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52 EXILIOS EN MÉXICO Un tejido de recuerdos e historias S ILVIA D UTRÉNIT B IELOUS I NSTITUTO M ORA La Compañía Teatral El Galpón en México (Archivo de El Galpón). A 2 2 19/04/ 1 9 9/0 0 04 4/ /

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EXILIOS EN MÉXICOUn tejido de recuerdos e historias

S I L V I A D U T R É N I T B I E L O U SI N S T I T U T O M O R A

La Compañía Teatral El Galpón en México (Archivo de El Galpón).

A

2 2 19/04/ 19/04/ 19/04/ 19/04/ 19/04/ 19/04/ 19/04/ 19/04/

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nificado de la protección para la sociedad mexicana que los recibía. Es decir, en la vivencia cotidiana, los exiliados llegan y se van insertando socialmente y se generan relaciones de ida y vuelta.

El encuentro con México... con el corazón lejosEl exiliado es un emigrante. Por tanto, muchas

de sus experiencias se acercan a la de todos aque-llos que han dejado lejos su casa, su familia, sus amigos, el ambiente social, cultural, político con el que se identifican por las costumbres, los gustos y, por supuesto, la historia. Esa historia, que de algu-na manera intenta unificar a la población en tor-no a acontecimientos básicos, como por ejemplo los orígenes del espacio nacional y de su gente, la implantación del régimen colonial, la lucha por la independencia, sus héroes, las figuras principales que la encarnan, las controversias fundamentales del Estado contemporáneo y hasta el himno como entonación colectiva.

“Vengo de una sociedad que puede caracterizarse como joven, que se construyó con inmigrantes euro-peos de manera principal, que tiene en sus orígenes territoriales una colonización tardía y en la que fue exterminada la reducida población autóctona que so-brevivió a la independencia. Entre finales del siglo XIX y principios del XIX y principios del XIX XX, la población creció en forma XX, la población creció en forma XXvertiginosa con las distintas oleadas de extranjeros. En las ciudades y los pueblos uruguayos y, sobre todo, en Montevideo, se escuchaban varias lenguas y dialec-tos y hasta los panfletos de los gremios reproducían la

diversidad idiomática. Con el correr del siglo, se conservaron las hue-llas de las identidades culturales, mientras los uruguayos todos incor-poramos en nuestra coti-dianidad el sentimiento de pertenencia original proveniente de “un bar-proveniente de “un bar-proveniente de “un barco”. Esa sociedad de in-migrantes se relacionó con Europa, poco se vinculó con América Latina, lo hizo sólo con sus vecinos y en especial con su frontera occidental: la argentina.

Cuando me encontré con México hallé también a América Latina. Comencé a insertarme en la re-gión milenaria y diversa. Lo hice recorriendo algo así como un infinito túnel que me regresaba en el tiempo, mientras me iba haciendo a vivir lo desconocido. Las primeras impresiones eran culturalmente impactantes y más en lo social. Un verdadero mosaico de paisajes expresaba las vicisitudes y riquezas de una sociedad mestiza, polarizada entre la población originaria y la europea, en particular española, que me sorpren-día. Al mismo tiempo asumí que había llegado a una ciudad de ciudades, una verdadera megalópolis. Me maravillaba aún más ver a muchos mexicanos, hombres y mujeres de distintas etnias, transitar, ves-tidos con su colorida ropa distintiva, desdibujándose y reapareciendo en medio de las calles y avenidas del Centro Histórico que Humboldt denominó Ciudad

de los Palacios. Esos dignos mexica-nos me siguen atrapando emocional-nos me siguen atrapando emocional-nos me siguen atrapando emocionalmente en las entradas de los edificios coloniales, iluminados por las noches de luces amarillas, tratando de ven-der algo, comiendo cuando tienen con qué y alimentando a sus bebés con bi-berones de coca cola. Pero también no dejo de conmoverme por la preserva-ción de la cultura milenaria, pese a los muchos estragos, que se manifiesta en hombres y mujeres de los pueblos autóctonos hablando en sus distintas

de los Palacios. Esos dignos mexicanos me siguen atrapando emocionalmente en las entradas de los edificios coloniales, iluminados por las noches de lucesder algo, comiendo cuando tienen con qué y alimentando a sus bebés con biberones de coca cola. Pero también no dejo de conmoverme por la preservación de la cultura milenaria, pese a los muchos estragos, que se manifiesta en hombres y mujeres de los pueblos autóctonos hablando en sus distintas

migrantes se relacionó con Europa, poco se vinculó

El general Sandino, su

secretario en México, el

doctor José Zepeda, el

piloto Gustavo León y

miembros del Ejército

Defensor, junto al avión

“Sandino” (ca. 1934).

