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Yoris en Nueva York Teatro campesino y yoreme de Sinaloa en el Central Park Adrián García Cortés septiembre de 1990

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Yoris en Nueva York

Teatro campesino y yoreme de Sinaloa

en el Central Park

Adrián García Cortés

septiembre de 1990

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YORIS en Nueva York

Teatro campesino y yoreme de Sinaloa

en el Central Park

Adrián García Cortés

Septiembre de 1990

©

Primera edición: abril de 2012

Hecho en México

Made in México

primera edición:

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Gómez y en la Biblioteca Martha Bonilla; en Prensa, Publi-cidad y diseño, Emilio Arriaga y Jesús Miranda. “El parque Revolución —dice Jesús Ramón Ibarra—, en esos años se vio rodeado de una efervescencia cultural que, en ocasiones, trascendía hasta en el ánimo de los paseantes y de la gente que buscaba descanso en las bancas. Era común ver el corredor principal poblado de mesas y estudiantes de pintura y salas de ensayos animadas por un bello desorden de bailarines, músicos o mimos”. Ante la falta de la infraestructura cultural el auditorio del PRI se convirtió en el escenario más solicitado, los demás eran las plazas y calles de la ciudad y muy de acuerdo con la mística del gobernador, se orientó mucho el llevar los espectáculos culturales a las comunidades. Para ello se creó el programa llamado:Semanas Culturales. Se trataba de formar brigadas cultura-les para que recorrieran diariamente las rancherías, sindi-caturas, comisarías, colonias y escuelas, lugares en donde supuestamente nunca se había llevado la cultura.

Francisco Padilla Beltrán, fragmentos de un libro inédito:

La Política Cultural de Labastida

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Índice

Introducón...............................................................................Preventvos.....................................................................................

A. Mayos de Sinaloa, Mayas de Yucatán en el Festival de

Shakespeare en N.Y..................................................................

B. Éxitos y fatigas con el Romeo y Julieta campesinos

en Nueva York..........................................................................

Crónicas seriadas......................................................................

1. Teatro Campesino y Yoreme de Sinaloa en el

Central Park...............................................................................

2. Largo y nocturno peregrinaje para hallar a nuestros

ansiados yoremes......................................................................

3. Un festival de pasiones, como las de su promotor

y su directora teatral.................................................................

4. Tropiezos formales y económicos para informar

a los lectores de Sinaloa...........................................................

5. De la Chontalpa tabasqueña y la .. llanura Yucateca, teatro

a Sinaloa.....................................................................................

6. La trama de Romeo y Julieta en una falaz cita

3

Ya para concluir su sexenio en 1992, se instituyó la Ley Orgánica que dio origen a la Junta Directiva y a un patro-nato. La primera se supuso funcionaría como la máxima autoridad en lo político y normativo, la cual se constituyó por cinco miembros nombrados por el Ejecutivo y cuya función sería de analizar, discutir y aprobar el presupuesto del año. El patronato sólo sirvió como figura decorativa o como coadyuvante a la venta del boletaje y de promotor de eventos artísticos. En 1992 llegó al poder del ingeniero Renato Vega Al-varado, un hombre poco interesado en la cultura, casi aje-no a ella y en consecuencia sobrevino de nuevo la debacle cultural, el pre- supuesto se redujo a su mínima expresión (de 73 millones que había invertido Labastida se redujo a menos de 13) y con ello se Aniquilaron algunos programas emblemáticos; tal vez el que más se lamentó su pérdida fue el Festival Cultural de Sinaloa. Con la llegada del ingeniero Renato Vega, de nueva cuen-ta algunos integrantes del grupo de universitarios que ini-ciaron con Labastida accedieron a dirigir los destinos cul-turales del estado: en recompensa por haber participado en la campaña electoral. Las áreas de la institución y los primeros colaboradores fueron: Cristóbal Ramírez, como administrador General; Constantino López, era el jefe del Departamento de Pro-moción; Constantino Dionisio Limón fue el director de la Banda de Música Juvenil; Héctor Chávez de Danza Region-al y Contemporánea;Rafael Sandoval se encargó del grupo de teatro, Juan Anto-nio Castro Cruz del teatro de Guiñol y Marionetas; de las Artes Plásticas estaban Darío Salas y Miguel Esparza; en-cargado de la Investigación Artesanal figuraba Juan Manuel

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con la historia............................................................................

7. Obra que nos enseña a mirar a nuestra gente

con otros ojos............................................................................

8. Conducidos a un mundo “kafkiano” nuestros yoremes

viven su angustia.......................................................................

9. La obra teatral se redujo a tres horas, que la hizo más sopoable........................................................................................

Epílogo.......................................................................................

Silvino Silva Lozano, director de Noroeste

Apéndice.......................................................................................

Francisco Padilla Beltrán

Por fin en diciembre de 1980, el presidente de la República José López Portillo vino a Sinaloa e inauguró lo que actu-almente se conoce como Centro Cultural Genaro Estrada. Fundar la institución cultural más importante del Noroeste se convirtió en realidad y los sinaloenses pudieron apreciar con un placer inmenso cómo el árbol de la cultura contaba por fin con ramas firmes. Al fin la política tomó forma de manera articulada y plani-ficada teniendo como sustento un equipamiento moderno. De inicio la infraestructura del Centro Cultural Genaro Estrada se constituía por: el Museo de Arte Moderno que ostentaba el nombre del pintor Francisco Gotilla, el fun-cional y más moderno teatro de la región Pedro Calderón de la Barca (hoy Pablo de Villavicencio), la Sala Lumier que además de servir para la exhibición cinematográfica, estaba acondicionada para eventos culturales, la Escuela de Artes José Limón en donde se albergó la danza, el teatro, la pin-tura, y la música y la Biblioteca Gilberto Owen. Una vez y que este grupo salió, se nombró director al arquitecto Carlos Ruiz Acosta y la propuesta del festival tomó otro giro; el eslogan de la propuesta fue: ahora la cultura apunta al norte. Era una visión centralizada de la cultura señala Alejandro Mojica: “¿apuntaba al norte en rel-ación de que?, apuntaba al norte en relación del centro del país, pues se rentó una oficina por Insurgentes cerca de la Ciudad de los Deportes en la ciudad de México y desde ahí se diseñaba el festival, y aquí se rentaba todo un piso del Hotel Ejecutivo para los funcionarios, entre ellos Jaime Labastida, que venían de México para trabajar con gente deaquí”.

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Introducción

Paradójicamente la opinión histórica nos ha legado la certe-za de que un gobernador, obrero y poco culto, como lo fue Alfonso Genaro Calderón Velarde, fue quien emprendió en el Sinaloa del siglo 20, la culturización formal o el em-prendimiento del Estado para darle espacios a la cultura en Sinaloa. Fue él quien emprendió la edificación que en el transcur-so del tiempo se le conoció como DIFOCUR —vocablo asimilado de la Dirección de Fomento a la Cultura Region-al precisamente donde antes estuvo la cárcel de la ciudad. El juicio histórico aun no emite veredicto, pero no faltan quienes añoran aquella arquitectura entre neoclásica y “art nuveau” con que Luis Felipe Molina Rodríguez rediseñó la traza urbana de Culiacán que hoy es nuestro orgulloso Centro histórico. En cuanto al uso y los contenidos, a su hija Sandra le con-cedió la programación de los eventos culturales, la may-oría encauzados con recursos y aportaciones locales. La obra quedó y al tiempo se ha ampliado y mejorado, y sigue siendo el adalid con que el gobierno estatal alardea de su vocación cultural. En el siguiente gobierno, conducido por Antonio Toledo Corro, agricultor y rentista del sur sinaloense, introducido a la política con la administración municipal de Mazatlán, y luego secretario de la Reforma Agraria en el período presi-dencial de José López Portillo, quien le dio continuidad a la obra cultural.

Algo novedoso. Al inicio de este sexenio, fue la llegada de un grupo de la Universidad Autónoma de Sinaloa a DIFOCUR, tras de ver enfrentados al gobierno de Anto-nio Toledo por la desincorporación de las preparatorias; un equipo de intelectuales de esa Universidad arribó a la administración pública. Formaban el grupo Alejandro Mo-jica, Melchor Inzunza, Alfonso flores y Sigfrido Bañuelos, todos liderados por Arturo Guevara y provenían del área de cultura de la Universidad, la cual les había proveído de una experiencia interesante. Fue esta experiencia lo que los llevó, según cuenta Mojica, a presentarle a los Labastida un proyecto, que inicialmente lo había propuesto al presidente municipal Ernesto Millán Escalante, pero le quedaba chico al área cultural del ayun-tamiento; por eso decidieron llevárselo a la nueva admin-istración estatal. La propuesta contemplaba ya lo que sería la joya de la corona de DIFOCUR: el festival cultural. Esta propuesta le gustó tanto a la doctor que hizo director a Ar-turo Guevara; pero el grupo de éste sólo duraría ocho me-ses: la centralización y la prepotencia de la señora terminó chocando con el carácter irascible del director. El impulso a las actividades artísticas dado por el Gobi-erno del Estado durante los primeros años, la participación cada vez mayor de los artistas y la demanda cultural de la población hicieron que la infraestructura de DIFOCUR re-sultara insuficiente. Coincidió esta sinergia con la visión que Sandra Calderón tenía de hacer de la institución un espacio de cultura de vanguardia en el Noroeste. Esta confluencia de intereses hizo que en 1978 en la esquina de las calles Ruperto L. Paliza y Rafael Buelna se comenzará a construir el nuevo edificio. (Paradójicamente se destruyó un edificio representativo del patrimonio histórico de Culiacán).

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Se le acusa de que la institución cultural entró en un declive; de que la insensibilidad hacia la cultura fue un si-gno distintivo de su gobierno; y de que su hija, al igual que Sandra Calderón fungió como la artífice de los programas culturales de tal forma que “nada se recuerda de este tiempo, salvo que DIFOCUR mantuvo el Museo Coltzin con un acervo importante de cultura y arte popular que nunca debió desmontarse”(1.Francisco Padilla Beltrán, véase apéndice)

A Toledo Corro hay que reconocerle su impulso a la educación con la creación del Colegio de Bachilleres del Estado de Sinaloa y de la Universidad de Occidente, con lo que se apoyaban los planes de ampliación de ofertas edu-cativas que en la entidad empezaba a crear grandes vacios culturales. Empero, la enseñanza y el arte teatral no tuvieron los apoyos necesarios para una evolución constante. La cen-sura, por ejemplo, que se hizo de una obra teatral de Os-car Liera, marcó los límites oficiales de los propiamente culturales y artísticos. Toledo inauguró los vaivenes presu-puestales que han determinado el funcionamiento de la in-stitución cultural, pues después de habérsele otorgado un presupuesto decoroso en el sexenio anterior, en el siguiente disminuyó de tal manera que la política cultural no tuvo ningún resultado sustantivo.(2.Idem.)

Fue durante el gobierno de Francisco Labastida Ochoa, con el apoyo de su esposa Ma. Teresa Uriarte y de su her-mano Jaime Labastida, cuando se retomó la presencia estat-al de la cultura, particularmente con la institución del Fes-tival que tanta resonancia nacional e internacional tuvo. El propio gobernador Labastida, en el reconocimiento como fundador del Colegio de Sinaloa durante la conmemoración del XX Aniversario, quien explicó las razones de su política

Apéndice

En el sexenio de Francisco Labastida Ochoa por primera vez se concibió a la cultura como un componente impor-tante de la política pública; ésta formó parte de una estrate-gia para posicionar a Sinaloa en el contexto nacional. La in-stitución volvió a cobrar el esplendor de su fundación pero se le agregó un plus, con una nueva infraestructura cultural y programas novedosos y contundentes. Se reconstruyó el Teatro Ángela Peralta en Mazatlán, y se fundaron el Museo de Arte de Sinaloa (MASIN), el Museo Regional del Valle del Fuerte, el Colegio Sinaloa y el Centro de Ciencias. En cuanto a programas exitosos se instituyeron la Bienal de Artes Plásticas, el Premio de Literatura Gilberto Owen, el de Danza José Limón, el Sinaloa de Ciencias y Arte y se inició el emblemático Festival Cultural de Sinaloa. Sin lugar a dudas, la formación cultural de Francisco La-bastida Ochoa (éste mantenía y mantiene una relación muy cercana con la intelectualidad de la capital) y su esposa la doctora en arte María Teresa Uriarte de Labastida fueron decisivos en este impulso a la cultura. La llegada al estado de la doctora rompió la tradición de que fueran las hijas del gobernador y ahora serían las esposas las que dirigieran la política cultural del estado, pero a la vez seguirán desde este espacio coordinando la política filantrópica de bienestar so-cial, porque desde DIFOCUR se atendían los asuntos del Sistema Estatal DIF.

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cultural:—“Ma. Teresa trabajó de forma humanitaria en toda la obra cultural y social del Estado: en la construc-ción del Centro de Ciencias, en la reconstrucción del teatro Ángela Peralta, en el diseño y reconstrucción del Museo de Arte de Sinaloa, en el Museo Regional de Los Mochis, en el Museo de Antropología de Mazatlán, y, sobre todo, en el Festival Cultural de Sinaloa. Puso lo mejor de sus cono-cimientos y vocación de servicios, su talento y evolución”. Yo hice lo que tenía que hacer, lo que me correspondía decidí realizarlo: un cambio de fondo en Sinaloa; puse toda la voluntad política, y los recursos económicos necesarios, destinamos a nuestros propósitos con el 2% del presupues-to estatal, de recursos del pueblo para esparcimiento y su-peración.—“Lo hice junto con la inmensa mayoría de los sinaloenses porque no hay vacíos si queremos combatir la cultura de la violencia; había que abrirlos con dos opciones: el de la educación y el del deporte. En la cultura, en las letras, en la música, en la pintura, en la ciencia. El pueblo sinaloense es un gran pueblo, siempre ha dado grandes hombres y grandes mujeres, hay que propiciar que cada vez sean más y más”. Uno de los paradigmas con que el historial cultural de Labastida lo distingue, es la creación del Centro de Cien-cias, único en su especie en México, mediante el cual plan-teó su inquietud de formar una institución que fomentara la cultura científica, y apoyara el desarrollo tecnológico del Estado.Aparte de ello, por interés de la doctora Uriarte, hubo con-tacto con María Luisa Martínez Medrano, promotora del teatro campesino e indígena en el sureste —principalmente Yucatán y Tabasco— para realizar en Sinaloa ensayos teat-rales con los yoremes del norte sinaloense. Con el TATUAS,

en la largura de la serie. No obstante, de las veces que hemos hablado de darle a Noroeste una nueva fachada, con más amplitud de hori-zontes informativos y de manejo de géneros periodísticos y literarios (que a ello se orienta su carta citada del 20 de septiembre), paréceme que estamos en el momento de que debiéramos conciliar nuestras propias apreciaciones so-bre el periódico mismo, no sea que estemos hablando de periódicos diferentes, y que yo me empeñe en imaginar o pretender hacer algo que usted no quiera, o que nuestras discrepancias sean tales que llegue el momento en que no podamos entendernos. Créame, señor director, que toda esta palabrería no tiene más sentido que demostrarle mi devoción y mi interés por contribuir a la mejora y superación, cada día, de la empresa que usted ha creado, sostenido y defendido con la admi-ración de todos los que tenemos el privilegio de ser sus amigos y seguidores. Pero, sobre todo, y he ahí mi mayor preocupación, obedecen al temor de no estar hablando del mismo periódico; y en este caso, cualquier discrepancia o no coincidencia sí me produciría alguna penosa tribulación.

Afectuosamente

Adrián García Cortés.

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fundado por Oscar Liera en 1982, quien había muerto en 1990, no hubo un gran despliegue teatral. No obstante, o quizás por ello, su gran inclinación a la crítica al estado y a la iglesia, hizo que su estilo y movimiento de recuperación cultural, no alcanzaron atodos los apoyos deseables. Tampoco lo hubo con el otro teatro campesino, de pro-testas y anticorrupción, el EXTENSIONISTA, de Felipe Santander, muerto en el 2000; obra que, por lo demás, sigue vigente tras 33 años de su estreno, en virtud de que, según sus panegiristas, en muchas regiones del país siguen en pie los abusos a campesinos e indígenas, por lo que pronosti-can que este teatro estará vivo en tanto no cambie el marco y nivel de atención a los hombres que cultivan la tierra. En cambio, a la novedad de María Luisa, se le dio un gran apoyo, de tal manera que muerto Owen en enero de 1990, en septiembre del mismo año se presentaba en Nueva York un ensayo del Laboratorio de Teatro Campesino y Yoreme con una réplica del drama amoroso de Romeo y Julieta. Como se narra en el texto de este libro sobre la presen-tación en Nueva York, que para el caso se llevaron aborí-genes yoremes o mayos del Río Zuaque y de la península de Yucatán, entre quienes se distribuyeron los papeles y las rencillas de Montescos y Capuletos de la obra de Shake-speare, era a la sazón director de DIFOCUR el arquitecto Carlos Ruiz Acosta, con quienes abrimos un diálogo sobre el marco político y humano del equipo de la señora Teresa Uriarte de Labastida, lo que le da a la narración una secuela entre novelesca, pintoresca y, sobre todo, de gusto por un arte teatral que salía de los escenarios cubiertos para abrirse al cielo con las costumbres aborígenes.

oría de los casos, pero procurando informar a la vez que divertir. Por esa razón combiné el género crónica con la columna anecdótica, a condición de que se le diera la ubi-cación como tal. Si mal no recuerdo, en la nota que acompañaba a los primeros envíos, hice las precisiones del caso, y pedí una sección interior, cercana al espectáculo o a lo socio-cultural, conservando el género en su propia expresión tipográfica, lugar fijo y periodicidad diaria hasta concluir la serie, con los respetos que nuestro lector merece. Jamás pensé que a la serie se le diera tratamiento de reportaje. No fue hecha con ese sentido, ni el género tampoco lo indicaba. Quiero creer que los asedios del trabajo diario a “contra-reloj”, como es llenar el periódico y hacerlo circular cada mañana, lo cual ocasiona presiones nocturnas con muchos riesgos de er-ror, fueron los que determinaron hacer las primeras cuatro publicaciones con despliegue de reportaje, sin merecerlo. Pero sí se escogió ese nivel de ubicación, lo menos que hubiera sido es, por respeto al lector, conservarlo en la mis-ma valoración. Ciertamente, y en ello le doy toda la razón, el género reportaje tiene sus limitaciones de enfoque, es-pacio y ubicación. Soy consciente de que por la expresión del reportaje, series mayores de tres entregas pierden su eficacia y su interés. Cuando el material abunda o el tema lo amerita, es siem-pre preferible seccionarlos en series diversas, que dentro de una gran temática, muestren diferentes enfoques y en tiempos espaciados y con llamadas de distinto interés. Pero en esta ocasión, señor mío, yo no manejé el repor-taje y fui sumamente claro en ello. Tal vez, en descargo de malos entendidos, quise ensayar un género poco usual en periódicos locales, y en ello tal vez tenga usted toda la razón

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Visión de Ruiz Acosta director de DIFOCUR.

