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Wajcman aclara que para pensar el tatuaje como marca corporal, hay que hacerlo bajo tres modalidades distintas: la marca en su valor simbólico, en su valor imaginario y en su valor erógeno. En el primero, se trata del modo de inscribir en los cuerpos, el rasgo de pertenencia de un sujeto a una comunidad. En cuanto al valor imaginario, hay que ver al tatuaje como elemento de la vida erótica; forma de atraer, seducir y cautivar el deseo. Y por último, bajo su valor erógeno, el tatuaje estaría ligado a las pulsiones y al autoerotismo. (Wajcman, Gerard; El ojo absoluto, Manantial 2011) Más allá de sus valores como marca, dice Wajcman, es necesario contextualizar el fenómeno del tatuado en una época que él mismo denomina como “hipermodernismo” –en un marco de voyeurismo generalizado” o “civilización de la mirada”-, en la que “la mirada de Dios, como otro trascendente, ha descendido al mundo encarnada en dioses tecnológicos que pretenden expandir el dominio de la mirada hacia los confines; como si verlo todo fuera posible”. (http://www.blogelp.com/index.php/resena-lo-que-el-tatuaje ) Claudine Foos –siguiendo a Wajcman- comenta que es importante en ésta ámbito, además, la relación que el ser humano tiene con su cuerpo. En este sentido, tenemos un cuerpo, no lo somos. Sujeto y cuerpo están separados en la constitución subjetiva, por lo que “siempre el ser humano ha recurrido a artificios para hacerse con su cuerpo” (http://www.blogelp.com/index.php/resena-lo-que-el- tatuaje ), y entre podemos incluir el tatuaje. Éste, como fenómeno –nos dice-, “no es nuevo ni privativo de una cultura” (http://www.blogelp.com/index.php/resena-lo-que-el-tatuaje ). Así, propone pensar en el auge y la proliferación que alcanza en la cultura occidental y el mundo contemporáneo, y lo sitúa como un tipo de respuesta subjetiva frente al otro contemporáneo. En una época del empuje a la indiferenciación, al “para todos lo mismo”, el tatuaje podría ser “un intento de diferenciación”, un intento de configurar una nueva identidad, “velando así la primera identidad del sujeto o completándola imaginariamente. O por el contrario, favoreciendo una identificación con sus pares en los

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Wajcman aclara que para pensar el tatuaje como marca corporal, hay que hacerlo bajo tres modalidades distintas: la marca en su valor simbólico, en su valor imaginario y en su valor erógeno. En el primero, se trata del modo de inscribir en los cuerpos, el rasgo de pertenencia de un sujeto a una comunidad. En cuanto al valor imaginario, hay que ver al tatuaje como elemento de la vida erótica; forma de atraer, seducir y cautivar el deseo. Y por último, bajo su valor erógeno, el tatuaje estaría ligado a las pulsiones y al autoerotismo. (Wajcman, Gerard; El ojo absoluto, Manantial 2011)

Más allá de sus valores como marca, dice Wajcman, es necesario contextualizar el fenómeno del tatuado en una época que él mismo denomina como “hipermodernismo” –en un marco de voyeurismo generalizado” o “civilización de la mirada”-, en la que “la mirada de Dios, como otro trascendente, ha descendido al mundo encarnada en dioses tecnológicos que pretenden expandir el dominio de la mirada hacia los confines; como si verlo todo fuera posible”. (http://www.blogelp.com/index.php/resena-lo-que-el-tatuaje)

Claudine Foos –siguiendo a Wajcman- comenta que es importante en ésta ámbito, además, la relación que el ser humano tiene con su cuerpo. En este sentido, tenemos un cuerpo, no lo somos. Sujeto y cuerpo están separados en la constitución subjetiva, por lo que “siempre el ser humano ha recurrido a artificios para hacerse con su cuerpo” (http://www.blogelp.com/index.php/resena-lo-que-el-tatuaje), y entre podemos incluir el tatuaje. Éste, como fenómeno –nos dice-, “no es nuevo ni privativo de una cultura” (http://www.blogelp.com/index.php/resena-lo-que-el-tatuaje). Así, propone pensar en el auge y la proliferación que alcanza en la cultura occidental y el mundo contemporáneo, y lo sitúa como un tipo de respuesta subjetiva frente al otro contemporáneo. En una época del empuje a la indiferenciación, al “para todos lo mismo”, el tatuaje podría ser “un intento de diferenciación”, un intento de configurar una nueva identidad, “velando así la primera identidad del sujeto o completándola imaginariamente. O por el contrario, favoreciendo una identificación con sus pares en los grupos de adolescentes”. (http://www.blogelp.com/index.php/resena-lo-que-el-tatuaje)

En cuanto a la dimensión de la mirada de la que habla Wajcman y de la que parte Foos, en este mundo “omniveyur” y “exhibicionista”, ésta no sólo convoca en el sentido de la belleza, sino del impacto, de la interrogación y la repulsa. La arista de la belleza está aquí en cuestión: “bello es ese objeto al que le es esencial el velo” (Benjamin Walter) y en un mundo en que la desnudez se muestra desnuda y los velos han caído, el tatuaje puede venir al lugar de la envoltura como “mancha que descubre ese hombro (u otra parte del cuerpo) y atrae la mirada sobre el recorte del cuerpo” (http://www.blogelp.com/index.php/resena-lo-que-el-tatuaje).

