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Solo tuyo - ForuQ

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SOLOTUYO

BárbaraCrespo

www.barbaracrespooficial.jimdo.com

CONTENIDO

1-LADECEPCIÓN.

2-MALASSENSACIONES.

3-ENPELIGRO.

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4 - ENCARCELADA ENELPARAÍSO.

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5-CARAACARACONCARINA.

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6-JUGARPUEDENHACERLODOS.

7-PESADILLADELPASADO.

8-HUMILLADA.

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9-VERDADESESCLARECEDORAS.

10-ELTRATO.

11-LAPREPARACIÓN.

12-DEVOLVIENDOGOLPE

PORGOLPE.

13-UNENEMIGOMAYOR.

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14 - DEJANDO LASCOSASCLARAS.

15-CONFRONTACIÓN.

16-HUYENDODELPELIGRO.

17-PRESENTIMIENTO.

18-DESTINOINEVITABLE.

SINOPSIS

La vida la hizo enamorarse de unhombrealqueellacreíaconocer.

Cuando una noche Ian se mete en sucama,ellanoponeobjeciónygustosasele entrega como desde hace mesesdeseabahacerlo.

Cuandodespierta a lamañana siguienteel hombre que ama ha desaparecido y

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ellasejuranovolverasereljuguetedeunhombre.

Ahora un año después ese hombreaparecevolviendoaponersuvidapatasarriba,ysiendounhombrediferentedelqueellarecuerda.Unhombrearrogante,poderoso, peligroso, y dispuesto asalirseconlasuya.

LADECEPCIÓN.

-Chicasnosvemosmañana.—Digounpoco alto, para que me escuchen porencimadelamúsica.

AnnetteyCorinnamehacenungestodedespedida con la mano, les sonriódesviandolavista,hacialamesadóndeIanllevatodalatardésentado.Nosehamovido ni para ir al cuarto de baño.Arrugoel ceñomientras loobservo,noesnormalenelpasarelratobebiendo.

Consideró si acercarme e intentarllevarlo a casa, desecho la idea

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dándome la vuelta y saliendo por lapuerta. Conforme está, sería inútilintentarlo.Me paró dos segundos en laacera abrochando los botones delchaquetón,haceunfríodemildemonios,llevó meses viviendo aquí, y no haymanera de que me acostumbré al fríoheladodeMúnich.

Echóandardeseandollegarcuántoantesy meterme en la cama calentita, dondeno hay viento y si llueve no me mojó.Por la pinta que tiene el cielo, no creóque tarde mucho en empezar a llover.Apresuro el paso, pidiéndole al cieloqueesperéasoltarelchaparrón,porlomenos hasta que esté en la puerta decasa.

-¡Joder,nopodíasdarmeunatregua!—Gritó a la nada, saliendo escopeteadahacíadondevivo.

Comotemíahaempezadoalloveryaúnmefaltandoscallesparallegar.Cuándoabro la puerta, estoy tiritando y

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empapada.Meescurroelpelounpoco,cierro la puerta, y me voy directa albaño. Me sacó la ropa corriendodejándolatiradaenelsuelo.Medoyunaduchaquedurahastaqueyanosientoelcuerpohelado,ymipielha recuperadosu color rosado normal. Me pongo elpijama de franela más gordo queencuentro, con la noche que hace mepondría otro pantalón y camisetainterior, pero son las tres de lamadrugada,estoycansadaytengosueño,asíquepasoderebuscar,estotendráqueservir.

Mirando al techo pienso en dejar eltrabajoenelclub.Si, secobraunbuendinero,pero...Salirpasadas las tresdela madrugada, y tener tíos babososqueriendo invitarte a copas a cadaminuto,nomellena,yanomecompensa.Mequedodormidaconlaclaradecisióndecambiardetrabajo.

Me despierto sobresaltada por un

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estruendo,mirolasagujasdelreloj,solohace una hora que me quedé dormida.Merestriegolosojosymientraslohago,abajo se oye otro golpe, como si algohubiera impactado contra el suelo. Melevantó,ybajólasescalerascorriendo.

¡Dios!

-Ian...¿Quetehapasado?

- Nada. — Dice, costándole un pocodecirlapalabra.

¿Enserio?Siparaelnada, significauncorteenellabioyotroenlaceja,noséqueseráparaelalgo.

-¿Estásborracho?

-No.

Y ahora lo dice fuerte y claro. Arqueounacejaensudirección,terminandopordarunresoplido,ymenearlacabezaenseñalderendición.

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-Vamos,dejaquetecure.

Me sigue hastami cuarto, y después albaño.Bajandolatapaderadelretrete,leindicoquesesiente.Megiró,medoblohaciaabajoyabroelmuebledellavabo.

-Tienesunculomuybonito.

Pongolosojosenblancodeespaldasaél. Ignoró su comentario inapropiadoextrayendo un par de gasas, alcohol ybetadine.

- Levanta la cabeza. — Le ordenó,poniéndomedelantedeél.

Cinco minutos después he acabado, nosoncortesdesmesurados,quizáseldelaceja un poco más grande, pero nadaimportante.

- ¿Qué ha ocurrido?— Insisto, tirandolasgasasalabasura.

-Terepito.Nada.

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-Pues...Amímeparecequetehandadounapaliza.

-¡Ja,porquenohasvistoalotro!

Lomiróestupefacta,mepareceincreíblequesehallametidoenunapeleacomosifuera un adolescente. Lo veo y no locreo, el no bebe, no se pelea, ¿Qué hapasadohoy?

-¿Porquélohashecho?

-Unmaldía.

¿Qué? ¿Está loco? ¡Por unmal día! Esimpensable, si todo el que tiene un díade mierda se liara a mamporros, entodaslasesquinashabríaunapelea.

-Me voy a dormir. Estoy agotada paralidiar con un hombre con impulsosjuveniles.

Salgo del baño, me acuestoconcentrándome en la pared. Pocos

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segundos después lo oigo acercarse.¿Porquénoseva?

- ¿Qué haces?—Le gritó, dándome lavuelta y mirándolo de frente, a la vezque la manta que me tapaba cae a lospiesdelacama.

Sin permiso se sube en la cama, serecuesta sobre mí, pero sin llegar atocarsenuestroscuerpos.

-Ian...—Digoenunsuspiró.

-Vamosaversiteniegasalidiarconelhombre…

Nomedaderechoaréplica,subocayaestá encima de la mía, besándome condesesperación, dejándose la vida enello. Le devuelvo el besó con ansias,comolamujerenamoradaquesoy,yquepor fin el hombre que quiere repara enella.Nodesaprovechó laoportunidadypasomismanos en suaves caricias portodo su pecho, no sé en que momento

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nosdeshacemosde la ropa, ni como lohemoshecho,mepercatóunaveznotoelcalordesucuerposobreelmío.

- Ian... Ian.—Tengoquenombrarlounpar de veces entrecortada por larespiración.Laexcitacióndominasobrelarazón.

-¿Qué?

-Traes...¿Tienespreservativo?

Mesonríe,adentrándoseenmí.

-No. Pero...No puedo crear niños.—Medice...¿Condolor?

No me deja asimilarlo, cuando ya seestámoviendo sobremí, haciéndome irpocodespuésenunorgasmodemoledor,alossegundosconungruñidosedejairél. Recuperando la respiración nosquedamos dormidos en los brazos delotro.

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AldespertarIannoestáporningúnlado,incluso llegó a creer que todo ha sidoimaginación mía, si no fuera porqueentróenelbañoyenlabasurasiguenlasgasas, prueba de que todo fue real.Misonrisa se ensancha asimilando todo.Bajó las escaleras llamándole, noobtengorespuesta.Enlacocinamesirvocafé y una tortita. ¡Es un amor! Lo hadejado todo preparado. Con las doscosas en la mano me dirijo al salón,tomóasientoenelsofá.Dejandolatazay el plató, me percató de una notadoblada,deseguidalaleopensandoqueIan lo ha orquestado todo parasorprenderme.

«Sindylosiento,lodeanochenodebiópasar, fue un error, espero algún día loentiendas».

Mi sonrisa desaparece en el acto, misangre empieza a ser un hervidero derabia. Cojo el plató y la taza,encolerizadaloestampócontralapared,

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importándomeunbledoqueseablanca.¿No es su casa? ¡Pues que limpié!Esperoduranteunasemana,unmensaje,unallamada,inclusoqueaparezca,ymedé una explicación. Ninguna de ellasllega, dolida de que me halla usadocomountrapo.Mejuróquenovolveráasuceder,así tengaquequedarmesolteradeporvida.

UNAÑOMÁSTARDE

- Sindy mañana tenemos la despedidacontratadaporMarcos.

-Noquieroir, invéntatealgo,cualquiercosa.

- Ja, ja ja no podemos.Esta despedidanos va a dar muchos beneficios y élquierequetúseaslaencargadadetodo.

- Es un imbécil. — Digo pensando envozalta.

- Ja, ja no te lo niego. Solo piensa en

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meterseentucama.

- Pues la lleva clara... No quierohombresenmivida.

-Yatienesuno...

-Esenocuenta.¿Tequedarásconél?

Asiente.Susanaesunencanto...LedoygraciasaAnthonyporhaberpensadoenque asistieran Angelo y ella enNochebuena.Menosmalqueeltonto,searrepintióyrecapacitoyendoabuscaramihermana.

Lasvecesquehablamosporteléfono,sélaescucharadiantedefelicidad,aunquesiempremeregañapornoiravisitarlos.Mis sobrinas Sindia y Lidia, tienen yasietemesesy lasconozcopor fotos.Esuna locura, pero no puedo arriesgarme,noquieropreguntas,yesoesloprimeroque harán en cuánto aparezca. Por esosiguen creyendo que vivo en Múnich,cuándo la realidad es que me mudé a

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Madrid. Monté está pequeña empresaorganizadoradedespedidasdesolteros.AlosdosmesesllaméaSusana,lecontédeminegocio,noselopensó,ycontentadevolverhasuciudad,setrasladó.

-¿Comemos?—Lepreguntosonriente.

-Claro.

Recogemos un poco los papeles y nosvamos ha un chino que hay cerca deaquí, pasamos la comida entre risas.Con ella una nunca se aburre, de unaforma u otra, siempre ingenia algo,cualquier cosa, lo que sea, desde unpaseó a una noche de fiesta, aunqueúltimamente eso, para mí es máscomplicado.

-¿Vemosestatardeunapelícula?—Mepregunta.

-Hoy no creó que pueda.Margot tienequeirsepronto.Hequedadoqueestaríaencasaalascuatro.

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-Bueno...Podemosverlaencasa,pasópor el videoclub, compró algo parapicarylisto.—Medicesonriendo.

Es la mejor amiga que alguien puedatener, se ha vuelto una persona muyimportante para mí. Le asientodevolviéndolelasonrisa.Volvemosalaoficina, por llamarlode algunamanera,porque es una pequeña tienda quealquilé y transforme en nuestra oficina.Laoficinalacomponendosmesas,ladeSusana y la mía, no necesitamos más,normalmente, nos encargamos de hacerla lista de invitados, contactarlos,alquilar el local, las estríperes, ysupervisar el evento. Me encanta estetrabajó,nadiemedaórdenesydispongodetiempolibre.

-Hola,chicas.

No he terminado de sentarme, cuandome llega la voz de Marcos. Alzó lamirada hacía él. ¡Mas le vale que novenga con cambios de última hora! Se

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supone que hoy no tenía que venir, queyaestátodolisto.

-Hola.¿Quetetraeporaquí?—Enmívozsepercibeeldesagrado.

Disimulodándoleunasonrisa.Nopuedohacerotracosa,Susanallevarazón,seráunimbécilquesecreequetodashandecaer rendidas a él, pero su dinero esigualdebuenoqueeldelosdemás,asíque de momento, tengo que hacer detripascorazónyaguantarlo.

- Preciosa, venía a comentarte quevendráuninvitadodeúltimahora.

¿Paraesoviene?Ledejébienclaro,quepor un invitado o dos más, no pasabanada,avecespiensoqueestonto,queseaburre y tiene que venir a molestar.Disimulo con otra sonrisa, aunque pordentroquieramandarlealamierda.

- Te dije que no había problema. Nohacíafaltaquevinierashastaaquí.

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-Queríaverte.¿Hascomido?

¿Porquénosedaporvencido?¿Esquenopillalaindirecta?Nohagootracosaquedarleexcusasylargas,perohaestetío,nohayformadehacerquelovea.

- Lo siento. Acabamos de volver decomer.Enotraocasiónserá.

- Te tomo la palabra preciosa. Nosvemos mañana. — Dice caminandohacialapuerta.

Aprieto los dientes deseando que sevayarápido,antesdequesemesueltelalengua, le diga un par de verdades ypierda un buen dinero por decir lo quepienso.Una vez lo pierdo de vista,merecuestoenmi sillagiratoriay suspiro.Y pensar que mañana tendré queaguantarleporhoras.Todoporquesehaencaprichadoquesuperviseelevento.

He intentado de todas las maneraszafarmeycargarleelmuertoaotra,pero

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el evento es mañana y todavía no heconseguidoescaquearmedeél.

-Sueñocumplido.LeatiendeSindy.—Digoaldescolgarelteléfono,quellevasonandounminuto.

- Ja, ja ja. Me encanta ese tonocomplacientequetesalealcontestar.

- ¡Maldita sea Tabi! Te he dicho milvecesquemellamesalmóvil.Y

cuandonoestetrabajando.

- Si te llamo al móvil no lo coges. Esculpatuyaquerecurraaestenúmero.

Tiene razón, pero es que cuando llama,no puedo arriesgarme a cogerlo y quedescubramipequeñosecreto.

-¿Quéquieres?

-Quevengas...

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-Nopuedo.Tengomuchotrabajo,yporlo menos hasta dentro de tres semanasno tendré un hueco. — Le repito dememoria,lamismaexcusadesiempre.

-¡Escúchamebien!Elsábadoquevieneeslacenadecompromiso.

Mastevalequeelviernesporlanocheestésaquí.

-Tabi...

¿Mehacolgado?Miroelaparatoporunlargorato.¿Yahoraquehago?

Nopuedodejaramihermanatirada.Esnormal que en su cena de compromisoquiera que este ahí. Pero... ¿Qué hagoconmipequeñosecreto?Talvezseaunaseñalyseahoradedecirlaverdad.No,no puedo. Y tampoco quiero tener quedarexplicaciones.¿Meperdonara sinoasisto? Descarto esa estúpida idea. Eshora de empezar afrontar la realidad.Miro a Susana, sentada a la mesa

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atiendeunallamada,mientrastomanota.

- Susana. ¿Que eventos hay para elsábadoqueviene?

-Una.LadeClaudiayMiguel.

-LlamaaJuliayqueseencargueelladesupervisarla.

Estos dos, no entiendo para que secasan, si la novia no se fía de él y elnovio no se fía de ella. ¿Cómo puededurarasíunmatrimonio?Estosnodurancasados ni un mes. No es que seaconclusiónmía,loshechoshablanporsisolos.Queunaparejaentre,sesientenymedigan:

«queremos hacer nuestra despedidajuntos. Hemos hablado y acordado quesiestamosjuntosningunopodráengañaral otro».Es raro no, lo siguiente. ¿Quéhacen cuando van a trabajar? ¿O siquedanconsusamigos?¿Sitienenqueira comprar? Miles de preguntas

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acudieron a mi mente, mientras losobservaba estupefacta. Normalmente,cuando uno se casa, es porque sequieren, confían en el otro y estánseguros de lo que hacen. Por eso nocomprendo como dos personas sepueden comprometer y casar, si tienenque ir a todos lados,pegadoscomo laslapasymirandomalalsexoopuestoqueestealladodecadauno.Meolvidodeltema,nosoyyolaquesecasa,nilaquesedivorciarapocodespués.

Me concentro en el ordenador, y mededico a diseñar el contenido de lanueva página web. Hasta hora hemosestado funcionando por teléfono yatendiendo en persona. Nos ha idobastante bien, pero empieza a ver máseventosyvamosunpocosaturadas.

Apartedeacordarcrearunapáginawebpara conseguir más clientes y que seamás productivo el negocio, tambiénhemosacordadocontrataraotrapersona

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aparte de Julia, para supervisar loseventos.En estosmomentosde esonosencargamos Susana, Julia y yo. Ya eshora de aumentar la plantilla en lapequeña empresa, crecer y abrirnoscaminoentretantostiburonesgrandesdelosnegocios.

-Juliadicequeestaráallíalasnueve.

- Perfecto. Prepara la maleta que elviernesnosvamosaBarcelona.

-¿Deverdad?¿Quévasahacerconél?

-Loqueteníaquehaberhechodesdeuncomienzo.—Ledigoenunsuspiro.

A las tres y media en punto apago elordenador.Melevantoyordenounpocolamesa.Me despido de Susana con unalzamientode lamanoymedirijoamipequeñopiso.Demomentometengoqueconformarconunpiso,losalquileresenMadrid son caros. Mi piso será comomucho de cincuentametros, dispone de

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undormitorio,uncuartodebaño,yunacocinaycomedorenuno.Nomerefieroaunespaciogrande,concocinadivididapor una barra.Me refiero a que es unaespecie de pasillo mas ancho de lonormal y en el lado derecho esta lacocina con sus taquillas, la nevera yfregadero y justo enfrente un banco demadera, como para dos personas y unamesadecomedor.Esoesa todo loquesereduceelpiso,ydagraciasqueesuncuartopisoydisponedeascensor.Siesesteymesaleporsetecientos,nopuedosi quiera pensar en pagar uno másgrande.

- Hola, Margot. — Digo cerrando lapuerta.

-Buenas,niña.—Dice,coneseacentocubanotancaracterísticodeella.

Margot es una mujer que ronda loscincuenta. Cariñosa y amorosa comoella sola. Cuando decidi contratar aalguien, y tener un poco de ayuda, no

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imaginé que encontraría una mujer tanbuenacomoella,niqueletomaríatantoaprecio. Ahora lo pienso y no sé queharíasinella.

-¿Tevasya?

- Si niña. Mi hijo llega hoy. Te dejepreparadouncaldo.

- Gracias. No tenias porque hacerlo.Hubieracomidocualquiercosa.

- ¿Ydejarque te alimentesconcomidaprecocinada?

-Nohedichonada.Olvídalo.

Margotnoconsientequemeexcedaconlacomidabasura,comoyoledigoalashamburguesas, pepitos, papas fritas,pizzas etc. ¡Están tan buenas! Pero micubana,esunasegundamadrequemehasalido y aparte de no gustarle, lo evitadejándome comida preparada. Menudaloteríamehatocadoconella.Laquiero

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porqueesunamujerquesedaaquerer.

-¿Dóndeesta?

- En el cuarto. Estabas tardando enpreguntarniña.

Le sonrío y me dirijo al cuarto, entrosigilosa,measomoylocontemplo.

Mi pequeño milagro, mi tesoro y mipequeño secreto. Izan, mi bebe de tansolo tres meses. Le doy un beso en supequeñacabecitaylomirocayéndosemela baba. De lo guapo que es, me locomía.Ha sacado lamismabellezadelpadre,seriamuydifícilnegarqueessuhijo.Loquemasadorosonsuspequeñosojosazules,cuandolosabreymemira,le da luz a mi alma y mi corazón latefeliz, por tener este pequeño regalo enmivida.

Todavía después de un año, me sigopreguntandocomoesposible,ysiemprellego a la misma conclusión, el

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malparido me engaño, al igual que meuso. Pero ya no me importa, ya no meduele, conseguí pasar página y vivirúnicamente para mi pequeño. Ledeposito otro beso y salgo, dejándolodescansar.

-Niña.Mañananosvemos.

-Margot.Mañana puedes quedarte contuhijo.Debosupervisaruneventoenlanoche y no iré en el día. Tómatelo dedescanso.

-Gracias,niña.

Me tumbo en la cama una vez me hequedadosola.Estelugarestanpequeñoque ni sofá tengo, si quiero ver latelevisión, tengo que verla en lahabitación. Paso canales uno detrás deotro. Termino dejando el CSI, y metumbo a ver un par de capítulos.Acabando el segundo capítulo, escuchoalreydemividarefunfuñar,primeroenunaespeciedechillidoflojo,ydespués

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el chillido en forma de a, antes deempezar a llorar. Lo cojo y con el enbrazosvoy a la cocina, y le preparo elbiberón. De camino a la habitaciónsuena el timbre. Me encaminó a lapuertayabro.

-Traigolapelícula.

- Pasa. — Digo, metiéndole a Izan elbiberónenlaboca.

- ¡Esteniñocadadía esmásguapo!—Dice, dándole un beso en unmoflete. -Esclavadoasupadre.—Susurra.

-Losé.Puedeshablardeél,siquieres.Nomemolesta.—Digo encogiéndomedehombros.

Se queda mirándome sin saber quédecir.Terminodedarleelbiberónaminiño y lo pongo a eructar. Entre tantoSusanaponelapelícula.

Acurruco a Izan en su cunita y lo tapo.

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Susanayyonosrecostamosenlacama,como tantas otras veces hemos hecho.Comienza la película, y en el primerminuto sé que película es. La he vistotantasvecesque es imposible contarlasconlosdedosdelasmanos.Perocomoesunapeliquemegusta,nomecansodeverlaydisfruto con ella, como si fueralaprimeravezquelaveo.

- ¿Crepúsculo? — Le digo en tonodivertido.

Trasdoshorasdepelícula,hambrientaysin ganas de comer caldo, pido unapizza. Nos sentamos en el suelo deldormitorio y comemos viendo lasegunda parte de la saga vampiresa,aunque a esta le prestamos menosatención, por lo menos hasta queapareceEdwardenpantalla.

-¿ComocreesquesevanatomarlodeIzan?—Dice,llamandomiatención.

-Pondránelgritoenelcielo.

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-¿Porquénoselohasdicho?

Me quedo unos minutos callada. ¿Porqué? Bueno, puedo darle muchasrazones, tantas que no sé cuál elegir,peroenelfondo,ningunamevalecomoexcusa,exceptouna,porque la realidades,quesihubieratenidooportunidadselohabríadicho.

-Porquedesapareció.

Poco después Susana se va. Preparootrobiberón,cojoamipequeño,lometoenlacamayledoysutoma.Cuandoselo ha bebido, dejo el biberón sobre lamesita, yme rindo al sueño abrazada alaluzdemivida.

MALASSENSACIONES.

Por mis oídos se filtra un llantodesgarrador, abro los ojos sobresaltadapor el llanto. Por instinto busco a mipequeño. No está. Sigo el llanto y elcorazónsemeparaliza,pegounbotede

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la cama y corriendo lo cojo en brazos.¡Séacaído!Lo revisodearribaabajo,temiendo que se haya hecho algo en lacaída,intentocalmarsullanto,trasdiezminutos se relaja y se queda dormido.Conelsustoenelcuerpo,meacomodocon el en la cama. Una hora después,habiendoverificadoquesolohasidounpequeño susto, lo recuesto en la cunaylo arropo. Le deposito un suave besosuspirandoensucabecitayvuelvoa lacama.

Alasdocedelamañana,salgoadarunpaseo con mi pequeño y de pasopasarmeporlaoficina.Antesdellegaraella me detengo en el supermercado,para comprar pañales y otra lata deleche.Eltragónterminaconellas,comoyoconlastabletasdechocolateblanco.Al salir me topo con la persona, quemenosdeseo.

-Preciosa,quecoincidencia.

-Hola,Marcos.

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- ¿Es tuyo? — Dice, señalando elcarrito.

-Sí.

Seasomaaverporelladodelacapota.Ese simple gesto, me hace tener ganasdedaruntirónbruscoyapartarlodemibebé. Me contengo con un sobreesfuerzohumano,ymantengoenmicaralasonrisa,masfalsaqueexistesobrelafazdelatierra.

-¡Quérubio!Pareceunmuñequito.

- Tengo que irme. Me están esperandoenlaoficina.

- Que pronto quieres enseñarle amanejarelnegocio.—Dice,riéndoseacarcajadas, como si hubiera tenidogracia.

Hagoaunladoelcarrito,ypasoporsulado.Meparaenseco,cogiéndomepor

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el brazo, su tacto me hace sentir unescalofrío. Es una sensaciónindescriptible, quemedeja unmalestaren el cuerpo, como cuando se avecinaunacatástrofeytedascuentacuandoyalatienesencima.

- Espero verte esta noche. — Susurracercademicara.

Meagarrofuertealcarrito,inclusollegoa creer quede tanta fuerzaquehago lovoy a partir, y todo por no soltarle lapatada en las pelotas, como ahoramismomeapetece.

-Allíestaré.

Mesueltaysigomicamino,entroenlaoficina, conunmal sabor debocayunnudoenelestómago.¿Porquésientoeserepelús hacia su persona? ¿Por quépresiento que trama algo? ¿Y porquecuando habla parece que me estáamenazando? Nerviosa, y necesitandounatila,dejoelcochecitoalladodemi

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mesaymesiento.

-Sedicehola.—Dice,Susanaabroma.- ¿Qué sucede?—Pregunta al ver quenomerio.

-Meheencontradoa...Marcos.

- Sindy es un capullo, eso ya losabemos.

-No.Hayalgoraroenél.Cadavezquehabla o se me acerca, percibo algoturbio que tapa con sonrisas y buenaspalabras. Aun así mi cuerpo lopresiente.

-Estásparanoica.Lapáginasehacaído,ibaallamarte.—Cambiadetema.

- ¿Otra vez? — Digo, resoplando. -Llamaalguienquesepadeltema.

Queloarreglen.

-¿Hola?

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Nosgiramoshacialavoz.Unamuchachamorena, de unos veinte años, con unasonrisaenelrostronoscontempla.

-¿Quédeseas?—Ledigoamable.

- El trabajo. ¿Con quién tengo quehablar?

-Aquífuncionamosdeotraforma.Ja,jaja, acércate. No hago entrevistas. Yohago pruebas. Te vas a un evento, conellaoconmigo,tedejamosatuaireparavercomotedesenvuelves.Lohacesbientequedas.Lohacesmalalacalle.¿Quemedices?

- ¿No es un poco raro? ¿No haypreguntas? ¿No corroboráiscredenciales? ¿Nada?— Niego con lacabeza-¡Estoesunchollo!—

Dicelamuchachaeufórica.

-Mira...Justamentehoytengounevento.—Digo, encendiéndoseme una lucecita

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deprecaución.

Susanasonríe,meconocebastantebien,y sabe tan bien como yo, que es unaforma de escaquearme, no del evento,perosideaguantaraunpardepalurdos,porque si Marcos es así, no quieroconoceralosamigos.

-¿Deverdad?Gracias.Muchasgracias.

Cojounpapelyleanotoladirección.Seloentregoconunasonrisa,porlomenosnoestarésola.

-Teesperoalasocho.

-Pero...Estonoesunlocal.

- No. El que vino a contratar nuestrosservicios es un poco exigente. Es unacasaprivada,quehemosalquiladoparatoda la noche. Abra comida, bebida,chicas,ynohablodeunaodos.No séqueideallevaelcliente,peromeexigióque fuera una por cada invitado. Así...

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Queimaginaquefiestapiensamontar.

-Allíestaré.

Se despide de nosotras y sale con unasonrisa más grande que cuando entro.Me despido de Susana, quedando envernos a las seis. A la hora de comer,me meto en el cuerpo el caldo de micubana.Comovengamañana y vea quesigue en la nevera, me toca sermónsobrealimentaciónporhoras.Asíque...Comohasta casi terminar con él.A lasseis menos diez suena el timbre. Abrosonriente a sabiendas de que seráSusana. Me quedo contrariada, cuandoabroynohaynadie.Alasseisvuelveasonar el timbre. Esta vez aparece unaSusanasonrienteyconunpelucheenlamano,quedice«mitíaeslamejor».Merio,deverdadqueesúnica,yporesolaadoro.

- ¿Ya empiezas a comprarlo conregalos?—Digo,levantandounaceja.

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- Cuanto antes mejor, ¿No? Tengo queconservarmi puesto, cuando lo sepa lafamilia.

-Siempreserassu tía.Aunquenollevatusangre,séqueleamas.Esafortunadoportenertecomotía.

-Voyaveraminiñoconsentido,porquesi nome harás llorar.—Dice dejandounbesoenmimejilla.

Meneolacabezadeunladoaotro.¡Quésensiblera!Desde que sabe, que prontolo sabra mi familia, cree que se va aquedar a un lado rezagada, lo que nosabe es que tanto Tabi como yo, laapreciamos y no la sacaríamos denuestrasvidaspornadadelmundo.Ellaesunamásdelafamilia,ytodavíanoloha entendido. Entro a la habitacióndetrás de Susana, como siempre ya lotiene cargado en brazos. Mira que ledigoquenohagaeso,queelniñosevaaacostumbrar a los brazos, y luego latabarra es para mí. Pero ella con una

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sonrisa, pasa de lo que le digo comocadadía,yyonopuedohacerotracosaquesonreír,porsumaneradescaradadeignorarme.Meacercoyledoyunbesoami pequeño, después le susurro un téamo.

- Gracias por quedarte. Espero volverpronto.

-Notehagasilusiones.—Meadvierte.

Subo al coche, me paso el cinturón,arrancoymedirijohacialasafuerasdeMadrid. Me detengo en un semáforo,mientras esperoque cambieparapoderseguir, enciendo la radio y coloco eldisco de Romeo Santos. Desvio lamirada por el cristal, mis ojos reparanen un hombre alto y rubio, que esta deespaldasyrodeandoconsubrazoaunamujer rubia de esas que parecen unabarbie y llaman la atención decualquiera.Apartolamirada,aloírunabocina detrás de mí. El semáforo hacambiado. Sigomi camino, desechando

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la idea, de que a lo mejor era él.«Estupida» Me digo mentalmente.Despuésdeunaño,todavíalobuscoconlaesperanzadepoderhablarledeIzan.

Llegoalacasaalassiete,estacionoenel aparcamiento enorme que rodea eledificiodedosplantas.Tomounparderespiraciones, antes de bajar del auto.¡Que sea una noche corta! Le clamo alcielo, parada en la puerta del edificiomirando hacia arriba. Saco las llaves,abroymeadentroenellujosocaserón.

Como soy la organizadora ysupervisora, soy la primera en llegar.Media hora mas tarde aparece elservicio de comidas y camareras,también a petición del cliente. Ellosordenan y nosotras nos encargamos decontratary cumplir susdeseos.Por esolaempresa,sellamasueñocumplido.Alasochollegalamuchachamorena,nisiquiera sé cómo se llama. ¡Menudaempresaria! Bueno eso tiene fácil

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arreglo,asíquenoledoyimportancia.Ay media llegan las quince estríperes, agusto del cliente, como especificó, porcadahombreunamujer.Noséparaque,se supone que ellas solo hacen suexhibición.PeroporcomoesMarcosasaber loqueesperadeellas.Medirijoal salón, donde están todos esperando.Los observo, la que se va a liar.Estoyseguradequeestafiestamásdeuno,nolaolvidaraensuvida.

-Vosotras, coged arriba un cuarto paralo que preciséis, ya sea cambiaros,maquillaros...Loquesea.—Medirijoalasestríperes.-

Vosotras,quieroqueestéisalpendientede los chicos, preocuparos de quesiempre haya comida en las mesas ybebidaen susmanos.Y tú, como futuraorganizadora,tienesquepreocuparte,deque hagan bien su trabajo. Que nodiscutan,que tratenbiena loshombres,quenohayapeleas...Ytodoeso.

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- ¿Cómo evito una pelea entre doshombres?—Medice,dubitativa.

-Ja,jaja,AlexyTylerestánapuntodellegar. Llámalos y listo. Por cierto,¿Cómotellamas?

-Azucena.

- Perfecto. Estaré rondando por aquí.Paracualquiercosa,mebuscas.

Medoylavuelta,andandoendireccióna la cocina. Entro y como la primeravez, me deja igual de impactada. Esgrandísimaylujosa.Nienmissueños,nienotravidatendréyounacomoesta.

- Ponme algo fuerte. — Le pido a laprimerachicaqueveo.

Melosirvealsegundo,noséloquees,ni me interesa. Me lo bebo del tirón.Estomedaráun subidón, por lomenosel suficiente, para aguantar y nolargarme a la primera oportunidad que

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tenga.Sobre lasdiez,puedopercibireljaleoqueempiezahaberenelsalón,laschicas llevanun ratoyendoyviniendo,tanto con bandejas de aperitivos comocon las bebidas que les reclaman. Demomentovatodosobreruedas.

Seme fastidia lacalma,enelmomentoqueAzucenacruzalapuerta.

-Tienesquesalir.Nopuedoconellos.

Mequedomirándola. Sí que ha duradopoco. La sigo al salón, y cuando llegome quedo con la boca abierta ypensando,siyopodreconellos.

Cuatro hombres han hecho que una delasestríperessesubaalamesadebillarylesbaileporloqueveo,mientrasellosjuegan al billar, sin inportales si lehacen daño cada vez que recibe unbolazo. Otros tres tienen a otraacorralada entres sus cuerpos y lamanosean como les da la gana. Otrosbeben y otros juegan cartas sin

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inmutarse. ¿Dóndemehemetido? ¿Quéclasedegenteesesta?

-¡Basta!—Grito.

Divertirseesunacosayabusardepoderes otra y eso es lo que están haciendoahora mismo estos palurdos. Todos segiranamirarmeyyomeencojounpocodando un paso hacia atrás. Uno de losque juegan a las cartas, se levanta yviene hacia mí con pose amenazadora.En estos momentos me parecen unpuñadodemafiosos,envezdeungrupodeamigoscelebrandounadespedida.

- ¿Y tu quien eres guapa? — Dice,dandounavueltaamialrededor.

- La que ha organizado esto, pero noparaqueoscomportéiscomobrutos.

Sigue dando vueltas ami alrededor, sedetienedetrásmía,yconunmovimientoveloz,me coge del pelo, echándome lacabezahaciaatrás.

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Nomemuevo,elmiedoparalizatodomicuerpo.

- Te ha quedado todo muy bonito. Noquieroescuchardetuboca,otrareplicamás.¿Quedaclaro?

-No.

Soy una inconsciente, lo sé, pero nadieme da ordenes y menos un tío, que secreeelamodelmundo.

-Mira guapa. Si no lo entiendes, te loexplicodeotromodo.Aquímandoyo.

Me da la vuelta, para que quede defrente a él, todavía con su manoretorciendomipelo.Pasasusdedospormilabio,enunacaricia.Porinstintodoyunpasohaciaatrás,consiguiendoconelacto, llevarme un tirón más fuerte. Ledoy unmordisco con todasmis fuerzasen su dedo, liberándome de su agarre,cuandoechamanoasujetarselamanoyaguantareldolor.Medoylavueltapara

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salir pitando. Perome quedo sin hacermovimiento y con los ojos abiertos, enel mismo momento que me hagoconscientequeun arma,meapunta a lacabeza. ¡Joder están locos! ¿Por quénuncalehagocasoamiinstinto?

-Bajaelarma.—ReconozcolavozdeMarcos.

-Hermanoestaperramehamordido.

-Brunoperderásmucho,siaprietasesegatillo.Esella.

-¡Nomejodas!—Dice,eltalBrunoamisespaldas.-Buenopreciosaporestavez,tehaslibrado.

Conlasmismasseponedelantedemí,yme cruza la cara, haciéndome caercontraelsuelo.

