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Sherman William - Trabajo Forzoso en America Central en El Siglo XVI

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    SIGL0)^

  • Digitized by the Internet Archive

    in 2010 with funding fromUniversidad Francisco IVIarroqun

    http://www.archive.org/details/eltrabforzOOIsheguatguat

  • EL TRABAJO FORZOSO ENAMRICA CENTRAL

    SIGLO XVI

  • **En verdad, si los indios no son hombres, sino monos, nonsunt capaces njuriae. Pero si son hombres y prjimos, etquod ipse prae se ferunt, vasallos del emperador, non videoquomodo excusar a estos conquistadores de ltima impiedady tirana, ni s que tan grand servicio hagan a su magestad deecharle a perder sus vasallos*'.Francisco de Vitoria, 1534, en Releco de Indis o Libertad

    de los Indios, pp. 138-39.

  • Wlliam L. Sherman

    El Trabajo Forzosoen Amrica Central

    Siglo XVI

    Versin al espaol deFlavio Rojas Lima.

    Coleccin Luis Lujan MuozUniversidad Francisco Marroqunwww.ufm.edu - Guatenrtata

    Seminario de Integracin Social Guatemalteca

    1987

  • Editor: Flavio Rojas Lima

    Seminario de Integracin Social

    Portada: Marco Augusto Quiroa

    Derechos reservados por el editor.

    S

  • SEMINi^UO DE INTEGRACIN SOCIAL GUATEMALTECAPublicacin No. 45

    Consejo Consultivo

    Hugo Cerezo DardnErnesto Chinchilla AguilarDavid VelaJorge Skinner-KleJorge Arias de Blois

    Secretario General

    Flavio Rojas Lima

  • ''f i'ii 'ii..-'

    Esta obra fue editada originalmente, en ingls, por laimprenta de la Universidad de Nebraska (1979), entidad quecedi al Seminario de Integracin Social Guatemalteca los de-rechos para la presente edicin en espaol.

  • A mi familia

  • ^J:'7a':l'

  • Contenido

    Nota del Seminario xiLiminar xiiiPrefacio xxiiiIntroduccin 3

    Primera Parte

    1 La esclavitud prehispnica 192 La esclavitud y la conquista espaola 263 Esclavos de rescate 444 El trfico de esclavos 535 La marcacin de esclavos 886 Precios y nmero de esclavos 94

    Segunda Parte

    7 Servicios personales: trabajo tributario for-zoso. 1524-49 117

    8 Las reformas de Cerrato 1829 Reaccin ante las reformas 216

    Tercera Parte

    10 El repartimiento de indios 2711

    1

    Variedades de trabajo forzoso, 1550-1600 29612 Trabajo agrcola 342

    Cuarta Parte

    13 La aristocracia nativa bajo la dominacin es-paola 373

    14 La mujer indgena y los espaoles 435

  • Consideraciones finales 469Apndice A: Poblaciones indgenas 497Apndice B: Vecinos espaoles de la Amri-

    ca Central durante el primer siglo de lacolonizacin 507

    Notas 525Bibliografa . , |^^ . 613

  • -
  • xii Nota dei Seminario

    que, por lo dems, proceden defuentes archivolgicas diver-sas; y o mismo se hizo, excepto en casos fcilmente percep-tibles, respecto de las fuentes bibliogrficas propiamentedichas.En cuanto al juicio crtico del doctor Silvio Zavala, que se

    reproduce a manera de Liminar en la presente edicin de laobra del doctor Sherman, conviene informar que se trata deun comentario publicado antes en las revistas The Americas(XXXVII'3, USA, enero 1981, pp, 369-377), Historia deAmrica (No. 90, Mxico-Caracas, julio-diciembre 1980, pp.225-232), y Anales de la Academia de Geografa e Historia deGuatemala (No. L V, enero-diciembre 1981, tomo L V, pp. 89-92). La autoridad reconocida del doctor Zavala, y el valorpropio de sus observaciones sobre la obra de Sherman, justifi-can sobradamente la inclusin, aqu, de su comentario citado.La presente edicin del Seminario, adems, debiera conside-rarse como una respuesta al llamadoformulado por el doctorZavala respecto de la necesidad de hacer llegar esta obra algran pblico lector de la misma Centroamrica de hoy.

    El Seminario, finalmente, desea dejar constancia expresade sus agradecimientos al doctor Sherman, al doctor Zavala,a la oficina editorial deja Universidad de Nebraska y a la Di-reccin y personal de la Tipografa Nacional de Guatemala,pues sin la colaboracin de tales personas y entidades, nohabra sido posible este nuevo logro editorial del Seminario.

    El editor.

  • Liminar

    Sobre el servicio personal de los indiosen Centroamrica

    *" Silvio Zavala

    William L. Sherman ha escrito un buen libro sobre el temadel servicio personal de los indios, que tuvo importancia en lavida social de la colonizacin espaola de Amrica, aqu refe-rido al rea centroamericana.

    Existen otros estudios sobre los desarrollos del trabajo for-zoso en los virreinatos de Nueva Espaa y de Per, mas estaregin intermedia slo haba sido objeto de investigacionesespordicas. Ahora recibe un tratamiento ms intenso yamplio. La base documental utilizada proviene de archivos deEspaa y de Centroamrica, comprendiendo actas de cabildo,cartas, testimonios, pleitos, juicios de residencia y protocolosnotariales. El autor tiene presente tambin la bibliografa an-tigua y moderna, salvo algunas omisiones.

    Incluye con el ttulo de su estudio distintas formas institu-cionales de trabajo, como la esclavitudpor guerray por resca-te (parte en la que ampla los conocimientos del tema en todala regin) y, sobre todo, del trfico de nativos de Hondurascon las islas de las Antillas y de los de Nicaragua con Panamy Per, aunque haciendo limitado uso defuentes peruanas; enlap. 540, nota 11, recuerda, fuera ya del territorio centroame-ricano, la extraccin de indios de la provincia de Panuco en laNueva Espaa, con destino a las islas del Caribe. No deja decitar datos sobre la liberacin de los esclavos, aunque sinentrar aqu en el estudio cabal de ella en la regin centroame-ricana, lo cual se debe a que se puede consultar su artculo

    xi

  • xiv **;v Liminar

    'Indian Slavery and the Cerrato Reforms*\ H.A.H.R., 51(1971), 25-50, y lo que luego dice en el libro que reseamoscon el ttulo de Las Reformas de Cerrato, p. 182 y ss., en elcual trata de stas en su conjunto. Estudia tambin la enco-mienda de servicio personaly su reforma, con la importanteypor el autor admirativa y cabalmente expuesta actuacin dellicenciado Alonso Lpez de Cerrato, en cumplimiento de lasLeyes Nuevas de 1542-43, con efectos de liberacin de escla-vos, moderacin del servicio personal de las encomiendas, delos naboras y tamemes, y tasacin de los tributos, p. 211; elanlisis de Sherman se distingue de los de la leyenda negra,porque si bien no es parco en recoger el relato de los malostratamientos a los indios, cubre el examen de los esfuerzos dereforma y de las fuertes reacciones que provocaron entre loscolonizadores: **Their reasoning, however spurious at times,deserves a hearing,.. ", p, 217; logra as su propsito de acer-carse a la realidad histrica sin cercenarla o seleccionarla in-tencionada o inadvertidamente; de ello volveremos a decir al-go al fin de esta resea; el tratamiento acordado a la figuradel oidor Toms Lpez, peca de corto e insatisfactorio,p, 258, El autor trata a continuacin de los repartimientos detrabajo en el siglo XVI, como luego veremos; y de la situacinde las clases altas nativas y de la mujer indgena en la sociedadcolonial.

    El lector del libro puede advertir pronto que el autor poseeuna cualidad que ahora no es comn ni alabada con frecuen-cia: la de la prudencia en el ejercicio deljuicio histrico. Sonilustrativas a este respecto las pginas que dedica a los clcu-los de poblacin, tanto prehispnica como colonial, y a la dis-minucin de sta por epidemias y otras causas (p. 4yss., yp. 98 sobre el nmero de los esclavos indios). Sabe acercarsea las personas (v.g., en su descripcin de la de Pedro de Alva-rado, p. 12), sin caer en presentaciones rgidas o tendenciosas.Asimismo, muestra moderacin, sin perjuicio de sostener supropio punto de vista, cuando estima necesario disentir deljuicio de otro autor por el que siente respeto (vase, porejemplo, la opinin que emite acerca del adelantado Francis-co de Montejo, la cual difiere algo de la que sostiene el doctorRobert S. Chamberlain, autoridad en la materia, p. 531, nota

  • Liminar ^

    45. Ello guarda relacin con la poltica de Montejo ante laesclavitud de los indios en Yucatn y Honduras, pp. 71-73.Tampoco hay acuerdo entre los juicios de SHermn y los deRubio Man sobre Alonso de Maldonado, p. 199, punto queparece demandar la reconsideracin por ambos autores). Enotro caso admite que algn aspecto de su propio argumentopueda ser invlido (al discutir el precio de los esclavos indiosenviados a Per, pp. 110, 544, nota 61). Me han parecidoapreciables las citas que hace de los documentos del Protectorde los naturales Cristbal de Pedraza, que lleg a ser obispode Honduras. Unidas a las que figuran en otras obras yapublicadas, proporcionaran la materia de un estudio biogr-fico de sumo inters. En algunos puntos se asemeja esta figu-ra a la de D. Juan del Valle, Primer Obispo de Popayn, estu-diada por Juan Friede.

    Sherman se plantea en lap. 119 y ss., despus de haber ter-minado el examen del caso de los esclavos indios, cul era laprestacin de trabajo de los indios libres sujetos al sistema dela encomienda. Las categoras comprenden el servicio agrco-la, ganadero, minero e industrial; el de construccin de edifi-cios y otras obras como acequias y caminos, dando los indioscon frecuencia los materiales; el de transporte; el domstico,con inclusin de mujeres (p. 121). Distingue el perodo de laprimera mitad del siglo XVI en el cual el tributo consista amenudo en servicio personal. Ahora bien, cuando la enco-miendafue reformada en varias regiones de la Amrica Espa-ola, qued como una institucin suministradora de tributosen especie o en dinero. El servicio personal no deba serincluido como parte de la tributacin, salvo en las regionescomo Venezuela, Paraguay o Chile, donde subsisti hastapoca ms tarda. Pero la necesidad de que los indios presta-ran servicio a los colonos espaoles subsista en todas partes yfue la causa de que, donde haba sido reformada la encomien-da, se estableciera el sistema del repartimiento de trabajo, queera compulsivo, pero temporaly retribuido. Es lo que el autordel presente libro estudia a partir de la p. 271, Parte III, bajoel ttulo de **El Repartimiento de Indios** que en muchas re-giones se sigui llamando servicio personal, y an es designa-do as en las cdulas generales de la Corona espaola de prin-

  • xvi Liminar

    cipios del siglo XVII, Es distinto del servicio que se prestabaantes como parte de la encomienda, aunque en la terminolo-ga de la poca se mantiene el vocablo en ambos casos. Hastapuede decirse que la antigua significacin del servicio comoparte del tributo sefue olvidando en las provincias reforma-das, y el trmino qued como un sinnimo del repartimientode trabajo, que tanto ascendiente tom a partir de la segundamitad del siglo XVI. Permtome ilustrar el caso con unejemplo peruano, cuando explica el conde de Superunda a susucesor en el virreinato D. Manuel deAmaty Junint, en rela-cin que abarca desde el 9 dejulio de 1 745 hasta elfin del mis-mo mes de 1756, lo siguiente:

    **E1 servicio personal de los indios deba ser, segn lopedia su misma libertad, voluntario y no forzado; pero lapblica utilidad oblig a no dejar en su arbitrio aquel tra-bajo sin el cual no se podan mantener las Indias, y aun-que sobre esto sintieron diversamente muchos hombresdoctos, se declar ltimamente la forma y modo con quese les podra precisar a algunos servicios, de que se formel ttulo 12 del citado libro (el VI de la Recopilacin), sinque esto se oponga a su entera libertad, pues debe ser

    S.J correspondido el trabajo que impendieren, con el jornalque deberan percibir siendo voluntarios, porque cual-quiera Repblica bien gobernada puede precisar a sus ha-bitadores a que se apliquen al cultivo de los campos, y aotras ocupaciones necesarias a su conservacin, y comolos indios son naturalmente flojos, si no los obligaranestara el Reino falto de lo ms preciso*'. (Cit. en el tomoIII, p. 51, de mis estudios sobre El servicio personal delos indios en el Per, Mxico, 1980).

