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SIN DECISIÓN DE VIVIR NO HAY VIDA VIVIDA
El día de nuestro nacimiento a la vida es el día en que nos decidimos a vivir.
Hace mucho tiempo pasó un sembrador por esta tierra mía y fue dejando caer sus semillas. A cada una le decía
algo con gran cariño:
Puedes ser un buen árbol para
que se posen y aniden
las aves…
Tú puedes ser buena espiga y
buen trigo… y
buen pan…
Tú puedes ser un magnífico olivo y dar un
aceite sabroso…
Todos los días salía aquel sembrador a ver crecer sus semillas en el campo. Pero echaba en falta a una que no acababa de salir. Todos los días esperaba con ansia verla aparecer…
Desde dentro de la tierra, se oía el rumor de aquella semilla llena de miedo:
Me encantaría ver la luz del sol…dormir a la luz de las estrellas…y hacerme un árbol fuerte.
Aquella semilla no se atrevía a crecer… hasta que un día recordó las palabras del sembrador:
Crece porque te necesitamos.
Cuando recordó aquellas palabras comprendió que alguien le estaba esperando y no debía seguir por más tiempo enterrada en la tierra.
Se puso a crecer y
cuando salió a la luz, encontró la sonrisa del sembrador…
Luego, vio un camino que pasaba junto a
ella… Entonces deseó con todas sus fuerzas
crecer y crecer…
Y efectivamente, vinieron las nieves y los fríos y los vientos… Pero aquella semilla, que ya era un
arbolito, luchaba con todas sus fuerzas para que el viento no rompiera su tronco, aún frágil…ni sus
ramas aún débiles se troncharan por el peso de la nieve.
Cuando la riada quería arrastrarle, aquel arbolito se
agarraba a la vida y luchaba para no ser arrancado con su fuerza.
Y todas las tardes
encontraba la mirada del
sembrador que se fijaba en él y sonreía. Así creció un año y otro año…
Veía, cuando aún era joven, cómo la gente que pasaba por el camino, le miraba…y seguía
adelante.
Un día se dio cuenta que un pájaro había hecho un nido entre sus ramas. Creció … y creció. La gente veía cómo aquel árbol iba haciéndose
grande y comenzó a llamarle El árbol del
camino. Cada día era más firme, más fuerte, más
recto.
Pero, también un día su corteza
comenzó a arrugarse por los rigores del invierno y los calores y los
vientos…También pasó sed y escasez. La gente –otra
gente- comenzó a llamarle El
viejo árbol del camino.
Un invierno se dio cuenta de que el sembrador tenía frío y aquel árbol
desgajó una de sus ramas con la ayuda del viento para que el sembrador tuviera leña y se calentara. Al ver
contento al sembrador, por su tronco corrían lágrimas de resina.
Aquella noche hubo una tormenta como nunca la había conocido…en sus muchos años de vida. Un
rayo recorrió aquel árbol de arriba abajo.
Sólo quedó su tronco quemado…El que la gente de ahora conoce como El tronco del
viejo árbol.
El árbol del camino. El viejo árbol del camino. El tronco del viejo árbol.
Tres momentos de una biografía con decisión de vivir, viviendo.