ST138 - Ada Coretti - Del Suelo Brotaba La Muerte

Embed Size (px)

Citation preview

El gato que r?e

ULTIMAS OBRAS PUBLICADAS

EN ESTA COLECCION

133 La mansin rezum sangre - Curtis Garland.134 La tumba es mi casa - Clark Carrados.135 Dulce y amada Frankenstein - Silver Kane.136 La jaula de la bestia - Clark Carrados.137 Pnico pop - Curtis Garland.ADA CORETTIDEL SUELO BROTABA LA MUERTEColeccin

SELECCION TERROR n. 138Publicacin semanal

EDITORIAL BRUGUERA, S. A.

BARCELONA BOGOTA BUENOS AIRES CARACAS MEXICO

ISBN 54-02-025064

Depsito legal: B. 32.884 1975Impreso en Espaa Printed in Spain

1 edicin: octubre. 1975

Ada Coretti - 1975 Texto Jorge Sampere 1975 CubiertaConcedidos derechos exclusivos a favor de

EDITORIAL BRUGUERA, S. A.

Mora la Nueva, 2.Barcelona (Espaa)Todos los personajes y entidades privadas que aparecen en esta novela, as como las situaciones de la misma, son fruto exclusivamente de la imaginacin del autor, por lo que cualquier semejanza con personajes, entidades o hechos pasados o actuales, ser simple coincidencia.

Impreso en los Talleres Grficos de Editorial Bruguera, S. A. Mora la Nueva, 2 Barcelona 1980

Finales de Agosto de 1899La niebla, cargada de humedad, haca triste, turbia y desacogedora a la pequea localidad de Maggawin. En cuyos alrededores, las aguas sucias y oscuras de sus incontables charcas contribuan a que todo resultara all digno de un autntico cuento de brujas.

Las cloacas de la localidad pasaban muy cerca de la aislada casa de piedra, situada no excesivamente lejos de la carretera.

La casa de piedra acababa de ser alquilada por un joven matrimonio. Veinticuatro aos l. Veinte ella. Apenas quince das de existencia la preciosa criatura que el cielo les haba enviado.

No pensaban vivir mucho all. Slo el tiempo preciso para ahorrar unos cuantos dlares y poder irse a otro lugar ms alegre.

Alegre como ellos, que lo vean todo de color de rosa, De qu otro color iban a vedo, si eran jvenes, tenan buena salud, se amaban, y acababan de tener un hijo que era una preciosidad?

Aquel atardecer, finales de agosto, la joven esposa se acerc a la ventana para ver si llegaba l. Sola regresar a aquella hora.

No le vio aparecer por el sendero de abetos y volvi a dirigir una amorosa mirada hacia su pequeo retoo, que dorma plcidamente en su blanca cunita.

De nuevo mir hacia el sendero, hacia la carretera. S, ya regresaba! Brillaron los ojos de la enamorada esposa. Y si sala a recibirle...? Ya se encontraba completamente repuesta. Seguro que le dara una agradable sorpresa.

El pequeo dorma plcidamente, no haba ningn mal en dejarle solo durante unos minutos. En seguida regresara con su padre.

No lo pens ms. Abri la puerta de la casa y ech a correr por el camino, al encuentro de l.

El la recibi con los brazos abiertos, y luego la levant en vilo dndole un par de vueltas en el aire.

Mientras tanto, una rata entraba por la entreabierta puerta de la casa de piedra, y tras sta, otra, y otra, y otra ms...

Cientos de ratas entraran en el breve espacio de unos segundos. Cientos? No, no, miles...

Miles de ratas, malolientes, asquerosamente sucias, que por unas grietas se haban escapado de las cloacas de Maggawin. Iban hambrientas, famlicas.

Con los ojillos diablicamente vivos, haban mirado hacia la cuna, como si supieran que all dentro haba algo. No. no podan saberlo. Pero tenan instinto y se haban acercado a las patas de la cuna, subiendo gilmente, deslizndose sobre las sbanas primorosamente bordadas.

Tras estas ratas, haban subido otras, y otras. El pequeo se haba despertado, empez a llorar.

Parece que oigo a nuestro hijo dijo la madre sobresaltada, en medio del camino de abetos.

S, es cierto corrobor el joven padre, no menos sobresaltado por su parte.

Echaron a correr hacia la casa.

Pero cuando llegaron a la cuna del nio...

Cientos y cientos de ratas la haban invadido, y se haban lanzado, voraces y roedoras, sobre la indefensa criatura. Una criatura que ya no lloraba. Una criatura de piel fina, blanda, que ola a leche de la madre, y que estaba resultando un festn de excepcin.

Cuando el padre cogi la escoba y a bandadas consigui sacar a las ratas de all, a lo que monstruosamente se resistan, el cuerpo del nio ya no se mova.

En realidad, casi ni cuerpo exista ya. Haba sido rodo de un modo tan horroroso, tan infernal, por tantos y tantos lugares a la vez!

Era slo un trozo de carne ensangrentada, que ni prpados, ni oos, ni naricilla tena ya!

La madre lanz un grito de horror, un alarido de espanto, que se oy en ms de un kilmetro a la redonda.

Desde aquel atardecer, la casa de piedra fue un lugar MALDITO para los habitantes de Maggawin.

CAPITULO PRIMERO

Aqullas eran las primeras vacaciones de Frank Milde, que tres aos atrs, a sus veintitrs recin cumplidos, a primeros de 1971, consigui acabar la carrera de ingeniero.

Haba trabajado mucho, consiguiendo buenos clientes. Actualmente disfrutaba de unas ganancias nada despreciables. Poda estar satisfecho de s mismo.

Por todo lo cual, aquellas vacaciones las tena muy merecidas.

Merecidsimas.

Pero para pasarlo bien, pens que deba huir de los semforos, de los ruidos y de la contaminacin de la ciudad, y de las chicas rubias que solan ir con frecuencia por su apartamento. Una delicia de mucha- chas, pero que haban empezado a cansarle. No saba por qu, tal vez porque todas ellas se parecan demasiado entre s.

Por eso, decidi coger el coche recin adquirido, y sin ms dirigirse a...

Adnde? Ni l mismo lo saba. Al azar. Segn le fuera dando. Sera un modo original de viajar.

As fue a parar, cierto da de sol, de calor, a las orillas de un hermoso lago que pareca perdido entre montaas.

Dej el coche bajo la sombra de unos rboles, junto a la cuneta de la carretera y se ape.

Encendi un cigarrillo, despidiendo con lentitud y fruicin la primera bocanada de humo. Despus se sent junto a la orilla del lago, sobre la verde hierba, y se qued all ahorcando aquella tranquilidad.

Que sinceramente haba de durarle muy poco.

Pero l no lo saba.

Hara apenas un minuto que estaba en aquel lugar, cuando se dio cuenta de que no se hallaba solo. A menos de cuatro pasos, tras unos matorrales, se hallaban dos personas.

Ahora estaban hablando.

No, to Cecil era una voz de mujer, muy dulce y armoniosa. No puedo consentir que las cosas continen como hasta ahora. To Michael, to Paul e incluso mi padre, se portaron muy mal contigo.

Ya no tiene importancia respondi una voz de hombre, algo cascada. Desde entonces han pasado tantos aos...

Pero no es tarde, to Cecil volvi a or la voz de la muchacha para que todo se arregle entre vosotros. A m me hara feliz veros reunidos y...

Eres muy buena de nuevo la voz del hombre, algo cascada, pero te lo ruego, djalo todo como est. Mis hermanos nunca me han querido. Eso ya no tiene arreglo y sin ms transicin: Sabes lo que vas a hacer ahora? Vas a darte un buen bao. Lo ests deseando, verdad? Mira, yo debo ir a hacer una visita. Tardar ms o menos una hora y pico. Dispones de este tiempo para refrescarte.

Estupendo, to!

Cuando el hombre sali de entre los matorrales, Frank Milde pudo ver que se trataba de un sujeto de mediana estatura, jorobado, de unos cincuenta aos, con el cabello ya blanco.

Le vio dirigirse hacia su coche, que haba dejado algo lejos. Frank repar en el vehculo, negro, de marca bastante antigua.

Pero en seguida dej de prestar atencin al sujeto en cuestin, al ver que volaban por lo alto unas prendas de mujer. Una blusa, una falda... Por lo visto la propietaria estaba ansiosa por echarse al agua.

Oye, preciosa dijo Frank con tono alegre, por m puedes quitarte todas las prendas que quieras... Cuantas ms, mejor... Pero para que lo sepas, no ests sola...

No volvi a volar ninguna otra prenda, y al poco, por entre los matorrales asom una cara ingenua, bonita, con los ojos muy asustados.

Gracias por avisarme... No saba que estuviera usted...

La muchacha alarg un brazo desnudo y recuper las prendas, de las que poco antes se desprendiera con tanto desenfado. Al poco apareca vestida.

Frank Milde parpade. Esperaba una chica como las que l conoca, como las que solan ir a visitarle a su apartamento? Esta era totalmente distinta.

Era morena, no muy alta, apenas contara diecisiete aos. No iba maquillada.

Era slo una chiquilla, pero preciosa, con unas formas sumamente prometedoras.

Como por aqu no suele haber nadie... dijo ella, como excusndose. Y medio ruborizada. Pero no iba a quitrmelo todo, no vaya usted a creer...

Me llamo Frank. Frank Milde se present l, sonriendo. Cmo te llamas t...? Supongo que no te importa decrmelo.

No. claro que no. Mi nombre es Carol. Carol Powers... y aadi: Ese seor que se ha ido es mi to... Es hermano de mi padre... Es bueno, muy carioso, pero nadie le ha querido nunca Debe ser por lo de su joroba... A m no me importa... Yo le quiero lo mismo que si no la tuviera...

De buenas a primeras haba hablado sin reparo, impresionada favorablemente ante la presencia de su interlocutor. S, muy favorablemente impresionada, porque Frank Milde no slo tena un rostro muy varonil, de atractivas facciones, sino que adems contaba con una estatura de excepcin. Un metro ochenta, llenos de msculos y fuerza.

Tena, qu duda cabe, planta de hroe.

La chiquilla se esforz por disimular la admiracin que le inspiraba el desconocido.

Pero luego, instintivamente, se vio hablando y sincerndose con l coro si se conocieran de toda la vida.

Mi pobre to Cecil vive solo desde hace muchos aos. Yo quisiera ir a pasar una temporada a su casa, para alegrarle un poco la existencia, pero l no quiere... Dice que donde l vive es un lugar maldito, que all no se atrevera a vivir nadie... La verdad es que cuando me habla en estos trminos, termina asustndome un poco...

No muy tranquilizantes resultan sus palabras, en efecto convino Frank Milde.

Vive en Maggawin. Ha odo hablar usted de esa pequea localidad?

Si, si... dijo Frank, pero en ese momento no recordaba el hecho que haba motivado que le mencionasen el tal lugar. Pero ahora no tengo presente...

Sucedi algo horrible, de eso hace ya muchos aos. Pero to Cecil no quiere explicrmelo... Se limita a decirme que l vive en una casa de piedra, donde yo no debo ir nunca. Pero a m me da pena dejarle tan solo. Me da mucha pena, no puedo evitarlo.

Si tu to no quiere que vayas, posiblemente tendr sus razones. Debes hacerle caso.

Supongo que si. Adems, mi padre se enfadara mucho si le desobedeciera. Mi padre me tiene terminantemente prohibido ir a Maggawin.

Pues no pienses ms en eso.

Es lo que voy a hacer.

No tienes madre? pregunt Frank, tras arrojar el resto del cigarrillo sobre las aguas del plcido lago.

