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Teorías de la evolución gradual y de la
interrumpida por sucesos de especiación, con
consideración especial de los Hominini.
Pablo Montoya Bernabéu
Evolución Humana 2011-2012
Facultad de Biología, Universidad de Murcia
1. INTRODUCCIÓN
Desde que Darwin describiera a mediados del siglo XIX su teoría de la evolución basada en
la selección natural, sus ideas fueron asentándose firmemente en todos los ámbitos de la ciencia,
desde los estudios a niveles moleculares hasta los de ecosistemas. Especial repercusión tuvo
esta teoría en las disciplinas antropocéntricas, ya que al colocar al hombre como descendiente
del mono, cambiaba la concepción que la humanidad tenía de sí misma y de su lugar en la
naturaleza. Pero en la década de 1970 Eldredge y Gould sacaron a la luz una nueva
interpretación del modo en que tienen lugar los procesos evolutivos e introdujeron el concepto
del “punctuated equilibrium”, mal traducido al español como “equilibrio puntuado” (una
traducción más veraz sería la de “equilibrio interrumpido”). Estas nuevas ideas, que
inicialmente no fueron bien aceptadas por algunos sectores de la ciencia, planteaban grandes
soluciones a algunas de las lagunas del gradualismo darwinista (como la incapacidad de
encontrar “eslabones perdidos” en el registro fósil), y nuevas incógnitas sobre las que trabajar.
Su aceptación en el mundo científico fue creciendo, aunque siempre con cierta controversia, y
algunos antropólogos aceptaron los planteamientos de Eldredge y Gould, con lo que se
desarrollaron nuevas hipótesis en aspectos concretos de la evolución de homínidos y se admitió
la existencia de periodos de equilibrio y de eventos puntuados de especiación. Como si de uno
de esos eventos puntuados se tratase, tras la larga braditelia del darwinismo, y a raíz del
estímulo de la teoría del equilibrio interrumpido y de otros estudios previos como los de Mayr y
Simpson, comienza a surgir un intenso y variado debate en el campo de la teoría de la evolución
en que las hipótesis de trabajo, interpretaciones y planteamientos se multiplicaban durante la
década de los 70 y posteriores. Uno de los más brillantes y convincentes modelos surgidos en
este periodo es el de la evolución reticulada con especiación anagenética, defendido por Potts
entre otros autores, que mejoraba la concepción existente sobre algunos procesos evolutivos, y
encontraba especial aplicación en el caso de homínidos, ya que se cuestionó la impermeabilidad
genética entre los antecesores del Homo sapiens.
En el presente trabajo se revisarán los fundamentos en que se basan dichas teorías
evolutivas, haciendo hincapié en las evidencias de todo tipo que respaldan cada uno de los
modelos en el caso de homínidos. Previamente se repasará el concepto de especiación por su
papel central en el desarrollo de los procesos evolutivos y por su consideración diferencial desde
la óptica de cada una de las teorías.
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2. TEORÍAS EVOLUTIVAS Y HOMININOS
2.1 PROCESOS DE ESPECIACIÓN
En este apartado nos centraremos en desarrollar los dos tipos espaciotemporales de
especiación, por su preferencia selectiva en las teorías gradualista, de equilibrio interrumpido y
de selección de la variabilidad.
La especiación cladogenética está conformada por bifurcaciones sucesivas creadas por la
deriva génica. Esta supone el origen monofilético de cada especie sin un proceso de cambios
graduales impidiendo así la hibridación entre sí. Todo esto movido únicamente por la fuerza de
la selección natural y una demografía tan reducida de todas la paleoespecies implicadas como
para hacer imposible que hubiera un flujo génico entre ellas. Esto se puede apoyar desde el
punto de vista del análisis cladístico, aunque surgen varios problemas: este tipo de análisis fue
desarrollado para facilitar la separación de grupos de insectos monofiléticos de otros
parafiléticos y relacionarlos con el registro fósil; los cladogramas solamente agrupan a las
especies según su grado de disparidad y similitud sin tener en cuenta la dimensión temporal;
también está el problema para representar tres taxones monofiléticos cuando los datos son
insuficientes para indicar claramente el orden de su relación filogenética. Tanto el análisis
fenético-filético como el efectuado por la taxonomía numérica también pueden apoyar este tipo
de evolución en los homininos, pero vuelven a aparecer problemas: para el primero los aspectos
cronológicos y biogeográficos no coinciden con la mayoría de los cladogramas propuestos, y
para el segundo los dendrogramas no muestran las mismas relaciones de parentesco y las
mismas paleoespecies que reflejan los cladogramas.
