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PERIPLO • Mar ample

REVISTA PERIPLO: Homo Viator: el exilio que nos une

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Volumen II - Abril 2010

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PERIPLO somos un grupo de jóvenes, que por diversas circunstancias de la vida, nos hemos visto envueltos en un periplo. Un periplo es un via je, una circunnavegación, y así una exploración. Una revista es una propuesta literaria que sostiene un diálogo, a la manera antigua, que profundiza poco a poco en un océano virgen. Es la propuesta de un itinerario digital y bimestral en el que las letras naveguan con los vaivenes de nuestro tiempo. PERIPLO será, efectivamente, una tentativa de reconocer los mares que surcamos, uno a uno. Es nuestro objetivo abordar distintas temáticas, que serán la columna vertebral de cada número, desde las más diversas disciplinas humanistas, con el desafío de ser transversales en el tiempo y en el espacio, y con una óptica integradora. Somos cosmopolitas por surgir y habitar ciudades de todo el mundo: nuestros orígenes son diversos, pero nuestra lengua es una y nuestra palabra plural. PERIPLO es, además, hijo de la posmodernidad por estar comprometido a dar testimonio al siglo que vive; considerando la trayectoria histórica de la humanidad, buscará reflejar el pensamiento de un tiempo y sus dudas, sus posibilidades, sus inspiraciones y bloqueos. En una época de cierta incertidumbre cultural, PERIPLO pondrá en relieve las inquietudes de unos cuantos; curiosidades de muchos que, como nosotros, buscan ver el otro lado de las cosas. En la medida en la que no huimos, nuestra pequeña embarcación literaria será un via je que irá dejando rastro y huella por sí, en algún punto, queremos regresar a una costa conocida. Via jar también es perderse. He aquí una brújula por escrito, para aquellos que no teman desprenderse de sus raíces y busquen profundizar en nuevos mares. Las expediciones de los antiguos dejaban evidencias instructivas documentadas en sus περίπλους (periplous), porque cuando la humanidad quiere dejar asentado algo que considera importante, lo escribe. Nosotros aprendimos el gesto, y sin conocer el destino final de nuestro periplo, decidimos dejar testimonio de nuestro recorrido.

About Us

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Ángel Saiz. Historiador y crítico de arte., vallisoletano de nacimiento, burgalés de sangre, instruido en Salamanca y enjuiciando, murmurnado y censurando en Vitoria. Es un buscador de musas, ya que su amor por el arte nunca fue correspondido.

[email protected]

Joaquín Bilbao. Especialista en generalidades, vive fascinado por el baile de los planetas. Porteño cosmopolita, pasó por Bogotá, Bahía Blanca y Berkeley. Siempre que puede exclama que Paul es su beatle favorito.

[email protected]

Curiel. Salamanca. Joven poeta que combina la sutileza y la rotundidad dejando la piel en las palabras. Filóloga, bailarina y aficionada a la confiteria, a mirar el techo y al té. Curiel sale a escena con un primer poema de la época en que su ingenuidad se convierte en apariencia.

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Fernando Pittaro. Periodista argentino. Nació en Córdoba, sobrevive en Buenos Aires. Buscador incansable de historias callejeras. Nómada declarado. Escribe mucho, escribe de todo, escribe siempre. Sus escritos son un aporte más a la confusión general.

[email protected]

Víctor Bermúdez. Humanista breve, teórico del té, la convicción humana y otras vicisitudes similares. Ha crecido en Mexicali y se ilustra en Salamanca, donde el autor aprende sobre los vicios, la avaricia y el fervor vacacional.

[email protected]

Martha Borrego. Especialista en literatura de vanguardia. Apasionada de los místicos, los tacos, el billar y otras perdiciones similares. Charra de corazón, a caballo entre México y España.

Pablo Doratti. Cauteloso observador de la antigüedad clásica y sus continuidades. Deambula a menudo por las ciudades y pueblos de la República Argentina, y es el tipo serio que ves en los cafés escribiendo en una montañita de hojas amarillas.

[email protected]

Carlos Martínez Rivera. Periodista puertorriqueño residente en España. Analista minucioso del presente, editor, diseñador, hispanista, politólogo y cómico a tiempo parcial. Carlos es un hombre orquesta. Cafetero empedernido que es sin duda el rigor de nuestro barco.

[email protected]

Maritza Rodríguez Martín. Licenciada en Lingüística y Literatura, músico e investigadora, hija de la arepa santandereana, las colaciones cundinamarquesas oriundas de Colombia y la polifonía de torbellinos, pasillos y sones que se le mezclan en la sangre con los pliegues del bandoneón y la serena herencia de las letras. Viajante con el corazón entre dos patrias.

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Cul de sacEn este segundo número de Periplo hablaremos

del exilio. Ese sentimiento íntimo que consiste en ser arrancado del lugar de origen para instalarse en tierra a jena y saber que no hay regreso. Ese tránsito doloroso a un lugar desconocido implica desprenderse de las raíces y salir en busca de nuevos horizontes. A lo largo de la historia, la humanidad ha sido testigo de innumerables destierros. Nuestros colaboradores desempolvan el baúl donde duermen los rostros del ostracismo y nos muestran cómo, desde diferentes miradas, cada disciplina lleva el exilio tatuado en la piel. Joaquín Bilbao hace un lúcido cruce entre la película “Dr. Zhivago” y el escritor Milan Kundera. Ángel Saiz posa su mirada en el doble exilio del fotógrafo Alberto García-Alix. Pablo Doratti hace un minucioso repaso histórico sobre el destierro. Maritza Rodríguez Martín indaga en las raíces de la música caribeña que via jaron desde África; Fernando Pittaro hace una reseña del último libro de Martín Caparrós, Carlos Martínez Rivera hace una revisión de la biografía de Alberto Fujimori y Víctor Bermúdez reflexiona sobre distintas nociones de exilio. Por último, ba jo seudónimo algunas voces jóvenes encuentran en PERIPLO su espacio de expresión.

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Exilio perpetuo [10]remar sin barca [15]

Otra ciudad, otra mirada [16]Alberto Fujimori:

Condenado al destierro [19] Un rastreo del exilio [23] Estado de excepción [28]nociones del exilio [29]

caminos [37]Diáspora musical [38]

Exilio posmoderno [44]Al final [49]Entrevista

queti otero [50]

solucítra ed ecidnÍ

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Aristóteles nos cuenta un episodio de Heracles para

ilustar las razones por las que un ciudadano era condenado

al ostracismo. Los argonautas se habían detenido cerca de Págasas, en

las costas del Golfo de Magnesia. Mientras algunos preparaban la cena, Heracles

decidió desembarcar en busca de agua. Ya había empredido su empresa el héroe tebano, cuando una brisa favorable comenzó a soplar. En ese instante el

mástil oracular de la nave Argo anunció que no podría seguir soportando el peso de Heracles.

Ante esta revelación, los tripulantes decidieron abandonarlo y zarparon

antes de que hubiera regresado.Posteriormente se dio a este lugar

el nombre de Afete , abandono.

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D octor Zhivago, la película del director

británico David Lean estrenada

en 1965, es una interesante oportunidad

cinematográfica para reflexionar sobre los

tormentos provocados por el exilio. Durante la

Rusia de principios del siglo XX, su protagonista

es obligado permanentemente a abandonar su

tierra, empezando por su hogar en Moscú y

más tarde los que construye en otras partes de

Rusia.

Este exilio continuo es el motor del filme

basado en la novela del mismo nombre escrita

por Borís Pasternak. El libro de Milan Kundera

La ignorancia, que medita precisamente sobre

el tema del exilio, puede esclarecer un análisis

de la historia central1 de Doctor Zhivago.2

1.

“Porque la noción misma de patria, en el

sentido noble y sentimental de la palabra, va

vinculada a la relativa brevedad de nuestra vida,

que nos brinda demasiado poco tiempo para

que sintamos apego por otro país, por otros

1 Se omitirán aquellas partes y elementos del relato que no son relevantes al tema del exilio.2 Para una breve referencia de Kundera sobre la película ver: Milan Kundera. El arte de la novela. Tusquets editores, 2000, p. 150.

países, por otras lenguas” (Kundera, 125).

El rostro sonriente de un joven doctor

Zhivago revela su felicidad: vive en Moscú,

está terminando la carrera de medicina y es un

reconocido poeta. Cuenta con la simpatía de la

familia Gromeko para casarse con su hija Tonya,

que regresó de París. Tal es el reconocimiento

de su poesía, que ella le cita halagos de un

periódico parisino. Sus profesores alaban su

inteligencia y le recomiendan la investigación.

Él, sin embargo, decide abocarse a la atención

médica y “trabajar con los vivos”.

Trabajará con ellos de sobremanera a partir

del estallido de la Primera Guerra Mundial.

Reclutado como médico militar Zhivago deberá

abandonar su tierra y acudir al frente de guerra.

Allí el hambre y la desesperación, signos de

una Rusia desvastada y frágil políticamente,

son parte de la cotidianeidad.

Bajo ese caos reinante el destino reencuentra

a Zhivago con la bella Lara, alistada como

enfermera. La había visto por última vez

cuando en un restaurante la joven había

intentado asesinar a su amante Komarovsky,

notablemente mayor que ella. La impresión de

Lara había quedado grabada en su inconciente.

Ella deja evidencia de su amor en miradas

Exilio perpetuo

Por Joaquín Bilbao

Doctor ZhivAgo en el cine

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candorosas. Él, aunque tiene que hablarle desde

la sombra, la encara y explícita su amor. Pero,

Lara burla el avance aceptando lo recíproco de

su amor, aunque rechazándolo. La guerra ha

terminado; él volverá a Moscú con su mujer y

ella cuidará a su hija en Yuriatin, sabiendo que

su esposo Pasha ha muerto en combate. Zhivago

acepta pasivamente la negativa, consolidando

la añoranza del hogar.

“En español, ‘añoranza’ proviene del verbo

‘añorar’, que proviene a su vez del catalán

engorar, derivado del verbo latino ignorare

(ignorar, no saber algo). A la luz de esta

etimología, la nostalgia se nos revela como el

dolor de la ignorancia. Estás lejos, y no sé qué

es de ti. Mi país queda lejos, y no sé que ocurre

en él” (Kundera, 12).

En Moscú esperan Tonya, los Gromeko y la

continuación de una exitosa carrera profesional

y artística. La hermosa Lara es la especulación

de una compañera y amante pasional. La

elección de Zhivago es clara: lo conocido a lo

desconocido; el regreso al viaje infinito.

“(…) entre la dolce vita en el extranjero y el

arriesgado regreso al hogar [Ulises] eligió el

regreso. A la apasionada exploración de lo

desconocido (la aventura) prefirió la apoteosis

de lo conocido (el regreso). A lo infinito (ya que

la aventura nunca pretende tener un fin) prefirió

el fin (ya que el regreso es la reconciliación con

lo que la vida tiene de infinito)” (Kundera,

14).

Zhivago emprende la vuelta a Moscú

esperando encontrar lo que su memoria y

expectativas le prometían si regresaba a su

hogar. Pero, las promesas no se cumplen: en

la película de Lean el triunfo de la Revolución

Rusa convierte a Moscú en una ciudad fría y

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pálida, deshumanizada bajo una burocracia sin

rostro.

2.

