Relatos sobre la Madre de

DiosLa Virgen María en el

ámbito personal, histórico, escritural y spiritual.

Por

John C. Wilhelmsson

Chaos To Order Publishing

San Jose, CA

www.c2op.com

Copyright © 2013

by John C. Wilhelmsson

All rights reserved.

ISBN: 0988656345

ISBN-13: 978-0-9886563-4-5

Publicado el 7 de Octubre de 2013.

Fiesta de la Virgen del Rosario.

DEDICATORIA

A mi madre Frances Teresa Wilhelmsson. Porque fuiste tú la que me trajo al mundo y la que, al bautizarme, hizo que empezara a

crecer en mí la vida del espíritu. Y porque el primer rosario con el que recé y que encontré en algún lugar de nuestra casa, seguro que lo dejaste tu.

LA MADRE DE DIOS

El Concilio de Éfeso decretó en el año 431 a.C. que María es

Theotokos, lo que literalmente significa la que “dio a luz a Dios”. El término excluye expresamente cualquier indicio que pudiera llevarnos a pensar que la Virgen María es un dios y hace claramente referencia a que es un ser humano que dio a luz a Jesucristo—a la Madre Bendita.

ÍNDICE

Introducción 1

Lo personal 24

Lo histórico 60

Lo escritural 79

Lo espiritual 111

PREFACIO

Este libro lo componen cuatro historias de origen diverso. El titulado «Destinos gemelos» fue concebido como una narración breve que se tomó después como base para elaborar el capítulo de este libro que es bastante más extenso. El artículo histórico «El papel de María en la vida de la Iglesia» ha sido modificado sensiblemente con relación al original. Los otros dos trabajos de carácter teológico no han sufrido apenas modificaciones y mantienen prácticamente inalterada su forma original. La obra en su conjunto se propone esclarecer las dos maneras con las que uno se enfrenta a nuestra bienaventurada madre: la de considerarla subjetivamente un

referente personal y la de estudiarla como una figura teológica. Pienso por ello que, a pesar de que el libro esté formado por cuatro trabajos independientes, puede ser leído como una obra de carácter unitario.

INTRODUCCIÓN

«Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te traspasará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.» (Lc 2, 34-35).

Estas palabras que el Profeta Simeón dirige a María nos llevan a reflexionar sobre el misterio de la

participación de la Virgen en la obra salvífica de su Hijo. La naturaleza y el papel de esta participación es algo que ha atraído la atención de los cristianos a lo largo de los siglos pero que ha sido también un germen de desavenencias.

Como reacción al Concilio Vaticano Segundo surgieron en la Iglesia dos posturas: la de los conservadores que opinan que se abrieron demasiado las ventanas cuando se quiso que entrara aire fresco en la Iglesia y la de los liberales que piensan que la reacción inicial que llevó a convocar el Vaticano II fue buena pero insuficiente y que la Iglesia está dando de nuevo un paso atrás en sus esfuerzos para adaptarse al

mundo real. Y ahora lo que nos preguntamos es qué aportación puede hacer a este debate el pontificado del actual Papa Francisco.

Esta situación de conflicto ha propiciado el que hayan quedado olvidadas algunas verdades importantes de la fe cristiana sobre las que el Concilio Vaticano II tenía la esperanza de haber arrojado luz. Esto lo señaló Rocco Buttiglione en su excelente libro: Karol Wojtyla: El pensamiento del hombre que llegó a ser Juan Pablo II: «Una de las metas del Concilio fue buscar un principio común en el que fundamentar a la vez la verdad objetiva y la libertad humana personal» (p. 128)

O como se diría en filosofía, se pretendía buscar un fundamento válido tanto para la verdad teológica objetiva como para la libertad humana subjetiva.

Y es esta precisamente la gran lección que aprendemos de la Virgen María, pues en la anunciación (Lc 1, 26-38) a la Virgen se le dio la posibilidad de participar en el plan de Dios o de no hacerlo. Y si María no hubiera dado su “Si” libremente, la obra de la redención podría no haberse llevado a cabo.

Tanto cuando la Virgen de Guadalupe se dirige con cariño a Juan Diego animándole a que no tenga miedo y piense en que ella está protegiéndole como madre que es, como en sus últimas

palabras, en las que le explica que solo él puede hacer lo que le pide y que debe por tanto hacerlo, se observa ese modo a la vez humano y personal que tiene la Madre Bendita de entender las cosas.

“Oye, hijo mío el más pequeño, ten por cierto que son muchos mis servidores y mensajeros, a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad. Pero es muy necesario que tú personalmente vayas y hables de esto, y que precisamente por tu mano se cumpla mi voluntad”

Aquí vemos algo que ya habíamos observado en el relato bíblico de la Anunciación: que la obra de la redención solo puede llevarse a cabo contando con la participación libre de un ser humano concreto al

que Dios llama para llevar a cabo esa tarea. Se entiende así que el “si” libremente dado por Juan Diego sea también decisivo para que se lleven a cabo los planes de Dios.

En este libro vamos a hacer un viaje con la Virgen, partiendo de nuestra experiencia personal sobre su figura y llegando a la fundamentación histórica, escritural y espiritual de la misma. Un viaje que comienza en ámbito conflictivo y subjetivo de la experiencia humana y termina en el armonioso y objetivo de la verdad teológica. Un viaje que comienza en la libertad humana y termina en la verdad divina. Tanto la postura “liberal” que todo lo cifra en la libertad humana como

la “conservadora” que se polariza en el estudio de la verdad divina son actitudes equivocadas para resolver los conflictos con que nos enfrentamos en estos tiempos. Es a partir de la visión armónica que envuelve a la figura de María como ambas posturas pueden llegar a conciliarse. Por todo ello espero que este libro nos ayude no solo a entender mejor la persona y el papel de la Virgen María, sino también a profundizar en la búsqueda de ese fundamento común que debe ser válido tanto para cimentar la verdad objetiva como para entender la libertad humana.

LOPERSONAL

DESTINOS GEMELOS

Aún recuerdo con claridad aquel lunes de hace 20 años. Yo estaba trabajando. No puedo decir que era un lunes típico pues desde hacía algún tiempo la vida se me estaba haciendo muy dura y muchas mañanas me levantaba llorando y con una sensación terrible de que había perdido algo sin lo cual mi existencia se volvía insufrible.

Así que aquella mañana, buscando respuestas, me acordé de que hacía pocos meses había asistido a un concierto de música cristiana en South Hills Church y que me quedé impresionado por la forma amable y sencilla con que me

saludó una chica a la que ya conocía que se llamaba Kristy. En aquel momento pensé que si alguien como Kristy formaba parte de una iglesia, esa iglesia haría cosas buenas.

Aquella mañana entré en crisis. Yo sabía que el vacío grande que había en mi vida, eso que estaba echando de menos era el estar vinculado a una comunidad cristiana de gente buena. Yo continuaba siendo católico y los católicos en general no deciden de repente ir un sábado a una iglesia protestante como la de South Hills. Me planteé incluso llamar a Katy y Kristy, en las que siempre pensaba a la vez porque eran gemelas, y preguntarles si existía algún grupo

en su Iglesia en el que pudiera integrarme.

Pero cuando llegó la tarde, mi parte católica me vetó la idea. Estaba obligado a volver a mi parroquia anterior, incluso estando seguro de que no iba a encontrar un ambiente tan agradable. Dios cuidaría de mí de alguna manera y me ayudaría a sobreponerme de la profunda depresión en la que había caído y a recuperarme de haber perdido el sentido espiritual. Además en mi conducta tenía que ser fiel a mi fe católica.

Me vino a la cabeza una frase de la escritura que dice: “El corazón del hombre medita su camino, pero es Iahveh quien asegura sus pasos” (Pr 16, 9).

Por la tarde vino a la cerrajería un cliente. Era mayor que transmitía paz. Me fijé en eso porque era lo que yo había perdido totalmente en aquella época. Empezamos a hablar porque él se fijó en que llevaba en el bolsillo de la bata el libro de las Cartas del Diablo a su Sobrino de C. S. Lewis (una lectura poco acorde a mi trabajo). Este anciano agradable se llamaba Shelby Granger me preguntó: “¿A qué iglesia va?” y yo le dije que a San Francisco Cabrini. Le hice la misma pregunta y me contestó que era uno de los ancianos de South Hills Church. Supe en ese momento que mi camino estaba decidido.

No es frecuente que alguien sumido una depresión profunda se

encamine un sábado él solo a una iglesia distinta de la habitual, pero la perspectiva de encontrar a Shelby Granger me ilusionaba tanto que me hacía sentirme seguro, fuerte y confiado. Hacía mucho tiempo que yo no me encontraba tan animado y resuelto. Esa semana ni siquiera me tomé la molestia de llamar a Kathy y Kristy, lo único que hice fue llamar a la recepción de la Iglesia para preguntar cuándo se reunía el grupo de solteros.

Y me presenté allí un poco antes de las 9.00 a.m. Estuve dando vueltas por entre aquellos tres enormes edificios que forman la iglesia de South Hills hasta que encontré la entrada al edificio central donde estaba previsto que

se reuniese el grupo de solteros. Había allí un hombre de más o menos mi edad, vestido de forma informal, que se llamaba Phil. Al poco tiempo de entablar conversación con él se acercó otro señor más joven y le preguntó quién era el encargado de rezar esa mañana. Por lo visto antes de reunirse el grupo de solteros de las mañanas se juntaban para rezar en el piso de arriba. Cuando a Phil le pareció que no iba a venir nadie más, se disculpó diciendo que tenía que ir al piso de arriba y yo sin pensarlo dos veces la pregunté si podía unirme a ellos.

Mientras subía las escaleras empecé a pensar en dónde me había metido y me entró miedo. Sabía rezar bastante bien el Padre

Nuestro y el Ave María pero no tenía ni idea de lo que estaba previsto hacer allí, ni siquiera si había algo previsto. Aún así me parecía fascinante sólo el hecho de haber dado un paseo hasta esa iglesia un sábado y haberme decidió a unirme a un desconocido para rezar con él.

Phil y yo encontramos un banco donde estar tranquilos y él comenzó su oración. Más que una oración parecía una conversación en la que Phil le pedía a Dios ayuda para la reunión de esa mañana y se dirigía a Él con un tono de mucho agradecimiento. Pidió también por mí y le dio gracias porque yo estuviera allí. Yo también recé pero no me acuerdo muy bien de lo que dije porque mis

palabras salían del corazón más que de la cabeza.

