Temas Educativos Emergentes a Doscientos Años de la ... · PDF file43 Temas educativos emergentes a doscientos aos de la Independencia Entre la tradición salmantina y la modernidad:

Temas Educativos Emergentes

a Doscientos Años de la Independencia

XIV ENCUENTRO INTERNACIONAL DE INVESTIGACIÓN EDUCATIVA

Cristina Cárdenas Castillo

María Guadalupe GarCía alCaraz

(Coordinadoras)

Índice

Presentación ………………………………………………....……….....

Bloque 1Impronta de la Universidad de Salamanca en dos universida-des mexicanas coloniales…………………....….………................

Las universidades de Salamanca y México: elementos para comparar dos historias, siglos xvi al xixClara Inés Ramírez ……………………...………………………….…

Entre la tradición salmantina y la modernidad: la Real Uni-versidad de Guadalajara y el Plan de Estudios de 1771. Cristina Cárdenas Castillo……………………………….........…

Ritos y tradiciones: de Salamanca a MéxicoAnne Staples……………………………………....…......………….…

Bloque 2Sujetos y diferencias en el mundo académico….....................

La educación del sujeto imaginadoLourdes C. Pacheco Ladrón de Guevara………………....……

El mundo académico: subjetividad y diferenciasCristina Palomar Verea……………………………………......…...

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• Temas educativos emergentes a doscientos años de la Independencia •

Entre la tradición salmantina y la modernidad: la Real

Universidad de Guadalajara y el Plan de estudios de 1771

Cristina Cárdenas Castillo

universidad de Guadalajara

Quisiera que este trabajo fuera un homenaje para sor Águeda Rodríguez Cruz, la gran especialista en el estudio de la proyec-ción salmantina en América Latina.

En 1791, año de creación de la Real Universidad de Guada-lajara, Europa estaba convulsionada por la revolución francesa. En 1792, cuando en Guadalajara la universidad empezó a fun-cionar, en Francia se decretó el uso del calendario revoluciona-rio y en 1795 y 1796 empezarían a impartir clases las escuelas centrales, la escuela normal y las escuelas especiales (Cárdenas Castillo, 1999: 204-205). El Antiguo Régimen y la educación universitaria medieval estaban desahuciados.

En estas fechas en España se trataba de dar respiración de boca a boca a las antiguas universidades, al mismo tiempo que las reformas ilustradas de Carlos iii pasaban de tibias a frías y se instalaba el miedo a la revolución del país vecino.

En este trabajo intentaremos poner en relación las reformas que el Consejo de Castilla puso en marcha para modernizar las universidades españolas desde inicios del siglo xviii y muy

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• XIV Encuentro Internacional de Investigación Educativa •

particularmente en la segunda mitad del siglo, con la historia de la Universidad de Salamanca, con la creación de la Real Universi-dad de Guadalajara y con el contexto internacional.

La universidad de Salamanca y su modelo

Exceptuando la efímera existencia de la Universidad de Palen-cia, la Universidad de Salamanca fue la primera universidad española reconocida como tal, es decir, como Studium Salman-tino.1 Alfonso ix la fundó a fines de 1218 o a principios de 1219. Posteriormente, en el Libro de las siete partidas de Alfonso x, la ley II, título xxxi estipulaba las normas esenciales para el funcionamiento de la institución. Esta reglamentación estuvo vigente hasta 1411, fecha en la que el papa Benito xiii aprobó sus primeras Constituciones. Las segundas datan de 1422 y fueron aprobadas por el papa Martín v.

El conjunto de las universidades europeas (Verger, 1973: 41-46)2 se alinea en dos grandes modelos. El de Bolonia se caracteriza por el gran peso que tienen los estudiantes en la organización universitaria. En el de París, por el contrario, la organización está centrada en los profesores.

