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1 Principales hallazgos de la sistematización de evaluaciones con enfoque de igualdad de género y derechos humanos en América Latina Alejandra Faúndez y Humberto Abarca Consultora Inclusión y Equidad RESUMEN En esta presentación a dos voces, se señalan los principales elementos que aparecieron en la revisión y análisis de un conjunto de evaluaciones realizadas entre los años 2005 y 2010 por diversos organismos del Sistema de Naciones Unidas, el Fondo de ODM, y algunos gobiernos de la región, así como de Manuales y Guías más específicas sobre estas materias de evaluación con enfoque de género y derechos humanos. Se comparten los hallazgos en cuanto a caracterización del momento actual en torno a las evaluaciones con este nuevo enfoque, a las limitaciones encontradas y a los desafíos y oportunidades que se abren en el futuro. Se señala un conjunto de reflexiones que interpelan a continuar con el debate y el aprendizaje de cara a contribuir al mejoramiento de la práctica evaluativa y a dimensionar y potenciar sus alcances para el fortalecimiento de la actoría social y el empoderamiento.

"Sistematización de Evaluaciones con perspectiva de género y Derechos Humanos".2010

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"Sistematización de Evaluaciones con perspectiva de género y Derechos Humanos" (Abarca y Faúndez, 2010)

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Principales hallazgos de la sistematización de evaluaciones con enfoque de igualdad de

género y derechos humanos en América Latina Alejandra Faúndez y Humberto Abarca

Consultora Inclusión y Equidad

RESUMEN

En esta presentación a dos voces, se señalan los principales elementos

que aparecieron en la revisión y análisis de un conjunto de

evaluaciones realizadas entre los años 2005 y 2010 por diversos

organismos del Sistema de Naciones Unidas, el Fondo de ODM, y

algunos gobiernos de la región, así como de Manuales y Guías más

específicas sobre estas materias de evaluación con enfoque de género y

derechos humanos.

Se comparten los hallazgos en cuanto a caracterización del momento

actual en torno a las evaluaciones con este nuevo enfoque, a las

limitaciones encontradas y a los desafíos y oportunidades que se abren

en el futuro.

Se señala un conjunto de reflexiones que interpelan a continuar con el

debate y el aprendizaje de cara a contribuir al mejoramiento de la

práctica evaluativa y a dimensionar y potenciar sus alcances para el

fortalecimiento de la actoría social y el empoderamiento.

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1. Presentación

El origen de esta presentación se remonta a inicios del año 2010, en Ciudad de México, en que un

conjunto de profesionales de ONG, de la sociedad civil, de los gobiernos de la región y personal

de Naciones Unidas, estábamos realizando un curso sobre Evaluación con enfoque de género y

derechos humanos. En esa reunión comenzamos a preguntarnos qué estaba pasando en realidad

con los temas de evaluación con este nuevo enfoque y sobre todo interrogándonos acerca de la

especificidad latinoamericana y si la había. Este era el último curso que desarrollaba UNIFEM en

ese entonces en el marco de un programa de formación a nivel mundial y, por lo tanto, era

importante mirar lo que se había hecho en la perspectiva de aportar a esta región un nuevo

proceso de formación específico e intensivo que rescatara sus particularidades.

En este contexto surge la iniciativa de sistematizar algunas evaluaciones realizadas por Naciones

Unidas en temas de género y derechos humanos y que por su foco temático o metodológico

tuvieran relevancia para el análisis. Nos planteamos para este estudio básicamente tres objetivos:

el primero de ellos era revisar y analizar cuáles eran los enfoques innovadores y pertinentes de

evaluación con perspectiva de género y de derechos humanos que se estuvieran desarrollando

actualmente en la región, y particularmente en los últimos 5 años. En segundo lugar, recopilar -a

partir de esa revisión- buenas prácticas de evaluación con este enfoque de género y de derechos

humanos; y finalmente, revisar documentación, como guías y manuales que se estaban

desarrollando muy profusamente en la región en esta última década sobre transversalización de la

perspectiva de género y su vinculación con la evaluación. Con todo, queríamos analizar y comparar

cuáles eran los enfoques, los énfasis, las metodologías y los aprendizajes en este período.

Para el estudio analizamos trabajos de evaluación llevados a cabo en América Latina: trabajos que

había efectuado UNIFEM, la ventana de género del Fondo de Objetivos de Desarrollo del Milenio,

el PNUD y evaluaciones externas realizadas a Programas de transferencias condicionadas muy

emblemáticos en la región: Bolsa Familia de Brasil, Oportunidades de México y Chile Solidario.

Junto con ello también revisamos y analizamos guías y manuales de apoyo a la transversalización

del enfoque de género que tuvieran alusiones específicas a los temas de seguimiento, monitoreo y

evaluación y que han producido distintas ONG, instituciones académicas y organismos públicos de

la región que trabajaban, ya sea en el campo de género, en el campo de desarrollo o

específicamente en el campo de la evaluación.

Con estos antecedentes nos interesa compartir -en este espacio privilegiado de reflexión- cuáles

son algunos de los principales elementos que descubrimos, que revisamos y que hurgamos en este

trabajo. Nos concentraremos en 3 preguntas: ¿Cuáles son las características y los principales

elementos que encontramos?, ¿cuáles son las perspectivas conceptuales y metodológicas sobre las

cuales pensamos que se ha avanzado más o menos en las evaluaciones de la región? y ¿cuáles son

aquellos desafíos pendientes que aparecen a la luz de estos resultados?