    Fuera de esta cuestin de terminologa en la que hay que te-ner presente la lengua de los colonizadores espaoles en lapoca (con advertencia de que tambin el trmino de Reparti-miento conoci distintas aplicaciones y usos en los lugares yaos de la colonizacin de que tratamos, como bien lo supoapreciar el historiador de lengua inglesa F. A. Kirpatrick), en-cuentro que el estudio de Sherman traza bien la evolucin de

  • Liminar Jvii

    la encomienda en Centroamrica desde 1524-1549 hasta des-pus de las reformas del presidente Cerrato. Examina los ca-sos de los naboras y de los tamemes, p. 140 y ss., y sugiereuna posible relacin entre el nabora y elpen endeudado, pp.143, 154, 310-314, dando como explicacin de base: 'Uhosewho were... rootless**, p. 143. Es un punto que requiere msestudio, con la necesaria distincin entre el servicio domsti-co, el agrcola, el de minas y el de los obrajes. Hay elementosde terminologa que pueden utilizarse en las Fuentes para laHistoria del Trabajo en Nueva Espaa, sin perjuicio de seguirla evolucin en la regin centroamericana en particular. Elnexo entre las encomiendas y el uso de tamemes en Centro-amrica queda claramente ejemplificado, pp. 160y ss., 314.La cuestin de los transportes ha sido bien estudiada por F.V. Scholes en Yucatn y por J. Friede en el Nuevo Reino deGranada; el libro de Sherman sobre Centroamrica viene acompletar tilmente esos trabajos. El autor sabe que algunosabusos de los encomenderos continuaron, pero no desconoceel alcance de los cambios efectuados a mediados del sigloXVI, p. 267.

    Conforme al ttulo del libro, la Parte III, sobre el reparti-miento de trabajo, constituye el meollo en el cual terminolo-ga y contenido coinciden, y se aprecian las distintas clases deservicios que prestan los indios considerados libres, pero obli-gados a laborar para los espaoles, como ocurra tambin enMxico y Per. Se trata cronolgicamente de la segunda mi-tad del siglo XVI, en las varias regiones de Centroamrica.

    La presentacin del tema por Sherman (pp. 271-276) meparece correcta, aunque vuelve a caer (sobre todo en el co-mentario de la p. 2751 en la discusin terminolgica sobre elservicio personal a la que ya nos hemos referido y en la que si-gue quizs excesivamente a fray Miguel de Aga, cuando hayun conjunto amplio de fuentes a partir de la segunda mitaddel siglo XVI que despejan la duda en lo que toca al contenidode las variasformas de trabajo. El autor menciona la cuestinde la vagancia, pero no tiene en cuenta los antecedentes euro-peos legales sobre ella, que tomaron en las Indias un particu-lar camino en la heterognea sociedad posterior a la conquis-ta. No es amplio el anlisis sobre el concepto del bien pblico

  • xvi Liminar

    que se invoc en la doctrina y en la ley parafundar el repart'miento del servicio forzoso, mas el autor advierte oportuna-mente que ei repartimiento tambin servapara el beneficio deamos espaoles particulares, pp. 273, 278. A lo largo de lahistoria del servicio forzoso en Nueva Espaa y Per, estapresencia del inters del agricultor, del minero, del obrajero,bajo el manto del bien de la repblica, constituy uno de losaspectos ms delicados delproblema; pero no escap a la con-sideracin de los tratadistas ni de las leyes y mucho menos delos crticos contemporneos del servicio personal. Es sabidoque ahora est de moda '*dejar de lado'* estas considera-ciones sobre pensamiento y legislacin, porque las gentes dehoy somos ms realistas y nos gusta ir al grano en s. Ya hecomentado estas tendencias ante la Segunda Reunin de His-toria del Derecho en Mxico. No encuentro convincente el co-mentario, p. 291, de que por repetirse a lo largo de los aos elmandato de algunas leyes puede apreciarse la medida en queeran ignoradas; la repeticin de la ley tiene habitualmente sumotivacin y conviene conocerla en cada caso. Observa elautor, p. 478, Que la bebida se convierte en un incentivo delindio para ir a trabajar.

    Sherman ofrece, p. 291, una lista de quejan sobre el serviciopersonal en la segunda mitad del siglo XVI, que muestranviolaciones a las reglas; pero tambin hay denuncias de talestransgresiones y rdenes de la Corona para remediarlas, lascualesforman parte de la historia. Parece aconsejable el an-lisis completo en lo posible de cada caso para llegar a conclu-siones sobre elfuncionamiento del sistema, expuesto como es-taba por su naturaleza a la injusticia hacia los trabajadores.En cuanto a las opiniones desfavorables al repartimiento engeneral, por los motivos que se citan en elpasaje del oidor Zo-rita, p. 294, y en el resumen de las quejas del obispofray JuanRamrez a comienzos del siglo XVII, pp. 481-483^puede de-cirse que llegaron aformar un cuerpo abundante en las variasregiones donde se practicaba, a semejanza de lo que anteshaba ocurrido con las voces de quienes censuraron la esclavi-tud de los indios o los excesos en las encomiendas. Como elrepartimiento compulsivo surgi despus de mediar el sigloXVI, esta historia fue ms tarda, pero no del todo distinta

  • Liminar xix

    del cuadro general que conocen los historiadores de la admi-nistracin espaola en las Indias. La regin centroamericanano es extraa a ese conjunto y puede verse como parte delmismo. El autor as lo plantea en su p. 577, nota 55, con men-cin de la Nueva Espaa, y en la p. 487 que luego menciona-remos.

    Buena informacin aparece en la p. 296 y ss., sobre loscontratos de trabajos de indios y otros operarios registradosen los libros de Protocolos y las remuneraciones pactadas, apartir de 1572; tambin figuran mujeres y menores; se recuer-dan, asimismo, los contratos de aprendices de oficios. Estosdatos no son de ndole controversialy dan lugar a pginas quese cuentan entre las ms informativas y serenas del libro.

    Desde la p^ 302 se examina la situacin, en la segunda mitaddel siglo XVI, de los antiguos esclavos liberados; de losnaboras, p. 310; y de los tamemes, as como la apertura de ca-minos, pp. 314-318. Hay algunos datos sobre la minera en es-ta poca, p.331; y la construccin de edificiosy barcos, p.335.

    El captulo 12, **Trabajo Agrcola", p. 342 y ss., se ocupams bien de los productos de exportacin: cacao, azcar (enparticular en Chiapas), ndigo o ail, zarzaparrilla, cochi-nilla. Termina con datos sobre la sal y la ganadera.

    Con ser tan extenso y variado el examen de Sherman, nopuedo dejar de considerar al trmino de la Parte III de suobra, que dedica al repartimiento de trabajo, que no parecehaber encontrado los registros gubernamentales de las rde-nes o mandamientos de servicios forzosos equivalentes a losque ofrece el ramo General de Parte de Archivo General de laNacin de Mxico o los que dio a conocer Moiss GonzlezNavarro en lo que ve a la Audiencia de la Nueva Galicia. Loque ms se acerca a ello es lo extractado en laspp. 279-292, enparticular los mandamientos de Chiapas en la p. 287, Es deesperar que no se hayan perdido del todo, y en tal caso seraposible que la valiosa contribucin que comentamos fueracontinuada en lo relativo a su Parte III. Si esa documentacinapareciera, vendra a ilustrar considerablemente los conoci-mientos acerca del repartimiento en Centroamrica en la se-

  • XX Liminar

    gunda mitad del siglo XVI y despus, que fueron esbozadospor L. B. Simpson, The Repartimiento System (1938) y en miContribucin relativa a Guatemala (1945).La Parte IV, relativa a los caciques y principales, p. 373 y

    ss,, describe los malos tratamientos de que fueron objeto, enespecial durante los primeros aos de la conquista. Explicaluego la posicin que tuvieron las autoridades indgenas bajoel rgimen espaol. Qu tributos y servicios reciban de losindios comunes? Culfue sufuncin como agentes de los re-partimientos para los espaoles? No es mucho lo que en estaspginas se dice sobre estos aspectos ms directamente rela-cionados con el ttulo del libro. Lafuncin de los caciques co-mo responsables del pago del tributo del pueblo para los en-comenderos es sealada, pp. 412, 424, 427. Tambin lo quedeban ver que se diera a los clrigos en Chiapas en 1561, p.422^ Desde 1552 la Corona ya aspiraba a que los tributos yservicios para los caciquesfuesen tasados, p. 424, pero sus ex-cesos dejan huella en aos posteriores, pp. 426, 430, 432. Elpapel de los gobernadores en pueblos de indios es menciona-do brevemente, p. 434.

    La mujer indiay los espaoles vienen a ser el tema del ltimocaptulo, p. 435 y ss. Se registran algunos precios de indiasesclavas, pp. 440, 603. Los prrafos sobre mestizos y mestizasdistinguen bien los casos y matices de las situaciones y posibi-lidades, pp. 457-459. Acerca de los trabajos queprestaban lasindias libres se anotan algunos datos en las pp. 447, 449, 460,463, 465, 466. Sobre el pago de tributos por las viudas, vasela p. 468.El Apndice A, p. 497 y ss., se refiere a cifras de poblacin

    india en las provincias de Centroamrica. Y el Apndice B,p. 507 y ss., a vecinos espaoles en el siglo XVI.En relacin con el captulo de conclusiones, p. 469 y ss., es

    de observar que los pobladores espaoles en el Nuevo Mundogozaban en general de amplia posibilidad de expresar sus opi-niones y de formular sus quejas en cartas y testimonios, aunen contra de sus jueces y gobernantes. En esos casos dabanpaso libre a sus pasiones, enemistades e intereses. Haba el de-recho de tachar a los testigos, pero sus dichos quedaron en lospapeles que estn ahora al alcance de los historiadores. Ya

  • Liminar xxi

    Las Casas haba advertido que sus acusaciones se veran con-firmadas en las pginas de los numerosos juicios abiertos enla poca contra los ''crueles y tiranos" conquistadores.Mucho despus, el historiador mexicano Genaro Garca se-guira por semejante camino en su apretada censura del Ca-rcter de la conquista espaola en Amrica y en Mxico segnel texto de los historiadores primitivos (Mxico, 1901). Ellibro de Sherman se apoya en buena medida en la primera cla-se de fuentes, que ofrecen ciertamente un medio de acercarsea los hombres y a la sociedad de que se trata mas tambinpueden inclinar el relato hacia la maledicencia, como en uncuaderno de cargos.

