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Antropología cubana

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    RESUMEN

    El artculo analiza el problema epistemolgico de la historiografa,partiendo de una reflexin sobre la relacin entre sujeto y objetodentro del quehacer filosfico y cientfico. El ejercicio que se pro-pone en el marco de este trabajo, es resaltar la importancia de las for-

    mas en las que se da el conocimiento, para sucesivamente analizar, a travs dealgunos ejemplos especficos que se tomarn como gua de exposicin, surelacin con las prcticas de las ciencias sociales y, en particular, de la historia.

    Palabras clave: epistemologa, narrativa, historiografa, sujeto, objeto.

    ABSTRACT

    The article analyzes the epistemological problem of historiography, startingfrom a reflection on the relation between subject and object within thephilosophical and scientific activity. The task that is proposed in the frameworkof this article is to emphasize the importance of the forms in which knowledgeoriginates, to successively analyze, through a number of specific examplesthat will be taken as a presentation guide, its relation with the practices ofsocial sciences and especially of history.

    Keywords: Epistemology, Narrative, Historiography, Subject, Object.

    En el marco del presente trabajo no pretendo analizar de una forma rigurosay sustantiva la relacin de la historia, como mtodo y disciplina, con las con-diciones que hacen posible el conocimiento, sino quiero compartir un ejerci-

    LA NARRALA NARRALA NARRALA NARRALA NARRATIVTIVTIVTIVTIVA HISA HISA HISA HISA HISTRICTRICTRICTRICTRICA Y ELA Y ELA Y ELA Y ELA Y ELAAAAACERCERCERCERCERCCCCCAMIENTOAMIENTOAMIENTOAMIENTOAMIENTO AL OBJETO DE ES AL OBJETO DE ES AL OBJETO DE ES AL OBJETO DE ES AL OBJETO DE ESTUDIOTUDIOTUDIOTUDIOTUDIODE LAS CIENCIAS SOCIALESDE LAS CIENCIAS SOCIALESDE LAS CIENCIAS SOCIALESDE LAS CIENCIAS SOCIALESDE LAS CIENCIAS SOCIALES

    FRANCESCO PANICOUniversidad Nacional Autnoma de Mxico

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    cio de reflexin conceptual no sistemtico sobre unos asuntos que considerofundamentales para entender la naturaleza filosfica del objeto histrico y de laprctica de la historiografa. Los vnculos que establecer entre diferentes escue-las de pensamiento y teoras historiogrficas, no ambicionan de algn modo a unacritica exhaustiva de las mismas, sino representan puntos de partida para juntarhilos conceptuales y proponer el avance de un debate que, desde ya varias dca-das, gracias a los trabajos de autores como Michel de Certeau, Doris Heyden yPaul Ricouer (que mueven de la tradicin fenomenolgica para proponer origina-les consideraciones sobre el tema), se han venido imponiendo a la reflexin nosolo de historiadores, sino tambin de todos aquellos pensadores interesados aestablecer puentes entre la praxis narrativa y el campo de la escritura de la historia.Quisiera adems hacer notar que el presente ensayo utiliza una forma discursivamuy cercana al testimonio de una experiencia. La experiencia a la que me refierono es ni ms ni menos que la historia de un pensamiento. Considero este escrito,como antes lo he dicho, un ejercicio de reflexin que pueda hacer nacer en ellector la curiosidad para el argumento que aqu se presenta, afuera de todo esque-ma formal.

    Iniciar entonces con un autor que representa una piedra miliar en los estu-dios sobre potica:1 Aristteles.

    Me sorprend mucho, hace pocos das, volver a tener en mis manos el texto dela Potica de Aristteles (2004) y ver cmo el filsofo estagirita trataba el argumen-to de la verosimilitud2 con relacin a la tradicin de la tragedia griega. Recurrandurante la lectura varias proposiciones, como aqullas que afirmaban que el carc-ter (como identidad del personaje) no se define por su aspecto exterior, sinosolamente por las acciones llevadas a cabo en funcin de una decisin (tica)tomada anteriormente. Me pareci sumamente incmodo ver cmo este mismoanlisis que Aristteles dedic a la tragedia antigua, poda ser an valido para lahistoriografa moderna. El discurso aristotlico acerca de la potica, nos ofreceun panorama en donde sta se acerca ms a la ciencia que a la historia por conce-birse como prctica que apunta haca lo universal, mientras que la segunda secaracteriza por tratar lo particular en su afn de exponer hechos reales. El puntode quiebra, sin embargo, est en el tratamiento del trmino verosimilitud que es elque permite a la poesa, y ms en general al arte, rebasar los lmites de lo compro-bado para situarse en el plano de las categoras necesarias a pesar de no podertener pretensin de verdad. Sin embargo, Aristteles no se refiere al poder crea-dor de la palabra y a su posibilidad de romper con las reglas de un lenguaje orde-nado y funcional (sta ser ms bien una actitud de la filosofa critica moderna),sino enfatiza el papel que la capacidad imitativa lleva dentro de la estructurasintagmtica de la exposicin de los acontecimientos. En este sentido, la poesa(en el caso particular la tragedia) no puede perder su lgica, ya que est subordina-

    1 Ver glosario.2 Ver glosario.

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    da necesariamente a la concatenacin necesaria que rige la estructura de lacausalidad. Acaso no parecen stas ser las caractersticas en que an se basa laescritura de la historia? A distancia de varias centurias, es curioso ver cmo unalto representante del pensamiento griego, atribua a la tragedia aquellos caracte-res que han dado fundamento al historicismo, en sus diferentes matices, desdefinales del siglo XIX. Propongo un salto pindrico (ms que histrico) para irdirectamente al grano de la cuestin que pretendo exponer.