2. Las principales características

Desde una perspectiva temporal podemos señalar que estos procesos se sitúan principalmente en

la última década. La mayoría de la producción que se ha hecho en este campo, ya sea de las

evaluaciones como de las guías y manuales, ha estado concentrada incluso en los últimos años de

la década. Entonces la primera señal es que estamos en un proceso en construcción muy reciente.

Seguramente estamos siendo protagonistas al mismo tiempo de una reflexión y de un proceso de

implementación muy contemporáneo.

Al analizar la documentación se puede observar que hay, a lo menos, cinco elementos de contexto

que funcionan como telón de fondo frente a este conjunto de iniciativas. Por una parte -estaba

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presente en las propias evaluaciones pero también en la documentación más normativa- las

implicaciones del paso del enfoque de Mujeres en el Desarrollo (MED) al enfoque de Género en el

Desarrollo (GED). Esto es muy evidente, en el sentido del tránsito del lenguaje hacia los temas de

la transversalización. Esta progresiva incorporación del género en las políticas públicas está

presente en una gran cantidad de documentos en estos últimos 10 años, aunque ya desde los 90

contábamos con algunos ejemplos. Desde el 95 con la IV Conferencia Mundial de la Mujer de

Beijing hasta la fecha, ese tema se ha expandido ampliamente en la región.

Un segundo elemento tiene que ver con una re-posición o re-emergencia de los temas de

participación ciudadana en América Latina. Se aprecia un proceso de mayor institucionalización en

los temas de participación ciudadana, en donde se pueden visibilizar mayores capacidades de los

propios movimientos sociales para incidir en temas de evaluación y de control ciudadano de la

política pública. Hay muchas experiencias desde el movimiento de mujeres (el Índice de

Compromiso Cumplido, el ISOQuito recientemente) como también de otros movimientos

sociales: ecologistas, indígenas, niñez, entre otros, que han estado impulsando e instalando el tema

de la rendición de cuentas y el control ciudadano en los temas de las políticas públicas que les

atañen.

Un tercer elemento tiene relación con el advenimiento del enfoque de derechos humanos. Tanto

para los Programas de cooperación y del Sistema de Naciones Unidas, la recuperación de la

noción de derechos en un sentido amplio que en el año 2003 dio origen al “Entendimiento común

de Naciones Unidas en Derechos Humanos”, la Declaración de Pueblos Indígenas en el año 2007,

el nuevo impulso al enfoque de derechos humanos a raíz de la Cumbre del Milenio, la discusión

sobre su dimensión de integralidad y por supuesto los temas de género en el desarrollo, o sea hay

un contexto en donde el tema de los DDHH vuelve a posicionarse en la región desde otra mirada.

Un cuarto elemento está vinculado a una mayor disponibilidad, en la actualidad, de un acervo

conceptual y metodológico sobre los temas de evaluación propiamente tal. Tanto las Conferencias

internacionales, la conformación de la IOCE a nivel internacional, de la propia ReLAC, la

REDLACME y otros fenómenos organizativos de este tipo ocurren desde el 2000 a la fecha.

Entonces todas estas cosas están ocurriendo prácticamente en la última década, y en este marco,

poder contar con mayores elementos y consensos conceptuales y metodológicos sobre temas de

evaluación ha sido un aporte. La propia institucionalidad de Naciones Unidas genera un conjunto

de documentación y marcos normativos gracias al trabajo de la UNEG en relación a las “Normas y

estándares de la evaluación”, también sus directrices y normas éticas, entre otras. Por lo anterior,

podemos contar con un instrumental accesible para efectivamente ir configurando un panorama

muy propio de los temas de evaluación con enfoque de género y DDHH en el mundo y

particularmente en esta región.

Y eso además se acompaña con un quinto elemento que tiene que ver con un proceso creciente

de institucionalización en este campo. Por una parte, tenemos la creación de la propia UNEG, el

grupo de Naciones Unidas en el tema de evaluación; la Unidad de evaluación en la propia UNIFEM

formada en el año 2008, la Oficina de Evaluación fundada al amparo de ONU Mujeres

recientemente y, por otra parte, la nueva institucionalidad en el mundo público. En el sector

público, en varios países, se crean agencias específicas en los temas de evaluación.

En esta línea, analizamos en primer lugar cómo estos 5 elementos de alguna manera se iban

articulando con distintos matices y énfasis para configurar un proceso -aunque incipiente-

progresivo y constructivo en los temas de evaluación con enfoque de igualdad de género y DDHH.

Es importante mencionar dos cuestiones adicionales: la trayectoria de estos procesos evaluativos

en la región no han sido lineales y además representan la articulación y confluencia de muchas

perspectivas diferentes.

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Estamos en un momento donde la complejidad parece estar sobre la mesa respecto del tipo de

evaluación, el énfasis, los enfoques, las miradas, las particularidades regionales, subregionales, etc.

Hay una concurrencia de distintas miradas que tienen que ver también con la posición que ocupan

tanto las instituciones, como los propios equipos de evaluación respecto de su rol (más de

activista, más técnico, más político, etc.). Estamos en presencia de un escenario que habla de

mucha complejidad pero, al mismo tiempo, de mayores espacios de diálogo entre estas diferentes

miradas, saberes y perspectivas.