La entrevista ocurrió el miércoles 23 de marzo de 2011 en su despacho arquitectónico. El tema fue la presentación del teatro campesino sinaloense en Nueva York. Lo que puedo decir, no requiero ni pensarlo mucho, dijo. ‘El laboratoriodel teatro campesino indígena de la directora María Luisa Martínez Medrano, el Seminario de la Historia del Arte, la exposición y un libro sobre el Ulama, que se hicieron al principio de mi gestión fueron programas netamente manejados por ladoctora Labastida’. Para mí fue tan sorpresivo que apareciera el teatro campesino, porque no fue un asunto que manejara yo en la institución, sino un programa por fuera de ella, pero bajo la sombrilla de DIFOCUR. Es decir, yo nunca traté estos asuntos; es más, cuando aparece un hecho concreto que se va a estrenar la obra, de Mayos y Venados en el Río Fuerte, es cuando me doy cuenta de que había un pro-grama completamente por fuera, pero también pagado por fuera por DIFOCUR, directamente por el gobernador. El Seminario de la Historia del Arte se hizo en 1989-1990. La exposición del Ulama fue fantástica, porque salieron piezas del Museo Nacional de Antropología, que nunca habían salido. Se mostraron piezas extraordinarias que jamás van a ir a otro lado, como una figura de la cultura Jaina de la costa yucateca, y pelotas que también se hallaron recientemente en Tabasco, en un yacimiento petrolífero. Lo mismo pasó en la obra de Nueva York; es decir yo fui invitado, como tú, sin saber absolutamente nada, nada de ese programa, porque nunca crucé información, de cómo,

y creo que hubiese cumplido con la misión. Pero tuve el escrúpulo de no escribir o no referirme al viaje, que como quiera que sea, era unaexperiencia formidable y tentación de periodista que no se podía soslayar. Sin embargo, dichas circunstancias, el objetivo del viaje, el tema mismo y los problemas originados por una escasa coordinación de los anfitriones, me plantearon un prob-lema de conciencia. Mucho había que elogiar, pero mucho también era lo que hubiera de criticar y censurar. Hacerlo con probidad y recursos suficientes para apoyo de la ar-gumentación, tenía sus riesgos por la escasa información proporcionada; ello me sugirió la posibilidad de tratar el tema usando un género, por lo demás común en la crónica del espectáculo, que me permitiera, a la vez que comentar la puesta en escena de la versión indígena de Romeo y Julieta, abordar otras cuestiones cuyos objetivos son muy claros: _a )hacer la crítica de la obra en la parte que merecía ajuste y congruencia con su propio destino; _ b)censurar procedimientos e improvisaciones en el manejo de la información oficial, sobre todo el asuntos que reclaman la mayor atención y coordinación, como es el caso de una proyección internacional de la cultura de la región; _c)indicar formas del trabajo profesional, desde el punto de vista de los medios, para cumplir con la función del lla-mado a colaborar; y _ d)recrear una especie de línea editorial al personal de Noroeste, para los casos en que se hallen en igualdad de circunstancias. Hacerlo con estos objetivos, sin herir ni cerrar las puertas de nuestras naturales fuentes de información, me motivó a escoger una inspiración humorística, irónica en la may-

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cuándo; entonces así como sucedió, así se me olvidó. ¿Qué más agrego porque no sé nada de eso? Si yo saludé a María Luisa Martínez, creo que fue una vez; la saludé porque me crucé con ella en un pasillo, es decir de ese nivel. Te sorprendí, porque no tengo nada que decir. Yo fui director del 1987 a finales del 1991. Cuatro años. Sustituí a Guevara Niebla, hermano de Gilberto Guevara Niebla al octavo mes de gobierno. Lo quitó el gobernador, porque no estaba funcionando y entonces entré yo. Ter-minó la gestión el arquitecto José Luis Montaño. A mí no me encomendaron tendencias de los programas, porque fueron autenticados con la autonomía; la doctora Labastida no se metía conmigo, me dejó hacer. Entonces, todas las direcciones y yo éramos del equipo de Arturo Gue-vara. Yo no movía a nadie; primero quise que se probara el trabajo de si era útil o no. Las direcciones, el organigrama continuaba igual. Trabajé en base a explorar y explotar las capacidades de cada quien. Fue como un análisis de cada dirección y de director y sobre eso nos fuimos; por eso en-tonces, los programas fueron realmente los que ya estaban, pero llevados al límite. La biblioteca surgió, primeramente; la producción edito-rial fue de una continuidad anual, entre ediciones malas y buenas, pero hubo una enorme cantidad de publicaciones. Se publicó un semanario que se encartaba en un periódi-co de la localidad y que era de gran calidad, y lo hizo una persona que después fue director con Renato Vega, que es muy buen editor, y es un tipo que realmente dio todo lo que podía dar, o sea Sigfrido Bañuelos. El historiador Gilberto López Alanís, hizo toda la parte de los respaldos de los pro-gramas que había, no por su cuenta, sino con el respaldo de la investigación relacionada a los programas que tenía.

Epílogo

Sr. Lic. Silvino Silva Lozano

Director General de Noroeste

Culiacán, Sin.

Muy estimado señor director:

Esta misiva va acompañando el texto de 42 hojas (aproxi-madamente70 cuartillas ordinarias), debidamente encuad-ernado parasu archivo personal –si cree que vale la pena conservarlo–, que recoge todo lo escrito sobre el viaje a Nueva York que usted gentilmente me obsequió. Es un tes-timonio de mi deseo de siempre servir lo mejor posible y, aun en casos como éste, donde difícilmente se puede lograr una información bien trabajada, de cómo sacarle provecho a las circunstancias, para siempre escribir, escribir, que esa es nuestra tarea de cada día. Permítame, sin embargo, hacer algunas acotaciones, que tienen mucho que ver con la encomienda de su carta del pasado 20 de septiembre (a la que me refiero por sepa-rado), porque en ellas van precisiones acerca del manejo periodístico y sus géneros. Por las circunstancias de la propia información, que en el mismo texto quedan explicadas, pude no haber escrito una sola línea más, aparte de las que envié desde Nueva York,

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En la escuela de arte José Limón, no creo que se haya logrado mucho, porque tuvo su parte floja. La biblioteca tuvo mucho impulso por Elmer Mendoza, y la dinámica propia de ladirección de actividades culturales, en donde estaba el ar-quitecto Montaño fue muy dinámica de la expresión artísti-ca; el apoyo externo que dimos fue muy grande, pero sobre todo la dinámica cotidiana. Yo por ejemplo hacía con cada director programas men-suales de trabajo y los exponía en la sala de juntas; ahí se veía quienes estaban a la altura y se aumentaba su intensi-dad de producción. Los programas que rescaté de inmediato, el más impor-tante de todos fue el que se hizo con las minorías étnicas de Sinaloa, de extranjeros; es el logro que a mí más me gustó, y que yo recuerdo que es el único programa que movió y que es el único país que por ejemplo no se conoce, pero que debería de ser un ejemplo,porque movió los núcleos familiares completos. En donde el núcleo familiar aportaba capital, aportaba horas de trabajo y aportaba todo lo que no tenía para que mostrar una parte de la herencia recibida, directa o en se-gunda o tercera de la etnia de origen. Había romerías, du-raba una semana, de domingo a domingo, o sea la romería estaba garantizada porque había lo que era la cultura, había comida, había trago, había expresión folklórica, baile folklórico y a veces también bailaba la gente. En el ágora, básicamente en el ágora. En el teatro se es-cenificabanobras de arraigo folklórico, pero por la misma comunidad; es el programa más completo que yo me acuerde de los que se llevaban a cabo en el país. Por ejemplo se convocó

el sello característico de una ciudad incansable y esforzada, daba paso a una demente ysin control hiperactividad” –dice Time. Y citando a David Resnicow, presidente del Consejo para las Comunicaciones y las Artes, apunta: “Esta es la ciudad más cara, competi-tiva y difícil para las organizaciones artísticas... la verdad es que uno no tiene que estar en NuevaYork para hacerla...”, concluye. Bueno, nosotros la hicimos; pero, también, ¡qué bueno que nos regresamos a Sinaloa! Bendito sea Dios.

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a que participara en el país todo mundo, en la cultura, en la expresióncultural que estamos diciendo que abarca todo. Ese pro-grama fue el más rico de todos. Y ese lo anunció la doctora Labastida como una semana griega. Pero yo lo agarré, lo llevé de frente y lo llevé a cabo con las principales minorías étnicas que hay aquí en Sinaloa. Y luego me extendí con un programa que era de emba-jadas,que tuvo mucho éxito para atender a minorías. Porque yo llevo a cabo la semana italiana, con el gobierno de la em-bajada de Italia. Con el apoyo de ellos, resultó de mi mayor sorpresa; un grupo de origen piamontés que viven en la zona de La Palma, Navolato, Culiacancito, donde han sa-lido apellidos como Brito, Borguetti,son piamonteses que llegaron a finales del siglo XlX, prin-cipios del XX, pero no se asentaron en una urbe sino en el campo. Hay gente que los puedes encontrar en Culiacán que vienen de ese grupo. Y así te podría narrar otros programas: en pintura te podría decir que hubo uno que se le llamó ‘profetas en su tierra’, porque empezó con el rescate y la valoración de los artistas que estaban en Sinaloa, aunque vinieren de fuera, que estaban en Sinaloa pero que fuesen pintores. Hice tam-bién muchos programas con gobiernos extranjeros como Chile, Italia, Francia, Alemania, Japón, Grecia y los que se me olvidaron. Hubo otro programa que tuvo gran repercusión porque era parte de lo mismo: los Estado en Sinaloa y Sinaloa en México. Sólo pudimos salir nosotros dos veces, como in-tercambio, pero fue muy rico porque les pedía a los ex-positores expresiones artísticas, intelectuales, pero también

do a sí mismo. Cálculos más conservadores indican que por lo menos uno de cada diez norteamericanos es drogadicto. Ciertas o no las cifras, la ciudad de Nueva York es la que más drogadictos muestra en sus calles, sus plazas, sus jardines, sus lugares de reunión. No hace falta buscarlos, basta con ir a deambular un poco y ver las mayores extrava-gancias de sujetos, mujeres, hombres o invertidos, jóvenes, adultos y viejos, haciendo gestos, ademanes, movimientos de baile, hablando solos, vociferando y retando a imágenes fantasmales, o tendidos en bancas y pastos en sueño pro-fundo, en típicas actitudes de viajes a la irrealidad. Ciudad de locos, diríamos. Lazcano, el héroe y villano de nuestro instructivo periplo, como aficionado costeño que es, se detuvo en el Shea Sta-dium para ver jugar a los Metz. En la cuarta entrada, para despejar el aburrimiento, observó que un grupo numeroso de jóvenes que estaban a su lado, con la mayor solemnidad y sin riesgo de que alguien les llamara la atención, sacaron sus cigarros y sus polvosy se fueron a “viajar”. Con esta libertad, que la hay en todas las calles de la urbe de hierro, nada es extraño que ocurra en esta Big Apple, la Gran Manzana agusanada, según la tituló la revista Time del 17 de septiembre, precisamente la que circuló en los días de nuestra estancia. Es allí donde existe la organización mafiosa más insólita, procedente de Queens, en la que para afiliarse al grupo,se requiere que los nuevos adeptos cometan un asesinato como rito de iniciación.. “Las calles se han convertido en excusados públicos, lo mismo para personas que para animales, aun cuando ex-isten multas de 100 dólares para aquellos que no limpien los excrementos de sus perros. Así, lo que alguna vez fue

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artesanías, comida; los oaxaqueños trajeron una legión de cocineras, que no batallaron, todo mundo cocina bien allá, y era lo que debe de ser la cultura. Lo digo en el artículo que escribí, todo ello debía ser una fiesta y sinónimo de felici-dad. Hubo mezcal; tú podías llegar al ágora en la noche y tomar mezcal y comer mole negro; o sea, cada estado trajo su cocina. Hice una inauguración de cine mexicano con películas de la nueva generación de cineastas. En la escuela José Limón pasamos películas también antiguas, mezcladas con las de rumberas. Armé un ballet de rumberas auténticas donde Margarita Ponce hubiera sido la envidia al verlas. Yo con-cebía la cultura como una fiesta. Eso era como lo veían mis ojos. Entonces una fiesta en donde la gente pudiera ir y realmente divertirse y llevarse de regreso a sus casas algo distinto que la versión acartonada de la cultura que quere-mos ver. El acartonamiento me parece que mata todo movimiento cultural o artístico, más lo mata el acartonamiento oficial y deja de ir la gente. En la época que me tocó dirigir DIFO-CUR, si algo sobraba era gente en todos los eventos. Así es cómo veían las cosas. El puro espectáculo fue manejado en la realidad por La-bastida; en las reuniones de evaluación, el que aparecía era Enrique Patrón de Rueda y todo el Staff de México. Jaime el hermano no aparecía. Yo le pedí a Enrique en el segundo festival que el 10% de la inversión se aplicara al proyecto educativo, musical deDIFOCUR, pero no se le ocurrió. Después me quería cor-rer, porque hice yo, junto con todo el equipo, hicimos un análisis, una valoración de resultado y señalamos lo que vi-mos y lo que vivimos.

en la ciudad más conflictiva del planeta.

OBRA MÁS COMPACTA. Respecto de la obra misma, Lazcano me informó que desde el día siguiente se hicieron ajustes en tiempo sin restarle escenas ni reducir parlamen-tos. Bastó con darle mayor velocidad a los movimientos, hacer las entradas y salidas más rápidas, y dirigir la actu-ación con mucha más agilidad, lo cual le permitió compri-mir el tiempo de duración de cuatro y media a tres horas. Lapso, sin duda alguna, más soportable, con más afluencia de público y con aplausos más justificados. En una mañana, en la plaza del City Hall, el grupo de actores del teatro Yoreme, a pleno sol, le hicieron al alcalde una representación de varias escenas de bailables, entre el-las la danza de los machetes con el encuentro de Montescos y Capuletos. Al alcalde Dinkins le llamó mucho la atención esta actuación y bajó de su oficina para convivir un mo-mento con los actores y hacerles el elogio, por lo que, en reconocimiento de su aplauso, le regalaron un machete y un paliacate.

NUEVA YORK EN QUIEBRA. Recientemente, el Min-istro de Ayuda al Desarrollo de Alemania Federal, Jurgen Warnke, dijo en un seminario celebrado en Bonn, que en el mundo había alrededor de 150 millones de personas adictas a las drogas, y afirmóque la mitad de ellos eran ciudadanos estadounidenses. Tal vez exageró respecto de los drogadic-tos gringos, porque de una población estimada de 250 mil-lones que 75 millones lo sean, el país ya se hubiera aniquila-

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Seguramente golpeé partes sensibles del Staff que habían traído de México y no les gustó; pidieron mi cabeza, pero Labastida dijo que no, que no la concedía porque había tra-bajado bien. Después en el segundo año se agregó el presupuesto de DIFOCUR, pero era para el festival. Se manejaba como presupuesto aparte completamente. Yo no firmé ningún cheque, ni cinco centavos vi. Se daba a tesorería y se daba la partida al festival cultural y ahí lo manejaban ellos. Sí, tenían un administrador. Tenían una estructura com-pleta. La tenían pero en México. Después de 4 años, lo pudiera resumir donde hubo diferencias con las que no estuve de acuerdo en ese tipo de manejo, entonces te man-tienes incomodo, sobre todo por problemas en donde tú no sabes qué está pasando.

Yo me llevaba bien con la doctora Labastida. Ella es una persona que tiene un carácter con el cual es fácil llevarse. Tuve una espléndida relación, pero evidentemente esa di-visión que había, esa y una suma de cosas que es difícil ahorita traerlas a cuento, que son las diferencias que se hacen entre las personas, pues no tienes tu por qué trabajar en un lugar en donde la incomodidad circula.

