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SEMINARIO TEOLÓGICO GORDON-CONWELL Programa de Ministerios Hispanos (HMP) TH 504: Teología Sistemática I Daniel F. Flores, MA, MPhil, MSLIS, MDiv, PhD, Presbítero, Iglesia Metodista Unida. Dirección electrónica: [email protected] I. Descripción El primero de los tres cursos requeridos de teología. Temas: el método de la teología Cristiana, la revelación de Dios, los atributos de Dios, lo que hace Dios en relación de la creación y la humanidad, y implicaciones de dogma. II. Objetivos 1. Ganarán una comprensión bíblica e histórica de la doctrinas de la iglesia universal. 2. Serán capaces de articular eficazmente su propia posición sobre estas doctrinas. 3. Serán capaces de conceptos teológicos para sus vidas y ministerios. III. Textos 1. Erickson, Millard. Teología Sistemática. Barcelona: Editorial Clie, 2008. 2. Outler, Albert. Teología en el Espíritu Wesleyano. PDF. 3. Berkof, Louis. Introducción a la Teología Sistemática. PDF. 4. Wesley, John. Sermones. Tomo I. PDF. 5. Santa Biblia. Opcional: 1. Wiley, Orton. Introducción a la Teología Cristiana. Beacon Hill Press, 1992. IV. Rúbrica Calificaciones: 93-100=A, 90-92=A-; 88-89=B+; 83-87=B; 80-82=B-; 78-79=C+; 73-77=C; 70-72=C-; 68-69=D+; 63-67=D; 62-60=D-; 59 y debajo = F. V. Evaluación 1. Participación en clase. Valor/puntos 20. 2. Cada día escribir un resumen breve del tema diario. Valor/puntos 40. 3. Examen final con libros abiertos. Valor/puntos 40. VI. Lecturas y Actividades SESIÓN TEMA TEXTO OPCIONAL Preparación Teología en el EspírituOutler 1 El Método de Teología Erickson, Pte. 1; Wesley 2 Wiley, cap.1,2 2 La Revelación de Dios Erickson, Pte. 2; Wesley 3 Wiley, cap. 3,4 3 El carácter de Dios Erickson, Pte. 3; Wesley 15 Wiley, cap. 5,6 4 Los Hechos de Dios Erickson, Pte. 4; Wesley 4 Wiley, cap. 7,8 5 La Dogma Cristiana Berkhof; Wesley 7

SEMINARIO TEOLÓGICO GORDON-CONWELL€¦ · crisis en la cultura, problemas creados por el paso de las antiguas polaridades (Protestantes, Católicos, Iluminismo, etc) que sirvieron

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SEMINARIO TEOLÓGICO GORDON-CONWELL Programa de Ministerios Hispanos (HMP)

TH 504: Teología Sistemática I

Daniel F. Flores, MA, MPhil, MSLIS, MDiv, PhD, Presbítero, Iglesia Metodista Unida.

Dirección electrónica: [email protected]

I. Descripción

El primero de los tres cursos requeridos de teología. Temas: el método de la

teología Cristiana, la revelación de Dios, los atributos de Dios, lo que hace

Dios en relación de la creación y la humanidad, y implicaciones de dogma.

II. Objetivos

1. Ganarán una comprensión bíblica e histórica de la doctrinas de la iglesia universal.

2. Serán capaces de articular eficazmente su propia posición sobre estas doctrinas.

3. Serán capaces de conceptos teológicos para sus vidas y ministerios.

III. Textos

1. Erickson, Millard. Teología Sistemática. Barcelona: Editorial Clie, 2008.

2. Outler, Albert. Teología en el Espíritu Wesleyano. PDF.

3. Berkof, Louis. Introducción a la Teología Sistemática. PDF.

4. Wesley, John. Sermones. Tomo I. PDF.

5. Santa Biblia.

Opcional:

1. Wiley, Orton. Introducción a la Teología Cristiana. Beacon Hill Press, 1992.

IV. Rúbrica

Calificaciones: 93-100=A, 90-92=A-; 88-89=B+; 83-87=B; 80-82=B-; 78-79=C+; 73-77=C;

70-72=C-; 68-69=D+; 63-67=D; 62-60=D-; 59 y debajo = F.

V. Evaluación

1. Participación en clase. Valor/puntos 20.

2. Cada día escribir un resumen breve del tema diario. Valor/puntos 40.

3. Examen final con libros abiertos. Valor/puntos 40.

VI. Lecturas y Actividades

SESIÓN TEMA TEXTO OPCIONAL

Preparación “Teología en el Espíritu” Outler

1 El Método de Teología Erickson, Pte. 1; Wesley 2 Wiley, cap.1,2

2 La Revelación de Dios Erickson, Pte. 2; Wesley 3 Wiley, cap. 3,4

3 El carácter de Dios Erickson, Pte. 3; Wesley 15 Wiley, cap. 5,6

4 Los Hechos de Dios Erickson, Pte. 4; Wesley 4 Wiley, cap. 7,8

5 La Dogma Cristiana Berkhof; Wesley 7

1

Teología en el espíritu wesleyano

Albert Outler

Disciples Resources,Nashville , Tennessee, 1975 Los capítulos de este libro pertenecen a las Conferencias Fondred de

1974.

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Capítulo 1

―Saqueando a los Egipcios‖

Hace cuatro años, intenté revisar mis investigaciones sobre Wesley plasmadas en el libro: Evangelización en el Espíritu Wesleyano, para lograr una versión más actualizada. Aquella, por definición fue solo una visión parcial del hombre y su obra. Ahora, mi intención es ampliar de alguna manera nuestro ángulo de visión y proponer otro esquema interpretativo de Wesley, esta vez como un teólogo significativo cuya importancia como teólogo, antes y ahora ha sido tristemente subestimada, tanto por sus devotos como por sus críticos. He llegado a creer que Wesley ha sido el teólogo anglicano más importante de su época. También creo que él es un recurso muy considerable en nuestro tiempo para nuestras reflexiones teológicas, especialmente para aquellos que tienen algún interés en el diálogo ecuménico y en la causa de la unidad de los cristianos. Mi deseo y esperanza es ayudar a rescatar a Wesley de su status de héroe de culto para los metodistas (quienes lo han reverenciado pero no estudiado demasiado) y mostrarlo como un pensador cristiano creativo con una palabra especial para estos días , tratando de articular su pensamiento con los nuevos problemas creador por la actual crisis en la cultura, problemas creados por el paso de las antiguas polaridades (Protestantes, Católicos, Iluminismo, etc) que sirvieron para definir muchas de nuestras tradiciones recibidas, hoy en proceso de erosión. Para bien o para mal estamos finalizando aquel síndrome cultural que era definido por:

1) El interés renacentista-iluminista por la forma y la razón. 2) La insistencia de la Reforma Protestante en la sola fe 3) La alternativa de una iglesia culturalmente autoritaria como proponía la

Contra Reforma católica. 4) Las costumbres de una sociedad respetuosa que sostenía modelos y códigos de

una autoridad ex officio. 5) El dominio de la cultura Europea-Norteamericana 6) Una exagerada fe en la ciencia y la tecnología 7) La idea de progreso humano

Por lo tanto este es un momento desconcertante y difícil para proclamar las Buenas Nuevas de Dios en Cristo y que esta sea creíble y relevante. Y, aunque nuestras circunstancias son muy distintas a las que vivó Wesley, es exactamente el mismo tipo de crisis que él intentó heroicamente entender, convencido de que el Evangelio perenne aún nos ofrece en el siglo xx la misma verdad y esperanza eterna que él mismo probó que ofreció a los ingleses del siglo xviii: no solamente la viva esperanza de los cielos, sino también una esperanza creíble para una vida significativa en esta era, cualquiera sea la crisis entre teología y cultura. Esta será mi agenda para los próximos capítulos. Wesley como evangelista es una figura familiar, (en realidad un estereotipo), de la misma manera, Wesley el organizador y también Wesley el reformador social, que ayudó a dar forma a una reforma de las costumbres en la vida inglesa. Pero lo que ha sido largamente oscurecido ha sido el Wesley teólogo, especialmente el teólogo de la

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cultura y más especialmente aún el teólogo del pueblo, quien encontró caminos muy efectivos para comunicar el evangelio a las masas a quienes le importaba muy poco la complejidad de sus fuentes o el valor cultural de sus mensajes evangelísticos. Donde debemos comenzar entonces es por la herencia y el estilo de vida ecléctico, como hombre y como teólogo. Wesley nació en un hogar donde la piedad y la cultura se hallaban mezcladas. Aprendió a leer desde muy temprano y continuó leyendo y estudiando incesantemente a lo largo de su vida. Sus gustos se extendían por todo el espectro literario, desde los clásicos hasta lo que eran en esos días los más novedosos ensayos, novelas y tratados. Además estaba muy interesado en la historia política y los cambios sociales del presente. El tiempo de su vida coincidió de manera remarcable con un período de la historia británica que se convirtió en el preludio para la modernidad. Por eso casi sin darse cuenta, Wesley enfrentó ambos caminos con una ambivalencia desconcertante. Tanto hacia el pasado europeo que él conocía tan bien y hacia el futuro global que intuía con marcada claridad. Como sabemos, aquella fue una gran época para la historia de las ciencias, y Wesley estaba muy interesado en ―los últimos descubrimientos científicos‖ , conciente que el avance en la verdad científica iría revelando ―la sabiduría de Dios en la creación‖. Todo esto nos recuerda que Wesley, como la mayoría de los pensadores cristianos anteriores a él (hasta San Pablo) tuvieron que luchar con el problema que llamamos ―secularismo‖: esto es ¿de qué manera los tesoros de la cultura humana se deben relacionar con y ser apropiados por una teología cristiana creíble, que aprecie la sabiduría humana donde esta se encuentre, sin por ello perder su propia integridad? El eclecticismo de Wesley posee una larga y honorable historia, con grandes pioneros antes que él, a quienes conocía. Fue Orígenes el primer teólogo cristiano con una educación clásica de primera. En Éxodo 12, 18-36, se encuentra aquella extraña historia del pedido de regalos que los Israelitas le hacen a sus antiguos amos. Además, dice que: ―El Señor hizo que los egipcios estuvieran bien dispuestos con los israelitas y les dieron todo lo que pedían. De esta manera ellos (los israelitas) despojaron a los Egipcios‖. Un hombre tan sensible a la moralidad bíblica como Orígenes debía estar mareado con semejante historia. Por eso Orígenes lo interpretó como una alegoría. ―Despojar a los Egipcios‖, explicaba, es una metáfora que señala la libertad que tienen los cristianos (por permiso divino) para explorar, evaluar y apropiarse de todas las ideas y recursos de cualquier cultura secular. ¡Qué apertura mental! Siendo que orígenes vivió en el siglo II! Más adelante, San Agustín en su De Doctrina Christiana tomaría prestado esa metáfora como una autorización a los cristianos para sumergirse en la cultura clásica. El cristiano inteligente que comprende el corazón del evangelio y quien está enraizado en el testimonio bíblico de la autorrevelación de Dios, se encuentra también dedicado a explorar todo el espectro de literatura secular, ciencia y filosofía, con el objeto de enriquecer su sabiduría cristiana y mejorar su efectividad en mejorar la comunicación del mensaje. Cuanto más rico el ―despojo egipcio‖ (la propia cultura secular de cada uno), más rico su propio entendimiento de la sabiduría de Dios y poder en Cristo, quien como Logos y Luz, es la verdadera iluminación para todos los buscadores de verdad y sabiduría. Esta es una de las mejores tradiciones cristianas. Los cristianos evangélicos alcanzan a evaluar y discernir las sabidurías seculares de todo tipo. Y así se explica por qué cualquier teología que se contente con ser exclusivamente biblista, o tradicionalista, es

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inválida y finalmente carente de frutos, así como por otro lado, cualquier teología sin un foco evangélico, muy pronto se verá hundida en el ambiente secular que la rodea. Cuando pensamos cuanto del pensamiento y enseñanza cristiana de hoy tiende por la derecha, a un biblicismo simplista, y en un secularismo pelagiano, por la izquierda, uno se pregunta si es necesaria mayor explicación para comprender el empobrecimiento de muchos de nuestros púlpitos y bancos de iglesia. Y así como Wesley entendió y practicó este arte de ―saquear a los egipcios‖, su arte y letras, su filosofía y ciencia, sus ideas políticas y morales, de esa manera también nos desafía a ir y hacer lo mismo. Pero, conviene que tomemos nota cuidadosa de cuán habilidosamente Wesley manejó este arte, de manera que su inmensa erudición, jamás oscureció el sentido de sus ―palabras sencillas para la gente sencilla‖ esas que fueron sus audiencias preferidas, por elección propia. El fue uno de los pocos predicadores populares verdaderamente exitosos que nunca engañó a la gente y que muy raramente sobresimplificó los temas. Su predicación y enseñanza presentaba tanto el evangelio como la educación liberal integradas en una misma experiencia. Que tragedia entonces que este arte de ―saquear a los egipcios‖ (¡sin quedarse en Egipto!) ha sido tristemente negado en nuestro tiempo, de tal manera que hoy tenemos, por un lado evangélicos con muy poca cultura y por otro liberales y secularizantes sin raíces profundas en la Biblia. Por lo tanto será necesario dar un a mirada más cercana a la práctica concreta que Wesley hace de este arte de esquilmar a los Egipcios‖. Wesley fichó casi todas sus lecturas después de 1725, y este registro muestra más de mil cuatrocientos autores, con aproximadamente tres mil temas que se desprenden de estos. El había tenido, cosa que a veces olvidamos, una educación clásica muy rica, la cual mantuvo activa y actualizada durante toda su carrera. Sus citas de clásicos u otros, (que son poco identificables y bastante inexactas), sonarían un tanto raras escucharlas en sermones para audiencias masivas. ¿Piensan acaso que las audiencias masivas pueden sacar más provecho cultural de lo que hemos condescendientemente supuesto? Hemos llegado a identificar solamente en los sermones veintisiete citas de Horacio, muchas de las cuales repite en diferentes sermones. Sigue Virgilio con diecinueve, Ovidio diez, Cicerón con nueve y Juvenal con siete citas. Otros doce autores clásicos son citados repetidamente donde pueden servir como apoyo a sus argumentos ( u otras veces como mera decoración). Las otras fuentes clásicas de Wesley van desde Platón a Aristóteles, Plotino, Agustín, Kempis. Conoce a los místicos medievales y los secularistas renacentistas, como por ejemplo Rabelais. Cita de memoria a Shakespeare (una vez catalogado como ―nuestro poeta pagano‖) a Milton y también a Abraham Cowley, George Herbert, Thomas Parnell y a Mathew Prior. Wesley leyó profusamente a los padres griegos y latinos, era muy sólido en los clásicos de la Reforma, pero conocía mucho más sobre la teología inglesa, desde Hooker a Baxter, Tillotson y Doddridge. Su antología especial de ―Teología Inglesa‖ aparece ―extractada‖ en ―Una biblioteca cristiana‖ , si embargo esto no es más que una mínima porción de una bibliografía más vasta a la que él se ha expuesto.

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Por lo tanto, una cosa es clara, si alguien se propone hacer teología ―en el espíritu wesleyano‖ deberá aprender a leer y deberá amar leer, recordar y evocar sobre toda clase de eventos e ideas de nuestra herencia humana y en nuestro mundo actual, como si también estuviese movido por la compulsión de una mente inquisitiva, como lo era la de Wesley. Pero la literatura no era toda la historia de la cultura de Wesley. El leyó a toda la ―ciencia moderna‖ que caía en sus manos. Con un ojo le buscaba la importancia teológica y con el otro sus aplicaciones prácticas. Tenía opinión formada sobre Newton y estaba empapado de los divulgadores científicos de su época, (tales como Ray, Derham, Buddaeus, Goldshmidh, y otros.) siempre suponiendo que todo lo que sea verdad ayudaría a iluminar la gloria de Dios en y a través de su creación. Lo que a menudo nos choca como raro, dado a la imagen que tenemos de Wesley evangelista, es la manera en que puede discutir sobre ideas seculares (especialmente en los últimos sermones) sin ninguna referencia explícita de los evangelios, aunque la cosmovisión bíblica siempre está presupuesta. Más aún, existen algunas citas intrigantes que algún puritano podría considerarlas ―fuera de lugar‖ que dejan ver su interés por el drama inglés, aún cuando también denunciaba al teatro como una ―cloaca de iniquidad‖. Por ejemplo en 1726 leyó El Huérfano o El casamiento sin felicidad, escrito por Thomas Otway en 1680. En 1759, una de las citas más importantes en su sermón ―El Pecado original‖ es sobre El huérfano de Otway, Acto V, Escena 1 (pero por supuesto no explicita la fuente) . ¿Qué pasó? ¿Guardó esa cita en su cabeza durante treinta años? ¿Estaba en sus notas? ¿O había releído a Otway en el ínterin? Quisiera saberlo. Lo que es cierto es que muy pocos de sus lectores han reconocido la fuente de esta cita (o docenas como esta). Fue para nosotros una tarea detectivesca encontrarla, y uso ―nosotros‖ porque en la búsqueda de las fuentes de estas citas tuve la colaboración invalorable de la señoras Warnick y Wanda Smith (mi asistente de investigación). Todo esto, sin embargo, no fue mas que una impresionante superestructura armada firmemente sobre una sólida base de aprendizaje bíblico, más un increíble ―sistema de información retro alimentada‖ que muestra a Wesley como una suerte de concordancia caminante con comentarios agregados, todo en uno. Fue su profundo sentido de la Biblia como un ―libro viviente‖ lo que le dio esa libertad para ―saquear a los egipcios‖ y lo guió en la utilización de sus tesoros. Una de las influencias del Club Santo fue el énfasis colectivo sobre la Escritura como autoridad principal que está sobre y más allá de todas las polarizaciones y formulas confesionales. En una carta a John Newton el 24 de Abril de 1765, Wesley dice ―En 1730 comencé a ser ―homo unius libri‖ (hombre de un solo libro), para estudiar ningún libro excepto la Biblia‖ En el prefacio a su primera colección de Sermones para distintas ocasiones (1746) reconoce su intención de ser homo unius libri . Ese libro, por supuesto era la Biblia y no hay ninguna duda que Wesley era, en intención y de hecho, un hombre bíblico. Todos sus pensamientos básicos están enraizados o provienen de la Biblia. A menudo el refiere a ―la Ley y el Testimonio‖ como último criterio de verificación, a menudo urge a sus lectores considerar una cuestión difícil ―en la balanza del templo‖ (en reflección en oración sobre datos bíblicos) Pero por Sola Scriptura nunca quiso decir ―nada más que la Escritura‖ así como tampoco por Unius Libri quiso decir que se deben excluir todos los otros libros de su lista de lecturas, como ya lo hemos visto. Lo que Wesley quería decir con esto es que la Biblia era su primera y última norma para la validación de cualquier discusión

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teológica. Esto significó toda una vida inmersa totalmente en las Escrituras: en sus idiomas originales, en sus temas e imágenes dominantes, en cada una de sus partes y en su totalidad estructural. Fue la convicción de que los pensamientos bíblicos están integrados en un coro testimonial para la gloria de Dios y la necesidad humana, que permitió a Wesley pasear por toda la Biblia y confundir textos y paráfrasis de aquí y de allá en oraciones de manera tal que son para nosotros hoy en día inimaginables, pero que no son ininteligibles ni artificiales (aunque parezca extraño) Para verificar esta generalización de manera experimental déjenme probarlo. Aquí hay dos oraciones (consecutivas) de su sermón Pecado Original: La Escritura dice que a causa de la desobediencia de un hombre, todos son considerados pecadores; que en Adán todos mueren, espiritualmente mueren, pierden la vida y la imagen de Dios; que el Adán pecaminoso engendró un hijo a su semejanza; No era posible que lo engendrara de otra manera porque ¿quién podría sacar algo limpio de algo que está sucio? Consecuentemente, nosotros también como los otros hombres estábamos por naturaleza muertos en ofensas y pecados, sin esperanza, sin Dios en el mundo y por lo tanto hijos de la ira; por eso cada hombre puede decir, fui formado en debilidad, y en pecado me concibió mi madre, porque no hay diferencia, en que todos pecaron y son destituidos de la gloria de Dios, de la gloriosa imagen de Dios en la que el hombre ha sido originalmente creado. Ahora, obviamente, ustedes pueden reconocer que este lenguaje es, en efecto ―bíblico‖, pero acaso no suena como si estuviera ¿‖recortado y pegado‖? ¿No reconocen que este pasaje en su conjunto, está formado por varios pedazos y partes de Romanos 5, 19: 1ª Corintios 15, 22, Génesis 5, 3, Job 14, 4, Efesios 2, 1;12 y 3, Salmo 51, 5 y luego vuelta al principio Romanos 3, 22-23, en ese orden? Probemos otro ejemplo más de este tipo de cosas que llegaron a ser un lugar común en la retórica de Wesley en sus sermones, ensayos, cartas y tratados. Existen cientos de ejemplos como este que ustedes pueden buscar para su propio interés, como lo fue para mí. Somos compelidos por el Espíritu a hacer morir los hechos de la carne, de nuestra naturaleza maligna, y así como estamos cada vez más y más muertos al pecado, estamos cada vez más vivos para Dios. Vamos de gracia en gracia, siempre que nos mantengamos alejados de toda apariencia de maldad, y seamos celosos de hacer buenas obras cuantas veces tengamos oportunidad de hacer el bien a todos, siempre que caminemos en todas sus ordenanzas sin culpa, adorando al Señor en Espíritu y en verdad, siempre que tomemos nuestra cruz y nos abstengamos de todo placer que no nos guíe hacia Dios. Lo que vemos aquí es una conclusión obvia y crucial: Wesley vivía inmerso en las Escrituras y su mente rastreaba a lo ancho y largo de la Biblia como un radar, sintonizando los datos pertinentes que buscaba para cada punto que pretendía considerar. Pero esta tarea de vivir en la Escrituras no era lo que hoy llamamos ―proof- texting‖ (esto es el uso mecánico de los textos de la Escritura para apoyar una que otra tesis que pueden o no ser verdaderamente ―bíblicas‖ en su contexto amplio). En realidad esto era para Wesley la suma de unos pocos grandes temas básicos que él había considerado como el centro nervioso de la revelación bíblica y que lo guiaban tanto en la exégesis como en la hermenéutica. Todo esto y mucho más podría decir, si el espacio lo permitiera, confirman la sinceridad con la que Wesley intentaba vivir en las Escrituras su clima teológico.

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Esto coincidía también con el interés que tenía para que su gente también aprendiera a vivir en y por las Escrituras. Era justamente el intercambio entre las citas de la Biblia que hacía Wesley y la familiaridad que tenía la gente con las Escrituras (aunque elemental) lo que permitía reforzar fuertemente la dinámica de su predicación y el impacto que esta producía. Cuando un predicador posee solo un reducido trasfondo de textos de las Escrituras para fundamentar una real predicación bíblica, y cuando la congregación tiene aún menos (o directamente una hermenéutica contraria), entonces se ha perdido una de las precondiciones esenciales para una comunicación cristiana efectiva. Lo que he tratado de demostrar hasta ahora es que Wesley era un hombre muy de su tiempo pero también conservaba su interés en la relevancia del evangelio perenne en la cambiante situación humana. Esto es pertinente para nuestros propios esfuerzos por actualizar aquel mismo evangelio y relacionarlo lo mejor que podamos, con la vasta y radical crisis de nuestros tiempos. No podemos presumir diciendo de qué manera Wesley hubiera diagnosticado los tiempos en que vivimos. Sin embargo, no hay dudas que se hubiera hecho cargo de ellos realizando un diagnóstico, y podemos sugerir algunos de los principios fundamentales que hubiese adoptado como guía. En el corazón de la crisis, tanto la de ayer como la de hoy, se encuentra el gran tema que definió la crisis del cristianismo del siglo dieciocho y que, de la misma manera lo hace hoy, esto es, por un lado la autonomía humana (libertad) versus heteronomía (opresión), es decir, la demanda humana por su propio control o destino, y frente a estas dos, la theonomía cristiana, es decir una vida humana vivida intencionalmente bajo la justicia y la gracia de Dios. En los tiempos de Wesley, los deístas y filósofos franceses eran los luchadores de la autonomía que luchaban contra las tiranías seculares representadas por las tradiciones antiguas de opresión social y política. Wesley se opuso a ambas, tanto a la demanda de autonomía como a la de heteronomía. Buscó en cambio una revolución espiritual y social en la que la theo-nomía proveyera tanto una visión del mundo como un estilo de vida para los cristianos: el amor de Dios sobre todo lo demás, y todo lo demás en Dios, reverencia hacia Dios, y la dignidad de la Gracia a todos sus hijos. En nuestros días, cuando todas las grandes tradiciones que han mantenido (aunque vagamente) al mundo unido por siglos, se están desarmando y convirtiendo en in-operantes, el tema entre la autosuficiencia humana y la primacía de Dios es aún la gran línea divisoria de todas nuestras batallas para una teología de la cultura, que sea theo-logía y no una especie de antropología religiosa contra un vasto telón de fondo cósmico. Todas las creencias de moda de hoy: New age, meditación trascendental, etc. son nuevas versiones de los viejos temas de la autonomía humana, ejemplo: la convicción de que los seres humanos pueden y deben aceptar la responsabilidad última de sus acciones y sus destinos colectivos. Dios en esta visión es, en el mejor de los casos un entrenador cósmico y en el peor, una invención piadosa. La salvación propia, es el reclamo implícito de todos los movimientos de auto ayuda de nuestro tiempo, y de no pocos de los movimientos religiosos populares también. Pero, la autonomía humana, aún parcialmente lograda, atrae una reacción de la derecha, esto es el gerenciamiento de nuestros asuntos humanos en manos de otros. De esta manera podemos aventurarnos a decir que cuando una sociedad que ha sido encantada por las visiones de la salvación por méritos propios se desencanta, esa sociedad es tristemente vulnerable a la tiranía secular. No ver que este es el agonizante tema que se halla en el centro mismo de nuestra progresiva desintegración como nación (habla de los Estados Unidos), es una extraña forma de ceguera moral.

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Lo que es peor, la opción entre autonomía y heteronomía es a la larga humanamente intolerable. La autonomía es una ilusión y la heteronomía una degradación. Por lo tanto para los cristianos (ministros y laicos) es netamente wesleyano explorar los términos en los que la primacía y la gracia soberana de Dios pueden una vez más ser afirmados y traducidos en servicio y testimonio convincente en este mundo tal cual hoy es y tal como se está proyectando. Pero aun suponiendo que podríamos en una medida razonable dominar este antiguo arte de ―esquilmar a los egipcios‖ ¿cómo usaríamos estos recursos para que sean fructíferos? No existe una respuesta fácil. Los ministros cristianos hoy, como bien sabemos, están luchando en la agonía de una profunda crisis de identidad. Ellos ya no son los ―párrocos‖ de sus pueblos o ciudades, por lo tanto ya no son decisivamente influyentes ex officio en los asuntos públicos. Pero si ellos se vuelcan a otra suerte de profesiones de servicio, como ―relaciones públicas‖, periodistas o editores amateurs, psicólogos paramédicos, o aún profesores, aún se encontrarían carentes de un oficio verdaderamente distintivo, con ningún rol profesional que sea indispensable. Cualquier cosa que estos amateurs puedan hacer, otros profesionales podrán hacer lo mismo o aún mejor. Pero lo que nadie podrá hacer tan bien como los ministros que realmente sienten el llamado, es hacer que el Evangelio sea una respuesta eficaz para las dolientes preocupaciones de los hombres y mujeres contemporáneos en su vida cotidiana, en sus específicas percepciones culturales. La única cosa realmente distintiva que el ministro cristiano tiene para ofrecer – en su apropiado contexto cultural- es el Evangelio en su completa esencia, con su promesa de transformar y hacer santas las vidas y las culturas humanas. Tanto el fundamentalista como el liberal que no sienten simpatía con la cultura o que directamente la rechazan no podrán hacer esto. El impacto de tales ―sectarismos‖ en la historia y en la sociedad son marginales y de corta duración. Pero el cristiano evangélico debe poseer una visión amplia evaluando la cultura y los tiempos en que vive. Este es el ―saqueo a los egipcios‖ propio que uno puede realizar, debiendo tener siempre en cuenta cómo será usado con mayor eficacia para predicar y enseñar, de lo contrario no estará predicando el evangelio completo, sin importar tampoco a que corriente teológica pueda pertenecer. Algo parecido a esto es lo que Wesley entendió como ―educación teológica‖ y lo que insistió en obtener de sus predicadores, pasando por alto la ausencia total de sus estudios formales. Su primera pregunta se relacionaba siempre con los dones de una persona, y sus frutos, de su compromiso con Cristo y con las Escrituras. Pero luego también preguntaba acerca del deseo de cada persona de aprender y sus aptitudes para el estudio y la enseñanza. Su programa de ―educación continua‖ sorprendería a más de uno de nosotros. La tarea de vivir las Escrituras en el creciente abismo de la situación humana en cualquier edad, es una tarea extraordinariamente demandante, no apta para el cobarde o el perezoso. Pero el verdadero wesleyano no podrá contentarse con menos para un programa personal de crecimiento profesional. Vivir en las Escrituras no significa estar en medio de las adivinanzas de palabras cruzadas de los exégetas, sino tener a mano una fuente de inspiración y también revelación. Significa aprender a pensar bíblicamente.

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Además, significa aprender a vivir en el pasado cristiano para que puedas apropiarte de las lecciones ya aprendidas por los cristianos en otros tiempos y circunstancias, en sus luchas por un ―evangelio verdadero para su época‖. Significa alerta y sensibilidad para detectar todo nuevo desarrollo cultural en el horizonte humano, sin por ello convertirse en ―snob‖ o ser fácil víctima de ―cualquier viento de doctrina‖. Significa total confianza en la nutrición interior de alma y mente que viene del testimonio del Espíritu Santo (2 Timoteo 1, 17 ss) Todo esto es lo que está implicado en la rica metáfora de ―esquilmar a los egipcios‖. En la práctica, tal compromiso implica una agenda de incesante lectura, reflexión constante, curiosidad insaciable, una incansable búsqueda de nuevas perspectivas, nuevas alternativas para los rígidos lugares comunes. Recuerden que Wesley leía mientras cabalgaba, pensaba mientras escribía, rumiaba mientras descansaba, que él no fue ni hombre apurado, ni tampoco uno que se auto compadecía. Así podemos aprender de él el resultado que surge al combinar una vida de oración y adoración, de predicación y cuidado pastoral, con una saludable curiosidad acerca del mundo en el que ministramos. Por precepto y por ejemplo, él puede enseñarnos qué significa la santidad ―interior‖ y la santidad ―exterior‖: un acercamiento al amor de Dios en nosotros, más un amor comparable por todos nuestros prójimos lo cual implica una permanente revolución social. Existen maneras mejores o peores de implementar este programa wesleyano, alternativas que busquen traducir nuestros modelos wesleyanos en programas eficaces. Lo que importa para nosotros es darnos cuenta que algo como esto pertenece a la esencia de hacer teología en el espíritu wesleyano: manteniendo nuestro testimonio de Cristo en un activo diálogo con el mundo donde él deberá ser proclamado y por el cual murió. Y si este programa es, según las palabras de Reinhold Niebuhr, una ―imposible posibilidad‖ entonces ¿qué otro ideal válido podemos buscar para nosotros? ¿Qué menos podría el laicado pedir de sus pastores? Es en este espíritu que creo que debemos concebir la manera de hacer verdadera teología wesleyana hoy en día. Con los ojos abiertos a nuestra herencia y a nuestro futuro, ambos dentro de la amplia providencia de Dios. La premisa es que cada cristiano pensante debe aceptar la responsabilidad de vencer las polaridades sin compromiso, deberá afirmar el pluralismo sin caer por ello en el ―indiferentismo‖ o el ―todo-da-lo-mismo‖, deberá aprender a vivir en las Escrituras, en el pasado cristiano y en el mundo moderno, todo al mismo tiempo. En medio del despertar del siglo dieciocho, Wesley se tomó tiempo para tratar de describir esta tarea de teología y cultura (―saqueando a los egipcios‖) que hoy se parecería más a los planes para una ―educación teológica permanente‖. Lo encontraran citado respecto a distintos temas, espero que coincidan conmigo que aún hoy posee una gran relevancia. Es su tratado titulado Un mensaje a los clérigos (1756), les ofrezco un ejemplo como prueba para confirmar todo lo que estuvimos diciendo más arriba. El ministro bien preparado, dice Wesley, ―debe poseer la capacidad de razonar con cierta exactitud‖, …‖una buena memoria‖, ―un conocimiento competente‖ Luego vienen las Escrituras (en sus lenguas originales), más ―conocimiento de la historia,…ciencias… metafísica…filosofía natural…la historia del pensamiento y devoción cristiana…conocimiento del mundo (contemporáneo)… ‖ Al conocimiento y la cultura se debe agregar ―sentido común‖ y ―el ánimo que da la Gracia en los afectos personales y el trabajo cotidiano‖ .

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Hermanos, (dice en su conclusión) no es este nuestro llamado? Y por qué estamos satisfechos de no estar a la altura de ese llamado? Existe alguna necesidad sobre nosotros que nos lleva a hundir tan bajo nuestro llamado? ¿Por qué entonces no puedes ser como una ―llama ardiente y brillante‖ como aquellas que han brillado antes que ustedes? ¿Deseas compartir con ellos el mismo amor ardiente, la misma santidad brillante? Seguramente que sí. Entonces debes ser sensible, esta es la bendición más grande que nos puede ser dada. ….El ―gran pastor‖ de todos nosotros y de nuestros rebaños ―nos hará perfectos en toda buena acción para hacer su voluntad y trabajará en nosotros todo lo que sea agradable a sus ojos‖ Este es el deseo y la oración de Su hermano y siervo En nuestro común Señor John Wesley Londres, Febrero 6, 1756

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Capítulo 2

Reflexiones sobre la condición humana

Una de las ambiciones de Wesley jamás lograda, fue la de juntar a los evangélicos ingleses, a la Iglesia Anglicana y a los disidentes, en una sola y activa alianza. Los disidentes lo rechazaron por sus lealtades anglicanas, los anglicanos lo ignoraron debido a su informal institucionalidad. Muchos en ambos campos argumentaron que él había simplificado demasiado su lista de principios esenciales del cristianismo. Y en efecto era una lista muy corta.: 1)―pecado original‖. 2) Justificación por la fe sola, y 3) santidad de corazón y vida. Aquí están los tres pilares centrales de la teología wesleyana, y yo propongo re-presentarlos de a uno por vez. Comencemos entonces con ―el pecado original‖ ¿Cuándo fue la última vez que has escuchado un sermón sobre el pecado original? Cuántos de ustedes tomarían en serio la idea de que la caída humana es radical, universal, imposible de evitar –una maldad humana que no puede ser curada o vencida por ninguno de nuestros propios esfuerzos o virtudes éticas? ¿Cuántos de ustedes están inclinados a tomar seriamente los viejos ―artículos‖ sobre el ―pecado‖ en nuestras ―confesiones‖ y ―artículos de religión‖? ¿Has tratado alguna vez de reformular estas antiguas doctrinas en términos contemporáneos para que conserven sus intenciones, suponiendo que aún consideres esas intenciones válidas? Todavía recuerdo en una de mis primeras clases a un tejano flaco y alto, que vino a mi oficina a quejarse porque lo que yo decía le sonaba como si el pecado humano fuera algo más profundo y misterioso que una falla de la voluntad o un lapso moral. Tal extraña idea le intrigaba y me pidió sugerencias de lecturas. Por ese tiempo había sido publicada la Doctrina Cristiana de Whales, quien sobre este punto era mucho más ―protestante clásico‖ que yo. El tejano volvió peor que antes y estuvimos hablando un rato, hasta que finalmente él exclamó: ―Bueno, si nosotros no tenemos el poder de decidir pecar o no pecar, entonces, todo lo que debo decir es: Dios nos ayude!!‖ Obviamente, esto fue una buena oportunidad para señalarle que involuntariamente él se había traicionado a sí mismo cayendo en una involuntaria ortodoxia! El punto central de todo este antiguo y molesto problema se encuentra precisamente la idea de los pelagianos de que el hombre es capaz de pecar o no pecar por elección. Cuando los humanos se dan cuenta de que ciertos actos son pecaminosos, ellos son libres moralmente para decidir si seguir adelante o de inhibir su conducta. Aquí se halla el punto central de siglos de controversia, y en el pasaje entre ambos extremos hay bombas explosivas en ambos lados. Porque si argumentamos que somos pecaminosos por naturaleza (es decir que el pecado se haya en la actual condición humana), estaríamos en el límite de decir que el pecado original es simplemente ser seres humanos. Y eso es herejía. Si tomamos el lado opuesto y decimos que podemos borrar el pecado de nuestras vidas y sociedades cuando obtengamos suficiente esfuerzo moral, estaríamos en el límite de decir que el pecado es en esencia, una suerte de disfunción social, corregible por esfuerzo moral, o por programas apropiados de reforma social. Si persistimos aún en hablar del pecado original en un sentido o en otro, estaríamos implicando que

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somos una especie de animales fallidos, dado que ningún otro animal ―peca‖ con la regularidad, imprudencia y trágicas consecuencias como lo hace el animal humano. Pero esto sería una herejía también, porque estaría negando la unicidad moral de la creación humana. Ahora, el ―evangelio‖ para la gente capaz de no pecar si ellos no quieren, ―pecar o no pecar‖ esa es la cuestión! Es la salvación a través de la rectitud moral. Esto, sin embargo es en realidad un evangelio de ―propia salvación‖. De acuerdo a esta fórmula, es el auto entendimiento y la auto dirección la que construye la receta de la felicidad humana. Por el otro lado, el ―evangelio‖ para los pecaminosos radicales, debe decir algo sobre nuestra justificación operada por Dios (es decir, salvación) como una iniciativa divina a la cual debemos los humanos responder. Dios en Cristo - según este ―evangelio‖ dice- ha tomado la iniciativa para vencer las relaciones rotas entre Él y sus hijos alienados. En el terreno luterano, por ejemplo, se dice algo por el estilo: ―Tu eres aceptado por Dios por los méritos de Cristo, a pesar de todos tus defectos morales. Acepta la aceptación que Dios te ofrece a ti, a tu indomable concupiscencia y a todo. Esto es lo que la fe significa: aceptar el puro e inmerecido favor de Dios. Igualmente tu aún seguirás siendo: simul justus et pecator (justo y pecador al mismo tiempo) Justificado ante Dios pero aún pecador, todo al mismo tiempo, pero tu ser justificado por la gracia es lo que realmente importa‖. Los luteranos son cuidadosos de dejar abierta la cuestión de por qué algunas personas aceptan la aceptación de Dios, mientras otros muchos aparentemente no lo hacen. Por otro lado, los calvinistas comienzan por la misma premisa de que el pecado es radical y que la justificación es por divina fiat. Pero ellos avanzan con una variada cantidad de matices en el desarrollo de su doctrina de la vida cristiana. Algunos pecadores (absolutamente inmerecedores de la misericordia divina-absolutamente incapaces de salvarse a sí mismos) pueden, por la libre elección de Dios, obtener la justificación de Cristo que es imputada a ellos. Así son considerados como justos por Dios a través de Cristo, no pudiendo por ellos mismos ni siquiera elegir aceptar la justificación. Esta noción de elección (predestinación) posee tres afirmaciones concomitantes en la doctrina de la salvación calvinista: 1) Expiación limitada (dado que solo algunos son elegidos y no toda la humanidad) 2) Gracia Irresistible (la elección de Dios no puede ser rechazada ni anulada) 3) Perseverancia final de los santos (dado que Dios no podrá finalmente ser frustrado) Este es el famoso síndrome del TULIP (un acróstico que marca los cinco puntos de la teología calvinista: T-otal Depravity (Depravación total del ser humano) U-nconditional Election (Elección incondicional por parte de Dios) L-imited Atonement (Expiación limitada) I-rresistible Grace (Gracia irresistible) P-erseverance of the Saints (Perseverancia de los santos) Estos pueden verse en su forma original en los así llamados ―Artículos de Lambeth‖ de 1595 (bosquejados por William Whitaker, antes de la controversia arminiana y mucho antes del Sinodo de Dort). Vale la pena ―resucitar‖ estos ―artículos‖ acá dado que no son familiares para muchos hoy. Wesley sí los conocía y los había estudiado en la larga y amarga controversia que se estiró desde los tiempos de Cartwright y Hooker hasta sus propios días.

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1) Dios ha predestinado desde la eternidad a ciertos hombres para la vida; otros hombres han sido reprobados. 2) La causa principal de la predestinación no es la fe, o la perseverancia o las buenas obras…sino solo la buena voluntad y deseo de Dios. 3) Hay un número predeterminado de predestinados, que no puede aumentar ni disminuir. 4) Aquellos que no son predestinados para la salvación deben ser necesariamente maldecidos por sus pecados. 5) Una fe viva no se extingue, no desaparee en los elegidos ni parcial ni totalmente. 6) El hombre que es dotado con una fe justificante tiene la certeza, con la total seguridad de la fe, de la remisión de sus pecados y de su salvación eterna por Cristo. 7) La gracia salvadora, no se concede, no se comunica a todos los hombres, por la cual ueden ser salvados, si ellos quieren. 8) Ningún hombre puede llegar a Cristo a menos que le sea dado, a menos que el Padre lo dirija a él; y ningún hombre es llevado por el Padre, si no viene del Hijo. 9) No está en el poder o la voluntad de todos ser salvos. Estos estatutos fueron aprobados en una conferencia en el palacio de Lambeth. Estas doctrinas caracterizaron al calvinismo ortodoxo presente en la Iglesia Anglicana, y jugó un rol decisivo en los tiempos de Wesley y en su lucha contra la predestinación. Pero el problema era el siguiente, en los tiempos de Wesley, los calvinistas se habían apropiado del término ―evangélico‖ para definirse a sí mismos nada más, por eso la justificación por la fe y el síndrome TULIP eran a menudo identificados por la mayoría de los cristianos ingleses como términos con implicancias mutuas. La mayoría de las posiciones alternativas eran puestas juntas bajo la etiqueta de ―Arminianismo‖ y esto era identificado con el evangelio de la rectitud moral. Veremos más adelante el arminianismo que profesó Wesley. Ahora, toda doctrina del pecado y la depravación como diagnóstico de la condición humana, es en sí misma una paradoja. Pocos podrán negar que hay mucho pecado (o al menos una conducta deplorable) en el mundo. Pero si esta es ―de origen‖ o un tipo de ―disfunción social‖, es una pregunta difícil sin respuestas claras posibles (excepto las equivocadas!!). ¿Por qué deberíamos pecar solo si somos llevados a ello por demonios o neurosis? Por qué no podemos mostrar una única y totalmente humana sociedad, en alguna parte del planeta que sea moral, justa, pacífica? No tenemos problemas en idealizar tales posibilidades humanas. Obviamente tenemos un muy impresionante potencial moral. La mayoría de nosotros tenemos la conciencia como para imponer nuestro ego e ideales sociales, pero hasta un cierto punto. Es verdad, entonces lo que dice el apóstol Pablo: ―Cuando quiero hacer el bien, solo el mal es lo que hago‖. Y sigue Pablo: ―Dentro de mí, me gusta la ley de Dios; pero veo que en mi cuerpo hay algo que se opone a mi mente; es la ley del pecado que se encuentra en mi cuerpo y que me tiene preso‖

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Si esto no es verdad, ¿cómo podemos entender la amplitud, universalidad y tragedia de nuestras fallas que atentan contra el designio moral de Dios para la felicidad humana? Nuestras respuestas, cualesquiera estas sean, serán el núcleo de nuestra doctrina del pecado original. Esto, a su vez, ayudará a armar la doctrina de justificación de cada uno (por fe o por buenas obras). Aquello, a su vez, afectará la noción que cada uno tiene de la vida cristiana: cómo se entra a ella, cómo madura el cristiano, cuáles pueden ser nuestras esperanzas cristianas, aquí y más allá. Esto, entonces, dirigirá nuestra visión de la ―salvación‖, los términos de la felicidad y plenitud humanas. Esta cuestión del pecado original, no es por lo tanto solo una especulación abstracta. Esta nos afecta de manera agonizante, como lo hizo con Wesley. Algo se ha torcido de manera temerosa en la empresa humana. En cualquier parte (y en nuestros corazones) vemos los signos de lo que la existencia humana debió ser y lo que es en realidad. Pero cuál es el potencial humano y por qué todos nosotros lo desperdiciamos, de una manera u otra? Ninguno puedo vivir responsablemente o ayudar a otros a hacerlo sin hacerse seriamente estas preguntas. La manera en que Juan Wesley llegó a madurar su propia doctrina de la imperfección humana y a un evangelio que pueda darle una respuesta, es una complicada historia que yo recientemente estoy comenzando a vislumbrar. Wesley dice más de una vez que la doctrina de la justificación por la fe era una novela para él antes de 1738, y para muchos en la iglesia de Inglaterra también. Esto no puede ser literalmente verdad, porque no pudo haber estudiado teología en Oxford desde 1720 hasta 1735 sin haberse enterado de la famosa controversia sobre este mismo tema, sin mencionar de los estatutos oficiales e los Treinta y Nueva Artículos y las Homilías que él, como clérigo anglicano había suscripto. Lo que él quería decir es que él había crecido con el evangelio de la rectitud moral, y que esta era la visión dominante en la doctrina de la salvación anglicana, tal como él la conoció. La premisa de tal evangelio es la habilidad moral humana de pecar solo por elección. Lo necesario para la vida cristiana, era por lo tanto el esfuerzo moral, sostenido, animado y recompensado por la iglesia a través de sus ―medios de gracia‖. Ello incluí la doctrina de la regeneración bautismal y una vida sacramental que, en algun sentido, garantizaba la gracia. Sus primeros sermones, junto a sus muy interesantes discusiones teológicas con su madre (su primer y mejor tutor teológico), reflejan una sincera dedicación de su vida y tareas para lograr las altas metas de una vida santa y una felicidad cristiana en Dios, no en el mundo. Dos de los manuales (favoritos en la rectoría de Epworth donde Wesley creció) eran La lucha espiritual de Lorenzo Scupoli y La vida de Dios en la vida del hombre de Hanry Scougal. No solo no sería justo, sino que sería equivocado, despreciar las consagradas intenciones cristianas que surgían de este evangelio de la rectitud moral. El problema real con esta doctrina de la habilidad moral de no pecar excepto por voluntad, era la trágica discrepancia entre las promesas y su cumplimiento. Por todo su celo y devoción, en Oxford, Epworth y Georgia, Wesley nunca pudo encontrar la felicidad o la serenidad que la tradición del ―santo vivir‖ proclamaba. El ―club santo‖ no era un ―club feliz‖. El misionero refugiado de Georgia era una miserable víctima de sus propios ideales frustrados. Aún así, la alternativa ofrecida por los moravos y salzburgueses en Georgia y más tarde por Peter Bohler en Inglaterra, era difícil de tomar y esto es lo que hizo de Aldersgate un evento tan dramático, el cual opacó la larga mutación teológica que tuvo lugar a lo largo del año 1738 (comenzando por su memoria de abordo del Martes 24 de Enero, pasando por la formación de la Sociedad de Fetter Lane el 1 de Mayo, Aldersgate mismo, la visita a Alemania desde el 14 de Julio al 16 de Septiembre, el descubrimiento de Narrativas Fieles de Jonathan Edwards el 9 de Octubre, y finalmente su producción de La doctrina de la Salvación, Fe y Buenas Obras, Extraídas de las Homilías de la Iglesia de Inglaterra el 12 de Noviembre). Lo que realmente

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importa es que hacia el final de ese año, él había hecho un giro decisivo del evangelio de la rectitud moral a la ―justificación por la fe‖; de hablar de los méritos humanos a una confianza radical en el perdón de Dios como un regalo. La historia de Aldersgate en su Diario es cuidadosamente reconstruida como para resaltar la convergencia de dos grandes tradiciones cristianas, que habían estado en dolorosa tensión (―santo vivir‖- ―sola fe‖) en un singular ―momento‖, en un singular lugar, después de dos siglos de conflicto. Esto explica el por qué ese clímax es tan frecuentemente mal interpretado cuando se lo aísla del tema como un todo. ¿Cuantos de nosotros hemos trazado el análisis cuidadoso del trasfondo de su corazón ardiente? O, ¿cuántos de nosotros hemos resaltado el hecho que Wesley dice en su entrada al Diario el 4 de Enero de 1739, siete meses después de Aldersgate: ―Pero hoy yo no soy un cristiano, de eso estoy tan seguro como que Jesús es el Cristo‖. La esencia de la experiencia de Aldersgate fue una repentina nueva seguridad de que ―Yo confiaba en cristo, solo en él, para la salvación….que Cristo había borrado mis pecados, aún los míos, y me ha salvado de la ley del pecado y de la muerte‖. Esta era la apropiación personal que hacía Wesley del clásico diagnóstico protestante sobre la situación humana junto con el cásico evangelio protestante de ―Sola Fe‖. Para el cual la caída del hombre es radical (incurable por ningún esfuerzo o mérito humano). Este era el motivo por el cual Wesley pudo afirmar, como lo hizo, que sobre el tema de la justificación por la fe, él se encontraba a un pelo del calvinismo, o de cualquier verdadero ―evangélico‖. El real problema comenzó, y aquí es cuando la trama de la teología wesleyana realmente empieza a hacerse más compleja, fue cuando Wesley se resistió a ir más allá y no aceptar todo el paquete teológico protestante. La primera brecha fue con los moravos y su doctrina luterana de la ―concupiscencia invencible‖. Luego, enfrentado a los calvinistas, rechazó los últimos cuatro de los cinco puntos del TULIP. Esto fue debido al insostenible sesgo que había adquirido para Wesley la doctrina de la elección, la gracia irresistible y la perseverancia final, lo que él consideraba una negación de las implicancias morales (el antinomianismo). Por otro lado, su total defensa del pecado original y la justificación por la fe causó un corte de relaciones con sus contemporáneos anglicanos. Su instintivo rechazo del quietismo estropeó su anterior simpatía con los moravos. Esto ayuda a explicar por qué el despertar wesleyano estuvo cerca de ser la operación de un solo hombre, y por qué ningún latitudinario y pocos anglicanos ―evangélicos‖ cooperaron con él o apoyaron su movimiento. Los Disidentes no querían saber nada de su compromiso con la Iglesia Anglicana. De esta manera, la tercera vía resultante, fue una interesante y original anomalía (Esto es: la doctrina del pecado original, pero sin la mayoría de los otros elementos de la clásica soteriología protestante, agregado a esto la doctrina católica de la perfección sin su colección completa de sacerdotes y clero). Así, Wesley quedó expuesto a cargos de inconsistencia de ambos lados. Aún después que la justificación por la sola fe se había convertido en su mensaje central, retuvo la tradición del ―vivir santamente‖ de sus comienzos, y enseñaba a su gente no solamente ir hacia la perfección sino ―esperar a ser perfecto en el amor en esta vida!‖ Esto lo expuso a un fuego cruzado, un católico que se había convertido en evangélico y que nunca terminó de ser católico. Un evangélico-católico! Esto fue una movida ecuménica de primer orden y podría aún ser más relevante hoy más que ayer, porque ahora puede ser mucho mejor apreciado por más gente, si fuera realmente comprendido (y si pudiéramos rescatar a Wesley de su muy exclusiva identificación metodista y pudiera ser reconocido como un teólogo ecuménico como realmente lo fue).

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El punto crítico aquí es diferenciar los matices entre su doctrina del ―pecado original‖ y la doctrina de la ―total depravación‖, esto es el diagnóstico de la condición humana de los luteranos y calvinistas. La doble pista aquí está dada: 1) En la visión esencialmente católica de Wesley sobre el pecado como una enfermedad maligna, antes que como una alteración de la imago Dei en la naturaleza caída de la humanidad. 2) En el desplazamiento que realiza de la doctrina de la ―elección‖, suplantada en su caso por la doctrina de la ―gracia previniente‖. Wesley pudo haber tomado de Bellarmine su particular doctrina de la Gracia Previniente, porque está más cerca de él que de Calvino y sabemos que ha leído De Justificatione de Bellarmine y la historia de la controversia de los católicos romanos sobre la gracia y el libre albedrío entre los jesuitas y los dominicos. Pero una fuente más obvia para la ―previniencia‖, en este sentido, fue su propia tradición anglicana. En cualquier caso, esta es una de las ―nuevas‖ preguntas que católicos romanos y anglicanos y metodistas debieron explorar juntos, con un poco de luteranos y calvinistas dentro de la mezcla para mantener el equilibrio. El antiguo abismo entre protestantes y católicos sobre el pecado y el libre albedrío, y sobre la justificación y la gracia, ha alterado su forma y sustancia en las últimas dos décadas, y sería fructífero para las ideas de Wesley sobre el pecado y la gracia que sean incluidas en cualquier reconsideración seria del problema en este nueva etapa del dialogo. Su pasión era encontrar una tercera alternativa entre el optimismo pelagiano y el pesimismo agustiniano respecto a la caída humana y el potencial humano. En su primer etapa del evangelio de la rectitud moral, el pecado original –como una analogía de la caída de Adan, era lavado mediante el bautismo de regeneración, dejando atrás un ―polvorín de pecado‖ junto con la habilidad moral residual para pecar o no pecar, según uno elegiera. Si uno optaba por pecar, también podría arrepentirse dando frutos de arrepentimiento y estando seguros del perdón de Dios, a través de la iglesia. El objetivo crucial en esta tradición era mantener a las personas responsables de sus actos y sofocar la amoralidad de cualquier clase. Esta tradición proponía un remedio para la caída humana (y Wesley también antes de 1738) de dos tipos: 1) Esfuerzo moral fervoroso, guiado por la iglesia; y 2) fiel uso de los medios de gracia que sola la iglesia ofrecía. Este optimismo, por supuesto, era socavado por cualquier doctrina radical del pecado. Una negación aún más substancial de toda noción de pecado como radical, vino del Dr. Johyn Taylor de Norwich. En un famoso libro de 1740, el argumentaba que obviamente los hombres pecan, pero que podían no hacerlo, y que ellos deberían ser guiados a ello. ―Ellos pueden hacer lo que deben, si eligen hacerlo‖ La alegre confidencia de Taylor sobre la autonomía humana golpeó a Wesley como anti bíblica y anti evangélica, y él reaccionó rápidamente escribiendo la más larga pieza que haya escrito: La doctrina del pecado original, de acuerdo a la Escritura, la razón y la experiencia. Luego, en 1759 resumió la primera parte del tratado y lo convirtió en sermón que fue publicado como el primero del volumen IV de sus Sermones (1760). En ambos, tratado y sermón, Wesley sigue la línea protestante dura, remarcando la importancia del poder moral natural del ser humano. El hombre caído era ―por naturaleza puramente malo, nada podría llevarlo a lo bueno‖ . En nuestra condición pecaminosa natural, ―no tenemos más conocimiento significativo de Dios que las bestias del campo….al no tener un conocimiento de Dios no podemos amarlo. Todo hombre que nace en este mundo es un completo idólatra… Hemos ubicado nuestros ídolos en nuestros corazones….o adoramos….Buscamos felicidad en la criatura en vez que en el creador…‖

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Esta doctrina con la que insistirá es ―el primer punto de distinción entre un pagano y un cristiano‖ ….‖¿Está el hombre por naturaleza lleno con toda clase de males? ¿Está carente de toda cosa buena? ¿Está totalmente caído?....Acepta esto y serás un cristiano, niégalo y no serás más que un pagano.‖ Este cuadro severo desemboca directamente en el extremo agustiniano-calvinista. Sin embargo (siempre hay un ―sin embargo‖ cuando Wesley se acerca a algún extremo), él inmediatamente burla a la doctrina de la total depravación con su antídoto: 1) La therapeia psyqués de Dios mismo (su acción curativa dentro de nuestros corazones) y, 2) La inciativa activa universalmente de Dios llamando a los pecadores a un auténtico arrepentimiento y auto conocimiento. Esta es una tarea previniente de Dios, y acá es donde la gracia previniente de Dios funciona como una alternativa a la idea de elección. Wesley habla de pecado como una enfermedad que puede ser curada por el Gran Médico si nosotros aceptamos su receta triple: 1) arrepentimiento (auto conocimiento), 2) Renunciación de la propia voluntad, y 3) Fe (confiar en la pura e inmerecida gracia de Dios). ―El gran objeto de la religión es renovar nuestros corazones en la imagen de Dios, reparar nuestra total pérdida de justicia y verdadera santidad que hemos heredado y mantenido desde nuestros primeros padres‖ Lo que es original en esta formulación es la firme defensa de Wesley de la soberanía de la gracia, pero no su irresistibilidad, y esta distinción merece más importancia de la que usualmente se le da. Los pecadores literalmente no pueden hacer nada para salvarse a sí mismos, sin embargo la intención de Dios, creando personas con su propia identidad no es frustrada por la resistencia humana, porque es el propósito mismo de Dios que la oferta de su gracia se reconocida como opcional. La función principal de la gracia previniente, por lo tanto, es permitir llegar al ser humano al arrepentimiento (es decir a un válido auto conocimiento de su pecaminosidad). De esta manera, Wesley puede hablar del arrepentimiento como el hall de entrada de una casa, la fe como la puerta y la santidad de vida, como la casa misma. Lo que sucede en el arrepentimiento es una suerte de auto reconocimiento que identifica el orgullo espiritual y la auto justificación y los rechaza a ambos por inauténticos. Esto nos permite descubrir que es Dios, a través de Cristo, quien puede perdonarnos los pecados y romper el poder del pecado y la muerte en nuestros corazones. Así, es el arrepentimiento que también nos llama a la fe y a esa confianza en Dios que altera las bases de nuestra existencia. Es justo en este punto donde Wesley se aleja de la doctrina protestante clásica de la salvación. Lutero y Calvino consideraban la inclinación al pecado (fomes peccati) no solo como inerradicable, sino como pecaminosa en sí misma. Esta cae bajo la condenación de Dios aunque no pierda su gracia justificante. Wesley por su parte, hace una distinción entre ―pecado propiamente dicho‖ (aquella conciente y deliberada violación de una ley de Dios conocida), y ―pecados involuntarios y errores‖. Esta distinción hace suponer que la inclinación al pecado disminuye en fuerza e influencia a medida que el cristiano crece en gracia. Existen ―pensamientos errantes‖, estos deben ser aislados. Hay ―pecado en los creyentes‖, de los cuales hay que arrepentirse prontamente. ―El pecado permanece, pero ya no gobierna‖. Aquellos que son justificados por la fe son llevados por el Espíritu Santo a descubrir en sus conciencias ―nuevos‖ pecados, o abusos pecaminosos de sus inocentes aspiraciones humanas, y reconocer las tentaciones, las cuales si permanecen lo suficiente como para formar intenciones morales, pueden llegar a hacer perder la propia justificación. Esta idea del camino cristiano siempre peligroso y acechado por las tentaciones ofendía a los calvinistas y su doctrina de la perseverancia de los santos. (una vez

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salvo, siempre salvo). Esto les sonaba como si el Dios de Wesley fuera incapaz de sostener a sus propios escogidos hasta el día de su salvación final. Para Wesley, sin embargo, era justamente esta idea doble del pecado como ―curable‖ y de la fe como una tarea riesgosa, lo que reforzaba su énfasis en la auto disciplina cristiana (moral y espiritual). De esta manera, a medida que el creyente aprende a arrepentirse diariamente, y a confiar en la gracia de Dios, y a crecer en esa gracia, es cuando comienza a moverse desde el umbral de la fe (justificación) hacia su plenitud (santificación). Este enganche entre sola fide (justificación) y ―vivir santamente‖ (santificación), no tiene precedente, según mi entender, en ninguna teología del protestantismo clásico. En nuestro propósito de actualizar la tradición wesleyana para nuestro tiempo, una buena parte de la retórica y del aparato conceptual de Wesley debería ser dejado a buen resguardo en el siglo dieciocho con el resto de la cultura de ese siglo. Las interpretaciones literales de la caída de Adan o de la transmisión seminal del pecado y la culpa son realmente ininteligibles para la mente moderna, aunque pretenda pensarlo bíblicamente. La esencia del pecado humano no es la fatal repetición del acto de Adan, aunque aquí existe una analogía para comprender realmente cuán insaciable es el hambre de la humanidad en el conocimiento del bien y el mal. Pecado no son nuestros errores, ni aún nuestros malignos impulsos que aún acechan en las profundidades oscuras del corazón humano. Pecado es, en esencia la exageración humana, el peligroso, inmoderado abuso de nuestros distintivos logros humanos, aquellas aspiraciones que nos hacen verdaderos humanos pero cuya corrupción nos transforma en menos que humanos. Pecado es el fruto amargo del orgullo. Pecado es nuestro rechazo a ser radicalmente dependientes de Dios. Es por eso que la idolatría de querer ser ―dioses‖ y no simplemente humanos fue, sin duda, la primera tentación en el Edén. El fruto del pecado es esclavitud, esclavos de nuestros propias auto decepciones, de nuestras ilusiones acerca de la vida y la sociedad. El resultado de nuestra exageración en cada uno de nuestros distintivos logros humanos, no trae la real auto satisfacción que continuamos esperando, sino por el contrario trae nuestro auto embrutecimiento. Por ejemplo, una aspiración exagerada a la libertad, cuando triunfa lleva al abuso de su libertad y a la negación de la libertad de los otros. Grupos que buscan la liberación se deslizan casi inconscientemente hacia la opresión de los suyos. Una inteligencia exagerada se convierte en arrogancia intelectual. Aspiraciones exageradas de auto conocimiento y auto control se convierten en narcisismo y auto decepción. En el Antiguo Testamento , la frase ―casa de servidumbre‖ connota tanto la esclavitud en Egipto como el estado pecaminoso de la humanidad. Pablo usa la frase ―espíritu de esclavitud‖ como sinónimo de pecado. La caída humana y este espíritu de esclavitud son en este sentido, metáforas paralelas, tanto para mostrar el abuso del potencial humano para la libertad creativa y también para mostrar las trágicas consecuencias de tales abusos en los frágiles tejidos de la sociedad humana. Pero no hay necesidad de que esto sea así, no hay un propósito divino que lleva a las criaturas que quisimos ser, a convertirnos en las criaturas que somos. No existe ninguna buena razón para explicar por qué el logro humano tiene que exagerarse a sí mismo. Si la caída humana solo se explicara por el mero hecho de ser seres humanos, entonces toda promesa de salvación es una especie de ficción legal que nunca satisfará nuestro hambre de verdadera y completa humanidad.

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Si, por el contrario, el pecado es meramente una disfunción social, entonces este debería en principio ser corregido y la salvación debería ser posible a través de algunas fórmulas o programas de auto salvación o salvación grupal. Nuestro real dilema yace más profundo, yace en esta trágica confusión de aspiraciones que corrompe unos a otros. ―Oh, desgraciado hombre que soy‖ El hecho de la tragedia humana está en todas partes, en vidas cuya humanidad es negada o despojada por otros, en vidas que buscan la felicidad y terminan burlados, defraudados. ¿Quién o qué podría liberarnos de esta tragedia primordial sin robarnos nuestra libertad y con ella nuestra humanidad? La única respuesta en la que puedo pensar, es algún tipo de intervención activa en nuestras vidas y en nuestra historia a través de aquel propósito y poder o lo que sea que haya sido que siempre nos quiso libres y gozosos y con capacidad de amar. ¿Existe tal poder o propósito o persona? ¿Existe tal intención de hacernos libres, que llamamos destino? Wesley tiene también algunos pensamientos en relación a esto, esos pensamientos y su posible relevancia para nuestros esfuerzos para entender y comunicar el evangelio, nutrirán nuestros próximos comentarios.

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Capítulo 3

―Ofreciendo a Cristo‖. La esencia del evangelio

Hemos estado hablando de la caída humana, y de su amargo fruto: la esclavitud

humana. Pero ¿existe una respuesta honesta a la angustiosa pregunta?: ―¿Quién nos

liberará de esta esclavitud‖? Wesley pensaba que la había. Toda su trayectoria fue

una asombrosa demostración de un evangelio que provocó una revolución cristiana

en la sociedad de su tiempo y durante un siglo después. En cientos de maneras

diferentes, en miles de ocasiones distintas, década sobre décadas, su único mensaje

consistente fue Jesucristo, ese crucificado. 1 Corintios 1, 30 fue uno de sus textos

favoritos y, como lo hicimos notar más arriba, su único texto favorito durante los

primeros seis meses del avivamiento metodista Por ejemplo, el 17 de Julio de ese año

(1738), viajó a Bath donde se trenzó en una disputa casual con un caballero quien

recordaba su reputación en Oxford de ser un ―loquito‖. ―Sin embargo, continúa

Wesley, algunas personas que no pensaban como él, habiendo encontrado un buen

lugar en la cima de una colina bajo la cual yacía el pueblo, vinieron a escucharme, yo

ahí ofrecí a Cristo a unas mil personas para ―sabiduría, justificación y santificación‖.

Luego regresé a Bath y prediqué sobre ―¿Qué debo hacer para ser salvo?‖ a la

audiencia más grande que hasta ese momento había tenido‖.

El tema central de su mensaje evangélico era siempre el mismo; las referencias son

casi monótonas. El habla de ―predicar a Cristo‖ de ―Ofrecer a Cristo‖, ―proclamar a

Cristo‖, declarar a Cristo‖, etc. Y siempre era el evangelio de salvación por la gracia a

través de la fe, la justificación y liberación a través de la gracia de Dios en Cristo. Fue

una proyección – a lo largo de medio siglo y tres reinos- de su descubrimiento en

Aldersgate, esto es su invariable convicción de que la esencia de la auténtica

experiencia cristiana es confiar en Cristo, solo en Cristo, para la salvación. Una

confianza que genera una ‖seguridad interior de que Cristo se ha llevado mis pecados,

sí los míos, y me ha salvado de la ley del pecado y la muerte‖.

Hubo un tiempo, sabemos, cuando las palabras evangélicos y evangelicales eran

malas palabras para los liberales en general, y esto incluye a la mayoría de los

metodistas (al menos los clérigos). Pensamos que habíamos superado el revivalismo

del siglo 19 y esa clase de piedad privada que se aferra a Cristo e ignora las agonías

humanas de este mundo, este mundo por el que Cristo murió.

Hoy hay una especie de prueba para examinar las reacciones teológicas de una

persona. Si puedes oír o cantar con seriedad y sin nauseas:

―Me hirió el pecado, fui a Jesús Mostréle mi dolor; Perdido, errante, vi su luz, Atrájome su amor. En la cruz, en la cruz, do primero vi la luz Y las manchas de mi alma yo lavé; Fue allí, por la fe, do vi a Jesús Y siempre feliz con Él seré.‖

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Si puedes hacerlo, o bien no eres tan liberal como pensabas, o alguien te ha estado

engañando con tu liberalismo. De igual manera este test podría funcionar como una

indicación de que todo el problema de la justificación por la sola fe, se encuentra

todavía en una confusión irresuelta en las mentes y corazones de muchos metodistas.

Sin embargo hoy en día, y casi de repente, ―evangelicalismo‖ se ha convertido en una

―tendencia‖ con muchas clases de diferentes grupos que quieren subirse al carro. Los

proclamados evangelicales están hablando de acción social; los activistas sociales

están afirmando que sus intereses y agendas son también evangelísticas. El Consejo

Mundial de Iglesias ha realizado una asamblea sobre este punto. El consejo de

Obispos de la Iglesia Metodista Unida está considerando una declaración sobre

evangelismo, y la Iglesia Católica Romana ha insistido en que debe ser incluido en la

agenda de sus consultas permanentes con los metodistas. Yo estoy más ansioso y

encantado que nadie por este nuevo entusiasmo y sus nuevos horizontes. Aún

recuerdo una antigua historia de Hal Luccock, explicando que los católicos y

episcopales tenían cruces en sus torres como símbolos de su fe en Cristo crucificado;

los congregacionales tenían veletas allá arriba como mojones de sus convicciones

democráticas, y los metodistas generalmente tenían pararrayos en memoria de que

una vez habían sido sacudidos por un rayo y temían que volviera a suceder.!

Aún así, hay mucha confusión y necesidad de reflexión teológica sobre el

evangelismo. No pretendo, por supuesto, hacer posible esto para toda la Iglesia

Metodista Unida, pero he aprendido bastante de Wesley por ahora, como para darme

cuenta que los temas involucrados en ―ofrecer a Cristo‖ a las masas no era para nada

simple; que él estaba tratando de encontrar y sostener un camino intermedio entre las

trampas del pietismo y el antinomianismo por un lado de la verdad, y del moralismo

y la justificación por obras, por el otro. A menos que seas poco cuidadoso con tus

palabras, ―evangélico‖ denota y siempre ha denotado: salvación por fe en Cristo

crucificado, salvación como un regalo de la inmerecida gracia Dios, que ha sido

provista gratuitamente en y a través del amor sufriente de Cristo, sin ningún logro

moral o mérito humano a priori. Desde el siglo quinto, ―evangélico‖ ha sido el

antónimo de moralismo pelagiano en cualquiera de sus proteicas formas. ¿Pero qué

pasa con las nuevas piedades seculares y los nuevos antinomianismos que están

floreciendo en nuestro medio?

La mayoría de nosotros conocemos el pasaje del más famoso sermón de Paul Tillich,

―Tu eres aceptado‖ Ha sido citado por Alan Walker en su último libro, lo cual le da

cierto un cierto nihil obstat evangélico. Y ciertamente es una destilación válida y

elocuente de la esencia de las más pura ortodoxia luterana:

―Eres aceptado. Eres aceptado, aceptado por aquel que es más grande que tú. No

preguntes por su nombre ahora: tal vez lo encuentres más tarde. No trates de hacer

nada ahora, tal vez más tarde lo hagas. No busques nada; no realices nada; no

pretendas nada. Simplemente acepta el hecho de que eres aceptado‖

Lo que falta aquí, por supuesto, es cualquier aproximación a la cristología luterana

(no existe mención de Cristo en ninguna parte del sermón). Tampoco hay ningún

énfasis en aquellas en aquellas ―buenas obras que siguen después de la fe‖ que los

luteranos ortodoxos han remarcado siempre. Pero la instantánea popularidad de este

22

evangelio de la incondicional aceptación, es un signo de ese profundo alivio que la

mayoría de los modernos sienten cuando alguien les ofrece cancelar todas las

exigencias morales para ser aceptados, ya sea en relación a Dios o frente a sus

prójimos. Es reconfortante pensar que uno es aceptado, sin importar nada; este es por

supuesto el mensaje del libro ―Yo estoy bien, Tú estás bien‖ tal como soy, porque soy.

Existe un nuevo igualitarismo en nuestro medio y uno debe resistir una fuerte marea

cuando se pregunta por credenciales, o estandartes o por el criterio de aceptación de

uno en la esfera moral, académica o cualquier otra.

Es el antinomianismo que está implicado en esta clásica versión protestante de la

justificación como aceptación de Dios del pecador en su pecado, no importa qué, al

que siempre han temido los católicos romanos y anglicanos. Porque ellos lo ven como

permitiendo y aun fomentando una piadosa desconsideración de las normas y códigos

morales en favor de una espontaneidad personal en libertad y amor. Existe, por

supuesto un mundo de diferencia entre la doctrina luterana de la justificación y

Tillich. Lutero enfrenta el manifiesto escándalo del moralismo y clericalismo medieval

y trató de rescatar el evangelio de la gracia inmerecida de Dios de sus doctrinas de los

méritos en correlación con las dispensaciones y disciplinas sacerdotales. Tillich

recordaba la moralidad convencional de la disciplina y la represión, pero él mismo ya

se había liberado hace tiempo de esas tradiciones a través de los nuevos amoralismos

de la intelectualidad alemana de los años 1920 a la cual él pertenecía. Además, el

énfasis de Lutero sobre la Escritura y su énfasis cristocéntrico no tiene punto de

comparación con Tillich, tampoco la tiene la brecha marcada por el luteranismo

entre salvación y cultura.

El punto de todo esto para nuestro tema, es que el corazón de Wesley extrañamente

iba ardiendo a medida que alguien leía el prefacio a la epístola a los Romanos de

Lutero, en Mayo de 1738. Pero luego más tarde, el 15 de Junio de 1741, cuando

Wesley finalmente termina de leer cuidadosamente el comentario de Lutero sobre

Gálatas, reacciona negativamente contra lo que él consideraba un mensaje que llevaba

implícito irracionalismo y antinomianismo. Así fue respecto a la relación entre ley y

evangelio y también el modo específico de la obra redentora de Cristo, Wesley en este

punto estaba más cerca de Calvino que de Lutero. Pero luego, después de 1765, bajo la

presión que sufría de los calvinistas y luteranos ortodoxos Wesley comenzó a alejarse

también del calvinismo y retornó, más y más a su tradición originaria del ―vivir

santamente‖, sin abandonar, sin embargo la sola fide. Desde 1770 hasta su muerte, la

brecha con los calvinistas se fue agrandando. Ellos nunca perdonaron a Wesley por su

sinergismo y él nunca dejó de acusarlos de que con la teoría de la predestinación

daban vía libre al antinomianismo.

La metáfora predominante en la soteriología (doctrina de la salvación) clásica

protestante siempre ha tenido que ver con una corte de justicia y un puñado de

conceptos forenses acerca de un delincuente humano acusado ante el juez divino

quien debe condenar al delincuente. Lo que sucede en el caso de los ―elegidos‖ es una

acción jurídica mediante la cual el juez decide conmutar la sentencia del pecador

sobre la base de la justicia imputada de Cristo. O sea los cargos del reo se le imputan a

Cristo. Esta es la causa formal de la justificación mediante la cual el pecador adquiere

23

la justicia perfecta del mismo Cristo y de esa manera es absuelto por Dios de toda

condenación. Esto es lo que significa justificación: ser perdonado, ser considerado y

tratado como justo en y por el mérito salvador de Cristo. Toda esta simbología forense

tiene sus raíces en la Biblia (aunque no sea para nada la idea dominante), ha florecido

en la época feudal, por ejemplo en la teoría de Anselmo del ―sacrificio sustitutivo‖.

Luego fue radicalmente transformada en la Reforma al abandonar el aparato clerical

que había crecido en su entorno.

Existe un enredado problema de léxico aquí, que debemos mencionar aunque sea

marginalmente, y está dado en relación a los términos bíblicos con los cuales este tema

crucial fue definido. La palabra griega dikaioo pertenece a una clase de verbos que

están formados por adjetivos: por ejemplo typhlos=ciego; typhloo=cegar;

psychros=frío; psychroo=enfriar. Dikaios significa ―justo‖; dikaioo significa hacer

justo (fortalecer en virtud) o alternativamente ―declarar justo‖ (como el veredicto de

absolución de una corte). Pero esto es ambiguo, porque se puede declarar a una

persona ―inocente‖ (―justo‖ en este caso) pero no se puede hacer a una persona justa.

De esta manera, la mayoría de los exégetas paulinos están de acuerdo que dikaioo es

usado por Pablo como un término forense. Sin embargo, cuando se trata de la acción

divina debe haber algo más que una mera absolución jurídica. Una persona puede ser

justificada (hecha justa) por los méritos de Cristo, pero ¿no hay una justificación

impartida? ¿Qué significa la promesa de ―si una persona está en Cristo es una nueva

criatura? Acaso esto no implica un real cambio de carácter al mismo tiempo que se da

un cambio de relación entre Dios y hombre?

Wesley pensaba eso y por eso se entregó a una doctrina de la justificación que incluía

los dos niveles de cambios, uno relativo y el otro real. El cambio relativo es en cuanto

al status jurídico ante Dios y, el cambio real es el que está dado en la calidad moral en

las relaciones interpersonales. Las doctrinas oficiales de la iglesia de Inglaterra refleja

esta tradición forense (especialmente en los treinta y nueve artículos), pero también

retuvo un énfasis terapéutico: esto es la justificación como un acto sanador y,

restaurador, como un giro total en el curso de una enfermedad maligna, el comienzo

de un proceso de convalecencia que tiene como meta la restauración completa de la

imagen de Dios que se encuentra corrompida en el hombre. La justificación tanto en

Hooker, como en Taylos como en Wesley es absolución pero también renovación,

justicia imputada pero también gracia impartida, es justificación formal relativa y

también un cambio real. En el modelo forense de justificación, el significado de 1

Corintios 5, 19 ha sido cambiado, como si San Pablo hubiese dicho: ―Dios estaba en

Cristo reconciliándose con el mundo‖ (se puede ver esto aún en los Artículos

Anglicanos como el n° 11) Wesley no cambia esta parte de los artículos y así aparece

en nuestros primeros Artículos Metodistas. Felizmente, en el artículo VIII en la

primera ―Confesión‖ de los Hermanos Evangélicos Unidos encontramos la forma

paulina original del texto: ―Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo‖.

Esto quiere decir que de manera no premeditada la Iglesia Metodista Unida (que

reúne Metodistas Episcopales y Hermanos Unidos) posee las dos formas!!

En el tiempo de Wesley, esta antigua tradición forense había sido prácticamente

desplazada por lo que yo he estado llamando ―el evangelio de la rectitud moral‖. El

creció en una congregación anglicana , se educó en una escuela y universidad

anglicana y sirvió a la iglesia de Inglaterra como clérigo y misionero por más de una

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década, sin mucha convicción personal en cuanto a la salvación por ―justicia

imputada‖. No es verdad, como lo sugiere nuestra típica hagiografía metodista que el

joven Wesley y sus contemporáneos eran simplemente moralistas. Cuando oraban en

la Mesa del Señor (más a menudo de lo que lo hacemos nosotros): ―No presumimos

venir a esta tu mesa, confiando en nuestra propia justificación (rectitud) sino en tu

infinita misericordia. No somos dignos…pero tú eres el mismo, siempre

misericordioso, etc‖ su postura era tan solidifiana (sola fe) como era la de Lutero o la

de Calvino. Pero la diferencia es que Wesley y sus contemporáneos insistían en el

sinergismo de la gracia que sigue al arrepentimiento. Es por eso que Wesley nunca

renegó de su primer gran sermón pre-Aldersgate: ―La circuncisión del corazón‖ cuyo

tema central era el ―vivir santamente‖ entendimiento de la vida cristiana que coloca

primero la santidad (como una especie de mérito congruente) antes de la justificación.

Aún así, es un hecho que desde 1738 en adelante, Wesley enseñó la Sola fe como el

primer y último mandamiento por el cual la iglesia y el evangelio permanece o se

derrumba. Sin embargo, aún en esta convicción, él buscaba una tercera vía: una

fusión entre justicia imputada y gracia impartida, entre solidifianismo y sinergismo,

es decir entre sola fe y obras, una alternativa que incluyera tanto el énfasis protestante

como el católico, lo que le trajo reproches de ambos lados, tanto de anglicanos como

de calvinistas, por igual.

Pero creo firmemente que es esta tercera vía la que ha impreso un relevante aporte

ecuménico a la teología wesleyana, El mensaje evangelístico de Wesley combina la fe

radical en el amor reconciliador de Dios en Cristo (esta es la experiencia interior,

dimensión personal de la salvación) con una agenda moral y social que surge de y está

implicada por este amor que energiza y guía la vida cristiana desde el nuevo

nacimiento hasta la maduración.

Tomaremos dos de los más famosos sermones de Wesley para resumir lo que venimos

diciendo sobre ―Ofrecer a Cristo‖: 1) ―La justificación por la fe‖ (1746) y 2) ―La

salvación según las escrituras‖ (1765). En ―Justificación por la fe‖ hay cuatro

preguntas, formuladas y contestadas:

Primera pregunta: ¿Por qué y para qué la justificación? Respuesta: A causa del

pecado --y aquí Wesley muestra una doctrina del pecado original en su versión más

mordaz y chocante—Hasta que el pecador sea justificado, su radical injusticia lo deja

librado a una merecida infelicidad y condenación.

Segunda pregunta: ¿Qué es justificación? La respuesta acá es triple: a) no es

santificación, b) no es absolución, menos aún una absolución en la cual Dios ―nos cree

justos cuando en realidad somos injustos‖, c) Es perdón, ―perdón de los pecados‖

Tercera pregunta: ―¿Quiénes son los justificados?‖ Respuesta: los que no tienen a

Dios (ungodly). Acá, sin embargo Wesley vuelve sobre su propia tradición de ―vivir

santamente‖ pero la retoca de una manera original. Hemos visto cómo esa tradición

ubicaba las intenciones de santidad antes de la justificación. Estaba basada en la

noción de que cierta clase de evidencias externas de las propias aspiraciones morales

(buenas obras) eran el prerrequisito para una real justificación. En 1738 y después,

Wesley invierte este orden 180 grados. ―Toda buenas obras siguen después de la

justificación‖ la justificación, por lo tanto es solamente para aquellos que no tienen

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ningún mérito propio que los justifique. ―Tal como soy sin más decir…‖ es un

auténtico sentimiento evangélico.

Wesley tiene una cuarta pregunta: ―¿De qué manera somos justificados?‖ La respuesta

aquí es por la fe, sin condiciones necesarias de antecedentes previos de obediencia a la

ley moral. Y ¿qué es fe? No es solo una creencia en Dios (esto es mera ortodoxia y los

demonios son ortodoxos). Sino que es ―una confianza y seguridad de que Cristo

murió por mis pecados, que ël me ama, y se dió a sí mismo por mí‖ La fe es la

condición necesaria para la justificación.

Ahora analizaremos el otro sermón: ―La Salvación según las Escrituras‖, este es una

formulación más madura que realiza Wesley sobre ―Ofrecer a Cristo‖, reflexionado

después de veinte años de desarrollo de su pensamiento y en pleno fermento del

avivamiento metodista. En este sermón la pregunta central se abre en tres: ¿Qué es la

salvación?; ¿Qué es la fe salvadora?: ¿Cómo somos salvados por la fe?. Las respuestas

de Wesley son básicamente las mismas de antes, pero han sido mucho más pulidas y

han ganado en clarificación y matices alternativos gracias a las reacciones y malos

entendidos que sufrió tanto de críticos como de seguidores.

Para comenzar, Wesley remarca la gracia previniente (la cual puede ser resistida y

rechazada por el ser humano), y argumenta que esta es una explicación de la

iniciativa divina mucho más ajustada que la que realiza la doctrina de la

predestinación y de la gracia irresistible.. El repite su aforismo de que ―justificación es

otra palabra para perdón‖ y luego se atreve a internarse en el conflictivo terreno de la

interconexión entre justificación y santificación. Él niega que estos dos sean dos

aspectos diferentes de un mismo evento, y cuidadosamente ubica la santificación

después de la justificación en el orden ontológico de la salvación. Estas son, sin

embargo, concurrentes en el tiempo. Cuando somos perdonados, nacemos de nuevo.

De esta manera Wesley puede hablar de un relativo cambio en el status del ser

humano ante Dios (justificación), cambio de status que ni moravos ni puritanos

admitirían en ningún caso. Pero Wesley insiste en agregarle un énfasis especial al

cambio real que tiene lugar en nuestros corazones, vida y amor, cuando nos

convertimos en ―nuevas criaturas‖. De esta manera Wesley interpreta la salvación

como un proceso que comienza con la justificación pero que continua de allí en más a

medida que la persona regenerada crece en gracia hacia la santificación como meta.

De esta manera, justificación es lo que Dios hace por nosotros. Santificación es lo que

Dios hace en nosotros. Con la justificación ganamos el favor de Dios. La santificación

es el proceso de vida a través del cual buscamos retener ese favor. La justificación es el

umbral de la fe. La santificación es su plenitud.

Este proceso de vida, no es para nada plácido, ni tampoco un evento triunfante y

garantizado. Este concepto rechaza cualquier noción de la doctrina calvinista de

―perseverancia final de los santos‖ (una vez salvos, siempre salvos). El cristiano no

debe cometer pecado por voluntad propia. Si lo hace, este pierde el favor de Dios y

vuelve a su estado previo a la justificación. Porque el impulso y el poder del pecado no

es destruido en la justificación o regeneración. Este es solamente ―suspendido‖ Los

―pensamientos errantes‖ (las tentaciones) permanecen, y el cristiano debe convivir

con ello en términos de arrepentimiento diario, diaria renovación de la fe y diario

ejercicio del amor.

26

De esta manera, Wesley entendió la justificación como el trabajo de Dios para el

arrepentimiento del pecador, a través del sacrificio mediador de Cristo y a causa solo

de sus méritos, el cual debemos aceptar bajo nuestra responsabilidad. Pero en esta

misma transacción existe también un trabajo de la divina gracia en el corazón y en la

disposición moral del pecador. Wesley llama a esto ―regeneración‖ o ―nuevo

nacimiento‖, es el comienzo de la real restauración de nuestra ―justica original‖

impartida por Gracia de Dios.

Justificación y regeneración, son así dos aspectos del mismo derrame misterioso de la

Gracia. Es ambiguo y confuso si borroneamos esta distinción entre la acción de Dios

por el pecador (reconciliación en amor) y la acción de Dios en el corazón perdonado

del pecador (restauración y responsabilidad moral del poder humano para evitar o

desistir de la intención de pecar). Como seres humanos no tenemos parte alguna en

nuestra justificación ante Dios, excepto el acto pasivo de aceptar y confiar en los

méritos de Cristo. Pero, sí tenemos una parte crucial que jugar en la tarea de ―crecer

en Cristo hasta la estatura del hombre perfecto‖.

Una teología fundamentalista casi siempre puede ser identificada por su preocupación

por la salvación pero indiferente a la responsabilidad humana en la consecuente lucha

por la justicia de Dios en toda la vida y sociedad humana. Contrariamente, puedes

encontrar el discurso de la teología liberal en su interés por la agenda moral y social

del cristiano, con una relativa indiferencia de los fundamentos sobre los cuales esa

agenda se sienta. El liberal habla fácilmente de Cristo como ejemplo y maestro, pero

tiende a tartamudear cuando se lo interroga sobre alguna idea evangélica de sacrificio

mediador. Esta es la razón por la cual los fundamentalistas, y los liberales han tenido

una presencia por demás tenue en la tradición cristiana, por eso hemos visto a Wesley

tratando de ponerlos juntos y sostenerlos unidos. Creando una síntesis.

El primer punto de Wesley es que sin justificación tenemos el poder de pecar aún

cuando tratemos de no hacerlo, ciertamente, estamos muy ocupados en el ejercicio de

este trágico poder. La justificación es la aceptación de Dios de esa persona pecadora, a

causa de los méritos de Cristo. Nuestra parte en esa transacción es una fiel y

agradecida aceptación de la aceptación de Dios. Regeneración es también una acción

de la Gracia y con ella viene el crudo comienzo de un poder restaurado para evitar o

desistir de los ―pecados conocidos‖. Esto nos abre la posibilidad de una salvación

completa, una completa humanidad (―santidad de corazón y vida‖). El regalo de un

poder restaurado para no pecar es también la acción de la Gracia y todo esto es

merced a la más pura e inmerecida misericordia de Dios. No tenemos nada de que

enorgullecernos en esto. Nuestra parte es la gratitud! Estos son los efectos del

ministerio del amor reconciliador de Cristo y de la renovada y activa presencia del

espíritu santo en nuestros corazones, guiándonos hacia la libertad, la verdad y el

amor. Esta respuesta incluye el reconocimiento de que vivimos, verdaderamente en

Cristo y con Cristo y que la vida cristiana es la participación junto a Cristo en su

misión en el mundo. Esto significa vivir y morir santamente, significa una teología de

la Cruz y una teología de la Gloria. Todo esto y aún más, se halla implicado en la

pintoresca metáfora de Wesley de ―ofrecer a Cristo‖.

En nuestros días finalmente estamos comenzando a descubrir el cambio radical que ha

tenido y está teniendo lugar, en la conciencia moral del hombre moderno. Podemos

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ver la rápida erosión que ha sufrido la antigua conexión que existía entre ansiedad y

culpa. El nivel de ansiedad permanece tan alto como nunca en esta sociedad, pero uno

puede percatarse de la disminución del sentimiento de culpa condenatoria frente a

Dios. Las consecuencias de esta reversión son difíciles de imaginar, pero una cosa es

evidente: un evangelio enfocado solamente desde el punto de vista de la antigua

metáfora forense es recientemente irrelevante. Resulta inconducente hoy en día

decirle a la gente que sus pecados son perdonados, cuando ellos realmente no sienten

culpa (al menos no en el sentido tradicional) sino solamente ansiedad y victimización.

Cada vez es más aburrido proclamar ―tú eres aceptado‖ a gente a la que ya le han

dicho que ellos deberían haber sido aceptados por derecho, hace mucho tiempo.

Ahora los evangelistas cristianos deberían darse cuenta que necesitan encontrar una

manera de predicarle el evangelio a los ―sin culpa‖, a aquellos que ya no están

contritos pero sí se encuentran desesperanzados. Debemos buscar y hallar una nueva

versión del antiguo evangelio de la Gracia y la Esperanza. Así como Richrad Niebuhr

debió recordarnos, que ya no hay más evangelio (si alguna vez lo hubo) que nos hable

de un Dios sin ira, que trajo a los hombres sin pecados, un reino sin juicio, a través de

un cristo sin cruz. Porque es cierto que aquellos que no siente culpa ya no necesitan

un evangelio de absolución forense, es también cierto que aquellos que se encuentran

desesperanzados necesitan algo mejor que ―experiencias cumbres‖ o episodios de

―conciencia expandida‖. ¿Qué clase de evangelio es el que ensalza la libertad y la

felicidad dentro de los irónicos paréntesis de la transitoriedad y la muerte? ¿Qué

debemos esperar ahí si mi más alta aspiración nunca llegará a una realización plena?

Supongamos que dejamos la metáfora forense de lado (como creo que debemos hacer)

y nos volvemos, como han hecho muchos, a las metáforas terapéuticas, como en el

movimiento de consejería pastoral. Debemos remarcar que esto sería un definitivo

avance de ser bienvenidos e incorporados a nuestra teología, ética y demás.. Pero sería

obvio que la terapia en todas sus imágenes connota mejoría y no completa auto

realización de salvación. Supongamos que determinada terapia es exitosa (lo cual por

supuesto es la única manera de hablar de terapia). Supongamos que las energías

físicas reprimidas de un neurótico son liberadas y sean nuevamente disponibles para

la auto expresión. Supongamos que los grupos oprimidos son liberados, como

seguramente ellos deberían serlo. ¿Entonces qué? Terapia o liberación o cualquier otra

cosa nunca termina en sí misma. Son solo medios. ¿Pero medios para qué fin que no

sean la eterna felicidad humana? Y qué nos asegura que esos fines pueden ser

logrados a través de estos medios?

Más allá de la corte jurídica y la clínica, el hambre humana por la felicidad se

extiende hacia algún poder soberano que realmente se preocupe y sea

verdaderamente soberano, que es más que un ideal raquítico o una aspiración

humana que es finalmente burlada por la transitoriedad y la muerte. Las buenas

nuevas que necesitamos escuchar es que ―Dios amó tanto al mundo que se dio a sí

mismo para que el mundo (y nosotros) no se pierda sino que tenga vida eterna (el

potencial humano completo aquí y más allá)‖ No hay nada de forense en este texto y

llega mucho más lejos que cualquiera de los temas corrientes que conozco sobre

experiencias cósmicas que intentan salvar a la humanidad de su desorientación.

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Sin embargo el evangelio del amor y el perdón, de la misericordia y la gracia aún está

vivo y nunca fue tan desesperadamente necesitado por esas almas sin culpa cuya

ausencia de sentimiento de culpabilidad ha ayudado a su desesperanza final.

Arrepentirse (dejar que el espíritu Santo te enseñe la real vedad acerca de tu pecado,

tu necesidad, tu potencialidad)! Creer al Evangelio, aceptar tu dependencia de los

regalos de amor y gozo ofrecidos libremente por Dios. Ir hacia la santidad (el amor

perfecto a Dios y al prójimo) y espera ser hecho perfecto en amor, en esta vida.

Con una fe y esperanza como esta deberíamos buscar hacia dentro llenos de su

Gracia, las provisiones de Dios para nuestra auto aceptación y auto afirmación.

Deberíamos también, al mismo tiempo, buscar hacia afuera, hacia todas aquellas

tareas que requiera la necesidad humana y el imperativo del amor sacrificial.

Así seríamos realmente ―nuevas criaturas‖. El viejo embrutecimiento de la vida habría

muerto. ¿Podrías sugerir una mejor definición de la vida cristiana que esta?

29

Capítulo 4

―Santidad de corazón y Vida‖

La mayoría de los no metodistas, y no pocos metodistas estarían sorprendidos por

algunas de las preguntas que se le hacen a un candidato a ser recibido como miembro

en plena comunión de la iglesia metodista. La lista es un curioso refrito de varios

exámenes que Wesley usaba para admitir a sus propios predicadores en la ―conexión

metodista‖. Cuando uno se da cuenta que estos hombres eran todos laicos, es obvio

que estas preguntas son también aplicables, en principio, a todos los cristianos

bautizados y confirmados. El hecho de que hoy se las reserve para los candidatos a ser

miembros, no altera el hecho de que, para Wesley, estas eran unas pistas apropiadas

para el examen de todo cristiano serio.

La primera es bastante común, pero luego vienen tres que, ciertamente son verdaderos

extraños interrogantes para los jóvenes sensibles e inteligentes de hoy, y por cierto,

para toda la generalidad de cristianos de cualquier edad:

1. ¿Tienes fe en Cristo?

2. ¿Estás yendo hacia la perfección?

3. ¿Esperas ser hecho perfecto en amor en esta vida?

4. ¿Estás haciendo serios esfuerzos para logarlo?

La respuesta requerida para cada caso debe ser afirmativa! Con demasiada

frecuencia, en las actuales circunstancias, estos sondeos dentro del corazón mismo de

la auto comprensión de la vida cristiana de una persona, son tratadas de una manera

que apela a la interpretación individual de los candidatos a ser miembros, pocos de los

cuales se han preguntado alguna vez en profundidad, sobre la doctrina wesleyana

de la perfección como para tener un compromiso claro y responsable a la hora de

responder el ritual. Ni tampoco aún lo tienen demasiado claro los ancianos en la

Conferencia!

Existen al menos dos razones para esta confusión piadosa. La primera es de un

consenso unánime en la cultura moderna (instruidos como hemos sido por la

psicología profunda junto a un profundo cinismo) que rechaza de plano cualquier

noción de ―perfección‖ y juzga cualquier expectativa de ―ser perfecto en esta vida‖

como un síntoma de una ilusión psicótica. La segunda razón es histórica y está

relacionada con la mayor tragedia en la historia del metodismo: los conflictos del siglo

diecinueve que giraban en torno al énfasis de Wesley sobre la ―santidad de corazón y

vida‖ pero con las alteraciones y distorsiones producidas por hombres y mujeres que

querían ser fieles wesleyanos sin haber experimentado nada parecido a las batallas

teológicas y espirituales como aquellas de las cuales surgió la original síntesis de

Wesley.

Lo irónico de este proceso (especialmente en América) fue que la piedra angular del

sistema teológico wesleyano llegó a ser una piedra en los zapatos de los propios

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metodistas. La doctrina de la santificación wesleyana se distorsionó y comenzó a ser

una anticuada doctrina de auto justificación entre una minoría de piadosos metodistas

que se consideraban más santos que el resto. Aquel conflicto y sus consecuencias

produjo el efecto de generar en el metodista promedio una aversión al mero término

―santidad‖, ―perfección cristiana‖, ―santificación‖, ni que hablar del rechazo hacia

aquellas personas que realmente profesaban esos logros espirituales.

Por un lado hay metodistas que conozco que realmente están más cerca de la

―perfección‖ de lo que ellos mismos se imaginan o admitirían. Y por el otro lado hay

muchos ―maestros de la verdadera santidad‖ que muestran su orgullo de ser ―más

santos‖ que el resto de nosotros. Esta actitud ayuda a reforzar las fobias que los

metodistas medios ya tienen, junto a sus estereotipos negativos innatos. De esta

manera, a través de una serie de múltiples ironías, los metodistas hemos sido privados

de un elemento vital de su herencia y como resultado hemos empobrecido

espiritualmente. Nuestro tradicional énfasis sobre la ―vida espiritual‖ es más ambiguo

de lo que debiera ser y nuestros tradicionales compromisos con la reforma social son

menos eficaces. Lo peor de todo es que estamos desconcertando y confundiendo a los

no metodistas con esta desintegración de una gran tradición.

Es por este motivo que la tarea de hablar sobre el tema de la ―santidad de corazón y

vida‖ a una audiencia de cristianos contemporáneos, a uno le da ese extraño

sentimiento de que comienzan a escuchar ya sobreexpuestos al mal entendido. Mi

situación acá me recuerda una de las tantas historias apócrifas que abundaban en

Roma sobre el Papa Juan XXIII, antes de ser Papa (en realidad cuando era nuncio

apostólico en París). En un banquete para el cuerpo diplomático, Monseñor Roncalli

fue sentado cerca de una dama exuberante que lucía un vestido de estilo, digamos

minimalista. Cuando fue servida la fruta ella no aceptó, pero Monseñor Roncalli la

instó a tomar una manzana. Cuando la dama le preguntó por qué, le explicó que

había sido una manzana la que ayudó a Eva a darse cuenta de su condición!

Sin embargo, yo tomaré coraje en esta aventura del innegable hecho de que Juan

Wesley creía y enseñaba una doctrina explícita de la ―santidad‖ como la meta y

coronación de la vida cristiana, y si esto te trae problemas, deberás tratar de

responderte ¿por qué estás rechazando o ignorando lo que él consideraba no

solamente como esencial sino como culminante?. Los puntos irreductibles que podían

definir para Wesley los fundamentos cristianos mínimos eran:

1) Pecado y arrepentimiento (autoconocimiento); 2) justificación y perdón (certeza);

3) ―santidad de corazón y vida‖. ―Santificación‖, ―Amor perfecto‖, Perfección

cristiana‖, eran todos sinónimos en su vocabulario que referían a ―santidad‖, y él los

fue usando a través de su trabajo evangelístico, insistiendo en que era la misión

especial de los metodistas mantener y ―esparcir –esta doctrina de – la santidad bíblica

por toda la tierra‖.

Es importante, por lo tanto, comenzar siempre con la primera conversión de Wesley

(1725), una conversión a los ideales del ―vivir santamente‖, y recordar que de ahí en

más él nunca abandonó este ideal, aun cuando nuevas experiencias –como la del

corazón ardiente de 1738- fueron complicando bastante esta interpretación. La

semilla de la idea de la santidad fue plantada en su mente por su madre Susana en la

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parroquia en Epworth. Uno de sus textos favoritos de espiritualidad era La batalla

espiritual de Lorenzo Scupoli o Juan de Castaniza. La semilla fue floreciendo bajo el

estímulo de Jeremías Taylor, Tomas de Kempis, William Law y otros. Pero, su idea de

perfección como un proceso dinámico con una meta móvil o flexible, no adquirió

madurez hasta que Wesley finalmente encontró su camino de retorno hacia las

grandes tradiciones espirituales de los Padres orientales, tales como Clemente de

Alejandría, Gregorio de Niza, Macario de Egipto, y otros. Los primeros frutos de estos

descubrimientos pueden ser vistos en su gran sermón ―La circuncisión del corazón‖

del cual no tenemos ningún registro antes de 1738. Este fue escrito en diciembre de

1732 y predicado en la Iglesia de Santa María, el 1 de Enero de 1733 (que no era día

de Año Nuevo en el calendario de la época). Se ha prestado muy poca atención al

hecho y sus implicancias de que Wesley nunca descartó ni retocó este sermón. Este

aparece en su texto original, pero fuera de su orden cronológico en el Volúmen II de

―Sermones en varias ocasiones‖ del año 1748, como el número 13.

Es verdad que, aquellos días, 1725-1738, Wesley solía ubicar erróneamente la

―santidad‖ (las puras intenciones) antes de la justificación, como una etapa

preparatoria para esta. El obispo George Bull y la mayoría de los anglicanos desde Bull

hasta Tillotson habían hecho lo mismo, y Wesley los criticaría más adelante. Uno de

los giros más decisivos después de 1738 fue el cambio en ese orden. A partir de

Aldersgate la justificación siempre se ubica primero, sin necesidad de una santidad

preparatoria o mérito de ninguna clase como condición para la salvación humana.

Esta relación entre justificación y santificación fue el tema crucial que había emergido

primero en relación a Wesley y los hermanos moravos en Georgia. Fue también el

tema central que dividió a Wesley y Whitefield cuando recién comenzaba el

avivamiento. Fue el tema por el cual Wesley y el Conde Zinzerdorf primero chocaron

y luego se distanciaron definitivamente.

Es fácil para nosotros perder de vista la originalidad de esta visión wesleyana de sola fe

y vivir santamente, sostenidas juntas. El hecho de predicar por un lado la ―sola fe‖ y

al mismo tiempo, por otro lado, enseñar a sus conversos continuar en la perfección ¡y

esperarla en esta vida! Era algo que los críticos consideraron un extraño equilibrio y

pronto lo usaron como una prueba de la inconsistencia teológica de Wesley. Sin

embargo, esta era realmente otra de las características ―terceras posiciones‖ que solía

edificar Wesley, y tal vez haya sido la más original de todas. En esta concepción, las

etapas de la vida cristiana puede ser entendida como la siguiente secuencia: 1)

arrepentimiento (verdadero auto conocimiento); 2) justificación por la fe (con la

expiación de Cristo como meritoria pero no como causa formal, hay que recordar que

esta fue el punto central de su guerra con los calvinistas!); 3) regeneración (―nuevo

nacimiento‖); 4) Nutrición y crecimiento cristiano en intensos grupos pequeños de

encuentro buscando…; 5) Maduración en la santidad, siempre en su doble dimensión:

―santidad interna‖ (amar a Dios) y la ―santidad externa‖ (amar al prójimo). Todo ello

lleva a un clímax: 6) ―Amor Perfecto‖ como el más grande don del Espíritu. Todas

estas etapas, como nunca se cansó de afirmar Wesley, no son estáticas, ni

permanentes, ninguna de estas puede llegar a ser tan completa como para evitar que

el ser humano las abandone, ya sea por pérdida de la fe o por ―pecados de la

voluntad‖, de ahí la aversión que Wesley tenía con la afirmación calvinista de la

―perseverancia final de los santos‖ (una vez salvos, salvos para siempre). Lo que más

32

importaba de ese ―ir hacia la perfección‖ era que tiene un carácter consistente y un

claro propósito: 1) amor (a Dios y al prójimo), 2) confianza (en Cristo y en la

suficiencia de su Gracia) y 3) gozo (brotando del corazón por la presencia del

Espíritu). Esto es el ―vivir santamente‖: amar a Dios y al prójimo con todo el corazón,

confiar en los méritos de Cristo, y vivir alegremente ―en el Espíritu‖.

Pero esta vínculo vital entre sola fe y vivir santamente ha sido siempre

malinterpretado y Wesley ha estado siempre desconcertado por estas malas

interpretaciones. De alguna manera, él nunca pudo darse cuenta del hecho de que

aquellos formados por la tradición del cristianismo latino solían interpretar la

―perfección‖ como perfectus (perfecto), como un estado terminado y completo de

crecimiento. Mientras que para Wesley, de su propio descubrimiento de los Padres

Griegos, la palabra ―perfección‖ significaba teleiosis (en perfección constante) con

horizontes de amor y participación que se abren siempre más allá de cualquier nivel

de progreso espiritual. Esto parecía tan obvio para él que se permitió un trago de

triunfalismo un tanto presumido:

―Se ha observado frecuentemente que (en tiempos de la Reforma) muy pocos

tenían claro lo concerniente a la justificación y la santificación. Muchos que han

escrito y hablado admirablemente en relación a la justificación, no tenían una

idea clara, o eran totalmente ignorantes de la doctrina de la santificación.

¿Quién ha hablado más hábilmente que Lutero sobre la justificación por la fe?

Y quien fue más ignorante de la doctrina de la santificación o estuvo más

confundido en sus conceptos que él? Por otro lado, cuántos escritores de la

Iglesia Romana (como Francisco de Sales y Juan de Castaniza) han escrito tan

bien sobre la santificación, quienes, a su vez, eran completamente ignorantes

sobre la naturaleza de la justificación! A tal punto que la totalidad del cuerpo de

sus teólogos en el concilio de Trento confundieron santificación y justificación

ubicándolas juntas. Pero le ha placido a Dios darle a los metodistas un claro y

completo conocimiento de ambas doctrinas y el discernimiento sobre la amplia

diferencia que existe entre ambas.‖

De esta manera tanto ―nuevo nacimiento‖, ―cambio de corazón‖ son para Wesley

efectos concurrentes que se dan junto con la justificación, pero no son lo mismo. El

sentido del inmerecido favor de Dios provoca una transformación interior, una nueva

disposición hacia Dios y hacia el prójimo, una nueva autocomprensión, una nueva

perspectiva y una nueva esperanza. Sin embargo, ―esto es solo el umbral de la

santificación….‖ La vida cristiana continúa desde allí un dinámico proceso de

nutrición, piedad, actividad y de expectativa de que lo que en la justificación fue dado,

en la santificación sea devuelto en vida cristiana comprometida en plenitud. Esto es la

perfección cristiana para Wesley, ―ser hecho perfecto en amor en esta vida‖ aunque

sean en el último minuto de la vida.

Es una gran bendición para este pueblo el hecho de que ellos no consideran

ni se refieren a la justificación como algo superior a la santificación, ni

tampoco piensan o dicen que la santificación esté por encima de la

justificación. Se preocupan por darle a cada una su lugar, otorgando a

ambas exactamente la misma importancia. Saben que ambas están unidas

para Dios, y lo que Dios juntó, los hombres no deben separarlo. Así, pues,

33

sostienen con igual celo y entusiasmo la doctrina de una justificación plena,

gratuita y presente por un lado, y la doctrina de una completa santificación

de vida por otro, persiguiendo la santidad interior con tanto afán como los

místicos, y la exterior tanto como los fariseos.

¿Qué es, entonces, un cristiano según el entendimiento que Dios ha

concedido a este pueblo? Cristiano es aquel que, justificado por la fe, está en

paz con Dios mediante nuestro Señor Jesucristo, y que, al mismo tiempo,

nace de nuevo, nace de lo alto, nace del Espíritu, interiormente

transformado de una imagen diabólica a la imagen de Dios su creador. Es

alguien que siente que el amor de Dios ha sido derramado en su corazón

por el Espíritu Santo que le fue dado,17 y que se siente impulsado, por este

mismo amor, a amar a su prójimo, a cada ser humano, como a sí mismo.18

Cristiano es aquel que ha aprendido de su Señor a ser manso y humilde de

corazón, y a contentarse cualquiera sea su situación. Es alguien que tiene

ese mismo sentir que hubo también en Cristo Jesús, que en todo piensa y

siente como él; alguien que se abstiene de toda especie de mal en todas sus

acciones y que no pecará con su boca. Cristiano es aquel anda irreprensible

en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor, y que en sus relaciones

con las demás personas sigue el principio de hacer lo mismo que quiere que

los otros hagan con él, alguien cuya vida entera, todo lo que come y lo que

bebe, sus conversaciones, y cualquier actividad que desarrolle, todo lo hace

para la gloria de Dios.

Esta es una importante cita de Wesley sobre la doctrina de la ―santidad de

corazón y vida‖ expresada en sus propias palabras. El desarrollo de esta

doctrina (aparte de esta cita) puede reflejarse en una serie de sermones a lo

largo de las seis décadas de su ministerio.

1) ―La circuncisión del corazón‖ , donde, como hemos visto, desarrolla su

primera definición de la tradición del ―vivir santamente‖;

2) ―La perfección cristiana‖ es un ensayo-sermón que nunca fue predicado, pero

sí fue publicado, por primera vez en 1741 con el determinado apoyo del obispo

Edmund Gibson de Londres, quien quedó impactado con la consistencia

doctrinal del ensayo;

3) ―El pecado en los creyentes‖ es un agregado que Wesley realiza en 1763 a

―La perfección cristiana‖ para corregir algunas malas interpretaciones por las

cuales acusaban a Wesley de hablar de una perfección sin pecado.;

4) ―El Señor, nuestra justicia‖ (1765), marca la ruptura final entre Wesley y los

calvinistas, lo que es decir, con la mayoría de los evangélicos, y no-conformistas

que estaban dentro de la Iglesia Anglicana. El tema de choque era entre la causa

formal y la causa meritoria de la salvación. Esto hoy les podría sonar a una

sutileza muy fina, pero no lo sería si se acercaran más a las discusiones (por

ejemplo leyendo los debates en Trento y a Bellarmine y Davenant). En definitiva

es el mismo debate dado entre los temas salvación dada o salvación adquirida;

entre la predestinación y la gracia previniente. La ―causa formal‖ para los

calvinistas implicaba la predestinación, mientras que la ―causa meritoria‖,

34

implicaba la ―previniencia‖ de Dios y el sinergismo (obra) humano. La primera

es protestante, la segunda es católica. Y Wesley, después de una generación

entera de predicación evangélica sobre la Justificación, continua insistiendo en

que la muerte de Cristo es la causa meritoria de nuestra justificación, pero no la

causa formal. Y esto lo deduce del primordial pacto de Dios de que aquellos que

lo aceptan serán salvos, pero aquellos que lo rechazan, no.

5) En el sermón ―Trabajando para nuestra Salvación‖ (1785) se halla la

exposición más clara del ―sinergismo‖ de Wesley y, tal vez, su exposición más

cuidadosa y detallada sobre ―sola fe‖ y ―vivir santamente‖.

6) El último sermón que citaremos marca el climax de nuestra serie y es también

el último sermón de Wesley publicado durante su vida, se trata de ―El vestido de

bodas‖. Confieso que hasta hace poco tiempo, no me había dado cuenta que esta

parábola muy particular había sido usada como argumento definitorio tanto por

los partidarios de la ―sola fe‖, como los del ―vivir santamente‖. ¿Qué significa el

vestido de bodas? Para los calvinistas significaba la ropa inmaculada de la

justificación de Cristo, arrojada como una manta sobre los trapos inmundos de

nuestra condición pecaminosa. Para los anglicanos, en cambio, el vestido ha

significado la santidad misma, obtenida por el carácter moral de los cristianos

sostenidos por el don de la gracia de Dios y su demanda de vivir santamente.

A pocos meses de su muerte, Wesley restituye su convicción básica, expresada

por primera vez en 1725: que ―el vestido de bodas significa santidad, ni más ni

menos‖, la santidad expresada en Hebreos 12, 14 ―sin la cual ningún ser

humano podrá ver al Señor‖ ¡Has alguna vez predicado sobre esta parábola o

escuchado predicar de esta manera? ¿Has considerado cuanto importa este

tema hoy?

La santidad como una visión del potencial humano es una idea fácilmente

deformable, por eso puede verse a Wesley luchando contra sus malos entendidos

en su: ―Un sencillo resumen de la perfección cristiana tal como la creyó y

enseño el Rev, Juan Wesley entre los años 1725 y 1765‖ Y más allá de esos

años también, porque se hicieron seis ediciones entre 1766 y 1789. Existe

también aquel hermoso panfleto de 1762, titulado: ―Advertencias y directivas

dadas a los maestros en las Sociedades Metodistas‖. Los ―maestros‖ (de

perfección cristiana) recibían seis advertencias altamente relevantes: 1) Contra

el orgullo y auto justificación; 2) Contra la hija del orgullo: el entusiasmo

(definido como el buscar la felicidad sin someterse uno mismo a sus

precondiciones necesarias); 3) Contra el antinomianismo (hacer lo que uno

quiere, sin cuidado); 4) Contra el pecado de omisión (cansarte y pensar que lo

que ya hiciste es suficiente); 5) Desear algo más que a Dios; y 6) Contra el cisma

(que para Wesley era algo como una hostilidad disfrazada de piadosa).

Obviamente estas ―advertencias y directivas‖ fueron oportunas y apropiadas

para no pocos casos de auto justificación y de elitismo espiritual. Más aún, fue

este síndrome de auto justificación entre los partidarios del ―vivir santamente‖

que llevó finalmente al metodismo oficial a arrojar al bebé de la verdadera

35

santidad, junto con el agua sucia de la ―segunda bendición‖ (doctrina ajena al

pensamiento wesleyano)!!

Ahora bien no tengo que contarles que hoy en día estamos en medio de otro

valle de decisiones. Nuevas formas de ―santidad‖, ―pentecostalismo‖,

―entusiasmo‖, renovación carismática‖ y elitismo espiritual, están

desparramando la virulencia y confusión que suelen venir por lo general junto a

los avivamientos religiosos. Muchos líderes de la Iglesia Metodista Unida en los

Estados Unidos (obispos, predicadores, burócratas) y líderes de otras iglesias

también, están reaccionando frente a esto, como lo hicieron los líderes

anglicanos frente al metodismo en el siglo xviii.

Existen, evidentemente cristianos enfáticos en nuestro medio que tienden en

verdad a la división. ¡Pero así también lo eran los primeros metodistas! Existe

un vasto número de cristianos nominales entre nosotros.. ¿Por qué entonces

debería molestarme cuando un hablador en lenguas o un ―jesusista‖ me dice en

tono amenazador que estoy perdido, o que él es más santo que yo? Obviamente,

por una sola razón, porque mi propio orgullo espiritual y vanidad personal se

ofende, lo que significa, que estos tienen entonces parte de razón !!

Pero la real tragedia es que la mayoría de nosotros no hemos podido aprehender

la distinción crucial que hace Wesley entre los dones extraordinarios del espíritu

(sanidad, glosolalia, profecía, discernimiento de espíritus, etc.) con los frutos

ordinarios del Espíritu, (amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fidelidad, gentileza,

y auto control) los cuales rigen todo en la vida cristiana, incluyendo a los dones

extraordinarios. Existe mucha gente en el mundo cuyos dones extraordinarios

del Espíritu, sobrepasa sobremanera los míos, y yo debo regocijarme siempre por

sus talentos. Sin embargo, tengo el derecho y el deber de mirarlos críticamente –

no en términos de sus ―dones‖, pero sí en función de sus ―frutos‖- y ellos deben

estar deseosos de que sus dones sean juzgados por las virtudes cristianas

―ordinarias‖ que son normativas para todo creyente. En el momento en que uno

es impaciente, o desapacible, o intolerante del progreso espiritual de los otros,

sea del lado que sea (los pietistas criticando a los activistas, los activistas

menospreciando a los pietistas, etc.) en ese momento, aún los más santos varones

han caído en un cristianismo degradado, no importa la doctrina que profesaran.

Que nosotros aprendamos a gozarnos en todos los dones extraordinarios; que

ellos aprendan a arrepentirse de cualquier tipo de orgullo espiritual que ellos

puedan descubrir en sus corazones. Que ambos podamos cultivar los frutos

ordinarios del Espíritu y regocijémonos cuando los hallemos. ―Si tu corazón es

como el mío, dame tu mano‖ esto es lo que Wesley entendía por ―espíritu

católico‖. Si la Iglesia Metodista no puede acoger en su seno a los conservadores

de derecha, como acogió a los ―profetas‖ de izquierda, entonces estará probando

a sí misma, ser menos ―católica‖ de lo que alguna vez Wesley supuso debería ser

una iglesia para llevar el nombre ―Iglesia‖, en lugar de ―secta‖.

Sabemos (o nuestros predecesores liberales sabían) la distorsión que sufrió la

doctrina wesleyana de la santidad al punto de llevarla a su quiebre y abandono.

Wesley mismo no usaba la frase ―perfección sin pecado‖, pero no se protegió

36

suficiente y cuidadosamente contra esta idea, como hubiese sido necesario

hacerlo. Por ello esta resurgió fuertemente en el Movimiento de Santidad

Metodista, con un matiz distinto a la noción de perfección, como un proceso

siempre perfectible, sino enfatizaron la perfección como algo acabado

perfección perfecta.

Luego vino una muy dudosa distinción, en la que aún hoy se insiste en ciertos

círculos de Santidad, entre un ―corazón perfecto‖ y un ―carácter perfecto‖. Por

ejemplo, en el actual Manual de la Iglesia de los Nazarenos se enfatiza tal

distinción: ―El perfecto corazón se obtiene en un instante, como resultado de la

entera santificación, pero un carácter perfecto es el resultado de un crecimiento

en la Gracia‖. También, en la Confesión de los Hermanos Evangélicos Unidos,

uno de sus artículos se encuentra más cercano a las distorsiones pietistas del

siglo diecinueve, que a la propia versión de Wesley sobre la doctrina de la

santidad.

Ahora bien, no voy a pretender ser el único metodista desde Wesley en entender

que es lo que él quiere decir con ―santidad de corazón y vida‖ – Lindstrom,

Flew, Sangster, y otros han estudiado esta doctrina con considerable

profundidad. Pero el hecho es que los metodistas americanos modernos han

relegado el tema al margen de sus intereses, como si la santidad fuera solo otro

de los relatos oscuros del siglo dieciocho de Wesley, como su sincera creencia en

fantasmas, poltergeists y brujerías. Esto es lo que me parece más trágico porque,

después de todos mis días y noches de estar sentado enfrentando a este extraño

hombre, escuchándolo y formulándole preguntas, he llegado a creer que él

tiene algo que todos nosotros necesitamos, esto es una visión que es tan

contemporánea como el análisis transaccional (y mucho más realista), una

doctrina que es verdaderamente ecuménica: ―católica, evangélica y reformada‖.

Esta visión de la vida cristiana (compleja en muchas maneras, aunque simple en

su núcleo) podría ayudarnos para la renovación de una iglesia por la que

seguimos hablando y orando pero que seguimos negando debido a nuestras

confusiones partidistas.

Lo que parece obvio para todos es que Wesley estaba obsesionado con ideas

acerca de la disciplina y el deber cristiano. Su amplio surtido de ―reglas‖ junto

a sus incesantes exhortaciones a una moral cristiana, todo combina para darnos

un cuadro del prototipo de metodista legalista y moralista que todos conocemos

tan bien y en el que a menudo, también nos convertimos nosotros mismos: una

iglesia cuyo escudo de armas bien podría estar compuesto por una resolución

rampante de la Asamblea General, sobre una inactiva congregación local, con

una frase en latín en su base Possumus non peccare (podemos no pecar si

tratamos lo suficiente!!). En cualquier caso, lo que parece obvio es que Wesley

debe haber sido un deontólogo en ética, siempre preguntando por el deber en

asuntos morales, o acerca de las reglas para un auténtica vida cristiana.

Es generalmente aceptado en la historia de la teoría ética y moral, que la

deontología y la perfección cristiana no se llevan muy bien. Tomemos a Kant

(contemporáneo más joven de Wesley) quien estaba convencido que el ―deber‖

y el ―ser‖ no coinciden en esta vida, y siendo tan racionalista como era, concluye

37

que debería haber realmente una vida celestial , donde el deber y la felicidad

puedan coexistir.

Pero, echando un vistazo más cercano a Wesley, emerge un hecho que

realmente nos sorprende (al menos me sorprendió a mí cuando por primera vez

me di cuenta, después de tantos años de estudio). Este hombre, en realidad fue

un eudemonólogo convencido y consistente durante toda su vida. Todos sus

énfasis sobre el deber y la disciplina fueron en realidad auxiliares de su

preocupación central enfocada hacia la felicidad humana. El creía, (junto a

Aquino, Erasmo, y Richard Lucas antes que él) que todas nuestras verdaderas

aspiraciones humanas están orientadas hacia la felicidad. ―La mejor meta que la

criatura humana puede perseguir es la felicidad en Dios‖. La tragedia humana,

por lo tanto, es que las personas buscan la felicidad, (como deben hacerlo) pero

a través de falsos valores que los hacen infelices, o a través de búsquedas

superficiales que los dejan frustrados cuando no las alcanzan, o insatisfechos

cuando finalmente pueden alcanzarlas. Wesley usa una y otra vez un muy rico

bagaje de ilustraciones y alusiones para referirse a este punto, que solo la

miseria es el resultado de un falso amor y falsos valores. El mundo está

sumergido en la infelicidad, pero esto siempre es el efecto de afectos mal

dirigidos, de metas mal concebidas, la trágica futilidad del amor a sí mismo.

De cientos de manera distintas, Wesley repite la tesis: la infelicidad humana, en

cualquiera de sus formas, es el resultado de ubicar nuestro amor de criaturas

sobre el amor del creador, nuestro amor a sí mismos, por encima del amor al

prójimo. Pero esta es la definición genérica de una vida sin santidad : un amor

inocente corrompido por falsos amores. Así, él puede argumentar que solo los

santos son verdaderamente felices, solo una vida santificada es verdaderamente

bendecida, solo el mar verdaderamente es realmente gozoso. El potencial

humano no se agota en sí mismo, y mucho menos puede ser encerrado por la

transitoriedad y la muerte. Todas nuestras verdaderas aspiraciones humanas

son trascendentes: apuntan hacia el amor de Dios y del prójimo como sus

verdaderas normas.

Esta es la esencia de la santidad. Santidad interior es, ante todo, nuestro amor a

Dios, el amor de Dios sobre todo y todo en Dios. La santidad externa es nuestro

amor consecuente a nuestro prójimo, con un amor que surge de nuestro amor a

Dios y que busca el bienestar del prójimo como una precondición del amor a

nosotros mismos. Hoy en día se habla mucho de que para poder amar a otros

debemos saber amarnos a nosotros mismos (como si esta fuera una correcta

exégesis de ―ama a tu prójimo como a ti mismo‖). Hay en esto un grano de

verdad vital: el odio a sí mismo corrompe todas nuestras relaciones con los

demás. Pero hay un peligro mayor, y uno puede verlo en la marea narcisista de

nuestro tiempo, en la psicoterapia pop y en la creciente moda de los viajes del yo

de nuestra cultura pop. Para mí, tener que amarme a mí mismo para poder ser

capaz de amar a mi prójimo, es como engañarnos a ambos: esto torna confuso

tanto los fines como los medios de nuestras intenciones morales. La ―santidad

interior‖ y ―la santidad externa‖ deben estar integradas en una ―santidad total‖.

Y en el caso de Wesley, los patrones de interrelación son muy simples. Más de

38

cincuenta veces él resume ―vivir santamente‖, ―santidad‖, santificación‖,

―perfección cristiana‖, en palabras como estas:

―Qué es la religión entonces? Es fácil de responder, si consultamos la

Palara de Dios. De acuerdo a ella, la religión consiste en un solo punto: no

es nada más que amor. El amor ‗es el cumplimiento de la ley, el fin de los

mandamientos‘. Religión es amara Dios y a nuestro prójimo; esto es a cada

ser humano bajo el cielo‖

Y esto es felicidad y gozo también, el gozo más verdadero y duradero que jamás

hayamos conocido. Existen cincuenta y cuatro citas en donde Wesley

explícitamente compara ―feliz y santo‖ (o viceversa), esta correlación es

constante a lo largo de sus trabajos y su ministerio.

Es raro, ¿no es cierto? que para muchos de nosotros términos como ―santo‖ y

―santificado‖, nos suenan tan a otro mundo, y sin embargo podemos hablar de

―feliz‖ e ―infeliz‖ sin ningún tipo de problemas. Si yo te preguntara, ¿eres feliz?

Tú podrías contestarme ―sí‖ o ―no‖ o ―más o menos‖, pero al menos estarías

comprendiendo mi preocupación. En cambio, si te preguntara ―cuán santo

eres‖, tu pensarías que estoy trastornado.

Sin embargo, ¿sería impertinente realmente preguntarte si amas a Dios tanto

hasta donde lleguen tus mejores intenciones? Cualquiera de las respuestas que

quieras dar a esta pregunta estaría reflejando tu idea sobre la ―santidad interior‖

en el sentido que le dio Wesley. Si, por otro lado te preguntara, ―¿Amas a tu

prójimo, individual y colectivamente, te encuentras activa e inteligentemente

preocupado por su bienestar, hasta donde lleguen tus intenciones, tus acciones y

tus recursos?‖ Cualquier respuesta a esta pregunta estaría reflejando tus ideas

sobre la ―santidad externa‖. La suma de ambas respuestas nos daría a ambos un

diagnóstico confiable de tu concepto y de tu experiencia sobre la verdadera

felicidad.

Amar a Dios no es solamente un sentimiento amistoso hacia el fundamento del

ser, ni tampoco son formas de oración y piedad hacia ―el barba que está arriba‖.

Es más bien un descubrimiento de nuestra radical dependencia de la Gracia de

Dios y de nuestra alegría de saber que es la vedad de nuestras vidas. Significa un

sentimiento de presencia divina y de seguridad y bienestar en esa presencia.

Significa nuestro reconocimiento y gratitud por ese inmenso amor de Dios.

Significa serenidad en el momento de la muerte, porque sabemos que el amor de

Dios no puede ser terminarse ni agotarse por la muerte. Y significa, sobre todo,

no tener otros dioses propios, dado que el primer mandamiento, es también el

último!

Pero los ―poderosos‖ humanos no podemos ―obedecer‖ el mandamiento de

amar a Dios como un simple acto de elección o como un programa de vida para

la salvación y felicidad personal. Es por esto que hay tanta confusión en nuestros

días, acerca de estos programas de auto ayuda, de exaltaciones místicas, y cosas

como esas. Como si todas estas cosas pudieran ser equiparadas con la auténtica

fe y amor cristianos. Es por esto que el ―vivir santamente‖ no es, estrictamente

hablando, un logro humano. ―Lo amamos porque él nos amó primero‖ Es la

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iniciativa de Dios que hace posible nuestra respuesta; es su auto-presentación en

Cristo la que nos libera para aceptar su aceptación o negarla. Es su obra

redentora en nuestra justificación que nos libera para comprometernos en un

esfuerzo ético válido: tanto en nuestra maduración personal en la Gracia, como

en nuestros compromisos con todas las transformaciones sociales concretas

realizadas bajo el impulso del Reino de Dios.

De esta manera la ―sola fe‖ sigue siendo el umbral de toda verdadera santidad

en el corazón y en la vida –y de toda felicidad humana- para ahora y más allá.

Wesley analiza esto en un extraordinario trío de sermones sobre ―La ley

establecida por la fe‖. La fe está primero (sola fide), pero no como un fin en sí

mismo. No como un acto meritorio, como piensan muchos fundamentalistas.

Más bien, la fe es un medio para amar, así como el amor es un medio para la

bondad, así como la bondad es un medio para la felicidad , que es lo que Dios

hace por nosotros. Esto es ―vivir santamente‖.

De la misma manera, nuestro amor al prójimo (si esto significa más que un

sentimiento benevolente) es el resultado de nuestro amor a Dios. El amor al

prójimo es nuestra respuesta al Padrenuestro, cuando oramos: ―Tu Reino venga,

tu voluntad se haga en la tierra, … ….‖ (Por qué nunca ponemos la puntuación

donde debe ir! La coma debe ir después de ―en la tierra‖, no antes!).

En cualquier caso, me sentiría mejor con mis amigos pietistas si su amor al

prójimo no fuese tan selectivo y solo hacia los que piensan como ellos. Me

sentiría mejor con mis colegas activistas si su amor al prójimo no fuese tan a

menudo falto de raíces. El único amor que he conocido, con el cual me he

sentido sostenido y al cual he confiado, es el amor de Dios a través de las

personas, hombres y mujeres cuyo amor no era egoísta, gente que me ha amado

graciosamente. Por esta razón es que en Wesley encontramos mucho gozo (y

también en las mejores tradiciones wesleyanas de santidad y vida), tanta alegría

en un hombre que había aprendido desde la infancia a ocultar sus emociones y

cuyo temperamento era extremadamente frío (aún en medio de las violentas

emociones que se encargaba de provocar).