Por otra parte también identificamos que, tal como ocurrió con la noción de desarrollo hace

muchos años, y con la propia perspectiva de igualdad de género, este enfoque va instalando una

cierta racionalidad diferente a lo que estábamos acostumbrados a oír en los temas de evaluación.

Es curioso como parece que estuviésemos hablando de temas muy antiguos de varias décadas

(participación, sensibilidad, pertinencia, etc.) y que, sin embargo, se han ido reposicionando e

institucionalizando en el sistema hegemónico y dominante por el lado de la eficiencia de las

políticas públicas, más que por el lado de la ética o desde las rebeldías, como se decía ayer en esta

sala. Es decir, los temas han sido señalados, no tienen mucho de nuevo, pero recién hoy día

empiezan a instalarse, a ser visibles y legítimos en las lógicas del poder, por ejemplo. Este proceso

de institucionalización básicamente sostenido sobre la base del discurso eficientista implica que

puede producir ciertas transformaciones igualmente profundas en los sistemas tradicionales y

hegemónicos de planeación, diseño, implementación y evaluación de las políticas públicas, que las

que se sostienen en imperativos éticos, al menos a eso se aspira.

Respecto de lo que persiguen los programas y las evaluaciones revisadas, era evidente y deseable

que muchos de los programas tuvieran que ver con la incorporación del enfoque de igualdad de

género y derechos humanos, por lo tanto, los objetivos de los programas -no de la evaluación-,

están centrados principalmente en los temas de empoderamiento de las mujeres, en la

sensibilización y la incorporación del enfoque de género en las políticas y en la legislación, en el

apoyo al desarrollo institucional de organizaciones socias -cuando se trataba de redes o

asociaciones-, en promover y elaborar políticas de igualdad de oportunidades, en fortalecer la

gobernabilidad democrática con inclusión de derechos de las mujeres, en generar conocimientos

en este campo, en promover el empoderamiento económico de las mujeres, en fortalecer

capacidades institucionales -que es uno de los objetivos que aparecen muy fuertemente- y

contribuir a la eliminación de la violencia y discriminación contra mujeres y niñas. Y respecto de

los objetivos de las propias evaluaciones podemos señalar básicamente: valorar los avances del

programa, generar información para el aprendizaje institucional, ajustar y mejorar los programas,

discernir entre estrategias de trabajo regionales, nacionales o locales, evaluar pertinencia, eficacia,

eficiencia y sostenibilidad, criterios que aparecen sistemáticamente referidos en las evaluaciones.

Algo que nos llamó la atención -respecto de los objetivos- es que los temas más vinculados a la

gobernabilidad democrática, la toma de decisiones y el liderazgo de las mujeres, es decir el ámbito

de la participación y el poder, fueron materias menos tratadas por las evaluaciones. No obstante,

no podemos señalar que esta situación es extensiva a la fase de programación de iniciativas de

desarrollo, pero es notorio que ese ámbito está más restringido, más debilitado o menos intenso

en términos de lo que se encontró en las evaluaciones.

Algunos de los elementos que encontramos y que nos parecen relevantes de compartir tienen que

ver con lo siguiente:

a) Primero, desde una perspectiva más conceptual, en algunos casos los informes de

evaluación contenían elementos vinculados a la teoría de cambio, pero en general se

observa mucha debilidad al incluir los marcos conceptuales y de referencia de los

programas a evaluar. Hay un vacío respecto de cómo vamos entendiendo este proceso de

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cambio y de transformación que queremos promover o producir, porque no hay

referencia y los objetivos tanto del programa como de la evaluación por sí mismos no

entregan suficiente información sobre ese ámbito, por lo tanto, pensamos que es

importante revisar este asunto.

b) Lo segundo, es que en general se aprecia una tendencia en la gran mayoría de las

evaluaciones revisadas, para explicitar cuáles son los resultados esperados de la evaluación,

más que cuáles eran los indicadores de la evaluación. Entonces casi siempre que se

menciona el tema de los indicadores, está asociado a los indicadores del programa que se

está evaluando, o sea la referencia a su marco lógico, pero no a los resultados esperados

específicos de la evaluación y menos asociados a indicadores de la misma. Esto también es

interesante de mirar, ya que es muy difícil saber -a la hora de valorar si es que en realidad

estamos en una buena dirección- puesto que carecemos de referentes sobre los cuales

apoyarnos para poder medir y porque los indicadores aparecen como una especie de pie

forzado en la mayoría de las evaluaciones en la lógica programática más que en la lógica

evaluativa.

c) Por otra parte, el tema de los presupuestos. Esta es una cuestión que también nos

interesaba mirar, sin embargo, no fue posible relacionar prácticamente ninguna de las

evaluaciones con los presupuestos programáticos. Tampoco fue sencillo encontrar

explícitamente el presupuesto destinado al componente de evaluación, cuya relación,

según las consultorías, responde al 10% del programa, información que -en realidad- no

aparece en los informes de evaluación.