-¡Bruno!

-¿Qué?¡Meladebía!Élloentenderá.

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¿Él?¿Quiénes él? Intentoentenderqueocurre, pero nada tiene comprensiónparamí.Noséquehepodidohacerles.¡Sinomemetoconnadie!Marcossemeacercaymeofrecelamano,laignoróymepongoenpiepormisola.Mequedomirándolecon temor.A laesperade loquevayaahacer.

- Vamos princesa, a diferencia de mihermano, yonoquierohacerte daño.Sicolaboras,todoirabien.

- ¿Qué queréis de mí?— Digo, en unhilodevoz.

-Sígueme.

Acatolaorden,andandotemerosadetrásdeél,subimoslasescaleras,recorremosel pasillo, y llegamos a la últimahabitación. Abre la puerta y me haceentrar.Norechisto,mantengomicabezaagachadaymiroalsuelo.

-Levantalacabeza.—Mediceflojoen

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eloído.

Acatolaordenymiroalfrente.Misojosreparanenunhombredeespaldasamí,mirandoporelcristal.Memantengoensilencio, a la espera de lo que vayan ahacerconmigo.Pormimentesolopasanimágenes de mi bebé. Para volver averlo haré lo que sea, yo no importo,solo quiero salir de aquí y regresar acasaconmipequeño.Elhombresedalavueltayelmundosemecae,elcorazónsemeparalizayelalmasemequiebra.¿Estonopuedeserreal?

ENPELIGRO.

-Hola,Sindy.

¿Hola? Debo estar en un sueño, nopuede ser real, que este rodeada de unpardelocosyenunahabitaciónconIanantemídiciéndome...

¿Hola?Mipanicoseacabadeiratomarviento, dejando paso a una rabia

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acumulada por un año. Me olvido dedonde estoyyde lamanade locosquemerodean.MeacercohastaIanyahorasoy yo, la que alza lamano y cruza sucara.

- Parece amigo que no se alegra deverte.

-¡Lárgate!

- Tú mandas. Pero... Como se entereCarinade esto...—Deja la frase en elaire.

YporcomohahabladodelatalCarina,noquiero saber quien es. Ian le daunamirada, una dura con la que le dejaclaro,queestáhablandodemás.Marcossalepor lapuertadejándonosa losdossolos.

-¿Quéhagoaquí?—Pregunto.

Yamehaquedadobienclaro,que todoesto lohaorquestadoél,ahorasolome

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importa elmotivo.Y largarme lo antesquepueda.

- Necesitaba verte. — Dice,acercándoseamí.

Levantolasmanos,paraquenodeniunpasomásenmidirección.

- ¿Después de un año? ¿Te estásburlandodemí?

Sepasa lamanopor la sien,y resopla.Mecruzodebrazos,a laesperadequeempieceasoltarlasopa.

-Noloentiendes...Estasenpeligro.

Asimilo loqueestádiciendo.¿Peligro?¿He oído bien?He tenido que oírmal,porque es imposible. ¿Que peligropuedecorrerunamujerquesededicaasu trabajo y a su niño?Tiene que estarequivocado, confundido o inclusodrogado.

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- Me marcho. No te vuelvas acercar amí.

Me doy la vuelta y abro la puerta,dispuestaacabarconestagilipollez.

- ¡Escúchame! Si sales... Y yo no hedado orden para que te dejen salir, temataran.

-¿Meestásamenazando?

-Teestoyadvirtiendoloquepasara.

-Tú,ereseljefe...—Digo,segura.

Asiente. Dejándome claro que no leconozco, que la persona que creí queera, nunca ha existido. ¿Y este es elpadredemihijo?¡Izan!

- Esta bien. Supongamos que te creo.¿Quequieresquehaga?

- Tengo una casa en Elba, a diezquilometrosdelacostaitaliana.

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Quierollevarteallí.

¿Italia? ¡Esta como una cabra! ¿Quéquiere tenermeescondida?¡Que leden!No va a poner mi vida patas arriba,porqueélcreaquecorropeligro.Yonohenotadonadararo.¿Porquétengoqueconfiarenél?

-¡No!

-¡Malditasea,irásquierasono!Carina,nopararahastadarcontigoydestruirte.

- ¿Y quien demonio es Carina? ¿Y quequieredemí?

-No importa quien es. La parte que tedebe importar es que quiere quedesaparezcas.

- Muy bien. No me iré de aquí hastadespuésdelacenadecompromiso.Ynoirésola.

Achicalosojos,ymeescudriña,intenta

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adivinarmispensamientos,parececomosi quisiera traspasar mi piel y meterseenmicerebro.

-Nopuedesasistiraesacena.Ellasabequién eres. Solo que todavía no te haencontrado.Yalosegundo...

-IréconIzan.Sino,mequedoaquí.—Ledigoinflexible.

Séloqueestápasandoporsucabeza,nosabe quién es Izan, no sabe que es unbebéynosabequeeslomásgrandequetengoenlavidayqueporprotegerlodeesaloca,harécualquiercosa.

-Vamos.

-¿Qué?

¿Noesperaraquerecojamiscosasylasdemipequeñoaestashoras?

-Mehasoído.Nomehagasrepetirlo.

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Me coge de la mano, y me hace bajarcasi a rastras. Se detiene enmedio delsalón.Ydaunrodeoconlamirada.

-¡Marcos!¡Bruno!

Los susodichos se presentan ante él, almomento.Mequedosorprendida,porlaautoridadque refleja suvoz.Segurodeloquehace,sintitubearunápice.

-Túdirás.Dice,Marcos.

- Vosotros dos os venís con nosotros.MandaaEddiequellameypreparenelavión.

Me vuelve arrastras hacia fuera,deteniéndonos poco después ante uncoche negro, con los cristales tintados.Abrelapuertaymehaceentrar,sesubeamilado,mientrasquesusdosesbirros,como los he denominado, porque no séponerles otro nombre, se posicionan enlos asientos delanteros. Llegamos a midepartamentosobrelasdoceymediade

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lanoche.Nohaechófaltaquelesdémidirección, empiezo a pensar que metenían vigilada. ¡Maldito idiota!Estacionanelcoche,sinapagarelmotor.Ian sale,manteniendo la puerta abierta,para que salga. No rechisto y acato laorden muda. En el ascensor, meempiezan a entrar los nervios. Memuevo de un lado a otro, intranquila.¡Dios!

Siemprepenséqueantesdeconocerasuhijo, sabría la verdad. El pasillo cortoque hay hasta mi piso, se me haceeterno, como si estuviera subiendo unacuesta, en vez de andar por un pasilloplano.

Medetengo, resoploymiroa Ian.Bajola atenta mirada de Ian, extraigo lasllaves,aliraabrir,delosnerviossemecaenal suelo.Voya recogerlas,cuandoel idiota, me ha estampado contra laparedymehacequeloveaalosojos.

-¿Quéescondes?

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-Na...Da.

-¿Entoncesporquetiemblas?

Trago saliva forzada,y apartomisojosde los suyos, sin darle contestación.Porque no sé cómo decírselo, lo heensayado cientos de veces yme sé laspalabras de memoria, pero en estemomento se me atragantan en lagarganta.

-Abre esapuerta.Sinoquieresque laecheabajo.—Dice,mosqueado.

Me hago con las llaves, y a la mayorvelocidadquepuedo,abrolapuerta.Ianentra conuna confianza excesiva, comosiestuvieraensucasa.Recorreellugarconlamirada.

- Vamos.—Dice, dándome empujoneshacialahabitación.

CasillegandoseabreysaleSusanacon

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una sonrisa que a los segundosdesaparece.

-¿Sindy?—Preguntaincrédula.

-No preguntes. Porque estoy igual quetú.

-Hola,Susana.Apártatetenemosprisa.

-Deesonada.¿Dóndetelallevas?

-Noestuproblema.

-Teequivocas.—Lerebatemiamiga.-Dondevayaella,voyyo.

Elidiotaniseinmuta,sacaunmóvildelbolsilloymarca.

- Subid.—Ordena, supongo que a losesbirros.-Recogetuscosasya.

Bufo fuerte, no soporto que me denordenes, pero por esta vez me callo.Pasoporelladodemiamigayledoyun

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beso a la vez que susurra un «¿Quésucede?» Niego con la cabeza en sudirecciónymeencojodehombros,paraque entienda que ni yo misma lo sé.Entroeneldormitorioycierrolapuertadetrásdemí,necesitounosminutosmás.Saco dos maletas y con rapidez lascargóde ropayde todas las cosasquepuedanecesitar.

- ¿Has acabado?—Oigo antes de queterminedeabrirlapuerta.

Megiroveloz,eldesconciertopasaporlasfaccionesdesurostro,alrepararenla cuna. Desvía la mirada hacia mí,aprieta la mandíbula y se acerca hastadondeduermemipequeño.Lomiraconlos ojos muy abiertos, incluso lo tocasuavemente,comoqueriendocerciorarsedequenoesunmuñeco.Sisupieraqueestátocandoporprimeravezasuhijo...

-¡Susana!—Grita.

¿Colérico? Me quedo mirándolo

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desconcertada, queriendo averiguar quehacausadoenelesareacción.Miamigaaparececorriendo,hastajadea,yesoesraro porque el piso es muy pequeño,comoparahaber corridohasta elpuntodeestarjadeando.

-¡Qué!

-¿Estoestuyo?

¿He? ¿Está hablando de mi pequeño,como si fuera una cosa? ¿Un macuto?¡Esosíqueno!¡Antesmelocomo,aquenotrateamipequeñocomodebe!

- ¡Idiota, le preguntas a la mujerequivocada!—Le digo cruzándomedebrazos.

Seacercaamí,conunamiradaquenolehe visto nunca, o el la tenía muy bienguardada o en este año ha practicadopara con solo una mirada aterrorizar.Doyunpasoatrás,cuandolosientocasiencima. Me enfurezco conmigo misma,

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porque sea capaz de atemorizarme consoloponermelosojosencima.

- No esperaba que fueras tan facilona,comoparadespuésdeestarconmigo,tehayasacostadoconotro.

Mi mano vuela por segunda vez a sucara, pero esta vez obtengo respuesta.Me empotra en la pared, en unmovimientobruscoyrápido.

Llegoasentirunpinchazoenlaespaldade dolor por el impacto. Me coge lamandíbula y aprieta un poco, una claraadvertencia de que le mire a los. Lohago.Conunamirada retadora,aguantolasuya.

-Lasverdadesduelen.—Espetaenmicara.-¡Cogealniñoyvámonos!

Me suelta, y a paso rápido sale por lapuerta, dando un tremendo portazo alsalir. Suelto el aire que estabareteniendoenlospulmones.

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Ese no es el Ian que yo conocí, ni elhombre que una vez ame, esa personaque he visto, es un hombre implacable,frio, y detestable. Hago de tripascorazónycargoamipequeño.Alsalir,Ian no está, pero los esbirros sí. El talBruno se me acerca y acurruco más aizancontramipecho.

-Baja.

-¿Ymiamiga?

-Laordenesquebajesconelniño.

-Vete.—SuplicaSusana.

Laobservoyatisbounpequeñocorteensulabio,micorazónsecomprime.¿Quele han dicho para que tiemble de esaforma?¿Ycomopuedeconsentirestoelhombrequeunavezcreíbuenapersona?

Agacho la cabeza y despacio caminohacia la puerta, lo hago no porquequiera, si no, por no empeorar la

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situacióndelapersonaquequierocomoaunahermana.Cuando llegoabajo, Ianyaestásosteniendolapuerta.Meinternoen el interior del coche, sinmirarlo, nidirigirlepalabra.

Unahoradespuésestoyenlahabitacióndel avión privado. Izan llora porquetiene hambre, pormucho que no quierahablarlealidiota,metengoquetragarelorgullo. Por mi niño, todo puedohacerlo,éleslafuerzademivida.Salgodeldormitorioylobusco,medanganasde vomitar al verlo sentado riendo conlos esbirros. Por lo que he podidodarme cuenta, ellos dos son su manoderecha, o uno la derecha y el otro laizquierda,comosea,ellossonsusfielessecuaces. Ando hasta donde están conuna seguridad, de la que carezco. Meparo ante ellos y posomimirada en elhombrequeahoramismodetesto.

- Ian. — Lo nombro, ni siquiera memira.-Ian.—Pruebootravez.

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- ¿Qué? — Dice, aburrido y dándomeunamiradadesoslayo. -Tedijeque tequedarasenelcuarto.

- Necesito calentar esté agua. Tienehambre.—Digo,suave.

Leshaceunmovimientodecabezaasuscompinches, estos se levantan, Brunopasa de largo, pero Marcos coge elbiberónconunasonrisa.

-Siéntate.

Hago lo que me pide, tomando asientoenfrentedeél.No lemiro,mipechoseresiente cada vez que le miro, y noencuentronadadelIanqueconocí.

-Aquí.—Dice,señalandoelasientodesulado.

Niego con la cabeza enérgicamente.Sonríe.Ynomegustaesasonrisa.

Es una sonrisa cínica, que dice,

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«¿Segura?»

-¡Bruno!—Esteaparecealmomento-CogealniñoydileaMarcosque ledélacomidaysequedeconelhastanuevaorden.

- ¡No! ¡No! Vale no te desobedeceré.Porfavor...

-Recuérdalo,lapróximavez.

Haceunmovimientocon lacabezayeltal Bruno echa mano a llevarse a mipequeño, me revuelvo como unaserpiente,perotodoesenvano,cuandoIanselevanta,rodeamicintura,pegasucuerpoalmíoymesusurra.

-Suéltalo,onoloverasporhoras.

Memuerdoellabio,alavezquedemisojos se escapa una lagrima, mientrasobservo, como desaparece el secuaz ymibebeporlapuertadeldormitorio.

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-Siéntate.

Acatolaordensinreplicar.Noentiendonada. Me duele la cabeza de tratar deentender,peropormásquelointento,nologronadamásqueeldoloraumente.

-¿Porquémehacesesto?

-Me has decepcionado.Eres igual quetodas.Decís querernos y en cuanto nosperdéisdevista,osmetéisenlacamadeotro.

-Nuncadijequetequisiera.

-¿Quieresrememorar?¿Terefrescolosrecuerdos? Porque de tus labios, salioun claro te quiero, cuando te deshacíasenmisbrazos.

-Noescierto.—Susurro.

-Quenolorecuerdes...Noquieredecir,que no lo hayas dicho. — Me diceseguro - Te recuerdo que el que bebió

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fuiyo...Notú.

- ¡Te marchaste dejando una malditanota!¿Ytúereselqueseenfada?

¿Porqué?¿Porquétengounniño?¡Puesquetejodan!

Melevantocomounvendaval,llegandoalcuartoentreszancadas.Meinternoenelycierro lapuertaconseguro.Nomefio de Ian. Como me figure, la puertatraquetea, señal de que Ian esta al otroladointentandoentrar.

- ¡Abre la puerta!—Grita enfurecido,haciéndomedarunboteypegarmea lapared. - ¿Noquieresver a tupequeño?¿Tefíasdenosotros,comoparadejarlodesamparadosinsumadre?

Memantengoensilencio,séloqueestátratandodehacer,nomevaamanipular.Puede ser el hombre más despreciabledel mundo, pero no creo, que llegarahastaelpuntodehacerledañoaunbebé,

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quenolehahechonada.

-Sindy.Estállorando.¿Tanmalamadreeres?—Dice,convozmelosa.

¡Desgraciado! Acaba de tocar midebilidad. Atacado por donde más medueleya loquemas le temo.«Serunamala madre» Abro la puerta condesesperación, Ian sonríe con malicia.Desdeelprincipiohasabidopordondeatacar,paraconseguirsupropósito,queabrieralamalditapuerta.

-¿Dóndeesta?—Preguntopreocupada.

Se adentra en la habitación y cierra.Hago amago de abrir el cerrojo parabuscaraminiño.Sepegaamiespalda,dejándome inamovible, como una roca.Rodeamicinturaconunbrazo,alavezque con el otro acaricia mi brazo,lograndoquelospelossemepongandepunta. Me muerdo el labio, paraaguantar esta tortura. Porque realmente,noséloquequiereyesperademí.

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-¿Fuetanbuenocomoconmigo?

Noestápreguntando, loquecreohaberescuchado. Verdaderamente cree queestuveconotro.Nohadudadoenningúnmomento de sus palabras. Mis ojos seabren de par en par. ¡Maldito capullo!¡Loqueledueleessuego!Poresoselollevanlosdemonios,porquenoconcibequedespuésdeestarconél,hayapodidoestarenbrazosdeotro.

Sonríoconunclaropensamiento.¡Sevaacagar!

- Mucho mejor. — Respondo supregunta.

Se pegamás amí, rodeamimandíbulacon su mano haciéndome levantar lacabeza, girándola un poco. Cuando metieneasudisposiciónyasumerced,mebesacondurezay rabia.Elbesoes tanbrusco, que me hace sentir dolor, alpunto de saber que cuando deje decastigarmi boca, los tendré hinchados.

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Se separa de mí, con la respiraciónagitada, se detiene en el hueco de micuello y me da un mordisco, que mehacedarungrito.

- No vuelvas hablarme como lo hashechodelantedenadie.Y...

Suplicarasquetehagamíadenuevo.—Dice,enmioídoseguro.

Me deposita otro beso en el cuello. Sucuerposealejadelmío.Medaun leveempujón, y sale del cuarto, con unosaires de grandeza, que hasta hoy nohabíavisto.

-¡Asísehacejefe!—Reconozcolavozdebruno.

-Osdijequeleenseñaríaquienmanda.—SueltaIan,regocijándose.

¡Capullo!Elloshancreídoloquenoes,omejordicho Ian leshahechocreerlo.¡Hijo de su madre! Por eso me ha

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mordido, sabía que no podría reprimirel grito de dolor en mi garganta. Mesientoen lacamacabizbaja.Empiezoacreer que tal vez hubiera sido mejorenfrentarme a la tal Carina que a Ian.Marcos entra poco después, con unasonrisa cínica, que me dan ganas deborrarle con un puñetazo. Me deja alniño en los brazos. Está dormido. Lomiro con un amor inmeso y le doy unbeso.Meimpregnodesuolorabebé,yde la fuerza que solo elme puede dar,para aguantar, al idiota que tiene porpadre.

- Si me hubieras prestado atención.Todoestosehabríaevitado.

-¿Túeresmejorqueél?

Seacuclillaponiéndoseamialturaparaverme a los ojos, mientras toca lacabecitademiniño.

-No.Perosiél,nosehubierafijadoenti, cometiendo el error demeterte a su

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cama...Carinanoiríaaporti.

ENCARCELADAENELPARAÍSO.

Llegamos a la isla, no me paro aobservarmi alrededor, estoy cansada ynecesito dormir. Tampoco es que mevaya a poner a inspeccionar el lugar, alas tres y media de la mañana. Sigo aIan, acercándonos a un caserón defachada amarilla.Digo caserón, porquedecir casa, seria un insulto, para granenorme lugar. ¡Normal que le encante!Noestámuylejosdelmar,siyotuvieratanto dinero como él, quizás tambiénelegiría una como esta. Todo lo querodeaelcaserónsonarboles,sonidosdepájaros,sonidodelmar,todonaturalezapura. Me paro en seco al entrar en lacasa. ¡No quiero estar aquí! Toda lacasa esta decorada lujosamente. ¡Diossabecómoabraganadotodoesto!

-Vamos.—OrdenaIan.

Le sigo sin decir ni pio. Subimos las

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escaleras y en la tercera puerta sedetiene.La abre yme indica que entre.Cierra detrás de nosotros, va hacia losventanales, y me hace un movimientoconlamano,paraquevaya.

-Acuestaalniño.

-¡Nohastaquetevayas!

Arqueaunaceja.Estiralosbrazosymequita al niño, recostándolo el mismo.Pongo mis manos a la espalda, a laesperadeloquetengaquedecir.Comoaquelquedice,lasescondoparaquenosepercatedeltemblordemismanos.Segiraymecontempla.

-Dameelmóvil.

-¡No!

Resoplavariasveces,hartándosedemisnegativas.

- O aprendes a obedecer, o te va a ir

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muymalporaquí.

Coge el bolso de donde lo dejaron sussecuaces, antes de que nosotrosentráramos y vacía el contenido en lacama. Sonríe, cuando sus ojos reparanenmispastillasanticonceptivas.

-¿Porquénopensasteenesto,antesdesalirconunabarriga?Aquíno tevanahacerfalta.—Sentencia.

Lo miro confusa, sin saber que quieredecir. Se encamina con ellas a losventanales, y abre la puerta de cristal,que da a parar a un patio. Corro comouna liebre, llegando donde esta él.Intento quitárselas, dándole empujones,que no le hacen otra cosa que reír conmi intento infructuoso porarrebatárselas. Me da una mirada, queme hace quedarme parada en el sitio.Con un movimiento ligero de la mano,las avienta por el terraplén, que dadebajodelbalcón.

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-¡Nometocarasunpelosinellas!

Me doy la vuelta, dirigiéndome a pasorápidoalacama.Mehagoconelmóvilymemeto por la única puerta que hay.Corriendomelometoenlospechos.Nomevaadejarincomunicada.Valisto.Si,siquiera lo piensa. Ian entra, dando unportazodetrásdesí.

- Dámelo. — Demanda, estirando lamano en mi dirección, con la palmahaciaarriba.

-¡No!—Repitoporsegundavez.

Parece que estando con él es la únicasílaba que conozco. Y la verdad, mecomplacenodarleelgusto,yvercomorabiaconmidesobediencia.

Si está acostumbrado a que todo elmundohagaloqueélordena.

Conmigo va a aprender a que eso nosuceda. Extrae el celular, ymarca bajo

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miatentamirada.

-Brunosube.

Dos simples palabras que me hacentambalearhaciaatrás.Si,letemo.

Esehombreesunbruto,ynosoloeso,sino, que además disfruta haciendo quehagan su voluntad.Como un rayo, sacoelmóvildemiescondrijoylobalanceoen su cara. Sonríe observándolo,satisfecho, por haberse salido con lasuya.

-Olvídalo.

Corta la llamada y se hace con elaparato.Bajolacabezaapesadumbrada.Se acerca y posa sus dedos sobre mibarbilla,mehacequelevantelacabeza,hasta posar mis ojos vidriosos, sobrelossuyos.

-Buenachica.—Dice,ymedauncastobeso.

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Un beso que no deseo, un beso quedurante mucho tiempo desee que mediera,yunbesoqueahoramismonomehace sentir otra cosa, que una muñecaquemanejaasuantojo.Sedalavueltaycaminahacialapuerta.

-Ian.—Ledetengo,antesdequesalga.-Hasdadoporecho,quenoestuyo.—Digo señalándolo. - Me estáscastigando...¿Porqué?¡Míralo!

¿Te has parado a ver sus ojos? ¡Si lohicieras, verías que son igual que lostuyos!

Achica los ojos, su mirada me dejaclaro,queahoraestamásenfadadoqueantes,yyosigosinsaberporqué.Semeacerca, intimidante, retrocedo por actoreflejo. Cuando está pegado a mí, mealzalacara...

¿Condesprecio?

- No dudo. Sé que no es mío. Quizás

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buscaras alguien parecido a mí, parapodersacartajadademidinero...

Sus palabras me golpean con fuerza.¡Nuncaharíasemejantebajeza!

- ¡Eres un imbécil! Dime al menos,porqueestástanseguro.

- Como quieras. Luego no te pongas allorar... Resulta que Carina, la que tebusca, esmi novia.Hace año ymedio,intentamostenerunbebé.

¿Yadivinaque?Soyestéril.

-Esonoesposible.Y tienes lapruebaantetusojos.—Murmullo.

- Eso díselo tú, al médico que me lodijo, y me quito mi mayor ilusión. Lajugada... Se te vino abajo, cariño. Noquise creer a Carina cuando me dijo,que eras otra caza fortunas, ¿Y sabesque?Ojalá lo fuera escuchadoy nomehubierametidoentucama.Adíadehoy,

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sigo pensando que fue el mayor errorquecometí.

-¡Entoncesdéjameenpaz!

-Loare,cuandoconvenzaaCarina,deque no significas nada para mí, y nocorras peligro por mi culpa. Hasta eseentonces.¡Aquítequedas!

Se marcha dos segundos después,dejándomeechapolvo,cadapalabra semehaclavadohondo.Esimposiblequesea estéril, le doy vueltas y llego a laconclusióndequeesedoctor lemintió.¿Peroporque?¿Conquéintención?

Me recuesto en la cama y me hago unovillo, cobijada hasta el cuello por lasmantas. Solo una pregunta ronda mimente. ¿Dónde está el Ian que conocí?Me quedo dormida, deseando que todoesto sea una pesadilla y por lamañanadespertarenmicasa.

Abro los ojos desubicada, mirando mi

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alrededor.Recuerdo el día anterior y ami rostro acude la tristeza. No mepermitoahogarmeenmimalasuerte,pormuchosminutos.Girolacabeza,hacialapersona que me da toda la fuerza. Locontemploconunasonrisaapenada.Melevanto,locojoymevoyalbañoconél.Preparoelagua,ysobremisrodillas,levoy quitando su ropita. Segundosdespués,losumerjoenelagua.

- Lo siento,mi pequeño. Saldremos deesta.Teloprometo.—Ledigo,conunasonrisatriste.

Termino de bañarlo, lo envuelvo en latoalla y estrechándolo contrami pecho,regresoalcuarto.Lepongounbodiyunpijamaparaqueestecomodo.Abresusojitos, y lo miro fijamente, sonrío y ledoybesosportodalacara.Melollevoabajo, rezando por no encontrarme conningunodelostreshombresqueestánenla casa. Tras diez minutos, doy con lacocina,lecalientoelaguayleechosus

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tomas de leche,me echo un poco en lamano,paracomprobarquenoqueme,ydespuésselodoy.

Mientras chupa y se agarra al biberón,comosiselofueranaquitar,salgofuerade la casa.Me quedo deslumbrada portodoelverdequerodealacasa.Cuandoselohatomado,mevoyadarunpaseoconél,comosuelohacertodoslosdías.Caminohastallegaralaarenayestoyaunos metros del agua. Me siento acontemplar el mar, buscando una paz,que no encuentro. Me quedo con mipequeño aquí sentada, por casi doshoras.

Decidoqueyaeshoradevolver,vanadar las doce de la mañana e Ian tieneque estar contento por no saber dondeestoy. Por supuesto, eso es uneufemismo, porque está claro, que encuantomevea,melavaaliar.Si,puedeque lo haya hecho aposta, o puede quenecesitaraunatranquilidad,queesacasa

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no me da. Yo me decanto más por laprimera,quelasegunda.Hagoelmismocamino, abro la verja y el primero conquienmetopoesMarcos.

- Dame al niño. — Dice, suavementeviniendohaciamí.-Lohagoportubien.Noentresconél.Dámelo.

Lo considero un momento, parecesincero.Seloentrego,sindiscutir.

Entroenlacasa,seguidadeMarcos.Nome quita ojo. Incluso me parece,percibir un atisbo de pena en susfacciones. Sigo hacia las escaleras,cuando alguien,me coge del brazo,meda lavueltay al pocoestoy sentadadeculoenlasescaleras.Mellevolamanoa la cara, aturdida, no proceso losucedido hasta haber pasado unosminutos.Ianmecontempla,colérico.Lamíasé ladevuelveestupefacta,porquese haya atrevido a levantarme lamano.Desvio mi mirada a Marcos, quecontemplaelsueloincómodo.

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-¡Noseteocurravolveraponerunpiefueradeestacasa!

Me levanto y huyo de él hacia mihabitación,empiezoacreer,queMarcostienemás corazón que él. No vuelvo averaIanentodoeldía.

Marcos trae al niño, no tengo ganas dehablarconnadie,enloqueél,dejaamipequeñoensucuna,medoylavueltaenlacamadándolelaespalda.Nosécómodeundíaparaotro,mividasehavueltoun tormento, pero tampoco comprendocomo de un año para otro Ian se havueltounmonstruo.

Tresdíasdespués, sigosinatrevermeasalirdemicuarto,Marcosseencargadesubirme el desayuno, comida y cena,además de los biberones de Izan. Melevanto de la cama y me asomo albalcón. Como quisiera poder volar,igual que un pájaro y escapar delhombrequemásdaño,meestáhaciendo.

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Oigo la puerta abrirse. Miro en esadirección, sabiendo que encontraré aMarcos entrando a hurtadillas,intentandonomolestar,dejarloquetraeysalirigualderápidoacomollego.

-Marcos.Lellamo.

Me mira sorprendido, porque hayavuelto abrir la boca, tras tres días demutismo.Le sonrió.Por primeravez lededicounasonrisareal.

-¿Podemosconversar?

Asiente,viniendohaciamí,sesientaenuna de las sillas del balcón y meobserva a la espera de lo que quierahablar.Levantaundedoantesdequemedétiempoabrirlaboca.

-Responderé,loquetepuedacontestar.—Advierte.

-¿QuiénesCarina?¿Porquémebusca?

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-Carina es la noviade Ian.Y tebuscaporqueestaseguraqueIanteama.

- Ese hombre no ama a nadie... Unhombre que ama, no golpea, ni trata deestaformaalamujerqueama.

- Te equivocas. Ian tiene el mayormotivoparatratartecomoloestá...

-¡Marcos!

Doyunbote,aloírlavozdeadvertenciadeIandetrásdenosotros.

-Saldeaquíahora.

Marcosse levantayacata laorden.Meda una última mirada, como queriendodecirme algo, pero no le comprendo,hagoesfuerzosporquereradivinar,queestá tratandodedecirme, perono sirveparanada.

-Sindy,mírame.—Dice,poniéndoseamiespalda.

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-¿Porquédeberíahacerlo?

-Necesitovertusojos.

Comouna estúpida,me doy la vuelta ylemiroalosojos.

-Nomeodies...

Mi corazón se paraliza, su voz rasgadapor eldolor,mehacequerer abrazarlo.Pero no lo hago. Únicamente le miro,queriendo averiguar que sucede. Mevuelvoadarlavueltaymesientoenelbanco de piedra que hay al lado de labaranda.Ianmesigueymeabrazaporlaespalda.Ledejohacer,notengofuerzasparamásbatallas.

-Tecreo.—Mesusurraeneloído.

Mis ojos se abren de par en par. Suspalabras me dejan en conmoción porunos minutos. Intento darme la vuelta,peronomelopermite.

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- Os voy a proteger a los dos. No meodies.Nopodríavivirsabiendoquemeodias.

Sacaalgodelbolsillo,ymeloponeenel regazo. ¡Un móvil! Lo miro atonitaentremismanos.

- Puedes llamar, puedes entrar eninternet, pero solo aquí.No quiero quelo uses dentro, llévalo escondido cadavezqueentresenlacasa.

¿Lohasentendido?

Asiento, en estos momentos por muchoque quiera hablar, no encuentro laspalabras,exceptouna.

-Gracias.

Oímos el llanto de Izan, me giro en ladirección,desdedondelosllorosdeminiñomereclaman.

-Veporél.

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Una simple palabra, que no me dicenada.Hagoloquemehapedido.

Antesdesalir,leliosobreelcuerpounamantita,yregresojuntoaIan.

Tomo asiento y le miro. Estira losbrazos,miroalniñoy luegoaél.Se lodepósito en los brazos con muchadelicadeza. Me quedo como en tranceobservándolos. Izan abre sus ojitos, eIan sonríe, una sonrisa tan bonita yamplia,quedejavertodossusdientes.

-Esprecioso,comotú.Dice,dejandounbesoensucabecita.

-Ian.¿Quéocurre?

- De momento, no puedo decirte más.Solonomeodies.Paseloquepase.Nolohagas.

Asiento, poco convencida. Suena unpequeñopop.Iansacaelteléfonoylee.Resopla fastidiado.Meentrega al niño,

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selevantaysedirigealapuerta.

- Ella esta aquí.No lo olvides.Nomeodies.

CARAACARACONCARINA.

Ian desaparece de mi vista. Me quedaclaroaquiensereferíacuandohadichoqueellaestaaquí.¿Siquieredestruirme,porque la traen donde yo estoy? Cadavez entiendo menos. Una hora despuésaparece Marcos. La cara que trae, esindescifrable. No muestra nada. Semantieneimpasible.

- Ella quiere verte. — Dice, en tononeutral.

Antes de empezar a andar, todo micuerpopresientequeloquevaaocurrir,nome va a gustar.Mi sexto sentido sepone alerta y empeora, cuando oigoantes de bajar a Marcos decir: «Séfuerte». Camino hasta llegar al salón.MeencuentroaIansentadoenelsofáy

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a la tal Carina sentada en su regazo,dándole un morreo de infarto. Unpinchazome atraviesa el pecho. PiensoenIzanycojofuerzas,paraaguantaralabarbie que tengo delante. Bajo lamirada, y doy un golpecito con el pie,haciendoruido,paraquesepercatendequetienenpublico.

-Vayaaa.Eresmásmona,deloquecreí.— Dice la hermanastra de cenicienta,poniéndosedepie.

La comparo con las hermanas decenicienta,porqueensuvoz,sedetectaeldesprecio,yelodioquesientehaciami persona, y ahora mismo no tengomejorcomparaciónqueesasdosbrujas.Seacercahastamí,levantalamanoymedaunacachetada,lamiroconrabia,Ianaprietalamandíbula.

- ¡Bruno! — Oigo, cuando voy adevolverle el golpe, a la teta desilicona.

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-¡Bruno!Oigo,cuandovoyadevolverleelgolpe,alamuñecadesilicona.

Miro a Ian en el mismo momento, queesenombresaledesuboca.

Niegaconlacabezadisimuladamenteenmidirección.Acatolaordenmudaymemuerdo la lengua para refrenar elimpulso, que crece en mi interior, porquerer asesinarla con mis propiasmanos.

- ¿Cómo puedes preferirla a ella? Esmuy...Corriente.

-Nena.Esati,alaqueselehametidoesa ideaen lacabeza.Teexplique,quesolofueunpolvo...Aburrido.

Lamuñeca de silicona se ríe al ver elefectoquecausanenmílaspalabrasdeIan.

-Demuéstralo.

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- ¿Más?Nena ella esta aquí por ti.Mepedistequelatrajeraylohice.

¿No te basta que lo haya hecho, parademostrartequesolomeimportastú?

-No.Quieroque aprenda anometerseconloqueesmío.

¡Yameharte!Asímehagapedacitos labarbie después, no voy a quedarme,paradaescuchandosussandecesdeniñacaprichosa.

- ¡Oye, rubia de bote! Fue tu novio,quiensemetióenmicama.

Deberíaspensarporquelohizo,yversiese cuerpo de barbie postiza, essuficienteparasatisfacerle.

Larubia,rechinalosdientes,Ianpegaunbote del sillón, y yo sonrío, porque lehaya dado dondemás le pica. La rubiavaa tirarsehaciamí,pero Ian la rodeapor la cintura, lo atravieso con la

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mirada.

- He nena, no le hagas caso. Estababorracho.¿Recuerdas?

Labesaantemisnaricesyyohiervoenrabia.Meclavolasuñas,enlaspalmasdelasmanos.Sonríoporlaideaquesemeacabadeocurrir.

- ¡Bravo!— Digo, mientras aplaudo yles jodo, la escenita. - ¿No tendréispalomitas?Digo,yaquevaisahacerunapeli de esas. — Marco con énfasis elesas.-Porlomenosdarmealgo,quemeentretenga.

