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Por Felipe Pigna y Mariano Fain PRÓCERES DE LA A LA Presidenta de la Nación: Cristina Fernández de Kirchner. Unidad Ejecutora Bicentenario: Oscar Isidro José Parrilli; Jorge Edmundo Coscia; Tristán Bauer PENSAMIENTOS POLÍTICOS EN PRIMERA PERSONA JOSÉ DE SAN MARTÍN

San Martín de la a A la Z

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Por Felipe Pigna y Mariano Fain

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Page 1: San Martín de la a A la Z

Fascículo de colección | JOSÉ DE SAN MARTÍN | 1Próceres de la A a la Z

Por Felipe Pigna y Mariano Fain

Próceres de la a la

Presidenta de la Nación: Cristina Fernández de Kirchner. Unidad Ejecutora Bicentenario: Oscar Isidro José Parrilli; Jorge Edmundo Coscia; Tristán Bauer

Pensamientos Políticos en Primera Persona

JOSÉ DESAN MARTÍN

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“Si SomoS libreS,

todo noS Sobra.”

José de San Martín

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José Francisco de san martín nació en Yapeyú, hoy provincia de co-rrientes, un 25 de febrero de 1778, tan sólo dos años después de haber sido creado, respondiendo a múltiples razones estratégicas, el virrei-nato del río de la Plata.

Yapeyú, ubicada sobre la margen occidental del río Uruguay había

sido fundada en febrero de 1627 por los la Compañía de Jesus y se transformó con el

tiempo en el más importante centro ganadero del Río de la Plata, famoso por diferentes tipos de productos que eran exportados a Chile y Perú.

Esta situación comenzó

a declinar rápidamente con la expulsión de los jesuitas en 1768, pero Yapeyú siguió siendo una ciudad importante dentro de la estrategia espa-ñola para estas tierras.

En 1774 arribó a Yapeyú

con el cargo de teniente gober-nador el Capitán don Juan de San Martín, quién se instaló en el lugar junto con su mujer, Gregoria Matorras, y sus hijos María Elena, Juan Fermín y

Manuel Tadeo. Al tiempo na-cerían en el lugar Justo Rufino y el menor de la familia, José Francisco, quien pronto co-menzó a ser cuidado por una niñera india, Juana Cristaldo, quién según doña Gregoria, lo

consentía demasiado.Actualmente algunos his-

toriadores abonan la idea de que dicha niñera de origen aborigen era su verdadera ma-dre y que su padre habría sido el peninsular Diego de Al-vear. Lo que convertiría a San Martín en un mestizo medio hermano de Carlos María de Alvear.

Cuando José tenía apenas tres años, toda la familia de-

Había tomado contacto en España con

círculos liberales y revolucionarios

que veían con simpatía la lucha

por la emancipación americana.

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bió abandonar Yapeyú y tras-ladarse a Buenos Aires.

Los San Martín vivirán en la capital del virreinato hasta 1784 cuando fuera aceptado el pedido de Don Juan para re-gresar a España. Se le encargó la dirección de un regimiento en Málaga y allí se instaló la familia. José, que tenía por en-tonces ocho años ingresó al Se-

minario de Nobles de Madrid. Allí aprendió latín, francés, castellano, dibujo, poética, re-tórica, esgrima, baile, matemá-ticas, historia y geografía.

En 1789, a los once años ingresó como cadete al regi-miento de Murcia y en poco tiempo tomó parte activa en numerosos combates en Es-paña y en el Norte de África. Entre 1793 y 1795 durante la

guerra entre España y Fran-cia, el joven San Martín tuvo una actuación destacada en todas las contiendas en las que participó, de esa manera logró ascender rápidamente en sus grados militares hasta llegar al de segundo teniente.

En la guerra contra las fuerzas napoleónicas, fue condecorado con la meda-

lla de oro por su heroica actuación en la batalla de Bailén el 19 de julio de 1808 El joven José estaba muy al tanto de los sucesos del Río de la Plata y al enterarse de los hechos de mayo de 1810 deci-dió pedir el retiro del ejército español para poner sus co-nocimientos y experiencia al servicio de la naciente revo-lución americana. Había to-

mado contacto en España con círculos liberales y revolucio-narios que veían con simpatía la lucha por la emancipación americana.

Al salir de España el 14 de mayo de 1811 con destino a América visitó previamente la ciudad de Londres. Dicha ciudad ya era por entonces la gran capital de la Revolución

Industrial donde florecían las ideas liberales, ante todo en lo económico, pero también en lo político. Allí prosperaban los grupos revolucionarios como la “Gran Hermandad Americana”, una logia funda-da por Francisco de Miranda, un patriota venezolano que se proponía liberar América con la ayuda financiera de los ingleses.

Combate de San Lorenzo, 3 de Febrero de 1813.

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Damas Argentinas entregan joyas a San Martin.

A poco de llegar, San Martín entró en contacto con los grupos opositores al triunvirato, encabezados por la Sociedad Patriótica fundada por Bernardo de Monteagudo, y creó, junto a su compañero de viaje Carlos de Alvear, la Logia Lautaro, una sociedad secreta cuyos objetivos principales eran la Independencia y la sanción de una Constitución de carácter Republicana.

Durante su estadía en Londres, San Martín tomará contacto con los miembros de

la “Hermandad”, sobre todo con Andrés Bello y con per-sonas vinculadas al gobierno británico, como James Duff y Sir Charles Stuart, quienes le harán conocer el plan Mait-land. El plan, un manuscrito de 47 páginas, había sido ela-borado por el general inglés Thomas Maitland en 1800 y aconsejaba tomar Lima a través de Chile por vía marí-tima. San Martín tendrá muy en cuenta las ideas del militar inglés en su futura campaña libertadora.

