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Crítica a la economía ortodoxa Seminario de Economía Crítica TAIFA Miren Etxezarreta (coord.) Servei de Publicacions M A N U A L S Economia PHILIP ARESTIS · MICHEL BEAUD · JOHN CAMERON JAMES A. CAPORASO · BARRY CLARK · KEN COLE GILLES DOSTALER · STEPHEN P. DUNN · CHRIS EDWARDS · GEORGE R. FEIWEL · BERNHARD FELDERER · JOAN GARCÍA GONZÁLEZ · BERNARD GUERRIEN · O. F. HAMOUDA · G. C. HARCOURT GEOFFREY M. HODGSON · STEFAN HOMBURG OSCAR LANGE · MARC LAVOIE · DAVID P. LEVINE ALAN MARIN · KARL MARX · RONALD L. MEEK JOSÉ MANUEL NAREDO · THOMAS I. PALLEY GEOFFREY PILLING · JOAN ROBINSON · CLAUDIO SARDONI · MALCOM SAWYER · RICHARD STARTZ PAUL M. SWEEZY · THORSTEIN VEBLEN · BERNARD WALTERS · DAVID YOUNG

Seminari Taifa Critica a La Economia Ortodoxa Parte 1de2

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Economia

PHILIP ARESTIS MICHEL BEAUD JOHN CAMERON JAMES A. CAPORASO BARRY CLARK KEN COLE G I L L E S D O S T A L E R S T E P H E N P. D U N N C H R I S EDWARDS GEORGE R. FEIWEL BERNHARD FELDERER JOAN GARCA GONZLEZ BERNARD G U E R R I E N O . F. HAMOUDA G. C. HARCOURT

GEOFFREY M. HODGSON STEFAN HOMBURG O S C A R L A N G E M A R C L A V O I E D A V I D P. L E V I N E ALAN MARIN KARL MARX RONALD L. MEEK JOS MANUEL NAREDO THOMAS I. PALLEY GEOFFREY PILLING JOAN ROBINSON CLAUDIO S A R D O N I M A L C O M S AW Y E R R I C H A R D S TA RT Z PAUL M. SWEEZY THORSTEIN VEBLEN BERNARD WA LT E R S D AV I D Y O U N G

Seminario de Economa Crtica TAIFA Miren Etxezarreta (coord.)

Crtica a la economa ortodoxa

Servei de Publicacions

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Economia

Esta obra recoge una coleccin de artculos que plantean una revisin crtica de la economa convencional, la que es enseada en las universidades y la utilizada en el mundo acadmico, en los negocios e incluso en la economa pblica. Por cada escuela de pensamiento convencional se ha recogido una seleccin de textos de reconocidos economistas, pertenecientes a distintos mbitos del pensamiento econmico, que proporcionan una amplia visin crtica de la economa convencional, de sus limitaciones, exageraciones y carencias. Segn las circunstancias sociales de cada momento, el pensamiento econmico ha ido desarrollando unas u otras lneas de expresin. En la evolucin de estas ideas han ido sobreviviendo las ms afines con los intereses dominantes de cada poca, mientras se iban marginando las menos acordes con aqullos, hasta dar lugar a la conformacin de un cuerpo de ideas y doctrinas que actualmente se conoce como la economa convencional, la economa ortodoxa o, simplemente, como economa, usurpando e ignorando con esta denominacin cualquier otra forma de pensamiento econmico. Todava ms, en las ltimas tres dcadas, slo una de estas escuelas, la neoclsica, apoyada por los grandes intereses econmicos del mundo, y por los no menos corporativos, como los acadmicos, se ha convertido aparentemente en el nico paradigma riguroso, cientfico y polticamente vlido; todo un esplndido ejercicio de pensamiento nico. El objetivo de este libro es mltiple: en primer lugar, pretendemos poner de relieve el relativismo del pensamiento econmico y cmo ste depende en cada poca de los intereses econmicos dominantes; en segundo lugar, estimular el conocimiento profundo de sus limitaciones; y en tercer lugar, y el ms importante, estimular el estudio y la bsqueda de otras interpretaciones en el mundo de la economa, que sirvan de ayuda para la comprensin y transformacin de esta sociedad. Asimismo, deseamos y esperamos que pueda servir de instrumento para muchos economistas y estudiantes de economa que, buscando una aproximacin crtica a la economa convencional, no encuentran materiales adecuados para estudiarla.

ISBN 84-490-2384-X

Pedidos: [email protected]

MODELS I POLTIQUES DE FINANAMENT DE LA GENERALITAT

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Seminario de Economa Crtica TAIFA Miren Etxezarreta (coord.)

CRTICA A LA ECONOMA ORTODOXAPhilip Arestis Michel Beaud John Cameron James A. Caporaso Barry Clark Ken Cole Gilles Dostaler Stephen P. Dunn Chris Edwards George R. Feiwel Bernhard Felderer Joan Garca Gonzlez Bernard Guerrien O. F. Hamouda G. C. Harcourt Geoffrey M. Hodgson Stefan Homburg Oscar Lange Marc Lavoie David P. Levine Alan Marin Karl Marx Ronald L. Meek Jos Manuel Naredo Thomas I. Palley Geoffrey Pilling Joan Robinson Claudio Sardoni Malcom Sawyer Richard Startz Paul M. Sweezy Thorstein Veblen Bernard Walters David Young

Universitat Autnoma de Barcelona Servei de Publicacions Bellaterra, 2004

D A D E S C ATA L O G R F I Q U E S R E C O M A N A D E S P E L S E RV E I D E B I B L I O T E Q U E S DE LA UNIVERSITAT AUTNOMA DE BARCELONA Crtica a la economa ortodoxa / Seminario de Economa Crtica TAIFA ; Miren Etxezarreta. Bellaterra : Universitat Autnoma de Barcelona. Servei de Publicacions, 2004. (Manuals de la Universitat Autnoma de Barcelona ; 40) ISBN 84-490-2384-X I. Etxezarreta, Miren. II. Seminario de Economa Crtica TAIFA. III. Collecci 1. Economia 2. Escola neoclssica deconomia 330.1

Seminario de Economa Crtica TAIFA: Josep Manel Busqueta Joan Garca Alex Esteban Nria Pascual Joan Bautista Ferri Ramn Ribera Guillem Fernndez Josep Sabater Coordinadora: Miren Etxezarreta Muchos otros compaeros y compaeras han participado parcialmente en este seminario y a ellos se debe tambin una parte del trabajo conjuntamente realizado; pero ante la dificultad de nombrar a todos sin olvidar a nadie, slo se menciona a los miembros del seminario que han participado activamente en la preparacin del trabajo para su presentacin pblica.

Edicin: Universitat Autnoma de Barcelona Servei de Publicacions 08193 Bellaterra (Barcelona) Tel.: 93 581 10 22. Fax: 93 581 32 39 [email protected] http: //blues.uab.es/publicacions Composicin: Medusa Impresin: Gramagraf c/ Corders, 22-28 08911 Badalona ISBN 84-490-2384-X Depsito legal: B. 51.537-2004

CRTICA A LA ECONOMA ORTODOXA

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Presentacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .UNA VISIN GENERAL

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Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La economa, hoy, por Joan Robinson . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La crisis de la ciencia econmica establecida, por Jos Manuel Naredo . . . . . . 1. Algunos sntomas de crisis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Crticas externas a los enfoques usuales de los economistas . . . . . . . . . . . . 3. Crticas internas a la profesin: circularidad versus insatisfaccin y ruptura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. La crisis de la ciencia econmica y las revoluciones cientficas . . . . . . . . . Prlogo a la segunda edicin. Evolucin reciente del pensamiento econmico: entre la reconstruccin intelectual y la congelacin conceptual, por Jos Manuel Naredo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El absolutismo del individualismo de mercado, por Geoffrey M. Hodgson . . . . 1. Los lmites de los contratos y de los mercados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. El individuo es el mejor juez de sus necesidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. El aprendizaje, un desafo al individualismo de mercado . . . . . . . . . . . . . . 4. El individualismo de mercado y la jaula de hierro de la libertad . . . . . . . . . 5. La supuesta omnipresencia del mercado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6. Las organizaciones y las condiciones para la innovacin y el aprendizaje . 7. El individualismo de mercado y la intolerancia de la diversidad estructural . 8. Evaluando diferentes tipos de instituciones de mercado . . . . . . . . . . . . . . . Prefacio, por Ken Cole, John Cameron, Chris Edwards . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. La teora del valor de la preferencia subjetiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. La teora del valor del coste de produccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. La teora del valor-trabajo abstracto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Tener que aprender una teora econmica ya es lo bastante malo! . . . . . . Introduccin a Contribucin a la crtica de la economa poltica, por Karl Marx . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. La produccin en general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Algunas reflexiones sobre economa y ecologa, por Joan Garca Gonzlez . . . Reflexiones en torno a cmo se ha utilizado la hiptesis evolucionista . . . . . Reflexiones acerca de cmo se ha utilizado la mecnica newtoniana y otras aportaciones de las ciencias fsicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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CRTICA A LA ECONOMA ORTODOXA

Reflexiones respecto a cmo se han manejado las acotaciones fsicas en nuestro sistema socioeconmico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .LAS CORRIENTES TRADICIONALES

