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LA CIENCIA Y LA VERDAD No hay ciencia del hombre, cosa que debe entenderse en el mismo tono que no hay pequeñas economías. No hay ciencia del hombre, porque el hombre de la ciencia no existe, sino únicamente su sujeto. Es bien conocida mi repugnancia de siempre por la apelación de ciencias humanas, que me parece ser el llamado mismo de la servidumbre. Es también que el término es falso, dejando de lado a la psicología que ha descubierto los medios de sobrevivirse en los servicios que ofrece a la tecnocracia; o incluso, como concluye con un humor verdaderamente swiftiano un artículo sensacional de Canguilhem: en una resbalada de tobogán desde el panteón a la prefectura de policía. Así, es en el nivel de la selección del creador en la ciencia, del reclutamiento de la investigación y de su mantenimiento, donde la psicología encontrará su fracaso. En cuanto a todas las otras ciencias de esta clase, se verá fácilmente que no forman una antropología. Examínese a Lévy-Bruhl o a Piaget. Sus conceptos, mentalidad llamada prelógica, pensamiento o discurso pretendidamente egocéntrico, no tienen referencia sino a la mentalidad supuesta, al pensamiento presumido, al discurso efectivo del sujeto de la ciencia, no decimos del hombre de la ciencia. De manera que demasiados saben que los límites, mentales ciertamente, la debilidad de pensamiento, presumible, el discurso efectivo, un poco lioso del hombre de ciencia (lo cual sigue siendo diferente) viene a lastrar estas construcciones, no desprovistas sin duda de objetividad, pero que no interesan a la ciencia sino en la medida en que no aportan nada sobre el mago por ejemplo y poco sobre la magia, aunque algo sobre sus rastros, y aun esos rastros son del uno o del otro puesto que no es Lévy- Bruhl quien los ha trazado -mientras que el balance en el otro caso es más severo: no nos aporta nada sobre el niño, poco sobre su desarrollo, puesto que falta lo esencial, y de la lógica que demuestra, quiero decir el niño de Piaget, en su respuesta a unos enunciados cuya serie constituye la

teoría de los juegos en LACAN

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Page 1: teoría de los juegos en LACAN

LA CIENCIA Y LA VERDADNo hay ciencia del hombre, cosa que debe entenderse en el mismo tono que no hay

pequeñas economías. No hay ciencia del hombre, porque el hombre de la ciencia no existe, sino únicamente su sujeto.

Es bien conocida mi repugnancia de siempre por la apelación de ciencias humanas, que me parece ser el llamado mismo de la servidumbre.

Es también que el término es falso, dejando de lado a la psicología que ha descubierto los medios de sobrevivirse en los servicios que ofrece a la tecnocracia; o incluso, como concluye con un humor verdaderamente swiftiano un artículo sensacional de Canguilhem: en una resbalada de tobogán desde el panteón a la prefectura de policía. Así, es en el nivel de la selección del creador en la ciencia, del reclutamiento de la investigación y de su mantenimiento, donde la psicología encontrará su fracaso.

En cuanto a todas las otras ciencias de esta clase, se verá fácilmente que no forman una antropología. Examínese a Lévy-Bruhl o a Piaget. Sus conceptos, mentalidad llamada prelógica, pensamiento o discurso pretendidamente egocéntrico, no tienen referencia sino a la mentalidad supuesta, al pensamiento presumido, al discurso efectivo del sujeto de la ciencia, no decimos del hombre de la ciencia. De manera que demasiados saben que los límites, mentales ciertamente, la debilidad de pensamiento, presumible, el discurso efectivo, un poco lioso del hombre de ciencia (lo cual sigue siendo diferente) viene a lastrar estas construcciones, no desprovistas sin duda de objetividad, pero que no interesan a la ciencia sino en la medida en que no aportan nada sobre el mago por ejemplo y poco sobre la magia, aunque algo sobre sus rastros, y aun esos rastros son del uno o del otro puesto que no es Lévy-Bruhl quien los ha trazado -mientras que el balance en el otro caso es más severo: no nos aporta nada sobre el niño, poco sobre su desarrollo, puesto que falta lo esencial, y de la lógica que demuestra, quiero decir el niño de Piaget, en su respuesta a unos enunciados cuya serie constituye la prueba, nada distinto de la que presidió a su enunciación para fines de prueba, es decir la del hombre de ciencia, donde el lógico, no lo niego, ocasionalmente conserva su precio.

En ciencias mucho más válidas, incluso si su título debe revisarse, comprobamos que el prohibirse la ilusión arcaica que podemos generalizar en el término de psicologización del sujeto, no traba en modo alguno su fecundidad.

Ejemplo de ello es la teoría de los juegos, mejor llamada estrategia, donde se aprovecha el carácter enteramente calculable de un sujeto estrictamente reducido a la fórmula de una matriz de combinaciones significantes.

El caso de la lingüística es más sutil, puesto que debe integrar la diferencia del enunciado y la enunciación, lo cual es ciertamente la incidencia esta vez del sujeto que habla, en cuanto tal (y no del sujeto de la ciencia). Por eso se va a centrar sobre otra cosa, a saber la batería del significante, cuya prevalencia sobre esos efectos de significación se trata de asegurar. Es también efectivamente por ese lado por donde aparecen las antinomias, que se dosificarán según el extremismo de la posición adoptada en la selección del objeto. Lo que puede decirse es que se va muy lejos en la

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elaboración de los efectos del lenguaje, puesto que puede construirse en ella una poética que no debe nada a la referencia al espíritu del poeta, como tampoco a su encarnación.

Es por el lado de la lógica por donde aparecen los índices de refracción diversos de la teoría con relación al sujeto de la ciencia. Son diferentes para el léxico, para el morfema sintáctico y para la sintaxis de la frase.

De donde las diferencias teóricas entre un Jakobson, un Hjemslev y un Chomsky.

Es la lógica la que llena aquí el oficio de ombligo del sujeto, y la lógica en cuanto que no es en modo alguno lógica ligada a las contingencias de una gramática.