Yo le pondría nada más eso. Incomodidad y pues yo realmente forcé mi renuncia. No es que ella a mi me haya puesto entre la pared; yo fui creando un ambiente para mi renuncia y que pareciera que a mí me estaban corrien-do. Si me pide la renuncia en base a que ya no era sostenible ni para mí era sostenible ni para ella. O sea en parte era uno, esa era la realidad.

que son los más. Los organizadores confiesan poder reunir alrededor de 13 millones de dólares por año para producir y presentar diversas obras tanto en el Public Theater como en el teatro al aire libre de Central Park, de los que el 13% procede de oficinas del gobierno y el 17% de lo que recauda el Public Teather. El Festival Shakespeare se ostenta como una cor-poración educativa, no lucrativa, exenta de impuestos, regi-da, por el Consejo de Regentes del Estado de Nueva York.

YOREMES EN NUEVA YORK. Adscrito al New York Festival Shakespeare, está, también, el Festival Latino in New York, bajo la dirección de Óscar Ciccone y Cecilia Vega. Desde 1976 han conducido a Nueva York atraccio-nes de teatro, música, danza, cinematografía y video de producción latinoamericana, y han llevado artistas de fama internacional como Norma Alejandro, Fernando Allende, Mercedes Sosa, Pablo Milanés y Manuela Vargas. Para montar la versión indígena de Romeo y Julieta, encuadrada también dentro del Festival Latino, contribuy-eron, de manera muy especial las fundaciones Rockefeller y la AT&T, así como la empresa de Teléfonos de la ciudad de Nueva York y el alcalde de la ciudad, David N. Din-kins. El gobierno mexicano, a través del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, se hizo cargo del transporte de nuestros yoremes; para el caso se dispuso de un avión 727 de la Fuerza Aérea Mexicana. Y los traslados de cada enti-dad a la capital de la República ya fue por cuenta de los go-biernos de Sinaloa y Yucatán. Pocas veces una conjunción de tantos esfuerzos y contribuciones hicieron posible una puesta en escena como la del canto campesino e indígena

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OTRO SÍ. Lo principal de esta narración es que, al ser in-vitado el suscrito vía Noroeste para cubrir la información del estreno del teatro campesino en Nueva York, parecía importante encuadrarse dentro del marco del Festival que con tanto despliegue propició y apoyó el gobierno de La-bastida, y entender la significación de llevar a los yoremes a representar la tragedia de Romeo y Julieta. Como cosa curiosa, a Carlos Ruiz Acosta no lo conocía; yo vivía en la ciudad de México. Lo conocí en los pasillos del hotel donde nos alojaron en Nueva York.

Como se verá, están insertas dos notas preventivas en-viadas desde la capital de hierro, seguidas de nueve cróni-cas, de las cuales sólo se publicaron tres por razones que el director editorial así las hizo valer. Una carta enviada a Silvino Silva Lozano explica tales razones; y finalmente se decidió que la entrevista al entonces director de DIFOCUR y un apéndice tomado del libro inédito de Francisco Padilla Beltrán, completarían una distinta versión de aquel sexenio, que independientemente de sus tropiezos, sus afanes de resplandecer con elementos distantes de Sinaloa —saludo con sombrero ajeno—, y de cualesquiera otras desviaciones de objetivos, hay que reconocer que dejó mucho por lo cual hemos de seguir valsando al tono que nos toquen.

Adrián García Cortés, cronista Oficial 2012

todavía esperamos. Demasiado tráfico aéreo;larga cola en las pistas de salida: 45 minutos de retraso.

REPASO FINAL. Durante el vuelo y días después que volví a ver a Lazcano, fue necesario un repaso de lo acon-tecido y para complemento de la información. La doctora Uriarte de Labastida y Lazcano, nos habían asegurado que la estancia y la puesta en escena de la versión indígena de Romeo y Julieta en Nueva York, habían sido por cuenta del Festival Shakespeare. Razón había. Joseph Papp, el gran promotor del Festival, ha logrado apoyos extraordinarios que le permiten mantener activa la organización. Para sos-tenerlo, Papp ha reunido una diversidad de donadores entre personas, fundaciones y corporaciones, que contribuyen desde con 500 hasta cantidades superiores a los 100,000 dólares. Los tiene clasificados: el Círculo de Productores, con 100,000 o más; entre ellos están el Departamento de Asuntos Culturales de la Ciudad de Nueva York, la Fun-dación Delacorte, la empresa Telefónica de Nueva York, el Programa de Teatro del Reader’s Digest, y la Fundación Rockefeler. Siguen: el Círculo de Directores. De 50,000 ó más, entre los que participan The Booth Ferris Foundation y Time-Warner Inc., y muchas más; los Benefactores, con 25,000 ó más, entre éstos las fundaciones TT, Ford, New York Times, Helena Rubinstein y Andy Warhol para las Artes Visuales; los Donadores con más de 5,000 que pasan de 50, entre los cuales están American Express, el Daily News, la Fundación Princesa Grace, la Mc Graw-Hil, Radio City Music may y Newsweek; los Patrocinadores, con más de 1,000, que rebasan los 250, y los Amigos, de 500 a 1,000,

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Preventivos

Mayos de Sinaloa, Mayas de Yucatán en el Festival de

Shakespeare, en N.Y.

• El drama de Romeo y Julieta con 86 actores recitando en el Cen-tral Park al poeta, en sus lenguas vernáculas, 1990.

Nueva York, 11 de septiembre.-

Drama de tierras y amores. Tragedia entre familias veci-nas, casi hermanas. Desde X’Ocen, enYucatán, hasta Tehueco, Tesilla y Ba-corehuis, en Sinaloa, el teatro campesino e indígena llegó a manifestarse en esta Urbe de Hierro. Por el Central Park, en la porción norte, hace 25 años se abrió un teatro al aire libre; teatro experimental y clásico, pero también de masas y con orientación popular. Allí, el poeta de la excelencia del habla inglesa, dejó oír sus ríspidas narraciones; allí, en estas bodas de plata de lo que es hoy el Teatro Delacorte, nuestros indígenas mayos, y sus compatriotas mayas, esta noche dirimieron sus diferencias en una tragedia de amor, al estilo de William Shakespeare.

mil dólares, sólo que los nuestros eran de los que, de vez en cuando, en un alarde publicitario, la empresa suiza Rolex acostumbra pasarles una aplanadora, porque dice que son chafas.

LA SEÑORA LIBERTAD. A bordo de uno de los feries que hacen el circuito a a las islas, contemplamos el espec-táculo visual de los rascacielos de Manhattan, donde so-bresalen las torres gemelas del World Trade Center, y en-frente, la silueta de la Estatua de la Libertad. Cuando nos dirigíamos a Ellis Island, la primera escala para ver la se-ñora Libertad, nuestro insomne piloto nos dijo: este ferry no va para allá. ¿Qué...? Bueno, es que hay que trasbordar para subirse a otro ferry, y ya no nos da tiempo; así que de aquí nos regresamos. ¿Y eso...? Quizás nos equivocamos; otro día será. Así que, hubimos de conformarnos con ver a la señora desde lejos, en silueta, con la bruma del atardecer, y por telefoto. Volvimos, justo a tiempo para reemprender el lar-go camino, rumbo al aeropuerto Kennedy; pero algo nos detuvo al descender de la barcaza. Uno de los pasajeros que iban a iniciar el último de los recorridos del día, cayó del escalón de donde estaba, fulminado por un infarto. Gran alboroto, gritos de mujeres, correr de marineros, llamadas a la policía y a lo lejos la ambulancia. No pudimos esperar el desenlace. Nuestra curiosidad periodística se hacía añi-cos ante el apremio de alcanzar el avión. Pesado retorno al aeropuerto. Las autopistas congestionadas. Era la hora del regreso a los hogares. Pero jugaban los Metz contra los de Pittsburg en el Shea Stadium, camino del aeropuerto, y algo también contribuía al congestionamiento. Llegamos y

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Esta noche, 86 actores, la mayoría de Sinaloa, hicieron su primera de seis presentaciones en el final de la temporada de verano del Festival Latino y de Shakespeare: remate, pre-mio y corolario de un esfuerzo que quiere ser expresión de un México autóctono, incrustado en la cultura de Occiden-te. Haber llegado a esta Metrópolis, donde la Babel bíblica es sólo ya una leyenda de residuo, porque la ha superado, recitando a Shakespeare a los hijos de su lengua, pero en nuestros dialectos mayas y mayos, eran una aventura audaz, sorprendente, de profunda significación. Es como decir que al medio milenio, cuando nos apresta-mos a celebrar la odisea del Descubrimiento con su causa de nuevos imperativos culturales, la historia hubiese roto las hojas del calendario y nuestros aborígenes fueran al re-descubrimiento del Viejo Mundo, reafirmando los orígenes naturales del hombre. Como extraterrestres del pasado, revolcando la cultura de la mecánica, el idioma de los cahi-tas ha traído el mensaje de la hermandad, aunque la trage-dia lo sellara con sangre. Desde el 7 de septiembre han estado aquí, reconstruyendo la naturaleza y el paisaje, con ensayos día y noche, inac-cesibles al entorno y al mundo exterior, pero entregados a recrear la causa del amor en la siempre emotiva y llorosa tragedia de Romeo y Julieta

Los yaquis del odio;

las mayas del amor.

En este juego de simbolismo múltiple en el que el Teatro Campesino de México ha retomado a los amantes de Vero-

Un telefonema de Elvira García, jefe de Prensa del Festi-val de Sinaloa, quien también había ido al estreno de Romeo y Julieta, interrumpió momentáneamente la transmisión. Probablemente fue para cubrir la información de parte de Difocur, porque tuvo la ocurrencia de preparar un boletín de prensa con las notas que nosotros habíamos escrito. In-genuamente le pidió a Lazcano que le prestara una copia de nuestros envíos, para de allí tomar los datos y cumplir con su cometido. ¡Cuidado, Lazcano, no se vale! Claro que no, pero entonces tenemos nosotros que hacer el boletín de prensa. Lo harán tú y Mondragón, porque a nuestras notas no las tocas. E hicieron, sobre las rodillas (la máquina por-tátil, efectivamente en las rodillas), la nota que debió hacer Elvira. Eso se llama compañerismo. ¡Bravo! Puntuales, a las 13 horas abandonamos el hotel; para la salida del vuelo a las 17:20, disponíamos, por lo menos, de dos y media horas para ver algo más de Nueva York. Decidimos intentar la visita a la Estatua de la Libertad.

ROLEX A 15 DÓLARES. Enfilamos a Battery Park, lugar de los atracaderos de los transbordadores que hacen el recorrido a la isla de la Libertad. Nuestro mecenas nos ob-sequió los boletos, 3.25 dólares por cada uno. Nosotros pagamos los “hot-dogs” de los carritos. Mientras espe-rábamos la salida, nos dedicamos a comprar “Rolex”, de a 15 a 25 dólares. No menos de una veintena de individuos de color, con sus amplios portafolios, nos perseguían para ofrecernos relojes. Todo era cuestión de regateo: de 50 ba-jaban a 25, de 30 a 15. Vistosos relojes, de verdad, como los que les regalaron a fines de año a los diputados por haber aprobado la nueva ley electoral; aquellos dizque de

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na, como el reflejo de todas las épocas, los Romeos, bravos y decidores salieron de Tehueco o de Bacorehuis; las Julie-tas renacieron y emergieron desde los cenotes mayas. Aquí se han encontrado, refrendando las lides del sentimiento. Una época, mayos y yaquis llegaron a Yucatán empujados por la dictadura porfiriana rumbo al destierro, por belico-sos, y quitaron a los mayas sus tierras y sus mujeres; decir yaqui era sinónimo de hostilidad, pero recordar a la mujer maya, era dulzura y esperanza de fraternidad: esto, según la versión teatral. Ahora se han encontrado en el drama de Romero y Ju-lieta, que gracias a María Alicia Martínez Medrano, su mae-stra, su directora y versadora, y con el apoyo de doña María Teresa Uriarte de Labastida, hicieron posible que se romp-iera la barrera del miedo en este y a veces sombrío océano de torres, que ya no permite ver los cielos, ni la tierra, ni las aguas. Con el Laboratorio de Teatro Campesino e Indí-gena, que tuvo su revelación por tierras de Tabasco, Sinaloa y Yucatán, se unieron a la búsqueda de vocaciones. Fue un rescate de las lenguas, la música, los instrumentos, las cos-tumbres, los ritos y vestuarios, con los que ha de expresarse la esencia de nuestras tradiciones aborígenes. Con todo este caudal, con la experiencia que va para los siete años, y por el entusiasmo de Joseph Papp, del Festival Latinoamericano y de Shakespeare en los Estados Unidos, nuestros indígenas están ahora en este Nueva York de las mil representaciones. Es un nuevo rostro de México, han dicho sus orga-nizadores; un nuevo rostro de su arte que con Shakespeare gana universalidad transformando la soberbia en pieza teat-ral y ámbito para un humanismo profundo que dirima la verdadera esencia de los conflictos. Esta noche y las que siguen, los valles del Fuerte y de sus cercanías, han ad-

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La obra teatral se redujo a tres horas,que la hizo más soportable.

• La danza de los machetes en la plaza del City agradó al alcalde,bajó a convivir con los yoremes y los felicitó.• Ciudad de locos es Nueva York, allí la hicimos con los yoremes; perogracias a Dios que volvimos a Sinaloa.

A Lupita López Serrano,con fruición

MISIÓN CUMPLIDA. Como convinimos, a las 10 de la mañana del miércoles 12 estuvimos listos para transmitir. Disponíamos de sólo dos horas, considerando que Claudio también debía enviar algo de su información gráfica. Con sus “caimanes” reinstalamos el fax, y pudimos enviar a la oficina del gobierno de Sinaloa en México, para que ésta, a su vez, retransmitiera a Culiacán. Claudio sólo pudo enviar una foto; seguía con la pena de no haberle podido comprar a su jefe la corbata lisa, morada y de seda, pese a que Lazca-no le había prometido buscarla al día siguiente, porque él se quedaba dos días más.

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quirido, también, un rostro diferente, sin la máscara de los penitentes de Semana Santa, pero sí en un abrazo fraterno a todas las disidencias.

Éxitos y fatigas con el Romeo y Julieta campesinos en Nueva York

•Una oportunidad pocas veces lograda para presentar al México autóctonoen expresión nueva y muy audaz.

Nueva York, 12 de septiembre.- Pasó la primera prueba, en noche de estreno, el Teatro Campesino e Indígena de Nueva York. Difícil montaje y esfuerzo sobrehumano. Nuestros yoremes montescos, y los no menos nuestros mayas-capuletos, estuvieron espléndidos. Ovación comple-ta y generosa de un público dedicado y exigente. Audaz y atrevida, aun en su puesta en escena; pero larga, demasiado larga, para una costumbre que impone brevedad y mucho movimiento. Estampas bellas y carismáticas, a veces fijascomo para la estatuaria de un escultor. ―La respuesta del público –como dijo la doctora Teresa Uriarte de Labastida al final de la función–, estuvo a la al-tura de la presentación. Sin embargo, en la sensación de los espectadores, quedó la idea de que, quizás, la obra alcanzaría la excelencia, si se le hicieran los ajustes necesarios para un montaje con una mayor dinámica teatral. Dos horas, quizás hasta tres con pausas medidas, fueran un respaldo sólido; pero no cuatro y media con que se hizo la presentación.

a base de teatro y escenografías espectaculares que perdu-ran. ¿No es acaso una forma de educar, por ejemplo, la rep-resentación chilanga de la Pasión de Cristo en Iztapalapa? Usemos, entonces, el teatro, también, para educar, para im-partir cultura, para descubrir o redescubrir valores autócto-nos de superación artística y cultural, pero no lo hagamos por la vía del absurdo, ni distorsionando la historia, como esta obra de Alicia Martínez lo hace. Y no creo que este Teatro Campesino quiera que los yoremes sean intérpretes de su propia angustia ante historias absurdas que se adjudi-cana México. ―Tienes razón. ―De todas maneras, creo que el esfuerzo lo vale y que debemos apoyarlo. Por lo que a mí respecta, lo haré con el mayor gusto. Creo que mis compañeros también lo harán. Pero ello no limita nuestra tentación de crítica. ¿Vale? ―Sí que vale.

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Esfuerzo sin paralelo en colaboración respetuosa

En la organización y el montaje, por parte de México co-laboraron, además del gobierno de Sinaloa y el Laboratorio de Teatro Campesino Indígena, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes del gobierno federal; y por parte de los Estados Unidos, el Festival Shakespeare y el Festival Latino de Nueva York.