La Universidad de Salamanca adoptó el modelo de Bolonia hasta 1641, fecha en la que se tuvo que limitar la participación estudiantil para evitar conflictos.3 A partir de esa fecha, las vota-ciones para proveer las cátedras temporales (también llamadas cursatorias o regencias) fueron suprimidas y el Consejo de

1. La de Salamanca es la séptima universidad europea. Le anteceden las de Bolonia (1089), Oxford (1096), París (1150), Módena (1175), Cambri-dge (1208) y Palencia (1208). Es importante señalar la distinción entre “estudios generales” y “estudios particulares”. Los primeros generalmen-te tenían privilegios plenos y podían otorgar grados, los segundos no.

2. Verger distingue universidades espontáneas y universidades creadas por las monarquías o por el papado con fines políticos.

3. Felipe iv quitó el voto a los estudiantes en 1623, se los restituyó en 1632 y en 1641 volvió a retirar este derecho porque los escándalos en la pro-visión de cátedras no se acababan. Cfr. Rodríguez Cruz, 1990: 120.

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Castilla se hizo cargo de estos nombramientos (Rodríguez-San Pedro Bezares, 2001: 22). Ocho naciones organizaban a los estudiantes salmantinos: Galicia, Portugal, Campos (Castilla la Vieja y León), Viscaya (País Vasco-Navarro), Extremadura, La Mancha, Andalucía y la Corona de Aragón (ibidem), lo cual confirma su impronta medieval –con tendencia a la proyección internacional– y el peso de los estudiantes.

En el modelo salmantino confluyen dos elementos princi-pales, las Constituciones y los Estatutos. En las Constituciones se encuentran los elementos que permiten vertebrar la institución, los organizativos y administrativos y, en menor medida, los que conciernen a los planes de estudio. Los Estatutos, por el contrario, encierran fundamentalmente lo que concierne a los planes de estudio. Salamanca tuvo los de 1538, 1561, 1594, 1604 y 1618. En 1625 se hizo una recopilación de todos estos documentos, la cual se suele citar simplemente como “la recopilación”.

La columna vertebral de las Constituciones estaba com-puesta por los siguientes elementos:

• Lossantospatronosdelainstitución.• Lospatronosfundadoresylosvicepatronos.• Laelecciónylasfuncionesdelrectorydelosmiembros

de los claustros de consiliarios y de hacienda. • Facultadesycátedras.• Gradosuniversitarios.

El declive de las universidades

Para comprender el declive de las universidades europeas es necesario cuestionar nuestras ideas generales sobre la crono-logía universal. Comúnmente asumimos que a la Edad Media le sucedió el Renacimiento y que éste último se caracteriza, precisamente, por el “renacer” de la cultura clásica, del hu-manismo, de las ciencias y de las artes. Sin embargo, rara vez se dice abiertamente que ni el Renacimiento ni el Siglo de las Luces entraron a las universidades,4 las cuales habían tapado a

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cal y canto las rendijas al mundo exterior o, cuando mucho, las abrían brevemente para censurar todo aquello que cuestionara la cosmovisión medieval.

En este submundo cerrado en pleno siglo xviii se seguía enseñando en latín, las “ciencias” se limitaban a los escritos de Aristóteles (la lógica, la física y la metafísica) y el Derecho a las institutas de Justiniano.

Otros vicios habían desvirtuado la enseñanza. Los catedrá-ticos dictaban su curso, lo cual favorecía la reproducción, año tras año, del mismo contenido. Los estudiantes podían comprar tanto sus cédulas de curso como los grados universitarios. Los colegiales, muestra patente de la aristocratización de la univer-sidad5 controlaban la universidad.

El primer antecedente para revitalizar las universidades en el siglo xviii lo llevó a cabo Felipe v quien intentó dos grandes reformas. La primera fechada en 1713 consistía en introducir la enseñanza del derecho real o patrio en las facultades de derecho civil del reino. Las universidades se resistieron. Salamanca se manifestó de acuerdo, pero no abrió las cátedras. La segunda reforma se proponía debilitar a los colegios universitarios. Pero el intento resultó fallido, razón por la cual se optó por desarrollar instituciones paralelas (academias, reales colegios de cirugía, etcétera).

