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novela romantica
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Rafael de León es el poeta de la copla y, sin duda, uno de loshombres que conformó el género, especialmente como letrista,aunque también mediante sugerencias estéticas de ampliocalado. Basta con comenzar una lista de sus canciones másrenombradas para calibrar el alcance de su obra: Tatuaje, OjosVerdes, Y sin embargo te quiero, La Lirio, La Zarzamora, ¡Aypena, penita!, No te mires en el río, Romance de la reinaMercedes…
De noble cuna, ya desde joven se declaró en una especie derebeldía consentida como poeta y hombre de arte. Fue amigo debuena parte de los intelectuales y artistas del momento, entreellos de Miguel de Molina o de García Lorca, y compartió losmomentos emergentes del arte en España que propiciaron ladictadura de Primo de Rivera y la Segunda República. Desdeentonces será un poeta muy entroncado con el neopopularismopoético. En la guerra fue una víctima más y pasó este periododetenido en Barcelona por monárquico y derechista.
En la posguerra, y a pesar de su condición de homosexual y depoeta y amigo del mundo que acababa de derribarse, pasará aser el máximo esteta del género artístico popular queconsolidará el régimen franquista, la canción española, formandola famosa tripleta con el maestro Quiroga y Antonio Quintero, ycon su concurso en la campaña artística desarrollada paraConcha Piquer. A partir de ahí, y a pesar de una espléndida obrapoética, su figura se fue encogiendo y ensanchando en función delgénero, según se iba generalizando su denostación o surecuperación.
Hoy, Rafael de León necesita ser conocido y reconocido por suenorme aportación a la poesía popular, la copla y la cultura deEspaña.
Título original: Romance del amor oscuroRafael de León, 1953Diseño de cubierta: BobMol
Editor digital: BobMolePub base r1.1
LAS T R E S K AS I D ASD E S C H E H E R E ZAD A
KASIDA DE LOS OJOS
C uando iba por elzoco
murmuraron: «Esciega».
Y era verdad.
Marchaba como sifuese a tientas.
El sol de la mañanaera miel en las piedras,y en la cal del aljibe,y en la blanca azotea.En las tapias habíasangre de rosas
tiernas,y entre las rejas, lunasde jazmines y adelfas.Presentía bancalescargados de alhucema,pero no podía verlos,pues iba herida y ciega.
Y es que dejé los ojos,¡ay, pena de mi pena!Y es que dejé tus ojosen la almohada fresca,durmiendo un sueño
verdede albahaca y de
menta.Y al salir a la calle,entornando la puerta,no me acordé, mi
amado,de que iba herida y
ciega.
LAS T R E S K AS I D ASD E S C H E H E R E ZAD A
KASIDA DE LASMANOS
C omo una rosa,como una almendra,¡ay, amor de mis
amores!
quisiera ser de pequeñapara caber en tu manoentera.
Tuya, para siempretuya,
de los pies a la cabeza,dentro de tu mano
amantey en tu pulso
prisionera.
¡Ese adiós, cuando mevoy,
esa caricia de seda,ese amparo de tus
manos
como dos alas abiertas!…
¡Qué dos montones detrigo,
qué dos palomasmorenas,
qué dos almohadasvivas
para un sueño sinestrellas!…
¡Cómo me sientosegura
viendo latir tusmuñecas!…
¡Ay, si yo pudiera,amante,
amante, si yo pudieraen la palma de tu manodejaría mi cabezadecapitada y sin voz,y moriría contentacomo una rosa sin tallopuesta sobre una
bandeja.
LAS T R E S K AS I D ASD E S C H E H E R E ZAD A
KASIDA DE LA VOZ
C uando me llamas,toda la casa huelea pregón de naranjas.
Es tu voz rosa y nardoy limón y biznaga,
y tiene tanta fuerzacomo un chorro de
agua.
Cuando me hablas,ruiseñores y guzlasrepican en mi alma.
Y cuando en la altanoche
duerme toda la casa,y el jazmín de la lunaentra por la ventana,yo, despacio y con
miedo,me acerco hasta tu
cama
¡ AL I R O N !
M e preguntó la lunaque dónde estabas.Le dije que en el bordedel agua clara.
¡Alirón!Tira del cordón,cordón de la Italia…¿Dónde vas, amor mío,
que yo no vaya?
—¿Dónde va por lascalles
sin tu persona?—Va a tomarse
medidade una corona.
¡Alirón!Tira del cordón,de la nieve fría.¡Dónde llevas, amor,la amargura mía!
—¿Y qué buscas,amante,
junto a ese río?—Mi sortija de novioque la he perdido.
—¡Ay, sí, sí!Ponte la negra faldade los domingos.¡Ay, no, no!Ponte la blusa rosapara ir conmigo.
L U TO
Y o llevo luto por tiy no me visto de negro.
Tengo el corazóncolgado
de paños de terciopelo,y una camelia de
sombrase me deshoja en el
cuello.
Al reloj de nuestrascitas
se le cayó el minuteroa las doce menos
cuartode una noche de Año
Nuevo.
¿Qué brazo enlaza tutalle?
¿Qué labio busca tubeso?
¿En qué parque sinjazmines
se deshoja tu secreto?
L A N I Ñ A D EF U E G O
Por donde quiera quellego,
nadie me mira la cara.¡Yo soy la Niña de
Fuego,nadie quiere
comprender
que me sobren loscaudales
y que me muera de sed!
La luna en nocheoscura,
y un pozo junto alcamino
se ciñe a mi calentura.Déjame que beba en ti,
pozo de luna;qué importa, si ya me
voy a morir!
C E N TI N E L A D EAM O R
Te puse tras la tapiade mi frente
para tenerte así mejorguardado,
y te velé, ¡ay, amor!,diariamente
con bayoneta y casco
de soldado.
Te quise tanto, tanto,que la gente
me señalaba igual quea un apestado;
¡pero qué feliz era sobreel puente
de tu amor, oh mi ríodesbordado!
Un día, me dijiste: —No te quiero… —-;
y mi tapia de vidrios yde acero
a tu voz vino al sueloen un escombro.
M U E RTO D E AM O R
N o lo sabe mi brazo,ni mi pierna,
ni el hielo de mi voz, nimi cintura,
ni lo sabe la luna queestá interna
en mi jardín de amor ycalentura.
Y yo estoy muerto, sí,como una tierna
rosa, o una gacela en lallanura,
como una aguaredonda en la cisterna
o un perro de amarilladentadura.
Y hoy que es Corpus,Señor, he paseado
mi cadáver, de amoriluminado,
como unespantapájaros siniestro.
La gente, sin asombro,me ha mirado
y ninguno el sombrerose ha quitado
para rezarme un tristePadrenuestro.
PAL AB R A D EM AR I N E R O
O liendo a mar y aromero,
el mozo se despidió:—¡Palabra de
marinero!—,y en la boca la besó.
Con su traje azul
marino,se perdió por el senderodiciendo, entre copla y
vino:—¡Palabra de
marinero!
El pueblo ibadespertando
encalado y mañanero,y dijo, burla burlando:—¡Palabra de
marinero!
La madre, quesollozaba
ante un Cristo
milagrero,entre sus rezos
mezclaba:—¡Palabra de
marinero!
Y los niños,deshojando
en la fuente elromancero,
también dijeroncantando:
—¡Palabra demarinero!—
Sólo la novia reíadebajo del limonero,
N O C H E
G iró el anillo sobremi dedo
y estuve a punto deamortajarme…
La noche entera sedeshojaba
sobre la calle—¡Me voy ahora!—No: ¡por los clavos
de Cristo! ¡Quédate!Entre mis pulsos corría
un perrosucio de sangre…—No: ¡no me dejes!—Mi voz estaballena de miedos y de
cristales…—¡Porque yo fuera de
ti en el mundono tengo a nadie!Hubo un silencio…Sobre mi bocacayó la tuya…Después el airemovió el visillo, como
R O M AN C E D E « L AL I R I O »
Por la arena de laplaya
va con un hombre «laLirio».
La tarde pone en susojos
un barco de plata y
vidrio,mientras que Cádiz se
enciendea lo lejos como un cirio,en un altar encaladode torres en equilibrio.
—No sé qué sería demí
si me dejaras, mocito—,
suspira dulce y lejanay en un sollozo, «la
Lirio».
El hombre, moreno yalto,
con voz de vientosalino,
le dice mientras sutalle
aprieta como a unjacinto:
—Llevo tu nombre enel brazo
tatuado, desde niño,y en el corazón, una
anclade juramento
perdido….Por la arena de la
playa
viene cantando unchiquillo:
«La Lirio», «la Lirio»tiene,
tiene una pena «laLirio»,
y se le han puesto lassienes
moraítas de martirio.
Cádiz, de cal, a lolejos,
huele a guitarra y avino.
«La Bizcocha» es una
vacacon sortijas en los
dedos,voz de aguardiente de
Rutey cintura de bracero.«La Bizcocha» lleva
siempreen su labio amarillentouna colilla colgaday una blasfemia en
acecho…
—¿No vino «la Lirio»?—No—,responde una voz en
eco…—¡Mardita sea!…
La colillacae de los labios al
suelo,como un sucio
equilibristaque cayera de un
trapecio.Y por la taberna vaun taco de carretero,que se clava en la
flamencade un cartel de toros
viejo.
