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Obsesión Idea que con tenaz persistencia asalta la mente El trabajo de documentalista es apasionante, com- plejo y singular. Cuando te acercas al tema obje- to de tu estudio nunca lo haces de la misma mane- ra, porque o bien te encuentras con una figura muy conocida sobre la que tienes demasiada informa- ción y te enfrentas al difícil hecho de buscarle la gracia a lo ya sabido, o bien tienes ante ti a un per- sonaje que es todo un reto porque no existe apenas información sobre su vida y su trabajo. Éste fue el caso para mí de Manuel Rotellar Mata (Zaragoza, 1923-1984), escritor, crítico cinemato- gráfico, actor y figura clave de la cultura aragone- sa de la posguerra y parte de la democracia; fun- damental en el cine aragonés y apenas conocido en su tierra, aunque muy valorado fuera de ella por sus estudios de cine internacional. Un hombre bri- llante que pasó desapercibido por su discreción y humildad. Un hombre al que había que reivindi- car, sacar a la luz y hacer justicia. I. La seducción Fue en el 2003, hace siete años, mientras prepara- ba Travesía (una exposición - retrospectiva de más de cuarenta años del audiovisual aragonés), cuan- do empezó mi relación con la figura de Manuel Rotellar. Había tenido noticias de él ya en los años 90 a través de Pedro Aguaviva (Agrupación Artística Aragonesa) y Javier Estella (Sin Retorno Films entonces, ahora Nanuk P.A.), pero fue en ese momento cuando, gracias a Carlos Pomarón -hijo del cineasta y fotógrafo José Luis Pomarón-, pude acercarme de una manera más clara a la obra -y parte de la vida- de este personaje, que desde un principio me intrigó y fascinó a partes iguales. Aquel hombre autodidacta que había llegado a ser el primer director de la Filmoteca de Zaragoza con las únicas bazas de su propia vocación, su tesón, su trabajo y su afán perfeccionista, me sedujo enormemente. Le sentía tan cercano como si le ARAGONESES EN EL CINE Rotellar. La disección entomóloga del cine Una aproximación personal a la figura de Manuel Rotellar, historiador, crítico de cine y primer director de la Filmoteca de Zaragoza. Su pasión por la imagen en movimiento y por el coleccionismo se reflejan en un trabajo minucioso y perfeccionista, rayano en la obsesión, sobre el universo cinematográfico: una mirada de dimensiones científicas, tanto por su estudio pionero y especializado, como por su rigor VICKY CALAVIA* 86 CABIRIA Cuadernos turolenses de cine

R ea . La di ecci e ga de ci e...jurado del Concurso de Guiones para Cortome-trajes de la Delegación del Gobierno de Aragón, 88 CABIRIA C ade le e de ci e Manuel Rotellar en 1961

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ObsesiónIdea que con tenaz persistencia asalta la mente

El trabajo de documentalista es apasionante, com-plejo y singular. Cuando te acercas al tema obje-to de tu estudio nunca lo haces de la misma mane-ra, porque o bien te encuentras con una figura muyconocida sobre la que tienes demasiada informa-ción y te enfrentas al difícil hecho de buscarle lagracia a lo ya sabido, o bien tienes ante ti a un per-sonaje que es todo un reto porque no existe apenasinformación sobre su vida y su trabajo. Éste fue elcaso para mí de Manuel Rotellar Mata(Zaragoza, 1923-1984), escritor, crítico cinemato-gráfico, actor y figura clave de la cultura aragone-sa de la posguerra y parte de la democracia; fun-damental en el cine aragonés y apenas conocidoen su tierra, aunque muy valorado fuera de ella porsus estudios de cine internacional. Un hombre bri-llante que pasó desapercibido por su discreción y

humildad. Un hombre al que había que reivindi-car, sacar a la luz y hacer justicia.

I. La seducción

Fue en el 2003, hace siete años, mientras prepara-ba Travesía (una exposición - retrospectiva de másde cuarenta años del audiovisual aragonés), cuan-do empezó mi relación con la figura de ManuelRotellar. Había tenido noticias de él ya en los años90 a través de Pedro Aguaviva (AgrupaciónArtística Aragonesa) y Javier Estella (Sin RetornoFilms entonces, ahora Nanuk P.A.), pero fue en esemomento cuando, gracias a Carlos Pomarón -hijodel cineasta y fotógrafo José Luis Pomarón-, pudeacercarme de una manera más clara a la obra -yparte de la vida- de este personaje, que desde unprincipio me intrigó y fascinó a partes iguales.Aquel hombre autodidacta que había llegado a serel primer director de la Filmoteca de Zaragoza conlas únicas bazas de su propia vocación, su tesón,su trabajo y su afán perfeccionista, me sedujoenormemente. Le sentía tan cercano como si le

ARAGONESES EN EL CINE

Rotellar. La disección

entomóloga del cine

Una aproximación personal a la figura de Manuel Rotellar,

historiador, crítico de cine y primer director de la Filmoteca

de Zaragoza. Su pasión por la imagen en movimiento y por el

coleccionismo se reflejan en un trabajo minucioso y

perfeccionista, rayano en la obsesión, sobre el universo

cinematográfico: una mirada de dimensiones científicas, tanto

por su estudio pionero y especializado, como por su rigor

VICKY CALAVIA*

86 CABIRIA Cuadernos turolenses de cine

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hubiera conocido en vida y desde siempre. Dicenque la pasión por el cine crea curiosos compañe-ros de viaje, y es cierto, porque a partir de esemomento su recuerdo anduvo a mi lado con insis-tencia, y yo, en justa correspondencia, le hice unhueco en mi memoria cinematográfica y personal,que fui llenando de imágenes, datos y recuerdosque otros me contaban.

De algún modo comencé a sentirme cómplicede la historia de este hombre erudito y genial,impulsor como pocos del cine aragonés. Su histo-ria de amor con el celuloide truncada por un tumorcerebral me impresionó profundamente: la pérdidade memoria, el desamparo casi infantil ante la hojaen blanco de su máquina de escribir, los sesteosinvoluntarios frente a la pantalla de cine dondeiban desfilando algunas de sus películas favoritas,los paseos por la ciudad de Nueva York vestido demanera impecable, pero en zapatillas de andar porcasa,… toda la fragilidad de una mente privilegia-da privada de su mayor tesoro, la memoria, unacualidad que le había ayudado a realizar magnífi-cos ensayos sobre cine, a atesorar una de lasmayores colecciones de objetos del séptimo arte ya ser un archivo de datos viviente.

II. Conversaciones en un jardín

Cuanto más sabía de él, más quería seguir profun-dizando en su trayectoria y ponerla en valor, lle-gando a la conclusión de que era necesario reali-zar un trabajo que abarcase la ingente obra de estehombre: su labor periodística, como actor, comoescritor y crítico, como programador de cine,como miembro de la tertulia literaria del caféNiké, como fundador de cine-clubs en Aragón, …enmarcándolo todo en una publicación definitivasobre él. Empecé así mi particular carrera defondo para recopilar sin prisa pero sin pausa todoeste material, así como para buscar vías de finan-ciación que lo pudieran convertir en una realidadtangible, más allá de mi disco duro.

