Regionalismo y soberanía nacional en América Latina: Los nuevos desafíos

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  • 8/9/2019 Regionalismo y soberana nacional en Amrica Latina: Los nuevos desafos

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    Regionalismo y soberana nacional en Amrica Latina:los nuevos desafos

    Por Andrs Serbin

    Introduccin1

    El agotamiento del modelo de regionalismoabierto, que prim en la dcada del 90 en la

    Amrica Latina y el Caribe, ha dado paso al iniciode una nueva fase en el proceso de integracinregional, que algunos analistas caracterizan comoregionalismo posliberal o post-neoliberal. A princi-pios de la actual dcada, han emergido nuevosesquemas y proyectos de integracin de rasgosdistintivos, caracterizados por el desplazamientode los temas de liberalizacin comercial y desre-

    gulacin por una agenda marcadamente polticasignada por el retorno a un rol protagnico delEstado. La transformacin de la Comunidad Su-damericana de Naciones (CSN), impulsada desde ladcada del 90 por Brasil, en la Unin de NacionesSudamericanas (Unasur), con una agendaregional innovadora, es uno de los hitos del iniciode esta nueva fase. La creacin, an en curso, dela Comunidad de Estados de Amrica Latina y elCaribe (CEALC) es otro de los indicadores. La con-formacin progresiva de la Alternativa Bolivarianade las Amricas (ALBA), promovida por el presi-dente Hugo Chvez en base a los recursos petro-leros venezolanos en contraposicin al rea deLibre Comercio de las Amricas (ALCA), es otroreferente de este proceso de regionalismo posli-beral. No obstante, estos procesos se desarrollanen un marco regional caracterizado por la frag-mentacin y la heterogeneidad, en tanto persisteniniciativas de acuerdos de libre comercio entrealgunos pases de la regin y EEUU, y adems al-gunos pases latinoamericanos continan privile-

    1

    El autor agradece los valiosos comentarios a este trabajo deRicardo Arredondo y Gilberto Rodrigues.

    giando sus polticas y acuerdos comerciales como

    prioridades de su poltica exterior.

    Sin embargo, mientras que los derroteros de laCEALC

    2 en trminos de la integracin regional anestn en pleno proceso de definicin, su creacinrefuerza una tendencia distintiva del regionalismoposliberal desarrollado en Amrica del Sur con laredefinicin de un espacio sudamericano caracte-rizado por la exclusin explcita de EEUU3.

    La creacin de este espacio sudamericano ha

    dado lugar a la progresiva configuracin de unentramado regional de organizaciones, foros einstancias multilaterales diversas, cuyo perfil noest an claramente definido, pero que marcanlos lineamientos generales de un proceso de re-gionalismo con caractersticas propias. Algunas deellas remiten a la reafirmacin de la soberananacional como principio constitutivo del legado

    jurdico latinoamericano, a la reticencia por partede las naciones sudamericanas a cualquier cesinde la misma en aras de algn ordenamiento jur-dico supranacional4, y a su reafirmacin comoprincipio inalienable del Estado westfaliano sur-gido en la regin con las luchas por la indepen-

    2 Ver Mercedes Hoffay: Unasur: Un interlocutor autorizadocon los EEUU? en Pensamiento Propio N 31, 1-7/2010, yAlcides Costa Vaz: La Comunidad de Estados Latinoamerica-nos y Caribeos. La factibilidad y necesidad de un nuevo orga-nismo regional en Nueva SociedadN 27, 5-6/2010, pp. 4-8.3 Esta exclusin tambin se extiende a Canad.4 O al eventual fracaso de cualquier iniciativa en este sentido,

    como lo revela la experiencia de la Comunidad Andina de Na-ciones (CAN).

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    dencia del siglo XIX5, junto con un cuestionamientoimplcito al sistema interamericano6.

    No obstante, la soberana nacional ha sido ame-nazada por el impacto del proceso de globaliza-cin econmica en las dcadas precedentes, alperder el Estado el control sobre ciertas activida-des, en particular el flujo de comercio, de inver-siones y de tecnologa, y, a la vez, disputada porel proceso de globalizacin de los derechoshumanos, en tanto las normas globales sobrederechos humanos son un desafo directo a unaspecto de la autoridad del Estado su derecho aregular las relaciones entre sus sbditos y susgobernantes libre de interferencia externa7. Elderecho a intervenir en las relaciones entre go-bernantes y gobernados ha sido justificado, enespecial a partir de la creacin de la Organizacinde Naciones Unidas (ONU) y de la aprobacin de laDeclaracin Universal de los Derechos del Hombrey, en aos ms recientes, a partir de las crisishumanitarias surgidas despus de la Guerra Fra,no slo en trminos de derechos humanos, sinotambin en nombre de los derechos de minoras yen la necesidad de asegurar la estabilidad y segu-ridad internacionales8. Sin embargo, pese a que

    estos procesos han desafiado persistentementelas soberanas westfaliana y de interdependencia,ningn conjunto alternativo de arreglos institu-

    5 Krasnerdiferencia cuatro usos de la nocin de soberana enla actualidad: la soberana de interdependencia, la soberanainterna, la soberana westfaliana, y la soberana legal interna-cional, con frecuencia imbricadas entre s. Mientras que lasoberana de interdependencia refiere a la capacidad de losEstados para controlar el movimiento a travs de las fronteras,y la soberana interna a las estructuras de autoridad dentro delos Estados y a la capacidad de estas estructuras para regularefectivamente el comportamiento, la soberana westfaliana ovatteliana refiere a la exclusin de fuentes externas de autori-dad del Estado-nacin, tanto de jure como de facto mientras

    que la soberana legal internacional se refiere al reconoci-miento mutuo de los Estados en el sistema internacional. Lascaractersticas de la formacin del Estado-nacin en el mbitolatinoamericano, como seala el mismo autor, remiten bsica-mente al tercer tipo y, eventualmente al cuarto, en tanto lasestructuras estatales que se desarrollaron en los Estados sur-gidos de los imperios espaol y portugus en el Nuevo Mundoeran compatibles con el modelo westfaliano y el ulterior de-sarrollo de las naciones latinoamericanas contribuy a generaruna amplia gama de aportes al derecho internacional. VerStephen Krasner: La soberana perdurable en ColombiaInternacionalN 53, 2000, pp. 25-41 y 27-28, y Soberana,hipocresa organizada, Paids, Buenos Aires, 2001, p. 253.6 Andrs Serbin: OEA y Unasur:Seguridad regional y sociedadcivil en Amrica Latina, Documentos CRIES N 14, cries, BuenosAires, 2010.7

    Stephen Krasner: La soberana perdurable, cit., p.32.8 Ibd., p. 33.

    cionales ha suplantado a las reglas asociadas a lasoberana estatal9.

    En este marco, el presente artculo aborda tantola evolucin y persistencia del principio de sobe-rana nacional en el contexto latinoamericanocontemporneo (y en especial en al mbito suda-mericano), como sus posibilidades de compatibili-zacin con un conjunto de estructuras regionalesque profundicen el proceso de integracin regio-nal. En funcin de este objetivo, el artculo secentra en analizar los alcances del concepto desoberana nacional y sus adaptaciones en el con-texto latinoamericano; en evaluar las caractersti-cas distintivas y los avances del actual proceso deregionalismo posliberal sudamericano, a travs delas ms destacadas experiencias actuales de inte-gracin en la regin y de diversas iniciativas sec-toriales, y en explorar, en conclusin, las posibili-dades efectivas de impulsar algunas iniciativasque superen las limitaciones impuestas por la so-berana nacional al proceso de integracin regio-nal en Amrica Latina10.

    Amrica Latina y la soberana nacional

    Amrica Latina detenta una tradicin jurdica rele-vante en el derecho internacional y, en estemarco, pese a su relativa marginalidad en el sis-tema internacional, los pases de la regin hanpromovido histricamente un orden internacionalregulado, han desarrollado innovaciones impor-tantes en el campo del derecho internacional, yhan promovido la resolucin pacfica de lasdisputas entre Estados y el rechazo al uso de lasfuerza, a travs de la accin de diversas organiza-ciones multilaterales y sobre la base del respeto

    de los principios de soberana nacional, no inter-vencin y resolucin pacfica de disputas.

    De hecho, comparativamente con otras regionesdel mundo y, probablemente, en funcin de estatradicin jurdica y de una aspiracin consistente apromover y respetar el derecho internacional, laregin es una de las ms pacficas a nivel mun-

    9 Ibd., p. 34.10 Dados los lmites del presente trabajo, no profundizaremosen la discusin conceptual y en el debate contemporneo

    acerca de lo que se entiende por regionalismo, para lo cualremitimos a la abundante literatura acadmica existente.

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    dial, ha sufrido histricamente pocos conflictosblicos recientes y presenta, en comparacin conotras regiones, un bajo gasto en defensa11, junto

    con una capacidad crecientemente comprobadade impulsar acciones diplomticas colectivasfrente a las crisis que puedan desatarse en el m-bito regional. Sin embargo, es a la vez la reginms violenta, en trminos de ndices de violenciasocial y criminalidad, ms desigual en trminossocio-econmicos y que presenta altos ndices depobreza y de exclusin social pero que, simult-neamente, se distingue por contar con una mayo-ra significativa de pases democrticos12.

    Por otra parte, segn la clsica definicin de Kel-sen, el concepto de soberanarefiere a que so-berano, bien se trate de un orden, o bien de unacomunidad, o bien de un rgano, o bien de unpoder, debe ser considerado como lo ms alto,como lo supremo, por encima de lo cual no puedehaber autoridad ms alta que limite la funcin dela entidad soberana, que obligue al soberano13.