No contest Carol, ponindose triste. Muri cuando yo apenas contaba siete aos. Era guapsima.

Como la hija... sonri Frank.

Oh, no, muchsimo ms! exclam. Enamoraba a todos los hombres. Le bastaba proponrselo. A veces, incluso, sin proponrselo. To Cecil agreg estuvo loco por ella.

De veras?

S, s... y le explic. En realidad, el caso de mam resulta curioso. Primero conoci a to Cecil, que como le he dicho se enamor perdidamente de ella... Pero conoci despus al hermano mayor de to Cecil, se llama Michael, y se cas con ste...

Pero no se llevaron bien y un ao despus se divorciaron. Entonces mi madre se cas con to Paul, el hermano menor de to Cecil y de to Michael... Pero tampoco se unieron bien y lleg el divorcio. Finalmente mi madre se cas con el cuarto hermano, que se llamaba James... Este es mi padre.

Curioso, desde luego dijo Frank. Y por simple curiosidad: De qu muri tu madre?

Cay sobre la va del tren, poco antes de que pasara el expreso. Debi darle un desvanecimiento... Slo habiendo perdido el conocimiento, se puede comprender que le sucediera una cosa as.

S, claro.

Pero todo esto es el pasado.

Cul es el presente?

Que vivo con mi padre, y que veo a menudo a to Paul y a to Michael... Pero no termino de ser feliz porque me da pena el to Cecil.

Pero hoy ests con l, y esto debe causarte satisfaccin, puesto que le quieres bien.

Cada vez que me entero de que va a venir por aqu, corro a buscarle. S el hotel en que se hospeda, as que lo tengo sencillo.

Y qu dicen a esto tu padre y tus otros dos tos? Supongo que tampoco les gusta.

Arrugan el entrecejo, pero no me dicen nada. Se conforman con lo que sea, con tal que no vaya a Maggawin.

* * *

Vieron aparecer el coche negro, de marca bastante antigua.

Pero cuando ya daban por descontado que a los pocos minutos lo tendran all mismo, cerca del lago, junto a ellos, el coche se despist de la carretera y fue a chocar violentamente contra un rbol. Qued aplastado el parachoques y completamente doblada la capota.

Frank y Carol corrieron hasta el lugar del accidente.

To Cecil tena la cabeza doblada sobre el pecho y se quejaba.

Frank le levant la cabeza. Aunque tena los ojos abiertos, los globos oculares aparecan vueltos hacia atrs.

Frank, con su experiencia, comprendi que era intil hablarle.

Acto seguido, se apresur a coger su coche y a ir a buscar ayuda. Consigui que poco despus fuera enviada una ambulancia.

Una ambulancia que traslad a Cecil Powers al hospital ms cercano. All, los mdicos, lo intentaron todo. Estimulacin elctrica, inyecciones de adrenalina, masaje cardaco.

Finalmente volvieron a la vida a aquel ser que haba estado a un milmetro de la misma muerte.

Clmate, Carol, el peligro ya ha pasado y Frank Milde quiso dar nimos a la chiquilla, que no cesaba de llorar.

Mientras los doctores luchaban por aquella vida, fueron apareciendo por el hospital los hermanos del accidentado. A quienes Carol haba telefoneado, hacindoles saber lo sucedido.

Tres personajes completamente distintos entre s, tanto que nadie hubiera dicho que fueran hermanos. No exista entre ellos el menor parecido, por mucho que se buscara.

El padre de Carol, James Powers, era alto como una caa y delgado, de rostro muy plido. El to Paul era bajo y muy grueso, de rostro rubicundo. El to Michael era de mediana estatura, de anchas espaldas, de mandbula cuadrada.

Slo haba entre ellos una particularidad en comn, nada agradable por cierto, que al hablar nunca miraban a la cara, escurran la mirada a derecha e izquierda. Todo menos observar rectamente al que pudiera encontrarse frente a ellos.

Con Michael Powers lleg una mujer joven, tendra unos treinta aos como mximo. Era muy atractiva, rubia, alta, con unos ojos verdes que parecan los de una gata desdeosa. El jersey que llevaba le iba tan ceido, tan estrecho, que daba la impresin de que sus formas opulentas no cupiesen dentro. La falda era exageradamente corta, pero, diablos!, pens Frank Milde, vala la pena que lo fuera.

Aquellas piernas eran de autntico campeonato.

Quin es? pregunt Frank a la chiquilla que ya se haba tranquilizado un poco;

Stephanie le respondi. Ha sido modelo publicitaria hasta no hace mucho.

To Michael dice que va a casarse con ella...

T no lo crees, Carol? pregunt Frank.

El que no lo cree es mi padre dijo, bajando la voz para que los dems no la oyeran. Dice que esa mujer slo pretende sacarle el dinero.

Es muy rico tu to Michael?

No mucho, ms o menos como to Paul, aproximadamente como mi padre. Pero mucho, mucho ms rico que to Cecil... To Cecil es el pobre de la familia...

Poco ms hablaron. No era el lugar idneo para hacerlo. Adems, Frank Milde ya haba hecho cuanto poda por el accidentado, e incluso por Carol, as que no haba de tardar en considerar que estaba en su perfecto derecho de irse de all.

Sus vacaciones se haban visto interrumpidas, pero nada le impeda proseguirlas.

Adis, Carol le sonri. Ha sido un placer conocerte.

Adis... dijo ella, sin sonrer. Yo tambin me alegro de haberle conocido a usted.

CAPITULO II

Pero olvidarse de aquella chiquilla de apenas diecisiete aos no result sencillo para Frank Milde, un hombre que estaba de vuelta de muchas cosas, sobre todo de conocer y tratar a rubias despampanantes. Las rubias haban sido hasta entonces su debilidad.

La verdad es que, durante sus vacaciones, pens en Carol un centenar de veces, mientras a s mismo se deca que era un estpido.

Termin anticipando su regreso. Con la idea de llegar al hospital antes de que dieran el alta al seor Powers. As podra ver de nuevo a la muchacha.

Pero cuando l lleg, la habitacin del seor Powers se hallaba vaca. Por un momento se sobresalt. Temi lo peor. Una inesperada y trgica complicacin.

Sin embargo, no se trataba de eso.

Se march hace ya varios das le hizo saber una enfermera. Y sin necesidad de ms explicaciones le pregunt: Es usted, acaso, el seor Frank Milde?

S... asinti el joven.

Tengo una carta para usted.

Para m? se extra.

Me la entreg la seorita Carol, la sobrina del seor Powers... Me rog que se la diera a usted si es que volva por aqu...

Una carta para m de la seorita Carol? y con nfasis: Dmela, por favor!

Voy a buscarla. Es cuestin de un par de minutos. Espreme, por favor.

En cuanto tuvo el sobre entre sus manos, lo rasg. No tard ni un segundo en hacerlo. Adivinaba que algo malo le haba sucedido a la muchacha.

Frank Milde no se equivoc. Sus temores se confirmaron. Aquellas lneas equivalan a un apremiante SOS.

Estoy muy asustada. Me llevan a vivir a la casa de piedra, a Maggawin. No s exactamente por qu, pero tengo el presentimiento de que no saldr de all con vida... a menos que venga usted a ayudarme. Crame, no tengo a nadie ms a quien recurrir. Acabo de darme cuenta de que estoy sola en este mundo.

Carol Powers.

Durante unos segundos qued verdaderamente desconcertado. No parecan tener sentido las palabras que acababa de leer. No era la ilusin de Carol ir a pasar unos das con su to Cecil? Por qu ahora, que su deseo iba a cumplirse, se vea acometida por esos inexplicables temores? Y por qu deca que estaba sola en este mundo? Acaso no exista su padre?

Frank se dijo que sus vacaciones haban concluido y que deba reintegrarse a su trabajo. Se lo dijo ms de una vez.

Pero termin ponindose al volante de su coche, tras consultar el mapa de carreteras. Doscientos kilmetros ms al sur estaba Maggawin. Lo cierto es que por nada del mundo hubiera podido desor la splica que, a travs de aquellas lneas, acababa de hacerle la muchacha.

Cuando lleg a la pequea localidad, unas dos horas y pico ms tarde, no pudo menos de fruncir el entrecejo. Nunca haba visto un lugar ms triste, turbio y desacogedor.

Detuvo el coche frente a una posada, cuyo rtulo apenas se vislumbraba debido a la niebla. Una niebla, cargada de humedad, que se calaba hasta los mismsimos huesos.

Penetr en la posada. En el mostrador pidi una cerveza. Encendi un cigarrillo.

Luego mir a su alrededor.

El local era tosco. Apenas haba mesas. A! piso se suba por una estrecha escalera. La posadera era una mujer delgada, de mediana edad, con cara de pocos amigos, que llevaba un delantal a rayas, con dos grandes bolsillos, donde se meta el dinero que cobraba.

Haba unos cuantos clientes. Pero stos se fueron yendo poco a poco. Frank estaba dispuesto a esperar que se fueran todos.

Cuando esto sucedi, se dirigi a la posadera.

Vengo a escribir sobre Maggawin. Soy novelista, sabe usted? Qu que puede usted decir de este lugar...? y para dar ligereza a la lengua de aquella mujer, puso diez dlares sobre el mostrador.

No es un lugar agradable respondi la aludida. Se haba dado buena maa en hacer desaparecer el billete en el fondo de uno de sus bolsillos. Aqu nadie vive a gusto.

Qu tiene de malo este lugar? quiso saber.

Todo afirm. Desde esta niebla que nos agarrota como un dogal, hasta la silueta ttrica del manicomio... Desde las cloacas malolientes y asquerosas que rodean la localidad, hasta la maldita casa de piedra... y la mujer se santigu, sin duda para ahuyentar al demonio.

Se ha referido usted Frank quera detallar, ir por partes al manicomio...

Acaso hay un manicomio por aqu cerca? No me he dado cuenta...

Est a menos de una milla de aqu le hizo saber. A m me estremece llegar hasta all. Cuando se est junto al muro, siempre se oyen gritos... Gritos y risas, de todo...

Pero a veces esos focos se curan agreg y salen libres... S de varios casos. Uno de ellos vino har unos tres meses a pedirme trabajo.

Se lo dio usted? pregunt Frank.

Oh, no! No me hubiera atrevido. Quien ha estado loco, siempre es fcil que vuelva a las andadas, no cree usted? y sin esperar su opinin: Pero, bueno, el seor Powers estaba aqu tomando un refresco y le oy. Sin duda por eso, finalmente, le cogi a su servicio...

El seor Powers? inquiri, con la nica finalidad de que siguiera hablando.

S, el propietario de la casa de piedra, la casa maldita. La de las ratas.

Qu ratas? volvi a preguntar.

Por lo que veo, no sabe usted nada de Maggawin. De saber algo, sera eso lo primero que le habran contado. Pues ver usted...

Y repiti una vez ms aquella historia. Aquel hecho ocurrido un atardecer de finales de agosto de 1899.

Pero nunca ms ha ocurrido nada, verdad? se interes Frank. Las ratas no han vuelto a aparecer...

S, s afirm, a menudo se ven por las charcas. Hay muchas charcas rodeando la localidad. Pues por all se las puede encontrar a docenas... No s por dnde demonios conseguirn salir de las cloacas... No hay modo de averiguarlo... Parece cosa del diablo...

Pero en aquella ocasin que usted me ha referido, no eran docenas, ni cientos, sino miles...

Lo de ahora no es lo mismo, claro que no. Dios nos libre de un espanto como aqul! Pero qu quiere, a pesar de los aos transcurridos, los de por aqu siempre tenemos un poco de recelo metido en el cuerpo...