Cuando Zhivago llega a la casa de los Gromeko

se consterna por la apropiación estatal de la

casa, pero agacha la cabeza cuando le echan

en cara que varias familias duermen donde

antes sólo lo hacía una. Confinados a un sólo

dormitorio viejo, aguardan Tonya y su padre

recientemente viudo. El dolor es mitigado por

la presentación de Sasha, hijo de Zhivago.

La alegría del reencuentro no dura

demasiado. No hay calefacción adecuada

por falta de combustible y la supervivencia al

invierno se agrava por la escasez de alimentos.

Robando madera de cercas públicas, Zhivago

es sorprendido por su medio hermano Yevgrav,

un comisario político bolchevique. Lejos de

reprimirlo por sus actividades ilegales, Yevgrav

le alerta sobre la prohibición de sus poemas por

el nuevo régimen. Su poesía acusa un excesivo

individualismo y abandono a la vida privada.

Multitudes de ojos en su propio hogar,

antes invisibles, reafirman estás acusaciones

recordándole las injusticias del pasado en el

que Zhivago vivía como miembro de una clase

social acomodada.

“(…) se pasan revista, rápida, discretamente,

el pelo, las arrugas, los dientes; cada uno sabe

lo que busca en el rostro que tiene enfrente y

sabe también que el otro busca lo mismo en

el suyo. (…) buscan en el otro la muerte que

asoma” (Kundera, 62).

La censura de sus obras, las penurias

alimentarias y la oculta amenaza del tifus

obligan a Zhivago a lanzarse a otro viaje.

Aprovechando los contactos de Yevgrav, la

familia viajará en un hacinado vagón de tren

hasta Varýkino, donde los Gromeko tienen

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una casa de campo. A pocos kilómetros de allí,

en Yuriatin, también reside Lara con su hija.

Comienza un nuevo exilio y la construcción de

otro hogar en una tierra diferente.

3.

La tierra en Varýkino goza de los encantos

de la naturaleza, menos cruel que el hombre.

Con su mansión clausurada por partisanos

bolcheviques, la familia habita la casa de los

criados y se dedica a cultivar para combatir el

desabastecimiento. Mientras Tonya espera otro

hijo, un viaje a Yuriatin reencuentra a Zhivago

una vez más con Lara.

Inevitablemente, se entregan uno al otro en

repetidos episodios ocultos que intranquilizan

al doctor. Sin convicción, aunque abatido por

el dolor que pudiera infligir en Tonya, Zhivago

quiere poner fin a la relación. Lograr la

eternidad de esos momentos les es imposible,

pero se resisten al porvenir.

“El porvenir no le interesaba; deseaba la

eternidad; la eternidad es el tiempo detenido,

inmovilizado; el porvenir hace imposible la

eternidad; deseaba aniquilar el porvenir”

(Kundera, 109).

El porvenir lo arrastrará al corazón de la

Guerra Civil Rusa, alejándolo de su familia y

su amante. Volviendo a Varýkino, el ejército

partisano bolchevique lo recluta a la fuerza como

médico. Sin lugar para despedidas, presenciará

durante un año enfrentamientos sangrientos,

una masacre de adolescentes y filas de mujeres

abatidas con niños que huyen de sus ciudades

desvastadas por los enfrentamientos entre los

ejércitos rojo y blanco.

“Había pensado convertirse en un eternidad

que aniquilara todo porvenir y, en cambio,

el porvenir estaba de nuevo allí, invencible,

hediondo, repugnante, como una serpiente que

se retuerce ante sus ojos, se le enrosca en las

piernas y avanza arrastrándose para señalarle

el camino” (Kundera, 123).

Zhivago termina desertando en medio del

duro invierno ruso. Angustiado y enfermo sufre

alucinaciones de Tonya y Sasha. Cuando llega a

Yuriatin, la desesperación es mayor: su familia

ha huido al exterior de las purgas políticas.

Exhausto y delirante por la fiebre, acude a Lara

que lo recibe con amor y cuidados.

4.

Refugiado en la casa de Lara, Zhivago

aminorará el dolor por la partida de su

familia. Su amor por Lara crece junto a la

felicidad que se percibe en el nuevo hogar. La

sorpresiva visita de Komarovsky termina con la

ilusión: alerta sobre el inminente peligro que

corre Zhivago y ofrece ayudarlos gracias a sus

conexiones políticas si aceptan marcharse con

él bajo sus condiciones. Indignados en su moral

y orgullosos por su amor, lo rechazan.

En realidad, rechazan adelantar el fin de

la ilusión de una eternidad juntos. Como en

Yuriatin no les queda mucho tiempo prolongar

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el presente y huyen hacia la vieja mansión de

los Gromeko en Varýkino.

“El amor es la exaltación del tiempo presente”

(Kundera, 81).

La mansión, completamente cubierta por la

nieve, revela en su interior congelado la infancia

de Zhivago, que se crío allí. El cuarto donde se

instalan mantiene intacto el escritorio donde

aprendió a escribir. Finalmente, después de

años de perturbante exilio, Zhivago consigue

la serenidad y vuelve a componer poemas.

Los “poemas de Lara”, como se mencionan

al comienzo de la película, son la mayor obra

artística de Zhivago. Lograda tras sufrir el

destierro reiterado que alejaba la plenitud de

su vida, representa el goce de aquella felicidad

a la que no se animó cuando dejó partir a Lara

años atrás.

“Durante veinte años no había pensado en

otra cosa que en regresar. Pero, una vez de

vuelta, comprendió sorprendido que su vida, la

esencia misma de su vida, su centro, su tesoro,

se encontraba fuera de Ítaca, en sus veinte años

de andanzas por el mundo. Había perdido

ese tesoro, y sólo contándolo hubiera podido

reencontrarlo” (Kundera, 40).

Sus días en la mansión terminan cuando

vuelve a presentarse Komarovsky, esta vez

previniendo sobre un nuevo peligro: el marido

de Lara, que en realidad no había muerto,

fue condenado por el gobierno bolchevique

y ahora la buscan a ella. Esta vez aceptan su

oferta de escape, aunque a último momento

Zhivago abandona al grupo, y Lara, que está

embarazada, parte con Komarovsky.

Con este final la película alcanza su clímax,

reforzado por un epílogo que muestra a

Zhivago, visiblemente avejentado, en Moscú.

No ha tenido noticias de Lara en años. Mientras

mira las calles transitadas de la ciudad desde

la ventana de un tranvía, Zhivago ve pasar a

Lara. Se baja e inútilmente intenta alcanzarla.

Su frágil corazón se detiene por la excitación y

muere desparramado en la calle, mientras una

toma abierta nos muestra a Lara continuando

su destino.

Aquél destino que desperdigó a Zhivago por

las tierras de Rusia, escapando de su hogar y

viviendo en el exilio perpetuo. Sólo consiguió

derrotar ese destierro con la culminación de

su obra artística: los poemas dedicados a Lara.

Una victoria por la que Zhivago pagó un precio,

quizá, demasiado alto.

___________

Bibliografía

Milan Kundera. La ignorancia. Barcelona:

Tusquets Editores, 2003.

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Remar sin barcaConsider the odds

and sometimes the obvious.

Y rescatarsede ese tedio absurdo de estar vivo

de los nos impertinentes que nos frenany de los sís apresurados que nos fallan.

Y ser, estar o pareceren esa barca inmóvil que es mi cama

que abarca y que no embarcaa estos sujetos

que sudan sin tocarseotra mañana.

-Dante’s puppet

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C uando alguien decide caminar al

borde del abismo sabe que está

poniendo su vida en un serio peligro, pero

también sabe que disfrutará de mejores vistas

que los que optan por caminar reservando una

pequeña distancia de seguridad.

No se si Alberto García-Alix decidió

voluntariamente exponerse a una vida llena

de excesos o fue la propia vida la que le llevó

por ese camino sin preguntarle. Su existencia

callejera en los barrios del Madrid de los años

’80 le puso en contacto con los ambientes

más sórdidos de la época tras abandonar sus

estudios de Derecho recién comenzados.

Noches bañadas en alcohol, fríos abrazos en

casas de prostitución, chutes de heroína que

anestesiasen el dolor y altas velocidades a

lomos de una motocicleta de carreras.

La juerga parecía no tener fin en aquellos

años de libertad generalizada tras la muerte

del General Franco y el establecimiento de un

sistema democrático en España. La juventud

bullía en su optimismo gracias a la nueva

situación social. Se formaron movimientos

culturales alternativos muy heterogéneos pero

que en la prensa de entonces fueron bautizados

como La Movida Madrileña.

Grupos de música punk-rock como Alaska

y los Pegamoides, jóvenes directores de cine

como Pedro Almodóvar, dibujantes de cómics

como Ceesepe o de arte urbano como Muelle

todavía no eran conscientes de la importancia

que tendrían en el panorama cultural español

tan sólo unos años más tarde. Pues bien, entre

ellos se encontraban fotógrafos como Ouka

Leele o Alberto García-Alix, con su cámara al

cuello y ganas de atrapar cada detalle a través

de su objetivo.

Aunque García-Alix siempre ha renegado de

su consideración como cronista de La Movida,

lo cierto es que sus primeras fotos son un

magnífico documento que retrata el ambiente

creativo de las noches en los barrios madrileños,

pero también el mundo de excesos en el que

muchos de ellos se vieron involucrados y de

los que algunos, con el tiempo, no pudieron

salir.

Esta fue la escuela de Alberto García-Alix.

De formación totalmente autodidacta, sus

maestros fueron las calles y los personajes que

en ellas se desenvuelven. Pequeños héroes

del día a día que a pesar de sus miserias son

capaces de desarrollar su existencia con una

dignidad envidiable.

Le enseñaron a mirar, algo esencial en el

Otra ciudad, otra mirada

El doble exilio de Alberto García-AlixPor Ángel Saiz

Abril 2010 • Vol. II • PERIPLO • 17

arte de la fotografía y le aportaron un universo

iconográfico riquísimo y prácticamente

inexplorado en la todavía germinal fotografía

española. Tatuajes, desnudos femeninos,

habitaciones de motel, estrellas del porno, barras

de bar, yonkis y motocicletas fueron retratados

por su viejas cámaras y pronto transformaron

al joven Alberto García-Alix en un artista de

gran prestigio, reconocido posteriormente con

el Premio Nacional de Fotografía en el 1999.

Pero, tras unos años de inmejorables vistas

al borde del precipicio, pronto llegaría un

traspié en forma de Hepatitis C que le hizo

tambalearse entre la fina frontera que separa

la vida y la muerte. Esta situación le obligó a

realizar un primer exilio a la ciudad de París en

el 2003 para seguir un duro tratamiento que le

salvase el castigado hígado.

García-Alix no podía ni quería regresar a

Madrid, porque sabía que sería su fin, había

decidido quemar sus naves de retorno y si

había que morir, hacerlo en la batalla. El hecho

de encontrarse solo en una ciudad totalmente

desconocida le hizo replantearse la manera en

la que hasta entonces se había enfrentado a la

vida.

Tenía que librar una dura batalla física

contra la enfermedad, pero también una

batalla espiritual contra sus propias dudas.

Así comenzó su verdadero viaje a lugares

desconocidos, un exilio interior que le obligó a

analizar sus propias entrañas y enfrentarse con

sus miedos, inexistentes hasta ese momento.

Y qué mejor manera de reflexionar que

a través de su arte, el lenguaje que mejor

domina. Así surgió una gran obra, cargada de

auto-referencialidad, un auténtico autorretrato

interior. El problema es que se da cuenta de

que únicamente con la fotografía no consigue

expresar todo lo que lleva dentro, su capacidad

narrativa resultaba insuficiente y demasiado

objetiva para mostrar la profundidad del alma.

