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Diego Padilla Dávila Seminario de Arte Mexicano 19 de July de y Una sonrisa que conocí y ya no recuerdo Es costumbre escuchar a mi papá hablando sobre su niñez, en diferentes anécdotas y que concluya con la frase: “Qué feliz hubieras sido tú en esos tiempos”. Es irremediable el hecho de que el saber aquella frase con la que termina de contarme sus anécdotas, despierte una curiosidad permanente por conocer el pasado que no viví. Los pocos recuerdos de mi gran y numerosa familia que tengo, son en una mesa charlando de vivencias de hace más de unos ayeres, más de unas décadas. Es entonces donde naturalmente, a mi edad, me pregunto: ¿De qué me perdí? El nacimiento de la televisión, un patio de usos múltiples que era el lugar sagrado para jugar, un gobierno cambiante, botes de basura que simulaban las porterías de fútbol en la calle, juguetes hechos de madera, más de cinco hermanos y récords de compras con un peso; esto y más son los retratos de personas donde más de dos anécdotas coinciden, y en que seguro más de uno 1

Sonrisa, ensayo

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Ensayo sobre el tiempo y los cambios generacionales de México

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Diego Padilla Dávila

Seminario de Arte Mexicano

18 de abril de y

Una sonrisa que conocí y ya no recuerdo

Es costumbre escuchar a mi papá hablando sobre su niñez, en diferentes

anécdotas y que concluya con la frase: “Qué feliz hubieras sido tú en esos

tiempos”.

Es irremediable el hecho de que el saber aquella frase con la que termina de

contarme sus anécdotas, despierte una curiosidad permanente por conocer el

pasado que no viví. Los pocos recuerdos de mi gran y numerosa familia que tengo,

son en una mesa charlando de vivencias de hace más de unos ayeres, más de unas

décadas. Es entonces donde naturalmente, a mi edad, me pregunto: ¿De qué me

perdí?

El nacimiento de la televisión, un patio de usos múltiples que era el lugar

sagrado para jugar, un gobierno cambiante, botes de basura que simulaban las

porterías de fútbol en la calle, juguetes hechos de madera, más de cinco hermanos y

récords de compras con un peso; esto y más son los retratos de personas donde

más de dos anécdotas coinciden, y en que seguro más de uno podrá identificarse

cuando se habla del México del pasado, de la niñez y los acontecimientos que la

marcaron.

De muchas preguntas que me surgen debido a la incertidumbre que tengo y que

en mayor o menor medida conservaré, la que más me inquieta después de escuchar

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cientos de veces a mi papá es: ¿Cuál es un mejor ambiente para crecer como niño?

¿El México actual o el México del pasado?

Más allá de la época y los beneficios que tiene o no la actualidad, considero

que el punto más desapercibido pero no por ello más importante a señalar cuando

se habla de una comparación como la que planteo, es la visión que ha evolucionado

y transformado de lo que es ser niño.

Mi papá me dice que él jamás tocó un libro de inglés hasta sus 17 años, dice

que comenzó a trasladarse solo a la escuela desde sus 9 años, dice que cuando no se

callaba en clase un maestro solía lanzarse el borrador, dice que su segundo hogar era

la bicicleta.

Yo le digo que comencé a leer libros de inglés a los 6 años, le digo que me

perdí en el metro para llegar a la escuela a mis 14 años, le digo que tenía un

cuaderno lleno de estampas de esterlinas doradas en la portada, le digo que me llevo

mi almohada en el auto para dormir en los trayectos.

Décadas atrás, ser niño significaba salir a jugar y pasear horas con tus vecinos o

amigos más cercanos, ir por las tortillas para la comida que está servida a las tres en

punto, atrapar lagartijas, ahorrar para una Coca Cola, jugar fútbol a mitad de la calle,

escuchar los partidos en la radio y soñar con ser una estrella de Rock.

Cuando yo recuerdo qué pensaba y hacía cuando era niño, me doy cuenta que

jamás he tenido un amigo que sea mi vecino, que no fui a un mandado hasta mis

trece porque era peligroso que me atropellaran y no conocía la radio; estudiaba los

verbos en inglés hasta las 7 de la noche, tenía un descanso de 30 minutos y luego

hacía la tarea de español, los martes iba a clases de francés, nadaba los fines de

semana, me esforzaba por obtener un 10 en conducta para la boleta siguiente.

