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Se ha manifestado la bondad de Dios
y su amor a los hombres (Tt 3,4)
2
Barcelona, diciembre del 2013
Annuncio vobis gaudium magnum
El 13 de marzo del 2013, pendientes de las imágenes de una
pequeña pantalla, como gran parte de la humanidad en esta misma hora,
escuchamos resonar el nombre del nuevo Papa. ¡Jorge Mario
Bergoglio!, el Cardenal de Buenos Aires que desde hace 20 años
acompaña a la fraternidad implantada en su ciudad. Siempre ha sido un
padre que nos ha animado y alentado conociendo muy bien nuestras
flaquezas.
Esa petición que tantas veces le habíamos escuchado: “Por
favor, recen por mí”, la dirigía ahora al mundo entero.
Dos días después, nuestros hermanitos y hermanitas presentes en
Roma en ese momento, nos escriben:
La alegría estalla en el refectorio durante el desayuno cuando la
hermanita Marie nos anuncia (annuncio vobis gaudium magnum…)
que el Papa Francisco, nos espera en Santa Marta a las 16:00 h. El
cardenal Christoph Schönborn acaba de llamar para darnos la buena
noticia. Esta mañana del 15 de marzo, a las 7h., el Santo Padre ha
celebrado la Misa con los cardenales. Antes de la Misa ha dicho al
Padre Christoph: “Tendría que ver a las hermanitas. Después del
desayuno, vamos a mirar mi agenda para que encuentre un momento.”
El Padre Christoph nos dice: “¡Es el Santo Padre el que ha tenido la
idea, yo nunca me hubiera atrevido a pensar en ello!”
Cuando hemos llegado a Santa Marta, un encargado de
protocolo nos ha explicado con detalle cómo teníamos que
comportarnos cuando entrase el Santo Padre y cómo ir en fila a
saludarlo. Pero el Papa Francisco al entrar en la sala ha ido directo a
abrazar al hermanito Juan y ha saludado con mucho cariño a la
hermanita Marie-Odile y a la hermanita Marie y luego, pasando él
entre las sillas, nos ha saludado personalmente preguntándonos
nuestro nombre. Después nos hemos sentado a su alrededor y ha
empezado a decirnos:
3
Papa Francisco: “¡Muchas gracias! Gracias por la delicadeza, por el
regalo de haberme enviado a estos dos amigos de Argentina1,
solamente un corazón de madre sabe hacer eso. Gracias por lo que
hacen en la Iglesia. El Papa Juan Pablo II y el Papa Benedicto
insistían con que más que maestros hacía falta testigos. Ustedes tienen
una gran capacidad de ser testigos. Pura gracia. Por favor:
consérvenla. Ese dar testimonio de la vida, la oración, la liturgia, pedir
el pan, hacer autoestop, testimonio de pobreza y de alegría. Porque a
ustedes, la gente los quiere. Y de hecho yo les quiero agradecer. Yo
tengo poco que decir. Si quieren preguntarme algo, tenemos 25
minutos. Así que, ¿quieren hacer alguna pregunta? Marie-Odile,
¡traduce!, (le dice el Papa con familiaridad)...”
Hace treinta años, la Iglesia acogía el carisma de esa pequeña
comunidad que formaban entonces 12 hermanitas y 2 hermanitos. Hoy,
este carisma nos es dado de nuevo desde el corazón de la Iglesia que
nos envía para que lo vivamos. ¡Qué responsabilidad! ¡Y qué llamada a
la fidelidad y a la conversión de cada día!
1 La hermanita Marie, nuestra fundadora, cuando se supo quién era el nuevo Papa,
hizo venir a Roma al hermanito Juan y a la hermanita Marie-Odile, que lo han
conocido muy de cerca, para que pudieran asistir a la Misa de entronización.
4
Queremos acoger la súplica insistente que el Papa no para de
lanzar a toda la Iglesia: la autenticidad, el amor al hermano, el hacer que
nuestra vida no sea un obstáculo para los demás sino que permita el
encuentro de cada hombre con Dios…
Su manera espontánea de convocar al mundo entero para pedir
la paz nos ha hecho sentirnos un solo corazón con toda la humanidad y
nos afianza en la certeza de que la oración del Pueblo de Dios cambia el
mundo.
El pequeño monasterio Luz del Cordero
Al Papa ¡le gustan los pequeños monasterio del Cordero!
