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Sociología y Filosofía Pensar las ciencias sociales Marco A. Jiménez (Editor)

Sociología y Filosofía Pesar Las Ciencias Sociales Marco a. Jiménez (1)

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Sociologa y Filosofa Pensar las ciencias sociales

Marco A. Jimnez

(Editor)

INDICE

PrlogoDaniel Cabrera

IntroduccinMarco A. Jimnez

Filosofa y ciencias sociales: pensar desde la contemporaneidadRaymundo Mier

Filosofa y Sociologa en el mundo globalizadoMarco A. Jimnez

La impotencia del saber moderno de lo humano: aporas de la ciencias sociales y las ciencias del esprituAntonio Marino

La comunidad por venir: desterrar el sueo sin traicionarloConcepcin Delgado

Reflexiones sociolgicas desde la fenomenologa de Alfred SchutzVctor A. Pay

Ideal hermenutico de la filosofa prctica: las humanidades y las ciencias socialesAlejandro Salcedo

Aproximacin a una epistemologa hermenutica para las cienciasBlanca Aranda

Aportaciones del pensamiento nietzscheano para descondicionamiento terico y perceptual en la investigacin social Alejandro Jurez

El mal entendido y la crisis de la modernidad: Poltica y Cultura en Karel KoskFrancisco Pamplona

Objetividad y verdad: una lectura genealgicaMauricio Pilatowsky

Hacia un nuevo dilogo de la filosofa y las ciencias sociales: el caso de la identidad como funcin y sus orgenes en el mtodo cartesianoAlejandra Velzquez

El conocimiento cientfico de la poltica en los Estados Unidos: la construccin interdisciplinaria de una disciplinaJuan Jos Sanabria

Las ciencias modernas y la fenomenologaNiklas Luhmann

FILOSOFA Y CIENCIAS SOCIALES: PENSAR DESDE LA CONTEMPORANEIDAD

Raymundo Mier[footnoteRef:1] [1: ]

1. Las ciencias sociales y la filosofa ante su propia historia: la inteligibilidad de tiempos, territorios, formas de vida