No era un tipo de persona exuberante, y deploraba todo tipo de vulgaridades y

conversaciones banales. Sin embargo, existe en él esta extraña e insistente

presencia de alegría y jovialidad que logra quebrar su seriedad de cejas

fruncidas. Finalmente llego a darme cuenta que Wesley era un hombre feliz.

Tomando su propia definición de ―felicidad‖: ―el efecto que causa en el humano,

amar a Dios y servir a otro‖. Y esta alegría era contagiosa. Se convirtió en parte

de la tradición metodista, su himnología, su distintivo estilo de vida dan muestra

de ello. Algunas de estas características aún permanecen en nuestros días, a

veces trivializadas, otras veces deformadas. Pero qué maravilla sería poder

recuperar esta tradición de gozo interior!

Wesley murió feliz, orando y cantando: el himno particular que eligió para ese

último día, era el favorito también de toda aquella gente que se encontraba en

aquel pequeño cuarto en la casa de City Road. Era una especie de comentario

poético de Isaac Watts, sobre el arte de ―vivir y morir en santidad‖: ―Alabaré al

40

Creador mientras tenga aliento‖. Lo que ahora podemos ver, es que esta era una

reiteración, in extremis, de lo que Wesley había dicho siempre, a lo largo de su

ministerio, sobre el sentido, el para qué, de nuestro aliento de vida. Para dar

nuestra entera vida a Él. Esto es ―santidad de corazón y vida‖, y ese fue el

testimonio de Wesley en la vida y en la muerte. Fue, por lo tanto, una última

repetición del tema de aquella primera conversión, ya lejana en el tiempo:

Alabaré al Creador mientras tenga aliento, Y cuando mi voz se apague con el último viento

Seguiré alabando con mi corazón, Así, mis días de alabanza nunca cesarán,

Cuando vida y pensamiento ya no sean más, Aún en lo eterno permanecerán.

OBRAS DE WESLEY

Edición auspiciada porWesley Heritage Foundation, Inc.

P.O. Box 76Henrico, NC 27842

USA

TOMO I

SERMONES, I

Editor GeneralJUSTO L. GONZÁLEZ

CONTENIDO

Libros PDF

Introducción 5 4

Prefacio 19 19

Sermones

1. Sermón 1 La salvacion por la fe 25 24

2. Sermón 2 El casi cristiano 43 41

3. Sermón 3 Despiértate, tú que duermes 55 54

4. Sermón 4 El cristianismo bíblico 75 75

5. Sermón 5 La justificación por la fe 101 102

6. Sermón 6 La justicia que es por fe 119 121

7. Sermón 7 El camino del reino 135 138

8. Sermón 8Las primicias del Espíritu 151 155

9. Sermón 9El espíritu de esclavitud y el espíritu de adopción 169 173

10. Sermón 10El testimonio del Espíritu, I 189 195

11. Sermón 11El testimonio de Espíritu, II 209 216

12. Sermón 12El testimonio de nuestro propio espíritu 227 235

13. Sermón 13Del pecado en los creyentes 245 252

14. Sermón 14El arrepentimiento del creyente 265 272

15. Sermón 15El gran tribunal 289 297

16. Sermón 16Los medicos de gracia 313 322

17. Sermón 17La circuncisióon del corazón 341 350

18. Sermón 18Las señales del nuevo nacimiento 359 369

19. Sermón 19El gran privilegio de los que son nacidos de Dios 377 388

20. Sermón 20Señor, justicia nuestra 393 405

5

Introducción

I. Predicación y doctrinaEl 28 de julio de 1757, tras un largo día de trabajo,

Juan Wesley escribió en su diario: «Prediqué a mediodía enWoodseats, y por la noche en Sheffield. ¡Para mí la vida espredicar!» Si hoy se conoce a Wesley como fundador delmetodismo y de toda la tradición wesleyana, en su tiempose le conoció sobre todo como predicador. Y comopredicador el propio Wesley se concibió siempre a símismo.

Empero su predicación no fue siempre igualmenteexitosa. Según él mismo dijo, «entre el año 1725 y el 1729,prediqué mucho, pero vi pocos resultados». Fue a partir de1734, «al hablar más de la fe en Cristo, que vi más frutos demi predicación» Por último, a partir de 1738, «hablandoconstantemente de Jesucristo, ... la Palabra de Dios seextendió como fuego en paja seca.»1

Como es bien sabido, el año 1738 marca la fecha dela experiencia de la capilla en la calle Aldersgate, cuandoWesley dice haber sentido en su corazón «un ardorextraño». Indudablemente, buena parte de los nuevosresultados de su predicación se debió a la paz y seguridadque esa experiencia le proporcionó. Pero también esimportante recordar que el año siguiente, 1739, marca elcomienzo de la predicación de Wesley al aire libre. A ello lehabía invitado Jorge Whitefield, un antiguo compañero del

1 The Principles of a Methodist Further Explained, VI.1.

Introducción6

«Club santo» de Oxford, quien llevaba algún tiempopredicando a campo abierto a los mineros y los pobres deBristol y sus alrededores. El propio Wesley no habíamostrado gran entusiasmo hacia tal predicación, pues, segúnél mismo decía, hasta poco antes se había preocupado tanto«por la decencia y el orden, que casi pareciera que salvaralmas era pecado, a menos que se hiciera en la iglesia».2

Cuando por fin Wesley se decidió a seguir el ejemplo deWhitefield, los resultados le asombraron. Las multitudesque acudían a escuchar el mensaje eran enormes. Muchos seconvertían, confesaban sus pecados, y formaban grupos deoración y de ayuda mutua. Un par de semanas más tarde,hubo experiencias más extraordinarias, como la de una jovenque comenzó a gritar «como si estuviera en agonía mortal»,hasta que en respuesta a la oración de Wesley y de lacongregación Dios «le dio un canto nuevo de gratitud». Lomismo sucedió en la misma ocasión con otras dos mujeres yun hombre.3 Esto convenció a Wesley de que le había sidoconcedido un «ministerio extraordinario», paralelo al«ministerio ordinario» de los sacerdotes que continuabanoficiando y predicando en las parroquias anglicanas.

Al tratar sobre todo esto, debemos cuidar de nomalinterpretar el espíritu de Wesley y su teología. Wesleyno pensaba que su ministerio fuese en modo alguno superioral de sus colegas que permanecían en las parroquias. Alcontrario, el mismo hecho de ser «extraordinario» queríadecir que su ministerio tenía el propósito de apoyar el de laiglesia como institución. Esto era tanto más así por cuantoWesley siempre creyó que el centro del culto cristiano es la

2 Journal, 29 de marzo de 1739.3 Journal, 17 de abril de 1739.

Introducción 7

comunión, medio de gracia de que los cristianos deben haceruso con tanta frecuencia como les sea posible. Puesto que lacomunión se celebraba normalmente en las iglesias, por lomenos todos los domingos y a veces con mayor frecuencia,Wesley estaba convencido de que quienes acudían a susprédicas a campo abierto debían participar de la vidasacramental de sus parroquias. Tal era el ministerioordinario, normal. El suyo era un ministerio extraordinario,como una ayuda de emergencia especialmente dirigida a lospobres y marginados que no participaban de la vidaordinaria de la iglesia.

Por otra parte, Wesley se percataba de que buenaparte del éxito de su predicación a campo abierto se debía aque estaba alcanzando sectores de la población a quienes laiglesia como institución prácticamente había abandonado.Sus mayores éxitos en los primeros años del movimientometodista tuvieron lugar entre los pobres. Y hacia el fin desus días el propio Wesley hablaba con añoranza de lostiempos en que los metodistas eran generalmente «pobres ymejores».

En todo caso, el movimiento creció rápidamente.Aunque al principio el propio Wesley tenía dudas acerca detal proceder, a la postre buena parte de la labor de predicaren los campos y las «sociedades» metodistas quedó enmanos de laicos. Esto planteaba la cuestión de cómoasegurarse de que tales predicadores enseñaran la «rectadoctrina», sin desviarse de ella.

En tiempos de la reina Isabel, más de cien añosantes, la Iglesia de Inglaterra se había enfrentado a unasituación semejante, pues muchos de sus sacerdotes, contodo y ser ordenados, carecían de los conocimientosteológicos más básicos. Muchos otros, aunque habían

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estudiado teología, no conocían a fondo las doctrinas de laIglesia de Inglaterra, sobre todo en aquello en que diferían dela de Roma. Por ello se decidió publicar una colección deHomilías, es decir, de sermones, que tales pastores pudieranleer en sus iglesias, en lugar de predicar ellos mismos.

Wesley hizo uso de este ejemplo, aunque lomodificó. En respuesta a la necesidad de ayudar a lospredicadores y maestros metodistas, publicó sus sermones,aunque no con el propósito de que fueran leídos en lugar dela predicación a viva voz, sino más bien para que sirvierande ejemplo y guía a los predicadores menos duchos encuestiones de teología. Así, en 1746 Wesley publicó suprimer volumen de sermones, al que siguieron otros en1748, 1750 y 1760. En 1763, en vista de la necesidad deaclarar quién tenía y quien no tenía el derecho de predicar,Wesley preparó un documento modelo para sus lugares depredicación. En ese documento se estipulaba que tendríanderecho a predicar en las premisas quienes fuesennombrados por la Conferencia y «no prediquen doctrinasdistintas de las que se contienen en los Notas sobre elNuevo Testamento de Wesley, y en sus cuatro volúmenes desermones».

Fue así que surgió la frase «Standard sermons» o«Sermones normativos», es decir, sermones que han deservir como norma doctrinal. Empero no existe unanimidadacerca de cuántos de los sermones de Wesley pertenecen atal categoría, pues el propio Wesley, al reeditar susprimeros cuatro volúmenes de sermones, añadió otros endiversas reediciones, de modo que algunos llaman«normativos» solamente a los cuarenta y tres sermones queformaban parte de la colección original, y otros incluyenhasta cincuenta y tres. La colección más difundida en

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América Latina, traducción de Primitivo Rodríguez--sobre lacual volveremos más adelante--incluye cincuenta y dos:todos los que forman parte de la colección más amplia,excepto el número 53: «A la muerte de Whitefield». En lapresente colección incluimos los cincuenta y tres, más otrosque ilustran varios elementos de la predicación y laenseñanza de Wesley.4

El hecho de que, al enfrentarse a la necesidad deestablecer reglas doctrinales, Wesley acudiera a sussermones, nos dice bastante acerca de su teología y suactitud hacia las doctrinas. Wesley estaba convencido deque la ortodoxia era de suma importancia. Le parecíanecesario cuidar de que en las reuniones y cultos metodistasno se enseñase otra cosa que la sana doctrina. Pero al mismotiempo temía que una confesión de fe, o una exposiciónsistemática de sus enseñanzas, llegaran a tornarse en unacamisa de fuerza que le quitara al metodismo suespontaneidad y su énfasis en la experiencia cristiana. Porello, en lugar de insistir en una fórmula doctrinal, o de tratarde resumir la doctrina cristiana en un tratado de teología, lesofreció a sus seguidores una colección de sermones. En ellosse puede leer todo lo esencial de la doctrina de Wesley; perono se le puede sistematizar de tal modo que se ahogue laespontaneidad.

Además, para Wesley la función más importante dela teología está en la predicación, y en dirigir a los creyentesen su vida de obediencia a Dios. Por ello ofrece sussermones, no porque no pudiera hacer teología sistemática, 4 El lector notará también que entre los sermones que Juan Wesley publicópara servir de guía al metodismo se encuentra uno de su hermano Carlos (elnúmero 3). Esto indica que lo que le interesaba no era mostrar su propiaelocuencia o sabiduría, sino asegurarse de que sus lectores recibieran la sanadoctrina.

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sino porque estaba convencido de que es en la predicaciónque la teología toma cuerpo y viene a afectar y a servir lavida de la iglesia.

II. Predicación y BibliaQuienquiera lea los sermones que siguen,

rápidamente se percatará de que para Wesley la predicaciónes ante todo exposición y aclaración del texto bíblico. Elpropio Wesley se daba con orgullo el título de homo uniuslibri --hombre de un solo libro-- con lo cual quería decir, noque no leyese otros libros, sino que la Biblia era el que ledaba forma y sustancia a su vida y su predicación.

Por ello le parecía de suma importancia que suspredicadores aprendieran a interpretar la Bibliacorrectamente, y con ese propósito les ofreció variasdirectrices.

De ellas, la primera y más importante es que todocreyente ha de adentrarse en la Biblia, y permitirle a éstaque se adentre en su vida, de tal modo que la Biblia le déforma a su vida, pensamiento, y hasta lenguaje. Wesleyestaba convencido de que para interpretar la Bibliacorrectamente no bastaba con acercarse a un texto, por muybuena intención y muy buenos instrumentos deinterpretación que se tuviese. Había que apropiarse de laBiblia de tal modo que quien se acercase a interpretarla lohiciera ya desde un punto de vista informado por la Bibliamisma.

En el caso del propio Wesley, esto llega al punto deque frecuentemente se hace difícil distinguir su lenguaje delde la Biblia. Cualquier persona que lea sus sermones con unconocimiento del texto sagrado, se percatará inmediatamentede que las alusiones bíblicas son prácticamente

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innumerables. A veces se trata de varias oraciones, y a vecesde unas pocas palabras, que Wesley va entretejiendo paraexpresar sus propios pensamientos. (En la presente edición,hemos escrito en letra bastardilla las alusiones másnotables, y hemos dado la referencia bíblica al pie de lapágina.)

El segundo principio fundamental es que la Biblia hade leerse en su totalidad, como una sola unidad. Esto noquiere decir que no haya diferencias entre sus diversaspartes. Pero su mensaje es siempre el mismo, y por tantolos textos más difíciles han de interpretarse a la luz de losmás fáciles, y ningún texto ha de interpretarse de tal modoque contradiga el mensaje de la Biblia misma.

En tercer lugar, repetidamente encontramos aWesley recomendándoles a sus predicadores que escojantextos cuyo sentido sea claro. El propósito de la predicaciónno es elucidar pasajes oscuros, ni meterse en profundidadesteológicas, sino comunicar el mensaje de la Biblia, llamandoa los oyentes al arrepentimiento y la obediencia. Por ello, esmejor predicar sobre pasajes cuyo sentido no esté sujeto agrandes dudas, y emplearlos para comunicar el mensaje de laBiblia.

Por las mismas razones, en cuarto lugar, Wesleyrepetidamente les advierte a sus predicadores de los peligrosde la interpretación excesivamente alegórica oespiritualizada. El texto bíblico ha de tomarse, siempre quesea posible, en su sentido literal, y se recurrirá a la alegoríasolamente en aquellos casos en que el sentido literalcontradiga el mensaje de la Biblia, del amor de Dios.

En quinto lugar, Wesley procura evitar el tonomoralista de mucha predicación cristiana, que parecelimitarse a decirles a los oyentes lo que deberían hacer. Por

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ello insiste en que los mandatos de Dios son tambiénpromesas. Dios no nos manda hacer algo sin al mismotiempo prometernos la gracia necesaria para hacerlo. Luego,al predicar sobre los mandamientos no se debe hablarsolamente de lo que se requiere de nosotros, sino también dela magnificencia de la gracia de Dios, que siempre nos esdada en la medida necesaria para cumplir lo que se nosmanda.

En sexto lugar, y por último, hay que aclarar que,aunque Wesley siempre insistió en la autoridad suprema delas Escrituras, también se mostró cuidadoso de no estimularla interpretación excesivamente privada. La iglesia y latradición bien pueden equivocarse, y en tal caso la Bibliaestá ahí para corregir el error. Pero esto no quiere decir quecada creyente deba ir por su cuenta a buscarinterpretaciones novedosas o personales. A pesar de todossus errores, la iglesia y la tradición cristiana siguen siendoun buen guía en la interpretación de la Biblia--un guía menosinclinado al error que el intérprete privado y solitario.5

III. Predicación y estiloAl leer los sermones que siguen, es importante

recordar que Wesley no leía sus sermones desde el púlpito,ni recomendaba que se hiciera tal cosa. Desde los días enque predicaba en Oxford, mucho antes de la experiencia deAldersgate, Wesley predicaba sin tener un manuscritodelante. En esto seguía una larga tradición dentro de la

5 En esta sección hemos seguido las utilísimas indicaciones de Albert C.Outler, en su «Introducción» a los sermones de Wesley, en la BicentennialEdition, Abingdon Press, Nashville, 1984, pp. 24 y 58. Las 100 páginas deOutler son el mejor estudio que conocemos sobre la predicación de Wesley.

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Iglesia de Inglaterra, de famosos predicadores que insistíanen que la predicación debía ser a viva voz, y no leída.

Esto no quería decir, por otra parte, que lapredicación fuese improvisada. Al contrario, tenemosnoticias de sermones en los que Wesley trabajó durantevarias semanas. En tales casos, sí escribía el sermón; perono con el propósito de leerlo desde el púlpito, sino deorganizar sus ideas. Si, después de predicarlo, o en el actomismo de la predicación, le venían a la mente otras ideas uotros modos de organizar parte del material, Wesley novacilaba en incorporar tales innovaciones a su manuscrito,que por tanto podía ir desarrollándose con el correr deltiempo. Es por esto que de algunos de los sermones deWesley hay más de una versión. Aunque las variantes soncasi siempre de escasa importancia, sí les plantean a loseditores la difícil cuestión de cuál de ellas emplear.6

Además del proceso mismo de preparar el sermón,la otra razón que impulsó a Wesley a escribir sus sermonesfue la necesidad de ofrecerles a sus seguidores material delectura sobre el cual reflexionar, y a sus predicadoresejemplos que emular. Por tal razón, Wesley distinguía entreel propósito del sermón predicado, que es invitar a losoyentes a creer y obedecer, y el del sermón escrito, que esinvitar a los lectores a reflexionar y crecer. Aunque no ha dehaber contradicción entre ambos, el sermón predicado hacesu impacto a través del oído, sin que quien lo escucha puedavolver a un punto anterior para oírlo de nuevo, mientras elsermón leído apela más al intelecto, pues quien lo lee puedevoltear la página hacia detrás para reflexionar detenidamente

6 La edición crítica de las obras de Wesley conocida como la BicentennialEdition, que seguimos aquí, optó por los textos que Wesley publicó en suforma original, aunque indicando las variantes de mayor importancia.

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sobre algún punto. Empero los dos son el mismo sermón,con la consecuencia de que un buen sermón predicado debeser lo suficientemente ordenado y consecuente para que sele pueda examinar como texto escrito, y que todo sermónescrito ha de ser una proclamación del evangelio con tantovigor como la que se hace de viva voz.

Lo que esto quiere decir es que los sermones que seleerán a continuación no son ni manuscritos que Wesleyleyó ni notas taquigráficas tomadas por algún oyente. Sonmás bien textos que el mismo Wesley escribió, algunoscomo preparación para sus sermones, otros poniendo sobreel papel lo que de hecho había predicado, y otroscombinando ambos procedimientos.

En cuanto al estilo del lenguaje mismo, Wesleysiempre fue defensor de lo que tanto él como suscontemporáneos llamaban «estilo llano» --plain style. Habíaotros oradores que buscaban la elocuencia, las frasesrebuscadas y sonoras, los ritmos imponentes, y las citaseruditas. Wesley, por el contrario, se contentaba conemplear lenguaje sencillo--lenguaje, como hemos indicadomás arriba, frecuentemente tomado de la Biblia misma. Quien lea los sermones que siguen no encontrará en elloselocuencia, en el sentido común de la palabra. Cualquierelocuencia que en ellos haya, proviene de la firmeconvicción de Wesley, que se respira en cada una de suslíneas, y del orden cuidadoso con que va exponiendo susideas y argumentos.

El «estilo llano», sin embargo, no quería decir que nofuera necesario buscar las mejores expresiones o palabras.Tales expresiones sí debían buscarse, y Wesley lo hacía decontinuo. Lo que no hacía era hacer gala de su erudicióncitando a cada paso sus fuentes. Veamos algo de esto.

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En primer lugar, esto se manifiesta en el modo enque Wesley utiliza y cita la Biblia. Aunque, como loslectores verán, escasamente hay un párrafo de sus sermonesque no contenga varias alusiones bíblicas, Wesley no hacegala de su erudición bíblica dando a cada paso las referenciasde los textos que emplea. Tal parece haber pensado queaquellos de sus lectores que conocían la Biblia reconoceríansus alusiones a diversos textos, y que quienes no laconocieran no ganarían nada con una retahíla de referenciasbíblicas (como algunos acostumbran hacer hoy).

Lo mismo es cierto del estudio detallado del textoque indudablemente se encuentra tras buena parte de sussermones. Wesley conocía el griego lo suficientemente biencomo para leer el Nuevo Testamento en el lenguaje original,tanto para el estudio como para la devoción privada. (Suconocimiento del hebreo era mucho menos extenso.)Frecuentemente nos percatamos de que el texto del NuevoTestamento que cita es su propia traducción. Empero no daindicaciones de ello excepto cuando quiere recalcar algúnpunto que el griego aclara. En tal caso, sin alardes,sencillamente da el griego y explica lo que quiere decir.

El «estilo llano» también lleva a Wesley a ocultarbuena parte de la erudición que se encuentra tras sussermones. Wesley fue siempre ávido lector, sobre todo detemas teológicos y de patrística, y frecuentemente seencuentran en sus sermones ecos de los escritos de losantiguos «padres de la iglesia», así como de losreformadores y de los teólogos anglicanos de tiempos delpropio Wesley. Pero rara vez nos dice Wesley que tal o cualidea proviene de algún autor antiguo, o que está citandoalguna obra clásica o moderna. Esto no se debía únicamentea modestia, ni tampoco a una teoría sobre el «estilo llano»,

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sino que tenía también bases teológicas. Wesley estabaconvencido de que toda verdadera sabiduría y bellezaprovienen de Dios, y que por tanto deben incorporarse almensaje cristiano. Pero estaba también convencido del amorde Dios hacia el pueblo común. En consecuencia, creía queera posible y hasta necesario expresar esa sabiduría y esabelleza en términos tales que ese pueblo común pudierarecibirlas y apreciarlas. Luego, iba constantementeacumulando un depósito de ideas y frases que luegocompartía desde el púlpito o en sus escritos, sin sentirseobligado a declarar a cada paso de qué obra o autor las habíatomado.

IV. La presente ediciónEn la presente colección de Obras de Wesley nos

proponemos incluir tres tomos de sermones, en los cualespublicaremos todos los sermones que el propio Wesleypropuso como norma doctrinal para sus predicadores (losllamados «Sermones normativos»), así como varios otrosque son de valor para quien desee alcanzar una visión máscompleta de la predicación de Wesley. En la selección deestos últimos sermones, en vista de la imposibilidad deincluir todos los sermones de Wesley, nos hemos dejadoguiar por el principio de escoger aquellos sermones que másdirectamente se relacionen con temas que atañen a la vida dela iglesia de habla hispana, tanto en América Latina como enEspaña y los Estados Unidos.

Antes de seguir adelante, empero, debemos rendirhomenaje al Rdo. Primitivo Rodríguez, primer traductor alcastellano de los sermones de Wesley. Rodríguez erasobrino del padre católico Manuel Aguas, una de lasprincipales figuras en la fundación de la Iglesia Mexicana de

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Jesús--movimiento de protesta dentro de la Iglesia CatólicaRomana que por fin se constituyó en iglesia independientey estableció nexos con la Iglesia Episcopal de los EstadosUnidos. Como candidato al sacerdocio de la IglesiaMexicana de Jesús, Rodríguez estudió teología en Harvard,y luego regresó a México, donde trabajaba cuando la IglesiaMetodista Episcopal del Sur lo contrató para que seocupara de sus publicaciones en castellano. Radicado apartir de entonces en Nashville, Rodríguez se dedicó a latraducción y publicación de materiales en español. Entreesos materiales se contaban los cincuenta y dos sermonesnormativos (los llamados «Standard Sermons») de Wesley.Esa versión, que Rodríguez completó en 1892, es la quehasta ahora han utilizado los lectores de habla castellana.

En la preparación de la presente edición, lostraductores han tenido disponible el trabajo de PrimitivoRodríguez. Cuando les ha parecido que la traducción deRodríguez es exacta y feliz, han conservado parte de ella.Empero, la presente edición es en su casi totalidad unanueva traducción de los sermones de Wesley, utilizando ellenguaje de nuestros días. Para ella, nos hemos basado en eltexto de la Bicentennial Edition,7 que a su vez se basa en unestudio minucioso de las diversas variantes de cada sermón.Puesto que buena parte de las notas de esa edición trata decuestiones técnicas, que le interesarán principalmente alerudito o al especialista en la vida intelectual inglesa delsiglo 18, hemos omitido tales notas. Sí hemos incluido todasaquéllas que puedan tener importancia para comprender eltexto, o para relacionarlo con las circunstancias de la iglesiade habla hispana. Al mismo tiempo, hemos añadido algunas

7 Abingdon, Nashville, 1984-.

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notas que pensamos pueden ser de valor para los lectores delengua castellana.

Como hemos indicado más arriba, las alusiones deWesley a la Biblia son frecuentes. Al traducir talesalusiones, hemos tratado de emplear, en la medida de loposible, el texto bíblico que se conoce como «Reina-ValeraRevisada» (abreviado en nuestras notas como «RVR»). Deese modo, el lector reconocerá buena parte de las alusionesque Wesley hace. Al mismo tiempo, esto nos ha obligado atomar algunas decisiones sobre la marcha, de las cuales ellector debe estar avisado.

En primer lugar, entretejer alusiones y citas bíblicascon el resto de un sermón resulta mucho más fácil en inglésque en castellano, pues en castellano las formas verbalesincluyen en sí mismas elementos tales como tiempo ypersona, lo cual no ocurre en inglés. Luego, una alusión queen inglés encaja perfectamente con lo que Wesley estádiciendo solamente tiene sentido en castellano si se cambiael tiempo verbal, o la persona a que el verbo se refiere. Entales casos, hemos optado por seguir el sentido gramatical, acosta de tornar lo que en Wesley es una cita literal en unaalusión.

En segundo lugar, hemos tenido que decidir entre lasdos formas de segunda persona plural: «vosotros» y«ustedes». A fin de darles a los sermones de Wesley el tonode comunicación directa que él mismo empleaba, hamosoptado por el uso más común en América Latina:«ustedes», con los verbos en la forma correspondiente.Pero, a fin de mantener la integridad y el tono de RVR, alcitar de ese texto hemos mantenido el «vosotros» y susformas verbales correspondientes.

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En tercer lugar, hemos tenido que tomar decisionesrespecto al nombre de «Jehová». Como es sabido, esenombre es producto de circunstancias posteriores al textomismo.8 Wesley no lo utiliza, y la Biblia que cita dicenormalmente «the Lord» (el Señor). En la presente versión,unas veces hemos optado por citar el texto tal como apareceen RVR, diciendo «Jehová», y otras por traducir «the Lord»por «el Señor». En aquellos casos en que el centro de laatención en el sermón mismo no cae sobre el nombre deDios, normalmente hemos preferido citar sin más la RVR.Pero en aquellos casos en que Wesley continúa refiriéndoseal texto, y citando la frase «the Lord», hemos optado pordecir «el Señor».

En todas estas decisiones, así como en la tarea todade traducir los sermones y prepararlos para su publicación,nos ha guiado la convicción de que Wesley, con todo yhaber vivido en la lejana Inglaterra en el siglo 18, tienemucho que decirnos a nosotros en los siglos 20 y 21.Nuestro propio trabajo ha confirmado esa convicción, almenos para nosotros mismos. Esperamos que la lectura delos sermones que siguen la confirme también para loslectores.

Justo L. GonzálezDecatur, Georgia, EE.UU.

Abril de 1994

8 Sobre el origen del nombre «Jehová», véase la «Advertencia preliminar» alcomentario sobre Jeremías, por Jorge A. González, en la serie ComentarioBíblico Hispanoamericano.

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Prefacio

1. Los sermones que siguen contienen lo esencial delo que he predicado durante los últimos ocho o nueve años.Durante ese tiempo he hablado frecuentemente en públicosobre cada uno de los temas que se encuentran en estacolección, y no sé de punto doctrinal alguno sobre el cual yohable formalmente en público que no se encuentre expuestoaquí ante todo lector cristiano--si no a propósito, al menosincidentalmente. Por lo tanto, toda persona seria que estudieestos sermones verá muy claramente cuáles son lasdoctrinas que sostengo y enseño como esenciales para laverdadera religión.

2. Pero sé perfectamente que no presento estosasuntos como algunos pudieran desear, pues nada hay aquíde estilo esmerado, elegante o retórico. Si hubiera deseado ointentado escribir así, el tiempo no me lo habría permitido.Pero en verdad he hecho lo que deseaba, pues escribo, ytambién hablo, ad populum: a la gran mayoría de lahumanidad, a aquellos que ni gustan ni entienden del arte dehablar, pero que, a pesar de esto, son jueces competentes delas verdades que son necesarias para la felicidad presente yfutura. Menciono esto para que los lectores curiosos seahorren el trabajo de buscar aquí lo que no encontrarán.

3. Por ello me abstengo a propósito de todaespeculación elevada y filosófica, de todo razonamientointrincado y confuso, y en la medida de lo posible hasta detoda muestra de erudición, excepto cuando he tenido quecitar las Sagradas Escrituras en las lenguas originales. Me

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esfuerzo por evitar palabras que no se entiendan fácilmente,o que no sean de uso cotidiano. Especialmente trato deevitar esos términos técnicos que aparecen con tantafrecuencia en los tratados de teología, términos que losletrados conocen, pero que para el pueblo común resultanser una lengua extraña. No garantizo que alguna vez no seme haya pasado alguno de ellos, puesto que resulta tannatural pensar que una palabra que nos es bien conocida loes también para el resto del mundo.

4. Más todavía, mi propósito es en cierto sentidoolvidar cuanto en mi vida he leído. Trato de expresarmecomo si nunca hubiese leído a autor alguno, antiguo omoderno (excepto los inspirados). Estoy persuadido de que,por una parte, esto puede ayudarme a expresar másclaramente los sentimientos de mi corazón, siguiendosencillamente la concatenación de mis propiospensamientos, sin enredarme con los de otros; y que, porotra parte, me acercaré con menos predisposiciones, menosprejuicios e ideas preconcebidas, a la investigación ycomunicación de las verdades eternas del evangelio.

5. No tengo temor alguno de exponer ante personascándidas y razonables los pensamientos más íntimos de micorazón. Pienso que no soy sino criatura de un solo día, quepasa por la vida como una flecha que surca el aire. Soyespíritu que viene de Dios y regresa a Dios, y que entretanto flota sobre el gran abismo, hasta que en breve ya no seme vea. ¡Una gota que cae en la eternidad inmutable! Sólouna cosa deseo saber: el camino al cielo; cómo llegar a salvoa esa costa feliz. Dios mismo se ha dignado mostrar elcamino. Para eso fue que vino desde el cielo. Lo ha escritoen un libro. ¡Dadme ese libro! ¡A cualquier precio, dadme elLibro de Dios! Lo tengo. Me basta con el conocimiento que

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hay en él. Quiero ser homo unius libri.1 Heme aquí, lejos delbullicio humano. Estoy sentado a solas: a solas con Dios.En su presencia abro y leo su Libro. Lo abro con elpropósito de encontrar el camino al cielo. ¿Hay duda algunaacerca del sentido de lo que leo? ¿Hay algo oscuro ointrincado? Elevo mi corazón al Padre de las luces: «Señor,¿no dice tu Palabra, "si alguno de vosotros tiene falta desabiduría, pídala a Dios?" Tú eres quien da a todosabundantemente y sin reproche.2 Tú has dicho "el quequiera hacer la voluntad de Dios, conocerá".3 Estoydispuesto a hacer tu voluntad. Házmela conocer.» Buscoentonces y considero pasajes paralelos en la Escritura,acomodando lo espiritual a lo espiritual.4 En ello meditocon toda la atención y dedicación de que mi mente es capaz.Si queda todavía alguna duda, consulto con quienes tienenexperiencia en las cosas de Dios, y luego con los escritosmediante los cuales siguen hablando aún después demuertos. Y lo que así aprendo, eso enseño.

6. Luego, he asentado en los sermones que siguen loque respecto al camino del cielo encuentro en la Biblia, conel propósito de distinguirlo de las invenciones humanas. Mehe esforzado por describir la religión verdadera, bíblica y dela experiencia, sin omitir nada que sea parte real de ella, ysin añadir lo que no lo sea. Mi más ferviente deseo en estaspáginas es guardar del mero formalismo, de la religiónpuramente externa, a quienes comienzan a dirigirse hacia elcielo (quienes, puesto que conocen poco de las cosas deDios, corren mayor peligro de descarriarse). Y, en segundo

1 Hombre de un libro.2 Stg. 1.5.3 Jn. 7.17.4 1 Co. 2.13.

Prefacio22

lugar, deseo también prevenir a quienes conocen la religióndel corazón, la fe que obra en el amor, no sea que,invalidando la ley por medio de la fe,5 caigan en la red queles tiende el diablo.

7. Por consejo y a petición de varios amigos, heantepuesto a los otros discursos contenidos en este tomo,tres sermones míos y uno de mi hermano, predicados todosante la Universidad de Oxford.6 El fin que me habíapropuesto requería incluir algunos temas sobre estosasuntos. He preferido los arriba mencionados, por ser lamejor contestación que pueda darse a quienes nos acusan dehaber cambiado recientemente nuestra doctrina, y de nopredicar ahora lo mismo que hace unos años. Cualquierpersona de criterio podrá juzgar por sí misma, comparandomis últimos sermones con los anteriores.

8. Quizás algunos dirán que he errado el camino apesar de pretender enseñárselo a otros. Probablementemuchos piensen esto, y muy posiblemente tengan razón.Pero confío en que mi mente se muestre dispuesta a lacorrección doquiera haya errado. Sinceramente deseo sabermás, y le digo tanto a Dios como al prójimo: «lo que no sé,enséñamelo tú».

9. ¿Estás seguro de que ves más claramente que yo?No sería nada extraño. En tal caso, trátame como quisierasser tratado en circunstancias análogas. Muéstrame uncamino mejor que el que conozco. Muéstramelo conpruebas claras de las Escrituras. Y si acaso me demoro poralgún tiempo en el camino por donde estoy acostumbrado aandar, y no me muestro dispuesto a dejarlo, ten conmigo un

5 Ro. 3.31.6 El sermón de Carlos Wesley es el número 3 en la colección que sigue.

Prefacio 23

poco de paciencia. Tómame de la mano, y guíame según lamedida de mi capacidad. No te enojes si te ruego que no meabrumes a golpes para que apresure el paso. Apenas puedocaminar lenta y débilmente; y si me maltratas, no podré darun solo paso. Te pido además que no me apliquescalificativos duros para traerme al buen camino. Aun cuandoyo esté muy equivocado, no creo que ese método mellevaría por buen camino. Más bien me haría huir de ti, ypor tanto me apartaría cada vez más del camino.

10. Si te enojas, posiblemente yo también me enoje,y entonces no habrá gran esperanza de encontrar la verdad.Si la ira se eleva, «como el humo» (como dice Homero encierto lugar),7 ese humo oscurecerá los ojos de mi alma detal modo que no podré ver claramente. Por el amor de Dios,si fuese posible evitarlo, no nos provoquemos a ira los unosa los otros. No encendamos mutuamente ese fuego delinfierno, y mucho menos alimentemos su llama. Si al calorde esa terrible luz pudiésemos descubrir la verdad, ¿no seríamás bien pérdida que ganancia? Porque con mucho debepreferirse el amor, aun mezclado con opiniones erróneas,que la verdad sin el amor. Bien podemos morir sin conoceralgunas verdades, y sin embargo ser llevados al seno deAbraham. Pero si morimos sin amor, ¿de qué nos servirá elconocimiento? ¡De lo mismo que les sirve al diablo y susángeles!

¡No permita el Dios de amor que hagamos jamás laprueba! Antes, nos prepare Dios para el conocimiento detoda verdad, llenando nuestros corazones con todo su amor,y con el gozo y la paz del creyente.

7 En el original esta frase se encuentra en griego. Ver La Ilíada 18.110.

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Sermón 1

La salvación por la fe1

Efesios 2:8Porque por gracia sois salvos por medio de la fe.

1. Todas las bendiciones que Dios le ha conferido alser humano vienen únicamente de su gracia, liberalidad yfavor. Vienen de su favor inmerecido, totalmenteinmerecido, puesto que no tenemos derecho alguno a la másmínima de sus misericordias. Fue por pura y libre gracia queDios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en sunariz aliento de vida,2 y puso sobre esa alma el sello de laimagen divina, y lo puso todo debajo de sus pies.3 Es lamisma gracia que guarda en nosotros hasta el día de hoy lavida, el aliento, y todas las cosas. Porque nada que seamos,o tengamos, o hagamos, merecerá jamás la más mínimadádiva divina. Porque también hiciste en nosotros todasnuestras obras.4 Todas estas cosas no son sino otras tantaspruebas de la gratuita misericordia de Dios. Y cualquierjusticia o rectitud que el humano tenga, eso también es donde Dios.

2. ¿Con qué, pues, podrá el pecador expiar el menorde sus pecados? ¿Con sus propias obras? No. Por muchas ysantas que éstas fuesen, no son suyas sino de Dios. Por sí 1 Predicado en la Iglesia de Santa María, Oxford, ante aquella universidad, eldía 11 de junio de 1738. Las ediciones más antiguas dan la fecha como el 18de junio. Pero sabemos que en esa fecha Wesley se encontraba en Alemania.2 Gn. 2.7.3 Sa. 8.6.4 Is. 26.12.

La salvación por la fe26

mismas, son inicuas y pecaminosas, y por tanto cada una deellas requiere una nueva expiación. El árbol podrido nopuede dar sino frutos podridos. El corazón humano estácompletamente corrompido y es cosa abominable; se halladestituido de la gloria de Dios,5 de esa gloriosa justicia quefue inicialmente impresa sobre su alma, según la imagen desu gran Creador. No teniendo pues qué alegar, ni justicia niobras, la boca enmudece ante Dios.

3. Ahora pues, si el pecador halla favor ante Dios,ello es gracia sobre gracia.6 Si Dios se digna todavíaderramar sobre nosotros nuevas bendiciones (sí, y la mayorde ellas es la salvación) ¿qué hemos de decir sino «¡graciasa Dios por su don inefable!»?7 En esto Dios muestra suamor para con nosotros, en que siendo aún pecadores,Cristo murió por nosotros.8 Así pues, por gracia soissalvos por medio de la fe.9 La gracia es la fuente, y la fe esla condición de la salvación.

Nos incumbe por tanto, a fin de alcanzar la gracia deDios, investigar cuidadosamente:

I. Mediante qué fe somos salvos.II. Qué es la salvación que resulta de esa fe.III. Cómo responder a ciertas objeciones.

I. Mediante qué fe somos salvos.1. En primer lugar, no es solamente la fe de un

pagano. Dios requiere que el pagano crea que le hay, que es

5 Ro. 3.23.6 Jn. 1.16. En algunas ediciones de este sermón, Wesley incluía aquí la cita engriego.7 2 Co. 9.15.8 Ro. 5.8.9 Ef. 2.8.

Sermón 1 27

galardonador de los que le buscan,10 y que hay quebuscarle glorificando y alabando a Dios por todas lascosas11 y mediante la práctica cuidadosa de la virtud moral,de la justicia, de la misericordia y de la verdad hacia todas lacriaturas. Un griego o romano, por lo tanto, o un escita oindio, no tenían excusa si no creían al menos esto: el ser ylos atributos de Dios, un estado futuro de recompensa ycastigo, y el carácter obligatorio de la virtud moral. Porqueesto no es más que la fe de un pagano.

2. Tampoco es, en segundo lugar, la fe de undemonio, aunque tal fe vaya más lejos que la del pagano.Porque el demonio cree, no sólo que hay un Dios sabio ypoderoso, quien practica la gracia en la recompensa y lajusticia en el castigo, sino también que Jesús es el Hijo deDios, el Cristo, el Salvador del mundo. Así le vemosdeclarando explícitamente: yo te conozco quién eres, elSanto de Dios.12 Tampoco podemos dudar que esedesgraciado espíritu cree todas las palabras que salieron dela boca del Santo de Dios, o que cree lo que fue escrito porlos antiguos santos, sobre dos de los cuales se vio obligado adar glorioso testimonio al decir: Estos hombres son siervosdel Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino desalvación.13 Todo esto lo cree el gran enemigo de Dios y delos humanos, y tiembla al creer que Dios fue manifestado encarne,14 que pondrá a todos sus enemigos debajo de sus

10 He. 11.6.11 Lc. 2.20.12 Lc. 4.34.13 Hch. 16.17.14 1 Ti. 3.16.

La salvación por la fe28

pies,15 y que toda la Escritura es inspirada por Dios.16

Hasta allí llega la fe del diablo.3. En tercer lugar, la fe mediante la cual somos

salvos, en el sentido de la palabra que se explicará másadelante, no es solamente la que los apóstoles tuvieronmientras Cristo estuvo en la tierra, aunque creyeron en él detal modo que lo dejaron todo y le siguieron, y aunque teníanel poder de hacer milagros y de sanar toda enfermedad ytoda dolencia.17 Sí, aunque tenían poder y autoridad sobretodos los demonios18 y, lo que es más que todo esto, fueronenviados por su Señor a predicar el evangelio de Dios.Empero al regresar de todas estas grandes obras, su Señormismo les llama «generación incrédula».19 Y les dice que nopudieron echar fuera un demonio a causa de su incredulidad.Más tarde, creyendo que ya tenían alguna fe, le piden:«aumenta nuestra fe», y él les dice claramente que de estaclase de fe no tienen ninguna, ni siquiera la de un grano demostaza: «Entonces el Señor dijo: "si tuvierais fe como ungrano de mostaza podrías decir a este sicómoro:Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería."»20

4. ¿Cuál entonces es esta fe mediante la cual somossalvos? En general y primeramente, podemos responder quees la fe en Cristo--fe cuyos objetos únicos son Cristo yDios por medio de Cristo. En esto se distingue esta feabsoluta y suficientemente de la fe de los paganos tantoantiguos como modernos. Y de la fe de un demonio se

15 1 Co. 15.25.16 2 Ti. 3.16.17 Mt. 10.1.18 Lc. 9.1.19 Lc. 92; Mc. 6.6.20 Lc. 17.5-6.

Sermón 1 29

distingue completamente por esto: que no se trataúnicamente de un asentimiento especulativo, racional, frío ysin vida, de una serie de ideas en la cabeza, sino también deuna disposición del corazón. Porque como dice la Escrituracon el corazón se cree para justicia. Y si confesares con tuboca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón queDios le levantó de los muertos, serás salvo.21

5. Y en esto se distingue de la fe que los apóstolestenían mientras nuestro Señor estuvo sobre la tierra: en quereconoce la necesidad y los méritos de la muerte del Señor,y el poder de su resurrección. Reconoce su muerte como elúnico medio suficiente para salvar al ser humano de lamuerte eterna, y su resurrección como la restauración detodos nosotros a la vida y la inmortalidad, puesto que fueentregado por nuestras transgresiones, y resucitado paranuestra justificación.22 La fe cristiana, por lo tanto, no essólo el asentimiento a todo el Evangelio de Cristo, sinotambién una confianza plena en la sangre de Cristo, unaesperanza firme en los méritos de su vida, muerte yresurrección, un descansar en él como nuestra expiación ynuestra vida, como quien ha sido dado por nosotros y viveen nosotros. Es una confianza segura que el ser humanotiene en Dios, que mediante los méritos de Cristo suspropios pecados han sido perdonados, y uno ha sidoreconciliado al favor divino. Es, en consecuencia de ello,acercarse y asirse a él como nuestra sabiduría, justificación,santificación y redención23 o, en una sola palabra, comonuestra salvación.

21 Ro. 10.9-10.22 Ro. 4.25.23 1 Co. 1.30.

La salvación por la fe30

II. En segundo lugar, hemos de considerar qué es lasalvación que resulta de esa fe.

1. En primer lugar, aparte de todo lo demás quepueda implicar, se trata de una salvación presente. Es algoque puede alcanzarse, sí, que de hecho se alcanza sobre latierra, por parte de quienes participan de esta fe. Porque asíles dice el Apóstol a los creyentes en Efeso, y a través deellos a los creyentes de todas las edades, no «seréis salvos»(aunque esto también es verdad), sino «sois salvos pormedio de la fe».

2. Sois salvos (para decirlo en una sola palabra) delpecado. Tal es la salvación mediante la fe. Esta es la gransalvación anunciada por el ángel antes de que Dios trajese asu unigénito al mundo: llamarás su nombre Jesús, porque élsalvará a su pueblo de sus pecados.24 Y ni allí ni en ningúnotro lugar de las Sagradas Escrituras se señala límite orestricción alguna. El salvará de sus pecados a todo supueblo, o como se dice en otro lugar, a todos los que creenen él. Los salvará del pecado original y actual, pasado ypresente, de la carne y del espíritu. Mediante la fe que es enél, ellos son salvos de la culpa y del poder del pecado.

3. Primeramente, son salvos de la culpa de todopecado pasado. Por cuanto todo el mundo queda bajo eljuicio de Dios,25 ya que si Dios mirase los pecados, ¿quién,oh Señor, podrá mantenerse?,26 y puesto que, por medio dela ley es el conocimiento del pecado, pero no la liberación desu poder, de tal modo que por las obras de la ley ningún serhumano será justificado delante de él, ahora la justicia deDios por medio de la fe en Jesucristo se ha manifestado a 24 Mt. 1.21.25 Ro. 3.19.26 Sal. 130.3. Wesley lo cita siguiendo la versión del Libro de oración común.

Sermón 1 31

todos los que creen. Ahora están justificados gratuitamentepor su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe ensu sangre, para manifestar su justicia, a causa de haberpasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados.27

Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho pornosotros maldición.28 Esto lo ha hecho anulando el acta delos decretos que había contra nosotros, que nos eracontraria, quitándola del medio, y clavándola en la cruz.29

Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que creenen Cristo Jesús.30

4. Y estando salvos de la culpa, están libres deltemor. No del temor filial de ofender, sino de todo temorservil; de ese miedo que atormenta, del miedo al castigo, a laira de Dios, a quien ya no consideran como un amo severo,sino como un Padre indulgente, porque no han recibido elespíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino elespíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!El espíritu mismo da testimonio a su espíritu, de que sonhijos de Dios.31 También están salvos del temor, aunque node la posibilidad, de caer de la gracia de Dios y por tanto deno alcanzar sus grandes y preciosas promesas. Estánsellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es lasarras de su herencia.32 Por ello tienen paz para con Diospor medio de nuestro Señor Jesucristo...se glorían en laesperanza de la gloria de Dios...y el amor de Dios ha sido 27 Ro. 3.20-25.28 Gá. 3.13.29 Col. 2.14.30 Ro. 8.1. Al citar este texto, Wesley ha colocado el verbo «creer» en lugar de«estar».31 Ro. 8.15-16.32 Ef. 1.13.

La salvación por la fe32

derramado en sus corazones por el Espíritu Santo que lesfue dado.33 Por ello están seguros (aunque no siempre, nicon la misma seguridad) de que ni la muerte, ni la vida, niángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni loporvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosacreada les podrá apartar del amor de Dios, que es enCristo Jesús Señor nuestro.34

5. Una vez más, mediante esta fe quedan salvos delpoder del pecado, así como de su culpa. Así lo afirma elApóstol: Y sabéis que él apareció para quitar nuestrospecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permaneceen él, no peca. Y dice además: Hijitos, nadie os engañe ... elque practica el pecado es del diablo.35 Todo aquel que cree... es nacido de Dios.36 Y todo aquel que es nacido de Dios,no practica el pecado, porque la simiente de Diospermanece en él; y no puede pecar, porque es nacido deDios.37 Y sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios,no practica el pecado, pues aquel que fue engendrado porDios le guarda, y el maligno no le toca.38

6. Quien por fe ha nacido de Dios, no peca.39 (1) Nopeca por pecado habitual, puesto que todo pecado habituales el pecado que reina, y el pecado ya no reina en quiencree. (2) Tampoco peca voluntariamente, puesto quemientras permanece en la fe su voluntad se opone a todopecado, y lo aborrece como a veneno mortífero. (3) Ni peca 33 Ro. 5.1-5.34 Ro. 8.38-39.35 1 Jn. 3.5-8.36 1 Jn. 5.1.37 1 Jn. 3.9.38 1 Jn. 5.18.39 Es decir, no comete pecado voluntario o intencional. Véase al respecto elsermón número 13.

Sermón 1 33

por deseo pecaminoso, puesto que continuamente desea lavoluntad santa y perfecta de Dios, y por la gracia de Diossofoca todo deseo pecaminoso al momento de nacer. (4) Nipeca por debilidad, en acción, palabra o pensamiento,porque su voluntad no concuerda en su debilidad, y sin elasentimiento de la voluntad no hay pecado propiamentedicho. Luego, todo aquel que es nacido de Dios, no practicael pecado.40 Y aunque no pueda decir que no ha pecado,ahora no practica el pecado.

7. Tal es entonces la salvación mediante la fe, que seda ya en el mundo presente: una salvación del pecado y desus consecuencias. Esto es lo que significa la palabra«justificación», que en su sentido más amplio incluye laliberación de la culpa y del castigo mediante la expiación deCristo aplicada al alma del pecador que cree en él, e incluyetambién la liberación del poder del pecado mediante Cristoformado en el corazón.41 Quien así ha sido justificado osalvado mediante la fe, verdaderamente ha nacido de nuevo.Ha nacido de nuevo del Espíritu,42 a una nueva vida queestá escondida con Cristo en Dios.43 Y como niño reciénnacido recibe el ádolon, la leche espiritual no adulterada, ypor ella crece,44 en el poder de la fuerza del Señor,45 por fe ypara fe,46 gracia sobre gracia,47 hasta que llega a un varón

40 1 Jn. 3.9.41 Gá. 4.19.42 Jn 3.3-5.43 Col. 3.3.44 1 P. 2.2.45 Ef. 6.10.46 Ro. 1.17.47 Jn. 1.16.

La salvación por la fe34

perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud deCristo.48

III. La primera objeción común a todo esto es,1. Que predicar la salvación o justificación mediante

la fe sola equivale a predicar contra la santidad y las buenasobras. A esto se puede responder brevemente: tal sería elcaso si predicáramos, como algunos lo hacen, de una fe queno tiene nada que ver con la santidad y las buenas obras.Pero no hablamos de tal fe, sino de una fe quenecesariamente lleva a toda santidad y toda buena obra.

2. Empero posiblemente valga la pena consideraresto con más detenimiento, especialmente por cuanto no setrata de una objeción nueva, sino de una objeción tan antiguacomo los tiempos de San Pablo, cuando ya se decía:«¿Luego por la fe invalidamos la ley?»49 Respondemos, enprimer lugar, que quienes no predican la fe son los que deveras invalidan la ley, ya sea directa y abiertamente, conexplicaciones y comentarios que destruyen el sentido deltexto, o indirectamente, al no señalar el único medio quepermite cumplirla. Y, en segundo lugar, respondemos quenosotros confirmamos la ley mostrando todo su alcance ysentido espiritual, y llamando a todos a ese camino de lavida mediante el cual la justicia de la ley se cumple enellos.50 Estas personas, confiando únicamente en la sangrede Cristo, usan de todas las ordenanzas que él ha dado,hacen buenas obras, las cuales Dios preparó de antemanopara que anduviésemos en ellas,51 y gozan y manifiestan

48 Ef. 4.13.49 Ro. 3.31.50 Ro. 8.4.51 Ef. 2.10.

Sermón 1 35

un temperamento santo y celestial, el mismo sentir quehubo en Cristo Jesús.52

3. Pero, ¿no conduce al orgullo tal predicación de lafe? Respondemos que accidentalmente tal puede ser el caso.Por ello hay que advertir a todo creyente (en las palabrasdel gran Apóstol): «Por su incredulidad [las primerasramas] fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. Note ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó alas ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues,la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamentepara con los que cayeron, pero la bondad para contigo, sipermaneces en esa bondad; pues de otra manera tú tambiénserás cortado.»53 Y al permanecer en esa bondad, recordarálas otras palabras de San Pablo, que preven y responden aesta misma objeción: «¿Dónde, pues, está la jactancia?Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No,sino por la ley de la fe.54 Si alguien fuera justificado por susobras, tendría de qué gloriarse. Mas no tiene de qué gloriarsequien no obra, sino cree en aquel que justifica al impío.55

Lo mismo indican las palabras que se encuentran antes ydespués de nuestro texto: «Pero Dios, que es rico enmisericordia, ... aun estando nosotros muertos en pecado,nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),... para mostrar ... las abundantes riquezas de su gracia ensu bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque porgracia sois salvos por medio de la fe; y esto no devosotros.»56 De nosotros no viene ni nuestra fe ni nuestra

52 Fil. 2.5.53 Ro. 11.20-22.54 Ro. 3.27.55 Ro. 4.5.56 Ef. 2.4-5, 7-8.

La salvación por la fe36

salvación, sino que es don de Dios, don gratuito einmerecido--don es tanto la fe que salva como la salvaciónque Dios en su bondad une a esa fe. El que creamos esejemplo de su gracia; el que, creyendo, seamos salvos, esotro. No por obras, para que nadie se gloríe.57 Porquetodas nuestras obras y toda la rectitud que tuvimos antes decreer, nada merecían de Dios sino condenación--tan lejosestaban de la fe que salva y que por tanto, cuando es dada,nunca es por obras. Y tampoco se debe la salvación a lasobras que hacemos cuando creemos. Porque es Dios quienhace todas las cosas en todos.58 Luego, el que Diosrecompense lo que Dios mismo hace sencillamente muestralas riquezas de su misericordia, y no nos deja de quégloriarnos.

4. Empero, ¿no cabe la posibilidad de que tal modode hablar de la misericordia de Dios, que salva y justificagratuítamente mediante la fe sola, lleve a alguien a pecar?Tal cosa puede suceder, y sucederá. Muchos perseveraránen el pecado, para que la gracia abunde.59 Pero su sangrecaerá sobre sus propias cabezas. La bondad de Dios deberíaconducirles al arrepentimiento, y lo hará para quienes sonsinceros de corazón. Estos, al saber que todavía hay lugarpara el arrepentimiento, clamarán a Dios para que borretambién los pecados de ellos mediante la fe en Jesús. Y siclaman ardientemente y no desfallecen, si le buscan portodos los medios que Dios ha dado, si no aceptan consueloalguno hasta que él venga, él vendrá, y no tardará.60 Y élpuede hacer mucho en poco tiempo. Hay muchos ejemplos

57 Ef. 2.9.58 1 Co. 12.6.59 Ro. 6.1.60 He. 10.37.

Sermón 1 37

en los Hechos de los Apóstoles en los que Dios obra esta feen los corazones humanos con la rapidez de un relámpago.En la misma hora en que Pablo y Silas empezaron apredicar, el carcelero se arrepintió, creyó y fue bautizado. Ylo mismo sucedió con los tres mil que escucharon a SanPedro el día de Pentecostés, quienes se arrepintieron ycreyeron la primera vez que le escucharon. Y, bendito seaDios, muchos en el día de hoy son prueba viviente de queDios sigue siendo grande para salvar61

5. Empero desde otra perspectiva se objetaexactamente lo contrario: «Si es imposible salvarse por todolo que uno haga, esto llevará a la desesperanza.»Ciertamente, llevará a perder la esperanza de salvarse porlas propias obras, méritos o rectitud. Y así debe ser, porquees imposible confiar en los méritos de Cristo sin antesrenunciar a los propios. Quien procura establecer su propiajusticia62 no puede recibir la justicia de Dios. La justicia quees por fe no puede serle dada mientras confía en la que espor la ley.

6. Pero, dicen algunos, tal doctrina carece deconsolación. Al atreverse a sugerir tal cosa, el diablo hablócomo quien es, mentiroso y desvergonzado. Al contrario,ésta es la doctrina consoladora por excelencia, llena deconsuelo para todos los pecadores que están dispuestos adestruirse y a condenarse a sí mismos. Hay un consuelo altocomo el cielo y más fuerte que la muerte en saber que el quecreyere en él, no será avergonzado,63 y que el mismo que esSeñor de todos, es rico para con todos los que le invocan.64

61 Is. 63.1.62 Ro. 10.3.63 Ro. 9.33.64 Ro. 10.12.

La salvación por la fe38

¿Cómo? ¿Misericordia para todos? ¿Para Zaqueo,abiertamente ladrón? ¿Para María Magdalena, una rameracomún? Me imagino oír a alguien decir: «¡Entonces yo,hasta yo, tengo esperanza de recibir misericordia!» Y bienpuedes decirlo, tú afligido, a quien nadie ofrece consuelo.Dios no rechazará tu oración. Quizá muy presto te dirá:«Confía, tus pecados te son perdonados.»65 Perdonados atal punto que ya no se enseñorearán de ti, y el Espíritumismo dará testimonio a tu espíritu, de que eres hijo deDios.66 ¡Oh, buenas nuevas! Nuevas de gran gozo, que sonpara todo el pueblo.67 A todos los sedientos, venid a lasaguas. ... Venid, comprad sin dinero y sin precio.68

Cualesquiera sean tus pecados, aunque sean rojos como lagrana,69 aunque sean más que los cabellos de tu cabeza,70

vuélvete al Señor, el cual tendrá de ti misericordia, y al Diosnuestro, el cual será amplio en perdonar.71

7. Cuando ya no hay objeción posible, se nos diceque la salvación por fe no ha de predicarse como doctrinaprincipal, o que no ha de enseñarse del todo. Pero, ¿qué diceel Espíritu Santo? Nadie puede poner otro fundamento queel que está puesto, el cual es Jesucristo.72 Luego, que todoaquel que crea en él será salvo73 es y ha de ser elfundamento y el principio de toda nuestra predicación.«Bueno, pero entonces, no a todos.» ¿A quién no hemos de

65 Mt. 9.2.66 Ro. 8.16.67 Lc. 2.10.68 Is. 55.1.69 Is. 1.18.70 Sal. 40.12.71 Is. 55.7.72 1 Co. 3.11.73 Jn. 3.16; Mc. 16.16.

Sermón 1 39

predicárselo? ¿A quién hemos de exceptuar? ¿A los pobres?Estos tienen un derecho particular a que se les predique elevangelio. ¿Los indoctos? No, puesto que desde el principioDios les ha revelado estas cosas a los indoctos e ignorantes.¿A los niños? Dejad a los niños venir a mí, y no se loimpidáis.74 ¿A los pecadores? Menos todavía. Jesús vino allamar, no a los justos, sino a los pecadores, alarrepentimiento.75 Entonces, si hemos de excluir a alguien,tendrá que ser a los ricos, los letrados, los de buenareputación, los de alta moral. Y es cierto que los talesfrecuentemente se excluyen a sí mismos para no oír. Perotenemos que hablar las palabras de nuestro Señor. Porqueesto dice nuestra comisión: «Id y predicad el evangelio atoda criatura.»76 Si alguien se opone a este mensaje, o aparte de él, para su propia destrucción, el tal seráresponsable por lo que hace. Pero vive el Señor, que todo loque el Señor me hablare, eso diré.77

8. Especialmente ahora proclamaremos que porgracia sois salvos por medio de la fe, porque nunca ha sidoesto más razonable. Solamente tal predicación puedeprevenir el crecimiento del error romanista entre nosotros.Atacar uno a uno los errores de esa iglesia no tendría fin.Pero la salvación por la fe llega a la raíz del asunto, y dondeesta doctrina se establece todo lo demás se viene abajo. Fueesta doctrina (que nuestra iglesia correctamente llama «laroca sólida y fundamento de la religión cristiana») la queprimero echó al papismo de estos reinos; y solamente ellapuede mantenerlo fuera. Sólo ella puede detener la

74 Mc. 10.14.75 Mc. 2.17.76 Mc. 16.15.77 1 R. 22.14.

La salvación por la fe40

inmoralidad que invade la nación. ¿Puedes vaciar el mar gotaa gota? Si puedes, lograrás reformarnos disuadiéndonos devicios particulares. Pero al llegar la justicia que es de Diospor la fe,78 se detendrán las olas impetuosas. Solamenteesto puede tapar las bocas de aquellos cuya gloria es suvergüenza,79 y que niegan al Señor que les rescató.80

Pueden hablar de la ley con tanta solemnidad como quien latiene escrita por Dios en su corazón. Al oírles hablar sobreel tema, parecería que no están lejos del reino de Dios. Perosi se les saca de la ley y se les lleva al evangelio,comenzando con la justicia que es por fe, con Cristo, quienes el fin de la ley ... para todo aquel que cree,81 y éstos quehasta ahora parecieron ser, si no completamente, al menoscasi cristianos, resultan ser hijos de perdición, tan distantesde la salvación como distan las profundidades del infiernode las alturas celestiales. ¡Dios tenga misericordia de ellos!

9. Es por esto que el enemigo se enfurece tantocuando se le anuncia al mundo la salvación por fe. Por ellomovió cielo y tierra para destruir a quienes primero lapredicaron. Por ello, sabiendo que solamente la fe puededestruir los cimientos de su reino, congregó todas susfuerzas, y empleó todas sus artimañas de la mentira y lacalumnia, para amedrentar a aquel glorioso campeón delSeñor de los Ejércitos, Martín Lutero, con el propósito deque no la reavivara. Lo cual no debe sorprendernos. Porquecomo dijo ese varón de Dios, «¡Cómo se enfurecería elhombre fuerte y armado, al verse detenido y aniquilado porun niñito, y éste armado con una débil caña!» Se enfurecería

78 Fil. 3.9.79 Fil. 3.19.80 2 P. 2.1.81 Ro. 10.4.

Sermón 1 41

especialmente por cuanto sabía que ese pequeño niño lederrocaría y pisotearía. Amén, Señor Jesús.82 Es así que tupoder se perfecciona en la debilidad.83 Sal entonces, túpequeño que crees en él, y su diestra te enseñará cosasterribles.84 Aunque eres débil como un niño recién nacido, elhombre fuerte no podrá sostenerse ante ti. Tú le vencerás, ylo dominarás, y lo derrocarás, y lo pisotearás debajo de tuspies. Marcharás bajo la dirección del gran Capitán de tusalvación,85 venciendo y para vencer,86 hasta que todos tusenemigos sean destruidos, y sorbida sea la muerte envictoria.87

Ahora gracias sean dadas a Dios, quien nos da lavictoria por medio de nuestro Señor Jesucristo, a quien, conel Padre y el Espíritu Santo, sea la bendición y la gloria y lasabiduría y la acción de gracias, y la honra y el poder y lafortaleza, ... por los siglos de los siglos. Amén.88

82 Ap. 22.20.83 2 Co. 12.9.84 Sal. 45.4.85 He. 2.10.86 Ap. 6.2.87 1 Co. 15.54.88 Ap. 7.12.

43

Sermón 2

El casi cristiano1

Hechos 26:28Casi me persuades a ser cristiano

Hay muchos que llegan hasta este punto. Desde quela fe cristiana apareció en el mundo, en todo tiempo y entoda nación ha habido muchos casi persuadidos a sercristianos. Mas viendo que de nada vale ante la presencia deDios el llegar tan sólo hasta este punto, es de la mayorimportancia que consideremos:

Primero, lo que significa ser casi cristiano.Segundo, lo que es ser cristiano por completo.I.(I).1. El ser casi cristiano implica, en primer lugar,

una «honestidad pagana». No creo que nadie dude esto,especialmente por cuanto no me refiero únicamente a esahonestidad que los escritos de sus filósofos recomiendan,sino también a la que los paganos comunes esperaban unosde otros, y muchos de hecho practicaban. Esa honestidadles enseñaba que no debían ser injustos; que no debían robarni hurtar los bienes de su vecino; ni oprimir a los pobres, nicometer extorsión alguna; ni engañar o defraudar a ricos o apobres en cualquier relación que tuviesen con ellos; ni privara nadie de su derecho; y en la medida de lo posible nodeberle nada a nadie.

2. Más aún: los paganos comunes reconocían lanecesidad de rendir tributo a la verdad y la justicia. Por 1 Predicado en la iglesia de Santa María, ante la universidad de Oxford, el 25de julio de 1741.

El casi cristiano44

tanto, aborrecían no sólo a quien juraba en falso poniendo aDios por testigo de una mentira, sino también a quiencalumniaba a su prójimo, acusándole falsamente. Y tampocotenían en gran estima a los mentirosos de toda suerte, aquienes consideraban deshonra del género humano y plagade la sociedad.

3. Además, esperaban unos de otros cierta caridad yauxilio. Esperaban cualquier auxilio que pudieran prestarsesin daño propio. Y esto incluía, no solamente esospequeños favores humanitarios que se hacen sin costo odificultad, sino también darle comida al hambriento si lessobraba, vestir al desnudo con la ropa que no necesitaban, yen general darles a los necesitados cualquier cosa que ellosmismos no necesitaran. La honestidad pagana, hasta en sumínima expresión, incluía todas estas cosas; y ello es loprimero que se incluye en el ser casi cristiano.

(II).4 La segunda cualidad del casi cristiano es laapariencia de piedad,2 de esa piedad que se prescribe en elevangelio de Cristo. Se tiene entonces la forma externa delverdadero cristiano. Por tanto, el casi cristiano no hace nadaque el evangelio prohíba. No toma el nombre de Dios envano. Bendice, y no maldice. No jura, sino que sus palabrasson «Sí, sí; no, no».3 No profana el día del Señor, ni permiteque se le profane, ni siquiera por el extranjero que habita ensu casa. No solamente evita el adulterio, la fornicación y laimpureza, sino toda palabra o mirada que se inclinen en esadirección. Más aún, evita toda palabra ociosa, toda clase dedifamación, crítica, murmuración, toda palabra torpe oburlona (eutrapelia), aunque los moralistas paganos la

2 2 Ti. 3.5.3 Mt. 5.37.

Sermón 2 45

consideren virtud. En resumen, se abstiene de toda clase deconversación que no sea buena para la edificación y quepor tanto contriste al Espíritu Santo de Dios, con el cualfuimos sellados para el día de la redención.4

5. Se abstiene de vino, en lo cual hay disolución,5 asícomo de festines y glotonerías. Evita, en la medida de loposible, toda disputa y contienda, constantementeprocurando vivir en paz con todos. Si sufre injusticia, no sevenga, ni devuelve mal por mal. No es murmurador, nipendenciero, ni se burla de las faltas o debilidades de suprójimo. No lastima, ni hiere, ni comete injusticia contranadie a propósito. Al contrario, en todas las cosas habla yactúa conforme a la regla explícita: Lo que no quieres que sehaga contigo, no lo hagas a otro.6

6. Y en el hacer el bien no se limita a las obras fácilesy que cuestan poco, sino que trabaja y sufre en bien demuchos, para así ayudar al menos a algunos. A pesar detrabajos y penas, todo lo que le viene a la mano para hacer,lo hace según sus fuerzas,7 ya sea para sus amigos o parasus enemigos, para los malos o para los buenos. Porque,siendo no perezosos8 en éste o en cualquier otro asunto,según tiene oportunidad, hace el bien a todos,9 tanto a susalmas como a sus cuerpos. Reprende a los malos, instruye alos ignorantes, fortifica a los que vacilan, anima a los buenosy consuela a los afligidos. Procura despertar a los queduermen, y guiar a aquellos a quienes Dios ya ha despertado 4 Ef. 4.29-30.5 Ef. 5.18.6 Mt. 7.12. En Mt., sin embargo, la «Regla de oro» se presenta en formapositiva. El modo negativo que Wesley usa aquí parece provenir del Talmud.7 Ec. 9.10.8 Ro. 12.11.9 Gá. 6.10.

El casi cristiano46

hacia la fuente que ha sido abierta para lavar el pecado y lainmundicia, de modo que puedan lavarse en ella y serlimpios. Y procura también amonestar a quienes ya sonsalvos por la fe a honrar en todas las cosas el evangelio deCristo.

7. Quien tiene la forma externa de la piedad usatambién de los medios de gracia --de todos ellos y a cadaoportunidad. Constantemente asiste a la casa de Dios; y nocomo algunos, que se presentan ante el Altísimo cargados deoro y joyería, con vestidos relucientes de vanidad, yquienes, ya sea por sus mutuas e innecesarias atenciones, opor su impertinente frivolidad, muestran que no tienen ni laforma ni el poder de la piedad. Quiera Dios que no hayatampoco entre nosotros quienes caigan bajo la mismacondenación; que vienen a la casa de Dios mirando a suderredor y con todas las señales de indiferencia y descuido,aunque parezcan pedir la bendición de Dios sobre lo quevan a hacer; quienes durante el culto solemne se duermen ose recuestan del modo más cómodo para dormir; o quienes,como si se imaginaran que es Dios quien duerme, conversan,o miran de acá para allá, como si no tuvieran nada que hacer.Que nadie les acuse de tener siquiera la forma de la piedad.No. Quien posee al menos esa forma se comporta conseriedad y atención a cada momento del servicio solemne.Especialmente cuando se acerca a la mesa del Señor, no lohace liviana o descuidadamente, sino con tal aire, modales ycomportamiento, que no parecen sino decir: ¡Dios, tenmisericordia de mí, pecador!10

8. Si a todo esto le añadimos el uso constante de laoración con la familia por parte de quienes son jefes de

10 Lc. 18.13.

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familia, y el consagrar ciertos momentos del día a lacomunión con Dios en lo privado, con una conductasiempre seria, resulta que quien constantemente practicaesta religiosidad externa tiene la forma de la piedad. Sólo unacosa le falta para ser casi cristiano: la sinceridad.

(III).9. Por «sinceridad» entiendo un principio real einterno de la religión, del cual surgen estas acciones externas.Ciertamente, sin ella no hay siquiera honestidad pagana, niaun la suficiente para satisfacer los requisitos de un poetapagano y epicúreo. Hasta ese infeliz, en sus momentossobrios, puede testificar:

Oderunt peccare boni virtutis amore;Oderunt peccare mali formidine poenae.11

De modo que si alguien deja de hacer el mal para evitar elcastigo,

Non pasces in cruce corvos,12

dice el pagano, y en esto «tienes tu recompensa».13 Pero nisiquiera este poeta diría que tal persona es un paganohonesto. Por lo tanto, si alguien, por el mismo móvil deevitar el castigo, de no perder sus amistades, de lograrganancias o reputación, se abstiene de hacer lo malo ypractica lo bueno, no podemos por ello decir en verdad quesea casi cristiano. Si no tiene mejores intenciones en sucorazón, es sencillamente un hipócrita.

10. Luego, el ser casi cristiano implicanecesariamente el ser sincero, un verdadero deseo de servir aDios, un firme propósito de hacer su voluntad. Se requiereun deseo sincero de agradar a Dios en todas las cosas: en la

11 «Los buenos dejan de pecar [lit. «odian el pecar»] por amor a la virtud; losmalos dejan de pecar por temor al castigo.» Horacio, Ep. I.xvi.52-53.12 «No alimentarás a los cuervos colgado de una cruz.» Horacio, Ep. I.xvi.48.13 Aquí Wesley continúa citando a Horacio, Ep. I.xvi.47: «habes pretium».

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conversación, en las acciones, y en todo lo que se hace o sedeja de hacer. Tal propósito, si se ha de ser casi cristiano,tiene que afectar el tono de la vida entera. Tal ha de ser elprincipio que le impulse a hacer el bien, a abstenerse delmal, y a usar de las ordenanzas de Dios.

11. Pero probablemente alguien preguntará: ¿Seráposible ir tan lejos, y sin embargo no ser más que casicristiano? ¿Qué más puede requerirse para sercompletamente cristiano? Respondo, en primer lugar, que estanto por los oráculos divinos como por el testimonio clarode la experiencia que sé que es posible hacer todo esto y sinembargo no ser más que casi cristiano.

12. Hermanos, mucha franqueza tengo convosotros.14 Y ¡Perdonadme este agravio!15 si declaro milocura desde los tejados de las casas, para bien de ustedes ydel evangelio. Permítanme hablarles francamente de mímismo, como si hablara de otra persona cualquiera. Estoydispuesto a humillarme para que ustedes sean exaltados, y aser todavía más vil para que Dios sea glorificado.

13. Por muchos años llegué hasta este punto, comomuchos de ustedes puedes testificar. Diligentemente huí detodo mal, tratando de tener una conciencia limpia,redimiendo el tiempo, aprovechando toda oportunidad dehacer bien a todos, constante y celosamente usando detodos los medios de gracia, tanto públicos como privados,buscando una conducta firme y seria en todo tiempo y todolugar. Y testigo me es Dios, ante quien ahora estoy, de quehacía todo esto sinceramente, con un verdadero propósitode servir a Dios, un firme deseo de hacer su voluntad, de

14 2 Co. 7.4.15 2 Co. 12.13.

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agradar en todo a quien me había llamado a pelear la buenabatalla, y a echar mano de la vida eterna.16 Y sin embargomi propia conciencia, por el Espíritu Santo, me es testigo deque durante todo ese tiempo no era yo sino casi cristiano.

II. Si se pregunta: ¿Qué otra cosa además de todoesto se requiere para ser completamente cristiano?,respondo:

(I).1. En primer lugar, amar a Dios. Porque así dicesu Palabra: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, ycon toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tusfuerzas.17 Tal amor de Dios hinche el corazón, se posesionade todos los afectos, llena el alma a plenitud, y empleatodas sus facultades hasta el máximo. El espíritu de quienasí ama a Dios continuamente se regocija en Dios suSalvador.18 En el Señor está su delicia;19 en su Señor y sutodo, a quien da gracias en todo.20 El nombre y la memoriadel Señor son el deseo de su alma.21 Su corazón clamaconstantemente: «¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?Y fuera de ti nada deseo en la tierra».22 Ciertamente, ¿quépuede desear, sino a Dios? No el mundo, ni las cosas delmundo. Porque el mundo le ha sido crucificado, y él almundo.23 Ha sido crucificado al deseo de la carne, al deseode los ojos, y al orgullo de la vida. Sí, está muerto a todaclase de orgullo, porque el amor no se envanece.24 Al

16 1 Ti. 6.12.17 Mr. 12:30.18 Lc. 1.47.19 Sal. 1.2.20 1 Ts. 5.18.21 Is. 26.8.22 Sal. 73:25.23 Gá. 6.14.24 1 Co. 13.4.

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contrario, quien, porque permanece en amor, permanece enDios, y Dios en él25 se considera a sí mismo menos quenada.

(II).2 La segunda señal del verdadero cristiano es elamor al prójimo. Porque así lo dice el Señor en las siguientespalabras: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».26 Sialguien pregunta, «¿quién es mi prójimo?»,27 lerespondemos: «Toda persona en este mundo; todo hijo delPadre de los espíritus y de toda carne.28 No podemos enmodo alguno exceptuar a nuestros enemigos, ni a losenemigos de Dios y de sus propias almas. Todo cristianoama a los tales como a sí mismo, así como Cristo nosamó.29 Quien quiera comprender mejor esta clase de amor,puede considerar cómo San Pablo lo describe.30 Es sufrido,es benigno; no tiene envidia; no juzga con ligereza; no seenvanece, sino que hace de quien ama siervo de todos. Elamor no hace nada indebido, sino que a todos se hace detodo. No busca lo suyo, sino el bien de los demás, para quepuedan ser salvos. El amor no se irrita, sino que desecha laira, pues quien la tiene carece de amor. El amor no piensamal de los demás. El amor no se goza de la injusticia, masse goza de la verdad. El amor todo lo sufre, todo lo cree,todo lo espera, todo lo soporta.

(III). 3. Hay todavía una cosa más que se requierepara ser completamente cristiano. Esta merececonsideración aparte, aunque en realidad no puede separarse

25 1 Jn. 4.12-13.26 Mt. 22.39.27 Lc. 10.29.28 He. 12.9.29 Ef. 5.2.30 1 Co. 13.

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de lo que antecede. Se trata del fundamento de todo, la fe.Excelentes cosas se dicen de ella en los oráculos de Dios.Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido deDios, dice el discípulo amado.31 A todos los que lerecibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad deser hechos hijos de Dios.32 Y, esta es la victoria que venceal mundo, nuestra fe.33 Sí, nuestro Señor mismo declara queel que cree en el Hijo tiene vida eterna,34 y no vendrá acondenación, mas ha pasado de muerte a vida.35

4. En esto, que nadie engañe a su propia alma. Ha denotarse que la fe que no produce arrepentimiento, amor ybuenas obras no es la fe viva y verdadera de que hablamosaquí, «sino una fe muerta y diabólica ... Porque hasta losdemonios mismos creen que Cristo nació de una virgen, quehizo toda suerte de milagros, declarando que era Diosmismo; que por nosotros sufrió muerte dolorosísima, pararedimirnos de la muerte eterna; que se levantó al tercer día;que ascendió al cielo y está sentado a la diestra del Padre, yque al fin del mundo vendrá de nuevo para juzgar a los vivosy los muertos. Los demonios creen estos artículos de fe, asícomo todo lo que está escrito en el Antiguo y en el NuevoTestamento. Y a pesar de toda esta fe, siguen siendodemonios. Permanecen en su estado de condenación, porqueles falta la verdadera fe cristiana.»36

31 1 Jn. 5.1.32 Jn. 1.12.33 1 Jn. 5.4.34 Jn. 3.36.35 Jn. 5.24.36 Las mismas palabras, u otras muy parecidas, se encuentran en la Homilíasobre la salvación, y en el tratado La doctrina de la salvación, la fe, y lasbuenas obras, 13.

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5. Utilizando el lenguaje de nuestro propia Iglesia,«la correcta y verdadera fe cristiana no consiste sólo encreer que las Sagradas Escrituras y los Artículos de Fe dicenverdad, sino también en tener una plena seguridad ycompleta certeza de que Cristo nos salva de la condenacióneterna». Es la «plena seguridad y completa certeza» quealguien tiene de «que por los méritos de Cristo sus pecadosson perdonados, y uno es reconciliado con Dios. Y de ellosurge un corazón amante dispuesto a obedecer susmandamientos.»37

6. Ahora bien, no es casi, sino completamentecristiano todo aquel que tenga esta fe que purifica elcorazón38 y que obra por el amor.39 Esta fe purifica elcorazón, mediante el poder de Dios que mora en él, de lasoberbia, de la ira, del deseo impuro, de toda iniquidad, detoda inmundicia de carne y de espíritu.40 Y por otra parte lollena de un amor hacia Dios y hacia toda la humanidad --unamor que hace las obras de Dios, que se gloría en gastar ygastarse en pro de todos, que sufre con gozo, no sólo losreproches por causa de Cristo, el que se burlen de él, lodesprecien, que todos lo aborrezcan, sino también todo loque la sabiduría de Dios permite que la malicia humana y losdemonios inflijan sobre él.

7. Empero, ¿quiénes son los testigos vivientes deestas cosas? Os ruego, hermanos, delante del Dios antequien el infierno y la destrucción quedan descubiertos, y

37 Compárese esto con la Homilía sobre la salvación, parte III, y con el tratadosobre La salvación, la gracia y las buenas obras, 14.38 Hch. 15.9.39 1 Jn. 1.9.40 2 Co. 7.1.

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¡tanto más los corazones de los hombres!,41 que cada unode ustedes se pregunte en su propio corazón: «¿Me cuentoyo entre ellos? ¿Practico lo justicia, misericordia y verdad,tal como lo requieren hasta las reglas de la honestidadpagana? Si es así, ¿tengo la forma externa de cristiano? ¿Laforma de la piedad? ¿Me abstengo de todo mal, de todo loque está prohibido en la Palabra de Dios? ¿Hago con todasmis fuerzas todo lo que me viene a la mano por hacer?¿Hago uso serio de todas las ordenanzas de Dios cada vezque tengo la oportunidad? ¿Y hago todo esto con el sincerodeseo de agradar a Dios en todas las cosas?

8. ¿No tienen muchos de ustedes la conciencia denunca haber llegado tan lejos? ¿De no haber llegado siquieraa la medida de la honestidad pagana? ¿O al menos de nohaber alcanzado la forma externa de la piedad cristiana?Pues mucho menos ha visto Dios sinceridad en ti, elverdadero deseo de agradarle en todas las cosas. Ni siquierate has hecho el propósito de dedicar a su gloria todas tuspalabras y todas tus obras, tus negocios, tus estudios y tusdiversiones. Ni siquiera te has propuesto ni deseado quetodo lo que hagas sea hecho en el nombre del Señor Jesús,42

de modo que sea sacrificio espiritual, aceptable a Dios pormedio de Jesucristo.43

9. Pero aún suponiendo que lo hayas hecho, ¿bastarácon los buenos propósitos y los buenos deseos para sercristiano? Ciertamente no, si no se ponen en práctica. Comoalguien ha dicho, «el infierno está empedrado de buenasintenciones». Queda todavía pendiente la gran pregunta:¿Está tu corazón lleno del amor de Dios? ¿Puedes clamar, 41 Pr. 15.11.42 Col. 3.17.43 1 P. 2.5.

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«mi Dios y mi todo»? ¿Es él todo tu deseo? ¿Estás feliz enDios? ¿Es Dios tu gloria, tu delicia, tu corona de gozo?¿Tienes escrito en el corazón el mandamiento: «El que ama aDios, ame también a su hermano»? ¿Amas entonces a tuprójimo como a ti mismo? ¿Amas a todos como a tu propiaalma, inclusive a tus enemigos y hasta los enemigos deDios? ¿Les amas como Cristo te amó? Sí, ¿crees que Cristote amó a ti, y que se entregó a sí mismo por ti? ¿Tienes feen su sangre? ¿Crees que el Cordero de Dios ha quitado tuspecados, y que los ha lanzado como una piedra al fondo dela mar? ¿Que ha borrado la cédula que te era contraria,quitándola del camino, clavándola en la cruz? ¿Has recibidotú la redención mediante su sangre, y el perdón de tuspecados? ¿Y da testimonio su Espíritu a tu espíritu, de queeres hijo de Dios?

10. El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, queestá ahora en medio de nosotros, sabe que si alguien mueresin esta fe y este amor, mejor le sería no haber nacido.Despiértate entonces, tú que duermes, y clama a tu Dios.Llámale en el día en que puede ser hallado. No le dejesdescansar hasta que haga todo su bien delante de tu rostro, yproclame delante de ti el nombre del Señor: «El Señor, elSeñor, fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, ygrande en misericordia y verdad; que guarda misericordiaa millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y elpecado.»44 Que nadie te persuada mediante palabras vanas adetenerte antes de alcanzar este premio de tu alta vocación.Al contrario, clama de día y de noche a quien cuando aúnéramos débiles, murió por los impíos.45 Llámale hasta que

44 Ex. 33:19; 34:6-7.45 Ro. 5.6.

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sepas en quién has creído, y puedas decir, «¡mi Señor y miDios!».46 Acuérdate de orar siempre, y no desmayar,47

hasta que puedas alzar las manos al cielo y decirle a quienvive por siempre, «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que teamo».48

11. ¡Quiera Dios que todos los que aquí estamoslleguemos a saber lo es que ser, no ya casi, sinocompletamente cristiano! ¡Justificados gratuitamente por sugracia, mediante la redención que es en Jesús! ¡Sabiendo quetenemos paz para con Dios mediante Jesucristo!¡Gozándonos en la esperanza de la gloria de Dios! ¡Yteniendo el amor de Dios en nuestros corazones por elEspíritu Santo que nos es dado!

46 Jn. 20.28.47 Lc. 18.1.48 Jn. 21.17.

55

Sermón 3

Despiértate, tú que duermesSermón de Carlos Wesley1

Efesios 5:14Despiértate, tú que duermes, levántate de los muertos,

y te alumbrará Cristo.

Al discurrir sobre estas palabras trataré en primerlugar, con el favor divino, de describir estos durmientes aquienes se dirigen. Luego trataré de reforzar la exhortación:«Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos».Por último, trataré de explicar la promesa hecha a los que sedespiertan y levantan: «Y te alumbrará Cristo».

I.1. En primer lugar, hablemos de los durmientes aquienes se refiere el texto. Con la palabra «sueño» se indicaaquí el estado natural del ser humano: ese sueño profundodel alma en el cual el pecado de Adán ha sumido a cuantosdescienden de él; ese descuido, indolencia, estupidez einsensibilidad en que todo ser humano viene a este mundo,y en que permanece hasta que la voz de Dios le despierte.

2. Recordemos que los que duermen, de nocheduermen.2 El estado natural es esa condición de completaoscuridad, en que las tinieblas cubren la tierra, y oscuridadlas naciones.3 El pobre pecador que duerme todavía, pormucho que sepa de otras cosas, no se conoce a sí mismo. En

1 Predicado el domingo 4 de abril de 1742 ante la Universidad de Oxford.2 1 Ts. 5.7.3 Is. 60.2.

Despiértate, tú que duermes56

este sentido, no sabe nada como debe saberlo.4 Ignora quees un espíritu caído, cuyo fin exclusivo en este mundo esrecuperarse de su caída y recuperar la imagen de Dios enque fue creado. No siente necesidad alguna de la sola cosaque es necesaria:5 ese cambio interno y radical, ese nacer delo alto,6 figurado en el bautismo, que es el principio de larenovación total, de la santificación del espíritu, alma ycuerpo, sin la cual nadie verá al Señor.7

3. Plagado de enfermedades como está, se imaginaestar en perfecta salud. Atado en férrea miseria, sueña quees libre y feliz. Dice, «paz, paz»,8 al tiempo que el diablo,como hombre fuerte armado,9 es dueño de su alma.Continúa durmiendo y descansando a la par que el infiernose mueve a sus pies para atraparle, y aunque el abismo delcual no hay retorno abre la boca para tragarle. Hay fuegoencendido en derredor suyo, y no lo sabe. El fuego lequema, y no se cuida de ello.

4. ¡Quiera Dios que podamos entenderlo! Quien«duerme» es el pecador satisfecho en su pecado, contentode permanecer en su condición, de vivir y morir sin laimagen de Dios. Duerme quien no conoce ni su enfermedadni el remedio. Quien nunca ha sido advertido, o no haescuchado la advertencia de Dios de huir de la iravenidera.10 Quien no se ha percatado que está en peligro del

4 1 Co. 8.2.5 Lc. 10.42.6 Jn. 3.3.7 He. 12.14.8 Jer. 6.14; 8.11.9 Lc. 11.21.10 Mt. 3.7.

Sermón 3 57

fuego infernal, ni ha clamado con toda la ansiedad del alma:¿Qué debo hacer para ser salvo?11

5. Si el que duerme no es abiertamente malvado, susueño es por lo general más profundo. Puede adoptar elcarácter de los de Laodicea, ni frío ni caliente,12 profesandola religión de sus antepasados de manera tranquila, racionaly amable. O puede ser celoso y ortodoxo, y conforme a lamás estricta secta de nuestra religión, vivir fariseo13 --esdecir, puede justificarse a sí mismo, como dicen lasEscrituras, procurando establecer su propia justicia14 comola base para ser aceptado por Dios.

6. Duerme quien tiene apariencia de piedad, peroniega la eficacia de ella.15 Y hasta probablemente envilece lapiedad dondequiera que la encuentra, como si fuera unaextravagancia o una ilusión. Este desgraciado que se engaña así mismo da gracias a Dios porque no es como los otroshombres, ladrones, injustos, adúlteros. No, a nadie le hacemal. Ayuna dos veces a la semana. Usa de todos los mediosde gracia. Asiste frecuentemente a la iglesia y lossacramentos. Da diezmos de todo lo que posee.16 Hace todoel bien que puede. En cuanto a la justicia que es en la ley, esirreprensible.17 Nada le falta de la piedad, sino la eficacia.Nada le falta de la religión, sino el espíritu. Nada le falta delcristianismo, sino la verdad y la vida.

11 Hch. 16.30.12 Ap. 3.15.13 Hch. 26.5.14 Ro. 10.3.15 2 Ti. 3.5.16 Lc. 18.11-12.17 Fil. 3.6.

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7. Pero sepan bien que, por mucha estima de que talcristiano goce, es una abominación ante los ojos de Dios. Esheredero de todos los males que el Hijo de Dios anunciaayer, hoy y para siempre, contra los escribas y fariseos,hipócritas.18 Limpia lo de fuera del vaso y del plato, peropor dentro está lleno de robo y de injusticia.19 Cosapestilencial se ha apoderado de él,20 porque sus entrañasson maldad.21 Nuestro Señor le compara justamente consepulcros pintados, que por fuera, a la verdad, se muestranhermosos, mas por dentro están llenos de huesos demuertos y de toda inmundicia.22 Ciertamente, lo huesos yano están secos. La carne subió, y la piel cubrió por encimade ellos; pero no hay en ellos espíritu.23 No tienen elEspíritu del Dios viviente. Y si alguno no tiene el Espíritu deCristo, no es de él.24 Vosotros sois de Cristo,25 si es que elEspíritu de Dios mora en vosotros.26 Pero si no es así, Diosmismo sabe que sigues estando muerto, hasta ahora mismo.

8. Otra característica de quien duerme es que habitaen la muerte, y no lo sabe. Está muerto para con Dios.Muerto en sus delitos y pecados.27 Porque el ocuparse de lacarne es muerte.28 Como está escrito: como el pecado entróen el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así 18 Mt. 23.13.19 Mt. 23.35.20 Sal. 41.8.21 Sal. 5.9.22 Mt. 23.27. Wesley dice «pintados» en lugar de «blanqueados», porque asídecían varias de las traducciones inglesas de entonces.23 Ez. 37:8.24 Ro. 8.9.25 1 Co. 3.23.26 Ro. 8.9.27 Ef. 2.1.28 Ro. 8.6.

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la muerte pasó a todos los hombres.29 Y no sólo la muertetemporal, sino también la espiritual y eterna. El día que deél comieres, le dijo Dios a Adán, ciertamente morirás.30

Esto no se refiere al cuerpo, como si entonces se volvieramortal, sino al espíritu: perderás la vida de tu alma; morirásante Dios; quedarás separado de él, quien es la esencia de tuvida y felicidad.

9. Así se disolvió la unión vital de nuestra alma conDios, de modo que en medio de la vida natural estamos enmuerte espiritual.31 Y en ella permanecemos hasta que elSegundo Adán sea para nosotros espíritu vivificante; hastaque él levante a los muertos --a los muertos en el pecado,los placeres, las riquezas y los honores. Pero para que unalma muerta pueda vivir, tiene que oír la voz de Dios.32

Tiene que percatarse de su estado de perdición, y escucharsu propia sentencia de muerte. Tiene que saber que viviendoestá muerta33--muerta a todo lo que es de Dios. Que el almamuerta no es más capaz de actuar como si fuera un cristianoviviente que un cadáver es capaz de actuar como si fuerauna persona viva.

10. Ciertamente, quien está muerto en pecado notiene los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien ydel mal espiritual.34 Teniendo ojos, no ve; y teniendo oídos,no oye.35 No gusta y ve que es bueno el Señor.36 No ha

29 Ro. 5.12.30 Gn. 2.17.31 Alusiones al servicio fúnebre del Libro de Oración Común.32 Jn. 5.25.33 1 Ti. 5.6.34 He. 5.14.35 Mc. 8.18.36 Sal. 34.8.

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visto jamás a Dios,37 ni ha oído su voz,38 ni palpado elVerbo de vida.39 En vano es como ungüento derramado40 elnombre de Cristo, y en vano mirra, áloe y casia exhalantodos sus vestidos.41 El alma que duerme el sueño de lamuerte no percibe estas cosas. Ha perdido todasensibilidad,42 y nada de esto entiende.

11. De aquí que, no teniendo sentidos espirituales,ni medio de percibir el conocimiento espiritual, el serhumano natural no acepte las cosas del Espíritu de Dios.Tan lejos está de poderlas recibir que todo lo que esdiscernimiento espiritual le parece locura. No le basta conignorar las cosas espirituales, sino que niega su existenciamisma. La percepción espiritual le parece locura de locuras.«¿Cómo puede hacerse esto?», dice.43 ¿Cómo puede alguiensaber que vive en Dios? De igual modo que sabes que tucuerpo vive. La fe es la vida del alma. No necesitas de señalque te lo pruebe a ti mismo, más que esa prueba delEspíritu,44 ese discernimiento divino, ese testimonio deDios,45 que es más y mejor que diez mil testigos humanos.

12. Si Dios no da testimonio dentro de tu espíritu deque eres hijo de Dios, ¡quiera al menos convencertemediante su demostración y poder, pobre pecador que aún

37 1 Jn. 4.12.38 Jn. 5.37.39 1 Jn. 1.1.40 Cnt. 1.3.41 Sal. 45.8.42 Ef. 4.19.43 Jn. 3.9.44 La referencia es a He. 11.1. Carlos Wesley cita aquí el griego: élenjospneúmatos, y esto es lo que traducimos arriba. Pero el texto griego de Hebreosdice: pragmáton élenjos (lo que RVR traduce como convicción).45 1 Jn. 5.9.

Sermón 3 61

duermes, de que eres hijo del diablo! Ojalá al profetizar yo,ahora mismo, hubiera un ruido y un temblor, y los huesos sejuntaran cada hueso con su hueso.46 Y entonces, Espíritu,ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, yvivirán.47 No endurezcas tu corazón ni resistas al EspírituSanto, quien ha venido en este momento a redargüirte depecado,48 porque no has creído en el nombre del unigénitoHijo de Dios.49

II.1. Por tanto, «Despiértate, tú que duermes, ylevántate de los muertos». El Señor te está llamando por miboca y te exhorta a conocerte a ti mismo, espíritu caído; aconocer tu verdadero estado y condición. ¿Qué tienes,dormilón? Levántate, y clama a tu Dios; quizá él tendrácompasión de ti, y no perecerás.50 Una gran tempestad selevanta en tu derredor, y te estás hundiendo en lasprofundidades de la perdición, en el océano de los juiciosdivinos. Si quieres escapar de esos juicios, arrójate a ellos.Júzgate a ti mismo, para que el Señor no te juzgue.

2. ¡Despierta! ¡Despierta! Levántate ahora mismo,no sea que bebas de la mano del Señor el cáliz de su ira.51

Sacúdete y abraza al Señor, el Señor de justicia, grande parasalvar.52 Sacúdete del polvo.53 Al menos, deja que losterremotos de las amenazas divinas te sacudan. Despierta yclama con el carcelero trémulo: «¿Qué debo hacer para ser

46 Ez. 37.7.47 Ez. 37.9.48 Jn. 8.46.49 Jn. 3.18.50 Jon. 1.6.51 Is. 51.17.52 Is. 63.1.53 Is. 52.2.

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salvo?»54 Y no descanses hasta creer en el Señor Jesús, conesa fe que es un don, por obra de su Espíritu.

3. Si a alguien me dirijo más especialmente que aotros, es a ti, que no te consideras aludido en estaexhortación. Tengo palabra de Dios para ti.55 En su nombrete amonesto a huir de la ira venidera.56 Mira, pues, turetrato, alma indigna, viendo a Pedro en el oscuro calabozo,atado con dos cadenas entre los soldados, y vigilado por losguardias ante la puerta. La noche casi ha pasado, y se acercala mañana cuando has de ser llevada al patíbulo. Y en tanterribles circunstancias todavía duermes. Estásprofundamente dormida en brazos del demonio, al borde delabismo, en las fauces de la destrucción eterna.

4. ¡Que el ángel del Señor se presente ante ti, y en tucárcel resplandezca la luz!57 ¡Que puedas sentir el toque deuna mano fuerte que te sacude y dice: «Levántate pronto.Cíñete, y átate las sandalias. Envuélvete en tu manto, ysígueme»!58

5. Despierta, espíritu inmortal, de tu sueño defelicidad mundana. ¿No te hizo Dios para sí? Por tanto, nohas de descansar hasta tanto no descanses en él.59 Regresa,peregrino. Vuela de nuevo a tu arca.60 Este no es tu hogar.No pienses edificar tabernáculos aquí. No eres sinoextranjero y advenedizo sobre la tierra, criatura de un solodía, que se precipita a un estado inalterable. Apresúrate, que 54 Hch. 16.30.55 Jue. 3.20.56 Mt. 3.7.57 Hch. 12.7.58 Hch. 12.7-8.59 Alusión a la conocida frase de San Agustín: Confesiones, I.1.60 La alusión es a la paloma que Noé envió desde el arca, para ver si había tierraseca. Gn. 8.9.

Sermón 3 63

la eternidad se aproxima. La eternidad depende de estemomento. ¡Una eternidad de gozo, o una eternidad desufrimiento!

6. ¿En qué estado se encuentra tu alma? Si Dios te lorequiriese ahora mismo, mientras estoy hablando, ¿estaríalista para enfrentarse a la muerte y al juicio? ¿Puedespresentarte ante quien es muy limpio de ojos para ver elmal, y no puede ver el agravio?61 ¿Estás apto paraparticipar en la herencia de los santos en luz?62 ¿Haspeleado la buena batalla, y guardado la fe?63 Te hasasegurado de la única cosa que es necesaria?64 ¿Hasrecobrado la imagen de Dios, en la justicia y santidad de laverdad?65 ¿Te has despojado del viejo hombre, y vestidodel nuevo?66 ¿Estás revestido de Cristo?67

7. ¿Tienes aceite en tu lámpara? ¿Gracia en elcorazón? ¿Amas al Señor con todo tu corazón, y con toda tualma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas?68 ¿Hayen ti el sentir que hubo también en Cristo Jesús?69 ¿Eresverdaderamente cristiano, es decir, criatura nueva? ¿Hanpasado las cosas viejas, y he aquí todas son hechasnuevas?70

61 Hab. 1.13.62 Col. 1.12.63 2 Ti. 4.7.64 Lc. 10.42.65 Ef. 4.24.66 Ef. 4.22,24.67 Gá. 3.27.68 Mr. 12.30.69 Fil. 2.5.70 2 Co. 5.17.

Despiértate, tú que duermes64

8. ¿Eres participante de la naturaleza divina?71 ¿Nosabes que Jesucristo está en ti, a menos que estésreprobado?72 ¿Sabes que permaneces en Dios, y Dios en ti,por el Espíritu que te ha dado?73 ¿Sabes que tu cuerpo estemplo del Espíritu Santo, el cual tienes de Dios?74 ¿Tienesel testimonio en ti mismo,75 las arras de tu herencia?76 ¿Hassido sellado con el Espíritu Santo de la promesa, hasta eldía de la redención?77¿Has recibido el Espíritu Santo? ¿O tesorprende mi pregunta, pues ni siquiera sabes si hayEspíritu Santo?

9. Si esto te ofende, ten por seguro que ni erescristiano ni deseas serlo. Hasta tu oración se convierte enpecado, y hoy mismo te has burlado solemnemente de Dios,cuando pediste la inspiración de su Santo Espíritu,78 sincreer siquiera que haya tal cosa.

10. Sin embargo, con la autoridad de la Palabra deDios y de nuestra Iglesia debo repetir la pregunta: ¿Hasrecibido el Espíritu Santo? Si no le has recibido no erestodavía cristiano, pues cristiano es quien ha sido ungido conel Espíritu Santo y con poder.79 Todavía no eres partícipe dela religión pura y sin mácula.80 ¿Sabes lo que es la religión?Es participar de la naturaleza divina, de la vida de Dios en el 71 2 P. 1.4.72 2 Co. 13.5.73 1 Jn. 3.24.74 1 Co. 6.19.75 1 Jn. 5.10.76 Ef. 1.14.77 Ef. 1.13-14.78 Carlos Wesley se refiere aquí a la oración que es parte del servicio decomunión en el Libro de Oración Común. Puesto que es domingo, da porsentado que sus oyentes han asistido a la comunión.79 Hch. 10.38.80 Stg. 1.27.

Sermón 3 65

alma humana. Es Cristo formado en el corazón;81 es Cristoen ti, la esperanza de gloria;82 es felicidad y santidad; es elcielo que comienza en la tierra; es el Reino de Dios dentro deti.83 No es comida ni bebida, ni cosa externa alguna, sinojusticia, paz y gozo en el Espíritu Santo.84 Es un reinoeterno que penetra tu alma; es una paz de Dios, quesobrepasa todo entendimiento;85 es gozo inefable yglorioso.86

11. ¿Sabes tú que en Cristo Jesús ni la circuncisiónvale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por elamor,87 la nueva creación?88 ¿Ves la necesidad de esecambio interior, de ese nacimiento espiritual, de esa vida delos que antes estaban muertos, de esa santidad? ¿Estásplenamente persuadido de que sin esa santidad nadie veráal Señor?89 ¿Te esfuerzas por obtenerla? ¿Procuras hacerfirme tu vocación y elección,90 ocupándote de tu salvacióncon temor y temblor,91 y esforzándote a entrar por lapuerta angosta?92 ¿Te ocupas fervientemente de tu alma?¿Puedes decirle a quien escudriña los corazones: «Tú, oh

81 Gá. 4.19.82 Col. 1.27.83 Lc. 17.21.84 Ro. 14.17.85 Fil. 4.7.86 1 P. 1.8.87 Gá. 5.6.88 Gá. 6.15.89 He. 12.14.90 2 P. 1.10.91 Fil. 2.12.92 Lc. 13.24.

Despiértate, tú que duermes66

Dios, eres lo que mi corazón desea.93 Tú sabes todas lascosas. Tú sabes que quiero amarte»?94

12. Abrigas la esperanza de ser salvo. Pero, ¿quérazón puedes dar de la esperanza que hay en ti? ¿Que nohas hecho ningún mal? ¿Que has hecho mucho bien? ¿Queno eres como los demás, sino sabio, instruido, honesto,moral, estimado de todos, y de buena reputación? ¡Ay!Nada de esto te acercará a Dios, ante quien todo ello valemenos que nada. ¿Conoces a Jesucristo, a quien él haenviado?95 ¿Te ha enseñado él que por gracia eres salvopor medio de la fe; y esto no de ti mismo, pues es don deDios; no por obras, para que nadie se gloríe?96 ¿Hasrecibido como base de tu esperanza esta palabra fiel, queCristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores?97

¿Has aprendido lo que quiere decir: «No he venido a llamara justos, sino pecadores, a arrepentimiento»?98 «No soyenviado sino a las ovejas perdidas.»99 ¿Estás ya perdido,muerto, condenado? (Quien tiene oídos para oír, oiga.)¿Sabes lo que mereces? ¿Percibes lo que te falta? ¿Erespobre de espíritu, doliéndote por Dios y al mismo tiemponegándote a recibir consolación?100 ¿Eres como el hijopródigo que vuelve en sí, y a quien los que siguenalimentándose de algarrobas tienen por loco? ¿Quieres vivirpiadosamente en Cristo Jesús, y sufres por ello

93 Alude aquí a una versión antigua de Job 6.8.94 Jn. 21.17.95 Jn. 17.3.96 Ef. 2.8-9.97 1 Ti. 1.15.98 Mc. 2.17.99 Mt. 15.24.100 Mt. 5.3-4.

Sermón 3 67

persecución?101 ¿Te vituperan, y dicen toda clase de malcontra ti, mintiendo, a causa del Hijo del Hombre?102

13. Ojalá escuches en todo esto la voz que despiertaa los muertos, y sientas el golpe de su Palabra, comomartillo que quebranta la piedra.103 Si oyeres hoy su voz,no endurezcas tu corazón.104 Despiértate, tú que duermesen sueño espiritual, no sea que duermas la muerte eterna.Considera lo desesperado de tu condición y levántate de losmuertos. Deja a tus antiguos compañeros de pecado ymuerte. Sigue tú a Jesús, y deja que los muertos entierren asus muertos.105 Sé salvo de esta perversa generación.106

Sal de en medio de ellos, dice el Señor, y no toques loinmundo, y yo te recibiré.107 Y te alumbrará Cristo.

III.1. Paso, por último, a explicar esta promesa. ¡Yqué pensamiento tan consolador es éste, que cualquiera queresponde a su llamado y le busca, no lo hará en vano! Siahora mismo te despiertas y levantas de entre los muertos,él se ha comprometido a alumbrarte. Gloria y gracia tedará el Señor:108 la luz de su gracia aquí, y la luz de sugloria cuando recibas la corona incorruptible.109 Entoncesnacerá tu luz como el alba ... y tu oscuridad será como elmediodía.110 Porque Dios, que mandó que de las tinieblasresplandeciese la luz, resplandecerá en tu corazón, para

101 2 Ti. 3.12.102 Mt. 5.11.103 Jer. 23.29.104 He. 3.7-8.105 Mt. 8.22.106 Hch. 2.40.107 2 Co. 6.17.108 Sal. 84.11.109 1 P. 5.4.110 Is. 58.8,10.

Despiértate, tú que duermes68

iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la fazde Jesucristo.111 Para quienes temen al Señor, nacerá el Solde justicia, y en sus alas traerá salvación.112 Entonces se tedirá: Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y lagloria del Señor ha nacido sobre ti.113 Porque Cristo serevelará en ti. Y él es la luz verdadera.114

2. Dios es luz, y se revela a todo pecador que sedespierta y le busca. Serás, pues, templo del Dios viviente,y habitará Cristo por la fe en tu corazón. Y arraigado ycimentado en amor, serás plenamente capaz de comprendercon todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, laprofundidad y la altura de ese amor de Cristo, que excede atodo conocimiento, para que seas lleno de la plenitud deDios.115

3. Vean entonces su llamamiento, hermanos.Estamos llamados a ser morada de Dios en el Espíritu,116

para de ese modo ser santos y partícipes de la herencia delos santos en luz.117 Tales son las preciosas y grandísimaspromesas118 dadas a quienes creemos. Porque mediante la feno hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espírituque proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nosha concedido.119

4. El Espíritu de Cristo es el gran don de Dios que,de distintas maneras y en diferentes lugares, le ha prometido

111 2 Co. 5.6.112 Mal. 4.2.113 Is. 60.1.114 Jn. 1.9.115 Ef. 3.17-19.116 Ef. 2.22.117 Col. 1.12.118 2 P. 1.4.119 1 Co. 2.12.

Sermón 3 69

al ser humano, y dado abundantemente desde que Cristo fueglorificado. Esas promesas hechas a los antepasados, Dioslas ha cumplido: «Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu,y haré que andéis en mis estatutos».120 «Derramaré aguassobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espírituderramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tusrenuevos».121

5. Todos ustedes pueden ser testigos vivientes deestas cosas, de la remisión de los pecados y del don delEspíritu Santo. Si puedes creer, al que cree todo le esposible.122 ¿Quién hay entre vosotros que teme la voz delSeñor, y sin embargo anda en tinieblas y carece de luz?123

Te pregunto en el nombre de Jesús: ¿Crees tú que no se haacortado su mano?124 ¿Que sigue siendo grande parasalvar?125 ¿Que es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos?126

¿Que tiene potestad en la tierra para perdonar pecados?127

Entonces, ten ánimo, hijo, tus pecados te sonperdonados.128 Dios, por el amor de Cristo, te haperdonado. Recibe este mensaje, no como palabra dehombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios.129

Serás justificado gratuitamente por la fe. Y también por la fe

120 Ez. 36.27.121 Is. 44.3.122 Mc. 9.23.123 Is. 50.10.124 Is. 50.2.125 Is. 63.1.126 He. 13.8.127 Mt. 9.6.128 Mt. 9.2.129 1 Ts. 2.13.

Despiértate, tú que duermes70

serás santificado, y sellado en él, porque Dios nos ha dadovida eterna, y esta vida está en su Hijo.130

6. Hermanos y señores, permítanme que les hablecon llaneza, y soporten la palabra de exhortación,131 aun deuno que es de poca estima en la iglesia. Movidas por elEspíritu Santo, sus conciencias les dan testimonio de queestas cosas son ciertas, si es que habéis gustado labenignidad del Señor.132 Y ésta es la vida eterna: queconozcan al único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien élha enviado.133 Este conocimiento por experiencia personal,y sólo esto, es el verdadero cristianismo. Es cristiano quienha recibido el Espíritu de Cristo. Quien no lo ha recibido, nolo es. Y no es posible haberlo recibido sin saberlo. Porqueen aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre,y vosotros en mí, y yo en vosotros.134 Y éste es el Espíritude verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no leve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora envosotros, y estará en vosotros.135

7. El mundo no lo puede recibir, sino que porcompleto rechaza la promesa del Padre, contradiciendo yblasfemando. Todo espíritu que no confiesa esto, no es deDios. Este es el espíritu del anticristo, el cual vosotroshabéis oído que viene, y que ahora está en el mundo.136 Elanticristo es quienquiera que niegue la inspiración delEspíritu Santo, o que la posesión de ese Espíritu es la

130 1 Jn. 5.11.131 He. 13.22.132 1 P. 2.3.133 Jn. 17.3.134 Jn. 14.20.135 Jn. 14.17.136 1 Jn. 4.3.

Sermón 3 71

herencia común de todos los creyentes, la bendición delEvangelio, el don inestimable, la promesa universal, lapiedra de toque de todo verdadero cristiano.

8. De nada sirve decir: «No niego la ayuda delEspíritu de Dios, sino su inspiración, ese recibirle y tenerconciencia de ello. Lo que niego es ese sentir el Espíritu, elser movido o estar lleno de él.» El hecho es que con sólonegar esto ya niegas todas las Escrituras, toda la verdad,promesa y testimonio de Dios.

9. Nuestra excelente Iglesia desconoce esa distincióninfernal. Al contrario, habla claramente de «sentir el Espíritude Cristo», de ser «movido por el Espíritu Santo», y de«sentir que no hay otro nombre que el de Jesús en quepodamos ser salvos.»137 Esa Iglesia nos enseña a pedir por«la inspiración del Espíritu Santo», y «que seamos llenosdel Espíritu Santo». Cada uno de sus presbíteros cree«recibir el Espíritu Santo por la imposición de manos».138

Por consiguiente, negar cualquiera de estas cosas esrenunciar a la Iglesia Anglicana y a toda la revelacióncristiana.

10. Pero la sabiduría de Dios ha sido siemprenecedad ante los humanos.139 Por tanto, no hay queadmirarse de que el gran misterio del Evangelio estéescondido de los sabios y de los entendidos,140 como loestuvo también en tiempos remotos. Ni tampoco hay queadmirarse de que casi todos lo nieguen, ridiculicen, y

137 Hch. 4.12.138 Palabras tomadas del Servicio de Ordenación de la Iglesia de Inglaterra. Entodo este párrafo, lo que aparece entre comillas alude a varios servicios delLibro de Oración Común.139 1 Co. 1.21-25.140 Mt. 11.25.

Despiértate, tú que duermes72

rechacen como mera locura, o de que los que lo acepten seantenidos por locos entusiastas. Esta es la apostasía quehabría de venir,141 esa apostasía general de gentes de todaclase y condición, que hoy día se difunde por toda la faz dela tierra. Recorred las calles de Jerusalén, y mirad ahora, einformaos; buscad en sus plazas a ver si halláis142 quiename al Señor de todo su corazón y que lo sirva con toda suinteligencia. Nuestra patria, sin ir más lejos, está inundadade iniquidad. ¡Cuántas villanías cometen diariamente y contoda impunidad quienes hacen alarde y se glorían de suscrímenes! ¿Quién podrá contar las blasfemias, juramentos,mentiras, calumnias, detracciones, conversaciones mordaces;las veces que se quebranta el día del Señor; la gula, laembriaguez, las venganzas, la lujuria, los adulterios, lasinmundicias, los fraudes, la injusticia, la opresión, y laextorsión que inundan el país como un diluvio?

11. Y aun entre quienes están libres de estasabominaciones, ¡cuánto no hay de ira y orgullo, de pereza yociosidad, de modales afectados y afeminados, de amor a lascomodidades y a sí mismo, de codicia y ambición! ¡Cuántased de elogios, qué apego al mundo, qué miedo a los demás!Y por otra parte, ¡cuán pocos son verdaderamentereligiosos! Porque, ¿quién ama a Dios y a su prójimo comoel Señor nos lo ha mandado? Por una parte vemos a unosque no tienen siquiera la apariencia externa de la religión;por otra, a los que tan sólo ostentan esa apariencia. De unlado, el sepulcro abierto; del otro, el blanqueado. De maneraque cualquiera que observase alguna asamblea pública (sinexceptuar nuestras congregaciones) fácilmente vería que una

141 2 Ts. 2.3.142 Jer. 5.1.

Sermón 3 73

parte era de saduceos y otra de fariseos.143 Los primeros seocupan tan poco de la religión como si no hubieraresurrección, ni ángel, ni espíritu.144 Los otros la conviertenen una forma inerte, en una serie de actuaciones externas sinla verdadera fe, sin el amor de Dios y sin el gozo delEspíritu Santo.

12. Ojalá esto no fuese cierto de los que estamosaquí presentes. Hermanos, ciertamente el anhelo de micorazón y mi oración a Dios son para salvación;145 paraque sean ustedes salvos de este diluvio de iniquidades; quesus olas orgullosas se detengan aquí. Pero, ¿será así? Diossabe, y nuestras conciencias saben, que no es así. No noshemos guardado limpios. Somos corruptos y abominables.Pocos hay que tengan ya entendimiento; y pocos queadoren a Dios en espíritu y verdad. Somos generación queno dispuso su corazón, ni fue fiel para con Dios suespíritu.146 El nos ha puesto para que seamos sal de latierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada?No sirve más para nada, sino para ser echada fuera yhollada por los hombres.147

13. ¿No castigaré esto? dice el Señor; ¿y de tal genteno se vengará mi alma?.148 No sabemos cuán presto dirá:«Espada, pasa por la tierra».149 Tiempo sobrado nos hadado para arrepentirnos. Y esta sazón también nos da. Peroahora nos despierta y amonesta con el trueno. Sus juicios

143 Hch. 23.6.144 Hch. 23.8.145 Ro. 10.1.146 Sal. 78.8.147 Mt. 5.13.148 Jer. 5.29.149 Ez. 14.17.

Despiértate, tú que duermes74

caen sobre la tierra. Con toda razón hemos de esperar quesobre nosotros caiga el peor de ellos, y que venga anosotros pronto, y quite nuestro candelero de su lugar, si nonos arrepentimos,150 y hacemos las primeras obras, yvolvemos a los principios de la Reforma, a la verdad ysencillez del Evangelio. Quién sabe si estaremos resistiendoel último esfuerzo de la gracia divina por salvarnos. Quizáhayamos colmado la medida de nuestros pecados151 alrechazar el mensaje de Dios contra nosotros, y al despedir asus mensajeros.

14. ¡Oh Señor, en la ira acuérdate de tumisericordia!152 Glorifícate en nuestra enmienda, y no ennuestra destrucción. Haznos prestar atención al castigo, y aquien lo establece.153 Ahora que tus juicios están en toda latierra,154 haz que los moradores del mundo aprendanjusticia.155

15. Hermanos, ya es hora de que despertemos denuestro sueño, antes que toque la gran trompeta156 delSeñor y nuestra tierra se convierta en campo de sangre.Ojalá y veamos las cosas que son necesarias para nuestrapaz antes de que se escondan de nuestra vista. «Apártate denosotros, oh buen Señor, y haz cesar tu ira sobrenosotros.»157 Mira desde el cielo, y considera, y visita esta

150 Ap. 2.5.151 1 Ts. 2.16.152 Hab. 3.2.153 Mi. 6.9.154 1 Cr. 16.14.155 Is. 26.9.156 Is. 27.13.157 Sal. 85.4. Wesley cita el Salmo según la traducción del Libro de OraciónComún.

Sermón 3 75

viña,158 y haznos saber el día de tu visitación. Ayúdanos, ohDios de nuestra salvación, por la gloria de tu nombre; ylíbranos, y perdona nuestros pecados por amor de tunombre.159 Así no nos apartaremos de ti; vida nos darás, einvocaremos tu nombre. Restáuranos, oh Señor Dios de losejércitos. Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.160

Y a aquel que es poderoso para hacer todas lascosas mucho más abundantemente de lo que pedimos oentendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él seagloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades,por los siglos de los siglos. Amén.161

158 Sal. 80.14.159 Sal. 79.9.160 Sal. 80.18-19.161 Ef. 3.20-21.

75

Sermón 4

El cristianismo bíblico1

Al lector:No fue mi intención, al escribirla, que la última parte

del siguiente sermón fuese publicada. Sin embargo, las falsasy vulgares descripciones de lo ocurrido que se hanpublicado en casi todos los rincones de la nación me obligana publicarlo en su totalidad, tal como fue predicado, paraque las personas sensatas juzguen por sí mismas.

Juan Wesley. 20 de octubre de 1744.

Hechos 4:31Y todos fueron llenos del Espíritu Santo.

1. La frase anterior ocurre también en el capítulosegundo, donde se lee: «Cuando llegó el día de Pentecostés,estaban todos unánimes juntos.» (es decir, los apóstoles, lasmujeres, la madre y los hermanos de Jesús). «Y de repentevino del cielo un estruendo como de un viento recio quesoplaba...y se les aparecieron lenguas repartidas como defuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todosllenos del Espíritu Santo.»2 Uno de los efectos inmediatosfue: que comenzaron a hablar en otras lenguas, de modoque los partos, medos, elamitas y otros extranjeros que sejuntaron a causa del estruendo les oían hablar en sus propiaslenguas las maravillas de Dios.

1 Sermón predicado en Santa María, Oxford, ante la Universidad, el 24 deagosto de 1744.2 Hch. 2.1-4.

El cristianismo bíblico76

2. En este capítulo leemos que habiendo estado losapóstoles y los hermanos orando y alabando a Dios, ellugar en que estaban congregados tembló; y todos fueronllenos del Espíritu Santo. En esta ocasión no hay ningunaseñal visible semejante a la anterior; ni se nos dice que losdones extraordinarios del Espíritu Santo fuesen dados atodos o a algunos de los apóstoles--dones tales comosanidades, el hacer milagros, profecía, discernimiento deespíritus, diversos géneros de lenguas o interpretación delenguas.3

3. Si estos dones del Espíritu Santo han depermanecer en la Iglesia a través de las edades, y si serándevueltos o no al aproximarse los tiempos de larestauración de todas las cosas,4 son asuntos que no esnecesario que decidamos. Lo que sí es necesario observar,sin embargo, es que, aun en la época en que la iglesia estabacomenzando, Dios repartió estos dones con mesura. ¿Eran,en esa época, todos profetas? ¿Obraban todos milagros?¿Tenían todos el don de sanidad? ¿Hablaban todos endiversas lenguas? Ciertamente que no. Tal vez no había niuno entre cada mil personas que poseyera uno de estosdones. Probablemente nadie excepto los maestros de laiglesia, y aun entre estos sólo algunos poseían los dones.Fue, por lo tanto, para un fin más excelente que todosfueron llenos del Espíritu Santo.

4. Fue para darles (lo que nadie puede negar que esesencial a los cristianos de todas las épocas) el sentir quehubo también en Cristo Jesús,5 esos santos frutos del

3 1 Co. 12.28-30.4 Hch. 3.21.5 Fil. 2.5.

Sermón 4 77

Espíritu6 sin los cuales nadie puede llamarse parte de supueblo; para llenarlos de amor, gozo, paz, paciencia,benignidad, bondad; para llenarlos de fe (lo cual podríatambién traducirse como «fidelidad»), de mansedumbre ytemplanza; capacitándolos para crucificar la carne con suspasiones y deseos;7 y como consecuencia de este cambiointerior, cumplir toda santidad exterior, para andar comoCristo anduvo en la obra de la fe, el trabajo del amor y laconstancia en la esperanza.8

5. Sin detenernos en especulaciones curiosas einnecesarias acerca de estos dones extraordinarios delEspíritu, examinemos detenidamente este fruto ordinarioque, se nos asegura, permanecerá a través de las edades: esagran obra de Dios entre los seres humanos que conocemosbajo el nombre de «cristianismo»; no como una serie deopiniones o un sistema de doctrinas, sino en lo que serefiere a los corazones y las vidas humanas. Sería útilconsiderar este cristianismo desde tres puntos de vista:

I. En sus comienzos en cada ser humano.II. En su extensión de una persona a otra.III. Como algo que se extiende por toda la tierra.Mi intención es concluir estas observaciones con

una aplicación sencilla y práctica.I. Consideremos, primero, el cristianismo en sus

comienzos, al empezar a existir entre los seres humanos.[1.]Supongamos que una de aquellas personas que

oyeron al apóstol Pedro predicar el arrepentimiento y elperdón de los pecados9 se sintió compungida en su corazón,

6 Gá. 5.22.7 Gá. 5.22-24.8 1 Ts. 1.3.9 Lc. 24.47.

El cristianismo bíblico78

se convenció de su pecado, se arrepintió, y creyó en Jesús.Mediante esa fe en el poder de Dios, la cual es la certeza delo que se espera, la convicción de lo que no se ve,10 esapersona recibe inmediatamente el espíritu de adopción, porel cual clamamos: «!Abba, Padre»!.11 Entonces puede porprimera vez llamar a Jesús «Señor» por medio del EspírituSanto, dando el mismo Espíritu testimonio a nuestroespíritu, de que es hijo de Dios. Ahora puede decirverdaderamente: lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en lafe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismopor mí.12

2. Esta es, por tanto, la esencia de la fe para elpecador, la evidencia13 divina del amor de Dios el Padre, através del Hijo de su amor, que ahora le hace acepto en elAmado. Justificado, pues, por la fe, tiene paz para conDios.14 Sí, la paz de Dios gobierna en su corazón; una pazque sobrepasa todo entendimiento (pánta noun, es decir,toda concepción puramente racional) guarda su corazón ysu mente15 de toda duda y temor, por medio delconocimiento de aquél en quien ha creído.16 Por lo tanto, notiene temor de malas noticias, porque su corazón está firme,creyendo en el Señor. No tiene temor de lo que los otrosseres humanos puedan hacerle, porque sabe que hasta loscabellos de su cabeza están contados. No teme a los poderesde la obscuridad, a los cuales Jesús holla bajo sus plantas

10 He. 11.1.11 Ro. 8.15.12 Gá. 2.20.13 En el original, esta palabra está en griego: élegjos.14 Ro. 5.1.15 Fil. 4.7.16 2 Ti. 1.12.

Sermón 4 79

diariamente. Teme el morir menos que nada; no, estapersona desea partir y estar con Cristo17, quien destruyópor medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte,esto es, al diablo, y libró a todos los que por el temor de lamuerte estaban durante toda la vida sujetos aservidumbre.18

3. Su alma, por tanto, engrandece al Señor y suespíritu se regocija en Dios su Salvador.19 Se regocija en suSalvador inefable,20 el Salvador que lo ha reconciliado conDios, en quien tenemos redención por su sangre, el perdónde pecados.21 Se regocija de tener el testimonio del Espírituen su espíritu de que es hijo de Dios,22 y se regocija más aúnen la esperanza de la gloria de Dios,23 en la esperanza de lasublime imagen de Dios, y en la renovación de su alma enla justicia y santidad de la verdad;24 anticipando la coronade gloria, esa herencia incorruptible, incontaminada einmarcesible.25

4. El amor de Dios ha sido derramado en nuestroscorazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.26 Y porcuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones elEspíritu de su Hijo el cual clama: «¡Abba, Padre!».27 Eseamor filial que tiene en su corazón por Dios aumenta

17 Fil. 1.23.18 He. 2.14-15.19 Lc. 1.46-47.20 1 P. 1.8.21 Col. 1.14.22 Ro. 8.16.23 Ro. 5.2.24 Ef. 4.23-24.25 1 P. 1.4.26 Ro. 5.5.27 Gá. 4.6.

El cristianismo bíblico80

constantemente por causa del testimonio que tiene en símismo del amor perdonador de Dios hacia él, contemplandocuál amor nos ha dado el Padre, para que seamosllamados hijos de Dios.28 De modo que Dios es el deseo desus ojos, y el gozo de su corazón; su porción en estemomento y en la eternidad.

5. Quien ama a Dios de esta manera no puede sinoamar a su hermano también,29 no sólo de palabra ni delengua, sino de hecho y en verdad.30 Esta persona dice: «SiDios nos ha amado así, debemos también nosotrosamarnos unos a otros»;31 ciertamente, a todo ser humano,por cuanto las misericordias de Dios están sobre todas susobras. De acuerdo con todo lo anterior, el afecto de estapersona amante de Dios incluye a toda la humanidad poramor de su Dios; sin exceptuar a quienes nunca ha visto enla carne, de quienes sólo sabe que son linaje de Dios, porquienes su Hijo murió; sin exceptuar a los malos o ingratos,y menos aún a sus enemigos, aquéllos que le han maldecido,aborrecido, ultrajado o perseguido a causa de su Señor. Esaspersonas tienen un lugar especial en su corazón y en susoraciones. El cristiano las ama como Cristo nos amó anosotros.

6. El amor no se envanece.32 Humilla hasta el polvoa las almas en que habita. Por lo tanto, la persona quehemos venido mencionando es humilde de corazón.33 Seconsidera a sí misma pequeña, despreciable y vil. Ni busca

28 1 Jn. 1.3.29 1 Jn. 4.21.30 1 Jn. 3.14.31 1 Jn. 4.11.32 1 Co. 13.4.33 Mt. 11.29.

Sermón 4 81

ni recibe las alabanzas de otras personas, sino la que vienede Dios. Es humilde y sufrida, amable y compasiva contodo el mundo. La fidelidad y la verdad no le abandonan,sino que están atadas a su cuello y escritas en la tabla de sucorazón.34 Por el mismo Espíritu es capaz de abstenerse detodo, acallando su alma como se acalla a un niño. Estapersona ha sido crucificada al mundo, y el mundo ha sidocrucificado para ella35--superando así los deseos de lacarne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida.36

El mismo amor omnipotente de Dios le salvó tanto de lapasión como del orgullo, de la lujuria como de la vanidad, dela ambición como de la avaricia, y de toda disposicióncontraria a la de Cristo.

7. Es fácil creer que quien tiene este amor en sucorazón no puede hacer mal a su prójimo. Le es imposiblehacerle daño a otro ser humano a sabiendas. Está muy lejosde la crueldad y del mal, de la injusticia o de la accióndepravada. Con el mismo cuidado, pone guarda a su boca yguarda la puerta de sus labios,37 por temor a ofender depalabra en contra de la justicia, la misericordia o la verdad.Ha echado a un lado toda mentira, falsedad o fraude; ni sehalló engaño en su boca.38 No difama a nadie, ni salen de suboca palabras duras.

8. Tal persona está convencida de la verdad de lapalabra que dice que «separados de mí nada podéishacer»39 y, por consiguiente de la necesidad de recibir el

34 Pr. 3.3.35 Gá. 6.14.36 1 Jn. 2.16.37 Sal. 141.3.38 1 P. 2.22.39 Jn. 15.5.

El cristianismo bíblico82

riego de Dios a cada momento;40 por lo cual persevera cadadía en las ordenanzas de Dios, los medios establecidos porDios para derramar su gracia a los seres humanos: en ladoctrina de los apóstoles o sea, sus enseñanzas, recibiendoalimento en su alma con su voluntad bien dispuesta arecibir; en el partimiento del pan, que esta personacomprende es la comunión del cuerpo de Cristo; y en lasoraciones y alabanzas que se levantan en la grancongregación.41 Así crece diariamente en gracia, aumentandoen fortaleza, en el conocimiento y el amor de Dios.

