Seleccion de Relatos Cortos - Jose B. Adolph

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Jos B. Adolph Arreglos, correcin y conversin a FB2: Jack!2010 1. El Anti-Bestseller 3. Mi clon 4. Egoismo 5. La violacin que no cesa 1. Persistencia (1980) 2. Noemia (1999) 3. Impunidad (1999) 4. Armageddn en la Internet (2000) 5. In memoriam (2001) 6. Carta a un elegido del Seor (2001) DNI 07789268 8. El segundo cerebro de margarita (2002) 9. La bestia (2003) 10. El casern (2003) 11. La reina africana (2004) 12. El da que saltaron los chinos 13. El falsificador 14. Nosotros no

Jos B. Adolph Seleccin de relatos cortos Arreglos, correcin y conversin a FB2: Jack!2010Jos B. Adolph, naci en Stuttgart en 1933, pero reside en Per desde 1938. En 1974 obtuvo la nacionalidad peruana. Ha publicado media docena de novelas y muchos relatos cortos. Alguno de sus cuentos se han traducido a varios idiomas, y ha incluido relatos en varias antologas. Asimismo ha recibido numerosos premios. En alguna ocasin se ha definido a s mismo como zoroastrista disidente y en general su temtica se acerca a la ficcin. En muchas ocasiones se le asocia con la ciencia-ficcin, pero ese es solo el tema de alguno de sus relatos, y en ellos hay mucho ms de ficcin que de ciencia. Tras leerme los relatos incorporados a esta seleccin, yo dira que la temtica de Adolph, si hubiera que resumirla en tres palabras, stas seran: muerte, eternidad y paradoja. Colabora prestando relatos cortos en numerosas pginas de Internet. En las prximas pginas incluyo todos los relatos que he localizado por Internet de este autor. Algunos estn fechados y otros no. Todos ellos figuraban en distintas pginas Web en las que pona que la haban sido cedidos por el autor. ndice general Relatos no fechados 1. El Anti-Bestseller 2. La verdad sobre las relaciones de Csar Vallejo y Luis Taboada 3. Mi clon 4. Egoismo 5. La violacin que no cesa

Relatos fechados 1. Persistencia (1980) 2. Noemia (1999) 3. Impunidad (1999) 4. Armageddn en la Internet (2000) 5. In memoriam (2001) 6. Carta a un elegido del Seor (2001) 7. Despilfarro (2002) 8. El segundo cerebro de margarita (2002) 9. La bestia (2003) 10. El casern (2003) 11. La reina africana (2004) 12. El da que saltaron los chinos 13. El falsificador 14. Nosotros no

Relatos no fechados

De los relatos que a continuacin se incluyen no he conseguido localizar la fecha en la que fueron escritos.

1. El Anti-BestsellerDel Libro de cuentos titulado Los fines del mundo. Cmo era la cancin de los Beatles? All you need is love? Es cierto? Todo lo que se necesita es amor? Uno quisiera creerlo, sobre todo cuando est enamorado y los fantasmas acechan. Fantasmas ectoplasmticos pero otros, menos gaseosos, tambin. Qu destruy al amor de Romeo y Julieta y a ellos mismos? La guerra entre Capuletos y Montescos, se dir. O el mundo. O la envidia de los emocionalmente estriles. O la represin. O la buena suerte. Cmo? La buena suerte? S, la buena suerte. Olvidemos a Shakespeare, ese magnfico autor de bestsellers. Apliquemos simplemente una pizca de experiencia no-literaria y otra pizca de sentido comn. Con experiencia y sentido comn no se fabrican bestsellers, ni los buenos ni los malos. No se fabrican con realidades ni con sueos desmesurados. Los bestsellers se fabrican con deseos modestos. Con sueos ocultos, vergonzosos y frustrados. He aqu algunos: El amor eterno. La fortuna bien o mal obtenida pero bien aplicada. La superacin individual de barreras como la raza, la clase, la religin o la familia hostil. La casita en Canad. La victoria del bien. La derrota del mal. Cambiemos el nombre de Romeo por el mo y el de Julieta por el tuyo. No tenemos catorce aos ni vivimos en Verona.

Tenemos, respectivamente, treinta y ocho y veintinueve okey?. Okey. Vivimos en Lima, Per, okey? Okey. No hubo familias opositoras, ni guerras o revoluciones que nos separaran como al Dr. Zhivago y a su noviecita. Yo no era ni soy pobre. T tampoco. Y no somos obscena y peligrosamente ricos. Nada nos separa; nada nos exige sacrificios. Tampoco apareci, como cado del cielo o subido del infierno el otro o la otra. Ninguna penosa y destructiva enfermedad interfiere. Es imposible que algn terrible da descubramos, como en una telenovela clsica, que en realidad somos hermanos: nacimos en continentes diferentes. No hay espada de Damocles alguna sobre nuestras cabezas. Somos una versin olvidable de Romeo y Julieta. No tuvimos suerte. En vez de morir continuamos. Nos casamos. Fuimos felices. Hemos sido bendecidos, como suele decirse, con un par de hijos lindos e inteligentes. Nuestros suegros y suegras nos aman. Nuestros amigos nos envidian. Nos llaman la pareja perfecta. Entonces: Por qu nos odiamos, despus de aburrirnos y antes de separarnos o asesinarnos? Dnde falla la vida y dnde la literatura? Shakespeare fue inteligente. Los mat a tiempo. Una muerte espectacular, sangrienta, teatral. Ningn lento gotear de los aos. Nada de buenos das por encima del peridico del desayuno. Sin el y? de los minutos sobreextendidos. Sin los chistes repetidos y la nostalgia rutinaria. Sin empujar el coche de los gemelos ni, despus, el de los nietos insoportables. Sin el ya lo s del almuerzo. Imaginas a Romeo y Julieta vagando por el parque, entre escatolgicas palomas, desesperados por una banca? Sacando por turnos la basura? Buscando los guantes de goma para lavar los platos? Dnde qued el bestseller, dnde la tierra prometida? All you need is love?

2. La verdad sobre las relaciones de Csar Vallejo y Luis Taboada

Fascinado desde la adolescencia, como tantos, por la poesa de Csar Vallejo y particularmente por el poema Gleba, intrigme desde mi primera lectura el verso final de esa pieza vallejiana ejemplar: y, en fin, suelen decirse: All, las putas, Luis Taboada, los ingleses; / all ellos, all ellos, all ellos! Ese ellos del poema se refiere a los labriegos, trmino empleado aqu por el vate de Santiago de Chuco para nombrar a los campesinos (de la gleba) en la particular nomenclatura feudal europea asumida en tiempos de Vallejo y Felipe Pinglo. Asumo con la modestia natural en un hombre de ciencia la significacin de este temprano inters del autor de estas lneas (de aos en esa primera lectura) por identificar a Luis Taboada, inters que se corresponde con la curiosidad tpica del futuro investigador. En efecto: carece de toda importancia identificar tanto a las putas como a los ingleses a que se refiere el poeta, aunque mi ilustre colega el Dr. Felipe Villalobos ngstrom, de la Universidad de Uppsala, ha dedicado una curiosa monografa al tema. Lo que me parece fundamental, sobre todo para entender la matriz peyorizante del Vallejo maduro, es la ubicacin del susodicho Taboada. Gracias a la financiacin y al apoyo logstico brindado por la Universidad Ganadera de Wyoming, EE.UU., pude dedicar dos aos de mi vida a revisar la documentacin existente, hablar con viejos amigos sobrevivientes y distinguidos bigrafos del poeta. El fruto de este trabajo, destinado, si se me permite afirmarlo, a despejar las dudas que desde hace unas siete dcadas han vuelto insomnes a generaciones de lectores peruanos y extranjeros, se aprecia a continuacin. Durante el periplo vallejiano por la ciudad de Lima fugado, prcticamente, de Trujillo y antes de partir en su viaje definitivo a Pars y a la muerte, el poeta sola frecuentar los fumaderos de opio del barrio chino, hoy

viaje definitivo a Pars y a la muerte, el poeta sola frecuentar los fumaderos de opio del barrio chino, hoy reemplazados globalizadoramente por papas fritas. No cometo infidencia alguna puesto que el propio Vallejo lo confirma pblicamente en un clebre poema. En una de esas noches de fro y gara del invierno de la capital peruana, Vallejo y sus amigos bohemios avanzaban por la calle Capn, ligeramente ebrios y recitando a viva voz ciertas poesas subidas de tono que la seriedad de este trabajo me impide citar, cuando se cruzaron con otro grupo, comandado por un enemigo literario de Vallejo, el crtico del clebre semanario conservador El Pensamiento Republicano. Este hombre no solamente haba condenado a la poesa vallejiana como absurda, ortogrficamente fallida y ms cercana a la locura que a la belleza, sino tambin al hombre que la haba escrito. Haba, ms de una vez, usado trminos altamente inconvenientes para calificar al joven serrano como campesino sin modales, indio narign y posible marica. A esto, Vallejo haba respondido, en corro de amigos y ms de una vez, con frases muy duras relacionadas con la madre de su enemigo. Inclusive haba escrito una divertida biografa falsa de esta persona, que los peridicos y revistas de la poca se negaron a publicar y que, al parecer, fue posteriormente destruida, algunos afirman que por Georgette. Pero eso no me consta, me dijo el profesor Murruchuca tras un acceso de tos. Georgette ha sido muy calumniada. Como ya se habr deducido, el nombre de este sujeto era Luis Taboada Warren. El apellido materno del individuo nos revela el origen ingls de su seora progenitora. Las piezas del intrngulis van ensamblndose. La conjuncin putas + Luis Taboada + los ingleses adquiere toda su trascendencia: en un solo verso magistral: nuestro mximo vate ha mencionado al desdichado, a su madre y a la nacionalidad de sta, no limitndose, como suele suceder en la prosaica cotidianidad, a la infausta profesin de la seora Warren. El autor de la presente investigacin se considerar satisfecho si otras plumas, ms dotadas, recogen esta primicia para profundizar en ella. Bien lo merece. Sobre todo si, como sospecho, detrs de Luis Taboada se movan otras, ms siniestras fuerzas.

3. Mi clonLa idea era la siguiente: iba a enfrentarme conmigo mismo. Haban pasado los dieciocho aos de prohibicin estipulados en el contrato, un contrato que no s porqu he cumplido meticulosamente, cuando en la realidad carece de toda fuerza legal. Sabemos que toda la operacin fue clandestina, pero sospecho que los abogados del laboratorio de Sigmund Klein algo tienen que haber urdido para que pueda existir tal contrato y, ms an, para que pueda ser de ejecucin obligatoria. Y an si as no fuera: haba otros mtodos, como se ver. Veinte aos antes, cuando a los diecinueve aos me diagnosticaron el inusualmente precoz cncer, me contact uno de esos abogados con una propuesta que, para ese entonces, ya no pareca tan alucinante. Qu puede perder? me pregunt. Efectivamente: qu poda perder? Yo siempre haba tomado con cierta sorna todas las utopas de supervivencia indefinida, desde los parasos religiosos hasta la involuntariamente cmica congelacin de los cadveres. No me extraaba que Walt Disney yaciera por ah como un helado eterno: era una idea como para el pato Donald o, mejor todava, para Tribiln. Pero lo que por entonces se me congel fue la risa: el pronstico para mi cncer era feo. Y entonces aparece este caballero con terno azul oscuro a delgadas rayas grises y chaleco lila y me propone donar unas clulas (de las sanas, naturalmente) para ser clonadas. Mi doble no nacer con cncer? le pregunt. Esa es una de las cosas que queremos averiguar. Lo mir a los ojos, cosa que en mi experiencia personal la mayora de abogados, an los honestos, trata de evitar. Me quiere usted decir que estn dispuestos a fabricar un ser humano que podra ser defectuoso y estar condenado a muerte? Ah, mi seor, no lo estamos todos? Renunci a las respuestas obvias: el cinismo es autosuficiente y autosostenido. Pero-continu el doctor en leyes-fjese en las posibilidades. El cncer es o no es hereditario? No es fascinante intentar aclarar eso? Se supone que no, y sin embargo parece haber una cierta predisposicin, verdad?