Cuando bajamos de nuevo vi allí las gemelas Kathy y Kristy a las que se les iluminó la cara de lo contentas que se pusieron al verme. Después de intercambiar amablemente saludos me preguntaron: “¿Qué planes tienes?” y yo les dije que iba a ir al grupo de solteros, pero ellas me propusieron que fuera con ellas al grupo de compañeros de estudios, que estaba muy bien. Era donde estaba la gente más simpática y donde se rezaba mejor. Como no tuve nada que objetar y me había encontrado de repente con dos ángeles de la guarda me fui con ellas.

El grupo de solteros era algo curioso. Los hombres iban todos vestidos con trajes y las mujeres llevaban sus mejores galas. Nunca antes había visto yo un grupo semejante de gente joven, tan bien vestida, en un mismo lugar. Mi estilo informal californiano no parecía ir mucho con el del grupo. Había muchas razones por las que yo no me iba a sentir bien allí. Daba la impresión de que estuvieran rivalizando por ver quién iba mejor vestido. Claramente no era mi estilo. Yo lo que buscaba era un sitio en el que ser aceptado como era y no por cómo iba vestido. Si todo hubiera terminado allí, no habría vuelto pero lo que no pensaba perderme era la cita con mis dos ángeles de

la guarda que estaban en el grupo de compañeros de estudios.

Kathy y Kristy medían unas 5, 2 pulgadas, eran rubias, de cara redonda y preciosa sonrisa. Kristy era más sociable y Kathy más seria. Nos conocíamos porque yo jugaba al voleibol con unos amigos suyos del colegio.

Llevaban unos vestidos de primavera muy sencillos y realmente parecían dos ángeles. Muchos de mis problemas afectivos habían sido provocados por haber mantenido una relación con una chica católica que era compañera suya de colegio. Por eso por entonces no me sentía muy bien dispuesto hacia el sexo opuesto. Pero lo cierto es que Kathy y Kristy eran tan

ingenuamente amables y delicadas que no se podía sentir ningún rechazo hacia ellas.

Nos encontramos en la entrada y las acompañé hasta un amplio recinto en el que estaba reunido el grupo. Con una a mi derecha y otra a mi izquierda me acompañaron de un sitio a otro y ellas me presentaban a los demás como su amigo. Era gente toda muy amable, muy humana y en absoluto ostentosa. Se veía que compartían una creencia profunda y les rodeaba una atmosfera de espiritualidad espontanea y agradable.

Los chicos vestían de forma informal, más o menos como iba yo, y las chicas llevaban unos vestidos de primavera muy

bonitos. Aún me acuerdo de que a medida que Kathy y Kristy me iban presentado a los que estaban allí, me resultaban igualmente agradables las chicas con sus bonitos vestidos de primavera como los chicos con su ropa informal. ¡Como contrastaban con el resto de la sociedad! Todos eran amables y se preocupaban los unos por los otros. Me pareció que al fin había dado con la auténtica comunidad cristiana.

Mi primer día en la iglesia de South Hills fue lo más parecido a un sueño. Por fin he dado con el grupo de gente joven cristiana y comprometida que estaba buscando. No necesito buscar más. El grupo de oración de los compañeros de clase me

proporcionaba el ambiente ideal en el que podría practicar y fortalecer mi fe cristiana. Siempre había pensado que ese ambiente estaría en un grupo católico pero sin lugar a dudas Dios me había llevado por otros caminos.

Seguí yendo a Misa todos los domingos en aquellos años en que frecuenté South Hills. Kathy y Kristy se trasladaron a vivir al campus aquel primer verano. Seguimos siendo buenos amigos y las visitaba muy a menudo, pero al cabo de los años perdimos el contacto. El paso del tiempo no ha sido capaz de borrar el recuerdo mágico de aquel primer día en la Iglesia de South Hills, cuando mis ángeles de la guarda gemelos me protegieron.

TRES AÑOS DESPUÉS

Mientras caminaba hacia la Iglesia no estaba muy seguro de por qué estaba allí. Era miércoles de ceniza de 1993 y desde por la mañana me estaba repitiendo: “Es miércoles de ceniza, tengo que ir a Misa”. Ser católico tiene de bueno que te hace crear unos hábitos

difíciles de cambiar. Los protestantes son fantásticos cuando improvisan sus maravillosas oraciones y son capaces de acorralar al católico medio cuando discuten con él sobre la biblia, pero los hábitos que adquieren los católicos dan mucha seguridad, o al menos eso fue lo que yo experimenté cuando la vida se me puso dura y tuve que atravesar una tormenta a la que conseguí sobreponerme gracias a esos hábitos que había adquirido.

La tormenta había llegado unos meses antes y había sido provocada porque me habían expulsado de mi puesto de catequista en la parroquia en la que había crecido. En realidad para mí era algo más que un

puesto de catequista pues yo había soñado siempre con volver a San Francisco Cabrini e implantar un programa de catequesis para jóvenes que me había ayudado mucho en mi adolescencia.

Al principio las cosas funcionaron muy bien y fui capaz de formar un grupo pequeño de adolescentes que estaban encantados de pertenecer a él. Comenzamos a tener reuniones, incluso dimos una mano de pintura al centro juvenil de Taheny, les enseñé a cantar y entonábamos los cantos litúrgicos con tanto entusiasmo cuando asistíamos a Misa juntos, que contagiábamos incluso a los demás asistentes.

Pero entonces una de mis supervisoras empezó a tener celos

de lo bien que me iba y a criticar todo lo que hacía y a decirme que no debía enseñar a los chicos más cosas sobre la biblia. Yo tuve en cuenta lo que me dijo, lo consideré y pedí consejo sobre lo que debía hacer.

En la Misa del domingo siguiente una de las lecturas era la segunda epístola a Timoteo: “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argumentar, para corregir y para educar en la justicia” (2 Tm. 3, 16)

Quedé con Debra el siguiente martes y le conté que había considerado en la oración sus advertencias y había recibido la respuesta escuchando el pasaje de la escritura de la epístola segunda a Timoteo y que me parecía que si

seguía ese consejo de la escritura no tenía que dejar de usar la biblia en las reuniones de jóvenes. Al viernes siguiente me llamaron de la oficina de educación religiosa y me echaron. Es lo más duro que me ha ocurrido hasta el momento.

Cuando llegué a la parroquia de la Sagrada Familia esa otra tarde de la que estaba hablando, aún sentía el aguijón de lo que me había ocurrido hacía unos meses. Me había sentido traicionado por la gente de la parroquia en la que me había criado y hasta odiaba a los chicos con los que había trabajado. En ese momento hubiera querido retroceder en el tiempo y se capaz de enfrentarme a la injusticia, de provocar un escándalo aún sabiendo que eso iba a repercutir

negativamente en la fe de esos chicos con los que yo estaba trabajando. Era por eso por lo que pensé que lo mejor era marcharme de allí.

Al entrar en la parroquia de la Sagrada Familia el miércoles de ceniza me di cuenta de que solo había estado dos veces en una Iglesia católica desde el mes de octubre en el que había ocurrido aquello. La otra vez había sido para asistir a la Misa del Gallo en Nochebuena, como era mi costumbre, tratando de encontrar un lugar en el que sentirme tan a gusto como me había sentido en South Hills. Pero la cosa no iba bien. Incluso había empezado a salir con una chica del colegio, antes de conocer a Karen, que me

pareció que iba a encajar conmigo pero no nos fue bien.

En cualquier caso ya no estaba tan mal como había estado tres años antes. Sabía que necesitaba otra vez encontrar un lugar en el que relacionarme con personas cristianas y sobre todo tenía que tomar una decisión sobre a qué iglesia quería pertenecer.

La Iglesia de la Sagrada Familia estaba llena. Tenía fama de ser la parroquia católica con una vida espiritual más activa de toda la ciudad y la verdad es que aquella noche no parecía que fuera una excepción. Recuerdo que la gente olía muy bien y me vinieron a la memoria algunos elogios al buen olor del pueblo de Dios que se leen

en la escritura. Eran además acogedores y de trato amable.

Lo que en el fondo deseaba era ver a Karen allí ¿Era esa en realidad la razón por la que había ido? ¡Karen va a volver a la Iglesia ahora! Había pedido por ella mucho todo ese año y al final parecía que iba a dar fruto (por lo menos en ella).

Llevaba un año rezando el rosario por Karen. La había conocido en un curso de orientación profesional al que habíamos asistido el semestre del otoño anterior en West Valley College. Yo había estado saliendo con otra chica católica unos años antes pero nuestra relación había fracasado. A mi aquello me deprimió mucho y atribuí el

fracaso a que nunca rezaba por ella, a que no ponía las cosas en manos de Dios. Por eso cuando conocí a Karen pensé: “tengo una segunda oportunidad para hacer las cosas bien”.

Mi mejor recuerdo del semestre de otoño con Karen fue el día en que visitamos el Centro de Orientación Vocacional. Karen se estaba planteando hacerse monja y ese día le dije que yo también había considerado la posibilidad de ser sacerdote, algo que mucha gente me había sugerido como camino en mi vida, pero que yo realmente nunca me había cuestionado. En realidad lo que me interesaba era pasar un rato con Karen.

Con una visión retrospectiva, no era muy correcto que un hombre

joven buscase la llamada de Dios iniciando una relación romántica, que lo que hace es más bien nublar el juicio de quienes la emprenden.

Aunque Karen idealista e inteligente y podría haber sido una buena monja, lo cierto es que después de ese día no pareció muy inclinada a la vida religiosa y como lo mío nunca había sido una verdadera vocación, se nos abrieron de repente muchas posibilidades en nuestra relación.

Enseguida empezamos a quedar. La primera cita fue en la representación de “Alicia en el país de las Maravillas” de Lewis Carroll, en el salón de actos del College. La segunda fue en una película llamada “Hook” basada en el cuento de Peter Pan. Los dos

temas parecían muy adecuados porque a Karen y a mí nos parecía que estábamos viviendo un cuento de hadas.