Las ciencias sociales contemporneas involucran un conjunto de categoras, formas de comprensin, orientaciones metodolgicas que desbordan ampliamente los marcos clsicos de la organizacin disciplinaria que haban venido rigiendo durante los ltimos ochenta o noventa aos en las ciencias sociales. En efecto, a partir del siglo XIX hemos visto aparecer ntidamente en l los diversos mbitos de la reflexin sobre lo social, sobre los fenmenos humanos, un conjunto de perspectivas que confirman y ahondan la conformacin disciplinaria, en la estela del creciente dominio de una comprensin positiva de la ciencia. La biologa, la fisiologa, la termodinmica, las matemticas no slo se constituyeron en modelos explicativos de la conducta humana, en referencias epistemolgicas ineludibles o, por lo menos, en paradigmas a seguir; tambin aportaron un conjunto de nociones y conceptos que sustentan la expectativa de cientificidad. Sin embargo, las ciencias sociales preservan su apertura a la permanente incidencia del dilogo, no pocas veces polmico, con otros saberes, particularmente con la filosofa. La inquietud por la exploracin de los lmites y condiciones de la cognicin, la relevancia de los juicios ticos en la determinacin de las acciones pblicas, y la reflexin sobre los fundamentos de una instauracin vlida pblicamente de esferas de valor, horizontes de finalidad y apreciaciones sobre la capacidad de construir regmenes de inteligibilidad a partir de la creacin imaginaria de formas, sealan un momento de inflexin en las reflexiones sobre lo social. Indica tambin una modalidad de dilogo entre las disciplinas sociales y reclama tambin una apreciacin particular sobre los fundamentos de esa alianza. Por otra parte, ese punto de inflexin seala tambin la exigencia de una comprensin genealgica de las series conceptuales, a partir de su triple gnesis: por una parte, cmo respuesta a expresiones de la memoria, a los patrones cohesivos de la tradicin, a un conjunto de procesos que modelan las acciones y los vnculos; por la otra, como respuesta a una historia de los dilogos, de los acontecimientos conceptuales propios de la esfera filosfica, a una inscripcin en la serie de polmicas que han ido delimitando objetos, relevancias y pertinencias en las formas de discurrir y argumentar en la esfera propia de la filosofa, la historia de esos dilogos reclama asimismo la necesidad de establecer la naturaleza y la historia de los saberes no slo como un componente crucial en la gnesis histrica de las visiones y las formas de vida contemporneas, sino como objeto de conocimiento la comprensin de los alcances de las propias disciplinas sociales. Finalmente, las ciencias sociales deben responder a los eventos propios de los procesos histricos, a su sentido y a su particular historicidad. La visin de las ciencias sociales, sin embargo, a pesar de esta permeabilidad y de estos dilogos, trabaja incesantemente a todo lo largo del siglo XX en la consolidacin de una constelacin articulada de un archipilago disciplinario. No obstante, esa conformacin lejos de conducir a una sntesis diferencial de los procesos transfigur sus objetos, los someti a principios discursivos e institucionales diferenciales, les impuso historias particulares, regionaliz las esferas conceptuales y los mbitos de intervencin hasta hacerlos irreconocibles entre s. En la esfera de lo poltico esta regionalizacin disyuntiva hizo patente su confrontacin excluyente desde el surgimiento mismo de las visiones modernas de las ciencias sociales. Pero en la consolidacin de las aproximaciones cognitivas, no fue quiz sino en los aos cincuenta y sesenta cuando esta visin disciplinaria habra de exhibir ntidamente el antagonismo irreductible de tendencias, visiones y sus expresiones conceptuales; un antagonismo que al mismo tiempo se exacerba y se enfrenta como alternativa excluyente de comprensin y de accin en el dominio social. Por una parte, la tendencia a la formalizacin y a la delimitacin de criterios de identidad disciplinaria define enfticamente los recursos de la construccin conceptual, sus modalidades, sus estrategias de validacin, sus operaciones tcnicas y sus mbitos y condiciones de intervencin. Por la otra, los perfiles disciplinarios, los criterios de pertinencia, tanto como los horizontes, los criterios de validez de las ciencias sociales se tornan borrosos, se disipan a partir de un dilogo cada vez ms ubicuo y multifactico con otros saberes incluso de distinto orden, de tradiciones distantes, de genealogas equvocas. Dos momentos de transformacin disciplinaria sealan ya, sintomticamente, los vuelcos en la calidad de estas visiones disyuntivas: involucran lenguaje e historia. El llamado "giro lingstico" que se origina en el siglo XIX con los trabajos lgicos de Frege, pero que alcanza su plena incidencia en el panorama filosfico del siglo XX, seala ya el papel disruptivo que las reflexiones sobre significacin e historicidad alcanzan no slo en el dominio de la filosofa, sino en el conjunto de las ciencias sociales. La drstica metamorfosis de las concepciones de lgica, lenguaje y conocimiento reclaman una radical revisin de las identidades subjetivas, las operaciones de la conciencia, los lmites de la afeccin, y la historicidad ntima en la gnesis misma del comportamiento, las figuras del yo y su modelacin en la esfera de las acciones y su relacin con el otro. El trabajo de Frege no es sino el mascarn de proa de una mutacin radical en las concepciones de significacin, pero incide tambin en la apreciacin de la relevancia del lazo entre cognicin y tica, entre la aprehensin de s y el papel constitutivo del vnculo, en una visin ampliada de la experiencia que busca superar el confinamiento en el dominio del entendimiento secuela de la compleja propuesta kantiana Desde mediados del siglo XIX, las transformaciones en la nocin de lenguaje y su papel fundamental en la conformacin de los patrones de accin, en la gnesis y expresin de las afecciones, en el fundamento de las alianzas, en la consolidacin y efectividad de las normas y en la conformacin de hbitos y formas de vida, dan al "giro lingstico" alcances que desbordan las restricciones sugeridas por la entronizacin de la lgica como eje rector de la pregunta filosfica, y de las aproximaciones cognitivas como referencia determinante en la comprensin de las dinmicas sociales. Pero habr de esperar casi un siglo, a mediados del siglo XX para atestiguar, en las resonancias de otro "giro lingstico" cuya figura sintomtica es la concepcin estructural y semitica del lenguaje mutaciones radicales de la comprensin de lo simblico que interrogarn los sustentos constitutivos de las disciplinas de lo social. Esta vez, el giro lingstico contemporneo abandona la exigencia de una sustentacin lgica del lenguaje para girar sobre dos tendencias disyuntivas: por una parte, una visin de la "vida social" de los signos, sustentada en la tesis de la arbitrariedad y la realizacin de los procesos de significacin en el lenguaje articulados en un campo relacional sistemtico y complejo, y, por la otra, una concepcin del lenguaje como la expresin de una capacidad innata del sujeto. La transformacin de las concepciones lingsticas incidir no slo en la comprensin del lenguaje sino en las formas de concebir lo social, la subjetividad, los vnculos, y los saberes, el conocimiento y las calidades del vnculo. Suspende toda referencia excluyente y circunscrita del lenguaje a la lgica y revela la condicin a un tiempo enigmtica y constitutiva del lenguaje natural, siempre irreductible a una comprensin formalizante. Por el contrario, finca la dinmica de su incidencia, sus propias transformaciones y las de lo social mismo en la significacin como devenir, como acto de enunciacin inscrito en la relacin intersubjetiva.Los alcances de estas transformaciones con resonancias mltiples se advierten visiblemente tanto en el surgimiento y la significatividad de las propuestas del pragmatismo norteamericano como en la reflexin de Dilthey que conjuga en el vrtice de la experiencia la participacin del sujeto en la comprensin y la creacin de la historicidad, tanto de su propia comprensin del mundo, como de la objetivacin del vnculo entre proceso e historia en los regmenes normativos del proceso social. Pero esta posicin de la experiencia como "composicin" de las tensiones derivadas de los procesos subjetivos, lingsticos e histrico-sociales hace visible tambin la restriccin de las concepciones surgidas en confrontacin con el vnculo entre lenguaje, conciencia y cognicin. Suspende su pretensin de fundamentar una visin universalista de la subjetividad, el lenguaje y la historia. La naturaleza de las normas, las creencias, el poder, las identidades y la historia la duracin, estabilidad y perseverancia de los regmenes institucionales y las confrontaciones de poder reclama as, perentoriamente, un esclarecimiento que asume como condicin el reconocimiento de la accin simblica como regularidad y como acontecimiento, como acto, como creacin autnoma del sujeto y como restauracin de la memoria material de los signos. Pero esta constelacin de miradas involucra polmicamente los hilos de las mltiples tradiciones en un juego de extraezas recprocas: a la postulacin de la existencia del fundamento lgico y cognitivo de la comprensin de lo humano se confrontan miradas desde la periferia, en la extraeza incluso el rechazo de la entronizacin de la lgica y los principios unificadores de la razn. Las visiones de Nietzsche o de la psicologa profunda como invocaciones del acontecimiento y la singularidad, como ratificacin de la propia intuicin de Kant acerca de los lmites de la aprehensin reflexiva de s mismo, el yo como "cosa en s" dar cabida a las interrogaciones radicales acerca del enmudecimiento, el estigma o el desconocimiento de la pasin o de las acciones surgidas de los conos de sombra de la conciencia El mbito de las ciencias sociales se revela as, al mismo tiempo, como un juego incesante, febril, de tramas conceptuales, de ficciones hbridas, entre las expectativas de cientificidad y las inclinaciones a buscar su incorporacin en los mrgenes del pensamiento filosfico o crtico; aparece como un desafo hermenutico y como la bsqueda de un reclamo instrumental a las estrategias de gobernabilidad. De ah su creciente debilidad, la fragilidad de sus conceptos, la multiplicacin de sus estrategias alegricas y la diversificacin de sus metforas, la exigencia y la nostalgia de un rigor inaccesible pero imperativo. La permanente gnesis de promesas de inteligibilidad incumplidas, el permanente desaliento ante los desbordamientos de las propuestas conceptuales ante la sucesin de acontecimientos, la fragilidad de las teoras ante los vuelcos de los equilibrios geopolticos o incluso de las modas, la aparicin de territorios al margen de la exploracin y la inteligibilidad establecida. Las ciencias sociales se sumergen en una confrontacin no slo con el acontecer del entorno, sino con su propio acontecer como tentativas conceptuales, con la propia violencia equvoca de sus linderos, con los reclamos estriles de una identidad siempre en la perspectiva de la promesa. Las ciencias sociales no pueden sino asumir reflexivamente su propia genealoga, recobrar en un dilogo tenso, irresuelto, las edades y las distintas tentativas que sealan su historia, pero revelan asimismo en su propio desarrollo y su capacidad de intervencin el juego de los procesos histricos. El peso de la historicidad, patente en la mirada filosfica sobre los saberes sociales desde el siglo XIX, no ha dejado de teir a veces con matices contrastantes, a veces como un resplandor vago las reflexiones contemporneas sobre lo social. La comprensin de la historia ha debido asumir las tensiones que la distancia de diacrona y sincrona, de las "ondas" distintas de temporalidad, de la distincin entre acontecimiento y contemporaneidad. Asumir el lugar de la experiencia colectiva e individual del tiempo y de las duraciones, admitir la relevancia temporal, histrica y vital de la memoria y recobrar el sentido constructivo del proyecto y el papel contradictorio de las utopas. La historicidad revela una concurrencia mltiple de las "lgicas" de los encadenamientos, las sucesiones y las composiciones de procesos que dan lugar a la gnesis de la historia como hecho de sentido, como rgimen de inteligibilidad de los tiempos, los fundamentos y la escatologa de lo social. La comprensin de la historia la propia historia, la de las comunidades, la de los sujetos surge de la elucidacin de los dramas de los sujetos sociales y de su conjugacin, su resonancia, sus secuelas, pero tambin de la gnesis y el destino de sus creaciones: discursos, instituciones, saberes, testimonios, imaginaciones, concepciones del mundo, formas de vida. La historia da nombre, figura narrativamente la tensin permanente entre los dramas sociales como conflictos destinados a la ruptura o el equilibrio, y como confrontaciones de sometimiento y de aniquilacin, los proyecta en imgenes narrativas del tiempo, los despliega as dotados de racionalidad o bien como composicin serial de acontecimientos y como desenlace de las fuerzas estructurales y en devenir. En la estela de esas tensiones da lugar a un juego mltiple de dilogos, de expectativas, de exigencias desprendidas de la fragilidad histrica de los conceptos. Busca con ello hacer inteligible la complejidad de esas condiciones y esos actos, local y estructuralmente acotados: conjuga las temporalidades escatolgicas del mito, como las fantasmagoras del deseo en la trama de los relatos y las reminiscencias. La historia conforma la complejidad verosmil de una realidad intrincada que conjunta y yuxtapone pulsiones y composiciones imaginarias, el recuento y la sntesis narrativa de los hbitos y la percepcin de los cuerpos disciplinados, la crnica espectral de las afecciones. Las ciencias sociales emergen de estas figuras cristalizadas de las mltiples fisonomas del tiempo que se expresan como realizacin y desenlace de los dramas sociales para conformar las facetas significativas de la historicidad. Un testimonio y una tentativa de inteligibilidad de la gnesis, la trayectoria y el destino de procesos, fuerzas, confrontaciones, identidades que recrean el espectro histrico de las confrontaciones entre actores polticos: la irrupcin y los desequilibrios de las diferencias, sus secuelas, sus juegos de poder. Los marcos geopolticos modelan con una trama de territorios imaginarios pero definitivos esos dilogos, esas tensiones, esas tentativas de elucidacin: a la historia de los sujetos sociales en devenir se yuxtaponen, relatos de tiempos y mitos de naciones, se asume la segmentacin de los procesos en esferas imaginarias acotadas por lenguajes, legislaciones, polticas y hbitos, por tradiciones y regmenes institucionales que engendran las ficciones de la identidad nacional. Los territorios marcados tambin por la vigencia de los apegos a emblemas y estereotipos, por inclinaciones vernculas o por inercias de las lenguas y de los discursos regionales.La multiplicidad de los tiempos sociales, los ritmos de acciones y procesos, las dinmicas y las tensiones histricas revelan las conjugaciones de las mutaciones estructurales e institucionales tanto como la incidencia indeterminada del acontecer: surgimiento de sujetos y movimientos, apuntalamiento, decaimiento o incluso extincin de las identidades, sustentacin de hbitos en los equvocos temporales de la tradicin o en las promesas de lo por venir. Pero la multiplicidad de los tiempos sociales y de las experiencias de historicidad hacen visible, asimismo, la gnesis mltiple y diferenciada de los saberes sobre lo social, sobre las identidades, los sujetos y sus potencias. Los ritmos, tiempos, y sbitos giros de la historia revelan a su vez la incidencia de las transformaciones acarreadas por las condiciones de la experiencia, por las metamorfosis de lo pblico, por la fuerza de segmentacin y las dependencias de las formas de vida en lo privado, o por la opacidad y la fuerza de respuesta engendrada desde las esferas ntimas de la subjetividad.La historia asume su fuerza de concrecin sustancialmente a partir de la experiencia de s, de los vnculos y del entorno en la construccin de la inteligibilidad de los procesos: acontecimiento, situacin, presente y contemporaneidad revelan modos de aprehensin de figuras distintas de lo social como totalidad constituida por la integracin regresiva y progresivamente las genealogas, juegos de dependencias y vislumbres en cada momento de construccin del sentido Elucidar reflexivamente el sentido de la contemporaneidad emerge como una de las condiciones del pensamiento contemporneo, como el sustento de su validez, como la relevancia crtica de su inscripcin en el proceso social mismo. La experiencia de la contemporaneidad requiere el trabajo reflexivo en la elucidacin de las dependencias y dinmicas de la historia: advertir en la contemporaneidad la ruptura, la discontinuidad, el acontecimiento que constituye el punto de inflexin de las formas de vida. Las ciencias sociales y la filosofa concurren en el reclamo de la elucidacin de la contemporaneidad, reconocido como el centro de las inquietudes del pensamiento moderno. La aprehensin de la contemporaneidad supone, por una parte, asumir y reconocer las identidades, los marcos de la accin, las condiciones y las dinmicas del vnculo, la conformacin de un mbito de inteligibilidad y sus estrategias, una tensin eficaz de los juegos de lenguaje y una eficacia singular del poder, pero, al mismo tiempo, la extraeza intempestiva de la constelacin de dependencias, la construccin diferencial y jerrquica de otra composicin normativa, de otro horizonte de accin para los sujetos, otros destinos para la solidaridad.Las transformaciones nfimas o abruptas, graduales o relampagueantes, violentas o serenas, que irrumpen en la vida social, emergen como perturbaciones de regmenes institucionales perseverantes: los procesos contemporneos de acumulacin y distribucin del capital en la fase financiera, la disgregacin planificada de las operaciones del trabajo, el confinamiento abismal de las formas de vida, la implantacin eficaz e imperceptible de las estrategias de control en el dominio pblico y privado, la omnipresencia de patrones reiterativos y codificados de formas simblicas. La operacin reiterada de estos patrones insistentes y sus lgicas conjeturales, no dan, sin embargo, lugar a generalizaciones inmediatas, a interrogaciones ntidas, a trayectorias bien perfiladas de la interpretacin o a modelos restringidos y rigurosos para la explicacin de procesos. Los precarios equilibrios y las estabilidades aparentes de los procesos, no pueden eludir la interferencia incesante, incluso desquiciante de lo que irrumpe para asumir la fuerza del quebranto, de lo irrecuperable, en las fronteras de los sombro o lo ominoso, o bien como una seal de la realizacin de una potencia inadvertida, el resplandor de lo exultante; el quebrantamiento como uno de los rostros de la epifana, de la gnesis.