No soy mdico y menos onclogo. Pues s. Pero a lo que en realidad me refiero es a las posibilidades si este nuevo ser humano, su postgemelo para darle un nombre, resulta, como creemos que suceder, sano. Naturalmente a usted le deseamos lo mejor, pero el pronstico es, permtame recordrselo, de un 90 por ciento o ms en contra. Cmo lo averiguaron? Tenemos amigos en todas partes. Se ri. Buen dinero nos cuestan Bueno, okey dije. Y cmo van, o vamos, a evadir el largo brazo de la ley? Eso djelo de nuestra cuenta. Hay muchas islas en los ocanos. Islas que a nadie interesan realmente. No le digo ms para su propia proteccin. Y si sobrevivo? Ojal. En ese caso, lo nico que le vamos a pedir a cambio de su suculenta indemnizacin es que no intente contactarse ni con nosotros ni con su clon. Por ninguna razn y por ningn motivo, como se especificar en el contrato. No necesitaba preguntar porqu. Era obvio que semejante operacin ilegal deba borrar huellas. Tampoco me interes saber cmo iban a castigarme si rompa el contrato. He ledo bastantes novelas y visto suficientes pelculas de gngsters. Estos mdicos, su laboratorio y sus inversionistas eran gngsters de chaleco lila. Aunque algunos de ellos no lo veran as sino como un valiente intento de defender la libertad cientfica. Un poco como la gente del proyecto Manhattan, el de la primera bomba atmica. Pero una inversin privada que, en momentos de ocio, calcul conservadoramente en varias decenas de millones de dlares se defiende con uas, dientes y lo que haga falta. A m y probablemente a otros como yo nos iban a pagar, de la cuenta de costos iniciales o quizs se llamaba de promocin, qu s yo. Pero despus empezaran a cobrar, una vez que los conejillos de Indias hubieran demostrado la eficacia del procedimiento. Todo muy normal para cualquier laboratorio farmacutico. A algunos, supongo que a la mayora, les interesaban las ganancias (sobraran millonarios y dictadores ansiosos de sobrevivir), pero probablemente a ms de un cientfico le fascinaba el proyecto en s. Total, estaban acostumbrados a la combinacin ciencia-lucro. Bueno, resumiendo una larga historia, viaj a la annima isla en el Pacfico sur en un jet privado, me instalaron con todas las comodidades salvo acceso a telfonos, radio o internet y me practicaron la minscula e indolora operacin de extraccin de unas clulas. Luego me devolvieron a mi casa, donde se supona que me esperaba la muerte, me palmearon el hombro y me desearon buena suerte. Ya antes de ese viaje yo haba solicitado dejar el hospital. Mi caso era tan desesperado y los dolores, por suerte, tan controlables caseramente, que estuvieron de acuerdo. Evidentemente mi cncer era considerado terminal y permanecer en el hospital resultaba hasta cruel o al menos intil. De los progresos de mi postgemelo o de un eventual fracaso nada saba. Bueno, el resto de mi historia es evidente. Los muertos no escriben. Los onclogos y hasta la opinin pblica no se sorprenden demasiado de este tipo de milagros, con o sin gruta de Lourdes. Lo llaman remisin espontnea. Segn mi mdico personal, nadie tiene la menor idea. Por ahora, Dios es una explicacin tan vlida como cualquier otra. Claro, los escpticos y no slo los escpticos, nos preguntamos inevitablemente por qu yo?. Sea como fuere, cuando pasaron los dieciocho aos estipulados me entr una suerte de inquietud. La llamar paternal o fraternal? O debera ponerle otro nombre, quizs ms metafsico, psicoanaltico o esotrico? Me pregunt: cul es mi relacin con este joven, mi clon, mi segundo yo, si es que vive? Cmo es? Buena persona, criminal? Comparte mis gustos, mis ideas, mis opiniones? Se dice que En fin, se dicen tantas cosas. Sera muy largo enumerarlas y ms an discutirlas. A lo que voy es a que comenc a indagar. Viva? Result el experimento? Si era as, dnde estaba? Curiosamente, jugar al detective fue menos difcil de lo que presuma. Ubiqu al chaleco lila (ya canoso, pero an al servicio de los laboratorios Klein que, por supuesto, tambin fabricaban otras cosas adems de clones encubiertos) a travs de la institucin gremial de los abogados. Su firma apareca en mi contrato, lo que no dejaba de ser audaz o muy seguro de su impunidad. En un caf, despus de felicitarme calurosamente por estar vivo como si no estuviera perfectamente enterado me someti a un corts interrogatorio. Resumindolo: qu pretenda yo? Llmelo curiosidad, le respond, tambin en resumen.-Los mdicos no tienen la exclusiva del inters

Llmelo curiosidad, le respond, tambin en resumen.-Los mdicos no tienen la exclusiva del inters cientfico. Sin duda, pero en usted hay algo ms que inters cientfico. Muy natural, por supuesto. Sera ms bien extrao si no fuera as. Pero Pero? Fjese, mi amigo. Nosotros, y no se ra por favor, tenemos un alto sentido de la tica. Usted dir lo que quiera, pero lo que hemos venido haciendo beneficia a todos y no hace dao a absolutamente nadie. Est bien, algunos se estn haciendo ricos, pero exactamente igual que los colegas y accionistas de Merck, Bayer o Schering, para citar slo a tres entre mil. La nica diferencia entre ellos y nosotros es que retorcemos la ley con algo ms de coraje. Pero no es como la investigacin nuclear, muy respetable tambin, que sin embargo produjo bombas y no slo energa barata o nuevos mtodos cientficos en muchos terrenos. Qu bombas hemos producido nosotros? Los riesgos Ah, los riesgos. S. Seres deformes, inviables, condenados al sufrimiento y a la muerte. Le suena conocido? Claro que le suena conocido porque son los mismos riesgos que corre la naturaleza. O no? No tuvimos que aparecer nosotros para que existan, por ejemplo, procesos degenerativos, fetos problemticos o accidentes. Ah, era un buen abogado este chaleco lila. Y aqu, entre nosotros, le dir que hubo fracasos. Pero muchos ms xitos, entre ellos el de su clon, que es un joven que acaba de ingresar a una universidad con excelentes notas. Le interesa, no es divertido?, la biologa. No sabe? No. Y quin cree que es? El hijo nico de un notable hombre de ciencia casado con una no menos notable escritora. Ella es estril, cosa que el joven no sabe, y se entusiasm por adoptar a este lindo beb. Porque realmente era lindo, adems. Aqu se permiti una sonrisa. Slo falt que aadiera como usted, pero la reciente onda antigay lo impidi. Sabe? dijo.-No queremos que nuestro amiguito tenga problemas. Por eso sabr usted comprender nuestras dudas. Lo monitoreamos. Es un chico feliz, sin otros problemas que los tpicos de su edad, generacin y grupo social. Nos gustara que nada de esto perturbe su vida. Entiende? S, lo entenda. Inclusive estaba de acuerdo. En cierta forma, era una variante nueva del viejo problema de los adoptados: se lo decimos o no? Siempre opin que lo mejor era decrselo. Hasta recordaba una ancdota. La frase perfecta de un padre adoptivo en ese trance: los hijos naturales uno tiene que aceptarlos como vengan: a ti te escogimos. Perfecto. Mi interlocutor sac una foto. Realmente era un joven atractivo, de sonrisa simptica y ojos luminosos. No me acusen de vanidad, pero era exactamente mi gemelo. Un gemelo bastante ms joven, claro. Comprender que nos inquiete que se enfrenten. Como adems es inteligente y est muy enterado del estado actual de la ciencia, se har preguntas. Y? Se le darn respuestas. No veo el problema. Quizs no y quizs s. Me mir en silencio hasta que solt la pregunta que el chaleco lila esperaba. Temen un chantaje? Mil perdones. No es nada personal, pero s. La tentacin del dinero fcil. Entiendo. De veras? Claro que s. Pero, por otra parte, qu me impide chantajearlos ahora mismo, sin necesidad de verlo? Usted sera considerado cmplice. l no. Se lo aclarar cuando lo vea. El abogado suspir audiblemente. S que no podemos impedirlo. A estas alturas no s si queremos. Comprendemos su ansiedad que, adems, para hablar francamente como siempre lo hago, si fuese frustrada podra llevarle a acciones irreflexivas. Y en cierta forma usted es una especie de garanta para nosotros Siempre y cuando su chico sea tan decente como usted. Su chico? No pude evitar una carcajada. Es mi clon, no?

Es mi clon, no? Durante toda esta conversacin mis pensamientos se desbocaban. Qu era mi clon para m? Mi segunda oportunidad? Una obra de bien en la que podra trabajar eliminando defectos y estimulando virtudes? Pero esa es la tpica ilusin de los padres. Una venganza, por ejemplo contra mi cncer pero tambin contra mis errores, mis oportunidades malgastadas, las estupideces de mi biografa? Una cruzada de mi orgullo? El chaleco lila con canas y atractivas arrugas me observaba atentamente. Jurara que me lea el pensamiento. Es homosexual? Que sepamos, no. Ha tenido y tiene noviecitas, aunque usted y yo sabemos agreg guindome el ojo? que eso no significa mucho. No le devolv el guio. Soy de los que no terminan de salir del closet. Le parecera negativo? Usted sabe tan bien como yo lo que est ocurriendo en el mundo. S-suspir nuevamente, el retorno del oscurantismo sexual. Efectivamente. No me gusta ver ms vctimas de la discriminacin social. Se encogi de hombros. Si es gay, tampoco usted podr cambiarlo. Doctor, no me hable como a un estpido. S que no. Aunque otra vez se hable de la homosexualidad como de una enfermedad, de un delito o pecado o, gran novedad, de un misterioso gen gay no identificado Ridculo! Bueno, no s si es ridculo pero s s que ser absurdo nunca ha matado a un prejuicio. Si no lo dijo Oscar Wilde, apnteme en la lista de los ingeniosos. Pero si existiese tal gen, tan til hoy para los santurrones como en su momento lo fue el sida, lo portara mi clon. Es probable. Otra serie de ideas revueltas en mi cabeza. Ante un linchamiento, los negros lamentan tener hijos? O, ante una persecucin sangrienta, los judos resolvan no reproducirse? Ms bien lo contrario. La terquedad de los oprimidos. Creo que vi una especie de luz. Resumida: y qu si lo es? Que se imponga al mundo de la imbecilidad! Que pague, como todos lo hemos hecho y lo hacemos, el precio de la libertad y de la dignidad! Sonre, satisfecho. Lo tengo claro, doctor. Y creo poder garantizarle que los accionistas y trabajadores de los laboratorios Klein pueden dormir tranquilos, gen gay o no gen gay. Insisti en pagar la cuenta. Noblesse oblige, dijo el gngster con corazn de oro, mi mafioso maricn, idea que me arranc otra sonrisa, esta vez ms bien liberadora. Una semana ms tarde, tras una larga conversacin, no exenta de altibajos, con los padres de mi clon, me encontr por primera vez con l en casa de ellos. Ya le haban revelado todo. Los tres eran inteligentes y cultos, poco afectados por prejuicios y tradicionalismos irrelevantes. Nadie estaba o pareca afectado, aunque mi clon se mostraba sorprendido por la novedad. Entonces qu soy? pregunt previsiblemente. Una especie de hijo tuyo? Claro que no. Estos son tus padres y no hay otros. Hace tiempo que sabemos que en estas cosas en la especie humana no manda la biologa. Tu hermano? No-se respondi l mismo.-Lo que necesitamos es un nuevo lenguaje. O el humor: tu fotocopia, tu xerox, tu facsmil Eres mi copiar y pegar. Todos remos con cierta alegre superioridad ante nuestro dominio de la situacin. En cuntos hogares ms se estaran repitiendo estos dilogos? No en muchos, pens, y no todos tan contentos. Iran desde la resignacin hasta la ira. Presunciones, slo presunciones. Tambin habra los clientes satisfechos y aquellos que estaran preguntndose por qu demonios se haban metido en esto: una falsa inmortalidad sin permanencia del yo primario podra ser ms frustrante que simplemente morirse, como estaba originalmente previsto. No era su yo, era otro el que estara viendo el cliente, en el fondo tan iluso o ms que Walt Disney, con la ventaja para el viejo Walt de que ste no se enterara nunca de la decepcin. No se puede ver el propio yo: sera una flagrante contradiccin. Si lo puedes ver, no eres t. La esquizofrenia tiene que ser intracraneal. Que yo sepa, Sigmund Klein me refiero al laboratorio, no al fundador (slo muerto o felizmente clonado?) contina no s si recuperando la inversin o repartiendo dividendos. La isla en el Pacfico sur funciona hasta hoy mismo: sospecho con buen fundamento que los