Karen era alta y delgada y tenía el pelo corto, castaño y brillante. Tenía un rostro muy sereno con mejillas perfectas y una sonrisa tímida maravillosa. No se maquillaba porque no lo había hecho nunca. Llevaba ropa sencilla, pasada de moda, como si fuera de su abuela y unos zapatos negros brillantes. Los zapatos eran lo único sofisticado de su guardarropa. Tenía afición a los zapatos porque de niña había sido bailarina y le recordaban sus mejores días.

Karen y yo pasamos mucho tiempo juntos ese semestre aunque yo no

estaba muy seguro de si encajaba con ella. Tenía un tinte misterioso que me arrastraba. Percibía en ella una pelea interior contra algo oscuro en su alma que no se decidía a compartir conmigo.

Era conversa. Se había convertido al catolicismo después de asistir a un programa de educación de adultos que se llamaba RCIA. Su fe era aparentemente muy fuerte pero al ser conversa no había adquirido los hábitos que los católicos viejos tenemos y que nos ayudan a atravesar por tormentas.

Poco después de que acabase el semestre Karen se fue a vivir a otra ciudad sin dejar ninguna dirección. Me dolió mucho que se fuera de repente y aún más el que

no se tomase la molestia de llamarme y contarme cómo le iba.

Tuve el corazón roto aquel Adviento. Me acuerdo que iba a Misa y sentía una increíble afinidad con los sufrimientos de Cristo. Después del año nuevo empecé a asistir de nuevo a la pastoral juvenil. Hablé con mi amiga y colega Teresa, de lo que me pasaba y fue ella la que me sugirió que rezase el rosario.

Decidí rezar una novena de rosarios: nueve días seguidos por la misma intención. Había hecho lo mismo unos años antes por otro amigo que estaba en peligro espiritual y se me hizo duro. Lo empezaba por la noche, de rodillas, con mucho entusiasmo, a los pies de mi cama y al final del

rezo acababa tumbándome en el suelo llorando. Quizá el empeño que puse en aquella primera novena fue la razón de que por entonces no adquiriese el hábito de rezar el rosario.

La oración fue intensa aquellos nueve días y el éxito asombroso. La primera prueba fue que vi el Ford Capri naranja inconfundible de Karen en el parking del College. Al día siguiente la vi de lejos caminando. Después me encontré corriendo con un amigo de Karen que había estado en nuestra clase. Cada uno de esos ocho días fue ocurriendo algo extraordinario que estaba claramente conectado con Karen y pasé de ser un hombre solitario, con el corazón roto y desesperanzado a ser alguien que

notaba fuertemente la presencia de Dios en su vida. Todo por el rosario.

Estaba tan encantado con lo que me había ocurrido en esos ocho días que el último pensé que podía ocurrirme cualquier cosa. Como tenía mucho trabajo en la escuela desde por la mañana y después tenía que ir a trabajar y por la noche ir a la pastoral, decidí rezar el rosario final de la Novena por Karen por la mañana temprano antes de salir de la escuela.

La intención concreta de ese día era ver a Karen y darle un libro que a mí me había ayudado mucho en mi fe unos años antes. Se llamaba: “Como ser Cristiano sin ser un religioso” escrito por Fritz Ridenour. Tenía la impresión de

que la actitud de Karen no era debida a algo personal conmigo sino a estar atravesando una crisis espiritual y quería hacer cualquier cosa que pudiera ayudarla.

El camino a West Valley College por entonces no era el mismo de ahora. No existía la circunvalación que hay hoy y que lleva directamente sino que había que atravesar el barrio de Los Gatos, donde yo trabajaba en la ferretería, y coger una pequeña autovía rural desde allí hasta la ciudad de Saratoga donde estaba el West Valley College.

Como todo el mundo tenía que ir por este camino, solía estar bastante transitado y aquella mañana lo estaba especialmente. Así que cuando pasé por los gatos

para coger la autovía 9 hacia Saratoga se me complicaron un poco las cosas.

Después de los espectaculares éxitos de los anteriores ocho días de novena empecé a imaginarme lo que podría ocurrir en este noveno. O quizá empecé a soñar. Y lo que pasó entonces es que por el rabillo del ojo vi un coche que venía por la derecha. Podía haberle adelantado pero antes de entrar en la autovía decidí se amable, parar y dejarle pasar.

Al tener cerca el coche miré hacia el interior y allí estaba Karen haciéndome señas con la mano y sonriendo. En los nueve días anteriores yo había estado rezando para ver a Karen feliz otra vez y allí estaba. No llevaba su

Capri naranja en el que solía ir así que no podría yo haber sabido que era ella, si no llego a dejarla pasar y coincidir en medio del tráfico. Condujimos pegados uno al otro hasta la escuela y cuando llegamos le pude dar el libro que había buscado para ella. Hablamos un poco y volvimos a conectar, pero los dos teníamos prisa para ir a clase.

Aunque este encuentro fue feliz, mi relación con Karen siguió siendo intermitente. Parecía aún bastante preocupada cuando la vi y seguí rezando novenas. Al final, una mañana en el College estaba caminando desde el parking a clase cuando vi una figura tumbada en el césped. De lejos

parecía Karen así que decidí acercarme y mirar de cerca.

Allí estaba, con su habitual vestido de abuela, con cara pálida y aspecto de estar preocupada. Me costó trabajo reconocerla. La saludé y le pregunté qué estaba haciendo allí. Lo que siguió fue quizá la conversación más sincera e interesante que nunca habíamos llegado a tener. Primero se disculpo por no ser buena amiga. Después me dijo que tenía muchos problemas personales y lo que menos deseaba en ese momento era comprometerse con un novio. Por eso me pedía que me mantuviese a cierta distancia.

Mi reacción, lo veo ahora, fue la de sentirme herido, pero dio la impresión de estar tan preocupada

por mí y me dijo cosas tan sinceras sus que de un modo extraño me sentí más cerca de ella de lo que nunca antes había estado, aunque paradójicamente nuestra relación terminaba.

Ese mismo día más tarde, después de clase yo estaba caminando cerca de ese mismo sitio y pensando en aquello. Pensaba que nuestra conversación había sido tan íntima como una confesión. Lo extraño era que cuando te confiesas normalmente es el penitente el que se confiesa y el cura el que absuelve y esa mañana Karen había hecho las dos cosas.

Se había confesado de no haberme tratado bien y me había absuelto de cualquier otra responsabilidad que pudiera tener hacia ella. La

relación estaba ya terminada y yo esta libre para poder olvidarla y continuar con mi vida. Y esta libertad era lo que realmente me preocupaba.

Me preocupaba porque yo tiendo a mirar las relaciones románticas desde un punto de vista cínico. Quizá porque para mí han sido muchas veces escurridizas. Es como si un chico o una chica fueran piezas intercambiables que si no funcionan se reponen por otra que se ajusta fácilmente. Yo sin embargo pensaba que había un amor más noble y permanente que todo eso.

También me preocupaba que Karen estuviera pasando un mal momento en el que necesitase amor y apoyo. Me habían enseñado

que el amor real es preocuparse los unos por los otros, aunque de esa relación no se saque nada y que esto es más importante cuando la persona a la que amas está pasando un mal momento o necesita algo.

Cuando me paro a meditar en esas cosas que ocurrieron en el campus de West Valley College, las considero como cruciales en mi vida ¿Iba yo a ser de esos que ven a la gente como piezas intercambiables o iba preocuparme por la gente sin considerar buscar provecho? Por una parte pensaba: “eres libre, disfruta de tu libertad” y por otra me daba cuenta de que si daba la espalda a alguien a quien amaba cuando estaba en apuros, lo único

que conseguiría es perderlo todo: lo que de bueno y valiente hay en mi corazón y lo que de bello hay en mi alma. Todo lo que me ha hecho creer que hay algo más grande en el universo que mi propia persona y mis necesidades.

Mi viejo amigo Nan me había dicho que una novena de 54 días era una oración poderosa. Así que ese día decidí que en lugar de abandonar a Karen, haría lo contrario. Me comprometí a rezar por Karen la oración más poderosa que conocía de la forma más poderosa que sabía. No soy de los que se rinden cuando algo va mal sino de los que vuelven una y otra vez al combate.

De todos los milagros que ocurrieron durante la novena primera que hice por Karen, el

milagro espiritual que ocurrió conmigo aquel día fue con mucho el más grande, pues de ser un hombre joven solo y desesperado llegue a transformarme en alguien con valor, fuerza y esperanza decidido a no vivir una vida sólo para mí sino para los demás. Esto fue sin duda el fruto mayor de aquella primera novena de rosarios por Karen.

Mientras iba de camino hacia la Parroquia de la Sagrada Familia aquel miércoles de Ceniza por la tarde, me alegraba pensando en Karen y en cómo mis plegarias parecían haber dado algún fruto en su vida. Y ahora-qué ironía- era yo el que necesitaba involucrarme en la iglesia de nuevo.

Me llamó mucho la atención al entrar en la Iglesia, un cuadro enorme de la Virgen de Guadalupe que estaba junto al altar. Como había rezado todas aquellas novenas de rosarios por Karen ante una vela puesta en un cuadro de la imagen de la Virgen de Guadalupe, le había cogido devoción. Así que me pareció que me venía muy bien toparme aquella noche allí con su imagen suya tan destacada.

Cuando empezó la Misa recuerdo que me encontré muy cómodo y relajado. Siempre me había atraído el incentivo de la Cuaresma. La idea de pasar un periodo de prueba en el desierto era algo que sentía muy propio. Y además a Cristo había recibido la bendición

de tener una vivencia mística antes de salir hacia el desierto. Si Dios me dijera: “Este es mi siervo en quien confío” (parafraseando a Mt 3, 17) todo habría sido diferente. Además, por encima de todos mis problemas estaba comenzando a darme cuenta de que estaba rodeado de mucha gente a la que quería. Por todo ello me encontraba en un ambiente grato y sincero entre aquella gente aquella tarde.

En un momento durante la Misa miré la imagen de la Virgen de Guadalupe y de repente noté como si hubiera entrado en contacto no con la imagen sino con lo que aquello representa. Sentí la presencia de la Virgen de Guadalupe que me transmitía una

enorme paz en mi alma y claramente noté que me estaba diciendo algo: “Gracias John. Gracias por lo que has rezado por Karen”

Y de repente, exactamente allí y entonces, todos mis males y desánimos desaparecieron. A continuación surgió en mi corazón un inimaginable y tangible deseo de amor. Tuve la certeza, si, de que había sido víctima de una actitud escandalosa por parte de la gente de mi parroquia y que lo que me habían hecho estaba mal pero que la verdad de la fe católica no se apoyaba en aquella porción de gente sino en algo mucho más grande.