2. Vicisitudes de la modernidad: geopolticas de la razn trascendental

En el marco de la modernidad pensar lo contemporneo, sin embargo, reclama un correlato entre identidad, territorio, un modo de aprehender una comunidad temporal y una participacin equiparable en la historia, la delimitacin y la regulacin comn de mbitos de control, una nocin ampliada de gobernabilidad referida a la posibilidad de asimilar las potencias y los atributos de los cuerpos, modelar su desempeo: supone la invencin de un dominio de percepcin, y el reconocimiento recproco de un alcance acotado de las potencias de la accin. La concepcin trascendental de lo humano, que orienta las figuras conceptuales de la modernidad, reclama la articulacin no contradictoria de mundos, la recomposicin del juego de las diferencias a un rgimen de fundamentos. Supone por consiguiente la integracin sinttica de un orden global derivado de la realizacin material y social de las condiciones universales de la razn trascendental. La globalizacin un modo infortunado de designar esta contemporaneidad aparece como figura de la exigencia de cosmopolitismo, entendida como la composicin unitaria de las diferencias. No obstante, la realizacin histrica de esta globalizacin ha derivado, como manifestacin histrica, en la figura grotesca: el cosmopolitismo como indiferencia o como juego de sometimientos proyectado en una imagen pueril: la diseminacin restrictiva y diferencial del consumo; esta figura encubre, sin embargo, la vasta trama poltica de la modernidad, se yergue como una fantasmagora que vela y apuntala los juegos despticos derivados de la primaca de la acumulacin y las pugnas de poder que se expresan como supremacas nacionales. El simulacro histrico de la globalizacin responde a un momento de exacerbacin de las condiciones y los marcos de las tensiones geopolticas, a las exigencias abismales de control y a la transformacin de las formas de vida modernas. Y, sin embargo, a pesar de su pretensin de comprensin sinptica de la modernidad, esa fantasmagora asume visiones contradictorias: la disolucin de fronteras con la finalidad de ampliar las trayectorias y acelerar y profundizar en focos especficos los ciclos de acumulacin, pero tambin la multiplicacin abismal de fronteras y barreras destinadas a la meticulosa eficacia del control simblico y, por consiguiente, poltico. Las condiciones geopolticas derivadas de la confrontacin propia de los regmenes institucionales alientan otra territorializacin, otra multiplicacin de las regiones derivada de los alcances y ordenamientos simblicos y sus mbitos de eficacia. La gnesis de estos ordenamientos territoriales y sus formas particulares de conjugar estrategias de poder, regmenes de control, modalidades de la accin y figuraciones de la experiencia engendran tambin lgicas, articulaciones seriales entre procesos, formas especficas de consolidacin de la creencia, horizontes de valor y espectros de finalidades para acciones especficas: racionalidades particulares. La conformacin de patrones de interaccin simblica revela la transformacin de las lgicas y el sentido de la distancia, las mutaciones del espacio en correlacin con las transfiguraciones territoriales; pero tambin los juegos simblicos exhiben modalidades expresivas del rgimen de las temporalidades: los trayectos cronolgicos, los umbrales de la duracin, la reiteracin de los lapsos, la distribucin de las intensidades. Estas mutaciones de la expresin simblica de lo espacio-temporal revelan, en consecuencia, una transformacin de los vnculos, de las condiciones y modalidades de la reciprocidad y, de manera concomitante, de las acciones y la atribucin de sentidos. Pone en cuestin la experiencia misma y su posibilidad de aprehender la contemporaneidad y recobrarla como mbito de accin, como construccin incesante de solidaridades.La historia como serie de experiencias del tiempo individuales y colectivas[footnoteRef:2]1 conjugadas, conformada a partir de congregaciones de relatos, testimonios, memorias, utopas y proyectos que surge a partir del deseo de autonoma[footnoteRef:3]2, de la comprensin del acontecimiento desde el silencio que enmarca el resplandor de las epifanas. La transformacin drstica de la naturaleza de los fenmenos en la modernidad tarda, se aade a la mutacin de la experiencia del tiempo y de la duracin. Conlleva un sentido de transitoriedad y fragilidad de los vnculos, la extincin de la fuerza vitalicia de las alianzas y la certeza en la incondicionalidad de las solidaridades. La modernidad instaura el desaliento y la ambivalencia cnica como modalidad de la interaccin. Admite como un simulacro de virtud la metamorfosis de los cuerpos doblegados a la razn instrumental, el declive de la relevancia pasional de las miradas y la progresiva integracin de polticas del mirar en las estrategias de control. Es la perturbacin de los sustentos simblicos de las identidades sociales. Se hace preciso asumir en la perspectiva de lo social estos factores que modelan radicalmente la naturaleza de los procesos colectivos e individuales. La relevancia incierta de las identidades sociales se conjuga con la exigencia de determinacin de nombres, clases, jerarquas involucradas en las confrontaciones desiguales, en los ejercicios de subordinacin, en la multiplicacin y ubicuidad de la violencia difusa de los ordenamientos institucionales. [2: 1La experiencia colectiva del tiempo aparece en primer lugar en la composicin de vnculos y en la generacin de movimientos reflexivos expresados como matriz de narraciones referidas expresivamente a s y al conjunto de esos vnculos. Designa un modo de darse de la identidad en respuesta a la aprehensin sinttica de la inteligibilidad de las narraciones colectivas. El presente seala la potencia de la composicin de vnculos derivados de esa inteligibilidad. El pasado como memoria remite a la composicin de referencias temporales en el trayecto de los signos y en el entrecruzamiento de los actos narrativos y simblicos de lo que ha desaparecido. Es una figuracin del pasado como potencia significada y realizada en el presente. Devenir y futuro responden a impulsos disyuntivos: el devenir a una composicin afectiva y pulsional, el futuro a la instauracin de una tensin diferencial con la norma y con el deseo.] [3: 2La autonoma aparece, en este contexto, distante de la acepcin kantiana; ms como un concepto derivado de una pregunta abierta, sin respuesta, que emerge como el reconocimiento de la gnesis discontinua del sentido del actuar y de una afirmacin que se da en los mrgenes de las determinaciones normativas y sociales. La autonoma nombra ms una potencia incondicionada, que se realiza en un acto que conlleva en s mismo la ampliacin de su propia posibilidad y la potencia de engendrar su propia inteligibilidad. ]

La transformacin de las racionalidades en la nueva gestin del capital en la fase financiera que da lugar a lo que se ha denominado capitalismo postindustrial ha obligado a una permanente recomposicin de los dominios y los objetos de anlisis, los recursos conceptuales y los linderos de los regmenes de saber y su gestin institucional: no se requiere la aparicin de nuevas esferas disciplinarias engendradas en el rgimen de la razn instrumental y sometidas a la lgica de sus instituciones. Por el contrario, la dependencia mltiple, la yuxtaposicin y composicin de los mbitos del acontecer social y poltico, la proliferacin de mecanismos de exclusin, segmentacin y disolucin de identidades sociales, el recrudecimiento de las estrategias de control reclama comprensiones a partir de sntesis disyuntivas, de reconocimiento del juego serial de los acontecimientos. El dominio irrestricto de la razn instrumental exacerba el control institucional y disciplinario de los saberes sociales, pero, paradjicamente acota y anula la pretensin de validez de las perspectivas disciplinarias. Al recrudecer las exigencias institucionales de la creacin de conocimiento cancela la fuerza de creacin conceptual, sustenta los simulacros de comprensin, instaura como definitivas las ficciones de su relevancia e instaura mascaradas y mecanismos precarios de prestigio destinados a su propia disolucin. Se intensifica la tensin disyuntiva surgida de la restriccin disciplinaria y su exigencia formalizante, pero se instaura un rgimen de indiferencia respecto de la invencin conceptual en el seno mismo de los saberes. Se cancela con ello la fuerza disruptiva de la comprensin social como creacin de historia. El tedio de los simulacros suplanta el dilogo y el desplazamiento metafrico de los conceptos, anula el reclamo de ampliar y diversificar la creacin de perspectivas y visiones, de aproximaciones analticas y de recursos de registro y validacin. Se hace patente la necesidad de reconstruir y desarrollar nuevas estrategias de interpretacin y un desplazamiento de las referencias disciplinarias de los conceptos. La sofocacin institucional no extingue la exigencia de un desarraigo disciplinario como disposicin a la creacin conceptual; esta exigencia aparece con insistencia incluso como una fuerza de creacin inherente al dilogo entre las disciplinas sociales y sus referencias histricas.

3. tica y gestin de los saberes: polticas de la creacin conceptual

La concurrencia de estas tensiones disyuntivas en la reflexin de las ciencias sociales revela una economa compleja de las gestiones institucionales, pero tambin ilumina la pregunta tica cardinal que involucra la creacin de saberes: las condiciones que instaura para la comprensin de lo social y las secuelas tcnicas de los saberes; las capacidades de interferencia y de intervencin de estos saberes en la experiencia histrica de los sujetos y en su capacidad de accin autnoma. La introduccin de la interrogacin tica se transforma: no aparece como un dominio perifrico al rgimen cognitivo de lo social, no se refiere al uso del conocimiento, o a la relevancia instrumental de tcnicas de control o de intervencin en el dominio pblico de la vida colectiva. La interrogacin tica responde a la necesidad de esclarecer el sentido, las modalidades, las potencias y los ordenamientos inherentes a la accin. Elucidar las condiciones subjetivas, los juegos de representacin, las estrategias de visibilidad, los procedimientos de control que toman como objeto y como medio de intervencin patrones de accin especfica. Definen con ello la naturaleza misma de la cultura y las posibilidades y horizontes de lo poltico.La dimensin tica de la creacin conceptual en ciencias sociales, como una interferencia de la reflexividad teleolgica y de valores en el dominio cognitivo, involucra las consideraciones sobre afeccin, vnculo y normatividad, no slo como objetos de las ciencias sociales, sino como factores de la creacin de pautas de inteligibilidad de lo social, trastocan radicalmente las formas de concebir los saberes y las parcelas disciplinarias en ciencias sociales. La intervencin de facetas reflexivas de la comprensin de la accin de los sujetos sociales revela, asimismo, la relevancia de la condicin pasional como condicin cognitiva de lo social, como factor decisivo en la comprensin de las alternativas polticas y los fundamentos de toda accin autnoma, tanto cognitiva como normativa o esttica.

4. La experiencia del tiempo: accin y situacin, marcos del rgimen simblico de la historicidad

Una doble interrogacin surge con el reconocimiento de este reconocimiento de la accin como factor constructivo de las ciencias sociales y como uno de sus objetos privilegiados. Por una parte, la relevancia de la accin y la comprensin reflexiva de sta en la gnesis de la historicidad de los procesos, por la otra, las condiciones de inteligibilidad del actuar, en los marcos culturales y en la situacin en los cuales se despliega. El peso de los marcos situacionales[footnoteRef:4]3 siempre en relacin con la experiencia de contemporaneidad y la gnesis del sentido "eficiente" de la historia es decir, a partir de la experiencia de la propia historicidad, en el seno de la historia comunitaria, como va para engendrar memoria y dar cabida a los imaginarios de la accin y finalidades especficas da lugar a una reflexin sobre los linderos de las identidades lo propio y lo comunitario como ficciones eficaces en la creacin de identidades; pone en relieve la gnesis de esferas de sentido propias de la colectividad. [4: 3Un modo de comprender la situacin refiere a un modo de darse de la experiencia de contemporaneidad, acotado a la aprehensin de las intensidades de vnculos que se realizan y se conjuntan en un momento dado es decir, un vinculo ritualizante Esa amalgama de vnculos figuran un rgimen un conjunto de reglas estable, cuya duracin ampara la ficcin de un fundamento institucional. La situacin asume as una comunidad de hbitos, de creencias, de modos de la argumentacin y del desenlace de la conjugacin de dilogos comunitarios. Supone por consiguiente una definicin de identidad, propia y de la colectividad, pero no como imagen fija, permanente o ancestral, sino como una potencia capaz de devenir la realizacin fantasmal de esos vnculos es decir, una figuracin de las alianzas tangible en el proyecto de una accin colectiva.]