Hasta ese momento, había desarrollado

una fotografía narrativa, se había convertido

en un auténtico cazador de imágenes, pero

ahora resultaba limitada. Necesitaba tener un

principio, pero también un final, una palabra

nueva en su vocabulario y que no se había

planteado hasta entonces.

La solución más factible fue crear una

obra en vídeo, en la que

se mezclasen fotografías,

imágenes en movimiento,

música y textos que escribió

en esos tristes días de miedo,

dramatizados por su propia

voz. Se sirvió de todos los

campos de expresión que

tenía a su alcance para

elaborar un guión vital que

se convertiría en la obra Tres

vídeos tristes.

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Mi alma de cazador en juego retrata sus

impresiones durante la llegada a París. La

ciudad de los sueños, la ciudad del amor,

según suele anunciarse en cualquier guía de

viaje. Sin embargo, García-Alix se encuentra

una ciudad totalmente ajena, con la sombra de

la muerte amenazando detrás de cada esquina

y que se podría convertir en la más bella de

las tumbas. Mira a su alrededor buscándose en

extraños escenarios sin encontrar respuestas.

Predomina la sensación de desconcierto. No

sabe cómo la vida ha podido dar un giro tan

brusco y cómo logrará salir de esa situación.

Extranjero de mí mismo retrata el periodo del

tratamiento médico propiamente dicho. Ve la

muerte muy cerca y el pesimismo lo inunda

todo. Se siente atrapado en un laberinto en el

que da vueltas sin encontrar nunca la salida.

Tres moscas negras cierra la trilogía. García-Alix

regresa a Madrid en el 2006 tras tres largos

años de exilio, se encuentra consigo mismo,

con los lugares de su infancia y de sus locos

años de juventus. Ha aprendido a mirar con

otros ojos, ha crecido como fotógrafo, pero

también espiritualmente.

Desde entonces ni García-Alix ni su fotografía

han vuelto a ser los mismos. El exilio vino por

sorpresa, los periódicos no hablaban de batallas,

pues éstas únicamente se desarrollaban en

su interior. Abandonarlo todo y partir sin un

billete de vuelta no debe ser fácil, sobretodo

cuando las esperanzas de regresar son más

bien escasas. Pero, aprendió a luchar, contra

su cuerpo y sus fantasmas, emprendiendo un

nuevo viaje hacia sí mismo. Ésa fue la única

manera posible de regresar.

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C on estas palabras escritas en una carta

enviada desde la tierra de sus padres

a Valentín Paniagua Corazao, presidente del

Congreso de la República del Perú, Alberto

Fujimori dio por terminado su periodo en la

presidencia peruana, la cual ejerció desde el

1990 hasta ese entonces. Ignorando su renuncia,

el Congreso decidió, dos días después de

recibir la misiva, aprobar una resolución para

declarar la “incapacidad moral del Presidente”,

y su puesto como vacante.

De inmediato, Fujimori comenzó un exilio

autoimpuesto gracias al refugio que le dio la

escritora japonesa Ayako Sono. Pero, en vez

de quedarse en el exilio, donde no podía ser

deportado al Perú por tener la ciudadanía

japonesa, decidió el 5 de noviembre de 2005

montarse en un avión privado hacia Santiago.

Su plan era usar Chile como puente para

luego participar en las próximas elecciones

presidenciales peruanas, pese a que lo tenía

prohibido.

En el estrecho país fue detenido, aunque no

fue hasta el 2007 que la Suprema Corte de

Condenado al destierroPor Carlos Martínez Rivera

“He llegado a la conclusión de que debo renunciar, formalmente, a la Presidencia de la República…”.

-Alberto Fujimori Tokio, 19 de noviembre de 2000

Alberto Fujimori

Chile decidió extraditarlo al Perú, donde

enfrentaría juicio por violación de derechos

humanos y corrupción.

Tan reciente como abril de 2009, fue

sentenciado a 25 años de cárcel por ordenar

asesinatos y secuestros. Si esto no fue suficiente,

en julio del mismo año la Corte Suprema

le añadió otros siete años y medio de cárcel

por corrupción. Según la ley vigente, el ex

presidente no podrá ser indultado, por lo que

permanece aislado en una celda.

Definitivamente, el caso de Fujimori es digno

de una novela, y como buena novela no basta

con sólo conocer un final resumido sino toda

su trama. Para entender cómo este político

llegó a autoexiliarse y abandonar su destierro

hay que remontarse a sus inicios.

Outsiders a la conquista

Corría el año 1990 cuando el ingeniero

Alberto Fujimori, quien era un desconocido

para la mayoría de la población, decidió

postularse en las elecciones presidenciales.

Curiosamente, su principal rival era otro

outsider de la política: el escritor Mario Vargas

Llosas. Dos extraños en el campo de la política

peruana se disputaban por el poder.

Pero, ¿qué es un outsider? Según la politóloga

Mercedes García Montero, “los outsiders son

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ajenos y contrarios a ‘la clase política’, a la que

culpan de los males que sufren la población,

y buscan una vinculación directa con el

electorado” (2001: 52).

Efectivamente, eran outsiders porque

pretendían mejorar la situación del país, la

cual se podría catalogar como caótica. El

gobierno de Alan García estaba sumergido en

una fuerte crisis económica donde el Producto

Interno Bruto (PIB) se había desplomado en

los pasados años en un 20%.

Si lo económico era preocupante, igual era el

tema de la violencia política ejercida por grupos

como el Sendero Luminoso y el Movimiento

Revolucionario Túpac Amaru. Esta condición

de bancarrota, violencia e hiperinflación creó

el terreno perfecto para que surgieran actores

políticos como los futuros redentores de la

nación con características populistas.

En la votación de la primera vuelta Fujimori

obtuvo el segundo puesto con 24,6% de los

votos frente a Vargas Llosas, que se alzó con

el 27,6%. Ya en la segunda vuelta el ingeniero

obtuvo el 62,4% de los votos, y el autor de La

casa verde el 37,6%.

Con esta victoria comenzó la década de

Fujimori caracterizada por la corrupción y

violencia, precisamente cargos por los que

sería años más tarde enjuiciado y encontrado

culpable.

Quizás su acción más polémica de su primer

término la llevó a cabo el 5 de abril del 1992.

Ese día se presentó en la televisión peruana

para anunciar un autogolpe por la fuerte

oposición que recibía por parte del Congreso.

Esto comprueba su afán narcisista de ser el

único en tomar las decisiones. Primero un

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autogolpe y luego un autoexilio. En el mensaje

donde justificaba el autogolpe dijo:

Con el apoyo de las Fuerzas Armadas cerró el

Congreso, destituyó a los miembros de la Corte

Suprema y cesó a 150 jueces. En ese momento

comenzó un gobierno de emergencia, y un

año después logró la aprobación de una nueva

Constitución. Este documento constitucional,

que fue ratificado por el 52,24% de los votantes,

le daba más poderes al Presidente y limitaba al

Congreso. No obstante, el cambio principal fue

que admitía la reelección, permitiendo así que

Fujimori se presentara y ganara las elecciones

del 1995.

Hasta luego, Perú

En el periodo de 1995 al 2000 el gobierno

de Fujimori cometió muchas injusticias, que no

entraremos en detalles. Nos centraremos en el

2000 cuando a 117 días de haber asumido el

poder por tercera vez “El Chino” -como se le era

conocido a Fujimori, quien era de descendencia

“El Perú tiene una sola salida: la reconstrucción nacional. Nada va a cambiar si ésta no se produce y si a la vez no se asegura la voluntad de cambio, el ansia de renovación del pueblo, que no sea boicoteada por el parlamentarismo estéril, por jueces y funcionarios corruptos.

El país debe entender que la suspensión temporal y parcial de la legalidad existente, no es la negación de la democracia real sino, por el contrario, es el punto inicial de la búsqueda de una auténtica transformación que asegure una democracia legítima y efectiva…” (1992: 6).

22 • PERIPLO • Abril 2010 • Vol. II

japonesa y no china- decide enviar la famosa

carta donde dimite desde Japón.

La razón fue sencilla: estaba acorralado. La

economía estaba tambaleando y comenzaron

a surgir casos de corrupción. Posiblemente,

el detonante fue la aparición de un vídeo que

evidenciaba actos de corrupción realizados

por Vladimiro Montesinos, jefe de facto del

Servicio de Inteligencia Nacional del Perú y

principal asesor de Fujimori. En el vídeo se

veía al funcionario sobornando a miembros de

otros partidos para que apoyaran al Presidente.

Luego de unos complicados sucesos Montesinos

terminó exiliado en Venezuela, pero luego

fue deportado al Perú donde se encuentra en

prisión.

Fujimori justificó su autoexilio diciendo

que era parte de una persecución política.

Curiosamente, a pocos días de llegar al país

asiático negó a los medios su condición de

exiliado. Según reportó la cadena BBC, se

limitó a decir: “No estoy exiliado en Japón”.

Con el tiempo reconocería que está en el exilio

por razones políticas.

Exilio impuesto

Pasaron cinco años en el autoexilio y dos antes

de que hiciera su regreso al Perú. Un retorno

donde sería recibido con los brazos abiertos

por la justicia, ya que llevaba años esperando

por darle la bienvenida al exiliado. Luego de

un largo juicio fue encontrado culpable del

asesinato de 25 personas y permanece hoy día

en prisión.

La historia no termina ahí porque su

hija, Keiko Fujimori, quien es congresista y

candidata presidencial para las elecciones del

2011, ha manifestado que pretende sacar a su

padre de la cárcel.

Keiko ha negado que de ganar utilizará

su cargo para indultar a Fujimori, sino que

recurrirá a los recursos legales para que sea

absuelto. De no tener éxito, su progenitor de

72 años seguirá encerrado hasta sus últimos

días entre cuatro paredes exiliado del mundo y

la realidad. Continuará su exilio perpetuo.

_______

BibliografíaBBC. Fujimori: “No estoy exiliado en Japón”. Publicado

el 27 de noviembre de 2000. En Internet: <http://

www.bbc.co.uk/spanish/news/news001127peru.

shtml.>.

Freidenberg, Flavia. “Alberto Fujimori, un

presidente como tú”. La tentación populista: una vía al

poder en América Latina. Madrid: Síntesis. 135-146.

Fujimori Fujimori, Alberto. Carta a Valentín

Paniagua Corazao, presidente del Congreso de la

República. Tokio: 19 de noviembre de 2000.

Fujimori Fujimori, Alberto. Mensaje a la nación del

presidente del Perú, ingeniero Alberto Fujimori Fujimori.

Perú, 1992.

García Montero, Mercedes. “La década de

Fujimori: ascenso, mantenimiento y caída de un

líder antipolítico”. América Latina Hoy, Vol. 28,

2001, pp. 49-86.

Infolatam. Biografía de Alberto Fujimori, el impasible ex

presidente condenado a prisión. En Internet: <http://

www.infolatam.com/entrada/biografia_de_

alberto_fujimori_el_impasib-4129.html.>.

Abril 2010 • Vol. II • PERIPLO • 23

E l destierro en la cultura occidental

es un sucedáneo de la pena capital,

una suerte de muerte atenuada, “civilizada”.

Esta percepción surge de dos abstracciones

que tienen su correlato en sendas entidades

concretas.

