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PREHISTORIA Tema XXX Carlos Basté López 2º Cuatrimestre Tema XXX. El Calcolítico en la Península Ibérica 1. LOS COMIENZOS DE LA METALURGIA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA Como ya se ha indicado en anteriores capítulos, el término Calcolítico indica el proceso de evolución y expansión de las comunidades campesinas, debido a su propia dinámica interna, con desarrollo de nuevas tecnologías de explotación y fabricación, diversificación de actividades (comercio, minería, metalurgia…) y transformación social, que en último término conduce al nuevo sistema de vida urbana. Desde mediados del III milenio y a lo largo de cinco o seis siglos, se desarrolla en la Península Ibérica la metalurgia y el contexto cultural que la acompaña. Durante tan largo espacio de tiempo, se ensaya y se experimenta el uso de cobre con técnicas que van desde el simple batido del metal nativo, a la fundición del mineral en bruto y la selección de las vetas de las que se podía extraer un mineral mejor. No hay duda de que en la Península se empieza a usar el cobre unos siglos antes de la llegada del vaso campaniforme. 1.1 Recursos mineros y tecnología La Península Ibérica es rica en yacimientos cupríferos. El cobre se presenta en la naturaleza en piritas, pero también en estado nativo y en óxidos en el sur de Portugal y en el sureste peninsular. En el norte es menos abundante, aunque se encuentra en menor cantidad en Galicia, en la Cordillera Cantábrica y en los Pirineos, así como en puntos del Sistema Ibérico y en la Meseta central, en sierras cercanas a Madrid. El cobre nativo se encontraría en la superficie de ricas monteras ferruginosas, que debieron explotarse intensamente para poder fabricar útiles de cobre. Es posible que siguiendo estos afloramientos de superficie comenzara también muy pronto la explotación subterránea de oro, plata y cobre. 1

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Tema XXX. El Calcolítico en la Península Ibérica

1. LOS COMIENZOS DE LA METALURGIA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

Como ya se ha indicado en anteriores capítulos, el término Calcolítico indica el proceso de evolución y expansión de las comunidades campesinas, debido a su propia dinámica interna, con desarrollo de nuevas tecnologías de explotación y fabricación, diversificación de actividades (comercio, minería, metalurgia…) y transformación social, que en último término conduce al nuevo sistema de vida urbana.

Desde mediados del III milenio y a lo largo de cinco o seis siglos, se desarrolla en la Península Ibérica la metalurgia y el contexto cultural que la acompaña. Durante tan largo espacio de tiempo, se ensaya y se experimenta el uso de cobre con técnicas que van desde el simple batido del metal nativo, a la fundición del mineral en bruto y la selección de las vetas de las que se podía extraer un mineral mejor. No hay duda de que en la Península se empieza a usar el cobre unos siglos antes de la llegada del vaso campaniforme.

1.1 Recursos mineros y tecnología

La Península Ibérica es rica en yacimientos cupríferos. El cobre se presenta en la naturaleza en piritas, pero también en estado nativo y en óxidos en el sur de Portugal y en el sureste peninsular. En el norte es menos abundante, aunque se encuentra en menor cantidad en Galicia, en la Cordillera Cantábrica y en los Pirineos, así como en puntos del Sistema Ibérico y en la Meseta central, en sierras cercanas a Madrid.

El cobre nativo se encontraría en la superficie de ricas monteras ferruginosas, que debieron explotarse intensamente para poder fabricar útiles de cobre. Es posible que siguiendo estos afloramientos de superficie comenzara también muy pronto la explotación subterránea de oro, plata y cobre.

Almizaraque es un poblado pequeño con casas circulares, muy próximo a yacimientos con minerales de cobre, donde sus habitantes cultivaban trigo, cebada y legumbres y tenían animales domésticos, además de pescar en el río y en la costa próxima. Su actividad minero-metalúrgica está bien documentada desde la segunda mitad del III milenio a.C., localizándose fragmentos de mineral de cobre carbonatado con inclusiones de cuprita y otros minerales.

En Almizaraque se documentó el tipo de “horno” utilizado para obtener el metal. Se encontraron fragmentos de cerámica tosca, de gruesas paredes, con adherencias de escorias en su interior; se trataba de crisoles para extraer directamente el metal del mineral, machacándolo y calentándolo, mezclado con carbón vegetal, dentro de una vasija cerámica hasta fundirlo. Así de una vez se extraía el metal, se fundía y sólo había que romper la vasija y separar el mineral fundido, obteniéndose cada vez pequeñas cantidades. El análisis de 30 objetos de cobre encontrados en Almizaraque, muestra que se trataba de un cobre arsenical.