Y al seor Powers no le importa habitar esa casa? lo pregunt, como por mera curiosidad.

Se la vendieron casi regalada. Eso debi tentarle. Adems, no parece un hombre impresionable.

Tiene familia el seor Powers?

Hasta hace pocos das viva solo. Pero ahora, a partir de un accidente que sufri, vive con sus tres hermanos y con la hija de uno de ellos, una jovencita muy guapa, creo que se llama Carol. Y en fin, esto es todo lo que puedo contarle.

igame, no ha sucedido en Maggawin algo ms...? insisti Frank. Me refiero a algo importante... Recuerdo que en cierta ocasin me contaron no s qu, pero por ms que pienso no puedo recordar de qu se trataba...

Ah, bueno! exclam. Usted debe estar refirindose a aquel atraco a un banco de Miami. De eso har un ao, hablaron mucho los peridicos... Los atracadores se llevaron veinte millones de dlares...

Era eso! Ahora le venan los hechos a la memoria!

La polica consigui acorralar a los atracadores en Maggawin. Hubo un intenso tiroteo entre ellos. Todos los atracadores murieron. Pero al abrir el coche con el que stos huan, el botn no estaba! Los veinte millones de dlares haban desaparecido!

* * *

Le gusta la habitacin, seor? pregunt la posadera, tras haber abierto de par en par la ventana que se orientaba, precisamente, hacia el Norte.

Lo cual significaba que se orientaba hacia la casa de piedra, cuya silueta quedaba perfilada a lo lejos, entre la niebla que pareca ser la compaera inseparable de aquella poco grata localidad.

No est mal se conform Frank, luego de haber echado una mirada a su alrededor. Si no tiene nada mejor...

La tengo dijo la posadera, pero me la acaba de ocupar una seora rubia. Ha llegado poco antes que usted.

Bueno, me sirve sac un par de billetes y le pag por adelantado para tenerla contenta.

Quedo a sus rdenes, seor se frotaba las manos de gusto. Clientes como aqul no abundaban. Si en algo ms puedo servirle, ya lo sabe. Le basta mandar.

Gracias.

Poco despus, Frank Milde sala de la posada y se diriga, ya sin ms dilaciones, hacia la casa de Cecil Powers.

Pero para llegar hasta all, antes tuvo que pasar por entre una infinidad de charcas, algunas de las cuales tenan bastante extensin. Despedan un olor pestilente, nauseabundo.

Alrededor de aquellas aguas inmviles, oscuras, sucias, normalmente de escasa profundidad, abundaban los caaverales. Por all correteaban con cierta profusin las ratas. Tal como le haba indicado la posadera.

Al llegar frente a la casa de piedra, Frank Milde detuvo su atencin en las particularidades de aquella vieja edificacin. Slo despus de haberse percatado de cmo era exactamente el lugar en que iba a meterse, se acerc a la puerta e hizo sonar su ruidoso aldabn.

Frank no era propenso a dejarse impresionar, pero hay que reconocer que se qued con los pulmones a medio l lenar de aire cuando vio la persona que sala a abrirle.

Era un viejo de unos setenta y tantos aos, de cabellos blancos, ms bien amarillentos. Tena el rostro surcado de incontables y profundas arrugas. En cuanto a su cuerpo, se hallaba tan encogido y a la vez tan retorcido, que una de sus manos casi le rozaba el suelo. Vesta uniforme de mayordomo, pero lo llevaba tan arrugado y ancho, que costaba darse cuenta de cul era su verdadera complexin.

Qu quiere? le pregunt agriamente.

Deseo ver a la seorita Carol Frank expuso su deseo con absoluta naturalidad. Supongo que est...

S, s asinti, pero no pareci que estuviera muy seguro de que fuera eso lo que deba responder. Pas Pase usted...

Frank se adelant en la primera pieza de la casa, un amplio vestbulo, apenas con algn que otro mueble. Ech una mirada en tomo a s. Haba varias puertas a la derecha, slo una a la izquierda. De la izquierda parta la escalera que conduca al piso.

Sgame, por favor le dijo poco despus el sirviente con facha de orangutn de parque, que ya estaba de regreso.

Le condujo hacia una de las habitaciones de la derecha, una biblioteca bastante bien surtida de ejemplares. All haba varios sillones, de cmodo aspecto. De uno de stos se levant un hombre de mediana edad, de anchas espaldas, de mandbula cuadrada. Era Michael Powers.

Encantado de verle tendi la mano al recin llegado, esforzndose, evidentemente, por parecer simptico. Carol nos present en el hospital, supongo que me recuerda...

Claro que s, no faltara ms dijo el joven. Cmo se encuentra su hermano?

Pasaba casualmente por aqu... He pensado que no estara de ms venir a saludarles.

Mi hermano est ya totalmente restablecido.

Me alegro mucho." Y su sobrina Carol...?

He mandado llamarla. Dentro de unos instantes la tendr aqu.

Efectivamente, en seguida lleg Carol a aquella estancia. La verdad es que lleg casi corriendo.

Seor Milde!

Qu tal, Carol? He sabido que estaban aqu, y he venido a preguntar por la salud de su to.

Se lo agradezco mucho.

La vio tan plida y ojerosa, que no pudo menos de alegrarse de estar all, dispuesto a tenderle una mano, a ayudarla, a hacer lo que fuera por ella.

Se quedar a cenar con nosotros, verdad? ofreci Carol, aunque algo azorada.

Se lo rogamos intercal to Michael. Estamos en deuda con usted. Despus de lo que hizo por nuestro hermano.

Por Dios! Cualquiera lo hubiera hecho, era un caso de conciencia.

Contamos con usted... dijo una voz distinta.

Frank se volvi hacia la puerta. El que acababa de entrar era bajo y muy grueso, de rostro rubicundo. Era el to Paul.

Si tanto insisten sonri Frank. Si son ustedes tan amables... Ser un placer para m y vendo directo a una pregunta cuya respuesta le interesaba sobremanera:

Y tu padre. Carol? Supongo que tendr el gusto de saludarle.

Vio que se llenaban de lgrimas los ojos de la muchacha. De lgrimas incontenibles.

Hace varios das solloz la muchacha que no sabemos de el... Ha desaparecido.

CAPITULO III

Despus de la cena, Carol, de forma puramente intencionada, expuso su deseo de dar un pequeo paseo por los alrededores. Frank se brind a acompaarla.

Ni to Cecil en efecto, ya repuesto del todo, ni to Paul, ni to Michael, objetaron nada. Dio la impresin de que a los tres les haba cado muy bien el joven recin llegado.

Apenas dejaron atrs la casa de piedra. Carol, en un impulso espontneo, tan ingenuo como irrefrenable, se ech en los brazos de l.

Oh, gracias por haber venido! Qu bueno es usted!

Pero, qu te sucede, Carol? se sinti a gusta muy a gusto con la chiquilla entre los brazos.

Tantas cosas!se lament ella. Pero antes de nada, dgame que me perdona por haberle escrito aquella carta. Comprndame, no saba a quien recurrir... En eso pens en usted... Entonces tuve la corazonada de que volvera por el hospital... Se me ocurri escribirle...

Ya lo ves, aqu me tienes. Pero, por favor, no me hables de usted. Me haces viejo.

No lo es, ya lo s se ruboriz un poco. Entonces se separ de l, quiz pensando que haba pecado de impulsiva.

En este caso, tutemonos como dos buenos camaradas, como dos excelentes amigos.

No lo somos?

Si.

Cuando la muchacha le explic lo que suceda, Frank Milde comprendi que todo aquello encerraba mucha ms gravedad de la que l pudiera suponer al principio.

Se trataba de que to Cecil, en su cama del hospital, haba delirado. En presencia de sus tres hermanos, Paul, Michael y James. Este era el padre de Carol.

Los tres se quedaron lvidos al or aquellas palabras.

Carol pregunt a su padre qu es lo que haba dicho to Cecil, pero su padre le asegur que no haba entendido bien sus balbuceantes palabras. Pero ella comprendi que s las haba odo perfectamente. Si no, a qu se deba su terrible palidez...?

La misma palidez que haba cubierto el rostro de sus otros dos hermanos.

Todos dijeron no haber entendido nada. No hubo manera, a este respecto, de aclarar cosa alguna.

Carol por su parte, que tambin estaba presente en la habitacin, si bien ms lejos del lecho, slo oy:

Me creis el ms pobre de los cuatro... as empezaron los balbuceos de to Cecil. Siempre me habis despreciado por eso... Si supierais!... Sucedi cerca, muy cerca... Veinte millones de dlares...

En un principio, Carol dedujo que to Cecil haba delirado. Simplemente eso. Ni ms ni menos.

Pero empez a pensar de distinta manera al ver cmo reaccionaban sus tos, incluso su padre.

De comn acuerdo, ms unidos que nunca, los tres decidieron ir a pasar unas cuantas semanas a Maggawin, a la casa de piedra. As haran compaa al hermano convaleciente. Lo menos que podan hacer despus de haber estado a dos pasos de perderle para siempre.

Pero algo ms grave que todo eso haba sucedido. Su padre se haba desentendido de ella. Ni le hablaba, ni le diriga la palabra. Obsesionado con las ideas que llevaba en la mente, la trataba casi como si no existiera. Qu estremecedora sensacin para la muchacha!

Desde ese momento Carol temblaba de pies a cabeza tengo el miedo metido en el cuerpo. Puede que todo sea una tontera, pero, no s... S, posiblemente exager al escribirle que tema no salir con vida de aqu... Pero ese empeo de los tres en venir a la casa de piedra... Eso que oyeron que to Cecil deca, que no s exactamente lo que fue...

Adems, ahora mi padre ha desaparecido. Hace ya das que no le vemos... Pensaba ir a Miami para no s qu encargos, pero me extraa que sin despedirse...

De momento, Carol, debes tranquilizarte dijo Frank, y le pas el brazo por los hombros para tranquilizara. Esto lo primero. Anda, sonre un poco.

Cmo voy a sonrer hizo un mohn lloroso, si todo a mi alrededor contribuye a que este asustada! No te has fijado en el mayordomo...? Es un loco... Bueno, ha estado loco durante ms de treinta aos... Ahora ha salido curado... Eso dicen... Yo no termino de crermelo... A menudo me mira de una manera, que me deja helada.

Ahora me tienes a mi, no te preocupes. Yo te vigilar. No ha de pasarte nada.

Gracias, Frank y en estos momentos, esforzndose por sonrer un poco. No puedes imaginarte lo agradecida que te quedo.

La noche era bastante oscura y la niebla no ceda. Pero la muchacha, yendo con Frank Milde a su lado, no albergaba temores de ninguna ndole. Se senta tan segura como si la estuviera protegiendo un ejrcito entero.

De ello que no le importara separarse bastante de la casa de piedra, llegando hasta una de las mayores charcas de aquellos alrededores. Cuyo olor resultaba tan pestilente como el de las otras. Pero ahora el aire iba en distinta direccin, as que llegaron hasta all mismo sin que sus respiraciones se vieran ofendidas por el mal olor.

De pronto, un grito sali de la garganta de la muchacha.

Junto a una de las orillas de la mencionada charca, dos manos de hombre emergan de la superficie, extendindose hacia los caaverales. Como si all hubieran querido cogerse, asirse. Pero las manos no se movan y el cuerpo se hallaba inmvil bajo el agua, tocando fondo en la charca. No haca falta pensar mucho. Aquel hombre estaba muerto.

Esas manos... tembl Carol, Ese anillo... Es mi padre! Dios mo!