Situacin, creacin comunitaria de lo propio y rgimen de alianza sometido a las condiciones del vnculo pasional revelan patrones particulares de la cultura y modos diversos de la experiencia, pero tambin dan una intensidad afectiva al sentido de historicidad. Es ese enlace de las intensidades afectivas la que alienta y hace tangibles las alternativas cognitivas de las comunidades. Es quiz a esta conjugacin de elementos que podemos llamar las condiciones locales de los procesos colectivos. Los alcances ticos de la accin propia y colectiva surgen de ese marco y alcanzan ah toda su relevancia. Slo en condiciones locales es posible hablar del sentido tico de las acciones y, por consecuencia, de la construccin de lo poltico. No existen ni lo tico ni lo poltico en el dominio de condiciones globales de los procesos polticos. De ah una polmica constitutiva de la aproximacin contempornea a las ciencias sociales: la relevancia de la autonoma de los actores. La incidencia de las capacidades reflexivas de los sujetos sobre el propio reconocimiento de su posibilidad de control, de su autodeterminacin y de la eleccin de la propia regulacin de su accin pone en juego los sustratos de la memoria, las aprehensiones de la totalidad social y la apreciacin de las situaciones para desempearse en las tensiones del instante. Sin embargo, esta autonoma no deja de permanecer sometida a la misma circularidad que define la aproximacin tica y poltica a lo social: la autonoma como condicin ineludible de todo proceso cognitivo y, a un mismo tiempo, como objeto reflexivo y, a su vez, objetivante de los procesos sociales. Lo esttico es lo que supone el vislumbre, la experiencia de lo que excede la localidad como fundamento del asombro, como una modalidad de utopa que se instaura ms all de toda identidad. Pero la exigencia de autonoma pone en juego una condicin analtica de la libertad. La sustraccin de toda decisin sobre la accin propia de todo mecanismo de control: la afirmacin de la ingobernabilidad misma del sujeto como condicin inapelable de la creacin de conocimiento. La sustraccin al control va acompaada de una autodeterminacin, producto de una imaginacin reguladora orientada a las propias acciones e instaurada a partir de la apreciacin del conjunto de los vnculos. Se rige a partir de una formulacin reflexiva y una construccin imaginaria de una esfera de identidad. Ms an, esa ingobernabilidad pone en juego una condicin radical de la experiencia: su apertura a la contingencia, su edificacin como juego en el primado del acontecimiento. Localidad y disponibilidad a lo contingente revelan el carcter autnomo de las acciones ticas y de creacin de conocimiento tambin la fuerza cohesiva de la accin esttica que transforma la reflexividad y creacin de formas en propuesta de inteligibilidad colectiva de lo simblico As, localidad y disponibilidad a lo contingente no aparecen, a pesar de su carcter reflexivo, sino conjugadas, articuladas con el espectro de los vnculos, de las pasiones, de las afecciones. Pero tambin revelan un carcter reiterado de la creacin de conocimiento: su verosimilitud, las atribuciones de verdad, la creencia y su fuerza para involucrar vnculos y afecciones deriva especficamente de su condicin de localidad y de esta conjugacin pasional. La pasin en el vnculo no es sino la disposicin al acontecimiento: la transfiguracin de s, del vnculo, del sentido de las acciones, la fragilidad de las situaciones, la conjugacin de reiteracin y contingencia de las acciones en el marco de los hbitos, la persistencia y mutacin de la totalidad del mundo simbolizado.En el marco contemporneo el conocimiento, y en particular el de lo social, se desarroll en la estela de la revolucin newtoniana: observacin y control, la invencin conceptual para aprehender el universo surgida del dominio de la imaginacin matemtica; juego conceptual, concepciones en los confines de lo especulativo. Ms marcadamente desde el siglo XVIII y durante el siglo XIX, la observacin y el control se imponen como un rgimen estratgico dominante, modelan la concepcin causal del universo. Esa particular conformacin de la mirada es tambin una concepcin de tiempo y espacio, una desposesin de los afectos, una instrumentacin descarnada del control, los umbrales de su economa el control como faceta cardinal de la economa como una forma cardinal de la poltica. Mirada, accin y significacin establecieron la relevancia de los cuerpos y con ello, el destino y los mecanismos de control, la invencin de la gobernabilidad, el desplazamiento de las categoras ontolgicas de universalidad a los conceptos operativos de generalidad estadstica El control, como una figura visible de la fuerza y como consecuencia de su calculabilidad, involucra un juego dialgico con las identidades. Sujetos y objetos de control: destinos y recursos de una razn instrumental. Se transita de la nocin de humanidad, del recurso extremo a los universales, al concepto estadstico, demogrfico, de poblacin definida como magnitud dotada de identidad, de extensin, mesurable, delimitable en sus perfiles y descriptible en sus patrones de comportamiento. Se transita de la reflexin tica, de la interrogacin sobre la identidad de lo humano, de la expectativa de encontrar los fundamentos de la cognicin y el carcter invariante de la razn, a la construccin de un objeto que se ofrece como la referencia tangible del control de gobierno. La transformacin de los dominios de las ciencias sociales se advierte con claridad. Pero tambin el trastocamiento del dilogo entre las concepciones filosficas y los dominios emergentes en las ciencias sociales.Los regmenes de la observacin y la mirada involucran as una tensin singular: la observacin se constituye en una disciplina en s misma, ajena a los apegos y las vertientes pasionales de la mirada. Su requerimiento es constituirse en un acto irreductible a todo rgimen de reflexividad, ajeno, por consiguiente a toda dimensin tica. Es decir, anular su condicin misma de acto y referirlo a la economa del registro y a las gestiones polticas de la memoria. Pero esta extincin de la mirada como acto la incorpora a las lgicas instrumentales del control. La mirada se sustrae a la presencia: se apega a las exigencias de una economa de la construccin de lo visible. El mundo se despliega como un rgimen simblico: como un repertorio denso e inagotable de sntomas, signos que remiten a otros, signos que reclaman variaciones en la estrategia de visibilidad.

5. De la visibilidad de la presencia a la visibilidad como rgimen conjetural

A la luz de las formulaciones del "segundo giro lingstico", el saber como una trama articulada de mltiples discursos, que sustenta su eficacia en un permanente rgimen diferencial ajeno a las exigencias de consistencia derivadas de la arbitrariedad disciplinaria Los saberes se exhiben, particularmente, como construcciones de signos con una fuerza referencial propia aunque indeterminada, surge de la propia composicin de voces, de situaciones, de figuras conceptuales; su pretensin de validez edificada a partir de referencias recursivas, de modos de construccin de la evidencia establecidos en mbitos institucionales y amparados por dominios de intervencin que se velan o se descubren estratgicamente, que se revelan o se eclipsan en el marco de los patrones argumentativos de validacin convencionales, o bien en las condiciones de operacin poltica. Desde este punto de vista, el conocimiento surge de la composicin de relaciones modales, regmenes conceptuales y dinmicas referenciales despojadas de todo acento pasional, y reticentes a las afecciones del vnculo o a la gravitacin duradera de la creencia y del hbito. Es posible reconocer en las distintas formas que asume la composicin de estas dependencias, la naturaleza particular de la drstica transformacin de los saberes sobre lo social. Se advierte en el trayecto que lleva desde la pasin taxonmica y las interrogaciones sobre el origen y la evolucin de las formas hasta la interpretacin funcional y sistmica de las identidades. El cambio de los patrones epistemolgicos conlleva un abandono progresivo de la primaca de la descripcin y clasificacin sobre la base de la percepcin directa, el llamado modelo anatmico, al modelo fisiolgico que involucra la idea de totalidades relacionales y desempeos dinmicos cuya duracin deriva de las condiciones de equilibrio de los sistemas. La idea de funcin aparece como una aportacin cardinal derivadas de la aprehensin lgica de las relaciones; emergen meramente de operaciones inferenciales que ahondan la participacin de criterios semiticos en la conformacin de los saberes. La visibilidad se construye como un proceso de significacin ajeno a la percepcin, con sustento argumentativo y cifrado a partir de la relevancia de seales e indicaciones recobrado como evidencias. Se hace posible articular desde esta visibilidad que privilegia la metfora del sntoma, que se edifica sobre el rgimen de la sospecha y que supone el juego de eclipses, velos, profundidades y condiciones de manifestacin como recursos de la certeza el despliegue de polticas de control y escenificaciones de la gobernabilidad como recurso de la implantacin pblica de los poderes. Las secuelas del giro epistemolgico hacia el privilegio de la una funcionalidad, suponen adems por consecuencia, otras mutaciones decisivas: valor y finalidad, involucran en su comprensin la determinacin de presupuestos teleolgicos derivados de la condicin de identidad y de totalidad del objeto. Posibilidad de construir la funcionalidad como un sentido suplementario, imposible de atestiguar por los sentidos, derivado de la preservacin adecuada de una identidad en devenir. La funcionalidad aparece como un sentido atribuido a la posibilidad y la capacidad de desempeo potencial de una composicin de fuerzas fincado en una referencia simblica de identidad. La funcionalidad supone intrnsecamente un orden teleolgico que deriva de la integracin y el desempeo de las dependencias sistemticas de lo que se encuentra en juego. Toda comprensin derivada de la aprehensin de ndices y sntomas supone la vigencia de patrones interpretativos. Este vuelco de las disciplinas de lo social al dominio interpretativo conforma una atmsfera discursiva en la que se suscitan perspectivas de orientaciones contrastantes: desde las visiones derivadas de la revolucin kantiana, el posthegelianismo, el giro lingstico, pragmatismos o la revolucin fenomenolgica, hasta las que participan en distinto grado de diversas vertientes del cientificismo evolucionismo, saint-simonismo, psicologas empricas, aproximaciones sistmicas, positivismos o formalismos, entre otrasLas disciplinas referidas a lo social fincan sus particulares criterios de verdad, sus modos de comprensin de lo real como respuesta a la transformacin drstica de las exigencias epistemolgicas del momento. Esto tiene consecuencias en todos los mbitos, no solamente en las esferas de las ciencias sociales, sino incluso en las llamadas ciencias duras donde lo social ha encontrado el sustento de su propia legitimidad, sus referencias metafricas y sus modelos de desarrollo. El florecimiento y la consolidacin de la termodinmica en el siglo XIX habran de permitir apuntalar y sostener concepciones de la percepcin, de la sensacin, de la atencin, que derivaron en modelos cognitivos que, a su vez, modelaron la comprensin de la accin y las relaciones e instituciones sociales. Los sistemas dinmicos del comportamiento de magnitudes energticas no slo sustentaron los modelos termodinmicos, sino incluso teoras de las representaciones, modelos del aparato psquico, concepciones lgicas del lenguaje o incluso conformacin de los rdenes del comportamiento. Las teoras de las afecciones derivan as en conceptualizaciones de lo psquico, aproximaciones a las reglas de comportamiento o a formaciones simblicas; remiten en ltima instancia a la comprensin de los procesos cerebrales, neurolgicos, que habr de ver en la expresin objetivada de lo social formaciones sintomticas. La idea de sntoma alude, trastocndola, a una dimensin del comportamiento fenomnico que aparece como un fundamento, un proceso sustantivo pero inadvertido. La plena instauracin de los modelos "sintomticos" en las ciencias sociales, inauguran lo que se ha dado en llamar "la era de la sospecha" que restaura una profunda inquietud respecto de lo presente, que sustrae su relevancia a la experiencia de lo existente, y reclama la edificacin interpretativa de lo que subyace, asumido as como lo real mismo: sustrado a la mirada, a lo sentidos, a las afecciones y capaz de alcanzar su eficacia, subrepticiamente, a travs de la mediacin de las ilusiones de sus manifestaciones vicarias. Comprender el sntoma es un modo particular de establecer referencias interpretativas para la comprensin real de un fenmeno que evidentemente no se manifiesta sino a partir de una organizacin dinmica y totalidad especfica.