9. Empero el cristiano no se satisface solamente conabstenerse del mal. Su alma está sedienta de hacer el bien. Lapalabra continua en su corazón es: «Mi Padre hasta ahoratrabaja, y yo trabajo.42 Mi Señor anduvo haciendo el bien;¿y no voy yo a seguir sus pisadas?» Así que, según tieneoportunidad, si no puede hacer bienes mayores, alimenta alos hambrientos, viste a los desnudos, protege a loshuérfanos y a los extranjeros, visita y ayuda a quienes estánenfermos o en prisión.43 Reparte todos sus bienes para darde comer a los pobres.44 Se regocija en trabajar o en sufrirpor ellos; y en cualquier circunstancia en que pueda ser debeneficio para otra persona, está especialmente dispuesto anegarse a sí mismo. No existe para el cristiano nada tanvalioso que no esté dispuesto a sacrificar por ayudar a lospobres, recordando la palabra del Señor: «En cuanto lo

40 Is. 27.3.41 Hch. 2.42-46.42 Jn. 5.17.43 Mt. 25.35-39.44 1 Co. 13.3.

Sermón 4 83

hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mílo hicisteis.»45

10. Así era el cristianismo en sus comienzos. Así erael cristiano en días antiguos. Así eran todos aquellos que,habiendo escuchado las amenazas de los principalessacerdotes y los ancianos, alzaron unánimes la voz aDios,.....y todos fueron llenos del Espíritu Santo....Y lamultitud de los que habían creído era de un corazón y unalma (pues de tal manera el amor de aquél en que habíancreído los movía a amarse mutuamente). Y ninguno decía sersuyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas lascosas en común.46 Tan profundamente los cristianos habíancrucificado al mundo y el mundo había sido crucificado paraellos. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en lacomunión unos con otros, en el partimiento del pan y en lasoraciones. Y abundante gracia era sobre todos ellos. Asíque no había entre ellos ningún necesitado; porque todoslos que poseían heredades o casas, las vendían, y traían elprecio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles;y se repartía a cada uno según su necesidad.47

II. 1. Echemos una mirada, en segundo lugar, a lapropagación de este cristianismo de una persona a otra, ycómo va extendiéndose por toda la tierra. Esta fue lavoluntad de Dios desde el principio, quien no enciende unaluz para ponerla debajo de un almud, sino sobre elcandelero para que alumbre a todos los que están en casa.Esto fue lo que había declarado Jesús a sus primerosdiscípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra, .... la luz delmundo», a la misma vez que les daba aquel mandato general: 45 Mt. 25.40.46 Hch. 4.23-24.47 Hch. 2.1,42; 4.31-35.

El cristianismo bíblico84

«Así alumbre nuestra luz delante de los hombres, para quevean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padreque está en los cielos.»48

2. Y si suponemos que algunas de estas personasamantes del género humano ven al mundo entero sumergidoen la maldad, ¿podríamos creer que serían indiferentes antela visión de la miseria de aquéllos por quienes su Señormurió? ¿No se conmoverían sus entrañas por ellos, y suscorazones a causa de tanto mal? ¿Podrían permanecerociosas todo el día, aun si no hubieran recibido ningúnmandamiento de aquél a quien aman? ¿No se esforzarían,usando todos los medios en su poder, para arrebatar algunosde estos tizones del fuego?49 Sin duda alguna que lo haríanasí. No escatimarían esfuerzos para traer a cualquiera deestas pobres ovejas que se han extraviado, para volverlas algran Pastor y Obispo de sus almas.50

3. Así se comportaban los cristianos antiguos. Trabajaban,siempre que tenían la oportunidad, haciendo bien a otros,advirtiéndoles que huyeran de la ira venidera; que escaparande la condenación del infierno. Proclamaban: «Dios,habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia,ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que searrepientan».51 Clamaban en voz alta: «Volvéos, volvéos devuestros malos caminos»;52 «y no os será la iniquidadcausa de ruina».53 Los cristianos discutían con los demás

48 Mt. 5.13-14.49 Hay aquí una alusión autobiográfica, pues Wesley se consideraba a símismo un «tizón arrancado del fuego» desde que, en 1709, fue rescatado de unincendio en su hogar.50 1 P. 2.25.51 Hch. 17.30.52 Ez. 33.11.53 Ez. 18.30.

Sermón 4 85

acerca del dominio propio y de la rectitud o justicia, acercade las virtudes opuestas a los pecados que los dominaban, yacerca del juicio venidero, de la ira de Dios que sin dudavendrá sobre los obradores de maldad en aquel día en queDios juzgará a toda la humanidad.

4. Procuraban hablarle a cada persona según sunecesidad. Ante las personas descuidadas, que no sepreocupaban por su obscuridad y sombra de muerte,tronaban: «Despiértate tú que duermes, y levántate de losmuertos, y te alumbrará Cristo.»54 Pero para aquellaspersonas que ya estaban despiertas, y padeciendo bajo laconciencia de la ira de Dios, sus palabras eran: «Abogadotenemos para con el Padre,.....él es la propiciación pornuestros pecados.»55 Mientras tanto, a quienes habíancreído, les exhortaban al amor y a las buenas obras; aperseverar en el bien hacer; y a abundar más y más enaquella santidad sin la cual nadie verá al Señor.56

5. Y su trabajo en el Señor no fue en vano. Supalabra se diseminó y fue glorificada. Creció y prevaleció.57

Por otra parte, las ofensas prevalecieron también. El mundoen general se sintió ofendido, porque los cristianostestificaban de que las obras del mundo eran malas. Quienesvivían para complacerse a sí mismos se sintieron ofendidos,no sólo porque estos cristianos les criticaban suspensamientos («Dice que conoce a Dios,» dicen, «y sellama a sí mismo hijo del Señor....su vida es distinta a la delos demás, y su proceder es diferente.... se aparta denuestra compañía como sí fuéramos impuros....se siente

54 Ef. 5.14.55 1 Jn. 2.1-2.56 He. 12.14.57 Hch. 19.20.

El cristianismo bíblico86

orgulloso de tener a Dios por Padre.»)58 sino más aúnporque muchos de sus compañeros les fueron arrebatados yya no corrían con ellos con el mismo desenfreno dedisolución.59 Quienes eran personas de reputación sesintieron ofendidas porque, a medida que se extendía elevangelio, bajaban en estima a los ojos de los demás; yporque muchos dejaron de adularlos con títulos y de darlesel honor que sólo Dios merece. Los comerciantes sereunieron y dijeron: «Varones, sabéis que de este oficioobtenemos nuestra riqueza; pero veis y oís que [estos han]apartado a muchas gentes con persuasión...hay peligro deque este nuestro negocio venga a desacreditarse». Sobretodo, las llamadas personas religiosas, las de religiónexterna, los santos de este mundo,60 se sintieron ofendidas ylistas en todo momento para clamar: «¡Varones israelitas,ayudad! Porque hemos hallado que esos hombres son unaplaga, y promotores de sediciones por todo el mundo. Estosson los hombres que por todas partes enseñan a todoscontra el pueblo y contra la ley.»61

6. Fue así que los cielos se obscurecieron con nubes,y la tormenta comenzó. Mientras más se extendía elcristianismo, más daño se hacía, a la vista de aquéllos que nolo recibieron; y creció el número de aquéllos que se enojaronmás y más contra «estos que trastornan el mundoentero»;62 por lo cual gritaban una y otra vez: «Quiten de latierra a tales hombres, porque no conviene que vivan».63 Y 58 Sabiduría, 2.13-16.59 1 P. 4.4.60 Frase que Wesley tomó prestada del reformador español Juan de Valdés.Véase su carta a su padre del 10 de diciembre de 1734.61 Hch. 21.28 y 24.5.62 Hch. 17.6.63 Hch. 22.22.

Sermón 4 87

creían firmemente que quienes los mataran estaríanrindiendo un servicio a Dios.64

7. Mientras tanto no dejaban de desechar su nombrecomo malo;65 por lo cual se hablaba contra esta secta entodas partes.66 La humanidad hablaba toda clase de malcontra ellos, tal como hacía con los profetas que habíanvivido antes que ellos.67 Y todo lo que alguno afirmaba, losdemás lo creían; por lo cual las ofensas crecían en númerocomo las estrellas de los cielos. De esa forma, en el tiempoordenado por el Padre, surgió la persecución por todaspartes. Algunos sufrieron, durante un tiempo, la vergüenzay el reproche; algunos, el despojo de sus bienes; algunosexperimentaron vituperios y azotes; algunos prisiones ycárceles;68 y otros resistieron hasta la sangre.69

8. Fue entonces que las columnas del infierno seestremecieron y que el reino de Dios se extendió más y más.Los pecadores en todas partes se convertían de las tinieblasa la luz, y de la potestad de Satanás a Dios.70 Dios les dio asus hijos palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir nicontradecir todos los que se opongan.71 Y sus vidas teníantanta autoridad como sus palabras. Sobre todo, sussufrimientos daban testimonio al mundo entero. Fueronaprobados como siervos de Dios en tribulaciones, ennecesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, entumultos, en trabajos; en peligros en el mar, peligros en el 64 Jn. 16.2.65 Lc. 6.22.66 Hch. 28.22.67 Mt. 5.11-12.68 He. 11.3669 He. 12.4.70 Hch. 26.18.71 Lc. 21.15.

El cristianismo bíblico88

desierto; en trabajo y fatiga, en hambre y sed, en frío y endesnudez.72 Y después de haber peleado la buena batalla,haber sido llevados como ovejas al matadero, y haberseofrecido en libación en el sacrificio y el servicio de su fe, susangre clamaba a una voz; por lo cual los paganos pudierondecir que hasta muertos, su sangre aún hablaba.

9. Así se extendió el cristianismo por el mundo.¡Mas cuán rápidamente apareció la cizaña entre el trigo!¡Cuán pronto el misterio de la iniquidad se manifestó juntoal misterio de la justicia!73 ¡Cuán rápidamente encontróSatanás un asiento en el templo de Dios! Hasta que la mujerhuyó al desierto,74 y los creyentes desaparecieron de entrelos hijos de los hombres. Aquí estamos siguiendo un caminomuy trillado: la siempre creciente corrupción de lasgeneraciones sucesivas ha sido descrita abundantemente detiempo en tiempo, por aquellos testigos que Dios levantó,para mostrar que había construido su Iglesia sobre la roca, yque las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.75

III. 1. Y ¿no veremos cosas aun más asombrosas queéstas, y aun más admirables que las que han sido desde lafundación del mundo? ¿Puede Satanás hacer que falle laverdad de Dios? ¿Puede hacer que las promesas de Dios notengan cumplimiento? Si no puede, llegará el día en que elcristianismo prevalecerá y cubrirá la tierra. Detengámonospor un momento, y examinemos (el tercer punto prometido)esta visión extraña: la de un mundo cristiano. Los profetasantiguos inquirieron y buscaron diligentemente acerca deesta salvación, el Espíritu que estaba en ellos les daba

72 2 Co. 6.4-5; 11.26-27.73 2 Ts. 2.7; 1 Ti. 3.16.74 Ap. 12.6.75 Mt. 16.18.

Sermón 4 89

testimonio:76 «Acontecerá en lo postrero de los tiempos, queserá confirmado el monte de la casa de Jehová comocabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, ycorrerán a él todas las naciones ... y volverán sus espadasen rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espadanación contra nación, ni se adiestrarán más para laguerra.»77 «Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí,la cual estará puesta por pendón a los pueblos, serábuscada por las gentes; y su habitación será gloriosa.Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzaráotra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo.... Y levantara pendón a las naciones, y juntará losdesterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá delos cuatro confines de la tierra.»78 «Morará el lobo con elcordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerroy el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño lospastoreará. ... No harán mal ni dañarán en todo mi santomonte; porque la tierra será llena del conocimiento deJehová, como las aguas cubren el mar.»79

2. Las palabras del gran Apóstol tienen el mismosignificado, las cuales es evidente que no se han cumplido:«¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. ...Pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles ...y [si] su defección es la riqueza de los gentiles, ¿cuánto mássu plena restauración? ... Porque no quiero, hermanos, queignoréis este misterio, ... que ha acontecido a Israel

76 1 P. 1.10-11.77 Is. 2.2,4.78 Is. 11.10-12.79 Is. 11.6,9.

El cristianismo bíblico90

endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitudde los gentiles; y luego todo Israel será salvo.»80

3. Supongamos ahora que el tiempo ha llegado y quelas profecías se han cumplido. ¡Qué espectáculo tansublime! Todo es paz, reposo y seguridad para siempre.81

No se escucha el estruendo de las armas, ni confusión devoces, ni se ven mantos revolcados en sangre.82 Ladestrucción ha terminado: las guerras han cesado en la tierra.No hay ninguna guerra interna: ningún hermano se levantacontra su hermano; ni hay nación o ciudad divida contra símisma, destrozándose interiormente. La discordia civil haconcluido para siempre, y no queda nadie para destruir oherir a su prójimo. No hay opresión que haga entontecer alsabio;83 ni extorsión que muela a los pobres;84 ni robos nihurtos; ni rapiña ni injusticias; porque todo el mundo estásatisfecho con las cosas que ahora posee. Así que la justiciay la paz se besaron;85 han echado raíces y llenado la tierra;la justicia florece en la tierra, y la paz mira desde el cielo.86

4. Y junto a la santidad y la justicia, se encuentra también lamisericordia. La tierra ya no está llena de habitaciones demolestia.87 El Señor ha destruido a los sanguinarios, a losque están llenos de malicia, a los envidiosos y vengativos. Sihay provocación alguna, no hay quien sepa devolver malpor mal; de hecho, no hay nadie que haga el mal, ni siquierauno. Todas las personas se han vuelto mansas como 80 Ro. 11.1,11-12,25-26.81 Is. 32.17.82 Is. 32.17.83 Ec. 7.7.84 Is. 3.15.85 Sal. 85.10.86 Sal. 80.14.87 Sal. 74.21.

Sermón 4 91

palomas,88 y se han llenado de paz y gozo en el creer,89

unidos en un solo cuerpo, por un Espíritu, se amanfraternalmente. Todos son de un corazón y un alma; yninguno dice ser suyo propio nada de lo que posee.90 Nohay entre ellos quien tenga necesidad; porque cada personaama a su prójimo como a sí misma. Y todos siguen unamisma regla: «todas las cosas que queráis que los hombreshagan con vosotros, así también haced vosotros conellos.»91

5. De lo anterior se desprende que ninguna palabracruel se escucha entre ellos--ni contención de lenguas, ni deninguna otra clase, ni murmuración, ni difamación--sino quecada cual abre su boca con sabiduría, y la clemencia está ensu lengua.92 Son igualmente incapaces de cometer fraude oengaño. Su amor es sin fingimiento. Sus palabras sonsiempre expresión justa de sus pensamientos, que abren unaventana a sus pechos, de modo que cualquiera que lo deseepuede mirar en sus corazones y ver que en ellos sólo hayamor y Dios.

6. Así que cuando el Señor Dios omnipotente tomasu poder y reina,93 y sujeta a sí mismo todas las cosas,94

Dios hace que todo corazón rebose de amor, y que todaboca se llene de alabanza. Bienaventurado el pueblo quetiene esto; Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová.95

«Levántate» (dice el Señor) «resplandece; porque ha venido 88 Mt. 10.16.89 Ro. 15.13.90 Hch. 4.32.91 Mt. 4.32.92 Pr. 31.26.93 Ap. 19.6.94 Fil. 3.21.95 Sal. 144.5.

El cristianismo bíblico92

tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti ... yconocerás que yo Jehová soy el Salvador tuyo y Redentortuyo, el Fuerte de Jacob ... y pondré paz por tu tributo, yjusticia por tus opresores. Nunca más se oirá en tu tierraviolencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio,sino que a tus muros llamarás Salvación, y a tus puertasAlabanza. ... Y tu pueblo, todos ellos serán justos, parasiempre heredarán la tierra; renuevos de mi plantío, obrade mis manos, para glorificarme.»96 «El sol nunca más teservirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna tealumbrará, sino que Jehová te será por luz perpetua, y elDios tuyo por tu gloria.»97

IV. Habiendo considerado el cristianismo en suscomienzos, en su desarrollo y en su extensión por toda latierra, sólo me queda concluir este asunto con una sencillaaplicación práctica.

1. Primeramente quisiera preguntar: ¿Dónde existeesta clase de cristianismo? ¿Dónde viven los cristianos?¿Qué país es ése cuyos habitantes están todos llenos delEspíritu Santo, son todos de un corazón y un alma98?¿Dónde no se permite que ninguna persona entre ellascarezca de nada, sino que constantemente se reparte a cadauno según su necesidad?99 ¿Un lugar en donde todos y cadauno tienen el amor de Dios llenando sus corazones, ymoviéndolos a amar a sus prójimos como a sí mismos?¿Dónde están llenos de entrañable misericordia, debenignidad, de humildad, de mansedumbre, de

96 Is. 60.1,16-18,21.97 Is. 60.19.98 Hch. 4.32.99 Hch. 4.35.

Sermón 4 93

paciencia100? ¿Quiénes no ofenden en ninguna forma, ni enpalabra ni en hecho, en contra de la justicia, la misericordiay la verdad, sino que en todo tratan a las demás personascomo ellas quisieran ser tratadas? ¿Podemos llamar cristianacon propiedad a alguna nación que no responda a dichadescripción? Entonces, confesemos que no hemos vistohasta la fecha a ninguna nación cristiana sobre la tierra.

2. Os ruego, hermanos, por las misericordias deDios, aunque me consideren loco o tonto, que me escuchentodavía un poco más, con paciencia. Es necesario quealguien les hable con claridad. Es particularmente necesarioen este tiempo; porque, ¿quién sabe si será el último?¿Quién sabe cuán pronto el juez justo dirá: «No voy a sufrirmás a este pueblo»?101 De modo que si aun Noé, Daniel yJob estuvieran en la tierra, ellos apenas salvarían suspropias almas. ¿Quién les hablará con esta franqueza si yono lo hago? Por lo tanto, me he decidido y hablaré. Y lesconjuro, por el Dios viviente, que no se opongan a recibiruna bendición de mi mano. No digan en sus corazones:«Non persuadebis, etiamsi persuaseris» (No me haspersuadido, aunque has sido muy persuasivo); o, en otraspalabras, «Señor, no recibiré nada por medio del que hasenviado. ¡Permíteme mejor perecer en mi sangre que sersalvado por medio de este hombre!»

3. Hermanos, aunque hablo así, estoy persuadido decosas mejores102 en cuanto a ustedes. Permítanmepreguntarles, entonces, con amor tierno, y en espíritu dehumildad: ¿Es ésta una ciudad cristiana? ¿Se encuentra aquíel cristianismo según las Sagradas Escrituras? ¿Estamos 100 Col. 3.12.101 Ex. 8.8,9,29-31; Jer. 7.16.102 He. 6.9.

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nosotros, como comunidad, tan llenos del Espíritu Santocomo para disfrutar en nuestros corazones, y mostrar ennuestras vidas los frutos genuinos del Espíritu? ¿Son todoslos dignatarios, los jefes y directores de colegios einstituciones, y sus respectivas sociedades (sin hablar de loshabitantes del pueblo), de un corazón y un alma? ¿Ha sidoel amor de Dios derramado en nuestros corazones?103

¿Tenemos el mismo sentir que él tenía? ¿Y están nuestrasvidas en conformidad con ello? ¿Somos santos en nuestramanera de hablar, así como aquél que nos llamó essanto?104

4. Espero que tomen ustedes en consideración queno se trata aquí de asuntos extraños; que la cuestión aquí notiene que ver con opiniones dudosas de un tipo o de otro;sino que se trata de las consecuencias fundamentales eindiscutibles de nuestro cristianismo común. Para sudecisión, apelo a sus propias conciencias, guiadas por laPalabra de Dios. Quien no se sienta condenado por supropio corazón, que vaya en paz.

5. Entonces, en el temor y ante la presencia del granDios ante quien todos hemos de comparecer, pido a quienestienen autoridad sobre nosotros, a quienes respeto porrazón de su dignidad, que consideren (y no a la manera dehipócritas delante de Dios): ¿Están llenos del EspírituSanto? ¿Son ustedes representantes dignos de aquél a quienestán llamados a representar entre los seres humanos? «Yodije: Vosotros sois dioses».105 ¡Ustedes los magistrados yautoridades son, por razón de su dignidad, aliados del Diosdel cielo! En sus respectivos puestos y empleos están 103 Ro. 5.5.104 1 P. 1.15.105 Sal. 82.6.

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llamados a mostrarnos al Señor nuestro gobernante. ¿Sontodos los pensamientos de sus corazones, todos sus anhelosy deseos, dignos de su llamado? ¿Son todas sus palabrascomo aquéllas que vienen de la boca de Dios? ¿Hay dignidady amor en todas sus acciones? ¿Hay esa grandeza que laspalabras no pueden expresar, que sólo puede emanar deun corazón lleno de Dios--y que, a la vez, es consistentecon el carácter del ser humano que es un gusano, y con elhijo de hombre, también gusano?106

6. Ustedes, hombres venerables que han sidoespecialmente llamados a formar las mentes tiernas de lajuventud, a disipar las tinieblas de la ignorancia y del error,y a enseñarles a ser sabios para salvación, ¿están llenos delEspíritu Santo? ¿Están llenos de todos esos frutos delEspíritu107 que requiere el desempeño de sus funciones?¿Están sus corazones consagrados a Dios? ¿Están llenos deamor y de celo por establecer su reino en este mundo? ¿Lesrecuerdan a aquellos que tienen bajo su cuidado que el finrazonable de todos sus estudios es el conocer, amar y serviral único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Dios haenviado?108 ¿Les inculcan día a día ese amor que es lo únicoque no perece? Porque cesarán las lenguas, y la cienciafilosófica acabará,109 y sin amor todo conocimiento es sólouna espléndida ignorancia, vana pompa, aflicción deespíritu. ¿Hay en todo lo que enseñan una tendencia al amora Dios y a toda la humanidad por amor de su nombre?¿Piensan en esto en relación al tipo, modo y medida de losestudios que les prescriben; deseando y trabajando para que

106 Job 25.6.107 Gá. 5.22.108 Jn. 17.3.109 1 Co. 13.8.

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dondequiera que les toque ir a estos jóvenes soldados deCristo puedan ser antorchas que ardan y alumbren,honrando en todo el evangelio de Cristo? Y permítanmepreguntarles: ¿desempeñan con todas sus fuerzas el grantrabajo que han emprendido? ¿Ejercitan, en el cumplimientode sus deberes, todas las facultades de su alma, usando todoel talento que Dios les ha dado, al máximo de sus fuerzas?

7. No quiero que se diga que estoy hablando aquícomo si todos los que están a su cargo tuvieran intención dededicarse al ministerio. De ninguna manera: hablo desde elpunto de vista que todos deben ser cristianos. ¿Pero quéejemplo les estamos dando nosotros los que gozamos de labeneficencia de nuestros antepasados, los que somosestudiantes, tutores o eruditos, en especial los que tenemoscierto rango y eminencia? ¿Abundan ustedes en los frutosdel Espíritu, en humildad, abnegación, mortificación,seriedad y compostura de espíritu, en paciencia, sobriedady templanza, y se esfuerzan, por otra parte, en hacer el biena todos los seres humanos, en aliviar las necesidadesexternas y en encaminar las almas al verdadero conocimientoy amor de Dios? ¿Es éste el carácter de la mayoría de losestudiantes en los colegios? Me temo que no lo sea. Por elcontrario, ¿no nos echan en cara nuestros enemigos, yquizás con buenas razones, que el orgullo y la soberbia deespíritu, la impaciencia y la inquietud, la morosidad y laindolencia, la gula y la sensualidad, y aun una proverbialinutilidad, prevalecen entre nosotros? ¡Ojalá Dios borrara denosotros este reproche; de modo que aun su memoriapereciera para siempre!

8. Muchos de nosotros estamos más directamenteconsagrados a Dios, llamados a trabajar en las cosas

Sermón 4 97

sagradas.110 ¿Somos, entonces, modelos para los demás enpalabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza?111 ¿Estáescrito en nuestra frente y en nuestro corazón: «Santidad alSeñor»?112 ¿Qué motivos nos impulsaron a entrar al santoministerio? ¿Fue verdaderamente con el solo propósito «deservir a Dios, confiando en que fuimos verdaderamentemovidos por el Espíritu Santo para tomar sobre nosotroseste cargo y ministerio, con el fin de promover su gloria ypara la edificación de su pueblo»? ¿Estamos «decididos aentregarnos por completo y con el auxilio de Dios a estesanto oficio? ¿Hemos abandonado, hasta donde ha sidoposible, los cuidados y estudios mundanos? ¿Nos hemosdedicado exclusivamente a este bendito trabajo,subordinando a él todos nuestros esfuerzos y estudios»?113

¿Somos aptos para enseñar?114 ¿Recibimos nuestraenseñanza de Dios a fin de poder enseñar a otras personas?¿Conocemos a Dios? ¿Conocemos a Jesucristo? ¿Harevelado Dios a su Hijo en nosotros?115 ¿Nos ha hechoministros competentes del Nuevo Pacto?116 ¿Dónde estáentonces el sello de nuestro apostolado?117 ¿Qué personasmuertas en sus pecados y maldades118 han resucitado pornuestra palabra? ¿Tenemos celo ardiente de salvar a lasalmas de la muerte, de modo que nos olvidamos hasta de

110 1 Co. 9.13.111 1 Ti. 4.12.112 Ex. 28.36.113 Estas oraciones aluden a los servicios de ordenación para diáconos y parapresbíteros en el Libro de Oración Común.114 2 Ti. 2.24.115 Gá. 1.16.116 2 Co. 3.6.117 1 Co. 9.2.118 Ef. 2.1.

El cristianismo bíblico98

comer? ¿Hablamos claramente por la manifestación de laverdad recomendándonos a toda conciencia humanadelante de Dios?119 ¿Estamos muertos al mundo y a lascosas del mundo, haciendo tesoros en el cielo?120 ¿Nosenseñoreamos sobre la grey del Señor, o somos los últimos,los siervos de todos? ¿Se nos hace pesado sufrir reprochespor Cristo, o nos regocijamos con ello? ¿Cuando nosgolpean en una mejilla, nos sentimos resentidos? ¿Nosimpacientamos con las afrentas? ¿O volvemos la otramejilla; sin dejarnos vencer por el malo, sino venciendo conel bien el mal?121 ¿Tenemos un celo fanático que nos haceaborrecer a los que no piensan como nosotros, o estamosinflamados de un amor que nos hace hablar conmansedumbre, humildad y sabiduría?

9. Una vez más: ¿qué diremos respecto a la juventuden este lugar? ¿Tienen la forma o el poder de la santidadcristiana? ¿Son ustedes dóciles, humildes, dispuestos arecibir consejo; o son tercos, voluntariosos, sabelotodos ysoberbios? ¿Son obedientes a sus superiores tanto como asus padres; o desprecian a aquéllos a quienes deben la masprofunda reverencia? ¿Son diligentes en su fácil trabajo,prosiguiendo sus estudios con toda fidelidad? ¿Redimenustedes el tiempo, haciendo durante el día todo el trabajoque puedan? ¿O están conscientes de que están malgastandocada día, ya sea en leer lo que no tiene nada de cristiano, oen jugar, o en quién sabe que otra cosa? ¿Son mejoresadministradores de su fortuna que de su tiempo? ¿Procuranustedes, por principio, no deber nada a nadie? ¿Recuerdan eldía de descanso para santificarlo; para pasar tiempo en la 119 2 Co. 4.2.120 Mt. 6.20.121 Ro. 12.21.

Sermón 4 99

adoración a Dios? Cuando están en su casa, ¿consideran queDios está allí? ¿Se comportan como quien ve al Invisible?¿Saben cómo guardar sus cuerpos con santificación ydignidad? ¿No se encuentran entre ustedes la borrachera y lacorrupción? ¿No hay entre ustedes quienes se gloríen en loque debe ser su vergüenza? ¿No toman muchos de ustedesel nombre de Dios en vano; quizás ya por hábito, sinremordimiento ni temor? ¿No son muchos de ustedesperjuros? Me temo que su número cada vez se acrecientamás. No se sorprendan, hermanos: ante Dios y ante estacongregación confieso que he estado entre su número,jurando solemnemente observar muchas cosas que entoncesno comprendía, y aquellos estatutos que ni siquiera habíaleído en ese momento ni muchos años después. ¿Qué esesto sino perjurio? Pero si lo es, ¡qué gran pecado, pecadopoco común, pesa sobre nosotros! ¿Y no verá todo esto elSeñor?

10. ¿No será una de las consecuencias de esto el queésta sea una generación frívola; frívola con respecto a Dios,en las relaciones unos con los otros, y en relación con suspropias almas? Porque, ¿cuántos entre ustedes dedican, deuna semana a otra, una sola hora a la oración privada?¿Cuántos piensan en Dios en sus conversaciones? ¿Quiénde ustedes conoce la obra del Espíritu, su obra en loscorazones humanos? ¿Pueden soportar, siempre que seasólo de vez en cuando en la iglesia, alguna plática sobre elEspíritu Santo? ¿No darían ustedes por sentado, si alguiencomenzara este tipo de conversación, que debe tratarse deun «hipócrita» o de un «entusiasta»? En el nombre denuestro Señor todopoderoso les pregunto: ¿Qué clase dereligión es la suya? No quieren ni pueden siquiera soportar

El cristianismo bíblico100

que se les hable del cristianismo. ¡Oh, mis hermanos! ¿Quéciudad cristiana es ésta? ¡Tiempo es de actuar, oh Señor!122

11. Porque, a la verdad, ¿qué probabilidad, o, mejordicho, qué posibilidad, humanamente hablando, hay de quevuelva a este lugar el verdadero cristianismo, el que se rigesegún las Sagradas Escrituras? ¿Qué posibilidad de que todaclase de personas que moran entre nosotros pueda hablar yvivir como personas llenas del Espíritu Santo? ¿Quién deberestaurar este cristianismo? ¿Aquéllos que tienen autoridad?¿Están ustedes convencidos, entonces, de que éste es elcristianismo según las Escrituras? ¿Desean que searestablecido? ¿Están dispuestos a perder su libertad, sufortuna, y aun la vida, lo que más precian, con tal de serinstrumentos de la restauración de este cristianismo?Supongamos que tienen este deseo, ¿quién tiene un poder enproporción a la tarea? Quizás alguno de ustedes ha hechoalgún esfuerzo débil, pero sin mayor éxito. Entonces, ¿debeser restaurado este cristianismo por personas jóvenes,desconocidas, de poca importancia? No sé si ustedes estándispuestos a soportarlo. Algunos de ustedes dirán: «Joven,al decir esto nos haces un reproche.» Mas no hay peligro deque tal cosa ocurra, de tal forma está la nación llena deiniquidad. ¿Qué debe enviar Dios? ¿Hambre, pestilencia (losúltimos mensajeros de Dios a una tierra rebelde) o espada?¿Enviará el ejército de extranjeros romanistas a reformarnosy volvernos al primer amor? Caigamos mejor en la mano deDios antes que caer en la mano de otros seres humanos.123

Señor, sálvanos, que perecemos. ¡Sácanos delpantano, que nos hundimos! ¡Defiéndenos de estos

122 Sal. 119.126.123 Alude a 2 S. 24.14.

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enemigos! Porque vana es la ayuda humana. Para ti todo esposible. Conforme a la grandeza de tu poder, preserva aaquéllos que han de morir. Y defiéndenos según te plazca.¡Mas no conforme a nuestra voluntad sino a la tuya!

101

Sermón 5

La justificación por la fe

Romanos 4:5Mas al que no obra, sino que cree en aquel que justifica al

impío, su fe le es contada por justicia.

1. Cómo puede una persona pecadora justificarsedelante de Dios, el Señor y Juez de todos, es una pregunta degran importancia para todos los seres humanos. Contiene elfundamento de toda nuestra esperanza, pues mientras estamosen enemistad con Dios no puede haber verdadera paz, niverdadero gozo en esta vida ni en la eternidad. ¿Cómo puedehaber paz cuando nuestro corazón nos condena? ¿Y mucho másaquél que es mayor que nuestro corazón, y conoce todas lascosas?1 ¿Qué gozo verdadero puede haber en este mundo o enel otro, mientras la ira de Dios permanezca en nosotros?2

2. Y sin embargo, ¡cuán poco se ha entendido un asuntotan importante! ¡Cuántas ideas confusas tienen muchos sobreeste asunto! A la verdad, no sólo confusas, sino a menudoerróneas y tan contrarias a la verdad como la luz lo es a lastinieblas; nociones absolutamente inconsistentes con losoráculos de Dios, y con toda la analogía de la fe. Por lo cual, alerrar con respecto al fundamento, no pueden construir nadadespués; al menos, no con oro, ni con plata, ni con piedraspreciosas que resistan la prueba de fuego, sino con heno y

1 1 Jn. 3.20.2 Jn. 3.36.

La justificación por la fe102

hojarasca,3 que ni son aceptables a Dios ni útiles a los sereshumanos.

3. A fin de hacer justicia, en cuanto de mí dependa, alasunto de tan gran importancia que vamos a tratar; de evitar queaquéllos que con toda sinceridad buscan la verdad, se distraigancon vanas pláticas y contiendas de palabras;4 de aclarar laconfusión a que algunas personas han sido conducidas, y depresentarles grandes y verdaderas concepciones de este granmisterio de la piedad,5 me esforzaré en demostrar:

Primero, cuál es la base general de toda esta doctrina dela justificación;

Segundo, qué es la justificación;Tercero, quiénes son justificados;Cuarto, bajo qué condiciones son justificados.I. En primer lugar, debo presentar la base general de toda

esta doctrina de la justificación.1. El ser humano fue creado a imagen de Dios;6 santo

como aquél que lo creó es santo;7 misericordioso como elCreador de todo es misericordioso, perfecto como el Padre delcielo es perfecto. Así como Dios es amor, el humano, quienvivía en amor, vivía en Dios y Dios en él.8 Dios creó al serhumano para que fuese imagen de su propia eternidad,semejanza incorruptible del Dios de gloria. Era por consiguientepuro como Dios es puro, sin mancha de pecado. No conocía elpecado en ningún grado o manera, sino que estaba interior y

3 1 Co. 3.12-13.4 1 Ti. 6.4.5 1 Ti. 3.16.6 Gn. 1.27.7 Mt. 5.48.8 1 Jn. 4.16.

Sermón 5 103

exteriormente limpio y libre de pecado. Amaba al Señor su Dioscon todo su corazón, con toda su alma, y con toda su mente ycon todas sus fuerzas.9

2. Dios le dio a este ser humano justo y perfecto una leyperfecta, en la que esperaba obediencia plena y perfecta. Diosrequirió total obediencia en todo punto; obediencia que debíaser observada sin interrupción desde el momento en que el serhumano fue alma viviente hasta el momento en que terminara suprueba. No había disculpa para falta alguna. No tenía quehaberla por cuanto el ser humano era capaz de llevar a cabo latarea asignada, y estaba totalmente equipado para toda buenapalabra y obra.10

3. Pareció bien a Dios, en su infinita sabiduría, añadir ala ley del amor que estaba grabada en el corazón del ser humano(contra la cual, quizás, no podía pecar directamente), otra leypositiva: «Mas del fruto del árbol que está en medio del huertodijo Dios: no comeréis»; añadiendo la siguiente pena: «para queno muráis.»11

4. Tal era el estado del ser humano en el paraíso. Debidoal amor infinito e inmerecido de Dios, el ser humano era puro yfeliz; conocía, amaba y disfrutaba de Dios, lo cual es (ensubstancia) la vida eterna. Y podía vivir en esta vida de amorpara siempre si continuaba obedeciendo a Dios en todas lascosas. Pero si lo desobedecía en alguna lo perdería todo. «El díaque de él comieres», dijo Dios, «ciertamente morirás».

5. El ser humano desobedeció a Dios; comió del árbolque Dios le había mandado diciendo: «no comerás de él». En

9 Mc. 12.13.10 1 Ti. 3.17.11 Gn. 2.17; 3.3.

La justificación por la fe104

ese día fue condenado por el justo juicio de Dios. Desde esemomento también comenzó a cumplirse en él la sentencia que sele había advertido. Desde el momento en que probó el fruto,murió. Su alma murió, se separó de Dios; separado del cual elalma no tiene más vida que el cuerpo cuando está separado delalma. Su cuerpo asimismo se volvió corruptible y mortal, demanera que la muerte se posesionó también de esta parte del serhumano. Estando ya muerto en espíritu, muerto para con Dios,muerto en pecado, se precipitaba hacia la muerte eterna, hacia ladestrucción tanto de su cuerpo como de su alma en el fuego quenunca se apagará.12

6. Así que, por un hombre entró el pecado en el mundoy, por el pecado, la muerte. Así que la muerte pasó a todos losseres humanos13 que estaban contenidos en él, como padre yrepresentante de todos nosotros. Así que por la ofensa de unapersona todos están muertos, muertos para Dios, muertos enpecado, viviendo en un cuerpo corruptible, mortal, que prontose disolverá, y bajo sentencia de muerte eterna. Por ladesobediencia de uno los muchos fueron constituidospecadores. Por la ofensa de uno, vino la culpa a todos los sereshumanos para condenación.

7. En esta condición se encontraba la raza humanacuando de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a suHijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda,mas tenga vida eterna.14 En la plenitud de los tiempos,15 fuehecho Hombre, segunda cabeza de la humanidad, un segundopadre y representante de toda la raza humana. Y de esta forma 12 Mc. 9.34.13 Ro. 5.12.14 Jn. 3.16.15 Gá. 4.4.

Sermón 5 105

fue que llevó él nuestras enfermedades y Jehová cargó en él elpecado de todos nosotros. Entonces él herido fue por nuestrasrebeliones, molido por nuestros pecados. El puso su vida enexpiación por el pecado.16 El derramó su sangre por lostransgresores. El llevó él mismo nuestros pecados en su cuerposobre el madero,17 de modo que por sus llagas fuimos nosotroscurados. Y por esa oblación de si mismo ofrecida una vez, nosredimió a mí y a toda la humanidad; habiendo hecho «uncompleto, perfecto y suficiente sacrificio ... y satisfacción porlos pecados de todo el mundo.»18

8. Debido pues a que el Hijo de Dios gustó la muertepor todos,19 Dios reconcilió consigo al mundo, no tomándolesen cuenta sus pecados.20 Así que, como por la transgresión deuno vino la condenación a todos los hombres, de la mismamanera por la justicia de uno vino a todos los hombres lajustificación de vida.21 De manera que, por amor de su amadoHijo, por lo que ha hecho y sufrido por nosotros, Dios ahorapromete, bajo una sola condición (en el cumplimiento de la cualél mismo nos ayuda) tanto perdonarnos el castigo que nuestrospecados merecen, como volvernos su gracia, y dar a nuestrasalmas muertas la vida espiritual perdida como arras de la vidaeterna.

9. Esta es pues la base general de la doctrina de lajustificación. Por el pecado del primer Adán, que era no sólo elpadre sino también el representante de la raza humana,

16 Is. 53.4-10.17 1 P. 2.24.18 Libro de Oración Común, Oración de consagración en el servicio de comunión.19 He. 2.9.20 2 Co. 5.19.21 Ro. 5.18.

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perdimos el favor de Dios; nos convertimos en hijos de la ira, o,como dice el apóstol: por la transgresión de uno vino lacondenación a todos los hombres. De la misma manera, pormedio del sacrificio por el pecado que el segundo Adán ofreciócomo representante de todos nosotros, Dios se reconcilió atodo el mundo de tal modo que le dio un nuevo pacto. Una vezcumplida la condición de éste, ya no hay condenación para losque están en Cristo Jesús, siendo justificados gratuitamente porsu gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.22

II. 1. Pero, ¿qué significa ser justificado? ¿Qué cosa es lajustificación? Esta es la segunda proposición que prometídesarrollar. De lo anteriormente observado se desprende que nose trata de ser justo o recto en sentido literal. Eso essantificación; lo cual es en cierto grado el fruto inmediato de lajustificación, pero es aun así un don de Dios distinto y de unanaturaleza diferente. La justificación implica lo que Dios hacepor nosotros por medio de su Hijo; la santificación es lo queDios obra en nosotros por medio de su Espíritu. Así que,aunque en algunas raras ocasiones el término «justificado» o«justificación» se usa en un sentido amplio que incluye lasantificación también, sin embargo en su uso general tanto SanPablo como los otros escritores inspirados distinguen unconcepto del otro.

2. No se puede probar con ningún texto específico de lasSagradas Escrituras la doctrina aventurada de que la justificaciónnos libra de toda acusación, especialmente de la que Satanáshace en nuestra contra. En toda la exposición bíblica sobre estetema, no se toma en cuenta ni al acusador ni a su acusación. Nose puede negar que él es el acusador de los seres humanos,

22 Ro. 3.24.

Sermón 5 107

llamado así en forma enfática. Pero no parece que el granApóstol haya hecho referencias a ello en forma mayor o menor,en todo lo que escribió a los romanos y a los gálatas acerca de lajustificación.

3. Es mucho más fácil, además, suponer que lajustificación significa quedar libre de la acusación que la leypresenta en contra nuestra, que probarlo claramente con eltestimonio de la Escritura. Especialmente si esta manera deexpresarse, tan forzada y poco natural, quiere decir otra cosaque lo siguiente: que si bien hemos quebrantado la ley de Dios ymerecido por ello la condenación del infierno, Dios no aplica elmerecido castigo a las personas que han sido justificadas.

4. Menos aún que lo anterior, la justificación significaque Dios se engañe con aquéllos a quienes justifica; que los creaser lo que en verdad no son; que los considere diferentes de loque son. No significa que Dios se forme de nosotros una ideacontraria a la verdadera naturaleza de las cosas; que nos creamejores de lo que realmente somos, o que nos crea justoscuando en realidad somos injustos. Ciertamente que no. Eljuicio de Dios, que es todo sabiduría, es siempre conforme a laverdad. No puede tampoco ser consistente con su infaliblesabiduría pensar que soy inocente, juzgar que soy justo o santo,porque otra persona lo sea. No puede de esta maneraconfundirme más con Cristo que con David o con Abraham. Aquien Dios haya dado inteligencia, pese estas cosas sin prejuicioy no dejará de comprobar que tal concepto de la justificación escontrario a la razón y a la Escritura.23

23 Aquí Wesley está rechazando la doctrina de algunos puritanos que decían que la«justicia imputada» de Cristo consiste en que el pecador se reviste de Cristo, demodo que al juzgarle, lo que Dios ve es a Cristo, y no al pecador.

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5. La enseñanza simple y clara de la Escritura respecto ala justificación es el perdón, el perdón de los pecados. Es eseacto de Dios el Padre mediante el cual, por medio de lapropiciación hecha por la sangre de su Hijo, manifestó sujusticia (o misericordia) a causa de haber pasado por alto, ensu paciencia, los pecados pasados.24 Esta es la sencilla ynatural explicación que da San Pablo a través de toda suepístola. De esta manera lo explica él mismo, particularmente enéste y en el siguiente capítulo. Uno de los versículos que siguenal texto dice: «Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades sonperdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado elvarón a quien el Señor no inculpa de pecado.»25

A quien está justificado o perdonado, Dios no leimputará pecado para condenación. Por esta causa no locondenará ni en este mundo ni en el otro. Todos sus pecadospasados, de pensamiento, palabra y obra, son cubiertos, sonborrados; no serán recordados ni mencionados en su contra; soncomo si nunca hubieran sido. Dios no aplicará a este pecador loque merece, porque el Hijo de su amor sufrió por él. Desde elmomento en que somos aceptos en el Amado»,26 justificados ensu sangre,27 Dios nos ama, nos bendice, y vela por nosotrospara bien, como si nunca hubiéramos pecado.

De hecho el Apóstol en un lugar parece extender elsentido de la palabra mucho más, cuando dice: «porque no sonlos oidores de la ley los justos... sino los hacedores de la leyserán justificados».28 Aquí parece referir nuestra justificación a

24 Ro. 3.25.25 Ro. 4.7-8.26 Ef. 1.6.27 Ro. 5.9.28 Ro. 2.13.

Sermón 5 109

la sentencia del gran día del juicio. Lo mismo dice nuestro SeñorJesucristo: «Porque por tus palabras serás justificado»;probando así que «de toda palabra ociosa que hablen loshombres, de ella darán fruto en el día del juicio».29 Difícilmenteencontraremos otro pasaje en que San Pablo use la palabra eneste sentido. En sus escritos en general es evidente que no lohace; al menos en todo el texto ante nosotros, el cual habla sinduda, no de aquéllos que han acabado la carrera,30 sino dequienes la están comenzando, apenas empezando la carreraque les ha sido propuesta.31

III. 1. Mas éste es el tercer asunto que hemos deconsiderar, a saber: ¿Quiénes son los justificados? Y el Apóstolnos contesta claramente: «los injustos.» Dios «justifica alimpío», a las personas impías de toda clase y grado, y a nadiemás que a los impíos. Los justos no tienen necesidad dearrepentimiento,32 por lo cual no necesitan perdón. Son lospecadores los que necesitan del perdón: sólo el pecado puedeser perdonado. El perdón, por consiguiente, tiene una relacióndirecta y única con el pecado. Nuestra iniquidad es el objeto delperdón misericordioso de Dios; es nuestra iniquidad la que Diosno vuelve a recordar.33

2. Los que arguyen con vehemencia que el ser humanotiene que estar santificado antes de ser justificado parecenolvidar por completo todo lo anterior; especialmente los quedicen que debe haber primero una santidad universal uobediencia que debe preceder a la justificación (a menos que

29 Mt. 12.36-37.30 2 Ti.4.7.31 He. 12.1.32 Lc. 5.32.33 He. 8.12.

La justificación por la fe110

estén refiriéndose a la justificación en el día final, lo cual estáfuera de toda consideración). Tan lejos de la verdad estásemejante proposición, que no sólo es imposible, (porquedonde no hay amor de Dios no puede haber santidad, y no hayamor de Dios fuera del que resulta de la conciencia de su amorpara con nosotros), sino que es un absurdo, una contradicción.No es el santo sino el pecador quien es perdonado, y bajo eltítulo de pecador. Dios justifica a los impíos, no a los justos; noa los que ya son santos, sino a los que necesitan santificación.Vamos muy pronto a considerar bajo qué condiciones lleva acabo esta justificación; pero es evidente que la base de dichajustificación no es la santidad. El hacer esta declaración seríacomo decir que el Cordero de Dios quita sólo aquellos pecadosque ya habían sido borrados.

3. ¿Busca el buen Pastor sólo a los que ya se encuentranen el redil? No. Busca y salva a las ovejas perdidas.34 Perdona aquienes necesitan de su perdón misericordioso. Salva delsentido de culpa a causa del pecado (y de su poder al mismotiempo) a pecadores de todo tipo, de todo grado: seres humanosque hasta ese momento eran impíos por completo; en los cualesno existía el amor del Padre; y en quienes, por tanto, nadabueno existía, ninguna disposición buena o verdaderamentecristiana, sino por el contrario, sólo la que era mala yabominable: orgullo, ira, amor al mundo, los frutos naturales deuna mente carnal que es enemiga de Dios.35

4. Los «enfermos», a quienes el peso de sus pecadosabruma y resulta intolerable, son quienes tienen necesidad de

34 Lc. 19.10.35 Ro. 8.7.

Sermón 5 111

médico;36 quienes se sienten culpables, y gimen bajo el peso dela ira de Dios, son quienes necesitan perdón. Quienes que sesienten ya condenados, no sólo por Dios sino también por supropia conciencia, como por mil testigos, de su iniquidad ytransgresiones de pensamiento, palabra y obra, son los queclaman por «aquel que justifica al impío» mediante la redenciónque es en Cristo Jesús;37 los impíos, quienes no hacen el bien,no hacen nada bueno, verdadero o santo antes de serjustificados, sino que constantemente hacen iniquidad. Suscorazones son por necesidad perversos, hasta que el amor deDios se derrama sobre ellos.38 Mientras el árbol estécorrompido, el fruto también lo estará; el árbol malo no puededar frutos buenos.39

5. Mas si alguien levanta la objeción: «Una personaantes de ser justificada, puede dar de beber a las personassedientas, vestir a las desnudas, y éstas son buenas obras.» Larespuesta es sencilla. Esa persona puede hacer estas cosas, aunantes de ser justificada. Y en cierto sentido son buenas obras;son buenas y provechosas para los seres humanos. Esto noquiere decir que sean buenas intrínsecamente, o que sean buenasa los ojos de Dios. Todas las obras verdaderamente buenas(para usar el lenguaje de nuestra iglesia) siguen a la justificación,y son, por lo tanto, buenas y aceptables a Dios en Cristo,porque nacen de una fe viva y verdadera. Usando las mismasrazones podemos decir que todas las obras hechas antes de lajustificación no son buenas en el sentido cristiano, pues no sonel resultado de la fe en Jesucristo (aunque pueden surgir de 36 Mt. 9.12.37 Ro. 3.24.38 Ro. 5.5.39 Mt. 7.18.

La justificación por la fe112

cierto grado de fe en Dios), puesto que no son hechas deacuerdo a la voluntad de Dios ni a sus mandamientos (aunqueesto nos parezca extraño) sino que tienen la naturaleza delpecado.

6. Tal vez los que dudan de esto no hayan consideradoen todo su peso la razón que aquí se aduce por la cual no debenconsiderarse como buenas las obras hechas antes de lajustificación. El argumento es el siguiente:

Ninguna obra es buena a menos que se haya hecho segúnDios lo desea y manda.

Ninguna obra hecha antes de la justificación es hechasegún Dios lo desea y manda.

Luego: Ninguna obra hecha antes de la justificación esbuena.

La primera proposición es evidente por sí misma. Y lasegunda, que ninguna obra hecha antes de la justificación eshecha en conformidad con la voluntad y el mandato de Dios,aparecerá clara y evidente si consideramos el mandato de Diosde hacer todas las cosas en amor (en agápee);40 en ese amor aDios que produce amor hacia todos los seres humanos. Peroninguna de estas obras puede ser hecha en amor mientras elamor del Padre (de Dios como nuestro Padre) no está ennosotros. Y este amor no puede estar en nosotros hasta que norecibamos el espíritu de adopción, por el cual clamamos:¡Abba, Padre!41 Por lo tanto, si Dios no justifica a los impíos ya los que en este sentido no hacen obras buenas, entoncesCristo ha muerto en vano; entonces, a pesar de su muerte,ninguna carne será justificada.

40 1 Co. 16.14.41 Ro. 8.15.

Sermón 5 113

IV. 1. Entonces, ¿bajo qué condiciones son justificadoslos injustos y aquellas personas que hasta ese momento nohacen buenas obras? Bajo una sola condición: la fe. Dichapersona cree en aquél que justifica al impío, y el que en él cree,no es condenado;42 mas ha pasado de muerte a vida.43 Lajusticia de Dios es por medio de la fe en Jesucristo, para todoslos que creen en él ... a quien Dios puso como propiciación pormedio de la fe en su sangre, de manera que él sea el justo, y(consecuente con su justicia) el que justifica al que es de la fe deJesús... Concluimos, pues, pues que el hombre es justificadopor fe sin las obras de la ley.44 (es decir, sin previa obediencia ala ley moral, que ciertamente no podía obedecer hasta ahora). Esevidente que se refiere a la ley moral solamente, a juzgar por laspalabras que siguen: «¿Luego por la fe invalidamos la ley? Enninguna manera, sino que confirmamos la ley.»45 ¿Qué leyestablecemos por la fe? ¿La ley del ritual? No. ¿La leyceremonial de Moisés? No. En manera alguna; sino más bien lagran ley del amor, que nunca cambia, del amor santo a Dios y anuestro prójimo.

2. La fe en general es una prueba o persuación divina ysobrenatural, una convicción de lo que no se ve,46 que lossentidos de nuestro cuerpo no pueden descubrir porquepertenece a lo pasado, a lo futuro o a lo espiritual. La fejustificadora significa no sólo la evidencia o convicción divina deque Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo,47

42 Jn. 3.18.43 Jn. 5.24.44 Ro. 3.22,25-26,28.45 Ro. 3.31.46 He. 11.1.47 2 Co. 5.19.

La justificación por la fe114

sino una confianza y seguridad de que Cristo murió por mispecados, de que me amó, y se dio a sí mismo por mí. Cualquieraque sea la edad de la persona pecadora que así cree, sea en lainfancia, en la plena madurez, o cuando ha llegado a laancianidad, Dios justifica a esa persona; Dios por amor de suHijo perdona y absuelve a quien hasta entonces no tenía en sínada bueno. Dios le había dado antes el arrepentimiento. Perodicho arrepentimiento no era nada más que una conviccióníntima de la falta de todo bien, y la presencia de todo mal.Cualquier cosa buena que se encuentre en esta persona desdeese momento en que cree en Dios por medio de Cristo, no esalgo que la fe encuentre en la persona, sino más bien algo que lafe produce en ella. Es fruto de la fe. Primeramente el árbol esbueno, y entonces el fruto también es bueno.

3. No puedo describir esta fe mejor que en el lenguaje denuestra iglesia:48

«El único medio de salvación (de la cual la justificaciónes una parte) es la fe; es decir: la seguridad y certeza de queDios nos ha perdonado y perdonará nuestros pecados, que nosha devuelto su gracia, por los méritos de la pasión y muerte deCristo. En este punto debemos estar seguros de no vacilar ennuestra fe en Dios. Al acercarse Pedro al Señor sobre el agua,vaciló y estuvo en peligro de ahogarse. De la misma manera, sivacilamos o empezamos a dudar, debemos con razón temerhundirnos como Pedro, mas no en el agua, sino en lasprofundidades del infierno».

«Ten, por consiguiente, una fe segura y constante nosólo en la muerte de Cristo que es aplicable a todo el mundo,sino en el hecho de que ofreció un sacrificio completo y

48 Lo que sigue son dos citas de las Homilías oficiales de la Iglesia de Inglaterra.

Sermón 5 115

suficiente por ti, un perfecto lavacro de tus pecados de maneraque puedes decir con el Apóstol, que te amó y se dio a símismo por ti. Esto es hacer tuyo al Cristo, apropiarte susméritos».

4. Al afirmar que esta fe es la condición para lajustificación, quiero decir ante todo que sin ella no existe lajustificación. El que no cree, ya ha sido condenado,49 y en tantono puede creer, su condenación permanece, y la ira de Diosestá sobre él.50 No hay otro nombre debajo el cielo51 sino el delSeñor Jesús de Nazaret, ni otros méritos aparte de los suyos,por medio de los cuales el pecador pueda salvarse del sentido deculpa por el pecado; de modo que, el único medio de tener parteen estos méritos es por la fe en su nombre.52 Así que mientrasestemos sin esa fe somos ajenos a los pactos de la promesa,alejados de la ciudadanía de Israel y sin Dios en el mundo.53

Cualquier virtud que el ser humano pueda tener (hablo deaquéllos a quienes el evangelio se les ha predicado, porque ¿quérazón tendría yo para juzgar a los que están fuera?54) de nadale vale: sigue siendo hijo de ira,55 todavía está bajo la maldición,hasta que crea en Jesús.

5. La fe es, por lo tanto, la condición necesaria para lajustificación. La única condición necesaria. Este es el segundopunto que debemos examinar con cuidado. Desde el mismomomento en que Dios da esta fe (porque es un don de Dios), al

49 Jn. 3.18.50 Jn. 3.36.51 Hch. 4.10.52 Hch. 3.16.53 Ef. 2.12.54 1 Co. 5.12.55 Ef. 2.3.

La justificación por la fe116

injusto que no hace buenas obras, «su fe le es contada porjusticia». Antes de este momento no tenía ninguna justicia, nisiquiera la justicia pasiva de la inocencia. Empero «su fe le esimputada por justicia» desde el mismo momento que creyó. Noes que Dios crea que el creyente sea de naturaleza diferente a laque en realidad es. Es que Dios hizo a Cristo pecado pornosotros56 (esto es, lo trató como a pecador, lo castigó pornuestros pecados), así que Dios nos cuenta como justos desdeel momento en que creemos en él (esto es, no nos castiga pornuestros pecados, sino que nos trata como si fuésemosinocentes y justos).

6. Sin duda alguna la dificultad de aceptar estaproposición de que la fe es la única condición de la justificaciónse debe a que no se entiende bien. Esto es lo queremos decir: esla única condición sin la cual nadie es justificado, la única cosaque es requisito inmediatamente, absolutamente indispensablepara obtener el perdón. Así como por una parte, aunque el serhumano tenga todos los demás requisitos, si no tiene fe nopuede ser justificado; de la misma manera, y por otra parte,aunque le falten las demás condiciones, si tiene fe, estajustificado. Supongamos que un pecador de cualquier clase ocondición, consciente de su completa iniquidad, de su falta dehabilidad para pensar, hablar o hacer el bien, y de su totalaptitud para el infierno de fuego--supongamos, como digo, queeste pecador sin ayuda y sin esperanza se rinde por completo ala misericordia de Dios en Cristo (lo cual no sería posible sinopor la gracia de Dios)--¿quien puede dudar de que seráperdonado en este momento? ¿Quién podría afirmar que es

56 2 Co. 5.21.

Sermón 5 117

indispensable cumplir con alguna otra cosa antes de que elpecador pueda ser justificado?

Si desde el principio del mundo se ha dado semejantecaso (y deben haberse dado millares de millares) claramente sedesprende que la fe, en el sentido antes mencionado, es la únicacondición de la justificación.

7. No corresponde a las pobres criaturas pecaminosasque diariamente recibimos tantas bendiciones (desde la máspequeña gota de agua que refresca nuestra lengua hasta lasinmensas riquezas en gloria en la eternidad) de gracia, por purofavor, y no en pago de alguna deuda, pedir a Dios las razones desu conducta. No nos corresponde preguntar a quien no dacuenta de ninguna de sus razones;57 reclamar: «¿Por qué hicisteque la fe fuese la única condición de la justificación? ¿Por quédecretaste: el que cree, y solamente el que cree, será salvo?»Este el punto en que San Pablo insiste firmemente en el capítulonueve de esta epístola; que los términos del perdón y laaceptación no dependen de nosotros sino de aquél que nosllama. Dios no es injusto cuando establece sus propiascondiciones, no según nuestra voluntad, sino conforme a lasuya. Dios es quien puede decir: «Tendré misericordia del quetendré misericordia», a saber: de aquel que creyere en Jesús. Asíque no es del que quiere ni del que corre el escoger la condicióncon la cual será aceptado, sino de Dios que tiene misericordia,que no acepta a nadie sino por su amor infinito y su bondad sinlímites. Por lo tanto, tiene misericordia de quien tienemisericordia; esto es, de aquéllos que creen en el Hijo de su

57 Job 33.13.

La justificación por la fe118

amor; y al que quiere, esto es, al que no cree, endurece, loabandona a la dureza de su corazón.58

8. Podemos, sin embargo, pensar humildemente en unarazón por la cual Dios ha fijado esta condición para lajustificación: «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo».59 Loha hecho con la intención de apartar al ser humano de lasoberbia. La soberbia había destruido a los mismos ángeles deDios; había hecho caer a una tercera parte de las estrellas delcielo.60 Fue en gran medida debido a esta soberbia que cuando eltentador dijo: «Seréis como Dios»,61 Adán violó su fidelidad ytrajo el pecado y la muerte al mundo. Fue, por lo tanto, unejemplo de sabiduría por parte de Dios el imponer tal condiciónde reconciliación para él y su posteridad, para que quedásemoshumillados y abatidos hasta el polvo. Tal es la fe. Estáespecialmente adaptada para este propósito. Quien se acerca aDios por la fe debe fijarse en su propia iniquidad, su culpa ymiseria, sin tomar en cuenta que haya algo bueno en sí mismo,ninguna virtud o justicia. Debe acercarse como pecador que es,interior y exteriormente, que ha consumado su propiadestrucción y condenación, que no tiene nada que presentarante Dios sino iniquidad, ni otra cosa que reclamar fuera de supecado y miseria. Solamente así, cuando enmudece y sereconoce culpable ante la presencia de Dios, es cuando puedemirar a Jesús como la única y perfecta propiciación por suspecados. Sólo de esta manera puede ser hallado en él, y recibirla justicia de Dios por medio de la fe.62

58 Ro. 9.11-18.59 Hch. 16.31.60 Ap. 8.12.61 Gn. 3.5.62 Ro. 3.22.

Sermón 5 119

9. Tú, inicuo que oyes o lees estas palabras; tú, vil,desgraciado, miserable pecador, te amonesto ante Dios, el juezde todos, a que te acojas a él con todas tus iniquidades. Cuidadocon destruir para siempre tu alma al querer alegar tu justiciapoco más o menos. Preséntate como pecador perdido, culpabley merecedor que eres del infierno, y hallarás favor ante supresencia, y reconoce que justifica al impío. Tal como ahoraeres, serás llevado a la sangre rociada,63 como un desgraciado,miserable y pecador condenado. Así que mira a Jesús. He allí elCordero de Dios que quita tu pecado. No alegues obras nibondad propias; humildad, arrepentimiento, ni sinceridad. Deninguna manera. El hacer tal cosa sería negar al Señor que te hacomprado con su sangre. Sencillamente no. Alega solamente lasangre del pacto, el precio que ha sido pagado por tu almaorgullosa, soberbia y llena de pecado. ¿Quién eres tú que ahoramismo ves tu injusticia interior y exteriormente? Eres tú mismode quien se trata. Yo te reclamo para mi Señor. Te amonesto aque, por medio de la fe, te conviertas en hijo de Dios. El Señorte necesita.64 Tú que sientes en tu corazón que no mereces otracosa sino ir al infierno, eres digno de proclamar sus glorias; lagloria de su gracia que libremente justifica al impío y a quien«no obra» el bien. ¡Oh ven pronto! Cree en el Señor Jesús y tú,tú mismo, te reconcilias con Dios.

63 He. 12.24.64 Mt. 21.3.

119

Sermón 6

La justicia que es por fe1

Romanos 10.5-8Porque de la justicia que es por la ley Moisés

escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá porellas. Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas entu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (Esto es, para traerabajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es,para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas ¿quédice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tucorazón. Esta es la palabra de fe que predicamos.

1. El Apóstol no contrapone el pacto dado porMoisés al que Cristo dio. Si alguna vez nos hemos figuradosemejante cosa, ha sido por falta de meditación, pues tantola primera como la última parte de estas palabras fuerondichas por Moisés mismo al pueblo de Israel, respecto alpacto que existía en aquel tiempo. Dios estableció el pactode la gracia con los seres humanos a través de todas lasedades por medio de Jesucristo (tanto antes, bajo ladispensación judía, como desde que Dios se manifestó en lacarne), el cual San Pablo contrasta al pacto de las obras,hecho con Adán mientras estaba en el paraíso. Dicho pactode obras generalmente se considera, particularmente por losjudíos a quienes el Apóstol escribe, como el único pacto quehizo Dios con la humanidad.

1 Wesley predicó varias veces sobre este tema, y sobre el mismo texto. Elsermón que sigue, empero, parece haber sido escrito con el propósitoespecífico de publicarlo en forma impresa.

La justicia que es por fe120

2. De ellos habla cariñosamente al comienzo de estecapítulo: «hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, ymi oración a Dios por Israel, es para salvación. Porque yoles doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero noconforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios»(de la justificación que procede de su pura gracia y de sumisericordia, perdonando gratuitamente nuestros pecadospor medio del Hijo de su amor, por medio de la redenciónque hay en Jesús), «y procurando establecer la suyapropia» (su propia santidad, antecedente de la fe en aquelque justifica al impío, como el fundamento de su perdón yaceptación) «no se han sujetado a la justicia de Dios»2 y,por consiguiente, buscan la muerte a causa del error de suvida.

3. Ignoraban que el fin de la ley es Cristo, parajusticia a todo aquel que cree;3 que por medio de la oblaciónde sí mismo ofrecida una vez, él puso fin a la primera ley opacto (la cual no fue dada por Dios a Moisés, sino a Adánen su estado de inocencia). Como consecuencia de lo cual,sin duda alguna se desprende «Haz esto y vivirás». A lamisma vez él compró para nosotros un mejor pacto: «Creey vivirás,» cree y serás salvo, salvo desde ahora de la culpay del poder del pecado y, por consiguiente, de susconsecuencias.

4. ¿Y cuántos ignoran igualmente esto ahora, aunentre aquellas personas que se llaman cristianas? ¿Cuántoshay que tienen celo de Dios, pero que aun así procuranestablecer su propia justicia como la base para su perdón yaceptación, y por lo tanto rehúsan con vehemencia sujetarse

2 Ro. 10.1-3.3 Ro. 10.4.

Sermón 6 121

a la justicia de Dios? Ciertamente el deseo de mi corazón ymi oración a Dios, hermanos míos, es que puedan sersalvos. Y para quitar de en medio esta piedra en el camino,voy a tratar de demostrar: Primero, cuál es la justicia que espor la ley, y cuál la justicia que es por la fe. Segundo: latorpeza de confiar en la justicia que es por la ley, y lasabiduría de someterse a la justicia que es por la fe.

I. 1. La justicia que es por la ley dice que «el hombreque hiciere estas cosas vivirá por ellas». Haz estas cosasconstante y perfectamente, y vivirás para siempre. Esta leyo pacto (llamado generalmente el pacto de obras), dado porDios al ser humano en el paraíso, exigía una obedienciaperfecta en todas sus partes, completa, como la condiciónpara que pudiese continuar por siempre en la santidad yfelicidad en que fue creado.

2. Exigía del ser humano el cumplimiento de todajusticia, tanto interior como exterior, negativa y positiva; nosólo que se abstuviese de toda palabra ociosa y evitase todamala obra, sino que tuviese cada afecto, cada deseo, cadapensamiento, en obediencia con la voluntad de Dios; quecontinuase siendo santo, como aquél que lo creó es santo,tanto de corazón como en sus costumbres; que fuese purode corazón, como Dios es puro, perfecto como su Padre enlos cielos es perfecto;4 que amara al Señor su Dios con todosu corazón, con toda su alma, con toda su mente, y contodas sus fuerzas;5 que amara a todas las almas a quienesDios había creado como Dios la amaba a él; de manera quepor medio de esta perfecta benevolencia, pudiese vivir en

4 Mt. 5.48.5 Mt. 22.37.

La justicia que es por fe122

Dios (quien es amor) y Dios en él;6 que sirviese al Señor suDios con todas sus fuerzas, y en todo procurase su gloria.

3. Esto es lo que exige la justicia que es por la ley, demodo que quien lo cumpla pueda vivir por ellas. Exigíaademás que esta completa obediencia a Dios, esta santidadinterior y exterior, esta conformidad de corazón y de vidacon su voluntad, fuese perfecta en grado sumo. No podíaadmitirse ninguna excusa, ni hacerse ninguna concesión porhaber faltado en algún grado a una jota o una tilde de la leyinterior o exterior. No bastaba obedecer todos losmandamientos que se referían a las cosas exteriores, a no serque se obedeciese cada uno de dichos mandamientos contodas las fuerzas del alma, del modo más completo y lamanera más perfecta. Según las exigencias de este pacto, nobastaba amar a Dios con todas las facultades, seno que eranecesario amarle con la plenitud de cada una de ellas.

4. Otra cosa exigía irremisiblemente la justicia que espor la ley, y era que esta plena obediencia, esta perfectasantidad de corazón y de vida, no debería interrumpirsejamás, sino continuar desde el momento en que Dios creó alser humano y sopló en él aliento de vida, hasta el día en queconcluyese su prueba y fuese sellado para la vida eterna.

5. La justicia, pues, que es por la fe dice así: «Oh tú,hombre de Dios, permanece firme en el amor, en la imagendel Dios en que fuiste creado. Si quieres permanecer en vida,guarda los mandamiento que están escritos en tu corazón,ama al Señor tu Dios con todo tu corazón. Ama a todas suscriaturas como te amas a ti mismo. No desees otra cosa sinoa Dios. Busca a Dios en cada pensamiento, cada palabra,cada obra. No te apartes de Dios con ningún movimiento del

6 1 Jn. 4.16.

Sermón 6 123

cuerpo o del alma, de aquél que es la señal y el premio de tugran llamamiento. Y permite que todo tu ser, cada poder yfacultad de tu alma, de todo tipo y en toda medida, en todogrado, y en cada momento de tu existencia, alaben su santonombre. Haz esto y vivirás, tu luz alumbrará, tu amoraumentará más aun, hasta que seas recibido en la casa deDios en los cielos, para reinar con El por la eternidad.»

6. «Pero la justicia que es por la fe dice así: Nodigas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, paratraer abajo a Cristo)» [como si Dios nos exigiese algunacosa imposible antes de aceptarnos] «o, ¿quién descenderáal abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre losmuertos)» [como si quedase aún por hacer alguna cosa parapoder ser aceptados]. «Mas ¿qué dice? Cerca de ti está lapalabra» [según la cual puede ahora ser aceptado comoheredero de la vida eterna], «en tu boca y en tu corazón.Esta es la palabra de fe que predicamos», el nuevo pactoque Dios ha establecido ahora con el ser humano pecadorpor medio de Jesucristo.

7. La «justicia que es por la fe» significa ese estadode justificación (y en consecuencia la salvación presente yfinal, si permanecemos fieles hasta el fin) que Dios le hadado al ser humano caído por medio de los méritos y lamediación de su unigénito Hijo. Esto fue revelado en parte aAdán poco después de su caída, en la promesa original quese le hizo a él y a su simiente, respecto de la simiente de lamujer que había de herir la cabeza de la serpiente.7 Fuerevelado un poco más claramente a Abraham por el ángel deDios desde el cielo, diciendo: «Por mí mismo he jurado»,dice el Señor, «en tu simiente serán benditas todas las

7 Gn. 3.15.

La justicia que es por fe124

naciones de la tierra».8 Fue revelado aun más claramente aMoisés, a David, y a lo profetas que lo siguieron; y pormedio de ellos al pueblo de Dios en sus respectivasgeneraciones. Aun así, la mayoría de estas generacionesignoraba la promesa; y muy pocos la entendían claramente.A pesar de esto, la vida y la inmortalidad no salieron a la luzpara los judíos de la antigüedad, como lo son para nosotrospor medio del evangelio.9

8. Este pacto no dice al ser humano pecador: séobediente hasta la perfección y vivirás. Si tal fuera lacondición, de nada le aprovecharía todo lo que Cristo hizo ysufrió por él; sería como si se le exigiese que subiera al cielopara traer a Cristo abajo, o que descendiera al abismo, esdecir, al mundo invisible, para volver a traer a Cristo deentre los muertos. No se requiere que se haga ninguna cosaimposible (aunque sería imposible para el ser humano por símismo, pero no para el ser humano con la ayuda delEspíritu de Dios); eso sería como burlarse de la debilidadhumana. Hablando en forma estricta, el pacto de la gracia nonos exige que hagamos nada como cosa indispensable oabsolutamente necesaria para nuestra justificación;sencillamente que creamos en aquél que por amor a su Hijoy la propiciación que éste hizo justifica al impío que noobra, y su fe le es contada por justicia.10 Aun así Abrahamcreyó a Jehová, y le fue contado por justicia. Y recibió lacircuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe...para que fuese padre de todos los creyentes... a fin de quetambién a ellos la fe les sea contada por justicia. Y nosolamente con respecto a él se escribió que le fue contada 8 Gn. 22.16-18.9 1 Ti. 1.10.10 Ro. 4.5.

Sermón 6 125

(la fe), sino que también con respecto a nosotros a quienesha de ser contada (a quienes la fe le será imputada porjusticia, en lugar de la perfecta obediencia, para seraceptados por Dios) esto es, a los que creemos en el quelevantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fueentregado por nuestras transgresiones, y resucitado paranuestra justificación,11 para asegurarnos la remisión denuestros pecados y la vida eterna, a todos aquellos quecreemos.

9. ¿Qué dice, pues, el pacto del perdón, del amor nomerecido, de la misericordia que perdona? «Cree en el SeñorJesucristo y serás salvo.»12 El día en que creyeres,ciertamente vivirás. Dios te restaurará su favor; y enagradarle encontrarás la verdadera vida. Serás salvo dela maldición y de la ira de Dios. Resucitarás de la muerte delpecado a la vida de justicia. Y si permaneces fiel hasta el fin,creyendo en Jesús, no probarás la muerte segunda, sino que,habiendo sufrido con el Señor, vivirás y reinarás con él porlos siglos de los siglos.

10. Ahora está cerca de ti la palabra. La condiciónpara obtener la vida es clara, sencilla, y está a la mano. Está«en tu boca y en tu corazón» a través de la obra del Espíritude Dios. En el momento en que confesares con tu boca queJesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios lolevantó de los muertos, serás salvo13 de la condenación, dela culpa y del castigo por los pecados pasados, y podrásservir a Dios en verdadera santidad todos los restantes díasde tu vida.

11 Ro. 4.23-25.12 Hch. 16.31.13 Ro. 10.8-9.

La justicia que es por fe126

11. ¿Qué diferencia hay, pues, entre «la justicia quees por la ley» y «la justicia que es por la fe»; entre el primerpacto, de la obras y el segundo, de la gracia? La diferenciaesencial, inmutable, es ésta: el primer pacto supone que lapersona que lo recibe es ya pura y feliz, creada a imagen deDios y en disfrute su favor; y señala la condición mediantela cual puede continuar en amor y felicidad, en vida einmortalidad. El otro pacto supone la supone pecaminosa ydesgraciada, por haber perdido la imagen gloriosa de Dios,constantemente bajo la ira de Dios y en rápida marcha, pormedio del pecado que ha causado la muerte de su alma, a lamuerte tanto del cuerpo como eterna. Al ser humano en esteestado, la justicia que es por la fe le señala la condición parapoder obtener de nuevo la perla que ha perdido; el favor y laimagen de Dios, la vida de Dios en su alma, y ser restauradoal conocimiento y el amor de Dios, que es el principio de lavida eterna.

12. Además, para que el ser humano pudiesecontinuar en el favor de Dios, en su conocimiento y amor,en santidad y felicidad, el pacto de obras requería unaobediencia ininterrumpida y perfecta a todos y cada uno delos detalles de la ley de Dios; mientras que el pacto de lagracia, para que el ser humano pueda obtener otra vez elfavor y la vida de Dios, sólo exige la fe; una fe viva en aquéla través del cual Dios justifica a quienes no han sidoobedientes.

13. Más aun: el pacto de las obras exigía de Adán yde sus descendientes que ellos mismos pagasen el precio, enconsideración de lo cual recibirían todas las futurasbendiciones de Dios. Pero en el pacto de la gracia, viendoDios que no tenemos nada con qué pagar, nos perdona todo,con la única condición de que creamos en aquél que pagó el

Sermón 6 127

precio por nosotros; que se dio a sí mismo comopropiciación por nuestros pecados; y no sólo por losnuestros, sino también por los de todo el mundo.14

14. El primer pacto, por consiguiente, exigía lo quelos seres humanos no tenían ni podían remotamente tener, asaber: la obediencia perfecta, que está muy lejos de quienesson concebidos y nacidos en pecado. Mientras que el nuevopacto exige algo que está al alcance de la mano, como siquisiera decir: «¡Tú eres pecador! ¡Dios es amor! Tú, acausa de tu pecado, has caído del favor de Dios; sinembargo, en él hay misericordia. Trae, pues, a Dios todostus pecados y se desvanecerán como la nube que seevapora. Si no fueras pecador no habría necesidad de queDios te justificara. Acércate, pues, lleno de confianza, contoda la certeza de la fe. Dios habla y ya es hecho. No temas,cree solamente. Dios es justo y justifica a todos los quecreen en Jesús.»

II. 1. Después de considerar todo lo anterior, seráfácil demostrar, tal como me propuse en segundo lugar, latorpeza de confiar en la justicia por la fe, y la sabiduría desometerse a la justicia que es por la fe.

La torpeza de quienes confían en «la justicia que espor la ley», cuya condición es: «haz esto y vivirás», se hacemuy patente por lo que sigue: su principio es erróneo. Suprimer paso es una gran equivocación. Mucho antes depoder alegar derecho a estas bendiciones, hay que estar en elmismo estado de pureza de aquél con quien se hizo pacto.Pero ¡qué vana es esta suposición! El pacto fue hecho conAdán, mientras éste se encontraba en un estado deinocencia. ¡Cuán débil debe ser el edificio fabricado sobre

14 1 Jn. 2.2.

La justicia que es por fe128

una base tan movible! ¡Qué torpes son los que edifican en laarena, quienes nunca han considerado, según parece, que elpacto de las obras no fue dado al ser humano muerto entransgresiones y pecados, sino a ese ser cuando vivía enDios, cuando estaba sin conocimiento del pecado, en estadode pureza así como Dios es puro! ¡Se olvidan de que esepacto no fue dado para recobrar el favor de Dios y lainmortalidad perdidos, sino para que continuasen yaumentasen hasta entrar en la vida eterna!

2. Tampoco consideran quienes de tal modo tratande establecer su propia justicia según la ley, qué clase deobediencia o de justicia requiere la ley como indispensables.Deben ser plenas y perfectas en cada detalle, o no satisfacenlas demandas de la ley. ¿Pero quién es capaz de tener esaobediencia o de vivir en armonía con ella? ¿Quién de ustedescumple con todos las tildes y las jotas aun de losmandamientos externos de Dios? ¿Quién de ustedes no hacealgo de lo que Dios prohíbe hacer, grande o pequeño?¿Quién no deja sin hacer algo de lo que Dios manda? ¿O nohabla palabras ociosas? ¿Quién no conversa sino a fin dedar gracia a los creyentes?15 ¿Quién, sea que coma o quebeba, o que haga cualquier otra cosa, hace todo para la gloriade Dios?16 ¿Cuánto menos son capaces de cumplir todoslos mandamientos interiores de Dios? Aquéllos querequieren que cada impulso y movimiento del alma seasanto ante Dios. ¿Eres capaz de amar a Dios con todo tucorazón? ¿De amar a la humanidad con toda tu alma?¿Quién es capaz de orar sin cesar y de dar gracias portodo?17 ¿Eres capaz de tener siempre a Dios delante de ti? 15 Ef. 4.29.16 1 Co. 10.31.17 1 Ts. 5.17-18.

Sermón 6 129

¿Puedes sujetar todos tus afectos, tus deseos, y tuspensamientos en obediencia a la ley de Dios?

3. Debes considerar además, que la justicia que la leyexige consiste no sólo en obedecer todos los mandamientosde Dios, negativos o positivos, interiores o exteriores, sinoque este cumplimiento debe ser en grado sumo. En todacircunstancia la voz de la ley es: «Amarás al Señor tu Dioscon todas tus fuerzas».18 No hay disculpas para elcansancio, ni perdona defecto. Condena cualquierimperfección en la obediencia plena, y pronunciainmediatamente una maldición sobre el ofensor. Su únicocriterio son las leyes inmutables de la justicia, y dice: No sémostrar justicia.

4. ¿Quién, pues, podrá comparecer ante tal Juez,severo al señalar lo que está mal hecho? ¡Cuán débiles sonquienes pretenden presentarse ante el tribunal en que nopuede justificarse ningún ser humano, ningún miembro de laraza de Adán! Porque, supongamos que pudiéramosobedecer cada mandamiento con toda nuestras fuerzas; aunasí una sola falta que cometiéramos destruiría todo reclamode vida. Si alguna vez hemos ofendido en un solo punto, lajusticia concluye. Porque la ley condena a todos los que nopractican la obediencia sin interrupción y de una maneraperfecta. Así que, según esta sentencia, para la persona queha pecado alguna vez, en cualquier grado ya no queda sinouna horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuegoque ha de devorar a los adversarios de Dios.19

5. ¿No comete entonces la mayor de las locuras elser humano caído que busca la vida por su propia justicia?

18 Mc. 12.30.19 He. 10.26-27.

La justicia que es por fe130

El ser humano que ha sido formado en maldad y concebidoen pecado;20 un ser humano que es de naturaleza terrenal,animal, diabólica;21 un ser humano corrompido yabominable; en el cual, hasta que no encuentre la gracia nomora el bien;22 que no puede pensar nada bueno. Un serhumano que es en verdad todo pecado, una masa deiniquidad, y quien comete pecado cada vez que respira;cuyas transgresiones, en palabra y hecho, son más que loscabellos de su cabeza. ¡Qué torpeza, qué falta de sentidopuede ser la de este gusano impuro, culpable, indefenso, elsoñar en buscar ser aceptado por medio de su propiasantidad, querer vivir por «la justicia que es por la ley»!

6. Al mismo tiempo, las mismas razones quedemuestran la torpeza de confiar en la justicia que es por laley, prueba igualmente la sabiduría de someterse a la justiciade Dios por medio de la fe. Esto sería fácil de demostrar conrespecto a cada una de las consideraciones anteriores. Massin tener que hacerlo, vemos claramente que al rechazar elreclamo de la propia justicia, obramos conforme a la verdady a la naturaleza real de las cosas. Porque, ¿qué es sinoreconocer con nuestro corazón así como con nuestros labiosel verdadero estado en que estamos? ¿Reconocer quevenimos al mundo con una naturaleza corrompida ypecaminosa; más corrompida de lo que se puede concebir oexpresar en palabras. Es aceptar que estamos propensos atodo lo malo y opuestos a todo lo bueno; que estamosllenos de orgullo, de soberbia, de pasiones desordenadas, dedeseos torpes; de afectos viles y sin control; amantes delmundo y de sus placeres más que de Dios. Es reconocer que 20 Sal. 51.5.21 Stg. 3.15.22 Ro. 7.18.

Sermón 6 131

nuestras vidas no han sido mejores que nuestros corazones,sino impías y faltas de santidad, tanto en pensamientocomo en hecho, tan numerosas como las estrellas de loscielos. Es aceptar que por todas estas razones desagradamosa aquél cuya pureza no le permite ver la iniquidad, y que nomerecemos sino su indignación, su ira, la paga del pecado,que es la muerte. Es declarar que no podemos con nuestrapropia justicia (la que verdaderamente no tenemos), ni connuestras obras (que son como el árbol del cual crecen),aplacar la ira de Dios, o evitar el castigo que tan justamentemerecemos. Es afirmar que si quedamos abandonados anosotros mismos, solamente nos volveremos peores, nossumergiremos más y más en el pecado, ofendiendo a Diostanto con nuestras obras malas como con las expresiones denuestra mente carnal, hasta que, habiendo llenado la medidade nuestras iniquidades, atraigamos sobre nosotroscompleta destrucción. ¿No es esta nuestra verdaderanaturaleza? El reconocer, pues, todo esto tanto en nuestrocorazón como con nuestros labios, esto es, el no pretenderque tenemos santidad, «la justicia que es por la ley», esactuar de acuerdo con la naturaleza real de las cosas y, porconsiguiente, con verdadera sabiduría.

7. La sabiduría de someternos a «la justicia que espor la fe» se muestra todavía más al recordar que se trata dela justicia de Dios. Quiero con esto decir que éste es elmétodo de reconciliación con Dios que ha sido escogido yestablecido por Dios mismo, no sólo como el Dios desabiduría, sino como el Dios que es soberano del cielo y dela tierra, y de todas las criaturas que ha creado. ¿Será justoque el ser humano le diga a Dios: «¿Por qué haces esto?»Sólo un loco, falto de todo juicio, podría entrar en contiendacon quien es más poderoso que él, con aquél cuyo reino

La justicia que es por fe132

gobierna todas las cosas. Por consiguiente, la verdaderasabiduría consiste en someterse en todo a Dios, en decir enesto como en todas las demás cosas: «El Señor es; hágasesu voluntad.»23

8. También puede considerarse el hecho de que elofrecer Dios al ser humano algún medio de reconciliación espura gracia, amor gratuito, misericordia inmerecida; cuandopudo habernos abandonado a nuestra suerte, y habernosolvidado completamente. Por lo cual, mostramos sabiduríaal aceptar cualquier método que Dios tenga a bienestablecer, movido por su tierna misericordia, por su favorinmerecido, para que quienes son sus enemigos, quienes sehan separado de él, y por tanto tiempo han sido rebeldes,puedan aún encontrar el remedio.

9. Debemos mencionar un punto más. Hay sabiduríaen tratar de lograr el mejor fin con los mejores medios. Elmejor fin que una criatura puede procurar es la felicidad enDios. Y el mejor fin que una criatura caída puede procurares recobrar el favor y la imagen de Dios. Pero el mejor, dehecho, el único medio, bajo el cielo, dado al ser humanomediante el cual pueda volver a tener el favor de Dios (elcual es mejor que la vida misma); o la imagen de Dios (lacual es la verdadera vida del alma) es someterse a «la justiciaque es por la fe», el creer en el unigénito Hijo de Dios.24

III. 1. Quienquiera que seas, oh alma, ansiosa desalvarte, de ser perdonada y reconciliarte con Dios, no digasen tu corazón: «Primero tengo que hacer tal o cual cosa:debo dominar el pecado; evitar toda palabra u obra mala yhacer bien a todos los seres humanos; o primero tengo que ir

23 Stg. 3.18.24 Jn. 3.18.

Sermón 6 133

a la iglesia, y recibir la Cena del Señor, escuchar mássermones, y orar más.» ¡Hermano mío, te has apartadototalmente del camino! Todavía ignoras la justicia de Dios yestás tratando de establecer tu propia justicia como la basede tu reconciliación. ¿No sabes que no puedes hacer nadasino pecar mientras no te reconcilies con Dios? ¿Por quéentonces dices: Primero debo hacer esto y aquello otro, yentonces creeré? No, cree primeramente. Cree en el SeñorJesucristo, la propiciación por tus pecados. Echa primeroeste buen cimiento, y entonces podrás hacer todas las cosasbien.

2. Tampoco digas en tu corazón: «No puedo seraceptado todavía pues no soy suficientemente bueno.»¿Quién es o ha sido suficientemente bueno para merecer laaceptación de Dios? ¿Ha existido alguna vez undescendiente de Adán suficientemente bueno para mereceresta aprobación? ¿O lo habrá antes de la consumación de lostiempos? Respecto a ti, no eres bueno, ni jamás lo serás; noexiste en ti nada bueno. Y no existirá nada bueno hasta queno creas en Jesús. Más bien te encontrarás siendo peor ypeor. ¿Pero, piensas que es necesario volverse peor antes depoder ser aceptado? ¿No eres ya suficientemente malo? Dehecho, lo eres, y Dios lo sabe; tú mismo no lo puedes negar.Entonces, no tardes; todo está listo. Levántate, lava tuspecados. La fuente está abierta. Este es el tiempo de lavarteen la sangre del Cordero hasta que quedes limpio. Ahora,Dios te purificará con hisopo, y serás limpio; Dios te lavará,y serás más blanco que la nieve.25

3. No digas: «Pero no me siento suficientementearrepentido; no siento mis pecados suficientemente.» Lo sé.

25 Sal. 51.7.

La justicia que es por fe134

Desearía que tuvieras más sensibilidad, que estuvieras milveces más arrepentido de lo que ahora estás. Pero, no tedemores por esto. Dios puede darte esta sensibilidad, noantes de creer, sino al creer. Puede ser que no llores muchosino cuando ames mucho, porque has sido grandementeperdonado. Mientras tanto, mira a Jesús. ¡Ve cuánto te ama!¿Qué más puede hacer por ti de lo que ya hizo?

Oh Cordero de Dios¿Qué pena ha habidoComo tu pena?¿Qué amor ha existidoComo tu amor?

Míralo, fija en él tu mirada, hasta que te mire yablande tu endurecido corazón. Entonces se abrirán lasfuentes y tus ojos derramarán aguas en abundancia.

4. No digas: «Debo hacer algo más antes deacercarme a Cristo.» Supongamos que, puesto que el Señorse tarda en regresar, estaría bien esperar su venida, haciendolo que él te manda según tus fuerzas. Pero no hay necesidadde esperar. ¿Cómo sabes que el Señor tardará en venir? Talvez aparecerá repentinamente en lo alto, como la aurora. Nole impongas una fecha. Espéralo en cualquier momento. Yase acerca. Ya está llamando a la puerta.

5. ¿Y por qué necesitas esperar hasta que sientasmás sinceridad en tu corazón para que tus pecados seanborrados? ¿Estás tratando de ser más digno de la gracia deDios? ¿Estás todavía tratando de establecer tu propiajusticia? Dios tendrá misericordia de ti, no porque lomerezcas, sino porque su compasión nunca falla; no porqueseas justo, sino porque Jesucristo se sacrificó por tuspecados.

Sermón 6 135

Además, si hay algo bueno en la sinceridad, ¿por quéesperas tener más antes de tener fe, sabiendo que la fe es laraíz de la que brota todo lo bueno y santo?

Sobre todo, ¿hasta cuándo olvidarás que todo lo quehaces, todo lo que tienes, antes de que tus pecados te seanperdonados, de nada te sirve en la presencia de Dios paraobtener el perdón? ¿No sabes que, por el contrario, debesdesechar, que debes hollar, que debes dejar de tomar encuenta todas tus obras, o no podrás recibir el favor de Dios?Hasta que hagas estas cosas no podrás rogar como meropecador, culpable, perdido, desgraciado, sin nada que alegar,sin nada que ofrecer a Dios sino los méritos de subienamado Hijo, quien te amó y se entregó a sí mismo porti.26

6. Para concluir. Quienquiera que seas, oh humano,que vives bajo sentencia de muerte, que te sientes como unpecador condenado, y tienes la ira de Dios sobre ti, a ti tedice el Señor, no que hagas esto; no que obedezcas todos losmandamientos y vivas, sino: Cree en el Señor Jesucristo, yserás salvo, tú y tu casa.27 La palabra de fe está cerca de ti.Ahora mismo, en este preciso momento, en el estado en quete encuentras, pecador como eres, tal como eres, cree en elevangelio, y Dios será propicio a tus injusticias, y nuncamás se acordará de tus pecados ni de tus iniquidades.

26 Gá. 2.20.27 Hch. 16.31.

135

Sermón 7

El camino del reino1

Marcos 1.15El reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el

evangelio.

Estas palabras naturalmente nos mueven aconsiderar: primero, la naturaleza de la verdadera religión,llamada aquí por el Señor «el reino de Dios», y que dice él«está cerca»; segundo, el camino que él ha señalado en estaspalabras: «Arrepentíos, y creed en el evangelio.»

I. 1. Debemos considerar, en primer lugar, lanaturaleza de la verdadera religión, llamada por nuestroSeñor «el reino de Dios.» El gran Apóstol usa la mismaexpresión en la Epístola a los Romanos, cuando explica laspalabras del Señor, diciendo: Porque el reino de Dios no escomida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el EspírituSanto.2

2. El reino de Dios, o sea, la verdadera religión no escomida ni bebida. Es cosa bien sabida que no sólo los judíosinconversos, sino gran número de aquéllos que habíanaceptado la fe en Cristo, eran, sin embargo, celosos de laley,3 aun de la ley ceremonial de Moisés. Por lo tanto,

1 Wesley no indica cuándo ni dónde predicó este sermón. Sí sabemos quepredicó sobre el texto de Marcos 1.15 por lo menos 17 veces. Además, estesermón tiene un texto secundario, al cual Wesley hace referenciarepetidamente. Se trata de Ro. 14.17. Wesley predicó casi doscientas vecessobre este segundo texto.2 Ro. 14.17.3 Hch. 21.20.

El camino del reino136

observaban todo lo que encontraban escrito en ella, tantosobre las ofrendas de carne o bebida, como sobre ladistinción entre carnes puras e impuras. Y no sólo loobservaban ellos mismos sino que lo exigían también a losgentiles que se habían convertido a Dios. A tal grado loexigían que algunos de ellos enseñaban, a cualquiera que seunía a ellos: Si no os circuncidáis conforme al rito deMoisés, y guardáis toda la ley, no podéis ser salvos.4

3. En oposición a esto declara el Apóstol, tanto aquícomo en otros lugares, que la verdadera religión no consisteen comida ni bebida, ni en la observación de rituales; ni enninguna cosa exterior, en nada fuera del corazón; la sustanciade la verdadera religión consiste en justicia, paz y gozo en elEspíritu Santo.5

4. No en alguna forma exterior tal como rituales oceremonias, aun del tipo más excelente. Supongamos quesean tan dignas y significativas, que sean expresiones decosas interiores; suponiendo que sean tan útiles, no sólopara el vulgo, cuya inteligencia sólo se funda en lo que ve;sino también para personas de entendimiento, personas debuenas capacidades, como sin duda hay. Supongamos queestas ceremonias, tal como en el caso de los judíos, fueronestablecidas por Dios mismo. Aun durante el período detiempo en el cual estas leyes estuvieron vigentes, laverdadera religión no consistió principalmente en esto. Nosi hablamos en el sentido más estricto. ¡Cuánto más seaplica esto a los ritos y formas cuyo origen es estrictamentehumano! La religión de Cristo es mucho más elevada y másprofunda que todo esto. Estas cosas externas son buenas en

4 Hch. 15.1,24.5 Ro. 14.17.

Sermón 7 137

su lugar mientras permanecen subordinadas a la verdaderareligión. Y sería superstición oponerse a ellas si se aplicaransólo ocasionalmente como ayudas a la necesidad humana.Pero no deben ser llevadas más lejos de la cuenta. Que nosueñe nadie que tienen un valor intrínseco; o que la religiónno podría subsistir sin ellas. Esto las haría abominables anteDios.

5. La naturaleza de la religión está tan lejos deconsistir en esto, en formas de adoración, en rituales yceremonias, que no consiste propiamente en accionesexteriores de ninguna clase. Es cierto que nadie puedellamarse religioso si es culpable de acciones viciosas oinmorales; o si les hace a las demás personas lo que no legustaría que le hicieran bajo las mismas circunstancias.Tampoco puede llamarse religiosa la persona que sabehacer el bien y no lo hace.6 Sin embargo, es posibleabstenerse de hacer mal y practicar lo bueno, sin por ellotener religión. Sí, dos personas pueden hacer la misma obraexterior--por ejemplo, alimentar al hambriento o vestir aldesnudo--y al mismo tiempo una ser verdaderamentereligiosa, y la otra no tener religión alguna. Una puede actuarpor amor de Dios, y la otra por amor a la alabanza. Tanmanifiesto es que, a pesar de que la verdadera religiónconduce naturalmente a toda buena palabra y obra, sinembargo su verdadera naturaleza tiene mayor profundidad,pues reside en el corazón humano.

6. Digo del corazón, porque la religión no consisteen la ortodoxia o las opiniones correctas; las cuales, aunqueno son propiamente exteriores, no están en el corazón sinoen el entendimiento. Se puede ser ortodoxo en cada punto;

6 Stg. 4.17.

El camino del reino138

se puede apoyar no sólo las opiniones correctas sinotambién defenderlas celosamente de sus opositores; sepuede tener creencias correctas acerca de la encarnación denuestro Señor, acerca de la bendita Trinidad, y acerca decada doctrina contenida en los oráculos de Dios; se puedeafirmar cada uno de los tres credos (el llamado de losApóstoles, el Niceno, y el de Atanasio) y aun así se puedeno tener más religión que la de una persona judía, turca opagana. Se puede incluso ser tan ortodoxo como el diablo(aunque quizás no tanto; pues cada persona yerra en algúnpunto, mientras que no podemos concebir que el diablotenga ninguna opinión errónea), y sin embargo estar tanlejos de la religión del corazón como lo está él.

7. La religión consiste en esto: sólo esto es ante Diosde gran precio. El Apóstol lo resume en estas tresmanifestaciones: justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.7

Primero está la justicia. No podemos dejar de comprender loque esto significa si recordamos las palabras de nuestroSeñor describiendo los fundamentos de los cuales dependenla ley y los profetas: «Amarás al Señor tu Dios con todo tucorazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todastus fuerzas. Este es el principal mandamiento»,8 la primeray gran manifestación de la justicia cristiana. Te deleitarás enel Señor tu Dios, lo buscarás y encontrarás felicidad en él.Dios será tu escudo, y tu galardón será sobremaneragrande,9 en el tiempo presente y en la eternidad. Todos tushuesos dirán: «¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Yfuera de ti nada deseo en la tierra.»10 Y habiéndole

7 Ro. 14.17.8 Mt. 22.37-38.9 Gn. 15.1.10 Sal. 73.25.

Sermón 7 139

entregado tu corazón, lo más profundo de tu alma, para queen ella reine sin rival, puedes clamar con todo tu corazón:«Te amo, oh Jehová, fortaleza mía. Jehová, roca mía ycastillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en élconfiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi altorefugio.»11

8. El segundo mandamiento es semejante a éste; lasegunda manifestación de la santidad cristiana estáíntimamente relacionada con él: «Amarás a tu prójimo comoa tí mismo.»12 Amarás (tendrás la mejor buena voluntad, elafecto más sincero y cordial, los deseos más fervientes deevitarle o eliminar todo mal y de procurar todo el bienposible) a tu prójimo: no sólo a tus amigos, a tus parienteso conocidos; no sólo a las personas virtuosas, a lasamistosas, a las que te aman, a las que preveen o devuelventu bondad; sino también a cada criatura de Dios, a cada serhumano, a cada alma creada por Dios. No se debe hacerexcepción con aquellos que nunca has visto en la carne, losque no conoces ni por vista ni de nombre; sin exceptuar aquien sabes que es malo o ingrato, aun aquella persona quete calumnia y te persigue. A cada una de estas personasdebes amar como a ti mismo; con la misma sed por sufelicidad de todo tipo, el mismo cuidado incansable porcuidarla y protegerla en contra de todo mal y sufrimiento decuerpo y alma.

9. ¿No es este amor el cumplimiento de la ley,13 lasuma total de la santidad cristiana? Cumple toda justiciainterior, pues implica entrañable misericordia, humildad,

11 Sal. 18.1.12 Mt. 22.39.13 Ro. 13.10.

El camino del reino140

(sabiendo que el amor no se envanece14), benignidad,mansedumbre, paciencia (sabiendo que el amor no se irrita,sino que cree, espera, soporta todas las cosas15). Cumpletoda justicia exterior porque el amor no hace mal alprójimo16 ni en palabra ni en hecho. El amor no hacevoluntariamente daño ni ofensa a nadie. Además, es celosode toda buena obra. Toda persona amante del génerohumano hace bien a todo el mundo, siempre que tiene laoportunidad, sin parcialidad ni hipocresía, y está llena demisericordia y de buenas obras.17

10. La verdadera religión, o el corazón recto delantede Dios y de los seres humanos, significa tanto felicidadcomo santidad. No se trata sólo de justicia, sino también depaz y gozo en el Espíritu Santo.18 ¿Qué paz? La paz deDios, la cual sólo Dios puede dar, y que el mundo no puedequitar; la paz que sobrepasa todo entendimiento,19 todaconcepción puramente racional; por ser una concepciónsobrenatural, un gustar divino de los poderes del mundo porvenir. Paz que el ser natural no conoce, no importa loversado que sea en las cosas de este mundo; ni tampocopuede conocer en su estado presente, porque se tiene quediscernir espiritualmente. Es una paz que hace desvanecertoda duda, toda incertidumbre dolorosa; puesto que elEspíritu Santo da testimonio al espíritu de la personacristiana de que es hija de Dios.20 Y desvanece el miedo,

14 1 Co. 13.4.15 1 Co. 13.5,7.16 Ro. 13.10.17 Stg. 3.17.18 Ro. 14.17.19 1 Co. 2.14.20 Ro. 8.16.

Sermón 7 141

todo temor que produzca tormento; el temor a la ira deDios; el temor al infierno; y, en particular, el temor a lamuerte. Quien tiene la paz de Dios desea partir (si es lavoluntad de Dios) y estar con el Señor.21

11. Junto con esta paz de Dios, cuando reina en elalma, existe también el gozo en el Espíritu Santo; un gozoque obra en el corazón por el Espíritu Santo, por el siemprebendito Espíritu de Dios. El Espíritu es quien imparte ennosotros ese regocijo suave, humilde, en Dios por medio deCristo Jesús, por quien hemos recibido ahora lareconciliación con Dios.22 Esto nos permite ahora confirmarla declaración del salmista real: «Bienaventurado [o feliz]aquél cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto supecado.»23 El Espíritu es quien inspira al alma cristiana coneste gozo firme y sólido que surge del testimonio delEspíritu de que se es hijo de Dios; y eso le da al ser humanoel poder alegrarse con gozo inefable,24 en la esperanza dela gloria de Dios25 (esperanza tanto de la gloriosa imagen deDios, la cual es en parte, y será plenamente revelada en él,como de la corona incorruptible de gloria, reservada en loscielos).26

12. Esta santidad y felicidad, unidas en una, a vecesson llamadas en los escritos sagrados «el reino de Dios»(como lo hace el Señor en el texto), y a veces, «el reino delos cielos». Se llama «reino de Dios» porque es el frutoinmediato del reinado de Dios en el alma. Tan pronto como,

21 Fil. 1.23.22 Ro. 5.11.23 Sal. 32.1.24 1 P. 1.8.25 Ro. 5.2.26 1 P. 1.4;5.4.

El camino del reino142

usando de su infinito poder, establece su trono en nuestroscorazones, inmediatamente son llenos con la justicia, la pazy el gozo en el Espíritu Santo. Se llama «reino de los cielos»porque es (en cierta medida) como si se abriera el cielo en elalma. Cualquiera que goza de esta experiencia, puedeconfesar ante los ángeles y los seres humanos

«La vida eterna se ha ganado,Gloria en la tierra ha empezado»;27

según el tenor constante de la Sagrada Escritura, que declararepetidamente que Dios nos ha dado vida eterna, y estavida está en su Hijo. El que tiene al Hijo [reinando en sucorazón] tiene la vida. Porque esta es la vida eterna: que teconozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, aquien has enviado.28 Quienes han recibido este don, aunqueestén en el horno encendido, pueden dirigirse a Dios contoda confianza, diciendo:

Defendidos por tu poder,Oh, Hijo de Dios, Jehová,Que en forma humanaQuisiste descender,Te adoramos.Incesantes aleluyasA ti sean ofrecidas;Alabanzas te ofrecemos aquí,Como en tu trono en el cielo,Aquí te rendimos.Porque donde está tu presenciaAllí está el cielo.29

27 Himno de Carlos Wesley en Hymns and Sacred Poems (1739).28 Jn. 17.3.29 Cita de Mark de la Pla, A Paraphrase of the Song of the Three Children(1724), última estrofa.

Sermón 7 143

13. Este reino de los cielos o de Dios se ha acercado.El sentido en que estas palabras fueron dichas originalmentesignificaba que el tiempo había llegado, que Dios se habíamanifestado en la carne y había venido a reinar en loscorazones de su pueblo. ¿Y no se ha cumplido ahora eltiempo? Porque he aquí yo estoy con vosotros todos losdías, con quienes predican la remisión de pecados en minombre, hasta el fin del mundo.30 Dondequiera que elevangelio de Cristo se predica, allí el reino se ha acercado.No está lejos de ninguno de nosotros. Puedes entrar ahoramismo si lo deseas, si has escuchado su voz que te dice:«Arrepiéntete y cree en el evangelio.»

II. 1. Este es el camino: caminen por él. Ante todo,arrepiéntanse, esto es, conózcanse a sí mismos. Este es elprimer arrepentimiento, antes de la fe, la convicción oconocimiento propio. Despiértate, entonces, tú queduermes.31 Reconoce que eres pecador, acepta qué clase depecador eres. Reconoce la corrupción de tu naturalezainterior, por la cual te encuentras más allá de la justiciaoriginal, por cuanto la carne desea lo que es contrario alEspíritu,32 por causa de la mente carnal que es enemistadcontra Dios, porque no se sujetan a la ley de Dios, nitampoco puede.33 Comprende que te has corrompido entodo tu poder, en toda facultad de tu alma, que erescompletamente corrupto en todas ellas, por estar losfundamentos totalmente torcidos. Los ojos de tuentendimiento están tan obscurecidos que no puedendiscernir a Dios ni las cosas de Dios. Las nubes de la

30 Mt. 28.20.31 Ef. 5.14.32 Gá. 5.17.33 Ro. 8.7.

El camino del reino144

ignorancia y del error descansan sobre ti, y te cubren con lasombra de muerte. No sabes nada como debes saberlo, nisobre Dios, ni sobre el mundo, ni sobre ti mismo. Tuvoluntad no es la voluntad de Dios, sino que está totalmenteperversa y torcida, opuesta a todo lo bueno, a todo lo queDios ama, y dispuesta a todo mal, a toda abominación queDios detesta. Tus afectos están separados de Dios, ydesparramados por el mundo entero. Todas tus pasiones,tanto tus deseos como tus odios, tus gozos y tus tristezas,tus esperanzas y temores, están fuera de foco, sonexagerados en extremo o colocados en objetos indignos. Asíque no hay nada sano en tu alma, sino que desde la plantadel pie hasta la cabeza (para usar una fuerte expresión delprofeta) sólo hay herida, hinchazón y podrida llaga.34

2. Tal es la corrupción interior de tu corazón, de lomás íntimo de tu naturaleza. ¿Y qué clase de ramas esperasque crezcan de raíces tan podridas? De ellas nace laincredulidad, siempre tratando de separarse del Diosviviente; diciendo: «¿Quién es el Todopoderoso, para que lesirvamos? ¿Y de qué nos aprovechará que oremos a él?»35

De aquí la independencia, pretendiendo ser igual alOmnipotente; de aquí el orgullo, en todas sus formas, que teenseña a decir: «Yo soy rico, y me he enriquecido, y deninguna cosa tengo necesidad.»36 De esta fuente de maldadbrotan las corrientes amargas de la vanidad, del deseo dealabanza, de la ambición, de la codicia, de los deseos de lacarne, los deseos de los ojos y el orgullo de la vida. De esafuente brotan la ira, el odio, la malicia, la venganza, laenvidia, los celos, las sospechas; de tal vienen los deseos 34 Is. 1.6.35 Sal. 10.14.36 Ap. 3.17.

Sermón 7 145

malos y pecaminosos que te traspasan con muchos doloresy que, si no pones remedio a tiempo, acabarán por hundir tualma en la perdición eterna.

3. ¿Y qué frutos pueden esperarse de ramas comoéstas? Sólo frutos amargos e indefetciblemente malos. Delorgullo surgen la contienda, la alabanza de sí mismo, labúsqueda y el deseo constante de recibir alabanzas de losotros, y de robar así a Dios la gloria que él no comparte conotro. De los deseos de la carne vienen la glotonería, lasborracheras, la lujuria o sensualidad, la fornicación, lainmundicia, todo lo cual mancha de diversas formas elcuerpo que fue hecho para ser templo del Espíritu Santo.De la incredulidad vienen toda palabra y obra mala.Faltaría tiempo si fueras a reconocer todas las faltas; todaslas palabras ociosas que has pronunciado: provocando alAltísimo, entristeciendo al Santo de Israel; todas las obrasmalas que has hecho, sean totalmente malas en sí mismas, oal menos que no hiciste para la gloria de Dios. Porque tuspecados reales son más numerosos de lo que puedasexpresar, más que los cabellos de tu cabeza. ¿Quién puedecontar la arena del mar, o las gotas de lluvia, o lasiniquidades?

4. Y ¿no sabes que la paga del pecado es lamuerte,37 muerte no sólo temporal sino también eterna? «Elalma que pecare, esa morirá»38 ha dicho el Señor. Morirá lasegunda muerte. Esta es la sentencia: «sufrirán pena deeterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de lagloria de su poder.»39 ¿No sabes que todo pecador está en

37 Ro. 6.23.38 Ez. 18.4.39 2 Ts. 1.9.

El camino del reino146

peligro del fuego del infierno,40 o mucho más, que está yacondenado y en camino a ser ejecutado? Mereces la muerteeterna. Esta el la justa recompensa por tu maldad tantointerior como exterior. ¿Comprendes esto, lo sientes? ¿Estástotalmente convencido de que mereces la ira de Dios y lacondenación eterna? ¿Sería Dios injusto si ahora mismomandase que la tierra se abriera y te tragase, si en estemomento cayeses en el abismo y en el fuego que nunca seapagará? Si Dios te ha permitido tener un verdaderoarrepentimiento, sientes profundamente que estas cosas sonasí; y que sólo su misericordia permite que no seasconsumido, aniquilado por completo de la faz de la tierra.

5. ¿Qué harás para aplacar la ira de Dios, para expiartodos tus pecados, y para escapar del castigo quejustamente mereces? ¡Ay de ti, porque nada puedes hacer!No puedes hacer nada que pueda en ninguna medida hacerreparación ante Dios por una obra, palabra o pensamientomalos. Si desde este momento pudieras obrar bien en todo,si desde esta hora hasta el momento en que debas volver aDios pudieras vivir en forma perfecta, en obedienciaininterrumpida, aun esto no repararía lo pasado. Aunque noaumentes la deuda, no podrías saldarla tampoco. Todavíapermanecería tan grande como siempre. Sí, la obedienciapresente y futura de toda la humanidad, y de todos losángeles del cielo, no podría dar satisfacción a la justicia deDios por un solo pecado. ¡Cuán vana es entonces la idea deofrecer satisfacción por tus propios pecados mediantealguna obra que pudieras hacer! Cuesta mucho más redimiruna sola alma de lo que la humanidad entera podría pagar.

40 Mt. 5.22. Wesley cita el texto en griego.

Sermón 7 147

De manera que, si no hubiera ninguna otra ayuda para unpecador culpable, sin duda que perecería eternamente.

6. Supongamos que la obediencia perfecta en elfuturo pudiera dar satisfacción por los pecados pasados.Esto no te aprovecharía de nada; puesto que no podríaslograr tal obediencia ni siquiera en un punto. Comienzaahora. Haz la prueba. Sacude de ti ese pecado que ahora tedomina. Comprobarás que no puedes. ¿Cómo podríasentonces cambiar tu vida y convertirte de malo en bueno?De hecho, es imposible a menos que tu corazón cambie.Mientras el árbol sea malo, no puede dar buen fruto. ¿Peroeres capaz de cambiar tu propio corazón del pecado a lasantidad? ¿De despertar al alma muerta en pecado, muertapara Dios y viva para el mundo? Tan imposible es comoresucitar un cuerpo muerto, volver a la vida a quien está enla tumba. Eres tan capaz de despertar el alma como de darlevida a un cuerpo muerto. No puedes hacer nada, ni más nimenos, en este asunto. Te encuentras totalmenteimposibilitado. El entender esto, que eres completamenteinútil, así como culpable y pecador, de eso se trata elarrepentimiento verdadero, el cual es precursor del reino deDios.

7. Si a esta convicción íntima de tus pecadosinteriores y exteriores, de tu completa pecaminosidad ydesvalimiento, añades sentimientos puros: tristeza decorazón por haber despreciado la misericordia que te hanofrecido; remordimiento y condenación propia, sin hablarpalabra, teniendo vergüenza aun de levantar los ojos al cielo;temor de la ira de Dios que aún sientes sobre ti, de sumaldición pesando sobre tu cabeza, y de la indignaciónterrible que está lista para devorar a aquellas personas queolvidan a Dios y desobedecen a nuestro Señor Jesucristo;

El camino del reino148

deseo ardiente de escapar de tal indignación, de cesar dehace mal y aprender a hacer bien; si todo esto sientes,entonces te digo, en el nombre del Señor: «No estás lejos delreino de Dios.»41 Un paso más y entrarás. Te hasarrepentido. Ahora, cree en el evangelio.

8. El evangelio (esto es, las buenas nuevas para losculpables, los inútiles pecadores) en el más amplio sentidode la palabra significa la revelación total de Dios a lahumanidad por medio de Jesucristo; y, a veces, el relato delo que nuestro Señor hizo y sufrió mientras vivió entre losseres humanos. La substancia del evangelio es: que CristoJesús vino al mundo para salvar a los pecadores;42 oporque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado asu Hijo unigénito, para que todo aquel que él cree, no sepierda, mas tenga vida eterna,43 o mas él herido fue pornuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; elcastigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimosnosotros curados.44

9. Cree esto y el reino de Dios es tuyo. Por mediode la fe alcanzas la promesa: Dios perdona y absuelve atodos los que verdaderamente se arrepienten y creen en susanto evangelio. Tan pronto como Dios te habla al corazón:«Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados»,45 sureino viene; tú tienes la justicia, la paz y el gozo en elEspíritu Santo.46

41 Mc. 12.13.42 1 Ti. 1.15.43 Jn. 3.16.44 Is. 53.3.45 Mt. 9.2.46 Ro. 14.17.

Sermón 7 149

10. Cuídate, sin embargo, de no engañar a tu almacon respecto a la naturaleza de esta fe. No es (como algunaspersonas han concebido vanamente) un mero asentimiento ala verdad de la Biblia, a los artículos de nuestro credo, o atodo lo que está contenido en el Antiguo y NuevoTestamentos. Los demonios también creen esto, tan biencomo tú o yo; sin embargo, siguen siendo demonios. Pero lafe está por encima y más allá que todo lo anterior. Es unasegura confianza en la misericordia de Dios a través deJesucristo. Es una confianza en el Dios perdonador. Es unaprueba o convicción divina de que Dios estaba en Cristoreconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta alos hombres sus pecados;47 y sobre todo que el Hijo deDios me ha amado y se ha entregado por mí; y que ahora yoestoy reconciliado con Dios por la sangre de la cruz.48

11. ¿Crees esto? Entonces, la paz de Dios está en tucorazón, y la tristeza y el dolor huirán para siempre. Ya notienes dudas sobre el amor de Dios; es tan claro como la luzdel mediodía. Puedes decir en voz alta: «Tu amor, oh Señor,cantaré perpetuamente; de generación en generaciónanunciará mi boca tu fidelidad».49 Ya no tienes temor alinfierno, o a la muerte, o a quien antes tenía el imperio de lamuerte, el diablo; ni estás ya temeroso de Dios mismo; sólotienes un temor tierno, de hijo, de ofenderle. ¿Crees esto?Entonces tu alma engrandece al Señor; y tu espíritu seregocija en Dios tu Salvador.50 Te regocijas porque tienesredención por su sangre, el perdón de pecados.51 Te

47 2 Co. 5.19.48 Ro. 5.10 y Col. 1.20.49 Is. 35.10.50 Lc. 1.46-47.51 Col. 1.14.

El camino del reino150

regocijas con el espíritu de adopción por medio del cualpuedes decir en tu corazón: ¡Abba, Padre!52 Te regocijas enla plena esperanza de inmortalidad, en proseguir al blanco alpremio del supremo llamamiento;53 en anticipar todas lasbendiciones que Dios tiene preparadas para todos los que leaman.

12. ¿Crees esto? Entonces el amor de Dios se haderramado en tu corazón,54 y le amas porque él te amóprimero. Y por cuanto amas a Dios, amas también a tuhermano.55 Y por cuanto estás lleno de amor, paz y gozo,también estás lleno de paciencia, benignidad, fidelidad,bondad, humildad y dominio propio, así como todos losdemás frutos del Espíritu56--en una palabra, con todadisposición santa, angelical o divina. Por tanto, mirando acara descubierta (porque el velo ha sido quitado) como enun espejo la gloria del Señor, su glorioso amor, y la gloriosaimagen en la que has sido creado, tú eres transformado degloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritudel Señor.57

13. Este arrepentimiento, esta fe, esta paz, gozo,amor, este cambio de gloria en gloria, es lo que la sabiduríadel mundo ha calificado de locura, de entusiasmo,58 dedistracción. Pero tú, seguidor de Dios, no hagas caso a esto:no seas movido por ninguna de estas cosas. Tú sabes enquién has creído. Procura que nadie tome tu premio. 52 Ro. 8.15.53 Fil. 3.14.54 Ro. 5.5.55 1 Jn. 4.21.56 Gá. 5.22-23.57 2 Co. 3.18.58 Palabra que en tiempos de Wesley se usaba frecuentemente en el sentidode «fanatismo».

Sermón 7 151

Conserva todo aquello que has alcanzado. Manténte firme,y prosigue el camino, hasta que hayas alcanzado todas lasgrandes y preciosas promesas. Y tú, que aún no conoces alSalvador, no dejes que otros te hagan sentir avergonzado delevangelio de Cristo. No te dejes atemorizar por quieneshablan mal de las cosas de las cuales no saben nada. Diosvolverá pronto tu tristeza en gozo. No te desesperes, ten unpoco de paciencia, y él te quitará tus temores, y te dará unespíritu recto. Cercano está el que te salva. ¿Quién es quecondenará? Cristo es el que murió; más aun, el quetambién resucitó, el que además está a la diestra de Dios, elque también intercede por nosotros.59 Refúgiate en losbrazos del Cordero de Dios, con todos tus pecados, noimporta cuántos sean; porque de esta manera os seráotorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno denuestro Señor y Salvador Jesucristo.60

59 Ro. 8.34.60 2 P. 1.11.

151

Sermón 8

Las primicias del Espíritu

Romanos 8.1Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están

en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sinoconforme al Espíritu.

1. Con la frase «los que están en Cristo Jesús» SanPablo sin duda alguna se refiere a los que verdaderamentecreen en él; a quienes, justificados por la fe, tienen paz conDios por medio de nuestro Señor Jesucristo.1 Quienes creende esa manera ya «no andan conforme a la carne», ya nosiguen los impulsos de la naturaleza corrompida, sino queandan «conforme al Espíritu». Tanto sus pensamientoscomo sus palabras y sus obras están bajo la dirección delbendito Espíritu de Dios.

2. No hay «ninguna condenación» para éstos. Nohay condenación por parte de Dios, por cuando han sidojustificados gratuitamente por su gracia, mediante laredención que es en Cristo Jesús.2 Dios ha perdonado todassus iniquidades, y ha borrado todos sus pecados. Ytampoco hay condenación por parte de su conciencia,porque no han recibido el espíritu del mundo, sino elEspíritu que proviene de Dios, para que sepan lo que Diosles ha concedido, el Espíritu que da testimonio a su espíritude que son hijos de Dios.3 A esto se añade el testimonio de

1 Ro. 5.1.2 Ro. 3.24.3 Ro. 8.6.

Las primicias del Espíritu152

su conciencia, de que con sencillez y sinceridad de Dios, nocon sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, se hanconducido en el mundo.4

3. Pero, debido a que esta doctrina ha sido malinterpretada con frecuencia y en forma tan peligrosa; debidoa que hay infinidad de personas indoctas e inconstantes,5

personas que no han sido enseñadas por Dios, y que, portanto, no están arraigadas en la verdad que es según lapiedad,6 la cual han torcido para su propia destrucción,7 mepropongo demostrar tan claramente como pueda, primero,quiénes «están en Cristo Jesús» y «no andan conforme a lacarne sino conforme al Espíritu»; y segundo, cómo «no haycondenación» para estas personas. Concluiré con algunasdeducciones prácticas.

I. 1. Primeramente, voy a mostrar quiénes «están enCristo Jesús». ¿No son los que creen en su nombre?¿Quienes son hallados en él, no teniendo justicia propia porla ley, sino la justicia que es de Dios por fe?8 Los que hanalcanzado redención por su sangre son los que están en él,porque moran en Cristo y Cristo mora en ellos.9 Esaspersonas están unidas al Señor, siendo un Espíritu con él.Han sido injertadas como ramas a la vid;10 están unidascomo los miembros a la cabeza, de una manera tal que las

4 1 Co. 1.12.5 2 P. 3.16. Wesley cita el texto griego.6 Tit. 1.1.7 2 P. 3.16.8 Fil. 3.9.9 1 Jn. 4.13.10 Jn. 15.4-5.

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palabras no llegan a expresar, ni podían sus corazonesconcebir antes de la regeneración.

2. Todo aquel que permanece en él, no peca;11 noanda según la carne. La carne, en el lenguaje común de SanPablo, significa la naturaleza corrompida. En este sentidousa la palabra, cuando les escribe a los gálatas: «manifiestasson las obras de la carne»12 y también al decir: «Andad enel Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.»13 Paraprobar que los que andan en el Espíritu no satisfacen losdeseos de la carne, añade inmediatamente: «Porque el deseode la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contrala carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis loque quisiereis.» Las palabras se traducen literalmente nocomo «para que no podáis hacer lo que quisiereis», como sila carne hubiera conquistado al espíritu. Dicha traducción notiene nada que ver con el texto original del Apóstol, locual haría su argumento inútil, pues de hecho afirmaría loopuesto de lo que él quiere probar.14

3. Los que «están en Cristo», los que permanecen enél,15 han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Seabstienen de todas estas obras de la carne: adulterio,fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías,enemistades, pleitos, celos, iras contiendas, disensiones,

11 1 Jn. 3.6.12 Gá. 5.19.13 Gá. 5.16.14 Wesley cita el griego, y luego argumenta que no debe traducirse «de modoque no podéis hacer lo que quisierais», sino «de modo que no hagáis lo quequisierais». El problema exegético se complica, porque hay variantestextuales. Pero la mayoría de los eruditos modernos no le da la razón a Wesleyen este punto.15 1 Jn. 2.27.

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herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías16--decualquier designio, palabra y obra a los cuales nos guía lacorrupción de nuestra naturaleza. Si bien sienten en símismos la raíz amarga, sin embargo, son investidos conpoder de lo alto para hollarla ésta bajo sus piesconstantemente, de modo que no pueda levantarse paramolestarlos. Así cada nuevo asalto es una nueva ocasiónpara la alabanza, para exclamar: «Mas gracias sean dadas aDios, que nos da la victoria por medio de nuestro SeñorJesucristo.»17

4. Andan «conforme al Espíritu tanto» en suscorazones como en sus vidas. El Espíritu les enseña a amara Dios y a su prójimo con un amor que es como fuente deagua que salta para vida eterna.18 Y por el Espíritu songuiados a cada deseo santo, a cada sentimiento divino ycelestial, hasta que cada pensamiento que nace de suscorazones es santidad al Señor.

5. Los que andan «conforme al Espíritu» songuiados por él hacia toda santidad en la conversación. Supalabra es siempre con gracia, sazonada con sal,19 con elamor y el temor de Dios. Ninguna palabra corrompida salede su boca, sino la que es buena para la necesariaedificación, a fin de dar gracia a los oyentes.20 En estotambién se ejercitan de noche y de día, para hacer solamentelo que agrada a Dios; para seguir en toda su conductaexterior a aquél que nos dejó un ejemplo para que sigamos

16 Gá. 5.2-24.17 1 Co. 15.57.18 Jn. 4.14.19 Col. 4.6.20 Ef. 4.29.

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sus pisadas;21 para andar en justicia, misericordia y verdaden todos sus tratos con sus prójimos, y para hacer todo, entodas las circunstancias y detalles de la vida diaria, para lagloria de Dios.22

6. Estos son los que en verdad andan en el Espíritu.Estando llenos de fe y del Espíritu Santo, poseen en suscorazones y muestran en sus vidas, en todo el curso de suspalabras y acciones, los frutos genuinos del Espíritu deDios, es decir, amor, gozo, paz paciencia, benignidad,bondad, fe, mansedumbre, templanza,23 y cualquier otracosa que es buena y digna de alabanza. Adornan en todaslas cosas el evangelio de Dios nuestro Salvador;24 y danprueba total a toda la humanidad de que estánverdaderamente movidos del mismo Espíritu que levantó delos muertos a Jesús.25

II. 1. Me propongo demostrar, en segundo lugar,cómo no hay condenación para quienes están en CristoJesús y, por tanto, andan, «no conforme a la carne, sinoconforme al Espíritu».

Primeramente, para los creyentes en Cristo queandan de esta manera «no hay condenación» por suspecados pasados. Dios no los condena por ninguno deéstos; son como si no hubiesen sido; son echados en loprofundo del mar, y ya Dios no los recuerda más. Dios,habiendo dado a su Hijo como propiciación por ellos, pormedio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a

21 1 P. 2.21.22 1 Co. 10.31.23 Gá. 5.22-23.24 Tit. 2.10.25 Ro. 8.11.

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causa de haber pasado por alto, en su paciencia, lospecados pasados,26 no les imputa ninguna de susiniquidades, cuya memoria misma ha desaparecido.

2. No hay condenación para ellos en su corazón, niconciencia de pecado, ni temor a la ira de Dios. Tienen eltestimonio en sí mismos; están conscientes de su interés enla sangre rociada. No han recibido el espíritu de esclavitudpara estar otra vez en temor, en duda e incertidumbre; sinoque han recibido el espíritu de adopción, por el cualclamamos: ¡Abba, Padre!27 Justificados por la fe, la paz deDios reina en sus corazones, pues fluye de un constanteexperimentar la misericordia perdonadora y una buenaconciencia hacia Dios.28

3. Quizá alguien diga: «Pero a veces el creyente enCristo puede perder de vista la misericordia de Dios; a vecesla obscuridad le rodea de tal manera que no logra ver a aquélque es invisible, no logra sentir el testimonio en sí mismo desu participación en la sangre redentora; y entonces secondena interiormente, tiene la sentencia de muerte sobre símismo.» Yo respondo que, suponiendo que así sea,suponiendo que esa persona no vea la misericordia de Dios,entonces no es creyente; porque la fe implica luz, la luz deDios que brilla en el corazón. De modo que quientemporeramente pierde esta luz, pierde la fe. Y sin dudaalguna un creyente verdadero en Cristo puede perder la luzde la fe. Mientras ésta fe está perdida, la persona puede caerotra vez en condenación. Este no es el caso de quienes estánen Cristo Jesús, quienes creen en su nombre. Porque 26 Ro. 3.25.27 Ro. 8.15.28 1 P. 3.21.

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mientras crean y anden en el Espíritu, ni Dios ni su propiocorazón los condenan.

4. En segundo lugar, no son condenados por pecadospresentes, por violar ahora los mandamientos de Dios. Nolos violan; «no andan conforme a la carne sino conforme alEspíritu». Esta es la prueba constante de su amor a Dios,que guardan sus mandamientos.29 Así lo afirma San Juan:«Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado,porque la simiente de Dios permanece en él; y no puedepecar porque es nacido de Dios».30 No puede hacerlomientras la simiente de Dios, esta fe amorosa, santa,permanezca en él. Mientras permanezca, el maligno nopuede tocarlo.31 Es evidente que no es condenado por lospecados que no ha cometido. Quienes son así guiados por elEspíritu no están bajo la ley.32 No están bajo su maldición ocondenación, porque la ley no condena sino a quienes ladesobedecen. La ley de Dios que dice «No robarás» nocondena sino a quienes roban. «Acuérdate del día de reposopara santificarlo» condena sólo a quienes no lo santifican.Pero contra los frutos del Espíritu no hay ley.33 El Apóstolmás extensamente lo declara en estas memorables palabrasde su Epístola a Timoteo: «Sabemos que la ley es buena, siuno la usa legítimamente; conociendo esto [si mientras usala ley de Dios, para convencer o dirigir, conoce y recuerdaesto] que la ley no fue dada para el justo [no tiene fuerza

29 1 Jn. 5.3.30 1 Jn. 5.18.31 1 Jn. 5.18.32 Gá. 5.18.33 Gá. 5.23.

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contra él, ni poder para condenarle],34 sino para lostransgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores,para los irreverentes y profanos ... según el gloriosoevangelio del Dios bendito.»

5. En tercer lugar, no son condenados por ningúnpecado interior, aun cuando éste permanece. Que permanecela corrupción de la naturaleza aun en quienes son hijos deDios por la fe; quienes tienen en sí mismos la simiente delorgullo y la vanidad, de la cólera y la gula, de los deseosdepravados y de toda clase de pecado, es un hechodemasiado obvio para negarse, por ser experiencia diaria. Yes por esto que San Pablo, hablando a quienes un pocoantes había afirmado que estaban en Cristo Jesús, comollamados por Dios a la comunión con su Hijo Jesucristonuestro Señor,35 sin embargo les dice: «no pude hablaroscomo a espirituales, sino como a carnales, como a niños enCristo».36 Como a niños en Cristo, es decir, que están enCristo, pero son creyentes en grado mínimo. ¡Cuántopecado había todavía en ellos, en esa mente carnal que no sesujeta a la ley de Dios!37

6. A pesar de todo esto, no están condenados.Aunque sienten la carne, su naturaleza pecaminosa, yaunque cada día se persuaden más y más de que su corazónes engañoso y perverso.38 Sin embargo, mientras no cedan asus instintos, mientras no den lugar al demonio, mientras

34 1 Ti. 1.8-9,11. Una traducción literal del griego sería: «la ley no se recuestasobre el justo». Wesley cita el griego y luego ofrece una traducción semejante.35 1 Co. 1.9.36 1 Co. 3.1.37 Ro. 8.7.38 Jer. 17..9.