Frank se acerc a la charca y sujet por las muecas aquellas dos manos tenebrosamente fras, heladas, y luego estir con fuerza hacia arriba.

Consigui que surgiera del agua, a continuacin de los brazos, la cabeza de la vctima, y despus el cuello, y los hombros, y la cintura, y por ltimo las piernas.

El cuerpo qued, entonces, inmvil junto a los caaverales.

Carol haba dejado escapar un grito ahogado. Tanto horror hubo en ella, que ni siquiera acert a gritar fuerte.

Aquel hombre era su padre, s, pero qu terriblemente desfigurado estaba! Sus carnes, que se hallaban en franca descomposicin, haban sido rodas por mil lugares distintos. Incluso sus ropas haban desaparecido casi por completo.

Han sido las ratas dijo Carol.

Ahora ya no desconoca aquella siniestra historia acaecida en Maggawin muchos aos atrs. Finalmente to Cecil se la haba contado.

Por aqu apenas hay unas cuantas repuso Frank. Eso no es posible. No lo es...

Se habrn ido solloz ella. Habrn estado a miles... Cmo le han dejado, qu espanto!

Tras aquellos sollozos iniciales, la muchacha se haba echado a llorar desgarradoramente.

* * *

Por muchas ratas que inundaran los alrededores de la charca, James Powers no pudo, en modo alguno, caer vencido por ellas opin en voz alta Frank Milde. Debemos formular otra hiptesis.

Se hallaban reunidos en la biblioteca, donde la iluminacin era algo deficiente.

Defecto del que, al parecer, adolecan todas las estancias de la casa de piedra.

El mayordomo, a quien to Cecil llamaba Lukas, estaba sirvindoles unas copas de brandy.

No soy enteramente de su parecer manifest to Michael. Yo me veo obligado a admitir la posibilidad de tales hechos.

Si me lo aclarase un poco ms dijo Frank, se lo agradecera muchsimo.

Me sabe mal decirlo delante de Carol volvi la mirada hacia su sobrina, pero dadas las circunstancias que concurren, me considero obligado a no dejar suelto este punto. Algo que, por lo dems, no creo que ignore nadie que conociera bien a James.

Dgame...

Mi hermano James sola beber demasiado. A veces, sin poder evitarlo, acababa borracho. Cabe, pues, que James bebiera ms de la cuenta y que saliera a dar una vuelta con la intencin de airearse... Cabe que, una vez junto a los caaverales, se echara a dormitar un rato... Puede que midiera mal el espacio y que cayera en la charca, y que se ahogase... Luego llegaran las ratas...

Para que su cuerpo quedara tan destrozado le interrumpi Frank, tuvieron que ser miles y miles de ratas... Y las ratas, en profusin tal, no son en Maggawin ms que historia... De eso hace ya demasiados aos...

Si sucedi en el ao 1899, puede haber sucedido ahora algo parecido, no? intervino to Paul.

Yo me inclino a suponer que no es se el motivo. repuso Frank. Aunque lo parezca, no lo creo...

Lo dir la autopsia dijo a su vez to Cecil. Entonces saldremos de dudas.

S, claro admiti Frank.

Luego pens que lo mejor que poda hacer era regresar a la posada. No resultaba prudente seguir inmiscuyndose en los asuntos de aquella familia.

Pero, claro, su retirada sera simplemente aparente. No estaba dispuesto a cejar en todo aquello mientras no viera la situacin clara. Y cada vez estaba ms oscura, resultaba evidente.

Se despidi de la muchacha, rogndole que fuera fuerte. Le prometi que volvera al da siguiente a primera hora. Poda contar con eso.

Regres a pie, dicindose que por nada del mundo se quedara a vivir en una localidad como aqulla. All no haba nada que valiera la pena. Todo era una autntica birria.

Bueno, dej de pensar exactamente as, escapndosele un silbido netamente admirativo, cuando entr en la posada y vio all, de espaldas, a una rubia. Tena un tipo estupendo, de impresionantes curvas, y unas piernas preciosas que enseaba hasta medio muslo.

Su sorpresa fue grande cuando la rubia, ante su significativo silbido, se volvi. Se trataba de Stephanie, la ex modelo publicitaria, la prometida de Michael Powers.

Precisamente ella.

Vaya, vaya... la mir de arriba abajo. Por lo visto vamos a encontramos todos aqu...

Qu tal, seor Milde? sonri seductoramente. Dese cuenta, no me he olvidado de usted, ni de su nombre.

Se lo agradezco.

Con sinceridad ampli su sonrisa. Cuando nos presentaron en el hospital, no pude menos de decirme: Carol sabe elegir a los hombres. No es tonta la chiquilla...

No esperaba encontrarla aqu, ni un recibimiento tan bueno por su parte...

Tampoco yo lo he tenido malo. El silbido ha sido en mi honor, no es eso?

Puede tener la absoluta seguridad de ello. Pero conste brome, levantando la mano como si estuviera jurando sobre la Biblia que no saba que fuera usted. De saberlo, comprenda que estando de por medio el seor Michael, su prometido.. Porque es su prometido por lo que me han dicho, verdad?

Bah! hizo un gesto un tanto despectivo. No haga mucho caso de lo que digan.

No se fe de las apariencias.

De qu, pues...?

Eso lo ir viendo usted.

De acuerdo y con absoluta desenvoltura: La invito a un whisky/vale?

Acepto encantada y clavando en l sus ojos de rata desdeosa: En su habitacin o en la ma? Soy buena chica, le dejo elegir.

Tengo hoy mi da de suerte Frank chasque la lengua. Luego sac una moneda del bolsillo de su pantaln, la tir al aire, la recogi y dijo, tras mirar de qu cara haba quedado: Ha tocado mi habitacin. Conque ya lo sabe, si es que no le doy miedo.

A m nunca me han dado miedo los hombres, se lo aseguro.

Mejor que mejor, preciosa.

Poco despus estaban ya a solas en la habitacin de Frank. Pero la verdad es que ste lo vea todo demasiado fcil. Las cosas fciles siempre le haban olido a chamusquina, que es una mala manera de oler.

Oye, monada le dijo, cuando Stephanie se le acerc de tal modo que qued materialmente pegada a l. Tanto impacto te he causado, que as de prisa te lanzas al abordaje?

Tengo deseos de saber cmo besas... acerc a l sus labios provocativos, que entreabri en gesto goloso.

Debo hacerlo bien dijo Frank. Tengo mucha prctica. Sobre todo con las rubias.

Pcaro... sonri.

Frank no se perdi la oportunidad de aquel beso, que era todo un premio. No iba a perderse tampoco el resto, si es que ella se empeaba en seguir adelante. Por l no quedara.

Pero era un hombre previsor, de ello que al alzar la moneda en el aire y luego mirarla, no lo dejara todo al azar. Saba que la ventana de su habitacin estaba orientada hacia la casa de piedra.

Una medida llena de prudencia, puesto que as, desde all, con toda comodidad, podra ver si se acercaba Michael Powers. Aunque fuera de noche, le bastara distinguir su mediana estatura y sus anchas espaldas, para saber a qu atenerse.

Eres encantador, Frank se pegaba a l ms y ms. Va a gustarme estar contigo...

Yo de ti, preciosa le previno, guasn mirara quiln se acerca. Seguro que viene a verte.

Oh, Michael! exclam, tras haber mirado a travs de los cristales de la ventana.

Escapa aprisa se ri o te Quedas sin boda...

No creas, no me importara mucho pero a pesar de su aparente despego hacia Michael Powers, se dio buena maa para desaparecer de all a toda velocidad.

CAPITULO IV

Haban transcurrido varios das, durante los cuales Frank Milde haba acudido a diario a la casa de piedra. Con la excusa de que haba decidido pasar sus vacaciones en Maggawin, de all no le haba sacado nadie.

Desde luego, estaba decidido a no abandonar a la muchacha en aquella difcil y crtica situacin. Slo se ira de all si se la llevaba consigo. De lo contrario, ni hablar.

Pero Carol segua junto a sus tos. Claro est, no poda hacer nada ms que acatar la voluntad de ellos.

Y la voluntad de to Paul, y de to Michael, era que ella continuara all. No as la de to Cecil, que sola decirle que se marchara cuanto antes. Que se marchara y no volviera nunca ms.

Temes por m, to Cecil? le pregunt la muchacha aquella maana, en que el sol se filtraba a travs de las nubes, queriendo disipar la niebla. Te asusta la idea de que una nueva avalancha de ratas...?

De este suelo brota la muerte dijo to Cecil, y se coloc mejor en el silln para que la joroba no se le viera tanto. Se escapan de las cloacas... La autopsia lo ha indicado bien claramente, tu padre muri rodo por miles de ratas hambrientas, famlicas...

Cunto dur su pavoroso sufrimiento, su indecible tormento? Horas...? Das...? Slo l podra responder a esto... Despus de muerto, las ratas siguieron ensandose con l...

En fin, el resultado ya lo vimos nosotros... No, no podemos pensar que sucediera algo ms... la autopsia aclar el caso sin lugar a dudas.

Pero mi padre no haba bebido en esa ocasin observ la muchacha.

De lo que se desprende hizo constar to Cecil todo el diablico podero de esas ratas... Aunque parezca increble, se ve que pueden con un ser humano... y agreg: Yo no quera que vinieras aqu, no me gustaba este lugar para ti. Pero, Carol, yo no crea en historias pasadas... Se me antojaban pusilnimes, ridculas... Pero ahora tengo que creer, me veo obligado a ello. No me queda otro remedio.

Frank Milde haba vuelto a pisar de nuevo aquella casa. Oy estas ltimas palabras y se permiti intervenir.

En buena lgica, usted tiene razn. La autopsia sentenci el caso... Pero aun as, yo me resisto a aceptar los hechos tal y como me los presentan... Algo resulta incomprensible...

Yo no tengo particularmente nada contra su opinin, tan respetable como cualquier otra to Paul, con un batn a cuadros que le haca an ms bajo y ms gordo, se plant ante Frank Milde, pero con sinceridad, s me molesta que se est metiendo en lo que no le llaman.

Le pido disculpas dijo el joven, queriendo evitar una posible discusin.

Algo que no le convena. El quera, ante todo, estar en buenas relaciones con los habitantes de la casa de piedra. Slo as podra proteger debidamente a la muchacha.

Para aclarar las situaciones dudosas, est la polica, no insisti to Paul. Y aqu ya estuvo el teniente Murray.

S, lo s asinti Frank.

Sin embargo remach de nuevo to Paul, como descontento de la mansedumbre del joven usted se est empeando en buscar tres pies al gato. Por ejemplo, nos ha dicho que viene a menudo por aqu porque ha decidido pasar sus vacaciones en esta localidad... Qu pretexto ms deplorable el suyo! A nadie se le ocurrira pasar unas vacaciones en Maggawin. Esto cae por su propio peso.

Soy escritor Frank intent sonrer. Los escritores somos gente rara, no lo saba usted, seor Powers?

S que desconfa de alguno de nosotros... to Paul, nervioso, se ajust mejor el batn a cuadros. Aunque ignoro en qu puede basarse para...

No desconfo de nadie repuso Frank, slo que no termino de asimilar algunas circunstancias. Pongamos por caso, si es que tienen a bien escucharme...

S, claro que s repuso Carol. Nos interesa sobremanera todo lo que puedas decir.

Ante el beneplcito de la muchacha, to Paul torci agriamente el gesto.

To Michael, por su parte, sigui fumando. Sin dar muestras de excesivo inters, pero tampoco de desagrado.

