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SEMANARIO PINTORESCO : : : SEPULCRO DE M O lU T n K> KL CEMENTERIO DE PARU,

SEM ANARIO PIN TO RESCO SEPULCRO DE MOlUTn K> KL

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3 9SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 305

A D V ERTENCIA

El grabado en madera que aconi|>aña á este artí­culo, y que representa la vista exacta del sepulcro de MOR ATIN en el cementerio del Padre LaChaissc de París, fue mandado ejecutar expresamente en aquella capital á uno de los mejores artistas, sobre un dibujo hecho también en ella á nuestra vista, y del que podemos garantizar la exactitud, liemos creí­do oportuno hacer estampar aparte dicho grabado para su mayor lucimiento. Confiamos, pues, que los suscritores ni Semanario reconocerán en esta dili­gencia nuestro constante deseo de hacer interesante esta publicación, aun a costa de crecidos sacrificios pe­cuniarios.

E L SEPULCRO DE M ORATIN.E N E L C E M E N T E R I O D E T A B Ú .

l i u convulsione» política* ijuc desde los primeros silo» del siglo actual agitan A España, han venido A ser aun mas fatales A las letra» y A los que las cu ltivan , que In indife­rencia ó el fanatismo de lo» siglos preccdcnlrs, ya distra­yendo la a trn rion del pueblo liAria uhjetos que cree de mas inmediato Ínteres, ó ya empujando & la arena polltira A los talentos privilegiados, y haciendo |M»r consiguiente víctimas de las persecuciones y del encono de lo» partidos A aquellos mismo» hombres que en circunstanrias tranquila» hubieran solo aparecido como apóstoles de la ciencia, y encargados de la noble misión de ¡lustrar A sus semejantes.

P o r consecuencia de la» varias alternativas de aquella encontrada posición en que las opiniones políticas ó la fuerza del destino les rolorAra, han desaparecido en este desgraciado periodo los Is la s , los JoveB anos, los Cien- fu e g o s , los M elrndes, los M oratines, y tantos otroa- igualmente aprcciablc» por su m oral privada y su sidrero patrio tism o, como dignos del respeto y del entusiasmo na­cional por su grande ingenio y laboriosidad. V sin em bar­go , han m uerto envueltos en la desgracia, vilipendiados y proscrip tos, pobres y ancianos los mas de ellos, y lejos de •una patria A quien habían ilustrado con su saber. ¡Triste fatalidad de nuestros escritores! El inm ortal Cervantes, pobre y cautivo, enjendró en una cárcel el libro sublime que habia de ser el p rim er titu lo de gloria literaria de su pai». Quevedo , M ariana y lu i s de Lean fueron víctimas de roas terribles persecuciones; y gracias á la incuria de su sig lo , boy ignoramos donde reposan los restos m ortales de Lope de M ega, de T irso y de MÓreto. F.l siglo XIX, apelli­dado "de. las luces", llevando mas allá su intolerancia po­lítica, ha visto incliuar su vcncrabte cabeza eñ tie rra cstra- iia A M elrndes y M oratin.

No lia faltado, em pero, en tre nosotros quien ruboroso de esta grave culpa de nuestra época, ha salido A vindicar en parte-el nom bre español, y cumplido un deber que pu­diera llamarse nacional, levantando sobre la tum ba extran- gera de aquellos dos célebres escritores una piedra amiga que señale su nom bre al pasajero. Ya en el m’imero 42 Jel tom o 4- ° del Semanario insertam os una noticia de la exumaeion de los restos de M elrndes T o ldes y su decorosa coloración en el cementerio de M ontpellcr, debida A las d i-

Srgunda s¿ríe. — T ono II I .

ligencias y celo de los SS. Duque de Frías y D. Joan N'irasio Gallego: hoy nos toca revelar A nuestros lectores u n tr i­buto semejante rendido A la buena memoria de M okatii por la familia Silueta y otro* de su* mas íntim os amigos.

E l cementerio principal de P arís , llam ado del P. La- d iaisse, es un vasto y magnífico jardín que desde los p ri­meros años del siglo actual en que lúe destinado A este sa­grado objeto se lia visto cubierto de muchos miles de mo­num entos artísticos de la m ayor magnificencia, y lo que ea m as, ilustrado con la rica aureola de gloria que derram an por su recin to lo» muchos nombres ilustres esculpido» ea sus lApidas funerales. En aquella soberbia Necrópolis (ciu­dad de m uertos) en que en tre dos generaciones lian venido A pagar el hum ano tribu to un F oy y un B enjam ín Cons- io n l; un Cuuier y un T a im a ; un P errirr y un N e j\ un M assena y u n Saue.htt, grandes reputaciones de su siglo; cu aquel sagrado recinto, que , no contento con ellas, lia llamado A tan espléndido y mudo congreso los nom brrs gloriosos de los siglo» anteriores, y rcrojido bajo su tierra amiga los resto» del escritor filósofo de la corte de Luis XIV, el adm irable M oliere; del intérprete de la naturaleza L a - fo n la in e ; del caustico B eaum arehais y del tierno DelUle; que ba levantado con los escombros del Paracleto una bella tum ba gótica para los desgraciados amantes A belardo y Eloísa; en aquel jardín, en fin, que renueva la memoria del Elíseo de V irgilio , ó sra la espléndida evoracion de todas las sombras venerables de los que en las arm as, en la* le tras, ó en la tribuna defendieron é ilustraron A su patria; no puede m rnos de conmoverse profundamente el hombre sensible ó r l viajador filósofo que atravesando sus bellos bosques, su» graciosa» colinas y su» variado» paseo», se baila detenido A cada paso con la m ultitud ile fúnebres monu­m entos, la» cslAtuas y nombre* de las personas célebre* que encierra.

Ningún sitio fuera de la capital ofrece puntos de vista mas pintorescos y variado», y aun considerado meramente bajo el aspecto artístico puede calcularse el interés que ba de csritar un vasto jardín en que se encuentran nías de 303 mausoleo* de todas la» forma» y órdenes arquitectónicos, muchos de ellos de cslraordiuorio p rim o r, embellecido el todo por el frondoso ramnge de lo* Arboles y las plantas, y por el interesante espectáculo de los piadosos parientes y amigos que vienen A rendir A los suyos los mas lirrnos bo­rneo a ge», vertiendo lágrima* sobre sus tum bas, cubriéndo­la* de llores, y comunicándose con clics, p o r decirlo asi, A pesar de la m uerte; y no se cstrafiarA que A la vista de aquel sublime espccIAtulo r l cstraujero suspenso sienta despertar un movimiento de sim patía por una nación que sabe res- ¡tclar asi la memorias de sus pasados. Pero si el viajero es español, crece de lodo punto su interés, al encontrar fre­cuentemente en aquel sitio clegautcs aunque sencillos mau­soleos levantados A la memoria de sus com patriotas, m uer­to» en el destierro por consecuencia de la» revueltas civiles.

Bajo n n elegante templete rirculaé de m árm ol, forma­do p o r ocho colum nas, y enroñado por una rruz, se encierra una u rna en que reposa, el antiguo m inistro de estado D on Mariano L u is de L rquijo, que falleció en P arís en 3 de mayo

de 1817 A la edad de 4‘J años; leyéndose en ella esta enér­gica y oportuna inscripción;

Jt fa lla d u n tem ple d la cerlu ,¿ h a sile el la douleur. ,

El em bajador duque de F ernán A tin e s, el médico Car­d a Su elto , el sabio M orales, el m arino G usm an de O ir- rio n , la marquesa de A rn tu n y o tros varios compatriotas, yacen cu un pequeño recinto que los encargados del cemen­terio apellidan la Isla de Ios españoles. F.l principe de M a-

26 de setiembre de 181».