Los dosmemiran. Ian se quedamudo,nada más me observa como diciendo,«¡Te has vuelto loca!» Y a mí me danganasdereír.Hastaqueabrelaboca,labarbie.

-¿Sabesconquientemetes?

- Ni lo sé, ni quiero saber. La que no

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entiende eres tú. Yo estaba en mi casacon... — Me callo antes de meter lapata. - Con mi amiga, y aparece estelocoymeraptayahoraresultaqueporlalocacabecilla.

Larubiaseenfurecepormomentosyyoya nome puedo contener, me rio y riosinparar,mientraslacaradelarubiasetornaroja,eIanmequiereincendiarconlamirada.

- ¿Quieres que te demuestre que nosiento nada por ese idiota? Llama aBruno.

La rubia me observa alucinada, perohace lo que le he pedido, el secuazaparecealmomento.Nolopiensoysoloactúo, para que estos dos me dejen enpaz.Meplantoenmediodelhombrequedetesto,sinmostrarlarepulsiónquemeda, estar tan cerca de él. Sonrío comoloba, me la se dé memoria, es esasonrisa que se le pone a un hombrecuandoestásdispuestaairteconélhala

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cama. Lo hecho muchas veces, tantasquelasheolvidado.

-Bésame.—Lepido.

Por primera vez, veo a un Brunoindeciso,pasando lamiradadeIana larubia y de esta amí. Arqueo una ceja,miroalarubiaymeencojodehombros.Doyunpasoadelantecomounagata,enbuscadeunbocadodelicioso,cuandoloque quiero es vomitar. Me pongo depuntillas,yjuntomislabiosalossuyos.Al principio no copera, pero cuandopaso mi lengua por sus labios,aguantándomelasarcadas,él lacapturaal vuelo y me besa con frenesí eimpaciencia.Trasunosminutos,quemeparece, que ya he dejado las cosasclaras,meseparo,yloscontemplo.

Larubiasonríe,comounaniñapequeña,en cambio, Ian de contento no tienenada.

- Amor. — Dice la rubia, poniéndole

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ojitos.-Quesevayacuandoquiera.

¡Quéfácil!¡Sí!Loheconseguido.

- Vamos nena, te llevo al avión. Tupadre te está esperando. — Dice, convozforzada.

Cuando desaparecen, doy saltos dealegría y subo ha mi cuarto a recogermis cosas. Bruno me sigue de cerca.Llego al cuarto eufórica, que de lamismaefusividadabrazoaMarcos.

-¡Quécontenta!—Dice,confuso.

-¡Mevoyacasa!—Gritodealegría.

MarcosfrunceelceñoyBrunoniegaconlacabeza.

-Laacabadecagar...—Diceelúltimo.

Marcos espera explicación. El otro loponealtantodelosucedido,mientrasyorecojo.

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-Sindy.Para.¿Sabesloquehashecho?

- Conseguir que la rubia, no quieramatarme.—Digo,sonriente.

Resoplasonoramente.

- Escúchame. Los celos son fuertes ydemoledores,ytu...Acabasdedespertaral titán. Prepárate, porque cuandovuelva...—Dejalafrasesincompletar.

Yono leprestoatención,dichosacomome siento, solo asiento como un robot.Llega la noche e Ian no ha llegadotodavía.Conlasganasqueteníadesalirdeestelugar,ytendréqueesperarhastamañana, porque el idiota no se dignaaparecer. Echo las sabanas hacia atrás,metumboymetapo.Mequedodormidaensegundos,conunasonrisaenmicara.AldespertarbuscoaIanpararegresaramicasa,perono leencuentro.Mepasotodoeldíaesperandoimpacientequesedignearegresar.Alllegarlanoche,mevuelvo a dormir con una sonrisa más

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apagada.

Miro el calendario. Ya estamos aviernes. ¡Cuatro días! «Cuando me loeche a la cara se va a enterar», piensoconvencida. Bajo como todas lasmañana, miro a mi alrededor y comotodoslosdías,medanganasdequemarel caserón. Estoy agobiada, aburrida yencarcelada. Los malditos esbirros deIan, nomedejan siquiera ir a la playa,dar un paseo, o estar a más de dosmetros de la casa. Me vigilan en todomomento, paramigusto,másde loquelo venían haciendo, y estoy segura deque por orden, de un idiota que noaparece.Mi sonrisa hace dos días quese esfumó, pasando a mostrarse en micara, una facción dura y fría. Abro lapuerta de la calle, para por lo menosrespirar algo de aire puro, cuandoMarcos y bruno aparecen corriendoescalerasabajo.

Elprimeroseasomaporlaventanayel

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segundo, viene hasta mí, me coge delbrazo y tira bruscamente, cerrando lapuertaconlaotramano.

-¡Oyequenomeibaaescapar!

-¡Subearribaahora!

Por la forma en la que habla, me doycuenta de que ocurre algo. Salgocorriendo escaleras arriba, y meencierro enmi habitación. La furia quesentía ha sido sustituida por un panicoquemeahoga.Doyunpardebocanadasdeaire,pararelajarmeunpocoypensarconlacabeza.

Oigo voces abajo, una de ellas, puedodistinguirla clara y fuerte.Labarbie haregresado. Salgo sigilosa. Voy girandolos pomos de las puertas, con la claraidea de buscar algo, con lo que mepueda defender. Casi todos estáncerrados. Tras intentarlo con cinco oseispuertas,unacede.Asomolacabeza.¡Venditamisuerte!Entroeneldespacho,

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segura, de que esta puerta esta abierta,debido a que no les dio tiempo acerrarla. Aquí encontraré lo quenecesito. Busco rápida en lasestanterías, después me voy alescritorio,abro loscajones,sacándolosde su sitio. Pero lo que busco no loencuentro. Pienso por unos segundos.¡Qué tonta! Claro, esta gente así,siempresueleteneralgúndoblefondoenloscajones.Metolamanoenelprimero,nada, paso al segundo, nada. ¡Jodervamos! En el tercero, encuentro mipremio. Lo escondo en mi espalda,debajo del jersey, y bajo más quedecididaadejarlealarubia,quenomedejo intimidar. Bajo tranquilamente losescalones,comoimaginelarubia,nohavenido sola, viene con tres matones.Sonrío.Estanosabecómomelasgasto,cuandosemetenconlomío.

-¿Mebuscabas?—Digo,tranquila.

-Tienesmásagallasdelasquecreí.—

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Sueltalarubiacantarina.

- ¿Quéquieres?—Escupo lapregunta,bruscamente.

-¡QueentiendasqueIanesmihombre!

-Tedijequenomeimportaba...

MarcosyBruno,semantienenconposeamenazadora. Se acercan hastaposicionarse casi delante de mí, solodispongo de un hueco, para enfrentar alatetaspostizas.

-Márchate Carina.Antes de que hagasalgodeloquetearrepientas.—

SiseaMarcos.

- ¡La quiero fuera de mi camino!Vosotrostrabajáisparamí.¡Apartaros!

- ¡No Carina! Nosotros cumplimosordenes de Ian. No de una mocosacaprichosa.—Leespeta.

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- Muy bien. Sois dos, contra tres.¡Chicosapuntad!

Susfielesperroslohacenenelacto.Nome asusto, mantengo la calma todo loque puedo. Si quiero salir con vida deaquí...Tengoquehacerloymantener lacabezafría.

- ¿Dónde esta Ian? — Pregunto,distrayéndola.

Losdosqueestánenmibandosemiranconfusos.Parecequeesperabanquemeechará a llorar y a gritar. Los rodeo,acercándome a la que me interesa. Larubia venenosa.Confiada como esta deque tiene la situación en susmanos, nose percata de que escondo mi manoderechadetrásdelaespalda.

-¿Porquétendríaquecontestar?

-Porque...Soyyo la que te va apegaruntiro,sinolohaces.—Digo,mientraslepegoelarmaalafrente.

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Abre los ojos desmesuradamente, y susonrisadesaparece,a lavezque lamíacrece.

-Notengomuchapráctica,peronocreoque quieras arriesgarte a tan cortadistancia.— Le digo, segura. - ¡Bajadlasarmas!

Los matones miran a la rubia, está leshace un gesto de cabeza, y acatan laorden.Ahora somos solo tres armados.BruñoyMarcosmeobservan,sincreerque este ante ellos con un arma en lamanoyapuntandoconunatibieza,queniyomismasabiaquetenía.

- ¿Qué esperáis? ¡Desarmarlos! —Digo,mirándolosporelrabillodelojo.

Al fin reaccionan, y hacen lo que hedemandado. Empieza a gustarme lasituación, en dos segundos ha dado ungirodecientoochentagradosamifavor.Deestaratemorizadahepasadoasentirunaadrenalinaentodaslaspartesdemi

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cuerpo.Sigoatentaa la rubia,nuncahevistounamujer tanconfiadayestúpida,comoparaestarencañonadaynosentiruna pizca de temor. Yo estaríatemblando, y no con una sonrisa altivaenloslabios.

-Vale.Voyasacarelmóvil.Temostrarédónde esta Ian. Para que veas con tusojos,aquienesfiel.

Presiono la pistola más en su cabeza,advirtiéndola, de que no haga ningunaestupidez.Noduraría.Sihacecualquiercosa rara aprieto el gatillo sinmiramientos.Siintentajoderme,lajodoyo primero. Lo tengo claro.Me enseñael móvil. Busca el número y me lomuestra, para que vea que es a Ian aquienllama.

- Amor. Necesito ayuda. — Dice,melosa.

Cuelgayesperasonriente.Yoarrugoelceño.Ymequedoviéndolaporminutos

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queparecenhoras.

- ¡Qué coño, haces!— Suena, una vozfuerte, a la vez que un portazo retumbaenellugar.

JUGARPUEDENHACERLODOS.

Desviolamiradaendirecciónalavoz.Ianmeatraviesaconlavista.

Me mira a mí y luego la pistola,repitiendolaacciónvariasveces.

Asimilando que tenga un arma en lasmanos.Amí esoyanomemolesta,megusta lobienquesesienteenmimano.No tengo miedo, no tiemblo, y encimame protejo. Cuando salga de aquí, talvez valore la posibilidad de hacermecon una. No como esta, quizás unapequeña,quepuedallevarescondidaenelbolsooenelpie.

-Defenderme.

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¿Es que no lo ve? ¿Qué quiere quemequede quieta esperando a ver que tienepreparadolabarbieparamí?

-¡Bajaesoahora!

- ¡NO ME DA LA GANA! — Lecontestofuriosa.

-Sindy.—Dice,unpocomás suave. -Si aprietas el gatillo... Su padre, temataraati,ydespuésamí.Bájala.

-¡No!¡Queselargueymedejeenpaz!

-PiensaenIzan...

Ycomosiminiñosehubierapuestodeacuerdo con él, empieza a llorar,haciéndose escuchar en toda la casa.Desviolamiradahaciaarriba,mifuerzaflaquea y la mano me tiembla. En esadebilidad Ian se me echa encima,arrancándome la pistola con facilidad.Se aleja, camina a la rubia, le da unbesoyleentregaelarma.Elcorazónse

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me parte. Y la rubia ataca brutalmenteconpalabrasvenenosas.

- ¿De verdad crees que el me habríadejado venir sola, sabiendo que quieromatarte? ¡Qué tonta! ¿Y quien es esemocoso?

- Cuidado nena. Estás hablando de mihijo.—LeaclaraIan.

-¡Tienesunbastar...!

Nollegaaterminarlafrase,cuandoIanle ha estampado tal bofetón, que porpoconodalavoltereta.

-Sieseniñoexisteesportuculpa.¿Tecreesquenoséquelepagastealmédicopara que me diera un diagnósticoerróneo? ¡No vuelvas a expresarte asídeél!

-Ian...Yo...

-¿Quedaclaro?

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La rubia asiente. Y como no puedeatacarle a él arremete contra mí. Seacerca lentamente, achico los ojosexpectantealoquevayaahacer.

Iannonosprestaatención.

- Venia a traerte esto. — Dice, ensusurrosdesviandolavistahaciaIan.

Cogemimano, lo deposita en ella y lacierra, para que nadie vea, quedisimuladamente me ha entregado unamemoriaUSB. Se aleja,mientras yo lamiroconfusa.¿Quequierequehagaconesto? O mejor dicho, ¿Que quiere quevea? Lo mantengo escondido en mimano.

Rezando para que nadie se percate dequelotengo.

- Me voy amor. Ya se acabó aquí ladiversión.—Dice, caminandohacia lasalida. - Cuida tus espaldas... Te hasmetidoconquiennodebías.—

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Meadvierteantesdecerrarlapuerta.

Los matones de la rubia, siguen elmismo camino segundos después,pasando por mi lado, sin siquieramirarme. Suelto un suspiro y salgoescaleras arriba,mi pequeñoha dejadode llorar y necesito ver que esta bien.Corrocomosieldiablomepersiguierahastallegaraldormitorio.

Abro la puerta y todo mi cuerpo serelaja, soltando por la boca un suspirode alivio. Sonrío al ver la escena quetengo delante. Un Marcos sonriente,tiene a Izan en brazos y le canta unanana, mientras lo mece en sus brazos.Me quedo en trance observando, locariñoso que es con mi pequeño y lodulce que se le ve, con un niño enbrazos.

-Hola.—Digo,bajito.

Marcos se da la vuelta y me ve. Seencoge de hombros y me mira como

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diciendo,«noseteocurradeciranadie,que me has visto así» Sonríoampliamente, la verdad que perderíamuchos grados en su puesto de secuaz.Hasta a mí me empieza a costar creerque sea un matón, y eso que yo sé aciencia cierta que lo es. Pero verlecuidardeunacosatanchiquitinaconunamor desmesurado, hace que teenternezcasylomiresdeotromodo.

-Sedurmió.—Meinforma,mientraslorecuesta.

Me acerco a él, y lo que nunca penséqueharía, lohago.Pasomismanosporsu cuello y lo abrazo, acurrucando micabezaensuhombro.

Se queda contrariado y sin saber quéhacer. Sus manos no se mueven delcostadodesucuerpo.

-Gracias.—Lesusurro.

Puedo percibir en el momento que

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sonríe, no me hace falta mirarle parasaber que lo hace. Su cuerpo sedescongela, y sube sus manos a micintura abrazándome con una ternurasobrenatural.Medepositaunbesoenlafrente, y no sé por qué, busco sus ojosquedandomiboca,casirozandolasuya.Nosmiramosporminutos.Ningunohacemovimiento. Es como si el tiempo sehubieradetenido.

-¡Marcos!

Mi mundo se tambalea al escuchar lavoz demandode Ian,mi cuerpo enterotiemblaenlosbrazosdeMarcos.Enunmovimientoveloz,seseparademí.

-Losiento.—Dice,nosésia Ianoamí.

Ian sale por la puerta con una miradaaterradora. Marcos me da una últimamirada,y saledetrásde Ian.Yoqueyame empiezo a cansar de esta malditasituación. Salgo segundos después. Sé

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dóndetengoqueir.

Mis pies caminan sin hacerle faltaordenes para que lo hagan. Llego aldespacho de antes, donde conseguíhacermeconelarma.Medetengoen lapared, dispuesta averiguar que sucede.Me llevo lamanoa la cara, y entoncesme doy cuenta de que sigo llevando elUSB. Me lo meto en los pechos,escondiéndolo de ojos indiscretos.Escuchoatentamente.

- Que te crees que haces. — Le siseaIan.

-Nada.

- No me ha parecido nada. ¡No teacerques a ella! — Le dice, conseveridad.-¿Tegusta?

-Novoyacontestaresapregunta.

- Muy bien. Te regresas a Italia estatarde.Llamaréaotro,quesepacumplir

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consutrabajo.

- No volverá a pasar. Me mantendréalejadode ella.Nopuedes rodearla deotrobrutocomoBruno.

-Entonceshaztutrabajo.Yolvidaesossentimientosporella. ¡Otra faltadeesecalibreytelargas!—Legrazna.

Me retiro un poco, temiendo que laconversación haya terminado y algunode los dos salga y me descubra. Unossegundos transcurren, cuando oigo denuevoaMarcos.

- Deberías reconsiderar este absurdoplan.

- ¡No! ¿Tienes uno mejor? Si no lohacemos así llegando hasta el final,sabes que ella no querrá saber yentonces...Noestará,dondedebeestar.

- Creo que te estás equivocando.¡Deberías decirle la verdad,

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explicárselo, y que ella decida! Si noeresciego,tesigueamando.

Las palabras de Marcos, presiento legolpean fuerte. Semantiene un silencioalargado. Hago oidos sordos para quelas palabras dichas no me afecten. Séquesilopiensodetenidamente,loharán,ynoquiero.

-¡Olvídalo!Esteeselunicocamino,laquieroconmigo,nomeimportasihedejugarsucio,sihedementirle,contaldeque termine donde debe y a mi lado,haré cualquier cosa. — Dice,apesadumbrado.

-Quizáscuandolosepatodo,lapierdas.—MurmuraMarcos.

Me doy la vuelta sigilosa y regreso alcuarto. Pienso en todo lo que he oído.¿Cuálseráeseplan?¿Aquéserefierencon mi lugar? ¿Que me ocultan? Laspreguntas vuelan por mi mente, sinhallar respuestas. Me asomo a ver a

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Izan. Mi pequeño duerme tranquilo.Quien no quisiera ser un bebé en estosmomentos... Sin problemas, sinentendimientosysinsufrimientos.

-No se lo vamos a poner tan fácil. ¿Aque no pequeño? Si quiere jugar, ledaremosjuego.

Ledoyunbeso, rebusco en el armario.Cuando encuentro lo que buscaba,sonrío con malicia. Me voy a loscajones y cojo un conjunto de lencería.Es todo negro de encaje. Uno de misfavoritos.Memetoalcuartodebaño,yme doy una ducha a conciencia,agradeciéndole a Ian, porque hayacomprado el gel y la crema de olor avainilla que siempre utilizo. Meentretengo, depilando mis piernas, yaxilas. Un rato después, llevo miconjunto puesto y una simple bata desedaencolorturquesa,quetapalojusto,para que no se vea nada, pero si lobastanteparainsinuar.

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Nosalgoen todoeldíadeldormitorio,no porque no pueda, si no porque noquiero. Esto lo hago a propósito, maspronto que tarde, terminara subiendo abuscarme.Megiro,aloírunosgolpesenlapuerta.SéquenoesIan.Elnotocaríaparaentrar.Simplementeentraría.

-Pasa.

ApareceBruno,y cuando reparaenmí,el biberón impacta contra el suelohaciéndose añicos. Intento reprimir larisa, pero no puedo. Su cara decircunstancias,esmuygraciosa.Asíqueme rio sin parar, mientras sigue sinpoderdesviarlamiradademispiernas.Sacaelmóvil,yantesdequemarqueséloquevaahacer.Noledoyimportanciayme siento en la cama con las piernascruzadas, movimiento que hace que labatasubaunpocomásydejemásdemismuslosdesnudosalavista.

- ¡Ian joder, encárgate tú de ella! —Dice,mientrassepasaunamanoporel

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pelo,enseñaldefrustración.

Sequedacallado,escuchando loqueelotroledice,yosigosininmutarme.

-¿Quehagamitrabajo?Vale,si,enesoestamosdeacuerdo.Pero...

¿Cómocoñolohago,sinmirarelcuerpobonito que me está mostrando y queluegonomemates?

Se queda mirando el telefono. Pareceque el idiota pillo la indirecta, porqueha tardado dos segundos en cortar lallamada.

- Lo que haga contigo, lo tendrásmerecido.—Meadvierte.

- ¡Ian que sucede!—Oímos la voz deMarcosporelpasillo.

Cuando entran en la habitación, laescenamásgraciosanopuedeser.

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Me contengo de reír, tampoco quierosobrepasarsulímite.Peromovermenomemuevo ni un ápice.Brunome da laespalda mirando a Ian y encogiéndosede hombros. Marcos no sabe dóndemeterse,sabequesigiralamiradahaciamí, o intenta intervenir, Ian lo sacara apatadas. Ian por otro lado, no despegalosojosdemicuerpo,tragandounavezcon dificultad. Soy consciente de ello,porque en todo momento, mis ojosobservan su reacción, y desde dondeestoy,pudevercomosunuezdeadan,semovía una única vez con muchoesfuerzo.

- Marcos... Coged al niño y salir deaquí. — Dice, con una voz un pocoronca.

No me muevo, no monto pataletas, nipido que no se lo lleven. Sé que conMarcosnocorrepeligro.Poresesimplemotivo, cuando atraviesa la habitación,acatandolaorden,ledoyunasonrisa.Al

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pocosalenlosdosdelcuarto.

-¡Estásloca!¿Queestáshaciendo?

-Divertirmeacostavuestra.

-Pontealgo...

-Noquiero.—Lecorto.

Me levanto y me acerco a él,contoneando mi cuerpo. Me pongo depuntillas, porque no llevo zapatos, ycercadesuoídosusurro.

-Notegustaloquéves...

- No me gusta que te vean ellos. —Aclara.

Mealejounpoco,ycomounavezhice,hacetiempoenunavión,lebeso,conladiferencia de que aquella vez, no hizomovimiento y en esta, me devora condesesperación.Mecogeporlascaderas,y me arrincona en la pared. Nos

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besamos con ansias. Sus besos pormomentos me hacen perder la cordura.Cuando me doy cuenta de que intentadeshacerse de mi bata, le doy unmanotazoyunempujónymealejodeél.

- Vuelve aquí. — Demanda, no muycontento.

-¡SaldemicuartoIan!

-¡Yunamierda!

Viene como un loco, me coge por elbrazo antes de que me dé tiempo aretirarloymeestrechacontrasucuerpo.Su boca se apodera de la mía, se lopermitoduranteunossegundos.Alpocolevuelvoadarotroempujón.

-¡Saldemicuarto!—Repito.

-¿Aquécojones,juegas?—Gritafueradesí.

-¿Ytú?—Ledevuelvo lapelota. -Se

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supone, que estoy aquí para que meprotejas,perolarubiavieneyvacomoledalagana.¡Quierorespuestas!

Setiradelpeloconfrustración,memiray en su cara aparece una sonrisa,prepotente. Bajo mi atenta mirada, sedirigeamiarmario,yapuñadossacalaropa, lo miro desubicada, sin entenderque le ha dado ahora. Cuando la tienetoda fuera,memira con una sonrisa desuficiencia.Larodeatodaentresubrazoysupecho.Frunzoelceño.

- ¿Quieres provocarme? Muy bien.¡Ahoraseráporqueyo,asíloquiero!

Seencaminaa la terraza, echoacorrerdándole puñetazos en la espalda. Misgolpesselatraenfloja,siguesucaminoylanzalaropaavolar.Measomoporlabaranda, viendo como uno de misvestidos,daapararaunárbol.

-¿Porquélohashecho?

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- ¿No estás cómoda así?— Dice, conburla. - Si juegas conmigo, hazte a laideaqueperderás.

Sedalavueltaysemarcha,dejándomecompletamentesinropa.¿Y

ahoraquehago?¡Capullo!

PESADILLADELPASADO.

Dos días después, sigo sin salir de lahabitación,al imbécil lehabeneficiadodejarme sin nada que ponerme, así seasegura, que no voy a salir de aquí.Estosdosdías,solohevistosucara,nodejaqueMarcosyBrunoseacerquenalcuarto para nada. El se encarga desubirme desayuno, comida y cena, y yoyaestoyhastaelgorrodeversucaradesatisfacción. Cojo la bata, que es laúnicaprendadelaquedispongoademásde mi ropa interior, y me la pongo.Extraigoelmóvildelcajóndelamesita,yelUSBdedebajodelcolchón.Mevoyalbalcón,ymirosielUSBesnormalo

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de tarjeta. Para mi sorpresa es detarjeta.

Busco la pequeña tarjetita y la sacó,luegolaintroduzcoeneltelefono.

Me voy a archivos de tarjeta, dondeencuentrodoscarpetas,unaconvídeosyla otra con fotos.Abro la segunda.Memantengoimpasible,estoyaloesperabade esa hija de puta. Paso las fotos sinmirarlas, no quiero que mi mente sellene de imágenes de ella e Ian, paramayoresdedieciocho.Cierrolacarpeta,rabiosa conmigo misma por ser tanestúpida de mirar un contenido que yaimaginaba. Abro la segunda dudosa,pero curiosa. Se reproduce un vídeo,que hubiera preferido no ver. Veo unodetrásdeotro,atónita.Noquieroverlos,pero no puedo parar de mirar,repitiéndomeunayotra vez, «quenadadeesoesverdad».

Semeescapauna lagrima,de lamismarabia que siento, por darme cuenta que

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nosabíaconquienmemetía,quetodoloquecreíqueera,nuncahaexistido,queaparentaba ser una persona que no era.¿Cómofuitanidiota?

-¿Quiéntehadadoeso?

Megirobruscamente,encontrandoaIandetrás demí.Escondo elmóvil, es unatonteríaporquehavistoyoidolomismoque yo. Se me arrima y doy un pasohacia atrás. Imaginaba lo que era, a loque se dedica, pero verlo con mispropiosojosesdemoledor.

-Tehehechounapregunta.—Insiste.

-Tunovia... ¿Quién sino?—Digo,enunhilodevoz.

- ¡Maldita! — Dice, dando un pasoadelante. - No tenias que saberlo. Nohastaqueyotelodijera.

- ¿Por qué haces eso? ¿Puedes dormirpor las noches? ¿No tienes

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remordimientos? — Pregunto unapregunta detrás de otra sin poderloevitar.

- Es lo que soy Sindy. Por eso salíhuyendo aquella noche... No soy buenoparati.Siéntate.

Lo hago, no porque me lo pida, si noporque lonecesito,porquenosésimispiernasmevanaseguiraguantando.

- Soy la mano derecha de AlessandroRomaní.

- ¿Por qué? — Pregunto, queriendoentender.

Es la única pregunta que me interesa,sabercomosucedió,porqueescogióesavida, habiendo podido tomar cualquierotrocamino.Pordinerosefijóqueno.Aél le sobra a montones. Así que esemotivo, queda descartado por mayoríaabsoluta.Me centro en el y espero queporunavezrespondamipregunta.

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-Hacecincoaños,memetíconlamujerdelhombreequivocado.Esehombreeramuypoderoso,bastabaquelevantaraundedodesumano,paraqueaquel,quelecontradecía, o no hacia su voluntad,desapareciera como la arena cuando latienes en tus manos y el viento se lalleva. Un amigo me hablo deAlessandro, me dijo que el me podríaayudar y así fue. Consiguió evitar quemematarantendiéndolesunatrampa,enla cual la mitad del bando contrariocayo.Desdeentonces,ledebolavida,ymehemantenidoasulado.Empececonpequeños encargos, y poco a poco mefuiganandosuconfianza,hastaelpuntode ser hoy su mano derecha, el queordena a sus hombres, el que lleva suscuentas,yelqueseencargadequenadaande mal. Si hay un problema, losoluciono.Noimportaelmodo,hagoloque tengo que hacer, y nadie mecontradice.

Cuando acabadehablar, sigo sin saber

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quépensar.Noveobien,que torturenauna persona durante horas ymenos quelo hagan hasta que no aguantan más eldolorymueren.Mellevolasmanosalacara.

Todavía intento borrar de mi mente laimagendeIan,pegándoleunbalazoaunhombre de rodillas, suplicando por suvida.Ianmeapartalasmanosdelacara.Acerca su cara a la mía y me besa,aprovechandomiaturdimiento.Luegosealejaymedicelaspalabrasdelaúltimavez.

«Nomeodies».

Al día siguiente Ian se apiada un pocodemí.Entraconunabolsadeunatienda.Digounpocoporqueeldesgraciado,meha traído un jersey de cuello alto y unpantalónvaquerounpocoancho.

- ¿No había ropa de mi talla? —Pregunto arqueando una ceja en sudirección.

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-Por supuestoque sí.Estoesparaquelo pienses antes de hacer otra de tusjugadas.

-¡Eresunidiota!

-¡Esotepasa,porprovocadora!

Medoylavuelta,mirándomealespejo,conunamuecadedesagrado.

Laropaquehaelegido,nomefavoreceen nada. Parezco incluso más mayor ydesarreglada. ¡La madre que lo parió!Medanganasdequitármelaytirarlayoporelbalcón.Perootravez,estaríasinropa y seguiría encerrada en estahabitación.GruñosomeramenteeIanmeabraza por la espalda. Me quedo muyquietaviéndolodesternillarsederisa.

-Vamosadarunpaseo.

- ¿Paseo?No y no.Yo no salgo así deaquí.

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- ¡Pero si estás muy guapa! Además,vamos aquí al lado. ¿No quieres quehagamosunameriendaenlaplaya?

Lo considero por unos minutos. Voy aser el hazmerreír, todo el mundo memirara.Bufoporquenecesitosaliryverlacalle,estarunratosinproblemas.Leasientonomuyconvencida.Mecoge lamanoy tira demí, lo sigomanteniendola boca cerrada.Desde el otro día queme entere de a que se dedicaba, nohemos vuelto a tocar el tema, no hequerido seguir dándole vueltas. Nopuedo cambiarle. Que no me guste esunacosa,yaceptarloesotra,yyosolopuedo aceptarlo y rezar porque el díamenos esperado no sea el quien recibaun tiro. Salimos solos, dejando a Izancon Marcos. Llegamos a la playa,respiro una fuerte bocanada de aire.¡Qué hermoso! El agua es tantransparente, que aun siendo finales deenero, te dan ganas de darte unchapuzón.

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Ian deja la cesta de pícnic en el suelo,sonriendo estira una toalla, y dandopalmadasenella,meindicaquetomeasiento.Comounaniñapequeña,lohago,yendías sonríodeverdad,unasonrisaabierta y grande. Saca unosemparedados y unas Coca-Colas. Entresonrisasymiradascompartimosunratode tranquilidad. Cuando termino, metumbomirandoalcielo.

De repente siento un sobre peso y lacabeza de Ianme tapa el poco sol quehace. Su sonrisa me deja alelada, mepierdocontemplandosusojos,esosqueson exactamente igual que los de mipequeño.

-Ian...

Mebesasuavemente.Unbesotandulce,quemipechodaunbrinco.

Casi parece como si fuera a salircorriendo y yo no pudiera hacer nadaporevitarlo.¡Diossantootravezno!Mi

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corazón se acelera, y en mi estómagosiento un cosquilleo imposible de nopercibir, es como si tuviera un montónde enanitos en el interior, preparadoscon una pluma para en el momentooportuno atacar. Ian me sigue besando,aumenta la intensida, pero sin dejar lasuavidad.

-¡Aestolellamastunosentirnadapormihombre!

Doyunbote al oír la vozde la barbie.¡Genial!Siantesmequeríamatar,ahorame querrá enterrar con sus propiasmanos.

-Nena.¿Quéhacesaquí?

-Veniraverte.—Leescupelarubia.

Ian se levanta de un salto. Hago lomismoqueél,aunquenotengoganas,loquequieroeshacerunagujero,meterlacabeza,enterrarmeyomismayahorrarletrabajo a la psicópata. La rubia,me da

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miradas que matan, sus ojos no seapartan demí.Quizás este esperando aversitienepoderesydelavistalesalenrayos o fuego, para reírse mientras meincendio. Ian seacercaaellay lepasael brazo por la cintura. ¿Y si losasesino? En estos momentos mi partelunáticaestácreciendoporminutos.

-Nena,tehedichoquemellamesantesdevenir.

- ¿Y no estropearte el polvo?—Dice,zafándosedesusbrazos.

Vienehastamí,memiradearribaabajo,haciéndome recordar la ropa horrendaquemehatraídoIan.

- Deberías vestir siempre así.—Dejacaercongracia. -Buenoparaqueveasquenosoytanmala...Hetraídoalguienqueconocesmuybien,ypor la cual sedétuexistencia.

Me quedo mirándola confusa. ¿Quién

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puede conocerme que conozca a estaarpía?Mis ojos la siguenmirando a laespera que me saque de dudas. Meseñala detrás mía, giro la cabezasiguiendo la trayectoria de su dedo ydoyunpasohaciaatrás.Miestómagoseencoge y mi cuerpo se agitavisiblemente. Terror, todo mi ser seinundadeunmiedoincontrolable.

- Hola, Sid. — Pronuncia la voz, quenuncapensévolveraoír.

-No...Noteacerques.—Imploro.

- Vamos amor. — Dice la arpía. -Dejemosquehablenunratoasolas.

Iannosmiradeunoaotro,lesuplicoensilencioquenomedejeasolasconesteanimal.Gira la cabeza hacia la rubia ymi alma se cae apedazos, cuandoabrelaboca.

- Vamos nena, pasemos un ratodivertido.

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Sevancogidosdelamano.Mientrasmequedo inmovilizada viendo como semarchan. Se me acerca mi peorpesadillaysalgocorriendoendireccióna la casa. Tengo que llegar hastaMarcos.Eslaúnicamaneradesalvarmede este animal. Corro desesperadamientrasmepisalostalones.Mealcanzaa un par de metros de la casa,cogiéndome por un brazo y tirandofuerte, haciéndome impactar contra elsuelo. Se me echa encima, y me da lavueltadejándomemirándoledefrente.

-¡Tedijequemelaspagarías!

Mebesaconbrusquedad,ymerevuelvocomo una tigresa, le doy patadas,puñetazos,learaño,peronadaledetieneparadarmeunabofetada,quemerajaellabio,haciéndomesentirlasangreenmiboca.

Sigo arremetiendo con fuerza, enredaunamanoenmipelo,yconlaotrarasgaeljerseydelana.Llorodeimpotenciay

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rabia porque Ian me haya dejado coneste salvaje. Sigo luchando porliberarmedeél.

Cuandosientounmordiscoenelpecho,quemehaceaullardedolor.

Dejodebatallar,yenmidesesperaciónbusco a tientas algo con lo que poderarremeter. Toco algo y lo envuelvo enmipalma.Ledoyungolpeenlacabeza,tan fuerte como me dejan mis fuerzas.Tocándose la cabeza, rueda hacia unlado,yyoaprovechoparasalirhuyendo.

Llegando a la puerta, me alcanza otravez, me coge del pelo y me da unempujón que consigue hacerme caer,dándome en la frente contra la pared.Mellevolamanoalacabeza,mimanoseimpregnadesangre,yelniseinmuta,porelcontrario,vuelvealacarga.Amílas fuerzas semehanacabado.Estandosobre mí, saca una navaja y corta elsostén.

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Mis lagrimas caen a raudales, como sifueraunacascada.¡Estoyperdida!Dejode luchar contra lo inevitable,sollozandocomounaniña.

-Apártatedeellaonolocuentas.

Reconozco la voz y lloro todavía más.¡Gracias al cielo! Sebas se separa demí, cuidándose de hacer movimientosbruscos. Contempla a mi salvador,mientras me pongo en pie tambaleante.Meechoa susbrazos,desesperadaporencontrarconsuelo.Nomeimportaestardesnuda.Necesitotocarlo,verificarqueesreal,yqueSebasnohaconseguidosucometido.

-¡Lárgateynovuelvasacercarteaella!—Dice,sindejardeapuntarle.

Comounconejoasustado,saleporpatassinechar lavista atrás.Meabrazomásfuerteaél. Intentandososegarel llanto,ymitigareldolor.