Y si la Virgen de Guadalupe es real, también lo es su Hijo Jesús, y

si la Virgen de Guadalupe es real, también lo es la fe católica, aunque en ella haya problemas y errores. Es real. ¡Ella es la Bona Fide! Sus palabras de aquella tarde habían acabado con mi existencia frágil y subjetiva y de algún modo supe con certeza que yo siempre había sido católico y que siempre sería católico.

Desde ese momento, incluso cuando la vida es dura e imperfecta, esa certeza y fortaleza en mi fe católica nunca me ha faltado. En aquel momento, hace muchos años en la parroquia de la Sagrada Familia, la bienaventurada Virgen Madre había pasado de ser una figura teológica objetiva y se había transformado en un ser real y

tangible que formaba parte de mi personal experiencia.

Y como la Virgen de Guadalupe ha irrumpido en mi personal experiencia, mis certezas teológicas son ahora mucho más reales. Este es el papel real de la mística en la Iglesia. La específica naturaleza de la bienaventurada Virgen María puede desempeñar un papel enorme, amable y humano y lo hace con frecuencia en el modo de acercar a la gente a su Hijo.

Incluso después de haber dicho todo esto tengo que agradecer el papel que Kathy y Kristy y todo el grupo del South Hills College desempeñaron en mi vida. Nunca antes de entonces había descubierto ese sentido de genuina

comunidad cristiana. A partir de ese momento ese grupo fue un modelo para mí de lo que debe ser una comunidad cristiana.

En muchos sentidos he sido bendecido con dos modos gemelos de vivir la fe y estoy agradecido a ambos por lo que aportaron a mi vida. Y creo que en definitiva los dos son modos sinceros de creer en Cristo, aunque se expresen de forma diferente.

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LO HISTÓRICO************

EL PAPEL DE MARÍA EN LA VIDA DE LA IGLESIA

La Iglesia primitiva hizo mucho por mejorar la posición de las mujeres en el mundo. En el imperio romano se pensaba que las mujeres valían menos que los hombres y era frecuente que hubiera abortos e infanticidios. Las hembras eran a menudo las víctimas de aquellas terribles prácticas. La Didaché que es un documento escrito en el siglo primero dirigido a los recién convertidos a la fe católica, es muy explícito en lo que se refiere a la prohibición del aborto y el infanticidio para los cristianos:

“No matarás a un niño abortándoloni lo asesinarás cuando haya nacido”.1

Los primeros cristianos abolieron este tipo de prácticas y como consecuencia, en los años posteriores a la extensión del cristianismo, hubo muchas más mujeres que hombres.

Muchas de esas mujeres decidieron dedicar sus vidas a Dios en el celibato y por razones prácticas pronto comenzaron a reunirse formando comunidades de monjas cristianas. Como señala Owen Chadwick en Historia del Cristianismo, este fenómeno supuso otro paso positivo a favor de las mujeres:

“Cuando las mujeres se unían a la comunidad, algunas aprendían a leer y escribir porque la comunidad necesitaba que se leyese la biblia para poder comentarla”.2

En aquellas primitivas comunidades de monjas las mujeres a menudo podían salir y entrar e incluso si querían podían abandonar la comunidad para casarse. Con aquellas sociedades se dio un gran paso en favor de la mujer en general, pues llegaron a ser lugares en los que encontraban protección, disfrutaban de estabilidad y recibían educación.

Posteriormente los hombres continuaron este mismo modo de vida y comenzaron a crear

comunidades de monjes cristianos. Cuando llegó el declive del imperio romano, esas comunidades se fueron haciendo populares, no solo porque ofrecían un lugar donde retirarse y dedicarse a lo espiritual sino también porque eran un lugar seguro y bien organizado. Finalmente en el 476 d. C. el imperio romano de occidente llegó a su fin. La historia de esta zona de Europa se sumió en un profundo silencio hasta la edad media, pero incluso entonces las comunidades monacales tanto de hombres como de mujeres siguieron existiendo.

Estos grupos se dedicaban al principio prácticamente solo a rezar pero pronto advirtieron que era necesario que hubiera algún

miembro con un nivel de educación superior que pudiera ejercer de guía espiritual del resto y así los monasterios, sobre todo después de la caída del imperio romano, se transformaron en centros de educación. Quizá la principal razón para ello fue que muchas de estas comunidades conservaban copias manuscritas de las Sagradas Escrituras y otros importantes escritos de los Padres de la Iglesia.

Cuando la sociedad entró en decadencia y las autoridades civiles en el caos, se incluyó entre las actividades de los monasterios la tarea de copiar todos los escritos que fueran considerados de valor cultural. De este modo esas comunidades monásticas

llegaron a ser focos de conocimiento del que se nutrió en los años siguientes la sociedad europea de la Edad Media.

La devoción a la Bienaventurada Virgen María fue sin duda un elemento muy importante, incluso central, en la vida de esas comunidades. Para las monjas, María y sus virtudes fue el modelo de su vida entera, pues la humildad, la obediencia, la virginidad, y la caridad eran también las virtudes primordiales en la vida de los monjes. La Bienaventurada Madre fue quizá incluso más importante para los monjes porque proporcionaba algo de femenino a comunidades formadas exclusivamente por varones.

Entenderemos mejor esta devoción de los monjes a la Virgen si nos fijamos en los valores propios de la época, los que componen lo que se conoce como la sociedad caballeresca de la Edad Media europea:

“La sociedad caballeresca también desarrolló un elaborado código de conducta social además de otros aspectos militares y religiosos. Este aspecto social es el que se llama a veces cortesía e incluía un conjunto complejo de normas de educación siguiendo el cual un oficial llegaba a hacerse un noble y sabía desenvolverse en la sociedad cortesana. La influencia

femenina parece haber sido decisiva en el progresivo refinamiento de la vida nobiliaria en la corte”.3

En la sociedad caballeresca hubo -como vemos- una progresiva influencia de las mujeres en los estratos más elevados de la sociedad.

En resumen podemos decir que fue en primer lugar la llegada del cristianismo la que dio valor y respetó la vida de las mujeres, como se ve por su radical oposición al aborto y al infanticidio. En segundo lugar, que ese respeto se desarrolló y preservó en los lugares monásticos y finalmente, que la sociedad cortesana lo revalorizó porque dio un papel decisivo a la influencia

femenina en la sociedad cortesana de la edad media.

La influencia de la devoción a la Bienaventurada Virgen María en todo este aspecto de la mejora del estatus de la mujer no debe ser subestimada. Pero ¿qué podemos decir de su influencia más directa? no haríamos un estudio completo sobre el papel de la Virgen si no estudiásemos la devoción más fructífera y popular de la historia: el rezo del rosario.

“Rosario” significa literalmente “un jardín cerrado de rosas”. Parece obvia la alusión al Jardín del Edén. También nos evoca los monasterios y los grandes jardines que en ellos había y que estaban modelados evocando el Jardín del Edén y como espacios en los que

se desarrollaba la vida de la comunidad.

La oración del Avemaría está formada a partir de un texto del primer capítulo del Evangelio de San Lucas, al que se le añade una frase implorando la intercesión de la Virgen. El rezo del rosario consiste en un Padrenuestro y diez Avemarías que constituyen una decena. Posteriormente se asoció a cada decena un misterio referente al nacimiento, muerte y resurrección de Cristo y finalmente se incluyeron otros misterios relativos a las virtudes de Cristo y de la Virgen.

La gran popularidad que alcanzó el Rosario se ha atribuido a distintas causas. Unas son de carácter psicológico: al alma le

beneficia en general la meditación y en particular el reflexionar sobre las virtudes a las que se refieren los misterios del Rosario. También hay que considerar que con el rezo del rosario se experimenta una sensación de cercanía de Cristo y de la Virgen.

Añadamos a esto el hecho de que el Rosario se basó en el Oficio Divino. El Oficio Divino lo rezaban muchos monjes y monjas y requería más tiempo y preparación de la que tiene una persona normal. Mientras que el Rosario es en cierta manera más fácil de rezar por una persona corriente. La mayor parte de los cristianos que rezan el Rosario aducirían también que es una oración muy poderosa y con la que se consiguen

soluciones tangibles para problemas corrientes de la vida. Quizá sea esta última la razón fundamental de su popularidad.

Sin duda el hombre más asociado al Rosario es Santo Domingo. Alrededor del año 1200 a.C. Domingo salió vencedor de la batalla que sostenía en el sur de Francia contra la herejía Albigense, que era una secta gnóstica que sostenía que el cuerpo era el mal y el alma el bien.

La tradición dice que Domingo, que siempre visitaba las Iglesias por las que pasaba, tuvo un encuentro importante con la Bienaventurada Virgen María en una de esas ocasiones:

“La tradición dice que en una de esas ocasiones Nuestra Señora se le apareció en la Iglesia de Notre Dame de la Dreche. Para consolar su tristeza. La Bienaventurada Virgen entregó a Santo Domingo esta especial plegaria que es el Rosario, le enseñó cómo rezarlo y le dijo que la gente debería rezarlo para contrarrestar la influencia de la herejía”.4

A Domingo le fue muy bien y la herejía Albigense pronto fue demolida. Su orden de los Dominicos más tarde llegó a ser una importante orden de predicadores de la Iglesia católica y desarrolló una línea de

pensamiento en la que la plegaria era su motor.

La gran victoria militar atribuida al Rosario tuvo lugar en 1571, en el golfo de Lepanto. Con la reforma protestante en pleno florecimiento en el continente europeo y las fuerzas del Islam controlando el mediterráneo, la supervivencia de la fe católica parecía más que dudosa.

Al percatarse de la magnitud de la crisis, el Papa Pio V fundó la “Santa Liga” con el fin de formar un contingente de tropas que unidas se enfrentaran a la flota otomana y consiguieran mantener la hegemonía del mediterráneo que hasta entonces habían ostentado. Se trataba de conseguir una alianza entre los duques de

Venecia y el rey Felipe II de España.

