabaya emergieron durante el periodo Jurásico, hace 150 millones de años, cuando todavía reinaban los dinosaurios. Mientras que la Cordillera Occidental se formó durante el periodo Cretácico, hace más de 60 millones de años, cuando los dinosaurios ya se habían extinguido, y por supuesto no habían países ni fronteras, ni siquiera seres humanos. Pero sí fuentes termales: y es que los Andes albergan fuego en sus entrañas (por la constante fricción de las Placas), prueba de ello son los constantes sismos y la proliferación de volcanes en esta cordillera que recorre 7.400 kilómetros en Sudamérica, desde la Tierra del Fuego hasta Maracaibo en Venezuela. Perú está en el corazón de los Andes, en la zona más ancha de este sistema orográfico. Bueno, gracias a este fenómeno geológico, nuestro país, como pocos en el planeta, tiene un inmenso potencial para el turismo termal.

El relajo de Atahuallpa

Todas las culturas precolombinas peruanas: mochicas, paracas, waris, nazcas, incas, entre otras, tenían al agua como un recurso vital para su economía y, a la vez, lo consideraban un elemento digno de veneración. En la parte práctica, para fines agrícolas, diseñaron canales que son obras de arte de la ingeniería hidráulica: venciendo a la gravedad o conduciendo el agua en forma subterránea. Muchos de estos canales aún están en uso. Como el de Cantayoc, en Nazca. Asimismo, estas antiguas civiliza-ciones, usaban el agua en rituales de saneamiento, en baños previos a ceremonias religiosas o festivi-dades importantes, no precisamente para limpiar sus cuerpos sino para purificar su espíritu. Estos baños litúrgicos son visibles en varias ruinas incas, incluso en Machu Picchu. En 1844 los españoles prohibi-eron estos rituales por considerarlos paganos.

Claro, los antiguos peruanos tenían también en muy alta estima los beneficios que brindaban al cuerpo esas aguas que brotaban de las profundidades de la tierra, e incluso conocían las propiedades curativas de cada poza y las aprovechaban cuando tenían la salud resquebrajada. En especial eran usadas por la nobleza y los sacerdotes, aunque también, como sostienen algunos cronistas por los Incas Huayna Cápac y Atahuallpa, que las tenían en muy alta estima. Incluso, en 1532, en uno de los momentos históricos más trascendentes para el Perú y gran parte de América, mientras Francisco Pizarro prepa-raba minuciosamente la estrategia para capturar a Atahuallpa en Cajamarca; el Inca estaba disfrutando una temporada de descanso en Inti Puquio (“manantial del sol”, en quechua), ahora llama-dos Baños del Inca. No se sabe si la historia hubiera cambiado, pero lo cierto es que el cronista Pedro Pizarro, testigo de este acontecimiento, señala que Atahuallpa iba muy distendido para reunirse con los españoles, con muchos indios bailando y cantando delante de él, y que tardó una eternidad en cubrir la distancia entre los baños termales y Cajamarca. Como digo, tan solo es un juego especulativo, pero de pronto las templadas aguas de Inti Puquio, y el consecuente relajo de Atahuallpa, fueran en parte culpables que los incas perdieran el Tahuantinsuyo, de lejos, el imperio más poderoso de Sudamérica.

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Redescubriendo los baños

El hecho de que los baños termales de Cajamarca fueran parte del escenario del inicio de la conquista y colonización española del Perú fue, más allá de una anécdota, un inesperado aporte cultural, porque igual que los españoles descubrieron en esta tierras, la papa, las llamas, y los templos más fastuosos que jamás hubieran imaginado; también se reencontraron (y reconciliaron) con las aguas termales. Y es que, para el siglo XV, los ibéricos habían perdido el estrecho vínculo que solían tener con el termalismo. Lo adoptaron durante la dominación romana, pues quedaron prendados de sus famosas termas. Luego hubo un retroceso durante la Edad Media porque la iglesia consideraba a las termas romanas como un lugar de perversión. Pero la invasión árabe al sur de Europa reintegró y potenció esta tradición: cada ciudad poseía al menos un baño público, entre los que destaca El Baño Real de la Alambra en Granada. Sin embargo, tras la reconquista de España por los reyes católicos, se volvieron a restringir las prácticas de las curas balnearias. Los sucesos de Cajamarca se dieron en pleno Renacimiento, y a pesar de los adelantos que trajo esta etapa histórica a la medicina en general, no hubo progresos en la balneotera-pia.

