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- En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a los treinta y un días del mes de mayo de 2018, a la hora 10 y 9: Sr. Presidente (Lipoveztky).- Damos comienzo a la decimoquinta reunión plenaria informativa conjunta de las comisiones de Legislación General, de Legislación Penal, de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia y de Acción Social y Salud Pública de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación, para tratar los proyectos sobre despenalización y legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. En primer término, quiero agradecer a las señoras diputadas y los señores diputados presentes, así como también a los expositores que vamos a escuchar en el día de hoy, que es el último de desarrollo de estas jornadas que vienen teniendo lugar desde el 10 de abril. Se trata de un debate histórico en el cual han participado 738 expositores -contando los invitados que harán uso de la palabra en esta reunión-, quienes nos han ilustrado con sus conocimientos y experiencias sobre un tema tan importante como es la situación del aborto en la Argentina. Todos los diputados -particularmente las autoridades de las cuatro comisiones que integran este plenario- estamos muy contentos por el resultado de este debate histórico. Gracias al trabajo de todos hemos logrado tener un debate respetuoso, con altura y con el suficiente nivel para desarrollar un tema tan importante como el que estamos tratando. Estamos muy agradecidos a todos. Es un día muy importante para nosotros. Cuando empezamos a programar estas jornadas, en el mes de marzo, nos propusimos algunos objetivos y creo que hoy, después de tantos días de trabajo, podemos decir que estamos muy satisfechos por los resultados logrados. Hemos podido oír a todas las voces. En este marco voy a puntualizar una serie de agradecimientos, porque todo esto se logró gracias al trabajo de un equipo enorme que integra esta Cámara de Diputados. Me refiero al personal de la casa y, por supuesto, a los señores diputados miembros de las cuatro comisiones que estuvieron aquí presentes, a sus autoridades y a las autoridades de esta Cámara de Diputados. A pesar de muchas cosas que han pasado y de las presiones por algunas cuestiones ajenas a este tipo de debates, hemos llegado a buen puerto. Sabemos que hay gente a la que le hubiera gustado que este fuera un debate a los gritos, tal como pasó en otros casos.

Sr. Presidente - senado.gov.ar · Kolaric, Jorge Blanco, Marino Monteperto, Andrés Leiva, Carlos Mansilla y Marcelo Ibarra. ... Alati, Andrés Suriani y Esteban Garrido, que son

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- En la Ciudad Autónoma de

Buenos Aires, a los treinta y

un días del mes de mayo de

2018, a la hora 10 y 9:

Sr. Presidente (Lipoveztky).- Damos comienzo a la

decimoquinta reunión plenaria informativa conjunta de las

comisiones de Legislación General, de Legislación Penal, de

Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia y de Acción Social y

Salud Pública de la Honorable Cámara de Diputados de la

Nación, para tratar los proyectos sobre despenalización y

legalización de la interrupción voluntaria del embarazo.

En primer término, quiero agradecer a las señoras

diputadas y los señores diputados presentes, así como

también a los expositores que vamos a escuchar en el día de

hoy, que es el último de desarrollo de estas jornadas que

vienen teniendo lugar desde el 10 de abril.

Se trata de un debate histórico en el cual han

participado 738 expositores -contando los invitados que

harán uso de la palabra en esta reunión-, quienes nos han

ilustrado con sus conocimientos y experiencias sobre un

tema tan importante como es la situación del aborto en la

Argentina.

Todos los diputados -particularmente las

autoridades de las cuatro comisiones que integran este

plenario- estamos muy contentos por el resultado de este

debate histórico.

Gracias al trabajo de todos hemos logrado tener

un debate respetuoso, con altura y con el suficiente nivel

para desarrollar un tema tan importante como el que estamos

tratando. Estamos muy agradecidos a todos. Es un día muy

importante para nosotros.

Cuando empezamos a programar estas jornadas, en

el mes de marzo, nos propusimos algunos objetivos y creo

que hoy, después de tantos días de trabajo, podemos decir

que estamos muy satisfechos por los resultados logrados.

Hemos podido oír a todas las voces.

En este marco voy a puntualizar una serie de

agradecimientos, porque todo esto se logró gracias al

trabajo de un equipo enorme que integra esta Cámara de

Diputados. Me refiero al personal de la casa y, por

supuesto, a los señores diputados miembros de las cuatro

comisiones que estuvieron aquí presentes, a sus autoridades

y a las autoridades de esta Cámara de Diputados.

A pesar de muchas cosas que han pasado y de las

presiones por algunas cuestiones ajenas a este tipo de

debates, hemos llegado a buen puerto. Sabemos que hay gente

a la que le hubiera gustado que este fuera un debate a los

gritos, tal como pasó en otros casos.

Nosotros trabajamos mucho para demostrar a la

sociedad que podemos debatir, con respeto y tolerancia, un

tema que la divide. Ese es nuestro mejor legado, a pesar de

que haya gente a la que no le guste y hayan buscado

mecanismos para tratar de ensuciar una situación en la que

estamos dando el ejemplo. Voy a empezar con los

agradecimientos. Después le voy a dar la palabra a cada una

de las presidentas de las tres comisiones que también

integran este plenario.

En primer término, quiero expresar mi

agradecimiento al presidente Macri, porque fue quien de

alguna manera apoyó la posibilidad de que este debate se

desarrollara tal como se realizó. Lo hizo en el lugar

institucional más importante. El 1° de marzo, en la

apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de la

Nación, pronunció un discurso histórico por el que por

primera vez un presidente apoyó explícitamente que el

debate de la despenalización del aborto se llevara a cabo

en la Cámara de Diputados.

En segundo lugar, agradezco la lucha de las

mujeres que vienen presentando proyectos desde hace catorce

años y sostuvieron la Campaña Nacional por el Aborto Legal,

Seguro y Gratuito. Gracias a esa lucha hoy estamos donde

estamos.

En tercer término, voy a agradecer a todos los

invitados que vinieron aquí, se tomaron el tiempo para

realizar sus exposiciones, estudiaron y se prepararon.

Todos ellos defendieron sus ideas y valores con una gran

pasión. Esto realmente demuestra, por un lado, la seriedad

con que encararon el tema, y por el otro, que en la

Argentina tenemos grandes ciudadanos que se comprometen y

vienen a defender sus ideas con pasión y respeto.

También me gustaría agradecer a todos los que han

trabajado en la organización de esto. Nosotros somos la

cara visible en cuanto a esa tarea, pero aquí hay un gran

equipo de trabajadores y trabajadoras que lo hicieron

posible.

Antes de nombrarlos voy a expresar mi

agradecimiento, por supuesto, al señor presidente de la

Cámara de Diputados, doctor Emilio Monzó, que puso a

disposición todos los instrumentos disponibles de esta

institución para llevar a cabo este debate.

También voy a nombrar a las autoridades de las

cuatro comisiones que intervienen: a Guillermo Traintafilo

y a Martín Saade, secretario y jefe de la Comisión de

Legislación General, respectivamente; a Graciela Monteavaro

y a Fabián González, secretaria y jefe de la Comisión de

Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia, respectivamente; a

Luis Cerri y a Luis Gaona Cifuentes, secretario y jefe de

la Comisión de Legislación Penal, respectivamente, y a las

licenciadas Analía Alzamora y Silvia Miranda, secretaria y

jefa de la Comisión de Acción Social y Salud Pública,

respectivamente. Todos trabajaron muy intensamente para que

este debate fuera posible.

Pero además hay una gran cantidad de trabajadores

de esta casa que todos los martes y jueves estuvieron acá,

al pie del cañón, trabajando divididos en dos turnos. Por

lo tanto, a continuación voy a nombrar a los que se

desempeñaron en el turno de la mañana. Seguramente por la

tarde vamos a nombrar a los que trabajaron en ese turno.

En primer término, voy a mencionar a los

trabajadores de Intendencia del Anexo: Jorge Komina, Miguel

Kolaric, Jorge Blanco, Marino Monteperto, Andrés Leiva,

Carlos Mansilla y Marcelo Ibarra. A todos ellos, muchísimas

gracias.

En segundo lugar quiero mencionar a todo el

personal de Seguridad. Son muchísimos y no solamente ayudan

con la seguridad, sino también con toda la organización

logística de estas reuniones. Ellos son Lucas Ansini,

Cristian Argüello, Juan Ignacio Auterio, Luis Francisco

Bazán, Matías Belmonte, Augusto Benítez, Eliana Bertelli,

Silvina Caghle Noffal, Mónica Castañeira, Sebastián Castro,

Viviana Bravo, Laura Martínez, Alejandro Dagrase -es el

subdirector de Seguridad-, Roberto Cavalcanti, Carlos

Duarte, Maximiliano Fanucchi, Mario Galván, Micaela Gómez,

Paula Gómez, Ariel Henault, Virginia Herrera, Ignacio

Lagalla, Soledad López, Verónica Luque, Arnedo Medina,

Miguel Morelli, Edgar Pérez, Karen Rojas, Mario Silva,

Micaela Sosa, Guillermo Thompson y Rubén Valdez. Quisimos

nombrarlos porque todas estas personas que ustedes ven acá

tienen nombre y apellido y creo que merecen ser parte de

esta lista. (Aplausos.)

En tercer término, quiero agradecer a todo el

personal de la Dirección de Sistemas Electrónicos. Ellos

son Luis Sassuolo –es el director del área-, Solange

Daniele, Ariel Pantano, Fernando Lucero, Fabio Ojeda,

Horacio Toloza, Nicolás Lomoro, Eduardo Maldonado, Nicolás

Tonelli, José Rocha, Carlos Campos, Santiago Questa,

Leandro Ottati, Sergio Nasso Bordín, Andrés Beis, Enrique

Gez y Sergio Igotnikov. Asimismo deseo expresar mi

agradecimiento al jefe del Departamento de Diputados TV

Digital, Daniel Berón; al jefe del Departamento Audio y

Video, Gabriel Conde, y al subdirector de la Subdirección

de Teledifusión y Servicios Audiovisuales, Eduardo Alegre.

En cuarto lugar, quiero agradecer a todos los

taquígrafos, que estuvieron aquí todos los días y realmente

han hecho un trabajo gigantesco, excepcional. (Aplausos.)

Vale la pena que sepamos quiénes son los que han

estado aquí todos los días elaborando la versión

taquigráfica para que posteriormente esté disponible y

quede en los anales de estas jornadas histórica. Ellos son

Silvana Pettinati, Marcela Pousa, Jorge Rivero, Carlos

Spector, Eleonora Franzetti, Valerio Rinaldi, Carlos

Brizuela, Alicia Cedrola, Daniel Rinaldi, Marisa Vega,

Silvina Mary, Eduardo Brizuela, Dolores Moscarelli, Marta

Rinaldi, Luis Echandi, Álvaro Susmel, Gabriela Lozano, Nora

Schiavoni, Pablo Gabriele, Guadalupe García Blesa, Verónica

Ortiz, Virginia Masce, Emiliano Jelicié, Edith Yagüe,

Andrea Viggiano, Dante Rinaldi, María Jimena Amodei, Carla

Pagura, Trinidad Romero, Darío Schiavoni y Débora

Fernández. Muchísimas gracias a todos los taquígrafos y a

la Dirección de Taquígrafos de la Cámara de Diputados.

(Aplausos.)

Por último, voy a nombrar al personal de la

Comisión de Legislación General que trabajó muchísimo, a

destajo, en la organización de estas jornadas, lo que

constituyó una tarea muy difícil. Seguramente después las

señoras diputadas que presidente las tres comisiones que

también forman parte de este plenario van a nombrar a los

integrantes de sus equipos. Pero no quiero dejar de nombrar

al personal del turno de la mañana de la Comisión de

Legislación General. Por la tarde haré lo propio con el

personal de ese turno.

En el turno de la mañana se han desempeñado

Lorena Valdez, Valeria Pantano, Adriana Galván, Marcelo

Charlón y Alejandro Michelini. A todos les damos un

agradecimiento enorme de parte de todos los diputados por

el trabajo que hicieron, por lo que se merecen un gran

aplauso. (Aplausos.)

Luego de los agradecimientos y antes de darle la

palabra a las señoras diputadas, quiero decir a los

expositores que van a disponer de siete minutos para hacer

uso de la palabra. Al cumplirse el sexto minuto les vamos a

avisar que les queda uno. Procuraremos intercalar las

exposiciones a favor y en contra de los proyectos que

estamos tratando. Pueden hacer referencia a una exposición

anterior, a fin de enriquecer de alguna manera el debate. Y

al finalizar el turno de la mañana, lo que tendrá lugar

aproximadamente a las 13, seguramente tendremos la

posibilidad de formular preguntas a los expositores, las

que podrán ser respondidas por todos aquellos que hayan

permanecido hasta ese momento.

Quiero recordar también que las reuniones son

trasmitidas a través de Diputados TV mediante streaming y

seguidas por muchísima gente de la sociedad y, por

supuesto, por los diputados que quizás no están presentes

aquí en la sala, pero también nos siguen por medios

digitales. Permanentemente nos cruzamos con los miembros de

esta Cámara en otras comisiones y nos comentan que pudieron

acceder a estos debates mediante los mecanismos que he

mencionado.

Creo que ha sido una muy buena alternativa para

que cuando tengamos jornadas tan largas los diputados

puedan seguirlas y estar presentes en otras reuniones de

comisión que requieren quórum, lo que no sucede en el caso

de estas jornadas porque son de carácter informativo.

Tiene la palabra la señora diputada Polledo.

Sra. Polledo.- Buenos días a todos los colegas diputados y

diputadas y a los expositores que nos acompañan en esta

última jornada.

Para mí es un día de gran emoción y, tal como

dijo el señor diputado Lipovetzky, quiero empezar

agradeciendo a nuestro presidente, porque fue este

presidente, Mauricio Macri, y no otro el que habilitó la

posibilidad de estar hoy acá. En consecuencia, creo que ese

es un hecho para destacar.

Siempre me ha gustado ser muy agradecida. Más

allá de agradecer a todas las personas de la casa que han

trabajado en esto y fueron mencionadas por el señor

diputado Lipovetzky, deseo expresar especialmente mi

agradecimiento a algunas personas sin las cuales créanme

que nosotros no hubiéramos podido llevar adelante la parte

que nos tocó en este debate.

En primer término, quiero agradecer a Analía

Alzamora, secretaria de la Comisión de Acción Social y

Salud Pública, y a su jefa, quienes han estado detrás

nuestro todos los días, coordinando las actividades.

También quiero expresar un agradecimiento muy

especial a Jimena González, Santiago Santulio, Matías Pérez

Alati, Andrés Suriani y Esteban Garrido, que son cinco

asesores de diputados que han colaborado mañana, tarde y

noche para poder coordinar esto, que a veces fluye y no nos

damos cuenta, pero hay miles de llamados y exposiciones de

gente que vive afuera, videoconferencias, personas que

viajan desde el interior y demás. Sin ellos, esto habría

sido muy difícil de llevar a cabo.

Quiero expresar también un agradecimiento muy

especial a mis colegas, las señoras diputadas Martínez y

Burgos y el señor diputado Lipovetzky. Me he sentido muy

cómoda con ellos. Hemos podido hablar de frente, tanto

cuando hubo días buenos como cuando hubo alguna otra

jornada no tan buena. Me siento privilegiada por haber

tenido compañeros tan solidarios como ellos, con los cuales

realmente hemos podido plantear nuestras diferencias y

congratularnos cuando las cosas salían bien.

Esta es la última jornada de debate con los

expositores, por lo que deseo que tengamos una mañana y una

tarde muy buenas, en que seguramente podremos escuchar

testimonios muy valiosos. Nuevamente, muchas gracias a

todos. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Adhiero, por supuesto, a lo

expresado por la señora diputada Polledo. Nuevamente me

gustaría destacar el ejercicio de democracia y diálogo que

ha habido aquí, del que seguramente todos hemos aprendido

mucho.

Me quedó pendiente nombrar al equipo de Prensa de

la Cámara, a todos los periodistas y a los jefes de prensa

que han venido a cubrir todas estas reuniones. A ellos

también quiero agradecerles muchísimo.

Asimismo me faltó nombrar a mi equipo

legislativo, que justamente merece un enorme reconocimiento

porque no solamente me ha acompañado durante el proceso de

este trabajo, que ha sido enorme, sino también porque me ha

apoyado en situaciones difíciles desde lo personal. Por eso

quiero agradecer muchísimo a Gabriel Vázquez Segovia,

Christian Papisca, Romina Reynoso y Cynthia Benítez por el

gran trabajo que han hecho.

Tiene la palabra la señora diputada Silvia

Alejandra Martínez, presidenta de la Comisión de Familia,

Mujer, Niñez y Adolescencia.

Sra. Martínez.- Muchísimas gracias. También quiero hacer

míos cada uno de los agradecimientos que se expresaron.

Siento que la de hoy es una jornada muy especial, por lo

que en verdad esto me genera una emoción muy particular.

Sin dudas, esta es una jornada especial para los

movimientos de mujeres que desde hace largos años luchan

por los derechos que los asisten, por la salud sexual y

reproductiva, por su cumplimiento y por alcanzar mayores

derechos en lo que hace a la representación política.

En este sentido, el año pasado conseguimos

establecer a través de una ley la paridad de representación

en listas electorales, hecho que fue muy trascendente.

Por supuesto que esas organizaciones también

luchan contra la violencia de género y por la

jerarquización de lo que en su momento fue el Consejo

Nacional de la Mujer y hoy es el Instituto Nacional de las

Mujeres. Además promueven modificaciones a la ley 26.485

para sumar otras conquistas a esa lucha que vienen llevando

a adelante.

El tema en debate también era una deuda

pendiente. Se trata de un reclamo de miles y miles de

mujeres de toda la Argentina, por lo que parece

verdaderamente extraordinario que podamos llevarlo a cabo.

Aquí se ha citado con toda corrección que sin

lugar a duda ha sido fundamental esta decisión del

presidente de la Nación de poner en agenda este tema para

que se pudiera debatir sobre una serie de derechos que

están vulnerados y por los que hay que trabajar mucho. De

manera que estoy muy satisfecha por eso.

Si bien en este sentido todavía queda un largo

camino por recorrer, me parece importante destacar tanto el

trabajo del movimiento de mujeres como el gesto que ha

tenido el presidente de la Nación de incluir el tema en la

agenda. Destaco esto porque las mujeres que militan por la

campaña nacional han presentado este proyecto

sistemáticamente desde 2005 sin que pudiera ser

considerado.

Por último, quisiera referirme a algunas otras

cuestiones. Cuando comenzamos este trabajo se decía que el

tema se iba a dilatar y seguramente iba a ir comisión por

comisión. Pero decidimos trabajar en conjunto, celebrar las

reuniones plenarias y coincidir en cuanto a la cantidad de

expositores. Hemos cumplido con cada uno de esos objetivos.

Primero se pensó que el grado de agresividad

entre quienes militaban por una u otra postura o el nivel

de intolerancia reinante harían que el debate tuviera que

ser dividido en diferentes jornadas. Sin embargo, han

quedado demostrados el respeto, la tolerancia y la

pluralidad de voces en un mismo contexto, lo cual nos deja

un enorme aprendizaje. Creo que esa es una gran muestra

democrática también. Así que en todo sentido estos debates

vienen a sumar.

Hemos tenido el privilegio de poder nombrar a la

gente que ha estado colaborando con nosotros -también lo

tendrá la señora diputada Burgos, por supuesto-, pero

quiero destacar que aquí hay muchas diputadas y diputados

con diferentes posturas que también han puesto a trabajar a

sus equipos, quienes lo han hecho en forma muy

comprometida. Así que vaya para todos ellos también un gran

agradecimiento.

Del mismo modo quiero distinguir el trabajo

plural entre diputados y diputadas de diferentes bloques.

Ha sido una tarea transversal que creo que se convierte en

un gran ejemplo y antecedente hacia adelante.

Quiero saludar a María Orsenigo, quien ha

trabajado con mucho compromiso, y agradecer muchísimo a

Horacio Baca. Reitero: deberíamos nombrar a todos y cada

uno de los asesores. No se imaginan la forma en que han

trabajado y el compromiso que han demostrado cada día.

Muchísimas gracias a todos.

Por último, deseo destacar la excelente labor de

mis colegas presidentes de las otras comisiones que

integran este plenario: las señoras diputadas María

Gabriela Burgos y Carmen Polledo y el señor diputado Daniel

Lipovetzky. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Adhiero a lo expresado por la

señora diputada Silvia Alejandra Martínez.

Tiene la palabra la señora diputada María

Gabriela Burgos, presidenta de la Comisión de Legislación

Penal.

Sra. Burgos.- Simplemente quiero expresar que adhiero a

todo lo dicho y hacer extensivo mi agradecimiento a todos

los que han colaborado en estas jornadas. Pienso que todos

aportamos nuestro granito de arena para que esto sea

posible.

Decir que este es un debate histórico no es solo

una frase, sino que realmente lo es. Estos temas debían ser

tratados, y qué mejor que hacerlo en la casa de la

democracia, donde se puede hablar y escuchar todas las

voces. Esta discusión, además, se llevó a cabo con todo el

respeto y profesionalismo que el tema merecía.

Sin lugar a duda, hay cosas que podríamos

mejorar. Pero eso es así porque pudimos hacerlas. Entonces,

a partir de eso uno puede mejorar en el futuro lo que ha

hecho.

Creo que dimos muestras de que a pesar de tener

posturas diferentes podemos dialogar y expresarnos. Eso

también debe reflejarse en toda la sociedad. Somos un país

democrático y la democracia se refleja también en la

capacidad de hablar y escuchar.

Como dije, hago extensivo el agradecimiento a

todos los que colaboraron en estas jornadas, porque detrás

de esto hay muchísima gente. Agradezco especialmente a

quienes trabajan con nosotros en la Comisión de Legislación

Penal: Juan, Silvia, Pablo, Laura, Pablo Del Valle, Fabián;

también al secretario, Luis Cerri, y a su jefe, Luis Gaona

Cifuentes.

Permítanme también saludar a mi equipo, que es el

que nos soporta cuando volvemos a la oficina, el que nos

hace bajar los decibeles cuando los tenemos muy elevados.

Así que muchas gracias a Ana, Pablo, Gloria -que está

embarazada de siete meses y ya está en reposo-, Nacho,

Lucas, José María, Héctor, Florencia y Julieta.

Creo que hemos demostrado que podemos hacer las

cosas bien y que los temas que nos separan también pueden

unirnos.

La próxima etapa consistirá en el debate con

todos los legisladores. En esa ocasión también tendremos la

posibilidad de dialogar, tal como ha sucedido a lo largo de

estas jornadas con todos los disertantes, en las que hemos

aprendido a escucharnos a pesar de las diferencias.

Por otra parte, saludo a todos los militantes de

ambas posturas que salieron a las calles y se hicieron

escuchar por todos los medios. Vayan mis saludos a todos

ellos.

Saludo también especialmente a los disertantes

que en la jornada anterior no pudieron hacerse presentes

porque sufrieron un accidente mientras viajaban hacia aquí.

Quiero decirles que ellos se encuentran bien y les

agradecemos mucho. (Aplausos.)

Vamos a concluir estas jornadas con el entusiasmo

que teníamos al principio y que después se fue diluyendo

por el tiempo y el cansancio normal que uno va arrastrando,

sin que por ello el debate perdiera intensidad.

Simplemente creo que todos nos merecemos un

aplauso por el esfuerzo realizado y estamos dando muestras

de que ¡sí, se puede! (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Adhiero a lo expresado por la

señora diputada preopinante y aprovecho la ocasión para

enviar un saludo a los expositores de Concordia que

sufrieron ese accidente.

Tiene la palabra la señora diputada Austin, a

quien le pedimos brevedad en su discurso, a fin de poder

comenzar después con las exposiciones previstas para la

presente jornada.

Sra. Austin.- Señor presidente: le agradezco la posibilidad

de hacer uso de la palabra. Me expresaré en menos de un

minuto.

Simplemente quiero agregar en la lista de

agradecimientos a los cuatro presidentes de las comisiones

de estas reuniones conjuntas. Considero que se lo merecen,

porque han sido un ejemplo en este debate difícil y

complejo que necesitaba transitar la Argentina. Han sido un

ejemplo de tolerancia, de compromiso y, fundamentalmente,

en el sentido de escuchar.

Aprovecho este medio a fin de expresar, no

solamente para quienes estamos en esta sala sino también

para las personas que están afuera, ojalá podamos seguir

transitando el clima de respeto que tuvimos acá, dentro y

fuera del Congreso Nacional, tanto en la calle como en las

redes.

Me parece importante transmitir el mensaje de

entender que estamos frente a un debate democrático, que

tiene diferencias, que atraviesa matices y aristas que para

todos son importantes, desde distintas posiciones, y que lo

principal –que no tendríamos que perder de vista- es el

respeto que nos debemos cada uno de los diputados y

diputadas que integran esta Honorable Cámara, como así

también las miles de personas que desde afuera están

observando este debate. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Muchas gracias, señora

diputada. Justamente este es el principal legado que

tenemos que transmitir y creo que lo estamos logrando.

Considero que así tiene que ser todo en la vida. Es decir,

podemos tener diferencias, pero siempre debemos expresarlas

con diálogo y respeto, sin agresiones ni bajezas.

Me parece que esa es la clave y también la

reclamamos, porque seguramente en oportunidad del

tratamiento de los distintos proyectos que tendrá lugar en

las próximas semanas vamos a presenciar movilizaciones en

la calle. Queremos transitarlas con respeto, como

corresponde en una democracia, sabiendo que habrá gente que

participará con distintas posiciones, pero todos con la

idea en común de que seamos un país mejor.

Pido disculpas a todos los expositores por la

demora en esta introducción.

A continuación hará uso de la palabra el padre

José María Di Paola, el padre Pepe, párroco de las villas

de José León Suárez y coordinador de la Pastoral de

Adicciones de la Iglesia Argentina.

Sr. Di Paola.- Señor presidente y señores legisladores: el

presidente de la Nación, al inaugurar las sesiones

ordinarias, sorpresivamente dio luz verde al itinerario

legislativo de proyectos de ley que proponen distintos

grados de liberación de las prácticas abortivas.

Digo “sorpresivamente” porque este tema tan

importante no fue comunicado a sus votantes en la campaña

presidencial y menos aún en las recientes elecciones

legislativas de octubre de 2017. Se prefirió ocultar, y lo

mismo podemos decir de muchos que pertenecen a fuerzas

políticas importantes que velaron su opinión.

Por lo tanto, nadie les otorgó directamente el

acuerdo a tamaña decisión que atraviesa lo más preciado que

tiene todo ser humano, que es la vida. Sin la vida, ni

ustedes ni yo estaríamos acá.

Deberíamos recordar la defensa de la vida de

tantos argentinos, en particular, la de los débiles y

sojuzgados, haciendo un homenaje a las mujeres secuestradas

en la ESMA y otros lugares de detención clandestinos, por

resistirse a abortar y defender la vida aun en las

terribles condiciones que les tocó vivir.

Los curas villeros hemos expuesto nuestro parecer

en un documento donde queremos dejar bien en claro que la

sociedad genera una suerte de gran hipocresía, donde

aparece una clase burguesa que propone el aborto,

supuestamente en beneficio de los más pobres.

No es la primera vez que se esgrimen propuestas

utilizando a los pobres. Ese el criterio de los poderosos,

de los fuertes que deciden sobre los que menos

posibilidades tienen. Es la lógica dominante. Esto también

se traslada al niño por nacer.

Somos muchos los que trabajamos en el campo

popular y no dejamos pasar por alto dos hechos que, sin

duda, están íntimamente vinculados y han querido mostrarlos

como independientes e inconexos entre sí en campañas

mediáticas fuertes. No es inocente que este año se instale

el aborto desde la política para acercarse a aquel que lo

promueve en todo el mundo, que es el Fondo Monetario

Internacional.

Señores legisladores: a muchos de ustedes los veo

preocupados y manifestándose contra el FMI, pero al mismo

tiempo inclinándose a aprobar una de sus mayores

exigencias, que es el aborto. Se trata del control de quién

nace y quién no en los países que deben acatar sus

normativas. Les ruego no caer en la hipocresía.

Recordemos en este momento al ex secretario de

Defensa de los Estados Unidos, Robert Mc Namara, quien

siendo presidente del Banco Mundial planteó entre otros

puntos aumentar los caudales de préstamos a los países

pobres del Tercer Mundo bajo fuertes condicionamientos -uno

de ellos era nada más y nada menos que el aborto-, a los

que agregaba otros aspectos coloniales. Su plan era, en

todo sentido, un monumental atentado contra la vida.

Desde ese momento hasta hoy las campañas

siguieron su curso. No podemos dejar de mencionar a

Rockefeller, quien desde su fundación ha apoyado, promovido

y financiado las campañas pro aborto en el mundo entero,

incluyendo nuestro país.

Aborto es FMI y FMI es aborto. En los escritos de

su fundación encontramos los mismos argumentos que hoy se

utilizan en la Argentina. Aborto es sinónimo de FMI, le

guste o no al mundo conservador que no ve con malos ojos

que los pobres tengan la menor cantidad de hijos o que no

los tengan, y también al mundo pseudoprogresista que

levanta las banderas de una presunta libertad sabiendo que

este genocidio está inspirado y promovido por el Fondo

Monetario Internacional.

Hablar de aborto ahora es sorprendente, ya que en

2015 se sentó jurisprudencia sobre que hay persona desde la

concepción y en el embrión, mientras se aplaudía la

valiente decisión de extender la Asignación Universal por

Hijo al niño por nacer. No pueden olvidar esto, señores

diputados. Es verdad que no se hablaba del FMI.

Señores diputados: el presidente de Ecuador,

Rafael Correa, en 2013 amenazó con renunciar a su cargo si

prosperaba la propuesta de incluir en el Código Penal la

despenalización del aborto.

Por su parte, el presidente de Bolivia, Evo

Morales, expresó: “El aborto es un delito”.

Asimismo el comandante Hugo Chávez, en relación

con la despenalización del aborto, dijo lo siguiente: “En

otras partes aplican el aborto. Califíquenme de

conservador, pero no estoy de acuerdo con el aborto para

detener un parto. Sencillamente nació el niño y ahora hay

que darle amor”.

Aborto es sinónimo de muerte con receta. ¿Será

que muchos legisladores y funcionarios preocupados por el

tema social ya se han resignado y dejaron de buscar

soluciones reales para las mujeres pobres en la dura vida

que llevan, para los pequeños niños subsumidos o

abandonados por el narcotráfico, para los famosos “ni-ni”,

jóvenes que ni estudian ni trabajan? La receta indica que

así serán muchos menos a los que deberían dar respuesta.

Hemos visto hace poco un informe exhaustivo de TV

sobre Serbia y el Fondo Monetario Internacional. En 2009

Serbia pidió asistencia al FMI, que le otorgó créditos

stand by. Según estadísticas de salud pública de dicho

país, anualmente son 23 mil los niños que son víctimas del

aborto. Esta cifra es anecdótica y está muy por debajo de

las que documenta la Unión Europea, que refiere más del

triple. Esto hizo que Serbia tenga, gracias al FMI, un

promedio de nacimientos menor que el resto de Europa.

En América Latina resuena el famoso grito de “No

matarás” de monseñor Romero, obispo mártir de El Salvador,

cuando exhortaba a los militares a no reprimir a su propio

pueblo. Con el mismo fervor agregaba: “Si sentimos la

represión porque nos mata a jóvenes y gente que ya es

grande, lo mismo es quitar la vida en las entrañas de la

mujer. También el niño en las entrañas es un hombre, que

con el aborto es asesinado”.

Los planes del FMI y sus imposiciones terminaron

con la vida de monseñor Romero y con la de muchos niños en

nuestra América, especialmente en nuestra América más

profunda y silenciada.

El Fondo Monetario Internacional es aborto y hay

diputados que quieren lo que ya se da en nuestras Islas

Malvinas, usurpadas por el imperio británico, donde se

estableció una base de la OTAN. Quiero decir, aunque aquí

alguno se esté riendo, que bajé junto con Pérez Esquivel en

la base de la OTAN, que es el aeropuerto de las Islas

Malvinas.

Y allí el aborto es libre, seguro y gratuito.

A lo largo de cincuenta años este equipo de

sacerdotes de las villas ha sido testigo de muchas

propuestas de muerte. Han muerto catequistas, religiosos y

sacerdotes por la dictadura. También por el tráfico de

armas y drogas continúa la muerte de adolescentes y

jóvenes.

No necesitamos agregar más muertes. Nuestros

barrios necesitan propuestas de vida digna y una sociedad

que proteja a los más débiles, no que los descarte como

residuos patológicos.

Poco sabe el FMI del amor de las mujeres por el

hijo que llevan en sus entrañas, incluso en circunstancias

duras y difíciles como las que vivimos en las villas.

Concluyo invitando a los señores diputados a

seguir el ejemplo de dos grandes mujeres: la madre Teresa

de Calcuta y María Eva Duarte de Perón. Ambas defendían la

vida aun en los momentos más difíciles y nunca se apartaron

ni un centímetro de sus convicciones. Siguiendo ese camino

podemos ser más feministas cuando reivindicamos los

derechos de la mujer y cuidamos la vida. Gracias por la

atención de algunos y no de todos. (Aplausos.)

Sra. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la señora

Edith Noemí Menicucci de Sórensen, quien va a exponer a

través de una videoconferencia.

Como no tengo aquí sus antecedentes, pido a la

señora Menicucci de Sórensen que antes de empezar su

exposición se presente.

Sra. Menicucci de Sórensen.- Agradezco a los legisladores

por esta oportunidad de expresarme en este último y gran

día del debate de la ley que nos está ocupando.

Por este medio, desde la ciudad de Mar del Plata,

me dirijo a todos ustedes. Soy una ciudadana común, madre

de cuatro hijos y abuela de doce nietos. He dedicado mi

vida a la enseñanza y formación de las nuevas generaciones.

Presido la ONG MCM Alfa, que ha sido fundada en

Mar del Plata y hoy se ha extendido por muchos lugares del

país y del exterior también, como Sudamérica y Europa.

Esta organización promueve políticas favorables a

la educación y formación de la familia y las futuras

generaciones. Y por sobre todas las cosas, como dijo la

revista Central, de aquí de Mar del Plata, soy,

sencillamente, una iluminada por la fe.

No lo hago en nombre propio, sino en el de miles

de mujeres que nos han pedido estos cinco minutos para

expresarnos con todo nuestro corazón y fervor patriótico.

Queremos pedirles, a través de este medio -disculpen que no

pude estar personalmente; he estado en otras oportunidades

en el recinto, pero hoy, por causas ajenas a mi voluntad,

no pude hacerlo- y en nombre de miles y miles y hasta me

atrevería a decir que de millones de mujeres, a cada uno de

aquellos que tienen la decisión de promulgar esta ley, que

piensen profundamente, que consulten con la almohada y con

su conciencia y que oigan sus mandatos interiores antes de

pronunciarse.

Por favor, no desoigan ni desatiendan esta

petición porque invoco la fe en Dios. Pero quiero decirles

que todos los argentinos heredamos una fe en Dios y una

convicción que viene de nuestros padres y abuelos, que

forjaron este país. Esta formación nos dice que nosotros no

somos quiénes para dar o quitar la vida. No somos Nerones

para subir o bajar el dedo y decidir quién vive muere.

La historia está llena de dictadores que

decidieron que había cierta etnia que no podía vivir y

practicaron terribles cosas. Por eso les quiero decir que

hemos heredado un mandamiento, el quinto, que dice “No

matarás”.

¿Por qué discriminar entre una vida y la otra?

¿Será nuestra conciencia que nos permitirá hacerlo?

¿Podremos enfrentarnos a la palabra “discriminación” aun en

este tema? ¿Quién sabe si esa vida que se está formando en

el vientre de su madre tendrá un futuro de talento, de

dones que ayudarán al progreso de nuestra Patria y al mundo

en un futuro? ¿No será que está predestinado para cosas

grandes y nosotros vamos a interrumpirlo? ¿No será eso un

símbolo de discriminación?

Creo que ya no hay tiempo para debatir. Las

posturas ya están planteadas y la decisión está en vuestras

manos, porque hay muchas cosas en juego y no son

precisamente los intereses mezquinos y las conveniencias

políticas o sociales las que se están legislando hoy. Hay

algo más profundo que tiene que ver con el interior del ser

humano.

Nosotras queremos más argentinos que pueblen

nuestra Patria; deseamos llenarla de pequeños cerebros que

se desarrollarán y será una nación reconocida mundialmente.

Por eso la procreación es un mandato biológico y divino,

que hace a la mujer cumplir uno de los roles más fabulosos

que existen en el mundo.

En un país donde queremos promocionar la igualdad

de posibilidades para todos es que levantamos nuestra voz

para pedirles, señores legisladores, que den la igualdad de

posibilidades a todos los niños por nacer, que también

tienen derecho a esas oportunidades.

Señores: con todo respeto, antes de decidir,

antes de emitir su voto, no solo oigan la voz de aquellos

que piden el aborto seguro, legal y gratuito, sino las

miles de voces -en mi opinión, mayoritarias- que dicen sí a

la vida, no a la muerte, salvemos las dos vidas, ni uno

menos y muchos eslóganes más.

Ustedes saben que hay soluciones alternativas,

que hay muchas familias -y me consta por mi trabajo

personal- dispuestas a dar amor, abrigo, crianza y

educación a los niños que otros quieren matar. Hay muchas

instituciones intermedias –me incluyo- que con menos

burocracia y simplificando la ley están dispuestas a

promover la adopción.

Señores diputados: ya no hay mucho para debatir.

Solo piensen que cuando regresan a sus hogares, tal vez

luego de una jornada difícil, son recibidos por el abrazo

de sus niños, de aquellos pequeños hijos y nietos. Eso nos

hace olvidar de todo, simplifica la vida y alegra nuestros

días.

Como dijo un gran ex presidente de nuestra

República, muy conocido, los únicos privilegiados en este

país deben ser los niños, aun los por nacer. Estamos

totalmente de acuerdo en que hay que cuidar las dos vidas:

la de la mamá, que es el presente, y la del bebé, que es el

futuro.

Para concluir, quiero decirles que miles de

mujeres, a lo largo y a lo ancho de este país, están orando

por ustedes y por la decisión que van a tomar. Queremos un

país bendecido. La muerte nunca bendice, siempre es dolor.

Derramar sangre inocente trae maldición. Miren

profundamente no solo sus pensamientos, sus conveniencias

políticas y su bolsillo, sino también los dictados de sus

conciencias como hombres y mujeres de bien que han sido

elegidos para gobernar con justicia y honestidad.

Pido que Dios y la fe ilumine a todos ustedes

para que puedan tomar la decisión correcta. Que Dios los

bendiga. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- ¿Algún diputado o diputada

desea formular alguna pregunta a la señora Menicucci de

Sórensen?

- No se formulan preguntas.

Sr. Presidente (Lipovetzky).- No habiendo preguntas por

parte de los señores diputados, agradecemos a la señora

Menicucci de Sórensen por su exposición. Saludamos también

a toda la gente que la está acompañando y agradecemos su

participación en este histórico debate.

Sra. Menicucci de Sorensen.- Gracias a todos por haberme

escuchado. Les pido disculpas por no haber podido estar

presente. Les mando un gran beso a todos y los felicito por

lo que están haciendo.

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Muchísimas gracias.

Tiene la palabra la doctora Edurne Cárdenas,

abogada, quien expondrá en representación del CELS.

Sra. Cárdenas.- Buenos días. En primer término, quiero

sumarme a la celebración por el debate que está promoviendo

esta Cámara de Diputados. Es un honor para mí participar

hoy en esta jornada de cierre de exposiciones que han

tenido lugar por casi dos meses, con más de 650

presentaciones que han aportado argumentos desde la

ciencia, el derecho, la filosofía, las ciencias sociales y

la experiencia en carne propia de mujeres y varones trans

para alimentar una discusión parlamentaria que nos debemos

en estos treinta y cinco años de democracia.

Durante casi dos meses de debate han podido

plantearse distintos puntos de vista, muchos de ellos

alejados de la evidencia o el rigor científico. Todos han

sido escuchados en un ejercicio democrático, paciente, que

está siendo mirado y elogiado en otros países.

Como se ha dicho, el aborto existe, ha existido y

existirá. Entonces -y esto es lo que nos convoca-, aquí se

trata de discutir y plantear qué implica usar el derecho

penal para castigar una práctica de salud que sólo afecta a

las mujeres.

Hemos escuchado muy sólidas presentaciones acerca

de los estándares del derecho internacional de los derechos

humanos. Podemos afirmar con certeza que es totalmente

falso que se puede utilizar el derecho internacional de los

derechos humanos para criminalizar el aborto.

El 9 de mayo pasado el CELS, entidad que integro,

participó junto con otras organizaciones y representantes

del Estado Nacional de una audiencia celebrada por la

Comisión Interamericana de Derechos Humanos en la que sus

miembros remarcaron que la Argentina debe asegurar el

acceso pleno y efectivo a los abortos que ya son legales e

incorporar en nuestra legislación los estándares e

instrumentos internacionales ratificados por el país.

La presidenta de dicha comisión y relatora de los

Derechos de las Mujeres, Margarette May Macaulay, expresó

en esa audiencia: "Los estándares son claros: las mujeres

tienen el derecho y la autonomía de decidir sobre sus

cuerpos y el Estado tiene que asegurar esos derechos a las

mujeres, y en particular a las niñas y a las personas

jóvenes."

Los órganos de derechos humanos, tanto del

sistema universal como del sistema interamericano, han

ponderado la protección incremental de la vida y han sido

coincidentes en señalar los distintos impactos negativos

que tiene la criminalización del aborto en los derechos

humanos de las personas con capacidad de gestar: mujeres,

niñas, adolescentes y varones trans.

El Comité CEDAW en su recomendación general 35,

específica sobre violencia de género, dejó en claro que el

embarazo forzado y la tipificación del aborto como delito,

además de constituir violaciones al derecho a la salud, son

formas de violencia de género que, según las

circunstancias, pueden constituir tortura o trato cruel,

inhumano o degradante.

Por su parte, el Comité DESC, en su Observación

General 22, que establece el alcance y el contenido de la

salud sexual y reproductiva, señaló que uno de los mayores

problemas que las mujeres enfrentan para el ejercicio pleno

de sus derechos son las diversas barreras, tanto prácticas

como legales, que obstaculizan esos derechos.

Hace menos de una semana el pueblo de Irlanda

decidió por abrumadora mayoría remover los obstáculos

constitucionales para poder modificar la estricta

legislación que prohíbe todos los abortos.

Acá estamos también ante un momento clave en

nuestra historia, aunque enfrentamos otra situación. Desde

hace casi cien años nuestro ordenamiento legal autoriza el

aborto bajo ciertas circunstancias en un modelo denominado

de indicaciones o causales. Durante años la interpretación

alrededor de esas causales generó controversias hasta que

en marzo de 2012 nuestra Corte se pronunció en el famoso

fallo F.A.L, que aclaró el alcance del derecho al aborto no

punible y estableció obligaciones estatales concretas para

garantizarlo.

La experiencia en estos seis años desde que se

dictara el citado fallo nos muestra que persisten las

barreras y los obstáculos, y que ese modelo de causales

vigente no es suficiente.

Esto se debe a que persisten en casi todas las

jurisdicciones los requerimientos dilatorios o arbitrarios,

la judicialización de la práctica por el temor del personal

sanitario ante una posible sanción penal, el abuso de la

objeción de conciencia con tolerancia estatal y la falta de

incorporación normativa expresa de las prestaciones

necesarias como prácticas esenciales de los sistemas de

salud.

Todo esto es un claro ejemplo de violencia

institucional, que es ejercida a través de obstáculos para

acceder a derechos y cuyos impactos se ven en los derechos

humanos vulnerados de las mujeres. Me refiero al derecho a

la vida, a la salud, a la integridad física, psíquica y

moral, a la autonomía, a la intimidad, a la dignidad y a

estar libre de tratos crueles, inhumanos y degradantes.

A pocos días del 3 de junio es importante poner

de relieve que el efecto de la penalización produce

violencia de género en los términos definidos por la ley

26.485.

La penalización del aborto ha servido para

fortalecer el estigma y empujar a la clandestinidad y la

muerte a las mujeres.

Soy tucumana, nací y crecí en mi provincia. Allí,

hace pocos días, la autoridad religiosa, en el Tedeum del

25 de mayo, mencionó con nombre y apellido a los diputados

y las diputadas, conminándolos a votar en contra de la

dignidad, la igualdad, la salud y la legalización del

aborto.

Señoras y señores diputados: hoy ustedes deben

considerar si las interrupciones voluntarias de embarazos

se harán en condiciones de seguridad, igualdad y dignidad,

o si las mantendrán en la ilegalidad. Tienen la oportunidad

de legislar para ampliar derechos, para que haya en nuestro

país una democracia más igualitaria y con más justicia

social. Tienen la obligación de legislar conforme a

derecho, observando respetuosamente los estándares del

derecho internacional de los derechos humanos. Este es un

llamado a fortalecer nuestra institucionalidad democrática.

La infinidad de pañuelos verdes en las calles, en

las carteras y en las mochilas escolares impresiona y

conmueve. Está en sus manos legislar de cara al futuro.

Tienen una oportunidad de hacer historia: el futuro llegó y

el tiempo es ahora. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Antes de seguir con el

próximo expositor, quisiera hacer una aclaración respecto

de una cuestión que no he mencionado al inicio de esta

reunión. Me refiero a que no se pueden hacer alusiones

personales a las posiciones o conductas de cada uno de los

diputados que integramos estas comisiones. Así que pedimos

por favor a los expositores que eviten hacer ese tipo de

referencias. Esta es una regla que hemos fijado hace ya

varias semanas y que siempre recordamos.

Tiene la palabra el señor Sebastián Salaber,

licenciado en Economía.

Sr. Salaber.- Buenos días, señoras diputadas y señores

diputados. Soy economista, y desde esa perspectiva voy a

tratar de mostrarles por qué lo más rentable que existe en

el planeta es la inversión en la vida.

Ahora bien, ¿tenemos que tomar posición en estos

temas basándonos en cuestiones económicas? Claramente no.

El sentido común y la ética nos dicen que no. Pero ustedes

ya han escuchado otras ponencias de otros expositores que

han hablado desde otros puntos de vista. Por eso debo

ceñirme a lo que es mi especialidad, es decir, la economía.

Vivimos en un mundo marcadamente materialista en

el que muchos sí toman posición respecto de la vida sobre

la base de cuestiones económicas que la cosifican. Así,

hacen números con ella y la toman como un comercio. Es a

ellos a quienes tengo que darles una gran noticia: la vida

es tremendamente rentable.

- Se proyectan filminas en la

pantalla.

Sr. Salaber.- Básicamente existen dos razones por las

cuales las políticas de control de natalidad como el aborto

son un pésimo negocio para la sociedad, ya que son

tremendamente deficitarias. La primera es el envejecimiento

demográfico, lo que se llama la bomba de los sistemas de

pensión. Es un tema complejo de explicar, pero voy a tratar

de ser muy simple.

Como pueden ver en el gráfico que se muestra en

la pantalla, nuestra población es cada vez más vieja, cada

vez tenemos menos jóvenes y cada vez hay menos trabajadores

por cada jubilado. Hemos pasado de 11,4 trabajadores por

jubilado en 1960, a 6,6 trabajadores en 2000. En la

actualidad hay 5,8 trabajadores para mantener a cada

jubilado, mientras que para 2060 se proyecta que esa cifra

descienda 2,7 trabajadores, es decir, a menos de la mitad

de los que tenemos hoy.

No hace falta ser economista para saber que vamos

al liso y llano quiebre del sistema de jubilaciones y

pensiones o a hacia una situación miserable para nuestros

jubilados. Ustedes se preguntarán los motivos por los

cuales ocurre esta situación. La razón también se encuentra

en políticas de control de natalidad tales como el aborto.

En la Argentina y en el mundo cada vez hay menos hijos por

mujer, tal como se puede observar en el segundo gráfico

proyectado en la diapositiva que estamos compartiendo.

En 1960, en la Argentina había 3,1 hijos por

mujer, en 2002 había 2,6 hijos y en 2016 teníamos 2,4

hijos. Los organismos especializados proyectan 1,9 hijos

por mujer para 2060, que es menor a la tasa de natalidad de

dos hijos por mujer, que es lo necesario para mantener la

población, porque implica un hijo para reemplazar a la

madre que lo engendró y otro hijo para reemplazar al padre.

Entonces, sin miedo a equivocarnos podemos decir que desde

1960 estamos en vías de ser un país en extinción.

En el mundo la situación no es menos dramática.

Les pido que en el mapamundi de esta filmina se focalicen

en los países que están graficados con tonalidades azules y

celestes, pues representan la mayor superficie del planeta.

Esos países hoy ya tienen una tasa de natalidad menor a dos

hijos por mujer, es decir, ya son países en extinción.

Estoy utilizando este aforismo porque es el mismo

que utilizan los biólogos y ecologistas cuando se refieren

a especies de animales que tienen más muertes que

nacimientos, que es algo que escandaliza a todos, pero

parecería ser que cuando es el ser humano el que se está

extinguiendo nadie se preocupa.

La segunda razón por la que las políticas de

control de natalidad como el aborto son un pésimo negocio

para la sociedad es muy simple. Para ello les voy a pedir

que me sigan con los números que citaré. Se trata de lo que

se deja de ganar por cada persona no nacida.

Según las fuentes proabortistas y varios estudios

que están circulando, la cantidad de abortos por año en la

Argentina es de 400 mil. Según el INDEC, el ingreso

promedio por año de un argentino es de 12 mil dólares.

Asimismo, según dicho organismo, el ahorro promedio de cada

argentino es del 16 por ciento. Esto significa que cada

argentino ahorra en promedio el 16 por ciento de esos 12

mil dólares. Eso representa un ahorro promedio anual por

argentino de 1.920 dólares, que es lo que le queda después

de lo que gasta.

Pero como hay 400 mil abortos por año, para saber

el ahorro nacional perdido tenemos que multiplicar ese

número por 1.920. El resultado de esa operación es la

electrificante cifra de 768 millones de dólares de ahorro

perdido por año. Aquí hago un paréntesis para quienes no

son economistas.

En Economía, ahorro es exactamente igual a

inversión, dado que el ahorro, tarde o temprano, se

transforma en inversión, porque se invierte en la cuota de

un departamento o un auto, o bien, se deposita en un banco

que, a su vez, lo presta a algún inversionista. Entonces,

esas son inversiones perdidas. Muchos de ustedes ya estarán

haciendo la cuenta y habrán advertido que esto es

acumulativo.

En esta otra diapositiva se puede observar que el

tema es alarmante porque la rentabilidad que hemos dejado

de tener por estas muertes es de 768 millones de dólares

durante el primer año, de 768 millones de dólares por dos

durante el segundo año, etcétera. Esta es la tasa

exponencial del negocio que hemos dejado de hacer: 1,3

billones de dólares, lo que equivale a dos veces y media

nuestro PBI.

Me puedo pasar horas diciéndoles lo que se podría

hacer con estos fondos. Les pido que se queden con esta

idea: sería suficiente para darle una vivienda digna y

alimentos a cada familia pobre de este país.

Señores diputados: en un mundo que ha manipulado

tanto los recursos naturales y que ahora está

preocupadísimo por tratar de preservarlos y de evitar que

se extingan el agua, los bosques, los minerales y las

poblaciones de ballenas, de elefantes y de jirafas, nos

estamos olvidando del recurso más importante que tenemos,

que como les he mostrado, también está en extinción. Se

trata de uno de los recursos más productivos y rentables

del planeta: el recurso humano.

Terminaré mi exposición con una frase de nuestro

presidente, Mauricio Macri, que me parece muy sabia y con

la cual coincido totalmente: no hay actividad más

gratificante, que haga más feliz al ser humano, que dar,

dar y dar.

Señores diputados y señoras diputadas: ¿hay algo

más grande que pueda dar el ser humano que la vida a otro

ser humano? (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra el doctor

Ricardo Gil Lavedra, abogado, ex juez y diputado nacional

mandato cumplido, entre una inmensa cantidad de

antecedentes que podríamos mencionar durante horas.

Sr. Gil Lavedra.- Señor presidente: la democracia se

legitima con la discusión de los asuntos públicos. Por eso,

le pido a usted y a la totalidad de los señores diputados y

de las señoras diputadas que me permitan felicitarlos

sinceramente por este formidable debate que han propiciado

respecto de un tema tan difícil, complejo y sensible para

la sociedad.

A esta altura es muy difícil decir cosas

originales. Creo que han habido muy buenos argumentos con

destacadas presentaciones, por lo cual, sin ánimo de querer

decir nada novedoso, me gustaría tratar de precisar y

enfatizar aquellos puntos que, en mi opinión, resultan

relevantes para decidir la cuestión.

El primero de ellos es qué estamos discutiendo.

Nadie está en desacuerdo con que el aborto es una

circunstancia no deseable. Pero lo que acá estamos tratando

es si se deja sin efecto o no la criminalización de la

mujer que se practica un aborto temprano y también,

consecuentemente, si se afirma el derecho de la mujer de

tener acceso a la salud pública. La despenalización y la

legalización son los dos ejes que se están debatiendo.

Por otro lado, no hay cepo constitucional ni

convencional, dado que ni la Constitución Nacional ni los

tratados internacionales en materia de derechos humanos

constituyen un obstáculo para la despenalización. Ninguno

manda criminalizar. Es más: el hecho de que la vida esté

protegida desde la concepción no significa que esa tutela

deba ser penal.

El derecho penal no interviene en primera

instancia en la tutela de los bienes jurídicos, sino que es

la última instancia. En consecuencia, puede haber formas de

tutela diferentes de la penal.

Por otra parte, la Constitución Nacional exige al

legislador muy pocos casos en los cuales eso se debe

establecer como conducta criminal. Me refiero a la

compraventa de personas, la rebelión, la sedición y la

corrupción, que son las únicas conductas que la

Constitución Nacional exige que sean criminalizadas. Por

ello, el resto es decisión del legislador, es decir,

compete a éste establecer qué conductas están prohibidas o

no. Para tomar esa decisión debe recurrirse a razones

objetivas de política criminal y no a creencias, dogmas o

prejuicios.

Delimitada así la cuestión, cabe señalar -y creo

que ha quedado demostrado en la audiencia- que hasta el

presente la criminalización ha fracasado, no ha tenido

efecto preventivo ni disuasorio y además ha producido un

fuerte impacto en la salud de las personas de menores

recursos.

En consecuencia, sobre esa base tenemos que

atender de qué modo encaramos la cuestión y tomamos la

decisión. Adelanto la mía, en el sentido de que

criminalizar a la mujer que se practica un aborto temprano

significa una grave violación a sus derechos y al derecho a

la salud.

Para avanzar en esta cuestión me gustaría decir

que detrás de aquellos que quieren obligar a la mujer a

proseguir un embarazo contra su voluntad hay una creencia

oculta y una razón escondida que muchas veces pasa

inadvertida o uno no llega a percibirla claramente.

Esto tiene que ver con cierto estereotipo

ancestral sobre qué significa la mujer dentro de la

sociedad. La traducción de esto es que de acuerdo con esta

creencia, la existencia de la mujer en la sociedad es para

reproducir la especie. Su función es la maternidad y debe

soportarla de modo estoico.

Simone de Beauvoir en su estupendo libro El

Segundo Sexo, publicado a mediados del siglo XX, decía:

“Mujer no se nace, mujer se hace, con los condicionamientos

culturales y sociales que la confinan a un puesto inferior,

a la reproducción, al cuidado doméstico y al servicio de la

casa. La mujer, entonces, consiste en un útero.”

De esta manera, si concebimos que la principal

función de la mujer es la reproducción, ¿cómo puede ella,

cuando entra en colisión con la protección de la libre

gestación, negarse a continuar el embarazo? Pero si esa es

su función. Está para eso. ¿Para que otra cosa está la

mujer que para tener hijos? En consecuencia, ¿cómo puede

negarse a tener hijos?

De esta forma, lo que se está haciendo es

mutilarle sus derechos sexuales y reproductivos. Y se está

trasformando a la mujer no en un sujeto, sino en un objeto,

que es un aparato de reproducción.

Quienes creemos que ha llegado la hora de

conceder a la mujer el carácter pleno de sujeto de derechos

entendemos que criminalizar el aborto temprano, obligarla a

continuar el embarazo contra su voluntad, viola varios

derechos. Voy a mencionar algunos.

El primero se relaciona con la cuestión atinente

a la inviolabilidad de la intimidad. Hay un principio

general que dice que nadie puede utilizar su cuerpo como

instrumento para conseguir otra finalidad. Una famosa

filósofa estadounidense, Judith Thomson, recurrió a un gran

ejemplo para decir que el derecho de la vida en gestación

no puede prevalecer sobre el derecho de la madre,

precisamente porque nadie tiene derecho a usar el cuerpo de

otro.

Por otro lado, sin duda está la autonomía, es

decir, la posibilidad de establecer su propio plan de vida,

el derecho de la mujer de ser madre o no. La maternidad es

una opción, no una obligación. En consecuencia, cada una de

las mujeres puede optar libremente en ese sentido.

Tengan en cuenta que nuestro derecho positivo

admite ya la autonomía en el caso de la violación. Comparen

el caso de la violación con cualquier aborto temprano. El

embrión es el mismo en los dos casos. La voluntad de la

mujer también es la misma: no continuar el embarazo. ¿En

qué difiere un caso de otro? En que en uno hay una relación

sexual consentida y en el otro una relación sexual forzada.

Esa es la única diferencia. En consecuencia, ¿qué estamos

castigando? La relación sexual. Por supuesto que de la

relación sexual consentida o forzada no puede surgir la

prohibición.

Se aproxima la hora de un debate histórico en

esta Honorable Cámara, como ocurrió hace pocos años con la

sanción de la ley de matrimonio igualitario. Por cierto,

los señores diputados y las señoras diputadas tendrán la

responsabilidad de mantener una prohibición que hasta el

presente ha demostrado su fracaso y es claramente

discriminatoria, o, por el contrario, de avanzar en tono a

la época, a los tiempos, dando a la mujer la posibilidad de

decidir sobre sus derechos reproductivos y sexuales, como

han hecho casi todas las naciones que defienden los

derechos humanos en el mundo. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Dardo

Galarzo, presidente del Consejo Arquidiocesano de Laicos de

la Arquidiócesis de Salta.

Sr. Galarzo.- Muchas gracias por permitirme estar aquí y

compartir esta reflexión con ustedes.

La vida siempre fue un tema de mucho estudio,

respeto y hasta de admiración por parte de la Humanidad.

Nuestro mundo nos invita a vivir la vida, a disfrutarla, a

embelesarnos con el paisaje, la majestuosidad de la

naturaleza y las demostraciones de amor, de afecto y de

cariño.

Nos importa tanto la vida que cuando la vemos

atacada por el impacto ambiental, genocidios, guerras,

descuidos y acciones propias de nosotros mismos, grandes o

pequeñas, que la ponen en peligro, nos embarcamos en las

más descomunales campañas para guarnecerla, defenderla,

cuidarla, como ahora.

En este debate nos jugamos por la vida de la

madre y vaya que la campaña se hizo grande, por todo lo que

ella significa.

Ahora, no me quiero imaginar lo que sería si nos

jugamos también por la vida del bebé. En la contraposición

de los números la mirada es inobjetable. No la tenemos

puesta en el bebé, en ese ser humano, igual que como una

vez fuimos todos nosotros, en el seno de nuestras madres,

donde crecimos, evolucionamos y nos transformamos en lo que

hoy en día somos: padres y madres de familia,

profesionales, deportistas, ciudadanos, políticos.

Nuestras vidas no fueron interrumpidas. Nos

dieron la oportunidad de evolucionar, crecer y ser. Aún

podemos sentir como sociedad la pérdida de treinta mil

vidas desaparecidas hace unos años, en un proceso doloroso,

casi imposible de sanar. Esta misma sociedad no puede hoy

en día sentir un dolor similar por estas 500 mil vidas

también desaparecidas.

“Los niños son como las estrellas: nunca hay

demasiados”, decía la madre Teresa de Calcuta.