Mientras las universidades continuaron en su inercia, la ilustración se propagaba fuera de sus muros. Benito Jerónimo Feijóo, autor del Teatro crítico universal que se publicó entre 1726 y 1739, se proponía acabar con la superstición y divulgar las novedades científicas y tuvo una indudable influencia en el cambio de mentalidad de España.

Fernando vi ocupó el trono de 1746 hasta su muerte en

4. Sólo dos universidades europeas se excluyen de este panorama general de declive, la de Leiden (en Holanda) y la de Uppsala (en Suecia).

5. La Universidad de Salamanca tuvo cuatro colegios mayores, el de San Bartolomé, el de Santiago el Zebedeo o de Cuenca, el de San Salvador de Oviedo y el de Santiago el Zebedeo o del Arzobispo. Cfr. Rodríguez Cruz, 1990:237-241, Fernández Álvarez, Robles Carcedo, Rodríguez-San Pe-dro, 1989: 339-356.

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1759 y lo sucedió Carlos iii, quien ha pasado a la historia como el déspota ilustrado y quien es fundamental en la reconstrucción histórica que nos proponemos. Su reinado se caracterizó, a gran-des líneas, por la centralización político-administrativa paralela a la racionalización de la hacienda; por la afirmación del Estado frente a la Iglesia; por la apertura al pensamiento ilustrado y, finalmente, por las acciones tendientes a la reforma educativa.

En este contexto, en 1767 Antonio Tavira y Almazán ela-boró una propuesta de plan de estudios para las universidades que incluía igualmente medidas administrativas: que el rector fuera graduado y no estudiante, que hubiera un nuevo reparto de salarios de cátedra y que los grados se otorgaran sólo con examen. Cada una de estas medidas remite, por sí misma, a los problemas que suscitaron su planteamiento y por lo tanto, son un indicio de las prácticas que se trataba de desterrar.

Por las mismas fechas se publicó un Discurso crítico-político sobre el estado de la literatura en España y medios de mejorar las universidades y estudios del reino que se atribuye a Campoma-nes. En este documento se afirmaba que la responsabilidad del cambio político le correspondía al Consejo y a la Secretaría de Gracia y Justicia en tanto el cambio científico correspondía a los profesores más sabios de las universidades quienes deberían ocuparse del método y de los textos de la enseñanza.

Por otra parte, 1767 es un año crucial para la historia de la educación por la expulsión de los jesuitas tanto en España como en México.6 La consecuencia inmediata en Salamanca fue la des-aparición de las cátedras suaristas7 que regentaba la Compañía y una contienda entre las órdenes religiosas para ocuparlas. En realidad, desde 1766 Salamanca era el foro de conflictos agudos entre estudiantes y colegiales, entre órdenes religiosas y las facultades de artes y teología. La expulsión de los jesuitas, pues,

6. En Guadalajara el cierre de los colegios jesuitas fue un acicate para revi-talizar las demandas de creación de la universidad.

7. Francisco Suárez (1548-1617) fue un teólogo jesuita reconocido por sus numerosos comentarios a santo Tomás.

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no hizo sino acelerar una serie de cédulas reales encaminadas a aniquilar el dominio colegial. Las más importantes son las del 25 de febrero y 3 de marzo de 1771 (Peset y Peset, 1974: 107), aunque fue necesario esperar hasta el 12 de abril de 1777 para lograr domeñar a los seis colegios mayores españoles.

En 1770 inicia, frontalmente, la reforma de las universi-dades. La estrategia de Carlos iii fue endurecer el control del Consejo Real sobre ellas. Campomanes empezó por solicitar en este año a la “primera universidad del reino”, Salamanca, que elaborara una propuesta de plan de estudios para mejorar la enseñanza. Ese mismo año Salamanca envió su documento en el que es patente que sus claustros –excepto el de medicina– se negaban a cambiar la lógica y los contenidos de su enseñanza. No podremos detenernos en los detalles. Veamos solamente un ejemplo.