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-¿DóndeestaIan?

- Con la arpía.—Escupo con rabia. -GraciasMarcos.

-Vamosacurarteesosgolpes.

Subimos, comohadichome cura todoslos golpes. Resoplando, farfulla un parde insultos, mayormente cuando ve elbocadoenelpecho,queyaseempiezaaponermorado.Acaba de curarme ymedalabataparaquemelaponga.

-Tetraeréunapastillaparaeldolor.

-Gracias.Deverdadmuchasgracias.

- He hecho lo que tenía que hacer.—Dice,saliendoporlapuerta.

Merecuestoenlacamaadolorida,delacaídameduelenloscostados.

Cansadacierrolosojosporunsegundo,quedándome dormida sin ser mi

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intención.

HUMILLADA.

Abro los ojos yme siento en la cama,con lágrimas en los ojos. Miro mialrededor y me relajo un poco. Lasmalditas pesadillas han regresado,espero sean solo por unos días, noaguantaríavolverasentirlaspormeses,despertándome a cada hora asustada yconlosojoshúmedosporelllanto.Miroel reloj, las siete, solo he pegado unacabezada de dos horas. Resoplo y mepaso la mano por la cara, tengo quetenerunaspectodeplorable.Melevanto,busco ami niño en la cuna, pero no loencuentro. Bajo las escaleras, veo aMarcosconelenbrazosymeacerco.

-¿Cómoteencuentras?

-Hechaunadefesio.—Intentobromear,mientras tomo asiento a su lado. - ¿Haregresado?

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-No.Sindy...Noselotengasencuenta.

- Marcos. Me dejo sola. Sebas no hasuperadoqueledejara.Cuandodescubrísu adicción, le di varias oportunidadespara que se desintoxicara. Nunca loconsiguió,ledeje,pasepagina,yaélnole gustó. Me seguía, me mandabamensajes amenazadores, y ya una vezintento hacerme daño. Gracias queAnthony estaba ahí. Él debió ver elpanico enmis ojos, ymedejo sola.—Susurro.-Se...—Cojoaireconfuerza.-Sefueconella.

-Noloentiendes.Quiereevitarqueellatehagadaño.

- Pues hoy ha fracasadoestrepitosamente. — Le Digo, en unsuspiro.

Marcos lleva al niño arriba y preparaalgo de cenar, son casi las diez e Iansiguesinaparecer.Mientrascenamos,seabre la puerta y mi cuerpo se pone

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rígido, cuando Ian entra con lapsicópata.

- ¿Queda para nosotros? — Dice, larubia.

Melevantocuandovienehacianosotros.Marcos me susurra un «no te vayas»,peronolehagocaso.Nopuedoestarenla misma sala que ella. Porque o memata de una vez o la mato yo. Pasorápido, con la cabeza agachada por elladodeIancaminodelasescaleras.

- Detente. — Pide Ian, antes de quellegueasubirunescalón.

- Estoy cansada Ian.—Digo, forzandomivozparaqueformeunafrase.

-Mírame.—Demanda.

Ignorosuvozysuorden,comenzandoasubirlosescalones.Endoszancadas,seponedelantedemí,posandosumanoenmi barbilla y alzando mi cabeza hasta

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unir nuestros ojos. Al verme sus ojosmuestran un dolor intenso, desvía lamiradaalarubia,mecogedelamanoymellevahastaallíalafuerza.

-¡Eresunazorra!—Legrita.

-Esosiemprelohassabido.—Dice,larubiaquitándoleimportancia.

Ianledaunbofetón,quelahacegirarlacara en un movimiento rápido, no sécómono lehapartido el cuello. ¡Ojaláselohubieraroto!

-El tratoeraque tedemostrabaquenome importaba, sin que le pusieras unamanoencima.

-Amor.Yonolahetocado.

- Lo has mandado que es lo mismo.Márchateahora.

-¿Meestásechando?

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-¡Sí!

Larubiasaleporlapuertamalumorada,casime parece ver que echa humo porlosoídos.

-Vamos.

Me coge lamano y tira demí hacia lahabitación,peronohalamía,alasuya.Abrelapuertaymehacepasar.Mehacesentarmeenlacama.

- Muéstrame lo que... Lo que te hahecho.—Dice,conrabia.

-Iandéjalo.

-Quieroverlo.

- Muy bien. ¡Siéntete culpable porqueesto es tu culpa! ¡Espero que el polvohayavalidolapena!—Lerecrimino.

Mequitolabata,ydejovisibleparaél,elmorado con los dientesmarcados en

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mi cuerpo. Pasa la mano suavementesobre él, como si quisiera hacerlodesaparecer. Se pega más a mí, y mecogepor lacintura,medabesospor lafrente,lacarayfinalmentebajahastaelmordisco. Me da suaves besos en esazona y luego pasa la lengua en unacaricia.Regresaamicara,sedesplazaami cuello y me susurra haciéndomeestremecer.

-Nomeheacostadoconella.

Me besa, y tiemblo en sus brazos, porlas sensaciones queme hace sentir.Nodeberíagustarme,nodeberíaquererquelo haga y lo peor es que no deberíanecesitarlo.

- Voy a hacer que lo olvides. Conmisbesos y caricias voy a borrar sushuellas.

Me besa en los labios con muchadelicadeza, no opongo pegas y sigo elmovimiento de sus labios, estira de la

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batahaciaatrásdejándolacaeralsuelo,besándomeconunaternuraquenosabíaque existiera, me coge en brazos y medeposita en la cama, tumbándose sobremí. Los besos, caricias y pasiónaumentan, hasta estar casi sinrespiración.

-Nomeodies.—Susurradespegándoselo justo de mí. - Solo tuyo. No loolvides.—Dice,entrejadeos.

Mi alma se agranda al escucharle. Mevuelve a devorar la boca, mientras meacaricia, como si quisiera recordar eltactodemicuerpoensupiel.Semuevesobremí,haciéndomealcanzarelmismoparaíso,unparaíso,quealcanzamoslosdos juntos y que solamente él es capazdehacer,queloalcancecomonunca.

Me quedo dormida estrechada por susbrazos,conelpensamiento,dequeotravezdestrozaramicorazón.

Me despierto con una sonrisa, una tan

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grande que va a ser muy difícil hacerquedesaparezcademirostro.Observoami alrededor, topándome de frente conlamiradadeIan.Lesonríofeliz,peroelnomedevuelveelgesto.Frunzoelceño,sin entender que le ocurre.Me entregaunabolsa,quecogededetrásdeél.

-Vistete.Eljuegoterminó.—Dice,convozgrave.

-¿Dequéhablas?

Noreciborespuesta.Saleporlapuerta,dejándomeparaquemevista.

Nisiquieramefijoenlaropa,mevistocomo una automata, y sin peinar voy apasovelozaalcanzarloyquemedéunaexplicación. En el último escalón, meparo en seco. Me dan ganas de salircorriendo hacia arriba y esconderme.No lo hago, me mantengo erguida conmuchoesfuerzo.

Perolohago.

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-¡Ganenena!—Dice,Iandichosoalarubia.

Aprieto la mandíbula hasta límitesincalculables, dejo de hacerlo en elmomento que me doy cuenta de queestoy chirriando los dientes. Con unamirada venenosa,me acerco al salón yme paro en medio. Dirijo la miradarabiosa de uno a otro sin cesar. En elsofá el hombre queme he dado cuentanuncadejedeamar.Estásentadoconlaarpía entre sus piernas. Bruno en uncostado con una sonrisa complacida.Marcos,prefieredesviarlavistademisojosyquenoaviste lasonrisaapenadaque muestran sus labios. Lo intenta,porqueaunquehaqueridoserrápido,yolohesidomás.

- ¿Qué has ganado? — Pregunto, asabiendas, que no quiero saber lo quedirá.

- Veras... Como puedes deducir, fueSebasquienmehablodeti.Esehombre

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teaborrece.—Dice,larubiasonriente.

-Ellavinoareclamarme.Ylounicoquese me ocurrió, fue demostrarle quenunca me has importado. — ContinuaIan.-Meibaadejar.¿Loentiendes?

-Heestadoaltantodetodo.¿Notehandichoquelacasaestallenadecámaras?¿Que lo he estado viendo todo? —Finalizalarubia,tapándoselabocaparahacersuspalabrasmásdramáticas.

Mi cara cambia por momentos, noquiero creer nada de lo que estándiciendo. Es imposible que solo mehaya utilizado. ¡Otra vez no! ¿Cómo hesidotaningenua?

- Luego se nos ocurrió hacer másinteresanteeljuego...

-¡Hicimosapuestasparaverquetiempotardabaenmeterteasucama!

—Completa la rubia la frase de Ian. -

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Teinformoquehaganado.Elmanifiestoque lo haría enmenos de dos semanas.Debo felicitarle por la idea de quetrajeraaSebas.

¿Todohasidoplaneado?¿Cómohasidocapaz?¿Porquémeodia?

-Ellos tambiénapostaron.—Dice, Ianseñalando a los secuaces. - Es más lodelUSBfueideadeMarcos.Perofalloen su juicio, no te derrumbaste comoalegoqueharías.

-Ah, seme olvidaba.Lo delmóvil, laescenita esa tan bonita, de que te dabaalgodelibertad,fueideamía.Creoqueestuvodemáselgolpequetedio,peromereímucho,contucaradedecepción.—Alegalarubia.

- ¡Sois unos monstruos despreciables!¿Todoporcumplirloscaprichosdeunamujerqueosmanejacomomuñecos?

- No te olvides de lo que me he

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divertido con este juego.— Suelta Ianconunasonrisa.

-¡Tedespreciocomonuncadesprecieanadie! ¿Qué has conseguido con esto?¿Humillarme, burlarte de mí? ¿Creesquemividaseacabaraporesto?¡NomeconocesIan!Guárdatealgoenlacabeza.¡Dóndelasdan,lastoman!

Salgo escaleras arriba, cojo a mipequeñodecididaasalirdeestelugar.

No tengo dinero y no sé cómo lo are.Peroalgosemeocurrirá.Bajoysalgoalacalledejándolosenel salón, todavíariéndosedeloquehanhecho.Medirijoalaplaya,noséaqueotrositioir.Sacoel móvil, que todavía tengo y marcosegura.

-¿Sí?

-Anthony.

-¿Sindy?

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-¿Puedesvenirabuscarme?

-¿AAlemania?—Pregunta,confuso.

-No.EstoyenunaislallamadaElba...

- ¿Estasen lacasade Ian?—Preguntaconmocionado.

-Teloexplicarédespués.Porfavor,notardes.Tengounpequeñode tresmesesenbrazos.

-Voyparaallá.

-Estoyenlaplaya.—Ledigoantesdequecuelgue.

Me siento en la arenamirandohacia elmar, pensando en como se han burladode mí. Solo por diversión y poder. Unpoderqueyonotengoparadevolverlesel dolor que han causado, porque si nome las pagarían uno por uno y concreces.

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-Sindy.

Resoplo con fastidio, al escuchar a lapersona,quecreíqueestabaempezandoatomarmeaprecio.¡Quéilusa!

-¿Quéquieres?—Espetosinganas.

Se sienta enfrente de mí. Sonríe, y yoarrugo el ceño. ¿Qué tengo cara dechiste?

-No te vengas abajo.El poder aquí lotienes tú. Puedes devolverle golpe porgolpeaCarina.

- ¿A sí? ¡Hablas en serio! ¿Aver dimecomo? Porque por más que le doyvueltas,noencuentro lamanera,ellaespoderosayyono.

- Te he vigilado por años. Tienes unafuerzadelaquemuchoscarecen.

Tumundoeseste,lollevasenlasangre.ElcometidodeIan,yélmíosiempreha

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sido mostrarte cuál es tu lugar.Pregúntaleatumadre...

Quien es este hombre. — Dice,entregándome una foto. - Él te dará elpoder.—Terminalafrasesonriendo.

Semarchaymequedoadmirandolafotoconfundida. ¿Qué tiene que ver mimadre,conestehombredeportealtivoyamenazador? Me guardo la foto,dispuesta a preguntarle. Hora y mediadespués, sigo sentada observando a lanadaausente.Estoysentadaenlaplaya,peroescomositodavíaestuvieraenesasala,oyendosusrisasburlonas,mientrassonríen complacidos de ver como mehago añicos, como si fuera un cristal,cayendodeunaalturadecincopisos.

-¡Sindy!

Dejo de martirizarme por ser tanconfiada, y me giro hacia la voz. Melevantoconlosojosllorososymeechoalosbrazosdemihermana.

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Lloroderabiaeimpotencia,ymejuroamímisma,quearecaera labarbieylaveréarrastradaporelfango,suplicandoporclemencia.

-Tabi...

- ¿Qué es eso? — Dice, señalando elpequeñobusto,quetengotapadoporunamanta.

-TusobrinoIzan.—Digo,destapándolopara que lo vea. - Y tuyo también.—Digo,dirigiéndomeaAnthony,que estadetrásdemihermana.

Abrenlosojosdeparenpar.Lomiranylo remiran, pasan minutos sin poderdespegarlosojosdeél.

- ¡Sindy Montes! ¡No te lo voy aperdonar en la vida! ¿Qué clase dehermanaeres?

- Peque. Tranquilízate. Abra tiempo dematarlos más tarde. ¿Qué ha sucedido

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para que nos hayas llamado? —Preguntaimpaciente.

Lescuentotodo,cuandoaparecióIan,elsupuestopeligroquecorría,larubia,lossecuaces...Todo,nisiquieramedejolaparte de Sebas, la noche que pase conIanylaescenadeestamañana.Anthonynodicenada,aprieta lamandíbulaysegiraendireccióna lacasa,mihermanacorre detrás de el y yo detrás de ella.Me cuesta seguirles el paso, debido aque cargo con Izan y temo caer con él.Llega a la puerta y ni se digna a tocar,directamente la abre de una patada.Todos en la sala, se quedan por unosmomentos sin saber que sucede. Ianrepara en su hermano y se saca a larubiadeencima.Seponedepieconlasmanosenlosbolsillos.

-Hermano.¿Aquésedebetuvisita?

Anthony le propina un puñetazo. Mellevolamanoalaboca,cuandoBrunoyMarcosleapuntanconsusarmas.

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-¡Guardarlasahora!—Lesgraznaalossecuaces.

-¡Estásloco!

- ¡Eres una estúpida! — Dice,mirándomefríamente.

Anthonylepropinaotropuñetazo,quelehaceuncorteenelfilodellabio.

- ¡No vuelvas acercarte a ellos! Tucomportamientonotienenombre.

-¿Túmejuzgas?¡Tuquequisistehacerelmismodañoomayorqueélmío!

- No te equivoques hermano. Yo nuncallegaría hasta el punto de hacer dañofísicamente a una mujer, por conseguirmi objetivo. ¿Sabes el panico que letiene a ese tío? ¿Sabes que teníapesadillas por culpa de él? ¿Sabes quepodía haberla matado por tu brillanteideadedejarlasolaconél?Asíqueno

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nos compares, porque la diferencia esqueyosécuándohedepararytuno.—Lerebate,furioso.-Vámonos.

Coge ami hermanade lamano, y amípor un brazo, y tira de nosotras por elmismo camino que entramos. Antes desalir,echounaúltimamiradahaciaatrás.Ian mueve los labios muy lentamentepara que lo entienda. «Nos volveremosaver».

VERDADESESCLARECEDORAS.

Llegamosacasademimadre,entramosy lo primero que hace es abrazarme yluego darme un sermón de una hora ymedia, por haber mantenido a mipequeño en secreto. Durante esa horaescucho reproches, uno detrás de otrocomo un bombardeo, bajo las sonrisasdesatisfaccióndemicuñadoyhermana.Memantengoconlacabezaagachadaentodomomento,concentrándomeencogeraire y soltarlo, mientras me resigno aseguir oyendo las voces que da mi

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madre.

-Losiento.

Mimadreresoplayseapiadademí.Medaun abrazo, y por unosminutos tengoganas de volver a llorar. Pero no lohago, le he pedido a mi hermana ycuñado que no digan nada de losucedido, ya ha pasado todo y no hayporque alarmarla por algo que ya haacabado.

- Anda lleva a Izan a la habitación dearribadelasniñas.Tendréqueprepararotrocuartoparaminieto.—Dice,masalegre.

Sonrío y cojo a mi pequeño de losbrazos de mi hermana. Subo a lahabitación seguida por ella. Entro alcuartoqueanteseradeTabiyqueahoraes el cuarto de los bebes.Me asomo auna cunita y veo una cosita pequeña,pero un poco más grande que mi Izan.Misonrisaseacentúaalverqueesrubia

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también.Pareceserquelosgenesdelospadresgananporgoleadaalosnuestros.Lorecuestoal ladode lapequeñay lesdeposito un beso a cada uno en sucabecita.

- Ella es Sindia. Y esta es Lidia. —Dice,acercándosealaotracunita.

Me asomo y la miro, son iguales. Ledepositootrobesoalapequeña.

Miro a mi hermana que sonríe. Estacontenta de que al fin, conozca a susniñas.

-¿Cómolohaces?Digo,yoesconunoyacaborendida.¿Cómolohacescondos?

- Ja, ja ja ¡Conmucha paciencia! ¿Porquénonoslodijiste?

Tomoaireantesdedarleunarespuesta.Buscandolaforma,paraquesepongaenmilugaryentienda.

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- Tabi, él desapareció. No sabía quéhacer.En sumomento pensé que era lomejor.Tuestasconsuhermano.¿Creesquenose lohubieradicho?Yo todavíano estaba preparada para decírselo,pero... Paso todo esto, empezó ajuzgarme y se lo tuve que decir. Y aunasí no me creyó. Primero se fue acomprobarlo.

- Lo siento Sindy. Se ha pasado de laraya.

Pasamoselrestodelatardedecompras.DejamosaunAnthonynomuycontentopor tener que cuidar de los tres bebes.Nosotras paseamos por el centrocomercial comprando todo lo que nosapetece.

Yo mayormente me decanto por ropanueva.EnelburguerKingcompramoslacena. Mi madre sabe que adoro lashamburguesas y por hoy nos complacecon una cena "de comida nocomestible", como ledice ella.Cuando

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llegamosacasasonpasadas lasochoymedia.

Abrimos la puerta y nos encontramos aunAnthonyacostadoenunamantatiradoen el suelo con los tres bebes. Nosreímos,selevetanrico...

- ¿Qué? Cuando no llora uno, llora elotro, esta era la única solución que heencontrado.

Lesdamoslacenaalospequeñosylosrecostamosenlascunas.

Después cenamos tranquilamente.Anthony y mi hermana se quedan adormir, no quieren sacar a las niñas haestahorayqueseresfríen.

Subo ami cuarto después de ellos,mepongounpijamaymeacuesto.

Doy vueltas en la cama sin poderdormir, finalmente, cojo la foto de lacartera y la contempló. ¿Debería

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preguntar? Sigo mirándola, me doytoquecitos con el dedo en la nariz yacabo guardándola, como sigaobservándola conesa insistencia, sevaa acabar desgastando. Me quedodormidapasadalaunadelamadrugada.

Al despertar, me llevo las manos a lacara. ¡Maldita sea!Me limpio los ojoscabreada, por levantarme con los ojoshúmedos. No recuerdo haber soñado ymenos llorar; pero mis ojos lo dejanclaro. Intento dar otra cabezada, pormucho empeño que le pongo, no lologro.Me quedo extrañada,mirando elaparatodebebes.¿Nosehadespertadotodavía?Me levantoyvoyalcuartodelosbebes.Nohayninguno.

«Queraro»pienso.Bajolasescaleras.

- ¡Buenos días!—Me saluda Anthonycon mi pequeño en brazos, dándole unbiberón.

- Lo siento. No tienes bastante con las

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tuyas, para que ahora también carguescon élmío.—Le digo, arrepentida denohaberlooídollorar.

- No te preocupes. Necesitabasdescansar. Es normal, y a mí me gustaencargarmedeellos.Tuhermanaestaenlacocinaconlasotras.Vesytomateuncafé.Aquíestátodocontrolado.

Le sonrío agradecida.En la cocina,meencuentroaunaTabi,batallandoconlaspequeñas, para que se tomen sudesayuno. Le quito un biberón de lasmanosyse lodoya laquecreoqueeslidia.

-¿Cómolasdistingues?

-Sonmías.Yapartetienesestepequeñolunar. — Dice, señalando encima dellabiodelaniña.

-Ah.¿Yellanolotiene?

- No. Solo Sindia lo tiene. No te

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preocupes,coneltiemponoteharáfaltafijarteenél.

Trasdesayunarsubo,mebañoymevistoconunodelosvestidosqueadquiríayeren el centro comercial. Me pongo loszapatos,mehagounacoletaymepongoun poco de maquillaje. Me despido,dejando a Izan con mi madre. Voy acomprarmeunmóvilnuevoyallamaraSusana.

LlegoalatiendaylepidoalachicaquemesaqueelúltimoiPhone.Lopagoymemeto en una cafetería que hay justoenfrente. Me pido otro café paraterminardeespabilarme.Aunquesonyalasdiez,meparecenlascinco,escomosi esta noche mi cuerpo no hubieratenido el descanso que necesitaba. Lacamareradejaelcafésobrelamesayseva. Enciendo el aparato, le meto elcódigo de acceso y espero. Una vezencendido, marco el número de miamiga,me lo se démemoria y no hace

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falta que lo tenga guardado en eltelefono.

-¿Quiénes?

-Susanasoyyo.

-¡Graciasalcielo!¿Dóndeestas?¿Quéhasucedido?¿Estasbien?

- Ahora sí. Estoy en Barcelona.¿Suceder?PuesqueIanylaarpíateníanganas de divertirse, y me utilizaron deentretenimiento.—Digo,contristeza.

-¿Dequéhablas?—Pregunta,miamigaaturdida.

Comohiceconmihermanaycuñado,lerelato todo, con la diferencia que lohago en susurros, porque estoy en unacafetería.

- ¡Por todos los santos! ¡Malditocapullo!

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Voy a echarme a reír, pero unos ojosnegrospuestosenmí,hacenque la risaseatraganteenmigarganta. ¡Estoyaesacoso! Mi mirada se vuelve dura,contemplando la sonrisaquemededicalapersonaqueacabadeocuparmimesasinpermiso.

- Susana... Luego te llamo... Me hasurgidoalgo.—Digo,incoherente,niyomismaséqueexcusaponerle.

Cuelgo antes de oír su respuesta. Sigomirando a quien tengodelante con caradepocosamigos.

-¿QuéquieresahoraMarcos?—Digo,intentando no alzar la voz. - ¿No oshabéisdivertidoyabastante?

-NoestoyaquíporIan.Peroveoquenohaspreguntadoloquetedije.

-Noynovoyahacerlo.

-Séqueloharás.—Dice,sonriendo.-

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Y todavía no has entendido que Ian tequiere a ti... — Dice, levantándose. -Esteesminumero.—Dicedejandounpapelenlamesa.-Esperotullamada.

Se da la vuelta y se va. Me quedomirando el papel como si fuera unaserpienteymefueraamorder.Meacaboel café, y me levanto sin apartar lamirada de ese papelito. Me paso lamano por la frente, y en contra de mivoluntadloguardoenlacartera.Dejounbilleteenlamesaymemarcho.

Llego a casa y solo esta mi madre,parece que mi hermana y Anthony hansalidoadarunpaseocon losniños.Seinternaenlacocinayyodoypaseosdeun rincón a otro, valorando si debopreguntar. La curiosidad hace que nopueda estarme quieta. Llego a laconclusión que es mejor preguntar defrenteyquemesaquededudas.Marcosestabamuy seguro de lo que decía, asíque... Tiene que conocerle, ella tiene

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que saber quién es ese hombre, pero...¿Porquépresientoque esa informacióncambiaramivida?Desistodedarlemásvueltas, sacomi cartera yme hago conla foto. Entro a la cocina donde mamaestá preparando la comida. Todavía espronto para comer, pero ella prefierehacerla pronto, a comer tarde. Dudounos segundos. Inspiro hondo, caminohacia mi madre y dejo la foto en laencimeradelacocina.Mimadredesvíala vista y la ve. Su mano se quedasuspendida en el aire con el cucharónqueremovíalacomida.«Loconoce».

-¿Quiénes?—Pregunto,segura.

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Mi madre bufa y después se gira paravermealosojos.Lesostengolamirada,a laesperadequehable.Sedemoraunpoco, tomandoasientoenunabanqueta,ycruzandolasmanossobresuregazo,alavezquesonríecontristezayañoranza.

- Es el hermano de tu padre. O mejordicho,tutío.Esehombredelafoto...Estuverdaderopadre.

Doyunpasohaciaatrás,porlafuerzadesuspalabras.La realidadmegolpea enla cara. ¡Imposible! Me doy la vuelta,lleno un vaso de agua y me lo bebocomosiestuvierasedienta.¿Cómovaasermipadre?¿Y

porquenuncamelohadicho?

- Sindy, mírame. — Pide suave. -Cuando era joven, me apunte a unprograma de intercambio de estudios.Ahí loconocí,enItalia.Unaciudad tanbella que te atrapa.Me enamore de él,

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deuna formade laquenuncahevueltohacerlo. Cuando me entere de losnegocios en los que andaba, ya estabaembarazada de ti. Ni tu padre, ni yoqueríamosquecorrieraspeligro,poresoestuvimosdeacuerdoensepararnos.

Memira,resoplayluegodesvíalavistaal suelo.Yo sigomirándola atonita. Lamitad de mi vida ha sido una mentira,nunca en mi sano juicio, me hubieraimaginado que mi padre, no era mipadre. Sigo digiriendo lo que me hadicho, perome cuesta bastante, esto esde película. Dirige la vista de nuevohaciaamí.Creoquevalorandoeldolorque me ha podido causar esa realidadque ha soltado por la boca después deveinticuatroaños.

-¿Cómotienesesafoto?

- ¿Cómo terminaste con mi tío? —Ignoro su pregunta, con un tonoincrédulo.

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- Elme quería, y estaba ahí cuando lenecesite. Después me embarace deTabi... Y todo cambio, empezaron lasdiscusiones, los gritos, los insultos, losreproches y los golpes. Siempre medecía,«¡Porquénomequierescomoaél!». Nunca entendió que el tenía micorazón, que se lo había ganado, y queel amor que tenía por su hermano,simplemente se había reducido a unbonitorecuerdo.—Dice,melancólica.

-FueMarcos.—Respondosupregunta.

- Así que el pequeño Marcos, ¿He?Cuando lo vi por primera vez, el teníaseis años y ya se notaba que iba a sermuyguapo.

-Si,loes.—Ledigo,conforme.

- Es el primo de tu padre. Lo queríamucho, no me extraña que lo tenga demanoderecha.—Sonríe,másbienparasi,queparamí.

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Niego con la cabeza, no sabe loequivocadaque esta, y no sabe que sinhaberescuchadosunombre,yaséquiénesmipadreyloquedebohacer.

- Sumano derecha es Ian. El padre deIzan.—Suelto,convencida.

Mi madre se levanta tan abruptamente,quecasitrastabillaconlasilla.

Su mirada se ensombrece. No necesitaquediganada,esmimadre,ycomounamadreconoceasushijos,nolosconocenadie.

-¡Noloharás!

-Mama...

- No Sindy. ¿No lo entiendes? Yo mealejedeesemundoporti.¿Ytúquieresirdecabezaaél?

- Tengo que hacerlo. Puede que estecometiendounerror.Leamomama.No

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meimportaelmalquemehayahecho.Sino lucho ahora por lo que quiero,siempre tendré esa espina clavada. ¿TequedarasconIzanuntiempo?

- Nada de lo que diga servirá parahacerte cambiar de idea. — Dice,resignada. - Siempre te pareciste a él.Nuncahasdejadoquenadietepisoteara.Quientelahacia,seladevolvíasconeldoblededolor.—

Terminacasienunsollozoahogado.

Me acerco amimadre y la abrazó confuerza. Esto es muy duro para ella, loentiendo, teme que cualquier día mesuceda algo, pero no puedo cambiar loque soy, mis impulsos locos tambiénveníanenel lote.Comodicemimadre,«nunca me quedo con la espina en elpecho, tengo que devolverla, y con eldoblededaño».

- Te quiero mama. — Le deposito unbesosuaveenlamejilla,mientrasconla

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otramano,lelimpiounalagrimaqueharodadodesusojos.-

Cuida demi pequeño.— Le digo, convozquebrada.

Me separo dándole una sonrisa, salgocorriendocomolos toroscuandoentranen una plaza de toros, llego al cuartobastantefatigada,porsubirlasescalerasde dos en dos. No puedo perder mástiempo.

Preparo una maleta lo mas rápido quepuedoyvuelvoabajar.Saliendoporlapuerta, llegan Tabi y Anthony. Dejo lamaleta,cargoamipequeñoylecomolacaraabesos,semeescapaunalagrima,por no saber que tiempo estaré sin él,peronopuedollevarlo,estoeslomejorparaél.Ledoyunbesoalaspequeñas,luegoaAnthonyydespuésmeabrazoami hermana, que me mira sin entendernada.

-¿Dóndevas?—PreguntaAnthonypor

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fin.

-Hacer lo que tengo que hacer. ¡Darleun escarmiento al idiota que tienes porhermano!

Conesaveracidad,lesdejoenlapuertade la casa de mi madre, observandocomo me voy sin mirar atrás. Si lohiciera, lloraría, se me encoge elcorazón,cadavezquepiensoqueestoydejandoamibebé,lailusióndemivida,sin el calor de su madre. Cojo airefuertemente. Si todo sale bien, volveréenmenostiempodelqueespero.

ELTRATO.

Mesientoenlamismacafeteríadehaceunrato.Antesdenada,marcoelnúmerodemiamiga.

-Dime.

-Veoquehasgrabadominumero.

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-Porsupuesto.¿Cuándovienes?

- Susana, necesito que te quedes untiempoaltantodetodo.

-¿Porqué?

-Ahoramismonoeselmejormomentoparahablardeello.Cuandoregresetelocontarétodo.

-Porlomenosdimedondevasaestar.

-EnItalia.—Lerevelo,paraquenosepreocupe. - Puedes llamarme a estenúmero siempre que quieras. Paracualquier cosa, seras a la única que lecojaeltelefono.¿Deacuerdo?

- Vale. No te preocupes. — Me dice,resignada.

Cuelgo dos segundos después,despidiéndomedemiamiga,conun

«nosvemos».Sacolacartera,laabroy

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mehagoconelpapelitoquemeentregoMarcos. Lo sostengo por minutos queparecen horas, lo miro sin poder dejardehacermepreguntas.

¿Estaré haciendo lo correcto? ¿Deberíaolvidarme de lo que me han hecho?¿Seguir conmi vida? ¿Dejar que sigancreyendoquepuedenhacerydeshacerasu antojo? Cada una de ellas merespondo lo mismo. «No» «no» «no».¡Esa arpía me las va a pagar! Meimporta poco, si esmimedió hermana,sillevalamismasangrequeyo,lotengobiendecididoymarcadoenlamenteconletras grandes: «TE VOY A QUITARESOSAIRESDEPRINCESA».

Pulso en el teléfono cada número,despacio y con cuidado de noequivocarmeenninguno.Espero loqueme parece una eternidad. La primerallamada no es contestada, bufo cuandooigo la voz, que te informa que es elbuzón de voz. Finalizó la llamada y lo

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vuelvo a intentar, consigo el mismoresultado. Lo mismo con la siguiente.Decido dejar el móvil en la mesa yterminarme el café, para volver aintentarlo.

Me entretengo en mirar la gente, losminutos semehacen lentos, es comosiel tiempo fuera a cámara lenta, odirectamentesehubieraparado,oquizássimplemente soy yo, y mi impaciencialas que creen que el tiempo pasademasiado despacio. Giro la cabeza alsentir elmóvil vibrar, todavía no lo hepersonalizado, por eso lo pusedirectamenteensilencio,nadamásparaque vibrara, porque no soporto esostonos tan cutres que traen todos losaparatos. Lo cojo y me lo llevo a laoreja.

-¿Sí?

- Sabía que me llamarías... ¿Dóndeestas?

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-Enelmismolugardehaceunrato.

-Endiezestoyahí.Salfuera.

Corta la llamada, es una orden, noquierereplicasyquecumplaconloqueha pedido, por eso no me ha dadoopciónarebatirle.Igualmenteaunquelofuerahecho,habríalogradolomismo,ono,alomejorinclusohabríasidopeor.Dejo mis pensamientos aparcados a unlado,dejounbilleteenlamesaysalgo.Me apoyo en la pared al lado de lapuerta del local. Un poco después, sedetieneuncochetodonegro,lapuertadeatrásseabreyoigounavozaltayclara,«sube». Pongo los ojos en blanco, meexasperaquemedenordenes,nuncalashe toleradoyahoraempiezoa entenderporque, "nací para darlas, no paraacatarlas". A paso decidido subo alcoche, cerrando la puerta detrás demí.Mecruzodebrazos,mientrasunMarcossonriente,memira.

- ¿Por qué ahora? — Pregunto,

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queriendo saber, porque en tantos añoscomohantenido,melodicenahora.

-Porqueeselmomentodevolver,yquerecuperesloqueestuyo.

Arqueounaceja,mirándoleconinterés,queriendotraspasarlapiel,querodeasucabeza y entender que quiere decir.Desvio la mirada por el cristal,pensativa,me pregunto que será lo queencontrarécuandolleguemos,comoserámividaapartirdeahora.

-Asíqueeresmiprimo.—Asiente,conla cabeza despacio. - ¿Y como puedestener sentimientospormí?—Pregunto,directa.

Carraspea un poco incómodo, luego sepone el dedo en la boca, en un gestopensativo.Se lohevistohacerenotrasocasiones.Ponesusojossobrelosmíosysonríe.

- No he convivido contigo. No te he

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rozadocomoprima,yllevomuchosañosacargodetuvigilanciayseguridad.Esnormalquehayaalbergadosentimientospor ti. ¿No? — Comenta seguro, connaturalidad. - Eso no quiere decir, quecrea que hay una posibilidad. Tu lugaresestarconIan.

-Olvídalo.—Ledigo,sonriendo.

-Hasudebidotiempo...Loentenderás.

Sacaelcelular,antesdequemarque,sémuy bien lo que va a hacer, con unmovimientorápido,seloarrebatodelasmanos.Meechaunamirada,deesasqueutilizaparaintimidar,perosolomehacereírconganas,delantedesucara,yesoesloquehago,reírmesinparar.

-Nolevasadecirqueestoycontigo,losabracuandoyoquiera.Sino,mebajodelcocheahoramismo.

- Muy bien. Ahora devuélvemelo, siquieres que tu padre los saqué de la

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casa, antes de que lleguemos y se tefastidielafiesta.—Medice,consorna.

Selodevuelvodesconfiada.Marcaynolequitoojo,niatencióndelaspalabrasque salen de su boca. Como me hadicho, su cometido era informar aAlessandro,"mipadre".Esinconcebibleparamí, llamarle de otra forma que nosea por su nombre. Para mi es undesconocido,unhombrequenohevistoenmi vida, y un hombre del cual hastahace dos horas, no sabía ni quien era,así que paramí, la palabra "padre", esmuygrandeparamiboca.Puedequeélhaya estado al tanto de mí, que hayaseguidomispasos,quemevigilara,peropara ganarse el honor de oír de mislabiosesapalabra,tendráqueganársela.