Si tu padre, Carol, muri en la charca, yo me pregunto, cmo es que no llegaron hasta aqu sus gritos, cuando por la autopsia se supo que su muerte fue lenta, lentsima...? Tuvo que gritar, forzosamente... Entonces, cmo se explica...?

Dej colgados los puntos suspensivos. Con todo lo que de cortantes e hirientes pudiera haber en ellos.

Yo no puedo responderle a eso manifest to Paul. Pero vuelvo a lo de antes, si el teniente Murray ha dejado el caso como concluido, usted, seor Milde, no debiera obstinarse en llevarle la contraria, que es lo que est haciendo, ms o menos veladamente. Debiera comprender que para nosotros resulta doblemente penoso...

No se lo tomes a mal le interrumpi to Cecil y deja que el joven venga por aqu lo que guste. Piensa que tenemos una sobrina muy bonita, y que no sera nada extrao, que bajo su inters por lo que nos ha sucedido se encerrase simplemente... y dirigindose de nuevo a Frank: Venga por aqu todo lo que le apetezca. Est usted en su casa.

Carol mir con agradecimiento a to Cecil, mientras que Frank Milde le responda:

Muy agradecido, seor.

* * *

La muchacha le acompa hasta la puerta de salida. Mejor dicho, hasta el sendero de los abetos.

Es cierto eso. Frank? Referente a la muerte de mi padre, desconfas de alguien...

la angustia le oblig a dejar la frase sin concluir.

Cuando tenga pruebas de algo en concreto, te lo dir. Mientras tanto no te apures, cabe que todo sea un poco de demasiada imaginacin por mi parte y cambiando de tema, con tono festivo: Oye, Carol, te has fijado en lo que ha dicho tu to Cecil? Ha insinuado que a lo mejor me gustas...

No hay cuidado, ya lo s. A ti te gustan las rubias. Me lo dijiste no s cundo.

De veras te dije eso?

Si.

Lo dira para ponerte celosa.

Lo dijiste porque es la verdad. Te gustan todas las rubias y sin poder evitar unos celillos que Frank encontr encantadores: Te gusta hasta la rubia que hay en la posada.

Cmo sabes que hay una rubia?

Me he enterado le hizo saber.

La has visto? pregunt.

No.

Por eso... La hubieras reconocido en seguida, sabes? Es Stephanie.

Ella? se asombr.

La misma. La futura esposa de to Michael. El va a verla cada noche. Qu raro que no os haya dicho nada!

Si que es raro convino.

Bueno, y de lo que te preguntaba antes, qu...? la detuvo, cogindola por los hombros. Te gustara que empezara a darme por las morenas?

Por las morenas, en plural, no... dijo la muchacha. Por una en particular, quiz s.

Pens que Frank iba a besarla. Hubiera jurado que iba a hacerlo. Se hubiera apostado cualquier cosa.

Pero se equivoc, porque Frank, de pronto, ech a correr dejndola plantada.

Pero Frank no lo haba hecho porque s. Ni muchsimo menos. Saba muy bien lo que se haca.

Ya no era la primera vez que cuando sala de la casa de piedra se daba cuenta de que una silueta le persegua. Entre la oscuridad de las charcas y las sombras de los caaverales, le iba siguiendo los pasos. Como esperando una buena ocasin para lanzrsele encima.

Frank pens aquella noche, al ver que una vez ms era seguido, que lo mejor que poda hacer era lanzarse l en persecucin de su perseguidor, para averiguar de una vez de quin se trataba.

No lo pens dos veces, echando a correr tras aquella sombra que poda ser, quiz, la clave de todo.

Si haca del factor sorpresa una buena aliada suya, podra desenmascararle en menos tiempo del que se tarda en lanzar un suspiro. Bien mirado, esa persona no poda estar preparado para que l, de una actitud pasiva, se lanzara abiertamente al ataque.

Esa posibilidad no deba entrar en sus clculos.

Corriendo como un gamo entre las charcas, Frank termin cortndole la retirada.

Haba visto su intencin de huir, al verse tan inesperadamente perseguido.

Sin tantas prisas, amigo... le dijo, apareciendo frente a l, cerrndole el paso. Las prisas no son buenas a la hora de hacer la digestin.

Pero todo hay que decirlo, el aspecto de aquel hombre le haba hecho tragar la saliva con un poco de dificultad. Se trataba de un hombre joven de unos treinta aos, de barba oscura, cerrada, casi con dos metros de estatura. La anchura de sus hombros resultaba descomunal.

Por qu me persigues? inquiri Frank, al ver que el desconocido plegaba los labios en un pertinaz mutismo. Qu buscas...?

Ahora s habl. Pero forzando extraamente sus cuerdas vocales. Cambiando a sabiendas, evidentemente, el tono normal de su voz.

Vete de Maggawin.

No me gusta recibir rdenes puntualiz Frank. Prefiero darlas. Esto va ms con mi carcter.

Te las quieres dar de gracioso, eh?

Estaba seguro de serlo.

Pues dejars de serlo, y para siempre, si no me haces caso segua forzando la voz. No se descuidaba el pormenor. Deba ser de vital importancia para l.

Me parece que me ests amenazando.

De muerte aclar.

Vaya, vaya... y aparentemente tomndoselo a chunga Lstima que de cobarde tenga poco. Esta hubiera sido una ocasin inmejorable para asustarme.

Ya te lo he dicho. No te lo repetir ms. Y ahora djame pasar, a las buenas... De lo contrario sabrs de la fuerza de mis puos. Te aseguro que no son ninguna broma.

En lugar de apartarse, Frank Milde sigui all, con las piernas abiertas, en forma de comps, cerrndole por entero el paso. Al poco haba de preguntarle:

Para quin trabajas...? Se comprende, para alguien que te paga bien. Debieras ser un buen chico y decirme su nombre...

Tienes sentido del humor, eh? solt una risotada. Una risotada que dio la sensacin de escapar a ese tono de voz que estaba fingiendo.

Frank estaba dispuesto a pelear con aquel hombre. No sera l quien retrocediera.

Pero oy un grito. Un grito que pareci temblar y retemblar entre la inmvil superficie de las sucias charcas y el crujiente sonido de sus circundantes caaverales!

Y era Carol quien haba gritado!

Frank se olvid de su rival, dejndole expedito el camino. La muchacha era lo nico que le interesaba en aquel momento.

CAPITULO V

Frank se haba alejado nuevamente de la muchacha, tras haberse asegurado de que su grito haba carecida de fundamento.

Haba sucedido que Carol haba abierto la ventana de su dormitorio, viendo como, de pronto, unas cuantas ratas se colaban dentro de la estancia.

Temiendo no s qu horrores, estremecida de pies a cabeza, grit con todas sus fuerzas.

Pero Frank, tras hacer que las ratas huyeran de la habitacin, convenci a la muchacha de que aquello no haba tenido la menor importancia. En aquella zona haba ratas y alguna de ellas haban osado meterse en su dormitorio. Esto era todo. No tena por qu seguir asustada.

Ya en la posada, Frank Milde se decidi a cenar con calma. Se haba ganado un rato de tranquilidad. Mientras tanto, reflexionara sobre todo lo sucedido. Pero apenas tuvo servido el primer plato, Stephanie se dej ver en el tosco comedor. No caba duda, tendra que dejar para mejor ocasin sus reflexiones.

De todas maneras, se alegr de volver a verla. No ciertamente por el buen regalo que toda ella significaba para los ojos, sino porque la madeja estaba revuelta y l buscaba el hilo que pudiera desenredarla. No se conformaba con las explicaciones que unos u otros pudieran darle. Necesitaba algo ms.

Buenas noches, Frank fue ella la primera en saludar.

Qu tal, Stephanie? sonri de un modo despreocupado. Hace un siglo que no te vea. Te sientas a mi mesa?

S, claro que s. Podemos cenar juntos, si no te molesta dijo ella.

Para molestarme la presencia de una mujer tan guapa y atractiva como t, tendra que estar loco, o ser tonto. No creo ser lo uno ni estar lo otro galantemente se haba levantado para acercarle una silla.

Michael es muy celoso Stephanie no tard mucho en expresarse en estos trminos: Debo ir con cuidado. Espero que lo comprendas.

Perfectamente.

Ya encontraremos otra oportunidad... hizo un gesto insinuante. Ms adelante. Ahora sera precipitado.

T debes saberlo mejor que yo y decidido a ver si sonsacaba algo, agreg:

Oye, Stephanie, t sabes el verdadero motivo de que todos los hermanos de Cecil Powers hayan tomado la decisin de venir a pasar una temporada aqu, en Maggawin? Es una decisin que parece no tener sentido. Ellos aborrecan este lugar.

Stephanie no deba esperarse que Frank Milde le hablara de este modo, de ah que se sintiera cogida de improviso.

Michael me tiene una confianza absoluta respondi, tras titubear un poco. No me guarda ningn secreto.

Eso significa que ests al corriente...?

Si, s afirm Stephanie, pero no puedo decirte nada, Frank. De veras lo lamento.

Debe ser un motivo poderoso remach Frank cuando siguen impertrritos aqu, aun despus de lo que ha sucedido... No, no creo se anticip a las posibles palabras de ella que piensen sinceramente que la muerte de su hermano James ha sido casual, un mero accidente...

Qu, entonces? pregunt Stephanie, por primera vez vindosela muy nerviosa.

Todava no lo s, pero llegar a saberlo. Ahora bien, puesto a aventurar una hiptesis, dira que se trata de algo relacionado con las balbuceantes palabras que Cecil Powers pronunci, en medio de su delirio, en el hospital.

Stephanie acus el golpe de una forma tan categrica, tan rotunda, que ella misma pens que ya no vala la pena seguir callando.

S..., se trata de eso... asinti. Cecil tiene en su poder muchos millones de dlares... Y lo saba James... Como lo saben Paul y Michael.

Y qu pretenden sus hermanos, los dos que ahora le quedan, averiguar dnde los esconde y quitrselos...? Lo mismo que sin duda pretendi James...

Stephanie se sofoc. En esta ocasin no supo qu decir.

Pues si es esto lo que pretenden insisti Frank Milde todo hace presumir que dan por descontado que, una vez, robados esos millones, Cecil Powers no ir a presentar la correspondiente denuncia a la polica... Y por qu no ha de ir...? Slo cabe una respuesta. Porque esos millones de dlares fueron a su vez conseguidos indebidamente.

Fuera de la ley, quiero decir.

Es posible murmur Stephanie.

Si Michael no tiene secretos contigo intent coaccionarla, seguro que tambin sabes eso.

Ya te he dicho bastante, no crees? en el fondo se la vea molesta de no haber sabido esquivarle.

No. no lo creo. Por el contrario, considero que me has dicho poco y con una gravedad que hasta entonces se haba dado el lujo de dejar a un lado: No has pensado, acaso, en que tambin t puedes estar en peligro, preciosa?

Yo? se asust Stephanie. Yo en peligro?

Qu ideas se te ocurren! Por qu iba a estar yo en peligro?

T, y todos nosotros... Incluso yo, que por lo visto estoy metiendo las narices en este asunto ms de lo que deseara alguien... No s quin es ese alguien, pero de todas

las maneras el peligro se mastica...

Has conseguido ponerme nerviosa confes, luego do buscar instintivamente en su monedero, sacando un cigarrillo y colocndoselo entre los labios.

No tuvo necesidad de buscar el encendedor. Frank Milde le ofreci la llamita del suyo, mientras a la vez la obsequiaba con esta frase:

Apostara cualquier cosa a que has odo hablar de un atraco a un banco de Miami.

Los atracadores fueron acorralados aqu, en Maggawin. Hubo un intenso tiroteo entre ellos y la polica. Los atracadores murieran en su totalidad... Pero al abrir el coche en que stos huan, el botn, que era de veinte millones de dlares, haba desaparecido...