En cambio, en el Perú de entonces, la tradición del termalismo no había tenido sobresaltos. Además del animismo existente, que otorgaba un espíritu a montañas y lagos, y un respeto absoluto por la natu-raleza, lo que se observa hasta el día de hoy en los magníficos templos incaicos de Tambomachay y Tipón, construidos específicamente para rendirle culto al agua. Algo que deberíamos aprender los humanos de estos tiempos. Pero hubo otra razón más científica y pedestre que obligaba a los antiguos peruanos a acudir a los baños termales: aliviar los males que les causaba la artritis reumatoide. Esta enfermedad recién apareció en España (y en Europa, y Asia) el siglo VXII, bastante posterior a los viajes de Colón. Mientras que en América esta dolencia que ataca huesos y articulaciones era de vieja data, y por ello los indígenas peruanos, atacados por este mal, o por otros de origen inflamatorio, acudían regularmente a las pozas termales para aliviar sus penurias.

Nuevos perfiles, nuevas exigencias

Y este ancestral convencimiento de las bondades de los baños termales no solo se mantienen en el Perú de hoy, sino que sus cultores se han acrecentado, porque más allá de los buscados efectos terapéuticos y medicinales, esta actividad también es una experiencia que incluye a familias enteras, y a muchos jóvenes, especialmente parejas, que encuentran en estos baños un espacio de socialización. Antes el perfil de los usuarios de las termas eran personas adultas, o aquellas que sufrían una enfermedad crónica. Ahora el universo de bañistas ha variado radicalmente en el Perú: es gente de todas las edades, no van necesariamente a tratarse una enfermedad, sino a pasarla bien y relajarse a sus anchas, y tam-bién para conocer un destino que es parte de un circuito turístico.

Claro, hay baños y baños en nuestro país. Unos de agua mineralizada, otros de lodo, otros de vapor, otros que brotan a la mitad de un río. De otro lado, de acuerdo a su origen geológico, hay dos tipos de aguas termales: las magmáticas y las telúricas. En el Perú la gran mayoría son magmáticas, es decir que nacen de filones metálicos o eruptivos, generan temperaturas mayores a los 50ºC, y contienen, entre otros, elementos como hierro, bromo, fósforo, cobre, boro. A su vez, las telúricas tienen temperatu-ras más bajas, y contienen menos minerales, por lo general están compuestas de bicarbonatos, cloruros y sales de cal. Cualquiera que ha recorrido el Perú sabe que los manantiales que originan los baños son extremadamente calientes, y que el agua alberga muchos minerales, por lo que es fácil

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deducir que son magmáticas. Así lo constató el sabio Antonio Raimondi, que recorrió el país de punta a punta en la segunda mitad del siglo XIX, y, al margen de quedar impresionado por toparse en cada valle o comarca con un baño termal -por los cuales tenía gran predilección- los estudió para establecer las temperaturas y la composición química de las pozas que visitó.

A ciencia cierta se desconoce la cantidad de baños termales que existen en el Perú. Incluso si solo se toma en cuenta los que son utilizados públicamente, porque hay infinidad de acalorados manantiales a lo largo y ancho del país que se mantienen en el anonimato. Conservadoramente se puede calcular una cifra de más de 500 baños medicinales públicos en el país de los incas. Por lo pronto, el Instituto Geológico Minero Metalúrgico ha estudiado 228 fuentes de agua termal que pueden ser aprovechadas por la gente, empero todavía les falta investigar y recoger información en muchas zonas del Perú. Lo que si está claro es que Cajamarca (30), Cusco (26), Áncash (25), Lima (25) y Arequipa (20), son las regiones con mayor cantidad de establecimientos termales.

Pero, como decía, hay baños y baños. La existencia de un impresionante número de aguas termales en el Perú no significa, desgraciadamente, que éstas cuenten con una infraestructura adecuada, servicios personalizados, buena higiene, y respeto por el entorno. Sin embargo, muchos locales han mejorado ostensiblemente, y están preparados para recibir a viajeros exigentes como veremos a continuación.