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El hacha de Almizaraque es un ejemplo de herramienta

metálica destinada al autoabastecimiento

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La metalurgia representa un proceso de producción que exige una especialización: extracción de la materia prima, reducción del mineral, preparación del metal, transformación y acabado, lo que sin duda supondría recursos humanos especializados, además de un utillaje adecuado a las distintas fases del trabajo e instalaciones (talleres) donde llevarlo a cabo. Toda una organización, suficiente para hacer llegar a los artesanos, la materia prima en bruto o en lingotes y el combustible necesario en las distintas fases del proceso.

1.2 Evidencias arqueológicas y cronología

A las ya citadas de Almizaraque, podemos añadir las antiguas excavaciones de Siret en Parazuelos (Murcia).

Parece que la técnica de la vasija-horno seguía usándose por lo menos hasta el final del Calcolítico en la Península Ibérica. En la zona del Alto Tajo, los primeros vestigios de actividad metalúrgica corresponden a poblados con vaso campaniforme. En la cuenca baja del Manzanares, en El Ventorro, se recuperaron vasijas-horno, crisoles y algunos goterones de fundición. El mineral se obtenía en las afloraciones de la zona de Somosierra hacia Segovia, fundiéndose en vasijas en cuyas paredes quedaban adheridas costras de la fundición, con restos muy variados de cobre, arsénico y plomo.

En el poblado calcolítico de Zambujal (Portugal), apareció un posible horno con restos de fundición de cobre, piezas metálicas de deshecho y varillas de sección irregular que se han interpretado como lingotes.

Otra metalurgia que hay que considerar en este período es la del oro, documentada desde antiguo en la diadema de oro de la Cueva de los Murciélagos (Granada), fechada por C14 en 3.450 a.C. Esta fecha llevaría el origen de la metalurgia del oro al Neolítico reciente de mediados del IV milenio, en conexión con la moda del ornato de piedras verdes.

En realidad, la metalurgia del oro es anterior a la del cobre. El trabajo del oro podría hacerse a partir de láminas obtenidas de oro nativo (pepitas de oro aluvial) mediante batido y martelado. Con las láminas se hacían adornos que se generalizaron, sobre todo, con el vaso campaniforme. En el poblado de Cerro de la Virgen de Orce, en el citado de Zambujal, en algunos hipogeos de la necrópolis de San Pedro de Estoril y en algunas necrópolis megalíticas almerienses se han localizado adornos de oro en niveles precampaniformes.

De todas formas, esta primitiva metalurgia del oro no supondría la verdadera innovación tecnológica que es precisamente la metalurgia, fundiendo un mineral para obtener el metal líquido.

La evolución de la metalurgia del cobre en la Península puede seguirse a través de las diferentes tipologías de los útiles, eminentemente funcionales en los primeros tiempos – hachas planas, punzones, leznas, cuchillos, sierras y anzuelos -, aunque con el campaniforme aparecen también las puntas de flecha tipo Palmela y los puñalitos con lengüeta para el enmangue. Hay, por tanto, una continuidad desde mediados del III milenio y también una evolución con la aparición de nuevos tipos.

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2. EL CONTEXTO CULTURAL

Cuando aparece la metalurgia en la Península Ibérica ya hay un predominio de hábitat en poblados y, al parecer, se ha extendido la costumbre de enterrar a los muertos en necrópolis, cambiando así las cuevas su antigua función como lugar de habitación por el exclusivamente sepulcral. En el occidente de la Península y en el Ampurdán se inicia el megalitismo antes de que aparezcan los primeros objetos de metal, de este modo, la metalurgia se produce como un elemento más de la transformación local de las poblaciones neolíticas más evolucionadas. La gran expansión del poblamiento durante el Calcolítico hace que, como mínimo algunos objetos de metal lleguen a casi toda la Península antes del final del III milenio a.C.

2.1 poblamiento. Su diversificación en las distintas áreas

La zona del Sureste de la Península Ibérica, fue dada a conocer a finales del siglo XIX por el ingeniero de minas belga Luis Siret, como un gran centro de explotación minera en la Prehistoria.

El llamado contexto Millares describe el típico poblado fortificado calcolítico, situado en el valle del Andarax (Almería), con una gran necrópolis anexa y fortines-vigía en los cerros que rodean el conjunto. Otros yacimientos incluidos en este contexto serían los poblados de Almizaraque y Campos de Herrerías (Almería), El Malagón y El Cerro de la Virgen (Granada) y El Cabezo del Plomo (Murcia).