    En la tradicin occidental, este concepto surge enla Edad Media, como un mecanismo para asegu-rar la autoridad real sobre los seores feudales y,por tanto, inicialmente refiere a una dimensininterna de los Estados en formacin. Sin embargo,a partir de la firma de los tratados de paz deWestfalia14 en 1648 entre Estados soberanos,se asume como una norma esencial por la comu-nidad internacional y se incorpora como piedraangular de las teoras de relaciones internaciona-les. Los acuerdos de Westfalia fundamentaron loselementos claves del sistema moderno de Estadossoberanos Estados iguales entre s, no sujetos a

    11 Jorge Heine: Between a Rock and a Hard Place: Latin Ame-rica and Multilateralism after 9/11 en Edward Newman, Ra-mesh Thakur y John Tirman (eds.): Multilateralism under Cha-llenge? Power, International Order, and Structural Change,United Nations University Press, Tokio-Nueva York-Pars, 2006.12 Con un solo interregno en la actual dcada, con la crisispoltica desatada en Honduras por un golpe de Estado contrael presidente electo en junio de 2009. Por otra parte, la crisisde Honduras, evidencia, una vez ms, la divergencia de polti-cas y de intereses entre EEUU y los pases latinoamericanos. Veral respecto Andrs Serbin: Obama y Amrica Latina: a msde un ao en Pensamiento PropioN 31, 1-7/2010.13 Hans Kelsen: Derecho y paz en las relaciones internaciona-les, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, pp. 103-104.14 Los tratados de Osnabrck y Mnster que configuran la pazde Westfalia dieron fin a la Guerra de los Treinta Aos en Eu-

    ropa central y la Guerra de los Ochenta Aos entre Espaa ylos Pases Bajos.

    la imposicin de ninguna autoridad supranacionaly, sobre todo, que no intervienen en los asuntosinternos de los dems Estados, con derecho y ca-

    pacidad de conducir tanto la guerra como losasuntos de la paz a nivel internacional15. En estecontexto, la soberana nacional en el sentidowestfaliano debe ser entendida, desde sus orge-nes, como un mecanismo que permite a los Esta-dos lidiar con su seguridad y con los conflictosblicos con otras naciones soberanas, en tanto lasoberana nacional se constituy en el eje tantode la defensa de los intereses nacionales como,eventualmente, de una normatividad internacionalque permitiese regular la guerra y los conflictosentre naciones16.

    Despus de la Segunda Guerra Mundial, el con-cepto de soberana se refuerza con el inicio de losprocesos de descolonizacin que marcan, de unamanera determinante, el derecho a la autodeter-minacin de los pueblos y, consecuentemente,consolidan, desde una nueva perspectiva, la ideade que un Estado no puede ser afectado en susasuntos internos por la intervencin de terceros,como parte del andamiaje conceptual que se de-sarrolla en el marco de las Naciones Unidas.

    En este contexto, la no intervencin y la autode-terminacin se incorporan como aspectos rele-vantes de la idea de soberana nacional promo-vida por los pases latinoamericanos en los deba-tes y el proceso que llevaron a la aprobacin de laCarta de Naciones Unidas en 1945, en funcin desus propias experiencias histricas de dominacincolonial y de intervencin externa por parte de laspotencias europeas y de los Estados Unidos. Dehecho, los pases de Amrica Latina enfatizaron lanecesidad de que la nueva organizacin incluyerareglas claras en la proteccin del soberano dere-cho de los Estados a definir su propia forma degobierno y contribuyeron a definir de esta manera

    15 Gareth Evans: The Responsibility to Protect. Ending MassAtrocity Crimes Once and For All, Brookings Institution Press,Washington, DC, 2008, p. 16.16 Ver Mary Kaldor: Haz la ley y no la guerra: la aparicin dela sociedad civil global en Manuel Castells y Narcs Serra

    (eds.): Guerra y paz en el siglo xxi. Una perspectiva compa-rada, Tusquets, Barcelona, 2003, pp. 67-98.

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    la autodeterminacin y la no intervencin como labase del proceso posterior de descolonizacin17.

    Dos consideraciones importantes son de resaltaren consecuencia. La primera es que, como vemos,a travs de su evolucin histrica el concepto desoberana nacional, en sus diversas acepciones,ha sido variable y relativo, en la medida que res-ponde a diversas nfasis de acuerdo al contextohistrico en que se lo utiliza18, de manera tal quepueden coexistir diferentes ideas acerca de que esla soberana, de dnde procede y que es lo querequiere y permite19, como lo ilustra la tipologaintroducida por Krasner citada al inicio de este

    trabajo. Esta situacin no esta disociada de laadaptabilidad del Estado, como muchos estudio-sos del impacto de la globalizacin lo han hechopatente. Y la segunda es que, sin embargo, lasoberana de un Estado le confiere una caracters-tica bsica diferenciadora frente a la emergenciade nuevos actores o sujetos del derecho interna-cional tales como las organizaciones internacio-nales, los actores no estatales o los individuos. Eneste sentido, Estado y soberana son indisociablesy, en la perspectiva westfaliana, no hay ordeninternacional sin la vigencia del concepto de so-berana nacional.

    No obstante, crecientemente, en el sistema inter-nacional contemporneo, el Estado, an siendosoberano, se encuentra sometido a las normasestablecidas por el derecho internacional. El de-sarrollo de este derecho, particularmente en elsiglo XX, erosion algunos aspectos de la nocintradicional de soberana, al imponer al comporta-miento de Estados soberanos una normatividadque excede su voluntad de obligarse por ciertasnormas20 y que va ms all de su independencia yde sus alcances territoriales y polticos.

    17 Alex Bellamy: Responsibility to Protect, Polity Press, Cam-bridge, 2009, p. 16.18 Claribel De Castro Snchez: El fin de la soberana nacio-nal? El derecho de injerencia humanitaria ante los ltimosacontecimientos en UNED. Revista de DerechoN 1, 2006, p.18.19 Alex Bellamy: ob. cit., p. 14.20 No obstante, es preciso sealar que cumplen estas normasslo aquellos Estados que carecen de capacidad para escapara las consecuencias del incumplimiento del derecho interna-cional, mientras que los Estados ms poderosos utilizan su

    poder para evitar o para actuar fuera del esquema jurdico-institucional vigente.

    Desde su independencia a principios del siglo XIX, Amrica Latina se caracteriza por haber cons-truido gradualmente un sistema sofisticado y al-

    tamente desarrollado de derecho internacional yde instituciones a nivel regional, que incluyen unaserie de normas que regulan su conducta interna-cional y domstica21. En este marco, en la reginse ha desarrollado una tradicin legalista y unacultura diplomtica de marcado respeto y de-sarrollo del derecho internacional. Esta culturalegalista, originada en el legado espaol y portu-gus, ha contribuido a la resolucin pacfica deconflictos entre Estados y a la ausencia de con-flictos blicos significativos desde finales del sigloXIX

    22, pero tambin ha servido como marco norma-

    tivo para prevenir y evitar la intervencin oinjerencia de Estados ms poderosos. Como as-pectos relevantes de esta cultura legalista y di-plomtica, se destacan cinco conjuntos de normasdistintivas: el uti possidetisy la integridad territo-rial; la resolucin pacfica de conflictos, la convi-vencia y la concertacin; la seguridad colectiva, elcontrol de armas y el establecimiento de medidasde confianza mutua (particularmente en Amricadel Sur); y, muy especialmente, la soberana y laigualdad de los Estados, con su corolario del prin-

    cipio de no intervencin. Estos principios distinti-vos se encuentran profundamente arraigados enla regin, junto con el compromiso, al menos for-mal, con el Estado de derecho, el liberalismo pol-tico, el republicanismo y la democracia poltica23.

    Por otra parte, estos principios, frecuentementeincorporados a las respectivas constituciones delos pases latinoamericanos24, se han desarrollado

    21 Arie Kacowicz: The Impacts of Norms in International So-ciety. The Latin American Experience, 1881-2001, University of

    Notre Dame Press, Notre Dame, 2005, p. 43.22 Con la probable excepcin de la Guerra del Chaco en 1933-1935 y las guerras entre Ecuador y Per en 1944 y en 1995-199623 Ibd., pp. 59-63.24 Ver al respecto, por ejemplo, arts. 1, 4 y 170 de la Constitu-cin de la Repblica Federativa de Brasil ; art.2, cap. 1 y art. 4, cap. 2 de laConstitucin de la Repblica Oriental del Uruguay();art. 2 y art. 155 de la Constitucin de la Repblica de Para-guay (); arts. 1 y 5 de los Principios Fundamentales yart. 11, Ttulo II, Captulo 1 de la Constitucin de la RepblicaBolivariana de Venezuela (); art. 5, cap. 1 de la

    Constitucin Poltica de Chile () y art. 39 y 89 de la Constitucin Poltica de

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    en el marco de una alta inestabilidad poltica y deuna debilidad externa que se combinan, desdefinales del siglo XIX, con un paradjico contraste

    entre la violencia y la inestabilidad poltica do-mstica, y las relativamente pacficas relacionesinternacionales25 de los pases de la regin. Eneste contexto, la concepcin latinoamericana deun orden legal interamericano ha mostrado unaobsesin con las normas de soberana e indepen-dencia de sus Estados miembros, con un nfasisconcomitante en el principio de no intervencin,particularmente ilustrativo en la doctrinas deCalvo y Drago26.

    Importantes y significativos cambios en el sistemainternacional en las dcadas recientes, comen-zando por el impacto de los diversos procesos deglobalizacin y el impulso y la eventual crisis delmultilateralismo27, parecen no haber hecho mellasignificativa en la conceptualizacin original de los

    los Estados Unidos Mexicanos (). Adicionalmente, muchas de lasconstituciones mencionadas, sin embargo, incluyen pargrafosespeciales con el compromiso de la nacin de promover laintegracin latinoamericana, como el pargrafo nico del art. 4de la Constitucin de Brasil; art. 6 de la Constitucin deUruguay; y art. 153 de la Constitucin de la RepblicaBolivariana de Venezuela, y reconocen, en otros, lanormatividad supranacional de los tratados internacionalescomo en el caso de la Repblica de Paraguay (arts. 137 y 145)y de la Nacin Argentina (arts. 31 y 75, ver ). Todas las referencias citadasremiten a las Constituciones de los pases respectivos querigen en la actualidad.25 Arie Kacowicz: op. cit., p 48.26 En este marco histrico, Amrica Latina se distingue por dostradiciones jurdicas claramente decantadas. Por un lado, sudefensa de los principios de soberana nacional y de no inter-vencin que, junto con la resolucin pacfica de disputas,constituyen los pilares de su actuacin en el seno de los orga-nismos internacionales y, en especial de la oea y del sistemainteramericano. Por otro, por su contribucin a la promocinde los derechos humanos desde la dcada del 30 del siglo

    pasado, y a su articulacin tanto en la Declaracin Universalde los Derechos del Hombre y en la creacin de la Organiza-cin de las Naciones Unidas, como en el marco de la oea, conla creacin de la Comisin Interamericana de DDHH y la CorteInteramericana de DDHH. La primera tradicin responde a unahistrica necesidad de los Estados en formacin desde el sigloXIX de privilegiar y defender la soberana nacional ante cual-quier intervencin externa y la segunda, particularmente apartir de la dcada del 70 del presente siglo, a la necesidad depromover y preservar los derechos humanos frente a los reg-menes autoritarios que proliferaron, hasta la dcada del 80, enla regin y que, paradjicamente con frecuencia, sin embargo,intentaron legitimarse en el marco de un Estado de derecho.27 Ver al respecto Edward Newman, Ramesh Thakur y JohnTirman: Conclusion: Multilateralism Under Challenge or inCrisis? en Edward Newman, Ramesh Thakur y John Tirman

    (eds.): Multilateralism under Challenge? Power, InternationalOrder, and Structural Change, cit., pp. 531-540.

    principales elementos de esta tradicin, particu-larmente en lo referente al concepto de soberananacional y de su corolario el principio de no inter-

    vencin. No obstante, en tanto construccionessociales, los elementos y conceptos distintivos deestas tradiciones han estado sujetos a los cambiosresultantes de la evolucin histrica de los mis-mos, del contexto del que han surgido y en el quese desenvuelven, y de la percepcin de los acto-res involucrados28.