La primera puede resumirse en la noción

de Estado, como corpus de constricciones

y prerrogativas y se asienta (cuando no lo

reclama) sobre un territorio. La segunda es,

aproximadamente, la noción de ciudadano,

encarnada a su vez en individuos situados

en aquel espacio social, que los hospeda y es

sentido como propio. Ambas concepciones se

implican y corresponden: sólo hay ciudadanos

si hay un Estado que los protege y prescribe sus

conductas, de la misma manera que hay Estado

siempre que este conjunto de individuos accione

en favor de intereses comunes previamente

estipulados, que habitualmente propician la

reproducción y perpetuación del Estado.

Dicho lo anterior, por supuesto, de modo

impúdicamente esquemático y sin atender a

las relaciones de poder en virtud de las cuales

es modelado un Estado. El resultado de esta

compulsa entre actores sociales que desconocen

un origen común y no sólo no comparten

unánimemente un conjunto de intereses, sino

que tienen hasta ambiciones contrapuestas,

puede verse también contenido en la noción

de Estado.

Siguiendo este razonamiento, cuando la

conducta de un individuo va en el sentido opuesto

de estas empresas comunes, que constituyen en

última instancia el Estado, conspira también

contra su propia condición de ciudadano.

Por Pablo Doratti

Un rastreo del exilio

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Desde esta perspectiva, este sujeto constituye

una amenaza para el conjunto. En tal caso,

quien detenta el poder de este colectivo social

suele ser depositario de la potestad de resolver

sobre la suerte de este díscolo para restablecer

el orden alterado. El destierro aparece como

un recurso doble: es un castigo, pero a la vez

una reparación. Si se quiere, su lógica es del

orden de lo estético. La exoneración de un

elemento corrupto extramuros, de alguna

manera delimita, crea bordes de cohesión e

incorpora cierta complejidad de la que carece

la pena de muerte.

Es en aquél primer

sentido purificador como

la entendieron los griegos

cuando instituyeron el

ostracismo (ostrakismós) a

finales del siglo VI a. C.

Sin duda, no es casual que

la institucionalización del destierro se haya

dado en este momento histórico de Atenas. La

instauración democrática es determinante en

la serie de innovaciones culturales y jurídicas

que se consolidarán en el siglo posterior. La

institución política del ostracismo comparte

con la tragedia raíces culturales semejantes.

Ambos reconocen un origen común que se

remonta a una inveterada tradición de rituales

de expiación en la cultura helénica.

El advenimiento de una peste (loimós), tanto

en las antiguas comunidades rurales como

en las primeras aglomeraciones urbanas, se

manifestaba en el agotamiento de las fuentes

de fecundidad, la enfermedad y la muerte.

Este poder destructor era adjudicado a una

mácula que manchaba a la comunidad toda.

El expediente más usual para conjurar estos

males era encontrar a un criminal al que

endilgar el oprobio de ese miasma y expulsarlo

inmediatamente. Consumada esta purga, el

ritmo vital de esa comunidad recuperaba su

armonía.

Este ritual del chivo expiatorio (pharmakós)

evolucionó en Atenas y pasó a formar parte

de ceremonias de purificación de la ciudad,

celebradas en las fiestas de las Targelias. Se

elegía una pareja entre lo que se consideraba la

escoria de la población (kakourgoi), rodeaban sus

cuellos con collares de higos

secos y luego encabezaban

una procesión por toda

la ciudad mientras se los

golpeaba en los genitales con

cebollas albarranas, ramas

de higueras y otras plantas

silvestres. Posteriormente se

los expulsaba1.

El pharmakós evoca ciertos rasgos de la figura

del soberano legendario, fuente de fertilidad para

su pueblo, que comenzaba a ponerse en cuestión

por estos tiempos. En efecto, una vez escogido

este personaje funesto, era cuidadosamente

solventado por el Estado hasta la ceremonia.

Los adornos que portaba, así como los golpes

que recibía remitían directamente a la crisis

de fertilidad. El pharmakós desempeñaba en la

base de la sociedad un rol análogo al del tirano

en la cúspide. El Edipo rey de Sófocles es un

claro ejemplo de cómo podían invertirse estos

extremos.

1 Es probable que en un principio hayan sido ejecutados por lapidación, quemados y esparcidas sus cenizas por toda la ciudad, según se recoge de los escolios a Aristófanes.

El destierro aparece como un recurso doble: es castigo, pero a la vez es reparación.

Abril 2010 • Vol. II • PERIPLO • 25

El ostracismo heredará esta misión

purificadora del ritual de pharmakós y la

racionalizará convirtiéndola en una institución

reguladora del poder político, aunque con

ciertos rasgos arcaicos que la mantendrán

alejada de los usos propios del estado de

derecho.

La función del ostracismo era sencillamente

separar al ciudadano que se encumbrare en

la ciudad lo suficiente como para acceder a

la tiranía. Primero se convocaba a una sesión

preparatoria en la que se votaba a mano

alzada si se recurriría al ostracismo en el

periodo en curso. No se proponían nombres

ni se habilitaba debate alguno. Si la votación

resultaba afirmativa a favor del recurso, se

realizaba una nueva convocatoria, esta vez al

Ágora, para una nueva votación. Tampoco en

esta oportunidad se producía ningún debate.

Cada voto se inscribía en pequeñas piezas de

arcilla conocidas como ostrakoî. La asamblea

pronunciaba sentencia sin que hubiera

mediado denuncia pública ni acusación contra

el damnificado que quedaba de esta forma

automáticamente condenado a un destierro

temporal de diez años. Tampoco se ofrecía la

posibilidad de defensa ni alegato de ninguna

clase. La decisión del voto no era resultado

de una evaluación minuciosa de antecedentes

jurídicos y políticos de la ciudadanía. Lo que

primaba era un sentimiento que los griegos

denominaban phthonós, una combinación de

envidia y desconfianza religiosa al que se eleva

por encima del resto.

Esta función estrictamente política del

destierro adquiere otra característica en Roma.

Vimos que el ostracismo no constituía en

principio una condena en sí misma, sino que

era más bien un mecanismo preventivo de

regulación política. En contraste, el exilio en

Roma evolucionó siempre en el marco del

Derecho. Casi desde un principio se caracterizó

por ser una institución punitiva.

Si bien el término exilium es el más antiguo

y el más usado entre los que designaban la

noción de destierro, convivió a lo largo de

toda la historia romana con otros vocablos que

expresaron diversos matices. Palabras como

ablegatio, amandatio, deportatio, eiectio, expulsio,

relegatio fueron provocando un desplazamiento

semántico de exilium desde lo particular a lo

genérico.

Su etimología es ciertamente sencilla: es una

derivación del verbo exsilire, y éste a su vez de

salire, junto a la preposición ex, algo así como

“saltar hacia afuera”.

Las fuentes del exilium deben buscarse

en el derecho gentilicio, en tiempos de la

monarquía. En su origen se trataba de una

simple migratio por voluntad del individuo y sin

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ninguna coacción explícita. Las motivaciones

que llevaban a semejante determinación eran

en ocasiones desacuerdos con decisiones de

conciudadanos, como medida de protesta

ante determinado rumbo elegido por la gens,

o sencillamente como una huida. Como

constituía un acto de libre albedrío, en principio

no implicaba la pérdida de ciudadanía. Cuando

en tiempos de la República, el vínculo gentilicio

evoluciona hacia relaciones patricio-plebeyas

entre cives, el exilium comienza a teñirse de

connotaciones políticas. Se va configurando

como un arma para castigar a los derrotados

en las confrontaciones políticas, equivalente a

la pena capital.

Pronto el lenguaje del derecho le dará

entidad como figura jurídica. A medida que va

ganando terreno en este sentido, términos como

ablegatio y amandatio guardarán aquel significado

primigenio alejado de las regulaciones legales.

La aplicación del exilium se prescribe como

civitatis amissio, es decir, la pérdida total de

derechos civiles. Constituía una forma atenuada

del summum supplicium, esto es, la condena a

muerte. En concreto, al principio funcionaba

como una suerte de confesión de parte,

puesto que el imputado debía elegirlo como

alternativa de la pena capital antes de escuchar

la sentencia. Su elección ejercía una influencia

determinante en el tribunal. A medida que

el derecho evoluciona esta posibilidad del

procesado se va perdiendo.

La ejecución efectiva de la condena quedaba

garantizada por la aqua et igni interdictio. Esto

constituía sencillamente la prohibición al

condenado de utilizar agua y fuego dentro

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de los límites del territorio del que había sido

expulsado y, al mismo tiempo, la prohibición a

quien pudiera facilitarle tales elementos, bajo

amenaza de muerte para cualquiera que la

transgrediera.

Ya en época imperial, en el año 23 d. C.

Tiberio introduce la deportatio, mudando su

significado del ámbito militar, relacionado

al desplazamiento masivo de ejércitos,

para designar una pena que además de las

características antes mencionadas para el

exilium sumaba la imposición de un domicilio

forzoso al condenado, casi siempre una isla

desierta. Para entonces, el término exilium

ha comenzado a perder paulatinamente su

especificidad semántica y se utiliza cada vez

más como fórmula más general de designación

del destierro, intercambiable con cualquiera de

las formas jurídicas irreductibles.

El esfuerzo por delimitar el alcance de

cada una de las definiciones se deja traslucir

en un edicto de Adriano. Allí se tabulan

diferentes grados de destierro, desde formas

más moderadas, como la relegatio, que parece

permitir la preservación de ciertos honores y

derechos sobre los bienes del condenado, hasta

la deportatio, que implicaba una pérdida absoluta

de derechos.

En suma, cuando nos acercamos al final del

Imperio, los límites de significación de exilium

están lo suficientemente difuminados como

para considerarlo una referencia al destierro

en sentido general, un término del dominio

coloquial que no distingue los innumerables

matices técnicos del derecho.

En el español está atestiguado a partir del

siglo XIII en textos de Berceo y Alfonso X

el Sabio. Se conservó en la lengua como un

cultismo hasta que el siglo XX, cuando se hizo

más extendido su uso a partir del final de la

Guerra Civil Española para relatar el desalojo

masivo de republicanos.

El término ostracismo ha mudado su sentido

en nuestro tiempo, pero permaneciendo en el

ámbito de lo político. Se aplica hoy al político,

que por su propia gestión en la función pública,

por acción de sus oponentes o sencillamente

por efecto del tiempo se ve obligado a descender

de la palestra.

_________

Bibliografía

A. Calderini. L’Ostracismo. Como, 1945.

Th. Mommsen. Römishes Strafecht. Leipzig, 1899.

Th. Mommsen. Römisches Staatsrecht. Berlín, 1887.

P. Chantraine. Dictionnaire Étymologique de la

Langue Grecque. París, 1968.

A. Meillet y A. Ermout. Dictionnaire Étymologique

de la Langue Latine. París, 1959.

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Hay que desaparecer la esperanza, enclaustrarla en mazmorras de mil años,

se hace necesario acribillarlay cerrarle el camino a cada paso.

No más expectativa, no más fe

-es la mayor condena, la más larga-se llamará desde hoy desesperanza,

y fundará colegios y avenidasy casas para el llanto

mal habidas.

Se fundirá en los pliegues de la histeria,y cantará en todas las bienvenidas,

se paseara liberta y forajidavestida de amazona por la séptima

cual bien patrimonial septembrinado.

Se decreta la aurora sin el sol,no más amaneceres luminosos.

Que sea eternamente noche en las ventanas,y dance luna del sol hasta el ocaso.