representantes de la ley internacional son los famosos tres monitos que no ven, ni oyen ni hablan. Cuntos vips estarn interesados en la propia clonacin o en la ingeniera gentica, prohibida o no segn el caso y, por tanto cierran los ojos y slo simulan perseguir a los infractores? Con cierta frecuencia, mi clon y yo nos reunimos para conversar de esto y de aquello: tenemos poca ocasin de disentir; nuestras opiniones suelen ser aunque no siempre las mismas. Su entorno, sus padres, su educacin etctera, hacen su parte para imponer ciertas distancias tambin en nuestras respectivas ideas y no slo en el color de la piel porque l, en su regin, camina bajo un sol ms contundente que yo. Curiosamente, aunque a lo mejor no es tan curioso, yo soy religioso y l se declara ateo. El shock vino despus, hace cosa de un mes, cuando en uno de los chequeos regulares que se efectan en su universidad le descubrieron el mismo cncer que me haba afectado a m casi exactamente a su edad. Lo primero que pens fue: dos remisiones espontneas sucesivas es demasiado pedir. Lo segundo: han pasado dos dcadas, quizs ahora sea curable. Bueno, en eso estamos. Los mdicos ponen cara de palo y se niegan, aunque con un corts tono compasivo, a emitir un pronstico. La operacin, dicen, ser complicada por la ubicacin del mal en el cuerpo de mi clon. Pero el verdadero motivo de que escriba estas lneas y me haya decidido a publicarlas si alguien carente de ilusiones y de miedo se anima: los laboratorios poseen armas e influencias increbles es la visita que ayer recibi mi clon y que muy excitado inmediatamente me revel por telfono. Era un gentil abogado de terno azul oscuro de delgadas rayas grises y chaleco lila que le propuso clonarlo por una suma muy, pero muy rebajada. Dijo algo as como viejo cliente. Y cuando le pregunt, primero divertido y luego alarmado, qu edad tendra ese abogado, mi clon me dijo que era un hombre ms bien joven, sin canas ni arrugas. Debe ser hijo del que te contact a ti, tartamude. A veces los hijos hasta visten como su pap. No, pens. No es su hijo. En voz alta le dije: No aceptes reproducir un cncer. No s si me har caso.

4. EgoismoGeneralmente pasebamos por los malecones de Miraflores. Como a todos los adolescentes, las estrellas veraniegas nos dictaban las preguntas que cada generacin reinventa: ingenua filosofa espontnea que hurga en la materialidad a la bsqueda de esa metafsica esquiva que produce dioses. Cogidos de la mano, escurrindonos a ocasionales besos, valientes ateos conflictuados, Gisela y yo tratbamos de instalar nuestros catorce aos en la confusin del mundo. Eternidad, siempre, nunca, paralelismos y discordancias, sentidos y exigencias se revolvan como perros inquietos en busca de un amo generoso pero sobre todo comprensible. He escrito: como a todos los adolescentes y ese es un abuso egocntrico. Desprecibamos a esa plomiza mayora que desde temprano se acomoda o acepta ser acomodada en las certezas de una fe que se presume lgica, en ese vertedero de ideologas absurdas que se disfrazan de sentido comn: Dios (el nuestro, naturalmente)lo ha hecho todo, lo sabe todo, es todo amor, nos recompensar. Ese mismo dios sabr por qu no quisimos aceptar tan econmico pasaje a la felicidad o a la resignacin. No fue por la presencia de los nios desarrapados y/o muertos, ni por la proliferacin de hospitales y morgues, ni por los titulares de los diarios (esos cabales resmenes de una historia finalmente frvola). Por qu frvola? Porque el recorrido del hombre por la no menos cruel naturaleza combina dolor con inutilidad. Gisela y yo, como es obvio, bamos a trascender. No como almas inmortales idea que nos pareca tan cursi como imposible sino, tal cual suelen formularlo revolucionarios o rebeldes, como eslabones en una cadena que arrancaba en las primeras batallas contra los neandertal y terminara (si es que terminaba) en las luminosas oscuridades del Gran Crunch final del universo. Habamos ledo no slo el Anti-Dhring y dems silabarios marxistas sino Fundacin y visto 2001; la enloquecida y asesina gran computadora de esta ltima pelcula slo nos pareci graciosa. Pequea, rubia, insegura en su espontnea femineidad como yo en mi masculinidad, Gisela contrastaba con mi enclenque figura, anteojuda y ya con indicios de joroba de biblioteca. Todava (la adolescencia es seria) carecamos del humor necesario para describirnos como la bella y la bestia. Ahora ella se re, cmo no. Es una risa ms bien satisfecha, la de alguien que modestamente acepta una vanidad. Si hubiera un Dios, le pedira bendecir esa vanidad pero en un mundo sin espejos. Eslabones Claro, pensbamos, esas futuras generaciones de un mundo solar nos recordaran con orgullo y

Eslabones Claro, pensbamos, esas futuras generaciones de un mundo solar nos recordaran con orgullo y humildad: ellos, diran, cumplieron. Sucumbieron en las pestes, fueron aniquilados en trincheras, se pudrieron en prisiones, colgaron de las horcas, murieron de dolorosas enfermedades olvidadas, fueron explotados en plantaciones, fbricas y oficinas, crucificados, apedreados, ahogados, torturados. Para que nosotros, seres solares, pudiramos encarnar sus ya enterrados sueos. Nos pareca hermoso. Despus de todo, la historia no era insensata ni intil. Apariencias, decamos. Como cualquier telogo, apostbamos a un sentido cuya vastedad nos degluta. La humanidad, deca fervorosamente Gisela, reptaba por una escalera ascendente. S, responda yo, el individuo se realiza en una comunidad que no slo existe en el espacio formal sino tambin en su cuarta dimensin, el tiempo. Fueron parte de algo, pronosticbamos que diran Ellos, son parte de nosotros. No debera sorprenderme la existencia de telogos ateos. De eso me ro yo, como Gisela se re de su belleza y mi fealdad. Pero la ma no es una risa satisfecha. Oh milagro: nuestra relacin perdur y nos condujo a una silenciosa boda civil. Asistieron familiares, compaeros del partido, colegas y amigos: en total unas veinticinco personas arracimadas en un saln pequeo de la municipalidad de Lima: Miraflores nos pareci pituco. Nuestra noche de bodas en un hotel de los suburbios nos encontr vrgenes, no slo en lo sexual. El himen no fue un problema, pero nos esperaban atroces aprendizajes. La pobreza, los hijos, la rutina de trabajos idiotas, la delincuencia, las guerras: nos esforzbamos por encajarlo todo, como sardinas en una lata, dentro del rubro social. Algn da esa revolucin que los producira a Ellos nos librara de la plusvala y de los resfriados. Nos negbamos a la originalidad; ms grave, ramos ciegos y, me temo, sincera, involuntariamente deshonestos. En el fondo, creo ahora, tenamos miedo, como todos. Miedo a esas grandes y vacas verdades finales que me alteran ahora: el para qu irrespondible tras cada idea, tras cada acto. Me niego a seguirme cobijando en el misterio. Si los dioses son incomprensibles, no existen para nosotros, y ese para nosotros es lo que cuenta. Porque asistir, da a da, hora a hora, minuto a eterno minuto a la transfiguracin de Gisela, a sus clulas proliferantes, a la maldicin de su carne enloquecida no es slo una tortura. Es una declaracin de falta de principios del universo, el eco de algo inexistente, una carcajada de la nada. Egosmo dice mi buen amigo el jesuita que conoc en el hospital, antes de que enviaran a Gisela a la casa para que se termine de pudrir en paz y sin molestar. Tu tragedia personal. No involucres a Dios. Quizs le est preparando a Gisela una felicidad que no puedes ni soar. Yo le doy palmaditas en el hombro al buen jesuita y le digo eso, que es un buen hombre y un buen jesuita. Que le agradezco esas bondadosas y retorcidas invenciones, las estafas que transmite de buena fe, las anteojeras que distribuye tan ansiosamente. Sus ojos me transmiten al menos eso creo ver un terrible mensaje: ms vale una mentira que permite vivir que una verdad asesina. Quizs todos los sacerdotes crean eso, quizs slo algunos. Hay que aplaudir? Desde Gisela hasta Hiroshima, desde Gisela hasta Auschwitz, desde Gisela hasta el milln de masacres: egosmo? Quiere ms, padre? La peste negra, las cruzadas, el hambre en Africa, las montaas de calaveras erigidas por los mongoles, los nios explotados, el cncer de todos y todos los cnceres, no slo el de Gisela. Suficiente, o nos faltan las matanzas de brujas, los cadveres en las autopistas, los psicpatas? Cualquier lista que se haga ser incompleta: egosmo? A Gisela la trajeron hace un mes. Y lo que sucede desde la semana pasada y que se confirm hoy en la maana la inexplicable remisin del cncer de Gisela, su milagrosa cura, su condena a seguir viviendo no cambia nada: la arbitrariedad sigue vigente. Ella dice que no le importa vivir fsicamente deformada. Nos amamos, dice, y es cierto. Puedo sobrevivir!, exclama el egosta. La tengo conmigo y quizs tenga la suerte de morir primero!, aade el egosta. No he visto todava al buen jesuita pero intuyo lo que me va a decir: Agradece de rodillas la bondad de Dios. Como si uno se arrodillara y besara los pies del croupier del casino, que me hizo ganar a costa de centenares de perdedores. No.