Carlos Pomarón me contó que su padre yManuel habían sido grandes amigos, me propor-cionó todas las películas en las que habían trabaja-do juntos, el primero como director, el segundo

como actor, y me contó en innumerables conver-saciones datos que iban arrojando luz sobre lafigura de Rotellar y su amistad Pomarón. Descubría un Rotellar-actor concienzudo y entregado, demaneras teatrales, de impecable declamación ymás que notables auto-caracterizaciones a base deun minucioso trabajo de maquillaje -buen ejemplode ello son sus personajes en El corazón delator(1959), de tintes expresionistas, o en La rosa depapel (1982-83), donde se caracteriza de mujer-.También a un excelente y divertido amigo de susamigos, capaz de amenizar las largas esperas delos rodajes cocinando huevos fritos, contar innu-merables chascarrillos en las reuniones semi-clan-destinas de cine y literatura de la posguerra o ento-

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Rotellar leyendo en la terraza de su casa de la calle Licorera,

en el barrio de San José, Zaragoza, verano de 1952

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nar con increíble gracia La bien pagá en sus habi-tuales francachelas nocturnas.

La relación de Manuel y José Luis era tan fra-terna que resultaba muy común que el primerocomiera en casa de los Pomarón con frecuencia,que viajaran juntos a festivales de cine -como a losde San Sebastián y Barcelona cuando obtuvieronsendos premios por El rey entre 1959 y 1960-, quepasaran largas horas discutiendo en el estudio defotografía de la calle Zurita cómo enfocar elsiguiente rodaje, o conseguir la última películapara el próximo programa del Cine Club deZaragoza o hacerse con los libros prohibidos porel franquismo sobre teoría del cine soviético.Incluso que se enfadaran como niños y dejaran dehablarse por unos días para volver luego a cenarjuntos como si nada.

Carlos Pomarón es médico acupuntor, ademásde cineasta junto a sus amigos de Chiribito Films(Juanjo Lombarte y Jesús Ferrer), a los queRotellar siempre animó a hacer cine -inclusoescribió una elogiosa crítica sobre uno de sus cor-tos, La Pabostria (1981)1-. A su consulta de lastardes, de la que yo era asidua entonces, acudía unpaciente que sería clave en este camino de descu-brimientos. Un día me habló de él, me dijo que sihabía alguien que me podía informar a fondosobre Rotellar, ése era Pedro Esteban, modista eíntimo amigo suyo. Me lo presentó una calurosatarde de verano de 2004,fuimos a su casa deNuévalos, junto alMonasterio de Piedra.Recuerdo que nos recibióen el portón de entrada yque estuvimos sentados enel porche contemplando lavista de su espléndido jar-dín mientras charlábamossobre Manolo. Fueronmuchas visitas a partir deesta primera, muchas con-versaciones registradas enun antiguo casete, muchomaterial que Pedro nos fuemostrando poco a poco,

que fuimos fotografiando y estudiando. Él, quellevaba a gala haber conseguido ser “modista” enuna época impensable para un hombre, era unseñor refinado, culto, cauteloso y reservado, perose mostró muy generoso en cuanto supo la inten-ción que me movía: poner en valor el nombre y eltrabajo de nuestro admirado Rotellar. Un día metenía preparado un antiguo magnetofón en el quepude escuchar la voz de Manolo recitando aLorca, a Whitman y a Neruda. Fue un momentoúnico porque le oí cantar un tango por primera yúltima vez aquella tarde, algo que posteriormenteya no pudimos rescatar. El aparato de Pedro seestropeó y la cinta con él. Lo llevamos a EstudiosRoma, en Zaragoza, donde lo arreglaron pero nofue posible hacer lo mismo con la grabación.Recuerdo que lo primero que hice cuando por finconseguí financiación fue digitalizar todas aque-llas cintas antes de que se siguieran rayando, loque nos permitió incluir fragmentos de su vozdeclamando en el documental que finalmenterealizamos.

III. Los felices azares

Durante aquellos cuatro años en los que seguíentendiendo y conociendo más y mejor la perso-nalidad de Rotellar, el contexto social y cultural enel que se movió, su pasión por el arte en general y

por el cine en particular,también continué buscan-do apoyo económico, perono fue posible encontrarloen los despachos institu-cionales. Finalmente, poresos azares felices que aveces ocurren, movidos dealgún modo por los invisi-bles hilos de la ilusión y lacabezonería, una luz seencendió en mi cabeza:recientemente había sidojurado del Concurso deGuiones para Cortome-trajes de la Delegacióndel Gobierno de Aragón,

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Manuel Rotellar en 1961

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patrocinado por Multicaja. Allí había conocido asu director comercial, Antonio Giménez, y penséen proponerle el proyecto completo. Recuerdo lamañana en la que quedamos en el café Praga,junto a las oficinas centrales de su empresa y elentusiasmo que honradamente demostró ante mipropuesta. Finalmente, tras más de un año de con-versaciones y documentos reformulados y graciasal empeño de este “ángel de la guarda” con trajede chaqueta y corbata, el trabajo inicial se plasmóen formato de documental, dejando para más ade-lante el recopilatorio.

Para la realización de este audiovisual decidícontar con el apoyo profesional y humano deNanuk P.A., José Manuel Fandos y Javier Estella,quien precisamente fue la primera persona que mehabló de Rotellar, allá por el año 94, mientras pre-parábamos en su casa de San José las bases del IConcurso de Vídeo Minuto que organizamosdesde Sin Retorno Films.

Comenzó un arduo trabajo de digitalización dedocumentos, prensa, libros, fotografías,… que nos

fueron pres-tando amigosy conocidosde Manolo.El rodaje delas entrevis-tas tuvo lugaren el Salónde Actos delICE de laUniversidad- a n t i g u oespacio deencuent rosl i t e r a r i o s ,poéticos y

cinematográ-ficos- en junio de 2008. Por allí pasaron CarlosPomarón, Pedro Esteban, Eloy FernándezClemente, Rafael Bardají, Luis Alegre, LuisGranell, Carmen Monreal, Rosendo Tello, AlfredoCastellón, José Antonio Labordeta, EduardoDucay, Alberto Sánchez y Antonio Llorens. Eranmuchos más los candidatos a desfilar ante la cáma-

ra, pero el tiempo limitado del vídeo hizo imposi-ble incluir la larga nómina de amigos y conocidosde Rotellar. Acumulamos más de doce horas degrabación, un tesoro incalculable para un amantedel cine, de las que seleccionamos finalmente pocomás de 45 minutos para la edición.