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lenguas. Es una realidad palpable en todo el terri-torio nacional y vuelta a dimensionar por sus con-trastes cuando transcu-rre en la gran urbe. Qué decir de la emoción que sentí cuando en el 2001 vi cómo una representa-ción de hombres y mujeres que provenían del sureste

mexicano ingresaban al recinto legislativo de San Lázaro y hacían por primera vez uso de la máxima tribuna nacional.

Llegar a México, vivir en México, fue al mismo tiempo sorprenderme cotidianamente por la inmen-sidad del mundo. Era el encuentro con esta sociedad multicultural que viene de las entrañas del México prehispánico y se ha ido alimentando con su historia, con su gente y con la que va acogiendo.”

Es innegable que en la generosidad de abrir las puertas a decenas de miles de extranjeros por causas diversas, México ha ampliado su abanico de tonalidades culturales. Hoy viven en el DF casi 60 mil personas y cerca de 500 mil en todo México nacidas en el extranjero, mientras que en los años setenta del siglo XX había algo más de 66 mil en el XX había algo más de 66 mil en el XXDF y en todo el país rebasaban los 190 mil. No to-dos coinciden en los motivos que los trajeron. Su distinción principal está dada por razones políticas o económicas, s iendo es tos últimos los que constituyen el mayor volu-men. Importa señalar que no hay ha s t a e l momento un registro preciso de cuántos son exiliados. ¿Por qué? Se debe a que el exilio es una categoría política pero no

migratoria. Distintas calidades migratorias ocultan muchas veces las razones más íntimas que obliga-ron a buscar en México un lugar donde residir. Una revisión cuidadosa de los registros censales permite intuir que el ingreso a México en deter-minados años correspondió a la búsqueda de un país de refugio por condiciones políticas adversas en los de origen. En todo caso, las cifras mejor identificadas son las que corresponden a universos reducidos de asilados y refugiados manejados por el Instituto Nacional de Migración.

“Si lo pienso, mi primer encuentro con este mundo que resultaba diferente comenzó en cuanto pisé terri-torio mexicano, en el mismo aeropuerto internacio-nal Benito Juárez. El fugaz exilio vivido en una gran ciudad como es Buenos Aires no aminoraba la huella demográfica de mi ciudad natal. Montevideo tenía entonces algo más de 1 millón 200 mil habitantes y en todo el país había alrededor de 2 millones 800 mil. Cuando bajé del avión comencé a confrontarme con los datos de una realidad que me desconcertaba en tanto crecía mi miedo ante lo desconocido. Mien-tras caminaba rápidamente por lo que aprecié como amplios e interminables corredores del aeropuerto, buscando sin encontrarlo un rostro conocido, me topé con un cartel que decía ‘nace un mexicano cada 13 segundos…’ Qué difícil de entender, mientras logra-ba sobrevivir, ese cambio drástico entre una sociedad que apenas se reproducía y otra a la que había que convencer de que ‘la familia pequeña vive mejor’.

Rápidamente fui sumando impresiones, desde el tamaño y tra-zado mismo de la ciudad, que contrastaba con el recuerdo fresco y añorado de la pequeña y bos-quejada urbe montevideana. Pero para empe-zar a construir la multiplicidad de emociones

tamaño y trazado mismo de la ciudad, que contrastaba con el recuerdo fresco y añorado de la pequeña y bosquejada urbe montevideana. Pero para empezar a construir la multiplicidad de emociones

lenguas. Es una realidad palpable en todo el territorio nacional y vuelta a dimensionar por sus contrastes cuando transcurre en la gran urbe. Qué decir de la emoción que sentí cuando en el 2001 vi cómo una representación de hombres y mujeres que provenían del sureste

mexicano ingresaban al recinto legislativo de San

Inmigranteseuropeosen Uruguaya principiosdel siglo XX.