Es preciso literalmente que la formalización de la gramática dé un rodeo en torno a esa lógica para establecerse con éxito, pero el movimiento de ese rodeo está inscrito en ese establecimiento.

Indicaremos más tarde cómo se sitúa la lógica moderna (3er. ejemplo). Es innegablemente la consecuencia estrictamente determinada de una tentativa de suturar al sujeto de la ciencia, y el último teorema de Gödel muestra que fracasa, lo cual quiere decir que el sujeto en cuestión sigue siendo el correlato de la ciencia, pero un correlato antinómico puesto que la ciencia se muestra definida por el no-éxito del esfuerzo para suturarlo.

Aquí debe captarse la marca que no debe dejarse escapar del estructuralismo. Introduce en toda "ciencia humana" que conquista un modo muy especial del sujeto, aquél para el que no encontramos un índice si no es topológico, digamos el signo generador de la banda de Moebius que llamamos el ocho interior.

El sujeto está, si puede decirse, en exclusión interna de su objeto.

FUNCION Y CAMPO

¿No es acaso sensible que un Lévi-Strauss, sugiriendo la implicación de las estructuras del lenguaje y de esa parte de las leyes sociales que regula la alianza y el parentesco conquista ya el terreno mismo en el que Freud asienta el inconsciente?

Entonces es imposible no centrar sobre una teoría general del símbolo una nueva clasificación de las ciencias, en la que las ciencias del hombre recobren su lugar central en cuanto a ciencias de la subjetividad. Indiquemos su principio, que no deja de exigir elaboración.

La función simbólica se presenta como un doble movimiento en el sujeto: el hombre hace un objeto de su acción, pero para devolver a ésta en el momento propicio su lugar fundador. En este equivoco, operante en todo instante, yace todo el progreso de una función en la que se alternan acción y conocimiento.

Ejemplos tomados uno a los bancos de la escuela, el otro a lo más vivo de nuestra época:

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-el primero matemático: primer tiempo, el hombre objetiva en dos números cardinales dos colecciones que ha contado,

-segundo tiempo, realiza con esos números el acto de sumarlos (cf. el ejemplo citado por Kant en la introducción a la estética trascendental, IV en la 2a edición de la Crítica de la razón pura)

-el segundo histórico: primer tiempo, el hombre que trabaja en la producción en nuestra sociedad se cuenta en la fila de los proletarios,

-segundo tiempo, en nombre de esta pertenencia hace la huelga general.

Si estos dos ejemplos se alzan, para nosotros, de los campos más contrastados en lo concreto: juego cada vez más lícito de la ley matemática, frente de bronce de la explotación capitalista, es que, aun pareciéndonos venir de lejos, sus efectos vienen a constituir nuestra subsistencia, y precisamente por cruzarse allí en una doble inversión: la ciencia más subjetiva habiendo forjado una realidad, la tiniebla del reparto social armándose con un símbolo actuante.

Aquí no aparece ya aceptable la oposición que podría trazarse de las ciencias exactas con aquellas para las cuales no cabe declinar la apelación de conjeturales: por falta de fundamento para esta oposición.

Pues la exactitud se distingue de la verdad, y la conjetura no excluye el rigor. Y si la ciencia experimental toma de las matemáticas su exactitud, su reacción con la naturaleza no deja por ello de ser problemática.

Si nuestro nexo con la naturaleza, en efecto, nos incita a preguntarnos poéticamente si no es nuestro propio movimiento el que encontramos en nuestra ciencia, en

...cette voixQui se connait quand elle sonneN'être plus la voix de personneTant que des ondes et des bois,

es claro que nuestra física no es sino una fabricación mental, cuyo instrumento es el símbolo matemático.

Porque la ciencia experimental no es definida tanto por la cantidad a la que se aplica en efecto, sino por la medida que introduce en lo real.

Como se ve por la medida del tiempo sin la cual sería imposible. El reloj de Huyghens que es el único que le da su precisión, no es sino el órgano que realiza la hipótesis de Galileo sobre la equigravedad de los cuerpos, o sea sobre la aceleración uniforme que da su ley, por ser la misma, a toda caída.

Ahora bien, es divertido observar que el aparato fue terminado antes de que la hipótesis hubiese podido ser verificada por la observación, y que por este hecho la hacia inútil al mismo tiempo que le ofrecía el instrumento de su rigor.

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Pero la matemática puede simbolizar otro tiempo, principalmente el tiempo intersubjetivo que estructura la acción humana, del cual la teoría de los juegos, llamada también estrategia, que valdría más llamar estocástica, comienza a entregarnos las fórmulas.

El autor de estas líneas ha intentado demostrar en la lógica de un sofisma los resortes de tiempo por donde la acción humana, en cuanto se ordena a la acción del otro, encuentra en la escansión de sus vacilaciones el advenimiento de la certidumbre, y en la decisión que la concluye da a la acción del otro, a la que incluye en lo sucesivo, 5 con su sanción en cuanto al pasado, su sentido por venir.

Se demuestra allí que es la certidumbre anticipada por el sujeto en el tiempo para comprender la que, por el apresuramiento que precipita el momento de concluir, determina en el otro la decisión que hace del propio movimiento del sujeto error o verdad.

Se ve por este ejemplo como la formalización matemática que inspiró la lógica de Boole, y aun la teoría de los conjuntos, puede aportar a la ciencia de la acción humana esa estructura del tiempo intersubjetivo que la conjetura psicoanalítica necesita para asegurarse en su rigor.

Si, por otra parte, la historia de la técnica historiadora muestra que su progreso se define en el ideal de una identificación de la subjetividad del historiador con la subjetividad constituyente de la historización primaria donde se humaniza el acontecimiento, es claro que el psicoanálisis encuentra aquí su alcance exacto: o sea en el conocimiento, en cuanto que realiza este ideal, y en la eficacia, en cuanto que encuentra en ella su razón. El ejemplo de la historia disipa también como un espejismo ese recurso a la reacción vivida que obsesiona a nuestra técnica como a nuestra teoría, pues la historicidad fundamental del acontecimiento que retenemos basta para concebir la posibilidad de una reproducción subjetiva del pasado en el presente.