Gracias a él existe el primero de todos, el de Buenos Aires, y de vez en
cuando pasaba por allí. Sabemos que reza para que otros se puedan
construir. Sí, él es uno de esos “pequeños del Evangelio” que, con su
oración y la ofrenda de su vida, están haciendo posible que nazca en
Barcelona el pequeño monasterio “Luz del Cordero”.
Las moneditas de Rafa
Rafa siempre nos llama desde su silla de ruedas para explicarnos
cuánto quiere a Jesús y que, si tuviera piernas, le gustaría ser fraile. Nos
dice: “Me gustaría tener una casa, pero así soy como Jesús porque él no
tenía donde reposar la cabeza”. Le han propuesto un centro de acogida
pero no le gusta. Seguimos hablando de otras cosas y, de repente, nos
da una orden: “¡Pon las manos!” Nos resistimos imaginando lo que va a
hacer. Pero él insiste: “Has hecho voto de obediencia, ¿verdad?, pues
¡pon las manos!” Y empieza a vaciar sus bolsillos de puñados de
moneditas
de 1 céntimo y algunas de 2. “Ya basta, Rafa, ¡que es lo que te han dado
para ti!” “Sí, lo he recogido en cinco horas”. “Pero es para ti, es lo que
tienes, ¡y ya no me cabe más en las manos!”. “¡Que no! ¡Métetelo en el
bolsillo y pon las manos!” Se enfada si no aceptamos los casi dos kilos
de moneditas. “Mira, Rafa, será para el pequeño monasterio”, decimos
dándonos por vencidas. Se nos queda mirando fijamente y dice muy
contento: “¡Dios quiere que tengáis una casa que no se os caiga el techo
encima!”
5
Nuestros amigos en misión
Viejos amigos, y también otros conocidos recientemente, se han
hecho misioneros del pequeño monasterio. Algunos han tomado la
iniciativa de darlo a conocer en su parroquia. Superan el apuro de tomar
la palabra al final de la Misa, explican brevemente de qué se trata y
esperan a los feligreses a la salida de la iglesia para enseñarles fotos,
darles información y pedir su ayuda. José, que mendiga a la puerta de
una de esas parroquias nos para por la calle: “¡Hermanitas, este
domingo había gente pidiendo pa que ustedes puedan hacer una iglesia!
Vi las fotos y les dije: Son el hermano Francesc y las monjitas de mi
barrio. ¡Qué bonito! Yo rezo pa que triunfen, sí que lo conseguirán.”
En octubre se hizo un concierto a beneficio del pequeño
monasterio. Nos sorprendió la cantidad de gente que vino: No
conocíamos a la mayor parte. Vinieron por simple amistad, porque se
han dejado interpelar por nuestro carisma.
Otros han organizado reuniones en su casa o en la nuestra para
que sus amigos nos puedan escuchar y ayudar.
En todos estos encuentros para buscar fondos nos impacta la
profunda espera de las personas que, a través de lo que explicamos y de
la noticia del pequeño monasterio, reciben una respuesta. Todos
necesitamos ver cómo el amor de Dios mendiga nuestro amor. No son
actos sociales sino, al contrario, momentos de gracia en los que el Señor
permite que se transmita y se viva el Evangelio.
Y los que se arriesgan a hacerse mendicantes por nosotros
experimentan la alegría de los discípulos, “cual la alegría en la siega”,
la de los misioneros de todos los tiempos: “los discípulos regresaron
llenos de gozo…” (Lc 10, 17)
Esta clave de bóveda no datada y que nos
regaló un amigo es nuestra “primera piedra”.
Este Cordero, tan “pobre” que parece hecho
por un niño, le ha dado su nombre al
pequeño monasterio.
6
Muchos de vosotros nos preguntan en qué punto estamos del
proyecto. Los trámites para la construcción avanzan bien. El proyecto
ha recibido en diciembre del 2013 la aprobación inicial por parte del
Departamento de Urbanismo y el voto favorable del Distrito.
Esperamos que los trámites para obtener la licencia de obra no tarden
demasiado y podamos empezar la obra a mediados del 2014.
Pero para eso tenemos aún que conseguir una buena parte del
presupuesto. Sabed que cualquier donativo, por pequeño que sea, es
bienvenido y tiene mucho valor a nuestros ojos.