Finalmente en enero de 1812 San Martín emprendió el regreso a su tierra natal a bordo de la fragata inglesa George Canning con obje-tivos muy claros tal cual el

mismo expresara: “Yo serví en el ejército es-

pañol desde la edad de trece a treinta y cuatro años, hasta el grado de teniente coronel de caballería. En una reunión de americanos en Cádiz, sabe-dores de los primeros movi-mientos de Caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos regre-sar cada uno al país de nuestro nacimiento a fin de prestarle nuestro servicio en la lucha.” Al llegar San Martín a Bue-nos Aires la situación políti-ca era visiblemente compli-cada. Gobernaba el Primer Triunvirato integrado por Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan José Paso. Pero el verdadero poder es-taba en manos del secretario

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de gobierno, Bernardino Ri-vadavia, quien venía desa-rrollando una política muy centralista que desoía todos los reclamos del interior, cada vez más perjudicado por la política económica de Buenos Aires que fomenta-ba el libre comercio y man-tenía un manejo exclusivo del puerto y de la aduana. San Martín logró que el Triunvirato le respetara su grado militar de Teniente Coronel y que se le encomen-dara la creación y organiza-ción de un regimiento para custodiar las costas del Pa-raná azotadas por los ataques de los españoles de Montevi-deo. Así nació el regimiento de Granaderos a Caballo. El propio San Martín diseñará los uniformes y las insignias del nuevo cuerpo militar.

San Martín participó el 8 octubre de 1812 del movi-miento que incluyó despla-zamiento de tropas (inclui-dos los propios granaderos) que concluyó con el primer triunvirato y posibilitó la formación del Segundo, con-sonante éste con los princi-pios difundidos por la Logia y la Sociedad Patriótica, in-tegrado por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte. En esa ocasión San Martín redactó el documento que exigía la renuncia de los go-bernantes y expresaba: “...no siempre están las tropas

para sostener gobiernos ti-ránicos”.

En aquella Buenos Aires donde diversión, reuniones políticas y selección de can-didatos y candidatas para matrimonio coincidían en un mismo lugar: “Las Tertulias”, Don José fue poco a poco te-nido en cuenta en las selectas listas de invitados.

La más famosa y agra-dable, según cuentan, era la de Don Antonio Escalada y su esposa Tomasa, en la que sus hijas, Remedios y Nieves,

no perdían de vista a ningún nuevo visitante. Por allí pasó Don José y surgió el romance con Remedios.

Poco después, con celeri-dad casi revolucionaria el 12 de noviembre de 1812 se casa-ron. Él tenía 34 años y ella 15. El 3 de febrero de 1813 los Granaderos de San Martín entraron por primera vez en combate frente al Convento de San Lorenzo, en Santa Fe. El triunfo fue total y el pres-tigio del ahora coronel San Martín crecía sin cesar.

Fue así que en 1814 se le

encomendó el mando del ejército del Norte en reem-plazo del General Belgrano.

Belgrano le diría sobre el encuentro:

“Mi querido amigo y com-pañero: Mi corazón toma nuevo aliento cada instante que pienso que usted se me acerca; porque estoy firme-mente persuadido de que us-ted salvará a la patria y podrá el ejército tomar un diferente aspecto: soy solo, esto es ha-blar con claridad y confianza; no tengo ni he tenido quien me ayude. En fin, mi amigo, espero en usted compañero que me ilustre, que me ayude y conozca la pureza de mis intenciones, que Dios sabe que no se dirigen ni se han dirigido más que al bien ge-neral de la patria y a sacar a nuestros paisanos de la escla-vitud en que vivían.”

San Martín aceptó el car-go pero hizo saber a las au-toridades que sería inútil in-sistir por la vía del Alto Perú, su plan consistía en cruzar la cordillera, liberar a Chile y de allí marchar por barco para tomar el bastión realista de Lima.

Así logró ser nombrado gobernador de Cuyo.

En Mendoza comenzó los preparativos para su ambi-cioso plan sin descuidar las tareas de gobierno. Fomentó la educación, la agricultura la industria y creó un sis-tema impositivo progresi-

El tiempo me falta para todo, el dinero ídem, la

salud mala, pero así vamos tirando hasta la

tremenda.

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vo cuidando que pagaran más los que más tenían. La campaña contó con la co-laboración de todo el pueblo cuyano el cual aportó según sus posibilidades para ar-mar y aprovisionar al Ejér-cito de los Andes. El propio gobernador dio el ejemplo reduciendo su sueldo a la mitad:

“Basta de ser egoístas para empeñar el último esfuerzo en este momento único que para siempre fijará nuestra suerte. A la idea del bien co-mún y a nuestra existencia, todo debe sacrificarse. Desde este instante el lujo y las co-modidades deben avergon-zarnos... Desde hoy quedan nuestros sueldos reducidos a la mitad. Yo graduaré el pa-triotismo de los habitantes de cita provincia por la genero-sidad... Cada uno es centinela de su vida.

El 24 de marzo de 1816 co-menzó a sesionar el Congre-so en Tucumán. San Martín, preocupado por la demora en sancionar la independencia dirigió una carta al diputado por Cuyo, Godoy Cruz:

“¿Hasta cuándo espera-remos para declarar nues-tra independencia? ¿No es cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y escarapela nacional y, por último, hacer la guerra al soberano de quien se dice dependemos, y permanecer a pupilo de los enemigos?”

En agosto de 1816, nació Mercedes Tomasa de San Martín, y tan sólo unos me-ses después, en enero de 1817 comenzó el histórico cruce de los Andes.

A poco de emprender la marcha, San Martín daba cuenta de lo precario del aprovisionamiento de aquel ejército:

“Si no puedo reunir las mulas que necesito me voy a pie... sólo los artículos que me faltan son los que me ha-

cen demorar este tiempo. Es menester hacer el último es-fuerzo en Chile, pues si esta la perdemos todo se lo lleva el diablo. ”

En varios tramos del cru-ce, San Martín debió ser tras-ladado en camilla a causa de sus padecimientos. Su salud era bastante precaria. Pade-cía de problemas pulmonares —producto de una herida sufrida en 1801 durante una batalla en España—, reuma y úlcera estomacal.