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continúen luchando con el pecado, con el orgullo, la ira, losmalos deseos, de manera que la carne no se enseñoree deellos, sino que anden «conforme al Espíritu, ningunacondenación hay para los que están en Cristo Jesús.» Diosse complace con su sincera aunque imperfecta obediencia; yellos tienen confianza en Dios, sabiendo que son suyos porel Espíritu Santo que les ha dado.39

7. En cuarto lugar, aunque están plenamenteconvencidos de que el pecado se adhiere a todo lo quehacen; a pesar de que se dan cuenta de que no puedencumplir con la perfecta ley, ni en pensamiento, ni enpalabras, ni en obras; aunque saben que no aman al Señor suDios con todo su corazón, su mente, su alma y sus fuerzas;aunque sienten más o menos orgullo o vanidad mezclarsecon sus más altos deberes; aunque en su más íntimacomunión con Dios, cuando se reúnen con la congregación,y cuando derraman su corazón en secreto ante aquél queconoce todos los pensamientos y las intenciones delcorazón, sienten vergüenza de la vaguedad de suspensamientos, o de la torpeza e insensibilidad de susafectos--aun así no hay condenación para ellos, ni por partede Dios ni de su propio corazón. El considerar estos variosdefectos les hace sentir aun más profundamente la necesidadde la sangre rociada40 que habla por ellos al oído de Dios, yde ese Abogado para con el Padre que vive siempre parainterceder por ellos.41 Lejos de separarles de aquél en quienhan creído, estas debilidades les hacen acercarse más al quesatisface sus necesidades. Al mismo tiempo, mientras más 39 1 Jn. 3.24.40 He. 12.24.41 He. 7.25.

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profundamente sienten la necesidad, más sincero es sudeseo y más firmes sus esfuerzos para, de la manera quehan recibido al Señor Jesucristo, andar así en él.42

8. No son condenados, en quinto lugar, por pecadosde debilidad, como generalmente se les llama. (Quizás seríamejor llamarles flaquezas, a fin de no parecer que atenuamoso disculpamos el pecado como una debilidad.) Pero sihemos de emplear tan ambigua y peligrosa expresión, lospecados de debilidad son esas caídas involuntarias talescomo el decir de buena fe que tal o cual cosa es cierta,cuando en realidad se prueba que es falsa; o el herir anuestro vecino sin saberlo o sin tener tal intención, quizáscuando queríamos hacerle bien. Aunque éstas sondesviaciones de la santa, aceptable y perfecta voluntad deDios, sin embargo no son pecados propiamente dichos, nitraen ninguna culpa a la conciencia de quienes están enCristo Jesús. No se interponen entre Dios y ellos, niobscurecen la luz de su rostro; puesto que estas flaquezasno son inconsecuentes con el hecho de que andan «noconforme a la carne, sino conforme al Espíritu».

9. Por último, no hay condenación para ellos porcausa de cosa cualquiera que no esté en su poder evitar; yasea de naturaleza interna o externa, ya sea haciendo lo queno deben hacer o dejando de hacer lo que deberían hacer. Porejemplo, se administra la Santa Cena, pero algunos noparticipan. ¿Por qué no lo hacen? Están confinados debido ala enfermedad; por lo tanto no pueden asistir al culto. Talrazón no estás te condena. No hay culpa por cuanto no hayoportunidad de escoger. Porque si primero está la voluntad

42 Col. 2.6.

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dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según loque no tiene.43

10. Algunas veces el creyente se aflige porque nopuede hacer lo que desea. Puede exclamar, cuando se veimpedido de adorar a Dios en medio de la gran congregación:«Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, asíclama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed deDios, del Dios vivo. ¿Cuándo vendré, y me presentarédelante de Dios?»44 Puede desear ardientemente (aunquediciendo en su interior al mismo tiempo, «pero no sea comoyo quiero, sino como tú»45) ir con la multitud y conducirlahasta la casa de Dios.46 Sin embargo, si no puede ir, nosiente la condenación, ni la culpa, ni siente el desagrado deDios, sino que puede con alegría someter sus deseosdiciendo: «Espera en Dios, porque aún he de alabarle,Salvación mía y Dios mío.»47

11. Es más difícil determinar lo que tiene que ver conlos «pecados de sorpresa», tal como cuando una personaque generalmente tiene dominio propio cede a una violentay repentina tentación de hablar o actuar en forma que no esconsistente con la ley: «Amarás a tu prójimo como a timismo.» No es fácil fijar una regla general respecto a lastransgresiones de esta naturaleza. No podemos decir si laspersonas son o no son condenadas por los pecados desorpresa en general. Pero parece que cada vez que uncreyente es dominado por una falta hay mayor o menor

43 2 Co. 8.12.44 Sal. 42.1-2.45 Mt. 26.39.46 Sal. 42.4.47 Sal. 42.11.

Las primicias del Espíritu162

condenación de acuerdo al mayor o menor consentimientode su voluntad. En proporción al modo en que el deseopecaminoso, palabra o acción sea más o menos voluntario,así podemos concebir a Dios como más o menos molesto, yhay mayor o menor culpa en el alma.

12. Si esto es cierto, entonces debe haber algunospecados de sorpresa que acarrean mucha culpabilidad ycondenación. Esto es así debido a que hemos sidosorprendidos en una negligencia voluntaria y culpable; odebido a la pereza del alma que podría haberse prevenido osacudido antes de que la tentación llegara. Se puede haberrecibido aviso, sea de Dios o de otra persona, de que seavecinan pruebas y peligros, y aun así decir: «Un poco desueño, un poco de dormitar, y cruzar por un poco lasmanos para reposo.»48 Si alguno cae en tales circunstancias,aunque sea por sorpresa, en la tentación que muy bien pudohaber evitado, no tiene disculpa; debió haber previsto yevitado el peligro. La caída en el pecado, aun cuando sea porsorpresa, como en el ejemplo anterior, es en realidad unpecado de la voluntad; y como tal, debe exponer al pecadora ser condenado por Dios y por su conciencia.

13. Por otro lado, pueden venir asaltos repentinossea del mundo o del dios de este mundo, y frecuentementede nuestro corazón perverso, que ni previmos ni pudimosanticipar. Estas tentaciones pueden sumergir a un cristiano,por ser débil en la fe, en una tentación peligrosa, como porejemplo, la ira o pensar mal del prójimo, sin que participesu libre albedrío. En tal caso un Dios celoso sin duda lemostrará que ha actuado con necedad. El cristiano quedará

48 Pr. 6.10.

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convencido de haberse separado de la ley perfecta, de lamente que hubo también en Cristo,49 y por consiguiente seapesadumbrará con gran dolor, y se avergonzará ante lapresencia de Dios. Sin embargo, no tiene que caer encondenación. Dios no le culpa, sino que le compadece, comoel padre se compadece de sus hijos.50 Su corazón no lecondena; en medio de su dolor y vergüenza puede decir:«Me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y micanción es el Señor, quien ha sido salvación para mí.»51

III. 1. Sólo resta deducir algunas conclusionesprácticas de las consideraciones anteriores.

Y, primeramente, si «ninguna condenación hay» porsus pecados pasados «para los que están en Cristo Jesús,los que no andan conforme a la carne, sino conforme alEspíritu», entonces, ¿por qué temes, hombre de poca fe?52

Aunque tus pecados sean más numerosos que la arena delmar, qué importa eso ahora que estás en Cristo Jesús?¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el quejustifica. ¿Quién es el que condenará?53 Todos los pecadosque has cometido desde tu niñez hasta la hora en que fuisteaceptado en el Amado, han sido esparcidos como la paja,han desaparecido, se han perdido, han sido tragados, ya noexisten en la memoria. Ahora has nacido en el Espíritu. ¿Tepreocuparás o temerás lo que haya pasado antes de habernacido? No has sido llamado para tener espíritu de temorsino de amor y de dominio propio. Conoce tu llamamiento.

49 Fil. 2.5.50 Sal. 103.13.51 Is. 12.2.52 Mt. 8.26.53 Ro. 8.33-34.

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Regocíjate en Dios tu Salvador, y da gracias a Dios tu Padrepor medio de él.

2. ¿Dirás pues: «pero he pecado después de habersido redimido por medio de su sangre; y por tanto meaborrezco y me arrepiento en polvo y ceniza»?54 Es justoque te aborrezcas; es Dios mismo el que te ha traído a estepunto. Pero, ¿no crees? ¿Te ha permitido decir nuevamente:«Yo sé que mi Redentor vive»55 «y lo que ahora vivo en lacarne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios.»?56 Entonces, esa fecancela todo lo pasado, y no hay ninguna condenación parati. En el momento mismo en que creas verdaderamente en elHijo de Dios, todos tus pecados pasados se desvaneceráncomo el rocío de la mañana. Ahora, estad, pues, firmes en lalibertad con que Cristo nos hizo libres.57 Te ha librado unavez más del poder del pecado, así como de la culpa y elcastigo. No estéis otra vez sujetos al yugo deesclavitud.58 Ni al vil y diabólico yugo del pecado, de losmalos deseos, del mal genio, malas palabras u obras queconstituyen el yugo más pesado que fuera del infiernopuede haber, ni tampoco al yugo del temor servil ytorturador de la culpa y condenación de sí mismo.

3. Pero, en segundo lugar, si los que están «en CristoJesús ... no andan conforme a la carne, sino conforme alEspíritu», podemos deducir que quienquiera que cometepecado no tiene parte en esta bendición, sino que ahoramismo está condenado por su propio corazón. Pero si

54 Ef. 1.7; Col. 1.14; Job 42.6.55 Job 12.25.56 Gá. 2.20.57 Gá. 5.1.58 Gá. 2.20.

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nuestro corazón nos reprende, si nuestra conciencia nos datestimonio de que somos culpables, sin duda que Diostambién lo hará; pues mayor que nuestro corazón es Dios, yél sabe todas las cosas;59 así que no podemos engañarle,aun si nos engañásemos a nosotros mismos. No piensesdecir: «Fui justificado una vez; mis pecados fueronperdonados en una ocasión.» Yo no sé sobre esto; ni puedodiscutir si lo fueron o no. Quizás, al cabo de un tiempo, esprácticamente imposible saber con certeza si fue una obraverdadera y genuina de Dios, o si sólo engañaste a tu propiaalma. Pero esto sé con la más absoluta certeza: El quepractica el pecado es del diablo.60 Por lo tanto eres de tupadre el diablo. No puedes negarlo, porque haces las obrasde tu padre. No te llenes de falsas esperanzas. No le digas atu alma: «Paz, paz; y no hay paz.»61 Grita, clama a Diosdesde lo profundo, por si tal vez tengas la fortuna de que teescuche. Ven hasta Dios como al principio, como pobre,indigno, como lleno de pecado, miserable, ciego y desnudo.Y cuídate de dar descanso a tu alma hasta que no te revelesu amor perdonador, hasta que haya sanado tus rebeliones yte haya llenado nuevamente con la fe que obra por elamor.62

4. En tercer lugar, puesto que no hay condenaciónpara quienes andan conforme al Espíritu a causa de algúnpecado interior que aún permanezca, ni a causa del pecadoque se adhiere a todo lo que hacen, no te llenes depesadumbre a causa de la maldad, aun cuando ésta

59 1 Jn. 3.20.60 1 Jn. 3.8.61 Jer. 6.14.62 Gá. 5.6

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permanezca en tu corazón. No te entristezcas porquetodavía te encuentres lejos de la gloriosa imagen de Dios; niporque el orgullo, la soberbia o la incredulidad se aferren atodas tus palabras y acciones. Y no te atemorices deconocer toda la maldad de tu corazón, de conocerte a timismo tal como eres conocido. Sí, pídele a Dios que notengas de ti una opinión más alta de la que debes tener. Quetu continua plegaria sea:

Muéstrame, oh Señor,Hasta donde pueda soportarLo profundo de mi pecado innato;Declara toda la incredulidad,La soberbia que se oculta en mí.63

Cuando escuche tu oración y te revele tu corazón,cuando te muestre qué clase de espíritu tienes; cuida de queno te falte la fe, de que no te arrebaten tu escudo. Humíllate,póstrate en el polvo; mira que no eres sino miseria yvanidad. A pesar de esto, no se turbe vuestro corazón, nitenga miedo.64 Persevera, afirma que tienes un abogadopara con el Padre, a Jesucristo el Justo.65 Como la alturade los cielos sobre la tierra, así es más grande sumisericordia que mis mismos66 Dios es misericordiosocontigo, pecador, aun siendo el pecador que eres. Dios esamor; y Cristo ha muerto. Por lo tanto, el Padre mismo teama. Tú eres su hijo. Por lo tanto, no te negará ninguna cosabuena.67 ¿Crees que será bueno que todo el cuerpo de

63 Himno de Carlos Wesley en Hymns and Sacred Poems (1742), p. 209.64 1 Jn. 14.27.65 1 Jn. 2.1.66 Sal. 103.11.67 Mt. 7.11.

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pecado que ahora es crucificado en ti sea destruido? Seráhecho. Serás limpio de toda contaminación de carne y deespíritu. ¿Convendrá que no quede nada en tu corazón sinoel amor de Dios? Anímate. Amarás al Señor tu Dios contodo tu alma, y con toda tu mente y con todas tusfuerzas.68 Fiel es el que prometió, el cual también lo hará.69

Por tu parte, debes continuar con paciencia en el trabajo dela fe, del amor y de la paz con alegría; con humildeconfianza, con esperanza resignada y al mismo tiemposincera, hasta que el celo del Señor haga esto.70

5. En cuarto lugar, si están en Cristo y andan en elEspíritu no son condenados por pecados de debilidad, nipor caídas voluntarias, ni por transgresiones que no puedenevitar. Ten cuidado, entonces, ya que tienes fe en su sangre,para que Satanás no gane ventaja de esto. Todavía eres necioy débil, ciego e ignorante; más débil de lo que las palabraspueden expresar, más necio de lo que pueda tu corazónconcebir, pues todavía no sabes nada como lo deberíassaber. No permitas, sin embargo, que tu debilidad o torpeza,ni ningún fruto que no has podido evitar, haga vacilar tu fe,tu esperanza filial en Dios, o que interrumpa tu paz y gozoen el Señor. La regla que algunos dan respecto a los pecadosde la voluntad y que, en tal caso, puede ser peligrosa, esindudablemente buena y segura, si sólo se aplica a lasdebilidades humanas. ¿Has caído, seguidor de Dios? Nopermanezcas postrado, lamentándote y desesperado por tudebilidad, sino di con humildad: «Señor, caeré a cadainstante a no ser que tú me sostengas y me des la mano.» 68 Mc. 12.30.69 He. 10.23.70 Is. 9.7.

Las primicias del Espíritu168

Levántate, enderézate y anda. Camina pues, corre conpaciencia la carrera que te es propuesta.71

6. Finalmente, puesto que un creyente no viene acondenación, aunque sea sorprendido en aquello que su almaaborrece (suponiendo que esta sorpresa no se deba a sudescuido o negligencia voluntaria); si tú que crees, caes enalguna falta, apesadúmbrate en el Señor; esto será para ti unbálsamo. Derrama tu corazón delante de él, y preséntale tuproblema. Y ruega con todo tu corazón a aquél que puedecompadecerse de nuestras debilidades72 para que afirme,fortifique y establezca tu alma, y no permita que vuelvas acaer. Aun así, no te condena. ¿Por qué has de temer? Notienes necesidad de ningún temor que lleve en sí castigo.Amarás al que te ama, y esto basta; más amor traerámayores fuerzas. Y tan pronto como le ames con todo tucorazón serás perfecto y cabal, sin que te falte nada. Esperaen paz por esa hora en la cual el mismo Dios de paz ossantifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma ycuerpo, sea guardado irreprensible para la venida denuestro Señor Jesucristo.73

71 He. 12.1.72 He. 4.15.73 1 Ts. 5.23.

169

Sermón 9

El espíritu de esclavitud y el espíritu deadopción

Romanos 8.15Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar

otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu deadopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!

1. San Pablo se dirige a quienes son hijos de Diospor la fe.1 Ustedes los que son verdaderamente sus hijos,han bebido de su Espíritu. No han recibido un espíritu deesclavitud para estar nuevamente en temor, sino que, porcuanto son sus hijos, Dios les ha enviado el Espíritu de suHijo a morar en sus corazones.2 «Habéis recibido el espíritude adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!»

2. El espíritu de esclavitud y de temor está muylejos de este espíritu amoroso de adopción. Quienes estánúnicamente bajo la influencia de temor servil no pueden serllamados hijos de Dios. Sin embargo, algunos pueden sersiervos y no estar lejos del reino de Dios.3

3. Me temo que la mayoría de la humanidad, de loque se llama «mundo cristiano», ni siquiera ha alcanzadoeste nivel; sino que están alejados, no hay Dios en ningunode sus pensamientos.4 Se encontrarán que aman a Dios;habrá unos cuantos más que le temen. Pero la mayoría de la

1 Gá. 3.26.2 Gá. 4.6.3 Mc. 12.34.4 Sal. 10.4.

El espíritu de esclavitud y el espíritu de adopción170

humanidad ni tiene temor de Dios, ni hay amor a Dios ensus corazones.

4. Quizás la mayoría de ustedes, los que por lamisericordia de Dios participan de un mejor espíritu,recordarán el tiempo en que estaban en la misma situación,cuando estaban bajo la misma condenación. Al principio nolo sabían, aunque estaban sumergidos diariamente en suspecados y en su propia sangre; hasta que llegó el tiempooportuno en que recibieron el espíritu de temor (lorecibieron, puesto que esto también es regalo de Dios); ydespués el temor desapareció, y el espíritu de amor llenósus corazones.

5. Quien está en aquel primer estado de ánimo, sintemor ni amor, se llama en la Escritura un hombre natural.5

Quien se encuentra bajo el poder del espíritu de esclavitud ytemor se dice a veces que está bajo la ley (aunque estaexpresión se refiere más comúnmente a quien está bajo ladispensación judía, quien se considera obligado a observartodos los ritos y ceremonias de la ley judía). Pero quien hacambiado el espíritu de temor por el de amor se dice conrazón que está bajo la gracia.6

Ahora, por cuanto nos interesa mucho conocer dequé espíritu somos, trataré de señalar claramente, primero,lo que es el estado natural; segundo, el estado de quien estábajo la ley; y tercero, de quien está bajo la gracia.

I. 1. En primer lugar, el estado del ser humanonatural. La Escritura representa este estado como de sueño.La voz de Dios a tal persona es : «Despiértate, tú queduermes.»7 Porque su alma se encuentra en un sueño 5 1 Co. 2.14.6 Ro. 6.14,15.7 Ef. 1.18.

Sermón 9 171

profundo. Sus sentidos espirituales no están despiertos; nodistingue ni el bien ni el mal espiritual. Los ojos de suentendimiento están cerrados; están sellados y no ven nada.Nubes y obscuridad descansan constantemente sobre ellos;porque esa persona anda en valle de sombra de muerte.8

Por lo tanto, no teniendo entrada para el conocimiento delos asuntos espirituales, estando cerradas todas las avenidasde su alma, tal persona está en ignorancia burda y torpe derespecto de todas aquellas cosas que debería saber. Estotalmente ignorante del sentido verdadero, interior,espiritual de la ley de Dios. No tiene idea de lo que es lasantidad evangélica sin la cual nadie verá al Señor; ni de lafelicidad de la cual sólo gozan aquellas personas cuya vidaestá escondida con Cristo en Dios.9

2. Por esta misma razón, por estar dormida, está encierta forma en descanso. Por estar ciega, se siente segura.Dice «no seré movido jamás».10 La obscuridad que le cubrepor todas partes le mantiene en un cierto estado de paz(tanta paz como puede existir juntamente con las obras deldiablo y con la mente terrenal, diabólica). No ve que está alborde del abismo; por tanto, no teme. No puede temblarante el peligro que desconoce. No entiende lo suficiente paratemer. ¿Por qué no tiene esta persona temor de Dios?Porque es totalmente ignorante de quién es Dios; si no esque dice en su corazón: »No hay Dios»,11 o que Dios estásentado sobre el círculo de la tierra,12 y no se humillaocupándose de las cosas que suceden en la tierra. A la

8 Sal. 23.4.9 Col. 3.3.10 Sal. 10.6.11 Sal. 14.1.12 Is. 40.22.

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misma vez se convence a sí mismo con los conceptosepicúreos, diciendo: «Dios es misericordioso»;13

confundiendo y ocultando a la misma vez en esta ideaequivocada de la misericordia de Dios toda su santidad yodio esencial al pecado, toda su justicia, sabiduría y verdad.No tiene temor de la venganza que amenaza a quienes noobedecen la bendita ley de Dios, porque no la entiende. Seimagina que el punto principal es hacer tal o cual cosa yestar exteriormente sin culpa, sin darse cuenta de que laculpa se extiende a cada disposición, deseo, pensamiento ymovimiento del corazón. O se imagina que la obligación dela ley ha cesado, que Cristo vino a destruir la ley y losprofetas, para salvar al pueblo en, no de sus pecados, parallevarlos al cielo sin santidad; a pesar de sus propiaspalabras: «ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hastaque todo se haya cumplido»,14 y «No todo el que dice:Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el quehace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.»15

3. Se cree seguro, porque está en la más completaignorancia de sí mismo. Por eso dice que se arrepentirá a sudebido tiempo; no sabe aún cuándo exactamente; pero enalgún momento tarde o temprano antes de morir, como si talcosa estuviera en su poder. ¿Qué podrá impedir que searrepienta si así lo desea? Si alguna vez se decide, sin dudaalguna que se arrepentirá.

4. En ninguna otra persona se hace tan clara estaignorancia como en las llamadas «personas de saber.» Si el

13 Sal. 116.5. Wesley emplea aquí el término «epicúreo» en el sentido quecomúnmente se le daba en el siglo XVIII, a saber, como «hedonista» o«dedicado exclusivamente al placer».14 Mt. 5.18.15 Mt. 7.21.

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ser humano natural es uno de tales, puede hablarextensamente sobre sus facultades racionales, sobre su librealbedrío y la absoluta necesidad de tener esta libertad parapoder ser un agente moral. Tal persona lee y discute, yprueba casi en forma concluyente que cada cual hace comoquiere, que puede disponerse a hacer lo bueno o lo malo quehay en su propio corazón según le parezca. Es así cómo eldios de este mundo cubre con un doble velo de ceguera sucorazón, no sea que «les resplandezca la luz del evangeliode la gloria de Cristo.»16

5. Como resultado de la misma ignorancia de símismo y de Dios puede surgir en la persona natural uncierto grado de gozo al felicitarse a sí misma por susabiduría y bondad. Puede incluso a veces poseer lo que elmundo llama gozo. Puede disfrutar de varios placeres,satisfaciendo los deseos de la carne, o el deseo de los ojos, olas vanidades de la vida, especialmente si tiene muchasposesiones, si disfruta de fortuna. En ese caso se puedevestir de púrpura y de lino fino, hacer banquetes suntuososcada día.17 Mientras prospere, sin duda que las genteshablarán bien de tal persona. Dirán que es feliz; porque dehecho ésta es la suma de la felicidad humana: vestirse,visitar, hablar, comer, beber y levantarse a jugar.

6. No hay nada de extraño si alguien en talescircunstancias, embriagado con el opio de la adulación y elpecado, llaga a imaginarse, en su soñar despierto, quecamina en gran libertad. ¡Cuán fácilmente puedeconvencerse de que está libre de todo error vulgar y delprejuicio de una educación atrasada, creyendo que puede

16 2 Co. 4.4.17 Lc. 16.19.

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ejercer un juicio justo y mantenerse lejos de todos losextremos. Puede decir: «Estoy libre de todo el entusiasmode las almas débiles y limitadas, de la superstición,enfermedad de los tontos y cobardes, siempre demasiadojustos; y del fanatismo, condición constante de aquellaspersonas que no tienen una manera libre y generosa depensar.» Con seguridad que tal persona está libre de lasabiduría que viene de lo alto,18 de la santidad, de la religióndel corazón, del sentir que hubo en Cristo.19

7. Mientras tanto, tal persona es esclava del pecado.Comete pecado, más o menos diariamente. Pero no sienteremordimiento; no está «bajo servidumbre» (como dicenalgunos), no siente ninguna condenación. Se contenta(aunque confiesa creer que la revelación cristiana viene deDios) con decir: «El ser humano es frágil. Toda lahumanidad es débil. Cada persona tiene su lado flaco.» Talvez cita la Escritura: «¿No dice Salomón acaso: Porque sieteveces cae el justo?» Y sin duda que no son nada más quehipócritas o entusiastas los que pretenden ser mejores quesus vecinos. Si algún pensamiento serio cruza su mente, estapersona lo ahoga tan pronto como le resulta posible, con laspalabras: «¿Por qué debo temer, si Dios es misericordioso,y Cristo murió por los pecadores?» Así que permanececomo esclava voluntaria del pecado, contenta con mantenerlas cadenas de la iniquidad; interior y exteriormente impura,y satisfecha con serlo; sigue no sólo sin conquistar elpecado, sino también sin conquistar el pecado particular quela domina fácilmente.

18 Stg. 3.17.19 Fil. 2.5.

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8. Ese es el estado del humano en su estado natural,sea transgresor descarado y escandaloso, o pecadorrespetable y decente. ¿Cómo puede tal persona convencersede pecado? ¿Cómo puede llegar al arrepentimiento? ¿Cómoquedará bajo la ley, sintiendo en sí misma el espíritu detemor? Esto es lo que consideraremos a continuación.

II. 1. Por medio de algún acto inescrutable de laprovidencia o por medio de su Palabra aplicada con lademostración de su Espíritu, Dios toca el corazón de quienduerme en las tinieblas y en la sombra de muerte. Talpersona es sacudida violentamente de su sueño, y aldespertar comprende el peligro en que se encuentra. Tal vezen un momento, quizás poco a poco, los ojos de suentendimiento se abren, y ahora discierne (pues el velo hasido parcialmente quitado) el estado real en que seencuentra. Una luz aterradora alumbra de lleno su alma, unaluz como la que nos imaginamos que sale del abismo sinfondo, de lo profundo, del lago de fuego que arde conazufre. Puede al fin ver que el Dios amoroso ymisericordioso es también un fuego consumidor; que es unDios justo y terrible, que paga a cada uno conforme a susobras, que entra en juicio con el injusto por cada palabraociosa, y aun por las imaginaciones del corazón. Ahora seda cuenta claramente que el grande y santo Dios es muylimpio de ojos para ver el mal;20 que es vengador decualquier persona que se rebele contra él, y paga a cadainicuo según lo que se merece; y que horrenda cosa es caeren manos del Dios vivo.21

20 Hab. 1.13.21 He. 10.31.

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2. El sentido interior, espiritual, de la ley de Dioscomienza a manifestársele. Percibe que amplio sobremaneraes tu mandamiento22 y no hay nada que se esconda de sucalor.23 Se convence de que todas y cada una de sus partesse refieren no solamente al pecado exterior y a ladesobediencia, sino a lo que pasa en lo más recóndito delcorazón, donde sólo el ojo de Dios puede penetrar. Si ahoraoye: «No matarás», Dios le habla con voz tronante: «todoaquel que aborrece a su hermano es homicida»;24 ycualquiera que le diga a su hermano: «fatuo, quedaráexpuesto al infierno de fuego.»25 Si la ley dice: «nocometerás adulterio», la voz de Dios suena en sus oídosdiciendo: «cualquiera que mira a una mujer paracodiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.»26 Así quetal persona siente la Palabra de Dios viva y eficaz, y máscortante que toda espada de dos filos. Penetra hasta partirel alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos.27

Escucha con tanto más temor, por cuanto tiene la concienciade haber despreciado esta gran salvación;28 de haberpisoteado al Hijo de Dios, quien le habría salvado de suspecados; y de haber tenido por inmunda la sangre delpacto.29

3. Sabiendo que todas las cosas están desnudas yabiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar

22 Sal. 119.96.23 Sal. 19.6.24 1 Jn. 3.15.25 Mt. 5.22.26 Mt. 5.28.27 He. 4.12.28 He. 2.3.29 He. 10.29.

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cuenta,30 se ve enteramente desnudo, no teniendo siquieralas hojas de higuera que había cosido para cubrir sudesnudez; desnudo de todas sus pobres pretensiones dereligión o virtud, y de sus excusas miserables por haberpecado contra Dios. Se ve ahora como los antiguossacrificios, partido por la mitad, desde el cuello hacia abajo,de manera que todo lo que hay en él queda expuesto. Sucorazón está descubierto, y ve que es todo pecado,engañoso ... más que todas las cosas, y perverso,31 esto es,totalmente corrupto y abominable, mucho más de lo que esposible expresar con palabras; que no existe en él nadabueno, sino por el contrario está lleno de toda clase deinjusticia e impureza, siendo todos sus pensamientos eimpulsos malos y perversos.

4. No sólo ve sino que siente en sí mismo, por ciertaemoción de su alma que no logra describir, que debido a lospecados de su corazón, aun cuando su propia vida fueseinmaculada (lo que no es ni puede ser, puesto que el árbolmalo no puede dar buen fruto), merece ser echado en elfuego que nunca se apagará.32 Comprende que la paga, lajusta recompensa del pecado, de su pecado sobre todo, es lamuerte,33 la segunda muerte, la muerte que nunca se acabará,la destrucción del cuerpo y del alma en el infierno.

5. Así concluyen sus agradables sueños, su descansoilusorio, su paz imaginaria, su falsa seguridad. Su regocijo sedesvanece como una nube; los placeres que antes legustaban, ya no le deleitan. No tienen sabor al probarlos; leasquea su dulzor nauseabundo; le cansan. Las sombras de la

30 He. 4.13.31 Jer. 17.9.32 Mc. 9.43.33 Ro. 6.23.

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felicidad han huido, y caído en el olvido; de tal modo que seencuentra destituido de todo, buscando descanso de aquípara allá, sin encontrarlo.

6. Al esfumarse la embriaguez, siente la angustia deun corazón herido. Ve claramente que cuando el pecadodomina el alma (sea por el orgullo, la ira, o los malos deseos;sea por la soberbia, la malicia, la envidia, la venganza ocualquier cosa semejante) produce la más completa miseria.Siente tristeza de corazón por las bendiciones que haperdido, y por la maldición que ha venido sobre él;remordimiento por haberse destruido a sí mismo, y haberdespreciado las misericordias que le hubieran salvado;temor, por un vivo sentido de la ira de Dios, y de lasconsecuencias de su ira; del castigo que justamente merece,y que ve colgar sobre su cabeza; temor de la muerte, comopuerta al infierno, entrada a la muerte eterna; temor deldiablo, el verdugo de la ira y la justa venganza de Dios;temor de los seres humanos, quienes si mataran su cuerpo,echarían su cuerpo y su alma al infierno; temor, a vecestanto que la pobre alma pecadora y culpable se aterrorizacon todo, con nada, con las sombras, con una hoja movidapor el viento. Algunas veces casi llega a perder el juicio,haciendo al ser humano borracho, aunque no de vino,suspendiendo el ejercicio de la memoria, del entendimiento,de las facultades naturales. A veces puede llegar al bordemismo de la desesperación; de modo que quien tiembla a lamención de la muerte se siente dispuesto a entregarse a ellaen cualquier momento, prefiriendo la estrangulación antesque la vida. Bien puede el ser humano, como el de laantigüedad, gemir a causa del lamento de su corazón. Puedeen verdad clamar: «El ánimo del hombre soportará su

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enfermedad; mas ¿quién soportará al ánimoangustiado?»34

7. Con toda sinceridad desea verse libre del pecado,y empieza a luchar con ello. Pero aunque trata con todo supoder, no logra vencer; el pecado es mayor que él. Deseaescaparse; pero está en tal prisión que no puede huir.Decide no pecar más, pero continúa pecando; ve la red, queaborrece, pero corre hacia ella. Sus capacidades racionales,de las que tanto alardeaba, sólo sirven para acrecentar suculpa y aumentar su miseria. Tal es su libre albedrío, libresólo para el mal; libre para beber la iniquidad como agua;para alejarse más y más del Dios viviente, y despreciar másel Espíritu de gracia.

8. Mientras más se esfuerza, desea, lucha por verselibre, más siente sus cadenas, las pesadas cadenas delpecado, con las cuales le ata Satanás y con las que le llevacautivo según su voluntad. Es su esclavo, aunque le pese;aunque se rebele, no prevalecerá. Está todavía en esclavitudy temor a causa del pecado: generalmente de algún pecadoexterior, al cual está particularmente dispuesto ya sea pornaturaleza, costumbre o circunstancias exteriores; perosiempre de alguna transgresión interior, del mal genio o dealguna inclinación impura. Mientras más se molesta a causade dicho pecado, más prevalece éste. Puede morder pero nopuede romper su cadena. Trabaja sin cesar, arrepintiéndosey pecando, arrepintiéndose y pecando otra vez, hasta quepor fin el pobre, desgraciado y miserable pecador no sabequé hacer y sólo puede exclamar: «¡Miserable de mí! ¿quiénme librará de este cuerpo de muerte?»35

34 Pr. 18.14.35 Ro. 7.24.

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9. Esta lucha de quien está bajo la ley, bajo elespíritu de temor y de esclavitud, la describe bellamente elApóstol en el capítulo anterior, al hablar como quien hadespertado. «Y yo» (dice Pablo) «sin la ley vivía en untiempo.» Tenía mucha sabiduría, fuerza y virtud, segúnpensaba. «Pero venido el mandamiento, el pecado revivió yyo morí.» Cuando el mandamiento, en su sentido espiritual,vino a mi corazón con el poder de Dios, mi pecado másescondido se conmovió, se rebeló, y todas mis virtudesmurieron. «Y hallé que el mismo mandamiento que era paravida, a mí me resultó para muerte; porque el pecado,tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por élme mató.» Me sorprendió, destruyó mis esperanzas yclaramente me demostró que, en medio de la vida, estabamuerto. De manera que la ley a la verdad es santa, y elmandamiento santo, justo y bueno. Ya no puedo echar laculpa a la ley, sino a la corrupción de mi propio corazón.Reconozco que la ley es espiritual; mas yo soy carnal,vendido al pecado. Ahora veo con claridad la naturalezaespiritual de la ley y mi corazón débil y diabólico, vendidoal pecado, esclavizado por completo (como los esclavos quese compran con dinero y están totalmente a la merced desus amos). Porque lo que hago, no lo entiendo; pues nohago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Estees el yugo con el cual gimo; tal es la tiranía de mi crueldueño. Porque el querer hacer el bien está en mí, pero no elhacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal queno quiero, eso hago. Hallo esta ley, un poder que meconstriñe, que queriendo yo hacer el bien ... el mal está enmí. Porque según el hombre interior, me deleito (consiento)en la ley de Dios [entiendo que éste es el sentido de laspalabras del apóstol, ho esoo ánthroopos, el hombre

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interior, como se interpreta en otros escritores griegos].Pero veo otra ley en mis miembros, otro poder que meconstriñe, que se rebela contra la ley de mi mente o delhombre interior, y que me lleva cautivo a la ley del pecado,arrastrándome, como quien dice, hacia aquello que mi almaaborrece. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de estecuerpo de muerte? ¿Quién me librará de esta vidadesamparada, moribunda; de este yugo de pecado y demiseria? Hasta que alguien me libere yo mismo (o mejordicho, ése yo que ahora represento36), con la mente sirvo ala ley de Dios; mi mente, mi conciencia está de parte deDios; mas con la carne, con mi cuerpo, a la ley del pecado,impulsado por una fuerza que no puedo resistir.37

10. ¡Qué descripción tan viva de quien está bajo laley! De quien siente una carga de la cual no se puede librar;quien jadea por tener libertad, poder y amor; pero aúnpermanece en la servidumbre y el temor, hasta el día en queDios escuche a ese desgraciado que grita: «¿Quién melibrará de este cuerpo de muerte?» y le conteste: «La graciade Dios por medio de Jesucristo tu Señor».

III. 1. Se acaba entonces esa mísera servidumbre y elpecador deja de estar bajo la ley para estar bajo la gracia.Vamos a considerar en tercer lugar este estado: el de quienha hallado la gracia o el favor de Dios el Padre, y tiene lagracia o el poder del Espíritu Santo reinando en su corazón;

36 Wesley se aboca aquí a la cuestión, todavía discutida, de si en este pasajePablo se refiere a sus propias luchas, aun después de su conversión, o si estáhablando más bien de un personaje hipotético (o de sí mismo antes de laconversión. Wesley sostiene esto último, mientras la mayoría de los teólogosluteranos y calvinistas ortodoxos sostienen que se trata de Pablo mismo altiempo de escribir la epístola, y que es por tando prueba de que el cristiano es«a la vez justo y pecador».37 Ro. 7.9-25.

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de quien ha recibido, usando los términos del Apóstol: «elespíritu de adopción, por el cual clamamos: !Abba,Padre!»38

2. Clamó a Dios en su angustia, y Dios le libró desus aflicciones.39 Sus ojos están abiertos de una maneradiferente a la de antes, aun para poder contemplar al Diosde amor y misericordia. No bien exclama: «Te ruego que memuestres tu gloria», cuando en lo más íntimo de su corazónoye una voz que le dice: «Yo haré pasar todo mi biendelante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehovádelante de ti; y tendré misericordia del que tendrémisericordia, y seré clemente con el que seré clemente.»40 Yno pasa mucho tiempo antes de que Dios descienda en unanube, y proclame el nombre del Señor. «¡Jehová! ¡Jehová!fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, ygrande en misericordia y verdad; que guarda misericordiaa millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y elpecado.»41

3. Una luz celestial y consoladora inunda sucorazón; ve a aquél al cual había traspasado; y Dios, quemandó que de las tinieblas resplandeciese la luz,resplandece en su corazón. Ahora puede ver la iluminacióndel conocimiento de la gloria de Dios en la faz deJesucristo.42 Tiene evidencia divina de las cosas que no seven por los sentidos, aun de las profundidades de Dios,especialmente del amor de Dios, de su amor perdonadorhacia todo aquel que cree en Jesús. Abrumada con tal visión,

38 Ro. 8.15.39 Sal. 109.6.40 Ex. 33.18-19.41 Ex. 34.6-7.42 2 Co. 4.6.

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su alma exclama: «¡Señor mío, y Dios mío!»43 Ahora vetodas sus iniquidades pesando sobre aquél que las llevó ensu cuerpo sobre el madero;44 ve al Cordero de Diosborrando sus pecados. ¡Cuán claramente discierne ahora queDios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, ... Alque no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, paraque nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él,45 yque él mismo está reconciliado con Dios por la sangre delpacto!

4. En este punto terminan tanto la culpa como elpoder del pecado. Ahora puede decir: «Con Cristo estoyjuntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo enmí; y lo que ahora vivo en la carne», en este cuerpo mortal,«lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y seentregó a sí mismo por mí.»46 Desaparecen elremordimiento, el dolor del corazón, y la angustia de unespíritu herido. Dios convierte su tristeza en gozo. Dios es«quien hace la llaga, y él la vendará.»47 Concluye laesclavitud del temor, porque su corazón está firme, confiadoen el Señor. Ya no teme la ira de Dios, porque sabe que noque Dios ya no lo mira como un juez enojado sino como unPadre amoroso. No puede temer al diablo, pues sabe que notiene poder, si no le fuere dado de lo alto.48 No le teme alinfierno, por ser heredero del reino de los cielos. Enconsecuencia, no tiene temor de la muerte, la cual pormuchos años le tuvo sujeto a esclavitud. Por el contrario,

43 Jn. 20.28.44 1 P. 2.24.45 2 Co. 5.19,21.46 Gá. 2.20.47 Job. 5.18.48 Jn. 19.11.

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sabe que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, sedeshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hechade manos, eterna, en los cielos. Y por esto tambiéngemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestrahabitación celestial. Gime deseando desprenderse de suhabitación terrestre, para que su mortalidad sea absorbidapor la vida, sabiendo que el que nos hizo para esto mismoes Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu.49

5. Y donde está el Espíritu del Señor, allí haylibertad;50 no sólo libertad de la culpa y el temor, sinotambién del pecado, del más pesado de todos los yugos, dela más degradada esclavitud. Su trabajo ya no es en vano. Haroto la red, y está libre. No sólo se esfuerza sino que vence;no sólo pelea, sino que triunfa. No sirve más al pecado, sinoque está vivo para Dios. El pecado ya no reina más en sucuerpo mortal, ni le obedece en sus deseos. No presenta susmiembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino aDios como instrumentos de justicia.51 Después de habersido libertado del pecado, ha venido a ser siervo de lajusticia.52

6. Así que, teniendo paz con Dios por medio denuestro Señor Jesucristo, regocijándose en la esperanza dela gloria de Dios,53 y teniendo el poder de dominar todaclase de pecados, deseos impuros, mal genio, malas palabrasy obras, todo esto es un testimonio viviente de la gloriosalibertad de los hijos de Dios54 quienes, partícipes de esta fe

49 2 Co. 5.1-5.50 2 Co. 3.17.51 Ro. 6.13.52 Ro. 6.18.53 Ro. 5.1-2.54 Ro. 8.21.

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tan preciosa, testifican a una voz que han recibido el espíritude adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!55

7. Es este Espíritu el que constantemente obra enellos tanto el desear como el hacer su buena voluntad.56 Esel que derrama el amor de Dios en sus corazones, así comoel amor hacia toda la humanidad; purificando sus corazonesde todo deseo mundano, de todo deseo de la carne, y de lasoberbia y vanidad de vida. Es él quien los libra de la cóleray del orgullo, de todos los apetitos viles y desordenados.Están, por lo tanto, libres de palabras y obras malas, libresde inmundicia en su conversación; sin hacer mal a ningúnotro hijo de Dios, y celosos en hacer el bien.

8. Para resumirlo todo: el ser humano en sucondición natural ni teme ni ama a Dios; quien está bajo laley, le teme; quien está bajo la gracia, le ama. El primero notiene la menor luz acerca de las cosas de Dios, sino quecamina en la más profunda obscuridad. El segundo ve la luzterrible del infierno. El tercero, la luz sublime del cielo.Quien duerme el sueño de la muerte espiritual tiene unafalsa paz. Quien despierta de ese sueño, no tiene pazninguna. Quien cree tiene paz verdadera, la paz de Dios, quellena y gobierna su corazón. Los paganos, bautizados o sinbautizar, tienen una libertad aparente, que es en realidadlibertinaje; los judíos (o quienes están bajo la dispensaciónjudía) están en una pesada esclavitud. Los cristianos gozande la gloriosa libertad de hijos de Dios. Un hijo del diabloque no ha despertado de su sueño peca voluntariamente;uno que ha despertado, peca contra su voluntad; un hijo deDios no practica el pecado, pues aquél que fue engendrado

55 Ro. 8.15.56 Fil. 2.13.

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por Dios le guarda, y el maligno no le toca.57 Para concluir:el ser humano natural ni conquista ni pelea; el ser humanobajo la ley pelea contra el pecado, sin conquistarlo; el serhumano bajo la gracia lucha y conquista; de hecho, es másque vencedor por medio de aquél que le amó.58

IV. 1. Según podemos deducir de la descripción delos tres estados del ser humano (el natural, el legal y elevangélico) parece que no es suficiente dividir la humanidaden dos clases: las personas sinceras y las insinceras. Unapersona puede ser sincera en cualquiera de estos estados; nosólo cuando tiene el espíritu de adopción, sino cuando tieneel espíritu de temor. Aun cuando no tiene ni temor ni amor.Sin duda alguna puede haber tanto paganos sinceros comojudíos y cristianos sinceros. La sinceridad, entonces, noprueba de ningún modo que alguien haya sido aceptado porDios.

Examínese cada uno, entonces, no sólo acerca de sies sincero, sino sobre si está en fe. Examínense con cuidado,pues es de suma importancia. ¿Cuál es el principio quegobierna tu alma? ¿Es el amor de Dios? ¿Es el temor deDios? ¿O ni uno ni otro? ¿No es más bien el amor al mundo,el amor al placer, al lucro, a la comodidad, a la fama? En esecaso, no has llegado siquiera a la condición de judío. No eresnada más que un pagano. ¿Tienes al cielo en tu corazón?¿Tienes el espíritu de adopción por medio del cual clamas:Abba, Padre? ¿O clamas a Dios como desde lo profundo delinfierno, abrumado por el dolor y el temor? ¿O eres de laspersonas para quienes todo esto suena extraño, y no puedescomprender lo que quiero decir? Pagano, quítate la máscara.

57 1 Jn. 5.18.58 Ro. 8.37.

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Nunca has sido revestido por Cristo. Descubre tu rostro.Mira al cielo; y confiesa a aquél que vive por siempre, puesno tienes parte ni entre los hijos ni entre los siervos deDios.

Quienquiera que seas, oh alma que me escuchas,dime: ¿cometes pecado o no? Si lo cometes, ¿lo hacesvoluntaria o involuntariamente? En cualquiera de estoscasos Dios te ha dicho a quien perteneces: El que practica elpecado es del diablo.59 Si pecas voluntariamente, eres suesclavo fiel. El no dejará de recompensar tus trabajos. Sipecas involuntariamente, también eres su esclavo. ¡QuéDios te libre de sus manos!

¿Estás luchando cada día contra todo pecado ysiendo cada día más que vencedor? Te reconozco entoncescomo hijo de Dios. Mantente firme en tu gloriosa libertad.¿Estás luchando sin que logres vencer; tratando de lograr eldominio sin alcanzarlo? Entonces todavía no eres unverdadero creyente en Cristo. Pero continúa, persevera yconocerás al Señor. ¿No estás ni siquiera luchando, sinollevando un vida fácil, indolente y mundana? ¿Cómo teatreves pronunciar el nombre del Señor Jesús? ¿Para hacerloun reproche entre los paganos? ¡Despiértate, tú queduermes! ¡Clama a Dios antes de que vayas a hundirte en elabismo!

2. Tal vez una de las razones por las cuales algunaspersonas tienen más alto concepto de sí del que deben tener,la razón por la cual no disciernen en qué estado están, esporque estos estados diversos del alma se mezclan, y dealgún modo se reúnen en una misma persona. La experiencianos enseña que muy frecuentemente el estado legal o de

59 Jn. 3.8.

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temor se mezcla con el natural. Hay muy pocas personastan dormidas en el pecado que no despierten de uno u otromodo. Por cuanto el Espíritu de Dios no espera a que el serhumano llame, puede dejarse oír de vez en cuando. ElEspíritu los pone en temor, de modo que por un tiempo almenos los paganos reconocen que no son nada más quemortales. Sienten el peso del pecado, y desean huir de la iraque vendrá, pero no lo sienten por mucho tiempo. Muy raravez permiten que las flechas de la convicción penetrenprofundamente en su alma; rápidamente rechazan la graciade Dios, y regresan a revolcarse en el fango.

Del mismo modo, el estado evangélico o de amorestá frecuentemente mezclado con el legal. Esto es asíporque muy pocos de quienes tienen el espíritu deesclavitud y temor se encuentran sin esperanzas por muchotiempo. El Dios sabio y amoroso rara vez permite esto,pues se acuerda de que somos polvo. Dios no desea que elespíritu humano decaiga, ni las almas que ha creado. Por lotanto, en el momento que Dios cree apropiado les da unrayo de su luz a quienes están en las tinieblas. Dios haceque una parte de su gloria pase ante ellos, y les muestra quees un Dios que escucha la oración. Ellos ven la promesa queviene por la fe en Cristo Jesús, aunque a la distancia; ycobran con ello ánimo para correr con paciencia la carreraque les ha sido propuesta.60

3. Otra razón por la que muchos se engañan, es queno reflexionan debidamente acerca de cuán lejos puede unser humano llegar y todavía estar en un estado natural o almenos legal. Se puede ser benévolo y compasivo, amable,cortés, generoso, amistoso; se puede tener cierto grado de

60 He. 12.1.

Sermón 9 189

humildad, de paciencia, de dominio propio, y de muchasotras virtudes morales; se pueden sentir muchos deseos desacudirse todo vicio y de alcanzar más altos grados devirtud; se puede abstenerse del mal (quizás de todo lo queconstituye un falta crasa de justicia, misericordia o verdad);se puede hacer mucho bien, alimentar a los hambrientos,vestir a los desnudos, ayudar a las viudas y a los huérfanos;se puede asistir al culto público, orar en privado, leermuchos libros de devoción; y a pesar de esto se puedepermanecer en el estado natural, sin conocerse a sí mismo nia Dios. Se puede ser igualmente extraño al espíritu de temorcomo al del amor, sin haberse arrepentido ni creído en elevangelio.

Pero supongamos que a todo lo arriba expresado seañade una profunda convicción de pecado, con temor de laira de Dios, deseos vehementes de abandonar todo pecado,y de cumplir con la justicia. Supongamos que se sientefrecuentemente regocijo en la esperanza y toques de amorque rozan el alma. Aun esto no significa que se esté bajo lagracia, ni que se tenga una fe cristiana verdadera y viva, amenos que el espíritu de adopción more en el corazón, y lemueva a clamar constantemente: «¡Abba, Padre!»

4. Cuídate entonces, tú que llevas el nombre deCristo, de que no te quedes lejos de la meta de tu supremollamamiento. Cuídate de descansar, sea en tu estado natural,junto a muchos que se llaman buenos cristianos, o en unestado legal, donde muchos que están en alta estima entre lahumanidad se contentan con permanecer. No, Dios hapreparado mejores cosas para ti, si perseveras hastaalcanzarlas. No has sido llamado a temer y temblar, comolos demonios, sino a regocijarte y a amar, como los ángelesde Dios. «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y

El espíritu de esclavitud y el espíritu de adopción190

con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tusfuerzas.»61 Debes estar siempre gozoso. Debes orar sincesar. Debes dar gracias en todo. Debes hacer la voluntad deDios en la tierra como se hace en el cielo. Prueba cuánbuena, agradable y perfecta es la voluntad de Dios.Preséntate como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios.62

Retén todo lo que has alcanzado, extendiéndote a lo que estádelante, hasta que «el Dios de paz ... os haga aptos en todaobra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él envosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; alcual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.»63

61 Mc. 12.30.62 Ro. 12.1-2.63 He. 13.20-21.

189

Sermón 10

El testimonio del Espíritu, I

Romanos 8:16El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que

somos hijos de Dios.

1. ¡Cuántas personas vanidosas, sin comprender loque dicen ni lo que afirman, han torcido el sentido de estepasaje de las Escrituras, con gran pérdida y peligro de susalmas! ¡Cuántos han tomado la voz de su imaginación comoel testimonio del Espíritu de Dios, creyendo vanamente queeran los hijos de Dios al mismo tiempo que hacían las obrasdel demonio!1 Estos son verdaderos fanáticos2 en el máscompleto sentido de la palabra. ¡Que trabajo cuestaconvencerlos cuando están aferrados en este abominableerror!3 Consideran todos los esfuerzos que se hagan parasacarlos de su error como tentaciones del demonio que luchacontra Dios.4 Ese ardor y vehemencia de espíritu, que secomplacen en llamar «contender ardientemente por la fe»,5

los afirma en su convicción a tal grado que podemos decir:«Para los hombres es imposible».6

1 1 Jn. 3.8.2 Wesley usa aquí la palabra entusiasta, que era una palabra denigranteaplicada a los metodistas por el fervor que usaban en sus servicios. Wesleymismo presentó un modo positivo de entender el entusiasmo. Véase el sermónNo. 37: «La naturaleza del entusiasmo».3 1 Jn. 4.6.4 Hch. 5.39.5 Jud. 3.6 Mr. 10.27; Mt. 19.26.

El testimonio del Espíritu, I190

2. ¿Quién puede sorprenderse, entonces, de quemuchas personas sensatas al ver los terribles efectos de esteengaño, procurando mantenerse a la mayor distancia posiblede él, caigan algunas veces en el error opuesto? ¿Si nopueden aceptar a los que dicen tener este testimonio, viendoque otros se han equivocado tan lamentablemente, quecalifican de fanáticos7 a todos los que usan estas palabras,que han sido tan abusadas? Sí, ¿si ellos dudan que eltestimonio que mencionamos aquí sea el privilegio de loscristianos ordinarios y no uno de esos donesextraordinarios que ellos suponen pertenecieronúnicamente a la era apostólica?

3. Pero ¿estamos obligados a aceptar uno u otro deestos extremos? ¿No podemos tomar un término medio ycaminar a una distancia conveniente de ese espíritu de errory fanatismo,8 sin negar, por otra parte, que existe ese donde Dios y sin renunciar al privilegio de ser sus hijos?Ciertamente, podemos. Con este fin, consideremos en lapresencia y en el temor de Dios,

Primero: ¿Cuál es el testimonio de nuestro espíritu?¿Cuál es el testimonio del Espíritu de Dios? Y ¿cómo es queél da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos deDios?

Segundo: ¿Cómo este testimonio unido del Espíritude Dios y nuestro espíritu puede distinguir clara ysólidamente, entre la presunción de una mente natural y elengaño del diablo?

I.1. Consideremos primero: ¿Qué es el testimonio denuestro espíritu? Antes de pasar adelante, quisiera decir a

7 Aquí Wesley vuelve a usar la palabra «entusiasmo».8 Nuevamente, Wesley usa aquí la palabra «entusiasmo».

Sermón 10 191

todos aquéllos que confunden el testimonio del Espíritu deDios con el testimonio racional de nuestro espíritu, que eneste texto, lejos de referirse el Apóstol solamente altestimonio de nuestro espíritu, usa tal lenguaje, que pareceno mencionarlo siquiera, sino concretarse al testimonio delEspíritu de Dios. El texto puede entenderse en el originalcomo sigue: El Apóstol acaba de decir en el versículoanterior: «Habéis recibido el espíritu de adopción, por elcual clamamos: ¡Abba, Padre!». E inmediatamente añade:«El mismo espíritu da testimonio a nuestro espíritu de quesomos los hijos de Dios».9 (La preposición griega syn, queindica dar testimonio juntamente, denota sólo igualdad detiempo: en el mismo momento en que clamamos ¡Abba,Padre!, el Espíritu da testimonio de que somos hijos deDios). Pero, tomando en consideración muchos textos y laexperiencia de todos los verdaderos cristianos, no pretendonegar que todos los creyentes tengan el testimonio delEspíritu de Dios, además del de su propio espíritu, de queson hijos de Dios.

2. Respecto a esto último, el fundamento descansaen los numerosos textos de la Escritura que describen lasseñales de los hijos de Dios tan claramente que aun el quecorre puede leerlos.10 Estos también han sido reunidos ypresentados con toda su fuerza por mucho escritores, tantoantiguos como modernos. Si alguien necesita más luz, puederecibirla estudiando la Palabra de Dios, meditando en elladelante de Dios, en secreto, y conversando con aquéllos que 9 Wesley cita este pasaje en griego, y luego ofrece su propia traducción. En elgriego, el verbo «testificar» se halla precedido del prefijo syn, que indica haceralgo juntamente. Luego, el pasaje podría traducirse con el neologismo«cotestifica». Es a esto que se refiere Wesley en lo que sigue entre paréntesis.(Nota del editor castellano.)10 Hab. 2.2.

El testimonio del Espíritu, I192

tienen más experiencia. Además, utilizando la razón y elentendimiento que Dios le ha dado y que la religión no debeextinguir sino perfeccionar, de acuerdo con la palabra delApóstol: Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar,sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo depensar.11 Cualquier persona puede saber si es hijo de Diosaplicándose estas señales de las Escrituras. De esta manera,si sabe, primero, que los que son guiados por el Espíritu deDios a una vida santa y piadosa, estos son hijos de Dios (delo que tiene el testimonio infalible de las Escrituras).12 Ensegundo lugar, si es guiado por el Espíritu de Dios llegaráfácilmente a la conclusión: «Por lo tanto, yo soy un hijo deDios».

3. Todas las claras declaraciones de San Juan, en suPrimera Epístola, están de acuerdo con lo que hemos dichoY en esto sabemos que nosotros le conocemos, siguardamos sus mandamientos.13 El que guarda su palabra,en éste verdaderamente el amor de Dios se haperfeccionado; por esto sabemos que estamos en él,14 esdecir, que en verdad somos hijos de Dios. Si sabéis que él esjusto, sabed también que todo el que hace justicia es nacidode él.15 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte avida, en que amamos a los hermanos.16 En esto conocemosque somos de la verdad, y aseguraremos nuestroscorazones delante de él;17 es decir: en que «nos amamos»

11 1 Co. 14.20.12 Ro. 8.14.13 1 Jn. 2.3.14 1 Jn. 2.5.15 1 Jn. 2.29.16 1 Jn. 3.14.17 1 Jn. 3.19.

Sermón 10 193

los unos a los otros, no de lengua, sino de hecho y enrealidad18. En esto conocemos que permanecemos en él, ...en que nos ha dado de su espíritu (de amor).19 Y en estosabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu (deobediencia) que nos ha dado.20

4. Es muy probable que, del principio del mundohasta nuestros días, no haya existido hijo de Dios másavanzado en la gracia y conocimiento de Dios y nuestroSeñor Jesucristo, que el Apóstol Juan, cuando escribió estaspalabras y que aquellos padres en Cristo21 a quienesescribía. Sin embargo, es evidente que tanto el Apóstolcomo aquellas columnas del templo de Dios,22 estuvieronmuy lejos de despreciar las señales que los identificabancomo hijos de Dios y que las aplicaban a sus vidas para laconfirmación de su fe. Sin embargo, todo esto es únicamenteevidencia racional, la evidencia de nuestro espíritu, nuestrarazón o entendimiento. Todo se resuelve así: Los que tienenestas señales son hijos de Dios. Nosotros tenemos estasseñales. Luego somos hijos de Dios.

5. Pero, ¿Cómo sabemos que tenemos estas señales?Esta es una cuestión todavía por resolverse. ¿Cómosabemos que amamos a Dios y a nuestro prójimo y queguardamos sus mandamientos? Fijémonos que la preguntaes: ¿Cómo sabemos nosotros? y no ¿cómo lo saben otros?Yo le diría al que presentara esta pregunta: ¿Cómo sabes queestás vivo , en buena salud y libre de dolores? ¿No eresinmediatamente consciente de ello? De la misma manera, tu

18 1 Jn. 3.18.19 1 Jn. 4.13.20 1 Jn. 3.24.21 1 Jn. 2:13-14.22 Ap. 3.12.

El testimonio del Espíritu, I194

conciencia te puede decir inmediatamente si tu alma estáviva delante de Dios, si eres libre de soberbia y gozas de labendición de un espíritu calmado y humilde. Por el mismomedio puedes percibir si amas, te gozas y te deleitas enDios. En la misma manera puedes cerciorarte si amas a tuprójimo como a ti mismo,23 si abrigas sentimientosfraternales para todos24 y si tienes mansedumbre ypaciencia. En cuanto a la señal exterior de los hijos de Diosque, de acuerdo con San Juan, son el guardar susmandamientos, tú sabes en tu propio corazón si, por lagracia de Dios, la posees. Tu conciencia te indica de día endía si mencionas el nombre de Dios con tus labios, exceptocon seriedad y devoción, con reverencia y santo temor;25 sirecuerdas el día de descanso para santificarlo;26 si honras atu padre y a tu madre;27 si tratas a los demás como quisierasque ellos te trataran;28 si guardas tu cuerpo en santidad yhonor;29 si eres sobrio en tu comida y bebida y si en tododas gloria a Dios.30

6. Este es, pues, el testimonio de nuestro espíritu, eltestimonio de nuestra conciencia que Dios nos ha dado, paraque seamos limpios de corazón y santos en nuestraconducta. Es la conciencia de haber recibido, por medio delEspíritu de adopción, los dones mencionados en la Palabrade Dios y que pertenecen a sus hijos adoptivos: un corazónamante de Dios y del género humano, con la fe de un niño 23 Mt. 19.19.24 Ro. 12.10.25 Ex. 20.7.26 Ex. 20.8.27 Ex. 20.12.28 Mt. 7.12; Lc. 6.31.29 1 Ts. 4.4.30 1 Co. 10.31.

Sermón 10 195

en Dios nuestro Padre, sin desear nada sino su comunión,depositando todos nuestros cuidados sobre él,31 abriendonuestros brazos para recibir a toda la humanidad consinceridad y amor fraternal, dispuestos a dar nuestra vidapor nuestro hermano, como Cristo puso su vida pornosotros;32 la conciencia de que, interiormente, somosconformados por el Espíritu de Dios a la imagen de su Hijoy de que caminamos ante su presencia en justicia,misericordia y verdad, haciendo las cosas que son agradablesante su presencia.33

7. Pero, ¿qué testimonio es ése que se añade ysupera a éste? ¿Cómo da testimonio a nuestro espíritu deque somos hijos de Dios? Es difícil encontrar palabras en ellenguaje humano para explicar lo profundo de Dios.34

Ciertamente, no hay palabras que puedan expresaradecuadamente la experiencia de los hijos de Dios. Pero talvez uno pudiera decir (deseando que alguien, inspirado porDios, corrija, dulcifique o fortalezca la expresión), que eltestimonio del Espíritu es una impresión interna en el almapor medio de la cual el Espíritu de Dios directamente datestimonio a mi espíritu de que yo soy un hijo de Dios; queJesús me amó y se dio a sí mismo por mí;35 que todos mispecados han sido borrados;36 y que, aun yo mismo, estoyreconciliado con Dios.37

31 1 Pe. 5.7.32 1 Jn. 3.16.33 1 Jn. 3.22.34 1 Co. 2.10.35 Ga. 2.20.36 Hch. 3.19.37 2 Co. 5.20.

El testimonio del Espíritu, I196

8. Que este testimonio del Espíritu de Dios debe,como es natural, anteceder al testimonio de nuestro espíritu,se desprende de la siguiente consideración: debemos sersantos en nuestro corazón y en nuestra vida antes de quepodamos ser conscientes de que lo somos, antes de quepodamos tener el testimonio de nuestro espíritu de quesomos santos en nuestro interior y en nuestro exterior. Perodebemos amar a Dios antes de que podamos ser santos: éstaes la raíz de toda santidad. Pero no podemos amar a Dioshasta que sepamos que él nos ama a nosotros: Nosotros leamamos a él, porque él nos amó primero.38 Y no podemosconocer su amor perdonador hacia nosotros hasta que suEspíritu lo testifique a nuestro espíritu, puesto que eltestimonio del Espíritu al amor de Dios y a toda santidad,debe preceder también a nuestra conciencia interior, o sea altestimonio de nuestro espíritu.

9. Cuando el Espíritu de Dios da testimonio anuestro espíritu de que Dios nos ha amado y dado a suHijo en propiciación por nuestros pecados;39 que el Hijo deDios nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con susangre;40 entonces, y sólo entonces, nosotros lo amamos aél porque él nos amó primero y, por amor de él, amamostambién a nuestro hermano.41 Y no podemos menos que serconscientes de lo que Dios nos ha concedido.42 Sabemosque amamos a Dios y guardamos sus mandamientos y quesomos de Dios.43 Este es el testimonio de nuestro espíritu

38 1 Jn. 4.19.39 1 Jn. 4.10.40 Ap. 1.5.41 1 Jn. 4.19,21.42 1 Co. 2.12.43 1 Jn.5.19.

Sermón 10 197

y, mientras continuemos amando a Dios y guardando susmandamientos, continúa uniéndonos con el testimonio delEspíritu de Dios, que somos hijos de Dios.

10. No se crea, de ninguna manera, que lo que hedicho hasta ahora excluye la obra del Espíritu de Dios deltestimonio de nuestro espíritu. De ninguna manera. El nosólo obra en nosotros toda buena obra, sino que tambiénnos ilumina y nos hace ver que no somos nosotros quieneslas llevamos a cabo. A ésto se refiere San Pablo cuandohabla de las señales de aquellos que han recibido el Espíritu:Para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, por mediode las cuales Dios fortalece el testimonio de «nuestraconciencia» respecto a nuestra sencillez y sinceridad,44 ynos permite discernir, con una luz más plena y abundante,que ahora hacemos las cosas que le agradan.

11. Si todavía alguien preguntara: ¿Cómo datestimonio el Espíritu de Dios a nuestro espíritu de quesomos hijos de Dios, excluyendo absolutamente toda duday dando pruebas evidentes de que tenemos derecho al títulode hijos?, diríamos que la respuesta es tan fácil como clara.Primero, en relación con el testimonio de nuestro espíritu.El alma humana percibe clara e íntimamente cuando ama, sedeleita y regocija en Dios, de la misma manera que cuandoama y se deleita en las cosas terrenales, y no puede dudar siama, se deleita y regocija, como no puede dudar de suexistencia. Si esto es cierto, el siguiente silogismo esverdadero:

Todos los que aman a Dios, y se regocijan y deleitanen él con un gozo puro y un amor obediente, son hijos deDios.

44 2 Co. 1.12.

El testimonio del Espíritu, I198

Yo amo a Dios, me regocijo y deleito en él.Luego, soy hijo de Dios.Un verdadero cristiano no puede dudar que es hijo

de Dios. Está tan seguro de la primera proposición como dela veracidad de las Sagradas Escrituras. Y de su amor a Diostiene una prueba interna, evidente en sí misma. De estamanera el testimonio de nuestro espíritu se manifiesta ennuestros corazones con una convicción tan íntima que nodeja lugar a la menor duda de que somos hijos de Dios.

12. Yo no pretendo explicar la manera en que eltestimonio divino se manifiesta en el corazón. Másmaravillosa es la ciencia que mi capacidad; alta es, nopuedo comprenderla.45 El viento sopla y oigo su sonido,pero yo no puedo decir de dónde viene y a dónde va.46 Asícomo nadie sabe lo que anida en el corazón del ser humanosino el espíritu del ser humano, así las cosas de Dios no lasconoce nadie, excepto el Espíritu de Dios.47 Nos consta elhecho, sin embargo, que el Espíritu de Dios da al creyentetal testimonio de su adopción que, mientras permanece ensu alma, no puede dudar de su calidad de hijo, así como nopuede dudar de la luz del sol mientras está de pie recibiendoel calor de sus rayos.

II.1. A continuación, consideremos cómo puededistinguirse clara y fielmente el testimonio del Espíritu deDios y nuestro espíritu de la suposición de nuestra mentenatural y del engaño del diablo. Es importante a los quedesean la salvación de Dios, considerarla con la mayoratención para no engañarse a sí mismos. Un error en asunto

45 Sal. 139.6. Wesley cita el salmo según la traducción del Libro de OraciónComún.46 Jn. 3.8.47 1 Co. 2.11.

Sermón 10 199

como éste es de fatales consecuencias; tanto más, porque elque lo comete no lo descubre hasta que ya es demasiadotarde para corregirlo.

2. Primero, ¿cómo podemos distinguir estetestimonio de la suposición de una mente natural?Ciertamente, uno que nunca ha sido convencido de supecado está siempre listo para halagarse y para pensar de símismo, especialmente en asuntos espirituales, másaltamente de lo que debe pensar.48 De la misma manera, noes extraño si uno que se vanagloría de su mente carnal,cuando oye acerca de este privilegio de los verdaderoscristianos, entre los que indudablemente se cuenta él mismo,se persuada a sí mismo, y esto con la mayor facilidad, deque él lo posee. Tales ejemplos abundan ahora en el mundo,como han abundado en todas las edades. Entonces, ¿cómopodemos distinguir el testimonio verdadero del Espíritu ennuestro espíritu de esta peligrosa presunción?

3. Mi respuesta es que en las Santas Escrituras hayabundantes marcas y señales que nos ayudan a distinguirentre el testimonio del Espíritu y las presunciones denuestra mente natural. Ellas describen de la manera másclara las circunstancias que anteceden, que siguen y queacompañan, al verdadero y genuino testimonio del Espíritude Dios unido al espíritu del creyente. Cualquiera queestudie y considere estas señales podrá descubrir la grandiferencia entre el verdadero y el pretendido testimonio delEspíritu. No habrá ningún peligro-–yo diría, ningunaposibilidad-– de confundir el uno con el otro.

4. Por medio de estas señales, quien presumevanamente de poseer el don de Dios puede saber con

48 Ro. 12.3.

El testimonio del Espíritu, I200

seguridad, si realmente lo desea, que, hasta ahora, ha vividobajo un poder engañoso y creído una mentira.49 LasEscrituras presentan esas marcas que preceden, acompañany siguen el don, tan claramente, que un poco de reflexiónpodría convencerle de cualquier duda que pudiera existir ensu alma. Por ejemplo, la Escritura describe elarrepentimiento, o la convicción de pecado, como una de lasseñales que se presentan constantemente antes de recibir eltestimonio del perdón. Arrepentíos, porque el reino de loscielos se ha acercado.50 Arrepentíos, y creed en elevangelio.51 Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros... para perdón de los pecados.52 Arrepentíos y convertíos,para que sean borrados vuestros pecados.53 De acuerdocon estas palabras, nuestra iglesia predica constantementeque el arrepentimiento viene antes que el perdón o eltestimonio de haber sido perdonado. El perdona y absuelvea todos los que verdaderamente se arrepienten ysinceramente creen en su santo Evangelio.54 DiosOmnipotente ... ha prometido el perdón de los pecados detodos los que con sincero arrepentimiento y verdadera fe seconvierten a El.55 Pero para el que no tiene el verdaderotestimonio, este arrepentimiento es enteramente extraño.Nunca ha conocido un corazón contrito y humillado.56 Elrecuerdo de sus pecados, nunca ha sido motivo de aflicción,

49 2 Ts. 2.11.50 Mt. 3.2.51 Mr. 1.15.52 Hch. 2.38.53 Hch. 3.19.54 Wesley cita del Libro de Oración Común.55 De nuevo, Wesley cita del Libro de Oración Común.56 Sal. 51.17.

Sermón 10 201

ni un peso intolerable sobre ellos.57 Al repetir estaspalabras nunca siente lo que dice. Simplemente quiereagradar a Dios con palabras vacías. Considerando la falta dela previa obra de Dios en su corazón, tiene mucha razón encreer que sólo tiene una sombra y no el verdadero privilegiode los hijos de Dios.

5. Además, las Escrituras describen el nuevonacimiento como un cambio que debe preceder al testimoniode que somos hijos de Dios, como un cambio grande ypoderoso, un cambio de las tinieblas a la luz y del poder deSatanás a Dios;58 como pasar de muerte a vida,59 unaverdadera resurrección de los muertos. El Apóstol escribe alos Efesios: «Y él os dio vida a vosotros, cuando estabaismuertos en vuestros delitos y pecados.»60 Y añade: «Aunestando nosotros muertos en pecados, nos dio vidajuntamente con Cristo ... y juntamente con él nos resucitó, yasimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales conCristo Jesús.61 Pero ¿qué sabe esta persona de que hemosvenido hablando acerca de un cambio como éste? Ignoracompletamente todo lo relacionado con este asunto. Este esun idioma que no puede comprender. Dice que siempre hasido cristiano y no siente necesidad de ningún cambio. Pero,si se detuviera a pensar un poco, llegaría a la conclusión deque no ha nacido del Espíritu,62 que nunca ha conocido aDios y que ha tomado, equivocadamente, la voz de lanaturaleza como la voz de Dios.

57 Citas del Libro de Oración Común.58 Hch. 26.18.59 Jn. 5.24; 1 Jn. 3.14.60 Ef. 2.1.61 Ef. 2.5-6.62 Jn. 3.6,8.

El testimonio del Espíritu, I202

6. Pero aun haciendo a una lado la consideración delo que haya experimentado o dejado de experimentar,podemos distinguir fácilmente, por sus marcas, a un hijo deDios de uno que presume serlo, engañándose a sí mismo.Las Escrituras describen el gozo en el Señor que acompañaal testimonio de su Espíritu como un gozo humilde; un gozoque se humilla hasta el polvo de la tierra; que hace exclamaral pecador perdonado: «¡Yo soy vil!»63 ¿Qué soy yo o lacasa de mi padre? De oídas te había oído, mas ahora misojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento enpolvo y ceniza.64 En dondequiera que hay humildad, allítambién se encuentran la mansedumbre, paciencia,amabilidad y templanza.65 Hay cierta ternura y sencillez deespíritu, una templanza y dulzura, una ternura del alma, queno puede expresarse con palabras. Pero surge la pregunta:¿Se presentan estos frutos en aquéllos que carecen deltestimonio del Espíritu? Todo lo contrario. Mientras unotiene más fe en el favor de Dios, más ayuda recibe. Mientrasmás se exalta uno mismo, más altivo y arrogante aparece.Mientras más poderoso cree que es su testimonio, conmayor orgullo se comporta con los que lo rodean. No escapaz de recibir ningún reproche y se disgusta con los que lecontradicen. En lugar de ser más humilde, amable ydispuesto a ser enseñado, en lugar de ser pronto para oír,tardo para hablar,66 es más lento para oír y más rápidopara hablar, no está dispuesto a aprender de nadie. Tiene untemperamento belicoso y violento y es atraído por supropia conversación. Algunas veces obra con tal fiereza y

63 Job 40.4.64 Job 42.5-6.65 Gá. 2.22-23.66 Stg. 1.19

Sermón 10 203

enojo que parece que va a hacer a Dios a un lado y que va adevorar a los adversarios.67

7. Además, las Escrituras nos enseñan que laverdadera marca del verdadero hijo de Dios es el amor: Estees el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos.68

Nuestro mismo Señor dijo: El que tiene mis mandamientos,y los guarda, ése es el que me ama.69 El amor se regocija enla obediencia, en cumplir en todos sus detalles lo que esagradable al Amado.70 El que ama verdaderamente a Dios seapresura a hacer su voluntad en la tierra como es hecha enlos cielos.71 Pero, ¿es éste el carácter del que presume amara Dios? No. Por el contrario, su amor le da libertad paradesobedecer y romper los mandamientos de Dios, no paraguardarlos. Probablemente, cuando tenía temor de la ira deDios, se esforzó en hacer su voluntad. Pero ahora,considerándose libre de la ley,72 piensa que no está obligadoa observarla. Es menos diligente en hacer buenas obras,73

menos cuidadoso en abstenerse de la maldad, menosesmerado en dominar las malas inclinaciones de su corazón,menos celoso en dominar su lengua. Ya no tiene deseos denegarse a sí mismo ni de tomar su cruz cada día.74 En unapalabra, su estilo de vida ha cambiado desde que seconsideró ser libre. Ya no se ejercita para la piedad,75

porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra

67 He. 10.27.68 1 Jn. 5.3.69 Jn. 14.21.70 Ef. 1.6.71 Mt. 6.10; Lc. 11.2.72 Ro. 6.14-15.73 Tit. 2.14.74 Lc.9.23.75 1 Ti. 4.7.

El testimonio del Espíritu, I204

principados, contra potestades,76 sufriendo penalidades,77

esforzándose a entrar por la puerta angosta.78 No. Haencontrado un camino más fácil para ir al cielo: un caminoancho, llano, lleno de flores, en el cual puede decirle a sualma: repósate, come, bebe, regocíjate.79 De esto sedesprende, con una evidencia incontrastable, que estapersona carece del testimonio de su propio espíritu. Nopuede ser consciente de las marcas de que carece:mansedumbre, humildad y obediencia. Tampoco el Espíritude Dios, que es espíritu de verdad, puede ser testigo de unamentira, o testificar que es hijo de Dios quienmanifiestamente es hijo del diablo.80

8. ¡Desengáñate por ti mismo! Tú, que confías enser hijo de Dios; tú, que dices: «tengo el testimonio de mímismo», y desprecias a tus enemigos. Has sido pesado en labalanza y has sido hallado falto,81 aun en la balanza delsantuario.82 La Palabra de Dios ha examinado tu vida y la haencontrado falsa.83 No eres humilde de corazón, lo queprueba que no has recibido el Espíritu de Jesús. No eresbenigno y humilde, y tu gozo es falso, no es el gozo en elSeñor.84 No guardas sus mandamientos, por lo tanto no loamas ni tienes el Espíritu Santo en tu corazón.85 Por lo 76 Ef.6.12.77 2 Ti. 2.3.78 Lc. 13.24.79 Lc. 12.19.80 Hch. 13.10.81 Dn. 5.27.82 Esta era una metáfora familiar en tiempos de Wesley. Indicaba una seriareflección sobre algún problema a la luz de las Santas Escrituras y ante lapresencia de Dios.83 Jr. 6.30.84 Flm. 20.85 He. 6.4-6.

Sermón 10 205

tanto, es tan cierto y tan evidente como la Palabra de Dioslo puede mostrar, que su Espíritu no da testimonio a tuespíritu que eres hijo de Dios. Clama al Señor, para que lasescamas caigan de tus ojos;86 para que lo puedas conocercomo eres conocido;87 para que sientas que recibes lasentencia de muerte, hasta que oigas la voz que resucita alos muertos, diciendo: «Ten ánimo, hijo; tus pecados te sonperdonados; tu fe te ha salvado».88

9. Pero, ¿cómo podrá un alma que tiene el verdaderotestimonio del Espíritu distinguir entre éste y el falso?¿Cómo, te pregunto, distingues entre el día y la noche, entrela luz y las tinieblas o ente el brillo de una estrella o el titilarde una vela y la luz del sol en pleno medio día? ¿No hay unainherente, obvia y esencial diferencia entre lo uno y lo otro?¿Y no percibes inmediata y directamente la diferencia pormedio de tus sentidos? De la misma manera, hay unadiferencia inherente y esencial entre la luz espiritual y latiniebla espiritual; y entre la luz con que el sol de justicia89

alumbra nuestros corazones y la luz vacilante de las chispasque se levantan de nuestras teas.90 Esta diferencia sepercibe inmediatamente si nuestros sentidos espiritualesestán dispuestos.

10. Exigir una descripción más detallada de estasseñales y del criterio que usamos para conocer la voz deDios, es pedir lo que no se puede obtener. No, ni siquierapor quienes tienen el más profundo conocimiento de Dios.

86 Hch. 9. 18.87 1 Co. 13.12.88 Mt. 9.2, 22.89 Mal. 4.2.90 Is. 50.11.

El testimonio del Espíritu, I206

Supongamos que, cuando Pablo fue llevado ante Agripa,91 elsabio romano le hubiera dicho: «Tú pretendes haber oído lavoz del Hijo de Dios. ¿Cómo sabes que fue su voz? ¿Quécriterio usas, qué señales intrínsecas usas para saber que fuela voz de Dios? Explícame la manera de distinguir ésta deuna voz humana o angélica.» ¿Te imaginas que el Apóstolhubiera intentado contestar una pregunta tan ociosa? Sinembargo, no dudamos por un momento que él oyó la voz yque, inmediatamente, supo que era la voz de Dios. Perocómo lo supo, nadie lo puede explicar, probablemente ni loshumanos ni los ángeles.

11. Para traer el asunto más cerca. Supongamos queDios le dijera a alguien: «Tus pecados te son perdonados».92

Indudablemente hará que esa alma reconozca su voz, puesde otra manera hablaría en vano. Y él puede hacerlo, porquelo que Dios desea se realiza.93 El alma estará completamentesegura de que lo que ha escuchado es la voz de Dios. Sinembargo, quien tiene este testimonio en sí mismo no lopuede explicar a quien no lo tiene, ni se espera que puedahacerlo. Si hubiera algún método natural para probar oexplicar las cosas de Dios a personas carentes de estaexperiencia, entonces el ser humano natural podría discerniry conocer las cosas del Espíritu de Dios. Pero esto escompletamente contrario a la afirmación del Apóstol: «Elhombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu deDios, porque para él son locura, y no las puedeentender».94 Estas se han de discernir por medio de los

91 Hch. 26.92 Mt. 9.2, 5.93 Un eco de Ro. 7.18-19. Aquí Wesley establece un contraste entre laesclavitud humana que se describe en ese texto y la absoluta libertad de Dios.94 1 Co. 2.14.

Sermón 10 207

sentidos espirituales, de los que carece el ser humanonatural.

12. Pero, ¿cómo puedo saber si mis sentidosespirituales me guían a juzgar rectamente? Este es tambiénasunto de suma importancia, porque si una persona seequivoca en este punto, puede caer constantemente en elerror y en el engaño. ¿Cómo puedo saber, entonces, que ésteno es mi caso y que no me engaño al creer que escucho lavoz de Dios? Por el testimonio de tu propio espíritu,95 ypor el testimonio de una buena conciencia delante deDios.96 Por los frutos que Dios haya producido en tuespíritu conocerás el testimonio del Espíritu de Dios.97 Deesta manera sabrás que no has caído en un error y que nohas engañado a tu propia alma. Los frutos inmediatos delEspíritu que gobiernan el corazón son: amor, gozo, paz,98

entrañable misericordia, benignidad, humildad,mansedumbre, paciencia.99 Y los frutos exteriores son:hacer bien a todos, no hacer mal a nadie y caminar en la luz-–obedecer fiel y completamente los mandamientos de Dios.

13. Por medio de los mismos frutos podrásdistinguir la voz de Dios de cualquier engaño del diablo. Eseespíritu altivo no puede humillarte delante de Dios.Tampoco ablandará tu corazón y lo fundirá, primero, en unsincero lamento delante de Dios y, luego, en amor filial. Noes el adversario de Dios y de la humanidad el que te capacitapara amar a tu prójimo o vestirte de humildad, benignidad,

95 Ro. 8.16.96 1 Pe. 3.21.97 Ro. 8.16.98 Gá. 5.22.99 Col. 3.12.

El testimonio del Espíritu, I208

paciencia, templanza y toda la armadura de Dios.100 El noestá dividido contra sí mismo,101 ni es el destructor delpecado, su propia obra. ¡No! Es solamente el Hijo de Diosquien vino a deshacer las obras del diablo.102 Con la mismaseguridad que la santidad es de Dios y el pecado es la obradel diablo, así también el testimonio que tienes en tucorazón no es de Satanás, sino de Dios.

14. Entonces podemos exclamar: «¡Gracias a Diospor su don inefable!»103 Gracias a Dios que me hapermitido saber en quién he creído,104 quién envió alEspíritu de su Hijo a mi corazón, clamando «¡Abba,Padre!»,105 y aún ahora da testimonio a mi espíritu de quesoy hijo de Dios.106 Procura ahora alabar a Dios noúnicamente con tus labios, sino con toda tu vida.107 Te hasellado como su propiedad, glorificad, pues, a Dios envuestro cuerpo y en vuestro espíritu,108 los cuales lepertenecen. Si tienes en tu corazón esta esperanza,purifícate a ti mismo, como él es puro.109 Mientras mirascuál amor te ha dado el Padre, para que seas llamado hijode Dios,110 límpiate de toda contaminación de carne y deespíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.111

100 Ef. 6.11,13.101 Mt. 12.26.102 1 Jn.3.8.103 2 Co. 9.15.104 2 Ti. 1.12.105 Ga. 4.6.106 Ro. 8.16.107 Sal. 51.15.108 1 Co. 6.20.109 1 Jn. 3.3.110 1 Jn.3.1.111 2 Co. 7.1.

Sermón 10 209

Permite que todos tus pensamientos, palabras y obras seanun sacrificio espiritual, santo, agradable a Dios por mediode nuestro Señor Jesucristo.112

112 Ro. 12.1; 1 Pe.2.5.

209

Sermón 11

El testimonio del Espíritu, II

Romanos 8:16El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu,

de que somos hijos de Dios.

I.1. Nadie que crea que las Escrituras son la Palabrade Dios puede dudar de la importancia de una verdad comoésta. Una verdad revelada no una vez solamente o de unamanera obscura o incidental, sino frecuentemente, entérminos claros y con un propósito específico, pues serefiere a uno de los privilegios especiales de los hijos deDios.

2. Y se hace más necesario explicar y defender estaverdad, porque hay peligro a derecha e izquierda. Si lanegamos, existe el peligro de que nuestra religión degenereen mera formalidad; de que «teniendo la apariencia depiedad», descuidemos y aun neguemos su eficacia.1 Siaceptamos esta verdad sin entenderla, nos exponemos a caeren un fanatismo2 exagerado. Por lo tanto, es sumamentenecesario prevenir de ambos peligros a quienes temen aDios, por medio de una instrucción racional de lasEscrituras y una confirmación de esta importante verdad.

3. Esto se hace todavía más necesario, porque se haescrito muy poco con claridad sobre el asunto, exceptoalgunos discursos que lo hacen de una manera errónea y queen lugar de explicar esta verdad parecen destruirla. No hay 1 2 Ti. 3.5.2 Aquí Wesley usa la palabra entusiasmo.

El testimonio del Espíritu, II210

duda de que esto se debe, en gran medida, a las explicacionescrudas, contrarias a las Escrituras e irracionales de aquéllosque quieren ser doctores de la ley, sin entender ni lo quehablan ni lo que afirman.3

4. Muy especialmente atañe a los metodistas, asíllamados, entender claramente, explicar y defender estadoctrina, porque constituye una gran parte del testimonioque Dios les ha dado para presentar a toda la humanidad. Esdebido a la bendición peculiar de Dios sobre ellos en elestudio de las Escrituras, confirmada por la experiencia desus hijos, que esta gran verdad evangélica ha sido recobrada,después de que por muchos años había estado perdida yolvidada.

II.1. ¿En qué consiste el testimonio del Espíritu? Lapalabra original martyría puede traducirse como«testimonio», «atestación» o «ratificación». Así, porejemplo, leemos: «Este testimonio», es decir, el resumen delo que Dios testifica en los escritos inspirados, «que Diosnos ha dado vida eterna, y esta vida está en su hijo».4 Eltestimonio que ahora estamos considerando es dado por elEspíritu de Dios a y con nuestro espíritu. El es la personaque testifica. Lo que nos testifica es que somos hijos deDios. El resultado inmediato de este testimonio son losfrutos del Espíritu, es decir: amor, gozo, paz, paciencia,benignidad, bondad, fe.5 Sin éstos, el testimonio no puedepermanecer porque es destruido inevitablemente, por lapresencia de algún pecado, o por pretender olvidar un deberconocido, o por rendirnos ante algún pecado-—en una

3 1 Ti. 1.7.4 1 Jn. 5.11.5 Gá. 5.22.

Sermón 11 211

palabra, por cualquier cosa que contriste al Santo Espíritude Dios.

2. Hace algunos años hice esta afirmación:6 «Esdifícil encontrar palabras en el lenguaje humano paraexplicar lo profundo de Dios.7 Ciertamente, no hay palabrasque puedan expresar adecuadamente la experiencia de loshijos de Dios. Pero tal vez uno pudiera decir (deseando quealguien, inspirado por Dios, corrija, dulcifique o fortalezcala expresión), que el testimonio del Espíritu es unaimpresión interna en el alma por medio de la cual el Espíritude Dios directamente da testimonio a mi espíritu de que yosoy un hijo de Dios; que Jesús me amó y se dio a sí mismopor mí;8 que todos mis pecados han sido borrados;9 y que,aun yo mismo, estoy reconciliado con Dios.10»

3. Después de veinte años de estudiar este texto, noveo ninguna razón para cambiar mi punto de vista.Tampoco puedo encontrar la manera de cambiar o alterarestas expresiones para hacerlas más comprensibles. Sinembargo, si algún hijo de Dios me indica alguna expresiónque sea más clara y más de acuerdo a la Palabra de Dios, debuena gana cambiaré las mías.

4. Tómese nota, mientras tanto, de que no he dichoque el Espíritu de Dios testifique usando una voz audible.No, y tampoco siempre usando una voz interior, aunque lopuede hacer algunas veces. Tampoco supongo (aunquefrecuentemente lo puede hacer) que toque el corazón dealguien con uno o más textos de la Escritura. El trabaja en el

6 En el sermón que ahora lleva el número 10, I.7.7 1 Co. 2.10.8 Ga. 2.20.9 Hch. 3.19.10 2 Co. 5.20.

El testimonio del Espíritu, II212

alma por medio de su influencia cercana y por unaoperación poderosa, aunque inexplicable, de manera que losvientos tempestuosos y las olas turbulentas se calman yviene una dulce paz. El corazón descansa en los brazos deJesús y el pecador se convence completamente de que estáreconciliado con Dios y que sus iniquidades han sidoperdonadas y cubiertos sus pecados.11

5. ¿Cuál es el punto que se discute en relación coneste asunto? ¿Si existe el testimonio del Espíritu? ¿Si elEspíritu testifica a nuestro espíritu que somos hijos deDios? Nadie puede negar esto sin negar abiertamente lasEscrituras y sin imputar una mentira al Dios de verdad. Poresta razón, la existencia del testimonio del Espíritu esreconocida por todos.

6. Tampoco se duda que existe un testimonioindirecto de que somos hijos de Dios. Este es casi igual, sino lo mismo, que el testimonio de una buena concienciahacia Dios,12 y es el resultado del razonamiento o lareflexión sobre lo que sentimos en nuestras almas.Estrictamente hablando, es el resultado obtenido en partepor la Palabra de Dios y en parte por nuestra propiaexperiencia. La Palabra de Dios le dice a todo aquél quetiene el fruto del Espíritu que es hijo de Dios. Miexperiencia, o mi conciencia interna, me dice que tengo losfrutos del Espíritu. Por lo que racionalmente concluyo: Soyhijo de Dios. Esto es aceptado por todos, por lo que no esasunto de controversia.

7. Tampoco afirmamos que pueda haber untestimonio real del Espíritu sin los frutos del Espíritu. Por

11 Ro. 4.7; Sal. 32.1.12 1 Pe. 3.21.

Sermón 11 213

lo contrario, afirmamos que el fruto del Espírituinmediatamente brota de este testimonio. No siempre, porcierto, en el mismo grado, aun cuando el testimonio se dapor primera vez, y mucho menos posteriormente. Tampocoel gozo y la paz están al mismo nivel. No, ni tampoco elamor. El testimonio mismo no es siempre poderoso y claro.

8. Pero el punto en discusión es si hay un testimonioclaro del Espíritu. Si hay algún otro testimonio del Espírituademás del que resulta de la conciencia de tener sus frutos.

III. 1. Creo que existe, porque tal es el sentido claroy natural del texto: «El Espíritu mismo da testimonio anuestro espíritu, de que somos hijos de Dios». Claramente,aquí se mencionan dos testimonios que, unidos, testificandel mismo asunto —el Espíritu de Dios y nuestro propioespíritu. El finado obispo de Londres, en su sermón sobreeste texto, parece asombrarse de que alguien pueda dudar deesta verdad, que brilla en cada una de sus palabras. «Eltestimonio de nuestro propio espíritu», dice el obispo deLondres, es «la conciencia de nuestra sinceridad»;13 o, paraexpresar la misma idea un poco más claramente, laconciencia de tener los frutos del Espíritu. Cuando nuestroespíritu está consciente de poseer amor, gozo, paz,paciencia, benignidad, bondad, fácilmente se infiere de estaspremisas que somos hijos de Dios.

2. Es cierto, ese gran hombre supone que el otrotestimonio consiste en la conciencia que tenemos denuestras buenas obras. Esto, afirmaba, es el testimonio delEspíritu de Dios. Pero la conciencia de las buenas obras estáincluida en el testimonio de nuestro propio espíritu. Sí, ysinceramente, aun de acuerdo al sentido común de la 13 Wesley se refiere a Thomas Sherlock, que fue obispo de Londres (1748-61),y que predicó un sermón sobre el mismo texto.

El testimonio del Espíritu, II214

palabra. Lo afirmó el Apóstol: «nuestra gloria es ésta: eltestimonio de nuestra conciencia, que con sencillez ysinceridad de Dios ... nos hemos conducido en el mundo».14

Aquí se descubre fácilmente que la sinceridad se refiere anuestras palabras y a nuestras acciones, lo mismo que a lasdisposiciones y actitudes de la mente. Por lo tanto, éste noes otro testimonio, sino el mismo que mencionóanteriormente, siendo la conciencia de nuestras buenas obrasuna de las manifestaciones o expresiones de la conciencia denuestra sinceridad y, por lo tanto, éste no es sino un solotestimonio. Ahora bien, el texto habla de dos testimonios:uno de los cuales no es la conciencia de nuestras buenasobras ni de nuestra sinceridad, lo que, como claramente seha demostrado, está contenido en el testimonio de nuestroespíritu.

3. ¿Cuál es, pues, el otro testimonio? La respuestase podría encontrar, si el texto mismo no fuera tan claro, enel versículo anterior: «Pues no habéis recibido el espíritu deesclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéisrecibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos:¡Abba, Padre!». Y continúa: «El Espíritu mismo datestimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos deDios».15

4. El texto paralelo aclara todavía más el sentido deestas palabras: «Por cuanto sois hijos, Dios envió avuestros corazones el Espíritu de su hijo, el cual clama:¡Abba, Padre!».16 ¿No es esto algo inmediato y directo,diferente del resultado de la reflexión y la argumentación?¿No clama el Espíritu en nuestros corazones: ¡Abba, Padre! 14 2 Co. 8.16.15 Ro. 8.15-16.16 Gá. 4.6.

Sermón 11 215

en el momento en que nos es dado, antes de que podamosreflexionar o razonar acerca de nuestra sinceridad? Y ¿no eséste el sentido claro y comprensible de las palabras que llegaal corazón de cualquiera, en el momento que las escucha?Todos estos textos, entonces, en su significado más obvio,describen el testimonio directo del Espíritu.

5. Que, por la naturaleza misma de las cosas, eltestimonio del Espíritu de Dios debe preceder al testimoniode nuestro espíritu, se hace evidente por esta sencillaconsideración: tenemos que ser santos en nuestro corazón yen nuestra vida antes de que podamos estar conscientes deque lo somos. Tenemos que amar a Dios antes de quepodamos ser santos, pues ésta es la raíz de toda santidad.Pero no podemos amar a Dios hasta que sepamos que él nosama: «Nosotros le amamos a él, porque él nos amóprimero».17 Y no podemos reconocer su amor hacianosotros hasta que su Espíritu testifica a nuestro espíritu.Hasta entonces no lo podremos creer y hasta entonces nopodremos decir: «Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo enla fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a símismo por mí».18

Entonces, solamente entonces, nos sentiremosAtraídos por su sangre,Y clamaremos, con un gozo indescriptible,Tú eres mi Señor, mi Dios.19

Por consiguiente, si el testimonio del Espírituprecede al amor de Dios y a toda santidad, debenaturalmente anteceder a la conciencia que de ese amor ysantidad podamos tener. 17 1 Jn. 4.19.18 Gá. 2.20.19 Tomado del himno Spirit of Faith, Come Down, (1746).

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6. Conviene mencionar ahora, para confirmar estadoctrina bíblica, la experiencia de los hijos de Dios—no laexperiencia de dos o tres, o de unos cuantos, sino la de unagran multitud que nadie puede contar.20 Ha sido confirmada,tanto en ésta como en todas las edades, por una granmultitud de testigos, unos vivos y otros muertos.21 Tambiénes confirmada por tu experiencia y la mía. El Espíritumismo ha dado testimonio a mi espíritu de que soy hijo deDios, me lo hizo evidente e inmediatamente clamé: «¡Abba,Padre!» Yo hice tal cosa, y tú también la hiciste, antes deque pudiéramos reflexionar sobre ella, o que estuviéramosconscientes de ningún fruto del Espíritu. De este testimoniorecibido brotaron el amor, el gozo, la paz y todos los frutosdel Espíritu. Primero escuché estas palabras:

«¡Tus pecados son perdonados! ¡Tú eresaceptado!»

Oí estas palabras y la gloria brotó en mi corazón.22

7. Tal cosa se confirma, no únicamente por laexperiencia de los hijos de Dios— que por millares puedendeclarar que no sabían que estaban gozando del favor divino,hasta que les fue confirmado por el testimonio delEspíritu—sino por todos aquéllos que han sido convencidosde su pecado y que sienten la ira de Dios en suscorazones.23 Estas personas no pueden quedar satisfechascon nada menos que el testimonio directo del Espíritu deque Dios será propicio a sus injusticias y nunca más seacordará de sus pecados y de sus iniquidades.24 Dile a

20 Ap. 7.9.21 He. 12.1.22 Tomado de un himno de Carlos Wesley.23 Jn. 3.36.24 He. 8.12.

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cualquiera de ellos: «Tú sabes que eres un hijo de Diosreflexionando sobre lo que él ha puesto en tu corazón: amor,gozo y paz.» Inmediatamente te contestará: «Por la purareflexión yo sé que soy hijo del diablo. No tengo más amorhacia Dios que el que tiene el diablo. Mi mente carnal estáen enemistad contra Dios.25 No me gozo en el EspírituSanto,26 mi alma está triste hasta la muerte.27 No tengo paz;mi corazón es un mar tormentoso; estoy en medio delhuracán y la tempestad.» ¿Qué podrá consolar a estas almassino el testimonio (no de que son buenos, o sinceros, o deque caminan de acuerdo con las Escrituras) de que Diosjustifica al impío,28 a aquél que hasta el momento de sujustificación es impío y no tiene traza de santidad? Al queno obra,29 es decir, que no hace nada verdaderamente buenohasta que es consciente de ser aceptado, no por obras dejusticia que nosotros hubiéramos hecho,30 sino por la puragracia de Dios. Única y solamente por lo que el Hijo deDios ha hecho y sufrido por él. Y ¿puede ser de otra manerasi el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley?31 Siesto es así, ¿qué conciencia de bondad, interna o externa,puede tener antes de ser justificado? No. ¿No es laconciencia de que no podemos pagar,32 es decir, laconciencia de que en nosotros no mora el bien,33 ni unabondad interna o externa, lo que es indispensable antes de

25 Ro. 8.7.26 Ro. 14.17.27 Mt. 26.38.28 Ro. 4.5.29 Ibid.30 Tit. 3.5.31 Ro. 3.28.32 Lc. 7.42.33 Ro. 7.18.

El testimonio del Espíritu, II218

que podamos ser justificados gratuitamente por su gracia,mediante la redención que es en Jesucristo?34 ¿Se hajustificado alguien desde que el Redentor vino al mundo, opodrá alguien justificarse antes de poder decir con todasinceridad de corazón:

Señor, renuncio a toda pretensión,Estoy condenado, ¡pero tú has muerto!35?8. Por lo tanto, cualquiera que niega la existencia de

tal testimonio, en efecto niega la justificación por la fe.36

Quiere decir que nunca ha tenido esta experiencia, que no hasido justificado, o que ha olvidado, como dice San Pedro, lapurificación de sus antiguos pecados,37 la experiencia quetuvo entonces, la forma en que Dios obró en su alma,cuando sus antiguos pecados fueron borrados.

9. La experiencia de los hijos del mundo confirma lade los hijos de Dios. Muchos de ellos tienen el deseo deagradar a Dios, y algunos se esfuerzan sobremanera porcomplacerle. ¿Pero no consideran ellos, todos y cada uno,cosa absurda hablar acerca de saber que sus pecados hansido perdonados? ¿Quién de ellos procura alcanzar estaexperiencia? Varios de ellos están conscientes de susinceridad. Varios de ellos tienen sin duda, en algún grado, eltestimonio de su propio espíritu, una conciencia de supropia rectitud. Pero esto no los hace conscientes de quehan sido perdonados ni de que son hijos de Dios. Sí,mientras más sinceros son, más inquietos se muestran por el

34 Ro. 3.24.35 Wesley cita uno de sus himnos favoritos. Véase también: Gá. 3.22.36 Este es el propósito de Wesley en este sermón: reafirmar el concepto fe sola,pero ahora como condición previa a la vida santa.37 2 Pe. 1.9. En el sermón, Wesley primero cita el texto en griego y luego ofrecesu propia traducción.

Sermón 11 219

deseo de saberlo, demostrando claramente que no es posibleadquirir este conocimiento basándonos únicamente en eltestimonio de nuestro propio espíritu, sin el testimoniodirecto de Dios de que somos sus hijos.

IV. Se han planteado muchas objeciones a estaverdad, y haríamos bien en contestar a las principales deellas.

1. Se objeta, primero, que «la experiencia no essuficiente para probar una doctrina que no está fundada enlas Escrituras». Tal cosa es indudablemente cierta y es unaverdad importante. Pero no afecta el asunto que estamosconsiderando, porque ha sido demostrado que esta doctrinase basa en las Escrituras, por lo que puede afirmarsecorrectamente que la experiencia la confirma.

2. «Pero locos, profetas franceses,38 y fanáticos detodas clases se han imaginado que han experimentado estetestimonio». Lo han hecho y, probablemente, no pocos deellos lo han tenido, aunque les dura muy poco de tiempo.Pero si no lo han tenido, esto no prueba que los demás no lohayan experimentado, así como un loco que se imagina serrey no prueba que no existan los reyes verdaderos.

«Muchos que han abogado poderosamente por estadoctrina han negado completamente la Biblia».Probablemente, pero tal no fue su consecuencia necesaria.Millares, que tienen la Biblia en la más alta estima, aboganpor ella.

38 Apodo que en Inglaterra se les daba a los Camisards, que habían sufridouna cruel persecución en el sur de Francia en la primera década del Siglo XVIII.El apodo Camisard se refería a la costumbre de estas personas de usar camisasblancas (camisae) como símbolo de su celo por la pureza. Algunos eranvisionarios y fanáticos.

El testimonio del Espíritu, II220

«Sí, pero muchos se han engañado fatalmente a símismos, de tal manera que ahora es imposible convencerlosde su error.»

Y, sin embargo, lo mismo puede decirse de cualquierdoctrina de las Sagradas Escrituras, las que los humanos aveces tuercen para su propia destrucción.

3. «Pero yo siento que esta verdad es indudable: elfruto del Espíritu es el testimonio del Espíritu». No es unaverdad indudable. Millares la dudan y hasta la nieganrotundamente. Pero pasemos esto por alto. «Si estetestimonio es suficiente no hay necesidad de ninguno otro.Pero sí es suficiente, salvo en uno de estos dos casos: (1) Laausencia total de los frutos del Espíritu.» Y éste es el casocuando el testimonio directo es dado por primera vez. «(2).El no percibirlo. En este caso defenderlo es pretender que sepuede gozar de la gracia de Dios, sin tener la conciencia deese favor.» Cierto, sin saberlo en ese momento de ningunaotra manera sino por el testimonio que es dado con ese fin.Esto es lo que sostenemos: El testimonio directo puedebrillar claramente, aun cuando el indirecto se encuentre bajouna nube.

4. Se objeta, en segundo lugar: «El propósito deltestimonio en cuestión es probar lo legítimo de nuestraprofesión, pero no lo prueba.» Yo contesto: No es esto loque nos proponemos, puesto que el testimonio es anterior atoda profesión que hacemos, excepto la que se refiere anuestro estado de pecadores perdidos, culpables,desgraciados y desamparados. El fin de este testimonio esasegurar a quienes les es dado que son hijos de Dios y quehan sido justificados gratuitamente por su gracia, mediante

Sermón 11 221

la redención que es en Jesucristo.39 Esto no quiere decir quesus pensamientos, palabras y acciones anterioresconcordaran con las Escrituras. Quiere decir todo locontrario, es decir, que son pecadores cabales, pecadorestanto en el corazón como en la vida diaria. Si fuera de otramanera Dios justificaría al piadoso y sus propias obras leserían contadas por justicia.40 No puedo menos que temerque la suposición de que somos justificados por obras es laraíz de todas estas objeciones. Porque cualquiera que cree ensu corazón que Dios imputa a todos los que son justificadosjusticia sin obras,41 no tendrá dificultad en aceptar que eltestimonio del Espíritu viene antes que los frutos.

5. Algunos objetan, en tercer lugar: «Un evangelistadice: "Tu Padre celestial dará el Espíritu Santo al que se lopida".42 Otro, llama a lo mismo "buenas dádivas",43

demostrando con esto claramente que la forma de testificardel Espíritu es dando buenas dádivas.» No hay ningunareferencia a dar testimonio en ninguno de estos dos textos,por lo que, si esta objeción no tiene otras pruebas, la pasarépor alto.

6. Se objeta, en cuarto lugar: «La Escritura dice: "Elárbol es conocido por sus frutos",44 "examinadlo todo",45

"probad los espíritus"46 y "examinaos a vosotrosmismos".»47 Muy cierto. Por esta razón cada persona que

39 Ro. 3.24.40 Ro. 4.5.41 Ro. 4.6.42 Lc. 11.13.43 Lc. 7.11.44 Mt. 12.33.45 1 Ts, 5.21.46 1 Jn. 4.1.47 2 Co. 13.5.

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cree que tiene el Espíritu en sí mismo pruebe si éste es deDios. Si los frutos siguen, lo es, si no, no lo es. Porque esmuy cierto: el árbol es conocido por sus frutos. Asíprobamos si el espíritu es de Dios. Algunos agregan: «LaBiblia nunca se refiere al testimonio directo». De unamanera aislada, o como el único testimonio, ciertamente queno; pero sí lo menciona unido a otro, como dando untestimonio unido, testificando con nuestro espíritu quesomos hijos de Dios. Y ¿quién puede probar que no sucedeasí en este texto de la Escritura?: «Examinaos vosotrosmismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿Ono os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está envosotros»?48 Resulta bien claro que supieron tal cosa pormedio de un testimonio directo, a la vez que remoto. Si no,¿cómo podrá probarse que no lo supieron primeramente pormedio de la conciencia y luego por el amor, el gozo y lapaz?

7. «Las Sagradas Escrituras mencionanconstantemente el testimonio que resulta de ese cambiointerior y exterior.» Es un hecho al cual nos referimosfrecuentemente para probar que existe el testimonio delEspíritu.

«A pesar de todo, todas las señales que usted hadado para distinguir la operación del Espíritu de Dios deuna ilusión o engaño, se refieren al cambio que se obra ennosotros.» Indudablemente, esto es igualmente cierto.

8. Se objeta, en quinto lugar que «el testimoniodirecto del Espíritu no nos evita el peligro de caer en el máscraso engaño. ¿Es justo aceptar un testimonio que no ofreceninguna seguridad, que tiene que apelar a otras fuentes para

48 Ibid.

Sermón 11 223

probar sus aserciones?» A lo que contesto: Para evitar quecaigamos en el engaño Dios nos da dos testimonio de quesomos sus hijos. Ellos testifican unidos. Por lo tanto: «Loque Dios juntó, no lo separe el hombre».49 Mientras estosdos testimonios estén unidos, no podemos engañarnos, sutestimonio es verdadero. Podemos confiar en ellosabsolutamente y no necesitan nada más para probar lo queafirman.

«Pero el testimonio directo sólo afirma, mas noprueba nada.» El testimonio será probado por dostestigos.50 Cuando el Espíritu da testimonio a nuestroespíritu, como Dios lo indica, prueba completamente quesomos hijos de Dios.

9. Se objeta, en sexto lugar: «Admite usted quecierto cambio es suficiente testimonio, excepto en casos decruentos sufrimientos, como los que sufrió nuestro Salvadoren la cruz. Pero ninguno de nosotros puede ser probado deesa manera.» Pero usted y yo sí podemos ser probados deesa manera, lo mismo que cualquier otro hijo de Dios, por loque sería imposible para nosotros conservar nuestraconfianza filial en Dios sin el testimonio directo de suEspíritu.

10. Se objeta, finalmente: «Entre los defensores másdenodados de esta doctrina se encuentran personas muysoberbias y poco caritativas.» Probablemente algunos de losmás celosos de sus defensores son orgullosos y egoístas,pero muchos de sus más valientes defensores sonprofundamente mansos y humildes de corazón51 y,ciertamente, en otros respectos también, 49 Mt. 19.6; Mr.10.9.50 Mt. 18.16.51 Mt. 11.29.

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Verdaderos seguidores del Señor de apariencia decordero.52

Estas son las objeciones más importantes que heescuchado y que creo tienen cierta fuerza. Sin embargo creoque cualquiera que considere con calma e imparcialmenteestas objeciones y las respuestas ofrecidas, verá fácilmenteque no destruyen, no, ni aun debilitan, la evidencia de lagran verdad: que el Espíritu de Dios directa e indirectamentetestifica que somos hijos de Dios.

V.1. Resumiendo: el testimonio del Espíritu es unaimpresión profunda en el alma de los creyentes, por mediode la cual el Espíritu de Dios testifica directamente a susespíritus que son hijos de Dios. No se discute si hay untestimonio del Espíritu, sino si hay un testimonio directo,aparte del ser conscientes de tener los frutos del Espíritu.Creemos que lo hay, porque éste es el claro y naturalsentido del texto, demostrado tanto por las palabrasanteriores como por el pasaje paralelo en la epístola a losGálatas. En el curso natural de las cosas, el testimonio debepreceder al fruto que brota de él. Además, el sentido clarode la Palabra de Dios se confirma en la experiencia deinnumerables hijos de Dios, y en la de las personasconvencidas de su pecado, quienes no encuentran descansohasta que tienen el testimonio directo. Aun los hijos delmundo que no tienen el testimonio en sí mismos, todosdeclaran que no pueden saber que sus pecados han sidoperdonados.

2. Se nos objeta que la experiencia no es suficientepara probar una doctrina que no está confirmada por lasEscrituras; que locos y fanáticos de todas clases han 52 Cita de un himno en la colección Hymns on the Lord's Supper (1745), p.139.

Sermón 11 225

imaginado tener tal testimonio; que el objeto del testimonioes probar que nuestra creencia es genuina, lo cual noconsigue; que la Escritura dice: «El árbol es conocido porsus frutos»53 y «Examinaos a vosotros mismos...probaos avosotros mismos»,54 mientras el testimonio directo nuncase menciona en el Libro de Dios; que no nos evita caer enlos engaños más crasos y, finalmente, que el cambioproducido en nosotros es un testimonio suficiente, exceptoen tales pruebas como las que sólo Cristo sufrió.

Respondemos: (1) La experiencia es suficiente paraconfirmar una doctrina basada en las Escrituras. (2) Aunquemuchos pretenden tener una experiencia de que carecen,esto no evita la existencia de la experiencia verdadera. (3) Elmotivo del testimonio es asegurarnos que somos hijos deDios, cuyo motivo cumple. (4) El verdadero testimonio delEspíritu es conocido por sus frutos, amor, paz, y gozo queno preceden a ese testimonio, sino lo siguen. (5) No puedeprobarse que el testimonio directo, tanto como el indirecto,no se mencione en el texto: «¿no os conocéis a vosotrosmismos...que Jesucristo está en vosotros?»55 (6) El Espíritude Dios testificando a nuestro espíritu nos protege de todoengaño. Y, finalmente, todos podemos caer en pruebas delas cuales el testimonio de nuestro propio espíritu no essuficiente para salvarnos. Lo único que puede hacerlo es eltestimonio directo del Espíritu de Dios que nos asegura quesomos sus hijos.

3. De todo esto podemos inferir dos cosas. Primero:que nadie presuma nunca descansar en un supuestotestimonio del Espíritu separado de sus frutos. Si el 53 Mt. 12.33.54 2 Co. 13.5.55 Ibid.

El testimonio del Espíritu, II226

Espíritu de Dios realmente testifica que somos hijos deDios, la consecuencia inmediata serán los frutos delEspíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,fe, mansedumbre, templanza.56 Por más que la tentaciónobscurezca estos frutos de manera que el alma no los puedadiscernir, mientras Satanás la zarandea como a trigo,57 lasubstancia de dichos frutos permanece aun en medio de lamás espesa nube. Cierto, el gozo en el Espíritu Santo58

puede desaparecer durante la hora de prueba. Cierto, el almapuede estar triste hasta la muerte59 mientras la hora de lapotestad de las tinieblas60 continúa. Pero el gozo retorna anosotros con creces y el alma se alegra con gozo inefable yglorioso.61

4. La segunda inferencia es: que nadie confíe en quetiene los frutos del Espíritu, sin el testimonio de éste. Puedehaber manifestaciones de gozo, de paz, de amor (noilusorias, sino de Dios) mucho antes de tener el testimoniodel Espíritu en nuestros corazones, antes que el Espíritu deDios testifique a nuestro espíritu que tenemos redenciónpor su sangre, el perdón de nuestros pecados.62 Sí, puedehaber cierto grado de benignidad, de bondad, de fe, demansedumbre y templanza (no simplemente una sombra deellos, sino en verdad, por la gracia anticipante de Dios),antes de ser aceptos en el Amado,63 y por consiguiente,antes de tener el testimonio de nuestra aceptación. Pero no 56 Gá. 5.22-23.57 Lc.22.31.58 Ro. 14.17.59 Mt. 26.22, 38.60 Lc. 22.53.61 1 Pe. 1.8.62 Ef. 1.7; Col. 1.14.63 Ef. 1.6.

Sermón 11 227

debemos detenernos aquí. Nuestras almas peligran si lohacemos. Si somos sabios, estaremos constantementeclamando a Dios, hasta que su Espíritu clame en nuestrocorazón: «¡Abba, Padre!»64 Este es el privilegio de todoslos hijos de Dios, y sin él nunca podremos estar seguros deque somos sus hijos. Sin este testimonio no podemos tenerpaz, ni evitar las dudas y temores. Pero una vez que hemosrecibido el Espíritu de adopción,65 la paz que sobrepasatodo entendimiento, y que echa fuera toda duda y temorguardará nuestros corazones y mentes en Cristo Jesús.66

Cuando ese Espíritu ha producido en nosotros el frutogenuino y toda santidad interior y exterior, se hace evidenteque la voluntad de aquél que nos llama es darnos siempre loque una vez le plugo conceder. De manera que no hay elmenor temor de que jamás nos falte el testimonio delEspíritu de Dios o el de nuestro propio espíritu: laconciencia de que andamos en toda justicia y santidad.

Newry, 4 de abril de 1767

64 Gá. 4.6.65 Ro. 8.15.66 Fil. 4.7.

227

Sermón 12

El testimonio de nuestro propio espíritu

2 Corintios 1:12Nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia,que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría

humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducidoen el mundo, y mucho más con vosotros.

1. Tal es la voz de cada verdadero creyente enCristo, mientras permanezca en la fe y en el amor. «El queme sigue», dijo el Señor, «no andará en tinieblas».1 Ymientras el creyente tenga la luz se regocija en ella.2 De lamanera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad enél.3 Y mientras que el ser humano anda en él, la exhortacióndel Apóstol se lleva a cabo día a día...«gozaos en el Señorsiempre, otra vez digo que os gocéis.»4

2. Pero para que no edifiquemos nuestra casa sobrela arena (no sea que las lluvias desciendan y los vientossoplen y las inundaciones lleguen y la casa se caiga y lapérdida sea grande)5 es mi intención demostrar, en elsiguiente discurso, lo que es la naturaleza y el fundamentodel gozo del cristiano. Por lo general sabemos que es la pazque trae feliz satisfacción al espíritu, lo cual resulta deltestimonio de la conciencia tal y como lo describe el

1 Jn. 8.12.2 Jn. 5.35.3 Col. 2.6.4 Fil. 4.4.5 Mt. 7.26-27.

El testimonio de nuestro propio espíritu228

Apóstol. Pero para poder entender esto mejor, seránecesario naturalmente pesar todas sus palabras por lascuales comprenderemos fácilmente el significado de«conciencia» y de «testimonio». Así como el que tiene estetestimonio se regocija para siempre.

3. Primero, ¿qué entendemos por conciencia? Cuáles el significado de esta palabra que todos usan? Cuandoconsideramos todos los grandes y numerosos volúmenesque se han escrito de cuando en cuando sobre este tema, nosimaginamos que es un asunto muy difícil de entender; aligual que los tesoros del conocimiento antiguo y modernoque han sido escudriñados. Sin embargo, es de temerse queestas investigaciones no han producido mucha luz alrespecto. Por el contrario, ¿no han oscurecido estosescritores el consejo con palabras sin sabiduría,6 haciendoel tema más complejo y difícil de entender? Porque, al hacera un lado las palabras difíciles, toda persona sinceraentenderá de qué se trata.

4. Dios nos ha hecho seres pensantes, capaces depercibir lo presente, y de reflexionar o de mirar hacia elpasado. Particularmente somos capaces de percibircualquier cosa que pase por nuestros corazones o vidas; deconocer lo que sentimos o hacemos y cuándo pasa o cuándoha sucedido. Por eso decimos que el ser humano es un ser«consciente». Tiene una conciencia o una percepción internatanto de las cosas presentes como de las pasadas en relacióncon sí mismo, de su temperamento y comportamientoexternos. Pero lo que generalmente llamamos «conciencia»implica algo más que esto. No es simplemente elconocimiento de nuestro presente o el recuerdo de nuestra

6 Job 38.2.

Sermón 12 229

vida pasada. Recordar, ser testigo de las cosas presentes opasadas es solamente una de las funciones, y de lasmenores, de la conciencia. Su papel principal es el deexcusar o acusar, aprobar o desaprobar, absolver o condenar.

5. Algunos escritores contemporáneos le han dadoun nuevo nombre a esto. Le llaman «sentido moral». Pero lapalabra antigua debe preferirse a la nueva, aunque sea sóloen esto, que es más común y familiar y por lo tanto másfácil de entender. Y para los cristianos es innegablementepreferible por la razón adicional de que es bíblica, pues es lapalabra que la sabiduría de Dios escogió para usar en losescritos inspirados.

Y de acuerdo con el significado que por lo general seusa en esos escritos, especialmente en las epístolas dePablo, podemos entender por conciencia una facultad opoder implantada por Dios en cada alma que viene a estemundo, de percibir lo correcto e incorrecto en el corazón yla vida del individuo, en su temperamento, pensamientos,palabras y acciones.

6. Pero ¿cuál es la regla que el ser humano debe usarpara juzgar lo bueno y lo malo? ¿Hacia cuál de los dos sedebe inclinar su conciencia? La regla de los paganos (como elApóstol lo enseña en otra parte), es la ley escrita en suscorazones.7 Dice él que éstos, «aunque no tengan ley[externa], son ley para sí mismos; mostrando la obra de laley», es decir, lo que la ley externa prescribe, gracias a la leyescrita en sus corazones por el dedo de Dios. Su concienciatambién da testimonio, si andan o no de acuerdo con esta

7 Ro. 2.15.

El testimonio de nuestro propio espíritu230

regla, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos.8

Pero la regla cristiana para determinar el bien y el mal es laPalabra de Dios, los escritos del Antiguo y NuevoTestamentos. Todo lo que los profetas y santos hombres deDios escribieron inspirados por el Espíritu Santo,9 esaEscritura que es inspirada por Dios, y que es ciertamenteútil para enseñar la voluntad toda de Dios, para redargüirlo que es contrario, para corregir del error y para instruiren la justicia.10

Esta es una lámpara a los pies del cristiano ylumbrera a su camino.11 Esto, y solamente esto, es lo queel cristiano acepta como regla para medir lo recto y lotorcido; para todo lo que es verdaderamente bueno o malo.No considera nada bueno sino lo que aquí se indica, ya seadirectamente o por implicación. No califica nada como malosino lo que allí se prohíbe, ya sea explícitamente o porinferencia innegable. Todo lo que la Escritura no condena niordena, ya sea directa o indirectamente, lo toma comoindiferente, como sí no es ni bueno ni malo. Esta es la únicaregla externa por la cual la conciencia se debe regir en todaslas cosas.

7. Y si en realidad el individuo es guiado de estamanera, entonces tiene una buena conciencia hacia Dios.12

Una buena conciencia es lo que en otra parte de la Escriturael Apóstol llama «una conciencia sin ofensa».13 En cierta

8 Ro. 2.14-15. En el texto inglés, Wesley cita el griego para mostrar que latraducción común en su tiempo, que decía «excusándoles» debía corregirse enel sentido de «defendiéndoles» o «exonerándoles».9 2 P. 1.21.10 2 Ti. 3.16.11 Sal. 119.105.12 1 P. 3.21.13 Hch. 24.16.

Sermón 12 231

ocasión lo expresa diciendo: «con toda buena conciencia hevivido delante de Dios hasta el día de hoy»;14 y en otrolugar dice: «procuro tener siempre una buena conciencia sinofensa ante Dios y ante los hombres».15 Para poder teneresta clase de conciencia, se requiere absolutamente, primero,un entendimiento correcto de la Palabra de Dios, de suvoluntad buena, agradable y perfecta,16 en relación connosotros, según se revela ahí. Porque es imposible andarconforme a una regla si se desconoce su significado. Serequiere, en segundo lugar (y pocos lo han obtenido), unverdadero conocimiento de sí mismo; un conocimiento denuestros corazones y vidas, de nuestro temperamentointerno y nuestra conversación externa. Si no losconocemos, es imposible que los midamos por nuestra regla.También se requiere, en tercer lugar, que exista un acuerdode nuestros corazones y nuestras vidas, de nuestrostemperamentos y nuestra conversación, de nuestrospensamientos y palabras y obras, con esa regla, con laPalabra de Dios escrita. Porque sin esto, si es que tenemosalgo de conciencia, puede ser sólo una conciencia mala. Encuarto lugar, se requiere también una percepción interna deeste acuerdo con nuestra regla. Y esta percepción habitual,esta conciencia interna en sí, es propiamente una buenaconciencia; o (según la otra frase del Apóstol), unaconciencia sin ofensa ante Dios y los hombres.

8. Pero quien desee tener una conciencia libre deofensas, debe asegurarse de tener un buen fundamento.Debe recordar que nadie puede poner otro fundamento queel que está 14 Hch. 23.1.15 Hch. 24.16.16 Ro. 12.1-2.

El testimonio de nuestro propio espíritu232

puesto, Jesucristo mismo.17 Y debe también tener en cuentaque nadie edifica sobre Jesucristo mismo sino mediante unafe viva; que nadie participa de Cristo hasta que puedaclaramente testificar: «la vida que ahora vivo, la vivo por lafe en el Hijo de Dios»,18 en él, quien ahora se revela en micorazón, quien me amó, y se dio a sí mismo por mi. La fe esla única evidencia, la convicción, la demostración de lascosas invisibles, por medio de la cual, al abrirse los ojos denuestro entendimiento, y la derramarse luz divina sobrenosotros, vemos las cosas maravillosas de la ley de Dios, laexcelencia y la pureza, la altura y la profundidad y la larguray anchura,19 y cualquier mandamiento ahí contenido. Es pormedio de la fe que al contemplar la luz de ... la gloria deDios en la faz de Jesucristo,20 percibimos como por unespejo todo lo que hay en nosotros; sí, las inclinaciones másíntimas de nuestras almas. Y con esto solamente puede eseamor de Dios ser derramado en nuestros corazones,21 quenos capacita para amarnos unos a otros así como Cristo nosamó. Por medio de esto, esa grandiosa promesa de Dios aIsrael se cumple, «pondré mis leyes en las mentes de ellos, ysobre sus corazones las escribiré»,22 produciendo en suscorazones un completo acuerdo con su ley santa y perfecta,y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia deCristo.23

17 1 Co. 3.11.18 Gá. 2.20.19 Ef. 3.18.20 2 Co. 4.6.21 Ro. 5.5.22 He. 8.10 [citando Jer. 31.33].23 2 Co. 10.5,

Sermón 12 233

Y así como un árbol malo no puede producir buenfruto, así tampoco un buen árbol produce mal fruto.24 De lamisma manera, así cual es el corazón del creyente, asítambién su vida está de acuerdo con la regla de losmandamientos de Dios. Y sabiéndolo, puede dar gloria aDios y decir con el Apóstol, «nuestra gloria es esta: eltestimonio de nuestra conciencia, que con sencillez ysinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con lagracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo».

9. «Hemos tenido nuestra conversación».25 En eloriginal, el Apóstol expresa esto con una sola palabra(anestráfeemen). Pero su sentido es amplio, pues incluyetoda nuestra conducta, inclusive cada circunstancia interna yexterna, ya sea que se relacione con nuestra alma o nuestrocuerpo. Incluye cada inclinación de nuestro corazón, denuestra lengua, de nuestras manos y extremidades. Seextiende a todas nuestras acciones y palabras, al uso denuestros poderes y facultades, a la manera de usar cadatalento que hemos recibido, en relación con Dios o con losseres humanos.

10. «Hemos tenido nuestra conversación en elmundo»: incluso en el mundo de los impíos, y no sólo entrelos hijos de Dios (lo cual sería poca cosa). Entre los hijosdel diablo,26 entre los que están bajo el maligno (en tooponeeroo),27 en el maligno.28 ¡Qué mundo éste! ¡Cuánimpregnado está con el espíritu que constantemente respira!

24 Mt. 7.18.25 Era así que la versión inglesa que Wesley empleó traducía lo que RVRtraduce por «nos hemos conducido».26 1 Jn. 3.10.27 Compare 1 Jn. 5.19.28 1 Jn. 3.12.

El testimonio de nuestro propio espíritu234

Así como nuestro Dios es bueno y hace el bien; así el diosde este mundo y todos sus hijos son malos y hacen el mal(mientras se les permita) a todas las criaturas de Dios. Aligual que su padre, siempre están al acecho, como leónrugiente, andando alrededor buscando a quien devorar,29

haciendo uso del fraude o la fuerza, de engaños secretos oviolencia abierta, para destruir a aquéllos que no son delmundo. Constantemente guerrean contra nuestras almas.Con armas nuevas y viejas, y con toda clase de artimañas,luchan por traernos y hacernos caer en la trampa del diablo,haciéndonos andar por el camino ancho que lleva a laperdición.30

11. «Con sencillez y sinceridad nos hemosconducido en el mundo» Primero con «sencillez». Esto es loque nuestro Señor recomienda con el nombre de «ojosincero». «La lámpara del cuerpo», dijo Cristo, «es el ojo.Así que si tu ojo es sincero, todo tu cuerpo estará lleno deluz.»31 El significado es éste: lo que el ojo es para el cuerpo,la intención lo es para todas las palabras y acciones. Por lotanto, si este ojo de tu alma es sincero, todas tus acciones yconversaciones estarán «llenas de luz», de la luz del cielo, deamor, paz y gozo en el Espíritu Santo.32

Entonces, somos sencillos de corazón cuando el ojode nuestra mente está fijo sólo en Dios, cuando en todas lascosas nuestra meta es sólo él, como nuestro Dios, nuestrosustentador, nuestra fortaleza, felicidad, nuestra abundanterecompensa, nuestro todo en el tiempo y por la eternidad.Esto es sencillez: cuando una actitud inamovible, una

29 1 P. 5.8.30 Mt. 7.13.31 Mt. 6.22. En lugar de «sincero», RVR dice «bueno».32 Ro. 14.17.

Sermón 12 235

intención sencilla de promover la gloria de Dios, de hacer ysufrir su bendita voluntad, corre por toda nuestra alma, llenatodo nuestro corazón, y es el manantial constante de todosnuestros pensamientos, anhelos y propósitos.

12. En segundo lugar, «nos hemos conducido en elmundo», con «sinceridad de Dios». Parece ser que ladiferencia entre la sencillez y la sinceridad es ésta: lasencillez se refiere a la intención misma; la sinceridad a suejecución. Y esta sinceridad se relaciona no solamente connuestras palabras sino con toda nuestra conversación, segúnse describe antes. No se debe entender esto en ese sentidoestrecho que San Pablo mismo algunas veces usa, al hablarde la verdad, de abstenerse de la maldad, del disimulo y laastucia, sino debe entenderse en un significado más extenso,como quien verdaderamente pega en el blanco al cual apuntacon sencillez. De la misma manera esto implica aquí quetodo lo que hablamos y hacemos es para la gloria de Dios;33

que todas nuestras palabras no sólo están dirigidas a esepropósito sino que en verdad nos conducen hacia ello; quetodas nuestras acciones fluyen como un riachuelo apacible,uniformemente sujeto a este gran fin, y que en nuestrasvidas completas nos dirigimos directamente hacia Dios, yeso de continuo, caminando firmemente por el camino desantidad, en las sendas de justicia, misericordia y verdad.