5. La violacin que no cesaNo suelo manejar rpido y por eso pude observarla por unos segundos mientras me aproximaba a ella. Era alta, blanca pero bronceada, pelirroja, y estara por los 45 aos de edad. Vesta es un decir jeans, un polo sucio y rasgado, con la inscripcin: Love me true y una especie de sandalias, no muy cmodas para el desierto. Del hombro derecho le colgaba un fusil de guerra. Una extraa aparicin, en Namibia o en cualquier lugar. Todas las maanas, de lunes a viernes, mi trabajo en una organizacin no gubernamental

me llevaba de la ciudad a una aldea a cuyos pobladores ayudbamos a instalar agua y alcantarillado. En el crepsculo volva a Windhoek. La mujer caminaba hacia m; es decir, se diriga a la ciudad. Miraba al frente con ojos que probablemente eran pardos y su maquillaje, bajo cierto tizne, pareca limitarse a un lpiz labial rosado. Su figura solitaria destacaba, obviamente, en esa carretera no muy transitada. A los lados, un desierto entre pardo, rojizo y amarillento salpicado de arbustos resecos. Los ocasionales camiones, buses y carretas no se detenan por la caminante. Pens que esa mujer estaba arriesgando varias cosas. Tambin que deba detenerme y ofrecerle un aventn, pero iba en direccin contraria. Suspir y no me detuve. Ella no me mir. El resto del da, mientras lidiaba con la sonriente burocracia local, una y otra vez record la imagen de esa extraa mujer. Esperaba que hubiera llegado sana y salva a su destino. Al da siguiente, a la misma temprana hora y en el mismo lugar apareci nuevamente, siempre caminando con pasos seguros y firmes. Me qued paralizado por unos instantes pero luego pens: algn tipo de granjera. Y hace bien en estar armada. Pas a su lado ms lentamente, con la intencin de saludarla y agitar una mano. Pareca algo rejuvenecida. No me mir. Cuando esto se repiti al tercer da, tras una ligera duda resolv detenerme y lanzarle alguna advertencia sobre la delincuencia: un pretexto, claro, para entablar una conversacin que podra conducir a una aventura. Namibia puede ser un lugar muy solitario. Como pretexto no era demasiado inteligente: si realmente era una granjera o la mujer de un granjero sabra ms sobre ese y otros temas locales que yo, un latinoamericano que apenas llevaba un par de semanas en el pas. Me detuve a su lado. Por alguna razn tuve que modificar mi clculo: no deba tener mucho ms de treinta aos. Le grit alegremente Hi, a ver qu pasaba. Posiblemente hablara afrikaans, y aad un halloms bien alemn. No slo no respondi sino que ni siquiera desvi la mirada al frente o modific su paso. Pero ahora pude ver sus ojeras y las arrugas en la comisura de la boca, el tostado ms que bronceado de su piel y una que otra cana. Tampoco hizo gesto alguno para empuar el rifle. Su desinters era tan extrao como ella. Como bien sabemos los cientficos sociales soy un ingeniero muy ligado a ellos en zonas rurales la gente suele ser muy corts, hasta formal. Cargar un arma no contradice tal actitud. El campesino es desconfiado pero no necesariamente agresivo. Esta mujer no pareca sino indiferente, lo que puede ser otro disfraz campesino; pero no el lpiz de labios ni el porte orgulloso o petrificado. Petrificado, s, o quizs la palabra sera robotizado. Un andar automtico pero no torpe, pesado o masculino. Un ligero balanceo de las caderas, demasiado leve para ser ertico, no indicaba sino un hbito femenino inconsciente. Puedo ayudarla en algo? pregunt en ingls. Me pareci que pestaeaba, pero no hubo ninguna otra reaccin. No interrumpi su marcha hacia la ciudad. Como si hubiera escuchado un trueno lejano. Arranqu y la dej atrs. Nunca olvidar mi visin en el retrovisor: una mujer alta, casi en harapos, fusil al hombro, cuyo cabello largo y rojo dorado encajaba perfectamente entre los colores del desierto y destacaba como un fuego entre rescoldos opacos. Se iba empequeeciendo mientras el paisaje creca a los lados de la carretera negra. Durante todo el da me descubr distrado y preocupado. Precisamente el descuido o la pobreza de su vestuario la haca ms hermosa. Pocas mujeres entendern eso. Muchos hombres s. Los contrastes me atraen ms que las invitaciones. Pero, qu imagen era esta? Y qu me deca ese contraste entre belleza y desaliento? Un da ms: part ansioso, calculando la hora y las distancias. Y todo haba cambiado. Era ella, s, en el mismo tramo de la carretera, a la misma hora. Pero ya de lejos se notaba la diferencia: el trote era ms gil, las caderas se balanceaban con ms decisin y una pizca de coquetera. Al detenerme junto a ella, de su rostro indiferente haba desaparecido toda arruga y se haba establecido, ms bien, una muy discreta sonrisa. Esa sonrisa no era para m. Siempre me han acusado de pedante, entre otras cosas. La crtica ms humorstica ha sido: Piensas mucho para ser ingeniero. Y ahora vaya si estaba pensando. Es, por supuesto, un prejuicio creer que un ingeniero o un polica, o un abogado no puede gustar de la poesa o de la pintura. O, como en mi caso, de la ciencia-ficcin. O que, por el contrario, un msico no puede ser un aficionado a la mecnica. Tom una decisin. Di una vuelta en U, coloqu el jeep a su altura y la invit: Suba. La llevo. Es ms seguro. No se producira una catstrofe en los trabajos de la aldea si yo no estaba por un da o llegaba tarde. Los aldeanos no eran unos incapaces.

un da o llegaba tarde. Los aldeanos no eran unos incapaces. Por primera vez hubo una reaccin. Maana dijo.-O quizs el da despus. Tras una pausa, como si de pronto recordara los buenos modales, aadi: Gracias. Todo esto sin mirarme y con la sonrisa congelada en el rostro. El tono de su lpiz de labios se haba intensificado. No poda tener ms de veinticinco aos. Okay dije y di la vuelta nuevamente. Casi no pude trabajar ese da. Ni dormir a la noche siguiente. De alguna manera yo ya saba lo que iba a encontrar esta maana en la carretera: una chica de unos quince aos, alta, pelirroja ardiente, ya tiznada por el sol y sin maquillaje, con un para ella sin duda pesado pero no tan incongruente rifle de guerra. Al cruzarme con ella a velocidad reptante, detect un reflejo en los ojos que al principio tom por alegre coquetera pero que luego identifiqu con lgrimas acumuladas. Me mir por un segundo y volvi a mirar al frente. S, pienso y leo mucho para ser ingeniero, como dicen mis tolerantes amigos. Parece que tengo una inusual capacidad para no asombrarme demasiado. Te llevo? le pregunt, desde el jeep ya detenido. Vas a Windhoek? Le tom el tiempo de aspirar aire y respondi: Tengo que ir al hospital central. Te llevo repet. Volvi a dudar brevemente y se encaram a mi costado. Dej el rifle sobre sus rodillas, con el can hacia fuera. Cuando arranqu, me mir fijamente. Era la primera vez que pareca realmente interesada en m. Naturalmente mis ganas de una aventura sexual haban cedido gran parte de su lugar a un inters de otro tipo, pero no haban desaparecido del todo: una atractiva chica de 15 aos crea un conflicto entre lo legal y lo instintivo. Pero s controlarme en estas cosas y en otras. No puedo decir lo mismo de mi cerebro. Vas a visitar a alguien? le pregunt. A mi madre. Accidente? Mantuvo un silencio opaco. Y se decidi: Asaltaron la granja, mataron a mi padre y la violaron. Qu terrible. Yo Por eso llevo este rifle. Haces muy bien, pero de todas maneras no deberas andar sola. Emiti una pcara carcajada. Nadie me ve. Yo te veo. Eso es lo extrao. Aadi. Por eso te hablo. Me mir nuevamente. Tengo que llegar pronto al hospital. Un da ms y sera demasiado pequea para llegar a tiempo. A tiempo? Para el parto. Delante de m, la carretera vibraba por el tpico espejismo del charco de agua. Call. Decid dejarla hablar. Saba que esta mujer reconvertida en chica tena problemas, pero yo tambin: quin deliraba, quin rejuveneca diariamente? En qu consista el problema? Era una en un milln, supongo, pero qued embarazada mientras pap se desangraba. Pap? pregunt astutamente. Me mir. Aad: Cul eres t? Sonri. No lo s.

No lo s. Pens: un ingeniero de ONG, con fanticas lecturas de ciencia-ficcin y mediocres intentos de escribirla, no puede ser cogido de sorpresa. Pero con este bon mot no dejaba de estar aterrado. Y ahora vas a la maternidad o a la morgue? La dej a la puerta principal del hospital. Todo esto ocurri hace dos meses y entretanto los aldeanos me ratificaron esencialmente la historia. Es siniestra y sencilla: una granja asaltada y saqueada, un granjero asesinado, su mujer, de unos 45 aos, violada. No tenan hijos. Efectivamente, la mujer haba quedado embarazada. Muri al dar a luz una nia muerta en el hospital central de Windhoek. Nunca relat, antes de ahora, lo que me ocurri en la carretera. Los aldeanos, siempre supersticiosos, como deca mi jefe. Cuentan al respecto una historia de fantasmas. Claro, pens, pero el fantasma de quin?

Relatos fechados

1. Persistencia (1980)OHenry debe de haberse agitado miles de veces en su tumba, gruendo ante los innumerables finales sorpresa de segunda categora que se escriben y que se supone sorprendern al lector con su inesperado giro. Sin embargo el autor de Persistencia probablemente habr merecido un asentimiento y no un gruido del Maestro. El final de su realmente corta historia me sorprendi de la mejor manera posible. A.E. van Vogt Gobernar la nave se hace cada vez ms problemtico. Los hombres estn inquietos; slo la ms ardua disciplina, las ms dulces promesas, las ms absurdas amenazas mantienen a la tripulacin activa y dispuesta. Una humanidad que ya no se asombra de nada nos vio partir hacia el ms all: estaba ya habituada a una desfalleciente fascinacin. Comprendo a todos; estos han sido aos de sucesos terribles, de convulsiones. Muertes masivas, guerras, inventos maravillosos; quin poda entusiasmarse por una conquista de aquel espacio que ya nada nuevo promete a hombres hartos de progreso? Los costos son elevados, pero ya nadie se fija en cifras. Corre sangre y corre dinero en estos aos en que somos, a la vez creadores y asesinos. Amo y odio a mis compaeros. En cierto sentido, son la hez del universo; en otro son balbucientes nios en cuyas manos se moldea el futuro. Abriremos una ruta que liberar a este planeta del hambre, de las multitudes crecientes que ya no encuentran un lugar bajo el sol y que slo esperan aterradas y resignadas, un juicio final del que desconfo: cmo se puede ser tan supersticioso en estos tiempos de triunfo de la ciencia, del arte, de una nueva promesa de libertad como la que encarna esta nave? Hemos partido hace meses; en este tiempo solitario hemos recorrido la inmensidad de cambiantes colores, reducidos a lo mnimo. Nos hemos visto convertidos en criaturas desnudas, flotando en la creacin: los hombres tienen miedo. Saban que exista este vaci; lo supieron siempre. Pero ahora que se sienten devorados por l, sus miradas se han endurecido para siempre. El final es un lejano punto que no logro construirles. Huimos de un mundo de miseria y hartazgo; de violencia y caridad; de revolucin y orden. Habremos de retornar, sin duda, pero tampoco puedo garantizrselo a ellos. Ven el vaco; no son capaces de perseguir un sueo a plenitud. No hay comunicacin con u pasado que slo recobraremos como futuro. Y mi soledad es mayor: ay de los que poseemos la verdad y la seguridad! Una sola lagrima nuestra, descubierta por ellos, equivaldra a una desesperada muerte. Pero es inmensa la recompensa: al otro lado nos esperamos a nosotros mismos, encarnados en esa libertad y en esa abundancia de que ahora carece nuestro planeta. Debemos durar, debemos resistir, no solo porque el retorno es imposible, sino porque mienten cuando dicen preferir la seguridad de la prisin que dejaron. La verdad, me digo, es obligatoria. Y el encargo que llevamos nos ha sido encomendado por todos los hombres de la

tierra, aun por aquellos que no saben de este viaje e ignoran lo miserable de su existencia. El viaje continuar, as tuviese que matarlos a todos y gobernar yo slo la nave. Nadie puede escapar, si no es a travs de su propia muerte: confo en sus instintos, ms que en sus razonados temores. Hasta ahora no hemos encontrado las horribles pesadillas que algunos timoratos previeron. S que todo marchar bien, o todos moriremos juntos; si as fuera, si lo ltimo se cumpliera, otros retomarn la esperanza y esa huda que ser un gran encuentro. El cielo es negro sobre nosotros, pero miles de luces nos acompaan; son como cirios de esperanza. Ellos las miran con temor y odio; no quieren comprender que son guardianes y guas: Cmo no sentirse hermano de las estrellas, que observan, comprensivas, nuestra soledad que es la de ellas? Me siento solo, y no me siento solo. Habr alguien que pueda comprender esta atraccin por un abismo que para mi no es sino una ruta ms? Es cierto que a veces tengo miedo, como todos. No soy sino un hombre frente a fuerzas desconocidas: las intuyo, pero no las domino; las comprendo pero no son mas. Pero sin miedo no hay esperanza. Y sin embargo, el tiempo es largo, sobre todo para ellos. El viaje se les aparece infinito. Empiezan a sentirse privados de toda realidad; se creen fantasmas de s mismos. Sus ojos me amenazan, porque siempre hay un culpable. La nave cruje y se mece, la inmensidad es cada vez mas aplastante, pese a esos signos que, desde hace un par de das, nos aseguran que no hay error, que mis clculos son correctos. Debo anotar, pues, que ojal se cumplan los pronsticos favorables antes que el temor termine totalmente con la confianza. Rogar al Seor para que tal cosa no ocurra. Danos, pues, Seor, la gracia de poder cumplir nuestra misin antes que finalice este octubre de 1492.

