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29/10/2015 Silva Castro http://www.revistas.uchile.cl/index.php/CLR/rt/printerFriendly/9345/9396 1/2 LA PRENSA MODERNA El problema de la prensa, o sea la discusión acerca de cuales han de ser sus finalidades y las maneras de realizarlas adecuadamente, parece que adquirirá en Chile una relativa actualidad después de haber tenido en otras partes solución satisfactoria al menos temporal apaciguamiento. Aquí no: aquí empieza recién a verse que nuestra prensa no llena por entero el papel que le reservan los tiempos, ni sirve por igual a los propósitos de cultura que deben guiarla. Nuestro periodismo se ha detenido en una etapa que ya hizo su época y pasó; seguimos viviendo en este respecto—como en casi todos—con unos cuarenta o cincuenta años de atraso de la realidad europea que nos sirve de norma. LAS TRES ETAPAS DE LA PRENSA Formada ya en definitiva la prensa periódica, pasado ya en forma más o menos total el tiempo de las “gacetas” oficialescas, sin enjundia, sin alma, sin pensamiento, podemos reconocer una primera etapa evolutiva en el diario moderno, señalada por los propósitos doctrinales y el carácter polémico impreso a todas sus iniciativas. En esos días los periódicos tienen ideologías bien firmes y conocidas; sus redactores defienden ideas que se pueden catalogar con evidente facilidad; todo en un diario de entonces tiende a producir en el lector estados de ánimo y criterios determinados a llenar tales y cuales objetivos concretos. No hay para qué decir que en tal época el diario no es crónico sino crítico; no expone sino que comenta; le interesa menos dar la noticia que sacar de ella la comprobación de las ideas que sostiene o al menos atacar—con cualquier fruto—las de su adversarios. Dominan en la prensa entonces los periodistas mordaces y virulentos para las polémicas enconadas, los periodistas ágiles y maquiavélicos para las tareas editoriales (hoy de diversa importancia), y no aparecen por ninguna parte los que nosotros conocemos, los únicos que—por nuestra juventud—hemos tenido ocasión de encontrar en servicio: los periodistas obscuros que escriben la crónica de un diario, o sea el comentario cotidiano de cuanto ocurre en torno. La segunda etapa que vamos a distinguir tiene precisamente allí su origen, pues nace del predominio de la crónica sobre la redacción, de la noticia sobre el comentario, del hecho sobre la idea. En esta segunda etapa la tregua de las luchas civiles—fenómeno común a Europa y América con pequeñas y efímeras excepciones—determina el apaciguamiento de los instintos polémicos de la prensa antigua, dejando arrinconados a los viejos ídolos de los públicos. Muriendo el comentario intencional, abandonada como base de la prensa la crítica de los hechos ejercida en forma ardua e implacable, nace el periodismo puramente noticioso e informativo, llegando así a los primeros puestos de los cuerpos de periodistas los simples reproductores sin alma del acontecimiento, los cronistas imparciales y ajenos a todo propósito de comentario personal. Es ésta una etapa de mediatización: la prensa pasa por una crisis de exageración noticiosa, de excesivo y absorbente predominio de la información sin otra finalidad que dejar satisfecho a su más bajo público:el que lee sólo por saber lo que pasa en su ciudad,en su tierra y en el mundo.En su tercera etapa el diario moderno se nos presenta más completo, más alto, más sano, más bien intencionado y animado respecto de quines lo leen. Los grandes periodistas de otros países saben ya que el público no se conforma sólo con el hecho, con la noticia de lo que en torno ocurre, y que aún cuando se conformara, deber del periodista sería el propender a brindarle en la hoja diaria, a bajo precio, en medio de las diversas secciones que sólo tienen por canon informar, otra u otras en que algunos colaboradores escogidos le ofrecieran sus primicias de pensamiento y de sensibilidad. La prensa diaria tiene ya un objetivo más elevado que cumplir: no sólo informará sino que cuidará de elevar el nivel medio de cultura de sus lectores dándoles—sin encarecer el costo; esa es otra característica—producciones de plumas selectas, cuidadosamente escogidas. Sentados ya los principios generales, pasemos a las aplicaciones indispensables. LA PRENSA EN CHILE Durante el período más o menos largo de formación de nuestra nacionalidad, la prensa—desde la “Aurora de Chile” que vió nacer y ayudó a la libertad civil—ha pasado por las dos primeras etapas que hemos demarcado, llenándolas más o menos cumplidamente. Cuando las arduas luchas de principios llenaban los espíritus de nuestra gente, los diarios chilenos eran los reductos en que se asilaban los periodistas polémicos y batalladores, un poco tribunicios y un mucho groseros en su expresión, corrientemente. La historia literaria de Chile cuenta entre los nombres de sus índices con muchos de estos individuos que dedicaron a la labor efímera de la prensa sus mejores esfuerzos, logrando además de la personal notoriedad, agrupar alrededor Claridad, Vol. 4, No. 86 (1923)