Los hombres del ejército libertador tuvieron que so-

portar grandes cambios de clima, ya que la sensación tér-mica se agudiza con la altura. De día el sol es muy fuerte y se llega a temperaturas de más de 30 grados; durante la noche, el viento helado, con mínimas de 10 grados bajo cero, puede llevar al congela-miento. Durante la travesía, la altura promedio fue de 3.000 metros, lo que provocó en muchos hombres: fuertes dolores de cabeza, vómitos, fatiga e irritación pulmonar.

A poco de cruzar los An-des, el 12 de febrero de 1817, las fuerzas patriotas derrota-ron a los españoles en la cues-ta de Chacabuco, iniciando de esa forma la independen-cia de Chile.

El 19 de marzo del año si-guiente las fuerzas patriotas sufrieron una derrota en Can-cha Rayada en manos de los realistas, quienes fueron de-rrotados definitivamente en Maipú el 5 de abril de 1818.

El diario The Times de Londres, al informar sobre la victoria de los criollos en Maipú, se preguntaba “¿Quién es capaz ahora de detener el impulso de la revo-lución en América?”

Algunos días después de esta batalla, San Martín volvió a cruzar la cordillera rumbo a Buenos Aires para solicitar ayuda al gobierno del Directorio para la última eta-pa de su campaña libertado-ra: el ataque marítimo contra

El general argentino tomó entonces una drástica decisión: retirarse de todos sus cargos, dejarle

sus tropas a Bolívar y regresar a su país.

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el bastión realista de Lima. Obtuvo la promesa de una ayuda de 500.000 pesos para su plan limeño, de los que sólo llegaron efectivamente 300.000. San Martín regre-só a Chile, donde obtuvo la ayuda financiera del gobier-no y armó una escuadra que quedará al mando del mari-no escocés Lord Cochrane. Mientras tanto, en Buenos Aires la situación política se-guía fluctuando. Pueyrredón propició la invasión portu-guesa de la Banda Oriental para combatir a Artigas y le ordenó a San Martín que baje con su ejército y encabece la represión de los orientales. San Martín se negó y acla-ró que “jamás desenvaina-ría su espada para derra-mar sangre de hermanos”. El 20 de agosto de 1820 par-tió desde el puerto chileno de Valparaíso la expedición libertadora. La escuadra es-taba formada por 24 buques, 239 cañones y unos 4.800 soldados.

El 28 de julio de 1821 San Martín declaró la indepen-dencia del Perú. Entonces, se formó un gobierno indepen-diente que le otorgó el título de Protector del Perú, con plena autoridad civil y mili-tar. En un principio el general se había negado a aceptar el cargo, pero el clamor popular y los consejos de su amigo y secretario, Bernardo de Mon-teagudo, le hicieron recordar

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que el peligro realista no había desaparecido, que las fuerzas del virrey se estaban reorganizando en los cuatro puntos cardinales del Perú y que por lo tanto su presencia se hacía imprescindible para terminar definitivamen-te con el dominio español. San Martín abolió la esclavi-tud y los servicios personales (mita y yanaconazgo), garan-tizó la libertad de imprenta y de culto, creó es-cuelas y la biblioteca pública de Lima.

El Protector pro-movió la protección de los monumentos arqueológicos y qui-tó de los edificios y lugares públicos los monumentos y pla-cas que el gobierno español había esta-blecido en homena-je a los conquista-dores:

“Las institucio-nes de los pueblos no son sino la ex-presión de sus ideas sobre el bien común, y los signos ex-teriores que se adoptan por los gobiernos son el único lenguaje propio para explicar a la multitud los principios que los animan. En la época precedente la vista del pueblo encontraba por todas partes los símbolos de la esclavitud y estaba ya familiarizada con ella. Pasó aquella época: todo lo que humilla debe desapa-

recer simultáneamente.”Tras esta introducción, el

Protector decretaba:De todos los lugares pú-

blicos y edificios privados se quitarán no sólo las armas de España sino todo jeroglífico o signo alusivo a la dependen-cia de América. Cualquier ciudadano está autorizado para destruirlos.

Debió enfrentar graves dificultades financieras, lo

que creó entre la población un creciente descontento. Pese a las dificultades San Martín pudo controlar la situación y lograr la ren-dición de los realistas del Sur y del Centro del Perú. Mientras San Martín llevaba adelante su campaña desde el Sur, el patriota venezolano Simón Bolívar, lo venía ha-ciendo desde el Norte. El ge-neral Sucre, lugarteniente de

Bolívar, solicitó ayuda a San Martín para su campaña en Ecuador. El general argenti-no le envió 1600 soldados que participaron victoriosamente en los combates de Riobamba y Pichincha que garantizaron la rendición de Quito.

Finalmente los dos liber-tadores decidieron reunirse. El histórico encuentro tuvo lugar en Guayaquil, Ecuador, entre los días 26 y 27 de julio

de 1822. Había en-tre ellos diferencias políticas y militares. Mientras San Mar-tín era partidario de que cada pueblo liberado decidie-ra con libertad su futuro, Bolívar es-taba interesado en controlar personal-mente la evolución política de las nue-vas repúblicas. El otro tema polémico fue quién condu-ciría el nuevo ejér-cito libertador que

resultaría de la unión de las tropas comandadas por am-bos. San Martín propuso que lo dirigiera Bolívar pero éste dijo que nunca podría tener a un general de la calidad y ca-pacidad de San Martín como subordinado. Tras la entre-vista de Guayaquil San Mar-tín regresó a Lima y renunció a su cargo de Protector del Perú. “La presencia de un militar afortunado, por más

Remedios de Escalada

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desprendimiento que tenga es temible a los estados que de nuevo se constituyen. Por otra parte ya estoy aburrido de oír decir que quiero ha-cerme soberano. Sin embargo siempre estaré a hacer el últi-mo sacrificio por la libertad del país, pero en clase de sim-ple particular y no más. En cuanto a mi conducta pública mis compatriotas dividirán sus opiniones; los hijos de és-tos darán el verdadero fallo.” Partió luego rumbo a Chi-le donde permaneció hasta enero de 1823. Cruzó por última vez los Andes, estuvo unos días en Mendoza y pidió autorización para entrar en Buenos Aires para poder ver

a su esposa, que estaba gra-vemente enferma. Rivadavia, ministro de gobierno del go-bernador Martín Rodríguez, le negó el permiso argumen-tando que no estaban dadas las condiciones de seguridad para que San Martín entrara a la ciudad. En realidad Ri-vadavia, que siempre le había negado cualquier tipo de ayu-da a San Martín, temía que el general entrase en contacto con los federales del Litoral.