―Una absoluta colaboración y total respeto –dijo la doc-tora Uriarte–. Esta es la segunda obra que se presenta con el Laboratorio de Teatro Campesino de Sinaloa. La primera fue “Mayos y Venados”. La presentación de Romeo y Ju-lieta sería la segunda parte. ―En virtud de qué se presenta aquí, por primera vez, sinhaberla probado allá en nuestro país? ― se le preguntó. ―Porque se presenta dentro del marco del Festival Shake-speare, que creo es una oportunidad espléndida, y me pa-rece que a muy pocos directores de teatro se le da la opor-tunidad que se le dio a la maestra Martínez Medrano, de presentarse en este Festival en Nueva York, sin haberse presentado en ninguna otra parte. Es un honor extraordi-nario el que mereció esta obra, presentada aquí en estreno mundial. Quizás, lo más importante, fue la forma de mostrar cómo una obra clásica puede ser vista e integrada a sus costum-bres por un grupo auténtico de campesinos e indígenas que además, viajan por primera vez a una gran ciudad, y por añadidura a la urbe más conflictiva e impactante de Nortea-

ras, Lazcano, no negarás que haber montado la obra sin medir los tiempos, haberla prolongado hasta cuatro horas y media, es un verdadero abuso. ―No es para tanto. Sí está demasiado larga, lenta y a veces cansada; pero creo que es resultado de haberla emprendido con alguna precipitación. Yo siento que habrá ajustes, ma-ñana mismo, cuando se presente a un público más especial-izado en crítica teatral, como ha sido previsto hacerlo con los comentaristas de los medios neoyoquinos. Te aseguro, que tras esos ajustes, la obra lucirá, y lucirá muy bien. ―Aún así, lo que a mí me ha sacado de quicio, es esa mixtura, dentro de una distorsión inaceptable, que la pu-esta en escena hace de la historia. Si bien el teatro y la lit-eratura tienen mucho de ficción, convendrás conmigo en que, cuando una y otra entran al terreno de lo absurdo, pierden belleza y atracción, para convertirse más en escritu-ra de ensayo psicológico. Kafka gusta por lo absurdo de sus planteamientos; pero Kafka es único, como fotógrafo de la angustia del hombre ante los absurdos del mundo. Se le ve más por la parte psicosocial que por la literaria, incluso sus seguidores y exegetas acusan a México de kafkiano por las extravagancias de su sistema político. ―¡Exageras!

APOYO SÍ, KAFKA NO. Es posible que exagerara; pero si hablamos de un Laboratorio de Teatro Campesino e In-dígena, acá Yoreme, ello se debe a que hay en su objetivo central una función educadora y formadora. Y el teatro tiene mucho de educador; no en vano durante casi un mi-lenio la Iglesia Católica educó

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mérica. Para la mayoría, todos jóvenes y en aptitud de evo-lucionar, algunos pocos muy niños aún y otros ya canosos, este viaje y el cobijo del gran poeta con su tragedia de amor, les hará cambiar sus vidas y les permitirá contribuir a que sus propias etnias también evolucionen. ―Este trabajo de Laboratorio, nos enseña a mirar con otros ojos a nuestra gente... y yo creo que los enseña a mi-rarse a ellos mismos con otros ojos―, dijo la presidenta de DIFOCUR. Plasticidad, mestizaje y traslape de historias

La obra en su temática recoge un desdoblamiento de la historia que se inserta en tres hechos de fusión entre la realidad y la fantasía. Del fenómeno histórico, la trama se ubica hacia 1908, cuando yaquis y mayas se encuentran por los caprichos autoritarios del cacique Porfirio Díaz; el lado literario, se retoma el contexto shakespeareano con toda su dimensión dramática, pero se le transporta al discurso autóctono con su propia mezcla y forma de hablar sin cui-dar de la pureza del lenguaje; y de la parte propiamente indígena, hay una incrustación de costumbres y momen-tos cumbres del folklore de cada pueblo, que convierten a la puesta en escena en una múltiple manifestación de enfoques y combinaciones que indudablemente generará controversias. ―Yo creo que las palabras salen sobrando; es una experi-encia, como la que provoca la obra de María Alicia, que está más allá de las palabras. La obra es una plasticidad extraor-dinaria―, apuntó la doctora Uriarte. En efecto, la plasticidad tiene momentos de exquisitez, en los que las princesas mayas, todas las Julie as que inter-

dedican a asaltar fuereños para sustraerles las carteras. Son unas expertas; y no les aceptes ningún requiebro, porque te dejan desnudo en las calles. ¡Ah que Lazcano...!

¿ÉXITO O FRACASO? Pese al “susto”, que no pasó de una anécdota más para contar, todavía insistimos en tomar algún alimento. Recordando las carnes del Derby, volvimos a Greenwich Village, pero ya estaba cerrado; caímos en una especie de fonda donde sólo había sandwichs, aunque sí demasiado rebuscados.Allí, con un poco de tranquilidad y mejor humor, hicimos el replanteo: ―¿Y bien, esto que hemos visto, es éxito o fracaso? Yo considero –dije–, que la intención, el esfuerzo y la trans-posición temática son buenas, que mucho de esto hay que apoyarlo, y que cuando sea necesario invertirlo, a condición de que cumpla un objetivo cultural y social, quiero decir, que la cultura trascienda a los estratos sociales más bajos y no se quede en élites, como ahora nosotros, y que trascien-da en aquellos, transformando o desdoblando su capacidad creativa y de desarrollo cultural. ―Creo –dijo Lazcano–, que ese es el interés. Lo de haber traído este espectáculo a Nueva York, como lo dijo la doctora Uriarte de Labastida, fue una oportunidad única, porque debo decirte que gran parte del costo de movilizar a los actores y de montar la obra, los ha pagado la orga-nización del Festival Shakespeare, esdecir, fue por y con cargo al entusiasmo de Joseph Papp. ―¡Qué lástima no haberlo podido entrevistar! Ojalá lo inviten al Festival de Sinaloa, para que él mismo y con otros ojos, aprenda a mirar a nuestros yoremes. De todas mane-

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vienen en la obra, quedan para la foto fija en la que parece que el fondo musical sobra; y en otras, los movimientos de la danza, se vuelven tan lentos que superan al péndulo con que los mayas bailan su propio ritmo. Allí aparecen, en ocasiones muy reiterativas, como la cer-emonia de la muerte, mezclas diversas de fuentes culturales inexplicables de primera vista y oída, que quizás no corre-spondan a la esencia costumbrista de los actores. Porque lo que vale decir, en esta representación, donde los personajes son auténticos, es que también viven sus propios dramas en la similitud shakespeareana, sin que jamás hayan oído hablar de las excelencias del poeta inglés. Y es allí donde el Laboratorio, la dramaturga y direc-tora, el esfuerzo cultural de los patrocinadores, que logran su mayor acierto. Hacer teatro campesino e indígena para transformar la comunidad; invertir los recursos necesarios, como este montaje, aun con sus improvisaciones y desati-nos, para rescatar de la hondura de los tiempos a nuestra gente que vive atada a la tierra, bien vale haber viajado a Nueva York.

LAS BUENAS INTENCIONES. Recordé en ese instante la anécdota de la pasajera del metro en México que fue ro-bada, con menos estruendo, por un carterista. Buen trabajo le había hecho, y cuando se sintió despojada del dinero que llevaba entre sus senos, pegó de gritos. Cuando el policía acudió en su auxilio y se enteró de que la dama se había percatado del robo antes de que se consumara, el guardián le preguntó: ¿y por qué no gritó antes?, a lo que aquella contestó: ¡es que creí que era con buenas intenciones! Así nosotros, también pensamos que el “asalto” era con buenas intenciones. Pero con la fuerza de nuestro automóvil, a la velocidad del rayo con que Lazcano manejaba, en un momento nos sentimos volando a bordo del “Delorean”, el vehículo ca-paz de ir al pasado y volver al futuro en menos de lo que se piensa, como una nave especial que lleva por doble alón ocho piernas bien torneadas y de tez variada, que flotaban como copechis, con chispazos de parpadeos, salpicando la noche cual papel jaspeado. Ningún ruido de motor, pero sí un penetrante olor a gardenias de botica que se confundía con nocturnales desodorantes. Por fortuna, en los momentos culminantes del ensueño, a los gritos y al escándalo, llegó una patrulla policíaca de la ciudad de Nueva York en nuestro auxilio; se metió en sentido contrario al nuestro, se nos emparejó, y uno de los agentes nos gritó: ¿take off your money? Not yet, not yet, alcanzó a decir Roberto. Y cuando decía la última palabra, como exhalación desaparecieron nuestras raptoras. Lazcano, el zorro de Lazcano, muy divertido, reem-prendió el camino hasta topar con un acorazado, un porta-viones que estaba en uno de los muelles a guisa de museo. Y nos explicó: es que estas fulanas –o acaso fulanos?– se

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Yoris en N.Y. (1)Teatro campesino y llóreme

de Sinaloa en el Central Park

•Viaje intempestivo para cubrir la información de un acto inusitado, con algode misterio y no poco suspenso.•Nuestros mayos del norte de Sinaloa, con los mayas de Yucatán. En larepresentación de Romeo y Julieta.

A Cuauhtémoc Lazcano,con estimación.

VIERNES NOCHE. Llamada telefónica de mi director. Un regalo de cumpleaños, como a ti te gustan. Un viaje a Nueva York para ver una función de teatro. Me habló el señor Gobernador para hacerme la invitación; pero a mí me es imposible viajar. Le hablé de ti y le solicité que fueras en representación del periódico. Estuvo complacido y con-forme. Creo que puede ser interesante... Pero es que yo tampoco puedo viajar. Estoy sumamente presionado por compromisos de trabajo y tiempo, prob-lemas de salud, familiares y económicos. Sumamente ten-so. Pero, además, este tipo de invitaciones son siempre de desconfiar; muchas veces se hacen sólo por compromiso formal, más cuando se trata de un periódico independiente

con la avenida transversal que era ampliamente luminosa. Los compañeros de la parte posterior del automóvil, empezaron a bromear sobre una potencial jornada de am-arre a los asientos para evitar que el canto de las sirenas desviara nuestro camino. Pero en menos del tiempo que alguno reaccionara, mientras esperábamos el verde del siga, por las cuatro puertas como bólidos y entre alaridos que no supimos si eran de guerra o de amor, penetraron hasta sus medios cuerpos cuatro amazonas que, en medio de la sorpresa, iniciaron un trasteo de cuerpos, con manos ex-traordinariamente hábiles, que lomismo se deslizaban de las entrepiernas a las entretelas de los sacos, que a las zonas de cosquilleo para provocar la hi-laridad. Sentí que una mano, a la velocidad de una flecha, se metía entre los pliegues de mi portafolio que llevaba sobre las rodillas; alcancé a pescarla y sin pensarlo, la deslicé hacia Roberto para que con él se recreara. Atrás, voces, carcajadas y maldiciones se mezclaban. ¡Epa, que me aplastas!. ¿Oye qué buscas? Pero no me trastees tanto. Mira, ahí tienes a Claudio que necesita un buen masaje. No, allá con Roberto que aguanta mucho. ¡Ay, que me arañas! No me pellizques, rata. Por supuesto, todas estas expresiones en español, que las raptoras no entendían; y respuestas que invitaban a la lujuria, en inglés, que nosotros tampoco entendíamos. ¡Pí-cale Lazcano, que ya se puso el siga! No puedo, güey, no ves que me cayó encima el Chichonal que me está asfixiando. El rapto de las Sabinas fue menos escandaloso, que con nosotros enese momento que nos intentaban secuestrar.

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como es Noroeste. No, no puedo. Y además, ¿de qué se trata? ¿Qué es eso de viajar a Nueva York a ver una obra de teatro? ¿No es una vacilada?

Hasta donde sé, es la representación de Romeo y Julieta, en versión indígena, durante el Festival Shakespeareano. Va un grupo numeroso de indígenas mayos como actores. Te-niendo esta oportunidad, no puedes dejar a tus indios sin verlos actuando en Nueva York; solamente tú, que tanto espacio les has dedicado en tus investigaciones, serías el indicado para seguirlos y escribir con amplitud sobre ello.

De todas maneras, no puedo; disculpe, estoy en situ-ación de crisis, y la realidad es que maldita la gana de viajar ahora. ¿Y si fuese una orden? Sería a cambio de mi renun-cia. Sin embargo, deme un poco de tiempo para decidir; permítame que asimile todo esto, porque me parece tan extraño, que todavía no entiendo de qué se trata. ¿Tiene más información? ¿Nacho Lara? ¡No! ¿Quién? ¿Lo sabrás mañana? Entonces, déjeme esta noche, y mañana temprano le resolveré.

hizo la proeza de conducir el volante y mirar el frente con mano y ojo izquierdos, y con ojo y mano derechos accionar su cámara de video, en un garigoleo de retumbos sobre la base de acero colgante y el escalofrío de los tirantes del pu-ente. Millán, en un momento de angustia, me dijo: ¡quítale la cámara, y dásela a Roberto!, a quien llevaba a mi derecha junto a la puerta del automóvil. Más tarde, ya rumbo al aeropuerto, el mismo Millán me diría: ¡Este Lazcano me marea, me ha traído jodido todo el tiempo!

ASALTO EN LA 45. Eran pasadas las 2 de la mañana, bus-cábamos un lugar tranquilo donde tomar alguna sopa cali-ente y para hacer un recuento del envío informativo horas más tarde. Quienes fuimos a cubrir el evento, teníamos re-greso la tarde del día 12; el hotel debíamos desocuparlo a las 13 horas, y antes de todo ello, teníamos que enviar las notas a Culiacán. De manera que el compromiso fue dor-mitar un rato, levantarse a escribir a las 7, para que a las 10, hora de las 8 en México, tuviéramos quien nos recibiera en la representación del gobierno, y transmitir la información. Esos eran los planes.

Sin saberlo, o quizás sabiéndolo nuestro conductor, fuimos por la calle 45 con rumbo a los muelles del oeste, sobre el río Hudson, y al llegar al cruce de la Eleventh Av. En un alto, de pronto nos encontramos con una valla de maniquíes, rebosantes de maquillaje y algunos de dora-das pelucas, que como en desfile de modas para verano se movían entre las sombras de los escasos árboles, los quicios de puertas y zaguanes, y los arbotantes con luces mor-tecinas que en esa calle cicateaban la visión, en contraste

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SÁBADO, TEMPRANO. Pasé la noche dándole vueltas al asunto. Estos viajes semioficiales suelen ser sumamente atractivos, porque son de las pocas ocasiones en que los funcionarios se desviven por agasajar al periodista. Pero también, a veces, son de lo más desagradables, sobre todo cuando se trata de cubrir alguna información en la que el invitante tiene demasiado interés: quiere dictar la nota, pre-tende revisar cuanto se escribe, a quien se muestra reacio restringe servicios, arrea al grupo como reses, o bien le pone dificultades si no se ciñe al interés del anfitrión.

Señor director, su vehemencia me compromete. Es sába-do, viaje tan intempestivo juega el riesgo de que alguno se quede como la novia de pueblo, “vestido y alborotado”. Acepto ir, pero no puedo viajar esperanzado a que el go-bierno pague todo; necesito cubrir cualquier contingencia sin que tenga que recurrir a la ayuda oficial. Creo que por respeto al periódico, vale la observación. Primero, necesito saber cuándo realmente hay que partir, mañana domingo o el lunes, y con quien coordinarme para asegurar el acceso a la aeronave; segundo, entre hoy mañana requeriría dinero para viajar.

Hasta este momento, todavía dudaba de poder viajar. Pensé que ambas condiciones podrían no funcionar. Pero el señor director me garantizó que todo estaba en orden y que la invitación era de buena fe. De todas maneras, al modo cartesiano, la duda como método, era preferible al autoengaño doliente o absurdo.

SÁBADO, A MEDIA MAÑANA. Todo arreglado. Te hablarán, apenas cuelgues, de Difocur para confirmar el vi-

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Conducidos a un mundo “kafkiano”,nuestros yoremes viven su angustia.

.• El teatro, además de divertir, es para educar; pero la educación • Asalto de las Sabinas a nuestro grupo de yoris, calle 45 cerca del río; pero llegó la policía y nos salvó debe ser hacia la realidad, no por el absurdo.

A Humberto Millán, de El Diario

CON LAZCANO, VIVOS. Una jornada más que termi-nábamos mal alimentados. Ramiro y Claudio eran nuestra preocupación; Arce se veía muy bien. Se nos había agrega-do Rodolfo Mondragón, auxiliar de Cuauhtémoc en la ofic-ina del gobierno de Sinaloa en México. De esta manera nos apretujamos siete en el Crown Victoria que había rentado Lazcano: tres adelante y cuatro atrás. Con mayor razón, Humberto le hizo a Lazcano la indicación de que cuidara nuestras vidas. Y es que el día anterior, en el desplante de mostrar-nos Nueva York a la velocidad del turbo-hélice en que rodábamos por la isla, al montarse al Brooklyn, Lazcano

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aje. En México tendrás que coordinarte con quien dirige el grupo. Y de nuestro representante publicitario recibirás el dinero para el viaje. Efectivamente, al poco rato una lla-mada directa de Difocur. Margarita Vélez, secretaria de la presidenta, la doctora María Teresa Uriarte de Labastida. Mucho gusto. Sí, ya nos conocemos. La última vez que hablamos fue para la publicación de un libro sobre el Festi-val de la Juventud. Murió el encargado de publicarla; no se sabe dónde quedó el original. Pero, del viaje a Nueva York, ¿de qué se trata? Ah, es la versión indígena de Romeo y Julieta en el Festi-val Shakespeare. La presentan nuestros mayos y parece que algunos mayas. ¿Van de los dos lugares? Parece que sí. ¿Y la información complementaria quién la va a dar? ¿Nacho Lara? ¡No! Será Cuauhtémoc Lazcano, nuestro director de información en la representación del gobierno de Sinaloa en México. Él va con ustedes. ¿Con nosotros? Sí, van vari-os. ¿Cuántos? No lo sé, parece que diez. ¿Y los actores? Ya están allá. Y de la obra, del festival, ¿qué podemos adelan-tar? Cuauhtémoc les dará todo; él vuela ahora por Aerocali-fornia a México, ya lleva instrucciones. Háblele por la tarde. Gracias. Adiós, que les vaya bien.