d) Un cuarto elemento tiene relación con los ciclos de ejecución de los programas que se

evalúan. En general nos dimos cuenta que las evaluaciones descentralizadas de UNIFEM, o

sea las que se hacen en los países, son de programas con un ciclo de duración entre 2 y 3

años. En las evaluaciones corporativas centralizadas, los programas tienen una duración

entre 3 y 4 años. Y las evaluaciones asociadas a esos ciclos programáticos tienen una

duración de aproximadamente 2 meses en las descentralizadas y hasta 10 meses en las

centralizadas. En el caso de las primeras con 1 mes de trabajo de campo y en las segundas,

con 2 meses de trabajo de campo.

e) Otro elemento tiene que ver con el tema de los actores. Aquí resultó llamativo que pese a

que el enfoque de igualdad de género y DDHH tiene una fuerte connotación e impulso a

la incorporación de actores -de involucrarlos y hacer evaluaciones más implicadas-, de

alguna manera los actores presentes en las evaluaciones son aquellos vinculados a la esfera

institucional gubernamental. Por lo tanto, era fácil distinguir que en aquellos programas

que tenían relación con los aspectos económicos, las contrapartes y los actores

consultados eran los Ministerios de Hacienda, de Finanzas, Secretarías de Presupuesto,

entre otras, y lo mismo pudimos apreciar respecto de otros sectores O sea más bien

prima una lógica sectorial de selección de actores asociados a los objetivos del programa y

con muy poco énfasis respecto de, por ejemplo, el actor sociedad civil y, prácticamente

nulo el actor beneficiario/a o usuario/a. Pocas veces aparecen actores vinculados de

manera sistemática a los mecanismos de equidad de género de los países en los procesos

de evaluación, se sigue más bien una dinámica sectorial.

Un segundo elemento respecto de los actores es que la situación anterior también se

repite en el caso de las organizaciones. Cuando aparecen visibilizadas generalmente se

presentan en un rol de actores entrevistados/as, actores consultados/as Por lo tanto, es

otro tema que es necesario revisar, pues surge naturalmente la pregunta de qué tanto

estamos entonces involucrando, implicando en los procesos.

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También se aprecian relaciones muy débiles por ejemplo con la academia. Habrá que

preguntarse, entonces, dónde está la presencia de los teóricos latinoamericanos -aparte de

Paulo Freire, Ezequiel Ander-Egg, Marcela Lagarde y otros/as-, cuyo aporte está bastante

minimizado, puesto que solo aparecen vinculados a las referencias bibliográficas, aunque

hay también un gran número de referencias bibliográficas anglosajonas.

f) Los temas de las evaluaciones parecen encapsulados conceptualmente. Las referencias, por

ejemplo, si se trataba del presupuesto sensible al género, estaban muy asociadas a esa

materia en particular o en el mejor de los casos a la temática del desarrollo económico y

el género, es decir, prácticamente no se aprecia una articulación, desde un punto de vista

conceptual, de miradas más sinérgicas con problemas de similar naturaleza. Esas

confluencias y diálogos posibles aparecen debilitados y ausentes en los procesos

evaluativos revisados.

g) Las evaluaciones corporativas centralizadas presentan equipos de más de 10 personas en

promedio -entre 7 a 14 personas- y las evaluaciones descentralizadas (de responsabilidad

de los países) tienen equipos más pequeños -desde una persona hasta 3 como máximo-.

Prácticamente en ninguno de los informes se hace referencia a si estos equipos cuentan

con experticia respecto de lo local o no. Tampoco sabemos si se rescata el tema de los

esfuerzos que se han estado haciendo en fortalecimiento en capacidades locales para

evaluación.

h) En cuanto al tema de las fases y de la metodología, se repite el mismo proceso: siempre se

señala una misión de inicio, una revisión de gabinete, un trabajo en terreno, análisis,

redacción de informes, discusión y difusión de la evaluación. No son muy explícitos acerca

de lo que se hace dentro de esta caja negra llamada proceso que tiene cada uno de estos

titulares. Cuando se planteaba, el día de ayer, el tema de la difusión de informes, nos

parece que habría que explorar más y dar seguimiento a qué significa eso en la práctica, ya

que no es evidente cómo se difunden los resultados de evaluación, y esto se puede

transformar en una retórica en donde todos estamos de acuerdo en realizar esfuerzos

para utilizar y difundir los resultados de las evaluaciones, pero todavía estamos a medio

camino de conocer y compartir las implicaciones de ese proceso en sí mismo.

Por otra parte, respecto de lo metodológico en general se recurre con frecuencia a los

estudios de casos, a la combinación y triangulación de metodologías cualitativas y

cuantitativas. En el uso de técnicas cualitativas se concentran en las entrevistas individuales,

grupales, grupos focales, talleres y observación directa, y en las cuantitativas básicamente

encuestas presenciales y, en los últimos años, surgen las encuestas on line.

i) En lo referente a las conclusiones y lecciones que aparecen en los informes, lo primero

que debemos señalar es que no siempre se hace una distinción entre una conclusión y una

lección aprendida. En algunos casos, se pone el énfasis en las primeras y en la mayoría de

los casos incluso el titular del apartado es “Conclusiones y lecciones aprendidas”, por lo

tanto, es difícil distinguir qué se entiende por una cosa u otra.