Situados en altozanos y rodeados de cercas de piedra con bastiones, estos poblados formaban impresionantes fortificaciones, con cabañas circulares construidas con basamentos de piedra, que se constituían en centros de actividades básicas agrícolas y campesinas, además de metalúrgicas, pues muchos de ellos se establecieron cerca de yacimientos mineros de cobre.

Los suelos de los alrededores de Los Millares durante el III milenio a.C. tenían una aridez menor a la actual. En las cercanías del poblado, hasta los 600-800 metros de altura, había una densa cobertura vegetal de bosques de encina y matorral mediterráneo. En las riberas del río Andarax había bosques galería propios de un curso de agua permanente, de donde parece deducirse el uso de regadío para una agricultura intensiva, capaz de mantener a una población considerable. Sería también la explicación de que estas zonas no se ocupasen hasta el Neolítico reciente, durante la segunda mitad del IV milenio a.C., por gentes de la “cultura de Almería”, las mismas que después construyeron poblados como los de Almizaraque o Campos y que empezaron a manipular los minerales de cobre.

El pequeño poblado del Cabezo del Plomo (Murcia), podría representar esta fase intermedia. Se trata de un pequeño asentamiento con una cerca de piedra provista de bastiones, situado en un altozano junto al mar, lo que permitiría completar la dieta con pesca y marisco, sin embargo, aunque tiene recursos mineros, no se ha documentado actividad metalúrgica alguna ni objetos metálicos, lo contrario que en otro poblado muy

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Esquema del poblado fortificado calcolítico de Los Millares

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cercano, el de Perneras. Las dataciones de C14 de Cabezo del Plomo lo fecharon entre el 3.220 y el 2.980 a.C.

El poblado de Los Millares debió ser un gran centro económico del que dependerían asentamientos menores, tanto en lo que se refiere a la producción agrícola y ganadera, como a la actividad metalúrgica, lo cual sin duda exigió una organización capaz de dirigir adecuadamente la explotación, atender al mantenimiento de la “ciudad” y sus fortines y organizar las redes de intercambio.

En el momento de máximo apogeo, hacia el 2.400-2.000 a.C., se amplió el recinto fortificado con tres líneas de muralla, construyéndose una puerta de tenazas (ver imagen), provista de saeteras, para defender la entrada. Dentro del recinto amurallado se han localizado talleres metalúrgicos de estructura rectangular, así como unas estructuras circulares, como las viviendas, destinadas a la reducción del mineral.

El último momento corresponde al vaso campaniforme y supuso una drástica reducción del recinto protegido, en una verdadera “ciudadela” interior, quedando las líneas exteriores de defensa casi en desuso. Hay vaso campaniforme de estilo marítimo y de estilo Sureste, seguramente de producción local, hacia el 1.885-1.850 a.C.

Es posible que la organización social de Los Millares, a base de núcleos familiares, entrara en crisis. Aunque alguna familia consiguiera alcanzar una posición preeminente, e incluso consiguiera dirigir al grupo, debió resultar insuficiente para una empresa tan ambiciosa. Al final, una posible dirección más individualista, a cargo del grupo con vaso campaniforme asentado en la acrópolis, tampoco debió dar resultado, pues el gran complejo de Los Millares quedó abandonado.

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Vista desde el poblado murciano

de Cabezo del Plomo

Esquema de una sepultura de la necrópolis de Los Millares

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En Portugal, en el Calcolítico se produjo también una concentración del poblamiento en poblados con ciudadelas fortificadas con murallas y bastiones. Tal es el caso de Vilanova de Sâo Pedro, Zambujal o Santa Justa. En todos ellos parece documentarse una fase precampaniforme y otra campaniforme.

El poblado de Leceia (Portugal), como otros portugueses del mismo tipo, demuestran un asentamiento previo a la construcción de las murallas, e incluso una primera fase, considerada calcolítica por su cronología, sin metal; la siguiente, normalmente de mayor apogeo, es la que presenta objetos metálicos y actividad metalúrgica en el propio poblado.

Tanto por la estructura y aparente organización de los poblados fortificados, como por algunos aspectos de las construcciones y simbolismo funerarios, parece que hay una cierta relación entre el grupo del Sureste y el portugués, quizás a través de una antigua ruta de trashumancia pastoril, que pudo convertirse en ruta de intercambio, por la alta Andalucía oriental hasta el Algarbe oriental. Curiosamente, esta ruta está jalonada por ciertas representaciones simbólicas rupestres que también aparecen en las paredes de los dólmenes occidentales y en ofrendas de ajuares funerarios, los llamados ídolos.