En una mesa, consorna,
canta un viejomarinero:
«Se dice si es por unhombre,
se dice que si es por dó;pero la verdá del
cuento,¡ay, Señó de los
tormentos!,la saben «la Lirio y
Dió».
Sobre el mostrador,borracha,
«la Bizcocha» estádurmiendo
un sueño de peluconas,con «la Lirio» de por
medio.
—¿Estará el barco enla playa?
—Estará alamanecer…
—Pos descanse usíatranquilo,
que allí se la llevaré.—¿Y si ella no quiere,
vieja?—Poco sabe su mersé
de las rasones quetiene
mi «menda» paconvensé…
¡Sincuenta moneas deoro!
¡Vaya rasones, olé!
Y una voz entre lasombra
termina el romanceaquél:
Que fue con unbebediso
de menta y ajonjolí;que fue una noche de
luna,que fue una tarde de
abrí
—¿Dónde está miblanca novia,
dónde está que no laveo?—
(Un barco en lamadrugada
se va perdiendo a lolejos…).
—¿Dónde está «laLirio», dónde
que yo sin verla me
muero?
(Mocito, busca otranovia,
porque ésa tiene yadueño,
y va en un trono deespuma
navegando maradentro…).
—Mira su nombre enmi brazo,
sobre mis venaslatiendo,
y en mi pulso y en milengua,
y en la punta de misdedos.
(Para tapar ese nombreponte un brazalete
negro…).
—¡Mira, que la llevoaquí
crucificada en miscentros!….
(Arráncate lasentrañas
y da tu dolor alviento…).
—¡Mira que de nomirarla
me estoy muriendo ymuriendo!—
(Pues encomienda tualma
porque ese amor estámuerto…).
Amarga, de PuertaTierra
viene la voz de unflamenco:
A la mar, maera,y a la Virgen, cirio,
y pa duquitas, mare demi arma,
pa duquitas negraslas que tié' la Lirio.
Caminito de lasIndias,
un barco se vaperdiendo.
La Lirio corta sustrenzas
con tijeritas de acero,llenando el mar de
suspirosy el aire de juramentos,mientras que, roto, en
la playa—veleta de amores
muertos—,clavando su desengañoen la Rosa de los
Vientos,moreno de sal y luna,llora y llora un
marinero.
M AZAZO
Sonó la palabra«dinero»
y todo lo echaste arodar,
y en vez de decirte:«Te quiero»,
te dije: —¿Qué quierescobrar?
Y me valoraste las
rosasponiéndole precio al
jardíny fueron tomando las
cosasun tono metálico y
ruin.Y aunque esta verdad
me traspasa,prefiero saber la
verdad:que al mes, pago luz,
pago casay pago la felicidad.
B AL AD I L L A D EL O S TR E SP U Ñ AL E S
He comprado trespuñales
para que me des lamuerte…
El primero,
indiferencia,sonrisa que va y que
vieney que se adentra en la
carnecomo una rosa de
nieve.
El segundo, de traición;mi espalda ya lo
presiente,dejando sin primaveraun árbol de venas
verdes.
Y el último, acero frío,por si valentía tienes
H O R A
¡M e acordaré de titodas las noches, a las
once…
En la plaza sin luna detu ausencia
pronunciaré tu nombrecon el mismo temblor
del primer día
todas las noches, a lasonce!
Y aunque esté en uncafe, o en un teatro,
o en un duelo, sin quenadie me importe,
te llamaré —subastade mi pena
todas las noches, a lasonce…
Y si la gente —¡quéimporta la gente!—
no sabe, no comprende,o no conoce
lo que es amor, que
aprenda de mis labiostodas las noches, a las
once…
Qué cariño no es nube,ni melindre,
sino sangre, canción,olvido y monte…
Se quiere así,gritándolo a los vientos,
todas las noches, a lasonce…
Y un día llegará —¡quéDios me oiga!—
que cuando vaya apronunciar tu nombre,
L A C AS A VAC I A
C uando te fuiste decasa
—era en plenaprimavera vino
un invierno violentosobre las rosas más
tiernasy las adelfas del patio;se mustió la
enredadera;el agua de los espejosse puso verde; las rejasde las últimas
ventanasse hicieron aún más
espesasy yo me vestí de negro,paré el reloj de la mesay me quedé solo, a
oscurascon la luna de tu pena.
Por la azotea sin soles,llama el viento a las
macetas
y la tarde a loscristales
y tu recuerdo a lapuerta;
pero es inútil, el vientoen busca del mar se
aleja.La tarde se va
muriendobajo un filo de violetasy tu recuerdo sin ecoy sin respuesta se
queda.Mi casa, mi pobre
casa,de limón, agua y
arenas,está vacía die pájarosy amarga de cruces
nuevas.No hay nadie que la
despierte;duerme un sueño sin
estrellas,un sueño crucificadode espadañas y
veletas.
Dile a tu voz que secalle;
pon de luto tusbanderas
y enciende cirios desombra
al alumbrar mi tristeza;porque mi casa, mi
casa,de limón, agua y arena,está de cuerpo presentey yo velándola, muerta.
L A VO Z D E L O L AM E M B R I VE S
Tienes la voz de lunamachacada,
de vino antiguo, espesoy derramado;
de esquina, de farol, demadrugada,
de suspiro y clavel
crucificado.
Qué campana de torredesvelada!…
¡Qué sollozo de amordesesperado!…
¡Qué alondra enprimavera aprisionada! …
¡Qué llanto sin orillas,desbordado!…
Tiene tu voz la fuerzade Castilla
y la pena delgada yamarilla
que Andalucía ponecuando canta.
Voz de jazmín, demiel, de espina y viento,
que me da la impresión,cuando la siento,
de que llevas un nudoen la garganta.
R O M AN C E D ER U E D A
Y o soy la viuditadel Conde Laurelque quiero casarme,no encuentro con
quién.
La voz de los niñosde plata y de miel
deshoja el romancedel atardecer.
Rueda sobre el ruedoy en el redondelmi corazón sangrasin saber por qué.
Veleta sin viento,amargo sin hiel,estrella sin nochey amor sin querer.
Novia de mentira,novio de papel,mano sin anillo,promesa sin juez.
Ay, la pena mía,la pena cruelde estar siempre tristesin saber por qué!
¿Por qué no me quisoy quién era, quién,por dónde vendríay a dónde se fue?
¡Pregunta, pregunta,pregunta otra vez,a la rueda, ruedadel cómo y por qué!
Yo soy la viudita
del Conde Laurelque quiero casarme,no encuentro con
quién.
La voz de los niñosde plata y de miel,
deshoja el romancedel atardecer.
B AL AD A D E L AP L AZA D E L M U S E O
En la plaza delMuseo,
con tus ojos meencontré.
(¡Ay, Sevilla de torresaltas!
¡Ay, Sevilla de verde
laurel!)
Amor, tú no memiraste,
que fui yo quien te miré,y vi dentro de tus ojosuna rosa y un clavel.(¡Ay, Sevilla de copla y
beso!Ay, Sevilla de
anochecer!)
Ni una palabra mehablaste
ni una palabra te hablé,y fuimos juntos, muy
juntos,
por calles de sombra ymiel.
(¡Ay, Sevilla —magnolia y cielo!
Ay, Sevilla —suspiroen piel!)
He pasado doce añossin acordarme de ti.(¡Ay, Sevilla —balcón
y luna!¡Ay, Sevilla y
Guadalquivir!)
Hoy, de nuevo, en elMuseo,
amor, con tus ojos di;
pero ya no son losmismos
que yo quise para mí.(¡Ay, Sevilla —veleta y
tapia!¡Ay, Sevilla —canción
de abril!)
Son más grandes ymás negros,
más dulces por elsufrir,
más tristes y másbrillantes;
pero no los que yo vi.(¡Ay, Sevilla de nardo
E N C U E N TR O
M e tropecé contigoen primavera,
una tarde de sol,delgada y fina,
y fuiste en mi espaldaenredadera,
y en mi cintura, lazo yserpentina.
Me diste la blandurade tu cera,
y yo te di la sal de misalina.
Y navegamos juntos,sin bandera,
por el mar de la rosa yde la espina.
Y después, a morir, aser dos ríos
sin adelfas, oscuros yvacíos,
para la boca torpe de lagente…
Y por detrás, doslunas, dos espadas,
dos cinturas, dos bocasenlazadas
y dos arcos de amor deun mismo puente.
TO I TO TE L OC O N S I E N TO
¿Te acuerdas deaquella copla
que escuchamos aqueldía
sin saber quién lacantaba
ni de qué rincón salía?
…¡Qué encanto!,
¿verdad?Qué duende, qué
sentimiento,pero qué estilo, qué
voz!Creo que se nos
saltaronlas lágrimas a los dos.
Toíto te lo consientomenos faltarle a mi
mare,que una mare no se
encuentra
y a ti te encontré en lacalle.
No vayas a figurarteque esto va con
intención;tú sabes que por ti
tengograbao en el corazónel querer más puro y
firmeque ningún hombre
sintierapor la que Dios, uno y
trino,le entregó por
compañera.Pero es bonita la coplay entra bien por
soleares:Toíto te lo consientomenos faltarle a mi
mare.