VARIANTES DE LA CURA TIPO

4. LO QUE UN ANALISTA DEBE SABER: IGNORAR LO QUE SABEEl análisis encontrará mucho que tomar en la investigación lingüística en sus desarrollos modernos más concretos, para esclarecer los difíciles problemas que le son planteados por la verbalización en sus aspectos técnico y doctrinal. A la vez que pueden reconocerse, de la manera más inesperada, en la elaboración de los fenómenos más originales del inconsciente, sueños y síntomas, las figuras mismas de la retórica caída en desuso, que en uso demuestran dar sus especificaciones más finas.

La noción moderna de la historia no será menos necesaria al analista para comprender su función en la vida individual del sujeto.

Pero es propiamente la teoría del símbolo, retomada del aspecto de curiosidades con que se ofrecía en el período que podemos llamar paleontológico del análisis y bajo el registro de una pretendida "psicología de las profundidades", lo que el analista DEBE

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hacer entrar en su función universal. Ningún estudio será más apropiado para ello que el de los números enteros, cuyo origen no empírico nunca meditará demasiado. Y, sin llegar a los ejercicios fecundos de la moderna teoría de los juegos, ni aun a las formalizaciones tan sugestivas de la teoría de conjuntos, encontrará materia suficiente para fundar su práctica con sólo aprender, como se consagra a enseñarlo el autor de estas líneas, a contar correctamente hasta cuatro (o sea a integrar la función de la muerte en la relación ternaria del Edipo).

No se trata con esto de definir las materias de un programa, sino de indicar que para situar el análisis en el lugar eminente que los responsables de la educación pública están en el deber de reconocerle, hay que abrirlo a la critica de sus fundamentos, a falta de lo cual se degrada en efectos de soborno colectivo.

SEMINARIO I

CLASE XVIII: EL ORDEN SIMBOLICOSi lo miran más de cerca, este dominio de lo simbólico no se encuentra en una simple relación de sucesión con el dominio imaginario cuyo pivote es la relación intersubjetiva mortal. No pasamos de uno a otro por un salto de lo anterior a lo posterior, tras el pacto y el símbolo. De hecho, el mito mismo sólo puede ser concebido como ya ceñido por el registro simbólico, en función de lo que ya señalé hace un rato : la situación no puede estar fundada en no sé qué pánico biológico ante la cercanía de la muerte. Nunca la muerte es experimentada como tal, nunca es real. El hombre sólo teme un miedo imaginario. Pero esto no es todo. En el mito hegeliano, la muerte no está ni siquiera estructurada como temor, está estructurada como riesgo y, por decirlo todo, como apuesta. Porque existe desde el comienzo, entre el amo y el esclavo, una regla de Juego. No insisto más por hoy en este punto. Sólo lo digo para los más amplios : la relación intersubjetiva que se desarrolla en lo imaginario, está implicada implícitamente, al mismo tiempo, en tanto estructura una acción humana, en una regla de juego. Retomemos en otro aspecto la relación de la mirada. Estamos en tiempo de guerra. Avanzo en la llanura y supongo que estoy bajo una mirada que me acecha. Si lo supongo, no es porque tema que mi enemigo se manifieste de algún modo, atacando, pues en ese caso la situación se relaja y sé con quién habérmelas. Lo que más me importa es saber lo que el otro imagina, detecta de mis intenciones cuando avanzo, porque para mí se trata de ocultarle mis movimientos. Se trata de una astucia. La dialéctica de la mirada se sostiene en este plano. Lo que cuenta, no es que el otro vea donde estoy, sino que vea adonde me dirijo : es decir, muy precisamente, que vea donde no estoy. En todo análisis de la relación intersubjetiva, lo esencial no es lo que está ahí, lo visto. Lo que es la estructura, es lo que no está ahí. La teoría de los Juegos, como se la llama, es un modo de estudio fundamental de esta relación. Por el solo hecho de ser una teoría matemática nos encontramos ya en el plano simbólico. Por simplemente que definan el campo de una intersubjetividad, su análisis supone siempre cierta cantidad de datos numéricos, como tales simbólicos.

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SEMINARIO II

CLASE 23 Meditemos un poco sobre el azar. ¿Qué queremos decir cuando decimos que algo sucede por azar? Queremos decir dos cosas que pueden ser muy diferentes : o bien que no hay en ello intención, o bien que hay en ello una ley. Ahora bien, la propia noción de determinismo consiste en que la ley carece de intención. Por eso la teoría determinista siempre busca ver engendrarse lo que se ha constituido en lo real, y que funciona según una ley, a partir de algo originalmente indiferenciado : el azar en cuanto ausencia de intención. Nada, indudablemente, sucede sin causa, nos dice el determinismo, pero es una causa sin intención. Esta experimentación ejemplar podía sugerir a mi interlocutor -Dios sabe que en estas materias la mente resbala con facilidad- que yo me proponía reintroducir el determinismo en el juego de cara o cruz, al que de manera más o menos intuitiva él identificaba el juego de par o impar. Si hasta en el juego de cara o cruz hay determinismo, ¿dónde iremos a parar? Ya no es posible ningún determinismo verdadero. Esta cuestión abre la de saber cuál es el determinismo que nosotros, analistas, suponemos en la raíz misma de nuestra técnica. Nos esforzamos por conseguir del sujeto que nos libre sin intención sus pensamientos como decimos, sus palabras, su discurso, o, para decirlo de otro modo, que intencionalmente se acerque cuanto sea posible al azar. ¿Cuál es aquí el determinismo buscado en una intención de azar? Creo que sobre este tema la cibernética puede aportarnos alguna claridad. La cibernética es un dominio de fronteras sumamente indeterminadas. Hallar su unidad nos obliga a recorrer con la mirada esferas dispersas de racionalización, que abarcan desde la política y la teoría de los juegos hasta las teorías de la comunicación, e incluso hasta ciertas definiciones de la noción de información.