Pero los duques de Venecia y el rey Felipe II de España no se tenían mucho aprecio mutuo porque ambos competían por el dominio del Mediterráneo, por lo que el Papa no lo tenía fácil. Pio V firmó una alianza basada en que todos defendían en común la causa cristiana pero usó también otra arma para conseguir forjar una unidad:

“La devoción de Pio V a la Bienaventurada Virgen había comenzado en su niñez y el rezo del rosario le era especialmente querido porque consideraba fuera de duda que esta devoción era un arma poderosa contra la

vanidad humana. Dos años antes, en una Bula papal había mostrado a los fieles cómo el Rosario era el arma más poderosa contra el error. Durante su pontificado, se le solía ver por las calles de Roma caminando entre la gente vestido con los sencillos hábitos de dominico y rezando devotamente el Rosario.”5

En la fiesta de Santo Domingo, el 7 de marzo, Pio V firmó el acuerdo de la Santa Liga. Después negoció con los diplomáticos de Madrid y Venecia durante dos meses completos antes de que se unieran con sus firmas al tratado. Ese verano la armada de la Santa Liga se reunió en Mesina. En cada

barco cada día se rezaba el Rosario, se escuchaban confesiones y se celebraba la Misa. Finalmente partió la armada y se enfrentó al enemigo la mañana del 7 de octubre de 1951. Cuando los enemigos vieron a Don Juan de Austria que era quien estaba al frente de la flota de la Santa Liga, el barco abanderado del almirante turco se puso en movimiento para enfrentarse con él. El almirante turco, Ali Pasha fue derribado en seguida por una bala de cañón y fue decapitado. Esto hizo que la batalla diera un giro a favor de la Santa Liga y al atardecer ya los turcos estaban totalmente confusos.

Tras la victoria, que tuvo lugar contra todo pronóstico, el Papa Pio

V proclamó que el 7 de octubre sería la fiesta en honor de “Nuestra Señora de las Victorias”. Fueron los venecianos los que quizá aportaron el tributo más adecuado poniendo una inscripción en el muro de la capilla que edificaron en su honor:

“Ni el valor ni las armas, ni los jefes, sino La Virgen del Rosario fue quien nos hizo vencedores”. 6

La importancia de la Madre Bendita en la vida de la Iglesia sigue siendo válida hoy. Entre los milagros que los creyentes actuales le atribuyen está la caída del imperio comunista, la milagrosa protección del intento de asesinato del Papa Juan Pablo II y muchas apariciones que son una

llamada de atención para prevenir situaciones difíciles que sólo pueden evitarse rezando.

Notas

1. Traducción española de la versión en Inglés del Capítulo 2 de la Didache de Roberts-Donaldson. www.earlychristianwritings.com/didache.html

2. Traducción española de la versión en Inglés de Chadwick, 0., (1995). A History of Christianity p. 77. New York: St. Martin's Press.

3. Traducción española de la versión en Inglés de Spellman, F., (Ed.). (1965). The Catholic

Encyclopedia for School and Home. First Edition, Volumes 1-12. San Francisco: McGraw Hill Book Company.

4. Traducción española de la versión en Inglés de Vail, A., (1995). The Story of the Rosary. P. 50. London: Harper Collins.

5. Ibid, p. 89.

6. Ibid p. 95

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LO

ESCRITURAL************

Cardenal San John Henry Newman

LA MADRE DE DIOS

EN LA SAGRADA ESCRITURA

“Y esta puede ciertamente ser considerada una de las pruebas más definitivas o al menos una piedra de toque de que hay un error en las diversas designaciones que ha ido adquiriendo la religión en nuestro entorno. Ninguna de ellas abarca el conjunto de la biblia, ninguna puede ser interpretarla en su conjunto ni tiene la clave para descifrar sin límites todo lo que ella comprende. Cada una muestra preferencia por unos textos y se olvida de los demás. Ninguna es capaz de

resolver el gran secreto y el misterio absoluto de sus páginas. Una hace una prueba y después otra: pero una a una y todas en su conjunto resultan frustrantes. Se retiran, como las sagas de Babilonia, y dejan paso a Daniel. La Iglesia Católica, el verdadero profeta de Dios es la única capaz de contarnos los sueños y su interpretación”.1

Las palabras del Cardenal John Henry Newman fueron escritas hace un siglo y no solo mantienen su veracidad actualmente sino que, como el buen vino, se hacen más claras y acordes con la verdad a medida que pasa el tiempo. Con la proliferación y el desarrollo de

decenas de miles de denominaciones cristianas y pseudo cristianas, estas palabras continúan siendo ciertas y e verdadero profeta sigue contándonos los sueños y dando su interpretación.

Que la gran y única señal de la controversia que existe entre los diversos grupos de cristianos sea la interpretación de la Sagrada Escritura es algo que causa estupor. Podríamos reunirnos todos en torno a una mesa y hablar de Dios como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo. Podríamos incluso invocar de un modo u otro a Cristo crucificado y hablar de nuestra salvación. Paradójicamente Jesús, que estaba destinado a ser el gran signo de

contradicción en el mundo (Lc 2, 34), no es signo de contradicción entre sus seguidores. Es la mención del nombre de su Madre María la que desata la mayor controversia. Es ella la que se ha transformado en la Iglesia en lo que tenía que ser su hijo: signo de contradicción.

Partiendo de esta idea vamos a afrontar nuestro estudio. Con el Cardenal Newman como guía, investigaremos cuál es la interpretación puramente bíblica de la figura de la Virgen María.

Lo primero que hay que entender en el comienzo de nuestro viaje es el papel de Cristo en la economía de la salvación.

El el capítulo cinco de la carta a los Romanos, San Pablo afirma que el pecado entró en el mundo por un hombre, Adán, y con él hizo su aparición la muerte para todo el género humano. Pero ahora la gracia de Dios ha vencido la muerte por medio de un hombre, Jesucristo. San Pablo establece una analogía entre Cristo y Adán y concluye:

“En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos. La ley, en verdad, intervino para que abundara el delito; pero donde abundó el pecado,

sobreabundó la gracia; así, lo mismo que el pecado reinó en la muerte, así también reinaría la gracia en virtud de la justicia para vida eterna por Jesucristo nuestro Señor”. (Rom 5,19-21).

Más adelante San Pablo habla de cómo Cristo no solo ha redimido a la humanidad sino también a toda la creación.

“Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo”. (Rom 8, 22-23).

Vemos entonces que hay una íntima conexión entre la caída de la humanidad y la caída de la creación. Pues de hecho ambas son en realidad el mismo acontecimiento producido por la caída de Adán.

Esto nos lleva a San Ireneo de Lyon quien habla del principio teológico de la recapitulación en Cristo:

“Cuando (el Hijo de Dios) tomó carne mortal y se hizo hombre, recapituló en sí mismo la larga historia de la humanidad y nos procuró una recompensa para conseguir nuestra salvación, de modo que en Cristo Jesús podamos recobrar lo que perdimos con

Adán, esto es, la imagen y semejanza de Dios.”2

Así como el primer hombre, Adán, dio lugar a una nueva creación, Cristo, el nuevo Adán, trajo la regeneración de esa creación. Y aunque esa regeneración en Cristo no ha sido completada en todos los seres humanos y la misión de la Iglesia es precisamente llevarla a término, es sin embargo un hecho cierto. El pecado y la muerte han sido destruidos y todas las cosas se han hecho nuevas en Cristo.

Con esto en la mente comencemos nuestra investigación de los primeros pasajes de la Sagrada Escritura. En el libro del Génesis se hace una predicción profética de la salvación inmediatamente después de narrar

la caída. Es lo que se conoce como el Protoevangelio pues es donde por primera vez se menciona el plan de salvación de Dios posterior a la caída. Dios se dirige a la serpiente en estos términos:

“Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.” (Gn 3, 15).

De este modo se nos muestra cómo desde el principio la palabra de Dios nos anuncia que igual que un hombre, Adán, provocó la caída con la ayuda de una mujer, así Dios reconducirá a la creación del mismo modo.

¿Quién es esta mujer cuyo vástago aplastará la cabeza de la

serpiente? El Cardenal Newman dice comentando este pasaje:

“En esta transacción había tres partes implicadas, la serpiente, la mujer y el hombre. Y al anunciar el veredicto, se proclama que las mismas tres partes intervendrán también juntas en el acontecimiento futuro: la serpiente, la mujer y el hombre pero que habría un segundo Adán y una segunda Eva y la nueva Eva iba a ser la madre de Dios.”3

Después de analizar el pasaje en términos generales continúa nombrando a las partes implicadas:

“La semilla de la mujer es el Verbo Encarnado, y la Mujer, cuya semilla o hijo es El, es su madre María. Considero indiscutible esta interpretación y el paralelismo que implican; El paralelismo que se observa en todos los acontecimientos (y este es mi punto de vista) está en la doctrina de los Santos Padres ya desde el comienzo”.4

Por lo tanto Newman, con gran seguridad, afirma que la “Mujer” cuya semilla aplastará la cabeza del demonio sólo puede ser la Virgen María y así ha sido universalmente admitido desde el comienzo de la Iglesia.

Ireneo de Lyon (muerto en 202 a.C.) había nacido en Esmirna y conoció al obispo Policarpo que a su vez se había sentado a los pies del apóstol Juan y había sido su sucesor directo. Ciertamente nos ofrece en los primeros tiempos un punto de vista muy claro sobre el Protoevangelio:

“Adán vuelve a retomarse en Cristo y por tanto así como la muerte fue reasumida por la inmortalidad, Eva tuvo que ser reasumida por María. Una virgen actuó como abogada de otra virgen y destruyó su desobediencia por medio de su propia obediencia.” 5

Este gran teólogo primitivo que ya antes había expuesto el principio

de la recapitulación, nos da a entender ahora otro principio que podríamos llamar el de la redistribución. Significa en esencia que el proceso de restauración que comienza con la caída original tiene que reflejarse como contraposición en la propia caída. Es decir que en este proceso María tiene un papel paralelo al de Eva.

