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ROUTE, hebdomadain tLe La ty-3.&.£. en (J¡cance innée Vil Prix 1 2 francs 17 JUNIO 19S1 Rédaetlon et Administraron 4, me Belfort, 4 TOULOUSE (Haute-Garonne) C.C. Postal N 1328-79 Toulc (Hle-Gne) ózjQQurb^ da la Eib-ettad &. eáela/Ltitiid, am,azq(ULÍa # eátadñ- éért&iL 2?6e afri el di- lema de tandea lú-á ¡ tiempKLfá, TRUMAN nueva esperanza de FRANCO L A l'rensa francesa ha publicado y comentado una noticia, procedente de Estados Unidos, según la cual el embajador Lequerica ha pronunciado un discurso, en Detroit, en el curso del que ha declarado que «su país» está presto a parti- cipar en la defensa atlántica si los Estados Unidos le dan los medios necesarios. La noticia en si carece de importancia. El hecho de que Franco utilice a Lequerica para manifestar sus deseos de co- bijarse a la sombra de la potencialidad económica de Estados Unidos no puede extrañar a nadie. Es lo lógico, lo natural, puesto que la historia no hace más que repetirse, cambiando tan sólo uno de los personajes. Ayer era Hitler quien escucha- ba complacido las ofertas de Franco; hoy todo demuestra que M Truman quien asume ese triste papel. Para Franco, iluso de conveniencia, el problema español es simplemente un problema de tipo económico. Bajando el pre- cio del pan, afirman sus fingidas convicciones, baja también la tensión nerviosa del Pueblo, y en consecuencia desaparecen los peligros que encierra la indignación popular. Sin embargo, no es propio de economistas tan expertos como los de Wall Street dejarse confundir por forzadas apariencias o por frases hechas a imagen y semejanza de acariciadas ilusiones. Los vampiros de la finanza acostumbran a medir meticulosamente las posibilidades de ganar que tienen en todo juego, y rara vez juegan cuando el negocio no es seguro. ¿Jugarán en esta ocasión? Mac Carran, que a cada momento se afirma como ventajista y tramposo de primer orden en los sucios juegos de la poli- tica, ya ha anunciado su intención de pedir al Congreso nor- teamericano que vote 100 millones de dólares para armar a la España franquista. Y la Prensa falangista ha lanzado al vuelo sus campanas para anunciar que el Departamento de Estado norteamericano examina actualmente la utilidad que pudiera presentar la concesión de nuevos créditos a la España fascista. Incluso parece ser que Mr. Averell Harriman, consejero del Presidente Truman, estudia personalmente—¡cuánta considera- ción a! asesino Franco! una petición franquista tendente a obtener urgentemente 20 millones de dólares para adquirir pro- ductos de necesidad perentoria para la economía del país. No es posible prever lo que los gobernantes de Estados Uni- dos determinarán. En el rio revuelto del bolchevismo y del occidentalismo trata de pescar sus ganancias el fascismo his- pano. Siempre hubo «razones de Estado» para justificar los crímenes más horrorosos y las acciones más canallescas. Qui- zás encuentre Truman alguna de esas «razones» en esta oca- sión, como las encontró cuando abrió—aunque sólo en cierto modo—las puertas de la O.N.U. al más odioso de los dictado- res que en la actualidad existen en el mundo. Pero el problema español tiene raíces más profundas que las que puede cortar el capitalismo yanqui, y aunque llegase un día a producirse el milagro de la multiplicación de los pe- ces y los panes, Franco seguiría siendo el enemigo de la clase trabajadora española. Y es que existen en la Península un millón de tumbas que perpetúan el recuerdo de lo que fué la acción del fascismo frente a las ansias de libertad que tuvo y tiene el Pueblo español. Suavizar el régimen, preconizaba inocentemente el más alto personaje de la política estadounidense; y cuando el Pueblo ha creído que los fusiles fascistas tenían motivos para enmu- decer, se han producido en España manifestaciones antifascis- tas de un carácter y de una envergadura desconocidos por completo en países totalitarios. Si Truman persiste en su ayuda al fasqismo, Que no le pida 3 éste que «suavice» nada, porque de escucharle el régimen to- talitario se hundiría rápidamente, estrepitosamente, y sin dar tiempo a que los financieros neoyorquinos recuperasen los 17 millones de dólares que ya entregaron a Franco para que pudiese prolongar el martirologio del Pueblo español. De todas formas, quizás decida el señor Truman enviar ca- ñones y tanques a la España fascista en vez de enviar dóla- res ; pero si tal idea llega a ocurrirsele, que piense en enviar también hombres, porque el proletariado español no sabría utilizar esas armas, salvo para ametrallar el corazón de la hiena fascista. Y eso, ya sabe todo hombre digno que al capi- talismo yanqui no le interesa. < M | I. día primero del próximo mes <0't ^ e ' u ''° s e VM n ; l cumplir dos •-^-1 siglos que apareció el primer que apareció el prii volumen de la «Enciclopedia». Fué, pues, en el primero de julio del año 1751 que en Francia, unos cuantos hom- bres de talento y de ideas generosas, los llamados «enciclopedistas», tuvieron la satisfacción de ver tomar cuerpo ile realidad un magno proyecto de in- calculable trascendencia, de repercu- sión universal. Voluntad y cerebro propulsor de la «Enciclopedia», alma de la obra, lo fué Diderot. Hijo de padres artesanos, de- dicados a la cuchillería, nació en LjtB- gres en el 1713. Hizo sus primeros es- tudios en un colegio de jesuítas de su villa natal, pasando después a estudiai en París. De temperamento rebelde, ad- versario de prejuicios y ataduras, re- Solvió crearse una situación indepen- diente, cansándose pronto de trabajai como pasante en casa de un procura dor; y poniéndose mal con su familia que le reprochaba su manera de ser, impulsivo y reacio a toda suerte de trabas y cortapisas. Hizo en París vida bohemia, ganándose el sustento dando lecciones particulares de matemáticas y haciendo traducciones a cuenta de dis- tintos editores. Inteligente y con pro- digiosa capacidad de trabajo, fué ad- quiriendo, con el estudio intenso, uní vasta cultura, gracias a la que se gran- jeó la amistad y simpatía de Voltaire, Rousseau, Buffon, d'Alembert y otros esclarecidos pensadores y artistas de su época. Abundante es la producción literaria que ha legado Diderot a la posteridad; ella abarca particularmente la filosofía, la novela, el teatro y la crítica de arte. Sus primeros libros son el «Ensayo so- bre el vicio y la virtud», «Pensamientos filosóficos» y «Carta acerca de los cie- gos para uso de los que tienen vista». En ellos apunta ya su espiritualidad iconoclasta, viveza de ingenio, e incli- nación a las paradojas. La última de las tres obras citadas constituye una verdadera profesión de fe materialista y atea. La que para la época era teme- ridad reflejada en sus escritos, le valió un encarcelamiento en la fortaleza de Vincennes. La persecución, las repri- mendas de la censura, no consiguieron amenguar sus inclinaciones, llegando a ser el más destacado paladín de una nueva generación audaz en sus concep- ciones contra lo establecido. Por su sa- ber, por sus actividades, por el impulso romántico que daba a sus ideas, se ha dicho que es acaso Diderot quien me- jor resume y refleja lo que en el orden intelectual representó el siglo XVIII. Existían ya dicciornarios en vida de Diderot, pero representaban en si algo limitado, raquítico, mera definición de las palabras o explicación etimológica. El concibió llevar a efecto algo amplio y original, A tal efecto, elaboró un «Prospecto», y consultando a su ami- go l'Alembert, encargóse éste de escri- bir un «Discurso preliminar», el cual apareció como introducción en el pri- mer tomo de la obra. El proyecto era de envergadura: llevar a efecto, de un modo ordenado y por correlación alfa- bética, una fundamentada descripción de los acontecimientos humanos, con documentación exacta y tomando siem- pre la verdad como lema. Como pre- cisaba d'Alembert en su «Discurso», buscábase con la «Enciclopedia» dar una amplia visión de los más adelan- tados conocimientos en historia, en filosofía, en las artes manuales, en las ciencias y en las bellas artes. Pero aun siendo sumamente estimable la ofan por su valor informativo, lo que mayormente le confirió mérito fué su aspecto de critica constructiva. Se qui- so que representara una contundente afirmación del progreso humano, de los poc BOlilli derechos de la razón contra el dogma- tismo; de amplio liberalismo contra la autocracia; de tolerancia, de innova- ción en lo ratístíco y en lo literario. De ahí que haya sido considerada como una obra revolucionaria, llamada a de- rruir hasta sus fundamentos la estruc- tura de un secular régimen de aristo- cracia y feudalismo. Diderot tuvo que hacer frente con la edición de la «Enciclopedia» a to- da suerte de contratiempos, a vicisitu- des de toda especie. Mutilaciones por parte del impresor, supresiones y falsi- ficaciones que aquel llevó a cabo ante el temor de que las autoridades lo en- cerraran en la Bastilla si se editaba el texto íntegro. He ahí un fragmento de la carta que le escribió a su editor al comprobar los artículos que aparecían mutilados en la obra citada: «Usted me ha engañado cobardemente durante dos años seguidos; usted ha masacrado o hecho masacrar por una bestia bruta el trabajo de veinte personas honestas, que le han consagrado su tiempo, sus ta- lentos, sus veladas, gratuitamente, por amor al bien y a la verdad, y con la sola esperanza de ver aparecer sus ideas. ¿Se ha oído hablar jamás de diez volúmenes en folio, clandestinamente mutilados, truncados, cortados, deshon- rados por un impresor? He ahí, pues, lo que resulta de veinticinco años de ESPÍRITU de la Humanidad DE MI CARNET BLANCO Y NEGRO De la Historia, esta brújula de la Humanidad T ODO cuanto existió o existe tiene su historia. La de esta simph pit - dru, de asperezas pulidas, que yace en el leelio del arroyo; y aquel Moque granítico, esculpida por Fidias. del Partenán helénica. La del arbusto bravio, enraizado en lus grietas de la mole alpina; y la de este pedazo de •encina labrada por la» manas di un urtistu, enmarcando, de Rafael, un re- corvo, anónimo y mullido, mendigando .tentó entre tacaños ricos; y la de este monarca erguido ,célebre par sus desmanes! y caprichos, exigiendo gfi bebas y diezmos de sus pobres sujetos pura mantener el fausto serrallo de cortesanas, o la magnificencia de su corte sin pizca de cortesía. Compleja, en su grandiosidad, la his- toria de estas crestas niveas de la cor- dillera andina. Y misteriasu la de aque- lla simu sumergida en el océano con su exótica flora marina. Historia impre- sionante la de la selva tropical, rumo- rasa y virgen; y no menos aquella en- terrada en vida por un cataclismo des- Plácido BRAVO conocido: la historia de la mina. En fin: qué decir de aquellas hue- llas borrosas, prehistóricas, dejqdus so- bre la superficie terráquea por las tri- bus errantes, rudimentarias, con armas de piedra y herramientas toscas, con liogares cavernarios y vestidos de piel. Comparadlas con las de nuestra mo- derna sociedad instalada, aunque más inestable que nunca, con sus grandes urbes y grandes víus de tránsito, con sus enormes archivos, sus vastos museos y AIS múltiples bibliotecas; esta sociedad compleja y veloz, que vuela y navega sin alas ni remos, pero subyugada por un fárrago de leyes, y que un labe- rinto de fronteras inmoviliza sobre el terreno estrecho de una nación o an- gosto de una aldea. Un solo hecho, una acción simple, puede tener tantos móviles, proyectar tantos perfiles, ofrecer tantas perspec- tivas, que historiarla científicamente es obra de titanes. Ejemplo: el padre azo- ta a su tierno hijo. Averiguad, uhora, el delito paternoporque delito hubo, con o sin inocencia, supuesto que era manifiesta la indefensasin otras re- ferencias. Colocaros en su fuero inter- no e introspectivamente, dilucidad o intuid, por lo menos, las causas de- terminantes de tal gesto. ¿Falsa noción ética sobre el valor del castigo corpo- (Pasa a la página 3.) E N la cárcel de Landsberg, han sido ahorcados siete criminales de guerra», reza la Prensa dia- ria. Por magiahorrible magiade la cuerda, siete enemigos de la libertad JOAN DEL Pl han desaparecido. No vamos, empero, a sacar colgaduras en balcón que, por ser refugiados, ni siquiera tenemos. Ni colgaduras tampoco. Cuando la ocupa- ción de Francia por los alemanes, y un par de años antes en España, estu- vimos, a nuestra vez, a punto de ser- vir de colgaduras para ilustrar el paso victorioso de dos caballeros de la Muer- te: Hitler y Franco. Que saque cres- pones negros quien tenga la conciencia más negra que nosotros. Es mala cosa colgar personas; pero en Buchenwald los sietey másmons- truos las colgaron a millones. Una cuerda servia para mil y mil servían para una cuerda. Mayor rendimientp, imposible imaginarlo. Y hoy lloran los jerarcas de Falange que siete cuerdas hayan servido para siete figuras de persona, que han dejado de ser bestias por mor de un derroche de cuerda- No lamentan los figurones falangistas el gasto excesivo de cuerda, sino los cuellos de monstruo que con ella han sido estrapeados. Mejor les hubiera con. venido a los panegiristas de «los siete mártires de Landsberg» que Hitler hu- biera recibido a Franco, en 7 de junio de 1951, con la calle de paso adornada con colgaduras... que hubiesen sido re- fugiados españoles, puesto que por una vez, o por unas veces, Franco puede pasarse de damascos, crespones y lien- zos de gran colorido. Con lo cual se ve lo que podría agra- damos que sean los malos los que hoy hagan el Toribio, y sin embargo no es asi. Un palmo o siete paliaos de len- gua verdinegra, es cosa que carece de estética, además de repugnar al con- cepto humano; es una convocatoria para las moscas y decirles a las madres que con tanto amor van concibiendo hijos: ¿Veis? Este pedazo de vuestras entra- ñas se puede convertir en eso que pen- de de un hilo infame. Él terrible. Es terrible que los hom- bres hayamos confundido et cuello con un aparato probatorio de la resistencia de cuerdas, en algo que merece ser autopresionadoejemplo: los cuellos al- midonados, las corbatas, cuyo nudo et verdugo de Burgos supo hacer a las mil maravillas—, como si el cuello no fuese un conducto de vida, algo supe- rior en el desenvolvimiento de la en i- tura humana. Ocupándose de los malos, lu lógica popular dice: «¿Burgueses y tenderos? El más bueno, para ser, como las uvas, colgado». Pero el Pueblo es niño, y co- mo niño, bueno, y no colgaría a nadie. Preferiría que los burgueses y los ten- deros y los criminales de guerra deja- ran de ser lo que son para fundirse y confundirse con la multitud de gentes honestas que lo son porque desean que las cuerdas sirvan para amarrar pesos, tablones y barcos, en lugar de amarrar delincuentes que la sociedad fabrica y de hacer que el pobre Toribio-Hom- bre saque eternamente la lengua. trabajos, de penas, de gastos, de peli- gros, de modificaciones de toda clase...» Y finalizaba así su indignada carta de repulsa al editor: «Cuando uno carece de energia, cuando no se tiene valor, hace falta ser justos y dejar para otros las empresas peligrosas.» Llegaron también las defecciones, las ofertas incumplidas. Cundía el temor ante el manifiesto desagrado que al solo anuncio de la «Enciclopedia» se pro- pagó enttre el ambiente clerical y po- lítico de la nación. Rousseau se inhibió de contribuir a la obra en cuestión. Voltaire, que en un principio había sido colaborador, como medida de pru- dencia dejó de serlo. El propio d'Alembert se apartó, como Duelos y Marmontel. Buffon, que había prometi- do colaboración, esquivó su promesa. Turgot, d'Holbach y Condorcet tuvie- ron mayor asiduidad, así como otros elementos de un menor relieve intelec- tual. Era menester hacer frente a la obstrucción, a la campaña de difama- ción llevada a efecto, en particular, por los jesuítas, respaldados en la nobleza. Llegaron las suspensiones por parte del Gobierno. El papa Clemente VIII desaprobó que la obra siguiera adelan- te. Y Diderot, sólo contra todos los obstáculos, tuvo que bregar decidido, buscando de entre las personas un tan- to influyentes y con un sentido algo liberal, como Malesherbes, la forma de proseguir su honroso cometido. En su- ma, pese a toda suerte de obstáculos tendentes a ahogar tan laudable em- presa, apelando en ocasiones a recur- sos de astucia, pudo al fin Diderot ver su labor coronada por el éxito. De 1751 al 1780, la «Enciclopedia» constituía una obra de diecisiete gruesos tomos de texto y otros once volúmenes de nlanchas con magníficos grabados. Consciente del enorme alcance moral de la labor emprendida, escribía Di- derot, sin asomo de vanidad: «Estamos animados por la idea dulce y consola- dora de que se hablará de nosotros cuando ya no existiremos. Serán los hombres, a la instrucción y bienestar de los cuales nos inmolamos; a los que estimamos sin que existan aún.» Llevado de su afán altruista, en uno (Pasa a la página 2) N UESTRA palabra no está retenida por las paredes del templo. Ni es una palabra impetrante de la divinidad, ni una palabra pontificia para la grey. Nuestra palabra resuena en el aire abierto, en el espacio que cubre la tierra, como una voz misma de la Naturaleza. Busca afanosamente el espí- ritu atormentado del hombre, el espíritu insumiso, porque es como una ala que se afirma sobre el abismo impulsada siempre hacia la inmensidad. ¿Tenéis el distintivo, la señal y el estigma del dogma? ¿Sois admitidos por la ley? ¿Guardáis la humildad y el temor del anatema? ¿Sois creyen- tes y fieles? No son nuestras tales preguntas siniestras. Queremos ignorar la abyección, cuanto lleváis de sacrificado, cuanto habéis arruinado de vuestra personalidad. Queremos saber sólo de vuestra inquietud, del áni- mo vuestro para la máxima aventura, para, el trabajo heroico de la li- bertad. Nosotros sabemos que cada vida puede ser realizada de alguna bella y noble manera. Y también que cada vida puede ser perdida y arruinada. Por eso a vosotros—puestos, lo mismo que nosotros, en el dilema ineva- dible, en la hora de la decisión, en la encrucijada trágica—os prevenimos: ¿Qué os cuesta, en desgarramientos o alegrías, la traición de vuestras vidas, el destino malogrado, las admirables posibilidades abandonadas para siempre? ¿Qué debéis dar de vosotros para la desolación y la angustia del espíritu? Ninguna grandiosidad, ningún martirio, ningún renunciamiento deplo- rable debéis entregar de vosotros: sólo el abandono inconsciente, nada más que la negligente irresponsabilidad. La humillación y la obsecuencia. Y os prevenimos : ¿Qué os exige el espíritu, qué debéis dar de vosotros para la lucha por la libertad? Para el espíritu y para la libertad debéis darlo todo. Debéis daros ente- ramente vosotros mismos. El espíritu y la libertad, la exigencia del Des- tino, requieren el desprendimiento. Elevación sobre todos los despojos, los hábitos, las creencias, las supersticiones, los prejuicios, la vanidad, el te- mor, el afecto por las pequeneces, la atracción del halago, la falsedad, la molicie, los acuciamientos todos de los instintos deformados y pervertidos, •'a fascinación de la concupiscencia. El espíritu y la libertad comprometen una sola voluntad, la voluntad de emprender, y un solo anhelo, el anhelo de abarcar, del espacio sin fin, de los senderos abiertos a la libertad. Cada ser debe iniciar una nueva experiencia, ser descubierto como un mundo nuevo. Cada vida lo tiene todo en sí misma, es distinta y completa, como cada estrella sideral. ¿Cómo conspirar contra lo original encerrándolo en lo estabilizado? ¿Cómo apagar la vida en las muertas cenizas del hábito? ¿Cómo inmovilizar la existencia con mandatos, temores, el sentimiento de horror al porvenir, a lo inesperado, a la creación y a la libertad? Tenéis vosotros vuestro secreto y la facultad maravillosa de revelarlo. ¿Cómo podemos nosotros ahondarlo, explorar isu riqueza, descubrir su magnitud? Vosotros debéis volcar sobre la vida vuestra vida. Debéis enla- zaros por amor a la comunidad, rescatar vuestra vida, por el espíritu, reintegrarla a la comunidad por la libertad. He ahí el camino sin trazar, el camino de porvenir. ¿Cómo podéis perder vuestro camino, extraviaros, cerrar ojos y oídos, postraros de hinojos en el templo? Nuestra palabra es un ruego para la salvación de vuestras vidas, para la recuperación de vuestras íntimas riquezas, una incitación anhelante por la libertad. Nuestra palabra quiere, por eso, volar como una ala sobre el abismo. Quiere, por eso, batirse hacia la inmensidad. Hacia el porvenir de vosotros, jóvenes generaciones. Hacia el espíritu de la Humanidad. (De ((La Obra».) ACTIVIDADES JUVENILES L OS domingos, en la sala de fiestus Fernand Pelloutier de Toulouse, acostumbran a reunirse, varios cen- tenares de personas que acuden a aquel local en busca de un poco de distrac- ción. Y efectivamente, la distracción existevinculada a una cierta labor culturalgracias a la obra incansable de los grupos artísticos y de la Comi- sión de Cultura y Recreo de las FF. LL. de Toulouse. No todos cuantos asisten a los festi- vales que en el Cours Dillon se suce- den son compañeros nuestros. Existe un porcentaje considerable de especta- dores que si bien forman parte de la colonia española de esta ciudad, no in- tegran el Movimiento libertario. A la sala Fernand Pelloutier acuden españo- les de toda ideologíae incluso sin ideología—, y acuden allí porque exis- te un ambiente que difiere mucho del que en la calle se respira. La F. L. de Juventudes Libertarias tiene su local en el mismo edificio y en virtud de ello sus posibilidades de actuación vénse considerablemente acre- centadas. Un público, compuesto en su mayoría por gente joven, que acude a los festivales del Movimiento liberta- rio no es a desestimar por los jóvenes libertarios, y es lógico en tales condi- ciones que los jóvenes de la F.l.J.L. procuren realizar su propia propaganda, que es, en todos los casos, propaganda libertaria. Al entrar en la sala Fernand Pellou- tier lo primero que el espectador ve son unas letras negras que inevitable- mente llaman su atención: FUTURO. El espectador se acerca al periódico mural, lee en silencio unos pasajes de éste o aquel artículo, y luego lo co- menta o lo olvida. Si lo comenta, me- jor; pero si lo olvida, no importa, por- que aunque sólo haya sido por un mo- mento los jóvenes libertarios hicieron reflexionar en tomo a lo leído al ex pectador que acudió al Cours Dillon a distraerse. FUTURO es el periódico mural de la F.l.J.L. de Toulouse (uno de cuyos ejemplaresel dedicado al Vil Congreso de la A.I.T.podrá ver en nuestro cliché el lector) y tiene co- mo objetivo primordial divulgar nues- trus ideas. El periódico mural es el más modes- to de los periódicos, pero no es el me- nos sincero ni el de peor calidad. Un periódico mural suma a su favor el es- fuerzo de quienes lo hacen y el entu siusmo de quienes en él cooperan. Quien escribe en un periódico mural sabe que no serán muchas las personas que lee tan el fruto de su esfuerzo, y esta constatación no hace sino valorizar a quien expone sus ideas con modestia y con sinceridad. La obra propagandística del movi- miento juvenil libertario puede encon- trar en los periódicos murales matices muy interesantes. Por eso los jóvenes de numerosas FF. LL. de la F.l.J.L. exila- da poseen sus paladines, sus propios periódicos que, como en el caso de FUTURO, son vibrantes propagadores de las ideas anarquistas. Trabajos de esta naturaleza merecen el apoyo de la militancia libertaria, de la vieja militancia y de la joven, de cuantos saben aquilatar el valor de la voluntad. Y es necesario remarcar que no siempre ocurre así, que no siempre encuentran los jóvenes el calor que in- dudablemente necesitan. Los jóvenes de la F.l.J.L. saben. No es sólo el periódico mural la ac- tividad propagandista y libertaria de los jóvenes libertarios de Toulouse. Muy a menudo organizan charlas y conferen- cias. Tienen constituido un grupo ar- tístico juvenil que ha cosechado ya éxitos considerables. Forman parte de la Comisión de Cultura y Recreo que ha organizado una magnífica biblioteca en la que existen varios centenares de volúmenes escogidos. Tienen constituí- do un grupo excursionista... Verdaderamente, la labor que reali- zan los jóvenes libertarios merece la consideración de todos y hasta quizás sirvu de ejemplo en no pocos casos. ÍÍILIIIBIEIRMID para España! D ESDE el primero de abril de 1938, fecha en que oficialmente fué anunciada por el hoy «dictador y caudillo» de España, Francisco Fran- co Bahamonde, la insurrección y guerra civil por él iniciada, comenzada el 18 de julio de 1936, secundada por Quei- po de Llano en Sevilla, Goded en Bar- celona, López Ochoa en Madrid, Aran- da en Oviedo, por Sanjurjo y por Mo- la y por la mayoría de los jefes y oficiales que habían jurado fidelidad al régimen; insurrección preparada ya de antemano en los cuartos de banderas, sacristías y salas de administración, fi- nanciada por Hitler y Mussolini. Desde (Pasa a la página 3.)