SEMINARIO XI

CLASE III. DEL SUJETO DE LA CERTEZAX: ¿Tiempo lógico y tiempo-sustancia de las cosas no son idénticos?

El tiempo lógico está constituido por tres tiempos. Primero, el instante de ver, que no deja de ser misterioso, pero que se define bastante bien en esa experiencia psicológica de la operación intelectual que es el insight. Luego, el tiempo para comprender. En fin, el momento de concluir. Esto no es más que un simple repaso.

Para discernir qué es el tiempo lógico, hay que partir de lo siguiente: la batería significante está dada desde el comienzo. Sobre esta base, hay que introducir dos términos, requeridos, como veremos, por la función de la repetición: Willkür, el azar, y Zufall, la arbitrariedad.

Así, Freud examina qué consecuencias tienen para la interpretación de los sueños el azar de la transcripción y la arbitrariedad de las conexiones: ¿por qué relacionar esto con aquello en vez de con cualquier otra cosa? Indiscutiblemente, Freud nos lleva así al centro de la pregunta que plantea el desarrollo moderno de las ciencias, en tanto demuestran lo que podemos fundar en el azar.

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En efecto, no puede fundarse nada en el azar -cálculo de probabilidades, estrategias- que no entrañe una estructuración previa y limitada de la situación en términos de significantes. Cuando la teoría moderna de los juegos elabora la estrategia de dos contrincantes, ambos se enfrentarán con las probabilidades máximas de ganar si cada uno tiene la posibilidad de razonar como el contrario. ¿Qué da su validez a una operación de esta índole? Pues sencillamente que el mapa ya está trazado, en él están inscritos los puntos de referencia significantes, y la solución no podrá nunca rebasarlos.

Seminario XII

Clase 16: Sujeto y saber: la diferencia sexual 19/05/1965Si es una verdad de la historia, la verdad marxistas por ejemplo, es

precisamente lo que desde un cierto punto de vista uno puede ser llevado a reprocharle, esto es que todo está jugado desde antes. Si el sujeto de la historia está precisamente allí donde se nos dice, en sus fundamentos económicos, pero esto es lo que está demostrado en cada giro. Es suficiente que metamos en su lugar eso de lo cual se trata. Allí donde se cree conducir el juego, no queda nada más que ese juego en su estatuto, y que él está en alguna parte entre los tres términos que acabo de dibujar para ustedes. Es allí dentro, que vamos a entrar ahora y que proseguiré mi discurso para los analistas, aunque se pruebe que en algún juego que yo lleve a su cuenta, es siempre allí donde está el menor riesgo, que pongamos el más grueso paquete y el pequeño allí donde está el mayor riesgo. Pero se trata para eso de saber lo que quieren decir esos términos. ¿Qué quiere decir el juego mismo, en cualquier nivel en que empleamos esta categoría?

El juego es un término de amplia extensión. Desde el juego del niño hasta el juego que se llama de azar, hasta lo que se ha llamado, de un modo que despista, la teoría de los juegos, entiendo aquélla que iba a datar el libro del señor von Neumann y de su colaborador.

Trataré hoy de decirles cómo, desde el punto de vista del análisis, que tiene todos los caracteres de un juego, podemos acercarnos a lo que es de ese registro. El juego es algo que, desde sus formas más simples, hasta las más elaboradas, se presenta como la sustitución de la dialéctica en sus tres términos, de una simplificación que, en primer lugar, lo instituye en sistema cerrado. Lo propio del juego es siempre -aún cuando esté enmascarada- una regla. Una regla que está excluida de él como prohibida, ese punto que es, precisamente, aquel que al nivel del sexo, les designo como el punto de acceso imposible, dicho de otro modo, el punto donde lo real se define como lo imposible. El juego -reduce ese círculo de la relación del sujeto al saber; esa relación tiene un sentido y no puede tener más que uno sólo; es el de la espera. El sujeto espera su lugar en el saber. El juego es siempre de la relación de una tensión, de un alejamiento por donde el sujeto se instituye a distancia de lo que existe ya en alguna parte como saber; si en el tiempo yo creía, aún, que algo se juega. He

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hecho ejercitarse, al menos durante un trimestre el pequeño rebaño que está bajo mi cayado; el juego de par o impar era para tratar de hacer pasar ese juego por las venas. Aquel que tuviera las canicas, sabía si su número era par o impar. Poco importa que él supiera o no. En su mano hay saber. La pulsión del juego surge de que, enfrente, yo me instituyo como sujeto que va a saber bajo cualquier forma que sea, de una apuesta, o de las canicas mismas; la realidad aquí toma su lugar de ser lo que, en ese triángulo, de ese trípolo está lo imposible de saber, pero que, abatido en el juego, en tanto excluido en este imposible, deviene la pura y simple realidad de la apuesta. La apuesta es, de algún modo, lo que enmascara el riesgo. Nada, al fin de cuentas, es más contrario al riesgo que el juego. Ella encapuchona el riesgo, y la prueba es que los primeros pasos de la teoría de los juegos, que se hicieron no al nivel de Neuman, sino de Pascal, comienzan por la teoría de la división, lo que quiere decir que, en un momento del juego es concebible una división equitativa de lo que está en juego. Es posible un cálculo de las esperanzas que hace que de detenerse un juego en su mitad, lo que no implica que cada uno retire su puesta, sino que la puesta sea dividida en función de lo que es la norma a enunciar, pero, sin embargo de la estructura de lo que se trata es del cálculo de las esperanzas.