El presidente LázaroCárdenas recibe a los “Niños de Morelia”, primer grupo de refugiados de laguerra civil española en México.

dd 55 dd 55 dd 55 dd 55 dd 55 dd 55 dd 55

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que despierta esta ciudad, debieron transcurrir días, semanas, que sin pensarlo ni quererlo fueron suman-do meses, años, décadas de mi vida.

Los hilos que forman parte de una red que co-munica con el mundo eran inimaginables para los hombres y mujeres que veníamos del sur latinoamericano en los años setenta. Para entonces comencé a identificarme no sólo como uruguaya, también como latinoamericana y, en espe-cial, como exiliada. Mi historia se hermanaba con la de muchísimas personas y en el ambiente universita-rio en el que me fui insertando reforzaba la sensación de compartir experiencias vitales. Mi tremenda nos-talgia y dolor, mis asombros y mis aprendizajes eran apenas, y de manera insignificante, unos más en las emociones de decenas de miles de inmigrantes en esta tierra del maíz y del nopal.”

Contrastes culturales… sentimientos de ajenidad

Lo que se va dando entonces en el emigrante cuando llega es un establecimiento sin los referen-tes básicos. Se produce una situación en la que se es ajeno, distinto a la inmensa mayoría de quienes habitan el lugar, se es el “otro”. Lo extraño, lo di-ferente es lo que se antepone en la relación con el medio, empezando por la fisonomía, el idioma, la fonética. Un ejemplo en el último sentido se pue-de apreciar en cierta coincidencia que ofrecen los relatos de exiliados sobre la importancia del idio-ma, tanto para una mejor inclusión como para su mayor dificultad. Como es natural, la divergencia dentro de la coincidencia del idioma español en México, para un porcentaje mayoritario de ellos, resultó al menos un elemento que sirvió de marca para establecer la “no pertenencia” al lugar.

“El sentimiento de ser distinto difícilmente des-aparece aunque con los años tiende a esfumarse. Por

cierto, al caminar por Coyoacán hace poco tiempo, y a 32 años de mi llegada a México, un incidente en la calle me permitió el siguiente diálogo: ‘Señora ¿usted no es de acá verdad?’ Ante mi desconcierto y asombro respondí: ‘Dis-culpe ¿qué me quiere

decir con que no soy de acá?’ Amablemente, y quizá también sorprendida por mi falta de comprensión, la señora me contestó: ‘Quiero decir, de origen, que no nació acá’. Lo paradójico es que, estando en Monte-video, en algunas ocasiones, pocas pero suficientes, me han preguntado: ‘¿de dónde sos?’. Y es que la forma de hablar es una huella casi imborrable para mu-chos, que delata ese ser el ‘otro’, desorienta, recuerda, cuestiona que no se es de un lugar o que se es de más de uno.”

Es posible que la marca de no pertenencia a un lugar provoque una serie de episodios que toda co-munidad extranjera vive como parte del anecdota-rio de sus “choques” cotidianos con el vocabulario local. Cuántas y diversas formas tenemos quienes hablamos español para referirnos a objetos, accio-nes, hechos, por generalizar lo que sirve para el “no entendimiento”. El encuentro con las distintas versiones nacionales del español en el día a día en la calle, en el mercado, en la escuela o en la oficina produce un “a qué se refiere”, “qué quiso decir”, “qué es lo que necesita” y un largo etcétera.