Un autor contemporáneo de Ireneo fue Tertuliano. El primer escritor cristiano que destacó como latinista. Él explica este principio de la redistribución de una forma aún más clara:

“Dios recobró Su imagen y semejanza que el maligno le había arrebatado con una estratagema hostil, pues corrompió la palabra de Dios

que habitaba en Eva cuando aún era una virgen y se hizo así artífice de la muerte. Y tenía que ser también en una Virgen donde fuera introducido el Verbo de Dios, que es el que construye la vida; de este modo, si una persona de un sexo contribuyó a la perdición, otra de su mismo sexo nos devolvería la salvación.” 6

Tertuliano otorga un papel importante a Eva en la caída y por ese papel preeminente de Eva en la caída, cuando se contemplan los demás acontecimientos en términos de redistribución, se considera igualmente preeminente el papel de María en la obra de la Salvación.

Vemos pues cómo ya en los Santos Padres se establece desde los comienzos un paralelismo entre Eva y María que se basa en la interpretación del Génesis 3,15 y que se continúa en la tradición tanto de Oriente como de Occidente hasta que la expresión llega a hacerse familiar y reducirse a un simple axioma teológico:

“La muerte entró por Eva y la vida por María.”7

La primera vez que se oyó esta expresión fue en San Jerónimo y San Agustín en el siglo IV y se sigue oyendo sin interrupción hasta el Concilio Vaticano Segundo, en nuestra época. Ciertamente María toma el lugar de Eva como la Madre de la vida.

Los primeros Padres apostólicos han sido criticados con frecuencia porque dan a la Sagrada Escritura una interpretación estrictamente alegórica. Aparentemente es esto lo que ocurre en la interpretación que se da al pasaje del Génesis 3, 15 al que nos estamos refiriendo. Por eso vamos a examinar este asunto con más detenimiento.

La primera dificultad con que nos encontramos cuando tratamos de dar una interpretación correcta al pasaje del Génesis 3, 15 es que el sentido literal de este pasaje es en sí mismo difícil porque en sí mismo es una predicción de un hecho futuro. Si para encontrar un punto de referencia lo contrastamos con lo que ocurre en

el Éxodo, allí literalmente Moisés libra al pueblo realmente de la esclavitud a la que estaba sometido en Egipto. Esta liberación física se interpreta en un sentido espiritual más profundo, en sentido alegórico, entendiendo que cada persona está atada por el pecado (sentido tropológico) y que la atadura al pecado será totalmente rota cuando Jesús venga de nuevo y nos conduzca a la gloria del cielo (sentido analógico).

Cuando se acusa a los Santos Padres de dar a este pasaje del Génesis 2, 15 únicamente una interpretación alegórica, debemos preguntarnos si es que puede darse una interpretación de otro tipo, porque no hay otra forma de

interpretar una predicción futura. La respuesta, diría yo, depende solo de la claridad de esa predicción y en el caso de Génesis 3, 15, como dice Newman, es de donde surge:

“La “más grande y elemental enseñanza de mayor antigüedad referida a ella (a la Virgen)” ¿cómo puede alguien interpretar que este pasaje de los Santos padres no se refiera a la Virgen?” 8

Especialmente si nos orientamos por la frase “aplastar su cabeza”. Si lo interpretamos como referido a que mata a la serpiente ¿qué puede ser esa “semilla” de mujer a que se refiere sino Jesucristo? , ¿Quién puede ser

la mujer sino su madre?, ¿Sobre quién habrá una victoria final sino sobre el demonio?

Al hablar de Gen 2,15 y de la doctrina de la Nueva Eva hay que decir que lo que expone Newman no es más que una explicitación de lo que siempre fue la doctrina de los Santos Padres. Él recoge un pensamiento que pertenece en realidad a los Santos Padres y nos lo explica a nosotros. En este sentido se podría llamar a Newman un “Mediador teológico”. No ocurre lo mismo cuando analizamos el segundo pasaje de la Sagrada Escritura interpretado por Newman de una forma más personal y que examinaremos ahora.

Antes de exponer la interpretación que él hace, Newman considera que debe explicar por qué la Sagrada Escritura no habla demasiado de la Virgen María y atribuye este silencio a que María todavía vivía cuando comenzó a formarse la Iglesia primitiva y se escribieron la mayor parte de los libros sagrados en los que la Virgen María podía haber tenido protagonismo. Como el cuidado de la Virgen se encomendó al apóstol San Juan, sería éste el que en sus escritos debería referirse más explícitamente al misterio de su persona. De hecho, aunque la Virgen está presente en todos los evangelios, las últimas palabras que se refieren a ella están en el

de San Juan y estas palabras son: “haced lo que os diga” y se pronunciaron en las bodas de Caná refiriéndose a su Hijo.

Newman cree que el Apocalipsis de San Juan es probablemente el único libro de la Biblia que fue escrito después de que María ya estuviera en la otra vida con su Hijo. Teniendo esto en cuenta y si atribuimos la autoría de la revelación a Juan, Newman cree, casi apriori, que las posteriores revelaciones del misterio de la presencia de María en la Iglesia primitiva serían hechas en el Apocalipsis de San Juan. 9

Pero es mejor que no avancemos en nuestros supuestos antes de exponerlos. ¿Por qué no

se escribió mucho sobre la Virgen cuando aún vivía y formaba parte de la Iglesia primitiva? Podríamos decir con gran piedad que fue por su natural humilde y es probable que sea verdad pero no hay que apoyar en la piedad las buenas explicaciones. El hecho cierto es que, como ocurre con los apóstoles, mientras alguien vive no es necesario hablar mucho de él ni de lo que dice. Es más importante observar a la persona que preservar su memoria en un texto escrito. Solo después de su muerte se experimenta un gran deseo de preservar su memoria. Además la Iglesia primitiva tuvo que combatir las herejías cristológicas que envolvían a la persona de María y se puede pensar que profundizar

en escritos sobre la Virgen era una tarea que vendría después, cuando ella ya no estuviera presente.

Teniendo esto en cuenta, vamos a comenzar nuestro estudio del capítulo 12 del Apocalipsis:

“Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz. Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las

precipitó sobre la tierra. El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz. La mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono. Y la mujer huyó al desierto.” (Ap12, 1-6).

Lo primero que vamos a hacer es saber quiénes son esos tres personajes. Casi todo el mundo considera que el niño es Cristo. Y lo es sin duda porque “fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono”. La identidad del gran dragón rojo es también bastante fácil de identificar. Actúa como el

primer adversario de la mujer y el niño varón y es sin duda identificable con el demonio.

¿Tenemos aún que identificar a la mujer? Consideremos este asunto. En el pasaje 3, 15 del Génesis hemos conocido una Mujer, un Hombre y una Serpiente. En el capítulo 12 del Apocalipsis hemos incluso identificado a dos de estos personajes y sabemos por el contexto que la mujer es la madre del niño varón que es Cristo. En el Génesis 3, 15 se nos anticipa que va a haber una batalla en el cielo que librarán la Mujer, el Hombre y la Serpiente y que en ella la Serpiente será vencida de modo definitivo (lo que ocurre en el Apocalipsis 20, 10).

Con todos estos datos, casi se puede gritar y así interpretan el pasaje la mayoría de los críticos, que la mujer es la Iglesia.

Newman lo interpreta también como la mayoría pero con restricciones:

“Ahora yo no niego, por supuesto, que la imagen de la Mujer se refiere a La Iglesia; pero lo que también considero es que el apóstol no habría hablado de la Iglesia con esta imagen concreta, sin no hubiese existido una Bienaventurada Virgen María, exaltada en las alturas y que ya fuera objeto de veneración.” 10

El argumento de Newman gira esencialmente en torno al origen del símbolo de la Mujer ¿Por qué el apóstol Juan o cualquier escritor que hubiese tratado el asunto eligen ese símbolo en concreto para expresar un mensaje? La respuesta solo puede ser que el símbolo concreto elegido les resultase familiar a los lectores. El asunto ahora es: ¿Por qué la imagen de la mujer llamaba la atención a los miembros de la Iglesia primitiva? Newman considera que es por la enorme veneración que le profesaba la Iglesia primitiva a María, la Madre de Jesucristo (No adoración porque esto solo se le da a Dios, sino veneración que se le puede dar a cualquier ser creado de

cualidades extraordinarias). Así que la Mujer del Apocalipsis 12 es la Iglesia. Pero no hubiera habido esa referencia sin la existencia de la Virgen María.

Podemos decir ahora a qué se refiere este símbolo y que significa en sí mismo. La mujer lo más probable es que se refiera a la Iglesia, y que adquiere su total significado si toma su sentido de la figura de la Virgen María. Newman continúa su interpretación de un modo sorprendente:

“La Sagrada Escritura no es muy dada a las alegorías. Las hay ciertamente cuando los escritores sagrados hablan de los brazos o de la espada del Señor y cuando se refieren a

Jerusalén o Samaria en femenino o cuando dicen que las montañas saltan de alegría; o se refieren a la Iglesia como una novia o como un vino, pero no suelen atribuir a las ideas abstractas o las generalizaciones características personales. Un estilo así sería clásico pero no escriturístico.”11

Primero los Santos Padres y ahora la Sagrada Escritura. Ya hemos hablado del mito de la alegoría. ¿Qué pasa entonces con la comparación entre Eva y María en la que hemos invertido tanto tiempo?

En realidad el paralelismo entre Eva y María es la clave de todo, porque si hablamos con propiedad

no es una alegoría sino una analogía. La diferencia entre las dos es que para que una alegoría sea buena tiene que haber una equivalencia entre las dos cosas, mientras que en la analogía no es preciso. Si comparamos a una persona con otra es mejor usar la analogía. Sobre todo si las dos personas son mujeres y están conectadas íntimamente con los acontecimientos relevantes de la historia de la salvación. ¿Y qué ocurre cuando comparamos a una “Mujer” con algo como es la Iglesia? Sería entonces una “mala analogía”.

Lo último que dice Newman es que la Mujer del Apocalipsis se refiere a la Segunda Eva porque alude a la historia del Pecado

Original. Esta alusión se puede contemplar como la suprema derrota de la serpiente mencionada en Génesis 3. 15, y la derrota real del diablo del que se habla en el Apocalipsis 20, 10 y que sería el final de la batalla que comenzó en el Apocalipsis 12.