Y me enteraocasualmente
de que le faltaste ayer.Y nadie me lo ha
contao;nadie, pero yo lo sé.Que tengo entre dos
amores
mi cariño repartío,si encuentra el uno
llorandoes que el otro lo ha
ofendío;y, mira nunca me quejode tus caprichos
constantes:
¿Quieres un vestío?…Catorce.
¿Quieres un reloj?…Con brillantes.
Ni me importa que lagente
vaya de mí
murmurandoque si soy pa ti un
muñeco,que si me has quitao el
mando
Que en la diestra y lasiniestra
tienes un par deagujeros,
por donde se va a losmares
el río de mis dineros.Que yo con tal de que
nuncade mi lao te separes
Toíto te lo consientomenos faltarle a mi
mare.
Porque ese mimbre deluto
que no levanta la voz,que en seis años no ha
teníocontigo ni un sí ni un
no,que anda como una
pavesa,que no gime ni suspira,que se le llenan los
ojos
de gloria cuando nosmira.
Que me crió can susangre,
y me guiaba la manopara que me persignaracomo tó fiel cristiano;y en las candelas del
hijoconsumió su juventudcuando era…, cuarenta
vecesmucho más guapa que
tú;tienes que hacerte la
cuentaque la has visto, en los
altarese hincártele de rodillasantes que hablarle a mi
mare.Porque el amor que te
tengose lo debes a su amor.Que yo me casé
contigoporque ella me lo
mandó.
Conque a ver si tuconciencia,
se aprende esta coplamía,
muy semejante aquelcante
que escucháramos undía
sin saber quién locantaba
ni de qué rincón salía.
A la mare de mi almala quiero desde la cuna.Por Dios, no me la
avasallesque mare no hay más
que una
AM N E S I A
Por el callejón delsueño
ando borracho y sinnorte.
¿Eras?… ¿Quien eras?No encuentro
ni tu rostro ni tunombre.
Yo te quise. Estoyseguro.
Sufrí el rigor de tussoles.
Anduve por tus orillas.Me estremecí con tus
voces.
¿Y ahora? ¿Por qué?No me explico.
Es de día y es denoche.
Hay primavera yverano.
Yo soy el mismo deentonces.
AU TO D E F E
Esta noche de agostohe quemado tus
cartas…
¡Ocho años de vidaapasionada!
Mi corazón ardíaen medio de las llamas,
rodeado de fechas,¡cenizas de mi alma!
Los abrazos crujían,los besos se quejaban,y los dulces «¡te
quiero!»,de tinta y esperanza,en una piruetade fuego, se rizaban.
Como una serpentina,tu nombre se alargaba,y era un puente la firmasobre un río de brasasque, silenciosamente,sin voz, se
R O M AN C E D E L AN I Ñ A Y E LM AR I N E R O
C uando abría laventana
se alborotaba la calle.—¡No salgas, niña, no
salgas!—,refunfuñaba la madre.
Y ella —voz de luna ynardo.
—Déjame que me dé elaire.
Y el aire, galán derejas,
le acariciaba elsemblante,
poniendo sobre susojos
todo el oro de la tarde.
—¡Déjame, madre delalma,
por callejones desombra
que me dé el aire! …-.Venían apuestos
galanes,con sombreros de alas
anchas,y fajas color granate.Y era un río de piroposla mortaja de la calle.
Pero la niña, la niña …sólo era novia del aire.
Una mañana de mayopasó un mozo por la
calle,vestido de marinero.La niña estaba
peinándoseal lado de la ventanacon su traje de lunares.Er día que sarga a
pescá,te vi a traé de los
maresun peine grande de
conchacon ramitos de corales.
La niña, por el espejolo vió, curiosa, alejarsey un suspiro de sal finale martirizó la carne,inflando la vela rosa
de su traje de lunares.
Y desde aquel día, laniña:
—¡Ay, ya tengo novio,madre! —
Y la madre, en unsuspiro,
sabedora de refranes:
—Cariño que huele amar,
siempre suele en salcuajarse.
En su ventana florida,también sentenciaba el
aire:
—Cariño de marinero,al fin se ahoga en los
mares.
La niña borda,bordando,
siempre pasaba lastardes:
sobre las camisas,remos,
anclas, sobre losencajes.
Y en las enaguasbajeras,
barquitos de todasclases.
Así, un día y otro día,fue una cómoda
llenándose.Después, le tocó a un
armariode luna; luego, a un
estante …¡Ay, qué montaña de
ropahizo el amor que
bordase!
Faltó una noche a lareja.
La niña aguardó hastatarde.
La madrugada en susojos
puso un barco sinvelamen.
Faltó a la nochesiguiente;
la niña siguióaguardándole,
como una luna deangustia
apoyada en loscristales.
Y luego… no volviómás
a pasearle la calle.En la ventana sin
coplassiempre repetía el aire:—Cariño de marinero,al fin de se ahoga en
los mares.
Se murió un día demayo,
a las siete de la tarde,cuando los naranjos
nuevosse iban llenando de
azaharesy Sevilla era una rosareflejada en los
estanques.
R O M AN C E D E L AC O R B ATA Y E L
PAÑ U E L O
Tú estabas tan lejosde mí
la tarde de aqueldomingo.
De mañana, mañanita,
ya sentí un escalofríode soledad y silencioque me fue dejando
lírico.
El estanque del espejome devolvió un
amarilloRafael, amargo y triste,con el corazón
marchito.
Tú estabas lejos de míla tarde de aquel
domingo.
El nudo de la corbata
malhumorado y torcidofue el primero en
revelarseen sus lunares corinto:
—Hoy no me podrélucir
lo mismo que otrosdomingos,
ni rimará la bufandasu romance con el mío.
Desde su balcónoscuro
dijo el pañuelocumplido
con una voz hecha seda
perfumada de jacintos:
Amor es espina y cruzpara el corazón
transido!
—¿Qué saben tusiniciales?
¿Qué saben tusdobladillos?
—Sé de las dudasamargas,
sé del llanto y eldelirio,
soy adiós en la
estaciónde la muerte y del
camino.
Conozco lamadrugada
y sobre los ojos vivolo mismo que un monje
blancoen el claustro del
suspiro.
El nudo de la corbataquedó aplastado y
sumisoigual que un ladrón
ahorcado,
en la camisa de brillo.
El pañuelo sonrió,desde su balcón
sombrío,paladín de amor y
sueño,soldado sin equilibrio.
Tú estabas lejos de míla tarde de aquel
domingo …
R O M AN C E D E L O SO J O S VE R D E S
¿D e dónde vienestan tarde,
dime, di, de dóndevienes?
—¡Vengo de ver unosojos
verdes, como el trigo
verde!
El sueño juega y seesconde
en la plaza de mi frente…
caballo por las ojerasde unos ojos en relieve.El cuarto se va
llenandode mar, de barcos y
peces:acuarium improvisadosobre el barniz de los
muebles,mientras que la media
lunade Junio, roja y
solemne,se suicida sobre el filode la mañana que
viene.
—¿De dónde vienescantando,
dime, di, de dóndevienes?
—¡Vengo de ver unosojos
verdes, como el limónverde!
Por el río de la siesta
pasa un pregón hechonieve,
persianas atravesando:«¡Chumbos frescos!
¿Quién los quiere?»
La sábana de la camaen silencio se defiende,amortajando suspirosbajo la cal de sus
pliegues,contra mi cuerpo
desnudoque está de cuerpo
presente,con cuatro velas de
penay cuatro cirios de
muerte.
—¿Dónde naciste?…—En Tarifa.
¿Y tú? —¡En Sevilla!Mis sienes
están preñadas deolivos
como tus ojos de verde.
El silencio apuñaladovuelve a llenar las
paredes,y un sueño de torres
altas
y de relojes ausentessobre la cama cansadaecha su capa de nieve.
—¿De dónde vienesborracho,
dime, di, de dóndevienes?
—¡Vengo, vengo de laviña
y el olivarito verde!
¿Qué mala yerbapisaste?
¿Quién te atravesó lassienes
con ese mal fario,
dime?—¡Son las cosas de la
suerte!:
Unos, la encuentran deespaldas,
otros, la encuentran defrente,
y yo me encontré susojos,
verdes, como el trigoverde.
—¿Quieres que te hagauna taza
de yerbabuenacaliente?
—¡Quiero su voz —luna y platadiciéndome
que me quiere!
—¡Quieres que busqueun pañuelo
y te le anude a lafrente?
—¡Quiero sus brazosde trigo
y su cintura de aceite!
—¿Quieres que canteuna nana
para ver si así teduermes?
—¡Quiero sentirme en
el cuellosu aliento de flauta
breve!
—Entonces, micorazón,
dime por Dios lo quequieres …
—¡Quiero sus ojos, susojos,
verdes, como el trigoverde,
como el limón y laalbahaca,
como el mar y loscipreses,
como las almendrasnuevas,
el romero y loslaureles!