Hay también poblados abiertos en el Calcolítico peninsular, situados en tierras fértiles, cerca de cursos de agua, con una base económica agrícola y ganadera cada vez más desarrollada, con carácter selectivo de determinadas especies animales para el aprovechamiento de su leche o su fuerza de tracción. Poblados de este tipo los hay en Cataluña y Valencia, destacando el poblado de Ereta de Navarrés. En Andalucía estos poblados adquieren un particular desarrollo. En realidad se trata de concentraciones de población en tierras especialmente fértiles, construidos con materiales ligeros de los que no han quedado apenas restos. Quedan como testimonio los restos de estructuras subterráneas, silos, pozos basureros, cubetas y zanjas que servían más como sistema de drenaje que como defensa.

Estos poblados abiertos calcolíticos, a veces están en cerros dominando la campiña y las necrópolis. Tal es el caso del gran asentamiento del Cerro de la Cabeza (Sevilla) o, más al norte, el enorme poblado de La Pijotilla (Badajoz), con sus sepulturas semihipogeas de cámara circular y corredor, como se aprecia en la figura adjunta.

La expansión occidental de la metalurgia hacia el norte, hacia la Meseta, fue muy rápida, en la segunda mitad del III milenio a.C., según se ha documentado en numerosos yacimientos de Toledo, Ávila, Salamanca y Zamora, donde aparecen objetos metálicos, especialmente hachas y punzones de cobre.

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En Las Pozas (Zamora) se han localizado crisoles e ídolos oculados, que muestran relaciones muy estrechas y la existencia de una fase metalúrgica precampaniforme en la Meseta.

2.2 El ritual funerario

Siempre se ha relacionado con el Calcolítico un ritual funerario de enterramientos múltiples y sucesivos. Estas sepulturas “colectivas” eran auténticos panteones familiares, aunque la costumbre ritual de enterrar a los muertos en panteones colectivos, viene del Neolítico más o menos reciente.

En el III milenio a.C. hay una expansión generalizada del Megalitismo y, en general, del sistema de enterramiento múltiple. Ello se debió, sin duda, a una gran expansión de la población que fue llevando consigo las nuevas costumbres funerarias.

Hay grandes necrópolis megalíticas como las de Antequera, en donde se puede documentar una gran construcción adintelada, especie de galería cubierta, aunque con soportes centrales en lo que sería la cámara algo ensanchada (Cueva de Menga) o el tipo de cámara cubierta con falsa cúpula y largo corredor (Cueva del Romeral)

Sigue también la práctica de excavación de grandes hipogeos, en general formando parte de necrópolis de poblados agrícolas de campiña. En otros casos, el ritual tradicional neolítico de enterrar en la casa, continúa en las “necrópolis de Silos”, como la del Acebuchal.

Son muy frecuentes también las cuevas naturales utilizadas como panteón funerario, donde los ajuares depositados no suelen variar mucho de los de los megalitos o las cuevas artificiales.

Los megalitos siguen siendo los lugares de enterramiento más característicos de poblaciones calcolíticas, y aparecen allá donde les lleva su actividad agrícola, pastoril, metalúrgica o comercial.

El ritual del vaso campaniforme plantea muchos problemas, pues se ha generalizado demasiado la idea de que sus enterramientos son de inhumación individual. Se puede afirmar que en la Península Ibérica ofrece muchas variantes regionales, así que no parece haber un ritual funerario para estas gentes.

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Perfil y planta del sepulcro de corredor conocido como Cueva del Romeral

Foto de la galería cubierta conocida como Cueva de Menga

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2.3 Cultura material y cultura espiritual

Además de la metalurgia, la población calcolítica continúa con sus ajuares domésticos o utensilios de trabajo anteriores. El trabajo del sílex y, en algunos casos, del cristal de roca, sigue teniendo una alta calidad.

Las hachas de piedra pulimentada van siendo sustituidas paulatinamente por planas de cobre, cuyo filo es, sin duda, mucho más eficiente, constituyéndose en uno de los primeros y más generalizados útiles metálicos, lo mismo que los punzones, que sustituyen a los de hueso con gran éxito. Todas las técnicas de abrasión y pulimento se seguirán usando, a veces para objetos suntuarios (ídolos, esculturillas, adornos de piedra, hueso o concha), entre los que habría que destacar la aparición de materias primas como el marfil, el lignito o el ámbar, cuya procedencia exótica evidencia un intenso intercambio.