    Cabe preguntar si este libro de historia ha sido escrito concriterio histrico, con sentido del tiempo y de sus diferencias.La respuesta afirmativapuede asentarse slidamente sobre lasprimeras pginas de las conclusiones, 469-479, en las que seofrece un panorama del siglo XVI centroamericano en sus dosmitades, con fino aprecio de su evolucin y de las causas ge-nerales de ella. El autor utiliza el concepto de frontera, habi-

    tual en su pas, y estima que alpaso de las dcadas de ese siglola sociedad centroamericana se pacifica y entra en polica, co-mo se deca en la poca. Junto a este panorama bien visto yexplicado, se hallan en la obra vislumbres de los cambios tem-porales, como en la p. 436, donde en relacin con las cos-tumbres acerca de las mujeres pone en guardia al lector paraque no se deje llevar en su juicio **by our lights**. En lap, 472, pide, asimismo, que se vea la descripcin que hace deciertasformas del trabajo indgena, *'in the context of the ti-mes", y "Considering the times and circumstances...",p, 491. Siguiendo en particular a fray Miguel de Agia, pp.485, 489, ofrece un resumen comparativo de las prcticas detrabajo en distintas regiones hispanoamericanas, aunque ad-vierte que **one should not place too much reliance on theviews of one man**, p. 485. Por cierto, una de las contribu-ciones ms extensas de la obra viene a ser la relativa al temade la esclavitud de indios e indias, que reaparece en distintoscaptulos y ocasiones y atrae evidentemente al autor, acasopor su diferencia con el mundo posterior, si bien en algunoscasos, que no mencionan, se hacen sentir los efectos de esa ins-

  • ^ Liminar

    titucin mucho ms tarde que a mediados del siglo XVI, porejemplo en la situacin de los negros en Estados Unidos y elBrasil. No se propone pues, nuestro autor, cediendo a losmodelos sociolgicos de moda, dotar a la gente del pasadocon nuestras propias y abundantes ideas.No obstante las cualidades que posee Sherman como histo-

    riador y que hemos sealado (l puede pensar que es a causade ellas), sus conclusiones vienen a serfuertemente crticas dela administracin espaola en las Indias, pp. 489, 495. Sussimpatas, por ejemplo en la p. 265, van hacia un gobernanteradical comofue Lpez de Cerrato C'un poco precipitado** lellama uno de sus contemporneos, p. 568), y no del lado dequienes se colocaron en otra lnea poltica ms moderada paradirigir la convivencia de las dos repblicas, la de los espaolesy la de los indios (la que elpropio autor, p. 315, -llama: **apo-licy of moderation and common sense**, recomendada porfray Francisco Bustamante en 1551). Pero repetimos que si aratos este relato se aproxima al cuadro de la leyenda negra, noes de creer que su propsito sea el de engrosarla sino el de pre-sentar una historia realista de las crudas prcticas de la so-ciedad colonial.He dicho alguna vez al trmino de una conferencia de his-

    toriadores mexicanos y estadounidenses en Ptzcuaro, quemuchas pginas de libros religiosos hablan de un momento fi-nal en el que resucitarn los muertos; he pensado qup el desti-no de los historiadores en aquel trancepuede ser terrible, por-que hechos a **juzgar** a mansalva a los hombres de otraspocas, se encontraran frente a ellos en capacidad de pedir asu vez cuentas a sus historiadores. Acaso Sherman podra en-tonces or razones de peso de hombres como Marroqun, deGuatemala (sobre el cual escribe, sin embargo, lneas sensa-tas, p. 229); Motolina y Vasco de Quiroga, de Mxico, y degobernantes como Sebastin Ramrez de Fuenleal y Antoniode Mendoza. No sera una prueba fcil.Podemos los lectores de este libro discrepar de lo escrito en

    tales o cuales pginas o de algunos de sus planteamientos;mas parece justo que el autor alcance los premios profesiona-les a los que es acreedor, y una pronta y buena traduccin desu obra en lengua espaola.

  • PrefacioLa sociedad de las Indias espaolas en el siglo XVI sigue

    siendo un tpico poco estudiado, no obstante que duranteesas dcadas formativas, es precisamente cuando empieza adesarrollarse la estructura de clases de Latinoamrica. Laconquista espaola de los indios produjo dislocaciones so-ciales bastante serias. Pese a lafusin tnica subsecuente, per-sistieron all dos comunidades distintas, la espaola y laindgena. Formando la periferia, y culturalmente a la deriva,estaba el grupo de los mestizos.

    En el nuevo orden de cosas que siguiera a la conquista,muchos espaoles de baja condicin se encontraron forman-do parte de una aristocracia nueva y rstica, mientras los or-gullosos Seores nativos a menudofueron reducidos a las msinferiores circunstancias. Las implicaciones sociales y eco-nmicas del sistema derivado de la esclavitud indgena,fueron de tales dimensiones, que trascendieron el drama de laconquista misma. En cuanto al trabajo de los nativos, puededecirse quefue la base sobre la que descans la sociedad colo-nial espaola, y sin el mismo, el imperio no habra sido sinouna plida imitacin del complejo vasto y rico que llegara aser. El grado en que el conquistador dependa de los vencidos,refleja a la vez la debilidad de la estructura de la sociedad co-lonial y define las relaciones entre los dos grupos tnicos. Elprimer obispo de Guatemala se vio obligado a reconocer que"los espaoles de estas partes son intiles sin sus amigos nati-vos".

    Los europeos que se embarcaron hacia el Nuevo Mundodurante el siglo XVI, venan en busca de oportunidades, perono estaban dispuestos a llegar a los mximos sacrificios. Cor-ts habl en nombre de todos ellos al decir que no haba deja-

    XXIII

  • XJH.V Prefacio

    do Espaa para arar la tierra en estas latitudes. Por supuesto,vinieron artesanos espaoles a ejercer sus oficios, comercian-tes a traficar, abogados, mdicos y otros profesionales a prac-ticar sus profesiones, y una burocracia incipiente se desparra-m por las cuatro direcciones. Los espaoles, por cierto,representando prcticamente todos los tipos de Espaa,emigraron para efectuar toda clase de trabajos, excepto losmenesteres plebeyos. Un campesino espaol consideraba po-co ventajoso mantenerse como campesino en las Indias, pesea todos los esfuerzos que se hicieran por convencerlo de locontrario. La crisis de mano de obra fue enfrentada con lafuerza de trabajo disponible entre los indios conquistados,quienes, sin embargo, se mostraron renuentes a trabajar enbeneficio de sus nuevos amos. No obstante, y pese a todo,ellos trabajaron. Por medio de la esclavitud abierta y de otrosmanipulados sistemas de trabajo libre, de los cuales el msnotablefue la encomienda, los nativosformaron la base labo-ral de la economa colonial.

    El aspecto ms dramtico del trabajo nativo fue el de laesclavitud, y precisamente hacia dicho objeto empec a dirigirmi trabajo de investigacin relacionado con manuscritos enespaol, en los comienzos de la dcada de 1960. Las lneas ge-nerales de la esclavitud indjgena, eran conocidas. Muchos delos relatos iniciales eran fragmentarios, aunque hay autores,como el historiador cubano del siglo XIX, Jos Antonio Sa-co, que dej un estudio impresionante, basado en una ampliadocumentacin tomada en su mayor parte de la ColeccinMuoz de documentos, que se encuentra en Madrid. Tal estu-dio, sin embargo, es de alcances tan amplios, que necesa-riamente resulta superficial respecto de regiones y pocasespecficas. En aos ms recientes, los estudios de Silvio Za-vala han ido ms afondo que otros, y el largo trabajo de esteautor sobre la esclavitud indgena en la Nueva Espaa, consti-tuy la culminacin de varias dcadas de investigacin. Elrea de estudio que yo escog es la Amrica Central, que sibien estaba propiamente dentro de lajurisdiccin de la NuevaEspaa, para toda clase de propsitos e intereses era autno-ma en grado considerable. Zavala se ha ocupado de dichasprovincias, pero no con mucho detalle, y suspuntos de inters

  • Prefacio xxv

    son diferentes de los mos. Alfinal de cuentas se hizo evidentepara m que la esclavitud, en su totalidad, era nada ms queuna manera restringida de examinar los alcances del trabajonativo. Existen otras formas que, si bien menos estudiadas,constituyen partes ms importantes y no menos interesantesde la cuestin.

    El tema del trabajo no-esclavo no ha sido ignorado por loshistoriadores. Zavala, de nuevo, ha hecho una importantecontribucin, en especial sobre la encomienda; Jos Mirandaha publicado un estudio sobre el tributo. Los hallazgos archi-volgicos de France V. Scholes y Eleanor B. Adams, propor-cionan abundante informacin sobre ambos temas; y en unaserie de agudos estudios, Lesley Byrd Simpson ofreci el mscomprensivo cuadro del trabajo indgena de cuantos se hanescrito en ingls. Luego, el estupendo estudio de Charles Gib-son sobre los aztecas bajo el dominio espaol, explor el tpi-co a gran profundidad. Otros aspectos delproblema han sidoanalizados por diferentes autores. Jos Mara Ots Capdequse ocup de las connotaciones legales del mismo, y tanto Le-wis U. Hanke como Benjamn Keen analizaron los aspectosfilosficos. Muchas otras obras modernas han abordado lamateria, pero la lista es muy larga para citarse aqu.Aun y todo, no existe todava un detallado estudio dedica-

    do a los aspectos sociales del trabajo en la Amrica Central,durante el siglo XVL Lo que ms se acerca a ello es la Rela-cin escrita por eljuez real Alonso de Zorita, pero, aunque setrata de un relato valioso de la misma poca, el mismo estdedicado en gran parte a Mxico. De todas maneras, se tratade la versin de un hombre negada por muchos otros. Hayuna gran cantidad de escritos del perodo colonial con unaamplia variedad de puntos de vista, pero muchos de ellos per-manecen inditos. El ms influyente de los escritores del sigloXVI, de cuantos se ocuparon del tema, fue elformidable Bar-tolom de las Casas, cuyos criterios han tendido a prevalecersobre todos los dems, cuando menos en los crculos no-espaoles. Persuasiva como es la general acometida de losescritos del dominico, tambin es generalmente aceptado queexager en cuanto a sus cifras. Tergivers tambin otros as-pectos?; y sifu as, en qu medida lo hizo? Raras veces un

  • xxvi Prefacio

    historiador de habla inglesa ha estado inclinado a contradecircon fuerza elpunto de vista lascaciano. En la actualidad muypocos simpatizaran con la posicin del encomendero, perosta requerira un anlisis ms completo, aunque slo fuerapara tratar de comprender elproblema desde todos sus ngu-los. En ningn caso los escritores ms hostiles a los encomen-deros han sido los contemporneos, aunque su pluma no escomparable a la de Las Casas o a la de Zorita, para tales efec-tos. Sin embargo, puesto que la mayora de los estudiosfavo-rables al encomendero permanecen inditos, o cuando menosno han encontrado todava el acceso a las imprentas quepublican en ingls, se hizo necesaria una investigacin afon-do de los documentos. Si los argumentos que en stosfiguranson inaceptables para la mayora de las gentes de hoy, siguesiendo tarea importante del historiador divulgar dichos docu-mentos, porque slo de esa manera se puede hacer cierta luzen la sociedad y en sus particulares controversias.