Silva Castro, La Prensa Moderna en Revista Claridad (1923)

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29/10/2015 Silva Castro

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LA PRENSA MODERNA

El problema de la prensa, o sea la discusión acerca de cuales han de ser sus finalidades y las maneras de realizarlasadecuadamente, parece que adquirirá en Chile una relativa actualidad después de haber tenido en otras partes soluciónsatisfactoria al menos temporal apaciguamiento. Aquí no: aquí empieza recién a verse que nuestra prensa no llena por entero elpapel que le reservan los tiempos, ni sirve por igual a los propósitos de cultura que deben guiarla. Nuestro periodismo se hadetenido en una etapa que ya hizo su época y pasó; seguimos viviendo en este respecto—como en casi todos—con unoscuarenta o cincuenta años de atraso de la realidad europea que nos sirve de norma.

LAS TRES ETAPAS DE LA PRENSA

Formada ya en definitiva la prensa periódica, pasado ya en forma más o menos total el tiempo de las “gacetas” oficialescas, sinenjundia, sin alma, sin pensamiento, podemos reconocer una primera etapa evolutiva en el diario moderno, señalada por lospropósitos doctrinales y el carácter polémico impreso a todas sus iniciativas. En esos días los periódicos tienen ideologías bienfirmes y conocidas; sus redactores defienden ideas que se pueden catalogar con evidente facilidad; todo en un diario deentonces tiende a producir en el lector estados de ánimo y criterios determinados a llenar tales y cuales objetivos concretos. Nohay para qué decir que en tal época el diario no es crónico sino crítico; no expone sino que comenta; le interesa menos dar lanoticia que sacar de ella la comprobación de las ideas que sostiene o al menos atacar—con cualquier fruto—las de suadversarios. Dominan en la prensa entonces los periodistas mordaces y virulentos para las polémicas enconadas, losperiodistas ágiles y maquiavélicos para las tareas editoriales (hoy de diversa importancia), y no aparecen por ninguna parte losque nosotros conocemos, los únicos que—por nuestra juventud—hemos tenido ocasión de encontrar en servicio: los periodistasobscuros que escriben la crónica de un diario, o sea el comentario cotidiano de cuanto ocurre en torno. La segunda etapa quevamos a distinguir tiene precisamente allí su origen, pues nace del predominio de la crónica sobre la redacción, de la noticiasobre el comentario, del hecho sobre la idea. En esta segunda etapa la tregua de las luchas civiles—fenómeno común a Europay América con pequeñas y efímeras excepciones—determina el apaciguamiento de los instintos polémicos de la prensa antigua,dejando arrinconados a los viejos ídolos de los públicos. Muriendo el comentario intencional, abandonada como base de laprensa la crítica de los hechos ejercida en forma ardua e implacable, nace el periodismo puramente noticioso e informativo,llegando así a los primeros puestos de los cuerpos de periodistas los simples reproductores sin alma del acontecimiento, loscronistas imparciales y ajenos a todo propósito de comentario personal. Es ésta una etapa de mediatización: la prensa pasa poruna crisis de exageración noticiosa, de excesivo y absorbente predominio de la información sin otra finalidad que dejarsatisfecho a su más bajo público: el que lee sólo por saber lo que pasa en su ciudad, en su tierra y en el mundo. En su terceraetapa el diario moderno se nos presenta más completo, más alto, más sano, más bien intencionado y animado respecto dequines lo leen. Los grandes periodistas de otros países saben ya que el público no se conforma sólo con el hecho, con la noticiade lo que en torno ocurre, y que aún cuando se conformara, deber del periodista sería el propender a brindarle en la hoja diaria,a bajo precio, en medio de las diversas secciones que sólo tienen por canon informar, otra u otras en que algunoscolaboradores escogidos le ofrecieran sus primicias de pensamiento y de sensibilidad. La prensa diaria tiene ya un objetivo máselevado que cumplir: no sólo informará sino que cuidará de elevar el nivel medio de cultura de sus lectores dándoles—sinencarecer el costo; esa es otra característica—producciones de plumas selectas, cuidadosamente escogidas. Sentados ya losprincipios generales, pasemos a las aplicaciones indispensables.

