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249 Reseñas y comentarios Reseñas y comentarios Noemí Quezada: Sexualidad, amor y erotismo. México Prehispánico y México Colonial. México: UNAM, Instituto de Investigaciones Antropológicas y Plaza y Valdés editores, primera reimpresión 2002, 303 pp. Vincular el pasado de la cultura mexica con el presente a partir de la clasificación de género, permite comprender la distinción del rol social (hombre-mujer) que normó la vida de cada individuo antes y después del periodo de colonización. Al analizar dicha clasificación se puede explicar la estructura y características que definen al ser masculino y femenino, mismas que llevan a la construcción com- pleja de cada cultura, específicamente la indígena y la novohispana. Cada sociedad era regida por sus propias reglas, es decir, mientras para la indígena todo acto estuvo ligado al ritual y a la religión, mostrándose así como un ente complejo de creencias, para la novohispana todo acto ritual fue rechazado, promoviendo los dog- mas católicos como el único modo de vida en ese momento, donde no se conjugaban los saberes del amor y el erotismo. Tales distinciones entre ambas sociedades constituyen la pre- ocupación y tesis fundamental del recorrido histórico y teórico que realiza Noemí Quezada en Sexualidad, amor y erotismo. La au- tora sitúa su estudio de la sexualidad en el campo de la Etnología, argumentando en la introducción del texto que “es un campo aso- ciado al ciclo de vida y a los ritos de paso que marcan cada una de las etapas de la vida del individuo, al matrimonio que la reglamenta y a la familia, unidad básica de la sociedad” (Quezada, 2002, 9). El proceso histórico restrospectivo realizado por Quezada se basa en la consulta de archivos, los cuales son indispensables cuan- do se estudia un campo con historia escrita, ya que a partir del análisis de algunas fuentes históricas impresas y documentos de archivo, la investigadora sustenta la cuestión de normatividad que reinaba en la convivencia social de las culturas mexica y novohispana, aplicando un estudio de género que le permitirá citar Escritos, Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje Número 26, julio-diciembre de 2002, pp. 249-254

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Noemí Quezada: Sexualidad, amor y erotismo. MéxicoPrehispánico y México Colonial. México: UNAM, Instituto deInvestigaciones Antropológicas y Plaza y Valdés editores,primera reimpresión 2002, 303 pp.

Vincular el pasado de la cultura mexica con el presente a partir dela clasificación de género, permite comprender la distinción del rolsocial (hombre-mujer) que normó la vida de cada individuo antes ydespués del periodo de colonización. Al analizar dicha clasificaciónse puede explicar la estructura y características que definen al sermasculino y femenino, mismas que llevan a la construcción com-pleja de cada cultura, específicamente la indígena y la novohispana.Cada sociedad era regida por sus propias reglas, es decir, mientraspara la indígena todo acto estuvo ligado al ritual y a la religión,mostrándose así como un ente complejo de creencias, para lanovohispana todo acto ritual fue rechazado, promoviendo los dog-mas católicos como el único modo de vida en ese momento, dondeno se conjugaban los saberes del amor y el erotismo.

Tales distinciones entre ambas sociedades constituyen la pre-ocupación y tesis fundamental del recorrido histórico y teórico querealiza Noemí Quezada en Sexualidad, amor y erotismo. La au-tora sitúa su estudio de la sexualidad en el campo de la Etnología,argumentando en la introducción del texto que “es un campo aso-ciado al ciclo de vida y a los ritos de paso que marcan cada una delas etapas de la vida del individuo, al matrimonio que la reglamentay a la familia, unidad básica de la sociedad” (Quezada, 2002, 9).

El proceso histórico restrospectivo realizado por Quezada sebasa en la consulta de archivos, los cuales son indispensables cuan-do se estudia un campo con historia escrita, ya que a partir delanálisis de algunas fuentes históricas impresas y documentos dearchivo, la investigadora sustenta la cuestión de normatividad quereinaba en la convivencia social de las culturas mexica ynovohispana, aplicando un estudio de género que le permitirá citar

Escritos, Revista del Centro de Ciencias del LenguajeNúmero 26, julio-diciembre de 2002, pp. 249-254

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una serie de actividades establecidas correspondientes a hombresy mujeres.

Noemí Quezada retoma la definición de género que hace JoanScout apoyándose en la conexión integral entre dos premisas: laprimera, “El género es un elemento constitutivo de las relacionessociales basadas en la diferencia que distingue los sexos” y, la se-gunda, “El género es una forma primaria de relaciones significati-vas de poder” (Quezada, 2002, 10).