La cerámica es predominantemente lisa, con formas muy evolucionadas, que denotan nuevos hábitos alimentarios. En Portugal, en el Calcolítico se inician formas cilíndricas decoradas con acanaladuras, los llamados “copos”, que suelen ir acompañados de tazas lisas carenadas. Más avanzada parece la cerámica con decoración de pequeñas incisiones o impresiones en “hoja de acacia”, tan típica del Calcolítico de Andalucía occidental. En el sureste, en cambio, las cerámicas decoradas lo son con técnica incisa y motivos “simbólicos”.

Durante el Calcolítico hay evidentes cambios en el mundo simbólico, seguramente relacionados con una nueva mentalidad o religiosidad. Parece que la tradicional representación femenina de la “diosa madre” va perdiendo fuerza. En las placas con decoración incisa, propias del Neolítico occidental, particularmente el alentejano, en ocasiones se representan oculados, pocas veces el sexo y, en general, temas geométricos más o menos abstractos que pueden indicar el vestido, adornos y tatuajes.

En los “ídolos” oculados, pintados, incisos o pirograbados, sobre huesos largos o falanges, tipo Almizaraque o cueva de La Pastora, los ojos aparecen muy destacados y, a veces, acompañados de adornos, vestidos o tatuajes parecidos a los de las citadas placas.

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Dos ejemplos de cerámica con decoración simbólica del yacimiento de Los Millares

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En general, todas estas representaciones parecen tener un carácter funerario, aunque en algún caso aparezcan en un poblado (Almizaraque) donde podían fabricarse o comercializarse. Estas piezas podrían representar al individuo enterrado, a modo de estela o soporte de su espíritu, por tanto, no serían representaciones de la divinidad. Las figurillas más conocidas las situamos en la necrópolis de hipogeos de Marroquíes Altos, una bellísima de marfil en Torre del Campo y otras en los poblados de Malagón, Valencina de la Concepción (en la imagen izquierda, reverso de dos ídolos antropomorfos calcolíticos procedentes de Valencia de la Concepción, Sevilla) o La Pijotilla.

3. EVOLUCIÓN DE LA METALURGIA: EL VASO CAMPANIFORME EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

El vaso campaniforme representa el momento avanzado de la metalurgia del cobre y también de nuestro Calcolítico, de su etapa final hacia la Edad de Bronce, en el tránsito del III al II milenio a.C. Es realmente asombrosa su unidad tipológica y decorativa, así como su homogeneidad cronológica, desde 2.200/2.150 a.C. los más antiguos hasta el 1.700 a.C. más o menos como límite inferior.

Los datos arqueológicos parecen confirmar un origen único del fenómeno campaniforme a nivel europeo. Las dataciones más antiguas ya hemos visto que corresponden al estilo holandés AOC (All Over Corded). La gran diferencia está en que en algunos lugares la primera metalurgia parece llegar con el vaso campaniforme, en cambio en otros, como en el caso de la Península Ibérica, hay unos 400 años anteriores en que ya se practicaba la metalurgia y, con el vaso campaniforme, se intensifica, mejora técnicamente y se difunde aún más.

El motivo del éxito y difusión del vaso campaniforme se debió a que era una cerámica de lujo y, por tanto, muy apreciada. La desembocadura del Tajo fue una de las zonas donde alcanzó gran éxito y dio lugar a una producción propia personalísima. Era una zona de gran fertilidad y el vaso campaniforme, acompañado de puntas de flecha de sílex, brazales de arquero, botones con perforación en V y hasta pequeñas joyas de oro, se depositaban en los hipogeos de San Pedro de Estoril o Emergeira. Pero sus habitantes no se limitaron a la cerámica y crearon tipologías propias, como la punta de flecha o jabalina tipo Palmela o el puñalito de lengüeta. Todos estos productos se difundieron por la Península, creándose un nuevo centro de producción y difusión en la Meseta que recibió el nombre del lugar donde se identificó, Ciempozuelos (Madrid). Por toda la Meseta se colonizaron tierras, agrupándose cada vez más la población en grandes poblados, creando las bases del desarrollo de la Edad de Bronce.

Otro centro de gran prosperidad en el Calcolítico fueron las campiñas andaluzas. En los “silos” del Acebuchal, Carmona, Bonsor descubrió la rica cerámica campaniforme de producción local que recibió el nombre de estilo Carmona. En el Sureste, en el área de Los Millares, hay un estilo propio, quizás emparentado con el estilo marítimo o

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internacional. También en Elche se ha localizado una rica y original cerámica campaniforme de producción local. En Cataluña aparecen representados todos los estilos, especialmente el Ciempozuelos, aunque se ha podido aislar una producción local estilo Salamó.

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Ejemplo de vaso campaniforme de estilo Carmona, localizado en Los Alcores