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ROUTE, hebdomada in tLe La ty-3.&.£. en (J¡cance

innée V i l Prix 1 2 francs N°

1 7 J U N I O 1 9 S 1

R é d a e t l o n et A d m i n i s t r a r o n 4, me Belfort, 4 — TOULOUSE (Haute-Garonne)

C . C . P o s t a l N 1 3 2 8 - 7 9 T o u l c (Hle-Gne) ózjQQurb^ da la

Eib-ettad &. eáela/Ltitiid, am,azq(ULÍa # eátadñ-

éért&iL 2?6e afri el di-lema de tandea lú-á

¡ tiempKLfá,

TRUMAN nueva esperanza de FRANCO LA l 'rensa f r a n c e s a h a publ icado y c o m e n t a d o u n a n o t i c i a ,

procedente de E s t a d o s Unidos , s e g ú n la cual el e m b a j a d o r Lequerica h a p r o n u n c i a d o un d i scurso , en Detro i t , e n el

curso del que h a d e c l a r a d o que «su país» e s t á presto a part i ­c ipar en la d e f e n s a a t l á n t i c a si los E s t a d o s Unidos le d a n los m e d i o s necesar io s .

La n o t i c i a e n si carece de i m p o r t a n c i a . El h e c h o d e que Franco ut i l ice a Lequerica p a r a m a n i f e s t a r sus d e s e o s d e co­bijarse a la s o m b r a de la p o t e n c i a l i d a d e c o n ó m i c a d e Es tados Unidos n o puede e x t r a ñ a r a n a d i e . Es lo lógico , lo na tura l , pues to que la h i s t o r i a n o h a c e m á s que repet irse , c a m b i a n d o t a n sólo u n o de los personaje s . Ayer era Hit ler q u i e n escucha­ba c o m p l a c i d o las o f e r t a s de F r a n c o ; hoy todo d e m u e s t r a que M T r u m a n q u i e n a s u m e ese t r i s t e papel .

P a r a F r a n c o , i luso de c o n v e n i e n c i a , el p r o b l e m a españo l es s i m p l e m e n t e u n p r o b l e m a d e t ipo e c o n ó m i c o . B a j a n d o el pre­cio del pan , a f i r m a n s u s f ing idas c o n v i c c i o n e s , baja t a m b i é n la t e n s i ó n n e r v i o s a del Pueb lo , y en c o n s e c u e n c i a d e s a p a r e c e n los pe l igros que e n c i e r r a l a i n d i g n a c i ó n popu lar . S in e m b a r g o , no es propio d e e c o n o m i s t a s t a n e x p e r t o s c o m o los d e W a l l S t r e e t de jarse c o n f u n d i r por forzadas a p a r i e n c i a s o por f r a s e s h e c h a s a i m a g e n y s e m e j a n z a d e a c a r i c i a d a s i lu s iones . Los v a m p i r o s de la f i n a n z a a c o s t u m b r a n a medir m e t i c u l o s a m e n t e las pos ib i l idades d e g a n a r que t i e n e n e n todo juego , y r a r a vez juegan c u a n d o el negoc io no es seguro . ¿ J u g a r á n en e s ta ocas ión?

Mac Carran, que a c a d a m o m e n t o se a f i rma c o m o v e n t a j i s t a y t r a m p o s o de pr imer orden en los suc ios juegos de la pol i-tica, ya h a a n u n c i a d o su i n t e n c i ó n de pedir a l Congreso nor­t e a m e r i c a n o que vote 100 m i l l o n e s de d ó l a r e s p a r a a r m a r a la E s p a ñ a franquis ta . Y l a P r e n s a f a l a n g i s t a h a l a n z a d o a l vue lo sus c a m p a n a s para a n u n c i a r que el D e p a r t a m e n t o d e E s t a d o n o r t e a m e r i c a n o e x a m i n a a c t u a l m e n t e la ut i l idad que p u d i e r a p r e s e n t a r la conces ión d e n u e v o s créd i tos a l a E s p a ñ a f a s c i s t a . I n c l u s o parece ser que Mr. Avere l l H a r r i m a n , conse jero de l P r e s i d e n t e T r u m a n , e s t u d i a p e r s o n a l m e n t e — ¡ c u á n t a cons idera ­c ión a! a s e s i n o F r a n c o ! una pe t i c ión f r a n q u i s t a t e n d e n t e a obtener u r g e n t e m e n t e 20 m i l l o n e s de d ó l a r e s para adquir ir pro­duc tos de neces idad perentor ia p a r a la e c o n o m í a d e l país .

N o es posible prever lo que los g o b e r n a n t e s d e E s t a d o s U n i ­dos d e t e r m i n a r á n . En el rio r e v u e l t o del b o l c h e v i s m o y del o c c i d e n t a l i s m o t r a t a de pescar s u s g a n a n c i a s el f a s c i s m o his ­pano . S i e m p r e h u b o «razones d e Es tado» para just i f icar los c r í m e n e s m á s horrorosos y l a s a c c i o n e s m á s c a n a l l e s c a s . Qui­zás e n c u e n t r e T r u m a n a l g u n a d e e sas «razones» en e s t a oca­s ión, c o m o las e n c o n t r ó c u a n d o abr ió—aunque só lo en c i er to modo—las puer tas de l a O.N.U. al m á s odioso de los d i c t a d o ­res que en la a c t u a l i d a d e x i s t e n en el m u n d o .

Pero el p r o b l e m a e s p a ñ o l t i ene ra íces m á s p r o f u n d a s que las que puede cortar el c a p i t a l i s m o yanqui , y aunque l l egase un d í a a producirse el m i l a g r o d e la m u l t i p l i c a c i ó n de los pe­ces y los panes , F r a n c o segu ir ía s i e n d o el e n e m i g o d e la c la se t rabajadora e s p a ñ o l a . Y es que e x i s t e n en la P e n í n s u l a u n m i l l ó n de t u m b a s que p e r p e t ú a n el recuerdo d e lo que fué la acc ión del f a s c i s m o f rente a las a n s i a s de l ibertad que t u v o y t iene el Pueblo e spaño l .

Suav izar el r é g i m e n , p r e c o n i z a b a i n o c e n t e m e n t e el m á s a l to personaje de la po l í t i ca e s t a d o u n i d e n s e ; y c u a n d o el P u e b l o h a creído que los fus i les f a s c i s t a s t e n í a n m o t i v o s p a r a e n m u ­decer, se h a n producido en E s p a ñ a m a n i f e s t a c i o n e s a n t i f a s c i s ­tas d e un c a r á c t e r y d e u n a e n v e r g a d u r a d e s c o n o c i d o s por c o m p l e t o en pa í ses t o t a l i t a r i o s .

Si Truman pers i s te en su a y u d a a l fasq i smo, Que no le p ida 3 és te que «suavice» n a d a , porque d e e scuchar le el r é g i m e n to­ta l i tar io se h u n d i r í a r á p i d a m e n t e , e s t r e p i t o s a m e n t e , y s in d a r t i e m p o a que los financieros n e o y o r q u i n o s r e c u p e r a s e n los 17 m i l l o n e s de dó lares que y a e n t r e g a r o n a F r a n c o p a r a que pudiese p r o l o n g a r el m a r t i r o l o g i o de l P u e b l o español .

D e todas f o r m a s , qu izás dec ida el s e ñ o r T r u m a n env iar ca­ñ o n e s y t a n q u e s a la E s p a ñ a f a s c i s t a en vez d e env iar d ó l a ­res ; pero si ta l idea l l e g a a ocurrirse le , que p i e n s e e n env iar t a m b i é n hombres , porque el pro l e tar iado e s p a ñ o l n o sabr ía ut i l izar e s a s a r m a s , s a l v o para a m e t r a l l a r el corazón d e la h i e n a fasc i s ta . Y eso, y a sabe t o d o h o m b r e d i g n o que al capi­t a l i s m o yanqui no le i n t e r e s a .

< M | I. día primero del próximo mes <0't ^e 'u ' '° s e VMn ;l cumplir dos •-^-1 siglos que apareció el primer que apareció el prii

volumen de la «Enciclopedia». Fué, pues, en el primero de julio del año 1751 que en Francia, unos cuantos hom­bres de talento y de ideas generosas, los llamados «enciclopedistas», tuvieron la satisfacción de ver tomar cuerpo ile realidad un magno proyecto de in­calculable trascendencia, de repercu­sión universal.

Voluntad y cerebro propulsor de la «Enciclopedia», alma de la obra, lo fué Diderot. Hijo de padres artesanos, de­dicados a la cuchillería, nació en LjtB-gres en el 1713. Hizo sus primeros es­tudios en un colegio de jesuítas de su villa natal, pasando después a estudiai en París. De temperamento rebelde, ad­versario de prejuicios y ataduras, re-Solvió crearse una situación indepen­diente, cansándose pronto de trabajai como pasante en casa de un procura dor; y poniéndose mal con su familia que le reprochaba su manera de ser, impulsivo y reacio a toda suerte de trabas y cortapisas. Hizo en París vida bohemia, ganándose el sustento dando lecciones particulares de matemáticas y haciendo traducciones a cuenta de dis­tintos editores. Inteligente y con pro­digiosa capacidad de trabajo, fué ad­quiriendo, con el estudio intenso, uní vasta cultura, gracias a la que se gran­jeó la amistad y simpatía de Voltaire, Rousseau, Buffon, d'Alembert y otros esclarecidos pensadores y artistas de su época.

Abundante es la producción literaria que ha legado Diderot a la posteridad; ella abarca particularmente la filosofía, la novela, el teatro y la crítica de arte. Sus primeros libros son el «Ensayo so­bre el vicio y la virtud», «Pensamientos filosóficos» y «Carta acerca de los cie­gos para uso de los que tienen vista».

En ellos apunta ya su espiritualidad iconoclasta, viveza de ingenio, e incli­nación a las paradojas. La última de las tres obras citadas constituye una verdadera profesión de fe materialista y atea. La que para la época era teme­ridad reflejada en sus escritos, le valió un encarcelamiento en la fortaleza de Vincennes. La persecución, las repri­mendas de la censura, no consiguieron amenguar sus inclinaciones, llegando a ser el más destacado paladín de una nueva generación audaz en sus concep­ciones contra lo establecido. Por su sa­ber, por sus actividades, por el impulso romántico que daba a sus ideas, se ha dicho que es acaso Diderot quien me­jor resume y refleja lo que en el orden intelectual representó el siglo XVIII.