Trassubirotravezenunaviónprivado,pasar una hora ymedia aguantando lassonrisasdeMarcos,«deyosécosasquetuno»,llegamosaRoma,dondeMarcospara acabar con mi paciencia, decide

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que nos detengamos a comer. Leatravieso con la mirada, en lo quevamos caminando a la entrada delrestaurante. Me fijo en el cartel, rojocompletamente,conunlogotiporedondoblanco,enelqueselee

«Pinsere»yjustodebajo«Roma».

SigoaMarcos,quenisiquierasedignaa preguntar que es lo que quiero. Mienfado aumenta, me repatea que nometenganencuenta.

Cuando finaliza el pedido en elmostrador, posa su mano sobre micintura y me dirige a unas pequeñasmesas de fuera. Retira la silla y tomoasiento.Elsecolocajustoenfrente.

-¿Quéhaspedido?—Lereclamo,másquepreguntar.

- Una pizza. — Suelta como si fueraobvio. - Es lo que sirven en laspizzerías.

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-Ya.Megustapedirmipropiacomida...—Lesiseo.

-Séloquesuelescomer.

Se mantiene un silencio espeso en elaire, hasta que llega la pizza. Lacamarera la sirve y se va. Observo lamasa redondaynopuedoafirmar simicaraesrecelosaodeplenoasco.

-Nolamiresasí,ypruébala.

-Nidecoñalehincoeldienteaeso.—Señalo laespeciedepizzaredondaquehayenlamesa.

¡Increíble!Simimadremeve,nose locree, amí, a la que le gusta toda clasede comida rápida, diciendo no a unapizza.Peroesqueesparaverla.Parececomo si los ingredientes estuvieranechados a pegotes, es verla y se merevuelve el estómago. Prefiero cuandolleguemos hacerme un bocadillo, acomerloquetengodelante.

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-Pruébalaohagoquelapruebes.Comotúquieras.

-¿Meestásamenazando?

-Mmadvirtiendo.

-¿Ycomoloharías?¡Listo!

-¿Deverdadquieresquemontemosunaescena? A mí no me importa ser elcentrodetodaslasmiradas.

Doy un rodeo al lugar, viendo que haybastantegente,resignadaregresolavistaotra vez a la cosa redonda. Resoplo ycojo un cacho, adorándolo enmimanopor un buen rato. Yo todavía no la heprobado y Marcos va por la terceraración.Quizásquenotengabuenapinta,no quiera decir que no sea comestible.Tras un rato admirándola indecisa,cierro losojosymela llevoa laboca.Se me escapa un pequeño, peroperceptible «mmm». Abro los ojos degolpe, al filtrarse las carcajadas de

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Marcospormisoídos.Lemiroceñuda.

-¡Quetehacegracia!—Ledigo,entredientes.

- Para no querer probarla, casi parecíaque habías alcanzado un orgasmo. —Dice,sinparardereír.

Me ruborizo debido a sus palabras, ydesvío lamirada a la gente que pasea.Poco después regresamos al auto.Tardamoscomoalgomásdemediahoraen llegar a nuestro destino. Según medice Marcos antes de salir del coche,estamos exactamente en la vía SantaSeconda. Le sigo, callada observandotodo. ¡Medre santa!No puedo dejar dealucinaralvereltremendoalrededordecésped,flores,unafuente,yunpocomásalejado una pista de tenis. Pero lo queme deja desfasada, es el edificio quetengo justo delante en tono beis y rojo,rodeadotodoelfrenteporunpaseo,condos espacios uno a cada lado, con sustoldosdehierroybancosdepiedrapara

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reposaralasombra.Mibocadebeestarabierta hasta limites inalcanzables,porquelacaradeMarcosesorgullosaydesatisfacción.

- Bienvenida a la mansión Romaní.—Dice,dándomelaespalda.-¿Hansalidoya?

Mequedoviéndoleconfusa.¿Aquiénlehabla?No he visto que haya sacado elteléfono, ni le he vistomarcar ni nada,miro ami alrededor, aquí solo estamoselyyo.Mepongodelanteylemiro,másconfusasisepuede,porqueelgradoquetengodeconfusiónesenormeysubiendopormomentos.

-Vale.Entramos.

-¿Conquiéndemonios...?

Levanta lamano para queme calle, dacomomedia vuelta, agacha la cabeza amialtura,yseseñalaeloído.¡Flipante!Parececomosiestuvieraenunapelícula

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ytodavíanohubieraacabadoelrodaje.Tras enseñarme el pequeño artilugioadherido a su tímpano, se levantadesabrochaelprimerbotóndesucamisay me muestra un cable que rodea sucuello,queterminabajandoporsutorso,vuelve a ponerse de costado y meenseñaqueelcablefinalizaconectadoasu telefono, que lleva colgado en unafunda. Ahora si me he quedado enblanco, mi cerebro está desconectado,asimilandoestenuevodescubrimiento.

-Vale...

-Vamos.

Meponelamanoenlacintura,ymeguíahaciaelinterior.Noséaqueladomirar,vayadondevayamivista,mequedomásalucinadaqueantes.

Esunamansión,lujosa,decoradaconungusto exquisito, y la cual en mi vidaabría imaginado pisar. Subimos laprimera planta, me quedo noqueada

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cuando Marcos me dice que son tresplantas, que la mansión dispone deveintiocho dormitorios, piscinaclimatizada, gimnasio, garajesubterráneo como para seis coches,comedor con mesas como si fuera unrestaurante, cocina con servicio internolasveinticuatrohorasdeldía,despachoy sala de reuniones, entre otras cosascomobiblioteca,ynosécuántosbaños,porqueyamicerebronodaparamásysequedacomomedioaquíymedioenellimboynoleescucha.

-Adelante.—Oigo, una voz severa alotroladodelapuerta,dondenoshemosdetenido.

Entramos y un hombre, me mira concuriosidad, en su rostro se muestra suactitud dura, calculador, inflexible, conunpuntoarrogante,yunbrilloquehastahoy no había visto, «poderio». Unpoderío a tal escala, que su cuerpo,rostro y actitud, lo demuestran. Nos

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observamos por unos minutos, supongoquebuscandolomismo,«hallaralgodeluno en el otro».Es un hombremoreno,alto,deporterobusto,susfaccionessonbastante marcadas y por eso se ve aleguas, que es un hombre de carácterfuerte.

- Siéntate.—Ordena.Hago lo quemepide, me extraña hasta mí, porque nosoportolasórdenes.-Bienvenidaacasapequeña. — Dice, intentando ser unpocomássuave.

- ¿Porquéahora?—Repito, comounagrabadora,loquetantomeinteresa.

Lo considera durante unos segundos,desvíalamiradaaMarcos,ylehaceungesto de cabeza, este acata la orden ytomaasiento.Regresasumiradaamí,yhace una especie demueca, parecido auna sonrisa, o eso quiero creer yo quesea.

-Erahoradequevolvieras a tu hogar.

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Eres mi heredera, y te quiero aquí.Marcosmehapuestoal tantode todoyestoydeacuerdoentodoloquequierashacer.

- ¿Estas de acuerdo? — Repito,incrédula.

Ladealacabeza,mehaceunademándelamano,comodiciendo,

«esperaqueacabedehablar»,yahorasime da una sonrisa, una que es muyparecidaalamía.

- Te ofrezco tu venganza contra Carinaen bandeja, no pondré en entredichonada de lo que tú creas que merece.Tendrás dos meses, para aprender adisparar,pelearyactuarconlacabezayno movida por el corazón. Pero acambio... Cuando tu venganza estefiniquitada, te pediré algo que acatarassin objeción, sin histerias y de buengrado.

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¿Quédices?Loaceptasoabandonas.

LAPREPARACIÓN.

Repaso una por una todas las palabrasquehan salidode la boca de el que esmi padre. En mi cabeza solo resuenanlas últimas, «lo aceptas o abandonas».Nunca abandonó un propósito y menoscuandoesapersonahaqueridohacermedaño,ymenossielmotivoesinfundadoyporloscaprichosdeunaniñaconairesde grandeza. ¿Que podría pedirme quefuera tan malo? Pienso con muchoesfuerzo, pero nada acude a mi mente.¿Debería recular? ¿Quedarme con eldañocausado?«¡No!»Gritamimente,yes a lo único que le puedo hacer caso,poresohevenidohastaaquí.

-Acepto.

-Sabíaquenomedefraudarías.Pasarasestos dos meses en la casa de Ian.—Voyahaceramagodereplicar,peromedetiene, con un levantamiento de la

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mano. - No ira por allí, lo mantendréocupado.

Ahora... En el momento que entres poresa puerta,memantendré almargen detus problemas con él. Es mi mejorhombre, y hace muy bien su trabajo.¿Quedaclaro?

-Sí.—Murmuro.

-Teesperoendosmesesapartirdehoy.

Nos levantamos y vuelvo a seguir aMarcos, mientras caminamos, le oigopequeños murmullos, que deduzco sondebidos a ordenes o información quesolicitaa losotrossecuaces,matonesoesbirros, como se les diga, para mítienen el mismo significado: «tíospreparadosaconcienciaparamatar,sinque les tiemble la mano». Subimos alcoche y nos encaminamos a nuestrodestino. Me recuesto en el respaldo yadmirandolasvistascaigorendida.

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-Sindy.Sindy.—Oigosobrelaneblinadel sueño, mientras me agitansuavemente.

Abro los ojos, un Marcos risueño, mecontempla, mientras me voyespabilando. Se retira, abre la puerta ysale,estirandosumano,alaesperaquela coja para ayudarme a salir. Lo hagosin dudar. Nos apeamos al lado delcoche,yobservolacasa.

Me muerdo el labio, al rememorar elúltimodíaqueestuveaquí,lomalquelopase,lasrisas,lasburlasylasganasdehacerme daño. Aprieto los puños. Dosmesesynosvolveremosaver.Eltiempocorreapartirdehoy.

-Abrandesaparecidolascámaras.¿No?

-Fueloprimeroquemandequitar.

-Perfecto.

DIA1

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-Sindyhoradelevantarse.

Metapolacabezaconlaalmohada,medura bien poco, un Marcos conmandíbulaapretada,sedeshacedeella,mandándola de un manotazo a la otrapuntadelahabitación.

-¡Ahora!

Pego un bote ante su grito de mando.Miroelrelojyluegolofulminoaélconlamirada.

-¡Capullo,nosonnilasseis!

- Es la mejor hora para correr. En elarmariotienesropadedeporte.

Vistete.

-¿Hasdichocorrer?—Asiente.-¡Odiocorrer!

-Acostúmbrate.

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Le veo salir por la puerta y me danganasdeestamparleeldespertador.

En vez de hacer lo que deseo, chillofuerte,ahogandolarabiaporlasmantasde la cama.Abro el armario, y cojo elprimerchándalqueveo.

Melopongoybajo.

-Vamos.

- ¿Qué? ¡No hay desayuno!— Casi legrito.

-Mastarde.

Cuandovolvemoshanpasadodoshorasy yo lo quiero asesinar. ¡Dos horas!Estoyquemesubopor lasparedes,meha hecho ir a trote durante dos horas,que porque tengo que estar en forma ytener agilidad. Todas las carreras quehemosdadopor la playa, ibapensandolamejormaneradematarlo.

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- Tomate esto, evitara que te salganagujetas.

-¡Vetealamierda!—Digo,alavezquelevuelcoelvasoenlacabeza.

Merio,mientrasmesirvouncafé,yveocomosecruzadebrazosconunamiradafelina.

- Deberías ir a ducharte. — Comentocongracia.

Levanta las manos al aire, comopidiendo paciencia para aguantarme ysaledisparado,escaleraarriba.

DIA4

A las cinco ymedia estoy en pie, cadadía que pasame cuesta menos, inclusomeempiezaagustarcorrer,peronoporeso estoy levantada. Si no, que mimaldito primo, lleva tres díasdespertándomedediferentesmaneras,elsegundodíapusomusicadediscotecaa

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todovolumenenelmóvil,ymecolocolos auriculares, no sé cómo no merebento un tímpano. Y ayer eldesgraciado,mevolcóaguaheladaenlacara, la verdad que espabilarme, meespabile, pero con ganas de darle unpuñetazo, que no pude darle porquesalio corriendo.Hoy le voy a devolverlas gracias. Entro a su habitación, conmuchocuidadodenovolcarlataza,mearrimo despacio y sonriendo medispongo a echarle el líquido. Cuandome doy cuenta de lo ocurrido, estoytumbada bocarriba en la cama, miprimo, sentado ahorcajadas sobre mí,consumanorodeando,mimuñeca.

- ¿Chocolate prima? La próxima vez,tráeme café solo. No me convence elchocolate.—Y con lasmismas,me lovuelcaenelpelo.

- ¡Maldito seas Marcos! — Digo,dándolepuñetazos.

- Dúchate rápido. —Dice, dejando un

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besoenmicarrillo.

De un bote, sale de encimamía y salepor la puerta, riendo a carcajadas.«Algún día primito, conseguirédevolvértela» Pienso, mientras le sigooyendoreír.

DIA11

-No,yno.¿Quéquieresmatarme?

-Notetocara.—Repitepornovenavez.

- Marcos no fastidies. ¡Es que estásciego!

Mi primo sigue riendo. No entiendoporquetodavíanolehematado.Ah,si,porque el desgraciado todas las que lehago las ve venir y las vuelve en micontra.Observoaltíoquetengodelante,resoplando,porqueyasehacansadodemiactitud.

- Eric no te hará daño. Es el mejor

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profesor, en defensa personal. Haz elfavoryempieza.

Bufo fuerte a propósito, para hacerleconscientequenoestoydeacuerdoconesto.Mecolocodondemehadicho.Eltal Eric, me explica como parar losgolpesymedicequesiempretengoqueestarconcentrada,porloqueentendido,laposturaquemehaechóadoptareslade defensa. Cuando da el primerpuñetazo, lo paro sin dudar, cuandoataca con patada, la detengo con unmovimiento del brazo a la vez que doyun empujón, para lanzarlo hacia atrás.Hasta ahí bien, pero cuando ataca másveloz, con patadas y puñetazos, salgocorriendo como niña asustada y mepongodetrásdeMarcos.

- ¡Vuelve Sindy! — Dice, Marcosdándome empujones, para que vuelva amiposición.

- ¡Es tu culpa idiota, me saca doscabezas!—Digo,dándoleunmanotazo

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enelbrazo.

DIA19

No sé que coño, hago con esto en lamano, ya una vez la sostuve en mismanos, pero era diferente, estaba enpeligroylasganasdevivirseimponían.Hoylasostengoylamirocomosifueraunabombaydeunmomentoaotrofueraaexplotaryhacermesaltarenpedacitos.

-Apuntaydispara.

-Nopuedo,Marcos.

- Claro que puedes. Eres una Romaní.Cuantas veces te lo tengo que explicar.No dudamos, un minuto de duda y lamuerta eres tú. — Me repite, comotantasvecesmelohadicho.

Se pone detrás de mí, me levanta elbrazo,bajalamanoamicostadoyenunsusurro, me da la orden que acato,«dispara».

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-¡Lohehecho!—Digo,dandosaltitos.

- ¡Esa es mi chica! — Me abraza,cariñosamente.-Otravez.Vamos.

Acató la orden, sin replicar, y cadadisparo que doy, voy cogiendoseguridad y voy mejorando puntería.Colocaunaslatasdecocacola,vuelveami lado, me enseña como recargar elarma, y me dice que es bueno quesiempre lleve un cargador de repuesto.Asiento a cada palabra que me dice,poco apocovoyapreciando loquemeenseña y a no renegar y a dejar midesobedienciaenunrincónescondida.

-Cincolatas.Quierotrescaídas.—Meinforma.

Apuntoydisparo,unadetrásdeotraconseguridad. Agacho la cabezadesilusionada, solo he alcanzado dos.Las vuelve a colocar, me hace unmovimiento de cabeza, y empiezo adispararigualquelavezanterior.

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- ¡He acertado! —Grito contenta,mientrasMarcosasientesonriente.

DIA26

Otrodíaquemevuelvoalevantaralascincoymedia.Mequedoalaesperadeque Marcos venga como cada mañana.Dan las seis y no aparece. Frunzo elceño, desilusionada. ¿Cómo puedepresentirlo?

¿Cómo lo hace? Veintiséis días que lointento, todas las mañanas y hasta hoynadamehadado resultado.Salgo fueray le nombro varias veces. Ningunarespuesta,recibo.Pasoporelbañoymedetengoenseco.

-¡Marcos!¿Hoynocorremos?

- ¡Día libreprima!—Oigoporencimadelagua.

¡Tevasaenterar!Pegounacarrerahastala cocina. Abro la despensa y con una

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sonrisa maléfica, apago el butano.¡Vamosaverquehaceahora!Mesientoen una banqueta a la espera. Dosminutosdespués,veoaMarcosconcaradepocosamigos,conunasimple toallaalrededordesuvirilidad,ycontodoelpelollenodejabón.Laescenamehacereír,hastaelpuntodeencorvarmesobreel estómago. Cuando alzo la mirada,Marcos esta de frente a mí. Sonríoinocenteymeencojodehombros.

- ¿Te has divertido? — Asiento sinpoder remediarlo. - Espero que estotambiéntehagagracia.

Mecogeporlacintura,ymecargasobresus hombros, a paso ligero me llevaescaleras arriba, dándolemanotazos enla espalda, y chillándole toda clase deinsultos.Memeteenelbaño,yconropay todo me deja en la ducha y abre elgrifo.

- Aaah. — Me retuerzo, bajo el aguafría.-¡Idiota!

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-Aprende prima que conmigo, siemprepierdes.

Se da la vuelta y me deja tiritando defrio bajo el agua. El resto del día lopasamos de relajamiento, yomayormente durmiendo. Porque graciasa un idiota últimamente me lo pasoalertaycasisinpegarojo.

Llegadalanoche,comocadadía,llamoa mi madre para preguntar por mipequeño. Le echo tanto de menos. Noversusojitos,esloquemastrabajomeha costado asimilar. Mi pequeño, mivida, la luz que le da brillo a micorazón, pronto, muy pronto estaremosjuntos.

DIA34

-¿Dóndevamos?—Digo,montandoaltodoterreno.

-Alaplaya.

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- ¿Yporquevamos en coche?—Digo,frunciendoelceño.

- Porque... Hoy vamos a practicarpuntería en movimiento. — Dice, conunasonrisa.

¿Esta mal de la cabeza? ¡En la playa!Valequeesinvierno,peroaunhaciendofriolagentepasea,ymásenunlugartanbonito todo rodeado por rocas especiede montaña, y si le sumamos el colorcristalino del agua, es el sitio másencantador y relajante que puedesencontrar. Me callo lo que pienso,prefiriendo ver que hace, cuando se décuentadequenopuedeutilizarlaplayacomo campo de tiro. Dos minutosdespués, adentra el todoterreno en laarena,pongolosojosenblanco.

¡Siempre consigue lo que quiere!Bajamos y me quedo contemplando laplaya completamente desierta, Marcosseríeporlobajo,sabiendoloquedeboestarpensando,ynocreoquefueramuy

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maldesencaminado,siloqueseimaginaes que en mi cerebro estoy recitandotodoslosinsultosexistentesdedicadosaél.

-¿Cómolohashecho?

-SiunRomanídice:«Noquieroanadiehoy en la playa».Nadie aparece, si noquierentenerproblemas.

Sedalavuelta,abreelmaleteroysacapersonasdecartóndetodoslostamaños.Mequedoviendo como los reparte portoda la zona. Cuando regresa, estoysentadaenelsuelomirandoalmar.Meda una mirada de reproche, coge mimanoytiraponiéndomedepie.

- Se acabó el descanso. — Dice,entregándome un arma. -A ver cuantoserescapazdeacertar.

Nos subimos, arranca el coche yempieza el recorrido. Comienzadespacio, subiendo suavemente la

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velocidad, yo voy con medio cuerpofuera de la ventanilla y rezando por nocaermeenunodelosgiros.

Disparo hasta gastar la munición,recargo,disparoyvueltaaempezar.

Cuando lo he hecho por lomenos diezveces, Marcos me da una voz,informándomequeporhoyyaestabien.Meto mi cuerpo dentro y a la vez eldesgraciado se le ocurre hacer untrompo. Me estampo contra la puerta,llevándome un golpe en el costado yotroenlacabeza.

-¡Serásgilipollas!

- ¡Siempre atenta! En una persecución,lo mismo, recibes por los lados, quetienes que ir a una velocidaddesmesurada, que tienes que dar girosbruscosymeterteporcallesimposibles.¡Asíqueatentasiempre!

-¡Vale,lohecaptado,conelporrazoya

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lohabíapillado!

-Mañana...Conducirástú.

-¡Queee!

DIA59

- ¡Venga prima! Puedes hacerlo mejor.—Seríemientrasintentotumbarle.

-Cuandotetumbe,meinvitarasacomer.

Doyun rodeo,hagocomoquevoyaunladoyatacoporelotroconunapatada,melacogealvuelohaciéndomecaerdeespaldas, se pone sobre mí y hacepresiónconsucuerpo,inmovilizadomismovimientos.

Lesonríoconfiadayconlamanolibre,leasestounpuñetazoenlascostillascontodas mis fuerzas, haciéndole volcar,veloz me subo encima y como me haenseñado, con mis piernas inmovilizolas suyas y con los brazos le hago una

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llave, consiguiendo que si intentaarremeter, los míos hagan más presiónensubrazo,llegandoalpunto,depoderpartírselo.

-¡EstáslistaRomaní!

-Medebesunacena.—Lerecalco,conburla.

-Eracomida.—Mecorrige.

- He cambiado de idea.Me debes unacena.—Digo, sonriendo, a la vez quedeunmovimientoágilmepongoenpie.

- Mañana regresamos. Está todopreparado.Aprimerahora tequieroenpie.

-Comotodolosdíasprimo.—Ledigo,irónicamente.

Arquea una ceja, se acerca, me rodeaconsusbrazoscariñosamenteydepositaunbesoenmicabeza.

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-Porunomásnotevasamorir.

Le doy un codazo, haciéndole doblarhacia el costado que le acabo demaltratar. Me libero de sus brazos yentro en la casa. Antes le habríapreguntado,silehehechodaño,anteslehubierapedidoperdón.Ahoraminuevoyo,andaapasoaltivo,sinecharlavistaatrás.Perotambién,séquenolehedadotan fuerte como para hacerle daño. Latarde la pasó practicando, patadas,puñetazos,girosyllaves.LuegoMarcosyyo,salimosadarunascarrerasporlaorilladelaplaya.Unavezagotadaslasenergías, nos detenemos y sentamoscercadel agua.Mequito las zapatillas,juntocon loscalcetinesymeto lospiesenelagua.

- Esto es muy bonito y tranquilo. —Comento,mirandoelhorizonte.

- Por esomismo, compro Ian una casaaquí.

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-Melovaaponerdifícil.¿Verdad?—Digo,bajandolacabeza.

-¿Quépersonaqueamaloponefácil?

- ¡Nome ama!—Digo, clavándole lamiradaduramente.

-Silohace.—Asegura.-Tanlistaqueeresytodavíanotehasdadocuenta,queestasaquí,porqueeltéquiereati.

-Esonoesverdad.¡Élqueríaalejarme!Prefirió hacerme daño y dejar que sunovia seburlarademí.Simequisiera,habría buscado otromodo de hacer lascosas.

- Sindy... Sigues sin ver lo que tienesdelantedelosojos—Dice,sonriendo.-Venga,eshoradevolver.

Me paso la noche dando vueltas en lacama, hasta bien entrada la madrugadanoconsigoconciliarelsueño,ytodoselodeboalosnerviosquerevoloteanen

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mi estómago, como si hubiera unaestampida de rinocerontes dentrocorriendodeunladoaotro.

DEVOLVIENDOGOLPEPORGOLPE.

Lassietede lamañanayAlessandroyaesta en la puerta esperándonos. Leobservo, mientras el chofer acerca elcoche hasta estar a unos metros de laentrada.Marcoseselprimeroenbajar,poco después le sigo a paso seguro.Ahora que me fijo, como no pudehacerlolaprimeravezporlaimpresión,me percató que hay varios hombresalrededor del perímetro de la casa,vestidos de negro.Nomantengomuchotiempolamiradasobreellos,empiezoaser consciente de la situación y de queesoshombressonnecesarios.

Siendo Alessandro un hombre tanpoderoso, debe tener enemigos encualquier parte, y ellos evitan quepuedan acercarse a él. Llegamos a laaltura de Alessandro y le miro de la

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misma forma que el está mirándome amí. Una mirada altiva, cínica yarrogante. Tras unos minutos, sonríe,parecequeleagradamipose.

-Bienvenidaprincesa.—Dice,alegre.-Cuandoquieras...—Dice,señalandoelinteriordelamansión.

Asiento, pero no muevo un músculo,necesitounapequeñainformación,antesdecomenzarmijuego.

- ¿Qué es lo primero que hace Iancuandoselevanta?

Los dos me miran sonriendo, luego semiran y despuésAlessandro le hace ungestodecabezaaMarcos,paraquemereveleloquequiero.

-Loencontrarasen lapiscinahasta lasocho. — Me dice, Con una miradacómplice.

Meempiezaaconocerdemasiadobien,

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supongo que sabía por quien iba aquererempezar.Merelamoloslabiosyahora si, atravieso el umbral, nonecesito que me guíen, en estos dosmeses una de las cosas con las que hepasado el tiempo ha sido estudiando lacasa de arriba abajo. Antes de dar unpaso hacia el lugar, Alessandro medetiene.Lemiroalaesperadequedigaloqueyasé.

- Recuerda. Tus problemas con él, lossolucionas.—Advierte.

-Loharé.—Aseguro.

Cosaquenoquieredecir,quelemolesteun poco, que en mi idioma significasacarlo de sus casillas, y que reviente.Medoylavuelta,atraviesoelcomedor,torciendodespuésa laderecha,abro lapuerta y entro. Observo intensamente aun Ian, con un simple bañador, dandobrazadas estilo Cros de un lado a otrode la piscina.Me acerco sigilosa ymesiento cruzada de piernas. Me quedo

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encandiladaviendolaagilidadquetienepara nadar y la resistencia que tiene.Miroelreloj,hanpasadodiezminutosytodavía no se ha percatado de mipresencia.

Con una sonrisa, picara, meto la manopor debajo de mi falda y me saco laropa interior. ¡Abra que darle unincentivo! Cuando veo que da otravoltereta, cambiando el rumbo en midirección, las hundo en el agua y conmovimientos suaves las paseó de unladoaotro.Comoimaginé,séparaenelacto, se demora bastante parami gustoensacarlacabezadelagua.

- ¡Márchate ahora, sabes que odio queme molesten en mi entrenamiento. —Dice, todavía sin verme, debido a queestámuyentretenidoenquitarseelgorroylasgafasdebucear.

- Como quieras... Hablaremos después.—Ledigo,melosa.

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Al oír mi voz, alza la cabezaabruptamente,memiracomosiestuvieraviendo una alucinación. Sonrío conmalicia, y me pongo en pie. El por suparte, sale de la impresión eimpulsándoseconlasdosmanossaledela piscina. Al llegar a la puerta, ya lotengosobremí.

-¡PorquéAlessandronomehaavisado!— Grazna, mientras yo me encojo dehombros.-¿Vassinnadadebajodeeso?—Dice,cambiandoeltonoaunoroncoeincrédulo,señalandomifalda.

Queriendo comprobar lo que hapreguntadoysinpermiso,pasa lamanopormispiernas,hasta llegaramiculo.Se le escapa un gruñido, que me ponelos pelos de punta. Pero como hepracticado, para mantener misemociones a raya, sé exactamente queesteeselmomentoenquehedeactuar.Ledoyunmanotazo,parasacarsumanode mi falda y después le doy un

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empujón, mandándolo a dos metros demí, acción que consigue que me lleveuna mirada severa y de reproche.Levanto el dedo de mi mano izquierdahaciaél,enunaclaraadvertencia.

-Tequiero lomas lejosposibledemí.Guarda tus sucias manos y esos besosfalsos para tu querida novia. ¿Quedaclaro?

-Esovaaserimposiblenena.—Dice,clavandosusojosenlosmíos.-

Llevo idea de casarme contigo, y aunmás difícil, si haces esta clase dejueguecitos.

Sus palabras me dejan tan fuera de si,que en mi cara se ha de mostrar eldesconcierto que me ha causado. ¿Deverdadcreequesiquieravoyavalorarlaideadecasarmeconél?¿Esqueselehasecadoelcerebro?

-Nuncamecasaríaconalguiencomotú.

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Ymenosdespuésdequeayudarasaesavíboraareírsedemí.

Medoylavuelta,abrolapuerta,perosumanolavuelveacerrar.

- Vete haciendo a la idea. — Dice,seguro de sus palabras. - Y comosiempre sigues sin entender... Te dimuchasseñales,inclusoaquellanochetedi una muy grande, pero te hasempeñado en girar la cara hacia otrolado.Acadaunadeellasquetehedado,les has hecho oídos sordos.—Arqueouna ceja, hago memoria, pero ha mimente solo regresa aquel estúpido díallenodeburlas.-Quierasono,eresmía.

Salgo de mi abstracción, con esassimplespalabras llenasdearroganciayseguridad. No le contesto, salgo dellugar con altivez, dejándolo con lasganas de que le rebata. Ando tranquilahastaelsalón.

Veo a Marcos y le hago un gesto de

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cabeza,queentiendealinstante.

Hora de cumplir mi segundo objetivo.Llegamos a la segunda planta, abro lapuertaquetengodelante,entrandocomosi fuera mi cuarto. «En realidad lo es,igual que todo lo demás»Me digo conmofa.Abrolaspersianasymearrimoalacama.

- ¡Vamos rubia, mueve el culo! — Legrito.

-¿Qué?¡Tú!—Dice,alpercatarsedeaquien tiene delante. - ¡Sal demi cuartoestúpida!

-Laúnicaquevaasalirdeaquí,erestú.¡Largodemihabitaciónprincesadetresalcuarto!

Se me queda viendo con una miradaasesina, luego sonríe maléficamente.Casi me parece estar viendo a uno deesospayasosasesinos,quesalenen laspelículas, con sonrisas demoniacas

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exageradas. Alzo una ceja, a la esperadequesedigneamoverelculo,demiahoracama.

- Marcos sácala de mi recámara. —Demandasuave,peroautoritaria.

Marcossonríe,seacerca,merodeaporla cintura, y deposita un beso en micabeza.

- Tienes cinco minutos Carina, parahacer loquehapedido.—Advierteentonofirme.

La muñeca ficticia, le da una miradacomo diciendo, «tú a mí no me dasordenes cretino», y plantándose en sustrece,serecuestaotravez,tapándoselacabeza con la almohada, como si asífueraaconseguirquedesapareciéramos.Marcos da un paso en su dirección, lepongo una mano en el pecho paradetenerlo. Acata la orden, se cruza debrazosyespera.¡Loquevoyadisfrutarconesto!Abroelarmario.

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¡Joder, que utiliza un vestido por día!Resoploymededicoaextraer la ropa.Unavezdejo todos losmodelitos en elsuelo.MiroaMarcos,lehagounaseñalpara que le quite la almohada a laprincesacreida,yasílohace.

- ¿Quién te crees que eres? ¡Te vas aenterarcuandoselodigaamipadre!

- ¡Que los quemen!—Ordeno, bajo laatenta mirada de la rubia. - Te lo hepedidoporlasbuenas.Ahoraseráalasmalas.

Marcos da unas ordenes, a los pocossegundos aparecen dos secuaces, queempiezan a recoger la ropa. La rubiasale disparada de la cama, como si lehubieran puesto cucarachas en ella.Mientras les sigo escaleras abajo, voydesternillándomederisa.Llegamosalaparte de atrás de la casa.Los secuacesvandejandotodoenunrincón,mientrasla rubia hace una pataleta, e intenta detodas las maneras salvar su ropa. Por

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unodeloscostadosapareceotromatón,en compañíade Ian, quepor la rapidezde ponerse algo, aparece vestido conunos vaqueros y una camiseta negrapegada.DeduzcoqueMarcoshapedidoque vinieran. Me cruzo de brazos,mientraseltercermatóncogealarubia,y en sus brazos le impide cualquiermovimiento,mientras está suelta, saposyculebrasporlaboca.

Ian despacio se acerca hasta mí,colocándoseamicostadoderecho.

Los matones cumplen su cometido,impregnando la ropa con un poco degasolina, que ni sé, ni me importa dedonde la han sacado, y encienden unacerilla que dejan caer sobre ella congracia. Satisfecha veo como el montónarde.Porelrabillodelojo,veoflorecerunasonrisaenelrostrodeIan.Vuelvolavistaalfrente,disfrutandoconlaescenade ver a la rubia histérica. Siento unosbrazos rodear mi cintura, echo una

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pequeña mirada hacia atrás, paratoparme con una mirada azul intensasobremí.Memuevoparazafarmedesusbrazos, pero insiste apretándome conmás fuerza contra él, quedando micuerpopegado al suyo.Medeposita unbeso en el cuello, ante la mirada detodos los allí presentes. Mi mosqueocrece, al ser consciente que lo haceadrede,comoqueriendodejarclaroquesoysuya,yelquesemeacerquesé lasveráconél.Disimuladamenteledoyunpisotón con todas mis fuerzas,clavándole el tacón hasta el punto dequesientaunlevedolor.

Enelactosusmanosdesaparecendemicuerpo.

-¿Tehehechodaño?¡Quétorpesoy!—Digo, inocente, mientras le veo hacerunamuecaparaaguantareldolor.

Medirijoalarubia.Enredomimanoensupelo,ylosujetoconfirmezaparaquesusojosdevíboranoseapartende los

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míos.

- Te has metido con quien no debías.Mantente alejada de mi camino o tedestruiré.—Lesiseo,consaña.

-¡Esperaquemipadresepadeesto!—Espetafuriosa.

Le doy un movimiento de cabeza aMarcos, y me doy la vuelta. Camino apasos pausados,mientrasMarcos da laordendeque liberena la rubia.Nomehace faltamirar hacia atrás, para saberloquevaahacer.

Serenaypaciente,esperohastapercibirsu cercanía, en elmomento justo, antesdequelleguearozarmeconsumano,megiro ligera con la mano abierta y laimpactóensucaraconpotencia.

Con la cabeza girada hacia el lado, alcual mi golpe le ha hecho girarbruscamente, se lleva una mano a lacara.Con aversión la veogirar la cara

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lentamente hasta mí, por primera vezpiensaymantienesubocazacerrada.Medoy cuenta de que su cabeza estátrabajando mucho más de lo que ellaesta acostumbrada,mecuesta creerquesu cabezapueda entender algomásquenoseaellaysuscaprichos,perodadaslas circunstancias, tiene que intentarlo,porque su cara refleja claramente, queapartedequetodavíanoasimilaloqueestá sucediendo, tampoco lo entiende.Con aires de grandeza y a pasoamenazante,meacercoaella,nopuedeevitar dar un paso atrás, gesto que mehaceregodearenmiinterior.

- ¡Manada de idiotas hacer algo! ¿Quéesperáis? — Les grita, esperando queacatensuorden.