Todos acudieron a la cita encantados, demos-trando gran cariño y generosidad, para hablar desu amigo y admirado maestro. Algunos viajaronex profeso hasta Zaragoza para la entrevista, comoDucay, Castellón o Llorens, con quien había ocu-rrido otra feliz coincidencia. Fue en Valencia, enabril de 2008, durante una cena enmarcada dentrode unos encuentros audiovisuales a los que estabainvitada como moderadora. Llorens, amigo de lasorganizadoras, acudió y coincidimos sentados a lamesa. Nos habíamos conocido en el festivalCinefrancia, en Zaragoza, y empezamos a charlarde proyectos, le conté que me hallaba inmersa enesos momentos en la producción de un documen-tal sobre Rotellar. Pero mi sorpresa fue mayúscu-la cuando me contó que Manuel había sido sumaestro en la aventura de la crítica cinematográfi-ca, que había compartido con él innumerableshoras de proyección en festivales, cientos de char-las sobre cine, decenas de salidas nocturnas, milesde momentos maravillosos y que tenía todos suslibros publicados y dedicados de su puño y letra.Al día siguiente me los trajo y viajaron en mimaleta de vuelta, junto a una cita en firme paraentrevistarle en junio. Antonio Llorens, además,acudió en enero del siguiente año, 2009, haciendomalabares de tren a tren nocturno, al estreno deldocumental en Zaragoza, así como EduardoDucay con su esposa, Alicia Salvador, que tampo-co quisieron faltar a la cita.

No sólo ellos aportaron material fundamentalpara la elaboración del vídeo, sino también otrasmuchas personas, entre ellas por ejemplo ConchitaFernández-Montesinos, que nos prestó las imáge-nes del cortometraje Lunes (1959) protagonizadopor Rotellar y dirigido por su ya fallecido esposo,Antonio Artero. También Ana Marquesán, directo-ra del Archivo de la Filmoteca de Zaragoza, nosabrió sus puertas para rodar el legado de Rotellar:al fin pude ver y tocar las cajitas de cerillas reple-

Para la realización de

este audiovisual decidí

contar con el apoyo

profesional y humano

de Nanuk P.A., José

Manuel Fandos y Javier

Estella, que fue la

primera persona que

me habló de Rotellar

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tas de los fotogramas que los hermanos SánchezMillán le habían recortado y guardado duranteaños, todo un mito hecho realidad ante mis ojos.Otro de los cinéfilos que me prestó su ayuda fueRamón Perdiguer, que compartía con él la devo-ción por Greta Garbo y Luis Buñuel.

IV. Apuntes desde la fila 8

El documental Manuel Rotellar. Apuntes desde lafila 8, está estructurado en nueve episodios quevan narrando a lo largo de 47 minutos las diferen-tes facetas de Rotellar, desde sus comienzos comomecánico en una fábrica de hilaturas en laZaragoza de los años 50, hasta su pasión coleccio-nista y su archivo, pasando por el Rotellar trans-misor de conocimientos y maestro, el Rotellar rap-soda, actor teatral e intérprete cinematográfico, elRotellar más personal y amigo, el Rotellar investi-gador, periodista, escritor y crítico cinematográfi-co, el Rotellar director de la Filmoteca deZaragoza, hasta llegar a su pérdida de memoria,enfermedad y muerte, y los homenajes y reconoci-mientos póstumos.

La máquina de escribir que abre el documentaltecleando su nombre es la que usaba el propioRotellar para redactar sus críticas, una eleganteOlivetti que guarda Pedro en su casa. El magneto-fón que va grabando sonidos sobre el asiento de lafila 8 del cine Elíseos, pertenece a la familiaPomarón, un modelo similar al de Manolo, ya queéste se había estropeado definitivamente tras laúltima reparación.

Cada capítulo va precedido por fragmentos delcortometraje experimental Sic Semper (José LuisPomarón, 1961) que apoyan la estructura deldocumental. También realizamos el montaje dedos poemas recitados por él (La canción desespe-rada, de Neruda y Oda a Walt Whitman, deLorca), sobre películas inacabadas de José LuisPomarón y Emilio Alfaro. Otros fragmentos decortometrajes de Pomarón que se pueden ver sonEl corazón delator (1959), El rey (1959), El pisa-dor de sombras (1961), La conquista (1962) y Larosa de papel (1982-83), así como El herrero deSan Felices (1982), de Miguel Vidal y Musical N

(1968), de Alberto Sánchez. El epílogo es un mon-taje audiovisual con Rotellar como protagonista alritmo de una versión en clave de blues -magnífica-mente interpretada por Luis Ángel Villanueva- dela copla La bien pagá de Perelló y Mostazo.

El estreno tuvo lugar el 15 de enero de 2009, enel Centro de Historia de Zaragoza, coincidiendocon el aniversario -25 años- del fallecimiento deManuel Rotellar. La alegría fue inmensa al com-probar el no extinto poder de convocatoria de esteerudito del cine aragonés, ya que la sala estabaabarrotada minutos antes de empezar.

Luis Alegre recordó en la presentación la

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Manuel Rotellar en su estudio de la calle Licorera junto a

los retratos de Greta Garbo y Luis Buñuel

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importancia capital de este hombre de cine, quehabía sido el autor de libros como Nosferatu yMurnau (1950), la serie para el Cine ClubSaracosta: Cine aragonés (1970), Aragoneses en elcine español (1971), Aragón en el cine 3 (1972) yAragón en el cine (1973), las publicaciones para elFestival de San Sebastián: El gato Félix, astronau-ta moderno (1973), Cine español en la SegundaRepública (1977) y Dibujo animado español(1981). Sus artículos para revistas especializadasde cine de ámbito nacional (Otro cine, NuevaDimensión, Terror Fantastic, Film Guía, MundoHispánico, Cinema 2002, Pantallas y escenarios,

Positivo, Cinestudio,...), e internacional (RevistaInternacional del cine y Film Forum). Sus artícu-los periodísticos y críticas cinematográficas enEquipo, Oriéntese, Amanecer, Aragón Exprés,Revista Zaragoza, Andalán, Pueblo, Disco Exprésy El día, así como los artículos de su archivo per-sonal (guardados en Filmoteca de Zaragoza).También sus estudios para la Enciclopedia del sép-timo arte (San Sebastián-Barcelona, 1972), laHistoria del cine en sus mitos (Madrid, 1980), Elerotismo en el cine (Barcelona, 1983) o la serie deentradas sobre cine aragonés en la GranEnciclopedia Aragonesa (Zaragoza, 1983). Fundó

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Rotellar en El rey, de José Luis Pomarón, 1959

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asimismo la productora profesional Moncayo Films(1962), junto a Alfaro, Duce, Monreal, Muro yPomarón, en uno de cuyos largometrajes más céle-bres, Culpable para un delito (1966), intervino.

Yo quise recordar una hermosa anécdota queEloy Fernández Clemente me había contado conmucha gracia y con esa voz aterciopelada queposee: Rotellar defendía que había que hacer unhomenaje al mes a cada uno de los amigos, decir-le lo mucho que le queríamos, y lo que nos gusta-ba lo que hacía, hablar de su obra, de sus cosas, ycuando se acabara la lista de amigos homenajea-dos, vuelta a empezar.

V. Tirando del hilo. El laberinto familiar

Al finalizar la proyección se acercó a saludarmeAvilio Tofé Mata, primo de Manuel Rotellar, decuya existencia no había tenido noticia hasta esemismo momento. Este encuentro alimentó mi par-ticular obsesión por completar la biografía deManuel Rotellar, sobre todo esa faceta fami-liar y personal que tanto desconocía y a laque no había podido tener acceso durante larealización del documental.