Existían ya dicciornarios en vida de Diderot, pero representaban en si algo limitado, raquítico, mera definición de las palabras o explicación etimológica. El concibió llevar a efecto algo amplio y original, A tal efecto, elaboró un «Prospecto», y consultando a su ami­go l'Alembert, encargóse éste de escri­bir un «Discurso preliminar», el cual apareció como introducción en el pri­mer tomo de la obra. El proyecto era de envergadura: llevar a efecto, de un modo ordenado y por correlación alfa­bética, una fundamentada descripción de los acontecimientos humanos, con documentación exacta y tomando siem­pre la verdad como lema. Como pre­cisaba d'Alembert en su «Discurso», buscábase con la «Enciclopedia» dar una amplia visión de los más adelan­tados conocimientos en historia, en filosofía, en las artes manuales, en las ciencias y en las bellas artes. Pero aun siendo sumamente estimable la ofan por su valor informativo, lo que mayormente le confirió mérito fué su aspecto de critica constructiva. Se qui­so que representara una contundente afirmación del progreso humano, de los

poc B O l i l l i derechos de la razón contra el dogma­tismo; de amplio liberalismo contra la autocracia; de tolerancia, de innova­ción en lo ratístíco y en lo literario. De ahí que haya sido considerada como una obra revolucionaria, llamada a de­rruir hasta sus fundamentos la estruc­tura de un secular régimen de aristo­cracia y feudalismo.

Diderot tuvo que hacer frente con la edición de la «Enciclopedia» a to­da suerte de contratiempos, a vicisitu­des de toda especie. Mutilaciones por parte del impresor, supresiones y falsi­ficaciones que aquel llevó a cabo ante el temor de que las autoridades lo en­cerraran en la Bastilla si se editaba el texto íntegro. He ahí un fragmento de la carta que le escribió a su editor al comprobar los artículos que aparecían mutilados en la obra citada: «Usted me ha engañado cobardemente durante dos años seguidos; usted ha masacrado o hecho masacrar por una bestia bruta el trabajo de veinte personas honestas, que le han consagrado su tiempo, sus ta­lentos, sus veladas, gratuitamente, por amor al bien y a la verdad, y con la sola esperanza de ver aparecer sus ideas. ¿Se ha oído hablar jamás de diez volúmenes en folio, clandestinamente mutilados, truncados, cortados, deshon­rados por un impresor? He ahí, pues, lo que resulta de veinticinco años de

ESPÍRITU de la Humanidad

DE MI CARNET BLANCO Y NEGRO

De la Historia, esta brújula de la Humanidad T ODO cuanto existió o existe tiene

su historia. La de esta simph pit -dru, de asperezas pulidas, que

yace en el leelio del arroyo; y aquel Moque granítico, esculpida por Fidias. del Partenán helénica. La del arbusto bravio, enraizado en lus grietas de la mole alpina; y la de este pedazo de •encina labrada por la» manas di un urtistu, enmarcando, de Rafael, un re­corvo, anónimo y mullido, mendigando

.tentó entre tacaños ricos; y la de este monarca erguido ,célebre par sus desmanes! y caprichos, exigiendo gfi bebas y diezmos de sus pobres sujetos pura mantener el fausto serrallo de cortesanas, o la magnificencia de su corte sin pizca de cortesía.

Compleja, en su grandiosidad, la his­toria de estas crestas niveas de la cor­dillera andina. Y misteriasu la de aque­

lla simu sumergida en el océano con su exótica flora marina. Historia impre­sionante la de la selva tropical, rumo-rasa y virgen; y no menos aquella en­terrada en vida por un cataclismo des-

Plácido BRAVO conocido: la historia de la mina.

En fin: qué decir de aquellas hue­llas borrosas, prehistóricas, dejqdus so­bre la superficie terráquea por las tri­bus errantes, rudimentarias, con armas de piedra y herramientas toscas, con liogares cavernarios y vestidos de piel. Comparadlas con las de nuestra mo­derna sociedad instalada, aunque más inestable que nunca, con sus grandes urbes y grandes víus de tránsito, con sus enormes archivos, sus vastos museos y AIS múltiples bibliotecas; esta sociedad

compleja y veloz, que vuela y navega sin alas ni remos, pero subyugada por un fárrago de leyes, y que un labe­rinto de fronteras inmoviliza sobre el terreno estrecho de una nación o an­gosto de una aldea.

Un solo hecho, una acción simple, puede tener tantos móviles, proyectar tantos perfiles, ofrecer tantas perspec­tivas, que historiarla científicamente es obra de titanes. Ejemplo: el padre azo­ta a su tierno hijo. Averiguad, uhora, el delito paterno—porque delito hubo, con o sin inocencia, supuesto que era manifiesta la indefensa—sin otras re­ferencias. Colocaros en su fuero inter­no e introspectivamente, dilucidad o intuid, por lo menos, las causas de­terminantes de tal gesto. ¿Falsa noción ética sobre el valor del castigo corpo-

(Pasa a la página 3.)

E N la cárcel de Landsberg, han sido ahorcados siete criminales de guerra», reza la Prensa dia­

ria. Por magia—horrible magia—de la cuerda, siete enemigos de la libertad

JOAN DEL Pl han desaparecido. No vamos, empero, a sacar colgaduras en balcón que, por ser refugiados, ni siquiera tenemos. Ni colgaduras tampoco. Cuando la ocupa­ción de Francia por los alemanes, y un par de años antes en España, estu­vimos, a nuestra vez, a punto de ser­vir de colgaduras para ilustrar el paso victorioso de dos caballeros de la Muer­te: Hitler y Franco. Que saque cres­pones negros quien tenga la conciencia más negra que nosotros.

Es mala cosa colgar personas; pero en Buchenwald los siete—y más—mons­truos las colgaron a millones. Una cuerda servia para mil y mil servían para una cuerda. Mayor rendimientp, imposible imaginarlo. Y hoy lloran los jerarcas de Falange que siete cuerdas hayan servido para siete figuras de persona, que han dejado de ser bestias por mor de un derroche de cuerda-No lamentan los figurones falangistas el gasto excesivo de cuerda, sino los cuellos de monstruo que con ella han sido estrapeados. Mejor les hubiera con. venido a los panegiristas de «los siete mártires de Landsberg» que Hitler hu­biera recibido a Franco, en 7 de junio de 1951, con la calle de paso adornada con colgaduras... que hubiesen sido re­fugiados españoles, puesto que por una vez, o por unas veces, Franco puede pasarse de damascos, crespones y lien­zos de gran colorido.

Con lo cual se ve lo que podría agra­damos que sean los malos los que hoy hagan el Toribio, y sin embargo no es asi. Un palmo o siete paliaos de len­gua verdinegra, es cosa que carece de estética, además de repugnar al con­cepto humano; es una convocatoria para las moscas y decirles a las madres que con tanto amor van concibiendo hijos: ¿Veis? Este pedazo de vuestras entra­ñas se puede convertir en eso que pen­de de un hilo infame.

Él terrible. Es terrible que los hom­bres hayamos confundido et cuello con un aparato probatorio de la resistencia de cuerdas, en algo que merece ser autopresionado—ejemplo: los cuellos al­midonados, las corbatas, cuyo nudo et verdugo de Burgos supo hacer a las mil maravillas—, como si el cuello no fuese un conducto de vida, algo supe­rior en el desenvolvimiento de la en i-tura humana.

Ocupándose de los malos, lu lógica popular dice: «¿Burgueses y tenderos? El más bueno, para ser, como las uvas, colgado». Pero el Pueblo es niño, y co­mo niño, bueno, y no colgaría a nadie. Preferiría que los burgueses y los ten­deros y los criminales de guerra deja­ran de ser lo que son para fundirse y confundirse con la multitud de gentes honestas que lo son porque desean que las cuerdas sirvan para amarrar pesos, tablones y barcos, en lugar de amarrar delincuentes que la sociedad fabrica y de hacer que el pobre Toribio-Hom-bre saque eternamente la lengua.

trabajos, de penas, de gastos, de peli­gros, de modificaciones de toda clase...» Y finalizaba así su indignada carta de repulsa al editor: «Cuando uno carece de energia, cuando no se tiene valor, hace falta ser justos y dejar para otros las empresas peligrosas.»

Llegaron también las defecciones, las ofertas incumplidas. Cundía el temor ante el manifiesto desagrado que al solo anuncio de la «Enciclopedia» se pro­pagó enttre el ambiente clerical y po­lítico de la nación. Rousseau se inhibió de contribuir a la obra en cuestión. Voltaire, que en un principio había sido colaborador, como medida de pru­dencia dejó de serlo. El propio d'Alembert se apartó, como Duelos y Marmontel. Buffon, que había prometi­do colaboración, esquivó su promesa. Turgot, d'Holbach y Condorcet tuvie­ron mayor asiduidad, así como otros elementos de un menor relieve intelec­tual. Era menester hacer frente a la obstrucción, a la campaña de difama­ción llevada a efecto, en particular, por los jesuítas, respaldados en la nobleza. Llegaron las suspensiones por parte del Gobierno. El papa Clemente VIII desaprobó que la obra siguiera adelan­te. Y Diderot, sólo contra todos los obstáculos, tuvo que bregar decidido, buscando de entre las personas un tan­to influyentes y con un sentido algo liberal, como Malesherbes, la forma de proseguir su honroso cometido. En su­ma, pese a toda suerte de obstáculos tendentes a ahogar tan laudable em­presa, apelando en ocasiones a recur­sos de astucia, pudo al fin Diderot ver su labor coronada por el éxito. De 1751 al 1780, la «Enciclopedia» constituía una obra de diecisiete gruesos tomos de texto y otros once volúmenes de nlanchas con magníficos grabados.

Consciente del enorme alcance moral de la labor emprendida, escribía Di­derot, sin asomo de vanidad: «Estamos animados por la idea dulce y consola­dora de que se hablará de nosotros cuando ya no existiremos. Serán los hombres, a la instrucción y bienestar de los cuales nos inmolamos; a los que estimamos sin que existan aún.»

Llevado de su afán altruista, en uno

(Pasa a la página 2)

N UESTRA palabra no está retenida por las paredes del templo. Ni es una palabra impetrante de la divinidad, ni una palabra pontificia para la grey.

Nuestra palabra resuena en el aire abierto, en el espacio que cubre la tierra, como una voz misma de la Naturaleza. Busca afanosamente el espí­ritu atormentado del hombre, el espíritu insumiso, porque es como una ala que se afirma sobre el abismo impulsada siempre hacia la inmensidad.

¿Tenéis el distintivo, la señal y el estigma del dogma? ¿Sois admitidos por la ley? ¿Guardáis la humildad y el temor del anatema? ¿Sois creyen­tes y fieles? No son nuestras tales preguntas siniestras. Queremos ignorar la abyección, cuanto lleváis de sacrificado, cuanto habéis arruinado de vuestra personalidad. Queremos saber sólo de vuestra inquietud, del áni­mo vuestro para la máxima aventura, para, el trabajo heroico de la li­bertad.

Nosotros sabemos que cada vida puede ser realizada de alguna bella y noble manera. Y también que cada vida puede ser perdida y arruinada. Por eso a vosotros—puestos, lo mismo que nosotros, en el dilema ineva-dible, en la hora de la decisión, en la encrucijada trágica—os prevenimos:

¿Qué os cuesta, en desgarramientos o alegrías, la traición de vuestras vidas, el destino malogrado, las admirables posibilidades abandonadas para siempre? ¿Qué debéis dar de vosotros para la desolación y la angustia del espíritu?

Ninguna grandiosidad, ningún martirio, ningún renunciamiento deplo­rable debéis entregar de vosotros: sólo el abandono inconsciente, nada más que la negligente irresponsabilidad. La humillación y la obsecuencia.

Y os prevenimos : ¿Qué os exige el espíritu, qué debéis dar de vosotros para la lucha por la libertad?

Para el espíritu y para la libertad debéis darlo todo. Debéis daros ente­ramente vosotros mismos. El espíritu y la libertad, la exigencia del Des­tino, requieren el desprendimiento. Elevación sobre todos los despojos, los hábitos, las creencias, las supersticiones, los prejuicios, la vanidad, el te­mor, el afecto por las pequeneces, la atracción del halago, la falsedad, la molicie, los acuciamientos todos de los instintos deformados y pervertidos, •'a fascinación de la concupiscencia.

El espíritu y la libertad comprometen una sola voluntad, la voluntad de emprender, y un solo anhelo, el anhelo de abarcar, del espacio sin fin, de los senderos abiertos a la libertad. Cada ser debe iniciar una nueva experiencia, ser descubierto como un mundo nuevo. Cada vida lo tiene todo en sí misma, es distinta y completa, como cada estrella sideral. ¿Cómo conspirar contra lo original encerrándolo en lo estabilizado? ¿Cómo apagar la vida en las muertas cenizas del hábito? ¿Cómo inmovilizar la existencia con mandatos, temores, el sentimiento de horror al porvenir, a lo inesperado, a la creación y a la libertad?

Tenéis vosotros vuestro secreto y la facultad maravillosa de revelarlo. ¿Cómo podemos nosotros ahondarlo, explorar isu riqueza, descubrir su magnitud? Vosotros debéis volcar sobre la vida vuestra vida. Debéis enla­zaros por amor a la comunidad, rescatar vuestra vida, por el espíritu, reintegrarla a la comunidad por la libertad. He ahí el camino sin trazar, el camino de porvenir. ¿Cómo podéis perder vuestro camino, extraviaros, cerrar ojos y oídos, postraros de hinojos en el templo?

Nuestra palabra es un ruego para la salvación de vuestras vidas, para la recuperación de vuestras íntimas riquezas, una incitación anhelante por la libertad. Nuestra palabra quiere, por eso, volar como una ala sobre el abismo. Quiere, por eso, batirse hacia la inmensidad. Hacia el porvenir de vosotros, jóvenes generaciones. Hacia el espíritu de la Humanidad.

(De ((La Obra».)

ACTIVIDADES JUVENILES LOS domingos, en la sala de fiestus

Fernand Pelloutier de Toulouse, acostumbran a reunirse, varios cen­

tenares de personas que acuden a aquel local en busca de un poco de distrac­ción. Y efectivamente, la distracción existe—vinculada a una cierta labor cultural—gracias a la obra incansable de los grupos artísticos y de la Comi­sión de Cultura y Recreo de las FF. LL. de Toulouse.

No todos cuantos asisten a los festi­vales que en el Cours Dillon se suce­den son compañeros nuestros. Existe un porcentaje considerable de especta­dores que si bien forman parte de la colonia española de esta ciudad, no in­tegran el Movimiento libertario. A la sala Fernand Pelloutier acuden españo­les de toda ideología—e incluso sin ideología—, y acuden allí porque exis­te un ambiente que difiere mucho del que en la calle se respira.

La F. L. de Juventudes Libertarias tiene su local en el mismo edificio y en virtud de ello sus posibilidades de actuación vénse considerablemente acre­centadas. Un público, compuesto en su mayoría por gente joven, que acude a los festivales del Movimiento liberta­rio no es a desestimar por los jóvenes libertarios, y es lógico en tales condi­ciones que los jóvenes de la F.l.J.L.

procuren realizar su propia propaganda, que es, en todos los casos, propaganda libertaria.

Al entrar en la sala Fernand Pellou­tier lo primero que el espectador ve son unas letras negras que inevitable­mente llaman su atención: FUTURO. El espectador se acerca al periódico mural, lee en silencio unos pasajes de éste o aquel artículo, y luego lo co­menta o lo olvida. Si lo comenta, me­jor; pero si lo olvida, no importa, por­que aunque sólo haya sido por un mo­mento los jóvenes libertarios hicieron reflexionar en tomo a lo leído al ex pectador que acudió al Cours Dillon a distraerse. FUTURO es el periódico mural de la F.l.J.L. de Toulouse (uno de cuyos ejemplares—el dedicado al Vil Congreso de la A.I.T.—podrá ver en nuestro cliché el lector) y tiene co­mo objetivo primordial divulgar nues-trus ideas.

El periódico mural es el más modes­to de los periódicos, pero no es el me­nos sincero ni el de peor calidad. Un periódico mural suma a su favor el es­fuerzo de quienes lo hacen y el entu siusmo de quienes en él cooperan. Quien escribe en un periódico mural sabe que no serán muchas las personas que lee tan el fruto de su esfuerzo, y esta constatación no hace sino valorizar a

quien expone sus ideas con modestia y con sinceridad.

La obra propagandística del movi­miento juvenil libertario puede encon­trar en los periódicos murales matices muy interesantes. Por eso los jóvenes de numerosas FF. LL. de la F.l.J.L. exila­da poseen sus paladines, sus propios periódicos que, como en el caso de FUTURO, son vibrantes propagadores de las ideas anarquistas.

Trabajos de esta naturaleza merecen el apoyo de la militancia libertaria, de la vieja militancia y de la joven, de cuantos saben aquilatar el valor de la voluntad. Y es necesario remarcar que no siempre ocurre así, que no siempre encuentran los jóvenes el calor que in­dudablemente necesitan.

Los jóvenes de la F.l.J.L. saben. No es sólo el periódico mural la ac­

tividad propagandista y libertaria de los jóvenes libertarios de Toulouse. Muy a menudo organizan charlas y conferen­cias. Tienen constituido un grupo ar­tístico juvenil que ha cosechado ya éxitos considerables. Forman parte de la Comisión de Cultura y Recreo que ha organizado una magnífica biblioteca en la que existen varios centenares de volúmenes escogidos. Tienen constituí-do un grupo excursionista...