    La categora aristotlica de verosimilitud se acerca a la idea de comprensinexpresada por Dilthey (1980), desde las incipientes posturas fenomenolgicas dela filosofa alemana post-unitaria. El erlebnis3 diltheiano se transforma en una ver-sin interiorizada, y al mismo tiempo compartida, de lo verosmil (imitacin-mi-mesis)4 del que habla Aristteles. Sin embargo, a pesar de que los dos trminos nocoincidan, debido a las obvias diferencias de perspectiva adoptadas por los dosautores (el carcter formalista-categorial de la filosofa aristotlica versus elfenomenologismo atemperado de Dilthey), es innegable que, a travs de ellos, esviable construir una trama de significacin til (no histricamente, sinoconceptualmente fundamentada) para la exposicin del problema hacia el que sedirige este breve ensayo. La capacidad de crear una versin de lo real, es decir, delo que hubiera sido posible que hubiese pasado, remite a la facultad imaginativadel ser humano de generar situaciones ficticias que pueden ser medidas, comoapuntalar la tradicin analtica estadounidense, a travs de los mismos valores deverdad que se utilizan para los hechos consumados de la realidad. La imaginacin-poiesis5 de Aristteles, es una actividad prctica orientada a la creacin de un objetoo de un hacer, es un instrumento capaz de actuar sobre la realidad. Como herra-mienta prctica, la imaginacin-poiesis es una actividad que se proyecta hacia unobjeto. El giro que le da Dilthey al sistema de categoras aristotlicas acerca de laimitacin, es pues una suerte de introspeccin que sigue reflejando un dilemainterno al debate cientfico y que no toma an las formas de una filosofa o ms-tica existencial, como suceder ms tarde con las peras de autores como Heideggero Sartre.

    La historia aristotlica estaba dirigida a los hechos reales que se distanciabantotalmente de la existencia de ser humano. Los acontecimientos, a pesar de estarmuchos de ellos producidos por la accin directa de un individuo o de un grupode individuos, quedaban, como objeto de conocimiento, afuera de la concienciahumana. Eran hechos explicables porque estimables a travs del sistema de cate-goras que daba orden al universo. En el momento de enfrentar el problema delconocimiento, Aristteles nos avisa que el individuo, a pesar de ser responsablede sus acciones y de responder por lo que hace o deja de hacer, en el momento deenfrentarse con la necesidad de aprehensin del mundo externo, est obligado a

    3 Ver glosario.4 Ver glosario.5 Ver glosario.

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    abstraerse del contexto en el que est envuelto y juzgarlo como si fuera un enteajeno al evento. Las categoras universales existentes a pesar de la existencia delindividuo, garantizan a ste la capacidad de conocer el mundo y saber leer lo queen ste sucede. La historia se convierte pues en un conocimiento de los hechosque no estn presentes en el momento, sino en el pasado, pero este pasado no esvisto por el filtro de ninguna facultad particular del intelecto (como, por ejemplo,la memoria de la que hablar Spinoza mucho ms tarde), ya que no por el hechode ser pasados sean menos reales que los acontecimientos del presente. La histo-ria en Aristteles sigue siendo una gran estructura universal continua e ilimitada,formada por hechos que nuestro juicio puede reconocer y evaluar correctamenteconforme a las reglas de la lgica. La particularidad del hecho histrico, sin em-bargo, no alcanza el universal por estar definida dentro de los lmites de la reali-dad. No puede el individuo, en este sentido, ir ms all de la realidad. sta essimplemente la que es y no ms que eso.

    La poesa, al contrario, no est limitada por la realidad, sino por lo verosmil.Este ltimo no es lo que sucede o lo que ha sucedido, sino lo que podra razona-blemente suceder. El abanico de la posibilidad se ampla para dejar espacio a unaficcin que, sin embargo, debe respetar las reglas sintcticas de la imitacin (suce-sin de la ley causal).

    El ejercicio potico del ser humano viene a constituirse como una narrativadel acontecimiento en cuanto el poeta, imitando, otorga vida a un super-mundoque no tiene ninguna contraparte en la realidad, pero que la pudiera haber tenido.El poeta es el representante de lo eternamente posible y, desde el presente, mira alfuturo y a la totalidad del universo porque es all en donde reside el mundo de laposibilidad. El historiador, por el contrario, es el que se limita a registrar los he-chos tal como ellos se han producidos y, desde el presente, mira al pasado y a lashuellas dejadas por el universo en su constante proceso de actualizacin (es decir,de produccin). El historiador finalmente es un esclavo del acto, mientras que elpoeta es un cantor de la potencia.

