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Solidaridad Don Bosco

Solidaridad Don Bosco · 2020. 1. 15. · Solidaridad Don Bosco 67 glamento. Daniel, que fue el primero en verlo se hizo el despistado y no lo recogió. Se lo había pasado tan bien

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Cuéntame otro cuento

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Daniel tiene 10 años, y se pasa las tardes enteras haciendo deporte. Él vive en Sue-cia y allí hay muchísimos parques donde poder hacer el deporte que tanto le gusta: ¡jugar al fútbol!

Sus padres, sus tíos y sus abuelos, le regalan muchos juguetes en Navidad, en su cumpleaños, en las vacaciones de verano y en muchas otras ocasiones.

Como saben de su afición, siempre se encuentra entre los regalos algunos balones muy caros de reglamento, raquetas de tenis, y muchas cosas más. A veces tiene tantos juguetes que no caben ni en su habitación.

Una tarde, mientras jugaba al fútbol con sus amigos y amigas en un parque que hay cerca de su casa, empeñaron el balón en la copa del árbol más alto que había por allí. Estaban decidiendo a qué podrían jugar, y su amiga María tuvo una idea, cons-truir un juego nuevo.

Al principio, sus amigos se rieron, pero como no había forma de recuperar el balón empeñado decidieron intentar lo que les había propuesto María. Pero ¿qué podrían construir?.

A Daniel se le ocurrió que se podrían dividir de dos en dos y quedar en el centro del parque una hora después. Cada pareja debía conseguir materiales con los que cons-truir algo, y después decidirían a qué jugar. Y así lo hicieron, comenzaron a recoger cosas por todo el parque, botellas de plástico de agua, papel de periódico, piedras pequeñas, bolsas de plástico, ¡habían encontrado hasta un par de botes de suavi-zante! A Daniel y María les bastó con media hora, porque había tanta basura tirada por el suelo que no podían recoger más cosas.

Cuando se encontraron en el centro del parque, tal y como habían quedado, cada pareja soltó todo lo que había recogido, y empezaron a surgir una idea tras otra.

Cogieron los botes de suavizante e hicieron una especie de raqueta, y la pelota de tenis sería una bola de papel de periódico rodeada de una bolsa de plástico.

También construyeron una red, uniendo una bolsa con otra y enganchando las últi-mas entre dos árboles.

Empezaron a jugar y justo cuando mejor se lo estaban pasando… no se lo podían creer, ¡estaba lloviendo! Y con la fuerza de la lluvia y del viento, mientras estaban re-cogiendo sus improvisados juegos, caía del árbol más alto del parque el balón de re-

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glamento. Daniel, que fue el primero en verlo se hizo el despistado y no lo recogió.

Se lo había pasado tan bien aquella tarde jugando con María y sus amigos… Ade-más, sabía que algún otro niño lo encontraría y jugaría. Ellos ya no necesitaban juguetes caros para pasárselo bien.

Y Colorín colorado, ¡estos niños sus propios juegos han fabricado!

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cuento 11