Tanto para la sociedad mexica como para la novohispana, susistema de creencias delineó su modus vivendi; para la culturaindígena todo acto estuvo ligado al ritual, además de que toda expli-cación para cualquier hecho social la dio la religión. Esta sociedad,como integrante de la compleja cultura mesoamericana, remitía suorden a modelos cósmicos que regían la vida de todos los hombres,planteando así principios binarios opuestos y complementarios comocielo-tierra, frío-calor, arriba-abajo, luz-tinieblas, hombre-mujer, etc.Modelos que llevan al estudio del mito, el cual trata de explicar losfenómenos de la naturaleza. A decir de Mircea Eliade: “El mitodescribe cómo gracias a los seres sobrenaturales una realidad llegaa existir, la cual ha permitido al hombre ‘ser mortal, sexuado, orga-nizado en sociedad, obligado a trabajar para vivir, siguiendo ciertasreglas’” (Eliade, 1968, 21).

Es importante puntualizar en el ejemplo que cita Noemí Quezadaen el subtema “Roles sociales asignados e identidad genérica”, dondenos menciona que “el mito anuncia que de Uxumuco y Cipactonal,primera pareja humana, nacerían los macehuales, lo que a nivelsimbólico origina la unión de hombre y mujer ligados en matrimonio,institución que reglamentó la sexualidad entre los mexicas, en elcual era necesario no sólo la expresión de los sentimientos, sino elamor, el respeto, la fidelidad y, de manera especial, la satisfacciónerótica de ambos cónyuges, para quienes era obligación y respon-sabilidad construir la felicidad” (Quezada, 1996, 31).

En el grupo mexica, los roles estuvieron claramente definidos,pero tanto hombre como mujer desempeñaron responsabilidad com-partida en algunos aspectos de la actividad sagrada, ambos cum-plían con las actividades designadas por los dioses, por ejemplo; la

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producción agraria y la reproducción humana fueron las activida-des otorgadas por los dioses a mujeres y hombres, pillis y macehuales,por igual; puesto que era precisamente en el ritual donde se borra-ban las diferencias sociales y sexuales para conservar el tiemposagrado. De esta manera, con la participación de los dos sexos encomunión mística, se guardaba el equilibrio cósmico y se manteníael orden social.

Las emociones y sentimientos de los indígenas estuvieron liga-dos a la vida de los dioses; ellos definieron las normas y valoressociales, establecieron la valentía y la fuerza para ambos sexos einstauraron, asimismo, los roles sociales que debían cumplir varo-nes y mujeres para alcanzar el prestigio social; implantaron el amor,el erotismo, el deseo y el placer dentro de la relación de pareja, enun marco de templanza y respeto; ellos también definieron el amory el respeto entre padres e hijos; en una palabra, crearon losparadigmas de la conducta humana, de los seres creados por ellos.

En el proceso de adquisición de la identidad genérica para losmexicas, según las fuentes consultadas por la autora, no existíantérminos para diferenciar a los niños de las niñas, es decir, el pro-ceso de adquisición de la identidad genérica se llevaba a cabodesde el nacimiento hasta la adolescencia, a través de la educa-ción, para alcanzar la madurez y con ello la plena identificacióndel sujeto con lo masculino y lo femenino, capacitados ya para elmatrimonio. La madre fue la responsable de formar a la niña enlas labores femeninas, construyendo de esta manera su concien-cia y personalidad de desarrollo, madurez y prestigio. El padre,por otro lado, tuvo a cargo la educación del hijo varón a partir de los3 o 4 años, indicándole labores de acuerdo con su edad para for-marlo dentro del oficio familiar. Es preciso destacar que la socie-dad mexica se dividía en dos grupos sociales: los nobles o pillis ylos macehuales. Al varón noble se le educaba para ser gobernan-te, sacerdote, guerrero o mercader, formación contraria que se ledaba al varón macehual, el cual se preparaba para ser agricultor,leñador o mercader en pequeño.

Únicamente los varones macehuales que morían en combatedurante la guerra y las mujeres que morían en el trabajo de partotenían el reconocimiento y prestigio social dado a los pillis, porque

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el sacrificio humano en el primer combate se ofrecía a los dioses,fuese éste la guerra o el parto; por ejemplo, en el mito deHuitzilopochtli, dios de la guerra y Quinto Sol, se menciona que él“requería el sacrificio de los cautivos de guerra, como víctimas queofrecían su corazón y su sangre para asegurar la vida del Cosmosy la de los hombres, en especial la del grupo mexica” (Quezada,2002, 79). En consecuencia, los guerreros muertos en combate setransformaban en colibríes y acompañaban al Sol del oriente al ce-nit, mientras que las mujeres que morían en el parto fuerondivinizadas, logrando así el status de diosas, razón por la cual acom-pañaban al Sol del cenit al occidente.