1) Baños del Inca (Cajamarca)

A la cabeza de los baños termales más destacados del Perú se sitúan, sin duda, los Baños del Inca, a 6 kilómetros de la ciudad de Cajamarca, y a 2,667 m.s.n.m. Tanto por motivos históricos, de infraestructura y servicios, entorno paisajístico y, por supuesto, por las propiedades curativas de sus aguas. De hecho fue un sitio clave de la cultura Caxamarca, cuyos principales caciques residían en los alrededores de las fuentes de las aguas termales, a las que se les rendía culto además de usarlas como lugar de sanación. A la llegada de los Incas en 1462, sus soberanos escogieron estos baños como su lugar preferido de descanso, siendo Atahuallpa su más asiduo visitante. Posteriormente, estudiosos de la talla de Alexander Von Humboldt y Antonio Raimondi, acrecentaron la fama de estas históricas termas.

Si bien este lugar resulta especialmente atractivo por sus aguas termales, también ofrece hoteles de primera línea, incluso tres de cuatro estrellas; y restaurantes de calidad. Por si fuera poco, en los alrededores se estira una hermosa campiña con quebradas, bosques, pastizales y pueblecillos de casas de barro y tejas, cuyos habitantes usan sombrero y poncho. Este plus geográfico y cultural le da un valor agregado a este complejo de salud. No por gusto, los Baños del Inca reciben a 600 mil bañistas por año que disfrutan de sus cien pozas, numerosas saunas y piscinas.

Al parecer el efecto balsámico de sus aguas se debe a que provienen de antiguos volcanes desac-tivados, y cuyo humeante líquido es conducido a la superficie por dos manantiales: El Tragadero y Los Perolitos, con temperaturas entre los 70 y 75 grados centígrados. Los análisis han revelado que las aguas son ricas en sodio, potasio, litio, calcio, y estroncio, y en menor cantidad de hierro, magnesio y sílice. Sus cualidades terapéuticas están comprobadas para enfermedades reumáti-cas, bronquiales, tratamiento de la piel, y desórdenes nerviosos.

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2) Aguas Calientes (Cusco)

El solo hecho de estar a los pies de Machu Picchu le agrega una buena dosis de fascinación, misterio, y renombre a Aguas Calientes. Es casi un ritual que los viajeros que llegan a Machu Picchu -después de caminar tres días por un fastuoso camino inca-, lo primero que hacen después de admirar esta maravilla mundial es ir sin escalas a engreír sus fatigadas humanidades en los nobles dominios de Aguas Calientes.

Sus aguas sulfurosas emergen del subsuelo rocoso y son conducidas a pozas y piscinas con una temperatura que va entre los 38ºC y 46ºC. Las instalaciones pueden visitarse entre las 5 de la mañana hasta las 8 de la noche. Los baños, que están ubicados al este del pueblo de Aguas Cali-entes, ocupan un espacio bastante reducido, pues se encuentran dentro de una estrecha quebrada, atrapados entre el río Alccamayo y las montañas circundantes. Lo cual no ha impe-dido que además de las pozas, piscinas y duchas, también se disponga de vestidores, servicios higiénicos y cafetería.

El tramo (de 800 metros) que une el pueblo de Aguas Calientes con sus baños se puede consid-erar surrealista: pues a la vez que se transita por un fantástico sendero que cruza rústicos puentes en medio de una exuberante vegetación y rodeado de verdes montañas pobladas de orquídeas; también, a lo largo del mismo camino, uno se topa con elementos visibles de la civilización, como pubs y restaurantes donde se descansa y se puede conocer a visitantes de todo el mundo.

3) Chancos (Áncash)

Los baños termales de Chancos, a 31 kilómetros de Huaraz, son realmente sui generis. No hay otro así en el Perú. Y es que además del orden, la limpieza, y la correcta infraestructura, y de sus 15 pozas y 3 piscinas, posee 7 alucinantes cuevas de vapor: son grutas que se internan en la entraña de la montaña, y cuyo caliente vaho, mezclado con el aroma de los ramos de eucalipto, terminan por rendir a los visitantes a los desmayados territorios de la laxitud. Son baños turcos (más bien andinos), pero naturales y en un escenario insuperable. Las temperaturas de estas cuevas varían entre los 33 y 54 grados, tienen un efecto positivo en la piel y en las enfermedades respiratorias. Mientras que las pozas son muy requeridas para enfrentar todo tipo de dolores musculares. Además de los baños y masajes, se alquilan caballos para pasear por la campiña de Vicos -la comunidad campesina que administra Chancos- y poder así apreciar los campos de trigo y en lontananza los soberbios nevados de Copa y Hualcán. Inolvidable

4) Yura (Arequipa)

El pueblo de Yura, ubicado en las faldas del volcán Chachani, 30 kilómetros al norte de la ciudad de Arequipa, alberga al balneario termal de Yura, cuyas aguas minerales gozan de merecida fama porque son calentadas al interior del Chachani (6075 msnm).