A lo largo del año 2009 pensé en varias ocasio-nes ir a visitarle, pero por diferentes circunstan-cias lo fui postergando. Fue a finales de ese año,en noviembre, cuando Nacho Navarro, propieta-rio del Cine Maravillas y uno de los responsablesde la estupenda revista cinematográfica Cabiria,editada desde Teruel, me pidió que le hiciera unartículo sobre Manuel. En ese momento pensé enentrevistar a su primo, cita que se produjo al finen navidades.

Paralelamente José Luis Anchelergues (Archy),director del Festival de Cine de Zaragoza, mehabía comentado que querían ponerle a un nuevopremio del certamen el nombre de Rotellar, para locual necesitaba ponerse en contacto y obtener laconformidad de su única hermana viva, Carmen.En el festival, a comienzos de diciembre, se cele-bró un doble homenaje a Rotellar y AlbertoSánchez en los cines Aragonia, al que acudieronCarmen y Manolita, una de las sobrinas que resi-de en Barcelona. Allí nos vimos en persona porprimera vez y quedé con ellas en ir a visitarlaspara charlar sobre Manolo.

La entrevista con Avilio tuvo lugar una tarde desábado en su casa de Aznar Molina, junto al par-

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Rotellar defendía que

había que hacer un

homenaje al mes

a cada uno de los

amigos, decirle lo

mucho que le

queríamos, y lo que

nos gustaba lo que

hacía, hablar de su

obra, de sus cosas,

y cuando se acabara

la lista de amigos

homenajeados,

vuelta a empezarManuel Rotellar escribiendo en su máquina Olivetti, 1983

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que Bruil, estaba también su esposa, Luisa OrtegoGil. Otra feliz casualidad surgió de su mano, fue alcontarme cómo habían llegado a enterarse de laproyección cuando descubrí que uno de sus treshijos, Avilio, había sido compañero de mi mejoramiga de la infancia, Elena Fernández, en laFacultad de Filosofía y Letras de Zaragoza. Perolo que yo no me esperaba era averiguar que el otrohermano, José Ignacio Tofé, era el realizador delcelebradísimo y premiado vídeo minuto Es unahistoria de amor(1997), pieza que aún hoy cual-quier cinéfilo aragonés de pro recuerda con entu-siasmo. Pensé entonces que ese toque entre genialy surrealista era marca de la casa Rotellar.

A lo largo de una entrevistade más de dos horas, Avilio yLuisa me narraron parte de lahistoria familiar: la madre deAvilio, Elisa Mata Cambra, casa-da con Avilio Tofé, pertenecía auna familia de ocho hermanos,una de cuyas chicas, CarmenMata Cambra, natural deZaragoza, se casó con ManuelRotellar, vecino de Quinto deEbro. Tuvieron cuatro hijos:Pilar, la mayor, Rosa, Manuel yCarmen, todos nacidos enZaragoza. La familia se trasladóen 1926 a Quinto, donde el padreejerció de alcalde durante laRepública y también se hizo cargo de uno de loshornos del pueblo y de la panadería. Pilar, la másfuerte de todos los hermanos, se casó con ManuelCosta, un chico de allí, también republicano, yquedó embarazada de su hija, Manolita.

Avilio y su hermana Araceli iban a pasar losveranos al pueblo de sus tíos desde muy pequeños,y el resto de la familia -más de treinta en total-acudía al completo cuando se hacía la matacía,pues los Rotellar Mata sacrificaban al menos doscerdos en cada ocasión. Avilio era seis años menorque su primo, Manuel Rotellar, y cuando veranea-ba en aquella casa de varias plantas de la familiadel alcalde, se pasaba las horas muertas leyendolos tebeos y las novelas que Manolo coleccionaba

por entregas. El año en que empezó la guerra civil,el 36, él estaba allí. Quinto era un pueblo republi-cano. El 18 de julio llegaron cuatro falangistas enun camión a la plaza mayor, se bajaron con susmosquetones y se dirigieron al casino, desdecuyas ventanas traseras comenzaron a disparar,matando a tres hombres del pueblo y tomándolo,obligando así a que la población entera se ence-rrara en sus casas.

El tío de Avilio, teniente alcalde de ideologíarepublicana, se marchó a Zaragoza a refugiarse encasa de Elisa, su cuñada, y Avilio, su marido y car-nicero de profesión. Vivían en la Plaza de lasTenerías, 2. Allí permaneció escondido unos días,

pero Manuel, hombre de campo,no soportaba permanecer ence-rrado tanto tiempo y comenzó asalir de paseo temprano; un díade agosto, sobre las 6 de lamañana, se fue a visitar a sucuñado al Matadero deZaragoza en Miguel Servet. Yno volvió a casa a comer. Loscompañeros de trabajo del mata-rife le alertaron sobre la deten-ción de su cuñado aquellamisma mañana en el Matadero yél se pasó el día indagando entresus conocidos hasta descubrir suparadero, así se enteró de que le

habían llevado a la cárcel dePredicadores -que posteriormente sería cárcel demujeres- adonde acudió para que le dieran razónde él. Allí le contaron que a Manuel Rotellar, efec-tivamente, le habían detenido por la mañana y lehabían puesto en libertad esa misma tarde, peroante la insistencia de Avilio, que aseguraba que nohabía regresado a casa en todo el día, le mostraronun documento firmado por él en el que se afirma-ba su puesta en libertad. El cuñado sabía bien queaquello era una treta que se estaba utilizando en lacontienda: a los presos les hacían firmar su liber-tad antes de “dar el paseo” (un eufemismo que seusaba cuando iban a ser fusilados) para no dejarpruebas; los cuerpos no solían aparecer luego. Asíocurrió con Manuel Rotellar: al día siguiente

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La familia Rotellar

se trasladó en 1926

a Quinto, donde el

padre ejerció de alcalde

durante la República

y también se hizo

cargo de uno de los

hornos del pueblo

y la panadería

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Avilio fue a buscarle por losalrededores, por las cunetas, porla tapia del cementerio, peronunca encontró el cadáver. Secomenta que alguien del puebloque había bajado al Matadero deZaragoza le vio y le denunció,alguien que al parecer le debíadinero, pues Rotellar solía fiar asus clientes de la panadería.

La mujer y los cuatro hijos,que se habían quedado enQuinto de Ebro, se fueron aZaragoza a los pocos días, en uncarro cargado con colchones ymuebles. Inicialmente estuvieron un tiempo breveen casa de Avilio y Elisa, pero enseguida toda lafamilia se puso a trabajar y se establecieron en unacasa en Licorera, 12 (barrio de San José), queactualmente ya no existe. Lo pasaron muy mal, seganaba muy poco dinero y se trabajaba mucho.Manuel, con 13 años, y sus hermanas, entraron atrabajar en una fábrica de hilaturas, Casa Fina,gracias a su primo, que era el encargado e hijo deFelipe, hermano de Elisa y Carmen.