    Volviendo a Dilthey, dentro del discurso del historicismo que l representa, lavirtud potica del individuo aristotlico, aparece como la capacidad por parte delyo de percibirse, en primer trmino, como un sujeto histrico. Mirando la uni-versalidad de la existencia de un yo frente a un tu, Dilthey puede afirmar laposibilidad por parte del sujeto de verse como un elemento constitutivo de laotredad, sea esta considerada como un tu o como otro yo. En el primer caso,el del tu, el sujeto se enfrenta a una alteridad que se le presenta frente a sus ojos.La universalidad del tu, se presenta no solamente como una individualizacin deotro sujeto, sino como una construccin total de la alteridad.6 Lo que puedo tenerfrente de m, no necesariamente es un individuo, sino puede ser lo que, en un

    6 Para profundizar el tema se sugiera la revisin de la obra de Paul Ricoeur S mismo como otro (Siglo XXI, Mxico, 1996) y, sobre todo, deEmmanuel Lvinas, Totalidad e Infinito (Ed. Sgueme, Salamanca, 1977).

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    determinado momento, el sujeto percibe como externo, es decir, como merece-dor de un acto de conocimiento. El sujeto se separa, concibe una diferencia y tratade entenderla. Cuando nos volvemos haca el pasado, el objeto en el que se cons-tituye esta alteridad es algo que sabemos que ha pasado (un evento, un individuo,una cadena de situacin, una estructura histrica, etctera). En el caso de nuestrasexperiencias personales, solicitamos el auxilio de la memoria, mientras que en elcaso de un anlisis de tipo cientfico, aparte este primer aspecto limitado por labrevedad de la vida del sujeto, se pretende recurrir a documentos y materiales quese remontan a tiempos diferentes y que pueden ayudar en la comprensin delhecho histrico.

    El tu diltheyano expresa precisamente este anhlito de comprensin ya que,confiando en la existencia de un espritu universal garante de la naturalezaontolgica de la historia, sabe que el sujeto plantado en el presente tiene la mismacapacidad de objetivacin del individuo situado en el pasado. Su determinacinhistrica no le permite entender, pero s comprender, pues comparte la mismacapacidad de acceder a lo universal que los sujetos de otras pocas. El historiadordiltheyano es un poeta que no ha entrado todava al mundo de lo verosmil. l,como el historiador aristotlico, sigue tratando con hechos reales; puede com-prenderlos gracias a una forma de unidad sicolgica del ser humano presente entodos los tiempos, que deriva de su capacidad de crear objetos y de influir cons-tantemente sobre el proceso histrico, transformndolo continuamente. El erlebenises esta capacidad de encontrarse del hombre sobre el terreno de los universales.La experiencia del sujeto es la que han tenido y que pueden tener, pese a su deter-minacin histrica y social, todos los seres humanos de cualesquier poca y pro-cedencia. La imitacin como mimesis, se convierte, entonces, en mismidad, esdecir, capacidad de poder hacer frente a la experiencia con los mismos recursossicolgicos, los que dan fundamento y sentido a la unidad de la existencia huma-na. El acto de trasladarse a otras pocas no puede ser reducido a una experienciaimitativa; sin embargo, la construccin del hecho histrico implica la utilizacinde lo verosmil en el momento en que se empieza a utilizar la comprensin enlugar del entendimiento. No puedo comprender el despliegue total del procesohistrico que estoy examinando, parece decirnos Dilthey, si no considero antesdos supuestos fundamentales: el primero, me aleja del pasado en cuanto sujetoque participa en un presente no reducible a ninguna otra estructura histrica nipasada ni futura; el segundo que me acerca al pasado, merced a la capacidad uni-versal de cada existencia de hacer frente a la experiencia. Lo verosmil diltheyano,que l define como tipo, se sita exactamente entre estos dos polos de su filo-sofa de la historia.

    Ha llegado entonces el momento de proponer otro salto, aunque temporal-mente mucho ms breve del que plante anteriormente. A pesar de lo mucho quese pueda decir sobre la historiografa del siglo XIX y de sus ms conocidos y tras-

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    cendentes representantes,7 el discurso sobre la historia da un giro fundamental,segn mi punto de vista, gracias a la obra iniciada por la escuela francesa de losAnnales.