Verdaderamente, la labor que reali­zan los jóvenes libertarios merece la consideración de todos y hasta quizás sirvu de ejemplo en no pocos casos.

ÍÍILIIIBIEIRMID para España!

DESDE el primero de abril de 1938, fecha en que oficialmente fué anunciada por el hoy «dictador

y caudillo» de España, Francisco Fran­co Bahamonde, la insurrección y guerra civil por él iniciada, comenzada el 18 de julio de 1936, secundada por Quei-po de Llano en Sevilla, Goded en Bar­celona, López Ochoa en Madrid, Aran-da en Oviedo, por Sanjurjo y por Mo­la y por la mayoría de los jefes y oficiales que habían jurado fidelidad al régimen; insurrección preparada ya de antemano en los cuartos de banderas, sacristías y salas de administración, fi­nanciada por Hitler y Mussolini. Desde

(Pasa a la página 3.)

Page 2: ROUTE, hebdomadain Eib-ettad &. eáela/Ltitiid, tLe La … · bijarse a la sombra de la potencialidad económica de Estados Unidos no puede extrañar a nadie. Es lo lógico, lo natural,

R U T A

EL

DESHEREDADO I cido sus brazos el uso de las muletas,

trepaba por la pared a los depósitos de pesar de su desventura y su forrajes, y ahí permanecía oculto a ve-miseria, había conocido tiem- ees una semana, después de recoger 00 pos más felices. una correría suficientes provisiones.

Un coche le rompió las dos piernas V i v í a como los animales montaraces; cuando tenía quince años. Desde enton- a nadie trataba ni tenía cariño a na­ces pordioseaba constantemente, arras- die; l o s campesinos le miraban con una trándose por los caminos y por las ca- especie de hostilidad resignada y con lies, balanceado por sus muletas, que u n desprecio amortiguado Le apóda­le habían levantado los hombres hasta ban Campana, por sus balanceos entre las orejas, hasta el punto de que su , a s muletas, semejante a los de las cam-cabeza parecía hundida entre" dos mon- P a n a s entre los dos pilares que las apo-tañas. Expósito, encontrado en una zan- v a n -ja por el cura de Billeter la víspera del , P«fó dos días en ayuno porque na-día de difuntos, fué bautizado, por este d | e le dio nada, decidiéndose todos ¡i motivo, con el nombre de Nicolás To- librarse de su presencia. Lo s campesi-áo, los Santos; mantenido por la cari- ***• desde sus chozas, le gritaban dad, permaneció extraño a toda instruc- «¿Quieres irte, sinvergüenza? ¡No vuei ción; lisiado—después de haber bebido unas copas de aguardiente, ofrecidas por un panadero para emborracharle y reirse de él—y, desde entonces, vaga­bundo, sin medio alguno para ganarse un pedazo de pan, sólo sabía tender la mano.

II

vas a pordiosear aquí!» Daba media vuelta y se iba de un

salto a otra parte, donde le recibían fie igual modo.

Las mujeres 'decíun, asomándose a las puertas: «No es posible mantener a en­granuja todo el afio».

£1 miserable, sin embargo, necesitaba comer todos los días.

La fiesta de las madres D'

Durante algún tiempo, la baronesa de Avay le consintió que durmiese, me­tido en una especie de nicho de paja, junto al gallinero, en el cortijo más próximo de su residencia señorial, cuan­do tenía hambre, un pedazo de pan y un vaso de vino. Por otra parte, recibía de vez en vez algunos céntimos, arro jados por la ilustre señora desde lo alto de la escalera o desde una ventana. Pe­ro al morir la baronesa, todo esto se se acabó.

Como le veían con demasiada fre­cuencia, en los pueblos apenas le soco­rrían; aburrió a las gentes paseando sus andrajos, sus muletas y su cuerpo de- a v a n z a D a

forme. No se iba, sin embargo; no CO

IV

Había recorrido casi toda la comarca sin recoger ni un céntimo ni un men­drugo; esperaba conseguir algo en Toumelles; pero había dos leguas poi cairetera, estaba fatigado en extremo y tenía el estómago tan vacío como el bolsillo. A pesar de todo esto, se puso en marcha.

Era en diciembre; un viento frío co­rría por el campo, silbando en las ramas desnudas, y las nubes galopaban a tra­vés de un cielo sombrío, precipitándose hacia un lugar ignorado. El inválido avanzaba lentamente, con penoso es-

vez en vez sentábase a des­que aquel f " f r algunos minutos. El hambre le

rincón, aquellos tres o cuatro caseríos h " c " S u f n r - entristeciendo su alma. donde arrastró su vida miserable. Ha- confusa y abatida. Solo tenía una idea: bía puesto fronteras a su mendicidad, «comer»; pero no sabía por qué me-y nunca hubiera rebasado sus límites. ' , .

Ignoraba si el mundo se extendía más D u r a n e . m á s de tres horas padeció allá de los árboles que siempre limita- e n a 1 u e l '"terminaUe camino; al fin, ron su horizonte. Ni jamás pensó en viendo los árboles del pueblo la espe-ello. Y cuando los campesinos, hartos r a n z a l e d l ü a n ' m 0 V melero sus aw-de verle siempre junto a sus labores o vimientos. metido en las zanjas, le decían: «¿Poi , _g P"mer campesino u quien se di qué no te va s a otros pueblos en lugai "gió , pidiéndole una limosna, le dijo: de arrastrarte siempre aquí?», no res- ~ ¿ Y a " t a s aquí otra vez? ¿No nos pondía, y se alejaba sobrecogido por un v e r e m o s ' 'bres de ti nunca? confuso temor a lo ignorado, un temoi Y Campana se alejó. De puerta en de miserable a quien todo espanta: los puerta vióse rechazado; echábanlo de rostros desconocidos, las miradas rece- todas partes y no le socorrían. Conti-losas de los transeúntes y de los gen- nuó, sin embargo, su expedición, pa-darmes que van de dos en dos por los tiente y obstinado. No consiguió i.i caminos, de los cuales huía por instin- un céntimo ni un mendrugo. to, hundiéndose, para evitarlos, entre Recorrió los cortijos, andando a tra­ías malezas o detrás de las rocas. vés de las tierras húmedas, y hasta u l

Al verlos a distancia, relucientes bajo extremo extenuado, que apenas podía el sol, adquiría de pronto una agilidad levantar las muletas. Le despedían de de monstruo que le permitía buscar al todas partes.

punto un escondrijo. Se descolgaba de Era un día frío y triste, uno de esos las muletas, dejándose caer como un días en que los corazones se cierran, harapo; y, haciéndose una bola, redu- las imaginaciones se irritan, las almas cíase, como una liebre recogida en su se obscurecen y las manos no se abren (ama, confundiéndose con la tierra. para socorrer.

Jamás habia tenido nada que ver con Cuando hubo hecho su visita y reco-ellos. Sin embargo, no le abandonaba rrido todas las casas, fué a sentarse jun-su temor, como si lo llevara en la san- to al corralón del señor Chiquet. Des gre, como si lo hubiera recibido cu colgóse de sus muletas y estuvo largo herencia de sus padres, a los que no rato inmóvil, torturado por el hambre conoció. y demasiado embrutecido para com­

prender su horrible miseria. III Esperaba, sin saber qué; le sostenía

la esperanza, que no se pierde casi nun-No tenía refugio, ni techo, ni cabana, ca. Esperaba, junto al corralón, el >o-

ni abrigo. Dormía en cualquier parte, corro misterioso que se aguarda siem-En invierno y en verano se deslizaba en pre del cielo o de los hombres, sin pen-los pasajes y en los establos con una sar cómo, ni por qué, ni por dónde pue-destreza notable y escapaba siempre de llegar. antes de que alguien notase su presen- Pasaron por delante del infeliz unas cía. Conocía los agujeros para entrar en los cercados, y habiendo robuste- (Pasa a la pág. 3)

OM1NGO 27 de mayo 1951. No sé si la Fiesta de las Madres es mun­

dial. Lo que si que sé es que es francesa y que es humana. Para mi es la ñesta más grande y más justa que se pueda celebrar. Tampoco sé en qué consiste. Sólo veo, en el aspecto externo, que muchos transeúntes llevan flores y dulces. Este hecho, además de ser una cosa material agradable, es una cosa eminentemente simbólica, tierna, fina y delicada en alto grado, pues su pri­mer efecto físico ha de ser alegrar la vista y en­dulzar la boca de las madres, y que éstas, con su ternura infinita, hagan participes de estos goces materiales a cuantos las rodeen.

La madre es el resumen y el origen de todos los amores; todos la aman a ella, y ella ama a todos.

El amor de la madre es ejemplar, porque es el que llega siempre a la abnegación, que es el sa­crificio espontáneo de la voluntad, intereses, co­modidades, etc., en beneficio de sus hijos y aun en beneficio de los hijos de los demás.

Todos los literatos y los más grandes poetas han dedicado obras memorables al amor de la madre y al amor por la madre, lo cual es muy humano, pues rarísimo es el hombre de letras y de investigación que no le deba a su madre su celebridad, porque, en la época de la preparación, cuando nadie creía en ellos, la madre tenia fe ciega en el porvenir de sus hijos y hacía, gustosa y placentera, los mayores sacrificios por ellos, lo cual tiene la grandeza de despertar en el cora­zón de los hijos el más elevado y noble senti­miento de la especie humana, que es la gratitud.

Es, por tanto, la madre el símbolo del amor puro, pues, efectivamente, da su vida sin vacikii* en cada nacimiento de sus hijos, y en la niñez, les prodiga cuidados sin los cuales no tendría continuidad el género humano.

La Historia está llena de crueldades de ciertos padres, pero no recordamos que hayan existido madres que se ensañaran con sus hijos, salvo aquellos casos monstruosos en que una mujer se ha convertido en una furia por enajenación. Y no decimos que se ha convertido en una fiera, por­

que las fieras también quieren y cuidan a sus hijos y luchan por ellos hasta perder la vida.

La madre es la piedra fundamental de la fa­milia, y la familia es la célula social; prodigiosa reunión de derechos y deberes que muy bien pue­de servir de modelo para constituir la Humani­dad ideal.

El más duro reproche que se ha hecho de la guerra es el siguiente: «La guerra no existiría si los combatientes pensasen en las madres de sus adversarios.)) Y" conocida de todos es la repeti­ción del hecho de tendeese las madres de los mo­vilizados para la guerra sobre las vías de los tre­nes y ante las locomotoras que humeaban dis­puestas para llevar a sus hijos al matadero.

La madse no calcula ni ve peligros para si mis­ma cuando de defender a sus hijos se trata. Sien­te, sufre, lucha y vence. He aquí el valor sobre­saliente de la madre: el heroísmo.

Los cristianos han matado a Cristo

A religión ha matado a Cristo siendo dueño y señor de un Estado que en el corazón de los cristianos, cuenta hasta con aristócratas y nobles; La Iglesia y sus hombres nie- poseedor de palacios, capillas ostento-

gan continuamente la doctrina cristia- sas, jardines maravillosos, castillos e na con sus conductas prevaricadoras, infinidad de objetos preciosos que sólo Sin omitir en la lista al pontífice de pueden servir para satisfacer la vani-Roma. dad de un autócrata empedernido, ta-

El pueblo italiano se muere de ham- l es como coronas de piedras preciosas. bre. Los niños pobres de Roma, care- coches, automóviles, teléfonos de oro cen hasta de lo más indispensable pa- puro, armiños, sedas, etc., etc. ra mantener la vida. Tanto, que de ¿Se parece esta manera de vivir, t s-Ios Estados Unidos de América, tas costumbres tan apegadas a la fragi-se envió a Italia en las pasadas lidad de las cosas terrenales, esla am-navidades, un barco lleno de alimen- bición desordenada por el materialismo tos. Estos alimentos no los envió el y la futilidad de las glorias humanas, gobierno, ni los millonarios americanos, se parece todo esto a lo que aconse-Lo.s hemos enviado nosotros, los po- jaba Cristo?... bres, los que formamos el pueblo que ¡Hermano trabajador! ¡Hermana mu-trabaja y sufre. Hasta en las escuelas j e r ! ¿Cómo es que no comprendéis la publicas, adonde van nuestros hijos, so falsedad de la leyenda bíblica?... ¿No colectaron alimentos y ropas. Y todos o s d i c e v u e s t r a razón, que si la Biblia dimos, todos cooperaron alegremente a fuera obra de Dii „ ios y sus profetas, los esa obra, con lo que temamos, no de lo hombres de la Iglesia de Roma no se que nos sobra, porque no nos sobra | ,u r l ar ian de ella tan miserablemente?

Dice l a H i s t o r i a q u e l a m a d r e de l r ey m o r o , nada a los pobres en este país de la y s¡ j a Biblia es una impostura creada a l ver l á g r i m a s e n los o jos d e su h i j o j abundancia y de los Cresos modernos. y sostenida por una organización podo Bosbdil,

al abandonar (¡ruñada, le dijo la célebre frase: «Llora como una mujer lo que no has sabido de­fender como un hombre», como advirtiéndole que aún debió luchar más, pero no que se dejara ma­tar, pues ella, la madre, si lo hubiese vista en se­mejante trance, lo hubiese cubierto con su propio cuerpo para defenderlo.

No tratamos de agotar el tema en defensa de la madre, porque tampoco lo necesita; todos esta­mos conformes en que la madre es el sol que alumbra las conciencias de la Humanidad, la que todavía cuenta con esta inestimable joya. Nues­tro objeto es sólo influenciar las inteligencias para que eleven su ritmo a la altura de las cosas su­blimes y que no se conformen con lo pedestre y manido. Romper moldes es lo que interesa. Las mujeres madres quizás .puedan ser un nuevo pun­to de partida para llegar a una nueva forma de Humanidad, más justa y más libre, que los hom­bres no hemos llegado todavía a darle vida efec­tiva y sólida estabilidad ante los crudos tempo­rales del egoísmo, las quimeras y las bajas pa­siones.

I

CIENCIA VENENIFICA H B boxeado más de una vez con las la mala testa y del tiesto de Mussolini. lance al idealismo más generoso y los

subidurías y veneníferas o vene- me parece muy natural. arcos de más tensión flechando al Bien Mfetmm i'i xmm*form8t¡ es de- En „ L o s Anarquistas» se despachó Sumo se expresa con una irresponsa-

cir, portadoras, elaboradoras y eyacu- el s í s a r f l ; lnás que César, del Derecho búldad mamcomial de procónsul roma-latrices, a todo raudal, de mortales ló- ¥enal itaiian0 patanamente, contra las "° en ?,ru>> de mikado blanco en el xicos. Veneníficas las llamaran los la- más nobies „1^^ de su tiempo y ¡apon de verdel brasilero o de senador tinos de la corintia falange, si no estu- ¿ e toda¡¡ ¡as Eras> ^ exduir h, de\ negrófobo de Estados Unidos vieran comiendo barro en sus fuñera- Mico „ e¡ mono darwiniano. Ricardo Había de informar la certidumbre a rus criptas Mejla desmontó el montaje del alZuna *L las truculencias que Lombro-

Se escribe hoy derramadamente so- champurrador de la, ciencia mucama so recauda; y fuera menos sublevante bre inversinismo sexual. Pero nadie de r i c o s > frvtándple el bigote contra a™ la ceguera con que el academismo deshonra a las inteligencias invertidas; ni propia dia„ea. Y espanta que no lo '

EL LIBRO DE LOS RECUERDOS

EL CLUB ANARQUISTA JUDIO L OS que hayan leído la atractiva también expulsado de Francia, con el saba las horas en la penumbra, medi-

obrá de Rocker < En la borrasca \ que me unía la más estrecha amistad, lando .sobre el presente y haciendo pTá-recordarán la descripción que hace Atraídos por aquel medio libertario tan nes para el porvenir. Una tarde negra

del Club anarquista judío de Juliee de nuestro gusto, convinimos buscar de Londres, que soñaba en mi rincón Street, situado en la parte oriental de aposento en aquella parte de la ciudad favorito, el compañero que atendía el Londres. Allí nos dirigimos los e\pu!- habitada por elemento judío, una bue- local me llamó la atención y me dijo: sados de Francia, donde fuimos acogi- na parte de ellos anarquistas. Nos pu- «Pensaba en Angiolillo cuando te mi dos con el mayor cariño, olvidando simos a buscar una modesta habitación, raba. Venía a veces y se sentaba en pronto los malos ratos que nos había al parecer cosa fácil, pero nos encon- ese sitio y como tú pensaba y no decía hecho pasar la policía francesa. tramos con la más seria dificultad. Co- palabra alguna. Un día desapareció y

«Después de haber trabajado casi dos i mató a Cánovas». «¡Qué suerte t u v o -años en la ejecución de esa empresa. P e d r o V A L L I N A le contesté—-, mató a un tirano y mu-nos dice Rocker, conseguimos finalmen- " ó por la causa!» te adquirir un gran edificio, el antiguo m o ,se trataba de gente pobre que pa- Una de las cosas que má s me impre-Alexandra Hall en Jubilee Street. La r a a h v l a r en algo su apurada situación sionaron, hasta llenarme los ojos de lá-casa hermosamente construida, dispo- «rendaban la única hbitación presen- grimas, fué cuando el primer sábado nía de una sala magnífica, alta, airea- [able en su vivienda, nos exigían que q u e allí pasé, vinieron a mi encuentro da con cabida para unas ochocientas l o s sábados nos ausentáramos de la numerosas compañeritas, que habían personas Además, diversos locales me casa, para reunirse la familia y cele- cobrado su mísero jornal de la sema-nores, de los cuales la parte baja fué b r a r s u s T,tos religiosos. Por fin encon- na, a ofrecérmelo para cubrir mis ne-utiüzada como administración, mien- tramos un alojamiento en casa de un c e s idades , que no llegué a aceptar, tras un amplio local del segundo piso P o b r e carpintero, en uno de los sitios C O n p e s a r de ellas, porque ya había servía de biblioteca y sala de lectura. m á s 'ntnncados de aquella parte de recibido ayuda de una hermana que Una casita contigua al edificio del Club Londres. Aquella familia era muy dejé en París.

servía al grupo «Arbeiter Freun» para amj»ble y el carpintero un buen com- Muchos años han pasado de los su-la instalación de su imprenta y de la P a n e r o de ideas. c e s o s que cuento, pero mis recuerdos editorial. - Asistíamos todos los días a las re- están cada vez más vivos, y aquel ba-

A poco de llegar a Londres fué a re- uniones del Club Jubilee Street y nos rrio mísero y sombrío de Londres, lo unirse conmigo el compañero Nacht, familiarizamos con tan buenos compa- sigo viviendo hoy de color de rosas.