La mayor de los cuatro hermanos, Pilar, enviu-daría al poco tiempo, embarazada aún de su hija: asu marido, el alguacil de Quinto de Ebro, le man-daron a filas, le tocó en San Gregorio, donde hubouna denuncia de su condición de “rojo” y desapa-reció, nunca se supo nada más; con los años ave-riguaron que había estado preso en Guadalajara yque le fusilaron al cabo de los meses, el 15 denoviembre del 36. Ya en la democracia, para ates-tiguar su condición de viudedad una vez jubiladacon 65 años, Pilar lo tuvo muy difícil porque no secertificó nunca la muerte de su esposo. El padre deAvilio le ayudó en los años 80 a realizar los trámi-tes necesarios para conseguirlo.

Manolita Costa Rotellar nació en 1936, sinpadre, y quizá por eso fue criada con mucho esme-ro, como una señorita, con el inmenso cariño de suabuela y su tío Manuel, porque Pilar tenía que tra-bajar muy duro, era una mujer a la que no se leponía nada por delante, muy emprendedora, yconsiguió en poco tiempo alquilarse un piso para

ella y su hija en Cantín y Gamboa.Avilio, entre los 7 y los 12

años, pasaba dos o tres semanasde sus vacaciones escolares en lacasa de la calle Licorera. Allídedicaba las tardes a leer en laterraza, junto a su primo, cada unoabsorto en sus asuntos, a tal puntoque podían transcurrir muchashoras sin hablar entre ellos; no asípor las noches en el cuarto quecompartían para dormir, entoncesManolo le relataba las batallas dela II Guerra Mundial con todo lujode detalles, como en una película

bélica. Algo que le llamaba poderosamente laatención a Avilio niño era lo mucho que cuidabany acicalaban su pelo las primas, y el propioManuel, a quien le gustaba ir bien arreglado dentrode sus posibilidades; le recuerda como un hombreelegante y pulcro.

La relación de ambos primos fue más estrechadurante los años en que el padre de Avilio -unhombre autodidacta muy aficionado a escribirpoesía- fue presidente de los Amigos del Arte, lasociedad cultural que aún mantiene hoy día unlocal en Cantín y Gamboa. Allí hacían todos lossábados festivales y Manolo recitaba y actuaba enobras de teatro. Su primo recuerda que en una oca-sión, durante la representación de El idiota deDostoyevski, de la que Rotellar era el protagonis-ta, tenía que disparar una escopeta al final de laobra, pero aquel día el disparo del corcho saliódemasiado fuerte y el impacto sobre el otro actorfue brutal, se cayó tan bien que quedaron muycontentos de la actuación, hasta que se dieroncuenta que casi lo mata… y la policía fue a inte-rrogar a Manolo a casa.

Iban juntos también al cine Monumental -enConde Aranda, un poco más arriba de Escolapios-.Se sentaban en la general (los bancos corridos yescalonados que había detrás de las butacas, alfondo). Allí asistieron en 1937 al estreno de KingKong (Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack,1933), les costó 15 céntimos y compraron con loque les sobró una perrica de cacahuetes y de pilon-

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Rotellar iba al cine

siempre que podía,

dos o tres veces por

semana; sólo se

gastaba el dinero en

eso, y veía dos

películas de 5 a 9

de la tarde en sesión

continua

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gas. También acudían al Reina Victoria (enfrentedel Monumental) y al Teatro Circo, en la calle SanMiguel. Rotellar siempre que podía iba al cine, doso tres veces por semana; sólo se gastaba el dineroen eso, por el mismo precio veía dos películas, de5 a 9 de la tarde en sesión continua. Eran espaciossociales de encuentro, en el descanso vendían cara-melos y chicles, se podía comer y beber dentro delcine y fumar fuera, en el ambigú. Estaban los cinesde estreno y los de reestreno en los barrios, másbaratos conforme pasaban las semanas desde elprimer pase en cartelera. Rotellar acudía habitual-mente a los segundos. En una ocasión fue al estre-no de Las zapatillas rojas (Michael Powell, 1948),en el cine Coliseo.

La madre, Carmen, tuvo una vida muy sacrifi-cada, al infortunio que supuso para ella perder a sumarido, su casa, una buena situación y muchas desus pertenencias, se sumó una vida llena de traba-jo y escasez económica: empleaba muchas horasal día en la labor de cortar pelo de conejo parahacer prendas de abrigo, pero ganaba muy poco.Visitaba con mucha frecuencia a su hermana Elisa.Falleció en 1952, una tarde se la encontraron ten-dida sobre el suelo de la cocina, había muerto sola,mientras todos sus hijos estaban trabajando.

Pilar se fue a vivir a Barcelona años más tarde,cuando Manolita tenía 12 años, y puso en marchavarios negocios, nunca se volvió a casar. Rosa síse casó: con Félix Jordán, natural de Azuara y

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Rotellar imitando la figura de Cristo crucificado, apoyado en un muro en 1959

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amigo de la familia; su condición de republicanole había llevado hasta el campo de concentraciónde Mauthausen de donde salió vivo gracias a sutrabajo en las cocinas. Se conocieron por carta, seenamoraron y ella se fue a conocerlo a Francia,donde contrajeron matrimonio. Se establecieronen Castres, una población al lado de Toulousse.Tuvieron una hija, Pilar Jordán Rotellar, que secasó allí y tuvo una niña, Christel Sánchez Jordán.Ambas vinieron años más tarde a vivir a España, aMataró, Barcelona. Manuel viajó a Castres más deuna vez a visitarlas.

La que mantuvo mayor contacto con la familiaRotellar Mata fue Araceli, la hermana de Avilio -ya que él se marchó a trabajar a París de 1957 a1967-; veía con frecuencia a Carmen y a Manolo,que vivieron juntos hasta la muerte de éste, en1984. Ambos permanecieron unos años en la callede La Licorera, adonde Manolo llevaba todos suslibros y revistas, hecho que provocaba más de unadiscusión entre ellos. Cuando se compraron otracasa en las Balsas para irse avivir, Manuel conservó el piso deLa Licorera para sus cosas, querápidamente ocuparon todo elespacio habitable… y pasaron allenar otro piso más en alquiler yparte de la nueva casa. Alsiguiente y último piso al que setrasladaron, a comienzos de losaños 80, en Las Delicias, Carmenprohibió definitivamente a suhermano llevar un solo libro más.

Manuel Rotellar trabajó en laAlgodonera del Ebro tras supaso por Casa Fina, mientrascolaboraba con Amanecer yotros periódicos, cobrando muypoco. Nunca le sobró el dinero. Su gran bagajeautodidacta hizo que sin tener apenas estudios,pues se puso a trabajar a los 13 años y sólo fue alcolegio en Quinto de Ebro, consiguiera escribircon un rigor y perfección admirables y manejarsecon cierta soltura en inglés y francés. Sin embargoél sentia un gran pesar por no haber podido teneruna buena formación y estudios superiores, hecho

que trataba de compensar siendo aún más perfec-cionista si cabe.

Había varios temas sobre los que nunca quisopronunciarse, uno era la política, no hablaba jamásde la República, ni de la Guerra Civil y nuncacontó en público que a su padre le fusilaron. Noasí sus hermanas, que hablaban abiertamente de suideología de izquierdas. Otro tema tabú paraManuel era la religión, le gustaba, eso sí, todo lorelacionado con el arte y la arquitectura religiosa,pero nunca contó nada acerca del anticlericalismode su padre, de quien una leyenda familiar cuentaque vertió un orinal sobre el cura de Quinto alpaso de una procesión, hecho que el sacerdote pro-metió no olvidar.