6. Totalidad y clausura: la gnesis paradjica de las identidades

La genealoga de la idea de totalidad tiene un punto de referencia crucial en el pensamiento romntico. Ah, llevada a sus horizontes limtrofes, involucra la idea de absoluto, que revela la inclinacin teolgica que no deja de gravitar en las ciencias sociales. No obstante, la nocin de totalidad aparece de manera tcita en las teoras sobre lo social; sin por ello recibir un tratamiento sustantivo. Remite a la conformacin de dominios culturales, de agrupamientos, de marcos institucionales y de identidades colectivas. As, en la visin contempornea la comprensin de lo social involucra necesariamente el supuesto de totalizacin, plantea tambin una exigencia ligada ms al principio de identidad y referida a la exigencia de comparacin que a la nocin especulativa de absoluto. La figura de la totalizacin, sin embargo, responde plenamente a las exigencias contemporneas de una analtica de la finitud. La concepcin de totalidad implica una contradiccin intrnseca irresoluble. La totalidad surge de la condicin extrnseca de no totalizacin que determina los contornos, la posibilidad de reconocer la identidad misma. La finitud se finca necesariamente en la dimensin exterior que supone lo otro de la finitud: lo infinito no es la negacin de la finitud sino la calidad disyuntiva que la hace inteligible, lo absolutamente irreductible a lo otro. La finitud no es, a su vez, la cara negativa de lo finito. Entre ambas categoras hay una condicin de mutua irreducibilidad. Esta condicin se expresa en una tensin irresoluble de la experiencia. Lo infinito revela la expresin de lo imaginario como potencia de creacin de identidades. Define esa potencia como extrnseca a la experiencia pero constitutiva de ella: la inteligibilidad de lo infinito como constitutiva de la gnesis de las identidades, como la desmesura y el rgimen esencial de la capacidad de sntesis, ajena a la sntesis misma. De ah, quiz, el correlato ntimo entre lo infinito y la nocin de lo absoluto, cuya inteligibilidad despliega las posibilidades y potencias de la capacidad de sntesis, las potencialidades de la ficcin inferencial del sujeto. La finitud desmiente las exigencias de la experiencia vivida, salvo la de lo incalculable; los lmites de la calculabilidad revelan el fundamento mismo de la calculabilidad. La disolucin de toda certeza como fundamento de la identidad. Esta condicin de la experiencia como finita en s misma y confinada a la representacin de la propia finitud, cancela la experiencia de totalidad sino como posibilidad, como la expresin misma de la potencia. La nocin de experiencia conlleva implcitamente una referencia irrestricta a lo absoluto al involucrar una sntesis totalizante expresada como los umbrales del tiempo: origen y destino. La capacidad de la sntesis para conjugar en un momento de totalizacin las tensiones diferenciales para engendrar la figura de la identidad, revela la indeterminacin y lo incalculable de las potencias de la sntesis, pero al mismo tiempo, exhibe su finitud: la realizacin de la potencia es la exhibicin de lo finito, engendrar el sentido de lo finito en lo propiamente incalculable. De ah su vnculo con la ficcin y el fundamento ficcional de la inteligibilidad, su condicin intrnsecamente conjetural, su relacin constitutiva con la verosimilitud y su relevancia retrica.La relevancia de la pregunta sobre el vnculo entre infinitud e inteligibilidad define los alcances de las visiones contemporneas de las ciencias sociales, erigidas a partir de los presupuestos de lo social como sustrato de identidades relacionales. La caracterizacin sistmica de los procesos est toda sustentada sobre la idea de totalidad funcional. La idea de funcin implica totalidad, no hay funcin sin totalidad, por lo tanto no hay funcin sin un presupuesto sinttico de la identidad. La metfora biolgica, implantada como horizonte y como modelo de explicacin de lo social en el siglo XIX pone en juego la relacin constitutiva entre totalidad e identidad. Pensar la identidad, la totalidad, suponen tiempo, duracin, persistencia, pero, constitutivamente, diferencia, la composicin de tensiones y juegos diferenciales. Supone, por consiguiente, la identidad como momento, como punto, como condensacin de una memoria inscrita en un devenir incesante. La nocin de identidad aparece as menos como fundamento o como sustrato, como condicin esencial que como momento transitorio, como fulgor, como desenlace precario de procesos cuyo carcter irreductible se suspende a partir de la operacin de sntesis. La nocin de identidad interviene as en la comprensin de lo social menos como una esencia que como la expresin figurativa de un rgimen el desenlace del juego de tensiones reguladoras en devenir Aparece la categora de diferencia como inherente a la gnesis de la identidad e irreductible a sta. Se hace patente, a partir de la naturaleza de la operacin de sntesis, que la diferencia no es la negacin de la identidad, sino lo que es irreductible a ella. Juego extrao de nociones: conjugacin de juegos inconmensurables de la gnesis de identidades, momentos en el devenir presencia como figura desde el inexistir, la presencia como totalidad, como entidad tangible, como condensacin sinttica no slo de las determinaciones sensoriales sino de las composiciones simblicas en el vnculo con los otros. La diferencia es reconocible as como una condicin primordial pero, en consecuencia, carente de identidad. Es un vuelco impuesto a la nocin de absoluto como una modalidad de la presencia. Y, sin embargo, la nocin de diferencia reclama tambin una condicin indecidible frente a lo absoluto: una condicin extrnseca a la totalidad de las entidades constituidas, reconocibles. Anticipacin y condicin disyuntiva, admite tambin la interrogacin sobre la composicionalidad de las diferencias que confluyen y surgen en la gnesis misma de las identidades. La comprensin del proceso social como totalidad constituye el punto incesante de una polmica sobre el fundamento de las ciencias sociales que, sin embargo, ha privilegiado una faceta: la que involucra la nocin de causalidad y determinismo. Acoger o no la nocin explcita de totalidad parece conducir, ineludiblemente, a una disyuntiva entre visiones indeterministas de lo social abiertas y determinismo histrico que involucra las tesis de totalidad. La crisis de las visiones deterministas, no cancelan la condicin de totalizacin: apelan a una paradoja, la totalizacin como efecto simblico que revela a un tiempo la gnesis de las identidades y su inteligibilidad, y la disponibilidad incondicionada a la apertura de los procesos sociales.Benjamin, en las tesis sobre la historia[footnoteRef:5]4, pone en juego una exigencia tica tcita como condicin de la comprensin histrica: supone una responsabilidad que surge tcitamente del vnculo indeterminado por los que advendrn. Es un vnculo que supone, necesariamente, otro destino, otra cultura, otros valores, otros cuerpos, incluso otro rgimen de placer y otras formas de satisfaccin. Esas vidas que advendrn sern irreductibles a nuestra propia forma de vida: opacas, impenetrables; formas de vida indescifrables desde la propia experiencia y la anticipacin de su propio advenimiento. El vnculo con las generaciones futuras involucra la aceptacin y la solidaridad con todo aquello que no somos, de manera equiparable a la extraeza que emerge de la consideracin reflexiva sobre nuestros ancestros. La comprensin de la historia se da en el filo que separa dos interrogantes irresolubles, dos zonas de sombra inaccesibles, dos regmenes de vnculos con lo radicalmente ausente y extrao ya a toda tentativa de comprensin. "Lo social", "la sociedad", la aprehensin del todo social y el reconocimiento de s y de los otros en ese "mismo" mundo presupone esa integracin en una misma figuracin de esas zonas de sombra. Su integracin diferencial en una entidad reconocible y comn presupone un principio de totalizacin. Pensar los lmites y los confines de lo social excede a nuestra experiencia. Es imposible pensar el ms all de lo social que, sin embargo, lo constituye. No obstante, la experiencia desmiente la clausura de la social: la historia misma revela la permanente fractura o la imposibilidad de las correspondencias funcionales y de su equilibrio. La exigencia formulada por Edmundo Leach[footnoteRef:6]5 para la construccin de una "antropologa del desequilibrio" como condicin para entender la dinmica simblica de los mecanismos de poder, a diferencia de las antropologas del equilibrio, implantadas y reconocidas como vigentes, responde al reconocimiento de una doble imposibilidad: la invariancia y la totalizacin. Esta imposibilidad de totalizacin responde paradjicamente a las condiciones simblicas para pensar la propia totalizacin. La integracin sinttica del mundo del sentido, de los entornos de significacin y, por consiguiente de las identidades, supone la consolidacin integral de lo simblico mismo, la identidad de lo no simblico, aquello que permanece al margen de toda identidad. Esta condicin paradjica de lo simblico hace patente su imposibilidad de clausura, su composicin en devenir, su inexistencia como identidad. [5: 4 Cfr. Walter Benjamin, Gesammelte Schriften, 7 vols., ed. por Rolf Tiedemann y Hermann Schweppenhuser, Suhrkamp, Frankfurt, 1991.] [6: 5Cfr. Edmund Leach, Political Systems of Highland Burma, Monograph on Social Anthropology / London School of Economics, The Athlone Press, Londres, 1977.]