Cuando vamos al barrio del Poblenou para presentarnos a
nuestros futuros vecinos recibimos una muy buena acogida y nos
agradecen que les expliquemos lo que haremos y que contestemos a sus
preguntas. Gracias a ellos aprendemos poco a poco la vida y la historia
de este barrio tan entrañable. Vecinos, políticos, pobres, comerciantes…
nos impresionan por su calidad humana: Son un testimonio de bondad,
de preocupación por los demás y de entrega.
Cómo será el pequeño monasterio
Vivienda de las hermanitas,
con zona para el “desierto” y
“enfermería” para hermanitas
mayores
zona de servicios
(sacristía, secretariado,
cocina…)
Zona de acogida
con refectorio, sala de
encuentros, locutorios,
celdas de acogida para
jóvenes y un lugar para una
acogida de urgencia.
Capilla
abierta a todos
7
En el Poblenou, el Señor nos va desvelando lo que espera de
este pequeño monasterio. Revela lo que Él quiere hacer: Su obra de
misericordia. Y nos lo hace comprender a través de los encuentros.
Queremos contaros algunos de ellos que han sido para nosotros
“Palabra de Dios”.
Estaba aún lejos cuando reconocimos a Miquel que venía por la
calle. ¡Qué alegría nos dio! No sabíamos que este señor que comparte
desde hace muchos años nuestras celebraciones era del Poblenou. La
sorpresa fue aún más grande para él: “¿Cómo? ¿Vosotros? ¿En mi
calle? Eso que explicáis de que vais a hacer un monasterio, ¿es aquí?”
Quiere ayudarnos en todo lo que pueda, por supuesto, y vendrá este
domingo a casa para que le expliquemos todo detalladamente. Cuando
unos días después nos reunimos con él recuerda con emoción este
encuentro en la calle: “Iba pensando en mi vida. ¿De qué sirve? Estoy
completamente solo. Y, en ese momento, vi en vuestras caras qué
alegría os daba encontrarme, ¡es que lo vi! Y me hizo mucha impresión
porque de repente pensé: Entonces… ¿tan importante soy?”
A Ana ya os la habíamos presentado hace unos años. Hacía un
tiempo que no la veíamos. Ahora está por el Poblenou. Sigue en la calle
pero aquí está tranquila, nadie la molesta cuando hace sus dibujos. En
su mochila lleva escrito con tipex: “Cuando muera iré al cielo porque en
el infierno ya he estado”. Con ella siempre parece que hace sólo un
momento que hemos interrumpido la conversación. Últimamente nos
pide estampas de la Virgen pero cuando las ve no las quiere y
decepcionada nos las devuelve diciendo: “¡Qué fea! ¡Ella no es así!”
Una tarde, al caer noche, la vemos bajo el porche de la iglesia de
Sant Bernat Calbó (en el lugar donde estará la puerta de la capilla del
pequeño monasterio). “¡Hola, Ana!” Y, sin mirarnos, pregunta:
“¿Habéis visto a María?” “¿A qué María?” “Pues qué María va a ser, la
Virgen… ¿Tenéis una estampa?” Está empezando a aprender cómo
rezar el rosario, algo le dice que tiene que rezarlo.
Entonces nos dice que hay tres evangelios que le gustan mucho:
“El Padre Nuestro –lo recita– los Diez Mandamientos y que hay que
pensar en Dios todos los días porque Él piensa siempre en nosotros”.
“Mira, no es una estampa, pero esto te va a gustar”, dice entonces una
de nosotras. La hermanita saca de su bolsillo un papel en el que ha
8
copiado el Evangelio del domingo. Ana lo toma, lo mira y nos dice:
“Léemelo”. Y leemos: Jesús en la Cruz y los escribas que le dicen que
si es el Cristo, el Hijo de Dios, que se salve a sí mismo; y los soldados,
y los malhechores, y uno que lo reconoce… Ana recupera el papelito, lo
dobla cuidadosamente y se lo mete en el bolsillo del chándal. Entonces,
con paz y sobriedad, comienza a relatarnos toda la Pasión de Jesús con
mucha precisión y fidelidad a los Evangelios, y con una gran compasión
por Jesús: “y fíjate lo que le hicieron…”, dice meditativa. Después de
un silencio profundo nos mira y exclama: “Con todo esto, ¿cómo puede
haber gente que diga que tiene que venir otro Mesías? ¡No hay otro, es
éste!”