En síntesis, podríamos enfatizar en la necesidad de encadenar acciones puntuales con procesos

más generales. Al parecer, todavía estamos actuando frente a realidades muy fragmentadas y, por

lo tanto, es necesario articularlas en lógicas estratégicas de desarrollo o en dinámicas mucho

mayores a las que se están trabajando en los programas propiamente tales.

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3. Algunas reflexiones a partir del análisis de la información

3.1. Los problemas y dilemas

En un orden conceptual encontramos limitaciones en términos del abordaje de género en los

programas. Existe un desfase entre la perspectiva conceptual de Género en el Desarrollo y su

aplicación en la práctica. Esta lógica de incorporar la dimensión relacional de mujeres y hombres

queda restringida al trabajo de ONU Mujeres. En general, solo las mujeres son las agentes

principales y beneficiarias en la mayoría de las evaluaciones revisadas. Aunque reiteradamente

plantean la inclusión de los varones, especialmente las que trabajan ámbitos como la violencia de

género o la salud sexual y reproductiva, tanto en lo que refiere a la propia experiencia de los

varones como a la dimensión relacional.

En términos del enfoque de evaluación con igualdad de género y DDHH, plantea una articulación

entre esta mirada inclusiva y sensible, tanto respecto de la intervención como respecto de la

evaluación. Frente a esta demanda de integralidad, los ejercicios evaluativos apuntan más a valorar

los resultados de las intervenciones que a una reflexión sobre la evaluación en sí misma y si la

evaluación aporta o no un ejercicio inclusivo, de construcción de derechos. Hay una mayor

invisibilización del aporte que la evaluación por sí misma puede jugar en materia de rendición de

cuentas y de validación y empoderamiento de actores, manteniéndose una lógica, como decíamos,

de consultoría externa.

Otro de los elementos relacionados con el enfoque, podríamos decir que se refiere a su

racionalidad. En el campo de la evaluación opera una racionalidad científica que se rige como un fin

en sí misma y como medio de prueba de la validez de los postulados de los programas que se

evalúan. Es una mirada evaluocéntrica, donde el protagonista es el evaluador y su saber y

descentrada de la comunidad. En contra partida, el enfoque sensible al género y a los DDHH

plantea que participar es decidir, va en otra dirección claramente, en el sentido de apropiación de

los resultados de las evaluaciones, planteando un cambio de eje desde las agencias y evaluadores

hasta las personas, las contrapartes nacionales y sus intereses, las comunidades. Este paradigma

puede y debe dialogar críticamente con la aproximación del Grupo de Evaluación de Naciones

Unidas en términos que pone el acento en una dimensión más consultiva de la participación en el

contexto evaluativo.

Aquí observábamos también y usamos la figura de una lógica de aproximación que denominamos

modelo etnográfico, pero no en el sentido del enfoque antropológico, sino del modo en que se

construye la relación con lo otro, con lo diferente, donde el otro es un informante clave y no un

socio en la construcción del aprendizaje. Este modelo funciona en la lógica de consultoría externa

-un equipo y/o un investigador externo deben sumergirse en una realidad extraña- a través de una

visita de campo, para lo cual consigue informantes clave que le van transmitiendo las características

del “color” local, el otro es un informante clave y no un socio en la construcción del conocimiento

ni en la construcción de aprendizaje. Desde nuestro punto de vista, el tema estratégico es ¿quién

es el sujeto en la cuestión del aprendizaje en la evaluación?, ¿los interesados, los afectados o el

evaluador y más atrás la agencia financiadora? Visto así ¿el grupo de actores del programa trabaja

para sí mismo o para el evaluador?, ¿cuál es el interés de ONU Mujeres al respecto? Es una

pregunta que queda planteada también en perspectiva.

Otra cuestión metodológica, desde la limitación, tiene relación con un predominio de la

racionalidad cuantitativa positivista. Cuando en un informe que estuvo basado fundamentalmente

en entrevistas se dice al principio: se hicieron 154 entrevistas o se hicieron 300 entrevistas, ¿qué

significado tiene eso si no es dar una señal de validez que raya lo cuantitativo? Pero todos sabemos

que en el fondo lo que opera es la lógica del diseño de muestras cuantitativas, cuando deberíamos

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justificar que la muestra cualitativa está dada por el número de categorías que deberían ser

abarcadas en el estudio. Esto nos habla de un tema que también ha ido emergiendo a lo largo de la

discusión de estos días: la necesidad de avanzar en términos de legitimación de la racionalidad

evaluativa enfocada en una lógica cualitativa. Aquí hay camino que avanzar también.

En lo que refiere al empoderamiento de los actores, existe una tensión respecto del lugar que la

evaluación -y diríamos también la participación- ocupa en la programación tanto de las

intervenciones como de la evaluación. Tenemos procesos evaluativos de 1 mes o de 2-3 meses y

lógicamente desde ese marco temporal es válido preguntarse ¿qué evaluación sensible y

participativa podemos esperar? Si ese es el rayado de cancha, efectivamente hay que problematizar

estas restricciones en materias de tiempo y recursos, tanto en el plano de la intervención como en

el plano de la evaluación. Incorporar elementos participativos y reflexivos implica proveer el

tiempo necesario. Hay idas, vueltas, hay negociación, legitimación, en fin. Esa dimensión, por tanto,

requiere ser más trabajada en términos de la programación y de la integración de la evaluación

participativa dentro de la programación más general de un proyecto o programa.