    Sin embargo, en la actualidad, es vlido pregun-tarse si el concepto de soberana nacional remitea los mismos contenidos y definiciones que lo ca-

    racterizaron en sus orgenes y si no est atrave-sando una profunda revisin a la luz de las trans-formaciones recientes del sistema y del derechointernacional.

    La dcada del 80 y, en particular, la dcada del 90son perodos en que se puso en cuestin los al-cances de la soberana nacional y, particularmentedel Estado. Este tema ha dado lugar a una abun-dante literatura sobre los efectos de la globaliza-cin sobre la reduccin y debilitamiento del Es-tado y de la soberana nacional en funcin deldesarrollo de la globalizacin de los mercados, dela revolucin tecnolgica que lo acompa y de lanarrativa neoliberal que la justific. Pero estudiosms recientes evidencian que, si bien la globaliza-cin econmica afect los alcances de la sobera-na estatal y reformul, en ciertos aspectos, el roldel Estado en el mbito internacional, y si bien laglobalizacin de los derechos humanos, como yamencionamos, puso en cuestin la nocin de lasoberana nacional restringida al mbito interna-cional, en otros aspectos y, particularmente en lo

    referente a la seguridad y a la defensa del Estado-

    28 En este contexto, desde el fin de la Guerra Fra y, enparticular, a raz del incremento de los conflictos internos enlos Estados y de las crisis humanitarias consecuentes, como enel caso de los Balcanes y de Ruanda, la nocin tradicional desoberana, entra en colisin con una nueva nocin de sobera-na: la nocin de soberana como responsabilidad, que implicaque el Estado tiene responsabilidades frente a sus ciudadanosy que el fracaso de un gobierno en cumplir con esas responsa-bilidades puede legitimar o requerir la interferencia externa dela comunidad internacional en sus asuntos internos. Un signifi-cativo nmero de las Constituciones actuales de los paseslatinoamericanos, privilegian, en este sentido, la nocin desoberana del pueblo por encima de la soberana del Estado,

    en tanto este es asumido como expresin de la voluntad po-pular.

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    nacin, sus efectos fueron mucho ms limitadosde lo que plantean algunos enfoques globalistas29.

    En el caso de Amrica Latina, si se hace un ba-lance del impacto de las reformas estructuralespromovidas en la dcada del 90, podemos sealarque, si bien el Estado fue obligado a restringir oacotar su soberana en el mbito financiero y co-mercial por la incidencia de actores interguber-namentales como las instituciones financieras in-ternacionales y de actores no estatales como lascorporaciones transnacionales (y, en limitadasocasiones por las ONGI y los movimientos socialestransnacionales), la globalizacin econmica ero-sion pero no elimin su capacidad reguladora.Ms bien tendi a reforzar su rol en la defensa y,particularmente, en la seguridad regional, en lamisma medida en que EEUU comenzaba a perderinfluencia en la regin. En suma, si bien la globali-zacin econmica afect el desempeo del Estadoen otros mbitos, no modific su rol central en ladefensa y seguridad.

    En este contexto es necesario ubicar la nueva co-yuntura regional que se desarrolla a partir de fi-nales de la dcada del 90 del siglo pasado y en la

    dcada actual, con el ascenso al poder de gobier-nos progresistas y de izquierda en la regin, y elcuestionamiento al Consenso de Washington. Es-tos procesos no han estado disociados de unareafirmacin de la soberana nacional en su con-cepcin tradicional, a travs del desarrollo de di-versas formas de nacionalismo y del rechazo a laintervencin o a la influencia hegemnica de ac-tores extrarregionales y, en particular, de EEUU.Este fenmeno puede vincularse, en esta faseposliberal, a dos tendencias diferenciadas: laconstruccin de un Estado ms eficiente, regula-dor y protagnico tanto en lo internacional comoen lo domstico, que profundice el sistema demo-crtico, asumiendo el capital de las reformas y laestabilizacin macroeconmicas de la dcada pre-cedente para impulsar nuevas polticas sociales; yel rechazo pleno a las reformas de corte neolibe-ral, en aras de una estatizacin creciente sobre labase de la negacin de este capital acumulado y

    29 Ver Al Kazancigil: The Significance of Statehood in GlobalGovernance en Pierre de Senarclens y Al Kazancigil (eds.):Regulating Globalization. Critical Approaches to Global Gover-

    nance, United Nations University Press, Tokio, 2007, pp. 37-68.

    en el marco de un sistema populista de capita-lismo de Estado, con una fuerte concentracin enel poder presidencial. Ambas tendencias remiten a

    una reafirmacin de la soberana estatal, conmarcadas diferencias (ms all de las narrativasrespectivas) en relacin a la soberana popular yal empoderamiento ciudadano como soberanaefectiva en el marco de este proceso30.

    En este contexto es preciso ubicar, los actualesdesarrollos predominantes en los procesos de in-tegracin regional y subregional en Amrica La-tina y evaluar los efectivos alcances de los com-promisos establecidos en muchas de las respecti-

    vas constituciones en torno a las posibilidades deasumir y acatar los compromisos y las normativassupranacionales que puedan establecerse en elmarco de estos procesos.

    El regionalismo posliberal en AmricaLatina

    Como hemos analizado31 una serie de factoreshan incidido sobre la proliferacin de organizacio-nes multilaterales en Amrica latina y el Caribe enla ltima dcada, con la exclusin explcita deEEUU

    32. Mencionemos brevemente slo algunos delos ms relevantes. Por una parte, en el mbitointernacional, la prdida de importancia estrat-gica de la regin para EEUU a partir del fin de laGuerra Fra, el desplazamiento de sus prioridadesestratgicas a otras regiones del mundo, particu-larmente a partir del 11 de septiembre de 2001;la crisis consecuente del multilateralismo y el de-bilitamiento del rol de las Naciones Unidas a partirde la invasin a Irak y del despliegue del unilate-ralismo durante la administracin de George W.

    Bush, el impacto de la globalizacin econmica enla regin, y la creciente diversificacin de losvnculos econmicos y comerciales de los pases30 En este sentido, obviamente no es suficiente con remitirse alas Constituciones establecidas en los respectivos pases, sinoque hace falta establecer la consistencia de lo que esta escritoy aprobado con lo que en la prctica se desarrolla en las di-nmicas polticas respectivas.31 Ver Andrs Serbin: De despertares y anarquas: avataresde la concertacin regional en Foreign Affairs Latinoamricavol. 10 N 3, 2010.32 Es importante sealar como precedente que la regin dis-pone de un acuerdo paraguas de integracin amplio, queremonta a la ALALC (1960) y su sucesora Aladi, en el marco del

    Tratado de Montevideo de 1980. Ese hecho se enmarca en latradicin legalista y cepalina de la regin sudamericana.

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    latinoamericanos junto con la aceleracin dealgunas iniciativas de integracin consecuentes,con el propsito de constituir economas de escala

    competitivas. Por otra parte, en el mbitoregional, la re-configuracin del mapa geopolticode Amrica Latina a raz del ascenso al poder porla va electoral de gobiernos progresistas y deizquierda, y la progresiva formulacin de nuevaspropuestas de regionalismo, entre las que sedestacan tres propuestas principales que pos-tulan, a veces de una manera ambigua y fuer-temente condicionada por los liderazgos regio-nales emergentes, una nueva configuracinregional a partir de la crtica al regionalismoabierto de la dcada precedente, a la influencia

    hegemnica de EEUU y a la globalizacin identifi-cada con los postulados neoliberales.

    En este marco, como bien lo seala Riggirozzi33,despus de la visin de la integracin promovidapor la Cepal y desplegada en las dcadas del 50 ydel 60, y de la imposicin de la visin neoliberaldel consenso de Washington en la dcada del 90con su nfasis en la liberalizacin comercial y ladesregulacin como pilares de los acuerdos delibre comercio del regionalismo abierto, los

    cambios en la regin y a nivel hemisfrico y globalhan dado lugar, desde la dcada pasada, a unasobreoferta34 de espacios, esquemas y organismosde integracin regional. Esto es as particu-larmente en el plano de la concertacin poltica y33 The route to analyze the coplexities of currenbt regionalarchitecture in Latin America is to make a distintion betweenmoderate regionalist projects bron from resilient models con-ceived by the open regionalism that prevailed during the1990s, and more radical, counterhegmonic models of integra-tion led by new and deep transformative institutions. PaRiggirozzi: Crisis, Resilience and Transformation: Regionalismbeyond Europe, trabajo presentado en el seminario El re-gionalismo en Amrica del Sur: globalizacin desde el Sur o

    continuacin de la poltica nacional por otros medios?, Bue-nos Aires, Flacso, 29 de junio de 2010, p. 1.34 Josette Altmann y Francisco Rojas Aravena: Introduccin.Amrica Latina: dilemas de la integracin en Josette Altmanny Francisco Rojas Aravena (eds.): Las paradojas de la integra-cin en Amrica Latina y el Caribe, Fundacin Carolina / SigloXXI de Espaa, Madrid, 2008, p. XXIV. Esta sobreoferta im-plica una gran presin para las agendas de los mandatarios,en el contexto de la Diplomacia de Cumbres; genera una sos-tenida falta de coordinacin; se caracteriza por un dbil es-tructura institucional y, fundamentalmente, asume plenamentela regla del consenso que rigidiza los procesos de decisiny posibilita una sucesin de vetos cruzados que impiden avan-zar de una manera efectiva que afecta similarmente las ca-ractersticas del multilateralismo latinoamericano, en FranciscoRojas Aravena: Integracin en Amrica Latina: acciones y

    omisiones, conflicto y cooperacin. IV Informe del SecretarioGeneral de Flacso, Flacso, San Jos de Costa Rica, 2009 .

    con la exclusin de EEUU, en funcin de dos ten-dencias predominantes: una, que rescata el capi-tal acumulado de las experiencias comercialistas

    desarrolladas en el marco del Consenso deWashington en funcin de una visin productivistay, fundamentalmente, poltica, que permite in-crementar los niveles de autonoma de los pasesde la regin frente a EEUU y diversificar sus vncu-los a nivel internacional, como lo ilustra el caso deBrasil y de Unasur. Y la otra tendencia, en funcinde una visin distintiva, de carcter ideolgico ygeopoltico, en franca contestacin con EEUU, comolo ilustra el caso del gobierno de Chvez en

    Venezuela y el proyecto bolivariano del ALBA. Am-bas visiones coinciden en un marcado retorno al

    estatismo y en su aspiracin a una mayor auto-noma de o al rechazo del rol hegemnico de EEUUen una coyuntura propicia35, pero se diferencianen los contenidos. Obviamente, subsisten asi-mismo visiones asociadas a la orientacin de librecomercio de la dcada del 90 que, sin embargo,en Amrica Latina no se reflejan en iniciativas es-pecficas de integracin regional, ms all de losacuerdos de libre comercio entre EEUU y los pasesde Centroamrica y la Repblica Dominicana(CAFTA-DR) y las iniciativas prevalecientes entre los

    pases de la costa del Pacfico36

    , EEUU y los pasesasiticos.