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SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.306

•erem o, grande de España de prim era clase, reposa también allí bajo un noble mausoleo, y i su lado sobre una lapida modesta que no revela nom bre alguno, yace sin duda o tro desgraciado español bajo este tierno epígrafe;

S u r ce noble m or te i, aueun rubun ría ¡tu ,A ueun iilr e ne le decore ;

Mu ís s i rE xpugne cu i eu viu g l guerriere camme ¡Ut,L E Spagne sera li libre encare'.

Pero o tro m onum ento colocado en distinto com parti­mento del jardín, en tre las som brías callea que se elevan sobre la derecha de la capilla , es el que llama principal­m ente la atención del viajero español por el hombre ilustre á quien està dedicado, y por su oportuna colocación inm e- dialam culc vecino á las dos tum bas de M oliere y de L a --

f 'ontaine.Su form a es sencilla, como se ve por el exactísimo d i­

bujo que acompaña á este articu lo , reduciéndose b un gran pedestal que sostiene un segundo cuerpo arquitectónico mas proporcionado, sobre el cual se eleva una pequeña u rna de forma antigua. E u el frente del segundo cuerpo so Ice eu español esta inscripción;

Aquí yaceB O U B E A N O B O F E R N A N D E Z D E N O B A T U 7 ,

Instane poeta conico r u n ico .D e l i c i a s obl t e a t r o e s p a ñ o l .

D e i n o c í o t e s o is t u m u a e s t n e a m e n ís im o i n g e n i o M u r ió k i. -121 h e ju ic io d e 18128.

En los otros tres lados de este mismo cuorpo bay ele­gantes disticos latinos en esta furnia.

U le ja cet Hesperia} decus, ¡timartu le Thutía om nibusi/nc ccuum patria: lugebii rív tm .

A ie procul hic ¡tice/ cujus vestigio secutus m a gnus scenate /ta rea s, pro.xim us e t tum ulo.

E l post fu ta to lii fe d u s amic.itta M anuel Silvcla.

En el cuerpo bajo del sepulcro hay las siguientes ins­cripciones en francés.

Caneession á perpetu ile t i x m etres de terrería.

Scpullurc de la fa m itle Silvela e l de Irn r a m i M. L. F . de M oratin.

y mas abajo en las lápidas de la derecha los nombres de los Sres. D . M anuel S itíe la , y D oña M icaela G arría de A ra g ó n , sa esposa, que yacen tam bién bajo el mismo mo­num ento que elevaron S la memoria de so ilustre amigo.

La idea de colocar los restos de este inmediatos i la tum ba que encierra los del g ran M oliere, curas huellas siguió en vida y en m uerte fue una felix inspiración, y parece que no dejó de haber inconvenientes para realizarla p o r estar de antem ano ocupado aquel sitio por o tras tum ­bas; pero todo fue vencido por la eficacia de los buenos amigos del poeta español, que reparando el injusto desden de su p a tria , acertaron á colocarle a l lado de su ilustre modelo, y del p in tor fabulista, del filósofo L afan taync.

En el dibujo que liemos hecho sacar á nuestra presen­cia de lodo aquel paisaje, y cuyo grabado también ejecu­tado en 1’a rís acompaña i este a rticu lo , se ven otras tres tum bas en su exacta posición; es decir, en prim er término la de M oratin-, luego la de L a fo n ta yn e , que es una u rna sencilla, sobre la cual se ve una zorra de m árm ol, y la adornan dos relieves que representan las fábulas de et tobo y la cigüeña , y el tobo y el cordera. Dos pasoa mas allá esta la de M oliere, que no es mas que u u mezquino tem­plete cuadrilongo, term inado en un vaso de m arm ol, á • donde acuden los pájaros a apagar la sed. P o r últim o, inme­diato a la tumba de ñloralin , y antes de llegar á citase encuen­tra una magnifica Iota de m árm ol negro elevada como una cuarta sobre el piso del ja rd ín , y adornada con u n relie­ve de bronce que representa uu libro de música. En él se leen claram ente algunoa compases del Poto del Contra­bandista , y sobre la lapida el mimbre del distinguido can tor y compositor español que allí reposa; M a n u e l G a u c ia .

R . p e M .

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COMERCIO

COMPAÑIA ISCLES A DE LAS INDIAS ORIENTALES.

(Tercero y último arlicdo. V éased minino interior.)

L* m ayor parte de los estados que cuento el IndosUn (í son tribu tarios de la Inglaterra ú se hallan á lu menos bajo de tu protección. Aquellos pues pagan u n subsidio an u a l, y estos so ven subyugados por medios indirectos.

E l Estado de M epaul, que se llalla fronterizo y domina los posesiones de la rom pañia por el lado del Norte, causó siempre mucha inquietud á loa ingleses; asi es que buscaron pretcsto para uua contienda, y á poco vinieron b las manos. El térm ino do la guerra fue estrechar los limites de ¡Scpaul en términos que boy d it se baila imposibilitado de em prender ninguna tentativa hostil contra la compañía.

El principe inas independiente y poderoso de la ludia es Ilunjcct-Sing, y 4 decir verdad es el único que realmente no está bajo la dependencia inglesa. Sus estados se bailan cutre los cinco brazos del rio Indo, y la población de esto* dominios se componu de pueblos salvajes que cometen todo genero de rapiñas.

En v irtud de los tratados que la compañía lia celebra­do ron los principes tribu tarios suyos, tendrán cotos Ib pro­tección del gobierno británico contra todos sus enemigos interiores y estertores, 4 condición de que ellos cooperarán en favor de la Inglaterra, siempre que esta se baile en guer­ra con cualquier Estado; adm itirán ias tropas inglesas en sus Irritónos y las m antendrán á sn costa ; perm itirán la residencia de ajenie ingles en su capital, al cual consultarán sobre todos los negocios esteriores é interiores del pais, se­guirán su op in ión , y no podrán tener relación ro n ningún estrangero sin la autorización de la rom pañia. En v irtad de estas condiciones sa perm ite á los príncipes tributarios egrrrer su autoridad en lo concerniente 4 asnutos civiles; cuando se bau visto obligados á rouscnlir u u tra tado onero­so , han preferido ceder a lguna parle de territo rio 4 pagar anualm ente una cantidad cu metálico, lo cual acepta siem­pre la compañía.

Los agentes que residen cerca de los principes tributarios suu mas bien sus m inistros, que embajadores, y es una mi­sión muy delirada porque los principes ven de mal gesto la especie de tutela en que se h a llan , con cuyo motivo hay siempre intrigas y enredos como cu toda corte.

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SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 307

Las poblaciones india* que sin ser tributaria* de la cono paula están bajo su protección, son los habitantes de Rajpool, que forman una misma especie de soberanías in­dependientes, y conservan rou los ingleses la misma posi­ción que antes tenían respecto al poder suprem o de la ludia; con tal que se reconozca la sobcrania de sus principe», con­sienten ellos cu reconocer la supremacía inglesa que les ase­gura la conservación de su territorio .

La compañía mantiene relaciones políticas con las po­tencias asiáticas inmediatas al ludustan: con el rey de l ’c r- sia ha contraído alianza, y tiene un agente político en la capital de este re ino , igualmente que en Kepol y Ava. Sus relaciones con la C h ina , la Cochincbina y reino de Siatn son casi eselusivamente comerciales, lo mismo que lasque tienen el Im án de Moscat y otros gefe» naturales de la par­te occidcutal en las costas del m ar lto jo ; su obgeto es des­t r u i r la p ira te ría , y hacer el comercio de esclavos.