Si no me traes sus ojosdile que venga a la
Muerte! …
S E C R E TO
¿Quién tiene laculpa
de lo nuestro?Nadie. Nosotros. Tú.Yo, que estaba
muerto…
Yo buscaba manzanasy romero;
tú me diste laurelestiernos …
Yo buscaba un hombropara mi sueño;tú me diste una llanurade luceros …
Por el sol de la plazayo andaba ciego;tú me diste boca y
lumbrede madrugada y
viento…¿Quién tiene la culpade lo nuestro?Nadie. Nosotros. Tú.
Yo, que estabamuerto…
Tú, buscabas la puertade lo eterno;yo te di mi zaguánquieto.Tú, buscabas la rosadel secreto,yo te di mi jardínde apasionamiento.
¿Quién tiene la culpade lo nuestro?¿Tú? ¿Yo?
¡Ninguno!
Y los dos la tenemos.
NOVIONovio tuyo,siempre novio.
Hace que somos losdos
seis años uno del otro.Tu boca miel de la mía,tus ojos, luz de mis
ojos.
Novio tuyo,siempre novio.
Nadie comprende lo
nuestro,es algo maravilloso.Nadie nos pregunta
nadaporque ya lo saben
todo …
Novio tuyo,siempre novio.
Por la tarde los dosjuntos
por la noche los dossolos,
por la mañana cogidosdel brazo el uno del
otro.
R O M AN C E D E LAM O R O S C U R O
Te espero al lado delpuente
antes de que den lasdoce.
El pueblo está dormidoen lo alto de la torre,—cigüeña de cal al aire
negro de lamedianochemientras
que el arroyo turbioadornado de faroles,será novio de una
adelfacargada de
maldiciones.
¡Amor, tú debes venirantes de que den las
doce!
Llevo, dentro de lasangre.
un potro de aceite ycobre
que se encabrita sinbridas
cada vez que oye tunombre,
y se desboca enespuma
de sábanas yentredoses.
¡Ay, amor, amoroscuro …
antes de que den lasdoce! …
Que no te sienta ni elmiedo
que acecha en tus
corredores;pone sandalias de
nieve;encomiéndate a San
Jorge;y ven en un
padrenuestro,atravesando la noche,al puente de mis
suspirosantes de que den las
doce.
¡Ay, amor, mi amoroscuro!
¡Ay, amor de mis
amores!
Los señores del casinodormirán en sus
sillones,con las cadenas de oroterciadas sobre su
abdomen.Se habrá callado el
piano,de la señora de Ponce,en el acorde finaldel estudio de
Beethoven.Y solo, yo, velarécomo un soldado de
bronce,centinela sin alertaen el cuartel de la
noche.
Amor, que vas a venirantes de que den las
doce!
C O N S E J O S D E LB U E N AM O R
N o soy ni sabio niviejo.
Tengo un poco depoeta
y eso es nada.Acepta o no mi
consejo,
que en amor nadie esprofeta,
camarada.
Ni blando como lacera
ni duro como la rocaen el deleite.Ni invierno, ni
primavera.Para el cielo de la
boca,miel y aceite.
Hay que estar siempreflorido
con las venas
traspasadasde rosales.Tener en el pecho un
nidode palomas asustadasy puñales.
Vivir siempre enagonía
con el alma laceradapor la espera.Morir dos veces al díay tal vez —de
madrugadala tercera.
Gozar minuto a
minutolas caricias de los ojosque te han preso.Padecer de negro lutosi los labios no están
rojospara el beso.
Amordazar ese grito.que se escapa en
letaníahasta los cielos,cuando tu amor infinitosufre la traqueotomíade los celos.
Ser torre de
campanariocuando la hora es
llegadadel orgullo.Y caballero templariodefendiendo en la
cruzadalo que es tuyo.
No soy ni sabio niviejo.
Tengo un poco depoeta
y eso es nada.Acepta o no mi
consejo,
¡ S O LTE R A!
M i prima Matildees guapa y soltera.(Patio de mosaicos,zaguán y cancela,y en medio del patiouna fuente muerta).
Mi prima Matilde,cuando va a la feria,
se pone clavelesy mantilla negra,y sobre los ojosuna pena, pena …
(Sevilla se ríeentre las macetasy dice, burlona:¡Soltera… soltera!…).
Abanico negroque el rubor la vela;rosario que lloraen sus manos quietas,y un: ¡Señor, no quieroquedarme soltera!,en misa de una
de la magdalena.
Las torres, el río,las calles, las rejas,dicen a su paso:«¡Tan guapa, y qué
pena!».
Un hombre, el primero,llamó a su cancelay al mes de noviazgo,la calle desiertay un leve pañuelomojado en la reja.
Pedazos de cartasde picuda letra
llevaba y traíael viento en la aceradiciendo con burla:¡Soltera …soltera! …
Después, aquel primoque bailó con ellauna vez, y luegomurió allá en la guerradejándole un lutode magnolias muertas.
(En el gran biombode mi tía Regla…pájaros y florescon burla comentan:"Señora: esta niña
se queda soltera").
Luego, el extranjeroque vino a las fiestascon lentes de oroy rubias guedejasy un idioma dulcecomo de ciruela,que habló de casarsey se fue a su tierra.
Después, vino unsuave
profesor de orquesta.Más tarde, un delgadomaestro de escuela,mas ninguno de ellos
duró en su cancela.
(Cada año que pasami prima se quema,mocita y sin novio,cirio de Cuaresma).(Sevilla murmura:¡Soltera… soltera!…).
R O M AN C E D E LAM O R R E S I G N AD O
En el estanque deldía
se han mojado tuspalabras.
El «no» sin eco posiblede tu voz
embalsamada,
se está muriendo defrío
en los cristales delagua.
Mis «te quiero»,salvavidas
inútiles de mis ansias,son ceros siempre a la
izquierdade este amor sin
esperanza,de este amor, río
dormido,entre sombras y entre
ramas;
de este amor, lirio sinnombre
deshojado en lamañana…
En la rosa de losvientos
clavé, mi amor, tuspalabras.
Tu «no», payaso decirco,
dando vueltas decampana,
al hacer una piruetacayó de la rosa al agua.De nada sirvió el «te
quiero»último de mi garganta;de nada sirvió la lunaque te mandé
iluminadacon jazmines de mi
llantoy óleo de almendras
amargas.
Tu «no» de arrozempolvado
se deshojó sobre elagua…
G AC E L A D E L AR O S A Y E L VI E N TO
En medio de fuentese bañaba la rosa,
Era toda de mármol,del tallo a la corola,y dormida en el aguaparecía una novia.
El viento de Granadasuspiraba en las hojas,moreno y onduladocomo un galán de
sombra.
A beber a la fuentebajaban las palomasdiciendo con envidia—¡Ay, qué blanca es la
rosa! —
Bajaba la sultanaentre velos y ajorcas,con dos esclavos
negros
y diez esclavas moras,y decía con pena:—¡Ay, qué blanca es la
rosa! —
Al filo de la noche,cuando la Alhambra
todaera un barco dormidode jazmín y magnolias,la luna, a los cipreses,decía con voz rota:—¡Más que yo en el
estanquecuando la Alhambra
toda!
Y ya de madrugada,entre la verde fronda,con capa de arrayanesy faja de toronjas,el viento de Granada,galán de flor y sombra,decía enamorado:—¡es de blanca la rosa!
—
Novia de sal ymármol,
en la fuente redonda,las palabras del vientoescuchaba la rosa,y dura como nieve,
del tallo a la corola,con una voz mojadade primavera rota,decía entre suspiros:—¡Ay, si fuera una
rosa! .
PAR A TO D A L AVI D A
¿M e quieres, amor,me quieres?
«Sí, para toda la vida!…»
Y era yo quienpreguntaba,
siempre soñando una
espina,siempre rondando una
duda,siempre imaginando
heridas,«¿Me quieres, amor,
me quieres?»«¡Sí, para toda la
vida…»
Tardes, madrugadas,noches,
mañanas y mediodías;en el balcón, en la
calle,en el sueño, en la
vigilia,siempre, siempre
preguntando,corazón, si me querías.
Y de pronto, no sécomo,
sin una razón precisa,mi voz amarga y
cansadase fue quedando
dormida.Y cayó sobre mi almauna lluvia dulce y finaque se fue cristalizandoen nieve delgada y fría.
Y ya no pregunté más,corazón, si me querías.
Ahora, eres tú quien sequeja
quien pregunta y quiensuspira.
«¿Me quieres, amor,me quieres?»
me dices con vozdolida…
Y yo, de la mismaforma
con que tú merespondías,
escondiendo la verdad
R O M AN C E D EAQ U E L H I J O
Hubiera podido serhermoso como un
jacinto,con tus ojos y tu bocay tu piel color de trigo:pero con un corazóngrande y loco como el
mío.
Hubiera podido ir,las tardes de los
domingos,de mi mano y de la
tuya,con su traje de marino,luciendo una ancla en
el brazoy en la gorra un
nombre antiguo.
Hubiera salido a tien lo dulce y en lo vivoen lo abierto de la risay en lo claro del
instinto;y a mí, tal vez, que
salieseen lo triste y en lo líricoy en esta torpe manerade verlo todo distinto.
¡Ay, qué cuarto conjuguetes,
amor, hubiera tenido!…Tres caballos, dos
espadas,un carro verde de pino,un tren con siete
estaciones,un barco, un pájaro, un
nido…y cien soldados de
plomo,de plata y oro vestidos.