    Del ALCA a la conformacin de UNASUR y del ALBA

    El proceso de globalizacin econmica contribuya acelerar, en la dcada del 90, la profundizacinde los procesos de integracin regional orientadosa desarrollar economas de escala y a una mseficiente insercin en el sistema econmico inter-nacional. El hemisferio occidental no escap aesta dinmica. Junto con el establecimiento del

    rea de Libre Comercio de Amrica del Norte(NAFTA, por sus siglas en ingls), los pases de

    Amrica Latina y el Caribe impulsaron, acelerarono intentaron profundizar diferentes esquemas deintegracin. As, por un lado, persistieron, conaltibajos, los esfuerzos integracionistas de ms

    35 Ver Andrs Serbin: La Administracin Obama y la agendahemisfrica en Manuela Mesa (coord.): Balance de una d-cada de paz y conflictos: tensiones y retos en el sistema inter-nacional, Fundacin Cultura de la Paz / Icaria, Madrid, 2010,pp. 227-252.36 De los cuales los acuerdos de libre comercio con Colombia y

    Panam siguen a la espera de una aprobacin del Congreso delos eeuu.

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    larga data, como el Sistema de Integracin Cen-troamericano (SICA), la Comunidad Andina de Na-ciones (CAN) y la Comunidad del Caribe (Caricom),

    y surgieron nuevas iniciativas, de mayor o menoralcance, como el Mercosur, el Grupo de los Tres(entre Colombia, Mxico y Venezuela) y la Asocia-cin de Estados del Caribe (ACS), todas ellas en-marcadas, en mayor o menor medida, en unaconcepcin de regionalismo abierto37.

    El lanzamiento de la iniciativa de un rea de LibreComercio de las Amricas (ALCA) en 1994, inspi-rada en el modelo del NAFTA, pareci augurar, eneste sentido, un nuevo esfuerzo de materializarun proceso de integracin a nivel hemisfrico,asociado con los procesos de reforma estructuraly de apertura comercial impulsadas bajo el para-guas del llamado Consenso de Washington. Msall de las diferencias y asimetras existentes en-tre los pases de la regin, bajo el impulso hege-mnico de EEUU y en base a un enfoque mani-fiestamente neoliberal, el hemisferio pareci ini-ciar, a mediados de la dcada del 90, un ensayode integracin regional, de filiacin predominan-temente comercialista, que abarcara todas las

    Amricas38.

    Sin embargo, como ya sealamos, los cambios enel contexto geopoltico de la regin y del mundogeneraron una progresiva transformacin de estepanorama inicial a principios del siglo XXI. En estecontexto, el ALCA comenz a confrontar crecientesdificultades en su materializacin, tanto por losobstculos y de las presiones polticas domsticasen EEUU, como por la creciente reticencia de algu-nos gobiernos de Amrica Latina y el Caribe (enparticular de los ms alejados geogrficamente ylos menos dependientes comercialmente de EEUU),y por el desarrollo de un creciente cuestiona-

    37 Como seala la Cepal, por regionalismo abierto se en-tiende un proceso de creciente interdependencia econmica anivel regional, impulsado tanto por acuerdos preferenciales deintegracin como por otras polticas en un contexto de aper-tura y desregulacin, con el objeto de aumentar la competiti-vidad de los pases de la regin y de constituir en lo posible uncimiento para una economa internacional ms abierta y trans-parente. Cepal: El regionalismo abierto en Amrica Latina yel Caribe, Cepal, Santiago de Chile, 1994, p. 8.38 Hemos analizado este proceso en ms detalle en AndrsSerbin: El largo (y difcil) camino hacia una integracin su-damericana en Consuela Ahumada y Arturo Cancino (eds.):

    Comunidad Andina y Mercosur en la perspectiva delALCA,Centro Editorial Javeriano, Bogot, 2003, pp. 15-54.

    miento por parte de diversos movimientos socia-les, aglutinados en torno a un proceso de movili-zacin y de reaccin frente a los efectos sociales

    negativos de los acuerdos de libre comercio39

    .

    En este contexto, no tardaron en surgir propues-tas alternativas sin la participacin de EEUU. En lasegunda mitad de la dcada del 90, comienza aesbozarse un rea de Libre Comercio de Sur

    Amrica (ALCSA), promovida por Brasil, sobre labase de la articulacin de un acuerdo de libre co-mercio entre el Mercosur y la Comunidad Andinade Naciones40que, progresivamente, devino, en elao 200441, en la Comunidad Sudamericana deNaciones (CSN), con la inclusin de los pases an-dinos y del Cono Sur (incluyendo Chile), y de Gu-yana y Surinam (tradicionalmente vinculados conla Caricom). Por otra parte, en el Norte delhemisferio, el ALCA segua presente y, manteniendocomo referencia la estructura del NAFTA, daba lugara un Acuerdo de Libre Comercio entre EEUU yCentroamrica, al que se sum la RepblicaDominicana en 2007, derivando en el CAFTA-DR (sussiglas en ingls), junto a avances en acuerdosbilaterales entre EEUU y algunos pases andinos.

    El eje inicial de la conformacin de la CSN estabaasociado a la articulacin de un acuerdo de librecomercio entre la CAN y el Mercosur, pero tambinse vincul con algunas otras dimensiones rele-vantes, como la constitucin de una Zona de Pazen Amrica del Sur y el desarrollo de una infraes-tructura vial y comunicacional. Su objetivo centralera impulsar la concertacin y coordinacin pol-tica y diplomtica y desarrollar un espacio su-damericano integrado en lo poltico, social, eco-nmico, ambiental y de infraestructura, que leotorgase a la regin una mayor gravitacin yrepresentacin en los foros internacionales42,desplazando progresivamente la prioridad de lostemas comerciales en la agenda regional.

    Pero ms all de esta progresiva tendencia a ladecantacin entre dos iniciativas y entre dos pa-39 Andrs Serbin: Desafos y obstculos polticos al ALCA enNueva SociedadN 186, 7-8/2003, pp. 86-100.40 Andrs Serbin: El largo (y difcil) camino hacia una integra-cin sudamericana, cit.41 Eduardo Gudynas: Comunidad Sudamericana de Nacionesen Revista del SurN 168, 11-12/2006.42

    Declaracin de Cusco, Per, 7 de diciembre de 2004. Textooficial en .

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    radigmas de integracin diferenciados el ALCA y laCSN, la Cumbre de las Amricas realizada en Mardel Plata en noviembre del 2004 marc una

    creciente polarizacin entre los alineamientos re-gionales a favor del ALCA y a favor del Mercosur.Asimismo, marca el inicio de una nueva relacinentre movimientos sociales y gobiernos de iz-quierda frente a los dilemas de la integracin, einicia, en el caso de los primeros, un progresivodesplazamiento desde las posturas anti-ALCA pro-movidas en aos anteriores hacia el desarrollo depropuestas alternativas de integracin43, sintetiza-das en el lema otra integracin es posible.

    En este contexto, la fragmentacin continental sehizo cada vez ms patente, en funcin del desa-rrollo de tres paradigmas de integracin que,como bien seala un analista, plantearon un redi-seo de la regin en un nuevo marco geopol-tico44. Mientras que el ALCA se planteaba original-mente como un gran proyecto de integracinhemisfrica a travs del libre comercio bajo lahegemona de EEUU, progresivamente deriv degran diseo hemisfrico en una sucesin deacuerdos bilaterales.

    Por otra parte, el Mercosur, nacido originaria-mente de los acuerdos de seguridad entre Brasil y

    Argentina, como acuerdo comercial adoleci degraves deficiencias en su desarrollo institucional,en la resolucin de sus conflictos internos, en elcumplimiento de los compromisos de sus socios, yen la persistencia de marcadas asimetras entreellos. Bsicamente impulsado por los gobiernos,se apoy en el compromiso de sectores empresa-riales. La creacin del Mercosur benefici, en suprimera fase, principalmente a las grandes cor-poraciones transnacionales instaladas en Brasil y

    Argentina y, progresivamente, a los intereses dealgunos sectores empresariales de estos dos pa-

    43 Ver, por ejemplo, entre otros materiales, Richard A. DelloBuono (editor): Dilogo Sudamericano: otras integracin esposible, Consejera en Proyectos, Lima, 2006; el documentoOtra integracin es posible aprobado por un conjunto deorganizaciones y movimientos sociales durante el Foro Socialde las Amricas realizado en Caracas en enero del 2006, y Andrs Serbin: El gran ausente: ciudadana e integracinregional en Josette Altmann y Francisco Rojas Aravena(eds.): Las paradojas de la integracin en Amrica Latina y elCaribe, cit., pp. 223-224.44

    Claudio Katz: El rediseo de Amrica Latina. ALCA, Mercosur yALBA, Ediciones Luxembourg, Buenos Aires, 2006.

    ses45. Sin embargo, el Mercosur no tuvo la aspira-cin hemisfrica del ALCA, constituyendo funda-mentalmente un acuerdo subregional, que co-

    mienza a potenciarse a nivel sudamericano con lacreacin de la CSN.

    En este sentido, sobre la base de sumar a la Co-munidad Andina de Naciones (CAN) en el 2004, diolugar a la creacin de una CSN, posteriormenterebautizada como Unin de Naciones Suramerica-nas (Unasur). El espacio sudamericano que pro-movi la CSN apuntaba a impulsar la coordinacinpoltica y diplomtica como as tambin la profun-dizacin de la convergencia entre Mercosur, la CANy Chile. Por otra parte, el Programa de Accin46 dela CSN, surgido de la Cumbre de Brasilia de sep-tiembre del 2005, planteaba, adems de losvnculos institucionales entre el Mercosur y la CAN,temas de infraestructura en transporte, energa ycomunicaciones, y asomaba la iniciativa de crea-cin de una red de Gasoductos del Sur.