    Esta tradicin de estudios, ofrece la posibilidad para seguir hablando del obje-to de este ensayo (Burke, 1996). Si bien es cierto que la pauta de fragmentar losprocedimientos del quehacer cientfico en sub-ciencias (con un grado de especia-lizacin cada vez ms fino y delimitado) pertenezca a la misma historia evolutivade la ciencia como prctica social, la aparicin de la historia social francesa marcaun hito de sentido peculiar, ya que parece romper con la tradicin que adscriba lahistoria a ciencia del pasado. La historiografa del siglo XIX, en sus vertientes ro-mnticas y/o positivistas, haba intensamente trabajando dentro del marco deuna metafsica del evento. La reconstruccin de la cadena causal se impona comola tarea principal de todo historiador: los romnticos tratando de vincular el pasa-do, y en particular la cadena de eventos, con fuerzas espirituales internas (fichtianos)o externas (hegelianos), mientras que los positivistas esforzndose de dibujar unalnea del tiempo ocupada por hechos que tenan el fundamento ltimo de suexistencia en la realidad como mbito de lo objetivo. A pesar de las historiasmonumentales escritas por las tradiciones historiogrficas alemana (Ranke,Burckhardt, Lamprecht) y francesa (Michelet), la historia segua siendo una praxisvinculada al evento en un sentido voluntarista y, a menudo, determinista. La ten-dencia a focalizar los eventos y a disear detalladamente los contornos de losacontecimientos segn el respaldo de los documentos, manifiesta la tendencia dela historiografa decimonnica a privilegiar el discurso sobre el tiempo y de consi-derar el pasado como una categora a la que se puede acceder a travs del conoci-miento trascendental sea ste, en trminos histricos, idealista o positivista. Elnfasis metdico sobre los documentos originales y los hechos, enfatizaba el par-ticularismo de la prctica de escribir la historia. La distancia que separaba el enca-denamiento de los acontecimientos, no estaba abierta a la posibilidad, sino estabagarantizada por el apego de la historia a la presencia apriorstica del espritu o dela ciencia. Con el positivismo la historia se incorpora definitivamente al quehacercientfico; sin embargo la creacin de esta disciplina, no fue acompaada por undebate (evidentemente no necesario en aquel entonces), sobre de que forma ybajo que criterios se deba cumplir este paso. El intenso debate que sigui a estaabsorcin mal digerida, fue el resultado (y lo sigue siendo) de la forma en que loshistoriadores empezaron a reconfigurar el discurso sobre la historia y su posicinen relacin con la praxis cientfica.

    La historia social de los Annales inaugura el despertar de una historiografa quebusca su lugar en el mundo de las formas del conocimiento, ms all de la separa-cin diltheyana entre ciencias del espritu y ciencias de la naturaleza. La explora-cin de los presupuestos epistemolgicos de la historia, emprendida por los autores

    7 Para este argumento, se sugiere la lectura del tercer volumen de El problema del conocimiento en la filosofa y en las ciencias modernasde Ernst Cassirer (FCE, 4 Volmenes, Mxico, 1979).

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    que a lo largo del tiempo se fueron reconociendo dentro de la tradicin vinculadaa esta revista, representa un esfuerzo para reconsiderar los postulados no solo dela ciencia social, sino de la ciencia en general como herramienta de conocimiento.

    No es un caso que la mayor inspiracin de Lucien Febvre proceda de un ge-grafo, Paul Vidal de la Blache. Lo que con actitud de historiador Febvre denomi-n posteriormente posibilismo, fue la herramienta terica de un cambio radicalde la perspectiva historiogrfica, ya que rompa con la cadena causal metafsica-mente necesaria de los historiadores decimonnicos, e introduca la duda en elseno mismo del pasado. Es precisamente la aparicin de esta duda que hace decla-rar a Marc Bloch que la historia es una ciencia del hombre y no del tiempo o delacontecimiento. La inscripcin de la duda dentro del quehacer del historiadormarca finalmente la etapa de la entrada del hombre dentro del esfuerzo cientfico.Humanizar la ciencia, no signific servirse de los atributos con los que se designa-ba la particularidad del ser humano en comparacin a otras formas de vida (so-bretodo con relacin a su actividad teortica y a la razn positiva), sino consistien elevar la categora griega de posibilidad (potencia) a la dignidad del acto. Conlos Annales la duda se transforma en una experiencia necesaria para la ciencia. Lahistoria es dos veces ciencia del hombre: como experiencia de conocimiento sem-brada finalmente por la duda y como irrupcin del ser humano en el coraznmismo del tiempo en cuanto protagonista y productor de ste.

    Como lo demuestra Febvre, recuperando la experiencia crtica de De la Blache,la profundidad del tiempo se topa con el discurso sobre el espacio (Febvre yBattaillon, 1955). Este primer acercamiento a la tradicin representada por losAnnales, me permite avanzar en una reflexin sobre las formas del conocimientohistrico, a partir de una narrativa que llena el espacio entre la polaridad, aparen-temente dual, del sujeto y del objeto. Retomar ms adelante los Annales, paracerrar el crculo de la reflexin que parti por Aristteles, pasando por Dilthey.

    Quiero hacer notar cmo la relacin del ser humano con sus formas de cono-cimiento, se convierte en un tipo de mirada sobre un espacio. Lo que separa laindividualidad del cuerpo de todos los objetos, materiales e inmateriales, que lorodean, supone la existencia de un discurso, la mayora de las veces inconsciente,que habla de una distancia. El esfuerzo de conocer presupone necesariamente laexistencia de un objeto hacia el que se dirige nuestra voluntad de indagacin, sinimportar que este mismo objeto sea de orden noumnico o sensible. Lo quesepara la actividad cognoscitiva del sujeto del objeto al que se acerca, define exac-tamente el problema del espacio del que estoy hablando. Estamos en presenciaentonces de una separacin. Definir sta en trminos existenciales, como unainquietud constante del individuo que crea sus propios objetos en funcin de suconciencia como si sta fuera una monada que todo lo absorbe, sera reducir eldiscurso sobre el conocimiento (y en particular sobre la ciencia), a una intil tau-tologa del sujeto cognoscente. El espacio que se crea entre sujeto y objeto, tam-poco puede ser considerado, a la manera positivista, como llenado por una cadena

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    causal. En el primer caso (el existencialismo), como en el segundo (el positivismoy la razn instrumental), se asiste, aunque a partir de visiones diferentes, a unatirana del sujeto que, por fin, sera el nico responsable de la creacin de unespacio de conocimiento.