¡Ay, qué cuarto conjuguetes,
amor, hubiera tenido!…
Te acuerdas, aquellatarde,
bajo el verde de lospinos,
que me dijiste: —¡Quégloria
cuando tengamos unhijo!…
Y temblaba tu cinturacomo un palomo
cautivo,y nueve lunes de
sombrabrillaban de tu delirio.
Yo te escuchabalejano,
entre mis versos,perdido;
pero sentí por miespalda
subir un escalofrío,y repetí como un eco:—¡Cuando tengamos
un hijo!…
Tú, entre sueños, yacantabas
nanas de sierra ytomillo,
e ibas lavando pañalespor las orillas de un río.Yo, arquitecto de
ilusiones,sostenía el equilibriode una torre de
esperanzacon un balcón de
suspiros.
¡Ay, qué gloria, amor,
qué gloriacuando tengamos un
hijo!….
En tu cómoda de cedronuestro ajuar se quedó
frío,entre alhucema y
manzana,entre romero y
membrillo.¡Qué pálidos los
encajes!¡Qué sin gracia los
vestidos!¡Qué sin olor los
pañuelosy qué sin sangre el
cariño!
Tu velo blanco denovia
—por su olvido y pormi olvidofue
un camino de Santiagodoloroso y amarillo.Tú te has casado con
otro;yo con otra he hecho lo
mismo…
Juramentos y palabrasestán secos y
marchitosen un antiguo
almanaquesin sábados ni
domingos.
Ahora, bajas al paseorodeada de tus hijos,dando el brazo a… la
levitaque se pone tu marido.Te llaman… ¡doña
Manuela!;usas guantes y
abanico,y tres papadas te
cortanen la garganta el
suspiro.
Nos saludamos delejos
como dosdesconocidos;
tu marido baja y subela chistera; yo me
inclino,y tú sonríes sin ganade un modo triste y
ridículo.
Pero yo me hago cargode que hemos
envejecido,porque te sigo
queriendoigual o más que al
principio,y te veo como
entonces,con tu cintura de lirio,con un jazmín en los
dientesy la color como el trigo,y aquella voz que
decía:—¡Cuando tengamos
un hijo!….
Y en esas tardes delluvia,
cuando mueves losbolillos
y yo paso por la callecon mi pena y con mi
libro,dices, con miedo, entre
sombras,amparada en el visillo:—¡Ay, si yo con ese
hombrehubiese tenido un hijo!
…
U S TÉ
Eso de hablarnos deusté
aunque estemos losdos solos,
y que de usté a mí medigas,
y yo de usté a ti tehable,
tiene una gracia…, es
tan nuevo,que rompe todos los
moldesdel «tú por tú», tan
gastadoentre gente que se
quiere.
Además, que, así deusté,
parece que a cualquierhora,
ya sea de noche o dedía,
somos dosdesconocidos
que acaban deconocerse…
—¿Quiere usté dar unpaseo?
—¿Qué le parece latarde?
—¿Verdá que esblanca esta rosa?
—Su reló vaadelantado… —
Y nos queremos losdos
cada vez con máslocura,
y nuestras vidas son ya
dos ríosentrelazados…
y hemos partido la lunacomo un pan de miga
blanda,la mitad, para tu boca,la mitad, para la mía.
Llámame de usté yasiempre,
porque si de tú mehablaras,
romperías el encantode esta aristocracia
nuevadel corazón y del beso
y de la esquinaimprevista…
Mi vida, que yo tesienta,
muchas veces al oído,decirme, cuando esté
triste:«¡Ay, cómo le quiero a
usté!».
S O N E TO
Bebiéndome la dulceprimavera
me sorprendió la tardejunto al río
y pude contemplar a mialbedrío
el idilio del agua y lapalmera.
Me zambullí desnudoen la pecera
buscando un corazónigual que el mío,
y no encontré ni unfaro ni un navío
que me hiciera señalesde bandera.
La noche iba saltandopor la orilla
Y puso en mi cabezadespeinada
el filo verde-azul de sucuchilla.
Más cuando ya seahogaba mi fortuna,
quiso el vientomandarle a mi jugada
el blanco salvavidas dela luna.
M I E D O
D entro de un miedoamarillo
espero tu puñalada;¡mátame con una
espadasi no puedes con
cuchillo!
Ya me he quitado el
anilloy he firmado el
testamento;ya me he vestido de
vientocon dos lunas al
costadoy te espero amortajado,firme, seguro y
contento,a que cortes este
alientoque sólo de ti ha
alentado.
R O M AN C E D E L AP E TE N E R A
La Petenera bailabaen el café del
Burrero…
Su bata de cola ibaderramándose en el
suelocomo una fuente de
lazosy de encajes
entreabiertos,dejando un olor
amargode almidón
calenturiento.
La Petenera bailaba,cintura de nardo
nuevo…
«Gabriel el de losLunares»,
la iba en el bailesiguiendo
y el corazón le bailaba
sobre la tabla delpecho.
—¡Petenera de miscurpas,
por tu curpa yo memuero!
La noche se descolgabapor un balcón de
silencio,embistiendo con la
lunael flanco de los luceros.En el callejón del
Aguaa Gabriel hallaron
muerto;en su garganta sin
venashabía un cuchillo
latiendo,con un letrero en la
hoja:«Por su curpa yo me
muero».
Cantaba la Peteneracon voz de limón
moreno…Un ruiseñor se subíapor la mata de su peloy picaba los corales
de sus zarcillosplateros…
Don Juan José, el deSanlúcar,
entre cañero y cañero,bajo su traje de panaiba sus ayes bebiendo.—¡Petenera de mis
carnessino de mi sino negro!
Dolores se desangrabamesándose los
cabellos,en una copla terribleque empañaba los
espejos:—¡Yo te quiero y tú me
quieresy no puede ser lo
nuestro,que entre tu casa y mi
casayo tengo a mi amante
muerto!
Dos marinerosborrachos,
en sus brazos lacogieron,
meciéndola en uncolumpio
de suspiros y humodenso.
—¡Petenera de miscarnes,
sino de mi sino negro!
Entre sábanas de hiloy tisanas de romero,don Juan José, el de
Sanlúcar,murió a llegar el
invierno;un ¡ay!, de la Peteneratenía clavado en el
pecho.
La Petenera lloraba
en el café del Burrero;sobre el mármol de la
mesase deshojaba su pelo.—¡Malhaya sea,
malhayaquien Petenera me ha
puesto!Al llegar la
medianochela Petenera se ha
muerto.
Su voz seguíacantando
en el café del Burrero,
dentro de la batablanca,
mortaja de suslamentos.
Campanas no ladoblaron,
ni la lloraron pañuelos,ni tuvo quien por su
almale rezara un
Padrenuestro.
¡Que está viva y noestá viva,
porque de pena se hamuerto!
R O M AN C I L L O D EL A P L AZA M AY O R
La mendiga pedíaen la plaza mayor,muy vestida de negro,con un llanto en la voz.
Era una viejecitade cuento y dolor;los niños la miraban
sentadita en el soly decían a coro:—Perdone usted, por
Dios.
Pasaban lasmuchachas
entre risas y flor,entre lazos y sueños,entre novio y cancióny decían al verla:—Perdone usted, por
Dios.
Pasaban los soldadoscon un son de tambor,muy vestidos de gala
con espuelas y ros,y decían alegres:—Perdone usted, por
Dios.
Señoras de abanico,señores con reloj,pasaban y pasabanpor la plaza mayor,diciendo entre
remilgos:—Perdone usted, por
Dios.
Con un libro en lamano
también pasaba yo,
una tarde tras otradeshojando un amor,pero no le decía:—Perdone usted, por
Dios.
Le daba unas monedaspensando con temor:«¡Ay!», si fuese mi
madre—¡no lo quiera el
Señor!quien pidiera en la
plaza,sentadita en el sol,y todos le dijesen:
A TU VE R A
A tu vera,siempre a la verita tuyahasta que de pena
muera.
Que no mirase tusojos,
que no rondase tupuerta,
que no subiese denoche
los tramos de tuescalera.
A tu vera,siempre a la verita tuyahasta que de amor me
muera.Mira que dicen y dicen,mira que la tarde
aquella…mira que si fue, y si
vino,de su casa a la
alameda,
y así mirando ymirando,
así empezó mi ceguera.
A tu vera,siempre a la verita tuyaaunque de celos me
muera.
Ya pueden clavarpuñales,
ya pueden cruzartijeras,
ya pueden cubrir de sallos ladrillos de tu
puerta.
R O M AN C E D E L AVI U D A
E N AM O R AD A
S iempre pegada a tumuro
y al filo de tusalmenas;
siempre rondando elcastillo
de tu amor; siempresedienta
de una sed mala yamarga
de desengaño y arena.
¿Por qué te querré yotanto?
¿Por qué viniste a misenda?
Quién hizo brillar tusojos
en la noche de mipena?
¿Qué lluvia de malcariño
quiso convertirme enyedra,
que va creciendo ycreciendo
pegada a tu primavera?
¡Ay, qué montaña deamor
tengo sobre mi cabeza!¡Ay, qué río de suspirospasa y pasa por mi
lengua!