Se declara lugar la poesía,que no se atrevan las palabras sueltasa deambular por balcones y avenidasque se acate la norma de la proferida

que no hay pena peor que ser suicida.

Quedan rotundamente prohibidosel roce de las manos y los besos,

las miradas de amor de los confesoslas canciones de amor enardecidas

y la fe en los regresos.

Se declara culpable irremisibletodo brote de risa y volantines:

que se cuiden payasos y arlequinesde toda subversión inaprensible

Que cubran la esperanza con un manto

que se escuche marchar a cancerbero,bajo llave estarán tizón, papel o pluma

que se acabe la risa y reine el llanto.-AZUL

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Estado de excepción

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El exilio es una metáfora inagotable

de la separación del ser humano y el

espacio, del homo interior y el homo exterior,

confrontación entre el aspecto sedentario y el

aspecto dinámico de la naturaleza humana:

corpus versus terra. Es también una metáfora

de la soledad, y como tal, de la separación y

distanciamiento con respecto a un punto de

referencia. Por otra parte, el término exilio ha

venido a interferir con otros términos similares

referidos a la división entre el individuo y su

medio original. Abordemos entonces estas tres

ideas, con la precaución de un Sísifo que sabe

que nunca podrá llegar a la cima de la montaña,

y no por ello deja de intentarlo.

Circunnavegantes aleatorios del exilio

La primer distinción útil en esta reflexión es

la tarea de desmarcar el concepto de exilio de

otros conceptos cercanos:

Exilio, del latín exilium, derivado de

exsilire, “saltar fuera” (Joan Coromines) es ya

etimológicamente un desplazamiento exterior,

que sale del ámbito originario del sujeto. Tentativa

de alejamiento que es un desgarramiento que

divide al hombre de un espacio geográfico,

una transgresión que, después de manifestarse,

construye inevitablemente un vínculo –débil o

no- entre el individuo y el espacio.

Nociones del exilio

Por Víctor Bermúdez

El destierro, por su parte, es otra manera

de expulsión temporal o permanente que

comparte con el exilio el carácter de castigo.

El destierro se desmarca del exilio acaso en

la medida en la que es visto como una total

pérdida del punto de referencia; despojado de

sus vínculos con el territorio, el desterrado es un

hombre sin lugar en el mundo. El exiliado, por

oposición, se instala en una tierra que “no le es

propia”, aprende idiomas, aprehende culturas

y mantiene lazos –fuertes o no- con su lugar

de origen. El exilio es una opción forzada, el

destierro es un castigo de autoridad.

Al lado del destierro situamos el

confinamiento, la relegatio, una especie de

destierro sin pérdida de los derechos cívicos que

obliga a un individuo a vivir temporalmente –y

en relativa libertad- en un sitio determinado.

Es, según el Diccionario de la Lengua Española,

“recluir dentro de límites”. Su distinción del

destierro es clara en la medida en la que no

es un vagabundeo sin rumbo, y del exilio, en

que es un castigo específico bajo condiciones

parcialmente consensuadas.

La posmodernidad –implícita globalización

en ella- sería imposible de comprender sin el

movimiento vertiginoso de seres humanos

en –casi- todas las direcciones. No es distinto

el fondo estructural que lleva a las personas

a desplazarse, pero sí lo es el término que

30 • PERIPLO • Abril 2010 • Vol. II

cada época utiliza para esto. Ahora llamamos

migración al hecho de cruzar una frontera con el

objetivo de establecerse al otro lado, a menudo

motivado por una necesidad económica o

social: su objetivo es sobrevivir. Frente a esto,

el exilio se distingue por su carácter político

e intelectual. Quien se exilia lo hace por su

incompatibilidad con un sistema ideológico, es

la oveja negra del rebaño.

Pero clarificar la idea de exilio no implica

sólo desmarcarlo de otros conceptos

similares, sino reflexionar sobre las distintas

interpretaciones que se hacen sobre él. De la

tradición grecorromana y del Antiguo Testamento

se desprenden distintas nociones de exilio,

en el que éste pasa de ser visto como una

pérdida de referencias territoriales a ser visto

como una resistencia contra la autoridad, una

subversión. Es la posmodernidad la que anula

estas nociones para ir diluyendo el carácter

fatalista del exilio, lo que en la antigüedad fue

una pena capital hoy es un trámite migratorio;

si antes fue un pérdida de identidad hoy es una

incomodidad menor. La misma emigración

económica se camufla como exilio político.

Nuestra época subvierte las penas y ahora ser

exiliado es cool.

Dos nociones del exilio

Las diferentes lecturas del exilio nos llevan a

ensayar distintas posibles categorías. Sin ánimo

de caer en el pozo del simplismo podríamos

hablar de dos comportamientos distintos y

opuestos que parten del exilio. Dos escuelas

de pensamiento que se imprimen en el

pensamiento occidental -y en su literatura- y que

constituyen dos modos distintos de situarse en

el mundo: nostálgicos y desarraigados. Puestos

a rastrear algunas evidencias culturales de estas

dos maneras de vivir el exilio, debemos hacer

algunas consideraciones –libres y subjetivas-.

Edipo, el famoso rey tebano que sin saberlo

mató a su padre y se casó con su madre es, en

sí mismo, una primera referencia. El nombre

de Edipo significa el de pies hinchados, es el que,

por ser propio de la tierra, tiene dificultades

para desplazarse, para desprenderse de ella.

Los griegos creían que recibía ese nombre por

tener los tobillos perforados. Edipo en Colono,

la tragedia griega de Sófocles, aborda el tema

del exiliado razones políticas: Edipo, ciego y

desterrado de Tebas, llega a Colono convencido

de que este es el lugar donde terminaría su

vida, e ignora las peticiones de los habitantes

que le piden su retirada.

Homero nos trae otro ejemplo de un hombre

arraigado fuertemente a su tierra, a su patria y a

su hogar. Odiseo es quizás el ejemplo máximo

de la voluntad de retorno, y por supuesto, la

exaltación de los valores familiares, sociales y

fraternales que unen a un hombre con su lugar

de origen. Es el Odiseo que atraviesa el mundo

conocido, lucha, cumple sus hazañas y conoce

nuevos horizontes, sin dejar por ello de ser

indivisible de Ítaca. Odiseo se erige como el

arquetipo de los héroes bélicos, que salen de su

tierra para representar a su país, y vuelven con

la gloria para pasar el resto de sus días en casa.

Añoranza inmóvil del lugar amado, donde

somos, y no sólo estamos.

Entre los conocedores de la Antigüedad

es famosa una anécdota que cuenta cómo

Tales de Mileto andaba caminado mirando y

estudiando las estrellas, cuando de pronto se

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cayó en un pozo. Constatación simbólica de

la manera en la que la mirada extrínseca del

hombre puede revertirse sobre él mismo. Es el

–vago- triunfo de la observación astronómica

sobre la observación geológica.

Será Ovidio, el poeta romano famoso por su

Ars Amandi y sus Metamorfosis, quien inaugure

clara y determinantemente esta postura ante la

vida en la cultura occidental. No sorprende que

sea un romano quien lleve esta antorcha, pues

es en Roma en donde la noción de ciudadano

cobra su fuerza definitiva. En el contexto de

un imperium mundi, basado en la creencia de

una cultura civilizadora y única, centralizada,

que se aparta de la idea de una humanitas que

comprendiera a todos los tipos y culturas de

los humanos.

Ovidio es el portador del temperamento

nostálgico y centrípeto consecuente del exilio: no

en vano titula Tristas a su obra poética. Tristitia

es el latín, que el español convertirá en tristeza-.

Podríamos justificar a Ovidio considerando que

escribió Tristas en su obligado exilio a Tomis, a

raíz de su enfrentamiento con César Augusto,

y nunca más volvería a Roma. La fatalidad del

exilio viene con la imposibilidad del acceso a la

tierra natal, habitar un sitio que “no es el suyo”

refuerza la conciencia y la necesidad de una

nación. Ovidio convertirá al exilio en un tema

literario a través de la espera y la esperanza

del retorno –que idealiza a Odiseo- y su salida

será la consolatio, una respuesta nostálgica a los

dolores de la vida.

El talante ovidiano traspasa las fronteras del

tiempo y el espacio y queda impregnado en

el pensamiento de occidente. El primer Jorge

Luis Borges es también un localista ovidiano

cuando en Fervor de Buenos Aires escribe:

“Conozco las costumbres y las almas

y ese dialecto de alusiones

que toda agrupación humana va

urdiendo”.

Esta manera de ver al exiliado como un

relegatio ad insulam supone más claramente el

aislamiento, la soledad y la distancia, pues el

exiliado está alegóricamente en una isla, solo.

Al poeta le quedan pocas herramientas para

alcanzar la felicidad, le queda la aspiración

32 • PERIPLO • Abril 2010 • Vol. II

de escribir su nombre en el espacio local, en

un tiempo histórico concreto. Escribir poesía

se convierte en una derrota sistemática y

necesaria, y el poética es un crítico distanciado

de la sociedad, y eligen vivir en la tranquila

soledad de los campos. Su vínculo con el

mundo es la poesía, esa intersección que une

al poeta y al lector, y los revive a ambos. Para

quienes asumen el exilio como una pérdida, el

mundo un escenario hostil y melancólico, en el

que se vive anclado al pasado, paralizado. Es la

vida como dolor pasivo y perpetuo.

La contra propuesta surge también en la

Antigüedad. La antítesis del temperamento

ovidiano se deja intuir ya desde la Escuela

Cínica, para la que el hombre más rico es el que

menos necesita para realizarse. En este sentido,

quien no necesita estar unido a una comunidad,

a un territorio o a una bandera es más libre: los

cínicos tenían una idea sumamente positiva del

exilio.

Con los cínicos surge un desarraigo, una

búsqueda por la libertad individual que

subvierte las costumbres, las convenciones, la

idea de patria e introducen un distanciamiento

de la sociedad, comunidad limitada que no es

ni universal –sino local- ni del todo nuestra.

Algunos verían en los cínicos una tentativa

jipi –o cuando menos ingenua- de libertad al

margen de la sociedad, pero en realidad el

cínico es un desterrado por su propia voluntad,

“libre vagabundo bajo el sol” (Claudio Guillén,

1995: 25).

No están lejos de ellos los estoicos: “Para el

estoico el exilio no es una desgracia sino una

oportunidad y una prueba, por medio de las

cuales el hombre aprende a subordinar las

circunstancias externas a su interior”. (Claudio

Guillén, 1995: 26). Arístipo, discípulo de

Sócrates proclama: “Yo no me reduzco a

ningún Estado en particular. Soy extranjero en

todas partes” (11-15).

Séneca escribe una carta a su madre mientras

está en su relegatio, por orden del emperador

Claudio, a la isla de Córcega:

Mientras no se les prohíba a mis ojos el espectáculos que nunca los sacia, a saber, mientras me sea dado contemplar el sol y la luna, mientras pueda detener la mirada en otros planetas, mientras pueda estudiar su ascensos y descensos y especular acerca de los reinos que cruzan con paso rápido o más lentos,

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Esta otra manera de asimilar el exilio pone

el acento en la libertad, y ve el desplazamiento

como una oportunidad para descubrir y

reconocer todo lo que tiene en común con los

demás hombres, rompiendo las fronteras de

lo local se encamina hacia un sentimiento de

solidaridad universal. Hay todo un proceso

de universalización como consecuencia del

exilio, que atenúa el carácter traumático del

exilio, pues de alguna forma concilia diferentes

culturas. Es la antesala del cosmopolitismo.