“Recuerdo los primeros años de exilio en México, cuando me sorprendía por el desencuentro con las ma-neras de llamar las cosas y hasta por los nombres y los apodos. Nosotros, con to-tal naturalidad, hacíamos referencias, solicitábamos productos o narrábamos circunstancias, sin advertir el otro sentido que podía

cierto, al caminar por Coyoacán hace poco tiempo, y a 32 años de mi llegada a México, un incidente en la calle me permitió el siguiente diálogo: ‘Señora ¿usted no es de acá verdad?’ Ante mi desconcierto y asombro respondí: ‘Dis-culpe ¿qué me quiere

“Mario Benedetti, Luis

Echave y Rubén Yañez en el local sede de la CDU en la ciudad de

México”Archivo CDU.

bicentenario Mónica indd 56 19/04/2009 05:13:53 p m

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tener para los mexicanos. A la inversa, no salíamos del asombro por las formas de denominar algunos ali-mentos en las panaderías, en las dulcerías o en las tla-palerías y, hasta cómo se nombraban algunas activi-dades laborales. También recuerdo cómo, pese al dolor y a la nostalgia de aquellos años, era posible divertirse con lo acontecido, que a su vez era transmitido me-diante cartas a los familiares y amigos. Cómo no con-tar que era posible ponerse cachuchas en la cabeza o comprar conchas en las panaderías, cajetas envinadas en las tiendas y pijas de plástico en las tlapalerías. Por supuesto que a ello se sumaba que los ómnibus eran camiones, los autos carros, la remolacha betabel, el ananá piña, los zapallitos calabacitas y las frutillas fresas. Los diccionarios se fueron enriqueciendo tanto para nosotros como para los mexicanos que formaban parte de nuestro entorno. Cómo no rememorar la sor-presa de una colega cuando le comenté que se había roto mi auto, pues imaginó, como corresponde, que se había destrozado, partido a la mitad por decir algo y yo sólo quise decir que se había descompuesto.

La gentileza mexicana resumida en la expresión ‘su casa de usted’ fue parte del (des) encuentro idio-mático, ya que condujo a que muchos extranjeros nos sorprendiéramos por la invitación a nuestra propia casa por parte de algunos amigos. Comidas, cenas preparadas por doquier en casas de unos y otros pero con resultado de ágapes fallidos por no entender que ‘su casa de usted’ es la de quien la ofrece.”

El entendimiento de culturas no es sencillo. Las acciones fraternas se producen de manera si-multánea a una diversidad de códigos y prácticas que provocan gran desconcierto. Se trata entonces de ir descifrándolos. Por ejemplo, comprender la

política mexicana, el ré-gimen de los años seten-ta, constituyó un desafío para los exiliados sudame-ricanos. Si bien ellos ha-bían huido de sus países por la persecución políti-ca, por la implantación de dictaduras con una fuerte presencia militar, cada

uno traía consigo las costumbres y prácticas más arraigadas de una cultura previa. Los uruguayos, pese a haber vivido en su país el golpe de Estado de 1973, conservaban una fuerte referencia a la larga trayectoria democrática, a la presencia permanente de la competencia partidaria y a la práctica de elec-ciones concurridas y transparentes. Insertarse en México les exigía entender un entramado político muy distinto.

La década de los setenta fue la que registró el mayor volumen de ingreso de exiliados de Argenti-na, Chile y Uruguay a México; fueron años en los que se condensaron algunos datos desorientadores de la política interna y la política externa mexica-nas. Es decir, los exiliados eran recibidos, mientras en México sucedían acontecimientos como los si-guientes.

1) En las elecciones nacionales de 1976 se pre-sentó un solo candidato con registro a la presiden-cia de la República, José López Portillo (PRI). La competencia electoral no existía.

2) El sindicalismo independiente trataba de abrirse camino en una sociedad de fuertes corpo-raciones y con un partido hegemónico.

3) La memoria fresca de las manifestaciones estudiantiles de 1968 y 1971 se compartía en los estrechos círculos de la izquierda mexicana.

4) Los grupos guerrilleros y los militantes so-ciales y políticos eran reprimidos hasta llegar a poner en evidencia que en México también había detenidos desaparecidos.

“Para nosotros era difícil concebir que mientras México protegía y daba asilo a perseguidos políticos de países diversos y distantes, otorgándoles residencia ofi-

política mexicana, el ré-gimen de los años seten-ta, constituyó un desafío para los exiliados sudame-ricanos. Si bien ellos ha-bían huido de sus países por la persecución políti-ca, por la implantación de dictaduras con una fuerte presencia militar, cada

Manifestacíón de apoyo al pueblo chilenoen México, septiembre 14 de 1973.