En este debate, los niños son el problema. A tal

punto que los negamos, les cambiamos de nombre –los

llamamos embrión, feto o manojo de células- y no los

reconocemos como seres humanos, capaces de sentir, crecer,

soñar, amar. Son seres inocentes que para nada esperan el

trato que les estamos dando.

Hoy se presenta el aborto como una solución a ese

problema y, de paso, a varios problemas que tenemos como

sociedad. Pretendemos cargar al Estado la responsabilidad

de legalizar una práctica que tiene como premisa terminar

por lo menos con una vida y, de paso, poner a la sociedad

entera en constante contradicción.

¿Es el bebé el problema? ¿Es esa nueva vida el

problema? ¿O acaso los problemas son la atención médica de

esa futura mamá, la pobreza, la futura juventud, el padre

que se fue, el violador o el crecimiento de ese ser humano

que se está gestando?

Mi esposa, Analía, y mis dos hijos, Joaquín y

Luciana, me acompañan en este camino de vivir mi vida.

Siempre fue mi gran deseo ser padre. Hasta era algo que me

preocupaba demasiado no tener ese privilegio.

Ellos hoy en día me enseñan lo que es apostar a

la vida, a desafiarme y a desafiarlos, a disfrutarlos. Con

mi esposa, previo a casarnos, nos planificamos una vida con

solo dos niños. Primero llegó Joaquín y después Luciana. A

partir de allí nos adecuamos para que fuera así. Con mi

esposa vivimos un matrimonio en el cual disfrutamos de una

sexualidad “segura, gratuita y feliz”. Les puedo asegurar

que si llegamos a quedar embarazados nuevamente, ese bebé

en camino será “no deseado”. Entonces, mi decisión, la de

mi esposa o la de ambos, ¿estará en adecuar nuestras vidas

para recibir a esa nueva vida o en terminar con ella y

seguir nosotros como si nada?

La vida es un don maravilloso de Dios y

compartirla tanto en lo material como en lo espiritual es,

más que un deber, un privilegio.

El mismo Jesucristo nos dice: "Les aseguro que

cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis

hermanos, lo hicieron conmigo". Este camino de decisión que

transitamos no finaliza acá, aunque la voluntad de ustedes

quizás marque que hasta aquí se ha llegado.

Este camino seguirá hasta el final de nuestras

vidas. Una y otra vez revisaremos la decisión que se tome

en este momento. Estará en manos del Dios de todos conocer

luego si la decisión que tomamos fue o no la correcta.

Mahatma Ghandi, Martin Luther King y el Padre

Angelleli vieron truncadas sus vidas por buscar el bien de

todos. Se arriesgaron y ofrecieron todo por una sociedad

mejor.

“No soy un negro, soy un hombre”, decía Martin

Luther King. Pues bien, el mismo Martin Kuther King habría

dicho en el vientre de su madre: “No soy un feto, soy un

ser humano”.

Estimados legisladores y legisladoras:

manifestarnos en contra de la vida, ya sea del bebé o de la

madre, nos degrada como sociedad, como seres humanos y

también como ciudadanos. En este tiempo de asumir aquello

que nos cuesta también debemos hacernos cargo de nuestros

verdaderos problemas.

Diputados y diputadas: juéguense, arriésguense,

los apoyamos. Queremos que vivan los dos. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la señora

Stella Maris Manzano, médica especialista en

Tocoginecología y Medicina Legal.

Sra. Manzano.- Buenos días. Deseo agradecer a las diputadas

y diputados que pusieron tanto de su tiempo para que

pudiéramos estar debatiendo la necesidad de una ley de

aborto voluntario en el país.

Como médica quiero decirles que es imprescindible

que se apruebe este proyecto para evitar muertes de

mujeres, niñas y varones trans en los partos. Digo esto

porque el mayor riesgo de muerte para nosotras se da al

final del embarazo. En nuestro país y en todo el mundo el

80 por ciento de las muertes maternas ocurren durante los

embarazos de término, el parto y el puerperio, y la

medicina actual no tiene manera de evitarlo.

En cambio, en relación con el aborto seguro la

OMS dijo que es menos peligroso que colocarse una inyección

de penicilina. De manera que mientras el aborto debe ser

legal en la medida en que las mujeres sigan muriendo en los

partos. El mal mayor no es el aborto, sino provocar muertes

en mujeres y niñas, forzándolas a parir solo para traer una

nueva vida al mundo.

A ningún otro ser humano -ni mujeres ni varones-,

en otra circunstancia de la vida se lo obliga a arriesgar

la propia vida para salvar una que es ajena. No llamamos

asesino al padre que no dona médula ósea o un trozo de

hígado a su hijo moribundo. En cambio, quienes se oponen al

aborto tratan de asesinas a las mujeres solo por no

arriesgar su vida para salvar una ajena.

Dicen que hay que salvar las dos vidas, pero

saben que eso es imposible, porque hasta el día de hoy

-como dije- las mujeres en todo el mundo continuamos

muriendo en los partos.

Quienes se oponen a la despenalización del aborto

proponen en sus iniciativas optar siempre por la vida del

feto en contraposición con la vida de la madre. Pero la

realidad es que siempre existirá esa contraposición, ya que

las mujeres también podemos morir en los partos.

Si yo viera que un niño se está ahogando en un

río correntoso y profundo y me tirase a salvarlo, algunos

podrían decir que soy una heroína; otros, quizás no. En

cambio, si en esa misma situación yo arrojase al río a la

persona que tengo al lado al grito de “¡hay que salvar las

dos vidas!”, algunos dirían que soy una loca, y otros, que

soy una asesina. Pero tanto si la persona que tiré al río

se muriera como si viviera, nadie diría que mi acto fue

moral o ético.

Por otra parte, sabemos lo que Jesús opinaba

respecto de morir por el ejercicio de la sexualidad. Cierta

vez vio que un grupo de personas iban a apedrear a una

pareja de adúlteros. Pero él no se sumó a esa agresión y

tampoco siguió de largo, sino que simplemente dijo: “Aquel

de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera

piedra.”

Podrá parecernos que algunas mujeres fueron

descuidadas al embarazarse, pero sabemos que no merecen la

muerte. De hecho, ningún varón muere por no haber usado un

preservativo alguna vez.

Debido a que podemos morir como consecuencia de

los partos es que como médica sé que no tengo el derecho a

negarle el aborto a ninguna mujer.

En nuestro país las únicas leyes que han

permitido la objeción de conciencia, que es

inconstitucional en el caso de los médicos, son las que

tienen que ver con nuestra salud. En este sentido, las

médicas y los médicos hoy pueden negarse a recetar

anticonceptivos porque una ley lo ha permitido. También

pueden negarse a hacer ligaduras de trompas o a colocar

dispositivos intrauterinos por la misma razón. Además, aquí

no se atenta contra la vida de un recién nacido o de un

niño por nacer, sino que estas leyes directamente prohiben

los abortos.

Por otra parte, a los médicos se les ha permitido

creer que son morales y éticos por arriesgar vidas ajenas,

mientras que a quienes cuidamos y respetamos los derechos

de las mujeres nos han dejado del lado de la inmoralidad y

la falta de ética.

La CEDAW establece en su artículo 16 que las

mujeres debemos tener igualdad de acceso a los servicios de

salud, inclusive los de planificación familiar. Pero si de

quince ginecólogos solo uno receta anticonceptivos, hace

ligaduras de trompas y practica abortos, vemos que no

existe ninguna igualdad de acceso.

La Constitución Nacional establece en su artículo

19 que el tope de nuestros derechos está dado por la

vulneración de derechos ajenos. Pero a estos médicos les

han permitido la objeción de conciencia para negarse a

realizar estas prácticas.

Al respecto cabe señalar que ustedes, señores

diputados, cuando se debatió el proyecto de ley de

matrimonio igualitario no permitieron la objeción de

conciencia a los religiosos para casar a personas del mismo

sexo. Dijeron que eso era discriminatorio y que se trataba

de un derecho civil y no de una cuestión religiosa.

Entonces, ¿por qué han permitido que se vulneren nuestros

derechos a la salud y a la vida?

Si van a modificar el proyecto de ley que se

propone desde la campaña en favor de la despenalización del

aborto, que sea para impedir y castigar taxativamente la

objeción de conciencia, tal como lo establece la iniciativa

de la señora diputada Araceli Ferreyra.

Yo estoy a favor de la objeción de conciencia

respecto del servicio militar obligatorio, justamente

porque es obligatorio. Pero la Corte Suprema de Justicia ni

nadie permitirían que los militares de carrera hagan

objeción de conciencia, ya sea en forma individual o

grupal. Sabemos que si un solo miembro de un batallón

portara las armas, de nada serviría eso.

En mi provincia la ley de aborto no punible

sancionada en 2010 permitió la objeción de conciencia y

debido a esto muchos médicos hoy no practican abortos. Es

más: hace un mes los anestesistas de mi ciudad, diciendo

que eran pro vida, quisieron negarse a dar anestesia a una

mujer en la que había fallado el Misoprostol y a la que

había que hacerle una aspiración al vacío. Pero eso no es

ser pro vida, sino torturador de mujeres.

Se ha exhibido aquí una película llamada El grito

silencioso. Es horrorosa, porque nos obligaron a presenciar

una sesión de tortura a una embarazada. La anestesia

general no solo duerme a la mujer, sino también al embrión

o al feto. Así que si éste se movía era porque estaba

despierto. Los gritos de la mujer habrían resonado en los

pasillos.

También he visto cómo le practicaron un legrado

sin anestesia a una mujer, a la que había que sujetar entre

cuatro personas porque se movía y daba alaridos de dolor.

Ese video es terrible.

Ni Suiza, ni Suecia, ni Finlandia, ni Islandia,

ni Noruega aceptan la objeción de conciencia, porque es

inmoral permitir que una persona obligue a otra a arriesgar

su vida solo para traer una nueva vida contra su voluntad.

Cabe aclarar que estoy hablando de los países con la mayor

tasa de natalidad de Europa, ya que en ellos se han creado

guarderías y se ayuda a las mujeres y a los varones a poder

criar a sus hijos.

Entonces, les ruego que hagan con nosotras lo

mismo que hicieron con los gays y las lesbianas:

permítannos acceder a nuestros derechos supremos a la salud

y a la vida, y a la posibilidad de no arriesgar nuestras

vidas en contra de nuestra voluntad solo para traer vidas

nuevas. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipoveztky).- Tiene la palabra la doctora

Carmen González, decana de la Facultad de Filosofía de la

Universidad Católica de Santa Fe.

Sra. González.- Señor presidente: para cualquier ciudadano

es un honor participar de este debate histórico para

nuestro país. No estamos acostumbrados a participar de

estos espacios porque, entre otras cosas, es tácito el

acuerdo por el cual ustedes, en representación legítima de

nuestras voluntades, discuten por nosotros.

Sin embargo, estamos atravesando una

circunstancia inimaginable para cualquier sociedad: la

oportunidad de que un acto de destrucción de la vida humana

se convierta en legal y deba ser asumido con

responsabilidad por el Estado.

Ninguna civilización debería poder asumir

impunemente la tarea de decidir a quiénes se les respeta el

derecho fundamental a la vida y a quiénes no. Ni siquiera

la discusión sobre la pena de muerte ha tenido en nuestro

país el lugar institucional que tiene hoy la discusión

sobre la legalidad del aborto.

Entonces, urge que ustedes escuchen a sus

representados y sepan discernir los criterios últimos que

sostienen nuestros actos como ciudadanos del pueblo

argentino.

Agradezco este espacio, el tiempo y la atención

que ustedes sepan concedernos en esta última jornada.

En primer lugar, quisiera distinguir algunas

cuestiones que en este debate han aparecido confundidas y

que oscurecen el tema. La realidad de la mortalidad materna

por abortos clandestinos es eso, real, pero será

responsabilidad de ustedes corroborar los datos y cifras

que aquí se mencionaron para conocer verazmente los niveles

y alcances de esas cifras.

Asimismo, el dolor de las mujeres que son

violadas y embarazadas de manera violenta es innegable, y

también es deber de ustedes discernir si quienes claman por

el derecho al aborto son realmente esas víctimas.

Considero que podría ser algo más discutible la

cuestión del derecho a la libertad de decidir tener o no un

hijo cuando ya ha comenzado a existir. Más discutible aún

el supuesto derecho a decidir sobre el propio cuerpo, pero

ninguna de estas cuestiones mencionadas -tan reales y

dolorosas como urgentes de resolver- ayudan a aclarar la

única cuestión que debería importar en este debate, que es

reflexionar sobre la vida humana -toda vida humana-, y el

deber de protegerla siempre.

Si bien mi formación disciplinar es en filosofía,

me permito tomar un dato que proviene de la biología y es

indiscutible. Coincido con alguna afirmación hecha aquí

mismo por un colega, también formado en filosofía, cuando

dijo que esta no es una cuestión metafísica; claro que no,

es meramente biológica.

La biología es la disciplina que puede

establecer, a partir de la información genética de las

células de cualquier ser vivo su pertenencia a una especie

u otra. Pues bien, está demostrado -y esto ha sido dicho

una y otra vez en esta sala- que la célula que resulta de

la unión del gameto masculino con el femenino posee en ese

instante primero de su existencia toda la información que

indica que se trata de un nuevo ser vivo perteneciente a la

especie humana.

Digo “nuevo” porque su información genética lo

distingue de lo masculino y lo femenino que le dio origen.

Se trata de un ser distinto al padre y a la madre. Es nuevo

y es humano, pues comparte el patrón genético de todos

nosotros: el genoma humano.

En relación con el terreno específicamente

filosófico, me permito recurrir a dos categorías que

utilizaba Aristóteles para explicar el movimiento de las

cosas: el acto y la potencia, perfectamente aplicables al

proceso de gestación o desarrollo madurativo de los seres

humanos. Podríamos decir con Aristóteles que nada puede ser

lo que es en acto si antes no tiene la posibilidad de

serlo, es decir, la potencia.

En el caso concreto que estamos pensando, estos

conceptos nos permitirían comprender que ningún bebé humano

nace humano sin haber tenido la posibilidad de serlo, es

decir, si no era ya un humano que estaba en potencia de

desarrollar todas sus propiedades en el seno materno.

Antes de desarrollar sus capacidades racionales,

afectivas, de lenguaje y todas las que queramos pensar como

propias de un ser humano, no fue un animal, no fue un

prehumano –si es que podemos concebir ese concepto-, no fue

una larva -como dijo algún conocido intelectual en este

mismo lugar-, sino que fue siempre y desde el comienzo un

ser humano que necesitaba desarrollar su cuerpo, sus

condiciones materiales para ejercer esas otras propiedades

que fácilmente describimos en un humano adulto.

También la filosofía, pero ahora en otros

contextos, inspiró los ideales de la Revolución Francesa,

entre cuyos logros se cuenta indirectamente la Declaración

de los Derechos Humanos, confirmada luego en 1948, en cuyo

preámbulo leemos que “hay una dignidad inherente a todos

los miembros de la familia humana”. Permítanme detenerme en

esto último.

Cuando a partir de 1945 el mundo conoció

espantado la existencia de los campos de concentración y

los actos de inhumanidad perpetrados bajo el manto de leyes

que algunos legisladores alemanes dictaron en contra de

algunos otros ciudadanos, urgió esta Declaración Universal

en la que se habla de proteger a todos los miembros de la

familia humana.

Entonces, me pregunto lo siguiente: ¿qué puede

estar moviendo a esta familia humana argentina al

fratricidio? ¿Desde qué lugar algunos seres humanos en sus

plenas facultades pueden negar los derechos fundamentales a

otros miembros de la familia humana, los recién concebidos?

¿Solo porque es un derecho de la mujer? ¿Puede alguien,

varón o mujer, sobreponer su derecho a decidir, sin más,

sobre el derecho a vivir de cualquier otro? ¿Puede un país

llamarse “desarrollado” sobre la base de la consideración

de que algunas vidas humanas valen más que otras?

También escuché a alguna diputada reconocer

efectivamente que no todas las vidas valen lo mismo. ¿No

abre esto una puerta a un estilo de vida política, en el

sentido pleno de la palabra, es decir, de vida común, de

vida social, que considera cualquier vida humana superflua?

¿No nos convierte esto en un pueblo temerario?

Hannah Arendt, filósofa alemana de origen judío,

decía que lo preocupante de los totalitarismos no es que

hayan inaugurado una forma de gobierno inimaginable, sino

que hayan instalado una nueva forma de hacer política en la

que las vidas humanas se vuelven superfluas. No vivimos,

claro está, en un régimen totalitario, pero sería prudente

revisar de qué modo estamos asumiendo la política. No sea

que lo estemos haciendo con esa irreflexión y superfluidad

con la que se gestaron y sostuvieron regímenes de gobierno

repudiables. No sea que los ciudadanos estemos revistiendo

de poder a los legisladores para decidir que cualquier vida

humana es superflua.

- Ocupa la Presidencia la señora

presidenta de la Comisión de

Acción Social y Salud Pública,

diputada Carmen Polledo.

Sra. González.- Señores diputados: los elegimos para que

nos representen en el gobierno y legislen para una familia

argentina plenamente humana. No queremos una sociedad que

esté amparada por leyes que atentan contra los derechos

humanos, pero de todos los humanos. En sus manos tienen la

posibilidad de decidir qué tipo de sociedad queremos

construir.

En el transcurso de estos dos meses he visto con

gran pesar que, lejos de ser una sociedad preparada para el

debate, somos un pueblo que alimenta permanentemente los

enfrentamientos desde la convicción de que cada una de las

partes está en lo cierto. No estamos preparados para

debatir porque no estamos decididos a comprometernos en

unir a la Nación.

Señores diputados: voten con plena conciencia de

haber sido elegidos por nosotros para garantizar la paz

social y el bienestar humano de esta familia argentina. No

permitan que nos convirtamos en un pueblo temerario.

(Aplausos.)

Sra. Presidenta (Polledo).- Tiene la palabra Luciana

Rached, presidenta de la Juventud Radical Nacional.

Sra. Rached.- Señora presidenta: en primer lugar, quiero

agradecer este espacio para que las y los jóvenes

expresemos nuestra voz. Lo que hoy estamos presenciando

aquí es un enorme avance y madurez política, pero por sobre

todo estamos fortaleciendo la democracia.

Gracias especialmente al activismo del movimiento

feminista por la lucha de todos estos años, a la sociedad

civil y a los y las militantes de cada uno de los partidos

políticos que han estado exponiendo en estos últimos días.

La realidad demuestra que se realizan cientos de

miles de abortos clandestinos por año. Es decir, mientras

estoy hablando y durante estos dos meses de debate

ocurrieron cientos de interrupciones voluntarias y

clandestinas de embarazos.

Algunas interrumpirán su embarazo con

Misoprostol, otras irán a una de las tantas clínicas

privadas que existen para realizarse un aborto seguro,

clandestino, pero seguro. Mientras otras tantas, mueren.

Las mujeres que mueren son las mujeres pobres,

las más vulnerables, las que no tienen recursos económicos

suficientes para recurrir a estos métodos que hoy ya

existen.

Aunque algunos de ustedes no lo quieran ver,

aunque algunos de ustedes lo quieran negar y aunque algunos

de ustedes quiera votar en contra de este proyecto de ley,

esto está ocurriendo, es una realidad y a todos los jóvenes

del país nos duele.

El aborto es un tema de salud pública, muchachos

y muchachas.

Aunque el marco legal actual de la República

Argentina sea punitivista, la primera causa de mortalidad

materna son las muertes por embarazos terminados en abortos

inseguros, según el Ministerio de Salud de la Nación y la

Organización Mundial de la Salud.

La mortalidad materna no es solo una estadística

que se muestra o se oculta, es un drama social con grandes

implicaciones familiares para quien la sufre.

Soy de Santiago del Estero, de la provincia en la

cual murió María Campos como consecuencia de un aborto

clandestino que, por cierto, tengo que decir y agradecer

que otras ya mencionaron aquí este caso. Presentó un cuadro

de infección generalizada dos semanas después de haberse

sometido a una interrupción del embarazo insegura.

Ante la falta de recursos para darle una atención

adecuada, fue derivada al hospital regional de la capital

provincial, a 300 kilómetros de donde ella vivía, donde

ingresó al servicio de terapia intensiva y murió luego de

unas horas.

María tenía 37 años y cinco hijas. Cinco hijas

que hoy se quedaron sin madre por una muerte que pudo haber

sido evitada. Esto demuestra también las dificultades de

acceso y lo que pasan y viven cientos de argentinas en cada

rincón de este país.

Quiero hacer énfasis en el lema de la campaña,

que nos une y nos convoca.

Cuando decimos "educación Sexual para decidir"

nos referimos a que es fundamental la real implementación

de la ley de la Educación Sexual Integral para que las

mujeres, como así también los varones, tengan un acceso

igualitario a la información y sobre todo para la libre

elección de métodos anticonceptivos seguros y efectivos.

También hay que decir que cada tres horas nace en

nuestro país un o una bebé de una niña de entre diez y

catorce años. Y seis de cada diez embarazos no son

intencionales entre las adolescentes de diez a diecinueve

años, según datos de UNICEF.

Tener más hijos de los deseados es reconocido

como una violación de los derechos reproductivos. Pensemos

en especial en la población adolescente. Obligar a una

mujer a parir es una violación a sus derechos.

Decimos "anticonceptivos para no abortar" porque

forma parte de las obligaciones del Estado proveer la

información adecuada respecto de métodos anticonceptivos,

como así también asegurar su acceso libre y gratuito. De

esta manera se previene la necesidad de que las mujeres

aborten en condiciones clandestinas y a través de

procedimientos riesgosos.

Evidencias científicas demuestran que la

legalización del aborto no induce a prácticas sexuales más

irresponsables, sino que, por el contrario, genera las

condiciones para una menor proporción de abortos.

Respetar hoy la voluntad de las personas como lo

hacen los países más desarrollados no solo es un acto de

tolerancia, sino también una manera de generar estrategias

más eficaces para evitar así los embarazos no deseados.

En esta sala se encuentran todos y todas las

representantes del pueblo argentino, que tienen hoy una

gran responsabilidad, que es la de representar los

intereses del bien común, del bien de todos y de todas.

Diputados y diputadas: con franqueza y mucha

humildad les quiero pedir que frente a esta realidad no

miren para un costado. Dejen de lado su conciencia moral y

no sean indiferentes ante esta realidad de miles de mujeres

en el país que nos duele a todos, porque lo que no queremos

es que se mueran más mujeres en este país.

Permítanme hablarles en especial a mis

legisladores radicales, a ese radicalismo defensor de los

derechos humanos, de los derechos de las mujeres. No puedo

dejar de nombrar al ex presidente Raúl Alfonsín, que por

aquellos años dijo que el aborto no tenía que ser resuelto

con penalización, sino con el acompañamiento del Estado, y

vaya que han pasado años después de eso.

Tampoco puedo dejar de mencionar a nuestra

querida Florentina Gómez Miranda, quien estuvo en el lugar

de cada uno de ustedes y fue una de las primeras en

presentar proyectos para ampliar los nuevos derechos.

La historia nunca fue fácil y eso ustedes lo

saben. Si no hubiesen existido estos y muchos valientes más

por delante, no hubiéramos logrado conquistar la solidez de

la democracia que tenemos hoy.

- Ocupa la Presidencia el señor

presidente de la Comisión de

Legislación General, diputado

Daniel Andrés Lipovetzky.

Sra. Rached.- Para terminar, hay un mandato generacional.

Las nuevas generaciones marcan un camino cuando vemos que

miles de adolescentes salen de las escuelas y en sus

mochilas vemos colgar un pañuelo verde. Estas generaciones

necesitan ser escuchadas, diputadas y diputados, aunque sea

con ese gesto simbólico, porque no se olviden de que los

jóvenes y los adolescentes el día de mañana vamos a

representar más del 40 por ciento del electorado nacional.

También, como parte de toda una generación,

quiero y pido a todas y todos los legisladores que escuchen

a los jóvenes y se hagan eco de ese llamado, que es por la

libertad, la igualdad y los derechos humanos.

Hagamos que la decisión que tomen este 13 de

junio nos haga sentir orgullosos, no solo de nuestra

democracia, sino también de nuestra patria.

Hoy más que nunca reflexionemos al lema que nos

convoca y nos une: educación sexual para decidir,

anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no

morir. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Ignacio

Patrito, representante de la ONG Citizen Go y estudiante de

Abogacía en la Universidad Nacional de Córdoba.

Sr. Patrito.- Los que defendemos la vida sostenemos que al

abortar se está asesinando a una persona por nacer,

violando así el primer derecho constitucional.

Los que defienden el proyecto dicen que al negar

el acceso al aborto libre y seguro se empuja a las mujeres

a la muerte por abortos clandestinos. Parece una

encrucijada sin salida.

Lo que nos tiene que guiar es poder dar una

respuesta, una solución como sociedad, en la que no se

tenga que eliminar a un ser humano, en la que no tenga que

morir la mujer que está atravesando un embarazo inesperado

y tampoco el bebé en gestación.

La respuesta que debemos dar como sociedad ante

esta problemática es salvar las dos vidas.

Sobre esta tesis deberíamos trabajar en forma

mancomunada. No es una solución utópica o irreal. Es poner

todos los esfuerzos en defender la vida, tanto de los niños

por nacer como de las madres.

No puede ser que como sociedad la respuesta que

le damos a una mujer desesperada, angustiada porque se

encuentra ante un embarazo que no buscó, sea la de eliminar

la vida de su hijo.

La mujer no necesita un aborto, sino apoyo y

contención psicológica, social y económica. Necesita ayuda

para atravesar su embarazo con todo lo necesario.

La mujer necesita empoderarse, saber que ella

puede afrontar su embarazo. Y como sociedad tenemos que

brindarle las herramientas.

El aborto no es una solución a sus problemas. La

mujer es madre desde el momento de la concepción. Ella

decide si va a ser madre de un hijo muerto o de un hijo por

nacer.

¿Por qué digo que el aborto no es una solución

real? Porque no resuelve los problemas de fondo que puede

estar atravesando la mujer, tales como situaciones de

pobreza, abusos, presiones y demás. Además, la vida o la

muerte de una persona no debería depender del deseo o del

proyecto de vida de otra, aunque esta sea su madre.

Quisiera detenerme en algunos argumentos que

esgrimen quienes defienden el aborto como un supuesto

derecho de la mujer. Las estrategias para legalizar el

aborto en América Latina siguen los pasos fieles de las que

se utilizaron en los Estados Unidos: usar argumentos falsos

para sensibilizar a la población.

Dicen que mueren miles de mujeres en abortos

clandestinos. Si queremos dar un debate serio tenemos que

sostenernos en datos certeros y no en mitos ni mentiras

producto de la ideología.

No es verdad que mueren miles de mujeres por

abortos. Las estadísticas en nuestro país nos dicen que las

muertes por esa causa representan el 0,025 por ciento del

total de defunciones femeninas. En 2016, según el

Ministerio de Salud de la Nación, en todo el país hubo 43

muertes maternas por aborto y 31 por aborto provocado.

Lo que nadie menciona es que en el mismo año

murieron 525 mujeres por deficiencias nutricionales. Pero

como bien dice la licenciada Mónica del Río, esas muertes

no ocupan el mismo espacio ni en los medios de comunicación

ni en los reclamos del movimiento feminista.

Entonces, me pregunto: ¿en verdad les importan

las vidas de las mujeres? ¿Por qué no estamos trabajando

por erradicar la pobreza y la desnutrición?

Lamento de todo corazón que se use la muerte de

mujeres como caballito de batalla para legalizar una

práctica criminal. El aborto mata, claro que mata. Mediante

el aborto provocado se asesina a un ser humano en

gestación.

Por otra parte, el hecho de que personajes de la

farándula digan que mueren miles de mujeres en abortos

clandestinos es lamentable, no solo porque es mentira, sino

también porque sus aseveraciones influyen en personas

desinformadas. Pero mucho más lamentable es que lo repitan

los señores diputados, porque es su responsabilidad

informarse con datos certeros y, sobre todo, científicos.

También quiero poner de relieve otro argumento

que se usa falsamente, que es equiparar al aborto legal con

el aborto seguro, cuando sabemos que todo aborto es

trágico. En primer lugar, siempre es mortal para el bebé no

nacido. En segundo término, es dañino psicológica y

físicamente para la mujer. En algunos casos, es mortal

también para ella. ¿O nos hemos olvidado del caso de Keyla

Jones?

Recordamos todavía las palabras que pronunciara

el señor presidente de la Nación en el Congreso Eucarístico

de 2016, donde se comprometió a defender la vida. Por eso

le pedimos que cumpla con su palabra. No queremos que la

promesa de "pobreza cero" se cumpla eliminando a los

pobres.

Con respecto al proyecto de ley que se está

discutiendo, en su artículo 1º se establece el aborto libre

hasta la semana catorce de gestación. El comienzo de la

vida humana no es un concepto cultural -como dijo el doctor

Novaresio-, sino científico. La vida comienza en la

concepción, y desde ese momento no hay ningún salto

cualitativo que permita decidir que en otro momento del

embarazo comienza la vida humana. Abortar a un bebé en

gestación, aun antes de las catorce semanas, sigue siendo

un asesinato.

Por otro lado, el artículo 3º del proyecto

establece –y a mi juicio, se trata de algo gravísimo- la

posibilidad de abortar hasta el noveno mes en los

siguientes casos: cuando el embarazo fuera producto de una

violación, cuando estuviera en riesgo la vida o la salud

integral de la mujer o cuando existiesen malformaciones

fetales graves. ¿En qué nos quieren convertir?

Además, las causales de salud psíquica y social

son tan laxas que permitirían el aborto a petición.

Pienso existen soluciones posibles y que debemos

trabajar juntos en buscarlas. Al cerrar las puertas al

aborto no se está negando a las mujeres un derecho, porque

matar a los propios hijos no es un derecho. Como padres no

tenemos la potestad sobre la vida de nuestros hijos.

Escuchamos ponencias excelentes que nos mostraron

un camino posible de transitar para luchar por las dos

vidas. En este sentido puedo citar, entre otros, al

licenciado Pablo De La Torre en San Miguel, con el programa

Mil Días y a Evelyn Rodríguez, quien está trabajando en un

proyecto por una línea 0800 para articular la contención a

las mujeres embarazadas.

También son destacables el proyecto de la Red

Federal de Familias y las iniciativas del señor diputado

Juan Brügge. Además en Córdoba, provincia de la que

provengo, la Fundación Ambos está trabajando

incansablemente en este sentido.

Señores legisladores: en sus manos están hoy las

vidas de las madres y de los niños por nacer. Aquí les

traigo tres tomos con más de 50 mil firmas que juntó

Citizen Go en contra del proyecto en tratamiento. No caigan

en la trampa de creer que el aborto es una salida. No puede

ser esa la alternativa que demos como sociedad.

Les pido que no huyan de las responsabilidades y

no se eximan del esfuerzo. Los estamos invitando a trabajar

por las dos vidas y a hacer lo que debemos hacer.

Señor presidente Mauricio Macri, señores miembros

del gobierno, señores diputados y senadores, grupos

feministas y de izquierda, grupos provida: hagámonos cargo

de la situación. Apuntemos a lo más alto y noble para

nuestro país. Nos debemos a los indefensos, nos debemos a

los desprotegidos, nos debemos a la vida de los dos.

(Aplausos.)

Sra. Presidenta (Polledo).- Tiene la palabra el señor

Marcelo Romero Farías, quien hablará en representación de

la ONG Collage Recreando Realidades.

Sr. Romero Farías.- En primer lugar, quiero agradecer la

posibilidad de participar de este debate. El hecho de que

podamos estar discutiendo en la Argentina este tipo de

proyectos es un avance importante en materia de democracia

y pluralismo. Por otra parte, quiero felicitar a los

diputados y diputadas que han permitido esta instancia de

diálogo, discusión e intercambio de ideas.

Este proyecto que hoy nos convoca en realidad

trata sobre derechos humanos, principalmente sobre derechos

de las mujeres. Se refiere al derecho de la mujer a decidir

sobre su propio cuerpo, su autonomía y el proyecto de vida

que quiere realizar.

Lamentablemente estos derechos sexuales y

reproductivos son sistemáticamente violados y negados en la

Argentina de hoy. Vivimos en una sociedad machista y

heteropatriarcal en la cual la mujer es sometida

permanentemente a los mandatos sociales y culturales en los

que son violados sus derechos humanos.

Debatir el proyecto de ley sobre interrupción

voluntaria del embarazo abre una posibilidad para que miles

de mujeres en nuestro país dejen de morir a causa de la

clandestinidad del aborto y del negocio que implica para

algunos mantener esa práctica en forma ilegal.

En este sentido, quiero decir que nos debemos

esta discusión en la Argentina por lo menos desde hace

treinta años. Como bien dijo otra disertante, este tema ya

fue propuesto en 1983 por parte de la entonces legisladora

Florentina Gómez Miranda, y en 1994 fue planteado en la

Convención Constituyente. Lo cierto es que ahora, en 2018,

poder estar debatiendo por primera vez este tema es un

logro de todos los argentinos.

Como señalaba al comienzo de mi exposición, aquí

se trata de los derechos de las mujeres en materia de salud

sexual y reproductiva, que son derechos humanos y así están

plasmados en normas nacionales y en tratados

internacionales. Pero lamentablemente esos derechos no

están garantizados en la Argentina.

Por otra parte, me toca hablar de un sector de la

población que durante muchos años fue marginado, perseguido

y asesinado por el Estado argentino. Me refiero al sector

de las minorías sexuales. Durante largo tiempo muchas y

muchos de nosotros hemos luchado por la sanción de la ley

de matrimonio igualitario, por la ley de identidad de

género y por la igualdad de derechos. Por eso hoy no

podíamos no estar presentes para acompañar en su lucha a

las mujeres que han dado su vida por este país y que son

resignadas y expulsadas del sector público, que las reduce

al mero hecho de ser tratadas como incubadoras o madres de

familia. Para mí es una obligación moral y ética estar hoy

aquí.

Hay mucho que podría decir, pero la verdad es que

lo importante en esta discusión es plantear por dónde

debemos debatir. El aborto no se puede discutir respecto de

si es bueno, malo, moral o inmoral, porque esos son debates

internos, personales e individuales.

Considero que debemos discutir aquí si el aborto

debe ser legal o ilegal, seguro o inseguro, si las mujeres

van a morir por abortos clandestinos o van a poder

realizarlos en las condiciones que corresponden, de salud

pública. Creo que ese es el debate. El Estado no puede

legislar sobre la moral individual y tampoco obligar a las

personas a pensar de una manera.

Ustedes, como legisladores, deben dar el debate

oportuno, asumir la responsabilidad que les corresponde en

la historia y otorgar a las mujeres los derechos negados

sistemáticamente a lo largo de muchos años. Son ustedes,

los legisladores y las legisladoras, diputados y diputadas

nacionales, quienes deben asumir el compromiso con una

lucha justa e histórica, que comenzó no hace poco en la

Argentina y ha costado la vida a miles y miles de mujeres.

Es por eso que desde este humilde lugar de la

militancia social y política, exhorto a las diputadas y los

diputados a que acompañen con su voto el proyecto de

interrupción voluntaria del embarazo para poder terminar de

una vez por todas con la desigualdad y la injusticia en la

Argentina.

No puedo dejar pasar que se están cumpliendo cien

años de la Reforma Universitaria. También es cierto que es

una lucha que tiene que ver mucho con el feminismo, porque

habla de igualdad, derechos e inclusión. Precisamente eso

es lo que venimos a buscar, para que en la Argentina no

haya más dolores y tengamos más libertades.

Desde la ONG Collage, desde la militancia social

y política, quiero citar a un ex presidente y constituyente

nacional. Allá por 1994, Raúl Alfonsín, siendo

constituyente nacional, decía que en la Argentina se morían

mujeres pobres por causa del aborto clandestino y de la

falta de responsabilidad del Estado. Hoy, casi treinta años

después, el Congreso Nacional puede resolver ese problema y

brindar a las mujeres argentinas la posibilidad de tener

esos derechos.

También quiero aprovechar estos minutos que me

quedan para traer un mensaje de un grupo de mujeres de mi

provincia que no han podido hoy estar aquí, que no han

participado de estos debates, pero que merecían como yo

esta oportunidad. Me refiero a la Asociación por los

Derechos de las Mujeres (ADEM), que desde hace doce años

milita por los derechos de las mujeres y el aborto legal.

Quiero leer un mensaje que estas mujeres han

enviado. Dice así: “Desde ADEM -por los derechos de las

mujeres de San Luis respecto del derecho al aborto legal,

seguro y gratuito- queremos decir que en San Luis también

abortamos. Abortamos porque no hay embarazos no buscados,

porque esos embarazos son producto de abuso sexual, de sexo

sin consentimiento, de mandatos patriarcales, de presión

familiar para cumplir con el rol que esperan de nosotras,

de imposición de las parejas y hasta de métodos de

dominación y manipulación.

“Hablemos claro. El abusador, en el 85 por ciento

de los casos, es el padre, el padrastro, el tío o el

abuelo, y San Luis no es la excepción. Algunos opinan que

dos fetos son iguales, aunque uno sea fruto del amor y el

otro el fruto de una violación. Lo que no ven es que no son

dos cuerpos gestantes iguales. ¡Basta de fomentar la

cultura de la violación, de justificar la pedofilia y la

explotación para negar los derechos que nos pertenecen!

“En San Luis no hay comisaría de la mujer, no hay

educación sexual en las escuelas, no hay campañas de

prevención, no hay políticas públicas para la erradicación

de la violencia, no se aplica la ley 26.485, no hay

personal formado con perspectiva de género ni áreas que se

ocupen de las problemáticas de las mujeres.

“En San Luis inauguraron un Centro de Atención a

la Víctima que hoy está vacío. En San Luis no se aplica el

aborto no punible, las niñas son obligadas a parir,

torturadas por el producto de su propia violación.

“Las feministas no matamos personas; ayudamos a

las mujeres sin presupuesto, sin estructura y sin apoyo

institucional. Sin embargo, no andamos con fotos de bebés

ya nacidos o de madres pasando necesidades, aunque

deberíamos hacerlo para que los „pro nacimientos‟ sepan

cómo luce el dolor y la miseria. Por eso decimos ¡aborto

legal ya!”.

Sr. Presidente (Lipoveztky).- Tiene la palabra el señor

Aroldo Tonini, comerciante.

Sr. Tonini.- Señor presidente: no soy médico ni genetista

ni ecografista ni científico; tampoco soy abogado ni

diputado nacional. Soy casado, con cinco hijos, un

laburante argentino más, de oficio pintor y defensor de la

vida, de las dos vidas: la de la mamá, que seguramente

todos queremos defender, y la del bebé por nacer, a la que

muchos diputados nacionales, según parece, proponen quitar.

Hasta aquí se ha dicho todo lo necesario, lo

importante y mucho más para demostrar –y quedó totalmente

demostrado- que el feto, el bebé por nacer, el concebido en

la panza de mamá es un ser humano como cualquiera de

nosotros desde el momento de la concepción, con todos los

derechos de un ser humano, sobre todo, con el primer

derecho que tenemos todos los aquí presentes -como todos

los ciudadanos argentinos y hombres del mundo-, que es el

derecho a vivir.

Se ha demostrado todo. En primer término,

genéticamente. El código genético que posee cada uno surge

desde el momento de la concepción y se mantiene inalterable

hasta el día de la muerte. Nos vuelve únicos e

irrepetibles.

En segundo lugar, científicamente. La ciencia

ratifica categóricamente que cada uno de nosotros somos

seres humanos desde ese mismo momento de la concepción.

En tercer término, la misma medicina se basa hoy

en evidencias y contundencias genéticas y científicas para

asegurarnos que el aborto mata una vida humana, un ser

humano, una persona humana.

El ministro de Ciencia de la Nación dijo que el

embrión humano no es equiparable a vida humana y menos a

persona humana. Al respecto, le recomiendo que se instruya

en su propia área de Ciencia, porque la unanimidad

científica que él dirige le va a enseñar que la vida humana

existe desde el momento de la concepción.

Los médicos que quieren el aborto no pueden

aducir ignorancia científica, pues saben que el aborto

destruye una vida humana.

En cuarto lugar quiero decir que por eso nuestras

leyes vienen a cumplir con su deber, que es proteger y

promover la vida humana desde la concepción. Me refiero a

los tratados internacionales, la Constitución Nacional, el

Código Civil y las constituciones y leyes provinciales.

¡Qué paradoja que un proyecto de ley esté invitando y

promoviendo a matar gente!

En quinto término, desde la ética quiero señalar

que todos los códigos de bioética imperantes en numerosos

ámbitos de la vida profesional, laica, universitaria,

política, etcétera, nos indican que quitar la vida humana y

matar al ser humano en el vientre de su madre es atentar

directamente contra la dignidad humana.

En sexto lugar, desde la salud pública se

sostiene que la iniciativa en curso pretende evitar miles

de muertes en abortos. Pero al mismo tiempo se reconoce que

esas miles de muertes en realidad fueron cuarenta y tres en

2016 y cincuenta y cinco en 2015, según datos del propio

Ministerio de Salud del presidente Macri.

Si se invocan razones de salud, ellas mismas nos

deben llevar a diseñar políticas sociales y sanitarias para

defender las dos vidas humanas.

Señores diputados: el aborto no es una política

de salud porque el embarazo no es una enfermedad ni el

aborto una cura.

En séptimo lugar está la geoestrategia y el

desarrollo. Se ha demostrado que el aborto, impuesto por

muchos centros de poder, quiere mantener despobladas

grandes partes del planeta para la reserva de los recursos.

Lo incoherente en este punto es ver que los grandes

defensores de lo verde y de los recursos naturales son

agentes ideológicos manipulados por los centros financieros

de poder que los mismos defensores de lo verde critican y

defenestran.

¿Serán compañeros de ruta o socios de la misma mesa?

En octavo lugar, se sabe categóricamente que hay

una política verdaderamente antinatalista en el mundo y

también contra nuestra Patria y que está promovida,

auspiciada e impuesta por las Naciones Unidas, el Fondo de

Población, la OMS, la UNICEF, la UNESCO, la IPPF y sus

adláteres argentinos, como FUSA y Católicas por el Derecho

a Decidir, las que -entre paréntesis- reciben cuantiosos

millones de dólares para promover el asesinato del aborto.

El mismo Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial

con sus imposiciones duras e inflexibles, después del

crimen de los inocentes, ¿no vendrán por nuestros viejos?

Señores diputados nacionales: sabemos que el

aborto seguro no es seguro para la mujer porque corre el

riesgo de morir o quedar mutilada y tampoco para el bebé,

que es el que muere seguro.

Sabemos que tampoco es gratuito, porque si esto

se aprueba el Estado, a través de ustedes, diputados

nacionales, a fin de año deberá incluir muchos millones de

pesos en el presupuesto nacional para matar niños, siendo

el bebé aquel al que más caro le va a costar.

Sabemos que el aborto ilegal o legal mata igual;

si no lo quieren creer, tienen hermosos equipos para ver

miles de videos trágicos donde se despedaza al bebé y se lo

tira en una bolsa roja de basura.

Bien por mis siete diputados nacionales por Salta

y los de todo el país que han decidido votar a favor de la

vida -de la vida de los dos, la mamá y el bebé- y en contra

del proyecto de despenalización del aborto. Varios cientos

de miles de argentinos se lo agradecerán y verán la vida

gracias a ustedes.

Señores diputados que aún no han decidido su

voto: los invito a jugarse por la vida, por la vida de

todos: las de las mamás, las de los bebés y las de todos

los argentinos. El desafío no es matar chicos, sino diseñar

políticas de inclusión, familiar y social y de desarrollo

económico.

Señor gobernador de mi provincia: le pido con

humildad, respeto y firmeza que derogue el decreto 584 que

dictó la semana pasada adhiriendo al protocolo de la

muerte.

Finalmente, señores diputados nacionales que

quieren e insisten en aprobar el crimen del aborto sentados

cómodamente en el sillón de la vida: están muy a tiempo de

arrepentirse y retirar este y todos los proyectos que

promuevan y ejecuten el aborto en la Argentina.

Para ustedes y el presidente de la Nación: si

aprueban este verdadero genocidio, Dios, la Patria y la

sangre de miles de inocentes se los demanden. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra el doctor

Alberto Kornblihtt, biólogo.

Sr. Kornblihtt.- Agradezco mucho la invitación. Voy a

presentarme por si no me conocen. Soy doctor en Ciencias

Químicas y biólogo, investigador superior del Conicet y

profesor titular plenario de la Universidad de Buenos

Aires.

Mi exposición tendrá como eje los conocimientos

actuales en biología -en particular en bilogía molecular,

genética y epigenética-, que confirman que un embrión no es

lo mismo que un ser humano.

La unión del espermatozoide con el óvulo para

formar el cigoto es condición necesaria pero no suficiente

para generar un ser humano. La información genética

proveniente de los padres no es suficiente y es necesaria

otra información provista por la madre a través de la

placenta.

Los humanos somos mamíferos placentarios. Somos

mamíferos por tener pelo y producir leche, y placentarios

porque el desarrollo solamente puede completarse dentro del

útero. Durante los nueve meses de embarazo la madre no solo

aporta a través del intercambio placentario el oxígeno y

los alimentos necesarios para que el embrión progrese, sino

también anticuerpos fabricados por ella que protegen al

embrión de posibles infecciones. Además, las sustancias de

desecho y el anhídrido carbónico generados por el feto o

embrión pasan de su sangre a la de la madre a través de la

placenta, de modo tal que sin ese intercambio placentario

el feto no podría progresar porque se intoxicaría.

Más recientemente se ha descubierto que las

células y órganos del embrión, y más tarde del feto, sufren

durante el embarazo cambios epigenéticos que son

consecuencia de la íntima relación con la madre y sin los

cuales el nacido no progresaría.

La epigenética es la disciplina que estudia

aquellos cambios que ocurren en la expresión de los genes,

pero no en su información genética.

Cabe destacar que nadie ha logrado hasta el

presente en ningún laboratorio llevar un embrión mamífero

ni humano a término fuera del útero de una madre.

Todo esto indica que el embrión y el feto no son

seres independientes de la madre, sino que hasta el

nacimiento son casi como un órgano más de ella.

Para la mayor parte de las legislaciones, incluso

de los países donde está penalizado el aborto, la persona

humana comienza con el nacimiento con vida, es decir,

cuando el bebé se separa completamente de la madre.

Establecen que si el embarazo se interrumpe en forma

natural o provocada antes del nacimiento, la persona se

dará por no haber existido nunca jamás. No hay conflicto

entonces entre el concepto de persona y el de embrión o

feto. Incluso, no hay conflicto en concederle derechos

suspensivos al embrión, los que se hacen efectivos al nacer

con vida.

Donde hay conflicto es en lo que algunos

califican como “vida humana”, concepto que, como veremos,

no tiene una definición taxativa y responde más a creencias

que ha hechos.

La biología no define vida humana, sino vida. La

vida es la forma particular de organización de la materia

que cumple con dos condiciones esenciales: reproducción y

metabolismo. La definición de vida sensu stricto está

referida solo a las células. Una célula viva lo está porque

puede dividirse y metabolizar y están vivas tanto las

células del embrión como las del feto, del bebé o del

adulto. Pero también están vivos los espermatozoides que se

eyaculan fuera de la vagina, los óvulos que son eliminados

con cada menstruación y las células de la placenta que se

desecha en cada parto.

Además, las células de un humano que acaba de

morir siguen vivas por un tiempo no despreciable. Al

respecto, cabe preguntarse por qué para algunos es

aceptable concebir que después de la muerte legal de una

persona, definida su vida en función del cese de la

actividad cerebral o del latido del corazón, se admite que

sus células sigan vivas por un tiempo y resulta para esas

mismas personas difícil concebir que un embrión humano está

formado por células vivas pero no es todavía un ser humano.

Todo lo anterior nos lleva a considerar el

estatus del embrión. Para la biología, un embrión es un

embrión y no un ser humano. En todo caso, es un proyecto de

ser humano que necesita una serie de pasos que ocurren

dentro del útero para llegar a ser un ser humano. El

concepto de vida humana es una convención arbitraria que

responde a acuerdos sociales, jurídicos o religiosos, pero

que escapa al rigor del conocimiento científico.

Esta divergencia de criterios lleva a la

dificultad de ponerse de acuerdo sobre el estatus del

embrión. Pero deberíamos ponernos de acuerdo en que no es

un ser humano y que, por lo tanto, no sería un crimen

interrumpir el embarazo prematuramente. Prueba de ello –y

esto ya fue mencionado varias veces- es que la pena por

practicar un aborto es mucho menor que la pena por matar a

una persona. En definitiva, esa supuesta persona está

indefensa. Y ante el hecho de que esté permitido abortar en

casos de violación o de peligro de la vida de la madre, si

ese embrión o feto fueran seres humanos en un país donde no

es legal la pena de muerte, ¿qué categoría inferior tendría

un ser humano proveniente de una violación respecto de los

que no son resultado de ella como para que sea permitido

“matarlo”?

Resulta interesante recurrir a la definición de

aborto que figura en la sexta edición de Un Diccionario de

Genética, de King y Stanfield, de 2002. La primera acepción

es la siguiente: “Aborto: expulsión de un feto humano por

causas naturales antes de que sea capaz de vivir

independientemente”.

La segunda acepción es: “Aborto: terminación

deliberada de un embarazo humano muy a menudo realizada

durante las primeras veintiocho semanas de embarazo”. Como

se ve, en ninguna de las dos acepciones se menciona la vida

humana ni las palabras “matar” y “homicidio”.

Todo lo dicho no implica que no se deba proteger

a la mujer embarazada y a su embrión. Pero la primera debe

tener la opción y el derecho de interrumpir el embarazo

prematuramente.

De lo contrario, la mujer se convierte en una

especie de esclava de su embrión a causa de convenciones

sociales o religiosas que no se condicen con la gradualidad

del desarrollo intratuerino.

Los legisladores deben pensar en la cantidad de

mujeres que por hacerse abortos en lugares inadecuados

sufren infecciones; en la cantidad de adolescentes que por

no abortar tienen que llevar un embarazo a término y criar

un bebé cuando todavía son niñas o darlo en adopción en

condiciones muchas veces ilegales; en la cantidad de

genetistas que hacen diagnóstico prenatal, detectan en el

embrión una enfermedad no curable y se lavan las manos al

no garantizar la opción de la interrupción del embarazo, y

en la cantidad de situaciones en las que se sabe, aun sin

un diagnóstico genético, que el embrión tiene algún defecto

o puede ser inviable.

Pido a aquellos que tienen convicciones

filosóficas o religiosas respecto de lo que llaman

“comienzo de la vida humana” que respeten la racionalidad

de otros argumentos y diferencien evidencia de dogma y

hechos de creencias, porque no hay un concepto absoluto y

los legisladores deben legislar para todos. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Damos la bienvenida al señor

ministro de Salud de la Nación, doctor Adolfo Rubinstein.

Para nosotros es un inmenso placer recibirlo.

Tal como hemos acordado para los casos en que

intervengan funcionarios de su rango, dispondrá de treinta

minutos para efectuar su exposición.

Tiene la palabra el señor ministro de Salud de la

Nación.

Sr. Ministro de Salud.- Buenos días a todos. Agradezco

muchísimo poder estar acá, ya que creo que este es un

debate histórico que atraviesa a toda la sociedad.

Entiendo que la perspectiva y el abordaje de la

salud pública tienen un rol fundamental en la discusión

sobre la despenalización del aborto en la Argentina.

También quiero decir que es extremadamente

auspicioso que se haya abierto este debate, ya que este es

un tema que ha estado largamente escondido, que ha sido

barrido bajo la alfombra desde el retorno de la democracia

-hace ya treinta y cinco años- y que por muchas razones

nunca pudo salir efectivamente a la luz.

Cabe señalar que el presidente de la Nación, aun

cuando sus convicciones personales son contrarias a la

despenalización del aborto, ha tenido un gran gesto al

abrir este debate. Lo hizo porque entendió que este es un

problema social que, como voy a comentarles, atraviesa una

enorme cantidad de dimensiones, además de la referida a la

salud pública, y que la sociedad estaba reclamando. De

manera que celebro que se esté llevando adelante esta

discusión.

La de hoy es la última de las jornadas de debate

que se han venido realizando en la Cámara de Diputados

desde hace ya dos meses, en las que se ha recibido a

cientos de expositores, por lo que espero que no estén

saturados al escucharme.

La presentación que les traigo va a focalizarse

básicamente en la salud pública, pero sin soslayar una

enorme cantidad de aspectos que también forman parte de

este debate.

La despenalización del aborto es hoy un tema

prioritario en la agenda pública. Es decir que aun en el

contexto y el escenario que tiene nuestro país, aun en

estos momentos tan difíciles, el aborto sigue siendo un

tema prioritario en la agenda pública, y uno tiene que

preguntarse por qué.

Esto es así porque la sociedad lo ha reconocido

como un problema que de alguna manera debe ser abordado y

al que hay que ofrecerle soluciones concretas. No solamente

se trata de identificar el problema como tal, sino también

de encontrar los instrumentos que puedan viabilizar la

solución de dicho problema. Me refiero a cuáles son las

políticas que se deben llevar adelante y el proceso de lo

que se llama “la política de las políticas”.

Esto último tiene que ver con lo que les

mencionaba acerca de poder viabilizar el tema y de darle

una solución en este debate, conciliando y procesando todas

las diferencias que existen.

También se trata de crear para todos los

componentes de estas tres corrientes una ventana de

oportunidad, como es la apertura del debate público para

que la sociedad en su conjunto apoye a quienes tienen que

tomar la decisión -que son nuestros legisladores-, para que

puedan informarlos y cuenten con la mejor evidencia

respecto del tema de la despenalización del aborto. Esto es

un poco lo que yo quiero ofrecerles desde la perspectiva de

la salud pública.

En estos dos meses en que ustedes han venido

discutiendo este tema se ha planteado una enorme cantidad

de dilemas sobre los que no voy a profundizar, pero que no

puedo soslayar. Ellos se relacionan con la cuestión de

cuándo empieza la vida o la existencia de la persona, los

juicios éticos que tienen que ver con las creencias, los

hechos fácticos vinculados con la ciencia –como así también

su conciliación y contraposición- y la forma en que ésta

debe o no corroborar o refutar los hechos que tienen que

ver con las creencias.

Este es un debate que se ha dado entre aquellos

que defienden la vida y aquellos que defienden la libertad

de decisión. Es como si se tratara de un partido de fútbol

entre River y Boca. En realidad, es claro que nadie que

defienda la vida no defienda también la libertad de

decidir, ni nadie que defienda la libertad de decidir pueda

no defender la vida. La vida es un valor implícito en

nuestra sociedad.

Se han planteado aquí todas las contraposiciones

que hay respecto de cuál debe ser el rol del Estado y el

del individuo.

También se ha hablado de las consecuencias del

aborto legal, en particular cuando existen restricciones en

la aplicación de la normativa vigente en la Argentina.

Asimismo se han mencionado las consecuencias del

aborto clandestino.

Por otra parte, se expresaron muchas de las

cuestiones que tienen que ver con cómo legislar respecto de

este tema. En algunos proyectos de ley se está proponiendo

legislar por plazos, hasta las doce o catorce semanas de

gestación, y que a partir de allí el aborto sea por

causales. Estas últimas tienen que ver con la salud o el

riesgo de vida de la madre.

En este sentido, la salud debe ser entendida de

manera más integral, incluyendo también a la salud mental.

Cabe aclarar que cuando uno habla de salud mental se

refiere a un concepto mucho más abarcativo que no tiene que

ver -como creo que erróneamente fue sobreinterpretado en

alguna noticia que salió últimamente- con la pérdida de un

empleo o la terminación de una relación sentimental. El

problema de la salud mental es algo mucho más integral que

requiere un abordaje profesional.

Estas son todas las razones por las que se ha

venido discutiendo. Pero reitero que quiero abordar la

problemática del aborto desde la perspectiva de la salud

pública, para lo cual definí cuatro puntos o preguntas que

quisiera responderles, a fin de que ustedes puedan tomar la

decisión sobre la base de la mejor evidencia disponible que

les podemos ofrecer desde el Ministerio de Salud.

La primera pregunta es la siguiente: ¿cuáles son

las consecuencias del aborto en condiciones inseguras para

la salud de las mujeres y las familias?”

La segunda es la siguiente: ¿qué sucedió con las

muertes maternas en los países donde el aborto se

despenalizó?

La tercera es la siguiente: ¿qué ocurrió con el

número de abortos en los países donde esta práctica se

despenalizó?

La última es la siguiente: ¿qué estamos haciendo

en el Ministerio de Salud para prevenir el aborto y

garantizar el acceso seguro a la interrupción legal del

embarazo en los casos que son actualmente exceptuados por

la normativa vigente?

En cuanto a la primera, referida a cuáles son las

consecuencias del aborto en condiciones inseguras para la

salud de las mujeres, puedo decirles que aquí podemos

construir una suerte de pirámide. En ella las muertes

maternas son el último emergente, pero entrañan además una

enorme cantidad de hospitalizaciones por complicaciones de

abortos en condiciones inseguras en general. Esto es así en

más del 90 por ciento de los casos. Además, existe un

universo del número de abortos que no están registrados

porque afortunadamente no han sufrido complicaciones y por

eso no han llegado a ser hospitalizados, al menos en

instituciones públicas.

Nosotros tenemos aquí diferentes estimaciones. Ya

se ha discutido hasta el cansancio acerca del número de

abortos. El estudio de Mario y Pantelides que se hizo en

2005 -es decir, hace más de diez años- muestra

estimaciones.

Éstas parten de datos más duros, proporcionados

por la Dirección de Estadísticas e Información de la Salud,

basados en los egresos hospitalarios, las tasas de

fecundidad y los nacidos vivos que se pueden estimar.

También hacemos estimaciones en salud pública -una práctica

muy común- acerca de las consecuencias o el impacto de

algunas enfermedades o condiciones, evaluaciones económicas

o, incluso, los economistas hacen sus estimaciones sobre

qué es lo que nos puede ocurrir en el futuro.

Entonces, si bien ese es un dato que no deja de

ser una estimación, tampoco está muy alejado de la

realidad, que habla de un rango entre 350.000 y 400.000

abortos en la Argentina. Me estoy refiriendo hace diez

años, cuando el número de nacidos vivos era un poco mayor.

Por otra parte, tenemos los datos que nos

proporciona la base de datos de egresos hospitalarios del

sector público, que tiene aproximadamente la mitad de las

camas hospitalarias en la Argentina. Probablemente, los

egresos hospitalarios por aborto tengan una proporción

mayor porque, en general, la morbilidad del aborto se

concentra más en los quintillos del nivel socioeconómico

más bajo de la población, que son los que utilizan el

hospital público.

Finalmente, tenemos las muertes maternas,

proporcionadas por las Estadísticas Vitales de la Deis. Los

últimos datos disponibles son de 2016.

Las cifras que hoy tenemos de hospitalizaciones

por aborto en la Argentina son del año 2014 y corresponden

a la última base que se terminó de procesar, aunque ya se

están procesando los años subsiguientes. Las mismas hablan

de 47.000 egresos hospitalarios por aborto.

Por supuesto, ese es un rango que en los últimos

cinco años ha oscilado entre 40.000 y 53.000 egresos

anuales y responde a todas las causales de aborto, que en

breve vamos a discriminar.

Tenemos enormes brechas de información. Esto

tiene que ver con que no conocemos la severidad y las

complicaciones, agudas y de largo plazo, de estas mujeres

que han tenido una hospitalización por aborto. Muchos de

los casos han tenido que tener cuidados intensivos, me

refiero a los llamados “casos casi fatales”.

Hay que tener en cuenta los costos que esto

implica para el sistema de salud, pero también para las

mujeres y sus familias. Me refiero a los costos de

bolsillo, sobre todo cuando el aborto clandestino hace

mucho más difícil el acceso a los servicios de salud

pública.

Por otra parte, también hay consecuencias

sociales.

Todo esto es un desconocido para nosotros. No

sabemos cuál es el impacto, las consecuencias, ni las

implicancias que tiene sobre la salud de las personas y

sobre muchas otras dimensiones.