    Es algo generalmente aceptado que mientras las leyes de In-dias eran avanzadaspara la poca, no eran cumplidas, sin em-bargo, por varias razones, entre las cuales la conveniencia erala principal. Se aducen, asimismo, otros motivos, pero a me-nudo se recurre a la ms cruda hipocresa, sin parar mientesen su carcter simplista. El problema total del trabajo nativoforzoso es mucho ms complejo. Yo no he abordado los as-pectos legales en ningn sentido, pero me doy cuenta que losmismos no pueden ignorarse. La cuestin es que, en efecto,muchos estudios se han basado en gran medida en las leyes,en particular en la Recopilacin de Leyes de los Reynos de lasIndias. Dichas leyes registran las supuestas intenciones reales,pero los estudios basados en ellas no toman en cuenta, en gra-do suficiente, lo que realmente suceda en las colonias, locual, por otra parte, ha constituido mi principalpunto de in-ters.

    A fin de presentar un cuadro razonablemente exacto y de-tallado del trabajo nativo, he decidido concentrar mi investi-gacin en el siglo XVI, lo que cubrira tres generaciones; y,por otro lado, resolv limitar el estudio a la Amrica Central.Mi plan era el de hacer un examen afondo de los manuscritosoriginales, tarea que me absorbiera, sola ella, por casi una d-

  • Prefacio xxv

    cada. Adems de ello existan muchos importantes trabajospublicados, de los cuales slo he hecho uso limitado all don-de pensaba que ellos enriqueceran mi estudio. En consecuen-cia, y a excepcin de algunos antecedentes respecto de loscuales existen escasas fuentes archivolgicas, la mayor partede lo que sigue est basado en cartas, informes y procesos le-gales de la poca. Esta metodologapresenta algunos inconve-nientes, especialmente en cuanto los documentos tienden a to-marse de modo literaly por tanto inhiben lafluidez del estilo.El aspecto positivo de la cuestin estriba en que no comenccon modelo alguno preconcebido y, en gran medida, el traba-jo se orient hacia donde los manuscritos lo demandaban. Elproblema ms difcilfue el de la organizacin, un dilema noresuelto por la intencin de basar el trabajo, hasta dondefuera posible, en hs documentos del siglo XVI.Es de esperar que, como resultado final, se haya obtenido

    un examen del tema, que nopueda ser obviamente incluido yaen la escuela indigenista, ya en la hispanista. En rigor, y comocada una de tales escuelas tiene mucho de admirable, ni la unani la otra pueden desligarse por completo del presente traba-jo. Esto no es el resultado de ninguna predisposicin senti-mental de mi parte, sino algo derivado de la naturaleza de lasfuentes, que reflejan lo que parece ser una comn inclinacindel hombre: hacer hincapi en el lado ms oscuro de loshechos. Si para deleite del misntropo hubieren actos deterror y de violencia perpetrados por los espaoles sobre lospueblos nativos, no debiera perderse de vista, sin embargo,que muchos otros espaoles se mostraron por ello tan aterra-dos que dejaron abundante documentacin sobre tales atroci-dades. En tanto es realmente lamentable que slo haya pocosrelatos indgenas disponibles, existen en cambio abundantesfuentes espaolas que defienden la causa indgena con vehe-mencia.

    Aunque el material que sigue puede bien definirse comohistoria social, tambin se asemeja a la etnohistoria. En am-bos tipos de investigacin la evidencia es mucho ms evasivaque en los estudios propiamente histricos. A menudo se en-cuentra informacin muy significativa en un improvisado co-mentario hecho en un documento nada prometedor. La evi-

  • xxviii Prefacio

    dencia vital para un historiador social, con frecuencia carecede todo inters para aquellos que escriban en el siglo XVI, demodo que nuestra imagen de su sociedad resulta imperfecta,para decir lo menos. Ms an, existe un considerable des-acuerdo entre los autores sobre casi cada tpico, de modo queresulta difcil arribar a conclusiones razonablemente exactas.Todo escritor pone al descubierto sus particulares tendenciasy pocos fueron realmente moderados en sus actitudes. Lacorrespondencia del Cabildo, por lo general refleja los crite-rios del encomendero, aunque no es extrao que los regidoresexpresen cierto inters por la situacin de los indios. Losmiembros de la audiencia demuestran cierta diversidad deopiniones, pues si bien todos ellos eranfuncionarios de la Co-rona, no haba un criterio oficial al que adhirieran de modoconsistente. Por otra parte, suspropios interesespersonales, ypor lo mismo no-oficiales, condicionaban frecuentemente suactuacin poltica. Exista un agudo desacuerdo en el clero, yaun los obispos no exhiban unanimidad de opiniones. Otrosfuncionarios e individuos dedicados a su vida privada, refle-jaban una gama todava mayor depuntos de vista. Adems deproporcionar una gran variedad deformas de pensar, sin em-bargo, los documentos ofrecen tambin una sustancial infor-macin detallada, ascomo lo hacen los testimonios de los no-tarios con particular referencia al trabajo contratado. Todaslasfuentes mencionadas son comunes a todos los investigado-res, aunque pocos de stos las han examinado con el cuidadoque ellas merecen. No obstante la conflictiva informacin quecontienen tales documentos, ciertas verdades emergen final-mente con alguna claridad.

    Entre las fuentes ms descuidadas se encuentra la seccinJusticia del Archivo General de Indias de Sevilla. La explora-cin de los procesos es un asunto tedioso, pero generalmentevale lapena, como sucede tambin con el mismo tipo de docu-mentos en el Archivo General de Centroamrica, en Gua-temala. Son de especial inters los Juicios de Residencia, o seael control judicial al que se sometan los funcionarios a laentrega de sus cargos. Tales procesos eran a menudo muy lar-gos, acumulando a veces centenares de pginas; haba tam-bin algunos relativamente cortos. Todos ellos pueden ser de

  • Prefacio xxix

    gran importancia, en especial para la historia social, ya quetoda la comunidad, incluyendo los indgenas, eran incitados aformular cargos contra elfuncionario en cuestin. En los tes-timonios recogidos se revelan asuntos de mucho inters, delos que no se ocupan otras fuentes, inclusive cierta dosis dechismografa. En el curso de la presente investigacin se estu-diaron no menos de treinta juicios de residencia, obteniendosustanciales beneficios de algunos de ellos.Alfinal de nuestro trabajo, quizs slo cerca de la mitad de

    las notas acumuladas pudo ser utilizada. No se incluyeron,por ejemplo, los captulos relativos a los roles especiales de laaudiencia, los jueces menores y funcionarios subalternos, losencomenderos, la Iglesia y una seccin dedicada al tributo.Todos estos temas figuran de alguna manera en los captulossiguientes, pero un tratamiento ms a fondo de los mismos,en la medida en que se relacionan con el trabajo indgena,habra hecho de ste un libro demasiado voluminoso.Dentro de los lmites impuestos, he tratado de hacer una ex-

    posicin detallada del tema, presentando todos los puntos devista. Me pareci aconsejable citar numerosos ejemplos a finde prevenir posibles cargos de generalizacin infundada, loque en efecto ha constituido el punto dbil de algunos estu-dios interesados en alcanzar un mayor grado de sntesis. La-mentablemente, nuestra ignorancia sobre las relaciones ra-ciales en la Centroamrica del siglo XVI, es de tales propor-ciones, que sera necesario otro cuarto de siglo de lo que sueleaceptarse como investigacin **tradicional*', parapoder escri-bir un trabajo de sntesis digno de ser publicado. Sin embar-go, la historia es indagacin, y ah donde la evidencia lopermita, no dud en usar el anlisis y la interpretacin.Amrica Central, como objeto de este estudio, fue el resul-

    tado de mi inters original y prolongado sobre la carrera dePedro de lvarado. La atraccin que ejercieran en m los es-cenarios de sus aventuras, estuvo reforzada por la crecientecerteza de que dicha regin ha sido relativamente relegadaporlos historiadores modernos. Existen importantes crnicas delperodo colonial, es cierto, pero todas ellas escritas por reli-giosos, cuyas orientaciones son bien evidentes. Por otra par-te, ellas reflejan la idiosincrasia de la poca, ocupndose de

  • XXX Prefacio

    minucias aburridas y descuidando asuntos que seran de inte-rs para un lector moderno. Otros cronistas antiguos, comoGonzalo Fernndez de Oviedo y Valds (quien no era reli-gioso), incluyeron a Amrica Central en sus relatos. Antoniode Remesal, el historiador dominico, fue el primero de loscronistas, y en muchos aspectos el mejor, en dedicar especfi-camente su obra a la Amrica Central, y l, como Oviedo,fueron copiados desvergonzadamente por quienes les si-guieron. Pese a todas sus limitaciones, los cronistas son fuen-tes muy importantes, dado que utilizaron muchos documen-tos que ya no existen ms.

    El fascinante relato de Thomas Gage, el ingls que en elsiglo XVII pasara varios aos en Amrica Central, despertcierto inters en el rea, de parte de los lectores ingleses, pero

    no fue sino hasta en el siglo XIX, con las obras de John L.Stephens y Ephraim Squier, cuando se ampli el crculo delectores de tales temas. Empero, tales relatos no eran estudioshistricos en sentido estricto. Una significativa contribucinen este orden, es la publicacin del monumental tratado deHubert H. Bancroft. Su Historia de la Amrica Central, entres volmenes, si bien ha sido blanco popular de crticas enlos ltimos aos, constituy un notable logro para su poca; ypese a ciertos errores, a su tono pontificaly a varios estereoti-pos comunes en su poca, Bancroft sigue siendo una fuenteformidable.

    Debido a los intrigantes misterios de la brillante civilizacinmaya, han sido los antroplogos los que han continuado lainvestigacin del pasado centroamericano, desde las postri-meras del siglo XIX hasta lo que va delpresente. En los tiem-pos ms recientes algunos de ellos se han inclinado ms a laetnohistoria, pero la mayorparte de sus investigaciones ha si-do dedicada a las culturas prehispnicas y, en los aos ulte-riores, a los aspectos socioeconmicos de las modernas comu-nidades indgenas.Hasta muy recientemente, la investigacin hecha por Ro-

    bert S. Chamberlain segua siendo uno de los pocos trabajosacadmicos, de los escritos en ingls, dedicados al siglo XVIen la Amrica Central. Este infatigable acadmico trabq/con dedicacin los documentos de Espaa y la Amrica

  • Prefacio xxxi

    Central, hasta llegar a producir obras de una constante y de-purada calidad cientfica. El presente estudio debe mucho alas orientaciones fundamentales trazadas por Chamberlain.Ms o menos en la misma poca en que el presente trabajo

    fuera emprendido, Murdo MacLeod comenz una valiosa in-vestigacin sobre un tema muy importante. Trabajando enpolos opuestos (l comenzaba en Amrica Centraly yo en Es-paa), ninguno se enter de la investigacin del otro, sinohasta que las mismas estaban bien avanzadas. La publicacindel amplio e imaginativo trabajo de MacLeod, su SpanishCentral America: A Socio-Economic History, 1520-1720,inaugura el rea para el tratamiento de temas hasta entoncesslo ligeramente tocadospor otros autores. Losfuturos histo-riadores, en particular aquellos interesados en la tempranahistoria econmica de la Amrica Central, habrn de mante-ner una deuda hacia MacLeod por su admirable trabajo pio-nero. Elprofesor MacLeod amablemente permiti que yo es-tudiara su manuscrito, el que, para mi infortunio, slo tuvepor un perodo muy breve. La culminacin de su trabajo llegcuando elpresente estudio estaba en sus etapasfinales, lo queexplica el limitado uso que en ste pude hacer de aqul; deotro modo, muchos ms de sus hallazgos habran sido incor-porados aqu. Si bien nuestros pasos se cruzan en algunos t-picos (y algunas veces disentimos), los estudios se comple-mentan de manera recproca, pues su tnica es diferente.