SÁBADO, TODO EL DÍA. En la representación nadie contesta; en la casa de Cuauhtémoc tampoco. De Agen-cia Lemus, ya está el dinero, venga por él. Bueno, parece que ya empezamos bien. Llamada a la casa de Cuauhtémoc. Contesta una voz dulce y delicada: mi papá no está. ¿Se le puede dejar recado? ¿Sabe, supongo que deberíamos viajar mañana o el lunes a Nueva York? Estoy en blanco. ¿Usted

una acción de esta naturaleza se pueda cambiar una ima-gen. ¿Qué quiere decir una imagen de Sinaloa? Sinaloa tiene también la imagen de un pueblo extraordinariamente tra-bajador, productivo, alegre, de mucho empuje. Entonces, cambiar la imagen ¿cuál imagen? ¿Una imagen negativa? Ésta se comparte con muchos otros lugares del planeta. Lamentablemente es un fenómeno de nuestro tiempo. No es una labor publicitaria de mercadotecnia para cambiar la imagen del estado de Sinaloa.

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sabe si viaja su papá? Sí, sé que va a Nueva York, pero no se cuándo. Entonces, cuando llegue, dígale que recibí llamado de Margarita Vélez para coordinarme con él. Esperaré todo el día en casa; estaré atento a su llamado. A nadie más a quien preguntarle. ¿Será mañana, será pasado? Entretanto, como parece que el asunto vale, me dispuse a los preparativos del viaje. Grabadora, cassettes, cámara fotográfica, lentes, telefoto, gran angular, rollo de película, de alta y baja velocidad, libretas, plumas, lápices, marca-dores... ¿máquina de escribir?: o, confío en que podremos conseguir alguna, por lo menos en el hotel, o en alguna corresponsalía; ¡ah!, y por lo que fuese necesario, las obras completas de Shakespeare. Un repaso a Romeo y Julieta no sobra. Hay que llegar bien preparado para gozar de la representación y tener algún juicio del teatro campesino. Había que hacer las cosas bien. Un viaje, en estas condicio-nes no se da todos los días. Ninguna llamada de Lazcano. Por la noche, otra comunicación a su casa. No estaba. Una voz joven, su hijo, tomó el recado. Llegaría tarde. De to-das maneras, si es posible que me hable. Sigo en blanco. ¿Habrá salida mañana? No, es el lunes. Bueno, menos mal, al fin tengo una primera luz. Dormiré tranquilo en espera de todo y de nada. Volveré a llamar a las ocho o nueve de la mañana. Confío en no ser detestable por tantas llamadas y a deshoras de domingo.

DOMINGO, AL AMANECER. ¿Puedo hablar con el li-cenciado Lazcano, si no es una impertinencia? Está dor-mido, dijo una voz amable. ¿Sabe?, le he buscado con in-sistencia, porque se supone que salimos de viaje, y estoy en

oportunidad a ciegas que se le dio a la maestra María Ali-cia Martínez Medrano, de presentarse dentro del Festival Shakespeare en Nueva York, sin haberse mostrado previa-mente en ninguna otra parte. Es un honor extraordinario el que mereció esta obra por haberse presentado aquí. Otras observaciones de la doctora fueron que la obra probablemente se presente entre nosotros el 17 de noviem-bre, durante el Festival de Sinaloa, que hubo amplia y ab-soluta cooperación entre las diferentes instancias del gobi-erno con el Laboratorio de Teatro Campesino, y que esta actuación nos enseña a mirar a nuestra gente con otros ojos, “y yo creo que los enseña a mirarse a ellos mismos con otros ojos, que es lo más importante”, ya no sólo como braceros, sino como campesinos e indígenas mexicanos ca-paces de venir a hacer teatro a Nueva York, sin miedos ni complejos.

IMAGEN DIFERENTE. Pregunta muy especial se le hizo, sobre si la obra había sido sorpresa para ella: ―No, no –dijo–, no fue una sorpresa, porque conozco el trabajo de María Alicia. Conozco el esfuerzo y la maravilla de la “shamana”, de esta mujer que combina de manera extraordinaria el trabajo de los jóvenes, que los entusiasma, que los hace participar y que los involucra y los introduce en un mundo nuevo. No fue una sorpresa. El compañero Humberto Millán le preguntó: ―Se ha venido luchando mucho por cambiar hacia el exterior la imagen que desgraciadamente ha tenido Sinaloa en los últimos años. ¿Cree usted que esfuerzos como éste, contribuyen a mejorar esa imagen? ―Creo que son muchas cosas. Es difícil pensar que con

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blanco. No sé si estoy en la lista o no. No sé con quienes voy, ni a qué horas será la salida ni por qué línea aérea. Dis-culpe mi vehemencia, no sé si iré o no. Él yatiene sus reca-dos, pero como anoche llegó muy tarde, no pudo comuni-carse. Tan pronto despierte lo hará, se lo aseguro. Con esa tranquilidad, mi domingo empezaba mejor que el sábado. Horas más tarde, por fin, la llamada esperada. Hola Adrián, qué gusto oírte. Hola Lazcano, ¿Cuauhtémoc? ¿Eres tu pa-dre o el hijo? Estoy en blanco. ¿Puedes informarme algo? Bueno, el viaje es mañana lunes por Mexicana, el vuelo 02 que sale a las 8:40; pero hay que estar allí a las 7:00, para darte el boleto. Sí, seguro, allí estaré. Y de la obra de teatro, ¿qué me puedes decir? Cuando lleguemos tendrás toda la información. Sólo te puedo decir que los mayas y los mayos representan a Romeo y Julieta. ¿Y quiénes vamos? De Sinaloa, cuatro representantes de los diarios locales; de México, un fotógrafo de Excelsior. ¿De los diarios del DF? Nadie, nos manejaremos con corresponsales. ¿Sólo cinco?Sí, ¿para qué más? Los demás están cubiertos. ¿Y habrá forma de trabajar allá y de mandar información diaria? Lo resolveremos, no te preocupes. Bueno, hasta mañana.

LUNES, MUY TEMPRANO. Levantarse a las cinco. Salir en taxi al aeropuerto. Es necesario ganar tiempo, porque minutos más tarde Periférico, viaducto, ejes viales, se con-gestionan, y nadie garantiza que pueda uno llegar a tiempo. La maleta y el equipo de trabajo listos. A la llegada al aero-puerto, Rodolfo Mondragón, auxiliar de Lazcano, ya espe-raba. Rápidamente se hizo el registro.

Tuve, por fin, mi pase de abordaje. Empezamos a identifi-carnos quienes formábamos el grupo. Primera dificultad.

con la identidad de los grupos aborígenes y con una imag-inería curada del absurdo.

ENTREVISTA. Al término de la función, ya cerca de la una de la madrugada del día siguiente, las posibilidades de entrevistar a la autora, al promotor Joseph Papp, a los ac-tores, en especial a Octavio Cervantes (el Romeo mayo) y a Lesvi Vázquez (la Julieta maya), se desvanecieron, pese al coctel y los bocadillos servidos en la trastienda, porque nuestro compañero Ramiro seguía enfermo, Claudio tenía que revelar sus rollos y los demás teníamos que concertar un criterio sobre cómo manejar los aspectos positivos del estreno y atenuar los conflictivos. Por fortuna, pudimos casi “asaltar” en un momento de distracción a la presidenta de Difocur, la doctora Teresa Uriarte de Labastida, de quien obtuvimos estas emotivas expresiones: ―Creo que las palabras salen sobrando; una experien-cia, como la que provoca la obra de María Alicia Martínez, siempreestá más allá de las palabras. La obra es de una plasticidad extraordinaria; la actuación de los muchachos es maravil-losa. Yo creo que la respuesta del público estuvo a la altura de la presentación. Qué va a suceder con esta obra?, pues se seguirá presentando, tantas veces como la maestra Mar-tínez Medrano lo decida. ―¿En virtud de qué se presenta aquí, por primera vez, sin antes haberla probado allá en nuestro país? ―¿Porque se presenta dentro del marco del Festival Shakespeare?. Creo que es una oportunidad espléndida y me parece que a muy pocos directores de teatro se les da la

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Un compañero de El Debate, no llevaba pasaporte. Tenía la mica de los Estados Unidos; podía entrar, pero no salir.

lorios, que se repiten en exceso; como se repite el lenguaje soez de los diálogos entre las tribus y que no corresponde a las lenguas aborígenes, aunque sí al habla vernácula de las querellas personales. El manejo de los coros, tanto en expresiones de estribillo como en el ritmo de los movimientos, sobre todo el de las indígenas que acompañan a Julieta, tiene sus aciertos. Pero la música de fondo es sumamente irregular, contrastante y a veces distorsionante, como la que se puso en la boda de Romeo y Julieta, que en la obra tiene sus secretos, aquí se acompaña con un ritual de coro sacro y soprano magistral de catedral gótica, cuando que en la representación es, sim-plemente, una unción indígena que debiera ser respaldada, también, con un canto indígena. Suena, sin embargo, muy nuestro el alabado del “Dios mío”, Dios mío, acércate a mí...” con que se acompaña la muerte de Mercucio y Teo-baldo.

SUMA DE RESUMEN. La obra, en suma, tiene en su desarrollo un hilo muy disparejo, al menos en la present-ación del estreno. Pero el principal desatino es la lentitud de las escenas, algunas muy repetidas, que la hacen tediosa, además de que cuatro horas y media son, de suyo, suma-mente cansadas. Fueron anunciadasotras cinco representaciones más, hasta el 16 de septiem-bre, con públicos diferentes, ahora más extranjeros y menos latinoamericanos. El aplauso, acompañado de una estruen-dosa percusión de zapatos sobre las tablas de la galería, de más de cinco minutos, fue insólito, pero llevaba tras de sí el clamor de que la obra fuera ajustada a tiempos más teat-rales y de que se revisaran sus congruencias con la historia,

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Largo y nocturno peregrinajepara hallar a nuestros ansiados yoremes.

• Queríamos enviar algún preventivo antes de la función, pero seguíamos ayunos de información.• La ciudad más cara del mundo nos ponía de cabeza; había que medir gastos y cumplir como informadores.

A Roberto Arce de Los Mochis

ENTRE NUBES. Llegó Cuauhtémoc Lazcano. Hay que resolver el problema de Arce. Vivió mucho tiempo en la frontera y tenía la mica de residente; pero carecía de pasa-porte mexicano. Salió con permiso de migración; espere-mos más adelante o al regreso no tenga más problemas. Pasar a la sala de espera, ¿cuál? Nadie sabe. Mexicana tam-poco. Era demasiado pronto. Esperar. Vamos por periódi-cos. En salida internacional no hay. Gran error. Los ponen en el avión. ¿Y mientras? Podrían poner un carrito, como el de café y refrescos, para cubrir ese mientras. No los hay. Y no se puede pasar de salida internacional a nacional. Ahora son nuevos los de seguridad; muy rígidos en las normas, como siempre, cuando empiezan. Hace falta gafete con au-torización de pase. En el “Duty Free” hay periódicos. Va-mos. Sí, pero sólo en inglés y atrasados. Bueno, esperemos sala. ¡Ya! Ah, y nos avisan también que hay café. Mexicana

la muerte. Y aparece la primera gran estampa autóctona, un velorio-ofrenda como nuestros aborígenes acostumbran hacerlo en los cementerios o los días de difuntos. El problema con la mayoría de las escenas, es que no fue medida para una representación en recinto cerrado. Hay que conceder que la dirección teatral quiso ser más fiel a la tradición y la costumbre indígena que a los tiempos marca-dos por el propio Shakespeare. Aquí, al parecer, no se tra-taba de solazarse con la palabra rimada del poeta, sino con la plástica del mundo indígena que con su atuendo, sus len-tos movimientos, sus luces de velatorio y sus murmullos, forjan estampas de inigualable belleza, que para sentirlas, vivirlas y gozarlas, hay que penetrar a ellas y no quedarse en la estatuaria de una galería metida en las sombras.

TRANSIDENCIAS. Cada escena hace una mezcla de re-membranza clásica, con voces alternadas y revueltas de maya, mayo y español, que para hacerlas entendibles se transforman en una especie de técnica de traducción si-multánea, en que los diálogos se sobreponen, se traslapan innecesariamente, en una urdimbre de transidencia cultural, a veces incongruente, que deja al espectador de la región sinaloense o yucateca sumamente confundido, y al de otras zonas del país y del extranjero en la mayor oscuridad.

Salvan mucho la obra los diversos cuadros de reminiscen-cias indígenas, que los hay muy bellos, como el de la recep-ción en la casa de los Capuletos, que es fiesta maya con sus pasos acompasados, con mezcla de danzón moderno que arrima los cuerpos hasta la inspiración de la lujuria; y como la danza de los machetes que es ritual de guerra entre las de familias en pugna. Bellas son las representaciones de ve-

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es ahora de empresa particular. Ha cumplido un año. Ya hay diferencias, ahora tenemos café. En vuelo. Dime, Cuauhtémoc, ¿qué información tienes para adelanto? ¡Ninguna! Pero entonces, de llegada no podremos enviar nada. Nada. No te preocupes. ¿A qué hotel? El New York Hilton Towers. ¿El que está junto al Rockefeler Center? Sí. Es muy elegante. ¿Ustedes lo mere-cen, no? Pero no nos van a alcanzar los gastos. El hotel está pagado. Dime entonces, ¿quiénes venimos? Roberto Arce, de El Debate, de Los Mochis; Humberto Millán, de El Dia-rio, y Ramiro Novelo, de El Sol, los dos de Culiacán; tú de Noroeste, y Claudio Olivares, de Excelsior para que nos diera apoyo fotográfico. ¿A todos los diarios locales? Por supuesto. Y en Nueva York, ¿con quién haremos contacto a la llegada? Con Angelina Camargo, que es la encargada de difusión, y con María Alicia Martínez Medrano que es la promotora del teatro. Y del teatro, ¿qué sabes Cuauhtémoc? Que vamos a la representación de Romeo y Julieta con actores mayos y ma-yas, puros yoremes; que se estrena la obra mañana martes en el teatro Delacorte, en el Central Park, como a las 20 horas, dentro del Festival Shakespeare. ¿Y ese Teatro Dela-corte qué es? No lo sé. ¿Y eso de la Corte, acaso es la corte de Inglaterra que tanto fustigó Shakespeare; qué tiene que ver con el Festival? Tampoco. ¿No tienes ningún esbozo de programa? No. Pues no es mucho lo que sabes. Mañana lo sabremos.

CUATRO HORAS Y MEDIA. Hablar de todo y de nada. Experiencias similares como informador oficial. Mucha identificación en el oficio. ¡Oiga, señorita, han llegado con

donaran la gradería.

La gradería abierta del Teatro Delacorte es de una capa-cidad aproximada de 1,500 personas; la noche del estreno habría unos 800 asistentes, lo cual es bastante aceptable para un espectáculo al que se le hizo poca promoción. Durante el intermedio, quedarían unas 200 personas que soportaron hasta el final el desarrollo de la obra. En los finales del verano, en Nueva York, la temperatura es muy agradable durante el día, pero a partir de las 10 de la noche la brisa del mar y el río invaden de humedad a la isla de Manhattan. La gente se protege o se previene según los tiempos acostum-brados. Debió preverse que a la una de la mañana del día siguiente, después de estar sentados desde las 7 u ocho de la noche anterior, poco, muy pocos, eran lo que pudieran permanecer. Sin embargo, los que se quedaron, le dieron a la obra y a los actores una ovación tan prolongada, como pocas veces he presenciado. Gente de calidad, de gusto es-pecial y afición extraordinaria la que se quedó, porque no en otra forma pudo haber reaccionado tan entusiastamente ante esta presentación.

FUGA DE LOS TIEMPOS. La obra se inicia con un prólogo, al estilo shakespeareano, pero aquí, en lugar del heraldo que anuncia la tragedia, es la Muerte misma que en una excelente actuación mímica se duele de la tragedia de Romeo y Julieta, llora, invoca al cielo e impulsa a los jóvenes amantes para que asciendan al paraíso en un gesto de resurrección.

―“Nosotros los indígenas, no creemos en la muerte, creemos en la resurrección”, grita el coro que acompaña a

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sus carritos hasta nuestra fila y nada de líquidos! Nos tocó la fila del encuentro, y ninguna azafata se fijó en nosotros; llegaban con sus comestibles y se daban la vuelta. No de-sayuno, no comida. Arribo a las 15:30. Oye, Lazcano, ¿No tendrá problema Arce con migración? Confiemos en que no. Lo vigilaremos de cerca. Pero ¿qué podremos hacer?; estos gabachos son muy especiales. No, mejor déjalo solo. Pero si apenas habla. Sí, pero es el que mejor maneja el inglés. Además sabe mucho de espectáculos, es su línea. ¡Suerte de pelado! Fue el primero que pasó. Alto, de frente amplia y prominente, de poco hablar, pero siempre atinado en lo que dice, fácilmente se entendió con el oficial de mi-gración. Pero Humberto Millán iba muy nervioso. Cuando llegó a México, se comunicó a su casa y nadie contestó. Su mujer lo había ido a dejar al aeropuerto de Culiacán y no había vuelto al hogar. En Culiacán todo puede suceder. Llegando al hotel volvería a hablar. ¿Sabes?, es que está en-ferma, y algo le puede pasar. Pero tú tranquilo; las noti-cias buenas tardan siempre, las malas llegan como de rayo. Inmediatamente que nos alojemos, haremos contacto con Culiacán, pero piensa que tendremos tres horas de diferen-cia.