No iré al detalle de eso de lo que se trata aquí. Me contengo con reenviarlos a los opúsculos fundamentales de Pascal que han hecho ley por las mejores razones, después. ¿Qué decir?, sino que, para nosotros, estando allanadas las vías por esta teoría de los juegos donde se demuestra lo que se llama estrategia, es algo que nos muestra que lo que es perfectamente calculable, lo que en un número extenso de casos para que esto haga lo concerniente a la elaboración en el ejercicio del juego, la connotación dé golpes posibles para el jugador con el conjunto de golpes posibles para el otro. Hay un punto destacado, punto de afirmación donde se recorta como siendo estrictamente idéntico lo que deben jugar los dos jugadores para tener en conjunto y en todos los casos, el mínimo de pérdidas mostrando que la naturaleza del juego está lejos de ser pura y simple oposición entre los jugadores, sino, que la partida en su misma comprehensibilidad, en su posibilidad, es lo contrario, de acuerdo....

Digamos en primer lugar de qué nos sirve ese esquema: para decirnos aquello que sin duda nosotros sabemos, pero que estamos lejos de articular, y esto lo explica. Es que en un análisis hay, en apariencia dos jugadores. Estos jugadores, de los cuales he tratado de articular su relación como una relación de malentendido, en tanto que del lugar que ocupa uno de ellos, el otro es el Sujeto, y el sujeto supuesto saber, en tanto que si confían en mi articulación esquemática, el sujeto, si podemos hablar de ese polo en su constitución pura, el sujeto no se aísla más que de retirarse de toda sospecha de saber.

La relación de uno de esos polos al polo del sujeto, es una relación de falacia, pero es también en ella qué se aproxima al juego. El sujeto supuesto saber hace la conjunción de ese polo del sujeto al polo del

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saber, del cual el sujeto tiene, en primer lugar, que saber que a un nivel del saber no hay que suponer sujeto, en tanto él es inconsciente.

¿Qué es lo que resulta de ello? Ateniéndonos a esos dos polos, desde el punto de vista del juego, eso hace quizá, dos jugadores, en el sentido en que la teoría de los juegos del señor von Neuman, lo que se llama jugadores, son simples agentes los que se distinguen el uno del otro simplemente por un orden de preferencia, pero el hecho mismo que esos agentes, en el caso que evocaba hace un momento, puedan coincidir, hasta sin siquiera conocerse sobre la simple hoja de papel, que establece el señor von Neuman, para mostrar que ellos no tienen más que un sólo golpe a jugar.

Desde un cierto punto de vista y hasta un cierto límite, si el analista en su posición pura, original, no tiene otro sujeto que aquel que yo definí como cartesianamente, como siendo aquel que en todo caso se afirma; que hasta si él no sabe nada es quien piensa que no sabe nada y que esto es suficiente, perfectamente, para asegurar su posición de cara al otro jugador, que sabe, sin duda, pero no sabe que él sabe. Está claro que esos dos polos pueden válidamente constituir una misma persona. Si definimos una persona no por sus preferencias, sino por el interés común: la curación, ¿qué es lo que quiere decir en el punto en que Pascal detiene el juego y puede hacer la repartición de las posturas de un modo satisfactorio para los dos? La curación no tiene otro sentido que esta repartición de las apuestas en un punto cualquiera del proceso, si partimos de la idea que hasta un cierto punto, sujeto y saber están perfectamente hechos para entenderse. Esto es lo que todos los analistas de la Escuela de Psicoanálisis de hoy llaman la alianza con la parte sana del yo; dicho de otro modo: “Engañémonos juntos".

Si hay algo que trato de reintroducir, que permite en el análisis culminar en otra cosa que en una identificación del sujeto indeterminado, en el sujeto supuesto saber, es decir en el sujeto del engaño, es en la medida en que recuerdo lo que hasta aquéllos que tienen esta teoría, saben en práctica: es que existe un tercer jugador y que el tercer Jugador se llama la realidad de la diferencia sexual.

Seminario 16: De un Otro al otro

Clase 9: 29 de Enero de 1969Me basta agregar aquí ese trazo, o más exactamente, en ese

apunte de la distancia de lo que se refiere a la solución hegeliana de la Selbstbewusstsein, con aquélla que, un examen riguroso de la función del signo, nos libra cada vez a aparece y reaparece de un modo cualquiera; que es en una relación de 1 a 1 que la solución puede encontrarse -lo inscribo aquí de un modo humorístico, es el caso de decirlo-; planteen ustedes la pregunta acerca de lo que se trata; que es lo que tiende a dar esta imagen como figura de un ideal que podría ser algún día cerco de un saber absoluto, allí está

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precisamente la hache que acabo de traducir humorísticamente, es precisamente el hombre ¿o por qué no?, la histérica, pues no olvidemos que es nivel de la identificación neurótica. Relean el texto, y de preferencia en alemán, para no estar obligados a recurrir a esas cosas penosas, las cuales debemos al cuidado de algunas personas mezcladas en no tener más que ese recurso cuando no queremos usar más que el francés, el volumen zaparrastroso, ni existe índice de las materias, en fin; ustedes verán, si se remiten al artículo oportuno: “Psicología colectiva y análisis del yo”, en el capítulo de la identificación, que es de los tres tipos de la identificación enunciados por Freud, el central, que él inserta -hablando con propiedad- en el campo de las neurosis, que aparece, que está destacada la cuestión de Einziger zug, de ese trazo unario, que he extraído de allí.

Si lo recuerdo aquí es para indicar que en la continuidad de mi discurso habré de volver allí, pues, muy singularmente, es en la neurosis -pues efectivamente hemos tomado de allí nuestro punto de partida- que aparece la forma más inasible, contrariamente a lo que pudieran imaginar, y es para permitirles detenerse allí que lo enuncio aquí, la forma más inasible del objeto a.

Volvamos ahora a nuestra apuesta de Pascal y a lo que puede inscribirse de ella. La fruslería de los filósofos parece, en efecto, hacernos perder lo mayor de su significación. No es sin embargo, que todos esos esfuerzos le hayan hecho bien, y comprendido en ello el inscribir los datos en el interior de una matriz, según las formas, donde se escriben en el presente los resultados llamados de la teoría de los juegos.