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Sí, ahora es más inseguro, ahora no es posible jugar a mitad de la calle, ahora

no sabes quiénes son tus vecinos ni ellos sabes quién eres tú, ahora preocupa que

oscurezca en vez de qué hora es, ahora no hay tiempo para nada, ahora apenas hay

familia.

Yo crecí pensando que tenía que saber que quería ser cuando fuese grande

desde que estaba en primaria, que debía aprender 3 idiomas para ser exitoso y

entrenar fútbol podía ser mi único sueño.

La época no solo ha transformado el entorno para desenvolvernos como niños,

que en mi opinión, es doblemente favorable que el actual, la convivencia familiar era

mucho más cercana y amena, bien es cierto que aún permitían muchas limitaciones

de carácter moral, social o educativo, pero los movimientos sociales más

trascedentes del país y del mundo, ya sean políticos, sociales o culturales, sucedieron

en aquellos años, años que marcaron a millones de personas pertenecientes a

distintas generaciones, que a pesar de distintas, tienen mucho que compartir y un

mismo punto que defender, el México de antes se extraña. Cobra sentido entonces,

que en un ambiente donde la seguridad no está garantizada y la pobreza aumenta,

el significado de ser niño cambie, pues ahora, desde muy temprana edad se aspira a

una meta que no sabíamos que buscábamos, y soñar, es solo un pasatiempo.

Me causa una nostalgia ajena escuchar a mi papá hablar de su familia después

de preguntarle qué es lo que más extraña de su niñez. “La familia”, dice. “Sin duda

alguna me encantaría ver a mi familia como lo era mi familia antes”. Al principio yo

no comprendía cuál era su punto, pensaba que de algún modo extrañaba ser un

niño; pronto comprendí que lo que mi padre quería decir es que la convivencia

familiar, en muchos casos, en este el nuestro, se ha reducido inmensamente.

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El domingo que alguna vez se llamó familiar pasó a ser día de descanso porque

de familiar no tiene nada; lo imperceptible se convirtió en imperceptible porque

llegó a ser algo común, y ahora es parte de nuestras vidas. “El trabajo demanda,

demanda más tiempo y más días que antes”, dice mi papá. “Antes podría

comprarte tu bicicleta, ahora tengo que enseñarte a ahorrar para que puedas

comprarla tú”, dice mi papá. “Antes hubiéramos podido sentarnos a leer en el sofá

juntos, pero tengo trabajo que adelantar y tu tareas que hacer,” dice mi papá. “No

te confundas hijo, el trabajo no es precisamente malo, el problema es cuando vives

para el trabajo; antes sentía que vivía por y para mi familia, ahora tengo que vivir

para el trabajo", suspira mi papá.

El propósito de la entrevista, fue en un principio para mí, puramente

testimonial, unos tantos recuerdos para recrear el México del pasado en nuestra

actualidad, mediante objetos, figuras y costumbres o quehaceres populares y

característicos de años pasados; la sensacional sorpresa y que a su vez es la causa

primaria de este ensayo, ha sido la tan distintiva, memorable, común y compartida

forma de hablar de personas de generaciones similares de su niñez; las lágrimas no

se hacen ausentar, mucho menos esas sonrisas que parecen perdidas y una mirada

que retrata sin duda alguna, un recuerdo más valioso que la apariencia que hoy nos

envuelve, que personalmente me limita a conocer mi alrededor.

Algo tan cercano y cotidiano como lo es mi familia, mis vecinos, o muchas otras

acciones como cosas que creía normales, ahora me resultan ajenas a un contexto en

donde ser individual y ser invisible, pueden significar lo mismo.

Afortunadamente tengo recuerdos muy valiosos de mi niñez, los cuales podría

describir y así concluir de forma esperanzadora y un tanto reflexiva; sin embargo,

después de haber formado parte de una especie de regresión, no sólo de su niñez,

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sino del país con mi papá al México pasado, pienso que lo que más me gustaría

revivir de mi niñez, (autoentrevistándome), sería: “Quisiera ver nuevamente a mi

papá tan alegre del que mi mamá siempre me habla”.

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