2. Noemia (1999)No s cuntas veces la vi morir. Y mi primer pensamiento, cada vez, era y ahora qu? Duraba hasta su primera sonrisa, hasta su nuevo despertar. Misha, la gata negra, sola subirse a su cuerpo. Noemia, condenada definitivamente a la inmovilidad, sonrea en una cama coqueta, llena de adornos, almohadas, peluches. En mi recurrente visin de su muerte, Misha ronroneaba, esperando una caricia que Noemia ya no poda darle. Pero no: los gatos no trepan sobre los muertos. Casi todas las noches, antes de entrar al dormitorio comn, apareca esa imagen: Noemia en la misma postura, en la misma inmovilidad, pero sin esa extraa chispa llamada vida. Esa chispa que Shakespeare llam sonido y furia, a la que sin embargo uno se aferra como homo ludicus que en el fondo es. Uno vive porque es jugador y siempre cabe una apuesta ms. Hasta que lo arrojan del casino o coge un revlver. Para entonces, la desesperacin imaginada haba quedado atrs: se haba instalado un horror tranquilo, casi acariciador. Atrs quedaban, con el dolor ms agudo, los paseos cerca al mar, las pelculas a discutir en el caf, los libros, la diversin por computadora. Con los proyectos haban muerto las decepciones; el adis a las risas era tambin el fin de las lgrimas. La anunciada peste negra de la muerte haba barrido tambin todas las nostalgias, porque en nuestras conversaciones en el tibio dormitorio los recuerdos ya no eran nuestros: pertenecan a la peste que lo inundaba todo. Conoc a Noemia en un banco: fue motivo para posteriores carcajadas. Hacamos cola para cobrar sendos cheques. Inici una conversacin poco original sobre la lentitud detrs de las ventanillas, estimulado por el cabello largo y negro y los labios color naranja de Noemia. Ella sonrea y responda poco, pero me di cuenta de que comprenda hasta ciertas alusiones ms bien culteranas a las que, como siempre, me aventur tras algunos momentos. Tras la bella apariencia haba una mente divertida y gil que captaba alusiones literarias que hacan sospechar una silenciosa Alejandra de Sabato tras esa fachada de hotel cinco estrellas: por qu uno siempre se sorprende de la inteligencia de una mujer hermosa? Es parte del largo catlogo de prejuicios que nos adorna. Esa mente divertida y gil, sin embargo, ya estaba amenazada por los primeros, sutiles ataques de la enfermedad. Cuatro aos de loca diversin comenzaban. Dejamos a nuestras respectivas parejas, la ma formal, la de ella informal, no sin ciertos sentimientos de culpa ahogados por el irrefrenable egosmo de lo que las artes y artesanas literarias llaman pasin. Tras quince das de hostales decidimos convivir. Comentario de Noemia: nos ha dado fuerte. Pensamiento mo: cunto durar? Por algo yo tena 46 aos y ella 22. Afortunadamente pudimos alquilar un minidepartamento con una cocinita en la que ella logr arruinar varias comidas. Estbamos cerca de la avenida Larco y las noches brillaban para nosotros, con grasientas hamburguesas y galeras de pintura que nos permitan despotricar contra los expositores y

nosotros, con grasientas hamburguesas y galeras de pintura que nos permitan despotricar contra los expositores y contra el pblico. Comamos donde Luigi y cafetebamos en el Hait, juventud dorada a deshoras, inconscientes parsitos de la realidad nacional y de una globalizacin postergadas en nuestra permanente excitacin. Nos desebamos con sutileza pero tambin con violencia, armados de una ternura obscena. La pareja de ella, un muchacho sano y simptico, tuvo el buen gusto de desaparecer sin crear mayores problemas, aunque exhalando algunas frases de comprensible despecho. Si habl de ese viejo, como sospecho, Noemia no me lo dijo. En cuanto a mi esposa, cierto triste pudor me impide mencionar la batalla que an contina y, me imagino, no terminar tan pronto. Por suerte, estoy en condiciones de comprar su relativo silencio. Silencio que tambin desaparecer, con todos los dems privilegios, cuando se asiente la bruma final. Si hasta ahora he dejado la impresin de una relacin plena de solemnidad ertica, de apasionamiento pornorrosa, debo corregirla por fidelidad a ambos, a nuestra verdad sin futuro, como todas. Reamos, como cuando Noemia citaba hallazgos de Kundera: ms que los hombres guapos, a las mujeres les fascinan los hombres amados por mujeres guapas; o como esa escena protoorgistica en la que una mujer acepta (acepta!) hacer el amor con dos hombres y, para comenzar, los tres se contemplan desnudos en un gran espejo: ambos hombres miran el cuerpo de la mujer, pero la mujer se mira a s misma. Aprend mucho de psicologa femenina con Noemia, y sobre esa perpetua, sorda competencia entre las mujeres que desespera a las feministas. La cotidianidad, la privacidad, el mundo de la poltica y el no menos salvaje de la llamada cultura, eran objeto de un escepticismo compartido que a menudo derivaba en el tan calumniado cinismo, ltimo y clandestino refugio de los romnticos cuando finalmente se resignan a ver el mundo tal cual es. En algn momento llegamos a proyectar el Movimiento Cnico Internacional (la quinta o sexta Internacional), con claras races existencialistas aunque tambin con mltiples aportes griegos, franceses y alemanes. Slo nos reamos cuando nos dola. Esto, deca Noemia, no lo entendern las gentes serias, de izquierda o de derecha. Slo los extremistas de centro como nosotros. En verdad, fue un amor divertido durante esos cuatro aos: no s qu puedan decir los sexlogos acerca del humor y la sexualidad. Con nosotros funcion: ninguna tristeza postcoitum, doctor, ningn arrobamiento, ninguna mirada a la mirada, ningn delirante orgasmo que no pudiera resolverse finalmente en una gran carcajada de mutuo reconocimiento, de pacfica aceptacin, de sublevacin contra el consabido absurdo. Esa era su perfeccin, y no una ausencia de peleas (que las tuvimos, y fuertes) ni una especie de solemne metafsica de los cuerpos. La trascendencia la llevbamos dentro. El ms all, la inmortalidad, estaban incorporadas, en el autntico sentido de esta palabra: el espritu era absorbido por la materia; tenamos chispas de pura energa deambulando de neurona en neurona. Pero haba otras fuerzas haciendo el mismo recorrido, fuerzas a las que no voy a honrar detallndolas como si tuvieran la misma categora moral. El mal existe, vaya si lo descubr entonces y ratifiqu ms tarde: no, no es solamente una ausencia de bien. El mal existe, tiene un cuerpo y tiene un alma, y adems controla buena parte del universo. Nos deja apenas un resquicio, una mnima brecha que al fin de cuentas siempre ser cerrada, pero que tenemos que intentar franquear aunque slo sea para decirle al todopoderoso mal: aqu estamos, somos posibles, no eres nico en ese mundo del que una y otra vez te apropias. Y: cuando quede un solo hombre vivo, una sola flor imponiendo colores a la oscuridad, un solo bicho arrastrando su inutilidad bajo las galaxias, mi memoria vivir en la tuya, mal, jodiendo tu triunfo, amargando tu victoria. Dije que esto dur cuatro aos: el tiempo que falta, que no he reseado todava, no es solamente el de la enfermedad. Vctima de una niez y de una adolescencia retradas y autoagresivas, Noemia desarroll, dentro de la relativa calma de nuestra relacin y quin sabe dentro de los parmetros de su enfermedad o de la terapia que sta requera, una nueva adolescencia, un ansia de vivir en rebelda, de agredir al mundo, de descubrir la nada y el absurdo en todo, salvo en su extraamente abierta sexualidad. Digo extraamente porque una fuerte tendencia a negar su belleza (que, como fui descubriendo luego de mis dudas iniciales, no era coquetera), su inteligencia, su bondad increblemente ingenua, su visin de un mundo maravilloso en el que slo ella desentonaba, contrastaban violentamente con una sexualidad sana, sincera, franca, en la que se refugiaba como nico medio de expresin total. Comprender esa personalidad que sorprenda a los psiclogos no fue ni fcil ni rpido. Autoagresiva, silenciosa, enmascarada tras su aspecto de belleza pituca de poco cerebro, esconda una mente torturada que saba rer de las bromas ajenas ms audaces pero a las que, paralizada por el terror a demostrar su supuesta estupidez, o de hacer notar su no menos supuesta fealdad, se senta incapaz de responder. Una serie de aventuras inconsecuentes tras una decepcin romntica a los 17 aos la haban convencido, all en las misteriosas profundidades de ese cerebro material y metafsicamente atormentado, de que slo deba relacionarse con hombres cuyo abandono, contrariamente a lo ocurrido y sentido en ese gran romance de su adolescencia tarda,