Después de haber dado tantas pruebas de que hay que considerar que la Mujer del Apocalipsis 12 es la Virgen María, Newman se refiere al por qué de la importancia de esta interpretación:

“Si eso es así, si la Escritura se refiere realmente a la Bienaventurada Virgen cuando nos habla de una mujer vestida de sol, coronada de estrellas de cielo

y con la luna bajo sus pies ¿cuál será la magnitud de la gloria que debemos tributarle? y ¿qué vamos entonces a decir de aquellos cuya ignorancia les hace ir en contra de la voz de la Escritura, de los Santos Padres, de la tradición oriental y occidental y que por tanto desprecian a aquella a la que el Señor se complació en honrar?”12

Newman parece que dice que si la gente, en nombre de Cristo, decide ignorarla e incluso degradarla, es porque se comportan de forma estúpida. Por eso no se sabe si es mejor reír o llorar.

Para terminar, vamos a considerar el aspecto externo de

María en los comienzos de las narraciones de la Sagrada Escritura. Se la representa como una adolescente embarazada que a pesar de eso es la Nueva Eva, que lleva en su vientre al Nuevo Adán. Pero esta mujer de aspecto corriente será elevada a alturas tales que llegará a ser considerada signo de contradicción para aquellos que pretendan ser seguidores de su Hijo.

¿Por qué? Porque nos fijamos solo en su apariencia externa y no en su realidad profunda. Decidámonos a pedir perdón por nuestro orgullo y profundicemos en la realidad interior del papel y de la persona de María. No nos formemos una opinión superficial a partir de nuestro pasado herido,

sino fundémosla en la verdad de la Palabra de Dios que se encuentra en la Sagrada Escritura.

Notas

1. Traducción española a partir de See E. Przywara, The Heart

of Newman. San Francisco: Ignatius Press, 1997, p. 91.

2. Traducción española a partir de L. Gambero, Mary and the Fathers of the Church. San Francisco: Ignatius Press, 1999, p. 53.

3. Traducción española a partir de J. Newman, Mary: The Second Eve. Rockford, IL: Tan Books, 1982, p. 2.

4. Ibid.

5. Traducción española a partir de L. Gambero, Mary and the Fathers of the Church. San Francisco: Ignatius Press, 1999, p. 55.

6. Traducción española a partir de J. Newman, Mary: The

Second Eve. Rockford, IL: Tan Books, 1982, p. 3.

7. Documentos del Vaticano II. Constitución Dogmática sobre la Iglesia N. 56.

8. Traducción española a partir de J. Newman, Mary: The Second Eve. Rockford, IL: Tan Books, 1982, p. 2.

9. Ibid. p. 17.

10. Ibid. p. 18.

11. Traducción española a partir de J. Newman, Mary: The Second Eve. Rockford, IL: Tan Books, 1982, p. 18.

12. Traducción española a partir de J. Newman, Mary: The Second Eve. Rockford, IL: Tan Books, 1982, p. 19.

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LOESPIRITUAL************

MARÍA COREDEMPTRIX Si nos preguntamos cuál es el papel de María como “Coredemptrix”, debemos referirnos primero a la etimología del término. “Co” viene de la raíz latina “cum” de la que viene la preposición “con”. Otro ejemplo de la misma raíz lo tenemos en “Compasión”, palabra en la que el prefijo “cum” junto con la raíz de “pasión” que significa “sufrimiento” forma lo que significa “sufrir con alguien”. Por lo tanto compartir los sufrimientos de Cristo significa tener compasión.

En latín “co” nunca se utiliza para establecer una relación de igualdad. En inglés si pero solo

con ciertas connotaciones secundarias. Como la lengua oficial de la teología de la Iglesia católica es el latín, el significado de “Coredemptrix” que se le da a la Virgen tiene que ajustarse al significado de este prefijo en latín.

“Redemptrix”, otro término latino, se aplica sin más a la mujer encargada del llevar a cabo el trabajo de la redención. El sufijo “trix” es en latín un sufijo que indica género femenino. Por tanto “Coredemptrix” es la mujer que participa en la obra de la redención. El término es por sí mismo muy poco preciso y no se aplica a una única función.

Hay que recalcar que este término no designa solo a la Bienaventurada Madre sino a

cualquier mujer que colabore en la obra de la redención. Así se puede decir que mi madre es también un instrumento colaborador de Cristo porque me bautizó. Lo mismo se puede decir de las monjas o de cualquier laica que enseñe religión, o incluso de las amigas que han pedido por mí para que sea bueno. En definitiva, cualquier mujer que me haya ayudado a conocer a Cristo o a profundizar en mi relación con Cristo puede con todo derecho ser llamada “coredemptrix”.

Con ese sentido general, el término puede usarse para describir a la Bienaventurada Virgen María considerando que no es un título excesivo, sino incluso escaso, ya que no se le aplica solo

a ella sino a cualquier mujer que coopere a la obra de la redención.

Yo lo equipararía a esa costumbre molesta de hablar de la Virgen como si fuera nuestra “hermana en la fe”. Pues toda mujer de fe es una hermana pero Bienaventurada Virgen María solo hay una.

La definición del término redención en teología tiene dos vertientes: la redención objetiva se refiere a la adquisición de la gracia redentora y la redención subjetiva a la distribución de la gracia redentora. Por eso cuando utilizo el término “coredemptrix” en un sentido general, lo hago para referirme solo a la redención subjetiva.

Porque cuando mi madre me bautizó no me ayudó a adquirir la gracia redentora, ya que solo el sacrificio que Cristo hace de sí mismo en el calvario puede redimir. Lo que ella hizo fue ayudar a la distribución de esa gracia que Cristo adquirió de forma sobreabundante.

Por lo tanto, en el caso de la redención subjetiva, “coredemptrix” es un término que se aplica no solo a la Bienaventurada Virgen María sino también a cualquier mujer que haya colaborado en la distribución de la gracia redentora y por esa razón la pregunta correcta que hay que formularse no es si María es “coredemptrix” sino más bien en qué sentido concreto se le puede

aplicar este término a ella y no a las demás.

La respuesta a esta pregunta se encuentra en la definición de la redención objetiva. Si se puede decir que muchas mujeres han participado en la redención subjetiva, en distribuir la gracia de la redención, sin embargo, solo de María se puede decir con propiedad que ha colaborado en la redención objetiva y también en la adquisición de la gracia redentora.

En este punto deberíamos de nuevo afirmar que la sobreabundancia de la gracia redentora que ahora tenemos todos a nuestra disposición nos la ganó el Hijo de Dios, Jesucristo, al ofrecerse en la cruz en el calvario. Esta muerte sacrificial en la cruz

adquirió de una vez por todas, la sobreabundancia de la gracia redentora que ha hecho posible la redención universal.

Sin embargo, y precisamente por eso, si pudiéramos afirmar con verdad que se requería la participación de María para que se consumase el ofrecimiento de Cristo en la cruz en el calvario, se confirmaría su papel de “coredemptix”. Lo que yo afirmo es que la Sagrada Escritura, la Sagrada Tradición y el Magisterio de la Iglesia Católica dejarán claro que la participación de María en el ofrecimiento de Cristo en el Calvario fue crucial e indispensable en dos sentidos. Era indispensable hasta tal punto de que podemos afirmar con

propiedad que sin la cooperación de María, el ofrecimiento de Cristo en la Cruz, de su “carne para la vida del mundo” (Juan, 6, 51) en el calvario, no habría sido posible.

El papel de María como “Coredemptrix” sólo se entiende con propiedad en su relación con el sacrificio de Cristo en el Calvario. Incluso para entender el Calvario mejor tenemos que hacernos algunas preguntas relativas a ese acontecimiento.

La primera premisa que hay que establecer es que el calvario fue un sacrificio. La Carta a los Hebreos dice que Cristo es en realidad el único sacrificio que hizo innecesarios los sacrificios llevados a cabo en la antigua alianza:

“Por eso, al entrar en este mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo - pues de mí está escrito en el rollo del libro - a hacer, oh Dios, tu voluntad.” (Heb 10, 5-7).

El autor de la Carta a los Hebreos explica así este pasaje:

“Abroga lo primero para establecer el segundo. Y en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo” (Heb 10, 9-10).

En este pasaje se ve no sólo que el Calvario fue un sacrificio, sino también que lo que fue sacrificado en el calvario fue “El cuerpo de Jesús de una vez para siempre”.

Una vez establecido que en el Calvario hubo un sacrificio y lo que allí se sacrificó, la cuestión lógica que se plantea a continuación es: “¿Quién llevó la ofrenda?”, puesto que la ofrenda era “el cuerpo de Cristo de una vez para siempre”, tenemos que retrotraernos al momento de la encarnación (la creación de la carne) de Dios en hombre para obtener así un punto de vista más completo del acto redentor del Calvario. Y al plantearnos así las cosas, el objeto fundamental de la historia de la

salvación es la Anunciación (Lc 1, 26-38).

San Bernardo de Claraval consideró que la Anunciación era un momento tan crítico como para describirlo de esta manera:

“Todo el mundo de rodillas esperando la respuesta de María al Ángel, porque del deseo que exprese en su palabra depende la salvación de los hijos de Adán, de toda su descendencia”. 1

Para entender por qué fue este un momento tan crítico hay que recordar que Cristo ofreció su “carne para la vida del mundo” (Jn 6, 51) en el Calvario. Incluso, hablando con lógica, para que Cristo tuviera carne para ofrecer a

Cristo, tenía que haber sido encarnado –Dios tenía que hacerse hombre.

Y sólo a través de este “fíat” libremente dado, o de este “si”, de María al plan de Dios que le había sido anunciado por medio del Arcángel Gabriel en la Anunciación, pudo realizarse este acontecimiento. Su consentimiento libre al plan de Dios fue el que nos dirigió directamente hacia la redención de toda la creación. Sin el “fíat”, el “si” de María a la Anunciación, sencillamente no se habría llevado a cabo el ofrecimiento de Cristo. Y nadie nos garantiza que Dios hubiera encontrado otro medio para llevar a cabo la redención si María

hubiera dicho que no a la Anunciación.

La teología católica se opone al voluntarismo e insiste en que Dios no obra de modo arbitrario sino que actúa siempre del modo que le corresponde a un ser divino. Por esta razón requiere la cooperación libre de los hombres. Porque si obligase o forzase a los seres humanos a seguirle corrompería su propia naturaleza de Dios. Por eso María, como representante de toda la humanidad tuvo que dar su “fíat”, su “si”, libremente en el momento de la Anunciación para que se llevase a cabo el plan de Dios con respecto a la redención de toda la humanidad.