La población india de las posesiones inglesas se calcula en 5ll millones de habitantes, de los cuales 3G pertenecen 4 la presidencia de B éugala, l u 4 la de Ilombay y 4 4 la de M adris. Casi la totalidad de esta población sigue la antigua religión de los Indos, y una pequeña parle el mahometismo y cristianismo, ilace tiempo que los misioneros católicos y protestantes bau tratado de convertir 4 estos pueblos, pero cu general lian sacado poco fru to , y los prosélitos que lian 1 iccho no han lardado cu volver 4 sus antiguas creencias.

E jercito y m arina . Como el poder soberano de la com­pañía en las ludias se ejerce sobre posesiones conquistadas ó sometidas en v irtud de tratados violentos, es indispensa­ble m anteucr fuerzas proporcionadas 4 la estension del Icr- reuo dominado para que sus habitantes soporten el yugo estrangero- El ejercito que hay hoy d iase compone de regi­mientos ingleses enviados ju irel gobicruo 4 la India y man­tenidos por la com pañía, y de regimientos organizado*con lo» reclutas de la ludia mandados por ofuiale» ingleses. 1.1 ejército pura monte ingles consta de 2U.CQÜ hombres entre in fan tería , caballería y a rtille ría , y esta d istribuido en las tres presidencia* formando tres cuerpos distintos con su Gefe y estado m ayor particulares. E l gobernador general de llcngala es el comandante en gefe de las tropas de su presidencia y el porm enor del servicio lo desempeña un se­gundo oficial genera). E l estado m ayor consta de dos mayo­res y dos ayudantes geucralcs, nu cuartel maestre y un se­cretario ; cada oficial general tiene ademas sus ayudantes de campo.

E l oficial general que desempeña en M adrás el destino de comandante en gefe del ejército, no es gobernador de la presidencia, y también puede no *cr miembro del consejo; pero cuaudo lo e s , signe en categoría a l gobernador: su es­tado m ayor se compone de dos mayores y un ayudante ge­n e ra l , un cuartel maestre y un secretario. El comandoute en geíe de Ilombay tampoco es gobernador de la presidencia, pero si consejero; tiene 4 sus órdenes u n oficial general y u n secretario.

Cuando e l gobernador general reúne 4 este títu lo el de capitán general, interviene en lodos los negocios militares de las tres presidencias, pero lucra de este caso, que es muy ra ro , sus atribuciones eu.los asuntos m ilitares de Madr4s y Bombay se lim itan á disponer de la fuerza arm ada cuando lo cree útil a l servicio p o r efecto de circunstancias m ilita­res ó política*.

Los regimientos ingleses de la India se reclutan en In­g laterra 4 costa de la compañía, la cual tiene agentes al efec­to en Londres, Liverpool, D ublin y Covk; cu Clialau hay u n depósito m ilitar.

E l ejército que consta de indígenas, es m ucho mas nu ­meroso que el ingles, se compone de regim ientos regula­res y batallones provinciales, organitados-y pagados p o r la

com pañía, que lo* reclu ta ó lirenria según la acomoda. Es­ta* tropas prestan un serv ido m ui ú til en tiempo de guer­r a , y en tiem po de paz sirven para ausiliar 4 la policía del país: se hallan diseminados en las diferentes localidades, y ra ra vez hay un batallón con el cuartel general. También se ocupan en escoltar las conductas ó remesas de dinero, que casi diariam ente envión las provincias 4 la cap ita l, cus- todian los presidarios que trabajan en los caminos, y las re­mesas de provisiones que van de Calcula para lo in terio r del país.

Ademas del servicio qne el ejército de la compañía hace en el te rrito rio de esta , guárnete las ciudades de algunos balados independientes que están bajo la protección inglesa, corriendo su manutención po r rúenla del principe protegi­do. Como es fácil conocer, estos regimientos vigilan mas que protegen, y con el mismo fin liay en todas las fronteras campamentos m ilitares dispuestos i m archar a l mas leve sín­toma de insurrección del campo vecino, ó cuando a l gober­nador le place.

E l arsenal m ilita r de la compañía est4 en B om bay, y antiguam ente se bailaba 4 las órdenes de un oficial (Íe la compañía con el títu lo de superintendente, pero d o algún tiempo 4 esta parte corre 4 cargo de la m arina real inglesa como tam bién los almacenes y fuerzas estacionadas en Uom- liay , de modo que )a compañía no nerctita una m arina con­siderable. Asi es qne le ha reducido en térm inos, que de 17 navios de que contaba en 1830, boy solo tiene cuatro , y un barco de vapor. La dotación de oficiales es proporcionada 4 este núm ero , y el sueldo del superintendente es de nnm treinta mil rs . vn. mensuales: gesteraImente desempeña este destino un ca|iitan de navio de la m arina real.

El gobierno pues da los barros y la tro p a , y la compa­ñía sostiene 4 ambos. La escasa m arina particu lar de esta se halla en un pie brillantísim o respecto a l m aterial y la dis­ciplina. 1U barro de vapor sirve para la correspondencia en tre Europa y la india por el inar Mojo. D urante nueve me­se» del año se mantiene con regularidad este »erviclo, pero en junio, julio y agosto no puede subir el barco desde la India a l uiar llojo por causa de los viento*.

E l viage de Bombay 4 Suez se liare en veinte y cinco dias y podría liadersc en tre» srm anas si no se perdiera tanto tiempo en Moka para proveer de carbón a l barco. E l servi­cio principal que bacc la m arina de la rom pañia consiste en cruzar el golfo pérsico y el m ar Hojo para contener la pi­ratería.

Ile aqui «1 origen, progresos y estado actual de la céle­bre asociación conocida con el nom bre de Compañía ingle­sa de la s Indias.

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¡QUÉ DIA-'ó

LA B S I E T E K D 1 X U S .

CUANTO rasrrlsnco.

A -C abara Fabricio de concluir en e l centro de nna pro­vincia, lo que en ellas-se llama metientes estudios, es decir, que sabia tan to rom o su n u es tro , y que no había gozado un momento de felicidad. E ra un jiiven como otros muchos tenia buenas intenciones, un carácter débil . y una sim a dis­puesta a recibir rom o por casualidad las virtudes 6 vicios. Pero se había conservado p o r tradición en sn familia H.- costum lire de casar los hijos 4 los veinte años, y Fabricio

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308 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.

que se acercaba A cala grande época, no anunciaba una ne­cesidad regu lar de esle preservativo contra la juventud. U n a amiga de la casa, que después de descuidar sus propios asuatos, se mezclaba en los de lodo e l mundo, se había en­cargado de con tra ta r este negocio- A labar sin limites el mé­rito de la jóven Sofia; anunciar que Fabricio se desposaría con ella presentándose con su recomendación; asegurar que esta unión era ya resultado de una correspondencia; todo esto nada babia costado 4 nuestra encargada de negocios. El pad re , como buen provincial, lo creía 4 ojos cerrados, y el hijo atento al re tra to que veinte veces a l día hacia la buena sefiora de La nov ia , sentia que t a imaginación se abrasaba p o r e lla , y la adoraba de oidas con la m ayor buena fe y franqueza del mundo.