    Otros estudios importantes emprendidospor diligentes aca-dmicos jvenes, se consideran conjuntamente, ChristopherLutz ha concluido una excelente tesis doctoral sobre la histo-ria de la ciudad de Antigua Guatemala (Santiago), bq/o la su-pervisin del desaparecido profesor John L, Phelan, HnryIbargen ha investigado recientemente el tema de la tenenciade la tierra en la Guatemala del siglo XVI, bqjo la direccindelprofesor Charles Gibson. Salvador Rodrguez, de la Uni-versidad de Sevilla, ha publicado un trabq/o sobre las enco-miendas en el mismo perodo, y ya se encuentra disponible elestudio de Pilar Snchez sobre los hidalgos de Guatemala, Es-tos trabcuos, todos muy recientes para ser utilizados aqu.

    * Hay edicin en espafiol, N. del T.

  • xxxii Prefacio

    constituyen significativas contribuciones en el anlisis de unarea importante de la historia colonial que, hasta hace poco,haba sido ignorada por los modernos historiadores.La investigacin que demandaba esteproyecto no habra si-

    do posible sin algn apoyo institucional. La Fundacin DelAmo generosamente financi en parte una beca de un ao deduracin para investigar en Sevilla. Una nueva estada en Es-paa, para investigacin adicional, fuefinanciada por el Fa-culty Improvement Committee de la Universidad del Estadode Colorado, institucin que tambin proporcion losfondospara la compra de microfilm y otros materiales. El ResearchCouncil de la Universidad de Nebraska ayud a st^fragar unviaje para investigar en el Archivo General de Centro Amri-ca, en la ciudad de Guatemala; la misma institucin ayud acubrir el valor de microfilm y fotocopias de documentos, ascomo el de un trabajo mecanognifico. Una beca de la Funda-cin Woods me permiti el tiempo necesario para escribir, yla ayuda de la Fundacin de Nebraska hizo posible mi regresoa la Amrica Central para seguir investigando, A todas esasinstituciones mis agradecimientos.A lo largo de los aos se acumulan deudas,con individuos

    que nos han estimuladoy ayudado de varias maneras. Su ayu-da ha sido diversa, pero todos los que aqu se mencionan (ysin duda otros que se escapan a mi mente)fueron muy genero-sos. Estoy en deuda con el desaparecido William LytleSchurz, quien despert mi inters en la historia latinoamerica-na. Como estudiante y luego como miembro del ColegicrdeMxico, obtuve un conocimiento inicial sobre las culturas na-tivas, gracias a Wigberto Jimnez Moreno, Femando Horca-sitos y el fallecido Pablo Martnez del Ro. Deseo agradeceren especial a Richard E. Greenleqfy a Paul V. Murray, porsuayuda. En la Universidad de Nuevo Mxico me ayudaron Ed-win Lieuwen, Troy S, Floyd, France V. Scholes y Donald C,Cutter, En Sevilla me prestaron una valiosa ayuda dos direc-tores del Archivo General de Indias, Jos de la Pea y Rosa-rio Parra, as como todo elpersonal de dicha entidad. CarlosMolina Arguello me hizo partcipe de su familiaridad con losdocumentos centroamericanos, y con otros acadmicos visi-tantes comparto una deuda de gratitud hacia Miguel Martico-

  • Prefacio xxxiii

    rena. El desaparecido Jos Joaqun Real Daz, Antonia M.Heredia y Luis Navarro Garca, fueron siempre generososcon su tiempo y sus conocimientos. Cuando yo no me en-contraba en Sevilla, ngeles Flores me enviaba los microfil-mes con gran eficiencia.En Guatemala fui tratado deferentemente por Ricardo y

    Juanita Barrios, Manuel Rubio Snchez y David Vela, y porvarios miembros de la Sociedad de Geografa e Historia. Eldirector interino del Archivo General de Centro Amrica, Ri-goberto Bran Azmitia, y el director posterior, Arturo ValdsOliva, junto con el personal del mismo, siemprefueron aten-tos y serviciales. Tengo una especial deuda de gratitud con lafallecida secretaria del archivo, Carmen Pelez Olivares, porsu ayuda y atenciones.Mis colegas de la Universidad de Nebraska-Lincoln, Ralph

    H. Vigil y Michael C. Meyer (ahora en la Universidad de Ari-zona), me escucharon pacientemente y me dieron ideas pormuchos aos. Christopher Lutz contribuy en este trabajocon su generosidad y compartiendo informacin, y ha sidovaliosa la crtica de Benjamn Keen, Murdo MacLeod y DaveWarren. Deseo agradecer tambin a Flavio Rojas Lima, porsu excelente traduccin de este trabajo. Finalmente, pero msimportante que todo, reconozco mi deuda por la paciencia demuchos aos demostrada por mi esposa Carolina y mis hijosBill, Cristina y Rowena.

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  • EL TRABAJO FORZOSO ENAMRICA CENTRAL

    SIGLO XVI

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  • Introduccin

    Los espaoles emprendieron la conquista de la AmricaCentral en 1523-24. Ellos encontraron una tierra pobladaabundantemente con gente de diversas culturas y en un proce-so declinante respecto de la magnificencia del pasado maya,de los grandes templos de piedra cubiertos de vegetacin. Em-pero, era gente de una raza vigorosa, que resisti la intromi-sin extranjera con mucha decisin antes de someterse final-mente.Durante el primer cuarto de siglo, despus de la conquista,

    la Amrica Centralfue una colonia de considerable valor en elimperio espaol de las Indias. Era un territorio que prometariquezas minerales y era el centro de un floreciente trfico deesclavos indios. Se convirti en un vitalfoco intermedio entrelos asentamientos europeos del norte (Mxico y las Antillas) ylas expediciones que se movan hacia el Per y la Tierra Fir-me. En el lapso de dos dcadas el suministro de esclavos nati-vos disminuy y la modesta produccin minera fue opacadapor las ricas vetas deplata descubiertas en Per y Mxico en eldecenio de 1540. Pero si bien dichos descubrimientos relega-ron a la Amrica Central a un segundo plano, sus provinciasmantuvieron su importancia a lo largo del siglo XVI. Si-guieron siendo regiones ricas en la produccin de cacao, yposteriores descubrimientos de yacimientos de plata renova-ron el optimismo respecto de suspotencialidades. Santiago delos Caballeros de Guatemala, la capital, se converta en unatractivo y prspero centro, el ms importante entre lasciudades de Mxico y Lima.Las regiones que aqu se consideran eran las comprendidas

    dentro de lajurisdiccin poltica de la Audiencia de los Confi-nes. Tal distrito comprenda el rea de la actual Centroamri-ca, al norte de Panam; esto es, Costa Rica, Nicaragua, Hon-duras, Guatemala y El Salvador (este ltimo llamado enon-

  • 4 El trabajo forzoso en Amrica Central

    ees San Salvador y perteneeiente a la provineia deGuatemala), Adems, la Audiencia inclua las modernas re-giones mexicanas de Chiapas (nombre ste que se escribaChiapa en el siglo XVI) y Soconusco. Por unos pocos aosYucatn, Tabasco y Cozumel tambin formaron parte deldistrito, pero estos territorios apenas si se tocan en elpresenteestudio. En su totalidad, se trataba de una colonia de buen ta-mao, pues alcanzaba algo as como 600 leguas de largo(incluyendo Yucatn) y de 80 a 90 en su parte ms ancha, i Latierra era de una gran variedad, pues inclua dentro de suslmites los altiplanos, acentuados por dramticos picos volc-nicos, donde el aire esfro en los mesesfrescosy templado enel verano. Haba puertos naturales en ambas costas, en sofo-cantes regiones tropicales donde proliferaban lafiebrey otrasenfermedades endmicas. En tanto la mayor parte del paisajeera agreste y montaoso, algunas provincias, como Nicara-gua, tenan mucha tierra plana. Haba muchos ros, que se sa-lan de madre en la estacin lluviosa, y muchos lagos, entreellos el hermoso Atitln y el enorme lago de Nicaragua, En losextremos del medio fsico descansaba la riqueza: la plata enlas montaas de difcil acceso, y el cacao en la extenuante hu-medad de las tierras bajas,

    Cuntos nativos vivan en la Amrica Central antes de lavenida del hombre blanco?; sta es una cuestin que pormucho tiempo ha confundido a los estudiosos. El desacuerdoes tal, que no sepuede ofrecer confiadamente un clculo razo-nable. Se ha dado la cifra conservadora de 2,250,000 habitan-tes, pero otros llegan hasta 6 millones y an ms.^ Los infor-mes de los primeros conquistadores, en que se dice que habatantos habitantes como en Mxico y Per, no ayudan en na-da. Las primeras impresiones no deben ser tomadas muy enserio. En la poca haba una tendencia a usar cifras de maneradescuidada, y era beneficioso para un capitn dar la impre-sin de que haba descubierto y conquistado una gran civiliza-cin. Otros autores de una poca posterior, presentan datosdemogrficos altos, a fin de dramatizar la escandalosa decli-nacin de la poblacin nativa. Hasta transcurridas unas dosdcadas no hubo muchas cifras confiables, y aun entonces lasdisparidades traan ms confusin al tema.

  • Introduccin ,...; 5

    Dejando de lado algunos clculos sin fundamento de indi-viduosparticulares, debemosprestar ms atencin a los infor-mes de los misioneros y funcionarios reales, algunos dequienes tenan razones suficientes para mantener registrosadecuados, Pero ellos tambin recurran a menudo a nmerosredondos, y algunas veces usaban viejos recuentos. Por otraparte, las cifras rara vez incluan si es que alguna vez lohicieron a todos los poblados indios bajo control admi-nistrativo y por cierto no lo hacan as respecto de los que es-taban fuera del control espaol. Las listas de tributarios po-dran ser confiables si nofuera porque las cuentas de algunospueblos han desaparecido y las cifras ocasionalmente incluanindios fallecidos mucho tiempo atrs.

    Existe adems una imprecisa aplicacin de cierta termino-loga, como algo que viene a complicar ms el cuadro general.Las listas de tributarios slo toman en cuenta a los indgenasque realmente pagaban tributo. Pero otros informes nosiempre dejan claro si las cuentas se refieren a los tributarios,como algunas veces son claramente designados; con frecuen-cia se hace referencia slo a los **indios**, lo que podraincluir a todos los nativos. Es probable que en la mayora delos casos el trmino indios signifique tributarios, aunque enel Apndice A he hecho la distincin necesaria respecto demuchos ejemplos. La siguiente tarea sera la de establecer laproporcin de tributarios respecto de aquellos que estabaneximidos de dicho pago. Precisamente el establecer quinesformaban el grupo de reservados, es algo que vara de unapoca a otra; sin embargo, por lo general se trataba de nios,ancianos y enfermos, algunas veces mujeres, indgenas quetrabajaban en distintos cargos para la Iglesia, y ciertos fun-cionarios nativos incluyendo la nobleza. En algunas pocas,los indgenas (generalmente de Mxico) que ayudaron a los es-paoles en la conquista, tambin estuvieron exentos delpagodel tributo.'^

    Es muy difcil alcanzar una proporcin razonablemente se-gura entre los tributarios y los reservados. La misma se veraalterada, a lo largo de los aos, por las guerras y las epide-mias, en contraposicin a los perodos de paz y relativa pros-peridad. Entre otras conclusiones, se vera que la tasa de nata-

  • ,6 El trabajo forzoso en Amrica Central

    lidad vara segn las condiciones. Un rasgo estadstico sobre-saliente en algunas listas de tributarios, se refiere a los pocosnios que haba en las familias indgenas y, adems, se pre-senta un buen nmero de parejas que no tenan nios del to-do, otras con slo un hijo, y relativamente pocas con ms dedos nios.^ Sin embargo, los otros miembros de las familiasque estaban eximidos, debieran ser tomados en cuenta. Conlas reservas del caso, me parece que un tributario representa-ba un total de unas cuatro personas.