El claustro de la facultad de artes argumentaba:

Los principios de los nuevos filósofos no son a propósito para conseguir los fines que se intentan por medio de este estudio. Como v. gr. los de Newton que si bien disponen al sujeto para ser un perfecto matemático, nada enseña para que sea un buen lógico y metafísico; los de Gasendo y Cartesio no simbolizan tanto con las verdades reveladas como las de Aristóteles… porque aun cuando no tuviéra-mos este tropiezo, que él sólo debería bastar a excluir estos principios en las aulas católicas.8

Sin embargo, en este mismo claustro hay evidencias de que por pequeñas brechas se empezaba a colar aire fresco. Se

8. Plan General de Estudios dirigido a la Universidad de Salamanca por el Real y Supremo Consejo de Castilla, y mandado imprimir de su orden en Salamanca por Antonio Villagordo y Alcaráz y Thomás García de Ho-norato. Año de 1771. Biblioteca de la Universidad de Salamanca, ref. 57102.

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incluyó como posibles textos de enseñanza el de Genovesi (el Genuense) y el de Feijóo (Cárdenas Castillo, 1999: 70).

El claustro de Medicina, por motus propio ya había empeza-do su reforma en 1765. Y es este mismo documento que envió al Consejo, el cual no hizo ninguna modificación, pues se trataba de una “propuesta ilustrada” que incluía ya los conocimientos anatomo-clínicos y que preveía la creación de un jardín botánico y de un museo “de simples” (de medicamentos naturales).

Campomanes hizo enmiendas a las propuestas de cada uno de los claustros restantes (gramática, artes, derecho civil y canónico, teología) y si bien modificó profundamente las líneas de la enseñanza (Peset Reig, 1989: 145-184, 161) tam-poco llegó a cuestionar la organización medular. Se trataba de conservar e innovar al mismo tiempo y por lo mismo el análisis del Plan revela ambigüedades (ibidem: 170). En concreto, tra-tó de acortar el tiempo de los estudios, de introducir nuevos textos de enseñanza y de modificar las prácticas universitarias que más se habían corrompido a lo largo de los siglos (la lec-ción, el grado de bachiller, etcétera).

Los hermanos Peset consideran que, dadas las condiciones de la universidad y los horizontes intelectuales del profesorado, el consejo optó por una postura híbrida, de transición (ibidem: 172).

Finalmente el Consejo de Castilla aprobó el Plan General de Estudios el cual fue impreso en 1771.

La Real Universidad de Guadalajara

Las universidades españolas tienen dos modelos principales, el de Salamanca y el de Alcalá (fundada en 1293). Pero en las colonias latinoamericanas por regla general se tomó el prime-ro, sin duda por el prestigio que le aportaba el ser la primera universidad de la metrópoli y en segundo lugar porque el siglo xvi fue el siglo de la conquista de América al mismo tiempo que

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fue el Siglo de Oro de la Universidad de Salamanca. Durante la Colonia se fundaron 31 universidades de acuerdo al modelo salmantino.9

En realidad, la decisión del modelo que debería regir a las fundaciones latinoamericanas era privilegio del monarca quien, por lo demás, escuchaba las propuestas que hacían los habitantes del nuevo mundo en el sentido de que la institución cuya creación demandaban al rey “se plegara a las normas de la Universidad de Salamanca”.

Desde 1699 la elite tapatía hacía gestiones para tener su universidad sin recibir otra cosa en respuesta que demandas de más información. Un elemento importante para comprender esta dilación es la oposición de la Real y Pontificia Universidad de México a que se abriera otra universidad en la Nueva España,