En esta forma se lo pone en cuestión, si puedo decirlo. Verán cuan extrañamente se pretende refutarlo. He ahí, en efecto, eso de la que se trata, observaremos que la apuesta es coherente con la posición siguiente: no podemos saber si Dios es, no lo que es.

La división pues de los casos que resultan de una apuesta comprometida ¿sobre que?. Sobre un discurso que se liga a una promesa que le es imputada, la de una infinidad de vidas infinitamente felices, es gracias al hecho que yo hablo y no escribo nada. Aquí que yo hablo en francés, ustedes no pueden saber nada más se los hago notar, que lo que está sobre el pequeño cabo de papel, que es taquigráfico, acerca de si esta infinidad de vidas está en singular o plural, Por otra parte, esta claro, para toda la continuidad del discurso de Pascal, que debemos tomarlo en el sentido de una multiplicación plural, en tanto que, en la medida en que comienza a argüir, si valdría la pena apostar sólo para tener una segunda vida, hasta tres y así seguidamente. Se trata entonces, de una infinidad numérica.

He ahí lo que esta comprometido, algo como se ha dicho de lo cual disponemos para el juego, esto es, a saber, una postura. Esta postura, figurémosla, es legítima a partir del momento en que hemos podido, nosotros mismos, avanzar para aprehender lo que está bien en cuestión, en la pregunta, a saber eso más enigmático que nos hace ser nosotros en el campo de un discurso cualquiera, a saber, el a.

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Esta es la postura; porque nosotros la inscribimos aquí en esta casilla, e lo que tendremos que justificar. Esta es la postura y por otra parte, de un término de los objetos a. Esta es una cuestión que valdría la pena que la evoque si, como lo ven, no entrañara ya algunas dificultades. Seguramente de lo que se trataba es de la serie creciente.

El infinito del cual se trata, es aquel que Pascal ilustra, tiene figura de un signo análogo a aquel que está allí, el infinito de los números enteros, pues es solo por relación a él que deviene ineficiente el elemento de partida, quiero decir neutro; que es a ese título que deviene cero, en tanto se identifica a la adición del cero al infinito, el resultado de la adición no pudiendo figurarse más que por el signo que designa uno de sus términos.

He ahí, pues, como se figuran las cosas y si he hecho esta matriz no es que ella me parezca suficiente, sino que ella es lo ordinario en lo cual uno se sostiene. Es, a saber, que se remarca que, según que exista o no eso que figuramos aquí del modo legítimo por a, en tanto es el campo de un discurso según que este sea admisible o rechazable, vernos figurarse en cada una de las casillas que no tienen aquí más importancia que las matrices, por donde se toma con alfileres una combinatoria, en la teoría de los juegos.

Si ese a debe ser retenido inmediatamente, tenemos cero como equivalente de ese a, lo que no representa otra cosa que una postura “arriesgada” al nivel de una apuesta eso que se refiere a la apuesta de Pascal, no es de ningún modo un sacrificio, el la ley misma del juego, es necesario que pueda haber aquí cero, si la promesa, lo mismo no es receptuable, nada de lo que se sitúa más allá de la muerte no es tenible y nosotros mismos no tenemos aquí un cero, sino que no quiere decir nada, si eso no está allí, la postura del otro lado está perdida.

De hecho, en la apuesta de Pascal, la postura es idéntica a la promesa, es porque esta promesa es enunciada que podemos construir esta matriz y desde que ella es construida, está absolutamente claro que la disimetría de las posturas impone que, efectivamente, si la conducta del sujeto no se define más que por lo que se determina de un delineado significante, no hay pregunta; la dificultad no comienza mas que al percibir que el sujeto no es de ningún modo algo que pudiéramos encuadrar más que, en su momento, por la relación de un a a un 1, de la conjunción de un número de significantes cualquiera, son del efecto de caída que resulta de esta conjunción y que da a nuestra a, aquí inscripta en la casilla inferior de la izquierda, una ligazón que no es de ningún modo separable de la construcción de la matriz misma.

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Seminario 16: De un Otro al otro

Clase 10: 5 de Febrero de 1969Es ese punto original que hace de la repetición la clave de un

proceso que, una vez abierto, la cuestión se plantee: en si puede, o no, encontrar su término. Ven que somos inmediatamente llevados sobre la cuestión que no es terminal más que al tomarla en un solo curso; la de si Freud, en tanto que sujeto de una parte -él fue también hombre de acción, digamos un hombre que inauguró una vía- ¿Cómo la inauguró?. Esto es lo que convendrá, quizá, a un desvío de lo que les diré hoy para recordar, pero todo curso de hombre compromete algo que tiene su límite en la muerte y es solo desde ese punto de vista que podemos encontrar el término del camino trazado por Freud en la cuestión que él se plantea, al fin del análisis terminal, terminable o interminable, lo que no hace más que marcar el tiempo de la cuestión que reabro diciendo: ¿Eso que se compromete par el sujeto por el hecho de la repetición como origen, es él mismo un proceso que tiene o no su límite?

Esto es lo que he dejado abierto, suspendido, pero sin embargo, anticipado, demostrando en el pizarrón la última vez del modo más claro, lo que he podido expresar como la división, la bipartición de dos infinitos, marcando que es eso lo que es en el fondo la cuestión de la apuesta de Pascal. Es el infinito del número, el infinito sobre el cual él se apoya.