ñeros. Una de las construóciones más ¡Cuánto daría por vivir de nuevo allí grandes que por allí había, dividida entre tan querdos compañeros! en peqteños departamentos, era ocu- . liarla en su totalidad por familias ele compañeros, que visitábamos a diario. Allí vivía Rocker, y no muy lejos la familia Shapiro, El joven Shapiro pasa­ba la mayor parte del día en sus ocu paciones, pero el padre salía poco y nos acogía con mucha amabilidad, pa­sando a su lado las horas enteras.

Pero dimos del pan y la sal que teñe- r a s ¡ s j m a q u e tiene un a historia negra mos todavía, para los niños de Italia, ¿e lágrimas, de sangre, de persecucio-para los niños de esa Roma, vecina n e s cruentas, ¿qué nobleza encontráis del Papado, que se mueren de mam- e n l o s q u ü sabiéndola falsa, quieren ción y de abandono, a la vera del Va- j m p o n e r l a a ] 0 s déhiles de espíritu pa-ticano, donde un viejo avaricioso eme r a s e g u ¡ r manteniendo a una gran par dice representar a Cristo en la tierra t e d e j a humanidad en la ignorancia, v que reverencia a la Biblia como el e n e i t e r r o r y e n ] a complicidad de libro sagrado del cristianismo, acumu- ese engaño? ia riquezas fabulosas y las guarda y E n m j s ^ d e ^ ^ e n ;, defiende con afán de enajenado. m j i ¡ a r j o s e ^ (1|.. p ¡ ) r a q u e fa ^

Para afianzarme en mi oposición a |¡záramos en la clase de literatura un las Iglesias y, sobre todo, a la Iglesia i ¡b r o titulado: «Historia de la civili-católica, apostólica y romana, dediqué 2 a c ¡ ü n e n Europa». Era una recopila-unas horas para releer la Biblia, a fin c i o n c ) e conferencias que su autor de que este libro me suministro los Francois Pierre G. Guizot, había leído datos que necesito para poder probar e n s u c á t e f j r a ¿e \a Sorbona. Guizol que la religión en general, y en ver- q u e e r a ultra-conservador v religioso, gonzosa complicidad con el capitalis- confiesa a la terminación ele una de mo y el Estado, ha matado en los ! u s lecturas: «La Iglesia cristiana des-hombres todo sentimiento bondadoso ¿e antes del siglo V, se había rebus­que pueda relacionarse con el ejemplo l e c j c ] 0 a ] a v e r a ¿e ios" m unicipios del y las ordenanzas del mártir del Col- orden por medio de la disciplina y de gota. la servidumbre. A fines del siglo IV.

En los «Actos de los Apóstoles», II, e ] c r ¡ s t i a n ¡ s m o I10 e r a simplemente una 43, dice la Biblia: > Y todos los que creencia. Era una institución que se creían tenían todas las cosas comunes. n a b ¡ a t r a n s formado ya en un organis Y vendían las posesiones y las hacien- m o corporativo, con su gobierno' pro-das y repartían a todos, como cada p i o y c o n u n c u e r p 0 e c ] e s j á s t ¡ c „ que uno había de menester.» n a b ¡ a instituido todo un sistema de re

Aunque para mí la Biblia es un em- p a c i o n e s para sus funciones guberna-boste, me estoy basando en ella por- t i v a s > t a j e s c o m o ] a i m p o s i c i 6n de ta­que es el oráculo del cristianismo. Por s a s y ] a expansión de los medios de ella juran y en nombre de ella casti- influencia y propaganda.» «La Iglesia-gan desde el cura de aldea hasta los t e r m i r i a Guizot—había luchado con cardenales del Santo Oficio. En el pa- t o d a s s u s fuerzas D o r establecer un sis-sado, no fué obra difícil alterar ma- t e m a teocrático, usurpando la intori-nuscritos, perderlos, aumentarlos, dis- ¿a¿ temporal para imponer su dominio minuirlos o crearlos. Desde el siglo V, hasta hace poco, la Iglesia romana tu­vo el monopolio de los conocimii escritos. Y hasta el descubrimiento y vulgarización de los libros impresos, los padres de la Iglesia, copiadores o co­pistas, fueron los únicos que conocie­ron el origen y autenticidad de los do­cumentos que se transcribían. Y en el misterio de sus celdas frías, se perdie­ron para siempre el secreto y la ver­dad de sus reproducciones religiosas. No es, pues, agudeza temeraria concebir que la Biblia fué obra de la Iglesia antigua y copia de otras religiones y mitos muchísimo más antiguos que Cristo y sus apóstoles.

umversalmente.» Desde entonces hasta hoy.^Ki Iglesia

apostólica y romana, adaptándose a to das las épocas, se ha plegado sobre sí misma cuando las circunstancias lo de­mandaban, separándose voluntariamen­te del Estado cuando éste ha atravesa­do crisis, peligrosas para su sosteni­miento, pero saliendo a la palestra en cuanto había un cambio beneficioso a sus designios.

Un escritor hispanoamericano, me ha enviado recientemente un libro suyo, donde compara a la Iglesia Católica con una venerable matrona, digna de lodo respeto por su cultura, por su pro-

Despúés de esta breve explicación y 5 aP'a y por su edad. Yo también la volviendo a mi tema, sobre lo que dice comparo con una vieja matrona, pero la Biblia de los bienes terrenales, que '"digna de toda veneración, porque la polilla y el orín corrompen, ¿cómo después de una vida licenciosa e in-es posible que existan seres tan indife- u t l 1 para todo bien, llega a los últimos rentes ante la verdad que se revela a tiempos de su existencia, sin arrepen­tí misma que no adviertan con clari- tirse de sus pasados yerros, sin sentir dad, cómo el Papa, sus ministros y el vergüenza por sus delitos que llegaron clero menor que campea orondamente: al máximum con la Inquisición y sin por el mundo, se olvidan de estos Ha- dejar de ser la misma de siempre: al-mamientos del libro sagrado del cris- tañera, dogmática, hipócrita y ambieio-tianismo, realizando en sus vidas v en s a de todas las grandezas de este mun-sus obras todo lo que es contrario y do, que son susceptibles al orín y a marcadamente opuesto a las Escrituras? ' a P 0 ' 1 " 3 . Acumulando propiedades y riquezas. Violeta Miqveli González.

y que, como rameras, se dan revolcones padre y a toda dura máter, en cuanto* lechos impuros convierten en un loda­zal el arbitrario poder y el corruptor dinero. Cuando no hay Mesalinas más descocadas y procaces, al servicio de M padrote respectivo, que las que se

Ángel Samblancat

haya hecho Italia misma, que tan oii-ginales cuños ha dado a la numisma-

SSE"-F&JSTrji i en%,i°: *•** i»™-**» v de ia ^^

oficialista, con dos pataratas por lentes, enfoca lo humano heroico, confusio­nando adrede al miscuirlo con psico­patías y morales dolencias de cerebros en boira.

El calzorrón, que en bata de llamar a cagar moscas en su laboratorio, deja pasar impávido el disturbador torrente de las parrandas capitalistas y los mon­dongos estatales; y nos examina al mi­croscopio, como a insectos o bacilos, a los que nos oponemos a esas farras, a orgías y hecatombes patrióticas, ¿qué número de años y un día de cadena *t'iiiP(,ral no se gana a pulso?

Lombroso mira a la Naturaleza con el ojo sin luz. Y, por eso, no le ve las jorobas con que la encamella el prii i

hombre, más lustroso, bien cirado u i i ' „ ,' , , , » en la social revuelta. El Apenino se

cebado, que ellas, hasta cuando tus t „ j i ± J i „ , ' \ ' ""•"". *-"u '"' "' ha ganado mucho más respeto de las comen y las cosen las pulgas. conSmcku libres por Bruto, por Es-

De mocaral en ronda por los quince t Rienzi, por Masanielo, por abriles, me eche al coleto el bloque de ,-,. j n Z. /-- _ i „ . i -A j ^-i i. i j i- w . Giordano Bruno, por Campanela. por hormigón de «hl hombre delincuente», „ „ • ' ~f „ „ r r_ , _? , , T , . Savonarola u por Caserío, que por Lom-de Cesar Lombroso—o Lumbroso, pi- , * ^ > T—• r dio de cepa española, sin duda—; cri­minalista más de cámara y lunfardo, Lombroso se autoenantza, subesti-que fluórico. Raro es el penalista, que mando escamhlosamente a¡ (¡narquis- iegio y como esa cr¿m¿n<j/ígía criminal no sea penable con todos los peines ">° y considerándolo, con mentalidad SOí| ¡0 may0T pflr/É, ^ fa filosofulerías de su absurda carda; y el penitencia- <¡e pinche y lavador de escupideras lie- y de ¡as teologoastrologias. rista, a quien no haya que penitenciar, lorio, una epilepsia, un histerismo, una ¿ e vendieron sus hierofantes el uncu por sayón y tusón, con la jaula por lo paranoia y una esquizofrenia; y, en sus al petado u a Mammón. Y e s natural meno*. que él receta al prójimo. Ex- portalábaros, poco menos que un ham- que estos beneficien cotos mineros tan

tueme» a Dorado Montero, al áureo Pa de la especie. Chisme este último ¿ I e„ callados, verdaderas Jaujus del Arena* de doña Concha, a Salillas y a ¿e puesto de churros al aire libre, más negreñsmo y el esclavismo. ¡Eh, pro-Beccmria. Y no sé ti a Sales y Ferré, y u"e dictamen de sabio, cuya vida no fesor¡ ¡Cómo te hiede a rutón ahogado a alguna otra abeja de terneras telitas, s'" simplemente una historia de sueño, ert ace¡te de l¿mpaTa> esa nobru aní-que tumbién poco en esta flor. Pero ¿qué persecución de tobilleras, cigarro y be- muia que exhalas por el aliento! Di-decir de Garofalo, de Colajanni, de Fe- bid~as de todos los colores del iris. ríase que cuando tus pulmones funcio-rri, de Lombroso y otros Padres de la El distrófico y loco de herrar, digno nan, no respiras, sino que, dando es-mismu Iglesia? Pues que parece mentí- de la camisa de fuerza y la ducha he- cape al gas de tus quilificaciones de ra que sean compatriotas de Pietro Go- lada en pescuezo y ríñones, es el que changador, descongestionas tus fondos ri y de Malatesta, como mínimo. De clasificando entre las cenestesias de y te drenas de auras por extraño fuelle.

En aquel medio nos encontramos con numerosos jóvenes compañeros, en su mayoría judíos rusos y polacos, activos militantes, algunos de los cuales había­mos conocido en Francia. El clima y la pasividad de Londres, siendo ellos hombres de acción y familiarizados con los peligros, pesaba enormemente sobre sus espíritus, y pronto desaparecían para hacer frente en Rusia a los ma­yores riesgos. Algunos cayeron en em­boscadas mortales, tendidas por los agentes provocadores. La joven compa­ñera rusa que llegó deportada con nos­otros, venía todos los días a verme y contarme sus cuitas: se aburría sobera­namente y una melancolía grande in­vadió su espíritu. Hubo que preparar­lo la vuelta a Francia, casándola con un viejo francés a quien no conocía. para que pudiera quedarse allí como francesa. Cuando la policía se dio cuenta de la comedia, la boda ya es­taba hecha y acabaron por dejarla tranquila. No volví más a saber de tan valiosa mujer.

A veces me aburría yo también y en­tonces me refugiaba en un pequeño salón que había en el Club y que ser­vía como restaurant y café. Allí me pa-

ptopaya

RUTA

DIDEROT y la «ENCICLOPEDIA» todo de hombre sabio, conocedor de tica del bíblico Isaís tomará aun am­iantas y tantas cosas, que cierto charla- ph'o vuelo. íán de plazuela le rogó en carta muy E n e , a u t o r d e <<La R e l i g i o s a > > > | o s

. r , e C l atenta, se sirviera hacerle la receta pa- d e f e c t os no llegaron a eclipsar las vir-ra una pomada que a los calvos luciera , u d e s Hipólito Taine ha escrito: «D¡-

(Viene de la pág. 1)

de sus libros se lee: «No I

el bien de nuestra especie». Desprecia­ba la frase bajamente egoísta de aquel monarca que decía: «Después de mí el " Ü " e l p e I ° ' " d e r o t e s siempre un hombre de buena diluvio». Desarrollaba en la redacción de la «Enciclopedia» una pasmosa ac­tividad. En contacto constante con los colaboradores, inspiraba a unos, prodi gaba consejos a otros; revisaba y corre­gía los escritos de todos aportando a la obra profusión de documentados ar­tículos suyos. En lo concerniente a las artes y oficios, corrió casi todo a su

Diderot tuvo no pocos enemigos en- fe». En efecto, sus biógrafos coinciden tre sus contemporáneos. Eran los que en señalar sus excelentes cualidades mo­le odiaban o le temían por ser un es- rales entre las que descollaba su ma-píritu inquieto, iconoclasta y ferviente ñera de ser abierta y pródiga, dispuesto partidario del progreso. Esforzábanse en siempre para ayudar, para intercedei

en favor del necesitado. Censuraba las rj^-viyri-p A ¥ 1 D A arbitrariedades cometidas por la into-IV-IIN 1 /n.UJ\./\. lerancia, repitiendo con frecuencia:

«Lo que importa es hacer germinar la bondad». cargo, buscando en las propias fuen- hacer ver cómo con cristal de aumento,

les los conocimientos que necesitaba, supuestas imperfecciones en el modo El notable crítico y escritor alemán sin contar con auxiliares, ni otras obras de ser del notable pensador. Cuando Carlos Grimm, que tuvo trato asiduo que pudieran servirle de modelo. estimaban poca cosa atacar al hombre, con Diderot, decía (le éste que podía

Ya se ha citado la prodigiosa activi arremetían solapadamente contra la comparársele a la naturaleza tal y co-dad de Diderot. No obstante el estar °bra. Así se esforzaban en hallar ¡ni- mo él mismo la concebía: rica, abun-abrumado de trabajo para la Encielo- perfecciones en la «Enciclopedia», exa- dante, salvaje; a la vez sublime y con-pedia», alternaba dicha labor con otros gerando sus matices más endebles. Na- fusa; sin un principio dominador, sin trabajos de carácter literario; escribía turalmente, pese a la atención que en amo y sin Dios. Estimaba Grimm que incluso artículos que otros firmaban; "evar a término la labor pusieron (míe- el estilo de su amigo reflejaba su ma­damas amigas le rogaban escribiera pa- «*es la escribieron, no podía ser, como ñera de ser: propicio a la fmpro> ¡sactóo ra ellas cosillas amenas, ligeras para n a d a lo ha sido ni lo es modelo de y descuidado en lo que era mera cues leer o recitar en sus salones respectí- absoluta perfección. Muerto Diderot, y tíón de forma. vos, a lo que él se negaba. Sostenía en el curso de años, no ha n faltado ( , Y o a m o mejor una bella quimera mucha correspondencia con gentes de tampoco quienes contra él han escrito. q u e ¡ n d u c e a tentar grandes cosas, que toda condición social. Hacíanle toda En Francia ha destacado el reacciona- una realidad estéril, que una preten-suerte de solicitudes que en ningún ca- rio y avinagrado critico Brunetiére. El dida sabiduría que retiene a] hombre so dejaba de atender en lo que bue- inglés Carlyle, que tantas páginas ad- es una estúpida inercia». He ahí se­riamente podía. En su juventud había mirables tiene escritas, en sus Nuevos presado por Diderot ese romántico qui-conocido la miseria. De ahí que fuera Ensayos», se muestra bien injusto con jotismo que entre los anarquistas tiene atento, comprensa - «orí los necesitados, respecto a Diderot. Puede colegirse el arraigo y perdura, frente rl practicísmo Por ello escribió: /Aliviar la miseria valor de su crítica si tenemos en cuen- de quienes embrutecidos por el dine-de los demás es aliviarnos a nosotros la que afirma, desde lo alto de su su- ro, no alcanzan a comprender lo que mismos.» Se percibe también en su (¡ciencia, la insensatez de que la «En- representa la cultura y lo cinc en el correspondencia la nota jocosa. Tenía ciclopedia» habrá perdido su fulgor, progreso y superación de las ínteligen-tal fama de atento, de bueno y sobre su prestigio, cuando la palabra profé cías ha representado la «Enciclopedia».

Page 3: ROUTE, hebdomadain Eib-ettad &. eáela/Ltitiid, tLe La … · bijarse a la sombra de la potencialidad económica de Estados Unidos no puede extrañar a nadie. Es lo lógico, lo natural,

RUTA P á g . 3

^MMafmgina wiaeátta ^ ^ ^ ^ ^ ^ * * * * * * * * * *

DIEILIDÍEIBIEIP N O HAY DEBERES SIN DERECHOS. — Siendo considerado el

derecho como una especie de compensación, de recompensa atribuida al cumplimiento del deber, resulta que, en realidad.

es el deber el que ocupa el primer lugar en la fórmula y lo conser­va efectivamente en la vida social actual.