Rotellar además fue extremadamente celoso desu vida íntima y privada en materia de relacionessentimentales, a tal punto que su propia familianunca le conoció pareja, ni supieron nada hastaprácticamente poco tiempo antes de su muerte.

Me contaba Avilio que otro aspecto muyimportante de su personalidadera su discreción y su hermetis-mo, en su casa apenas hablabacon sus hermanas cuando llega-ban del trabajo, siempre estabatomando notas de libros. Con sumadre se llevaba muy bien, yaque no causaba ningún proble-ma, no se hacía apenas notar.Pero ellas no acababan deentenderle, no compartían supasión por el cine, considerabanque sus gustos artísticos eran“raros” (en el sentido de dema-siado intelectuales). Él nuncacontó a su familia nada acerca

de la publicación de sus libros, nide sus ensayos internacionales, ni de sus artícu-los para la GEA. Tampoco les explicó en casaninguna película, tal y como hacía en sus tertu-lias de cine.

Cuando programaba las sesiones del cine clubElíseos, Avilio acudía muchos sábados por latarde; se acuerda de ver allí El águila de doscabezas (1946), de Jean Cocteau, interpretada por

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Manuel Rotellar era una

persona muy discreta y

hermética. En su casa

apenas hablaba con

sus hermanas cuando

llegaban del trabajo

y siempre estaba

estudiando y tomando

notas de libros

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Jean Marais, con quien Manuel guardaba ciertoparecido de perfil. Ponían las películas en versiónoriginal y Rotellar preparaba una hoja concomentarios de los films todas las semanas. Elcine se llenaba siempre. Algunas noches Avilio yElisa iban a la A.A.A., cuyos locales estabanentonces en el Paseo Independencia de Zaragoza;allí hacían cine, teatro, recitales de poesía,… suprimo era vocal de la agrupación, junto aPomarón, con quien rodó El rey en un solar/basu-rero nada más pasar el Puente de Hierro.

También recordó Avilio que ya en los años 40Manolo hacía fichas de las películas y las colec-cionaba ordenadas en cajas de zapatos. Cuandoiba a verle y curioseaba entre sus cosas, su primosabía enseguida si le había tocado algo porque eramuy metódico y perfeccionista. Admiraba a GretaGarbo, de la que tenía todo su historial en la calle

Licorera, donde había colgado un cuadro suyoencima de una fotografía de Luis Buñuel, otro desus mitos. Esa casa se la desvalijaron entera undía, aproximadamente hacia el año 73: se llevaronmuebles, cuadros, tocadiscos, ropa, libros, todo.La cerraja iba mal y no vivía nadie ya en el inmue-ble, que iban a derruir. Una mañana fueron con uncamión y la vaciaron, a plena luz del día. CuandoRotellar acudió por la tarde -tenía la costumbre deir todos los días a trabajar allí- se encontró la casaabierta, destartalada y vacía. Preguntó a una amigaque trabajaba enfrente, en las oficinas de unafábrica de pinturas, y ella le dijo que unos hom-bres fueron con un furgón y se llevaron muchascosas, pero pensó que eran amigos de Rotellar.Algún tiempo más tarde, paseando por el rastrodel Mercado Central de Zaragoza, él mismo seencontró con sus propias revistas -reconocibles

CABIRIA Cuadernos turolenses de cine 97

Manuel Rotellar en su estudio de la calle Licorera, 12, observa sus estantes repletos de libros de cine

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por sus notas a mano- que fue comprando denuevo poco a poco…

Avilio me comentó que quería ir algún día aver el archivo de su primo en la Filmoteca, él sabeque algo más de material se perdió en el caminoentre sus casas y el ayuntamiento, pero descono-ce cómo ocurrió.

Al terminar la charla me apostilla que en el viajea Nueva York que hizo para impartir conferenciasde cine, se le declaró el tumor cerebral: empezó ano recordar horarios, lugares, se perdía por la ciu-dad,… Cuando a su vuelta le ingresaron para laintervención, le cortaron el pelo al cero para entraren quirófano y eso fue lo que más le dolió, mecuenta asintiendo con la cabeza, pensativo.

VI. Completando el puzzle

En enero de 2010 visito a Carmen y Manolita porprimera vez, en el piso de Doctor Pérez Serrano(barrio Delicias de Zaragoza). Manolita ha venidodesde Barcelona, ciudad donde vive, para estarcon su tía, algo que hace regular-mente todos los meses. Ambastienen un trato cercano con la otrasobrina, Pilar Jordán Rotellar ysu hija Christian, de quien mecuentan que ha visto en Internetel blog que abrí con motivo deldocumental y que quiere micorreo electrónico para contactarconmigo. Compruebo que conAvilio sin embargo la relación seha distanciado.

Ellas, que son la familia máscercana con quien finalmente hepodido hablar, me dan la oportu-nidad de contrastar datos que yatenía y que sigo dándolos porbuenos, pero también de poner en duda algunosotros. Carmen, cuyo parecido con Manuel esasombroso y que se conserva muy bien a sus 87años -salvando un leve dolor de piernas- siguesiendo la mujer presumida que me habían contado,cuida su pelo y su maquillaje, como ha hechodesde siempre, al igual que sus hermanos. En su

casa hay algún cuadro de Manolo en las paredes,la GEA completa en una estantería y unas cintasde casete y VHS en el armario de la televisión,grabadas por él hace más de 25 años.

Carmen, genio y figura, me va corrigiendo oasintiendo las cosas que le voy contando, ydemuestra gran curiosidad sobre el desarrollo demi investigación. La primera diferencia entre misapuntes y sus recuerdos es el nombre de la fábricade hilaturas donde Manolo trabajó de mecánico detelares: es la Algodonera del Pilar, no del Ebro, medice, antes llamada Casa Madurga (no Casa Fina),que efectivamente estaba situada en la plaza deGlorieta Sasera. Allí dejó de trabajar cuando lacerraron, sobre el año 1963: les indemnizaron atodos y él se dedicó ya íntegramente a su labor decrítico cinematográfico y periodista cultural enPueblo, Amanecer, El Día,... Me cuenta que ella leayudó económicamente porque vivir del cine eramuy difícil en aquella época, aunque también dabaconferencias para completar sus ingresos. Y quecuando al fin le nombraron director de la Filmoteca

de Zaragoza, con García Nietocomo concejal de cultura delAyuntamiento, enfermó y murióal poco tiempo. Su amplio lega-do lo donó todo al archivo, portres millones y medio de pesetasde la época que le dieron a ellagracias a Emilio Alfaro, quiengestionó todo. Su hermano teníados pisos llenos de libros, dis-cos, novelas, programas demano, era de los que más teníanen España en materia de colec-cionismo cinematográfico, peromucho desapareció por el cami-no, me dice, y me preguntan qué

ocurrió exactamente. Tambiéninsiste Manolita en que quiere ir al archivo para verla obra de su tío, que le haría muchísima ilusión,porque ella recuerda un armario muy grande llenode cajas de cerillas con fotogramas dentro, en lacasa de la calle Licorera.