- Ja, ja ja, eres unamojigata.Aquí lasordenes ya no las das tú. ¡Mira a tualrededor! ¡estás ciega! ¡Es tu casa, tushombres! ¿Tan pocas neuronas, tienescomo para no darte cuenta, que tengo

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permisodeAlessandro?—Leabrolosojosparaquedejedehacerelridículo.

Sus ojos se abren, un brillo acude aellos,yséqueestaapuntodeecharseallorar, y que ese brillo se debe a lafuerzayempeñoquehaceporquedesusojos, no se escape lagrima alguna. Mevuelvoadarlavueltaysigomicamino,dejando caer una última frase pararematarla.

-¡Dóndelasdanlastoman!

Suboalqueahoraesmidormitorio,conuna gran sonrisa, decido pasarme lamañanadecorándoloamigusto,yesoesloquehago.

Llegada la hora de comer, sigo sinquerersalir.Hecambiadolasmantasdela cama, he colgado fotos de mipequeño, he colocado mi ropa, inclusohe limpiado el baño y he cambiado lascortinas.No tengoproblemaparahacerydeshaceramiantojo,todoloquepido

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a quien se lo pida, me lo conceden.Valorando estoy si cambiar el color delasparedescuandodandosgolpesenlapuerta.

-Adelante.

- ¿Te esperamos para comer? —Pregunta,Marcosconunasonrisa.

-No.Porfavor,mandaquemelasubanaquí. Y que me traigan pintura azulpastel.Nomegustaelnaranja.¡Quémalgusto!

- ¿Alguna cosa más? — Pregunta,solicitó.

-Ponmeunpestilloenlapuerta.—Casileruego.

-Ja,jaja.Yesamedidaporquienes...¿CarinaoIan?—Dice,juguetón.

-¿Tuquecrees?Unamequieremuertayel otro me quiere en su cama. Queda

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claroqueporlosdos.¿No?

Menea la cabeza de un lado a otrodivertido, se da la vuelta y desaparecedelahabitación.Resoplo.Nosécuálvaa sermi siguientemovimiento,ni comoacabaratodoesto,peroporhoycreoquefuesuficienteescarmiento.

A las seis de la tarde, he acabado depintartodaslasparedes,mesientoenelsuelo cruzada de piernas y me miro.¡Doy asco! No hay lugar demi cuerpoquenoestellenodecolorpastel.Voyalevantarme, cuando el sonido de lapuertaabrirse,mehacegirarlacabeza.

-¿Nosabesllamar?

-¿Porquéhaymáspinturaentucuerpoqueenlapared?—Preguntabromeado.

Meniegoa reírle lagracia, asíquemelevanto como iba a hacer hace unosminutosymedirijoalarmario.Sacouncamisón que me compre a propósito,

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dejándolo sobre la cama.Me hago conuna bata que tambiénme agencie en elcentrocomercial.

Sonrío, al recordar que la elegí porquees muy parecida a la que use en Elba.Después abro el cajón de la mesita ysacounconjuntode lenceríablanco,delo blanco que es casi parecetransparente. Por el rabillo del ojo,puedo ver como Ianme contempla conuna mirada lujuriosa y traga salivasonoramente.Atravieso la habitación, ymemetoalbañoasegurándomedepasarel seguro. Me doy una duchaespecialmente larga. Espero que hayacaptado la indirectayquecuandosalganoeste.

Meliounatoallaenelcuerpoyotraenelpelo.Suspiroysalgo.

UNENEMIGOMAYOR.

-Márchate.—Murmuro.

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-¿Yperdermeesteespectáculo?

- No estoy para juegos. Vete. — Pidoporsegundavez.

Voy hasta la cama ignorando laexcitación que sale a raudales de sucuerpo. Bufo flojito. No me lo va aponernadafácil.Mequito la toalladelpelo,me lo secounpocopor encimaycaminohastalospiesdelacama.Ianmemirasonriente,comoundepredadorqueesta a punto de capturar a su presa. Ledoy una mirada dura, ahora mismo simis ojos fueran cuchillos, el ya estaríaen el suelo con dos o tres clavados ycubiertodesangre.

-¡Dámelo!

- ¿El que? Especifícame porque no teentiendo.

- No seas imbécil. ¡Dámelo! —Demando,cadavezmáscabreada.

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Se pone de pie, su cuerpo casi toca elmío, posa una mano en mi muslo y loacaricia.Ledoyunmanotazo,mandandosumanolejosdemipiel.

Aprietalamandíbula,dejandoclaroquenolegustaquelerechace.

¡Que le den! Sonrío, ya se iraacostumbrando.

- ¿Esto es lo que quieres? — Dice,mostrándomemibraguitablancacolgadade su dedo. Hago ademán dearrebatárselas, pero las retira veloz. -Quierounbeso.

-¡Qué!—Exclamo.

-Unbeso.—Arqueounaceja,sonríoymedirijoacogerotropar.-

¡Cobarde!—Medetengoenelacto.

-NosomosniñosIan.Novaafuncionar.—Digo,mirándoledefrente.

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- ¿A que le temes? Un beso.— Dice,levantando un dedo, como si eso mefuerahacercambiardeopinión.

-No.

- ¡Cobarde! ¿Temes no poder parar situslabiostocanlosmíos?

¡Capullo! Sabe dónde ir a dar paraconseguirloquequiere.Muybien,

¿Quiere jugar? Le demostraré que nosignificanadaparamí.

-Muybien.UnbesoIan.

A paso seguro viene hasta mí, no nosseparan ni tres metros y él hace queparezca que estamos a un kilómetro.Cuandoseparadelantedemí,nopierdetiempo, enreda su mano en mi pelo,haciéndomesentirunlevetemblorenelcuerpo.Seagachayvorazcomoelqueno ha comido en siete días, devora mibocasaciandoelhambreylasganasque

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me tiene, comosi lehiciera falta sentirmi sabor. Por unosminutosme pierdo,me olvido de todo y me concentro enseguir losmovimientos exigentes de suboca.No sedéquebocade losdos seescapaungemido,enelmismomomentoquelopercibomeapartorecuperandolacordura.¡Devil!Megritoenmiinterior.Nopuedodejarqueestopase.Sisolosemellegaapasarporlamenteélgana.

-Dámelo.—Susurro, todavía jadeanteporelbeso.-Yahasconseguidoloquequerías...

No puedo seguir hablando, porque elidiotaatacamibocaotravez,yestavezlo hacemás rudoy exigente.Nopuedodetenerle y tampoco sé si quierohacerlo, con su boca sobre mí, mirazonamientoseesfuma.

Aprovechando que solo nos separa unanimiedad de tela, el brutome carga enpeso, su mano guía a mis piernas paraque le rodeen y ellas de buena gana lo

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hacen.Esesimpleroce,hacequemipielarda.Meponedeespaldasalapared,yse mueve con ansias, sus movimientosdepelvisempiezanaseruna tortura,elcalorestaninsoportable,quemeacabodebañaryalpasoquevoylotendréquevolverhacer.

Nuestras respiraciones cambian y sevuelven irregulares, los jadeos sevuelven audibles y la excitación, sobrepasaloslimitespermitidos.

Dándomeunpequeñotiróndepelo,dejamicuelloexpuestoa suvoluntad,comoun vampiro que quiere desangrar a sucaptura,chupasindescansomientrassusmanos se pasean libremente por micuerpo.

Tirodesupelo,haciendoqueregreseamiboca,necesitandosaciar laansiedadque la fogosidad del momento estácreando.

Nos detenemos al oír unos inoportunos

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golpes. Nos miramos a los ojos, Iansonríe y yo desvío la mirada al suelo.Conélesimposible,elfracasosiemprees mayor que el anterior. Me depositasuavementeenelsuelo,yacercasubocade nuevo, voy a girar la cara, perointuyéndolo me la sujeta con las dosmanos y me besa, tomándoselo contranquilidad.

Segundos después, se aleja a lo sumodoscentímetros.

-Estonohaacabado.—Meaclara.

Lapuertaseabredesopetón,yahogaenmiboca la réplicaqueenesemomentosileibaadarelgustodeoír.

-Losiento.—Sedisculpaalveren laposición comprometida en la queestamos.

- ¿Qué sucede?— Pregunta, sin hacermovimientoalgunoporsepararsedemí.

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-Alessandronosesperaeneldespacho.Dagoestaquetrina.

-¿QuiénesDago?

Fulminante me da una severa mirada,dejandoclaroquenopreguntecosasquenomeincumben.

-AvisaaBruno.—Dice,alejándosedemí,ydirigiéndoseaMarcos.-

Vistete,ynoteatrevasabajar.—Dice,dándomeunaleve,perointensamirada.

Se da la vuelta y los dos salen por lapuerta.Corroveloz,abroygritoa todopulmón.

-¡Nosoyunodetusmatones,amínomepuedesdarordenes!

Para afianzar mis palabras doy unportazo, queriendo destrozar la puertaquenotieneningunaculpadequeélseaun gilipollas. Decidida a pasarme sus

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ordenes por el cogote, me visto a unavelocidad desmesurada, sobre todosiendoyounaperfeccionistade la ropay de la conjugación. Salgo escalerasabajo, en el primer piso hagomemoriade que puerta es el despacho deAlessandro. Conforme me voyacercando, veo que la puerta estaentornadayquedeellasalenclaramentevariasvoces.

- Alessandro, dile a tus hombres, quedejen de tocarme los cojones. ¡Elimbécil que tenéis al frente de lacomisaría, se ha presentado, se hallevadoelcargamentoyheperdidodoshombres!—Dice, el que supongo seráDago.

- Fiorenzo ha echó su trabajo. ¿Quéesperabas? ¿Qué ibas a jodernos losúltimos transportesdewiskiy te ibasair de rositas? ¡Llevas mesesjodiéndonos!No sé quién es tu chivatapara que siempre sepas nuestros

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movimientos, pero en cuanto loencuentre, no volverá abrir el pico.Deesomeencargoyo.—LesiseaIan.

-¡Esenegocioeramío!¡Osmetisteisenmedioymelojodisteis!¿Y

ahoraosquejáisdequequierajoderos?¿Sabes cuántosmiles heperdidopor tubrillante idea? ¡Esos cuadros robadoslosteníavendidos!

-Setehadevueltoelgolpe,quetudisteprimero. Teníamos una tregua, tú tequedabas en tu territorio con tusnegociosynosotrosenelnuestro.

Decidiste saltarte el convenio de pazquehabíamospactado.¡Ahorasaldemicasa! — Le dice, de malas manerasAlessandro.

- Vale. ¿Queréis guerra? ¡Perfectoporque voy a buscar y encontrar lamaneradehacerosaunlado!

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La puerta se abre de repente.Nerviosaporque me han pillado espiando, mequedo observando al hombre que memira con sorpresa, tras unos segundossonríe, y me da un repaso por todo elcuerpo.Tengounsegundodedebilidadyhagoamagodecubrirme.Reaccionóconpremura, dejando lasmanos al costadode mi cuerpo, sonrío imperturbablemanteniendo mis ojos fijamenteclavados en él, sin mostrar flaqueza.Aunqueloquequierohacerseaponermecapas y capas de ropa, debido a lamirada babosa que no se aparta demí,comosifueraundeliciosopastel.Porlaespalda del hombre moreno, veoaparecer a Ian, junto con Bruno yMarcos. El primero le da un leveempujón haciéndolemoverse a un ladoparapasar.Por la caraque lleva, seriamejorecharacorrerquequedarmeasulado. Sé que es la opciónmás sensata,perocomonosoynormaly lamitaddemividaserigeporlocuras,mecruzodebrazosylemirodesafiante.

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-Tedijequenobajaras.

- Y yo te dije que no soy uno de tusmatones.

Desviamos lavista losdos a lavez, aloírunarisaruidosa.

Desconcertada miro al tal Dago, Ianopta por girarse en su dirección,mientrassearremanga lasmangasde lacamisa.

-¡Aqueesperasparalargarte!

- Ian... Ian... — Canturrea, midesconcierto se hace mayor. Ian siguecaminando hasta quedar pegado a sucara. - Cuídala... Yo que tu... No ladejaríasola.

DelanadaapareceAlessandroconunacara no muy amigable, lo engancha delas solapas del cuello y lo estampacontralapared.

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- ¡Eso era una amenaza! — Le gritaenfurecido.

- Ja, ja ja. Así que los rumores sonciertos. — Dice, devolviendo elempujón. Se recompone la camisa, ydespuésregresasumiradaamisojos.-Sí. Es una amenaza. — Retoma sucaminoyriendoleveodesaparecer.

Mi cuerpo sigue temblando, no puedoevitarlo,lafirmezaconquepronunciolafrase, y la forma en que sus ojos megritaban, que no era una amenaza vana,me ha dejado en el cuerpo un presagionadabueno.

- La quiero vigilada las veinticuatrohorassihacefalta.¿Quedaclaro?

-Brunoyyonosencargaremosdeella.

-QueGiolianoseosuna.No laquierosola.

- Ian. Estará bien. — Intercede

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Alessandro.

Cansada de que estén hablando ydecidiendo sobre mí, como si noestuviera,cojounjarrónquehayencimade una columna de decoración y loestrello contra el suelo. Los cuatro segiranalescucharelimpacto.

- ¡Basta! ¡No me voy a quedarencerrada, no voy a salir a la calleseguida de tres esbirros y en mihabitaciónnosequedanidios,mientrasestedurmiendo!—Aclaro,paraquesedencuentadequeesmividade laqueestándisponiendo.

Dejándolos a los cuatro con la bocaabierta, les doy la espalda, llego a micuarto y me recuesto bocarriba en lacama.Mepasolasmanosporlacabeza.¡Estoesuncaos!Enlaquemehemetidopor ser vengativa, justamente en esoteníaqueparecermealqueesmipadre.Si me hubiera olvidado de todo, noestaríaenestelio,esetiponosabríade

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mí,ynohabríapodidoamenazarme.Séquelodijoenserio,estaclasedegente,nosetomaalaligeraunaamenaza,tienerazón Ian en querer tomar todas lasmedidasposiblesparaprotegerme.Perosiledejohacerlo,seráunarealidadymidesesperación se hará evidente, y nosabrécómocontrolarelmiedo.

Un portazo me hace incorporarme,resoplo. ¡Nopuededarmeundescanso!Seplantaalcostadodelacama,bufaunpar de veces y a mí me dan ganas dereír, casi me parece estar viendo uncaballo que no deja de relinchar. Mecontengo de reírme a gusto, y meconcentro enmirar el techo, y sacar demi cabeza que Ian me recuerda a uncaballo.

Como siga pensándolo,me va a dar larisa floja y haber que le contesto,cuandoseleocurrapreguntarporquemerio,esqueencimaseriapeor,porquesile sumamos sus ojos desconcertados a

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los resoplidos que le salen como sifueran una enfermedad genética y nopudiera evitar hacerlo. Pues eso que alfinalconseguiríaunIancabreado.

- Siéntate y escúchame. — Acato laorden. - Vamos a empezar por elprincipioaver si tucabeza loentiendede una vez. — Asiento, no muyconvencida de que me este llamandotonta. - La noche que me metí a tucama...Nosabíaquiéneras.Dosmesesdespuésteníaunacarpetaenmismanosy ordenes de Alessandro para traerte.Ahí fuedondemeenteredequeeras lahija deAlessandro.Me he pasado diezmeses, ideando el plan. Por plan merefiero,aqueyoguieaSebasparaquecontactara con Carina. Sabía que ellairía a por ti y yo podría evitar que tehiciera daño, pero también sabía queante una burla y humillación, no tequedarías con las manos quietas. A noser... Que no tuvieras manera dedevolver el golpe. Todo te lo puse en

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bandeja,paraquecreyerasquenosabíanadayqueMarcos teestabadandounainformaciónqueyonoconocía.

Sequedacallado,susojosnoseapartande mí. No muestro sentimiento alguno,noporquenolos tenga,sinoporqueesimposible que en dos minutos asimiletodo lo que ha salido de su boca. Mellevo la mano a la frente. ¡Ingenua,estúpida, e ilusa! Todo lo tenía bienatadoparaconseguir supropósito,yyocaí a la primera, no cuestione que derepente apareciera, no cuestione que ladejara iryvenira suantojo,cuandosuempeño era hacerme mal, no cuestionela actitud deMarcos cuando empezó atratarme con cariño, que de repentesintiera pesar pormí, y que de repenteme pusiera la información de la quedisponía en bandeja, con la excusaestúpida de que el poder estaba enmismanos.Nuncalohetenido,solomehanhechocreerqueloteníaparafinalizarsuplan.

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-¿Porquéaquellanoche?

- Carina, aquella noche me dijo quequeríaquenoscasáramos.Paselatardebebiendo,con lamalditavozdeCarinaen lacabezaycontemplándotemientrasestaba allí sentado. Me canse denegarme lo quemi cuerpo haciamesesanhelaba.Alejarmedetieralomejor,yeso hice. Luego esa carpeta estaba enmismanos,ytúdevueltaenmicamino.Ydecidiquetequeríaamilado.

- ¿Por qué no decirme las cosas defrente?Tuvistemuchasoportunidadesdedecirlaverdad.

- ¿Habrías aceptado entrar en estemundo sin motivos? ¿Exponiéndote alpeligroporgusto?—Interroga,conunacejalevantada.

- No. Lo mas seguro habría salidocorriendo en la dirección contraria, encuanto lo hubieras soltado todo por laboca.—Leexplicóconsinceridad.

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- Ahora ya no importa. Lo que quieroque entiendas es que Dago sabe quiéneres. No sé cómo, ni quien se lo hadicho. Tenemos un operativo montadoparadarconsusoplón.Quizáenunoodosdíasalomuchotresloaverigüemos.Bueno...Hacemuchosaños,losRomaníy los Colombetti eran uno, las dosfamilias juntas dominaban toda Roma,pero el poder y la avaricia seimpusieron, Alessandro y Gael sedividieron,cadaunoformósusequitodehombres, sus negocios por separado yempezaron las disputas y las reyertasporserelvencedorydominarRoma.Enuno de los enfrentamientos AlessandromatoaGael,ypasoasereljefedelosColombetti Dago. Desde ese entoncesDago, Giorgio y Francesco, vivenúnicamenteparavengar lamuertedesupadre.

Hace otra pausa, respira hondo ycontinuahablando.

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-Hoyendíacomopuedesdeducirnolohan conseguido. El problema es quetodoseacabadeagravar.Alsaberquieneres, su objetivo directo vas a ser tú.¿Loentiendes?

- ¿Qué si lo entiendo? — Digo,lanzándome hacia él. - ¡Capullo,imbécil!

¡Me has puesto en peligro! — Gritodándole todos los golpes que puedo,mientrasintentaatraparmismanos.

- ¡No dejaré que te pase nada! Te loprometo.—Susurra.

Medetengo, lecontemployasientoconunmovimientodecabeza.

Confióenél,esextraño,perolohago,séquellegadoelcasomeprotegeráconsuvida.

-Sindy...—Secallatrasmeditarloqueiba a decir. -Mira, quizás fue un error

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de nuestra parte traerte aquí. PeroAlessandro te necesita... Y yo también.Te lodijeensumomentoy te lo repitohoy.Solotuyo.

Arrugoelentrecejo,leobservomientrastratodever en susojos loquemeestáqueriendo decir. Puede que lo estediciendo alto y claro, pero mientendedora por hoy no da más de sí.Meabrazasonriendo,séqueesasonrisaesdebidaamicaretodeniñabobaquetienelascosasdelanteynolasve.

-Micorazónsoloes tuyo.—Medice,en un susurro ronco que me haceestremecerdepiesacabeza.

DEJANDOLASCOSASCLARAS.

El viernes por la mañana, me levantodispuesta a culminar mi segundopropósitoydarleotrogolpedeorgulloalarubia.Hanpasadotresdíasdesdequeel tal Dago salio de esta casa, no hequeridodarlemásvueltasysimplemente

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he aparcado el tema a un lado. Totalparaquecomermelacabezayllenarmede miedo, si igualmente lo que ordenoIanhasidoacatado,sindejarmederechoareplicar.Desdehacetresdías,lostressabuesosdeIanmesiguenatodaspartesymientrasestoyenlacasa,semantienendistantes, pero siempre en guardia. Elunico momento del día, que no sientomiradas sobre mí, y dejo de sentirmeagobiada y atosigada es cuando meencierro por las noches en midormitorio,queaunque Ianha intentadode todas las maneras que hay y porhaber para ser él, el que esté toda lanochealpendientedemivigilancia,nolohaconseguidoyatodasmehenegadoconuncontundenteno.

Conuncamisónceleste,yencimalabataajuego,bajoadesayunar.Misonrisaseacrecienta al entrar al comedor y ver atodossentadosa lamesa.Tomoasientoenunode lospuestos libresyesperoaque la mujer del servicio prepare mi

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caféydejeunatortitaenmiplatocomocada mañana. Jugueteando con eltenedoryelcuchillo,veocomoIanledaunmordiscoasutostada.

-¿Quieresdormirapartirdehoyenmicama?—Suelto, como si fuera normalhablardeestetipodecosasenlamesa.

Ianseatragantaconelcachopan,tragaybusca su taza de café, para terminar depasar el pan por su garganta. Con unasonrisa inocente, espero su respuesta,mientras la rubia postiza me mira conmalaleche.

Porelrabillodelojo,mepareceverensuojounpequeño tic,mi sonrisacreceun poco más. Me gusta este juego, nohay precio, ni premio mejor que misatisfaccióndevercomoletocolavenasensible.

-¿Esamí?—Pregunta,trasunenormesilencio.

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Miro Alessandro que sonríeabiertamente sin querer evitarlo,después miro a Bruno, en mis labiosaparece claramente una mueca derechazo, paso a Marcos, mi mirada sesuaviza y en mis labios es imposibleesconderlasonrisa,debidoalafectuosocariñoquelehecogido.

Regresolavistaalosojosesperanzadosquenomequitanojoyquesiguentodosmismovimientos,unaclaraseñaldequenecesita confirmar de mis ojos lo quedicemiboca.

-¿Vesalguienmásquemeinteresemeterenmi cama?—Digo, acercándome unpocoaél,porsobreencimadelamesa.

-Marcos.Mandaquellevenmiscosasasudormitorio.

Sonrío eufórica, por mucho que me loniegueymemientadiciendoquelohagopor fastidiar a la tetona de silicona, enmifuerointernoséquenoesasí,quelo

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hagoporquemegusta,porqueloquierocerca de mí y porque desde hace tresdíasanhelosentirsusbesosotravez.

-¡Ianteolvidasquetunoviasoyyo!

Ianmedaunamediasonrisaymemiracomodiciendo,«si,estonta».

Meencojodehombrosyposomivistaenlarubiadesinteresadamente.

- Me parece chica que te has quedadosin novio. Quizás deberías buscaralguien...Que este a tu altura.Quizás...Aalgunodelosguardaslesintereses.—Digo,conmalicia.

Consigo el efecto esperado, cuando larubiaselevantadelamesaymirandoaIansecruzadebrazos.

- ¿Ian?— Llama en un tono, que dejaclaro que espera una respuesta yexplicación.

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- Carina hace mucho que dejaste deinteresarme.Estástancentradaentiyentus caprichos, que no te has dado nicuenta que mi elección estaba hecha.Pero ya que quieres que te lo dejeclaro...Siemprehasidoella.

Para afianzar sus palabras y que lequede claro de una vez, se levanta, seinclina sobre la mesa y me planta unbeso, que un poco más y me deja sinaire, si no es porque segundos despuéssealejadespacio,mesonríeysevuelveadirigiralarubia.

-¿Algunapruebamás?—Leespeta.

Larubianopierdelacomposturaysaledelsalónconlaclásicacaracterísticadeella, rebosando grandeza, orgullo yaltivez.

- Cancélale las tarjetasMarcos. Y quecuandoaparezcaalguienlaespereenlapuertaconsusmaletas.Queseencarguede que desaparezca de esta casa. —

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Ordenofirme.

Marcos no pierde el tiempo, coge elportátil, y mientras tomo el desayuno,haceloquelehepedido.

- Ya esta. — Dice, con una pequeñasonrisa. - ¡Aanisa!—Llamaalzando lavoz, la mujer de unos cuarenta añosaparece segundos mas tarde. - Recogetodas las pertenencias de Carina ydéjalaslistasenelportaldelacalle.

Lamujerasiente,saleapasoapresuradoacumplirloquelehandemandado.Melevantohabiendoterminadomicafé,conlobienquehasalidotodo,decidotomarundescanso.Antesdequepuedadarunpasofueradelsalón,Ianyaestápegadoa mí. Me deposita otro beso, un besoque me sabe diferente, que es suave ymehaceflotarenelaire.

- ¿Dónde vas nena? — Pregunta trassepararsuslabiosdemiboca.

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- A estrenar la piscina dándome unchapuzón.—Sonríocoqueta.

Ian me mira de arriba abajo variasveces, sonríe y termina preguntando enmioído, lapreguntade la cualya sabelarespuesta.

-¿Llevasbikini?

-Ja,jaja.Quemásdasilollevoono.Darélaordendequenadiememoleste...— Susurro, para que solo él puedaoírme, dejando la frase sin terminar,paraqueelrestolohagasuimaginación.

Lo dejo en medio del salón, una vezllego a la piscina, me deshago de labata, no me da tiempo a quitarme elcamisón, cuando Ian ya esta detrás demí,yansiososedeshacedeél.

-Teheechadotantodemenos.

Sonríoensuslabiosunsegundoantesdequeseapoderendelosmíos.

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Con suaves caricias, pasea las manospor toda mi piel dejando un reguerocosquilleo por todo mi cuerpo. Nosbesamos minutos que parecen horas,ningunoquieresepararsedelotro.Comoes lógico, no llego a tocar el agua, nisiquiera me doy un chapuzón rápido,pero si nos recostamos en el suelo yentre besos, caricias y una pasiónlujuriosayacemoshastasaciartodaslasganasquenostenemos.

Recostados todavía sobre el suelo,contemplolaespaldadeIan,mientrasleprodigo de caricias. Me quedoobservándole embobada como unachiquilla.Mirándoleintentoaveriguaromás bien descifrar como puede serposible que se haya clavado tan dentrode mí, al punto de sentir dolor en elcorazón. Sigo acariciándole, mientrastranquilo respira suavemente, eshipnotizante verle tan relajado, sinpreocupaciones, solo disfrutando de unmomentodepaz.

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- ¿En qué piensas? — Interrumpe mispensamientos.-Dejademirarmedeesaforma,sinohoynosalimosdeaquí.—Asevera.

-Nopiensonadadiferentedeotramujerqueestaenamorada.

¡Mierda! Tan ensimismada estabaobservándole que mi boca ha habladoantesdepensar loqueestabadiciendo.Ianseincorpora,meagarradelanucaytirahastapegarmeasucara.Memuerdoellabio,ydudosanosédóndefijarmisojos. En los suyos está claro que no,suficiente acabo demeter la pata, paraque encima lo corrobore conmis ojos.¡Dioscomopuedosertanbocazas!

- Mírame. — Demanda en ese tonoronco,quemeesdifícilobviar.-

Repítelo.

-Ian...Yono...

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-Repítelo.—Pideotravez,casipareceunasuplica,queunaorden.

- Enamorada Ian. — Claudico. - Tequierodesdehace tanto...Queyano sénicuando fue laprimeravezquemedicuentadequeteamaba.

Mebesa en la frente, después losojos,luego en la cara, después la boca yfinaliza dándome un beso en la nariz,conuna sonrisa que le llegadeoreja aoreja.

-Nena...Túloerestodoparamí.¿Sabesel infierno que pase cuando vivíamosjuntos? ¿Cuándo te imaginaba en laducha desnuda? ¿Cuándo te miraba ytenias una pequeña mancha de café,chocolate o comida y yo queríalimpiarla con mis labios? ¿Cuándo tequedabas dormida en el sofá y queríarecostarme contigo y abrazarte en misbrazos?

¡Jodidamentemal, nena! Te lo repito y

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no me cansaré de hacerlo. Mi corazónsoloestuyo.Esportiquelateyesportiquesabeloqueesquereryamar,hastaelpuntodellegaramorirdesufrimientosinoestasamilado.Nena,soloestuyoy nadie puede hacer que lata, como lohaceslatirtú.

Melanzoasusbrazos,comiéndomeloabesos, mi corazón casi se detiene alescucharle tan preciosa declaración.Mis latidos siguen retumbando a unavelocidad desmesurada, y la sonrisanace sola, aunque quisiera dejar dehacerlonopodría.Ianhaechóquesemeimplanteenlacaraunasonrisaparecidaalaqueseteponecuandotepasasconelbotoxytienesparalizadalazonadelamandíbula.

- Te quiero. — Digo, sin miedo porprimeravez,recostadasobresucuerpo.

- Te quiero nena. Nunca lo olvides...Solotuyo.

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Acudoalencuentrodesuboca,conunafelicidad que hacia mucho no sentía.Unos golpes nos hacen salir de nuestropequeño paraíso. Ian mira la hora,resopla,peroenningúnmomentodejadesonreír.

-Nena,pontelabata.

Lo hago, a la vez que Ian va hacia lapuerta, echa la vista unmomento haciaatrás, para asegurarse que no seme venada,ytranquilamenteabrelapuerta.

-Carinaestaenlapuertamontandounaescena.

-Vamosparaallá.—LeinformaIan.

Salimos cogidos de la mano, dejandoclaro al todo el que nos mire, queestamos juntos, que tras tantos tira yafloja, discusiones, piques, coqueteos,provocaciones y negaciones hacianosotros mismo de lo que sentimos eluno por el otro, por fin afrontamos

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nuestros sentimientos, y queremoshacerlounidos.Llegamosalapuertadeentrada y Alessandro, Bruno y Marcosdiscuten acaloradamente con Carina.Los ojos de la rubia se percatan denuestra presencia, y su cara se vuelveagriayesaexpresiónseacentúacuandovenuestrasmanosentrelazadas.

-¡Tehabrásquedadoagusto!¡Melohasquitadotodo!¡Nisiquieraamipadreleimportaqueseasuhija!

- Te advertí, que donde las dan lastoman. Y yo solo estoy tomandoposesiónde loqueesmío.—Ledigo,despreocupada, por el berrinche queestáarmando.

-¿Dequéhablas?—Dice,reflejandosucara lo mismo que sus palabras.Desconcierto.

-Carina...—MediaAlessandro.-Sindyes mi hija. Tiene todo el derecho dehacerydeshacercomoleplazca.

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-¿Mihermana?

-Carina.Yosolohetenidounahija.—LacaradeCarinapierdetodorastrodecolor. - Tú llegaste a esta casa porqueuna muchacha del servicio se quedóembarazada de Gael. La muchachamurióenelpartoyGaelsedesentendiópor el simple echo que no eras varón.Con tu llegada, vi la oportunidad deproteger a mi hija. Y al igual que medistelaoportunidaddeprotegerla,meladisteparahacerqueregresaraamilado.Estarseparadodeella,vercomocrecíacon mi hermano como padre, verlacrecer de lejos, no poder reír con ella,conformarme solo viéndola por un parde horas, sin siquiera poder darle unabrazo es lo mas duro que un padrepuede vivir. Por eso mande que latrajeran,porquemeheperdido tantodeella, que ahora quiero disfrutar eltiempoquemequede con ella y con elnietoqueyatengoylosquevengan.

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Las palabras de mi padre, hace queacudan lagrimasamisojos, siemprehaestado al pendiente, siempre ha tratadode hacer lo mejor para mí, deprotegerme aun arriesgo de sufrir, ydispuesto amantenerse lomás lejos demí. Llorando a mares, me suelto de lamano de Ian y me abrazo a mi padre.Sorprendido por mi arrebato, y porquees el primer abrazo que le doy, tardaunossegundosenasimilarqueessuhijaquien le abraza con todo el corazónpuestoeneseabrazo.Merodeaconsusbrazos y me achucha fuerte contra supecho. Suspira aliviado, deduzco quedebido al abrazo que le estoy dando yque seguro esperaba con ansias que lediera.

-Gracias,papa.—Digo,retirándomelojusto para ver su mirada. Sus ojosbrillandeorgulloydicha,porescuchardemislabiosnombrarlecomoloquees,«mi padre». - Gracias. — Digo,repetidas veces, agarrada a su cuello,

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comounaniñapequeña.

Meseparodemipadre,ymeunoaIan,mepasaelbrazoporloshombrosymeapretujaasucuerpo.Sucaradibujaunasonrisa preciosa, de esas que si te dande frente, te deslumbran y corres elriesgodeperderlacordura.Enmicasonoesproblema,hacemuchoquelaperdíporesasonrisa,ahorasoyinmuneasusefectos.«Notelocreesni tú»,medigoconsorna.

-VeteCarina.—Demandami padre. -Tulugaryanoestáaquí.

Carina se va sin volver abrir la boca,unavezantesdesubirsealtaxiquelehapedido Bruno, echa la mirada sobre elhombro y muestra una pequeña sonrisatriste, que ni le llega a los ojos, ni leiluminaelrostro.

Unhaloderemordimientospasapormicabeza, desecho a un lado esospensamientosporquesé,quehehecholo

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queteníaquehacer,yaunquelehubierabrindadounaoportunidad,ellalahabríatirado a la basura, simplemente porhaberle quitado lo que ella masapreciaba,

«Ian». Por esa razón no habríafuncionado, todo el mundo sabe de loque es capaz una mujer despechada yrechazada.Sientounbesoenmimejilla,gestoquemehacedespertardelmundodelosrazonamientos.

Giro la cabeza, le doy una sonrisapequeña,perounasonrisa,ydespuésledoyunbesosuave,dulceycargadodelmaspuroamor.

-Sindy...Osesperoeneldespachoalosdos.

CONFRONTACIÓN.

Sentados en el despacho de mi padre,espero paciente que empiece a hablar,mientras jugueteo con la mano

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entrelazadadeIan.Mipadresetomasutiempo en ordenar unos papeles ydespuésguardarlos.Cuandoterminanosmiradeunoaotro.Apoyaloscodosenla mesa, y entrelaza los dedos de unamanoconlosdelaotra.

- Me alegro de que hayáis arregladovuestras diferencias. ¿Recuerdas que tedije, que cuando terminara esto tepediría algo? — Asiento temerosa. -Bien.QuieroquetecasesconIan.

Melevantocomounresortealescucharla petición de mi padre. ¡Le voy adescuartizar! ¡Gilipollas! ¡Eso era loque él ganaba! La verdad me golpeaduramente,cuandodirijomivistaaél,yveo como desvía la vista de mí,centrándolaensusmanosquenodejademanosearenungestonervioso.Comonolopensé,tontademícreyendoenamor,y el pensando en todo lo que ganabacasándose conmigo. No tiene nada queperdery simuchoqueganar, el será el

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jefe, lo controlara todo y aparte metendráamítodaslasnochesensucama.

- ¿Algo que decir? — Pregunta, mipadre.

- Sabes que no. Te di mi palabra. —Digo,conamargura.

-Ponunafecha.—Exigemipadre.

-Ah,no.Deesonada.Aunque seaunaobligación,soymujer,yquierolascosasbienechas.—MepongodelantedeIan,porque lo siguiente a decir, vaexpresamenteparaél.-Aceptocasarmecontigo. Pero... ¡No habrá fecha hastaque me lo pidas en condiciones y mepongasunputoanillodelante!

-¿Esoestodo?—Preguntaburlón.