P o r pomposas que fuesen las alabanzas de Sofía, no eran exageradas: reunia ta l sensatez y am abilidad qne en el siglo en que vivimos podia pasar p o r un fenómeno. Dueña de su persona y de sus derechos, babia escogido para morada suya u n hermoso sitio inm ediato 4 los m uros de la ciudad. F.ra u n retiro delicioso y so litario , que podia llamarse rou p ro ­piedad el asilo de la filosofía y la v irtud . Preparóse la m ar­cha de Fabricio, y el no poder acompañarle aumentaba el desconsuelo de su anciano padre; pero como la enfermedad que obraba sobre sus pies le dejaban espedilo el uso de la lengua, se aprovechó de esta circunstancia para dar al jó- veu Fabricio un buen acopio de largas initrucriones pater­nales. Sobre todo le sacó la promesa de i r en derechura 4 casa de Sofía, sin en tra r en la ciudad, cuya cercanía y pro­ximidad le inquietaba mucho. Fabricio lo prom etió de muy buena fé; pero el viejo arrebatado de su celo le hizo un cua­d ro tan vivo de los peligros y corrupción que abrigaba en tu seno aquella odiosa riudad, que el hijo estaba ardiendo en deseos de espcrimcntarlo. Partió pues m ontado en un caba­llo muy viejo en coui|iañia de u n antiguo criado de la rasa,

Llegado que liubo A las puertas de la ciudad, en tró en una posada, drspai-lió A sus dos rompa ñeros de viaje, cenó como viagero, durm ió rom o am ante, y se levantó A la oirá m añana día 25 de marzo ron una plrgría que jamás había csperim ciitado; este era el dia en que cum plía ‘JO años, y día cu que debía ver A su novia. Ralas dos ideas lo tenian fuera de sí. Las criadas le veían sa lta r en su cuarto ron el sencillo i inórente transporte de un estudiante, y adornar­se con una minuciosidad sentimental.

La casa de Sofía, estaba como queda dicho, cslramuros, de modo que para ir A ella tenia Fabricio dos caminos A ele­g ir , uno p o r el cam po, y o tro atravesando la ciudad. Su pad re le había prohibido este ú ltim o; pero pareciéndole el p rim ero solitario , fastidioso y ademas espuesto al Sol y al po lvo , azotes m uy temibles los dos para un vestido de no­v io , se entregó insensiblemente A la meditación, cuyo resul­tado fue u n monólogo en el género deliberativo sobre la p ro­mesa de su padre; estas fueron sus reflexiones.

"Y a que mi padre quiere que sea un sAbio, u n sAliio «debe examinarlo todo por si mismo. Mi padre es un buen •hom bre que hace tiempo que se ha olvidado de lo quees- «tudió, y que cree que una ciudad es un abismo; en fines «preciso conseguir alguna destreza para distinguirse entre la •m u lti tu d , c instru irse divirtiéndose con la variedad de ob- •jetos.“ A pesar de todos los esfuerzos de su lógica, cuando salió de la posada, el deseo de éer A Sofía combatió con vi­gor i Fabricio. Creía que iba caminando p o r el campo, cuan­do a l menos pensar se encontró en la misma puerta de la ciudad, m irando ansiosamente cuantos objetos se le presenta­ban , pero con la ¡migen de Sofía en su coraron y su nom­b re en la boca.

Apenas se había alejado del centinela algunas varas, cuan­do vió salir de un molino de viento A una mujer lora que bailaba con mas fu e r» que gracia, y que gorgoriteaba un

andante italiano; tenia la piel usada y el cutis nuevo; tenia cabello, y llevaba peluca; on velo riquísim o la cubría y no tenia cam isa; pero lo particu lar es que cuanto mas ra ra y extravagante iba, mas la aplaudían. C orrió al sitio po r don­de pasaba Fabricio, y se le rió en sus barbas con e l m ayor descaro imaginable.F ab. C ierto que sois bien desenvuelta.I ju Mo<la. Ah ! ah ! ah ! y tu bien ridículo.F ab. ¿Pues qué es lo que yo tengo, Señora , que tan to os

hace re ir?L a Mod. Válgame Dios! m ire V d. el muchacho !Pobrecillo!

pues si estás vestido como hace ya dos meses.Fab. Pues que, no llevo mi corbatín A la Escocesa, mi cha­

leco frigio y mi pantalón m alabar?L a Mod. Válgame Dios! vuelvo A decir ¿de donde diablos

vienes? como te atreves A presentarte sin vestido quakero, sin zapatos A la L apona, sin barbas persas, sin chalero Arabe, sin pantalón etrusco y sin camisa A la madagascar? Sigueme, p o rque yo quiero hacer de t í un compendio de todas las m aravillas del mundo.

F u l. Señorita, ahora no tengo tiempo; pero os prom eto que mañana...

L a Mod. M añana! para mañana ya es tarde; es absoluta­m ente necesario que vengas ahora conmigo A ver las fun­ciones nuevas de los teatros.

Fab. Si he leído eu los papeles públicos que todas son A cual peor.

I.a Mod. Y eso qué im porta? Vamos ven; luego iremos A un rírcu lo elegante donde balitaremos de política.

F ab. Señorita, si yo no la entiendo.L a Mod. Y que te parece que es preciso entenderla para ha­

b lar de ella? Luego montaremos en un lilbury peligroso y ráp ido , tomaremos el aire con mucho p o lv o , después refrescaremos con rom.

Fab. Pero Señora, si eso ni es decente ni agradable.,,L a Mod. Si Señor, es decente y es agradable porque yo lo

quiero; porque no hay rnas costumbres que mis gustos, ni mas iwllcza que mis caprichos. Conmigo nunca se lle­va lo que cae b ien , nunca se vá A donde se debe ir , nun­ca se liare lo que se quiere hacer; por eso me adora lodo el mundo.

Fab. Yo? yo no adoro mas que A mi Sofía; y voy ahora mismo A desposarme con ella.

L a Mod. A h! A h! Ah!Fab. Me im porta m uy poco que no os agrade mi resolución

y me dejéis en paz.L a Mod. Al con trario , am iguilo , ya no te dejo nunca;

quiero ver A tu m ujer, y sera bien ra ra y extraórdinaria si en menos de un mes no hago de t i con m is consejos nn m aridin de moda.

Fab. ImplacAblc tiran a ! conozco tu poder; perdónam e, y sino toma lo que quieras de mi vida.

L a M od.l P ara que quiero yo tus años? si yo m udo todos los d ias, y nunca muero.

Fab. ? No puedes darlos A algunos de tus favoritos que se alegrarían mucho de c tlo ?¿ no tienes en tu Corte uua m ultitud de Aspasias rubias y de cabezas de Galba?

L a Mod. ; ,Vive Dios, que tienes razón! Vamos ¿ cuántos me das?

Fab. U n enamorado no regatea. Te doy 4 años.L a Mod. Bueno! los acreplo; pero te advierto que en vez

de pronunciar Asperamente 4 años, hubiera sido inas ele­gan te decir en griego uua olim piada 6 cu la tin un lustra .

Fab. Adiós loca, voy A casarme.L a Mod. Adiós, to n to , voy corriendo A v e r los figurines

nuevos.Esta pequeña aventura hizo m uy poca impresión en

Fabricio; solamente resolvió ap re tar el paso; pero no pudo

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hacerlo tan to que no reparase sentada en un banco i una Señorita de presencia m uy modesta y de una figura intere­santísim a, y que parecía mny triste y desconsolada.