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Los clsicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. El contexto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Algunas ideas bsicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Acerca de la crtica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Lecturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El enfoque clsico, por James A. Caporaso, David P. Levine . . . . . . . . . . . . . . . 1. La economa poltica en la tradicin clsica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Valor y distribucin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. La distribucin de la renta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las preconcepciones de los economistas clsicos, por Thorstein Veblen . . . . . . El Capital, por Karl Marx . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Marx y Keynes: la crtica de la ley de Say, por Claudio Sardoni . . . . . . . . . . . . . 1. Introduccin: La revolucin de Keynes y las previsiones de Marx . . . . . . . 2. La crtica de Marx a la ley de Say . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. La crtica de Keynes a la ley de Say . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Conclusin: la economa empresarial de Marx y de Keynes . . . . . . . . . . La ley de Say: reformulacin y crtica, por Oscar Lange . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los neoclsicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. El contexto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Premisas del modelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Los monetaristas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Acerca de la crtica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. Lecturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La necesidad de una alternativa, por Marc Lavoie . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Objetivos del libro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Programas de investigacin y todo eso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Presuposiciones de los paradigmas neoclsicos y postclsicos . . . . . . . . . . 4. El dominio de la economa neoclsica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. Los estudios empricos y la economa neoclsica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6. Los lmites de la teora neoclsica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El equilibrio general, por Bernard Guerrien . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El problema de la existencia de un equilibrio general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La existencia de un equilibrio general: de Walras a Debreu . . . . . . . . . . . . . . Las hiptesis sobre las formas de los mercados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las hiptesis sobre los gustos, la tecnologa y las dotaciones . . . . . . . . . . . . . La estructura del modelo de Arrow-Debreu: variables exgenas y variables endgenas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El lugar del trabajo en la teora del equilibrio general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Equilibrio y mercado de trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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NDICE

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El estatus de las empresas en el modelo de Arrow-Debreu . . . . . . . . . . . . . . . Es nulo el beneficio en el equilibrio? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El problema del beneficio en la teora neoclsica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El dilema de los rendimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cul es el papel del empresario? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los mercados contingentes a plazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La universalidad de la economa convencional, por Geoffrey M. Hodgson . . . . 1. Las afirmaciones universalistas de la economa convencional . . . . . . . . . . 2. Universalismo versus realismo en la economa de Hayek . . . . . . . . . . . . . . 3. Las especificidades ideolgicas ocultas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Los lmites del anlisis contractual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. Actor y estructura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La libertad es el mercado: la teora del valor de la preferencia subjetiva, por Ken Cole, John Cameron, Chris Edwards . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. De la teora del valor guiada por el trabajo a la teora de la preferencia subjetiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. La naturaleza de la teora de la preferencia subjetiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. La base de la organizacin social: qu puede ofrecerme la sociedad? . . . 4. Algunos problemas de la teora de la preferencia subjetiva: consumidores sin ingresos, empresarios sin competidores, mercados sin estabilidad . . . . La poltica de la teora de la preferencia subjetiva: un marco para la libertad, por Ken Cole, John Cameron, Chris Edwards . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. La estrategia poltica general asociada a la teora de la preferencia subjetiva . 2. La economa como muchos mercados: el anlisis del equilibrio general . . 3. Poltica econmica y teora de la preferencia subjetiva: el monetarismo . . 4. Conclusin: hacia una crtica de la teora de la preferencia subjetiva . . . . . Monetarismo, por Bernhard Felderer, Stefan Homburg . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Las bases tericas, o: monetarismo frente a keynesianismo . . . . . . . . . . . . 2. Las investigaciones empricas, o: monetarismo frente a fiscalismo . . . . . . 3. Las inferencias polticas, o: monetarismo versus activismo . . . . . . . . . . . . 4. Conclusin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El keynesianismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. El contexto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Las ideas bsicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Acerca de la crtica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Lecturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . John Maynard Keynes, por Paul M. Sweezy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El lugar de Keynes en la historia del pensamiento econmico, por Ronald L. Meek Kalecki y Keynes, por George R. Feiwel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Los rboles genealgicos intelectuales de Kalecki y Keynes . . . . . . . . . . . 2. Crtica de Kalecki a la Teora general de Keynes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Puntos de diferencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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CRTICA A LA ECONOMA ORTODOXA

El significado de la revolucin keynesiana, por Geoffrey Pilling . . . . . . . . . . . . 1. Keynes: laissez faire y el rol del Estado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Caus el keynesianismo el boom de la posguerra? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. La visin tradicional del capital . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Deficiencias en la explicacin keynesiana y en sus propuestas de poltica econmica, por Alan Marin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. La exogeneidad de los salarios nominales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Es el desempleo siempre voluntario? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Salarios reales y desempleo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. Desempleo de equilibrio o de desequilibrio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6. Ciclos econmicos y desestabilizacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La teora neoclsica actual y Keynes, por Bernard Guerrien . . . . . . . . . . . . . . . 1. Un tema central en Keynes: la incertidumbre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Equilibrios de subempleo y paro involuntario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. La nocin de equilibrio de Keynes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Keynes y el primer postulado de los clsicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. Salarios rgidos o flexibles? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6. La posicin que ocupan el trabajo y el salario en Keynes . . . . . . . . . . . . . . 7. Keynes y la ley de Say . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las nuevas corrientes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Nuevos neoclsicos y postkeynesianos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Lecturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sobre Babel y tres figuras del pensamiento econmico actual, por Michel Beaud, Gilles Dostaler . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Babel: los economistas en su nuevo mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Penlope: del rigor terico a la complejidad mundial, tejiendo el pao imposible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Ssifo: reconstruyendo eternamente la heterodoxia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. caro: el vuelo roto del pensamiento econmico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conflicto, distribucin y finanzas en las tradiciones macroeconmicas alternativas, por Thomas I. Palley . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Construcciones alternativas acerca del proceso macroeconmico . . . . . . . Los nuevos neoclsicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. El contexto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Los Nuevos Neoclsicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Acerca de la crtica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Lecturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Introduccin, por ,Bernard Guerrien . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Volver a un enfoque de equilibrio general? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. El problema de la agregacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. La nueva macroeconoma neoclsica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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NDICE

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Conclusin general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Cmo es esto posible? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La perspectiva liberal clsica, por Barry Clark . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Los principios del liberalismo clsico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. El liberalismo clsico hoy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La perspectiva liberal moderna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. La economa postkeynesiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Inflacin y desempleo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Polticas de estabilizacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Nueva economa clsica, por Bernhard Felderer, Stefan Homburg . . . . . . . . . . 1. Expectativas y expectativas racionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. La curva de Phillips. La estanflacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. La visin de los nuevos clsicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. El modelo de los nuevos clsicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. Inferencias de poltica econmica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6. Conclusin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Notas sobre competencia imperfecta y la nueva economa keynesiana, por Richard Startz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Las corrientes de la nueva economa keynesiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Enfoques econmicos de la poltica, por James A. Caporaso, David P. Levine . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Definiendo el enfoque econmico de la poltica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Aplicaciones de las teoras econmicas de la poltica . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Conclusin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La eficiencia de la poltica econmica, por Alan Marin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Expectativas racionales e ineficiencia de la poltica econmica . . . . . . . . . 2. Credibilidad y consistencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Conclusin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los postkeynesianos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. El contexto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Algunas variantes postkeynesianas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Algunas ideas bsicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Un esbozo de crtica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. Lecturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Economa postkeynesiana: hacia la coherencia, por Philip Arestis . . . . . . . . . . . 1. Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. La metodologa en la economa postkeynesiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Principales aspectos tericos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Polticas econmicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. Resumen y conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Postkeynesianismo: de la crtica a la coherencia?, por O. F. Hamouda, G. C. Harcourt . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Lneas que se derivan de la economa poltica clsica . . . . . . . . . . . . . . . . 3. De la economa poltica clsica, a travs de Marshall, a Keynes . . . . . . . 4. Corriente 1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. La segunda corriente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6. La tercera corriente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7. Precios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8. Las contribuciones de Kaldor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9. Crecimiento y dinmica: Joan Robinson, Pasinetti y Goodwin . . . . . . . . 10. Las contribuciones de Godley y sus colegas del DAE . . . . . . . . . . . . . . . . 11. Conclusin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Polticas econmicas keynesianas para el nuevo milenio, por Philip Arestis, Malcom Sawyer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. El funcionamiento de las economas de mercado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Las limitaciones al pleno empleo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Polticas keynesianas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. Algunos temas pendientes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6. Resumen y conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sobre la coherencia de la economa postkeynesiana, por Bernard Walters, David Young . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. La importancia de la coherencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Coherencia en relacin a las escuelas de pensamiento existentes . . . . . . . . 4. Coherencia en trminos de una particular metodologa/modo de pensamiento 5. Coherencia respecto a un programa unificado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6. Coherencia respecto a los temas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La economa postkeynesiana y sus crticos por Philip Arestis, Stephen P. Dunn, Malcom Sawyer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. La falta de un tema organizador central y de coherencia . . . . . . . . . . . . . . 2. Aspectos metodolgicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Expectativas, incertidumbre y tiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. La estructura del mercado y la naturaleza de los precios . . . . . . . . . . . . . . 5. El anlisis postkeynesiano del dinero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6. La poltica econmica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7. Sobre Kalecki y Keynes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8. La economa postkeynesiana y el enfoque neoricardiano . . . . . . . . . . . . . 9. Resumen y conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Post-keynesianismo y coherencia: una respuesta a Arestis, Dunn y Sawyer, por Bernard Walters, David Young . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Presentacin