Sumaq HotelSumaq HotelHotel Las Casitas del ColcaBaños del Inca

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Estas aguas termo medicinales fueron utilizadas por las culturas Tiahuanaco, Wari, y posterior-mente por los Incas. A comienzos de 1780, el sacerdote José Zamácola, convencido de las propie-dades curativas de estos baños, animó al sabio alemán Tadeo Haenke a realizar un estudio: seis años después Haenke publica “Descripción y análisis de las aguas termales de Yura”, primer documento científico que renovó el interés sobre este balneario. Como no podía ser de otra manera, fue un arequipeño de pura cepa, el doctor Edmundo Escomel, quien investigó las carac-terísticas químicas y biológicas de dichas aguas. En 1921 redacta sus conclusiones, atribuyéndole a Yura múltiples virtudes curativas, especialmente para el reumatismo, enfermedades estoma-cales y de la piel.

En la actualidad, el que fuera un apacible balneario, se ha transformado en un boom turístico. Los usuarios, según sus necesidades, acuden a uno de los tres pozos que alberga Yura. El más solicitado es el pozo Tigre, que cuenta con cinco pequeñas piscinas con aguas ricas en sulfuros. La temperatura promedio es de 32 grados, y es ideal para personas que padecen de reumatismo, artritis, enfermedades del tubo digestivo, del aparato respiratorio, y las vías urinarias.

Otro pozo es el de Zamácola, de coloración verdosa, que posee temperaturas entre los 22 y los 28 grados, y cuyas aguas contienen sales de hierro. Pacientes con diabetes, artritis anémica, proble-mas en el sistema nervioso, y en la circulación de la sangre, recurren con una fe inquebrantable en los poderes balsámicos de esta agua. Finalmente, en el lugar más alejado del complejo, se estiran dos piscinas del llamado pozo Fierro Viejo. Sus aguas también están compuestas de hierro, con temperaturas que oscilan entre los 20 y los 28 grados, de acuerdo a la estación del año.

El pueblo de Yura dispone de muchos alojamientos, de todo tipo y pelaje. Lo que si es igual para todos es el infaltable sol arequipeño y la belleza incomparable del gran Chachani.

5) Churín (Lima)

De Churín se regresa relajado, y tal vez es mucho pedir, pero es bueno ir relajado también. Son 210 kilómetros los que separan a Lima de este célebre balneario. Saliendo temprano de la capital se puede tomar un rico desayuno en Huacho, que es el punto donde hay que desviarse en direc-ción a la sierra. En el camino muchos se detienen en el tropical pueblo de Sayán para probar sus afamados dulces. A partir de allí la carretera se torna sinuosa y polvorienta mientras atraviesa una serie de túneles. Churín aparece casi de improviso, pues de lejos no se pueden ver esas casas, esos hoteles, aquellos complejos termales que han aprovechado cada metro de terreno y viven abrazados al cerro. Y es que esta parte del valle de Huaura es particularmente estrecha. Y siendo Churín un poblado relativamente joven, nadie planificó su actual expansión cuando llegó la carretera en 1935 a lo que entonces era una hacienda de melocotones. Dos décadas después se comenzaron a levantar los primeros albergues. Hoy es el complejo hotelero más importante de la sierra limeña.

Tacna

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Los baños termales más tradicionales se encuentran encima de lo que apropiadamente se llama La Meseta. Ahí llegan los devotos a la cura de procesos inflamatorios crónicos. Hasta los nom-bres de las pozas sugieren esa fidelidad espiritual: Santa Rosa, Don Bosco, y Señor de los Mila-gros. Pero es en Mamahuarmi, en la parte baja del pueblo donde uno puede bañarse en pozas al aire libre, sintiendo el sol en el cuerpo y teniendo a la vista los cerros, los árboles, y el cielo. A tiro de piedra de Churín se ubican los baños de Cabracancha (llamados también de Fierro), con tem-peraturas cercanas a los 50 grados. No es recomendable sumergirse por más de diez minutos. Está contraindicado para personas que sufren del corazón o presión alta. Sirve para apaciguar la artritis, el reuma y el dolor de huesos. No deje de caminar por la campiña de Churín que man-tiene intacta su alma de melocotones y otros frutales. Hay muchos restaurantes, y la carne y el queso siempre serán de primera. Pero recuerden, cualquier cosa, háganla relajados. Esa es la idea.