El gobernador de Santa Fe, Estanislao López, le en-vió una carta advirtiéndole que el gobierno de Buenos Aires esperaba su llegada para someterlo a un juicio por haber desobedecido las

órdenes de reprimir a los fe-derales y le ofreció marchar con sus tropas sobre Buenos Aires si se llegara a producir tan absurdo e injusto juicio. San Martín le agradeció a López su advertencia pero le dijo que no quería más derramamiento de sangre. Ante el agravamiento de la salud de Remedios, pese a las amenazas, San Martín decidió viajar igual a Buenos Aires pero lamentablemente llegó tarde. Su esposa ya ha-bía muerto sin que él pudie-ra compartir al menos sus últimos momentos. Difama-do y amenazado por el go-bierno unitario, San Martín decidió abandonar el país en

San Martin y O’higgins.en la cumbre de los Andes.

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compañía de su pequeña hija Mercedes rumbo a Europa. Merceditas tenía siete años y recién ahora conocería de verdad a su padre. San Mar-tín comenta en una carta a su entrañable amigo Tomás Guido: “Cada día me felicito más y más de mí decisión de haberla conducido a Mer-cedes conmigo a Europa y arrancado del lado de doña Tomasa (su suegra). Esta amable señora con el excesi-vo cariño que le tenía me la había resabiado, como dicen los paisanos, en términos que era un diablotín...”.

Tras pasar brevemente por Londres, San Martín y su hijita se instalaron en Bruselas. En 1824 pasan a París para que Merce-des complete sus estudios. San Martín atravesaba en Europa una difícil situación económica. Del gobierno argentino no podía esperar nada y ni el Perú ni Chile le pagaban regularmente los sueldos que le correspondían como general retirado. Vivía de la escasa renta que le pro-ducía el alquiler de una casa en Buenos Aires y de la ayuda de algunos amigos como el banquero Alejandro Aguado que lo ayudó para poder com-prar su casa de Grand Bourg. Pero el general seguía intere-sado e inquieto por la situa-ción de su país. En febrero de 1829 llega al puerto de Buenos Aires pero no desembarca. Se

entera del derrocamiento del gobernador Dorrego y de su trágico fusilamiento a manos de los unitarios de Lavalle. Muchos oficiales le envían cartas a su barco y lo van a visitar con la intención de que se haga cargo del poder. San Martín se niega porque piensa que tome el partido que tome el poder tendrá que derramar sangre argen-tina y no está dispuesto a eso. Triste y decepcionado decide regresar. Pasa unos meses en Montevideo y finalmente re-torna a Francia.

En 1832 una epidemia de cólera asoló Francia. San Martín y su hija Mer-cedes, fueron afectados por esa grave enfermedad. Los trató un médico argentino, Mariano Balcarce, hijo de un viejo amigo y camarada de armas de San Martín, el general Antonio Balcarce, vencedor de Suipacha. Ma-riano atendió durante meses a los San Martín, aunque podría decirse que sobre todo prestó mucha atención a Mercedes. Pero la cosa fue mutua y el 13 de diciembre de 1832 Mariano Balcarce y Mercedes de San Martín se casaron y se fueron de luna de miel a Buenos Aires. En 1838, durante el gobierno de Rosas, los franceses blo-quearon el puerto de Buenos Aires. Inmediatamente José de San Martín le escribió a don Juan Manuel ofrecién-

dole sus servicios militares. Rosas agradeció el gesto y le contestó que podían ser tan útiles como sus servi-cios militares las gestiones diplomáticas que pudiera realizar ante los gobiernos de Francia e Inglaterra. Al enterarse del bravo comba-te de la vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845, cuando los criollos enfren-taron corajudamente a la escuadra anglo-francesa, San Martín volvió a escri-bir a Rosas y a expresarle sus respetos y felicitaciones: “Ahora los gringos sabrán que los criollos no somos empanadas que se comen así nomás sin ningún trabajo”. San Martín para ese enton-ces estaba muy enfermo. Su-fría asma, reuma y úlceras y estaba casi ciego. Su estado de salud se fue agravando hasta que falleció el 17 de agosto de 1850.

En su testamento pedía que su corazón descansara en Buenos Aires. Esta última voluntad se cumplió recién en 1880, cuando el presidente Avellaneda recibió los restos del libertador.

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dioS PatrÍa mÍa

Después de lo expuesto queda pendiente el por qué me voy; (…) razones de mi regreso a Europa. Varias tengo, pero las dos princi-pales son las que me han decidido a privar-me del consuelo de no estar por ahora en mi patria; la primera no mandar, la segunda, la convicción de no poder habitar mi país como particular en tiempo de convulsión sin mez-clarme en sus divisiones. En el primer caso (y no se persuada usted que son las afligentes circunstancias en que se halla la patria las que me hacen no desearlo, persuadido por la experiencia que jamás se puede gobernar a los pueblos con más seguridad que después de una gran crisis), es la certeza de que mi carácter no es propio para el desempeño de ningún mando político; y en el segundo el que habiendo (desgraciadamente para mí) figurado en nuestra revolución siempre seré un foco en que los partidos creerían encon-trar, como me lo ha acreditado la experiencia a mi regreso del Perú, y en las actuales cir-cunstancias.

Si éste cree algún día que como un solda-do le puedo ser útil en una guerra extranjera (nunca contra mis compatriotas) yo lo serviré con la lealtad que siempre lo he hecho, no sólo como general sino en cualquier clase inferior en que me ocupe. Si no lo hiciese, yo no sería digno de ser americano.