Stephanie apenas pudo encender el cigarrillo. Se dira que no daba con la llamita.

Los dedos se le pusieron a temblar tanto!

Antes me has dicho, Frank, que de tonto no tienes nada carraspe un poco antes de decirlo. Pues bien, confieso que estoy de acuerdo contigo. No se te escapa ni un pelo en el aire, eh?

Tanto como eso... Desde luego, ya he empezado a sacar algo ms que conclusiones y expuso: Se trata, en principio, de que Cecil Powers consigui, l debe saber cmo, apoderarse de aquel dinero que a su vez robaron los atracadores... Que tena tal dinero en su poder, lo dijo delante de sus tres hermanos, al delirar... Y stos, cegados por la ambicin, pretenden arrebatrselos... En fin concluy, ha habido ya un muerto. Quin ser el siguiente...? y acto seguido: Pero, quin es el asesino...?

Quin...?

* * *

Ms o menos en aquellos mismos instantes, to Cecil hablaba con sus hermanos.

Con los dos que le quedaban.

Empez a hablarlos con calma, con serenidad. Como no queriendo perder los nervios.

Resulta absurdo que estis aqu. Nunca me habis querido bien, siempre os habis burlado de m.

En la biblioteca de la casa de piedra, la luz era mucho menos deficiente que en anteriores ocasiones. Carol haba dicho que a ella le gustaban las habitaciones bien iluminadas, y he aqu que, sin duda para caerle simptico, el mayordomo, Lukas, se haba apresurado a cambiar las bombillas.

Te rogamos, Cecil, que olvides el pasado. Paul acert a sacar a flote su ms jovial sonrisa.

De ahora en adelante, seremos buenos hermanos, unidos en todo momento intercal Michael, que tambin sonri como mejor supo.

Pero no os dais cuenta? to Cecil ocupaba su silln de siempre, de alto respaldo, donde pareca querer esconder la lnea sinuosa de su joroba. No tiene sentido esto... Y s, me gustara saber si existe un motivo especial que os haya hecho cambiar respecto a m...

S, lo hay repuso Paul y ese motivo es Carol. Ella te quiere. Posiblemente ha sido su cario hacia ti lo que ha hecho que nos avergonzramos y nos arrepintiramos de habernos portado tan mal contigo.

Tiene razn Paul dijo Michael. Con una sobrina tan encantadora como Carol, no cabe otra solucin que sentimos mejores...

Pero Carol saba que mentan! Tanto to Paul como to Michael. Mentan los dos. Y mal... Se les vea falsos como el hambre.

No sera mejor que os fuerais ya? inquiri to Cecil, de pronto. Carol no est a gusto aqu. Yo le alabo el gusto... Sobre todo despus de lo que le ha sucedido a su padre...

No. todava deseamos estar un poco ms a tu lado! exclam to Paul, impulsivo.

Si, claro, an es pronto para dejarle! corrobor to Michael, tan impulsivo como su hermano, quiz ms.

Bien, como queris dijo finalmente to Cecil. Por sitio no es. Ya veis lo grande que es esta casa.

Michael aprovech la alusin hecha a lo espaciosa que era esa casa, para comunicarle a su hermano Cecil que Stephanie estaba en una habitacin de la posada. No muy complacida, por cierto, pues all se senta muy sola.

Qu quieres decirme con esto? quiso saber to Cecil. Qu te gustara que tambin a ella le brindara mi hospitalidad? Bien, por m no ha de quedar la cosa. Si tienes gusto en ello, dile que venga. Lo peor ser para ti, mi buen Lukas se dirigi al sirviente, que acababa de entrar, que eres ya viejo y ests solo para el trabajo.

No se preocupe por m dijo Lukas, y mir a Carol con una sonrisa extraa.

Una sonrisa que se repiti cuando, un rato despus, cada uno de ellos se dirigi a su dormitorio.

Lukas acompa a la muchacha al suyo, que era amplio, y tena unos muebles bastante decorosos. Era el mejor dormitorio de la casa. Lo peor haba sido hasta entonces su escassima iluminacin, pero ahora la luz era fuerte. Lukas se haba encargado de dejarlo todo a gusto de la muchacha.

As le parece mejor, seorita Carol? le pregunt.

Y fue entonces cuando de nuevo asom aquella enigmtica sonrisa en el rostro inundado de arrugas, enmarcado por los cabellos blancos, casi amarillentos, descuidadamente peinados.

S, as est todo mucho mejor. Gracias. Lukas pero la muchacha no poda evitar el estremecerse cada vez que estaba junto a aquel hombre, torcido y encogido todo l, con la mano derecha casi barriendo el suelo.

Si desea algo ms insisti el mayordomo ya lo sabe. Quedo a sus rdenes.

Gracias, Lukas.

Quiere que le destape la cama, que le saque el camisn...? Oh, no quisiera que lo lomara como un atrevimiento...! A mis aos no puede haber mala intencin en lo que le digo... Slo me gua mi deseo de atenderla...

No es necesario son seca la voz de la muchacha. Gracias de todos modos, Lukas. Puedes retirarte.

Volvi a mirarla de aquel modo que la dejaba helada...

CAPITULO VI

Seran las tres de la madrugada, y un silencio absoluto reinaba en el interior de la casa de piedra.

Pero era un silencio inquietante, casi insoportable, que pareca meterse en los msculos, en los nervios, en los huesos, como cargado de electricidad.

Por lo menos era esto le que experimentaba Paul Powers, que haba optado que fuera aquella noche, no otra, la decisiva.

Sin embargo, senta miedo de su propia osada. Un miedo que le arrugaba el ombligo.

Pero ya haba cruzado el pasillo, ya estaba escaleras abajo. Ya no era el momento de retroceder, de sentirse cobarde. De los cobardes y pusilnimes no es el mundo. El mundo es de los valientes, de los osados, de los que saben jugrselo todo a una sola carta. Y es lo que l iba a hacer.

Ya estaba junto a la pequea puerta, tras la cual quince escalones conducan al stano. Empez a bajar. Ya estaba abajo. Poco deba faltarle para llegar al armario pintado de color amarillo.

Recordaba las palabras medio incoherentes, balbuceantes, pero que l consigui entender, de su hermano Cecil.

Y los veinte millones de dlares, los que saque del coche de los atracadores, los tengo en el armario amarillo... El armario est en el stano... La madera del fondo es deslizante. All est el dinero...

No sera difcil hacerse con los billetes. Los cogera, los metera en una maleta que ya tena preparada para tal cometido, y luego huira de la casa de piedra y de Maggawin para siempre.

S, conseguira lo que se propona antes de que Michael actuara por su cuenta. 0 antes, que, por su cuenta nica y exclusiva, lo hiciera Stephanie. Seguro que era esa idea la que se llevaba entre manos aquella zorra de mujer. Cuando deseaba ser husped de la casa, seguro que la misma idea que a ellos se le haba metido entre ceja y ceja.

Ya vea el amplio armario pintado de color amarillo. Entraba cierta claridad por unas pequeas claraboyas situadas en lo alto, casi junto al techo. Esa claridad le bastaba.

Cuando lleg junto al armario, temblaba como una hoja de papel, y sudaba como si hiciera una hora que estuviera llevando sacos de cien kilos sobre sus espaldas.

Tema encontrrselo hermticamente cerrado, pero estaba abierto. Aquel armario no tena cerradura, tan slo un pequeo pestillo En apariencia, pues, no encerraba nada de valor. Evidentemente, un modo como otro cualquiera de alejar de all posibles sospechas. Si es que alguien poda sospechar que all se hallaba metido tanto dinero.

Paul Powers iba sobre seguro. Haba odo bien las palabras de su hermano. No poda equivocarse.

Abri el armario, viendo que en su interior no haba nada. Slo, sobre la madera del suelo, un par de cajas de cartn, vacas. Pero se hallaban a un extremo, as que poco iban a estorbarle.

Decidido a poner manos a la obra, palp con sus manos las maderas del fondo, pero no acert a moverlas de su sitio. Aquello estaba fuerte. Le costara deslizaras.

De todos modos, antes o despus haba de conseguirlo. No sera tan difcil.

Para facilitar su propia tarea, se meti dentro del armario, as estara ms cerca de las maderas deslizantes.

Pero, de pronto, un grito ahogado sali de su garganta. Haba cedido la tabla que se hallaba bajo sus pies, y su cuerpo bajo y grueso se haba visto precipitado en un tenebroso vaco.

Fue a caer en una rampa, por donde fue descendiendo lenta pero inexorablemente hacia...

No poda saber hacia dnde. All la oscuridad era tenebrosa. Como si se hallase en la galera de una mina abandonada.

Pasaron unos segundos angustiosos, sobrecogedores, sencillamente inacabables.

Segua sin ver nada. Segua, asimismo, descendiendo no saba hacia dnde.

Acaso hacia el infierno? No pudo menos de pensarlo. As de pavorosa resultaba aquella situacin.

Al terminar la rampa, su cuerpo fue a caer a una especie de ancho y espacioso pozo, en cuyo fondo haba unos cuatro palmos de agua.

All s haba luz. En la parte alta. Unas cuantas lucecitas de color violceo. Tambin all haba desaparecido el silencio. Exista un chorro de agua, que manaba seguido, seguido...

Paul Powers se puso en pie, medio tambaleante, queriendo tragar saliva, pero sin conseguirlo. El pavor sentido hasta entonces, se haba multiplicado por cien, por mil.

Pero su pavor creci an ms y ms, si ello cabe, al darse cuenta de que all, en aquel pozo, sobre cuya abertura, el techo, acababa de caer una inexorable chapa de hierro, haba ratas...

Una cantidad espantosa, enloquecedora, alucinante. Una cantidad como para llenar a tope una estancia de medianas dimensiones.

Estaban hambrientas, famlicas, y corran y se agitaban de aqu para all. A los pocos segundos de permanecer all, las tena ya subindole a docenas por las piernas, recorrindole los brazos, pasndole sobre la cara. Unas y otras intentando mordisquearle.

Pero l las ahuyentaba a manotazos, mientras sus ojos miraban con manifiesta y creciente alarma el chorro de agua que manaba sin parar.

El agua estaba fra y le llegaba ya hasta medio cuerpo, y eso le haca temblar terriblemente, aunque posiblemente tambin era de miedo, de horror.

Sin embargo, la otra mitad del cuerpo segua sudando a borbotones. Como si perteneciera a otra persona.

En eso, a travs de un altavoz tcnicamente colocado, oy la voz cascada e inconfundible de su hermano Cecil:

Has cado en la trampa, grandsimo estpido... y entre risas: El otro da fue James... Hoy eres t... Ms adelante ser Michael... Todos moriris... Todos! Y yo me quedare con Carol... Con Carol, que es la imagen exacta de su madre...

* * *

Carol se durmi con cierta aprensin.

Haba cerrado la puerta con llave, pero a pesar de eso se senta intranquila, desasosegada, como si presintiera que algn grave peligro la estaba acechando.

Poco despus, mientras los prpados le pesaban de un modo insoportable, se dijo que el sueo la estaba venciendo con excesiva rapidez. Aquello no resultaba normal.

Sin embargo, se hundi en las brumas de aquel precipitado sueo sin tener tiempo de sospechar del vaso de leche que se haba tomado antes de acostarse. Un vaso de leche que no haba encontrado tan sabroso como en otras ocasiones.

Slo supo que, en medio de aquellas somnolientas brumas, oy, o crey or unos pasos en el interior de su habitacin. Unos pasos quedos, sigilosos, que se acercaban a su lecho.