También encontramos mayor información respecto del rol que han jugado los grupos de

referencia de algunas evaluaciones. Algunas señalan: formamos un grupo consultivo donde

participaron algunos expertos, representantes de sociedad civil. Pero el informe de evaluación no

contiene mayor referencia sobre el aporte de una instancia de esa naturaleza, con lo sugerente

que ella puede ser en términos del proceso evaluativo como tal. Hay escasa referencia al respecto.

Sí hay una señal, y es que la mayoría de los informes señalan presentan las limitaciones de tiempo

como principal obstáculo a incorporar componentes participativos.

Si tuviéramos que ir a las preguntas del cómo, para qué y el para quién de la evaluación,

observamos una serie de dilemas. En el plano del cómo, se transita entre el evaluocentrismo a la

reflexividad y la apropiación social comunitaria de los procesos evaluativos, también nos movemos

desde la lógica de consultoría a la construcción de aportes para la autonomía; desde la

participación consultiva a la participación deliberante.

En el plano del para qué, desde esta lógica de la evaluación como ritualismo, con predominio de

los procesos y de los métodos a la evaluación como aprendizaje; del gatopardismo, que significa

evaluar para que no cambie nada a la evaluación como precursora de cambios y desde la

dependencia al empoderamiento.

En el plano del para quién, vamos en un tránsito de los intereses de los donantes hacia las

comunidades y sujetos. Estas tensiones, y toda la gama de fórmulas y combinaciones posibles entre

ellas, se manifiestan hoy en América Latina en aquellos ámbitos donde reside la mayor

productividad que podríamos darle a los procesos de evaluación para mejorar la democracia y la

calidad de vida en la región.

Por otra parte, la necesidad de reconocer la complejidad y el carácter progresivo de los cambios.

Reforzar esta idea de una cadena de relaciones, efectos y resultados en varios sistemas y

problemas entrelazados, y que esta situación impone grandes desafíos a las evaluaciones,

precisamente por la dificultad de valorar o mesurar una respuesta o solución a un problema en un

momento particular -casi al estilo de una fotografía-, mientras existe una lógica progresiva de

cambios complejos, tanto a nivel de las personas, de los usuarios/as, como de colectivos más

amplios e instituciones. La duplicidad de acciones en ámbitos similares es un tema que habrá que

abordar en esta nueva perspectiva.

Aparece también la problemática de incorporar el enfoque de derechos en la fase de

programación, una cuestión que fue conversada fuertemente en este Seminario el día de ayer. En

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varias de las evaluaciones se muestra una cierta desarticulación de los procesos de programación y

evaluación, por lo tanto, es necesario atender esa demanda. Después aparece también el tema de

la demanda por incrementar capacidades para el análisis de contexto de los propios equipos

operadores de los programas, y del proceso evaluativo, la necesidad de incorporar el seguimiento

en la evaluación entre las tareas de programación y en ocasiones las lecciones están a medio

camino entre la identificación de buenas prácticas y de cómo dar el salto para mirar desde una

perspectiva más amplia y global aquellos resultados más específicos.

Otro tema es la planificación de la evaluación considerando el tiempo que requieren los procesos

y consultas. Este es un tema que se reconoce como crítico por la comunidad de evaluadores,

especialmente cuando se trata de programas que trabajan con población en situación de mayor

distancia geográfica o de mayor exclusión. Aparece el proceso de construcción de confianzas, de

generación de diálogo en contextos de rapidez (si se cuenta solo con un mes para el trabajo de

campo, por ejemplo). Del mismo modo, aparecen las organizaciones que muchas veces están

sobreexpuestas a evaluaciones y allí hay que revisar y reparar considerando el respeto a las

dinámicas locales y a las organizaciones en contextos particulares.

Una limitación respecto de los tiempos es el desfase en la programación de los calendarios de las

evaluaciones, en el sentido de planificaciones con tiempos determinados que en ninguno de los

casos se cumplía, todo se atrasaba siempre (la entrega de informes, el trabajo de campo, etc.), lo

que está señalando un problema con la programación temporal de las evaluaciones. No podemos,

a raíz de este estudio, determinar si eso es por exceso de burocracia, porque los tiempos políticos

y programáticos no van acompasados, en fin, pero se plantea a nivel de pregunta.

Las evaluaciones señalan, también como limitación, la carencia de datos y de información suficiente

y oportuna para respaldar los juicios. El tema de las líneas de base aparece como un tema crítico.

No necesariamente líneas bases en una dimensión cuantitativa sino también generar espacios para

la innovación metodológica en este campo, que nos permitan mirar otros procesos más

normativos, los cambios socio-culturales, etc. Hace algunos años, cuando desde el movimiento de

mujeres hicimos el esfuerzo de medición del Índice de Compromiso Cumplido (ICC) y otros

esfuerzos latinoamericanos de seguimiento de cumbres o de convenciones acostumbramos a

señalar la voluntad política a través de la firma o ratificación de los instrumentos internacionales.

Esa era la manera en que podíamos visibilizar la respuesta de los países respecto de estos nuevos

marcos normativos, pero hoy día, hay que plantearse un salto cualitativo en ese campo, cómo

construir instrumentos mucho más sensibles a otros fenómenos que están ocurriendo en nuestra

sociedad a distintos niveles.