Para esta segunda postura, el hombre llega a

la realización en el exterior: André Bretón dejó

escrito que “L’existance est ailleurs”. Es, y no está,

en el exilio. José Emilio Pacheco escribe en su

Contraelegía:

“Mi único tema es lo que ya no está.

Sólo parezco hablar de lo perdido.

Mi punzante estribillo es nunca más.

Y sin embargo amo este cambio perpetuo,

este variar segundo tras segundo,

porque sin él lo que llamamos vida

sería piedra”.

A Borges le da tiempo una sola vida para

cambiar del bando ovidiano al petrarquista.

Parte de su literatura tiene por base que la

esencia de todos los hombres es común, una

poesía que busca comprender al hombre como

ser universal y que escapa a lo circunstancial.

Borges concilia tradiciones cuando en Límites

escribe:

“Hay en el Sur más de un portón gastado

con sus jarrones de mampostería

y tunas, que a mi paso está

vedado como si fuera una litografía.

Para siempre cerraste alguna puerta

y hay un espejo que te aguarda en vano;

la encrucijada te parece abierta

observar las numerosas estrellas que lucen en la noche, algunas fijas, otras que no corren por amplia órbita sino que circulan por su propio camino, algunas que irrumpen y deslumbran la vista con una efusión de fuego como si cayeran, o que pasan volando con larga cola de luz brillante, mientras pueda sentirme solidario de ellas y mezclarme con los astros celestes en toda la medida que le es permitida a un mortal, mientras pueda seguir dirigiendo mi espíritu hacia la contemplación de tantos seres hermanos allá en lo alto, ¿qué importa cuál es el suelo que piso? (Riber, Ed., 1966: 121).

34 • PERIPLO • Abril 2010 • Vol. II

y la vigila, cuadrifronte, Jano.

Hay, entre todas tus memorias,

una que se ha perdido irreparablemente;

no te verán bajar a aquella

fuente ni el blanco sol ni la amarilla luna.

No volverá tu voz a lo que el persa

dijo en su lengua de aves y de rosas,

cuando el ocaso, ante la luz dispersa,

quieras decir inolvidables cosas.

¿Y el incesante Ródano y el lago,

todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?

Tan perdido estará como Cartago

que con fuego y con sal borró el latino.

Creo en el alba oír un atareado

rumor de multitudes que se alejan;

son los que me han querido y olvidado;

espacio y tiempo y Borges ya me dejan”.

Nómada es el que sufre la imposibilidad

del arraigo. Es la figura de aquel que se

adapta a nuevos escenarios y cambia de roles

y de vestuarios con mucha facilidad. Este

nomadismo es característica esencial del mundo

occidental contemporáneo y es potenciado por

la globalización. Creamos, además, tecnología

acorde con este sistema de vida, y pensamos

siempre en un registro plural, dinámico, que

contempla todas las posibilidades a la mano.

La gente se desplaza con relativa facilidad

y se logran comunidades exóticas antes

incompatibles. Estamos convirtiendo el mundo

en un aeropuerto.

Centro versus perímetro

La Edad Media concilia perfectamente estas

dos maneras de vivir el exilio. El exilio medieval

es visto como un largo viaje, una búsqueda, un

camino y una peregrinación. Subyace la idea

del viajero como explorador, como personaje

que se expone a la aventura. Es también una

exploración interior –poética- la de los místicos

como Santa Teresa de Jesús y San Juan de la

Cruz que decía “vivo sin vivir en mí”. Y al

mismo tiempo, el alma humana vive en el

cautiverio de la tierra, lejos del Dios que al que

adora y de esa patria celestial (Claudio Guillén,

1995: 64). El conflicto bíblico entre el nómada

sin escrúpulos Caín y el pacífico agricultor

sedentario, Abel, inclina la balanza a favor de

los valores cristianos, familiares, colectivos e

igualitarios. No hay lecturas imparciales.

Pero toda la historia humana podría

redactarse de acuerdo a estos dos criterios

fundamentales, lo que Enrique Lynch llama

“fases de trashumancia y sedentarismo”. O

bien uno esclavo del territorio, o bien es un

ciudadano de un mundo que no lo reconoce. Se

enfatiza el individuo o la comunidad, la libertad

o la solidaridad; hay quienes sólo se sienten

felices en el espacio conocido, en su primera

lengua y con los de su mismo credo, y los hay

que se sienten vivos sólo en la perplejidad, en

la curiosidad incesante por el mundo que los

rodea: Humanitas que engloba al hombre en su

totalidad:

“El nómada insatisfecho o el obstinado

sedentario representan dos visiones del mundo

alternativas pero un mismo modelo de felicidad

que se traza y se diseña en –o se refiere a– un

territorio” (Enrique Lynch, 2007: 9).

Abril 2010 • Vol. II • PERIPLO • 35

Homo viator es el que vive en el camino,

cercano sólo a los que lo rodean y que, sin

embargo, no olvida la herencia de su recorrido.

Es quien se enfrenta a la vida como a un camino

a atravesar, es la búsqueda y es la exploración,

pero, ante todo, es la felicidad del recorrido

–y no del destino, del lugar-. Es la figura que

se entraña a los hombres, que asimila las

culturas, aprende las lenguas, interioriza lo

local y lo universaliza. Utiliza los mapas y las

cartografías para situarse, pero es conciente de

que estas representaciones estáticas traicionan

la realidad, móvil, la naturaleza latente y

dinámica. El homo viator sintetiza, sin duda,

al Hombre.

_________

Bibliografía

Lynch, Enrique. “El lugar sin límites”. Letras

Libres. Vol. VI, marzo 2007: 8-9.

Guillén, Claudio. El sol de los desterrados: literatura

y exilio. 1995.

Lorenzo, Riber. “Consolación a la madre

Helvia”. Obras completas de Séneca. Madrid:

Aguilar, 1966: 121.

Coromines, Joan. Breve diccionario etimológico de

la lengua castellana. Madrid: Gredos, 2010.

Real Academia Española. Diccionario de la

Lengua Española. Madrid: Espasa, 2001.

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36 • PERIPLO • Abril 2010 • Vol. II

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Caminos

La ruta te llevará lejos, si quieres ir lejos;te llevará cerca, si quieres ir cerca. Y no te llevará a ninguna parte si decides quedarte inmóvil como la propia ruta.Como una obra de arte eterna, el camino vigila el andar de los que vagan sin mirar.

-Ferdydurke

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38 • PERIPLO • Abril 2010 • Vol. II

Siempre que repiquetea una melodía lleva

en sus alas la misteriosa magia que hace

que como una pista de despegue se lancen desde

allí los vuelos más sublimes. Los inalcanzables.

Tengo en las manos la maravilla de las letras

y viajo en los sonidos con el cadencioso volar

polifónico preguntándome quiénes y cuántos

hombres o mujeres o recuerdos traen en su

cola de cometa esta armonía. Si la música es

un dios, vivo el aire es su carruaje, su camino,

su ladera para descansar, el talle de una mujer,

su curva perfecta y el pliegue de una nota su

remanso.

Hace falta convenir algunos términos para

hablar de lo que hoy “tengo” que hablar

-parafraseando a Nicolás Guillén. Convengamos

que hablaremos de América y su sonido verde,

de sus acentos musicales variopintos, de la

anarquía de sus notas sincopadas que se mezclan

“Mi señora no me quiere, mi amo no me puede vé;mi señora la chiquitadice que me ha de vendé por un plátano maduroy una totumita e mié. -Mi señora la chiquita,¡No me venda sumercé!”

-Estrofa de antiguo lamento esclavo.

Por Maritza Rodríguez Martín

Diáspora musical

con emoción al evocar los acordes de una vieja

canción; acordemos que se hablará de África y

el místico ébano de sus raíces, del dorado solar

nativo que levanta su música amarilla y caliente

por entre sus canales, del agua sonora, de sus

rizomas profundos; y tengamos claro que

también hablaremos del dolor, de la distancia,

de las lejanías y de los abandonos que tejieron

el ser natural de esa otra madre patria o de esa

tía patria a la que nadie le respalda el título

porque la tradición se dio a considerarla algo

más puta, un poco loca y de tercera categoría.

Hablaremos de la partida, la huida, la marcha,

la diáspora de todo un pueblo que sólo llevó

a cuestas la punzada y el estrago que produce

dejarlo “todo” en una totalidad que espanta.

Convenidos los achaques del noble vuelo sólo

bastará definir la palabra diáspora que se deriva

del griego sporo (semilla) y speira (sembrar),

que se refiere al noble oficio utilizado luego

para referirse a la dispersión de los judíos, y

que hoy se destina para denominar el conjunto

de miembros de una comunidad diseminados

por el mundo.

La diáspora africana la cual va unida a

la historia de su pueblo desde los tiempos

premodernos con la trata de esclavos en el siglo

XVI y a sus descendientes en América, hasta

la fuga de cerebros, intelectuales y deportistas

que la incrementan en pleno siglo XX. Sin

Abril 2010 • Vol. II • PERIPLO • 39

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• Isabel Talleda

desconocer que cada paso que el ser humano

da para asomarse al mundo tiene tanto de

efectivo como de contrario y que si bien el

dolor y la huella dejada por la esclavitud es tan

honda que, a veces, parece que no la hemos

superado. La diáspora, también, representa una

ayuda fundamental en el desarrollo económico

de sus países de origen. Sin embargo, en este

momento nos ocuparemos de un elemento de

esa construcción social que se ha “sembrado”

en América, especialmente en Centro América,

Colombia, Brasil y Venezuela constituyendo el

fundamento de lo que hoy podemos llamar la

Diáspora Iberoamericana.

América: 1492. Lo que está en juego no es

un simple descubrimiento sino el encuentro

de culturas más exuberante que la humanidad

podía llegar a planear por sí misma. Una ruleta

del destino juntó a tres pueblos en su más pura

esencia: blancos, negros e indios, en una cita

que la historia llamaría descubrimiento, pero

que la realidad tuvo que reconocer con otros

nombres menos excelsos y más lamentables.

Verbos como arrasar, destruir, saquear,

aplastar y/o exterminar están en la trastienda

de la memoria y el ser humano moderno no

supo ver la maravillosa posibilidad de cruzar,

amalgamar, fusionar y empalmar las culturas

y su miedo oculto disimulado en fuerza cegó

el encuentro. No obstante, el esclavo venido

de África detentor de una tradición mística

y profunda se negó a renunciar a la sapiencia

de sus conocimientos y unido a la raíz que

no arrancó jamás de su tierra y la que habría

crecido prolongándose, atravesando el mar

desde el continente de ébano hasta América

para acompañarlo.

La poética de las cosas pequeñas, la

40 • PERIPLO • Abril 2010 • Vol. II

magnificencia de lo íntimo alude a los tres

procesos fundamentales en ese encuentro

cultural: el malungaje, el sincretismo y la

santería. Malungaje es una expresión Bantú que

hace referencia a la relación que mantuvieron

los africanos cautivos que hicieron parte de esa

gran aventura trasatlántica que los condujo a las

Américas, es un sentimiento de camaradería,

una relación de parentesco coyuntural que se

produce entre los compañeros de a bordo.

Sincretismo, a su vez, se refiere a la amalgama

entre los colores, ritmos e ímpetus brunos

-de ningún modo aceptada por sus amos- y

las excelsas prácticas religiosas de la cultura

conquistadora. Fue gracias al subterfugio de

un engaño urdido por el hombre africano que

logró asirse fuertemente a su tradición para

no perderla arrancada a sangre y muerte por

el martillo de herejes encargados de prohibir

a toda costa otras creencias que no fueran las

estipuladas por la religión judeocristiana, dando

origen, por consecuencia la sincretización de la

cultura.