Y, sin embargo, los procesos simblicos tienen capacidad de engendrar procesos concretos, interferir e inscribirse en el dominio de lo real. Participa por lo tanto en la creacin de historia desde su propia historicidad y deriva su propio tiempo y su propia fuerza de la trama de las acciones mismas. Participa en la dinmica de lo social desde su propia dinmica. Las identidades sociales revelan as dos facetas: la que deriva de la totalizacin de las acciones y afecciones en la esfera de los vnculos, como accin sinttica de la imaginacin, y la que deriva de los patrones y hbitos de significacin atribuido a las entidades y procesos simblicos. La totalidad existe en la experiencia pero slo referido a la objetivacin de las entidades relacionales. Como referencia de categoras simblicas articuladas en acciones de significacin cuyo efecto construye lo social mismo. As, lo social como experiencia de una dominio concreto de normas, imperativos, experiencias y vnculos deriva de las capacidades mismas del proceso simblico al mismo tiempo que ste encuentra el fundamento de su dinmica en la duracin y persistencia de los vnculos. La esfera de lo comunitario aparece as como la aprehensin sinttica de las edades, los orgenes, los destinos de las potencias de accin, su realizacin y su expresin en los vnculos. Por lo tanto, la idea de totalidad no es sino un concepto eficiente: se expresa en la creacin de significacin y en la conformacin de las experiencias referidas a s mismo, a los otros, a la totalidad de los vnculos, a su memoria y a la anticipacin de su destino. Lo que hoy llamamos ciencias sociales debe asumir el imperativo tico de comprender los problemas contemporneos y su historia desde estas tensiones constitutivas. Debe, asimismo, recobrar reflexivamente sus propias genealogas, la serie de transformacin de perspectivas, conceptuales, modos de comprender las totalidades y los procesos sociales. La interrogacin sobre el vnculo entre aprehensiones de la totalidad, operaciones sintticas y patrones de accin simblicos, exigen una reflexin crtica sobre la naturaleza y el sentido de las identidades y las categoras que buscan explicitar su gnesis y sus metamorfosis.

Filosofa y Sociologa en el mundo globalizadoMarco A. Jimnez[footnoteRef:7] [7: Socilogo, Profesor- investigador de la Facultad de Estudios Superiores Acatln UNAM.]

Sabis su nombre? el nombre de aquello que es Uno y Todo? Su nombre es belleza.HlderlinPresentacinEl presente ensayo parte del inters por reflexionar acerca de las condiciones actuales en que la sociologa y la filosofa elaboran los supuestos mediante los cuales pretenden conocer al mundo, tarea imposible, dirn algunos, ya que no existen dichas disciplinas en general, con mayscula. El mundo de los socilogos y el de los filsofos es variopinto, sobre todo si nos sometemos a la extendida creencia acadmica del fin de los grandes relatos. Es verdad que hoy ni siquiera el ms prvulo de los intelectuales abrazara la idea de un principio y una finalidad de la historia y mucho menos aceptara las vernculas concepciones eurocentristas que con una linealidad insuperable impusieron, a sangre y fuego, no slo en sus propios territorios, sino a nivel mundial, una lgica de progreso y cultura sobre la base de grandes perspectivas. Frente a la idea del mundo como una gran locomotora sobre poderosas y extendidas vas frreas, bajo concepciones tales como: As se templ el acero o Tiempos modernos, se fue decantando un mundo al que ya nadie cree reeditable ni redituable. Por el contrario, como resultado de dichas condiciones aparecieron, y con justificada razn, quienes pusieron en tela de juicio todos esos grandes relatos, ya fuera en su condicin de grandes mitos o utopas, as como en sus propias experiencias: el cristiano, el musulmn, el liberal, el hippie, el hegeliano, el nacionalista, el comunista, el anarquista, el fascista; puesto que ninguno de ellos logr ofrecer alternativa a las complicaciones del mundo.Al cuestionar esas realizaciones y concepciones; a sus religiones, sociologas, filosofas, economas, polticas y sus consiguientes formas de adhesin y prctica social, se conden tambin la propia idea del gran relato, incluso le atribuyeron a ella, al pensamiento desmesurado, el origen del mal, tanto que sin proponrselo construyeron el gran relato, el meta-relato del fin de los grandes relatos. Con lo que no slo no se demostr la imposibilidad de los meta relatos, sino tambin, que al menos en cuanto al obrar del pensamiento, en ste siempre habita lo universal. Lo anterior es inherente a la filosofa y es condicin propia para su existencia, por ms pragmtica que sta sea. Por otra parte, la sociologa ha pretendido ocuparse de las particularidades de cada sociedad, ya sea observando situaciones singulares con una mirada etnogrfica o reconociendo la existencia de instituciones universales, ya sea encargndose de las regularidades de su permanencia o de sus conflictos y transformaciones, sin embargo sus proposiciones, descripciones y anlisis por ms cuantitativos o empricos que sean slo adquieren sentido si son referidos o pensados conceptualmente, es decir, algo ms que encadenamientos lgicos o teoras explicativas del comportamiento humano. Dicho de otro modo, el pensamiento social y con ello la sociologa, deben su existencia al pensamiento filosfico, aunque son cosas distintas. Por muy acotada que pueda ser una determinada realidad social, por definidas que puedan estar sus funciones y regularidades stas siempre sern inagotables y caticas. Con lo que el socilogo aun con sus mtodos e instrumentos, precisos y calibrados, estara inhabilitado para conocer, por lo que requiere de conceptos que vayan ms all de proposiciones, de un rgimen taxonmico, de categoras de alcance medio, de tipologas y contrastaciones estadsticas. De lo social como totalidad, de aquello que nos es inmanente se puede conocer conceptualmente, es decir filosficamente. De lo social particular, del caso, de aquello que recortamos, que detenemos en el tiempo, se puede conocer representacionalmente, es decir sociolgicamente. Sin embargo, la creacin de conceptos y representaciones est en ntima relacin con la elaboracin de proposiciones y perceptos de la realidad, esto es, con el pensamiento cientfico y con la reflexin esttica. As, la filosofa es el arte de crear, de inventar conceptos. La ciencia se dedica a la creacin de proposiciones. La esttica crea perceptos.[footnoteRef:8] Y la sociologa crea representaciones de la sociedad. [8: Vase Gilles Deleuze y Flix Guattari, Qu es la filosofa?, Barcelona, Anagrama, 2005.]

En este ensayo nos proponemos averiguar qu significa pensar para la sociologa y la filosofa en un mundo globalizado, partimos del supuesto de que si bien los grandes relatos y en particular el de la historia universal intentaron dotar de sentido los acontecimientos sociales que van del Renacimiento a la segunda mitad del siglo XX, esta forma de globalizacin o tambin conocida como poca Moderna ha llegado a su fin. No slo porque sean irrealizables aqu en la tierra como en el cielo las grandes perspectivas que alimentaron a la humanidad en el pasado, por el carcter provinciano, lineal, mecnico, paradjico, depredador, ingenuo de aquel pensamiento europeo (pudiera ser peor en la actualidad) sino sobre todo porque se han establecido nuevas formas de relacin social que no precisan ms, de la ciertamente tranquilizadora pero curiosamente tambin catica y azarosa historia universal. Hoy tratar de conocer al mundo mediante la historia universal es como pretender conocer la naturaleza a travs del Reino animal y el Reino vegetal o establecer identidades mediante el gnero prximo y la diferencia especfica o reconocer trminos a travs del explicandum y el explicans o los conflictos sociales como producto de la lucha de clases. Aunque cabe reconocer que uno se conduce por el mundo ms animado por las prescripciones astrolgicas y menos interesado por los clculos astronmicos. Sin embargo, no es con astrologa como se pueden hacer viajes intergalcticos.Insistir en que ciertos grandes relatos resultan para cualquiera, desde el hombre comn como para el intelectual, insuficientes para significar su vida no quiere decir que sean intiles o desechables o que junto con ello debiramos deshacernos de la idea misma del gran relato. Esos viejos meta-relatos son el imprescindible caldo de cultivo, abono donde se producen los actuales pensamientos.No pensamos por generacin espontnea aunque en esta poca as parezca, de hecho eso que a veces denominamos pensamientos no lo son, ya sea que se trate de algunas imgenes que evocamos sin mayor inters de discernir en ellas sus sentidos o intenciones, o simplemente reproducimos con cierta holgura frases o lugares comunes de nuestra vida cotidiana o intelectual. Pensar es situarse siempre frente al caos, pensar implica siempre hacerlo para pensar algo distinto, para crear, para innovar. Y eso slo se puede hacer en la desmesura, algo que va ms all del down loading y de los navegadores cibernticos, se piensa siempre con el corazn en las tinieblas lo que definitivamente marca una distinta experiencia, la de cierta diferencia existencial entre un encuentro con el Leviatan marino o con un virus ciberntico. En consecuencia se trata de establecer que la senda de este ensayo si bien no pretende aqu agotar los lmites para el establecimiento de ciertas teoras sobre la actual globalizacin, si se propone abrir un debate en torno a ella desde la filosofa y la sociologa considerando que este esfuerzo slo es posible si lo hacemos inmersos en un gran relato. Dicho de otro modo, pensar sociolgica y/o filosficamente slo es posible hacerlo desde la desmesura, a sabiendas que sin ella es imposible pensar.

Filosofa El pensamiento contiene la posibilidad del estado de cosas que piensa. Lo que es pensable es tambin posible.Wiittgenstein (3.02)

Es verdad que como dice Heidegger: Lo que ms merece pensarse en nuestro tiempo problemtico es el hecho de que no pensamos[footnoteRef:9], de entrada nos percatamos de que no pensar es un hecho y que hay algo que se nos da al pensamiento, es decir algo que no es pensamiento sino una representacin de otra cosa que se encuentra en disonancia lejana de nuestro pensamiento. Es cierto que en un primer momento nos interesa el significado de la palabra pensar, pero inmediatamente nos preguntamos cmo es posible delimitar y concebir al pensamiento mismo? y por qu el pensar ha sido equiparado con la lgica? En un tercer momento nos interrogamos sobre qu significa pensar? en tanto qu condiciones nos son necesarias para que podamos realizar el pensamiento. Y por ltimo, qu es aquello que nos manda, nos obliga a pensar?[footnoteRef:10] [9: Martin Heidegger, Qu significa pensar? Madrid, Trotta, 2005, p.17.] [10: Vase, Ibid., pp.113-14..]