    Sin embargo, a pesar de que el sujeto escoge en un primer momento su propioobjeto, sucesivamente est obligado a entrar en un campo de comunicacin den-tro del cual ambos estn comprendidos.8 El campo, como sistema de comunica-cin del sujeto y del objeto, se transforma en un espacio narrativo en cuanto esnecesaria una argumentacin para poder acercarse al objeto y aprehenderlo. Re-sulta entonces que el campo argumentativo no necesariamente est dominadopor la utilizacin de un tipo de racionalidad instrumental. Cuando el sujeto seintroduce en este campo, no lo hace solamente a travs de sus predisposicionesteorticas, sino argumenta utilizando toda la complejidad de su ser; Heideggerprobablemente dira de su ser-en-el-mundo.

    Este espacio de conocimiento, transformado ahora en un campo, es lo quepermite al ser humano comunicarse con todo lo que, individualmente o colectiva-mente, se considera externo, independiente y separado de la singularidad de unsujeto o de un grupo.

    En el primer caso, el de la singularidad del sujeto, podemos utilizar comoejemplo el del cientfico y, en particular, del historiador. La ciencia representa slouna forma de acercarse al conocimiento y, dentro de sta, la historia debera plan-tearse el problema de cmo poder hacerlo. Sin embargo, es la historia que de-pende de la ciencia o es la ciencia que depende de la historia? Es evidente queestamos jugando demasiado con el lenguaje, a pesar de que la pregunta apenasformulada tenga un sentido pleno y viejo como el mundo. El historiador podradecir que es la ciencia que depende de la historia, ya que toda la existencia deluniverso (hasta sus ltimos lmites) es historia, es decir, est sumida en un proce-so constante de transformaciones. La ciencia, en este sentido, sera un accidentehistrico que guarda una forma vlida pero muy particular del conocimiento, encuanto es imposible separarla del contexto en el que aparece dentro del devenir.Lamentablemente esta consideracin terminara siendo un claro engendro me-tafsico, ya que topara con el mismo sentido historicista que conlleva.

    Es la ciencia entonces las que determina la historia? En este sentido estara-mos hablando de la historia como disciplina que se origina en el seno, primero, dela filosofa y, luego, de la ciencia, entendida sta como conocimiento exacto ydemostrado del mundo. Si consideramos la pregunta anterior en trminosteleolgicos, entonces deberamos pensar que la ciencia es la nica forma confiablede conocimiento y que todo, inclusive todo lo que la ha antecedido, fue un ensayopara llegar a ella.

    8 Para profundizar este aspecto del campo de conocimiento, vase el texto de George Bataille, El erotismo (Tusquets, Barcelona 1985).

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    Lo que he venido comentando no sirve para apoyar o rechazar uno o varios delos escenarios que se han propuesto, sino para subrayar que la construccin delconocimiento se fundamenta principalmente en un discurso que se lleva a cabodentro del campo de comunicacin creado por la distancia entre un sujeto y unobjeto. Cuando hablamos de objeto, no lo hacemos en el sentido de un entepasivamente receptor, sino porque es necesario indicar el referente del esfuerzode conocer que no puede que ser sino el ser humano, en sus distintas formas deasociacin, individual o colectiva. Dentro de esta relacin, la pasividad no puedeser contemplada como una condicin de la actividad de aprehensin del objeto, amenos que no aceptamos la inexistencia de cualquier tipo de relacin. Comoafirmaba Kant, la sustancia no es la naturaleza intacta, completa y acabada quedetermina la unidad de todo lo que compone lo existente, sino es una relacin. Lapasividad no puede ser, entonces, un estado de la relacin ya que implica la cance-lacin de uno de los trminos de sta.

    Qu es entonces la relacin dentro del espacio de comunicacin mencionado?Regresemos a nuestro historiador. Qu dira l? Imaginemos dos escenarios: enel primero, el historiador se pregunta sobre el mismo sentido de la historia entran-do en el campo de los estudios epistemolgicos y entonces de la filosofa, mientrasque en el segundo se concentra en llevar a cabo una investigacin sobre la historiacolonial de la Nueva Espaa. En el primer caso, el historiador crea el objeto de suconocimiento: la historia. La inquietud no es simplemente de orden nominalista,ya que, ms all del lenguaje, l cree que exista un trasfondo que permita llegar a unconcepto que tenga un grado de validez gnoseolgica (el valor de verdad) superiora la de los objetos lingsticos. Nuestro personaje origina entonces un espacioentre l, como sujeto, y este objeto todava no bien definido que decide llamarhistoria; adems parece estar perfectamente consciente que el objeto es de ordennoumnico y slo puede ser alcanzado a travs de un esfuerzo teortico. Definien-do un espacio, que tambin es una separacin, el concepto historia pasa a seralgo que, de alguna forma, debe ser considerado como una libre creacin delsujeto, a pesar de que l pueda definirlo como aquel espritu que da orden y sentidoal universo. En este sentido, la historia de nuestro historiador debe ser consideradadentro del campo de relacin que l establece con aqulla como objeto de cono-cimiento y no como categora metafsica, privilegiando as el aspecto dinmicosobre el esttico. Ahora, este espacio que se establece entre el historiador y lahistoria empieza a crear un orden discursivo mediante el cual el sujeto empieza adefinir el objeto, otorgndole una serie de atributos que lo caracterizan frente a lacomplejidad de todos los dems objetos posibles. El sujeto empieza a narrar, sinimportar que esta narracin sea el resultado de un pretendido utilizo, por parte delmismo sujeto, de una razn instrumental, de una actitud existencialista o de unapropensin analtica o lgica. El sujeto empieza a crear y definir las fronteras delespacio que ha establecido al principio, transformndolo finalmente en un campode comprensin discursivamente elaborado. Empezar con decir que, segn sus