Cuanto más fuerte se hizo la presencia

cultural del esclavo, más inconveniente se tornó

para el amo, de manera que éste les permitió

un día de fiesta para reunirse y manifestarse

y allí, con el asueto autorizado, volvieron a

celebrar sus rituales oscuros y desconocidos.

Es así que el día 6 conocido como el Día de

Reyes exteriorizaban su alegría de manera

abierta a través de los Cabildos, que era un tipo

de comparsa bailable. Todas esas inquietudes

traídas de África fueron tomando forma en

el suelo americano convirtiendo esta fecha en

una de las más importantes, ya que integraban

cada vez más a los descendientes africanos

de diferentes rincones, ya fueran Dahomey,

Bantús o Carabalíes dando origen a lo que

hoy disfrutamos como los carnavales, prácticas

paradigmáticas de profunda raigambre que

dieron inicio a lo que sería la más exuberante

muestra de la cultura de nuestros pueblos,

producto de la unión de la esencia azabache y

la “nuova scuola” impuesta por la Conquista.

Este sincretismo impactó directamente a

la música. Sin duda, por lo que significa, con

la religión, en la construcción de identidad

de todo pueblo y con mayor evidencia en el

pueblo esclavo recién llegado a América; que

en aras de conservar la presencia consoladora

y bienhechora de sus dioses, escondió

literalmente bajo la faz de los santos impuestos

por el séquito religioso venido de España, sus

imágenes de bulto simbolización de sus dioses;

dando origen así a la llamada santería.

El término santería se utilizó para denominar

la mezcla entre los ritos de procedencia yorubá

con los ritos católicos; sin embargo, muchos

confunden la santería con la magia negra y con

la brujería y realmente no es así, la santería

es una integración de los dioses africanos y

católicos.

Así, las imágenes de Changó, Obatalá,

Yemayá, Agayú, Babalú Ayè, Ochún y otros

más, compartían altares, desde la trastienda

claro está, con las imágenes de la religión

católica de San Lázaro, Santa Bárbara y el

mismo Jesús, que seguramente no tuvieron

mayor inconveniente en moverse un poco para

dar espacio a los recién llegados y que todos

cupieran en el altar del nuevo mundo. Armonía

que no exhibieron los religiosos para quienes

fue imposible conciliar cualquier mínima

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posibilidad de compartir alabanzas con otros

santos diferentes a los que determinaba en su

sabiduría providencial.

La música siempre ha estado integrada a lo

religioso no solamente en el contexto africano

sino también en el católico, igual que los cantos

de la música sacra y los antiquísimos coros sin

acompañamiento que se utilizaba en la liturgia

de la Iglesia cristiana primitiva, la canción

africana no fue la excepción, menos viniendo de

una región tan musicalmente rica. Integraban

los toques de tambor a las alabanzas místicas

generando un clima festivo pero a la vez de

profunda interacción con sus deidades.

Fueron tres las culturas a quienes le debemos

el más grande aporte al sincretismo: Yorubá,

Congo o Bantú y Abacua. En ese proceso de

sincretización, existía un objeto ritual particular

que hacía las veces de significante para toda

la comunidad; elemento que dentro del

desarrollo del rito santero formó parte integral

de la ceremonia, y que fue transformándose

42 • PERIPLO • Abril 2010 • Vol. II

paulatinamente para convertirse en el

componente vinculador de la nueva expresión

musical: hablamos del tambor, ese formidable

cuenco de árbol bañado con piel y templado al

sol que habla con la voz de todas las voces, de

esquina a esquina del continente.

Dice la tradición africana que el tambor es el

elemento que más se acerca a la voz humana, el

que mejor puede similar los gritos, los gemidos,

y en cierta manera la integración con los dioses

dada la calidad de la piel con la que se fabrique.

Es un enlace entre la piel humana y la piel

divina donde se fusionan las dos presencias de

manera vigorosa.

Cuatro eran los tambores fundamentales

del rito santero en sus orígenes: Batá, Itotele,

Ocóncolo e Illá. Los instrumentos se utilizaban

única y exclusivamente para ceremonias de

Santería, y eran tan rigurosas las normas para su

interpretación, que sólo los sacerdotes podían

interpretarlos y su glosa que empezó siendo de

exclusiva discreción mística, fue evolucionando

para integrarse a la música popular y hacer parte

fundamental del repertorio afroamericano,

especialmente en la América insular: Cuba y

las Antillas. De manera que con el pasar del

tiempo, lo que empezó siendo una alabanza

se convirtió en la música de fiesta y carnaval; es

decir pasó de ser música Santera a ser música

de bembé, música vinculada a la juerga, a la

zambra y al disfrute. Así los dioses negros

fueron abandonando poco a poco el oscuro

lugar en la trastienda de los altares blancos

para volver a las carnestolendas de donde son

realmente sus influjos.

Existe una larga lista de santos y dioses

sincretizados, que se hacen evidentes en diversas

piezas musicales. Uno de los más importantes

de la sincretización de la música es Changó;

éste ha inspirado muchísimas composiciones

no sólo en la música santera sino en la música

de Bembé. Es uno de los dioses consentidos

de la santería, honrado como orishá mayor,

dios del fuego, del rayo, del trueno y de la

guerra; sincretiza la belleza, pero a la vez es

agresivo y uno de los dioses más inconstantes,

sus atributos son el hacha, la copa y el caballo

moro y sus collares de alabanza rojo y blanco

alternados. Changó está sincretizado en Santa

Bárbara, una santa prodigadora de abundancia

con su manto rojo, su copa, corona de oro y

espada. Este fragmento de la tradición yorubá

fue conocido en el ámbito musical en el 1948

con la voz de Celina González y Reutilio

¡Qué viva Changó!

¡Qué viva Changó, señores!

¡Qué viva Changó!

¡Qué viva Changó!

Abril 2010 • Vol. II • PERIPLO • 43

Domínguez en el tema llamado A Santa

Bárbara ó Que viva Changó. Fusión sin igual

del sincretismo afrocubano donde se combina

magistralmente la música guajira tradicional y

las raíces africanas, estableciendo una expresión

nueva donde la décima hispánica y el estilo

del punto guajiro se mantienen, pero dando

paso a expresiones tradicionales santeras en su

composición.

“¡Qué viva Changó!

¡Qué viva Changó!

¡Qué viva Changó, señores!

Santa Bárbara bendita,

para ti surge mi lira.

Santa Bárbara bendita,

para ti surge mi lira

y con emoción se inspira

ante tu imagen bonita.

¡Qué viva Changó, señores!”

Otro gran círculo de enorme influencia en el

sincretismo fue el grupo Congo o Bantú. Los

Bantú no se reunieron en cofradías como los

anteriores sino en congerías y dieron origen

al “palo” o “regla de Palo”. De los Bantú se

conoce la brujería más potente, sin embargo

hay brujos en todas los demás grupos.

Igual los africanos aportaron la música

Abacua. Los Abacua dieron nacimiento a

la congregación de los Ñáñigos, los que por

motivo de los arreglos que tenían Inglaterra

con diferentes tribus de África para poder

esclavizar a tribus más pequeñas, crearon

reuniones armadas en contra de las tribus que

pretendían colonizar y sus rituales difieren

de los demás porque no tienen el elemento

santero, pero utilizan vocabulario y cantos

que tienen que ver con los santos para que

los protejan y las evocaciones son al leopardo

hechas exclusivamente con acompañamiento

del tambor.

Así, surcados por tres ríos de caudalosa estirpe,

los afros del nuevo continente, integraron ritos,

mitos, religión y música para dar vida a un

testimonio sonoro irrevocable. Ofrendas de

frutas y flores, esencias, cuentas de colores y

velas para recibir el aché y los buenos influjos

de su santo patrono y en retribución para la

tradición musical de América, babalawos,

guajiras, montunos, sones, cumbias, alabaos,

salsas, afoxes y guaguancós, cuentan la historia

de un pueblo que ha amado su tradición y sigue

trasegándola, vadeando nuevas influencias y

llevando orgullosos igual que lo hicieran sus

ancestros, la fuerza y la presencia del tambor

con el ímpetu destellante de la lengua lucumí

que brota desde adentro como esa vieja raíz

que se niega a desaparecer.

_____

Bibliografía

Barnet, Miguel. Sobre los cultos congos de origen

bantú en Cuba. La Fuente Viva. La Habana:

Letras Cubanas, 1983.

¡Qué viva Changó, señores!

44 • PERIPLO • Abril 2010 • Vol. II

El escritor argentino Martín Caparrós

reflexiona, en su nuevo libro Una luna,

sobre las formas de viajar en el siglo XXI.

Recorre las historias de vida de cinco personas

que, por diferentes motivos, se ven obligadas a

dejar su lugar natal. El exilio forzado como vía

de desplazamiento en un mundo cada vez más

ancho y ajeno.

Hay un pandillero salvadoreño, una moldava

que su marido vendió, un liberiano que vio la

ingesta de su abuela, un maliano que tardó tres

años en llegar a Europa y la Zambia que vive

sidosa entre sidosos.

Caparrós es un viajero incansable. Para él viajar

es una forma de vida, una manera de llevarla

a cuestas sin que se note demasiado. “Viajo

porque viajar es la mejor manera que conozco

de derrotar al tiempo. Es, por supuesto, una

derrota breve pero, por unas horas, lo consigo.

En un viaje, el tiempo se hace diferente: el

tiempo del viaje es completamente distinto del

tiempo sedentario” (Caparrós, 77).

Cuando el Fondo de Poblaciones de las

Naciones Unidas le encargó a este escritor calvo

de bigotes chanfleados, tipo Cantinflas, la misión

de entrevistar a cinco jóvenes migrantes, no

dudó en aceptarlo. Le parecía una extraordinaria

oportunidad de combinar sus dos pasiones:

viajar y contar historias. Aunque sabía que el

precio a pagar por semejante desafío le dejaría

Exilio posmodernoLos que viajan por desesperación

Por Fernando Pittaro

rastros. De esos que no salen fácilmente con

un chorro de agua. Son marcas indelebles que

sólo la acumulación de nuevas historias sobre

el lomo podrán ir tapando.

El resultado, no sólo argumental sino literario,

es mucho más enriquecedor que un puñado

de historias reales contadas por un cronista

sudamericano. Se trata de una radiografía

escalofriante sobre violencia, injusticia y

padecimientos de jóvenes que huyen de su

tierra agobiados por el aire que allí se respira.

Abril 2010 • Vol. II • PERIPLO • 45

Son historias con nombre y apellido.

Portadoras de un traumático pasado, un

demoledor presente y un futuro que no saben

si algún día llegará.

Caparrós escribe en primera persona. Y eso

es para agradecer. En un puño cerrado, en

apenas cinco historias que resumen millones

de casos similares, el escritor vuelca con cara

de letras las penurias y miserias de rostros

verdaderos azotados por la hostilidad del

mundo. Ese al que Caparrós vio desnudo, sin

máscara, y a plena luz del día. “El mundo está

lleno de pobreza extrema: los barrios de los

pobres son miserables en casi todos lados. Pero,

no he visto ningún lugar donde los barrios de

los ricos sean tan pobres, estén tan destruidos.