Por hoy, la conversación ya es suficiente. Ahora Ana prefiere
quedarse a solas. Nos alejamos por las calles todas iluminadas. Dentro
de media hora empezará la “Escuela de la Palabra” y, como cada
viernes, unas veinte personas se reunirán con la Comunidad en la
capilla de Guadalupe para escuchar el Evangelio, meditarlo y dejarse
interpelar por él. Esta noche acabamos de vivir la primera Escuela de la
Palabra del petit monestir “Llum de l’Anyell”. Ana nos ha enseñado la
Luz del Cordero que brota del Evangelio.
Una mañana, al doblar la esquina con la Rambla del Poblenou,
nos encontramos con Mari Carmen. Llora desconsolada. No sabe dónde
está Óscar y, sobre todo, no sabe cuándo va a volver. “¿Creéis que
volverá hoy?” Comienza a explicarnos entre sollozos que anoche
tuvieron una fuerte discusión y que ella dijo e hizo cosas “sin querer”,
“porque estaba muy nerviosa”, y prosigue: “Y ahora no sé cuándo va a
volver. ¿Creéis que me perdonará? Yo ya le he perdonado. Y le he
pedido perdón a Dios pero a él no he podido pedirle perdón. ¿Creéis
que él me perdonará? ¿Volverá hoy?”, pregunta con insistencia. “No
podemos saberlo, pero este perdón de tu corazón ya le alcanza esté
donde esté… Mira, nosotras lo único que podemos hacer es rezar por
vosotros.” Mari Carmen deja de llorar al instante, parece que
hubiésemos dicho la palabra justa: Rezar. Su gesto de cerrar los ojos
con mucho recogimiento nos indica que hemos de hacerlo ahora mismo,
las tres juntas, ahí en la acera. Pedimos la intercesión de María: “Dios te
salve María… Ruega por nosotros”. Sobre Mari Carmen desciende la
paz de la que quiere enjugar las lágrimas de todos sus hijos.
9
Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo
revolucionario de la ternura y del cariño2. Tantas personas nos confían
dificultades en la familia, sufrimientos ante la enfermedad o la soledad,
penas y alegrías. Las llevamos en la oración para poder acoger juntos la
fe y la esperanza. El Señor nos pide ser en la ciudad una presencia
visible, pequeña, de amor.
En el caos del mundo, los pequeños monasterios son como una
estrella que indica el camino a los hombres perdidos, desorientados en
la noche. Son como una pequeña fuente a la que todos pueden ir a
beber. La comunión fraterna en la comunidad da testimonio de que es
posible vivir el amor y la paz. En el pequeño monasterio el pobre se
siente en casa, el niño está contento, los que están desesperados
vuelven a encontrar la Esperanza y renacen a la Fe; todos participan
de la alegría del Evangelio y de la conversión, han encontrado a Jesús,
su Salvador. (Hermanita Marie o.p.)
Tengo en esta ciudad un pueblo numeroso (Hch 18, 10)
En camino, dejémonos
informar, formar, transformar
por los “amigos de Dios” que
vamos encontrando mientras
mendigamos el pan cotidiano,
visitando a amigos enfermos,
bendiciendo un piso o una
tienda, y también –no lo
olvidemos– cuando estamos en
la iglesia, durante nuestras
celebraciones litúrgicas.
Y dentro de este pueblo
numeroso que pertenece al Señor
en esta ciudad, los hermanitos
queremos presentaros a otros dos
“testigos”:
2Del Papa Francisco. “La Alegría del Evangelio”, 2013
10
Joao. Hemos reconocido a nuestro amigo brasilero en el cruce de dos
calles, en el barrio de la Barceloneta. Nos llama para saludarnos pero
también para confiarnos la gran angustia en la que se encuentra. El
motivo: La lejanía de su hija de cinco años que vive con su madre en
Alemania. Hace más de dos años que no la ve… El rechazo y la
indiferencia de su propia familia en Sao Paulo… La imposibilidad de
tener “papeles” para poder residir legalmente en España… Y la bebida
o la droga que, cada dos por tres, le juegan una mala pasada…
Lo escuchamos con atención y él, tímidamente, nos hace una
propuesta: “¿Queréis venir a mi casa?” Lo seguimos, compartiendo su
alegría.