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    propias pesquisas, la historia es una disciplina y que no puede existir un sentido desta que sea ajeno al proceso de trasformacin constante de la materia. Optar paradefinirla dentro de cauces posibilistas. Se remontar a varios autores para demos-trar, o cuanto menos fundamentar, sus argumentos y al fin llegar a una conclusinsobre lo que se debe entender por historia. Dentro de todo eso, nos habr contadomuchas cosas y habr utilizado la cadena argumentativa a su antojo y voluntad, yaque el movimiento de su pensamiento, l cree, representa un flujo continuo deestmulos e ideas que no puede ser ordenado por ninguna ley de funcionamiento.El resultado de este proceso es que la historia, segn l, como toda la ciencia, es unaforma de conocimiento, entre muchas, del sujeto. Sin embargo, no relativiza lautilidad ni de la ciencia, ni por supuesto de la historia, ya que las considera formasa travs de las que socialmente se expresa y se transforma aquella parte de huma-nidad a la que le ha tocado vivir e intervenir activamente dentro de uno de losinfinitos momentos que conforman el proceso de transformaciones. Podemosllegar a entender, pues, afirma el historiador, con nuestras herramientas actualesotros procesos de transformaciones. Podemos crear redes de significado que nospermitan captar la existencia de otros tipos de humanidad y de otra organizacindel devenir. Empezamos a buscar los por qu, los quines y los para qu ya travs de esta accin definimos el espacio de la ciencia y tambin de la historia,involucrando no solamente al pasado, sino al presente y el futuro, ya que losconsideramos, quizs siendo muy optimistas, como los escenarios de nuestra exis-tencia como individuos y como humanidad.

    Nuestro historiador empieza entonces a querer recrear, por ejemplo, el senti-do de lo que fue la denominada, por sus contemporneos, Nueva Espaa. Estavez el espacio-distancia que l crea, parece mucho ms concreto ya que se dirige aun objeto que, de alguna forma, ya ha sido establecido por otros. Sin embargo lest conciente que lo que quiere hacer es proponer un estudio y una visin de laNueva Espaa como historiador y que, a diferencia de otros, no le interesa definiresta objeto en base a su utilidad prctica o por motivos de administracin colo-nial, ya que l es todo, menos que un virrey o un mestizo zacatecano. De la mismaforma de cmo lo hizo por el concepto de historia, nuestro personaje empieza atejer una historia y se da cuenta que no es un caso que el lenguaje utilice elmismo sustantivo para definir dos categoras que, aparentemente, tienen muchadiferencia. S obviamente la hay, sin embargo, el documento original sobre el quese basa la validez cientfica de la historia, no es motivo para descartar la obra deconstruccin que l siente estar llevando a cabo. As, el historiador empieza adefinir no slo el espacio fsico de la Nueva Espaa, sino sus alcances conceptua-les, transformado sus pesquisas en una obra de geografa del pensamiento que noest muy distante de cmo los seres humanos se relacionan con otros objetos.

    La actividad del conocimiento implica una distancia que empezamos a llenarde significado y a construir. De la misma forma, los objetos que fsicamente estnseparados de nosotros, cuyo espacio-distancia es percibido inmediatamente, en-

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    tran dentro de un campo de comunicacin y significacin que puede ser construi-do por el mismo sujeto o puede ser el producto de prcticas consolidadas alinterior de un grupo. La distancia que separa una comunidad de un monte, no seexpresa solamente en trminos geogrficos o de coordenadas topogrficas, sinoen muchas otras formas que tienden a involucrar muchos elementos para que estemismo espacio pueda ser llenado de una actividad de apropiacin del objeto.