El deber es la obligación de cumplir ciertos actos en general des­agradables, y, como en el derecho, se busca en vano la regla que preside la elección de estos actos, decretados de absoluta necesidad. Ni ei derecho ni el deber tienen una base racional y científica. Ori­ginándose de la vieja creencia en los códigos dados a los hombres

• por las divinidades, el deber cambia según los mitos de las diversas naciones, según los intereses de los que tienen el arte de imponerlo a las masas y persuadirlas de que tienen que conducirse de un mcdo ventajoso para ellos.

La Naturaleza no nos presenta en ninguna parte la sanción de los supuestos «derechos del hombre». En nosotros no ha puesto más que el impulso de realizar un acto porque sentimos la necesidad de ejecutarlo o porque la experiencia nos ha demostrado su necesidad en vista de nuestro propio interés.

Limitada a las relaciones sociales, la palabra «deber» no puede en realidad expresar más que la obligación que un hombre se ha impuesto libremente para con otro hombre, ya en el caso de un cambio, ya por servicios obtenidos o de cualquier otro modo pura­mente de conveniencia personal.

Respecto al deber, en el sentido absoluto, no es más que una palabra vacía de sentido, un obstáculo a la vida.

Por el hecho de nacer no ha contraído el hombre ninguna obli­gación, no ha dado su consentimiento a ninguna convención. Más tarde, en el curso de su vida, la necesidad de recibir ayuda de los demás le conduce a dar algo de él en cambio; pero, ¿cómo concebir la pretensión que se arrogan las asociaciones llamadas Estados, de someter bajo reglas dictadas por gentes que hace siglos murieron a todos los hombres que nacen en una determinada extensión de territorio? ¿\Y si los últimamente venidos hallan que estas leyes son estúpidas y poco adaptadas al grado de su evolución y no les place la forma de la asociación? El caso está previsto. Para demos­trarles la excelencia de los deberes que pretenden desconocer, se les aprisiona o suprime de varios modos. ¿En nombre de qué?

No hay deberes que cumplir, como no hay derechos que reclamar. Únicamente el saber y la experiencia son capaces de indicar a un hombre lo que le conviene a su naturaleza, y la absoluta necesidad que tenemos todos regula suficientemente las mutuas concesiones que debemos hacernos para el mayor bien de cada uno en par­ticular.

MYRIAL.

DEMÍCA^RNET~ BLANCO y NEGRO

El Desheredado (Viene de la página 2)

gallinas negras, buscando su alimento entre la tierra, que da vida a todos ios seres.

A cada instante picaban un grano, o un insecto invisible, y luego proseguían su rebusca lenta y minuciosa.

Campana las veía, sin pensar en na­da; luego le surgió, más en el vientre que en el cerebro, una .sensación re­vestida con apariencia de idea, reve­lándose que uno de aquellos animali-tos resultaría muy apetitoso, asado en una lumbre de leña seca.

No sospechó que proyectaba un robo. Tomó una pierda y arrojándola con acierto mató una gallina. Él animalitn cayó, agitando las alas; huyeron las otras, balanceándose al correr, y Cam­pana, encaramándose de nuevo en sus muletas, avanzó para cobrar su caza, con movimientos parecidos a los de las gallinas que huían.

Cuando se inclinaba para recoger el cuerpecillo negro, salpicado de sangre, recibió una embestida que le hizo sol tar las muletas y caer de narices. Era el señor Chiquet que, exasperado, co­menzó a golpearlo, sin que él, inváli­do, pudiera defenderse, como lo hace un labriego al ver que le roban.

Se asomó la gente del cortijo a ver lo que ocurría, y todos ayudaron al dueño para castigar al mendigo.

Cuando se hartaron de golpearle, re­solvieron meterle en la leñera en tanto que avisaban a los gendarmes.

ACCIÓN

(Viene de la página 1) ral para enmendar una falta cualquie­ra? ¿Errónea opinión del derecho del padre sobre el hijo? ¿Tradicionalismo inconsciente? ¿Irascible por abuso de alcohol? ¿Extenuado por una jornada intensiva? ¿Temperamento sensible a los cambios de clima repentino? ¿Neu­rosis hereditaria? ¿Iracundo por in­comprensión de la familia? ¿Complejo sexual en desequilibrio? ¿Humor altera­do por estrechez económica? ¿...?

Retahila de interrogantes a los que consciente y científicamente sólo pode­mos dar una respuesta, no sé si más ex­clamativa que interrogativa: ¡Qué si' yol

Escoged la \azón fundamental que tal acto determina, luego añadidle las complementarias. Esto es historia.

Y ahora, si os sentís atrevidos aún. entrad en el alma del niño. Interpretad las razones de su travesura, inducién­dole a romper una pieza de la vajilla hogareña. Adentraros en su recinto psicológico; desentrañad lo que se nos antoja instintos simples o primarios cuando en realidad son complejos e indefinidos. ¿Quién se atrevería a tama­ña empresa descifrativa?

Para esta sociedad desorientada, la

ausencia de una historia humana sin cuentos ni fábulas, científica y comple­ta, es tan precisa como la brújula para el marino de largas travesías o para el piloto de largos vuelos. En tanto del brumoso valle prehistórico no se alum­bre el foco que ilumine la cueva de nuestro origen y procedencia primero, y del seno de la humanidad no surja un ideal de altura hacia el cual nos dirijamos después, jamás sabremos por dónde andamos, y a tientas y a locas, los coscorrones no dejarán de llover so­bre nuestras inexperimentadas testas.

Porque si la historia no se repite ri­gurosamente, matemática y geométri­camente, por lo menos tiene una «sui-te» lógica. «De aquella polvareda este lodazal». «De aquellcs hechos, estos cohechos».

Y no es que pretenda que la historia a que aludo tenga que ser la pitonisa que, a varios siglos de vista, adivine nuestro destino, ni siquiera una ente-lequia a la que haya que rendir plei­tesía como hicieran los marxistas inter­pretándola a su guisa, pero por lo me­nos un guía que señale precipicios y evite repetidos extravíos.

PLACIDO BRAVO.

TODO comienzo es acción», dice Goethe. El accionar es lo que distingue a los seres vivos de

les seres muertos. No actuar repre­senta no vivir, es suicidarse; acción ps pensar , es crear, es t raducir en realidades positivas las necesidades, las aspiraciones, los deseos, las vo­luntades que nos ag i tan . La acción es, en la escri tura y en la palabra, lo que el fruto es en el árbol: la pa­labra y la escritura serían vanas si ellas no hiciesen nacer el gesto.

La acción provoca un eco, consti­tuye un ejemplo, posee una fuerza de atracción incomparable. La acción real es profunda y desprecia lo ar t i ­ficial, porque no es sino simple apa­riencia. La acción es un hecho sen­sible, real y concreto; puede ser si­lenciosa y desarrollarse en la som­bra; no se apercibe siempre ni nece­sar iamente , pero siempre crea, y en la medida que se engendra se afirma noble, fuerte y bella; a veces, las acciones más humildes son las más admirables. Ellas no se inquietan ni del ruido ni de la apara tos idad; ellas operan en la obscuridad más a me­nudo y mejor que en plena iuz. No aceptan el gesto tea t ra l que dismi­nuye frecuentemente la sinceridad y el desinterés de sus autores.

Se dice: «Es un hombre de acción», para señalar a un hombre enérgico, aman te de la verdad, ligado a la jus­ticia y decidido a luchar enérgica­mente por ellas has ta hacerlas t r iun­far. Los hombres de acción son ra­ros, más raros que los char la tanes y pedantes . Muchos pasan por ser hom­bres de acción, y ni siquiera son hom­bres: más bien se parecen a figuras inmóviles en el camino de la vida.

La acción es la vida; la inacción es la muerte .

LL.

«— ••«^^*» »*fl¡fr0* ~+/)fl

Campana, ensangrentado, medio muer­to, estuvo allí toda la tarde, toda la noche, toda la mañana siguiente, sin que nadie le diera de comer. El ham­bre le devoraba.

Los gendarmes llegaron al mediodía y abrieron la puerta con precaución, temiendo hallar alguna resistencia en el preso, pues el señor Chiquet sostuvo que fué atacado por el miserable, y que dlifícilmente se pudo defender.

El cabo gritó:

—¡Vaya! ¡De pie!

Pero a Campana le fué imposible mo­verse, por más que hizo por lograrlo. Los gendarmes creyeron que todo era fingido, una vil astucia del malhechor, y, maftratando al infeliz, lo pusieron sobre sus muletas.

El miedo sobrecogió a) miserable, ese miedo instintivo de los conejos a! cazador y de los ratones al gato, v, haciendo esfuerzos más que humanos, consiguió sostenerse.

—¡Andando!—le gritó de nuevo el cabo—. ¡Andando!

Todos los criados y jornaleros del cortijo le vieron marchar. Las mujeres le amenazaban con el puño y los hom­bres le injuriaban: al fin le habían aba­rrado; ya se verían libres de aquel im­portuno.

Y el pobre se alejó entre los dos gendarmes, hallacdo la energía desespe­rada, imprescindible, para seguir arras­trándose y sosteniéndose hasta la noche, sin darse cuenta de lo que ocurría de masiado espantado para comprender nada.

Las gentes con quienes se cruzaba, deteníanse para verles pasar y murmu­raban: «¡Algún ladrón, sin duda!»

A hora muy avanzada llegaron a la capital; nunca el miserable fué tan te­jo*. No comprendía lo que pasaba, ni lo que podía pasarle. Todas aquellas co­sas terribles, imprevistas, y aquellos ros­tros desconocidos y aquellas casas nue­vas para él, le consternaban.

No habló. Ignorante de todo, nada se le ocurría. Además, después de tan­tos años de no hablar a nadie, casi ha­bía perdido el uso de la palabra, y sus pensamientos eran muy confusos para encontrar su expresión.

Le llevaron a la cárcel. A nadie se le ocurrió que podría tener hambre, y no le dieron de cenar.

Cuando al día siguiente fueron a bus­carle para que sufriera el primer inte­rrogatorio, le hallaron muerto.

¡Qué sorpresa!

¡LIBERTAD para ESPAÑA! (Viene de la página 1)

entonces la península ibérica vive ho­ras de amargura, de un significado que

el mundo no puede menospreciar. La gesta, la protesta unánime lleva­

da a cabo por el pueblo español como consecuencia de la carestía de la vida, hambre y miseria impuesta por el ré­gimen franquista, es una respuesta a quienes creen que España ha aceptado ¡a dominación de un esbirro de Hitler y Mussolini. El silencio del pueblo no ha sido absoluto ni mucho menos, uno intermitente e impuesto por la descon­fianza y por el terror sembrados por el sistema policíaco, canalescamente, que caracteriza el régimen franquista.

Todo ha sido suficientemente para que nuestros hermanos, los trabajado res españoles, iniciaran su protesta, p>-ra que en el mundo surgieran voces amigas de antaño, muchas de ellas pos­tradas de un tiempo a esta parte en incomprensible silencio, para condenar

una vez más y de cara a la opinión in­ternacional la criminalidad que repre­senta el régimen franquista en España.

El régimen franquista es repudiado,

odiado y maldecido por todo el mundo, y sus ame* creen engañar a los pueblos, creen que gozan dañando a los demás, pero sufren porque no alcanzan jamás el infinite placer que brota espontáneo de las acciones generosas. Viven ator­mentados por sus propios hechos y pen-

Cristóbal GARCÍA samientos que traducen los reproche» que les grita la conciencia.

Ni aun sonriendo son felices. Ni si­quiera cantando están alegres. Sus can­ciones y sus risas suenan a hueco, por­que están vacías por dentro y carecen de expresiones altruistas; por esto se estrellan a medida que pasa el tiempo contra las sombras de sus propias fal­sedades y se enredan en las fementidas

CONCEPTOS

El comunismo y las guerras justas

La F.L. de Ales invita a los jóvenes libertarios y a la militancia confederal de la región, así como a todos los simpatizantes, a la jira a la gruta de Trabuc (Mialet) el próximo día 17 de junio.

En la misma jira y aprove­chando e! desplazamiento se visitará el uMusée du Désert».

Journal imprimé sur les presses de la SOCIETE GENÉRALE D'IMPRESSION (Coopérative Ouvriére de Production) Siége social : 26, rué Buffon, Toulouse Ateliers 61, rué des Amidonniers

Téléphone : CApItole 89-73

H A llegado a mi poder un artículo de Rafael Vidiella, que conse­cuente con la voz de su amo tras

sistematizar sus ataques a socialistas y anarquistas, haciendo una descripción de lo que fué la guerra de Marrueco i y siguiendo su característica labor con­fusionista viene a afirmar, «el partido comunista de España en la época que describimos o no existía aun o vivía en las dificultades de la clandestinidad», añadiendo a continuación: «el partido comunista comenzaba a dar una nueva orientación a éstas (a las masas), sobre (a guerra de Marruecos y su posible influencia en los acontecimientos revo­lucionarios de España.»

Quien desconozca la táctica comu­nista se extrañará seguramente de que Vidiella ignore la fecha de formación del P. C. en España, nada más lejos de esto; no es que Vidiella no conozca «sta fecha sino por el contrario que le interesa ignorarla, no obstante en el caso de que haya perdido la .memoria, nosotros se lo aclararemos. El P. C. se fundó en España el año 1921, es decir cuando la guerra de Marruecos toca­ba a su fin, y hasta el año 1931 no llegó a reunir 600 afiliados. Mal podía influenciar la opinión española cuando tras diez años de costosos dispendios apenas se conocía en España. En cuan­to a su influencia de las masas sobre los «acontecimientos revolucionarios de España-, su labor no solo fué nula( en el año 1936 contaba con 3.000 afiliados) sino contraproducente, por lo que no precisamos puntualizar. Atendrénionos pbr lo tanto a los reportajes de los pe­riódicos. Times, que verdaderamente no puede acusársele de extremista: «Los comunistas, alegaba, tal vez son hoy el sector más moderado de España, o bien las del Manchester Guardian, reafirman­do la tesis anterior : «Los comunistas en España son el ala derecha del Go­bierno». Y si con esto no tuviera sufi­ciente Vidiella le recordaremos las de­claraciones de su consorte Santiago Ca­rrillo, miembro entonces del Comité Central, que en el momento sublime en que el pueblo ofrendaba su vida en grandioso holocausto por la defensa de sus conquistas revolucionarias y por la garantización de su concepto ético de la vida, afirmaba: «Estamos luchando contra el fascismo, y contra los invaso­res extranjeros, pero no estamos luchan­do por la revolución social», de las cua­les podemos deducir la labor del P. C.

El P. C. no luchaba en España por

el triunfo de la revolucin, sino al con­trario, con el fin de obstruir toda obra progresiva de la clase trabajadora, en espera del momento en que el pueblo desgastado por la duración de un pro­longado periodo de agitación y tras la postración subsecuente debida a las brechas abiertas en las filas revolucio­narias en su lucha contra el facismo v exterminados sus restos por la repre­sión que pronto comenzó, lanzarse a la brecha y tranquilamente ocupar las pla­cas vacantes de un capitalismo caduco y vencido, con lo que la revolución es­pañola, para ellos, tenía un objetivo, un cambio del capitalismo; azul, por rojo, en tanto que para la clase trabajadora el cambio solo le hubiera reportado un agudizamiento de la represión.

Continuando su estudio acerca de la guerra de Marruecos, vidiella prosigue < más bien que centrar sus campañas contra ésta (los anarquistas), las cen­traban, y aún sin sistematizarlas, con­tra la guerra en general, es decir, con­tra todas las guerras, sin noción algu­na de las guerras justas o injustas», o sea que para Vidiella existe la guerra justa y la guerra injusta, por lo que según su léxico, guerra justa debe ser la invasión traicionera de Polonia (a pesar del tratado de no agresión ruso-polonés) por las fuerzas rusas en com­binación con los nazis en septiembre de 1939, o bien las posteriores de Es­tonia, Letonia y Lituania y subsiguien­te y la guerra injusta es probable que sea el levantamiento de estos pueblos en su noble afán de desembarazarse de la terrible opresión que padecen. Na­turalmente, éste no puede ser nuestro punto de vista ni el de ningún ser cons­ciente. La guerra, en cualquiera de sus manifestaciones, es un acto brutal, una imposición imperialista que socaba la libertad y extermina la vida humana; és el aullido de las fieras sangrientas lanzadas a la destruccin y al extermi­nio; la guerra es la lucha del obrero contra su hermano, lucha fratricida, lu­cha regresiva, tras la que sólo se ven­tila desangrar al proletariado en pug­nas estériles, y robustecer el capitalis­mo rapaz, adórnese del color que le convenga y llámese como se llame. La agresión, en cualquiera de sus mani­festaciones, no cambia el sentido de la misma; es, por el contrario, la cons­ciente concordia, la unión del prole­tariado, guiado por una causa común, la que guiará a la humanidad por los senderos de la fraternidad.

extenonzaciones sin conseguir siquiera un poco de alivio a sus pesares.

España es un erial, un desierto, an páramo maldito. Es un cuartel y una iglesia, donde impera una especie de hombre enano, ventrudo, cubierto de lodo y de sangre, el amo, el señor de horca y cuchillo, la bestia carnicera, el monstruo uniformado, la figura, después de Felipe II el inquisidor, más repul­siva y más grotesca que ha conocido la historia de la criminalidad.

La espada y la cruz han hecho en­mudecer al pueblo español. España se encuentra hoy a merced de una pan­dilla de bandoleros que, al perpetrar sus crímenes, invocan a María Santí­sima, a su hijo y al Espíritu Santo. El escapulario y la cofradía de los imbé­ciles. La hermandad de los traficantes, toda la gallofa, toda la purria, todos los mangantes, toda la gente de la arana todos los detritus, el detritus señorial y apergaminado de la nobleza, todos los chulos y matones de encrucijada, tienen encadenada y embrutecida a Ks-paíla.