no le importara: nunca se haba atrevido a coquetear, y cuando se le insinuaba un hombre que le gustaba, le pona lo que ella misma me defina como cara de palo. Ahuyentaba a aquellos de los que se podra enamorar. Yo, por edad y por otras consideraciones, no era candidato: Me agarraste por sorpresa, me dijo una vez. Me fregu aadi, y simultneamente yo dije: Te fregaste, con nuestra fresca telepata. Durante esos cuatro aos, mientras iba retrocediendo su autoagresividad, creca tambin en ella una nueva hostilidad contra el resto del universo: un odio terico contra la humanidad que su inocencia frente a los seres humanos concretos contradeca. Fue coincidiendo conmigo en el desprecio contra los grandes idelogos del amor colectivo; contra aquellos que desde tribunas y plpitos predican esas abstracciones sentimentales capaces de sacrificar al individuo prometindole un futuro inverificable, en los cielos o en un paraso terrestre. Lo que, sin embargo, y esto nos pareca importante, no nos arrojaba a las hediondas costas del conformismo; lamentbamos la ausencia de Dios: nos privaba de la posibilidad de insultarlo por la porquera que haba creado. Eramos revolucionarios sin utopa. Claro que, con toda coherencia, tambin los predicadores de la no predicacin se iban desinflando: el Camus de la rebelda y del suicidio, muri como lo hara, aos despus, Lady Di. Cioran, que lamentaba el inconveniente de haber nacido, muri, anciano e inaccesible al honor, en su cama. Hesse, el eterno adolescente, desvivi en Suiza, el tero neutral al que huy cuando el fuego amenazaba chamuscar el rabo del lobo estepario. Y as sucesivamente. Lo nico sensato lo dijo, pese a todo, el rumanofrancs, Cioran: Si no me suicido es porque la muerte es tan horrible como la vida. Como si proclamramos, parodiando viejas consignas: ni capitalismo ni comunismo, sino todo lo contrario. Dentro de este contexto aparece Sergio: 22 aos, atractivo, buenazo a primera vista, entre adolescente tardo (aunque menos tardo que Noemia, claro), serio estudiante de leyes y seductor de esquina de academia. Confluyen ante un kiosco de peridicos y galletitas, sonre l y pone cara de palo ella pero a la tercera confluencia l le habla y el palo de la cara de Noemia se raja un poco. Desde all, todo va avanzando hacia la simpata, el afecto y la cama: el orden habitual de las mujeres buenas. Ella acaba de salir de una primera crisis de su enfermedad. Luego de una atroz semana de postracin en una clnica, casi perdida para el mundo, y un par de meses aprendiendo nuevamente a caminar, recordar, ver, hablar, ha salido, por primera vez sola, a ver galeras de arte. Ya no necesita compaa; yo estoy trabajando cuando ella encuentra a Sergio. Y entonces comienza una extraa historia, tan extraa que dudo poderla transmitir sin ser acusado de falsario, de mentiroso, de inventor de sombras. Noemia y yo intentamos explicrnosla una y otra vez. Sin dejar de amarme (ste es uno de los pocos aspectos de los que estamos seguros ambos), Noemia se enamora de Sergio. Revivi con este muchacho el trauma de los 17 aos? La crisis que le hizo enfrentar la invalidez, la demencia y quizs la muerte provoc en ella una incontrolable sed de pluralidad ertica, de vivir concentradamente pasiones hasta entonces reprimidas? Lo conversamos muchas veces, cuando sala a encontrarse en un hostal con Sergio y cuando volva, y durante los das y hasta semanas en que, sin sufrir demasiado, dejaba de verlo. Esclavitud sexual, masoquismo? Porque ella saba muy bien lo que era Sergio: una mente simple, incapaz de satisfacer la mente compleja, hasta retorcida, de Noemia; el clsico estudiante pobre que aprovechaba muy bien la situacin: chica con pareja y algo de dinero, capaz de pagar el hostal. Era, entonces, un suplemento o complemento sexual y nada ms? Mi primera idea, naturalmente, fue: no la satisfago fsicamente. Noemia no slo lo negaba con palabras sino tambin con orgasmos muy reales. Aqu quien lee esto sonre: a ste no le han llegado noticias de los orgasmos fingidos. El lector no est obligado a conocernos a Noemia y a m. Slo puedo invocar a la fe: ni Noemia lo hara ni yo lo creera. Eso nos deja con ese misterio del amor doble: nadie que no lo haya vivido en s mismo o misma lo cree posible. Pero subsisten ciertas prioridades, y Noemia nunca perdi la suya. Estaba enganchada, deca, mientras comentbamos en la cama su ms reciente excursin, llammosla sentimental, con Sergio. Volva rejuvenecida, sana, y al mismo tiempo furiosa por alguna nueva estupidez de su otro amante. Debera terminar con este asunto, repeta, y en su siguiente conversacin con Sergio, cara a cara o por telfono, le anunciaba el fin de la relacin. La conversacin siempre terminaba igual: l le rogaba que continuaran, la besaba, y acababan en la cama. Pareca un antiguo sainete francs. Y nuestras risas hubieran sido ms francas, menos dolorosas, si a raz de ciertos sntomas la sombra de esa maldita, incurable enfermedad no volviera a flotar entre nosotros. En m combata cada vez ms mi alegra y complicidad por ver vivir a Noemia (an con un tontovivo como Sergio) contra mi preocupacin por el futuro de mi relacin con ella. Pero, cul futuro? Mejor dicho: cunto futuro? Fue sta ltima pregunta, y no una generosidad que normalmente no muestro, la que me hizo soportar? tolerar? comprender? co-vivir? una situacin que para la mayora de otros hubiese sido inadmisible, mientras

tolerar? comprender? co-vivir? una situacin que para la mayora de otros hubiese sido inadmisible, mientras simultneamente creca en m un horror que me cuesta demasiado expresar. Hay derrotas que uno mismo se inflige; son las peores. La cuestin de por qu la abandon se convierte entonces en una siniestra adivinanza que hasta hoy no logro solucionar; no lo lograr jams. La abandon, cobarde, egosta, rastrero, para deshacerme de la carga de una enferma sin esperanzas? Por simples celos? Por orgullo herido? Por estpido e intolerante? Conozco tantos casos de uno y otro tipo que soy incapaz de responder cul me corresponde. No voy a preguntrselo al psiquiatra. No quiero conocer la respuesta. No soy tan valiente como Noemia. Pero s tuve la valenta de sugerirle que volviera a casa de sus padres, al aparecer esos sntomas similares a los que precedieron la crisis de pocos meses atrs. All te cuidarn mejor. Le promet mantener el contacto, recuperarla para nuestro departamento apenas mejorara, y, por supuesto, amarla para siempre: en esto ltimo no menta. Descubr que el amor puede ser ahogado de muchas maneras, por uno u otro de los protagonistas, en un estado que slo puedo comparar al sonambulismo o a la esquizofrenia. Simplemente desaparec, como un ladrn en la noche. No fui a verla, no llam a la casa de sus padres, no habl siquiera con esa hermana cmplice que me llam varias veces, excepto para excusarme mencionando problemas inventados, del trabajo, con mi esposa, con estupidez y media que, me imagino, no habr credo. Como un ladrn en la noche. Dicho y explicado todo y nada, slo queda preguntarle a Misha, la gata negra que jugueteaba con Noemia hasta que el sufrimiento de sta o su partida a casa de sus padres la acobard y la oblig a esconderse en el clset, y al morir Noemia a desaparecer para siempre, de qu se trat. Si pudiera encontrarla y enfrentarla. Dos eventualidades que me aterran. Los primeros sntomas de lo que pareca una nueva crisis fueron una amenaza para Noemia? Hubo un desgarro inaceptable en ella porque al menos su inconsciente no quiso soportar esa duplicidad de afectos o sensualidades? Crey que ya no la amaba o, quizs peor, que ella haba dejado de amarme? Ser virtual esclava de un pobre diablo le confirm viejas autoagresiones que creamos superadas? O, ms sencillamente, se hart de vivir condenada a cosas peores que la muerte? Especulaciones de un cobarde que no posee ni siquiera el coraje de un pensamiento tan simple como yo la mat. Dej una nota muy sencilla, junto al frasco de pastillas: Si no muero, ven a verme. Noemia. Me la entreg en silencio la hermana, que haba recogido secretamente la nota, en un caf al que me haba citado tras la autopsia y la cremacin. No pude mirarla a los ojos mientras le deca gracias y la hermana lloraba. Le ped que recogiera mis cosas y las de Noemia y dispusiera de ellas como le pareciera. Le di un dinero para que pagara lo que hubiera que pagar. Yo nunca volv al departamento. Nunca sabr, ni quiero saber, si la nota era para Sergio o para m.

3. Impunidad (1999)Cuando Werner Schnabel volvi de la selva, haba cambiado: el extrovertido, hablador, cnico periodista y cazador de nazis no solamente haba adquirido una rojiza quemazn y rotundos picotazos de los zancudos sino una melancola que nos sorprendi. Was ist los?, le pregunt desde mi escritorio vecino a su oficina en el diario. Sonri ligeramente, reconociendo mi intento de alegrarle en alemn. Nada, Bernd, me respondi en castellano. Frases como esa, simples, le salan correctas. Se diriga a desempear sus poco claras tareas como asesor de la direccin. Nunca supimos sobre qu poda asesorar a un diario peruano un periodista nacido en Munich, que no dominaba el idioma local y que me dictaba una ocasional columna de cido humor sobre la condicin humana que yo obedientemente traduca. El resto del tiempo desapareca del diario (ahora s que investigaba, entrevistaba y preparaba su expedicin) o se encerraba largas horas con el director. Cuando lleg, unos seis meses antes de partir hacia Pucallpa y de all al interior en busca, deca, del famoso Dr. Mengele, le conoc en una recepcin por el dcimo aniversario del peridico, propiedad de un magnate minero. El director, un periodista y poltico conservador, me present aWerner Schnabel. Le asegur que yo era un

casi compatriota, descendiente de judos alemanes emigrados en 1935. Pareci divertirle que mis familiares hubieran venido de Stuttgart. Ah, dijo Werner. Casi compatriotas. Los Schwaben como ustedes son vecinos de los bvaros. Desde el comienzo nos hicimos si no amigos Werner exhiba bajo su cortesa y su humor una permanente frialdad, como si se resistiese a provocar demasiados afectos buenos colegas e intercambiadores de bromas, generalmente de humor negro. Otros, y otras, me confirmaron esa impresin de distanciamiento que dificultaba o haca imposible una amistad ms ntima. Werner Schnabel, como supe despus, haba vestido sus desilusiones con el ropaje de la reserva o el del cinismo. Era alto, pero ligeramente encorvado. Fsicamente pareca por ello tenso y tmido, como quien ha sido agredido temprano con consecuencias permanentes. Eso no le facilit las cosas durante su extrao encuentro en la selva. Quijotescamente delgado, rubio casi albino, con ojos de azul brillante, hubiera hecho las delicias del Institut fr Erbbiologie und Rassenhygiene, el Instituto de Biologa Hereditaria e Higiene Racial, del que el Dr. Dr. Josef Mengele, doble ttulo de filsofo y mdico, haba sido destacado miembro desde los aos treinta. Werner Schnabel era, sin duda, un ario nrdico ms perfecto no slo que Mengele sino que la mayora de dirigentes nazis incluyendo al propio Adolf Hitler. Alguna vez, en la cafetera del diario, me confi seguramente estimulado por mi ascendencia hebrea y mi vaga simpata por las izquierdas que uno de los motivos de su presencia en Lima (el verdadero motivo, comenc a intuir) era el de contribuir a que viejos nazis fugados de la justicia fueran hallados. Le pregunt si l haba intervenido en la espectacular captura de Adolf Eichmann en la Argentina. Secuestro, lo llamaron muchos; violacin de la soberana argentina, dijeron otros. Eichmann fue juzgado en un pequeo Nuremberg israel, condenado a muerte, ejecutado, cremado, y sus cenizas dispersadas. Pero prcticamente todo el mundo estuvo, tena que estar de acuerdo: Eichmann haba sido el gran organizador burocrtico de la matanza. T participaste en esa accin, Werner?, le pregunt. Yo trabaja solo, respondi. Mi siguiente pregunta era inevitable, aunque saba perfectamente que era absurdo formularla. Perseguir nazis es una aventura costosa. Wiesenthal desde Viena y desde los Estados Unidos, con su Centro de Documentacin del Holocausto, nunca tuvo suficiente dinero pese a los millones que, dicen, fluyeron. El grupo Eichmann entiendo que fue financiado por el Mossad. Y t,Werner? Eres tambin Mossad, o CIA, o BND, o KGB o la Stasi de la RDA. Estbamos en 1971 y Alemania, por supuesto, estaba dividida. Uno de los ms persistentes rumores lo vinculaba justamente con la Repblica Democrtica Alemana, de la cual se afirmaba haber sido ms consecuente que la Alemania Federal en la purga de nacionalsocialistas despus de la guerra. Por lo menos no se conocan casos como, precisamente, el de Josef Mengele, a quien nadie impidi volver a Gnzburg en Baviera, su pueblo natal, en 1945 y reabrir la empresa de su padre Carl Mengele e Hijos y hasta viajar varias veces a Sudamrica. Pero por otra parte, la RDA era una sociedad cerrada: cuntos pasaron de la Gestapo al Stasi y cambiaron la svstika por el martillo y el comps? Ach, Bernd, respondi a mi pregunta sobre su afiliacin a algn servicio secreto, sonriente y con ese chispear de sus ojos azules que denotaba una gran diversin interior, das kannst du mich doch nicht fragen. Touch, respond cosmopolitamente. Era evidente que no poda preguntarle eso. Yo conoce tu prximo pregunta, aadi. No hacer. Y cul es?, pregunt, sonriendo a mi vez. Prximo pregunta: die Rolle des Zeitungsinhabers und des Direktors. Claro: el papel del dueo y del director del peridico. Brevemente me dijo solamente que haba algunos intereses comunes. Un exnazi, minero y exportador en el Per actual, vinculado en los aos 40 a una operacin de falsificacin de libras esterlinas y luego fugado, se haba convertido en incmoda competencia para el propietario de nuestro peridico. Eine Hand wscht die andere, ri Werner. Una mano lava a la otra. T me ayudas a eliminar a mi competencia, y yo te ayudo a buscar a tu pediatra. Porque los mortferos experimentos que el Dr. Mengele realizara en Oswiecim, Polonia, que la historia prefiere registrar como Auschwitz, se centraron sobre todo en nios. Todos creen que Mengele est en Paraguay o Brasil, me cont Werner. Todava no se haba escrito Los Nios del Brasil, de Ira Levin, ni mucho menos rodado la pelcula, en las que Mengele les creara ojos azules a los nios nativos de la Amazona, una invencin que siempre me pareci, pese al talento de Levin, un poco too much, como dicen los norteamericanos. Aber ich glaube, er ist hier in Peru. S, aqu en el Per, y golpe levemente la mesa con la mano abierta, ratificando su convencimiento. No quiso decirme, periodista al fin, cul era su fuente. Personalmente, y no creo cometer una infidencia, sospecho de algn miembro, alfabetizador y misionero, del Instituto Lingstico de Verano de Yarinacocha, a 8 km de Pucallpa. Ellos tienen el conocimiento y los contactos necesarios. Nadie, ni las