No quisiramos detenernos en esas reflexiones heideggerianas que si bien nos conducen a profundizar, de cierto modo, en lo que nos proponemos pueden distraer el objeto de este ensayo, valga dejar como fondo dichas cuestiones para intentar dilucidar crticamente lo que por pensamiento filosfico y sociolgico aqu entendemos.Podramos incluso preguntarnos Para qu sirve pensar? Qu hace lo que pensamos? Qu es el pensamiento? Cmo se ha pensado en otros momentos? Existe a caso un pensamiento pre-lgico? Qu relacin hay entre pensamiento, lenguaje y aprendizaje? En fin, podran ser muchas las interrogantes acerca del pensar, sin embargo, lo que aqu nos ocupa son la filosofa y la sociologa. La primera como actividad, que por antonomasia, se dedica a pensar a fin de crear conceptos y la segunda a la observacin de las sociedades a fin de elaborar representaciones de lo social. Aunque es cierto que los psiclogos, los neurlogos, lingistas, antroplogos, historiadores y hasta pedagogos tienen algo que decir con relacin al pensamiento conceptual y a las representaciones.Dicen Deleuze y Guattari que: la filosofa es el arte de formar, inventar, de fabricar conceptos[footnoteRef:11]aunque aceptamos su definicin, no podemos dejar de pensar que en ella hay, como en todo, algo ms que no est dicho, para Deleuze la filosofa es una prctica y slo as es concebible aproximarnos a su objeto[footnoteRef:12]. Porque efectivamente una cosa es pretender conocer lo que la filosofa es en s misma (como doctrina o esencia) o por lo que hace, la respuesta del filsofo nos contesta por el hacer de la filosofa. Es decir, frente a la pregunta Qu hace la filosofa? tambin se podra responder: fabrica conceptos. O la filosofa es lo que hacen los filsofos qu hacen los filsofos? Crean, inventan, fabrican conceptos. Pero qu especie de conceptos? [11: Gilles Deleuze y Flix Guattari, op. cit., p.8.] [12: Si bien es cierto que Wittgenstein deca que: El objetivo de la filosofa es la clarificacin lgica de los pensamientos cuestin con la que no coincidimos, pues la intencin de la filosofa siempre es algo ms y algo menos que la iluminacin lgica en todo caso la filosofa ilustra, clarifica los pensamientos lgicos, no se agota en ellos. O como el propio filsofo deca El resultado de la filosofa no son proposiciones filosficas, sino que las proposiciones lleguen a clarificarse evidentemente que con conceptos. Pero en lo que si concordamos con el autor del Tractatus es que La filosofa no es una doctrina, sino una actividad (Tractatus lgico-philosophicus, Barcelona, Altaya, 1994, p. 4.112).]

Los conceptos no nos estn esperando hechos y acabados, como cuerpos celestes. No hay firmamento para los conceptos. Hay que inventarlos, fabricarlos o ms bien crearlos [] Nietzsche determin la tarea de la filosofa cuando escribi: Los filsofos ya no deben darse por satisfechos con aceptar los conceptos que se les dan para limitarse a limpiarlos y a darles lustre, sino que tienen que empezar a fabricarlos, crearlos, plantearlos y convencer a los hombres de que recurran a ellos. Hasta ahora, en resumidas cuentas, cada cual confiaba en sus conceptos como en una dote milagrosa procedente de algn mundo igual de milagroso, pero hay que sustituir la confianza por la desconfianza, y de lo que ms tiene que desconfiar el filsofo es de los conceptos mientras no los haya creado l mismo (Platn lo saba perfectamente, aunque enseara lo contrario) Platn deca que haba que contemplar las Ideas, pero tuvo antes que crear el concepto de Idea. Qu valor tendra un filsofo del que se pudiera decir: no ha creado conceptos, no ha creado sus conceptos?[footnoteRef:13] [13: Ibidem, pp. 11-12.]

Por eso la mejor forma de seguir a los filsofos es hacer lo que hicieron, es decir, crear conceptos y no repetir lo que dijeron, por eso quienes se dedican a criticar sin crear, quienes se limitan a defender lo que se ha desvanecido sin saber devolverle las fuerzas para que resucite, constituyen la autntica plaga de la filosofa, como dicen Deleuze y Guattari[footnoteRef:14]. [14: Gilles Deleuze y Flix Guattari, op. cit., p.34.]

No hay conceptos simples ni nicos, todos los conceptos son mltiples pero tampoco hay alguno que contenga todos los componentes posibles, hasta los llamados conceptos universales provienen del caos recortando un contexto que los explique. Si reconocemos que las formaciones discursivas son encadenamientos de proposiciones, entonces la filosofa no es un discurso y siguiendo con Deleuze y Guattari, las proposiciones se definen por sus referencias donde estas ltimas no tienen que ver con acontecimientos, sino que articulan cierto estado de cosas y cuerpos as como las condiciones de dicha articulacin. Las proposiciones son cierto tipo de enunciados, mismos que a su vez representan la parte ms elemental del discurso, el enunciado es la parte ms elemental del discurso, es por as llamarlo el tomo constitutivo de la molcula discursiva, cumple una funcin analtica de la cual se debe de partir para entender lo que ha sido colocado en los discursos. Los enunciados son como poblaciones que conforman la geografa universal del discurso.[footnoteRef:15] [15: Vase, Michel Foucault, La arqueologa del saber, Mxico, Siglo XXI, 1997.]

Toda enunciacin indica una posicin pero a diferencia de la enunciacin filosfica de conceptos la enunciacin de proposiciones cientficas tiene un conjunto de referentes que representan valores de verdad, o como dira Wittgenstein, La proposicin muestra la forma lgica de la realidad y Lo que puede ser mostrado no puede ser dicho.[footnoteRef:16] Pero mientras las proposiciones cientficas dependen de referentes externos, es decir de posiciones que permanecen fuera de ellas. Por el contrario, la enunciacin de posicin [filosfica] es estrictamente inmanente al objeto, puesto que ste tiene por nico objeto la indisolubilidad de los componentes por los que l mismo pasa una y otra vez y constituyen su consistencia.[footnoteRef:17] [16: Ludwig Wittgenstein op. cit., pp. 4.121 y 4.1212.] [17: Gilles Deleuze y Flix Guattari, op. cit., p.29.]

Pensamos en el tiempo, pero no como un recuerdo de alguna lejana y antigua idea olvidada, tampoco lo hacemos como pura sustancia pensante que nace simultneamente con el sujeto que piensa. Pensamos en tanto podemos atribuirle a nuestra existencia indeterminada una determinacin posible.Kant reclama la introduccin de un componente nuevo en el cogito, el que Descartes haba rechazado: el tiempo precisamente, pues slo en el tiempo se encuentra determinada mi existencia indeterminada. Pero slo estoy determinado en el tiempo como yo pasivo y fenomnico, siempre afectable, modificable, variable. He aqu el cogito presenta ahora cuatro componentes: yo pienso, y soy activo en ese sentido; tengo una existencia; esa existencia slo es determinable en el tiempo como la de un yo pasivo; as pues estoy determinado como un yo pasivo que se representa necesariamente su propia actividad pensante como Otro que le afecta. No se trata de otro sujeto, sino ms bien del sujeto que se vuelve otro Es acaso la senda de una conversin del yo a otro? Una preparacin del Yo es otro? Se trata de una sintaxis nueva, con otras ordenadas, otras zonas de indiscernibilidad garantizadas por el esquema primero, despus por la afeccin de uno mismo a travs de uno mismo, que hacen inseparables Yo y el Yo mismo.[footnoteRef:18] [18: Ibid., p. 36.]

Pienso y soy activo, tengo una existencia, como yo pasivo estoy determinado por una anterioridad temporal, me represento a m mismo como Otro que me afecta, y efectivamente no se trata de otro sujeto, sino ms bien del sujeto que se transforma en otro.Tenemos aqu la creacin de un nuevo concepto del cogito relacionado con una nueva formulacin del tiempo, donde ste ltimo se convierte en forma de interioridad del propio pensamiento, y no slo es un antecedente, una Idea pero tampoco se reduce a una sucesin temporal, sin duda lo es, pero tambin es simultaneidad y permanencia. Con lo que pensado as el propio concepto de espacio tambin se altera, ya no puede ser entendido como mera simultaneidad del tiempo sino que se concibe como forma de exterioridad. Tres conceptos originales: Espacio, Tiempo y Yo pienso, dicen Deleuze y Guattari: unidos por unos puentes que constituyen otras tantas encrucijadas y es cierto tambin como ellos afirman, no debemos contentarnos con descubrir su aparicin sino reconocer la fuerza que estos conceptos tienen en su devenir cuando se convierten de unos en otros. Por eso habra que decir que uno de esos puentes a los que Deleuze y Guattari aluden, sin aclarar sus nombres propios, puede ser el de Imaginario, concepto fantasmtico, que de Aristteles a Kant, pasando por Freud y Sartre recorre no slo a la filosofa sino a las ciencias sociales y a las humanidades actuales y se encuentra presente siempre en el pensamiento, desde la antigedad griega, pero no nos detendremos en ello.El concepto es evidentemente conocimiento de uno mismo, y lo que conoce, es el acontecimiento puro, que no se confunde con el estado de cosas que encarna. Deslindar siempre un acontecimiento de las cosas y de los seres es la tarea de la filosofa cuando crea conceptos, entidades. Establecer el acontecimiento nuevo: el espacio, el tiempo, la materia, el pensamiento, lo posible como acontecimientos[footnoteRef:19] [19: Ibid., p.37.]

La ciencia por su parte no crea conceptos sino proposiciones y funciones, mientras la filosofa trabaja sobre un plano de inmanencia[footnoteRef:20] que es estrictamente correlativo a los conceptos, la ciencia lo hace con relacin a un plano de referencia relativo a funciones. Por otra parte, mientras que en las funciones de la ciencia puede haber variables en forma separada, en el concepto filosfico hay un principio de inseparabilidad de las variaciones. [20: Un plano de inmanencia no es un concepto, ni el concepto de todos los conceptos [] La filosofa es un constructivismo, y el constructivismo tiene dos aspectos complementarios que difieren en sus caractersticas: crear conceptos y establecer un plano. Los conceptos son como las olas mltiples que suben y bajan, pero el plano de inmanencia es la ola nica que los enrolla y desenrolla. [] el problema del pensamiento es la velocidad infinita, pero sta necesita un medio que se mueva en s mismo infinitamente, el plano, el vaco, el horizonte. Es necesaria la elasticidad del concepto pero tambin la fluidez del medio.[] El plano es como un desierto que los conceptos pueblan sin compartimentarlo. Son los conceptos mismos las nicas regiones del plano, pero es el plano el nico continente de los conceptos. El plano no tiene ms regiones que las tribus que lo pueblan y se desplazan en l. El plano es lo que garantiza el contacto de los conceptos [] El plano de inmanencia no es un concepto pensado ni pensables, sino la imagen del pensamiento, orientarse en el pensamiento [] El plano de inmanencia es como una seccin del caos y acta como un tamiz. Ibid., pp. 39-45.]

En un caso tenemos un conjunto de variaciones inseparables bajo una razn contingente que constituye el concepto de las variaciones; en el otro caso un conjunto de variables independientes bajo una razn necesaria que constituye la funcin de las variables.[footnoteRef:21] [21: Ibid., p.127.]

Mientras la ciencia acota, recorta, detiene el tiempo y con ello convierte el plano de inmanencia en uno de referencia, para enfrentar el caos; la filosofa se introduce en la velocidad misma del plano de inmanencia, no para frenarla sino para producir conceptos invadidos ellos mismos por el caos al que se aproximan.La tarea de la filosofa consiste en adquirir consistencia sin perder lo infinito en el que el pensamiento se introduce (el caos en este sentido posee una existencia tanto mental como fsica) Dar consistencia sin perder lo infinito[footnoteRef:22] [22: Ibid., p.46.]