En una calle cercana, en la planta baja de un viejo edificio, se
para delante de una persiana metálica llena de grafitis. Con convicción,
y al mismo tiempo con discreción, levanta la persiana para hacernos
entrar “en su casa”. Es una pieza sin ventanas (un viejo garaje,
probablemente): un colchón en el suelo, ropa por aquí y por allá, sólo
una silla, un estante de recuperación en el muro, algunos cubos de
pintura abiertos –“estoy pintando de blanco las paredes”, dice con
ilusión– una tele encontrada en la calle y… ¡un gato! “Lo traje para
echar los ratones y ratas que me hacían la vida insoportable”, explica.
Nos dice lo duro que es no tener baño y vivir sin agua.
Tenía también una mesita. Sobre ella percibimos un pequeño
icono de Sant Jordi, patrono de Cataluña. Se lo habíamos regalado hace
unos meses porque sabíamos que le tiene mucha devoción. También
había un rosario. Y es entonces cuando le proponemos rezar juntos. Su
grito y sus lágrimas hacen presente a Dios en medio nuestro. Un
instante en que el tiempo parece detenerse…
Joao nos abraza muy conmovido. ¡Qué sorpresa!, su rostro está
ahora lleno de luz, con renovadas fuerzas para seguir luchando. Nos
despedimos como hermanos, seguros de que nos volveremos a ver.
Seguimos nuestro camino.
Manoli. Sentada en un bar nos interpela con tono burlón y nos pregunta
quiénes somos. Se nos ha visto poco por este barrio de las afueras de
Barcelona. Se sorprende: “¡¿Qué?! ¿Del Cordero? Uy, eso no lo había
oído jamás. ¡¿A quién se le ocurre llamarse así?!”, y se ríe a carcajadas:
“¡Es una broma, ¿no?!”
11
Pero cuando descubre que estamos mendigando nuestra comida,
al instante, sin dudarlo, nos invita. A pesar de la dureza de su expresión
y del tono de voz, su insistencia y hermoso entusiasmo acaban por
convencernos. Mientras nos va diciendo qué tenemos que comer, sigue
la conversación. Primero se interesa por lo que vivimos. “¡¿Curas
pobres?! ¡No sabía que existían!”, exclama. “Yo soy comunista,
marxista, anarquista y militante de la CGT, ¡mis amigos no me creerán
cuando les cuente con quién estoy comiendo!”
Entre risas y palabras amargas, nos abre algunas páginas de su
historia: “Soy de Jaén, pero hace más de cuarenta años que vinimos
aquí. Vivimos con un primo que nos maltrataba. Era terrible. Trabajé en
el Hospital. ¡Fui la primera mujer celadora!” Y, sintiéndose escuchada
en medio de la música y del ruido de las máquinas tragaperras, su
corazón deja correr un torrente de palabras en el que descubrimos su
verdadero sufrimiento. “Hace dos años se murió mi hijo. Se suicidó”.
Seguramente, poca gente se para para hablar con Manoli. “Sufro de
depresión. Me toman por loca…” Hoy, en verdad, teníamos que estar a
su lado, escucharla, permanecer junto a ella.
“Qué os voy a contar: Para mí Jesús, Mohamed o Buda, ¡me da
igual! No me interesa. La Iglesia Católica, Apostólica Romana es una
mentira. Pero, eso sí, por el único que yo me dejo cortar en pedacitos es
por el Papa Francisco. Él no habla del Dios de los católicos, habla de
DIOS y punto. Vive sencillamente y en una casa. Para mí, mi religión,
¿queréis saber cuál es?: Hacer a los demás lo que quisiera que hagan
por mí”. En medio de fracasos, de todos los golpes de la vida, brilla
victoriosa en Manoli una invencible bondad.
En el momento de separarnos nos dice: “Esto es para vosotros”.
“Cogedlo, cogedlo”, insiste mientras se las arregla para meter entre
nuestras manos un pequeño billete. Y añade: “Apuntad mi número de
teléfono, podéis contar conmigo”.
Estamos llamados a descubrir a Cristo en los pobres, a
prestarle nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos,
escucharlos, interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que
Dios quiere comunicarnos a través de ellos.”
(Del amigo de Manoli, el Papa Francisco. “La Alegría del Evangelio”, 2013).