9. Universidad de Santo Domingo, República Dominicana (1538); Univer-sidad de San Marcos de Lima, Perú (1551); Universidad de México, Méxi-co (1551); Universidad de La Plata, Charcas o Chiquisaca, Sucre-Bolivia (1552) (no funcionó); Universidad de Santiago de La Paz, Santo Do-mingo, República Dominicana (1558); Universidad Tomista de Santafé, Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Colombia (1558); Universidad de San Fulgencio de Quito, Ecuador (1586); Universidad de Nuestra Señora del Rosario en Santiago de Chile, Chile (1619 ); Universidad Javeriana de Santafé, Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Colombia (1621); Universi-dad de Córdoba, Argentina (1621); Universidad de San Francisco Xavier de la Plata, Charcas o Chuquisaca, Sucre-Bolivia (1621); Universidad de San Miguel, Santiago de Chile (1621); Universidad de San Gregorio Mago en Quito, Ecuador (1621); Universidad de San Ignacio de Loyola en Cuzco, Perú (1621); Universidad de Mérida de Yucatán, México (si-glo xvii); Universidad de San Carlos de Guatemala, Guatemala (1676); Universidad de San Cristobal de Huamanga, Ayacucho, Perú (1680); Universidad de Santo Tomás de Quito, Ecuador (1681); Universidad de San Antonio del Cuzco, Perú (1692); Universidad de San Nicolás en San-tafé, Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Colombia (1694); Universidad de San Jerónimo de la Habana, Cuba (1721); Universidad de Caracas, Venezuela (1721); Universidad de San Felipe, Santiago de Chile, Chi-le (1738); Universidad de Buenos Aires, Argentina (1733 y 1778) (no funcionó); Universidad de Popayán, Granada, Colombia (1744); Univer-sidad de San Francisco Javier, Panamá, Panamá (1749); Universidad de Concepción, Chile (1749); Universidad de Asunción, Paraguay (1779); Universidad de Guadalajara, México (1792); Universidad de Mérida, Ve-nezuela (1806); Universidad de León de Nicaragua, Nicaragua (1806). Cfr. Rodríguez Cruz, 1992, 313-317.

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lo cual mermaría considerablemente su estudiantado y sus in-gresos (es decir argüía precisamente lo mismo que los claustros de Salamanca en 1770, que para que florecieran los estudios era indispensable conservar sus privilegios).

Pero la pregunta ineludible es por qué, a finales del siglo xviii y tomando en cuenta el declive universitario que acaba-mos de reseñar, la monarquía siguió aprobando la creación de universidades, por una parte y, por la otra, por qué la población tapatía demandaba explícitamente una “universidad” y no otro tipo de establecimiento como los que ya existían en Europa, en España y en la misma Nueva España.

La primera respuesta tiene estrecha relación con el princi-pio de este trabajo.

La muerte de Carlos iii en 1788 implicó un alto en las re-formas ilustradas. Carlos iv, su sucesor, enfrentó sólo un año después la convulsión del inicio de la Revolución francesa. Su primer ministro, el conde de Floridablanca,10 se vio obligado a hacer alianza con la inquisición para tratar de impedir la conta-minación jacobina. Los elementos clave del Consejo de Castilla durante el reinado de Carlos iii fueron perseguidos, despojados de sus cargos o desterrados (Cabarrús, Campomanes, Jovella-nos, entre otros). En este escenario es incluso sorprendente que el monarca se haya ocupado de la creación de una universidad en América, y resulta comprensible que la posibilidad de innova-ción educativa no se haya planteado.

La segunda respuesta es mucho más compleja. Empezaré por caracterizar a la región, lo cual permitirá

analizar a sus pobladores posteriormente. La Nueva Galicia en el siglo xviii había logrado una bonanza

económica y material que permitía catalogarla como próspera. La ganadería y el comercio la convertían en un eje importante del occidente del país. Guadalajara era un centro jurídico y administrativo que contaba con una Audiencia y un extenso obispado.

10. Y los que lo sutituyeron, el conde de Aranda y Manuel de Godoy.

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Los habitantes de la Nueva Galicia se distinguían desde entonces por su reivindicación regional. En sus demandas a la monarquía se incluía la creación de su universidad, un consulado y una casa de moneda, instituciones todas que le garantizarían independencia respecto a la capital del virreinato. Otro rasgo característico concierne la cohesión social de las élites. Cito a Connaughton:

Los criollos habían logrado una participación política en la Audiencia de Guadalajara muy por encima de lo acostum-brado en la Audiencia de la capital del Virreinato (…). Las energías regionales se veían promovidas por las transfor-maciones y no sufrían el debilitamiento que representaría una fuerte división entre criollos y españoles (1992: 38).