"Buen jóvcn (dijo 4 Fabricio a l pasar jun to 4 ella, alargándole la mano) mi habitación está aqui cerca, aq- i cerca, y me siento tan débil que absolutam ente podrá li ­g a r sin vuestro ausilio.” — Fabricio no tenia corazón de tigre, j así dió su brazo 4 la hermosa afligida. Esta iba 4 su lado sin hablar una palabra, y ya sea de cansancio ya de conmo­c ió n apretaba su brazo de tal modo al de Fabricio que este sentía las formas y movimientos del seno mas voluptuoso que se puede, imaginar. Fabricio se manifestó agrade» ido 4 esta atención, y su compasión al principio bastante indife­rente, fue tomando tal carácter que cuando llegó 4 la puer­ta de la casa de su amable compañera no tuvo valor para despreciar la oferta de su reconocimiento, y entró. Fue in ­troducido en un locador adornado con la m ayor riqueza y elegancia, y en donde se cxalaban perfumes bien peligrosos para unos sentidos tan novicios como los suyos. La jóven se quitó el velo riéndose, y quedó de repente en uno dees- tos trajes 4 la moda que solamente por exageración se lla­m an vestidos. Con la misma p rontitud se mudó el aire de su cara, y al dolor modesto sucedió cierta especie de langui­dez acompañada de una osadía equívora que se esplicaba por si misma. Fabricio mudo y suspenso no se acordaba de liaber visto rosa igual en todas las Metamorfosis de Ovidio.. L a VoluptuoMhiad (pues era ella) se acercó 4 el con fami­liaridad.L a ro l. Vamos, Fabricio como c*t4s?F ab. M uy adm irado de cuanto estoy viendo./o / . Espero que me |irrduuar4s la astucia ¡nocente que br

empleado : andaba bace mucho tiempo buscando una ocasión para manifestarle lo mucho que te amo.

Fab. Ay Señorita ¿ os estáis burlando de m í?F ot. N o: yo soy muy franca; imtlaiiic¿ que piensas de mí? JPab. !No tengo dalos para juzgar de vuestro carácter; pero

vuestras manos son suaves, vuestras miradas halagüeñas, y vuestra presencia enciende en mi seno un ardor incspli- cablc.

F ot. ¿Q uieres, pues, quedarte aqui conmigo?Lab. ¡O , Dio» mió! no.F ot. Ese no es m uy poco galante.F ab. Sabed que tengo hoy mucha p risa ; pero yo volveré

mañana.F ot. ¡M añana! no te entiendo esa palabra.Fab. Pues es muy bueno pensar eu ella.F ot. No hay cosa buena sino el placer: estoy empeñada en

hacer década día de |u vida una fiesta continua de 2 ( horas. F ab. Mi fortuna no lo perm ite, y una vez arruinado....F ot. Mira; abre este cajonrito, aqui tienes dados y barajas

falsos; pones una banca, y desplumas en uu momento 4 muchos tontos.

Fab. S i; pero sois demasiado linda , yo demasiado celoso....si algún día me veo con rivales....

F ot. En este o tro tiene» puñales y pistolas de todas clases; «acogerás lo que gustes.

I ’ab. A la verdad que es m uy comodo, poro tantos placeres me a te r ra n ; mi salud sucum biría al momento.

F o l Todo lo tengo previsto, amigo m ió , tengo en mi librilo de memorias billetes para 'e l H ospital; este es siem pre el ultim o regalo que ofrezco 4 mis amigos. Es preciso acabar bien, y después de una buena rom ida se debe dejar la mesa.

Fab. Adiós; señorita, yo voy 4 comer al campo.Fot. Poro 4 poco, cabaHcrito; el que en tra en mi casa, nun­

ca sale de ese modo...Fab. Qué haces?que? me encadenas con lazos de hierro y

con corouas y grillos de flores.... ¡Ah Sofía! ....;S p fú !Fol. Sal ahora de mis brazos si puedes.

Fab. Déjame.... déjame.... yo soy de Sofía.— yo no soy mió. F ol. Tengo derctlios sobre tu juventud, y no quiero per­

derlos.Fab. Oye: tu no pareces mala. Creo que la vida te ha de

agradar mucho según la pasa»; pues b ien; loma algunos años de la mia: asi es como me he rescatado de la Moda.

Fol. A unque en el fondo siem pre soy la m ism a, la moda tiene bastante influencia en mi» acciones. Su ejemplo me decide. *

Fab. Te doy S años.Fol. Scguu tu cara filosófica es cuauto puedes valer. Anda

con Dios.A brió entonres ella una puerta falsa, y con sus tiernas

manos le impelió con violencia hácia fuera. Fabricio creia que ¡ha 4 salir, cuando cayó bruscamente en un m ula­dar que hacia m achos años cubría el zaguan de la casa, tximo no tenia ninguna cspcricncia de las cosas de este mundo, le parecía muy ra ro que una aventura que tuvo tan bucu principio concluyese tan feamente; estaba tan a tu r ­dí J o , que ni aun reflexionaba en los ocho años de su vida que acababa de prodigar con tal facilidad. Como un insen­sato que lleva agua en una r r ib a , la juventud deja correr sus dias ron la mayor velocidad, y sin sentirlo. Tal vez Fa­bricio crceria que su mercado no era un asunto formal; porque es muy común en los hombres deshacer con sofismas los obstáculos que se les oponen; pero en fin, fuese bueno ó malo su razonam iento, hizo lo que bahía que hacer en este n rgo tio , que era levantarse, salir del m uladar, y vol­ver 4 em prender su viage.

Había ya pasado dos calles sin encontrar obstáculo a l­guno, cuando vió que una mujer alta y delgada, notable por su gran boca y por sus largos y fornidos brazos, le se­guía ron bastante prem ura : llevaba un sello en la frente, uu ramillete de plum as eu el pecho, y en medio del jubón escrita en grandes letras la palabra D rrrrho. Llevaba detrás dos perros de presa que parcela que iban devorándose uno á o tro , y no bacíau mas que m o rd e rá cuantos pasaban. Fabricio pudiera haber m uy bien evitado cite encuentro, pero regularm ente ta prudencia de un jóvcn no pasa de la memoria de los errores que lia cometido, y lleno de la idea de su pasado suceso, no creia que hubiese cu el mundo otra rosa que temer que las muchachas bonitas que se encuen­tran desmayadas cu la esquina de una calle. D isfrutaba de cala im prudente y necia seguridad cuando dicha m ujer le agarró groseram ente del brazo. Esta furia era la tram pa, pero daba tantas voces y tanto gritaba To soy la Ju stin a , que al fin y á la postre los hombres alucinados acabaron por darla cale nombre.Fab. Ay! A y, Dios mió! señora, por Dios córlese V . las

uñas, pues me lian penetrado basta los huesos.Ju s. En mis uñas consiste mi gloria.F ab. Señora, estoy de prisa ¿qué es lo que queréis?Ju s!. Todo.

(Las palabras de la justicia tienen una fuerza atractiva tan irresistible que el bolsillo de Fabricio se sale por sí mismo de su fabriquera, se eleva bastante, y se introduce en la b o a de la justicia.)F ab. ¡M alvada! ¡Picara!Ja s!. Si esto no es nada ¿4 qué viene ese ru ido?

(Lo mismo sucede con su reloj.)Fab. ¡A esa ladrona! ¡socorro! ¡socorro!Ju s!. Calla, ó doy queja contra ti.

(U na letra de cambio que balda dado 4 Fabricio su padre vuela también y v i i hacer compañía al reloj en el exófago de la justicia.)Fab. ¡Socorro! ¡Auxilio! !La guardia!