Belgrano es el más metódico de los que co-nozco en nuestra América, lleno de integridad y talento natural; no tendrá los conocimientos de un [Napoleón] Bonaparte en punto a mi-licia, pero créame usted que es lo mejor que tenemos en la América del Sur.

elGrano

Ante la causa de la América está mi honor; yo no tendré patria sin él y no puedo sacrificar un don tan precioso por cuanto existe en la tierra.

Quisiera que el tiempo apresurase la ter-minación de los males de que se resiente la América. (…)me hallará siempre pronto a me-dios pacíficos en cuanto sea compatible con la libertad de esos pueblos.

No hay respeto humano que deba guardar-se cuando se trata de la seguridad y libertad americana.

aUSa ameriCana

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Próceres de la A a la Z 14 | Fascículo de colección | JOSÉ DE SAN MARTÍN

Anhelo sólo el bien de mis semejantes; procuro el término de la guerra; y mis so-licitaciones son tan sinceras a este sagra-do objeto como firme mi resolución, si no son admitidas, de no perdonar sacrificio por la libertad, por la seguridad y por la dignidad de la patria.

No tengo más pretensiones que la fe-licidad de la patria: en el momento que ésta se vea libre renunciará el empleo que obtenga para retirarme, teniendo el con-suelo de ver a mis conciudadanos libres e independientes: en fin, paisano mío, hagamos una transacción a los males pre-sentes; unámonos contra los maturrangos

bajo las bases que usted crea y el gobier-no de Buenos Aires más convenientes, y después que no tengamos enemigos exte-riores sigamos la contienda con las armas en la mano, en los términos que cada uno crea conveniente: mi sable jamás se sacará de la vaina por opiniones políticas, como éstas no sean en favor de los españoles y su dependencia.

Prohíbo que se me haga ningún gé-nero de funeral; y desde el lugar en que falleciere se me conducirá directamente al cementerio sin ningún acompañamien-to... pero sí desearía que mi corazón fuese depositado en el (cementerio) de Buenos Aires.

Declaro no deber ni haber jamás debi-do nada a nadie.

eSeoS dUCaCiÓn

Convencido sin duda el gobierno español de que la ignorancia es la columna mas firme del despotismo, puso las más fuertes trabas a la ilustración del americano manteniendo su pen-samiento encadenado para impedir que adqui-riese el conocimiento de su dignidad.

Semejante sistema era muy adecuado a su política; pero los gobiernos libres, que se han erigido sobre las ruinas de la tiranía, deben adoptar otro enteramente distinto, dejando seguir a los hombres y a los pueblos su natural impulso hacia la perfectibilidad.

La educación formó el espíritu de los hom-bres. La naturaleza misma, el genio, la índole, ceden a la acción fuerte de este admirable re-sorte de la sociedad. A ello han debido siem-pre las naciones la varía alternativa de su po-lítica. La libertad, ídolo de los pueblos libres, es aún despreciada de los siervos, porque no la conocen.

Nosotros palpamos con dolor esta verdad. La independencia americana habría sido obra de momentos si la educación española no hubiera enervado en la mayor parte nues-tro genio. Los pobladores del Nuevo Mun-do son susceptibles de las mejores luces. El destino de preceptor de primeras letras (…) obliga íntimamente a suministrar estas ideas a sus alumnos. Recuerde usted que esos tier-nos renuevos, dirigidos por manos maestras, formarán algún día una nación culta, libre y gloriosa. El gobierno le impone el mayor es-mero y vigilancia en inspirarles el patriotis-mo y virtudes cívicas, haciéndoles entender en lo posible que ya no pertenecen al suelo de una colonia miserable sino a un pueblo libre y virtuoso.

Los gobiernos interesados en el progreso de las letras no deben cuidar solamente de que se multipliquen las escuelas públicas, sino de es-tablecer en ellas el método más fácil y sencillo de enseñanza que generalizándose por su na-

El que escribe a usted no tiene más interés que la felicidad de

la patria.

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Fascículo de colección | JOSÉ DE SAN MARTÍN | 15Próceres de la A a la Z

turaleza, produzca un completo aprovecha-miento y se economice el tiempo necesario para la adquisición de otros conocimientos. El hombre nacido en sociedad debe todo a su patria, los momentos necesarios para poner-se en disposición de serle útil deben aprove-charse con interés.

La Biblioteca es destinada a la ilustración universal, más poderosa que nuestros ejérci-tos, para sostener la independencia. Los cuer-pos literarios deben fomentar aquélla con-curriendo sus individuos a la lectura de sus libros para estimular a lo general del pueblo a gustar las delicias del estudio. Yo espero que así sucederá; y que este establecimiento, fruto del gobierno, será frecuentado por los aman-tes de las letras y de su patria.

La ilustración y fomento de las letras es la llave maestra que abre la puerta de la abun-dancia y hace felices a los pueblos.

Creacion de la Universidad de bs as en la iglesia de san ignacio Juan Gil(2) Martin rodriguez(1) B.Rivadavia(3) 12-8-1821

Me muero cada vez que oigo hablar de federación. ¿No sería más conveniente tras-plantar la capital a otro punto, cortando por este medio las justas quejas de las provincias? ¡Pero federación! ¿Y puede verificarse? Si en un gobierno constituido y en un país ilustra-do, poblado, artista, agricultor y comerciante se han tocado en la última guerra contra los ingleses (hablo de los americanos del norte) las dificultades de una federación, ¿ qué será de nosotros que carecemos de aquellas venta-jas? Amigo mío, si con todas las provincias y sus recursos somos débiles ¿qué no sucederá aislada cada una de ellas? Agregue usted a esto las rivalidades de vecindad y los intereses encontrados de todas ellas, y concluirá usted que todo se volverá una leonera, cuyo tercero en discordia será el enemigo.

ederaCiÓn

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Próceres de la A a la Z 16 | Fascículo de colección | JOSÉ DE SAN MARTÍN