6) Lares (Cusco)

Para llegar a este destino, es necesario tomar la carretera que va del Cusco al Valle Sagrado, pasando por Písac y sus maravillosos andenes, para luego, a la altura de Calca, ingresar por una ruta afirmada que se dirige a los remotos pueblos de la selva de La Convención. Pero antes, muy cerca de Calca, asoman los baños termales de Machacancha y las ruinas de Arquasmarca, y más pronto de lo que uno cree ya se está con un pie y medio en la Plaza de Armas de Lares, a 3,250 metros de altura.

Lares es bastante pequeño: unas cuantas casitas arrimadas por el río, y una bonita iglesia. Si uno entra a una bodega se puede dar inmediatamente cuenta de cual es la demanda: artículos de pan llevar y licores, en igual proporción. Eso sí, los pocos restaurantes tienen una estupendo café pasado.Nos dirigimos a los baños termales de Lares, ubicados a un kilómetro del pueblo. Sabía-mos que sus aguas tenían una vasta composición química: calcio, magnesio, sodio, potasio, hierro, manganeso, zinc, boro, cobre, cloruros, sulfatos y bicarbonatos. “En dos semanas te curas de cualquier enfermedad”, suelen decir los lugareños. Lo sorprendente, teniendo en cuenta, la precariedad del pueblo, fue encontramos con uno de los mejores establecimientos termales del Perú. La mayoría de las pozas (con temperaturas entre 36ºC y 44ºC) de piedra pulida están al aire libre, y hay una ducha natural cuyo chorro de agua baja por una roca en forma de pared. La higiene es una agradable característica del lugar. Y, si deciden acampar, como lo hacen algunos viajeros, pueden disfrutar de un mágico baño nocturno.

7) Pincahuacho (Apurímac)

Dentro de este grupo selecto, se encuentra, irónicamente, como veremos después, Pincahuacho. Está ubicado en la provincia de Aymaraes, y sus modernas instalaciones ocupan un lugar privile-giado, pues se adecuan como un balconcito al borde de la montaña, a 3160 metros de altura, lo que permite que los visitantes puedan apreciar el magnífico panorama de la cuenca del río Chal-huanca. Chalhuanca es, a su vez, el poblado más importante de la zona, y está conectado por una carretera afirmada de 7 kilómetros a estas termas. Pincahuacho cuenta con una docena de pozas particulares, muy acogedoras y bien dispuestas, donde se pueden regular las cantidades de agua caliente y fría según el deseo del cliente. Son recomendables para combatir el reuma-tismo y los bronquios.

Hotel Colca Lodge

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Lo irónico del asunto, como decía, fue que en Pincahuacho, en 1824, el ejército criollo desgastado tras varias confrontaciones con los españoles, se estableció con la idea de retomar fuerzas, para luego –vigorizados por sus aguas- dirigirse a Ayacucho y librar la batalla que logró la definitiva Independencia del Perú. Que dos baños termales, uno en Cajamarca, y otro en Apurímac, hayan estado involucrados de una manera u otra en la Conquista y la Independencia del Perú, es un dato bastante curioso, por decir lo menos.

8) Chiuchín, Huancahuasi y Picoy (Lima)

En el kilómetro 100 del valle de Huaura, un puente se desvía del camino que va a Churín e ingresa a una zona que arde en su interior. En el trayecto uno se cruza con paisanas hilando para luego crear coloridos ponchos y con burros que se creen dueños de la vía. El primer pueblo en la ruta es Chiuchín, con sus baños algo descuidados, pero que tiene muchos seguidores que confían ciegamente en el poder desinflamante de sus aguas.

En cambio, Picoy, a 23 kilómetros del desvío, es un pueblo con una Plaza de Armas muy acoge-dora, en la cual destaca una iglesia con un altar que es toda una obra de arte. Dispone de un albergue muy acogedor y las instalaciones de los baños son pulcras y limpias. Muchos visitantes, en especial aquellos que sufren de mala circulación sanguínea, alternan el agua caliente de las termas con el frío torrente del cercano río Chegras. Una vez afuera del local, siem-pre son visibles un grupo de llamas, que distraen al visitante, ya sea pastando en la grama, o transitando orgullosas sobre las escalinatas de piedra.