(Llega corriendo una porción de esbirros, agarran £

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Fabricio por lo* cabello», le rom pen el v a l id o , y quiebran en su cabera una botella de tinta.)J a s!. M iserable, paga inmediatamente este billete.F ab. Esa no a mi firma.J u .it. Que im porta a o ? ven pleitcaremoJ.F ab. No tengo tiem po, porque voy i casarme ron Soda. J u * t. Y o anulo el matrimonio.F ab . ¡Es una maldad! los padre» lo consienten.J u s t. El m arido a impotente.F ab . Vive Dio*-., m ien ta : sino fueses tan fea—J u .it. Y'a que e r a tan insolente, boy mi*mo te ha» de casar

co n m ig o .F ab . ¡ J a m is ! ¡Jam ás!J u .it. Anda, anda queríd ito , ven, ven conmigo á hum illar­

te , á m en tir, á pagar como todo buen pleitista.F ab. No puedo: dejadme, dejadme—J u s t. ¡A la cárcel! ¡A p resid io!F a b . A h , Señora justicia, veo m uy bien que el oponerse

á V . t i d a r roces contra el aguijón! Transijamos ¿qué e* lo que queréis?

J u .it 15 años de tu vida.F ab. O h ! eso a uua ponderación. Los altogado» han puesto

vuestro genio m uy áspero. Os doy 2.J u s t. 10 sin rem edio, y pierdo en ello.F ab. Tomad 5, «í para librarm e de vos me abraso los seso*. J u s t. La fortuna que tienes es que ya rae estarán aguar­

dando una porción de d ie n ta . Vamos, admito lo* 5 año*. A Dios.

F ab. Volvedme ahora mi bolsa.J u s t. ¡Q ué necio ere»!F ab. A lo menos el reloj.J u s t. La justicia no vuelve nada.F’ab. Vive el cielo que me las volvereis.J u s t. M ire V. el miserable que me quiere insu ltar ¿d i, eres

acaso escribano para violarm e?-., (le ta lla i los ojo».) F ab . ¡P o r Dio»! por Dio»! perdonadme que me arrancáis

los ojos.J u s t. Vamos, te los dejo para llo ra r; pero puede» preciarte

de que e r a el hom bre de bien que mejor lie tratado.Fab. M il gracias, señora; beso vuestras poderosas manos.

Lo mismo que las tempestades m aduran las n u e c u , las d isputas con la justicia sientan muellísimo la cabria. I-i de Fabricio empezaba ya á espcrimcutar su útil influencia, y aunque aun no convenia en que el camino por el campo hubiera sido m ejor, sin embargo ya couoria que al « tra ­vesar la ciudad necesitaba una buena dosis de prudente desconfianza. Lo que le tranquilizaba bastante era que dejaba e l barrio de la tram pa, y entraba en el de la comedia. Este nom bre le parccia de m uy buen agüero , porque ¿cómo es creíble que gente que se divierte y recrea mucho tenga malas in tenc iona? Este mismo día daban cabalmente la prim era representación de una tragedia nueva. Una porción de gen­te se estrechaba y oprim ía brutalm ente contra la oscura ventanilla po r donde se entregaban los billetes, y uua m u­je r « ta b a continuamente cuchicheando al oido con todos ellos. Nadie buho que en sus a rd ie n te ojos, en su mal modo de m ira r y en su tez de color de azafran no conociese que era la E nvid ia , á quien también se dan otros nombres deducidos de sus a tribu tos como calum nia , delación, perfi­dia-, pero el bueno V sencillo Fabricio aun dudaba que existiese, y engañado con la apariencia la tenia por uua devota; asi lo que él estaba discurriendo es cómo una se­ño ra tan santa y modesta rozaba tan to con los hombres que iban al teatro. En tanto que aturdido perdía el tiempo en inútiles conjeturas, tropezó en una cuerda que atrave­saba la calle, y rayó con violencia de liuca. El gozo que al verle caer manifestó la Envidia era una prueba casi cierta j de que ella misma liabia preparado el lazo. Corrió á F abri- ¡

ció con la velocidad de la arana sobre la mosca, y haciendo que le iba á ayudar á levantarse, le volvió á dar de g o lp a contra el sucio. V uelto en t i de su aturdim iento la falca devota y la gazmoña le habló de a t e modo.E n e. buenos dias, Fabricio ; me alegro mucho de haber

tenido la ocasión de h o n ra r Ut mérito.Fab. Es favor que me querei* hacer—E n e. N ecailo lu plum a para escribir u n libelo contra una

m ujer que pretende leuer mas talento que yo.F ab. Dios me libre de tan vil profesion.E n v. Ah! A lt, te h a c a el escrupuloso. ¿T e parece que ig­

noro que lu fuiste quien publicaste la últim a sa lira? Fab. Cuál ? esa ititignificanic y desatinada—E n e. S i, la m ism a; yo lo he d icho, y todo cf m undo lo

afirma.F ab. ¡ Qué calum nia tan detestable!E ne. Esc a el lenguaje de los culpables. Pero no hay esto

solo; te quejas de los locos que son perseguidos, y tu ere* u u fanático.

Fab. ¿Pues qué la hum anidad a también alguna preocu­pación ?

E n e . ¡Preocupación! perfectamente dicho, tu e r a u n aleo. Fab. Dificil ruc parece que seria probarlo.E n v . Probado está todo, porque tu has maldicho del go­

bierno.Fab. No he dicho de él una palabra.E n e. Mejor que m ejor; quien calla conspira.Fab. Ah! yo no conspiro nía» que mi casamicuto con 1»

hermosa Sofía.E n v. ¡M aldita sea yo, *i lo logras! Voy corriendo á reve­

larla la ru ina de tu fo rtu n a , el oprobio de tu familia, la infamia do tu» costum bres, y lo» crímenes que meditas.

Fab. Y romo podrás d a r colorido á tan groseras impostura»? E ne. Tengo mi» sátira», mis diarios, mi» p in to ra , y mis

anuncios.Fab. Pues yo tengo la itioceucia y la virtud.E nv. Graciosa» impertinencias que liacrn bostezar á todo el

género hum ano. Yo despedazo riéndome, la malignidad amplifica, la indiferencia repite, la amistad duda, y ya de fastidio, ya de placer, al cabo todo el m undo me cree. Crccrae, Fabricio ; vete y ahórcate pues c»c solo recurso te dejo.

Fab. Pero porque me aborrece» asi?E ne. Porque vives.Fab. Va es demasiado— quiero descubrirte, furia odiosa— E n v . C orred , co rred , agarrad é este luíclis que ha asesi­

nado á tres m u je r« , que lia envenenado las fuentes pu­blicas, que ha—

F ab. Callad! que se reúne m ucha gente en torno de no­sotros.

E n v. Mejor, eso es lo que yo q u ie ro , te apedrearán— lia incendiado los bosques— m irad, mirad su turbación: m i­radle: ved cu sus ojos su crirocu.

Fab. Ah divinidad terrib le! á tí me rindo; lu a ire pálido anuncia una salud sumamente delicada; lom a algunos años de mi vida y olvídame.

E n v . Para que quiero yo tus años? la Envidia nunca mucre; nías ya que a l tom arlos tengo el gusto de quitártelos, consiento gustosa en ello.

Fab. Señora, serian suficientes dos años?E ne. Miserable! ignoras por ventura que mis g o lp a son

siempre m o r ía la , y que si alguna vez por casualidad se cierra la herida á fuerza de remedio» y cuidados, la hor­rib le cicatriz queda para siempre’ Sin embargo, como tu eres un pobre diablo que jamás lias estado en la corte te dejo libre p o r siete años.