Este mismo autor subraya que la Iglesia novogallega estaba abierta al cambio:

(los miembros de la iglesia en Guadalajara) dieron indistin-tamente la más cálida bienvenida a la implantación de las reformas borbónicas “explícitamente” por lo que prometían en términos de desarrollo regional. (Guadalajara) es una región en la que el apoyo institucional más recio del antiguo orden –la iglesia- pretendía identifi-carse con las fuerzas del cambio. El clero se identificaba con los grupos responsables de las transformaciones en el seno de la sociedad, con el propósi-to de influir en los cambios políticos, económicos y sociales (…) Su meta era trascender la acelerada fragmentación de la sociedad –producto tanto del crecimiento económico como de la más acentuada presencia de críticos laicos de la cosa pública– mediante la “afirmación de una visión orgáni-ca del orden social como único e indiviso” (ibidem: 39-42).

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Si nos detenemos en el último párrafo citado “afirmación de una visión orgánica del orden social como único e indiviso” entendemos por qué se quería una universidad, única ins-titución de enseñanza que se plegaba a esta máxima al estar medularmente ligada a la metrópoli y a la religión a través de los juramentos de fidelidad al monarca, y a los representantes del orden establecido, por una parte, y, por la otra, a los santos patronos.

La universidad debía venerar como santos patronos a la virgen María en el misterio de su concepción inmaculada, a san Juan Nepomuceno, santo Tomás de Aquino y san Luis Gonzaga. Debía reconocer como patronos fundadores a los reyes católicos de las dos Españas, y como vicepatronos a sus representantes, los señores presidentes de la Audiencia real (Cárdenas Castillo, 1999: 53).

En términos de la Real Audiencia, la universidad “permitiría educar a la juventud, instruir a los fieles y hacer que reine la ley de Dios, la obediencia, reconocimiento y amor al soberano” (ibidem: 49). Sólo falta agregar que la universidad era también una pieza clave para “asegurar el servicio de la santa iglesia” a través de los estudios de derecho canónico y de teología servicio que no le ofrecería ninguno de los nuevos establecimientos educativos alternativos a la universidad.

Estos elementos nos permiten comprender que en la crea-ción de la Real Universidad de Guadalajara hayan intervenido dos obispos, Galindo y Chávez en 1699 y Alcalde desde 1775, el ayuntamiento y letrados de la región (De la Mota Padilla).

Cuando finalmente fue creada, la Real Universidad de Guadalajara tuvo como columna vertebral las Constituciones salmantinas de 1422 y como Plan de estudios el de 1771.

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Esto fue explicitado por el mismo Carlos iv:

(…) vine en aprobar las citadas constituciones (…), man-dando así mismo que en cuanto sea adaptable se observe el nuevo Plan aprobado para la de Salamanca en real cédula de 16 de octubre de 1771 (…) (Cárdenas Castillo, 1999: 57).

Los aspectos administrativos y protocolarios son práctica-mente los mismos de Salamanca. Siete de los veintisiete títulos de las Constituciones se dedicaban a los estudios y es en ellos que podemos rastrear la impronta del Plan de 1771.

Las innovaciones más importantes que Campomanes intro-dujo en el plan concernían a la facultad de artes (incorporación de la física newtoniana, principalmente). Pero en Guadalajara la universidad nació sin facultad de artes en el entendido de que estos estudios serían impartidos por los seminarios (el del señor San José11 y el de San Juan Bautista12) y de que la universidad simplemente otorgaría el grado de bachiller en artes, requisito indispensable para cursar las facultades mayores (ibidem: 104-117).

Las otras innovaciones importantes del Plan de 1771 son las de la facultad de medicina, pero hemos visto que ésas no las introdujo Campomanes, se limitó a aprobarlas. En Guadalajara, para la cátedra de prima, se estipuló el uso de los textos de Boerhaave y sus alumnos Haller y Van Swieten, los de Francis-co Vallés y los aforismos de Piquier. La cátedra de vísperas se apoyaría en el compendio de anatomía de Heister y la anatomía completa de Martín Martínez pero todavía apoyándose en las láminas de Vesalio o de Eustaquio (ibidem: 89).