En pantalla pueden ver el porcentaje de egresos

hospitalarios por embarazo terminado en aborto sobre el

total de egresos por embarazo, parto y puerperio. Este

porcentaje corresponde al sector público, durante los

últimos diez años.

Se ve una reducción de aproximadamente un 20 por

ciento entre el 2005 y el 2014. Tenemos diez años de

reducción de egresos hospitalarios, que son un claro

indicador de severidad, morbilidad y daño. Esto ha venido

disminuyendo en los últimos años, en parte gracias a las

políticas que se han emprendido de reducción de riesgos y

daños. Dichas políticas tienen que ver con la educación,

con la consejería y, sobre todo, con la prevención del

aborto y el uso más extendido de misoprostol, que es una de

las drogas que se utiliza para interrumpir un embarazo acá

en la Argentina.

En la diapositiva pueden ver cuáles son las

cifras que hoy tenemos de egresos hospitalarios por

embarazo terminado en aborto. Si vemos el total de egresos

por causales, podemos ver que la más importante es la

columna que se llama “otros abortos o abortos no

especificados”. Es la única que ha venido reduciéndose en

los últimos diez años, mientras que las demás columnas

continúan bastante aplanadas.

En pantalla podemos ver los grupos de causas de

muerte materna. Esto era antes egresos hospitalarios; hace

un tiempo era morbilidad y ahora tenemos mortalidad. Como

vimos un poco en la pirámide, estamos hablando de casos de

muerte materna, que ya sean 43 -como dice acá en pantalla-

o una, es una muerte evitable y nos tiene que

necesariamente preocupar. No es una cuestión de números.

Además, representa solo el emergente de un universo

muchísimo mayor.

En pantalla vemos el número 43, que representa

aproximadamente el 17,6 por ciento de la mortalidad materna

explicada por el aborto en el 2016. No me quiero detener

porque sé que ustedes han tenido bastante información al

respecto, pero vemos también que existen causas obstétricas

directas, que son las complicaciones del embarazo, parto o

puerperio, y causas obstétricas indirectas, que son

aquellas que vienen de enfermedades preexistentes al

embarazo o se complican en virtud de él, pero que no tienen

relación necesaria con el proceso reproductivo.

Respecto de la tasa de mortalidad por embarazo

terminado en aborto cada 100.000 nacidos vivos, con la

tendencia secular desde el 2017 al 2016, podemos ver lo

mismo que les mencionaba sobre los egresos hospitalarios:

existe una reducción de las muertes maternas por aborto en

estos últimos diez años que tiene que ver con las políticas

que se han emprendido de reducción de daños y riesgos, más

una mejora en la educación de nuestras mujeres en edad

reproductiva.

Seguimos teniendo cada 100.000 nacidos vivos,

seis muertes por aborto, prácticamente. Los países que

tienen el aborto irrestricto en condiciones seguras,

prácticamente no tienen muertes por aborto o las cifras son

extremadamente bajas.

Si ven la diapositiva de grupos de causas -esto

refleja lo que les mencionaba anteriormente-, pueden ver

que la que más viene bajando es la columna de los abortos

no especificados.

Ahora bien, ¿cuál es el problema que tiene el

aborto? Existe lo que se llama “subregistro”. ¿Qué quiere

decir esto? Que muchas veces la notificación o codificación

del aborto como causa de muerte o como causa de egreso

hospitalario está escondida en otros diagnósticos.

Esto sucede por muchas razones, entre ellas la

mala codificación u otras razones que tienen que ver con el

estatus legal del aborto en el sentido de que, considerando

que el aborto es ilegal -excepto algunas causales-, los

médicos o los codificadores muestran cierta reticencia a

codificar el aborto como tal por represalias, por temor a

acciones punibles.

Con lo cual, es posible que algunas de las

defunciones maternas hayan sido clasificadas como

“obstétricas directas”, por ejemplo, la sepsis, que es una

infección generalizada que complica el aborto

convirtiéndolo en un “aborto séptico”.

Asimismo, pueden existir problemas de calidad en

la certificación de la causa de defunción. Hay muertes

obstétricas que figuran como “causa desconocida” y no se

conoce, por ejemplo, si de estos siete casos que hubo en el

año 2016, no hubo alguno que hubiera sido por aborto.

Estudios realizados muestran que cuando la

paciente se agrava y se deriva a hospitales de mayor

complejidad, ya sea por sepsis o trastornos sistémicos muy

importantes, muchas veces la causa original, relacionada

con cuestiones obstétricas, se pierde y aparece como muerte

por otras razones.

Finalmente, en el caso de los egresos

hospitalarios, la información con la que contamos es solo

de los hospitales públicos. No sabemos qué es lo que sucede

en el sector privado, sin embargo, el cincuenta por ciento

de las camas en la Argentina corresponden a dicho sector.

Probablemente, se concentren mucho más en el sector

público, pero esto no quiere decir que no haya casos

subregistrados que provienen del sector privado.

El Ministerio de Salud estudió acerca de esto.

Hace dos años, la Dirección de Maternidad e Infancia

realizó una encuesta para ver si había omisión de registro

de causas de muerte en mujeres en edad reproductiva.

Se analizó una muestra aleatoria de las mujeres

en edad reproductiva: de 15 a 44 años, aproximadamente. Se

analizaron las historias clínicas de estas mujeres.

Efectivamente, se vio que había un total de un 14

por ciento más de muertes maternas que las que figuraban en

los datos de la Dirección de Estadística, pero que en el

caso de aborto era del 17,3 por ciento. Esto, claramente,

demuestra que existe un subregistro del aborto, como causa

de muerte en nuestras estadísticas.

Para finalizar esta parte, tenemos un sistema de

información perinatal que proporciona datos en general de

la marcha de los embarazos, en donde como ustedes pueden

ver, es un registro de trescientos mil nacidos vivos en 298

maternidades u hospitales públicos, que representan el 71

por ciento de las camas del sector público.

Aquí hay un dato que causa un poco de espanto.

Ustedes ya conocen -y hemos proporcionado datos en el

Ministerio- que el embarazo no intencional en la

adolescencia está en el orden del 70 por ciento. Lo que

resulta más preocupante es que –fíjense en la última fila

de embarazo no planificado en multíparas- el embarazo no

adolescente, no planificado en multíparas alcanza casi el

60 por ciento. Mujeres que ya tuvieron hijos, que tuvieron

acceso al servicio de salud, porque ustedes saben que el 98

por ciento de los partos en la Argentina son

institucionales, siguen reconociendo que su embarazo no fue

planificado.

Esto es verdaderamente preocupante y nos tiene

que hacer pensar en cuál es la estrategia que tenemos que

empezar a emprender de manera más activa.

El segundo problema es qué sucedió con la muerte

materna en los países en donde el aborto se despenalizó.

Este es un poco el mapa de los países en función de los

estatus legales del aborto. En verde son los países que no

tienen restricciones, habitualmente es el norte geográfico

y el norte económico, exceptuando Australia, Sudáfrica

-recientemente- y Uruguay.

En el resto está prohibido totalmente o tienen

severas restricciones, como el caso de Irlanda. Ustedes han

visto el referéndum con los resultados de la semana última,

donde probablemente esto haga cambiar su legislación.

Si vamos a lo que es aborto seguro y aborto

inseguro, porque lo que tiene que ver con las mayores o

menores restricciones son las condiciones en las que se

hace el aborto, porque el aborto está y existe. Ustedes

pueden observar -esto también sorprende en Latinoamérica,

afortunadamente no es tanto en la Argentina- que el aborto

inseguro o menos seguro, cuando no es conducido por un

profesional ni el tratamiento es el apropiado, supera el 90

por ciento. Estamos en Latinoamérica, que es una región

que, excepto Uruguay y Cuba, tiene muchísimas

restricciones. Latinoamérica está igual que África.

Claramente, la proporción de abortos inseguros y

la evidencia es contundente, aumenta en los países que

tienen leyes más restrictivas. Ustedes pueden ver en verde,

el aborto seguro; en azul, el aborto menos seguro; y el

inseguro, en rojo.

En los países que tienen leyes muy restrictivas o

prohibición total del aborto en cualquier circunstancia,

más del 30 por ciento es aborto totalmente inseguro. Este

es el que tiene las grandes complicaciones de morbilidad y

mortalidad. Si se los compara con los países que tienen

legislaciones menos restrictivas, se ve que prácticamente

este aborto en condiciones sumamente inseguras no existe.

Ahora veamos muerte por aborto, porque existe una

relación directamente proporcional entre la calidad y la

seguridad garantizada del aborto y las muertes. Podemos ver

de nuevo que –cada punto representa un país-, en general

uno puede ver una cierta tendencia a que los países que

tienen leyes menos restrictivas o no tienen restricción,

prácticamente no tengan mortalidad por aborto respecto a

los países que tienen restricciones o el aborto está

prohibido.

¿Qué ocurrió con el número de abortos en países

en donde dicha práctica se despenalizó? Acá ustedes pueden

ver en la tasa de aborto que cada mil mujeres de entre 15 y

44 años, en general en los países del norte, los países

desarrollados, la tasa de aborto cayó entre 1992 y 2014.

Prácticamente, no se modificó en el mismo período en los

países en desarrollo, que tienen leyes restrictivas para la

aplicación del aborto.

¿Qué pasó en algunos países? Acá pueden ver

algunos ejemplos de la década del 70, cuando se despenalizó

el aborto en Francia, o cuando se legalizó el aborto en

Italia o en Rumania, donde primero era legal, luego se

aplicaron leyes restrictivas a fines de los 80 y después se

despenalizó.

Observen cómo existe una relación clara entre la

despenalización y el número de abortos. Por supuesto que

muchas veces en los países que despenalizan se observa una

curva inicial ascendente, que tiene que ver con que se

comienza a registrar una condición que antes no se

registraba por los temores que mencioné. Esto pasa con las

hospitalizaciones y sobre todo con las muertes, que como

ustedes pudieron ver también pasa.

Esto es España, pero en general se observa la

misma tendencia en donde se aplicó la despenalización.

Finalmente, quiero comentarles lo que estamos

haciendo nosotros desde el Ministerio de Salud, porque

nuestra función acá –esto lo mencioné al principio del

debate y lo charlé con muchos diputados- es promover el

debate, porque es un debate que hace bien a la sociedad y

pone un tema de salud pública en la agenda, y eso es muy

importante.

El segundo punto es tratar de garantizar todos

los programas de prevención del aborto, que implican

educación, anticoncepción, y el cumplimiento del protocolo

de actuación en los casos en los que el Código Penal

exceptúa de penas al aborto.

Las acciones realizadas por el Ministerio de

Salud en todo este tiempo y las que estamos haciendo ahora,

tienen que ver con información, acceso a métodos

anticonceptivos, prevención del embarazo no intencional en

la adolescencia, acceso a interrupción legal del embarazo

según las causales, anticoncepción inmediata postevento

obstétrico. Esto es muy importante justamente porque lo que

hay que lograr es que las mujeres que tienen un aborto en

condiciones, o sea, donde hoy existen causales para poder

hacerlo legalmente, tienen que ser educadas y deben recibir

anticoncepción inmediata para que esto no se repita.

Asimismo, todo lo que tiene que ver con las

capacitaciones, tanto en educación sexual a las mujeres

usuarias como a los equipos de salud, sobre todo para la

prevención y la educación en la interrupción legal del

embarazo.

Estamos largando el Plan Nacional de Prevención y

Reducción del Embarazo no Intencional en la Adolescencia.

Esta es una de las principales estrategias para la

prevención del aborto en una población extremadamente

vulnerable, como la adolescente, que tiene cuatro

objetivos. Uno de los cuales, el cuarto, es tratar de

reforzar la aplicación del protocolo de interrupción legal

del embarazo cuando las circunstancias así lo dicen en la

normativa vigente.

Si vemos el estatus de las provincias, pueden ver

qué es lo que está pasando, porque ha habido un fuerte

debate con el caso de Salta y de Mendoza, cuál es el

estatus de las provincias hoy, en relación con la

adherencia del protocolo de actuación en la interrupción

legal del embarazo.

Diez provincias adhieren al protocolo nacional,

seis tienen protocolos propios, cuatro no se han adherido

al protocolo nacional pero lo utilizan y cuatro no tienen

protocolo ni se han adherido al nacional.

Nosotros justamente hoy y mañana estaremos

trabajando con los ministros en el Consejo Federal de

Salud, con los ministros de Salud de las provincias. Uno de

los temas que abordaremos es cómo reforzar y armonizar los

protocolos de actuación de la interrupción legal del

embarazo en los casos exceptuados por la normativa vigente.

En conclusión, el aborto existe, y es algo que no

podemos soslayar. Más allá de todos los dilemas éticos,

científicos, morales, económicos y espirituales, el aborto

existe y es un problema que tenemos que abordar. Ustedes

tienen que decidir porque son quienes tomarán las

decisiones y me dirán a mí, como organismo de aplicación,

qué debo hacer, qué debo garantizar y qué debo reforzar.

El aborto es un problema de salud pública porque

produce muertes y morbilidad evitable en la población joven

y sana. Es un problema de equidad de género, porque solo

afecta a las mujeres y a los adolescentes, y sus

complicaciones afectan -sobre todo y fundamentalmente- a

las mujeres pobres. Los países con marcos legales

restrictivos no han visto una reducción del número de

abortos sino un aumento de la proporción de abortos

inseguros.

Finalmente, quiero decir que la evidencia es muy

robusta y sólida respecto del hecho de que la

despenalización del aborto reduce la mortalidad materna,

las complicaciones graves y el número de abortos totales.

En definitiva, volviendo un poco a lo que había

dicho al principio, me parece que tal vez lo más

importante, independientemente de cuál sea el desenlace –y

esto también lo he dicho-, es que algunas cosas quedarán

consagradas. Una de ellas es que este debate público

claramente ha promovido la visibilidad social y sanitaria

de este problema. Este es un enorme facilitador para que

tanto nosotros, desde el Ministerio de Salud de la Nación,

como los ministerios de Salud de las provincias y todos los

sectores sociales, podamos realmente comenzar a hablar

seriamente de educación sexual integral en las escuelas y

educar en la anticoncepción y en la procreación responsable

para poder prevenir definitivamente el aborto.

El aborto no es una solución para nadie sino un

fracaso, pero debemos actuar de alguna manera.

Muchísimas gracias. (Aplausos.)

-Rodean y felicitan al orador.

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Le agradecemos mucho su

exposición al señor ministro. Realmente ha sido un enorme

aporte para este debate, ya que ha brindado muchísima

información.

Si bien todos nosotros hemos tenido el enorme

placer de escucharlo aquí, el PowerPoint que acaba de

presentar lo distribuiremos y quedará a disposición de

todos los diputados. Creo que es una fuente de información

fundamental para la toma de decisión que tendremos que

realizar en estos próximos quince o veinte días.

A continuación, tiene la palabra María de la Paz

Rodríguez Coronel, acompañante terapéutica, asistente

geriátrica, maestra integradora y psicóloga social.

Sra. Rodríguez Coronel.- Buenos días. Soy María de la Paz.

Muchas gracias por recibirme en este recinto para debatir

sobre el proyecto de eliminación de los niños por nacer. Se

trata de un proyecto de muerte para los niños no deseados o

gestados en violación.

Soy hija adoptiva y he sido engendrada durante

una violación. Soy una privilegiada de la vida porque tuve

dos madres, una me dio la vida y otra, su vida. Siendo un

bebé no deseado, pude disfrutar de una vida plena. Estoy

casada y tengo dos hijas. Pude estudiar. Me han dado la

oportunidad de vivir. Mi madre eligió la vida.

Soy testigo viviente, prueba irrefutable de que

el amor sana heridas hasta del peor dolor. El aborto no es

una solución.

En caso de violación, se puede dar en adopción al

bebé. No es necesario abortar.

Humildemente les quiero preguntar a los señores

diputados cómo eliminarían a estos niños que consideran

como inferiores a los seres humanos y no merecen nacer por

ser fruto de una violación. ¿Deberían eliminarlos en las

primeras semanas de gestación, cuando la madre se hace el

Evatest y el corazón está latiendo, destruyendo su pequeño

corazón? ¿La tortura debiera ser más adelante, arrancando

al bebé en pedazos? ¿O cuando ya es viable, es decir, un

esclavo preso de los designios de cualquiera? Otra opción

sería matarlo con una solución salina, quemarlo por fuera y

por dentro.

Los proyectos no disponen un plazo. La última

oportunidad sería cortar la médula como para que el niño

naciera de piernas y después sacar la cabeza.

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Disculpame un segundo, María

de la Paz.

Entiendo que estamos en la última jornada, pero

les pido que, por favor, respetemos a la expositora.

Hagan silencio. Muchísimas gracias a todos.

Continuá, por favor, María de la Paz.

Sra. Rodríguez Coronel.- Con todo respeto me dirijo a

ustedes. Estamos debatiendo si un ser humano debe vivir o

no, si los niños no deseados deben ser exterminados,

dejando a las madres completamente desamparadas.

¿Por qué no les dan a los chicos la oportunidad

de nacer? Por favor, generen políticas para que los

trámites de adopción no sean tan burocráticos.

Soy felizmente adoptada. Invito en este mismo

ámbito a que algún legislador presente me explique por qué

yo tendría que haber muerto por ser producto de una

violación, dado que fui un bebé no deseado. ¿Cuál es el

crimen tan terrible que cometí por haber nacido, por haber

sido engendrada, ser el fruto de un delito tan aberrante

como es una violación?

Muchos niños no tienen la libertad de elegir, los

condenan por completo por un crimen que no cometieron, sin

juicio de por medio.

Por supuesto, si me hubiesen dado a elegir,

hubiese preferido ser concebida con amor y que mi mamá no

pasara por semejante atrocidad, pero estoy acá, vivo y nací

bajo esas circunstancias. Existo, elijo la vida, puedo

amar, no soy una abominación de la naturaleza. Soy una

persona desde el momento en que me concibieron, no importa

cómo.

Una vida vale. Mi vida vale, la de ustedes,

todas. El 4 por ciento votó plataformas proaborto y que

este debate y todos los proyectos de aborto significan

traicionar la voluntad del pueblo. De ser aprobado este

proyecto, será el Estado el que cubrirá los gastos de esta

ejecución de bebitos inocentes.

Honorables diputados, quienes fueron elegidos por

votación popular para que representen al pueblo frente al

gobierno, les quiero preguntar si seremos un país que

elimina a sus hijos más débiles o seremos un país que los

proteja. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Gabriela

Diker, rectora de la Universidad Nacional de General

Sarmiento.

Sra. Diker.- Soy la rectora de la Universidad Nacional de

General Sarmiento. Vengo aquí representando la posición

institucional de mi Universidad, que desde hace muchos años

viene apoyando la Campaña Nacional por el Aborto Seguro,

Legal y Gratuito y que, en ocasión de la apertura de este

debate, aprobó por unanimidad en su máximo órgano de

gobierno un pronunciamiento en apoyo a la legalización.

Es este el último día de las audiencias y luego

de haber escuchado a las más de 700 personas que expusieron

en este recinto, es evidente que no quedan muchos más

argumentos que añadir.

Se han expuesto aquí perspectivas médicas,

jurídicas, pedagógicas, religiosas, filosóficas, políticas

y testimonios personales de todo tipo, que tenían la misión

de sostener posiciones a favor o en contra de los proyectos

de despenalización y legalización del aborto.

Sin embargo, y a pesar de lo que se esperaba que

ocurriera aquí, me temo que hemos estado la mayor parte del

tiempo ofreciendo argumentos sobre asuntos distintos, a

favor o en contra de cosas distintas. Mientras que de un

lado se ha argumentado a favor de la legalización del

aborto seguro, legal y gratuito, del otro se ha argumentado

más en contra del aborto que a favor de su penalización. La

cuestión no es menor. Lo que está en discusión aquí no es

si estamos a favor o en contra del aborto, sino la Justicia

y la eficacia de la legislación que lo regula, la

legalización o la criminalización.

No se ha escuchado a lo largo de estos días, de

parte de quienes defendemos la legalización, un solo

argumento a favor de la práctica del aborto. No vinimos

aquí a decir que queremos abortar. Vinimos a decir que de

tener que hacerlo, queremos que sea de forma legal, segura

y gratuita.

Se ha repetido una y otra vez que no defendemos

el aborto sino el derecho de todas las personas gestantes a

decidir voluntaria y autónomamente la interrupción de un

embarazo. Del otro lado, sin embargo, y con excepción

quizás de quienes han desarrollado argumentos de base

jurídica, la mayor parte de las exposiciones se han

pronunciado, lisa y llanamente, en contra del aborto, sin

hacer consideraciones serias sobre los efectos o

consecuencias de su penalización.

Realizar un balance de todo lo que se dijo hasta

aquí será difícil, básicamente, porque los argumentos que

se sostuvieron aquí no se han referido, al menos buena

parte de ellos, al mismo asunto. Unos se pronunciaron a

favor de la legalización y otros, en contra del aborto.

El límite claro es muy delgado y es comprensible

que se haya producido este deslizamiento, especialmente

para aquellos que, en relación con este tema, ven afectadas

sus convicciones religiosas o morales más personales y no

tienen, además, ninguna responsabilidad legislativa.

Sin embargo, asumo que las diputadas y los

diputados saben que las buenas leyes son aquellas que

producen efectos, las que son eficaces para regular las

prácticas objeto de esa ley. Si es así, entonces

compartirán conmigo que pronunciarse en contra del aborto

tiene sentido y es legítimo en cuanto a las convicciones

personales, pero no tiene ningún sentido legislativo dado

que es una posición que no puede traducirse en ninguna ley

eficaz para evitarlo o disminuirlo.

La penalización claramente no lo es. Al respecto,

ya ha sido ampliamente demostrado que la penalización no

evita que aun poniendo en riesgo la propia vida y a pesar

de la clandestinidad, las mujeres abortemos. Asimismo, son

los países que cuentan con legislación que garantiza aborto

seguro, legal y gratuito los que terminan disminuyendo esta

práctica.

El balance de lo dicho hasta aquí, muy

especialmente la deliberación y el debate que sostendrán

ustedes en la Comisión y luego en la sesión plenaria, solo

debería considerar argumentos sobre el rol de la Justicia y

eficacia de la legalización o penalización del aborto. Esto

es lo que está en discusión. No si se está a favor o en

contra del aborto. Como ya dijimos, en 700 exposiciones no

hubo una sola que se pronunciara a favor del aborto, pero

sí hubo muchísimas que se pronunciaron en contra. Propongo

aquí que ninguna de estas últimas sea considerada en el

balance que realicen los diputados y diputadas, básicamente

porque se trata de un posicionamiento irrelevante en

relación con lo que se está debatiendo.

Propongo que no se consideren los argumentos

contrafácticos del tipo: “Si mi madre hubiera interrumpido

su embarazo y el Estado la hubiera autorizado, no hubiese

sido niño, adolescente, padre o abuelo”.

Propongo que no se consideren los argumentos

basados en tesis conspirativas sin ningún sustento fáctico,

que se han escuchado aquí, tales como: “El debate es

impuesto por poderosos de naciones lejanas que quieren

imponernos el aborto para que así seamos menos y quedarse

con nuestros recursos naturales”; que “Con los niños

abortados se hacen experimentos y cosméticos”, o que

“Existe una agenda mundial que se quiere imponer y que da

letra sobre cómo matar argentinos”.

Les propongo que en el balance que vayan a hacer

a partir de hoy, no consideren los argumentos

pseudodemográficos, como aquel que se pregunta si un país

despoblado como el nuestro necesita una política que

elimine a nuestra población y que tenga que ser pagado por

nuestros propios impuestos, o como aquel que afirmó que

aparece en el debate la promoción del crimen del aborto que

funcionará, quieran o no los legisladores, como un sistema

de control demográfico en un país subpoblado.

También, propongo que no se consideren las

expresiones desmesuradas, irrespetuosas y poco serias que

se utilizaron aquí para calificar el aborto, tales como

“desaparición forzada de personas”, “tortura”, “mutilación”

o “esclavitud”; solo debería hablarse de aborto o de

interrupción voluntaria del embarazo.

Propongo que no se consideren comparaciones

inaceptables que han bastardeado tanto lo que estamos

discutiendo aquí como episodios tráficos de la historia,

como aquel que señaló que “el aborto es la peor tragedia

que hemos vivido en el siglo XX”, sin considerar –imagino

yo- la Primera y la Segunda Guerra Mundial, donde murieron

setenta millones de personas.

Propongo que no se consideren los argumentos que

le atribuyen forzadamente al embrión los mismos atributos

que a un ser humano nacido, como el que propuso hacer un

documento “pequeñito” para el embrión.

Principalmente, propongo que no se consideren las

referencias celebratorias de la maternidad de niñas que se

encuentran en situaciones escandalosas de vulneración de

derechos y que han sido expuestas aquí, incluso con su

foto, vulnerando en el Congreso de la Nación otro de sus

derechos. (Aplausos.)

Esas maternidades solo se celebran porque son de

niñas pobres. No debemos olvidar que como argumento en

contra del aborto, aquí, en el Congreso de la Nación, se

dijo que el embarazo le salvó la vida a una niña de 11 años

abusada por su padrastro, porque con eso frenó el abuso.

Propongo que no se considere ninguno de estos

argumentos, no solo porque son desmesurados, falaces,

ficcionales o absurdos, sino particularmente porque no son

pertinentes con la tarea legislativa que tienen por

delante.

Señoras diputadas, señores diputados: está claro

que la complejidad de este debate no radica en la letra de

la ley. Este es un debate complejo porque trata de la

sexualidad y la autodeterminación de las mujeres, porque

nos corre del lugar que el patriarcado nos reserva, porque

avanza en igualar nuestros derechos.

En la última audiencia se dijo que había que

pedirle al Estado cuidado, consuelo, protección y amor. Las

que defendemos la legalización no queremos que el Estado

nos proteja, queremos que el Estado proteja y garantice

nuestros derechos y haga justicia. No queremos ser

tuteladas, no queremos que hablen en nombre nuestro; lo que

queremos, lo que les pedimos como representantes del

pueblo, es que vuelvan propias nuestras necesidades y las

conviertan en ley. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Diocles

Alfredo Revidatti, coordinador de políticas sanitarias del

Ministerio de Salud de la provincia de Corrientes y

profesor titular de la cátedra de Bioética de la Facultad

de Medicina de la Universidad Nacional del Nordeste.

Sr Revidatti.- El señor diputado me presentó, soy médico

nefrólogo, hace un mes dejé de ser director ejecutivo del

Hospital Escuela, un hospital universitario que tenemos en

Corrientes y pasé a tener funciones en el Ministerio de

Salud de mi provincia. Además soy jefe de la cátedra de

Bioética, como muy bien se dijo.

Vengo a contarles cómo vivimos esto en nuestra

provincia. Corrientes es una provincia que se ha declarado

provida en el año 2011 por el Ejecutivo y por el

Legislativo. Contamos con un médico en Corrientes que fue

el iniciador del día del niño por nacer, que se celebra el

25 de marzo en Argentina. Esta iniciativa se fue duplicando

en varios países y ahora existe en varios lugares.

En este hospital -que les cuento- llegamos a

tener 500 accidentes por mes, accidentes de tránsito en

adolescentes. Esta situación es muy común, es la más

frecuente, y se ha convertido en la mayor causa de

mortalidad en nuestra provincia.

El problema que tenemos con la mujer es el

siguiente: si en el país en 2004, hubo 295 muertes maternas

por todas las causas, estamos hablando desde el comienzo

del embarazo hasta 45 días del puerperio, 23 fueron en

Corrientes. En 2008, fueron 12, cuando había 296 en todo el

país, cada 10.000 nacidos vivos. En 2014, 290; en 2016

fueron 245 muertes maternas, con ocho muertes en la

provincia, cuando habíamos tenido 19.715 nacidos vivos. De

éstos, solamente ocho mujeres fallecieron y ninguna fue por

causa de aborto provocado.

Corrientes es una provincia chica, nos conocemos,

tenemos dos hospitales que son grandes y que poseen

maternidades. El último fallecimiento por aborto séptico

fue en 2012. Hemos tenido una chica que, en 2015, se hizo

el aborto séptico y no falleció, y otra en 2016. No hemos

tenido más causas. La mayor causa de muerte en adolescentes

y en adultos mayores en Corrientes, en este momento, es el

accidente de tránsito.

Tengo 57 años y ya hace bastantes años que

estamos con estos temas. Antes, cuando se hablaba del tema

del aborto recuerdo que se planteaba si era bebé o no lo

era, o si la vida comenzaba o no en el momento de la

concepción. Eso después se fue cambiando y ahora las

personas que están a favor del aborto, eso no lo plantean.

Se plantean estas cuestiones de cuatrocientos mil abortos,

que en realidad no son tan ciertos.

Entonces, si nos ponemos a ver cifras, la OMS en

un trabajo que ellos tomaron como propios de la Universidad

de Southampton en Inglaterra, entre el 4 y 13 por ciento de

los abortos clandestinos terminan con muerte materna. Si

hubiera 400.000 abortos en la Argentina por año, nosotros

tendríamos que registrar en este número que dice

“mortalidad materna”: 6.500 muertes maternas exclusivamente

por aborto séptico.

Hoy se hizo mención a todas las causas de aborto,

no solamente al aborto provocado. En esta cifra que da el

Ministerio de Salud de la Nación no están discriminados los

que son provocados de los que son por algún tipo de

patología. Estos 8 que yo les puse, de 2016, no están

discriminados. Nosotros los conocemos porque Maternidad e

Infancia va y los busca.

Lo que sí es una realidad es que hay abortos

provocados por la pastilla, por el misoprostol, y hay que

trabajar en base a eso. Pero si nosotros, cuando estudiamos

Medicina leímos en primer año, en un libro conocido por los

médicos, que la vida comienza con la concepción y muchos de

los grandes centros de investigación celular plantean que

la vida comienza en ese momento. cuando existe el

nacimiento en la concepción de un bebé no solo tenemos el

problema de la madre, sino también tenemos el problema del

bebé. No existe un solo problema, existen dos.

Les cuento algo: la última clase que tuve de

Bioética fue el martes con los alumnos, tengo 400 alumnos

en esa aula y me senté con ellos a hablar sobre este punto

y preguntarles porque me cuesta entender que no se pueda

hablar de las dos vidas. Es como que hubiera una negación a

plantearnos de que tenemos el problema de la mujer. La

mujer sufre una gran violencia en este momento.

En estos cinco años que estuve como director, han

muerto en mi hospital, seis mujeres por violencia familiar

y otras muchas más que han ingresado.

El protocolo que existe en el hospital escuela de

Corrientes es que cuando viene una mujer con sospecha de

haber sido golpeada se llama a los directores, y nos

hacemos personalmente cargo de este tipo de cuestiones.

Sabemos lo que significa la violencia en la mujer. Pero me

da la impresión de que se plantea el tema del aborto como

una respuesta y ese darle la posibilidad del aborto a la

mujer termina siendo otra forma de violentarla.

El varón no existe en ningún proyecto de ley. El

varón es el causante, junto con la mujer, de que quede

embarazada. ¿Por qué no se puede hacer un proyecto de ley

donde se incluya la defensa de la mujer y la defensa del

bebé, pero también plantear la responsabilidad que tiene el

hombre, de la misma forma que cuando se produce un divorcio

la jueza le llama al marido para que venga?

Les quiero dejar un mensaje, un nuevo paradigma,

la frase que ya conocemos con respecto a plantear

anticonceptivos y/o plantearnos la posibilidad del aborto.

Educar en valores para saber discernir, acompañarla en el

embarazo para que nazca, y para que nazca por amor.

(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la

licenciada Ada Galfré, diputada por la provincia de Jujuy,

mandato cumplido. Licenciada en Trabajo Social y promotora

de la ley de Salud Sexual y Reproductiva de la provincia de

Jujuy.

Sra. Galfré.- Buenos días a hombres y mujeres aquí

presentes. Me siento honrada de poder estar en este debate

histórico. Vengo a compartir con ustedes toda una

trayectoria con respecto a los derechos sexuales y

reproductivos dados en la provincia de Jujuy.

En el año 1995, en la provincia de Jujuy

discutíamos la ley 5.033, de Salud Sexual y Reproductiva,

que fuera vetada a pedido de la Iglesia Católica por

considerarla antiética e inmoral.

Claramente nos centramos en la insistencia, con

el fundamento puesto en los derechos sexuales y

reproductivos y en situaciones de desigualdad frente a un

embarazo no deseado que ponía en riesgo a las mujeres más

pobres.

Todo ese accionar, además, permitía continuar

descorriendo los velos que la sociedad patriarcal y

católica ponían para ocultar un problema grave y presente:

las mujeres utilizaban tallos de perejil y agujas de tejer

para interrumpir el embarazo, o viajaban a Bolivia en el

día para practicarse un aborto clandestino y a bajo costo.

Todo esto, en la mayoría de los casos, con las

consecuencias esperables para su salud: hemorragias,

infecciones, incluso a algunas debían extirparles el útero

para poder salvar sus vidas.

Visité la sala de ginecología, donde de

veintitrés camas, veinte estaban ocupadas por mujeres con

abortos complicados. En ese mismo hospital principal se

registraban más de 1.800 casos anuales, de los cuales se

tomaba conocimiento por el ingreso hospitalario debido a

las complicaciones.

Además de las desigualdades de género, donde la

vulnerabilidad y el riesgo lo sufrían las mujeres en su

cuerpo y en soledad, también las mismas mujeres tenían

desigualdad de trato frente a una misma situación en razón

de su condición socioeconómica. Las mujeres con recursos

económicos podían acceder a abortos seguros, en silencio y

sin que nadie se enterara, mientras que las mujeres sin

recursos económicos solo accedían a abortos inseguros, con

riesgo de muerte y condena social.

La prensa constituyó un elemento de ayuda muy

importante, y así, a pesar de ser tratadas de inmorales,

logramos silenciar las voces opositoras, y en 1999 se

sancionó por unanimidad la ley 5.133 -en el medio hubo cien

leyes- de Paternidad y Maternidad Responsable y Prevención

de ETS. Cambió el título, no el contenido.

Los índices de muertes maternas en nuestra

provincia fueron oscilando. Algunos años fueron menores, se

llegó a un pico extremo en 2015, cuando hubo un 30 por

ciento de muertes por aborto, y actualmente hay una

disminución equivalente a la media nacional.

Se aplica el protocolo de ILE, no sin que en

algunos casos se deban sortear los impedimentos de los

objetores de conciencia. Sin embargo, todo ello no quita

que se sigan practicando abortos inseguros, tanto en mi

provincia como en el resto del país, donde las mujeres

viven situaciones de riesgo obviamente en un contexto de

ilegalidad.

Estoy aquí para expresar que el derecho al aborto

es una demanda de justicia en una democracia laica.

Es esencialmente una cuestión de derechos humanos

y salud pública, focalizada en las libertades básicas.

Legalizar el aborto implica sostener el principio

de pluralismo, de libertad de pensamiento en nuestra

sociedad.

Describir el inicio de la vida humana en la

fecundación es una narrativa simbólica sobre el sentido de

la existencia, pero no es un hecho biológico e irrefutable.

En este caso sería el equivalente a sostener hoy, a 42 años

del proceso militar genocida, la teoría de los dos

demonios, cuando justamente estamos aquí en el ámbito

parlamentario -expresión tácita del sistema democrático-

para informarnos, para debatir y para solicitarles a los

señores y señoras diputadas que legislen pensando en el

derecho a la libertad de decidir, a la autonomía de la

voluntad, a la dignidad humana, a los derechos humanos

reproductivos y al derecho a la salud. Ello se fundamenta

en los siguientes puntos:

La decisión de tener un hijo es y debe ser

personal y no puede estar relegada a la decisión de otros.

La maternidad forzada, a nivel mundial, está

siendo investigada como un delito de tortura.

La pertenencia a una clase social no es

indicadora de mayor o menor cantidad de abortos, pero sí de

abortos más o menos seguros.

Todos tenemos que aceptar que la mujer, con ley o

sin ella, va a abortar si es esa su decisión.

Estar a favor de la legalización del aborto no

quiere decir que no se esté a favor de la vida, sino que se

reconoce una realidad y el derecho de la mujer a decidir

sobre su cuerpo, en las mismas condiciones y posibilidades.

La posición religiosa o ideológica no puede

interferir en el derecho humano de decidir en qué momento

se quiere tener un hijo.

Tengan en cuenta que la clandestinidad del aborto

afecta la dignidad de las mujeres. Consideren que la

posición ética es respetar el derecho de una mujer al

aborto seguro.

Tal como lo señala Simone de Beauvoir, “Estamos

condenados a ser libres”, porque no hay para el ser humano

otra manera de justificar su existencia que el quererse

libre. Por eso, si bien hoy cumplo una función pública,

estoy acá en mi condición de mujer feminista, madre y

abuela, insistiendo en la necesidad de la urgente sanción

de la ley de aborto legal, seguro y gratuito.

Para finalizar, quiero pedir a quienes tienen

dudas, porque las condiciones del patriarcado los invaden,

que piensen y reflexionen sobre lo que escribió Eduardo

Galeano: “Si Eva hubiera escrito el Génesis, ¿cómo sería la

primera noche de amor del género humano? Eva hubiera

empezado por aclarar que ella no nació de ninguna costilla,

ni conoció a ninguna serpiente, ni ofreció manzanas a

nadie, y que Dios nunca le dijo que parirás con dolor y tu

marido te dominará. Que todas esas historias son puras

mentiras que Adán contó a la prensa”.

Muchas gracias. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Muchas gracias, ministra.

Tiene la palabra Claudia Donalizio de Becerra,

docente de nivel secundario y terciario en instituciones

públicas y privadas de la ciudad de Orán, instructora en

métodos de planificación familiar.

Sra. Donalizio de Becerra.- Buenas tardes a todos. Es un

gusto y un honor para mí estar hoy aquí.

Soy Claudia Donalizio de Becerra. Hace 32 años

que vivo en Orán, en el norte de la provincia de Salta,

zona del chaco salteño, vecina de Bolivia, donde convivimos

con muchas personas pertenecientes a pueblos originarios.

Sin duda, es una zona de pobreza y mucha marginación.

Allí ejerzo mi profesión docente; comparto

alegrías, preocupaciones y sufrimientos con mi familia y la

sociedad. Trabajo en un colegio secundario al que concurren

muchos jóvenes de escasos recursos materiales con distintas

carencias de salud, educación y afecto. Sin embargo, en

estos años he visto cómo muchas chicas y chicos, aun

adolescentes, más allá del primer impacto, se ponen felices

ante un embarazo -la mayor parte de las veces no

planificados- y defienden esa vida que viene, aun a costa

de contrariar a veces a sus mayores.

La vida se valora y se cuida. Muchas jovencitas

manifiestan que ese niño es lo único que les pertenece de

verdad y arriesgan todo por tenerlo. Saben que ese hijo

puede representar la compañía y el seguro de vejez en el

futuro.

Muchas veces, como instructora en fertilidad

femenina, me ha tocado instruir a mujeres con dificultades

para embarazarse y pude compartir con ellas la enorme

alegría de ver engendrarse el bebé que con tantas ansias

esperaban en su hogar.

Si tanto queremos una sociedad donde las minorías

recuperen sus derechos, si queremos apoyar y ayudar a

tantas mujeres en situación de vulnerabilidad, no podemos

cometer la torpeza de legislar vulnerando un derecho

fundamental como es el derecho a la vida para otorgarle un

derecho a la mujer. Qué pena que a veces seamos tan

reduccionistas en algo que es tan esencial, porque eliminar

los obstáculos que nos preocupan e incomodan no siempre es

la única ni la mejor salida; menos aún, la más justa.

A veces, quisiéramos eliminar a todos los que

tienen mal carácter y nos hacen sufrir porque pensamos así

que estaríamos más tranquilos, pero no podemos. Algunos

tienen ideas absurdas, contrarias totalmente a las

nuestras. Desearíamos borrarlos de nuestra existencia para

que dejen de difundir ideologías injustas y tendenciosas,

pero reconocemos que no podemos.

El niño que fue gestado como resultado de una

violación representa una situación grave y desesperante.

Surge casi espontáneo el deseo de eliminarlo, como si de

ese modo se borrara la violencia por la que se pasó, pero

no podemos.

Asimismo, esa otra vida que aparece en un momento

inoportuno, inesperado, como cuando los padres son

adolescentes, o ya tienen varios hijos, o está en juego el

trabajo o porque, simplemente, había otros planes. Ese niño

perturba, incomoda y complica la existencia. Así, es

comprensible que brote el deseo de destruirlo, pero

simplemente no podemos porque es un ser humano

biológicamente distinto del óvulo y del espermatozoide. Ya

está vivo y está creciendo.

No es eliminando a otros como maduramos como

personas y como país. Por el contrario, es integrando a

niños desnutridos y madres, que a veces carecen de lo más

mínimo, con políticas de salud, de trabajo y de educación

sexual integral. Políticas que nos permitan ver que las

personas, especialmente los niños y adolescentes, que

necesitan escuchar otras voces -no las de la pornografía o

el erotismo incesante al que están sometidos, como tampoco

las del alcohol, las drogas o el uso de anticonceptivos,

muchos de los cuales son abortivos por el modo en que

funcionan- cuenten con herramientas para construir

relaciones sanas, plenas y en donde la sexualidad se viva

en forma integral, con lo físico, lo espiritual y lo

racional, en el marco del amor de una familia, que tantas y

tantas veces exige renuncias y sacrificios, respetos y

responsabilidades compartidas entre el varón y la mujer.

Cuando llegamos recién casados a Orán, con mi

esposo deseábamos tener hijos. No pudimos tenerlos. Fue un

golpe muy duro para nosotros, que teníamos 23 y 25 años,

pero la vida nos regaló la dicha de adoptar a nuestros

hijos: Gabriel, hoy de 31 años, y Luz María, de 28.

Gracias a nuestro esfuerzo y al de ellos, ambos

han podido estudiar. Cada día que pasa no me acuerdo que no

han estado en mi útero. Yo no los engendré, pero sí estoy

profundamente agradecida a esas dos mujeres, que no conozco

ni sé si alguna vez las conoceré, pero que han tenido la

valentía de parir a esos hijos, a pesar de la difícil

circunstancia en la que seguramente se encontraban, quizás

con algún hombre que no se jugó por ellas.

Públicamente, en este lugar en el que es un honor

estar, agradezco profundamente el sí a la vida que han dado

estas dos mujeres y también nuestro sí para poder recibir a

esos niños, que hoy son nuestros hijos.

La vida es generosa. No temamos apoyar a estos

bebés que merecen la oportunidad de vivir.

Señores diputados: aunque parezca algo menor,

quiero decirles que Dios los ama, más allá de todas las

decisiones que toman. A veces nos olvidamos de eso. En

nombre de todas las mamás adoptivas, muchas gracias a estas

mujeres que le han dicho sí a la vida. Algún día, mis hijos

tal vez las quieran conocer, eso dependerá de ellos. Nunca

les hemos dicho mentiras. En algún momento, cuando se les

ocurra buscarlas, tal vez hasta las puedan ayudar o

entender.

Digamos siempre sí a las dos vidas. Hay mucho

para trabajar. El trabajo de la prevención es mucho más

arduo que poder hacer una ley, porque implica trabajo

constante y continuo, pero creo que es lo que todos

queremos para este país para que sea mejor y más grande.

(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Soledad

Sosa, secretaria adjunta del CTA de Mendoza, trabajadora

judicial, diputada nacional mandato cumplido por Mendoza

por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, Partido

Obrero.

Sra. Sosa.- En primer lugar, quiero saludar al poderoso

movimiento de mujeres de la Argentina que ha logrado

instalar en el Congreso el debate sobre la legalización y

despenalización del aborto en términos populares, que se ha

visto no solo por la cantidad de disertantes que han

concurrido, sino también en la capacidad de instalar un

debate que ha calado profundamente en la sociedad, en los

lugares de trabajo, de estudio, en las casas.

Hoy se está cuestionando e incorporando un debate

que tiene que ver con cómo nos planteamos relacionarnos en

esta sociedad y cuál es el lugar y el trato que se le da a

la mujer.

Creo que esto lo ha ganado la movilización

independiente de las mujeres que lucha por Ni Una Menos.

Asimismo, también ha establecido las responsabilidades del

Estado y lo vimos hace unos minutos con el informe del

Ministro de Salud de la Nación, un logro realmente

importante porque son cifras que marcan una realidad que

desde hace décadas el movimiento de mujeres ha venido

poniendo en debate y reclamando, a fin de que el Estado

ponga, claro sobre oscuro, las cifras reales. Dichas

cifras, incluso, refieren solo a la mitad de los casos

porque hablan del 50 por ciento del sistema de salud

público.

No hay que comprar espejitos de colores: esto lo

han ganado las mujeres luchando.

Por supuesto, en este debate también han

participado los agentes del clericalismo. Hay que

definirlos así. Son quienes han venido a argumentar en

contra de la vida de las mujeres y de la autonomía de su

sexualidad frente a un régimen de opresión, el mismo que

condena a las mujeres a la pobreza y a las trabajadoras,

las niñas y las adolescentes a la precarización de la vida

en todos sus ámbitos. El atraso, la pobreza y el

oscurantismo medieval están sometiendo a niñas de 11 años

que están embarazadas producto de violación, como es el

caso escandaloso de Mendoza.

Al respecto, quiero decirle al gobernador de

Mendoza –mi provincia-, Alfredo Cornejo, que tiene ahora la

oportunidad de adherir y aplicar en este caso el Protocolo

de Aborto No Punible para preservar la integridad física de

esta niña, víctima de una violación, y también para

garantizar el desarrollo pleno de su infancia.

Nosotros asociamos la lucha contra el ajuste y la

vuelta al FMI -que se plantea como una supuesta salida a la

brutal crisis económica que se está viviendo en este país-

con la lucha por los derechos de las mujeres y por la

legalización y despenalización del aborto.

Acá vemos que la Iglesia está reclamando y se

está postulando como una gran contenedora social y esto se

expresó en el Tedeum, donde estuve el presidente, y el

propio Mario Poli le dijo –extorsivamente- al gobierno que

las penurias populares deben transitarse con una buna dosis

de religión.

Basta de ceder ante la extorsión clerical porque

se suma a la histórica postración del Estado argentino ante

el Vaticano, un Estado que configura como un Estado

extranjero, una nueva postración a la vuelta del FMI.

La lucha contra la crisis económica que descarga

sobre la clase trabajadora tiene que ir unida a la lucha

por la legalización y despenalización del aborto.

Nuevamente lo digo, es criminal la combinación de la

pobreza sobre las mujeres y niñas con la falta de

reconocimiento de sus derechos sexuales y reproductivos,

con la falta de la educación sexual, integral, laica y

científica en los colegios. Bajo el régimen capitalista la

mujer sufre una doble opresión: como trabajadora y como

mujer. No se le garantiza ni el derecho al aborto ni el

derecho a la maternidad.

Las trabajadoras bajo convenio, es decir,

aquellas que tienen derechos laborales, que tienen la

posibilidad de sindicalizarse en este país en 2018, no

tienen reconocido aun el pago de su salario por el cuidado

de sus hijos. Están ausentes las famosas guarderías, que

contempla la ley de contrato de trabajo. No existe la

ampliación de la licencias por maternidad y paternidad; una

de las más bajas de nuestro continente es la de la

Argentina. La brecha salarial sigue creciendo entre hombres

y mujeres y lo va seguir haciendo mientras nos impongan

techos salariales, como los que hemos tenido este año del

15 por ciento.

Además, están aplicando doble presentismo, como

es el caso del ítem aula en Mendoza, a las trabajadoras de

la educación. Esta medida perjudica económicamente a las

mujeres por un rol social impuesto de cuidadoras de todo

aquel que se enferme en la familia. Esto es así, cualquiera

que se enferma la mujer trabajadora es la que la tiene que

cuidar.

Otro capítulo merece el ajuste que se está dando

en el sistema de salud pública: las trabas para acceder a

la anticoncepción gratuita, a la ligadura de trompas, y no

son solamente trabas económicas –de ajuste, de recorte, de

vaciamiento-, sino que también por la predominancia

clerical en los cargos jerárquicos de los hospitales.

Estamos viendo que muchas mujeres –y los

registramos en los barrios y en la asambleas del Polo

Obrero- están poniendo las denuncias ante la trabas para

acceder a las ligaduras de trompas o a los requisitos, en

muchos casos, para que las jóvenes adolescentes puedan

acceder al chip intradérmico; se les requiere que por lo

menos tengan un hijo. ¿Cómo es, entonces? Si el método

anticonceptivo busca justamente no ser madre, desde el

propio Estado le está exigiendo que al menos tenga un hijo.

Queremos a los objetores de conciencia lejos de

las mujeres y de las adolescentes. Cuando juré como

diputada nacional lo hice por el derecho al aborto legal y

por la emancipación de la mujer, y desde el Frente de

Izquierda hemos llevado esta lucha consecuentemente y hemos

colaborado en todo para que esto avance.

Nosotras, las socialistas, tenemos un

antecedente: hace cien años la revolución Rusa fue el

primer país que legalizó y despenalizó el aborto y lo hizo

incluso con un criterio de salud pública y hasta incluso

económico.

Creo que hoy estamos en este aspecto democrático

en una instancia y en una oportunidad para las mujeres y

para la sociedad entera mucho mejor, porque estamos

buscando que la mujer se libere de los mecanismos de

disciplinamiento del Estado y de la Iglesia, el respeto y

el reconocimiento a la autonomía de la sexualidad de las

mujeres. Hoy estamos en vísperas de un momento decisivo,

vamos con todo al 4 de junio por Ni Una Menos, porque el

Estado es responsable; nos vamos a preparar para el 13 de

junio en esa sesión donde entendemos que tiene que votarse

este proyecto de ley, y más que nunca, vamos contra el

ajuste y contra el pacto con el FMI.

Por todos los derechos de las mujeres

trabajadoras, queremos a la Iglesia fuera de los hospitales

y de las escuelas. Dijimos “basta” y no vamos a parar hasta

conseguir nuestros derechos, es así de sencillo.

Señoras legisladoras, señores legisladores:

atiendan el reclamo del Movimiento de Mujeres en la

Argentina que ha logrado esta instancia. Vamos por la

conquista del aborto legal, que sea ley, separación de la

Iglesia del Estado. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Horacio

Martínez, representante del Consejo Provincial de Pastores,

de la provincia de Misiones.

Sr. Martínez.- En la representación que me fuera anunciada

les agradezco esta oportunidad que nos dan para ser oídos.

Vengo de una provincia en donde más del 90 por

ciento se declara y asume religiosa, atravesada por

distintas corrientes migratorias que la tornan un auténtico

crisol, no solo de razas, sino también de culturas,

costumbres, tradiciones y religiones. En ese crisol la fe

evangélica ha dado sus frutos y hoy el pueblo evangélico

asciende a más del 20 por ciento de la población

provincial.

En esa multitud de creencias, la provincia de la

que provengo –Misiones-, desde siempre ha sido una

provincia inclusiva, tolerante, respetuosa de la opinión

ajena y en donde todos sus habitantes conviven en paz con

su prójimo, no nos interesa que ninguna voz y opinión quede

afuera de este debate; al contrario, queremos que todos

sean escuchados.

Misiones se sigue anunciando como esa “tierra sin

mal”, como la llamaban los pueblos originarios que la

habitaron y la siguen habitando. Sin embargo, es una

provincia con muchos problemas, que día a día son

enfrentados por distintos actores políticos y sociales. La

Iglesia Evangélica no les ha dado la espalda ni ha sido

ajena a estas situaciones: la discriminación de los pueblos

originarios, la violencia de género, las adicciones, el

trabajo infantil en áreas rurales, el analfabetismo, el

abandono o tráfico de menores, e incluso, aberrantes

situaciones de violación y de abuso sexual han sido

abordadas interdisciplinariamente por nuestra comunidad de

fe a lo largo de estas últimas décadas, con óptimos

resultados.

Por eso, desde ese contexto, entendemos que es

válida nuestra opinión, considerando la fe que

representamos y amparándonos en el artículo 16 de la

Constitución Nacional, en tratados internacionales y en

leyes que prohíben toda forma de discriminación, entre

ellas, en relación con las opiniones fundamentadas en

nuestra creencia.

Desde ese lugar, adelanto nuestra posición. Nos

oponemos categóricamente a la aprobación de una ley que,

disfrazada con un eufemismo en su enunciado, termina con la

vida de los indefensos.

La fe -lejos de ser una abstracción irracional-

es sencillamente asentir como veraz una proposición que se

nos formula. En ese sentido, el fundamento de nuestra fe es

la Biblia, con sus principios y valores que han

trascendido, idiomas, culturas, e incluso, el paso de los

siglos. Ella contiene la única metanarrativa que responde a

todas las necesidades del hombre y el propósito de Dios de

reconciliarse con él y dignificarlo en todos sus aspectos.

Rechazamos categóricamente toda

descontextualización que intenta reducir el valor de tales

principios, calificando a la Biblia de ser una fábula

misógina, esclavista, machista, sangrienta o caduca. Nada

más lejos de la realidad. Tal ha sido su valor y aporte que

así lo han entendido y destacado a la largo de la historia

de Occidente, personajes tan distintos entre sí y que han

influenciado en nuestra cultura, desde Goethe y Hegel,

hasta Tolstoi y Ricardo Rojas, entre muchos otros tantos.

Si bien es consecuente reconocer que en la

Argentina, la Biblia no tuvo una influencia decisiva en la

formación del pensamiento nacional, no menos cierto es que

sus valores han moldeado y permean nuestra legislación. El

propio preámbulo constitucional invoca a Dios como fuente

de toda razón y Justicia, ello no como una mera expresión

de deseos, sino como un fundamento para alcanzar esos fines

que allí se enumeran.

Nada más racional y más justo que principios

tales como la condena, la usura, la defensa de la propiedad

privada, la igualdad ante la ley, las libertades

individuales, el respeto a las autoridades, el resguardo de

la propiedad y la dignidad de las personas, el cuidado y la

atención de las personas en situación de vulnerabilidad, e

incluso, el debido proceso. Todos esos principios están

contenidos en la Biblia. Tratados internacionales y el

Código Civil, la Constitución Nacional, nuestra

Constitución Provincial, consideran a la persona por nacer

como sujeto de derecho y como tal es sujeto de protección,

al igual que la madre que lo contiene. Y la Biblia, por

supuesto, sobre todos esos valores jurídicos mencionados,

considera a la vida humana como el bien supremo que Dios

nos ha concedido.

El plexo normativo nacional y provincial es

consecuente con esos principios y valores consagrados por

las sagradas escrituras, que tienen mucho para decir y no

se pueden dejar de considerar al momento de legislar.

Creemos y asentimos que la vida comienza a partir

de la concepción misma. Cada vida, definitivamente, es un

milagro y no producto del azar.

Resaltamos que la Biblia nunca refiere a la vida

de un feto como a una mera actividad celular, sino que la

describe, con un lenguaje pictórico, como la actividad

personal de un Dios que diseña, forma, moldea y entrelaza

el feto en el vientre materno; por eso el aborto es una

violación al mandamiento de “no matarás”.

Consideramos que el aborto es un asalto a la vida

que está siendo formada por el mismo Dios en el vientre de

su madre. Sancionar una ley en los términos en los que está

redactado este proyecto, o de cualquier otro modo similar,

es una desobediencia al mandato de rescatar y proteger al

débil y al necesitado.

Consideramos que el aborto es una afrenta a la

autoridad divina que, como autora y dueña de la vida, es la

única que tiene el derecho de quitarla.

Este proyecto es un ataque a los valores y

principios ya mencionados, en un intento de redefinir lo

que es bueno o malo, lo que es justo o injusto. Se

tergiversa la verdad y se consagra una mentira, tal como lo

escribieron el profeta Isaías o el apóstol Pablo.

Señores legisladores: nosotros, los que amamos

los principios cristianos y sus enseñanzas, no podemos

quedar callados, ser pasivos. Asumimos que esta es una

cuestión conflictiva, pero nunca es tarde para reconocer

errores y desaciertos.

Como se ha dicho aquí, hemos fracasado en las

políticas de educación sexual, de salud reproductiva.

Debemos reconocer que hemos fracasado en legislar

adecuadamente en materia asistencial a fin de brindar una

protección integral a las madres en situación de

vulnerabilidad. Hemos fracasado en persuadir, en perseguir

y en castigar penalmente a violadores y a quienes hacen del

aborto clandestino un negocio, ignorando a las verdaderas

víctimas de tal masacre.

Hemos fracasado en reformular la legislación de

modo tal de agilizar los procesos de adopción para que las

familias que así lo desean reciban a los niños no queridos.

Estos trece artículos no van a traer la solución que se

espera.

Señores legisladores: Dios los puso en un lugar

de privilegio. Legislen conforme a derecho, legislen con un

criterio inclusivo, consideren por igual tanto al niño por

nacer como a sus madres y familias. Legislen rectamente

porque, un día, el Supremo Legislador nos pedirá cuentas no

solo por lo malo que pudimos haber hecho sino por todo lo

bueno, justo y recto que dejamos de hacer. (Aplausos.)

- Ocupa la Presidencia la

señora presidenta de la Comisión

de Acción Social y Salud

Pública, señora Carmen Polledo.

Sra. Presidenta (Polledo).- Muchas gracias.

Convocamos a continuación a Roxana Cabrera,

tocoginecóloga.

Sra. Cabrera.- Hola; buenos días.

En primer término, quiero celebrar la posibilidad

de sacar el tema del aborto de debajo de la alfombra y

ponerlo sobre la mesa. Por supuesto, esto permite

visibilizarlo. Este debate es histórico en nuestro país.

En segundo lugar, quiero agradecer la oportunidad

que me dio la señora diputada Claudia Najul, de la

provincia de Mendoza, para poder expresar mi opinión en

este ámbito.

No vengo a repetir lo que hasta el cansancio

hemos escuchado de todos los oradores desde el comienzo de

estos encuentros hasta la fecha. Sabemos que se mueren

millones de mujeres por abortos inseguros, sabemos que es

un problema de salud pública, sabemos que están en

inferioridad de condiciones quienes menos tienen y también

sabemos que la vida comienza desde el momento de la

concepción.

Tampoco vengo a dar una ponencia científica;

simplemente vengo a traer a este recinto la voz de muchas

mujeres a las que se les ha robado su posibilidad de

elegir, de decidir, de saber. Vengo a traer mi experiencia

y a poner en palabras actos de hipocresía a los que

asistimos todos los días. Vengo a hablar del ejercicio de

la libertad, del abuso de poder, del abuso de autoridad,

del derecho que nos asiste como personas a poder elegir.

Señores legisladores: vengo también a pedirles

una reflexión libre de hipocresía antes de que emitan su

voto sobre la legalización de la práctica del aborto

seguro, libre y gratuito en la Argentina, pero no una

reflexión desde su postura de legisladores.

Es necesario que cuando emitan su voto

reflexionen desde el lugar de funcionarios públicos que

deben garantizar el bien general de nuestras mujeres, niñas

y adolescentes.

Para comenzar, quiero definir lo que la Real

Academia Española dice acerca de lo que es la hipocresía.

Aclara que el hipócrita es aquel que actúa con actos de

hipocresía, fingiendo cualidades o sentimientos contrarios

a los que verdaderamente se tienen o experimentan. Es

decir, una persona hipócrita es aquella que pretende que se

vea la grandeza y bondad que construye con apariencias

sobre sí misma, propagándose como ejemplo y pretendiendo o

pidiendo que se actúe de la misma forma, además de que se

glorifique su accionar, aunque sus fines y logros estén

alejados de la realidad.

La hipocresía puede venir del deseo de esconder

de los demás motivos reales o sentimientos. La hipocresía

no es simplemente la inconsistencia entre aquello que se

defiende y aquello que se hace, sino también la falsedad

que demuestra una persona.

Entonces, señores legisladores, cuando

reflexionen antes de emitir su voto pregúntense qué es ser

provida, qué es estar a favor de la vida. Pregúntense de

qué vida hablamos, qué es la vida y a qué aludimos cuando

hablamos de vida.

¿Somos buenos por hacer marchas en favor de la

vida? Repito: ¿de qué vida? ¿Acaso no vale la vida de esa

mujer, niña o adolescente que pide acompañamiento y no

nuestro consejo? ¿Saben los que marchan en favor de la vida

cómo es la vida de esa mujer, de esa niña o de esa

adolescente a la que le hemos robado todos sus derechos?