Se levanta, se arrodilla y saca unapequeñacajadesubolsillo.Sonríeyyolo unico en lo que puedo pensar, es endarle un guantazo y borrarle la sonrisa

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prepotentedelacara.

- ¿Te casaras conmigo nena?— Dice,sacando un anillo de oro liso, con unaperlaycolocándomelo. -Pon fecha.—Demanda,másexigentequemipadre.

MiroaIanentrance,mientrasélesperaexpectante, desvio la mirada hacia mipadrequesonríe,supongoporvercomose las gasta su futuroyerno. ¡Puesva avercomoselasgastasuhija!Sonrío,yalzandomipieledoyunempujónquelehacehocicarenelsuelodeculo.

-¡Cuándotemueras!—Grazno,furiosa.

Le paso por el lado y corro escalerasarriba, no me detengo hasta llegar alsegundo piso, que es donde queda midormitorio. Me encierro en él,queriendo conseguir una paz que nollegayquebuscoenvano.Lapuertaseabredegolpeysecierraconelmismoímpetu. Me giro sabiendo quién estadetrásdemí.

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- Sindy a pesar de lo creas o piensesquiero casarme contigo. — Aclaramolesto.

- ¿Cómo no Ian? Si de esa forma tehacescontodo.¿No?

- Mira no te voy a negar que en unprincipio si lo vi así, y le puse comocondición a tu padre casarme contigo,para traerte de vuelta. Pero ya no. Meimportapocoeldinero,elpoderytodoloqueconlleva.Quieroestarcontigoydaresepasoporquetequiero...

-Muybien.Renunciaatodo.—Lafrasesale de mi boca, antes siquiera deentenderloqueestoypidiendo.

-¿Esoesloquequieres?¿Tedascuentadequeparaesotengoquerenunciarati?No sé si lo has pensado, pero yo soysolo lamanoderechade tupadre.Solocasándomecontigotendríaelpoder.—

Espera, como queriendo que diga algo.

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Resopla resignado antes de continuar. -MuybienSindy...Renuncioati,yaestarcontigo,porquesolodeesaformaestoyrenunciandoatodo.—Dice,derrotado.

Mipechosecomprime,ysientoundoloragudo en él. Ian sale demi dormitoriosin volver la vista atrás. Me quedorecordando durante minutos, la caraderrotada de Ian. Nunca lo había vistodevastado, verle de esa guisa sabiendoque es un hombre altivo, arrogante yorgulloso, hace que a mis ojos acudanvarias lágrimas, quedeningunamanerapuedo evitar que caigan. Sus palabrasdichas a la fuerza, como si una manorodearasugargantayhubieratenidoqueirdespegandodedopordedodesupiel,para poder hablar y dejarlas salir, sumirada perdida mirándome, pero sinestar viéndome, el leve dolor que sepercibía en el sonido de su voz, y quecon dignidad ha intentado ocultar, mehacenpensaryreconsiderarsimeestaréequivocandoydeverdadmequiere.

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Sobre las ocho y media una muchachadel servicio, viene a avisarme de queme esperan para cenar. Me armo devalorybajo.Alllegaralsalónmialmase cae a pedazos. ¡Va en serio! Mesiento en el lugar que suelo ocupar,mientrasdereojoveoaIanalotroladodelamesaentretenidoconsumóvil.Nolevanta la cabeza en mi dirección, nosonríe, y ni siquiera me da un simplesaludo. Me quedo esperando que digaalgo, que se cambie de lugar y secoloquecomotodoslosdíasenfrentedemí,misilusionessevanapiquecuandosirven lacomidayseponeaconversarconBrunocomosiyonoexistiera.¿Noesloquequería?

¡Puesyalo tengo!¿Entoncesporquemepican los ojos como si en cualquiermomentomefueraaecharallorar?¿Porquémeduelequenomedésiquieraunaleve mirada? ¿Por qué mi corazón seaflige porque no se me acerca? ¡Diosmío! Esta situación la he liado yo, el

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sufrimiento y desolación que estoysintiendo es por mi cabezonería y porser una orgullosa, que no sabe cómodecir que se ha equivocado, cuando hacometidoelmayorerrordesuvida.

No quiero que se aleje, no quiero querenuncie a mí, y por nada del mundoquiero que deje de quererme. ¡Quierocasarme con él!Unpequeño sonidomehace levantar la cabeza, encontrándomecon una mirada ceñuda sobre mí.Desviamos a la vez la vista hacia elpequeñosonidorepetitivo.Marcossacael móvil y se lo lleva a la oreja, sumirada se vuelve dura conforme vaescuchandoalapersonaqueestaalotrolado. Finaliza la llamada, mira a mipadreydespuésaIan.Losdosalavezseponenenpie.

-Dago lesha tendidounaemboscadaalosMancinienlaViadiS.

Giovanni in Laterano. Interceptando elcargamento de M&P®9 SHIELD, que

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llevaban al almacén que tenemos enOstia.

- ¿En elLudusMagnus? ¡Está loco!—Exclama,mipadreincrédulo.

- Hay que darse prisa. En menos demedia hora, él Ludus Magnus y elColiseosellenaradecochesdepolicia.—AvisaIan.

- Además, que hay que evitar que selleve nuestro camión, con esecargamento de armas perderíamos másqueenlosotroscargamentos.

—InformaBruno.

Salen del salón, sin reparar en mipresencia,lessigoporcuriosidad,bajanpor la puerta de al lado de la cocina,llegandoalgarajesubterráneo.Sigosusmovimientossinperdermedetallede loquehacen.

-Marcos organiza dos grupo de veinte

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hombres.—Dice,Ianmientraspulsaunbotón, y una pared se abre hacia elcostadoderecho.

- ¡Madre mía que pensáis hacer unamatanza! — Sale mi voz sola, al verarmasdetodotipodeclases.

Iansedalavuelta,porfinmevedepiesa cabeza. Se acerca me coge por elbrazoymesacacasiarrastrasdellugar.Mehacedetenermeenelsalón.

- Cuatro hombres se quedaran contigo.Notepreocupes.¿Vale?

-¿Quenomepreocupe?—Mivozsalecasi en un chillido. - ¡No quiero quevayas!¡Noquieroquecorraspeligro!—Digo,casialbordedelllanto.

Ian sonríe yme abraza,me agarro a sucintura queriendo retenerlo todo lo queme sea posible. Pensar donde va yarmadohastalosdientesmehacepensarenlopeorysentirmemuymal.

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-Nena.Tenemosque ir.Dagosabequelos Mancini son nuestros mayoresaliados y si les dañan lo suficienteestarán resquebrajando y debilitando alosRomaní.Nosucederánada.Tustíosy primos ya han salido para allí. Porlealtad a ellos no podemos dejarlessolosenesto.

¿Loentiendesnena?

Asiento, porque por mucho que lerebata,noserviráparanada.Su lealtadparaconlosdemáseslomásgrandiosoque le hace ser, y le admiro por elloaunquenomeguste, y aunque sienta enmisentrañasunmiedoaterrador.Medaun suave beso en la cabeza y se alejahaciendo el mismo camino por el queentramos.

- Ian. — Le llamo antes de quedesaparezca escaleras abajo. Se giraparaunirsushermososojosalosmíos.-¡Mas te vale que regreses sin unrasguño,quierocelebrarunaboda,noun

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funeral!

- Nena, solo por eso. Te prometo quevolverésinunpequeñoroce.—

Dice,sonriendosiguiendosucamino.

Cinco minutos después sigo caminandode un lado a otro del vestíbulo,asomándome cada poco a la ventana ymordiéndome las uñas cada pocosminutos.Algoenmínoestábien, tengounpequeñohormigueo,unasensacióndeque algo va a suceder, como si micorazón intentara avisarme de algo.«Estará bien, no estoy acostumbrada aeste tipo de situaciones, solo es eso»,me digo soltando varias veces el aire,para relajarme y dejar de pensar ensituaciones desastrosas. Me vuelvoasomar a la ventana. El cuerpo me dacomounespasmo,quemedejaclavadaalsuelo,escuchoconatención,elmismosonido atronador de hace dos segundosllegadenuevoamisoídos.Mirohaciaafuera con más insistencia, dos

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muchachas del servicio corren por eljardín escondiéndose en unos arboles.«¡Algo va muy mal!» Me grita miinstinto.

Lapuertaseabreyunode loshombresde Ian entra buscándome condesesperación.Llegahastadondeestoy,mecogedelbrazoytirademíparaquelesiga,corremosescalerasarriba,enlaterceraplanta,nosencierraenunadelasúltimas habitaciones, me guía hasta elcuartodebañoymepidesilencio.

-Ellosestánaquí.HeavisadoaMarcosyaBruno,notardaraneninformaraIan.Resistahastaquelleguen.

Se da la vuelta y cierra la puerta. Mequedo mirando la puerta sin saber quéhacer. No sé lo que tardaran en llegar,perositengoclaroquehedepelear.Nopasamuchorato,cuandoperciboabrirsela puerta y dos sonidos esclarecedoresparamí.«Dosdisparos»¡Joderycomomedefiendocontraunarma!

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-Miradenelbaño.—Ordenaunavozque claramente distingo como la deDago.

Lapuertaseabre,yunasonrisacreceenlacaradelhombrequememiracomosihubieraencontradounagolosina.

-¡Muévete!

-¡Mátamesiquieresporquenoloare!

- ¡Dago, lachicanoshasalidocondosparesdenarices!—Dice,riéndose,conunasonrisadeesasqueteerizantodoelbellodelcuerpo.

Viene hacia mí, estira el brazo paracogerme, me revuelvo y aprovechandosuaturdimiento ledoyunapatadaenelcostadoyunpuñetazoenlaboca.Salgocorriendo antes de que se le pase laimpresión de que una mujer le hayazurrado, y se le ocurra disparar ymatarme. ¡Joder! ¿No podía ser fácil?

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Al salir,me topo de frente conDago yotro tío, con los brazos levantados yapuntándome.Eltercerosaledelbaño,yse pone a mi espalda. Me quedo muyquieta, no tengo muchas opciones, ymenosenuntrescontrauno.

-¡Noveaslaniñaelpuñoquetiene!—Exclama el que se ha llevado elpuñetazo, poniéndose a la altura de losotrosdos.

-Vayapreciosa.Nosabíaquetehabíanenseñadotanbien.

- ¡Deja eso y si quieres te lo muestromejor!—Espetoinconscientemente.

Sonríe maliciosamente, repasándometodoelcuerpoconlamirada.

Pensándolo bien, quizás no haya sidomalaideasoltarloquepienso.

Tengo que ganar tiempo, que en pocaspalabras es lo queme pidió el hombre

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queestátiradoenelsuelo,alladodelacama con un tiro que claramente se hallevadoenlabocadelestómago.

-Muybien. ¡Divirtámonosunpoco!—Dice, pasándole el arma a uno de losotrosdos.-Vengapreciosa,datumejorgolpe.—Medice,moviendolasmanos,alentándomeaqueempiece.

Segurame planto enfrente de él, sueltouna patada que detiene con unmovimientode lamano.Conagilidadyuna experiencia de la que yo carezco,rodeamitobilloconrapidezyevitaqueme dé tiempo a poner la pierna en elsuelo. Da un fuerte tirón haciendotambalear mi equilibrio, y mete el piepor entre mis piernas para tumbarme.Muevo el puño veloz y lo impacto dellenoensucara,antesdetocarelsueloconmiespalda.Semeescapaunaullidode dolor, debido al impacto. Se poneahorcajadas sobre mí, deteniendo consoltura cada golpe que intento

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propinarle,cuandosumanoseenredaenmi pelo y tira con fuerza, suelto otrogrito que le hace reír como un animal.Aflojaunpocosuagarre,yponesucarapegadaalamía.

- Se acabó el juego, fierecilla. — Seacercamás amí y aspira con fuerza. -Medivertirémuchoconesafierezatuya,cuandotetengaenmicama...—Susurraenmioído.

Seretiraparacontemplarenmisojos,lareacción que han causado sus palabras.Lemirocon rabiay repulsión,antesdesonreírylanzarleunescupitajodándoledellenoenlaboca.

-¡Esoestodoloquevasaprobardemí!

Me da un bofetón que me hace girarbruscamente la cara, vuelve a darmeotro tirón de pelo, más fuerte inclusoqueelanterior.

- ¡Evítalosipuedes!—Sisea,antesde

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estamparsubocacontralamía.

Cierro laboca todo lo fuertede loquesoy capaz, descontento porque noconsigue que abra la boca para él, tiramásfuertedemipelo.

Exasperado porque no consiguedoblegarme, se retira, se levanta, ymehaceponermedepiedemalasmaneras.De los pelos me arrastra escalerasabajo,lepropinopuñetazosmientraslosotros dos se ríen detrás de nosotros.Sigo resistiéndome, negándome acaminar y retrasando lo que tenganpensado hacer. ¡Tengo que aguantar!Repito sacando fuerzas de donde ya nomequedan.

-¡Malditazorra!—Graznacabreado,ala vez queme suelta el pelo,me da unbofetónymehacerodarlamitaddelosescalonesquequedanhaciaabajo.

¡Joder!Me llevo lamano a la frente, ycon la otra me agarro el costado

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izquierdo. De mi cabeza empieza arodarsangre,yelcostadomedueleconintensidad. No sé cómo todavía no mehe desmayado, y en estemomento creoque es lo mejor que me podría pasar.Dago se acerca amenazador, sinmiramientos me pone en pie, obviandola mueca de mi cara y los gemidos dedolor que salen demi boca.Me llevanhasta el garaje, y me da un empujónhaciéndomechocarcontra lapared.Mepalpo la frente, mientras les veo sacarunascuerdas.Lasangredemicabezaharemitido, suspiro de alivio, no es unaheridadegravedad.

-¡Atadlelospiesjuntos,unbrazoaeseladodelacolumnayelotroalaotra!

Acatan la orden de seguida, doypuñetazos y patadas, pero mis fuerzasescasean y los golpes son inseguros ylentos. Me llevo otro golpe en laespalda, cuando me arrinconan en lapared y aprovechan el insufrible dolor

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deventaja,paraamarrarmelasmuñecas,luego amarran mis piernas y terminanpor finalizar la orden rodeando lascolumnas con las cuerdas. De pie, conlaspiernasatadasylosbrazosestiradosamarradosalacolumna,bajolacabeza,rindiéndomealoquetengaquevenir.

- Si vas a matarme, hazlo ya. —Murmuro.

- No preciosa. Para ti tengo otrosplanes. Hoy solo es una advertenciaparaIan.

Seacerca,melevantalacabezayvuelveabesarme,consiguiendoestavezquesulenguaentreenmibocaydegustarlaasuantojo. Se aleja con una sonrisa en loslabios, mientras yo vuelvo a bajar lacabeza.

-Vescomonoestandifícilcoperar.

Alzolacabezatemerosa,paravercomounoleentregaalgoaDago,yseacerca

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otravezamí.«Estoyperdida»¿Porquéno llega?Yadeberíaestaraquí, tendríaqueestarevitandoqueelmalnacidoquetengo delante, me este causando daño.Mis esperanzas desaparecen cuandosiento unmetal punzante enmi cuerpo,abro losojosexpectanteyatemorizada,mi cuerpo empieza a temblarvisiblemente. Dago, rasga mi camisetahaciéndolapedacitosconsusmanos,conel cuchillo que ahora si lo veoclaramente, se deshace de mispantalones rajándolos por los costadosde arriba hasta abajo. Atada y tapadapor mi simple ropa interior, vuelveacercarse sonriendoy relamiéndose loslabios.

-Teaseguroquedisfrutarécuandotengaesebonitocuerpoamimerced.—Dice,algo ronco por la lujuria. - Pero hoy...— Dice, paseando el cuchillo por miestómago. - Solo tocaré tu cuerpo paradejarunmensaje.

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Saca algo, alargado, y redondeado,confusalomiro.Melomuestra,sonríeyyo suspiro. ¡Gracias! Clamo al cieloaliviadadequenopiensematarme.Porlomenoshoy.Destapaelrotulador,yseponeaescribirenmiestómago,cuandofinaliza sonríe satisfecho. Hace unmovimientodecabezaylosotrosdosseesfuman. Con una tranquilidaddesmesurada, como si tuviera todo eltiempo del mundo, me coge la cabezainpidiendo que separe mis ojos de lossuyos.Me besa y pasea lasmanos pormicintura,conunacalmaquehacequemicuerpotiemblemásqueantes.

- Nos vemos preciosa. Y la próximavez... Si seras mía. — Amenaza alalejarse.

HUYENDODELPELIGRO.

Meparecequehapasadounaeternidad,cuando la puerta del garaje se abre yentran tres coches. No quiero saber delo que será capaz Ian, toda yo dejo

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mucho que desear. La brecha de micabezapalpitafuertementehaciendoquemeduelalacabeza,elcostadoandaporelmismocaminoy laposturaen laqueestoynomeayudaaaliviarelmalestar,los brazos me pesan como si llevarahoras aguantando una bombona debutanoencadamano,yparaempeorarlasituación, desnuda y con una fraseescrita en labarriga,que todavíanohepodidoveryquevadirigidaaIan.Eselprimeroenbajardelcoche,memira,selleva las manos a la cabeza y chillacomo un loco un montón de insultos yamenazas.Correhastamí,searrodillayme rodea la cintura dejando su cabezareposarenmiestómago.

-Perdóname...Losiento...Nohepodidollegarantes...Perdóname...—

Suplicadesesperado.

Por mis ojos se deslizan lagrimas,quierodecirlequenoessuculpa,queelno sabía lo que iba a pasar, quiero

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abrazarley sosegar sudolor,peronadasale, solo puedo llorar aliviada de queeste aquí, de queme este abrazando, yde que no le haya pasado nada en esareyerta.

-¡Soltadla!

Marcos yBruno acatan la orden, caigorendida en los brazos de Ian, pequeñossonidos de dolor seme escapan de loslabios.

- Ian.—LlamaMarcossuavemente.—Haenviado...Unvídeo.

-Dameelmóvil.—Demandaconmigoenbrazos.

Ledaa reproducir,yantesdeescucharlosdosdisparos,séqueelhijodeputalo ha grabado todo y lo que quiere esprovocarleparamatarle.

-Ian.Ianporfavor,llévamearriba.Dejaesoporfavor.

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Intentodisuadirle, pero sus ojos yahanreparado en el baño con la puertaabiertayamíenmedio,atentamenteveel vídeo completo en silencio. Cuandotermina,me deja suavemente en uno deloscochessentada.

-¡Levoyamatar!¡Novolveráaponerleunamanoencima!—Dice, abriendoelcompartimentosecretodelasarmas.

Le veo armarse con la pistola másgrandequeencuentraysemeteotraenlacinturayotraeneltobillo.Hagoamagodemoverme, para evitar lo que seguroseria una muerte suicida, pero elpinchazoquemeatraviesaelcostadomedetiene. Le veo caminar hacia otro delos coches, seguro se monta en él, nodispongo de tiempo, me devano lossesos buscando la manera de detenersemejantelocura.

- ¡Ian! ¡Ian!— Se gira amirarme, conlos ojos apagados por la rabia y eldolor. - Te quiero. Por favor, quédate

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conmigo.

Me mira agarrando fuerte el volante.Conlosojoslesuplicoquenosevaya.Resopla,ymoviendoloslabiosmediceun«losiento».Arrancaelcoche,ycomosolamenteunlocopodríaconducir,saledisparadoychirriandollantas.Ahorasilloro,lacongojameimpiderespirarconnormalidad.

-Sabeloquetienequehacer.Queardaen ira, no quiere decir que sea uninconsciente.

- ¿Tu quien eres? — Pregunto sinrodeos.

Elchicomásomenosdelamismaedadde Ian sonríe, me carga en brazos conconfianzaymesubehastamidormitorio.Mipadreyotromuchachounpocomásjoven que el, que me deposita en micama, pero con los mismos ojosmarronesclaro,nossiguen.

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- Yo soy Hugo Mancini y él es mihermano Jago. Conocemos a Ian y leapreciamos como a un hermano. No tepreocupes.Meapuestoloquequierasaqueesperaraaqueestesolo,yledarálatundaquemerece.

-¿Estasseguro?—Preguntodubitativa.

-Sí.Hoyno lomatara.Teaseguroquelo hará, pero no hoy. Porque paradeshacerse de él, tiene que planearlomuybien,ycuandolohagasellevaraalosotrosdostambién.Eslaúnicaformadequesushermanosnovayanaporti.

- El médico ha llegado. — AnunciaMarcosentrandoporlapuerta.

Unhombremayorlesigue,lespidequesalganymerevisa.Meponedospuntosen la frente, ymemanda unas pastillasparaeldolordelcostado.Notengonadaroto, gracias al cielo, por lo que elmédicomedice,pareceserqueeldoloresnormalhabiéndomellevadotremendo

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golpeymeaseguraqueenunosdíasmeencontraré bien. Me recuesto y micuerposerindealsueño.

Abrolosojos,ymeincorporohaciendouna mueca de dolor, miro a mialrededor, el sol entra por la ventanailuminandotodoelcuarto.Condolormelevanto, ymemeto en el baño, abro elgrifo y dejo que la bañera se vayallenando.Regresoalcuartobuscandoelbote de calmantes, el dolor es taninsoportable, que tentada estoy detomarmetodoelboteparahacerqueseesfume el suplicio. Apago el grifo ydespacio y con cuidado me desvisto,luego me sumerjo en el agua, soltandoun, «aaah», de placer al sentir como elagua caliente me destensiona todos losmúsculosdelcuerpo.

-Deberíasestarenlacama.

Doy un bote del susto.Agarrándome elcostadoporelpinchazoquemehadadoalhacerunmovimientorudo,miroaIan

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alosojos.

-¡Novuelvashacereso!

- Lo siento nena. — Dice,aproximándoseyarrodillándoseal ladodelabañera.

Me fijo en el detenidamente, su labiotiene un pequeño corte, al lado del ojose ve claramente un tono amoratado dehaberimpactadocontraalgo,odehaberrecibidounbuengolpe.Desvio lavistaasusmanos.

Susnudillosestánrojosytienepequeñasheridas,señaldequesehapeleadoyhadado golpes hasta cansarse o en estecasohastasacar la rabiayelcorajedetodo su cuerpo. Me deposita un besodulce, que gustosa recibo, pero a lossegundos mi mente me juega una malapasada, recordando otro beso agresivo,que hacen queme suban arcadas y conpesarmealejodeIan.

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-Perdón.

-He,nenaesnormal.—Dice,dejandounbesoenmipelo.

-¿Quelehashecho?

- Bueno... No tanto como quisiera.Aparte de ponerle un ojo morado,partirle la boca y dejarle atado a unafarola... El idiota seguía llevando elrotulador con el que se regodeó enpintar tu hermoso cuerpo. Así que lepuse una frase en la frente para que laveatodaslasmañanascuandosemirealespejo hasta que se borre. — Relatasonriendo.

Me echo a reír sin poder evitarlo, noquierosaber loquese leabraocurridoescribir,yenlascarasquepondránsushombres cuando le vean, y esta demásdecir que por días no podrá salir a lacalle, amenos que quiera ser el centrodeatenciónyelchistedetodoaquelconelquesecruce.

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- ¿Que le pusiste? — Interrogo, entrerisas.

- Es mía y si la vuelves a tocar, yomismoteenseñaréelcaminoalinfierno.

Me da un beso en lamejilla, no puedoparardereír,empiezoasentirresentirseel costado, pero es que es un amor, unloco impulsivo, y adorable. Le amo, silepasaracualquiercosa,nosabríavivirsin ver sus ojos, sin contemplar sussonrisas,sinpoderbesarsuslabios,sinpoder acariciarle, no,mivida sin el seconvertiríaenuninfiernoenlatierra.

-TequieroIan.

-Solotuyo,nena.

Dos días después me encuentro muchomejor y el dolor en el costado casi hadesaparecido. Preparo la ropa y memeto al baño. Tras darme una ducharápida,me enrosco la toalla al cuerpo,meliootraenelpeloymeparofrenteal

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espejo.Comollevohaciendodesdehacedos días, retiro la toalla del cuerpo yvuelvo a leer esa maldita frase quetodavía borrosa se empeña en nodesaparecer. «Disfrútala mientraspuedas amigo, pronto será mía». Elmismo escalofrío de cada día me subepor la espalda. No lo puedo evitar, esunaclaraamenazayséquenoesdichaala ligera, que la ha dejado marcadaclaramente, para como el dijoadvertirnos de lo que piensa hacer, yconociéndolonodesistiráhastacumplirsuamenaza.Mevuelvoacubrir,entroenel dormitorio y me visto. En estosmomentos no tengo muchas ganas dearreglarmemásdelacuenta,asíquemepongounpantalónsencilloazulmarinoyunablusaazulceleste.

Me recojo el pelo en un moño alto, ypaso descaradamente de echarmaquillajeamirostro.Unacosararaenmí,porquenuncasoycapazdesalirsinllevar aunque sea una pizca de color,

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pero con lo que pase el otro día y laamenaza rondando a todas horas enmicabeza, esa obsesión por estar perfectasehaevaporado.Escomosiotrayo,sehubiera dignado a salir y la antigua sehubiera escondido en el fondo de micuerpo. Todavía no he valorado, si minueva yo es mejor que la yo anterior.Supongoqueconformevayapasandoeltiempolodescubriré.

-Hola.—Digo,entrandoalsalón.

Ian se levanta, se aproxima y deja unbesoenmicuello.Mecogedelamanoymeacompañaa lamesa.Sesientaamiladoymemiracondesaprobación.

- Nena, deberías estar en la cama. —Comentaconserenidad.

- Ian, estoy harta de estar en el cuarto.EsmásestadoinvestigandoporInternet,quieroiraverlaplayadeOstiayquizásdar un paseo por Ostia Antica. Segúnponeeslaplayamáscercana...

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Ian aprieta la mandíbula, su sonrisa seevaporaenelmismomomentoquesemeocurrehablardesalir.Disimuladamentemira a mi padre, como pidiéndoleconsejo o ayuda. Sabe que soy muycabezona y para convencerme de noponer un pie fuera de la casa, tendríaquedarmeunargumentovalidoparamí.Y no me sirve que ese desgraciadoquiera amargarme la existencia, no levoy a dar el gusto de vermeaterrorizada.Quieroseguirhaciendomivida,comohastaahora.

-Nena,enlaplayahabrábastantegenteaunsiendoinvierno.Losturistasvisitanmucho,Ostia,debidoaqueestadivididaendospartes.

LaOstiamodernaylaantigua.

-Iandejalaverborrea.EstoyenRomayquiero ver algo de ella. — Le digoseria.

- Esta bien. Pasaremos por el Cruce y

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luegotellevoalaplaya.

-¿QueeselCruce?

-Enmediahoralosabras.Vamos.

Mecogedelamanoytirademíhacialacocina,bajamoslasescaleras, llegamosal garaje, abre el coche y me hacemontar. Mientras arranca el coche, leoigomurmurar,por lopocoque llegoaentender le está diciendo a alguien quesevenenelCruceencosadeunahora.No me hace falta pensar mucho parasaber que esa orden se la está dando aMarcos y Bruno. Salimos de Romacogiendo laA90,unpocomásadelantegira entrando por lo que parece unacarretera secundaria, todo el recorrido,voy mirando por el cristal. Sonrío,mientras observo los arboles, no se vemuchotrafico,pareceunacarreterapocotransitada.

RaroporqueIanmehadichoquemuchagentevaa laciudaddeOstia todos los

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días.

-¿Porquénosevenotroscoches?¿Noqueesunaciudadmuyturistica?

- Nena, si cogiéramos la carretera quecasitodoelmundocogetardaríamosunaeternidad en arribar. Este es el caminomásrápidodellegaraOstia.

No preguntomás, es lógico que siendopersonasquecadapocoestánmetidasenpeleas,persecucionesyconfrontaciones,sepan todos los atajos y caminos conmenostránsito.Cuandollegamoslabocasemeabre sola, Iandetiene el cocheyme pide que baje. Me coge la mano,tirando de mí, para entrar a la ciudad,conforme recorremos calles, miimpresión crece, es como si hubierasalidodelpresente,yhubieraviajadoalpasado. Tras haber caminado diezminutos entre ruinas, haber pasado porla casa de Júpiter, y la casa de lasmusas, nos detenemos en DecumanusMaximus.

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Ianquemevahaciendodeguía,medicequeeslacalzadaromanayqueatraviesatodalaantiguaciudad.Tiraunosmetrosmás de mí, y se detiene cerca de unpozo.

-Esperaaquínena.Ahoravuelvo.

Medaunbesoysealeja.Sigosuspasoscontrariada,enunrincónsedetieneysepone hablar con un hombre. Desvio lavista de ellos y admiro el pozo depiedraantiguoquetengodelante.Alzolamirada y de frente viniendo en midirección, me topo con la sonrisa deDago.Doy un paso hacia atrás, cuandollega a mi altura, y me repasa con lamirada como va siendo ya costumbrecada vez queme lo encuentro. Aprietofuerte los puños y me obligo amantenermeimperturbableanteél.

Aunque lo que quiera hacer sea salircorriendo y esconderme en la primeraruinaqueencuentredemitamaño.

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- Hola, preciosa. — Dice, con unasonrisacínica.

Me doy la vuelta buscando a Ian, misojos dan con el al segundo, con unamirada asesina, con los puños cerradosyapasorápidosedirigehacianosotros.Al llegar se colocadelante, echándomehacia atrás con el brazoy cubriéndomeconsucuerpo.

-¿Dóndehasdejadoatusperros?—LesacalosdientesIan.

- Para lo que he venido no me hacenfalta. Pero para tu información, varioslos tienes repartidos por el lugar. Adiferencia de ti... Yo no soy tanconfiado.

-Ja,jaja,¿Mecreestanestúpidocomoparanovenirpreparado?

-Laquieroaella.Entrégamela.—Dice,concalma.

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Iannolecontesta,segiramebesaenlacabezaymesusurra«corre todo loquepuedasnena».EnelmismosegundoqueIanseletiraencimadándolepuñetazos,sé que tengo que correr como me hapedido.Corroycorrodejándomeelaireylavidaencorrer,solomeconcentroencorrer. Echo la vista un segundo atrás,yanoveoa Ian, sigocorriendopor lasruinas, buscando un lugar dondeesconderme.Delanadasientoungolpeenelestómagoquemehacerodarhaciaatrás.

Me recupero de la impresión, y veo unhombre todo vestido de negro saliendodeunade las ruinasviniendohaciamí.Dejo los nervios y el miedo bienguardadosycuandoletengocasiencimacontodasmisfuerzasledoyunapatadaen la rodilla haciéndole caer, conagilidadmepongoenpie,y ledoyotrapatada con más rabia en el estómago,haciendoquesedoblehaciadelante,nocontentaconeso,aprovechoy leasesto

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otradándoleenlacara,haciendoquesucabeza se vaya hacia atrás. Oigo undisparo,yluegosientounaquemazónenelbrazo.

¡Joder,joder!Aunavelocidadinhumanamerefugioentreunasruinas.

Resoplo y grito debido al dolor. Memiro el brazo a la vez queme llevo laotra mano donde siento el resquemor.¡Sangre!Sientounlevemareoalvermicamiseta inpregnada de sangre, tengoque desviar la vista para no perder elconocimiento,debidoalvértigoquemehacesentirelversangre.

- ¡Levanta! — Oigo una voz a micostado.

Girounpocolacabezaymeencuentroaun hombre apuntándome al pecho. ¡Quéafánconapuntarme!Nomemuevo,sigoapretando mi mano en la herida parahacerpresiónyquesedetengalasangre.

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-¡Levántateoestaveznofallaré!

¡Qué bien! Tengo delante al hijo de sumadre que me ha disparado sincontemplación. Hago lo que me pide,haceunademáncon lapistolaparaquecamine.Unpasodetrásdeotroacatolaorden.Seponedetrásdemíylapistolarozami espalda,me da un suave golpeconellaparaquegirealaderecha.Sigoel camino que indica. Mi mirada seencuentra con los ojos azules delhombrequeamodefrenteymedetengo.

-¡Alsueloahora!

Conforme la frase sale de su boca, micuerpoyaseestápostrandoenelsuelo,dosdisparossuenanyrezoparaquenoseaIanelherido.Esperomuyquietaenel suelo, tapándome la cabeza con lasmanos. Segundos después siento unamano rodear mi muñeca, suspiro dealivio,nonecesitoverle,micuerposolocon tenerle cerca le reconoce. Melevanto,lesonríoymetiroasusbrazos.

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Ian me besa con ansiedad, comoqueriendocomprobarqueestoybien.Elbeso dura unos breves segundos, perolossuficientesparahacernossonreír.

- ¡Vamos, nena, tenemos que llegar alCruce!

Con las manos entrelazadas corremoshasta llegar al coche. Subiendo vemosaproximarse a cuatro hombres. Ianarranca, maniobra y cagando lechessalimos por la misma carretera por laquevinimos.

- ¡Marcos alcanzarnos en elCruce, nosestánsiguiendo!

- En quince estamos ahí. Vamos detrásdevosotros.—OigoquesaledelmóvildelacinturadeIan.

Derepenteungolpeenlapartedeatrásnoshace impulsarnoshaciadelante. Iancontrola el coche mientras a mí se meescapaunchillidoporelsustodevernos

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casi estampados contra el quitamiedos.Echo un vistazo hacia atrás, justamenteen el momento que el coche que nossiguevuelveachocarconnosotros.

-¡Nena,agárratefuerte!

Hago lo que me pide a la vez queacelera,yveocomoel cochededetrásse queda algo rezagado. En una de lascurvas, Ianmevuelve a repetir quemesujete con ganas. Cuando no me loespero gira haciendo un trompo a laderecha y acelera hasta llegar al finaldelcamino.Frenaconuntiróndelfrenode mano, girando a la vez el volante,dejandoelcochedecostado.

-¡Correhastaquelleguesdentro!

Abro la puerta y disparada salgo hastaloquetienepintadecasa.Losdisparoscadavezsehacenmássonoros,elfuegocruzado sigue durante diez, quince oveinte minutos no sabría decirlo. Derepentelosdisparoscesan,mearrimoa

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unodelosventanales,yrecorroellugarconlavista.Misojossedetienenenunhombre que apunta a Ian a la cabeza,mientras este tira la pistola y se quedadesarmado.Micerebroalverenpeligroalhombrequeadoro,empiezaapensar.Recorro el interior con lamirada ymivista se posa sobre un muchachoatemorizado escondido detrás de unsofá. Voy directa a él, no pienso dejarquelematen.

- Oye. Muchacho mírame.— El chicoponesumiradasobremí.-

¿Dóndehayunarma?

El chico tembloroso señala una puerta,medirijoaella, al abrirveoqueesundespacho,supongoqueeldeIan.

- ¡Dónde! — Le grito al chicoasustándolounpocomás.

-Se...Segundocajón.

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Lo abro y en el fondo encuentro unapistolapequeña.¡Esquenosabequehayquecerrarconllaveloscajones!Revisoqueelarmaestecargada,yatraviesoelsalón.

-¿Puertadeatrás?—Ledemando.

El chico se levanta y me indica elcamino hacia una cocina enorme, meseñala lapuerta, ymuy silenciosamentesalgo. Giro a la derecha, pegándometodoloquepuedoalapared.

- ¡Vamos, no tengo todo el día! ¡Tiradlas armas! — Grazna el que apunta aIan.