    Sin embargo, la creacin de la CSN y, en particular,su Cumbre fundacional en Brasilia, marcaron unadivergencia en los marcos ideolgicos de losmandatarios sudamericanos, entre una lnea que

    supona que en funcin de potenciar la capaci-dad de negociacin externa o el desarrollo socioe-conmico todo es posible, y la visin ms aso-ciada con un enfoque comercialista de la integra-cin47. En los hechos, se hicieron evidentes, en elplano poltico, las divergencias entre Brasil y

    Venezuela, particularmente a raz de la crtica re-ferencia de Chvez a los procesos de CAN y Mer-cosur, como experiencias neoliberales, y secomenzaron a definir dos liderazgos regionales48

    conceptual, poltica e ideolgicamente contra-puestos.

    45 Claudio Katz: ob. cit., pp.36-37.46 Texto oficial del Programa de Accin en .47 Noem Mellado: Desafos que plantea la ComunidadSudamericana de Naciones. Entre transformaciones y continui-dades enAportes para la Integracin Latinoamericanaao XIIN 14, 7/2006, pp. 80-81.48 Hemos analizado ms en detalle estos liderazgos regionalesy el de Mxico en el marco del vaco geopoltico creado por lapriorizacin de otras reas por parte de la poltica exterior deEEUU, en Andrs Serbin: Tres liderazgos y un vaco: AmricaLatina y la nueva encrucijada regional, en Manuela Mesa(coord..): Escenarios de crisis: Fracturas y pugnas en el sis-

    tema internacional, Fundacin Cultura de Paz / Editorial Icaria,Madrid, 2008, pp. 141-157.

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    Para Brasil, el Mercosur, y por extensin la CSN, seconstituyeron en un instrumento fundamentalpara lograr una mejor negociacin con otros blo-

    ques econmico-comerciales y para asumir un rolde actor global, utilizando como base un inci-piente liderazgo regional49.

    Por otra parte, la an pendiente incorporacin deVenezuela al Mercosur como quinto socio pleno ysu posterior des-incorporacin de la CAN50, juntocon la promocin del ALBA, no contribuyeron a unamayor unidad de la regin sudamericana, sino auna nueva fragmentacin.

    En suma, ms all de sus contenidos y prioridades, elcontrapunto entre las concepciones del ALCA, deUnasur y del ALBA, abri el debate sobre la posibilidadde nuevos enfoques regionalistas, ms politizados ymultidimensionales y con mayor nfasis en laintegracin social y la equidad entre Estados,relevantes no slo para las Amricas sino,eventualmente, para otras regiones del mundo51.

    La Unasur

    Como seal en su momento la ex presidenta

    chilena Michelle Bachelet, la Unasur constituyeun poderoso instrumento de integracin queapunta a crear un nuevo mecanismo de coordina-cin poltica entre los pases de Amrica del Sur,en torno a cuestiones de infraestructura, finanzas,polticas sociales, energa y defensa. Sin embargo,an carece de una estructura funcional instalada yconfronta numerosas tensiones entre sus miem-bros.

    49 Como seala Segrelles Serrano, Para Brasil, dado que po-see una industria notable y diversificada y la economa conmayor proyeccin internacional en la regin, encontrar unlugar en el mundo supone una negociacin dnde la fuerzarelativa es decisiva. De ah su apuesta categrica por la inte-gracin (...), siempre con el objetivo ltimo de promover suinsercin internacional como potencia de tipo medio y de asu-mir una posicin de liderazgo econmico y poltico en AmricaLatina. Jos Antonio Segrelles Serrano: Los recientes proce-sos de integracin regional de Amrica del Sur: ALCA, ALBA y CSNenAportes para la Integracin Latinoamericanaao XII N 14,7/2006, p. 115.50 As como tambin del Grupo de los Tres, un acuerdo de librecomercio entre Venezuela, Colombia y Mxico.51 Thomas Fritz: ALBA contraALCA. La Alternativa Bolivariana paralas Amricas: una nueva va para la integracin regional en

    Latinoamrica, Centro de Investigacin y Documentacin ChileLatinoamrica (FDCL), Berln, abril de 2007.

    El mecanismo de traspaso de la presidencia protmporedel organismo de Chile a Ecuador en la IIICumbre en Quito no contribuy a despejar la

    incertidumbres acerca de la posibilidad de queesta estructura se consolide a corto plazo; las re-ticencias de Colombia a incorporarse a un es-quema y, en especial, a algunos acuerdos de se-guridad como el Consejo de Defensa Sudameri-cano, que pudieran amenazar sus vnculos conEEUU, constituyeron otro factor relevante quecuestion la unidad sudamericana propuesta, par-ticularmente reforzada por la crisis desatada conEcuador en marzo de 2008 y por la instalacin debases militares estadounidenses en su territorio;el conflicto por las papeleras agudiz las tensiones

    entre Uruguay y Argentina, y la tensin perma-nente entre las aspiraciones de liderazgo de Brasily de Venezuela dificultaron la articulacin de di-versas iniciativas especficas, particularmente entorno a sus concepciones contrastantes sobre silos ncleos duros de este nuevo esquema ibana referir a los modelos de Mercosur o del ALBA,respectivamente52.

    La constitucin oficial de la Unasur53 en Brasiliaen mayo de 2008 incluy la definicin de algu-

    nos elementos de su estructura institucional:una Secretara General en Quito, un Parla-mento Sudamericano en Cochabamba, planespara crear un Banco Central regional y unamoneda nica, un pasaporte regional y la pro-puesta de creacin del Consejo Sudamericanode Defensa54. Sin embargo, tambin puso en52 Andrs Serbin: Entre Unasur y ALBA: otra integracin(ciudadana) es posible? en Manuela Mesa (coord..): Paz yconflictos en el siglo XXI: tendencias globales, Fundacin Cul-tura de Paz / Editorial Icaria, Madrid, 2007, pp. 183-207.53 La Unin de Naciones Sudamericanas tiene como objetivoconstruir, de manera participativa y consensuada, un espacio

    de integracin y unin en lo cultural, social, econmico y pol-tico entre sus pueblos, otorgando prioridad al dilogo poltico,las polticas sociales, la educacin, la energa, la infraestruc-tura, el financiamiento y el medio ambiente, entre otros, conmiras a eliminar la desigualdad socioeconmica, lograr la in-clusin social y la participacin ciudadana, fortalecer la demo-cracia y reducir las asimetras en el marco del fortalecimientode la soberana y la independencia de los Estados, Art. 2,Tratado Constitutivo de la Unin de Naciones Sudamericanas,.54 Los rganos que rigen la Unasur son el Consejo de Jefas yJefes de Estado y de Gobierno; el Consejo de Ministras y Mi-nistros de Relaciones Exteriores; el Consejo de Delegadas yDelegados, y la Secretara General. La Presidencia del orga-nismo se ejerce pro temporesucesivamente por cada uno delos Estados miembros, en orden alfabtico, y la Secretara

    General es la encargada de ejecutar los mandatos que le con-fieren los rganos de la Unasur y de ejercer su representacin.

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    evidencia las reticencias, tensiones y dificulta-des polticas que enfrentaba el establecimientode esta estructura. El caso ms paradigmtico

    gir en torno a la designacin de la personaque se hara cargo de la Secretara Generaldespus de la renuncia del ex presidenteecuatoriano Rodrigo Borja y la resistencia,finalmente superada despus de un largo im-passe, por parte de Uruguay a que la ocuparael ex presidente argentino Nstor Kirchner.

    Si bien Unasur es, en gran medida, el resultadode un diseo geopoltico brasileo55, acuna en suseno una evidente pugna entre las visiones brasi-lea y venezolana en torno a la concepcin delespacio sudamericano y a las estrategias y objeti-vos que debe perseguir. En este marco, se haevitado cuidadosamente enfatizar la integracineconmica y los acuerdos comerciales como obje-tivos principales y se ha optado por una agendamultidimensional de temas, ya mencionados, quele confieren un carcter eminentemente poltico asu proceso de construccin.

    El ALBA

    El ALBA56

    , concebida bsicamente para contrarres-tar la hegemona de EEUU y como proyecto con-trapuesto al ALCA, tiene su epicentro en Venezuela,en las iniciativas del presidente Chvez, y en losrecursos petroleros de este pas. En el marco dela integracin regional, introduce nuevas variablesconceptuales de fuerte contenido ideolgico,

    55 Jos Antonio Sanahuja: La construccin de una regin:Sudamrica y el regionalismo posliberal en Manuel Cienfue-gos y Jos Antonio Sanhauja (eds.): Una regin en construc-cin. Unasur y la integracin en Amrica del Sur, FundacinCIDOB, Barcelona, 2010, p. 102.56 El ALBA comienza a materializarse, a partir de la previa firma

    del tratado de cooperacin entre Cuba y Venezuela en 2004,con la firma del Tratado de Comercio entre los Pueblos ( TCP)entre estos dos pases y Bolivia, en abril del 2006. Posterior-mente, el presidente de Nicaragua Daniel Ortega, suma a estepas al ALBA en enero del 2007, y el recientemente electo pre-sidente de Ecuador Rafael Correa expresa asimismo su inten-cin de adherirse. Asimismo se suman progresivamente losEstados insulares caribeos de St. Kitts y Nevis, St. Vincent yDominica. El 28 de abril de 2007, como parte de la declaracinfinal de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del ALBA ydel Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), se estableciel Consejo de Presidentes del ALBA, como una estructurapermanente del organismo que incluye una Secretara y unConsejo de Movimientos Sociales. Posteriormente se incorpo-raron a este esquema Ecuador y Honduras. Este ultimo pas,sin embargo, se retir del organismo por una decisin del

    gobierno de facto que depuso al presidente Zelaya en junio de2009.

    sobre la idea del intercambio solidario basado enventajas complementarias, y se basa en granparte en la integracin y cooperacin energtica

    (a travs del impulso de mecanismos como elGasoducto del Sur, PetroCaribe y PetroAmrica), yen la integracin financiera a travs de la creacindel Banco del Sur. A estas iniciativas cabe agregarla integracin comunicacional a travs de Telesury el impulso a una diplomacia de los pueblosque apunta a consolidar un apoyo social a esteproyecto a travs de la convocatoria de movi-mientos sociales y polticos de diversos pases dela regin.

    Este conjunto de iniciativas, sin embargo, no pue-den disociarse de una visin predominantementegeoestratgica, poltica e ideolgica del PresidenteChvez, en su afn de contrarrestar la hegemonaestadounidense promoviendo una integracin re-gional en el mbito sudamericano y caribeo, yuna serie de alianzas estratgicas regionales yglobales que consoliden la conformacin de unmundo multipolar que acote y enfrente estahegemona57. En este marco, el instrumentoprivilegiado de poltica exterior es la utilizacin delos recursos petroleros58.

    Como seala Carlos Oliva59, de hecho, el ALBA seconstruye en la prctica, como un modelo nove-doso de integracin, con un nuevo formato queprivilegia la cooperacin, la solidaridad y las ven-tajas complementarias, sobre la base de una seriede criterios claramente diferenciados de los del

    ALCA y, eventualmente, de Mercosur y de Unasur.