4. Algunos desafíos y oportunidades

En la dimensión conceptual, la asociación entre los temas de género, derechos humanos y

participación resulta estratégica. Hay un conjunto de afluentes conceptuales y políticos que están

implicados allí, al estilo de una nube conceptual en que surgen elementos que tienen que ver con la

ciudadanía, la democracia participativa, el control democrático, la protección social, la cohesión

social, las políticas públicas deliberativas e inclusivas, la reflexividad social, la complejidad, la

intervención social orientada a la autonomía, el desarrollo centrado en las personas, entre otros.

Todos ámbitos que un enfoque de esta naturaleza podría abordar, en términos de discutir sus

límites, sus aportes, también lo que refiere a teorías de cambio, modelos lógicos o la gestión

basada en resultados, en fin. Esa asociación resulta estratégica porque es muy productiva y

prometedora.

Consideramos que hay que profundizar más la dimensión del poder. En la mayoría de las

estructuras de intervención observadas, las cosas fluyen entre sociedad civil y Estado. Hay gente

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que media las demandas, pero es como si la dimensión del poder no existiera, como si no existiera

clientelismo, como si del lado de sociedad civil fuera virtud y el lado del Estado fuera demonio.

Para ello es necesario sincerar las relaciones y reconocer que en la sociedad civil también existen

malas prácticas, nepotismo, corrupción. Una lógica ciega al poder y su mal ejercicio hace mucho

daño al trabajo de construcción de políticas participativas. Se requiere una reflexión sobre el tema

de poder en un sentido amplio y desde enfoques más allá de la dominación, rescatando, además,

las dimensiones creativas del poder.

Del mismo modo, el enfoque de igualdad de género y derechos humanos interroga todos los

componentes y procesos críticos de la intervención: la relevancia, la eficacia, la sostenibilidad,

entre otros, con preguntas acerca de si se están reconfigurando relaciones de poder en modelos

menos explícitos pero perpetuadores de la exclusión o si efectivamente estamos en presencia de

cambios sustantivos. Esta mirada, por ejemplo, sobre los programas de transferencias

condicionadas en América Latina es muy interesante, porque cuando se habla de enfoque

familístico de los programas, en realidad, se trata de un trabajo con las mujeres. Las mujeres están

siendo el embriague de las políticas sociales en América Latina, al amparo del refuerzo de

elementos del modelo tradicional que señala que es ella la que sabe usar mejor los recursos al

interior del hogar, que siempre velará por sus hijos, etc. Hay pocos elementos de cambio en este

sentido y cuando las evaluaciones están hechas desde una óptica diferente, estos elementos

deberían estar presentes en el análisis, por cuanto se están reconfigurando relaciones de poder

con punto de vista tradicional, por ejemplo.

En el plano de las propuestas, junto con los criterios de sostenibilidad, pertinencia, eficacia,

eficiencia, sería interesante incluir la participación como criterio y elemento nuevo a tomar en

cuenta en las evaluaciones por sí mismo y en dos dimensiones: uno, el aporte que hace la

participación al logro de los objetivos programáticos, que requiere una mirada particular; y por

otro, por la función que cumple la participación en términos de los procesos de evaluación, y ahí

por ejemplo, se puede incorporar en los términos de referencia, qué resultó productivo, aquello

que no funcionó, cómo responden los distintos actores a la convocatoria de participar en el

proceso, qué técnicas de trabajo son útiles a una dinámica de esta naturaleza, en qué medida el

componente de participación y sensibilidad de género interrogó al conjunto del proceso de

evaluación, qué rol jugó el evaluador en los diferentes contextos, fue un factor facilitador del

aprendizaje, fue un asesor, un consultor externo, en fin. Consideramos que si se trata de aprender

de esta práctica lo primero es dejar memoria de ella, hoy en día estas prácticas están

invisibilizadas.

Algunas recomendaciones más específicas que surgen en la lectura de los informes de evaluación

revisados se concentran básicamente en:

Definir claramente el rol y aporte de las agencias mandantes de la evaluación. Como

estamos en un proceso en construcción, muchas veces no queda claro todo lo que tiene

que ver con la constitución de los Comités de Referencia para las evaluaciones, cuál es su

rol, quiénes tienen que participar en su interior y bajo qué reglas, entre otras cosas.

Incrementar la inversión en el desarrollo de capacidades, que además es uno de los ejes

estratégicos de Naciones Unidas y de ONU Mujeres en particular.

Incrementar los espacios de intercambio y aprendizajes de la experiencia, cuestión que

aparece con fuerza, vinculada a la idea de que hay fragmentación en términos de los

procesos evaluativos, por lo tanto, aquellos que tienen articulación temática estratégica

podrían intencionar procesos de intercambio más intensivos.

Diversificar el abanico de actores para determinar las necesidades de género.

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Fortalecer la permanencia del personal y la memoria institucional. Hay muchas

recomendaciones vinculadas a ese tema, a la rotación del personal, en el fondo quién

registra finalmente los cambios, cómo se visibilizan esos cambios en periodos más largos

de tiempo.

Diseñar estrategias comunicativas para incrementar la incidencia. Esto tiene mucha

relación con el título de este Seminario, cómo finalmente las actividades evaluativas nos

pueden servir para generar procesos reflexivos que impacten al conjunto de la sociedad en

distintas dimensiones de cambio.