    La geografa se transforma, pues, en un modelo y smbolo del deseo y de laprctica de conocer, ya que esta actividad se refiere a la creacin de un espaciodentro del cual la relacin privilegiada es la que se establece entre el sujeto (indivi-dual y colectivo) y todo lo que ste considera alcanzable en trminos de conoci-miento, visto como la reincorporacin de la prdida de unidad debido a laseparacin operada por la actitud del pensamiento. En este sentido, el yo carte-siano se convierte en un objeto, ya que representa la creatividad de un individuoque lo piensa y trata de aprehenderlo. Este yo no es Descartes mismo, sino seincorpora dentro de un campo de conocimiento que dibuja un espacio narrativo,entendiendo ste como un discurso que se establece a partir de la predisposicincognoscitiva del sujeto. El yo histrico es tambin un discurso que el sujeto(individual o colectivo) establece con todo lo que lo rodea (anmica y material-mente), sea este todo una produccin noumnica o un objeto a plena vista. Lageografa, como la historiografa, son producto de esta actividad narrativa delsujeto ya que el espacio y el tiempo definen una misma distancia conceptual en elmomento que entran en el campo de relacin que el sujeto establece con unobjeto.

    El carcter narrativo de la historia, como tambin de la geografa y de todaactividad cientfica, no tiene nada que ver con la ficcin o con la inutilidad de estaforma de conocimiento. En primer lugar, porque tiene consecuencias prcticas enla vida de los seres humanos y en segundo lugar, porque no representa un doblede la realidad, sino que sta se construye, como han planteado muchas otras na-rrativas (en el sentido de estudios), desde diferentes mbitos disciplinarios a partirde una razn argumentativa entre sujeto y objeto considerados stos como doscategoras que no definen dos individualidades, sino dos polos de una dialcticaen constante comunicacin y transformacin.

    La revista Annales dhistoire conomique et sociale que aparece en el mbito de laincipiente ciencia social francesa en 1929, representa un momento de reflexinprofunda acerca de la importancia del orden narrativo dentro de la prctica cien-tfica y, en particular, historiogrfica. Los aportes mutuos de la geografa, la histo-ria y la sociologa que la tradicin inaugurada por Febvre y Bloch denomina historiasocial, no representan la ensima tentativa de crear una disciplina experimentaldentro del mbito de una ciencia social que nunca ha podido definir claramentesus mbitos epistemolgicos. La iniciativa de estos dos historiadores y de todosaquellos precursores que han permitido que esta corriente de pensamiento seinstituyera, plantea sustituir la brjula que haba orientado hasta aquel momento

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    la investigacin de la historia. No propone una nueva fragmentacin del saber enuna sub-ciencia especializada, sino transforma radicalmente el discurso sobre elquehacer del historiador, y ms en general del cientfico, enfocando su atencinen el terreno de la narratividad que abandona finalmente las pretensiones tirnicasdel hecho, para situarse en el campo de una lectura de ms amplio alcance delmundo pasado, presente y futuro. Cuando Fernand Braudel (1955), digno sucesorde la que se empez a denominar Escuela de los Annales, afirma que los hechosson polvo, no entiende descalificar la importancia de los acontecimientos histri-cos, sino enfatiza la inutilidad de la explicacin causal dentro del anlisis histrico.Qu valor puede tener la historia si se plantea nicamente el problema de laveracidad del evento y deja de un lado la relacin que se establece entre el sujeto yel objeto involucrados en el espacio del conocimiento? El encuentro entre la his-toria y la geografa, es ms que un simple acercamiento de disciplinas cientficas;se constituye ms bien como una verdadera revolucin epistemolgica ya quereconoce la profundidad de la correspondencia entre espacio y tiempo, planten-dola en trminos de una relacin narrativa. Los accidentes geogrficos se trans-forman en personajes y son protagonistas del tiempo, ya que llevan un papelactivo dentro de la sociedad humana. sta ultima en su esfuerzo de comprensinde una alteridad manifiesta o que ella misma crea como objeto del pensamiento,entreteje una relacin discursiva con todo aquello que ella considera exterior, esdecir prescindible de la existencia del individuo o del grupo. El ser humano, te-rica y prcticamente, es un incansable creador de mundos. Lo que crea Braudel ensu Mediterrneo es una verdadera palingenesia9 de la labor historiogrfica y cien-tfica ya que acaba con un sentido del tiempo y del espacio an vinculado a lascoordenadas cartesianas. El nuevo Ulises que empieza a explorar el mundo, ya noes el Odiseo homrico que con la fuerza de la razn y del ingenio logra regresar asu amada taca, sino lleva los nombres de Leopold Bloom y Stephen Dedalus.Estos dos personajes de James Joyce representados en su obra ms conocida,10 noson solamente el reflejo de la crisis del sujeto cognoscente a los albores del sigloXX, sino son un ejemplo de actitud narrativa con relacin a los sucesos y situacio-nes del mundo. La multiplicacin de la mirada y la lectura caleidoscpica del mun-do exterior, se llevan a cabo a travs de una monlogo interior pero no introspectivo.La condicin de un Bloom o de un Dedalus no es la de dos existencias trastorna-das por la fragmentacin de un yo psictico, sino aparece como una narrativasobre cualquier objeto que se presente frente a la mirada de estos personajes. Loque divide obviamente la obra del escritor irlands de las pesquisas de la actividadhistoriogrfica de los Annales, es la conciencia por parte de los historiadores que laaniman y dan origen, que puede existir un orden del discurso que funda unarelacin narrativa estable dentro del campo del conocimiento cientfico, mientras

    9 Ver glosario.10 James Joyce, Ulises (Grupo Editorial Tomo, Mxico, 2006).

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    que Joyce se ocupa de presentar, como har poco despus Walter Benjamn,11 laprecaria existencia del nuevo habitante de las ciudades sacudido por el torbellinode la sociedad industrial.