Fab. Cúmplanse vuestros deseos. Señora.E nv. A hora que tenemos ya ajustada la paz, escucha; si cu-

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SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 3 tf

cuentra» algunos incómodo* rivales avísam elo, que yo despejare el camino.

P a l. ¡O h qué bondad! Señora.... con lodo me tengo por m uy dichoso de no haber sido despejado yo mismo.

Esta ú ltim a lección tuvo unos credos soberbios. F a liri- cio avergonzado de so presunción, y convencido de su erro r lloraba amargamente el desprecio que liabia hecho de los consejos de su anciano padre, y de halier entrado cu uii pueblo donde reinaba tal perversidad. S ino hubiese m ira­do que mas peligro había en volver a tras que en conti­n u a r su camino, lo hubiera hecho, y hubiera dado 4 la juventud este hermoso ejemplo; pero tan infeliz es el destino del hombre que solamente llega 4 su auxilio la prudencia cuando los males han llegado ya 4 ser inevitables. Fabririo atravesaba i largos pasos la estrem idad de la ciudad para llegar 4 donde habitaba Sofía. La calle era espaciosa y m uy buen piso, y el iba sin cometer im prudencia alguna. U n choque tan violento como im previsto le detuvo repen­tinam ente ¡Santo ciclo! era o tra mujer y la qu in ta (al no me equivoco cu mi cuenta) que le incomodaba ya cu dicha m añana , 4 este joven, si después de lo sucedido n o es por demas aun llam arle asi.P u l. M irad bien por donde pasais, purs me habéis pisado. L a G ata. Es una m onidila, querido mió.P a l. Buena monadita por cierto; si tunéis unas talones de

h ie rro , tanto que me habéis hecho m uchísimo dbuo.(Se sienta en u n banco de piedra 4 la puerta de una

gran casi.)G ot. Ya te irás acostum brando, am iguito.P u l Idos de aqui ó temed mi cólera.G ot. ¡Me desprecias, amable Ingrato! Yo te desarmaré con

mis caricias.P a l. ¡Ciclo! ¡Dio» mío! ¿que es esto?, mis manos seiiiehau,

mis pies.».G al. Qucriililo m ió , soy yo que te penetro,...P a l. ¡Q ué suplicio! !No podrías dejarme un momento los

pies ó las manos?G ot. S i lobito, tí, y si quieres me subiré 4 tu estómago ó

tu cabeza.P a l. No, no p o r Dios.G ot. M uy bien , mi am ado, me quedaré donde estoy.P a l. ¡Dios m ió ! ¡qué do lor! ¡qoé torm ento! unas agujas ar­

dientes atraviesan mis miembros, mis huesos parece que hierven, y se dcsacen, ¡s a l, sal de mi, furia infernal!

G ol. G rita , g r ita , buen n iño , grita si esto le a liv ia; lid ía ­me de injurias porque por eso no te be de querer menos.

P a l Me desesperáis con vuestros cariños y compasión.G ot. Pues que , mono m ió, no crees que yo soy lu mejor

amiga ?F ab. A la verdad que me dais bellísimas pruebas de ello. G ot. Sabrás, c rue l, lo que yo puedo hacer p o r ti. Juzga 4

que excesos precipitarían 4 los hombres Los desórdenes y locuras de la Juven tud , si yo no les pusiese este freno saludable. Yo soy la vengadora del pueblo, yo, la lu to - ra de la ancianidad. Si alguna v irtud queda sobre la tier­ra 4 mi y 4 m i jóven herm ana la americana se nos debe.

Fab. Yo no necesitaba de vosotras ¡execrable fam ilia! yo iba 4 desposarme con mi Sofía.

G ot. Cómo , ingrato? tu te atreves á rasgar mi corazou di­ciendo que tengo riv a l? p ú a b ien , m archa, vete y des­pósate con ella.

P a l. Yo no puedo moverme; Ay buena señorita! i lodo el m undo le gusta el v iv ir y 4 V. mas que 4 nadie; tome V. lo que quiera do m i vida, y perm ítam e i r 4 m i boda.

G ot. Compadezco lu locura, y asi conduciendo; pero , mira, yo soy la procuradora de las demas enfermedades mis

com pañeras, y debo estipu lar eu beneficio de toda lacomunidad.

P a l. Asi lo creo.G ot. Pongamos por todo 3 años.P a l. Con mucho gusto; perfectamente; ahora veo que ver­

daderam ente sois mi amiga.G ot. Poco 4 poco, poco 4 poco, esto» 3 años son de la natu­

raleza, abora falta la parle de los médicos.P a l. ¿Como se entiende? este es u n robo; con que estipu­

láis también p o r ello», y creia que eran enemigos vuestros? G ot. Al contrario , somos miembros de una misma sociedad.

La enfermedad sostiene a l medico, y el medico sostiene 4. la enfermedad; y cuando sucede que esta ultim a se que­da ron el enfermo paciente, el medico pasa 6 ser su com­padre.

Fab. Y vamos ¿cual es la parte de estos señores?Got. Espérate; que aquí tengo la tarifa.... Enfermedad na­

tu ra l 3 Años. Suplemento de la Medicina 7 años. T o ta l 10 años

P u l. Pero como es eso? ahi no guardáis proporción ningu­n a ; a una m aldad, a una nlcnancia de judias.

G ot. Ya lo sé , y me dá m ucha vergüenza de ello; pero no puedo rem ediarlo, esta es la tarifa de este año , y cuanto mas sabios vayan siendo estos señ o ra , iqas mal arregla­do irá esto.

P a l. Pues entonces b ien , váyanse con Dios lo* 10 años. A dios señora G ota, adioa por últim a vez.

Got. (derram ando lágrimas) Adioa querido mió procura ba­ila r en el estudio y la sabiduría el apoyo que lias perdí*- do cu mi.

P a l. Anda con Dios, furia, indigna y vieja; gracia» a l ciclo que me veo libre de lu» mano».

G ot. ¡ Pobre niño! inucbo bien le deseaba; pueda el Ciclo ve­la r sobre él duran te mi ausencia! •

Cada ve* que Fabricio cometía una falla, hacia en se­guida una reOcxion, y asi su alma resobraba al mom ento su equilibrio. Pero como su penetración no descubría en un acceso de gota la consecuencia de sus prim eros errores, esta, que el llamaba injusticia mas bien le inspiraba, desalien­to que ra ignarion . Por o tra parle sus infelices piernas aun­que libres del dolor habían conservado esta prueba cierta de timidez que parcreme estar aneja 6 todos loa deavenlurados. Lleno de abatim iento cu su cuerpo como en su a lm a, esta­ba aun inm óvil en su banco cuando de repente ae abrió con gran ruido la puerta de la casa, y »alió de ella una Dama de un eslerior imponente. Su cabeza iba respirando fiereza aunque los inteligentes pudieran m uy bien haber notado qnc a la b a bien colocada sobre los hombros. Su traje estaba rica y raagnificamenle bordado, pero no bastante largo por­que alguna vez no se descubriese debajo de la guarnición u n pie muy crecido y u n calzado ro lo de prieto que indicaban origen y costumbres algo equivocas. Esta Danta se llam aba la A m bician. Apenas vió 4 Fabricio cuando sacó de un e*- tuclic una bellísima copa de ág a ta , y la llenó de u n li­cor sumamente dulce peroj qpc tenia la v irtud de em bria­gar sin satisfacer ni refrescar. Se lo presentó a l enferm o, que por no haberle cogido sediento no pudo tom ar mas que un solo trago do la bebida; lo restante so evaporó en uu momento, mas bien p ron to se manifestaron los m u l ta ­dos de lo poco que Itabia bebido. Fabricio conoció que sn corazón a ta h a alterado, y su cabeza u u poco exaltada y ligera. A m b. ¿Q u ie ra hacer algo agradable por m í?Fab. T u licor racha dispuesto 4 ello.A ñ il. La rnuger del M inistro ba perdido u n falderito 4 quieta

quería mucho. Compón una elegía, y se la presentaremos: escribe ó ro la .