¿Saben si puede abrir la boca para pedir ayuda cuando es

ultrajada y se han vulnerado todos sus derechos, a veces en

el seno familiar? ¿Pretenden que pida un método

anticonceptivo? ¿Qué la lleva a querer tomar la decisión de

abortar?

¿Se acercan y la ayudan? ¿Se acercan y la

orientan? ¿Se acercan y le informan? ¿Se acercan y la

acompañan? ¿O se acercan y la juzgan, o no se acercan y la

condenan, o no se acercan y la destruyen? ¿Quiénes son

mejores? ¿Nosotros, los promuerte, o ustedes, los provida?

Y hay varios ejemplos de actos de hipocresía,

donde se ven vulnerados todos los derechos. Vengo de

Mendoza. Les debe sonar el caso Próvolo. No vi a nadie

marchando en contra de todos esos actos de abuso y

aberraciones que se cometieron con gente que tiene una

discapacidad auditiva. No los vi. Constituyeron actos de

abuso de poder, de autoridad, de pedofilia, de maltrato

infantil, de vulneración de los derechos de niños, niñas,

adolescentes y mujeres. No los vi marchando en favor de la

vida.

Objeciones de conciencia, de servicios

generalizados. ¿Por qué? Porque hay que objetar. Hay

horarios de profesionales y obligaciones que no se cumplen,

pero sí estamos a la hora de condenar a la mujer que

tenemos frente a nosotros o a la niña que pide un

asesoramiento.

¿Y las marchas? ¿Y las condenas? ¿Y los juicios

de valor hacia esos actos repudiables? ¿Estas acciones

agradan a Dios? No he tenido la oportunidad, como algunos,

de hablar con Dios, y tal vez nunca la tenga.

¿Qué nos pasa como sociedad que repudiamos,

condenamos y crucificamos a una niña, niño, adolescente,

mujer que por distintas razones pide ayuda cuando se

vulneran sistemáticamente sus derechos y tiene un embarazo

no deseado? ¿Qué nos pasa como sociedad que no hacemos una

marcha en repudio a los curas pedófilos, a los actos de

vulneración extrema de derechos, a los actos de corrupción,

a hechos aberrantes como el de obligar a una persona, a una

mujer con un feto polimalformado en su vientre, a continuar

su embarazo? ¿Qué nos pasa?

¿Qué nos pasa que obligamos a una niña,

sistemáticamente abusada en el seno familiar, a parir?

¿Cómo es que estos hechos de extrema corrupción no nos

llaman la atención? ¿Qué nos pasa que hay gente sentada en

una banca en el Senado procesada y no decimos nada? ¿Qué

nos pasa?

¿No podemos escuchar? ¿Qué nos pasa que no

salimos a decir que marchamos por la vida ante todas estas

situaciones?

¿Por qué permitimos esto? Esto también es

vulnerar el derecho de nuestros niños, mujeres y

adolescentes a tener una Argentina mejor, con mejores

representantes y con una sociedad no hipócrita.

Señores legisladores: antes de emitir su voto a

favor o en contra del aborto libre, seguro y gratuito,

espero que puedan responderse y responderme a mí –como

también a millones de personas- estas preguntas.

Tenemos la oportunidad histórica de trascender

como sociedad. Por favor, no la desperdiciemos con actos de

hipocresía, anteponiendo nuestras necesidades. Seamos

grandes de una buena vez.

Mahatma Gandhi dijo que la diferencia entre lo

que hacemos y somos capaces de hacer, resolvería la mayoría

de los problemas del mundo. Por su parte, Nelson Mandela

dijo que ser libre no es solamente desamarrarse las propias

cadenas, sino vivir en una forma que respete y mejore la

libertad de los demás.

Porque mi Argentina se lo merece, señores

legisladores, respóndanse estas preguntas y emitan su voto

libre de hipocresía. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Polledo).- Tiene la palabra María Lucila

Colombo, secretaria general del Sindicato de Amas de Casa y

exsubsecretaria de Defensa del Consumidor.

Sra. Colombo.- Soy Pimpi Colombo. Por un lado, quiero

agradecer a todo el cuerpo de diputados y diputadas,

particularmente a las comisiones involucradas, por esta

posibilidad de participar en el debate con mi punto de

vista.

Cuando me anoté para exponer, me pregunté si me

colocarían como a favor o en contra del aborto. Me han

anotado en contra, ustedes dirán dónde me corresponde

estar.

Quiero agradecer a las compañeras que, más allá

de que no compartieran mi punto de vista, han hecho posible

que hoy esté aquí. También agradezco a mis compañeras del

Sindicato de Amas de Casa que a pesar de la diversidad de

sus opiniones, bancan que venga a aportar una reflexión en

un tema que nos involucra a todos: mundo adulto, mundo

adolescente, mujeres y varones.

No siempre es fácil discutir. En este momento, se

habla de legalización y despenalización del aborto como dos

conceptos intercambiables o iguales, cayendo en una especie

de confusión de matices que me dejan afuera. Por eso, me

interesaba poder venir a compartir con ustedes mi punto de

vista.

Tengo muchos años de militancia por los derechos

de las mujeres, particularmente, porque sea valorado el

trabajo que cada mujer, en cada hogar, hace todos los días

para sostener a su familia.

Muchas veces, para hablar de nuestra libertad y

de nuestros derechos, también se desvaloriza aquel lugar y

aquella tarea que hacemos todas las mujeres.

Empecé escribiendo una exposición de catorce

páginas, después fueron siete, luego tres y ahora es una

página y media. No sé si lo que diré será exactamente igual

a lo que traigo escrito, por lo tanto, me gustaría poder

enviar mi documento a las comisiones que integran esta

jornada.

El primer concepto que quiero compartir con

ustedes es que pienso que ninguna mujer debe ser penalizada

por practicarse un aborto. Creo que aborto y libertad no

son palabras que van juntas. Creo que las mujeres no nos

hacemos un aborto en el ejercicio de un derecho sobre

nuestro cuerpo. Cuando se trata de un embarazo, de un

aborto, de hijos o de relaciones, creo que las mujeres no

ponemos solo el cuerpo, sino nuestra vida y nuestra

integridad.

Creo que a veces se banalizan los debates. Se

extreman en posiciones ideológicas, que son importantes

porque iluminan dónde nos colocamos, pero a veces

deshumanizan el debate.

Creo que esta discusión merecería que nuestro

Congreso de la Nación trabaje el proyecto de ley con un

gran sentido de humanidad.

Creo que el hecho de que el aborto esté

penalizado no tiene como consecuencia que no se practique.

Por el contrario, quien lo practica sin tener recursos

económicos, relaciones o acceso a la información, tiene

mayores riesgos y vulnerabilidades.

No creo que el aborto sea un derecho, ni que las

mujeres lo vivamos como tal. Creo que el aborto nos

significa a las mujeres, en general, un dolor.

He escuchado muchas cosas en este debate, a veces

desde la televisión y hoy tengo el privilegio de

escucharlas en vivo y en directo.

A veces me río para mis adentros porque mientras

exponen a favor de una cosa o en contra de la otra, yo voy

cambiando de parecer. Pienso que uno tiene razón y luego

que el otro tiene razón. ¿Saben qué siento? Que lo que

sucede es que estamos tratando una temática que nos

involucra como personas. No hay una cuestión a rajatabla

sobre la cual discutir.

Ustedes, señores legisladores, van a tener que

escribir un dictamen para someter a la consideración del

cuerpo que diga cuál es la norma que va a regir a partir de

este debate sobre el aborto.

He leído y no estoy de acuerdo con los seis

proyectos propuestos por la campaña a favor de legalización

del aborto, aunque dicen que hay más. No estoy de acuerdo

con el sustrato de dichos proyectos, algo que ratifico

cuando escucho algunas exposiciones que muestran un punto

de vista que, en el fondo, no es más que individualista,

liberal, y que vuelve a instalar un anticlericalismo que ha

sido tan antinacional en nuestra historia. En el momento

más inoportuno de la historia de la humanidad -por lo menos

para nuestro país que tiene al Papa Francisco, quien está

expresando la voz de los pueblos humildes de todo el

mundo-, nosotros introdujimos esta cuestión a la discusión.

La misma nos atañe a todas las mujeres y debe

tener involucrados a los varones en su participación,

compromiso y responsabilidad. Sin embargo, ellos son muy

excluidos, no solo porque vienen poco a estos debates –no

los vamos a culpar porque no vengan-, sino porque somos el

resultado de una sociedad en la que estos asuntos han sido

poco considerados.

Voy a decir rápidamente lo que vengo a proponer.

Creo que el aborto no se trata de un derecho de las mujeres

sobre nuestro propio cuerpo. Creo que no debe ser

penalizado y que la resolución que el Congreso tome debería

contener dos aspectos centrales.

Por un lado, agregar un inciso en el Código Penal

que despenalice los casos de vulnerabilidad psicológica,

social o de salud. Ustedes me dirán que eso no garantiza

que se pondrá en marcha; ya lo sé. Trabajé por el parto

humanizado y todavía tenemos que batallar para que no nos

maltraten cuando vamos a tener un hijo, algo que, hasta

donde yo sé, no es ilegal. Todo lo que es construcción de

derechos implica una organización social para hacerla

efectiva.

Por otro lado, la segunda parte de la resolución

que este Congreso debería tomar es la creación de un

programa de prevención y asistencia en situación de

embarazo. No me refiero al término prevención en el sentido

de solamente hacer propuestas, tener ideas o repartir

folletos, sino que me refiero a una actuación concreta.

Rápidamente, leeré mis propuestas: compromiso con

la valoración social de la maternidad, que está en la base

de lo que discutimos y poco he escuchado decir aquí;

promoción de vínculos libres de discriminación y violencia;

incorporación de los varones en el compromiso en las

relaciones sexuales y de abordaje igualitario y de respeto

en las relaciones humanas; información y educación para una

sexualidad vivida como seres humanos íntegros; conocimiento

y acceso a los métodos anticonceptivos y de cuidado para

evitar enfermedades de trasmisión sexual, de manera

gratuita e informada; atención en el sistema de salud a la

solicitud de una práctica de interrupción del embarazo;

apoyo a las madres, tanto material como psicológico y

espiritual; contención y acompañamiento en situaciones de

embarazo no buscado que pueden convertirse en no deseado;

apoyo a las mujeres en situación de solicitar un aborto en

todas las etapas y posibilidad de realización en el sistema

público de salud; acompañamiento para prevenir nuevos

embarazos no deseados.

Por último, una regulación y control del efectivo

cumplimiento de las leyes por parte de los establecimientos

asistenciales. Los profesionales tienen derecho a la

objeción de conciencia, pero no los establecimientos. Deben

cumplirse los protocolos existentes y los futuros

protocolos, para los casos de aborto no punible.

La legislación tiene casi cien años, pero hay

obstáculos burocráticos. Ningún médico director de

hospital, ningún juez, ningún funcionario tiene derecho a

oponerse por encima de la ley y eso es lo que nuestros

funcionarios tienen que garantizarles a nuestras mujeres, a

nuestras familias, a las parejas y a esta sociedad que se

ha movilizado para discutir algo que a todos nos toca en

poco o en mucho. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Polledo).- Tiene la palabra Federico

Cánovas La Mattina, profesor en Filosofía, especialista en

Políticas Socioeducativas, diplomado en Bioética.

Sr. Cánovas La Mattina.- Estimados e ilustres miembros del

Honorable Congreso de la Nación, conciudadanos, colegas,

personal en general, buenas tardes.

En primer lugar, deseo dar las gracias por

haberme invitado a compartir la presente reflexión, esta

tarde con ustedes.

En segundo lugar, les cuento que vengo de un

lugar ubicado al oeste de nuestra Argentina, tierra donde

el sol y el viento queman, en donde el suelo se mueve, y a

veces mucho, y más de una vez esos movimientos se han

llevado la vida de muchos hermanos. Donde la vida no es

fácil, y por eso hemos aprendido a ganarle a la aridez de

la naturaleza la subsistencia de todos los días.

Por estas razones, que nos han implicado e

implican un gran sacrificio, hemos aprendido a valorar la

vida, a resaltar el milagro de un brote que germina y se

abre paso entre las piedras y da frutos. Son estas

experiencias, arraigadas en el tiempo, las que han llevado

a que la mayoría de nosotros, los sanjuaninos, aún más

consideremos a la vida humana dentro de esa valoración,

desde su punto más primigenio, desde su estado más inicial.

En este contexto es que me permito compartirles

las siguientes apreciaciones: he tenido la posibilidad de

escuchar algunos colegas disertantes en este recinto y no

dejo de preocuparme por las imprecisiones que se han

volcado de forma lisonjera. Por ejemplo: la persona es un

concepto político y no filosófico, o por otro lado, que la

filosofía no tiene cabida en este debate.

Permítanme, humildemente, recordarles que los

errores y problemas sobre la Modernidad justamente fueron

este tipo de aportes, inventando un conflicto entre

filosofía, ética, política, pragmatismo, etcétera, que en

realidad no existe, son diferentes aspecto de una misma

realidad. Todos deben tenerse en cuenta en el debate.

Entonces, si se trata de identificar cosas que no

ayudan, podríamos sugerir que no es lógicamente correcto ni

verazmente preciso, ni adecuado científicamente, hacerle

decir a la realidad algo que en sí no contiene. No debemos

disfrazar, ni manipular la realidad y por tanto, la verdad,

para que sea conveniente a mis intereses, ideas o

caprichos. Eso no es válido ni verdadero. En eso estaremos

de acuerdo.

La filosofía lejos de entorpecer, puede brindar

luz. Por ejemplo: mediante dos principios clásicos, el de

no contradicción y de identidad. Algo que no puede ser una

cosa y al mismo tiempo no serla, y bajo el mismo respecto,

y lo que define a algo o alguien son las evidencias que lo

identifican como tal.

Ser persona o no serlo, jamás puede depender de

las circunstancias socioeconómicas o afectivas o

psicológicas del entorno. No es lícito anclar la valoración

de la realidad por la percepción de bienestar que

experimentamos y, mucho menos, adueñarnos autoritariamente

de la vida ajena, solo por tener el poder de participar de

la conformación de dicha vida; al contrario, esto nos

implica más responsabilidades.

Ahora bien, a mí me gustaría que en estos puntos

seamos claros porque, en tal caso, estaríamos solicitando

licencia para comenzar con un plan de higiene y salud

poblacional en donde los que no son felices pueden eliminar

a los que consideran la causa de su infelicidad, lo cual es

complicado de sostener. Cada vez que evaluamos que algo o

alguien pone en riesgo mi felicidad o bienestar, debo tener

la autorización moral y legal de interrumpir su existencia

para detener el sufrimiento.

Algunos esgrimen que luego de la concepción, no

hay persona, sino un conjunto de células. Quizás es tiempo

de dar un paso más en este proceso de valorar la vida, de

cuidarnos. Avancemos reconociendo la dignidad desde la

concepción, como versa la Constitución y de esta forma, la

valoraremos en otros terrenos: la infancia, la pobreza, la

enfermedad, la ancianidad, la discapacidad, etcétera. Me

resisto a pensar que la aniquilación es la mejor solución

que podemos encontrar en el siglo XXI ante los problemas.

Unas líneas para las mujeres que luchan

sinceramente: no focalicen sus propias frustraciones en la

vida del inocente y del que es toda la posibilidad.

Redescubran el valor del amor, busquen ser amadas y amar de

verdad, cuiden su cuerpo y su corazón de los asaltantes de

la vida, de los usurpadores de su belleza, de su

privilegiada capacidad de donación y de amor. No tengan

miedo de abrazar la vida, aunque esto suponga sacrificio.

Justamente, lo implica por ser algo valioso. Por ustedes y

su capacidad de amar es que se transforma el mundo, y el

hombre se vuelve más humano. Ser mujer es sinónimo de

fecundidad, de alegría y de donación, en todas las culturas

del mundo. Sin lugar a dudas, el Estado tiene la

responsabilidad de apoyarlas en este tiempo y en la

maternidad de forma particular. Estas iniciativas, como la

que debatimos hoy, deben girar de paradigma y apuntar a

este objetivo primero: cuidar a la mujer embarazada es

responsabilidad de todos y al mismo tiempo, la vida que se

gesta. Cada niño que es concebido es un milagro, una

esperanza abierta para un mundo nuevo y mejor.

Para finalizar, un apartado que llamo

“contradicciones”. Una comunidad que abre las puertas al

capricho y al absurdo se sumerge en un aluvión de

incoherencias y sinsentidos, propios del relativismo: ¿con

qué criterio exigiré a un padre que obligatoriamente envíe

a sus hijos a la escuela? ¿Ellos podrán alegar que son

dueños de sus cuerpos, que se vayan solos? Me pregunto si

algún jurista se ha cuestionado sobre qué pasaría si el

progenitor de la criatura decide apelar o demandar al

Estado por interrumpir la vida de su hijo, contradiciendo

la misma Constitución.

Conclusiones: el saber, en cierta forma, es un

regalo peligroso porque implica una responsabilidad. Hoy

estoy dando respuesta por eso que sé y conozco. La muerte

espera por cada uno de nosotros, como decía Heidegger.

Llegará algún día lo verdaderamente trascendente, que

superará ese límite, nuestro propio límite, es lo que

dejamos en el mundo de los vivos, un legado de luz o un

legado de sombras. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Polledo).- Tiene la palabra Rosa Zacca,

directora del Instituto de la Familia y la Vida, de la

Universidad Católica de Salta, docente universitaria.

Sra. Zacca.- Vengo de Salta, “la linda”, la tierra de

Güemes, comprometida siempre con la libertad y la vida de

todo el pueblo argentino.

Tengo en mi bolsillo la ponencia que trabajé con

mucho detalle durante mucho tiempo, pero los últimos

acontecimientos en Salta me obligan a dar una vuelta de

página. Una niña de 11 años que ha sufrido reiteradas

violaciones por parte de su padrastro, se presenta en el

Hospital Público Materno Infantil y los médicos

diagnostican un embarazo de 16 semanas; hoy cursa un

embarazo de 22 semanas.

Tremenda situación que nos sorprende, nos sacude

y nos interpela a todos, pero también nos sorprende a todos

la capacidad de resiliencia de esa niña y de su familia:

tomaron la firme decisión de permitir vivir a ese niño.

(Aplausos.)

Esto pone de manifiesto que la adversidad, el

imprevisto, y la violencia –como lo muestra este caso- se

pueden superar y resignificar, sobre todo cuando se cuenta

con el apoyo adecuado.

Esta niña, con sus 11 años, nos muestra la

capacidad de resiliencia del ser humano, también de la

familia, la que ante una situación tan grave responde

apostando a la vida, a las dos vidas. Muestra la valentía

de hacer frente a las presiones que, desde que se conoció

el hecho, ejercieron distintas organizaciones y grupos

sobre esa familia.

Frente a este hecho, se dio la precipitada

decisión del señor gobernador de dejar de lado las normas

con las que se manejaba la provincia y adherir al protocolo

propuesto por el Ministerio de Salud de la Nación, que da

piedra libre al aborto por violación con la sola

declaración jurada de la mujer, dejando libre de culpa y

cargo al violador.

Las prontas y claras reacciones del pueblo de

Salta muestran que se ha visto atropellada en sus

convicciones y en su federalismo.

Hay algo más que me parece digno de ser tenido en

cuenta. Con posterioridad a este hecho, la Cámara de

Diputados de la Provincia de Salta tenía previsto tratar el

29 de mayo pasado un proyecto para convertir en ley el

Decreto N° 584/18, de adhesión al protocolo del Ministerio

de Salud de la Nación. Pero, según la expresión de un

periódico local, la falta de consenso para su aprobación

hizo que la sesión terminara de forma abrupta. ¿Qué pasó?

La mayoría de los diputados provinciales presentes estaba a

favor de la vida. Ellos supieron representar a su pueblo, a

su gente.

Esta es la Argentina profunda. No duden: este es

el sentir y el querer mayoritario del pueblo argentino.

Estas son nuestras raíces. Queremos las dos vidas.

Ninguna mujer va libre ni alegremente al aborto,

a pesar de las campañas orquestadas por quienes pintan

nuestras ciudades diciendo "Aborté y soy feliz". No es eso

lo que nos dicen tantas mujeres en situación de

vulnerabilidad o en situación de posaborto, a las que

recibimos, contenemos y acompañamos en Salta.

Con esto quiero responderle a la ginecóloga que

se refirió a la provincia de Mendoza –le pido disculpas

pero no recuerdo su nombre: sí acompañamos, sí estamos, sí

perdemos horas y tiempo, sí perdemos bienes y sueño

acompañando a nuestras mujeres en situación de

vulnerabilidad. Ninguna llega feliz. (Aplausos.)

Un gran porcentaje de mujeres sufre la presión de

su familia, de sus empleadores, ¡la misma presión mediática

e ideológica! Pero, sobre todo, sufre la presión de sus

parejas, momentáneas o estables.

Y esas madres, con una dignidad desconocida o

menospreciada, y una voluntad doblegada, ven como única

salida lo que en el fondo de su corazón no quieren hacer.

Esto, ante nuestra indiferencia como sociedad.

Y digo expresamente “madres”. Una mujer siempre

será madre, si su hijo nace o no, si lo inscribe o no como

tal. Y ese hijo siempre será eso: un hijo, no un producto

de una violación o de un embarazo no buscado.

Ante esto, me pregunto y les pregunto a todos:

¿nos preocupa de verdad trabajar juntos por una Argentina

que incluya a todos o por una Argentina que contraponga

derechos, voluntades y poderes?

No, no quiero; no queremos vivir en un país que

se dé el lujo de seleccionar quién cumple los parámetros

impuestos para poder nacer o no.

¡No quiero! No queremos vivir en un país que

descarte niños con discapacidad, niños que no pudieron

elegir la forma ni el momento en el que fueron concebidos,

niños que frente a un argumento de salud psíquica, social o

económica no podrán gozar del derecho a la vida.

No quiero, no queremos un país que se desentienda

de tantas mujeres que sufren por falta de atención personal

y pública, por falta de contención.

Deploramos y lloramos por quienes desaparecieron

en la década de los 70, por nuestros jóvenes que murieron

en la guerra de las Malvinas. Pedimos justicia por quienes

murieron en el atentado de la AMIA, en Cromañón, en la

tragedia de Once, en el ARA San Juan. ¿Por qué seguir

sembrando dolor y muerte en esta amada y bendita tierra

argentina?

¡Salvemos a nuestra Argentina! ¡Salvemos las dos

Vidas! (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Polledo).- Tiene la palabra el doctor Juan

Antonio Mazzei, médico neumonólogo, integrante de la

Academia de Medicina.

Sr. Mazzei.- Buenas tardes. Soy Juan Antonio Mazzei,

académico, titular y secretario general de la Academia

Nacional de Medicina.

Quisiera referirme a algunos hechos puntuales que

se han tergiversado, utilizando parámetros estadísticos y

no opiniones personales.

En primer lugar, me referiré a la mortalidad

materna y sus distintas causas.

Según la Organización Mundial de la Salud se

considera mortalidad materna aquella que ocurre hasta 42

días después de la terminación del embarazo por parto,

puerperio o su manejo, pero no aquella que se produce por

causas accidentales.

Yendo a los datos del Ministerio de Salud, de la

Dirección de Estadística e Información de Salud, la

cantidad de mujeres que murieron en 2016 -la última

estadística disponible- fue de 245, de las cuales 41

murieron por embarazo terminado en aborto.

Las causas principales de mortalidad de las

madres fueron obstétricas directas o indirectas; las pueden

observar en el slide, donde ven también la mortalidad por

aborto. Murieron 43 madres.

Las causas más frecuentes son las obstétricas

directas; es el grupo que pueden observar acá. No me

detendré a enumerarlas.

En las causas obstétricas indirectas, y en

relación con las muertes por aborto, que fueron 43,

tenemos: embarazo ectópico, mola hidatiforme y otros

productos anormales de la concepción. Por último, tenemos

al aborto espontáneo, el aborto médico, el aborto no

especificado y el intento fallido de aborto.

Vemos entonces que no todos los abortos son

provocados, sino que algunos son debidos a patologías, como

el embarazo ectópico y la mola hidatiforme.

Las muertes maternas totales fueron 245, y el

total de muertes por aborto fue de 34, es decir, el 14 por

ciento, excluyendo el embarazo ectópico y otros productos

anómalos de la concepción. Entonces, la principal causa de

muerte materna no es el aborto, sino las causas obstétricas

directas e indirectas.

En segundo lugar, ¿cuál es la cifra real de

abortos que se practican en la Argentina? Hoy se ha hablado

del Protocolo para la Atención Integral del Ministerio de

Salud, donde se cita una cifra estimativa entre 370.000 y

522.000 abortos realizados por año, utilizando modelos

matemáticos.

Si consideramos algunos parámetros médicos, en

1981 se comunicó que la mortalidad en la apendicetomía

-considerada una de las cirugías más seguras- fue de 0,27

por ciento. Años más tarde, en el 2001, se comunicó que la

mortalidad de esta patología había disminuido a 0,8 por

ciento.

De existir 500.000 abortos por año, con 34 casos

de mortalidad, estaríamos frente a una mortalidad de 0,007

por ciento. Esto demuestra que el número de abortos por año

es significativamente menor y que la cifra de 500.000

abortos, citada reiteradamente, es absolutamente errónea.

Un punto importante es entender cuándo comienza

la vida. En pantalla vemos el trabajo de Jérôme Lejeune,

médico genetista francés y padre de la genética moderna,

que sostiene lo siguiente: “Al momento de la concepción

(crossover) ya hay un ser humano diferente.

Científicamente, la vida humana comienza desde mismo

momento”.

Es decir, la fusión del espermatozoide con el

óvulo en el proceso de fecundación determina la formación

de un cigoto, que contiene una combinación de ADN de ambos

progenitores. En la etapa inicial del desarrollo, eso da

origen a un embrión. A partir de la octava semana, el

embrión pasa a denominarse “feto”.

Todo el mundo está de acuerdo en sostener que hay

vida humana desde la fecundación del óvulo por el

espermatozoide y que esta nueva vida es de otro tipo que la

de ambos gametos. Las evidencias anatómicas muestran que no

es un conjunto de células ni un tejido que pertenezca a la

madre. Genéticamente, su ADN es diferente ya que posee

información genética derivada del padre y de la madre.

¿Qué sostiene la Academia Nacional de Medicina,

de la cual formo parte? Reitera los preceptos que ha

sostenido desde siempre, recordando los principios básicos

de la ciencia y la práctica médica, que obligan y vinculan

a todos los profesionales del país.

La salud pública argentina necesita de propuestas

que cuiden y protejan a la madre y a su hijo, a la vida de

la mujer y la del niño por nacer.

La obligación médica es salvar a los dos. Nada

bueno puede derivarse para la sociedad cuando se elige la

muerte como solución.

Si el aborto clandestino es un problema

sanitario, corresponde a las autoridades tomar las mejores

medidas preventivas y curativas, sin vulnerar el derecho

humano fundamental a la vida y el de los profesionales

médicos de respetar sus convicciones.

Por ello, la Academia Nacional de Medicina

considera que el niño por nacer, científica o

biológicamente, es un ser humano cuya existencia comienza

en el momento de la concepción.

Desde el punto de vista médico, es un sujeto de

derechos, tal como lo reconocen la Constitución Nacional y

los Tratados Internacionales anexos, como así también los

distintos códigos nacionales y provinciales de nuestro

país.

La Academia también considera que destruir a un

embrión humano significa impedir el nacimiento de un ser

humano y que el pensamiento médico, a partir de la ética

hipocrática, ha defendido la vida humana como condición

inalienable desde la concepción.

La Academia Nacional de Medicina hace un llamado

a todos los médicos del país a mantener la fidelidad a la

que un día se comprometieron bajo el juramento hipocrático,

que el derecho a la objeción de conciencia significa no ser

obligado a realizar acciones que contraríen las

convicciones éticas o religiosas del individuo –artículos

14, 19 y concordantes de la Constitución Nacional.

(Aplausos.)

Sra. Presidenta (Polledo).- Vuelvo a agradecer a todos y

nos reencontramos a las 15.

- Se pasa a cuarto

intermedio.

- Es la hora 13 y 41.

- En la Ciudad Autónoma de

Buenos Aires, a los treinta y un

días del mes de mayo de 2018, a

la hora 15 y 24:

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Damos comienzo a la

decimoquinta reunión plenaria informativa de las comisiones

de Legislación General, de Legislación Penal, de Familia,

Mujer, Niñez y Adolescencia y de Acción Social y Salud

Pública de la Honorable Cámara de Diputados para tratar los

proyectos de ley sobre despenalización y legalización de la

interrupción voluntaria del embarazo.

Esta es la última jornada de este debate

histórico que se viene desarrollando desde el 10 de abril

pasado. Estamos todos muy satisfechos y muy contentos por

la forma en que se ha dado este debate y por la calidad de

las exposiciones que hemos recibido, que se han hecho con

mucha pasión y dedicación. Más allá de tener diferentes

posturas siempre se mantuvo un ámbito de respeto y

tolerancia, con altura y con nivel, que era justamente el

primer legado que había que dar a la sociedad en un debate

tan importante como este.

Quiero dejar un agradecimiento a los 758

expositores que habrán pasado cuando finalice la jornada de

hoy por esta sala de la Cámara de Diputados en un debate

que va a quedar en la historia como uno de los más

importantes desde el retorno de la democracia.

En ese marco quiero agradecer a las presidentas

de las tres comisiones que integran este plenario junto a

la Comisión de Legislación General: la señora diputada

Polledo, presidenta de la Comisión de Acción Social y Salud

Pública; la señora diputada Burgos, presidenta de la

Comisión de Legislación Penal, y la señora diputada

Martínez, presidenta de la Comisión de Familia, Mujer,

Niñez y Adolescencia. Entre los cuatro hemos armado un

equipo muy importante de trabajo, de discusión, de debate,

para ir resolviendo los temas que fueron surgiendo. En

estos meses y con la cantidad de expositores que han

participado fueron surgiendo cuestiones para resolver y

siempre lo hicimos con diálogo y con respeto, algo que

forma parte del gran trabajo que se vino haciendo.

También agradecerles a todos los diputados y

diputadas que han estado presentes y que han seguido la

transmisión de estas jornadas a través de los medios de

comunicación de la Cámara de Diputados -diputados.tv y en

YouTube-, en los cuales hay 106 horas de debate trasmitidas

hasta el momento, lo cual es una cantidad importante.

También quiero agradecer al presidente de esta

Honorable Cámara de Diputados, Emilio Monzó, porque ha

puesto a disposición todos los recursos disponibles, ya sea

personal e instrumentos de la Cámara, para poder organizar

este debate.

También me gustaría agradecer a los trabajadores

de la casa, que son todos los que formamos este gran equipo

y que si no fuera por ellos, seguramente no hubiéramos

podido concretar todo lo que hemos hecho. Voy a nombrarlos

porque muchas veces se les agradece, pero no se los nombra

a cada uno de ellos y creo que vale la pena que se sientan

partícipes de este debate y trabajo en conjunto que hemos

hecho.

En primer lugar, voy a nombrar a los taquígrafos,

que son realmente importantísimos para el trabajo que

hacemos y además son los que recogen todas las exposiciones

y nuestras expresiones que van a quedar en los anales y en

los registros de esta Cámara de Diputados para la

posteridad. Ellos son: Silvana Pettinati, Marcela Pousa,

Jorge Rivero, Carlos Spector, Eleonora Franzetti, Valerio

Rinaldi, Carlos Brizuela, Alicia Cedrola, Daniel Rinaldi,

Marisa Vega, Silvina Mary, Eduardo Brizuela, Dolores

Moscarelli, Marta Rinaldi, Luis Echandi, Álvaro Susmel,

Gabriela Lozano, Nora Schiavoni, Pablo Gabriele, Guadalupe

García Blesa, Verónica Ortiz, Virginia Masce, Emiliano

Jelicié, Edith Yagüe, Andrea Viggiano, Dante Rinaldi, María

Jimena Amodei, Carla Pagura, Trinidad Romero, Darío

Schiavoni y Débora Fernández. A todos los taquígrafos

muchísimas gracias por su disposición y la enorme tarea que

hicieron junto a nosotros. (Aplausos.)

También quiero agradecer al personal de cada una

de las cuatro comisiones, a los trabajadores de las cuatro

comisiones que han trabajado enormemente y en conjunto para

la realización de estos plenarios.

En primer lugar, al secretario de la Comisión de

Legislación General, Guillermo Triantafilo; al jefe de

comisión, Martín Saade, y a los trabajadores del turno

tarde –hoy a la mañana ya he nombrado a los trabajadores

del turno mañana de la Comisión de Legislación General-:

Mirta Cox, Melina Reboa, Ricardo Sposaro, Osvaldo Esperón y

Lucas Salim. Muchísimas gracias.

También quiero agradecer a las autoridades de las

otras tres comisiones: a la secretaria de la Comisión de

Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia, Graciela Monteavaro,

y al jefe de la comisión, Fabián González; al secretario de

la Comisión de Legislación Penal, Luis Cerri, y al jefe de

la comisión, Luis Gaona Cifuentes; a la secretaria de la

Comisión de Acción Social y Salud Pública, licenciada

Analía Alzamora, y a su jefa de comisión, licenciada Silvia

Miranda.

Un agradecimiento enorme también para todos

ellos, porque a través de su responsabilidad como miembros

de las cuatro comisiones han puesto toda su disposición

para poder hacer realidad este debate.

Asimismo, quiero agradecer a mis asesores, a

quienes trabajan conmigo permanentemente: Gabriel Vázquez,

Cristian Papiska, Romina Reynoso y Cynthia, quienes

realmente forman un equipo de trabajo enorme. Sobre todo,

Gabriel y Cristian, quienes me hay ayudado no solamente en

ámbito laboral, sino también en el personal, con cuestiones

personales que se han mezclado con las laborales, como

sucedió en estos últimos días. De manera que,

especialmente, les quiero agradecer muchísimo a ellos dos.

También, por supuesto, agradezco al resto de los

trabajadores de la casa, a quienes voy a nombrar. Al

personal de Intendencia del Anexo, quienes trabajan en toda

la logística aquí en el salón: Jorge Komina, Miguel

Kolarik, Jorge Blanco, Mariano Monteperto, Andrés Leiva,

Carlos Mansilla y Marcelo Ibarra. (Aplausos.)

También agradezco a todo el personal de la

Dirección de Seguridad, cuya tarea no es solamente cuidar

la seguridad, sino también el ingreso y la organización,

que realmente es una tarea enorme. En primer lugar, voy a

agradecer al jefe de servicio, Martín Barone y también a

Daniel Acuña, Darío Arias, Juan Carlos Aguirre, Marisa

Albarracín, Rubén Arias, Sergio Atrio, Fabiana Avanzini,

Bruno Baille, Elisa Caputo, Adán Castro, Leandro Colloca,

Erica Courett, Noelia Cutillo, Ana Duhau, Eduardo

Domínguez, Juliana Erniaga, Fernando Escobar, Gastón

Esperón, Christian Florencio, Sebastián Fuertes, Georgina

Grassano, Luis González, Matías Kisiel, Santiago Labrousse,

Ezequiel Lauría, Rosa Lev, Germán Linares, Alejandra

Mercanti, Mara Miño, Dalila Moiansky, Élida Núñez, Lucila

Pacín, Luis Plaza, Verónica Pérez, Rubén Pouquet, Rubén

Sandoval, Natalia Schoen, Pablo Spano, Lilen Toro, Marcelo

Vallejos, Rodrigo Vázquez y Martín Yessi.

Muchísimas gracias; ellos son quienes han

trabajado en el turno tarde. (Aplausos.)

Por último, por supuesto, quiero agradecer a

todos los trabajadores de la Dirección de Sistemas

Electrónicos, quienes nos ayudan con toda la logística. No

se olviden que también hemos tenido teleconferencias que

realmente han sido muy importantes. Al director Luis Nasso

y también a Solange Daniele, Ariel Pantano, Fernando

Lucero, Fabio Ojeda, Horacio Toloza, Nicolás Lomoro,

Eduardo Maldonado, Nicolás Tonelli, José Rocha, Carlos

Campo, Santiago Questa, Leandro Ottati, Sergio Bodin Nasso,

Andrés Beis, Enrique Gez, Sergio Igolnikov, Daniel Berón

-jefe de departamento de Diputados TV Digital-, Gabriel

Conde -jefe de Departamento de Audio y Video-, y Eduardo

Alegre, subdirector de la Subdirección de Teledifusión y

Servicios Audiovisuales de la Cámara de Diputados.

Realmente quiero expresarles mi enorme

agradecimiento porque nos han ayudado a difundir este

debate histórico que pudo ser escuchado no solamente en

forma presencial, sino también a través de dichos canales

de comunicación, como lo hicieron día a día cientos de

miles de personas, de ciudadanos argentinos que fueron

siguiendo este debate.

Y también, por supuesto, quiero agradecer a todo

el personal de prensa de la Cámara de Diputados y a todos

los periodistas acreditados que han seguido este debate;

realmente ha sido un aporte enorme para su difusión.

(Aplausos.)

Les quiero agradecer realmente a todos, hablé del

jefe de los periodistas, pero no hablé de los fotógrafos;

también, por supuesto, un aplauso enorme para todos los

fotógrafos y para los reporteros gráficos. (Aplausos.)

A continuación, tiene la palabra la diputada

Carmen Polledo.

Sra. Polledo.- Agradezco a todos y a cada uno de ustedes

por estar acá. También quiero expresar un agradecimiento y

un reconocimiento muy grande al presidente Mauricio Macri,

porque fue este presidente, y no otro, quien habilitó este

debate histórico.

Como dijo el diputado Lipovetzky, también quiero

agradecer a todos los trabajadores de la casa que, con gran

generosidad y presencia, nos han acompañado en estos más de

cincuenta días.

Por supuesto, agradezco a mis compañeros, a la

diputada Martínez, a la diputada Burgos y a mi gran amigo

Daniel Lipovetzky, porque para mí ha sido un placer estar

rodeada de todos ellos y poder, entre los cuatro, pasar

días buenos, otros días no tan buenos, y sin embargo, haber

llegado en este marco de respeto, de amplitud y de gesto

democrático de escucha.

Una referencia especial a algunas personas que

trabajaron más que mucho para que esto fuera realidad.

Quiero agradecer a Jimena González, Santiago Santurio,

Matías Pérez Alati, Andrés Suriani, Esteban Garrido, cinco

jóvenes asesores de varios diputados, quienes trabajan en

varios despachos. Créanme que sin su ayuda esto no hubiera

sido posible, por lo menos, desde la coordinación que nos

tocó a nosotros.

También quiero agradecer a toda la militancia, y

cuando digo toda la militancia lo hago en el amplio sentido

de la palabra, a quienes de un lado, o del otro, apoyando

una u otra propuesta han acompañado y han estado presentes.

Realmente valoro muchísimo ese trabajo de presencia y lo

quiero destacar.

Asimismo, agradezco a la secretaria de la

Comisión de Acción Social y Salud Pública, Analía Alzamora,

y a Silvia Miranda, que siempre nos han dado una mano y nos

han ayudado muchísimo.

A mí me ha dado un enorme placer encontrarme a lo

largo de estos días con caras que conozco desde hace mucho

tiempo. La estoy mirando a Diana Maffía y me acuerdo de

cuando allá en el 2012 dimos aquella discusión.

De manera que para mí ha sido un honor, les

agradezco de todo corazón a mis compañeros de bloque, a mis

compañeros de interbloque y a todos los demás integrantes

de esta casa por este camino que hemos transitado.

Muchísimas gracias. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Me sumo a los

agradecimientos.

Hoy lo dije a la mañana, pero me quedó pendiente

agradecer en primer lugar al presidente Macri, porque fue

quien en un discurso histórico apoyó este debate

parlamentario en la apertura de las sesiones ordinarias del

1º de marzo. Creo que eso ayudó a que podamos concretar

este debate.

Por supuesto, agradezco también por toda la lucha

de las mujeres de la Campaña Nacional por el Aborto Legal,

Seguro y Gratuito (Aplausos.) Realmente gracias a su lucha

y a su persistencia, con la presentación de un proyecto

hace doce años, hemos llegado a poder concretar este debate

y, seguramente, vamos a poder firmar un dictamen en los

próximos días.

Tiene la palabra la diputada Alejandra Martínez.

Sra. Martínez.- Voy a reiterar muchas de las cuestiones que

se han planteado, porque creo que son muy trascendentes.

Este es un momento histórico. La verdad es que

costaba pensar que pudiéramos llegar a esta instancia.

Estamos en el último plenario de expositores, al que hemos

llegado gracias a los aportes de ambas posiciones. Las

ponencias que hemos escuchado han sido realizadas con tanta

convicción y con tanto argumento, que nos han dado la

posibilidad de fortalecer nuestras propias posturas; en

algunos casos habrá quienes las podrán modificar y en otros

casos, quienes las cambiarán.

También me parece trascendente porque son años y

años de lucha en los cuales muchas mujeres –me refiero a

las mujeres de la Campaña- en varias oportunidades las noté

un poco desanimadas, incluso desde el año pasado, porque

parecía que esta instancia no se iba a dar.

Eran reuniones en alguna que otra comisión y nada más. Eso

era todo lo que se lograba. En cambio, este año el

movimiento de mujeres de todo el país, con sus luchas

interminables, con sus aportes, ha sido el responsable

fundamental de que hayamos dado estas discusiones y

realizado estos plenarios.

Es justo reconocer también que en la Asamblea

Legislativa de este año el presidente Macri haya dicho que

este era un tema pendiente de discusión. Eso estuvo bueno,

y no solamente sumó esta cuestión: también sumó la cuestión

de la equidad salarial, la del embarazo adolescente, entre

otras. Todo esto forma parte de la agenda que hoy está en

el Congreso.

Creo que esto tiene que ver también con la

pluralidad de voces y con la construcción transversal.

Quiero agradecer a toda la gente que ha

colaborado en cada una de las comisiones, y a cada uno de

los diputados y diputadas que han puesto sus equipos a

trabajar. Entre ellos, quiero mencionar a María Orsenigo, a

quien quiero agradecer por su apoyo y aporte; a Horacio

Baca, Agustina Carmona, y muy especialmente a María Luisa

Storani, quien ha estado colaborando todo el tiempo, como

así también lo ha hecho Silvia Stuchlik.

Terminamos esta instancia de exposiciones. Lo que

vendrá serán las discusiones de los diputados y diputadas.

El 13 de junio, en el recinto, lo tenemos que lograr.

(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).– Me quedó pendiente el

agradecimiento a un miembro del personal de Seguridad, el

amigo María.

La diputada Donda me ha solicitado la palabra. Le

pido que sea muy breve, así podemos empezar con las

exposiciones.

Tiene la palabra la señora diputada Donda Pérez.

Sra. Donda Pérez. – Muchas gracias.

Quiero decirles a mis compañeras de lucha, que

acá hay muchas, gracias. Si hoy estamos debatiendo este

derecho negado durante tantos años a las mujeres es gracias

a la pelea que dimos todos los días en la calle y al haber

sido siempre firmes.

Este debate, como dice el presidente de este

plenario cada martes y jueves cuando la reunión finaliza,

es histórico. Compañeras, compañeros: estamos haciendo

historia. Las mujeres nos estamos poniendo como

protagonistas de la democracia. En esta democracia los

derechos no se imploran. Nadie nos tiene que permitir

hablar porque para los derechos no se pide “por favor”; los

derechos se conquistan. (Aplausos.)

Este derecho lo vamos a conquistar en el

Congreso. El 13 de junio es el debate en el recinto de la

Cámara de Diputados. Vamos por la interrupción voluntaria

del embarazo, vamos por nuestra libertad y por nuestras

vidas. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).– Antes de presentar al primer

expositor, quiero comunicar lo que hemos acordado con las

presidentas de las tres comisiones intervinientes junto a

la Comisión de Legislación General respecto del cronograma

de trabajo que tenemos de aquí al 13 de junio, que es el

día que vamos a tratar este proyecto en el recinto.

En principio, vamos a convocar a una primera

reunión de la Comisión de Legislación General para el

próximo martes a la tarde. Todavía no hemos fijado la hora,

pero ya lo sabremos conforme a la disponibilidad de las

salas. Ese día empezaremos con el debate entre los

diputados, que seguramente llevará varias jornadas antes de

dictaminarlo. La condición es que se dictamine antes del 13

de junio.

Tiene la palabra la señora diputada Polledo.

Sra. Polledo.– Simplemente, quiero agregar que entre las

cuatro comisiones sumamos 105 señores y señoras diputadas.

Por lo tanto, es muy probable que haga falta más de una

reunión para que podamos escucharnos entre nosotros. Quería

compartir este dato: el número de legisladores es muy alto.

Sr. Presidente (Liovetzky).– Sí, claro. El martes es el

primer día, y allí iremos viendo la disposición de los

diputados a exponer y en qué cantidad. A partir de ahí,

vamos a organizar las reuniones subsiguientes, siempre con

el objetivo de dictaminar antes del 13 de junio, fecha que

ya está confirmada para el tratamiento en el recinto.

Tiene la palabra la señora María Florencia Nucci,

ingeniera en computación, máster en Administración de

Sistemas y Servicios de Salud de la Universidad de

Favaloro, y coordinadora del Observatorio de la Vida de

Tucumán.

Recuerdo que cada orador cuenta con siete minutos

para hablar, y que vamos a avisarle un minuto antes de

finalizar su discurso. No se pueden hacer alusiones

personales ni tampoco referir a las posiciones de cada uno

de los diputados. Las exposiciones a favor y en contra del

proyecto de ley, en lo posible, van a estar intercaladas.

Sra. Nucci.– Buenas tardes.

Pertenezco al Observatorio de la Vida de Tucumán,

cuya misión es la defensa de la vida desde la concepción

hasta la muerte natural, así como la promoción de la

cultura de la vida.

Estoy convencida de la obligación que tenemos de

mostrar y de enseñar, sobre todo a los niños y a los

jóvenes, la verdad acerca del inicio de la vida, del

desarrollo de la vida naciente, de los derechos del niño

por nacer, de las necesidades reales de la mujer embarazada

y de su familia, y de los deberes y obligaciones que

tenemos todos respecto del binomio inseparable del niño por

nacer y la mujer embarazada.

También estoy convencida de que aquí, en la casa

donde se hacen las leyes, se está intentando debatir sobre

algo innegociable: el derecho a la vida que tiene todo ser humano, ya que no hay ninguna razón o excusa que justifique

su eliminación intencionada y directa.

He venido siguiendo cada martes y jueves lo que

se ha ido diciendo desde la postura abortista, y puedo

afirmar que las argumentaciones a favor del aborto son

simplemente fake news, o parte de la cultura de la

postverdad, para aquellos que no quieren que hablemos de la

falsedad de sus argumentos.

He participado en numerosos encuentros nacionales

de mujeres desde 2009, año en que se realizó en mi

provincia. Desde entonces, escucho repetidamente cada una

de las postverdades que se han difundido intensamente a

través de distintos medios y que ahora pretenden sostener

como verdades de fe. Voy a enumerar y refutar las más

usadas.

Dijeron que el aborto tiene que ver con el

derecho de la mujer a decidir. Esto es falso. Si una ley

permite a los adultos disponer del derecho a la vida del

niño por nacer, no se trata del derecho a decidir de la

mujer, sino de la negación del derecho a la vida del niño

por nacer, que es el ser más indefenso en estos casos.

Dijeron que habría dudas razonables sobre cuándo

se origina la vida humana. Esto es falso. Hay evidencia

científica sobre cuándo empieza la vida humana. No voy a

redundar sobre este tema, que ya fue muy bien explicado y

enseñado en esta sala. De todas formas, puedo decir que en

Tucumán, las mujeres que somos madres, aun las menos

ilustradas, podemos explicarle a quien tenga esa duda

razonable -en base a nuestro conocimiento empírico, que es

anterior al método científico- cuándo es el inicio de la

vida.

Dijeron que el aborto es una conquista feminista

a la que las mujeres no deberíamos renunciar. Pero es

evidente que alentar las políticas abortistas es la más

cruel de las caras del machismo. Así podría seguir

enumerando una por una las fake news sobre el aborto, pero el tiempo del que dispongo no me alcanzaría. Prefiero

aprovecharlo para describir la realidad que experimentamos

respecto de la defensa de la vida en mi querido Tucumán.

En mi provincia, la mayoría de los tucumanos

estamos de acuerdo en esto: al niño por nacer se lo

defiende, y a la mujer embarazada se la cuida.

Tanto nuestro gobernador como nuestra ministra de

Salud Pública, que son médicos, como la mesa de conducción

de la Honorable Legislatura de Tucumán, el Honorable

Concejo Deliberante de San Miguel de Tucumán, los

honorables concejos deliberantes de las ciudades de Yerba

Buena, Concepción, Alderete, Aguilares, Las Talitas, y

tantas otras de mi querida provincia, han decidido defender

la vida del niño por nacer tucumano y de la mujer

embarazada, al igual que el propio Colegio Médico de la

provincia de Tucumán. Hemos decidido respetar y hacer

respetar tanto la Constitución de la Nación como la

Constitución de nuestra provincia. A esto se suma el aval

de 52.849 tucumanos que con su firma manifestaron su

repudio al aborto y su voluntad explícita de defender la

vida desde la concepción.

Sepan aquí, en Buenos Aires, que no podrán

decidir cuál tucumano va a nacer y cuál no. Menos aún

enseñar a nuestros niños y jóvenes que la vida puede

descartarse, porque no vamos a promover el descarte de

ningún niño por nacer. En Tucumán sabemos que el aborto no

impacta en la mortalidad materna, como sí lo hacen la

educación, el acceso a la salud y el agua potable, y es en

esa línea de acción que los ciudadanos queremos respuestas

de nuestros gobernantes.

En Tucumán sabemos que el aborto es violencia

contra la mujer, y las mujeres tucumanas decimos no a la

violencia. Porque en Tucumán, a pesar de estar lejos de las

grandes ciudades, sabemos que el incremento del costo

sanitario y el desvío de recursos para cubrir la demanda de

abortos a petición, reducirá los recursos para la atención

prenatal y obstétrica especializada, con un impacto

deletéreo sobre la salud materna y neonatal. Porque en

Tucumán sabemos que el respeto del derecho a la vida y la

defensa del niño por nacer es la garantía más elemental que

separa al Estado de derecho y la democracia de la tiranía y

la dictadura.

Porque en Tucumán, a pesar de que somos la

provincia más densamente poblada, no sobra ni sobrará

nadie. Al igual que en la Argentina no sobra ni sobrará

nadie. Somos la cuna de la independencia y seremos la cuna

del niño por nacer, porque no queremos la pena de muerte

para ningún niño en la Argentina; y sabemos que la vida de

ningún argentino está a merced de gobierno alguno.

No queremos que nadie se arrogue la facultad de

decidir quién vive y quién no. No queremos que nadie le

niegue el derecho a la vida al más indefenso, y no queremos

que obliguen a nadie a hacerlo. Porque sabemos que no

reconocer al niño por nacer en su naturaleza humana,

confirmada por la ciencia y reconocida por el derecho,

además de ser aberrante es un terrible acto de egoísmo.

Por último, quiero señalar que el Observatorio de

la Vida Tucumán solicita que se trate en las comisiones

correspondientes el proyecto de ley 324-D.-2018, de

protección de la mujer embarazada y niño por nacer, creado

e impulsado por la Red Federal de Familias. Además,

impulsamos en la provincia de Tucumán el proyecto de ley

provincial 375-P.L.-2017, de sistema integral de protección

del niño por nacer y la mujer embarazada.

Debemos romper las cadenas de cualquier política

abortista que quieran imponernos y sostener la defensa de

la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural.

Esa es la libertad que como generación del bicentenario

estamos llamados a defender y a conquistar. El ruido de

rotas cadenas que estamos produciendo entre todos desde

Tucumán, en este momento histórico, clama en cada rincón de

nuestro país que no queremos que en la Argentina tenga

lugar la esclavitud del aborto.

Argentinos: no pasemos a la historia como la

generación que pretendió arrogarse la facultad de decidir

quién vive y quién no. ¿Qué dureza de corazón tenemos, que

no nos sobrecoge la crueldad despiadada que se usa para

matar a un bebe y dañar a su madre?

Señores: termino con una frase de un reconocido

abogado tucumano, jurista, economista, político, estadista,

diplomático, escritor, músico y diputado: “No hay asamblea

que convierta en virtud lo que es un crimen”; Juan Bautista

Alberdi. Muchas gracias. (Aplausos.)

- Ocupa la Presidencia la

presidenta de la Comisión de

Acción Social y Salud Pública,

señora diputada Carmen Polledo.

Sra. Presidenta (Polledo).- Tiene la palabra Sonia Alesso,

dirigente sindical.

Sra. Alesso.- Buenos tardes, señores diputados y diputadas,

compañeras con quienes compartimos la lucha en defensa de

los derechos de las mujeres.

Quiero comenzar planteando que estamos aquí dando

este debate tan importante gracias a la histórica lucha de

miles de mujeres a lo largo y ancho del país. Y también por

la valentía, el compromiso y la convicción de las mujeres

de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, Legal,

Seguro y Gratuito, que de forma transversal y plural hemos

construido consensos y posibilitado este debate en todos

los sectores de la sociedad.

Desde los primeros encuentros nacionales de

mujeres, muchos de los temas de la agenda feminista se han

incorporado a la agenda legislativa y se han consolidado en

leyes. Hablo en nombre de la CTERA, de los trabajadores y

trabajadoras de la CTA y de la Internacional de la

Educación que agrupa a más de 170 países y 33 millones de

docentes. Señalamos aquí alguna de las declaraciones que

hemos consolidado a lo largo de nuestros congresos: “Las

mujeres tenemos el derecho inalienable a decidir de acuerdo

con nuestros valores y creencias sobre nuestro cuerpo y

nuestras vidas como parte de los derechos humanos que son

universales, indivisibles e interdependientes. Que es un

tema de derechos humanos la libertad de decidir cuándo,

cuántos y con quiénes tener o no hijos, construyendo una

democracia laica e inclusiva.”

Como mujeres trabajadoras reafirmamos que la

pelea por los derechos de las mujeres, son parte de la

lucha por la justicia social.

Por representar a un colectivo mayoritariamente

femenino, quiero plantear dos ejes para el aporte a este

debate. El primero es su perspectiva histórica y el segundo

es un abordaje sobre la Educación Sexual Integral.

Desde el comienzo de los tiempos las mujeres

hemos defendido nuestros derechos en contra de la tutela

ejercida por los Estados, las iglesias y el patriarcado. No

puedo dejar de mencionar aquí el derecho romano, donde las

mujeres teníamos menos derechos que los menores púberes

varones. Tampoco puedo dejar de mencionar a la Iglesia

Católica que por cientos de años nos consideró seres

inferiores; a las legislaciones de muchos países que a lo

largo de los años dijeron que las mujeres no teníamos

derechos civiles ni ciudadanos y, mucho menos, de disponer

sobre nuestros cuerpos.

A lo largo de la historia fuimos perseguidas,

quemadas, desaparecidas, llamadas inferiores, brujas y

locas. En el mundo y en nuestro país, cada derecho

conquistado ha sido parte de una larga lucha de las mujeres

por la justicia social. En la Argentina, las mujeres fuimos

consideradas inferiores durante décadas para disponer de

nuestro dinero, tener un salario justo, elegir y ser

elegidas, para tener derecho al divorcio, a la ley de

identidad de género y para defender la autonomía sobre

nuestros cuerpos. Pero también para vivir una sexualidad en

forma plena de acuerdo con nuestras creencias.

A lo largo de la historia siempre fuimos mujeres

tuteladas; siempre peleamos contra ello. No puedo dejar de

nombrar la lucha de mujeres como: Julieta Lanteri, Alicia

Moreau de Justo y Eva Perón. Lucharon las mujeres médicas y

las mujeres curanderas en la edad media, las mujeres

consideradas inferiores por la iglesia, las sufragistas en

todo el mundo y las educadoras que se negaron a ser

consideradas apóstoles y debatieron su condición de

trabajadoras intelectuales. También lo hicieron las

trabajadoras que pelearon por la jornada laboral, la

jubilación, las vacaciones pagas y para tener una vida

plena y un salario justo.

Desde la CTERA y la CTA resaltamos la importancia

que le damos a la lucha que llevamos adelante por la

sanción de la ley nacional de educación sexual integral y

los contenidos curriculares desarrollados que representan,

con nuestro aporte y con nuestra lucha, un avance con

respecto a la mirada sobre la sexualidad, la prevención del

abuso y las violencias de género. Apoyamos también el

Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación

Responsable.

A lo largo de este debate en el Congreso hemos

visto que muchos de los que estuvieron en contra de la

educación sexual integral también se opusieron al

matrimonio igualitario y a la ley de identidad de género.

El presupuesto previsto para la ley de ESI y los

programas han sido desmantelados y sus trabajadores y

trabajadoras despedidos. Aquí les voy a dejar a los

diputados y diputadas un estudio que hicimos sobre el

presupuesto que el gobierno nacional destina para la ley de

Educación Sexual Integral.

- Ocupa la Presidencia, el

señor presidente de la Comisión

de Legislación General, señor

diputado Lipovetzky.

Sra. Alesso.- Para nosotras “Educación sexual para decidir,

anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no

morir” no son exigencias suficientes por sí mismas, sino

que cada una, y en conjunto, son una condición necesaria

para la protección de la vida y la salud de las mujeres.

No podemos ser hipócritas. Los mismos sectores

que durante años nos negaron la educación sexual integral

hoy se niegan al debate sobre la interrupción voluntaria

del embarazo. Hablo como mujer, como feminista, como

sindicalista, como madre y como trabajadora. Hablo desde

una Central que promueve activamente, en todo el país, las

leyes en defensa de los derechos de las mujeres.

Vengo de una Central a la que no le son

indiferentes las miles de mujeres que mueren por violencia

doméstica o por abortos clandestinos. Sostenemos que el

derecho a la interrupción voluntaria del embarazo es un

problema de justicia social, porque a pesar de que todas

estamos criminalizadas, quienes mueren o se enferman son

las más pobres, las más jóvenes, las jóvenes y niñas de los

sectores vulnerables.

Sostenemos que la clandestinidad no es un

problema moral, es un problema de salud pública. Soy parte

de un colectivo que lucha junto a otras mujeres por el “Ni

Una Menos”. Hay un cambio cultural inmenso que se ve en las

calles, en las escuelas, en las universidades. Señoras

diputadas y señores diputados: ese cambio no se detendrá.

No aceptamos tutelas; ya conquistamos el voto, la

participación política y ciudadana, el matrimonio

igualitario, la identidad de género, los derechos

reproductivos, y junto a miles de mujeres vamos a

conquistar el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.

No admitimos tutelas; el Estado debe garantizar

nuestro derecho, las mujeres tenemos derecho a decidir. De

ustedes depende. (Aplausos.)

T.8

Schiavoni, D.

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la doctora

Clelia Mirta Ávila, escribana pública, del movimiento

Unidos por la Vida y la Familia de la provincia del Chaco.

Sra. Ávila.- Agradezco al señor presidente y a los señores

legisladores por este espacio que nos brindan. Ya que

mencionó los títulos, quiero dejar en claro que mi mayor

título es ser hija de Dios y ser mamá de una niña adoptiva

que hoy tiene trece años. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Un segundo, discúlpeme, el

material no se reparte a los diputados directamente, sino

que lo tienen que dejar por Secretaría y queda a

disposición de los diputados. Como hemos hecho desde un

principio, todo el material que traigan los expositores

queda en la comisión y cualquier diputado que esté

interesado puede solicitarlo libremente. Continúe,

discúlpeme.

Sra. Ávila.- En este recinto ya se han vertido un sinnúmero

de fundamentos, diría hasta magistrales, en cuanto a la

defensa de la vida, con argumentos científicos y jurídicos.

Asimismo, los expositores se han explayado acerca

de las implicancias sociales que podría tener si se

legalizara la práctica del aborto en nuestro país. Pero yo

quiero reflexionar brevemente acerca de un punto que por

allí también se lo mencionó que tiene que ver con los

organismos internacionales que están muy interesados en que

en nuestro país se legalice el aborto.