Cuando resolví ponerme al frente de la admi-nistración del Perú, y tomar sobre mí el peso de tan vasta responsabilidad, anuncié que en el fon-do de mi conciencia estaban escritos los motivos que me obligaban a este sacrificio. Los testimo-nios que he recibido desde entonces de la con-fianza pública, animan la mía, y me empeñan de nuevo a consagrarme todo entero al sostén de los derechos que he restablecido. Ella exigió que me encargase del ejercicio de la autoridad suprema y me sometí con celo a este convencimiento; hoy me llama a realizar un designio, cuya contem-plación halaga mis más caras esperanzas: voy a encontrar en Guayaquil al libertador de Colom-bia; los intereses generales de ambos Estados, la enérgica terminación de la guerra que sostene-mos y la estabilidad del destino a que con rapidez se acerca la América, hacen nuestra entrevista necesaria, ya que el orden de los acontecimien-tos nos ha constituido en alto grado responsables del éxito de esta sublime empresa. Yo volveré a ponerme al frente de los negocios públicos en el tiempo señalado para la reunión del congreso; buscaré el lado de mis antiguos compañeros de armas, si es preciso que participe los peligros y la gloria que ofrecen los combates; y en todas circunstancias seré el primero en obedecer la

voluntad general, y en sostenerla. Entre tanto, dejo el mando supremo en manos de un peruano ilustre, que sabe cumplir los deberes que le im-pone su patria; él queda encargado de dirigir una administración cuyas principales bases se han establecido en el espacio ininterrumpido de seis meses, en que el pueblo ha hecho los primeros ensayos de su energía, y el enemigo los últimos esfuerzos de su obstinación. Yo espero lleno de

confianza, que continuando el gobierno bajo los auspicios del patriotismo y disciplina del ejérci-to, del amor al orden que anima a todos los ha-bitantes del Perú y del celo infatigable con que las demás autoridades cooperan al acierto de las medidas administrativas, haremos el primer ex-perimento feliz de formar un gobierno indepen-diente, cuya consolidación no cueste lágrimas a la humanidad.

UaYaQUil

Yo no tengo libertad sino para elegir los medios de contribuir a la perfección de esta grande

obra, porque tiempo ha que no me pertenezco a mí mismo, sino a la causa

del continente americano.

La reunión de San Martín (derecha) y Simón Bolívar (izquierda) en Guayaquil, Ecuador, el 26 de julio de 1822

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Veo con el mayor placer la marcha uniforme y tranquila que sigue nuestro país; ella sólo puede cicatrizar las profundas heridas que ha dejado la anarquía, consecuencia de la ambición de cuatro malvados; si, como es de esperar, esta paz sigue, estoy resuelto a regresar a mi patria, de la cual no exijo otra cosa sino que me deje vivir con tran-quilidad los pocos días que me restan de vida, es decir, que no se acuerden de mí para ningún mando político, y no tomar jamás la menor parte en ningún género de disensiones, porque antes preferiría volverme a expatriar que verme en la necesidad de tomar parte en ninguna guerra ci-vil; y a la verdad que a mi edad. no es nada agra-dable volver a hacer otra vez un viaje a Europa.

Yo protesto a usted que cada vez que pienso al volver a Buenos Aires puedo ser envuelto en una guerra civil, a pesar de mis propósitos firmes de no tomar la menor parte en sus disensiones, mi bilis se exalta y me pongo de un humor inso-portable; ya no hay remedio: es preciso volver a unirme a mi hija en aquel país; y si no encuentro en él las garantías de tranquilidad que deseo, me iré con mi familia a otro punto, bien sea Mendo-za, Chile o Perú.

A la verdad, cuando uno piensa que tanta san-gre y sacrificios no han sido empleados más que para perpetuar el desorden y la anarquía, se llena el alma del más cruel desconsuelo.

orror a la GUerra CiVil

¿No le parece a usted una cosa bien ridícu-la acuñar moneda, tener el pabellón y cocarda nacional, y por último hacer la guerra al sobe-rano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte, ¿qué relaciones podremos emprender cuando estamos a pupilo? Los enemigos (y con mucha razón) nos tratan de insurgentes, pues nos de-claramos vasallos. Esté usted seguro que nadie nos auxiliará en tal situación, y por otra par-te, el sistema ganaría un 50 por ciento con tal paso. Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas. Vamos claros, mi amigo: Si no se hace, el congreso es nulo en todos sus partes, porque reasumiendo éste la soberanía es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir, a Fernandito.

Ya no queda duda de que una fuerte expedi-ción española viene a atacarnos.

La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos ha de faltar; cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres, y si no andaremos en pelotas como nuestros pai-sanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada. Yo y vuestros oficiales os dare-mos el ejemplo en las privaciones y trabajos. La muerte es mejor que ser esclavos.

ndePendenCia

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Próceres de la A a la Z 18 | Fascículo de colección | JOSÉ DE SAN MARTÍN

(…) la de que lo general de los hombres juzgan de lo pasado según la verdadera justicia, y de lo presente según sus intereses; por lo respectivo a la opinión pública, ¿ignora usted por Ventura que de los tres tercios de habitantes de que se compo-ne el mundo dos y medio son necios y el resto de pícaros con muy poca excepción de hombres de bien? Sentado este axioma, de eterna verdad, us-ted conoce que yo no me apresuré a satisfacer se-mejante clase de gentes, pues estoy seguro que los honrados me harán la justicia a que me creo muy acreedor. En cuanto a que la historia se verá en trabajos para cohonestar mi separación del Perú.

Sin embargo de estos principios y del despre-cio que yo puedo tener por la historia, porque conozco que las pasiones del espíritu de partido, la baja educación y el sórdido interés son en gene-ral los agentes que mueven los escritores, yo no puedo prescindir de que tengo una hija y amigos (aunque bien pocos) a quienes debo satisfacer; por estos objetos y por lo que se llama gloria es que he trabajado dos años en hacer extractos y arreglar documentos, para que acrediten no mi justificación, pero sí los hechos y motivos sobre que se ha fundado mi conducta en el tiempo que he tenido la desgracia de ser hombre público; sí, amigo, la desgracia, porque estoy convencido de

que serás lo que hay que ser, si no eres nada. La conciencia es el mejor y más imparcial juez

que tiene el hombre de bien; ella debe servir para corregimos, pero no para depositar una confian-za, que nos puede ser funesta, y si usted espera que por su buena conciencia le hagan la justicia que se merece por los servicios que ha prestado a su patria, aguarde con paciencia.