MANHATTAN ISLAND. Aeropuerto Kennedy. En re-alidad, muchos aeropuertos pegados unos a otros. Tráfico enorme. Anuncio desde el avión: podremos tener demora en la bajada. Bajamos de rebote. ¿Qué les parece si, para movernos con facilidad, rentamos un carro? ¡Magnífico! Es que los taxistas de Nueva York son los peores del mundo. ¿Qué los de Culiacán? Peor que los del Distrito Federal; no ves que la mayoría son latinos o negros. A Hertz direc-

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Obra que nos enseña a mirara nuestra gente con otros ojos.

• Escenas muy repetidas, larga duración, pero también con estampasmuy bellas que son un acierto y merecen aplauso.• La doctora Teresa Uriarte de Labastida cree que oportunidad como ésta de salir al exterior no se tiene todos los días.

Al Arq. Carlos Ruiz AcostaDirector de Difocur

TEATRO DE TEATRO. La obra de Romeo y Julieta en versión de Alicia Martínez se desarrolla en 25 escenas, aproximadamente la misma cantidad de la tragedia original de Shakespeare. Pero la agilidad que en la versión inglesa le gana soltura y apremio teatral, en la interpretación indígena se vuelve de una lentitud tal que se sale del contexto tradi-cional para este tipo de puesta en escena, hasta de las dos horas que el propio Shakespeare anuncia en su prólogo. Por lo menos, en la noche del estreno, al cual asistimos, la obra tuvo la duración de cuatro horas y media, con un intermedio de 15 minutos, lo que ocasionó que a la mitad de la representación tres cuartas partes del público aban-

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tos. Autobús del aeropuerto a la central Hertz. Cola para la renta. Salimos del Brooklyn rumbo a Manhattan. Lazcano maneja. ¿Conoces Nueva York? He estado muchas veces. ¿Y has manejado aquí? Sí, mucho. Con razón, pareces tax-ista. Escojan puente compañeros: ¿Brooklyn, Manhattan, Williamsburg? El que quieras, pero déjanos ver algo. ¿Qué te pasa Millán; sigues preocupado? Sí, estoy muy nervioso. Largo recorrido; muchas frenadas intempestivas. Arce, a mi lado callaba, pero en cada frenada se encogía cuan largo era. Por fin, el hotel, Avenida de las Américas. Menos mal, no está tan lejos del Central Park, quizás podamos ir al teatro a pie. Otra larga cola para el registro; casi media hora. Lazcano había dejado su tarjeta de crédito en el co-che. ¿Pero no que ya estaba pagado? Sí, pero hay que cubrir las extras. ¿Las comidas? Lo que sea necesario.¿Cuánto vale la habitación? Como 120 dólares. Uh, no nos alcanza para comer aquí, con esos precios. Ve a buscar la tarjeta. ¿Y si no la encuentras? Comeremos fuera, donde podamos.

BÚSQUEDA PRIMERA. A las 7 de la noche pudimos entrar a las habitaciones. Cada uno con su llave nueva, electrónica, número secreto. Esta móndriga, ¿qué es? In-stálense, y en 15 minutos nos vemos en el lobby para ir a buscar a los coordinadores y el teatro. ¿Ya preguntaste si en el hotel hay algún lugar donde podamos trabajar y que ten-gan máquinas? Sí, dice el empleado de recepción que allá al fondo está una oficina con todos los servicios. Es The Wall Street Journal Business Center, que dan todo tipo de apoyo a hombres de empresa y periodistas. ¡Ah, pues ya la hicimos! ¿Y tiene fax? Tanto mejor.

preguntarse si el teatro, como cualquiera representación escénica o espectacular, ¿tiene o debe tener un resultado cultural? Nosotros, los del enfrente escenográfico, creemos que sí; y como tal debe verse en un objetivo también edu-cativo. El teatro educa, como hoy en día la televisión hace el supremo designio de educar a las masas; cosa que cuando la autoridad responsable de la educación pública abandona este objetivo, la real educación se desplaza y, como ocurre en México, se aloja en Televisa. Pero el teatro como medio de educar a las masas, y en este caso hablamos de culturización del pueblo, del campesino, del indígena, por lo menos hay que hacerlo con verdad, con fidelidad al hecho histórico, si de referencias históricas se trata. Nadie está impedido de alzar el vuelo de la imagi-nación en su obra creada; libres son las aves, “y el Señor las alimenta”, como dice el Evangelio; pero si han de señalarse hechos históricos, que no se distorsionen, al menos.

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Salimos a las ocho. Gran discusión con el encargado del estacionamiento.Quiere cobrar la salida del coche de manera independiente. Y cada media hora son 7.50 dólares: por lo pronto, cobraba 16 dólares. Pero somos huéspedes. Arréglelo dentro. Aquí trae la autorización, si no, pague la tarifa. Es la tarifa más cara del mundo. El sistema es que más cobran mientras menos tiempo permanezca el coche estacionado. Durante el día, 9 dólares hasta una hora; por 8 horas 12.50; y varía según el lugar. Vamos pues en busca del hotel donde está el grupo de actores, se supone que cerca del teatro. Es el Excelsior Ho-tel, 45 West 81st Street. ¿Calles 81 y 45 oeste? No puede ser. Nunca se cruzan, son paralelas y además están muy le-jos una de otra. Bueno, vamos primero a la 81, por allí está el Central Park. Vueltas por aquí; preguntas por allá. ¿No ves sonso que eso está en el oeste, y tú andas por el este? Ah, entonces es del otro lado del parque. Claro, pero no corras, déjanos ver algo. Mira aquello que va por ahí; ¡que formas! Y ya a esa negrota que apenas cabe en la banqueta Tú maneja, y no voltees. Calles 45 y 81, eso nunca lo vamos a encontrar. Tras muchas idas y venidas, por la 81 se nos apareció el hotel. Eran ya casi las 10 de la noche. Sí, allí estaban alojados los actores, pero no daban ninguna información de perso-nas. Aprovecharemos para tomar algo aquí en el restau-rante, mientras alguien viene. Recuerden que sólo tenemos el lonche del avión. Oye, pero ya están cerrando. ¡Chin... tenemos que ir a buscar otro lugar! No se preocupen, los llevaré a un barrio estupendo, y allí podrán elegir. Espera, deja pedir una tarjeta del hotel. ¿Ya viste, cómo es el domi-cilio? Dice: 45 west Bist street, es decir, el número 45, del

TURNER CONDENA. Leamos a John Kenneth Turn-er: “Los 50 reyes del henequén viven en ricos palacios en Mérida y muchos de ellos tienen casas en el extranjero. Via-jan mucho, hablan varios idiomas y con sus familias consti-tuyen una clase social muy cultivada. Toda Mérida y todo Yucatán, y aun toda la península, dependen de estos 50 reyes del henequén. Naturalmente dominanla política e su Estado y lo hacen en su propio beneficio”. Continúa Turner: “Los esclavos son: 8 mil indios yaquis, importados de Sonora; 3 mil chinos (coreanos, aclara el autor), y entre 100 y 125 mil indígenas mayas, que antes poseían las tierras que ahora dominan los amos henequene-ros”. En otro pasaje de su crónica, Turner refiere: “Ellos nunca reciben dinero; se encuentran medio muertos de hambre; trabajan casi hasta morir; son azotados. Un porcentaje de ellos es encerrado todas las noches en una casa que parece prisión. Si se enferman, tienen que seguir trabajando, y si la enfermedad les impide trabajar, rara vez les permiten utili-zar los servicios de un médico. Las mujeres son obligadas a casarse con hombres de la misma finca, y algunas veces, con ciertos individuos que no son de su agrado [...] En realidad, toda la vida de esta gente está sujeta al capricho de un amo, y si éste quiere matarlos, puede hacerlo Impunemente.

¿EL TEATRO, TAMBIÉN EDUCA? En las condiciones que describe Turner, ¿será posible un drama de amor como el que poetiza Shakespeare? Quien lo crea, que lea a Turner. Pero al margen de esta aberrante distorsión histórica, por un capricho meramente literario o de oportunismo banal, cabe

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oeste de la calle 81. ¡Ah qué batos! ¿Qué jijos andábamos haciendo en la calle 45, que está como a casi 40 cuadras? Arce sólo reía, pero no hablaba. Iba muy divertido, aunque hambriento. Por su tamaño come más que nosotros. ¿Y a ti qué te pasa Ramiro? Mira nada más que gripón traes. ¿Has tomado algo de medicina? Sí, la traje de Culiacán. Me calmó; pero tengo hambre.

POR LAFAYETTE. A cenar señores, dijo Lazcano. ¿Cómo qué se les antoja? Yo, aunque sea una pizza. Eso engorda. Entonces, unos buenos espaguetis. También es harina. Olvídense de eso. Vamos donde Ramiro pueda tomar un caldo caliente. Pero de pasada veamos dónde está el teatro. Puede que estén ensayando, y allí podremos entrevistar a la coordinadora, y que nos dé algo de información para enviar, aunque sea un preventivo mañana. Aquí traigo un domicilio: 425 Lafayette St. En Greenwich Village. ¡Ah, qué bueno! En Greenwich podemos cenar rico! Vamos, pues. Vueltas, paso de altos, limpiadores de cristales, como en México, pero aquí en Nueva York todos son negros; basura, muchos botes por todos lados; humos de las alcan-tarillas, ¿O será del metro? Ya te fijaste qué facha de tipo; eh tú, voltea para allá... este licenciado que va demasiado aprisa. Oye Millán, ¿lograste comunicarte a tu casa? Sí, pero nadie contestó. Y ¿no tienes dónde más hablar? Lo hice con una vecina, que me dijo que no habían visto a mi mujer ni a mis hijos. ¿Y qué piensas hacer? Mañana lo intentaré de nuevo. Para, para Lazcano: pregúntale a esa mujer por dónde vamos a Lafayette. La mujer, alta y robusta, de no muy abundante ropa, morena, de cara ancha, tipo de Amazona, se acercó al coche

pretarse de índole sentimental, éste se dio entre las mujeres yaquis y los chinos, también esclavos pero más sumisos, a quienes los hacendados obligaban a aparearse con aquellas, que mantenían apartadas de sus hombres. Frente a esta realidad, que no es invención teatral, cae por sí mismo ese juego de palabras con que la autora quiso unir a mayos y mayas. Por lo demás, era innecesario, y no le añade a la puesta en escena nada que la mejore, y sí que la confunda y la haga tediosa e insoportable.

MÉXICO BÁRBARO. No hay que ir muy lejos. Está en la mayoría de las librerías. En las escuelas de enseñanza secundaria se tiene como libro de lectura obligada: es el “México Bárbaro”. John Kenneth Turner, testigo presen-cial, investigador directo de esos hechos bochornosos de la historia mexicana, es quien narra de primera fuente, pre-cisamente, las deportaciones yaquis y su vidaen las haciendas yucatecas y de Valle Nacional. Para los yaquis, según este leído cronista, estas deportaciones y ra-zias de esclavos, eran, simplemente, viajes de muerte, sin re-torno, una especie de mercado común de artículos desech-ables: ¡que trabajen cuanto puedan y mientras aguanten, que una vez muertos, se reponen rápidamente con la simple compra a 15 dólares por individuo! Indios mayas y yaquis vivían separados en las haciendas, incluso las mujeres de es-tos segundos por el comercio con los chinos. La conviven-cia no se daba. A los mayas esclavos los trataban mejor, aunque no dejaban de aplicarles la disciplina con azotes y torturas; pero a los yaquis los maltrataban hasta morir, más si llegabanenfermos.

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y se asomó. Vio que éramos seis y esbozó una ancha sonrisa entre siniestra y lúbrica. Vio a Roberto y le abrió tamaños ojos y movió la cabeza como queriéndonos decir: no, con los seis no, pero contigo sí. Todos vimos la expresión de Arce, y soltamos la carcajada. Quiso hablarle y preguntarle por Lafayette, y ella simplemente movió el índice en señal de negación y se alejó. Por fortuna, Lafayette estaba ya a la vuelta. Bajamos al domicilio que llevaba Lazcano.El edificio, de tipo neoclásico de fines del siglo pasado, esta-ba todo a oscuras. Por la fachada, era teatro y nos prometía algo clásico. ¡Qué magnífico espectáculo ver actuar aquí a nuestros yoremes! Nadie que pudiera informar. Era The Public Teather, la casa del Festival Shakespeare de Nueva York, según se podía leer en un letrero entre la oscuridad; pero no el Teatro Delacorte que buscábamos, ni donde estuvieran nuestros yoremes actores. Estos yoris que con tanto ahínco los rastreamos, terminábamos la noche ham-brientos y desesperados, sin haberlos hallado. Estábamos cerca de Greenwich Village; al menos nos quedaba una es-peranza.

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bierno recurrió al destierro y lo hizo masivamente. Pero a finales del mandato, entre 1908 y 1910, la represión y el destierro se hicieron ya con fines mercantilistas, es decir, como una clásica trata de esclavos en que los beneficia-rios eran miembros del ejército, políticos, terratenientes de Sonora, hacendados henequeneros de Yucatán y tabaque-ros de Valle Nacional, Oaxaca. Las iniquidades y salvajadas cometidas contra los yaquis han quedado registradas en la historia como el mayor baldón de la “progresista” dicta-dura porfiriana.

YAQUIS, PERO NO MAYOS. La referencia histórica re-specto a las deportaciones y la esclavitud son muy claras. Lo que ya no resulta tan claro, es que en tales deportacio-nes se mezclen a los mayos. La lucha era contra los yaquis, desde la margen derecha del río mayo hasta muy entrado en el septentrión sonorense. De la margen izquierda al sur, bajo el influjo del gobierno sinaloense,los cahitas vivían en paz. Ciertamente el embate por captu-rar esclavos, pudo haberse llevado algunos mayos, pero no como tales, sino como yaquis, por lo que el encuentro que plantea la obra, entre mayos y mayas, cae desde el principio por un elemental registro histórico. Por otra parte, en las condiciones y las circunstancias en que llegaban los yaquis a Yucatán, bajo las cadenas de la esclavitud, a una tierra cuya riqueza de la fibra se basaba también en la esclavitud de los mayas, no era posible que se planteara un problema de rivalidad entre ambas tribus, porque ambas padecían bajo el mismo yugo, y mucho me-nos que hubiese dramas como el que Shakespeare exalta en Romeo y Julieta. Si algún conflicto hubo, que pudiera inter-

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Yoris en N.Y. (3)

Un Festival de Pasiones,como las de su promotor

y su directora teatral.

• Pese al esfuerzo del grupo, la noche de llegada no fue posible nin-guna entrevista que permitiera una buena nota.• El encuentro con la autora fue ríspido y a punto del fracaso; ya para retirarnos, recibimos algunos datos.

A Ramiro Novelo de El Sol

SIBARITAS, UNA VEZ. Ya basta Lazcano, ¿qué pasó con la cena prometida? Recuerda que no hemos comido, desde el pinche desayuno del avión. Ya, estamos en Greenwich Village. Noche de verano. Mesas y gente sobre las aceras; antros nocturnales que ofrecen todo tipo de atractivos. Oye, aquí estos gabachos no gastan en ropa. Mira esa, qué bien luce lo poco que lleva. Ve aquel tipo que baila y can-ta, camina feliz del mundo por el medio de la calle. ¡Qué pelambre, de ese! Al otro le hicieron un estilacho de corte que le aumentaron 10 cm. Oye Arce, ¿Por qué te gustan tanto las negras? Bueno, escojan. Digo, qué quieren cenar. Una buena carne, para no salirse del ambiente. Allí dice:

corre, ¡A qué jijo...! ¿Y quién es tu jefe? Gustavo Camacho, el jefe de fotógrafos de Excelsior. ¡Ah que Camacho... Ca-machiiito!