Camerata Punta del Este en la Sala Netzahualcóyotl de la UNAM, agosto 26 de 1977.

bicentenario Mónica indd 57 19/04/2009 05:13:54 p m

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cial, se producían he-chos que, con los años, comenzaron a recono-cerse como factibles de ser investigados judi-cialmente. Cuando el nuevo milenio estuvo próximo, la relectura del pasado se acercó. Algunos sucesos pare-cían relacionarse con los que se discutían y

demandaban en mi país (esclarecimiento de lo suce-dido con la represión estatal de las décadas recientes, encauzamiento de los posibles responsables de las vio-laciones a los derechos humanos). Sin duda, a muchos nos costaba desentrañar la compleja arquitectura de la lógica política del régimen mexicano.”

En el caso de los exiliados, las dificultades para descifrar los códigos culturales y políticos acompa-ñan una condición de residente “mientras tanto”. El exiliado tiene el corazón en su país de origen, pero está en el otro, en el que habita. Es frecuente usar un estereotipo del exiliado como aquel que muestra la imagen de la valija pronta o a medio hacer para el regreso, viendo su residencia como provisoria. Se intenta representar con ello la idea de que el exiliado rechaza el establecimiento for-mal, objeta toda condición que le permita echar raíces en el país en el que se refugió. Por supuesto, cualquier caracterización como la anterior peca de generalizar experiencias incontables y cualitativa y emocionalmente diversas.

Con mayor o menor obstáculo, la integración de muchos de los exiliados al medio se va configu-rando. Lo que producía desconcierto, irritación y hasta rechazo se transforma en aceptación y deleite por el otro tipo de sociabilidad. México comienza a contagiar con sus colores, sus sabores, su sentido de la festividad y, qué decir, de su arte popular.

La tolerancia crece al tiempo que el intercam-bio tiene un doble sentido: México hace crecer culturalmente a sus inmigrantes, provoca que, sin querer queriendo, tomen como propios muchos de

sus códigos culturales y ellos, a su vez, transmitan música, literatura, cocina, entretenimientos que alimentan el colorido social mexicano. Entonces el exilio no es solamente desgarramiento, es también esperanza, aprendizaje.

La posibilidad del regreso... lo acontecido, lo transformado

Cuando cambian las condiciones políticas en el país de los exiliados, desaparecen formalmente los motivos que les obligaron a la huída, a vivir lejos. Los tiempos de los exilios varían mucho, sin duda, cuánto más largos la huella del país de refugio adquiere una mayor fuerza. Se combinan allí los años de cotidianidad social y laboral con cambios en la estructura familiar, sumados al aprendizaje cultural y al crecimiento afectivo por la “patria de adopción”.

La vida del exiliado es un ocurrir con el corazón lejos, con el pensamiento en lo que se dejó, desga-rrado por las pérdidas y aferrado a no instalarse de manera definitiva mientras se va aquerencian-do en la tierra que lo recibió. Su idea, su proyecto es regresar. La posibilidad se concreta, el regreso a su país es posible, puede materializarse lo que se idealizó durante el tiempo del exilio. Se le plan-tea un reto decisivo: desandar el camino. Entonces una nostalgia con contenido distinto se añade a su subjetividad: una nueva pérdida se le hace presen-te. ¿Por qué? El exilio se incorporó en su vida, se instaló un “estado de exilio”, que comprende una transformación afectiva y cultural construida en el destierro, en el país que lo recibió y le protegió.