Son aquellas organizaciones transnacionales que

impulsan y que manejan muchísimo dinero y bancan las

campañas pro aborto a lo largo y a lo ancho de todo el

planeta. Me estoy refiriendo, en este caso, a la conocida

IPPF, a las multinacionales dirigidas por Rockefeller y a

muchas otras que podría mencionar, pero quiero dejar en

claro que todas ellas avanzan en tanto y en cuanto en los

países se les permita.

Ellos traen como premisa la teoría de Thomas

Malthus, a quien un día se le ocurrió decir que en el mundo

iba a escasear el alimento y el agua, y por lo tanto, había

que controlar demográficamente a todos los países y

especialmente a los subdesarrollados.

Es así que tanto el Consejo de Población como la

IPPF han lo grado seducir a la ONU para que, en el año

1992, el Banco Mundial le ordene a los países

latinoamericanos que legalizaran el aborto y que hicieran

de ello el centro de los programas de salud materno-

infantil.

Voy a leer la orden que fue titulada “Conferencia

Centroamericana para una Maternidad sin Riesgos” durante la

cual la funcionaria del Banco Mundial, Anne Tinker, exigió

que los gobiernos proporcionaran abortos seguros en los

programas de salud materno-infantil.

Y hoy pareciera que nuestro país está queriendo

aceptar esas recetas, digo por los proyectos que estamos

debatiendo. Tengan en cuenta que yo soy femenina, no

feminista -así como rechazo el machismo rechazo el

feminismo-, pero entiendo que la conquista de los derechos

de las mujeres no tiene que llevarse encima la muerte del

ser más indefenso que puede haber, que es aquel que está en

el seno de la madre.

Y tal como lo expuso uno de los grandes

abortistas en Estados Unidos, Bernard Nathanson, en este

país, como en los otros, se utilizan campañas donde se

falsean las encuestas, donde se desacredita a aquellos

militantes pro vida, apareciendo la opinión pública con

mensajes efectistas para jugar con las emociones, negando

toda evidencia científica, negando las barreras jurídicas,

negando, en definitiva, la verdad.

Gracias a Dios, este abortista que les mencioné

recién, Bernard Nathanson, en un momento llegó a

arrepentirse, cuando a través de una ecografía pudo ver

realmente lo que estaba haciendo.

Nosotros hoy tenemos aquí, delante de los

legisladores, los proyectos que estamos tratando y les

quiero pedir algo: no permitan que en nuestro país se abra

la puerta a una legislación que traerá derramamiento de

sangre inocente sobre nuestra tierra.

El pueblo argentino no quiere leyes injustas,

esperamos todos que no se dejen manipular por un lenguaje

seductor que usa cifras falsas de muertes maternas. La vida

de la madre no tiene más valor que la vida del hijo, ambas

son valiosas y debemos trabajar entre todos para evitar más

muertes por el motivo que fuere, tanto de la madre como del

niño. Pero quiero destacar algo, este proyecto de aborto

evidencia una enorme contradicción en la que incurrirían

nuestros legisladores, porque por un lado, en esta casa se

han sancionado leyes para contrarrestar la violencia, pero

por otro lado, se permite legalizar el aborto siendo éste

el acto más violento y cruel que exista.

Los argentinos no queremos que muera ninguna

mujer, pero tampoco queremos que muera ningún niño en el

seno de su madre.

También se ha legislado y se legisla siempre,

como corresponde, proponiendo leyes contra la

discriminación. Pero el proyecto en tratamiento discrimina

al niño por nacer, porque le niegan el derecho humano a

vivir, así como le niegan ese derecho a quienes tienen

alguna malformación o deficiencia. Hay muchas otras

contradicciones que, por lo corto del tiempo, no puedo

continuar describiendo. Pero sí quiero recordarles, señores

diputados, que si queremos ser creíbles debemos ser

coherentes.

Finalmente, me queda decirles lo siguiente. Es

muy cierto, como ya se dijo en varias oportunidades, que la

cuestión que aquí estamos tratando no tiene que ver con una

cuestión religiosa. Yo agregaría también que tampoco se

trata de una cuestión de derecha ni de izquierda. Se trata

de una cuestión social, de cómo estamos las mujeres y los

hombres en la Argentina. ¿Hasta qué punto nos importa

realmente la vida del otro? Recordemos que nuestra Carta

Magna protege al niño por nacer desde la concepción.

Espero que no se apruebe este proyecto de ley,

porque hay que impedir que los poderes lucren con el

aborto. Cuando nos pregunten por qué en este país no se ha

legalizado el aborto, diremos que porque la Argentina es un

país que respeta su Constitución, así como respeta la

ciencia. Además, tiene suficiente tierra, con recursos

naturales para todo aquel que quiera habitar su suelo, y un

corazón grande capaz de albergar a todos los hijos que

puedan tener nuestras mujeres.

Finalmente, pido a nuestro señor presidente que

no nos arrodillemos ante los poderosos. Nuestro país saldrá

adelante. Necesita tener principios divinos, eternos, que

nada tienen que ver con la religión; necesita respetar

nuestra Constitución, así como la vida desde la concepción.

(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).– Tiene la palabra la señora

Dolores Fonzi, actriz.

Sra. Fonzi.– Hola. Soy Dolores Fonzi. Soy actriz y madre de

dos hijos. Nunca aborté. Antes de ser madre no me gustaban

los chicos. Ahora siento que puedo ser madre de cualquier

niño.

Han pasado dos meses de debate y han desfilado

por este recinto personas a las que admiro muchísimo por su

valentía -en el caso de los relatos en primera persona- o

por el valor teórico que le dieron a esta ley. Aprendí

mucho. Gracias.

Otras personas, en cambio, amparadas en la

desesperación que les da lo inminente, expusieron discursos

disparatados sin argumentación científica ni legal, con tal

de impedirnos ser libres.

Hoy voy a hablar desde mí, porque en general

represento a muchas. Soy actriz, ya lo dije. Hoy estoy acá

porque un día, una amiga, actriz también, me preguntó:

“¿Qué hacemos? Algo hay que hacer”. En menos de dos semanas

éramos un colectivo de más de 500 mujeres actrices

argentinas. (Aplausos.) En menos de un mes hubo 70.000

cartas firmadas por mujeres de todas las disciplinas que se

comprometieron a seguir el trámite parlamentario hasta que

el proyecto fuera ley. Y si esto sigue así, vamos a ser

cada vez más. Nos vamos a unir más. No solo es necesario;

es inevitable.

Durante los dos meses que duró el debate, todos

los martes y jueves la Plaza del Congreso se vistió de

verde y se llenó de mujeres que trabajan duro por esta ley

desde hace tiempo. A esas mujeres se les sumaron otras más

jóvenes –incluyendo también adolescentes-, todas con

conciencia de sus derechos.

Las mochilas en los colegios llevan este pañuelo.

Aprendimos que la palabra feminista es inclusiva. Se habla

de aborto y de igualdad en las mesas familiares. Hemos

crecido mucho como sociedad. Y ya no hay vuelta atrás. Todo

esto, ¿por qué? Porque somos muchas, muchísimas las que

hacemos el mismo pedido, que no va a parar de crecer,

porque este es un movimiento natural y va a seguir el curso

natural de las cosas. Cuando uno oprime, comprime en menos

espacio lo que debería ocupar el doble. Así no aguanta

mucho tiempo: explota.

Niñas violadas por sus padrastros, madres

desesperadas que golpean puertas de Tribunales que se

declaran incompetentes, jueces que se desentienden de las

personas para ocuparse de ejercer la moral opresora. Y

claro, también, mujeres, como sus amigas, como sus hijas, o

como sus hermanas, que simplemente deciden que no es el

momento de ser madres.

Este sistema niega, invisibiliza, menosprecia,

penaliza y condena a las mujeres. Como si nuestros derechos

no nos correspondiesen.

En la búsqueda de qué decir hoy, se me cruzaron

las peores pesadillas. De alguna manera para mí estar acá

es enfrentarme con los monstruos que atacan a nuestra

sociedad, lamentablemente. Una vez escuché a una chica

contar algo que me pareció monstruoso: era una adolescente

que contaba que estaba amamantando a su bebé en un

colectivo y que podía imaginar, o escuchar la mente de los

que la miraban con desprecio. Escuchaba: “Negra de mierda,

puta, abriste las piernas, te hubieras cuidado, pobre ese

hijo, lo hacen por un plan”. Esa chica había sido abusada,

pero la culpable era ella.

Recordé también el caso FAL, que tanto nombraron

en este debate, un caso que cambió la ley de su provincia.

Me acordé de Belén, la chica de Tucumán que llegó a un

hospital con un aborto espontáneo y la metieron presa. Me

acordé de una amiga a la que le diagnosticaron aborto

porque estaba en riesgo su salud pero le prohibieron

abortar, no tenía como hacerlo. Todas condenadas por la

indiferencia, por la hipocresía, por la doble moral.

Tenemos un Estado que decide transformar a niñas y mujeres

en detenidas en libertad.

Esto me conduce directamente a uno de los

momentos más aberrantes de nuestra historia. Hace poco vino

a la Argentina Margaret Antwood, autora de El cuento de la

criada, y cuando le preguntaron en qué se había inspirado

para escribir su libro, dijo que en parte en la apropiación

de niños durante la dictadura en la Argentina. En el mundo

somos conocidos por eso: matar mujeres, robar niños.

Mujeres esclavas, utilizadas como recipiente, cuyas vidas

no tienen ningún valor. Y encima hemos tenido que aguantar

que en este debate se use ese horror para defender el

aborto clandestino. No nos vamos a meter ahí, pero algo de

lo que digo tiene que ver con lo que planteamos hoy, ¿no?

También quiero recordarles que en el artículo 1º

de la Convención de las Naciones Unidas se considera

tortura obligar a una mujer a gestar, parir y maternar si

ella no lo desea. Ningún legislador o funcionario público

puede legislar en contra de estos derechos.

Hace una semana en Salta el gobernador resolvió

adherirse al protocolo de la ley legislada en 2012 por la

presión social. Ojalá lo cumpla. Recordemos también que hay

muchas provincias que aún no lo aprueban como Formosa,

Santiago del Estero, Tucumán, etcétera. No sé que están

esperando. Es urgente señalar a esos gobernadores y poner

un tope a la impunidad que les confiere su machismo y

racismo. Pero ya nos vamos a ocupar de eso.

Está claro que lo que estamos debatiendo tiene

que ver con la libertad. Yo estoy acá porque soy libre. Soy

libre por mi condición social y económica, por la educación

que recibí y por el camino que me forjé. Otras no gozan de

esos beneficios. Estoy acá, otras ya no están.

No estoy sola, me abraza una enorme horda de

mujeres y yo las abrazo a ellas. Como me dijo una compañera

hoy antes de venir, el amor y la construcción colectiva nos

sostiene. No es un pedido personal, aunque lo personal sea

político. No podría estar en otro lugar ahora, y ustedes

tampoco.

A los que están indecisos o en contra, les pido

que se permitan desconfiar de sus creencias. Desconfíen de

sus creencias. Es cierto que pueden hacer de la Argentina

un país más justo, un país mejor. Tan cierto como que tal

vez nunca vayan a ocupar un lugar de mayor relevancia que

este.

Es ahora, es esta ley, son ustedes y es la

historia, la de todo un país y sus mujeres. Y si es una

cuestión de fe, las mujeres somos la religión en la que

tienen que creer. ¡Créannos! Somos mujeres luchando por

nuestros derechos, por nuestra libertad. Somos mujeres

encaminadas hacia la igualdad. Somos mujeres pariendo una

ley y vamos a hacer que nazca. Muchas gracias. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Guillermo

Kerz, médico gineco osbtetra de la Universidad Católica de

Santa Fe.

Sr. Kerz.- Antes de empezar mi exposición quiero agradecer

a la diputada nacional Gisela Escala, quien me ha invitado

a participar de este debate.

Estimados representantes del pueblo de la Nación

Argentina: desde mi perfil profesional de médico

tocoginecólogo, traigo ante ustedes algunos ejes de

reflexiones sobre un tema que ocupa y preocupa a la

sociedad argentina: el problema del aborto de una vida

humana bajo la figura de su despenalización. Ustedes son

nuestros representantes y es también en calidad de

representado que las comunico y las propongo.

No vengo con el objetivo de imponer nada, no

encuentro en las obediencias irreflexivas ningún atisbo de

libertad; respeto la libertad y su ineludible

identificación con la conciencia de cada uno; sería, pues,

un error imperdonable querer imponer mis razonamientos

sobre la interrupción voluntaria del embarazo. Solo les

solicito que les presten atención.

La primera reflexión es la estrategia de atención

primaria de la salud. El Estado tiene una responsabilidad

indeclinable con respecto a garantizar el derecho a la

salud. Su responsabilidad es colectiva, su principio es

solidario y su finalidad es dar a todos los que habitan o

transitan el territorio argentino posibilidades reales para

que el derecho a la salud sea una política pública y no una

petición de principios. El primer nivel de atención es el

ser humano, con dignidad intrínseca por tener vida humana

junto a su familia y su entorno.

La vida humana comienza desde el mismo día de la

unión del óvulo con el espermatozoide, sin dejar a dudas,

como se demuestra a través de la trasferencia embrionaria

que se realiza a las 48 horas de la fertilización in vitro

en el útero materno. Si el médico que transfiere ese

embrión de apenas 48 horas de vida, tuviera la menor duda

de que transfiere un mineral, vegetal o un híbrido, estaría

cometiendo experimentación de lesa humanidad. Es decir,

están convencidos de que transfieren vida humana.

La segunda reflexión se cita el nuevo Código

Civil que sostiene que hay persona humana desde la

concepción, comienza el continuo, concepto que significa

que algo que va cambiando gradualmente o en etapas muy

leves, sin ningún punto divisorio clave. Todo está en

desarrollo y no hay un punto tal o cual para la

interrupción. Un embarazo de 14 semanas se lo llama feto, y

hoy en día se multiplican los congresos del feto como

paciente. Uno de los temas del Congreso Nacional de

Ginecología y Obstetricia, a realizarse en setiembre en la

ciudad de Córdoba, será “El Feto como Paciente”,

apareciendo una nueva ciencia, que es la anestesiología de

estos pacientes, a fin de otorgar la dosis necesaria para

poder operarlo intrautero sin producir dolor. Ya ha habido

numerosas operaciones y están en continuo desarrollo.

Cuando se niega la dignidad de la vida humana al

ser humano desde la concepción, se le niega su protección y

promoción, y se crean monstruos conceptuales, de

racionalidad despojada de afectividad, como lo demuestra la

historia de la humanidad: untermensch, infrahumanos durante

el nazismo; no humanos, para los pueblos originarios en la

conquista; seres inferiormente en dignidad, como en la

esclavitud. En todos hay un resultado común: la vida

interrumpida violentamente. El hombre lobo del hombre.

La tercera reflexión es el aborto selectivo

practicado en países como la India, Vietnam y China. Esto

es posible por un análisis de sangre, de la cual se

obtienen células del embrión feto que circula por la sangre

materna, se depuran y se analiza su ADN. Si el embrión es

femenino, se lo aborta. “Son prácticas nocivas de raíz

cultural que valoran más a los niños sobre las niñas”,

explicó en un encuentro en Ginebra Isha Dyfan, responsable

de género y derechos de las mujeres de la Oficina del Alto

Comisionado de la ONU, junto a la Organización Mundial de

la Salud, Unicef, el Fondo de Población de las Naciones

Unidas, y ONU-Mujeres. Hay niñas intrautero en esos países,

por eso el grito: paren el aborto selectivo.

Pareciera que las niñas por nacer en la India

tienen entidad como seres humanos para estos organismos, no

así los embriones femeninos en la Argentina cuando se

proponen leyes que pretenden privilegiar la vida de unos y

la muerte de otros.

La cuarta reflexión es que se puede disminuir la

muerta materna en general y la muerte por aborto en

particular. En los últimos veinte años ha disminuido la

muerte materna en la República Argentina en más del 50 por

ciento, como también ha sucedido en la provincia de Santa

Fe. Igual reducción tuvo la muerte materna por aborto.

Medidas de alto impacto desde la salud pública como ser la

educación y acceso a la salud sexual y procreación

responsable, el control prenatal, la atención adecuada del

parto, la recepción del recién nacido, como las

asignaciones universales por embarazo y por hijo colaboran

en disminuir el flagelo de la muerte materna.

Para continuar avanzando en la reducción de la

muerte materna, esta Honorable Cámara de Diputados podría

promulgar una ley de promoción y protección integral de la

embarazada en conflicto con su embarazo, evitando la muerte

por aborto y otras causas, promoviendo y protegiendo ambas

vidas. Esta ley, presentada hace más de diez años por la

actual diputada nacional Silvina Frana en la Legislatura de

la Provincia de Santa Fe, expresa en algunos de sus

articulados: “Entiéndase por mujer en conflicto con su

embarazo a toda mujer embarazada que por cualquier causa

sufra un disturbio emocional o cualquier tipo de violencia,

que pudiera poner en peligro la salud o vida de ella o de

su hija.” “La protección se dará con absoluta independencia

de la causa que haya dado origen al conflicto.” “En el

articulado 8 el Estado deberá garantizar la asistencia y

asesoramiento gratuito para realizar todos los

procedimientos legalmente establecidos para la adopción de

la hija o hijo nacido vivo a la mujer que lo solicite desde

la concepción.”

Quinta y última reflexión: el Estado debe

garantizar la salud, que está sustentada en el primer

derecho que es el derecho a la vida de todos los habitantes

de la Argentina. Las políticas de salud activas deben

continuar a fin de disminuir la muerte materna y acortar la

brecha en salud, desigualdades que muestran un norte

argentino más injusto y comunidades rurales con escaso

acceso a la salud con respecto a provincias centrales o de

mayores recursos económicos. Ningún legislador puede

descansar sin sentir este sufrimiento en lo más íntimo de

cada uno, sobre todo aquellos que representan a provincias

de mayores recursos económicos.

La promoción de la salud necesita de políticas

activas, de mayor presupuesto para que los determinantes de

la salud no sean el factor que lleve a decidir una vida

sobre la otra.

Conclusión: la vida humana comienza desde el

mismo momento de la unión del óvulo y el espermatozoide. El

feto como paciente es una realidad en el mundo de la

ciencia. La disminución de las tasas de muerte materna y de

muerte infantil son indicadores de desarrollo de los

pueblos. Las brechas en salud reflejan un país que no cuida

y protege la vida humana, refleja un país poco solidario.

Benito Quinquela Martín fue abandonado a los dos

meses de nacer en un orfanato de la Boca hasta que fue

adoptado a los seis años por la familia conformada por

Manuel Quinquela y Justina Molina; su madre lo abandonó,

pero le dio la vida y pudo vivir. Quizá en ese tiempo le

hubieran ofrecido a esa madre misoprostol en lugar de un

orfanato.

Concluyo con la reflexión de quien fue el primer

ministro de salud de la República Argentina, cuando se

formó por primera vez el Ministerio de Salud; sí había

ministerio de Ganadería, porque se cuidaban mejor las vacas

y los animales que los hombres. Le hago la propuesta a cada

legislador para su conciencia. Ramón Carrillo decía que no

hay política de salud sin políticas sociales, todos los

hombres tiene igual derecho a la vida y a la salud.

Estimados representantes del pueblo argentino:

solo en su conciencia estarán aprobando una ley que permita

la eliminación de la vida humana en forma violenta, que no

me cabe la menor duda afectará tanto a nuestra generación

como a la siguiente. El Estado debe garantizar el derecho a

la vida, no quitarlo. Espero que mi propuesta pueda ser

tenida en cuenta a la hora de la votación. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra el doctor

Ginés González García, ex ministro de Salud y ex embajador

argentino en la República de Chile. (Aplausos.)

Sr. González García.- Me encanta el tema de este debate. En

realidad, es un debate que a veces parece un combate –por

lo que yo he visto, no solo en el rato que estoy acá, sino

por lo que he oído y por lo que se ha tratado de imponer-,

pero es un debate entre la ficción, la ciencia y las

creencias, entre los resultados y los no resultados.

Hoy estuve viendo por televisión al ministro de

Salud actual, y creo que fue tan contundente que ustedes no

necesitan ninguna cifra, ni yo las traje, y de ninguna

manera voy a apoyarme en un PowerPoint.

El hecho es concreto y cualquiera que esté en

esto sabe que es un problema grave. Me emocionó mucho

encontrar unos cuantos amigos y amigas con los cuales hemos

peleado juntos, desde distintos lugares y desde distintos

partidos, en lo que respecta a los temas de la salud.

Yo pedí la primera encuesta para saber la

magnitud del tema en el año 2002 -aunque no me gusta ser

auto referente- que algunos objetan, pero en realidad, a

partir de ahí -para hablar de lo que en parte se escucha en

este debate- siempre hubo algunos diciendo que no y otros

preguntando por qué no seguimos al mundo, por qué no vamos

al primer mundo, por qué no vamos a la evidencia, por qué

no vamos a los resultados y por qué no hacemos las cosas

que probadamente se hacen –aquí, en América, en pocos

lugares- desde hace muchos años en el mundo, en la OCDE y

en el Mercado Común Europeo. Sobre todo, en un país que

tuvo además una legislación de avanzada desde hace casi un

siglo.

Si ustedes vieran las cosas que decían de esa

legislación cuando se aprobó; que se terminaba el país, que

era la destrucción de la familia, que tendría un impacto

demográfico o que la Argentina nunca más crecería, algunos

de esos argumentos también se escuchan ahora. La verdad que

en estos casi cien años, en realidad, esa ley sirvió como

un testimonio de avanzada y quizá la pregunta sea: ¿por qué

no la cambiamos en tantos años? Yo creo que como está hoy

no sirve para nada.

Y si ustedes quieren, sí sirve, sirve para que

tengamos muertes maternas evitables, sirve para que

tengamos miles de internaciones, no importa si el año

pasado fueron un poco menos que en el anterior, pero son

muchísimas, son miles, son 150 internaciones por día. Hoy

hay 150 internaciones por consecuencias postaborto.

Entonces, cuando uno tiene una realidad de ese

tipo tiene que cambiarla, para eso está sentado y para eso

tiene el honor que tuve yo en algún momento de mi vida y

que tienen ustedes en este momento.

Por ejemplo, el Programa de Salud Reproductiva,

¿ustedes se acuerdan que habíamos creado el programa de

Medicamentos Genéricos? Tuve bastante combate ahí y nada

menos que con gente que es poderosa. (Aplausos.)

Tuve muchos más problemas -lo digo realmente- con

el Programa de Procreación Responsable y Salud

Reproductiva. ¿Ustedes se acuerdan el lío que hubo con la

Iglesia en nuestro gobierno? No fue por el tema de la

despenalización del aborto, sino por difundir el uso del

profiláctico. ¿Ustedes se acuerdan que cuando hicimos el

programa en muchas provincias no había forma de que se

distribuyera? Tuvimos que incluirlo en una cajita

específica, después se incorporó en el programa Remediar,

que era una caja más grande, para que llegara directamente

a los centros de salud porque si no, en muchas provincias

no los distribuían. Y no los distribuían por cuestiones que

tenían que ver con los poderosos del lugar.

Y además, como siempre, los valores morales los

usaban sobre los más débiles, porque no iban a la Iglesia a

predicar que no se vendieran anticonceptivos; no dejaban

que hubiera un programa público de acceso para los más

débiles –económica, social y culturalmente-, en primer

lugar, a la información y en segundo lugar, a todos los

insumos.

Entonces, realmente creo que una ley puede

cambiar mucho la realidad; esto se lo digo a los diputados,

esa es la verdad y creo que todos ustedes tienen tiempo y

experiencia política. Créanme que en este caso ustedes

están tratando de cambiar la realidad, y no es que cambia

porque de un día para otro se modifique todo, sino porque

deja de ser un delito, que es la causa fundamental por la

cual se producen las muertes, las internaciones, las

consecuencias y los negocios.

Todo eso es porque es un delito; si dejara de ser

un delito, como sucede en la mayor parte de los países del

mundo -más allá de los acotamientos o los tiempos que se

establezcan, yo sé que están trabajando en eso-, se

llevaría a cabo con métodos modernos como los que se usan

en todo el mundo, con más medicamentos que intervenciones;

además de todos los derechos de las mujeres y todo lo que

ello significa.

Realmente, créanme que no lo digo con ninguna

demagogia, sino porque creo que pocas veces se da esta

oportunidad de que una ley cambie la historia. Y esta

historia, al desaparecer el miedo, o al minimizarlo, o al

dejar que exista lo delictivo, que es el mecanismo

fundamental de la represión que se ejercita, va a cambiar

sustancialmente.

Por último, me gustaría dirigirme más

especialmente a algunos de mis compañeros de ideología

política. El peronismo no fue hecho para mantener las cosas

como están; el origen del peronismo es para cambiar la

historia, el origen del peronismo no es para defender a los

poderosos ni para tenerle miedo a los poderosos del pueblo

que puedan sancionarlo.

El origen del peronismo es, justamente, para

defender a los débiles. En el origen del peronismo siempre

ha habido aprietes, y estoy seguro de que ustedes tienen

aprietes. Todos hemos tenido aprietes en distintos momentos

de nuestra vida en la función pública. Pero una cosa son

los aprietes que podamos aguantar y hacer las cosas como

deben ser y otra cosa son los aprietes que hacen que las

mujeres hasta a veces sean embarazadas por esos aprietes y

después tengan todas las consecuencias que tienen.

En la Argentina, además –como ustedes lo saben y

lo vieron en muchas provincias-, ni siquiera se cumple la

ley, ni siquiera se cumple el aborto legal y todo eso es

por el miedo. Una vez desaparecido el miedo se volverá a

las cuestiones centrales que debemos considerar: defender a

los más débiles. En la Argentina hay muchos abortos pero

también hay dos clases de abortos: abortos de pobres y

abortos de ricos; no son iguales ni tienen las mismas

consecuencias. Entonces, nuestra obligación política es

defender a los más débiles que son las mujeres, que son las

jóvenes y que son las que tienen menos capacidades

culturales, económicas y sociales. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la doctora

María Inés Brogin, abogada de la UBA, diplomada en Derechos

Humanos, directora de Relaciones Institucionales en el

Frente Joven.

Sra. Brogin.- Buenas tardes, les agradezco a todos por la

invitación. Hoy vengo en representación de la organización

a la que pertenezco, por una problemática que nos preocupa

y atendemos hace más de diez años.

Para comenzar, quiero que todos hagamos un

esfuerzo estos siete minutos, sé que vienen escuchando hace

mucho tiempo pero tratemos de escuchar y tratemos de ser

empáticos, de tener esa capacidad de percibir, compartir y

comprender lo que otro vive, padece o sufre.

Para ello los invito a todos a hacer el siguiente

ejercicio: ¿qué dirían si ahora mismo, en este instante,

alguien tiene que tomar alguna decisión acerca de sus

vidas?, cualquier decisión.

Tomamos muchas decisiones desde que nos

levantamos; elegimos qué desayunar, qué medios de

transporte tomamos, qué almorzar. ¿Qué dirían si a partir

de ahora alguien más decidiera sobre eso? ¿Qué dirían si

esa decisión es sobre si vas a vivir o vas a morir, más

allá de lo que hayas hecho o puedas llegar a hacer? ¿Y qué

dirías respecto a esa decisión si no hay nada,

absolutamente nada que puedas hacer al respecto?

Señores diputados: miles de niños están ahora en

esa situación. Alguien decide sin que ellos sepan si

morirán o vivirán. Ese alguien es su madre y esa decisión

es el aborto.

Nos quieren hacer creer que este es un debate

dialéctico: a favor o en contra. Nos quieren embellecer

este debate para que suene poético, para que los dos

términos en los que se fundamentan los derechos humanos se

enfrenten a muerte: la vida y la libertad.

Nos quieren hacer creer que está en debate cuándo

comienza la vida humana. La ciencia moderna brinda

argumentos genéticos, biológicos y embriológicos que

demuestran con claridad que las personas humanas por nacer

son tales desde el momento de la concepción.

Los proyectos de ley presentados postulan la

completa legalización del aborto hasta la semana catorce

sin expresión de causa y, luego de ese plazo, por amplias

causales. Esto implica una legalización encubierta de

aborto irrestricto, ya que hace del aborto algo a petición

y sin plazos, de manera absoluta y arbitraria.

Desconociendo el derecho internacional, estos

proyectos pretenden legislar sobre un supuesto derecho al

aborto. No existe ningún instrumento internacional que

obligue a nuestro país a consagrar el pretendido derecho,

sino al contrario: los instrumentos internacionales han

podido ser ratificados por la Argentina porque no han

colisionado con las normas. Ante los riesgos de entrar en

conflicto, la Argentina ha hecho reservas aclarando la

situación dada. Eso es lo que ocurrió en el caso de la

Convención sobre los Derechos del Niño, cuando el artículo

2º de la ley 23.849, dice: “Al ratificar la convención,

deberán formularse las siguientes reservas y

declaraciones”, y en el segundo párrafo, expresa: “Con

relación al artículo 1º de la Convención sobre los Derechos

del Niño, la República Argentina declara que el mismo debe

interpretarse en el sentido que se entiende por niño todo

ser humano desde el momento de su concepción y hasta los 18

años de edad”.

Por lo tanto, en virtud de estas disposiciones,

la Argentina no puede estar obligada a algo que no se

consideró problemático cuando fueron ratificados estos

tratados. Si algunos organismos internacionales han

recomendado a la Argentina la regulación de la práctica de

los abortos en determinadas circunstancias, lo han hecho

yendo más allá de lo que los tratados establecen, es decir,

más allá de lo que nosotros mismos hemos firmado.

En conclusión, deberíamos dejar de debatir cuándo

comienza la vida humana. La vida comienza en la concepción

y se encuentra protegida en nuestro bloque constitucional,

por el principio de progresividad. No se puede retrotraer

ese derecho por la prohibición de no regresividad, si es

que tenemos una adecuada concepción del sistema de derechos

humanos.

Es importante que tengamos en claro que esa

protección existe ante los ataques que ya se han esgrimido

en este debate, cuando se habló de que el deseo de la madre

tiene que ser preexistente para que un ser humano sea

considerado persona. Tal consideración, efectuada por una

corriente materialista, conduce a la abolición de la noción

de derechos humanos. La independencia de la persona tiene

que ver con que a ningún hombre o mujer le corresponde

juzgar si otro hombre o mujer posee o no los rasgos

fundamentales de la personalidad. Los derechos humanos

dependen del hecho de que nadie tiene la prerrogativa de

definir el círculo de aquellos a los que les corresponde o

no corresponde vivir.

En definitiva, si la calificación de persona

dependiera de la voluntad de un hombre, de algunos hombres,

o de las convenciones humanas, librados a las veleidades de

los poderosos ocasionales, no podría afirmarse tal

constitutivo esencial de la persona humana, puesto que

quedaría librado a cualquier decisión arbitraria

desprovista de racionalidad. En efecto, en tal caso se

consolidaría una tiranía sin límites de aquel que tuviera

la facultad de definir quién es persona o no. Y ello, claro

está, no es admisible dentro de un Estado de derecho que no

se cansa de pregonar estar a la vanguardia de los derechos

humanos fundamentales.

Por otra parte, nos quieren hacer creer que se

propone legalizar el aborto para salvar la vida de la

mujer, que se vería obligada a recurrir a abortos en

condiciones muy riesgosas para su salud. Así, se afirma

nuevamente otra dialéctica. Nos quieren hacer creer que se

encuentra en disputa el derecho a la vida de dos personas:

el de la madre y el de su hijo por nacer. De esta manera,

quienes propugnan la legalización del aborto ya no

necesariamente niegan que el ser humano exista, pero

sostienen que su derecho a la vida debe ceder ante el

riesgo que significa todo aborto ilegal.

Como fundadora de una organización que hace años

intenta combatir la mortalidad materna en nuestro país, soy

totalmente consciente de que existe un problema grave de

muertes maternas, que podemos y debemos encarar y

solucionar. Se trata de muertes maternas que se pueden

evitar. Los estudios en la materia son vastos, y es así

como nació nuestro programa Defensores de Mamás.

Hay problemas estructurales detrás de la

maternidad vulnerable que no se solucionan a partir del

aborto y que son invisibilizados cuando se liberaliza el

aborto. De hecho, es muy común que la gente crea que la

principal causa de mortalidad materna en la Argentina es el

aborto, cuando no lo es. Primero, están las causas

obstétricas directas, que son el 47 por ciento. Este último

problema, el más grave que enfrentamos, nadie lo menciona.

¿O acaso no nos importa la vida de las mujeres?

El aborto libre no ataca las causas que llevan a

las madres vulnerables a considerar el aborto, sino que lo

colocan en el riesgo de vida, como ocurrió en el caso de

Keyla Jones, que murió a causa de un aborto provocado en un

hospital.

Miles de historias dolorosas se esconden detrás

del aborto. Es una tragedia personal y un fracaso social

que nos interpela a todos. Este debate exige una gran

responsabilidad, ya que da una oportunidad para enfrentar

un problema profundo y complejo.

Ninguna mujer quiere abortar. La obligación

médica es salvar las dos vidas; la obligación de ustedes,

nuestros representantes, es legislar y decidir en ese

sentido.

Nada bueno puede darse en la sociedad cuando se

elige la muerte como solución. Una profesora amiga siempre

nos decía: “¿Por qué poner una „o‟ donde podemos poner una

„y‟? Existen estrategias de fondo para prevenir tanto las

muertes maternas -me refiero a todas las muertes maternas-

como los abortos, salvando tanto a la mujer como al niño.

Estamos ante el desafío de encontrar las opciones

más humanas para que los derechos sean efectivos de un modo

más pleno y para más personas. Para que nadie deba morir ni

sufrir por un aborto en la Argentina, salvemos las dos

vidas. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).– Tiene la palabra la señora

Diana Maffía, doctora en Filosofía, docente de grado y

postgrado de la UBA y de distintas universidades nacionales

e internacionales, e investigadora del Instituto

Interdisciplinario de Estudios de Género. Ha sido compañera

de varios diputados y diputadas en la Legislatura de la

Ciudad de Buenos Aires, y tiene muchísimos antecedentes más

que no vamos a alcanzar a nombrar en este momento.

Sra. Maffía.– Quiero manifestar mi agradecimiento por la

oportunidad que me han dado de expresar mi opinión

ciudadana ante los diputados y diputadas nacionales, en

este debate legislativo histórico, donde esperamos que se

salde una deuda democrática, ya que estamos en una

institución que expresa la pluralidad de las ideas

políticas de una sociedad.

Es un debate histórico porque estamos discutiendo

el aborto, que es algo que impacta en la vida de todas las

mujeres, y porque esta vez estamos nosotras para que se

consideren nuestras razones, nuestros testimonios y

nuestras experiencias.

Hoy vamos a concluir una extraordinaria tarea. Si

bien hemos tenido la oportunidad de presenciar una serie de

audiencias públicas en las que hubo muchos desvíos y mucha

falta de pertinencia, también quedó en claro que lo que se

está por decidir no es si las mujeres deben abortar o no,

sino en qué condiciones lo harán. Las mujeres abortamos. La

cifra es elocuente. El movimiento de mujeres, a través del

socorrismo, ha tomado en sus manos acompañar a las mujeres

a abortar de modo seguro. El que está ausente es el Estado,

y sobre eso se debe legislar. Lo que estamos tratando de

subsanar es el desencuentro entre el Estado y las mujeres.

Este Congreso deberá demostrar con su voto si nos considera

o no ciudadanas capaces para que tal encuentro se realice.

Todos queremos que haya menos abortos. Hay que

buscar el mejor camino para eso, dado que la

criminalización no ha resultado eficaz para bajar su

número. En cambio, sí ha resultado eficaz para amenazar la

vida, la salud y la autonomía de todas: las que parimos y

las que abortamos.

En 1921, cuando se redactó el artículo que hoy

intentamos cambiar, las mujeres éramos consideradas

incapaces, pasábamos del dominio del padre al del marido,

no votábamos, no legislábamos, no administrábamos nuestros

bienes, no ejercíamos profesiones ni patria potestad sobre

nuestros hijos, nuestra palabra no valía nada y ni siquiera

podíamos ser testigos en un juicio. En nuestro sistema

normativo no fuimos representadas, sino sustituidas. No

fuimos protegidas, sino tuteladas.

Se trata de una paradoja ética: la dignidad que

se ha insistido en otorgar a un embrión, a un ser en

gestación potencialmente humano, se nos niega a las mujeres

desde hace siglos. Se desconoce nuestra condición de

sujetos morales, se obstruye nuestra autonomía y se

debilita el reconocimiento de nuestra ciudadanía.

La exclusión y la invisibilidad de las mujeres y

otras personas gestantes en un asunto que nos impacta de un

modo en que ninguna ley ni prohibición afecta a los

varones, tiene su ícono en un feto gigante que tomó el

espacio público y en pequeños fetos en primorosas cajitas,

obsequiados a los legisladores y legisladoras de esta casa.

Allí nos dicen qué somos y dónde estamos las mujeres: nada.

Un feto de nadie, con un cordón umbilical que no

se conecta a ningún cuerpo de persona humana, un feto wifi

cuyo centro de operaciones son instituciones confesionales

y misóginas, religiosas y académicas que aquí han hablado

por nosotros. Y no nos engañemos, los mismos que hoy

argumentan en contra del derecho al aborto legal,

estuvieron en contra del divorcio vincular, de la patria

potestad compartida, de la educación sexual, del acceso a

la anticoncepción, del matrimonio igualitario, siempre con

argumentos tremendistas que fueron desmentidos por la

sociedad, porque somos perfectamente capaces de hacer un

uso racional de la ley.

El aborto constituye una demanda permanente del

movimiento de mujeres desde el retorno de la democracia.

Desde entonces, nos hemos ocupado de desarmar muchas

falacias, recolectar datos y evidencias genuinas y refinar

nuestras razones. Muchas de esas razones han sido expuestas

aquí: los derechos de toda persona en relación a su

sexualidad pueden ser reproductivos o no reproductivos, y

el Estado debe garantizar ambos tipos de derechos con

políticas adecuadas.

Las mujeres somos capaces de gestar, de parir, de

amamantar, pero esa capacidad no puede transformarse en una

obligación. Tenemos el derecho a una maternidad deseada y

no el deber de una maternidad forzada. Un embarazo deseado

coincide con la voluntad procreacional, y el Estado está

obligado a garantizar el respeto a ese proyecto vida. Un

embarazo forzado es cuando no hay voluntad procreacional o

cuando hay un obstáculo que nos daña y se evalúa entonces

su continuidad o su interrupción. La persona gestante es

quien debe tomar la decisión y quien debe evaluar, y

debería tener derecho a interrumpirlo respaldada por el

Estado.

Recordemos que el Código Civil establece la

prioridad de la voluntad procreacional sobre la maternidad

o paternidad biológica, pero las objeciones a la

interrupción del embarazo pretenden que la mera condición

de gestación obligue a la maternidad, aunque sea

involuntaria o amenace con un daño o sea expresamente

contradictoria con la voluntad de la persona gestante, y

esto afecta su libertad y su dignidad. Se nos obliga a una

conducta heroica, supererogatoria, y eso no es exigible

moralmente.

El punto es quién toma la decisión. Esta es la

cuestión política, porque involucra relaciones de poder, y

porque forma parte de la construcción de ciudadanía. En

este debate se decide si se reconoce el estatus moral de

las mujeres para tomar decisiones autónomas sobre sus

propias vidas o continuamos bajo tutela. La autonomía sobre

el propio cuerpo gestante es un derecho inalienable, por

ende la clandestinización, la criminalización y las muertes

por abortos inseguros no deberían ser nunca más una

política de Estado.

Lo que se discute es si una mujer que aborta debe

ir presa o no, y si hacerlo de modo seguro o inseguro debe

depender de su estatus económico, eso es lo que se discute:

aborto legal, seguro y gratuito. Quienes estamos a favor de

la ley de interrupción voluntaria del embarazo no

intentamos imponer nuestras decisiones a quienes están en

contra del aborto. Y nos hemos asegurado de que ninguna

mujer sea obligada a abortar, porque su consentimiento debe

ser explícito. Pero quienes objetan la ley pretenden

imponer sus preferencias morales e impedir que el resto de

la sociedad pueda planificar su vida con otras convicciones

éticas. La ética es racional, la ética no es dogmática,

el dogma es religioso. Quienes sigan un dogma podrán no

abortar.

Que la interrupción voluntaria del embarazo se

legalice es un hecho político que repara la desigualdad de

poder en la apropiación de las decisiones sobre los cuerpos

gestantes. Que no se legalice y se perpetúen los abortos

clandestinos y riesgosos también es una acción política,

esta vez a favor de la apropiación de los cuerpos gestantes

como medios para fines que no son propios de su decisión

autónoma. Y no considerar a las mujeres un fin en sí mismas

es un hecho inmoral que nos obliga a un sometimiento

indigno de la condición humana.

Por otra parte, se puede defender el derecho a la

vida de las personas nacidas y en etapas gestacionales sin

penalizar el aborto. La vida se defiende positivamente y no

mediante prohibiciones, nosotras defendemos la vida. La

legalización disminuye las muertes maternas y también

disminuye el número de abortos. Si quieren salvar las dos

vidas, como dicen, aprueben la ley de interrupción

voluntaria del embarazo. Gracias. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky>).- Tiene la palabra Rocco

Buttiglione, ex ministro y ex diputado de Italia, ex

vicepresidente de la Cámara de Diputados de la República

Italiana por el partido Unión de los Demócratas Cristianos

y del Centro, director de la Cátedra Juan Pablo Segundo de

filosofía e historia de las instituciones europeas.

Sr. Buttiglione.- Señores diputados y diputadas, señoras y

señores, amigos: es muy difícil hoy hablar de aborto en la

Argentina. En todo el mundo se va llevando sobre este tema

una lucha tan encarnizada, que se ha perdido el deseo de

entender a las razones de los otros, lo que es necesario

para que haya un verdadero dialogo y no solo un intercambio

de monólogos en el que cada uno quiere solo escuchar su voz

y no entender las razones del otro.

Mi ubicación personal es bien conocida y todos

saben que sobre este asunto tengo convicciones muy

enraizadas, por las cuales he pagado también precios

elevados en el curso de mi vida política. Yo les ruego, sin

embargo, volver a empezar conmigo una investigación sin

prejuicios sobre este tema en la tentativa de considerar

todos los lados de un problema tan impactante.

El primer punto es que es difícil negar que el

fruto de la concepción sea un individuo de la especie

humana. Científicamente entre el momento de la concepción y

el momento de la muerte hay una evolución continua en la

cual no es posible encontrar momentos de fractura o de

transformación cualitativa.

Lo que identifica al ser humano es la posesión de

una forma única e irrepetible. En el interior de la ciencia

biológica la posesión de una forma única e irrepetible se

refleja en la posesión de un ADN igualmente único e

irrepetible. El ADN del cigoto es diferente del de la

madre. El cigoto es un individuo distinto de la madre.

Algunos afirmaron que el momento de la

individuación es sucesivo a la concepción y lo colocaron en

la segunda semana de embarazo, que es el período en que es

posible la diferenciación de un cigoto en dos gemelos

idénticos. Ellos dicen que en esta etapa hay materia humana

viviente y no individuos de la especie humana. Esta

objeción no me parece conveniente.

La diferenciación de gemelos idénticos es una

ocurrencia muy rara, se dan 4 cada 1.000 casos

aproximadamente, y aún no entendemos exactamente sus

causas. En esos pocos casos el cigoto contiene, no uno sino

dos individuos de la especie humana, no cabe duda que el

proceso natural del embarazo va a generar individuos de la

especie humana.

Esta individuación está presente desde el

comienzo aunque en muy pocos casos pueda duplicarse

generando dos niños. Imaginemos que tienen razón los que

dicen que en las primeras dos semanas no hay un individuo

de la especie humana, sino materia humana viviente aún no

individualizada. Es una disputa científica y yo no soy

científico como para juzgar sobre esto, pero como político

tengo que aplicar el principio de precaución. El principio

de precaución dice que si hay una duda razonable que una

acción haga daño a la salud o a la vida del hombre, esta

acción es ilícita. Aún si no fuese cierto, y lo es, que la

individuación tiene lugar desde la fecundación, el

principio de precaución nos impide destruir al cigoto. El

principio de precaución es una piedra angular de la

consciencia y de la legislación ecologista.

El problema del momento de la individuación es

importante por el asunto de la llamada píldora del día

después. Algunos defensores de este tipo de píldora dicen

que la misma interviene en un momento en que aún no existe

un individuo de la especie humana, sino materia humana

viviente. Es imposible negar que haya en este caso al menos

una duda razonable que justifica la aplicación del

principio de precaución.

Muchos defensores del aborto no niegan que el

cigoto sea un individuo de la especie humana. Ellos

diferencian entre individuo de la especie humana y persona

humana y dicen que el cigoto o el feto es un individuo de

la especie humana pero no una persona humana. El concepto

de individuo de la especie humana pertenece a la ciencia

biológica, el de persona, a la filosofía. Ellos dicen que

para ser personas es necesario estar en relación con otras

personas humanas, ser acogidos en una comunidad humana.

Otros dicen que ser persona depende de la capacidad de

estar en relación con otros. Realmente, la capacidad de

estar en relación con otros es una característica

fundamental del ser persona.

El niño no nacido -desde ahora no hablamos más

del cigoto, que es una palabra de la biología, sino de niño

no nacido, que es el lenguaje de la filosofía y también del

sentido común- está en relación con otros y está, por

supuesto, en relación con la madre. El problema es

exactamente si es lícito rechazar e interrumpir una

relación que ya existe.

Algunos ligan la relación con la capacidad de

hablar, pero las relaciones no son solo relaciones

verbales. Otros argumentan que la persona debe estar

consciente de la relación, pero hay una infinita graduación

de no estar consciente y lo decisivo no es que el niño esté

consciente de la relación, sino que nosotros estamos

conscientes de nuestra relación con el niño.

Otros piensan que el aborto es lícito hasta el

momento en que el niño tenga un sistema nervioso bastante

desarrollado para sufrir dolor, eso tampoco es muy

concluyente. Sería como decir que matar a un hombre es

lícito si lo hacemos de manera tal que no sufra. Además, se

plantea aquí una cuestión política muy importante. Todos

los individuos de la especie humana son personas. ¿Hay

individuos de la especie humana que no son personas? En el

mundo clásico los esclavos no eran personas, tampoco los

niños eran personas. Al nacimiento la mujer ponía al niño

en el hogar, si el dueño de casa lo levantaba en sus brazos

el niño era hijo y ciudadano, si no, lo dejaban morir, o a

lo mejor, tenía una suerte de esclavo. En la Alemania nazi

no todos eran personas, los pertenecientes a las razas que

se consideraban inferiores no eran personas. Igualmente en

la Rusia comunista, los que se oponían al curso de la

historia no eran personas y no tenían libre derechos. En la

mentalidad colonialista e imperialista, lo que el sistema

no necesita, los marginales, los que nos producen, no son

personas.

Un filósofo, Spinoza, ha escrito que todos tienen

tanto derecho como poder, los que no tienen ningún poder no

tienen ningún derecho. El progreso de la civilización

jurídica, por el contrario, coincide con la decisión de

poner el poder colectivo al servicio del derecho de cada

uno y especialmente del más débil, del que por sí mismo no

puede defender su derecho. Se habló de defender a los más

débiles, el más débil aquí, evidentemente, es el niño.

Hasta ahora hemos considerado las razones en

contra de la legalización del aborto. Está claro que yo

comparto estas razones, que se pueden condensar en una

afirmación: el niño no nacido es una persona humana y como

tal tiene el derecho a la vida. Esa posición yo la comparto

enteramente, pero no creo haber convencido a todos los que

luchan por la despenalización del aborto. ¿Por qué ellos no

ven una cosa tan evidente como el hecho de que el niño no

nacido tiene el derecho a la vida y el Estado tiene que

proteger ese derecho a la vida? ¿Por qué no lo ven?

Intentaré ahora entender las razones de los

partidarios de la despenalización. Ellos ven otra verdad

con tanta intensidad, que no les permite ver esta verdad, y

no consiguen colocar su propia verdad en el organismo

exhaustivo de la verdad total. ¿Cuál es la verdad que ven

los partidarios de la despenalización? Podemos formularla

así: Dios confía el niño a la madre de una manera tan

íntima y particular, que es muy difícil defender el derecho

del niño contra la madre.

Hay que hacer todo lo posible para consolidar o

reconstruir la alianza entre el niño y la madre. Es mucho

más natural y también más fácil defender los derechos del

niño con la madre y no contra la madre.

Para la mujer el embarazo puede presentarse como

una intrusión no deseada en su proyecto de vida personal,

una intrusión intolerable que provoca una reacción de

defensa desesperada.

El niño vive en el cuerpo de la madre, altera su

metabolismo, interfiere con su capacidad de trabajo, con su

vida sexual, con sus proyectos de futuro y con su destino.

Aún más, el niño interfiere con la autoconciencia de la

madre, no solamente con la manera en que ella piensa su

futuro, sino también con la manera en que ella piensa su

presente y su pasado, la esencia de su personalidad. Por

eso, el embarazo puede ser experimentado subjetivamente

como una injusta agresión.

El embarazo cuestiona íntimamente la capacidad y

voluntad de la mujer de ser madre, porque afecta

directamente su autoconciencia. Por eso, muchas veces

algunas mujeres dicen que los varones no pueden entender

qué es el drama del aborto.

Si yo hablo de estas cosas no es solo porque soy

un profesor, he leído muchos libros, sino también –soy un

varón, no puedo negarlo- soy el padre de cuatro mujeres y

el abuelo de doce niños, he asistido y participado a los

embarazos de mi mujer y de nuestras hijas y he vivido con

ellas este camino.

Nuestra sociedad no prepara a las mujeres para

asumir el destino de la maternidad, nuestra sociedad pide

que las mujeres trabajen y tengan éxito profesional en una

sociedad competitiva; de eso depende la estima social.

Mientras que la maternidad, el ser una buena madre, es cosa

de manual. Mucha literatura feminista, no toda, ha

asimilado este juicio y propone modelos de feminidad sin

maternidad, o por lo menos, modelos de feminidad en que la

maternidad tiene un papel eventual y secundario.

Se hace coincidir la liberación femenina con la

liberación de la maternidad. Cuando se presenta el

embarazo, la mujer no está preparada para acogerlo, su

horizonte de vida y de expectativas no lo contempla.

Tenemos la tarea cultural urgente de definir un

modelo de feminidad que contemple el éxito profesional con

la maternidad. Esa es una tarea cultural pero también

social y jurídica. Hoy la maternidad es un obstáculo para

el éxito profesional y la cultura dominante aprecia mucho

el éxito profesional y poco el ser una buena madre. Hay que

cambiar la cultura dominante y hay que facilitarles a las

mujeres que puedan tener éxito profesional y también ser

buenas madres. Eso implica una política de la educación, de

la cultura y una política del trabajo.

La maternidad no es solo un asunto individual,

sino también un asunto social. El embarazo es un tiempo

particular en la vida de la mujer. El niño no nacido es

para la mujer un papel en blanco en el cual ella proyecta

sus esperanzas, pero también sus temores y los conflictos

que viven en su inconsciente. Ella necesita en este tiempo

no quedarse sola, tener el apoyo de un contexto amigo,

necesita tener el apoyo del padre del niño, que le diga que

la ama y que las modificaciones de la forma de su cuerpo

que el embarazo conlleva no le hacen perder su atractivo

femenino, sino que lo incrementan y la hacen más preciosa a

sus ojos.

Necesita también tener la presencia de su propia

madre que le diga que tiene la capacidad de ser una buena

madre y que, en caso de necesitarlo, tendrá un respaldo en

la familia de origen.

Es importante solucionar los conflictos que

inevitablemente hay en la pareja y entre las generaciones,

y que la mujer tenga la sensación de tener el respaldo de

una familia, que sea una especie de útero espiritual que la

contiene y la apoya en su misión de dar la vida. Si eso no

acontece, la mujer proyecta los temores y los conflictos no

resueltos sobre el niño no nacido y lo vive como una

amenaza.

Es necesario animar a la familia de origen para

que dé a la mujer este indispensable respaldo. Donde no hay

familia de origen, o si es que esta se disolvió, o si el

padre no acepta cumplir con su tarea, o cuando falta -por

las más diversas razones- la madre de la madre, es

necesario animar el sistema de los consultorios familiares

y del voluntariado para que una comunidad de amigos

sustituya el servicio que la familia de origen no está en

condición de brindar.

Esa tarea interpela especialmente a los

movimientos y las asociaciones contra el aborto, estar

contra el aborto no es suficiente, es necesario estar a

favor de la vida y actuar para crear el ambiente propicio

para acoger la vida.

En Europa, la mayoría de los abortos no tiene una

razón económica sino psicológica y cultural. Un porcentaje

significativo de abortos tiene una motivación

fundamentalmente económica. Muchas de esas mujeres son

inmigrantes. La ayuda del Estado o de particulares puede

desvirtuar en estos casos la motivación de abortar.

Necesitamos políticas para la familia.

Los que favorecen la legislación de aborto hablan

muchas veces en nombre de la libertad de la mujer. La

mujer, según dicen, quiere abortar, y no se debe

obstaculizar su deseo. Dejemos de lado, por el momento, el

derecho a la vida del niño, que es totalmente independiente

de los deseos de la madre. Consideremos ahora el problema

exclusivamente desde el punto de vista de la libertad de la

mujer. ¿Hay que tomar como voluntad válida de una persona

cualquier cosa que ella diga? Los romanos, en el derecho

civil, aceptaban como válida una expresión de la voluntad a

condición de que no estuviese en una contradicción directa

y excesiva con el interés objetivo del sujeto. Este último

caso lo denominaban “laesio enormis”, es decir, daño

exagerado, y en estos casos presumían que la voluntad podía

ser falseada por la violencia o el engaño.

El Papa León XIII extendió esta presunción al

derecho laboral. Si un trabajador acepta un salario

inferior al mínimo de subsistencia -dijo el Papa,

anticipando el desarrollo sucesivo del derecho laboral-,

está claro que lo hace porque padece la violencia o el

engaño.

Creo que hoy debemos plantearnos las siguientes

preguntas: ¿podemos aceptar sin reservas la declaración de

una mujer que dice que quiere abortar? ¿No será que esta

mujer se encuentra en una situación de dificultad que

parece no tener salida, y por eso pide el aborto? ¿Acaso no

será más auténtico declarar “no puedo ser madre en esta

situación”? De este modo, entonces, habría que ayudar a

crear otra situación para permitirle ser madre.

Tomar la solicitud de un aborto en un sentido

literal, consentir el aborto y cargar con la

responsabilidad a la mujer es por supuesto la salida más

fácil. Entender que la mujer se encuentra sola frente a una

tarea, la maternidad, que por naturaleza requiere de

solidaridad social, es por supuesto más difícil. Se

necesita de una asunción de responsabilidad para cambiar

las estructuras sociales y culturales que fuerzan a la

mujer a abortar. ¿Es la solicitud de abortar el fruto de la

libertad de la mujer, o más bien lo es de la coerción

social en que ella se encuentra?

En conclusión, el niño no nacido tiene derecho a

la protección jurídica de su vida. Es muy difícil negar que

sea un individuo de la especie humana, esto es, una persona

humana. Aun si hubiese dudas sobre este asunto, el

principio de precaución nos obligaría a mantener la

prohibición legal del aborto. Por otro lado, no podemos

ignorar la condición subjetiva en que se encuentran muchas

mujeres, que les dificulta el reconocimiento de la verdad

objetiva sobre la situación. Por este motivo se pueden

considerar atenuantes o eximentes específicos, que

reconocen el estado de necesitad en que se encuentran

muchas mujeres. La sanción penal es debido al niño no

nacido, por causa de justicia. ¿Qué diríamos si alguien

dijera que, debido a que en su país las penas criminales no

consiguen reducir el número de los asesinatos, no debería

usarse más la sanción criminal? Diríamos que no debe ser

así, porque la víctima tiene derecho a que la sociedad

ejecute la sanción criminal.

De todos modos, la solución del problema del

aborto no es la sanción penal, sino un cambio cultural y

estructural que ponga a la madre, al hijo y a la familia en

el centro de la construcción social, reconociendo el

embarazo y el nacimiento como hechos sociales que implican

una asunción de responsabilidad social. El elemento de

verdad de las posiciones en favor del aborto es que muchas

veces la mujer se queda sola frente al embarazo y a la

necesidad de criar a un niño. Al pedir el aborto para salir

de una situación que le parece un callejón sin salida se la

culpa como la única responsable, cuando en realidad es

también una víctima. A tal punto es una víctima que la

presión social de la llamada cultura del descarte puede

convencerla de que la violencia que está sufriendo es un

acto de su propia libertad.

Antes de concluir, es necesario considerar otro

enfoque. Las campañas en favor del aborto se desarrollaron

en Occidente en paralelo con un esfuerzo de gran

envergadura para convencer a las diferentes opiniones

públicas de que sobre la Tierra hay demasiados hombres, y

de que dentro de poco tiempo no tendremos más espacio ni

recursos para alimentar a la creciente población. Para

ello, nos dijeron que es necesario reducir con todos los

medios posibles el número de nacimientos. Se hablaba de una

“ética de bote salvavidas”. Era una alusión a la historia

de la balsa de la Medusa, y a otras semejantes. Los

náufragos de la Medusa, en julio de 1816, mataron y

comieron a algunos de sus propios compañeros a causa del

hambre. Esa tendencia neomalthusiana decía -y dice- que,

por causa del crecimiento demográfico, pronto no habrá

espacio en la Tierra para todos los habitantes y estaremos

condenados a la muerte por hambre. La única manera de

evitar este terrible destino sería reducir, con todos los

instrumentos posibles, el número de nacimientos. Cosas que

serían inmorales y absolutamente condenables en una

situación normal, se tornarían necesarias en un estado de

necesitad.

¿Es cierto que las perspectivas futuras de la

humanidad son tan inquietantes? Parece que no, por tres

razones. La primera es que los avances de la ciencia y de

la técnica nos permiten producir más eficazmente alimentos

y energía, y al mismo tiempo reducir la cantidad de energía

no renovable que se consume por unidad de producto. La

Tierra alimenta sin dificultad a un número de personas

mucho mayor que en el pasado. Según los profetas

neomalthusianos, ya deberíamos estar inmersos en una crisis

terrible desde la mitad de los años ochenta. Pero eso no

pasó y sigue no pasando.

La segunda razón es que la tasa de crecimiento de

la población mundial disminuyó rápidamente. Ahora tenemos

un promedio de dos niños y medio por cada mujer. La tasa de

substitución de la población es de poco más que dos. El

crecimiento de la población se detendrá en los próximos

años. Las madres -y los padres- de familia adaptan

naturalmente el número de los partos a la situación en que

se encuentran. Algunos países –tengo la sospecha de que la

Argentina es uno de ellos- ya están debajo de la tasa de

substitución. En los próximos años no solo va a frenarse el

crecimiento demográfico, sino que va a comenzar un declive.

Un número cada vez menor de jóvenes deberá cuidar un número

creciente de ancianos, mientras que no va a haber recursos

suficientes para pagar pensiones adecuadas y darles a los

ancianos la asistencia sanitaria necesaria.

Estos son los problemas dramáticos a los cuales

se enfrentan países como Italia, que se adelantó en el

camino del declive demográfico.

La tercera razón por la cual los neomalthusianos

se equivocan es que la Tierra produce mucho más de lo

necesario para sustentar a la población: mucho más en

relación con la población actual y también con la del

futuro previsible. Si hay hambre en el mundo no es porque

la Tierra no sea lo suficientemente generosa, sino por el

nivel escandaloso del desperdicio de alimentos, de agua, de

energía y de consumo por parte de los países más ricos.

Sin ningún aumento de recursos, la producción

agrícola actual, bien distribuida, sería suficiente como

para alimentar a una población mucho mayor de la que

podemos prever en el futuro próximo. No hay ética de bote

salvavidas que justifique el aborto.