Todos sabemos que estudiar econona en la actualidad supone estudiar un tipo de cc1 noma: la economa neoclsica que se inici a fines del siglo XIX como el margina Ji ~ mo y que, con distintas variantes y matices, domina el pensamiento econmico hast nuestros das (y es de temer que durante mucho tiempo todava). Desde su inicio por los autores denominados primero marginalistas, esta escuel fue recibida con gran inters por las clases dominantes y el establishement acadm co. Vena nada menos que a justificar cientficamente el beneficio al capital y a mo1 trar la posibilidad de continuidad del sistema econmico-social, frente a los augurios mi pesimistas de los clsicos que la precedieron y especialmente de Marx. Rpidamente ' convirti en el pensamiento econmico dominante e incluso el potente ataque qu Keynes realiz de algunos de sus aspectos no consigui sacudir sus cimientos. Keynt nunca rompi con el esquema neoclsico y pronto se descubri que cierto tratamient del keynesianismo permita integrarlo dentro de la escuela principal como sntesis ne1 clsica. Slo mucho ms tarde, en los ochenta, se convertir el keynesianismo en ur vertiente de pensamiento muy incmoda y, en consecuencia, rechazada por los m~ c clsicos. A pesar de esta posicin de predominio, a mediados del siglo xx exista algn debo te en econona. El keynesianismo entonces dominante se enfrentaba al monetarismo ( Friedman, que ya en los cincuenta puso en cuestin la interpretacin terica y las prc cripciones de poltica econmica del keynesianismo, anunciando ya la recuperad< de las versiones ms ortodoxas de los neoclsicos. Al mismo tiempo, la otra gran lru de pensamiento econmico, la marxista, que ya desde antes de la segunda guerra mu dial haba quedado relegada a quienes tenan una visin distinta de la legitimidad d sistema capitalista, iniciaba una recuperacin y durante los ltimos cincuenta y la dl't da de los sesenta tuvo una presencia significativa, si bien minoritaria, en los planh mientos tericos de la econona, especialmente en los pases perifricos. Quil'll l'\1111 hl econona poda, si se esforzaba un poco, percibir un panorama de di vcrs ltbd , ' ' h1 1 con distintos pesos de las diferentes interpretaciones. El predominio de la interpretacin neoclsica convencional se ha r!'lnllilllo 1111 acentuadamente desde mediados de los setenta. Con la impotencia de ),,, H't llllll'lld ciones keynesianas para resolver la crisis de los sesentalsetenta1 y lo-. dro.,. uoiJm h' ricos de los nuevos macroeconomistas de mediados de los sete nta , tl t u.uho ~-. tall. Es importante tener en cuenta que la crisis se inici ya a fines de los o,eo,,nr. y q u, '"' .HIIllrllln' de precios del IJ!?tTieo no fueron ms que un catalizador de las tendenr ia' que yn l''l,lhan L'IIOJll'lill l desde la dcada anterior.

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completo para que la llegada al poder de Tatcher y Reagan y la correlacin de fuerzas polticas y sociales que ello implicaba, supusieran el rechazo total del keynesianismo y la consolidacin y potenciacin de las versiones ms conservadoras del pensamien~ to econmico neoclsico. Casi no es necesario aadir que el conservadurismo vigente en el mundo occidental desarrollado y los problemas econmicos y polticos que se manifestaban en los pases del Este relegaron totalmente al pensamiento marxista al limbo intelectual; situacin que se fue acentuando durante los ochenta para aparentemente recibir el golpe de gracia con la cada del muro y el desmoronamiento de la URSS desde 1989. El predominio de la escuela neoclsica en la actualidad es de tal magnitud que prcticamente no se reconoce ningn otro tipo de pensamiento econmico. El pensamiento econmico neoclsico se ha convertido en ~> y es el nico que se considera serio, riguroso y cientfico. Todo intento de utilizar otros esquemas alternativos, incluso slo de aproximarse a otras escuelas para explorar su potencialidad, es rechazado con una mezcla de acritud y desprecio como retrasado y obsoleto. Ni siquiera se le concede un lugar en el debate cientfico. Se postula su invalidez y se le condena al ostracismo. En el mejor de los casos se le considera como una curiosidad del pasado para aquellos que quieran revisar la evolucin del pensamiento econmico. Pero incluso en esta consideracin las dems escuelas slo suponen construcciones previas ms imperfectas que han venido evolucionando hasta dar lugar a la construccin hoy definitiva: las ideas neoclsicas, principalmente en su versin de equilibrio general y sus diversas variantes. Incluso las ideas keynesianas, que nunca constituyeron una ruptura radical del esquema neoclsico, son incluidas actualmente entre la heterodoxia. La interpretacin neoclsica se ha convertido en el pensamiento nico de la economa, constituye la nica versin ortodoxa, engloba a toda la ciencia econmica convencional. No hay ni siquiera debate, slo ignorancia, descalificacin y desprecio hacia las dems interpretaciones. Pero quien se aproxime a este pensamiento con la intencin de entender el funcionamiento de la sociedad actual se encontrar con grandes dificultades. El pensamiento neoclsico presenta insuficiencias insalvables tanto para explicar tericamente la dinmica de la sociedad actual como para enfrentar los mltiples y graves problemas que existen en esta sociedad y orientar una accin transformadora de la misma. Sus insuficiencias son palpables como se ver en este trabajo. Una visin crtica y transfonnadora de la economa o de la sociedad actual son difciles de interpretar, por no decir imposible, con la ciencia econmica convencional. Quien, insatisfecho con las explicaciones que obtiene de esta visin convencional, trata de explorar otras posibilidades se encuentra con grandes dificultades: no hay mucha bibliografa al respecto, es poco conocida y menos accesible. Tampoco se hallan con facilidad interlocutores para contrastar ideas y opiniones en esta direccin. Explorar el pensamiento econmico con una visin crtica de la interpretacin neoc1sica se ha convertido en una tarea que desafa las posibilidades de muchas personas a quienes les interesara hacerlo. No solamente esto, sino que muchos profesionales de la economa, y en especial los profesores de esta disciplina en sus diversas ramas, en las universidades espaolas tienen grandes dificultades para poder proporcionar una orientacin concreta sobre el estudio de la economa desde una ptica crtica a los estudiantes de nuestras faculta-

PRESENTACIN

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des. Bastante profesores realizan aproximaciones crticas a sus materias, pero cuando se trata de ayudar a los estudiantes a estudiar sistemticamente las insuficiencias de la economa ortodoxa se les presentan bastantes dificultades para orientarles sobre las lecturas que les pueden ayudar. Es ms fcil tener un enfoque individual crtico que ensear a otros acerca de como adquirirlo. De aqu que algunos jvenes licenciados en Economa con inquietudes por tener una visin ms amplia de la disciplina que recogiera su vertiente crtica, tanto en sus aspectos tericos como aplicados, iniciaron, con la colaboracin de algunos economistas ms veteranos, un seminario sobre economa crtica en Barcelona. En las VI Jornadas de Economa Crtica la formacin de un grupo de trabajo sobre el tema estimul su inters y reforz el intento de realizar un estudio sistemtico de la economa desde una vertiente crtica. Se decidi dedicar una primera etapa de este seminario a revisar la teora convencional que todos hemos estudiado. Se pretenda, primero, entender lo que significa en su conjunto la teora convencional y profundizar en su anlisis crtico, antes de iniciar una segunda etapa en la que se trabajaran aquellos aspectos tericos que parecen ms prometedores para entender la sociedad actual y colaborar a transformarla. Con este objetivo hemos venido reunindonos regularmente despus de nuestras horas de trabajo, de forma voluntaria e informal. Nuestra tarea ha consistido en buscar bibliografa crtica sobre el pensamiento econmico ortodoxo, leerlo y comentar y debatir sobre el mismo con el objetivo de evaluarlo como instrumento para entender la organizacin econmica de la sociedad actual. Nuestra visin crtica parte de considerar que el enfoque adecuado para el estudio de la organizacin material de la sociedad, que es para nosotros el objetivo de anlisis de la economa, requiere una aproximacin en trminos de economa poltica; es decir, integrador de la consideracin de las diversas facetas de la vida social. Asimismo, el objetivo de nuestra tarea es entender cules son las variables que rigen la dinmica de esta sociedad para poder participar en transformarla en una sociedad ms justa y satisfactoria para todos. No es sorprendente, por tanto, que nuestro trabajo se quiera colocar desde el principio en la lnea que P. Baran situaba al sealar: ... ciertamente parece deseable romper con la larga tradicin de la economa acadmica de sacrificar la relevancia de la materia a la elegancia del mtodo analtico; es mejor tratar imperfectamente lo que es importante que ejercer el virtuosismo en el tratamiento de lo que no importa>> (E aran, 1962, 22). Hemos pretendido realizarlo con la mxima seriedad y rigor del que somos capaces. Al final de 1999 creemos que algo hemos avanzado en la revisin, desde una ptica crtica, del pensamiento econmico ortodoxo. A comienzos de 2000 nos proponemos empezar a explorar las coiTientes ms heterodoxas con la esperanza de encontrar en ellas elementos ms adecuados para interpretar la sociedad en que vivimos e intentar su transfonnacin. Nuestros planes de trabajo inmediato consisten en continuar profundizando en el pensamiento postkeynesiano, principalmente en las versiones ms kaleckianas del mismo, porque nos parece que tiene un gran potencial para orientar un enfoque crtico de algunos aspectos de la economa, e iniciar un estudio riguroso de la economa marxista que evale su potencialidad para el anlisis de las sociedades modernas, los problemas tericos que plantea y la evolucin de sus diversas corrientes. Querramos tambin realizar una revisin de la Escuela de la Regulacin. Esperemos