P a l. Aqui mismo tengo u n lib n to en que hay tías a l m is-

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m o ¿su a to ; pero no me atrevo 4 darla como mía, porque el au to r vive aun.

A m b. M ejor, maj desconocida se ri la obra. Sígueme.F ab. Seflora ¿4 donde me lleva Vro. por esta bóveda tan ba­

ja? i mi me gusta andar derecho.A m b . A rróstrate p o r el suelo.F ab. ¿Quién es el insolente que se rie de mi asomado ó esa

ventaua, y que incestó « lian d o lodo?A m b. Dale, dale gracias, es un ayuda de rim ara .F ab. M irad como me lia inanchado el vestido.A m b. M uy reparable es una mancha, pero andemos, que

luego se cubrirá de ellas todo el vestido y no se conoce­rá nada.

Fab. ¡Cuánta gente 4 la puerta! ¿Como hemos de en tra r aqui?

A m b. Em puja, sacude, m uerde, despedaza.F ab. Si me estoy cayendo de sueño, ham bre y frió.A u/b . V ela, ayuna , aguanta y riele.F ab. ¿ Y después de en trar? ;......A m b. Escucha 4 los viejos, divierte 4 las viejas; da tu di­

nero 4 las mujeres y tu honor 4 los hombres; adula 4 todo el mundo, y no ames mas que 4 tí mismo.

F ab. Y este inmenso trabajo du ra mucho tiempo?A m b. Toda la vida.Fab. ¿Y que se gana?A m b . Couforme; unos dinero; otros gloria; en tanto yo agi­

tó una gran tea que llena 4 los prim eros de ceniza y 4 los segundos de humo. Ya lo sabes todo.

Fab. Yo creí que prom etíais mas.A m b. M ira , esta nube b rillan te , m ira estos rios de oro,

estos bosques de laureles, esa m ultitud de aduludurcs, estos palacios, esas carrozas tan voluptuosas, estos mue­bles, estas mujeres tan divinas y tan humanas..,..

fa b . Hasta, basta , cruel encantadora; no me deslumbres, no me auhyugcs.... defame resp ira r.. ¡Ah! como entre lautos bienes como me hasciiftcílado no hé visto 4 m i Sofía?

A m b. Es fuerza que renuncies 4 ella.Fab. ¿H enunriar 4 ella? ¡infeliz de mi!A m b. Vamos, anda que el tiempo urge.Fab. No me niego 4 seguirte; pero puesto de rodillas te su­

plico me salves de mi misma flaqueza y debilidad; arró­jame.

A m b. Varaos F ab rid o , ten buen ánimo.Fab. ¡Yo! yo he de abandonar 4 Sofía! m oriré lleno de re­

mordimientos.A m b. Si te atacan los rem ordim ientos, no durarás mucho. Fab. Pues bien, permíteme h u ir , y te lo pagaré a l precio

que tu quieras.A m b . M ira que te costará m uy caro; nunca doy libertad a

m is esclavos: mi imperio sobrevive aun 4 la esperanza. El ambicioso yace mucho tiempo ya hecho polvo, y la ambi­ción respira aun p o r los m4rmolcs de su tum ba. •

F ab. Acaba, estoy resuelto 4 todo.,A m b. levan ta la cabeza, y m íram e atentam ente.... Ilucno:

Necesito 1 Safios de tu vida.Fab. Efectivamente qnc eres m uy cara.A m b. No disputes; porque soy insaciable, y si vacilas un

instante exigiré roas de ti.Fab. Ya veo desde aqui la casa de mi amada; un incendio

devorador que se atravesase no me detendría; tómales. A Dios.

A m b. ¡Como corre! Buen viage; este muchacho tiene cora­zón y tiene honor; no hubiera yo cebo lo que él.

Fabricio no discurría con precipitación, y hacia bien. El liaherse libertado de u n riesgo tan grande; el estar m iran­do la casa de su amada inundan sn alm a de gozo y esperan- ta. Sus labios ardientes se agitan: ya le parece que estrecha

en ellos la copa de la felicistód; *u paso era rápido tom o elvuelo de una ave de rap iña; ya llega a l dintel tan deseado, cuando ve delante de si abalanzarse una m ujer que tenia una risa ho rrib le , y unas tijeras en la mano. Aunque nuuca lia sido mas bonita, hace m ucho tiempo que se hizo re tra ­tarse por Miguel Angel, y asi e s ta r é el torm ento de p in lsr- la yo mismo. Fabricio no pudóm enos de estremecerse 4 su vista. _ •>*

I s i P arca. ; Alto ah í!Fab. ¡Dios mió! todo se vuelve mujeres, y ninguna es lam ia. P are. Sígneme.F ab. No lo creas; estoy viendo la puerta de Sofía, y voy

4 en trar. • ,Pare. No.Fab. Es preciso que yo la vea, pues voy í casarme con ella. P are. No.Fab. Antes te daría mi vida.Pare. Nada tienes que darme.F ab. Cómo?P are. Toma; Ice ese papel que es el cuadro de tu vida;

sesenta y nueve años te concedió el destino.

Llegaste 4 la d udad cuando tenias............................ 20 años.Al atravesar la ciudad has dado 4 la M oda...........4A la Voluptuosidad...................................................... 8A la Justicia...................................................................5A la Envidia............... .. ......................................... .. • • ^A la Gota y las enferm edades......................................10A la A m bición. ................................................................. 15

Suma...............69

Se cum plió tu plazo. ¡Clac! (Dió un tijeretazo.)Fab. Ay Sof......

No pudo concluir el nom bre de su querida , y rayó ei» el dintel de la puerta. 1.a medicina y la devodon llegaron bastante 4 tiempo; la primera |>ara pronunciar gravemente que babia m uerto , y la segunda para in sinuar dulcemente que se hnhia condenado.

¡Pobre Fabricio! ¡Ah!... au m uerte repentina fue para él un gran bcncGcio, parque de este modo m urió ignoran­do su m ayor infortunio. M ientras atravesaba la ciudad Ira- firando con gran pérdida con las peores mujeres del mundo, Sofía se babia casado; un rival mas prudente babia cami­nado por el cam po, y se había presentado en trago de via- gero: una muchacha juiciosa no repara en que el sol baya puesto moreno 4 su m arido, y este por otra parte tcuia un espíritu recto, un esrelcntc corazón, y un trato sencillo; tu ­vo pues la dicha de ag radar, se casó; y los que quieran lle­v a r el desenlace hasta el últim o extremo sabrán ron placer que tuvo de su unión con Sofía una m ultitud de bellísimos n iños, y una porción de dichas y ventoras, en una palabra cuanto se suele ha llar al fiu de los cncutos de encantadoras, porque la H istoria no es tan liberal.

E . U .

RECTIFICACION.

En el núm ero an te rio r, bajo el epígrafe de "H istoria n a tu r a l ," se padeció la equivocación de colocar el grabado que representa el puerco espin en vez del de el h en zo , 4 que se rrferia el a r t í c u l o . ___________________ _ _ _ _

M A D R ID ; 1MPHENTA D E LA VIUDA D E JORDAN E H IJO S.