En eso sinti que unas manos de hombre, speras, recias, le acariciaban el cabello, el rostro, y se deslizaban por sus desnudos hombros ansiosas de frentico deseo.

Quiso abrir los ojos, pero no pudo. Le pesaban como si fueran de plomo.

Las manos del hombre seguan acariciantes, sobre sus hombros...

Intent moverse, agitarse, rebelarse a aquella presencia, que cada vez estaba ms peligrosamente cerca.

Pero el cuerpo no la obedeca, pareca como si sus msculos todos se hubieran paralizado, y tuvo que quedarse quieta, inmvil, en poder de aquel contacto estremecedor.

Instantes despus, sinti cerca de su boca el aliento masculino... Un aliento que era casi un siniestro jadeo.

Entonces, acumulando energas, se esforz por gritar... Se esforz hasta el lmite de sus fuerzas. Y milagrosamente el grito sali al fin de su garganta!

De forma precipitada, los pasos retrocedieron, se alejaron de su lecho...

Carol consigui entreabrir los ojos e incorporarse. Pero all no haba nadie. La habitacin estaba totalmente vaca.

Mir hacia la puerta.

Segua cerrada con llave.

Habr sido una pesadilla se dijo. Oh, qu cabeza ms cargada tengo!

CAPITULO VIIHaban transcurrido tres das.

Paul Powers haba desaparecido y era mucha la consternacin de todos ellos. Sobre todo aparentemente, claro de to Cecil.

No sabe duda, segua desempeando su papel a la perfeccin. Tan a la perfeccin como lo desempeara hasta entonces. Se afanaba para que su plan saliera perfecto. Y perfecto estaba resultando! A este paso, pronto la encantadora Carol estara en su poder, sera de su exclusiva propiedad.

El teniente Murray acababa de presentarse en la casa. Ante la desaparicin de un nuevo componente de la familia, no les haba quedado otra alternativa que requerir otra vez su intervencin.

El teniente Murray haba llegado de la localidad vecina. Maggawin no tena importancia y careca de puesto de polica. El teniente Murray era un hombre de buena talla, bastante mayor, que usaba lentes.

En el caso de James Powers se haba limitado a fiarse de las apariencias, de lo que daba la impresin de no tener vuelta de hoja. Un error que haba hecho del caso un mero accidente.

En cuanto a Paul Powers, la verdad es que an no haba sucedido nada. No apareca, bueno. Poda haberse ido tranquilamente a cualquier parte, y dejarse ver de regreso en el momento menos esperado. Un poco de paciencia y quiz todo se solucionara por s mismo.

De todos modos intervino Frank Milde, cuando vio que el teniente ya se retiraba le volveremos a llamar si dentro de veinticuatro horas todo sigue como hasta ahora. No estar de ms echar una ojeada a las charcas, rastrear por los alrededores.

Pero, teme usted que al seor Paul Powers le haya sucedido lo mismo que a su hermano James?

Francamente, teniente respondi el joven, s me lo estoy temiendo. Y me extraara mucho que me equivocara, yo no suelo fallar nunca en mis deducciones.

Tiene, exactamente, en qu basar esas deducciones a las que alude?

No.

Siendo as, no me sirven.

Lo lamento de veras.

Acto seguido, el teniente Murray se fue, y Frank Milde se qued con varias miradas clavadas en l.

Me parece opin to Michael que se ha quedado a medias con el teniente.

Poda haberle dicho algo ms, si, estoy convencido de ello. Me equivoco?

La misma sensacin he tenido yo intervino Stephanie, que haca ya dos noches que dorma en la casa de piedra. Sospecha algo, o de alguien...? De ser as, su obligacin es...

Es... asegurarme dijo Frank Milde. No puedo sentenciar a la ligera, sera por mi parte una imperdonable ligereza.

En esta casa indic to Cecil, con un tono de voz que pareci lo ms inofensivo del mundo se le recibe con agrado y simpata. En justa reciprocidad, le ruego, seor Milde, que si en algo puede ayudarnos... Comprenda que la muerte de nuestro hermano

James en semejantes circunstancias, y ahora la desaparicin de Paul...

Me hago cargo, seor Powers repuso Frank, la situacin no es para ponerse a bailar. De todos modos, el teniente Murray es el que lleva el caso no? Supongo que no estara bien que yo, dndomelas de superlisto, cogiera por mi cuenta las riendas del asunto. Lo ms que puedo hacer, si a ustedes les parece bien aadi, es echar una ojeada a las charcas ms cercanas.

No es maja idea dijo to Cecil, sin duda pensando que resultara menos sospechoso cuantas ms facilidades diera al joven entrometido.

No, no es mala idea dijo a su vez to Michael.

Si, claro... asinti Stephanie.

Yo te acompao -manifest Carol, desenvuelta.

Pues no se hable ms se decidi Frank. Vamos ahora mismo, antes de que empiece a anochecer.

Poco despus haban salido de la casa, encaminndose hacia el lugar en que las charcas eran ms profundas y numerosas.

No creo que encontremos nada dijo Frank a la muchacha. Tu padre tard cuatro das en aparecer, no es eso? Pues tu to Paul no creo que aparezca antes.

Entonces, qu finalidad tiene lo que vamos a hacer? pregunt la muchacha.

Esperaba que t te ofrecieras a acompaarme. As podremos hablar a solas. Es conveniente que te explique unas cuantas cosas, y delante de ellos no era posible.

Empieza por explicarme, por favor, qu has querido decir con eso de que no crees que to Paul aparezca antes de cuatro das.

Voy a empezar explicndote por qu... no te bes el otro da. Supongo que lo estaras esperando. Deb defraudarte.

No me defraudaste, porque ni se me ocurri que pudieras besarme minti Carol. No seas pretencioso, Frank.

Ech a correr de pronto, porque desde haca varios das alguien me segua cada vez que sala de la casa de tu to Cecil. Me propuse alcanzarle y averiguar quin era.

Y conseguiste lo que te proponas?

Le alcanc. Era un hombre joven, muy alto, fuerte. No le haba visto en mi vida.

Estaba dispuesto a sacarle a viva fuerza lo que pudiera saber, pero fue entonces cuando t gritaste, y le dej para ir a ver qu te suceda.

Lamento haber sido tan inoportuna, Frank. Pero, quin sabe, tal vez te hice un favor. Has dicho que era joven, muy alto, fuerte. Quiz hubiera podido ms que t.

Ms que yo? brome, con tono jactancioso. Ni hablar de eso, Carol! Por lo visto no sabes que en el colegio todos me tenan mucho respeto porque por menos de nada les tumbaba...

Esto no hubiera sido una pelea entre nios, y t no lo ignoras. Oh, Frank exclam, debes tener cuidado! Si de verdad ese hombre te persegua...

No lo dudes.

Qu te dijo? quiso saber. Al verse detenido... O no te dijo nada?

S, me habl. No mucho, pero desde luego muy sustancioso. Me amenaz de muerte si no me iba de Maggawin.

Tendrs que irte, Frank dijo ella, pero temblando de pies a cabeza tan slo de pensar que pudiera quedarse sin l. Si te ha amenazado de muerte... No vas a arriesgarte tanto por m...

No podra hacerlo por una chica ms guapa... y la abraz diciendo: A propsito, te debo un beso, el del otro da.

Carol no opuso la menor resistencia, y Frank la bes largamente.

Me parece coment el joven, rindose que terminar casndome contigo.

Ser si yo quiero dijo ella, pero a todas luces feliz y dichosa entre los brazos de l.

T querrs, seguro que si...

Bueno le interrumpi ella, djate de tonteras y dime aquello. Por qu, segn t, to Paul tardar tambin en aparecer unos cuatro das?

Lo he dicho antes, lo repito ahora. Estoy temiendo que, en todo y por todo, se repita el caso de tu padre. Pero, bueno, quieres saber exactamente lo que pienso? inquiri Frank. Te lo dir si me prometes tomrtelo con la debida calma.

Te lo prometo, Frank.

Pienso que to Cecil... empez a decir.

Pero sus palabras iban a resultar demasiado fuertes, excesivamente duras, y consciente de ello se detuvo.

To Cecil, qu? le inst a seguir la muchacha.

Est enamorado de ti se decidi a decirlo como en otros tiempos lo estuvo de tu madre.

No! exclam Carol, sintiendo horror.

S, si... afirm Frank. Y hay un motivo sumamente significativo, que le delata sin que se d cuenta. Cuando ests delante de l, siempre se coloca en el silln en la postura oportuna, idnea, para que, desde donde t ests, no le veas la joroba.

Pero eso no quiere decir...

Mucho Tendra que equivocarme, Carol. Ser mejor que empieces a ver la situacin desde este punto de vista.

Yo me siento asustada, cada da ms le confes. Sobre todo desde lo que me sucedi una noche. Debi ser una pesadilla, claro, no pudo tratarse de nada ms, cuando abr los ojos la puerta de mi dormitorio segua cerrada con llave...

Le refiri lo sucedido. Luego agreg:

Pero yo no tema nada de to Cecil, slo de Lukas. Es Lukas quien me dice cosas raras y quien me mira de una forma...

Lukas ha estado internado ms de treinta aos en un manicomio. Aunque le hayan dado de alta, sigue sin que su mente sea la de un ser del todo normal. De ah que siempre te pueda sorprender con palabras extraas y actitudes que no te gusten... Pero, quitado eso, no creo que debas temer nada de l... Has dicho razon que aquel hombre, en tu pesadilla, o quiz en la realidad, te acariciaba los hombros con frentico deseo... Comprende, Carol, que Lukas ya no tiene edad de mostrarse tan impulsivo... En cuanto a to Cecil, est precisamente en esa edad crtica, en que una chiquilla como t puede enloquecerle del todo.

Si ests en lo cierto, Frank, debiera irme de aqu. Pero to Michael no quiere marcharse todava... Qu puedo hacer?

Si no vas a irte, por lo menos abre bien los oos y ten mucho cuidado. No tomes leche por las noches, es fcil que alguien pueda echarte algo. Cena slo lo que los dems.

S. Frank.

Y no ests demasiado asustada, a pesar de todo lo que te he dicho. Recuerda sonri que yo estoy velando por ti. Puedes estar segura de que a m no van a engaarme fcilmente.

* * *

Frank Milde tuvo la oportunidad de dialogar con Stephanie, a solas.

No quiso desaprovechar la ocasin. Por el bien de ella. Le estaba dando la corazonada de que aquella llamativa, insinuante y despampanante mujer se estaba metiendo en un laberinto del que no Iba a salir nada bien librada.

Stephanie, escucha.

Dime. Frank.

Me gustara darte un consejo. Uno de los mejores que he dado en mi vida.

De veras?

S, aunque t puedas suponer lo contrario.

Empiezas con demasiados rodeos, no crees?

Ir ms al grano, Stephanie, puesto que esto es lo que deseas. Por otra parte, tienes razn, a que darle vueltas y ms vueltas a la noria si al final voy a decrtelo? Me creo obligado a ello.

Decirme qu?

Que debes irte de esta casa. Este es el consejo, Stephanie. De lo contrario, no dara ni un centavo por ti.

S que me valoras poco desde el principio de esta conversacin, a Stephanie se la vea violenta, contenida, muy encerrada en s misma.

Los muertos no tienen valor sentenci, rotundo, categrico, evidentemente queriendo impresionarla.

De momento lo consigui.

Pero tras respirar hondo, lo que hizo que los senos de Stephanie se hinchasen agresivamente, consigui dominar la totalidad de sus emociones.

No voy a irme.

Por qu no? pregunt l.