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que una segunda edicin de estas Notas pueda presentar el trabajo que nos proponemos realizar en el futuro. Aunque estamos en medio de una tarea que dista mucho de estar acabada, hemos pensado que pudiera ser til para otras personas que pretenden tambin un acercamiento crtico a la economa, mostrar pblicamente parte del trabajo que hemos realizado hasta ahora. Creemos que puede ser de inters el presentar aquellas lecturas que nos han ayudado en nuestro objetivo. Con la esperanza que pueda ayudar tambin a otras personas, especialmente estudiantes y jvenes licenciados en Economa. En el cuerpo de este libro presentamos parte de los materiales crticos de la economa ortodoxa que hemos trabajado en nuestro seminario. Tras una recopilacin de algunos artculos que se refieren al pensamiento econmico en su conjunto, recogemos algunos de los materiales crticos utilizados clasificados por grandes escuelas de pensamiento econmico. Hemos revisado el pensamiento convencional bsico: los autores clsicos, los neoclsicos, Keynes y el keynesianismo, y hacemos tambin un intento de recoger algunas de las escuelas ortodoxas ms recientes (nuevos macroeconomistas y otros), adems de realizar una incursin en los postkeynesianos. Algn material como el de Cole, Cameron y Edwars (1983) utiliza otras clasificaciones y denominaciones menos habituales pero nos ha parecido que, de todos modos, ayudaba a situar las escuelas que hemos estudiado2 De forma limitada y con variados grados de intensidad, hemos intentado revisar las distintas escuelas que se presentan en el grfico 1. Sin ninguna pretensin de que sea una recoleccin completa, erudita o que recoja los muy diversos matices que existen en cada una de estas escuelas y sus autores principales. Aunque hemos revisado todas las escuelas con el mismo inters, no hemos intentado conCeder a ~odas ellas el mismo peso en cuanto al material de lectura. La propia importancia actual de las distintas escuelas ha llevado a que ocupasen diferente tiempo y volumen de lecturas, lo que se refleja en la seleccin que presentamos. Presentamos artculos o partes de artculos crticos correspondientes a las distintas escuelas con el objetivo de que de su lectura el lector obtenga los elementos crticos principales. Estos artculos vienen precedidos de unas brevsimas notas nuestras para situar las escuelas en cuestin y destacar algunos aspectos que han atrado nuestra atencin en el seminario (sin que ello signifique que son los ms importantes entre los que presentan los artculos recogidos). Estas notas se han ido construyendo en sesiones separadas en el tiempo y coordinadas por distintos participantes del seminario, por lo que se puede observar en ellas una cierta heterogeneidad, que ha sido mantenida deliberadamente. En principio, no hemos recogido materiales que expliquen los esquemas que hemos revisado. Existen multitud de referencias en las que puede encontrarse el pensamiento tradicional convencional y no nos ha parecido procedente incluirlo. En teora, todo economista debera conocerlos y partimos de que han sido estudiados. En las corrientes2. Llaman ~> (Lipsey y Steiner, Economics (tercera edicin), Herper & Row, 1972, p. 386). La crtica moderna demuestra que esto no es as, reivindicando la superioridad terica, como economistas, de la tradicin clsica de Ricardo y Marx Gunto con la aportacin reciente de Sraffa y otros) frente a la tradicin neoclsica o contraclsica que se remonta a la dcada de 1870 con Jevons, Menger y Walras. El que haya ricos y pobres es cuestin sociopoItica, cuestin de fuerza y de hegemona ideolgica. Este hecho quedaba oculto (para los economistas) al estudiar la distribucin del ingreso como formacin de precios de los factores o servicios productivos. Sin embargo, entre otras cosas la nueva tesis explica que los lucros de los capitalistas no pueden lgicamente ser considerados una remuneracin del capitah), puesto que el valor del capital depende precisamente del nivel de beneficios -es decir, de la distribucin del ingreso, determinada extrnsecamente al sistema econmico-[ ... ] En los crculos de economistas se reconoce ahora cada vez ms la validez cientfica de la crtica moderna, que ataca el meollo mismo de la teora econmica ortodoxa: la teora de la formacin de precios y de la distribucin del ingreso. La crtica moderna es pues mucho ms incisiva que crticas como las de Galbraith o Myrdal que los propios economistas consideran ms bien como socilogos, y que criticaban la incapacidad de la teora econmica ortodoxa para analizar fenmenos no previstos en una economa de mercado que funcionara bien)) ... La ortodoxia de los libros de texto est siendo derrotada: ningn economista va a poder ya recomendar niveles de salarios adecuados, porque en vez de pensar que los salarios se determinan (o deben determinarse) en virtud de principios de teora econmica, los economistas estn reconociendo que Ricardo y Marx tenan razn, y que la teora econmica (por razones de coherencia interna) debe incorporar el hecho de que los salarios son determinados por factores extraeconmicos y que la distribucin del ingreso es lgicamente anterior a la formacin de precios. A medida que esta crtica moderna se difunda y ante el descrdito cientfico (y por tanto tecnocrtico) de las polticas de salarios y precios, tanto puede esperarse una reaccin socialista como una reaccin corporativista.

En lo poltico fue, ciertamente, la reaccin corporativista y no la socialista, la que predomin en el Occidente europeo en los aos de crisis econmica que siguieron a20. J. MartnezAlier, El fin de la ortodoxia en la teora econmica y sus implicaciones polticas, Cuademos de Ruedo Ibrico, n.o 41-42, 1973. E\ lector interesado puede encontrar una exposicin, ms amplia que la recogida en este artculo, de la crtica moderna a la teora neoclsica de la distribucin en el libro de M. Dobb, Theories ofvalue and distribution since Adam Smith, Cambridge, 1973 [Hay traduccin en castellano en Siglo XXI}.

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estos vaticinios e incluso se experiment una reaccin neoliberal de exaltacin del funcionamiento de la economa de mercado. Y en lo acadmico, me temo que la crtica

interna a la que nos estamos refiriendo result menos revolucionaria de lo que inicialmente se supona. La calificacin de incoherente a la pretensin de que el modelo neoclsico determinara por s mismo la distribucin del ingreso, oblig, por una parte, a matizar la presentacin de tal modelo a los estudiantes, advirtiendo que el sistema de precios resultante corresponda a una cierta distribucin originaria del ingreso, y, por otra, a introducir el modelo marxista en la enseanza universitaria, cosa que no plante mayores problemas al responder a la misma idea general de sistema econmi~ co que dominaba el mundo de la economa acadmica. Pero lo importante no es considerar el impacto de esta u otra crtica aislada, sino apreciar que la crtica a la teora neoclsica de la distribucin contribuy, junto con aquellas otras a las que estamos haciendo referencia, a fomentar entre los economistas un clima de insatisfaccin y de prdida de confianza en el aparato analtico de su propia disciplina. 3.5. Las crticas a las polticas de corte keynesiano y la nueva macroeconomaEl ataque a las polticas anticclicas de corte keynesiano que se desarroll desde finales de la dcada del sesenta a medida que tales polticas cosechaban decepciones y fracasos, constituy un factor importante en la referida prdida de confianh. Pues esta crtica destruy representaciones, como la curva de Phillips y las curvas de !S-LM21 , y de las posibilidades de actuacin de la poltica econmica. Hasta las propias polticas discrecionales de estabilizacin fueron blanco de la crtica no ya por ineficaces, sino por considerarlas una fuente importante de inestabilidad econmica. La crtica a las polticas discrecionales de estabilizacin se han reforzado al articular el supuesto de equilibrio continuo en los mercados y la hiptesis de expectativas racionales; porque, en ltimo trmino, el resultado de tal articulacin es la negacin de que polticas econmicas sistemticas, esperadas y entendidas, puedan generar efectos reales, ya que los agentes (econmicos) racionales, al anticiparlas, reaccionan de modo que las compensarn y neutralizarn22 Igualmente se critica el empleo de modelos economllicos en la evaluacin de polticas econmicas advirtiendo > de origen keynesiano, ni en lo referente a la interpretacin ni a las propuestas de regulacin del sistema econmico. Y en segundo lugar, porque la calificacin de nuevo viene a designar en este caso lo que es, en buena medida, un retorno a los ms rancios supuestos de la tradicin neoclsica, ejemplificando la tendencia apuntada al principio de este captulo de revender las viejas ideas con envolturas artificialmente novedosas y de ocultar bajo las apariencias de cambios y revoluciones, la invariabilidad de los supuestos. Ya hemos indicado que la nueva macroeconoma se levanta con renovado ahnco sobre los viejos supuestos de comportamiento racional de los agentes econmicos y de continuo equilibrio de los mercados, eclipsando las diferencias entre el corto y el largo plazo introducidas por Keynes precisamente ~ara salir al paso del incumplimiento de tales supuestos y revalorizando, en suma, el enfoque microeconmico cuyas insuficiencias para razonar y actuar sobre el sistema econmico en su conjunto haban originado en su da el nacimiento de la macroeconoma. En lo que concierne a las propuestas de poltica econmica, podemos resumir con Rojo que las nuevas orientaciones macroeconmicas acaban proponiendo normas frente a discrecionalidad; la renuncia a polticas sistemticas anticclicas [... ];el abandono de polticas sorpresivas, por perturbadoras, y un esfuerzo por difundir lo ms posible la informacin en la economa. La principal tarea de la poltica monetaria y la poltica fiscal habr de consistir en proporcionar al sector privado un entorno estable y predecible>>". Es un triste sino para los economistas habituados a empuar, aunque slo fuera en el pensamiento, lo que se tenan por firmes timones keynesianos, tener ahora que desecharlos por ineficaces e incluso contraindicados, sin que hayan aparecido otros nuevos. Es lgico que con la quiebra del intervencionismo keynesiano haya ganado terreno la idea de que ms vale abstenerse de intervenir y confiar en que las cosas se resuelvan por s mismas. En este sentido va la idea de que la poltica econmica debe sobre todo proporcionar al sector privado un entorno estable y predecible. Pero difcilmente pueden aceptarse con entusiasmo normas tales como el equilibrio presupuest?-fO, el crecimiento a un ritmo estable de la cantidad de dinero y la libre fluc23. !bid. Vase R. E. Lucas, Econometric policy evaluation: a critique)), Joumaf of Monetary Economics, suplemento 2, Camegie-Rochester Conference Series, v. I, 1976. 24. !bid., p. 69. The death of mncroeconomics)) reza un artculo del Financia! Times (19-IX-1984) en el momento de corregir estas pginas. Este ttulo hubiera sido in.s6lito hace pocos aos. El artculo que lo emplea resea crticamente la obra de Robert Barro, Macroeconomics, John Wiley & Sons, 1984, representativa de las nuevas corrientes neoliberales. 25. /bid., p. 65-66.