13. Este tipo de sinceridad es llamado por elApóstol «sinceridad piadosa», o «sinceridad de Dios»(eilikrineía theou),34 no sea que la confundamos con lasinceridad de los paganos (pues ellos también tenían una

33 1 Co. 10.31.34 Wesley ofrece el griego, porque la versión que está utilizando dice«sinceridad piadosa» en lugar de «sinceridad de Dios», como dice el griego ycomo dice también la RVR.

El testimonio de nuestro propio espíritu236

clase de sinceridad entre ellos mismos, la cual tenían en muyalta estima). También lo hace para denotar el objeto y el finde sinceridad como virtud cristiana, tomando en cuenta quetodo lo que no está dirigido hacia Dios tiende a hundirse enlos débiles y pobres rudimentos del mundo.35 Al llamarla«sinceridad de Dios», el Apóstol también menciona a suautor, el Padre de las luces, de quien proviene todo donperfecto,36 lo cual se explica mejor en las palabras quesiguen: «no con sabiduría humana sino con la gracia deDios».

14. «No con sabiduría humana». Es como si elApóstol hubiera dicho, «No podemos conversar en elmundo por medio de ninguna fuerza natural de nuestroentendimiento, tampoco por ningún conocimiento adquiridonatural o por medio de la sabiduría. No podemos obteneresta sencillez o practicar esta sinceridad por la fuerzahaciendo uso del sentido común, o guiados por la buenanaturaleza o la buena preparación. Esto va más allá denuestro valor nativo y nuestra resolución, al igual que todosnuestros preceptos filosóficos. El poder de la costumbre nobasta para adiestrarnos en esto, ni las mas refinadas reglasde la educación humana. Ni tampoco pude yo, Pablo,lograrlo, a pesar de todas las ventajas que disfruté mientrasestaba «en la carne»37 (en mi estado natural), y perseguíaesto por medio de la «sabiduría» carnal y natural.

Y aun así, seguramente, si alguien pudo haberlogrado esto por medio de esa sabiduría, ese alguien fuePablo. Porque casi no podemos concebir la idea de quealguien esté mas capacitado y sea más favorecido con todos 35 Gá. 4.9.36 Stg. 1.17.37 Ro. 7.5

Sermón 12 237

los dones tanto de la naturaleza como de la educación.Porque además de sus habilidades naturales, queprobablemente no eran inferiores a las de suscontemporáneos, tenía todos los beneficios del aprendizaje,habiendo estudiando en la Universidad de Tarso, paradespués estudiar bajo los pies de Gamaliel, la persona demayor reconocimiento tanto por su integridad como por suconocimiento que existía entonces en toda la nación judía. Yademás, Pablo tenía todas las ventajas posibles de laeducación religiosa, siendo fariseo, hijo de fariseo, formadoen la más estricta profesión o secta, que se distinguía de lasdemás precisamente por su escrupulosidad. Y él aventajabaa muchos de sus contemporáneos en su nación, siendomucho más celoso de las tradiciones de sus padres,38 entodo lo que pensaba le agradaba a Dios y, en cuanto a lajusticia que es en la ley, irreprensible.39 Pero aun así nopudo alcanzar esta sencillez y sinceridad piadosa. Todo eratrabajo perdido, en un sentido profundo y doloroso por locual fue constreñido a clamar: «Pero cuantas cosas eranpara mí ganancia, las he estimado como pérdida por amorde Cristo».40

15. Pablo no hubiera obtenido esto sino por laexcelencia del conocimiento de Cristo Jesús,41 o «por lagracia de Dios»--otra expresión que casi quiere decir lomismo. Por «la gracia de Dios» se entiende algunas vecesese amor libre, esa misericordia inmerecida, por la cual yo,un pecador, soy reconciliado con Dios por los méritos deCristo. Pero en este caso quiere decir ese poder de Dios, el

38 Gá. 1.14.39 Fil. 3.6.40 Fil. 3.7-8.41 Compárese el texto principal y Fil. 3.8.

El testimonio de nuestro propio espíritu238

Espíritu Santo que en vosotros produce así el querer comoel hacer, por su buena voluntad.42 Tan pronto como lagracia de Dios (en el sentido primordial de su amorperdonador) ministra a nuestra alma, la gracia de Dios (en elsentido secundario, el poder del Espíritu) se presentatambién 2allí. Y ahora podemos hacer, por la gracia de Dios, lo que eraimposible para el ser humano. Ahora sí podemos conversarcorrectamente. Podemos hacer todas las cosas a la luz y elpoder de ese amor, por medio de Cristo quien nosfortalece.43 Ahora tenemos «el testimonio de nuestraconciencia», la cual nunca hubiéramos tenido por medio dela sabiduría humana, «que con sencillez y sinceridad deDios,... nos hemos conducido en el mundo».

16. Esto es propiamente el fundamento del gozocristiano. Por lo tanto, ahora sí podemos concebir cómoquien tiene este testimonio en sí mismo, se regocijasiempre.44 Puede decir, «engrandece mi alma al Señor y miespíritu se regocija en Dios mi Salvador».45 Yo me regocijoen él quien, con su propio amor inmerecido, su misericordialibre y amorosa, me llamó a este estado de salvación46

donde con su poder ahora permanezco. Me regocijo porquesu Espíritu da testimonio a mi espíritu de que somos hijosde Dios,47 que he sido comprado con la sangre delCordero,48 y al creer en él, soy miembro de Cristo, hijo de

42 Fil. 2.13.43 Fil. 4.13.44 1 Ts. 5.16.45 Lc. 1.46-47.46 Cita del Catecismo, Libro de Oración Común.47 Ro. 8.16.48 Ap. 7.14; 12.11.

Sermón 12 239

Dios y heredero del reino.49 Me regocijo porque el amor deDios hacia mí ha ocasionado en mí, por el mismo Espíritu,que le ame; y que por él, ame a cada criatura de Dios, a cadaser viviente que él ha creado. Me regocijo porque pone enmí el mismo sentir que hubo en Cristo:50 sencillez, la miradafija en él a cada palpitar de mi corazón, la capacidad dedirigir siempre el ojo amoroso de mi alma hacia quien meamó y se entregó a sí mismo por mí;51 de dirigirme hacia élsolamente, hacia su gloriosa voluntad, en todo lo que piensoo hablo o hago; pureza, no deseando ninguna otra cosa sinoa Dios, crucificando la carne con sus afectos y lujurias,52

poniendo la mira en las cosas de arriba, no en las de latierra;53 santidad para recobrar la imagen de Dios;54 unarenovación del alma a su imagen; y una sinceridad piadosa,dirigiendo todas mis palabras y obras hacia su gloria. Enesto me regocijo de igual manera, y aún me regocijaré,porque mi conciencia da testimonio al Espíritu Santo, por laluz que continuamente derrama sobre ella para que andecomo es digno de mi vocación. Soy llamado55 para que meabstenga de toda clase de maldad,56 huyendo del pecadocomo si fuera una serpiente,57 y en cuanto tengaoportunidad que haga todo el bien posible, de cualquierclase, a todas las personas, que siga a mi Señor en todos suscaminos, y haga lo que sea aceptable delante de él. Me

49 Paráfrasis compuesta de 1 Co. 6.15; Ro. 8.16-17 y Stg. 2.5.50 Fil. 2.5.51 Gá. 2.20.52 Gá. 5.24.53 Col. 3.2.54 Gn. 1.27; 9.6.55 Ef. 4.1.56 1 Ts. 5.22.57 Ec. 21.2.

El testimonio de nuestro propio espíritu240

regocijo porque tanto veo como siento, por medio de lainspiración del Espíritu Santo de Dios, que todas mis obrasson hechas en él, sí, y que él es quien obra todas mis obrasen mí. Me regocijo al ver, por medio de la luz de Dios quebrilla en mi corazón, que tengo poder para andar en suscaminos, y que por medio de su gracia no me desvío deellos, ni a la derecha ni a la izquierda.58

17. Tales son el fundamento y la naturaleza de esegozo con el cual el cristiano se regocija siempre. Y por todoesto podemos inferir, primero, que este gozo no es natural.No llega a nosotros por ninguna causa natural; ni porninguna emoción espiritual. Esto puede dar un gozopasajero. Pero el cristiano se regocija siempre.59 No se debea la salud del cuerpo o al ocio, o a alguna fuerza oconstitución porque este gozo es tan fuerte tanto en mediode la enfermedad como en el dolor; sí, tal vez más fuerte queantes. Muchos cristianos nunca han experimentado ningunaclase de gozo comparable al que llena el alma cuando elcuerpo está casi gastado por el dolor, o consumido poralguna enfermedad crónica. Y menos que todo, se debeatribuir este gozo a la prosperidad externa, a la buenavoluntad de los demás, o a la abundancia de posesionesmateriales. Porque es cuando su fe es probada por el fuego,por toda clase de aflicciones externas, que los hijos de Diosse regocijan en aquél a quien sin ver lo aman, aun con ungozo inexplicable.60 Y nunca antes los humanos seregocijaron como los que fueron usados como laescoria...del mundo,61 quienes vagaban de aquí para allá,

58 Jos. 23.6.59 2 Co. 6.10.60 1 P. 1.8.61 1 Co. 4.13.

Sermón 12 241

necesitados de todo, con hambre, fríos, desnudos, en juiciosno solamente de burlas crueles, sino más que todo enprisiones,62 sí, quienes no escatimaron su propia vida.63

18. De las consideraciones precedentes podemosinferir, en segundo lugar, que el gozo de un cristiano no sedebe a ninguna ceguera de conciencia, por no poder discernirentre lo bueno y lo malo. El cristiano no conocía este gozohasta que los ojos de su entendimiento le fueron abiertos.64

No lo conocía hasta que tuvo sentidos espirituales, capacesde discernir espiritualmente lo bueno y lo malo.65 Y ahora elojo de su alma no se oscurece. Nunca antes tuvo tan buenavista. Ahora tiene una rápida percepción de las cosas máspequeñas que es extraordinaria para el ser natural. Así comola mota es visible en un rayo de sol, así también para quienanda en la luz bajo los rayos del sol increado, cada mota depecado le es visible. Ya no cerrará los ojos de su conciencia.Ese sopor se ha alejado de ella. Su alma está ampliamentedespierta: no más dormitar, ni cruzar los brazos parareposar.66 Continuamente está sobre la torre de guardia paraescuchar lo que el Señor le dirá.67 Y siempre se regocija en lamisma cosa, como quien ve al Invisible.

19. En tercer lugar, el gozo del cristiano tampoco seobtiene por medio del entorpecimiento o endurecimiento dela conciencia. Es cierto que hay una clase de gozo enaquéllos cuyos necios corazones están entenebrecidos,68

62 He. 11.36.63 Hch. 20.24.64 Ef. 1.18.65 He. 5.14.66 Pr. 6.10; 24.33.67 Is. 21.8; 37.22.68 Ro. 1.21.

El testimonio de nuestro propio espíritu242

cuyo corazón es insensible, sin sentimientos, entorpecido, yconsecuentemente sin entendimiento espiritual. Debido asus corazones insensibles e insensatos, se pueden regocijaral cometer pecado, y a esto probablemente le llaman«libertad». Lo que verdaderamente es embriaguez del alma,es un adormecimiento fatal del espíritu, la insensibilidadestúpida de una conciencia cauterizada. Por el contrario, uncristiano tiene una sensibilidad sumamente desarrollada, cualnunca la había concebido antes. Antes que el amor de Diosreinara en su corazón, nunca tuvo tal ternura de conciencia.Esto también es su gloria y su gozo, que Dios ha escuchadosu continua oración:

Oh, que mi tierna alma pudiera volarDel primer encuentro abominable de maldad:Tan rápido como la niña del ojoAl sentir el toque leve del pecado.69

20. Para concluir, el gozo del cristiano es el gozo dela obediencia, gozo en amar a Dios y guardar susmandamientos. Sin embargo, no es cuestión de guardarloscomo si por ello cumpliéramos las condiciones del pacto deobras. Como si por nuestras obras de justicia procurásemosel perdón y la aceptación de Dios. No es así: ya hemos sidoperdonados y aceptados por medio de la misericordia deDios en Cristo Jesús. No es que procuremos la vida pornuestra propia obediencia, la vida libre de la muerte depecado. Ya hemos obtenido esto también por la gracia deDios. Os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos envuestros pecados.70 Y ahora estamos vivos para Dios enCristo Jesús, Señor nuestro.71 Pero nos regocijamos en 69 Hymns and Sacred Poems (1742), p. 218.70 Ef. 2.1.71 Ro. 6.11.

Sermón 12 243

andar de acuerdo con el pacto de gracia, en amor santo, yfeliz obediencia. Nos regocijamos en saber que siendojustificados por su gracia,72 no hemos recibido en vano lagracia de Dios.73 Que él, habiéndonos reconciliadogratuitamente consigo mismo (no porque nosotrostuviésemos voluntad para ello o por nuestro caminar, sinopor la sangre del Cordero), nos reconcilió consigo mismo, yahora andamos en sus mandamientos por la fortaleza quenos ha dado.74 El me ha ceñido de fuerzas para la pelea,75 ynosotros con gusto peleamos la buena batalla de la fe.76

Nos regocijamos por medio de él quien vive por la fe ennuestros corazones, para echar mano de la vida eterna.77

Este es nuestro gozo, que nuestro Padre hasta ahoratrabaja,78 para que nosotros también hagamos las obras deDios (no por nuestras propias fuerzas o sabiduría sino pormedio del poder de su Espíritu que se nos dagratuitamente).79 Y quiera Dios trabajar en nosotros todoaquello que sea agradable a sus ojos,80 pues suyos son lagloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

72 Ro. 3.24; Tit. 3.7.73 2 Co. 6.1.74 Sal. 119.32.75 Sal. 18.39; 2 S. 22.40.76 1 Ti. 6.12.77 Ibid.78 Jn. 5.17.79 Jn. 6.28.80 He. 13.21.

245

Sermón 13

Del pecado en los creyentes

2 Corintios 5.17De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es.

I.1 ¿Existe el pecado en quien está en Cristo?¿Permanece el pecado en quien cree en él?1 ¿Hay algúnpecado en los que son nacidos de Dios,2 o son totalmenteliberados de él? No crean que esto es una pregunta curiosa,o que es de poca importancia, en cualquier forma que sedetermine. Por el contrario, es un punto sumamenteimportante para cualquier cristiano sincero, pues surespuesta concierne tanto a la felicidad presente como a laeterna.

2. No sé que este punto se haya discutido en laiglesia primitiva. En realidad no había lugar para discutirlo,pues todos los cristianos estaban de acuerdo. Y en lo que yohe observado, todos los primeros cristianos que nos handejado algo por escrito, declaran a una voz que aun loscreyentes en Cristo, hasta que lleguen a fortalecerse en elSeñor, y en el poder de su fortaleza, tienen que lucharcontra principados, contra potestades, y no contra sangre ycarne.3

3. Y en este punto, como a la verdad en muchosotros, nuestra iglesia sigue fielmente a la primitiva y declaraen su Artículo IX: «El Pecado Original [...] es la compasión

1 Jn. 9.36,41.2 1 Jn. 3.9; 4.7, etc.3 Ef. 6.10,12.

El pecado en los creyentes246

de la naturaleza de cada persona, [...] por la cual [...] seinclina en su propia naturaleza al mal, de tal manera que eldeseo de la carne es contra el Espíritu. Y esta infección de lanaturaleza permanece en los regenerados, en donde el deseode la carne, llamada en griego fróneema serkós, [...] no sesujeta a la ley de Dios. Y aunque no hay condenación paralos que creen [...], sin embargo, esta concupiscencia tiene depor sí el carácter de pecado».

4. Las otras iglesias dan este mismo testimonio, nosólo la Iglesia Griega y Romana, sino cada iglesia reformadaen Europa, de cualquier denominación. Inclusive, algunas deellas se van al extremo describiendo la corrupción delcorazón del creyente de tal manera que no puede dominarlosino que, por el contrario, los creyentes están sujetos a él.Con lo cual casi borran la diferencia entre el creyente y el nocreyente.

5. Para evitar este extremo, muchas personas bienintencionadas, especialmente entre quienes siguen al finadoConde Zinzendorf, cayeron en el otro extremo, declarandoque «todos los creyentes verdaderos no son slavos sólo deldominio del pecado, sino de la esencia misma del pecado,tanto interno como externo, de tal manera que ya no moraen ellos.» Y hace como 20 años, muchos de nuestrosciudadanos recibieron de ellos y aceptaron la mismaopinión--que aun la corrupción de la naturaleza ya no estáen quienes creen en Cristo.

6. Es cierto que cuando a los alemanes4 se lesdemandó mayor claridad acerca de esto, muchosconsintieron que el pecado sí permanece en la carne pero noen el corazón del creyente. Después de algún tiempo,

4 Es decir, los moravos.

Sermón 13 247

cuando se dieron cuenta de lo absurdo de tal posición, laabandonaron, diciendo que el pecado sí permanece en quiennace de Dios, aunque ya no reina.

7. Los ingleses que habían recibido esta doctrina delos alemanes (unos directamente, otros no), no se dejaronconvencer tan fácilmente a abandonar tal doctrina. Aunquecasi todos vieron que no había manera de defenderla, variosse persuadieron a dejarla, pues hasta el día de hoy lasostienen.

II.1 Por el bien de éstos que en verdad temen a Diosy desean conocer la verdad que está en Jesús,5 no erramosal considerar este punto con calma e imparcialidad. Al haceresto, uso las palabras «regenerados», «justificados» y«creyentes» indistintamente porque, aunque no tienenprecisamente el mismo significado (la primera implica uncambio interno, catual; la segunda un cambio relativo, y latercera son los medios por los cuales los dos primeros seproducen), sin embargo, llegan a ser la misma cosa, porquequien «cree» es tanto «justificado» como «nacido de Dios.»

2. Aquí me refiero al pecado interno, o sea cualquierenojo, pasión o afecto, tal como el orgullo, la obstinación, elamor al mundo en cualquiera de sus formas, laconcupiscencia, la ira, la irritabilidad, o cualquierdisposición contraria a la mente de Cristo.

3. No se trata del pecado externo, de si los hijos deDios cometen pecado o no. Todos estamos de acuerdo ysostenemos firmemente que el que practica el pecado es deldiablo.6 Estamos de acuerdo en que quien es nacido deDios, no practica el pecado.7 Tampoco estamos indagando 5 Ef. 4.21.6 1 Jn. 3.8.7 1 Jn. 3.9.

El pecado en los creyentes248

aquí si el pecado interno permanecerá siempre en los hijosde Dios; si continuará en el alma mientras esté en el cuerpo.Tampoco estamos tratando de descubrir si la personajustificada puede recaer en un pecado ya sea interno oexterno. Nos preguntamos únicamente: ¿está libre de todopecado quien ha sido justificado o regenerado, desde elmomento mismo de la justificación? ¿No queda pecado ensu corazón ahora ni nunca más, a menos que caiga de lagracia?

4. Concedemos que el estado de una personajustificada es inefablemente grande y glorioso. Ha nacido denuevo, no de sangre ni de voluntad de carne, ni de voluntadde varón, sino de Dios. 8Es hijo de Dios, miembro deCristo, heredero del reino de los cielos. La paz de Dios, quesobrepasa todo entendimiento, guardará su corazones y suspensamientos en Cristo Jesús.9 Su propio cuerpo es templodel Espíritu Santo,10 y morada de Dios en el Espíritu.11 Hasido creado en Cristo Jesús;12 lavado, y santificado. Suscorazones han sido purificados por la fe.13 Ha sido limpiadala corrupción que hay en el mundo.14 El amor de Dios hasido derramado en sus corazones por el Espíritu Santo queles fue dado.15 Y mientras ande en amor16 (lo cual siemprees posible) adorará a Dios en Espíritu y en verdad.17

8 Jn. 1. 13.9 Fi. 4.7.10 1 Co. 6.19 .11 Ef. 2.22.12 Ef. 2.10.13 Hch. 15.9.14 2 Pe. 1.14.15 Ro. 5.5,16 Ef. 5.2.17 Jn. 4.23,24.

Sermón 13 249

Guarda sus mandamientos, y hace las cosas que sonagradables delante de Dios,18 de tal manera procura tenersiempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante loshombres.19 Y tiene poder sobre el pecado tanto internocomo externo, desde el momento que es justificado.

III.1 Pero ¿no queda entonces libre de todo pecado,de tal manera que ya no hay pecado en su corazón? Nopuedo decir ni creer tal cosa, pues San Pablo dice locontrario. El se está dirigiendo a creyentes, y les describe suestado general cuando dice, «El deseo de la carne es contrael Espíritu, y el Espíritu contra la carne, y éstos se oponenentre sí».20 Nada puede ser más claro. El Apóstol aquíafirma directamente que «la carne», la naturalezapecaminosa, se opone «al Espíritu» también en loscreyentes, pues aun en los que han sido regenerados haydos principios que «se oponen entre sí.»

2. Además, cuando les escribe a los creyentes deCorinto, a los santificados en Cristo Jesús,21 les dice, «Yo,hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sinocomo a carnales, como a niños en Cristo ... porque aún soiscarnales pues habiendo entre vosotros celos, contiendas ...¿no sois carnales?»22 Aquí Pablo se dirige indudablementea los que son creyentes, a los cuales califica como hermanosen Cristo, pero les dice que todavía son carnales, puesafirma que hay «envidias» (un temperamento maligno) queocasionan «pleitos» entre ellos mismos, y sin embargo, noda la más mínima indicación de que hayan perdido su fe.

18 1 Jn. 3.22.19 Hch. 24.16.20 Gá. 5.17.21 1 Co. 1.2.22 1 Co. 3.1,3.

El pecado en los creyentes250

No. Abiertamente les declara que no la han perdido, pues delo contrario, no serían «niños en Cristo». Y lo másmaravilloso de esto, es que él habla de ser «carnal» y de«niños en Cristo,» como una misma cosa, demostrandoclaramente que cada creyente es «carnal» (hasta ciertogrado) mientras siga siendo sólo un «niño en Cristo».

3. Ciertamente este punto tan importante, que en loscreyentes existen estos principios contrarios, es decir, lanaturaleza y la gracia; la carne y el espíritu, se encuentra entodas las epístolas de Pablo y en toda la Escritura. Casitodas las instrucciones y exhortaciones que se encuentran enellas están fundadas sobre esta suposición, señalando lasmalas inclinaciones o prácticas de quienes, a pesar de todo,son reconocidos por los escritores sagrados como creyentes.Y constantemente se les exhorta a luchar y vencer sobre elmal, por medio del poder de la fe.

4. Y ¿quién puede dudar que el ángel de la Iglesia deEfeso tenía fe cuando nuestro Señor le dijo, «Yo conozco tusobras y tu arduo trabajo y paciencia...Y has tenidopaciencia y has trabajado por amor de mi nombre y no hasdesmayado?» Pero ¿acaso esto significa que en todo esetiempo no hubo pecado en su corazón? Sí, sí lo hubo. OCristo no hubiera agregado, «Pero tengo contra ti, que hasdejado tu primer amor».23 Esto que Dios vio en su corazónera verdadero pecado, del cual se le exhorta a que searrepienta. Y sin embargo, no tenemos derecho a decir queno tenía fe.

5. Al ángel de la Iglesia de Pérgamo también se leexhorta a arrepentirse, lo cual implica pecado, aunquenuestro Señor expresamente le dice, «no has negado mi

23 Ap. 2.2-4.

Sermón 13 251

fe».24 Y al ángel de la Iglesia en Sardis le dice, «afirma lasotras cosas que están para morir».25 Lo bueno que había enesa iglesia estaba listo para morir, pero no estaba muertorealmente, pues todavía permanecía en ella una chispa de feque debía guardar.

6. Otra vez cuando el Apóstol llama la atención a loscreyentes a limpiarse a sí mismos de toda contaminación decarne y de espíritu,26 claramente indica que no estabanlimpios todavía.

¿Me contestarán ustedes que el que se abstiene detoda clase de mal27 se limpia ipso facto a sí mismo de todamaldad? De ninguna manera. Por ejemplo, una persona mecalumnia y yo me enojo con ella, lo cual es contaminacióndel espíritu, y sin embargo no digo nada. Aquí me abstengode toda clase de maldad, pero esto no me limpia de esacontaminación del espíritu, según tristemente compruebo.

7. Por tanto, la teoría de que «no hay pecado en elcreyente, ni mente carnal, ni tendencia a reincidir» escontraria a la Palabra de Dios y a la experiencia de sus hijos.Estos constantemente sienten que tienen un corazóninclinado a reincidir, una tendencia natural al mal, unainclinación a alejarse de Dios y asirse de las cosas delmundo. Son sensibles diariamente al pecado que permaneceen sus corazones, al orgullo, la obstinación, la incredulidad,y al pecado que se aferra a todo lo que dicen y hacen (aun asus mejores acciones y deberes más sacros). Sin embargo, almismo tiempo ellos saben que son de Dios.28 No pueden

24 Ap. 2.13.25 Ap. 3.2.26 2 Co. 7.1.27 1 Tes. 5.22.28 1 Jn. 5.19.

El pecado en los creyentes252

dudar por un solo momento. Sostienen que el mismoEspíritu da testimonio a sus espíritus que son hijos deDios.29 Se regocijan en Dios por medio del Señor nuestroJesucristo, de quien han recibido la expiación.30 Así pues,están igualmente seguros de que el pecado está en ellos y deque Cristo está en ellos, la esperanza de gloria.31

8. Pero, ¿puede Cristo morar en el mismo corazóndonde hay pecado? Indudablemente que sí; de otra manerala persona no pudiera ser salva. Donde está la enfermedad,allí está el médico,

Continuando su obra internaluchando por erradicar el pecado.32

Cristo ciertamente no puede reinar donde el pecado reina,ni tampoco puede morar donde todo pecado se permite.Pero él reina y mora en el corazón de cada creyente quelucha en contra del pecado aunque no esté purificado segúnlos ritos de purificación del santuario.33

9. Ya se ha observado antes, que la doctrina contrariaque enseña que no hay pecado en los creyentes, estotalmente nueva en la Iglesia de Cristo. Por diecisiete siglosno se había oído de ello hasta que el Conde Zinzendorf ladescubrió. Yo no recuerdo haber leído la más mínimainsinuación de ello en los escritores antiguos ni modernos, amenos que se encuentren probablemente en los escritos dealgunos antinomianos exagerados. Y éstos lo mismo dicenque se desdicen, reconociendo que hay pecado en la carnemás no en el corazón. Pero cualquier doctrina nueva debe de

29 Ro. 8.16.30 Ro. 5.11.31 Col. 1.27.32 Del himnario Hymns and Sacred Poems (1739), p. 214.33 2 Cr. 30.19.

Sermón 13 253

estar equivocada; porque la religión antigua es la única yverdadera, y ninguna doctrina puede estar correcta, a menosque sea la misma que era desde el principio.34

10. Otro argumento más en contra de esta doctrinanueva y antibíblica, se puede deducir de sus terriblesconsecuencias. Alguien dice «hoy me enojé». ¿Acaso deboyo contestarle «usted no tiene fe»? Otro puede decir, «séque su consejo es bueno, pero mi voluntad se opone a él».¿Debo acaso decirle, «usted es un inconverso que está bajola ira y la maldición de Dios»? ¿Cuál será la consecuencianatural de esto? Porque si la persona cree lo que digo, sualma no sólo se entristecerá y se lastimará, sino tal vez sedestruirá totalmente, pues perderá esa confianza que tienegrande galardón?35 Y habiéndose despojado de su escudo,¿cómo apagará los dardos de fuego del maligno?36 ¿Cómovencerá al mundo?37 puesto que esta es la victoria que havencido al mundo, nuestra fe.38 Queda desarmada frente asus enemigos, expuesta a todos sus ataques. No nossorprenda si es finalmente destruida, si es llevada cautiva, sicede a una y otra maldad, y nunca se puede levantar.

Luego, por ningún motivo puedo yo aceptar ladeclaración que dice «no hay pecado en un creyente desde elmomento que es justificado». En primer lugar, porque escontraria a todo el tenor de la Biblia. En segundo lugar,porque es contraria a la experiencia de los hijos de Dios. Entercer lugar, porque es absolutamente nueva. Nunca se habíaoído de esto, hasta hace poco. Y, en último lugar, porque

34 Jn. 1.1.35 He. 10.35.36 Ef. 6.16.37 Jn. 16.33.38 1 Jn. 5.4.

El pecado en los creyentes254

tiene consecuencias fatales, no solamente contristando aquienes Dios no desea contristar, sino tal vez arrastrándolesa la perdición eterna.

IV.1. Sin embargo, escuchemos los argumentosprincipales de quienes sostienen esto. Primeramente, tratande demostrar por medio de la Escritura que no hay pecadoen el creyente. Por lo tanto dicen: La Biblia asegura que cadacreyente es nacido de Dios,39 limpio,40 santo,41

santificado,42 puro de corazón,43 tiene un corazón nuevo, estemplo del Espíritu Santo.44 Ahora bien, como lo que esnacido de la carne, carne es, y es totalmente malo, asítambién lo que es nacido del Espíritu, es espíritu,45 y estambién todo bueno. El ser humano no puede ser limpio,santificado, puro; y al mismo tiempo inmundo, nosantificado, impuro. No puede ser puro e impuro, o tenerun corazón tanto nuevo como viejo. Ni su alma puede serinmunda, mientras es el templo del Espíritu Santo.

He expuesto esta objeción tan fuertemente como hepodido, para que todo su peso pueda verse. Examinémoslaahora, parte por parte. En primer lugar, lo que es nacido delEspíritu, espíritu es, y por tanto es bueno. Yo acepto eltexto, pero no el comentario. Lo que el texto afirma, y nadamás, es que toda persona que es nacida del Espíritu esespiritual. Sí lo es. Pero puede ser que no lo sea del todo.Los cristianos de Corintio eran espirituales, pues de otra

39 1 Jn. 3.9; 4.7.40 Jn. 15.3.41 Ef. 1.4.42 Ro. 15.16.43 Mt. 5.8.44 1 Co. 6.19.45 Jn. 3.6.

Sermón 13 255

manera no hubieran sido cristianos. Sin embargo, no eran deltodo espirituales; todavía eran (en parte) carnales. Alguienobjetará, «pero habían caído de la gracia». San Pablo diceque no: eran todavía «niños en Cristo».46 En segundo lugar,declaran que la persona no puede ser limpia, santificada,pura, y al mismo tiempo sucia, impura, e inmunda.Ciertamente que sí puede. Los corintios lo eran. El Apóstolles dice Ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados,propiamente limpiados de la fornicación, idolatría, yborracheras, y toda otra clase de pecado externo.47 Almismo tiempo en otro sentido de la palabra no eransantificados; no eran lavados, no estaban limpios de envidia,ni de las malas opiniones, de la parcialidad. Dirán entonces:«pero de seguro, no tenían un corazón nuevo y un corazónviejo a la misma vez». Seguro que sí lo tenían, porque en almismo tiempo sus corazones habían sido renovadosverdadera, pero no completamente. Su mente carnal habíasido clavada en la cruz; mas no estaba completamentedestruida. «Pero», dirán, «¿podían ser inmundos, mientrasque eran templos del Espíritu Santo?48 Sí. No cabe duda deque eran templos del Espíritu Santo; pero también era ciertoque en parte eran carnales, es decir, inmundos.

2. Otra vez objetarán: «Sin embargo, hay un pasajebíblico que pondrá fin a esta pregunta: si alguno (uncreyente) está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejaspasaron, he aquí todas son hechas nuevas».49 Ciertamente,no se puede ser nueva criatura y vieja al mismo tiempo,pero sí se puede ser renovada en parte, lo cual era el caso

46 1 Co. 3.1.47 1 Co. 6.9,10,11.48 1 Co. 6.19.49 2 Co. 5.17.

El pecado en los creyentes256

mismo de los corintios. Habían sido renovados,indudablemente, en el espíritu de su mente,50 o no hubieransido siquiera «niños en Cristo».51 Sin embargo, no tenían lamente toda que hubo en Cristo,52 pues había envidias entreellos. Otra vez objetarán: «eso expresamente dice, las cosasviejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas». Nodebemos de interpretar las palabras del Apóstol de tal modoque se contradiga a sí mismo. Si Pablo va a ser consecuenteconsigo mismo, el significado claro de sus palabras es éste.Su antiguo juicio (en relación con la justicia, la santidad, lafelicidad, y todo lo que tenga que ver con Dios en general),ha pasado, lo mismo sus deseos antiguos, afectos, malgenio, y conversación. Todos éstos han llegado a serindudablemente, nuevos, completamente diferentes de loque eran. Aun así, aunque son nuevos, no son totalmentenuevos. Todavía siente, para su propia vergüenza y tristeza,los residuos del viejo hombre,53 demasiadas manchasmanifiestas de su mal carácter e inclinaciones: una ley en susmiembros que constantemente lucha contra la ley de sumente,54 aunque este mal no logre ventaja alguna55 mientrasvele en oración.56

3. Todo este argumento de que «si está limpio, estálimpio»; «si es santo, es santo»; (y veinte expresionessemejantes que fácilmente pueden aducirse), es en realidadun juego de palabras. Es la falacia de argüir de lo particular a

50 Ef. 4.23.51 1 Co. 3.1.52 Fil. 2.5.53 Co. 3.9.54 Ro. 7.23.55 2 Co. 2.11.56 1 Pe. 4.7.

Sermón 13 257

lo general, de inferir una conclusión general de premisasparticulares. La oración completa dice así, «si la personatiene algo de santa, es santa en todo. Eso no es cierto. Todoniño en Cristo es santo, y sin embargo, no lo es del todo. Essalvo del pecado, sí, pero no completamente. Pues elpecado quiere decir que permanece en la persona pero noreina en ella. Si se imaginan que el pecado no permanece (almenos en los «niños en Cristo», cualesquiera que sea elcaso, en los «jóvenes» o «padres»), ciertamente no hanconsiderado la altura y la profundidad, la anchura, y lalargura de la ley de Dios (aun la ley del amor que Pablomenciona en 1 de Corintios 13); y que cada desviación einconformidad con esta ley (anomía) es pecado.57 Ahorabien, ¿no hay jamás tal inconformidad en el corazón o en lavida del creyente? Lo que pueda haber en un cristianoadulto es otra cosa. ¡Pero cuán desconocedor de lanaturaleza humana ha de ser quien pueda imaginarse que talsea el caso con cada niño en Cristo!

4. Otra objeción: «Pero los creyentes andan en elEspíritu,58 y el Espíritu de Dios mora en ellos. Porconsecuencia, son librados de la culpa, del poder, o, en unapalabra, de la esencia misma del pecado.»

Estos elementos se unen como si fueran una mismacosa. Pero no lo son. La culpa es una cosa, el poder es otra,y la esencia es todavía otra. Estamos de acuerdo en que loscreyentes son librados de la culpa y del poder del pecado,pero negamos que queden libres de su esencia. Ni tampocoestos textos lo demuestra. Una persona puede tener elEspíritu de Dios morando en ella, y puede andar en el

57 1 Jn. 3.4.58 Rom. 8.1.

El pecado en los creyentes258

Espíritu,59 y todavía sentir que la carne se opone alEspíritu.60

5. Otra objeción: «Pero la iglesia es el cuerpo deCristo.61 Esto quiere decir que sus miembros son lavados detoda inmundicia. De lo contrario, implicaría que Cristo yBelial están incorporados el uno con el otro.»

¡No! No podemos pensar que porque quienespertenecen al cuerpo místico de Cristo todavía sienten quela carne es contra el Espíritu, ello quiere decir que Cristotiene alguna clase de compañerismo con el diablo, o con esepecado, ya Cristo mismo ayuda a los creyentes a resistirloy vencerlo.

6. «Pero ¿no pertenecen los cristianos a la Jerusaléncelestial, donde nada inmundo puede entrar?62 Sí, ytambién son parte de una gran compañía de muchosmillares de ángeles, y de los espíritus de los justos hechosperfectos,63 es decir,

Tierra y cielo concuerdan,Todos su gran familia.64

Y son asimismo santos y sin mancha mientras andenconforme al Espíritu,65 aunque saben que existe otroprincipio en ellos, y que se oponen el uno al otro.66

7. Siguen objetando: «Pero los cristianos estánreconciliados con Dios.67 Esto no sería posible si algo de la

59 Ro. 8.1.60 Gá. 5.17.61 Col. 1.24.62 Ap. 21.27.63 He. 12.22-23.64 Hymns and Sacred Poems (1740), p. 198.65 Rom. 8.1.66 Gá. 5.17.67 Ro. 5.10; 2 Co. 5.20.

Sermón 13 259

mente carnal68 permaneciera, pues esto es enemistad conDios. En consecuencia, no puede haber reconciliación sinodestruyendo la mente carnal totalmente.»

Somos reconciliados con Dios por medio de lasangre de la cruz.69 En ese momento la corrupción de lanaturaleza, fróneema sarkós,70 la cual es enemistad conDios,71 nos queda supeditada. La carne ya no nos dominamás.72 Pero todavía existe y continúa con su enemistadnatural con Dios, luchando contra el Espíritu.

8. Insisten: «Pero los que son de Cristo hancrucificado la carne con sus pasiones y deseos.73 Ya lo hanhecho, pero la carne aún permanece, y a menudo estaspasiones luchan por desprenderse de la cruz. No sólo eso,sino que también se han despojado del viejo hombre con suspasiones.74 Las cosas viejas pasaron, todas son hechasnuevas, en el sentido antes descrito. Se pueden citar cientosde textos al respecto, y todos darían la misma respuesta.Pero para resumir esto, diremos que Cristo se dio a símismo por la iglesia, para que ... fuese santa y sinmancha.75 Y así será al final. Pero nunca lo ha sido, desde elprincipio hasta hoy.

9. Dicen: «Pero dejemos que la experiencia hable:todos los que son justificados encuentran al mismo tiempouna libertad completa de todo pecado.» Lo dudo. Pero si esasí, ¿son libres para siempre? De otra manera nada se gana. 68 Ro. 8.7.69 Compare con Co. 1.2070 Rom. 8.7.71 Stg. 4.4.72 Ro. 6.9.73 Gá. 5.24.74 Col. 3.9.75 Ef. 5.25,27.

El pecado en los creyentes260

Dicen: «Si no lo son, es por su propia culpa.» Eso está porverse.

10. Siguen objetando: «Pero en la naturaleza mismade las cosas, ¿puede alguien tener orgullo y no estarorgulloso? ¿Puede tener ira y no estar airado?»

Es posible tener orgullo, puede pensar de sí enalgunas cosas más de lo que se es (y ser orgulloso en eso), yaun así no ser una persona orgullosa en su carácter general.Sí, se puede tener ira, y estar fuertemente propens a ella,pero sin ceder. «Pero», preguntan, «¿pueden la ira y elorgullo morar en un corazón donde solamente hay humildady mansedumbre?» ¡No! Pero algo de orgullo y de ira sípuede haber en un corazón donde hay mucha humildad ymansedumbre.

Dicen entonces: «Pero de nada sirve decir que talesactitudes ahí están, pero no reinan, pues el pecado no puedeexistir en ninguna de sus formas en donde no reina, ya que laculpa y el poder son propiedades esenciales del pecado. Porlo tanto, donde está una, deben de estar todas.»

¡Cosa extraña! ¿Cómo se atreven a decir que elpecado no puede existir en ninguna de sus formas donde noreina? Esto es absolutamente contrario a toda la experiencia,a la Escritura, al sentido común. El estar resentido porquealguien nos insultó es pecado. Es no estar en conformidadcon la ley del amor, es anomía. Esta ha sido mi experienciamiles de veces, pero el pecado no ha reinado ni reina en mí.Dicen que «culpa y el poder son propiedades esenciales delpecado, por lo tanto, donde está una, ahí están todas.» Perono en el ejemplo que antes mencioné. Si no me someto alresentimiento que siento, aun por un momento, no hayninguna culpa, no hay condenación de parte de Dios enesto. Y en este caso, el pecado no tiene poder aunque se

Sermón 13 261

oponga al Espíritu.76 No prevalece. Aquí, por lo tanto,como en otros diez mil casos, hay pecado sin haber la culpani el poder del pecado.

11. «Pero suponer que hay pecado en el creyentelleva a todo lo que causa temor y desaliento. Implica queluchamos contra un poder que se ha posesionado de nuestrafuerza, que ha usurpado nuestros corazones, y que en elloslucha contra nuestro Redentor.» Aunque tal digan, no es así.Afirmar la existencia del pecado en nosotros no implica quesea dueño de nuestra fuerza; al igual que una personacrucificada no tiene poder sobre quienes le crucifican.Tampoco implica que el pecado tenga usurpados nuestroscorazones. El usurpador ha sido destronado. Permanece enverdad donde reinó en un tiempo, pero permanece encadenas. Entonces en cierto sentido sí hace la guerra, perose debilita más y más, mientras que el creyente va defortaleza en fortaleza y de victoria en victoria.

12. Dirás: «No estoy satisfecho todavía. Quien tienepecado es esclavo del pecado. Por se dices que uno esjustificado mientras es todavía esclavo de pecado. Ahora, sise es justificado mientras se tiene orgullo, rencor oincredulidad--y si uno afirma que tales cosas continúanexistiendo, (al menos por un tiempo) en los justificados--¡no hay que maravillarse de que tengamos tantos creyentesincrédulos, orgullosos y de mal carácter!»

No creo que quien ha sido justificado es esclavo delpecado. Pero sí que el pecado permanece (al menos por untiempo) en todos los que son justificados.

«Pero si el pecado permanece en un, creyente es unpecador. Por ejemplo, si tiene orgullo, es orgulloso; si hace

76 Gá. 5.17.

El pecado en los creyentes262

su propia voluntad, es caprichoso; si no cree, es incrédulo.Por tanto, no es creyente. Entonces, ¿cuál es la diferenciaentre los creyentes de los que no han sido regenerados?

Todavía esto es un mero juego de palabras. Nosignifican más que «si hay pecado en la persona, orgullo, yhace lo que quiere, entonces hay pecado, orgullo y hace loque quiere». Y esto nadie lo puede negar. En ese caso,entonces, la persona es orgullosa y terca. Pero no esorgullosa y terca en el mismo sentido que lo son losincrédulos, es decir, los que son gobernados por el orgullo oel capricho. En esto, pues, se distinguen de las personas noregeneradas. Unas obedecen al pecado; las otras no. La carnemora en ambos. Pero unas andan conforme a la carne; lasotras conforme al Espíritu.

Pero, «¿cómo puede la incredulidad morar en uncreyente?» Esa palabra tiene dos significados: Quiere decirque no hay fe, o que hay poca fe; es la ausencia de la fe, o sedebilidad. En el primer caso, la incredulidad no está en elcreyente; en el último, está en todos los niños en Cristo. Sufe está comúnmente mezclada con la duda o el temor, esdecir (según el segundo sentido de la palabra), con laincredulidad. «¿Por qué teméis, hombres de poca fe?»77 dijonuestro Señor. Y en otra ocasión: «¡Hombre de poca fe!¿Por qué dudaste?»78 Como ven, aquí está la incredulidaden los creyentes, poca fe y mucha incredulidad.

13. «Pero la doctrina de que el pecado permanece enel creyente, es decir, que ha encontrado favor delante deDios mientras que hay pecado en su corazón--ciertamenteestimula a pecar.»

77 Mt. 8.26.78 Mt. 14.31.

Sermón 13 263

Si uno entiende bien la proposición, entonces no haytal cosa. Se puede gozar del favor de Dios aunque se sientapecado, pero no sin ceder a él. El tener pecado no le quita auno el favor de Dios; ceder al pecado, sí. Aunque la carneen ti se oponga contra el Espíritu, puede aun así ser hijo deDios. Pero si caminas conforme a la carne, eres hijo deldiablo. Luego, esta doctrina no nos estimula a obedecer alpecado, sino a resistirle con todas nuestras fuerzas.

V.1. En resumen: existen en cada persona, aundespués de haber sido justificada, dos principios contrarios,la naturaleza y la gracia. San Pablo los llama carne yespíritu. Por lo tanto aunque los niños en Cristo sonsantificados, sólo lo son en parte. En cierto grado, según lamedida de su fe, son espirituales; pero en cierta medida, soncarnales. Por ello se exhorta constantemente a los creyentesa cuidarse de la carne, así como del mundo y del diablo. Yesto concuerda con la experiencia constante de los hijos deDios. Aunque tienen el testimonio del Espíritu en símismos, también sienten una voluntad que no ha sidocompletamente sometida a la voluntad de Dios. Saben queestán en él, y a la vez tienen un corazón que se quiereapartar de él. En muchas ocasiones sienten una inclinaciónhacia el mal, una resistencia a lo que es bueno. La doctrinacontraria es totalmente nueva, nunca conocida en la iglesiade Cristo desde su venida al mundo hasta el tiempo delConde Zinzendorf. Acarrea las más fatales consecuencias.Corta toda vigilancia en contra de la naturaleza maligna, encontra de esa Dalila que se nos dice que ya se ha ido, aunquetodavía permanece en nuestro regazo.79 Quiebra el escudo

79 Jue. 16.

El pecado en los creyentes264

de los creyentes débiles, les priva de su fe,80 y así les dejaexpuestos a todos los ataques del mundo, de la carne y deldiablo.

2. Por lo tanto mantengamos la sana doctrina que hasido dada a los santos,81 quienes la pasaron por palabraescrita a las generaciones que les siguieron: que aunquesomos renovados, limpiados, purificados y santificados enel momento mismo en que verdaderamente creemos enCristo, sin embargo todavía no somos renovados nilimpiados ni purificados del todo. La carne, la naturalezapecaminosa, todavía permanece en nosotros (aunque estásujeta) y pelea contra el Espíritu. Con tanta mayor razónusemos de diligencia al pelear la buena batalla de la fe.82

Con tanta mayor razón, velemos y oremos83

fervorosamente en contra del enemigo interno. Con tantamayor razón, pongámonos cuidadosamente toda laarmadura de Dios, porque no luchamos contra sangre ycarne, sino contra principados, contra potestades, contralos gobernadores de las tinieblas de este siglo, contrahuestes espirituales de maldad en las regiones celestes...para que podamos resistir en el día malo, y habiendoacabado todo, estar firmes.84

80 Ef. 6.16.81 Jud. 3.82 1 Ti. 6.12.83 Mt. 26.41; Mc. 13.34.84 Ef. 6.11-13.

265

Sermón 14

El arrepentimiento del creyente

Marcos 1:15Arrepentíos, y creed en el evangelio.

1. Generalmente se cree que el arrepentimiento y lafe son, como quien dice, las puertas de la religión; que sóloson necesarios al principio de nuestra carrera cristiana,cuando emprendemos el camino hacia el reino. Esto pareceser confirmado por el gran Apóstol cuando, al exhortar a loscristianos hebreos a ir adelante a la perfección, les enseñaque dejen los rudimentos de la doctrina de Cristo...noechando otra vez el fundamento del arrepentimiento deobras muertas, de la fe en Dios;1 Lo que debe significar,cuando menos, que deben, comparativamente, abandonarestas cosas que al principio ocuparon sus mentes yproseguir a la meta, al premio del supremo llamamiento deDios en Cristo Jesús.2

2. No cabe la menor duda de que esto es cierto; queexisten cierta fe y arrepentimiento, muy necesariosespecialmente al principio; arrepentimiento que esconvicción de nuestro completo estado de pecado, nuestraculpabilidad y desamparo y que precede a nuestro recibir elreino de Dios que nuestro Señor dice, está entre nosotros;3

y una fe por medio de la cual recibimos el reino: justicia, pazy gozo en el Espíritu Santo.

1 He. 6.1.2 Fil 3.14.3 Lc. 17.21.

El arrepentimiento del creyente266

3. Pero, a pesar de esto, existen ciertoarrepentimiento y cierta fe (tomando estas palabras en otrosentido que no es el mismo ni tampoco por completodiferente al anterior), que son un requisito aun después dehaber creído al evangelio;4 más aun, en todas las sucesivasetapas de nuestra carrera cristiana, pues de otra manera nopodemos correr la carrera que tenemos por delante.5 Estearrepentimiento y fe se necesitan para poder continuarcreciendo en la gracia, así como la fe y el arrepentimientoanteriores fueron esenciales para entrar en el reino de Dios.

Pero, ¿en qué sentido nos debemos arrepentir ycreer después de haber sido justificados? Esta es unapregunta muy importante, digna de ser considerada con lamayor atención.

I. En primer lugar, ¿en qué sentido debemosarrepentirnos?

1. Frecuentemente, el arrepentimiento significa uncambio interior, un cambio de mente del pecado a lasantidad. Pero ahora hablamos de él en un sentido muydiferente: es el conocimiento de uno mismo-—elconocimiento de que somos pecadores; sí, culpables,pecadores sin esperanza, aunque sabemos que somos hijosde Dios.

2. Ciertamente, cuando nos damos cuenta de estopor primera vez, cuando por primera vez encontramosredención en la sangre de Cristo, cuando el amor de Dios sederrama por primera vez en nuestros corazones6 y su reinose establece en ellos, es natural suponer que ya no somospecadores, que todos nuestros pecados están no solamente 4 Mr. 1.15.5 He. 12.1.6 Ro. 5.5.

Sermón 14 267

cubiertos7 sino destruidos. Como entonces no sentimosningún pecado en nuestros corazones, nos imaginamosfácilmente que no existe ninguno en ellos. Algunas personasbien intencionadas se han imaginado esto, no únicamente enaquel tiempo, sino desde entonces, habiéndose persuadidode que cuando fueron justificados fueron completamentesantificados. Incluso lo han establecido como una reglageneral, a pesar de lo que nos dicen la Escritura, la razón yla experiencia. Estas personas creen sinceramente ysostienen firmemente que todo el pecado es destruidocuando somos justificados y que no hay pecado en elcorazón del creyente, sino que es limpio completamente apartir de ese momento. Pero, aunque reconocemos que todoaquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios,8 yque aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado,9 sinembargo no podemos admitir que no lo sienta en su interior;el pecado no reina, pero permanece.10 Y una convicción depecado que permanece en nuestro corazón es un aspectoimportante del arrepentimiento del que estamos hablandoahora.

3. Porque muy pronto la persona que imaginaba quetodo el pecado había desaparecido, siente que todavía hayorgullo11 en su corazón. Se persuade después de que, tantoen éste como en otros muchos respectos, ha pensado de símismo más altamente de lo que debiera pensar y que harecibido la alabanza que no debería haber recibido,

7 Sal. 21.1; 85.2; Ro. 4.7.8 1 Jn. 5.1.9 1 Jn. 3.9.10 Véase: Sermón 13, Del pecado en los creyentes, I. 6.11 Para Wesley, como para San Agustín, el orgullo es el pecado principal.Véase el Sermón 15, El gran tribunal, III, 1.

El arrepentimiento del creyente268

gloriándose como si no la hubiera aceptado. Y, sin embargo,sabe que goza del favor de Dios. Tal persona no puede y nodebe perder su confianza,12 pues el Espíritu mismo datestimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.13

4. Tampoco tarda mucho en sentirse voluntarioso ensu corazón, aun contra la voluntad de Dios. Todo serhumano debe tener voluntad propia, mientras goce deentendimiento. Esta es una parte esencial de la naturalezahumana; es más, de la naturaleza de todo ser inteligente.14

Nuestro bendito Señor mismo, como ser humano, teníavoluntad, de otra manera no hubiera sido hombre.15 Pero suvoluntad humana estaba siempre sujeta a la voluntad de supadre. Todo el tiempo y en todas las ocasiones, aun en laaflicción más profunda, él podía decir: pero no sea como yoquiero, sino como tú.16 Pero no sucede así todo el tiempo,aun con un verdadero creyente en Cristo. Frecuentementetal creyente exalta su propia voluntad contra la de Dios.Desea algo porque le resulta placentero a su naturaleza,aunque no sea agradable a Dios. Rehusa hacer algo porque lecausa dolor, aunque sea la voluntad de Dios para él.Ciertamente (suponiendo que continúe en la fe) lucha encontra de ello con todo su poder. Pero este mismo hechoimplica que la voluntad personal existe y que él estáconsciente de ella.

5. La obstinación y el orgullo son una especie deidolatría, y ambos van contra el amor de Dios. La misma

12 He. 10.35.13 Ro. 8.16.14 Véase: Sermón 60, La liberación general, I. 4.15 Un eco de la controversia monotelita y su resolución en el Sexto ConcilioEcuménico, en Constantinopla, 680-81.16 Mt. 26.39.

Sermón 14 269

observación puede hacerse respecto al amor del mundo.Pero éste, igualmente, aun los verdaderos creyentes estánpropensos a sentir en sí mismos; y todos lo sienten, tarde otemprano, de una o de otra manera. Es cierto, cuandoprimero se pasa de muerte a vida no se desea ninguna otracosa sino Dios. Se puede decir: delante de ti están todos misdeseos,17 y tu memoria es el deseo de mi alma.18 ¿A quiéntengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo enla tierra.19 Pero no es así siempre. Con el transcurso deltiempo se volverán a sentir (aunque probablemente por uncorto lapso) los deseos de la carne, los deseos de los ojos, yla vanagloria de la vida.20 Si no se vela y oraconstantemente, se encontrará que la concupiscencia revivey lucha por hacer caer,21 hasta que ya casi no se tienenfuerzas para resistir. Se puede sentir el asalto de laspasiones desordenadas,22 una fuerte inclinación a dar cultoa las criaturas antes que al creador23—-ya sea un hijo, unpadre, un esposo o una esposa, o su amigo íntimo.Se puedesentir de mil maneras diferentes el deseo por las cosas y losplaceres terrenales. En la misma proporción se uno olvidaráde Dios, sin buscar su felicidad en él y, consecuentemente,llegando a ser amador de los deleites más que de Dios.24

6. Si no se tiene cuidado cada momento se volverá asentir «el deseo de los ojos» el deseo de gratificar suimaginación con algo grande, hermoso o fuera de lo común 17 Sal. 38.9.18 Is. 26.8.19 Sal. 73.25.20 1 Jn. 2.16; véase también el Sermón 7, El camino del reino, II. 2.21 Sal. 118.13.22 Col. 3.5.23 Ro. 1.25.24 2 Ti. 3.4.

El arrepentimiento del creyente270

¡De cuántas maneras este deseo asalta al alma! Tal vez enrelación con bagatelas, como vestidos o muebles—-cosasque nunca fueron designadas para satisfacer el apetito o unespíritu inmortal. Sin embargo, ¡que natural es paranosotros, aun después de haber gustado de la buenapalabra de Dios y los poderes del siglo venidero,25

hundirnos de nuevo en estos torpes y bajos deseos queperecen con su uso! ¡Qué difícil es, aun para aquéllos quesaben en quién han creído,26 dominar aunque sea una partedel deseo del ojo: la curiosidad; pisotearla constantementebajo sus pies, y no desear nada simplemente porque esnuevo!

7. ¡Y qué difícil es, aun para los hijos de Dios,conquistar completamente la soberbia de la vida! San Juanparece que quiere decir con esto casi lo mismo que el mundollama sentido del honor. Este no es otra cosa que el deseo yel deleite del honor que viene de los humanos27-—un deseoy amor por la alabanza, que siempre va acompañado deltemor de ser criticado. Muy cerca a ésta se encuentra lafalsa vergüenza, el avergonzarnos de aquello en quedeberíamos gloriarnos. Y esto raramente se encuentraseparado del temor del hombre,28 que presenta mil trampaspara el alma. Ahora bien, ¿en dónde se encuentra aquél, aunentre aquellos que parecen estar fuertes en la fe, que noencuentra en sí mismo un cierto grado de todas estas malasdisposiciones? Estos están crucificados al mundo29 sólo

25 He. 6.5.26 2 Ti. 1.12.27 Jn. 5.41, 44.28 Pr. 29.25.29 Gá. 6.14.

Sermón 14 271

parcialmente, porque la raíz del mal permanece en suscorazones.

8. Y ¿no es cierto que sentimos también otrasinclinaciones tan antagónicas al amor de nuestros prójimoscomo ésas lo son al amor de Dios? El amor a nuestroprójimo no guarda rencor.30 ¿No encontramos nada maloen nuestro corazón? ¿No encontramos en él celos, malassuposiciones31 y sospechas sin base? El que esté libre decualquiera de estas cosas que lance la primera piedra a suprójimo.32 ¿Quién no siente algunas veces otrasinclinaciones o emociones internas que sabe son contrariasal amor fraternal? Si no existen el odio, la malicia y el rencor,¿no hay un poco de envidia?33 ¿Especialmente haciaaquellos que gozan de algún bien (real o imaginario) quenosotros deseamos, pero que no podemos tener? ¿No nosllena un cierto resentimiento cuando somos injuriados oultrajados? ¿Especialmente por aquellos a quienes amamosy a quienes nos hemos esforzado en ayudar o complacer?¿La injusticia o la ingratitud nunca provoca en nosotrosningún deseo de venganza; ningún deseo de pagar mal pormal, en lugar de vencer con el bien el mal?34 Esto muestracuánto hay todavía en nuestro corazón que es contrario alamor del prójimo.

9. La codicia de toda clase y grado ciertamente escontraria a este amor semejante al de Dios. Ya seaphilarguría, el amor al dinero, que es muy frecuentemente

30 1 Co. 13.5.31 1 Ti. 6.4.32 Jn. 8.7.33 Tit. 3.3.34 Ro. 12.21.

El arrepentimiento del creyente272

la raíz de todos los males,35 o pleonexía,36 literalmente, eldeseo de tener más, o aumentar la riqueza. ¡Cuán pocos,aun de los verdaderos hijos de Dios, son libres de ambas!Un gran hombre, Martín Lutero, acostumbraba decir que él«nunca había tenido codicia, no únicamente desde suconversión, sino nunca, desde su nacimiento». Pero si talcosa es cierta, yo no tengo escrúpulos en decir que él fue elúnico hombre nacido de mujer (excepto aquél que fue Diosy hombre) que no tuvo codicia, que no nació con ella. Yocreo que no ha existido ninguno nacido de Dios, que hayavivido por algún tiempo, que no la haya sentido, más omenos, muchas veces, especialmente en el segundo sentido.Podemos, entonces, afirmar como una verdad indudable quela codicia, junto con el orgullo, la obstinación y el enojo,permanecen en el corazón aun de aquellos que han sidojustificados.

10. Habiendo experimentado esta verdad, muchaspersonas serias se han inclinado a creer que la última partedel capítulo siete de Romanos no se refiere a los que están«bajo la ley»-—los que están convencidos de pecado, que esindudablemente lo que el Apóstol quiere decir-—sino a losque están «bajo la gracia,»37 quienes han sido justificadosgratuitamente por su gracia, mediante la redención que esen Cristo Jesús.38 Y no cabe duda de que, hasta cierto

35 1 Ti. 6.10. Wesley llegará a ser más enfático en su denuncia del amor aldinero y del pecado de la acumulación de riqueza con el transcurso del tiempoy conforme los metodistas llegaron a ser más y más ricos. Véase: Sermón 50,El uso del dinero. Sobre la creciente alarma de Wesley y su angustia sobre laprosperidad de los metodistas, sin ir unida a una filantropía paralela, véase elSermón 28.36 Col. 3.5.37 Ro. 6.14-15.38 Ro. 3.24.

Sermón 14 273

punto, tienen razón, porque, aun en aquellos que estánjustificados, permanece una mente que es, hasta ciertogrado, carnal. Así les dice el Apóstol a los creyentes deCorinto: «aún sois carnales».39 Todavía hay un corazónadherido a la rebelión contra mí,40 siempre dispuesto aapartarse del Dios vivo,41 inclinado al orgullo, laobstinación, el enojo, la revancha, el amor al dinero, a talprofundidad de corrupción que, sin la clara luz de Dios, nola podemos concebir. Y una convicción de este pecado quepermanece en sus corazones es el arrepentimiento queincumbe a aquellos que han sido justificados.

11. Deberíamos convencernos, igualmente, de queasí como el pecado permanece en nuestros corazones, seadhiere a nuestras palabras y acciones. Ciertamente,debiéramos temer que muchas de nuestras palabras esténmás que mezcladas con el pecado; que sean pecadosimplemente. Tal cosa es, indudablemente todaconversación falta de amor,42 todo lo que no procede delamor fraternal, todo lo que no va de acuerdo con la regla deoro: «todas las cosas que queráis que los hombres hagancon vosotros, así también haced vosotros con ellos.»43 Aesta clase pertenecen la difamación, la chismografía, lamurmuración, el hablar mal, es decir, repetir las faltas depersonas ausentes-—porque nadie desearía que otrosrepitieran sus faltas mientras él se encuentra ausente. ¡Cuánpocos son, aun entre los creyentes, los que no son culpables

39 1 Co. 3.3.40 Os. 11.7.41 He. 3.12.42 Un eco de las Reglas Generales de Wesley, 4, en donde se prohíbe toda«conversación falta de amor u ociosa».43 Mt. 7.12; Lc. 6.31.

El arrepentimiento del creyente274

de esto en mayor o menor grado¡ Muy fielmente manda laantigua regla: «De los muertos y los ausentes, nada más lobueno».44 Y suponiendo que lo hacen, ¿se abstienentambién de la conversación ociosa? Sin embargo, todo estoes pecado, sin lugar a dudas, y contrista al Espíritu Santo deDios.45 Ciertamente, por toda palabra ociosa que hablenlos hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.46

12. Pero supongamos que ellos velan y oran, por loque no entran en tentación;47 que constantemente vigilan suboca y guardan la puerta de sus labios;48 supongamos quese ejercitan constantemente, para que su palabra seasiempre con gracia, sazonada con sal,49 adecuada para dargracia a los oyentes;50 sin embargo, ¿no resbalandiariamente usando palabras sin importancia a pesar de todosu cuidado? Aun cuando se esfuerzan en hablar por Dios,¿son puras sus palabras, libres de toda contaminación? ¿Noencuentran nada erróneo en su misma intención? ¿Hablansimplemente para agradar a Dios y no, en parte, paraagradarse a sí mismos? ¿Es completamente para hacer lavoluntad de Dios y no, en parte, para hacer la suyatambién? O, si principian con sinceridad de corazón,¿continúan puestos los ojos en Jesús,51 hablando con él todoel tiempo que permanecen con su prójimo? ¿Cuando estáncondenando el pecado no sienten disgusto o mala voluntad

44 Esta «regla» era, en efecto, un aforismo inmemorial. Wesley lo usa, conalgunas variantes, en algunos de sus otros sermones.45 Ef. 4.30.46 Mt. 12.36.47 Mt. 26.41; Mr. 14.38.48 Sal. 141.3.49 Col. 4.6.50 Ef. 4.29.51 He. 12. 2.

Sermón 14 275

contra el pecador? Cuando están instruyendo al ignorante,¿no sienten orgullo o complacencia de sí mismos? Cuandoestán consolando al afligido, o cuando se están estimulandounos a otros a amar y hacer buenas obras,52 ¿no sientencierta aprobación interior que les dice: «has hablado muybien»? ¿O cierta vanidad, el deseo de que los demás piensenlo mismo y que, con tal motivo, los tengan en mayorestima? En algunos o en todos estos casos, ¡cómo seadhiere el pecado a la mejor conversación de los creyentes!La convicción de lo cual es otra parte del arrepentimientoque incumbe a los que han sido justificados.

13. ¡Cuánto pecado, si su conciencia está biendespierta, pueden encontrar adherido a sus hechos también!¿No existen muchos de esta clase que, si bien el mundo nolos condena, no tienen disculpa ni merecen alabanzas si seles juzga según la Palabra de Dios? ¿No saben ellos mismosque muchas de sus acciones no son para la gloria de Dios?53

Muchas de ellas ni siquiera tenían esta intención y nofueron hechas teniendo a Dios en sus mentes. Y de aquéllasque lo fueron, ¿no hay muchas que fueron hechas sin tenerla vista fija en Dios? ¿En las que hacen su propia voluntad,al menos tanto como la voluntad de Dios, y en las quetratan de agradarse a sí mismos, si no más, al menos tantocomo a Dios? Mientras se esfuerzan en hacer el bien a susprójimos, ¿no sienten malas inclinaciones de varias clases?Por lo tanto, sus buenas acciones, así llamadas, están muylejos de ser tales, estando contaminadas con tal mezcla depecados. ¡Tales son sus obras de misericordia! ¿Y no se

52 He. 10.24.53 1 Co. 10.31.

El arrepentimiento del creyente276

encuentra la misma mezcla en sus obras de piedad?54

Mientras escuchan la palabra que es capaz de salvar susalmas, ¿no sienten temor de que tal vez sirva paracondenarlos, más bien que para salvarlos? ¿No acontece lomismo con frecuencia, cuando tratan de ofrecer susoraciones a Dios ya sea en público o en privado? Aun haymás. Al tomar parte en el culto solemne, al acercarse a lamesa del Señor, ¡qué pensamientos tienen! ¿No vagan susmentes a veces por toda la tierra, imaginando cosas que leshacen temer el que su sacrificio sea una abominación delantedel Señor?55 Así, se avergüenzan más de sus mejores obrasde lo que antes se avergonzaban de sus peores pecados.

14. Además, ¡de cuántos pecados de omisión sonresponsables! Nosotros sabemos las palabras del Apóstol:al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.56

Pero, ¿no se acuerdan de miles de ocasiones en que pudieronhaber hecho el bien a sus amigos, a los extraños, a loshermanos, ya en sus cuerpos, ya en sus almas, y no lohicieron? ¡De cuántas omisiones en el cumplimiento de susdeberes para con Dios son culpables! ¿Cuántasoportunidades de comulgar, de oír su palabra, de orar enpúblico o en privado han sido evadidas? Con razón aquelsanto varón, el arzobispo Usher, después de todo su trabajoen favor de Dios, exclamó, casi al exhalar su último aliento:«Señor, perdona mis pecados de omisión».

15. Además de estas omisiones exteriores, ¿noencuentran dentro de sí mismos un sinnúmero de defectosinteriores? Defectos de toda clase: No tienen el amor, el

54 La distinción entre «obras de piedad» y «obras de misericordia» era unlugar común en el pensamiento anglicano.55 Pr. 15.8.56 Stg. 4.17.

Sermón 14 277

temor, la confianza que debieran tener hacia Dios. No tienenel amor que deben tener para su prójimo, para cada serhumano; ni aun aquel que es debido al hermano, a cada hijode Dios, ya sea que esté lejos o cerca. No tienen la santadisposición en el grado que deberían tenerla, están llenos dedefectos. Muy conscientes de ello están listos a exclamarcon el Sr. de Renty: «Soy un campo lleno de espinas»; ocon Job: Yo soy vil, por tanto me aborrezco, y me arrepientoen polvo y ceniza.57

16. Una convicción de su culpabilidad es otroaspecto del arrepentimiento que deben tener los hijos deDios. Pero esto debe entenderse con cautela y en un sentidoparticular. Porque es cierto: ninguna condenación hay paralos que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme ala carne, sino conforme al Espíritu.58 Sin embargo nopueden soportar mejor ahora la estricta justicia de Dios queantes de haber creído. Esta justicia todavía los declaradignos de muerte en todos los casos mencionadosanteriormente. Y en verdad serían condenados si no fuerapor la sangre expiatoria. Por esta razón están perfectamenteconvencidos de que todavía merecen castigo, aunque ahoraquede olvidado merced a la sangre de Cristo. Pero hayextremos en una y otra mano y pocos escapan de ellos. Lamayoría cae en uno o en el otro, pensando que estáncondenados, cuando no lo están, o pensando que merecenser perdonados. La verdad está en el medio: ellos todavíamerecen, estrictamente hablando, solamente la condenacióndel infierno. Pero lo que merecen no les es dado porque

57 Job 40.4; 42.6.58 Ro. 8.1.

El arrepentimiento del creyente278

tienen un abogado para con el Padre.59 Su vida, muerte eintercesión se interponen entre ellos y la condenación.

17. Una convicción de su completo desamparo esotro aspecto de este arrepentimiento. Con lo que quiero dara entender dos cosas: (1). Que por sí mismos no les es másfácil ahora que antes de ser justificados tener un buenpensamiento, un buen deseo, pronunciar una buena palabrao hacer una buena obra. Que no tienen fortaleza propia enningún grado o de ninguna clase. Carecen de poder parahacer el bien o para resistir al mal. No pueden conquistar oaun resistir al mundo, el diablo o su propia naturalezapecaminosa. Ellos pueden, es cierto, hacer todo esto,60 perono con sus propias fuerzas. Tienen poder para vencer atodo estos enemigos, porque el pecado no se enseñoreará deellos.61 Pero esto no es debido a su naturaleza. En todo o enparte, es un don de Dios.62 Pero éste no se recibe todo deuna vez, como efectos que se almacenan para muchos años,sino momento a momento.

18. Al hablar de este desamparo, me refiero, ensegundo lugar, a la incapacidad de librarnos de esaculpabilidad o merecimiento del castigo de que tenemosconciencia. A esa incapacidad que sentimos deremover-—no digo ya por nuestras facultades naturales,sino con toda la gracia que poseemos-—el orgullo, laobstinación, el amor al mundo, la ira y esa disposiciónnatural a separarnos de Dios que, sabemos por experiencia,permanece en el corazón aun de aquéllos que han sidoregenerados; o el mal que se adhiere a nuestras palabras y

59 1 Jn.2.1.60 Fil. 4.13.61 Ro. 6.14.62 Ro. 6.23.

Sermón 14 279

acciones, a pesar de todos nuestros esfuerzos. Añádase aesto la completa incapacidad de evitar toda clase deconversación inútil y poco caritativa; el no poder evitar lospecados de omisión o remediar los innumerables defectos deque somos culpables, especialmente la falta de amor y debuena disposición para con Dios y nuestros semejantes.

19. Si alguna persona no se convence con esto, sicree que todo aquél que está justificado puede purificar sucorazón y su vida de todos estos pecados, que haga laprueba. A ver si con la gracia que ya ha recibido puededestruir el orgullo, la obstinación o el pecado innato engeneral; si puede excluir toda clase de mezcla de mal en suspalabras y acciones; si puede evitar toda conversación inútilo poco caritativa, todos los pecados de omisión y, porúltimo, si puede remediar los innumerables defectos que aúnencuentra en sí misma. Que no se desanime si fracasa una odos veces, sino que siga haciendo la prueba y mientras máslo haga, más profunda será la persuasión de su completaimpotencia.

20. Tan evidente es esta verdad, que casi todos loshijos de Dios esparcidos por el mundo,63 por grandes quesean las diferencias de opinión sobre otros asuntos, están deacuerdo en este particular: que si bien podemos por elEspíritu mortificar las obras de la carne,64 resistir y triunfardel pecado interior y exterior, debilitar a nuestros enemigosmás y más cada día, no podemos expulsarlos. Ni con toda lagracia que recibimos al ser justificados podemos extirparlos.Aun cuando velemos y oremos mucho, no podremoslimpiar nuestros corazones y manos por completo. No

63 Jn. 11.52.64 Ro. 8.13.

El arrepentimiento del creyente280

podremos mientras no plazca al Señor decir otra vez alcorazón: «Sé limpio». Sólo entonces quedará limpio de lalepra.65 Únicamente entonces la raíz del mal, la mentecarnal, será destruida y el pecado innato desaparecerá. Perosi no se efectúa un segundo cambio, si no hay una liberacióninstantánea después de la justificación, sino la obra gradualde Dios (nadie niega que hay una obra gradual) entoncesdebemos contentarnos, lo mejor que podamos, conpermanecer llenos de pecado hasta nuestra muerte. Si estoes así, debemos permanecer culpables hasta la muerte,mereciendo el castigo continuamente. Porque es imposiblelibrarnos de la culpa o del castigo del pecado mientras elpecado permanezca en nuestros corazones y se adhiera anuestras palabras y acciones. Hablando rigurosamente, todolo que pensamos, hablamos y hacemos, aumentaconstantemente la culpabilidad y merecimiento del castigo.

II.1. En este sentido, tenemos que arrepentirnosdespués de haber sido justificados. Y hasta que lo hagamosno podremos ir más adelante. Porque mientras no seamossensibles de nuestra enfermedad no podremos ser curados.Pero supongamos que nos arrepentimos. Entonces somosllamados a creer en el evangelio.66

2. Esto debe entenderse en un sentido peculiar,diferente de lo que hasta ahora hemos creído en relación conla justificación. Crean las buenas nuevas de la gransalvación67 que Dios ha preparado para su pueblo. Creanque aquél que es el resplandor de su gloria, y la imagenmisma de su sustancia68 puede también salvar

65 Mt. 8.3.66 Mr. 1.15.67 Is. 52.7; Ro. 10.15.68 He. 1.3.

Sermón 14 281

perpetuamente a los que por él se acercan a Dios.69 Elpuede salvarte de todo el pecado que se adhiere a todas tuspalabras y acciones. El puede salvarte de los pecados deomisión y suplir todo lo que te falta. Es verdad, para loshombres esto es imposible; mas para Dios todo esposible.70 Porque, ¿qué puede ser demasiado difícil paraaquél que tiene todo el poder en el cielo y en la tierra?71

Ciertamente, su poder de hacer esto no sería base sólida denuestra fe en que lo hará, en que ejercerá su poder, si no lohubiera prometido. Pero él lo ha hecho: lo ha prometido unay otra vez, en los términos más fuertes. El nos ha dadopreciosas y grandísimas promesas,72 tanto en el Antiguocomo en el Nuevo Testamento. Así, leemos en la ley, en laparte más antigua de los oráculos de Dios: CircuncidaráJehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia,para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y contoda tu alma.73 Y en los Salmos: El redimirá a Israel [elIsrael de Dios] de todos sus pecados.74 También en elprofeta: Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréislimpiados de todas vuestras inmundicias; y de todosvuestros ídolos os limpiaré... Y pondré dentro de vosotrosmi Espíritu ... y guardaréis mis preceptos ... y os guardaréde todas vuestras inmundicias.75 De la misma manera en elNuevo Testamento: Bendito el Señor Dios de Israel, que havisitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un poderoso

69 He. 7.25.70 Mt. 19.26.71 Mt.28.18.72 2 P. 1.4.73 Dt. 30.6.74 Sal. 130.8.75 Ez. 36.25, 27, 29.

El arrepentimiento del creyente282

Salvador ... para ... acordarse de su santo pacto; deljuramento que hizo a Abraham nuestro padre, que noshabía de conceder que, librados de nuestros enemigos, sintemor le serviríamos en santidad y en justicia delante de él,todos nuestros días.76

3. Ustedes tienen buena razón para creer que él nosólo es capaz, sino que está dispuesto a hacer esto:limpiarnos de toda contaminación de carne y espíritu,77 yguardarnos de toda inmundicia. Esto es lo que ustedesanhelan ahora; esta es la fe que necesitan: que el granmédico, el que ama mi alma, está dispuesto a limpiarme.78

Pero, ¿está dispuesto a hacer esto mañana o ahora? Dejemosque conteste por sí mismo: Si oyereis hoy su voz, noendurezcáis vuestro corazón.79 Si lo dejan para mañana,endurecen sus corazones, rehusan oír su voz. Crean,entonces, que él está dispuesto a salvarles hoy. Estádispuesto a salvarles ahora. He aquí ahora el tiempoaceptable.80 El ahora dice: «¡Sé limpio!»81 Solamente cree einmediatamente también tú encontrarás que al que cree todole es posible.82

4. Continúa creyendo en aquél que te amó y seentregó a sí mismo por ti,83 que llevó tus pecados en sucuerpo sobre el madero84 y te salvó de toda condenaciónpor la aplicación continua de su sangre. Por esta razón

76 Lc. 1.68-69, 72-75.77 2 Co. 7.1.78 Mt. 8.2.79 Sal. 95.7-8; He. 3.15; 4.7.80 2 Co. 6.2.81 Mt. 8.3.82 Mr. 9.23.83 Gá. 2.20.84 1 P. 2.24.

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podemos continuar en un estado de justificación. Y cuandovamos de fe en fe,85 cuando tenemos fe que nos puedelimpiar de nuestros pecados interiores, para ser salvados detoda nuestra inmundicia,86 de la misma manera somossalvados de toda nuestra culpa, y el merecimiento de castigoque sentimos anteriormente. Entonces podemos decir, nosolamente:

Cada momento, Señor, deseoel mérito de tu muerte;

sino también, en la completa seguridad de la fe:Cada momento, Señor, yo tengoEl mérito de tu muerte.87

Porque por esa fe en su vida, muerte e intercesión pornosotros, renovada momento a momento, somoscompletamente limpios y no solamente no hay ahoracondenación para nosotros sino tampoco el castigomerecido que existía anteriormente, ya que el Señor limpiatanto nuestros corazones como nuestras vidas.

5. Por la misma fe sentimos el poder de Cristo cadamomento descansando sobre nosotros,88 y podemoscontinuar en la vida espiritual. Sin esta fe nosconvertiríamos, en un momento, a pesar de nuestra santidadactual, en demonios. Por otra parte, mientras conservemosnuestra fe en él, sacaremos agua de los pozos de salvación.89

Descansando en nuestro Amado, Cristo, nuestra esperanzade gloria,90 que mora en nuestros corazones por fe,91 quien

85 Ro. 1.17.86 Ez. 36.29.87 De un himno basado en Is. 32.2, Y será aquel varón como escondedero...88 2 Co. 12.9.89 Is. 12.3.90 Col. 1.27.

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también está intercediendo por nosotros a la diestra deDios,92 recibimos su ayuda para pensar y actuar en formaaceptable a su vista.93 De esta manera dirige a los que creenen todos sus hechos y los asiste con su continuo socorro, demodo que sus propósitos, conversaciones y obras soncomenzados, continuados y finalizados en él.94 Así purificalos pensamientos de sus corazones con la inspiración de suSanto Espíritu, para que lo puedan amar perfectamente ycelebrar dignamente su santo nombre.95

6. Así, en los hijos de Dios, el arrepentimiento y lafe se complementan mutuamente. Por medio delarrepentimiento sentimos el pecado que permanece ennuestros corazones, adheriéndose a nuestras palabras yacciones. Por fe recibimos el poder de Dios en Cristo, quepurifica nuestros corazones y limpia nuestras manos. Por elarrepentimiento permanecemos conscientes de quemerecemos el castigo por nuestras inclinaciones, palabras yacciones. Por la fe somos conscientes de que nuestroabogado con el Padre96 está continuamente intercediendo anuestro favor y, por tanto, quitando continuamente todacondenación y castigo de nosotros. Por el arrepentimientotenemos una firme convicción de que no hay poder ennosotros. Por la fe recibimos, no únicamente misericordia,sino gracia, para alcanzar misericordia y hallar graciapara el oportuno socorro.97 El arrepentimiento niega la

91 Ef. 3.17.92 Ro. 8.34.93 Sal. 19.14.94 Libro de oración común, Cuarta Colecta después del Ofertorio.95 Ibid, Colecta por la pureza.96 1 Jn. 2.1.97 He. 4.16.

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posibilidad de que pueda existir otra ayuda. Por la feaceptamos toda la ayuda que necesitamos de aquél que tienetodo el poder en el cielo y en la tierra.98 El arrepentimientodice: «Sin él yo no puedo hacer nada»; la fe dice: Todo lopuedo en Cristo que me fortalece.99 Por medio de él puedo,no sólo vencer, sino expulsar a todos los enemigos de mialma. Por medio de él puedo amar al Señor mi Dios con todomi corazón, mente, alma y fuerza;100 y andar en santidad yjusticia delante de él todos los días de mi vida.101

III.1. De lo expuesto fácilmente se puede deducir lopeligrosa que es esa opinión, a saber: que al ser justificadossomos enteramente santificados; que nuestros corazonesquedan limpios de todo pecado. Como ya se ha hechoobservar, desde ese momento quedamos libres del pecadoexterior y, al mismo tiempo, el pecado interior esquebrantado, de manera que ya no necesitamos seguirlo oser dominados por él. Pero es absolutamente falso que elpecado interior quede completamente destruido; que sehaya arrancado del corazón la raíz del orgullo, de laobstinación, de la ira, del amor del mundo; o que se hayaextirpado completamente la mente carnal102 o la inclinacióndel corazón a volver al pecado.103 Suponer lo contrario noes, como algunos pudieran pensar, un error inocente y sinmalos resultados. No, sino que hace un daño inmenso.Enteramente cierra el camino para cualquier cambioposterior. Porque está dicho: «Los que están sanos no

98 Mt. 28.18.99 Fil. 4.13.100 Mr. 12.30; Lc. 10.27.101 Lc. 1.75.102 Ro. 8.7.103 Os. 11.7.

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tienen necesidad de médico, sino los enfermos».104 Sicreemos, por consiguiente, que ya estamos completamentesanos, no hay necesidad de más curación y, suponiendo talcosa, es un absurdo esperar que se nos libre más del pecado,ya sea de una manera gradual o instantánea. 2. Por el contrario, una convicción profunda de que noestamos sanos completamente, de que nuestros corazonesno están completamente purificados, que todavía habita ennosotros una mente carnal, lo que es por naturalezaenemistad contra Dios,105 de que un gran número depecados permanece en nuestro corazón, debilitadosciertamente, pero no destruidos, muestra más allá de todaposibilidad de duda la absoluta necesidad de un mayorcambio. Admitimos que al mismo momento de lajustificación nacemos de nuevo;106 en ese instanteexperimentamos el cambio interior de las tinieblas a su luzadmirable;107 de la imagen bestial y diabólica, a la imagen deDios, de la mente terrenal, sensual y diabólica, a la menteque hubo en Cristo Jesús.108 Pero en ese caso, ¿cambiamoscompletamente? ¿Somos transformados completamente enla imagen de aquél que nos creó? Muy lejos de ello, todavíapermanece en nosotros una profundidad de pecado; y esnuestra conciencia de esto la que nos constriñe a gemir poruna completa liberación a aquel que es poderoso parasalvar.109 De esto se desprende que los creyentes que noconocen la profunda corrupción de sus corazones, o que si

104 Lc. 5.31.105 Ro. 8.7.106 Jn. 3.3,7; 1 P. 1.23.107 1 P. 2.9.108 Fil. 2.5.109 Is. 63.1.

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tienen alguna convicción ésta es muy superficial o teórica,se ocupan poco de la entera santificación. Tal vez abriguenla idea de que esto tendrá lugar a la hora de la muerte oantes-—no saben cuando-—pero la falta de esa santidad noles causa la menor inquietud, ni sienten gran deseo detenerla. No pueden sentirla hasta que se conozcan a símismos, hasta que se arrepientan de la manera que hemosdescrito, hasta que el Señor les descubra el monstruo quetienen en el interior y les deje ver el verdadero estado de susalmas. Sólo entonces, cuando sientan la carga, gemiránpidiendo liberación. Entonces, y sólo entonces, exclamarán,en la agonía de su alma:

¡Destruye el yugo del pecadoY haz mi espíritu completamente libre!¡No puedo descansar hasta que sea puro en miinterior,Hasta que me pierda completamente en ti!110

3. Podemos deducir de esto, en segundo lugar, queuna profunda convicción de nuestra falta de méritos,después de haber sido aceptados (lo que, en cierto sentido,puede llamarse culpabilidad), es absolutamente necesaria, afin de apreciar en su verdadero valor la sangre redentora,para que podamos sentir lo que necesitamos, tanto despuéscomo antes de ser justificados. Sin esta convicción nopodemos considerar la sangre del Pacto111 sino como unacosa común, algo que ya no necesitamos mucho, puesto quetodos nuestros pecados pasados han sido borrados.112 Mástodavía, si tanto nuestros corazones como nuestras vidasestán manchadas, hay un cierto sentido de culpa que viene a 110 Estrofa de un himno publicado en Hymns and sacred poems (1742), p.91.111 Ex. 24.8; He. 10.29.112 Hch. 3.19.

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nosotros cada momento y que consecuentemente nosexpone cada momento a una nueva condenación, pero:

Para siempre vive en el cieloQuien por nosotros intercede;Su amor, que todo lo redime,Y su preciosa sangre ofrece.113

Es este arrepentimiento, y la fe íntimamenteconectada con él, lo que se expresa poderosamente en estaslíneas:

Yo peco en cada respiración,Ni hago tu voluntad, ni guardo tu leyEn la tierra como los ángeles en el cielo;Pero la Fuente todavía está abierta,Lava mis pies, mi corazón, mis manos,Hasta que sea perfecto en amor.114

4. Podemos observar, en tercer lugar, que laprofunda convicción de nuestro completo desamparo, denuestra completa incapacidad de conservar cualquier cosaque hayamos recibido, o de librarnos por nosotros mismosdel mundo de iniquidad115 que permanece en nosotros, tantoen nuestros corazones como en nuestras vidas, nos enseña avivir verdaderamente en Cristo por medio de la fe, no sólocomo nuestro Sacerdote que es, sino también nuestro Rey.Esto nos impulsa a magnificarlo, a darle en verdad toda lagloria de su gracia,116 a hacerle en realidad nuestro Cristo yúnico Salvador; a poner verdaderamente la corona sobre sucabeza. Estas excelentes palabras, como han sido usadas

113 Hymns and sacred poems (1742), p. 264.114 Hymns and sacred poems (1742), p. 171.115 Stg. 3.6.116 Ef. 1.6.

Sermón 14 289

frecuentemente,117 tienen poco o ningún sentido. Pero secumplen con un significado profundo y sublime cuandobrotan de nuestros corazones, como quien dice, y él lasrecibe; cuando nos sumergimos en la nada para que él sea eltodo. Entonces, su infinita gracia, habiendo abolido todapotencia que se levantaba contra él, toda inclinación,pensamiento, palabra y obra, es llevada cautiva a laobediencia de Cristo.118

117 Aquí Wesley parece estarse refiriendo a los antinomianos, o a los moravosingleses.118 2 Co. 10.5.

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Sermón 15

El gran tribunal1

Romanos 14:10Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.

1. ¡Cuántas circunstancias concurren a aumentar loimponente de la presente reunión! La presencia de personasde toda edad, sexo, rango y condición, que se reúnen de supropia voluntad o en contra de ella, no sólo de lugarescircunvecinos, sino de otros distantes: criminales quepronto han de ser juzgados y para quienes no hay escape;empleados, listos en sus diferentes puestos a ejecutar lasordenes que se les den y el representante de nuestro buensoberano, a quien tan altamente honramos y veneramos. Dela misma manera, el objeto de esta asamblea añade no poco asu solemnidad: escuchar y decidir sobre toda clase decausas, algunas de las cuales son de la mayor importancia,pues de ellas depende la vida o la muerte--¡muerte quedescubre el rostro de la eternidad! Indudablemente que conel fin de hacer estas cosas mucho más solemnes no sólo parala mente del vulgo, sino para todos, nuestros padres, en susabiduría, instituyeron los varios pormenores de estetribunal, los que, por la vista y el oído, afectan el corazónmás profundamente y, considerados bajo este punto de

1 Predicado ante el Tribunal de Justicia (que se reúne dos veces al año en cadacondado de Inglaterra para decidir las causas civiles y criminales. N. del T.);que se reunió bajo la presidencia del honorable Eduardo Clive, uno de losjueces de la Corte de Apelaciones de Su Majestad, en la Iglesia de San Pablo,Bedford, el 10 de marzo de 1758. Publicado a petición del Sr. Guillermo Cole,primer magistrado del condado, y de otras personas.

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vista, las trompetas, los bastones, los trajes, no son cosastriviales o insignificantes, sino que cumplen una funciónpara alcanzar los mejores propósitos de la sociedad.

2. Pero por muy imponente que sea estasolemnidad, otra mucho más formidable se acerca, porquemuy pronto todos hemos de comparecer ante el tribunal deCristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que antemí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios;y en ese día cada uno dará razón de sí.2

3. Si todos los humanos tuvieran una convicciónprofunda de esta verdad, ¡cómo redundaría en beneficio dela sociedad! Porque, ¿que aliciente más poderoso puedeconcebirse para la práctica de la verdadera moralidad, para elconstante ejercicio de la virtud y el caminar siempre conjusticia, misericordia y verdad? ¿Qué cosa mejor que unaconvicción tan profunda como la de que el Juez está a lapuerta3 y que muy pronto estaremos ante él, podríaesforzar nuestras manos en todo lo bueno y evitarnos todolo malo?

4. No está fuera de lugar, ni es impropio a los finesde esta asamblea, considerar:

I. Las circunstancias principales que tendrán lugarantes de presentarnos ante el tribunal de Cristo.

II. El juicio.III. Algunas de las consecuencias que lo seguirán.I.1. Consideremos, en primer lugar, las

circunstancias principales que tendrán lugar antes depresentarnos ante el tribunal de Cristo.

2 Ro. 14.10-12.3 Stg. 5.9.

Sermón 15 291

Primeramente, Dios dará prodigios arriba en elcielo, y señales abajo en la tierra.4 El se levantará paracastigar la tierra.5 Temblará la tierra como un ebrio, y seráremovida como una choza.6 Habrá grandes terremotos,kata tópous, (no sólo en «diferentes,» sino «en todos loslugares»7-—no en uno solamente, o en unos cuantos, sinoen todas partes del mundo habitado--tan grande, cual no lohubo jamás desde que los hombres han estado sobre latierra.8 En uno de ellos las islas huirán y los montes noserán hallados.9 Al mismo tiempo todas las aguas del globoterráqueo sentirán la violencia de estas conmociones, elbramido del mar y de las olas,10 con tal agitación cual no seha escuchado desde el día en que fueron rotas todas lasfuentes del grande abismo,11 para destruir la tierra queestaba fuera del agua y en el agua.12 El espacio estará llenode sangre, y fuego, y columnas de humo,13 retumbando la 4 Hch. 2.19.5 Is. 2.19.6 Is. 24.20.7 Lc. 21.11. La sugestión de que Kata tópous significa «en todas partes»resulta extraña; en las Notas Wesley lo traduce literalmente «en diferenteslugares».8 Ap. 16.18. Durante el siglo XVIII el interés en los terremotos fue intenso;había habido grandes terremotos: En Sicilia y Jamaica en 1692; uno en Lima,Perú, en octubre 28, 1746; dos en Londres en 1750 (febrero 8 y marzo 8); yotro en Lisboa, en noviembre 1 de 1755. En 1750 Carlos Wesley escribió unsermón sobre «La causa y el remedio de los terremotos», con motivo de lostemblores de Londres. Que Juan compartía el interés y los puntos de vista deCarlos en este asunto puede verse en su Pensamientos serios motivados por elreciente terremoto de Lisboa (1755). Otro estímulo para su preocupación conlos temblores vino de la naciente ciencia de la geología y sus reaccionesteológicas a ella.9 Ap. 16.20.10 Lc. 21.25.11 Gn. 7.11.12 1 P. 3.5. Cita de la versión conocida como King James.13 Jl. 2.30; Hch. 2.19.

El gran tribunal292

tierra de polo a polo, siendo despedazada por miles derayos. La tempestad no se limitará al aire, sino que laspotencias de los cielos serán conmovidas. Habrá señales enel sol, en la luna y en las estrellas--tanto en las fijas comoen las que giran. El sol se convertirá en tinieblas, y la lunaen sangre, antes que venga el día grande y espantoso deJehová.14 El sol y la luna oscurecerán,15 aun caerán delcielo,16 al desprenderse de sus órbitas. Entonces seescuchará el clamor universal de todas las compañías delcielo, al que seguirá la voz del arcángel proclamando lavenida del Hijo de Dios y del hombre. La trompeta deDios17 dará la alarma a los que duermen en el polvo de latierra.18 Entonces todos los sepulcros se abrirán y selevantarán los cuerpos de los muertos.19 El mar entregarálos muertos que estén en él,20 y cada uno se levantará en supropio cuerpo—-su cuerpo en sustancia, aunque con susatributos tan cambiados que de ello no tenemos ahora lamenor idea. Porque es necesario que esto corruptible sevista de incorrupción, y esto mortal se vista deinmortalidad.21 Además, la muerte y el Hades, el mundoinvisible, entregarán los muertos que estén en ellos,22 demanera que todos los que hayan vivido y muerto, desde queDios creó al género humano, resucitarán incorruptibles einmortales.

14 Jl. 2.31.15 Jl. 3.15.16 Mt. 24.29.17 1 Ts. 4.16.18 Dn. 12.2.19 Ez. 12-13; Mt. 27.52-53.20 Ap. 20.13.21 1 Co. 15.53.22 Ap. 20.13.

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2. Al mismo tiempo, el Hijo del Hombre enviará susángeles por toda la tierra y juntará a sus escogidos, de loscuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.23 ElSeñor mismo vendrá en las nubes,24 en su propia gloria y enla gloria de su Padre,25 con decenas de millares de sussantos,26 millares de sus ángeles, se sentará en su trono degloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; yapartará los unos de los otros, ...y pondrá las ovejas (losbuenos) a su derecha, y los cabritos (los malos) a suizquierda.27 Refiriéndose a esta asamblea general, dice eldiscípulo amado: Y vi a los muertos (todos los que habíanmuerto), grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los librosfueron abiertos (imagen que se refiere claramente a lamanera de proceder entre los humanos); ...y fueron juzgadoslos muertos por las cosas que estaban escritas en los libros,según sus obras.28

II. Estas son las circunstancias especiales que serefieren en los Oráculos de Dios y que sucederáninmediatamente antes del juicio. Consideremos, en segundolugar, el juicio mismo hasta donde plugo a Dios revelarlo.

1. La persona por medio de quien Dios juzgará almundo29 es su Hijo Unigénito, cuyas salidas son desde elprincipio, desde los días de la eternidad,30 el cual es Diossobre todas las cosas, bendito por los siglos.31 A quien,

23 Mt. 24.31.24 Mt. 24.30.25 Lc. 9.26.26 Jud. 14.27 Mt. 25.31-33.28 Ap. 20.12.29 Ro. 3.6;1 Co. 6.2.30 Mi. 5.2.31 Ro. 9.5.

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siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de susustancia,32el Padre dio el juicio ...por cuanto es el Hijo delhombre,33 porque, siendo en forma de Dios, no estimó elser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que sedespojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hechosemejante a los hombres.34 Más aún, estando en lacondición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndoseobediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cualDios también lo exaltó hasta lo sumo,35 aun en sunaturaleza humana y lo designó36 como aquel que ha dejuzgar al género humano, para juzgar a los vivos y a losmuertos,37 tanto a los que estén vivos el día de su venidacomo a los que se hayan ido a reunir con sus padres.38

2. El tiempo llamado por el profeta el día grande yespantoso de Jehová,39 por lo general, es llamado en lasEscrituras el día de Jehová.40 El tiempo desde la creacióndel ser humano en la tierra hasta el fin de todas las cosas, esel día de los hijos de los hombres. El tiempo que estamosviviendo ahora lo podemos llamar con propiedad: nuestrodía. Cuando éste se acabe, principiará el día del Señor. Pero,¿quién sabe cuánto durará? Para con el Señor un día escomo mil años, y mil años como un día.41 De esta mismaexpresión dedujeron algunos de los padres antiguos que lo

32 He. 1.3.33 Jn. 5.22, 27.34 Fil. 2.6-7.35 Fil.2.8-9.36 Hch. 17.31.37 1 P.4.5.38 Jue. 2.10.39 Jl. 2.31.40 Jl. 1.15.41 2 P. 3.8.

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que generalmente se llama el día del juicio,42 duraríaindudablemente mil años. Y aparentemente no exageraron laverdad, sino que apenas se aproximaron a ella, porque si nosponemos a calcular el número de personas que han de serjuzgadas y de los hechos que se han de investigar, pareceque mil años no serán suficientes para lo que tendrá quehacerse ese día. De manera que no sería improbable que eseespacio de tiempo se extendiera a varios miles de años. Diosrevelará esto a su debido tiempo.43

3. En relación al lugar en donde se juzgará al génerohumano, las Escrituras no dicen nada explícitamente. Unescritor eminente, cuya opinión es igual a la de muchosotros, supone que será en la tierra, donde las obras fueronhechas según las cuales serán juzgados, y que Dios emplearáa los ángeles de su fortaleza:Para arreglar y preparar el inmenso espacioY dilatar el área donde ha de reunirse el género humano.44

Pero tal vez esté más en conformidad con laspalabras de nuestro Señor referentes a que ha de venir en lasnubes, suponer que la raza humana se congregará en elespacio, más arriba de la tierra,45 si no «a una distanciaplanetaria doble».46 Esta suposición está sostenida-—y noen poco-—por lo que San Pablo escribe a losTesalonicences: Los muertos en Cristo resucitarán primero.Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado,seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes 42 Mt. 10.15.43 El cuidado de Wesley en este punto merece notarse, pues conocía la historiadel milenialismo y tenía simpatías hacia algunos de sus proponentes. Pero noestaba dispuesto a dictaminar sobre cosas ocultas.44 Young, Last Day, ii.19-20.45 Mt. 24.30; Mc.13.26.46 Young, Last Day, ii. 274.

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para recibir al Señor en el aire.47 De manera que parecemuy probable que el gran trono blanco esté muy alto sobrela tierra.

4. ¿Quién podrá contar a las personas que han de serjuzgadas? Serán como las gotas de la lluvia o como la arenade la mar. Miré, dice San Juan, una gran multitud, la cualnadie podía contar, ...vestidos de ropas blancas, y conpalmas en las manos.48 ¡Qué inmensa debe ser la multitudde todas las naciones, y tribus y pueblos y lenguas!49 ¡Detodos los que han salido de los lomos de Adán desde que elmundo fue creado hasta que ya no sea más! Si admitimos lasuposición general, que no parece tener en sí nada deabsurdo, de que existen sobre la tierra no menos quecuatrocientos millones de almas, hombres, mujeres y niños,¡qué congregación han de formar todas esas generacionesque se han sucedido por siete mil años!50

El ejército del gran Jerjes, Can la orgullosa hueste,...Todos están aquí, y aquí todos están perdidos;Su número aumenta hasta ser vano querer contarlo,Perdido como una gota en el inmenso océano.51

Todo hombre, toda mujer, toda criatura reciénnacida, que haya respirado el aire vital, escuchará entoncesla voz del Hijo de Dios; volverá a la vida y compareceráante él. Este parece ser el significado natural de la expresión:Los muertos, grandes y pequeños.52 Todos universalmente,

47 1 Ts. 4.16-17.48 Ap. 7.9.49 Ibid.50 Wesley encontró esta «suposición general» en los Enquiries de Brerewood,pp. 120-45. Richard Price las repetiría en una carta a Benjamín Franklin,publicada en Philosophical Transactions (de la Royal Society) en 1768.51 Young, Last Day, ii.189, 194-46.52 Ap. 20.12.

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sin excepción de edades, sexos y grados, que hayan vivido ymuerto, o sufrido un cambio equivalente a la muerte. Porquemucho antes de aquel gran día, el fantasma de la grandezahumana, sumergiéndose en la nada, habrá desaparecido.Desaparecerá aun en el momento mismo de la muerte.¿Quién es grande o rico en la tumba?

5. Todas las criaturas darán cuenta según susobras.53 Una cuenta cabal y verdadera de todo lo quehicieron cuando estaban en sus cuerpos, lo bueno y lo malo.¡Ay, qué cosas no se descubrirán en aquel día en lapresencia de los ángeles y de los humanos! Cuando noRadamante el de la fábula, sino el Señor Dios Omnipotente,que sabe todas las cosas en el cielo y en la tierra,

Descubre a todo villano artificioso y constriñeA confesar los crímenes por tanto tiempo secretos.En vano esconderlos, salen todos a luz odiada.54

Y no sólo las acciones de toda persona sedescubrirán en ese día, sino también todas sus palabras,puesto que toda palabra ociosa que hablen los hombres, deella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tuspalabras serás justificado, y por tus palabras seráscondenado.55 ¿No sacará entonces Dios a luz todas y cadauna de las circunstancias que acompañaron a cada palabra yacción, y que si no cambiaron su naturaleza, disminuyeron oaumentaron su perversidad? Fácil es hacer esto para aquélcuyos ojos están sobre los caminos del hombre y ve todos

53 Lc. 16.2; Ro. 14.12; Ap. 20.12.54 Virgilio, Eneida, vi, 567-69. En el sermón, Wesley cita el texto en latín. Mástarde publicó una traducción al inglés.55 Mt. 12.36-37.

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sus pasos.56 Sabemos que las tinieblas no encubren de él yque para él la noche resplandece como el día.57

6. El no únicamente aclarará también lo oculto delas tinieblas,58 sino que discernirá los pensamientos y lasintenciones del corazón.59 Lo que no debe sorprendernos,porque él escudriña la mente y el corazón,60 y entiendetodos nuestros pensamientos.61 Todas las cosas estándesnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos quedar cuenta.62 El infierno y la destrucción están delante de él,¡cuánto más el corazón de los hombres!63

En ese día se descubrirán todas las intencionessecretas de toda alma humana: todos los apetitos, pasiones,inclinaciones, afectos con sus variadas combinaciones, y contodos los temperamentos y disposiciones que constituyenel carácter de cada persona, de manera que se verá de lamanera más clara e infalible, quién fue justo y quién injusto,y qué grado de bondad o de maldad hubo en cada persona.

8. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid,benditos de mi Padre, heredad el reino preparado paravosotros desde la fundación del mundo. Porque tuvehambre y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis debeber; fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo, y mecubristeis.64 De la misma manera se anunciarán ante todo el

56 Sal. 139.2. Cita del Libro de Oración Común.57 Aquí Wesley hace una interesante combinación de dos versiones del Sal.139.11-12.58 1 Co. 4.5.59 He. 4.12.60 Ap. 2.23.61 Sal. 139.2.62 He. 4.13.63 Pr. 15.11.64 Mt. 25.34-36.

Sermón 15 299

mundo y los ángeles las buenas obras que hicieron en latierra--todo lo que hayan hecho: sus palabras y acciones enel nombre o por amor del Señor Jesús.65 Sus buenos deseos,intenciones, pensamientos, sus santas disposiciones,también serán recordadas. Y se verá como, aunque loshumanos las olvidaron o ignoraron, Dios las escribió en sulibro.66 Igualmente serán descubiertos todos sussufrimientos por el nombre del Señor Jesús y por eltestimonio de una buena conciencia, a fin de que reciban laalabanza del Juez justo67 y la honra que merecen entre lossantos y los ángeles, y ese cada vez más excelente y eternopeso de gloria.68

9. Pero, ¿se mencionarán también las malas obras,siendo que no existe una persona sobre la tierra que nopeque,69 y saldrán a la luz en ese día para ser descubiertasante la gran congregación? Muchos creen que no será así ydicen: «Esto indicaría que sus sufrimientos no concluyencon su vida en este mundo y que todavía tendrían quepadecer dolor, vergüenza y confusión». Preguntan además,«¿Cómo puede reconciliarse esto con la declaración de Diospor medio de su profeta: Mas el impío, si se apartare detodos sus pecados que hizo, y guardare todos mis estatutose hiciere según el derecho y la justicia,...todas lastransgresiones que cometió, no le serán recordadas?.70

¿Cómo puede estar en consonancia con la promesa que Dioshace a todos los que aceptan el pacto del evangelio:

65 Col. 3.17.66 Is. 30.8.67 2 Ti. 4.8.68 2 Co. 4.1769 Ec. 7.20.70 Ez. 18.21-22.

El gran tribunal300

Perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de supecado,71 o como dice el Apóstol, hablando del mismopacto: Seré propicio a sus injusticias, y nunca más meacordaré de sus pecados y de sus iniquidades72?

10. A lo que se puede contestar: es absoluta yaparentemente necesario para la completa manifestación dela gloria de Dios; para el despliegue completo y claro de susabiduría, justicia, poder y misericordia para con losherederos de su salvación,73 que salgan a la luz todos lospormenores de su vida, así como sus temperamentos y tododeseo, pensamiento e intento de sus corazones.74 De otramanera, ¿cómo podría saberse de qué profundidad depecado y miseria los salvó la gracia de Dios? Porque si lavida de todas las personas no se descubrieran por completo,el maravilloso plan de la divina providencia no podríamanifestarse, ni podríamos, en miles de casos «justificar loscaminos de Dios para con el género humano».75 Únicamentesi las palabras de nuestro Señor se cumplen al pie de la letray sin restricción ni limitación alguna (nada hay encubiertoque no haya de ser manifestado; ni oculto que no haya desaberse76)un gran número de las manifestaciones divinasparecerían sin razón. Solamente después de que Dios hayasacado a luz todas las cosas ocultas en las tinieblas,77

quienquiera que haya sido el autor de ellas, se verá lasabiduría y bondad de todos sus caminos; que pudo ver a

71 Jer. 31.34.72 He. 8.12.73 He. 1.14.74 He. 4.12.75 Véase: Milton, El paraíso perdido.76 Mt. 10.26.77 1 Co. 4.5.

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través de espesa nube,78 y gobernó todas las cosas con elsabio consejo de su voluntad;79 y no dejó nada al caprichode los seres humanos o al acaso, sino que dispuso todas lascosas con firmeza y bondad, y desarrolló todo con justicia,misericordia y verdad.

11. Con un gozo inexplicable se regocijarán losjustos al descubrir las perfecciones divinas, y muy lejos desentir ningún sufrimiento, ni la pena de la vergüenza, conmotivo de aquellas transgresiones del pecado que hacemucho tiempo fueron desvanecidas como una nube,80

lavadas con la sangre del Cordero.81 Les bastarásuficientemente que no se mencionen ni una sola vez enperjuicio de ellos las transgresiones que cometieron;82 queno se recuerden sus pecados y sus iniquidades para sucondenación.83 Este es el sentido claro de la promesa y todala verdad que los hijos de Dios descubrirán para su eternoconsuelo.

12. Después de juzgar a los justos el juez se volveráa los que estén a su izquierda, quienes también seránjuzgados: cada uno conforme a sus obras.84 Pero noúnicamente por sus obras externas, sino por todas las malaspalabras que hayan hablado; por todos los malos deseos,aflicciones o disposiciones que tengan o hayan tenido lugaren sus almas, y todas las intenciones y propósitos malosque hayan acariciado en sus corazones. Entonces será

78 Job 22.12-14.79 Ef. 1.11.80 Is. 44.22.81 Ap. 12.11.82 Ez. 18.22.83 He. 8.12; 10.17.84 Mt. 16.27.

El gran tribunal302

pronunciada la gozosa absolución para los que estén a laderecha y la horrenda condena para los que estén a laizquierda--sentencias que permanecerán para siempre tanirrevocables y firmes como el trono de Dios.

III.1. Pasemos a considerar, en tercer lugar, algunasde las circunstancias que seguirán al juicio final, la primerade las cuales será la ejecución de la sentencia que reciban losbuenos y los malos. Irán estos al castigo eterno, y los justosa la vida eterna.85 Debe observarse que la misma palabraaparece en ambas cláusulas, lo que quiere decir que o elcastigo es eterno o el premio no dura para siempre,86 lo queno puede suceder de ninguna manera, a no ser que Diosperezca o fallen su misericordia y verdad. Entonces losjustos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre,87

abrevarán de la abundancia del gozo de Dios y de susdelicias.88 Pero, ¿quién podrá describir en lenguaje humanolo que acontecerá entonces? Sólo aquel haya sido llevadohasta el tercer cielo89 puede tener una idea de lo que será,pero ni él mismo puede describir lo que ha visto.90

Los inicuos serán arrojados al infierno, todos los quese olvidan de Dios,91 los cuales sufrirán pena de eternaperdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria

85 Mt. 25.46.86 Aunque Wesley se refiere a veces a un «estado intermedio» para las almasdespués de la muerte pero antes del juicio final (véase el sermón 115, El rico yLázaro, I.3) esto no supone la posibilidad de cambio en el estado de quienesmurieron sin arrepentirse de sus pecados. El destino humano que sellado a lahora de la muerte.87 Mt. 13.43.88 Salmo. 16.11;36.8.89 2 Co. 12.2.90 2 Co. 12.4.91 Sal. 9.17

Sermón 15 303

de su poder.92 Estos serán lanzados dentro del lago de fuegoque arde con azufre,93 originalmente preparado para eldiablo y sus ángeles,94

se morderán la lengua en la angustia de su tormento y,mirando hacia arriba, maldecirán a Dios.95 Allí los perros delinfierno: la soberbia, la malicia, la venganza, la ira, el horrory la desesperación, los devorarán continuamente. No tienenreposo día y noche, porque el humo de su tormento subepor los siglos de los siglos.96 Donde el gusano de ellos nomuere, y el fuego nunca se apaga.97

2. El cielo se desvanecerá como un pergamino,98 ylos cielos pasarán con grande estruendo;99 huirán de lapresencia de aquél que se sienta en el trono, pero no seencontrará lugar para ellos.100 El apóstol Pedro nos dice lamanera en que terminarán: en el día de Dios, en el cual loscielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos,siendo quemados, se fundirán.101 Toda la sublime obra serádespedazada por la furia de los elementos, la conexión entresus partes destruida y cada átomo separado de los demás; latierra y las obras que en ella hay serán quemadas.102 Lascolosales obras de la naturaleza, las colinas eternas,103 las

92 2 Ts. 1.9.93 Ap. 19.20.94 Mt. 25.41.95 Is. 8.21.96 Ap. 14.11.97 Mc.9.44.98 Ap. 6.14.99 2 P. 3.10.100 Ap. 20.11.101 2 P. 3.12.102 2 P. 3.10.103 Gn. 29.46.

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montañas que han desafiado la furia del tiempo ypermanecido firmes por miles de años, se hundirán en laruina del fuego. ¡Cuánto menos podrán resistir las obras dearte, aun las más durables; los esfuerzos más inauditos de laindustria humana: tumbas, columnas, arcos triunfales,castillos, pirámides, al fuego conquistador! ¡Todo morirá,perecerá, se desvanecerá como un sueño cuando despierte lacriatura!

3. Ciertamente, algunos grandes hombres, dereconocida bondad, han imaginado que necesitándose elmismo poder omnipotente para aniquilar las cosas que paracrearlas, enviarlas a la nada o crearlas de la nada, ningunaparte, ni un átomo del universo será destruido totalmente.Suponen más bien lo que no hemos tenido tiempo deconsiderar, a saber: que así como el fuego en su últimaoperación reduce a vidrio lo que con fuego más lento sereduce a cenizas, en el día que Dios ha ordenado, toda latierra (si no es que también los cielos materiales) sufrirátambién ese cambio, después del cual el fuego no tendrá máspoder sobre ellos. Creen que esta opinión se deja ver en larevelación a San Juan: delante del trono había como un marde vidrio semejante al cristal.104 No podemos afirmar ninegar esto, pero lo sabremos en el futuro. Los que se burlande la religión, los que pretenden ser filósofos, preguntan:¿cómo puede ser esto? ¿de dónde vendrá tal cantidad defuego suficiente para destruir todo el globo terráqueo? Lescontestaremos, primeramente, que esta dificultad no especuliar del cristianismo, la misma objeción hacían casiuniversalmente los paganos liberales. Así, uno de esos

104 Ap. 4.6.

Sermón 15 305

celebrados librepensadores da expresión a la ideacomúnmente aceptada, de la siguiente manera:

Recordando, según los hados, ese tiempoCuando aspirando el fuego a la región celeste,Los mundos del espacio devoraráY en cenizas consumirá el globo terrestre.105

En segundo lugar, es muy fácil contestar, aun segúnnuestro conocimiento superficial de las cosas, que haysuficientes depósitos de fuego preparado y atesorado parael día del Señor. ¿A qué velocidad podría viajar un cometa,comisionado por él, viniendo de las partes más distantes deluniverso? ¿Y si tocara la tierra al volver del sol, cuando estámil veces más caliente que una bala al salir del cañón, quiénno puede ver lo que sería el resultado inmediato? Pero, sinascender tan alto como los cielos etéreos, ¿no podrían losmismos rayos que alumbran el mundo causar, por mandatodel Dios de la naturaleza, completa ruina y destrucción? O,sin ir más allá del globo mismo, ¿quién sabe lo enorme de losdepósitos de fuego líquido que durante las edades se han idoacumulando en las entrañas de la tierra? El Etna, el Hecla, elVesubio y otros volcanes que arrojan llamas y ascuas defuego, ¿Qué otra cosa son las bocas de estos hornos defuego sino la prueba, la evidencia, de que Dios tiene listoslos elementos para cumplir su palabra? Todavía más, siobservamos tan solo la superficie de la tierra y las cosas quenos rodean por todas partes resulta indudable, como loprueban miles de experimentos que no se pueden negar, quenosotros mismos, nuestros cuerpos, estamos llenos defuego, lo mismo que todo lo que nos rodea. ¿No sería muyfácil hacer visible, aun para el ojo, este fuego etéreo y hacer

105 Ovidio, Metamórfosis, i, 256-58. Wesley cita el poema en latín.

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que produzca en las materias combustibles el mismo efectoque se produce con el fuego de la cocina? ¿Se necesita acasoalguna otra cosa más sino dar libertad a esa cadena secretacon que está atado este irresistible elemento que parecereposar dormido en las partículas de la materia? Y, ¿quétanto se tardaría en hacer pedazos todo el universosumergiéndolo en la más completa ruina?

5. Hay otra circunstancia que tendrá lugar despuésdel juicio, y que merece ser considerada seriamente:Esperamos, dice el Apóstol, según sus promesas, cielosnuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.106 Lapromesa se encuentra en la profecía de Isaías: He aquí, yocrearé nuevos cielos y nueva tierra; y de los primeros nohabrá memoria.107 Tan grande será la gloria de lo postrero.San Juan vio esos cielos en las revelaciones de Dios: Vi uncielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y laprimera tierra pasaron.108 Únicamente la justicia reinará enellos.109 Por consiguiente, añade: Y oí una gran voz del[tercer] cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios conlos hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo,y Dios mismo estará con ellos como su Dios.110

Naturalmente, todos serán felices: Enjugará Dios todalágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrámás llanto, ni clamor, ni dolor.111 Y no habrá másmaldición ... y verán su rostro.112 Podrán acercarse a él y

106 2 P. 3.13.107 Is. 65.17.108 Ap. 21.1.109 2 P. 3.13.110 Ap. 21.3.111 Ap. 21.4.112 Ap. 22.3-4.

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serán, por lo tanto, muy semejantes a él. Esta es laexpresión más fuerte en el lenguaje de las Escrituras paraexpresar la felicidad más perfecta. Y su nombre estará ensus frentes.113 Serán públicamente reconocidos comopropiedad de Dios y su gloriosa naturaleza brillará en ellosmuy visiblemente: No habrá allí más noche; y no tienennecesidad de luz de lámpara, ni de luz de sol, porque Diosel Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de lossiglos.114

IV. Nos resta únicamente aplicar las anterioresconsideraciones a todos los que se encuentran aquí ante lapresencia de Dios, y lo hacemos guiados naturalmente porla solemnidad presente que nos señala hacia aquel díacuando él juzgará al mundo con justicia.115 La ocasiónpresente, al hacernos pensar en aquella mucho más solemneque ha de venir, puede sugerirnos muchas leccionesprovechosas, unas cuantas de las cuales me permitiréindicar. ¡Quiera Dios grabarlas en nuestros corazones!

1. En primer lugar, ¡qué hermosos son los pies116 deaquellos que son enviados por la sabia y misericordiosaprovidencia de Dios a ejecutar la justicia sobre la tierra, adefender a los afligidos y a castigar a los malvados! Losfirmes sostenedores de la tranquilidad pública; losdefensores de la inocencia y la virtud, la gran seguridad detodas nuestras bendiciones temporales, ¿no son servidoresde Dios para nuestro bien?117 ¿Y no representa cada uno deellos, no solamente a un príncipe de la tierra, sino al Juez de

113 Ap. 22.4.114 Ap. 22.5.115 Sal. 9.8.116 Is. 52.7.117 Ro. 13.4.

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la tierra;118 aquél que en su muslo tiene escrito este nombre:Rey de reyes y Señor de señores119? ¡Oh, que todos estoshijos de la diestra del Altísimo120 fueran santos como él essanto;121 sabios con la sabiduría del que se sienta junto a sutrono,122 como aquél que es la sabiduría eterna del Padre.Sin hacer acepción de personas, como él no la hace, sinodando a cada cual según sus obras;123 como él inflexibles,inexorablemente justos, aunque llenos de piedad y tiernamisericordia.124 Así serán terribles para los que hacen elmal, pues no en vano llevan la espada.125 Así llegarán lasleyes de nuestra patria a tener toda su honra y a cumplirtodos sus fines, y el trono de nuestro rey quedaráestablecido en justicia.126

2. Ustedes, honorables señores, que en un gradosubalterno han sido comisionados por Dios y el rey paraadministrar justicia, pueden ser comparados con los queacompañarán y servirán al Juez que vendrá en las nubes.¡Ojalá que, como ellos, sientan el amor de Dios y de lahumanidad ardiendo en sus corazones! Que amen la justiciay aborrezcan la iniquidad; que administren la justicia en susrespectivos puestos, según el honor que Dios les haconcedido a los que han de ser herederos de la salvación,127

y para la gloria de su gran soberano. Que establezcan la paz;

118 Sal. 94.2.119 Ap. 19.16.120 Sal. 77.10.121 1 P. 1.15-16.122 Sabiduría 9.4.123 Pr. 24.12; Mt. 16.27.124 Stg. 5.11.125 Ro. 13.4.126 Pr. 25.5.127 He. 1.14.

Sermón 15 309

sean la bendición y adorno de su patria; los protectores deuna nación pecaminosa; los ángeles guardianes de todos losque los rodean.

3. Ustedes, cuyo deber es ejecutar lo que ha sidopuesto bajo su responsabilidad por aquél en cuya presenciaestán, ¿no deberían procurar ser semejantes a los que estánante la presencia del Hijo del Hombre, aquellos ministrossuyos que hacen su voluntad, obedeciendo a la voz de suprecepto?128 ¿No deberían ser tan puros como ellos,mostrar que son buenos siervos de Dios? ¿Hacer justicia yamar misericordia;129 hacer a los demás como quisieran queellos hicieran a ustedes130? Si así lo hicieran, el gran Juez,ante cuya presencia están continuamente, les dirá también:«¡Bien, buenos y fieles siervos, entren en el gozo de suSeñor!»131

4. Permítanme añadir unas cuantas palabras a todosustedes que este día se encuentran ante la presencia delSeñor. ¿No debieran tener siempre fijo en sus mentes que undía mucho más terrible se aproxima? Esta es una granasamblea, pero no es de compararse con aquélla que hemosde ver, ¡la asamblea de todo el género humano que ha vividodesde el principio sobre la faz de la tierra! Algunas personascomparecerán hoy día ante este tribunal para ser juzgadassegún los cargos que se les hagan; ahora están en la prisión,tal vez arrastrando una cadena, esperando que se les juzguey sentencie. Pero en aquel día, todos ustedes que escuchany yo que hablo, compareceremos ante el tribunal de

128 Sal. 103.20.129 Mi. 6.8.130 Mt. 7.12; Lc. 6.3.131 Mt. 25.21, 23.

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Cristo.132 Ahora estamos aprisionados en la tierra, que noes nuestra última morada, en esta cárcel de carne y sangre;muchos de nosotros tal vez también en cadenas deobscuridad,133 hasta que se nos ordene comparecer. Aquí sele pregunta a un hombre respecto a uno o dos delitos que sesupone cometió. En aquel día habremos de dar cuenta detodas nuestras obras que hemos hecho, desde la cuna hastael sepulcro: de todas nuestras palabras, nuestros deseos ydisposiciones; de todos los pensamientos e intenciones denuestro corazón;134 del uso que hayamos hecho de losvarios talentos, ya sea nuestra mente, cuerpo o dinero, hastaque Dios nos diga: Da cuenta de tu mayordomía, porque yano podrás más ser mayordomo.135 Es muy posible quealgunos criminales, por falta de evidencia para condenarles,escapen de la justicia en esta corte, pero en aquel tribunal nofaltará evidencia. Todos los seres humanos con quienestuvieron las relaciones más secretas, que supieron de todossus intenciones y acciones, estarán delante de ustedes.También todos los ángeles de las tinieblas que les inspiraronmalas obras y les ayudaron a ponerlas en práctica. Tambiénlos ángeles de Dios, esos ojos de Jehová, que recorren todala tierra,136 que cuidaron de su alma y trabajaron por subien hasta donde se lo permitieron. También su conciencia,mil testigos en uno, no podrá cegarse ni callarse, sino quetendrá que conocer y hablar la verdad y nada más que laverdad, respecto de sus pensamientos, palabras y obras. Ysi la conciencia es más que mil testigos, Dios es más que mil

132 Ro. 14.10.133 2 P. 2.4.134 He. 4.12.135 Lc. 16.2.136 Zac. 4.10.

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conciencias. ¡Oh! ¿quién podrá estar ante la presencia delgran Dios, nuestro Salvador Jesucristo?137

¡Vean! ¡Vean! ¡Ya viene! Las nubes son su carroza; ysobre las alas del viento; fuego devorador le precede y unallama encendida lo sigue. Vean, se sienta sobre su trono,vestido de luz como con un ropaje, rodeado de majestad yhonor.138 Sus ojos son como llama de fuego, su voz comoruido de muchas aguas.139

¿Cómo escaparás? ¿Pedirás a las montañas quecaigan sobre ti y a las rocas que te escondan?140 ¡Lasmontañas mismas, las rocas, la tierra, los cielos, estaránlistos a desaparecer! ¿Puedes evitar la sentencia? ¿Cómo?¿Con tus posesiones,141 con mucha plata y oro? ¡Pobreciego! ¡Desnudo saliste del vientre de tu madre y desnudovolverás a la eternidad!142 Escucha al Señor, al Juez: Venid,benditos de mi Padre, heredad el reino preparado paravosotros desde la fundación del mundo.143 Benditaspalabras. ¡Qué diferentes de aquella voz cuyo eco seescuchará a través de la expansión de los cielos: Apartaos demí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y susángeles!144 ¿Y quién es el que puede prevenir o retardar lacompleta ejecución de estas sentencias? ¡Vana esperanza!He aquí el infierno se mueve en las regiones inferiores145

137 Tit. 2.13.138 Sal. 104.1-3.139 Ap. 1.14-15.140 Ap. 6.16.141 Pr. 6.31.142 Job 1.21.143 Mt. 25.41.144 Mt. 25.41.145 Is. 14.9.

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para tragar su presa. ¡Y las puertas eternas alzan suscabezas para que los herederos de la gloria puedan entrar!146

5. ¿Qué santidad y pureza de costumbres deberíancaracterizar nuestras vidas?147 Sabemos que muy pronto elSeñor descenderá con voz de arcángel, y con trompeta deDios;148 cuando cada uno de nosotros comparecerá delantede él y dará cuenta de sus propias obras.149 Por lo cual, ohamados, estando en espera de estas cosas,150 porque aúnun poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará,151

procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha eirreprensibles.152 ¿Y por qué no? ¿Por qué tendrá queencontrarse alguno de ustedes a la mano izquierda el día desu venida? El Señor no quiere que ninguno perezca, sino quetodos procedan al arrepentimiento;153 y por medio delarrepentimiento, a la fe en la sangre del Señor; por fe en unamor sin mancha, a la completa imagen de Dios renovada enel corazón, que produce una completa santidad de vida.¿Pueden dudar esto, sabiendo que el Juez de todos154 es a lavez el Salvador de todo el género humano?155 ¿No fue élquien los compró con su preciosa sangre156 para que, lejosde perecer, tuvieran vida eterna?157 ¡Oh, prueben su

146 Sal. 24.7, 9.147 2 P. 3.11.148 1 Ts. 4.16.149 Lc. 16.2.150 2 P. 3.14.151 He. 10.37.152 2 P. 3.14.153 2 P. 3.9.154 He. 12.23.155 1 Ti. 4.10.156 Hch. 20.28.157 Jn. 3.16.

Sermón 15 313

misericordia en lugar de su justicia; su amor y no el truenode su poder!158 No está lejos de cada uno de nosotros;159 yno viene a condenar, sino a salvar al mundo.160 Está enmedio de nosotros. Pecador, ahora mismo, en estemomento, está llamando a la puerta de tu corazón.161 ¡Oh,si pudieras saber, al menos en este tu día, lo que es para tupaz!162 ¡Oh, que pudieran entregarse completamente a aquelque se dio a sí mismo por ustedes,163 con una fe humilde,con un amor santo, puro y paciente! Para que puedanregocijarse con sumo gozo164 en su día, cuando él vendrá enlas nubes del cielo.165

158 Job 26.14.159 Hech. 17.27.160 Jn. 3.17.161 Ap. 3.20.162 Lc. 19.42.163 Gá. 2.20.164 Mt. 2.10.165 Mt. 24.30.

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Sermón 16

Los medios de gracia

Malaquías 3.7

Os habéis apartado de mis leyes y no las guardasteis.

I.1. ¿Habrá todavía algunas «ordenanzas», ahora queel evangelio ha sacado la vida y la inmortalidad a la luz?1

¿Existen bajo la dispensación cristiana medios instituidospor Dios como los conductos ordinarios de su gracia? En laIglesia Apostólica no se habría podido hacer esta pregunta,a no ser que se declarase uno abiertamente pagano, ya quetodos los cristianos estaban de acuerdo en que Cristo habíainstituido ciertos medios exteriores para comunicar su graciaa las almas de los hombres. Su práctica constante establecióesto en una forma indisputable, mientras Todos los quehabían creído estaban juntos, y tenían en común todas lascosas.2 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles ... enel partimiento del pan y en las oraciones.3

2. Con el paso del tiempo, cuando el amor demuchos se enfrió,4 algunos principiaron a tomar los medioscomo el fin, y a hacer que la religión consistiera en un seriede prácticas exteriores en lugar de en un corazóntransformado según la imagen de Dios. Olvidaron que elpropósito de los mandamientos es el amor, nacido de

1 2 Ti. 1.10.2 Hch. 2. 44.3 Hch. 2.42.4 Mt. 24.12.

Los medios de gracia314

corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida.5

Que ese propósito es amar al Señor su Dios con todo sucorazón y a su prójimo como a ellos mismos;6 y el serpurificados del orgullo, del rencor y de todo deseopecaminoso, mediante la fe en el poder de Dios.7 Otrosaparentemente se imaginaron que, aunque la religión noconsistía principalmente de estas manifestacionesexteriores, sin embargo había en ellas algo que complacía aDios, algo que los haría aceptables ante su presencia,aunque no cumplieran exactamente las demandas de la ley,la justicia, la misericordia y el amor a Dios.8

3. Es evidente que estos medios no han producido,en aquéllos que abusan de ellos, el fin para el que fueroninstituidos, sino que, al contrario, los medios que deberíanhaber servido para su salvación les han servido detropiezo.9 Se encontraban tan lejos de recibir una bendiciónpor medio de ellos, que trajeron maldición sobre suscabezas. En lugar de crecer en pureza de corazón y de vidase hicieron doblemente hijos del infierno.10 Otros, al verclaramente que estos medios no traían la gracia de Dios aesos hijos del diablo, principiaron a deducir de esos casosparticulares una conclusión general: estos medios nocomunican la gracia de Dios.

Sin embargo, el número de los que abusaban de lasordenanzas de Dios era más grande que el de aquellos quelas odiaban, hasta que ciertos hombres se levantaron, no

5 1 Ti. 1.5.6 Mt. 22.37,39.7 Col. 2.12.8 Mt. 23.23.9 Ro. 14.13.10 Mt. 23.15.