Miroamialrededor.Si,solo tengounaposibilidad.Si llegohastaelcochequetengodelante aunosmetros sinquemeveanletendréatiro.

Agachada me muevo veloz, llego alcoche y me quedo unos segundosescondida. ¡Qué buena soy! Tan

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pendientes están en Ian, que no se handado cuenta de que una mujer tieneahoralaoportunidaddedarlelavueltaala situación. Me asomo lo suficientepara ver que los hombres de Ianempiezanasoltarlasarmas.Salgodemiescondite, y alzo la mano mientrasMarcosyvarioshombresmemiranconlosojosabiertosalmáximo.

PRESENTIMIENTO.

-¡Heimbécil!¡AlguienmedijoquelosRomaninodudan!—Digo,alavezqueel tipo segiraparavermea lavezqueyoaprietoelgatillo.

En lo que Ian rueda por el suelo y sehacecon suarma,yoveocomo labalale impacta al tipo en el estómago. Iancorre en mi dirección y me pone aresguardodetrásdelcoche.Unassirenasde policia se escuchan acercarse, Ianmiraporelladodelcocheysonríe.

- Se acabó nena... — Susurra

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abrazándome.

- ¡Esto no ha terminado! — Oímos aDagogritarconvozllenadeiraydolor.

Nos ponemos en pie y varias patrullasestán paradas por el camino. Se puededistinguir varios hombres muertosrezagados por distintos sitios del lugar.La bilis me sube por la garganta yterminovomitandoeldesayuno.

-¿Estasbien?

-Si...Dameunosminutos.

- ¡Ian que cojones quieres que inventeahora!—Dice, un hombre algomayorqueIan,parándosedelantedenosotros.

- Algo se te ocurrirá Fiorenzo. Tienesuna cabeza brillante. — Dice, estedándoleunabrazo.-NenatepresentoaFiorenzo, esta al frente de la comisaríaCarabinieri.

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-Muchogusto.—Digo,concortesía.

- Amigo te felicito. Por fin te hanamarradoconcorrea.—Dice,soltandounacarcajada.

Arqueo una ceja,mientras Ian le da unpuñetazojuguetónenelbrazo.

-Algúndíateníaqueocurrir.¡Aversiteríescuandotetoqueati!—Ledevuelvelagracia.

- Anda, llévala dentro y deja que hagamitrabajo.

En el interior de la casa, Ianmedirigehasta el despacho, donde Marcos yBruno ya están allí sentados. Ian sesientaalotroladodelamesaymehacesentarmeensuspiernas.

-¿Nenadedondesacasteelarma?

- De tu cajón. La próxima vez tenleechadalallave.

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-Ian.Hayquereforzarlaseguridad.Pornada del mundo puede salir sola, ymenosahora.

-¿Creesquenolosé?—Mirodeunoaotro, mientras mantienen una disputacordial.

-Vaaquerermatarla,ysinolohace,selovaahacerpasarmuymal.

- No sucederá, para eso estamosnosotros. ¡Deberías darle gracias quetieneunvalordelquepocostienen!

-¡IanhamatadoaFrancesco!

Me quedo mirando aMarcos, mientrashago memoria de donde he escuchadoesenombre.Ledoyvariasvueltas,estoysegura de que ese nombre me suena,pero la voz de Ian me saca de mispensamientos.

- Sí. ¿Y que? ¡Un problema menos!¡Ahorasoloquedandos!

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-Vale.Lounicoqueintentodecirtequeahoracorremáspeligroqueantes.

-Porhoyseacabóel tema.—LediceIancansado.-¿Quedaclaro?—

Asiente sin mucha convicción. — ¿Hallegadoelwiski?

-Sí.Hugoestáabajoprobándolo.

-Perfecto.Preparadlasmesasdejuego,la mercancía, y que las chicas esténpreparadas a las siete.Bruno encárgatedereforzar lavigilancia,quierolacasarodeada.Estoysegurodequeelprimergolpe lo dará aquí. Sabe que este sitionosdamuchodinero.

Asienten,se levantanysevan,supongoa cumplir con las ordenes. Ian meacaricia suavemente la cara, me besacon urgencia, haciendo que demi bocase escape un jadeo. Me da la vuelta,quedandoahorcajadassobreél.

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-Nena...—Diceseparándosedemí.—Me muero por tenerte. Pero hay quemirarteesaherida.

-Estoybien.—Leaseguro,necesitandosentirle, ese rasguño puede esperar, yono. - Por favor. — Digo, poniéndoleojitos.

-Estabien.Serárápido,nena.

Mebesaconansias,queriendosaciarsedemis besos.Despacio de no hacermedañome quita la blusa. Se deshace demi pantalón mientras me da suavescaricias, y yo voy desabrochando losbotonesdesucamisa.Mepierdoensusbesos, en el amor tan grande que mehace sentir, en lamareade sensacionesquesientocuandomebesa,rozaomira.El tiempo se congelamientras nuestroscorazones laten a la vez, lasrespiraciones se descompasan y nosmovemos sincronizados alcanzando lagloriajuntos.

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Sentada en la silla giratoria, contemplocomo Ian se termina de colocar lacamisa.Lapuertaseabre,yyoatraviesoa Ian,mientrasme sonríe inocente y seencogedehombros.

-Yapodemosirnos.Aquíestatodobajocontrol.—Marcosarrugaelceñoymiradeunoaotro. - ¿Enserio?¿Nopuedestenerlasmanosytuvirilidadguardadaspor un rato? ¡Y con la puerta abierta!¡Notienesescrúpulos!

Ianseechaareíryyoagacholacabezaavergonzada y ruborizada porqueMarcosseatanobservador.

- Vámonos nena. ¡Aquí alguien supuraenvidia!

-¡VetealinfiernoIan!

Salimos por la puerta, y subimos alcoche mientras Ian siguedesternillándosederisa.Unavezmeheabrochado el cinturón, le doy un

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manotazo,paraquedejedereírsedeunavez.

-¡Au!¿Quéhehecho?

- ¡Idiota tiene razón! Almenos, podíashaberechadoelseguro.—

Murmuro.

-Vale lapróximavez loharé.—Dice,conunasonrisatraviesa.

- ¡No abra próxima!— Digo, dándoleotromanotazo.

-¡Ja,esoestaporver!

Segira,mecogelacaraymebesaparaque no le rebata. Segundos despuésarranca el coche y volvemos a casa.Cuando llegamos, mi padre sale comountornadoymerevisadearribaabajo,examinando que no tenga ningún dañoqueescapeasumirada.Meabrazaconuncariñodescomunal,ynopuedohacer

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otracosaquedevolverleelgesto.

Le oigo soltar el aire fuertemente eimagino que quizás lleva desde que leinformaron, conteniendo el aliento, ypensando que cualquier cosa podríahaberpasado.

-Estoybien.

- ¡Que no se acerque a ella! — Leordena.

Ian asiente. Subimos segundos mastardes,altocarlacamamedejocaerenella. ¡Qué cansancio! Ni siquiera mehabía dado cuenta de lo quemi cuerponecesitaelreposo.

-¿Nena?

-Mm.

- De eso nada. Ven que te cure esaherida.

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-Mm,mañanaIan.

-¡Nidecoña!¡Novoyaesperarqueseinfecte!

A regañadientes me pone en pie, y mellevaalbaño.Mefijoquehapreparadogasas y alcohol. Retira la camiseta, ycomo buen enfermero, se centra enlimpiar la herida, me muerdo el labiocuandoelalcoholtocalazonaymedanganasdehacérselobeber.Mecontengo,con mucha, mucha fuerza de voluntad,pero consigo tener mis manos quietas,hasta que lo ha dejado bien limpio yvendado. Se encarga de ponerme uncamisón, y de recostarme y arroparme.¡Melocomía!¡Esunamor!

-Descansanena.

- Te amo... — Digo, en un murmullo,casiconlosojoscerrados.

-Yyoa ti nena.Solo tuyo.—Llegoasentir quemedice en el oído,mientras

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meabrazaporlaespalda,ymerindoalcansancioensusbrazos.

Abro los ojos yme encuentro a un Iancon un humor inmejorable, una sonrisaenelrostroyunabandejaenlasmanos.

-Desayunoenlacamanena.

-Gracias.—Digo,feliz.

Deposita la bandeja en mis piernas, ydepositaunbesopequeñoenmislabios,antes de tumbarse a mi costado. Seabraza a mi cintura mientras me mirapicaronamente.Cojoelcaféyledoyuntrago, de mi boca sale un sonido desatisfacción,estoesloquenecesitaunaparaempezarunbuendía.Echomanoacogerunatortitaconchocolate,peromimano se queda suspendida en el aire,viendo una pequeña cajita pasear pordelantedemisojos.Conimpacienciaselaarrebatódelamanoylaabro.Enmislabios se dibuja una sonrisa al ver elanillo de oro liso con piedrecitas

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blancasalrededordeél.

- ¿Quieres hacer feliz ha este idiota ycasarteconél?

Me tiro en sus brazos volcando labandejaenelsuelo.Medaigual,quelorecoja el servicio. ¡Claro que quierocasarmeconél!¡Cómonovoyaquerersi leamo!Ledoybesosdichosayfelizpor tener la suerte de que me quieratantocomoyolequieroaél.

- ¿Eso es un sí?— Dice, alzando unaceja.

-EsloquemasdeseoIan.Teamo.

-Yoteamomásnena.

Nos volvemos a besar y entre risasrodamos por la cama, hasta queterminamoscayendoalsueloysellamosnuestra dicha y felicidad haciendo elamor, tantasvecescomonos lopermitenuestrocuerpo.

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Tumbados y abrazados vemos latelevisión, en realidad no vemos nada,solo disfrutamos de estar uno en losbrazos del otro. Llevamos todo el díaencerrados, Ian pidió que nos subieranlacomida,paradisfrutarundíadepazyrelajación, los dosmetidos en la cama,hastaquenosparezca.Demomentosonyacasilasseisyyosigosinquerersalirdeella.Nohaynadamejorparamíqueestar abrazada al hombre que quiero,disfrutandodesusbesos,ydesucalor.

-¿IancomoesqueMarcosylosdemássabíandóndeestábamos?—

Pregunto queriendo aclarar algunaspreguntassobreeldíaanterior.

- Nena, en el móvil llevamos unafrecuencia que hace la función deintercomunicador, pero además disponede un pequeño botón que incorporo unamigonuestroqueentiendedeaparatos.Esebotónlopulsasydeinmediatodalaubicación a los móviles que están

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agregadosaesafrecuencia.

-¿Ycuandopudistepulsarlo?

- Antes de pedirte que corrieras.Siemprellevoelmóvilenlacintura,concualquier gesto disimulado puedoaprovecharypulsarlo.

-Vale.—Digo,porquenotengoideadequeotracosadecir.-¿Yqueesesacasaa laque llamáiselCruce?—Interrogointrigada.

-El nombre se debe a que la carreteratiene dos caminos uno que te lleva alCruce y el otro... A una naveabandonada. La casa es una casa dejuegos, muchos hombres con poder ydineroacudenallí,parabeber,consumir,jugaryestarconmujeres.Esunodelosnegociosquemásdineronosda,apartede porque esos tipos pagan una buenacuota por disfrutar sinmiedo a que lestomen fotos, aparezca su mujer desorpresaoporqueaparezcaunenemigo

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que le sorprenda estando borracho omuy colocado para usar su arma, dejanmuchomásentodoloqueconsumen.—Haceunabrevepausaparatomaraire.-Por eso el negocio delwiski. Tenemosunos hombres que consiguen que elwiski barato, se asimile tanto al buenocomoparanotarsudiferencia,yconesoganamoseldoblede loqueganaríamosconelcaro.

-Vale.Noquiero sabermás.Bueno sí.¿PorquédiceDagoque lequitasteiselnegocio?

-Porquesuperamossuprecio,ehicimosalgoqueaélnoseleocurrió.

Lostiposnosfirmaronuncontrato,siloincumplensevanalacárcel.

-¿Esonoosperjudicaría?

- No. Tan ansiosos estaban de cogerdinero.Quenorepararonqueelcontratononosmencionaparanada.Perosipone

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susnombres,dondetienenelalmacén,loqueutilizan,loquehacenconlabebidayloquecobranporella.

- ¡Ósea que los tenéis cogidos por loshuevos!

- ¿Lo dudabas nena?—Dice, con unafalsavozdeofendido.

Llegada lanochecojoel teléfonocomocada día y casi a la misma hora, estaacción se ha convertido en una rutinadesdequeestoyseparadademiniño.

-Hola,mama.¿Cómoestátodoporahí?

-Bien.Notepreocupes.Tupequeñoesmuychico.Noentiende.

- Lo se mama. Pero le echo tanto demenos...—Digo,conpesar.

-Esnormalmivida.Verascomoprontolotienescontigo.

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- Ya falta menos mama. En cuanto lacosaestemástranquilairéporél.

-Tequieromivida.Cuídatemucho.Enesemundotienesqueandarconpiesdeplomo.

- No pasara nada. Te quiero. Volverépronto.

Finalizo la llamada y las lágrimascorren como ríos por mi rostro, comovienesiendocostumbredesdeharácosade dos semanas. Se abre la puerta, Ianentra con la cena, me mira, deja labandeja,vieneymeabraza.

- Nena, pronto lo tendremos connosotros.Teloprometo.

Ian calma mi congoja con palabrasdulces y de ánimos. Cenamos,conversandodetemassininterésypocodespués recoge todo,ynosmetemosenla cama. Me muevo intranquila, doyvueltasdeunladoaotro,elsudorcorre

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por mi frente, «veo a mi pequeño,alguienlotieneenbrazosymipequeñono deja de llorar, intento acercarme,cogerlo y calmarlo, pero no llego, acadapasoquedoy,elestamaslejos,loempiezoavertodoborrosohastaqueloveo desaparecer, y me quedo mirandocon lágrimas la especie de habitaciónblancasinventanas».

- ¡Izan! — Chillo, en un gritodesgarrador,saliendodelsueño.

-¿Quésucedenena?

-¡Ianbuscaanuestroniño!

- Nena solo ha sido un sueño. Son lascuatrodelamadrugada...

-¡Quelobusques!—Legrito,teniendounmalpresagioenelcuerpo.

- Vale... Tranquilízate, iré yo mismo aporél.

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Ian sale de la cama sin perder tiempo,unavezvestido,sacaeltelefono.

-Sube.—Dice,ycuelga.

Dosminutosdespués,lapuertaseabreyentraMarcosbostezandoyenunsimplepantalóndepijama.

-¿Quépasa?

- No te despegues de ella. Sácame unvueloparaBarcelonaloantesposible.

Marcosarrugaelceño,peronorechistayhaceloquelehanmandado.

Toma el portátil de Ian, y se tira cincominutosmirandovuelos.

-Elpróximosaleenunahora.

-Perfecto.Noteseparesdeella.

Seacercaamí,medaunbesocargadode ternura, se separa, le da unamirada

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deadvertenciaaMarcosysalecomouncohetehaciael aeropuerto.Me levanto,cojo elmóvil ymarco el número de lacasa de mi madre. Sin respuesta. Lointentovariasvecesyconsigolomismoque las otras veces, que salte el buzóndevoz.Laansiedadcreceporsegundo,hago respiraciones de relajación paraintentar serenarme, no surge efecto.Cada rato que pasame encuentro peor,la angustia empieza a oprimirme elpecho. Marcos me mira ir y venir, sinsaber que hacer, su cara refleja eldesconcierto. Tres horas después mimóvil suena.Esperoque seamimadre,peroelnombrequereflejaenlapantallaes el de Ian. Lo cojo con una malasensación.

-Nena...Noabrelapuerta.

- ¡Por tumadre Ian!Meda igual sihasdeforzarlapuerta,entrarporunbalcón,oromperunaventana.¡Entraymiraquenuestrohijoestebien!

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—Grito,desesperada.

-Deacuerdonena.Nocuelgues.

Minutosmas tardesoigoelcrujirdeuncristal,mefiguroquecomolehepedidose ha cargado una ventana. Como todosea infundado y por culpa de unapesadilla mi madre me matara. Peroalgomedicedentrodemí,quenoestoymuy desencaminada y que algo sucede.Es el instintodemadre el quemegritasin cesar que mi pequeño no está encasa.PasaunlargoratohastaqueIan,sevuelveaponer al telefono, lo entiendo,la casa de mi madre es muy grande ycuestaunpardeminutosrevisartodoellugar.

-Nena...Noestán.

La cabeza me da vueltas, el aire mefalta, y empiezo a verlo todo borroso.Siento los brazos de Marcos antes dedesfallecerynosentirnada.

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Unas palmadas en la cara me hacenreaccionar. Abro los ojos lentamente,laspalabrasdeIanregresanconfuerza.«Noestán...No están...».El llanto salelibre,elalmasemequiebrayelcorazónseme detiene. ¡No! ¡No!Quiero gritar,necesito ver a mi pequeño, saber queesta bien. Sigo llorando lo que meparecenhoras.

- Ian cogerá un vuelo en cuarentaminutos.—Meinforma.-Haidoacasadetuhermana.Tampocosabennada.Lavieron por la tarde, cuando quedaronparairadarunpaseoconlospequeñosyyanolahanvueltoaver.

Unosgolpesenlapuertanoshacegirarlacabezaa lavez.Brunoentraconunamirada...¿Preocupada?¡Malasnoticias!Se enciende una alarma en mi cabeza.¿Quémáspodríaocurrir?

-¡Habla!—Demandaserio.

-HanincendiadoelCruce...

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- ¡Joder! ¡Ir saliendo avisaré a Ian!Nopuedodejarlasola.

Bruno sale disparado, Marcos se hacecon el móvil, se lleva una mano a lacabeza condesesperacióny con la otramarca.

- Ian han incendiado el Cruce. —Escuchaloqueledicendelotrolado.-

Si,yahansalidoparaallá.Elproblemaes que en la casa, solo estamosAlessandro, Sindy y yo. Reza para queno lo sepan. — Escucha atentamente,endureciendo las faccionesdel rostro. -¡Claro que la protegeré imbécil! —Dice,finalizandolallamada.

- Voy abajo. Necesito una tila. —Comento,singanas.

Cojo el móvil por si acaso mi madrellamara,conlosnerviosenelcuerpomeparoenmitaddelacocina,mellevolasmanosal rostroymevuelvoaquebrar.

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Medoyungolpeconlamanoenlacara,«tengoqueserfuerte».Nopuedodarmeelplacerdederrumbarme.Nocuandonosédóndeestámipequeño,niqueesdeél.Mepreparounatila,mesientoymela bebo despacio. Mi móvil vibraencimadelaencimera.

«Numero desconocido». Veo queparpadeaenlapantalla.Conesperanzasdequeseamimadreymedigaquetodoesta bien y que no estaba en casa demadrugadaporqueminiñoestáresfriadoy se loha llevadoalmédico, recibo lallamada.

-¿Sí?

- Hola, preciosa. — Voy a cortar lallamada, pero su voz lo impide. - Sicuelgasnovolverás aver a tupequeñorubito.—ElMundosemevieneabajo,y las ganas de sollozar se haceninsoportables. - Escucha bien lo que tevoy a decir. Te quiero comomucho enveinticincominutos en el aeropuertode

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Urbe.Ni unomás, si no, no veras a tuhijomás.

- ¿Cómo sé que es verdad que tienes aIzan?

-Cuelgaytendrástuprueba.—Escupeasqueado.

Finalizo la llamada y aguardo a ver laprueba que dice, dos segundos despuéselpitidodelmóvil,meavisadequemeha entrado un Whatsapp. Lo abro almomento, estando segura de que es loque esperaba. Aprieto los puñosferozmente, el desgraciado me hamandado una foto donde tiene a mipequeño llorando en brazos y él sonríeconperversidad.

DESTINOINEVITABLE.

-¿Yahoraquehago?—Murmuroparamí.

Si voy sola estoy perdida, no tendré

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ninguna posibilidad. Sigo mirando lafoto. ¡Porqué joder!Caminodeprisaaldespachodemipadre.Sinllamarentro,encontrándoloconlacabezaapoyadaensusmanos.

- ¿Y ahora que?— Pregunta, al darsecuentaquemicaramuestraunaangustiavisible.

- Dago... Tiene a mi hijo. — Digo,mostrándolelafotoybajandolacabezaderrotada.

Miralafotoydespuésamí,pareceestarcalibrandomis emociones, o intentandoadivinar mis pensamientos. Abre losojosyseponeenpie,parecequealfinyal cabo si es adivino o como padretambién tiene ese sexto sentido queavisadepeligro.

-¡No!¡Nopuedesirsinescoltas!¡Serátumuerte!

- ¿Y que hago? Solo dispongo de...—

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Echounvistazoalreloj.-

Veintitrés minutos para llegar al sitioacordado. ¡No puedo esperar quelleguen tus hombres! — Digo,sollozando.

Mipadrecogeeltelefono,daunaordenqueno entiendodebido ami berrinche.AlpocoapareceMarcos.

- ¿Dónde hay que ir? — Pregunta, mipadre.

-Urbe.

- Prepara el coche, y avisa a todos loshombresquelosquieroallí.Queesunaprioridad. Y avisa a los Mancini queacudandeapoyo.

Marcossale,mientrasmipadremeponelamanoenlaespaldaymedirigehaciaelgaraje.Abreelcompartimentodelasarmas y se hace con una. Nos subimosen la parte trasera del coche, mientras

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Marcos sale del subterráneo. Se dirigehacia la Piazza della Repubblica, traspasar por Via Pietro Barbieri, siguehacia Via Giacomo Puccini, despuésGira a la derecha hacia Via Pinciana,vuelve a girar a la derecha hasta ViaRuggero Giovannelli, continua por ViaSalaria, y dos minutos mas tardellegamos a Urbe. Marcos estaciona elcoche y salimos. Miro el reloj, mequedo con la boca abierta cuando veoquehemosllegadoendoceminutos.

-¿Hasavisadoanuestroshombres?

Marcosasientelevementeconlacabeza,y comienza a caminar hacia el interiordel lugar, le seguimos deteniéndonosunosmetrosmasadelante.

- ¿Dónde te dijo que fueras? — MepreguntaMarcos, girándosepara vermedefrente.

-Aquí,nodijonadamás.

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-Muybien.Lomassegurohayacogidoun reactor privado. Así que vamosdirectamentealavión.

Seguimosdetrásdeél,parecequesabedónde va, lo mas seguro ha viajadomuchoenavionesprivados.Llegamosauna puerta donde hay un hombre deseguridad.

-Dagocolombettinosestáesperando.

-Puedenpasar.

Abrelapuerta,ynosseñalaunaespeciede nave donde hay varios avionesestacionados.

-¿Cómovanaentrarnuestroshombres,si hay hombres armados por todoslados? — Interrogo, mientras miro anuestroalrededorysoloveohombresdenegroconcarasseriasportodoslados.

-Simplementenopodrán.—EspecificaMarcos.

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Lemiroconfusadigiriendosuspalabras.Consternada por su contestación, apocosmetrosdelaviónmeparoenseco,esperandounaexplicación.Mecruzodebrazos,yesperoquesedécuentadequeno le sigo. Echa la vista hacia atrás,resoplayregresahastadondeestoy.

- ¡Qué cabezona eres! ¡Joder hay queexplicartetodo!—Lemiroconlabocaabierta, nuncame ha hablado así. -Nopodrán porqueDago ha contratadomáshombres,expresamenteparaestedía.

Lesigomirandopasmada,por la formadespreciable con la que me estáhablando.¿Quécoñolepasa?

- ¡Eres un hijo de puta! — Desvio lamiradahaciaelrugidodemipadre,quele apunta con su arma. - ¡Nos hastendido una encerrona! ¡No va a venirnadie, porque no saben que estamosaquí!

Desvio la mirada a Marcos, que le

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sonríeamipadreconmaldad,mientraslemirafríamente.

-NomelotengasencuentaAlessandro.Noesperaríasquemequedaradebrazoscruzados, mientras le dejas todo a unhombre que no es unRomaní.—Dice,condesprecio.

- Eres el traidor. — Dejo, salir en unmurmullo.

Seacercaymetocalacarasuavemente,ungestoquemerepugnaymehacedarunpasoatrás,alejándomedesutacto.

-Siprima,siemprehesidoyo.Poresotu querido Ian no ha podido dar con eltopo.Porqueyosiempreibaunpasopordelante.

-Eresdespreciable.¡El téconsiderasuamigoytúletraicionas!

- ¡Si hubieras sido lista, te habríasfijado en mí, y no habría tenido que

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traicionarle! Pero tu... Solo tienes ojosparaél.

- ¿Me estás echando la culpa de tusactos?

- No prima. Te estoy diciendo que hassidootroincentivoparahacerlo.

—Me da un repaso de pies a cabezaconunamiradaobscena.-¡BajaelarmaAlessandro!

-¡Nodejaréquetelalleves!

- ¡No puedes evitarlo! — Le grita,cogiéndome el brazo, tirando de mí ycubriéndoseconmicuerpo.

Marcos trastea en su cintura, mientraspeleopor soltarme.Conunmovimientorápidomepasaelbrazoporelcuelloyaprieta con fuerza, casi dejándome sinrespiración. Cuando afloja un poco suagarre, puedo ver que tiene el brazoestiradoysupistolaapuntaamipadre.

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Elcuerposemeparalizaylaslágrimasempiezanarodar.Quieropensarquenosera capaz, que es su primo, que sonfamilia,ynopuedesertanmiserable.

-Tehedadounaoportunidadynolahassabido aprovechar.— Dice, y tira delgatillo.

-¡Nooo!—Grito,viendocomolabalaleimpactaenelcostadodelacintura.

Los ojos de mi padre se abrenmirándomeporúltimavezantesdecaer,eldolorsehace insoportable,bocabajoenelsuelo,elcharcodesangreempiezaa ser visible. Arremeto con fuerza,consiguiendo darle un codazo, y salircorriendoasocorreramipadre.Ledoyla vuelta, colocándole la cabeza entremispiernas.

-Nomedejes.Porfavor,notevayas.—Le suplico, como si él pudiera haceralgo.

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Alza una mano, me acaricia la mejillamientras traga con dificultad. Mis ojosseempañanhastaelpuntodequeleveoborroso.

- Te...Qui...Quiero princesa.—Dice,costándoleformarlafrase.

-Nomedejesporfavor.Tenecesito.

Losojosdemipadresecierran,eldolorseinstalaenmialma,legritounayotravez que nomedeje, que abra los ojos,que me mire, que le necesito y que lequiero. Pero todo es en vano. No semueve.

-¡Vamos,tenemosqueirnos!

Cogiéndome del pelo me pone en pie,arrastrasmeobligaasubiralavión,demalasmanerasme deja caer en uno delos sillones, abrocha el cinturón, y sevuelveabajar.Sonríeymetiraunbeso.Desvio la mirada, porque no entiendocomo su corazón alberga tanta maldad,

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comoparaestarburlándosedemidolorydelamuertedelhombrequemediolavida.Elavión seponeenmarcha,ynopuedohacerotra cosaquemirarpor laventanacomoelaparatoquesobrevuelaelcielo,mealejadelamordemivida.

-¡Porfinestasdondetienesqueestar!

«Dago».Meobligoaseguirmirandolasnubes, no quiero darle el gusto de queveamisojosrojos,yeldolorquehayenellos.

- ¡Mírame cuando te hable! — Leignoro, y esa acción hace queme lleveunbofetón.

Casi ni noto el picor, nada es másdoloroso que la imagen de mi padrecayendoalsueloensangrentado.

-¿Dóndeestámihijo?—Exijosaber.

-Prontoleveras.

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-¡Soisunosdesalmados,habéismatadoa mi padre! — Le escupo con saña. -¡Cuida tus espaldas, porque tearrepentirásdehaberlohecho!

Me da otro bofetón, y me riosarcásticamente, enreda su mano en mipelo, daun tirón con fuerza alzandomicabezahastaquemimirada,seposaenlasuya.

-¡Nomeamenaceszorra!¡Túmatasteami hermano! ¡Deberías dar graciasporquetedejevivir!

Su boca se cierne sobre la mía,persistente cierro los labiosprohibiéndole la entrada ami boca. Sealejaenfurecido,sesienta,meobservaysonríe.

-Prontoaprenderásacatarordenes.Oteaseguroquelopasarasmuy,muymal.

- ¡Prefiero soportar el dolor, que dartegustoati!

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- Vamos a ver si piensas igual cuandolleguemos.—Comenta,consorna.

Unpardehorasdespuésaterrizamos,nosé dónde porque Dago no se digna adecírmelo. No entiendo para que tantosecreto. ¿Que cree que puedo hacervigiladayrodeadadematones?Subimosa un pequeño barco. Atravesando elocéano,mequedocontemplandoelagua,soñando despierta, con lo hermoso queseriaestarenestelugarconIan.Darnosunchapuzón,tomarelsol,inclusohacerel amor bajo las estrellas.Me dejo deensoñaciones imposibles, cuando elbarco se detiene, Dago me agarra delbrazo, y me lleva a trompicones hastaunacasamuymodernaparaestarenunaisla desierta.Ahora ya tengo claro queestoy en una isla solitaria, y a saberdonde,mehabastadoponer lospiesenlaarena,contemplarquesolohaycuatroocincocasitas,yquetodoestárodeadode arboles, arena, agua y el sol, paraentenderqueIannomeencontrara.

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-¡Siéntate!

- Prefiero quedarme así. — Digo, sinamedrentarme.

- Como gustes... Ahora vas a hacer loquetedigaysinrechistar.

-Noharénadahastaqueveaamihijo.

Furioso se planta delante de mí, meagarradelcuelloapretandolosuficienteparadejarclaroqueaquíelquemandaesél.Cogeunasillaconlaotramanoycon fuerza me hace sentar, haciéndomedaño en el culo al impactar contra lasilla.

-¡Nometoquesloscojones!¡Siacabascon mi paciencia sabras quien soyrealmente!

Me mantengo quieta en la silla, treshombres entran, el que va en medioporta una carpeta, la deja en lamesa yextrae unos papeles. Frunzo el ceño al

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darme cuenta que no es uno de sussecuaces.

- Listo. — Dice, parándose aobservarme.

-¡Firma!

Dagomeentregalahoja,lavoyleyendo,yconformeavanzounnudosemeformaenel estómago, labilisme subepor lagarganta y las manos me empiezan atemblar.¡Niloca!Sisemeocurrefirmarestepapel,estaréfirmandomisentenciaal infierno. Mi vida se acabara en elmomentoquemifirmaseestampeenesedocumento. ¡No! ¡No debo firmar!Arrugoelpapel enmismanosy lo tiroal suelo, posandomimirada desafianteenDago.Sémeacerca,rodealasilla,yseponeamiespalda.

- ¡Ve por él! — Ordena a uno de susesbirros.

Le veo desaparecer por la puerta,

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minutosmastardeeltipoentraportandoun bulto liado por una manta. Hagoademándelevantarme,peroDagomeloimpide dejando la mano enmi hombroconfuerzayapretandolobastante,comoparaque tengaquehacerunamuecadedolor. El tipo le da la vuelta a lo queestoyseguraesmipequeñoyledeslialamanta. Lo agita un poco suavemente,asustándolo y despertándolo de susueño. El corazón se me empequeñece,por verlo tan indefenso en manos deestos tipos sin alma.El secuaz hace unleve movimiento con la mano, y otrotipoentraportandounacuerdaentresusmanos.Elcorazónsemeparalizaalvercomo da un tirón brusco y mi madreaterriza contra el suelo. Las lágrimascorrenpormicara,cuandoreparoenlasangredesurostro,yenloscortesdelacara debido a los golpes que le hanpropinado.¿Porquésontancrueles?

¿Por qué no podían simplementeretenerla?¿Porquéteníanqueensañarse

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conella?

- ¿Firmaras ahoraodejarasque tuhijose ahogue en el mar? — Diceirónicamente, levantándome la cabezaparaqueveaen susojos,quenovadefarol.

Asiento con un pequeñomovimiento decabeza, camina hasta la mesa, coge elboli y otro papel, exactamente igual alquehearrugado.Debiófigurarsequenofirmaría a la primera y de buena gana.Me limpio las lagrimas con rabia, cojoel papel y el boli. Trago varias veces,contemploelpapelconhorror,desviolamiradados segundosde loque serámisuplicio,paradetenermisojosenDago,queesperaimpacientequefirme.

-Dametupalabradequedejarasiramimadreconmipequeño.—

Ruego.

Seagachaamialtura,colocasumanoen

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mi nuca y me mira directamente a losojos.

-Tedoymipalabradequetumadrenocorrerápeligro,regresaraasucasaenelmismo momento que firmes. — Dice,con calma. - El pequeño se queda. Teprometo, que mientras te portes bien ymecomplazcas,nadalesucederá.

Acerca su cara a la mía, sin despegarsusojosdelosmíos,dejandoclarocualessusiguientemovimiento,yretándomecon ello a que le desafié. Pega suslabios a los míos, y me obligo adevolverleelbeso,ynosalircorriendoy vomitar en el primer árbol que sepongaenmicamino.Susmanosbajanamicintura,y tengoquemantenera rayala repugnancia que siento. Con unmovimiento bruscome empuja hacia sucuerpo,desubocaseescapaungruñidode satisfacción, que me hace quererpropinarleunapatadaensuspartes,paraque en vez de excitación, sienta dolor.

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Pero no puedo, por mi hijo y por mimadre, tengo que mantener las manosquietasydarleloquedesea.

Se retira con una sonrisa, con su dedogordo limpia la saliva de mis labios,luegome acaricia el lado de la cara yme dice, «buena chica», como si fuerasumascota y no unamujer a la que leestá destrozando, el alma, corazón yvida. Sin más dilataciones firmo eldocumento, por mucho que hubieraquerido retrasarlo, minutos, horas odías,elfinalhabríasidoelmismo,ymimadre, hijo y yo habríamos sufrido lasconsecuencias.

- ¡Perfecto, preciosa! ¡Ahora... Eres...Mia!

«Continuará en... Solo tuya y parasiempre».

AGRADECIMIENTOS.

Quiero agradecer la creación de esta

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historia, a mi marido que después demuchos años negándose a queescribiera,porfinhoyendíameapoyayesta ami lado, ami hermanaElisabethque es una de las primeras en leermishistorias cuando están acabadas y meanima yme reclama que espera que lemandelasiguiente.Amitíoquenohacefalta decir su nombre, debido a quecuando el lo lea, porque es uno de losprimeros en hacerse con mis historias,sabraqueme refieroaél, le agradezcode todo corazón, porque me anima aseguir escribiendo y a seguiraprendiendo y a mejorar. A mi cuñadaquefueunadelasprimerasensaberqueestaba escribiendo una historia, ysonriendomeanimoaquesiguieray laterminara.A todosaquellosqueestánami lado, en lo bueno, en lomalo, peroquesiguendíaadíaamilado,aquemelevante y persevere en hacer lo quequiero.Avosotrasporsupuesto,porquesigo creyendo que vosotras tenéis todoelmerito dequenazcan estas historias,

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porque yo soy quien la escribe, perovosotras quien la leéis, quien osenamoráis de los personajes y quiensigue hasta el final queriendo saber loquepasaraconellos.Osloagradezcoenelalma,yesperoquedelamismaformaque yo he disfrutado creándola, lohayáis hecho vosotras leyéndola.Muchas,muchasgracias.