El mismo Foss sostiene que en un mundo de cambios continuos, “el tatuaje estaría del lado de instaurar algo inalterable, estable”. Lo que supone una paradoja pues, “en el modelo social que propone el discurso contemporáneo, al que calificó de siniestro, el sujeto como tal no cuenta sino como consumidor en potencia”. De esta forma, el tatuaje establece una cadena mercantil donde el sujeto es un artículo más, que “pone su piel y su cuerpo en circulación” (http://www.blogelp.com/index.php/resena-lo-que-el-tatuaje); “ese signo que constituiría una

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marca única y distintiva, pasa a ser la marca de un artículo más de consumo” (Claudine Foos, http://www.letraslacanianas.com/images/stories/numero_4/dossier/6_dossier.pdf).

En este mismo contexto, Bauman nos ofrece la posibilidad de analizar el tatuaje desde el cuerpo en la “modernidad líquida” (Bauman, 2003). El autor piensa que así como el psicoanálisis nace de la escucha de una malestar del sujeto expresado fundamentalmente en el cuerpo -como reducto más íntimo del sentido de identidad-, es posible pensar otras experiencias que involucran el cuerpo, entre las que cuenta el tatuaje, que parecen dar cuenta de nuevas posiciones del sujeto en la cultura contemporánea. Su objetivo es reflexionar “cómo a través de algunas intervenciones en el cuerpo…el sujeto intenta construir un sentido de identidad, de pertenencia y una respuesta frente a la fugacidad e instantaneidad de las experiencias que les toca vivir. Dimensión temporal que presenta un vértigo inédito y confiere a los vínculos un carácter siempre cambiante”. (http://www.blogelp.com/index.php/resena-lo-que-el-tatuaje).

*Fondo de Cultura Económica, 2003, Modernidad Líquida, Zygmunt Bauman

De este modo, el cuerpo se convierte en evidencia predilecta y compleja del impacto de la cultura en el sujeto, “en un tiempo actual, líquido, en constante cambio y movimiento, caracterizado por la disolución del vínculo capital-trabajo de la modernidad pesada” en el que se establece “un nuevo orden social que transforma la vida de los sujetos y reformula sus instituciones”(http://www.blogelp.com/index.php/resena-lo-que-el-tatuaje). Bajo este contexto es que se debe ver la encrucijada en la que se encuentra hoy el sujeto en relación a su cuerpo y que debe entenderse en base a dos distintas estrategias frente a lo que involucra tener un cuerpo hoy en día: una que intenta despreciarlo y otra que intenta exaltarlo. Despreciarlo porque “envejece y enferma” ó exaltarlo, porque “hoy más que nunca el cuerpo se nos aparece como un material a bricolar para ponerlo a la altura de los designios y anhelos del sujeto” (http://www.blogelp.com/index.php/resena-lo-que-el-tatuaje).

La modernidad líquida, liviana,” caracterizada por la instantaneidad como nueva sensación omnipresente, augura la devaluación del espacio” (http://www.blogelp.com/index.php/resena-lo-que-el-tatuaje). Dicha instaneidad –comenta Bauman, no se trata de un movimiento rápido y un lapso muy breve, sino que en realidad “denota la ausencia del tiempo como factor del acontecimiento." (Bauman: 2003:127). Es dicha instantaneidad la que hace que los hábitos aprendidos -hasta ese momento- para enfrentar la vida , ya no tengan utilidad y sentido, debido a que lleva a la cultura, al sujeto, a un “territorio inexplorado” (Bauman; 2003: 137).

En éste tiempo de sustituciones permanentes, se advierte en los sujetos la necesidad de realizarse y transportar marcas en la piel como huellas duraderas que compensen la falta de sentimientos de cohesión (y le den unos) que genera la instantaneidad. Así, algunos psicoanalistas como han elaborado alguna teorizaciones en relación a algunos malestares distintos del síntoma (según la concepción freudiana de éste), formulándolos como “evacuación de contenidos que a falta de representaciones que puedan darle sentido, son depositados en el cuerpo” (http://www.blogelp.com/index.php/resena-lo-que-el-tatuaje), a propósito de un claro déficit

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simbólico que hace que se haga uso del cuerpo como “continente de sensaciones inmanejables en estado pre-representacional, a la espera de su traducción”