    57 Ver al respecto Carlos A. Romero: Jugando con el globo. Lapoltica exterior de Hugo Chvez, Ediciones B, Caracas, 2006;Michael Schifter: Hugo Chvez. Un desafo para la poltica

    exterior de los EEUU, Informe Especial del Dilogo Interameri-cano, Washington, DC, marzo de 2007. Ver tambin el anlisisde la sudamericanizacin de la poltica exterior de Vene-zuela en Andrs Serbin: Venezuela: el escenario regionalcomo (un deseo de un) nico escenario en Diana Tussie yPablo Trucco (eds.): Nacin y Regin en Amrica del Sur, Te-seo/LATn/Flacso, Buenos Aires, 2010, pp. 447-542.58 Josette Altmann Borbn: Integracin en Amrica Latina:Crisis de los modelos regionales y ausencia de certidumbresen Francisco Rojas Aravena y Luis Guillermo Sols (coord.): Laintegracin latinoamericana. Visiones regionales y subregiona-les, Juricentro / Obreal / Flacso, San Jos de Costa Rica, 2006,pp. 314-315.59 Carlos Oliva: El ALBA y la CSN: entre la concertacin y laconfrontacin. Algunos apuntes para el debate, ponenciapresentada en el seminario regional Paradigmas de la integra-

    cin en Amrica Latina y el Caribe, Santo Domingo, CRIES /Fundacin Friederich Ebert, 20 de abril de 2007.

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    Como hemos visto, el eje protagnico de estapropuesta reside en las iniciativas presidenciales yen la actuacin de las elites polticas, es decir en

    iniciativas gubernamentales fundamentalmenteasociadas con la nacionalizacin de los recursos yel desarrollo de empresas estatales e interestata-les, claramente visible en los casos de Venezuelay de Bolivia.

    La Unasur y el ALBA: contrastes y diferencias

    En este contexto, se evidencian marcadas dife-rencias entre el proyecto de Unasur y el del ALBA.En el marco de las limitaciones de este artculo

    analicemos algunas de las que aparecen comoms relevantes.

    En primer lugar, es evidente que surge una dife-renciacin conceptual e ideolgica muy clara. ParaMercosur y, por extensin, por lo menos en susorgenes, para la CSN/Unasur, los principios de laliberalizacin econmica y la economa de mer-cado no estn en cuestin, en tanto uno de susobjetivos relevantes sigue asociado con la poten-ciacin de la capacidad regional de insertarse ms

    ventajosamente en la economa internacional,ms all del tono diluido con que la integracineconmica pueda aparecer en los documentosfundacionales de la Unasur. La llegada de gobier-nos progresistas y de centro-izquierda en algunosde los pases miembros no ha puesto frontal-mente en cuestin estos principios, pero si haenfatizado, en muchos casos, un rol ms activodel Estado frente al mercado y al impacto de laglobalizacin econmica, frecuentemente en elmarco de una crtica explcita o implcita a las

    concepciones neoliberales. El planteamiento delALBA, en cambio, apunta a enfatizar tres principiosmuy claros 1. Oposicin a las reformas de libremercado, 2. No limitar la accin reguladora delEstado en beneficio de la liberalizacin econ-mica. 3. Armonizar la relacin Estado-Mercado60,esto ltimo principalmente a favor de las empre-sas estatales y de las micro-iniciativas empresa-riales.

    60 Josette Altmann Borbn: Integracin en Amrica Latina:

    Crisis de los modelos regionales y ausencia de certidumbres,cit., p. 313

    En suma, mientras que en el mbito sudameri-cano en general persiste una visin positiva de unrol equilibrado entre las funciones del Estado y del

    mercado, con una mayor presencia y capacidadde incidencia del primero, sin cuestionar la din-mica capitalista global, en el caso del ALBA, el Es-tado asume un papel protagnico61. Ambasconcepciones dan lugar a visiones diferenciadasno slo de la integracin regional y de sus alcan-ces sino tambin de su insercin en la escena in-ternacional, tanto en trminos de prioridadescomo de agendas. Sin embargo, adicionalmenteparecen coincidir en una visin subordinada de lasociedad frente al Estado, ya sea porque este seabroga el derecho de conducir el proceso poltico

    y social o porque representa, a travs de la exis-tencia de mecanismos democrticos, el inters delos distintos sectores de esta sociedad. Por otraparte, es evidente, en este contexto, que paraalgunos de los pases miembros de Mercosur y deUnasur, y en particular para Brasil, las posicionesantiestadounidenses promovidas por el ALBA nocontribuyen a establecer una relacin equilibradacon EEUU ni propician una insercin ms ventajosaen el sistema internacional.

    En segundo lugar, desde el punto de vista geopo-ltico, es evidente que ponen en conflicto visioneshegemnicas e intereses nacionales diferenciados,entre las aspiraciones de liderazgo de Brasil y lasde Venezuela. El liderazgo regional de Brasil y surol como actor global62 pasa por el desarrollo deuna buena relacin con EEUU63 y, a la vez, por laconsolidacin de una mayor influencia regional,en el marco de un liderazgo benigno. Su poten-cial liderazgo regional valida y consolida su posi-cin internacional. En contraposicin, en la per-

    cepcin de Chvez, EEUU, la globalizacin y el sis-tema internacional en su actual arquitectura apa-

    61 Ver Andrs Serbin: Venezuela: el escenario regional como(un deseo de un) nico escenario en Diana Tussie y PabloTrucco (eds.): ob. cit., pp. 447-542.62 Juan Claudio Epsteyn: Brasil: el escenario regional comocomplemento al escenario global en Diana Tussie y PabloTrucco (eds.): ob. cit., pp. 109-202.63 Baste mencionar las dos visitas de George W. Bush a Brasilen los tres ltimos aos de su mandato, los reiterados con-tactos del Lula con Obama y la reciente firma, en abril de2010, de acuerdo bilateral de defensa entre Brasil y EEUU, parailustrar el grado de interlocucin entre Brasilia y Washington

    en el mbito hemisfrico, en comparacin con las menos rele-vantes relaciones de otros pases de Sudamrica.

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    recen como amenazas a sus intereses estratgi-cos64, pese a la evidente contradiccin con elhecho de que EEUU sigue constituyendo el principal

    mercado para los hidrocarburos venezolanos.

    En suma, como hemos analizado en otra parte65,la creacin de Unasur y del ALBA reflejan liderazgosy proyectos diferenciados entre Brasil y Venezuelay una clara fractura en la actual etapa deintegracin de la regin y en el seno mismo deUnasur, en donde los planteamientos ms radica-les de Chvez son asimilados y digeridos en fun-cin de los intereses brasileos66. Ilustracionescabales de esta situacin se dan tanto por la pro-

    gresiva dilucin del proyecto del Gasoducto delSur propuesto por Chvez, sustituido por una redde distribucin naviera que beneficia a esta in-dustria brasilea y a su estructura portuaria; porlas reticencias de Brasil frente a la propuesta de lacreacin del Banco del Sur y su gradual despla-zamiento por las actividades del BNDES; o por larpida reformulacin, por parte de Brasilia, de lapropuesta de Chvez de crear una Organizacindel Atlntico Sur (OTAS) y una fuerza militar su-damericana, con la creacin del Consejo Sudame-ricano de Defensa.

    Es evidente, a partir de este somero relevamientode algunos de los puntos de tensin y de diferen-ciacin, que, pese a que el ALBA pueda ser perci-bida como el ncleo duro de la integracin lati-noamericana por Chvez, y de que ambos pro-cesos marchan de forma paralela pero coordi-nada67, existen marcadas diferencias conceptua-

    64 Como seala un anlisis reciente: La relacin con el rgi-men venezolano es (mas) complicada porque incorpora ele-mentos contradictorios del inters nacional brasileo. La pre-

    sencia de Venezuela en Mercosur ofrece grandes atractivoscomerciales. Al mismo tiempo, introduce un factor de discordiaal grupo en la medida que el presidente Chvez pretende con-vertirlo en una plataforma para promover su poltica interna-cional. El carcter autoritario y estatizante de la RevolucinBolivariana resulta inaceptable para amplios sectores de lacoalicin gubernamental, el sector empresarial y la sociedadcivil de Brasil. Rodrigo Botero Montoya: La agenda latinoa-mericana de Brasil en El Colombiano, 1/3/2007.65 Andrs Serbin: Entre Unasur y ALBA: otra integracin(ciudadana) es posible?, cit.66 Jos Antonio Sanahuja: Estrategias regionalistas en unmundo en cambio: Amrica Latina y la integracin regionalen Celestino del Arenal y Jos Antonio Sanahuja (coords.): ob.cit.67 Declaraciones del Viceministro de Relaciones Exteriores de la

    Repblica Bolivariana de Venezuela Rodolfo Sanz en.

    les, ideolgicas, de liderazgo y de vinculacin ex-terna.

    Los nuevos temas de la agendasudamericana en el marco delregionalismo posliberal

    Adems de un creciente nfasis en la agenda so-cial, la nueva agenda regional incorpora una seriede temas nuevos. Estos temas se destacan entodos los documentos, desde la CSN a la Unasur, yremiten tanto al desarrollo de una infraestructuravial y de comunicaciones que incluye de maneradestacada el IIRSA, como a la cooperacin en

    energa y en finanzas, en temas de medio am-biente y de seguridad y defensa, en el marco ge-neral de una politizacin significativa de estaagenda. Obviamente, existen otras reas de co-operacin, como la cooperacin sur-sur, la coordi-nacin de polticas de salud pblica, y el diseo depolticas coordinadas de seguridad alimentaria,entre otros. Pero, dados los lmites del presentetrabajo, solo abordaremos aquellos temas que sedestacan de manera especial como ejes del regio-nalismo posliberal.

    En este sentido, en relacin al tema de las asime-trasen el mbito sudamericano, existe, en primerlugar, una ausencia de un diagnstico sobre suimpacto en las dificultades de concretar un pro-ceso de convergencia hacia un desarrollo econ-mico y social ms equilibrado, por la falta de es-tudios sobre las asimetras en los sistemas de in-tegracin sudamericanos68. Las pocas iniciativasexistentes se ven socavadas por la falta de con-crecin de objetivos a alcanzar y de medidas aadoptar, el incumplimiento de las reglas pactadas

    y la carencia de recursos suficientes para abordarlas polticas nacionales y regionales necesarias69.Paradjicamente, sin embargo, ms all de lasreferencias permanentes a abordar este tema enla documentacin en la CSN y la Unasur, en aosrecientes, en el marco del ALBA, ha tendido a ocu-par un plano destacado y a desplazar la tradicio-

    68 Anna Ayuso: Integracin con equidad: instrumentos para eltratamiento de las asimetras en Amrica del Sur en ManuelCienfuegos y Jos Antonio Sanhauja (eds.): Una regin enconstruccin. Unasur y la integracin en Amrica del Sur, Fun-

    dacin Cidob, Barcelona, 2010, p. 171.69 Ibd., p. 172.