A cinco kilómetros de Picoy, luego de atravesar un espectacular cañón con impresionantes cascadas, se arriba a la comunidad campesina de Huancahuasi. El complejo termal es parecido al de Picoy: estéticas construcciones de piedra donde el agua tibia discurre por la roca viva hacia las pozas, creando una atmósfera que va de la mano con la búsqueda del equilibrio espiritual. Los que deseen pasar la noche o una temporada en estos estupendos baños, pueden alquilar cabañas familiares con todas las comodidades del caso.

La seducción de los Spas

Los Spas, que tanto éxito han tenido en los últimos años, no son otra cosa que la modernización de los viejos baños termales. Es más la palabra Spa proviene de una expresión latina “Salus per Aquam” que significa salud a través del agua. La amplia aceptación de este tipo de tratamiento de belleza combi-nado con salud, condujo inevitablemente a que los mejores hoteles del mundo adoptaran esta novedosa terapia. En el Perú hay dos hoteles de lujo, ambos situados en medio de un paisaje de invero-símil encanto, que transforman el estrés y agobio, en tranquilidad y vigor.

Uno de ellos es el Colca Lodge, ubicado como su nombre lo indica, en el valle del Colca, uno de los desti-nos turísticos más codiciados del Perú, y orgullo de los arequipeños, por sus miradores de cóndores, andenes y terrazas de notable factura, y culturas vivas expresada a través de las etnias Cabanas y Collaguas. Las cuatro pozas termales del Colca Lodge se ubican al pie del río en un ambiente natural con poca intervención humana. Tres de ellas tienen temperaturas entre los 36 y 39 grados. Todas tienen un alto contenido de litio.

Hotel Aranwa

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La cuarta poza es de agua fría. Todos los tratamientos de belleza en este hotel Spa se inician en las aguas termales, sean masajes, envolturas o cuidados faciales. Pero dicen que la mejor cura para las tensiones es introducirse de noche en una poza, bajo el inmenso cielo estrellado el hemisferio sur. Allí usted se podrá dar cuenta que los baños termales también pueden adquirir proporciones cósmicas.

El hotel Laguna Seca, en Cajamarca, está convenientemente ubicado alrededor de los Baños del Inca, emblema de las aguas termales en el Perú. El Spa utiliza elementos naturales de la seductora campiña cajamarquina para sus terapias relajantes, donde invariablemente intervienen las aguas termales para procurar a la piel y el cuerpo los minerales y componentes que contribuyen a revitalizarlos.

Termas en la Amazonía peruana

La cantidad y diversidad de fuentes termales en el Perú hacen imposible un recuento pormenorizado, pero no se pueden dejar de lado los baños que valen la pena visitar en la Amazonía peruana. Como el de La Unión, en Loreto. Para ser más precisos, los baños están a una hora de Contamana en camioneta. En La Unión, como su nombre lo indica, confluyen dos ríos, una de agua fría y otro de agua caliente. La temperatura puede superar los 40 grados, por eso es menester bañarse de noche: de día resulta un tormento insufrible. La Unión cuenta con un albergue rústico, donde el elemento más valioso es el mos-quitero. Todos los afortunados que han pasado por La Unión, y han vivido esa experiencia mística de darse un baño termal en la noche selvática y en medio de un río, nunca van a olvidar esos momentos gloriosos, como ver a los últimos guacamayos regresando a sus refugios, escuchar el potente grito del mono aullador, y ver salir la luna, que bajo su delicada luz permite apreciar los rostros de los otros bañistas, el denso bosque alrededor, y los murciélagos, antes invisibles, volando encima de los aven-tureros.

En otras regiones de la Amazonía peruana también hay baños termales muy destacados. En San Martín, por ejemplo, sobresalen tres baños: los de San Mateo, a un suspiro de la ciudad de Moyabamba. Dispone de seis pozas, algunas alcanzan los 42 grados; tres piscinas, y un restaurante. También en San Martín se hallan las termas de Paucar Yacu, a 34 kilómetros de la ciudad de Tarapoto. Hay tres bunga-lows a disposición y cuatro pozas al aire libre (entre 37 y 40 grados). Y en Paucar Yacu, como en La Unión, bah, como en toda la selva, los baños nocturnos son simplemente cósmicos: coinciden todos los elementos: la luna, el ruido de los animales salvajes, todas las soledades. Después de ese trance no puedes decir que no has conocido el universo.