Precisar intereses de las organizaciones y de las alianzas, especialmente cuando son

programas o evaluaciones conjuntas o que están vinculados con alianzas y con redes.

Fortalecer el seguimiento y monitoreo de los programas. Este es un aspecto que aparece

debilitado en general, ya que muchas veces no se cuenta con líneas de base, ni con

informes o reportes de monitoreo que pueden ser útiles al proceso evaluativo.

Mejorar los sistemas de información del programa en general, de cara a la rendición de

cuentas.

Otro desafío sugiere que, independiente de la necesidad fortalecer las capacidades evaluativas al

interior de Naciones Unidas, se requiere atender lo que está ocurriendo a nivel de los gobiernos

de la región. Hay allí todo un proceso de formación de agencias de evaluación -más intenso y

sistemático en algunos países que en otros- y que es necesario incorporar a estas lógicas porque

se comparten los mismos problemas y se requieren cambios más amplios y sinérgicos. El desafío,

entonces, de incorporar enfoque de igualdad de género y derechos humanos en la corriente

principal de los esfuerzos evaluativos es un desafío muy importante de las próximas décadas.

Indudablemente esto implicará fortalecer también la relación con la Academia y el impulso de

espacios de reflexión pública, “juntos nos equivocamos mejor” se decía ayer.

En el caso de aquellas evaluaciones que tienen por objetivo mejorar accesos a oportunidades

económicas o la transformación de prácticas como la violencia de género, se requiere una mayor

reflexión sobre las masculinidades. Se trata de salir del lugar común del varón perplejo y obstáculo

a los cambios y reflexionar qué implica en la cultura dominante trabajar por el empoderamiento.

Los programas fundamentalmente se dirigen a empoderar a las mujeres, pero para cuestionar el

modelo hegemónico el varón también tiene que empoderarse desde una lógica transformadora,

porque en última instancia, es una traición respecto de los mensajes que hemos recibido de los

padres, respecto de aquello que debe ser valorado sobre las masculinidades, ese es un proceso

que requiere más desarrollo y apoyo indudablemente, y desde la práctica evaluativa hay que

visibilizar y enriquecer la mirada.

Por otra parte, y al calor de este trabajo, hemos podido constatar cómo esta reflexión viene de

más antigua data. Esta discusión respecto de los nuevos enfoques de evaluación en Naciones

Unidas y de la incorporación del género y de la inclusión de los derechos nos remonta hace 25

años, cuando se escribe el libro “El Umbral de lo legítimo”, en que pese a que en Chile estábamos

en plena dictadura -con todo lo terrible que eso implicó- al mismo tiempo se daba todo un

proceso organizativo y de empoderamiento de actores y sujetos sociales. Se reflexionaba sobre las

limitaciones de las metodologías tradicionales para ir a los programas de acción cultural y

evaluarlos adecuadamente. Allí también estaban puestos los temas de las relaciones de poder con

las agencias, las limitaciones de los métodos cuantitativos, las cuestiones de gobernabilidad

democrática, o sea, esta discusión se inició hace 25 años y eso es importante en América Latina,

porque pareciera que siempre estamos empezando y es justo y necesario darle continuidad a esos

debates para aprender y generar saberes compartidos.

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Esto nos lleva también a hacer una invitación, en la lógica de una articulación y de compartir

saberes en una comunidad de práctica. Esto significa ponernos de acuerdo en algunas cuest iones

sustantivas para trabajarlas reflexiva y colectivamente. Hay todo un abanico de riqueza en América

Latina que podemos ir compartiendo a la luz de este nuevo enfoque evaluativo. Valoramos muy

especialmente la posibilidad de contar con un dispositivo reflexivo que nos puede acompañar a lo

largo de un año o mientras queramos que dure, sobre la base de un espacio virtual que opera al

estilo de una plaza pública de encuentro entre nosotros y de muchos más que tienen que

incorporarse, especialmente organizaciones de sociedad civil, ONG, hay que ampliar e ir más allá

en esto porque ahí está la riqueza que puede articular esta pluralidad del enfoque.

Estamos -en este encuentro- recuperando a la evaluación como una construcción social y lo que

nos roba la mirada más tradicional es naturalizarnos, esa es una mirada que naturaliza los métodos

y lo que estamos haciendo aquí desde esta pluralidad de metodólogos y de activistas, es recuperar

la evaluación como un proceso en el que podemos volcar nuestros compromisos de cambios,

nuestras pasiones y nuestra capacidad crítica y autocrítica. En el encuentro entre diversos hay una

promesa que hace fuerza en América Latina, ese es un sello nuestro, y podemos construirlo,

pulirlo y mejorarlo como un aporte a estas discusiones y para la calidad de la democracia en

definitiva.

Y volviendo a la pregunta que nos convocó a este Seminario: ¿medir o transformar en realidad? En

realidad era una pregunta capciosa y fue bastante productiva finalmente. Desde nuestra óptica

lógicamente no hay un más allá de la evaluación y desde la óptica de enfoque sensible a la igualdad

de género y los derechos humanos, conocer y transformar la realidad forman parte de un

principio, la praxis, la práctica de dotar de sentido a los proyectos que vamos construyendo.

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