En conclusión, el legislador tiene la tarea de

defender el derecho primario a la vida del niño no nacido,

pero también debe considerar la situación de la mujer que

no cree tener otra salida que el aborto, sea considerando

la posibilidad de reducir la responsabilidad sobre el

hecho, sea con una política de la familia, de la maternidad

y de la condición femenina que haga posible la libertad de

no abortar.

Cualquiera sea el vencedor en la pelea política

de hoy, debe tener cuidado de no vencer demasiado y de

considerar también, en su actuación legislativa, las

razones de sus oponentes.

La defensa más eficaz de la vida y de la libertad

de la mujer pasa por la reconstrucción de la alianza entre

la madre y su hijo. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).– Tiene la palabra la señora

Paz Ferreyra -alias Miss Bolivia-, artista.

Sra. Ferreyra.- Diputadas y diputados: mi nombre es Paz

Ferreyra, soy psicóloga, comunicadora y también cantante,

con el seudónimo “Miss Bolivia”.

Soy mujer, ciudadana argentina y potencial

persona gestante. Me acerco a esta audiencia pública con la

intención de aportar, de primera mano, mi punto de vista y

experiencia personal en este debate en torno a la

legalización de la interrupción voluntaria del embarazo.

Muchas gracias por recibirme y escucharme.

En 1996, yo aborté porque pude, porque tuve la

suerte de tener a mi alcance los recursos económicos,

simbólicos y los privilegios de clase que me permitieron

acceder al proceso de interrumpir un embarazo cuando yo

decidí que no podía y no quería ser madre. No por eso dejó

de ser un aborto exprés, clandestino, inseguro y abandonado

al azar de los planetas de turno en un consultorio

improvisado del barrio de Flores.

A pesar de las lagunas, recuerdo una escalera

hacia un primer piso, una habitación sórdida con techo

húmedo, un tacho con gasas y olor a sangre. Recuerdo la

sensación de haber estado allí sólo cinco minutos, de haber

llegado, y en un abrir y cerrar de ojos, estar sentada de

nuevo en la camilla, tambaleante, con mareos y todavía con

la fuerte presencia de anestesia en mi cuerpo. Ni bien me

desperté entraron dos personas, me llamaron un taxi, y me

sacaron del consultorio como abrazada, porque si me llegaba

a pasar algo era mejor que sucediera afuera.

Sentí miedo e incertidumbre, antes, durante y

después. Cuando llegué a mi casa, además de miedo sentí

dolor, un dolor fuerte en todo el cuerpo, pero sobre todo

en la espalda, por llevar encima el peso de la mochila de

la prohibición y la clandestinidad, la culpa y la

desinformación, agravado por las secuelas de una educación

formal amalgamada a una moral religiosa, retrógrada y

patriarcal que nos formateó como sociedad.

No les conté a mis viejos porque pensaba que sola

podía, aunque sola no estaba. Me ayudaron mis hermanos, mi

pareja y mis amigos. No les conté, porque la ecuación en mi

universo de significaciones era aborto igual a malo, aborto

igual a ilegal, aborto igual a pecado, aborto igual a

prohibido, clandestino, sucio, y muchas otras denotaciones

bizarras y negativas que ya conocemos.

Esa ecuación es el producto de una educación

formal sesgada por la moral y un sistema de creencias

parciales, que generaron una grave privación de la

información en educación sexual que yo, como ciudadana

argentina, merecía porque es mi derecho básico.

Puedo decir en primera persona -a raíz de esa

distorsión de la información que todavía circula muchas

veces en las currículas de las escuelas argentinas- que

cuando no se aplica el protocolo de educación sexual

integral, esa educación es además de desmoralizante,

damnificante y perjudicial, porque supone un gesto de

abandono e irresponsabilidad por parte del Estado y otros

actores sociales que diseñan y ejecutan las políticas

públicas y administran los mecanismos de control social.

Cuando un sistema educacional, un corpus

legislativo y un sistema sanitario se entrelazan, hacen

bloque y se construyen en base a una batería de creencias

parciales y a un concepto de verdad con mayúscula, de corte

metafísico, también apoyado en la mitología religiosa de

corte patriarcal, cuando eso pasa, se vulneran en nombre de

la moral, los derechos individuales de la ciudadanía. En

este caso son los derechos de las personas gestantes los

que se vulneran, al decidir sobre la soberanía de los

propios cuerpos e identidades. También se vulnera el

derecho al acceso regulado, gratuito e inclusivo de los

recursos preventivos y paliativos de un embarazo no

deseado, y se escatima, por no decir que se encanuta,

información empoderante y autonomizante con una educación

sexual diezmada y hasta a veces, inexistente. Eso no es

ético.

En 1996 yo aborté porque pude. Hay muchas que no

pueden y cursan embarazos no deseados como parte del combo

flagelante que el patriarcado supone con todas sus

consecuencias. Hay muchas que lo intentan y mueren día a

día por la práctica de abortos clandestinos, inseguros e

inapropiados. Hoy, en 2018, 22 años después, si esto

volviera a pasarme a mí, me entristece saber que contaría

la misma historia, salvo con algún cambio de decorado

quizá; eso es damnificante. Es damnificante la desidia por

parte de un Estado que en vez de garantizar nuestros

derechos básicos, se obstina y recae en narrativas arcaicas

y de fantasía, en un loop pendular, entre la vagancia

legislativa, el compromiso con sectores dominantes y el

abuso de poder, convirtiéndose también en cómplice, garante

e ideólogo de miles de asesinatos de personas gestantes en

situaciones de clandestinidad.

Diputadas y diputados: es posible un Estado

garante de mis derechos. Creo en esa posibilidad y por eso

estoy acá, creo que ustedes pueden reescribir junto a

nosotras y “nosotres” la historia de esta sociedad. Estamos

en un momento clave donde tenemos la oportunidad de

comenzar a restablecer la justicia social; aprovechémoslo.

En el fondo de este debate, todas y todos somos pro aborto.

Algunos son pro aborto clandestino y otros pro aborto

legal, seguro y gratuito, porque el aborto existió, existe

y existirá. (Aplausos.)

La pregunta responsable es qué hacemos con eso:

si seguimos en el camino del negacionismo y la moral, o si

damos un paso al frente, nos arremangamos como sociedad, y

nos ponemos manos a la obra hacia el camino de la ética y

la justicia social. Muchas gracias. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Verónica

Camargo, mamá de Chiara Páez.

Sra. Camargo.- Buenas tardes, soy Verónica Camargo, la mamá

de Chiara Páez, la adolescente de 14 años que fue asesinada

en Rufino el 10 de mayo de 2015. Crimen cuya repercusión

dio origen a las manifestaciones del “Ni una menos”. El

femicidio fue cometido por el novio, Manuel Mansilla, con

la complicidad de su familia y es recordado por la frialdad

con la que actuaron. La víctima no era Chiara sola; llevaba

un bebé de ocho semanas en su vientre. Cuando me enteré de

que Chiara estaba embarazada, el deseo expreso de la

familia del novio era que ella abortara. El tema la

asustaba. Yo tampoco esperaba que ella tuviera un hijo a

los 14 años. Pero pasó y había que hacerse cargo, aunque en

ese momento doliera y no supiéramos qué hacer.

Una nena no está preparada para tomar una

decisión así sola; lo puedo decir porque lo vi en mi hija,

y vi todas las cosas que la presionaban. Yo como madre

también estaba asustada, pero en ese momento ella

necesitaba contención y discernimiento para entender lo que

estaba pasando. Cuando se acercó a hablarlo conmigo se

empezó a tranquilizar y fue entendiendo que algunas cosas

podían cambiar, que por el bebé no iba a tener que dejar

hockey o todas las actividades que a ella le gustaban

hacer. Aunque a Chiara le encantaban los bebés, no continuó

el embarazo porque fuera su deseo ser madre a los 14 años.

No creo que haya chicas de esa edad que lo deseen, pero

entiendo que esa vida que llevaba en su vientre también

valía y había que respetarla. Cuando vio que yo la iba a

ayudar y apoyar, se sintió aliviada.

Por lo que me tocó vivir, puedo afirmar que las

chicas sufren presiones y violencias de los hombres que

eligen no hacerse cargo y prefieren no reconocer la vida

del niño por nacer, y que ese sentimiento puede trasladarse

a la vida de la madre. Ese fue el caso de Chiara y su bebé,

pese a que no íbamos a obligar al chico a que se hiciera

cargo.

En los últimos días y con estos debates, escucho

cosas como que el feto no es un ser humano, que no tiene

derechos y que se puede descartar.

Con pena veo a muchas chicas que mezclan el “Ni

una menos” con los pañuelos verdes y me lleva a pensar si

tendrán conciencia del sentido de lo que significa cada

cosa.

A todas nos duelen las muertes y todas

comprendemos la carga que implica un embarazo no deseado,

pero lo que se llevó la vida de Chiara no fue solo el bebé

que crecía en su vientre, fue el egoísmo de sus asesinos,

quienes creyeron que ninguno de los dos merecía vivir. Fue

el convencimiento de que cuando una persona es un obstáculo

es condición suficiente para no reconocer la humanidad del

otro.

Los problemas deben solucionarse por sus

verdaderas causas: una buena educación pública, evitar que

haya pobreza y generar fuentes de trabajo, mejorar la salud

pública, un buen sistema judicial que imponga penas severas

en casos de abusos y maltrato y que defienda la vida

siempre, y no solamente los derechos de los criminales.

También las familias nos debemos ocupar.

¿Cuántos políticos pueden hacerse los distraídos

de estas responsabilidades y defender el aborto para

pretender un compromiso que no asumen? Cuando dicen que lo

hacen por la vida de las mujeres, ¿contemplaron la vida de

todas las personas? ¿Escucharon todas las voces o solamente

los incomodan las que gritan más fuerte?

Yo siempre digo que me siento parte del primer

“Ni una menos” del 2015; ahí me sentí acompañada por

Marcela Ojeda, las organizadoras y por la sociedad. Sentí

que todas estábamos atrás de lo mismo: defender la vida.

Aún hoy sigo en contacto, aunque pensemos muy diferente en

algunas cosas con muchas de ellas de aquel 2015. Pero

cuando veo que en las marchas hay tanta violencia y se

utiliza para revindicar el aborto, ya no me siento parte.

En Rufino, el grito de “Ni una menos” lo llevamos

todavía de un modo distinto; es un pedido de justicia, de

educación, de responsabilidad y compromiso a los políticos,

a los jueces y a todos. Todos como ciudadanos, como

familia.

Yo sé que no represento a todas las mujeres, pero

sé que represento a una buena parte de las que no nos

identificamos con el odio, con la agresión, con el rencor.

Creo que el camino siempre tiene que ser la paz, y cuando

hay un crimen horrendo tiene que haber justicia, lo que no

significa la muerte del asesino. Porque la vida debe

respetarse siempre, incluso la de quienes mataron

brutalmente a mi hija, a quienes no les deseo el mal, pero

sí me gustaría que estén en la cárcel de por vida.

Por eso les pido que no utilicen los sentimientos

de bronca para actuar con agresividad, que tampoco nos

divida a los hombres y mujeres, sino que sea un llamado

para comprometernos todos a reclamar juntos.

El “Ni una menos” no es de nadie, tampoco mío, es

de todas, por eso les pido que ese grito sea inclusivo y

que no nos excluya a quienes no estamos de acuerdo con todo

lo que piensan algunas mujeres que llevan hoy en día el

movimiento. Que también se contemple el respeto a la vida

de los niños que no nacieron, porque en definitiva, el “Ni

una menos” también comenzó con la muerte de mi nieto, que

es la razón por la que mataron a Chiara, por defender a su

bebé y eso nadie me lo puede quitar de la cabeza.

Debemos defender las dos vidas, la de la mamá y

la del bebé. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Myriam

Bregman, diputada nacional mandato cumplido, actual

legisladora de la Ciudad de Buenos Aires.

Sra. Bregman.- Buenas tardes. Llegaron a su fin estas

audiencias y podemos decir que prácticamente todos los

argumentos han sido expuestos.

Hacemos nuestras muchas de las manifestaciones

que se han vertido a favor de nuestro reclamo por las vidas

de las que ya no están, por Ana María Acevedo, que murió

porque le negaron la posibilidad de un aborto para

realizarse un tratamiento de quimioterapia. (Aplausos.)

También por Belén, por Juana, esa niña wichi y por todas

esas niñas cuyas terribles historias de violación y de

desamparo estatal recorren los diarios hoy.

Llegaron a su fin y lo paradójico es que los que

dicen que han cambiado o decidido su voto, lo hacen porque

sus hijos los convencieron de estar a favor. Y se nos

hincha el pecho de alegría, de orgullo, de ver esa juventud

que enarbola el pañuelo verde como bandera.

Y los que se definen en contra lo hacen por fríos

cálculos electorales, o presionados por poderes fácticos

como la jerarquía de la Iglesia, pero esa institución no

actúa en el vacío. Aprovecharon el Tedeum del Día de la

Patria para manifestarse en cadena nacional contra el

derecho al aborto. Tienen, a su vez, su correa de

transmisión en los gobernadores, que usan como prenda de

negociación los derechos de las mujeres.

Gobernadores que se resisten, incluso, al aborto

no punible, legal desde 1921, como ocurre en este momento

en Salta o en Mendoza. Por eso, o se está con ellos y el

oscuro poder que representan sobre los derechos de las

mujeres, o se los denuncia.

Tampoco sé si es verdad que Macri ni sabe hacerse

bien la señal de la cruz, como dice monseñor Aguer; pero sí

sé que muchas mujeres conocemos a Aguer desde hace años, y

recordamos el rol que, según contaban, cumplió durante el

juicio al cura genocida Christian Federico Von Wernich, un

rol en las sombras.

En ese juicio fui abogada de las víctimas y

recuerdo cómo a Adriana Calvo -sobreviviente que parió en

cautiverio, primera testigo en sentarse en el Juicio a las

Juntas- la desvelaba acusar a Von Wernich y a sus jefes,

Etchecolatz y Camps, porque con su picana y con sus golpes

provocaron decenas de abortos en detenidas desaparecidas

que llegaban embarazadas a la sala de torturas. Nunca,

nunca se escuchó a Aguer, ni a ninguno de ellos, levantar

las voces por esas vidas, por esos casos, por esas mujeres.

En las grandes crisis, en los momentos críticos,

las mujeres siempre hemos estado al frente, a la

vanguardia, especialmente las mujeres trabajadoras y de los

sectores populares. Podemos poner muchos ejemplos

históricos, por ejemplo, en la Revolución Francesa ellas

marcharon al centro del poder a Versalles; o en la

Revolución Rusa, que no solo fueron vanguardia, sino que

hace más de cien años conquistaron el derecho al aborto; la

lucha de las sufragistas; la huelga de los inquilinos en

1907 nos encontró unidas resistiendo los desalojos. Mucho

más cerca en el tiempo, las Madres y Abuelas de Plaza de

Mayo resistiendo a la dictadura. (Aplausos.) Así como

también, en el año 2001, aquellas mujeres piqueteras que se

pusieron a la cabeza de salir a la calle a luchar por el

pan para sus hijos; o las obreras de la textil Brukman,

cuyo ejemplo recorrió el mundo, encabezando la lucha por

recuperar los puestos de trabajo, a quienes tuve el honor

de acompañar. Enfrentamos brutales desalojos, la represión

y una carpa durante meses frente a la fábrica. Hemos

luchado aun cuando la que nos negaba nuestro derecho a

decidir era una mujer.

No es raro, entonces, que ante la crisis a la que

este gobierno de ricos y para los ricos está llevando al

país, las mujeres estemos en la calle, quizá en forma

anticipatoria de lo que será la reacción obrera y popular a

sus políticas.

Macri, que usando su monárquico poder nos atacó

al vetar el aborto no punible en la Ciudad, hoy volvió a

utilizar ese instrumento para garantizar el tarifazo.

Mujeres trabajadoras, mujeres desocupadas, mujeres jóvenes,

mujeres jubiladas, mujeres sostenes de hogar: sobre esas

mujeres intentarán cargar las consecuencias del ajuste que

manda el Fondo Monetario Internacional.

Porque para nosotras nuestras vidas valen más que

sus ganancias, venimos a decirles que este 13 de junio,

cuando la Cámara de Diputados trate este proyecto de ley,

vamos a desarrollar una fuerza imparable en la calle, como

lo hicimos al grito de “Ni una menos”, como lo hicimos el 8

de marzo último, como lo hicimos esta semana con los

pañuelazos en todas las provincias, como lo haremos con

fuerza cuando la ley llegue al Senado. No vamos a dejar

nuestras vidas en esas manos.

Quiero destacar que el Frente de Izquierda es el

único partido que tiene el derecho al aborto en su

plataforma política. Todos los diputados y diputadas hemos

firmado el proyecto de la Campaña Nacional por el Derecho

al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Sin doble discurso, lo

dijimos claramente incluso en la campaña electoral junto a

mi compañero Nicolás Del Caño.

Somos orgullosamente feministas-socialistas,

porque la lucha por la emancipación de las mujeres es parte

de la lucha de la clase trabajadora. Peleamos contra todos

los prejuicios que nos imponen para dividirnos y mantener

este sistema capitalista que sostiene al patriarcado.

La conclusión es que la amenaza penal no ha

persuadido a nadie de no interrumpir embarazos no deseados,

pero ha funcionado como una pena de muerte de hecho y de

clase.

Porque lucho por la vida, porque la vida es

hermosa, porque queremos que las futuras generaciones

puedan vivirla libres de todo mal, opresión y violencia, y

porque queremos la disfruten plenamente, lucho por el

derecho al aborto legal, seguro y gratuito, así como

peleamos por transformar este sistema de raíz. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la señora

Claudia Cian de Payer, en representación de la asociación

civil Vida y Esperanza.

Sra. de Payer.- Buenas tardes.

Es un gusto estar aquí con ustedes, compartiendo

este tema que nos convoca como Nación, como patria. En esta

oportunidad que nos da la democracia, tenemos que

charlarlo, discutirlo, debatirlo.

En esta tarde, todos hablamos sobre lo que se

puede o no se puede hacer, y sobre lo que la mujer puede o

no puede hacer. Pero no debemos olvidarnos de algo que

muchos no recuerdan. Cuando una mujer se realiza un aborto,

no se nos informa acerca de las consecuencias emocionales

que esto le acarrea, que son difíciles de sobrellevar. Lo

único que se le dice a la mujer es que va a tener alivio.

Sacarse ese niño, interrumpir su vida, traería alivio para

la mujer.

Muchas de ellas ya vienen pasando por situaciones

difíciles y dolorosas de violencia, marginalidad, pobreza,

falta de formación, soledad y abandono. El aborto no es la

solución, sino que agrava el problema. Los posibles efectos

incluyen arrepentimiento, sentimiento de culpa, vergüenza,

sentimiento de soledad o aislamiento, pérdida de confianza

en sí misma, insomnio, pesadillas, problemas de relación,

pensamientos de suicidio, trastornos en la alimentación,

depresión, ansiedad y ataques de pánico.

Esos son algunos de los efectos que yo sufrí

cuando me hice un aborto en mi adolescencia. Los motivos

que me llevaron a realizarlo fue el temor de tener que

hacerme cargo de un hijo que no había buscado. No lo

esperaba, y yo tenía por delante proyectos, sueños, una

profesión, etcétera. De manera que tomé la decisión de

interrumpir el embarazo.

Todo salió bien desde el punto de vista físico,

pero la angustia empezó a apoderarse de mí. Sentía

remordimiento por lo que había hecho, aunque tenía la

esperanza de que el futuro iba a ser mejor. Pero el

sentimiento de culpa se profundizó. La depresión se hacía

cada vez más evidente, y no podía hablar, porque de eso no

se hablaba.

Llegué al punto de pensar en quitarme la vida. Ya

había planeado cómo realizarlo. Quería aliviar esa carga

que torturaba mi mente. Quería poder encontrar paz y

libertad.

Hasta que un día, de esos que consideraba uno los

últimos, una joven, observando mi estado, me habló del

poder sanador que desata el perdón. Tenía que perdonarme a

mí misma. Pude experimentar el amor de Dios. A partir de

ese momento, ya no fui la misma. Comencé a salir de la

angustia, de la depresión. Todo volvió a cobrar sentido.

Ese vacío que tenía ya no estaba. Dios sanó mi alma y mi

espíritu.

Después de haber logrado restablecerme emocional

y espiritualmente, comencé a trabajar en la ONG que hoy me

convoca, Vida y Esperanza, colaborando junto a un equipo en

la contención de mujeres que han pasado por una situación

similar a la mía, a través de charlas y consejerías.

Asistimos a mujeres que llegan muy angustiadas por lo que

les ha tocado vivir. Ellas llegan no habiendo encontrado la

contención ni el sabio consejo.

Por tales motivos, cuidemos las dos vidas.

Debemos defender al niño por nacer y cuidar la vida de la

madre. Ese niño posee el derecho inalienable de la vida, y

no se lo puede quitar para salvar otra.

Hay que asegurar que la educación sexual integral

sea dada efectivamente en los establecimientos educativos.

Si bien rige una ley obligatoria para la enseñanza del ESI,

no se cumple en toda su extensión. Se debe dar regularmente

en las instituciones educativas.

También hay que reforzar las partidas

presupuestarias en los hospitales y centros de salud para

que los programas de planificación familiar brinden los

métodos anticonceptivos adecuados, con el fin de que las

mujeres puedan tener una sexualidad responsable y de que se

difundan campañas sobre paternidad y maternidad

responsables.

Hay que promover una ley nacional de adopción, a

partir de la cual los padres adoptantes en corto tiempo

puedan disfrutar de su tan anhelado sueño. Hay que lograr

también que las madres que no quieren o no pueden criar a

sus hijos no encuentren obstáculos para entregarlos en

adopción.

Insto a los señores legisladores a que no

aprueben el proyecto de ley de despenalización del aborto.

Están contradiciendo lo que se ha defendido en estas tres

décadas de democracia, que es la vida. Hemos vivido el

tiempo de muerte y oscuridad de la dictadura militar, donde

la vida no se respetaba, donde miles de argentinos fueron

asesinados. Ahora, ya en democracia, estamos debatiendo si

estamos a favor de la vida o a favor del aborto.

El doctor Ginés González García dijo que el

peronismo defiende a los más débiles. La mujer no es lo más

débil. El niño por nacer es el más débil. Las mujeres que

estamos aquí no somos débiles. Estamos aquí con un

propósito y con un fin, y ninguna de nosotras somos

débiles, porque tenemos voz y tenemos voto.

¿Dónde están los derechos humanos en este

momento? ¿Por qué no alzan sus voces los que luchan a favor

de esos derechos? ¿Quién escuchará a esos inocentes a los

que se les niega la vida? Me refiero a los que no pueden

defenderse, no pueden hacer una marcha, no pueden hacer un

piquete, no pueden realizar un paro, no pueden gritar: “¡No

me maten, soy inocente!”; “¡no me maten, soy inocente!”.

(Aplausos.)

Sr Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la doctora

Analía Aucía. Es abogada, docente e investigadora de la

Universidad Nacional de Rosario.

Sra. Aucía.- Señor presidente: en primer lugar quiero

expresarle que, tal como usted lo indicó, he dejado en

Secretaría material que utilizaré en mi exposición sumado a

algunos libros para que la Cámara pueda profundizar en el

debate en los próximos días.

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Muchas gracias.

Sra. Aucía.- Voy a hablar como integrante del Comité de

América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos

de las Mujeres. Pertenezco también a la Red

Interuniversitaria por la Igualdad de Género y contra las

Violencias.

Celebro la posibilidad de este debate y agradezco

la invitación que me realizara la Campaña Nacional por el

Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y la diputada

por la provincia de Santa Fe Alejandra Rodenas.

Quiero saludar a las mujeres de Irlanda por el

logro obtenido, que permitirá enmendar su Constitución y

ampliar los supuestos de legalización del aborto.

(Aplausos.)

Si bien voy a incurrir en algunas reiteraciones,

considero que en este caso son absolutamente necesarias.

Voy a reforzar algunos argumentos que fueron dándose a lo

largo de estos dos meses.

Uno de los argumentos que quiero retomar y

profundizar –más allá de que fueron muy bien desarrollados

por otros expositores y expositoras- es de carácter

estrictamente jurídico. Hace instantes escuchamos una

exposición en la cual se seguía negando el carácter

constitucional de la legalización de la interrupción

voluntaria del embarazo.

Se ha dicho que una ley que legalice el aborto

debería ser declarada inconstitucional, que sería contraria

al derecho internacional de los derechos humanos y otros

planteos por el estilo. Desde mi punto de vista, estos

argumentos son malintencionados ya que ocultan y

tergiversan lo que el derecho expresa con extrema claridad.

Legalizar el aborto voluntario no solo es

absolutamente constitucional sino que no hacerlo coloca al

Estado argentino en una condición de incumplimiento de las

obligaciones internacionales. He seleccionado, a modo de

ejemplo, algunas de las observaciones que le han hecho a la

Argentina en estos últimos años.

Por ejemplo, en 2016 el Comité para la

Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la

Mujer le ha señalado al Estado lo siguiente: “El Comité

insta al Estado para que vele a fin de que las mujeres

tengan acceso a servicios de aborto legal, acelere la

aprobación del proyecto de ley relativo a la interrupción

voluntaria del embarazo aumentando el acceso legal al

aborto en los casos de incesto y riesgo de graves

malformaciones al feto”.

Asimismo, el Comité de Derechos Humanos, en el

año 2016, señaló lo siguiente: “El Estado debe revisar su

legislación sobre el aborto. El Estado debe asegurar que

todas las mujeres y niñas…” –nótese que dice "todas las

mujeres" y no solamente las que puedan pagar- “…puedan

acceder a los servicios de salud reproductiva en todas las

regiones y no obliguen a las mujeres a recurrir al aborto

clandestino que pone en riesgo su vida y salud”.

De la misma manera, el tan discutido -y citado

aquí- Comité de los Derechos del Niño, que monitorea el

cumplimiento de la convención de dichos derechos le ha

expresado a la Argentina que “adopte medidas urgentes para

reducir la mortalidad materna relacionadas con el aborto,

en particular velando por que la profesión médica conozca y

practique el aborto no punible, especialmente en el caso de

las niñas y mujeres víctimas de violación, sin intervención

de los tribunales y a petición de ellas”.

No hay que modificar la Constitución Nacional

sencillamente porque estos tratados –y lo que se desprende

de ellos- integran la Carta Magna. Se puede no estar de

acuerdo con la posición tomada por Naciones Unidas. Lo que

no se puede hacer es incumplirlos. Lo único que faltaría

ahora es que digan que Naciones Unidas es genocida y

promueve el holocausto.

El segundo argumento que quiero refutar se

refiere a una concepción acerca de la maternidad que ha

estado circulando bastante por estos ámbitos.

Se ha sostenido que la maternidad responde a una

esencia femenina, que es un regalo de Dios, que es el bien

más preciado que la naturaleza le puede brindar a la

humanidad. Para sostener esto se han citado pasajes de la

Biblia y distintos discursos de carácter religioso. Pero,

¿cómo se explica entonces que, si la maternidad es propia

de la esencia femenina y un regalo de Dios hacia las

mujeres, la misma Iglesia que lo afirma admite en su seno

el voto de castidad que aplica para las monjas, lo cual

conlleva –ineludiblemente- la decisión de no procrear?

¿Desde qué criterio de racionalidad –si es que lo hubiere-

puede explicarse este doble estándar moral para las

mujeres?

La explicación de esto sería larga, pero por

cuestiones de tiempo la resumo en una sola palabra:

hipocresía.

El jurista Luigi Ferrajoli sostiene que la

prohibición del aborto, a diferencia de cualquier otra

prohibición penal, equivale a una obligación, la de

convertirse en madre, soportar un embarazo, parir y criar

un hijo. Esto va en contraste –sigue señalando este

jurista- con todos los principios liberales del derecho

penal. La imposición de la maternidad, que anula la

autodeterminación de las mujeres y las somete a intereses

ajenos, lesiona el imperativo ético kantiano, según el cual

ninguna persona puede ser tratada como un medio o un

instrumento, aunque sea de procreación, para fines no

propios.

Las personas debemos ser tratadas y consideradas

como un fin en sí mismo y no como un instrumento en

beneficio de otras personas o de la sociedad.

La punición del aborto es el único caso en que se

penaliza una opción de vida: la que consiste en no querer

convertirse en madre. La prohibición penal no solo prohíbe

abortar sino que obliga a las mujeres a la maternidad. El

derecho penal puede únicamente imponer un no hacer, es

decir, el derecho penal solo puede prohibir

comportamientos, no imponer conductas y, todavía menos,

opciones de vida.

Las mujeres no podemos elegir nuestra

constitución física. Los y las profesionales de la salud sí

pueden elegir la especialidad médica a la cual dedicarse.

Un profesional de la medicina que no está a favor de la

interrupción del embarazo puede elegir dedicarse a una

especialidad que no lo ponga en conflictos ni con su

conciencia ni con sus valores religiosos. Sin embargo, se

pretende que le sea garantizado el derecho a la objeción de

conciencia. Las mujeres no podemos elegir nuestro aparato

reproductor y, como consecuencia de ello, somos quienes

quedamos embarazadas aunque no lo busquemos y no lo

queramos. Pero se nos niega absolutamente todo y cualquier

derecho a decidir sobre el curso del embarazo. Todos los

privilegios para unos, ningún derecho para nosotras. Esto

es violencia y discriminación.

El cuerpo físico de las mujeres, en particular su

capacidad de gestación, no puede seguir siendo tratado como

un campo de disputa de discursos religiosos dogmáticos,

médicos biologicistas, jurídicos conservadores. No hubo ni

hay en la historia occidental ninguna polémica científica,

religiosa o jurídica de envergadura semejante respecto de

algún proceso reproductivo que incumba a los varones o a

sus órganos reproductores como lo hay respecto del aborto.

Esto también es violencia y discriminación.

Finalmente, quiero recordar las palabras de una

filósofa feminista que ha sido una referente en la lucha

por las mujeres. Me refiero a Simone de Beauvoir, quien

dijo lo siguiente: “Nada hay en la naturaleza que

justifique un orden social discriminatorio”.

Este Congreso tiene hoy la posibilidad de

sancionar una ley que permita disminuir las condiciones de

este orden social discriminatorio que atenta contra la

dignidad de las mujeres. Nosotras sabemos que en este

debate los argumentos feministas ya han ganado. Muchas

gracias por su atención. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Alejandro

Geyer, organizador y coordinador nacional de la Marcha por

la Vida.

Sr. Geyer.- Buenas tardes a todos. Soy Alejandro Geyer,

coordinador de las marchas por la vida que se han realizado

en nuestro país el año pasado y este año.

La Argentina se encuentra en uno de sus momentos

históricos más dramáticos. Dentro de pocos días los señores

diputados deberán votar para elegir entre la vida y la

muerte; nos guste o no, ese es el tema, la muerte de los

niños por nacer.

Son los legisladores quienes podrán levantar o

bajar el dedo, tal como se hacía en la antigua Roma. En el

Coliseo había dos puertas, una de la vida, por donde salían

los gladiadores vencedores, y la otra, de la muerte, por

donde sacaban a los que habían muerto; nosotros estamos en

esta situación.

Desde que el presidente Macri autorizó el debate

en el Congreso, estoy presente no por un gusto mío sino por

el "matriarcado". En efecto, me lo pidieron mi mujer, mi

suegra, mi hija, las chicas y mujeres del interior -el

matriarcado-, insistiéndome para que viniera a hablar, y

acá estamos.

Desde que se planteó este debate, en la sociedad

argentina estamos en presencia de una nueva y terrible

grieta, es decir, una división entre los ciudadanos que

están a favor de la vida o de la muerte. Esta grieta no es

meramente social, política o económica sino que es

cultural: entre la cultura de la vida y la cultura de la

muerte.

El que vence en este duelo –que se está

organizando- decide el futuro del país y el de los próximos

millones de niños por nacer. Si vence el aborto, se abren

las puertas y podríamos decir que valdrá todo.

Si se puede matar a un niño inocente en el

vientre materno, ¿qué impedirá la eutanasia el día de

mañana?

Con el aborto se puede decidir quién vive y quién

no. El que tiene salud, se salva, y el que no goza de buena

salud, puede ser descartado; así lo proponen los proyectos

de ley. Nos guste o no, niños con malformaciones o síndrome

de Down podrán ser condenados a muerte, del mismo modo que

el niño engendrado como fruto de una violación.

Quisiera preguntar a todos los aquí presentes

¿desde cuándo en la Argentina, en nuestra sociedad, los

hijos pagan la culpa de los padres? No hay derecho. Si los

padres se equivocan, los hijos no pueden pagar, y menos

aun, hacerlo con su vida.

No hay límites para la cultura de la muerte. Lo

hemos visto en Inglaterra con el caso Alfie Evans, en donde

los “doctores de la ley” decidieron que no puede seguir

viviendo porque su pecado fue haber nacido con una

enfermedad; hay que desconectarlo y condenarlo a muerte.

Aquí también se mencionó el caso de Keyla Jones,

por quien quisiera guardar un momento de silencio; ella

murió y también su hija. ¿Qué mal habían hecho? Ninguno.

Me pregunto quién, en este momento, tiene

autoridad para decidir quién vive y quién nace. ¿Ser

diputado o senador permite esto? Por eso les hablo a ellos

y les pido: a quienes están a favor que sean firmes; a

quienes están indecisos, que decidan por la vida; y a

quienes están a favor del aborto, que lo repiensen y tomen

conciencia.

Me pregunto por qué un diputado tiene el poder

sobre la vida o la muerte.

Todos los aquí presentes sostenemos que la vida

es un bien -nos guste o no- y me pregunto por qué se le

puede negar o quitar a un niño ese bien que ya tiene en el

vientre materno, y también, por qué queremos sancionar esta

ley que autoriza –no obliga- a quien lo quiera hacer.

Por otra parte, sabemos que por el orden jurídico

argentino, este proyecto que tratamos es totalmente

anticonstitucional.

Me quiero detener un instante para decir a los

señores diputados que están a favor del aborto que nosotros

no hablamos ni de miles ni de muchos o muchas sino de

millones. ¡Millones de argentinos salieron a la calle a

decir: “Sí a la vida, no a la muerte, sí a la madre y a la

protección integral de la mujer que la necesita”! Estos son

los argentinos que caminaron acompañando a muchos diputados

y senadores que salieron con nosotros. (Aplausos.)

¡No hablamos ni de miles ni de muchos ni de

muchas sino de millones, porque más de 3 millones y medio

de personas salieron a la calle en estos últimos meses y

días!

Ha sido un plebiscito a cielo abor… (Aplausos.)

- Manifestaciones en la sala.

Sr. Geyer.- Perdón, a cielo abierto. Veo que me aplauden

las verdes, ¡gracias!

Ha sido un plebiscito…

- Manifestaciones en la sala.

Sr. Geyer.- Ha cielo aborto… Sí, terrible.

La gente me preguntaba en las marchas a quién voy

a votar. Ahora votan ustedes; el año que viene vota la

gente.

- Manifestaciones en la sala.

Sr. Geyer.- Las cartas se están repartiendo. Hay que ver

quién tiene el as de espadas. No está todo dicho.

- Manifestaciones en la sala.

Sr. Geyer.- No queremos concesiones porque, legal o ilegal,

el aborto mata igual. Aunque permitan la objeción de

conciencia, el aborto es un delito; aunque la niña de 13

años vaya con sus padres, el aborto mata igual; aunque se

permita el aborto solamente hasta las catorce semanas de

gestación, el aborto mata igual.

El año que viene vota la gente. Gracias.

(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra José Miguel

Vivanco, director de la División de las Américas de Human

Rights Watch. Ha venido del extranjero especialmente a

exponer, y por lo tanto, tiene veinte minutos.

Sr. Vivanco.- Muchísimas gracias. Es un honor para mí

participar en esta sesión ante el Congreso argentino.

El propósito de mi exposición es presentar una

reseña de los estándares internacionales de derechos

humanos y derecho comparado, que esperamos que el Congreso

argentino tome en consideración en este debate.

Human Rights Watch es una organización

internacional dedicada a la defensa de los derechos humanos

a nivel global desde 1978. La organización es independiente

e imparcial respecto de organizaciones o movimientos

políticos, religiosos o económicos. Nuestra sede central se

encuentra en Nueva York y contamos con oficinas en

múltiples capitales del mundo.

Human Rights Watch considera que la

despenalización del aborto constituye un avance clave y

necesario para que la Argentina cumpla con sus obligaciones

jurídicas del derecho internacional de los derechos

humanos.

En primer lugar, quisiera explicar por qué no

existe ningún obstáculo desde el punto de vista del derecho

internacional para que la Argentina despenalice el aborto.

- Asume la Presidencia la

señora presidenta de la Comisión

de Familia, Mujer, Niñez y

Adolescencia, diputada Silvia

Alejandra Martínez.

Sr. Vivanco.- En segundo lugar, explicaré que, por el

contrario, desde el punto de vista del derecho

internacional, la Argentina debería aprobar estas

propuestas legislativas.

Por último, quisiera abordar una perspectiva de

derecho comparado para señalar que existe una tendencia a

nivel global hacia la despenalización del aborto.

Sin duda existen desacuerdos éticos y biológicos

sobre el comienzo de la vida humana. Sin embargo, en

términos jurídicos, la despenalización del aborto no es

incompatible con la protección del derecho a la vida.

Quienes se oponen a esta iniciativa han invocado

tres argumentos para sostener que la despenalización del

aborto sería incompatible con el derecho a la vida.

Explicaré por qué los tres argumentos son jurídicamente

errados.

En primer lugar, han apelado al artículo 4.1 de

la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que

establece que “Toda persona tiene derecho a que se respete

su vida. Este derecho deberá ser protegido legalmente y, en

general, desde el momento de la concepción.” No obstante,

esta disposición no establece una regla categórica y los

órganos interpretativos del sistema interamericano de

derechos humanos han sostenido que el artículo mencionado

no reconoce un derecho absoluto a la vida antes del

nacimiento.

En 1981, en el caso "Baby Boy contra Estados

Unidos", la Comisión Interamericana de Derechos Humanos

concluyó que las disposiciones sobre el derecho a la vida

contempladas en la Convención Americana sobre Derechos

Humanos y la Declaración Americana de los Derechos y

Deberes del Hombre eran compatibles con el aborto. De forma

similar, en el caso "Artavia Murillo contra Costa Rica", la

Corte Interamericana de Derechos Humanos concluyó que no

puede entenderse que los embriones sean personas a los

efectos del artículo 4.1 de la Convención Americana sobre

Derechos Humanos.

En segundo lugar, los opositores a la

despenalización del aborto han invocado la Convención sobre

los Derechos del Niño, cuyo artículo 1° define como niño a

“todo ser humano menor de 18 años de edad”. Emplean dos

interpretaciones sobre este artículo, pero ambas carecen de

solidez jurídica. Primero, interpretan el artículo 6° de la

Convención a la luz del Preámbulo, que señala que “el niño

necesita protección y cuidados especiales, incluso la

debida protección legal, tanto antes como después del

nacimiento”. Sin embargo, el Comité sobre Derechos del

Niño, el máximo organismo autorizado para interpretar la

Convención de los Derechos del Niño, ha señalado de forma

reiterada y categórica que la despenalización del aborto no

es incompatible con la Convención. Por el contrario, el

Comité, en reiteradas oportunidades, ha llamado a los

Estados a despenalizar el aborto para proteger los derechos

humanos de las adolescentes. Por ejemplo, en una reciente

observación de febrero de este año, el Comité de los

Derechos del Niño exhortó a Guatemala a que: “Despenalice

el aborto en todas las circunstancias y garantice el acceso

de las adolescentes al aborto”.

Otra interpretación de quienes se oponen a la

despenalización del aborto sostiene que debe tenerse en

cuenta la declaración interpretativa que hizo el Estado

argentino al ratificar la Convención sobre los Derechos del

Niño en 1990, según la cual el Estado declara, respecto del

artículo 1°, que “debe interpretarse en el sentido que se

entiende por niño todo ser humano desde el momento de su

concepción y hasta los 18 años de edad.”

Sin embargo, este argumento confunde dos

conceptos básicos de derecho internacional: reservas y

declaraciones interpretativas. Las reservas modifican las

obligaciones jurídicas de los Estados al momento de

ratificar un tratado. En cambio, las declaraciones

interpretativas, como la que hizo el Estado argentino

frente a la Convención sobre los Derechos del Niño,

solamente señalan cómo el Estado entiende que debería

interpretarse una disposición. En otras palabras, la

declaración interpretativa de la Argentina no tiene ninguna

consecuencia sobre sus obligaciones legales en tanto

propone una interpretación incorrecta de la Convención

sobre los Derechos del Niño.

En tercer lugar, algunos opositores a la

despenalización del aborto han sostenido que sería

incompatible con el artículo 75 inciso 23 de la

Constitución Nacional, que exige al Congreso “dictar un

régimen de seguridad social especial e integral en

protección del niño en situación de desamparo, desde el

embarazo hasta la finalización del período de enseñanza

elemental”. Así dice la Constitución Nacional.

Me remito a las interpretaciones de juristas

argentinos sobre los alcances de esta disposición. Sin

embargo, quisiera aclarar dos puntos que me parecen de la

mayor relevancia.

Primero, que cualquier interpretación

constitucional debe ser compatible y consistente con las

obligaciones jurídicas internacionales de los Estados,

incluyendo los derechos humanos de las mujeres a la vida y

a la salud. Segundo, que aun si concediéramos que esta

disposición no se refiere únicamente a la seguridad social

y establece una obligación amplia de proteger la vida desde

el embarazo, ello no haría que la despenalización del

aborto sea necesariamente incompatible con la Constitución

Nacional argentina.

De hecho, incluso en países en los que las

constituciones nacionales protegen de forma explícita la

vida prenatal desde el momento de la concepción, el derecho

comparado ha reconocido que esta protección no es

incompatible con la despenalización del aborto.

Por ejemplo, el Tribunal Constitucional alemán

determinó en 1992 que si bien la Constitución alemana

protege el derecho a la vida del feto, dicha protección no

es inconsistente con la despenalización del aborto. En

efecto, los derechos -como el derecho a la vida- pueden

protegerse de diversas maneras. Perseguir penalmente a

quienes presuntamente los violan es apenas una de esas.

Pero hay muchas otras y lo cierto es que amenazar con

encarcelar a las mujeres que interrumpen sus embarazos es

una pésima manera de proteger la vida, pues no contribuye a

reducir la cantidad de abortos. Por el contrario, la

penalización del aborto pone en riesgo los derechos de las

mujeres, incluyendo su derecho a la vida, lo cual me lleva

al segundo punto de esta exposición.

La despenalización del aborto constituye un

avance para los derechos humanos de las mujeres. Quisiera

presentar dos motivos fundamentales por los cuales

despenalizar el aborto sería un avance primordial para los

derechos humanos de las mujeres en la Argentina.

En primer lugar, la penalización del aborto lleva

a las mujeres a someterse a abortos inseguros, lo cual

afecta su derecho a la vida y a la salud. En efecto, estas

normas obligan a muchas mujeres a utilizar métodos

inseguros para abortar e impiden la atención posaborto.

En segundo término, la despenalización del aborto

permite garantizar el acceso al aborto en situaciones en

las que el feto es inviable o el embarazo es producto de

una violación. En esos casos, obligar a una mujer a llevar

adelante un embarazo, es una afrenta a su dignidad y

constituye un trato cruel, inhumano y degradante.

En efecto, utilizar el derecho penal para forzar

a las mujeres, en circunstancias como estas, a completar un

embarazo, les impone deberes insoportables y abrumadores

que no son exigibles y que nunca deben serlo en una

sociedad democrática.

Por estas y otras razones, los organismos

internacionales encargados de interpretar los tratados

internacionales ratificados por la Argentina –incluyendo el

Comité de Derechos Humanos y el Comité contra la Tortura-

han sostenido desde hace tiempo que penalizar el aborto y

restringir su acceso viola los derechos humanos de mujeres

y de niñas, incluidos sus derechos a la vida, a la salud y

a no sufrir un trato cruel, inhumano y degradante.

Finalmente, quisiera señalar que a nivel global,

existe una tendencia a expandir los supuestos en los cuales

las mujeres pueden abortar. Desde el año 2000, 28 países

han reformado su legislación sobre aborto. Todos ellos,

salvo Nicaragua, ampliaron las causales por las cuales las

mujeres pueden abortar legalmente; por ejemplo, para

proteger su salud o permitirles abortar durante un período

específico del embarazo.

Hace pocos días, el 26 de mayo, los irlandeses

votaron de forma abrumadora en un referéndum para derogar

una disposición constitucional que impedía una prohibición

al aborto y permitir así que el Parlamento regule el acceso

al aborto legal en el país.

Actualmente, casi todos los países europeos

cuentan con legislación que reflejan fielmente los

estándares internacionales en materia de derechos humanos.

Por ello, les permiten a las mujeres terminar sus embarazos

en diversas circunstancias. Mientras tanto, los pocos

países donde todavía hay leyes restrictivas en materia de

aborto son naciones en desarrollo. En Latinoamérica, por

ejemplo, el Distrito Federal de México reformó su

legislación en 2007 para que las mujeres puedan someterse a

abortos durante las primeras doce semanas de embarazo.

Por su parte, Uruguay aprobó una legislación

similar en el año 2012. En el año 2017, Chile puso fin a la

prohibición total al aborto y lo despenalizó en tres

supuestos, a pesar de la oposición de la élite de ese país,

que es mayoritariamente conservadora.

En países donde se prohíbe el aborto o solo se

permite para salvar la vida de la mujer embarazada, la tasa

de abortos es mayor respecto de aquellos en donde el aborto

está permitido.

Por su parte, en los países que han despenalizado

el aborto, la cantidad de abortos y las tasas de mortalidad

materna disminuyeron. Por ejemplo, en España, la cantidad

total de abortos disminuyó de 113.000, en 2010, cuando fue

despenalizado, a 93.000 en 2016. En Uruguay, las tasas de

mortalidad materna asociadas con abortos se redujeron del

37 por ciento en el período 2001-2005 al 8 por ciento en el

período 2011-2015. Esto se dio en gran parte debido a la

implementación de diversas políticas públicas, sociales y

de salud para proteger a las mujeres, incluida la

despenalización del aborto.

Finalmente, quisiera resaltar que la Argentina se

encuentra ante la oportunidad histórica de abandonar el

status quo de la penalización del aborto, que le impone una

carga enorme, innecesaria y discriminatoria a las mujeres y

niñas del país y vulnera sus derechos humanos más

fundamentales. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Martínez).- Tiene la palabra la señora

Giselle Carino, directora regional de la Federación

Internacional de Planificación de la Familia-Región del

Hemisferio Occidental.

Dado que es una expositora extranjera, le vamos a

otorgar diez minutos para que realice su exposición.

Sra. Carino.- Es un honor para mí estar aquí. Agradezco

profundamente a quienes me invitaron a formar parte de esta

jornada.

Nací en Rosario, pero crecí en la localidad de

Brinkmann, ubicada al nordeste de la provincia de Córdoba.

Hace más de quince años que vivo en Nueva York.

Estoy aquí como argentina, como mujer, como mamá

y en mi capacidad de directora regional para la Federación

Internacional de Planificación de la Familia para las

Américas.

Para quienes no nos conocen, nuestra organización

es sin fines de lucro y lucha por la igualdad y los

derechos sexuales y reproductivos en el contexto de los

derechos humanos.

Trabajamos, a nivel global, con 170

organizaciones no gubernamentales que son autónomas,

independientes y se asocian a la federación porque

comparten esta lucha. Muchas de ellas prestan servicios

directos de salud a las mujeres. En las Américas trabajamos

con 45 socios y tenemos presencia tanto en Latinoamérica

como en el Caribe. Atendemos a alrededor de siete millones

de personas en salud sexual y reproductiva cada año, el 95

por ciento de esa cifra son mujeres, y alrededor de la

mitad tienen menos de 25 años de edad.

Nos desempeñamos en lo relativo a la atención

integral de la salud sexual y reproductiva. Prestamos

servicios de anticoncepción, diagnóstico, prevención y

tratamiento de la violencia y cáncer cervical. En dos

sitios ubicados en esta región prestamos servicios de

fertilización asistida. En varios lugares atendemos partos

y brindamos servicios de aborto legal y seguro cuando la

ley lo permite. Esto representa alrededor del 6 por ciento

de los servicios que el organismo presta en la región.

El eje conductor de nuestro trabajo se centra en

el reconocimiento del derecho de las mujeres a tomar

decisiones libres, responsables e independientes sobre sus

vidas y su salud. Nuestro rol y el de nuestros equipos es

el de acompañar esas decisiones y ser garantes de derechos.

También quisiera decir que me da mucho gusto

estar aquí en este momento, no solo porque considero que

efectivamente es una oportunidad histórica que se da en mi

país, la Argentina, sino porque, como todos saben, Irlanda

acaba de aprobar -el sábado pasado- un referéndum por el

que se deroga la enmienda constitucional que limitaba la

posibilidad de tener una ley de interrupción del embarazo y

mandaba a sus mujeres al sufrimiento o a la clandestinidad,

y a las que podían, a concretarlo en otros países. Irlanda

esta haciendo historia y nos muestra que eso es posible.

Irlanda es un país en el que el 80 por ciento de

su población se autodenomina católica y acaba de votar, con

una mayoría abrumadora del 66 por ciento en cada distrito

electoral, a favor del aborto legal y seguro.

En el contexto global está claro que los países

con legislaciones liberales sobre el aborto tienden a ser

los más desarrollados, mientras que aquellos con

legislaciones más restrictivas no lo son.

En la Argentina, como lo dije, este debate abre

una oportunidad histórica de saldar esta deuda con sus

mujeres. Todo el mundo mira a la Argentina –está en todos

los diarios- para ver en qué lugar de la historia se para.

La marea verde es abrumadora y su voz clara y contundente;

solo toca escucharla.

Estoy aquí por tres razones fundamentales: en

primer lugar, porque estamos a favor de la vida y de la

salud. Como organización –para quienes no nos conocen-

hemos sido pioneros en impulsar la anticoncepción hace más

de sesenta años, para que las mujeres puedan decidir si

tener hijos o no tenerlos y con qué frecuencia.

Si como dicen los estudios de The Lancet y la

Universidad John Hopkins, la anticoncepción es responsable

por evitar aproximadamente el 40 por ciento de las muertes

maternas, hemos hecho gran parte de esta tarea en la región

y en el mundo entero.

Para estar a favor de la vida no solo hay que

decirlo; hay que demostrarlo con hechos. Hemos respaldado

la educación integral en sexualidad, que sabemos es clave

para terminar con los mitos y con las normas sociales que

son la base del machismo y de la violencia, es decir, una

educación en sexualidad basada en la evidencia, que hable

de consentimiento, de poder y de igualdad.

Tenemos datos concretos que demuestran que este

tipo de educación integral en sexualidad es cinco veces más

efectiva para la reducción de los embarazos no deseados y

también para la prevención de las infecciones de trasmisión

sexual. Es decir, las intervenciones que desarrollamos

producen más y mejor vida.

En segundo lugar, creemos firmemente que el

aborto debe ser legal y seguro, porque la evidencia global

nos muestra que disminuye la muerte materna. No se puede

tapar el sol con la mano ni esconderlo detrás de dogmas.

Las cifras globales son claras, y ustedes pueden chequear

cada uno de los puntos que traigo a colación con la

evidencia científica que indica que donde el aborto es

legal y seguro la mortalidad materna ha disminuido

drásticamente.

El 97 por ciento de los abortos inseguros están

concentrados en países en vías de desarrollo, según el

último informe del Alan Guttmacher Institute de hace

exactamente un mes.

Los invito a mirar la experiencia de todos los

países que despenalizaron el aborto, pero en particular

quiero enfocar nuestra atención en el caso de Uruguay, en

donde luego del cambio de la ley, en 2012, la mortalidad

materna baja siendo el país que le sigue a Canadá, ni más

ni menos. Asimismo, de acuerdo con las cifras recién

publicadas por el Ministerio de Salud, baja la mortalidad

infantil después de cinco años de implementación de la ley

de interrupción del embarazo.

Esto tiene mucho sentido porque cuando se mueren

las mamás ¿quiénes cuidan de los hijos? Ya lo dijo la

Organización Mundial de la Salud en 2012. Cuando las mamás

mueren, los hijos mueren y las hijas perecen mucho más.

Esta evidencia fue documentada por la Organización Mundial

de la Salud en 2012 y está disponible para quien quiera

verla.

La doctora Raffaela Schiavon ha presentado aquí

la experiencia de México, cuyo proceso y cifras son

similares a los de Uruguay: baja la mortalidad materna,

casi ninguna complicación, reporte de alta satisfacción por

parte de las usuarias e incremento del acceso a la

anticoncepción.

Me hubiera encantado ver aquí al doctor Patricio

Sanhueza, a quien considero el artífice que ha liderado el

proceso de implementación de la ley en la ciudad de México

en trece clínicas; como saben, la ciudad de México es

grande como un país.

También estoy aquí porque para nosotros este es

un tema de justicia social. Como institución peleamos por

este derecho como parte del paquete de atención básica de

la cobertura universal en salud; esto es absolutamente

clave.

El informe relacionado con este tema, que acaba

de publicar la Comisión Lancet, dice que con el cambio de

la ley no es suficiente, que el sistema de salud debe

integrar el servicio y las mujeres deben conocer sus

derechos.

Este no es un debate teórico. Han escuchado aquí

miles de historias y muchos tuvimos la suerte de poder

seguirlas virtualmente. Para mí, una de las más

conmovedoras fue la de la mamá de Ana María Acevedo. Estas

historias son el claro producto de una sociedad que nos ha

fallado y nos ha abandonado en el momento más vulnerable de

nuestras vidas. En este sentido, es importante mencionar la

perversidad de la penalización, que afecta mayormente a las

mujeres pobres.

La realidad que vemos implica pensar en la

experiencia vivida por las 3.000 niñas menores de 15 años

que dan a luz cada año en la Argentina, según las cifras de

Unicef, y también reconocer que estos números son

alarmantes, porque sabemos que un embarazo a temprana edad

tiene un impacto fortísimo en la salud y en los proyectos

de vida.

Existe una campaña regional, llamada “Niñas, no

Madres”, que muestra este problema en la región y

visibiliza las consecuencias de la maternidad forzada. ¿Se

imaginan la tristeza de la maternidad forzada? ¿Se la

imaginan en una niña de 10 años?

La realidad que vemos implica entender que los

absolutos morales no toman tu mano mientras estás esperando

en una sala rogando que tu violador no te haya dejado

embarazada. La realidad significa que es absurdo, cruel y

medieval que el Estado fuerce a una mujer a poner en

peligro su vida y a llevar a cabo un embarazo que

simplemente no desea. La gran mayoría de nosotros –me

atrevo a decir- no aceptaría esto para nuestras hijas.

La realidad es que estas leyes restrictivas no

conducen a la disminución de los abortos sino que los

vuelven absolutamente inseguros.

Tengo dos hijos chicos y todas las noches, cuando

los duermo, les hablo de la Argentina y de lo que me

enorgullece: de Cortázar, de Astor Piazzola, del dulce de

leche. Quiero poder contarles algún día -ojalá que pronto-

que este país, que también es su país, ha decido tratar a

las mujeres como a iguales.

No existe igualdad sin una ley que respete la

autonomía reproductiva de las mujeres. La autonomía

reproductiva no existe sin el aborto legal y seguro. No

podremos ser ciudadanas plenas sin este reconocimiento y si

no hay plena ciudadanía, no hay democracia ni tampoco

desarrollo.

Concluyo diciendo que tienen una oportunidad

única. Si votan en favor de las mujeres, estoy convencida

de que el mundo todo celebrará esta victoria.

La sociedad argentina está preparada para saldar

esta deuda y la opinión pública los respalda. Es una

responsabilidad mostrar que el progreso es para adelante y

que nos incluye a todas. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Martínez).- Tiene la palabra Ana Belén

Marmora, abogada y periodista, coordinadora de Frente

Joven.

Sra. Marmora.- Hace ya más de un mes y medio que estamos

debatiendo estos proyectos que intentan legalizar el

aborto. Hoy debemos hacer un balance de qué es lo que este

debate nos deja como sociedad.

En primer lugar, hemos podido conocer más de

cerca la tragedia del aborto. Porque es así: el aborto es

una tragedia. Ninguna mujer quiere ni debe pasar por un

aborto. Y lo que durante estas semanas estuvimos debatiendo

no es otra cosa que la legalización completa del aborto

hasta el último momento del embarazo, con fundamentos

discriminatorios, como el caso de malformación, y absurdos

como una solución facilista para la mujer pobre que no

puede criar un hijo.

Por favor, diputados, no se dejen engañar. Acá no

estamos tratando los casos de violación; estamos hablando

del aborto que permite que se termine la vida de chicos

hasta el noveno mes de gestación.

En este sentido, sigue siendo necesario

recordarles, señores diputados, que hay evidencias claras y

un amplio consenso de que desde la fecundación no existe

otra cosa que un ser humano que tiene derechos y que el

aborto es un flagelo para la mujer; no queremos pasar por

un aborto, no queremos ese trauma. Ninguna de nosotras se

merece pasar por un aborto porque sí. Incluso quienes hoy

quieren que el aborto sea legal, que se pueda terminar con

la vida de chicos y que se deje solas a las mujeres,

admiten que ninguna mujer quiere abortar y que el aborto en

sí mismo es una tragedia que debemos y podemos evitar.

Este proyecto se basa en mitos y en una

concepción ideológica que desconoce la ciencia y el

derecho. El derecho protege y consagra el derecho a vivir

de todos y, por tanto, no se les puede negar a los seres

humanos más vulnerables: las embarazadas y los niños y

niñas por nacer.

No podemos caer en el absurdo de plantear una

dialéctica sobre a quién de los dos salvamos. Es

discriminatorio y retrógrado que hoy estemos hablando sobre

quién puede o no puede vivir, y que sea arbitrario y por

deseos. El aborto es eso: una solución falsa y retrógrada

que solo nos desvía de los verdaderos problemas que hoy

tenemos las mujeres y que aquí ya se han expuesto. Porque

hay una realidad: nos estamos muriendo. Nos están dejando

morir. Pero es mentira que mueren miles de mujeres por

aborto. Y esa falacia –porque cualquier muerte es

importante y nos importan todas las vidas- está silenciando

que nos estamos muriendo al querer tener a nuestros hijos,

que mueren miles de mujeres recién nacidas –más de 2.000-,

pero de ellas no se habla, ocultándose así una verdadera

prioridad: necesitamos un sistema de salud digno para dejar

de morirnos mientras parimos o apenas nacemos en el

hospital.

La sociedad está movilizada, porque todos en esta

sala queremos terminar con la mortalidad materna.

¿Qué nos deja este debate, entonces? El despertar

de una sociedad -y de ustedes principalmente, señores

diputados, porque son los que van a legislar porque es su

deber-, para entender que es hora de trabajar todos juntos

y proponer políticas de salud que mejoren la salud materna

y protejan especialmente la maternidad vulnerable.

Podemos y debemos proponer soluciones que salven

las dos vidas. Y por eso no podemos desconocer ni silenciar

que detrás de una mujer que aborta hay una pareja que la

obligó, una familia que le dio la espalda, un jefe que

presionó y un Estado que no acompañó. El aborto también es

la victoria de una sociedad machista que nos abandona, que

nos da la espalda, que nos deja solas frente a un embarazo

no planificado y que no nos da otra opción.

El aborto es un fracaso social y también es una

nueva forma de violencia contra las mujeres. Quienes

trabajamos con las mujeres que viven en situación de

vulnerabilidad en la Argentina -principalmente en Buenos

Aires, como es mi caso, que en Frente Joven hace más de

ocho años que trabajamos en distintos barrios-, sabemos

cuáles son las necesidades de esas mujeres. Ellas no

quieren el aborto, pero sí necesitan llegar a un hospital

donde las atiendan y las traten con respeto y

profesionalismo, donde cuiden sus vidas para que ellas

también puedan cuidar las de sus hijos. Las mujeres pobres

rechazan incluso la idea del aborto que en los hospitales

les sugieren.