    A pesar de constituir un discurso muy diferente al de la literatura contempor-nea, la historia social representa la respuesta de la ciencia a las inquietudes delsujeto en su esfuerzo de ampliar los horizontes de su mirada frente al mundo y as mismo. Como Braudel demostrar, los tres tiempos que el plantea en su discur-so sobre la prctica de la historia, representan tres momentos narrativos distintitosen los que se crean tres narrativas del espacio-tiempo muy diferentes en dondegeografa, historia y sociedad, constituyen momentos convergentes de un mismaargumentacin y echan las bases de aquellos hbridos del conocimiento y de laconvivencia que Bruno Latour (2007) defini cultura.

    El camino que nos ha llevado de lo verosmil, pasando por el erlebnis diltheyanoy llegando hasta lo narrativo de la historia social, no marca un crescendo en el ordende la ficcin literaria, sino una herramienta que debera ser incorporada dentro dela misma actividad cientfica si realmente se quiere alcanzar una renovacin de lasciencias sociales. La actividad potica de la que nos habla Aristteles, apunta a unaredefinicin de la relacin entre el sujeto y la experiencia del conocimiento, comouna actividad creadora que la ciencia social moderna, con todos sus avatares, noha podido an apreciar cabalmente.

    Breve glosario de trminos

    Potica: Utilizo este trmino, no en el sentido de un supuesto carcter ficticio de laproduccin narrativa, sino como una de las formas que en Aristteles toma laaccin. La potica analiza, entonces, todas aquellas condiciones que no perte-necen al mbito de la accin en s misma, sino tienen como fin ltimo laproduccin de un objeto. Este objeto se refiere a una realidad no necesaria-mente acontecida, sino remite a la esfera de la posibilidad o, mejor dicho, de loque razonablemente podra suceder o hubiera podido suceder.

    Verosimilitud: Lo verosmil es el mbito universal en el que se mueve la accinpotica, es la posibilidad misma de la forma en que puede darse la accin.

    Erlebnis: este trmino, que en alemn quiere expresar el desenvolvimiento de unser viviente al interior de una situacin concreta, indica en Dilthey la capacidaduniversal que todos los seres humanos de todos los tiempos tenemos paraoperar una objetivacin de la realidad y con eso aprehenderla. Eso permiteentonces reconocer la presencia de un espritu en la historia, que no coincidecon la estructura normativa e ineluctable del espritu hegeliano, sino represen-ta la forma en que todos los seres humanos coinciden dentro de la esfera de laexperiencia. Al mismo tiempo el erlebnis es garanta de la posibilidad, por parte

    11 Walter Benjamin. Poesa y capitalismo. Capitulo: Pars: capital del siglo XIX (Taurus, Madrid 1998).

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    del historiador, de construir puentes de significado y hasta una lnea evolutivaentre las diferentes etapas que conforman el pasado. Como tratar de profun-dizar sucesivamente Husserl, el erlebnis no es simplemente la experiencia vivi-da, sino es la forma universal con la que los humanos se acercan a los eventosy, ms en general, a todo aquello que es otro para ellos.

    Imitacin-Mimesis: la mimesis como imitacin es el acto de realizacin de una ac-cin que hubiera podido ser real. Si la verosimilitud es la esfera en la que seconstituye un super-mundo posible, la mimesis es la esencia misma de estadistancia entre lo real y la posibilidad de otro real. Es evidente entonces que lamimesis no atae a la relacin superficial entre realidad y ficcin.

    Imaginacin-Poiesis: La poiesis es imaginacin en cuento capacidad de crear. Estacapacidad debe ser necesariamente dirigida a la produccin de un objeto, puestoque, si no fuera as, vendra menos el mismo significado transitivo de la accinde crear. Por ultimo, la poiesis es la esencia del movimiento, el camino hacia latransformacin.

    Palingenesia: con este trmino se indica la capacidad de regeneracin del mundo y,en sentido ms amplio, de las cosas. En m caso utilizo esta palabra para indi-car un viraje total del acercamiento al objeto historiogrfico operado por laEscuela de los Annales.

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    Aristteles (2004). Potica. Traduccin, introduccin y notas de Alicia VillarLecumberri, Madrid: Alianza Editorial.

    Braudel, Fernand (1955). El Mediterrneo y el mundo Mediterrneo en la poca de FelipeII. Mxico: Fondo de Cultura Econmica.

    Burke, Peter (1996). La revolucin historiogrfica francesa. La escuela de los Annales:1929-1989. Barcelona: Gedisa.

    Dilthey, Wilhelm (1980). Introduccin a las ciencias del espritu. Madrid: Alianza Edi-torial.

    Febvre Lucien, Bataillon Lionel (1955). La tierra y la evolucin humana: introduccingeogrfica a la historia. Mxico: UTEHA.

    Latour, Bruno (2007). Nunca fuimos modernos. Ensayo de antropologa simtrica. Bue-nos Aires: Siglo XXI.

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