autoridades peruanas, sabe ms sobre ese inmenso territorio verde y quines lo habitan. Record la historia de Werner Schnabel y su certeza cuando, en 1979, se report la muerte de un anciano que podra tener los entonces 68 aos de Mengele en una prosaica muerte accidental por ahogamiento en una playa brasilea. Si he de creer en Werner Schnabel, y lo hago, ese hombre no era Mengele. Si la supuesta muerte en 1979 hubiese sido un prosaico y frustrante anticlmax, cmo calificar lo que a su retorno de la selva me cont Werner? El Dr. Dr. Josef Mengele, el ngel de la muerte, como se le llam en otra pelcula hoy difcil de hallar, debe haber muerto ya si los chamanes o la automedicacin no le han conservado en vida y salud hasta los casi noventa aos en un insalubre y recndito agujero a unas seis horas en peque-peque como llaman all a las lanchas a motor del puerto de Pucallpa. El fugitivo suele ser ms interesante que el perseguidor, en la televisin y en el mundo real. Pero en cierta forma a m me fascina Werner Schnabel ms que Mengele: que un criminal se esconda es razonable, y recitar el catlogo de sus acciones me parece morboso fuera de un tribunal de justicia. Quizs est equivocado y la humanidad necesite tal recitado en la esperanza de eliminar futuros crmenes similares. No comparto esa esperanza, y la historia universal despus de 1945 me da la razn: castigo, s. Ejemplo negativo, definitivamente no. El conflicto a que se enfrentWerner en el departamento de Ucayali se expresa exactamente en esos trminos: perdn, olvido, impunidad, justicia, cobarda, venganza. Durante varias semanas despus de su retorno, enterado ya del motivo del desgarramiento interno de Werner, escuch su fragmentado relato autobiogrfico. Infancia en la Alemania nacionalsocialista (Hitlerjunge); adolescencia en Baviera, tierra rojinegra de catlicos y comunistas que en 1919 haba sido, por varias semanas, escenario del nico territorio comunista en Alemania hasta 1945; en el colegio le haban mostrado los crmenes del Tercer Reich, pero la praxis de la Repblica Federal le pareci insuficiente; por otro lado, la rgida dictadura deWalter Ulbricht en el trozo comunista de Alemania le result inaceptable. Ms bien le fascin el sionismo, siendo cristiano, porque le pareci la nica respuesta concreta al holocausto. Los sentimientos de culpa alemanes, tan parecidos a los judos, impulsaron aWerner Schnabel a contactar, desde 1949, a cuanto israel pudo acceder en Alemania. Alguien, en alguna parte, tom nota. Su aspecto extremadamente ario sin duda le fue de gran ayuda para los trabajos que se le encomendaron. Hasta all el relato de Werner en muchas sesiones en la cafetera y en otros lugares de Lima. No quiso contar ni identificar nada ms. Entiendo, adems, que ni siquiera la pareja peruana que adquiri, una hermosa e inteligente criolla, pudo saber ms detalles. Ahora que ella ha muerto de una enfermedad incurable, nadie podr insistir en arrancarle informacin. En realidad, tampoco creo que alguien hubiese querido hacerlo, tal como terminaron las cosas. Las frustraciones fracaso no es la palabra precisa no hacen noticia, ni para los periodistas ni para los historiadores. Sobre la expedicin y su resultado, Werner me cont lo siguiente, en un amasijo de oraciones alemanas salpicadas de palabras, sobre todo interjecciones, en castellano: Haba seguido la ruta que alguien le sugiri, partiendo de Pucallpa, Ucayali abajo, hacia la confluencia de este ro con el Maran. Tras seis horas y media arribaron a un pequeo, no muy visible, embarcadero. Desde all, Werner y su pequeo grupo de tres conocedores del lugar emprendieron la marcha a la vera de un ro afluente del Ucayali, marcha que dur unas ocho horas. Werner iba armado con una imponente Luger, dos cmaras fotogrficas, una Leica y una Hasselblad, y una grabadora porttil; hoy llevara una videocmara. Los otros no portaban ms armas que sus machetes. La informacin recibida por Werner afirmaba que el Dr. Josef Mengele, experto apoyado en su momento por la Deutsche Forschungsgemeinschaft, institucin cientfica del ms alto nivel en el Reich de los Mil Aos, experimentador especializado en nios gemelos y liliputienses que, sin embargo, no se ocupaba de la eliminacin posterior de los mutilados cadveres de aquellos contribuyentes involuntarios al progreso de la ciencia, viva con una comunidad de nativos de la etnia shipiba. No se deca en la informacin si los shipibos conocan la biografa del Dr. Mengele. Ahora bien: los shipibos no son, desde ningn punto de vista, gente alejada de la civilizacin. Menos an se les puede calificar de salvajes, si es que ese 38 trmino es vlido para grupo alguno. Los shipibos muchas veces visten ropa occidental, a menudo visitan o an residen en ciudades como Pucallpa y, en todo caso, suelen comerciar activamente con sus productos, incluyendo una hermosa artesana. Muchos leen y escriben no slo en su lengua sino tambin en castellano. Quiero aclarar esto, porque el Dr. Mengele no se haba ocultado en algn lugar inaccesible, solo o rodeado de personas aisladas y por lo tanto incapaces de divulgar la existencia entre ellos de un ms o menos misterioso extranjero. Por lo dems, en esta zona y en otras mucho menos accesibles, es frecuente la aparicin y an la permanencia de misioneros de diversas religiones y de otros forneos. No es este un caso inexplicable de jutzpe ms bien juda?, recuerdo haberle preguntado a Werner. Lo recuerdo porque la pregunta le provoc una de sus clebres sonrisas, en un tiempo en que stas

Lo recuerdo porque la pregunta le provoc una de sus clebres sonrisas, en un tiempo en que stas prcticamente haban desaparecido de su rostro. S y no, respondi. Aadi que era una suerte de jutzpe, de insolencia, de concha, para usar un peruanismo ms parecido al jutzpe judo. Pero que tambin era una forma quizs ms efectiva de mimetizarse con el medio, como el perseguido que se esconde en una casa colindante con una estacin policial. Conforme se acercaban al lugar donde supuestamente se encontraba el supuesto Mengele, una extraa calma iba reemplazando la nerviosidad, la ansiedad de Werner. Una sangre fra aprendida sin duda en trabajos previos y en entrenamientos varios (son deducciones mas que l no desminti) comenzaba a dar frutos. La pasin es enemiga de este tipo de misiones: el espionaje y sus derivados son tareas despersonalizadas que, como se dice del plato llamado venganza, se comen fras. Llegaron al atardecer a la aldea, que ostentaba el cristiano nombre de San Hilarin. Fueron recibidos con la habitual, sonriente cortesa de los shipibos, quienes probablemente creyeron en un principio que se trataba, si no de algn misionero, de un turista particularmente esforzado al que se le podra vender algo. La primera, prosaica impresin de Werner en San Hilarin fue la especial ferocidad de los zancudos. El repelente que liberalmente se haba aplicado result ineficaz. Pregunt por el alcalde de la comunidad. Se entendieron pese a las dificultades lingsticas debidas al poco castellano de Werner ms que al del joven shipibo a quien se dirigi, acostumbrado a entender gringos de variados orgenes. El shipibo llam a gritos a un tal Pablo. Desde diversas chozas, nios y mujeres, nada tmidos, se acercaron y rodearon aWerner. En sonriente silencio, esperaron. Posiblemente la conversacin iba a ser tan interesante como la televisin en blanco y negro que ocasionalmente lograban captar entre la nevada electrnica en la choza del jefe, quien dijo llamarse Pablo Amasifun. Seor Amasifun, comenz Werner, extendiendo la diestra que don Pablo cogi con entusiasmo, mi nombre estar Werner Schnabel, de Alemania. En Europa, aadi innecesariamente, como demostr rpidamente el jefe que lo interrumpi sin mala voluntad para revelar que conoca muy bien la existencia de Alemania. Natrlich, dijo Werner, perdname usted. Muchos creen, dijo don Pablo, que somos como en las pelculas de los gringos. Ambos rieron cordialmente, y el corro de mujeres y chiquillos ri igualmente. Quizs por contagio, razon Werner, que no crea que todos hubiesen comprendido el intercambio. Werner explic, no sin problemas, que era periodista y que estaba interesado en la vida y problemas de los shipibos y de otros habitantes de esa regin, tan bella exteriormente y tan pobre y difcil en la realidad. Don Pablo asinti gravemente. Eso es verdad, dijo. Muchos slo ven que todo es verde. Pero tienen que venir aqu para darse cuenta que la vida es muy dura en la selva. Estamos a sus rdenes, seor Echnabel. Muchas gracias, respondi Werner. Y hay uno otro asunto tambin importante por mis jefes. Dicen m que uno otro alemn ser aqu. Uno seor alemn muy, muy viejo. Ustedes conoce el seor alemn? Para sorpresa de Werner, que no crea que las cosas funcionaran con tanta facilidad y rapidez, don Pablo respondi sin vacilar que s, efectivamente, haba tal alemn, que era bastantito viejo, que viva en una choza al final del pueblo y que era mdico. Cmo ser nombre?, pregunt Werner, mientras una de las seoras se adelantaba para ofrecer una bebida a Werner y a sus acompaantes. Su pregunta era un riesgo y Werner lo saba. Nosotros le hemos bautizado doctor Fritz, respondi el jefe. Como en los chistes de Otto y Fritz que me contaron una vez en Pucallpa. Ahora las risas de todos fueron mayores. Yo, en Lima, sent un escalofro interno: el monstruo transformado en personaje de chiste tnico. Werner, en San Hilarin semanas antes, mantuvo la misma expresin de sonriente aplomo, de inderrotable serenidad. Todo dependa de los prximos minutos. Cmo ser nombre de Fritz antes?, pregunt, siempre sonriente. Por qu no se lo pregunta a l?, le invit don Pablo, y a continuacin, con un gesto de sgame se dio vuelta y comenz a caminar en direccin contraria al ro. Alles klar, murmur Werner y comenz a caminar detrs de don Pablo seguido por toda la poblacin, ahora tambin la masculina, de San Hilarin. Senta en su cintura el peso de la Luger oculta bajo su camisa tipo guayabera y pens que esperaba no tener que usarla. Los pobladores seguan mostrndose amables y un hombre de 60 aos no era rival fsico paraWerner y sus acompaantes. Fue durante esa caminata que Werner comenz a comprender que un elemento inesperado iba a complicar las cosas. El doctor Fritz, iba diciendo el jefe mientras avanzaban sobre la tierra, fangosa tras la ms reciente lluvia, es un hombre muy bueno. Nos cura, nos cuida, sobre todo a los nios de la comunidad. Es un verdadero ngel. ngel,