Por otra parte, las parejas mexicas vivían la relación amorosa-erótica como un regalo de los dioses y recibían a los hijos como undon divino. El coito fue el momento de unión perfecto entre el Cos-mos y el mundo cotidiano en la creación divina del ser humano. Fuea partir de la cosmovisión católica cuando el amor en el campo delo religioso apareció como un sentimiento institucionalizado, ligadoal matrimonio y a la familia. El erotismo se ubicó en el terreno de loprohibido, lo secreto y la transgresión, concibiéndose como pecado.El liberarse a las pasiones se castigó con encierro y muerte, ade-más del infierno en la vida eterna.

El rol social de la mujer novohispana en el ámbito conyugal fuedistinto al de la mexica, ya que la primera tenía la obligación depreparar los alimentos y satisfacer el deseo del varón en el lecho,reprimiendo el placer que sentía en la relación con el esposo, parano ser señalada como pecadora. Esta diferencia entre las percep-ciones del amor y el erotismo en la mujer y en el varón novohispanos,hicieron irreconciliable la unión física con placer en el matrimonio,ya que el placer se ligó a la lujuria, pecado que manchaba al hijodesde la cuna. Por tal motivo, el hombre novohispano buscaba lasatisfacción erótica fuera del matrimonio, en relaciones de aman-cebamiento, de simple fornicación y de prostitución.

La figura de la mujer en el matrimonio representaba la honesti-dad, castidad y virginidad, por tanto se le debía respeto, afecto,protección económica y social. El amor para ella significaba la po-sesión de un hombre que la protegiera y mantuviera, la quisierabien y no la maltratara. Situación contraria a la de la mujer mexica,

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para quien el amor, la ternura, la emotividad, el afecto y erotismoformaban un todo, no eran sentimientos que se contrapusieran, sinoque se fortalecían recíprocamente como parte de su ser femenino.

Por tanto, como lo señala Noemí Quezada, “es difícil definir elconcepto de felicidad entre los novohispanos. Una aproximación ala felicidad, en la mujer, sería ‘estar contenta y estar bien’, casarse,tener hijos, atender al marido y lograr una estabilidad económica…En el hombre existirían dos tipos, basados en el ejercicio de susexualidad: 1) Formar una familia, tener hijos varones y lograr elcontrol sobre su esposa; 2) Obtener satisfacción erótica y placer através del amancebamiento” (Quezada, 2002, 189).

El origen de modelos y valores culturales de la Iglesia impusouna percepción de la mujer como una pecadora, seductora, des-obediente, rebelde y se relacionó con el mal y el Demonio, quesimbolizaba a Eva, en oposición a la imagen de virginidad, castidady pureza representada por la Virgen María.

Fue entonces cuando la seducción se relacionó con Eva y laserpiente, porque a raíz de la persuasión de la serpiente para queEva comiera del fruto prohibido, ella aprendió el arte de la seduc-ción y el disfrute del placer sensual que originó el erotismo, artemismo que indujo a Adán a desobedecer y pecar; por tal motivo,fueron expulsados del Jardín del Edén, ya que la manifestación dela conciencia y el cuerpo, símbolos de la verdadera sabiduría, re-presentó el reto de ser semejantes a Dios.

Por tanto, la colonización significó el adoctrinamiento religioso yla aculturación de los indígenas bajo los cánones del pensamientooccidental. Amén de que tal evangelización se distinguió por suviolencia y conversión forzada. Quienes faltaban a la instrucciónreligiosa eran sometidos al castigo. Por otro lado, los evangelizadorestrataron de adoptar algunas costumbres prehispánicas como lamúsica, el canto y las representaciones dramáticas en su ritual ca-tólico para aumentar la conversión de indígenas, es decir, incluye-ron la veneración de las imágenes para hacer más aceptable elcristianismo, mismas por las que en el primer momento se temíaque los indígenas recordaran a sus antiguos dioses.

Todas estas reflexiones permiten mostrar la diferencia que sepresentó con el amor y el erotismo en contextos culturales diferen-

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tes. Además de reconocer una sociedad mexica basada en la dua-lidad que regía el Cosmos y una sociedad novohispana que se sus-tenta en la arbitrariedad, la prohibición y la imposición de creencias.

Es así como Noemí Quezada, a través del estudio de las fuenteshistóricas impresas y documentos de archivo, logra obtener un se-guimiento analítico de las culturas mexica y novohispana. Análisisque nos lleva a comprender las normas que rigen el comportamien-to de los individuos en la sociedad actual, misma que desde la evan-gelización sustentó su estructura social en la oposición de sus inte-grantes. Resultado de esto fue la caracterización de superioridad einferioridad que se le atribuyó al ser masculino y femenino respec-tivamente; la cual continúa manifestándose en algunos sectores dela sociedad contemporánea.

Tanya González Zavala

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