Yo estaba en miscampos hondos,
allí en Castilla laVieja,
durmiéndome entremolinos
y coplas rubias desiega,
y era mi vida una noriamonótona y
polvorienta.
Mis hijos venían delcampo,
con sus camisasabiertas,
y en el pulso de sushombros
reclinaba mi cabeza.Así, un día y otro día,
allí en Castilla laVieja…
Una tarde (por losnardos
subía la primavera…).Una tarde vi tu sombraque venía por la sendadentro de un traje de
pana,tres vueltas de faja
negray una voz dura y
redondalo mismo que una
pulsera.
—Buenas tardes, ¿haytrabajo?
—Sí —te dije todallena
de un escalofrío lentoque me sacudió las
venasy que me quitó de
encimadiez años de vida
muerta,bordando en mi enagua
oscurauna rosa dulce y tierna.
—Está bien —fueron
tus gracias,y, doblando la
chaqueta,te sentaste a mi ladoen el borde de la senda.
Vive este amor desilencio
y entre silencio sequema,
en una angustia dehoras
y en un sigilo depuertas.
El pueblo ya lomurmura
en una copla que ruedatodo el día por el
campo,y de noche en la
taberna.
Dicen que si soy viuda,y sacan el muerto a
cuestas;dicen, que si por mis
hijosme debía dar
vergüenza…Dicen, tantas cosas,
tantas,que las paredes se
llenande vidrios y
maldicionesy hasta a veces de
blasfemias.
Mi hijo el mayor(veinte años,
dulce y moreno) conpena;
me habló esta mañana:—Madre,
este traje no te sienta,ni esas flores, ni ese
pelo,ni ese pañuelo de
hierbas….Yo no me atreví a
mirarlo,y me sentí muy
pequeña,como, si fuese mi
madrela que hablándome
estuviera.
—Por nosotros, tú nodebes
vestirte de esamanera….
¡Ay, por vosotros! Osdi
todo el trigo de mi era;todavía de vosotrosmi cintura tiene
huellas.¡Sangre mía que anda y
vivey a mí me va haciendo
vieja!
¿Pero es que yo ya notengo
derecho a querer? ¿Quéciega
ley me prohíbe que alsol
deje mis rosas
abiertas?¿Y que me mire al
espejo,y que me vista de
fiesta,y que en mi jardín
antiguoflorezca la primavera?
…
¡Quiero y quiero yquiero y quiero!
Están en flor mismacetas;
diez ruiseñores heridoscantan amor en mis
venas,y me duele la garganta,y está mi voz hecha
piedrade tanto decir: "¡Te
quierocomo a ninguno
quisiera!"
¡Ay, qué montaña deamor
tengo sobre la cabeza!¡Ay, qué río de suspirospasa y pasa por mi
lengua!
Canten, hablen,
PAVAN A AN D AL U ZA
En tu calle sin salidano me canso de esperarpor verte pasar, mi
vida,¡amor!, por verte pasar.
Sé que no puedomirarte
y que no te puedo
hablar,que nunca podré
besarteni tu cancela cruzar.
No sabes tú lo quesiento
no ser de tu bocafuente,
como tampoco serviento
para rizarte la frente.
Quisiera ser caracolamuerta de melancolía,para estar en tu
consola, amor,
de noche y de día.
Quisiera ser rosamustia
y empolvada en tuflorero,
o negro alfiler deangustia
clavado en tu alfiletero.
Registro de tu novela,página de tu diario,escudo de tu cancelay cuenta de tu rosario.
Algo cerca de tu manoespejo, nardo, visillo,
pañuelo, lazo, piano,dedal, encaje o anillo.
Más, llega lamadrugada
y me desangro de verque en tu vida no soy
nadade lo que quisiera ser.
En tu calle sin salidano me canso de
esperar,por verte pasar, ¡mi
vida!,¡amor!, por verte pasar.
D U D A
¿Por qué tienesojeras esta tarde?
¿Dónde estabas, amor,de madrugada
cuando busqué tupalidez cobarde
en la nieve sin sol de laalmohada?
Tienes la línea de loslabios fría,
fría por algún beso malpagado;
beso que yo no sé quiénte daría,
pero que estoy seguroque te han dado.
¿Qué terciopelo negrote amorena
el perfil de tus ojos debuen trigo?
¿Qué azul de vena omapa te condena
al látigo de miel de mi
¡ AS I TE Q U I E R O !
E l día trece de julioyo me tropecé contigo.
Las campanas de mifrente,
amargas de bronceantiguo,
dieron al viento tunombre
en repique de delirio.Mi corazón de maderamuerto de flor y de
nidos,floreció en un verde
nuevode naranjos y de,
gritos,y por mi sangre corrióun toro de ecsalofrío,que me dejó traspasadoen la plaza del suspiro.
¡Ay, trece, trece dejulio,
cuando me encontré
contigo!
¡Ay, tus ojos demanzana
y tus labios de cuchilloy las nueve, nueve
letrasde tu nombre sobre el
míoque borraron
diferenciasde linaje y apellido!
¡Bendita sea la madre,la madre que te ha
parido,porque sólo te parió
para darme a mí unjacinto,
y se quedó sin jardinesporque yo tuviera el
mío!
¿Quieres que me abralas venas
para ver si doy contigo?¡Pídemelo y al
momentoseré un clavel
amarillo!!¿Quieres que vaya
descalzollamando por los
postigos?
¡Dímelo y no habráaldabón
que no responda a mibrío!
¿Quieres que cuente laarena
de los arroyos másfinos?
Haré lo que se teantoje:
lo que mande tucapricho,
que es mi corazóncometa
y está en tu mano elovillo;
que es mi sinrazóncampana
y tu voluntad sonido.
Nunca quise a nadieasí;
voy borracho de cariño,desnudo de
convenienciasy abroquelado de
ritmoscomo un Quijote de
lunacon armadura de
lirios…
Te quiero demadrugada,
cuando la noche y eltrigo
hablan de amor a lasombra
morena de los olivos:te quiero al atardecercuando se callan los
niñosy las mocitas esperanen los balcones
dormidos;te quiero siempre:
mañana,tarde, noche… ¡Por los
siglos,de los siglos! ¡Amén!
Tequerré constante y
sumiso,y cuando ya me haya
muertoantes que llegue tu
olvido,por la savia de un
cipréssubiré delgado y lírico,hecho solamente vozpara decirte en un
D I AL O G O D E L AVO Z Y L A N O C H E
¡Y o no merezco esteluto,
ni esta llaga en elcostado,
ni esta afrenta, ni estosinris,
ni este cíngulo de
esparto!
—¡Calla: llenaré tualcoba
de un sueñodeshabitado,
de un sueño sininiciales
y con miradores altos,sueño de pecho
exprimidoy corazones cortados!
—¡Mi pena de limónhonda
y de romero quemado,no hay sueño que la
amortajeni que la vista de
blanco!
—¡Calla: pondré en tualmohada
heliotropos y geraniospara amordazar tus
ayesy tus gritos
desangrados!
—Pero y mis ojos, misojos,
que nadie podrácerrarlos,
abiertos a un horizonte
de pedernales y clavos!¿Con qué pañuelo me
secoel vinagre de mi llanto?
—Yo aplicaré a tusheridas
para cerrarlas, elbálsamo
que arde en laslámparas altas
de los lucerossonámbulos.
—¿Y mis manosflorecidas
como dos varas de
nardosque ardidas de tacto y
fiebreen sarmientos se han
trocado?¿En qué arroyo de agua
claracalmo el ardor de mis
manos?
—Yo daré a tusarenales
rocío y agua de mayoy floreceré tus zarzasde toronjiles lunados.—¿Y esta candela que
abrasami corazón desbocado,cruz de ceniza en mi
frentepecado de mis
pecados?
—Yo te darépenitencias
de nube, brisa y depájaro,
y disciplinas deestrellas
para azotarte losflancos.
—¿Y el miedo que en
mi cabezarueda y rueda y va
rodando;y mi río y mis alondras,y mi montaña y mi
llano,y mi rosal y mi espejo,y mi silencio y mi cantoque está latiendo en
mis sienescomo pulsos de
caballo?
—Yo te cantaré unanana
de violetas y naranjos,
nana de barcos azulesy marineros ahogados.
¡Mi sueño no puede sermás que de espina y de
llanto,con despertar de
agoníapara volver a soñarlo!
Se fue vencida lanoche…
El día vino cantandoy su flauta de agua y
brisatañó lirio y tañó
salmo…
P E N A Y AL E G R I AD E L AM O R
M ira cómo se mepone
la piel cuando terecuerdo…
Por la garganta mesube
un río de sangre fresco
de la herida queatraviesa
de parte a parte micuerpo.
Tengo clavos en lasmanos
y cuchillos en losdedos
y en mi sien una coronahecha de alfileres
negros.
Mira cómo se me ponela piel ca vez que me
acuerdoque soy un hombre
cacaoy sin embargo te
quiero.
Entre tu casa y mi casahay un muro de
silencio,de ortigas y de
chumberas,de cal, de arena, de
viento,de madreselvas
oscurasy de vidrios en acecho.Un muro para que
nunca
lo pueda saltar elpueblo
que está rondando lallave
que guarda nuestrosecreto.