Los que con la experiencia de lo pasado me-diten sobre la situación presente, y estén más en el hábito de analizar el influjo de las medi-das administrativas, encontrarán en la senci-llez de los principios que he adoptado la prue-ba de que yo no ofrezco más de lo que juzgo conveniente cumplir; que mi objeto es hacer el bien y no frustrarlo y que conociendo en fin la extensión de mi responsabilidad he procurado nivelar mis deberes por la ley de las circuns-tancias para no exponerme a faltar a ellos.

La fuerza de las cosas ha preparado este gran día de vuestra emancipación política, y yo no puedo ser sino un instrumento acciden-tal de la justicia y un agente del destino. Sensi-ble a los horrores con que la guerra aflige a la humanidad, siempre he procurado llenar mis fines del modo más conciliable con los intere-ses y mayor bien de los (…)

el UiCio de la HiStoria

Humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos que nos perjudican. Stern ha dicho a una Mosca abriendo la ventana para que saliese: anda, pobre Ani-mal, el Mundo es demasiad grande para nosotros dos. Inspirarla amor a la verdad y odio a 1a mentira. Inspi-rarle gran confianza y cmistad pero uniendo el respe-to. Estimular en Mercedes la caridad con los pobres. Respeto sobre la propiedad ajena. Acostumbrarla a guardar un Secreto. Inspirarla sentimientos de indulgencia hacia to-das las Religiones. Dulzura con los criados, pobres y viejos. Que hable poco y lo preciso. Acostumbrarla a estar formal en la mesa. Amor al aseo y desprecio al lujo. Inspirarla amor por la patria y por la libertad.

ÁXimaS Para SU HiJa

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Desde que se inventó el arte libertador de la imprenta, ha experimentado el orbe social una revolución benéfica; pues desarrollándo-se los talentos y saliendo el genio de la oscu-ridad que frecuentemente lo envolvía, no sólo han acrecentado la civilización de los pueblos y reformado muchos y graves abusos, sino que han influido asombrosamente en el destino mismo de las naciones y de los gobiernos. El del Perú, que nada desea tanto como la pros-peridad del país, cuya suerte le está confiada, va a sancionar la libertad de imprenta, porque

reconoce el derecho que tienen todos los hom-bres de pensar, de hablar y de escribir, y por-que está convencido de que sin ella son perdi-dos los más bellos talentos de la patria para la causa de la razón y de las luces.

Pasó el tiempo en que un tribunal estable-cido para velar sobre la conservación de las tinieblas y responder al fanatismo de ese abo-minable depósito anatemizante los medios de difundir las ideas y poner en circulación los valores intelectuales que formen el precioso patrimonio de los seres pensadores.

ibertad de imPrenta

Una porción numerosa de nuestra espe-cie ha sido hasta hoy mirada como un efecto permutable, y sujeto a los cálculos de un trá-fico criminal: los hombres han comprado a los hombres, y no se han avergonzado de degra-dar la familia a la que pertenecen vendiéndose unos a otros. Las instituciones de los pueblos bárbaros han establecido el derecho de pro-piedad en contravención al más augusto que la naturaleza ha concedido.

Yo creo que los negros que han servido en nuestros ejércitos merecen gran elogio por su constancia y valor. Una prueba de su patriotis-mo es que los españoles no han podido, a pesar de sus tentativas, formar cuerpos con ellos.

Compatriotas, amigos descendientes de los Incas: Ya llegó para vosotros la época venturo-sa de recobrar los derechos que son comunes a todos los individuos de la especie humana y de salir del horrible abatimiento a que os habían condenado los opresores de nuestro suelo. [...] Nuestros sentimientos no son otros, ni otras nuestras aspiraciones, que establecer el reina-do de la razón, de la equidad y de la paz sobre las ruinas del despotismo, de la crueldad y la discordia.

Después que la razón y la justicia han reco-brado sus derechos en el Perú, sería un crimen consentir que los aborígenes permaneciesen sumidos en la desgracia moral a que los tenía reducidos el gobierno español y continuasen pagando la vergonzosa exacción que con el nombre de tributo fue impuesta por la tiranía como signo de señorío. En adelante no se de-nominarán los aborígenes indios o naturales: ellos son hijos y ciudadanos del Perú y con el nombre de peruanos deben ser conocidos.

Manuscrito de San Martín como protector de Peru. Año 1821.

eGroS e indioS del PerÚ

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Dos son las bases sobre las cuales reposa la estabilidad de los gobiernos conocidos, a sa-ber: en la observancia de las leyes o en la fuerza armada: los representativos se apoyan en la primera, los absolutos en la segunda: de am-bas garantías carecen los de América: las leyes, tales puede llamarse el caos de las nuestras, se hallan sin vigor, porque no pueden alcanzar su influencia a hombres que en razón de educación las ignoran, como sucede a la masa de nuestro bajo pueblo; y he aquí la razón por la cual se halla la revolución en permanencia, y sin que

se halle previsión humana capaz de calcular la época de su terminación, a menos que ha-ciendo un cambio a su constitución ponga ésta en armonía con las necesidades de los pueblos. El empleo de la fuerza, siendo incompatible con nuestras instituciones, es, por otra parte, el peor enemigo que éstas tienen, como la ex-periencia lo ha demostrado, y porque nuestros guerreros, creados en la revolución y partidos, se resentirán siempre de su influencia. En mi opinión, en vano se sucederán los hombres en el mando los más justificados: sin esto, todos los demás medios que se empleen no serán más que paliativos. Tal es mi opinión, y creo que ésta será la de otro patriota honrado.

eor enemiGo de laS inStitUCioneS demoCrÁtiCaS

Es con verdadero sentimiento que veo el estado de nuestra desgraciada patria, y lo peor de todo es que no veo una vislumbre de que mejore su suerte. (…) yo no puedo aprobar la conducta del general Rosas cuando veo una persecución general contra los hombres más honrados de nuestro país; por otra parte, el asesinato del doctor Maza me convence de que el gobierno de Buenos Aires no se apo-ya sino en la violencia. A pesar de esto yo no aprobaré jamás el que ningún hijo del país se una a una nación extranjera para humillar a su patria.