Manolita es una mujer que conserva la bellezade sus fotos de boda en la mirada, en sus gestos

Desde los años sesenta

Rotellar se dedicó ya

íntegramente a su labor

de crítico y periodista

cultural en rotativos

como Pueblo y

Amanecer. Vivir de este

trabajo era muy difícil

en aquella época

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elegantes y refinados, en su voz suave. Me repiteuna y otra vez que adoraba a su tío. Le tiene unamor tan diáfano y sincero que me conmueve. Enla segunda visita que les hago -serán tres en total-me llaman la atención sus medias de rejilla negras,un toque inusual en su vestuario, que me gusta.Me cuenta que su tío Rotellar supuso para ella unafigura paterna, un príncipe: “yo era su princesa, élun D’Artagnan que luchaba con su espada pormí”; le contaba cuentos, la llevaba a ver museos,películas de dibujos animados,… su madre estabasiempre trabajando y era él quien se encargaba de

cuidarla y educarla, para ella “su tío Manuel era elno va más, tuvimos una relación muy buena, lerecuerdo con muchísimo cariño”, me dice con losojos brillantes de emoción.

Recuerda que en el Teatro Principal hacían unafunción de teatro infantil los domingos por lamañana, El Mago Nicolás, adonde la llevaba sutío. De pronto se levanta y sale del salón, para vol-ver enseguida con su cartera de donde saca unaminúscula foto con Rotellar, del año 46. La guar-da junto a la foto de sus hijos y sus nietos, comoun tesoro. Me cuenta que es del día en que fueron

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Homenaje a Gil Marraco. Casa de Teruel, 25-03-1980. De pie, de izda. a dcha.: Luis Alberto Pomarón, José Luis Pomarón,

Manuel Moreno, ¿?, Gil Marraco, Manuel Labordeta, José Luis Madre, José Antonio Duce, Ignacio Sariñena, Luis Pellejero,

Julio Sánchez, Manuel Rotellar. Sentados, de izda. a dcha.: Miguel Vidal, Raúl Tartaj, José María Sesé, Alberto Sánchez

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de excursión al Monasterio de Piedra, ella lleva unvestidito blanco y están bajo la sombra de unárbol. Viajaron allí en autocar con gente del cine yde la radio, amigos todos de su tío -ella era laúnica niña.- Recuerda que nada más comer él sepuso a pedalear de pie, en el sitio, como un dibujoanimado, y cuando le preguntaron divertidos elporqué contestó “para que me quepa más comida”.Manolita me dice que siempre estaba de broma,que era muy amable, aunque al mismo tiempomuy formal y serio: en ocasiones cuando el temade una conversación no le interesaba, se aislaba,era como si no estuviera en la habitación, como sidesapareciera.

Iban mucho al cine, a ver las películas deCharles Chaplin y Greta Garbo. Recuerda quetomaba notas en la oscuridad y que ella se asom-braba de que viera bien para escribir. También mecuenta que grababa las bandas sonoras de las pelí-

culas. Que legustaba reci-tar poesía encasa, que lohacía muybien y que aella se le caíala baba,puesto quetodo lo queél hacía leparecía estu-pendo.

Tanto lequería que enuna ocasión,cuando fue a

verlo actuar en una obra de teatro, armó un escán-dalo tremendo en el patio de butacas pensando quea su tío le mataban de verdad sobre el escenario.Recuerda con nitidez que él hacía de un policía alque le raptaban la hija. En una escena finalManuel estaba sentado en un sillón fumando enpipa, el raptor entraba por la ventana para matarlo,pero la pipa tenía espejos y le veía a tiempo, dis-parándole él primero. Manolita se puso en trancecuando vio que a su tío le iban a atacar a traición

y saltó del asiento gritando a pleno pulmón: “ti-í-co, ti-í-co, que te van a matar”, para avisarle.

En la primera visita me muestran un álbum defotos que hizo Manolita con su esposo, Jesús, almorir Rotellar; me cuenta que lo construyó “alrevés”, de la muerte al nacimiento, y que hizo dosidénticos, uno se lo quedó ella y otro fue para sutía Carmen. Ese mismo día descubre que su tíatiene más fotos de él en Nueva York que no cono-cía, y en la siguiente visita, cuando me trae su pro-pio álbum desde Barcelona, compruebo que sonálbumes parecidos pero diferentes, que muestranfotografías inéditas hasta entonces para mí.

En la siguiente visita Carmen saca una cajita

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Rotellar durante un recital poético, declamando ante un

público numeroso, en los años 70

Iba mucho al cine con

su sobrina a ver las

películas de Charles

Chaplin y Greta Garbo.

Tomaba notas en la

oscuridad y ella se

asombraba de que viera

bien para escribir

en la penumbra

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llena de fotos familiares pequeñas. Allí le pongocara a José María Fustero, íntimo amigo deRotellar emigrado a Washington en los años 40 yposteriormente a Nueva York; veo las fotos másdivertidas de Manolo con sus amigos y amigas, oposando con las chicas que tenía a sus órdenescomo capataz de los telares. También fotos de sustertulias en el café Niké con Miguel Labordetahaciendo ambos el indio, entre grandes risas.Descubro con emoción el armario de las fichas yfotogramas en la casa de la Licorera; veo el acuer-do de adquisición del archivo Rotellar; el momen-to en que Carmen, Pilar y Manolita van a recogerla Medalla de Oro al Ayuntamiento (octubre de1984), junto a Antonio Saura y una famosa jotera.

Me cuentan que la medalla se la impuso el enton-ces alcalde de Zaragoza, Ramón Sainz deVaranda, quien también padecía un tumor cere-bral en el momento en que les dio este mérito pós-tumo para Rotellar.

Me cuenta Carmen que a su hermano le teníanenvidia y celos ya desde pequeño, cuando reco-gía cosas de cine para sus colecciones, que eralistísimo y muy buena persona, por eso tambiénhabía gente que le quería. También que tenía unavoz muy bonita, sabía cantar estupendamentetangos y boleros -y lo solía hacer en casa-, y queellos convivieron prácticamente toda la vida.Afirma que era de izquierdas, como sus amigos,los Labordeta. No era religioso, pero tampocohablaron nunca del tema, era muy reservado y nole gustaba darse a entender. Cuando enfermóestaba escribiendo un libro sobre Buñuel que nopudo acabar. Me dicen ambas que podía haberdado mucho más de sí si no hubiera muerto tanprematuramente.

Manolita estuvo viviendo en Zaragoza hasta los12 años de edad, luego su tío fue a menudo a visi-tarlas a Barcelona. Le gustaba ir al mercado deSan Antonio, donde los domingos vendían fotos,novelas, libros, prospectos, que él solía comprar.Cuando iba al festival de Sitges se quedaba tam-bién en su casa a dormir.

Fue su padrino de boda. En esa segunda visitame trae otro álbum más, el de las fotos de su boda,allí está con su tío, dentro del coche, andandohacia el altar, en la puerta de la iglesia, y por unosmomentos tengo la sensación de que el novio esél, hacen tan buena pareja que es imposible nopensar eso. Ella me corrobora que al ver las fotostodo el mundo comenta lo mismo. Acto seguidome cuenta cómo la enseñó a bailar subida a suszapatos, siendo una niña.