¡Y yo sé bien que mequieres!
¡Y tú sabes que tequiero!
Y lo sabemos los dosy nadie puede saberlo.
¡Ay pena, penita, pena
de nuestro amor en
silencio!¡Ay, qué alegría,
alegríaquererte como te
quiero!
Cuando por la noche asolas
que quedo con turecuerdo,
derribaría la paredque separa nuestro
sueño,rompería con mis
manosde tu cancela los
hierros,con tal de verme a tu
vera,tormento de mis
tormentos,y te estaría besandohasta quitarte el
aliento.Y luego, qué se me
dabaquedarme en tus
brazos muerto.
¡Ay, qué alegría y quépena
quererte como te
quiero!
Nuestro amor esagonía,
luto, angustia, llanto,miedo,
muerte, pena, sangre,vida,
luna, rosa, sol y viento.Es morirse a cada pasoy seguir viviendo luegocon una espada de
puntasiempre pendiente del
pecho.
Salgo de mi casa al
camposólo con tu
pensamiento,por acariciar a solasla tela de aquel
pañueloque se te cayó un
domingocuando venías del
puebloy que no te he dicho
nunca,mi vida, que yo lo
tengo.Y lo estrujo entre mis
manos
lo mismo que un limónnuevo,
y miro tus inicialesy las repito en silenciopara que ni el campo
sepalo que yo te estoy
queriendo.
Ayer, en la PlazaNueva,
—vida, no vuelvas ahacerlote
vi besar a mi niño,a mi niño el más
pequeño,
y como lo besarías¡ay, Virgen de los
Remedios!que fue la primera vezque a mí me diste un
beso.Llegué corriendo a mi
casa,alcé a mi niño del sueloy sin que nadie me
vieracomo un ladrón en
acecho,en su cara de amapolamordió mi boca tu
beso.
¡Ay, qué alegría y quépena
quererte como tequiero!
Mira, pase lo que pase,aunque se hunda el
firmamento,aunque tu nombre y el
míolo pisoteen por el suelo,aunque la tierra se abray aun cuando lo sepa el
puebloy ponga nuestra
bandera
de amor, a los cuatrovientos,
sígueme queriendo así,tormento de mis
tormentos.
¡Ay, qué alegría y quépena
quererte como tequiero!…
L L U VI A
¡Te quiero —medijiste,
y la flor de tu manopuso un arpegio tristesobre el viejo piano.
(En la ventana oscurala lluvia sonreía…Tamboril de dulzura.
Gong de monotonía).
—¿Me querrás tú lomismo?—
Y en tu voz apagadahubo un dulce lirismode magnolia tronchada.
(La lluvia proseguíallorando en los
cristales…Cortina de agonía.Guadaña de rosales).
—¡Para toda la vida!—,
te dije sonriente.
Y una estrellaencendida
te iluminó la frente.
(La lluvia proseguíallamando en la
ventanacon una melodíaantigua de pavana).
Después, casi llorando,yo te dije: —¡Te quiero!
—Y me quedé mirandotus pupilas de acero.
—¡Para toda la vida!
—,dijiste sonriente,y una duda escondidame atravesó la frente.
(En la ventana oscurala lluvia proseguíarimando su amarguracon la amargura mía).
L AS M U E RTE S D ES E VI L L A
D e laurel, no deacero
con faldas decampanas y cristales,
la torre es un arquerocuyos leves puñalesaun mojados de rosas
son mortales.
El primero fue el río,lo mató una magnolia
en primaveray se quedó vacíocolor de nieve y cerabendiciendo la mano
que lo hiriera…
Más tarde fue la fuentedel Alcázar Real la
feneciday cayó blandamenteen su taza dormidaigual que una paloma
en vuelo herida.
Después fue lamuralla,
con su manto moriscoy almenado,
quien cayó en labatalla
sangrando en elcostado
por un lirio galán yenamorado.
Y las rejas floridasy la cruz de la plaza y
la cancela,recibieron heridasdel arquero que en vela
en la Giralda es novioy centinela.
En Sevilla se muerecon una muerte blanda
y deseada,y el dardo que te hiereno es cuchillo ni
espada,que es de flor y de sol
la puñalada.
Yo mismo estoy heridopor una rosa nueva y
amarillaque del cielo ha caídodejando mi mejilla
salpicada con sangrede Sevilla.
Sé que no tengo curay no me quejo a nadie
de mi suerte;mi herida es mi venturay cuando caiga inertebendeciré al amor que
me da muerte.
AL AM E D A
Anudo alameda.Anudo los cordelesde la tarde. Paseo.El naranjo apresurasu aroma hacia algún
sitio.
Apenas hay yasombras
con que tropiece elpaso:
en los céspedes pierdentu profusión los filos.
Nadie va por la aceradel ocaso. Hacia el
muelle,las fachadas persistendébilmente en el agua.
Con la tarde estoysolo.
Me vienen a la bocalargas palabras tristes,y te echo de menos.
E M P I E ZO M ASAD E N TR O
M e pongo unimperdible
de llanto en los ojales,invento parco, llegoa los sitios vestido
con este antiguo cuerpotan hecho a la
costumbre.Caben mi amor, mi
sangre,mi gozo por las
vueltas.
Pero secretamente—aunque a veces me
cabenestas cosas la
vidaempiezomás adentro,
donde un íntimoimpulso
se desprende de todo.Me miro a los espejos,
C O M O S I F U E R ASAD I O S
Punto de madurez,listo para empezara irme. Cuesta tantodecir adiós del todo,
sin dejar un resquiciopara volver con esapalabra que faltaba
añadirle al poema…
Pero no, no me voy.Son ellas y las
palabrasjunto a las que camino,quienes me dejan solo.
Digo mi adiós.Algunas
un instante vacilan.Luego no queda sinoel viento de las cosas.
P R O F E C Í A
M e lo contaron ayerlas lenguas de doble
filoque te casaste hace un
mes,y me quedé tan
tranquilo…Otro cualquiera en mi
caso
se hubiera echao allorar;
yo cruzándome debrazos
dije, que me daba igual.Nada de pegarme un
tironi enredarme en
maldicionesni apedrear con
suspiroslos vidrios de tus
balcones.¿Qué te has casao?
¡Buena suerte!Vive cien años
contentay a la hora de la muerteDios no te la tenga en
cuenta.Que si al pie de los
altaresmi nombre se te borró,por la gloria de mi
mareque no te guardo
rencor.Por qué sin ser tu
maríoni tu novio, ni tu
amante,soy el que más te ha
querío,con eso tengo bastante.
Y haciendo un poco dehistoria
nos volveremos atrás,para recordar la gloriade mis días de chaval.
¿Qué tiene el niñoMalena?
anda como trastornaole encuentro cara de
pena,y el colorcillo quebrao.Y ya no juega a la
trompa,
ni tira piedras al río,ni se destroza la ropasubiéndose a coger
«níos»¿No te parece a ti
extraño?¿No es una cosa muy
raraque un chaval de doce
añoslleve tan triste la cara?
…Mira que soy perro
viejoy estás demasiá
tranquila:
Quieres que te dé unconsejo:
Vigila mujer, vigila.(Y fueron dos
centinelaslos ojitos de mi mare):Cuando sale de la
escuelase va por los Olivares.¿Y qué es lo que busca
allí?
Una niña. Tendrá elmismo
tiempo que él.José Miguel, no le
riñasque está empezando a
querer.Mi pare encendió un
pitillo,se enteró bien de tu
nombrey te compró unos
zarcillosy a mí un pantalón de
hombre.Yo no te dije: ¡Te
adoro!pero amarré en tu
balcónmi lazo de seda y oro
de primera comunión.Y tú fina y orgullosame ofreciste en
recompensados cintas de color
rosaque engalanaban tus
trenzas.
—Voy a misa con misprimos.
—Bueno te veré en laErmita.
Y qué serios nospusimos
al darte el agua
bendita.Más luego en el
campanariocuando rompimos a
hablar:Dice mi tiíta Rosarioque la cigüeña es sagráy el colorín y la fuente;y las flores y el rocío,y el romero de los
montesy el bronce de esta
campanay aquel torito valienteque está bebiendo en el
río,
y aquella cinta lejana
que le llamanhorizonte.
Todo es sagrao, cielo ytierra,
porque todo lo hizoDios.
¿Qué te gusta más?¡Tu pelo!
Qué bonito le salió:Pues —y tu boca y tus
brazosy tus manos
redonditas,y tus pies fingiendo el
pasode las palomas zuritas.Con la pureza de un
copode nieve te comparé,te revestí de piroposde la cabeza a los pies.A la vuelta te hice un
ramode pitiminí preciosos.Y luego nos retratamosen el agüita del pozo.Y hablando de estas
pamplinasque se inventan las
criaturas,
llegamos hasta laesquina.
Yo te pregunté: —¿Enqué piensas?
Tú dijiste: —¡En darteun beso!—
Y yo sentí unavergüenza
que me caló hasta loshuesos.
De noche muertos deluna
nos vimos por laventana.
¡Chis!… Mi hermanito
está en la cunale estoy cantando la
«nana».
Quiíitate de la esquinachiquillo loco,que mi mare no quiereni yo tampoco.