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tuacin del tipo de cambio propuestas por Friedman, como sustitutivo eficaz de las recetas keynesianas. Slo una fe renovada en los beneficios de la mano invisible puede provocar tal entusiasmo y devolver a los economistas el confort intelectual que en su da les ofreci la fe en los instrumentos analticos y las recetas de un keynesianismo ingenuo. Resulta, pues, comprensible que los economistas busquen de nuevo un refugio tranquilizador en ese universo autosuficiente e irrefutable de la utopa liberal, dando lugar al auge del neo liberalismo doctrinario que impregna a la nueva macroeconoma. Aunque la luz de la lgica ms elemental no deje de resultar chocante que, habiendo nacido el intervencionismo keynesiano para corregir las insuficiencias dellaissez faire, pretenda ahora invocarse allaissezfaire para paliar los fracasos del keynesianismo; como lo es tambin el que se invoque a la contrastacin emprica con el fin de resucitar de nuevo interpretaciones que se enterraron hace tiempo en aras de un mayor realismo26 . Esta circularidad en los razonamientos, ya apuntada anteriormente, dice muy poco a favor de la economa como ciencia positiva y lleva la polmica entre liberales e intervencionistas a posiciones irreductibles que contribuyen, ms que a resolver, a perpetuar la crisis de la macroeconoma y el descrdito de los economistas en su imposibilidad de dar respuestas unnimes para el tratamiento de la actual crisis econmica. El tono en el que se expresaron economistas con prestigio y larga vida profesional en el VI Congreso Mundial que tuvo lugar en Mxico en 1980, recoge la gravedad de la situacin:nos estamos reuniendo ac, en Mxico, como hicimos en los treinta en Harvard, para ver nuestras armas frente a la crisis; pero ahora la situacin es bien diferente. En los treinta reunimos a las gentes de todas parles -incluso los socialistas- y tenamos un par de ideas pues recin haba habido una hiptesis de revolucin keynesiana o, al menos, tenamos algunas ideas sobre hacia dnde podra ir la reforma del mundo, tenamos algunas hiptesis sobre qu reformas haba que hacer en las instituciones, de cmo tener una banca central que actuara de una forma o de otra y que pudiera funcionar, de cmo hacer una poltica de empleo y de ingreso que pudiera funcionar, etctera. Esas eran las hiptesis que tenamos en los treinta: si se hiciera una poltica de empleo, de ingresos y una poltica monetaria en tal direccin obtendramos tales resultados [... ]Y de ah la gran sntesis. Pero ahora resulta que no tenemos hiptesis ninguna [... ]27

Las crticas internas a las que nos hemos venido refiriendo pueden fomentar entre los economistas esa prdida de fe y esa insatisfaccin sobre sus quehaceres profesionales que suelen preceder a las revoluciones cientficas. Pero para que tales revoluciones se produzcan hace falta someter a reflexin los presupuestos bsicos que definen y estructuran el objeto de estudio de la ciencia en cuestin, cosa que no ocurre con las crticas a las que nos estamos refiriendo, limitadas en lo fundamental al aparato analtico empleado y a las interpretaciones de la distribucin y del funcionamiento de las26. Vemos una vez ms que la discusin suscitada por Friedman sobre el realismo de los supuestos (vase supra, cap. 23) no es una cuestin balad en el devenir reciente de la ciencia econmica. 27. Resea de M. C. Tavares, Coloquio de la Granda sobre El retorno de la ortodoxia, Peusamienlo Iberoamericano, n. l, 1982, p. 95.0

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macromagnitudes de un sistema econmico previa e implcitamente definido. En efecto, estas crticas hacen referencia a la gestin y al funcionamiento del sistema eco~ nmico, pero no a la axiomtica que lo define (vase cap. 24) y tampoco ofrecen, menos an, opciones sobre las que pueda tomar cuerpo una revolucin cientfica que, para ser digna de tal nombre, tendra que entraar modificaciones en el objeto de estudio y en los enfoques que lo sistematizan. La permanencia de stos es lo que propicia esa reiteracin de ideas y razonamientos que empuja a ofrecer como nuevo lo antiguo, dando a las discusiones entre economistas el carcter a la vez escolstico y esotrico al que nos referimos con anterioridad en este y otros captulos.

3.6. Crticas internas a la profesin pero externas a los enfoques usuales de los economistasSin embargo, existe otro conjunto de crticas internas a la profesin -en tanto que son realizadas por economistas- pero no a los presupuestos de la ciencia econmica establecida. Crticas que, de forma ms o menos directa y explcita, afectan a la axiomtica que define y sistematiza el objeto de estudio de la ciencia econmica actual y llevan a propuestas no asimilables dentro de sta. El conservadurismo propio de las comunidades cientficas hace que aquella de los economistas sea poco permeable a este conjunto de crticas, que permanece as tanto ms difuso y poco divulgado, como incmodo e irreductible resulta para la ciencia econmica establecida. Dado que el presente libro forma parte de tales crticas, que a su vez trata de sintetizar y divulgar, no vamos a insistir ahora sobre el tema. Sera redundante volver a citar ahora a economistas como Georgescu-Roegen, Kapp, Daly, Mishan ... o Passet, a los que ya hemos hecho referencia. Estos autores retoman, desde dentro, las crticas tradicionalmente externas antes indicadas, para proceder a una revisin a fondo de las carencias del aparato analtico de la ciencia econmica establecida, que modifica las fronteras de lo econmico y los conceptos que lo informan. La mayora de estas crticas hacen referencia a la gestin de los recursos naturales, con sus derivados energticos y medioambientales, y contrastan con la literatura que se orienta infructuosamente (vase cap. 19) a resolver estos problemas en el terreno de los valores de cambio. La diversidad de posiciones que abunda en estos temas 28 permite detectar en ellos uno de los aspectos ms crticos de la ciencia econmica actual, donde las crticas tradicionalmente externas estn empezando a penetrar en la ciudadela terica de los economistas abrindole nuevas brechas. As, por ejemplo, el problema que con vistas a la gestin de recursos plantea la segunda ley de la termodinmica al afirmar que la creacin de orden en un sistema implica la creacin de un desorden superior en el medio ambiente que lo envuelve, llev a Kappa sbalar pioneramente la necesidad de una nueva ciencia econmica que considerara no slo los costes internos a la nocin usual de sistema econmico, sino tambin aquellos que por ser exteriores al mismo quedan fuera del cmputo econmico corriente. Lo mismo que ha correspondido a un economista matemtico tan prestigioso como Georgescu-Roegen, la tarea de enjuiciar el proceso econmico aJa luz de la ley de la entropa y de sealar las graves limitaciones que comporta una ciencia eco28. Va~e H. E. Daly y A. F. Umaa, E11ergy, economics and rhe enviromne11l. Conflicring view.s ofan essential imerrelarionship, Boulder (Colorado), Westview Press, 1981.