DISTORSIÓN HISTÓRICA. La obra de Alicia Martínez se ubica y se inicia en una época bastarda de México, los dos años finales del Porfiriato. No había necesidad de este requiebro histórico. Shakespeare, por sí mismo, era sufici-ente para que el teatro indígena lo recreara, sin añadidos inútiles de la historia mexicana que nada tienen que ver con el romance de Verona, y mucho menos con la falsedad con que la autora desvirtúa los hechos, los confunde y les in-venta nuevos atributos. Pero la tentación de las palabras, como unir a mayos con mayas, los dos laboratorios vigen-tes y participantes en esta puesta en escena, fue demasiado persistente en este abalorio, que tiene aciertos extraordi-narios, de la imaginería teatral. De entrada, y como si Shakespeare requiriese de ober-turas que lo impelen a viajar al mundo indígena, se pre-senta la obra como remembranza de dos pueblos que la circunstancia histórica, el “cacicazgo” de Porfirio Díaz, los hubiera unido en la contienda. Mayas y mayos, precedidos de la muerte que evoca la muerte de Romeo y Julieta, se enfrentan en odios ancestrales de Montescos y Capuletos, que aquí son Dzibs y Yocupitcios. Es la época en que la opresión e la dictadura, mueve a encontrarse a ambas tribus en un inexplicable castigo de los dioses Tepeu y Cugumatz. La referencia histórica en que se ubica a Shakespeare, es la de represión del gobierno porfiriano contra las belico-sas y heroicas tribus del Yaqui. Se sabe que en los años de 1900-1905, frustrado por pacificar a los indígenas, el go-

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Steak & Seafood House. Vamos. Pero, ¿dónde estamos? Ah, en The Derby, 109 MacDougal St. Dougal, dougal, sí, aquí nos van a poner el dogal. Lee la carta, un tibón 25 dólares: ¡Pa su ma..! Aquí hay uno de 22. No, no es posible. Mejor vámonos. Esperen, acá está uno de 13.50, ¿qué les parece?, al cabo ustedes no son de mucho comer, y ya es muy noche. Necesitan dormir. Nos atendió un mesero flaco, risueño y muy complacido de oírnos. Hablaba español. Antes se llamaba Guillermo; ahora sólo Willson o William, como Shakespeare. Qué co-incidencia, ¿no? Era de Iztapalapa, del Distrito Federal. Ex-quisitas carnes, de todos modos. Rica ensalada con salsas de buen sabor. Cerveza alemana y holandesa. Cena de Sibari-tas, en verdad. Willson se lució en atendernos. Recordaba a su México como en lontananza. ¿la cuenta? 120 dólares. Nos toca a 20 cada uno. No, dijo Lazcano, ahora yo pago, pero a partir de mañana se turnan. Efectivamente, otro día nos turnamos, pero el desayuno del otro día, fueron ham-burguesas de McDonald, y por la tarde hot-dogs en un car-rito ambulante de Battery Park. Bueno, a dormir señores. Eran las 11 y media de la noche. ¿Cómo te sientes, Ramiro? Ya un poco mejor, creo que el hambre me estaba matando. ¿Y qué hago con estos papeles? Deja ver: ah, son los “voucher” del hotel, es decir, los comprobantes de la tarjeta de crédito; son de Lazcano. ¡Los perdió!, y luego con qué va a comprobar. Dáselos, que todo pierde. Lazcano hará un último intento de la noche para conectarse con nuestros enlaces. Buenas noches, que descansen.

repetía el click, click, cada vez que una escena ameritaba la estampa del recuerdo. ¡Qué manera la de trabajar de Clau-dio! Deberían darle una alternativa en tauromaquia. No en vano había aprendido a torear a los del Estado Mayor Pres-idencial en giras “de trabajo” con el Presidente de México, ¡qué le iban a durar esos juglares del absurdo! Allá en el foro, entre las luces de los reflectores y los cirios del día de muertos, el canto Yoreme se mezclaba con el alabado de un “dios Mío, Dios Mío, acércate a mí...”. Acá, entre nosotros, sumidos en la oscuridad, Ramiro se quejaba, ¿Qué te pasa! ¡Estoy jodido! ¿Y luego? Tengo fie-bre y mucha sed. ¿Y del estómago? Creo que es infección. ¿Quieres que te llevemos al hotel? No, tengo que cubrir esto; a eso vine. Voy a tomar un poco de agua y a buscar unas aspirinas. En el intermedio nos dices si te quedas o no, ¿quieres? Ya veremos. Y Salió en busca de líquido. En el intermedio. Oye Lazcano, ¿has visto cómo traen a Claudio, perseguido como delincuente? Mejor harían és-tos en las calles, allá afuera, persiguiendo drogadictos, que abundan, de veras. Haz algo ¿no? Ya lo hice, lo van a dejar en paz, a condición que no use flash. ¡Menos mal! Pero me-jor hubiera sido arreglarloantes, ¿no crees? Y a ti, Claudio, ¿qué te pasa, te han fas-tidiado mucho? No... este ca... de mi jefe, insiste en lo de la corbata lisa y quiere que me quede un día más para bus-carla. Ya tratamos de cambiar el vuelo de regreso, pero no hay asiento sino hasta fin de semana. ¿Y luego? Pues que a como dé lugar me quede para conseguirle su corbata. Un descanso, un paseo, no te caería mal. Sí, pero me han man-dado sin gastos, y no sé qué hacer. Que Lazcano te ayude. Ya me ayudó, pero nada se puede lograr; él dice que bus-cará la corbata. Oye, y si no la llevas, ¿qué pasa? Pues me

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PRIMERA LLAMADA. Media hora más tarde, cuando empezábamos a tomar el sueño. Ring, el teléfono. Habla Lazcano. Ya los hallé. Están ensayando en el teatro. ¿Y dónde estará ese méndigo teatro? Pues en Central Park, a unos pasos del hotel Excelsior. ¿Entonces no era el de La-fayette? Con razón, pasé horas y desatinos buscando guías y tips para turistas, tratando de localizar al Delacorte; quería saber qué importancia tenía para medir la grandeza de la presentación de Romeo y Julieta, algo así como el Metro –el Metropolitan Opera House– para los cantantes de ópera. ¿Y luego qué? Pues hay que ir, nos esperan. Por lo menos, que podamos hacer cita para el desayuno y allí recoger toda la información que quieran. Vamos pues, a vestirnos de nuevo y decirle adiós al sueño. Fuimos ya directo al hotel Excelsior. Allí pudimos esta-cionar el coche, y caminamos. Efectivamente, el teatro es-taba como a mil pasos. A la vuelta de la esquina, frente al parque, Arce nos ilustró que en uno de estos edificios en condominio, con pórtico y portero de librea, mataron a Le-non. Buena noticia, pero, ya está muerto. A la entrada del parque, por un camino sinuoso y poco iluminado, subidas y bajadas de tenues lomas, un gran cartel. Por fin, algo nos adentraba al mundo de Sakespeare: Free Shakespeare in the Park, 1990. New York Shakespeare’s Festival, in associa-tion with New York, Telephone and with the cooperation of the City of New York. David N. Dinkins, Mayor. Mary Schmidt Campbell, Commissioner of Cultural Affairs. Elisabeth F. Gotbaum, Commissioner of Parks & Recre-ation. Joseph Papp, presents. Festival Latino, 1990, con la compañía del Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena, la obra de Romeo y Ju-lieta de William Shakespeare, 11 de septiembre, dirigida por

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La trama de Romeo y Julieta en una falaz cita con la historia.

• Con un juego de palabras, entre mayo y maya, la autora se pro-puso jugar con la historia, pero la falsea y desvirtúa.• La puesta en escena tiene estampas muy bellas, que valen por sí mismas, y no necesitan de mistificaciones absurdas.

A la Dra. Teresa Uriarte deLabastida, con respeto

FIEBRE, ACÁ. Claudio había ido a buscar a Lazcano. ¿Para qué nos trajeron, entonces? Si existían tales condicio-nes, haberlas coordinado desde antes, y no ahora que puede degenerar esto en una trifulca. Lazcano fue y vino, medio inglés, medio español, finalmente no supe lo que arregló. Yo vi, después a Claudio, que

como un ladrón en la noche, se movía entre sombras, a veces huyendo de las luces, para hacer el milagro de unas tomas en la oscuridad, apenas siguiéndole el rumbo a los reflectores. Tras de él iba siempre una mano amenazadora tapándole el lente o estorbando el paso. Pero su máquina milagrosa, un telefoto de por o menos 10 cm de diámetro,

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María Alicia Martínez Medrano. Interpretado en las lenguas maya y mayo originales. Obra que se presenta en el Teatro Delacorte de Central Park.

SHAKESPEARE FESTIVAL. El Festival Shakespeare se inició bajo la dirección de Joseph Papp desde principios de 1954, como The Sakespeare Worshop (el taller o el estudio) en el sótano de una iglesia en la parte baja de East Side. El Free Shakespeare Summer Festival (festival gratuito de verano), que empezó en 1956 en el Anfiteatro de East Side, llegó a ser parte del paisaje de Central Park. Cuando un camión de plataforma, que había estado haciendo gi-ras teatrales por los parques de la ciudad, se hundió cerca del Lago Belvedere, justamente donde después, en 1962, se construyó el Teatro Delacorte. Desde hace 25 años, Papp ha hecho presentaciones de alrededor de 400 obras musi-cales y teatrales y logrado que el Festival tuviera casa propia para la puesta en escena bajo cubierto en el Public Theater y a descubierto en el Delacorte donde todas las exhibicio-nes son gratuitas. Hoy en el Festival tiene gran reputación internacional, y está inmerso en una amplia gama de activi-dades que comprenden desde la representación teatral, el espectáculo musical, la elaboración de películas y videos, hastauna escuela para escritores de teatro. El gran impul-sor, Papp, es un ferviente admirador y entusiasta promotor de la creación latina, sobre todo del arte latinoamericano, y ha sido galardonado por ello con la medalla Andrés Bello, la más alta presea del gobierno de Venezuela. Pero todo esto no lo supimos sino al día siguiente, a la en-trada del teatro y al inicio de la obra. De cualquier manera,

Una voz femenina, entre inquieta y nerviosa explicó: son convenios que se hacen con los promotores del teatro; no se autoriza ninguna fotografía durante el desarrollo de la obra. ¡Ah, pero al público sí? A los invitados, para darle realce al estreno. Ni a los invitados, entiendan; ninguna foto aquí dentro del teatro. Si quieren fotos allá afuera las ven-den. Pues tráigalas usted, que nos impide trabajar. Lo que ustedes digan, pero nadie toma una foto aquí. No siga, por favor, porque armamos un escándalo en este momento y la obra no se presenta. Hagan lo que quieran, pero ustedes no tomarán ninguna foto.

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con las primeras noticias, nuestro objetivo centró el in-terés por entrevistar, ahora mismo, y durante el ensayo, a María Alicia Martínez Medrano, y concertar con ella, para la noche del estreno, otra con Joseph Papp.

ENCUENTRO RÍSPIDO. El Delacorte es un anfiteatro al aire libre, un escenario que, por razones obvias, sólo se em-plea en verano, y está dedicado, bajo la dirección de Joseph Papp, al Festival Latino y al Festival Shakespeare como or-ganizaciones permanentes. Tiene sus oficinas en el Pub-lic Theater que vimos en Lafayette. Aquí estaban nuestros yoremes ensayando; por fortuna, llegamos a un descanso y pronto pudimos abordar a María Alicia. Pero la insigne dra-maturga y directora teatral, responsable directa de lo que pudiera ocurrir al día siguiente con el estreno del Romeo y Julieta en versión yoreme, de inmediato nos rechazó. De principio nos mandó por un tubo. Ella no tenía nada que decirnos; que viéramos la obra y entonces opináramos y criticáramos. Usted disculpe, nosotros no somos críticos; vinimos invitados a escribir sobre el estreno para los lec-tores sinaloenses. Pero necesitamos la información para tener de qué hablar. Díganos algo de la obra, de su con-tenido y sentido, para que podamos entenderla. Ustedes la entenderán si la ven. Ahora estoy muy ocupada y continu-amos con el ensayo; tenemos tarea aún hasta las dos de la mañana, y así estamos desde que llegamos. ¡Qué abuso! La que tiene que entender nuestra función es usted; si quiere que se hable bien de la obra y de su persona. Empiece por facilitarnos la información. No vinimos, de tan lejos, para hacer el ridículo,como usted tampoco está aquí para lo mismo. Somos periodistas, y el gasto que se ha hecho por

Invitados especiales, nos entregan un pliego amaderado de 35 por 53 cm con información en inglés, con antecedentes sobre el Festival Shakespeare; una invitación-partitura de 21 por 49 cm en cartulina blanca con datos sobre la obra; y una hoja simple, más larga que oficio, frente español, vuelta inglés, con la sinopsis, de 25 escenas, del desarrollo de la obra. ¡Qué bárbaros! Si esto nos lo hubieran entregado por la mañana, al menos, ¡qué buenas notas hubiéramos en-viado! Sabríamos de qué estábamos escribiendo. Ojalá que para la próxima aprendan. Hacer teatro no es hacer period-ismo; pero el periodismo sí que puede ayudar a hacer buen teatro.

JUGLERÍA DEL ABSURDO. Con ánimo rebosante, el grupo se dispuso a la captura de la obra. Cámaras, libretas y grabadoras en ristre. Una voz desde el megáfono: ni una grabadora, ni una cámara; prohibido su uso. ¡Ah, sí, pero nosotros hemos venido en misión de prensa! Se trata de que podamos contarle a nuestros paisanos, los yoremes y los yoris que no tuvieron el privilegio de venir a ver este sensacional estreno, todo cuanto hayamos visto y lo exi-toso que fue la obra. ¡No cámaras, no grabadoras!, dijo una voz rugiente. Y nosotros, que buscábamos un lugar de movimientos flexibles, pronto fuimos rodeados por tres jóvenes hablando espanglés con ademanes amenazantes: no cámaras. ¡Me lleva el carajo! Si desde tan lejos nos han traído para cumplir una misión informativa, ¿por qué nos impiden trabajar? Esto es un estreno, y como tal se con-sidera un ensayo ante un público especializado, ¿por qué no ha de permitirse la toma de fotografías para prensa?

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traernos es muy grande. ¿Cree usted que para nada? El diálogo, ríspido de entrada, crecía en su calor. La faz adusta, de yaqui sonorense, empezaba a agrietarse aún más. Hubiera acabado en insultos; pero Lazcano, siempre apaga-dor de iras, nos calmó con unos cuantos piropos para la di-rectora. Estaba nerviosa, tensa; había trabajado demasiado y sólo faltaban unas cuantas horas para el estreno. ¿Inse-gura? No, preocupada. Pero al fin cedió un poco, y de ello hablaríamos, de todas maneras, al día siguiente, después del estreno. Lo que ustedes quieran. Ahora que los atienda An-gelina, que es como si yo misma les hablara. Debo confe-sarles que ni siquiera he recibido a los periodistas norteam-ericanos; los ha atendido el señor Papp. Pero a ellos siquiera les han hecho caso. Nosotros, que nos han traído desde tan lejos, como a nuestros yoremes, deberíamos haber dis-puesto de la información por anticipado. Pero vean la obra, a la mejor ni les gusta, y que lo digan; yo trabajo para que le guste a la gente. Rápidamente. ¿Qué tipo de público es-pera? Mucho latinoamericano. ¿En qué idioma se represen-tará? En maya y en mayo. ¿Habrá traducción? Se entenderá, ya lo verán. ¿Cuántos actores participan? 82, de los cuales 22 son mayas; hay 63 técnicos: 36 norteamericanos y 27 mexicanos. Disculpe la insistencia, también nosotros ten-emos el tiempo medido. Después de la función habrá un coctel, allí habrá oportunidad de hablar. Díganos: ¿Por qué Romeo y Julieta? Es una obsesión de Papp. ¿Es la primera vez que se presenta aquí el Laboratorio de Teatro Campesi-no? No, es la segunda; en 1986 fue Bodas de Sangre. En el coctel hablaremos; ahora los dejo con Angelina. Queda usted comprometida con nosotros, para cuando después que triunfe; y queremos ver a Romeo y Julieta. Gracias por el deseo. Buenas noches. Y se fue.

de Ahome. Se enlistan niños, púberes, jóvenes y uno que otro viejo. Como en X’ocen, Alicia asegura la permanencia del Laboratorio llegando primero a la emoción de la tierra, Coatlicue que nos llega hasta las Ciénagas del Zuaque, con la obra De Mayos y Venados, que pone en escena en abril de 1990. De allí a Nueva York, en descripción de Ripley, sólo un brinco. Hijos del mismo signo zodiacal –Leo los gobierna–, los dos Laboratorios de X’ocen y Yoremes, se hermanan en el dardo de Sagitario con que Alicia les fragua su drama de odio y amor. Alicia es terrible: su mundo de subterfugios para emerger al paraíso y sumergirse en el purgatorio de ese círculo divino en que Dante seguramente la inspira cada día, no tiene fin; Shakespeare la agarra con sus tragedias y ella le enmienda su drama de Romeo y Julieta. Con Julieta y Romeo, en una tragicomedia indígena, llegamos a Nueva York.

TERCERA LLAMADA. Cuando Ruiz Acosta nos buscó, una hora antes de que se iniciara la función –sin sus bole-tos no podríamos entrar, pese a que la entrada era libre–, Lazcano aún no regresaba de ponerse guapo. Boutique para caballeros; estilo de altos cortes; damas para masajes; olor a hombre, de Nueva York, por supuesto; y por supuesto llegó corriendo, retrasado, cuando mis compañeros con-sumían sus escasos dólares en el bar del hotel, junto a los ascensores. Tarde subió, tarde bajó, y... chin que perdió el ticket del estacionamiento. Va, viene, por fin lo resuelve –de todas maneras, él siempre resuelve todo–. Vámonos. Tarde llegamos. Tercera llamada, empieza la función. Los boletos, allí a la entrada, fiel a lo prometido, estaban con Carlos.

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LABORATORIO DE TEATRO. ¿Y usted qué hace aquí, Angelina? Soy la directora de difusión y relaciones públi-cas del Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena. Bien, explíquenos qué es eso del Laboratorio y por qué están aquí. Media hora de antecedentes. ¿Y de la obra? Véanla mañana. De su adaptación, de sus técnica teatral, qué nos puede adelantar? Ustedes conocen la obra de Romeo y Ju-lieta, supongo. Traje las obras completas de Shakespeare, por si fuera necesario. La versión indígena toma un hecho histórico y forja el drama de Romeo y Julieta entre mayos y mayas. Humm, esto ya no es tan shakespeareano. Sí que lo es; pero mejor véanla. Además, lo que les he dicho lo tengo escrito en un resumen de antecedentes. Se los daré mañana. ¿Dónde los tiene? En el hotel. Vamos por ellos. Y los tenía: dos cuartillas biográficas de la directora; seis a renglón seguido del Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena. ¡Qué bárbaros! Si esto nos lo hubieran dado des-de antes, no estaríamos ahora peleando contra el tiempo. ¿Problemas de coordinación? Fatal. Gracias Angelina.

se hizo realidad, aunque su realidad, como en la vida ante-rior, siga siendo una ficción. El laboratorio se expande y se instala en X’ocen, pueblo maya del municipio de Valladolid, en Yucatán, ahora con el apoyo del Instituto Nacional Indigenista. Alicia no ceja; su teatro y su laboratorio deben prevalecer por encima de bu-rocracias. De agosto de 89 a enero de 90, Alicia prepara una obra más. Es X’ocen que la pone en escena, y X’ocen se recrea a sí mismo. Esta Alicia es muy hábil; siempre gana, y convence. Los números de Alicia son impresionantes: en Tabas-co, el Laboratorio inventó 3,500 actores y productores de teatro; 22 materias obligatorias en tres años y medio por ciclos de seis meses; métodos y seminarios de praxis-teoría-praxis-teoría; 18 espacios escénicos y 10 talleres que alter-nan la dramaturgia con el trabajo artesanal ; una biblioteca y dos museos; y un repertorio de más de 41 obras en es-cena, con participación en festivales (entre ellos el del New Shakespeare Festival, en 1986), y reconocimientos diversos nacionales e internacionales.