pens Werner en San Hilarin y pens yo en Lima. No era la primera vez que a Mengele se le llamaba ngel. Werner gru una respuesta. Don Pablo continu caminando y elogiando al anglico doctor Fritz. Dijo que en los aos que haba pasado en San Hilarin la comunidad haba aprendido a quererlo y a admirarlo. Pocos gringos se han portado tan bien y sin ningn inters. No nos explota, no nos roba, no nos hace trabajar, no nos quiere convertir a ninguna religin. Nunca hemos conocido a un hombre tan caballero. SiWerner detect una actitud sutilmente defensiva en estas declaraciones, no lo dej entrever. Usted conocen qu hace doctor Fritz antes, en Alemania?, pregunt. Era mdico de nios, respondi don Pablo, inconciente de su irona. O sea pediatra, como en ese arranque de humor negro del director de nuestro diario. Claro, tuvo que pensar Werner, las piezas iban encajando, con o sin humor. Pero, encajaban realmente, o se estaba abriendo una puerta en direccin inesperada? Claro que s. La comitiva lleg a una choza, igual a las dems por fuera. Doctor Fritz!, llam Pablo. Se abri la maltrecha puerta y all estaba. Werner no dud un solo segundo: supo que se enfrentaba al Dr.Dr. Josef Mengele, mdico de las SS, torturador de Auschwitz, ex miembro del Stahlhelm, los paramilitares ultraderechistas en la repblica prenazi de Weimar. S?, pregunt Mengele, parpadeando en la luz. El interior de su choza estaba oscuro. Dormira. Guten Tag, Dr. Mengele, salud suavemente Werner. El silencio, el famoso, ocasional obsesivo silencio de la selva, comenz a durar. Y dur, aparentemente, los veintisis aos transcurridos desde 1945. Debieron ser los segundos ms largos en la vida de Werner y, quizs, de Mengele. Wer sind Sie?, pregunt secamente el ngel de la Muerte. Quin es usted. Mein Name ist Werner Schnabel. Ich verhafte Sie im Namen der Menschenrechte. Poda hacer eso Werner Schnabel? Arrestarlo en nombre de los derechos humanos? Supongo que no. Pero opino que s. Sea como fuere, la reaccin de Mengele fue una sonrisa. Dej de mirar con sus ojos acuosos, pero tambin fros, a Werner y los fij en los de don Pablo. A l le dijo: Este caballero ha venido a arrestarme. Cmo?, pregunt el jefe. S, a ponerme en la crcel. La actitud de don Pablo y, segundos despus, de los dems pobladores cambi inmediatamente. En tono fro y amenazante se dirigi a Werner. Usted es polica?, pregunt. No, respondi Werner. Pero este hombre estar uno criminal. Mata mil nios, torturas, homicidios. Aos. Comprende? Tiene pruebas. Usted est loco, dijo don Pablo. Volvindose hacia Mengele, Fritz para l, le dijo: No le haga caso. Y usted, dirigindose nuevamente a Werner, se estar yendo de nuestra comunidad. Ustedes sabe nombre verdad de esto hombre?, pregunt Werner. Eso a usted no le interesa, respondi Pablo. Y a nosotros tampoco. Si quiere, que se llame Satans. Para nosotros es un hombre de bien, un hombre que ha venido a este culo del mundo a ayudarnos y a morir entre nosotros. Vyase, mister. Aqu Werner interrumpi su relato, quizs por piedad hacia s mismo. En:Lima hubo otro silencio, de otro signo pero de similar peso. Werner debe haber intentado seguir explicando, en su fallido castellano, la verdad histrica, la necesidad de castigar crmenes horrendos, la injusticia de la impunidad, el llanto de millones de sobrevivientes y la incapacidad de llorar de millones de muertos, la miseria del olvido. Don Pablo y sus paisanos, a su vez, deben haberse encerrado en un mutismo cada vez ms agresivo y reiterado con creciente fuerza su exigencia de que Werner se fuera por donde haba venido. Como intento final, Werner debe haber preguntado con desesperacin e incapaz de claridad en la expresin si nunca en todos estos aos alguien haba buscado y quizs encontrado a este miserable asesino, a este pobre y angelical Dr. Fritz, pediatra de San Hilarin y comunidades cercanas. El rostro gris, los ojos apagados, Werner Schnabel, en Lima, reviva esos momentos que haban trastocado, posiblemente destruido, su vida. Sent su cansancio, su para qu seguir?. Ese para qu seguir no slo se refera a la continuacin de su relato. Claro que hubiese podido, apenas llegado a Lima, iniciar un escndalo internacional, denunciar a Mengele a todas las policas del mundo, notificar a diversos gobiernos, movilizar a la prensa. Pero, y a partir de aqu dejo fluir a mi imaginacin porque Werner me oblig a respetar su extrao, siniestro silencio, las carcajadas de Mengele y la hostilidad de los beneficiarios de su filantropa mataron algo en Werner y lo reemplazaron por otra cosa. Ahora bien, qu reemplaza a la sed de justicia? Qu reemplaza a la verdad? Ms de un cuarto de siglo he convivido con estas y otras preguntas. He debido enfrentarlas solo, porque das despus de nuestra ltima, incompleta conversacin, Werner Schnabel desapareci. El director del diario, que se haba hecho muy amigo de Werner, hizo algunas

Werner Schnabel desapareci. El director del diario, que se haba hecho muy amigo de Werner, hizo algunas averiguaciones y me cont que Werner apareca cada cierto tiempo en diversas partes del mundo combinando extraos aunque legales negocios (como, por ejemplo, la venta de piezas y accesorios usados de avin) con aisladas campaas periodsticas en defensa de gentes injustamente detenidas o de denuncia de crmenes impunes. Pero, me pregunto, entonces qu vio en el rostro maldito de Josef Mengele, en el de Pablo Amasifun, en el reflejo de su propia alma, qu escuch o supo que lo paraliz y devor por dentro hasta hacerlo huir de San Hilarin, de Lima, y de su vida anterior? Algo le dijo Mengele que Werner no pudo digerir? Mis propias, obsesivas investigaciones del pasado de Mengele y, an con ms ahnco, del de Werner Schnabel slo me condujeron a un nombre, a un cargo y a una fecha: El nombre, Karl Schnabel, nacido en Baviera en 1912, casado con Erna Schnabel, de soltera Hubermann, un hijo, Werner; el cargo de pap Karl, Obersturmbannfhrer de la Waffen-SS destacado en Auschwitz como asistente mdico; la fecha, marzo a diciembre de 1944. Desaparecido desde 1945. Detuve mi investigacin en ese punto. Simplemente no quise proseguirla.

4. Armageddn en la Internet (2000)Una vez, y slo una, encontr en mi vida a una persona que haba realizado todas sus fantasas y cumplido todos sus deseos. Fue en un asilo mental. Visitando a un viejo amigo, ste deslumbrado me la haba presentado. Mucho gusto-me dijo ella, extendindome una mano pequea, blanca y firme. Me Llamo Isabel. El deslumbramiento era explicable: su blancura entre plida y olivcea, mediterrnea, cremosa y mate, recordaba a una perla. La cara ovalada, enmarcada por un cabello negroazulado, invitaba a concentrarse, primero, en unos ojos verde oscuro y luego en unos labios gruesos, ligeramente pintados de un rosado muy tenue. Pero tras mirarla a los ojos, su boca daba esa impresin de maquillaje indiferente, casi despectivo, con el que se le dice al mundo o el mundo cree escuchar que, en fin, hay que pintarse. La sonrisa que me brind, sin embargo, era sensualmente afectuosa; una sonrisa que hablaba su propio idioma, y la impresin general era que tenas al frente a dos mujeres: una cotidiana, decidida, profesional y distante, al estilo de una azafata de lnea area; la otra como uno se imagina a una hur, incitante en su retorcido y mentiroso recato. La primera, concentrada en sus ojos, prometa decisiones tajantes y utilitarias; la segunda, juguetones placeres y muy serias frivolidades. La combinacin era perturbadora y te someta a la inquietante pregunta de si eras un hombre capaz de abarcar a ambas. Mi primera idea, al verla y al escuchar su voz fuerte, casi dura en las afirmaciones; dulce y dubitativa en las preguntas fue: Qu mala suerte encontrar a una mujer as en un lugar como ste. La idea muri pronto: la reemplaz, cuando profundizamos nuestras conversaciones, una sensacin de alivio precisamente por haberla encontrado all. Afuera, normal entre normales, no s hasta qu punto hubiera sido daina. An en el sanatorio, llegu a pensar y lo reafirmo, habran debido aislarla. Mi ansiedad me ha conducido a adelantarme. No puedo impedir que me sacuda el temblor que imagino tpico de una sesin de exorcismo. El sanatorio era un lugar tranquilo y agradable, muy diferente al deprimente sanatorio habitual. El amigo al que visitaba estaba all para reponerse de otra institucin, en la que haba combatido su adiccin al alcohol; esto de usar un sanatorio para curarse de otro nos provoc obvias sonrisas. Mi amigo inmediatamente not el impacto que Isabel me causaba; me advirti, cuando nuevamente estuvimos solos, que era una persona peligrosa. Le pregunt por qu le pareca tal cosa y l, sonriendo para disculparse de hablar tonteras respondi que era una bruja. Nos remos, hombres occidentales del siglo veintiuno que han ledo libros y visto pelculas. Recuerdo haber exclamado que eso era maravilloso. Y entonces mi amigo agreg: Isabel afirma haber nacido en Karakorum, durante el exilio mongol de sus padres, en el siglo trece despus de Cristo; sospecha que se es slo el ltimo de muchos nacimientos. Dice que es el que recuerda. Bueno, coment ante tal informacin, ser mi primera bruja y que yo, tras haber leido a tantos autores y visto decenas de pelculas sobre el tema terrorficas o humorsticas mereca encontrarme por una vez dentro de la literatura. No lo tomes tan a la ligera-respondi, aunque sin perder su sonrisa. Cuando mi amigo, dos semanas despus, abandon el sanatorio, Isabel y yo ya ramos amigos y continu yendo

Cuando mi amigo, dos semanas despus, abandon el sanatorio, Isabel y yo ya ramos amigos y continu yendo a verla. Estoy aqu para siempre dijo sin tristeza: despus supe por qu siempre era, para ella, un trmino sin sentido. La nica otra persona que la visitaba era o deca ser el hermano, muy mayor, que la habla recluido: un hombre canoso, de piel oscura y actitudes fras pero corteses, que en nada se pareca a Isabel. La s