Pues, de tomar esta infinidad -si pudiera decirlo- acelerándola aún por la institución de la serie de Fibonacci, de la cual es fácil mostrar que es exponencial, que los números que ella engendra crecen no aritméticamente sino geométricamente, que es ella misma quien engendra, y precisamente, en la medida en que nos alejamos de su origen, esta “proporción” que se articula en el a. A medida que esos números crecen, es de una manera cerrada, de un modo constante que el a interviene allí bajo su forma inversa y tanto más sorprendente que ella anuda el 1 al a, que es el

que esta proporción de, un número al otro se acaba en la constante más rigurosa, a medida que los números crecen desde ese

He escrito también para tomarla en su origen, la serie que resulta a de tomar las cosas en el otro sentido y allí, por el hecho que el a es menor que el 1, ustedes ven que el proceso se acaba no sólo sobre una proporción, sino sobre un límite, sea lo que sea que ustedes adicionen de lo que se produce; a la inversa, al proceder por sustracción, o término sea siempre verdad que, al retomar la cosa en la ascendencia, cada término sea la suma de los dos precedentes, encontrarán también la función de a, en tanto que esta vez alcanza

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un límite. Por más numerosos que sean los términos que ustedes adicionen, no superarán el 1 + a, lo que parece indicar que de tomar las cosas en ese sentido, lo que engendra la repetición tiene su término. Es aquí que interviene la tabla, bien conocida, por la cual, aquellos, en suma, que carecen de lo que está en la apuesta de Pascal, inscriben lo que se trata en los términos de la teoría de los juegos, a saber, en una matriz construida por la distinción de los casos, formulan eso de lo que se trata -si Dios existe- e inscriben para cero lo que resulta de la observación de esas órdenes confundidas aquí con la renuncia a algo. Que lo llamemos placer o de cualquier otro modo, no podemos dejar de apreciar allí un impulso, que veremos lo sorprendente, que es por un cero que ellos inscriben lo que, en esta vida es dejado a los creyentes, mediante el cual una vida futura se acota por el término de infinito, por una infinidad de vidas prometidas como infinitamente dichosas. En otros términos, al suponer que Dios no existe, el sujeto -lo inscribimos a- presumiéndolo siempre captado por el juego, es el caso decirlo al pie de la letra, conoce la felicidad límite y por otra parte problemática, que le es ofrecida en esta vida, lo que se dice, no esta infundado (infondé) a elegir, si no existiendo Dios, parece claro que no hay en la otra vida nada que esperar.

Lo que destaco aquí, es el carácter frágil de esta suerte de inscripción, en la medida en que, de seguir la teoría de los juegos, las conjunciones no podrían determinarse más que por el entrecruzamiento del juego de dos adversarios, es decir que es en esta postura que debería estar el sujeto, en tanto que el otro, enigmático, aquel del cual se trata que en suma tiene o no la apuesta, debería encontrarse en este lugar. Dios existe o no existe.

Pero Dios no está en el golpe (coup). En todo caso nada puede permitir afirmarlo, Es por ese hecho que resulta paradojal, que, de frente a él, sobre la mesa -si puedo decirlo- la apuesta define no al hombre sino al sujeto.

La postura se confunde con la existencia del partenaire, y es por lo cual deben ser reinterpretados los signos que se inscriben sobre ese pizarrón. La elección se hace al nivel del: Dios existe o Dios no existe.

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Es de allí que parte la formulación de la apuesta, y tomado de allí solamente, está claro que no hay que dudar, a saber, que lo que se arriesga ganar al apostar, que Dios existe, no tiene nada de comparable con lo que se ganará, seguramente; aún esta certeza puede ser fácilmente cuestionada, pues ¿qué es lo que se ganará? El a no está precisamente definido. Es aquí que he abierto la cuestión, no al nivel de una fórmula que tiene, sin embargo, el interés de tomar en su fuente la cuestión de la intervención del significante, de lo que a él se refiere en un acto de elección cualquiera.

Es allí donde he destacado lo insuficiente de un pizarrón incompleto, de no valorizar que, al tomar las cosas en un segundo piso, éste quizá restituyera la justa posición de eso que comporta la matriz tal como se usa en la teoría de los juegos. Es aquí que debe ubicarse lo que yo distingo del sujeto, del sujeto puramente idéntico a la inscripción de las posturas como de aquel que puede enfrentar los casos donde Dios, aún existente, apuesta contra, es decir, elige el a, a sus expensas, es decir sabiendo lo que comporta esa elección; a saber, que pierde positivamente el infinito, la infinidad de vidas dichosas que le es ofrecida y que seguramente, para que se reproduzca en las dos casillas aquí marcadas. Lo que al principio ocupaba la primera matriz, falta aún llenar esta cuarta, a saber, que se puede suponer que, aún Dios no existiendo, el a como teniendo el lugar que ustedes le ven ocupar en la primera casilla, puede ser abandonado, esta vez, aquí de un modo expreso y por este hecho aparece en negativo, siendo sustracción de a con lo que comporta, lo que escribimos aquí sin más comentario y por lo cual ven que todo cero que parezca ir de suyo, no deja de constituir un problema.

Extraigamos ahora, para aislarlo un una nueva matriz, simplemente eso que agrega nuestra segunda composición, a saber, a. -|infinito|, -a, 0. Para ser honesto, marco expresamente esto que acabo de

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indicar al pasar, en ese discurso mismo que ese cero toma valor de pregunta.

En efecto, se ha podido ocurrir que los ceros se planteen así en la primera matriz, hay allí algo que merece retener nuestra atención, pues, ¿que he dicho hace un momento sino que, en verdad, no cuenta en esta posición del jugador, del sujeto que solo existe, no entran en balanza más que el infinito y el finito de a?.

Qué es lo que designan esos ceros sino que al poner alguna postura sobre la mesa, como Pascal lo ha subrayado introduciendo la teoría de las partidas, nada justo podría enunciarse de un juego sino a partir de esto: que teniendo un comienzo y un término fijados en su regla lo que es puesto sobre la mesa, lo que se llama la puesta, está, desde el origen, perdida. El juego no existe más que a partir de que es sobre la mesa, si puede decirse, un una mesa común, que esta implicado lo que es el juego y es pues a partir de la constitución del juego que no se puede producir aquí el cero; ese cero no hace más que indicar que ustedes juegan; sin ese cero no hay juego. Seguramente se podría decir la misma cosa del otro cero -a saber, aquél- el que representa la pérdida, a la cual el otro jugador se resigna, al poner en juego este infinito. Pero, como, precisamente, es de la existencia del otro jugador de lo que se trata, es aquí -en la primera matriz- que ese cero en tanto que signo de la pérdida, deviene problemático.