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nmica que se ha desarrollado de espaldas a ella, poniendo, entre otras cosas, en cuarentena el contenido y la forma analtica de la funcin de produccin que vena representando hasta el momento, al resguardo de toda crtica, la relacin entre el sistema econmico y el mundo fsico circundante (vase supra, cap. 20.III). Y que Passet supo advertir las inconveniencias de la actual nocin de sistema econmico de corte mecanicista y la necesidad de razonar sobre otros sistemas ms aptos para captar los fenmenos de la vida y enjuiciar la relacin de las sociedades humanas con su entorno habitable. Pero no slo es la nocin de produccin, de coste o de sistema, lo que est empezando a ponerse en cuestin por los economistas, sino tambin su presunta finalidad inequvocamente utilitaria, que constitua la razn de ser del sistema econmico. Alguien con una posicin tan slida dentro de la profesin como Joan Robinson sealaba ya en 1972 que, frente a la primera crisis de la teora econmica originada a raz de la Gran Depresin de 1929 por el , la segunda crisis, la actual, surge de una teora que no puede explicar el contenido del empleo29 Y al poner en un primer plano la cuestin de para qu deba ser el empleo, se arrastran obligadamente las preguntas de para qu la produccin y para qu el consumo y la inversin en los que aquella se desdobla, dando la mano -posiblemente sin saberlo- a crticas como las de Baudrillard que sealaban desde fuera de la profesin esa crisis de la finalidad utilitaria de la produccin. La crisis econmica de los setenta, con el consiguiente aumento simultneo del paro y de la inflacin, vino a eclipsar estas reflexiones fundamentales tendentes a desmontar la axiomtica que liga mecnicamente en la ciencia econmica establecida la produccin a la satisfaccin (de necesidades) y, por ende, al bienestar y a la felicidad de los hombres. De ah que la crisis econmica, al distraer la atencin sobre este problema fundamental haya sido en este sentido, al decir de Baudri!lard, > (que se pretende cientfica) no sin matizar que la velocidad de tal socavamiento depende en gran parte de la salud que gocen las instituciones a las que sirve. En el caso que nos ocupa bien pudiera ocurrir que el juego de tales instituciones llevara antes a la extincin de la especie humana que a la quiebra generalizada de las elaboraciones que las sostienen. Precisamente la revisin de los planteamientos de la ciencia econmica busca, en parte, evitar que tal cosa ocurra. Pues hay que advertir que tal revisin no slo se ve auspiciada hoy por argumentaciones racionales o consideraciones morales, sino por acontecimientos que plantean un divorcio cada vez ms claro entre las categoras de la ciencia econmica y aquellas otras del lenguaje corriente o entre sus formulaciones tericas y el sentido comn. Si en otro tiempo fue la estrecha relacin entre estas categoras y las del lenguaje corriente la que favoreci su aceptacin generalizada, asegurando el xito de una ciencia econmica que acogi benvolamente la consideracin vulgannente pecuniaria de la riqueza que, como sealaba Quesnay, es asilo de sofismas, hoy resulta cada vez ms ostensible que bajo la divisa de la produccin y la satisfaccin de necesidades mediante el consumo se ocultan la destruccin y una ansiedad (o insatisfaccin) crecientes. Lo mismo que se instituye la palabra bien para designar indiscriminadamente atodos los objetos consumidos, cuando prolifera el consumo forzado de aquellos con un valor vital ms dudoso ya sea en razn de la carrera de armamentos, de la contaminacin ambiental, o de la propia degradacin de la dieta alimenticia que dan lugar a los envenenamientos y enfermedades modernas. Y, como colofn, se generaliza la denominacin de sistema econmico para designar el sistema ms antieconmico quejams haya existido en la historia de la humanidad que ni siquiera apunta a lograr el primer objetivo que debiera orientar una gestin de recursos mnimamente razonable: el de asegurar la supervivencia de la especie humana. Divergencias stas que no slo se plantean en los pases del llamado Tercer Mundo, sino tambin en las metrpolis industriales, haciendo tambalearse el axioma que hasta hace poco identificaba la expansin del modelo de sociedad ofrecido por stas con el bienestar y la felicidad de la especie humana. En consecuencia, no ser tanto la globalidad y coherencia de una crtica racional la que provoque la revisin de los presupuestos en los que hoy se inspira la ciencia econmica, como la fuerza de ciertos hechos que le preparen un contexto favorable. No obstante, la discusin explcita y razonada de tales presupuestos puede contribuir a incrementar la tensin mental que precede y motiva los cambios en las creencias y valores establecidos. Pues tambin est claro que si no sometemos a reflexin los presupuestos que mientan implcitamente el quehacer de los economistas y las construcciones de la ciencia econmica, difcilmente podrn modificarse.

32. R. W. Knpp, Social COSIS ... , ob. cit., p. 282.

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Prlogo a la segunda edicin. Evolucin reciente del pensamiento econmico: entre la reconstruccin intelectual y la congelacin conceptual'

Jos Manuel Naredo

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Los siete aos transcurridos desde la primera edicin de este libro han sido prdigos en acontecimientos histricos relevantes que revalorizan muchas de las reflexiones contenidas en el mismo. Aunque no es el propsito de esta nueva edicin hacer un repaso exhaustivo de tales acontecimientos desde las perspectivas del libro, tendremos necesariamente que referirnos a ellos. El derrumbamienlo del antiguo bloque socialista y la extensin ya generalizada y sin tapujos de una nica idea de sistema econmico>>~ el fracaso continuado de las polticas de desarrollo en buena parte de los pases pobres, agravado por las guerras, y la consiguiente ampliacin del foso que los separa de los ricos; la quiebra en stos del Estado de Bienestar cuando se hacan ms agudos que nunca los fenmenos del paro crnico y la marginacin social ... ; unidos a la mayor amplitud del deterioro ambiental y de la conciencia que de ste se tiene, son acontecimientos que no podemos ignorar, porque contribuyen a dar nuevas vueltas de tuerca a la disyuntiva entre reconstruccin intelectuab> y congelacin conceptual en la que, segn William Kapp 1, estn llamados a debatirse los economistas, demandando la revisin y relativizacin de los enfoques econmicos ordinarios que se propone en este libro. Sin embargo, aunque los nuevos acontecimientos hacen cada vez ms perentoria esta revisin, de hecho el viejo cuerpo doctrinal se resiste a ella, manteniendo un ranking de prestigio de la profesin que premia el solipsismo conceptual de seguir afinando su instrumental hasta la saciedad y extendiendo sus aplicaciones hasta los campos ms inusitados, para generar tan invasora bruma de redundantes y sofisticadas reformulaciones de los antiguos principios que, al presentarse como novedades, llega a eclipsar los ms contados intentos de verdadera reconstmccin intelectual. Lo cual viene a proyectar tambin en este campo una especie de Ley de Gresham generalizada, segn la cual, lo mismo que la mala moneda expulsa a la buena del mercado, los sucedneos expulsan a los productos de calidad en la Sociedad de consumo, los mensajes banales y sensacionalistas ocultan a aquellos otros ms relevantes en la sociedad de la informacin y ... , en el campo de las

*l.

Publicado en: Narcdo, Jos Manuel. Prlogo a la segunda edicin. Evolucin reciente del pensamiento econmico: entre la reconstruccin intelectual y la congelacin conceptual)). En: lA economa Cll evolucin. 2." cd. Madrid: Siglo XXI de Espaa, 1996, p. XVII-XXXVI. K. W. Kapp, lntellectual reconsuuction or "conceptual freeze"; Economics in the Future)), en C. K. Dopfer (comp.), Economics in rhe futurc, Londres: MacMillan, 1974. (Hay traduccin en castellano del FCE, Mxico; 1978, bajo el ttulo La economa del futuro; el trabajo de Kapp aparece con el ttulo menos expresivo de El carcter de sistema abierto de la economa y sus implicaciones))).

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elaboraciones econmicas, la nueva e incesante reiteracin cierra el paso a la renoM vacin conceptual. Resumiendo, podramos sintetizar en cuatro grupos relacionados entre s los acontecimientos que han dado un vuelco en el panorama mundial de los ltimos tiempos, revalorizando el inters de desenredar -tal y como proponamos en la primera edicin de este libro- la inmensa maraa de valores y creencias que sostienen la idea actual de lo econmico. Uno es la crisis disolutiva de los regmenes polticoeconmicos propios de los llamados pases socialistas del Este europeo, que tuvo la virtud de mostrar que la idea de sistema econmico que ofreca como alternativa el marxismo era esencialmente la misma que la economa poltica, tal y como habamos argumentado ya en este libro (captulo 12): de hecho el marxismo, al apoyar con vehemencia la misma nocin de produccin que suscriba'la economa poltica, al perseguir objetivos tanto o ms productivistas que aqulla, con medios que se revelaron menos eficaces, contribuy a facilitar la hegemona planetaria de esa idea de sistema econmico que someteremos a reflexin en los captulos que siguen. Otro es el conflicto que supone el generalizado afn de incluir el medio ambiente y los recursos naturales en un razonamiento econmico que se haba alejado de estas cuestiones para Consolidarse como cuerpo autnomo de conocimiento. El tercero viene dado porque la evolucin de la economa mundial en los ochenta ha dado al traste con las dulces promesas del desarrollo y las teoras que las sustentaban. y ello no slo porque la crisis ambiental muestra la inviabilidad de extender a escala planetaria los patrones de vida propios de los pases ricos del Norte, tan exigentes en recursos y prdigos en residuos, sino tambin porque en los ltimos tiempos se han manifestado con particular crudeza las relaciones de dominacin econmica y deterioro ecolgico y social sobre los que tales patrones se asientan. Por ltimo, el cuarto, es el papel tan determinante que ha alcanzado la esfera de Jo financiero en el reparto del poder mundial, soslayado por una nocin de sistema econmico que, al permanecer anclada a la vieja idea de produccin de riqueza, ignora que las actividades que aseguran la hegemona de las antiguas metrpolis industriales estn cada vez ms orientadas a la adquisicin de la misma mediante el manejo del sistema financiero y las empresas multinacionales. 2 Antes de referirnos a algunos aspectos relacionados con las reas indicadas (que sern retomadas en los captulos correspondientes del texto y, en ocasiones, completadas con breves eplogos o notas actualizadoras) vamos a detenernos en ciertos rasgos de la evolucin reciente de la economa acadmica, entre los que confluyen la fobia a la transdisciplinaridad, el poco afn de revisar sus fundamentos y su creciente distanciamiento de los problemas del mundo real. Rasgos que explican que ni este libro, ni la mayor parte de las obras de mis autores de cabecera, fueran recibidos con los brazos abiertos en el mundo acadmico. El caso quiz de ms flagrante injusticia sea el de Nicholas Georgescu-Roegen, que falleci en el otoo de 1994 sin que tal evento pasara por las autopistas de la informacin y ni siquiera a ttulo pstumo la comunidad de los economistas rindiera el homenaje que merece a sus contribuciones ms importantes sobre la relacin entre economa y termodinmica y sobre la construc-

