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SUPLEMENTO AL
«VIAJE ALREDEDOR
DE MI HABITACION»
Raúl Ruiz
Ante una secuencia cinematográfica y en relación sobre todo al complejo juego de dimensiones que propone, cualquier aficionado a la geometría podría plan
tearse numerosos interrogantes. Por ejemplo, el cambio de objetivo de uno a otro plano, la coexistencia del juego de puntos de vista diferentes e incluso a veces contradictorios: en tal plano creemos estar en una gran mansión cuando en el plano siguiente descubrimos que en realidad se trata de una pequeña habitación que todavía se transforma en el siguiente en una inmensa llanura que a continuación resulta tratarse de una mesa cuya tetera parecía un edificio.
Esta coexistencia de espacios sirvió a menudo de fuente de inspiración durante los años del ci-
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ne mudo. El sonido vino a imponer a continuación un tranquilizante «continuum» que ha conseguido adormecer las impresiones que aquella coexistencia de espacios suscitaba. Y sin embargo; una cierta inquietud permanece. La cuestión básica que se me impone y me formulo tantas veces es la siguiente: lPuede el cine justificar esta impresión de vivir y coexistir en múltiples espacios simultáneamente? Es sobre esta pregunta, dando por supuesto el sí, sobre lo que quisiera construir una película.
Desde luego en ella habrá tantas dimensiones como instancias visuales, tantos espacios como puntos de vista. Tantos mundos como perspectivas del mundo. En realidad todos estos mundos
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ya están conectados en las impresiones de la experiencia cotidiana, en la que para poder desplazarnos nos servimos sin cesar de un juego complejo y trivial de estadísticas que solemos llamar sentido común.
Ya que se trata de una película fantástica resulta obligado suponer más bien frágil a este sentido común. Lo cierto es que deberá plantearse como la más extravagante e inverosímil de todas las posibilidades. Dicho esto, será básicamente una película de viaje, pero de un género de viajes cada vez más raro. Sus partidarios aseguran que, dada la esfericidad de la tierra, en ninguna parte nos hallamos más alejados del
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punto de partida que en el punto de partida mismo, ya que el menor desplazamiento nos aleja y aproxima a ese punto al máximo. Si denominamos a este género «viajes de habitación» la película debería titularse Viaje alrededor de mi habitación o mejor Suplemento al «Viaje alrededor de mi habitación».
El viaje tendrá pues lugar sin salir de una habitación. Sólo se limitará a cambiar de vez en cuando de dimensiones. Las peripecias del viaje consistirán precisamente en estos cambios. Dicha habitación será un mundo cerrado que consideraremos infinito. Y como se verá, será preciso rodar la película en tres dimensiones.
En contra de lo que pudiera pensarse, las 3D no añaden credibilidad al decorado sino que se la quitan. Hacen que se destaquen unos objetos de otros, los vuelven inconsistentes y hasta planos. La profundidad del espacio suprime la profundidad del objeto mismo, crea fisuras en el interior del decorado. Acentúa el efecto de irrealidad que deberá desprenderse de las más triviales peripecias de la película. En todos los cambios de espacio se intentará mantener un mínimo de rigor lógico. De hecho se trata de visualizar espacios de cero, una, dos, tres, cuatro, varias o infinitas dimensiones, tal y como han sido descritos por determinados matemáticos desde finales del siglo XIX. La película tendrá una duración aproximada de una hora y contará seis pesadillas. Transcurre en Francia, a finales del siglo XVIII.
El protagonista es un oscuro servidor de un oscuro noble, implicado en un tenebroso complot contra la república. Su hijo en cambio, «hombre nuevo», es un ardiente defensor de las instituciones republicanas. Su lucha se apoya en un par de fundamentos: el principio de la insuficiencia del mundo y el de la suficiencia de la razón. Aunque su tendencia natural le inclina a entregarse al estudio del cuerpo humano con fines sumamente altruistas, las necesidades del momento histórico lo obligan a dedicarse a otra causa más restringida y ciertamente ingrata, si bien indispensable para la buena salud de la república. Luego se comprobará que ejerce de ver-
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dugo. Pero sus actividades al servicio de la república no le hacen olvidar su más ferviente deseo: explorar los misterios del cuerpo hasta descubrir un gran día las razonables leyes que lo gobiernan. Cada noche estudia, observa, analiza, interroga la carne inerte, sirviéndose de cadáveres de ajusticiados. Sin grandes resultados pero sin desesperar por ello. Y no es el único, por otra parte. Otros colegas lo imitan y naturalmente surge la especialización: uno se dedica a las manos, el otro a los pies. Nuestro científico ha decidido consagrarse a la cabeza y, amparado en la tolerancia del momento, sustrae las cabezas de los ajusticiados para llevarlas a su laboratorio y someterlas, durante interminables horas, a ex-
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perimentos cuya naturaleza no osaremos desvelar.