11. El colegio seminario tridentino del señor San José fue creado en 1696. Cfr. Castañeda, 1984: 128 y ss.

12. El colegio seminario de San Juan Bautista fue originalmente (1696) un convictorio que los padres jesuitas anexaron al colegio de Guadalajara. Fue clausurado en 1767 y restablecido en 1792 por la misma real cédu-la de fundación de la Real Universidad de Guadalajara. Cfr. Castañeda, 1984: 218.

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La Real Universidad de Guadalajara funcionó apegándose a sus Constituciones y con relativa normalidad hasta 1810 fecha en la que le rebotaron los cambios drásticos que había habido en Francia y en España.

El 18 Brumario de Napoleón en 1799, la instalación del Consulado hasta 1804, el imperio, la invasión de España en 1808 y finalmente la entronización de José Napoleón fueron, como sabemos, el detonante de la Guerra de Independencia.

En Guadalajara la cohesión social a la que hice alusión líneas arriba, explica que en bloque la Real Audiencia, las autoridades universitarias, las de los seminarios y el obispo Cabañas se hayan opuesto a la insurgencia en nombre de la fe católica, formando incluso un regimiento. La derrota de los realistas en Zacoalco causó la mayor consternación. Cito a Carmen Castañeda:

La Junta se disolvió, las escuelas, los colegios y la univer-sidad fueron clausurados, el intendente Abarca se retiró a San Pedro y el obispo Cabañas se retiró precipitadamente a San Blas (1984: 225).

Pero cuando Hidalgo entró a Guadalajara, se le recibió con honores. El claustro universitario había perdido pie y tan pronto se sometía como se rebelaba y retomaba sus antiguas convicciones. Así, decidió primero “no hacer ninguna contribu-ción al intruso gobierno” y, por otra parte, con un intervalo de dos días, entregar un donativo a Miguel Hidalgo. Cuando éste fue derrotado el claustro escribió al virrey hablando pestes de él y reafirmando su “fidelidad al rey, a la religión y a la patria” (ibidem: 226-227).

Hacia 1813 las actividades educativas empezaron a volver a la normalidad pero a un ritmo que anunciaba ya el declive de lo cual es prueba la pequeña cantidad de grados que otorgó la universidad entre esta fecha y 1826 (Cárdenas Castillo, 1999: 117-119).

La declaración de independencia y la promulgación de las constituciones políticas fueron un trago amargo para los

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miembros de la universidad, pues no podían hacer el juramento a las leyes nacionales y locales sin traicionar la médula de su identidad universitaria.

Finalmente tuvieron que hacerlo y, para ser coherentes transformaron el nombre de la corporación, la Real Universidad pasó a ser Universidad Nacional.

En este estado de desubicación identitaria la universidad fue clausurada en 1826 para dejar su lugar a un establecimiento inédito, el Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco.

Faltan aun investigaciones que permitan incorporar matices a este cuadro. Indudablemente en la universidad, por la apertura al cambio que forma parte de las características del núcleo cle-rical y que señalamos líneas arriba, germinó también el espíritu ilustrado ¿cómo explicar, en caso contrario, que haya habido personas ilustradas capaces de concebir la nueva enseñanza liberal? Pero esto es algo que rebasa este trabajo.

Una última observación sobre el alma mater, la Universidad de Salamanca. Ella también padeció el tornado de los cambios políticos. Cito a Rodríguez-San Pedro Bezares:

La Universidad de Salamanca, símbolo universitario del antiguo régimen, pierde sus referencias gloriosas durante la etapa contemporánea. A lo largo del siglo xix no pasará de constituir una evocación ruinosa y, a partir del último cuar-to del ochocientos, se va trabajosamente reconstruyendo en la categoría de universidad de provincias (2001: 37).

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Bibliografía

Fuente primaria: Plan General de Estudios dirigido a la Univer-sidad de Salamanca por el Real y Supremo Consejo de Castilla, y mandado imprimir de su orden en Salamanca por Antonio Vi-llagordo y Alcaráz y Thomás García de Honorato. Año de 1771. Biblioteca de la Universidad de Salamanca, ref. 57102.

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