    Es muy raro que alguien formule estimaciones de la pobla-cin en todo el distrito bajo la jurisdiccin de la audiencia,pues en la mayora de los casos se trata de clculos locales. Elcosmgrafo y cronista real, Juan Lpez de Velasco, no obs-tante, asumi aquella tarea en los comienzos de la dcada de1570, Existen razones para poner en tela de juicio el grado decerteza de sus cifras, pero stas son con todo las mejores deque disponemos. Su afirmacin de que haban 120,000 tribu-tarios no difiere en mucho de las estimaciones compuestashechas por otros alrededor de la misma poca, lo que noocurre al hacer otras comparaciones similares. Los indios,muchos de los cuales estaban asignados en encomienda,vivan en cerca de mil pueblos. Algo as como un tercio deellos viva en Guatemala, El cosmgrafo admita que carecade datos respecto de algunos pueblos,^ Usando una propor-cin de 1:4, alcanzamos una cifra de 480,000 indgenas quehabitaban la Amrica Central en los comienzos de los aos1570, Tomando en cuenta aquellos no incluidospor Lpez deVelasco, se puede decir que el distrito tena quizs cerca demedio milln de habitantes, despus de medio siglo de la ocu-pacin espaola. Algunas autoridades en la materia se incli-nan por una proporcin de 1:5, lo que arrojara un total dems de 600,000,^

    Si aceptamos las cifras un tanto conservadoras de 2.250,000indgenas para la poca prehispnica, la declinacin de mediomilln en cinco dcadas, resulta desastrosa; sin embargo, de-be hacerse notar que algunos, partiendo de un total ms alto yde una tasa ms baja de sobrevivencia, alcanzan una propor-cin de prdida de poblacin en trminos an ms catastrfi-cos. Si bien la tasa de declinacin de la poblacin fue a todas

  • Introduccin .'! ;, 7

    luces drstica, se hace necesario emprender mucha ms inves-tigacin especializada antes de llegar a estimaciones acep-tables. No es muy probable que un dato absolutamente ciertosea conocido alguna vez. En tanto algunas autoridades en lamateria, acudiendo a estimaciones hiperblicas, hablan deuna poblacin diezmada (como ocurri en las Antillas), exis-ten buenas basespara hablar de la reduccin en trminos lige-ramente menos calamitosos. El presidente de la Audiencia serefiri en 1582 a una reduccin de algo as como los dos ter-cios de la poblacin original, lo cual equivaldra a una trage-dia proporcionalmente ms grande que la Peste Negra enEuropa (siglo XIV), pero aun as todava menor que la quepresentan las estadsticas a menudo citadas. Los testimoniosde eclesisticos en el informe delpresidente, atribuyen casi to-da la prdida de poblacin a tres o cuatro pestes, que, segnellos, llegaron de Mxico. '^ No est claro si tal cosa se refiereslo a la provincia de Guatemala. La medida en que la prdi-da de vidas humanas deba atribuirse a lasplagas es algo discu-tible, pero yo me inclino a pensar que el porcentaje sealadoes muy alto. MacLeod opina que cuando menos un tercio dela poblacin del altiplano de Guatemala, muri muy alprinci-pio, vctima de las epidemias.^

    En cuanto a la poblacin espaola de la Amrica Centraldurante el siglo XVI, tenemos un patrn de asentamientomucho ms confiable y un recuento bastante seguro de veci-nos. Lo que asombra inicialmente respecto de las cifras, en es-pecial las de los primeros aos, es el nmero muy reducido deespaoles registrados, y el hecho de que algunos pueblos apa-recen como pequeos caseros poco dignos de tomarse encuenta. Se encuentran referencias a caseros con diez o doceespaoles y an menos. Dichas cifras, sin embargo, son enga-osas, porque si bien muchos pueblos eran en verdad pe-queos, un simple visitante poda haber visto mucha ms gen-te que la indicada. La designacin de vecinos se refiere slo alos jefes de familia, ciudadanos inscritos en las listas delpueblo. Esto quiere decir que el vecino era un residente per-manente de la comunidad, un propietario, por lo general unjefe defamilia y un activo participante en los asuntos locales.En losprimeros aos se trataba ms regularmente de un enco-

  • 8 El trabajo forzoso en Amrica Central

    mendero y conquistador. Cuntas personas ms eran repre-sentadas por un vecino quefiguraba en el censo?; ello es algoque vara de modo considerable. En elperodo de la conquistaun vecino no representaba a ninguno ms que a s mismo,aunque su familia poda estar compuesta por una concubinaindgena, los hijos mestizos y varios criados indgenas oquizs negros, siendo dicho vecino, por consiguiente, el nicoespaol de la casa. Antes de que transcurriera mucho tiempo,sin embargo, al conquistador se le unieron varios parientes yamigos llegados de Espaa, quienes podan residir en su ca-sa. Probablemente todos tomaran eventualmente esposas es-paolas y tendran hijos.

    Los encomenderos prsperos por lo general tenan familiasgrandes y lo mismo resultaba cierto comnmente respecto delos burcratas reales, abogados, comerciantes, miembros delms alto clero, y otros colonizadores defortuna. A manera deejemplo presentamos el caso contenido en una probanza de1551, en la que Francisco Snchez afirma tener 13 hijos (unode los cuales era "natural"), ms siete nietosy varios yernos.^ Sufamilia, de tal manera, inclua ms de 20 espaoles, sin tomaren cuenta que probablemente tendra criados espaoles, yafuere en casa o en las cercanas. Incluyendo a los sirvientesno-espaoles, Snchez debi alimentar a cuando menos 30personas slo dentro de su familia, y quizs aun ms.

    No cabe duda que lafamilia de Snchez era ms grande queelpromedio de ellas, pero, por otra parte, hay pocos registrosfcilmente accesibles de los cuales sepueda deducir el tamaopromedio de lafamilia. Si usamos la proporcin de un vecinopor cada cinco espaoles, existen pocas probabilidades deabultar las cifras, a mi manera de ver. Debe tenerse presenteque laproporcin pudo ser mspequea en losprimeros aosy que luegopudo incrementarse de modo considerable dada laproliferacin de lasfamilias. El concepto defamilia extendidapudo desarrollarse adecuadamente en la segunda mitad delsiglo, con el resultado de que algunasfamilias, por cierto, de-bieron ser bastante grandes. Los espaoles trajeron de Espa-a hermanas y sobrinas solteras, as como hermanos, sobri-nos, padres, primos y amigos. En las comunidades habamuchos otros espaoles no unidos a una familia establecida.

  • Introduccin 9

    Algunos tenan el transitorio status de estantes, en tantootros simplemente pasaban unos das de visita o slo se trata-ba de transentes. Por otro lado, y pese a los esfuerzos pormantenerles al margen, siempre haba vagabundos instaladosen los alrededores.

    Los ndices de poblacin en los centros portuarios perma-necieron bajos en la mayora de ios casos y ello se deba prin-cipalmente a lo malsano de los climas. A la llegada de los bar-cos mercantes acudan muchos comerciantes, conviniendo atalespueblos en centros de intensa actividadporperodos cor-tos. Los marinos, en gran nmero extranjeros, se movanentre las multitudes y algunas veces abandonaban el barco.Al tomar en cuenta los factores enunciados antes, se

    concluye que un pueblo con un centenar de vecinos espaoles,hacia 1575, probablemente tendra un total de cuando menos500 espaoles, y quiz muchas ms personas de otros gruposraciales. Es posible que haya quienes no estn de acuerdo conlo anterior, estimando que la relacin de O habitantes (de to-dos los grupos raciales) por cada vecino espaol registrado enlas listas, es una manera de falsear la realidad en uno u otrosentido. Empero, resulta til tener alguna idea sobre el totalde habitantes en los establecimientos centroamericanos, apar-te de las cifras engaosas que se refieren a los vecinos. Si bienes cierto que mis clculos en el sentido apuntado no se basanen una informacin consistente, creo, por otra parte, que losmismos tienen una base razonable.Algunos de los establecimientos espaoles perdieron pobla-

    cin, en tanto que otros simplemente desaparecieron. Qupas, por ejemplo, con la Villa de Santa Mara de la Espe-ranza? Este establecimiento minero, que tena unos 70 en-comenderos en 1531, parece haber desaparecido, o En unospocos casos los nombres fueron cambiados, haciendo msconfusas las cosas. Mientras que los cambios o traslado de lospueblos estaban algunas veces relacionados con la falta deadecuadas condiciones econmicas, otras razones, en cam-bio, como el mal clima o mayoresfacilidades portuarias, tam-bin podan incidir en el traslado. Las amenazas de losindgenas obligaron a la relocalizacin de la primera ciudadde Santiago; una inundacin destruy la segunda; y la tercera

  • 10 El trabajo forzoso en Amrica Central

    debi ser abandonada en el siglo XVJII, a causa de un terribleterremoto. Una erupcin volcnica, que comenz a hacerestragos afnales del siglo XVI, determin el abandono de laciudad de Len, en lo primeros aos del siglo XVII, La ubica-cin de la nueva ciudad, unas cuantas leguas distante, a me-nudo se muestra en los mapas en el sitio original. En realidad,no fue sino hasta hace pocos aos que se descubrieron lasruinas de Len viejo, en un campo cercano al lago y peligro-samente pegado al volcn Momotombo, 1

    1

    Las cifras de Lpez de Velasco (vase Apndice B)muestran 19 pueblos espaoles en Amrica Central, en los co-mienzos de la dcada de 1570, con una poblacin que oscilaentre 2,200 y 2,300 vecinos. Las estadsticas de Pineda, V^1594, indican slo 16 pueblos, con una poblacin de ms de1,760, Vzquez de Espinosa, escribiendo cerCa de 1620, re-gistra 15 pueblos y ms de 2,840 vecinos espaoles. Respectode varios pueblos, tanto Pineda como Vzquez de Espinosausan la expresin '*ms de'*, junto a las cifras que ofrecen, yambospasan por alto algunos establecimientos. Las estadsti-cas ms impresionantes indican que, en una poblacin totalde ms de 2,000 vecinos, en la Amrica Central de 1570, seprodujo una declinacin a slo 1, 760, despus de cerca de uncuarto de siglo. La reduccin es aun ms notable si se tomanen cuenta las estadsticas de Lpez de Velasco, de alrededorde 1572-73, en las que se indican de 2,200 a 2,300 vecinosy undecremento de unos 500 de ellos. Nos encontramos en presen-cia de un desarrollo complicado, mxime si se considera queun total de cerca de 2,500 espaoles dej la escasamentepoblada colonia.