Eres demasiado curioso...

No creas ironiz. En realidad, s de sobra por qu te empeas en seguir aqu.

Precisamente por eso te he dicho, que si te quedas no voy a dar ni un...

...Centavo, s, ya lo he odo. No hace falta que lo repitas.

Ella le miraba ahora con rabia. Profundamente molesta de que estuviera inmiscuyndose tanto en sus asuntos, que a l, por descontado, no le incumban en absoluto.

No deseas casarte con Michael, eh?

No se esperaba que Frank se expresara as, pero a pesar de eso fue a decir algo. Sin embargo, ya para entonces l estaba hablando de nuevo.

Claro, se comprende .. Si es Michael quien consigue esos millones, no te quedar otro remedio que casarte con l si quieres ser duea de ese dinero. En cambio, si esos millones los consigues por tus propios medios, podrs largarte tan tranquila... Pero, demonios! Es que eres tan obcecada, tan obstinada, que no te das cuenta que puedes correr la misma suerte que los dems? Me refiero, claro est, a James y a Paul Powers...

De Paul no sabemos nada dijo Stephanie. Puede regresar de un momento a otro. No me extraara.

Sabes por Michael dnde est el dinero y quieres anticiparte a l... Por otra parte, crees que vas a ser ms astuta que los dems. Pe o ten presente lo que te digo, vas a cometer un gran error.

No lo creo yo as ya no le import admitir que eran sas sus intenciones.

Lamento no poder disuadirte. Eres una mujer muy atractiva... Ser una verdadera lstima que las ratas acaben contigo...

Bah, no digas sandeces! molesta se separ de Frank y se dirigi hacia la salida de la estancia. Pero qu terrible pavor debi dominarla por unos instantes, que se vio obligada a girarse y a decirle?: Frank, voy a intentarlo. Si no regreso, en mi maleta encontrars un papel donde estar anotado el lugar en que se halla el dinero...

Frank Milde comprendi que su decisin era irrevocable, que nada la hara desistir de aquella idea. As que se limit a decir:

Gracias, Stephanie.

Si consigo le que quiero ahora consigui sonrer cualquier da, cuando ests en cualquier parte, recibirs una llamada telefnica ma. Podremos vemos, eh? y confes: Desde el primer momento me has gustado mucho.

Frank Milde estaba seguro de que, si intentaba aquello, no regresara nunca. Pero algo tena que responder:

Ser un verdadero placer acudir a la cita que me des, preciosa.

CAPITULO VIII

Durante la cena, Stephanie estuvo mirando cada dos por tres a Michael. Quera saber si Michael, por su cuenta y riesgo, estaba decidido a actuar aquella noche.

Pero le vio visiblemente preocupado por la desaparicin de su hermano Paul, as que dedujo que no estaba en nimos de hacerlo.

Estupendo. Sera ella, pues, la que optara por ir de una vez hacia lo que tanto ambicionaba.

Llevara una pistola. Si surga algn inconveniente sabra defenderse. No se iba a dejar cazar como una gallina.

Buenas noches, Carol.

Buenas noches, Stephanie.

Se despidieron frente a las puertas de sus respectivos dormitorios, mientras el viejo Lukas, agachado y retorcido, con una mano casi rozando el suelo, las miraba fijamente.

Luego haba de preguntarles;

Puedo servirlas en algo ms...?

No, no dijo Carol, nerviosa, y seguidamente abri la puerta de su dormitorio y se meti dentro.

Otro tanto hizo Stephanie, pero ella, aparentemente al menos, ms tranquila y serena que nunca.

Habran transcurrido unas dos horas aproximadamente, cuando Stephanie sali al pasillo, cuya gastada alfombra silenci el sonido de sus pasos.

Unos pasos que se dirigieron escaleras abajo, hacia la pequea puerta que daba acceso al stano.

Al llegar all, vacil un poco. Pero tan poco, que su vacilacin result imperceptible.

Empu mejor la pistola.

La rodeaba el silencio. Un silencio absoluto. Todos deban dormir en la casa.

Para Stephanie no era un silencio inquietante, casi insoportable, que se meta en los msculos, en los nervios, en los huesos, como cargado de electricidad.

Ella tena confianza en s misma, y en la pistola que llevaba. As que no senta miedo de su propia osada. No. a ella no se le arrugaba el ombligo.

Empuj la puerta, tras la cual los quince escalones conducan al stano. Empez a bajar. Despacio, con cuidado, por si acaso.

Ya estaba abajo. No haba sucedido absolutamente nada. No haba nadie.

All cerca se hallaba el armario pintado de color amarillo. S, ya lo vea. Entraba suficiente claridad por las pequeas claraboyas situadas en lo alto, casi junto al techo.

Cuando abri el armario, vio que estaba vaco, y se extra. Esperaba tener que sacar todo lo que contuviera. Mejor as, menos trabajo.

Palp con sus manos las maderas de enfrente, pero no consigui moverlas. Ni un centmetro. Ni medio siquiera.

Para facilitarse la tarea, decidi meterse en el armario. As accionara mejor.

Pero le sobraba la pistola, y opt por dejarla en el sucio. De momento no la necesitaba.

Hecho esto, se meti en el armario.

De sbito, un grito de espanto sali de su desgarrada garganta. Haba cedido la tabla que se hallaba bajo sus pies, y su cuerpo se haba visto precipitado en un tenebroso abismo.

Socorro! Socorro! grit entre las malditas tinieblas que la rodeaban.

Haba cado sobre la rampa, por donde la pendiente la fue deslizando inexorablemente hacia...

Pronto lo supo.

Hacia un pozo ancho y espacioso, en el fondo del cual haba varios palmos de agua...

Y tambin luz, claridad, la que daban unas lucecitas de color violceo. Y tambin haba ruido. El que proporcionaba un chorro de agua, que manaba seguido, seguido...

Stephanie crey volverse loca de horror, al ver la cantidad de ratas que haba all.

Una cantidad aterradora, horripilante, diablica.

Puesta ya en pie, qued pegada de espaldas al muro, sintiendo ya que las ratas le suban y le bajaban por el cuerpo. Pareca incapaz de moverse. Estaba como hipnotizada.

Se limitaba a abrir los ojos hasta descoyuntar las rbitas, hasta casi sacarlas fuera.

Vea a pocos pasos de donde ella se hallaba el cadver de Paul. En cuyo cuerpo bajo y gordo las ratas, las miles de ratas que haba all, se haban cebado de un modo horrendo, infernal, monstruoso.

No, no... gimote.

En aquel momento, una placa de hierro cav sobre la abertura superior. El pozo qued hermticamente cerrado.

No, no... volvi a gimotear, mirando hacia lo alto.

Al poco, a travs de un altavoz, oa la voz cascada de to Cecil.

Te lo has buscado. Stephanie... No tenas por qu meterte en esto, pero lo has hecho. Lo lamento, t misma te has buscado este final...

No! exclam Stephanie con desesperado horror. No quiero morir as!

Tenga piedad de m! Aydeme a salir!

Las ratas acabarn contigo sigui escuchando la voz de to Cecil. No, no te liberar del tormento ese chorro de agua... Mi hermano James, y Paul, as lo creyeron...

Que ms hubieran querido! El agua sube y baja segn me da a m, pero es slo un entretenimiento. El final corre a cargo de las ratas...

No! esta vez su voz fue un verdadero alarido. Un alarido horripilante, pavoroso, demencial.

No te molestes en gritar, Stephanie. Nadie va a orte. Las paredes del pozo han sido bien construidas y entre risas: Tengo que dejarte, Stephanie. Otra persona se acerca al armario amarillo. Uno ms a caer en la trampa, en el vaco... Ja! Ja! Jaaaaaa...!

* * *

Volvi a alzarse la chapa de hierro del techo.

Y poco despus, y a travs de la rampa deslizante, llegaba una nueva victima. La cual cay inexorablemente en el interior del pozo.

Era Michael.

Scame de aqu! aull Stephanie.

Michael la mir, vindola ya casi materialmente cubierta de ratas. Era un espectculo verdaderamente digno del propio infierno.

T...? T...? la sorpresa de Michael, por un momento, pudo ms que todo su indescriptible horror.

CAPITULO IX

Durante aquella noche, Frank Milde haba reflexionado mucho sobre los hechos acaecidos, y sobre los que, indudablemente, acaeceran. Nadie iba a poder evitarlo. El propio lucro les llevara a unos y a otros hacia la perdicin.

Sin embargo, l tena que hacer algo para salvar a Carol, para llegar a tiempo y sacarla sana y salva de la casa de piedra.

Pero para eso tena que poner manos a la obra. Era preciso que esclareciera todo el asunto, que desenmascarara al culpable.

Pero no iba a ser fcil, porque el asunto no estaba an claro, si bien presenta que sus deducciones le estaban llevando ya a ateo realmente concreto.

Se levant pronto y desayun en el comedor de la posada. Mientras, aprovech para dialogar un poco con la posadera, con esa mujer delgada, con cara de pocos amigos, que siempre llevaba delantales a rayas, con dos grandes bolsillos. Donde, sin excepcin, meta vidamente el dinero que cobraba de sus clientes.

Tena usted razn, no es nada agradable este lugar. Pero no se lo digo por el manicomio, pues bien mirado es slo un edificio como cualquier otro. Sin embargo, todo en un conjunto contribuye a que uno piense con agrado en irse.

No me extraa que se exprese as, seor. Aqu nadie para dos das seguidos.

A propsito terci Frank Milde; he conocido a Lukas. Me refiero a aquel enfermo mental, va dado de alta, que vino a ofrecerle sus servicios. Con sinceridad, comprendo que no le diera trabajo. Es lamentable decirlo, pero tiene un aspecto tan...

Le hubiera pasado por alto su aspecto fsico reconoci la mujer. Me peda poca cosa, comida y un lugar donde dormir, slo eso, era ponerse a tono. Pero eso de que hubiera estado recluido tantos aos, ms de treinta, como perturbado mental... Me asustan mucho los locos, sabe, seor? Les tengo miedo. No lo puedo evitar.

Es comprensible. Oiga, sabe por qu tiene el cuerpo tan maltrecho y deforme?

Fue debido a un accidente. Intent escaparse del manicomio, de eso har un ao aproximadamente. Cuando ya haba conseguido llegar a lo alto de la tapia, resbal y en la cada se aplast la espina dorsal, y varios huesos ms. No hubo forma de dejarle bien.

Lamentable.

Siempre recordar el da que sucedi eso. Fue el da que la polica acorral aqu, en Maggawin, a los atracadores. A aquellos que en Miami se apoderaron de veinte millones de dlares.

Precisamente ese da? y Frank Milde haba dado un bote en su asiento.

S, s.

Dgame, en qu lugar de esta localidad, exactamente, hubo el tiroteo entre los atracadores y la polica? Lo recuerda usted?

Si, claro que lo recuerdo. Fue a unos cincuenta metros del manicomio, quiz an ms cerca.

Frank Milde consider que no saba bastante. Enterndose de todo aquello, haba dado, lo presenta, una brazada de verdadero gigante. Pero necesitaba ms pormenores, ms datos Era de vital importancia.

Por eso, dej a medias el desayuno, encaminndose a grandes y decididas zancadas hacia el manicomio.

Para llegar hasta all, el camino ms recto era pasar por entre unos pedruscos.

Grandes y pequeos pedruscos, que hacan el terreno algo francamente accidentado.

Pero Frank Milde era gil y ligero de piernas, y pens que vala la pena pasar por all.

As llegara antes y ahorrara tiempo.

No obstante, respecto a eso de ahorrar tiempo, se eq