Seminario 16: De un Otro al otro

Clase 11: 15 de Febrero de 1969¡Bien fastidiado estoy de todo lo que ocurre! Ustedes también,

pienso, Uno no puede al menos dejar de darse cuenta, en tanto estoy en tren de preguntarme si estoy aquí para hacer mi truco de costumbre o para hacer mi ocupación. ¡En fin! Orejas benévolas han querido escuchar que algunas cosas que yo he adelantado, especialmente durante mi anteúltimo seminario, tenían alguna relación con una ciencia -¿Quién sabe?- una puesta a punto de lo que se refiere a las condiciones de la ciencia.

Hoy siento, por toda una suerte de razones -no sería porque nos aproximamos al carnaval- entonces, es conveniente, que yo vaya muy suavemente inclinando las cosas. Yo lo siento así, después del equilibrio de lo que he cogitado a la mañana, antes de verles, voy a inclinarme un poco hace algo que ustedes llamarán como quieran, pero, más bien como una nota moral. Por otra parte, ¿cómo se

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escaparía de allí, en el aura, en el margen, en los límites de eso por lo cual he abordado algo que es la apuesta de Pascal?.

Es cierto que no podemos desconocer esta incidencia, aunque bien entendido, lo que me ha inspirado a hablarles de ella, es que la apuesta de Pascal, se sostiene en una juntura, y eso, al menos, voy a recordarlo. Pero así... historia de introducir un poco las cosas y distender un poco la atmósfera. -les he dicho que nos aproximamos al Carnaval- les leeré una carta que he recibido. No les diré quién me la envía ni de que ciudad: “Estimado Señor Lacan: uno es estudiante y ha leído vuestros “Escritos”, casi todo. Uno encuentra allí no pocas cosas. Evidentemente, no son siempre de un abordaje fácil, pero merecen, al complacería mucho saber cómo es necesario hacer para escribir cosas tan difíciles...”No estoy en tren de burlarme de nadie, y no de esos muchachos que verdaderamente encuentro; en fin, les diré lo que pienso de eso ¡Son dos para haber escrito eso!. “Eso nos serviría para nuestros exámenes. Uno tiene licencia, una, de filosofía, pero es cada vez más y más complicado superar la selección. Uno piensa que vale más usar astucias y sorprender a los “profes” más bien que insistir en una forma de discurso llanamente vulgar”. “¿Podría usted indicarnos algunas combinaciones en ese sentido?” ¡Yo; eso me shockea, porque me digo que, en el fondo, es lo que estoy en vías de hacer!”.

“...Por otra parte, uno querría pedirle, aún, algo más, si no es demasiado osado ¿podría enviarnos, como recuerdo suyo, uno de esos graciosos nudos mariposa? Eso nos daría placer. Agradeciéndole por anticipado, uno le dice, adiós, Señor Lacan, y quiera recibir nuestros respetuosos homenajes.”

No voy a dejarme arrastrar por eso porque... Ellos no están muy al día. ¡no saben que uso el cuello redondo desde hace un cierto tiempo!

Para mí, eso hace eco, confirmación resonancia a algo que me emociona cuando escucho a buenas almas modular, así, después de los meses de mayo: “Nunca más como antes”. Pienso que allí done uno está, es más que nunca como antes. Y después de todo, estoy más bien lejos, bien seguro, de limitar el fenómeno a ese pequeño flash, que esta carta da de lo que es un ángulo del asunto. Evidentemente, hay allí otras cosas en juego. Solo que lo que es sorprendente es que, desde cierto ángulo, desde cierto punto de vista, esta carta, a mis ojos, puede muy bien hacer el balance del modo en el cual se me escucha, pero en una zona que no está enteramente tan alejada de mí, como esta ciudad, que está, al menos, más allá de un amplio perímetro. Como ustedes ven, ellos no están muy al día. Pero, en fin esta es una cara de la cuestión de la enseñanza. Y después, no veo porque uno querría darle nudos de mariposa, porque exista alguien que ha jugado el rol de pivote en un cierta comisión de examen, así, que nos fue delegada, en tiempos lejanos por una cierta sociedad británica, que había puesto eso como un punto enteramente digno de balancear con el resto de mi enseñanza, Quiero decir que era así: había eso, en un plato y en el otro, mi nudo papillón (mariposa), es decir la identificación que se

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presumía yo realizaría con la ayuda de este accesorio ante aquellos que se presentaban, entonces, como mis alumnos.

Entonces, ven ustedes, que eso no se limita al nivel de los queridos pequeñitos, de los gentiles, de los ingenuos. Por otra parte, no tan ingenuos, porque, como ellos se los dicen, quizá sea necesario utilizar ardides. Volvemos allí. Entonces, tomamos las cosas donde las habíamos desmontado, un poco...

...a saber en la tabla de la apuesta, a la izquierda -las líneas azules

están hechas para mostrar donde se detienen los límite de cada uno de esos esquemas, para que ellos no cabalguen uno sobre el otro, ni realmente, ni en vuestro espíritu- entonces el de la izquierda es aquel en el que he creído deber completar la matriz en la cual, a imitación de lo que se practica en la teoría de los juegos, se podría esquematizar lo que es agitado efectivamente durante todo un siglo diecinueve, y hasta, durante todo un buen comienzo de nuestro siglo. alrededor de la apuesta de Pascal, a saber el modo de demostrar como de algún modo, Pascal trataba de estafarnos.

Pienso haber hecho sentir suficientemente que, en razón de la función de los casos que no forman, realmente, parte de los resultados de una apuesta que se sostendría contra un partenaire que se trata y que es sobre ella que se trata de apostar, en esas condiciones las dos líneas de posibilidad que pertenecía al otro, en tanto que no se puede de ningún modo asegurar la existencia del otro.....