12
Semana Santa
13
Señor, di a mi alma: “Yo soy tu Victoria” (Salmo 34)
La Virgen siempre ha acompañado cada momento de la vida de
nuestra comunidad, pero este año se ha introducido en nuestra casa de
un modo inesperado. Lo ha hecho de la mano –rota– de una amiga que
no tenía a dónde ir al salir del hospital. Ha estado viviendo con nosotras
todo el curso. Y, con ella, María ha marcado nuestra vida cotidiana. Nos
ha mostrado cómo su protección es capaz de hacer frente a los ataques
más violentos del enemigo. Ella protege la conciencia de cada persona.
Nos ha invitado a rezar con nuestra amiga el rosario, a darle ese tiempo
gratuito para que pueda actuar en nuestra vida concreta. Cuando no
vemos solución, nos ha enseñado a esperar lo que parece imposible,
como ella al pie de la Cruz…Y, como a María, se nos ha concedido ver
y palpar la Resurrección, contemplar la Vida divina que permanece
intacta en el corazón, aun atravesando las noches más profundas. María
nos ha mostrado, con sencillez y humor, que sabe hacerse amiga de los
que se dicen no creyentes y que, en la búsqueda de la Verdad, ya viven
en Dios.
Sant Jaume, donde celebramos actualmente la liturgia, sigue
siendo un lugar de gracia porque también los pobres pueden unirse a la
oración y a la comunidad cristiana que la Liturgia ha formado. Son un
don del Señor. Los que vienen a Misa aquí por primera vez, viendo la
asamblea, lo perciben enseguida. En la celebración se proclama el
Evangelio pero también se practica ya que la acogida fraterna permite
que cada uno encuentre cabida. Y este es un lenguaje totalmente
adecuado para los no creyentes, de modo que algunos de ellos vienen
con asiduidad. La fe, en la irradiación de la vida fraterna, habla a los
hombres y mujeres de nuestro tiempo. Gracias a la presencia de unos y
otros, todos juntos, hacemos un camino de conversión personal.
Seguramente forma parte de lo que llamamos la “Nueva
Evangelización” pero que en definitiva es la de siempre. Ya decía san
Juan Crisóstomo en el siglo IV: Si quieres que alguien se haga
cristiano, llévatelo a casa un año.
Los que desean que el pequeño monasterio vea la luz pueden
presentir ya en Sant Jaume la gracia que difundirá una capilla del
Cordero en medio de la ciudad.
14
En la madrugada del Viernes Santo,
de modo inesperado, nos dejó
nuestro querido Javier, sacristán y
sobre todo hermano y amigo. Hasta
en la ambulancia conservó su
inigualable sentido del humor. Y
aún ahora, nos parece escuchar los
comentarios que hubiera hecho con
todo lo que ocurre en esta iglesia.
Montse, su esposa, ha asumido el trabajo de su marido y es ella
la que desde hace unos meses nos acompaña en la sacristía. Con su paz
y la alegría serena que nos transmite es testigo de la Resurrección. Su
manera de hablar de Javier nos hace saberlo vivo y presente en la
ternura de Dios.
Sant Jaume es también una casa para nuestros hermanos
cristianos de Oriente que han tenido que huir de su tierra. Han
encontrado una familia, la Iglesia en la que nadie es extranjero. Ghada
nos ofrece su testimonio:
Me llamo Ghada, soy de Siria y estoy casada. Tengo cuatro
hijos. Mi hija mayor se había ido a Barcelona hace más de tres años
para estudiar y trabajar. En este tiempo, y precisamente en marzo
2011, un gran mal entró a mi querido país, Siria. Solíamos vivir en paz
y en seguridad, y podíamos practicar nuestras creencias y nuestra
religión sin problemas, nosotros y otros de otras minorías. Somos
católicos, del rito melquita. Pero empezó la guerra y vinieron los
jihadistas de todas partes.
Mi hijo y mi hija que vivían en Europa y mi marido que trabaja
en Arabia Saudí se preocupaban por nosotros y del peligro alrededor
nuestro. Por lo tanto, insistían en que dejásemos Damasco. No
queríamos dejar Siria. Pero cuando el tono de los actos terroristas ha
aumentado mucho y han empezado a tener lugar en Damasco
explosiones, bombardeos, robos, violaciones, secuestros y muchas otras
cosas inhumanas, decidimos venir con mis otros dos hijos.
15
Tomamos esta decisión con mucho dolor y pena en el corazón.