PRLOGO A LA 2' EDICIN. EVOLUCIN RECIENTE DEL PENSAMIENTO ECONMICO

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cin de la por l denominada bioeconoma 2 . Creo que ello se debe a que incurri en el doble pecado de la transdisciplinaridad y la crtica irrespetuosa de los fundamentos de la economa establecida, transgrediendo las fronteras y los enfoques admitidos entre los practicantes normales de sta, para relativizarlos y trascender! os. Con el agravante de que esto no lo hizo desde fuera, desde planteamientos ticos ... , o sociopolticos, cultivados por disciplinas consideradas secundarias por los economistas, sino partiendo de una posicin bien consolidada corno economista matemtico y apoyndose en la fsica. La figura de Georgescu-Roegen haba sido bien valorada por sus contribuciones iniciales a la teora econmica. Prueba de ello es que fue a l a quien se le encomend desarrollar la voz en el monumental proyecto de la Enciclopedia de las Ciencias Sociales 3 Adems su biografa aparece nonnalmente recogida, cargando la mano en lo referente a la primera parte de su vida acadmica, en los diccionarios econmicos al uso: el Palgrave; ... o el Who's Who, de Blaug. Por ejemplo, este ltimo apunta de modo telegrfico entre sus principales contribuciones: solucin a la paradoja de la no integrabilidad en teora de la utilidad; prueba de la imposibilidad de derivar la funcin de utilidad solamente de las preferencias reveladas. Eleccin estocstica, eleccin jerrquica (lexicografa) ... Aspectos termodinmicos de la economa. Bioeconoma4 Estos ltimos aspectos habran pasado todava mucho ms desapercibidos entre los economistas si no llega a aparecer en escena el primer infonne Meadows sobre Los lmites del crecimiento en 1972 y la llamada ~> de los setenta. El hecho de que estos dos acontecimientos contribuyeran mucho ms a agitar y a ampliar el campo de estudio de los economistas que las fundadas sugerencias previamente planteadas por Georgescu-Roegen desde dentro de la profesin, dice mucho sobre la escasa disposicin de esta comunidad cientfica a alterar desde dentro su sistema de hacer ciencia y a revisar en serio sus fundamentos. Sorprende que un libro tan relevante en el campo de la metodologa y la historia del pensamiento econmico como es el de Georgescu-Roegen, La ley de la entropa y el proceso econmico, aparecido en 1971 5, no recibiera la atencin que se merece en un mundo acadmico en el que proliferan los encuentros y publicaciones orientados a discutir cuestiones menores. Veamos un caso significativo. Mientras los anlisis desarrollados por Georgescu-Roegen en la obra mencionada sobre la epistemologa mecanicista que impregn las elaboraciones de los padres de la economa matemtica (matizados en la primera edicin del presente libro, en el que delimit lo que eran isomorfismos de lo que eran simples analogas en este campo) fueron acogidos con desinters en medios acadmicos, ahora un suplemento de la revista History of Political Economy y un nme2. 3. 4. Cfr. J. Grincvald, Hommage aNicolas Georgescu-Roegen)), Stratgies nergtiques, biosphere et socir, abril, 1995. Enciclopedia de las Ciencias Sociales, versin castellana de AguiJar, Madrid, sin fecha, 11 tomos. El nico diccionario que he visto que otorga a las contribuciones heterodoxas de Georgescu-Roegen la importancia que creo que se merecen, es el incluido en la obra de M. Beaud y G. Dostaler, La pense conomique depuis Keynes (Hisrorique et Dictionnaire des principaux auteurs), Pars: Seuil, 1993. N. Georgescu-Rocgen, 71w elltropy /aw and rile economic process, Cambridge, Mass. y Londres: Harvard University Prcss, 1971. Como director del Programa Economa y Naturaleza de la Fundacin Argentarla he promovido la publicac'tn en castellano de este libro en la coleccin Economa y Naturaleza)), que la Fundacin Argentarla coedita con Distribuciones Visor de Madrid.

5.

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ro de la revista Philosophy of the Social Sciencel' recogen la documentacin sobre encuentros promovidos para discutir el libro de Mirowsky, More heat thanlight1, que retom el tema posteriormente. Por qu tras haber sometido a la obra de Georgescu-

Roegen a un intenso silencio en medios acadmicos, stos discuten y divulgan ahora laobra de Mirowski que vuelve sobre los temas indicados, sin ahorrar reconocimientos a aqul (le dedica incluso el libro, junto con Veblen, como a Jos dos ms profundos filsofos econmicos del siglo xx)) )? 8 No conozco bien los detalles para responder con pleno conocimiento de causa a esta pregunta, pero me temo que la reconocida autoridad de Georgescu-Roegen corno economista matemtico, unida a su carcter irreductiblemente crtico y, a vecest mordazmente irnico, sobre temas y personajes centrales de la profesin, contribuyeron bastante a ello: al resultar incmodas sus elaboraciones en medios acadmicos, stos lo acabaron arrinconando y aislando de sus antiguos colegas. Sin embargo, la crtica de Mirowski es menos irrespetuosa para el statu quo acadmico y sirve mejor para animar, en los confines de ste, discusiones localizadas entre metodlogos e historiadores sobre temas considerados tan esotricos por el ncleo duro de la profesin, como el de las relaciones entre el instrumental aplicado en la fsica y el utilizado en la economa. Tambin ha jugado en favor de Mirowski el mayor inters que hoy despierta la economa desde el punto de vista de la filosofa de la ciencia, cuando hace veinte aos exista un claro vaco en este campo9. Estos y otros acontecimientos me hicieron ver con brutal claridad que no son los puros afanes investigadores y docentes, respetuosos de las reglas del juego cientfico, los que agitan a la comunidad de los economistas, sino ms bien los conflictos entre reinos de taifa acadncos y las batallas ideolgicas ms o menos sordas que se desatan en su seno, en las que este libro se ha de ver envuelto y en las que, por Jo tanto, debo reflexionar. Batallas que, como no poda ser menos, dependen de las inquietudes del conjunto de la sociedad. As, la receptividad de las propias comunidades cientficas hacia textos crticos en ciencias sociales se ampla con el afn generalmente sentido6. Annual Supplcment to Volume 25, HistOT)' oj Political Ecmwmy, Duke University Press, 1993. Vase, en este volumen, N. de Marchi, Non-natural social scicnce: rcflecting on the enterprise of More heat thanlight, p. 300-302, as como Jos trabajos publicados en el nm. 22 de Phi/osophy ofthe Social Sciencies, 1992, sobre el libro de Mirowski: A. Cohen, lntroduction to the review symposium on Philip Mirowski's more heat than light, p. 78-82; A. Cohen, ~>, que la nueva microeconoma no ha conseguido acortar. Pues, si bien los estudios de casos antes mencionados buscan enriquecer la casustica del razonamiento micro para acercarlo a los niveles macro, siguen ignorando los cambios referenciales que suelen acompaar a los cambios de escala y de organizacin. De esta manera, tal vez se ha paliado algo la antigua discontinuidad entre micro y macroeconoma, pero ello ha sido a costa de distanciar esta ltima del mundo de los negocios y de la poltica ecosiderar la relacin entre el cuerpo terico y los hechos a investigar: (>, corno panacea capaz de emular a la Divina Providencia en la tarea de llevar a la humanidad por el buen camino siempre que se respeten sus reglas, esta idea providencialista gan terre-. no hasta erigirse, al decir de Polanyi2\ en la ms violenta de las explosiones de fervor religioso que haya conocido la historia pues lo que naci siendo una simple inclinacin en favor de los mtodos no burocrticos se convirti en una verdadera fe que crea en la salvacin del hombre aqu abajo gracias a un mercado autorregulador. Es esta fe en las propiedades benficas del mercado la que alienta esa especie de monismo transcendental que induce al aislamiento de muchos economistas acostumbrados a encerrar sus reflexiones en el campo de los valores pecuniarios o de cambio. Sin embargo, dentro del propio campo de los economistas se ha desarrollado una corriente neoinstitucionalista25 que se encarga de recordar que, tras la mano invisible de24. K. Polanyi, TIJe great transfomwrion, Nueva York, 1944. [La gran transfonnacin, Madrid: La Piqueta, 1989; vanse p. 66 y 223.} 25. El trmino neo-institucionalismo)) fue acuado por A. G. Gruchy (en su libro Contemporary economic tlwught: the contribution of neo-institutional economics, Clifton, New Jersey: Augustus M. Kelley, 1972) para designar un conjunto amplio de autores que llevaron el anlisis econmico ms all del mercado, conectndolo con otros campos de la realidad y reas de conocimiento (instituciones, valores, tecnologas ... ). Esta corriente se agrupa en torno a la Association for Evolutionary Economics, creada en 1958, y a su revista, Joumal of Economic lssues, creada en 1967. Recientemente, la publicacin de un diccionario de Economa Institucional (dedicado en honor de Veblen, Commons y Myrdal) apunta a consolidar dicha corriente: G. M. Hodgson, W. J. Samuels y M. R. Too! (eds.), The Elgar Companion to institutional and e~olutionary economics, Hants (GB) y Vermont (EE UU): Edward Elgar, 1993. En un sentido similar, pero desde una lnea ms radical, vase W. Sachs (ed.), The de1elopment dictionary. A guide to knowledge as power, Londres y New Jersey: Zed Books, 1992, Para mi gusto, el texto que seala de fonna ms clara y escueta las diferencias entre el enfoque institucional y el estndar, sigue siendo el de William Kapp, In defense of institutional cconomics (Sweedish Journal of Economics, LXX, (l ), I%8, p. 1~8) cuya primera traduccin en castellano se incluye en la seleccin de textos de Kapp