Vive en una pequeña habitación en la que ha sido encerrado por su hijo (como castigo pero también para protegerlo), desde la que sigue los acontecimientos del exterior y donde sufrirá las experiencias que le empujarán a enviar sus famosas «Cartas al Rey». Estas cartas constituirán la base narrativa de la película: los lectores al tanto reconocerán sin duda los tics narrativos de Bougainville.
Se trata de seis cartas. Seis descripciones de pesadillas en las que se mezclan sucesos de la vida cotidiana. En el fondo cada pesadilla no es más que la repetición de las vivencias de la jor-
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nada, vistas desde otra dimensión. Cada pesadilla contiene las anteriores y la última las incluye a todas al revés, retrocediendo en el tiempo.
La primera noche descubre que la puerta de la habitación no está cerrada con llave. Nada le impide salir.
Al otro lado de la puerta le espera una sorpresa: se encuentra con una réplica exacta de su habitación. Una vez comprobado que más allá de su cuarto no hay nada especialmente nuevo, decide regresar. Pero la puerta por la que ha entrado ya no está ahí sino enfrente. Y al abrirla descubre otra réplica de su habitación.
lEstá soñando? lSe trata de la misma habitación que acaba de abandonar? Y si así fuese,
lpor qué no encuentra su sillón favorito?, ldónde están las pantuflas que llevaba puestas antesde salir de la primera réplica de su cuarto?
No le queda más remedio que seguir su camino, a pesar de que, como podrá comprobar en las sucesivas etapas, permanecerá ese estado de pérdida e incluso se acentuará: uno tras otro desaparecen los muebles, igual que su vestimenta. Hasta quedar completamente desnudo, despojado de todo, enfrente de un armario que nunca leha pertenecido. Al abrirlo recibe la sorpresa deencontrar las pantuflas. Y a continuación descubre que el armario está habitado: al lado de las pantuflas, iluminada por las estrellas que brillan al fondo del armario, hay una habitación. «Su»
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habitación, en cuyo interior se reconoce a sí mismo en miniatura. Estupor y desvanecimiento. Al recobrarse, alguien más está en trance de desmayarse, como puede ver a través de la ventana: otra repetición exacta de sí mismo, mayorque una montaña.
En ese momento un objeto atraviesa la ventana y rueda hasta una esquina de la habitación. Es la cabeza de cierta persona. El protagonista la reconoce: la de Monsieur de Lavoisier.
«iDeprisa! Yo os lo mando -dice Lavoisier: Traedme una palangana de agua tibia». La orden supone para el sirviente la luminosa expresión de un oscuro deseo no formulado desde hacíauna eternidad y cuyo cumplimiento se conviertea continuación en un imperativo existencial. Asíque se procura la palangana y sin pensarlo dosveces sumerge en ella la cabeza de quien en lo sucesivo será su amo y señor.
El sirviente no alberga ninguna duda de quela cabeza de su amo está en peligro y decide esconderla a miradas indiscretas. «Salgamos de aquí», dice en voz alta. Y dirigiendo una mirada cómplice a la cabeza atraviesa una vez más la puerta. Del otro lado hay un pasillo, que es una réplica alargada de su habitación. Finalmente, alfondo del pasillo, está su habitación, esta vez laverdadera. En la que cada cosa encuentra su lugar, empezando por la cabeza de Monsieur de Lavoisier, a la que todo deberá subordinarse enadelante. No es precisamente una tarea fácil, lade encontrar para ella un lugar a la vez oculto y evidente, pero supongamos que da con él, que damos con él. Una vez a salvo la cabeza, prosiguen las peripecias de esta historia, de la que lo que acabamos de contar sólo es la introducción.
Añadir en fin que en su realización se utilizarán los efectos especiales más clásicos, ni más ni menos que Mélies. No se pretenderá la verosimilitµd sino el aspecto perversamente didáctico, a la manera de Robertson, el maestro de las fantasmagorías del siglo XIX: se trata de mostrar lo inconcebible de una forma racional para que lo concebible � pierda toda credibilidad.
" (Traducción: Manuel González)