Sermón 16 315

únicamente con un gran entendimiento (algunos vinieron conun gran erudición), sino que parecían también personasllenas de amor, habiendo experimentado la verdad y lareligión interior. Algunos de ellos eran antorchas que ardíany alumbraban,11 personas famosas en sus generaciones, quehabían vivido bien en la Iglesia de Cristo al ponerse de pieen la brecha12 mientras el pecado parecía desbordarse.

No se puede suponer que estas venerables y santaspersonas intentaban al principio otra cosa que mostrar quela religión externa no vale nada sin la religión del corazón,que Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y enverdad es necesario que adoren;13 que, por lo tanto, laadoración exterior es inútil sin un corazón entregado a Dios;que las leyes externas de Dios son de mucho provechocuando ayudan a progresar en santidad interna, pero cuandono lo hacen son más ligeras que la vanidad; sí, cuando sonusadas, como si dijéramos, en lugar de esto, son granabominación delante de Dios.

5. Sin embargo, no es raro que algunos de éstos,convencidos profundamente de la horrible profanación delas leyes de Dios que se ha extendido sobre toda la iglesia ycasi expulsado del mundo la verdadera religión, en suferviente celo por la gloria de Dios y de rescatar las almas deese fatal engaño, hablaron como si la religión exterior valieraabsolutamente nada, como si no tuviera un lugar en lareligión de Cristo. No es de sorprender si en algunasocasiones no se expresaron con la suficiente cautela, demanera que algunos oídos incautos pudieron creer que

11 Jn. 5.35.12 Ez. 22.30.13 Jn. 4.24.

Los medios de gracia316

condenaban todas las expresiones externas como inútiles ycomo si Dios no las hubiera designado como mediosordinarios para comunicar su gracia a las almas del génerohumano.

Es posible que algunos de estos santos varoneshayan aceptado al fin tal opinión, especialmente aquéllosque se encontraron privados de todas estas leyes, no de supropia voluntad, sino por la providencia de Dios; quienestal vez caminaban de un lugar a otro, sin tener un lugar fijo,y habitando, quizá, en las cavernas de la tierra.14 Estos,experimentando la gracia de Dios en sí mismos, aunqueestaban privados de todos los medios exteriores, pudieronimaginar que alcanzarían la misma gracia aquéllos que seabstuvieran de dichos medios por su propia voluntad.

6. La experiencia nos muestra cuán fácilmente seextiende esta opinión y se insinúa en la mente de los sereshumanos, especialmente en aquéllos que han despertadocompletamente del sueño de la muerte15 y han principiado asentir el peso de sus pecados como una carga muy pesada ydifícil de llevar.16 Estas personas frecuentemente estánimpacientes por su presente estado y tratan, por todos losmedios posibles, de escapar de él. Siempre están listas aprobar cualquier cosa nueva que produzca serenidad ofelicidad. Probablemente han probado la mayor parte de losmedios externos sin encontrar paz en ellos sino, por elcontrario, probablemente más y más temor, tristeza ycondenación. Es fácil, entonces, persuadir a estas personasde que han de abstenerse de todos estos medios.

14 He. 11.38.15 Sal. 13.3.16 Sal. 38.4.

Sermón 16 317

Aparentemente, ya están cansadas de luchar en vano, detrabajar para el fuego17 y se alegran, por lo tanto, decualquier pretexto para hacer a un lado aquello en que susalmas no encuentran placer, abandonar la lucha dolorosa ysumarse en una profunda apatía.

II.1. En el discurso que sigue me propongo examinarcuidadosamente si existen o no los medios de gracia.

Por «medios de gracia» entiendo las señalesexteriores, las palabras o acciones ordenadas e instituidaspor Dios con el fin de ser los canales ordinarios por mediode los cuales pueda comunicar a la criatura humana su graciaanticipante, justificadora y santificadora.

Uso esta expresión, «medios de gracia», porque noconozco ninguno mejor y porque ha sido usadogeneralmente en la iglesia cristiana por muchos siglos. Enparticular, por nuestra propia iglesia, que nos dirige abendecir a Dios «por los medios de gracia y la esperanza degloria»;18 y nos enseña que un sacramento es «un signoexterior de una gracia interior, y un medio que nos laconfiere.»19

Los medios principales son: la oración, ya sea enprivado o en la gran congregación; el estudio de lasEscrituras (que significa leer, escuchar y meditar sobreellas), y la cena del Señor: participar del pan y del vino ensu memoria. Creemos que estos medios fueron instituidospor Dios como los canales ordinarios para comunicar sugracia a las almas del género humano.

17 Hab. 2.1318 Libro de Oración Común, Oración general de gracias.19 Libro de Oración Común, Catecismo, respuesta a la pregunta: «¿Qué quieredecir la palabra sacramento?».

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2. Concedemos que todo el valor de estos mediosconsiste en estar actualmente subordinados al objeto de lareligión y, por consiguiente, que cuando todos estos mediosse separan de su objeto, son menos que la misma vanidad.20

Que si no guían en realidad al conocimiento y amor de Dios,no son aceptables en su presencia, sino al contrario, unaabominación; un mal olor que le ofende y se cansa de ellos.No puede soportarlos. Sobre todo, si se usan como unaforma de «conmutación»21 de la religión, en vez de estarsubordinados al objeto de ésta, no hay palabras con quéexpresar lo enorme y pecaminoso de esta torpeza de volverlas armas de Dios en contra de él mismo; de evitar que elcristianismo se posesione del corazón, usando de esosmismos medios que fueron instituidos con tal fin.

3. Concedemos, igualmente, que todos los mediosexteriores, si están separados del Espíritu de Dios, nopueden ser de ningún provecho ni conducir de ningunamanera al conocimiento o al amor de Dios. Esincontrovertible que la ayuda que se recibe aquí viene de élmismo.22 El, y sólo él, es quien por medio de su poderomnipotente obra en nosotros lo que es agradable en supresencia.23 Todas las cosas exteriores, a menos que él obreen ellas y por medio de ellas, son débiles y míseroselementos.24 Quienquiera, pues, que se imagine que hayalgún poder intrínseco en estos medios, está en un errorcraso y no conoce las Sagradas Escrituras ni el poder de 20 Is. 40.17.21 Término forense, definido en la Cyclopaedia de Chambers como «uncambio de condena o castigo, ...como cuando la pena de muerte es cambiadapor destierro o prisión perpetua».22 Sal. 74.13.23 1 Jn.3.22.24 Gá. 4.9.

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Dios.25 Sabemos que no hay ningún poder inherente en laspalabras que usamos en la oración, en la letra de la SagradaEscritura, en el sonido de esas palabras, o en el pan y vinoque recibimos en la Cena del Señor, y que sólo Dios es eldador de todo don perfecto,26 el Autor de toda gracia; que aél únicamente pertenece el poder de comunicar a nuestrasalmas cualquiera bendición por estos medios. Sabemos,igualmente, que podría conceder esta gracia aunque ningunode estos medios existiera en toda la redondez de la tierra y,en este sentido, podemos afirmar que Dios no tienenecesidad de ningún medio, por cuanto puede hacer su santavoluntad valiéndose de medios o sin ninguno de ellos.27

4.Confesamos, además, que el uso de todos losmedios no bastaría para redimir un solo pecado; que sólo lasangre de Jesucristo es suficiente para reconciliar al pecadorcon Dios,28 puesto que no existe ninguna otra propiciaciónpor nuestros pecados,29 ninguna otra fuente que puedalimpiar la iniquidad e impureza. Todos los creyentes enCristo están firmemente persuadidos de que no existeningún mérito sino en él; que no hay ningún mérito en suspropias obras, en hacer sus oraciones, en el estudio de laSagrada Escritura, en escuchar la palabra de Dios o en comerdel pan y beber de la copa.30 De manera que si la expresiónque muchos han usado de que «Cristo es el único medio degracia,» quiere decir que él es la única causa meritoria,

25 Mt. 22.29.26 Stg. 1.17.27 Ec. 8.3.28 Ro. 5.10.29 1 Jn. 2.2; 4.10.30 1 Co. 11.28.

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ninguno que conozca la gracia de Dios puede contradecir talaserción.

5. Todavía más, es un hecho, aunque nos peseconfesarlo, que un gran número de los que se llamancristianos hasta hoy, abusan de los medios de gracia para supropia destrucción. Este es el caso, indudablemente, en quese encuentran los que tienen la forma sin el poder de lasantidad.31 Presumen, equivocadamente, que ya soncristianos, porque cumplen con tal o cual cosa, aunqueCristo jamás se haya revelado en sus corazones, ni se hayaderramado en ellos el amor de Dios.32 Se figuran que,infaliblemente, llegarán a serlo, simplemente porque usan deestos medios; vanamente soñando, aunque tal vez sin estarconscientes de ello, ya que hay cierto poder en estos mediosdebido al cual, tarde o temprano, no saben cuándo, llegaránciertamente a ser santos; o, ya que existe cierta clase demérito en hacer uso de ellos, el cual indudablemente moveráa Dios a santificarlos o a recibirlos sin santidad.

6. Escasamente comprenden el sentido de esaspalabras que son la base firme del cristianismo: Por graciasois salvos.33 Salvos de los pecados, de su culpa y poder.Son recibidos otra vez en el favor y la imagen de Dios, nodebido a ninguna obra, mérito o virtud de ustedes, sino porgracia; únicamente por la misericordia de Dios, por losméritos de su muy amado Hijo.34 Son salvos, pues, nodebido a ningún poder, sabiduría o fortaleza que haya enustedes o en cualquiera otra criatura, sino únicamente por la

31 2 Ti. 3.5.32 Ro. 5.5.33 Ef. 2.5, 8.34 Mc. 12.6.

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gracia y el poder del Espíritu Santo35 que obra en todosnosotros.36

7. Sin embargo, todavía queda la cuestión principal:Sabemos que esta salvación es el don y la obra de Dios,pero ¿cómo podrá uno, por ejemplo, que está persuadido deque no la ha recibido, obtenerla? Si le dices: «Cree y serássalvo»,37 te contestará: «Muy bien, pero ¿qué haré paracreer?» Tú le respondes: «Espera en Dios.» «Sí, pero ¿cómohe de esperar, usando los medios de gracia o sin ellos?»38

8. No se puede concebir que la Palabra de Dios dejede darnos alguna dirección sobre asunto tan importante, oque el Hijo de Dios, que bajó del cielo a salvar al génerohumano, nos hubiese dejado en duda respecto a unacuestión que atañe tan de cerca a nuestra salvación.

En verdad no nos ha dejado en duda sino que, muyal contrario, nos ha mostrado el camino que debemos tomar.Sólo tenemos que consultar el Oráculo de Dios, investigar loque allí está escrito y, si nos sometemos a su decisión, nopuede quedar la menor duda.

III.1. Según esta decisión de la Sagrada Escritura,todos los que deseen recibir la gracia de Dios deben esperarobtenerla por los medios que él ha ordenado; usándolos, nohaciéndolos a un lado.39 En primer lugar, el que quiera

35 Ro. 15.13.36 1 Co. 12.6.37 Hch. 16.31.38 Tit. 2.11.39 La idea de Wesley de «esperar en el Señor» es característicamente dinámica;nunca significa «quietismo» o «tranquilidad». El cristiano creyente debe serceloso en toda obra de piedad y misericordia. Ninguna de éstas afecta la graciade Dios, pero pueden ayudar a preparar nuestros corazones para recibir losdones de Dios como dádiva. Ver adelante: IV.5. Véase también el diario deJuan Wesley: Dic. 31, 1739 y Jun. 22-28, 1740.

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recibir la gracia de Dios debe buscarla por medio de laoración. El mismo Señor lo ha indicado expresamente: en elSermón del Monte, después de explicar extensamente en loque consiste la religión y describir sus partes principales,añade: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y seos abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el quebusca, halla; y al que llama, se le abrirá.40 Aquí se nosdirige, de la manera más clara, a que pidamos a fin de recibir.A que busquemos para que podamos encontrar la gracia deDios, la perla de gran precio,41 y a que llamemos, a quecontinuemos llamando y buscando, si es que hemos deentrar en el reino.

2. A fin de que no quede la menor duda, nuestroSeñor desarrolla este punto de una manera especial,apelando al corazón: ¿Qué hombre hay de vosotros, que sisu hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si le pide unpescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendomalos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuántomás vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosasa los que le pidan?42 O como se expresa en otra ocasión,incluyendo todos los dones en uno solo: ¿Cuánto másvuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lopidan?43Merece observarse muy especialmente que aquellaspersonas a quienes se les aconsejaba que pidiesen, aún nohabían recibido el Espíritu Santo y, sin embargo, nuestroSeñor les aconseja que usen de este medio y les promete queserá eficaz. Que si piden, recibirán el Espíritu Santo deaquél cuya misericordia cubre todas sus obras. 40 Mt. 7.7-8.41 Mt. 13.46.42 Mt. 7.9-11.43 Lc. 11.13.

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3. La necesidad urgente de usar este medio, si es quehemos de recibir cualquier don de Dios, se desprendeademás de aquel pasaje tan notable que precedeinmediatamente a estas palabras: «Les dijo también, aaquellos a quienes acababa de enseñar cómo orar, ¿Quién devosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y ledice: Amigo, préstame tres panes ... y aquel, respondiendodesde dentro, le dice: no me molestes... no puedolevantarme y dártelos? Os digo, que aunque no se levante adárselos por ser su amigo, sin embargo por suimportunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. Yyo os digo: Pedid y se os dará.»44 «Aunque no se levante adárselos por ser su amigo, sin embargo por suimportunismo se levantará y le dará todo lo que necesite».¿Cómo pudiera nuestro bendito Salvador declarar másampliamente que Dios nos dará por este medio, pidiendo,importunando, lo que de otro modo no recibiríamos deninguna manera?

4. También les refirió Jesús una parábola sobre lanecesidad de orar siempre y no desmayar, hasta que poreste medio reciban de Dios lo que le piden: Había en unaciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía aél, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quizopor algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí:Aunque no temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sinembargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia,no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.45 ElSeñor mismo hizo luego la aplicación de esta parábola: Oíd

44 Lc. 11.5, 7-9.45 Lc. 18.1-5.

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lo que dijo el juez injusto: porque continúa pidiendo, porqueno se conforma si me rehuso, le haré justicia. ¿Y acaso Diosno hará justicia a sus escogidos, que claman a él día ynoche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que prontoles hará justicia, si oran siempre y no desmayan.46

5. Nos dio otra indicación, igualmente amplia yexpresa, de que busquemos las bendiciones de Dios en laoración privada, juntamente con la promesa de que por estemedio obtendremos la petición de nuestros labios, enaquellas palabras tan conocidas: «Cuando ores, entra en tuaposento, y cerrada la puerta, ora al Padre que está ensecreto; y tu Padre que ve en secreto te recompensará enpúblico.»47

6. Si puede haber dirección más clara, es aquélla queDios nos dio por medio de su Apóstol, respecto de todaclase de oración, pública o privada, y de la bendición que lesigue: Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídalaa Dios, el cual da a todos abundantemente (si pide, porquede otra manera, no tenéis lo que deseáis, porque no pedís),48

y sin reproche le será dada.49

Si se objetara: «Esta disposición no concierne a losincrédulos, a los que no conocen la gracia perdonadora deDios, pues el Apóstol añade: Pero pida con fe, de otramanera, no piense ... que recibirá cosa alguna del Señor.50

Contesto: que el Apóstol mismo fijó el sentido de estapalabra fe, como si hubiera querido destruir esta mismaobjeción, en las palabras que siguen inmediatamente: Pero 46 Lc. 18.1.47 Mt. 6.6.48 Stg. 4.2.49 Stg. 1.5.50 Stg. 1.6-7.

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pida con fe, no dudando nada (meedén diakrinómenos, sindudar que Dios escucha su oración) y el deseo de sucorazón le será concedido.

De aquí se desprende lo absurdo y blasfemo que essuponer que la fe en este pasaje debe tomarse en un sentidoabsolutamente cristiano. Es tanto como suponer que elEspíritu Santo dirige a alguien, sabiendo que no tiene fe (loque aquí se llama sabiduría), a pedirla a Dios bajo lapromesa positiva de que se la dará,51 añadiendoinmediatamente que no se la dará, a no ser que la tenga antesde pedir. Pero, ¿quién puede tolerar tal suposición? De estepasaje, por consiguiente, lo mismo que de los que ya hemoscitado, debemos inferir que todo aquél que desee obtener lagracia de Dios debe buscarla por medio de la oración.

7. En segundo lugar, todos los que anhelen recibir lagracia de Dios deben buscarla escudriñando la SagradaEscritura.

La dirección que nuestro Señor da respecto al uso deeste medio es igualmente sencilla y clara: «Escudriñad lasEscrituras», dice a los judíos incrédulos, «ellas son las quedan testimonio de mí».52 Y precisamente con este fin lesaconsejó que escudriñaran las Escrituras, para que creyeranen él.

La objeción de que «éste no es un mandamiento,sino solamente una aserción» es vergonzosamente falsa.Pido a los que insisten en esto, me digan: ¿cómo podráexpresarse un mandato más claramente que en estostérminos: Escudriñad las Escrituras? Es tan terminantecomo las palabras son capaces de hacerlo.

51 Stg. 1.5.52 Jn. 5.39.

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Cuál bendición acompaña a los que usan de estemedios, se desprende de lo que está escrito respecto de loscreyentes en Berea, quienes, después de haber escuchado aPablo escudriñaban cada día las Escrituras para ver siestas cosas eran así. Así que creyeron muchos de ellos, yencontraron la gracia de Dios por el medio que él habíaordenado.53

Ciertamente, es muy probable que en algunos deaquellos que recibieron la palabra con toda solicitud,54 la fehaya venido por el oír, como dice el Apóstol,55 y sólo hayasido confirmada por la lectura de la Sagrada Escritura. Peroya se ha indicado que el término general «escudriñar laEscritura» significa: escucharla, leerla, y meditar en ella.

8. De las palabras de Pablo a Timoteo, aprendemosque éste es un medio por el cual Dios no sólo da, sino quetambién confirma y desarrolla la verdadera sabiduría. Desdela niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales tepueden hacer sabio para la salvación por la fe que es enCristo Jesús.56 La misma verdad, a saber: que Dios hainstituido este medio de comunicar al humano su múltiplegracia, se expresa de la manera más completa que puedaconcebirse en las palabras que siguen inmediatamente: TodaEscritura es inspirada por Dios, y por consiguiente,verdadera; y útil para enseñar, para redargüir, paracorregir, para instruir en justicia, con el fin de que elhombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado paratoda buena obra.57

53 Hch. 17.11-12.54 Hch. 17.1155 Ro. 10.7.56 2 Ti. 3.15.57 2 Ti. 3.16-17.

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9. Es de observarse que esto se refiere, en primerlugar y directamente, a las Escrituras que Timoteo habíaconocido desde sus niñez, que deben haber sido las delAntiguo Testamento, puesto que las del Nuevo aún no sehabían escrito. ¡Cuán lejos, pues, estaba Pablo-—si bien ennada era inferior a aquellos grandes apóstoles58 y, porconsiguiente, presumo que a ninguno de los hombres quehoy existen en la tierra—de despreciar el AntiguoTestamento! ¡Tomad esto en consideración, no sea quealgún día se asombren y perezcan,59 ustedes los que tienentan en poco la mitad de los Oráculos de Dios! De esa mitad,respecto a la cual el Espíritu Santo expresamente declaraque es «útil» como medio instituido por Dios con estemismo fin: «para enseñar, para redargüir, para corregir, parainstituir en justicia»; para que el «hombre de Dios seaperfecto, enteramente instruido para toda buena obra».

10. Esto no es solamente provechoso para el pueblode Dios que ya camina a la luz de su rostro,60sino aun paraaquellos que todavía permanecen en las tinieblas, buscandoa aquél a quien no conocen. Pedro afirma: Tenemos tambiénla palabra profética más segura;61 confirmada con el hechode haber visto personalmente su majestad y oído la voz quevino desde la magnífica gloria.62 A esa palabra profética,como la Sagrada Escritura la llama, hacéis bien en estaratentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro,hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga 58 2 Co. 11.5.59 Hch. 13.41.60 Sal. 89.15.61 2 P. 1.19. En el texto en inglés, Wesley cita la versión inglesa, y luego,dando el griego, ofrece una versión más literal. Esa versión se aproxima a la deReina-Valera, que damos aquí. (N. del E.)62 2 P. 1.16-17.

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en vuestros corazones.63 Esperen, pues, escudriñando lasEscrituras, los que deseen que ese lucero alumbre suscorazones.

11. En tercer lugar, todo aquél que desee crecer en lagracia de Dios, deberá esperarlo participando de la Cena delSeñor, pues ésta es también una de las indicaciones que élmismo dio: El Señor Jesús, la noche que fue entregado,tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo:Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros espartido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomótambién la copa, después de haber cenado, diciendo: Estacopa es el nuevo pacto en mi sangre, haced esto todas lasveces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todaslas veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, lamuerte del Señor anunciáis hasta que él venga.64

Abiertamente la muestran, por medio de estas señalesvisibles, ante Dios, los ángeles y los hombres; declaran lasolemne conmemoración de su muerte, hasta que baje delcielo en las nubes.

Pero «pruébese cada uno a sí mismo» a ver sicomprende la naturaleza y designio de esta santa institucióny si efectivamente desea ser hecho conforme a la muerte deCristo y así, sin duda alguna, «coma de aquel pan y beba deaquella copa».65

Aquí repite el Apóstol expresamente la direcciónque el Señor dio primero: que coma; que beba. Palabras queindican no un simple permiso, sino un mandamiento claro yexplícito. Un mandamiento a todos los que ya se sienten

63 2 P. 1.19.64 1 Co. 11.23-26.65 1 Co. 11.28.

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llenos de paz y gozo al creer, o que pueden decirsinceramente: «La memoria de nuestros pecados nos aflige,su peso es intolerable».66

12. Que éste sea un medio habitual de recibir lagracia de Dios, lo evidencian las palabras del Apóstol que sehallan en el capítulo anterior: «La copa de bendición quebendecimos, ¿no es la comunión [o sea la comunicación] dela sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es lacomunión del cuerpo de Cristo?»67 El comer el pan y beberla copa, ¿no es el medio exterior y visible por el cual Dioscomunica a nuestras almas toda esa gracia espiritual, esajusticia, paz y gozo en el Espíritu Santo68 que fueroncomprados con el cuerpo de Cristo, una vez quebrantado, yla sangre de Cristo, una vez derramada por nosotros? Todoaquél, pues, que anhele la gracia de Dios, coma de ese pan ybeba de esa copa.

IV.1. Pero, a pesar de lo claro que es el camino queDios ha señalado y por el cual desea que se le busque, lasobjeciones que los humanos, sabios en su propia opinión,han inventado, son innumerables. Sería bueno consideraralgunas de éstas, no porque tengan mucho peso en símismas, sino por el uso tan frecuente que se hace de ellas,especialmente en estos últimos años, con el fin de desviardel camino a los débiles.69 Más aun, de molestar y perturbara los que corrían bien, y esto de tal manera, que llegan ahacer que Satanás parezca como ángel de luz.70

66 Libro de Oración Común, Confesión general.67 1 Co. 10.16.68 Ro. 14.17.69 He. 12.13.70 2 Co. 11.14.

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La primera y más importante de éstas es la quesigue: «No pueden usar estos medios, como los llaman, sinconfiar en ellos.» Yo pregunto: ¿Dónde se encuentra escritatal cosa? Supongo que me mostrarán claramente que suafirmación se prueba con la Escritura, pues de otra manerano me atrevo a recibirla, porque no estoy convencido queson más sabios que Dios.

Si realmente fuera esto como ustedes aseguran, esindudable que Cristo debió haberlo sabido, y seguramenteque nos habría amonestado, y lo habría revelado hace muchotiempo. Por consiguiente, siendo que no lo ha revelado,siendo que no hay fundamento para esto en toda larevelación de Jesucristo, estoy tan seguro de que suafirmación es falsa, como de que la revelación es de Dios.

«Sin embargo, déjalos por un poco tiempo a ver sihas confiado en ellos o no». ¡De manera que debodesobedecer a Dios para saber si confío al obedecerlo! ¿Yéste es el consejo que me dan? ¿Recomiendan abiertamenteque se haga el mal para que venga el bien? ¡Tiemblen ante lasentencia de Dios en contra de tales maestros! Sucondenación es justa.71

«A la verdad, si tienen escrúpulos cuando losabandonan, es cierto que confían en ellos». De ningunamanera. Si sufro cuando desobedezco a Diosvoluntariamente, es claro que su Espíritu aún estámoviéndose; pero si la conciencia no me remuerde alcometer voluntariamente el pecado, es evidente que me hadejado como a persona de mente réproba.72

71 Ro. 3.8.72 Ro. 1.28.

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Pero, ¿qué quieren decir con «confiar en ellos»?¿Qué buscan en ellos? ¿La bendición de Dios? ¿Creen que siesperan de este modo obtendrán lo que de otra manera nopodrían conseguir? Así es y así será, Dios mediante, hasta elfin de mi vida. Por la gracia de Dios confiaré así en elloshasta el día de mi muerte. Es decir: creeré que Dios es fiel encumplir todo lo que ha prometido, y por cuanto haprometido bendecirme de este modo confío en que seráconforme a su palabra.

2. Se ha objetado, en segundo lugar, «Esto es buscarla salvación por medio de las obras». ¿Saben el significadode las palabras que están usando? ¿Qué cosa es buscar lasalvación por medio de las obras? En los escritos de Pablosignifica: ya el tratar de salvarse observando las obrasrituales de la ley mosaica, o esperar la salvación comoresultado de nuestras buenas obras, por los méritos denuestra propia justicia. Pero, ¿cómo puede decirse quecualquiera de estos dos sentidos se aplique al hecho de queyo busque a Dios en el camino que él ha ordenado,esperando que me encuentre allí, porque me lo haprometido?

Estoy seguro de que cumplirá su palabra, de que meencontrará y me bendecirá de este modo. Pero no porcualquiera obra que yo haya hecho, ni debido al mérito demi justicia, sino por los méritos, sufrimiento y amor de suHijo, en quien siempre ha tomado contentamiento.73

3. Se ha objetado con vehemencia, en tercer lugar,que «Cristo es el único medio de gracia». A lo que contestoque tal cosa no es sino un mero juego de palabras, puestoque si explican el término que usan, la objeción se desvanece

73 Mt. 3.17.

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por completo. Cuando decimos que la oración es un mediode gracia, queremos dar a entender que es un conducto pormedio del cual se comunica la gracia de Dios. Cuando dicen:«Cristo es el medio de gracia», dan a entender que sólo él lacompra y que sólo él es su precio; o que nadie viene alPadre sino por él.74 Y ¿quién lo niega? Pero esto no tieneque ver nada con la cuestión.

4. Se ha objetado, en cuarto lugar, «¿No nos dice laEscritura que esperemos la salvación? ¿No dice David: EnDios solamente está acallada mi alma; de él viene misalvación?75 ¿No nos enseña Isaías lo mismo cuando dice:«Oh Jehová ... a ti hemos esperado»? Nada de esto puedenegarse. Puesto que es el don de Dios, indudablementedebemos esperar recibir de él la salvación. Pero, ¿cómoesperaremos? Si Dios mismo ha instituido la manera¿podrán encontrar un medio mejor de esperarla? Queestableció el modo, y cuál sea el camino, se ha demostradoprofusamente. Y las mismas palabras que citan lo ponenfuera de toda duda, porque el texto completo dice así: En elcamino de tus juicios, u ordenanzas, te hemos esperado.76

De esta misma manera esperó David, como abundantementelo testifican sus propias palabras: Tu salvación heesperado, oh Jehová, y tus mandamientos he puesto porobra.77 Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos ylo guardaré hasta el fin.78

74 Jn. 14.6.75 Sal. 62.1.76 Is. 26.8.77 Sal 119.166, 174.78 Sal. 119.33.

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5. «Enhorabuena,» dicen otros, «pero Dios hainstituido otra manera: «permanezcan quietos y vean lasalvación de Jehová».79

Examinemos los pasajes que citan, el primero de loscuales, con el contexto, dice así: Y cuando Faraón se huboacercado los hijos de Israel alzaron sus ojos... y temieronen gran manera... y dijeron a Moisés: ¿no había sepulcrosen Egipto, que nos has sacado para que muramos en eldesierto? ... Y Moisés dijo al pueblo: no temáis: estad firmes(o quietos) y ved la salvación de Jehová... Entonces Jehovádijo a Moisés: ...di a los hijos de Israel que marchen; y tú,alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, yentren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco.80

Esta fue la salvación de Dios, que para ver se estuvieronquietos, y marcharon con todo su poder.

El otro pasaje en donde se encuentra esta frase, diceasí: Y acudieron algunos y dieron aviso a Josafat, diciendo:Contra ti viene una gran multitud del otro lado del mar...Entonces él tuvo temor; y Josafat humilló su rostro paraconsultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá. Yse reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová; ytambién de todas las ciudades de Judá vinieron a pedirayuda a Jehová. Entonces Josafat se puso en pie en laasamblea de Judá y de Jerusalén, en la casa de Jehová... Yallí estaba Jahaziel ... sobre el cual vino el Espíritu deJehová ... y dijo: No temáis ni os amedrentéis delante deesta multitud tan grande... Mañana descenderéis contraellos... No habrá para qué peleéis vosotros en este caso;paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová... Y

79 Ex. 14.13.80 Ex. 14.10-16.

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cuando se levantaron por la mañana, salieron... Y cuandocomenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová pusocontra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir lasemboscadas ... y se mataron los unos a los otros.81

Tal fue la salvación que vieron los hijos de Judá.Pero esto no prueba absolutamente que no debemos esperarla gracia de Dios en los medios que él ha establecido.

6. Sólo mencionaré una objeción más, la que a laverdad, no pertenece a esta parte del asunto, pero siendoque se cita con frecuencia, no debo pasarla por alto.

«¿No dice Pablo: Si habéis muerto con Cristo ...¿por qué ... os sometéis a preceptos?82 Por consiguiente, loscristianos, quienes están muertos en Cristo, ya no necesitanusar las ordenanzas».

Así que dicen: «¡Si soy cristiano, no estoy sujeto alas ordenanzas de Cristo!» Ciertamente deben comprenderinmediatamente en vista de semejante absurdo, que lasordenanzas que aquí se mencionan no pueden ser lasordenanzas de Cristo; que deben ser los estatutos de losjudíos, a los cuales, es evidente, el cristiano ya no estásujeto.

Lo mismo se desprende, en manera innegable, de laspalabras que siguen inmediatamente: No manejes, ni gustes,ni aun toques,83 refiriéndose, no cabe la menor duda, a lasantiguas ordenanzas de la ley judaica.

De modo que esta objeción es la más débil de todas.A pesar de todas estas objeciones, permanece firme la gran

81 2 Cr. 20.2-22.82 Col. 2.20.83 Col. 2.21.

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verdad de que todo aquél que desee recibir la gracia de Dios,debe buscarla por los medios que él ha instituido.

V.1. Pero concediendo que todo aquél que deseerecibir la gracia de Dios, deba esperarla en los medios que élha instituido, se preguntará: ¿Cómo deben usarse esosmedios? ¿En qué orden y de qué manera?

Respecto a lo primero, haremos notar que existecierta clase de orden en el que generalmente place a Diosusar de esos medios, con el fin de traer al pecador a lasalvación. Un torpe y pecador sigue su camino sin ocuparsede Dios, cuando repentinamente Dios le toma por sorpresa,tal vez por medio de un sermón o conversación que lo hacedespertar de su estupor, quizá por medio de un toqueinesperado de la providencia, o simplemente por el toquedirecto del Espíritu sin ningún medio exterior. Teniendo yael deseo de huir de la ira que ha de venir,84 va expresamentea escuchar de qué manera lo podrá hacer, y si se encuentracon un predicador que hable al corazón, queda asombrado yempieza a escudriñar la Escritura,85 para ver si estas cosasson así. Mientras más oye y lee, más se convence y meditasobre estas cosas, de día y de noche.86 Tal vez encuentrealgún libro que explique y robustezca lo que de la Escrituraha oído y leído, y por todos estos medios la flecha de laconvicción entre más profundamente en su alma.

Empieza luego a conversar sobre las cosas de Diosque ocupan su pensamiento prominentemente. Todavíamás, a conversar con Dios, a orar, si bien lleno de temor yde vergüenza apenas sabe qué decir. Pero ya sepa o no lo

84 Mt. 3.7; Lc 3.7.85 Jn. 5.39.86 Jos. 1.8.

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que ha de decir, no puede menos que orar, aunque sea congemidos indecibles.87 Además, dudando si el Alto y Sublime,el que habita la eternidad,88 se dignará ver a semejantepecador, desea orar en compañía de aquellos que conocen aDios, de los fieles, en la gran congregación.89 Al estar enésta, ve que los demás se acercan a la mesa del Señor90 ymedita sobre las palabras de Cristo: «¡Haz esto!»91 «¿Porqué no lo hago? Soy un gran pecador. No soy digno. No lomerezco.» Después de luchar por algún tiempo con estosescrúpulos, se resuelve, y de esta manera continúa en elcamino del Señor: oyendo, leyendo, meditando, orando,practicando la Cena del Señor hasta que Dios, según lamanera que mejor le plazca, habla a su corazón y le dice: Tufe te ha salvado. Vé en paz.92

2. Observando este orden de Dios aprenderemos losmedios que se deben recomendar a tal o cual persona. Sicualquiera de ellos tiene el poder de tocar a un pecadordescuidado y torpe, probablemente sea el oír o laconversación. A semejantes almas, por consiguiente, si esque alguna vez han pensado acerca de la salvación, debemosrecomendar dichos medios. Para alguien que empieza asentir la carga de sus pecados, no sólo que escuche laPalabra de Dios, sino que la lea y también algunos librosserios, lo que puede ser el medio de una conversión másfirme. Debemos recomendarle también que medite sobre loque lee, para que la Palabra ejerza todo su poder en su

87 Ro. 8.26.88 Is . 57.15.89 Sal. 25.90 Mal. 1.7,12.91 1 Co. 11.24.92 Lc. 7.50.

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corazón; más aun, que hable sobre lo que lee y que no seavergüence de ello, especialmente con aquéllos que siguen elmismo camino. Cuando la aflicción y el pesar se apoderende él, ¿no deberíamos exhortarle con todo fervor a quedesahogue su alma con Dios,93 orando siempre sindesmayar?94 Y cuando sienta que sus oraciones no tienenningún valor, ¿no será nuestra obligación cooperar con Diosy recordarle que debe ir a la casa del Señor95 a orar contodos los que le temen? Si hace esto pronto se acordará delas palabras de despedida96 de su Señor; la intimación clarade que ha llegado la hora de secundar los movimientos delEspíritu Santo. Así es como podemos guiarlo paso a paso,por todos los medios que Dios ha ordenado--no segúnnuestra voluntad, sino conforme la providencia y Espíritude Dios procedan y muestren el camino.

3. Pero, así como no hay en la Sagrada Escrituraningún mandamiento respecto de cualquier orden que debaobservarse, tampoco el Espíritu y la providencia de Diossiguen ninguno sin variar, sino que los medios por los quediferentes personas son guiadas, y en los que hallan labendición de Dios, varían, cambian y se combinan en milesde diversas maneras. Sin embargo, hay sabiduría en seguirlas direcciones de su providencia y su Espíritu; ensometerse a ser guiados, muy especialmente respecto a losmedios por los que nosotros mismos buscamos la gracia deDios. Esto tiene lugar en parte por su providencia exteriorque nos ofrece la oportunidad de usar unas veces de unmedio y otras de otro; en parte por nuestra experiencia, que 93 1 S. 1.15.94 Lc. 18.1.95 Sal. 122.1.96 Es decir: Haced esto en memoria de mi..., Lc. 22.19; 1 Co. 11.24-26.

Los medios de gracia338

es el medio por el cual su Espíritu se complace con mayorfrecuencia en obrar en nuestro corazón.

Mientras tanto, la regla general y segura para todoaquél que gime buscando la salvación de Dios, es ésta:siempre que se presente la oportunidad, usa de todos losmedios que Dios ha establecido, porque, ¿quién puede sabercuál sea el medio que Dios escoja para comunicarles la graciaque trae consigo la salvación?97

4. Respecto de la manera de usarlos, de la cualdepende enteramente si han de comunicar la gracia al que losusa o no, debemos, en primer lugar, tener siempre fijo ennuestra mente que Dios está muy por sobre todos losmedios. Cuídense, entonces, de poner límites alTodopoderoso. El hace todo lo que quiere y cuando quiere.Puede comunicar su gracia por los medios que haestablecido, o sin ellos. Tal vez lo haga. ¿Quién entendió lamente del Señor? ¿o quién fue su consejero?98 Esperen,pues, constantemente su venida. Ya sea cuando esténocupados en el cumplimiento de sus ordenanzas, antes odespués de esa hora, o cuando tengan que estar ausentes. Aél nada lo detiene. Siempre está listo. Siempre tiene el podery la voluntad para salvar. Jehová es; haga lo que bien lepareciere.99

En segundo lugar, antes de usar cualquier medio,graba profundamente esta verdad en tu corazón: estosmedios no tienen poder intrínseco. Separados de Dios soncomo una hoja seca, como una sombra. Tampoco haymérito en usarlos. Nada intrínseco que pueda agradar a

97 Tit. 2.11.98 Ro. 11.34.99 1 S. 3.18.

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Dios. Nada que me haga merecer ningún favor de sus manos,ni siquiera una gota de agua para refrescar mi lengua.100 Perolo hago porque Dios lo manda; me ordena que espere de estamanera y, por consiguiente, aguardo la misericordiaabundante de donde vine mi salvación.101

Digan esto en su corazón: que el opus operatum, lamera acción, de nada sirve. Que no hay poder que salve,sino en el Espíritu de Dios. Ningún mérito, sino en la sangrede Cristo; que, consecuentemente, aun lo que Dios haordenado no comunica gracia al alma si no confía en élsolamente. Por otra parte, todo aquél que verdaderamenteconfíe en él, no puede menos que recibir la gracia de Dios,aunque esté privado de toda ordenanza exterior, aun cuandoestuviera encerrado en el centro de la tierra.

En tercer lugar, al usar de todos los medios, busquensólo a Dios mirando únicamente al poder de su Espíritu ylos méritos de su Hijo. Cuídense de no hundirse en la obramisma, porque si tal cosa acontece, será trabajo perdido.Sólo Dios puede satisfacer sus almas; por consiguiente,véanlo en todas las cosas, por medio de todo y en todo.102

Recuerden también usar los medios como medios,instituidos no por su valor propio, sino con el fin derenovar sus almas en justicia y verdadera santidad.103 Portanto, si efectivamente tienden a esto, enhorabuena; pero sino fuera así, no son sino basura y estiércol.

Por último, después de haber usado cualquiera deestos medios, cuiden de no envanecerse, de no

100 Lc. 16.24.101 Sal. 62.1.102 Ef. 4.6.103 Ef. 4.24.

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enorgullecerse como si hubieran hecho una gran cosa. Esosería convertirlos en veneno. Reflexionen: Si Dios no seencuentra en ellos, ¿de qué sirven? ¿No he estado añadiendopecado a pecado? ¿Hasta cuándo? ¡Señor, sálvame queperezco!104 ¡No me imputes este pecado!105 Si Dios seencontraba en ese medio, su amor debe haber inundado suscorazones y habrán olvidado, como quien dice, la obraexterior. Ven, saben, sienten que Dios es todo y está entodo.106 Humíllense; póstrense ante él; denle toda laalabanza; en todo sea Dios glorificado por Jesucristo.107

Que vuestros labios exclamen: Cantaré perpetuamente; degeneración en generación haré notoria tu fidelidad con miboca.108

104 Mt. 8.25.105 Hch. 7.60.106 1 Co. 15.28.107 1 P. 4.11.108 Sal. 89.1.

341

Sermón 17

La circuncisión del corazón1

Romanos 2.29La circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra.

1. Esta es la triste afirmación hecha por un hombreexcelente: «Quien predica hoy día los deberes esenciales delcristianismo corre el peligro que la mayor parte de susoyentes lo consideren como un predicador de nuevasdoctrinas».2 La mayoría de los seres humanos handesgastado de tal manera la esencia de la religión, si bien aúnprofesan retenerla, que tan pronto se les proponen algunasde las verdades que acentúan la diferencia entre el espíritude Cristo y el espíritu del mundo, exclaman inmediatamente:Traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues,saber qué quiere decir esto,3 aunque simplemente lespredique a Jesús y la resurrección,4 con sus necesariasconsecuencias. Si Cristo ha resucitado también ustedesdeben morir para el mundo y vivir completamente paraDios.

2. Esta es una palabra dura para el hombre natural,quien está vivo para el mundo y muerto para Dios, y no sele puede persuadir fácilmente para recibirla como la verdadde Dios, a no ser que modifique su interpretación de tal 1 Predicado en la Iglesia de Santa María, Oxford, ante la universidad, el 1 deenero de 1773.2 Hch. 17.18-19. El «hombre excelente» es probablemente William Law, cuyoreciente tratado Serious Call era muy popular en Oxford.3 Hch. 17.20.4 Hch. 17.18.

La circunsición del corazón342

modo que no quede nada de su uso o significado. No recibelas palabras del Espíritu de Dios en su claro y obviosignificado. Le son locura y, en verdad, no las puedeentender, porque se han de discernir espiritualmente.5 Sólose pueden percibir por medio de ese sentido espiritual quetodavía no se ha despertado en él, por lo cual deberechazarlas como vanas fantasías humanas, cuando enrealidad son la sabiduría y el poder de Dios.6

3. La circuncisión es la del corazón, en espíritu, noen letra. Es marca característica de los verdadrerosseguidores de Cristo, de uno que ya ha sido aceptado porDios, no la circuncisión exterior o el bautismo, o cualquieraotra forma externa, sino el estado recto del alma, una mentey un espíritu renovados conforme a la imagen de aquél quelos creó. Esta es una de esas verdades tan importantes quesolamente pueden ser «discernidas espiritualmente». ElApóstol lo afirma con las siguientes palabras: La alabanzadel cual no viene de los hombres, sino de Dios.7 Como sihubiera dicho: «No esperes, tú que sigues al Maestro, que elmundo, aquéllos que no lo siguen, digan:¡Bien hecho, buensiervo y fiel!8 Sabe, pues, que la circuncisión de tu corazón,el sello de tu llamamiento, es locura para el mundo.9

Conformate con esperar tu aplauso hasta el día de laaparición del Señor. Entonces recibirás la alabanza de Dios10

en la gran asamblea de los creyentes y los ángeles.»

5 1 Co. 2.14.6 1 Co. 1.24.7 Ro. 2.29. Véase también Jn. 12.43; 1 Co. 4.5.8 Mt. 25.23.9 1 Co. 1.20-21.10 1 Co. 4.5; Ro. 2.29.

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Me propongo, en primer lugar, investigarcuidadosamente en qué consiste esta circuncisión delcorazón y, en segundo, hacer algunas reflexiones que sedesprenden naturalmente de dicha reflexión.

I.1. Debo, primeramente, investigar en qué consisteesa circuncisión del corazón que ha de recibir la alabanza deDios. En general, podemos observar que es la disposiciónhabitual del alma que en las Sagradas Escrituras es llamada«santidad», y que implica ser limpio de pecado, de todacontaminación de carne y espíritu,11 y por consecuencia,estar dotado de aquellas virtudes que estuvieron también enCristo Jesús; ser renovados en el espíritu de nuestramente12 hasta ser perfectos, como nuestro Padre que está enlos cielos es perfecto.13

2. Entrando en pormenores, la circuncisión delcorazón implica humildad, fe, esperanza y caridad. Lahumildad, un juicio recto de nosotros mismos, limpianuestras mentes de esos conceptos elevados de nuestraspropias perfecciones, de opiniones falsas acerca de nuestrashabilidades y éxitos que son el fruto natural de unanaturaleza corrupta. Esta actitud evita el pensar vanamente:«Yo soy rico, sabio y no tengo necesidad de nada» y nosconvence de que somos por naturaleza desventurados,miserables, pobres, ciegos y desnudos.14 Nos persuade deque, en nuestra mejor condición, por nosotros mismos, nosomos sino pecado y vanidad. Que la confusión, laignorancia y el error reinan sobre nuestra comprensión. Quepasiones irracionales, terrenales, sensuales y diabólicas

11 2 Co. 7.1.12 Ef. 4.23.13 Mt. 5.48.14 Ap. 3.17.

La circunsición del corazón344

usurpan la autoridad de nuestra voluntad. En una palabra,que no hay una sola parte sana en nuestra alma, que loscimientos de nuestra naturaleza están dañados.

3. Al mismo tiempo, estamos convencidos de que nopodemos ayudarnos a nosotros mismos; que, sin el Espíritude Dios, no podemos hacer nada, sino añadir pecado alpecado. Que solamente él produce en nosotros así el querercomo el hacer, por su buena voluntad,15 siendo imposiblepara nosotros pensar siquiera un pensamiento bueno sin laayuda sobrenatural de su Espíritu, o crear o renovarnosotros mismos nuestras almas en justicia y verdaderasantidad.

4. Una consecuencia segura de haber formado estejuicio recto acerca de la pecaminosidad y desamparo denuestra naturaleza, es el desprecio de la gloria de loshombres16 que generalmente se rinde a una supuestaexcelencia en nosotros. Quien se conoce a sí mismo ni deseani aprecia el aplauso que sabe no merece. Entonces esnatural tener en muy poco el ser juzgado por vosotros opor tribunal humano.17 Tiene toda la razón al comparar loque se dice en favor o en contra suya con lo que siente en sucorazón; de llamar al mundo, lo mismo que al Dios de estemundo, mentiroso desde el principio.18 Y aun respecto deaquéllos que no son del mundo, si bien desearía que,mediante la voluntad de Dios, lo reconocieran como quientrata de ser mayordomo fiel de los bienes del Señor,19

esperando así ser útil a sus consiervos. Sin embargo, como

15 Fil. 2.13.16 Jn. 5.41,44.17 1 Co. 4.3.18 Jn. 8.44.19 Lc. 12.42.

Sermón 17 345

éste es el motivo que le hace desear su aprobación, nodescansa en él de ninguna manera, puesto que está seguro deque Dios puede hacer todo lo que quiere y nunca le faltaninstrumentos, porque tiene el poder de levantar, aun de lasmismas piedras, siervos que hagan su voluntad.20

5. Esta es la humildad de espíritu que han aprendidode Cristo los que han seguido su ejemplo y caminan en suspasos. Este conocimiento de su enfermedad, por medio delcual se lavan más y más del orgullo y vanidad, que son unaparte de dicha enfermedad, los induce a buscar de buenagana la segunda cualidad implicada en la «circuncisión delcorazón»: la fe, que es la única que puede sanarlos porcompleto, la única medicina en esta tierra que puede sanarsus enfermedades.

6. El mejor guía para los ciegos, la luz más segurapara los que están en tinieblas, el maestro perfecto de losignorantes,21 es la fe. Pero debe ser una fe poderosa en Diospara la destrucción de fortalezas,22 para abatir todos losprejuicios que corrompen la razón, todas las falsas máximasreverenciadas por el género humano, todas las costumbres yhábitos malos, toda la sabiduría del mundo que esinsensatez para Dios;23 derribando argumentos y todaaltivez que se levanta contra el conociemiento de Dios, yllevando cautivo todo pensamiento a la obediencia aCristo.24

20 Mt. 3.9.21 Ro. 2.19-20.22 2 Co. 10.4.23 1 Co. 3.19.24 2 Co. 10.5.

La circunsición del corazón346

7. Al que cree [de esta manera] todo le es posible.25

Alumbrados los ojos de su entendimiento, puede ver cuál essu vocación: glorificar a Dios, quien lo ha rescatado a tanalto precio, en su cuerpo y en su espíritu, que ahorapertenecen a Dios,26 tanto por su redención como por sucreación. Siente la supereminente grandeza del poder27 deaquél que, habiendo levantado a Cristo de entre los muertos,puede también vivificarnos,28 arrancándonos de la muertedel pecado, por su Espíritu que mora en nosotros.29 Esta esla victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.30 Esa feque no sólo es el asentimiento firme a todo lo que Dios harevelado en la Sagrada Escritura, y especialmente a estasimportantes verdades: Cristo Jesús vino al mundo parasalvar a los pecadores;31 que él mismo [llevó] nuestrospecados en su cuerpo sobre el madero;32 que él es lapropiciación por nuestros pecados; y no solamente por losnuestros, sino también por los de todo el mundo.33 Fe es larevelación de Cristo en nuestros corazones, la evidenciadivina que nos persuade de su amor, de su amor inmerecidohacia mí, pecador;34 es una segura confianza en sumisericordia que perdona, grabada en nosotros por la obradel Espíritu Santo--certeza por la cual todo verdadero

25 Mc. 9. 23.26 1 Co. 6.20.27 Ef. 1.19.28 Ef. 2.1, 5.29 Ro. 8.11.30 1 Jn. 5.4.31 1 Ti. 1.15.32 1 P. 2.24.33 1 Jn. 2.2. La parte que sigue de este párrafo fue añadida por Wesley despuésque el sermón fue predicado.34 He. 11.1.

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creyente puede dar testimonio y decir: «Yo sé que miRedentor vive;35 que yo tengo un abogado para con el Padrey que Jesucristo, el justo, es mi Señor y la propiciación pormis pecados.36 Yo sé que él me amó a mí y que se entregó así mismo por mí;37 que él me ha reconciliado, a mí, conDios;38 y que yo he recibido redención por su sangre, elperdón de pecados.»39

8. Tal fe no puede menos que mostrar evidentementeel poder de aquél que la inspira, librando a sus criaturas delyugo del pecado y limpiando sus conciencias de las obras dela muerte,40 fortaleciéndolas de tal manera, que ya no sesienten constreñidas a obedecer al pecado y sus deseos, sinoque, en lugar de presentar sus cuerpos al pecado comoinstrumentos de iniquidad, ahora se presentan únicamente aDios como vivos de los muertos.41

9. Los que por medio de esta fe han nacido deDios42 encuentran asimismo gran consuelo en laesperanza.43 Este es el segundo resultado de la circuncisióndel corazón: el testimonio de su espíritu que testifica en suscorazones que son hijos de Dios.44 En verdad, el mismoEspíritu es el que produce en ellos esa plena y grataconfianza de que su corazón está bien con Dios; la seguridadde que ahora llevan a cabo, por medio de su gracia, aquello

35 Job 19.25.36 1 Jn.2.1-2.37 Ef. 5.2.38 Ro. 5.10.39 Col. 1.14.40 He. 9.14.41 Ro. 6.12-13.42 1 Jn.3.9.43 He. 6.18.44 Ro. 8.16.

La circunsición del corazón348

que es aceptable en su presencia; que se encuentran en elcamino que conduce a la vida y que, por la misericordia deDios, llegarán hasta su fin. El es quien los hace regocijarsecon la esperanza de que recibirán de Dios toda buenadádiva; con la gozosa anticipación de recibir la corona degloria que les está reservada en el cielo.45

Con esta ancla, el cristiano puede permanecer firmeen medio de las tormentas de este tempestuoso mundo y serlibrado de estrellarse contra esas rocas fatales: la presuncióny la desesperación. No lo desanima el falso concepto de laseveridad de Dios ni, por otra parte, menosprecia lasriquezas de su benignidad.46 No se figura que lasdificultades de la carrera que se le propone47 seansuperiores a sus fuerzas, ni tampoco que sean tan pequeñasque pueda dominarlas, sino hasta después de haberejercitado todo su poder. La experiencia obtenida en sulucha cristiana le asegura que su trabajo no es en vano,48 sitodo lo que le viniere a la mano hacer, lo hace según susfuerzas,49 y le prohíbe acariciar el pensamiento vano de quepuede avanzar de otra manera. Sabe así que los corazonesque desmayan y las manos débiles no pueden mostrarvirtud alguna ni obtener alabanza alguna, y que ningunopuede conseguir esto si no sigue el mismo camino que elgran Apóstol de los Gentiles. El dijo: Yo de esta maneracorro, no como a la ventura; de esta manera peleo, nocomo quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo

45 1 P. 1.4; 5.4.46 Ro. 2.4.47 He. 12.1.48 1 Co. 15.58.49 Ec. 9.10.

Sermón 17 349

pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldopara otros, yo mismo venga a ser eliminado.50

10. Por medio de esta misma disciplina todo buensoldado de Cristo debe acostumbrarse a sufrir trabajos.51

Confirmado y fortalecido, podrá no sólo renunciar a lasobras de las tinieblas,52 sino también a todos los apetitos,todas las afecciones que no están sujetas a la ley de Dios.Porque, como dice San Juan: todo aquel que tiene estaesperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él espuro.53 Por la gracia de Dios y la sangre del Pacto,diariamente procura limpiar lo más recóndito de su alma dela lujuria que antes la poseía y manchaba; de la impureza, laenvidia, la malicia y la ira; de toda pasión y temperamentoque tienen por objeto la carne,54 y que emanan o sealimentan de su corrupción natural. Medita asimismo en eldeber que tiene todo aquel cuyo cuerpo es templo delEspíritu Santo,55 de no admitir en él nada que sea común oinmundo; y que la santidad conviene a tu casa, oh Jehová,por los siglos y para siempre,56 a la habitación donde alEspíritu de santidad le plugo morar.

11. Sin embargo, te falta una cosa, quienquiera queseas, quien a una humildad profunda y una fe firme, hasunido una esperanza viva y, por consiguiente, has limpiadotu corazón en gran medida de su depravación innata. Siquieres ser perfecto, añade a todo esto caridad y amor y

50 1 Co. 9.26-27.51 2 Ti. 2.3.52 Ro. 13.12.53 1 Jn. 3.3.54 Jn. 8.15.55 1 Co.6.19.56 Sal. 93.5.

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tendrás la circuncisión del corazón. El cumplimiento de laley es el amor,57 el propósito de este mandamiento es elamor.58 Cosas excelentes se dicen del amor: es la esencia, elespíritu, la fuente de toda virtud. No solamente es elprimero y más grande mandamiento,59 sino el resumen detodos los mandamientos. Todo lo que es justo, todo lopuro, todo lo amable u honorable; si hay virtud alguna, sialguna alabanza,60 todo se comprende en esta palabra: amor.En esto consiste la perfección, la gloria, la felicidad. La leysublime del cielo y de la tierra es ésta: Amarás al Señor tuDios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tumente y con todas tus fuerzas.61

12. Esto no nos prohíbe amar a otra persona ademásde Dios, quiere decir que debemos amar también a nuestrohermano.62 No nos evita, como algunos han imaginado-—¡cosa extraña!—-, que nos complazcamos en cualquierotro objeto sino en Dios. Suponer tal cosa, sería creer que lafuente de toda santidad es también autor del pecado, puestoque ha permitido que encontremos placer en el uso deaquellas cosas que son necesarias para la conservación de lavida que él nos ha dado. Este no puede ser, por lo tanto, elverdadero sentido de su mandamiento, cuyo significado nopodemos dejar de entender, puesto que tanto nuestrobendito Salvador como sus apóstoles nos lo dicen confrecuencia y claridad. Todos, a una voz, dan testimonio deque el verdadero sentido de estas declaraciones («Jehová

57 Ro. 13.10.58 1 Ti. 1.5.59 Mt. 22.38.60 Fil. 4.8.61 Mr. 12.30.62 1 Jn. 4.21.

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nuestro Dios, Jehová uno es», «no andaréis en pos dedioses ajenos»,63 «amarás al Señor tu Dios con todo tucorazón»,64 «a él seguiréis»,65 «tu nombre y tu memoria sonel deseo de nuestra alma»66) es el siguiente: El Dios único yperfecto será su exclusivo y último deseo. Un cosa habréisde desear por amor de él: el goce de aquél que es todo entodos.67 La felicidad que deben procurar para sus almas esla unión con aquél que las creó, teniendo comuniónverdaderamente... con el Padre y con su Hijo Jesucristo,68

y estar unidos al Señor en un espíritu.69 La meta que debenperseguir hasta el fin de los tiempos es gozar de Dios eneste tiempo y por la eternidad. Deseen otras cosas siempreque tiendan a este fin. Amen a la criatura que los guíe alCordero, pero, que a cada paso que den sea ésta la metagloriosa de su visión. Que todos sus pensamientos, afectos,palabras y obras se subordinen a este fin. Todo lo quequieran o teman, todo lo que procuren obtener o deseenevitar; todo lo que piensen, hablen o hagan, que sea con elfin de encontrar su felicidad en Dios, el único fin y la únicafuente de su ser.

13. No tengan ningún propósito final sino Dios.Nuestro Señor dijo: Una cosa es necesaria,70 y si tu vistase fija solamente en este punto todo tu cuerpo estará llenode luz.71 Pablo afirma: Prosigo a la meta, al premio del

63 Dt. 6.4,14; Mc. 12.29, 32.64 Mc. 12.30.65 Dt. 13.4; Hch.11.23.66 Is. 26.8.67 1 Co. 15.20-28.68 1 Jn. 1.3.69 1 Co. 6.17.70 Lc. 10.42.71 Mt. 6.22.

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supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.72 YSantiago: Pecadores, limpiad las manos; y vosotros dedoble ánimo, purificad vuestros corazones.73 Y San Juan:No améis el mundo, ni las coas que están en el mundo...Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne,los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, noprovienen del Padre, sino del mundo.74 El buscar lafelicidad en aquello que satisface los deseos de la carne,causando una sensación agradable en los sentidos materiales;el deseo del ojo o de la imaginación, por su novedad,grandeza y belleza; o la soberbia de la vida,75 ya sea pormedio de la pompa, la grandeza, el poder o susconsecuencias naturales—el aplauso y la admiración—noson del Padre, no proceden ni merecen la aprobación delPadre de los espíritus, sino del mundo. Es la señalcaracterística de aquéllos que no quieren que él reine sobreellos.

II.1. Hemos, pues, investigado cuidadosamente cuálsea la circuncisión del corazón que ha de merecer la alabanzade Dios. Paso, en segundo lugar, a mencionar algunasreflexiones que naturalmente se desprenden de dichainvestigación, como una norma clara, por medio de lascuales el ser humano puede discernir si pertenece al mundoo a Dios.

Desde luego, deducimos de lo que ya se ha dicho,que ninguna persona tiene derecho a recibir la alabanza deDios, a no ser que su corazón esté circuncidado por lahumildad; a no ser que sea pequeña, baja y vil a sus propios

72 Fil. 3.13-14.73 Stg. 4.8.74 1 Jn. 2.15-16.75 1 Jn. 2.16.

Sermón 17 353

ojos; a menos que no esté profundamente convencida de lainnata corrupción de su naturaleza, por la cual distamuchísimo de la justicia original y se opone, por lo tanto, atodo lo bueno, se inclina a todo lo malo, corrompido yabominable, teniendo una «mente carnal» que es enemistadcontra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, nitampoco puede,76 a no ser que sienta constantemente en lomás íntimo de su corazón, que sin la ayuda del Espíritu deDios no puede pensar, desear, hablar, ni hacer nada que seabueno o agradable en su presencia.77

Nadie, repito, tiene derecho a la alabanza de Dios,sino hasta que siente su necesidad de Dios; hasta que buscala honra que viene de Dios solamente,78 y no desea ni buscala que viene de los demás, a no ser que tienda al fin anterior.

2. Otra verdad que se deduce naturalmente de lo quellevamos expuesto, es que nadie recibirá la honra que vienede Dios, a no ser que su corazón esté circuncidado por la fe,fe en el poder de Dios.79 A menos que, rehusándose a serguiado por sus sentidos, apetitos o pasiones, o aun por eseguía ciego de los ciegos,80 tan idolatrado en el mundo, larazón natural, viva y ande en la fe81 y dirija todos sus pasoscomo viendo al Invisible.82 Que no vea las cosas que se ven,que son temporales, sino las que no se ven, que soneternas;83 y gobierne todos sus deseos, planes ypensamientos, sus acciones y conversaciones, como quien 76 Ro. 8.7.77 He. 13.21.78 Jn. 5.44.79 Col. 2.12.80 Mt. 15.14.81 2 Co. 5.7.82 He. 11.27.83 2 Co. 4.18.

La circunsición del corazón354

ha penetrado hasta dentro del velo,84 donde Jesucristo estásentado a la diestra de Dios.85

3. Ojalá conociesen mejor esta fe los que emplean sutiempo y esfuerzos en poner otros cimientos en lugar dediscurrir sobre la idoneidad eterna de las cosas, la excelenciaintrínseca de la virtud y lo bello de las acciones que inspira,las razones, así llamadas, del bien y del mal, y las relacionesmutuas que deben existir entre un ser y otro. Estasopiniones respecto a las bases del deber del cristianocoinciden o no con las de la Sagrada Escritura. Si están enarmonía, ¿por qué razón se confunde a personas bienintencionadas, separándolas de los asuntos más importantesde la ley, con una profusión de términos extraños que nosirven sino para obscurecer las doctrinas más sencillas? Sino lo están, entonces se debe investigar quién sea el autor deesta doctrina; si acaso es un ángel del cielo que predica unevangelio diferente86 del de Jesucristo. Si así fuera, Diosmismo, no nosotros, ha pronunciado la sentencia: Seaanatema.87

4. De la misma manera que nuestro evangelio noreconoce ningún otro fundamento de las buenas obras, sinola fe; o de la fe, sino Cristo, nos enseña muy claramente queno somos sus discípulos mientras neguemos que él es Autorde nuestra fe y obras o que su Espíritu es quien las inspiray perfecciona. Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no esde él.88 Sólo él puede revivir a los que están muertos paracon Dios; puede inspirar en ellos el aliento de vida cristiana

84 He. 6.19.85 Col. 3.1; Mc. 16.19; Hch. 7.55.86 Gá. 1.8.87 Ibid.88 Ro. 8.9.

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y prevenirlos, acompañarlos y seguirlos con su gracia, de talmanera que vean sus buenos deseos realizados. Todos losque son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos deDios.89 Esta es la definición, corta y sencilla, que Dios da dela religión y de la virtud y nadie puede poner otrofundamento.90

5. De lo que se ha dicho podemos deducir, en tercerlugar, que ninguna persona es verdaderamente guiada por elEspíritu, a no ser que ese Espíritu dé testimonio a suespíritu de que es hijo de Dios.91 A menos que no veadelante el premio y la corona, y se regocije en la esperanzade la gloria de Dios.92 ¡En qué gran error han caído los quehan enseñado que al servir a Dios no debemos buscarnuestra felicidad! Al contrario, Dios nos enseña confrecuencia y expresamente que debemos tener puesta lamirada en el galardón93 para equilibrar el trabajo con elgozo que nos ha sido propuesto;94 Porque esta levetribulación momentánea produce en nosotros un cada vezmás excelente y eterno peso de gloria.95 Todavía más:somos ajenos a los pactos de la promesa, estamos sinesperanza y sin Dios en el mundo96 hasta que el Señor,según su grande misericordia, nos regenere en esperanzaviva, de una herencia incorruptible que no puedecontaminarse ni marchitarse.97

89 Ro. 8.14.90 1 Co. 3.11.91 Ro. 8.16.92 Ro. 5.2.93 He. 11.26.94 He. 12.2.95 He. 4.17.96 Ef. 2.12.97 1 P. 1.3-4.

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6. Entonces, si estas cosas son así, ya es tiempo deque obren fielmente respecto de sus almas los que están tanlejos de encontrar en sí mismos esa gozosa seguridad de quellenan los requisitos, y de que han de obtener las promesasde ese pacto; que riñen contra ese pacto y blasfeman de suscondiciones; que se quejan, diciendo que son muy severas yque no ha habido ni habrá un ser viviente que pueda vivirconforme a ellas. ¿Qué es esto, sino reprochar a Dios comosi fuera un amo severo, que exige de sus siervos más de loque pueden llevar a cabo, según las fuerzas que él les da;como si se burlara de las criaturas débiles que él mismo creó,pidiendoles que hagan cosas imposibles, ordenándolesvencer cuando ni sus propias fuerzas ni su gracia sonsuficientes?

7. Estos blasfemos casi podrían persuadir a aquéllosque se creen sin culpa, quienes, yendo al extremo contrario,esperan cumplir con los mandamientos de Dios sin hacerningún esfuerzo. ¡Vana esperanza la de que el hijo de Adánespere ver el reino de Cristo y de Dios sin esforzarse, sinagonizar por entrar por la puerta estrecha!98 Que uno queha nacido en pecado99 y cuyas entrañas son maldad,100

pueda concebir la idea de ser purificado como su Señor espuro,101 sin andar en sus pasos102 y tomar diariamente sucruz;103 sin cortarse la mano derecha ni sacarse el ojoderecho y arrojarlo lejos de sí.104 Que se imagina poder

98 Lc. 13.24.99 Sal. 51.5.100 Sal. 5.9.101 1 Jn. 3.3.102 1 P. 2.21.103 Lc. 9.23.104 Mt. 18.8-9.

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sacudir sus antiguas opiniones, pasiones y temperamento;ser santificado por completo en espíritu, alma y cuerpo,105

sin hacer esfuerzos constantes, perseverando siempre paranegarse a sí mismo completamente.

8. ¿Qué otra cosa podemos inferir de las palabras dePablo citadas anteriormente, quien viviendo en flaquezas, enafrentas, en persecuciones, en angustias por Cristo; estandolleno de señales, prodigios y maravillas; habiendo sidoarrebatado hasta el tercer cielo, sin embargo, no confiaba ensus virtudes y aun temía poner en peligro su salvación si nose negaba a sí mismo constantemente? Yo de esta maneracorro, dice, no como a la ventura; de esta manera peleo, nocomo quien golepa el aire; con lo que claramente enseña quequien no corre así, quien no se niega a sí mismo diariamente,corre de una manera incierta y pelea con tan poco éxitocomo peleando a la ventura.106

9. Es inútil hablar de haber peleado la buena batallade la fe,107 y vana la esperanza de obtener la coronaincorruptible, para aquél cuyo corazón no está circuncidadopor el amor, como podemos inferir, por último, de lasobservaciones anteriores. El amor que destruye los deseosde la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de lavida,108 haciendo que el ser humano en sutotalidad—cuerpo, alma y espíritu—se ocupe con ardor enla prosecución de ese fin. Es tan esencial a los hijos de Diosque, sin él, cualquiera que vive está como muerto delante deél. Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengoamor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que

105 1 Ts. 5.23.106 1 Co. 9.26; 2 Co. 12.2,10,12.107 1 Ti. 6.12.108 1 Jn. 2.16.

La circunsición del corazón358

retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misteriosy toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera quetrasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y sirepartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres,y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengoamor, de nada me sirve.109

10. Aquí tenemos, entonces, el resumen de la leyperfecta: ésta es la verdadrea circuncisión del corazón: queel espíritu vuelva a Dios que lo dio, con todos sus diversosafectos. Corran todos los ríos nuevamente hacia el lugar desu nacimiento.110 No quiere otros sacrificios de nuestraparte, sino el sacrificio vivo del corazón que ha escogido.Que se ofrezca constantemente a Dios por medio deJesucristo, en las llamas de un amor puro. Que ningunacriatura participe de ese amor, porque él es un Diosceloso.111 No divide su trono con nadie; reina sin rivalalguno. Que ningún propósito, ningún deseo que no lo tengaa él por su último fin, aliente allí. Así vivieron aquellos hijosde Dios, quienes, aun muertos,112 nos dicen: No deseen lavida sino para alabarle. Que todos sus pensamientos,palabras y acciones tiendan a glorificarle. Entréguenle porcompleto su corazón y no deseen sino lo que existe en él yde él procede. Llenen su corazón de su amor en tal maneraque no amen nada sino por amor de él. Tengan siempre unaintención pura en su corazón y procuren su gloria en todasy cada una de sus obras. Fijen su vista en la benditaesperanza de su llamamiento y procuren que todas las cosasdel mundo la alimenten, porque entonces, y sólo entonces,

109 1 Co. 13.1-3.110 Ec. 1.7.111 Ex. 20.5.112 He. 11.4.

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anidará en sus corazones ese sentir que hubo también enCristo Jesús;113 cuando en cada palpitar de nuestroscorazones, en cada palabra de nuestros labios, en todas lasobras de nuestras manos, no haremos nada sin pensar en élni someternos a sus deseos. Cuando tampoco pensaremos,hablaremos u obraremos haciendo nuestra propia voluntad,sino la de aquél que nos envió.114 Cuando ya sea quecomamos, bebamos o hagamos cualquier cosa, lo haremostodo para la gloria de Dios.115

113 Fil. 2.5.114 Jn.5.30; 6.38.115 1 Co. 10.31.

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Sermón 18

Las señales del nuevo nacimiento

Juan 3:8Así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

1. ¿De qué manera nace de Dios quien es «nacido delEspíritu», «nacido de nuevo»? ¿Qué significa «nacer denuevo», ser «nacido de Dios», o ser «nacido del Espíritu»?1

¿Qué quiere decir ser hijo o criatura de Dios, o tener elespíritu de adopción?2 Sabemos que, por la granmisericordia de Dios, estos privilegios generalmente se unenal bautismo, el cual nuestro Señor llama en el versículo cinco«nacer del agua y del Espíritu», pero deseamos saber en quéconsisten estos privilegios. ¿Qué es el «nuevo nacimiento»?

2. Tal vez no sea necesario dar una definición de estaexpresión, dado que las Escrituras no ofrecen ninguna, perocomo el asunto es de vital importancia para todos y cadauno de los hijos de Adán, por cuanto «el que no naciere otravez», «naciere del Espíritu», «no puede ver el reino deDios»,3 me propongo describir sus señales de la manera másclara posible, tal y como las encuentro en las Escrituras.

I.1. La primera señal, que constituye el fundamentode todas las demás, es la fe. San Pablo afirma: «Todos soishijos de Dios por la fe en Cristo Jesús».4 San Juan declara:«Les dio potestad» (el derecho o privilegio) «de ser hechos

1 Jn. 3.3, 6.2 Ro. 8.14-16.3 Jn. 3.3.4 Gá. 3.26.

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hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales noson engendrados», cuando creyeron, «de sangre, ni devoluntad de carne», ni por medio de la generación natural,«ni de voluntad de varón», como los hijos que adoptan loshumanos y en los cuales no se obra ningún cambio, «sino deDios».5 Y también en su epístola general: «Todo aquel quecree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios».6

2. Sin embargo la fe de que hablan los apóstoles enestos pasajes no es simplemente especulativa. No es unsimple asentimiento a la proposición: «Jesús es el Cristo»;ni, ciertamente, a todas las proposiciones contenidas ennuestro credo, o en el Antiguo y Nuevo Testamentos. No essimplemente «el asentimiento de que una o todas estasdoctrinas son creíbles y deben creerse». Afirmar tal cosasería como decir que los diablos son nacidos de Dios,porque también ellos tienen esta fe.7 Tiemblan creyendoque Jesús es el Cristo y que toda la Escritura, habiendo sidodada por inspiración de Dios, es verdadera, como Dios esverdadero.8 No es únicamente «un asentimiento a la verdaddivina, basado en el testimonio de Dios» o «comprobadopor milagros».9 Porque esos espíritus también escucharonlas palabras de su boca y lo reconocieron como un testigofiel y verdadero. No pudieron hacer otra cosa que recibir sutestimonio, tanto de sí mismo como del Padre que lo envió.Ellos vieron, de la misma manera, las portentosas obras querealizó y creyeron, por tanto, que había venido de Dios.10

5 Jn. 1. 12-13.6 1 Jn. 5.1.7 Stg. 2.19.8 2 Ti. 3.16.9 Véase: Santo Tomás, Suma teológica, II.ii.q.1.10 Jn. 16.30.

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Sin embargo, a pesar de esta fe, todavía están bajooscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del grandía.11

3. Todo esto no es más que una fe muerta.12 La fecristiana, verdadera y libre, que posee cualquiera que esnacido de Dios, no es un simple asentimiento o un acto decomprensión, sino una disposición que Dios ha obrado en elcorazón, la seguridad y confianza en Dios de que, por mediode los méritos de Cristo, nuestros pecados han sidoperdonados y hemos sido reconciliados con Dios. Estoimplica, primero, que la criatura renuncia a sí misma; que,con el fin de ser hallado en Cristo,13 ser aceptado pormedio de él, completamente rechaza la confianza en lacarne;14 que, no teniendo con qué pagar,15 sin confiar en susobras ni en la justicia de ninguna clase, vino a Dios como unperdido, miserable, que se ha destruido y condenado a símismo; desamparado, un pecador sin esperanza, cuya bocase ha cerrado completamente y está bajo el juicio de Dios.16

Ese sentido de pecado, llamado generalmente«desesperación» por quienes hablan mal de lo que no saben,junto con una convicción que no se puede expresar conpalabras, de que nuestra salvación viene solamente deCristo; ese sincero deseo de salvación, debe preceder a unafe viviente, a la seguridad de que él pagó nuestro rescate consu muerte y con su vida cumplió la ley por nosotros. Estafe, entonces, por medio de la cual nacemos a Dios, no es

11 Jud. 6.12 Stg. 2.17.13 Fil. 3.9.14 Fil. 3. 3-4.15 Lc. 7.42.16 Ro. 3.19.

Las señales del nuevo nacimiento362

únicamente una creencia en todos los artículos de nuestra fe,sino una verdadera confianza en la misericordia de Dios, pormedio de nuestro Señor Jesucristo.

4. Un fruto inmediato y constante de esta fe pormedio de la cual somos nacidos de Dios, un fruto que deninguna manera podemos separar de ella, no, ni siquiera poruna hora, es el poder sobre el pecado. Poder sobre el pecadoexterior de toda clase; sobre toda mala palabra y acción,porque dondequiera que se aplica la sangre de Cristo limpialas conciencias de obras muertas.17 Y también sobre elpecado interior, porque él purifica los corazones18 de tododeseo e inclinación pecaminosa. San Pablo describedetalladamente este fruto de la fe en el capítulo sexto de suepístola a los Romanos: «Los que hemos muerto al pecado,¿cómo viviremos aún en él?»19 «Nuestro viejo hombre fuecrucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecadosea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado».20

«Así también vosotros consideraos muertos al pecado, perovivos para Dios en Cristo Jesús Señor Nuestro. No reine,pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal ... sino presentaosvosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos...Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros... Gracias aDios, que aunque erais esclavos del pecado [el clarosignificado de esto es que debemos estar agradecidos a Diosporque, aunque en el pasado éramos siervos del pecado,ahora] libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de lajusticia.»21

17 He. 9.14.18 Hch. 15.9; Stg. 4.8.19 Ro. 6.2.20 Ro. 6.6.21 Ro. 6.11-14, 17-18.

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5. El mismo privilegio incomparable de los hijos deDios es afirmado poderosamente por San Juan,particularmente respecto a su primera fase, el poder sobre elpecado. Después de que ha exclamado, asombrado por laprofundidad de las riquezas de la bondad de Dios, «¡Miradcual amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamadoshijos de Dios! ... Amados, ahora somos hijos de Dios, y aúnno se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemosque cuando él se manifieste, seremos semejantes a él,porque le veremos tal como él es», añade: «Todo aquel quees nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simientede Dios permanece en él; y no puede pecar, porque esnacido de Dios».22 Pero alguien pudiera decir: «Muy cierto:cualquiera que es nacido de Dios, no hace pecadohabitualmente,» «¿Habitualmente?» ¿De dónde se hatomado esa palabra? No la encuentro. No está escrita en elLibro de Dios. El Señor dice muy claramente: «No hacepecado»; y tú añades: habitualmente. ¿Quién eres tú, quetratas de enmendar los oráculos de Dios, que añades a lascosas que están escritas en su Libro?23 Cdate, no sea queDios traiga sobre ti las plagas que están escritas en estelibro.24 Especialmente cuando el comentario que añadesdestruye el texto de modo que, por esta artificiosa manerade engañar, la preciosa promesa se pierde completamente.Con esta manera de engañar y enredar a los seres humanosse invalida la Palabra de Dios. Ten cuidado, tú que quitassignificado a las palabras de este Libro, porque quitándolessus significado y espíritu sólo dejas lo que ciertamente se

22 1 Jn. 3.9.23 Ap. 22.18.24 Ap. 22.18.

Las señales del nuevo nacimiento364

podría llamar letra muerta, ¡no sea que Dios quite tu partedel libro de la vida!25

6. Permitamos que el apóstol interprete sus propiaspalabras en el contenido de su discurso. En el versículoquinto de este capítulo dice: «Y sabéis que él [Cristo]apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado enél».26 ¿Qué inferencia se desprende de estas palabras?«Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel quepeca, no le ha visto, ni le ha conocido».27 Antes de hacerobligatorio el cumplimiento de esta importante doctrinahace una muy necesaria advertencia: «Hijitos, nadie osengañe» (porque muchos procurarán hacerlo, procuraránpersuadirlos de que pueden ser injustos, que puedencometer pecado y, sin embargo, ser hijo de Dios). «El quehace justicia es justo, como él es justo». Y continúadiciendo: «Todo aquel que es nacido de Dios, no practica elpecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y nopuede pecar, porque es nacido de Dios. En esto [añade elApóstol] se manifiestan los hijos de Dios y los hijos deldiablo».28 Por medio de esta señal tan clara (cometer o nocometer pecado) se distinguen los unos de los otros. Laspalabras en su capítulo quinto tienen la misma razón de ser:«Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practicael pecado, pues aquél que fue engendrado por Dios leguarda, y el maligno no le toca».29

7. Otro fruto de esta fe viva es la paz. Porque siendojustificados por la fe, habiendo sido borrados todos nuestros

25 Ap. 22.19.26 1 Jn. 3.5.27 1 Jn.3.6.28 vv. 7-10.29 1 Jn.5.18.

Sermón 18 365

pecados, tenemos paz para con Dios por medio de nuestroSeñor Jesucristo.30 Ciertamente, nuestro Señor, la nocheanterior a su muerte, la legó él mismo solemnemente a todossus seguidores. La paz os dejo (a los que creen en Dios ytambién en mí31) mi paz os doy; yo no os la doy como elmundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tengamiedo.32 Y nuevamente: Estas cosas os he hablado paraque en mí tengáis paz.33 Esta es esa paz que sobrepasa todoentendimiento;34 esa serenidad del alma que el corazón del«hombre natural» no puede concebir35 y que aun elespiritual no puede expresar. Es la paz que todos lospoderes de la tierra y el infierno no pueden quitarle. Laazotan olas y tormentas, pero no la pueden mover, porqueestá fundada sobre la roca.36 Guarda los corazones y lasmentes37 de los hijos de Dios en todo tiempo y en todolugar. Ya sea que estén en gozo o en aflicción, en enfermedado en salud, en abundancia o en pobreza, son felices en Dios.En cualquier estado en que se encuentren han aprendido aestar felices.38 Sí, a dar gracias a Dios por medio de nuestroSeñor Jesucristo, seguros de que lo que les pasa es lo mejor,porque es la voluntad de Dios. De manera que en todas lasvicisitudes de la vida su corazón está firme, confiado enJehová.39

30 Ro. 5.1.31 Jn. 14.1.32 Jn. 14.27.33 Jn. 16.33.34 Fil. 4.7.35 1 Co. 2.9,14.36 Mt 7.25; Lc. 6.48.37 Fil. 4.7.38 Fil. 4.11.39 Sal. 112.7.

Las señales del nuevo nacimiento366

II.1. La segunda señal escrituraria de los que sonnacidos de Dios es la esperanza. Pedro, dirigiéndose a loshijos de Dios expatriados de la dispersión, dice: «Bendito elDios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según sugrande misericordia nos hizo renacer para una esperanzaviva».40 Una esperanza viva o viviente, dijo el apóstol,porque, igualmente, existe una esperanza muerta, lo mismoque una fe muerta; una esperanza que no es de Dios sino delenemigo de Dios y de la raza humana, como resulta evidentepor sus frutos. Porque así como es hija del orgullo es madrede toda mala palabra y acción. Mientras que cualquiera quetiene esta esperanza viva es santo, así como aquel que lellamó es santo.41 Cualquiera que puede decirlessinceramente a sus hermanos en Cristo: «Amados, ahorasomos hijos de Dios, y le veremos como él es», se purifica así mismo, así como él es puro.42

2. Esta esperanza, (llamada en la epístola a losHebreos «plena certidumbre de fe»43 y «plena certeza de laesperanza»,44 expresiones que indican mejor el significadode la palabra, pero en una forma más débil que el original),según las Escrituras, quiere decir: primero, el testimonio denuestro espíritu o conciencia de que caminamos consencillez y sinceridad y, en segundo lugar y principalmente,el testimonio del Espíritu de Dios dando testimonio anuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si hijostambién herederos de Dios y coherederos con Cristo.45

40 1 Pe. 1.3.41 1 Pe. 1.15.42 1 Jn. 3.2-3.43 He. 10.22.44 He. 6.11.45 Ro. 8.14-16.

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3. Veamos cuidadosamente lo que Dios mismo nosenseña aquí respecto a este glorioso privilegio de sus hijos.¿De quién se dice que «da testimonio»? No de nuestroespíritu solamente, sino de otro: del Espíritu de Dios. El esquien da testimonio a nuestro espíritu. ¿De qué datestimonio? De que somos hijos de Dios. Y si hijos, tambiénherederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, sies que padecemos juntamente con él; si nos negamos anosotros mismos, si diariamente tomamos nuestra cruz ycon alegría sufrimos la persecución y el reproche por sucausa, para que juntamente seamos glorificados.46 ¿Enquién da este testimonio el Espíritu de Dios? En todos losque son hijos de Dios. Con este mismo argumento prueba elApóstol en los versículos anteriores que lo son: «Todos»,dice, «los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos sonhijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu deesclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéisrecibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos:¡Abba, Padre!» De lo que se desprende: El Espíritu mismoda testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos deDios.47

4. Merece nuestra atención la variación que apareceen la frase en el versículo quince: «Habéis recibido elespíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!»«Habéis» quiere decir todos los que son hijos de Dios,48 losque, en virtud de su linaje, han recibido el mismo espíritu deadopción, por el cual ahora nosotros clamamos ¡Abba,Padre! Nosotros, los apóstoles, los profetas, los maestros(porque así puede entenderse la palabra también); nosotros, 46 Ro. 8.17.47 Ro. 8.14-16.48 Véase Ro. 8.15 en la Versión Popular, en donde la idea se hace más clara.

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servidores de Cristo, y administradores de los misterios deDios,49 por medio de quienes han creído. Así comonosotros y ustedes tenemos un solo Señor, tenemos tambiénun solo Espíritu; como también tenemos una fe y unaesperanza.50 Nosotros y ustedes hemos sido sellados con elEspíritu Santo de la promesa, las primicias de su herenciade la nuestra.51 El mismo Espíritu da testimonio a suespíritu y a nuestro espíritu, de que «somos hijos de Dios».

5. Así se cumple la Escritura: «Bienaventurados losque lloran, porque ellos recibirán consolación».52 Porque esfácil creer que si bien el dolor debe preceder al testimoniodel Espíritu de Dios a nuestro espíritu (como ciertamentedebe ser, hasta cierto punto, mientras gemimos bajo eltemor y la conciencia de que la ira de Dios permanece sobrenosotros). Sin embargo, tan pronto como el corazón losiente, su tristeza se transforma en gozo.53 No importa cualhaya sido antes su dolor, muy pronto ya no recuerda suangustia por el gozo de que ha nacido de Dios.54 Puede serque muchos de ustedes estén sufriendo ahora porque sonextranjeros en Israel, porque están conscientes de que notienen este Espíritu, que viven sin esperanza y sin Dios enel mundo.55 Pero cuando el Consolador venga se gozarávuestro corazón y nadie os quitará vuestro gozo.56

Entonces podrán decir: «Nos gloriamos en Dios por elSeñor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la 49 1 Co. 4.1.50 Ef. 4-5.51 Ef. 1.13-14.52 Mt. 5.4.53 Jn. 16.20.54 Jn. 16.21.55 Ef. 2.12.56 Jn. 16.22, 24.

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reconciliación»;57 «por quien también tenemos entrada porla fe a esta gracia», este estado de gracia, de favor oreconciliación con Dios, «en la cual estamos firmes, y nosgloriamos en la esperanza de la gloria de Dios».58 Ustedes,dice San Pedro, a quienes Dios ha hecho «renacer para unaesperanza viva ... sois guardados por el poder de Diosmediante la fe, para alcanzar la salvación... En el cualvosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo,si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas,para que sometida a prueba vuestra fe ... sea hallada enalabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo... aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable yglorioso».59 ¡Gozo inefable, en verdad! El ser humano nopuede describir este gozo en el Espíritu Santo. Es el manáescondido...el cual ninguno conoce sino aquel que lorecibe.60 Pero nosotros sabemos que éste no sólopermanece sino que sobreabunda, en lo profundo de laaflicción. ¿En tan poco tienes las consolaciones de Dios61

cuando el consuelo terrenal fracasa? De ninguna manera,sino que cuando más abundan los sufrimientos, másabundante se hace el consuelo de su Espíritu; a tal grado quelos hijos de Dios se ríen de la destrucción y del hambre;62

de la necesidad, las dolencias, el infierno y la tumba; porqueconocen a aquél que tiene las llaves de la muerte y delHades63 y que pronto los arrojará al abismo;64 como si 57 Ro. 5.11.58 Ro. 5.2.59 1 Pe. 1.3-8.60 Ap. 2.17.61 Job 15.11.62 Job 5.22.63 Ap. 1.18.64 Ap. 20.3.

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escucharan ahora la gran voz del cielo diciendo: «He aquí eltabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos;y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con elloscomo su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos deellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor,ni dolor; porque las primeras cosas pasaron».65

III.1. La tercera y más grande señal escrituraria delos que son nacidos de Dios, es el amor: el amor de Dios hasido derramado en nuestros corazones por el EspírituSanto que nos fue dado.66 Por cuanto sois hijos, Dios envióa vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama:¡Abba, Padre!67 Movidos por este Espíritu y mirando aDios continuamente como a su amante Padre, con quien seha reconciliado, claman a él por su pan cotidiano, por todolo que necesitan para sus almas o sus cuerpos.Continuamente abren sus corazones delante de él, sabiendoque tendrán las peticiones que le hayan hecho.68 Su deleiteestá en él. El es el gozo de sus corazones, su escudo y sugalardón sobremanera grande.69 El deseo de sus almas eshacia él. Hacer su voluntad es su comida y bebida70 y sualma será saciada como de meollo y de grosura mientras suboca lo alabará con júbilo.71

2. En este sentido también todo aquel que ama alque engendró, ama también al que ha sido engendrado porél.72 Su espíritu se regocija en Dios su Salvador.73 Ama al 65 Ap. 21.3-4.66 Ro. 5.5.67 Gá. 4.6.68 1 Jn. 5.15.69 Gn. 15.1.70 Jn. 4.34.71 Sal. 63.5.72 1 Jn. 5.1.

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Señor Jesucristo con amor inalterable.74 Está tan unido alSeñor que forman un solo espíritu.75 Su alma está extasiadaen él, y lo ha escogido como el más amable, como elseñalado entre diez mil.76 Sabe y siente lo que significa «miamado es mío y yo suyo».77 Eres el más hermoso de loshijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios;por tanto, Dios te ha bendecido para siempre.78

3. El necesario fruto de este amor de Dios es el amora nuestro prójimo, a todas las almas creadas por Dios, sinexceptuar a nuestros enemigos ni a quienes nos ultrajan ynos persiguen.79 Un amor por medio del cual amamos atodo ser humano como a nosotros mismos, como amamos anuestra propia alma. Nuestro Señor lo ha expresado todavíacon mayor fuerza, diciendo: «Que os améis unos a otros,como yo os he amado».80 Por esta razón, el mandamientoescrito en el corazón de quienes aman a Dios no es otro,sino éste: «Que os améis unos a otros, como yo os heamado».81 «En esto hemos conocido el amor, en que él pusosu vida por nosotros. También nosotros,» infierecorrectamente el Apóstol, «debemos poner nuestras vidaspor los hermanos».82 Si sentimos que estamos listos parahacer tal cosa, entonces amamos verdaderamente a nuestroprójimo. Entonces sabemos que hemos pasado de muerte a

73 Lc. 1.47.74 Ef. 6.24.75 1 Co. 6.17.76 Cnt. 5.10, 16.77 Cnt. 2.16.78 Sal. 45.2.79 Mt. 5.44.80 Jn. 13.34.81 Jn. 15.12.82 1 Jn. 3.16.

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vida, en que amamos a los hermanos.83 En esto conocemosque permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos hadado de su Espíritu.84 Porque el amor es de Dios. Todoaquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.85

4. Pero alguien pudiera preguntar: ¿No dice elApóstol «este es el amor de Dios, que guardemos susmandamientos»? Ciertamente, y aquí se incluye también elamor a nuestro prójimo, en el mismo sentido que el amor aDios. ¿Qué se desprende de todo esto? ¿Que guardar losmandamientos exteriores es todo lo que implica amar a Dioscon todo nuestro corazón, toda nuestra mente, toda nuestraalma y fuerza y amar a nuestros prójimos como a nosotrosmismos?86 ¿Que el amor a Dios no es un afecto del alma,sino un simple servicio exterior y que el amor a nuestroprójimo no es una disposición del corazón, sinosimplemente una serie de obras exteriores? Basta mencionarsemejante interpretación de las palabras del Apóstol pararefutar esto, puesto que éste es el claro e indisputablesignificado del texto. La señal o prueba del «amor de Dios»,de que guardamos el primero y más grande mandamiento, esésta: que guardamos todos los demás mandamientos. Porqueel verdadero amor una vez derramado en nuestroscorazones, nos constreñirá a hacerlo, porque cualquiera queama a Dios con todo su corazón no puede menos queservirle con todas sus fuerzas.

5. El segundo fruto del amor de Dios es la completaobediencia a aquél que amamos y conformidad a suvoluntad; obediencia a todos los mandamientos de Dios,

83 1 Jn.3.14.84 1 Jn. 4.13.85 1 Jn. 4.7.86 Lc. 10.27.

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internos y externos; obediencia de corazón y de vida; entodo nuestro temperamento y en toda nuestra vida.87 Unade las disposiciones más obviamente comprendidas en estoes el ser celoso en buenas obras, sentirse hambriento ysediento de hacer el bien de todas las maneras posibles, atodos nuestros semejantes, regocijándose en gastarse poramor a las almas,88 por todo ser humano, sin buscarrecompensa en este mundo, sino únicamente en laresurrección de los justos.89

IV.1. He descrito claramente las señales del nuevonacimiento que encuentro en las Escrituras. Así contestaDios mismo a la importante pregunta: ¿Qué es nacer deDios? Así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Esto es,según el juicio del Espíritu de Dios, ser hijo de Dios. Escreer en Dios por medio de Cristo y no practicar elpecado,90 y gozar, en todo tiempo y lugar, la paz de Diosque sobrepasa todo entendimiento.91 Es esperar en Diospor medio del Hijo de su amor, de tal manera que se llega atener no sólo el testimonio de una buena conciencia,92 sinoque también El Espíritu mismo da testimonio a nuestroespíritu, de que somos hijos de Dios, de donde naturalmentebrota ese regocijo en aquél por quien hemos recibido lareconciliación.93 Es amar a Dios, quien los amó comoustedes nunca han amado a ninguna criatura, por lo que sonconstreñidos a amar a todos los seres humanos como a

87 1 P. 1.15.88 2 Co. 12.15.89 Lc. 14.14.90 1 Jn. 3.9.91 Fil. 4.7.92 2 Cor. 1.12; 1 P. 3.21.93 1 Ts. 5.16; Ro. 5.11.

Las señales del nuevo nacimiento374

ustedes mismos; con un amor que no sólo arde en suscorazones, sino en todas sus acciones y conversaciones,haciendo toda su vida un trabajo de amor,94 una constanteobediencia a los mandamientos Sed, pues, misericordiosos,como también vuestro Padre es misericordioso;95 Sedsantos, porque yo soy santo;96 Sed, pues, vosotrosperfectos, como vuestro Padre que está en los cielos esperfecto.97

2. ¿Quiénes, pues, son los que de esta manera hannacido de Dios? Ustedes saben lo que Dios les haconcedido.98 Ustedes saben que son hijos de Dios ypodemos asegurar nuestros corazones delante de él.99 Cadauno de ustedes que ha escuchado estas palabras no puedemenos que sentir y saber si en esta hora (¡respondan a Diosy no al hombre!) son hijos de Dios o no. La pregunta no es¿qué fueron hechos en el bautismo?, sino ¿qué son ahora?¿Está el Espíritu de adopción ahora en su corazón?Permitan que su corazón escuche el llamamiento. No lespregunto si nacieron de agua y del Espíritu,100 sino ¿sonahora el templo del Espíritu Santo que mora en ustedes?Concedo que han sido circuncidados en la circuncisión deCristo (como San Pablo llama enfáticamente al bautismo).101

¿Descansa el Espíritu de Cristo y de gloria ahora sobre

94 1 Ts. 1.3; He. 6.10.95 Lc. 6.36.96 1 P. 1.16; Lv. 11.44-45.97 Mt. 5.48.98 1 Co. 2.12.99 1 Jn 3.19.100 Jn. 3.5.101 Col. 2.11.

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ustedes? De otra manera la circuncisión viene a serincircuncisión.102

3. No digas, entonces, en tu corazón: «Yo fuibautizado una vez, por lo tanto soy hijo de Dios ahora. Talrazonamiento no tiene valor, porque ¡cuántos que han sidobautizados ahora son glotones, borrachos, mentirosos,blasfemos, pendencieros, maldicientes, corrompidos,ladrones, usurpadores! ¿Qué opinan? ¿Son éstos, ahora,hijos de Dios? En verdad, en verdad les digo, no importaquién seas, a quien convenga cualquiera de las condicionesque acabo de mencionar: Vosotros sois de vuestro padre eldiablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer.103 Austedes clamo, en el nombre de aquél a quien crucifican denuevo, con las palabras que dirigió a sus circuncidadospredecesores: «¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómoescaparéis de la condenación del infierno?».104

4. En verdad, ¿cómo? excepto que nazcan denuevo.105 Porque ahora están muertos en delitos ypecados.106 Decir que no pueden nacer de nuevo, que nohay nuevo nacimiento sino en el bautismo es sellarlos atodos ustedes bajo condenación, enviarlos al infierno, sinayuda y sin esperanza. Tal vez alguien pudiera pensar queesto es justo y correcto. En su celo por el Señor de losEjércitos pueden decir: «¡Vé, destruye a los pecadores deAmalec!» «Destruye por completo a estos Gabaonitas!».107

No merecen otra cosa. No, ni yo ni ustedes. Lo que ustedes

102 Ro. 2.25.103 Jn. 8.44.104 Mt. 23.33.105 Jn. 3.3.106 Ef. 2.1.107 1 S. 15.6-20; 2 S. 21.1-9.

Las señales del nuevo nacimiento376

y yo merecemos es lo mismo que ellos merecieron: elinfierno. Sólo por la misericordia, gratuita e inmerecida, espor lo que nosotros no estamos ahora en el fuego que nuncase apaga.108 Ustedes dirán: «Estamos lavados, hemos nacidode agua y del Espíritu». También lo estaban ellos y, porconsiguiente, esto no evita que ahora sean como ellos. ¿Nosaben que lo que los hombres tienen por sublime, delante deDios es abominación? Vengan, pues, los «santos delmundo»,109 los honrados por las gentes, y veamos quiénentre ustedes arroja la primera piedra a esos miserables,indignos de vivir en la tierra: las prostitutas,los adúlteros,los asesinos. Aprendan antes lo que quiere decir: «Aquelque aborrece a su hermano es homicida».110 Cualquiera quemira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella ensu corazón.111 ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que laamistad del mundo es enemistad contra Dios?112

5. En verdad, en verdad les digo: Ustedes tambiéndeben nacer de nuevo. Si no nacen otra vez no podrán entraren el reino de Dios. No se apoyen por más tiempo en esebáculo quebrado113 de que nacieron otra vez en el bautismo.¿Quién puede negar que entonces fueron hechos hijos deDios y herederos del reino de los cielos?114 Sin embargo, apesar de esto, ahora son hijos del diablo, por lo tanto debennacer otra vez. No permitan que Satanás les haga dependerde una palabra, cuando su sentido es tan claro. Han oído

108 Mt. 3.12; Lc.3.17.109 Frase que Wesley tomó del reformador español Juan de Valdés.110 1 Jn. 3.15.111 Mt. 5.28.112 Stg. 4.4.113 Is. 36.6.114 Ro. 8.16-17.

Sermón 18 377

cuáles son las señales de los hijos de Dios. Todos ustedes,bautizados o sin bautizar, los que no las tienen, debenrecibirlas o perecerán irremisiblemente y para siempre. Sihan sido bautizados, ésta es su única esperanza: quehabiendo sido hechos hijos de Dios en el bautismo, pero queahora son hijos del diablo, pueden recibir otra vez el poderde ser hijos de Dios,115 recobrar lo que habían perdido: elespíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba,Padre!.116

6. ¡Amén, Señor Jesús! Concede que cualquieracuyo corazón se mueve a buscarte otra vez, vuelva a recibirel Espíritu de adopción y clame: ¡Abba, Padre! Permíteletener de nuevo el poder de creer en tu nombre para quevuelva a ser hijo de Dios; que crea y sienta que tieneredención en tu sangre y el perdón de sus pecados,117 y queno puede pecar, porque es nacido de Dios.118 Permíteleahora renacer para una esperanza viva,119 para que sepurifique como tú eres puro.120 Y por ser hijo,121 permiteque el Espíritu de amor y gloria descanse sobre él,limpiándolo de toda contaminación de carne y de espírituenseñándole a perfeccionar la santidad en el temor deDios.122

115 Jn. 1.12.116 Ro. 8.15.117 Col. 1,14.118 1 Jn. 3.9.119 1 P. 1.3.120 1 Dn.3.3.121 Gá. 4.6.122 2 Co. 7.1.

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Sermón 19

El gran privilegio de los que son nacidos deDios

1 Juan 3:9Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado.

1. Con mucha frecuencia se ha creído que ser nacidode Dios es lo mismo que estar justificado. Que el nuevonacimiento y la justificación son únicamente diferentesmodos de expresar la misma cosa;1 siendo evidente, por unaparte, que cualquiera que está justificado es también hijo deDios y, por otra, que cualquiera que es nacido de Dios estátambién justificado. Todavía más, que estos dos dones deDios son dados a cada creyente en un solo y mismoinstante. En un momento sus pecados son borrados y esnacido de Dios.

2. Pero, aunque se puede conceder que lajustificación y el nuevo nacimiento son, en cuanto altiempo, inseparables, sin embargo se puede ver fácilmenteque no son lo mismo, sino cosas de una muy diferentenaturaleza. La justificación implica solamente un cambiorelativo mientras que el nuevo nacimiento indica un cambioreal. Dios, al justificarnos, hace algo por nosotros; alengendrarnos nuevamente, obra en nosotros. La primeracambia nuestra relación con Dios, de manera que de

1 Esta correlación (y diferenciación) entre justificación y regeneración fuecrucial para la distinción de Wesley entre la acción de Dios al perdonar alpecador arrepentido y el efecto humano de esta acción («regeneración»,«nuevo macimiento», «conversión»). Véase el sermón 14.III.2.

El gran privilegio de los que son nacidos de Dios378

enemigos pasamos a ser hijos; la segunda implica un cambiototal de nuestras almas, de manera que de pecadoresllegamos a ser santos. Una restaura en nosotros el favor, laotra la imagen de Dios. Una quita el pecado, la otra quita elpoder del pecado. Así, aunque se unen en cuanto al tiempo,sin embargo son completamente diferentes en naturaleza.

3. La falta de discernimiento en este respecto,olvidando la diferencia entre la justificación y el nuevonacimiento, ha ocasionado una gran confusión en muchosque han tratado este tema, particularmente cuando hantratado de explicar este gran privilegio de los hijos de Dios,para demostrar que «todo aquel que en nacido de Dios, nopractica el pecado».

4. Con el fin de comprender este asunto claramente,sería necesario, primero, considerar cuál es el verdaderosignificado de la expresión «Todo aquel que es nacido deDios» y, segundo, investigar en qué sentido «no practica elpecado».

I.1. Primero, vamos a considerar cuál es el verdaderosignificado de la expresión «todo aquel que es nacido deDios». En general, de todos los pasajes de la SagradaEscritura en donde aparece la expresión «ser nacido deDios», podemos aprender que implica no solamente el serbautizado o cualquier otro cambio exterior, sino unprofundo cambio interior. Un cambio producido en el almapor la operación del Espíritu Santo, un cambio total denuestra vida. Porque a partir del momento en que somos«nacidos de Dios» vivimos de una manera muy diferente ala que acostumbrábamos. Estamos, como si dijéramos, enotro mundo.

2. La base y razón de la expresión es fácil decomprender. Cuando experimentamos este gran cambio

Sermón 19 379

podemos decir verdaderamente que «hemos nacido denuevo», porque hay una gran semejanza entre el nacimientonatural y el espiritual. Por esta razón, considerar lascircunstancias del nacimiento natural es la forma más fácilde comprender el espiritual.

3. La criatura que aún está por nacer subsiste, enverdad, por el aire, como acontece con todo lo que tienevida, pero no lo siente, a no ser de una manera torpe eimperfecta. Oye un poco, si acaso, porque los órganos deloído todavía están cerrados. No ve nada, porque sus ojosestán cerrados completamente y está rodeado de unacompleta obscuridad. Hay, pudiera ser, algunas débilesseñales de vida cuando se acerca el momento delalumbramiento y, por consiguiente, se muestran tambiénalgunos movimientos, por lo que se distingue de una meramasa de materia. Pero no tiene sentidos. Todas estasavenidas del alma permanecen cerradas. Por consecuencia,tiene muy poca, si acaso, comunicación con este mundovisible, ni ningún conocimiento, comprensión o idea de loque ocurre en él.

4. La razón por la que quien no ha nacido todavía esextranjero para el mundo visible no es porque se encuentralejos (se encuentra muy cerca, lo rodea por todas partes)sino, en parte, que carece de los sentidos (no se han abiertotodavía en su alma) el único medio para mantener contactocon el mundo material y, en parte también, porque lo cubreun espeso velo, a través del cual no puede discernir nada.

5. Pero tan pronto como nace la criatura vive de unamanera completamente diferente. Ahora siente el aire que lerodea y que entra en su cuerpo por medio de su respiracióny que sostiene su vida. Como consecuencia, principia unaumento constante en su fuerza, en sus movimientos y en

El gran privilegio de los que son nacidos de Dios380

sus sensaciones. Todos sus sentidos despiertan provistosde sus propios objetos.

Sus ojos están ahora abiertos para percibir la luz quetodo lo inunda y descubre, no sólo su propio ser, sino unainfinita variedad de objetos que anteriormente desconocía.Sus oídos se abren y escucha una infinidad de sonidos. Usacada sentido para examinar objetos que le son peculiares ypor estos conductos el alma, teniendo contacto con elmundo visible, adquiere más y más conocimiento de losobjetos sensibles, de todas las cosas que existen bajo el sol.

6. Así es con el que es nacido de Dios. Antes deexperimentar el gran cambio, aunque existe en aquél en quienvivimos, y nos movemos, y somos, no está consciente deDios. No siente, no tiene una profunda conciencia de supresencia. No percibe ese divino aliento de vida sin el cualno podría vivir por un momento. Tampoco es sensible aninguna de las cosas que tienen que ver con Dios. No hacenninguna impresión en su alma. Dios lo está llamandocontinuamente desde su gloria, pero no lo escucha; susoídos están cerrados. No percibe «la voz del encantador»por más hábil que el encantador sea.2 No ve las cosas delEspíritu de Dios. Los ojos de su entendimiento estáncerrados,3 y profundas tinieblas cubren sus alma,rodeándolo completamente. Es cierto que pudiera tener unasdébiles señales de vida, algunos pequeños principios de vidaespiritual, pero todavía sus sentidos son incapaces dediscernir los objetos espirituales, por lo que no percibe lascosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son

2 Sal. 58.5.3 Ef. 1.18.

Sermón 19 381

locura, y no las puede entender, porque se han de discernirespiritualmente.4

7. Por esta razón tiene un conocimiento muyrudimentario del mundo invisible, ya que tiene muy pococontacto con él. No que esté lejos de él. No, sino que está enmedio de él, lo rodea por todas partes. El «otro mundo»,como lo llamamos generalmente, no está lejos de ninguno denosotros. Esta arriba, debajo y a cada lado nuestro,5 pero elser humano natural no lo puede discernir, en parte, porquecarece de los sentidos espirituales, únicamente por medio delos cuales podemos discernir las cosas de Dios. En parte,porque lo cubre un denso velo y no sabe cómo penetrarlo.

8. Pero cuando es nacido de Dios, nacido delEspíritu, ¡cómo se transforma su manera de vivir! Su almaes sensible a las cosas de Dios y puede decir por su propiaexperiencia: «Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme;has conocido desde lejos mis pensamientos.»6 «Detrás ydelante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano.»7 Aspirainmediatamente el Espíritu o aliento de Dios que ha sidosoplado en el alma recién nacida; y el mismo aliento queviene de Dios, vuelve a él. Así como lo recibecontinuamente por la fe, así es retornado por el amor, laoración y la acción de gracias (pues el amor y la alabanzason el aliento del alma verdaderamente nacida de Dios). Poresta nueva forma de respiración la vida espiritual noúnicamente se mantiene, sino que se fortalece día a día,junto con la fortaleza, el movimiento y las sensacionesespirituales. Todos los sentidos del alma están despiertos

4 1 Co. 2.14.5 Hch. 17.23-28.6 Sal. 139.2.7 Sal. 139.5.

El gran privilegio de los que son nacidos de Dios382

ahora y son capaces de discernir entre el bien y el malespiritual.8

9. Los ojos de su entendimiento9 están abiertosahora y se mantiene como viendo al Invisible.10 Comprendecuál es la supereminente grandeza de su poder y de su amorpara los que creen. Reconoce que Dios tiene misericordia deél, pecador11 y que ha sido reconciliado por medio del Hijode su amor. Ahora percibe claramente tanto el amorperdonador de Dios como todas sus preciosas ygrandísimas promesas.12 Dios, que mandó que de lastinieblas resplandeciese la luz, resplandece en su corazón,para iluminarlo con el conocimiento de la gloria de Dios enla faz de Jesucristo.13 Las tinieblas han pasado. Ahora viveiluminado por la luz del rostro de Dios.

10. Sus oídos están abiertos y la voz de Dios nollama en vano. Escucha y obedece el llamamiento divino.Conoce la voz de su pastor.14 Todos sus sentidosespirituales están ahora atentos y tiene una claracomunicación con el mundo invisible y, por consiguiente,conoce más y más las cosas que antes no percibía.15 Ahoraconoce la paz de Dios; en qué consiste el gozo en el EspírituSanto y el amor de Dios que es derramado en el corazón16

de aquéllos que creen en él por medio de Jesucristo.Habiendo sido removido el velo que antes interrumpía el

8 He. 5.14.9 Ef. 1.18.10 He. 11.27.11 Lc. 18.13.12 2 P. 1.4.13 2 Co. 4.6.14 Jn. 10.4.15 1 Co.2.9.16 Ro. 5.5.

Sermón 19 383

paso de la luz y la voz, el conocimiento y el amor de Dios,ahora el que es nacido del Espíritu permanece en amor,permanece en Dios, y Dios en él.17

II.1. Habiendo considerado el significado de laexpresión «todo aquel que es nacido de Dios», nos resta, ensegundo lugar, investigar en qué sentido «no practica elpecado».

Aquél que ha nacido de Dios, como se ha descritoanteriormente, continuamente recibe en su alma el alientodivino, la benévola influencia del Espíritu de Dios, y semantiene en constante comunión con él; quien así cree yama, quien por fe percibe continuamente la acción de Diossobre su espíritu y por cierta forma de re-acción18 espiritualretorna la gracia que recibe en un amor incesante, alabanza yoración, no únicamente «no practica el pecado» «aquél quefue engendrado por Dios», sino que no peca porque lasimiente de Dios permanece en él,19 porque es nacido deDios.

2. Por, «pecado» entiendo aquí el pecado exterior, deacuerdo con la acepción común y clara de la palabra: una«infracción de la ley»20 actual y voluntaria; una infracciónde la ley de Dios revelada y escrita; de cualquiermandamiento de Dios, reconocido como tal al momento decometer la infracción. Pero «todo aquel que es nacido deDios», mientras permanece en la fe, el amor, en el espíritude oración y en la acción de gracias, no sólo deja de hacer el

17 1 Jn. 4.16.18 Wesley usa el guión aquí deliberadamente, para énfasis. Véase III.2, másabajo: «una continua acción de Dios sobre el alma y una re-acción del almahacia Dios». Véase también, abajo, III.3.19 1 Jn. 3.9.20 1 Jn. 3.4.

El gran privilegio de los que son nacidos de Dios384

pecado, sino que no puede cometerlo.21 En tanto que creaen Dios por medio de Cristo, lo ame y derrame su corazóndelante de él, no puede infringir voluntariamente ninguno delos mandamientos de Dios, ya sea diciendo o haciendoaquello que Dios ha prohibido, siempre que esa simientepermanezca en él.22 Esa fe amante, devota y agradecida, loestimula a evitar hacer nada que sea abominación a los ojosde Dios.

3. Aquí se presenta inmediatamente una dificultadque a muchos le ha parecido insuperable y los ha inducido anegar la clara afirmación del Apóstol y a renunciar alprivilegio de los hijos de Dios.

Es claro, de hecho, que algunos de los que hannacido de Dios, según el testimonio infalible que respecto aellos nos da el Espíritu de Dios en su Palabra, no sólo hanpodido pecar, sino que, de hecho, han cometido pecados,aun graves y exteriores. Han quebrantado las leyes de Dios,claras y sabias, hablando o haciendo lo que él ha prohibido.

4. No hay duda de que David fue nacido de Dios, deotra manera nunca hubiera sido ungido rey de Israel. El sabíaen quien había creído;23 era poderoso en la fe dando gloria aDios.24 «El Señor,» dijo «es mi pastor,» por lo tanto, «nadame faltará. En lugares de delicados pastos me hará yacer,junto a aguas de reposo me pastoreará ... Aunque ande envalle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque túestarás conmigo».25 Estaba lleno de tal amor, quefrecuentemente exclamaba: «Amarte he, oh Señor, fortaleza

21 1 Jn. 3.9.22 1 Jn. 3.9.23 2 Ti. 1.12.24 Ro. 4.20.25 Sal. 23.1, 2, 4.

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mía. Señor, roca mía y castillo mío, y mi libertador.»26 Eraun hombre de oración, que derramaba su alma delante deDios en todas las circunstancias de su vida y abundó enexpresiones de alabanza y acciones de gracia. «Su alabanza,»dijo, «será siempre en mi boca».27 «Mi Dios eres tú, y a tialabaré. Dios mío, a ti ensalzaré.»28 Y, sin embargo, tal hijode Dios pudo cometer y cometió pecado, los horriblespecados de adulterio y homicidio.

5. Aún después de que el Espíritu Santo fue dadomás abundantemente, después de que Jesucristo sacó a laluz la vida y la inmortalidad por el evangelio,29 no faltanejemplos de la misma triste realidad que, indudablemente,también son escritos para nuestra instrucción.30 Porejemplo, aquél a quien los apóstoles dieron el sobrenombrede Bernabé (que quiere decir: hijo de consolación)31

probablemente porque vendió cuanto tenía y trajo el preciopara auxiliar a los hermanos pobres.32 Este Bernabé, quien asu regreso fue solemnemente apartado de todos los demásprofetas y doctores, por la dirección especial del EspírituSanto, para la obra para la cual Dios lo llamó:33 paraacompañar al gran Apóstol de los Gentiles y ser sucolaborador, posteriormente porfió con Pablo porque al ir avisitar a los hermanos por segunda vez, a éste no le parecióbien llevar consigo a Juan que se había apartado de ellos

26 Sal 18.1-2.27 Sal. 34.1.28 Sal. 118. 28.29 2 Ti. 1.10.30 1 Cor. 9.10; 10.11; 2 Ti. 3.16-17.31 Hch. 4. 36-37.32 Hch. 11. 29.33 Hch. 13. 1-2.

El gran privilegio de los que son nacidos de Dios386

desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra.34 Bernabémismo se separó y tomando a Marcos, navegó a Chipre,35

abandonando a aquél a quien el Espíritu Santo le había unidode una manera tan especial.

6. Un ejemplo más sorprendente que los dosmencionados es ofrecido por San Pablo en su Epístola a losGálatas: «Cuando Pedro [el anciano, el celoso, el primero delos apóstoles, uno de los tres más grandemente favorecidospor su Señor] vino a Antioquía, le resistí en la cara, porqueera de condenar. Pues antes de que viniesen algunos de partede Jacobo, comía con los gentiles36 [los paganos convertidosa la fe cristiana, pues había sido enseñado personalmentepor Dios que a ningún hombre llame común o inmundo]37

Pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porquetenía miedo de los de la circuncisión. Y en su simulaciónparticipaban también los otros judíos, de tal manera que aunBernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos.Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a laverdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú,siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿porqué obligas a los gentiles a judaizar?»38 Este es un claro einnegable pecado, cometido por uno que indudablementehabía «nacido de Dios». ¿Cómo podemos reconciliar estehecho con la afirmación de San Juan, si la tomamos en suobvio significado literal, que «todo aquel que es nacido deDios, no practica el pecado?»

34 Hch. 15.38.35 Hch. 15.39. Wesley da por sentado que sus oyentes saben que «Juan» y«Marcos» son la misma persona.36 Gá. 2.11-12.37 Hch. 10.28.38 Gá. 2.12-14.

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7. Yo contesto, como se ha visto desde hace muchotiempo: en tanto que el que es nacido de Dios se guarda a símismo (lo que puede hacer mediante la gracia de Dios) elmaligno no le toca.39 Pero si no se guarda a sí mismo, si nopermanece en la fe, puede pecar como cualquiera otrapersona.

Es fácil de entender cómo estos hijos de Diospueden caer en pecado y, sin embargo, la gran verdad deDios, declarada por el Apóstol, permanece firme einconmovible. Quien cae no se guardó por la gracia de Diosque era suficiente.40 Cayó poco a poco primero en elpecado interior y negativo: no avivó el fuego del don deDios41 que estaba en él; no veló en oración42 ni prosiguió ala meta, al premio del supremo llamamiento de Dios.43

Luego cayó en el pecado positivo e interior: inclinando sucorazón a la iniquidad, cediendo a algún mal deseo oinclinación. Después, perdió su fe, perdió de vista al Diosque perdona y, consecuentemente, su amor a Dios. Estandoentonces débil como cualquier otro ser humano, fue capazde cometer aun el pecado exterior.

8. Expliquemos esto con un ejemplo peculiar: Davidfue nacido de Dios y vio a Dios por medio de la fe. Amaba aDios con sinceridad. Podía decir sinceramente: «¿A quiéntengo yo en los cielos sino a ti?» (ni persona o cosa) «Yfuera de ti nada deseo en la tierra».44 Sin embargo, todavía

39 1 Jn. 5.18.40 2 Co. 12.9.41 2 Ti. 1.6.42 1 P. 4.7.43 Fil. 3.14.44 Sal. 73.25.

El gran privilegio de los que son nacidos de Dios388

permanecía en su corazón esa naturaleza corrupta que es elorigen de todo pecado.

Sucedió que paseando sobre el terrado de su casa,45

probablemente alabando al Dios que amaba su corazón, vioa Betsabé. Se sintió tentado, un pensamiento que loimpulsaba al mal. El Espíritu de Dios no dejó de prevenirlo.Indudablemente oyó y conoció la voz de advertencia perodio lugar, un poco, al pensamiento, y la tentación principióa prevalecer sobre él y se manchó su espíritu. Todavía veíaa Dios, pero más débilmente que antes. Todavía amaba aDios, pero no en el mismo grado, ni con la misma fuerza ointensidad de afecto. Sin embargo, Dios le habló una vezmás, aunque su espíritu estaba afligido; su voz, aunque cadavez más débilmente, todavía susurró: «el pecado está a lapuerta»,46 «mirad a mí, y sed salvo».47 Pero él no quisoescuchar. Miró otra vez, pero no a Dios, sino al objetoprohibido, hasta que la naturaleza fue superior a la gracia yencendió en su corazón el fuego de la lujuria.

Los ojos de su entendimiento se cerraronnuevamente y Dios desapareció de su vista. La fe, esadivina y sobrenatural comunicación con Dios, y el amor aDios cesaron por completo. Entonces arremetió, comocaballo a la batalla48 y, a sabiendas, cometió el pecadoexterno.

9. Pueden ver el descenso inevitable de la gracia alpecado. Procede de la manera siguiente: (1) La semilla de lafe, amante y victoriosa, permanece en aquél que es nacidode Dios. Lo guarda y, por la gracia de Dios, no practica el

45 2 S. 11.2.46 Gn. 4.7.47 Is. 45.22.48 Jer. 8.6.

Sermón 19 389

pecado. (2) Viene la tentación, ya sea del mundo, la carne odel diablo, no importa. (3) El Espíritu de Dios le advierteque el pecado está cerca y lo amonesta a velar y orar conredoblado fervor. (4) Cede, en cierto grado, a la tentación,que ahora le parece más agradable. (5) Contrista al EspírituSanto, su fe se debilita y su amor a Dios se enfría. (6) ElEspíritu lo reprende más severamente y le dice: «Este es elcamino, andad por él».49 (7) Se vuelve al otro lado para noescuchar la angustiada voz de Dios y escucha la agradablevoz del tentador. (8) Los malos deseos principian a cundiren su alma, hasta que la fe y el amor se desvanecen. (9)Ahora es capaz de cometer el pecado exterior. El poder delSeñor lo ha abandonado.

10. Expliquemos esto con otro ejemplo. El ApóstolPedro estaba lleno de fe y del Santo Espíritu con la ayudade los cuales mantenía una conciencia libre de ofensa haciaDios y sus semejantes.

Caminando así en sencillez y sinceridad decorazón,50 antes que viniesen algunos de parte de Jacobo,comía con los gentiles,51 sabiendo que lo que Dios halimpiado no es común o impuro.

Pero, después que vinieron la tentación se despertóen su corazón de temer a los de la circuncisión (los judíosconvertidos que eran celosos de la circuncisión y demásritos de la ley de Moisés) y de agradarse del favor y laalabanza de estas personas más que de la alabanza de Dios.

El Espíritu le advirtió que el pecado estaba cerca. Sinembargo, cedió un poco, teniendo un temor pecaminoso de

49 Is. 30.21.50 2 Co. 1.12.51 Gá. 2.12.

El gran privilegio de los que son nacidos de Dios390

sus semejantes, y su fe y amor se debilitaronproporcionalmente.

Dios lo reprendió nuevamente por dar lugar aldiablo, pero no escuchó la voz de su Pastor, sino que seentregó a ese temor servil, con lo que apagó el Espíritu.52

Dios se perdió de su vista, la fe y el amor seextinguieron y cometió el pecado externo. No andabarectamente conforme a la verdad del evangelio, se apartabade sus hermanos cristianos y, debido a su mal ejemplo, si esque no consejo también, en su simulación participabantambién otros judíos,53 sujetándose de nuevo al yugo deesclavitud de que Cristo nos hizo libres.54

Es indudablemente cierto que cualquiera que esnacido de Dios y se guarda a sí mismo no hace ni puedepracticar el pecado. Sin embargo, si no se guarda a sí mismopuede cometer toda suerte de pecados insaciablemente.

III.1. De las consideraciones que preceden podemosaprender, primero, a dar una respuesta clara e incontestablea un asunto que frecuentemente ha turbado a muchos con uncorazón sincero: ¿el pecado precede o sigue a la pérdida dela fe? ¿Un hijo de Dios primero comete el pecado y luegopierde su fe, o pierde ésta primero y luego comete elpecado?

A lo que contesto: algunos pecados, de omisión porlo menos, deben preceder necesariamente a la pérdida de lafe (algún pecado interior). Pero la pérdida de la fe debepreceder a la comisión del pecado externo.

Mientras más examine el creyente su propiocorazón, más se convencerá de esto: que la fe que obra por 52 1 Ts. 5.19.53 Gá. 2.12-14.54 Gá 5.1.

Sermón 19 391

el amor excluye tanto el pecado interior como el exterior delalma que vela en oración.55 Que, aunque estamos expuestosa la tentación, especialmente del pecado que nos asedia;56 sila vista del alma se fija amorosa y constantemente en Dios,la tentación desaparecerá rápidamente. Pero somos tentadoscuando en nuestra propia concupiscencia somos atraídos ycebados, como dice el Apóstol Santiago, por los placerespresentes o que vemos en el futuro.57 Entonces, el deseoque hemos concebido da a luz el pecado,58 y, habiendodestruido nuestra fe por medio de ese pecado interior nosarroja con violencia en los lazos del demonio, a fin de quecometamos toda clase de pecados exteriores.

2. De lo que se ha dicho podemos aprender, ensegundo lugar, lo que es la vida de Dios en el alma delcreyente, en qué consiste y qué significa inmediata ynecesariamente. Inmediata y necesariamente implica lacontinua inspiración del Espíritu Santo de Dios; el alientode Dios en el alma y que el alma devuelve a Dios; una acciónconstante de Dios sobre el alma y la respuesta del almahacia Dios; la presencia constante del Dios amante queperdona, que se revela al corazón y a quien percibe la fe; uncontinuo retorno de amor, alabanza y oración, ofreciendotodos los pensamientos de nuestro corazón, todas laspalabras de nuestra boca, todo nuestro cuerpo, alma yespíritu, para ser un sacrificio santo, agradable a Dios59 enCristo Jesús.

55 1 P. 4.7.56 He. 12.1.57 Stg. 1.14.58 Stg. 1.15.59 Ro. 12.1.

El gran privilegio de los que son nacidos de Dios392

3. De lo cual podemos inferir, en tercer lugar, laabsoluta necesidad de esta re-acción del alma (comoquieraque sea llamada) con el fin de que continúe en ella la vidadivina. Porque es evidente que Dios no continúa actuandoen el alma si el alma no persevera en su re-acción hacia él. Elnos previene, sin duda alguna, con las bendiciones de subondad. Primero nos ama y se manifiesta a nosotros.Cuando todavía estamos lejos, nos llama hacia él e iluminanuestros corazones.60 Pero si no amamos entonces al quenos amó primero;61 si no escuchamos su voz; si quitamos lavista de él y no prestamos atención a la luz que derrama ennosotros, su Espíritu no contenderá más. Se retirará poco apoco y nos abandonará a las tinieblas de nuestro propiocorazón. No seguirá alentando en nuestras almas a no serque se vuelvan hacia él de nuevo; solamente que nuestroamor, oraciones y acciones de gracia vuelvan a él, unsacrificio en el cual él se complace.

4. Aprendamos, finalmente, a seguir el consejo delgran Apóstol: «No te ensoberbezcas, sino teme».62

Temamos al pecado más que a la muerte o el infierno;tengamos un temor que, si bien esté libre de sufrimiento,esté lleno de celo, no sea que nos inclinemos hacia nuestroscorazones engañosos. El que piensa estar firme, mire que nocaiga.63 Aun quien ahora está firme en la gracia de Dios, enla fe que ha vencido al mundo,64 puede caer, sin embargo,en el pecado interior y naufragar en la fe.65 Y ¡cuán

60 Lc. 15.20.61 1 Jn. 4.19.62 Ro. 11.20.63 1 Co. 10.12.64 1 Jn. 5.4.65 1 Ti. 1.19.

Sermón 19 393

fácilmente, entonces, el pecado exterior ganará de nuevo sudominio sobre él! Por esta razón, oh siervo de Dios, velasiempre para que puedas oír la voz de Dios; vela para quepuedas orar sin cesar,66 todo el tiempo y en todo lugar,abriendo tu corazón delante de él. Así podrás creer y amarsiempre y nunca cometerás pecado.

66 1 Ts. 5.17.

393

Sermón 20

Señor, justicia nuestra1

Jeremías 23:6Este será su nombre con el cual le llamarán:

Señor, justicia nuestra.

1.1. ¡Cuántas y cuán terribles han sido lascontiendas a causa de la religión! Y no sólo entre los hijosdel mundo,2 entre los que no sabían lo que era la verdaderareligión; sino aun entre los hijos de Dios, aquéllos que hanexperimentado el reino de Dios en sí mismos,3 que hanprobado la justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.4

¡Cuántos de estos hermanos, en todos los tiempos, en lugarde unirse en contra del enemigo común, han tornado susarmas los unos contra los otros, desperdiciando así, noúnicamente su valioso tiempo, sino lastimando susespíritus, debilitando sus manos, dificultando de estamanera la gran obra de su común Maestro! ¡Cuántos de losdébiles han sido ofendidos! ¡Cuántos cojos han salido delcamino!5 ¡Cuántos pecadores han confirmado su negligenciaen cuanto a la religión y su desprecio hacia aquéllos que la

1 Predicado en la capilla de la calle West, Seven Dials, el domingo 24 denoviembre de 1765.2 Lc. 16.8.3 Lc. 17.21.4 Ro. 14.17.5 He. 12.13.

Señor, justicia nuestra394

profesan! ¡Cuántos de los santos que están en la tierra6 hansido obligados a llorar en secreto!7

2. ¿Qué no haría el que ama a Dios y a su prójimo,qué no estaría dispuesto a sufrir, para remediar estelamentable estado de cosas? ¿Por borrar esta contienda entrelos hijos de Dios y restaurar la paz entre ellos? ¿Qué otracosa, excepto una buena conciencia, apreciaría demasiadopara no separarse de ella, por obtener este buen fin?Supongamos que no podemos hacer cesar las guerras hastalos fines de la tierra,8 que no podemos reconciliar a todoslos hijos de Dios. De cualquier manera, hagamos lo que cadauno puede, que cada uno contribuya aunque sea con dosblancas.9 ¡Dichosos aquéllos que pueden promover dealguna manera la paz y buena voluntad entre los hombres!10

Especialmente entre los buenos, quienes se han enlistadobajo la bandera del Príncipe de Paz.11 Por esta razón,procuran celosamente estar en paz con todos los hombres.12

3. Sería un paso considerable para alcanzar esta metagloriosa si pudiéramos lograr que hubiera un mutuoentendimiento entre las gentes de buena voluntad. Esta faltade comprensión es causa de un gran número de altercados.Frecuentemente, ninguno de los contendientes entiende loque su oponente quiere decir, con el consiguiente resultadode que se atacan uno al otro con saña, cuando no hay unaverdadera diferencia entre ellos. Y, sin embargo, no es fácil

6 Sal. 16.3.7 Jer. 13.17.8 Sal. 46.9.9 Mc. 12.41-44.10 Lc. 2.14.11 Is. 9.6.12 Ro. 12.18.

Sermón 20 395

convencerlos de esta realidad, especialmente cuando se hanexaltado los ánimos, lo que hace más difícil resolver elproblema. Sin embargo, no es imposible, especialmentecuando procuramos resolverlo, no confiando en nuestraspropias capacidades, sino confiando en Aquél para quientodas las cosas son posibles.13 ¡Con qué prontitud puededispersar las nubes, iluminar sus corazones y ayudarlos aentenderse uno al otro y a comprender que la verdad está enJesús!14

4. Una importante afirmación de esta verdad seencuentra contenida en las palabras arriba citadas: «Esteserá su nombre con el cual le llamarán: Señor justicianuestra,» verdad que se encuentra incrustadaprofundamente en la naturaleza misma del cristianismo yque, en cierta manera, sostiene toda su armadura. De esto sepuede afirmar, sin duda alguna, lo que Lutero afirmaba deuna verdad conectada íntimamente con ésta: articulus stantisvel cadentis ecclesiae--un artículo de fe con el cual la iglesiapermanece o cae.15 Ciertamente, es el pilar y fundamento deesa fe, de la cual viene la salvación—de esa fe católica ouniversal que se encuentra en todos los hijos de Dios y que,si la persona no guarda entera y sin mácula, pereceráindudablemente para siempre.