Lo último que queríamos era dejar a nuestra gente, familia, amigos,
iglesia y país. Nuestro camino ha estado lleno de milagros y
conseguimos los visados.
En Barcelona estaba perdida, había dejado todo detrás y no
sabía qué hacer. Solo teníamos al Señor que nos apoyaba y nos
estrechaba las manos. Todos habíamos dejado todo detrás y veníamos
a lo desconocido. Durante los primeros meses, buscábamos la
sensación de estar en casa y no la encontrábamos. No entendíamos el
idioma y no podíamos comunicarnos con nadie. Hemos entrado a
muchas iglesias en búsqueda de la paz y de algún alivio pero,
desgraciadamente, nos hemos encontrado con frialdad.
Hasta que un día, durante la cuaresma, estaba paseando con mi
hija por el centro y vimos una iglesia abierta. La iglesia de Sant Jaume.
En ese momento, nuestra vida dio un giro y todo cambió. Encontramos
lo que buscábamos. El Señor escuchó nuestros corazones y nos dio el
regalo de conocer a la Comunidad del Cordero.
Entramos y había Misa, nos impactaron los cantos y la
celebración. En ese momento y por primera vez me sentí en casa en
España. Mi perturbado corazón se tranquilizó, sentí la presencia del
Espíritu Santo, yo la pecadora, la mediocre sentí que me tocó el Señor
ese día. Me salvó y me llenó de alegría, a mí y a mi hija que me
acompañaba.
La hermanita Montserrat fue la primera que vino a hablarnos.
También nos vino a saludar el hermanito François, y nos alegramos de
poder hablar con él en francés. Y ahí empezó todo.
Comunicamos en casa nuestro descubrimiento y se alegraron
también, sobre todo porque dijimos que se podía tomar el Cuerpo y la
Sangre en la Misa.
Después participamos en el Domingo de Ramos y en la oración
y meditación de la Semana Santa. Cada día veíamos a las hermanitas
adorando, rezando, cantando, llenas del Espíritu Santo.
No solamente las hermanitas y los hermanitos, toda la
comunidad nos acogió con los brazos abiertos. Nos sentimos en familia.
Lástima que los medios de comunicación no están siendo
transparentes con lo que pasa en Siria. Nosotros, junto a otros fieles en
Damasco, no dejamos de rezar y la oración es nuestro pan diario.
Hasta ahora, se reúnen familias y amigos en las casas para hacer
16
cadenas de oraciones, pidiendo paz y perdón. Nos entregamos al Señor,
cuerpo y alma. Nuestro creador y nuestro protector. Es el único con el
poder de acabar y de empezar todo. Rezamos para que nos guíe por el
buen camino y a todos los demás también.
Siria es el país de los primeros cristianos. Recordamos a Saulo
(san Pablo) que perseguía a los cristianos y Jesús le cambió. Justo en
las puertas de Damasco, ahí vio la luz verdadera. Su corazón estaba
ciego y ahí conoció la verdad. La persecución de los cristianos en Siria
cada día es más peligrosa y más grande. Junto a los hermanitos y
hermanitas seguimos rezando por los perseguidos y por los
perseguidores. Rezamos para que se haga la voluntad de Dios en sus
corazones y que acabe la guerra.
Tengo un sueño que me gustaría compartir con vosotros. Sueño
con ir a visitar Siria con la Comunidad del Cordero y quién sabe,
¡quizás crear una misión ahí!
Damos gracias a Dios por tantos testigos que nos han mostrado
esta victoria de la Luz sobre las tinieblas, de la Luz del Cordero.
Que Jesús, Él, la Luz que ilumina el pesebre en la noche de
Belén y resplandece en la Cruz, brille también en vuestros corazones.
Es la oración que hacemos por cada uno de vosotros pensando en las
dificultades y pruebas que no faltan en nuestras vidas pero que el Señor
quiere transfigurar.
Esta oración es la mejor manera de deciros GRACIAS por lo que
sois para nosotros y por hacer posible nuestra misión en Barcelona.
Con toda nuestra amistad,
los hermanitos y hermanitas del Cordero
hermanitos del Cordero
C/ Mercè 5
08002-BARCELONA
T: 93 295 52 93
hermanitas del Cordero
C/ Ferran 28
08002-BARCELONA
t: 93 317 09 37
www.comunidaddelcordero.org