Y mientras tú cantabasyo, inocente, me penséque nos casaba la nanacomo a marío y mujer.
¡Pamplinas!Figuraciones
que se inventan los
chavales,después la vía se
impone:tanto tienes —tanto
vales.Por eso yo al
enterarmeque llevas un mes casáno dije que iba a
matarme,sino que me daba igual.Mas como es rico tu
dueñote vendo esta profecía:Tú, cada noche entre
sueños
soñarás que me queríasy recordarás la tardeque tu boca me besó.Y te llamarás:
¡Cobarde!como te lo llamo yo,y verás sueña que
sueñaque me morí siendo
chico.Y se llevó una cigüeña«mi corazón en el
pico».Pensarás: No es cierto
nada.Yo sé que lo estoy
soñando.Pero allá en la
madrugadate despertarás llorandopor el que no es tu
marío,ni tu novio, ni tu
amante,sino el que más te ha
querío:con eso tengo bastante.Por lo demás, to se
orvía.Verás cómo Dios te
envíaun hijo como una
estrella.Avísame deseguidame servirá de alegríacantarle la nana
aquélla:
Quítate de la esquinachiquillo loco,que mi mare no quiereni yo tampoco.
Pensarás: No es ciertonada.
Yo sé que lo estoysoñando.
Pero allá en lamadrugada
te despertarás llorandopor el que no es tu
marío,ni tu novio, ni tu
amante,sino el que más te ha
querío:con eso tengo bastante.
AM I S TAD
La rosa de tu amistadse me abrió muy
lentamente,en una dulce verdadde anochecer sonriente.Traías sobre la frenteuna sombra de locura,que yo apagué con
ternura
más que de novio, dehermano,
y velé tu calentura—que también era la
mía—,aprisionando tu manohasta las claras del
día.
E S C O M B R O
¿C ómo me quieres,dime?…
(te pregunté en la tardecargada de naranjosy voces de muchachas).¿Cómo me quieres,
dime?…(Granada era una torrellena de viejos nidos
y de viejascampanas…
y, cerca de nosotros,el Genil era un dulceviolín rojo y lento,con música de agua).
¿Por qué me lopreguntas?
Te dolerá saberlo.(Yo estaba amortajadohacía muchas semanas,y esperaba mi muerteoleado y contrito,envuelto en una túnicade amargura morada).
Quizá como a unamigo…
Tal vez como a unhermano…
De otra forma nopuedo…
(Y tu mano intentabaaprisionar la mía,que era toda de nieve,en una gris limosnade caridad forzada).
¿Quieres decir,entonces,
que el pañuelo y larosa?…
Es ya tarde… ¿Nosvamos?
(Por el aire bajabauna noche de mirto,de magnolia y de luna;
la Alhambra era entresombras
una paloma helada,y yo, un deshabitadocaserón en ruinas,que me venía al suelosin que tú lo notaras).
RAFAEL DE LEÓN Y ARIAS DE SAAVEDRA,VIII MARQUÉS DEL VALLE DE LA REINA,VII MARQUÉS DEL MOSCOSO Y IX CONDEDE GÓMARA (Sevilla, 6 de febrero de 1908 -Madrid, 9 de diciembre de 1982), fue un poetaespañol de la Generación del 27 y autor deletras para copla, faceta esta última en la que sehizo famoso por haber formando parte del tríoQuintero, León y Quiroga.
Fue el letrista de algunas de las más célebres
canciones populares españolas del siglo XX,como Tatuaje, Ojos verdes, A ciegas, A la limay al limón ¡Ay pena, penita, pena!, María de laO, Con divisa verde y oro, …
Rafael de León y Arias de Saavedra nació el 6de febrero de 1908 en el número 14 de la calleSan Pedro Martir, en Sevilla, en el seno de unaaristocrática familia de terratenientesandaluces. Fue el primogénito de José de Leóny Manjón, VII marqués del Valle de la Reina, yde María Justa Arias de Saavedra y Pérez deVargas, VI marquesa del Moscoso y VII condesade Gómara.
Con ocho años es internado en el prestigiosocolegio jesuíta del Puerto de Santa María,donde coincidirá con Rafael Alberti. Despuéspasará por el también colegio jesuita de ElPalo, en Málaga, y por los salesianos de Utrera.En 1926 inicia la carrera de Derecho en la
Universidad de Granada, donde conocerá aFederico García Lorca.
Tras finalizar sus estudios universitariosregresa a Sevilla y frecuenta cafés cantantes yteatros de variedades. En esos medios vive unambiente liberal y permisivo que concedía elnuevo régimen republicano, allí fue dondeconoció y colaboró con el letrista AntonioGarcía Padilla, alias «Kola», padre de la actriz ycantante Carmen Sevilla, y de aquella relaciónsurgieron ya algunas canciones conocidas.Como letrista, «Kola» no llegaba a la depuradacalidad de Rafael de León, pero aceptó de buengrado ser colaborador en parte para facilitarlela entrada al mundo de la creación artística,reacio a los aristócratas.
Parecida situación les ocurrió a AntonioQuintero, Xandro Valerio y José AntonioOchaíta; todos co-autores de muchas letras de
canciones y algunas poesías con Rafael deLeón. También firmó canciones con SalvadorValverde, poeta porteño de origen andaluz.
Durante su servicio militar en Sevilla conoció aConcha Piquer cuando actuaba en el TeatroLope de Vega. Esta conocida intérprete de lacanción española puso voz a muchas de susmejores creaciones.
En 1932, Rafael de León se traslada a Madridbajo la influencia del gran músico sevillanoManuel Quiroga, que junto con el autor teatralAntonio Quintero, llegaría a formar el prolíficotrío Quintero, León y Quiroga con el quetienen registradas más de cinco mil canciones.Al producirse la guerra civil española Rafael deLeón se encontraba en Barcelona; allí esencarcelado por parte de las autoridadesrepublicanas debido a su origen aristocrático.
En la cárcel declarará tener una buena amistad
con destacados poetas republicanos comoLeón Felipe, Federico García Lorca y AntonioMachado. Llegan luego los años de posguerraen los que Rafael de León continúarelacionándose con el universo de las varietés,que alimentado por el nuevo ambiente político-cultural instalado ahora, en un inicial entornohostil de bloqueo internacional, favorece lacreación de un género muy influido por eltipismo andaluz y que se ha dado en llamar«folklore español». El nuevo régimen acogióbien este género que ensalzaba con buen gustoy calidad artística todo lo español.
Es en dicho periodo cuando este poeta-letristaempieza a colaborar en los guiones de unacinematografía mediocre e impregnada de unrealzamiento de lo español que tanto gustaba enla España oficial. En aquella época también,bajo la influencia del concepto hispanidad, seabrieron las fronteras españolas a las músicas
que venían de los países hermanos de América.Y así llegaron los boleros y los tangos, muybien acompañados de los valses peruanos, lossones cubanos y las rancheras y corridosmexicanos, que engancharon con facilidad enlos gustos musicales españoles de entonces,por tratarse de una cultura común.
Así se vivió durante dos décadas, pero, partir delos años sesenta, comienza en España ciertoaperturismo cultural y muchos jóvenesempiezan a despreciar, con alguna injusticia,casi toda la música española ehispanoamericana y con ella el conocido estilode la copla y de la canción andaluza que tanbien había representado el sello «Quintero,León y Quiroga».
Rafael de León pertenece por derecho propio ala denominada Generación del 27 de los poetasespañoles, aunque un incomprensible olvido ha
hecho que nunca figure en esa nómina.
De ningún poeta español del siglo XX han sidotan recitadas sus poesías y tan cantadas lasletras de sus canciones, pero sigue siendo elgran ausente al hacer recuento del ámbito de lacultura popular española de la posguerra.
La obra poética de Rafael de León, quedadividida en esos dos grandes apartados: poesíapropiamente dicha y letras para canciones. Enmuchos casos unas y otras tienen uninconfundible parentesco por derivar,alimentarse o inspirarse las unas de las otras.En casi toda su obra, inspirada en ambientesmuy típicos de Andalucía, queda reflejado elgracejo popular andaluz, indicado por laspalabras en cursiva, para mejor entender que nopertenecen al correcto lenguaje español. Suprimer libro de poesías Pena y alegría del amoraparece publicado en 1941. Un segundo libro
titulado Jardín de papel aparece el año 1943.Del mismo año se relata que aparece editado enChile un tercer libro titulado Amor de cuandoen cuando, pero al no tener certeza en Españade su autenticidad, hay quien sospecha que setrata de una de tantas ediciones piratas que hasufrido la obra de Rafael de León.
Hacia el final de su dilatada carrera de letrista,escribió para los cantantes Nino Bravo,Raphael, Rocío Dúrcal, Rocío Jurado o IsabelPantoja; canciones escritas por él fueronpresentadas en el afamado Festival de laCanción de Benidorm, obteniendo el primerpremio en la 3.ª edición (año 1961) la cancióntitulada «Enamorada», con letra de Rafael deLeón y música de Augusto Algueró. Además, elpremio a la mejor letra se lo llevó la canción«Quisiera» escrita también por él. En el añoanterior, en el II Festival de la Canción deBenidorm, ya obtuvo el 4.º premio la canción