Los cementerios no tienen paredes: las tumbas

irrumpen en cualquier vereda” (Caparrós,

52).

A medida que el lector le da vuelta a las

páginas se va topando con testimonios que le

sacuden la cabeza. Eso es lo extraordinario

en Caparrós: su magistral eficiencia discursiva

para darle voz a aquéllos que no la tienen,

para echar aunque sea un rayito de sol ante

semejante oscuridad.

Un libro que hay que leer no sólo con los

ojos, sino también con las manos, la cabeza, la

voz, la respiración, la transpiración. Un libro

que se lee con todos los sentidos. Y, sobre todo,

se lee con un lápiz en la mano. Es casi una

obligación subrayar las páginas que merecen ser

marcadas (que son muchas) por nuestra propia

sensibilidad. Son esos libros que cobran vida

cada vez que la punta del lápiz le da un golpe

de suerte a ese párrafo solitario. Pero, el juego

es doble. El lector subraya el libro al mismo

tiempo que el libro subraya al lector. Quien

lee es marcado, es subrayado, es abrazado por

mantas de palabras que a veces dan escalofrío.

Te deja, en definitiva, subrayado por dentro.

Ser, después de leer Una luna, es ser subrayado.

Es imposible no volverse otro.

El hombre que pregunta demasiado

El libro comienza haciéndose preguntas.

Interroga al lector al mismo tiempo que lo

hace a sí mismo. Acude a la interrogación

como un estado vital permanente. La duda

es la ventana desde la cual el escritor elije

posarse para contar ese mundo del que nunca

sabremos todo, pero del que siempre se puede

saber un poco más. Pregunta para conocer,

para indagar, para cuestionar(se) lo que ve,

oye, piensa, siente, huele. Es consciente que

en cada signo de interrogación se esconde una

respuesta posible a tanta complejidad, a tanto

caos kantiano desparramado por el Planeta.

“¿Cuándo fue que decidimos que mirar las

nubes desde arriba, los mares desde arriba,

montañas desde arriba ya no era privilegio

de algún dios? ¿Cuándo fue, sobre todo, que

creímos que mirar la tierra desde arriba había

dejado de volvernos dioses?” (Caparrós, 8).

Caparrós viaja de una ciudad a otra, toma un

avión, vuela de Europa a África, pero su cabeza

sigue con los pies en la Tierra. Y en todos los

viajes lo sigue una luna, siempre en medio de la

narración aparece ese trozo anaranjado como

queriendo decirnos algo.

Da la sensación que la luna está allí como

contraste. Como una perfecta metáfora

narrativa de lo que se va contando. La luna lo

ilumina, lo guía. La luna es lo único que queda,

46 • PERIPLO • Abril 2010 • Vol. II

la única que no puede exiliarse. Porque ya se

fue, porque está en ninguna parte… y en todas

partes. Y de allí marca el paso del viajero, quizá

es ese Dios que Caparrós busca, ese dios en el

que no cree.

“Cada historia nueva se posa sobre el suelo

pedregoso de las anteriores, y es cada vez

roca, más rasposa: más el mundo como una

hostilidad, noche sin luna” (Caparrós, 164).

Y Caparrós nos hace sentir que las historias

pueden más que la luna, esa que no se mueve.

La potencia de su pluma nos hace creer que las

historias ocultaron a la luna, para siempre.

“Ésa es la verdadera división en clases, la

más terrible división en clases: los que nos

preocupamos qué vamos a hacer mañana,

los que se preocupan por cómo van a comer

mañana. Y eso es lo cruel del África: que te lo

muestra demasiado. Lo cruel, lo terriblemente

cruel del África es que te dice fuerte lo que

sabés bajito: que el mundo es una mierda.

Y que aceptarlo nos cuenta tan tan poco”

(Caparrós, 55).

“Hay cosas que no se pueden escuchar

impunemente” (Caparrós, 51), escribe Caparrós

en este libro híbrido en el que caben apuntes

de viajes, sensaciones, entrevistas. Y hay libros

que no se pueden leer impunemente, aunque

uno haga el esfuerzo por lograrlo. Este es uno

de ellos.

Hiperviaje

Hay formas y formas de viajar. Antes y ahora.

Ayer y mañana. El mundo cambia, muta,

rueda, y con esa metamorfosis varía no sólo

el sujeto que se traslada sino la forma en que

este lo hace. Ahora es la hora del Hiperviaje.

Sobre este nuevo concepto cabalgamos en el

siglo XXI:

“Viajes eran aquellos movimientos que un

sujeto preparaba durante cierto tiempo y que

lo llevaban a un lugar radicalmente otro, donde

las costumbres eran diferentes, donde era muy

difícil comunicarse con su casa, donde tenía

que interactuar con los locales. Ahora es muy

difícil salir del hiperviaje: nos desplazamos por

el mundo como quien cliquea un link, limpito.

Así, de súbito, cambiamos de lugar para llegar

a otro que suele ser muy semejante, donde

nos pasearemos entre cuatro y quince días

chequeando postales previstas o bañándonos

en la misma agua o visitando parientes o un

amor o comprando o, sobre todo, trabajando,

haciendo negocios, en aviones siempre iguales

que nos llevan a hoteles que tratan de ser

siempre iguales donde nos encontramos con

personas parecidas que intentan conseguir lo

mismo o algo así” (Caparrós, 59).

Caparrós es un crítico del viajero de estos

tiempos, es decir: es un crítico de sí mismo.

Ahora el viajero no viaja, lo viajan. Son las

urgencias las que determinan ese paseo

desafortunado, ese periplo desgarrador. Se

viaja como gesto de desesperación, como

única salida a esos laberintos que impone la

hostilidad del mundo.

_______

Bibliografía

Martín Caparrós. Una luna. Barcelona:

Anagrama, 2009.

Abril 2010 • Vol. II • PERIPLO • 47

APUNTES DEL DIARIO DE HIPERVIAJE

“…los que corren por encima de la patria, los que caminan por debajo. Los que imaginan el mundo como un lugar extenso inabarcable, los que lo piensan como un lugar intenso inabarcable, la astrofísica, la mecánica cuántica” (Caparrós, 63).

“…enésima clasificación del mundo: se podría dividir a los países en aquellos a los que se migara y aquellos a los que no. E, incluso, ‘ratings’: Estados Unidos es primero porque tiene quince millones de inmigrantes, éste segundo, aquél tercero” (Caparrós, 99).

“…lo que me lleva a viajar tanto es la posibilidad de una buena justificación para estar solo. No estoy seguro, pero si fuera cierto me impresionaría” (Caparrós, 116).

“…el migrante viaja para quedarse, viaja con la esperanza de no viajar más: busca un lugar definitivo. Yo no termino de llegar a un lugar que ya me voy a otro” (Caparrós, 165).

“Solía pensar que el avión era una metáfora del destino: todos entregados a algo que no podemos controlar, que nos lleva sin que podamos hacer nada” (Caparrós, 180).

“…para quien lo mira desde el suelo, un avión es un juguete chiquitito, un brillo blanco que se esfuma” (Caparrós, 138).

“La patria es el único lugar al que no puedo recordar haber llegado” (Caparrós, 13).

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Al finalY ¿qué hacemos aquí luchando?

Aguantando, cosechando verdades,ganando disgustos.

¿Por qué matas y alardeas?¿Por qué haces que te teman?

Si a la hora de la muerte,como todos, gritarás ante ella.

Rogarás y te arrodillarás,llorarás y pedirás perdón.

Como todos.Cuando notes el acero en tu cuello,

el sudor en tu frente,el corazón retumbando en tus sienes.

Y ¿cómo huele el aire cuando se está muerto?

Cuando roza la piel y no eriza el vello.Cuando ves que ha sido en vano.Ya no puedes juntar las manos.

Rogar o robar unos minutos más.Quizás hasta pedir al dios del cieloo a nuestro propio cuerpo hacerlo,

que aguante un poco másque llegue hasta la final

que no corraque no se pareque dé tiempoque acompañe

que las prisas no son buenasque el parar es la muerte.

6.IV.2006-CURIEL

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Periplo - A nosotros nos interesa mucho

la juventud en el exilio, o el exilio en la

juventud. Por lo que representa como

oportunidad para construir un futuro

en condiciones adversidad y darle un

giro a la vida. En esta línea, ¿cómo se

enfrenta al exilio con 20 años?

Queti Otero - “A esa pregunta no puedo

contestar porque yo nací después de los años

cincuenta, y mi hermana mayor que nació en el

exilio, en 1939, decidió no enfrentarse con esa

realidad. Así que la única persona que podría

contestarla es mi madre, que tenía veinte

años entonces, que era viuda, embarazada. Y

mi testimonio de hoy intenta hablar de este

recorrido, de lo que ella sintió, lo que le puedo

decir sin traicionar su manera de pensar es que

ella siempre me dijo: ‘menos mal que una es

joven, y que mira la vida sin conocer el peso de

las cosas graves’”.

En el marco de las II Jornadas sobre Memoria de la Mujer, organizado por la

Universidad de Salamanca, la historiadora Queti Otero (IES Perpiñán, Francia)

ofreció en su conferencia, Transmisiones de un exilio del siglo XX, testimonio

personal de una vida en el exilio. Su madre, joven republicana española exiliada en

Francia, comienza una vida nueva en el país galo, revelación de un futuro que deja

un testimonio biográfico que ahora nos detenemos a observar. Queti Otero otorgó

una entrevista a PERIPLO a propósito del exilio.

ENTREVISTA

P. - ¿De dónde viene ese rechazo de

construir una familia con una persona

francesa? ¿Puede ser visto como un

intento de preservar la identidad?

Q. O. - “No sé si le puedo hablar de eso, no lo

descarto. Pero era una cuestión de intimidad

que no podía tenerse con un forastero, y el

forastero también es uno con el cual se habla el

mismo idioma, que tiene en común un pedazo

de la historia”.

P. - En el exilio ¿se pierde una patria

o se gana una patria? ¿se pierde una

identidad o se gana una identidad?

Q. O. - “Mis padres, no ganaron una patria,

ello seguro. Nunca encontraron un sitio para

ellos, pero sobrevivieron; mi padre creó una

empresa, mi madre trabajó también, tuvieron

hijos que intentaron arraigarse, pero perdieron

Abril 2010 • Vol. II • PERIPLO • 51

un poco la de España. Cuando mi padre murió

lo llevamos a Galicia, porque él nos lo pidió

antes de morir, y yo delante de su ataúd dije a

la gente que se acercaba a su funeral: ‘por favor

cuando pasen delante de la tumba de mi padre,

no le llame El Francés, porque él siempre se

sentía gallego y español’”.

P. - Usted considera que existe en el exilio

la obligación interior de representar a

un país.

Q. O. - “No lo sé decir porque yo nunca me

he sentido exiliada y no puedo hablar en lugar

de mis padres. Pero me parece que sí, porque

si no no hubiese ocurrido, sin esta confusión

interior, que después, al medirla y ponerla

en contraste con la realidad hay este debate

interior”.

P. - Qué significa para usted la memoria

história y qué puede aportar esta en

la construcción de biografías aún

pendientes de escribir?

Q. O. - “La memoria histórica está hecha de

memorias, en plural. Así es que cada biografía

es una construcción, mi testominio me

permite por primera vez hablar en subjetivo,

pero es una contribución. Las biografías son

una contribución que podríamos llamar las

memorias de la memoria”.

Mis padres no ganaron una patria, ello seguro. Nunca encontraron un sitio para ellos, pero sobrevivieron”.

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