Por eso, por su “fíat”, por su “si” a la Anunciación, María ayudó,

en un sentido instrumental, a que Cristo fuera Carne. Y esta verdadera carne de Cristo es la que se ofreció después en el Calvario para la redención de los seres creados. Por esta razón y sólo por ella puede llamarse con propiedad a María “Coredemptrix” junto con su Hijo, nuestro Redentor Jesucristo, de toda la humanidad y de toda la creación.

Pero el papel de “Coredemptrix” de nuestra Bienaventurada Madre no termina en la Anunciación. Como profetizó Simeón, María está unida inseparablemente al sufrimiento de su hijo.

«Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de

contradicción - ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones (Lc 2, 34-35).

En su encíclica La Madre del Redentor, el Papa Juan Pablo II dijo de este pasaje:

“El anuncio de Simeón parece como un segundo anuncio a María, dado que le indica la concreta dimensión histórica en la cual el Hijo cumplirá su misión, es decir en la incomprensión y en el dolor. Si por un lado, este anuncio confirma su fe en el cumplimiento de las promesas divinas de la salvación, por otro, le revela

también que deberá vivir en el sufrimiento su obediencia de fe al lado del Salvador que sufre, y que su maternidad será oscura y dolorosa.” 2

En definitiva, a María su maternidad le proporcionará privilegios y honores pero también un gran sufrimiento.

El clímax de ese papel de María como “coredemptrix” se da en el Calvario. Solo se habría podido llevar a cabo el drama del calvario estando María en su papel de “coredemptrix” a la sombra de su hijo Jesucristo, Redentor de toda la humanidad y de toda la creación. Por lo tanto, si la misión de Cristo se culmina en el calvario, también lo hace la de María. Y volviendo a nuestra argumentación sobre el

momento del calvario, tenemos que volver a recordar hasta dónde nos ha llevado esta escena.

Hemos dejado claro en primer lugar, que lo que se realizó en el calvario fue un sacrificio y que el objeto del sacrificio del calvario fue “el cuerpo de Jesucristo de una vez para siempre”. Después hemos considerado que Dios fue quién proporcionó el sacrificio pero que la cooperación libre de la Virgen fue necesaria también en un sentido instrumental. Esta cooperación libre de María comenzó con la Anunciación pero no terminó allí. Queda por tanto esclarecido el hecho de que hubo un sacrificio y la persona que llevó a cabo ese sacrificio. Nuestro siguiente paso argumentativo es

determinar quién proporcionó la víctima de ese sacrificio.

Nos encontramos con una primera dificultad a la hora de responder a esta pregunta y es la de que la función del sacerdote (el que ofrece el sacrificio) en el calvario puede no ser exclusiva. Quizá una analogía pueda sernos útil para entender esto y es la del sacrifico de la Misa y su íntima conexión con el del Calvario. Ahora sabemos que en la Misa un sacerdote ordenado es la persona principal que celebra el sacrificio. Pero sabemos también que a la gente que asiste a la Misa se le pide que tenga una participación activa en ella.

Nos será de gran ayuda para dejar claro quién es el sacerdote

primordial en el calvario, la Carta a los Hebreos:

“Se presentó Cristo como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de una Tienda mayor y más perfecta, no fabricada por mano de hombre, es decir, no de este mundo.

Y penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna (Heb 9,11-12).

La Carta a los Hebreos desenmascara ciertamente la gran ironía del Calvario. Que la víctima

que fue ofrecida también actuó de “Sumo Sacerdote”.

Sin duda Jesús ciertamente no se ofrece solo a sí mismo en el calvario. Pues su madre María, como había hecho en la Presentación, una vez más ofrece a su hijo. La Constitución dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II afirma:

“Así también la Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz, en donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie, se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su

sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por Ella misma.”3

María acompaña a su Hijo hasta la Cruz y soporta “la intensidad de su sufrimiento”. Y además de todo eso, incluso soporta la inmolación, la aniquilación de la víctima. Este hecho nos platea otra pregunta: ¿Por qué necesita María soportar el calvario?

La respuesta a esta pregunta nos la da el Papa Benedicto XV:

“El Papa Benedicto XV (1914-1922) no solo confirma la doctrina de la corredención de maría, tal como fue expuesta por los papas de la edad moderna, sino que

también presenta la verdad mariana con aún mayor claridad.

“...El hecho de que ella estuviera con su hijo cuando lo crucificaban y en el momento de su muerte, es acorde con el plan divino. Hasta tal punto sufrió María que estuvo al borde de la muerte al contemplar el sufrimiento y la muerte de su Hijo. Hasta tal punto renunció al derecho que tenía sobre su hijo por ser su madre en favor de la salvación de los hombres, que Lo inmoló –en la medida en que pudo- para apaciguar la justicia de Dios, que podemos en justicia afirmar que

redimió el género humano junto con Cristo.”4

Todas las madres tienen derecho a amamantar, proteger y defender las vidas de sus hijos. Es este un derecho natural y en el caso de María sería también un derecho de gracia. Por tanto, si María le hubiera rogado a Dios que Cristo no hubiera sufrido daño, tenemos suficientes motivos para pensar que Dios se lo habría concedido. Pero no lo hizo y por eso podemos decir que María colaboró en el ofrecimiento de su Hijo en el calvario y que de un modo indirecto y subordinado participó en la ofrenda del sacrificio.

El hecho de que consintiese en que Cristo sufriera en el calvario y su propia posición como madre

implican que María participó de un modo más profundo en los sufrimientos de su Hijo. El Papa Juan Pablo II dice al respecto:

“Fue en el Calvario donde el sufrimiento de María Santísima, junto al de Jesús, alcanzó un vértice ya difícilmente imaginable en su profundidad desde el punto de vista humano, pero ciertamente misterioso y sobrenaturalmente fecundo para los fines de la salvación universal. Su subida al Calvario, su « estar » a los pies de la cruz junto con el discípulo amado, fueron una participación del todo especial en la muerte redentora del Hijo”.5

A la luz de este “tipo especial de participación” que tuvo María en la muerte redentora de Cristo en la Cruz en el calvario, se puede afirmar con seguridad que María participó de forma especial en el ofrecimiento del sacrificio de su Hijo.

Se puede por tanto afirmar que desde el punto de vista del instrumento, María proporcionó el objeto del sacrificio, el cuerpo de Cristo, en el Calvario. Es más, se puede decir que en sentido secundario y subordinado, ayudó a ofrecer el sacrificio del Calvario. Por esos dos hechos, incluso si sólo hubiera esos dos, podríamos afirmar que María es “Coredemptix” de toda la humanidad y de toda la creación. Y

con seguridad se puede afirmar con los Santos Padres que “La muerte vino por medio de Eva y la vida por medio de María."6

¿Y qué implica exactamente para nuestra fe la grandiosa proclamación del papel de María como “Coredemptrix”? Para terminar, permítaseme exponer el pensamiento del Reverendo Arthur Burton Calkins:

“Aunque el papel de María como “Coredemptrix” sea único porque única es su relación con Cristo, sin embargo ella es también el prototipo humano perfecto de colaborador en la obra de la salvación y de participante en los sufrimientos de Cristo por el bien del cuerpo místico de

la Iglesia (Col. 1, 24). En palabras de Juan Pablo II es “el mayor modelo de cooperación en la obra de la salvación”. De ahí que no solo la consideración de su papel como corredentora esclarezca su grandeza y la eleve al mayor honor que se le puede otorgar a una criatura humana (hyperdulia), sino que también ilumina el papel y la vocación de todos los cristianos.”7

Es ahora cuando vemos hecho realidad el axioma teológico de que lo que es válido para la Virgen María, debe serlo en menor medida para todos nosotros.

María “Coredemptrix” es ciertamente el modelo para todos los seguidores de Cristo. Por ello proclamar la verdad sobre su misión debería promover y no impedir la unidad de los cristianos. La redención objetiva llevada a cabo por el ofrecimiento de Cristo en el calvario nos eleva directamente a participar en la redención subjetiva que está en el corazón y en la misión de la Iglesia.

De este modo se nos manifiesta esta gran verdad de la vida espiritual: que lo subjetivo puede cooperar con lo objetivo y que muchas veces ocurre así. Que nosotros, como simples seres humanos llenos de subjetividad podemos encontrar y disfrutar del

poder de Dios en forma de superabundancia de la gracia que Cristo ha conseguido no para muchos de nosotros sino para todos nosotros.

Notas

1. Traducción al español de O”Carrol, M., Theotokos: A Theological Encyclopedia of the Blessed Virgin Mary. Collegeville, MI: Liturgical Press, 1982, p. 106-107.

2. Sección 16 de la Encíclica “La Madre del Redentor” de Juan Pablo II. 1987.

3. Número 58 de La Constitución Dogmática sobre la Iglesia del

Vaticano II.

4. Traducción al español de Miravalle, M., Mary: Coredemptrix, Mediatrix, Advocate. Santa Barbara, CA: Queenship Publishing, 1993, p. 16-17.

5. Sección 25 de la Carta Apostólica Salvifici Doloris de Juan Pablo II.

6. Número 56de La Constitución Dogmática sobre la Iglesia del Vatican II

7. Traducción al Español de Calkins, A., Mary: Coredemptrix, Mediatrix, Advocate: Theological Foundations II. Ed. M. Miravalle. Santa Barbara, CA: Queenship Publishing, 1996,

p. 145-146.

Las citas bíblicas están tomadas de La Biblia de Jerusalén. http://www.bibliaonline.net/?lang=es-AR

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***EL AUTOR

John C. Wilhelmsson es escritor y profesor de filosofía en la Universidad Pública de San José.

Fundó en 2012 “Chaos To Order Publishing”.

Su primer lanzamiento fue un besteller, una investigación filosófica original: The Transposition of Edith Stein: Her Contributions to Philosophy, Feminism, and The Theology of the Body. A este siguió una historia real titulado A Pilgrimage to Iceland.

Actualmente está trabajando en reeditar y traducir a un inglés más actual y con ilustraciones las obras del gran escritor jesuita de Islandia Jon Sveinsson (Nonni).

Más información sobre Chaos To Order Publishing en website (www.c2op.com).