Desde las más altas esferas del régi­men hasta los medios más humildes de la vida privada española, desde los pa­lacio., donde los adictos a la dictadura disfrutan el precio de su traición y sus crímenes, hasta las obscuras y tétricas celdas de los presidios donde millares de seres de ambos sexos purgan el de­lito de amar y defender la libertad, nada hay que se escape a su persecu­ción y censura. Su poder es ilimitado; Sus tentáculas repugnantes se extien­den por todos los ámbitos del sol ir español: su verborrea hipócrita > meli­flua envenena todo el ambienta clamores de odios y venganzas.

V España, signe sufriendo bajo el mando de un histrión condecorado.

A pesar de todo, España renacerá, resurgirá y se incorporará otra vez a la vida. Llegará la redención y enton­ces no habrá sosiego, ni sueño tranqui­lo, ni mesa placentera, ni hogar para los representantes del crimen y de !,i mentira. El Pueblo hablará y acciona­ra duro y recio. Todo el silencio de estos años estallará pronto en una ca­tarata de ruido y de protesta que fer­tilizará la tierra devastada y fortificará las energías perdidas donde el dolor y la muerte del pueblo español, es la fe­licidad de unos cuantos señores que usufructúan el patrimonio común.

Porque la historia de España es eter­na, pasional, múltiple y generosa.

La España ardorosa y bella, venero de esencias y sublime en razón, ha sintetizado en su ejemplar, magnífica y ruidosa protesta, su sentir de un pueblo que cansado de sufrir tantas vejaciones se ha lanzado gritando al mundo civilizado: ¡Abajo el franquis­mo! ¡Libertad para España!

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(Continuación) Todo esto, empero, es menos simple de lo que a pri­

mera vista podría parecer. Tenemos que habérnoslas con hombres de la actual

sociedad, hombres que están en condiciones morales y materiales pésimas, y nos engañaríamos si pensáramos que basta la propaganda para elevarles a aquel grado de desarrollo intelectual y moral que es necesario par-' la actuacijn de nuestros ideales.

Entre el hombre y el ambiente social hay una acción recíproca. Los hombres hacen la sociedad ta) como ésta es, y la sociedad hace los hombres tal como éstos son, y de esto resulta una especie de círculo vicioso; para trans­formar la sociedad es necesario transformar los hombres y para transformar los hombres es necesario transformar la sociedad.

La miseria embrutece al hombre, y para destruir la miseria es necesario que los hombres tengan conciencia y voluntad. La esclavitud educa a los hombres para es­clavos, y para libertarse de la esclavitud se necesitan hombres que aspiren a ser libres. La ignorancia deja a los hombres sin el conocimiento de las causas de sus ma­les y sin que sepan cómo remediarlos, y para destruir la ignorancia es necesario que los hombres tengan tiempo y modo de instruirse.

El gobierno acostumbra a la gente a sufrir la ley y a creer que la ley es necesaria a la sociedad, y para abolir el gobierno es necesario que los hombres se persuadan de MI ¡nutilidd y de su nocividad.

¿Cómo salir de este círculo vicioso? Afortunadamente la sociedad actual no ha sido forma-

da por la voluntad esclarecida de una clase dominante que haya podido reducir todos los dominados a instru­mentos pasivos e inconscientes de sus intereses. Esta . o ciedad es el resultado de mil luchas intestinas, de mil factores naturales y humanos, agentes casuales sin crite­rios directivos, y por consiguiente, no hay divisiones ne­tas ni entre los hombres ni entre las clases.

Infinitas son las variedades de condiciones materiales; infinitos los grados de desarrollo moral e intelectual; y no s iempre-diremos casi muy raramente--el puesto que uno ocupa en la sociedad corresponde a sus aspiraciones. Muy a menudo los hombres caen en condiciones inferio­res a las que están habituados, y otros, por circunsta.i cias excepeionalmente favorables, consiguen elevarse a condiciones superiores a aquellas en que nacieron. Uní parte notable del proletariado ha logrado ya salir del es­tado de miseria absoluta, embrutecedora, o no ha podido nunca reducírsele a ella; ningún trabajador, o casi nin­guno, se encuenta en el estado de inconsciencia comple­ta, de completa adaptación a las condiciones que quisie­ran los patronos. Y las mismas instituciones, tales como las ha producido la historia, contienen contradicciones orgánicas que son como gérmenes de muerte, los que al

NUESTRO PROGRAMA desarrollarse producen la disolución de la instituci¡n y (anecesidad de la transformación.

De aquí la posibilidad del progreso; pero no la posi­bilidad de llevar, por medio de la propaganda, todos los hombres al nivel necesario para que quieran y actúen la anarquía, sin una anterior gradual transformación del ambiente.

El progreso debe marchar contemporáneamente, para, lelamente en los individuos y en el ambiente. Lebemos aprovechar todos los medios, todas las posibilidadeo, to­das las ocasiones que nos deja el ambiente actual, para obrar .sobre los hombres y desarrollar su conciencia y sus líeseos; debemos utilizar todos los progresos realizados en la conciencia de los hombres para inducirles a recla­mar e imponer aquellas mayores transformaciones so­ciales que son posibles y que mejor pueden abrir paso a progresos ulteriores.

Nosotros no debemos esperar a actuar la anarquía li­mitándonos a la simple propaganda. Si así hiciéramos habríamos agotado pronto el campo de acción; habríamos convertido a todos aquellos que en el ambiente actual son susceptibles de comprender y aceptar nuestras ideas, y nuestra ulterior propaganda quedaría estéril; o si de las transformaciones de ambiente surgiesen nuevos estra­tos populares a la posibilidad de recibir nuevas ideas, sucedería esto sin la obra nuestra, tal vez contra nues­tra obra, y por lo tanto acaso en perjuicio de nuestras ideas.

Debemos procurar que el pueblo, en su totalidad o en sus varias fracciones, pretenda, imponga, actúe por sí mismo todas las mejoras, todas las libertades que desea. tan pronto como las desee y tenga fuerza para imponer­las, y propagando siempre entero nuestro programa v luchando siempre en pro de su actuación integral, debe­mos empujar al pueblo a que pretenda e imponga cada vez mayores cosas, hasta que llegue a su emancipación completa.

• • o La opresión que más directamente pesa sobre los tra­

bajadores y que es causa principal de todas las suges­tiones morales y materiales a que están sometidos los ira bajadores, es la opresión económica, es decir, la explo­tación que los patronos y los comerciantes ejercen sobre los obreros gracias a la acaparación de todos los grandes medios de producción y de cambio.

Para suprimir radicalmente y sin peligro de retorno esta opresión, es necesario que todo el pueblo esté con vencido del derecho que tiene al uso de los medios de

producción, y que actúe ese derecho suyo primordial ex propiando a los detentadores del suelo y de todas las ri­quezas sociales poniendo éstas y aquél a disposición de todos.

¿Pero se puede ahora mismo efectuar esta expropia­ción? ¿Se puede hoy pasar directamente, sin grandes in­termedios, del infierno en que se encuentra e] proleta­riado al paraíso de la propiedad común?

La prueba de que el pueblo no es aún capaz de ex propiar a los propietarios, es que no les expropia.

¿Qué debe hacerse mientras no llega el día de la ex­propiación?

Nuestro deber está en preparar el pueblo moral y ma terialmente para esta necesaria expropiación, e intentarla y reintentarla cada vez que una sacudida revolucionaría

ENRIQUE MALATESTA nos dé ocasión, hasta el triunfo definitivo. ¿Pero cómo prepararemos al pueblo? ¿Cómo preparar las condiciones que hacen sea posible, no sólo el hecho material de la expropiación( sino la ulitización, a beneficio de todos, d '̂ la riqueza común?

Hemos dicho anteriormente que la sola propaganda, hablada o escrita, es impotente para conquistar a nuei tras ideas toda la gran masa popular. Precisa, pues, ur.a educación práctica que sea tan pronto causa como efeetc de una gradual transformación del ambiente. Precisa qu' a medida que se desarrolle en los trabajadores el sen­tido de rebelión contra los injustos e inútiles sufrimien­tos de que son víctimas y el deseo de mejorar sus con­diciones, luchen, unidos v solidarios, para conseguir lo que desean.

Y nosotros, como anarquistas y como trabajadores, de­bemos impulsarles y estimularles a la lucha y luchar con ellos.

¿Pero son posibles en un régimen capitalista estos me­joramientos? ¿Son útiles, desde el punto de vista de la futura emancipación integral de los trabajadores?

Sean los que furen los resultados prácticos de la lucha para las mejoras inmediatas, su utilidad principal está en la misma lucha. Con esta lucha los obreros aprenden 3 ocuparse de sus intereses de clase, aprenden que el pa­trono (¡ene intereses opuestos a los suyos y que no pue­den mejorar de condición y aún emanciparse sino unién­dose y haciéndose más fuertes que los patronos. Si con­

siguen obtener lo que desean, estarán mejor, ganarán más, trabajarán menos, dispondrán de más tiempo para reflexionar sobre las cosas que les interesan y sentirán en seguida mayores deseos y mayores necesidades. Si no consiguen lo que desean, se verán llevados a estudiar las causas del fracaso y a reconocer la necesidad de una mayor unión, de una energía mayor, y comprenderán al fin que para vencer con seguridad y definitivamente es necesario destruir el capitalismo. La causa de la revo­lución, la causa de la elevación moral del trabajador y de su emancipación, saldrá ganando del hecho de que los trabajadores se unan y luchen por sus intereses.

¿Pero es posible, preguntamos otra vez, que los tra­bajadores logren, dentro del actual estado de cosas, me­jorar realmente sus condiciones?

Esta depende del concurso de una infinidad de cir­cunstancias.

A pesar de lo que sostienen algunos, no existe una ley-natura! (ley de los salarios) que determine la parte que corresponde al trabajador sobre el producto de su traba­jo; o, si se quiere formular una ley, no puede ser más que ésta: el salario que puede descender normalmente por debajo de aquel tanto que es necesario a la vida, ni puede normalmente subir tanto que no deje ningún be­neficio al patrono. Claro es que en el primer caso, los obreros morirían o no percibirín ya salario, y en el se­gundo caso, los patronos cesarían de hacer trabajar y por tanto no pagarían más salarios. Pero entre estos dos ex­tremos imposibles hay una infinidad de grados, que van desde las condiciones casi animalescas de gran parte de los trabajadores agrícolas hasta aquellas casi decentes di los obreros de los oficios buenos en las grandes ciudades.

E] salario, la duración de la jornada de trabajo y las demás condiciones de trabajo son el resultado de la lu­cha entre patronos y obreros. Aquéllos procuran dar a éstos lo menos posible y ganar lo más que puedan. Allí donde los trabajadores se contentan de cualquier modo y aún descontentos no saben oponer una válida resis­tencia a los patronos, prontamente quedan reducidos a unas condiciones de vida animalesca; en cambio, allí don­de tienen un concepto algún tanto elevado del modo co­mo deberían vivir los seres humanos y saben unirse y mediante la huelga y la amenaza latente o explícita de rebelión imponen respeto a los patronos, éstos le tratan de modo soportable. De modo que puede decirse que el «alario, dentro de ciertos límites, es lo que el obrero (no como individuo, se entiende, sino como clase) pre­tende.

Luchando, resistiendo contra los patronos, pueden, pues, los obreros impedir, hasta cierto punto, que sus condiciones empeoren y aún obtener mejoras reales. La historia del movimiento obrero ha demostrado ya esta verdad.

Empero, es necesario no exagerar el alcance de esta lucha combatida entre obreros y patronos sobre el terreno exclusivamente económico. Los patronos pueden ceder, y a menudo ceden, ante las exigencias obreras enérgica­mente formuladas, mientras no se trate de pretensiones demasiado grandes; pero tan pronto como los obreros comiencen (y es urgente que comiencen) a pretender un tratamiento que arborba el beneficio del patrono, ha­ciendo así una expropiación indirecta, podemos estar se­guros de que los patronos llamarán al gobierno en su auxilio y procurarán obligar por medio de la violencia a los obreros a permanecer en sus posiciones de esclavos asalariados.

Y aún antes, mucho antes de que los obreros puedan pretender recibir en compensación de su trabajo el equi­valente de todo lo que han producido, la lucha económica se vuelve impotente para continuar produciendo el mein-miento de las condiciones de los trabajadores.

Los obreros lo producen todo y sii ellos no se puede vivir; parece, pues, que negándose a trabajar han de

Íioder imponer lo que quieran. Pero la unión de todos os trabajadores, aun de un solo oficio, es difícil de ob­

tener, y a la unión de los operarios se opone la unión de los patronos. Los obreros viven al día y si no tra­bajan pronto se mueren de hambre, mientras que los patronos disponen, mediante el dinero, de todos los pro­ductos ya acumulados, y por lo tanto pueden esperar muy tranquilos que el hambre reduzca a discreción a sus asalariados. El invento o la introducción de nueva:, máquinas vuelve inútil la obra de gran número de obre­ros y aumenta el ejército de los sin trabajo que el ham­bre obliga a venderse a cualquiera condición. La inmi­gración aporta en seguida, en aquellos países donde los trabajadores viven algo mejor, una oleada de trabaja­dores famélicos que, queriendo o no, ofrecen a los pa­tronos modo de rebajar los salarios. Y todos estos hechos, derivados necesariamente del sistema capitalístico, consi­guen contrabalancear el progreso de la conciencia y de la solidaridad obrera: a menudo caminan más rápida­mente que este progreso y lo detienen y lo destruy MI. Pronto se presenta, pues, para los obreros que intentan emanciparse, o simplemente mejorar de condición, la ne­cesidad de defenderse contra el gobierno, la necesidad de atacar al gobierno que legitimando el derecho de propiedad y sosteniéndolo con la fuerza brutal, consti­tuye una barrera al progreso, barrera que debe derribar­se con la fuerza de no querer permanecer indefinidamen­te en el estado actual o peor.

(Continuará).

Page 4: ROUTE, hebdomadain Eib-ettad &. eáela/Ltitiid, tLe La … · bijarse a la sombra de la potencialidad económica de Estados Unidos no puede extrañar a nadie. Es lo lógico, lo natural,

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^ gk A Morün le pregunta su | / j papá: m - ¿Cómo van los estudios, ¿ W Monín? ^^^^ - Bien.

- Veamos: ¿nueve y doce? - Veintiuno. - jNo está malí - ¿Qué es lo que hubiera tenido que contestar para que estuviese bien?

HERMANO v^>

A Kiko le interroga un profesor en la escuela: - ¿Qué es la música?

Kiko reflexiona, y por fin cree encontrar la definición: - La música es un arte de distrac­ción; pero como no estamos para divertirnos, pasemos a otra cosa.

EL jueves hizo el padrino su pregunta:

—¿Qué queréis Que os pin­te hoy?

nejo. ¡Si vierais qué trabajador es

este albaftil! V el caso es que igual que Salvador, que así se lla­ma, lo son casi todos; porque ha­ce falta ser trabajador para es­tarse cuatro horitas por la ma­ñana y cuatro por la tarde en una faena que lo mismo hay que " , , H , , - :„ v• , . cho nene, llevándole bien pren-hacerla al calor que al frío. Y lo , , . _*.__ „, 4 „ ,_ »„ i^„

Además, ya conocía perfecta- minar el cuarto piso, y asi hare-

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I

El joven filosofo y sos compañeros Un joven educado

Con el mayor cuidado Por un viejo filósofo profundo. Salió por fin a visitar el mundo. Concurrió cierto dia, Entre civil y alegre compañía, A una mesa abundante y primorosa. ¡Espectáculo horrendo! ¡Fiera cosa! ¡La mesa de cadáveres cubierta A la vista del hombre!... ¡Y éste acierta A comer los despojos de la muerte!— El joven declamaba de esta suerte.

Al son de filosóficas razones, Devorando perdices y pichones, Le responden algunos concurrentes:

Si usted ha de vivir entre las gentes. Deberá hacerse a todo.— Con un gracioso modo, Alabando el bocado de exquisito, Le presentan un gordo pajarito. —Cuanto usted ha exclamado, será cierto: Mas, en fin—le decían—, ya está muerto: Pruébelo, por su vida... Considere Que otro le comerá, si no le quiere.—

La ocasión, las palabras, el ejemplo, Y según yo contemplo, Yo no sé qué olorcillo, Que exhalaba el caliente pajarillo, Al joven persuadieron de manera Que, al fin, se lo comió. —¡Quién lo dijera! ¡Haber yo devorado un inocente!—

clamaba, pero fríamente. Lo cierto es que, llevado de aquel cebo. Con más facilidad cayó de nuevo. La ocasión se repite D? uno en otro convite, Y de una codorniz a una becada, Llegó el joven al fin de la jornada. Olvidando sus máximas primeras, A ser devorador como las fieras.

De esta suerte los vicios se insinúan, {'roen, se perpetúan Dentro del corazón de los humanos, Hasta ser sus señores y tiranos. Pues ¿oué remedio?... Incautos jovencitos, Contad con los primeros pajaritos.

SAMANIEGO.