Ese día les llevo un reproductor portátil de dvdy vemos juntas el documental. Cuando salen lasimágenes de El rey Manolita comenta que es lapelícula que más le gusta de él, en cambio que nosoporta verle en La rosa de papel, algo que com-pruebo cuando llega el momento en que sale unfragmento de este corto y ella aparta la vista, adu-ciendo que no puede verlo así, vestido de mujer, ni

CABIRIA Cuadernos turolenses de cine 101

Manuel Rotellar durante su estancia en Nueva York, a

comienzos de los años 80

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en las fotos que tiene en casa, que le produce unaimpresión tremenda.

Ella supo por Emilio Alfaro que su tío estabaenfermo: él le contó que en las cenas que hacíanen su casa de campo se quedaba dormido en lamesa y eso le hizo pensar que le ocurría algo,hecho que corroboró cuando viajaron a NuevaYork y advirtió que el atuendo impoluto deRotellar se completaba con unas descuidadaszapatillas caseras. Y que cuando deambulaba des-orientado y solo por la ciudad no se perdió porqueel azar hizo que se encontrara con su viejo amigoFustero, que le llevó a su casa. Ya en España ellaquiso que un médico amigo de Barcelona vinieraa visitarlo, y así lo hizo, aunque finalmente leoperó un neurocirujano compañero de Alfaro.Manolita venía todas las semanas a verle al hospi-tal. Casi en un susurro me dice lo mucho que leafectó a su tío que le raparan el pelo y cómo muriócogido a sus manos, algo que recuerda como sifuera ayer.

En la tercera y última visita me dice lo que sumadre Pilar le contaba: cuando había bombardeosen Quinto de Ebro Manuel corría a cogerla parallevarla al refugio la primera.

VII. De Facebook a Mataró, pasandopor Castres

La penúltima coincidencia feliz de esta apasionan-te reconstrucción es comprobar cómo nada es loque a uno le parece. Yo, una absoluta incrédula delas redes sociales, constato con sorpresa su utili-dad: encontrar a personas remotas y desconocidas.

El 3 de marzo recibo en mi correo un mensajedesde facebook de Christel, sobrina-nieta deManuel Rotellar, por parte de Rosa. Me cuentaque se ha ido enterando por la red de la existenciadel documental, que su tía abuela Carmen le vacontando cosas y que por medio de CarlosGurpegui (amigo y compañero en estas lides delcine) me escribe para comprar una copia y regalár-sela a su madre Pilar, a quien sabe que le harámucha ilusión. Resulta que Pilar, una mujer que enfoto me resulta muy simpática y resuelta, tambiénestá en facebook, la hija me pasa su dirección y

seguimos nuestra conversación vía email.Pilar Jordán Rotellar me relata la historia fami-

liar de su madre Rosa (1916-2000): su infanciatrabajada pero feliz en Quinto de Ebro, la guerra ylos fusilamientos, el cambio drástico de vida enZaragoza, la posguerra y el trabajo en la fábricatextil, lo duro que fue todo.

También me dice que Rosa le contaba lo inteli-gente que era su hermano Manuel, que ya destaca-ba por su interés en la lectura. A su abuela Carmenno la llegó a conocer, pues Pilar nació en 1956. Sumadre se casó en 1954 en Francia, tras cartearsecon un hermano de sus amigas, refugiado allí des-pués de la guerra civil, del que se enamoró -“comopasa hoy con internet”, me dice-. Vivieron dosaños en un pueblecito al sur de Francia, dondenació ella. A los ocho meses se trasladaron a

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Manuel Rotellar en un momento de la película Culpable para

un delito, Moncayo Films, 1966

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Castres,d o n d epasó unainfanciam u yfeliz cons u spadres .Félix, sup a d r e ,no podíair aE s p a ñ apor serexiliadode gue-rra, sin

embargo se arriesgaron en 1959 y viajaron aZaragoza, ella era muy pequeña pero se acuerdadel alborozo y la acogida familiar. Fue entoncescuando conoció a su tío Manuel. En las sucesivasvisitas que hizo a la ciudad, ya sólo con su madre,se quedaban siempre en la casa de sus tíosManolo y Carmen, que vivían juntos en Licorera,12. Él era muy cariñoso, le enseñaba cuentos,tenía la casa repleta de libros y le encantaba todolo que se refería al cine fantástico y de terror, algoque a ella le impresionaba. Le hizo descubrir tam-bién algunas películas de Disney, como 101 dál-matas (1961).

Un verano, cuando Pilar tenía 11 años, pasótres semanas con ellos en su casa de Castres.Fueron juntos a un cine, el Lido. Entendía el fran-cés perfectamente, pero no lo hablaba ni lo escri-bía. Paseó mucho con él, también le acompañabaa comprar libros.

Su madre sentía admiración por él y para ella.Siempre significó un punto de referencia, ya quesiendo autodidacta llegó a tener grandes conoci-mientos sobre el cine y el arte. Siempre queescribía algún libro se lo dedicaba y la animaba aestudiar.

Pilar, que no tuvo hermanos, se vino a vivirdefinitivamente a España con 21 años, reside enMataró (Barcelona) y trabaja como profesora defrancés.

VIII. Papeles rescatados

El domingo 7 de marzo, en plena redacción de esteartículo, ocurre el último, por el momento, hechofeliz: me llama Javier Estella para contarme queestá desmantelando su casa de San José -aquellaen la que me habló por primera vez de Rotellarmientras preparábamos un festival de cine- y queha encontrado varios recortes de prensa sobre élque me guarda. Quedamos esa misma noche y melos pasa. En un bar decorado con duendes y regen-tado ahora por un joven chino muy amable, medice que esa tarde se ha reencontrando con recuer-dos guardados durante casi veinte años, viejosguiones, antiguas cartas, fotografías,…, con suspropios retazos de colección de vida. Pensabatirarlos pero ha cambiado de idea y abre su carte-ra para enseñarme decenas de hojas escritas amano, revueltas entre un portátil, en el que memuestra el último trabajo que está realizando,pero me confiesa que lo que a él le gusta no eseso, sino “otras cosas”, mientras va sacandofolios amarillentos y rotos, garabateados conmanifiestos de cine.

Yo pienso en Rotellar y le imagino espiandosus papeles por encima del hombro, mientras losmete en cajas de embalaje, susurrándole que notire nada, que guarde todos sus tesoros, no sea queun día tenga que acudir al rastro para recuperarlos.

*Vicky Calavia es documentalista y programadora de cine

(1) Rotellar, Manuel: ”Pabostria, film independiente”.ARAGON EXPRES, Zaragoza, 16-II-82. Rotellar, Manuel: ”Renace el cine aragonés en pequeño for-mato”. EL DIA. Zaragoza,14-XI-82.

CABIRIA Cuadernos turolenses de cine 103

Cuando le nombraron

director de la Filmoteca

de Zaragoza, con García

Nieto como

concejal de Cultura del

Ayuntamiento, enfermó y

murió al poco tiempo. Su

legado lo donó a este

archivo fílmico