La especiación anagenética o reticular se caracteriza por el flujo génico y contempla la
hibridación entre la diferentes paleoespecies. Este tipo de evolución en mosaico es aplicable a
una especie politípica y aun más si se admite que en ambientes diferentes se forman especies
clónales, subespecies, una especie anular o incluso semiespecies. El mosaicismo propone que
numerosas poblaciones diferentes pueden conformar la morfología heterogénea de una sola
especie. Algunos autores también contemplan que la selección natural incidiera en algún
entorno en particular para favorecer genotipos particulares. Esta postura está apoyada por el
análisis fenético-filético y por la taxonomía numérica, no sin numerosos problemas. El análisis
cladístico no contempla este tipo de especiación.
2.2 TEORÍAS EVOLUTIVAS
En primer lugar, por ser la primera históricamente y la que impulsó las ciencias de la
evolución y de la biología en general, comentaremos el gradualismo de Darwin: éste postula que
todas las especies proceden de otras anteriores, con lo que hay un origen común para todas ellas;
dichas especies van cambiando de forma continua, gradual y acumulativa, es decir, con una tasa
de especiación más o menos constante, hasta un momento en que se hubieran acumulado tantos
cambios que se formara una barrera sexual, originándose una nueva especie. El mecanismo
fundamental por el que estas especies cambian es la selección natural, que por competencia
ecológica permite que los tipos mejor adaptados (las mutaciones más favorables) sobrevivan y
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los menos aptos se extingan. Uno de los principales escollos con los que se topó esta teoría
(resuelto más tarde por Eldredge y Gould) fue con la ausencia de formas intermedias en el
registro fósil, ante lo que se alegó que el registro fósil por aquella época era muy incompleto, y
que un mayor esfuerzo por parte de los paleontólogos acabaría dando con esos eslabones
perdidos. Por el contrario, los trabajos de Mendel constituyeron un apoyo para el gradualismo.
A lo largo del siglo XX la corriente darwinista fue aplicando ciertas correcciones o mejoras a la
teoría inicial gracias a los avances en genética, desembocando en la síntesis moderna o
neodarwinismo.
Ya en la 2ª mitad del siglo XX Eldredge y Gould se enfrentan al ya implantado gradualismo
filético al exponer su teoría del equilibrio puntuado o equilibrio interrumpido. Argumentaron
que la ausencia de formas intermedias en el registro fósil se debe a que esas formas existieron
durante un periodo tan breve que no tuvieron tiempo de dejar huella en el registro fósil, ya que
los cambios evolutivos no son graduales, sino discontinuos, con largos periodos de estabilidad,
braditelia o equilibrio interrumpidos por cortos periodos de aceleración brusca de las tasas de
cambio y especiación, también llamados pulsos o eventos puntuados. En los periodos de
estabilidad la selección natural mantiene los fenotipos en equilibrio con el ecosistema, mientras
que durante los pulsos los genotipos se vuelven inestables, pudiendo aparecer bioespecies
nuevas. Del mismo modo, las extinciones son bruscas y discontinuas. Esta teoría postula
también que el modo en que se despliega la evolución no es lineal (con las especies
sucediéndose unas a otras sucesivamente) como defiende el gradualismo, sino que una especie
ancestral da lugar a múltiples ramificaciones.