Hemos descrito sumariamente lo que aqu entendemos por filosofa y su relacin con el pensar de la ciencia, no quisiramos concluir sin antes mencionar algunas palabras sobre el pensamiento perceptual y afectivo ms all de reducirlo a expresiones artsticas distintas, nos parece que esta forma de relacin del sujeto consigo mismo y el con mundo hace referencia al pensamiento esttico, aunque el tratamiento de esta cuestin precisa de otro espacio, es decir, las expresiones artsticas y lo esttico no son lo mismo.En primer trmino habra que decir que los perceptos no son percepciones particulares, estados de nimo psicolgico personales sino son independientes de quienes los experimentan, asimismo los afectos no son afecciones o sentimientos individuales. Las sensaciones, los perceptos y los afectos son como dice Deleuze y Guattari seres que valen por s mismos. Por eso afirmar que la obra de arte es un ser de sensacin, y nada ms: existe en s, no es una reificacin del objeto o del acorde ni mucho menos es una mistificacin, sino el reconocimiento de que los perceptos y los afectos no obedecen al gusto excepcional de cada quien.As como el ser de la sensacin tampoco es la carne, sentimos, somos sensibles gracias a que la piel nos revela una sensacin pero sta no le pertenece. Ella, la sensacin se ha forjado en un complejo de fuerzas csmicas (en el sentido que no son desconocidas) que rebasan el conjunto de los esfuerzos humanos, la sensacin nunca ser la suma de las experiencias humanas de una poca, ni las pasadas ni las que vendrn, sta se engendra en su lugar y momento preciso en un intercambio indiscernible que calibra y hace girar como veletas todas esas fuerzas que como rfagas de viento crean el compuesto de sensaciones. [] el ser de la sensacin no es la carne, sino el compuesto de fuerzas no humanas del cosmos, de los devenires no humanos del hombre, y de la casa ambigua que los intercambia y los ajusta, los hace girar como veletas. La carne es nicamente el revelador que desaparece en lo que revela: el compuesto de sensaciones. Como cualquier pintura, la pintura abstracta es sensacin, y slo sensacin.[footnoteRef:23] [23: Ibid., p.185.]

Quizs lo que de suyo tiene el pensamiento esttico y en particular las expresiones artsticas, sea componer los cuerpos fsicos o sonoros para darles cierta finitud, an en los efmeros acordes de una meloda, una sola lnea sobre el lienzo, una compleja o simple instalacin, con el fin de devolvernos, a travs de ellos, a lo infinito.El arte, la ciencia y la filosofa como grandes territorios del pensamiento encuentran un mismo propsito al confrontarse con el caos. Mientras la filosofa salva lo infinito otorgndole cierta consistencia conceptual. La ciencia en sentido opuesto renuncia a lo infinito para apropiarse de referencias mediante proposiciones y funciones. El arte en tanto crea una finitud, un monumento, un sonido, una forma para devolver lo infinito. La filosofa labora sobre un plano de inmanencia, es decir, el todo. La ciencia trabaja sobre un plano de coordenadas a travs de observaciones parciales. El arte confecciona un plano de composicin, que porta sensaciones, perceptos y afectos. Ya sea que pensemos mediante conceptos, proposiciones o sensaciones; es claro que ninguna de estas prcticas es mejor que otra, as como tampoco son sustituibles, intercambiables o simplemente complementarias, no hay interdisciplina, cada forma de pensamiento es independiente de la otra, lo cual no niega que se puedan entrelazar o cruzar. El filsofo que aspira a ser cientfico mediante conceptos no hara sino traicionar a la filosofa y corromper a la ciencia, tanto como el cientfico que intentara fundamentar sus elaboraciones y descubrimientos con conceptos, aunque es frecuente que ciencia, arte y filosofa se iluminen u obscurezcan entre ellas, sus propsitos son distintos. Por eso cuando algn cientfico, tramposamente ha pretendido demostrar, mediante proposiciones que ciertos discursos filosficos son una impostura intelectual, lo nico que ha mostrado es que sus retricas argucias slo se sostienen en mentalidades dbiles que se asustan frente a lo infinito y se resguardan en la segura contabilidad medible de los astros y lo humano.[footnoteRef:24] [24: Me refiero aqu, al tramposo libelo de Aln Sokal, y Jean Bricmont, Imposturas intelectuales, Barcelona, Paids, 1999.]

SociologaEl mundo es todo lo que es el caso. Wittgenstein

Dice Adorno, no sin antes prevenirnos de que no se trata de una definicin de lo que es la sociologa: Si ustedes me preguntaran qu debera ser realmente, la sociologa, les dira que debe ser un examen de la sociedad, de lo esencial de la sociedad, un examen de aquello que es, pero en un sentido tal, que ese examen sea crtico, de modo que en aquello que socialmente es el caso, como hubiera dicho Wittgenstein, se advierta la carencia de aquello que pretende ser, para detectar as las posibilidades de una transformacin de la constitucin global de la sociedad.[footnoteRef:25] [25: Theodor Adorno, Introduccin a la sociologa, Barcelona, Gedisa, 2006, p.29.]

Lo que es y lo que puede ser la sociologa al igual que en la filosofa slo puede ser comprendido en el quehacer sociolgico. La sociologa se ocupa de los problemas esenciales de la sociedad. La sociologa ha surgido de la filosofa, no hay que olvidar que Augusto Comte titul su principal obra: Curso de filosofa positiva. En tal sentido, la sociologa tiene un doble origen, por un lado, la preocupacin por un orden general de la sociedad (esttica) y por otro la del progreso (dinmica), es decir, conocer los principios de permanencia y al mismo tiempo los de transformacin social, y para ello requera de una concepcin global de la sociedad as como el conocimiento preciso de las leyes que la rigen. Por una parte, de cierta filosofa y por otra, de una ciencia natural, particular, de los hechos sociales. La sociologa desde sus inicios se comprende a s misma como una disciplina de auto-observacin y como gua de la sociedad, funda su objeto a partir de la observacin de la sociedad misma, se constituye aplicando sus mtodos y tcnicas en lo social y al mismo tiempo intenta organizar y dirigir a lo social. Curiosamente el estudio de la sociologa ha estado emparentado con la idea de que sta tiene como propsito una mejor transformacin de la sociedad y en nuestro continente latinoamericano an ms, pues al menos durante las ltimas dcadas del siglo XX se le asoci con pensamientos y acciones revolucionarias, particularmente con el pensamiento marxista y todas sus variantes. Esta vinculacin es relativamente cierta en nuestras latitudes aunque no siempre todos los estudiosos de la sociologa estaban orientados por ideas emancipadoras o de lucha social. En realidad, como sugiere Adorno, esto es una paradoja puesto que la sociologa no nace como una disciplina interesada por la emancipacin, antes al contrario:Por el contrario, ya entonces me encontr con determinados socilogos, o con determinada actitud, dira irnica, como diciendo: nosotros, los socilogos, sabemos muy bien que todo esto (y el acento estaba puesto en el todo) es pura palabrera, o sea que no hay revolucin, no hay clases sociales; todo esto no son ms que invenciones de algunos con determinados intereses, y la sociologa consiste justamente en elevarse sobre esto con un gesto irnico. Se podra decir que hoy en da los supuestos dogmas del pensamiento terico, en realidad no es otra cosa que esa actitud irnica hacia el sistema o hacia la teora cientfica, en la cual lo que se esconde, en realidad, es que para un socilogo, no existe algo as como la verdad, porque todo est determinado por intereses sociales.[footnoteRef:26] [26: Ibid., p.24.]

A la luz de los acontecimientos actuales parecera que esos determinados socilogos tenan la razn, pues qu socilogo podra hoy hablar de revolucin o de clases sociales, para entender la sociedad? por lo que la sociologa tendra que reducirse a su origen tecnocrtico de ingeniera y control social.Ya para Comte la sociologa estaba concebida como un tipo de instancia racional de orden superior, con la cual debe ser posible, con una conducta puramente cientfica y a travs de un determinado tipo de planeamiento, dirigir la sociedad teniendo en cuenta las relaciones de fuerzas existentes, tal como se dan en la sociedad real.[footnoteRef:27] [27: Ibid., p.25.]

Efectivamente si el tema del conocimiento, de la bsqueda de la verdad, de la emancipacin, del entusiasmo, del amor por la vida estuviera determinado por las revoluciones o por la lucha de clases como algunos cremos en el pasado y ese hubiera sido el objeto de la sociologa, qu poca cosa hubiera sido sta junto con todo aquello, pero an en esta poca preada de insignificancia, de polticas y administraciones estriles, la sociologa, los socilogos tenemos algo que decir an sin revoluciones ni lucha de clases. Pero realmente mentiramos si pensamos que por el slo hecho de que Comte titulara su obra como Curso de Filosofa Positiva, la sociologa se convierte en heredera legtima de la filosofa, todo lo contrario, el positivismo comteano era enemigo de las especulaciones filosficas y aunque pleno de idealismos, intent fundar una ciencia positiva fincada en el mtodo de las ciencias naturales. La deuda sociolgica con la filosofa es algo que se va produciendo por distintos senderos y orientaciones. As, es innegable la fuerza de Kant en Durkheim, del neokantismo en pensadores como Weber y Simmel, el hegelianismo de Marx y los marxistas, la impronta fenomenolgica de Dilthey y Husserl en Schutz y hasta los situacionistas sociales como Goffman, del empirismo, pragmatismo y utilitarismo en Stuart-Mill y a su vez en la gran sociologa estadounidense de Parsons y Merton. Quizs la sociologa sea la continuacin de la filosofa por otros medios. Por eso, como afirma Horkheimer: Para la sociologa la relacin con la filosofa es algo constitutivo, aun cuando la teora antigua no se haba percatado de ello.[footnoteRef:28] [28: Max Horkheimer Sociologa y filosofa en Theodor Adornoy Max Horkheimer, Sociolgica, Madrid, Ed. Taurus, 1979, p. 18.]

Aunque el quehacer sociolgico siempre se ha debatido entre la teora y la prctica, entre el trabajo conceptual y el emprico, entre lo social y lo cultural,[footnoteRef:29] esta divisin slo obedece a fines formales pues en realidad como ya se mencion, insistimos que la sociologa se ocupa de lo esencial. [29: Ya el propio Simmel dedica su anlisis de las formas sociales a identificar y clasificar las distintas maneras de interaccin social, a travs de subtipos, a estudiar sus condiciones de aparicin, desarrollo y desaparicin. As como a investigar sus particularidades estructurales. Esto lo hizo segn l para su sociologa dejando para su filosofa el anlisis de las formas culturales, aunque segn l mismo no hay modo de justificar una separacin rgida entre lo social