SINALOA TEATRAL. También, en agosto de 1989, el Laboratorio vuela a Sinaloa. Los pioneros de Tabasco lle-gan al Valle del Río Fuerte y se adentran en las comuni-dades yoremes. Esta vez, la doctora María Teresa Uriarte de Labastida, Presidenta de Difocur (Dirección de Investig-ación y Fomento de la Cultura Regional) da su apoyo gen-eroso. El Laboratorio recluta a nuevos soñadores (porque no hay que olvidar que el teatro es ensueñoy ficción). Reg-istra en la actualidad 167 alumnos de Tehueco y Tesila, del municipio de El Fuerte, y 157 de Bacorehuis, del municipio

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Yoris en N.Y. (4)

Tropiezos formales y económicospara informar a los lectores de Sinaloa.

• Hubo que improvisar un operativo doméstico para enviar las pocasnotas que la falta de información nos limitó.• Como caso de ironía, el principal informante que nos iba a resolver el problema, estaba en la habitación de al lado.

A Claudio Olivares,de Excélsior

SEGUNDA LLAMADA. Camino del hotel, tras de nues-tra frustrada entrevista, y con lo poco que Angelina Camar-go nos había proporcionado, decidimos que a la mañana siguiente, del martes 11, haríamos un preventivo para envi-arlo a nuestros periódicos. Teníamos que resolver tempra-no dónde trabajar y escoger el mecanismo de envío. La ofi-cina The Wall Street Journal Business Center daba servicio a partir de las 7:30; considerando la diferencia de horario con Sinaloa (tres horas), habría tiempo de desayunar, escri-bir, enviar la información y después ver un poco de Nueva York, tal vez la estatua de la Libertad. Con nuestros informantes, después de que se nos negó la posibilidad de verlos durante el desayuno, sólo estaría-mos por la noche, durante el estreno y el coctel. Quizás si

En Tabasco, en 1983, con otra soñadora como lo es Julie-ta Campos, corresponsable editorial, con Octavio Paz, de la revista Plural, entonces primera dama del Estado, organiza y establece el Teatro Campesino e Indígena. Retoma –ella lo dice–, la riqueza del arte de los mayas, los olmecas, los chontales y los choles; inventa al actor indígena y campesi-no, y concibe su teatro a partir de las raíces históricas de las culturas del sureste. El Teatro Campesino e Indígena se propone rescatar valores teatrales en pueblos y comunidades; formar mae-stros, actores, productores, danzantes, escenógrafos, toda la parafernalia que es inherente a la representación escé-nica; forjar un repertorio y participar en cuanta lid imagi-nativa se cruce en el camino. Teatro, en suma, para niños, púberes y adultos no menos niños, que quieran fugarse de su realidad y entrar a ese mundo que nada tiene que ver con la economía ni con el conflicto de hacer producir la tierra.

CAMPESINO Y BURÓCRATA. González Pedrero, gobernador de Tabasco, requerido por la burocracia cen-tral, deja, antes de tiempo, el solar natal para ir a la capital de la República; con él viaja la primera dama que tanto em-peño le había puesto al Teatro Campesino. Otras autori-dades, menos literarias, menos ilusas, ambian criterios El Laboratorio sigue, porque hay ya una primera generación de campesinos e indígenas teatreros que pueden continu-arlo; pero sin vida propia, sin sustento económico que lo soporte por su estructura de origen, el estado retoma su existencia y lo convierte en una dependencia burocrática. Los forjadores del teatro campesino, ya no quieren saber de tierras y privanzas; para ellos el sueño de la representación

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aquello terminara a las 10 ó 10:30 de la noche, hasta po-dríamos enviar una nota breve del éxito y la gran acogida que, estábamos seguros, tendría el estreno. La madrugada del martes 11, sólo nos restaba descansar y dormir. Ramiro Novelo, bastante maltratado de salud, sin embargo, no despegaba el ojo de cuanto pasaba o lográbamos mirar en los altos, porque Lazcano, impaciente y nervioso, mientras pudiera pasar los rojos más feliz se sentía. De veras que tenía tirria contra los rojos, ¿por qué será? Por fortuna ningún agente lo detuvo por esa causa, pero sí hizo buena colección de boletas de infracción por mal estacionado, fallas de luces y vueltas prohibidas. En una de esas vueltas, de pronto, Ramiro sobresaltado y en plena eu-foria, gritó cuanto pudo en su voz apagada: ¡Epa, detente, mira lo que va allá! Vacilante, Lazcano bajó la velocidad y pudimos observar el espectáculo: una hermosa mujer en tanga, con la fresca de la madrugada, que displicente cam-inaba por la acera, como si lo hiciera en las arenas de Co-pacabana o se solazara en las blancas playas de Cancún. Llevaba una chamarrita que apenas cubría sus hombros, y que bien dejaba abierto el tórax, donde quizás no llevaba nada. Ramiro no se contuvo: ¡no, mis culichis no son tan atrevidas; de veras que no! Y como disculpándose añadió: ¡pero las prefiero!

MARTES, POR LA MAÑANA. Por disciplina previsora, muy temprano, antes del desayuno, me asomé a la oficina del Wall Street Journal. Ya estaba allí el acucioso Rober-to, escribiendo a mano, con la intención de pasar un fax aunque fuera así. La oficina, por supuesto, tenía cuanto el periodista o el empresario moderno pudieran necesitar;

primera y única vez que la vi, sin saber de su estirpe famil-iar, hubiera jurado que era una yaqui más, gesto y expre-sión dura, sonrisa forzada, pero franca y belicosa, por lo mismo de su franqueza. Vivió en Sonora y se tostó la piel con ungüento de pitahayo; aprendió las artes teatrales con Seki Sano y Virgilio Mariel; al segundo lo hizo campesino e indígena, como ella ha querido serlo, casi siempre, y creó un taller con su nombre en Mérida. Con niños en guarderías y con problemas infantiles, abrevó de la fuente suprema de la imaginación. Alicia en el país de las Maravillas. “El Principito”, de su primera co-secha como autora teatral, la condujo hasta Sofía, en Bul-garia; y en 1972, todavía atada a la Unidad Cultural del Bosque en el Distrito Federal, va a las llanuras yucatecas donde se sumerge en la cultura indígena aprisionada por el esoterismo de los cenotes y las grecas de las pirámides ma-yas. Campesina universal, indígena de corazón, en vuelo de cigüeña y como estafeta de recién nacidos, Alicia Martínez va de Capácuaro, Michoacán; a Huaymitún, Yucatán; y a Oxolotán, en la chontalpa tabasqueña; un día aterrizó en Tehueco y Bacorehuis, de las riberas del Zuaque en el norte de Sinaloa.

CAMPESINO E INDÍGENA. No debiera ser, pero campesino e indígena se funden en una realidad de clase que no alcanza, ni siquiera el título de agricultor. Campesi-no e indígena, terrazguero sin derechos por obra y gracia de un estado paternal, tiene para Alicia Martínez la tent-ación de aliviar su pena de pobreza, llevándole el alimento de los sueños. Y Alicia va, también, con sus sueños, y les dona lo que ella sabe hacer: salirse de la realidad y penetrar al mundo de la ficción.

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pero todo eléctrico y electrónico, con acceso a los archi-vos del mundo, en especial el Dow Jones Information Ser-vices. Pero cada consulta era cosa de pagar 39 dólares. ¿Ya viste los costos? Todavía no, pero no es nada barato para nosotros. El problema, dijo Arce, es que yo no manejo ni la eléctrica ni la computadora. ¡Actualízate, ubícate!, le dijo Humberto. Aquí hay quien te tome dictado, o quizás pueda alquilar una máquina de escribir. Por curiosidad vi la lista de precios: envío de fax inter-nacional: 12 dólares la primera hoja, 8 cada adicional. Si he de enviar tres, habré de pagar 28 dólares; uso de computa-dora y procesador de palabras: 30 dólares la hora, 7.50 por minuto adicional; alquiler de máquina de escribir para uso en la habitación, 15 dólares lahora o 60 por día, con un depósito de garantía no especifi-cado; fotocopias, 25 centavos cada una; servicio de esteno-grafía, 30 dólares la hora y 7.50 por minuto adicional No, eso no estaba diseñado para nosotros. ¿Crees tú, Lazca-no, que el gobierno del Estado estaría dispuesto a pagar esos precios? Sí, ya sabemos que para eso no estás autor-izado. Pero ¿dónde están las corresponsalías que, supuesta-mente íbamos a utilizar? Así no podremos enviar ninguna información; tal vez tengamos que esperar a nuestro re-greso. ¿Tú traes para estos gastos? No, en el periódico me dijeron que aquí nos pagarían todo. ¿No te dieron viáticos? ¡Ni madre! Están acostumbrados a que nos paguen todo. ¿Y tú, tampoco? Tal vez el único que iba cubierto por parte del periódico lo era yo; pero tampoco estaba en condicio-nes de resolver el problema. Hicimos cuentas: tres notas que enviáramos y el alquiler de la máquina nos costarían 204 dólares a cada uno. Por lo que a mí toca, respecto de la máquina, con 60 ó 70 dólares

Yoris en N.Y. (5)

De la Chontalpa tabasqueñay la Llanura Yucateca, teatro a Sinaloa.

• Como en Tabasco y Yucatán, Alicia reproduce el país de las maravillas y ayuda al campesino a evadirse de su realidad.• En una juglería del absurdo, al fotógrafo de Excelsior le impidi-eron Trabajar; y no hubo fotos para poder informar.

A M. Alicia Martínez Medranoautora teatral

MUNDO ESOTÉRICO. Para no pocos, María Alicia Mar-tínez Medrano es un enigma. Capitalina, metropolitana de origen, psicóloga de profesión, deriva al arte teatral con imaginación extraordinaria, pero desviada, completamente, desde hace 22 años, a una tarea que nada tiene que ver con lo comercial. No es la impulsorani creadora de un arte histriónico para salas donde cómo-damente haya que ver una puesta en escena. Es teatro de plazas, teatro de pueblo, que lo mismo atrapa la calle que la aldea, y en particular, los pueblos escondidos de un uni-verso indígena y campesino. Identificada con este mundo aborigen, ella misma se recrea en comportarse como uno de sus congéneres. La

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podría comprar una portátil, ahorro y me quedo con la máquina. Por lo que hace al envío de fax, ¿qué tal si tú, Lazcano compras el aparato y lo conectas al teléfono? Lla-maremos por cobrar, y eso nos evitará quedarnos en la calle. ¿Aceptan? ¡Aceptamos! Vamos pues a buscar las máquinas. Ah, pero antes vamos a desayunar.

LA CORBATA LISA. Salimos, buscamos. Nada que nos agradara, o que nos costara poco. Encontramos un Mac Donals, ¿le entran a las hamburguesas? Pues qué otra. Oye Lazcano, dijo Claudio, mientras desayunan voy por mi en-cargo. Espérate, ¿tú conoces Nueva York? No. Entonces, ¡qué carajos vas a hacer! Vamos juntos, que todo va por el rumbo. ¿Y qué te encargaron? una corbata, lisa, de seda y morada. ¿Quién fue ese? Mi jefe; y me dijo que no volviera sin ella, y que cuidara que fuera de lo mejor. ¡Apa caprichos los de tu jefe! Por aquí cerca, en la Quinta Avenida está Saks, donde hallarás de lo mejor para el hombre elegante; si allí no la encuentras, no la hallarás en ninguna parte, a menos que le lleves de las que venden en las banquetas a dos por cinco dólares.

Saks, indiscutiblemente, es la tienda de departamen-tos de más prestigio en modas para mujeres y hombres. Allí caímos como payos, que no de Rosario, encandilados por tanta elegancia; que subimos, que bajamos, ocho, diez pisos, hasta que dimos con uno especialmente dedicado a corbatas. ¡Qué hermosura de ejemplares! De todas nacio-nalidades, de todos colores y borduras, combinaciones de artistas, y sin faltar las de estridentes colores, típicos de te-janos de la costa, pero en ningún momento encontramos la que el jefe de Claudio quería. Si aquí no está, olvídate que

con una sonrisa abierta que preguntaba por Lazcano. Se identificó: soy el arquitecto Carlos Ruiz Acosta, director de Difocur. Mucho gusto. Los he buscado por todos la-dos. ¿Y dónde está usted? Aquí, al lado de su habitación. ¿....? Es que en este hotel no dan ningún informe de perso-nas. Supe de su llegada desde ayer, pero no los localizaba. Pues nosotros hemos pasado ayer y hoy buscando nuestros contactos, porque no teníamos ninguna información. Yo la traigo. ¡Ah, felicidades! Pero también traigo los boletos para entrar. ¿No que la entrada es libre? Sí, pero hemos separado una sección donde se entrará con boleto. Gracias, de todos modos.

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la vas a hallar. Además, sólo tienes que buscarla un rato de la mañana de mañana, porque por la tarde regresaremos a México. Háblale a tu jefe y coméntale de la hermosura de corbatas que hay aquí. ¡Y que no joda! Pero es que él dice que tiene que ser lisa, y si no, que mejor no regrese. Pinche jefe, ¿no?

Sin éxito en la corbata, nos fuimos en busca de las má-quinas de escribir. Abundan las eléctricas y las computado-ras; pero no estas mecánicas que ya ni en las escuelas las usan, Más de una hora en entrar y salir por tiendas; en el in-ter in, se nos perdió Roberto. ¡Ya encontró a su negra!, dijo Humberto. Este Lazcano que todo pierde. ¿Quién sigue? Al fin, las hallamos; con regateos y porque eran varias, las conseguimos a 70 dólares: Olivetti, modelo 25, portátil y con estuche de plástico. ¡Ya la hicimos! Y ahora, el fax. Una buena oferta, tras de un alegato, ayudado por unos paisa-nos de Puebla que allí trabajaban y, por supuesto, hablando español, se compró en 500 dólares. Ahora a probar. Vamos al hotel.

Y el asunto funcionó, gracias a que Claudio era experto en conectarse a todos los teléfonos del mundo. Llevaba, para cumplir con su oficio, una caja como de 20 kilos de peso con el laboratorio de revelado y el equipo transmisor de fotografías. ¿Pesa, no? Lo que más me pesa es su valor, 60 millones de pesos. ¡Ah pinche! Unos cables con caiman-citos en las puntas resolvieron el problema. Prueba aquí, prueba allá. Conéctate a la oficina de México, pero a quien descuelgue dile que conteste “yes”, así garantizamos que entre por cobrar; si después se arrepiente allá su problema. ¡La hicimos! A escribir. Bueno, pero ¿damos por inaugu-rado el evento, o simplemente informamos sin decirlo?

Porque cuando se publique, el evento ya pasó, y nosotros aún no lo hemos visto. Hagan lo que quieran. Y cada uno escribió como pudo.

REENCUENTRO A DESHORAS. Enviadas las notas, un intento de recorrer algo de la ciudad. Humberto, ¿por fin hallaste a tu mujer? Sí. ¿Y qué pasó? Que la maltraté ¿Y eso...? Pues que se sintió mal y se fue con su mamá, y yo acá de pe...nitente. Que avise, ¿no? Bien, ¿pero ya estás tranquilo? Y tú, Ramiro, ¿cómo te sientes? De la cachetada. ¿Y ahora por qué? Me calló pesada la carne o la ensalada de anoche. ¿Nooo? ¡Siii! ¿Y qué sientes? Que me duele mucho el estómago y tengo chorrillo. Ah caray. Espera, yo tengo una medicina que te hará bien. Es mi “streptomagma” de viaje. Tómalo y te sentirás mejor. ¿Quieren ver la Libertad? Claro. Oye Lazcano, pero no hemos comido. Por allí comeremos algo. Vamos, antes de que se haga más tarde. Pero tarde llegamos. No habría ya recorrido en ferry, sino hasta otro día ¿y la comida, a quién le toca? A quien sea. ¿Entonces? Bueno, allí en aquel carrito hay “hot-dogs”. ¿Alguien quiere? Provecho. Dicen que los “hot-dogs” de los carritos de Nueva York son los más ricos del mundo. Verdad o mentira, nuestra hambre los disfrutó. Había que regresar al hotel para preparar algunos ma-teriales de trabajo y llegar al teatro a hora que pudiéramos adelantar información. Por lo menos, para tener tiempo de bañarnos y trajearnos. Ah, porque había que ir de traje. Y estaba yo en los arreglos personales, cuando de la puer-ta oí unos toquidos de alguien que llamaba con insisten-cia. ¿Quién? Espere, ya voy. Y cuando salí, a medio vestir, me hallé con un personaje de frente amplia, escaso pelo y

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