    Existe cuando menos un par de razones que explican el xo-do aludido. Entre 1576 y 1581 una plaga de cocoliztli-matlazhuatl (o gucumatz, probablemente una epidemia pul-monar) arras la Amrica Central, causando una terriblemortalidad entre los indios y provocando, consecuentemente,una reduccin de lafuerza de trabajo de la que dependan losespaoies,^^ Por otra parte, los problemas econmicos a losque se refiere MacLeod, estaban produciendo sus efectos. Laeconoma mostraba algunas seales de recuperacin hacia la

  • Introduccin 11

    segunda dcada del siglo XVII, aunque haban quedado me-nos pueblos. Durante el decremento de la poblacin, San-tiago, la ciudad ms grande, tena 500 vecinos segn Pineda.Hacia 1620, Vzquez de Espinosa indica que la poblacin sehaba duplicado a algo ms de 1,000. Santiago era entoncesuna importante ciudad, quizs con una poblacin total deunos 10,000 habitantes.

    Finalmente, debe enfatizarse el cambio del patrn de-mogrfico de las primeras dcadas, cuando menos como unaexplicacin de las aparentes discrepancias entre las cifras depoblacin presentadas. A manera de ejemplo, se puede verque Oviedo presenta a la ciudad de Len, Nicaragua, con msde 200 espaoles entre los aos de 1527y 1530; despus de es-tafecha, tal nmero de habitantes desaparece. La razn obviaes que muchos espaoles de dicha regin se alistaron en las ex-pediciones para la conquista y colonizacin del Per. Otrohecho similar ocurre, sin duda, cuando muchos hombres seunieron a la expedicin de Alvarado hacia el Per (Quito) en1534-35, y a su armada construida para explorar el Pacficoen 1539-41. Un cambio drstico en los ndices de poblacin si-gui, por cierto, a la revuelta de Contreras, registrada en Ni-caragua en 1550.

    La conquista de la Amrica Centralfue seguida por la ine-vitable expansin de las posiciones espaolas en ambos extre-mos geogrficos, y la tierra se convirti en un campo de ba-talla al que concurrieron las fuerzas contendientes pormuchos aos. Ansioso de extender sus dominios, HernnCorts envi a Pedro de Alvarado hacia el sur, en laspostrimeras de 1523. Los hombres de Pedrarias Dvila(Pedro Arias de vila), se movan desde Panam hacia Nica-ragua y aun ms al norte, en 1523-24. Poco tiempo despus, elmismo Corts encabez una calamitosa marcha hacia Hondu-ras, una rea disputada por muchas facciones en los aos si-guientes. En todos los casos, las compensaciones obtenidaspor los conquistadores eran indios, tomados como esclavos oasignados individualmente a espaoles a quienes dichos in-dios rendan trabajo y tributo. A la conquista inicial sigui unperodo de unos 25 aos en que surge lo que podra llamarse

  • 12 El trabajo forzoso en Amrica Central

    una sociedad de conquista, perodo en que el conquistador-encomendero tena poca oposicin y viva a expensas del tra-bajo de los conquistados.La extremada explotacin de los indios exista casi in-

    controlada, debido a que las autoridades la aprobaban. Toda-va quizs ms importante, y a diferencia de lo que ocurra enMxico (donde existan condiciones similares bajo circunstan-cias polticas ligeramente diferentes), tal cosa se produca dosdcadas antes de que Amrica Central contara con una estruc-tura burocrtica centralizada. Por el contrario, se daba undominio de los hombres fuertes a nivel provincial.

    Mientras Corts retena elpoder poltico en Mxico por unperodo relativamente corto antes de ser desplazado porfun-cionarios reales, su antiguo lugarteniente, Pedro de Alvara-do, fue capaz de mantener su propio control sobre gran partede Centroamrica, por cerca de 17 aos. Su dominacin nun-ca fue seriamente desafiada. A Ivarado fue la quintaesenciadel caudillo, cuyo carisma se derivaba de su imponente pre-sencia fsica, sus proezas en el campo de batalla, su gracia yencanto, su seguridad personal, su carcter despierto, y unainclinacin a la violencia combinada con un espritu genero-so; todo lo cual impresionaba a los indios tanto como a suscompaeros espaoles. Para los nativos era conocido como*'Tonatiuh**, hijo del sol. El lisonjero apodo (supuestamentedebido a su complexin hermosa y a su jovial talante), deno-taba ms temor que afecto. Los indios, en efecto, le teman, yse deca que su sola presencia tena el efecto de calmar omejor, de intimidar- al populacho. ^'^ Magnnimo con susamigos y cruel con sus enemigos, Alvarado fue el seor deGuatemala de 1524 a 1541. Por medio de calculados matrimo-nios, y de astucia y fuerza, obtuvo los ttulos de adelantado,gobernador, y capitn general.^^ Como tal, permiti que sehiciera uso irrestricto de los indios, a la inmensa y total satis-faccin de sus seguidores.No menos famoso, a su modo, fue el caudillo de la regin

    sur, Pedrarias Dvila. Mucho ms viejo que Alvarado, tenatambin impresionantes antecedentes como soldado y atleta,los que se remontaban a mucho antes de su arribo a las In-dias. De no serpor las crueldades cometidas en Panamy Ni-

  • Introduccin . 13

    caragua sin duda habra entrado en la historia como unhombre de proporciones heroicas. El salvaje trato que diera alos indios y su predileccin por ahorcar a los espaolesbuenos y populares, impidieron aquel tipo de reconocimientopor la historia. Con amigos poderosos en la corte, sin embar-go, Pedrariasfue capaz de retener el poder hasta su muerte auna edad avanzada, en 531. 15 Como Alvarado, gobern contenacidad por 17 aos. Despus de un perodo de unos tresaos, en los que gobernara el licenciado Francisco de Casta-eda, quien no hizo cosa alguna de importancia, el yerno dePedrarias, Rodrigo de Contreras, asumi la gobernacin de laprovincia. 16 Por una dcada (1534-44), Contrerasy sufamiliaejercieron el gobierno de Nicaragua. Fue un perodo deviolencia y de irrefrenada opresin de la poblacin nativa.Otro hombre poderoso ejerci tambin la autoridad en

    Amrica Central, durante los primeros aos de la etapa colo-nial. Se trata de Francisco de Montejo, elfrustrado adelanta-do que pas aos tratando de conquistar Yucatn. Nombradofinalmente gobernador de Honduras, ms tardefue presiona-do a salir por Alvarado. 17 Hubo otros gobernadores duranteestos crticos aos iniciales, pero en su mayorpartefueron su-jetos ineficaces y mantuvieron slo un discreto control delterritorio bajo su jurisdiccin.El hecho de que Amrica Central no hubiese llegado a tener

    una burocracia dedicada y con experiencia aparte de los in-faltables funcionarios de tesorera, no explica satisfacto-riamente el fracaso en cuanto a la proteccin a los indios.Despus de todo, Mxico tuvo una alta corte real (audiencia)con jueces muy versados, y un ilustrado virrey, muchos aosantes de que se introdujera all ninguna reforma sustancial.La verdad es que Mxico se qued finalmente atrs de laAmrica Central en cuanto a desarrollar una significativa le-gislacin sobre el trabajo indgena.

    Tampoco se trataba de que faltara un cuerpo de leyes apli-cables, pues unos 12 aos antes de que comenzara la conquis-ta de Centroamrica, en 1512, se haba promulgado la legisla-cin humanitaria conocida con el nombre de Leyes de Bur-gos. Los indios deban ser bien tratados y convertidos al cris-tianismo. Aunque estaban obligados a trabajar para los espa-

  • 14 El trabajo forzoso en Amrica Central

    oles durante nueve meses al ao, los tres meses restantespodan dedicarlos a trabajar en sus propios campos o en cali-dad de asalariados. Adems de aspectospuramente generales,las leyes mencionadas contienen regulaciones especficas co-mo las siguientes: los indios deban serprovistos de hamacas afin de no verse obligados a dormir en el suelo; los encomende-ros deban dar a cada uno de sus indios un peso de oro al ao,afin de que compraran las ropas necesarias; y ningn espaolpoda golpear a un indio o llamarlo **perro" o de otro modoque nofuese su verdadero nombre. Ningn indgena deba serusado como cargador y, finalmente, se estableca que seenviaran visitadores oficiales a los pueblos a efecto de inspec-cionar la correcta aplicacin de las l^es. 18

    Los edictos reales que proclamaban que los indios eranhombres libres no sujetos a servidumbre alguna, fueron emiti-dos cuando menos en seis ocasiones entre 1526 y 1542; es de-cir, desde los comienzos de la colonizacin en Centroamricahasta la poca en que fueron emitidas las famosas LeyesNuevas. ^^ Existen adems numerosas instrucciones menosformales dirigidas a los funcionarios reales sobre la mismamateria, aunque de poco beneficio.La situacin cambi en alguna medida ocasionalmente,

    conforme los gobernadores fuertes e independientes, quefavorecan los intereses de los encomenderos, dieron paso a laburocracia real en Centroamrica. Ello se hizo por razonestanto polticas como humanitarias.

    La distancia que mediaba entre los indgenas y la realaudiencia dio lugar a un justificable inters de la Corona,principalmente con respecto a la lealtad de los encomenderosy a la habilidad de las autoridades para controlarlos. Las re-beliones que brotaron sucesivamente en varias colonias delNuevo Mundo, durante el siglo XVI, ponan de relieve la ver-dadera magnitud del peligro. Cuando menos en alguna medi-da, tal aprehensin fue quizs un factor en la remocin delmando que sufriera Coln mucho antes en las Antillas. Y unpoco ms tarde, Carlos V, dando muestras de falta de con-fianza en la aristocracia, lo que se viera agravado por unalucha de poder con la nobleza espaola precisamente durantela conquista de Mxico, tom rpidas medidas para minar la

  • Introduccin 15

    perpetua influencia poltica de Corts. El prestigio de los con-quistadores del Nuevo Mundo presagiaba la formacin deuna aristocracia colonial, que de nuevo poda desafiar loautoridad real en las Indias.

    Pero mientras los funcionarios reales se hacan cargo de lasituacin en Mxico, los gobernadores provinciales de Amri-ca Central persistan en crear una crisis en la administracin;stos gobernaban de manera arbitraria o bien se mostrabanincapaces de resolver los problemas locales. En consecuencia,la Corona decidi abolir el sistema y sustituir a los goberna-dores independientes por una audiencia que pudiera asumiruna administracin fuerte y centralizada, reflejando los inte-reses de la Corona y no los particulares. La estructura corpo-rativa del aparato judicial cuidara de la justicia y el ordenmediante la aplicacin de la legislacin existente, soslayandolos peligros inherentes al sistema del gobierno provincial ejer-cido por un solo hombre. En talforma, el control pasara delos ingobernables conquistadores a los burcratas, hombressobrios stos, de mucha integridad y de entendimiento. Todoaseguraba as buenos resultados.

    Las providencias tomadas en el sentido apuntado, si-guieron su cauce normal gracias a que los ms poderososlderes no estaban presentes para oponier una efectiva resisten-cia. A Ivarado haba sido muerto en 1541, una dcada despusde la muerte de Pedrarias. Con los cainbios polticos aludidoscoincida la promulgacin de un amplio conjunto de leyes hu-manitarias las Nuevas Leyes de las Indias para el Buen Tra-to y Preservacin de los Indios, proclamadas en 1542-43.Al mismo tiempo se dispuso el establecimiento de la nuevacorte, la Audiencia de los Confines. As surge una etapa dife-rente, en la cual los jueces estaban especficamente encarga-dos de poner en prctica las reformas.