Pero lo más pintoresco de la «Gamba» es que tenia una gran afición a las obras, y cuando iba de paseo con Salvador, o iba y

-Un albañil—respondieron Bo- venia del trabajo, se paraba un ton y Azulita. momento frente a los solares, y

Cogió un papel y un lápiz el en su cara se conocía divlnamen-padrino, y mientras lo iba pin te que estaba pensando: «¡Qué tando iba diciéndoles asi: bonita casa «podíamos» hacer

—¡Qué cosas tan inesperadas aquí!» m e pedís! ¿Un albañil?.. Pues ahí P u e s b , e n ; e n e I Ayuntamiento va un albañil. Además le pinta- d e vil lamanillas de la Hora, que remos camino de la obra, con una c o n o c ¡ a n i 0 trabajador que era boina de esas que llevan punta s a i v a d o r > encargaron a éste que hacia adelante y rabillo en la co- n ¡ c i e r a e n l a s a f U eras una casa ronilla, su traje de «mono» blan- d e t r e s p l s o S ) p a r a a u e i o s cole-co para no ensuciar su trajecito g l a j e s d e i a ciudad tuvieran un de calle, y en las manos un pato g a D | n e t e d e F j s j c a , y otro de Qui-y un conejo. Pero no creáis que m I c a > y o t r o d e Z o o i o g j a c o n sus hay tal pato ni tal conejo. Es que c o r r e S pondientes animales dise-en una mano lleva una paleta de ca¿oa

su trabajo, de esas que parecen „„„*,,„. un pato sin patas, y e n la otra Empezó Salvador la construc-mano el lio del almuerzo envuei- «<>n del edificio, sin que la perra, to en una servilleta que lleva en d«e estaba abajo, le quitara ojo. el nudo como dos orejas de co- Porque siempre temía que su amo

se cayera de algún andamio. El caso es que hizo el piso bajo; lue­go, el otro, y cuando iba a ter­minar el último, se puso a pen­sar, sin dejar el trabajo, en las caricias que hacia la «Gamba» a un sobrinito suyo, y a pensar en que la perra, en las horas libres, estaba enseñando a andar a dí-

dido con los dientes la espalda del vestidito.

Y poniendo y poniendo ladri­llos, y pensando en estas cosas tan bonitas y tan simpáticas de

cierto es que ese sacrificio nos vale a los demás para tener un piso o una casa donde no pase­mos ni frío ni calor.

Este joven albañil, hijo de un señor muy simpático que tam- la perra y el niño, resultó que bien fué albañil, tenia una perri- cuando quiso darse cuenta había ta que se llamaba .(Gamba», a la terminado el tercer piso, y en vez que en las obras querían los obre- de empezar el tejado, llevaba he-ros tanto, que la guardaban siem- cha la mitad de un piso cuarto, pre los huesos y el pan sobran- Asustado por su descuido, fué te. A cambio de lo cual, ella era corriendo a decírselo al Alcalde la encargada de vigilar las cha- y a los concejales del Ayunta-quetas y demás prendas a todos miento; entonces fueron todos los trabajadores de la casa que ellos a ver la obra y le dijeron: estuvieran construyendo. —No importa; puede usted ter-

mente de quién era cada prenda, " o s gabinetes de Física, Quimi-y ladraba al que cambiaba de go> <*> Zoología y Carpintería para rra o de gabardina, aunque hu- que a p r e n d a d e * ° í ° '°* ° biera hecho el cambio por equi- °e Villamanillas de la Hora, vocación. (Continuará).

UI1I111M»»!» epata L&á niñeta ^iin"»"*"^

Los animales en las catástrofes MALQUIERA que no esté familiarizado con la vida de los animales, pudiera creer que éstos, más en contacto con la

Naturaleza que los hombres, se librarían con más facilidad de las catástrofes naturales. Pero no es asi, como voy a contaros, por haber sido testigo de un cataclismo de mucha magnitud, en el que los animales perecieron por millares, en tanto que los hombres escaparon casi en totalidad.

Tiempo atrás hubo en esta región un inmen­so desastre motivado por la acción de las aguas. Llovía tanto que los ríos se salieron de sus cau­ces, y sus aguas, con las que caían a torrentes del cielo, cubrieron la tierra en una gran ex­tensión. Los pueblos quedaron aislados y medio sumergidos, como pequeñas islas, y sus habi­tantes, faltos de todo alimento, tuvieron que trepar a las alturas para no perecer ahogados. Había que auxiliar con urgencia a los que co­rrían peligro de perder sus vidas, y que nos pe­dían angustiados nuestra ayuda, encontrándose entre ellos numerosos niños de corta edad, an­cianos y mujeres.

En el lugar donde yo me encontraba se re­cogieron a toda prisa alimentos y medicinas, que había que transportar con muchos peligros a uno de los lugares de la catástrofe. Pronto nos hicimos con una flotilla compuesta por tres lanchas, que habían sido construidas con los troncos huecos de grandes árboles. Algunos in­dios intrépidos se ofrecieron como marineros, y yo me agregué como médico, siendo acogido con muestras de júbilo

La travesía fué muy accidentada y llena de peligros, que arrostramos con valor, pensando en la ayuda que íbamos a prestar a seres que se encontraban en una situación desesperada. A veces cruzábamos sobre grandes profundida­des, cubriendo las aguas los árboles más cor­pulentos. Pero en tierras altas, la selva enma­rañada se levantaba ante nosotros, oponiendo una muralla impenetrable a nuestro paso. En­tonces nos arrojábamos con ímpetu y nos abría­mos un camino en la maleza con el filo de nuestros machetes. A veces penetrábamos en la cuenca de un rio caudaloso, y entonces nues­tras frágiles barquillas volaban como si tuvie­ran alas, siendo conducidas por hombres que las manejaban con pasmosa habilidad. En un momento arreció tanto la tempestad, que para no zozobrar tuvimos que agujerear el techo de una casa de madera casi cubierta por las aguas y guarecernos allí hasta que amainó el tem­poral.

Las aguas arrastraban a muchos animales ahogados, entre ellos a enormes culebras, que medio sumergidas enseñaban sus torsos de monstruos. Había otras moribundas, que trata­ban de salvarse a nado, buscando un punto de apoyo, pero ya agotadas se dejaban arrastrar por la corriente y desaparecían bajo el torbe­llino de las aguas.

Las bellas iguanas verdes, lagartos de dos metros de longitud, se sostenían subidas a los árboles, mirándose en el espejo de las aguas.

Una casa de madera cruzó veloz ante nosotros, como una nueva Arca de Noé, no llevando más que un gallo posado en lo más alto, desde don­de contemplaba el líquido elemento.

Cuando nos acercábamos al pueblo a donde nos dirigíamos, un hedor insoportable se des­prendía de un lugar sembrado de cañas de azú­car, encontrándose allí entre el follaje nume­rosos cerdos ahogados, ya en estado de descom­posición.

A orillas de aquel pueblo apercibimos nume­rosas vacas ahogadas, ya aventradas y defor­madas como monstruos. En la misma plaza del pueblo hice retirar el cadáver apestoso de un caballo que había sido llevado allí por las aguas. Todos los animales, a no ser los pája­ros, que volaron, perecieron en la inundación, a pesar de saber nadar: tal era la fuerza arro­lladura de las corrientes. Pero los hombres se pusieron a salvo, los unos sirviéndose de pe­queñas embarcaciones, los otros trepando a los edificios más altos y a los árboles. Muchos pe­netraron en la iglesia y se agarraron a los alta­res y cornisas, como si fueran arañas. Las bó­vedas y la torre se llenaron de gente. Se veían mezclados los ricos con los pobres, y los hom­bres con las mujeres. El peligro los igualaba y ninguno pensaba más que en salvarse; se des­pertó la ayuda mutua, que dormitaba en sus conciencias.

La Naturaleza es nuestra madre amorosa, pero a veces se convierte en madrastra cruel y se muestra indiferente al dolor de los hom­bres, por lo que hay que defenderse de ella con la cultura adquirida, que no poseen los anima­les, motivo de su inferioridad en las grandes catástrofes.

El cataclismo a que me refiero, que sembró la muerte y la miseria en una amplia zona, pudo evitarse con algunas obras de ingeniería que dieran libre curso a las aguas, y aunque luego se proyectaron, no se han hecho toda­vía. Así que el desastre volverá a repetirse cuando llueva mucho.

Los hombres no murieron en el acto, como los animales terrestres, pero como no tomaron medidas adecuadas de higiene y carecían de verdadera asistencia médica, fueron luego diez­mados por las epidemias, sobre todo los niños de corta edad.

Bajo el punto de vista de la superstición, los hombres se mostraron inferiores a los anima­les, porque en pleno cataclismo seguían cre­yendo en los milagros del Cristo. Así que ha­biéndonos herido casualmente el alcalde del pueblo y yo, en una operación de salvamento, nos aconsejaron los vecinos que no nos cuidá­ramos de las heridas, que el Cristo velaría por nosotros. El alcalde, un joven muy simpático, lo creyó asi, y a poco murió del tétanos; pero como yo no lo creí, me curé meticulosamente mi herida y no morí del tétanos, estando aho­ra vivo para contaros esta singular historia, a fin de que los niños que me lean huyan de la ignorancia y busquen la verdad, que es la me­jor tabla salvadora.

Pedro VALLINA.

« t w . t w w t w . w m ^ n u u u K t i w m r w % ' v ^ ' * ^-v-*-•%•'*. ^ . - W - V ^ . - * . ^ . •«.<«.-*.<%. <*,•* . -«»-W-Vt, <«.-v-%. •«. *--*.

siBIENPlPO IEBCHEMIEN

(CONCLUSIÓN)

bohémien est guéri et ses blessu-res ne lui causent plus aucune souffrance. La nature environ-nante est des plus magnifiques et le propriétaire du cháteau n'hési-te jamáis a l'emmener faire de ro ?

Beppo bondit. Jim ! Les premie­res effusions passées, le jeune acrobate ne peut reteñir plus longtemps la question qui lui bru le les lévres.

Et le numero ? Notre nume-

longues excursions dans les ré-gions avoisinantes. Pourtant, Beppo n'est pas parfaitement heureux.

II lui manque les longues cour-ses hasardeuses a travers la cam-pagne, la découverte des horizons nouveaux, l'appel des publics sans moi !

Le visage de Jim s'assombrit. — Je ne t'ai jamáis remplace,

Beppo. Tu étais bien le seul ca-pable de faire ce que nous tai-sions autrefois. Enfin, n'en par-lons plus, Tu as trouvé un foyer, tu es heureux. Tant pis pour

cesse renouvelés ! II lui manque surtout cette bienheureuse sensa-tion de liberté qui donnait des ailes et l'aidait a supporter les vicissitudes de sa vie nómade. Maintes fois, il erre dans les prés

— Et si je repartáis avec vous ? Et si nous remontions notre nu­mero ?

— Es-tu fou, Beppo ? Aban-donner la vie tranquille que tu

. ménes ici ? Ne te souviens-tu plus ou le long des torrents, cueillant , .

" „ u -* * i - d e s longues et harassantes mar-des fleurs champétres et les má-chonnant pour retrouver leur sa-veur oubliée. L'amitié de Corinne est un apaiser sa peine. Aujourd erre mélancoliquement sur la vas te place ronde, inspectant l'en droit oü ü fit cette chute qui de

ches, des exténuants travaux, des soirées déprimantes devant des salles vides, du <langer enfin, ce

baume qui ne suffit, pas a e f a u i d e r n j e r

1 un si vilain tour ?

— Oui, Jim. Je m'en souviens. Mais j'ai compris que je n'étais

vait changer le cours de sa vie, pas fait pour vivre dans un chá-lorsque, troublant le calme de l'a- teau, devant les mémes sites, re-prés-midi d'été, un bruit de sa- trouvant chaqué jour les mémes bots, un grincement énervant de paysages. Malgré toute la gentil-roues, des cris d'enfants le tirent lesse de mes hótes, je m'ennuie, de sa réverie. Des chevaux mai- Jim. gres apparaissent, tirant des rou-lottes oú s'étalent de longues ban-derolles. « Cirque Rossellini ».

Beppo s'enflamme en parlant. Ses yeux ont reprls Péclat étran-ge qui les animait jadis II oublie

Beppo se precipite vers eux, les ° , . . . v . l , , „ u_„_ , j WT i _ t_ tout : la bonte du chatelain, l'a-bras tendus. Un large sourire éclaire a nouveau son visage. Un gros homtne saute de la premiére roulotte.

— Bonjour, M. Rossellini !

— Beppo ! Mon pet i t ! C'est toi ? Je ne réve ñas !

— Guéri ! Je suis guéri !

mitié de Corinne, le bien-étre dans lequel il vivait. II ne voit plus qu'une seule chose : le cirque ! Et le cirque l'a repris !

Ce soir, les roulottes comptent un pensionnaire de plus et M. Rossellini fignole une affiche oü s'étale en Iettres capitales : « Bep-

Le garcon est bientót entoure po et Jim, les plus forts trapézis-par tous les gens du cirque et tes du monde. » chacun semble ravi de le revoir, Au cháteau pleure longuement de lui serrer la main, de retrou- une petite filie blonde qui n'a pas ver ses boucles bruñes. Une si- su comprendre pourquoi son ca-lhouette balourde et gauche ap- marade I'avait quittée, une belle proche timidement du groupe. aprés-midi d'été...

LAS AVENTURAS DE NCNC i » w < —.

El acordeón encantado (Continuación) cuadrada: era la cajita que le dio riri, rigiéndose al propietario de la gran re

En -una tercera encontró a un niño, y queriendo asegurarse de que el agua bañada—. ¿Verdad que darás el pan s» a quien pidió para comer. no había deteriorado su instrumento toca más la música?

— Mamá, — dijo el niño dirigién- mág'co, sacó el acordeón y se puso en El interpelado se rascó la cabeza, dote a uno mujer joven que lavaba ro- aptitud de tocarle. Instantáneamente se mostrándose poco dispuesto a ser el pa en una artesa en medio de la habí' aumentó el acordeón hasta adquirir un único que pagara el gasto; pero a los tación; — aquí hay un niño que dice tamaño regular, y tocó un vals anima- ruegos de sus compañeros acabó por que tiene hambre. disimo. sacrificarse y dio la rebanada al músi-

— Otro mendigo, — dijo la mujer El niño de la casa, que le había se- co. quien la decoró en menos que can-sin interrumpir su trabajo; — si se qui- guido de lejos, se detuvo maravillado ta un gallo. siera dar a todos no acabaríamos. — de oir que aquella caja produjera una Una pieza nueva, no menos agradable Dile que no podemos socorrerle. música tan ruidosa como la de los sol y sonora que la anterior, fué la recípro-

Lleno de amargura y con -una debili- dados de Monadio cuando por casualt- ea con que Nono correspondió a los dad que le impedía moverse, Nono fué dad atravesaban aquella aldea perdida. Que le dieron pan, y cuando juzgó que a sentarse sobre una piedra, y se puso Acudieron otros niños atraídos por la ya quedaba en paz de su deuda, mucho u meditar sobre las aventuras en que se música, saliendo de las casas o llegando m^s viendo que el sol se acercaba ya hallaba enredado, recordando las pala- por el camino; aquello parecía una crin al horizonte, se levantó para seguir su bras de Solidaria cuando le presentó en de conejos: los había de tocios los tu marcha. Autonomía. maños y colores. Formaron semicírculo- Tero los niños le pidieron más mú-

«Te pondré frente a las circunstan- delante de Nono, y éste, satisfecho de sica, y de nuevo sacó el instrumento cias: según obres, serán buenas o ma- ver su instrumento en buen estado, para complacerles. las para tí. En definitiva, tú harás tus dejó de tocar y se dispuso a aguardarle Terminada la pieza y decidido a aventuras u las ilustrarás con fu mane- en su caja. Los niños le pidieron que arti lo¡¡ chiquillos, exigentes, pidie­ra de conducirte». tocara más. '• • •

n , i , , , _, . , , ron mas música. —Ve hecho—pensaba—, si yo hubie- hl músico miraba entre tanto con „ , » . , . ,

se sido más confiado en la amistad y avidez una gruesa rebanada de pan que ~f°. Puedo-^, -mifestó Nono en to­mas prudente, no me hubiera dejado uno de los niños llevaba en la mano. ™ "/'maso-; va a llegar la noche; arrebatar de Autonomía ni atraer a un El primer niño a quien Nono se di- "° sé dónde estoy' y "° puedo perma' país tan ingrato. Decididamente he lo- rigió, recordando ta petición que /e "eoeT a^m más UemP°-mado el mal camino. dirigió, le dijo: Las fisonomías del auditorio tomaron

Y metiendo maquinalmente la mano —{Toca un poco más, que Isidoro fe- tíspecto amenazador, en el bolsillo, tropezó con unu cosa dará su pan. ¿Verdad, Isidoro?—dijo di- (Continuará).

La espada y el asador Sirvió en muchos combates una esrmda

Tersa, fina, cortante, bien templada, La más famosa que salió de mano De insigne fabricante toledano. Fué pasando a poder de varios dueños. Y airosos los sacó de mil empeños. Vendióse en almonedas diferentes. Hasta que por extraños accidentes Vino, en fin, a parar (¡quién lo diría!) A un obscuro rincón de una hostería. Donde, cual mueble inútil, arrimada. Se tomaba de orín. Una criada Por mandato de su amo el posadero, Que debía de ser gran majadero. Se la llevó una vez a la cocina; Atravesó con ella una gallina; Y héteme un asador hecho y derecho La que una espada fué de honra y provecho.

Mientras esto pasaba en la posada. En la corte comprar quiso una espada Cierto recién llegado forastero, Transformado de payo en caballero. El espadero, viendo que al presente Es la espada un adorno solamente, Y que pasa por buena cualquier hoja. Siendo de moda el puño que tt escoja. Dijole que volviese al otro dia. Un asador que en su cocina habla Luego desbasta, afila y acicala, Y por espada de Tomás de Ayaia Al pobre forastero, que no entiende De semejantes compras, se la veride: Siendo tan picarón el espadero Como fué mentecato el posadero.

Mas, ¿de igual ignorancia o picardía Nuestra nación quejarse no podría Contra los traductores de dos clases, Que infestada la tienen con sus frases? Unos traducen obras celebradas, Y en asadores vuelven las espadas; Otros hay que traducen las peores, Y venden por espadas asadores.

IRIARTE.

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