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CRTICA ALA ECONOMA ORTODOXA

Adam Smith, se encuentra la mano bien visible de las instituciones26 que condiciona las transacciones del mercado. Y que por encima de sta transcurren las negociaciones, presiones e influencias polticas para disear la estructura institucional y controlar su funcionamiento. En efecto, el mercado no es ninguna entelequia sino que ha de tornar cuerpo en algn marco institucional, con unos derechos de propiedad atribuidos y distribuidos de forma concreta, que condicionan su extensin y sus resultados en precios, costes, beneficios distribuidos, productos intercambiados y residuos emitidos. Las elaboraciones de la teora econmica no podan ya permanecer insensibles a la creciente avalancha de literatura que insista en que las principales y ms condicionantes decisiones, que establecen las propias reglas del juego econmico, se fraguan fuera del mercado y condicionan los resultados de ste. Las elaboraciones de la teora econmica fueron derivando insensiblemente, desde la identificacin del mercado con las virtudes de la libre competencia y del equilibrio con el ptimo, hacia el estudio de las imperfecciones de aqul y la ineficacia de su funcionamiento, que podan derivar a situaciones nada ptimas. As, al tener en cuenta la amplia casustica que hace que las transacciones mercantiles desemboquen en los resultados ms diversos, las elaboraciones de la teora econmica acabaron desembocando tambin en el estudio de un rosario tan amplio de casos que incumplen las reglas de ese mercado, libre, transparente y perfecto en el que concurren individuos iguales, que -al decir de Passet, en el texto antes ciiadG- recuerda a la larga lisia de pecados que, debidamente clasificada, figura en los antiguos manuales de confesores. Cuando, evidentemente, ni una lista ni la otra encierran la explicacin del comportamiento econmico, o del comportamiento humano. Pudiendo el mercado arrojar tantas soluciones, reales o simuladas, como marcos institucionales y distribuciones del patrimonio y de la renta se le impongan, el institucionalismo aplicado a temas ecolgicos o ambientales trata de identificar aquellos marcos cuyas soluciones se adapten mejor al entorno fsico y a los estndares de calidad deseados. Y lo mismo que no hay mano invisible alguna capaz de guiar al sistema hacia la estabilidad ecolgica, tambin se sabe que no la hay para restablecer automticamente la equidad, cuando las dotaciones iniciales de personas, entidades o pases sony de Ciricy-Wantrup preparada por Federico Aguilera, recientemente publicada con el ttulo Economa de los recursos naturales. Un enfoqrte instilllcional, en la coleccin Economa y Naturaleza que coedita la Fundacin Argentaria con Distribuciones Visor, Madrid, 1995. En cualquier caso hay que subrayar que las nuevas corrientes institucionalistas se alimentan de economistas de izquierda y de derecha, intervencionistas y liberal~ ... , rompiendo con las clasificaciones que se venan bamjando, lo cual denota la amplitud de esta corriente relativizadora de la vieja ortodoxia. Pero hay que advertir que, como ocurre en otras reas conflictivas, la ortodoxia reacciona utilizando tambin los .tSpectos institucionales como campo de aplicacin de sus propios enfoques e instrumentos. De ah que North propusiera llamar neo-institutionalists (de neo-clsicos) a los autores que buscan extender o complementar en el rea institucional el modelo neo-clsico, y new~institutionalists a los que recurren al anlisis institucional porque impugnan dicho modelo y consideran que el comportamiento humano dista mucho de la racionalidad del homo economicus. No obstante, esta distincin no ha cuajado sobre todo porque el propio campo del anlisis institucional es poco propicio para establecer fronteras tajantes entre ambos enfoques: ello exigira enjuiciar en todo caso las intenciones no explcitadas de sus practicantes. 26. Entendemos -de acuerdo con Bromley- por instituciones Uquellos acuerdos y reglas colectivas que establecen lo que es un comportamiento socialmente aceptable. (D. W. Bromley, Economic illlerests mrd institutions: tlw conceptualfoundations ofpublic policy, Oxford: Blackwell, 1989.)

PRLOGO A LA 2'EDICIN. EVOLUCIN RECIENTE DEL PENSAMIENTO ECONMICO

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desiguales en capitales y recursos. La consecuencia lgica de este modo de razonar es que el mercado deja de ser c~nsiderado. como la panac~a. que por s sola garantiza el ptimo econmico, para convertnse en un mstrumento a utthzar sobre bases controladas para conseguir soluciones que se adapten a determinados objetivos, estndares o escenarios socialmente acordados sobre el entorno fsico, la equidad, etc. Lo cual empuja a abrir el universo hasta ahora aislado de lo econmico a la realidad fsica, a sus modelos predictivos, a las opciones tecnolgicas y a los procesos de negociacin social, trasladando el ncleo de la discusin econmica desde el interior del mercado hacia informaciones e instituciones exteriores al mismo, para hacer de esa discusin un punto

de encuentro obligadamente transdisciplinar. Esperemos que la segunda edicin de este libro contribuya a ello en alguna medida, ya que entre sus propsitos figuraba el de sacar el razonamiento econmico de la torre de marfil de los economistas, ayudando a democratizar el pensamiento en este campo.8

Por ltimo recordemos que tras los conflictos que enfrentan a los economistas sobre la consideracin del mercado, la equidad o el tratamiento del medio ambiente, subyacen posiciones ideolgicas que los suelen hacer irreductibles a la discusin y el acuerdo razonados. De ah que las polmicas que originan los mencionados conflictos desemboquen con frecuencia en dilogos de sordos ms propios de enfrentamientos religiosos que de intercambios cientficos. Sin embargo, esto no es corriente apreciarlo, aadindose a la Torre de Babel entre especialistas, antes mencionada, otra incomunicacin todava ms grave entre el pensamiento cientfico y las otras formas del conocimiento. Por ello este libro no slo apunta a facilitar la conexin entre ciencias de la naturaleza y del hombre para mejor orientar la gestin econmica, sino tambin entre la ciencia y las otras formas del conocimiento humano. Pues aunque la discusin sobre la viabilidad y la economicidad de los sistemas de vida de las sociedades humanas deba realizarse a la luz de los conocimientos cientficos disponibles, hemos de subrayar que tanto la orientacin de stos, como la eleccin inherente a la toma de decisiones polticas y econmicas, sern siempre tributarias de consideraciones metacientficas. Lo cual otorga renovada vigencia al propsito formulado por pensadores afines a los romnticos (Schelling, Humboldt, Ruskin ... ) de buscar soluciones que concilien criterios ticos, estticos y utilitarios, para resolver las ambivalencias que suele comportar la toma de decisiones y para disear marcos jurdicos e institucionales propicios para que tal cosa ocurra. Mxime viendo que la epistemologa moderna asume explcitamente que la toma de decisiones en condiciones de incertidumbre y con diferencias cualitativas difcilmente comparables, son moneda comn en la gestin poltica y econmica27 . Es ms, la propia forma de concebir la naturaleza, el hombre y su mutua relacin, est llamada a informar los dos enfoques econmicos antes mencionados que escinden la comunidad de los economistas en un mismo conflicto ideolgico y cientfico. Un enfoque que podramos calificar de analtico-parcelario, en cuanto al mtodo, e27. Vase, S. O. Funtowicz y J. R. Ravetz, U11certaimy and quality in science for policy, Dordrecht: Kluwer Academic Publishers, 1990.

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individual-competitivo, atendiendo a su filosofa, que confunde individualismo con egosmo para mantener la fe rnandeviliana en el comportamiento individual insolidario como el mejor medio para conseguir, por obra y gracia de la tcnica y el mercado, un enriquecimiento y bienestar generalizados. Otro, que podramos identificar como sistmico, en cuanto al mtodo, y global-cooperativo, en su filosofa, que apunta a cumplir simultneamente objetivos utilitarios, ticos y estticos. Ninguno de los dos enfoques puede ser ya ajeno al deterioro de las condiciones de vida en la Tierra que origina la civilizacin industrial, pero abordan los problemas de modo diferente, ya que parten de dos ideas distintas de naturaleza. Para el primero de ellos la naturaleza no es otra cosa que un medio ambiente que rodea al hombre, cuya calidad se desea mantener tratando de paliar los impactos ms negativos que se derivan de su uso. Para el segundo, la naturaleza es la biosfera (a la que se devuelve ms o menos metafricamente la condicin de organismo: recordemos la hiptesis Gaia28) en la que el hombre se ve integrado, siendo esta integracin la que se propone revisar, para lograr una simbiosis ms acertada y acorde con el geocentrismo de este enfoque. Para el primero, en suma, la naturaleza sigue siendo un simple conglomerado de recursos a explotar, del que hay que ocuparse de mala gana dado que ejercen un papel Limitante sobre las actividades humanas. Para el segundo, la naturaleza no slo es limitante, sino tambin sugerente, al proporcionar al hombre intercambios ldicos y creativos. Ciertamente los motivos que nos inducen a inclinarnos hacia una u otra posicin son irreductibles a la discusin cientfica, pues dependen no tanto del conocimiento como de la sensibilidad de cada cual, que adems suele embotarse en situaciones de penuria, sufrimiento o desvaro. Por lo que difcilmente se podr mejorar la relacin hombre-naturaleza sin mejorar la relacin entre los seres humanos mismos, evitando las situaciones de frustracin, de guerra y de pobreza que ltimamente se han prodigado por el mundo.

28. La obra ms representativa y extremada de esta nueva visin organicista de la biosfera es la de J. E. Lovelock, Gaia, a new look ar liJe on Earth, Oxford University Press, 1979 [Gaia, una nueva visin de la vida sobre la tierra, Barcelona: Orbis, 2" cd., 1987.]

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El absolutismo del individualismo de mercadoGeoffrey M. Hodgson

Jams, en esta tierra, estuvieron las relaciones entre los hombres basadas slo en el pago en efectivo. Si, en cualquier momento, una filosofa de laissezfaire, competencia y