    Sin embargo, lo que pareca ser un cambio de tan buenosauspicios para los pueblos nativos, en realidad les beneficibien poco. De 1544 a 1548, los oidoresfueron capaces de ejer-cer una mejor administracin e impartir una justicia ms de-purada. Empero, la situacin de los indios continu enmucho como antes, excepto que la violencia se reduca un tan-to de manera gradual, debido ms al eventual proceso de pa-

  • 16 El trabajo forzoso en Amrica Central

    cificacin y aculturacin, que a ninguna resuelta medida de laprimera audiencia. El proceso natural de asentamiento tuvoefectos moderadores, Y pese al desasosiego de los coloniza-dores por la amenazante aplicacin de las leyes reguladorasdel trabajo indgena, una preocupacin que rayaba en elpni-co, losjuecespermitieron que las cosas continuaran sin mayo-res cambios.

    Casi seprodujo un escndalo, por consiguiente, cuando, en1548, se integr una nueva audiencia bajo la presidencia dellicenciado Alonso Lpez de Cerrato. Juez austero y respon-sable, dispuesto a no tolerar irregularidades, Cerrato impulsuna poltica que fue recibida por los colonizadores como lacausa de su completa ruina. Esto quiere decir, simplemente,que Cerrato estaba por completo dispuesto a aplicar las leyes.Sus logros sustanciales, en tal sentido, frente afuerzas tan po-derosas, marcan un hito en la historia del trabajo indgena enel Nuevo Mundo. Hacia 1550 la situacin de los indios sehaba alterado de modo significativo debido a las acciones deCerrato, y su condicin nunca ms fue tan deplorable comoen elpasado. Esto no quiere decir que los altos ideales de la le-gislacin espaola hubiesen sido plenamente realizados. En elplano de la realidad, la vida de los indios segua siendo de ser-vidumbre respecto de sus amos blancos, y tal condicin per-sisti a lo largo del siglo XVIy an ms all. Losfuncionariosque siguieron a Cerrato no le igualaron en su celo y su coraje,y as los esquemas propios de la sociedad de conquista se ci-mentaron ms profundamente.Los captulos siguientes se refieren a un pueblo conquista-

    do y al trgico destino a que ese pueblo fue sometido por susamos. Ms an, en ellos se intenta describir en detalle cmoocurri dicho fenmeno y se busca explicar en parte culesfueron las causas del mismo.

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  • PARTE I

  • LAGO DE NICARAGUAt

    (Va \(MAR DULCE)RIO SAN JUAN

    VlEL DESAGUADERO

  • La esclavitud prehispnica

    La esclavitud estaba bien establecida entre los pueblosindgenas de Amrica Central mucho antes de la llegada delos espaoles y parece remontarse tan lejos como lo indicanlos registros histricos, i Los esclavos formaban una claseespecifica en la jerarqua social, formada tpicamente de la si-guiente manera: a) nobles (pipiltin); b) comerciantes (pochte-ca) y artesanos (amanteca); c) plebeyos (macehualtn); y d)esclavos (tlatlacotin).^

    Como en la mayora de las antiguas sociedades estratifica-das, las diferencias de clase se reflejaban no slo en trminosde la ocupacin, sino en la manera de vestir, las condicionesde vida y los privilegios o falta de los mismos. En Nicaragualos esclavos eran marcados de modo permanente. Un polvonegro llamado tile, hecho de carbn de pino, era frotado enuna cortada producida en la cara o en el brazo del esclavo, ymientras la herida sanaba la marca negra permaneca. 3 EnYucatn los esclavos eran rapados.

    4

    Los esclavos eran prisioneros de guerra o criminales reduci-dos a tal condicin por su propia sociedad, pero sus hijoseventualmente nacan libres. Los caciques de Santiago Atitlnen Guatemala, en la poca de la preconquista, tenan vasallosy reciban esclavos hombres y mujeres de manos de sussubditos, en calidad de tributo. 5 Antiguamente, en El Salva-dor se acostumbraba expulsar a quienes violaban las leyes y seles venda como esclavos, pero esta condicin no era heredita-ria.6 En otras regiones la esclavitud era transmitida a los des-cendientes; en Yucatn, no obstante, "los hijos podan redi-mirse o manumitirse al asentarse en tierras desocupadas yconvertirse as en tributarios".7

  • 20 El trabajo forzoso en Amrica Central

    Edward Calnek seala que en la poca prehispnica existaen Chiapas la clase de los esclavos y que en el lenguaje local sehacia la distincin entre un esclavo comprado (munat o man-bl munat) y uno capturado en la guerra (tzoc). El mismoautor indica que **la defnicin de Oghouh y Aghanetic como*seor de siervos' en el diccionario tzotzil, sugiere que talesesclavos eran comprados o pertenecan a la clase gobernante.La expresin *siervo nacido en casa', sugiere que algunas for-mas de esclavitud podan ser hereditarias* '.8

    En la cercana Acaln, de cuya organizacin social se cono-ce menos, los esclavos estaban claramente identificados. Enun texto chontal publicado por las autoridades, **ellos son lla-mados *meya uinicob* o agente trabajadoraV en chontal, y'esclavos*. en espaol*'. Los autores de los manuscritos mayasde Yucatn sealan que "con la excepcin de la Crnica deCalkini, se evita toda mencin de la esclavitud; pero las pa-labras del chol para designar a los esclavos del sexo masculinoy femenino, pentac y mun, son casi idnticas a las palabrasmayas correspondientes, que son ppentac y ah munl, de mo-do que se puede sospechar que la expresin chontal men-cionada antes no era sino un eufemismo**.

    9

    La captura de esclavos era cosa comn, y la guerra era amenudo fomentada con el preciso objeto de tomar esclavospara el sacrificio o para el trabajo. En Honduras algunas tri-bus observaban la formalidad de enviar embajadores paraexigir la liberacin de los esclavos en poder de otras tribus, ylos resultados eran negativos cuando tales esclavos haban si-do hechos por la fuerza. A fin de distinguir a los esclavos cap-turados, se les cortaba la nariz; ello en el supuesto de quefueran dciles, pues de otro modo eran lanzados en los preci-picios para que no causaran ms problemas.!o En las socieda-des nativas la necesidad de esclavos era una justificacin de laguerra, y por ello los indios no se preocupaban de explicarracionalmente sus acciones blicas. Al parecer ellos tenanuna limitada concepcin de lo que los espaoles llamaban**justa guerra*'. No obstante, si bien es cierto que no hacandistinciones legales y filosficas, tampoco haba hipocresa ensu conducta inmediata, aunque se tratase de una conductadespiadada. Como no estaban atados por tal tipo de conside-

  • La esclavitudprehispnica i ' , 21

    raciones, los indios tenan en los prisioneros de guerra su ma-yor fuente de esclavos,n De tal modo, la expresin espaola"esclavo de guerra'*, era fcilmente comprensible para losnativos del Nuevo Mundo.

    Los pueblos de la costa de Honduras calan algunas veces enel hbito de matar a sus prisioneros, pero en trminos genera-les los cautivos eran mantenidos en esclavitud para servir asus amos. En Nicaragua los jefes capturados eran matados ycomidos en algunas ocasiones, en tanto la gente comn erasimplemente sometida a esclavitud* En algunas regiones losprisioneros de alto rango eran con frecuencia sacrificados.Quizs slo mientras era cautivo, el plebleyo estaba en mejorposicin que un noble; empero, si los captores carecan deuna vctima aristocrtica, el prisionero comn poda serofrendado a los dioses. 12 En la Verapaz eventualmente secompraban esclavos para ser sacrificados, pero los puebloscapaces de levantar un cuerpo apreciable de guerreros, prefe-ran organizar expediciones para capturarlos por la fuerza.Quince das antes de una ceremonia religiosa se invadan losterritorios del enemigo y se tomaban tantos esclavos comofuesen necesarios. Si se capturaban ms de los que se necesita-ban para la ceremonia religiosa, se cedan algunos al gober-nante y el resto se divida entre los guerreros. Todos los ene-migos tomados en la guerra, hombres y mujeres, jvenes yviejos, eran sometidos a la esclavitud. 1

    3

    Adems de los esclavos tomados en la guerra, otros ms eranconvertidos en tales entre la propia gente. Las razones paraello se basaban en una serie de principios distintos de aquellosque determinaban tal condicin en Europa; dichos principios,adems, proporcionaban un nmero de posibilidades de tra-bajo forzoso, mayor que el nmero de posibilidades que losinvasores espaoles podan introducir.

    En Guatemala, bajo tan severo cdigo de justicia, muchosdelitos eran sancionados con la pena de muerte, y entre algu-nos grupos era comn someter a la esclavitud a la esposa e hi-jos del criminal sancionado. La pena para la violacin era lamuerte si la accin se consumaba; en caso contrario, el asal-tante era sometido a la esclavitud. Si alguien robaba algo

  • 122 El trabajo forzoso en Amrica Central

    sagrado y de valor en un templo, era lanzado en un precipicio;pero si lo robado era de poca importancia, el culpable era re-ducido a la esclavitud.En Nicaragua, el ladrn detenido era forzado a servir como

    esclavo del propietario de la cosa robada, a menos que pagarapor ella. Como esclavo, l podia ser vendido a otra persona,aunque con la autorizacin del cacique podia ser redimido.Cuando un servidor hua de su seor, era muerto si se le cap-turaba, y su esposa e hijos eran hechos esclavos. La mismasuerte esperaba a la familia de un traidor. Si un indio de unatribu enemiga era sorprendido cazando o pescando en lugarescomunales destinados a tales efectos, el mismo podia ser eje-cutado o esclavizado. ^

    Entre los indgenas de Verapaz era comn la venta de per-sonas. Se tenia gran cuidado y astucia en cuanto a localizar uncomprador, presumiblemente fuera de la tribu. Una vez al-canzado el siniestro acuerdo, la vctima era secuestrada y ven-dida. Debido a la gravedad del delito, haba una ley duracontra el mismo cualquiera que fuera encontrado culpableera sometido al garrote de manera sumaria. Adems, los dela familia eran vendidos como esclavos, y del dinero obtenidode la venta se compraba comida y bebida para los vecinos quese reunan para presenciar la ejecucin y para la celebracinque le segua. 1

    5

    Bartolom de las Casas seala que el secuestro no era raroen Guatemala, pese al castigo drstico que consista en apa-lear al culpable hasta la muerte y someter a su esposa e hijos ala esclavitud. Las Casas agrega que en Nicaragua un padrepoda venderse a s mismo y a sus hijos, como esclavos, debi-do a la extrema pobreza, si bien la manumisin era posible entales casos. 16 Ms tarde los espaoles encontraron muchosindgenas que haban sido vendidos como esclavos por la mis-ma razn.En el caso de un regicidio las severas leyes se extendan aun

    a las propias pertenencias del tirano. La costumbre en Gua-temala consista en que si un rey era cruel, injusto, tirano, losjefes de familia que se sintiesen agraviados comunicaban sussentimientos en secreto a aquellas personas con posiciones deliderazgo en el reino. Si sus argumentos eran atendibles se or-

  • La esclavitud prehispnica . * 23

    ganizaba una conspiracin y el rey era muerto, tomndosedespus como esclavos a todas sus esposas y concubinas ascomo a sus hijos. Las propiedades del rey muerto se dividanentre el pueblo. Si los quejosos carecan de suficiente apoyoen la ciudad o el reino, los conjurados presentaban entoncessu plan ante el ms poderoso de los seores de las cercanas,ofrecindole a los familiares del rey como esclavos, as comola entrega de las otras posesiones de ste. 17

    Un esclavo era considerado como un objeto de propiedadpura y simple, y se poda, por lo mismo, abusar fsicamentede l y aun matarlo con impunidad, es decir, sin incurrir enresponsabilidad alguna. Tampoco consti