La teoría de la selección de la variabilidad enunciada por Richard Potts está referida
especialmente a homininos, por lo que su aplicación práctica será tratada en este punto en lugar
de en el 2.3. Ésta establece que en la evolución de los homininos había una capacidad de
adaptación versátil con variabilidad, con una permeabilidad de reproducción entre paleoespecies
que favorecía la supervivencia. Según Potts las oscilaciones paleoclimatológicas y
paleoambientales en África Oriental en torno hace 2 M.a. favorecieron el flujo génico entre los
homininos en pro de la variabilidad y adaptación versátil. El motor de esta variabilidad es la
selección natural. Aunque no haya un sesgo en el acervo genético que favorezca los caracteres
más adecuados, se favorece la versatilidad que posibilita respuestas diferenciadas y suficientes
para permitir la supervivencia en un entorno u otro. Potts rescata el modelo genético-geográfico
del equilibrio movedizo (de la Síntesis Neo-darwinista), que podría conformar un paisaje
adaptativo habitado por una sola especie biológica, donde la selección natural podría causar la
reproducción de diferencias entre poblaciones locales para favorecer la aptitud reproductora de
cada una (este modelo también concuerda con la especiación anagenética). La selección para la
variabilidad discrepa que las morfoespecies de homininos que algunos designan como
paleoespecies fueron bioespecies separadas por barreras de reproducción. Según esto diversas
formas como H. habilis, H. ergaster y H. rudolfensis serían más bien semiespecies que
bioespecies, y que acabarían siendo reducidas a la forma más versátil que fue H. erectus.
2.3 CONSIDERACIÓN APLICADA DE LAS TEORÍAS EVOLUTIVAS EN
EL CASO DE LOS HOMININI
Uno de los ejemplos de la existencia de eventos de puntuación en la historia evolutiva de los
Hominini viene del campo de la etología: Torre Sáinz y Domínguez-Rodrigo han revisado las
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evidencias etológicas y arqueológicas existentes acerca de la formación de yacimientos de los
primeros Homo, introduciendo un punto de vista socioecológico que puede aportar lo que
resulta invisible en el registro arqueológico. Según los autores el hecho mismo de que se
formaran los yacimientos implica un importante salto cualitativo que separa drásticamente al
género Homo de sus antecesores, ya que implicaría una reestructuración social considerable. La
salida de las zonas arbóreas o boscosas (donde tradicionalmente habitaban géneros más
primitivos) hacia zonas de vegetación abierta vino acompañada de una serie de cambios
graduales, es decir, con diferencias cuantitativas respecto a antropoides, como fueron un
aumento en el consumo de carne, aumento del tamaño de las presas, un mayor reparto del
alimento, un incremento en la frecuencia de uso de instrumentos y perfeccionamiento de las
técnicas de caza y carroñeo; estos argumentos han sido utilizados para defender el gradualismo
darwinista, resultando en la interpretación de que las diferencias entre antropoides y Homo son
sólo cuestión de grado. Para los autores, esta serie de cambios graduales tuvieron que venir
acompañados de pequeños saltos cualitativos, que en conjunto formaron un evento de
puntuación: el hecho de que comenzaran a acumularse útiles líticos modificados junto a huesos
de las presas implica que el cazador no comía su presa en el lugar de cazarla, sino que la llevaba
a un lugar comunitario donde poder repartirla, es decir que se desarrolló una nueva conducta
que tuvo como consecuencia la posposición el consumo y la formación de lugares referenciales
(yacimientos), en los que se acumulaban las carcasas y los útiles líticos modificados; para ello
era necesario un alto grado de previsión y cooperación. El uso de útiles llegó hasta el punto de
depender de ellos, el reparto de comida pasó a ser entre todas las edades y sexos dentro del
grupo (no sólo entre algunos individuos) y en la caza se introdujo el uso de armas modificadas.