Chapahuanqui (“siempre volverás a visitarme”, en quechua) es una cascada y poza medicinal a la vez, que está a 4.5 kilómetros de distancia de Lamas. A una hora de Tarapoto, la ciudad más importante de San Martín. Al llegar uno es recibido por Felícita Díaz, la dueña del terreno, quien le dice al que quiera escucharla: “toda mi vida he vivido aquí, y aquí voy a morir, pero se va a tener que esperar un buen rato, la muerte, digo, no usted señor, porque esas pozas de Chapahuanqui son medicinales, te curan todos los huesos”. Un breve sendero, que corre bajo la sombra de los árboles, nos conduce a la poza medicinal y la caída de agua. A Chapahuanqui viene uno que otro turista, los escasos bañistas son por lo general gente de la zona. La infraestructura es elemental, pero incluye un tambo indispensable para refugiarse de la lluvia. El agua de la poza es fría, de tonalidades esmeraldas, decididamente reconstituyente. El sol traspasa la ramada y cae moteada sobre los helechos. Es hora de desvestirse.

HotHotel Laguna Seca

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Mucho más que aguas calientes

En la sierra de La Libertad, muy cerca de Santiago de Chuco, donde naciera el poeta César Vallejo, se ubica el pueblito de Cachicadán, que resulta ser una insospechada maravilla para los amantes del termalismo. Encima del pueblo, en la cumbre del cerro La Botica (llamado así por su gran variedad de plantas medicinales), brota una fuente de agua caliente que es canalizada para que llegue a los hoga-res de Cachicadán. Acogedoras casonas de bajo precio por cuarto, reciben a los visitantes, quienes pueden ver el mundo a través de una terraza de madera, con una espléndida vista al patio seguramente poblado de altivas hortensias. Pero es el hecho de poder contar con un baño termal en tu propia hab-itación lo que termina por acercarnos a la creación original.

Como toda recopilación esta también es arbitraria, pues hay baños termales como Monterrey, en Huaraz; La Calera, en Chivay; Cconoc en Apurímac; y Las Salinas en Lima, que merecen algo más que estas breves líneas. Eso sin hablar de las innumerables termas situadas en recónditos pueblecillos, las escondidas en cerradas quebradas, otras enclavadas en medio de la selva amazónica, y varias que se estiran alrededor de los glaciares, más cerca del cielo que de la tierra.

El potencial del termalismo en el Perú está, entonces, fuera de duda. Ayuda la tendencia mundial de volver a lo natural para favorecer el equilibrio general del organismo. Pero hay otras tendencias que debemos atender, además de la excelencia en los servicios y profesionalismo, se debe considerar que los baños termales están evolucionando: ya no solo se trata de bienestar corporal, sino que incorpora conceptos adquiridos en las últimas décadas, como el culto al cuerpo, que se manifiesta en darle espe-cial atención a la belleza física, mantenerse joven y vigoroso, retrasar el paso de los años. A esto se le añade el tratamiento del estrés, tan en boga en las sociedades modernas. Para acceder a estos nuevos nichos de mercado el Perú debe adecuar sus baños termales a las exigencias del consumidor.

Sin embargo, una vez logradas estas metas, el Perú cuenta con insuperables ventajas comparativas respecto a otros países. Y es que la mayoría de sus baños están ubicados cerca de palacios incas y de otras culturas prehispánicas, o alrededor de nevados, bosques, lagunas y valles de fábula. Este excep-cional contexto le brinda a los bañistas, al margen de lo curativo, una experiencia mística, vivencial, y de profunda conexión con la naturaleza, como en las pozas de Ausangate, en Cusco, que a pesar de sus precarias condiciones, y de no contar ni siquiera con un techo, deben ser los baños termales con el entorno geográfico y cultural más sobrecogedor del planeta: indígenas que usan las mismas coloridas vestimentas desde hace siglos cuidan sus rebaños de llamas y alpacas, patos salvajes aterrizan en lagunas esmeraldas, y los cóndores se enseñorean sobre la soberbia cordillera de Ausangate. Por eso, aunque es indispensable que tengan todos los servicios y facilidades para el usuario, sería un error forzar la modernización de ciertos baños al punto de despojarlos de su esencia.

Como decía el poeta Vallejo: “hay, hermanos, muchísimo que hacer”.

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