El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de América del Sur, le será entregado al Excmo. Señor General de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas como prueba de la satisfac-ción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla.

oSaS JUan manUelVeinte años de tristes y

espantosas experiencias y veinte años en busca de una libertad que

no ha existido, deben hacer pensar a nuestros compatriotas con

alguna más solidez.

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Ella es la vida del cuerpo político, que desfallece apenas asume el síntoma de algu-na pasión, y queda exánime luego que, en vez de aplicar los jueces la ley, y de hablar como sacerdotes de ella, la invocan para prostituir impunemente su Carácter. El que la dicta y el que la ejecuta pueden cierta-mente hacer grandes abusos, mas ninguno de los tres poderes que presiden la organiza-ción social es capaz de causar el número de miserias con que los encargados de la auto-ridad judicial af ligen a los pueblos cuando frustran el objeto de su institución.

iStema JUdiCial indePendiente Nada importa más que aprovechar el

angustiado tiempo que nos resta. Él huye con la velocidad del rayo, y un terrible re-mordimiento nos devoraría si le dejáramos escapar infructuosamente por nuestra in-disculpable omisión.

iemPo

niÓn de loS ameriCanoS

Unámonos, paisano mío, para batir a los maturrangos que nos amenazan: dividi-dos seremos esclavos; unidos estoy seguro que los batiremos; hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimien-tos particulares, y concluyamos nuestra obra con honor; la sangre americana que se vierte es muy preciosa, y debía emplearse

contra los enemigos que quieren subyugar-nos; unámonos, repito, paisano mío: el ver-dadero patriotismo en mi opinión consiste en hacer sacrificios: hagámoslos, y la patria sin duda alguna es libre; de lo contrario se-remos amarrados al carro de la esclavitud.

Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón. Paisano mío, hagamos un esfuer-zo, transemos todo, y dediquémonos úni-camente a la destrucción de los enemigos que quieran atacar nuestra libertad.

Mi sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas (…)Bandera original que acompañó a San Martín.

Mi sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas (…)

La imparcial administración de justicia es el cumplimiento de los principales pactos que los hombres forman al entrar en sociedad.

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Próceres de la A a la Z 22 | Fascículo de colección | JOSÉ DE SAN MARTÍN Próceres de la A a la Z

Yo serví en el ejército español, en la Pe-nínsula, desde la edad de trece a treinta y cuatro años, hasta el grado de teniente co-ronel de caballería. Una reunión de ameri-canos en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos, acaecidos en Caracas, Bue-nos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar. Yo llegué a Buenos Aires, a principios de 1812, fui recibido por la Junta Gubernati-va de aquella época, por uno de los vocales con favor y por los dos restantes con una desconfianza muy marcada; por otra parte, con muy pocas relaciones de familia, en mi propio país, y sin otro apoyo que mis buenos deseos de serle útil, sufrí este contraste con constancia, hasta que las circunstancias me pusieron en situación de disipar toda pre-vención, y poder seguir sin trabas las vicisi-tudes de la guerra por la independencia. En el período de diez años de mi carrera públi-ca, en diferentes mandos y estados la políti-ca que me propuse seguir fue invariable en dos solos puntos, y que la suerte y circuns-tancias más que el cálculo favorecieron mis miras, especialmente en la primera, a saber, la de no mezclarme en los partidos que al-ternativamente dominaron en aquella épo-ca, en Buenos Aires, a lo que contribuyó mi ausencia de aquella capital por espacio de nueve años. El segundo punto fue el de mirar a todos los Estados Americanos, en que las fuerzas de mi mando penetraron, como Estados Hermanos interesados todos en un santo y mismo fin. Consecuente con este justísimo principio, mi primer paso era hacer declarar su independencia y crearles una fuerza militar propia que la asegurase. He aquí, un corto análisis de mi vida públi-ca seguida en América.

o, San martÍn

La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que corneta la bajeza de abusar de es-tas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene.

La tropa debe ser tanto más virtuosa y

honesta, cuanto es creada para conservar el orden, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza al Gobierno para ejecutarlas y ha-cerse respetar de los malvados que serían más insolentes con el mal ejemplo de los militares.

La presencia de un militar afortunado (por más desprendimiento que tenga) es temible a los Estados que de nuevo se cons-tituyen (…).”

irtUdeS CaStrenSeS

La Patria no es abrigadorade crímenes.

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Fascículo de colección | JOSÉ DE SAN MARTÍN | 23Próceres de la A a la Z

JosÉ De san martín

Pigna Felipe. Los Mitos 2. De San Martín a “el granero del mundo”. Ed Planeta. Buenos Aires 2005.

Pigna Felipe. San Martín. El Político I.Ed. UNSAM. Buenos Aires 2008.

Capdevila Arturo. El pensamiento vivo de San Martín. Ed Losada. Buenos Aires 1982.

biblioGrafÍa

Gait ut at. Delissi. Verit utpat, core min utat veraesto corem diamcor in ver iure magna cor sum elis niam, conumsandrem erci eugait nonseniam, se consed exero esenim delis

adigna core do delestrud dolesecte ecte niam, se consed exero esenim delis adigna core do delestrud dolesecte ecte niam, se consed exero esenim delis adolesecte ecte s

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Próceres de la A a la Z 24 | Fascículo de colección | JOSÉ DE SAN MARTÍN

Próceres de la a laPensamientos Políticos en Primera Persona

acercarnos a sus

PenSamientoS,

retomar sus iDeas

Y ProYectos Para

conquistar una

SoCiedad maS JUSta