Todos estos cambios fueron pequeños saltos cualitativos, que al suceder simultáneamente
pueden considerarse evidencia de un importante salto cualitativo del tipo descrito por Eldredge
y Gould.
Por otro lado, Tobias hace un repaso de toda la filogenia de los Hominini, concluyendo que
ninguno de los modelos expuestos es suficiente por sí solo para explicar la historia de este
grupo; por el contrario, parece más bien que distintas etapas de la filogenia se corresponden con
distintos modelos. Una primera etapa comprendida entre hace aproximadamente 3.7 y 2.3 M.a.
presenta las características de la braditelia o equilibrio: en este periodo vivieron algunas
poblaciones de australopitécidos gráciles (A. africanus, A. afarensis) como las de Hadar, Laetoli
o Sterkfontein, que durante 1-1.5 M.a. se mantuvieron casi sin cambios (la diferencia
morfológica entre los más tempranos y los más tardíos es escasa). Por tanto esta etapa de
estabilidad parece ilustrar adecuadamente el modelo del equilibrio interrumpido. Una segunda
fase está constituida por un complejo evento de puntuación con especiación hace unos 2.3 M.a.,
en que tuvo lugar una radiación evolutiva explosiva a partir de una rama común de
australopitécidos, con la consiguiente aparición de los robustos, hiperrobustos y del género
Homo. Esta ramificación cladogenética, posiblemente desarrollada a partir de poblaciones
periféricas aisladas, puede verse como un conjunto de varios eventos sincrónicos (aunque no
necesariamente simpátricos) que, como en el ejemplo anterior sobre la etología del género
Homo, suponen en conjunto un importante salto cualitativo y una drástica variación morfológica
y cultural. La tercera etapa, posterior el evento puntuado, respondería, según el autor, a un
periodo de gradualismo filético que afectó tanto a los 2 o 3 linajes de Australopithecus como a
la rama Homo: en el caso de los primeros, los análisis dentales muestran un alargamiento
gradual de las piezas, mientras que en Homo el tamaño de los dientes disminuyó y el del
encéfalo tuvo un aumento de más del doble en volumen a lo largo de 2 millones de años. No
existen evidencias de eventos de puntuación en este periodo, por lo q se podría aceptar en esta
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etapa un cambio gradual filético. Pese a que la tasa de cambio fue menor en este periodo que en
el evento puntuado de hace 2.3 M.a., el cambio neto del periodo gradual podría haber sido igual
o mayor que el del periodo precedente, incluyendo importantes novedades evolutivas en cuanto
a aparato masticador, encéfalo, dependencia de la cultura material y lenguaje.
3. CONCLUSIÓN
Las evidencias presentadas de cada tipo de evolución aconsejan, como mínimo, no descartar
por el momento ninguna de ellas; de hecho parece probado que los tres modelos aquí
considerados pueden aplicarse en distintos momentos evolutivos del linaje Hominini, sin que
sean totalmente excluyentes unos y otros. Es cierto que los modelos más modernos son capaces
de resolver algunos puntos débiles de los precedentes, pero no por ello éstos últimos pierden su
validez o aplicabilidad en determinadas circunstancias; es decir, que mientras por una parte se
admite la existencia de periodos de equilibrio y de eventos puntuados, no se descarta la
actuación de la evolución gradual en otros periodos; del mismo modo, la revolución surgida al
plantear la especiación reticular, que tan buenas respuestas ofrece, no tiene porqué excluir
irremediablemente la ramificación cladogenética, ya que ambas pueden haberse dado en la
evolución de diferentes linajes. No sólo en homínidos se encuentran ejemplos de la actuación de
los tres tipos de evolución: Bookstein ha encontrado presencia de evolución gradual y
discontinua en linajes de primates, mientras que Chaline y Mein han observado anagénesis
reticulada en la filogenia de roedores. Todas estas pruebas recomiendan mantener un debate
constructivo y abierto, que conduzca a mejorar los modelos existentes y a desarrollar otros
nuevos.
4. BIBLIOGRAFÍA
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