Necesitamos menos “Abortá porque no vas a poder

mantenerlo” y más políticas efectivas y acompañamiento.

Porque ellas, en su vulnerabilidad, son quienes abrazan la

vida y son ejemplo porque valoran y conocen que lo que

llevan en sus vientres no es un conjunto de células, sino

que es un hijo. (Aplausos.) Las mujeres pobres, señores

diputados, necesitan salir de la pobreza.

La sociedad se manifestó en contra de una visión

ideológica y minoritaria que nos intenta imponer el aborto

como una solución con campañas millonarias que impulsan

este proyecto de ley como política de descarte. Es

arbitrario y discriminatorio que legislen sobre deseos y

sobre el desecho selectivo de personas. El aborto es una

discriminación que mata a un niño y nos lastima a las

mujeres para siempre.

Quienes trabajamos en los barrios carenciados nos

sentimos acompañados por esos más de 3 millones de

argentinos que se manifestaron sin banderas políticas ni

ideologías para exigir a ustedes, diputados, que promuevan

políticas efectivas a favor de las dos vidas. Fuimos

millones y volveremos a serlo.

Necesitamos terminar con esta dialéctica

hipócrita de decidir arbitrariamente quién se salva y quién

vive. Hoy podemos ser una sociedad más humana.

Diputados: hoy la mayoría de ustedes –porque son

mayoría los que defienden la vida- está buscando que en

este debate podamos empezar a trabajar en las soluciones

reales. Pero algunos de ustedes aún no han manifestado lo

que piensan o no han definido cuál es el futuro que quieren

para la vida de mujeres y los niños amenazados por este

proyecto de ley.

Necesitamos que nos representen y que sepan que

cada una de las provincias también se ha expresado a favor

de las dos vidas, que las últimas encuestas reflejan que el

60 por ciento de los argentinos quiere políticas de salud y

no aborto legal, y que incluso en las encuestas también se

muestra que quienes quieren el aborto son los hombres. Los

que quieren el aborto son en su mayoría hombres, porque es

la victoria de una sociedad machista. No tengan miedo,

porque el miedo proviene de la violencia y de la presión

política e ideológica que hay detrás del aborto. El miedo

proviene de que muchas de nosotras estamos siendo agredidas

e insultadas solo por pensar distinto.

No silencien su compromiso con el pueblo. Tienen

que legislar a favor de la vida de todos y hacerse eco del

reclamo que estamos haciendo. Hoy como sociedad estamos

pidiendo leyes que no excluyan a nadie. El debate termina

hoy pero el desafío existe desde hace años. Y es hora de

que nos pongamos a trabajar.

Señores diputados: les pedimos que hoy -y

siempre- salvemos las dos vidas. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Martínez).- Tiene la palabra el señor Jon

O‟Brian, presidente de Católicas por Decidir, organización

reconocida a nivel mundial como defensora de los derechos y

la salud reproductiva desde la perspectiva de la cultura,

fe y moralidad católica. Es una de las organizaciones que

lideró el plebiscito en Irlanda y viene a contarnos la

experiencia. (Aplausos.) Contará con veinte minutos para

hacer su exposición.

Sr. O’Brian (Interpretación del inglés).- Queridos colegas,

presidentes, compañeras y compañeros: estoy muy agradecido

por el enorme privilegio de haber sido invitado a compartir

mi experiencia en este tema.

Déjenme decirles primero que el aborto puede ser

una pregunta difícil para mucha gente. El tema del aborto

no es algo que se nos presente en blanco y negro; es mucho

más importante traer luz que calor al debate. Reconozco

que, en el interior de nuestras familias, nuestros trabajos

y nuestros espacios hay visiones diversas sobre el tema, y

lo que debemos traer es un esfuerzo compasivo de

comprendernos.

La justicia social es un tema importante para los

católicos y católicas alrededor del mundo. Sabemos

perfectamente que los ricos pueden darle la vuelta a

cualquier legislación que exista sobre el aborto en

cualquier parte del mundo. Sabemos también que son las

pobres las que sufren las consecuencias.

Les voy a contar una pequeña historia de un país

de Europa, que es Irlanda, mi nación. Luego de una lucha de

varios años, los irlandeses e irlandesas ganaron su

independencia sobre el Imperio Británico en el año 1922. En

el año 1949, nuestro país fue declarado como república. La

pregunta era qué tipo de política iba a llevar adelante

este nuevo país. Un político solía decir que estábamos

creando un país católico para gente católica. El problema

era que no les preguntaron a los católicos qué tipo de país

querían. La jerarquía católica, al igual que el poder

político dominante, se sentía atraída y buscada por todo

tipo de poderes. Los políticos abdicaron en su

responsabilidad de hacer un país para todos. En cambio,

este país pasó a ser una teocracia, es decir, una nación

para los católicos.

Ahora les voy a contar un pequeño secreto: las

católicas irlandesas usan la anticoncepción.

Desgraciadamente, las irlandesas e irlandeses también se

separan y divorcian. ¿Quieren adivinar algo? Los irlandeses

e irlandesas también son gays y transgénero. Pero nuestras

leyes –como Alicia en el país de las maravillas- nos

contaban que no se podía ser gay ni tener acceso a la

anticoncepción.

Entonces, los irlandeses e irlandesas tuvieron

otra pelea: la pelea por la libertad. Me refiero a la pelea

que se da cuando un matrimonio se termina y entonces hay

que disolverlo. También me refiero a la pelea por acceder a

la anticoncepción.

Esta lucha nos permitió visibilizar a los gays y

lesbianas de nuestro país cuando se sancionó la ley del

matrimonio igualitario en Irlanda.

En 1980, aquellos que estaban en contra de la

legalización del aborto vieron venir este cambio. O sea,

algo estaba pasando en la sociedad. Por esa razón

realizaron un referéndum, mediante el cual se insertó una

enmienda en la Constitución que decía que el Estado debía

proteger la vida desde la concepción.

En ese momento, la gran mayoría de las personas

no llegaba a comprender cómo esta enmienda iba a afectar la

vida concreta de las personas y cómo se iban a cerrar los

centros de atención para las mujeres que tenían dudas sobre

su embarazo. Había dudas acerca de cómo esta enmienda iba a

censurar la información que llegaba al país. ¿Se terminó el

aborto en Irlanda? No. Solamente generó que 4.000 mujeres

irlandesas dejaran cada año su país, sus familias y sus

trabajos para buscar un servicio de aborto en otro lugar.

Esa injusticia hizo que muchas mujeres irlandesas sufrieran

de una manera enorme.

Les cuento el caso de una niña de 14 años que fue

violada y que tuvo que pasar por muchísimos procesos

judiciales ya que un juez, que creía defender el Estado,

pensaba que esa niña debía llevar su embarazo a término, a

pesar de su voluntad.

La atención en salud de los profesionales de la

medicina fue tan inhibida por esta enmienda que causó

muertes. Está el caso paradigmático de una mujer llamada

Savita, que terminó muriendo por no haber recibido la

atención médica necesaria para tratar su caso. Esto

significó para los irlandeses e irlandesas la motivación

que necesitaban para volverse a posicionar frente a este

tema.

-Ocupa la Presidencia el

señor Presidente de la

Comisión de Legislación

General, doctor Daniel

Lipovetzky.

Sr. O’Brian (Interpretación del inglés).- El 25 de mayo de

este año los irlandeses e irlandesas tuvieron la

oportunidad de votar. El 66 por ciento de los votos fueron

a favor de la eliminación de esa enmienda constitucional.

La gente votó por el “sí” en el área rural. Las mujeres no

estaban solas, pues los hombres se unieron a esta lucha.

Hubo un 65,9 por ciento de hombres que votaron. Un 87 por

ciento de los jóvenes menores de 24 años votaron para

terminar con esta enmienda.

Ahora Irlanda dio vía libre a sus diputados para

legislar sobre el aborto legal y seguro. Aclaro que no

solamente los protestantes votaron; estaban también los

católicos. En el centro de la enseñanza católica está la

idea de la conciencia. No es que deberías seguir los

dictados de tu conciencia como católico, sino que, como

católico, debes seguir a tu conciencia. Incluso si

tomáramos en cuenta lo que dicta nuestra conciencia, nos

pondría en conflicto con la jerarquía de la Iglesia

Católica.

Tanto Santo Tomás de Aquino como San Agustín

pensaban que el feto, en las etapas iniciales de la

gestación, no era una persona.

Incluso cuando se refiere al divorcio, a la

anticoncepción y otros temas, hay un principio que los

católicos resumen, que es el de si esta enseñanza se recibe

o no. Los católicos y católicas irlandeses siguen sus

conciencias con el entendimiento de que el feto no es una

persona y ello no significa desde ningún punto de vista que

no tienen respeto por la vida en el útero. Simplemente

significa que no la confunden con la autonomía y la

conciencia de las mujeres.

Entonces, ¿cómo hacemos leyes o cómo legislamos

cuando tenemos tantas diferencias en relación con el

aborto? El Concilio Vaticano II refuerza la idea de que

como católicos tenemos que respetar las creencias de las

personas de otra fe. No necesitamos que las leyes sigan la

enseñanza de la jerarquía católica sino que respeten las

conciencias individuales.

Se imaginan que la mayoría de la gente que votó

en Irlanda a favor de que se legisle sobre el tema piensa

que quizás no necesite nunca un aborto. Incluso si creen

que lo necesitan, es posible que continúen con ese embarazo

porque para ellos es lo que deben hacer. Aquí el punto es

respetar que cada uno tiene que poder tomar esa decisión en

sus propios términos, en su propio país y en su propia

forma.

En la Argentina, como saben, medio millón de

abortos ocurren cada año; alrededor del 40 por ciento de

los embarazos. El aborto constituye una de las primeras

causas de muerte materna, y cerca del 30 por ciento de la

mortalidad materna se debe al aborto clandestino e

inseguro.

La pregunta es: ¿qué tipo de sociedad queremos

crear en Irlanda o en la Argentina? Creo en un Estado

secular, que no es un Estado no religioso sino que es aquel

que permite la libertad de religión y también la libertad

de no tenerla. Creo que es fundamental que nos preguntemos

sobre el otro, si tiene la capacidad y la posibilidad de

escribir su propio destino.

Les deseo la mayor de las suertes en sus

deliberaciones en este tema tan complejo. Es fantástico ver

a la democracia en acción. Gracias. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Muchas gracias, Jon, y

también a la traductora.

Tiene la palabra Damasia Méndez Trongé, abogada

mediadora familiar.

Sra. Méndez Trongé.- Buenas tardes a todos y gracias por

invitarme para esta exposición.

Hoy quiero hablar desde mi experiencia

profesional como abogada pero también desde mi experiencia

personal, como madre adoptiva de los tres hijos que tenemos

con mi marido.

Estoy convencida de que ninguna mujer embarazada

tiene la obligación de ejercer la maternidad. También creo

que muchas mujeres ejercen la maternidad y son madres sin

haber estado nunca embarazadas. Yo soy una de ellas.

Entiendo que haya niñas, adolescentes y mujeres

que no puedan o no desean ejercer su maternidad ante un

embarazo no deseado. En estos casos, ellas tienen la

posibilidad de elegir libremente dar a su hijo en adopción,

que es la opción vigente en el Código Civil y Comercial de

la Nación y que respeta la Convención de los Derechos del

Nino y la Constitución de la Nación Argentina.

Quiero contarles la historia de Johana, que a sus

17 años, siendo estudiante universitaria, se enteró de que

estaba embarazada y todas sus ilusiones se vinieron

abajo. En ese momento de su vida no podía pensar en un hijo

y mucho menos hacerse cargo de él. Lloró muchísimo; estaba

con su novio, que no sabía cómo ayudarla. Los dos se

sentían muy solos y desamparados frente a un posible aborto

que, hasta ese momento, era la única opción que tenían.

Ellos pidieron ayuda y encontraron respuestas,

información, acompañamiento y mucha contención. Con una

ecografía Johana descubrió que ese bebé ya tenía un corazón

que latía con fuerza y con muchas ganas de vivir.

Decidida por la adopción, antes del nacimiento

avisó al servicio social de su deseo, y a los pocos días

esa beba fue adoptada judicialmente por una familia.

Johana me escribió esto, para ustedes: “Tomar el

camino rápido puede llegar a parecer muy fácil, pero no lo

es. Cuando recibís a tu bebé en brazos y lo ves a los ojos

solo querés que siempre esté bien y se te hace ilógico el

haber pensado alguna vez en no darle la oportunidad de

vivir.

“Hay otras alternativas; lamentablemente no hay

mucha información al respecto y es necesario que todos

sepamos qué opciones tenemos.

“No tuve ningún tipo de daño físico, psíquico o

social y nunca me sentí obligada a seguir con mi

embarazo. Nosotros quisimos darla en adopción porque

sabemos que existen muchas familias que no pueden tener

hijos y tienen mucho amor para ofrecer.

“Ahora, cinco años después, nosotros seguimos

estudiando, madurando y construyendo nuestro futuro,

sabiendo que hicimos bien”.

Quiero compartir con ustedes también el

testimonio de mi hijo, el mayor, que tiene 17 años y es

estudiante de secundario. Cuando comenzó este debate,

escribió en su red social: “Hace varios años para una mujer

yo fui un problema. Soy y vivo consciente de que fui un

error o que para ella no era el momento indicado de mi

llegada.

"Sé también que ella decidió que darme en

adopción era lo mejor para mí. Y gracias a eso, vivo y soy

feliz.”

Como ven, las palabras de mi hijo me conmueven

profundamente.

Por eso también me duele cuando se estigmatiza

como abandónicas a las mujeres que quieren dar a su bebé en

adopción. Las maltratan y las tildan de irresponsables, y

por eso huyen en el intento, porque les dicen que esa

opción no existe.

Las mujeres que dan voluntariamente a su hijo en

adopción buscan lo mejor que les pueden dar en ese momento;

son mujeres valientes, heroicas y merecen el más profundo y

sincero de nuestros respetos, como es el caso de Johana,

que les conté recién.

Es cierto que hay mucho para trabajar, hacer,

corregir y aprender sobre la adopción. Hay muchos proyectos

que estudiar, como los que buscan la posibilidad de dar en

adopción desde el embarazo o el 0800 nacional y público que

propone Evelyn Rodríguez para orientar y acompañar a las

mujeres con embarazos no deseados. Incluso es necesaria la

creación de juzgados exclusivos de niños, niñas,

adolescentes y de adopción con jueces, asistentes sociales,

psicólogos, tutores y defensores de menores capacitados en

esta tan delicada tarea, que es siempre urgente, y

necesitan en todos los casos su resolución inmediata. Pero

no es necesario crear nuevas leyes para dar alternativas a

las mujeres vulnerables con embarazos no deseados. Ya

existen esas leyes. Lo que pasa es que la política de

protección de derechos ante estos casos impone a la mujer o

su familia de origen o ampliada que se haga cargo de ese

niño o niña nacido en cualquier caso o situación. Con esta

política se omite deliberadamente dar a conocer u ofrecer

la opción de la adopción que ella pudiera desear o

manifestar voluntariamente, como se estipula en la ley de

adopción vigente en el Código Civil y Comercial, en sus

artículos 607 inciso b) y 625 inciso c).

Es necesario ofrecer esa opción en todos los

casos y que la mujer, su familia y toda la sociedad la

conozcan, ya que esta posibilidad les va a dar la fortaleza

para ejercer la maternidad o la libertad para dar a su hijo

en adopción con la convicción de que están haciendo lo

mejor para ese menor.

Finalmente, y en caso de optar y concretar la

adopción, el Estado solo deberá ayudar a la mujer a

realizar un trabajo de reparación, ya que la adopción no

tiene las terribles consecuencias físicas, psíquicas o

emocionales de un aborto provocado. Y así tendrán la

posibilidad tal vez algún día de recibir a un niño o niña

ya adulto que las buscará para decirles “Gracias por

haberme dejado vivir”, como lo sienten mis hijos y como lo

hago yo, como madre adoptiva, que agradezco profundamente a

esas tres mujeres que tuvieron a mis hijos, y a su entorno,

que las ayudó a seguir adelante con el embarazo dándoles la

posibilidad de crecer en familia.

Para finalizar les digo: señor presidente de la

Nación, señoras y señores diputados y senadores: no es

suficiente decir que están a favor de la vida; todos lo

estamos. Yo creo sinceramente que ninguna mujer desea

abortar. Debemos dar todas las soluciones y opciones

vigentes, no sumar más problemas como el aborto, que no es

una solución; en cambio, sí lo es la adopción, que es

legal, segura y gratuita.

Cuidemos todas las vidas, durante toda la vida.

Muchas gracias. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Daniel

Gollán, ex ministro de Salud de la Nación.

Sr. Gollán.- Buenas tardes a todos y a todas. Gracias por

la invitación.

Creo que hoy es el último día; estamos llegando

al final de dos meses de escuchar muchas opiniones en este

recinto, que me han dicho que fueron más de 700.

Considero que es hora de ponerse a pensar qué es

lo que van a hacer como diputados de la Nación. En ese

sentido, yo creo que cualquier diputado o diputada pretende

siempre que las leyes que puedan aprobarse en este

Parlamento modifiquen una realidad. Creo que lo que siempre

se procura es modificar la realidad, y por supuesto,

modificarla para mejor.

Voy a dejar documentación por Secretaría, pero

seguramente ya escucharon más de una vez -y acá se dijo

hace un rato- acerca de la enorme cantidad de evidencia

científica que hay en el mundo y en nuestro país para tener

la plena convicción de que, voten lo que voten, las mujeres

que decidan hacerse un aborto lo van a seguir haciendo, y

voten lo que voten ustedes, las mujeres que decidan seguir

adelante con su embarazo -ese es el derecho a decidir y,

por supuesto, también es plausible-, lo van a hacer así.

Esto es importante tenerlo en cuenta porque si no

estamos hablando de cosas que son puramente cuestiones

voluntaristas, pero que no van a suceder. No va a suceder

que si ustedes votan una ley por la cual se legaliza el

aborto todas las mujeres van a salir corriendo hacerse un

aborto. No va a suceder. Y si votan una ley que legalice el

aborto, las mujeres que deciden seguir adelante con su

embarazo, también lo van a poder hacer.

Digo esto porque entonces podemos preguntarnos

qué es lo que podemos modificar. Hay un punto que creo que

no tiene demasiadas discusiones y así ha quedado expresado

aquí, por lo menos lo formal, porque en otros ámbitos no ha

sido tan así. Hay un punto en el que todos estaríamos de

acuerdo, que es que podemos sancionar una ley que ponga

muchísima potencia en la educación, en la prevención, en la

promoción y en todo lo que el Estado debe hacer para

garantizar eso. Esto seguramente hará que en el mediano o

largo plazo podamos tener una disminución de la cantidad de

embarazos no planificados, porque si hay mucha educación,

quien no quiera tener un embarazo podrá evitarlo. Creo que

en eso estamos de acuerdo todos, por lo menos en la

formalidad.

Ahora, ¿qué otra cosa podemos modificar? ¿Qué

otra cosa es modificable? Que las mujeres pobres que no

pueden acceder a un aborto seguro se sigan muriendo.

Entonces, cuando se vote este proyecto, si sale

en forma negativa, el año que viene o el siguiente los

legisladores van a seguir recibiendo información de

investigaciones y de estudios que les van a decir que en

realidad las mujeres siguen haciendo abortos. Yo pienso que

en ese momento deberían sentir algún tipo de frustración

porque, como decía al principio, uno vota una ley para

mejorar la situación. Eso no va a pasar. Si ustedes no

votan afirmativamente esta ley, las cosas van a seguir como

ahora, y ahí habrá un sentido de frustración.

Pero también, y paralelamente, ustedes van a ir

recibiendo datos precisos -no ya de investigaciones- de que

hay mujeres que se siguen muriendo por no haber aprobado

esta ley. Pienso que, en ese momento, más que una sensación

de frustración puede instalarse una sensación de angustia

por no haber evitado lo que es evitable. Esto es muy

importante que lo tengan presente porque es lo que les va a

pasar. Si esta ley no se aprueba las mujeres seguirán

haciendo abortos, porque toda la evidencia científica y los

datos en el mundo lo demuestran. Pero van a tener que

cargar –en cierta manera- con la responsabilidad de no

haber actuado para evitar lo que sí es evitable, o sea, que

las mujeres pobres, las que no pueden acceder a un aborto

seguro, se sigan muriendo.

Recién se habló mucho de lo que ocurrió en

Irlanda. Creo que es un ejemplo maravilloso porque, en un

país donde el 78 por ciento está compuesto por población

católica, más del 66 por ciento pudo discernir y separar la

paja del trigo. El hecho de haber podido discernir esto es

lo que los llevó a evitar muchas inequidades. También evitó

que 170.000 irlandesas, como en los últimos años treinta y

cinco años, deban irse a Inglaterra u otros países para

practicarse un aborto. A partir de ahora lo van a poder

hacer en Irlanda.

Este es el punto de discusión. Si quieren aprobar

una ley que cambie la realidad para mejor –la evidencia

científica así lo demuestra-, la única manera es votar la

norma que les garantice a todas las mujeres que pueden

acceder a un aborto seguro. Eso no es otra cosa que el

aborto legal. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la

licenciada Ruth Penachini. Es psicóloga y representa a la

Asociación Civil Hay Vida en Jesús-Centro Familiar.

Sra. Penachini.- Antes de comenzar mi exposición quiero

hacer mención a algo que expresó quien me antecedió en el

uso de la palabra. Según el criterio del doctor Gollán

tendríamos que derogar el Código Penal porque siguen

habiendo delitos de todo tipo y color. Creo que hay muchas

cosas que se pueden hacer para mejorar la situación actual

y no necesariamente legalizar el aborto. Se han propuesto

muchas ideas en cuanto a la educación sexual, a la

anticoncepción y sobre la ley de adopción. Todos estos

aspectos se pueden mejorar para bajar los niveles de aborto

sin necesidad de legalizarlo.

A lo largo de este debate se han rebatido

científica, técnica, legal y filosóficamente concepciones

erróneas tales como “es mi cuerpo”, “no hay vida todavía”,

“no es una persona”, “tengo derecho a elegir”, comprobando

que desde el momento mismo de la concepción hay un ser

humano distinto al cuerpo de su madre, con el mismo derecho

que ella a ser tratado como persona y que el derecho de la

madre a elegir termina cuando comienza el derecho del hijo

a vivir.

Ahora queda, sobre la base de las evidencias,

tomar una decisión y sobre eso quiero reflexionar. He

escuchado demasiadas veces en el debate, dentro y fuera de

este lugar, que en este tema hay que dejar las convicciones

personales y los principios a un lado. Eso es imposible.

Somos seres éticos por naturaleza. La dimensión ética es

inherente al ser humano y atraviesa cada área y aspecto del

individuo. Siempre que tomamos una decisión lo hacemos

desde una posición éticamente definida. Si no lo hacemos

sobre la base de nuestros valores, entonces quiere decir

que otros nos están imponiendo los suyos.

Cada individuo forma su sistema de valores, que

podrá diferir de los demás. Pero también hay normas y

principios generales que conforman el sistema axiológico

colectivo: los valores de la sociedad. Sin estos valores

nuestra convivencia sería caótica y difícilmente

sostenible.

Estos valores sociales son aquellos derechos que

se encuentran amparados por nuestra Constitución Nacional y

por todo nuestro sistema jurídico; entre ellos, el derecho

a que la vida sea protegida desde el momento mismo de la

concepción.

Por eso mismo, va en contra de nuestra propia

naturaleza sostener que una decisión tan trascendente como

ésta debe ser tomada dejando fuera los principios. La

dimensión valorativa no puede ser aislada para tomar una

decisión que afecta no solo el presente sino también el

futuro de nuestro país.

Esto atenta contra nuestra identidad como

comunidad y nos aleja de nuestros objetivos como nación:

afianzar la justicia, promover el bienestar general y

asegurar los beneficios de la libertad para nosotros y para

nuestra posteridad, tal como lo señala el Preámbulo de

nuestra Constitución.

¿De qué sirven los valores y principios si no se

ponen en práctica a la hora de tomar decisiones que afecten

a muchos? Los abrazamos y sostenemos en nuestro discurso,

¿pero debemos soltarlos al momento de decidir por la vida

de los más indefensos? Los principios nos marcan el camino,

nos identifican y nos llevan hacia el tipo de personas y de

nación que queremos ser. La brújula de este Honorable

Congreso de la Nación es la Constitución Nacional y por

ella debe ser guiado.

El aborto provocado, aunque no parezca, es la

salida rápida a una problemática sumamente compleja. Solo

elimina una consecuencia indeseada de un acto en la mayoría

de las veces impulsivo, no meditado, dejando a la mujer que

lo realiza en las mismas condiciones en las que se

encontraba antes, sumándole una tremenda carga cuyas

secuelas se pueden conocer en los numerosos estudios del

síndrome posaborto. La falta de educación, la pobreza, la

marginalidad, la falta de trabajo y de una red de

contención no se borran con dicha práctica.

La despenalización tampoco cambia ninguna de

estas condiciones. Por eso debemos trabajar como sociedad

en la búsqueda de soluciones superadoras que vayan al

centro de la problemática, que resguarden la vida de todos,

evitando en primer lugar los embarazos no deseados, por

medio de la educación y la anticoncepción y que contengan

tanto a los padres como a la persona por nacer cuando el

embarazo ya se produjo. Eso se hará mediante planes

efectivos de sostén social y económico para la familia

afectada. Trabajar en un sistema de adopción dinámico y

eficiente también es fundamental.

Los valores no son entes aislados, sino que se

ubican en una jerarquía que establece una escala de

prioridades. Por eso, al tomar una decisión es importante

evaluar que el valor implicado en ellas es coherente con

los demás. En cualquier escala de valores aun

implícitamente aparece la vida humana. No es posible que

haya otro valor que lo supere en importancia.

Como sociedad argentina sostenemos muchos

valores: la solidaridad, la igualdad, la justicia social.

Como comunidad no podemos ser indiferentes e incoherentes

descuidando la vida misma.

También podemos comparar el valor de dos vidas

humanas. ¿Alguna vida vale más que otra? ¿El supuesto

derecho a decidir de la mujer es más importante que la vida

misma de su hijo? ¿Cómo un ser humano, a quien la vida le

fue dada desde fuera –ya que no fue él mismo quien

determinó su existencia-, puede juzgar sobre la vida de

otro ser humano? Nuestra ley suprema sostiene que está

abolida la pena de muerte en nuestro país. ¿No es el aborto

la pena de muerte más injustificada de todas?

Señores diputados: cada uno de ustedes hizo un

juramento al comenzar su mandato, comprometiéndose a

desempeñar fielmente su cargo y, literalmente, obrar en

todo de conformidad con lo que prescribe la Constitución

Nacional. Cada uno eligió sus testigos, aquellos ante

quienes van a responder por el cumplimiento de su función.

Algunos eligieron hacerlo ante la Patria, otros ante Dios.

No es un mero formalismo. El mensaje simbólico detrás de

ese juramento es “me hago cargo de mis acciones y respondo

por ellas ante los demás, sabiendo que tienen

consecuencias”.

Somos millones de argentinos que reclamamos que

legislen fundamentados en valores, que no dejen a un lado

sus convicciones. Millones de argentinos elegimos y

elegiremos nuestros representantes de acuerdo a esos

valores.

Hoy, la Patria y Dios, que son los testigos que

eligieron, están delante de ustedes y saben que tienen para

elegir la vida de todos o la muerte de muchos. Les pedimos

y demandamos a ustedes que elijan la vida, por la Argentina

de hoy y por la vida de las generaciones que vienen.

(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la

licenciada Liliana Hendel, periodista, psicóloga y

coordinadora de la Red Internacional de Periodistas con

Visión de Género.

Sra. Hendel.- Me siento honrada por ser parte del grupo que

desde este atril defiende los derechos básicos de las

personas que eligen vivir en democracia: el derecho a

la autonomía, a la intimidad y a la libertad para decidir

acerca de la propia vida.

También pasó por aquí el grupo que se opone a

esta premisa definiéndose en contra del aborto legal. A

diferencia de otras personas que buscaron puntos en común

entre ambos grupos, debo decir que no encuentro acuerdos

posibles, por lo que el desafío de quienes legislan será

generar derechos que incluyan ambas posiciones; de eso se

trata la democracia.

La aprobación del proyecto de la Campaña no

obligará a ninguna mujer a abortar. Nadie debería obligar a

ninguna mujer –a mi hija o a mis nietas- a ser madres si no

lo desean.

Ni mi hija ni mis nietas están en el grupo de las

que corren el riesgo de morir. Sin embargo, estoy aquí para

reivindicar su derecho a desear, a gozar y a decidir lo que

consideren mejor en cada momento de sus vidas. Así lo han

hecho los varones desde el inicio de los tiempos. La

paternidad obligatoria no existe como concepto, pero un

embrión requiere de un varón y de una mujer para

producirse. Este es un tema de género.

No estoy sola en este lugar; me anteceden "las

ancestras" que lucharon por la libertad y los derechos de

las mujeres, pero además me acompañan mis compañeras y

compañeros de la Red Internacional de Periodistas con

Visión de Género en Argentina. Hablo de y desde el

periodismo, a pesar de los despidos, de la precarización y

de los cierres de medios (Aplausos.)

Hablo desde ese periodismo que sostiene una

agenda donde los derechos de las personas están por encima

de todas las otras noticias.

El derecho a la información -lo sabemos- nos es

retaceado. Son demasiadas las mujeres y niñas que,

violentadas, desconocen que las asisten derechos que el

Estado debe cumplir.

La gran mayoría de las tradiciones culturales

ubica a las mujeres en un lugar de inferioridad, que es

precisamente, el lugar de donde decidimos irnos. El sistema

patriarcal insiste desde hace siglos, utiliza su fuerza

imponiendo su ideología en los discursos, en los medios de

comunicación y en las escuelas, para generar una pretendida

mística de la feminidad, de la maternidad, de la

heterosexualidad obligatoria, negando o desautorizando las

palabras y los deseos que se generan por fuera de los

pactos heteronormativos.

Los fundamentalismos religiosos son, como hemos

visto en estos días, una pieza ineludible para sostener el

sistema de opresión. Dice el titular de La Nación del 28 de

mayo: “Aborto. El debate entra en la recta final y

denuncian presiones de la Iglesia”. En el mismo texto dice:

“La presión más clara se produjo en Tucumán, donde e1

obispo Carlos Sánchez mencionó por su nombre de pila a los

diputados nacionales de esa provincia y les pidió que voten

„a favor de la Vida‟”. En mi barrio, eso se llama

apretada. (Aplausos.)

La militancia activa de las mujeres organizadas y

el feminismo, con todas sus diferencias, han logrado hoy

hacer pública la autonomía que ya ejercíamos privadamente.

Ya no es en secreto que abortamos, ya no es en voz baja que

nos pasamos datos. Hoy decimos “yo aborté” y encontramos en

la web los datos del misoprostol. Cambiamos nuestro lugar

en el curso de la historia; tomen nota, por favor,

diputadas y diputados.

Sin embargo, como ya lo hemos visto aquí en este

tiempo, no todo cambió. Las fuerzas sobrevivientes de la

Inquisición, que hoy se oponen a la legalización del

aborto, son las mismas que alientan que en las escuelas se

imparta catequesis en vez de educación sexual integral.

También se opusieron al divorcio, a la patria potestad

compartida y, por supuesto, al matrimonio igualitario y a

la ley de identidad de género.

Somos las nietas de las brujas que no pudieron

quemar y ese grupo es nieto de quienes nos quemaban. Los

dos grupos existen desde siempre. El poder siempre lo

tuvieron ellos; prueba de ello es que se invisibiliza

nuestra existencia. Sin embargo, está claro que un grupo

intenta mejorar 1a condición de vida y asegurar la calidad

democrática de un Estado que se proclama laico; el otro no.

Los llamamos con corrección “los antiderechos”.

El intento de imposición autoritaria se expresó en este

recinto y también en la presencia de estos grupos en las

habitaciones de los hospitales, donde las niñas esperan que

se les haga una práctica, la del aborto, contemplada por la

ley.

Desde el lugar de los antiderechos hemos

escuchado hablar de asesinato, pero vamos hablando mejor:

ya no nos llaman asesinas. No parece muy posible que alguna

de nosotras sea detenida por instigación a violencia ni

tampoco que las muchas expositoras que relataron sus

abortos paguen el precio penal de la tal acción.

Nadie podría imaginar un recinto en el que tantas

mujeres pasaran para decir: “Yo asesiné, yo asesiné” y no

pasara nada.

Poner en contexto es lo que los antiderechos no

hacen. Escuchamos la voz del patriarcado, hablamos del

reclamo de la legalización del aborto pero no nos dejemos

engatusar; ubiquémoslo en el escenario correcto: fuera de

los ámbitos morales y confesionales.

Señalemos el permanente obstáculo para acceder a

justicia, educación y salud. Hemos escuchado aquí una

enorme cantidad de propuestas que deberían ser tomadas en

cuenta y les pregunto por qué no lo hicieron hasta ahora.

¿O las ideas maravillosas aparecieron en este último mes?

Como muy bien lo ha señalado Rita Segato, ninguna

sociedad trata a sus mujeres tan bien como trata a sus

varones.

El verdadero delito invisibilizado no es la

práctica de la interrupción del embarazo, sino el

incumplimiento del Estado de la debida diligencia. El

aborto por causales es legal en la Argentina desde 1921 y

el sistema obstaculiza su acceso al desconocer la

obligación de atención y protección.

Nos mienten con descaro, mirándonos a los ojos y

nos dicen la frase preferida del patriarcado: “Es por tu

propio bien, te lo decimos porque estás confundida.” Lo

escuchamos durante toda la mañana y la tarde de hoy: "las

mujeres están confundidas, necesitan que les expliquemos y

que las acompañemos". Eso le dijeron a Ana María Acevedo

mientras le negaban los medicamentos que le hubieran

salvado la vida.

Nos mienten cuando dicen “cuidamos las dos

vidas”. Nos mienten cuando nos hablan de ética y dignidad.

No necesitamos que nos tutelen; tomamos nuestras propias

decisiones.

Cuando la abstracción deviene caso concreto, los

defensores del feto desaparecen. Son inventores de

síndromes, como el síndrome de alienación parental, por el

que se saca los hijos a las madres protectoras y se los

entrega a los abusadores.

El síndrome posaborto no existe. He acompañado a

cientos de mujeres, he revisado todos los datos y les

aseguro que no lo he visto jamás.

También soy psicóloga, igual que ustedes y puedo

decir que el trauma se produce en cada persona de manera

particular. Nos mienten y son profundamente

antidemocráticos.

Por último, solo quiero hablarles a quienes

tienen que decidir, a quienes tienen miedo de asumir el

costo y están contando porotos, a pesar de tener decidido

para su vida personal que se ha legalizado el aborto desde

hace tiempo.

¡Miren a las chicas en las plazas! ¡Miren los

pañuelos verdes! Son los que van a votar: chicas y chicos

que quieren un mundo con derechos. El aborto debe ser una

realidad porque es un tema de derechos. Las mujeres ya

ganamos. Es bueno que las diputadas y los diputados que van

a votar se den cuenta y no se queden afuera de esto.

(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Adela

Segarra, diputada nacional mandato cumplido y trabajadora

social.

Sra. Segarra.- Es un orgullo estar en esta audiencia. Me

conmueve estar en estos momentos finales de este próximo

debate en la Cámara, que estimo será el 13 de junio.

Pensé mucho -y pienso- esto que a veces nos

atribuyen a las mujeres, que somos dispersas y que no

podemos concentrarnos; es una forma de subestimarnos. Creo

que las mujeres asumimos múltiples roles y que esos

múltiples roles nos permiten ver la realidad de una manera

distinta y analizar los problemas también de una manera

diferente. Pienso que esa multiplicidad de roles

fundamentalmente nos permite articular lo público con lo

privado de una manera distintiva. Considero que cuando

hablamos de aborto también hablamos de cómo articular lo

público con lo privado.

Por supuesto, estoy totalmente convencida de que

es una falsa dicotomía enfrentar el aborto a la vida. No se

trata de aborto versus vida, porque ya se ha dicho acá que

desde 1921 se plantearon causales que permiten el aborto en

nuestro país. Y en 2012 la Corte Suprema reafirmó y volvió

a interpretar el artículo 86 del Código Penal especificando

los causales de abortos no punibles. Por eso esta no es una

contradicción.

Yo creo que no podemos ser hipócritas frente al

aborto y que el aborto atravesó a todas nuestras

generaciones: nuestras abuelas se hicieron abortos,

nuestras madres, nuestras tías, nosotras y nuestras amigas.

¿Quién de nosotros no acompañó o asistió frente a una

situación de aborto? Lo hicimos muchísimas veces y creo que

no podemos ser hipócritas frente a eso.

Creo que el aborto también atraviesa distintos

sectores sociales; las mujeres de alta clase alta, de clase

media y las pobres se realizan abortos. Pero son las

mujeres pobres las que sufren por los abortos clandestinos,

son las mujeres pobres las que mueren en los abortos

clandestinos y también son ellas las que incrementan el

índice de mortalidad materna, que es uno de los más altos

por motivo de aborto.

Entonces, frente a eso creo que debemos tener

claro que la decisión de una mujer respecto de continuar o

no con un embarazo no es una decisión de índole personal.

Acá es donde nuevamente las mujeres entendemos que lo

privado y lo público se articula; no es un problema de

conciencia individual. Que una mujer pueda decidir acerca

de continuar o no su embarazo tiene que ver con un tema que

el Estado debe contemplar; es un hecho que tiene que

referir a esa decisión y a esa mujer a la salud pública.

Estoy convencida de que la mujer tiene que ser el

eje central del sistema de atención primaria de salud. En

ese lugar es donde tiene que estar cuidada para que pueda

decidir libremente.

Las mujeres estamos formateadas para cuidar a

nuestros hijos, para cuidar a nuestros nietos, para cuidar

a nuestras parejas, pero no ejercitamos el derecho de

cuidarnos a nosotras mismas. Es el Estado responsable de

garantizar ese cuidado; es el Estado el que debe permitir

que ese derecho se consagre. Estoy convencida de que es

así.

Sin embargo, tenemos un sistema de salud que

sigue estigmatizando a las mujeres pobres y que aun es

hipócrita frente a aquellos médicos que son objetores de

conciencia y que practican abortos clandestinos en clínicas

privadas, porque eso existe en todas las ciudades y está

ocurriendo.

El sistema de salud no puede seguir invirtiendo

sus prioridades, tanto en lo económico como en lo

académico. La atención primaria tiene que fortalecerse. No

puede seguir existiendo aún en nuestro sistema de salud

violencia obstétrica. Eso también hay que revertirlo.

Yo me pregunto si alguna de estas cuestiones que

aún prevalecen en el sistema de salud no son más

traumáticas que un aborto. Porque se habla mucho del trauma

posaborto, pero en realidad en nuestro sistema de salud

siguen prevaleciendo situaciones que hacen vulnerable a la

mujer y que le generan situaciones de conflicto personal y

situaciones aun más traumáticas que poder decidir acerca de

continuar o no con un embarazo.

En esta multiplicidad de roles como trabajadora

social y como ex diputada quiero decir que acompañé durante

ocho años el proyecto de la Campaña, y que en dos

oportunidades me tocó ser la primera firmante que

encabezaba ese proyecto. A lo largo de los años hemos ido

avanzando en el debate sobre el aborto y en la cantidad de

firmas; y si avanzamos en ese debate es porque aumentó la

participación de todas las mujeres.

Para finalizar, quiero contarles que, como mujer,

decidí ser madre adolescente, en plena dictadura militar.

Tenía 17 años cuando decidí tener un hijo; tuve mi primer

hijo a esa edad. Lo decidí y siento orgullo de mi

generación, que se comprometió con la lucha por los

derechos de igualdad y justicia de todo nuestro pueblo.

Sin embargo, quiero decir que en esta última

década el movimiento de mujeres ha avanzado y nos ha

permitido a nosotras, las mujeres, ser cada vez más

protagonistas de los derechos que tienen que ver con

denunciar el patriarcado, con la justicia y con la igualdad

de todas las mujeres. Incluso este movimiento de mujeres ha

permitido que nosotras, mujeres militantes de otra

generación, podamos desterrar algunos de nuestros viejos

dogmas.

Así que quiero agradecer al movimiento de

mujeres, y por supuesto, a la Campaña, por ser parte y por

permitirme ser protagonista de estas luchas. Muchísimas

gracias. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra Benjamín

Richards, profesor en Filosofía.

Sr. Richards.- Pertenecemos a una generación que se

caracteriza por la búsqueda de la inclusión. Esta

característica es lo que en latín se conoce como “et-et”.

“Et” en latín significa “y”, pero cuando en una oración

aparece dos veces, significa “no solo, sino también”. Es

decir, “no solo esto, sino también aquello”. Es la forma de

unir dos ideas que se reclaman: es inclusión.

Esto se contrapone a la fórmula, también en

latín, “aut-aut” que significa “esto o lo otro, pero no las

dos a la vez”. Esta forma no es inclusiva, sino exclusiva.

Afirma una y niega la otra. Por ejemplo, estar dormido o

estar despierto. Son dos estados que se excluyen

mutuamente.

Les hablo de esto porque me llamó la atención que

en este debate algunas voces manifestaron que debemos

separar la política de la verdad, que debemos excluirlas,

no incluirlas, es decir, o política o verdad, pero no las

dos a la vez, como si fueran dos realidades que se excluyen

mutuamente.

Creo que esta separación es perjudicial para la

política. Más que elegir por dejar una de lado, debemos

incluir todas las visiones para tener una mirada más

amplia; no solo política sino también verdad.

Esta inclusión es fundamental para la vida en

democracia. Pensemos en valores que son importantes para

nuestra generación. Tomemos, por ejemplo, la libertad.

Somos libres, podemos elegir y esto es verdad. Para afirmar

que la libertad es un derecho fundamental de la democracia,

necesitamos la verdad. Porque si no fuese verdad que somos

libres, no tendríamos libertad.

Podríamos objetar que toda verdad es relativa,

pero si fuese así, entonces mi libertad también sería

relativa. Pero la realidad de que somos libres es una

verdad. Por eso, sin verdad, no hay libertad.

Lo mismo sucede con la tolerancia. Si no fuese

verdad que debemos respetar a los demás, no tendríamos que

ser tolerantes. Si excluimos la verdad de la política

obtenemos una sociedad sin libertad y sin tolerancia.

Si pedimos políticas que garanticen estos

valores, es evidente que la política necesita de la verdad.

Necesitamos incluirlas, no excluirlas. Necesitamos política

y verdad.

En este debate se hace mención a muchas verdades.

Es verdad que hay mujeres que abortan, mujeres que mueren

sin atención médica, mujeres embarazadas en situaciones

vulnerables y de riesgo. Todo esto es verdad.

Pero también es verdad la realidad de la niña o

niño en el vientre de su madre. Es verdad que desde el

momento de la concepción posee una carga genética única y

distinta a la de la madre y que desde la concepción hasta

el nacimiento no hay cambios cualitativos en el feto; solo

hay cambios cuantitativos. Es decir, es el desarrollo del

mismo sujeto de principio a fin del embarazo. Todo esto

también es verdad.

Estas verdades que acabamos de mencionar no se

excluyen sino que son verdades que se incluyen porque están

unidas en la misma realidad. La verdad no es parcial,

porque no sería toda la verdad. La verdad es completa.

Una generación inclusiva requiere de la inclusión

de todas las partes y necesita toda la verdad. Entonces,

para legislar acerca de estas situaciones de vulnerabilidad

y de riesgo es necesario unir la política y la verdad. No

hay que separarlas sino unirlas.

El proyecto de ley de interrupción voluntaria del

embarazo no incluye toda la verdad porque no considera la

verdad del niño por nacer. Hace muy bien en contemplar el

drama de la mujer, pero no contempla la totalidad del

drama.

El Estado debería promover políticas públicas de

salud que contemplen la verdad completa y no parcializada.

Seamos inclusivos, no exclusivos. Necesitamos una

política tolerante e inclusiva que no mire a una de las

partes del problema dejando a la otra de lado y contemple

el drama en toda su complejidad. Necesitamos una política

que no solo considere la libertad sino también la vida y la

verdad. No hay libertad sin vida y no hay política sin

verdad. Necesitamos política y verdad. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la señora

Julieta Bosch. Es licenciada en Historia, master en

Educación, especialista en Planificación y Gestión de

Proyectos Educativos. Representa a la Fundación Más Vida de

la localidad de Tandil.

Sra. Bosch.- También soy madre de cinco hijos.

A principios de 2016 comenzó a funcionar en el

Hospital Santamarina, de Tandil, el servicio de consejería

e interrupción legal del embarazo (ILE).

Esta consejería funcionaba sin médicos obstetra

ya que todos en el hospital son objetores de conciencia.

Por mi trabajo como voluntaria tuve la

oportunidad de conocer cómo se desempeñaba dicha

consejería. Melina tiene una historia de abusos y

abandonos. Por eso tiene problemas de depresión.

En el año 2016 Melina queda embarazada y ante lo

inesperado tiene una fuerte recaída en su salud mental. No

se siente capaz de enfrentar ese embarazo. Está tan

deprimida que queda internada en el área de Salud Mental

del hospital. La aíslan de sus parientes, nadie puede ir a

visitarla. Pero hasta allí sí se acercan los miembros de la

consejería. Sabiendo del estado de vulnerabilidad y soledad

en la que se encontraba, le dicen que lo mejor para ella

era un aborto. Aunque estaba internada en Salud Mental, es

decir, sin capacidad para poder tomar una decisión tan

trascendental, la instan a firmar el consentimiento

informado. No lo hace enseguida; espera. La madre,

desesperada, acude a nosotros. Quiere ver a Melina y no se

lo permiten, y sabe que su hija está siendo presionada para

abortar.

Un llamado al director del hospital arregla las

cosas, y al día siguiente Melina es dada de alta. Ella nos

recibió, hablamos un largo rato y le ofrecimos contención y

apoyo. Lloró mucho, pero decidió continuar con su embarazo.

Ya en su casa recibió un llamado telefónico desde

la consejería mediante el cual le ofrecían llevarla a

Buenos Aires a practicarse el aborto. Pero ella lo rechazó.

Desde nuestra institución se la acompañó durante todo el

embarazo y se la sigue acompañando hasta hoy.

A continuación voy a leer una frase de ella:

“Cuando lo miro pienso qué sería de mi si no lo tuviera.

Estaría deprimida, tirada en la cama”.

Aislarla, aprovecharse de su estado anímico,

llamarla por teléfono, ejercer presión para que aborte. Eso

es lo que hizo la consejería. ¿A quién le importa la mujer

y su salud mental? Todo lo que buscan es lograr el trofeo

sangriento del aborto y después la dejan sola.

Si esto son capaces de hacer cuando el aborto no

es legal en la Argentina, ¿cuánto más harán el día que se

legalice? Estas consejerías invocan el artículo 86 del

Código Penal como su encuadre legal, pero olvidan la última

parte de ese mismo artículo, que dice que el aborto no será

punible si se ha hecho con el fin de evitar un peligro para

la vida o la salud de la madre y si este peligro no puede

ser evitado por otros medios. Quisiera saber qué otros

medios le ofrecieron a Melina.

Nosotros solo le ofrecimos un abrazo y un poco de

contención y ella decidió continuar con el embarazo. Era

eso lo que necesitaba; no un aborto.

En mayo de 2017 las integrantes de la consejería

ILE son entrevistadas por un portal de noticias de Tandil.

Celebrando los más de cien abortos, entre otras cosas dicen

lo siguiente: “El hospital es un espacio hostil porque el

servicio de Ginecología y Obstetricia es objetor de

conciencia”. Ante la pregunta acerca de si el caso no

encuadra dentro lo que define la ley para intervenir,

responden lo siguiente: “Lo que pasa es que la salud es una

definición muy amplia. En general, encuadran casi todas, ya

sea por su cuestión socioeconómica, su situación familiar o

por su proyecto de vida. Por todo”. Y, orgullosamente,

declaran: “El número de interrupciones realizadas es de

bastante más de cien”.

Estas declaraciones nos adelantan lo que será la

realidad una vez aprobada esta ley: presiones a los médicos

hostiles, ya que se dicen objetores de conciencia; abortos

hasta el último mes por cualquier causal; aumentos en el

número de abortos, etcétera.

Alarmados por esta situación, Más Vida Tandil

realizó múltiples acciones, entre las que se destaca un

proyecto que presentamos en el Concejo Deliberante, que

tiene un dictamen favorable de la Comisión de Salud y que

debe seguir su curso para transformarse en ordenanza.

Este proyecto bien puede ser tomado a nivel nacional y

convertirse en una alternativa frente al embarazo

vulnerable.

Proponemos la creación de la unidad de atención a

la mujer embarazada, la UAME. Esta unidad deberá funcionar

en los hospitales públicos, y estará constituida por un

equipo interdisciplinario y miembros de ONG en calidad de

voluntarios, comprometidos en la defensa de la vida de la

madre y del niño por nacer. Entre otras tareas, deberá:

realizar los exámenes y ecografías necesarios para

establecer la existencia de un embarazo y la buena salud

fetal; brindar información completa y veraz sobre las

consecuencias físicas y psíquicas del aborto; ofrecer apoyo

material, afectivo, acompañamiento familiar y medidas de

prevención de posible violencia doméstica; plantear a la

madre la posibilidad de la adopción y asesorarla sobre esta

alternativa.

En definitiva, la UAME será uno de esos otros

medios que el Código Penal pide y le dará toda la

información necesaria para tomar una decisión realmente

libre e intentará solucionar los verdaderos problemas de

esa mujer. El aborto no le solucionará ninguno.

Me vienen ahora a la cabeza las palabras de Milan

Kundera: “¿Es culpable el ignorante?”

En estos días hemos escuchado cientos de

ponencias y lamentablemente la asistencia de los diputados

fue muy escasa. Se habló sobre el origen de la vida humana

y la maravilla del desarrollo fetal, pero siguen repitiendo

que el aborto solo se trata del cuerpo de la mujer. ¿Acaso

este que aparece en la pantalla es el cuerpo de la mujer?

¿No es un pequeño miembro de la familia humana? ¿Quién es

el que niega la evidencia? ¿Quién el que se maneja por

creencias? ¿Nosotros?

Se analizaron cifras sobre el aumento exponencial

de los abortos en los países que lo legalizaron, pero

siguen repitiendo que la legalización disminuye la cantidad

de abortos.

Felicitaciones al ministro de Salud, porque

encontró los únicos dos países en los que disminuye. Pero

olvidó la enorme mayoría en donde ocurrió lo inverso.

No se olviden, hoy la información está al alcance

de todos y la podemos chequear. Nosotros, simples

ciudadanos, sin asesores ni sueldo de diputados, accedimos

a los datos de ministerios de muchísimos países e hicimos

una presentación que queda a su disposición.

Se escucharon testimonios e investigaciones sobre

los daños que produce el aborto en un alto porcentaje de

mujeres, pero siguen insistiendo en que es necesario para

su salud psíquica. No existe ni un solo trabajo científico

que demuestre los beneficios del aborto para la salud

psíquica y, en cambio, existen decenas que demuestran lo

contrario.

Se ha demostrado la inconstitucionalidad de estos

proyectos pero invocan recomendaciones de organismos

internacionales, como si no fuéramos una nación soberana, y

se olvidan de la protección al no nacido que garantizan

nuestras leyes.

Entonces, ¿es culpable el ignorante? Señores

diputados: es su responsabilidad escuchar e investigar. Su

ignorancia será la causa de muerte de millones de

argentinos. Por eso les digo: sí, es culpable el ignorante,

y que Dios y la patria se lo demanden. Muchas gracias.

(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la

licenciada Sonia Tessa, licenciada en Comunicación de la

Universidad Nacional de Rosario y periodista. Actualmente

es secretaria de redacción de Rosario 12.

Sra. Tessa.- Quisiera agradecer a la diputada Lucila de

Ponti por invitarme a participar en estas jornadas

históricas, en las que el Poder Legislativo empieza a

saldar una deuda con las mujeres y con todas las personas

con capacidad de gestar.

También quiero agradecer a la Campaña Nacional

por el Derecho al Aborto. Esta articulación es un orgullo

porque demostró que la heterogeneidad fue una fortaleza

para lograr la despenalización social.

Es emocionante ver a las pibas que llevan sus

pañuelos verdes como una insignia con la que suben al

colectivo, andan en bicicleta y multiplican la demanda por

el derecho a decidir.

Vengo de Rosario, una ciudad donde no mueren

mujeres por aborto desde 2012. Eso no fue un milagro, sino

el resultado de políticas públicas que impulsaron y

reclamaron organizaciones de mujeres.

Antes, hubo muertas. Todavía las hay en todo el

país, porque más allá del esfuerzo para relativizar los

datos que vienen haciendo los sectores que quieren mantener

la penalización, las estadísticas demuestran que hay entre

350.000 y 500.000 abortos por año. Es una evidencia: todas

y todos conocemos y hemos acompañado a alguien que abortó.

Es cierto que el número de fallecidas descendió.

Como ya se ha dicho, fue consecuencia de la activa

movilización de las mujeres para que se cumpla el aborto

legal por causales vigente desde 1921 y también del uso del

misoprostol, del que nos apropiamos las mujeres para salvar

nuestras vidas. Cada muerta por aborto clandestino, cada una con

su historia y sus proyectos truncos, es una vergüenza para

la democracia argentina y demuestra que la mitad de la

población es tutelada solo como aparatos reproductivos y no

como ciudadanas, porque legalizar el aborto es reconocernos

como personas autónomas, libres y deseantes.

Es especialmente conmovedor que acá, en este

ámbito y esta misma tarde, muchas mujeres hayan podido

decir “yo aborté”. Es la experiencia que se escuchó en

estas audiencias lo que retumba por encima de los sólidos

argumentos científicos que también se escucharon.

Lo hemos dicho actrices, académicas, militantes

de barrios populares, políticas, estudiantes, obreras,

periodistas e intelectuales. Las mujeres abortamos aun a

riesgo de nuestra vida, nuestra libertad y nuestra salud.

Tener un hijo es un acontecimiento demasiado

importante en la vida de una mujer para hacerlo de

cualquier manera, en cualquier condición.

Yo también aborté, cuando tenía 16 años. Olvidé

algunos detalles, pero no a mi padre diciendo: “Yo me muero

si a esta nena le pasa algo”, mientras recorríamos clínicas

clandestinas al alcance del bolsillo de dos docentes; fui

una privilegiada.

No lo fue Soledad, una chica de 19 años que vivía

en Puerto General San Martín, cerca de Rosario, que se

gastó el plan social para interrumpir el embarazo y ni

siquiera le pudo contar a su mamá que lo había hecho,

inmersa en la vergüenza que impone la penalización y

entonces también la sanción social. Conté su historia en

2003, cuando entrevisté a Julia, su mamá.

No fue ninguna privilegiada Silvia Suppo. Estaba

secuestrada cuando quedó embarazada de múltiples

violaciones de genocidas. Juan Calixto Perizzotti, titular

del centro clandestino de detención donde ella estaba, dijo

que se debía subsanar el “error”. Años después entrevisté a

Silvia, quien me contó que hubiera sido mucho peor que la

obligaran a continuar con ese embarazo. Silvia fue víctima

de un asesinato político en 2010.

No fue privilegiada Carina, de Rosario. Tenía 30

años, estaba llena de proyectos, vivía en una casilla con

sus tres hijos, Matías, Flavio y Emilse. Carina trabajaba

como niñera y su marido la violentaba. Ella tampoco pudo

decirle a nadie que se había hecho un aborto. Fue al

hospital, después del aborto le recetaron ibuprofeno y

volvió a su casa. Dos días después llegó a otro hospital

con una infección generalizada. Murió el 20 de febrero de

2009. Entrevisté a sus hermanas Verónica y Marta pocos días

después y querían justificar lo hecho por Carina; presumían

la mirada sancionatoria, aunque también reconocían que “a

veces, cuando te enterás de que estás embarazada, te querés

matar”.

Por estas historias, en las que se sumó la

vergüenza al dolor, saludamos que la Campaña haya logrado

sacar del clóset esta práctica y reconocemos a las

compañeras de la línea “Aborto, más información, menos

riesgos” y a Socorristas en Red, que le pusieron el cuerpo

a difundir el uso del misoprostol. (Aplausos.)

Como consecuencia del activismo, muchas pudieron

abortar más acompañadas, no solo por sus íntimas, y así

salir del estigma. Porque razones para abortar hay

infinitas. Y eso se puede leer, por ejemplo, en un libro

fundamental que se llama Código Rosa. Relatos sobre

abortos, de Dahiana Belfiori. Ese es el agradecimiento

eterno que tenemos muchas mujeres al activismo: que el

aborto haya dejado de ser tabú y que ya no signifique sobre

todo contar muertas.

Si para los antiderechos, 43 fallecidas en 2016,

por una causa absolutamente evitable, es un número

reducido, para nosotras son compañeras que deberían estar

vivas. Porque cuando hablan de salvar dos vidas, lo que

esconde su argumento es que están dispuestos a priorizar

una -la del feto, que no existe fuera de la otra- sobre la

de la mujer, que tiene su propia vida. Nos sacrifican en el

altar de la supremacía del poder de la jerarquía

eclesiástica como rectora moral del Estado.

Si estas jornadas son tan importantes es porque

al llegar acá nuestras experiencias de aborto pueden lograr

un estatuto de legalidad que nos permita tomar decisiones a

todas las personas gestantes, más allá de las

circunstancias en las que nos embarazamos, sin miedo,

vergüenza ni culpa.

La clandestinidad es un negocio: lo es para el

laboratorio que comercializa el misoprostol en una

presentación que no es adecuada y aun así establece precios

siderales, porque sabe para qué se usa. Es también un

negocio para una corporación médica que resistió la

aplicación del misoprostol que las mujeres venimos haciendo

por prepotencia de derechos.

Somos un país mirado con atención por el mundo

por su movimiento de mujeres, lesbianas, trans y travestis,

potente, diverso y movilizado. El rechazo a la violencia

machista se plasmó en 2015 en “Ni una menos”, que se

apropia de la calle y está cambiando la vida cotidiana.

Como ocurre con las revoluciones, tiene sus detractores

activos. Hemos recorrido treinta y dos encuentros

nacionales de mujeres en los que pudimos transversalizar

nuestros reclamos a lo largo y ancho del país.

Señoras diputadas, señores diputados: esperamos

de ustedes que puedan entender el valor que tiene para una

mujer la decisión sobre su vida. Así como el Código Penal

no le pide a una persona que está en riesgo que priorice la

vida del otro por sobre la propia, porque existe la figura

de la legítima defensa, los convoco a entender que, cuando

nos enteramos de que estamos embarazadas, muchas de

nosotras tenemos que elegir entre el aborto y nuestra vida.

Como en cualquier ley que amplía derechos,

legalizar el aborto es una apuesta a la libertad. Se ha

dicho hasta el cansancio: nadie obligará a nadie a abortar.

La ley, en un Estado laico, es para todas. No nos obliguen

a las personas con capacidad de gestar a vivir en la

clandestinidad. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la doctora

Marina Gil, abogada en representación de la institución

Abrazo por Dar Vida.

Sra. Gil.- Antes que nada, quiero aclarar que soy abogada y

asesoro en asociaciones civiles, y si bien una de las

asociaciones es la que nombró el presidente, no significa

que la represente. Quiero dejarlo aclarado porque esta es

una posición tomada como abogada y como diplomada en

Gestión Pública.

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Gracias por la aclaración.

Sra. Gil.- En esta exposición lo que voy a intentar dejar

sentado es que nos enfoquemos en la protección de la vida.

Para ello me voy a remitir al doctor Gustavo Botti,

presidente de la Sociedad Argentina de Medicina

Reproductiva, sobre cuándo se considera que comienza la

vida humana.

Si nosotros queremos aprobar una ley sobre el

aborto, necesariamente tenemos que saber cuándo comienza la

vida humana para luego remitir al concepto de persona

sujeto de derecho.

Para el doctor Botti la vida empieza desde el

momento de la identificación de los pronúcleos masculino y

femenino, o sea, al segundo día de la fecundación. Allí ya

hay un nuevo genoma y esa ya es una vida potencial, que si

se le dan las condiciones apropiadas puede darnos un nacido

vivo.