LA PRENSA EN CHILE

Durante el período más o menos largo de formación de nuestra nacionalidad, la prensa—desde la “Aurora de Chile” que viónacer y ayudó a la libertad civil—ha pasado por las dos primeras etapas que hemos demarcado, llenándolas más o menoscumplidamente. Cuando las arduas luchas de principios llenaban los espíritus de nuestra gente, los diarios chilenos eran losreductos en que se asilaban los periodistas polémicos y batalladores, un poco tribunicios y un mucho groseros en su expresión,corrientemente. La historia literaria de Chile cuenta entre los nombres de sus índices con muchos de estos individuos quededicaron a la labor efímera de la prensa sus mejores esfuerzos, logrando además de la personal notoriedad, agrupar alrededor

Claridad, Vol. 4, No. 86 (1923)

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de su bandera de combate legiones de conciencias afines. Poco a poco la prensa chilena fue acallando los rumores de lasviejas disputas, no porque faltaran los problemas apasionantes y las doctrinas ocasionadoras de controversias—los cuales, enalguna parte, tuvieron una época de olvido de la cual uno a uno resurgen—, síno porque hubo quienes dieron la voz de alarma yconvencieron, prácticamente..., de que la misión de la prensa era ya otra, distintos su cometido y sus modos de realización. Yentonces nuestros órganos de prensa diaria empiezan polarizar sus labores en un solo sentido: la obtención del mayor númerode noticias, mientras más sensacionales mejor, dando a la crónica hipertrofiada un carácter sensacionalista de afiebradaactualidad. Los diarios nuestros disminuyen entonces su cuerpo de redacción al mínimo y alejan por algún tiempo de sí merceda distintos recursos a los escritores que hasta entonces habían encontrado en sus salas acogida propicia y en sus columnas unespacio reservado con fidelidad a sus producciones. Ya no se efectúan las tertulias de literatos en los diarios, de las cuales haytan buenos recuerdos en quienes las formaron y frecuentaron, ni las linotipias crujen componiendo versos y prosas literarias deaquellos amigos—no siempre incondicionales...—de los periódicos. Así nuestros diarios no ofrecen ya interés sino a un públicopoco cultivado que devora los hechos qué, presentados con cierta indudable truculencia, da la crónica de ellos, cada. vez másenorme en sus proporciones. En este camino se ha llegado también entre nosotros a cometer verdaderos excesos: se haninventado hechos que no habían ocurrido y, con mayor .frecuencia aún, se ha dado a sucesos sin importancia un desarrollomorboso porque, eso si, desper­ tarían seguramente interés en sus lectores las titulares espeluznantes tanto como, en el textomismo, los detalles inútiles y torpes.

EL IMPERATIVO DEL PRESENTE

Escojamos un modelo para aludir a la reforma de nuestra prensa diaria; naturalmente dentro de Chile no lo encontraremos,porque aquí las empresas de periodismo no son otra cosa que industrias sabiamente conducidas par concienciasmercantilizadas. En Argentina hay un órgano de prensa que si puede dar la norma de nuestros diarios del porvenir: “La Nación”de Buenos Aires ha conseguido reunir en sus páginas .tanto las miradas de hechos que en el mundo se suceden día a día,corno las producciones literarias de un grupo selectísimo de colaboradores a quienes se remunera con verdadera liberalidad.La. competencia que en nuestro país libran las empresas periodísticas par atraerse una masa en general reacia de lectoresposibles es la causa sin duda alguna de una reforma que, no puede negarse, empieza ya a producirse, pero el nivel tan altoalcanzado por el diario bonaerense está aún mucho más lejos de lo que nuestros capitanes de prensa imaginan, de lasimperfectas imitaciones que se hacen a este lado de los Andes. Mientras haya empresas tan imperdonablemente dominadas parla codicia que permiten incluir avisos en sus páginas de redacción junto a las columnas en que se exponen ideas editorialmenteo no, mientras no se retribuya a un número más o menos considerable de personas del país o del extranjero por lasproducciones que se publique en ellos, los diarios de Chile serán sólo reproducciones de un tipo de prensa ya desvanecido enlas países cultos. El diario chileno recibe como lector suyo un público absolutamente mediocre en su nivel cultural, demenguadas aspiraciones espirituales, de escasas necesidades intelectuales y sentimentales, sin voluntad de progreso porqueno tiene amor a las ideas y en lugar de conducirlo gradualmente a sentir elevado su bajísimo nivel de cultura, en lugar depotenciar las aspiraciones debilísimas de su espíritu, en lugar de crear en él insaciables y enaltecedoras necesidades de ordensentimental e intelectual, le da día par día una ensalada amorfa de hechos banales generalmente sin interés real y siempre sintrascendencia efectiva. La prensa así niega su papel educador, abandona su misión didáctica indispensable para los días quecorren y permanece estacionaria en un molde que ya debía ser estrecho para sus perspectivas cambiantes.

CONCLUSIONES

¿Habrá necesidad de esquematizar las conclusiones que podemos desprender de estos hechos aludidos y de Los principiosapenas esbozados más arriba? Para otra oportunidad quedará el dedicar también unas palabras a otros problemas que ofrecela prensa chilena, tan pobre de idealidad, tan ajena a la belleza, a la ciencia y a la persecución de la inasible verdad, tan enexceso constreñida a su papel de registrar en sus páginas sólo 1a crónica—en el sentido, mayestático medioeval de la palabra,—tan enemiga de dar, como los días actuales imponen a quien sabe hablar y escribir, a quien piensa y a quien sueña, “al Césarlo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Raúl Silva Castro.