5. ¿No es de esperarse, entonces, que sin importaren qué otros puntos difieran, los que llevan el nombre deCristo16 debieran estar de acuerdo en éste? ¡Pero qué lejosestá esto de la realidad! Sería muy raro encontrar algún otro

13 Mt. 19.26.14 Ef. 4.21.15 Aunque Wesley le atribuye esta frase a Lutero, lo cierto es que su origen esdesconocido.16 2 Ti. 2.19.

Señor, justicia nuestra396

punto sobre el que haya tan poco acuerdo, sobre el quequienes profesan seguir a Cristo parecen estar tan separadose irreconciliablemente divididos. He dicho parecen porqueestoy convencido de que muchos de ellos solamente parecendiferir. El desacuerdo está más en palabras que ensentimientos; están más cerca en su opinión que en sulenguaje. Ciertamente, existe una gran diferencia en ellenguaje, no únicamente entre protestantes y papistas, sinoentre protestantes y protestantes, aun entre quienes creenen la justificación por la fe, que están de acuerdo en ésta,como en las demás doctrinas fundamentales del evangelio.

6. Pero si la diferencia es más asunto de opinión quede experiencia y más asunto de expresión que de opinión,¿cómo puede suceder que los hijos de Dios discutan tanacaloradamente sobre este punto? Se pueden mencionarvarias razones. La principal es la falta de comprensión deluno para el otro, defendiendo a diestra y siniestra susopiniones y formas particulares de expresión.

Con el fin de evitar esto, por lo menos hasta ciertamedida, para que podamos comprendernos mutuamentesobre este particular, procuraré demostrar, con la ayuda deDios:

I. En qué consiste la justicia de Cristo.II. Cuándo y en qué sentido se nos imputa.Concluyendo con una breve y clara aplicación.I. ¿En qué consiste la justicia de Cristo? Tiene dos

aspectos: la divina y la humana.1. Su justicia divina pertenece a su naturaleza divina,

puesto que él es ho oon, el cual es Dios sobre todas lascosas, bendito por todos los siglos,17 el supremo, el eterno,

17 Ro. 9.5.

Sermón 20 397

igual al Padre respecto de su divinidad, pero inferior a él ensu humanidad. Esta es su santidad eterna, esencial einmutable; su justicia infinita, misericordia y verdad, entodo lo cual él y el Padre son uno.18

No creo, sin embargo, que la divina justicia de Cristotenga algo que ver con la presente cuestión. Yo creo quemuy pocos, si es que algunos, pretenden que esta justicia senos impute. El que cree en la doctrina de la imputaciónentiende, principalmente, si no únicamente, que se refiere asu justicia humana.

2. La justicia humana de Cristo pertenece a sunaturaleza humana, puesto que él es el mediador entre Diosy los hombres, Jesucristo hombre.19 Esta puede ser internao externa. Su justicia interna es la imagen de Dios20

estampada en cada poder y facultad de su alma. Es unacopia de su justicia divina, en cuanto puede ser impartida aun espíritu humano. Es una copia de la pureza, la justicia, lamisericordia y la verdad divinas. Incluye amor, reverencia ysumisión a su Padre; humildad, mansedumbre y modestia;amor a la humanidad y todos los otros atributos santos ycelestiales en su más alto grado, sin defecto o mezcla deinjusticia.

3. La más pequeña parte de su justicia externa fueque no hizo nada malo, que no conoció pecado de ningunaclase, que no se halló engaño en su boca;21 que nunca dijouna palabra impropia o cometió una mala acción. Hasta aquíes solamente una justicia negativa, pero una justicia quenunca nadie, nacido de mujer, ha poseído, excepto nuestro

18 Jn. 10.30.19 1 Ti. 2.5.20 Gn. 1.27; 9.6; 2 Co. 4.4.21 1 Pe. 2.22.

Señor, justicia nuestra398

Salvador. Pero su justicia externa fue positiva también. Elhizo todas las cosas bien.22 En cada palabra de su boca, encada obra de sus manos, hizo precisamente la voluntad delque lo envió.23 En todo el transcurso de su vida hizo lavoluntad de Dios en la tierra como los ángeles la hacen en elcielo. Todo lo que hizo y habló fue perfecto en todas lascircunstancias. Su obediencia fue perfecta en su totalidad yen cada una de sus partes. El cumplió toda justicia.24

4. Pero su obediencia implicaba más que todo esto.Implicaba no únicamente hacer, sino sufrir. Sufrir lacompleta voluntad de Dios a partir del tiempo de su venidaal mundo hasta el momento en que llevó el mismo nuestrospecados en su cuerpo sobre el madero,25 hasta quehaciendo completa expiación por ellos habiendo inclinado lacabeza, entregó el espíritu.26 Esta es generalmente llamadala justicia pasiva de Cristo; la anterior, su justicia activa.Pero así como la justicia activa y pasiva de Cristo nunca sesepararon, tampoco nosotros debemos separarlas ahora nien nuestras palabras ni en nuestro pensamiento. Es enreferencia a éstas dos, juntamente, por lo que Jesús esllamado «Señor, justicia nuestra».27

II. Pero, ¿cuándo puede uno de nosotros decirverdaderamente: Señor, justicia nuestra? En otras palabras,¿cuándo y en qué sentido la justicia de Cristo nos esimputada?

22 Mc.7.37.23 Jn. 4.34; 6.38.24 Mt. 3.15.25 1 Pe. 2.24.26 Jn. 19.30.27 Jer. 33.16.

Sermón 20 399

1. Busca por todo el mundo y descubrirás que loshumanos son creyentes o incrédulos. El primer punto queno admite discusión es, entonces: la justicia de Cristo esimputada a todos los creyentes y no a los incrédulos.

Pero, ¿cuándo es imputada? Cuando creen. En esemismo momento poseen la justicia de Cristo. Es imputada atodo aquél que cree, tan pronto como cree. La fe y la justiciade Cristo son inseparables, porque quien cree de acuerdocon las Escrituras, cree en la justicia de Cristo. No existeuna fe verdadera, esto es, una fe que justifica, que no tengapor fin la justicia de Cristo.

2. Es cierto, no todos los creyentes se expresan de lamisma manera; no usan el mismo lenguaje. No es deesperarse que lo hagan, ni lo podemos requerirrazonablemente de ellos. Mil circunstancias pueden hacerlesvariar uno del otro en su manera de expresión. Pero unadiferencia de expresión no implica necesariamente unadiferencia de opinión. Diferentes personas pueden usardiferentes expresiones y, sin embargo, decir una mismacosa. No hay nada más común que esto, aunque muy rarasveces lo admitimos. No es fácil para la misma persona,cuando habla de la misma cosa después de un tiempoconsiderable, usar exactamente las mismas expresiones,aunque retenga las mismas opiniones. Entonces, ¿cómopodemos ser rigurosos al requerir que otros usenexactamente las mismas expresiones que nosotros?

3. Podemos ir todavía un paso más adelante. Otrospueden diferir de nosotros en sus opiniones y en susexpresiones y, sin embargo, participar con nosotros de lamisma preciosa fe. Es posible que no tengan una claraaprehensión de la bendición de que están gozando; sus ideaspueden no ser muy claras y, sin embargo, su experiencia

Señor, justicia nuestra400

puede ser tan válida como la nuestra. Hay una grandiferencia en lo que concierne a las facultades naturales delser humano, y a su comprensión en particular. Estadiferencia aumenta en una forma notable de acuerdo con sueducación. En verdad, solamente esto puede ser causa deuna notable diferencia en relación con varias clases deopiniones. ¿Por qué no pasa lo mismo con todos? Aun más,aunque sus opiniones y sus expresiones pueden serconfusas e incorrectas, sus corazones pueden fundirse conDios por medio del Hijo de su amor y estar verdaderamenteinteresados en su justicia.28

4. Concedamos, pues, a los demás todo aquello que,si estuviéramos en su lugar, desearíamos que se nosconcediera. ¿Quién ignora, repito, el tremendo poder de laeducación? ¿Cómo podemos esperar que un miembro de laiglesia romana, por ejemplo, piense o hable claramente sobreeste particular? Y, sin embargo, si hubiéramos oído aBelarmino contestar en su lecho de muerte a la pregunta:«¿A qué santo te acoges?»: Fidere meritis Christitutissimum (lo más seguro es confiar en los méritos deCristo), ¿habríamos afirmado que, a pesar de sus opinioneserróneas, no tenía parte en su justicia?

5. ¿En qué sentido es esta justicia imputada a loscreyentes? En éste: todos los creyentes son perdonados yaceptados. No en virtud de alguna cosa que haya en ellos, oque hayan hecho, o puedan hacer jamás, sino únicamentepor lo que Cristo ha hecho y padecido por ellos. No envirtud de cualquier cosa que haya en ellos, repito, o quehayan hecho, de su propia justicia u obras. Nos salvó, nopor obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino 28 Esto es lo que Wesley quería decir al recomendar un «espíritu católico» enel diálogo teológico. Véase el sermón 39, y también el sermón 7, I.6.

Sermón 20 401

por su misericordia.29 Por gracia sois salvos por medio dela fe ... no por obras, para que nadie se gloríe;30 única ysolamente en virtud de lo que Cristo ha hecho y sufrido pornosotros. Somos justificados gratuitamente por su gracia,mediante la redención que es en Cristo Jesús.31 Este no esúnicamente el medio de obtener el favor de Dios, sino decontinuar en él. Esta es la manera en que primero venimos aél y es la misma en que venimos a él después. Caminamosen el único y el mismo camino nuevo y vivo32 hasta quenuestro espíritu vuelve a Dios.

6. Esta es la doctrina que he creído y enseñado porcerca de veintiocho años. Lo anuncié a todo el mundo en elaño 1738, y diez o doce veces desde entonces, en estas osemejantes palabras, resumidas de las Homilías33 de nuestraiglesia:

«Estas cosas deben ir necesariamente unidas ennuestra justificación: de parte de Dios, su gran misericordiay gracia; de parte de Cristo, la satisfacción de la justicia deDios; y de nuestra parte, fe en los méritos de Cristo. Demanera que la gracia de Dios no elimina la justicia de Diosen nuestra justificación, sino únicamente la justicia humanaen cuanto al merecimiento de nuestra justificación.

«Que somos justificados por la fe únicamente quieredecir, con toda franqueza, que nuestras obras no tienen 29 Tit. 3.5.28-930 Ef. 2.8-931 Ro. 3.24.32 He. 10.20.33 A fin de producir cierta uniformidad doctrinal, y de ayudar a lospredicadores menos cultos, la Iglesia de Inglaterra publicó en 1547 unacolección de Doce homilías, y luego en 1571 otra colección de Veintiunahomilías. Estas Homilías tenían autoridad doctrinal en la Iglesia de Inglaterra,y Wesley mismo publicó un resumen de ellas. Lo que sigue son dos citas deellas.

Señor, justicia nuestra402

ningún mérito. El mérito y el merecimiento se atribuyenúnicamente a Cristo. Nuestra justificación vienegratuitamente de la pura misericordia de Dios. Porquemientras todo el mundo no pudo pagar ni siquiera una partede nuestro rescate, le plugo a él, sin ningún merecimiento denuestra parte, preparar para nosotros el cuerpo y la sangrede Cristo, por medio de los cuales nuestro rescate pudieraser pagado y su justicia satisfecha. Por tanto, Cristo esahora la justicia de todos los que verdaderamente creen enél.»

7. Los himnos, publicados uno o dos años despuésde esto, y desde entonces publicados nuevamente variasveces (testimonio claro de que no he cambiado de opinión)hablan poderosamente de las mismas ideas. Citar todos lospasajes que se refieren a esto equivaldría a copiar gran partede los himnarios. Tomemos uno, sin embargo, que se volvióa publicar hace siete años, de nuevo hace cinco años,nuevamente hace dos años y, finalmente, hace algunosmeses:

Jesús, tu sangre y tu justiciaSon mi belleza y ropaje glorioso.Así vestido, por flamantes mundosMi cabeza levantaré gozoso.34

Todo el himno expresa la misma idea de principio a fin.8. En el sermón sobre la justificación, publicado hace

diecinueve años y, posteriormente, hace siete u ocho años,expresé el mismo pensamiento en las siguientes palabras:

«Considerando que el Hijo de Dios ha "gustado lamuerte por todos,"35 Dios ahora ha "reconciliado consigo al 34 Himno de Zinzendorf, traducido del alemán por Juan Wesley en Hymns andSacred Poems (1740), p. 177.35 He. 2.9.

Sermón 20 403

mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres suspecados.36 Entonces, debido a su amado Hijo, a lo que hahecho y sufrido por nosotros, Dios ahora nos otorga, bajouna sola condición (que él mismo nos capacita a cumplir)perdonar tanto el castigo que merecen nuestros pecados,como reconciliarnos en su gracia y restaurar nuestras almasmuertas a la vida espiritual, como arras de la vida eterna.»37

9. Esto se expresa más ampliamente y con másdetalle en el tratado sobre la justificación que publiqué elaño pasado:

«Si entendemos que el imputar la justicia de Cristosignifica conferir, como quien dice, esa justicia incluyendosu obediencia, tanto activa como pasiva, en sus resultados,es decir, los privilegios, bendiciones y beneficios que hacomprado, entonces se puede decir que el creyente esjustificado por la justicia de Cristo que se le imputa. Estoquiere decir que Dios justifica al creyente a causa de lajusticia de Cristo y no por su propia justicia. Calvinodeclara: "Cristo, por medio de su obediencia, obtuvo ymereció para nosotros gracia y favor para con Dios elPadre."38 En otra parte dice: "Cristo, por su obediencia,procuró o compró la justicia para nosotros."39 Calvinotodavía añade: "Todas estas expresiones—que somosjustificados por la gracia de Dios, que Cristo es nuestrajusticia, que la justificación nos fue concedida por la muertey resurrección de Cristo—significan lo mismo."40 Es decir,que la justicia de Cristo, tanto su justicia activa como

36 2 Co. 5.19.37 Sermón 5.I.8.38 Inst. I.ii.17.39 Inst. III.xiv.17.40 Com. sobre Gá., 3.6.

Señor, justicia nuestra404

pasiva, es la causa meritoria de nuestra justificación y haobtenido de Dios que al creer se nos considere justos.

10. Tal vez alguien objetará: «Bien, pero ustedesafirman que la fe se nos es contada por justicia.41 San Pablolo afirma una y otra vez. Entonces yo también lo afirmo. Lafe le es imputada por justicia a todo creyente. Es decir, fe enla justicia de Cristo. Esto es exactamente lo que hemosdicho antes. Con tal expresión no quiero decir ni más nimenos que nosotros somos justificados por la fe, no porobras;42 o que el creyente es perdonado y aceptadosimplemente en virtud de lo que Cristo hizo y sufrió.

11. Pero, ¿el creyente no es investido o revestidocon la justicia de Cristo? Indudablemente. Por tal razón, laspalabras mencionadas con anterioridad expresan elsentimiento en el corazón de cada creyente:

Jesús, tu sangre y tu justiciaSon mi belleza y ropaje glorioso.

Es decir, en virtud de tu justicia activa y pasiva yo soyperdonado y aceptado por Dios.

¿Pero, no debemos despojarnos de los suciosharapos de nuestra propia justicia43 antes de que podamosvestirnos con la justicia sin mancha de Cristo? Por cierto,debemos hacerlo. En términos claros, debemosarrepentirnos antes de que podamos creer el evangelio.44

Debemos cortar nuestra confianza en nosotros mismosantes de poder depender verdaderamente de Cristo.Debemos abandonar toda nuestra confianza en nuestrapropia justicia porque de otra manera no podremos confiar

41 Ro. 4.22.42 Gá. 2.16.43 Is. 64.6.44 Mc. 1.15.

Sermón 20 405

verdaderamente en la de Cristo. Hasta que no nos libremosde confiar en lo que nosotros hacemos, no podremos confiarcompletamente en lo que él ha hecho y sufrido pornosotros. Primero, tuvimos en nosotros mismos sentenciade muerte;45 luego, confiamos en él que vivió y murió pornosotros.

12. Pero, «¿no cree usted en la justicia inherente?»Sí, en su lugar correcto. No como la base, sino como el frutode ser aceptados por Dios. No en lugar de la justiciaimputada, sino como consecuencia de ella. Es decir, yo creoque Dios implanta la justicia en cada uno en cuyo corazón laha imputado. Yo creo que Jesucristo nos ha sido hechosantificación46 y justificación. O sea, que Dios santifica, asícomo también justifica, a todos los que creen en él. Aquéllosa quienes la justicia de Cristo les es imputada son hechosjustos por el espíritu de Cristo, son renovados a la imagende Dios: creados según Dios en la justicia y santidad de laverdad.47

13. Pero, «¿no sustituye usted la fe en lugar deCristo o su justicia?» De ninguna manera. Yo hago todo elesfuerzo posible por poner a cada una en su propio lugar.La justicia de Cristo es el completo y único fundamento detoda nuestra esperanza. Es por medio de la fe que elEspíritu Santo nos capacita para construir sobre estefundamento. Dios concede esta fe. En ese mismo momentosomos aceptados por Dios, pero no debido a esta fe, sino alo que Cristo ha hecho y sufrido por nosotros. Como puedeverse, cada una de estas cosas tiene su propio lugar yninguna está reñida con la otra: creemos, amamos; nos 45 2 Co. 1.9.46 1 Co. 1.30.47 Ef. 4.24.

Señor, justicia nuestra406

esforzamos por caminar en todos los mandamientos delSeñor sin mancha.48 Y, sin embargo:

Mientras vivimos aquíDe nosotros nos olvidamos;Y luego nos refugiamosEn la justicia de Jesús.

Nuestra base es su pasión,El perdón reclamamosY la entera redenciónEn el nombre de Jesús.49

14. Por lo tanto, no niego la justicia de Cristo comono niego su divinidad. Nadie puede acusarme de negar laprimera, como no me puede acusar de negar la segunda.Tampoco niego la justicia imputada. Esta es otra malévola einjusta acusación. Yo siempre afirmé, y continúohaciéndolo, que la justicia de Cristo es imputada a todocreyente. ¿Quién lo puede negar? Todos los infieles,bautizados o no; todos los que afirman que el gloriosoevangelio de nuestro Señor Jesucristo50 no es sino unafábula astutamente elaborada. Todos los socinianos yarrianos,51 todos los que niegan la divinidad del Señor queles rescató. Como consecuencia se desprende que niegan sudivina justicia, porque creen que él no es sino una criaturahumana. También niegan que su justicia humana sea

48 Lc. 1.6.49 Carlos Wesley en Hymns and sacred poems (1749).50 2 Co. 4.4.51 Los seguidores de Lelio (1525-67) y Fausto Socino (1539-1604), quienesrechazaban la ortodoxia trinitaria, y enseñaban una cristología unitaria y unasoteriología moralista. Fueron apodados «arrianos» por sus críticosortodoxos, aunque ellos mismos rechazaban tal apodo.

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imputada a los humanos porque creen que cada persona esaceptada por su propia justicia.

La justicia humana de Cristo, al menos suimputación como la completa y única causa meritoria de lajustificación del pecador delante de Dios, también es negadapor los miembros de la iglesia de Roma—o al menos portodos los que son consecuentes con sus principios. Sinduda, hay muchos entre ellos cuya experiencia va más alláque sus principios, quienes, aunque están lejos deexpresarse correctamente, sin embargo, sienten algo que nopueden expresar. Aunque su concepto de esta gran verdadsea tan crudo como sus expresiones, sin embargo creen ensus corazones. Descansan solamente en Cristo, tanto parasu presente como para su eterna salvación.52

16. Con éstos podemos contar también a aquéllosque en la iglesia reformada son generalmente llamadosmísticos. Uno de sus principales líderes en el presente siglo(al menos en Inglaterra) fue el Sr. Law.53 Es bien sabido queniega absoluta y celosamente, junto con Robert Barclay,quien no tiene escrúpulos al decir: «¡Justicia imputada,tontería imputada¡» Los cuáqueros mantienen el mismopunto de vista. La generalidad de los que profesan sermiembros de la Iglesia de Inglaterra ignoran completamenteeste asunto de la justicia imputada o la niegan junto con lajustificación por la fe como perjudicial para las buenasobras. A estos podemos añadir un número considerable depersonas vulgarmente llamadas anabaptistas, junto conmillares de presbiterianos e independientes, recientementeiluminados por los escritos del Dr. Taylor.54 Sobre estos 52 Ro. 10.10.53 William Law había muerto recientemente (1761).54 El Dr. John Taylor, de Norwich, que se inclinaba al unitarianismo.

Señor, justicia nuestra408

escritos no estableceré ningún juicio. Lo dejo para quien losescribió. Pero, ¿alguien puede atreverse a afirmar que todoslos místicos (como fue Mr. Law en particular), todos loscuáqueros, todos los presbiterianos o independientes ytodos los miembros de la Iglesia de Inglaterra que no tienenuna idea clara de sus opiniones o expresiones, carecen deuna experiencia cristiana? ¿Que, consecuentemente,permanecen en un estado de condenación, sin esperanza ysin Dios en el mundo?55 No importa lo confusas que seansus ideas o lo impropio de su lenguaje, ¿no puede habermuchos de ellos cuyo corazón es recto en la presencia deDios y que conocen verdaderamente a «Señor, justicianuestra»?

17. Bendito sea Dios, nosotros no estamos entre losconfundidos en sus conceptos y expresiones. No negamosni la frase ni su contenido, pero no queremos imponerla alas demás personas. Permitámosles usar ya sea ésta ocualesquiera otras expresiones, las que crean que van más deacuerdo con las Escrituras, con tal que su corazón descanseúnicamente en lo que Cristo ha hecho y sufrido paraconcederles perdón, gracia y gloria. Yo no puedo expresaresta idea mejor que en las palabras del Sr. Harvey, dignas deser escritas con letras de oro: «No insistimos en el uso de talo cual frase, sino sólo en que las personas se humillen comocriminales arrepentidos y se arrojen a los pies de Cristo; queconfíen verdaderamente en sus méritos e indudablemente seencontrarán en el camino de la bendita inmortalidad».56

18. ¿Hay alguna necesidad, alguna posibilidad dedecir algo más? Mantengamos simplemente esta declaración

55 Ef. 2.12.56 James Harvey, Theron and Aspasio, Dial. II (4th edn., 1761), I.55.

Sermón 20 409

y todas las discusiones acerca de esta o aquella frase enparticular serán cortadas de raíz. Estemos firmes en esto:«Todos aquéllos que se humillen como criminalesarrepentidos a los pies de Cristo y descansen devotamenteen sus méritos están en el camino de la benditainmortalidad». ¿Hay lugar para disputar? ¿Quién niega esto?¿No nos unimos todos en este punto? Entonces, ¿sobre quépodemos disputar? Un hombre de paz propone aquítérminos de reconciliación a todos los grupos en conflicto.No deseamos otra cosa. Aceptamos los términos. Losaceptamos con todo nuestro corazón y todas nuestrasfuerzas. ¡Marquen como un enemigo a cualquiera que seniegue a hacerlo! Es un enemigo de la paz y perturbador deIsrael,57 un perturbador de la iglesia de Dios.

19. Mientras tanto, lo que tememos es esto: quealguno use la frase «la justicia de Cristo» o «la justicia deCristo me es imputada» para cubrir su propia injusticia.Sabemos que se ha hecho tal cosa miles de veces. Unhombre es reprendido, supongamos, por su borrachera.«Ah, sí», dice, «yo no pretendo tener ninguna justiciapropia, Cristo es mi justificación». A otro se le ha dicho quelos extorsionadores y los injustos no heredarán el reino deDios.58 A lo que responde con el mayor aplomo: «Yo soyinjusto en mí mismo, pero tengo una inmaculada justicia enCristo». De esta manera, aunque una persona se encuentretan lejos de la práctica como del espíritu del cristiano,aunque no tenga el sentir que hubo también en Cristo59 yque de ninguna manera ande como él anduvo, se cree estar

57 1 Cr. 2.7.58 1 Co. 6.9-10.59 Fil. 2.5.

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bien protegido contra toda convicción en lo que él llama «lajusticia de Cristo».

20. Tantos y tan deplorables ejemplos como éstosnos obligan a usar estas expresiones con el mayor cuidado.No puedo menos que llamar la atención de todos los que lasusan con frecuencia y rogarles, en el nombre de Diosnuestro Salvador—a quien pertenecen y a quiensirven—que protejan cuidadosamente a todos los que losescuchan, de este infeliz abuso. Prevénganlos (pudiera serque los escucharan) en contra de la idea de queperseveraremos en el pecado para que la gracia abunde.60

Prevénganlos en contra de hacer de Cristo ministro depecado.61 Acerca de invalidar el solemne decreto de Dios:«Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadieverá al Señor»62 por la vana imaginación de ser santos enCristo. ¡Oh, prevénganlos de que si permanecen en lainjusticia, la justicia de Cristo no les aprovechará en nada!Clamad en alta voz: es necesario, que precisamente por estarazón la justicia de Cristo nos sea imputada, para que lajusticia de la ley se cumpliese en nosotros63 y para quevivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente.64

Resta únicamente hacer una breve y clara aplicación.Me dirijo, en primer lugar, a todos los que se oponen conviolencia a estas expresiones y están listos a condenar atodos los que las usan, llamándolos antinomianos. Pero, ¿noequivale esto a doblar demasiado el arco en sentidocontrario? ¿Por qué condenar a los que no hablan

60 Ro. 6.1.61 Gá. 2.17.62 He.12.1463 Ro. 8.4.64 Tit. 2.12.

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exactamente como ustedes? ¿Por qué disputar con quienesusan las frases que prefieren? No han de disputar ellos conustedes porque se toman la misma libertad? O si ellosdisputan con ustedes por esta razón, no imiten laintolerancia que critican en ellos. Por lo menos, permítanlesla libertad que ellos debieran permitirles a ustedes. Y, ¿porqué deben enojarse simplemente por una expresión? Dicen:«se ha abusado de ella tanto». ¿De qué expresión no se haabusado? De cualquier manera, el abuso puede evitarsereteniendo el buen uso. Sobre todo, asegúrense de retener elimportante sentido que se esconde en esta expresión. Todaslas bendiciones que disfruto, todo lo que espero en estetiempo y en la eternidad, me ha sido dado total yúnicamente debido a lo que Cristo hizo y sufrió por mí.

En segundo lugar, dirigiré unas cuantas palabras aquienes se gozan usando estas expresiones. Permítanmepreguntar: ¿No concedo bastante? ¿Qué más puede desearcualquier persona razonable? Concedo todo el sentido de loque sostienen: que gozamos toda clase de bendiciones pormedio de la justicia de Dios nuestro Salvador.65 Les permitoque usen las expresiones que deseen, una y mil veces, contal que procuren evitar su nefasto abuso, que tanto ustedescomo yo deseamos evitar. Yo mismo uso frecuentemente laexpresión en cuestión: «justicia imputada» yfrecuentemente pongo ésta o alguna otra expresiónsemejante, en la boca de toda una congregación. Peropermítanme libertad de conciencia en esto; permítanme elderecho del juicio privado.66 Permítanme usarlo tanfrecuentemente como lo crea conveniente, en lugar de otra

65 2 Pe.1.1.66 Gá. 6.2.

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expresión. Y no se disgusten conmigo si juzgo convenienteno usar la misma frase cada dos minutos. Ustedes lo puedenhacer si lo desean, pero no me condenen si yo no lo hago.No me consideren papista por esta razón, o enemigo de lajusticia de Cristo. Ténganme paciencia, como yo la tengocon ustedes. ¿De qué otra manera se puede cumplir la ley deCristo?67 No hagan aspavientos, como si yo estuvieraderrumbando los cimientos del cristianismo. Cualquiera quehaga esto me hará una gran injusticia. ¡Que el Señor no se lotome en cuenta!68 Yo pongo, y lo he hecho por varios años,el mismo fundamento con ustedes. En verdad: nadie puedeponer otro fundamento que el que está puesto, el cual esJesucristo.69 Lo mismo que ustedes, sobre este fundamentoyo edifico, por la fe, santidad interior y exterior. Por lotanto, no se disgusten o se indispongan; no se vuelvanesquivos o fríos de corazón. Si existe una diferencia deopinión, ¿en dónde está nuestra religión si no podemospensar y dejar pensar? ¿Qué impide que me perdonen con lamisma facilidad con que yo les perdono? ¿Cuánto más, yaque se trata simplemente de una diferencia de expresión?Realmente, no es ni siquiera eso. Toda la discusión tiene quever únicamente con el asunto de si una forma de expresiónen particular debe usarse con mayor o menor frecuencia.¡Debemos estar muy ansiosos de disputar unos con otroscuando tal es el tema de discusión! ¡Oh, no les demos razónde blasfemar70 a nuestros enemigos por un asunto tanpequeño! Al contrario, evitemos la ocasión a los que la

67 Gá. 6.2.68 Hch. 7.60.69 1 Co. 3.11.70 2 S. 12.14.

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buscan.71 Unamos nuestros corazones y nuestras manos(Oh, ¿por qué no lo hemos hecho antes?) en el servicio denuestro gran Maestro. Puesto que tenemos un Señor, una fe,un bautismo,72 fortalezcámonos mutuamente en Dios ydeclaremos con un corazón y una boca a todo el génerohumano: «¡Señor, justicia nuestra!».

71 2 Co. 11.12.72 Ef. 4.4-5.

Introducción a la Teología Sistemática

Parte I: La Idea e Historia De la Teología Dogmática Por L. Berkhof I LOS NOMBRES QUE SE APLICAN A LA PRESENTACIÓN SISTEMÁTICA DE LA TEOLOGÍA Durante los dos primeros siglos de la era cristiana se hizo poco o ningún intento de presentar en forma sistemática la verdad doctrinal entresacada de la Palabra de Dios. Pero la exigencia de la mente humana de ver la verdad, hasta donde sea posible, como un todo, no podía impedirse durante largo tiempo. El hombre está dotado de razón, y la razón humana no puede descansar satisfecha con una mera colección de verdades aisladas, sino que quiere verlas en sus mutuas relaciones para poder entenderlas con claridad. La mente comienza involuntariamente a unir verdades dispersas, a clasificarlas y a completarlas, de tal manera que su correlación se hace evidente. Con frecuencia se han levantado objeciones en contra de la presentación sistemática de las verdades doctrinales de la Escritura; y también en la actualidad hay algunos que son decididamente contrarios a ello. Parece haber un temor secreto de que mientras más sistematicemos la verdad, más nos alejaremos de la presentación de ella tal como se encuentra en la Palabra de Dios. Pero no existe tal peligro si la sistematización no se basa en los principios fundamentales de alguna errada filosofía, sino en los principios permanentes de la misma Escritura. Dios ciertamente ve la verdad como un todo, y es el deber del teólogo pensar las verdades de Dios según la mente divina. Debe existir un constante esfuerzo para considerar la verdad como Dios la ve, aunque sea perfectamente evidente que el ideal está más allá del dominio del hombre en su condición presente. La Iglesia nunca ha dudado acerca de este punto. Desde principios del siglo III en adelante, aparecieron diversas obras que pretendían dar una presentación cabal de las verdades doctrinales de la Escritura. Su aspiración era parecida, pero diferían en carácter, y no siempre tomaban el mismo título. Orígenes fue el primero de los Padres de la Iglesia que dio una presentación sistemática de la doctrina teológica con el título de Peri Archon. Del original tan sólo fragmentos han sido preservados; pero la obra completa ha llegado hasta el presente en la traducción latina de Rufino, procedente del siglo cuarto. con el título : De Principiis. Origenes, al utilizar el título: ''Primeros Principios" quería indicar "las doctrinas fundamentales y los artículos sobresalientes de la fe". Lactancio fue el segundo que escribió una obra de esa naturaleza. Le dio el título de: Divinarum Institutionum Libri VII. En realidad se trata de una apología de la religión cristiana, caracterizada por un estilo de grande elocuencia. En el siglo quinto, Agustín, con su Enchiridion, (que significa, "Manual") ocupó el tercer lugar, y describió el contenido de su obra con el subtítulo: "sive de fide, spe et caritate". Realmente se trata de una exposición del Credo, en la cual el autor exalta la soberana gracia de Dios y la obra salvadora de Cristo en relación con su muerte en la cruz. La obra de Lactancio adquirió en la Iglesia casi tanta autoridad como la del mismo Credo. Juan de Damasco,

hacia el fin del período patrístico, escribió un tratado sistemático titulado: Ekdosis Akribes Tes Orthodoxou Písteos (Una Exposición Cuidadosa de la Fe Ortodoxa). Esta obra se parece, más que cualquiera de las anteriores, a una obra moderna de Dogmática. Se dividía en cuatro libros que trataban, el lo. de Dios y la Trinidad, el 2o. de la Creación y la Naturaleza del Hombre, el 3o. de Cristo y su Encarnación, Muerte y Descenso al Hades; y el 4o. de la Resurrección y el Reino de Cristo, incluyendo el resto de la teología. El carácter de las obras doctrinales que aparecieron durante la Edad Media fue de naturaleza un tanto diferente. No se fundaron al mismo grado en la Escritura; sino más bien, en gran parte, sobre lo que los Padres primitivos habían escrito. En esa época fue cuando entró en uso el término Sententiae. El nombre mismo indica que las obras consistían en su mayor parte de compilaciones de los Padres. La obra más importante de esta clase fue la de Pedro Lombardo, titulada: De Libres Sententiarum. Esta obra no es una mera compilación, sino que contiene mucho material original. Durante tres siglos se mantuvo como el Manual por excelencia para el estudio de la teología. Junto con el nombre Sententiae, fue entrando al uso este otro, Summa, y con el correr del tiempo suplantó a aquél. De las diferentes Suntmas la más importante es la de Tomás de Aquino, gran autoridad de la Iglesia Católico-Romana. Tomás de Aquino no vivió para terminar su obra. Pero de otras obras suyas se le hicieron adiciones que hasta cierto punto suplen lo que le faltó a la obra original. En la época de la Reforma y posteriormente, todavía estuvieron en uso otros títulos para las obras doctrinales. Melanchton fue el primer gran dogmático de la Iglesia Luterana. Intituló su obra: Loci communes rerum theologicarum (Asuntos comunes en materias teológicas). Este libro se produjo como resultado de un curso de conferencias sobre la Epístola de los Romanos. Otros varios teólogos luteranos usaron títulos muy parecidos. Sin embargo, con el correr del tiempo también cayeron en desuso. Zuinglio escribió un Comentarius de vera et falsa religione que se ha considerado "la primera exposición sistemática de la fe Reformada". Y Calvino intituló a su principal producción: Institutio Religionis Christianae, título que también fue adoptado por otros autores. En pleno siglo XIX aparece el título en forma modificada en la obra de Watson: Theological Instituí es, y sin cambio de ninguna clase en la de Gerhart: Institutes of the Christian Religión. Sin embargo, después de la Reforma, el nombre Teología se fue haciendo mucho más usual entre los teólogos Luteranos y los Reformados. Y con la multiplicación de los estudios teológicos se dejó ver claramente la necesidad de que el nombre "teología" se fuera delimitando, encontrándose que los adjetivos didáctica, sistemática, teórica, positiva y dogmática servían muy bien a ese propósito. L. Reinhart (1659) parece haber sido el primero que hizo uso del nombre, Teología Dogmática. Intituló su obra Synopsis Theoiogiae Dogmaíicae. En vista de que el contenido de la fe cristiana desde tiempo atrás había sido designado como Dogmata, el modificativo dogmática fue entrando al uso ya sólo, en tanto que el primero, Teología, se abandonó, aunque siempre se daba por entendido. Bajo la influencia de Schleiermacher entró en uso el título: Doctrina de Fe. En libros más recientes encontramos diversos títulos como estos: The Christian Faith (Haering, Curtís); Christian Theology (Knapp, Pope, Valen-tine); Dogmtics, Dogmatik Gereformeerde Dogmatiek, Chrisliche Dogmatik (Kaftan, Bavink, Honig, Barth) ; Dogmatic Theology (Shedd, Hall) y Systematic Theology (Raymond, Hodge, Miley y Strong). Los eruditos Reformados, tanto alemanes como holandeses, han demostrado una marcada preferencia por el título Dogmática, sea que vaya sólo o acompañado de, Teología. No obstante, en los Estados Unidos, el nombre, Teología Sistemática, parece haber gozado de mayor popularidad. Desde un punto de vista ideal, en verdad merece

preferencia el nombre, Dogmática; lo. porque designa el objeto verdadero del estudio con mayor precisión; y 2o. debido a que el adjetivo "sistemática" en el nombre "Teología Sistemática" se presta a crear la impresión de que tal estudio se refiere nada más a la teología en un orden lógico, o que entre las disciplinas teológicas no hay otra que sea sistemática en su estructura, y tal cosa no es cierta. A pesar de todo, y por razones prácticas, parece deseable, y mayormente en nuestra tierra (E.U. de A.), y en esta época, usar el nombre, Teología Sistemática. Con ello no se sacrifica ningún principio. El Dr. Warfield hasta considera que este nombre es mejor que el otro (Dogmática) y consecuentemente lo defiende. *** Capítulo II LA NATURALEZA DE LOS DOGMAS A. EL NOMBRE DOGMA La Teología Sistemática, o Dogmática trata de los dogmas, las doctrinas aceptadas por la Iglesia. Esto hace necesario, primero que todo, que consideremos el carácter general de las doctrinas. En relación con esto, merece breve consideración el nombre "dogma". 1. ORIGEN Y SIGNIFICADO DEL TÉRMINO. La palabra "dogma" se deriva del verbo griego dokein. En el griego clásico la expresión dokein moi no sólo significa me parece, u, opino, sino también, he llegado a la conclusión, estoy cierto, es mi convicción. Y de modo especial, esta idea de certidumbre es la que encuentra expresión en la palabra "dogma". Aunque en lo abstracto, un dogma podía ser considerado como una mera opinión particular, cuando se convertía en tema de conversación, por lo general se le consideraba como verdad axiomática o evidente por sí misma, como ordenanza oficial, o como un artículo de fe bien fundado y formulado. No sólo hay dogmas religiosos, sino también los hay científicos, filosóficos y políticos. Los principios fundamentales de la ciencia, supuestamente considerados como infalibles, las enseñanzas filosóficas arraigadas, los decretos gubernamentales, y las doctrinas religiosas aceptadas en lo general, — todos son dogmas. Los teólogos modernos amplitudistas harían bien en recordar esto, porque gran parte de sus críticas al concepto del dogma proceden de la hipótesis equivocada de que se trata de algo que es por completo peculiar a la religión. Todos los dogmas tienen en común esto, que están revestidos de cierta autoridad. Como es natural, la base de autoridad no es la misma en cada caso. Los dogmas científicos tienen autoridad de verdades axiomáticas, o evidentes por sí mismas. Los dogmas filosóficos derivan su autoridad de los argumentos generalmente admitidos, y mediante los cuales se dan por comprobados. Los dogmas políticos van revestidos con la autoridad del gobierno que los decreta. Y los dogmas religiosos se fundan en la revelación divina, (verdadera o supuesta), y por tanto gozan de autoridad. 2. EL USO DEL TÉRMINO EN LA BIBLIA. La palabra dogma se encuentra en la traducción griega del Antiguo Testamento (Septuaginta) y también en el Nuevo Testamento. Varias veces se le usa para designar decretos gubernamentales, Est. 3:9; Dan, 2: 13; 6:8; Luc. 2:1; Hech. 17:7. Hay dos pasajes en los que sirve para designar ordenanzas mosaicas. Ef. 2: 15; Col 2: 14. Y en Hech. 16:4 se aplica a las decisiones del concilio de Apóstoles y Ancianos, consignado en el capítulo precedente. En este pasaje el uso del término resulta de particular importancia, porque habla de una decisión eclesiástica, y por tanto, implícitamente proporciona una base para el uso teológico del término. Es verdad que el Concilio de Jerusalén no formuló ninguna doctrina, pero su resolución, innegablemente, tuvo consecuencias doctrinales Además, esta decisión estuvo ataviada con la autoridad divina y obligada en forma absoluta a las iglesias por cuyo bien se tomó. No era una simple advertencia que las iglesias podrían

obedecer o ignorar, como mejor les conviniese; sino una obligación impuesta sobre ellas, y a la cual tendrían que someterse. De consiguiente, el pasaje que estamos considerando contiene, al menos, una insinuación de que un dogma religioso es una doctrina definida oficialmente por la Iglesia declarando que descansa sobre la autoridad divina. 3. USOS DIVERSOS DEL TÉRMINO EN TEOLOGÍA. En Teología la palabra "dogma" no siempre se ha usado en el mismo sentido. La literatura teológica del pasado a veces la emplea en un sentido muy amplio que equivale, prácticamente, a "doctrina". Pero cuando en esa misma literatura se habla con precisión acerca de los dogmas se refiere a ellos como afirmaciones o definiciones de doctrina, que el cuerpo de cristianos que los definió, considera como verdades inconmovibles, y por eso mismo revestidas con autoridad. Los Padres de la Iglesia Primitiva hablan de las verdades de la fe cristiana, llamándoles dogmas a medida que eran reconocidas en la Iglesia, y aplican también este término a las enseñanzas de los herejes. En la Edad Media se desarrolló por la Iglesia Católicorromana un concepto de los dogmas un tanto más específico. Un dogma llegó a considerarse en esa iglesia como "una verdad revelada que de alguna manera ha sido definida por una autoridad docente • infalible, y como tal, propuesta a la aceptación de los fieles". Tales verdades no necesariamente estarán reveladas en la Escritura, sino que también podrían revelarse en la tradición oral. Lo importante es que la iglesia declare que son reveladas y que con ese carácter las imponga sobre sí misma. Tal cosa equivale realmente a reposar sobre la autoridad de la iglesia. Los Reformadores y los teólogos protestantes, en general, rompieron con este concepto jerárquico, y consideraron que los dogmas son verdades divinas, reveladas claramente en la Palabra de Dios, formuladas por algún cuerpo eclesiástico competente, y de reconocida autoridad porque se derivan de la Palabra de Dios. Aunque los protestantes atribuyen a los dogmas mucha firmeza y estabilidad, nunca los consideraron, ni los consideran hoy como infalibles. A este respecto se produjo un cambio notable debido a Schleiermacher, que viró del concepto objetivo al subjetivo en relación con el origen de los dogmas. Puesto que Schleiermacher consideró que tenían su origen en la experiencia cristiana, vio en ellos las expresiones intelectuales, autorizadas por la iglesia, respecto al significado íntimo de las experiencias religiosas de la comunidad cristiana. La teología ritschliana pretende ser más objetiva en su concepto de los dogmas, pero de hecho es igualmente subjetiva. Considera que los dogmas son afirmaciones científicas de la fe de la iglesia, es decir, no del contenido de esta fe sino de lo que en ella queda envuelto. En esta explicación de la fe, la fides qua creditur, se convierte en la fuente de los dogmas, y esta es precisamente tan subjetiva como la experiencia religiosa. En tanto que es del todo cierto que esta fe no surge sin la revelación divina, esto es también cierto de igual manera, respecto a la experiencia religiosa de la que habla Schleiermacher. En muchos círculos todavía prevalecen los conceptos que Schleiermacher y Ritschl tuvieron acerca de los dogmas Pero en la teología más reciente se está manifestando una nueva tendencia a reconocer su carácter objetivo. P. T. Forsyth, al cual menciona McConnachie llamándolo "un bartiano anterior a Barth," habla del dogma como "la revelación final de una definición en germen", y como "un acto de Dios expresado como verdad". Los hechos fundamentales y redentivos de Dios, revelados en la Biblia (y por tanto, expresados en palabras), constituyen dogma, el cual es fundamento de la Iglesia. A diferencia del dogma, la doctrina es la interpretación del dogma revelado, y por tanto, no es fundamento sino producto de la Iglesia. Las mismas interpretaciones de los hechos de Dios según se encuentran en la Escritura deben considerarse como doctrinas más bien que como dogmas.

Ciertamente hay algún concierto entre la posición de Forsyth y la de Barth, aunque también hay puntos de diferencia. Barth distingue entre "dogma" en el singular y "dogmas" en el plural. Define el "dogma" como "una proclamación de la Iglesia, hasta donde, en verdad concuerda con la Biblia como la Palabra de Dios". En otro lugar vuelve a hablar de él como "la concordancia de la proclamación de la Iglesia con la revelación atestiguada en la Santa Escritura". Y esta revelación no se ha de tomar como una proposición doctrinal sino más bien como acto divino, como un imperativo o decreto que invita a la acción de parte del hombre. No obstante, "dogmas" en plural, son las proposiciones doctrinales, reconocidas y confesadas por la Iglesia, las cuales, con su relativa autoridad, están depositadas en los símbolos eclesiásticos". Son palabra del hombre, derivada de la Palabra de Dios, digno, en verdad, de veneración y respeto, pero de todos modos, nada más palabra humana. No constituyen objeto de fe, (como el "dogma" ). «Uno que son nada más expresión de fe. Por último, Micklem está estrechamente alineado con estos dos autores, cuando dice: "Los dogmas fundamentales y distintivos de la fe cristiana no se expresan en términos de verdad abstracta, sino en los de actos poderosos de Dios. Aquello que forma parte esencial de la historia del evangelio, es dogma; lo que es interpretación de la historia, es teología." Esta última afirmación también se aplica a la interpretación que se encuentra en la Biblia misma. ¿Apenas se haría necesario decir que los conceptos de estos autores proceden sobre líneas de pensamiento que son por completo extrañas a la teología Reformada? B. LAS CARACTERÍSTICAS FORMALES DE LOS DOGMAS Algunos han hablado de los dogmas considerándolos simplemente como la sustancia de la fe cristiana, pero tal concepto es demasiado indefinido y no encuentra apoyo alguno en la Escritura. Tampoco hace justicia al carácter oficial de los dogmas. Son verdades que se derivan de la Palabra de Dios, pero el hecho de que tengan ese origen no los convierte en dogmas en el sentido estricto del término. Considerados como "dogmas" no hay dogmas en la Biblia, aunque las enseñanzas doctrinales incorporadas en ellos, sí están en la Escritura. Pero se convierten en dogmas sólo cuando oficialmente se formulan y se adoptan por la Iglesia. Puede decirse que los dogmas religiosos tienen tres características, es decir: Su contenido se deriva de la Escritura; son fruto de la reflexión de la Iglesia sobre la verdad, tal como se revela en la Biblia; y han sido adoptados oficialmente por algún cuerpo eclesiástico competente. 1. SU ASUNTO SE DERIVA DE LA ESCRITURA. La Biblia es la Palabra de Dios, el libro en que se encuentra la revelación continua de la redención para todas las generaciones sucesivas. Nos informa de los poderosos actos redentivos de Dios, y también proporciona a la humanidad una interpretación fidedigna de esos actos. Puede, pues, decirse que los dos, la palabra y el hecho, son una revelación; y que tanto estas palabras como estos hechos tienen importancia doctrinal. Como es natural, el significado de los hechos solamente puede expresarse con palabras. Tanto los hechos como las palabras tienen importancia doctrinal, y proporcionan, por tanto, el contenido de los dogmas. La posición de aquellos que encuentran la verdadera revelación de Dios sólo en los poderosos hechos redentivos de Dios (como Forsyth, Barth, Bultmann, Micklem) envuelve una negación del hecho de que cada parte de la Biblia es por igual la Palabra de Dios. Además, en tal posición no se toma suficientemente en cuenta el hecho de que no tenemos una información fidedigna respecto a los actos de Dios, fuera de las palabras en las que El mismo los describe. Y la idea de que sólo los hechos de Dios expresados como verdad, o proclamados por la Iglesia forman el verdadero fundamento del dogma o dogmas, revestidos con la autoridad divina, establece en realidad una distinción arbitraria entre las palabras de la Escritura con las que se describen los hechos, y las palabras con las que éstos se interpretan, considerando a

éstas de menor autoridad. Según nuestros conceptos Reformados la Biblia no contiene dogmas, pero sí contiene las verdades doctrinales incorporadas en ellos. Las proposiciones doctrinales que no se deriven de la Palabra de Dios, nunca podrán convertirse en dogmas eclesiásticos. Los católicorromanos hablan de dogmas, diciendo que en el estricto sentido de la palabra son "verdades contenidas en la Palabra de Dios, esté o no esté escrita — es decir, en la Escritura o en la tradición — y propuestas por la Iglesia para la fe de los fieles". El Concilio Vaticano se expresa de la manera siguiente: "Además, han de creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas contenidas en la Palabra de Dios, escrita o transmitida, y las cuales, la Iglesia, ya sea mediante un solemne juicio, o mediante su magisterio ordinario y universal, propone para la aceptación, como que han sido reveladas por Dios". Por supuesto, el protestantismo histórico no coordina de semejante modo la Escritura y la tradición. Sostiene que las verdades doctrinales incorporadas en los dogmas, o están contenidas explícitamente en la Escritura o se deducen de ella "mediante buenas y necesarias consecuencias". Los dogmas no son meras repeticiones de las afirmaciones bíblicas, sino cuidadosas —- a pesar de ser humanas y por tanto falibles — formulaciones de las doctrinas contenidas en la Palabra de Dios. Su contenido se deriva de los escritos sagrados. Si no fuera así, no serían dogmas. No tiene que resultar superfluo que en la actualidad acentuemos este hecho. Desde principios del siglo XIX, en algunos círculos protestantes fue adquiriendo preponderancia, poco a poco, otro concepto del origen de los dogmas. Schleiermacher, el padre de la teología moderna, no deriva el contenido de los dogmas de la Iglesia, de los hechos o verdades revelados en la Escritura, sino del conocimiento, o de la experiencia cristiana. Declara que los artículos de la fe "son conceptos de sentimiento piadoso expresados en palabras". En tal carácter, dejan de ser afirmaciones de la verdad respecto a Dios y a su voluntad para convertirse en meras expresiones del significado de la experiencia humana siempre cambiante. Dice correctamente Mackintosh: "Si las palabras tienen algún significado, la doctrina es para Schleiermacher una afirmación acerca de nuestros sentimientos, no acerca de Dios". Y de esto, también se deduce que para Schleiermacher, el asunto no es si los dogmas religiosos son objetivamente verdaderos, sino nada más si expresan correctamente los diversos estados del sentimiento. Dice Edghill que éste concibe el dogma como la expresión de una "vida siempre cambiante". Y hace notar que esto envuelve la negación de cualquiera autoridad permanente en la afirmación de una "creencia" religiosa. Aunque materialmente el concepto ritschiliano no difiere del anterior, pretende ser más objetivo porque toma su punto de partida en la revelación de Dios dada en Jesucristo Parece muy alentador encontrar a Kaftan diciendo • "La presuposición es, pues, que el Dogma se deriva de la revelación divina, en la esfera del evangelio, a la cual deben corresponder la fe y la confesión de la congregación". Pero en seguida se deja ver que aunque ciertamente quiere tomar en cuenta la revelación objetiva de Dios en Jesucristo, interpone la fe de la Iglesia entre esta revelación y el teólogo. Y cuando habla de fe, no se refiere a ella en su sentido objetivo, tal como se expresa en los símbolos de la Iglesia, la fides quae creditur; sino a la fe en el sentido subjetivo, la fides qua creditur. Además, ni siquiera concibe esta fe como una aprehensión de la verdad revelada en la Palabra de Dios, sino como fiducia, confianza, es decir, como una relación espiritual condicionada, prácticamente, a su objeto, el cual se presenta en la Palabra de Dios. Esta fe incluye conocimiento, pero este conocimiento es práctico, experimental, más que intelectual, como que resulta de una vida en comunión con Dios El hombre no puede conocer a Dios a menos que El se deje reflejar en la fe. (Expresión Kantiana). Y este conocimiento práctico, incluido en la fe, está expresado en los dogmas. De manera

que los dogmas no son el objeto, sino la expresión de la fe. La fe se convierte en la fuente de los dogmas. Esto significa que la teología ritschliana rechaza el antiguo concepto protestante que considera los dogmas como definiciones de la verdad que se funda en la Palabra de Dios, y procura derivar su contenido de la fe cristiana tal como ésta queda determinada en forma muy especulativa por medio de conceptos de valor. Lobstein, otro erudito ritschliano, dice que el dogma "es la exposición científica de la fe protestante". En la página 75 de la misma obra asienta explícitamente que "la fuente de los dogmas es la fe". Un concepto subjetivo un tanto parecido se encuentra también entre los moralistas de los Países Bajos. J. Van der Sluis en su libro intitulado De E^thisclte Richting, página 23, cita una palabra del profesor D. Chantepie de la Saussaye, la cual guarda mucha armonía con la posición ritschliana: "Después de la vida y por medio de la vida surge la doctrina. Esta es fruto de la mente que reflexiona sobre la verdad, cuando esa verdad se ha convertido en vida del alma". Y el Dr. Is. Van Dijk dice: "Si tuviéramos que dar una definición de dogma, lo haríamos en la forma siguiente: Dogma es el fruto del esfuerzo para expresar cierta relación de la vida de la Iglesia en el lenguaje del intelecto". 2. LOS DOGMAS SON EL FRUTO DE REFLEXIÓN DOGMÁTICA. La Iglesia no encuentra sus dogmas en forma acabada en las páginas de la Santa Escritura, sino que los obtiene reflexionando sobre las verdades reveladas en la Palabra de Dios. La conciencia cristiana no sólo se apropia la verdad, sino que también siente una incontenible presión para reproducirla y verla en su grandiosa unidad. Aunque el intelecto guía y dirige esta reflexión, no se trata nada más de una actividad intelectual, sino de la que también es moral y emocional. El entendimiento, la voluntad, los afectos, en una palabra, el hombre completo entra en juego. Todas las facultades de su alma y todos los movimientos de su vida interior contribuyen a este resultado final. En sentido más amplio, no es únicamente el individuo cristiano, sino más bien la Iglesia de Dios, como un todo, bajo la dirección del Espíritu Santo, la que es sujeto de esta actividad reflexiva. El hombre espiritual es el único que es apto para este trabajo, y hasta él mismo puede obtener un conocimiento correcto y adecuado de la verdad en todas sus relaciones, y en toda su plenitud y magnificencia, únicamente en comunión y cooperación con todos los santos. Cuando la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, reflexiona sobre la verdad, ésta toma una forma definida en el conocimiento de ella, y gradualmente cristaliza en conceptos y expresiones doctrinales claramente definidos. La formación de dogmas no siempre es un proceso corto o sencillo. Su curso, frecuentemente, está determinado por más o menos prolongadas controversias. Estas no siempre resultan edificantes, puesto que con frecuencia generan temperaturas achicharrantes y conducen, a menudo, a malsanos antagonismos. Al mismo tiempo los dogmas son de la mayor importancia y sirven para enfocar certeramente la atención sobre el punto a debate, a clarificar la corriente que peligra, a presentar abiertamente los diferentes aspectos de un problema, y a señalar el camino para una solución correcta. La Iglesia tiene deuda muy grande con las grandes controversias doctrinales del pasado en cuanto sirvieron para su progreso en el conocimiento de la verdad. Seeberg llama la atención sobre los varios elementos que entraron en la estructura de los dogma?, cuando dice: "El dogma es una estructura histórica extraordinariamente complicada Tiene varias partes constituyentes las cuales han sido formuladas de cara a múltiples formas de oposición y bajo la inspiración de muchos impulsos prácticos (éticos y devocionales) y ocasiones externas (políticas y canónicas) habiendo recibido la impresión de diferentes tendencias teológicas. No todos los períodos de la historia han sido igualmente favorables para la reflexión requerida para la formación de los dogmas. Se necesita espiritualidad profunda, fervor religioso, sujeción voluntaria a la verdad tal como está revelada en la Palabra de Dios, una pasión consumidora por ganar una cada

vez mayor penetración en la verdad con todas sus consecuencias, un estudio exegético diligente y habilidad constructiva. El frío racionalismo y el sentimental pietismo son, por igual, hostiles al dogma. Y en verdad, una época como la nuestra, en la que las especulaciones filosóficas y los análisis psicológicos han tomado en gran parte el lugar del estudio verdaderamente teológico, no se propicia para la construcción de dogmas teológicos. Se reconoce muy poco la suprema importancia de meditar sobre la verdad, según se encuentra revelada en la Palabra de Dios. De hecho hay una amplia y decidida oposición a la idea de que el hombre tiene que dirigir sus pensamientos sujetos a la obediencia de Cristo y que en la investigación de la verdad respecto a Dios y al hombre, el pecado y la redención, la vida y la muerte, debe el hombre fundamentar su pensamiento sobre la palabra de autoridad, la Palabra inspirada de Dios, más que sobre los descubrimientos de la falible razón humana. 3. LOS DOGMAS TIENEN QUE SER DEFINIDOS OFICIALMENTE POR ALGÚN CUERPO ECLESIÁSTICO COMPETENTE. El último paso para la formación de los dogmas es que sean formulados específicamente y aceptados formalmente por algún cuerpo eclesiástico oficial. Se concuerda, generalmente, en que se hace necesaria tal acción oficial de la Iglesia. En este punto son de la misma opinión los católicorromanos y los protestantes, y hasta los teólogos modernos, pese al subjetivismo que los caracteriza, proclaman su acuerdo, porque creen que "el dogma debe estar adherido a la idea de colectividad y a la de autoridad". Schleiermacher reconoció como dogmas únicamente aquellas verdades religiosas aceptadas con ese carácter por la Iglesia. Lobstein dice: "Es muy evidente, en efecto, que el dogma, en su sentido preciso e histórico no es otra cosa que un credo definido oficialmente y formulado por una autoridad competente, lo que en este caso quiere decir, por la Iglesia que va de la mano con el Estado". Y el mismo George Burman Foster declara: "Los dogmas son definiciones respecto a la fe, sostenidas por la autoridad eclesiástica". Puede surgir la pregunta: ¿Cuál es el cuerpo eclesiástico que tiene el poder para determinar lo que debe ser creído? Harnack de manera implícita toma la posición de que esto sólo lo puede hacer un Concilio ecuménico que represente a la Iglesia como un todo. Por la misma razón niega la existencia de un dogma protestante. Indica que la unidad de la Iglesia fue rota por el protestantismo y que éste no presenta un frente unido. Como es natural, las Iglesias de la Reforma no comparten el concepto de Harnack. En lo particular, las Iglesias Reformadas siempre han acentuado el hecho de que cada iglesia local es una representación completa de Jesucristo, y que, consiguientemente, tiene también la potestas dogmática o docendi, el poder para determinar dentro de su propio radio qué es lo que se ha de reconocer como dogma. Pero si determinada iglesia local está afiliada a un número de iglesias similares en una organización más grande, tendrá que dejar que el asunto lo decidan las asambleas mayores. Es obvio que los dogmas definidos por los concilios ecuménicos satisfacen mejor la conciencia común de la Iglesia, pero es arbitrario hablar de los dogmas formulados por estos concilios como de los únicos dogmas verdaderos. Los dogmas oficialmente recibidos por la Iglesia tienen autoridad dentro del círculo en el cual se les reconoce. Sin embargo, hay diferencia de opinión en cuanto a la naturaleza de dicha autoridad. La Iglesia Católicorromana atribuye a sus dogmas autoridad absoluta, no sólo porque son verdades reveladas, sino más particularmente porque son infaliblemente aprehendidos, y propuestos por la Iglesia para la fe de los fieles. La siguiente definición tomada de A Catholic Dictionary, en el artículo Dogma, es importante: "De aquí que con respecto a una nueva definición, digamos por caso, la de la transubstanciación, los cristianos tengan un doble deber. Primero, están obligados a creer que la doctrina definida es verdadera, y Segundo, que es parte de la revelación cristiana". Aquí la declaración de la Iglesia tiene la prioridad. Dice Wilmers que la Escritura y la tradición

son, "únicamente, las reglas de la fe remotas o mediatas, en tanto que la inmediata es la iglesia docente". La fe consiste en la aceptación implícita de la verdad, de manos de la ecclesia docens (el sacerdocio), y la autoridad de los dogmas se basa, en realidad, sobre la declaración formal de la Iglesia. Esa autoridad es absoluta, porque la Iglesia es infalible. Las Iglesias de la Reforma se apartaron de este concepto. Aunque sostienen que una doctrina no se convierte en dogma y no adquiere autoridad eclesiástica a menos que sea oficialmente definida y aceptada por la Iglesia, le atribuyen autoridad, únicamente hasta donde y sólo debido a que se funde en la Palabra de Dios. El concepto reformado acerca de este asunto puede, quizá formularse mejor de la manera siguiente: En cuanto a la materia o contenido los dogmas derivan su autoridad exclusivamente de la Palabra infalible de Dios, pero en cuanto a la forma, la derivan de la Iglesia. Barth tiene acerca de este punto, un concepto un tanto diferente Según él, el dogma. en singular, es proclamación de la Iglesia hasta donde concuerde con la revelación testificada en la Escritura. Esa revelación no es, fundamentalmente, una exposición de la verdad, aunque esto se incluye, sino un kcrugma, la invitación de un heraldo, un imperativo divino que espera respuesta de parte del hombre. Ese kerugma que ordena, debe hacerse contemporáneo de la proclamación que la Iglesia hace. De aquí que no deba introducirse a Dios como un objeto acerca del cual el hombre deba hablar, sino como sujeto que se dirige al hombre, y a quien éste debe responder. Y hasta donde la kerugma hace esto, y queda realmente en armonía con la revelación testificada en la Biblia, es dogma. La proclamación de la Iglesia es una aproximación a la revelación original, y no una reproducción perfecta de ella, pero hasta donde concuerde con ella y sea, por lo mismo, Dios quien verdaderamente hable a los pecadores en el presente, está revestido con autoridad divina. El dogma concebido así debería distinguirse de los dogmas (plural), en los que no habla Dios sino la Iglesia, y los cuales, por esa misma razón, sólo tienen autoridad relativa. Son proposiciones doctrinales reconocidas y formuladas por la Iglesia, palabra del hombre, que brota de la Palabra de Dios. En ellos, la Iglesia del pasado habla a las generaciones presentes y transmite o reproduce la verdad de la revelación de Dios hasta donde ha aprendido a entenderla, bajo la dirección del Espíritu Santo. Naturalmente, los discípulos de Schleiermacher, y hasta los de Ritschl, no comparten el concepto Reformado de la autoridad atribuida a los dogmas de la Iglesia, aunque pretenden estar de acuerdo con la posición de los Reformadores. El concepto que arriba presentamos como el de la Teología Reformada, ellos lo consideran como la verdadera equivocación del escolasticismo protestante que casi hizo naufragar la obra de la Reforma. Para ellos los dogmas no tienen su principio en la Escritura, sino en la conciencia cristiana, es decir, en la experiencia religiosa o en la fe cristiana Van revestidos con autoridad sólo debido a que están sancionados por la conciencia común de la Iglesia (Schleiermacher), o por la de la Iglesia y el Estado combinados (Lobstein) Además la autoridad de los dogmas no es normativa ni reguladora, como para que requiera la sumisión y demande la obediencia, sino nada más, como Lobstein la llama, "una manifestación de la fuerza intrínseca de la verdad, una demostración del espíritu y de poder". De aquí que consideren como un craso error atribuir carácter legal a los credos, en los que se incorporan los dogmas de la Iglesia, considerándolos como una base posible para la acción disciplinaria. C. LA NECESIDAD DE LOS DOGMAS La edad presente es antidogmática. Hay aversión manifiesta no sólo contra los dogmas, sino aún contra las doctrinas y contra la presentación sistemática de la verdad doctrinal. Durante los últimos cincuenta años muy pocas obras dogmáticas han hecho su aparición, mientras el mercado librero se vio inundado con libros sobre la Historia de las

Religiones, la Filosofía de la Religión, y la Psicología de la Religión. Se escucha con frecuencia la afirmación de que el cristianismo no es una doctrina sino una vida, y que importa muy poco lo que creamos si después de todo participamos de la vida de Cristo. Hay un clamor insistente, especialmente en nuestra propia tierra, por un cristianismo sin dogmas. No se ve con buenos ojos la predicación dogmática y, por lo tanto, en muchos círculos se le evita. Muchos cristianos conservadores claman por una predicación puramente experimental, en tanto que otros de un tipo más amplitudista prefieren en gran manera la predicación ética o social. 1. CAUSAS DE LA ACTUAL OPOSICIÓN A LOS DOGMAS. Como es natural, surge la pregunta respecto a la posible explicación de tal oposición. En la Iglesia cristiana, en general, sólo puede explicarse como resultado de ciertas tendencias filosóficas. Bajo la influencia de Kant, los dogmas de la Iglesia poco a poco fueron cayendo en descrédito. Kant negaba la posibilidad del conocimiento teórico de aquellas cosas que trascienden al mundo de los fenómenos, y por consiguiente, también un conocimiento como el de las cosas divinas. Su epistemología fue todavía de mayor influencia, y recibió un nuevo ímpetu en la teología de Ritschl y de sus discípulos. El resultado fue que, en muchos círculos, el llamado conocimiento teórico de Dios y de las cosas divinas, pronto cayó en descrédito. Hegel se quejaba del espíritu antidogmático de su época y procuró rehabilitar el dogma cristiano por medio de la filosofía especulativa. Procedió como los gnósticos del siglo II, sobre la hipótesis de que si se hiciera notar que el cristianismo es realmente una filosofía, de manera natural se volvería popular en los círculos educados. De consiguiente, acentuó el hecho de que la verdadera filosofía, llevada en forma consistente, conduce necesariamente hacia las creencias de la Iglesia, y que las doctrinas cristianas son nada menos que verdades especulativas presentadas en forma pictórica. Opinaba que lo único que se necesitaba era despojarlas de esa forma para liberar y descubrir el embrión realmente espiritual de la verdad filosófica. Pero resultó un aborto aquel intento de cambiar la locura de Dios por la sabiduría del mundo. En las manos de los hegelianos de la izquierda, como Strauss y Biedermann, pronto se hizo evidente que, después de remover el llamado hollejo, quedaba muy poco cristianismo, y que el embrión filosófico era algo del todo diferente de la verdad revelada en la Palabra de Dios. La operación hegeliana se convirtió en verdad, como dice Kaftan, en "la desaparición del dogma." La reacción resultante tomó la forma de neokantismo en la teología de Ritschl. En su obra intitulada: The Ritschlian Thcologv, página 33 y siguiente, el Dr. Orr, dice : "Como servicio inicial Kant habilitó a Ritschl con una teoría del conocimiento precisamente adecuada a los requerimientos de su sistema Que nuestro conocimiento alcanza nada más a los fenómenos; que teóricamente, Dios es incognoscible ; que nuestra convicción de su existencia descansa, no sobre un juicio teórico, sino sobre uno práctico — juicios todos estos, que como veremos, quedan levantados en círculos ritschlianos, casi al rango de primeros principios". De aquí que, nada de raro tenga que la obra de Ritschl y la de seguidores suyos como Lotze, Herrmann, Harnack, Sabatier y otros, haya sido en su totalidad adversa al dogma cristiano, aunque, teóricamente, no lo excluyeron del todo. Por último, Dreyer, en su obra: Undogmatisches Christentum hace un llamamiento a favor de un cristianismo sin dogmas. Arguye: (a) que los antiguos dogmas fueron forjados, como es natural, en las formas conceptuales de la época en que surgieron, y que al correr del tiempo estas formas se convirtieron en obstáculo, en otra época en que ya los conceptos religiosos habían sufrido un cambio fundamental; y (b) que los dogmas ponen en peligro la independencia y libertad que es indispensable para la fe cristiana. Se verá de inmediato que sólo el segundo argumento ataca al dogma como tal, pero precisamente este argumento es el que marca la tendencia verdadera de la obra que

estamos considerando. Kaftan y Lobstein casi concuerdan con Dreyer en que los dogmas a menudo han constituido un obstáculo para la fe, pero al mismo tiempo los consideran necesarios y abogan por un nuevo dogma. Troeltsch llega a la conclusión de que "ya no existe un sistema de dogma eclesiástico, protestante" y que las iglesias protestantes tendrán que buscar "unión y cohesión" en alguna otra esfera fuera del dogma. Juntamente, por supuesto, con esta dirección de pensamiento filosófico ha habido muchas otras influencias, demasiado numerosas para enumerarlas, que han operado y siguen operando para hacer que los dogmas pierdan popularidad. Los librepensadores religiosos repetidamente levantan su voz en contra de los dogmas como si fuesen invasores de su libertad religiosa, y demandan libertad en la Iglesia. Con no poca frecuencia posan como los verdaderos campeones del derecho del juicio privado, uno de los principios fundamentales de la Reforma. En más de una ocasión un dogmatismo exagerado condujo a su reacción pietista. Y el pietismo se caracteriza por su hostilidad a todo intelectualismo en religión, y exalta el emocionalismo y la experiencia como la única manifestación verdadera de la vida religiosa. Ofrece al pueblo cristiano un escape del escándalo de las controversias, retirándolos a la ciudadela del corazón, al asiento de los afectos. En nuestro país (U.S.A.) el pietismo ha encontrado un muy apreciable aliado en el activismo que afirma que tiene muy poco que ver lo que uno crea con tal de que uno esté ocupado en la obra del Señor. Gran número de cristianos estadounidenses están demasiado ocupados en toda clase de actividades de la Iglesia para preocuparse gran cosa respecto del estudio de la verdad. En la práctica son pragmatistas y sólo se interesan en una religión que de inmediato rinda resultados tangibles. Han reducido al mínimo su conocimiento de los dogmas. De hecho, tanto pietistas como activistas, con frecuencia demandan que el pueblo cristiano se desprenda de las complejidades de los sistemas doctrinales de la actualidad y retorne a la sencillez de la época apostólica, prefiriendo, ante todo, las palabras de Jesús, quien no se preocupaba por dogmas. Podríamos mencionar muchas otras tendencias antidogmáticas; pero éstas bastan para dar una idea, al menos, de la oposición actual a los dogmas. 2. LOS DOGMAS SON ESENCIALES PARA EL CRISTIANISMO. Hay varios modos de poner argumentos en favor de la necesidad de los dogmas. Hasta los seguidores de Schleiermacher y Ritschl, subjetivistas, haciendo caso omiso de esto, los defienden, sin que les estorbe su misticismo y su moralismo. Ellos mismos, de inmediato, sugieren varias razones debido a las cuales el cristianismo no puede pasarse sin los dogmas. a. La Escritura presenta la verdad como esencial al cristianismo. La afirmación que con frecuencia escuchamos en la actualidad, de que el cristianismo no es una doctrina, sino una vida, puede que suene muy piadosa, y por esta precisa razón parece que apela a algunos, pero después de todo, es una peligrosa falsedad. Se ha señalado repetidamente, y en años recientes ha insistido en ello el Dr. Machen en su libro: Christianity and Liberalism, que el cristianismo es un modo de vida fundado en un mensaje. El Evangelio es la revelación misma de Dios en Cristo que nos llega en la forma de verdad. Esa verdad queda revelada, no sólo en la Persona y obra de Cristo, sino en la interpretación que de Cristo y su obra encontramos en la Biblia. Y sólo mediante un entendimiento adecuado y una aceptación creyente del mensaje del Evangelio pueden los hombres llegar a entregarse personalmente a Cristo en fe, para ser hechos participantes de la vida nueva en el Espíritu. La recepción de esa vida no depende de alguna infusión de gracia, puramente mística, ni de alguna conducta del hombre propiamente ética, sino que está condicionada por el conocimiento. "Y esta es la vida eterna", dice Jesús, "que te conozcan, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a

quien tú enviaste". Pablo dice que Dios quiere "que todos los hombres sean salvos, y vengan al conocimiento de la verdad". Lo presenta como uno de los grandiosos ideales del ministerio, que todos los creyentes lleguen "a la unidad de la fe y al conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo". Pedro dice que el poder divino "nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad mediante el conocimiento de Aquel que nos llamó por su gloria y excelencia". En todo el Nuevo Testamento, la participación en la vida del cristianismo queda condicionada a la fe en Cristo tal como El mismo se ha revelado, y esto incluye, naturalmente, el conocimiento de los hechos redentivos consignados en la Escritura. Los cristianos deben tener un entendimiento correcto de la importancia de tales hechos; y si éstos les unen en la fe, también deben hacerles llegar a alguna forma unida de convicción y expresión de la verdad. Jesús concluyó su oración en favor de sus más cercanos discípulos con estas palabras: "Santifícalos en la verdad: tu Palabra es la verdad", y continúa: "No ruego sólo por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos; para que todos sean uno". La aceptación de la Palabra de Dios y la unidad espiritual van de la mano. Se encuentra la misma notable conjunción en las palabras de Pablo: "Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios". Ciertamente, la Biblia no crea la impresión de que la Iglesia puede, impunemente, desatender la verdad según está revelada en la Palabra de Dios. Jesús acentuó la verdad, Mat. 28:20; Juan 14:26: 16:1-15; 17:3, 17; y los apóstoles estuvieron apasionados por ella, Rom. 2: 8; II Cor. 4: 2; Gal. 1:8; 3: 1 y sigts.;Fil. 1: 15-18; II Tes. 1: 10; 2: 10, 12, 13; I Tim. 6:5; II Tim. 2: 15; 4:4; II Pedro 1: 3, 4, 19-21; I Juan 2:20-22; 5:20. Aquellos que empequeñecen la importancia de la verdad, y que por tanto, la ignoran y la descuidan llegarán, finalmente, al descubrimiento de que les queda muy poco cristianismo. b. La unidad de la Iglesia exige un acuerdo doctrinal. La Biblia enseña la unidad de la Iglesia de Jesucristo, a la vez que habla de ella como de ''columna y baluarte de la verdad". En Efesios 4, Pablo acentúa la unidad de la Iglesia de Dios, indicando con claridad que el ideal de sus miembros ha de ser que todos alcancen la unidad del conocimiento del Hijo de Dios. Esto recibe énfasis adicional en el Vr. 14; "que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina". Exhorta a los Filipenses a que "estén firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio". En este pasaje la palabra "fe" tiene, con toda probabilidad, el mismo significado que tiene en Judas 3, en donde el escritor exhorta a sus lectores "a contender ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos". Si no tiene por completo el mismo significado ciertamente se aproxima. El Apóstol amonesta a los corintios a que todos "hablen la misma cosa", y que no haya divisiones entre ellos. Debieran ser de una misma mente y un mismo parecer. Considera que esto es de tanta importancia que lanza su anatema a aquellos que predican un evangelio diferente del que él ha predicado, y hasta insiste en la exclusión de los herejes. Es un juicio severo el que pronuncia en I Tim. 6: 3-5; "si alguno enseña otra cosa y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia". La unidad en el conocimiento se considera, evidentemente, como de la mayor importancia para el bienestar de la Iglesia. Si incluyera en su seno hombres de toda clase de convicciones, albergaría las semillas de la discordia, la lucha y la división. Y eso, de seguro que no serviría para la edificación de los santos y el bienestar de la Iglesia, ni coadyuvaría a su eficacia en la obra del Señor. Y en la lucha por la unidad de la Iglesia, será muy difícil quedar satisfecho con el más

insignificante común denominador en la confesión de la verdad, y decir: Olvidemos la doctrina, y unámonos para trabajar juntos. c. Para que la Iglesia cumpla con su deber se requiere que tenga unidad en la doctrina. Naturalmente, la Iglesia como tal sólo puede ser una en doctrina si cuenta con una confesión común. Esto significa que la Iglesia tiene que formular la verdad, y de esta manera dar expresión a su conocimiento de ella. Por lo tanto, la unidad de doctrina envuelve la confesión de un dogma común. No sería lógico admitir que la Iglesia necesita doctrinas, y al mismo tiempo negar que necesita dogmas. La Iglesia no puede cumplir su función en el mundo a menos que se haga consciente del contenido de su fe y le dé expresión clara. La Iglesia de Jesucristo fue designada como depositaría, vigilante y testigo de la verdad, y sólo puede ser fiel a su llamamiento si tiene un concepto definido de la verdad A los ministro-, se les exhorta a retener la forma de las sanas palabras, y a los creyentes, en general, a que contiendan ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos, pero ¿cómo podrán cumplir su importante tarea si no están de acuerdo en cuanto a las "sanas palabras" y a lo que la Iglesia cree? La Iglesia tiene que tratar con los equivocados, corrigiéndolos, reprendiéndolos y, posiblemente excluyéndolos del redil, pero no podría hacerlo de manera inteligente y eficaz a menos que posea una aprehensión clara de la verdad y por lo mismo una medida definida de juicio. La Historia enseña con claridad que antes de que la Iglesia pudiera juzgar a los herejes tuvo que contar con alguna medida o prueba oficial. Y es obvio que no podrá sostener un testimonio unido y poderoso en pro de la verdad a menos que presente un frente indivisible. d. La posición de la Iglesia en el mundo demanda un testimonio unido. Cada Iglesia tiene deuda con otras Iglesias y con el mundo que la rodea en cuanto a hacer declaración pública de sus enseñanzas Resulta natural que tengamos deseos de saber algo acerca del carácter y las convicciones de las personas a quienes quisiéramos confiar nuestros intereses materiales, estimaríamos mucho muy deseable, y de hecho, por completo esencial, que supiéramos con exactitud dónde hay una Iglesia en la que quisiéramos encontrar dirección para nosotros y para nuestros hijos. Además, una Iglesia tendrá que informarse sobre la posición de otra, para poder determinar, hasta donde sea conveniente, la cooperación y posible afiliación con una de ellas. La Iglesia de Jesucristo jamás debe refugiarse en la simulación, ni tratar de esconder su identidad. Y esto que no debiera hacer, es precisamente lo que hace en la medida en que deja de dar una clara e inequívoca expresión de su fe. e. La experiencia enseña que los dogmas son indispensables. Cada iglesia tiene sus dogmas. Hasta las iglesias que constantemente declaman contra los dogmas, también los tienen en efecto. Al decir que quieren un cristianismo sin dogmas, en esa misma afirmación están declarando un dogma. Todos ellos, en materias religiosas, tienen ciertas convicciones definidas, y también les atribuyen cierta autoridad; aunque no siempre las definen oficialmente, ni las reconocen con candidez. La historia prueba con claridad que aun la oposición actual, no es, en realidad, oposición a los dogmas como tales, sino mera oposición a cierta clase de dogmas, o a ciertos dogmas específicos, los cuales no encuentran acogida entre los teólogos modernos. Una iglesia sin dogmas sería una iglesia muda, y esto resulta una contradicción de términos. Un testigo mudo, no serviría de testigo, y jamás convencería a nadie D. LOS ELEMENTOS INCLUIDOS EN LOS DOGMAS Los dogmas cristianos incluyen varios elementos que son de gran importancia para la vida de la Iglesia. De éstos, merecen mención especial los tres siguientes: 1. EL ELEMENTO SOCIAL. Los dogmas religiosos no son producto de individuos cristianos, sino de la Iglesia como un todo. Aunque originalmente la apropiación de la verdad revelada en la Biblia es personal, gradualmente toma un aspecto comunal y

corporativo. Sólo en comunión con todos los santos pueden los creyentes entender la verdad y reproducirla confiadamente. La reflexión personal de cada cristiano gana de esta manera la ventaja de un control colectivo, y como es natural, se fortalece en gran manera la confianza que debe poseer en sus propios descubrimientos por el hecho de que otros millares aparte de él arriben a la misma conclusión. El carácter comunal o social que de esta manera requieren los dogmas no debe ser considerado como algo accidental y sólo de importancia relativa, sino que debiera tenerse como algo que es de importancia absoluta. Sin embargo, las opiniones personales, a pesar de lo verdaderas y valiosas que puedan ser, no constituyen dogmas cristianos. Algunos extremistas objetan al elemento social de los dogmas. Admiten la necesidad de escudriñar la verdad, pero opinan que el respeto personal propio debe impulsar a cada uno a decidir por sí lo que es la verdad. Cada uno debiera construirse su propio sistema de la verdad, y no preocuparse de las ideas de los otros. No obstante, no puede decirse que estos extremistas representen actualmente la tendencia dominante en el campo del pensamiento teológico. Schleiermacher y Ritschl, a pesar de que su respectivo subjetivismo los lleva al individualismo en religión, acentúan enérgicamente el elemento comunal en los dogmas. Harnack dice que está "introducido en la idea del dogma un elemento social...; los que confiesan uno y el mismo dogma forman una comunidad". Sabatier, al hablar del origen de los dogmas se expresa de la manera siguiente: "El dogma surge nada más cuando la sociedad religiosa, considerándose distinta de la civil, se convierte en sociedad moral, que se recluta mediante adherentes voluntarios. Esta sociedad, como otra cualquiera se da a sí misma lo que necesita para vivir y para defenderse y propagarse". Y por último, McGiffer dice: "El reconocimiento que Schleiermacher hace del elemento social, ha sido reforzado en los tiempos modernos por el estudio de la historia y de la psicología de la religión las cuales han hecho muy evidente que nuestras creencias son, en gran parte, productos sociales, y de que es una mera ficción la idea de que nuestra razón individual trabaja aisladamente para crear independientemente nuestras fes" (credos). 2. EL ELEMENTO TRADICIONAL. Los dogmas contienen también un elemento tradicional. El cristianismo descansa sobre hechos históricos que llegan a nuestro conocimiento por medio de una revelación que fue dada y completada hace más de diecinueve siglos. Y el entendimiento y la interpretación correctos de estos hechos sólo puede resultar de continuas oraciones y meditación, del estudio y las luchas de la Iglesia de todos los siglos. Jamás puede un solo cristiano tener la esperanza de lograr asimilar y reproducir adecuadamente el contenido completo de la revelación divina. Y tampoco ha habido jamás una sola generación capaz de ejecutar la tarea. La formulación de los dogmas es la tarea de la Iglesia de todas las épocas, es tarea que requiere grande energía espiritual de parte de generaciones sucesivas. Y nos enseña la historia que, a pesar de las diferencias de opinión, y de prolongadas luchas, y pese aun a temporales regresiones, la comprensión que tiene la Iglesia de la verdad iba ganando gradualmente claridad y profundidad. Una verdad tras otra se, convirtieron en centro de atención y llegaron en turno a un mayor desarrollo. Los Credos históricos de la Iglesia incorporan actualmente en forma concreta los mejores resultados de las reflexiones y el estudio de los siglos pasados. Es a la vez deber y privilegio de la Iglesia de nuestro día entrar a la herencia de los años que se fueron y continuar la construcción sobre el fundamento que fue puesto. Sin embargo, los modernos teólogos amplitudistas tienen tendencia a romper con el pasado. Muchos de sus representantes, con frecuencia hacen mucho ruido con sus alabanzas a los Credos de la Iglesia, considerados como documentos históricos; pero se rehúsan a concederles valor doctrinal para el presente. Y, triste es decirlo, los llamados fundamentalistas de la actualidad estrechan manos con los amplitudistas en

cuanto a este punto, con su bien conocido lema: "Ningún Credo, excepto la Biblia". Parece que no se dan cuenta de que con tal lema se envuelve un rompimiento con el pasado histórico de la Iglesia, una actividad negativa para aprovecharse de las lecciones que las Iglesias de la Reforma transmitieron a las generaciones siguientes como una preciosa herencia en sus grandes Credos y Confesiones, y una negación práctica de la dirección que en el pasado dio el Espíritu Santo a la Iglesia. Pero la moderna teología amplitudista no se detiene ni siquiera allí; rompe también con la Biblia misma considerada como la fuente de autoridad para la verdad doctrinal. Reville declara esto mismo, sin sombra de duda, en las siguientes palabras: "(El amplitudismo) no sólo ha arrojado el yugo de las Confesiones protestantes, fundándose en que un completo examen de ellas daba prueba de que de ninguna manera reflejaban la enseñanza de Cristo. Sino, además, gracias a los inmensos resultados alcanzados por las ciencias históricas y filológicas durante el siglo XIX, ha llegado al reconocimiento de que en la Biblia misma hay muchas doctrinas que ni vienen de los profetas ni de Jesús; las cuales, en consecuencia, no pueden considerarse como la expresión fiel de la enseñan/a de Cristo".. De consiguiente, semejante posición envuelve un rechazamiento de la Biblia como Palabra de Dios, un manifiesto desprecio y negación de la dirección del Espíritu Santo en la historia del pasado doctrinal de la Iglesia, y una falta de respeto para las oraciones, los trabajos y las luchas de los más grandes y más piadosos maestros de la Iglesia. Representa un arbitrario individualismo en el desarrollo y formulación de la verdad, una idea exagerada de la habilidad de un solo individuo, o de la Iglesia de una sola generación, para alcanzar de novo una estructura mejor de la verdad religiosa que el sistema venerable del pasado. 3. EL ELEMENTO DE AUTORIDAD. Cuando las Iglesias de la Reforma definen oficialmente sus doctrinas y las convierten, por tanto, en dogmas, declaran también implícitamente que descansan sobre la autoridad divina y que expresan la verdad. Y porque las iglesias consideran sus dogmas como formas concretas de la verdad revelada en la Palabra de Dios, estiman que merecen el reconocimiento general e insisten en tal reconocimiento dentro de sus propios círculos. La Iglesia Católicorromana reclama absoluta infalibilidad para sus dogmas, en parte debido a que son verdades reveladas, pero de modo especial porque son propuestos para la fe de los fieles por medio de una iglesia infalible. Sus dogmas son absolutamente inmutables. El Concilio Vaticano declaró: "Si alguno afirma que es posible que algunas veces, de acuerdo con el progreso de la ciencia, tenga que darse a las doctrinas propuestas por la Iglesia un sentido diferente del que la Iglesia ha entendido y entiende: Sea anatema". Las iglesias protestantes no participan de este absolutismo En tanto que esperan que sus dogmas sean aceptados porque los consideran como formulaciones correctas de la verdad escrituraria, admiten la posibilidad de que la Iglesia se haya equivocado al definir la verdad. Y al descubrir que los dogmas son contrarios a la Palabra de Dios, dejan de gozar de autoridad. Precisamente este elemento de autoridad es el que encuentra mayor oposición en la actualidad. Católicorromanos \ protestantes por igual reconocen ante todo que la religión es algo dado y determinado por Dios, y encuentran, por tanto, el fundamento de la autoridad en Dios. Según los primeros la autoridad básica se encuentra especialmente en la Iglesia, en cuanto a los últimos se halla en la Biblia. Ambos reconocen una regla objetiva de la verdad, regla que encuentra expresión en los dogmas de la Iglesia, la cual demanda sumisión, fe y obediencia El racionalismo y el deísmo del siglo XVIII rompieron con "el principio medieval de la autoridad religiosa", y lo sustituyeron por la medida de la razón humana, colocando de esta manera el fundamento de la autoridad en el hombre, y haciéndola puramente individual. Para Schlciermachcr el contenido de los dogmas queda determinado por la experiencia

religiosa, y para Ritschl, ostensiblemente mediante Jesucristo como fundador del Reino de Dios, pero en realidad por la fe subjetiva de la Iglesia. En el caso de estos dos autores el fundamento verdadero de la autoridad está en la conciencia religiosa, y de consiguiente la autoridad no es la de una norma objetiva sino la de un principio interno. Dice Lobstein: "Desde el punto de vista protestante es necesario condenar toda idea que haga del dogma una decisión autoritativa y obligatoria de la Iglesia en el sentido de una ordenanza legal, emanada de estatuto. Según el dictamen de Sabatier, otro Ritrhliano: "La autoridad externa de la letra ha dado lugar a la autoridad interna y puramente moral del Espíritu". Este erudito francés arguye que el espíritu humano definitivamente ha sido emancipado del principio de autoridad y se ha hecho autónomo, lo que ha significado que "el acuerdo de la mente consigo misma es la primera condición y el fundamento de toda certidumbre". Esto equivale al rechazamiento de toda autoridad verdadera. Barth rechaza los dos conceptos acerca de los dogmas, el católicorromano y al amplitudista moderno. Atribuye autoridad absoluta dogma (singular) puesto que concuerda con la revelación, y atribuye autoridad relativa a los dogmas, es decir, a las proposiciones doctrinales formulad por la Iglesia, hasta donde broten de la raíz de la revelación. PREGUNTAS PARA AMPLIAR EL ESTUDIO 1. ¿Tiene poder la Iglesia de Roma para hacer nuevos dogmas? 2. ¿Pretende que el Papa tiene este poder? 3. Si no, ¿se deduce que de acuerdo con esta Iglesia los dogmas como tales esa contenidos en la Palabra de Dios? 4. ¿Cómo concuerda el concepto del Cardenal Newman acerca del desarrollo c los dogmas con el concepto católicorromano de la inmutabilidad de los dogma; 5. ¿Cuál es el concepto protestante respecto a la formulación de nuevos dogmas? 6. ¿Proporcionan también la ciencia y la filosofía una parte del contenido de 1( dogmas o afectan únicamente a su forma? 7. ¿Cuál es la idea de Harnack acerca del dogma? 8.; Cómo concibe su origen? 9. ¿Qué objeciones hay en contra de su idea? 10. ¿Qué factores actuales contribuyen a fortalecer la aversión a los dogmas? 11. ¿Existe alguna Iglesia que no tenga dogmas? *** Capítulo III LA IDEA DE LA TEOLOGÍA DOGMÁTICA A. LA RELACIÓN DE LOS DOGMAS CON LA DOGMÁTICA La discusión de los dogmas conduce de manera natural a la investigación acerca de la relación que guardan con la dogmática. Precisamente el nombre "Dogmática" sugiere una relación muy estrecha. Se deriva del singular en latín "dogma", más bien que del plural “dogmata", y en tal concepto apunta al hecho de que trata no sólo de ciertos dogmas aislados, sino con el dogma global de la Iglesia. No siempre se ha concebido de esta misma manera la relación exacta entre dogma y dogmática. El concepto más común es que el dogma constituye el contenido de la dogmática, en forma tal que ésta podría llamarse la ciencia del dogma cristiano. De manera que puede decirse que la dogmática trata la verdad doctrinal de la Escritura en forma sistemática, y más particularmente con la verdad tal como la Iglesia la confiesa. Estudia la doctrina de la Iglesia como un todo, y considera cada artículo de fe en su relación con el todo. En este concepto no sólo resulta escriturario, aunque esto tiene que serlo primero que todo, sino que también lleva un sello eclesiástico. El concepto de Schleiermacher acerca del

dogma difiere del de la Iglesia Protestante en general, puesto que no reconoce que se deriva de la Escritura; pero concuerda con el concepto protestante en su explicación del dogma como el contenido de la dogmática. Según Schleiermacher la teología dogmática es la ciencia de la doctrina profesada por la Iglesia Cristiana en un momento dado de su desarrollo histórico. El concepto ritschliano de la relación entre dogma y dogmática no difiere del de Schleiermacher. Kaftan dice: "La dogmática, por lo tanto, tiene que ver con un objeto definido, es decir, con lo que la verdad cristiana cree y acepta con fundamento en la verdad divina". Sin embargo, Harnack pretende que la Iglesia no ha sido del todo honrada en su explicación de la relación entre los dogmas y la dogmática. Según él, la historia enseña que los dogmas son producto de la teología. Sin embargo la Iglesia obscureció su verdadero origen, los declaró verdades reveladas y como tales los hizo fundamento para la teología. Según Forsyth el dogma es "la revelación expresada en esencia. Es un acto de Dios puesto como verdad", y por tanto, es una parte de la revelación de Dios. "La doctrina es la verdad acerca del dogma, el dogma expandido... Es una teología secundaria, o la comprehensión de la Iglesia — como en los credos. La teología es la doctrina en formación. Es la teología terciaria y tentativa, o el grado de alcance de la Iglesia — como en I Pedro 1:18, 19 y 20". Para Forsyth el dogma es el tuétano del Evangelio, el corazón vital de la revelación, y por eso se encuentra en la Escritura Es la raíz de la cual la doctrina va desarrollándose por medio del estudio teológico de la Iglesia. La teología es doctrina tentativa; la doctrina es teología selecta. Este concepto es muy admirablemente parecido al de Barth. Al definir el dogma (en singular) como proclamación de la Iglesia, hasta donde esté en verdadero acuerdo con la Palabra de Dios, Barth considera a la dogmática como la ciencia no de los dogmas, sino del dogma, la cual investiga el acuerdo que pueda haber entre el dogma y la revelación atestiguada en la Escritura. Por tanto, la dogmática sirve para probar el dogma. Barth no cree que los dogmas (en plural) formen el contenido de la dogmática, aunque para entenderlos y formularlos tenga que ser de enorme ayuda la dogmática. Forsyth considera al dogma como parte, y de hecho, como el corazón vital de la revelación, y Barth se acerca mucho a la misma evaluación, tan cerca, en efecto, que éste como Forsyth considera al dogma como el objeto de la fe. Además concuerdan en negar que los dogmas o doctrinas se consideren como objeto de la fe, e insisten en que no son más que meras expresiones de la fe de la Iglesia. Ambos también son de opinión que el concepto predominante de dogma es el del escolasticismo protestante, y no el de los Reformadores. Al considerar el concepto histórico de las iglesias protestantes respecto a la relación entre los dogmas y la dogmática debemos llamar la atención a varias proposiciones. 1. LOS DOGMAS SURGEN DE LAS NECESIDADES DE LA COMUNIDAD CREYENTE. Oponiéndose a Harnack dice Seeberg: "Aún cuando la forma del dogma es obra de la teología, su contenido se deriva de la fe común de la Iglesia cristiana". Sea bienvenida esta corrección al concepto de Harnack de que los dogmas son producto de la teología, pero difícilmente puede considerarse como designación correcta de la fuente de donde se originan. Lo que Harnack dice, más bien está en armonía con la posición ritschliana. Rainy piensa con acento más Reformado cuando señala primero que las doctrinas (dogmas) se derivan de la Escritura, y en seguida añade: ''No creo que sea el interés científico el que fundamentalmente haga surgir la doctrina cristiana, ni obedece propiamente esta actividad a la obligación de cumplir con las condiciones formales de la ciencia; ni creo que, históricamente, haya sido el impulso científico la fuerza creadora en este departamento. ... Se sostiene que la doctrina surge, originalmente, no del interés o el impulso científico, sino de las necesidades de la inteligencia creyente".

Los dogmas no pueden fabricarse a la orden. No pueden ser producidos por teólogos en particular, ni por la teología científica en general, y luego impuestos desde afuera sobre la comunidad de creyentes. Las probabilidades son que los dogmas construidos v propuestos de esa manera no expresarían, la verdadera fe de la Iglesia, ni tocarían una cuerda sensible en la vida común de los creyentes, y como consecuencia no se le reconocerá como autoritativas. Los dogmas únicamente se forman durante períodos de intensa vida espiritual, de amplia y ardiente consideración sobre la verdad, y de profunda experiencia religiosa. Sólo cuando la Iglesia piensa profundamente en las verdades de la Escritura; sólo cuando bajo la violencia de las controversias religiosas ha aprendido a ver la verdad con agudeza y claridad, y sólo cuando determinadas convicciones se han convertido gradualmente en propiedad común de la comunidad religiosa, y de esa manera ha quedado formada una comunis opinio, — sólo entonces estará lista para confesar, y sentirá dentro de ella una irresistible urgencia de dar expresión a su fe. Solamente la verdad confesada de esta manera constituye una confesión de fe, queda enraizada en la vida y en la experiencia de la Iglesia, y por tanto hace sentir su influencia sobre la Iglesia. Únicamente los dogmas que brotan de este suelo vivo pueden designarse con las palabras de Rainy "el eco humano de la voz divina", o "la respuesta humana al mensaje divino". 2. LA TEOLOGÍA PUEDE SERVIR Y CON FRECUENCIA HA SERVIDO COMO AUXILIAR EN LA FORMACIÓN DE LOS DOGMAS. Aunque neguemos que los dogmas sean únicamente el producto de la teología, no necesitamos cerrar los ojos al hecho de que para su formulación final la Iglesia frecuentemente ha quedado en gran deuda con la teología. Apenas sería necesario decir que en la actividad meditativa de la comunidad cristiana algunos serán más influyentes que otros; y que si todos los otros factores fueron iguales, los que tengan preparación religiosa especial tendrían que marchar a la vanguardia En su carácter de dirigentes espirituales del pueblo, y como intérpretes, historiadores y sistematizadores de la Iglesia tendrían, como es natural, que señalar el camino en la formulación cuidadosa de los dogmas. No fue, pues, sino natural que, al desenvolverse la ciencia de la teología, ésta forzosamente sirviera convirtiéndose en auxiliar poderoso en este proceso. Y no podía ser de otro modo, puesto que en su campo la Teología tiene la tarea especial de reflejar la verdad tal como está revelada en la Palabra de Dios y de reproducirla (la verdad) en forma sistemática. Pero debe recordarse que la tarea de la teología en esta esfera es de naturaleza puramente formal. No proporciona el contenido de los dogmas sino que ayuda, nada más, a la Iglesia a formarlos y a definirlos. Naturalmente, en la medida en que la teología participa en la formación de los dogmas, éstos asumen una forma más sistemática que la que de otro modo hubieran tenido. 3. LA TEOLOGÍA DOGMÁTICA ENCUENTRA EL NÚCLEO DE SU CONTENIDO EN LOS DOGMAS DE LA IGLESIA. Aunque la teología puede servir como auxiliar en la formación de los dogmas, su cuidado principal con ellos no es esto. Los dogmas forman el núcleo del material con el cual la teología debe construir y con el cual tiene que edificar una estructura sistemática; tendrán naturalmente una influencia determinante sobre la estructura y la conformación del sistema como un todo. Los dogmas ocuparán un lugar muy importante en la teología y le prestarán un carácter distintivo. El dogmatista se afirma en las enseñanzas confesionales de la Iglesia a que pertenece, es decir, ellas determinan su inclinación. Se objetará que, como es natural, tal circunstancia pone en peligro su libertad intelectual; pero no necesariamente ha de ser así. Mientras permanezca como miembro de una determinada iglesia, debe considerarse que lo hace por convicción. Y siendo así, será natural que considere los dogmas de su iglesia no como odiosos grillos que encadenan su libertad, sino más bien como amables guías que le informan acerca de la dirección en la que debe movilizarse.

Además, es bueno recordar que no hay nadie que carezca por completo de alguna determinada inclinación en su trabajo científico; y que aquel que rehúse dejarse afectar por los dogmas de su iglesia no podrá posar como dogmatista de ella. Hacerlo sería incurrir en un acto moralmente reprensible. Repetimos que estos dogmas constituyen la parte más importante de los materiales que el dogmatista debe usar en la construcción de su sistema y que por tanto entrarán en esa estructura para formar su núcleo y corazón, como también su elemento unificador. Pero el teólogo no puede limitarse a los dogmas que están contenidos en la Confesión de Fe de la Iglesia porque dicha confesión de ninguna manera podría ser expresión exhaustiva de la fe de esa Iglesia. El teólogo tiene que utilizar todas las verdades doctrinales que están reveladas en la Palabra de Dios y tiene también que recurrir a las fuentes de otros estudios, por ejemplo: Exégesis, Teología Bíblica, Historia de las Doctrinas y otras. Encontrará de provecho allegar la contribución de individuos y de grupos. Pero cualesquiera que sean los elementos que incorpore en su sistema, tiene que presentarlos no sólo como datos históricos, sino como partes componentes de la estructura que está edificando, y las cuales considera no solamente como expresión de su propia creencia, sino como verdad absolutamente válida. Además no puede considerar estas doctrinas como desnudas y abstractas fórmulas intelectuales, o como otras tantas verdades aisladas; antes bien, tendrá que estudiarlas y presentarlas como plantas vivas que han alcanzado su desarrollo en el curso de los siglos y se han enraizado profundamente en el suelo escriturario, contemplándolas en su majestuosa unidad. Como es natural, la teología moderna, bajo la influencia de Schleiermacher y Ritschl tiene un concepto un tanto diferente de la relación entre dogmas y dogmática. Litchtenberger define la posición de Schleiermacher en una sola sentencia cuando dice que, según el padre de la teología moderna "la dogmática no describe doctrinas ni hechos que hayan sido revelados de manera sobrenatural, sino experiencias del alma humana, o sentimientos que el alma religiosa experimenta en sus relaciones con Jesús el Salvador". Lobstein explica la posición ritschliana diciendo: "Como el dogma, tal la dogmática. Se obtiene entre la noción del dogma y el papel de la dogmática una relación necesaria y directa... Es claro que el retorno al principio vital de la Reforma y la correspondiente transformación de la idea de dogmas en la Iglesia e\angélica envuelve una modificación paralela a la tarea confiada al dogmatista. La dogmática. ... es la exposición científica de la fe protestante. La dogmática nada crea; únicamente formula los problemas cuyos elementos le han sido dados, mediante la experiencia religiosa del cristiano en la presencia de las realidades vivientes del Evangelio La dogmática es una ciencia experimental y positiva, pero recibe su material de la fe; más bien su material es la fe misma con el contenido divino de la fe". Is. Van Dijk, uno de los representantes del Movimiento Etico en los Países Bajos, y que nos trae algo del recuerdo tanto de Schleiermacher como de Ritschl, pero que parece tener una inmensa deuda con Vinet, se expresa en este asunto del modo siguiente: "El dogma es fruto del intento para reproducir un determinado punto, una cierta relación de la vida de la Iglesia en el lenguaje del intelecto, en tanto que la dogmática viene siendo la descripción, la transformación en conceptos de aquella vida como un todo". La objeción, de que esto obstruye la distinción entre dogmática y ética, se contesta haciendo notar que aunque ambas describen la vida, no la contemplan en el mismo sentido: . . . "La dogmática describe la base y el contenido, en tanto que la ética, la manifestación y el ideal de vida". B. EL OBJETO Y LA DEFINICIÓN DE LA TEOLOGÍA DOGMÁTICA. La pregunta acerca del objeto de la teología, y por tanto también acerca del objeto de la teología dogmática, puede considerarse muy apropiadamente en relación con su

definición. La teología no siempre se ha definido de la misma manera. Al determinar cuál ha sido y cuál debe considerarse el objeto de la teología, puede sernos muy provechosa una breve consideración de las definiciones más importantes que se han sugerido en el correr del tiempo. 1. EL CONCEPTO ACERCA DEL OBJETO DE LA TEOLOGÍA DOGMÁTICA EN LA PRIMITIVA TEOLOGÍA PROTESTANTE. Antes de la Reforma, hubo varias ideas respecto al objeto de la Teología Dogmática. Según el concepto de S. Agustín, trata de Dios, el mundo, el hombre y los sacramentos. Pedro Lombardo compartió este concepto. Otros consideraron como objeto de la Teología Dogmática al cuerpo místico de Cristo, es decir, la Iglesia (Alejandro de Hales y Buenaventura) y todavía otros, la obra redentora de Dios (Hugo de San Víctor). Tomás de Aquino se expresó de la manera siguiente: "Theologia a Deo docetur, Deum Docet, et ad Deum ducit" (Dios enseña teología, la teología nos enseña a Dios, y nos conduce a Dios"). Esto está más en armonía con la etimología del vocablo hasta donde con él se presenta a Dios como el objeto de la teología. Un número considerable de teólogos Luteranos y Reformados del período posterior a la Reforma definieron la teología como el conocimiento o ciencia que se refiere a Dios. Algunos objetaron esta definición fundándose en que no nos es posible tener un conocimiento perfecto de Dios mientras estamos sobre la tierra. Pero aquellos que hicieron uso de esta definición, en lo general tuvieron cuidado de indicar que no tenían de Dios el conocimiento que El tiene de Sí mismo (conocimiento arquetípico) sino el que el hombre tiene acerca de Dios, en virtud de la revelación que El ka hecho de Sí mismo (conocimiento ectípico). Consideraban posible tal conocimiento de Dios, porque El se ha revelado. El deseo de acentuar la naturaleza práctica de esta ciencia impulsó a algunos teólogos del siglo XVII a definirla con referencia a su finalidad o propósito más bien que con vista a su objeto. La concibieron (a la teología) como la maestra que enseña al hombre la religión verdadera para salvación, la vida para Dios en Cristo, o el servicio para Dios según a El le agrada. Estas y otras descripciones un tanto parecidas se encuentran en las obras de Hollaz, Quenstedt, Gerhard, Amesius, Mastricht y a Marck. Sin embargo, en general puede decirse que los teólogos Reformados concibieron la teología como la ciencia que trata de Dios. No obstante esta sencilla definición a menudo recibe ciertas adiciones complementarias. Con frecuencia toma formas parecidas a las siguientes: La teología es la ciencia de Dios y de las cosas divinas; o ... de Dios y de sus relaciones con el universo; o . . . de Dios, tal como es en Sí mismo y en sus relaciones con todas sus criaturas. 2. EL DESARROLLO DE UN NUEVO CONCEPTO EN LA MODERNA TEOLOGÍA SUBJETIVA. El fenomenalismo de Kant tuvo un efecto muy revolucionario sobre el concepto común de la teología. Limitó todo conocimiento teórico, científico o de cualquiera otra clase al mundo de los fenómenos. Esto significa que según esa teoría el hombre no tiene conocimiento teórico de aquello que trasciende a la experiencia humana, y por tanto, la teología como ciencia de Dios es una imposibilidad. La razón práctica es la única guía confiable en religión, y las proposiciones de ésta no son susceptibles de prueba racional, sino que deben aceptarse mediante la fe. Dios queda en muy elevada exaltación sobre nuestra observación y experiencia. Sólo por la fe podemos aceptarlo. así como también las relaciones que guarda con sus criaturas, y lo que de esta manera se acepta no puede estructurarse en forma científica. Dios es objeto de fe, no de ciencia. Los principios epistemológicos de Kant pavimentaron el camino para aquel subjetivismo en religión, del cual, Schleiermacher llegó a ser el gran abogado. Este definió la dogmática como "la ciencia de la Fe Cristiana", es decir, del contenido de la Fe Cristiana. Este contenido no consiste en verdades o hechos sobrenaturalmente

revelados, sino en experiencias religiosas, originadas bajo la inspiración de la personalidad de Jesús, mediante las cuales el hombre adquiere conciencia de lo sobrenatural y eterno. Las expresiones intelectuales del sentimiento piadoso, o de la experiencia cristiana que concurren en la predicación y enseñanza de una iglesia particular constituyen la materia prima de la teología. Y una investigación de la causa de esta experiencia, conducirá de modo natural la mente a Dios. Los ritschlianos también definen la dogmática como "la exposición científica de la Fe protestante". Pero éstos no concuerdan con el concepto de Schleiermacher acerca del objeto de la dogmática; refiriéndose a la obra de este autor Lobstein dice: "La obra clásica del gran teólogo no es, a decir verdad, una exposición sistemática de la Fe Protestante; más bien se compone de reflexiones acerca del alma del cristiano y acerca de las diferentes modificaciones de la conciencia religiosa del sujeto". Los ritschlianos, por lo general, pretenden gran objetividad, y suena un tanto más objetivo cuando el mismo autor que estamos citando dice: "La dogmática. . . recibe su material de la fe; más bien, su material es la fe misma, con el contenido divino de la fe, es decir, el Evangelio". No obstante, al final de cuentas, el concepto ritschliano se vuelve precisamente tan subjetivo como el de Schleiermacher, y así lo vamos a demostrar en uno de los capítulos siguientes. Esta tendencia subjetiva, con el transcurso del tiempo, dio origen a la definición tan popular en nuestro día, según la cual, la teología se define como "la ciencia de la religión", o, de modo más específico, como "la ciencia de la religión cristiana". En esta definición, tal como por lo general se usa en la teología moderna, la palabra "religión" se toma en el sentido subjetivo, para designar a la religión como un fenómeno de la vida humana. Además, con frecuencia se concibe a esta religión en forma muy unilateral e insatisfactoria, y a veces se la explica como un mero fenómeno natural. De manera que, aquel aspecto de la vida humana que indica las relaciones del hombre con un Ser Divino se convirtió en el objeto de la teología. Este concepto dio por resultado un énfasis mayor en el estudio de la historia de la religión, de la filosofía de la religión y de la psicología de la religión. De consiguiente, hay serias objeciones hacia este concepto de la teología, de las que señalaremos tres: (a) que divorcia a la teología de su fundamento objetivo en la Palabra de Dios, y la funda por completo en experiencias subjetivas desprovistas de valor normativo; (b) que despoja a la" teología de su carácter positivo y la reduce a una ciencia meramente descriptiva, describiendo fenómenos históricos y psicológicos en lugar de aspirar a la verdad absoluta; y (c) que involuntariamente conduce hacia una representación de la religión cristiana como nada más que una de tantas religiones del mundo, difiriendo de ellas, realmente, en grado, pero no en esencia. Sin embargo debe llamarse la atención al hecho de que la definición de teología como la ciencia de la religión a veces se encuentra en las obras de los más antiguos teólogos Reformados, y todavía se encuentra en los escritos teológicos de hombres de la generación próxima anterior a la nuestra, tales como Thornwell, A. A. Hodge y Girardeau. Pero cuando estos hombres definen así la teología, usan el término "religión" en sentido objetivo, es decir, designando la revelación divina, la cual es norma para el verdadero servicio de Dios, la regla para la vida religiosa del hombre, la devoción y la adoración. Entendida de esta manera, la definición no queda expuesta a la crítica que dejamos consignada. Al mismo tiempo, debido a su ambigüedad tampoco merece que la recomendemos. 3. EN TIEMPOS RECIENTES SE HA RECONOCIDO EL CARÁCTER OBJETIVO DE LA TEOLOGÍA DOGMÁTICA. Aunque algunos eruditos conservadores se adaptan más o menos al uso de la nueva definición, y hablan de la teología como de la ciencia de la religión o de la fe cristiana (McPherson), para nada pretenden indicar

con ello que también consideren la religión o la fe subjetiva del hombre como el objeto de la teología. Algunos de ellos, evidentemente, eligieron esta definición como indicación del hecho de que la teología no estaba limitada al estudio de nada más un objeto, es decir, Dios, sino que incluía el estudio de todas las doctrinas de la religión o de la fe cristiana. Esto significa que en las definiciones de ellos, los términos "religión" y "fe" no tuvieron una connotación subjetiva, sino objetiva. Sin embargo, el mayor número de eruditos conservadores continuaron con el concepto de teología considerada como ciencia de Dios, aunque con el pensamiento definido de que no consideraban a Dios aparte de su creación, como objeto de la teología, sino a Dios en relación con sus criaturas. En este concepto Shedd dice: "La teología es una ciencia relacionada tanto con el Infinito como con el Finito, con Dios y con el Universo". Y A. H. Strong da la siguiente definición "La teología es la ciencia de Dios y de las relaciones entre Dios y el Universo". Otros bien conocidos teólogos que consideran a Dios como el objeto de la teología y que por lo mismo hablan de ella como de la ciencia de Dios, son Hill, Dick. Heppe, Schmid, Dabney, Boyce, Hastie Orr y Warfield. El párrafo precedente no menciona a los teólogos holandeses. Sin embargo, esto no significa que la posición de ellos difiere materialmente de la de aquellos autores que acabamos de mencionar Se les menciona aparte nada más porque algunos de ellos variaron un tanto su definición, precisamente como Charles Hodge hizo en nuestra propia tierra (E. V. A.) Este cambio fue motivado, al menos en parte, por el deseo de evitar la dificultad sugerida por la consideración de que no podemos convertir a Dios en el objeto directo de nuestro estudio científico. Hodge encuentra el objeto de la teología en las "verdades" y "hechos" de la Escritura, los cuales, los teólogos deben "coleccionar, comprobar, arreglar y exhibir, en la relación natural que guardan el uno con el otro" Según lo estimaba Kuyper esta definición "no es básicamente incorrecta", pero tanto él como Bavmck objetaron juntamente a la idea de que el teólogo debe '"comprobar" las verdades y hechos de la Escritura, porque tal cosa, prácticamente, destruye el concepto de la teología ectípica, y lógicamente coloca el teólogo, una vez más, bajo el dominio de una ciencia natural. Kuyper prosigue sobre la hipótesis de que Dios no puede ser objeto directo de un estudio científico. En un estudio tal, el sujeto se levanta por arriba del objeto, y tiene potencia para examinarlo y comprenderlo. Pero el hombre pensador no puede relacionarse en tal forma con Dios, I Cor 2: 11. Según Kuyper es por completo esencial distinguir entre dos clases de teología, es a saber: (a) teología como conocimiento de Dios, en la cual Dios es el objeto, y (b) teología corno ciencia, la cual encuentra su objeto en la revelación que Dios ha hecho de sí mismo. La primera consiste en el conocimiento ectípico de Dios, contenido en la Escritura, y adaptado a las facultades cognoscitivas del hombre; en tanto que la otra se define como "aquella ciencia que toma el conocimiento revelado de Dios cerno el objeto de su investigación y lo levanta al grado de sunesis (intuición, comprensión)". Procuró por medio de esta distinción establecer una relación orgánica general, entre teología y ciencia Y ahora habrá que preguntar si esta posición equivale a una negación del hecho de que Dios es el objeto de la teología. Por una parte; en verdad, así parece, y de hecho Kuyper claramente dice que el conocimiento revelado de Dios y nada más es el objeto de la teología como ciencia.2 Este punto llegó a convertirse en asunto de debate teológico en los Países Bajos. Al mismo tiempo también dice que esta ciencia todavía no merece el nombre de teología si no profundiza nuestra penetración en el conocimiento ectípico de Dios.3 Se preguntará si el método de Kuyper de presentar las cosas no es nada más otro modo de decir que Dios es el objeto de la teología como ciencia, únicamente hasta donde El mismo se ha revelado en su Palabra. O, para decirlo en otras palabras, que Dios no es el objeto directo de la teología, aunque sí, es el último objeto de ella; que Dios no es el

objeto inmediato, pero sí, el objeto mediato por medio de la divina revelación de Sí mismo. Después de todo, según su concepto, la teología como ciencia trata del Conocimiento de Dios, procura apropiarse y asimilarse sus diferentes datos, para explicarlos en su grandiosa unidad, y forjarlos en una estructura que satisfaga el conocimiento humano, y puede llamarse teología, únicamente, en la medida en que profundiza nuestra penetración en el conocimiento de Dios. Además, merece atención (a) que Kuyper afirma que la ciencia de la teología no admite otro motivo que "conocer a Dios o aprender a conocerlo"; (b) que su negación de que Dios pueda ser el objeto de la ciencia humana, significa nada más que no podemos por nosotros mismos alcanzar un conocimiento científico de Dios, sino que estamos sujetos a su propia revelación; (c) que él considera como un fenómeno muy precario que en teología "el objeto de la investigación ya no sea la realidad de Dios sino la realidad de la religión." Esta idea del asunto se corrobora con el hecho de que Bavinck considera a Dios como el objeto de la teología, y sin embargo, define a la dogmática como "el sistema científico del conocimiento de Dios"; que Hepp, uno de los discípulos y sucesores de Kuyper, dice que Dogmática "es aquella parte de la ciencia que hace de Dios su objeto, tal como puede ser conocido mediante su revelación, o para expresarlo más brevemente, que hace de la Escritura su objeto"; y que Honig, uno de los primeros discípulos de Kuyper también sostiene que ambas definiciones, — es decir que la teología es la ciencia de Dios, y que es la ciencia del conocimiento de Dios, — son buenas, y que la disputa referente a ellas fue, en su mayor parte, una disputa de palabras.4 Evidentemente el Dr. Warfield también siente que no están en conflicto esas dos definiciones. El Dr. Warfield define la teología como "la ciencia que trata de Dios y de las relaciones entre Dios y el universo", pero también dice: "Realmente el objeto de la teología, como el Dr. Kuyper justamente ha insistido con frecuencia, es el conocimiento ectípico de Dios". Para él esto no equivale a decir que las Escrituras constituyen el objeto de la teología, porque explícitamente dice que "Las Escrituras, después de todo, no son el objeto de la teología, sino nada más su fuente".1 En Alemania, en años recientes, surgió una reacción en contra del subjetivismo que introdujo Schleiermacher, en la teología colocando al hombre en el centro, más bien que a Dios De nuevo hay quienes acentúan el hecho de que Dios es el objeto propio del estudio teológico. Esta nueva tendencia encuentra expresión en la obra de dos volúmenes de Schaeder. Este autor comienza su segundo volumen con esta^ significativas palabras: "La teología tiene que ver con Dios; siempre y en todo con Dios. Cada pregunta de la teología aun cuando se trata de la naturaleza e historia del mundo, o del hombre y su vida, es realmente de carácter teológico sólo cuando en última instancia gira alrededor de Dios". La teología de crisis difiere considerablemente de la teología teocéntrica de Schaeder, y eso, entre otras cosas porque se aparta más completa y radicalmente del método de Schleiermacher. Aunque en la teología de Schaeder es más prominente a la Palabra de Dios que en la de Schleiermacher, no se levanta por encima del subjetivismo de éste. La teología de crisis, por otra parte, coloca la Palabra de Dios, es decir, la revelación sobrenatural de Dios, prominentemente al frente, y por esa razón se le llama "la teología de la Palabra de Dios". Barth define la tarea de la dogmática de la manera siguiente: "Como disciplina teológica, la dogmática es la prueba científica a la cual la Iglesia se autosujeta con respecto al lenguaje acerca de Dios que ella ha hecho peculiarmente suyo". El mismo Barth, en El Credo se expresa de la manera siguiente: "La dogmática se empeña en tomar lo que acerca de Dios se le dice primero en la revelación, y en pensarlo de nuevo con pensamientos humanos, y en volverlo a decir en lenguaje humano Con esa finalidad la dogmática desdobla y exhibe aquellas verdades en las cuales, concretamente, nos atañe la verdad de Dios". * De

manera que la dogmática se ocupa del material doctrinal que la Iglesia ha sacado de la revelación de Dios. En realidad, no hay una buena razón por la que no debiéramos seguir hablando de la teología considerándola como la ciencia que se ocupa de Dios De consiguiente, es posible considerar el conocimiento ectípico de Dios como el objeto inmediato de la teología, y bajo determinadas circunstancias sería deseable explicarlo de esa manera; pero desde todo punto de vista sería preferible hablar de Dios, según se ha revelado en su Palabra, considerándolo el objeto verdadero de la teología. Esto no implica que el sujeto pensador pueda colocarse por encima de Dios considerándolo como objeto, y que el hombre pueda de sí mismo extraer del Ser Supremo el conocimiento de la Deidad, ni que el sujeto humano pueda comprender a Dios y de ese modo alcanzar acerca de El un conocimiento perfecto. Cuando empleamos la definición antigua damos por entendido: (a) que Dios se ha revelado y de este modo ha traído al hombre el verdadero conocimiento del Ser Divino; (b) que el hombre, creado a la imagen de Dios, es capaz de apropiarse y entender esta verdad divina; y (c) que el hombre tiene una tendencia inherente de sistematizar este conocimiento con la idea de tener un mejor entendimiento acerca de Dios y de sus relaciones con sus criaturas. Estamos con Bavinck y hacemos nuestra su definición: "La dogmática es el sistema científico del conocimiento de Dios". C. LA TEOLOGÍA CONSIDERADA COMO CIENCIA. 1. LA NEGACIÓN DEL CARÁCTER CIENTÍFICO DE LA TEOLOGÍA. a. La Base de esta negación. Hubo un tiempo cuando, generalmente, se daba a la teología el reconocimiento de reina de las ciencias; pero ahora no goza de tal distinción. Ya Duns Escoto sostuvo que la teología no era una ciencia en el sentido estricto de la palabra, sino nada más una disciplina práctica. Sin embargo, esta idea, bastante notable, no encontró mucha aceptación. En general, los escolásticos acentuaron el carácter científico de la teología y se ocuparon de ella concediéndole ese carácter; y en las obras teológicas de la Reforma y post-Reforma se le reconoció así por completo. Fue de manera especial, a fines del siglo XVIII cuando se puso a discusión el derecho de la teología a ser considerada ciencia, y hasta se le negó explícitamente. Esto se debió en parte a la crítica de Kant respecto a la facultad de conocimiento, según la cual es imposible obtener cualquier conocimiento teórico acerca de Dios y de lo supersensible en general; y en parte a la presuntuosa demanda de las ciencias naturales de ser las únicas ciencias dignas de ese nombre. Esta actitud negativa fue fortalecida en gran manera por el positivismo con su idea de que cada rama del conocimiento pasa sucesivamente por tres diferentes etapas: La teológica o ficticia, la metafísica o abstracta, y la científica o positiva El hombre que llega a la etapa final tiene que haber dejado muy atrás a la teología. El gran agnóstico Herbert Spencer prosiguió invariablemente sobre la hipótesis de que la teología es extraña en los dominios de la ciencia. La objeción más grande al status científico de la teología, se presentó, de manera especial, en forma doble. En primer lugar, la teología se dedica al estudio de un objeto que está más allá de la comprensión del conocimiento teórico humano, puesto que no puede observarse, ni sujetarse a pruebas experimentales. Y en segundo lugar, la teología encuentra su base de certidumbre en una revelación autoritativa más bien que en la razón humana, única autoridad en la ciencia. Actualmente resulta común encontrar científicos que sonríen de manera significativa cuando oyen que el pueblo habla de la ciencia teológica. Harry Elmer Barnes llega hasta declarar que el teólogo es notoriamente incompetente para ocuparse del contenido del propio campo de estudio que escogió como suyo. He aquí lo que dice: "El concepto nuevo de estos asuntos deja ver muy claro que el clérigo ya no puede pretender pasar por experto competente en la

manera de descubrir la naturaleza, voluntad y opera-ciones del nuevo Dios cósmico. Si se tratara este problema y se alcanzara alguna solución, tendría que hacerse mediante los esfuerzos cooperativos de los sabios que se ocupan de las ciencias naturales y los filósofos de la tradición de Dewey. En el mejor de los casos, el teólogo podría ser nada más un intérprete competente, de segunda o tercera clase, respecto a los hechos e implicaciones que recogieran especialistas en ciencia y filosofía, acerca del cosmos y de sus leyes . . . Pero ahora, cuando Dios tiene que ser buscado, siquiera en parte, en términos de los descubrimientos que se produzcan en el tubo de ensaye, en el componente microscópico, en el interferómetro, en el tubo de radium y en las ecuaciones de Einstein, el clérigo tradicional, queda en las premisas, muy desesperadamente fuera de lugar". Hay más de un grano de verdad en las siguientes palabras de Macintosh: "Entre las ciencias empíricas, la teología no hallará una siquiera, tan pobre que la reconozca como ciencia, y mucho menos que le muestre reverencia. Además, hasta gran parte del mundo, incluyendo multitud de personas que todavía se precian de religiosas, van llegando a la participación del desprecio que los hombres de ciencia sienten hacia la teología". b. Reacción de los teólogos hacia esta negación. No dejó de sentirse el efecto que produjo en la actitud de los teólogos y del pueblo religioso en general, esta extendida negación de hombres de ciencia y filósofos, repetida por gran número de personas menos ilustradas que popularizaban la opinión en boga. Especialmente fue doble la reacción de aquellos teólogos que aceptaron el fallo de los hombres de ciencia. Algunos simplemente abandonaron la pretensión de la teología al elevado honor de ser científica, y aparecieron perfectamente de acuerdo en asignarle una posición inferior. Dice Macintosh: "Recientemente bajo la presión de mucha crítica hostil, ha habido una retirada estratégica, y las definiciones que generalmente resultan favorecidas son afirmaciones modestas de las que resulta que la teología es la expresión intelectual de la religión". Sin embargo, otros se han dedicado a la tarea de reconstruir la teología en forma tal que vindique su antigua y venerable reclamación a que se le reconozca una posición científica. En lugar de la experiencia religiosa, de la fe religiosa, o de la religión en general, tomaron a Dios como objeto de la teología, lo que significa que se volvieron de lo objetivo a lo subjetivo, de lo divino a lo humano, de lo supersensible a ciertos fenómenos psicológicos que caen bajo la observación humana. Constantemente se empeñan más y más en el estudio y la interpretación de la vida religiosa, por medio de la aplicación del verdadero método científico, el que Macintosh describe como "el método de observación y experimento, de generalización y explicación teórica". Añade este autor que "si la teología, verdaderamente, se ha de convertir en científica, lo ha de lograr convirtiéndose, fundamentalmente, en empírica". No cree que los métodos de Schleiermacher, Ritschl y Troelsch hayan tenido éxito, pero no por eso abandona toda esperanza. Se expresa así: "La teología sistemática ni ahora, ni nunca ha sido una ciencia empírica. Sin embargo, esto no quiere decir que no pueda convertirse en ciencia, y eso en un futuro muy cercano". Es muy notable que este teólogo moderno, al igual que Schaeder en Alemania, acentúa de nuevo el hecho de que el objeto de la teología no es la religión, sino Dios tal como se ha revelado en la experiencia religiosa (tomando la experiencia en su más amplio sentido) y en la historia de las religiones. 2. LA POSIBILIDAD DE SOSTENER EL CARÁCTER CIENTÍFICO DE LA TEOLOGÍA. a. Desde un punto de vista es imposible. En la actualidad, muchos fundan el derecho de la teología a llamarse ciencia en el hecho de que está dedicada al estudio del cristianismo o de la religión y, por tanto, tiene que ver con datos, o de la historia o de la experiencia, los cuales pueden estudiarse de acuerdo con un estricto método científico de observación y comprobación. Puesto que no participamos de este concepto de la

teología, no podemos servirnos de la base que proporciona para sostener el carácter científico de ella. Para nosotros el problema se reduce a saber si es posible sostener el status científico de una teología que aspira al estudio de Dios más bien que el de la religión. Y la respuesta que uno dé a esta interrogación dependerá del concepto que se tenga de la ciencia. Esto significa que, ante todo, será necesario llegar a un claro conocimiento respecto a aquellos que constituye una ciencia. Muchos eruditos de hoy, especialmente en nuestra tierra (E. U. de A.) consideran que el vocablo "ciencia" es una designación adecuada para lo que acostumbramos llamar "ciencias naturales", y sólo a ellas se debe aplicar, puesto que ellas constituyen los únicos estudios que tienen que ver con materias que pueden observarse y probarse en el laboratorio. Parece que la cuestión decisiva será si un estudio tiene que ver con hechos de observación. Pero también puede preguntarse si eso no constituiría una limitación arbitraria. El Dr. Harris dice que tal cosa se justificaría, únicamente, volviendo por completo de revés el positivismo de Comte y admitiendo y sosteniendo que el conocimiento se limita a la observación hecha mediante los sentidos". Pero esta sería una posición del todo insostenible, porque, dice el Dr. Harris, "si la aceptaran, tendrían que renunciar a la importante porción que sus propias ciencias conocen mediante inferencias cuya validez depende de intuiciones racionales".l Aquellos que insistan en tomar esta posición, excluirán de la manera más natural a la teología del dominio de la ciencia, porque la teología considerada como la ciencia de Dios no tendrá que ver con datos proporcionados por la observación o la experiencia. No se mejora notablemente la situación diciendo como Huxley: "Entiendo que ciencia es todo conocimiento que descansa sobre evidencia y razonamiento "de carácter semejante a aquel que reclama nuestro asentimiento para proposiciones ordinariamente científicas (las itálicas son mías); y si algún hombre es capaz de hacer buena la afirmación de que la teología descansa sobre evidencias válidas y sano razonamiento, entonces me parece que una teología tiene que ocupar su lugar como una parte de la ciencia". Macintosh se refiere a estas palabras de Huxley en la página 25 de su obra, Teología as an Empirical Science, y se siente inclinado a aceptar el desafío. Pero desde nuestro punto de vista este intento nos parece sumamente desesperado. No debemos perder de vista el hecho de que los métodos de las ciencias naturales no son aplicables al estudio de la teología, ni siquiera al estudio de la religión. La teología tiene derecho a su propio método, el cual estará determinado por la naturaleza del contenido de aquélla. El Dr Mullins señala correctamente cuando dice "Se procede de manera falsa cuando los hombres tratan la religión como si fuera física, química, biología, psicología o sociología. No hay conflicto necesario entre alguna de éstas y la religión. Pero cuando los hombres anhelan tanto la religión como la solución de sus problemas, tiene que emplearse el criterio religioso. Cuando la ciencia moderna ofrece cualquiera otro, entrega una piedra en lugar de pan, y una serpiente en lugar de un pez". b. Desde otro punto de vista sí es posible La situación resulta muy diferente si el vocablo "ciencia" se toma en el sentido del vocablo alemán "wissenschaft" o del holandés "wetenschap". Eisler, en su Handwoerterbuch der Phlosophie, define al primero de estos vocablos ("Wissenschaft") como "el conocimiento sistematizado, unificado en el principio de una perspectiva determinante, que se ocupa, mediante un mismo punto de vista unificador, en ligar metodológicamente el resumido conocimiento en forma de unidad sistemática". Según esta definición no hay ninguna razón válida para que no consideremos a la teología dogmática como ciencia. Sencillamente, la ciencia resulta conocimiento sistematizado. Esta ciencia se erige sobre el fundamento del conocimiento común de la humanidad. Tal conocimiento, según la naturaleza de su objeto, puede obtenerse de varias maneras. Puede ser mediante observación, reflexión o revelación, pero debe ser conocimiento verdadero. Pueden y deben aplicarse pruebas

experimentales en el caso de las ciencias naturales, pruebas racionales en el caso de las ciencias espirituales, y pruebas bíblicas en el caso de la teología. La materia de la teología solamente puede ser dada mediante revelación, y es deber del teólogo sistematizar los conocimientos adquiridos por este medio, y rígidamente sujetarlos a prueba por la analogía de la Escritura. Si del contenido logra el teólogo formar un concepto comprensivo, a la vez que unificado, estará procediendo en forma sistemática, y el resultado de su trabajo será científico. La teología tiene su método distintivo, pero después de todo hay mucho que tiene en común con otras ciencias. Si el asunto que trata ha sido dado mediante revelación, también así acontece, estrictamente hablando, con los asuntos que las otras ciencias erigen en sistemas. La razón no puede considerarse como la fuente de este asunto, sino nada más como el instrumento por medio del cual lo domina, analiza, clasifica y sistematiza. Y si en general, las ciencias se valen de la razón humana para la construcción de sus sistemas de conocimientos, así también depende la teología de la razón humana santificada, para su trabajo de investigación y construcción. Es verdad que en el trabajo del teólogo resulta fundamental el elemento de la fe, pero tampoco hay un solo hombre de ciencia que por completo pueda excluir la fe de su trabajo. Y si el teólogo tiene que dejar sin solución un gran número de preguntas decisivas, esto también es cierto en alto grado respecto a cada una de las otras ciencias. La teología, pues, no se mueve en la esfera de las ciencias naturales y, por eso, no aplica ni quiere aplicar sus métodos. Si lo hiciera tendría como único resultado destruirse a sí misma mediante la aplicación del método experimental. Tiene mucho más en común con las llamadas Geisteswissenschaften un término que Baillie tradujo como "ciencias del espíritu". Recuérdese que la teología no es nada más una ciencia descriptiva que proporciona sólo conocimientos históricos, sino muy ante todo, es decididamente una ciencia normativa que trata de la verdad absoluta, dada por medio de revelación y que obliga a la conciencia. Shedd habla de ella como de una ciencia absoluta que resulta verdadera no sólo para el intelecto humano sino para toda inteligencia racional. También la llama ciencia positiva para indicar que la fe produce el conocimiento real y verdadero de su objeto, aunque tenga que dejar muchos misterios sin explicación. Si ocasionalmente otros niegan que sea ciencia positiva, dan a entender con ello que no es ciencia positiva en el sentido en que Comte utilizó la palabra. D. EL LUGAR ENCICLOPÉDICO DE LA DOGMÁTICA. Bajo este encabezado general consideremos la pregunta respecto al grupo al que pertenece la dogmática, y de manera más particular, la relación que guarda con la apologética y la ética. 1. EL GRUPO DE ESTUDIOS AL QUE PERTENECE. Hay muy poca diferencia de opinión en cuanto al grupo de estudios teológicos al que pertenece la dogmática. Casi siempre se le clasifica con la Sistemática o, como Kuyper la llama, el grupo dogmatológico, es decir, el que se centra alrededor del dogma de la Iglesia. Los otros estudios más importantes que Kuyper incluye en el mismo grupo son los Símbolos o Credos, la Historia del Dogma, la Ética, la Apologética y la Polémica. Esto, no obstante, Schleiermacher se aparta de la clasificación común y la clasifica con la Teología Histórica. Esto se debió al hecho de que concibió la dogmática como la exposición sistemática de la fe cristiana en cierta etapa de su desarrollo, y de todo más específico, como la ciencia de la doctrina confesada por una iglesia cristiana particular, en una determinada etapa de su desarrollo histórico. Según Schleiermacher el dogma se caracteriza más por el cambio que por la estabilidad. Es producto de la siempre cambiante experiencia religiosa de la Iglesia, y tiene valor e importancia sólo hasta donde está de acuerdo con la inmediata y creyente conciencia cristiana. De acuerdo con este concepto del dogma la teología dogmática se explica como la "ciencia de la

presentación unida de la doctrina vigente en una asociación de Iglesias Cristianas, en una época determinada". Como una expresión de la siempre cambiante vida religiosa, la dogmática, según estima Schleiermacher, no es expresión de verdad absoluta y, por tanto, carece por completo de autoridad permanente. Sin embargo, esta idea de Schleiermacher no resultó muy favorecida en el mundo teológico, ni siquiera entre los teólogos amplitudistas. Rothe y Dorner son los eruditos más notables que en este asunto siguieron a Schleiermacher. Raebiger dice correctamente: "Según el lugar que Schleiermacher asigna a la dogmática, ésta debe ser una historia de la doctrina comúnmente aceptada el día de hoy" El mismo George Burman Foster levanta objeciones a la definición de Schleiermacher, en las siguientes palabras: "Pero la teología histórica tiene que ver con hechos, no con verdades: con lo que fue, no con lo que debe ser. Y ciertamente, esta limitación de la tarea dogmática a la teología histórica no ha encontrado adherentes, ni siquiera entre estos mismos grandes teólogos, y mucho menos en Schleiermacher, el gran campeón de la idea". 2. LA RELACIÓN QUE TIENE LA DOGMÁTICA CON LA APOLOGÉTICA. Nunca ha habido ni hay actualmente un acuerdo con respecto a la naturaleza de la apologética ni al lugar que ésta debe ocupar en la enciclopedia teológica. Algunos la han situado entre el grupo exegético de estudios teológicos y otros la han incorporado con la teología práctica. Sin embargo, se ha acostumbrado más considerarla como parte de la teología sistemática, ya sea como estudio introductorio, o como algo cuya naturaleza la acerca a la dogmática. En este asunto, como en otros muchos, Schleiermacher marcó un sendero completamente nuevo al declarar que la apologética es disciplina introductoria, básica para el sistema completo de la teología, y que en este carácter debería preceder al mismo grupo exegético de estudios teológicos. Explicó la apologética como la ciencia que se dedica a la vindicación del cristianismo como un todo, mediante argumentación racional. Fue notable inconsistencia de Schleiermacher tomar esta posición, puerto que consideró un imperativo excluir la filosofía de la teología, y no obstante, de esta manera puso para la teología una base filosóficamente elaborada La apologética se convirtió en una especie de fundamento y desde entonces, algunas veces se le ha llamado Teología Fundamental. Este concepto de Schleiermacher fue adoptado por Ebrard, un teólogo Reformado. Beattie también lo favorece en su libro sobre Apologética. Dice así: "Sería mejor, por tanto, dar a la Apologética un lugar propio y considerarla como una disciplina introductoria a todo el sistema teológico. Esta, a no dudarlo, es la mejor idea" El Dr. Warfield comparte este concepto acerca de la apologética. La concibe como "el departamento teológico que establece los principios constitutivos y reguladores de la teología considerada como ciencia; y al establecer estos principios, establece también todos los detalles que de ellos se derivan, mediante los departamentos adecuados, explicándolos y sistematizándolos correctamente". Dice además que, la apologética se ocupa de "establecer la verdad del cristianismo como religión absoluta, haciéndolo en forma directa sólo cuando la considera como un todo, e indirectamente, sólo cuando la considera en sus detalles". Se supone que la apologética, apelando directamente a la razón en favor de sus evidencias, se ocupa de los grandes temas de Dios, la religión, la revelación, el cristianismo y la Biblia. Los restantes departamentos de la teología únicamente pueden construir sobre el fundamento puesto por la apologética. Según Bruce, de este modo se convierte la apologética en una clase de mediador entre la filosofía y la teología, pero un mediador en el cual Bruce no tiene mucha confianza. Bruce concibe la apologética como "una que prepara el camino de la fe, un auxiliar de la fe en contra de las dudas, vengan de donde vinieren, y de manera especial, aquellas que son engendradas por la filosofía y la ciencia". Este modo de hablar, refiriéndose a la

apologética como "una que prepara el camino de la fe" no obstante lo diferente que en otros sentidos sea, parece una idea más o menos alineada con el concepto de Schleiermacher. Henry B. Smith expresa su posición en estas palabras: "Es mejor considerar a la Apologética como dogmática histórico-filosófica. Es todo el contenido y la sustancia de la fe cristiana arreglado para utilizarse en forma defensiva y ofensiva". Kuyper, Bavinck y Hepp tienen objeciones serias contra el concepto que tiene Schleiermacher de la apologética, y las críticas tajantes de aquéllos parecen estar plenamente justificadas. Registran de manera especial las siguientes objeciones: (a) aunque, como el nombre lo indica, la apologética es propiamente una ciencia defensiva, resulta que bajo el concepto de Schleiermacher se cambia en ciencia constructiva, que aspira a la construcción de un sistema independiente, surgido de datos filosóficos y por medio de argumentos racionales nada más. (b) Según este concepto la apologética precede a los cuatro departamentos de la teología como una clase de Principios y la teología tiene que construir sobre un fundamento colocado por la razón humana, (c) De esta manera la teología queda despojada de su carácter independiente y deriva sus principios de un sistema que es producto de la razón pura, todo lo cual 'resulta en contra de la naturaleza de la teología. Los teólogos con cuyos nombres iniciamos el párrafo anterior le conceden a !a apologética un lugar en relación con el estudio de la dogmática, y le señalan la tarea de vindicar el sistema cristiano de la verdad en contra de los ataques de la falsa filosofía y la ciencia. Por una parte tratan de evitar que se dé a la apologética un valor exagerado, y por la otra, que no se la menosprecie. No quieren descuidarla, ni considerarla nada más como un estudio de importancia práctica, sino señalarle una tarea modesta y sin embargo, importante, cual es la defensa del dogma de la Iglesia en contra de todos los ataques, y que al hacerlo lo haga en forma constructiva y fundamental, y no nada más ocasionalmente según lo determinen las controversias en boga. 3. LA RELACIÓN ENTRE LA DOGMÁTICA Y LA ÉTICA. Ninguna rama de los estudios teológicos está tan estrechamente relacionada con la dogmática como la Ética Cristiana o Teológica. Antes y durante la Reforma muchos teólogos incorporaron la ética cristiana en sus dogmáticas, y varios teólogos del siglo XVII la tratan en una segunda parte que sigue a la dogmática, y sin embargo, hasta en esos primeros tiempos algunos comenzaron a descubrirla como una disciplina separada, con objeto de hacerle mayor justicia que la que se podría hacerle en una semana tratando de dogmática. Según Geesink Daneau fue el primero que publicó una Ética Reformada en 1577. Esta separación entre la dogmática y la ética no se generalizó de inmediato, aunque los teólogos comenzaron a hacer en sus tratados una distinción más aguda entre el material dogmático y el ético, credenda y faciendo, (entre el creer y el hacer). Sin embargo, gradualmente, fue aumentando la práctica de separarlas. Aunque esto, en sí, nada tenía de perjudicial, tuvo resultados desastrosos puesto que la ética gradualmente se fue apartando de sus amarras religiosas. Bajo la influencia de la filosofía del siglo XVIII la ética cristiana gradualmente quedó despojada de su carácter teológico. En la filosofía de Kant la religión se fundó sobre la ética más bien que la ética sobre la religión. Y en los escritos de autores como Schleiermacher, Ritschl, Rothe, Herrmann y Troeltsch la moralidad queda divorciada de la religión y adquiere carácter autónomo. Volvieron a ligar la ética con la religión escritores como Dorner, Wuttke y Luthardt, sólo que lo hicieron en forma muy insatisfactoria. De hecho no hay diferencia de principios entre la dogmática y la ética. Los principios de la una, son también los de la otra. Por tanto, no hay por qué admirarse de que algunos hayan vuelto a buscar una relación más estrecha entre las dos. En el siglo pasado Raymond incluyó por separado un sistema de Etica en su Systematic Theology, George Burman Foster en su obra, Christianity in Modern Expression hizo lo mismo. Y teólogos Reformados tan distinguidos como