Alude también dicho profesional a que existe otra

postura que dice que la vida comienza desde el día catorce,

en que se produce la primera actividad neuronal; por eso se

lo llama “conceptus” o “pre embrión” a los catorce días

previos a esta actividad neuronal. Es decir que el comienzo

de la vida, citando ese criterio de la actividad neuronal,

sería desde los catorce días desde la fertilización, que

sería el resultante en ese mismo momento de la beta

positiva, o sea, cuando la mujer conoce su estado de

embarazo. Y entonces, por analogía, si una persona muere

cuando cesa la actividad neurológica, también empieza a

vivir cuando esta comienza. Coincidiría así con la primera

subunidad beta positiva que es medible en sangre materna,

que como vida, según el doctor Botti y mi opinión, merece

ser respetada y tratada con todo el cuidado que por la

ética y la bioética corresponde.

Así, la ciencia médica muestra que el embrión,

por más que dependa transitoriamente, aunque de modo

decisivo, del organismo de la mujer para sobrevivir,

resulta una vida humana y con identidad genética propia,

con independencia de esta y no como una forma de

dependencia de la cual se pueda fundar un derecho absoluto

de la mujer para decidir sobre la vida o muerte del niño o

niña por nacer.

Dicho esto, no hay duda de que las células del

hombre y la mujer se unen para dar vida y no son células de

la madre ni las del padre ni una yuxtaposición de los dos,

sino que estamos hablando de una constitución genética

única.

Entonces, jurídicamente, ¿cuándo comienza de la

existencia la persona humana? Nadie hoy en día duda cuándo

comienza la persona humana. El artículo 19 del Código Civil

y Comercial de la Nación, con tan solo tres años de

vigencia, establece el comienzo de la vida humana y afirma

que se es persona desde el momento de la concepción. Uno

puede discutir en cuanto al término “concepción”, si

comienza con la implantación del embrión en el útero de la

mujer o con la simple fecundación del óvulo por el

espermatozoide, pero lo que no se puede discutir es que la

fecundación principia a la personalidad.

No hay una postura ni consenso científico médico

que hoy determine que el comienzo de la persona sea en la

semana doce o catorce desde la concepción en el seno

materno o a posteriori de esas catorce semanas.

Por otro lado, me pregunto si un embrión de doce

semanas acaso no posee características de humanidad; es

persona.

También podríamos relacionar esto con el artículo

24 del Código Civil, porque nuestro ordenamiento es

coherente. No se pueden tener normas aisladas, sino que

tenemos una pirámide jurídica y derechos que resultan

prioritarios a los demás. Entonces, esto lo relacionamos

también con el artículo 24 del Código Civil, donde se toma

al niño por nacer como una persona incapaz y sujeto también

de tutela jurídica.

No debemos olvidar el artículo 75 inciso 22 de la

Constitución Nacional, que establece que el niño, por su

falta de madurez física y mental, necesita protección legal

tanto antes como después de su nacimiento. A su vez, la

Convención sobre los Derechos del Niño, que nuestro derecho

argentino ratifica, entiende por niño a todo ser humano

desde la concepción.

Ahora bien, no se puede adoptar un criterio de

permisión absoluta del aborto, como se pretende, y que el

embrión sea considerado parte del cuerpo de la madre como

si fuese una vesícula o un hígado, que se puede separar. No

se puede considerar que no sea persona.

Por otra parte -y adhiero a las palabras del

doctor Sagüés- la Convención Americana sobre Derechos

Humanos dispone en el primer párrafo de su artículo 4° que

toda persona tiene derecho a que se le respete su vida.

¿Cuál sería el debate? El debate es la mortalidad

materna. En la protección de las dos vidas, está claro que

la mortalidad materna es un problema de salud y de derechos

humanos.

Ahora bien, esa mortalidad materna se encuentra

caracterizada por injustas asimetrías sociales en el

derecho a la salud sexual y reproductiva de la mujer, a

vulneraciones de derechos económicos, sociales y

culturales. De modo tal que existe una obligación política

de enfrentar ese desafío, obligando a diseñar estrategias

de intervención social mediante un sistema

multidisciplinario y multisectorial orientado a reducir esa

mortalidad materna.

La mortalidad materna es la resultante de una

cadena de eventos, y muchos de ellos pueden ser

prenunciados, previsibles y evitables.

Solicito a este Congreso que tenga en cuenta que

necesitamos políticas públicas de causas y no de efectos.

Existen fallas en el acceso a la información sobre salud

reproductiva de la mujer, baja calidad de vida de los

grupos vulnerables y postergados, una situación de pobreza

que crece día a día y la imposibilidad de que, en la

actualidad, las mujeres cuenten en los servicios

asistenciales con los distintos medios anticonceptivos. No

podemos tener una ley de aborto cuando existen

circunstancias excepcionales que están contempladas en el

Código Penal, las cuales no se están cumpliendo. Entonces,

deberíamos poner el énfasis en que realmente la ley no sea

letra muerta y se pueda ejecutar.

De esa manera cumpliríamos con lo que expresa el

artículo 75 inciso 23 de la Constitución Nacional, en

cuanto a poder respetar a los grupos vulnerables y que

tengan la misma posibilidad de ejercer de manera material

los derechos que contempla nuestra Carta Magna. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la señorita

Sofía Zibecchi, estudiante y presidenta del Centro de

Estudiantes del Colegio “Federico García Lorca”.

Sra. Zibecchi.- Nosotros, los estudiantes, vemos día a día,

en nuestros lugares de estudio, cómo se vulneran los

derechos de las personas con capacidad gestante. Vemos cómo

no se cumple con la Ley de Educación Sexual Integral.

Además, se nos niega información fundamental para poder

decidir sobre nuestros propios cuerpos.

Se les pide a las pibas que no queden embarazadas

cuando en la gran mayoría de los colegios jamás se habló de

métodos anticonceptivos. A su vez, con el desfinanciamiento

de la salud pública, los anticonceptivos no alcanzan y es

cada vez más complicado conseguirlos.

Se intenta sacar a las adolescentes de este

debate; nos dicen que pensamos con la bombacha, que estamos

siendo manipuladas y coaccionadas. Pero somos nosotras las

que acompañamos a nuestras amigas y compañeras a abortar.

Somos nosotras las que vimos el terror en sus caras cuando

se enteraron de que estaban embarazadas y las que también

las vimos arriesgar sus vidas para poder terminar con ese

embarazo.

Uno de los puntos fundamentales de este proyecto

es la autonomía progresiva, que dice que todas las personas

con capacidad gestante, a partir de los 13 años, pueden

decidir sobre su propio cuerpo. Vimos a madres y padres

preocupados diciendo que no querían que sus hijas tengan la

posibilidad de abortar solas. Abortar sola es abortar en la

clandestinidad; es sentir vergüenza, es sentir culpa. Las

pibas de 13, 14 y 15 años hoy en día abortan. Y se ven

obligadas a hacerlo realmente solas. Por miedo a terminar

presas, como Belén, o criminalizadas, humilladas o

marginadas, como tantas otras. Eso es algo que las pone en

riesgo.

Dejar a las pibas menores fuera del marco legal

no solamente es absurdo sino que es peligroso. Nosotras

también sufrimos el machismo, las relaciones violentas, los

golpes, el acoso. No estamos exentas del sistema; estamos

luchando contra él.

Desde chicas se nos viene imponiendo que tener

sexo siendo mujer es razón para ser castigada, que es algo

que no nos pertenece y que jamás vamos a disfrutar. Nos

enseñan a ser mamás, a limpiar, a cocinar y hoy nos

enseñamos entre todas a romper con cada uno de esos

mandatos; a entender que el sexo es consentido y seguro o

no es; a recuperar y a reclamar el goce de nuestros propios

cuerpos, y a comprender que nada ni nadie puede imponernos

algo que no deseamos. Un embarazo no es la excepción.

Estamos cansadas de tanta hipocresía. Se plantea

que toda vida es sagrada, menos la nuestra, menos las de

las pibas que mueren intentando decidir sobre sus propios

cuerpos.

En la Capital Federal hay 2.200 adolescentes

madres y padres intentando terminar el secundario. Porque

eso es a lo que nos vemos forzadas las pibas, o sea, a

intentar. No tenemos nada garantizado, ni nuestra educación

ni nuestro título secundario ni nuestra salud, ni siquiera

nuestra propia autonomía.

Se practican alrededor de 500.000 abortos

clandestinos por año, de los cuales 60.000 terminan con

complicaciones e internaciones en hospitales públicos.

Los abortos ocurren y van a seguir ocurriendo.

Dejemos de mencionarlos como un problema. El problema real

es la clandestinidad en las que nos vemos obligadas a

practicarlos.

La culpabilización que sufren las mujeres que

abortan es similar –si no idéntica- a la que sufrimos todas

cada vez que nos dicen que el señor que nos manoseó en el

colectivo lo hizo por nuestra pollera o cada vez que nos

dicen que el golpe que recibimos fue porque no éramos

buenas novias. El sistema siempre nos culpa a nosotras. No

fuimos lo suficientemente cuidadosas, buenas, sumisas,

ubicadas. Se castiga a toda mujer que plantee que su placer

está por fuera del sistema y de lo establecido; a todas las

que deciden no conformarse ni quedarse quietas; a las que

hacen política y a las que disputan poder.

Es por ello que no caben dudas de que el aborto

seguro, legal y gratuito es un hecho de justicia social.

En los colegios, el pañuelo verde es nuestra

bandera y los argumentos son claros. Durante tanto tiempo

se nos hizo creer que las decisiones sobre nuestros cuerpos

nos eran ajenas y que teníamos que conformarnos con eso.

Hoy luchamos por nuestra libertad; luchamos para cambiar la

historia.

Las adolescentes –a las que se suele tildar de

“chiquitas” e incapaces- nos organizamos para luchar.

Formamos comisiones de género en cada centro de estudiantes

donde pudimos, por fin, expresarnos, contar nuestras

problemáticas, nuestros miedos. En cada encuentro de esas

comisiones de género se repetía lo mismo y los testimonios

eran similares: “No sabía que podía decirle que no”; “me

dijo que si nos cuidábamos era porque no lo quería”;

“fuimos a lo de una vecina y lo solucionamos, pero me

infecté y terminé internada”. Y así puedo seguir contando

relatos por horas. Como también puedo contar las historias

de mis compañeras madres que se enfrentaron a un sistema

que no quería incluirlas y que las revictimizaba una y otra

vez. Les decían que eran putas, trolas, que se lo habían

buscado y se lo merecían, y que tenían que bancársela.

Se trata de hacer creer que las escuelas y las

estudiantes estamos exentas del sistema, cuando nosotras

-que sabemos que estamos más inmersas que nunca- nos

ocupamos de transformarlo.

Escribimos un protocolo de violencia de género,

dimos talleres de educación sexual integral, y recorrimos

hospitales enteros en busca de anticonceptivos. Hace años

que las estudiantes venimos haciendo lo que le corresponde

al Estado.

Es por eso que no estamos acá para pedirles

permiso para tener sexo ni para decidir sobre nuestros

propios cuerpos y ni siquiera para abortar. Estamos acá

para pedirles a los diputados y diputadas que legislen para

que hacerlo no nos cueste la vida. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la señora

Julia Richards, madre de tres hijos.

Sra. Richards.- ¿Cómo me enteré de que tenía cáncer? Volvía

caminando a mi casa y en una esquina aproveché el semáforo

para abrir el sobre con un resultado médico: “tumores

malignos”, “metástasis”.

Instantáneamente me toqué la panza. Estaba

embarazada de pocas semanas. En ese momento el mundo se

detuvo, dejé de escuchar el ruido de la calle y solo sentía

mi corazón latiendo fortísimo; estaba petrificada. Créanme

que eso es miedo, es mucho miedo.

En eso alguien me avisa que el semáforo ya estaba

en verde. Era mi hijo Rafa, de dos años y medio, que junto

con mi hijo Agustín, de un año, miraban perplejos mi cara.

Si el miedo que tenía era real, tanto más lo fue

el desagarro de angustia que me atravesó cuando los vi

mirarme así. Rafa seguía mirando a mis ojos y yo solo podía

pensar que por nada del mundo los quería dejar sin madre.

Nunca se me cruzó, ni siquiera por un segundo, abortar. Yo

tenía tres hijos vivos, iba a cuidar a los tres y también

me iba a cuidar.

Mi cáncer es hormonodependiente, con lo cual, las

hormonas que aumentaban durante el embarazo también

aceleraban la enfermedad. Tenía muy claro que el bebé

dentro de mi panza no me causaba el cáncer ni tenía que

pagar por ello.

Tuve la suerte de tener dos médicos excepcionales

que, haciendo honor a su profesión y vocación, cuidaron mi

salud y la salud de mi bebé. El doctor Gonzalo Recondo fue

el oncólogo que dirigió mi tratamiento, siguiendo todas las

recomendaciones médicas internacionales para casos como el

mío. Se puede tratar el cáncer estando embarazada; es

mentira que sí o sí haya que abortar para curarse.

Aun estando embarazada me operaron para extraer

los tumores e incluso recibí las quimioterapias más fuertes

sin nunca tener que suspender el tratamiento. Mi obstetra,

el doctor Ernesto Beruti, cuidó siempre la salud de mi bebé

y cuando vio que Helena estaba lista, adelantaron el parto.

Helena nació prematura, pero completamente sana y

solo pasó un tiempo en el servicio de Neonatología para

subir de peso. Incluso nació con pelo, siendo que yo estaba

toda pelada; ni el cáncer ni la quimioterapia le causaron

daño.

Gracias al avance de la medicina los bebés se

pueden sacar antes cuando la vida de la madre corre algún

riesgo. ¿No es mucho más lógico, sano y humano sacar al

bebé vivo con una cesárea que matarlo ahí dentro y luego

sacarlo a pedazos?

Yo continué luego con más quimioterapias y

operaciones y aún continúo con tratamiento. Helena es una

chica sana y feliz, que disfruta de la vida.

Publicaron mi historia y comenzaron a escribirme

mujeres en la misma situación. A algunas les habían

aconsejado abortar, pero al leer mi historia cambiaron de

médico y, como yo, hicieron el tratamiento embarazadas;

ellas y sus hijos están muy bien.

Es impresionante que con el avance de la ciencia

médica la vida de una persona inocente dependa del temor de

algunos médicos. Por más que cada caso tenga su

complejidad, siempre se debe procurar proteger las dos

vidas.

Abel Albino dijo aquí: “Matar no tiene nada que

ver con la medicina, que es el arte de curar” y también

sostuvo: “Mucha gente habla del aborto pero pocos han visto

uno”.

El periodismo, sobre todo de la televisión, se

alegró porque se diera este debate, pero casi ningún medio

se animó a mostrar un aborto ¿Por qué? Si es lo que vamos a

debatir, es lo primero que deberían mostrar. Si para

algunos no se trata de una persona sino que es solo la

extracción de un conjunto de células ¿Por qué no lo

muestran?

Quien quiera debatir con la verdad debe tener el

coraje de verlo y mostrarlo. Para los impresionables no es

necesario ver sangre, pueden verlo a través de un ecógrafo.

En Internet, el doctor Nathanson mostró algunos abortos a

través de ecografías.

Se escuchan argumentos diciendo que es una vida

humana y otros diciendo que no lo es; mírenlo ustedes

mismos y fíjense qué es lo que ven.

Cuando se habla de aborto se utilizan eufemismos,

pero la realidad es que en un aborto lo más importante es

que el bebé nazca muerto. Como el bebé está vivo, hay que

matarlo, pero adentro.

Como lo han visto en ecografías, un bebé de 12

semanas ya se mueve y cuando se lo aborta con misoprostol

puede incluso nacer con vida. Cuando después de las 12

semanas introducen una aspiradora y lo matan

despedazándolo, el bebé siente todo; está vivo mientras lo

hacen. Si llega al tercer trimestre y se lo aborta quitando

el líquido amniótico e introduciendo solución salina, lo

queman vivo. ¿No creen que se retuerce de dolor? No les dan

anestesia antes. Si lo hacen nacer de nalgas y antes de

sacar la cabeza le cortan la médula, ¿no creen que eso es

tortura?

Si no quieren ver estas imágenes, por lo menos

miren una ecografía cualquiera de algún embarazo y piensen

qué hará ese bebé cuando el aborto comience. Es solo

sentido común.

Los niños gritan durante el aborto. No se pueden

escuchar pero sí se puede ver en ecografías cómo se alejan

de la aspiradora. Muchos se han arrepentido al verlo.

¿Por qué solo le dan esta opción tan cruel a una

mujer angustiada? ¿Por qué no darle contención y ayuda? Les

aseguro que yo tenía mucho miedo y angustia, pero elegí la

vida y ahora tengo paz y tranquilidad.

Escuché decir muchísimo que el aborto es un

asunto personal y que otros no deberían meterse. ¿En serio

dejarías a una persona que mate a un bebé y no harías nada?

¿Qué clase de personas seríamos si no los defendiéramos?

Cuando ocurrieron horrores en la historia se

cuestionó la inacción y la indiferencia del resto de la

sociedad. En una sociedad que se dice ser más inclusiva y

humana duele ver que le den a una madre licencia para matar

a su propio hijo por una malformación; parece ciencia

ficción.

¿Qué tipo de sociedad somos o queremos ser si no

somos capaces de defender a los más inocentes y

vulnerables? Todos tenemos la obligación de proteger a

estos bebés, cada uno desde su lugar, no solo los médicos

en los hospitales sino todos.

Me siento orgullosa de todos los argentinos que

defendieron públicamente la vida y de otros argentinos que

no se ven pero existen y están vivos.

Diputados, presidente Macri, tengan el coraje de

defender a los más inocentes, salven las dos vidas…

- Manifestaciones en la sala.

Sra. Richards.- …porque toda vida vale. Helena también

valía.

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Pido silencio, por favor.

Respetemos a los expositores. La próxima interrupción haré

desalojar a quien interrumpa.

Sra. Richards.- Salven las dos vidas. Porque la vida de

Helena vale, toda vida vale. (Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Muchas gracias, Julia.

Tiene la palabra Cecilia Merchán, diputada

mandato cumplido y actualmente diputada del Parlasur.

(Aplausos.)

Sr. Merchán.- Buenas noches a todas y todos los presentes.

Estoy muy feliz de estar aquí, en primer lugar,

como mujer que abortó pero que también fue madre. Ambas

experiencias y decisiones mostraron en mi vida qué era el

patriarcado para las mujeres.

Fundamentalmente estoy muy feliz de estar aquí

por ser una partícula de ese mar enorme de mujeres que

salimos a la calle y que, como todo mar, es diverso,

profundo y está lleno de vida.

Estoy acá porque, dentro de todas las actividades

a la que este mar me fue llevando, fui diputada de 2007 al

2011. Uno de los objetivos que nos planteamos fue utilizar

esa banca para ingresar dentro de esta Cámara todas las

discusiones que dábamos desde los feminismos populares en

el conjunto de la sociedad.

Por eso, durante esos años realizamos actividades

muy intensas aquí dentro, como por ejemplo, un Parlamento

de mujeres que se manifestó por el aborto legal, seguro y

gratuito; un hábeas corpus colectivo, donde más de mil

quinientas mujeres dijimos que teníamos temor de que algo

pudiera pasarnos por el hecho de estar en una edad

gestante. Asimismo, trabajamos aquí una actividad que se

llamó “La salud de las mujeres no es pecado ni delito”, en

la que más de ocho representantes de distintos credos se

manifestaron a favor de la legalización del aborto.

También hicimos una audiencia pública sobre el

uso de misoprostol, donde invitamos a integrantes del

sistema médico uruguayo y a las organizaciones de mujeres y

lesbianas que recién comenzaban a trabajar en las

consejerías pre y posaborto.

Como parte de la instalación de ese debate, y

siendo en ese momento diputada, conté mi propia historia, y

la relaté una, dos, tres y mil veces. Esa historia de mi

aborto clandestino generó como respuesta cientos de cartas

llamándome “asesina serial”, “asesina”, y los medios de

comunicación decían: “La diputada Merchán confesó un

aborto”; “confesó”, como pecado o como delito. También en

ese tiempo nos llegaban miles de cartas de mujeres de

distintas edades y de todo el país contando sus propias

historias y muchas de ellas era la primera vez que lo

hacían, porque empezamos a instalar más fuerte el debate

dentro de esta Cámara.

Por muchas acciones como estas que llevamos

adelante desde distintas organizaciones logramos que por

primera vez en 2011 el proyecto de ley sobre el aborto

fuera discutido en las comisiones dentro del Congreso.

Hemos logrado mucho en todo este tiempo, y es

maravilloso poder ver y asistir a un debate tan masivo y

profundo, con riquísimos argumentos desde diferentes

perspectivas. Es darnos cuenta también de que ese mar hizo

olas muy fuertes, porque es extenso y está fortalecido. Es

emocionante ver que en este contexto de gran retroceso

neoliberal, el movimiento de los feminismos y de la lucha

por nuestra soberanía -la de nuestros cuerpos y de nuestros

deseos- enamora a nuevas generaciones, y que en este

contexto de retrocesos puede dar batallas como esta y

ganarlas.

En todas las épocas de la historia argentina hubo

debates muy interesantes e intensos que tienen que ver con

las demandas sociales y la ampliación de derechos. Y hay

cosas que ya no se pueden discutir. Yo creo que en este

Congreso nadie podría discutir que las mujeres no tienen

los mismos derechos políticos que los hombres.

Imaginar ese debate nos parecería bastante

ridículo. Por ejemplo, cuando esta concepción de igualdad

política se dio en esta casa de la democracia, que fue hace

más de setenta años, se utilizaron argumentos que es

importante ver y analizar. Parecían muy rígidos, difíciles

y complejos, y presionaban al conjunto de los diputados y

diputadas; sin embargo, hoy nos resultan absolutamente

ridículos. Les voy a leer algunos.

Por ejemplo, un diputado en esa sesión dijo:

“Señores, como legislador y como médico, quiero dejar bien

establecido que el hombre y la mujer no son iguales. Yo me

pregunto, entonces, ¿para qué otorgar igualdad política a

dos seres que no lo son?” Y agregó: “Es una verdad de la

ciencia que el cerebro de la mujer pesa menos que el

cerebro del hombre”.

Otro diputado, por ejemplo, dijo: “Se atentaría

contra la unidad de la familia argentina, ya que las

pasiones que vienen implícitas en la actividad política

producirán que el hombre y la mujer se peleen, teniendo

como únicos testigos a los niños”.

Muchas de otras leyes ganadas durante todo este

tiempo tienen debates que hoy nos parecen totalmente

absurdos, totalmente ridículos y fuera de lugar. Sin

embargo, a veces vemos también cómo en este contexto hay un

montón de debates que se parecen, y muchos planteos que

tienen algunos de esos elementos. Creo que hoy nadie se

atrevería a legislar en algún tema que tenga relación con

la participación política de las mujeres desde esos

argumentos basados en tremendas mentiras y prejuicios

planteados como una verdad por aquel médico legislador.

La cultura y la sociedad van sedimentando

transformaciones que después avanzan por saltos. Creemos

que eso es lo que tienen que revisar los diputados y

diputadas. En este sentido la sociedad avanza por el lado

de correr las hipocresías y las historias de culpas e

injusticias.

El aborto, como dijeron muchas de mis compañeras,

ya está despenalizado socialmente porque no se puede juzgar

ni culpar a las mujeres por sus decisiones. ¿O no tienen

todas y todos una hija, una hermana, una amante, una

compañera, una tía, una abuela que haya abortado alguna

vez? ¿Merecemos terminar presas o muertas por eso? No.

Entonces creo que el debate ya está ganado en la

sociedad. Ahora falta asumir la responsabilidad de los

diputados y diputadas de que este proyecto sea tratado con

toda seriedad. Los derechos no pueden ser a medias, y desde

esta Cámara existe la responsabilidad de tomar todos los

aportes de estas audiencias y de la propia historia.

Revisando nuestra historia, y si bien a nadie se

le ocurriría decir que las mujeres no tienen derecho a

votar, recién logramos la paridad setenta años después, y

acá, no en todos los lugares ni en todas las legislaturas.

Entonces, no solo queremos discutir que sea legal

y que se despenalice sino cómo, cuándo y dónde vamos a

realizarlo porque el control patriarcal de nuestros cuerpos

se da en todos los ámbitos: se da en la política y también

en el sistema hegemónico de salud donde somos maltratadas

por cualquiera de nuestras decisiones.

Por eso creemos que en este debate hay que tener

en cuenta todos los proyectos que incorporan el uso del

misoprostol, su producción nacional, y la incorporación de

la experiencia de las consejerías pre y posaborto como un

aporte de mujeres y lesbianas, y de muchos municipios que

venimos desarrollando territorialmente.

No pueden pasar otros setenta años para que este

derecho sea garantizado en su totalidad. Hoy todas salimos

del clóset, no importa la edad que tengamos ni cómo vivimos

nuestra experiencia. Sabemos que como ciudadanas plenas no

somos culpables de desear la libertad y la justicia.

Señoras y señores diputados: no teman a la

reacción ni a las amenazas de los grupos medievales. Voten

libremente utilizando todos los argumentos que están

puestos sobre la mesa; ustedes tienen la responsabilidad de

no retroceder. Así que les pedimos suban a la ola de este

feminismo que hace avanzar la historia. Gracias.

(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Tiene la palabra la doctora

Soledad Saravia, médica clínica, miembro de la Sociedad

Argentina de Diabetes, profesora de Neurociencias en el

ISFD número 166 y madre de cuatro chicos.

Sra. Saravia.- Soy Soledad Saravia, médica clínica, trabajo

en el hospital público hace dieciocho años. Soy madre de

cuatro chicos. Esa joven preciosa, con síndrome de Down,

que está en la foto que ven en pantalla, es mi segunda

hija: Simona.

Simona tiene 13 años y yo vengo a hablar en

nombre de ella, no porque ella no pueda hacerlo, sino

porque no sabe que hoy en este Congreso se debate una ley

en donde muchos diputados piensan que su vida no vale la

pena.

Escribí algunas partes de este texto con ella.

“Cuando nacemos, el médico la mayoría de las veces, en vez

felicitar a los padres, les dan el pésame. La familia al

principio está un poco apagada hasta que encuentra otra

familia „Down‟ llena de sonrisas, con un chinito igual que

vos. Mientras te esforzás en levantar la cabeza y sonreír,

ya está, a tu mamá y a tu papá ya se le achinaron los ojos

y empezaron a tener un poco de síndrome de Down. El mundo

ya no es igual, es mejor.

“El tema escolar, ¡qué difícil que es! Algunas

inspectoras de Educación Especial creen que soy un

angelito, y como tal no debo recibir educación. Por suerte

el juez de Menores hizo valer mis derechos como persona con

discapacidad.

“Voy desde chiquita a un colegio normal, al mismo

que mis hermanos. Todo cuesta más, hay que estudiar y

esforzarse mucho. Empecé el programa de lectoescritura a

los 3 años para poder leer fluido los cuentos que me gustan

en primer grado. Todo lo que sé lo comparto, y cuando me

explican a mí todos mis compañeros entienden.

“A la mañana voy al colegio y a la tarde estudio

con el equipo de profesionales. La primera que entró con

Síndrome de Down a mi colegio fui yo. Fue tanto lo que

aprendimos todos, que después entraron cinco más como yo.

Ahora estoy en el secundario. Yo sé que hay mucha gente que

me ayuda y yo, todos los días, lo agradezco.

“Hace unas semanas en la materia de Ciudadanía me

tocó explicar a mis compañeros qué es tener derechos y

hablé de los derechos y de las obligaciones de las personas

con discapacidad. Un día mi abuela me dijo: „Mi chinita

linda‟. Yo le contesté: „Abuela, yo no soy de China, tengo

Síndrome de Down y me gusta tenerlo‟.”

Lo que leeré está extraído de un artículo de

Emilio Ruiz, licenciado en Psicología de la Fundación

Cantabria: “¿Qué nos enseñan las personas con Síndrome de

Down? Lo que sigue podría ser una guía de autoayuda, pero

se trata de un artículo de reflexión. Ese cromosoma que

tienen de más viene acompañado de una serie de

peculiaridades que hacen especiales a quienes lo portan. Lo

cierto es que los demás no lo tenemos en forma natural:

aceptan a cada uno cómo es y respetan a quien es diferente,

aman la vida, disfrutan lo cotidiano, aman en forma

desinteresada, sintonizan con los sentimientos de los

demás, viven el presente, andan despacio, no tienen prisa,

tienen paciencia, son constantes, disfrutan de la música y

bailan, aprecian el silencio, valoran los pequeños logros,

no compiten sino que colaboran, agradecen lo que tienen y

sonríen. Entonces, a modo de conclusión: nos enseñan

capacidad de sorpresa ante el milagro de lo cotidiano en un

mundo en que solamente lo excepcional llama la atención y

en el que son precisos hechos extravagantes o catastróficos

para que alguien se detenga a contemplarlos; nos enseñan

paciencia en un mundo que rinde pleitesía a la velocidad;

nos enseñan constancia en un mundo que premia la

superficialidad y la tarea rápida y poco cuidadosa; nos

enseñan tranquilidad en un mundo prisionero del reloj; nos

enseñan amor desinteresado en un mundo de intereses; nos

enseñan a vivir el ahora en un mundo preso del ayer y del

mañana; nos enseñan amor por la vida en un mundo violento y

agresivo; nos enseñan entusiasmo por lo natural en un mundo

en el que todos están de vuelta de todo y se lo saben todo;

nos enseñan a estar pendientes de los sentimientos de los

demás en un mundo en que cada uno va en lo suyo; nos

enseñan a valorar los pequeños logros en un mundo en el que

solamente unos pocos, los números 1, son valorados y

admirados; nos enseñan a agradecer en un mundo

permanentemente insatisfecho”.

Las personas con Síndrome de Down constituyen un

colectivo en vías de extinción ya que, en los países

autodenominados desarrollados, cada vez nacen en menor

proporción, en función del mal llamado aborto terapéutico.

Si ese colectivo de seres humanos desaparece, corremos el

serio peligro de que muchos de los valores, de las

actitudes, de los principios que ellos representan, y de

los que son modelo viviente, se extingan también con ellos.

Si faltan, el mundo saldrá perdiendo.

En Holanda, la tasa de abortos a chicos con

Síndrome de Down, es de cerca del 90 por ciento. Un estudio

que hizo Korenberg en 2007, les preguntó a las madres por

qué habían abortado. El 73 por ciento dijo que lo había

hecho para no dejarles una carga a sus hermanos. En base a

este trabajo, Skotko difundió un trabajo en 2011 y fue a

preguntar qué piensan y sienten los hermanos de la persona

con Síndrome de Down. La mayoría, con independencia de

edad, expresó su amor y orgullo por sus hermanos. ¿Qué

responden las personas con Síndrome de Down? Que se sienten

felices, les gusta su aspecto y que les gusta cómo son.

Un día, Pierina, mi hija pequeña, y Simona fueron

a jugar con unos vecinos. Los vecinos empezaron a reírse

sutilmente de las palabras que Simona pronunciaba mal.

Pierina la mandó a Simo a buscar las galletitas del bolso y

la sacó del lugar. Les dijo a los chicos que Simona tiene

Síndrome de Down y que hay que ayudarla porque hay cosas

que le cuestan más. Cuando llegó Simona los chicos le

pidieron perdón y siguieron jugando normalmente. Quiero

contarles que este relato me lo hizo ella unos días

después. Pierina tenía en ese momento cinco años. Camilo,

mi hijo, cuando algo le costaba, me decía que tenía un poco

de Síndrome de Down con inglés y que tenía que esforzarse

más. Renata, mi hija, es una adolescente hermosa, que le

apasiona tanto las neurociencias como a mí para entender un

poco más la frescura de Simona.

Para terminar, señores diputados, les ruego que

sean responsables a la hora de decidir qué camino quieren

que tome la Argentina. No sirve lo del facilismo y el

aborto. Entonces, los invito y desafío a tener un poco de

Síndrome de Down para trabajar a fondo en la educación y el

acompañamiento amoroso de la mujer embarazada de un niño

con discapacidad. Déjenlos vivir, por favor. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Burgos).- Tiene la palabra la señora Elsa

Schvartzman. Es socióloga y docente de la Facultad de

Ciencias Sociales de la UBA; integrante de la Campaña por

el Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

Sra. Schvartzman.- Agradezco la invitación y la paciencia

de todas las personas que están acá y de todas las

compañeras que están aguantando en la otra sala con muchas

ganas y fuerzas, como siempre.

Participo en estas jornadas como integrante de la

Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y

Gratuito. (Aplausos.) Agradezco a mis compañeras, con

quienes comparto el haber logrado que se abran por fin las

puertas del Congreso de la Nación. Ellas son también

protagonistas y hacedoras de lo que quiero compartir.

Soy feminista, socióloga, docente e investigadora

de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de

Buenos Aires en la cátedra Sociología de la Salud. Muchas

de mis maestras han pasado por estas audiencias

compartiendo saberes y experiencias. Muchas de mis alumnas

esperan afuera sosteniendo y difundiendo con sus fuerzas

estos debates.

En nuestras clases, por los años 2000, el derecho

al aborto era abordado con las limitaciones que imponía un

tema ocultado en la sociedad y poco trabajado en la mayoría

de los ámbitos académicos. Desde entonces, el tratamiento

del aborto desde las ciencias sociales como tema de salud,

de derechos humanos, de reconocimiento de autonomía y

ejercicio de ciudadanía tiene un recorrido más visible y

difundido.

Uno de nuestros objetivos fue estudiar, difundir,

promover los derechos sexuales y reproductivos, incluido el

aborto, compartiendo información y analizando textos

críticamente. A través de los años, las nuevas leyes que

garantizaron derechos conseguidas por el ejercicio político

de la militancia permitieron también una mejor y mayor

participación y discusión teórica.

Lo que se desconocía se hacía visible y las

preguntas y exigencias aumentaban. Las y los jóvenes se

preguntaban y nos interpelaban académicamente y como

personas políticamente comprometidas. Se pasó del

comentario titubeante –como pidiendo permiso- al

requerimiento ineludible de tratar el aborto como un tema

que se imponía, por su vivencia, como un problema de salud

pública y de derechos humanos.

Aporta al debate explicitar la importancia que

tiene la información, la apropiación participativa y el

ejercicio de prácticas de exigibilidad de derechos sobre la

autonomía y el poder de decisión, en especial en las

adolescentes y jóvenes.

Al analizar los testimonios recuperados en las

investigaciones se pueden recorrer los cambios y avances

con relación al derecho al aborto, desde el relato de lo

vivido por otras hasta reconocerlo como una experiencia

propia y poder contarlo en primera persona y compartirlo

sin censura. De definir al aborto como feo, malo, pecado,

hasta poder decir, en un reclamo explícito, que habrían

abortado pero tenían miedo de morirse.

Así se manifestaban las adolescentes y también

las madres entrevistadas cuando hablaban de los embarazos

de sus hijas, es decir, embarazos que cuando terminan en

maternidades forzadas por el miedo desenmascaran otra de

las consecuencias de una ley ya vieja, que contempla solo

causales, que tampoco se cumplen en todo el país y que

solamente logra controlar, estigmatizar y atemorizar.

Contaban que no tenían educación sexual en sus

colegios; nada o errónea información sobre métodos

anticonceptivos, leyes y derechos. En las escuelas no se

hablaba y en las familias tampoco. Muchas jóvenes nos

contaron que muchas de estas cosas siguen sucediendo.

También registramos importantes cambios en la

práctica activista como integrantes de la Campaña desde

2005, cuando salimos con nuestra declaración inaugural y

dijimos: “El derecho al aborto es un tema de salud pública,

de justicia social y derechos humanos”, ante el estupor de

quienes trataban de convencernos de que no era tiempo de

hablar de la legalización del aborto.

Las planillas para firmar la adhesión a la

Campaña se pensaron como una estrategia de visibilización y

llegaron a instancias solo imaginadas por el entusiasmo.

Las llevamos a esquinas de muchas ciudades, a sindicatos y

movimientos sociales, a colegios, a universidades, a

centros culturales y a los encuentros nacionales de

mujeres.

Cuando comenzamos, la adhesión no era masiva como

ahora, y cada firma podía implicar una larga explicación

sobre qué pedíamos y por qué. Muchas veces quienes se

acercaban se iban sin adherir porque querían pensarlo y de

eso se trataba. Promovió el debate, que fue y es uno de

nuestros objetivos. Lo hemos conseguido: del aborto se

habla, se discute, está en la agenda política, social, y

ahora, legislativa. Como afirmamos, hemos logrado la

despenalización social del aborto.

De la conjunción de estas pertenencias valoro

especialmente cuando me encuentro con las jóvenes alumnas y

me saludan con un “qué bueno verla en la calle luchando,

profe”. “Qué emoción me da verte”, logro decir a veces.

Muchos argumentos se han tratado a lo largo de

todas estas semanas. Se habló de salud, de derechos, de

leyes, de autonomía y de educación. ¿Hablamos de lo mismo?

En el ejercicio del poder que otorga la fuerza,

algunas personas sacralizan a la mujer congelando su

voluntad, a condición de que cumpla los mandatos

patriarcales, bajo variadas amenazas, concreciones de

castigo y discriminación estigmatizante. Esos sectores

antiderechos consideran que necesitamos ser tuteladas, que

no podemos decidir sobre nuestras vidas; nos restan

autonomía y capacidad de decisión; no nos creen cuando

denunciamos violencias; no responden a nuestras demandas de

atención en salud.

En ese escenario, no se cumple cabalmente con la

educación sexual, los métodos anticonceptivos escasean y

las prácticas médicas legales, como las ligaduras tubarias

y las interrupciones legales del embarazo, se niegan en

muchos lugares.

Esos mismos sectores que sistemáticamente se

opusieron a la educación sexual en las escuelas desde el

año 2006, ahora esgrimen la necesidad de impartirla,

descubriendo y apropiándose de banderas con las que

intentan impedir que se avance en nuevas leyes. Basta ya de

hipocresía, hablamos de cosas diferentes.

Nosotras proponemos una ESI para conocer y poder

disfrutar, una formación integral para decidir y tratar de

alcanzar una vida con posibilidad de goce, con defensa ante

las violencias, respeto por la dignidad propia y de los

semejantes, sin binarismo de género estereotipado y

estigmatizante, que difunda, promueva y garantice los

derechos sexuales y reproductivos, incluidos el derecho al

aborto. No queremos una educación sexual centrada en la

reproducción y que apunte a controlar la sexualidad como

otro ejercicio del poder patriarcal.

También demostramos que es necesaria una ley que

garantice el derecho al aborto voluntario, seguro y

gratuito. La exigimos porque la actual no alcanza para

garantizar el derecho a decidir nuestros planes de vida.

Existe evidencia que implica discriminación, violencia,

enfermedad, injusticias, muertes e imposición del poder

punitivo sobre el cuerpo de las personas gestantes.

Por eso, señoras diputadas y señores diputados,

las y los convoco a asomarse para mirar y escuchar lo que

en estos días se vive. Desde allí afuera logramos que las

tan custodiadas puertas del Congreso Nacional se abrieran y

de este impacto no se retrocede.

Nuestras jóvenes nos enseñaron a llevar siempre

visible nuestro pañuelo verde. Aunadas saludamos desde acá

a nuestras hermanas de Irlanda que nos dicen: “No más

estigma, ni secreto, ni vergüenza”. Saludamos a las que

esperan en cada ciudad, en cada pueblo de este país, para

que podamos entre todas lograr una vida digna de ser vivida

en un mundo que pretendemos sea cada vez mejor.

Estamos apostando a un cambio profundo en lo que

hace a los derechos en toda la región. De esto deben dar

cuenta sus votos.

Señoras y señores, escuchen lo que cantamos:

“Nosotras parimos, nosotras decidimos y ahora que sí nos

ven... seguimos en campaña para que 2018 sea el año del

aborto legal en Argentina”. (Aplausos.)

¡Educación sexual para decidir, anticonceptivos

para no abortar y aborto legal para no morir! (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Burgos).- Tiene la palabra Melina Troilo,

médica especialista en Medicina General y Familiar;

voluntaria de la Asociación Esperanza, Abrazar la Vida.

Sra. Troilo.- La participación en discusiones con colegas y

en capacitaciones en la temática del aborto por parte de

instituciones feministas o estatales que poseen esa

ideología me permitieron comprender que quienes impulsan la

legalización del aborto con plena conciencia, y por otra

parte, quienes repudiamos esa medida, hablamos dos

lenguajes completamente distintos.

¿Desde cuándo comunicarse en la temática que nos

compete exige un esfuerzo tan grande y la necesidad de

significar cada palabra? ¿Desde cuándo al aborto se lo

considera un derecho? ¿Desde cuándo hay un “feto” y no un

“niño por nacer”? ¿Desde cuándo la vida comienza con el

deseo de la mujer de ser madre, por lo cual, hasta entonces

está permitido omitir que en su vientre hay vida humana

para que pueda decidir libre y sin culpas?

¿Desde cuándo la medicina se basa en

sentimentalismos y no en buscar el bien común? ¿Desde

cuándo la medicina capacita para abortar y no para adoptar?

¿Desde cuando hay equipos multidisciplinarios para

acompañar a las mujeres que aborten y no hay equipos

multidisciplinarios para ayudarlas a no abortar?

- Manifestaciones en la sala.

Sra. Presidenta (Burgos).- Pido respeto, estamos

terminando. Ha sido una jornada sumamente larga y creo que

debemos terminarla de la misma manera en que la hemos

comenzado: con respeto.

Sra. Troilo.- ¿Quién es el culpable de esta manipulación

del lenguaje?

Soy testigo de que la medicina en la actualidad,

en el ámbito de la salud sexual y reproductiva, se

encuentra mal guiada por organizaciones como la OMS, la

ONU, Unicef y organizaciones gubernamentales feministas que

se encuentran cargadas de conflictos ideológicos y que son

financiadas por organismos multinacionales millonarios que

tienen conflictos ideológicos y económicos, como el Banco

Mundial, el Fondo Monetario Internacional y Planned

Parenthood. Basta entrar a su página de Internet –pido a

los diputados que lo hagan-, en la sección de

financiamientos, para verlo.

Lo mismo que sucede con la medicina pasa con

otras disciplinas del ambiente social. Es sabido que en la

medicina, lamentablemente hay conflictos de intereses por

parte de la industria farmacéutica y los médicos somos la

puerta para que su marketing funcione.

Aprecio con todo el corazón a mis compañeros

médicos generalistas que trabajan por empoderar a su

población en salud, gestionando programas para su cuidado y

generando relaciones médico-paciente de suma confianza y

longitudinalidad en el marco de la atención primaria de la

salud.

Los médicos generalistas estamos formados para

ver las problemáticas de forma integral, permitiéndonos ver

su contexto macro y micro. Esto nos permite tratar las

causas principales de los problemas de salud. Por ejemplo,

al tratar a un paciente con diabetes no tratamos la

hiperglucemia, lo que sería poner un parche, sino que

combatimos la obesidad, la malnutrición, el tabaco, el

sedentarismo, la digitalización, la falta de acompañamiento

familiar y la falta de autocuidado.

Es muy difícil, pero sentimos una enorme gratitud

cuando vemos a un paciente con diabetes –enfermedad que no

podemos curar- pero sin sufrimiento porque pudo descubrir

que es posible vivir con calidad a pesar de la enfermedad.

¡Y qué orgullo cuando eso fue posible en gran

medida porque nosotros pudimos acompañarlo y empoderarlo!

¡Qué gratitud cuando se gestionan programas para el cuidado

de los pacientes –que los hay, y muy buenos- que alivian su

sufrimiento y con los cuales, además, se gasta menos!

¿Cuál es el conflicto principal de estos

ejemplos? El conflicto principal es que los médicos no

estamos siendo capacitados coherentemente para abordar las

problemáticas en profundidad. Y siempre hay alguien que lo

aprovecha o incentiva.

¿Acaso no se beneficia la industria del

clonazepam de que los médicos no sepamos tratar el

sufrimiento mental? Seguramente muchos de ustedes toman

clonazepam.

Estimados diputados: no permitamos que al

embarazo inesperado –y evito decir “no deseado”, porque

todo niño es deseado por alguien- se le ponga un parche. No

lo permitamos. Hasta hay evidencia científica de que un

aborto aumenta el riesgo de abortos futuros. Por favor,

también comprueben estas estadísticas. ¿Por qué? Porque no

tratamos la causa. Porque desconocemos o porque decidimos

no hacerlo.

Tratémoslo en cambio de forma integral; tratemos

la ineficaz educación sexual, la falta de educación en

respeto a la vida, la falta de involucramiento en los

sufrimientos del paciente, la falta de hogares de calidad

para niños y embarazadas, la falta de gestión en la pre

adopción, o sea, en la adopción cuando el niño se está

gestando, y también en la adopción posnatal.

Pensemos también en las familias que desean

adoptar, en los niños que quieren ser cuidados por una

familia y en las implicancias geopolíticas médicas del

aborto, todo demostrado científicamente.

También pensemos en la falta de penas para

quienes abandonan y despiden a las embarazadas, para

quienes venden el misoprostol de forma ilegal y para

quienes hacen abortos clandestinos. ¿A alguien se le

ocurriría legalizar el robo para que haya cero asesinatos?

¿No es lógico, en cambio, tratar las causas de la

delincuencia? También veamos nuestros valores como nación.

Diputados: el delito del aborto lastimosamente

viene sucediendo en nuestro sistema de salud hace varios

años con un tinte ideológico de legalidad posterior a la

publicación del protocolo por parte del Ministerio de

Salud.

En 2015 el Ministerio de Salud publicó el

“Protocolo para la atención integral de las personas con

derecho a la interrupción legal del embarazo”. Ya el título

demuestra la manipulación del lenguaje. No soy experta en

derecho pero que alguien me explique qué tiene de integral

si lo único que se enseña es a realizar abortos, y el

aborto es un parche para la salud de las mujeres y una

violencia fatal para los niños por nacer.

Los médicos estamos ofreciendo el misoprostol

hace tiempo. De Guatemala a “guatepeor”, ahora quieren que

directamente lo entreguemos como un trámite administrativo,

que hiere lo más profundo de la relación médico paciente y

al consentimiento informado. Viene la paciente y nos dice:

“Quiero abortar” y entonces, ¿se lo entregamos

directamente? Ni siquiera deberíamos ofrecerlo.

¿Está bien ofrecer de por vida ibuprofeno a un

paciente con dolor de rodillas? ¿Acaso lo va a curar y sin

ningún efecto adverso? Si le ofrezco ibuprofeno es porque

desconozco el manejo de esa patología, porque desconozco su

causa. Entonces, lo mínimo que puedo ofrecerle al paciente

es decirle: “Yo no puedo ayudarte con este dolor de

rodillas, no puedo ofrecerte nada que cure la causa; ni

siquiera sé cuál es la causa porque hay un gran

desconocimiento en el tema del dolor y porque cada persona

es particular, pero si me dejás, quiero acompañarte en la

búsqueda de una solución”. Muchas gracias. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Burgos).- Tiene la palabra Mariana

Steckler, economista y comunicadora social.

Sra. Steckler.- Antes que nada quiero recordar -no sé si

salió en los canales que están transmitiendo esta

audiencia- que Elsa Schvartzman, aquí presente, mostró unas

imágenes de los distintos “pañuelazos” en diversos puntos

del país, que nos recuerdan que esta militancia es feliz,

emocionante y alegre, y contrasta con lo que por ahí se

escucha en los otros discursos, que hablan de muerte y de

trastornos. Sin embargo, las mujeres, las identidades

disidentes, los trans, nos encontramos en la calle y somos

felices porque estamos juntas militando.

Como periodista amante de las palabras, de sus

interpretaciones y de la incidencia que tienen en la

construcción de la subjetividad, entiendo también la

importancia de las herramientas de la psicología, lenguaje

y cultura.

Como en este recinto, las discusiones sobre el

aborto se dieron también en la calle, en los espacios de

trabajo, en los hogares, en las escuelas y facultades y en

las redes. Estamos en condiciones de asegurar que ya

tenemos una batalla ganada: que se haya hablado masivamente

de esto. La segunda será, sin dudas, la aprobación de esta

ley.

Con los argumentos biológicos, como ya hemos

escuchado aquí, se intenta dilucidar el momento en el que

comienza la vida. Pero desplazar la discusión sobre el

derecho a decidir hasta el campo científico, como si este

fuera neutral y no político, es una discusión insuficiente,

en clave patriarcado. Se abunda en discusiones biológicas y

también, aunque no necesariamente asumidas, teológicas o

religiosas.

Todos estos son mensajes contundentes y directos

hacia la mujer; le están diciendo que para un sector de la

sociedad y para un sector de la conciencia puede ser

considerada asesina si aborta. Se habla entonces de que hay

una vida que proteger y se deja de lado que ya hay otra: la

de la mujer, que es preexistente a todo esto que está

pasando acá. Ella puede desear o no ser madre, puede desear

serlo un año y no al siguiente o al anterior.

Si esto último que dije molestó, entonces en

realidad lo que incomoda es que la mujer tenga poder de

decisión. ¿Añoranzas quizás de aquella incapaz que figuró

en el Código de Napoleón, inspirador de los códigos civiles

de la región, y que en nuestro país figuró hasta el año

1968, hasta ayer?

Hay momentos en los que la cuestión de género,

como la llaman, parece un diálogo entre dos sectores donde

uno habla y el otro debe escuchar, y este es el lugar en el

que –insisten- debe estar la mujer. ¡Pero están hablando de

ella, con tanto atrevimiento!

Como sabemos, si los hombres pudieran quedar

embarazados todo esto a lo que estamos asistiendo ahora no

estaría pasando. ¿Cómo se sentirían los varones si

estuviéramos meses hablando de sus testículos, del

epidídimo, del escroto, de la testosterona, de cómo se

sienten una vez al mes, de cuánto les afectan las hormonas

en su vida cotidiana o de cuán buenos o malos padres son en

un caso o en otro?

La mujer viene a decir nuevamente que su decisión

respecto de la maternidad vale tanto como cada una de las

decisiones que tomamos todos y todas sin que nos enteremos.

La mujer es observada, juzgada, puesta bajo la lupa y

sentenciada, pero ¿cuándo? No siempre; cuando intenta

correrse de los estereotipos culturales que se le

imponen. Si no, puede ser una de estas cuatro mujeres.

La primera. El médico Mario Sebastiani, a quien

escuchamos aquí en una de las primeras exposiciones, se

manifiesta asombrado, impactado -describe en su libro ¿Por

qué tenemos hijos?-, con esas mujeres que aseguran no

querer tenerlos, no por su decisión, que es un claro acto

de libertad, sino por su capacidad de sobreponerse al acoso

mediático, cultural y religioso al que son sometidas, por

la casi obligación social que pesa sobre la mujer de tener

hijos. Podríamos imaginar, entonces, lo que vive aquella

que públicamente dice que abortó. Aquí tenemos la primera

mujer, la señalada con el dedito; vimos muchos deditos

levantados acá.

La segunda. La psicoanalista Silvia Bleichmar

introduce una palabra clave: “cuerpo”. Y dice: “En el

cuerpo se ha instalado lo inamovible de la individualidad,

el cuerpo es la propiedad última del ser humano. Es a

partir del cuerpo que el sujeto se reconoce a sí mismo”.

Pero a las mujeres se nos niega este derecho sobre nuestro

propio cuerpo, ¿para quiénes están dirigidas estas

afirmaciones, entonces? Esta es la mujer ignorada.

La tercera es la siguiente. A su vez, la

psicoanalista Graciela Corrao analiza la confrontación de

la mujer con su deseo: “su posición subjetiva frente a la

feminidad, la función materna y su vínculo con su propia

madre, su deseo de ser madre”. Y hay otro deseo más, el

deseo de hijo: “un hijo puede nacer y ser abortado si no es

deseado por el otro que debe sostenerlo y quererlo, para

que pueda constituirse como sujeto”. Aquí, la mujer

obviada.

Finalmente, Elsa Schvartzman –aquí presente- dice

lo siguiente: “Cuando una mujer no construye su embarazo

como un hijo en su subjetividad, es una maternidad forzada.

A la única a quien se le exige un sacrificio de la vida es

a la mujer”. Esta es la mujer mártir.

Pero nosotras no queremos ser mártires, obviadas,

ignoradas ni señaladas porque rechazamos ser tuteladas.

El pensamiento mágico no debería ser argumento

para debatir una ley de alcance público. Dentro del

pensamiento mágico entran todas las religiones. Así como

mostrar la imagen de una niña de doce años, violada y

obligada a parir, como se hizo aquí, no deberíamos dejar de

evaluarlo como algo perverso.

Vengo de la provincia que vio morir a Ana María

Acevedo por culpa de la insensibilidad, los prejuicios y el

convencimiento de creerse poderoso para dictaminar la

suerte que correrá la vida de una mujer negándole un aborto

legal; una mujer a la que, en nombre de la libertad de

conciencia, se la sentenció a una muerte segura, dolorosa,

rayana con la locura. Por eso también es emblemático lo

sucedido con Ana María Acevedo en Santa Fe. Resulta

extemporáneo a toda pretensión de reclamo reivindicativo de

derechos hacia las mujeres y lejano, muy lejano a lo que

alguna pueda desear y luego decidir.

Este deseo y esta decisión vienen a estamparse

frente a sus caras reclamando el lugar que les corresponde.

Legisladores y legisladoras: sabrán que deberán

estar a la altura de los acontecimientos históricos o

seguir mirando para otro lado.

Como sea y siempre, el movimiento de mujeres,

trans e identidades disidentes seguirá en las calles. Que

nadie lo dude. (Aplausos.)

Sra. Presidenta (Burgos).- Tiene la palabra el señor Andrés

Vaira Navarro, secretario general de la Asociación de

Síndrome de Down de la República Argentina.

Sr. Vaira Navarro.- Muchas gracias por la invitación.

Voy a plantear la postura institucional que

tenemos respecto de este tema.

El debate sobre la legalización del aborto está

otra vez en la agenda política nacional. La discusión, como

lo hemos visto acá, ha tomado temperatura también en los

medios de comunicación y en las redes sociales, donde

muchas veces lo que abunda, lamentablemente, son los

antagonismos en desmedro de los argumentos y de la

capacidad de diálogo.

En ese fragor, donde lo que está en juego es la

vida de inocentes –que vale mucho más que las posiciones

ideológicas-, desde nuestra institución venimos a reclamar

que este debate se dé en el Congreso de la Nación con la

altura, seriedad y sobre todo la serenidad que los derechos

involucrados imponen.

Por supuesto, esta toma de posición la hacemos

respetando la diversidad de opiniones que atraviesa a la

sociedad argentina toda.

La Convención Internacional sobre los Derechos de

las Personas con Discapacidad, primer tratado internacional

de derechos humanos del siglo XXI, tiene rango

constitucional en nuestro país y es muy clara en relación a

la importancia de respetar el derecho a la vida. De hecho,

en su artículo 3° inciso D) puede leerse una contundente

afirmación sobre el respeto por la diferencia y la

aceptación de las personas con discapacidad, como parte de

la diversidad y de la condición humana.

Este principio aplica de lleno al uso de las

biotecnologías para los modernos diagnósticos prenatales

que, más allá de sus innegables bondades, en la práctica se

distorsionan para ser utilizados como método de selección

con motivaciones y fines eugenésicos. Así lo demuestran los

alarmantes porcentajes de abortos por detección prenatal

del Síndrome de Down y de otras discapacidades en países

europeos del llamado Primer Mundo, cercanos al 90 por

ciento. Esto implica que en pocos años las personas con

Síndrome de Down serán casi una rareza en vías de

extinción.

Un ejemplo es lo que ocurre en España, según

estimaciones de la asociación Down España, basadas en el

Registro Colaborativo Español de Malformaciones Congénitas.

Por lo tanto, resulta imperioso tener en cuenta

una legislación adecuada de los estudios prenatales a fin

de evitar que en la práctica se utilicen con fines

eugenésicos, tal como sucede en muchos lugares del mundo.

Las personas con discapacidad, sus familias y las

organizaciones que trabajamos por su plena inclusión en

todos los ámbitos de la sociedad debemos preguntarnos –con

la Convención delante de nosotros- si no es un

contrasentido evidente acompañar el desarrollo de las

personas con discapacidad en cada etapa de su vida,

reclamando el reconocimiento a su dignidad como persona y

su plena inclusión, para luego desconocerle el más preciado

derecho y el presupuesto de todos los demás. Me refiero al

derecho a la vida misma en condiciones de igualdad y sin

discriminación de ninguna naturaleza en todos los ámbitos,

sin lo cual todo lo demás evidentemente carece de sentido.

Defender la vida de las personas con discapacidad

en igualdad de condiciones al resto de las personas, no es

una cuestión religiosa, política, filosófica ni de

militancia. Es una cuestión de derechos humanos básica.

Vivir y nacer es el primer derecho de toda persona humana,

presupuesto de todos los demás derechos, sin el cual nada

existe.

Por lo tanto, desde ASDRA, sostenemos que son

inadmisibles, tanto jurídica como moralmente, las

diferencias que se plantean en algunos proyectos en cuanto

se extienden considerablemente los plazos para abortar si

se detectan en el feto anomalías, malformaciones o

discapacidades, entre ellas, el Síndrome de Down.

Esto forma parte inescindible del debate y desde

ASDRA cuestionamos también a cierta parte de quienes toman

una postura en contra del aborto pero, en sus acciones y

omisiones diarias, no hacen sino contribuir a denigrar a la

persona con discapacidad y a desconocerle los derechos que

tiene luego de su nacimiento.

Finalmente, es imperioso que se impulsen -quizás

desde el ámbito legislativo- protocolos de actuación para

los profesionales de la salud responsables de transmitir el

diagnóstico de una discapacidad y del Síndrome de Down, en

particular a las familias que están esperando un hijo. De

esta forma, evitamos posturas sesgadas en relación a la

realidad de las personas con trisomía 21, que es el nombre

técnico del Síndrome de Down, o de otras discapacidades.

Estos protocolos deberían incluir, además de los

procedimientos para el personal de la salud, la realización

de un curso por parte de los padres en una asociación de

familias defensoras de los derechos de las personas con

discapacidad, para tener una perspectiva sin sesgos,

amplia, realista, completa y esperanzadora sobre el hijo

con discapacidad que recibirán o acaban de recibir.

(Aplausos.)

Sr. Presidente (Lipovetzky).- Por supuesto que este

Congreso está dispuesto a trabajar en una ley respecto del

tema que usted ha planteado. Cuente con nosotros.

(Aplausos.)

Hemos finalizado estas quince extensas,

enriquecedoras e históricas jornadas para todos nosotros.

Quiero agradecerles y además sintetizar todo esto

en algunos datos que voy a mencionar. Hemos tenido 118

horas de exposiciones, lo que constituye un verdadero

récord. Realmente fueron exposiciones muy buenas, profundas

y pasionales, por lo que quiero destacar a todos los

expositores, que fueron 724 en total.

Además, hemos reforzado las formas de

comunicación que hoy se dan, porque ya no se trata de la

presencia física en las discusiones de la Cámara sino que

en este debate histórico fue posible que tuviéramos más de

un millón de visitas a través de los distintos canales de

comunicación de esta casa. Realmente fue un récord que

demuestra la importancia del tema y cómo la sociedad ha

valorado la forma en que se desarrollaron estas jornadas,

con respeto y escuchando todas las voces.

Quiero agradecer a todos los diputados que han

concurrido para apoyar estas jornadas de debate. Asimismo,

agradezco especialmente a la señora diputada Burgos,

presidenta de la Comisión de Legislación Penal, y a las

señoras diputadas Polledo y Martínez, titulares de las

otras comisiones que conformaron este plenario.

Agradezco a todos ustedes, al personal de la

Cámara, y como esto no termina aquí, los invito el martes

próximo a las 15 horas, cuando los diputados nos reuniremos

para comenzar a debatir los proyectos que seguramente

quedarán plasmados en dictámenes la siguiente semana.

Muchísimas gracias y que tengan buenas noches. (Aplausos.)

- Es la hora 21 y 33.