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    nal retrica antiestadounidense y anti-ALCA, en unmensaje claro a muchos de los pases miembrosde este organismo, particularmente afectados en

    su relacin asimtricas con pases ms grandes dela regin.

    Amrica Latina alberga considerables recursosenergticos, en un mundo con una creciente sedde energa70. Sin embargo, en lo que a la integra-cin energticaen Amrica del Sur, la mayora delos analistas coincide en que en la regin tiendea prevalecer una visin de la integracin energ-tica poco amplia, muchas veces restringida y en-capsulada en las categoras del pensamientoneorrealista71, es decir en una reiteracin deldiscurso de la soberana y el inters nacional, conlo cual se convierte no slo en un potencial factorde fragmentacin regional, sino tambin en unpotencial factor de conflictos entre los Estados yen el seno de los mismos. De hecho, si bien existeuna alta complementariedad energtica entre lospases de la regin, la integracin existente esmuy baja72. Bodemer seala que en este plano,como en el de la integracin regional, se haacentuado una dinmica de fragmentacin, deprdida de institucionalidad y de retorno a prcti-

    cas unilaterales. La utilizacin del petrleo comoun instrumento geopoltico por parte de Vene-zuela es un claro ejemplo, pero a este cuadro noescapa Brasil. De hecho, pese a la apertura a losmercados iniciada en la dcada del 90, se hamantenido en algunos pases un fuerte naciona-lismo energtico73. Adicionalmente, en el mbitopoltico, la importancia de las empresas estatalesse ha hecho sentir no slo por el hecho de finan-

    70 Pascal Olivier Girot: Recursos naturales, medio ambiente ydiversidad: la contribucin, las responsabilidades y las deman-

    das de Amrica Latina en Celestino del Arenal y Jos AntonioSanahuja (coords.): op. cit.,pp. 316.71 Klaus Bodemer: Integracin energtica en Amrica del Sur:eje de integracin o fragmentacin? en Manuel Cienfuegos yJos Antonio Sanhauja (eds.): Una regin en construccin.Unasur y la integracin en Amrica del Sur, cit., p. 200.72 Ricardo Sennes y Paula Pedroti: Entre la geopoltica y lageoeconoma: la energa en las relaciones latinoamericanasen Ricardo Lagos (comp.): Amrica Latina: integracin ofragmentacin?, Edhasa, Buenos Aires, 2008, p. 529.73 Como sealan los mismo autores, La tendencia al naciona-lismo ha tenido tres efectos perversos: 1) la inclinacin haciala construccin de modelos energticos poco eficientes, 2) ladefinicin de estrategias que, en forma paradjica, resultanvulnerables alas variaciones del contexto internacional o regio-nal; 3) la accin contraria a la integracin regional , con la

    probable excepcin de Petrobrs. Ibd., pp. 545 y 556 (nuestronfasis).

    ciar polticas pblicas no relacionadas a la tem-tica energtica, sino tambin por su peso comoinstrumentos de poltica exterior, como lo ilustra

    cabalmente el caso de PDVSA en Venezuela. Porotra parte, dado que el tema despierta sensibili-dades polticas muy altas, es difcil prever que unaempresa estatal promueva efectivamente un r-gimen latinoamericano de energa o ayude a im-pulsar un proceso de integracin, que impliquecesiones en el control de estos recursos o en lasoberana nacional que esto conlleva74. El interro-gante clave frente a la evolucin de una polticade cooperacin energtica en Amrica del Surtiene que ver, fundamentalmente, con un diseoque asuma una estrategia de integracin energ-

    tica, ya sea como alianza defensiva o concebidaofensivamente al estilo de la OPEP, o un rgimenconcertado para construir complementacin y be-neficios mutuos75.

    Por otra parte, la Iniciativa para la Integracin dela Infraestructura Regional de Sudamrica (IIRSA),un megaproyecto que apunta a la creacin de unainfraestructura regional iniciado en el marco de laCSN y continuado en el de Unasur, y financiado porel BID, la CAF, Fonplata y el BNDES de Brasil76, ha

    tendido, por un lado, a la subestimacin de loscostos de los proyectos, con lo cual de los 31 pro-yectos consensuados para el perodo 2005-2010,slo se han puesto en ejecucin diez y slo unode ellos se ha finalizado (el puente sobre el ro

    Arce entre Per y Brasil)77. Uno de los principalesdesafos es la necesidad de probar que los pasestienen la capacidad necesaria para coordinar susesfuerzos y, sobre todo, aumentar y destinar re-cursos a este mega emprendimiento. En el planopoltico Brasil es el pas que pone ms esfuerzosen el desarrollo del IIRSA, mientras que Venezuelaes el pas menos comprometido. Brasil es el desti-natario de la principal obra en ejecucin en rela-cin con el eje Mercosur-Chile, pero adems in-terviene como miembro directo o indirecto en seisde los nueve proyectos de interconexin vial enejecucin, con un tercio de la inversin aplicada

    74 Ibd., p. 560.75 Elsa Cardoso: Integracin energtica y gobernabilidad en laregin andina, Ildis, Caracas, 2006, p. 13.76 Ricardo Sennes y Paula Pedroti: op. cit., p. 559.77 Wilson Nerys Fernndez: La integracin fsica y la viabilidad

    del IIRSA en Manuel Cienfuegos y Jos Antonio Sanahuja(eds.): ob. cit., pp. 224 y 235.

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    en su territorio y una participacin total en obrasque ocupan casi las nueve dcimas partes del to-tal de dicha inversin, con el BNDES como finan-

    cista principal de algunos de ellos, y con la parti-cipacin de varias empresas constructoras brasi-leas78. De hecho, detrs de la IIRSA, los mayoresbeneficiarios son las grandes empresas transna-cionales productoras de commoditiesy las empre-sas brasileas dedicadas a la construccin, laprestacin de servicios o la produccin de bienesprimarios. En este marco, ms que beneficiar co-lectivamente a un proyecto regional sudameri-cano, la IIRSA parece beneficiar fundamentalmentea la economa brasilea79.

    En el rea de la cooperacin financiera, el Bancodel Sur ha despertado grandes expectativas en laregin y ha sido incorporado como uno de los te-mas relevantes en la constitucin de la Unasur,aunque no existe an una relacin institucionalentre ambos organismos80. El Banco del Sur debe-ra complementar las capacidades financieras delas instituciones existentes, como el BID y la CAF, decomprobada eficiencia. Pero a la vez, por iniciativavenezolana, pone en cuestin, desde unaperspectiva ideolgica, toda relacin con institu-

    ciones multilaterales como el Banco Mundial y elFondo Monetario Internacional, en tanto los aso-cia con las reformas promovidas en el marco delconsenso de Washington y de una visin neoli-beral, y a un proyecto promovido esencialmentepor EEUU81. Paradjicamente, este cuestionamientovenezolano no se conjuga con una propuestatcnica claramente diseada, ms all de que lasreservas del Banco del Sur sirvan para laintroduccin de una moneda regional. En el marcode Unasur, esta posibilidad es resistida por el re-sto de los pases, poco dispuestos a emprenderun proceso de mnima unidad poltica para tomardecisiones comunes para una moneda nica82.

    78 Ibd., p. 237.79 Ibd., p. 239.80 Jordi Bacaria Colom: Fines integracionistas y posibilidadesfinancieras del Banco del Sur en Manuel Cienfuegos y JosAntonio Sanahuja (eds.): ob. cit., p. 268.81 Ernesto Vivares: The Changing Regional Governance ofFinancing Development: the Southern Bank, trabajo presen-tado en el seminario El regionalismo en Amrica del Sur:globalizando desde el Sur o continuacin de la poltica nacio-nal por otros medios?, Buenos Aires, Flacso, 29 de junio de

    2010.82 Jordi Bacaria Colom: ob. cit., p. 268.

    Nuevamente, en esta rea se interpone la nocinde soberana nacional.

    En el rea de medio ambiente, pese a los reitera-dos llamados a la necesidad de prepararse paralos efectos del cambio climtico, los avances sonlimitados. Los vastos recursos naturales y energ-ticos de la regin atraen el inters tanto de acto-res internos como externos. Sin embargo, lanueva geopoltica de la energa en Amrica Latinaest reactivando la frontera de recursos energti-cos y mineros bajo una nueva versin del nacio-nalismo energtico, a menudo definido en detri-mento del ambiente83. Mientras que la presinsobre los recursos se ha incrementado, las estra-tegias de desarrollo que se impulsan tienen engeneral una relacin adversa con el medio am-biente. Consecuentemente, enfrentar la amenazadel cambio climtico requiere de un cambio de laspolticas de desarrollo. Sin embargo, gran partede las iniciativas impulsadas en el marco de lanueva fase de integracin sudamericana colisio-nan con la preservacin del medio ambiente y delos recursos naturales, como lo evidencian tantolas crticas ambientalistas al IIRSA como, en sumomento, al Gasoducto del Sur84. En este marco,

    esta por verse la capacidad de coordinacin depolticas regionales en defensa de estos bienespblicos en el futuro, en tanto persisten los li-neamientos de las decisiones a nivel de los Esta-dos, en una nueva reafirmacin de la soberananacional.

    Finalmente, el rea de cooperacin ms exitosasigue siendo la de la seguridad regional, espe-cialmente en lo que se refiere al mantenimientode la estabilidad y de la paz regional, y a la reso-lucin pacfica de conflictos. En este marco, laconstitucin del Consejo Sudamericano de De-fensa, planteada como propuesta por Lula enmayo de 2008, parece resumir muchos de losplanteamientos del legado acumulado, particular-mente cristalizados en la propuesta de convertir a

    Amrica del Sur en una zona de paz. En estecontexto, el Consejo Sudamericano de Defensa seestructura en base a algunos ejes fundamentales

    83 Pascal Girot: ob. cit., p. 30884 Thomas Fritz: ALBA contraALCA. La Alternativa Bolivariana paralas Amricas: una nueva va para la integracin regional en

    Latinoamrica, Centro de Investigacin y Documentacin ChileLatinoamrica (FDCL), Berln, abril de 2007.

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    en especial, la integracin de las industrias dedefensa y el intercambio tcnico y acadmico enesta rea orientados a promover la formacin de

    una identidad sudamericana en cuestiones dedefensa85.