Charles Hodge y Robert L Dabney incorporaron una discusión sobre los Diez Mandamientos en sus tratados de teología sistemática. Kuyper considera deseable tratar por separado a la ética teológica debida: (a) las verdades éticas se han venido desarrollando de manera diferente a las verdades dogmáticas; y (b) el estudio de cada una de ellas tiene sus propios requisitos y métodos. La dogmática discute los articula fidei, en tanto que la ética los praecepta decalogi. Y Geesink dice que se admite por lo general que es incorrecta la separación entre dogmática y ética, aunque su estudio por separado es recomendable. x Fuera de toda duda, es cierto que las dos debieran considerarse y estudiarse siempre teniendo en cuenta que guardan entre sí la más estrecha relación. La verdad revelada en la Palabra de Dios demanda una vida que armonice con esa verdad. Las dos son inseparables en esencia. PREGUNTAS PARA AMPLIAR EL ESTUDIO 1. ¿Es correcto hablar de los dogmas considerándolos como el fruto de la teología? 2. ¿Qué enseña la historia respecto a la función de la teología en la formación de los dogmas? 3. ¿Se limita el contenido de la dogmática, a lo que se encuentra en los credos? 4. ¿Qué concepto tiene Barth acerca de dogma, dogmaa y credos? 5. ¿Cómo difieren en su concepto de la dogmática Schleiermacher, Ritschl, Wobbermin, Troeltsch, Schaeder y Barth? 6. ¿Qué objeción se puede presentar contra loa que quieren hacer de la dogmática una ciencia meramente descriptiva? 7. ¿Puede la teología seguir consistentemente sendo teología si hace la religión o de la fe cristianas su objeto? 8. ¿Sobre qué base se niega que la teología sea una ciencia" 9. ¿Como puede sostenerse su carácter científico? 10. ¿Tiene importancia que se haga así? 11. ¿Consideran Barth y Brunner, a la dogmática como una ciencia? *** Capítulo IV LA TAREA, EL MÉTODO Y LA DISTRIBUCIÓN DE LA DOGMÁTICA A. LA TAREA DE LA DOGMÁTICA 1. CONCEPTOS MODERNOS ACERCA DE LA TAREA DE LA DOGMÁTICA. El concepto que uno tenga acerca del dogma, o de los dogmas y de la dogmática, determinaría, como es natural, el que uno tenga respecto a la tarea de la dogmática Puesto que la noción referente al dogma, o a los dogmas y a la dogmática, que prevaleció en el siglo XIX difiere radicalmente de la noción que prevaleció en la teología de la época de la Reforma, existe también una separación fundamental del concepto original de la tarea de la dogmática. Llamaremos la atención nada más a algunos de los conceptos modernos más importantes. a. La idea de Sdileicnnacher Según Schleiermacher, la tarea de la dogmática es de cnhir los sentimientos que la Iglesia experimenta en unión con Cristo el Salvaador Para él la religión no es conocimiento ni acción moral, sino sentimiento, más específicamente, un sentimiento de depender de una última realidad, el cual se levanta sólo dentro de la comunidad cristiana; y el dogma es sólo la expresión intelectual o la interpretación del significado íntimo de este sentimiento religioso Por tanto, la experiencia más bien que la Palabra de Dios es la fuente de los dogmas, aunque

Schleiermacher considera todavía que el Nuevo Testamento es la norma mediante la cual debe probarse esta experiencia Los materiales proporcionados por la experiencia común de la Iglesia forman el contenido de la dogmática. Su tarea consiste en dar una exposición sistemática del dogma de una Iglesia Cristiana en un determinado momento de su desarrollo histórico, la cual puede alardear de exactitud histórica pero no será, necesariamente, expresión absoluta de la verdad De esta manera, se convierte en algo puramente subjetivo, divorciado de la autoridad interna de la Palabra de Dios, en una ciencia histórica o descriptiva nada más, sin ninguna importancia normativa. La escuela erlangiana que contó con hombres como J.C.K Hofmann, Thomasius y Frank, representa una reacción contraria al subjetivismo de Schleiermacher y a favor del luteranismo ortodoxo Ciertamente participa de partida subjetivo de Schleiermacher, y hasta allí resulta también J teología de la experiencia, pero partiendo de la experiencia, retrocede buscando una base objetiva, y la encuentra, no en ciertos pasajes aislados de la Biblia sino en la verdad doctrinal de la Escritura considerada como un todo. Edghill, hablando de Hoffmann, indica en verdad su método con claridad en las siguientes palabras: “Comenzando con la experiencia personal del cristiano, retrocede buscando la experiencia de la Iglesia Cristiana según yo expresada en sus credos y sus confesiones; y de allí sigue hasta alcanzar las pruebas documentales sobre las que se funda en la Escritura". Una posición un tanto parecida a la de Schleiermacher aunque refleja mucho mas claramente la influencia de Vinet, es la de los eticistas de los Países Bajos. Encuentra su punto de partida en la vida de los creyentes en comunión con Cristo es decir, no solo en la vida del individuo creyente, sino en la de los creyentes colectivamente, en la comunidad de los creyentes, que consiste no solamente en la Iglesia. Cuando la Iglesia reflexiona en esta vida que consiste no solamente en sentimientos sino también en pensamiento y en acción, esto da surgimiento a los dogmas, que vienen a ser una mera expresión intelectual de aquella vida. Y la tarea de la dogmática es describir la vida de la Iglesia en un tiempo determinado y en un modo sistemático y científico.Uno de sus más notables representantes,Van Dijk define la dogmática como la descripción de la vida de la Iglesia.Prefiere usar el termino "vida”y no el termino "sentimiento” que usa Schleiermacher, porque con aquel se indica algo mas permanente y también es mas comprensivo y bíblico. Además,Van Dijk sostiene que esta descripción de la vida de la Iglesia debiera estar bajo el constante examen de la Escritura como una constancia de lo que los escritores experimentaron de la vida del Señor, y se rehúsa a considerar a la Dogmática como una disciplina puramente histórica, desprovista de autoridad normativa. b. La idea ritschliana. En los círculos ritschlianos casi es costumbre hablar de la dogmática considerándola "la exposición científica de la fe cristiana" (Lobstein) como "la ciencia de la fe cristiana" (Haering) Sin embargo, fe no siempre se concibe de la misma manera Herrmann la divorcia de todo conocimiento, tanto como es posible y la considera nada más como fiducia, (confianza). El contenido de esta fe consiste meramente en experiencias religioso-éticas, las que siempre son individuales y no pueden sistematizarse, y siempre se desenvuelven de la misma fe. Según este concepto la dogmática difícilmente podría ser otra cosa que la descripción de experiencias religioso-éticas. Y sin embargo, hay en la escuela ritschliana un deseo manifiesto de apartarse del subjetivismo de Schleiermacher Esta tendencia encuentra expresión, quizá más que en ningún otro, en Kaftan, el verdadero dogmático de la escuela Define la dogmática como sigue "Fundada en la revelación divina la dogmática es la ciencia de la verdad cristiana creída y reconocida en la Iglesia" * Esta definición parece reconocer el carácter objetivo de la dogmática Pero al describir la tarea de la dogmática en la página 104 de su obra que acabamos de citar nos da una impresión

diferente He aquí lo que dice "La verdadera y principal tarea de la dogmática evangélica consiste en esto, en hacer un resumen del conocimiento experimental resultante de una fe que se apropia la revelación divina tal como esta se halla expresada en la Escritura ' Esto significa que la dogmática debe expresar la fe, es decir, el contenido del conocimiento envuelto en la fe v que resulta de apropiarse la revelación divina dada en la Escritura Al estudiar la Biblia la fe se prende a ciertas verdades v se las apropia Sin embargo no la acepta porque sean infaliblemente dadas mediante revelación y por tanto, autoritativas sino porque se recomiendan por si mismas al sujeto religioso debido a su valor practico El contenido intelectual de la fe por tanto es después de todo, un contenido seleccionado por el hombre. La consecuencia el mismo Kaftan no tuvo éxito al sostener el carácter objetivo de la dogmática. La posición de Lobstem concuerda con la de Kaftan. Habla de la fe considerada a la vez como objeto v fuente de la dogmática pero también menciona al evangelio como la fuente La síntesis de estos dos autores queda expresada en las siguientes palabras "La fe es la fuente legitima v pura de la dogmática sólo cuando va unida con el factor divino que la inspira y que sin cesar la condiciona y afirma La fuente de la Dogmática es aquella fe que se ha asimilado la esencia eterna del evangelio o el evangelio aprehendido por el poder misterioso de la fe El contenido intelectual de la fe esta inspirado por el evangelio pero su extensión queda determinada por la actividad selectiva de la fe Solo a la luz de estos hechos podemos entender en verdad su definición de la dogmática como “la exposición científica de la fe protestante" Estos dos autores querían sostener el carácter objetivo y normativo de la dogmática, pero si atendemos al hecho de que para ellos la fe es en realidad la fuente inmediata de la dogmática difícilmente podría decirse que lograron c. El concepto de Troeltsch El concepto de Troeltsch nació del deseo de asegurar para la dogmática una medida mas grande de objetividad, y por eso sugirió una norma religiosa histórica de validez más universal que la de los ntschhanos, para establecer la verdad de la religión cristiana Su parecer era que esto no debería nada más buscarse en el estudio de lo que tiene que ofrecernos la religión cristiana, sino en el estudio de las religiones en general. Según su esquema, la dogmática deriva en realidad su contenido de la historia, la historia de las religiones. Su opinión es que la dogmática tiene una tarea triple. La primera es fundamentar la supremacía de la religión cristiana sobre las otras religiones. El dogmatista debe comenzar con el estudio de la historia de varias religiones. En el curso de este estudio surge una regla o norma en virtud de un a priori religioso de la conciencia humana que no puede demostrarse, pero que, sin embargo, es real y determinativa y nos capacita para decidirnos en favor del cristianismo. El juicio al que de esta manera llegamos no es un mero juicio de valor, sino de importancia ontológica. Después de establecer el carácter de la religión cristiana, el dogmatista debe, en segundo lugar, determinar el significado verdadero del cristianismo o descubrir su esencia. Dice Troeltsch que es característico del cristianismo que siempre conduce a nuevas interpretaciones de tal manera que el concepto de su esencia naturalmente cambiará de tiempo en tiempo. Respecto a este expresa su concepto propio en las siguientes palabras: "La fe religiosa y cristiana, es fe en la regeneración del hombre enajenado de Dios, regenerador efectuada por medio del conocimiento de Dios en Cristo. El resultado de esta regeneración en la unión con Dios, y fraternidad social, tal y como se necesitan para constituir el reino de Dios". Por último, la tercera tarea de la dogmática consiste en exponer el contenido del cristianismo así concebido, y en formular las doctrinas de Dios, del hombre, y de la redención que quedan envueltas en este concepto general del cristianismo. Este concepto es más objetivo que el de los ritschlianos en cuanto que apela a la historia de las religiones en general, pero no se aparta por completo del empirismo de Schleiermacher y de Ritschl.

A diferencia de la idea de estos hombres Troeltsch no quiere excluir la metafísica Sin embargo, no representa un retorno a la base que se encuentra en la Palabra de Dios. d. La posición de Schaeder. Schaeder critica a la vez la posición de los ritschlianos y la de Troeltsch. El primero nada más postula a Dios para asegurar ciertos intereses morales; y el segundo abandona demasiado a Jesús en medio del relativismo de la historia, en lugar de descubrir en El la singular revelación de Dios en la historia. La historia consigna la búsqueda de Dios por el hombre, y no el encuentro del hombre por Dios, mediante la revelación divina. La Teología debe dejar de estar centrada en el hombre para centrarse en Dios. La opinión de Schaeder es que la gloria y majestad de Dios quedaron demasiado comprometidos en la teología antropocéntrica que predominó a partir de Schleiermacher. Esto suena muy prometedor, pero Schaeder no logró levantarse por encima del subjetivismo de la misma teología que condena. No reconoce la Palabra de Dios como la única fuente y norma de la teología. Después de todo, su punto de partida es puramente subjetivo. Es la revelación operada en el hombre por el Espíritu de Dios, una revelación que se hace nuestra sólo por medio de la fe operada en nosotros. A esta revelación prestan su contribución la Biblia, la naturaleza, la historia y también Cristo. De esta revelación, entregada a nosotros mediante la fe, debe extraer su material la dogmática, material que en su totalidad encuentra su centro en Dios Primero que todo, debe la dogmática ocuparle con lo que es más fundamental en Dios, es decir, su majestad o soberanía absoluta, en seguida con su santidad en relación estrecha e ilimitada con la majestad de Dios; y por último, debe desarrollar la idea del amor de Dios, especialmente tal como está revelado en Jesucristo, en relación viva tanto a n la majestad de Dios como con su santidad "De esta manera, por sí mismas, aparecen tres divisiones en el bosquejo de la dogmática, es a saber: a) Dio-, el Señor, b) Dios el Santo, c) Dios el Amante o el Padre . . . Toda la teología está allí como verdadera ciencia de Dios. Pero se llega a ella mediante la fe y en beneficio de la fe". En sus fundamentos, el método de Schaeder no difiere del de Schleiermacher, pero en tanto que de la teología de éste dificilmente puede decirse que se levante más arriba del nivel de la antropología, la teología de Schaeder acentúa enérgicamente el hecho de que Dios debe ser su centro. Y al tratar de hacerlo, no por eso excluye el elemento teórico e. El concepto bartiano. El concepto de Barth respecto a la tarea de la dogmática puede indicarse mejor y con mayor brevedad citando algunas de sus propias palabras. Dice: "Considerada como disciplina teológica, la dogmática es la prueba científica a la cual la Iglesia cristiana se sujeta con respecto a las expresiones acerca de Dios que son peculiares de ella";2 por lo tanto, la tarea de la dogmática es sujetar a prueba las expresiones de la Iglesia respecto a Dios para comprobar su armonía con la revelación divina. Bajo el encabezado: God in action, página 53, Barth se expresa de la manera siguiente: "La dogmática debe sujetar a prueba al dogma (no a los dogmas) para ver que el dogma corresponda al objeto verdadero. . . La dogmática tiene la tarea de interpretar la correspondiente correlación de los dogmas. Pero además tiene que conducir a una investigación completa de todas las expresiones, conceptos y frases de la Iglesia y su modo actual de pensar." Barth rechaza el concepto católicorromano de la dogmática y la tendencia hacia un concepto análogo en la antigua tradición protestante, en que la tarea de la dogmática se concrete a "la combinación, repetición y transcripción de un número de "verdades de la revelación" ya presentes, ya expresadas una vez para siempre en forma definitiva, y definidas en forma auténtica en lo que se refiere a los vocablos y su significado". Pero se expresa en El Credo de una manera un poco diferente: "La dogmática se empeña en tomar lo que acerca de Dios se le dice primero en la revelación, y en pensarlo de nuevo con pensamientos humanos, y en volverlo a decir en lenguaje humano. Con esa finalidad la dogmática desdobla y exhibe aquellas

verdades en las cuales, concretamente, nos atañe la verdad de Dios. Redacta de nuevo los artículos de fe; intenta verlos y explicarlos con claridad en su interrelación y contexto, donde necesariamente la dogmática investiga nuevos artículos de fe, es decir, artículos que aun no han llegado a ser conocidos y reconocidos". La idea fundamental de la que hay que partir para entender la explicación de Barth es la de la "proclamación hecha por la Iglesia''. ¿Qué quiere decir Barth con eso? Quiere decir que no todo lo que la Iglesia dice acerca de Dios es proclamación hecha por la Iglesia Las palabras dirigidas a Dios en oración, en el canto y la confesión no forman parte de esa proclamación, ni tampoco las actividades sociales de la Iglesia, ni siquiera la instrucción de la juventud considerarse tal, puesto que "tiene que enseñar, no convertir, no traer a una decisión y en tal sentido no es proclamar". La teología no puede pretender ser tal proclamación aunque también habla a los hombres acerca de Dios. La proclamación es premisa de la teología, es la materia cruda y su meta práctica, no su contenido, ni su tarea. Naturalmente la proclamación también significa hablar acerca de Dios, pero en ella "está escondida como su parte importante la intención de hablar la Palabra de Dios mismo". Consiste en hablar con la esperanza de que en ella Dios mismo será el que hable. "La proclamación es el lenguaje humano en el que, y por medio del cual Dios mismo habla, como un rey por medio de la boca de su heraldo. . . En donde la lengua humana es proclamación acerca de Dios levanta esta demanda; vive en esta atmósfera de expectación". Actualmente el dogma es proclamación de la Iglesia, hasta donde realmente concuerda con la revelación original atestiguada por la Escritura, en la cual, de consiguiente, Dios es el que habla. El dogma es verdad revelada, y por tanto, del todo diferente de los dogmas que no son más que meras proposiciones doctrinales formuladas por la Iglesia, y por eso mismo, palabras de hombres. Y ahora "la dogmática necesita probar al dogma, (no a los dogmas) para ver que el dogma corresponda con el objeto verdadero". "Es la investigación referente a la Palabra de Dios en la proclamación que hace la Iglesia; debe ser la investigación crítica respecto al acuerdo de la proclamación de la Iglesia, no con alguna norma de verdad o de valor humanos. . . sino con la revelación atestiguada en la Santa Escritura".í La meta de la dogmática es el dogma, es decir, aspira al acuerdo de la proclamación de la Iglesia con la revelación original. Barth, sin embargo, nos recuerda el hecho de que "el dogma tras el que la dogmática sigue su investigación no es el de la verdad de la revelación, sino el del que va en camino hacia la verdad revelada". 2. EL CONCEPTO REFORMADO DE LA TAREA DE LA DOGMÁTICA. A diferencia de los conceptos discutidos en los párrafos precedentes, los teólogos reformados sostienen que "la tarea de la dogmática es presentar la verdad, en forma científica, absolutamente válida, abarcando la totalidad de la doctrina cristiana". (Hodge). Esto mismo lo expresa Bavinck en las siguientes palabras: "La tarea exacta de la dogmática consiste en reproducir intelectualmente aquel contenido de la revelación que tiene que ver con el conocimiento de Dios". Procura dar una explicación sistemática de todas las verdades doctrinales de la religión cristiana. No puede sentirse satisfecha con una descripción de lo que en algún tiempo fue el contenido de la fe de la Iglesia, sino que aspira a la verdad absoluta e ideal. No se trata de una ciencia meramente histórica o descriptiva, sino de una que tiene importancia normativa. Podemos distinguir tres fases diferentes en la tarea que la dogmática tiene que desempeñar. a) Una tarea constructiva. El dogmático comienza por ocuparse de los dogmas incorporados en la confesión de su Iglesia y procura ordenarlos en un sistema completo. Esto tiene que hacerlo de manera tal que las relaciones orgánicas de los diversos elementos de la verdad divina se destaquen con claridad. Esta tarea no es tan fácil como parece que lo piensa Lobstein. Requiere más que un mero arreglo lógico de las verdades que estén formuladas claramente en la confesión de la Iglesia. Tienen que

formularse verdades que se hayan afirmado nada más en términos generales. Tienen que descubrirse, proporcionarse y formularse los lazos de relación entre los dogmas separados, de manera tal que se haga clara la relación orgánica entre los diversos dogmas, y deben sugerirse nuevas líneas de desarrollo que estén en armonía con la estructura teológica del pasado. Debe derivar directamente de las Escrituras todo su contenido y no de la experiencia religiosa de la fe (como quieren Schleiermacher, Ritschl, Kaftan y Schaeder), ni de la historia (como quiere Troeltsch), ni de la proclamación de la Iglesia (como quiere Barth), porque de esta manera se hace de la revelación divina en la Escritura, tan sólo una norma mediante la cual se prueba el contenido de tal proclamación. b). Una tarca demostrativa y defensiva. No basta con sistematizar los dogmas de la Iglesia, puesto que esto sería convertir la dogmática en materia meramente descriptiva. El dogmatista debe demostrar la verdad del sistema que presenta como suyo. Debe demostrar que cada una de sus partes prende sus raíces profundamente en el subsuelo de la Escritura. Para cada uno de los dogmas por separado, para los eslabones de unión y para los nuevos elementos sugeridos debe aportarse prueba bíblica que tome en cuenta el carácter progresivo de la revelación divina. La dogmática sale en busca de la verdad absoluta. No podrá alcanzarla en cada caso particular; no obstante, procurará acercársele tanto cuanto sea posible. Además, debe tomar en cuenta las desviaciones históricas de la verdad, a fin de que todo esto sobresalga con mayor claridad. Deben prevenirse todos los ataques contra los dogmas incorporados en el sistema, de tal manera que la fuerza verdadera de la posición asumida se destaque claramente. c. Una tarea crítica. El dogmatista no puede proceder de acuerdo con Harnack sobre la hipótesis de que el desarrollo doctrinal del pasado fue un gigantesco error y que por lo mismo tiene que comenzar su trabajo de novo. Esto revelaría falta de respeto a la dirección del Espíritu Santo en el pasado histórico de la Iglesia, a la vez que pondría en evidencia una indebida cantidad de confianza propia Al mismo tiempo debe ejercer una crítica severa sobre el sistema que propone y admitir la posibilidad de que en un punto o en otro se aparte de la verdad Si descubre errores, aún en los dogmas de la Iglesia, debe procurar remediarlos en forma adecuada, y si descubre lagunas debe esforzarse en suplir lo que falte. Debe encaminar todos sus esfuerzos al adelanto de la ciencia dogmática. B. EL MÉTODO DE LA DOGMÁTICA. La palabra "método" no siempre tiene la misma connotación y no siempre se le usa con la misma amplitud en las obras de teología dogmática. En algunas de ellas la discusión del método de la dogmática incluye, si no es que a eso nada más se limite, una consideración de los requisitos necesarios para el estudio de la dogmática, y la distribución de su contenido en la estructura del sistema. Sin embargo, hablando estrictamente, el método de la dogmática tiene que ver nada más con la manera en que se obtiene el contenido de la dogmática, es decir, la fuente de donde se deriva y el modo en que se selecciona. A la consideración de estos dos puntos se limitará la presente discusión. 1. VARIOS CONCEPTOS RESPECTO A LA FUENTE DE DONDE SE DERIVA EL CONTENIDO DE LA DOGMÁTICA. De manera que la primera pregunta que viene a consideración es la que se refiere a la fuente y norma de la dogmática. Desde el punto de vista histórico, hay especialmente tres conceptos que vienen a consideración, es a saber: (a) que la Escritura es la fuente de la Dogmática; (b) que la enseñanza de la Iglesia constituye la fuente verdadera; y (c) que la conciencia cristiana debe ser considerada como la fuente. Veremos cada uno de estos conceptos sucesivamente a. La Santa Escritura. En general, desde los primeros tiempos, la Biblia fue reconocida, si no como la fons o principium unicum, al menos como la fons primarius de la teología,

y por tanto, también de la dogmática. Como fuente secundaria fue reconocida frecuentemente la revelación general de Dios en la naturaleza, como ahora también se le reconoce algunas veces. Warfield dice que "la fuente única de la teología es la revelación". Sin embargo, tomando en consideración que Dios se revela de diferentes maneras, reconoce también como fuentes "verdaderas y válidas" la revelación de Dios en la naturaleza, en la providencia y en la experiencia cristiana. Todas estas fuentes proporcionan algunos datos para la teología. "Pero", dice que, "a pesar de todo, sigue siendo verdad que estaríamos relegados a una teología pobre y dudosa si estos datos no estuvieran confirmados, reforzados y suplementados por las revelaciones más seguras y completas de la Escritura; y que la Biblia es la única fuente de la teología no sólo en cierto grado sino también en un sentido en que ninguna otra cosa puede serlo".1 Sin sombra de duda llama a la Santa Escritura la fons primarius de la teología. Otros teólogos Reformados, como Turretin, Kuvper, Bavinck, Thornwell y Girardeau no vacilan en hablar de la Palabra de Dios como del principium unicum, teniendo en cuenta que el sentido que se da a unicum respecto a la Palabra es de que ésta es la fuente y norma única de la teología. Naturalmente que no quieren negar que el teólogo también puede obtener algún conocimiento de Dios de su revelación general, pero sostienen que desde la entrada del pecado en el mundo el hombre puede obtener el verdadero conocimiento de Dios mediante su revelación general sólo con la condición de que la estudie a la luz de la Santa Escritura, en la cual, los elementos de la revelación original de Dios hecha por El mismo, y que fueron oscurecidos y pervertidos por la plaga del pecado quedan republicados, corregidos e interpretados. En consecuencia, el teólogo debe volver siempre a la Escritura para adquirir un conocimiento fidedigno de Dios, y de las relaciones que El guarda con sus criaturas. Además, no podrá obtener conocimiento alguno de la obra redentora de Dios en Jesucristo si no es mediante la revelación especial, y este conocimiento es de suprema importancia. Resulta pues, que sólo sobre la base de la Santa Escritura se puede construir un sistema de teología dogmática. El dogmatista que haga uso de la Escritura, naturalmente tomará en cuenta los resultados de sus estudios previos referentes a Revelación e Inspiración, Introducción General y Especial, Historia Sagrada y de manera muy particular, la Historia Rwelationis o Teología Bíblica. Según la opinión de algunos esto significa que tendrá que considerar a la Biblia como una colección literaria del antiguo Israel y de la primitiva literatura cristiana, de incomparable veracidad y valor, aceptará como históricamente verdaderas sólo aquellas partes comprobadas por la crítica histórica y concederá importancia normativa únicamente a los elementos que por sí solos se demuestran ante la conciencia cristiana. Estos principios conducirán, como es natural, a imponer toda clase de limitaciones arbitrarias a la revelación especial de Dios considerada como fuente de la teología. Los teólogos empíricos modernos se oponen a la idea de una revelación autoritaria de Dios y están ávidos de asegurar el carácter científico de su teología mediante la aplicación de métodos científicos en su estudio; desacreditan por completo la Biblia como fuente de teología, aunque en algunos casos le atribuyen cierta clase de importancia normativa. Buscan la fuente de su teología en la conciencia cristiana. La teología de Schleiermacher es puramente subjetiva y experimental. Los ritschlianos, en verdad, todavía le atribuyen importancia de revelación a la Escritura, sin embargo la limitan al Nuevo Testamento, y más particularmente a aquellos elementos en los que se afirma la fe de la Iglesia y que son aprehendidos y comprobados por la fe. Sin embargo, los teólogos Reformados rehúsan ser conducidos al laberinto del subjetivismo, y aceptan toda la Escritura como la revelación de Dios, divinamente inspirada, y fuente de la teología. Eso no obstante, comprenden que no todas las partes de ella tienen igual importancia doctrinal, que las revelaciones primitivas no son tan

completas y explícitas como las posteriores, y que las doctrinas no deben basarse en aislados pasajes de la Escritura, sino en la suma total de las enseñanzas doctrinales de la Biblia. Sienten que es absolutamente erróneo seguir lo que cierto escritor llama "estilo cafetería" al usar la Biblia sólo para seleccionar lo que satisface al propio gusto, ignorando todo el resto. El dogmatista debe estudiar siempre la Biblia de acuerdo con la analogía Scriptura. Al mismo tiempo, los teólogos Reformados no siguen el llamado método bíblico de Beck, que aunque evitó el misticismo de Oetinger, quedó fuertemente influenciado por éste. Beck se opuso al subjetivismo de Schleiermacher y de sus seguidores. Acentuó el hecho de que el teólogo debe reunir todo su material de la Escritura, y solamente de ella, ignorando no sólo todas las teorías filosóficas, sino también todas las doctrinas eclesiásticas. Beck considera que la revelación divina en la Escritura es un todo orgánico, que consiste de diversas partes interrelacionadas que se mueven avanzando en un desarrollo indivisible, y alcanzando finalmente su consumación bajo la dirección del Espíritu Santo. El teólogo nada más tiene la tarea de reproducir la verdad tal como ha sido dada objetivamente en la Escritura, y al hacer tal cosa no debe seguir otro método que el que la misma Escritura sugiere. Su exposición debe seguir la línea de desarrollo indicada en la Santa Escritura, en la cual todas las partes de la verdad están relacionadas orgánicamente. El método que acabamos de citar no toma en cuenta debidamente el hecho de que la Escritura no contiene un sistema lógico de doctrina que tendríamos nada más que copiar; que el orden que en ella se sigue considerada como relato de la revelación de Dios, es histórico más bien que lógico; que la teología dogmática debe ser una exposición de los pensamientos de Dios tal como la conciencia humana se los ha apropiado y asimilado, que deben expresarse en lenguaje y forma científicos adaptados a la propia época del dogmatista, y que éste jamás puede acercarse al estudio de la Escritura sin determinados prejuicios, sino que representa siempre un determinado punto de vista eclesiástico y tiene ciertas personales y positivas convicciones, las cuales, naturalmente, se reflejarán en su obra. Uno de los nombres más recientes aplicados a la teología de Barth es "Teología de la Palabra de Dios". Barth niega la revelación general, se opone con violencia al subjetivismo de la teología moderna y acentúa la necesidad de la revelación especial para el conocimiento referente a Dios. Sin embargo, sería un error inferir de esto que Barth esté de acuerdo con el protestantismo de la Reforma en el concepto que éste tiene de que la Biblia es la fuente de la teología. En primer lugar la Biblia no debe identificarse con la revelación de Dios, sino considerarla nada más como un testigo de esa revelación. Y en segundo lugar la revelación especial es siempre, sencillamente, Dios hablando; nunca puede objetivarse y quedarse inmóvil en un libro, de manera que se convierte, según las palabras del Dr. Machen, en "el supremo libro de texto en cuanto al asunto de la fe". La revelación especial de Dios no es un libro del que el teólogo pueda recoger, nada más, su material. En consecuencia, esa revelación especial no es la Biblia, ni una parte de ésta, sino simplemente, el habla de Dios al hombre, hecho al cual la Biblia testifica, y mediante el cual, el mensaje de la Iglesia acerca de Dios tiene que ser probado. Y si se preguntara: ¿En dónde encuentra la teología su material?, la respuesta sería una solamente: En la proclamación que la Iglesia hace de la Palabra de Dios hasta donde tal proclamación sea verdaderamente Dios quien habla. Dice Barth: "En la dogmática nunca puede haber un problema de mera combinación, repetición y sumarización de la doctrina bíblica". l Definiendo el concepto de Barth, dice Mackintosh: "La dogmática, pues, principia en el mensaje predicado y enseñado por la Iglesia, y encuentra allí los materiales para su discusión. Cuando la Iglesia habla de Dios, pretende estar declarando su Palabra. Y para la

dogmática el asunto central es este: La manera en que se adapta el lenguaje en su intención y contenido, para servir y exponer la Palabra de Dios". Atendiendo a esto, no causa asombro que Barth diga : "Concedamos que hay una historia de las Iglesias Reformadas y que hay afirmaciones documentales de sus creencias, juntamente con exposiciones clásicas de su teoría y práctica, las cuales exigen y siempre exigirán la atención, el respeto y la consideración de cuantos se llamen clérigos Reformados; pero en el sentido más verdadero no hay tal cosa como una doctrina Reformada". (Las itálicas son del autor). b. La enseñanza de la Iglesia. Algunos también consideran que la enseñanza de la Iglesia o su confesión es la fuente de la teología. En cierto sentido, la Iglesia Católicorromana verdaderamente considera la Santa Escritura como una fuente de la teología, pero niega que sea la completa revelación sobrenatural de Dios, y la suplementa con lo que llama ''tradición apostólica" Las dos de algún modo constituyen la fuente de la teología, y sin embargo, se hace difícilmente correcto decir que esta iglesia estime que juntas, la revelación y la tradición constituyan la fuente y norma de la teología, aunque los escritores católicorromanos frecuentemente lo afirman así. Lo que en realidad acontece es que ambas constituyen la fuente y norma de la teología sólo hasta donde la iglesia las autentica e interpreta infaliblemente. Los católicorromanos dicen que la Escritura y la tradición son las fuentes de la teología, pero niegan el derecho a la interpretación privada. Sostienen que de la iglesia recibimos tanto la Escritura como la tradición y que la misma iglesia determina los libros que pertenecen al canon y cuál es la tradición auténtica. Además, sostienen que ambas deben leerse usando los anteojos de la iglesia. En consecuencia, aunque ambas, Escritura y tradición, pueden considerarse como fuentes de la teología, sólo las enseñanzas de la Iglesia, considerada de carácter irrevocable, constituyen la fuente verdadera y la regla de la fe. Al tratar el problema: ¿De dónde extrae la Iglesia su enseñanza, o dónde está depositada o preservada la revelación? "Contestamos así", dice Wilmers: De dos fuentes —la Escritura y la tradición.— Hasta donde estas dos Fuentes nos dan el contenido de nuestra fe, se llaman fuentes de la fe; y hasta donde determinan nuestra fe se llaman de manera semejante, reglas de fe. Sin embargo, son nada más las realas remotas o mediatas de la fe, en tanto que la regla inmediata es la enseñanza de la Iglesia." Y Gibbons afirma que "Dios nunca intentó que la Biblia fuera la regla de fe de los cristianos, independientemente de la autoridad viva de la iglesia". El Dr. D. S. Schaíf dice: "La posición tridentina fue reafirmada por el Concilio Vaticano cuando afirmó que "tienen que ser creídas con fe divina y católica todas aquellas cosas que están contenidas en la Palabra de Dios, escritas o transmitidas y las cuales sea por solemne decisión o en virtud de su función magisterial ordinaria y universal, la iglesia ofrece para que sean creídas como algo divinamente revelado". La situación queda en que nada puede ser aceptado como verdadero, o recibido como artículo de fe a menos que sea definido y propuesto por la Iglesia. "Ella todavía retiene la comisión apostólica", dice Thornwell "y es el único órgano acreditado por el Espíritu de Dios para la instrucción de la humanidad en todo lo que tiene que ver con la vida y la piedad". Estrictamente hablando, es la voz de la Iglesia la que se escucha tanto en la Escritura como en la tradición. Sólo ella es el oráculo supremo de Dios, y por tanto, no hay que admirarse de que nn considere la lectura de la Biblia como una necesidad absoluta, y que hasta disuada a los laicos de tal empeño. Este concepto católicorromano es un error respecto a la relación que existe entre la Iglesia y la verdad con la que trata la teología. Fue la verdad la que dio nacimiento a la Iglesia y no la Iglesia la que produjo la verdad. En consecuencia la Iglesia no puede ser considerada como el principium theologiae. Todas sus pretensiones y todas sus

enseñanzas deben ser probadas por la Escritura y son válidas únicamente hasta donde estén garantizadas por la Escritura. La Iglesia de Roma no puede sostener su pretensión a una perpetua inspiración apostólica y, por tanto, hasta su llamada tradición debe ser sometida a la prueba de la Escritura. Las pruebas que la Iglesia Católicorromana misma se aplica no son suficientes. Pero si la Iglesia de Roma tiene un exagerado concepto de la importancia de la Iglesia y de sus enseñanzas, otros se inclinan claramente a empequeñecer su importancia Actualmente se encuentra muy extendida la aversión a concederle algún carácter obligatorio o alguna autoridad a las formulaciones de la verdad en forma de credos de la iglesia. Aunque se admite francamente el valor histórico de los credos se pone en tela de juicio su importancia normativa, si no es que se niega explícitamente. Curtís considera que es una práctica muy dudosa la de demandar de los oficiales de la Iglesia que se suscriban a sus respectivos credos. Allen convoca a los miembros de la Iglesia Anglicana a permanecer firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres y a romper el yugo de la esclavitud que les ha sido impuesta en el Credo. Y aunque \Villiam Adams Brown, en su reciente libro A Creed for Free Men, todavía aboga por un credo, no quiere ser malentendido y en consecuencia dice: "Permitidme que desde luego explique que por un credo unificador no quiero dar a entender un conjunto de creencias prescritas por autoridad, sea de la Iglesia o del Estado las cuales uno debe tomar en prueba de ortodoxia, tal como se las dan. Doy a entender un conjunto definido de convicciones que den significado a la vida, y dirección a la actividad; que en la conducta personal puedan servir como guía y como medio para entendernos con nuestros vecinos". Hasta los mismos Barth y Brunner, aunque consideran que los credos son venerables y dignos de respeto, rehúsan atribuirles autoridad y considerarlos como rígidas pruebas de ortodoxia. Acentúan estos señores el hecho de que los credos son 'expresiones, pero no objetos de la fe'. Casi por lo general se acepta que aunque el teólogo aprecie el valor histórico de los Credos y las Confesiones de las iglesias protestantes y con gratitud las use, considerándolos como guías históricos, no debe sentirse comprometido por sus enseñanzas sino que debe estar completamente desembarazado en sus investigaciones científicas. Sin embargo, resulta adecuado evitar los dos extremos ya descritos. No necesitamos decirlo; los Credos y las Confesiones nunca pueden colocarse al nivel de las Santas Escrituras como fuentes de teología La Biblia es la fuente única, y los Credos tendrán que interpretarse a la luz de la Escritura, y no ésta a la luz de aquéllos. Al mismo tiempo los Credos contienen el testimonio de la Iglesia respecto a la verdad revelada en la Biblia, y el hecho de que fue guiada por el Espíritu Santo en el desarrollo de la verdad, resulta, para decirlo con las palabras de Thornwell, "una venerable hipótesis en favor de la autoridad divina de todo lo que la Iglesia propone". La Iglesia, al formular un credo lo propone como una concepción y expresión de la verdad absoluta revelada en la Palabra de Dios, y aceptada mediante cuidadosa consideración y oración; de manera que aquellos que se unen a esa iglesia dan a entender con ello su apego a la verdad de Dios tal como está expresada en los credos de la iglesia. La honradez común demanda de quienes son miembros de una iglesia que estén firmes en la forma en que ella expresa la verdad y que nada enseñen que sea contrario a sus símbolos doctrinales. De consiguiente esta demanda tiene que ver acentuadamente con los oficiales y maestros de la Iglesia. El teólogo siempre tiene que serlo en relación con la iglesia particular. En comunión con ella recibe la verdad, ella le hace partícipe de sus convicciones, y promete que las enseñará y las propagará entre tanto que no se demuestre que son contrarias a la Palabra de Dios. Aunque no considere que los credos son infalibles acepta sus enseñanzas como la expresión de una verdad absoluta entre tanto que no se haga evidente lo contrario. Se dirá que tales enseñanzas

constituyen una tendencia, y esto es perfectamente cierto; pero jamás entra alguien a un estudio sin algunos prejuicios. Todo teólogo al iniciarse en su tarea tiene determinadas convicciones, que no puede a voluntad, dejar a un lado, porque no puede eliminarse a sí mismo. c. La conciencia cristiana. Bajo la influencia de Schleiermacher y de Ritschl casi se ha hecho costumbre en muchos círculos considerar a la con ciencia cristiana como la fuente de la teología, la fuente única de donde ella deriva su materia! Para Schleiermacher los dogmas de la Iglesia son la expresión científica de los sentimientos piadosos que el creyente, en estrecho y consciente examen propio percibe en su corazón. El conocimiento cristiano individual, pero de manera especial el de la comunidad religiosa es la mina de oro de donde deben extraerse los dogmas de la Iglesia. Al mismo tiempo Schleiermacher cree que las verdades extraídas de esta fuente, para que se conviertan en parte integral del organismo de la doctrina evangélica, deben encontrar apoyo en las confesiones de la Iglesia y en el Nuevo Testamento. Aunque Schleiermacher no reconoce la Biblia como la fuente de la teología, le atribuye al Nuevo Testamento cierta importancia normativa, puesto que contiene la revelación de Dios en Jesucristo, y describe las experiencias de aquellos que vivieron en contacto inmediato con El. Debido a la íntima asociación de ellos con Cristo sus experiencias tienen importancia normativa para nosotros. Los ritschlianos critican el subjetivismo de Schleiermacher y de sus seguidores que dan por resultado cambiar el carácter normativo de la dogmática en una ciencia meramente descriptiva y hacer un intento para salvaguardar el carácter objetivo de la teología. Pretenden derivar sus dogmas de una revelación histórica de Dios en Jesucristo tal como se consigna en los Evangelios, es decir, Ir, revelación incorporada en la vida y en las enseñanzas de Jesús y especialmente en su obra como fundador del Reino de Dios. Con frecuencia hablan de esa revelación como la fuente de la teología. Sin embargo, esto no quiere decir que la consideren como la fuente directa de las doctrinas teológicas. Hasta niegan explícitamente que tenga que considerarse con ese carácter y esto no resulta sino natural. Puesto que limitan la fuente Escrituraria a la revelación histórica de Dios en Jesucristo surge naturalmente la pregunta respecto a la base para tal limitación, base que se encuentra solamente en la fe de la Iglesia La fe se afirma sobre aquellos elementos de la revelación histórica y que son de verdadero valor para la vida cristiana puesto que engendran la verdadera piedad Y los elementos que de esta manera se apropian constituyen el material para el sistema doctrinal. De aquí que la fe de la iglesia sea realmente la fuente directa de su teología y que el contenido del sistema teológico sea, después de todo, determinado subjetivamente. La fe se introduce entre la revelación histórica en Cristo y el teólogo. Todavía resulta que el conocimiento religioso es la fuente de la teología. Pero aún así el subjetivismo pleno de la posición ritschliana todavía no aparece. La dogmática no debe considerarse como "la ciencia de los objetos de la fe" sino como "la ciencia de la fe cristiana". * La tarea del dogmático, dice Lobstein, "consiste en analizar la fe de la Iglesia, desarrollando su contenido y enlazando sus afirmaciones". Lobstein se preocupa con la manera en que la fe conoce la revelación y considera los datos de la fe a la luz de una teoría particular de conocimiento religioso, al cual aplica una prueba sencillamente pragmática. Lo que surte efecto en religión, resulta verdadero en teología. Garvie dice que de acuerdo con Ritschl, "Una doctrina es verdadera no porque esté en la Biblia, sino porque se comprueba a sí misma en la experiencia y en la práctica". La idea de que la conciencia cristiana es la fuente de la teología resulta muy común en la literatura teológica de la actualidad. Hasta la Escuela de Erlangen hace de la experiencia su punto de partida, y Troeltsch, a pesar de su apelación a la historia de las religiones en general, no logra levantarse por encima del subjetivismo de

Schleiermacher y de Ritschl, Wobbermin en principio sigue a Schleiermacher, y aún Schaeder con su énfasis teocéntrico no escapa al subjetivismo. El mismo concepto experimental se encuentra en la obra de Lemme, intitulada, Christliche Glaubenslehre, y en la de Schultz intitulada, Goundriss der evangelischcn Dogmatik. Tal concepto caracteriza también a los seguidores de la teología ética de los Países Bajos. Y en nuestra propia tierra (EE. UU... de A.) Hombres como William Adams Brown (en su obra Christian Theology in Outline). Beckwith (en su obra Realities of Christian Theology], D.C. Macintosh (en su obra Theology as an Empirical Science), y G.B. Foster (en su obra Christianity in its Modern Expression) consideran al conocimiento cristiano como la fuente de la teología. Muchos de aquellos que adoptan esta posición todavía se inclinan a reconocer la Escritura, en algún sentido, como autoridad objetiva, aunque no como una revelación inspirada e infalible de Dios. Actualmente se hacen algunas objeciones obvias al concepto de que el conocimiento cristiano es la fuente, o, cuando menos, una de las fuentes de la teología. (1) La historia y la experiencia nos enseñan que la aceptación y asimilación de la verdad revelada en la Palabra de Dios determinan la naturaleza de nuestra experiencia cristiana y no viceversa. (2) El hombre, en la interpretación de su experiencia siempre está en peligro de confundir lo que procede del hombre y lo que procede de Dios, y de permitir que el pensamiento imperfecto del individuo o de la comunidad condicionen o limiten su teología. (3) Muchas verdades que son de la mayor importancia en teología caen fuera del campo de la experiencia En el sentido estricto de la palabra el hombre no puede experimentar a Dios, aunque M pueda experimentar sus operaciones ¿Cómo podría experimentar hechos tan objetivamente históricos como la creación del mundo, la caída del hombre, la encarnación del Logos, la muerte expiatoria de Cristo, su resurrección de entre los muertos, su retorno físico, etc? En este asunto la consistencia nos llevaría a una de dos cosas: Pondría sobre nuestra experiencia una carga que no puede llevar, o empobrecería seriamente nuestra teología (4) La interpretación de los datos de la conciencia cristiana con sus corrientes y contracorrientes, y con todas sus fluctuaciones, constituye un proceso tan delicado y en el cual el hombre queda tan inclinado al error que con toda probabilidad muy pocas y satisfactorias inferencias podrán derivarse de ella. La verdad absoluta no puede alcanzarse por ese camino, y sin embargo, esta es la cosa precisa a la que aspira la teología dogmática (5) Aunque pudiera ser verdad que la fe salvadora, cuando menos de un modo general, implica un sistema de doctrina, no se sigue de ello que semejante sistema pueda ser deducido de la conciencia cristiana, aún cuando éste estuviera más o menos sujeto a la Escritura. Frank intentó derivar un sistema completo del principio de la regeneración, pero difícilmente podría decirse que lo haya logrado. (6) Es un hecho impresionante que aquellos que confiadamente hablan de la conciencia cristiana considerándola como la fuente de la teología, con frecuencia insisten en que sus expresiones sean probadas por la Escritura y que sólo cuando estén de acuerdo con la Palabra escrita de Dios se les tomen como materiales válidos en la construcción de un sistema de teología. El hecho de que la experiencia cristiana, o la conciencia cristiana no sea la fuente de la teología, no quiere decir que no sea factor, y hasta factor importante en la construcción de un sistema dogmático. Algunos teólogos Reformados, como H.B. Smith Van Oosterzee, McPherson y Warfield, hasta hablan de ella como de una verdadera — aunque subsidiaria — fuente de la teología. Sin embargo, el último de los citados dice "que probablemente pocas inferencia? satisfactorias podrían sacarse de la experiencia cristiana si no tuviéramos la norma de ella y sus implicaciones dogmáticas consignadas para nuestro beneficio en las transparentes páginas de la Palabra escrita". No obstante, si recordamos que el conocimiento religioso difiere de todos los otros conocimientos en que no descansa sobre la intuición individual de la verdad, ni en la autoridad de algún

nombre, sino solamente en la autoridad de Dios, sentimos entonces que la conciencia religiosa difícilmente podría ser una fuente independiente para la teología. El intento de convertir al hombre en autónomo en este respecto nos expone por una parte al peligro del deísmo que hace al hombre independiente de Dios, y por otra, al peligra del panteísmo que identifica al hombre con Dios La Escritura nunca se refiere a las impresiones cristianas considerándolas como fuerte y norma de la verdad. Además, las impresiones religiosas, en gran parte, están determinadas por el medio ambiente en que vive el hombre, dejan ver variaciones importantes y por tanto no pueden considerarse como una fuente digna de confianza. Al mismo tiempo los sentimientos religiosos serán siempre un factor importante en la estructuración de un sistema de teología Solamente el teólogo cristiano tiene una intuición adecuada en la verdad tal como está revelada en la Palabra de Dios, y por eso sólo él está calificado para dar una explicación sistemática de ella. Aunque su fe personal no pueda considerarse como fuente de donde broten las aguas vivas, es, sin embargo, el canal que se las conduce hasta él (al teólogo cristiano) desde los manantiales perennes de la Escritura. Y su apropiación personal de las verdades de la revelación se reflejará de manera natural en la estructura que construya de la verdad. Al comprometerse en su tarea de dogmatista no podrá hacer a un lado sus convicciones personales ni las que en común disfruta con la Iglesia a la que pertenece. El producto de sus labores teológicas necesariamente llevará su sello personal. Además, la experiencia cristiana puede servir para comprobar muchas de las verdades de la religión cristiana y hacer que permanezcan como realidades vivas en la vida cristiana. Aunque nada añada a la verdad que se encuentra en la Palabra de Dios, puede fortalecer en gran manera la aprehensión subjetiva de ella, y por lo mismo tiene gran valor apologético. 2. LA MANERA DE SELECCIONAR Y DE TRATAR LOS MATERIALES DE LA DOGMÁTICA. Se han sugerido y aplicado diversos métodos para obtener y manejar las verdades teológicas, y de ellos, los siguientes son los que consideramos más importantes. a. El Método Especulativo. El término "especulativo" no siempre se usa en el mismo sentido en la filosofía y en la teología. El pensamiento especulativo en un sentido de la palabra es simplemente la antítesis de aquel empiricismo que sostiene que todo conocimiento está fundado sobre la experiencia El empiricismo consistente reduce todo conocimiento a la comprensión de las cosas que caen directamente bajo la observación de los sentidos, y por tanto se le llama sensualismo (en su sentido de doctrina filosófica) Proporciona conocimientos sobre hechos particulares, pero nada sabe de leyes y principios universales que unen tales hechos en un todo orgánico, y por lo mismo equivale en realidad a la negación de todo conocimiento científico La función de la razón es ir más allá de los hechos particulares y contingentes y buscar los principios básicos generales y necesarios que unifiquen los hechos y las ideas particulares en una sola unidad dándoles la coherencia de un sistema Esta función de la razón se designa algunas veces como "especulación" La especulación, en este sentido, es absolutamente esencial para hacer que toda clase de conocimiento llegue al nivel de una ciencia, y por lo mismo no puede despreciársele en el campo de la teología La teología dogmática aspira a una exposición del conocimiento de Dios en las relaciones que El guarda con sus criaturas, y la teología jamás podrá cumplir su tarea sin la función organizadora de la razón. Sin embargo, el anterior no es el significado que en la esfera de la teología se adhiere ordinariamente a los términos "especulación" o "método especulativo". Con estos se denota, más bien, el método de los filósofos o teólogos que se rehúsan a colocar su punto de partida en los hechos ya conocidos, ) procuran construir un sistema

"apriorístico", es decir, que no toma en cuenta los datos que nos han sido dados por la observación y la experiencia. El método a priori va de lo absoluto y universal a lo relativo y particular de manera puramente deductiva. Fleming dice que este método se caracteriza "por no arrancar de ningunos datos que le hayan sido dados como su tema, sino de determinaciones que el pensamiento encuentra en sí mismo, como la base necesaria y primaria de todo ser y de todo pensar". Cuando se aplica este método, la prueba de la verdad descansa en su coherencia, o en la consistencia de sus varias proposiciones Cualquier cosa que un hombre tenga necesariamente que pensar de acuerdo con las leyes de la lógica tendrá que considerarse como verdadera. Este es el método en el que Bacon pensaba cuando dijo: "Los racionalistas son como las arañas; cuanto hilan lo sacan de sus entrañas". El método especulativo opera absolutamente con el pensamiento abstracto y prosigue sobre la hipótesis de que el mundo del pensamiento es también el mundo de la realidad. Kaftan afirma la peculiaridad del método especulativo cuando dice: "Está basado en la presuposición de que en el pensamiento humano hay una función creativa inherente; que en la mente está latente el poder de extender nuestro pensamiento más allá de toda experiencia y que nada más se necesita que las relaciones con las cosas lo desparten; y que a las llamadas leyes del pensamiento les resulta una importancia sobrenatural". 1 Sobre este mismo punto Caldecott se expresa de la manera siguiente: "El germen de la doctrina completa es que el pensamiento necesario es constructor de la experiencia inteligente y que la "idea" u "objeto" que nos presenta tiene derecho a nuestra plena confianza como real. Que tenemos alguna experiencia inteligente que sea verídica se toma por concedido; lo que tiene que explicarse es el hecho mismo : sea idea, pensamiento o creencia que pueda demostrarse que está necesariamente incluido o implicado allí como su prius es un pensamiento verdadero, tan verídico como el antecedente mismo, para decir lo menos posible". Según este método la razón humana no es nada más el instrumento del pensamiento, sino la precisa fuente de él, y todo pensamiento necesario y coherente es también la realidad. Y no solamente la filosofía sino también la teología (la que Hegel considera como la filosofía que habla en símbolos) es tejida por la mente humana. La filosofía de Hegel proporciona el ejemplo clásico de su método, y los idealistas absolutos siguen en sus obras este ejemplo. Hay varias objeciones obvias a la aplicación del método especulativo según queda definido. (1) Se desarrolla sobre la hipótesis de que la conciencia del hombre que aquí se representa como pensamiento absoluto es la fuente de la teología, pero como ya vimos en lo que dijimos arriba, resulta verdaderamente imposible que la conciencia humana preste servicio de tal capacidad. (2) Dentro de este método nos movemos por completo en la esfera del pensamiento, y no tocamos lo objetivo, en el sentido de algo independiente de nuestra vida mental y, por decirlo así, fuera del dominio de ella; en tanto que en la teología tenemos que ocuparnos con realidades objetivas. Podría decirse que lo que el hombre necesariamente piensa tiene que ser objetivamente real, pero tal idea no tiene fundamento. (3) Este método ignora los hechos históricos del cristianismo, los cuales existen independientemente de la razón humana y no pueden deducirse de ella. Además está limitado a ideas muy generales, puesto que como indica Schleiermacher, el pensamiento puro siempre está limitado a lo general, y nunca puede producir detalles particulares. (4) Tuerce la distinción esencial entre filosofía y teología y hace de ésta algo puramente intelectual. Según Hegel la filosofía interpreta la última realidad en términos de pensamiento puro, en tanto que la teología explica la misma realidad en forma pictórica, es decir, en términos imaginativos. La filosofía es superior a la teología; la teología es inferior a la filosofía. (5) Despoja a la fe de su verdadero carácter bíblico reduciéndola a un mero conocimiento. Es el mero sentido cristiano común que sólo puede levantarse al nivel del verdadero conocimiento mediante la razón

especulativa. De esa manera, la fe se convierte en algo parecido a la pistis de los gnósticos, para distinguirla de la gnosis de que ellos (los gnósticos) se enorgullecían. b. El método empírico. Las expresiones "método empírico" y "método experimental" con frecuencia se usan indistintamente. El empirismo es casi lo contrario de a priorismo. En la adquisición del saber procede en forma inductiva más bien que en deductiva. "Nada admite como verdadero o cierto sino lo que da la experiencia, y rechaza todo conocimiento a priori". Los teólogos de la escuela empírica, por lo general, toman la religión experimental como el objeto de la teología. En el estudio de tal objeto desean emplear el método de la ciencia moderna, es decir, el de observación e inducción. Se hace a la religión objeto de cuidadosa observación, y quedan sujetas a riguroso examen todas sus manifestaciones, en el estudio histórico de las religiones de la raza humana y en el de la psicología de la religión. Después de que estas manifestaciones se describen y se clasifican cuidadosamente se busca su explicación en principios generales, y cuando tales principios han quedado formulados minuciosamente son a su vez probados mediante observación posterior. Con los materiales reunidos de esta manera se construye un sistema que desde luego constituye más bien una filosofía de la religión que un sistema teológico de la verdad. La descripción anterior es de naturaleza muy general y no da indicación de las diferentes variaciones del método experimental, que son muy numerosas. Macintosh clasifica bajo el método empírico lo que llama tipos místico, ecléctico y científico. Wobbermin habla del método religioso-psicológico, al que también llama método Schleiermacher-Jamesiano, y Lemme llama al método que emplea y que es suyo, "método empírico-descriptivo". Las variaciones existentes resultan de los diversos intentos que se hicieron para vencer algunas de las deficiencias del método empírico y para contestar objeciones como las siguientes: Que el método experimental es completamente subjetivo; que es del todo individual y por esta misma razón no tiene validez general; y que reduce la teología a una muy elevada y especializada división de la antropología. Algunos teólogos modernos comprenden que tienen que tratar con su contenido teológicamente, y que esto requiere de parte suya un esfuerzo muy especial. Macintosh quiere que se entienda con claridad que Dios es el objeto de su obra intitulada: "Theology as an Empirical Science", (La Teología Considerada como Ciencia Empírica) y Schaeder quiere muy definidamente que su teología esté centrada en Dios. Schleiermacher puede ser considerado como el padre del método empírico en la teología. Ritschl y los ritschlianos se opusieron al subjetivismo de Schleiermacher, sugiriendo un método más objetivo, pero en último análisis hasta el método ritschliano es experimental. Los teólogos de Erlangen siguieron con este método, y aún Troeltsch no se apartó por completo de él. El método religioso-psicológico de Wobbermin es de hecho un retorno a la posición de Schleiermacher y hasta el mismo Schaeder encuentra a Dios, fundamentalmente, en las experiencias del alma. De esta manera, la teología moderna se ha caracterizado por buscar a Dios en el hombre, y en algún sentido de la palabra, considera a Dios como la continuación ininterrumpida del hombre. Es cierto que Barth acentúa la distancia infinita que hay entre Dios y el hombre, y pone énfasis en el hecho de que el hombre solamente puede conocer a Dios mediante una especial revelación divina. Pero si se pregunta: ¿Dónde está precisamente la revelación de Dios?, Barth no lo puede decir porque la revelación no tiene existencia objetiva independiente. Es algo que no existe en forma definida como para que uno pueda decir Aquí está. La Biblia no puede considerarse como la Palabra infalible e inspirada de Dios Únicamente da testimonio de la revelación original y divina dada a los profetas y particularmente en Cristo: Barth únicamente puede decir que la revelación de Dios está allí en donde Dios habla directamente al alma humana, y habla una palabra que queda reconocida como la Palabra de Dios únicamente por medio de una operación especial

del Espíritu Santo en cada caso particular. El acto de Dios de hablar es una revelación de Dios sólo para aquel a quien Dios le hace llegar su palabra en fe. La recepción de esta revelación constituye una experiencia única para quienes la reciben Hablando estrictamente, ¿tiene la proclamación de la Iglesia alguna otra fuente que presentar? y si no ¿hasta dónde puede Barth realmente librarse del método experimental? Puede decirse que según Barth la proclamación de la Iglesia tiene que ser probada mediante la revelación original atestiguada por la Escritura, pero eso en nada cambia el asunto. La mayor parte de los teólogos experimentales consideran a la Biblia como si fuera, en algún sentido de la palabra, una norma para el estudio de la teología. Nada sorprende encontrar a Rolston diciendo: "sobre premisas bartianas no hay manera de evitar que los hombres caigan en una posición que para los mismos bartianos sería odiosa. Inevitablemente este sistema tendería hacia un vasto subjetivismo en el que cada individuo tendría que decidir por sí mismo precisamente cuál porción de la Escritura tiene autoridad para él". No obstante lo mucho que el método empírico esté en boga en la teología moderna, se presta, sin embargo, a varias objeciones serias. (1) La aplicación de este método eo ipso destierra a Dios como objeto de la teología, puesto que no es posible investigar a Dios experimentalmente. No podemos sujetarlo a las pruebas de la observación y el experimento. Si algunos de los que aplican este método sienten que en el estudio de la teología deben ir más allá del conocimiento de los fenómenos de la religión hacia el conocimiento de Dios, y hacen en realidad un intento serio para moverse en esa dirección, tienen que hacerlo a expensas de su método empírico. (2) Debido a que el método empírico tiene que ver con los fenómenos de la religión experimental más bien que con Dios como su objeto, realmente no tiene éxito de ninguna clase para estructurar un sistema de teología. La obra de James, Las Variedades de la Experiencia Religiosa está considerada como una producción clásica de este método Pero este libro, a pesar de la importancia que tenga, no es teológico (3) La aplicación estricta del método empírico no capacita a uno para penetrar siquiera la superficie en el estudio de la religión. Las pruebas externas pueden aplicarse a los fenómenos de la vida religiosa, pero no a la misma vida interior ni a las profundidades escondidas del alma de donde surgen las experiencias religiosas. El método empírico pura y sencillamente nos ata a un desnudo fenomenalismo sin unidad o conciencia, lo que no merece siquiera el nombre de ciencia. (4) Por último, el método empírico, aún cuando deja de ser puramente empírico y concede la validez de la reflexión y de la influencia, y admite la aplicación de las categorías generales de pensamiento, no va generalmente más allá de la descripción de los estados subjetivos de conocimiento con sus constantes fluctuaciones, Esto da por resultado una ciencia puramente descriptiva en lugar de una que tenga importancia normativa. Abandona el campo de la religión objetiva y procura adquirir sus triunfos en el reino de lo subjetivo. c. El método genética-sintético. A veces se le da a este método el nombre de método teológico, o método de autoridad, debido a que se desarrolla sobre la hipótesis de que la revelación que Dios hace de sí mismo en la Escritura es lo que en teología se llama principium cognoscedi extemum. La premisa es que Dios — no la religión — es el objeto de la teología, y que el objeto puede ser conocido sólo porque, y hasta donde, éste mismo se haya revelado. En consecuencia, los datos con que la teología tiene que ver no nos los proporciona la conciencia cristiana, sino la revelación especial y objetiva de Dios. Sólo esta revelación, hecha por Dios mismo, puede proporcionarnos un conocimiento absolutamente fidedigno de El. Cualquier conocimiento que se derive de otras fuentes tales como la naturaleza y la conciencia cristiana tienen que ser probados por la Palabra de Dios.

Conforme a este método el dogmatista, aunque tome la Confesión de su Iglesia como punto de partida, sin embargo, en la construcción de su sistema procede de acuerdo con los datos que le proporciona la Escritura. Entra en la rica cosecha de los trabajos que se han hecho de manera especial en la exégesis y en la historia de la revelación o la teología bíblica, y procura demostrar la manera en que los dogmas de la Iglesia están enraizados no en pasajes aislados de la Escritura, sino en la Escritura considerada como un todo y que de esa revelación divina, en forma orgánica se desarrollan los dogmas. Hasta donde seleccione de la Escritura sus materiales, su método puede llamarse inductivo; pero esto no debe interpretarse como una clase de método experimental como hasta cierto punto lo hizo Hodge y también Edgar. Para el dogmatista la Biblia no sólo le revela ciertos hechos que él puede permitirse interpretar como considere adecuado y hasta donde estime necesario según la época en que viva; sino que también la Biblia misma da una interpretación infalible de los hechos, la cual no puede soslayar a voluntad, sino que debe aceptar como autoritativa. En la aplicación del método sintético el teólogo no solamente recibirá de la Escritura doctrinas aisladas, sino más bien la verdad divina, revelada como un todo en hechos y en palabras. Los hechos son la incorporación de las verdades que han sido reveladas, y las verdades iluminan los hechos que surgen de las páginas de la Sagrada Escritura. Las enseñanzas de la Escritura han de contemplarse en su grandiosa unidad puesto que la Biblia indica de varias maneras que se entrelazan sus doctrinas sueltas Recordando todos estos datos el dogmatista procurará construir su sistema siguiendo un enlace lógico, sacando de la Biblia, como del manantial original de la verdad religiosa, cualquier eslabón que falte en la Confesión de su iglesia, y llamando la atención sobre las diversas desviaciones que se apartaron de la Escritura en el desarrollo histórico de la verdad. Será su esfuerzo permanente expresar todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento que están escondidos en Cristo y revelados en la Escritura. C. DISTRIBUCIÓN DE LA DOGMÁTICA. Ha habido mucha variedad de opiniones respecto a la distribución adecuada del material de la Dogmática. Se ha hecho que el principio de distribución se derive del contenido de la teología, o bien de los orígenes de sus materiales, o de la forma en que se tratan tales materiales, o bien, de su desarrollo histórico. Naturalmente, este principio no ha de ser escogido en forma arbitraria, sino que ha de tener parentesco con el asunto, ha de abarcarlo por completo, ha de darle a cada parte su lugar natural y ha de conservar la proporción adecuada de cada una de las diversas partes. Parece que la lógica requeriría que en la eología, como en todas las otras ciencias, el principio de división se derivara no de sus fuentes, ni de la manera de tratar sus materiales, tampoco de su desarrollo histórico, sino decididamente, de su contenido. Los siguientes son los métodos más importantes de la distribución del material dogmático adoptados por la Iglesia Protestante a partir de los días de la Reforma. 1. EL MÉTODO TRINITARIO. Calvino y Zwinglio, hasta cierto punto, pavimentaron el camino para la distribución trinitaria del material dogmático. Su clasificación no fue estrictamente trinitaria, sino que se derivó de la confesión apostólica, o sea, el Credo de los Apóstoles. Siguieron el sendero del Credo tratando primero a Dios como Creador, a Dios como Redentor y a Dios como Santificador, y en un libro aparte que trataba de la Iglesia y de los Sacramentos. El teólogo holandés, Melchor Leydekker (que nació en 1642), discípulo de Voetius, fue el primero en aplicar estrictamente el método trinitario. Sin embargo, el método no se hizo popular. Hegel, que consideraba que la doctrina de la Trinidad era la doctrina central del Cristianismo, la colocó una vez más en el primer plano, y Marheineke y Martensen lo siguieron. Como es natural, este método conduce en la Dogmática a un indebido énfasis sobre lo metafísico. Como es lógico, excluye la

discusión de la doctrina de la Trinidad. Esta sólo puede tratarse como una premisa en un capítulo preliminar. Además, este método con su excesivo énfasis por separado sobre cada una de las Personas de la Deidad tiende a oscurecer el hecho de que las opera ad extra de Dios son todas opera essentialia, es decir, obras del Ser divino como un todo, y les da la apariencia de opera personalia, obras de las personas por separado. Por último, los diversos elementos de la antropología y la soteriología no encuentran lugar natural en semejante esquema. Por estas razones, este método de distribución ha encontrado poco favor, y no merece recomendación. 2. EL MÉTODO ANALÍTICO. En tanto que el método sintético comienza con Dios y sigue luego a tratar los temas del hombre, Cristo, la redención, etc., hasta que por último llega al fin de todas las cosas, el método analítico propuesto por Calixto (1614-1656), comienza con lo que su método considera la causa última o la finalidad de la teología, es decir, la bienaventuranza, y luego procede a una consideración del sujeto (Dios, los ángeles, el hombre, el pecado) y por último se ocupa de los medios por los que la bienaventuranza se asegura (predestinación, encarnación, Cristo, justificación, la Palabra, los sacramentos, etc.) De seguro produce una impresión extraña que la teología comience por la finalidad y que ésta sea la bienaventuranza más que la gloria de Dios. Igualmente extraño resulta que en la segunda parte quedan coordinados Dios, los ángeles y los hombres como si la bienaventuranza fuera la finalidad de la teología tanto para el hombre como para los otros. Además, la tercera parte hace escasa justicia a la soteriología, puesto que pasa en silencio temas como la regeneración, el llamamiento, la conversión, la fe, la santificación y las buenas obras. A pesar de esto, algunos luteranos siguieron el método de Calixto aunque en la actualidad ya nadie lo favorece. 3. EL MÉTODO DEL PACTO. Coccejus fue el primero que dedujo de la idea del pacto un principium divisionis. Distinguió y trató con éxito el foedus naturae e operum, y el foedus gratiae con sus tres subdivisiones: ante legem, sub lege, y post legem. Entre los teólogos reformados de los Países Bajos lo siguieron Witsius y Vitringa, pero en otros círculos su sistema no encontró aceptación. Y aún en la teología Reformada tuvo vida muy corta. Entre los Presbiterianos del Sur, en nuestra tierra, el Dr. Thornwell siguió una división parecida. Su principio de distribución lo deriva del gobierno moral de Dios y trata este gobierno en su forma más sencilla, es decir, el gobierno moral modificado por el pacto de obras, y luego modificado por el pacto de gracia. Pero en esta división claramente se descubre que el principio de distribución no se deriva del contenido como tal, sino de la historia de su desarrollo. Partiendo del pacto entre Dios y el hombre, discute como es natural, la doctrina de Dios y del hombre, sólo por vía de introducción. Además, de hecho borra la distinción entre la Historia de la Revelación y la Dogmática, priva a ésta de su carácter absoluto y lleva a repeticiones constantes. 4. EL MÉTODO CRISTOLOGICO. Varios teólogos, tanto de Europa como de América opinan que toda teología genuinamente cristiana debería ser Cristo-céntrica, y por lo mismo derivan su principio de distribución, de Cristo y de sus operaciones salvadoras. Tomaron esta posición Hase, Thomasius, Schultz, T. B. Strong, A Fuller, H. B. Smith y V. Gerhart. Schultz trata de Dios y del mundo, y del hombre y el pecado considerándolos como premisas de la Salvación Cristiana y luego continúa la discusión de la obra salvadora del Hijo de Dios (Persona y Obra de Cristo) y los actos salvadores del Espíritu de Dios (Iglesia, Medios de Gracia, ordo salutis, perfeccionamiento de la salvación.) Un curso algo parecido sigue Smith, quien trata sucesivamente de los antecedentes de la redención, de la redención misma y de los resultados o (para usar un término subsecuente) del reino de la redención. Baste para condenación de este método que las doctrinas de Dios, del hombre, y del pecado tengan que ser colocadas fuera del sistema, y se las trate como preámbulos. Ciertamente Cristo es el centro de la

revelación de Dios, pero por esa misma razón no puede ser el punto de partida. Además, algunas veces este método se combina (como por ejemplo, en la obra de Gerhart) con la falsa noción de que Cristo y no la Escritura es el principium cognoscendi extemum de la teología. 5. EL MÉTODO FUNDADO SOBRE LA IDEA DEL REINO. Bajo la influencia de Ritschl, que hace del Reino de Dios el centro de su teología, algunos teólogos quisieron derivar de este importante concepto el principio de distribución. Ritschl mismo no aplica esta división; ni tampoco Kaftan, Haering y Herrmann que son algunos de los más importantes teólogos de la escuela ritschliana. Van Ooesterzee ofrece un ejemplo de ello, el cual no es muy convincente En realidad da la división sintética acostumbrada, y nada más substituye los antiguos títulos de las varias divisiones con designaciones derivadas de la idea del Reino Trata sucesivamente de Dios; o del Rey Supremo (teología), el hombre o el sujeto del reino (antropología), Cristo o el fundador del Reino (Cristología), redención o ser salvos para el Reino (soteriología objetiva), el camino de la salvación, o constituidos para el Reino (soteriología subjetiva), la Iglesia o la escuela de preparación del Reino (eclesiología) y la venida futura del Señor, o la consumación del Reino (escatología). Esta división es puramente formal, y de ninguna manera se deduce orgánicamente de la idea del Reino. Además una división fundada sobre la idea del Reino le roba a la dogmática su carácter teológico, y es lógicamente imposible. La doctrina de Dios, del hombre en general, del pecado y de Cristo en su multifacética importancia no puede derivarse de la idea del Reino de Dios. 6. EL MÉTODO SINTÉTICO. Este es el único método que producirá la deseada unidad en dogmática. Tiene su punto de partida en Dios y trata las diversas doctrinas en su orden lógico, es decir, en el orden en que surgen en el pensamiento, y lo cual hace que se preste a un tratamiento más inteligible. Cada verdad, con excepción de la primera, al tratársele en este orden, tiene que relacionarse con las precedentes para que se contemple en la más clara luz. Dios es la verdad fundamental en teología, y por eso, naturalmente, es el primero en el orden. Cada verdad siguiente para que se contemple en su verdadera perspectiva tiene que examinarse a la luz de la verdad primera. Por esa razón la Antropología debe preceder a la Cristología, y ésta debe preceder a la Soteriología y así sucesivamente. Siguiendo con este orden lógico, trataremos: I. La doctrina de Dios (teología); II. La doctrina del hombre (antropología) ; III. La doctrina de Cristo (Cristología); IV. La doctrina de la aplicación de la salvación (soteriología); V. La doctrina de la Iglesia (eclesiología); VI. La doctrina de las últimas cosas (escatología). PREGUNTAS PARA AMPLIAR EL ESTUDIO 1. ¿Cuál es la diferencia entre la teología bíblica y la dogmática y cómo se relacionan entre sí? 2. ¿Qué objeciones han surgido en contra de la sistematización de la verdad teológica? 3. ¿Qué distinción hacen los teólogos modernos entre la fuente y la norma de la verdad teológica? 4. ¿Es válida esta diferencia? 5. ¿Por qué debe considerarse a la Biblia como el principium unicum de la teología? 6. ¿Cómo distinguen Kuyper y Bavinck entre un principium y una fuente o fons? 7. ¿Qué verdad importante está contenida en el énfasis moderno que se pone sobre la conciencia cristiana?

8. ¿Cómo difieren los conceptos de Troeltsch, Schaeder y Barth respecto a la tarea de la dogmática? 9. ¿Cuál es el concepto Bartiano respecto a la fuente de la teología? 10. ¿Es posible que un dogmatista se despoje de toda parcialidad en sus estudios teológicos? 11. ¿Cual es el método místico? 12. ¿Cuál es el método religioso histórico de Troeltsch? 13. ¿Cual es el método pragmático? *** Capítulo V HISTORIA DE LA DOGMÁTICA La historia de la dogmática no arranca desde el tiempo de los apóstoles, pero sí de los principios del siglo III, cuando Orígenes escribió su Peri Archon. Pueden distinguirse varios períodos, son a saber, el de la Antigua Iglesia Católica, el de la Edad Media, el de la Reforma, el del Escolasticismo Protestante, el del Racionalismo y el Supranaturalismo, y el de la Teología Moderna. A. EL PERIODO DE LA ANTIGUA IGLESIA CATÓLICA. Al principio de este período y por medio de la escuela catequística de Alejandría se hizo algún trabajo preparatorio y valioso, pero no había de ser sino hasta principios del siglo III cuando apareciera un trabajo de importancia, que se propusiera ser una presentación sistemática de la verdad teológica. De hecho, el período de la Antigua Iglesia Católica produjo nada más tres obras de valor superior en el campo de la teología sistemática, y las tres son bastante deficientes. 1. PERI ARCHON, (o, DE PRINCIPIIS) LA OBRA DE ORÍGENES. Orígenes fue el primero en estructurar algo semejante a un sistema de teología. Escribió su obra por el año 218 A C En ella, el autor intenta transformar la doctrina de la Iglesia en una ciencia especulativa, aceptable a las clases cultas y filosóficas de su época Su gran ambición consistió en desarrollar el contenido de la fe, convirtiéndolo en una ciencia que no se apoyara en el principio de autoridad, sino en su propia evidencia inherente y racional De esta manera quiso elevar la pistts al nivel de gnosis Aunque la obra testifica la claridad y profundidad intelectual de su autor, revela también la tendencia a sacrificar la teología en aras de la filosofía Se aparta de la enseñanza contemporánea de la Iglesia señaladamente (a) en la doctrina de que las almas humanas preexistieron, pecaron en aquella existencia previa, y que ahora, para castigo, están aprisionadas en cuerpos materiales; (b) en la noción de que el alma humana de Cristo ya estaba en su preexistencia unida con el Logos; (c) en la negación de la resurrección física; y (d) en la enseñanza de la restauración de todas las cosas, incluyendo a Satanás. El plan general de la obra es deficiente y no presenta un tratamiento adecuado de la Cristología y la Eclesiología. 2. EL ENCHIRIDION AD LAURENTIUM: DE FIDE, SPE, ET CARITATE, OBRA DE AGUSTÍN. Tal como lo indica el subtítulo, el plan de esta obra se deriva de las tres virtudes paulinas: fe, esperanza y amor. Bajo el primer encabezado el autor discute dos principales artículos de la fe; bajo el segundo la doctrina de la oración siguiendo el orden de las seis peticiones de la Oración del Señor; y bajo el tercero, toda clase de problemas morales. Aunque este arreglo de ninguna manera resulta ser el ideal, y la obra no siempre es consistente consigo misma, proporciona evidencia del pensamiento profundo y del empeño esforzado puestos en la estructuración de toda la doctrina cristiana desde un punto de vista estrictamente teológico El autor contempla el mundo entero con toda su rica variedad sub specie aeternitatis, y hace de todo el universo un solícito servidor de Dios. Por medio de éste y de sus muchos otros tratados dogmáticos

Agustín ejerció una influencia tremenda, que resulta poderosa, especialmente en círculos reformados hasta el día de hoy. En los tiempos anteriores a la Reforma, él hizo más que ningún otro erudito para desarrollar las doctrinas bíblicas del pecado y de la gracia. En relación con lo que antecede debemos hacer mención también del Commonitorium de Vicentius Lerinensis que da una explicación de la doctrina de la Antigua Iglesia Católica, pero que difícilmente puede considerarse como una exposición sistemática de la verdad dogmática. Sin embargo, sirve para dar una forma definida a las enseñanzas de los Padres. El ideal del autor era dar una exposición de doctrina en armonía con la tradición de la Iglesia, a la cual definía como quod ubique, quod semper, quod cb ómnibus creditwn est. La obra tiene sabor semi-pelagiano. 3. LA OBRA DE JUAN DE DAMASCO, INTITULADA: Ekdosis Akñbes Tes Orthodoxou Písteos (Una Cuidadosa Exposición de la Fe Ortodoxa), 700-760. Esta obra es notablemente el intento más importante que se ha hecho dentro de la Iglesia de Oriente para dar una exposición sistemática de teología dogmática, considerada esta materia tanto en su carácter especulativo como en el eclesiástico. La obra se divide en cuatro libros, que tratan respectivamente, a) de Dios y de la Trinidad; b) de la creación y de la naturaleza del hombre; c) de la Encarnación de Cristo, su muerte y su descenso al hades; y d) de la resurrección y el reino de Cristo, y además, temas como la fe, el bautismo, la adoración de las imágenes, etc. El orden de este último libro es muy deficiente. Y no obstante, tiene gran importancia, siendo indudablemente, desde el punto de vista de su forma, la mejor presentación sistemática de la verdad, dentro de esa época. Es totalmente conservadora y está en armonía con las enseñanzas de la Iglesia tal como habían llegado al autor. B. EL PERIODO DE LA EDAD MEDIA. El período que siguió a Juan de Damasco se caracterizó por una notable actividad dialéctica, especialmente en teología. Los primeros siglos fueron bastante estériles, pero hacia el final del siglo X hubo un avivamiento científico. En el siglo XI surgió el escolasticismo; en el siglo XII y a todo lo largo de él apareció el misticismo; y en el siglo XIII el escolasticismo ligado al misticismo ganó completo predominio y llegó a su más alta gloria. El escolasticismo representó un intento de tratar el material doctrinal que hay en la Escritura, según el método estrictamente científico de las escuelas. Globalmente aceptó el contenido de la Biblia con fe infantil; pero a la vez intentó explicar las diversas doctrinas de la Escritura en su unidad íntima, para promover de esta manera un conocimiento más profundo de la verdad. Con el correr del tiempo el escolasticismo se convirtió en vasallo de la dominante influencia de la filosofía platónica y aristotélica, nominalista y realista, desenvolviéndose en dirección muy precaria. De la filosofía derivó no sólo su método dialéctico sino también muchos problemas y asuntos de naturaleza del todo filosófica. Un resultado de esto fue que la dogmática gradualmente degeneró hasta convertirse en un sistema filosófico. Con frecuencia, la forma interrogativa en la que a menudo se redactaba suscitaba dudas y en muchos casos daba como resultado que la autoridad y la razón quedaran colocadas una contra la otra en posición antitética. Entre los tratados dogmáticos de este período sobresalen los siguientes: 1. OBRAS DE ANSELMO. El primer nombre de importancia más que ordinaria es el de Anselmo de Canterbury (1033-1109). Se caracterizó completamente por una profunda piedad y una grande agudeza y capacidad de dominio intelectual. Aunque no produjo una completa exposición sistemática de la teología escribió varias obras de gran valor dogmático, tales como su Monologium y su prueba ontológica de la existencia divina; su de fide Trinitatis et de incarnatione Verbi, en el cual, tal como su nombre lo indica, trata de las doctrinas de la Trinidad y la Encarnación; y su de Concordia dedicado a una discusión de la predestinación según la opinión de Agustín. Sin embargo, sobrepasando

en importancia a todas las anteriores, su ¿Cur Deus Homo? ofrece una exposición clásica de la teoría de la satisfacción lograda mediante la expiación. Anselmo fue el primero que trató este importante asunto de una manera completa y sistemática. Su gran oponente fue Abelardo con su teoría de la influencia moral. 2. LAS SENTENCIAS DE PEDRO LOMBARDO. El primer trabajo sistemático importante del período escolástico, que intentó abarcar el campo completo, fue la obra de Pedro Lombardo, Sententiarum Libri IV, compuesta de cuatro libros: el primero acerca de Dios, el segundo acerca de sus criaturas, el tercero acerca de la redención, y el cuarto acerca de los sacramentos y de las cosas finales. En general la obra nada más reproduce las enseñanzas de los Padres, aunque a diferencia de muchas otras obras de esta época, contiene también una buena porción de material original. Durante vanos siglos esta obra se usó ampliamente como un manual de teología, y se consideró como la exposición más autorizada de la verdad Muchos eruditos siguieron el ejemplo de Pedro Lombardo escribiendo libros de Sentencias 3. LA SUMMA DE ALEJANDRO DE HALES. Juntamente con las Sentencias aparecieron gradualmente las Sunmae Theologiae. Alejandro de Hales, un hombre de gran saber escribió una Summa universae theologiae que en realidad es un comentario a la obra de Lombardo. Su obra quedó forjada en una forma estrictamente dialéctica y silogística, y sirvió para establecer el método escolástico. La obra trata de Dios, de la criatura, del Redentor y su obra, y de los sacramentos. Desde un punto de vista formal esta obra se parece un tanto a las obras modernas de Dogmática Alejandro se ocupa de los dos lados de un asunto, afirma lo que se puede decir a favor de cada uno, y luego presenta su propia conclusión. Buenaventura, su discípulo, añadió a la agudeza dialéctica de su maestro el elemento místico que hacía su aparición en esta época. 4. LA SUMMA DE TOMAS DE AQUINO. Sin lugar a dudas, Tomás de Aquino es el más grande de los escolásticos. Su Summa Totius Theologiae abarca en tres tomos casi todo el campo de la Dogmática. El primer tomo trata de Dios y de sus obras; el segundo del hombre como imagen de Dios, y que encuentra en Dios mismo el fin supremo de su existencia; y el tercero de Cristo y de los medios de gracia. La obra quedó incompleta, pero el material para la doctrina de los sacramentos y de las cosas últimas fue seleccionado de entre algunas de sus otras obras y añadido a la Summa. En su forma, la obra está dominada por la filosofía aristotélica; y en su materia, por la obra de Agustín, aunque la obra de este Padre de la Iglesia primitiva queda modificada en puntos importantes y puesta en mayor acuerdo con la doctrina de la Iglesia. Tomás de Aquino es la más grande autoridad de la Iglesia Católicorromana, y el tomismo es su teología oficial. Duns Escoto fue el gran oponente de Tomás de Aquino; pero su obra fue más bien critica y destructiva, en lugar de ser sistemática y constructiva. Ella marca la declinación del escolasticismo C. EL PERIODO DE LA REFORMA. La teología de la Reforma se caracterizó por la importancia especial concedida a la absoluta autoridad normativa de la Escritura y por el intenso énfasis puesto sobre la doctrina de la justificación mediante la fe únicamente. Lutero en sus escritos fue mucho más práctico y polémico que científico y dogmático. El único tratado doctrinal con que enriqueció al mundo teológico es su De Servo Arbitrio, que contiene una exposición clara de la doctrina agustiniana de la predestinación. El período de la Reforma produjo especialmente tres obras de carácter sistemático que fueron de importancia más que ordinaria. 1. LOS LOCI COMMUNES DE MELANCHTON. La obra de Melanchton fue el primer manual protestante de Dogmática. En su exposición de la verdad sigue el orden de la Epístola a los Romanos En la primera edición el autor apareció en completo acuerdo con Lutero pero en las posteriores ediciones hizo concesiones a varios de los ponentes,

y de esta manera se apartó de la compañía de Lutero en más de un punto. A diferencia de Lutero, Melanchton puso el acento sobre el elemento ético del Cristianismo y prefirió colocar énfasis especial sobre la fe considerada como la actividad moral del redimido. Con el correr del tiempo reveló también una inclinación a suavizar la doctrina de la predestinación, apadrinando la doctrina del libre albedrío del hombre. En estos puntos Melanchton se rindió a la influencia poderosa de Erasmo. Al mismo tiempo también hizo concesiones a Calvino en su Cristología y en la doctrina de la Cena del Señor. Su posición final fue algo así como posición media entre Lutero y Calvino. 2. EL COMENTARIUS DE VERA ET FALSA RELIGIONE, DE ZUINGLIO. Schaft habla de esta obra del gran reformador suizo considerándola como la primera exposición sistemática de la fe Reformada. Pero aunque contiene los pensamientos fundamentales de la fe Reformada, difícilmente puede considerarse como un todo perfecto y sistemático. No acentúa Zuinglio como Lutero la doctrina de la justificación por la fe como superior a todas las otras, sino más bien la absoluta soberanía de Dios, y la dependencia manifiesta del hombre. Habla de la predestinación en términos más fuertes y menos cautos que los de Calvino. Y en la doctrina de la Cena del Señor se acerca, aunque sin llegar, al concepto espiritual de Calvino. 3. LA OBRA, INSTITUTIO CHRISTIANAE RELIGIONIS, DE CALVINO. La obra "Institución", de Calvino, es de tal manera superior al Comentario de Zuinglio como para que verdaderamente marque una nueva época. Consiste de cuatro libros, de los cuales, los primeros tres siguen el orden trinitario, y el cuarto trata de la Iglesia y de los sacramentos. El pensamiento central que domina toda la obra es el de la soberanía absoluta de Dios. A través de la exposición completa de la verdad, la doctrina y la ética se entretejen estrechamente, y se hace muy prominente el lado práctico de la vida cristiana. Esta obra de Calvino se alaba con toda justicia por su concisión, por su claridad de pensamiento, por sus bien proporcionadas partes y por su fervorosa expresión. Forma casi un contraste con las más recientes, más escolásticas producciones de la teología protestante y es sencillamente la obra más importante de la Reforma. Como otra obra muy importante de la época de la Reforma puede mencionarse el comentario de Ursino sobre el Catecismo de Heidelberg. D. EL PERIODO DEL ESCOLASTICISMO PROTESTANTE. No es de sorprender que la teología del siglo XVII fuese, en su totalidad, de carácter polémico muy marcado. La Reforma tuvo que romper con el pasado inmediato, apelando a un pasado más remoto. Tuvo que demostrar que la Iglesia jerárquica de la Edad Media se había alejado mucho del sendero señalado por la teología de la Iglesia primitiva. Además con su defensa del derecho del juicio privado, la Reforma sacudió los fundamentos tradicionales. Un resultado fue que pronto aparecieran opiniones divergentes en las iglesias de la Reforma y que tomaran cuerpo en Confesiones separadas. Hubo muchas discusiones sobre asuntos sin importancia, y al correr del tiempo salió ganando con efectos desalentadores el espíritu de formalismo y de intelectualismo, que condujo a la introducción del método escolástico en el estudio de la teología. 1. EL ESTUDIO DOGMÁTICO ENTRE LOS LUTERANOS. La posición vacilante de Melanchton pronto condujo a la reacción. Hacia el fin del siglo XVI y en los primeros años del XVII surgió un partido que manifestó un fuerte y a veces hasta fanático apego a la primitiva fe luterana, a la fe de Lutero mismo y a la primera edición de la Confesión de Augsburgo. Este partido encontró hábiles representantes en Hutter y especialmente en Juan Gerhard (1582-1637), reconocido como "el más grande de todos los teólogos luteranos." Su libro intitulado Loci Communes theologici es una obra de primera importancia, notable por su desarrollo filosófico y por el arreglo sistemático de su contenido. Calixto se opuso a la actitud de los luteranos estrictos e insistió en volver al

Credo de los apóstoles y a la doctrina de los primeros cinco siglos. Gozaba de un apacible estado de ánimo y procuró seguir la teología de Melanchton. Sin embargo, el movimiento calixtino encontró violenta oposición en la persona de Calovio, hombre de gran saber y ardientemente devoto de la estricta posición luterana. En su Systema Locorum theologicorum, que consiste de doce volúmenes, da una exposición cuidadosa de la fe luterana ortodoxa. Las obras de otros dos notables e influyentes teólogos luteranos llamados Quenstedt y Hollaz siguen los mismos lineamientos. 2. EL ESTUDIO DOGMÁTICO ENTRE LOS REFORMADOS. Las diferencias de opinión no fueron patrimonio exclusivo de los luteranos, sino que también aparecieron entre los Reformados. Algunas de ellas fueron de naturaleza puramente formal y otras de naturaleza más material Hubo teólogos que fueron completamente leales a la verdad Pero iban más allá que Calvino en su arreglo esquemático y en toda clase de distinciones lógicas. y hubo otros que empequeñecieron las verdades fundamentales, a veces, hasta hacerlas desaparecer. Algunos fueron influenciados indebidamente por los postulados filosóficos de la época y especialmente por la filosofía de Descartes. a) El tipo original de la doctrina. Teodoro Reza, el sucesor de Calvino en Ginebra, fue más escolástico que Calvino y más extremista en su concepto supralapsariano de la predestinación. Xo escribió ningún tratado dogmático de importancia, pero no obstante, ejerció gran influencia sobre los dogmáticos del siglo XVII. Wollebio y Wendelino ambos escribieron libros de gran conocimiento, estrictamente calvinista, pero enormemente afectado por el conflicto con el luteranismo, y por tanto, de forma escolástica. Además de éstos, Polanus y Pictel también produjeron sendas exposiciones sistemáticas de la fe Reformada. Después de Beza, Guillermo Twisse, el prolocutor de la Asamblea de Westminster, fue uno de los primeros en desarrollar la doctrina de la predestinación con gran precisión lógica y en forma supralapsariana muy exagerada. Sus producciones dan evidencias de gran poder especulativo, y proporcionan uno de los mejores ejemplos de la aplicación inexorable del pensamiento básico del supralapsarianismo en la doctrina Reformada. Tres de las obras verdaderamente mejores de este período son la Synopsis Purioris Theologiae por los cuatro profesores de Leyden; la detallada obra de Pedro Mastricht acerca de Beschouwende en Practícale Godgeleerdheit en la cual manifiesta su inconformidad con la posición de Coccejus; y la Institutio Theologiae Elencti cae de Turretin, una exposición muy completa de la doctrina Reformada, y que ha ejercido grande influencia sobre la teología americana Reformada. En Inglaterra y en Escocia fueron de gran importancia las obras de Perkins, Owen, Goodwin y Boston. b) La Modificación "Federal" de la Doctrina Reformada. Coccejus hizo surgir una reacción contraria al método especulativo y escolástico de algunos de los más consumados calvinistas. Coceejus sustituyó aquél por un método completamente bíblico, y distribuyó su material de acuerdo con el esquema de los pactos. Sin embargo, su posición representó no sólo una divergencia formal, sino también una separación material de la tradicional teología Reformada, y entró cada vez más y más en liga con el cartesianismo. Su verdadera novedad no fue la doctrina del pacto, porque ésta ya se encontraba en las obras de Zuinglio, Bullinger, Olevianus, Snecano, Gomaro, Trelcatio y Gloppenburg, sino su método "federalista". Prácticamente cambió la dogmática en Teología Bíblica, convirtiéndola de este modo en una disciplina histórica. Su método fue antropológico más que teológico. Dos de los mejores representantes de esta escuela son Burmanno y Witsio. La Synopsis Theologiae del primero es con mucho la mejor de las dos, y está libre de aquella forzada exégesis que con tanta frecuencia caracteriza la obra de la escuela coceejiana. La obra del segundo, intitulada, Over de Verbonden (Acerca de los Pactos) es inferior a aquélla, pero es mejor conocida. Representa el elogiable, pero vano intento de reconciliar la tendencia más escolástica con la representativa, en la teología. Otros representantes de esta escuela son Leydekker, Van

Til, C. Vitringa, Lampe, d'Outrein y Van der Honerts. Este tipo de teología, gradualmente ganó influencia en la misma época en los Países Bajos, aunque encontró un fuerte opositor en Voecio, y aun cuando el tipo más escolástico de teología todavía había de aparecer en la obra de á Marck, Merch der Cristene Godgeleertheit, y en la de Brakel, Redelijke Godsdienst. c) Las Modificaciones más radicales. Los" Arminianos u Objetantes representan una separación radical del calvinismo. Se opusieron a las doctrinas calvinistas de la predestinación, la depravación total, la gracia invencible, la expiación limitada y la perseverancia de los santos. Arminio mismo no llegó a los extremos que luego defenderían sus seguidores. Episcopio dio una exposición clara y completa de la teología arminiana en sus Institutiones Theologicae, en tanto que Grocio en su Defensio fidei Catholicae de satisfactione Christi desarrolló la teoría gubernamental de la expiación. Con la minuciosa obra de Limborgh, intitulada Teología Christiana, este partido giró en dirección del racionalismo. Maccovio y Voecio estuvieron entre sus más fuertes opositores. La escuela de Saumur representa otro intento de modificar el calvinismo estricto. Amyraldo enseñó un universalismo hipotético y Placaeo la doctrina de la imputación mediata. Estos errores fueron combatidos por Heidegger y Turretin, dos de los autores de la Formula Consensus Helvética. 3. EL ESTUDIO DOGMÁTICO ENTRE LOS CATOLICORROMANOS. Durante este período, sobresaliente por el desarrollo de la dogmática protestante, hubo también algunos cuantos notables dogmatistas católicorromanos. Bellarmino (1542-1621) está reconocido como el principal entre ellos. Su obra voluminosa, intitulada Disputaciones de controversiis christianae fidei lo señala como hombre de elegancia literaria y como controversista hábil Contiene una muy completa exposición de la Dogmática Católicorromana, y representa el punto de vista ultramontano de los jesuítas que e^ semipelagiano en sus doctrinas del pecado y de la gracia. Otro distinguido erudito fue Petavio que publicó una obra detallada aunque incompleta con el título De Theologicis dogmatibus (1644-1650) Esta obra, de grande erudición, es fundamentalmente una historia del dogma y se conoce con simpatía también entre los teólogos reformados. Por último debe hacerse asimismo mención de la obra de Janeen, Agustinus, publicada en 1640, la cual contiene una defensa de la doctrina agustiniana de la gracia considerada como opuesta a la doctrina semipelagiana de los jesuítas. El jansenismo fue condenado por el papa en 1713. E. EL PERIODO DEL RACIONALISMO Y DEL SUPRANATURALISMO. Los dogmatistas de este período (siglo XVIII) son de carácter un tanto reaccionario. Por una parte hubo reacción en contra del intelectualismo y del formalismo fríos del estudio corriente de la teología; en contra de lo que se llamó "ortodoxia muerta", y un intento de inyectar vida nueva en el estudio de la teología y hacerla más directamente subordinada a una fe viva y práctica. Y por otra parte hubo una persistente y particularmente fuerte reacción en contra de la influencia dominante de la Escritura y de la tradición eclesiástica en la dogmática, y en contra de las doctrinas que se enseñaban en los Credos históricos de la Iglesia; y hubo también un amplio movimiento bajo la dirección de la razón humana para abrir sendas nuevas, no bloqueadas por la autoridad. Se derrumbaron las antiguas barreras, y la apostasía racionalista apareció alarmantemente común dentro de la Iglesia 1. LA DOGMÁTICA PIETISTA. El crepúsculo del siglo XVII y la aurora del siglo XVIII vieron el surgimiento del pietismo, especialmente en la Iglesia Luterana. Sus principales representantes fueron, Franke, Freylinghausen, J. Lange, Rambach, y Oetinger. Deseaban libertar a la dogmática del formalismo escolástico, e insistían en un retorno a la simplicidad bíblica. Desde este punto de vista algunos de ellos hicieron verdaderas

contribuciones a la dogmática, por ejemplo Spener, Francke, Freylinghausen y Oetinger, aunque ninguno de ellos produjo una exposición sistemática, de la verdad, que se considere sobresaliente. Al principio se le opuso la ortodoxia en boga, pero al fin se rindió a ese espíritu. En consecuencia se desarrolló una nueva tendencia en el estudio de la teología en la que se acentuaba la piedad práctica, era hostil a todas las sutilezas escolásticas y mostró grande moderación en la polémica 2. LA DOGMÁTICA RACIONALISTA. La influencia principal que militó en contra del pietismo apareció en la forma de racionalismo, en el método rígido introducido por Wolff cuya ambición era reducir toda afirmación teológica a fórmula matemática. Según él todo lo que no pudiera hacerse perfectamente claro por medio de una demostración evidente no era adecuado para ser enseñado. Carpzovio procuró demostrar la verdad de las enseñanzas de la iglesia según este método. Baumgarten y Mosheim se movieron sobre el mismo carril. En el fondo estos hombres todavía eran ortodoxos pero no tenían una apreciación adecuada del valor religioso de la verdad Para ellos el dogma de la Iglesia era fundamentalmente un objeto de estudio histórico y demostración intelectual. Pero la influencia de Wolff marcó también el comienzo de una tendencia totalmente racionalista en el estudio de la teología. La luz de la razón indujo a muchos teólogos a adoptar una posición que en parte era sociniana y en parte arminiana. Esta tendencia se ve particularmente en los escritos de Toellner y Sernler. En Inglaterra el movimiento racionalista apareció de manera más particular en la forma de deísmo, el cual niega la revelación sobrenatural y aspira al desarrollo de un sistema de religión natural. Sin embargo los deístas ingleses proporcionan poco material para la historia de la dogmática. Es de importancia mayor el movimiento Unitario que conserva en la teología el elemento sociniano. Priestley construyó un sistema de naturalismo puro en su obra, Institutes of Natural and Revealed Religión. En Alemania Kant fue el primero en oponerse con éxito al racionalismo superficial que se jactaba de su iluminación intelectual, pero su Religión innerhalb der Grenzen der blossen Vernunft sigue siendo puramente racionalista. Tieftrunk elaboró la dogmática en el espíritu de Kant, y Wegscheider todavía asumió una posición racionalista avanzada. 3. LA DOGMÁTICA SUPRANATURALISTA. La ortodoxia reaccionó en contra del racionalismo en la débil forma de supranaturalismo. Este reconoció una revelación sobrenatural y honró a la Escritura como la norma de la verdad religiosa, pero a pesar de eso permitió que la razón determinara de diferentes maneras lo que es y lo que no es esencial en la Biblia. De esta manera redujo el contenido de la revelación, y mediante toda clase de concesiones procuró poner a la Escritura a escuadra con la razón. Se establecía, en realidad, un compromiso entre la razón y la revelación. Esta débil posición está representada por Doederlein, Knapp y Storr. Bretschneider que ejerció gran influencia por medio de sus dos libros: Systematische Entwickelung aller in der Dogmatik vorkommenden Begriffe, y Handbuch der Dogmatik der evangelischen Kirche, intentó de manera especial una reconciliación entre el racionalismo y el supranaturalismo. De Wette tomó una posición un tanto parecida en sus obras, Lehrbuch der Christliche Dogmatik y Ueber religión and Theologie. Se levanta sobre la superficialidad y la ausencia de espiritualidad que caracterizó a la iluminación, procura hacer justicia a los sentimientos religiosos, y explica las verdades fundamentales de la dogmática como la expresión simbólica de las verdades subjetivas de la experiencia personal. F. EL PERIODO DE LA TEOLOGÍA MODERNA. En el siglo XIX las corrientes teológicas se multiplican de tal manera que será necesario llamar la atención sobre diversas escuelas, aunque difícilmente puedan llamarse escuelas en el sentido estricto de la palabra. Algunas, simplemente representan una

tendencia general, la cual, no obstante, se expresa en diversidad de modos y aun pueden revelar agudas diferencias. 1. SCHLEIERMACHER Y SU ESCUELA. Schleicrmacher se levanta como un gigante intelectual al principio del desarrollo teológico del siglo XIX. Unió en sí mismo las diversas corrientes teológicas de su época y procuró fundirlas en una unidad religiosa. Esto dio por resultado un sincretismo de racionalismo y pietismo. Había aprendido por experiencia que el cristianismo introdujo en el mundo una nueva y más alta vida y estaba convencido de que esta vida tenía que unir todas las posibles corrientes religiosas. Su gran corazón lo hizo guardar una actitud de simpatía con respecto a todas las escuelas de pensamiento y asimilar los buenos elementos de cada una. Pero no tuvo éxito cuando intentó transformar sus experiencias religiosas en conceptos intelectuales y combinar éstos en un sistema dogmático coherente. Su teología se convirtió de hecho en una confirmación de toda clase de opiniones. Esto explica el hecho de que apelen a él tanto los católicorromanos como los protestantes, los racionalistas igual que los místicos. No obstante lo grande que era como pensador religioso, su teología científica no fue un éxito. Se compone de toda clase de elementos heterogéneos, y por lo mismo, está llena de contradicciones. En su Reden Deber die Religión, y en sus Monologen (Monólogos) se coloca por completo bajo la influencia del romanticismo, una fase inicial del idealismo germánico, el cual sirvió como una transición de Kant a Hegel. La religión es el sentido de Dios, del Infinito y del universo, porque el universo es Dios. Schleiermacher habla del universo como de un "Hinneigung zum Weltall", Y Dios no es un objeto del pensamiento sino nada más objeto del que puede gozarse en las profundidades de los sentimientos personales. Gozar así de Dios, eso es religión. Su Glaubenslehre contiene los mismos principios filosóficos, sin embargo, con esta diferencia, de que ahora el sentimiento religioso se describe como un sentimiento de completa dependencia, que Dios se explica como causalidad absoluta, y que el cristianismo se caracteriza como una religión ética en la cual todo está relacionado con la redención por medio de Cristo. Según Schleiermacher los dogmas son descripciones de estados subjetivos de consciencia o sentimiento, más particularmente de estados de consciencia como los que quedan determinados por la comunidad cristiana, o por la Persona de Jesús Con Schleiermacher la dogmática abandona el sólido fundamento de la Palabra de Dios, haciéndola descansar sobre las movedizas arenas de las experiencias humanas. Ninguno aceptó la dogmática de Schleiermacher como un todo, y sin embargo, él tuvo una influencia dominante sobre todo el desarrollo teológico que lo siguió. Entre los inmediatos discípulos de Schleiermacher ninguno fue tan fiel a sus principios dogmáticos como A. Schweizer. Sus obras más importantes son: Die Glaubenslehre der reformirten Kirche; Die Protestantischen Centraldogmen innerhalb der reformirten Kirche, y Die christliche Glaubenslehre. En la primera de estas obras combina el sentimiento de dependencia de Schleiermacher con la doctrina Reformada de la predestinación, y en sus últimas obras acentúa el hecho de que la dogmática debe ir por su material a la consciencia de los cristianos verdaderos. Su explicación de la doctrina Reformada está expuesta a varias objeciones. Un tanto parecidas a las obras de Schweizer son las de J. H. Scholten, De Leer der Hen'ormde Kerk y de Schenkel, Die christliche Dogmatik vom Standpunkte des Geivissens. Lipsius aceptó un punto de partida esencialmente distinto del de Schleiermacher, pero aun así tiene esto de común con él, que procura construir sus sistemas desde el punto de vista de la conciencia cristiana. Para Lipsius la religión no consiste sólo en un sentimiento de dependencia, sino también en uno de libertad. Niega la importancia única de la encarnación y hace de Cristo el típico Hijo del Hombre en quien el hombre realiza por vez primera su comunión espiritual con Dios. Rothe también debe mencionarse en la misma relación. Como

Schleiermacher, tomó su punto de partida en la consciencia cristiana de comunión con Dios y de redención por medio de Cristo, considerando a la dogmática como disciplina histórica. 2. LA ESCUELA ESPECULATIVA. El movimiento filosófico desde Kant hasta Hegel tuvo una influencia determinante sobre el desarrollo histórico y científico de la teología. La influencia de Hegel fue la que llegó más lejos. A semejanza de Schleiermacher, este hizo mucho para barrer el viejo y vulgar racionalismo y demostrar lo insostenible del supranaturalismo. Pero aunque Schleiermacher procuró librar a la teología del dominio de la filosofía, Hegel estimuló el estudio de aquélla en los precisos términos de la filosofía Los teólogos que aceptan y aplican los principios de Hegel se llaman adecuadamente teólogos especulativos. Su teología es en esencia y en principio especulativa. Daub ha sido considerado como el fundador de la teología especulativa protestante. Daub pasó sucesivamente bajo la influencia de Kant, de Fichte, Schelling y Hegel. Juntamente con Marheineke y Rosenkranz tuvieron la idea de que era bastante posible armonizar los principios de Hegel con las verdades de la religión cristiana, e hicieron uso de aquellos principios en la formulación de la verdad. Comparativamente, estos teólogos se colocaron generalmente en el lado conservador y constituyeron lo que se suele llamar "el ala derecha" de la escuela Hegeliana, de la cual Marheineke fue el líder reconocido. En su System der Christlichen Dogmatik aplicó los principios de Hegel y siguió el método trinitario La obra de John Caird sobre The Fundamental Ideas of Christianity también quedó acentuadamente influenciada por la filosofía hegeliana. El "ala izquierda" de la escuela hegeliana está representada de manera especial por Strauss y Biederman. Sacrifica el contenido antiguo de la verdad cristiana a la nueva forma especulativa. La obra de Strauss. Christliche Glaubenslehre es del todo crítica y destructiva. Mediante las exigencias de la ciencia moderna se sujetan a prueba los diversos dogmas y se les encuentra deficientes. En la obra de Biederman, Christliche Dogmatik, los principios de Hegel se estudian de un modo completamente panteísta. No se reconoce la autoridad de la Biblia y se niegan tanto la personalidad de Dios como la inmortalidad personal. Pfleiderer desechó la terminología hegeliana, pero se mantiene en completa armonía con los principios fundamentales de Hegel. 3. LA ESCUELA NEO-LUTERANA. La posición negativa de la escuela hegeliana, corno es natural, produjo reacción. Algunos reafirmaron la doctrina confesional de la Iglesia Luterana, y otros buscaron una vía media. De momento tenemos que ocuparnos nada más de los primeros. Los llamados Neo-Luteranos hicieron un intento esforzado por restaurar la antigua verdad confesional sobre el fundamento de la Escritura. Thomasius de Erlangen, en su obra acerca de Christi Person und Werk presenta un tipo evangélico de dogmática luterana en la que da a Cristo el lugar central. Sin embargo, su doctrina de la kenosis apenas es compatible con la doctrina luterana de la ubicuidad de Cristo. Sostiene la teoría de la satisfacción de la expiación, pero en la doctrina de la Trinidad difícilmente escapa a cierto tipo de subordinacionismo. Un segundo representante, Kahnis sostiene una actitud algo más libre hacia la ortodoxia luterana. Sigue el método trinitario en su obra intitulada Lutherische Dogmatik. Su doctrina de la Trinidad es más o menos sabeliana, y su Cristología queda marcada por un cierto subordinacionismo y por una doctrina de la kenosis parecida a la de Thomasius. Frank de Erlangen también se apartó del luteranismo puro, en diversos puntos. En su System der christlichen Wahrheit postula dos principia cognoscendi en teología, es decir, la Escritura y el sujeto creyente, sostenidos en unidad mediante el principium cssendi, el cual es Dios. La idea de Dios haciéndose hombre es el pensamiento central de su teología, y de ese pensamiento deriva su principium divisiones. En sus amplios rasgos su teología está en armonía con la doctrina de la Iglesia. La obra de Kaehler de

Halle muestra algún parecido a la de Frank. También él toma su punto de partida en la experiencia cristiana, y postula una clase especial de conocimiento en el cristiano. Philippi es el mejor representante del luteranismo puro en Alemania. Su obra Kirchliche Glaubenslehrc es una clara y bien arreglada exposición de la doctrina de la Iglesia desde un punto de vista estrictamente confesional. Según él la dogmática procura elaborar el pensamiento de la restauración del hombre en comunión con Dios, y de este punto es de donde deriva su principio de división. Aquí en los Estados Unidos el luteranismo estricto encuentra expresión en la obra Schmid, intitulada Doctrinal Theology of the Evangélical Lutheran Church; en la de Pieper, intitulada Christliche Dogmatik, y en la de Mueller, intitulada, Christian Dogmatics. 4. LA ESCUELA DE LA MEDIANÍA. Hubo muchos teólogos que en su reacción contra el movimiento especulativo en teología no fueron tan lejos como los neo-luteranos. Prefirieron tomar un curso medio y buscaron cierto equilibrio. De aquí que se les llamara "teólogos de la medianía". Globalmente, estos teólogos dependen claramente de Schleiermacher y justamente con él parten, no de la revelación objetiva de Dios, sino de la conciencia religiosa subjetiva. Pero con este punto de partida Schleiermacheriano combinan la especulación hegeliana. Lo que al principio se acepta como el contenido de la experiencia, en seguida se presenta como una necesidad del pensamiento, y así se justifica ante la barra de la filosofía. Aquí nada más podemos mencionar unos cuantos nombres. El más grande los "teólogos de la medianía" es Dorner quien por una parte asume una actitud comprensiva hacia la confesión de la Iglesia, pero por la otra la crítica ilimitadamente, a la vez que incorpora en su sistema toda clase de elementos especulativos que no pueden armonizarse con la posición ortodoxa y Escrituraria. Esto se hace del todo evidente en su intento de explicar la Trinidad, y en su concepto de Cristo como el hombre ideal con quien el Logos se une progresivamente. Su System der christlichen Glaubenslehre contiene un tesoro de material dogmático e histórico y es notable por su detallada y aguda crítica. Juntamente con Dorner debemos mencionar a Julio Mueller, un hombre de gran fervor moral y de profunda penetración en la verdad. Su Die christliche Lchre von der Suende es aún la monografía más grande escrita sobre el tema del pecado. Mueller revivió la antigua idea de una determinación propia y pretemporal de cada hombre en relación al pecado, con la finalidad de sostener el origen voluntario del pecado en la vida de cada individuo, a pesar del hecho de que el hombre es pecador desde la hora de su nacimiento. Nitzsch y Martensen pertenecen también a esta clase de teólogos. Martensen en su Christliche Dogmatik, escrita en un estilo muy atractivo, revela una tendencia sincretista. Globalmente es leal a la doctrina luterana, pero la relaciona con un elemento místico y especulativo. Sigue en la dogmática la división trinitaria, y en su Cristología defiende cierto tipo de doctrina de la kenosis. 5. LA ESCUELA RITSCIILIANA. Otro teólogo alemán que hizo escuela es Albrecht Ritschl; y aun tratándose de él no puede afirmarse esto sin cierta limitación. Resulta difícil decir lo que constituye la unidad de la escuela ritschliana. Sus seguidores escasamente convienen en algún punto, excepto en su gratitud por la inspiración que recibieron de su maestro común, y en su convicción de que el hecho característico del cristianismo considerado como religión histórica se encuentra en Cristo como su Fundador. Ritschl entregó la exposición más completa de su sistema en su Die Christliche Lehre von der Rechtfertigung und Versoehnung. Pretende estar en armonía con el Protestantismo en general, y más particularmente, con la doctrina de la Iglesia luterana. Aunque desea desterrar la metafísica (especialmente la ontología) de la teología, se encuentra dominado él mismo por una teoría del conocimiento puramente especulativo. Hablando estrictamente, su posición científica es la de un agnóstico. En su doctrina de Dios, realmente resulta un unitario, y en relación con la expiación acepta

la teoría de la influencia moral como la única sostenible. Distingue entre verdad científica y verdad religiosa. Esta última está fundada no sobre decisiones del ser, sino exclusivamente sobre decisiones de valor. La verdad de una idea religiosa queda determinada por el valor que ella tenga para la vida cristiana. Honramos a Cristo como Dios no porque lo consideremos verdadero Dios, sino porque para nosotros tiene el valor de un Dios. En la doctrina del pecado y de la redención se desvía de la confesión de la Iglesia. Ignora en gran parte la obra del Espíritu Santo y profesa ignorancia respecto a la vida futura. La doctrina del Reino de Dios tiene lugar céntrico en su sistema. Cristo es su Fundador, y todos aquellos que están bajo su influencia son sus ciudadanos, y están gobernados por el principio del amor de Dios. Herrman, en general, acepta los principios de Ritschl. Mediante su obra sobre Der Verkehr des Christen mit Gott hizo mucho para popularizar los principios sobresalientes de la teología ritschliana. Es más subjetivo y hasta menos bíblico que Ritschl, y revela una tendencia a cambiar el elemento racionalista de Ritschl por un cierto misticismo religioso. El dogmatista más prominente de esta escuela es Julio Ka f tan. Modifica la posición dogmática de Ritschl en más de un punto, afirma que las decisiones de valor no pueden separarse de las decisiones del ser, y niega la distinción entre verdad científica y verdad religiosa tal como acostumbran explicarla los críticos de Ritschl. Su obra sobre Die Wahrhcit der christlichen Religion tiene importancia por la Introducción a la dogmática, y su Dogmatik es una clara presentación sistemática de la verdad. Parece que se inclina a hacer importantes concesiones a la teología ortodoxa en las doctrinas del pecado, de la redención y de la persona de Cristo. De todos los seguidores de Ritschl ninguno ha retornado en medida mayor a las doctrinas de la Iglesia que Haering en su obra sobre The Christian Faith. 6. LA TEOLOGÍA REFORMADA. La teología dogmática Reformada tuvo varios distinguidos representantes durante este período, los cuales se opusieron absolutamente por igual al racionalismo y al supranaturalismo vulgares, al movimiento especulativo y a la teología de la experiencia con su subjetivismo. Ciertamente se encontraba en declinación al principio del siglo XIX y durante sus primeros decenios. El supranaturismo había hecho grandes incursiones en los círculos de teólogos Reformados; y éste, según las palabras del Dr. Bavinck, "quería ser bíblico, pero era anticonfesional, antifilosófico y anticalvinista; produjo una dogmática que resultó deísta en teología, pelagiana en antropología, moralista en Cristología, colegialista en eclesiología y eudaemonista en escatología". Pero ha habido un renacimiento de la teología Reformada, especialmente en los Países Bajos, debido a los trabajos de Kuyper, Bavinck y muchos otros. Es de lamentarse que sus obras no sean mejor conocida en nuestra tierra. En Escocia se adelantó mucho en el campo de la Dogmática por hombres tan notables como Hill, Dick, Cunningham, Bannerman, Crawford, Candlish y otros. Y en lo que corresponde a nuestro propio país (E. U. de A.) basta con mencionar los nombres de Brecken-ridge, Thornwell, Dabney, Carlos Hodge, A. A. Hodge, Shedd, II. B. Smith, Warfield y Girardeau. Pudiéramos también hacer mención de la teología bartiana, aunque su carácter Reformado es de muy dudosa naturaleza. ***