En los años ochenta del siglo pasado comenza-ron las aperturas políticas, se concretaron algunas de las transiciones que revirtieron las dictaduras, uruguayos y argentinos podían regresar a sus paí-ses, los chilenos tendrían que esperar unos cuantos años más. Los exiliados iniciaron el regreso, no todos, pero unos y otros concordaron en sentir que el exilio los marcó, en que era una realidad in-quebrantable. Y se descubre que, a pesar de haber retornado, no se regresó al país que se dejó y ya no se es el mismo de antes. El exilio termina formal-

cial, se producían he-chos que, con loscomenzaron a recono-cerse como factibles de ser investigados judi-cialmente. Cuando el nuevo milenio estuvo próximo, la relectura del pasado se acercó. Algunos sucesos pare-cían relacionarse con los que se discutían y

bicentenario Mónica indd 58 19/04/2009 05:13:56 p m

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mente, pero entonces comienza otra consecuencia profunda de la experiencia vivida: una identidad transformada, una pertenencia cultural acrecenta-da, un corazón compartido. Quienes fueron exilia-dos comienzan a vivir otra forma de añoranza, sin pensarlo y menos proponérselo, son nuevamente otros.

“Rememoro aquel momento, corrían los años 1984-1985, que se repetirían en su complejidad en 1989-1990… Dialogamos en la familia sobre el re-greso, nunca lo habíamos puesto en duda, aunque tampoco fuimos de quienes vivían con la maleta a medio hacer. El dolor se repitió, la sensación de aban-dono, de despojo, apareció sin pensarlo. Entonces se planteó una opción: irse o quedarse, ambas tocaban los afectos. Cuando salimos huyendo de Uruguay, cuando la experiencia se repitió en Argentina, la op-ción de quedarse existía, pero representaba un alto riesgo para nuestra libertad y probablemente para nuestra vida.

Vuelvo a vivir el desgarramiento que para mu-chos fue dejar México como para mí despedirlos…Para todos, el exilio se convertía en una realidad in-eludible, se podía retornar pero ya no se era el mismo. El retorno estaba envuelto en una nueva ausencia, en otra sensación de pérdida. Mirado con menos dolor aunque se mantenga la nostalgia, el exilio fue una derrota, fue lejanía de los seres queridos y ajenidad del medio en que se debió permanecer para conservar la libertad y la vida, al mismo tiempo que aprendía-mos a conocer, a valorar, a querer a un universo más grande.”

México ha sido punto de encuentro de nume-rosos flujos migratorios, de exilios en particular. La historia del siglo XX constituye el mejor exponen XX constituye el mejor exponen XX -te. Hombres y mujeres provenientes de muy diver-sas culturas, de países muy distantes, coincidieron en el cobijo que el país ofreció. Con ellos creció también el entendimiento de que los exiliados lle-gan huyendo, residen aquí sin casi querer hacerlo, pero al irse no lo hacen sin dolor, sin haber dejado parte de ellos mismos en la tierra mexicana.

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PARA SABER MÁS:

Babel, Ciudad de México, México, Instituto de Cultura-Gobierno del Distrito Federal, 1999 (varios volúmenes).A,! B,! B,! ."'!,$ C!%-"$ (ed.), S'10'! D'10'! D'10'! .-"&,'-B'*1$.% y G.!(!1.)* R$("#;.*8 R$("#;.*8 R (* I-!, Tras la memoria. El asilo diplomático en tiempos de la Operación Cóndor, México, Instituto Mora/ IC-Gobierno del Distrito Federal, 2000.Ciudad de México. Ciudad solidaria. Capital de asilos (Textos de Fabrizio Mejía Madrid), asilos (Textos de Fabrizio Mejía Madrid), asilosMéxico, Gobierno del Distrito Federal-Rumbo al Bicentenario-Casa Refugio Citlaltépetl, 2008De dolor y esperanza. El asilo un pasado presente,60 minutos. (Realización: Silvia Dutrénit, Carlos Hernández y Guadalupe Rodríguez de Ita), México, Instituto Mora/Conacyt, 2002. (CD).Exilio. La experiencia argentina, 58 minutos (rea-lizador: Sergio Schmucler), México, TV UNAM, 1996 (CD).http://www.nacionmulticultural.unam.mx/MEXICANOS/menu/cine_01.htmlE.;*,'! M.;*,'! M.;*,'! *2*" y *2*" y *2*" E0!E0!E S0! S0! !1;!($, Un refugio en la memoria. La experiencia de los exilios latinoamericanos en México, México, Océano, 2002.

PinochetPinochetpor Naranjo.por Naranjo.

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