    Esta propuesta, sin embargo, no puede desvincu-larse de varios elementos relevantes para la es-trategia brasilea. En primer lugar, porque per-mite definir un espacio especficamente sudameri-cano para los temas de defensa, que excluye aEEUU, con lo cual a la vez de marcar distancia conla presencia hegemnica de este pas, abre laspuertas para el impulso de una estrategia brasi-lea a nivel global. De hecho, potencia la capaci-dad de Brasil de desempear un rol como actorglobal, amn de que la apuesta por un sistema deseguridad colectivo le confiere un rol protagnicotanto en trminos de liderazgo como de principalproveedor de la regin86.

    En segundo lugar, porque regionaliza y suda-mericaniza, como seala Sanahuja87, la pro-puesta de Chvez de crear una Organizacin delTratado del Atlntico Sur (OTAS) y de conformaruna alianza militar en el seno del ALBA. En este

    sentido, es particularmente relevante que el CSDno slo busca consolidar Amrica del Sur comouna zona de paz, construir una identidad sura-mericana en materia de defensa y generar con-sensos para fortalecer la cooperacin regional enlos temas de defensa, sino tambin impulsar lasubordinacin de los militares a la autoridad civil ypromover la defensa soberana de los recursosnaturales88.

    En tercer lugar, porque el CSD, adems de confi-

    gurar un novedoso espacio poltico e institucionalpara el dilogo poltico y la cooperacin regionalen seguridad89 hace un guio al ms reticente delos pases sudamericanos ante la iniciativa Co-

    85 Gilberto Rodrigues y Thiago Rodrigues: A Unio das NaesSul-Americanas (Unasul) e os novos temas da agenda regionalde paz e segurana: papis e mecanismos de participao dasociedade civil, trabajo presentado en el seminarioMultilateralismo, sociedad civil y prevencin de conflictos,Buenos Aires, CRIES / CARI, 27 y 28 de julio de 2010.86 Andrs Serbin: OEA y Unasur: Seguridad regional y sociedadcivil en Amrica Latina, Documentos CRIES N 14, CRIES, BuenosAires, 2010, p. 37.87 Jos Antonio Sanahuja: La construccin de una regin:

    Sudamrica y el regionalismo posliberal, cit., p. 112.88 Ibd., p. 114.

    lombia al reconocer la importancia de las nuevasamenazas a la seguridad y al rechazar la existen-cia o la accin de grupos armados fuera de la

    ley90

    .

    Sin embargo, la dificultad en la construccin deconsensos regionales en torno a los temas dedefensa evidencia una vez ms la complejidad deldesafo de articular visiones polticas y estratgi-cas diferenciadas. Como seala un anlisis re-ciente en una regin como la sudamericana, conun proceso de integracin en su fase de inicio ycon niveles incipientes de articulacin jurdico-ins-titucional, proponerse la construccin de consen-sos en temas de defensa puede ser una preten-sin difcil de ser concretada91.

    Un balance preliminar del regionalismoposliberal en Amrica Latina

    Ambas iniciativas regionales la Unasur y el ALBAen la actual etapa de regionalismo posliberal secaracterizan por un recurrente nacionalismo y porla recuperacin, explcita o implcita, de la sobera-na nacional como principio rector de las relacio-nes internacionales. Esto se expresa muy clara-mente en la cautela con que se estructuran yconstruyen las diferentes instancias de integracinregional que promueven y en la reiterada aspira-cin de imponer los intereses nacionales en losdistintos esquemas que configuran la actual ar-quitectura regional.

    No obstante, y ms all de las fracturas, de lasdivergencias y de los liderazgos en pugna que sereflejan en las propuestas del ALBA y de Unasur, es

    evidente que el regionalismo en Amrica Latinaesta atravesando una etapa de transicin que, sinembargo, permite identificar algunas tendencias yrasgos comunes.

    89 Alcides Costa Vaz y Francine Jcome: El Consejo de De-fensa Sudamericano: Retos para la cooperacin en seguridad ydefensa en Sudamrica, Policy PaperFES N 26, Programa deCooperacin en Seguridad Regional, FES, febrero de 2009, p. 5.90 Paradjicamente, en agosto de 2009, Colombia gener laprimer crisis que tuvieron que enfrentar la Unasur y el CSD,ante el acuerdo establecido para instalar personal estadouni-

    dense en bases ubicadas en territorio colombiano.91 Gilberto Rodrigues y Thiago Rodrigues: ob. cit.

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    En primer lugar, a diferencia de la dcada prece-dente, hay una marcada politizacin de la agendaregional y un desplazamiento de los temas comer-

    ciales y econmicos, que expresa un retorno dela poltica en las relaciones exteriores y el desa-rrollo. En segundo lugar, este proceso no estdisociado de un marcado retorno del Estado,tanto en las relaciones exteriores como en las po-lticas sociales y de desarrollo, con un rol prota-gnico de los gobiernos y un desplazamiento deactores no estatales, como el sector privado y lasociedad civil, en tanto el grueso de los acuerdoses de carcter intergubernamental incluyendo lacreacin de empresas interestatales en el marcoregional. Este retorno del Estado viene asi-

    mismo asociado con visiones que retoman unamirada tradicional de la soberana nacional. Entercer lugar, en relacin con los dos cambios an-teriores y, en particular, con la necesaria legitima-cin interna de los gobiernos electos democrti-camente, con una agenda social impulsada desdearriba, se registra un retorno a la agenda deldesarrollo, en franco distanciamiento del Con-senso de Washington. A estos tres retornosfundamentales hay que sumar la prioridad otor-gada a una serie de temas nuevos en la agenda

    regional, algunos de los cuales ya hemos anali-zado. A este cuadro cabra agregar una crecienteatencin a la cooperacin sur-sur, tanto comoparte del andamiaje regional como, particular-mente en los casos de Brasil y Venezuela, de unaserie de iniciativas en el marco de los pases delSur Global en funcin de una estrategia de vincu-lacin extra-regional y de proyeccin global92.

    92 Es revelador al respecto, el listado de temas a abordar porlos Estados Miembros de la CEALC en formacin, sobre la basede la convergencia entre el Grupo Ro y las Cumbres de Am-rica Latina y el Caribe (CALC), en la declaracin final de la

    Cumbre de la Riviera Maya, Mxico, el 23 de febrero de 2010,que incluye como temas prioritarios la cooperacin entre losmecanismos regionales y sub regionales de integracin; eltratamiento de asuntos econmicos vinculados a la crisis fi-nanciera internacional y al comercio; los temas de energa,integracin en infraestructura fsica (incluyendo el intercambioentre el proyecto Mesoamrica y el Consejo de Infraestructuray Planeamiento de Unasur, que incorpora la IIRSA), ciencia ytecnologa, desarrollo social (programas sociales y erradicacindel hambre y de la pobreza; seguridad alimentaria y nutricio-nal; educacin, salud y servicios pblicos, y cultura), migra-cin, desarrollo sostenible, cambio climtico, desastres natu-rales, derechos humanos (que incluye en el punto 72 elcompromiso con la Declaracin Universal de los DerechosHumanos y con los instrumentos jurdicos internacionales tantode derechos humanos como de derecho internacional

    humanitario), asuntos de seguridad (que adicionalmente a lostemas de desarme, confianza mutua, solucin pacfica de los

    En particular, tanto la crisis entre Colombia yEcuador desatada en marzo de 2008 (y superadamerced a la intervencin del Grupo Ro), como la

    posterior crisis de Pando en Bolivia (con la inter-vencin de Unasur), y la crisis provocada por elacuerdo entre Colombia y EEUU para la instalacinde bases militares en el territorio del primero(tratada en el marco de Unasur), evidencian quelos temas de seguridad siguen constituyendo uncomponente fundamental de la agenda regional.

    En este contexto es que hay que ubicar, en pri-mer lugar, la importancia que vuelve a asumir elprincipio de soberana nacional, al legitimar el rol

    del Estado como principal promotor de las iniciati-vas de integracin, en el marco de acuerdos in-tergubernamentales que, sin embargo, no condi-cionan su autonoma o independencia, pero queclaramente apuntan a la construccin de una co-munidad poltica a nivel regional a travs del di-logo poltico y de la concertacin. La construccinde consensos como instrumento privilegiado parala toma de decisiones se convierte frecuente-mente en un impedimento para avanzar, a travsdel dilogo y de la concertacin, en la conforma-cin de una arquitectura y de una normatividadregional de mayor desarrollo institucional. En se-gundo lugar, es necesario no perder de vista quela mayora de los recientemente creados espaciosy esquemas de integracin inaugurados en Am-rica Latina se caracteriza por su carcter reactivoy/o defensivo en su exclusin de EEUU, en funcindel histrico fantasma de la amenaza de una in-fluencia o una injerencia del hegemn hemisf-rico93. De hecho, para bien o para mal, EEUU sigueconstituyendo un referente fundamental en estos

    conflictos, promocin de una zona de paz y lucha contra elnarcotrfico y el terrorismo, seala explcitamente en su punto79 que La paz en nuestra regin est profundamente ligadaal respeto a los principios de la libre determinacin de los pue-blos, la no intervencin en los asuntos internos de los Estados,la solucin pacfica de las controversias, la proscripcin de laamenaza o del uso de la fuerza, la igualdad jurdica de losEstados y la cooperacin internacional para el desarrollo), ycomo tema final destaca la cooperacin Sur-Sur y la necesidadde impulsarla.93 Como sealan Cooper y Heine anxiety about US coercivepower wether it is acting alone or throgh proxies remainimplanted in the collective mentality of the region. AndrewCooper y Jorge Heine: Introduction The Effect of Nationaland Global Forces on the Amricas: Tsunami, Tornado or Justa Mild Breeze? en Andrew Cooper y Jorge Heine (eds.):

    Which Way Latin America? Hemispheric Politics Meets Globali-zation, United Nations University, Tokio, 2009, p. 303.

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    procesos y sigue incidiendo sobre su configura-cin, as fuere en otro rol94, dando continuidad yrenovado vigor al principio de soberana nacional.

    Y, en tercer lugar, que la recuperacin de esteprincipio no slo se asocia con un renovado na-cionalismo, sino tambin con una serie de carac-tersticas distintivas y particulares de una nuevaetapa de los procesos de integracin en AmricaLatina.

    Entre conclusiones y recomendacionesgenerales

    En conclusin, dado el nivel de fragmentacin de

    la regin (reiteradamente sealado por algunosinvestigadores95), y el resurgimiento de visionesnacionalistas que, con mayor o menor nfasis,revitalizan las concepciones tradicionales de lasoberana nacional en su versin westfaliana, assea asocindola con la soberana popular in-herente a los sistemas democrticos, es difcilprecisar, en esta navegacin en la niebla comoacertadamente describe este nueva etapa un ana-lista96, recomendaciones especficas para profun-dizar en el proceso de integracin regional, assea a nivel general o a niveles sectoriales especfi-cos.

    En este marco, la actual etapa de la integracinregional, con sus distintivas caractersticas esta-docntricas, intergubernamentales (y frecuent